Hungry like the wolf - Paige Tyler - Swat #1

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Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y diseñar libros de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos. El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos que disfrute de la lectura.

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Indice Sinopsis

Capítulo 8

Prólogo

Capítulo 9

Capítulo 1

Capítulo 10

Capítulo 2

Capítulo 11

Capítulo 3

Capítulo 12

Capítulo 4

Capítulo 13

Capítulo 5

Capítulo 14

Capítulo 6

Próximo Libro

Capítulo 7

Sobre la Autora

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Sinopsis PRESENTANDO AL SWAT: SPECIAL WOLF ALPHA TEAM Son duros. Están en el objetivo. Son tan alfas como los hombres pueden ser. El equipo del SWAT de Dallas está escondiendo un tremendo secreto... son una manada de lobos cambiantes. El equipo de élite de tiradores de primera es ultra secreto y también los predilectos de Dallas. Esto no sienta bien a la reportera de investigación Mackenzie Stone. Deben estar escondiendo algo... y ella está determinada a averiguar qué es. Mantener a Mac a distancia resulta imposible para el comandante del equipo del SWAT, Gage Dixon. Ella es inteligente, sexy, y le hace sentir vivo por primera vez en años. Pero se está acercando peligrosamente a la verdad, y peligrosamente a su corazón.

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Prologo Gage Dixon se tensó contra las pesadas pesas, deleitándose en la resistencia cuando el montón de platos de metal a cada lado de la sólida barra de acero hicieron que toda la cosa se flexionara. La barra tembló ligeramente cuando alcanzó ese punto agradable del levantamiento dónde sus pectorales dejaban de hacer todo el trabajo y sus tríceps y hombros hacían efecto. Pero ya había estado castigando a su cuerpo durante casi una hora, y esta vez la barra momentáneamente dejó de moverse hacia arriba, la gravedad insistiendo que bajar sería una dirección mucho mejor —y más fácil— en la que ir. Apretó sus dientes, soltó un gruñido, y forzó a sus músculos a seguir empujando hasta que sus brazos se estiraron. Dejó la carga con un repiqueteo de metal sobre metal. Incluso entonces, la barra aún se inclinaba y flexionaba — cargar 525 libras en una pesa haría eso. Gage se sentó y miró alrededor de la pequeña sala de pesas en la que él y los otros miembros del Equipo del SWAT de la Policía de Dallas se habían instalado. No mediría mucho más que un gimnasio sofisticado en el área, pero considerando que habían pagado de su propio bolsillo los espejos, el equipo de levantamiento de pesas, y los pesos libres, no era demasiado estrafalario. Aunque habría sido bonito si fuera más grande. La presencia de los otros cuatro hombres le recordó lo pequeña que era la sala. Entonces otra vez, sus hombres hacían que la mayoría de las salas parecieran pequeñas —los equipos especiales de armas y tácticas tendían a atraer hombres grandes y musculosos, y este equipo en particular era más grande que la mayoría. No era sorprendente tampoco que —hombres lobo alfa siempre fueran grandes como el infierno. Gage se limpió el sudor de la cara con el dorso de su brazo y se tomó un momento para apreciar la relativa paz y tranquilidad. A pesar del tamaño de la

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sala, era raro que hubiera un montón de hombres allí dentro. Pero con la mitad del equipo fuera ayudando a conseguir certificados de armas en la academia de policía y la mayoría de los otros fuera dirigiendo entrenamientos colectivos con los ATF, el compuesto estaba prácticamente vacío. A través de la sala, Diego Martínez fue localizado con su mejor amigo y compañero de equipo, Hale Delaney, cuando el hombre intentaba llegar a un record personal en el otro banco de pesas. Al mismo tiempo, los dos asistentes líderes de equipo de Gage, Mike Taylor y Xander Riggs, estaban colgándose en la barra para alzarse hasta la barbilla, viendo quién podía hacer más alzamientos. Los alfas no necesitaban una excusa para convertir todo lo que hacía en una competición. No habían conseguido cortar una apertura para las unidades de aire acondicionado que habían comprado para la sala aún, así que hacía bastante calor. Lo cual significaba que todos ellos estaban sudando como locos aunque no estaban llevando camisetas. Gage se estaba preguntando si debería salir a por algunas toallas de gimnasio cuando oyó el sonido de botas moviéndose rápido viniendo por el pasillo. El oído de los otros audaces hombres lobo también recogieron el sonido, y todos estaban mirando hacia la puerta expectantemente en el momento que McCall empujó su cabeza alrededor de la esquina. —Tenemos uno malo, Sargento —le dijo a Gage—. Situación con rehenes en Belmont. Múltiples heridos, al menos dos docenas de rehenes. Cinco tiradores han sido solicitados. —Bueno, vamos al trabajo —murmuró Delaney, levantándose del banco. Gage se puso de pies. —¿Cinco tiradores, huh? Al asentimiento de McCall, Gage miró a sus dos asistentes líderes de equipo. —Vosotros dos ocuparos de hacer que alguna entrada funcione para un cambio mientras ¿corro al espectáculo? —Infiernos, no —dijeron al unísono, la excitación despejó sus caras, incluso si aún estaban colgando boca abajo. Niños, eran fácilmente excitables. Mike y

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Xander saltaron, uniéndose a Martínez y a Delaney. El sudor aún estaba descendiendo por sus cuerpos, pero estaban esperando ansiosamente a su siguiente orden. —Entonces preparaos —ordenó Gage—. Os quiero fuera de aquí en menos de cinco minutos. Los cuatro hombres limpiaron la sala en segundos, dejando a Gage con su experto en armas. —Lo siento —le dijo a McCall—, pero estás pegado aquí a los teléfonos hasta que consigamos a alguien de vuelta. McCall gruñó —a ninguno de ellos le gustaba la tarea de escritorio cuando había una misión que hacer en su lugar. Pero McCall sabía que tenía que ser hecho. —Conseguiré las armas de asalto de Martínez y Delaney para ellos —fue todo lo que dijo cuando se fue. Gage estaba solo a treinta segundos detrás del resto del equipo, pero en el momento que llegó al segundo piso del edificio de administración, los otros cuatro hombres ya estaban preparados. Se unió a ellos cuando se pusieron sus camisetas azules marinas, haciendo juego con sus uniformes estilo militar, y botas negras. Luego llegaron a los pesados chalecos antibalas, con la red de bolsas tácticas atadas. Los sonidos del velcro siendo abiertos llenaron la sala cuando se ajustaron los chalecos, guardaron la munición, y enfundaron las armas en un lugar acogedor. Las herramientas no eran las más cómodas de llevar, especialmente durante los calurosos veranos de Texas, pero venía con estar en el SWAT. McCall se reunió con ellos escaleras abajo, tirando a Martínez y a Delaney sus carabinas granadas militares M4, mientras le daba a Gage más detalles de la situación. Los secuestradores iban en serio —había policías y civiles ya de camino al hospital en condiciones serias. Cuando salieron, los hombres de Gage cuidadosamente comprobaron sus armas, tirando hacia los lados y girando hacia atrás para inspeccionar las cámaras, luego dejaron caer el tambor y los cargadores para comprobar sus cargas antes de golpearlas con un firme clic.

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Mientras habían estado trabajando en la sala de pesas, había un alegre sentido de competición en ellos. Incluso bromeaban y reían mientras se vestían. Pero cuando se movieron hacia el vehículo de operaciones y al blanco SUV que McCall tenía listo y corriendo por ellos, el tono había cambiado. Una carga intensificada llenaba el aire, el tipo que algunas veces sientes justo antes de que el trueno golpee. Se estaban dirigiendo a enfrentarse a un grupo de hombres que ya había mostrado una disposición para disparar a los policías y a los inocentes. Probablemente no dudarían en disparar a un oficial del SWAT, dada la oportunidad. Todos se giraron para mirar a Gage justo antes de subir al vehículo. Él miró su reloj —apenas tres minutos desde que la llamada había llegado. Bien. —Vamos con personal insuficiente a esto —anunció él, aunque no era algo que necesitara ser dicho—. Hay un negociador del departamento dirigiéndose a la escena, y le daremos todas las oportunidades para conseguir controlar esta situación. Oísteis lo que dijo McCall, así que sabéis tan bien como yo como probablemente puede terminar esto. Esos hombres son asesinos, así que tenemos que entrar, no toméis ninguna oportunidad. Golpeadles fuerte y rápido, y dejad que todos salgan fuera de allí vivos y de una pieza, nosotros incluidos. Con eso, Gage subió al asiento del pasajero del SUV blanco, y Martínez lo hizo moverse por las puertas antes de conseguir ponerse su cinturón de seguridad.

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Capitulo 1 —Hey Mac. Tenemos algo. Mackenzie Stone apartó su mirada del compuesto vallado y su colección de edificios de hormigón desiguales. En el asiento del conductor de la furgoneta Dallas Daily Star, su fotógrafo, el tipo de tecnología, el asistente, y su mejor amigo Zak Gibson tiraron a los chicos de sus orejas y cambiaron la emisora de la policía en el salpicadero a los altavoces externos. El estruendo de un emisor hablando rápido soltaba códigos de números y direcciones llenando la furgoneta. Él miró sobre su hombro hacia ella. —Hay una situación con rehenes en Belmont Street y el comandante en escena ha solicitado que el SWAT responda. Ya casi era la maldita hora. —Excelente. Vamos. —Ella subió alrededor de la consola y entró en el asiento del pasajero cuando él arrancaba el motor—. Les llevará un rato prepararse. Si corremos, podemos llegar allí antes que ellos. Ella y Zak se habían estado asando lentamente en esta maldita furgoneta de vigilancia durante dos días seguidos, intentando averiguar cómo conseguir entrar en el interior del santuario del equipo del SWAT. Ella había estado demasiado cerca de caminar hacia la puerta y tocar la maldita campana. Probablemente eso no la llevaría a ninguna parte, pero ahora mismo estaba de acuerdo en intentar cualquier cosa. Mac enganchó su cinturón de seguridad en su sitio cuando Zak pisó de golpe los frenos. Ella fue lanzada contra la restricción, luego fue lanzada hacia atrás. —¿Qué demonios?

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Zak señaló al monstruoso vehículo que salió disparado a través de la puerta, cortándoles el paso. Un SUV blanco cargando con una insignia del SWAT le seguía, las luces destellando cuando aceleraron por la carretera. —¿Cómo es incluso posible? Acaban de conseguir la llamada —le dijo ella a Zak. —¿Tiempo de respuesta rápido? Ella bufó. Solo algo más que no añadir sobre el equipo del SWAT del Departamento de Policía de Dallas. Consideró el pedazo de idea de seguirles a favor de escabullirse dentro del compuesto y husmear, pero la puerta ya se había cerrado. Dentro, un policía del tamaño de un jugador de línea escaneaba la valla, luego se dirigió de vuelta al interior del edificio. Para su suerte, uno de ellos se había quedado atrás. Maldición. Ella metió su largo y oscuro pelo detrás de su oreja y se hundió en el asiento. No tendría que ser tan engañosa sobre todo esto si el departamento de policía hubiera estado de acuerdo en que fuera con el SWAT. O muy al menos, una entrevista con su comandante. ¿Por qué no querrían que hiciera una historia sobre el equipo a menos que estuvieran escondiendo algo? Investigar policías quienes pudieran ser corruptos nunca era una buena idea. Pero se había ganado su reputación por meter su nariz en lugares dónde otros reporteros tenían miedo de ir. Ella había cubierto cualquier cosa con bandas matando a otros por el territorio y coyotes que robaban en lugares ilegales a los asesinos mejicanos cárteres de la droga y políticos sucios. Iba a dónde la historia la llevaba y nunca se encogió cuando las cosas se ponían mal. Había ayudado hacer al Dallas Daily Star sinónimo de sin miedo, reportera de un Pulitzer. Así que cuando le había dicho a su editor que quería ir detrás del SWAT, él dio su OK. Incluso si creía que estaba perdiendo el tiempo. No había una división en el Departamento de la Policía de Dallas que tuviera una mejor —o más limpia— reputación que el SWAT. No ayudaba nada a su causa que todos excepto los criminales que el SWAT ponía en prisión a través del equipo táctico fuera malditamente casi perfecto. Ellos habían tomado alguno de los bandidos más duros y despiadados, pandilleros, y matones de los cárteres en la ciudad. Nombra a los chicos malos,

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y el SWAT de Dallas los había pillado y desarmado. Considerando la carga de la gran tormenta de mierda en la que el grupo había estado involucrada, tenían un número ridículamente bajo de quejas expedientadas contra ellos. Había alegaciones, pero nada les había llegado —no desde que el nuevo líder del equipo, el Sargento Gage Dixon, había llegado hacía ocho años. Desde entonces, el equipo del SWAT había sido más allá de perfecto. Pero en sí, eso era suficiente para hacerla sospechar. Todas las organizaciones tendían a fastidiarla ocasionalmente, sin importar cuan dedicados y capacitados fueran. Pero esa regla no parecía aplicarse al SWAT del Departamento de Policía de Dallas. El jefe de policía les presentaba como un ejemplo para que el resto del departamento emulara, y por razones que no podía averiguar, las otras divisiones parecían ansiosas por intentarlo. El alcalde incluso usaba sus hazañas para burlarse de otros líderes municipales a través de Texas y el suroeste. Infiernos, incluso las Girl Scouts querían asociarse con ellos, y el SWAT estaba feliz de obligar a prestar su presencia musculosa para el anual de venta de galletas a principios de cada invierno. Tanto como todos en Dallas estaban preocupados, el equipo del SWAT era mejor que cortar pan, PB&J con corteza cortada, y sexo en la sala de aire acondicionado —combinado. —¿Justo que esperas encontrar, Mac? ¿Qué no usen hilo dental después de comer palomitas? —Había preguntado su editor en su profundo acento de Texas—. Quizás el Departamento de Policía de Dallas finalmente ha conseguido algo bueno por una vez. Quizás esta ciudad tiene el mejor maldito equipo del SWAT en el país. Mac tenía una buena razón para creer que el equipo del SWAT era fraudulento y un peligro para todos a su alrededor. Pero tenía que ser malditamente cuidadosa sobre cómo vendérselo a su editor. Tuvo un momento difícil creyendo la historia, y la había oído de primera mano de un testigo ocular llamado Marvin Cole. Marvin era un dos veces perdedor bajo fianza esperando juicio, esta vez por secuestro, asalto, y resistirse al arresto. Normalmente, Mac no le habría dado al tipo el tiempo que tomó llamar a seguridad para escoltarle fuera del edificio. Pero entonces él tenía algo sobre un grupo de gente en Dallas quienes eran casi malditamente intocables —el SWAT.

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Ella estaba intrigada, así que le había comprado una taza de café en la sala de descanso del periódico y escuchó su historia. Se figuraba que eran uvas agrias —ellos habían trincado su culo, después de todo— pero pretendió poner atención cuando Marvin describió cómo dos grandes tipos del SWAT habían roto la puerta reforzada de su escondite secreto, le tiraron como una muñeca de trapo, y tomaron a la niña que había estado manteniendo por un rescate. Ella exactamente no se desmayó por la excitación, pero entonces Marvin describió como uno de los oficiales del SWAT había gruñido como un animal, luego le agarró y le empujó contra la pared, sujetándole allí con una mano mientras sus pies colgaban sobre el suelo. La única razón por la que consiguió su atención fue porque Marvin pesaba casi 350 libras —y la mayoría era músculo. Aun así, los tipos del SWAT eran grandes y duros —todos lo sabían. Marvin debía haber visto cuan escéptica estaba porque abrió su camisa y la mostró dos conjuntos de cuatro cicatrices paralelas cavadas en los músculos de su enorme pecho. Parecía como si hubiera sido arañado por un gran animal. —El hijo de puta hizo eso con sus manos desnudas. He vivido en las calles toda mi vida, así que sé cuando alguien la ha cagado —dijo él cuando lentamente abotonó su camisa y se sentó—. ¿Esos tipos del SWAT por los que todos están alucinantemente impresionados? Están en algo. Ella levantó una ceja. —¿Te refieres a esteroides? Marvin sacudió su cabeza. —Infiernos no, señora. Mierda, yo tomo esteroides y nunca actué así. No, esos gatos están en algo realmente serio. Algo que les hace locamente fuertes. La idea de que los miembros del SWAT estuvieran en algún tipo de droga de diseño era una locura, pero Marvin no estaba maquillando las marcas irregulares en su pecho. —¿Qué esperas ganar al decirme esto? —le preguntó ella—. Incluso si esto es una causa de brutalidad policial, no creo que vaya a mantenerle fuera de prisión. Marvin se encogió de hombros.

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—Probablemente no. Pero quizás uno de ellos podría aterrizar allí dentro conmigo. Ella se había sentado en la sala de reuniones durante mucho tiempo averiguando qué hacer. La posibilidad de que Marvin tuviera razón se había enterrado en su alma demasiado profundo para dejarlo pasar. Pero mientras convencer a su jefe para dejarla seguir con la historia había sido fácil, acercarse lo suficiente a alguno de los tipos del equipo del SWAT para averiguar lo que estaban escondiendo, si escondían algo, era casi malditamente imposible. Tanto como ella podía decir, ellos solo pasaban el rato entre ellos, y no en ningún bar o club que ella pudiera encontrar. Solo trabajaban en su propio edificio, así que no podía chocar con ellos en el gimnasio o a lo largo de una carrera en alguna parte. Y si compraban sus provisiones en una tienda en alguna parte del área de Dallas, no podía averiguar dónde. Bueno, hoy iba hablar con el evasivo comandante del SWAT incluso si tenía que tomar al hombre como rehén. Vale, quizás no. Pero iba hablar con él, maldición. Incluso si Zak conducía como un loco, no podía alcanzar a los vehículos del SWAT, así que la escena ya estaba bien establecida en el momento que entraron en el distrito industrial en Belmont. Había cinta del crimen en todas partes, pero afortunadamente Zak encontró un espacio cerca del bordillo solo a dos bloques de la calle del vehículo táctico del SWAT. Normalmente era imposible acercarse en una situación de disparador activo. Eso probablemente significaba que no había suficientes oficiales uniformados capacitados tanto para el perímetro como para evacuar los edificios colindantes. Sin duda los policías remediarían eso pronto. Hasta entonces, ella podría tener la suficiente suerte para conseguir unos pocos disparos de acción y ganar una gran percepción sobre cómo trabajaba el misterioso equipo del SWAT. Zak se inclinó para conseguir una mirada mejor, haciendo una cara cuando un par de EMTs corrieron a través de la calle medio llevando, medio arrastrando a un hombre cubierto de sangre. —¿Crees que quizás deberíamos movernos un poco más lejos? —preguntó él cuando los EMTs pusieron al hombre en la ambulancia y saltaron dentro detrás de él. La ambulancia se alejó del bordillo.

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—No lo creo. Parece que toda la acción aquí se ha terminado. Estaremos bien. —Mac sujetó un par de binoculares hacia sus ojos y escaneó el área delante del edificio—. Así que, ¿cuál es nuestra situación? Zak se quitó los botones que había metido otra vez en sus oídos así que pudo escuchar al escáner que venía del coche. Gracias a Dios él era bueno averiguando todos esos códigos tan idiotas y los acrónimos de los policías porque era como un extraño lenguaje para ella incluso después de diez años como reportera. —Banco Community Sun en la Primera y Devon fue golpeado por un equipo hace una hora. —Él pescó su cámara fuera de la parte de atrás e intercambió sus gafas habituales por algo más grande—. Alguien hizo saltar la alarma silenciosa y los policías estaban esperando a los ladrones del banco en el segundo que salieran. Ahí fue cuando todo el infierno se desató. —Zak paró cuando jugueteó con una de las opciones situadas encima de la cámara—. Los policías identificaron al menos a siete tipos malos armados con armas automáticas, algunas de las cuales dejaron fuera del banco mientras el resto fue dentro. Mac descendió los binoculares y subió a la parte de atrás para agarrar su propia herramienta. —Eso no me suena como los habituales ladrones de banco. —Ella sacó una carpeta de su bolsa y comenzó a pasar páginas—. Me suena más bien como una panda de militares entrenados. Ella había pasado bastante tiempo investigando a las bandas a ambos lados de la frontera para reconocer su trabajo. Algunos de ellos podían competir con los militares cuando llegaban a las armas y a las tácticas. —Podrías tener razón —estuvo de acuerdo Zak—. En cualquier caso, los oficiales que respondieron golpearon duro. Hubo múltiples heridos, incluyendo algunos transeúntes inocentes. Los policías derribaron al menos a dos ladrones, pero el resto llegó a sus vehículos y lo convirtieron en una persecución en coche. —Señaló al edificio industrial delante de ellos—. Se refugiaron ahí dentro. Mac no reconoció el nombre en la placa, y seguro que no conocía el tipo de producto producido por E-Brand, pero los tipos malos habían decidido que el

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edificio de ladrillos de tres plantas era una buena posición de defensa. Probablemente porque no tenía ninguna ventana. —Ellos ya dispararon a cuatro personas y recientemente tienen retenidos a treinta empleados —continuó Zak. —¿Qué quieren? —preguntó ella cuando escaneó las páginas de la carpeta del personal del SWAT que había reunido. No era mucho más que mierdas suaves de asuntos públicos del Departamento de Policía de Dallas en este momento, pero era un comienzo. —Que alguien adivine —la dijo Zak cuando comenzó a tomar fotos de la escena—. Pero creo que podemos asumir que no es paz en el mundo desde que el SWAT fue llamado. Como si oyera la introducción, la puerta del vehículo de operaciones tácticas se abrió y tres grandes hombres salieron. Vestidos de la cabeza a los pies en negro con pesados chalecos tácticos, cascos, y armas automáticas, Mac habría sabido que eran del SWAT incluso si no tuviera sus fotos. Tenía que admitir que sus caras públicas no les hacían justicia. Quizás era solo que una simple foto de dos por tres pulgadas no podía capturar cuan grandes eran los tres hombres —al menos de seis con tres o seis con cuatro con anchos hombros y bíceps que no sería capaz de rodear con sus manos. O quizás era que todos los tipos simplemente se veían muy calientes vestidos en el tenso equipo táctico. Apartó su mirada —un poco a regañadientes— para escanear la biología de cada policía. El oficial Diego Miguel Martínez, diez años en la fuerza, al menos cuatro con el SWAT. Más recomendaciones que dedos. El oficial Hale Delaney, ocho años en la fuerza, al menos tres con el SWAT. Enseñaba artes marciales a niños desamparados en su tiempo libre. Cabo mayor Michael Lavare Taylor, once años en la fuerza, al menos cinco con el SWAT. Sus informes tenían un gran hueco perdido, indicando que probablemente había sido un oficial encubierto antes de unirse al SWAT. Mac estudió a los tres hombres cuando hablaron de pies. Sin duda era sobre los detalles de última hora antes de entrar en el edificio. No parecía que

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estuvieran drogados. Estaban demasiado relajados y seguros de sí mismos. Si estuvieran drogados sus manos estarían temblando o algo, ¿no? Por primera vez desde que habló con Marvin, comenzó a pensar que él había estado lleno de mierda. —Si esos tíos están tramando algo no es bueno, son los policías macizos más sucios que haya visto nunca —dijo ella. Zak se encogió de hombros. —Adivino que algunas mujeres podrían considerarles atractivos. Ella levantó una ceja. —¿Algunas? Él volvió a las fotos, esta vez consiguiendo algunas más cerca de cada miembro del SWAT. —Las que solo están interesada en hombres musculosos quienes patean puertas y disparan cosas. Sus labios se retorcieron. —¿En comparación con hombre que hacen qué? ¿A quién toma fotos y escucha a escondidas los escáneres de la policía? —Y programa sus propias aplicaciones de teléfono —la dijo él—. Confía en mí. Esa habilidad está altamente demandada estos días. Mac sacudió su cabeza. Zak no tenía nada para sentirse inferior, pero habían estado tomándose el pelo desde la universidad, así que podía resistirse a bromear con él. Estaba por recordarle que había estado hablando sobre golpear el gimnasio más a menudo cuando la puerta del vehículo de operaciones se abrió otra vez e incluso un hombre más grande salió. Ella le situó. —Quiero fotos de él. Muchas fotos. —Sí, sí —se quejó Zak, apretando un botón en su cámara y tomando rápidos disparos del foco primario de su investigación.

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Era posible que el comandante del SWAT no fuera ni siquiera consciente de que alguien en el equipo estuviera usando drogas para mejorar su actuación, pero el instinto la decía que si estaba pasando algo, el Sargento Gage Dixon lo sabría. Lo cual era el por qué Mac había puesto su nombre en la parte superior de su lista. Los otros tres hombres siguieron al comandante del SWAT fuera del vehículo, pero era casi imposible hacer algo excepto ignorarlos —Dixon era muy cautivador. Dixon era el tipo de hombre que hacía difícil notar a alguien más a su alrededor, incluso los otros miembros del equipo del SWAT, quienes parecían como si debieran haber tenido su propio mes en los Policías Calientes en el calendario del Departamento de Policía de Dallas junto a él. No era simplemente que Dixon fuera alto, musculoso, y pecaminosamente maravilloso. No era ni siquiera que él fuera un líder carismático. Era que tenía una presencia, la cual hacía que todas las cabezas se giraran hacia él —masculinas y femeninas. El Sargento Gage Dixon, quince años en la fuerza, al menos diez con el SWAT. Previa experiencia militar como Ranger del Ejército de los Estados Unidos, dos años en la división de narcóticos, y conmemorado hasta en el culo. No tenía que referirse a su informe personal para recordar esos hechos. Había aprendido de él todo lo que podía, incluyendo el hecho de que había reemplazado cada simple miembro en el equipo táctico por su propia gente seleccionada meticulosamente después de tomar el cargo cuando fue ascendido a sargento hacía ocho años. Eso de por sí la daba su razón para pensar que algo olía mal. Lo que ellos eran era una tendencia organizativa, era altamente inusual que hubiera un reemplazo del cien por cien en una tarea maravillosa en semejante corto periodo de tiempo —a menos que alguien empujara para que eso ocurriera. Y que ese alguien fuera Gage Dixon. Ella finalmente forzó su atención a los otros hombres quienes salieron del vehículo de operaciones detrás de Dixon, intentando averiguar quienes eran. El que llevaba uniforme era obviamente policía —un teniente adivinó— probablemente el comandante en escena quién había llamado al equipo del SWAT. El disparador a su lado ya estaba listo para identificarse. La camisa blanca, el sombrero fuerte, la gran radio en el cinturón, y un logo familiar sobre el bolsillo en su camisa indicaba que trabajaba para la compañía de energía

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local. El último tipo la dejó muda. Tenía el pelo desordenado y llevaba un abrigo de deporte barato de espiguilla, pero no tenía arma de mano o radio que ella pudiera ver. Quien fuera, se llevaba bien con Dixon. Ellos se sacudieron las manos, luego hicieron una de esas cosas extrañas de apretar el hombro que los hombres hacían cuando se estaban dando un abrazo entusiasmado. Zak estaba tomando fotos de la celebración masculina, así que Mac le preguntó: —¿Alguna idea de quién es ese hombre con el abrigo deportivo? No le reconozco. —No me sorprende. Me consigue mucha prensa. Es uno del departamento de los nuevos negociadores de crisis civil. —Pero el SWAT tiene sus propios negociadores. Tres de ellos, para ser precisos —Diego Martínez, Trevor McCall, y Zane Kendrick. Zak se encogió de hombros. —Quizás el departamento le trajo para suavizar la imagen del SWAT. ¿Y él estaba en buenos términos con el comandante de la unidad? ¿Qué era lo siguiente —perros y gatos durmiendo juntos? Dixon terminó con su conversación con el teniente y dos civiles, quienes desaparecieron de vuelta en el vehículo de operaciones. El comandante del SWAT luego se giró y dijo algo a Taylor, quién asintió. Maldición, ella desearía poder oír lo que estaban diciendo. Unos pocos momentos después, Taylor y otros dos oficiales del SWAT se dirigieron hacia el edificio de ladrillo, alcanzando debajo de sus cascos para empujar la pantalla para cubrir sus caras cuando avanzaron. Antes de que llegaran allí, los tres hombres se separaron, cada uno desapareciendo alrededor de una parte diferente del edificio. —Tú pensarías que entrarían con más gente que eso —dijo ella. —Quizás algunos de ellos entraron en el edificio antes de que llegáramos aquí —sugirió Zak—. Ya sabes, como un equipo de reconocimiento. Mac parpadeó. ¿De dónde demonios había salido eso?

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—¿Un equipo de reconocimiento? Él paró de tomar fotos para darla una mirada arrogante. —Hey, juego a los videojuegos. Conozco la jerga. Ella sacudió su cabeza. Hombres. Mac se volvió a girar para ver lo que estaba haciendo Dixon y le vio inspeccionando la furgoneta encubierta. Mierda. Ella comenzó a hundirse en el asiento pero la pilló. ¿De qué demonios estaba preocupada? Las ventanas estaban demasiado tintadas para que él viera algo a esa distancia. Su mirada se detuvo en ellos durante un momento más largo antes de que él dijera algo a los dos oficiales del patrulla cercano, luego subió al vehículo de operaciones. Mac agarró el manillar de la puerta. —¿Adónde vas? —preguntó Zak en un voz que decía que sabía exactamente a dónde iba, y que él también sabía que no podía detenerla. Había dejado de intentarlo hacía mucho tiempo. —Voy a echar una mirada, ver si está ocurriendo algo interesante. Quizás consiga unas pocas fotos. Zak frunció el ceño pero mantuvo su lengua. Otra cosa que había aprendido con el tiempo. —Iré contigo. Ella alcanzó su bolsa buscando la cámara digital que llevaba en las pequeñas misiones de escabullirse-y-mirar como esta. Era pequeña, simple para manejar, y tomaba fotos de alta definición mejores que su teléfono móvil. Lo metió en su bolsillo trasero. —No, estoy bien. Volveré en unos pocos minutos. Se deslizó fuera de la puerta y la cerró antes de que Zak pudiera insistir. Y lo haría, de principio. Pero no le gustaba que él se involucrara en este tipo de cosas. Ella estaba de acuerdo en ser estúpida con su propio cuello, pero estaba segura que no iba a dejarle arriesgar el suyo. Zak era bueno en muchas cosas,

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pero la fastidiaba siendo escurridizo, algo así como Peligroso Ratón. Afortunadamente, él lo sabía y nunca intentó forzarla para llevarle con ella. —Ten cuidado —dijo él. Ella asintió y corrió hacia el bloque, alejándose de la escena. Tan pronto como alcanzó el final del bloque, comenzó a correr. Los coches de los policías la pasaban zumbando, las luces destellando y las sirenas lamentándose, pero nadie puso atención a una mujer que parecía estar haciendo algo sensato — corriendo en la dirección opuesta del problema. En el momento que estuvo fuera de la vista, giró en un callejón y trabajó su camino de vuelta hacia la parte trasera del edificio dónde toda la mierda estaba pasando. Si pudiera escabullirse dentro y encontrar un lugar para esconderse, sería capaz de observar al equipo del SWAT en acción y ver cómo de mal se ponían las cosas. Y no tenía duda de que las cosas se pondrían mal. ¿Por qué? Porque estaba aquí ahora, y las cosas siempre se ponían mal cuando se presentaba. Zak decía que era porque tenía una nariz para encontrar los problemas. Quizás tenía razón. Eso solía darles un susto de muerte a sus padres cuando era niña — probablemente aún lo hacía— pero probaba ser un incalculable talento para una reportera. Miró a la izquierda, luego a la derecha, luego se atrevió a cruzar la calle. No podía creer que el equipo del SWAT no tuviera a nadie cubriendo la puerta trasera del edificio, pero no había ningún policía a la vista. Quizás no eran los figuras que todos les hacían ser. Estaba por agarrar el pomo cuando la puerta se abrió de golpe. Mac apenas tuvo tiempo para jadear antes de que un hombre con un gorro de baseball retrocediera y un pecho lleno de tatuajes levantara un gran rifle y la apuntara. Su corazón paró. El instinto la decía que corriera —o al menos gritara por ayuda— pero antes de que pudiera hacer algo, un oficial del SWAT con el equipo táctico se dejó caer encima y golpeó en la parte de atrás de su cuello al matón tirándolo al suelo con algún tipo de talento en artes marciales. Ella miró al hombre tumbado inconsciente en el suelo, luego al policía antes de levantar la mirada para ver una cuerda de rapel balanceándose una y otra

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vez contra el lateral del edificio de tres pisos. ¿Cómo demonios había caído tan rápido para hacer eso? Mac abrió su boca para identificarse, pero el oficial del SWAT cerró el espacio entre ellos en un parpadeo de ojo y golpeó una mano enguantada en su boca. Ella automáticamente levantó la mano para agarrar su mano, pero luego se congeló cuando cerró sus ojos con los suyos. Él estaba llevando una máscara de esquiar, así que todo lo que podía ver eran esos ojos y un pequeño montón de suave piel marrón a su alrededor. Tenía que ser Mike Taylor o Jayden Brooks, los únicos dos miembros afro-americanos del equipo. Desde que no había visto a Brooks entrando, tenía que ser Taylor. Pero por su vida, no recordaba que sus ojos fueran de un sorprendente tono dorado en la foto personal de su expediente. Un movimiento captó su atención y Mac se atrevió a echar una rápida mirada a su derecha para ver a dos oficiales uniformados aparecer de la nada. ¿Cuándo les había llamado su salvador del SWAT? —Sacadla de aquí —dijo suavemente el hombre de los ojos dorados—. Y mantenedla quieta. Y justo así, uno de los policías uniformados abrazó su brazo alrededor de su cintura por detrás y la levantó, poniendo su mano sobre su boca cuando Taylor se alejó. Ella observó indefensa como el otro policía agarraba al disparador inconsciente y le echaba sobre su hombro como lo llevaría un bombero, luego corrieron hacia la parte delantera del edificio. Cuando ella miró hacia atrás, el oficial del SWAT no estaba en ninguna parte para ser visto. ¿Adónde demonios había ido? Si todos los tipos en la unidad táctica eran tan rápidos y poderosos, podía imaginar por qué Marvin creía que estaban sobre algo. Nadie debería ser capaz de moverse tan rápido. Su captor siguió a su compañero, corriendo por el callejón con ella como si fuera una niña revoltosa en el cine. Estaba tan sorprendida que ni siquiera luchaba, y en el momento que pensó en ello, estaban en el vehículo de operaciones del SWAT. En el minuto que él la plantó firmemente sobre sus pies y apartó su mano de su boca, ella se giró alrededor para morderle por maltratarla y se sorprendió al descubrir que él era el mismo policía uniformado con el que Dixon había hablado anteriormente. ¿El comandante del SWAT había visto la furgoneta de noticias y le había dicho al policía que la mantuviera vigilada? Pero eso era imposible. Nadie tenía una visión tan buena.

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El oficial alcanzó alrededor de ella y abrió la puerta del vehículo de operaciones, luego gesticuló hacia ella para que entrara. Ella había tenido suficiente con la mierda del hombre de las cavernas por hoy. —No entraré ahí. —Entrará aquí, o en el asiento trasero de un coche patrulla hasta que esto termine —dijo una profunda voz desde dentro—. Su elección, Señorita Stone, pero hágala rápido. El policía levantó una ceja, gesticulando con una mano hacia la puerta abierta y al otro a través de la calle dónde el coche patrulla estaba aparcado. Bueno, había querido entrar para ver como operaba el equipo del SWAT. Mac ignoró la mano que el policía sacó para ayudarla e intentó no pisar fuerte cuando entró en el vehículo. —Por favor cierre la puerta, Oficial Danner —dijo esa misma voz profunda. La puerta se cerró de golpe, haciéndola saltar. Mac levantó sus gafas de sol sobre su cabeza y sondeó el interior del enorme vehículo. Los tres hombres que había visto antes la estaban mirando con curiosidad. Gage Dixon, por otra parte, no estaba prestándola atención después de todo. Las seis pantallas estaban encendidas, pero las imágenes en cuatro de ellas se estaban moviendo y cambiando tan rápido que la hizo marearse al mirarlas. La llevó un momento darse cuenta que estaba viendo en directo desde las cámaras montadas en los cascos de sus hombres. Divertido, no había visto una montada en la de Taylor. ¿Quién demonios la estaba vacilando? No había notado nada además de sus grandes músculos y sus ojos seriamente fascinantes. Él podría haber estado desnudo por todo lo que sabía. No, habría notado eso. Nunca se perdía a un hombre desnudo. Pero las cuatro cámaras moviéndose significaban que Zak había tenido razón —había más de tres oficiales del SWAT allí dentro. Había cuatro. No es que cuatro la parecieran suficientes, tampoco. Habría querido como cincuenta o así para hacer el trabajo.

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Las otras dos pantallas estaban estables, mostrando el interior del edificio desde dos ángulos diferentes. Mac dio un paso más cerca para echar una mejor mirada y vio a la gente tumbada boca abajo en el suelo. Al principio pensó que estaban muertos, pero entonces captó un movimiento. Sondeó el interior del vehículo de operaciones y se decepcionó al ver que no era nada más que un RV sin todo el equipo bueno que venía con él. Eso no decía que estuviera vacío. Había estanterías para equipamiento, estanterías para armas, y estanterías para radios, ordenadores, y cámaras. Incluso había dos pizarras y un pizarra de corcho. Un dibujo bastante detallado del exterior del edificio había sido dibujado en la pizarra. Dobles líneas rojas marcadas en lo que parecían puntos de entrada. Mac miró a Dixon y a los otros hombres. Todos estaban mirando a los monitores. Figurándose que esta era su oportunidad para recoger algo de información, deslizó una mano en su bolsillo trasero hacia la cámara. —Por favor aparte su cámara, Señorita Stone —dijo Dixon. Mac se congeló. Maldición. Todos se giraron para mirarla —bueno, todos excepto Dixon. Él aún estaba pegado a los monitores. Ella empujó de nuevo la cámara en su bolsillo. ¿Cómo demonios había sabido lo que estaba haciendo? Dixon levantó una mano y golpeó un interruptor en una caja cerca de los monitores. —Solo tenemos audio de la sala dónde tienen retenidos a los rehenes. El sonido de tranquilos sollozos y gemidos lamentables —interrumpidos por muchos gritos hacia los rehenes con un ‘Callaos maldición’— llenaron el vehículo de operaciones. Cuando los rehenes se quedaron en silencio, las imágenes de video en blanco y negro, había sido posible para Mac distanciarse del hecho de que la gente estaba tumbada en el suelo —muchas de las cuales eran mujeres— eran reales, seres humanos vivos con madres y padres, hermanos y hermanas, novios y maridos, quizás incluso niños. Y que estaban asustados. Pero ahora era imposible permanecer imparcial.

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Mac se acercó más, manteniendo su respiración sin ni siquiera querer hacerlo. Uno de los hombres armados serpenteaba entre los rehenes, pateándoles en un intento para conseguir que se movieran... de alguna manera. Muchas de las mujeres solo se acurrucaban en posición fetal y lloraban más fuerte, lo cual solo parecía enfurecer al tipo para patearlas incluso más. Maldiciendo, él agarró a una de las mujeres por el pelo y la arrastró fuera de la visión de las cámaras. Los gritos aterrados de la mujer se hacían echo en los altavoces, helando a Mac hasta el núcleo. Había visto mucha violencia en su línea de trabajo, pero eso no significaba que estuviera acostumbrada. Se cubrió la boca con sus manos para evitar gritar a Dixon para que le dijera a su maldito equipo del SWAT que hiciera algo para ayudar. Era una reportera. Se suponía que permanecería neutral en toda situación y solo observaría. Pero esto era malditamente duro cuando supo que el matón allí dentro estaba lejos de matar a la pobre mujer —o peor. —Mierda, esto es malo —dijo el negociador de rehenes—. Esos animales están en el borde y listos para terminar. Si tu equipo está ahí dentro, mejor que sean rápidos. Dixon no respondió sino que solo habló suavemente al micrófono que estaba llevando. Un momento después, se giró hacia el hombre de la compañía de energía. —¿Su gente está lista? Sombrero Duro parecía nervioso, pero asintió. —Cuando diga la palabra. Dixon giró su atención hacia el oficial uniformado. —Sé que estaba esperando a que no tuviéramos que hacer esto, pero necesito conseguir que mi gente entre ahí. El hombre no parecía feliz por eso, pero asintió. —Haga lo que tenga que hacer. Solo tengan cuidado. Hay muchos rehenes ahí dentro. Mac no estaba segura en cualquier caso de quien tenía que hacer la llamada para que el SWAT entrara. Pero en cualquier caso, Dixon había puesto

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suavemente al teniente en la serpenteante decisión, asegurándose de que no ponía ningún pie dónde no tenía que hacerlo. Ella había usado ese truco unas pocas veces en el pasado para mantenerse en el lado bueno de la gente, incluso cuando podía pisotear a todos. Él era bastante inteligente para un tirador grande y musculoso. Dixon lanzó una mirada a Sombrero Duro. —A mi señal. En tres... dos... uno. Ahora. A la señal del comandante del SWAT, Sombrero Duro dijo una simple palabra a su radio. A la vez, todas las pantallas en la pared se quedaron en negro. Durante un momento, Mac pensó que el vehículo del SWAT había perdido la energía. Entonces oyó gritos en los altavoces y se dio cuenta que habían cortado la energía al edificio. Medio segundo después, el tiroteo explotó. Mac no podía ver ni una maldita cosa en los monitores excepto el ocasional brillo de los destellos naranjas que se reflejaban en las paredes. Pero mientras ella no podía ver nada, podía oír completamente. Las mujeres gritando, los hombres maldiciendo, el matón con cosas pesadas golpeando el suelo. E intercalado entre todo eso, los gruñidos de lo que sonaba como un equipo del SWAT tocando las narices. Hombre, esos tipos realmente consiguieron animarse cuando entraron. Sonaba como si estuvieran listos para desgarrar el lugar. Quizás eso era lo que Marvin había querido decir cuando dijo que estaban en algo. Ahora mismo, no podía preocuparse menos por su historia. Solo rezaba para que los rehenes salieran de esto de una pieza, aunque no podía imaginar cómo sería eso posible. No con todo ese tiroteo. Pero tan rápido como los disparos habían comenzado, pararon. Mac miró a la pantalla negra como la boca de lobo, esforzando sus ojos buscando algo —cualquier cosa— que la dijera si los rehenes aún estaban vivos. Gage presionó su dedo índice en el pequeño bulto en su oído derecho como si escuchara, luego se giró hacia Sombrero Duro. —Da la energía.

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Mac se hundió con alivio. Las mujeres estaban abrazadas juntas en el centro de la sala, claramente traumatizadas pero vivas. Los tres hombres estaban en el suelo cerca. Aún se estaban moviendo, pero no parecía como si fueran a alguna parte. Uno de los miembros del equipo del SWAT estaba cubriendo la baja de los ladrones del banco, mientras los otros se movían entre las mujeres comprobando por heridas. Mac no vio al cuarto miembro del equipo del SWAT. Debía estar tratando con los otros tipos fuera de la vista de la cámara. —Copia eso —dijo Gage a su micrófono, luego miró al teniente—. Escena segura. Cinco sospechosos, cuatro WIA, uno KIA. Ningún rehén seriamente herido, pero unos pocos fueron pisoteados en el pánico. Cuatro tipos malos heridos, uno muerto. El teniente parecía tan aliviado como Mac se sentía. —Entraré con algunos uniformados y EMTs, para empezar a sacar a la gente. Él pasó a su lado a la carrera, cerrando la puerta del vehículo de operaciones detrás suyo. Unos pocos momentos después, Sombrero Duro y el negociador de rehenes se fueron también, dejándola sola con el líder del equipo del SWAT. Curiosa a su pesar, Mac se movió más cerca del hombre para poder ver los monitores mejor —o al menos esa era la excusa que tenía. Observó en silencio como los oficiales de policía y los EMTs corrieron dentro de la sala para custodiar a los ladrones del banco y dar los primeros auxilios a los rehenes. El equipo de Dixon retrocedió, desapareciendo de la visión de las cámaras. Solo entonces Dixon se quitó los auriculares y se giró para enfrentarla. —Así que, Señorita Stone. ¿Consiguió lo que estaba buscando? Esta era la primera vez que Mac había visto a Dixon tan cerca. Decir que él era magnífico ni siquiera comenzaba a cubrirlo. Con su pelo oscuro, mandíbula cincelada, y boca sensual, era rotundamente devastador. Ella especialmente estaba cautivada por sus ojos. Eran del color de la miel oscura. O quizás whisky fino. De cualquier manera, era demasiado fácil perderse en sus profundidades. Se dio una sacudida mental y se forzó a apartar la mirada, para tomar una respiración.

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—¿De qué está hablando? Él la sonrió en una manera que la hizo preguntarse si sabía lo desequilibrada que la tenía. Eso la molestó —estaba acostumbrada a ser la que desequilibraba a las otras personas. —Es obvio que ha estado husmeando alrededor por una historia —dijo él. —¿Cuándo su hombre me agarró, quiere decir? —Ella se encogió de hombros—. Eso fue un completo accidente. Giré y terminé en la parte de atrás. Él rió. —Cierto. ¿Solo fue un completo accidente que su furgoneta de noticias sin marcar haya estado estacionada fuera del compuesto del SWAT durante las dos últimas semanas? Ella intentó no dejar que su sorpresa se mostrara, pero falló miserablemente. Con la boca retorcida, él se giró y apagó los monitores. ¿Cómo demonios la había pillado Dixon tan fácilmente? Ella y Zak no eran tan descuidados, ¿verdad? Dixon apagó los monitores, luego recogió un trapo y limpió la pizarra. —Vale, me ha pillado —dijo ella—. Pero solo recurrí a eso porque el departamento denegó mi petición para una entrevista y un viaje. Él paró de limpiar y se giró hacia ella, su ceja levantada en una manera que hacía cosas interesantes en su barriga. Maldición, el hombre era bastante ardiente. —Muchos reporteros serían capaces de deducir por esa respuesta que deberían ir detrás de una historia diferente. Mac sabía que era una locura, pero si no lo supiera bien, pensaría que Dixon estaba bromeando con ella —si no completamente flirteando. Bueno, podía jugar a ese juego, también. Pero mientras no fuera a usar sus tretas femeninas para conseguir una historia, necesitaba asegurarse primero que tenía razón sobre el tipo. Se movió un poco más cerca. Si él retrocedía, asumiría que leyó mal y se retiraría de acuerdo con eso. Si no lo hacía, podría ser capaz de trabajarle un poco más.

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Dixon no lo hizo tampoco. En su lugar, dio un paso hacia ella así que estaban de pies incluso más cerca. Ella no se había dado cuenta de cuan grande era el oficial del SWAT hasta ese momento. Él la sobrepasaba casi por un pie, y sus hombros eran casi dos veces tan anchos como ella. Decidió de repente que le gustaban realmente los hombres grandes. Maldición, iba a ser difícil recordar que este tipo era el objetivo de su siguiente artículo de investigación en profundidad. —Nunca he sido muy buena pillando insinuaciones sutiles. —Ella le dio su mejor sonrisa ganadora de premios, la que usaba en su editor cuando quería una historia realmente jugosa, y se movió una fracción de pulgada más cerca. Él olía bien—. Simplemente estaba esperando fuera del complejo para poder hablar contigo y enderezar los obvios malentendidos que el departamento hizo. —Por supuesto. —Él la devolvió la sonrisa con una de las sonrisas más sexys que había visto nunca—. Porque debe haber sido un error. Después de todo, ¿qué no querría la policía decirle a la siempre reveladora Señorita Mackenzie Stone, cierto? —Exactamente. Mac le dio una verdadera sonrisa esta vez. Era difícil no hacerlo. Él era uno de esos raros hombres quienes podían ser encantadores con unas pocas palabras cuidadosamente escogidas. Y parecía estar atraído por ella —al menos estaba bastante segura de que lo estaba. Solo estaba intentando averiguar como usar esa atracción para eludir una invitación para una entrevista en profundidad con el macizo comandante del SWAT cuando la puerta del vehículo de operaciones se abrió y dos de sus hombres subieron. Dudaron durante un momento cuando la vieron, como si estuvieran sorprendidos de encontrar a su superior solo con una mujer en la parte de atrás del vehículo de operaciones. Ella no estaba segura de por qué. No era como si pudieran saber que ella era una reportera buscando una historia. Uno de los hombres era el Cabo Superior Michael Taylor —el hombre que había salvado su vida antes. El otro no era uno de los tres que había identificado antes, pero le reconoció por los expedientes de todas formas — Cabo Superior Xander Riggs. Debía haber sido el que se había deslizado dentro del edificio antes de que ella y Zak llegaran.

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Dixon dio un paso atrás, poniendo algo de espacio entre ellos cuando Taylor cerró la puerta detrás suyo y Riggs. —Esta es Mackenzie Stone del Dallas Daily Star. Señorita Stone, le presento a Mike Taylor y Xander Riggs, dos de los miembros superiores del equipo. Estar rodeada por tres hombres tan grandes y musculosos en un espacio confinado como el vehículo de operaciones la habría hecho sentir claustrofóbica, pero eso definitivamente no era como se sentía Mac justo entonces. Tuvo que hacer un serio esfuerzo por mantener su mente en marcha cuando sacudió sus manos. Ella tenía cientos de preguntas sobre la operación de la que acababa de ser testigo, pero había una cosa que necesitaba saber primero. —El Sargento Dixon dijo que uno de los ladrones del banco estaba KIA. Eso significa que él fue muerto en acción, ¿cierto? Riggs miró a su jefe, sus ojos oscuros interrogantes. Dixon asintió, señalando que estaba bien hablar con ella. —Sí, uno de los sospechosos fue disparado y muerto por un miembro del equipo. No nos dejó elección. Cuando la energía se fue, agarró a un rehén. Le ordenamos que soltara su arma, pero la apuntó a la cabeza del rehén y estaba por apretar el gatillo. Un disparo para dejarle inhabilitado no era una opción porque estaba detrás de la mujer. Mac notó que Riggs no dijo cual miembro del equipo había disparado al sospechoso, sino que transcurrió al nivel del detalle que aportaba y en la manera que el músculo de su mandíbula se flexionó, adivinó que así era él. —Debió haber sido bastante duro disparar, considerando la locura que había allí dentro —dijo ella—. Y a oscuras, también. Los ojos de Xander se estrecharon, pero no dijo nada. Ella creía que él lo tomaría como un cumplido, pero en su lugar parecía incómodo. ¿Por qué los hombres encontraban necesario minimizar cada cosa heroica que hacían? —Tenemos unas excelentes gafas de visión nocturna —dijo Taylor—. Ayudaron.

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—Por supuesto. —Ella le sonrió—. Por cierto, gracias por ayudarme a salir de nuevo a ese callejón. Es posible que pudiera haber estado en un problema. La boca de Taylor se curvó. Cuando sonreía, parecía mucho menos intimidante. —Algo me dice que se encuentra en problemas como ese frecuentemente. Mac se encogió de hombros. —De vez en cuando —dijo ella antes de girarse de nuevo hacia Riggs—. No le vi entrar en el edificio con el resto del equipo. ¿Entró antes de que llegara? Riggs lanzó a Dixon una mirada afilada. En lugar de darle al cabo el OK, respondió a su pregunta esta vez. —Dejamos al Cabo Riggs unos bloques alejados de la escena. Él caminó sobre los tejados mientras nosotros llegábamos a la posición. Entró e instaló las cámaras remotas y los micrófonos mientras todos en el interior estaban enfocados en nosotros y los otros oficiales de policía. Riggs y Taylor miraron a su comandante, claramente sorprendidos por cuan abierto había sido sobre sus tácticas a un miembro de los medios. Mac estaba pasmada, también. Había estado sonsacando cuando había hecho las preguntas. No había esperado que actualmente las respondieran. Dixon se rió. —No tiene que parecer tan alarmada. No es como si compartiera secretos de estado. Además, la Señorita Stone vendrá al compuesto después para echar una mirada alrededor y ver como operamos. Mac hizo una doble toma. —¿En serio? Sus ojos ambarinos encontraron los suyos. —¿Eso es lo que quería, verdad? ¿Una mirada en profundidad un día en la vida del oficial del SWAT? Ella estaba más interesada en averiguar si estaban escondiendo algo, pero no le dijo eso.

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—Me figuro que si no hacía la oferta, solo esperaría fuera del complejo durante meses hasta que estuviera de acuerdo en dejarla entrar. O hasta que intentara escabullirse dentro en medio de la siguiente situación de rehenes — dijo él. —De esta manera podemos hacer nuestro trabajo sin preocuparnos por si aparece de la nada, y consigue lo que quiere sin arriesgar su vida. —Ella abrió su boca para darle las gracias, pero él levantó un dedo—. Aunque hay una condición. —Nómbrela. —Está de acuerdo en no detallar ninguno de nuestro procedimientos tácticos o técnicas como la que acabo de decirla. Imprima eso y conseguirá que mi equipo muera. —Levantó una ceja—. ¿Tenemos un acuerdo? Mac asintió ansiosamente. —Sí. Ella había estado de acuerdo en lo que fuera que él quisiera si conseguía entrar en el complejo —incluso si eso significaba retirar su palabra después. Aunque, después de hoy, no estaba segura de que hubiera una historia. Seriamente dudaba de que esos tipos estuvieran tomando drogas, a pesar de lo que Marvin dijera. Pero eso no importaba. De ninguna manera iba a dejar pasar una oportunidad así. —La veré en el complejo esta tarde entonces —dijo Dixon cuando abrió la puerta para ella—. ¿Digamos a las tres en punto? Ella le sonrió. —Allí estaré. Mac tuvo que resistir la urgencia de hacer un pequeño baile feliz cuando corrió de vuelta a la furgoneta de noticias. No estaba segura de cómo había ocurrido, pero de alguna manera había conseguido una invitación grabada para acercarse y ponerse personal con la unidad táctica de más élite del país —el SWAT del Departamento de Policía de Dallas.

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Capitulo 2 Zak estaba dando vueltas a través de las imágenes digitales en su portátil cuando ella subió a la furgoneta de las noticias. Él tomó muchas fotos del teniente en escena y los policías uniformados corriendo hacia el edificio, luego saliendo con los rehenes y los ladrones del banco esposados. Incluso tenía algunas imágenes del equipo del SWAT saliendo. Pero no enviaría esas. Su jefa lo consideraba mala política imprimir imágenes de los policías si eso les ataba a específicas escenas del crimen. Él pensaba que podría guiar a represalias contra ellos. Mac no estaba segura si siempre estaba de acuerdo con eso, pero lo toleraba. Él la miró, sus ojos llenos de diversión detrás de sus gafas de alambre. —Creía que iba a tener que pagar una fianza para sacarte de la cárcel. Ella le hizo una cara. —Muy divertido. Te haré saber que tengo una invitación para visitar el compuesto del SWAT esta tarde. Sus ojos se abrieron de par en par. —¿En serio? ¿Crees que esa invitación me incluye? Ella consideró eso. Dixon no había dicho específicamente que fuera sola, pero no quería presionar su suerte al llevar a su fotógrafo. Especialmente desde que el comandante del SWAT no estaba loco por las cámaras. —Probablemente ahora mismo no. Déjame trabajar mi magia con Dixon primero. Zak pareció molestarle, pero asintió cuando volvió a surfear a través de sus fotos.

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—Así que, ¿disfrutaste siendo llevada al vehículo de operaciones como un saco de patatas? La cara de Mac se calentó con el recuerdo. Maldición, debería haber sabido que Zak no se perdería eso. Ella le dio su mejor mirada de No-me-ofendo-porese-comentario. —No fui llevada como un saco de patatas. El oficial Danner simplemente me escoltó al vehículo de operaciones para reunirme con el comandante del equipo del SWAT. Zak bufó y giró su portátil para que pudiera ver la pantalla. Había una imagen del oficial Danner corriendo a través de la calle con ella en sus brazos, su mano sobre su boca. Su color se profundizó. Él la estaba llevando como un saco de patatas. Dios, eso se veía mal. —¿Quizás podrías querer que esta sea compartida? —le preguntó a Zak. Él rió. —Seguro. Pero definitivamente estará en el disco de lo Mejor de Mac Stone. Mac le sacó la lengua. Zak adoraba recordarla que tenía pruebas visuales de todos sus momentos más vergonzosos —y eso no debería olvidarlo. Él aún estaba dando vueltas por las fotos cuando algo llamó su atención. —Para. Retrocede un par de fotos. Zak no preguntó por qué, solo retrocedió una docena de imágenes. —Para —dijo ella—. Ve despacio desde ahí. Él hizo clic en una imagen a la vez, dándola la oportunidad de ver cada una de ellas antes de moverse a la siguiente. Ella estudió cada foto de cada oficial del SWAT cuando llenaron la pantalla. Zak les había capturado saliendo del edificio de ladrillo. Tenían sus máscaras de esquí puestas, y bajo sus cascos, la apuesta cara de cada hombre estaba cubierta con una pantalla ligera de brillante sudor. Zak se movió desde los tipos del SWAT a las imágenes al alzar de los rehenes, EMTs, y ladrones de banco. Cuando terminó, ella le hizo retroceder y girar a través de las mismas fotos otra vez.

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Mac se inclinó más cerca, enfocándose en las fotos de Martínez, Delaney, Taylor, y Riggs. No sabía lo que era, pero algo la estaba carcomiendo. Entonces lo tuvo. —Esas fueron tomadas en el momento que el equipo del SWAT salió por primera vez del edificio, ¿cierto? —Sí. Estaba enfocado en esas puertas desde el momento que los policías y los EMTs corrieron dentro hasta que saliste de la furgoneta. Era dónde estaba toda la acción. —Él la frunció el ceño—. ¿Qué pasa? Mac estudió las imágenes una vez más, solo para asegurarse que no se había perdido nada. Pero no lo había hecho. Ninguno de los hombres estaba sujetando nada más que sus armas. Y ninguno de sus chalecos tácticos tenía bolsas que podían contener lo que ella estaba buscando. Zak miraba de ella a la foto de los cuatro oficiales altamente entrenados saliendo del almacén, luego de vuelta a ella. —¿Qué es? —Ellos cortaron la energía del edificio antes de entrar. Estaba negro como boca de lobo allí dentro. Lo vi en los monitores de la furgoneta. Pero los tipos del SWAT no llevan gafas de visión nocturna. Zak miró a la imagen otra vez. —¿Quizás las dejaron en el almacén? Ella sacudió su cabeza. —De ninguna manera. Esas cosas cuestan una fortuna. —¿Así que, qué estás diciendo? ¿Qué esos tipos pueden ver en la oscuridad? Mac no respondió. Pensar que los oficiales del SWAT podían ver en la oscuridad sin la ayuda de las gafas de visión nocturna la hacía sonar loca, especialmente desde que no le había hablado a Zak desde la perspectiva de las drogas aún. Pero ¿y si Marvin tenía razón y los tipos del SWAT estaban usando una droga para mejorar la conducta que les permitía ver en la oscuridad? Mierda, eso incluso sería más raro que una droga que les hiciera locamente fuertes.

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Ella estaba ocupada examinando las fotos por las gafas de visión nocturna cuando algo más llamó su atención. Ella señaló la mano derecha de Diego Martínez. —¿A qué se parece eso? Zak se inclinó más cerca de la pantalla del ordenador. —¿Qué demonios? —Él jugueteó con el teclado, agrandando la mano de Martínez—. Parece como sangre. —Eso es lo que pensaba. —Ella se giró para mirar por la ventanilla hacia el gran vehículo de operaciones justo a tiempo para ver a Martínez y a Delaney subiendo a la cabina. ¿Martínez estaba sujetando su brazo un poco raro? —¿Acabamos de ver a un oficial herido alejándose cuando hay una docena de EMTs quienes podrían mirarle? —preguntó Zak. —Eso creo.

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—¿Por qué demonios harían eso? —No lo sé... aún. Pero estaba malditamente segura que lo averiguaría. Tenía una furtiva sospecha de que era porque Martínez estaba preocupado por si la droga que estaba tomando se mostraba en su sangre. Si tenía razón, entonces realmente había una historia allí. *** —¿Estás seguro que esto es una buena idea? —Estoy seguro —dijo Gage—. Martínez apenas fue arañado por esa bala. Puede conseguir arreglarlo en el complejo. Xander juró. —Eso no es de lo que estoy hablando y lo sabes. Gage esperó hasta que la furgoneta de noticias se alejó antes de girarse hacia su líder de equipo. Sabía que Xander no estaba preocupado por el pequeño arañazo que Martínez había recibido durante la entrada. Eso estaba casi cerca de cerrarse ya y apenas dejaría una cicatriz si se encargaban de ello bien. Pero

Xander definitivamente no estaba demasiado emocionado por la idea de tener a una reportera —una mujer reportera— metiendo su nariz en sus asuntos. Gage no había esperado que lo estuviera. A Xander no les gustaban los extraños en general, y las hembras extrañas en particular. En su opinión, ambos eran malos para la Manada. Y si algo era malo para la Manada, Xander nunca sería tímido dejándolo saber. Gage miró a su otro líder de equipo. —¿Qué crees, Mike? El gran hombre se encogió de hombros. —Estoy de acuerdo con Xander en esto, Gage. Sé que Mackenzie Stone tiene una reputación por excavar muy profundo para conseguir la historia de la que va detrás, ¿cierto? Gage salió de su camino para dejar que sus dos líderes asistentes de equipo tuvieran que decir cómo hacía las cosas el equipo. Pero cuando guió al grupo de alfas de la manera que hacía, no era posible para nada estar de acuerdo en todo al mismo tiempo. Y en ese momento era cuando tenía que empujar su rango. —Conozco su reputación —dijo él—. No está buscando escribir un trozo de pelusa sobre cómo hacemos nuestro trabajo. Si está olfateando, es porque cree que hay una historia aquí. Y si cree eso, no se detendrá solo porque se lo pongamos difícil. En todo caso, eso solo la hará excavar más profundo. —¿Así que se lo ponemos fácil? —demandó Xander. —No, no se lo pondremos fácil —dijo Gage—. La introducimos y controlamos el flujo de información que recibe. La mostramos lo que queremos que vea, cuando queremos que lo vea. Nos aseguramos de que recibe el mensaje, y solo el mensaje, que queremos que reciba. Mike levantó sus cejas. —¿Honestamente crees que funcionará? Ella no pasa por el tipo de persona que puedes engañar fácilmente. —Prefiero tenerla dónde pueda mantener un ojo en ella en lugar de preocuparme constantemente sobre adónde va a presentarse y lo que encontrará por ella misma.

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Mike lo consideró pensativamente. —¿Estás seguro que esto es para mantener un ojo en una posible amenaza? Gage le clavó con una mirada dura. —¿Qué quieres decir? Mike no retrocedió. —Quiero decir, que no pude evitar notar lo bien que olía el interior de la furgoneta de operaciones cuando entramos. De hecho, no sería una exageración decir que la Señorita Stone tenía un olor que nuestra especie podría encontrar irresistible. ¿Seguro que no tiene nada que ver con tu repentino interés en ella? Gage hizo que su bestia mantuviera su cara ilegible y su corazón firme, pero era malditamente difícil. Mayoritariamente porque Mike tenía razón. Gage había notado lo bien que olía Mackenzie Stone. Su olor era tan intoxicante que casi había gruñido en alto cuando ella entró en el vehículo de operaciones. No era algún perfume caro que hubiera estado llevando, tampoco. Solo las buenas feronomas femeninas. Afortunadamente, él no se regía por su nariz —u otras partes de su anatomía— cuando tenía que tomar decisiones. Especialmente decisiones sobre la Manada. Sabía la amenaza que Mackenzie Stone presentaba. Había estado de guardia desde el momento que la había visto en el complejo en la furgoneta camuflada de noticias hacía dos días. Infiernos, había estado en alerta desde que el relaciones públicas del departamento le había dicho que ella quería hacer una historia sobre el SWAT. Había rechazado su petición para una entrevista en profundidad y una evaluación, esperando que pillara la insinuación. Debería haberlo sabido mejor. Después de la escena que empujó hoy, se figuraba que la única manera para alejarla era darla la entrevista que quería. —Tomo decisiones sobre los asuntos de la manada con la cabeza sobre mis hombros, no la de debajo de mi cinturón —le dijo a Mike—. Si creo que es una buena idea mantener a la Señora Stone cerca, es porque es lo mejor para la Manada, no porque ella huela bien. Mike se encogió de hombros. —Solo comprobaba. Si no estás interesado en ella de esa manera, quizás buscaré su página de Facebook, para ver si está disponible.

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Mike podría haber sonado casual, pero aún le estaba poniendo a prueba. Quería saber si las feromonas de Mackenzie le estaban haciendo pensar a Gage con su pene en lugar de su cabeza. —Puedes hacerlo —dijo Gage—. Pero yo no lo haría si fuera tú. Mike se tensó, como si se preparara para una pelea. A su lado, Xander hizo lo mismo. —¿Por qué? —preguntó Mike. —Porque no creo que te admita —le dijo Gage—. Quiero decir, no eres muy atractivo y sudas... mucho. Las mujeres encuentran eso asqueroso. Mike le miró, sin habla por una vez. Xander rió y golpeó el hombro de Xander. —Tío, te he dicho que el sudar iba a arruinar tu vida amorosa. Ahora incluso el jefe lo ha notado. Necesitas hacer que te vean eso. Mike le frunció el ceño, sus cejas juntas para hacer sus gestos ya cincelados parecer extra fieros. —No tengo problemas de sudor, idiota. Llevo treinta y cinco libras de Kevlar1 en un caluroso día en Texas. Por supuesto que sudaré. —Yo no estoy sudando —señaló Xander. —Eso es porque no has golpeado la pubertad aún —respondió Mike—. Solo espera, en otro año o dos, ocurrirá, lo prometo. Gage rió cuando los líderes de sus equipos descargaron sus armas y se quitaron el equipo. Otra tensa situación desactivada —y no se refería a la de los rehenes. Mantener a su manada de hombres lobo alfas bajo control era tanto una gran parte de su trabajo como averiguar cuando era luz verde en una operación o determinar la mejor manera para entrar en un edificio lleno de tipos armados. En algunas maneras era la parte más dura del trabajo. Porque nadie quería tener a un montón de tipos del SWAT descontrolado corriendo por la ciudad, especialmente cuando también eran hombres lobo.

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Chaleco antibalas.

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Sí, eran un dolor en el culo a veces. Pero al final del día, eran su manada y no lo quería de otra manera. *** —¿Qué demonios está pasando, Vince? —preguntó Gage cuando el oficial de Asuntos Internos recorrió la misma lista de preguntas por tercera vez. Después de dejar a Mike en el complejo, él y Xander habían ido al cuartel general de la policía para lo que supuestamente sería breve informe sobre lo que obviamente había sido un disparo limpio. Pero ya habían estado allí durante casi dos horas. El hombre de pelo gris le miró sobre la parte superior de sus gafas. —Solo soy riguroso, Gage. Eso era una sarta de tonterías. Era el procedimiento estándar en un tiroteo con oficial involucrado hablar tanto con el policía que había realizado el disparo como su supervisor en la escena, pero si esto era solo sobre ser riguroso, Asuntos Internos no le habría puesto a él y a Xander en salas separadas para interrogarlos. —Ya tienes una declaración de la mujer que Xander salvó —señaló Gage—. Ella corroboró lo que él dijo, que el hombre armado estaba en el proceso de apretar el gatillo sobre ella. De acuerdo a los otros rehenes en el edificio EBrand y los empleados en el banco que robaron, el tipo había convertido todo en un infierno. Incluso su propio equipo admitió que no había estado bajo control. ¿Cuán más riguroso necesitas que sea? —Solo trabaja conmigo en esto, ¿vale? —Suspiró Vince—. Confía en mí. Tenemos nuestras razones. Confianza y Asuntos Internos normalmente no iban juntos, pero no era como si Gage tuviera mucha elección. A menos que quisiera llamar a un representante de la unión y realmente hacer un caos de esta situación. Lo cual no quería. Así que, Gage se reclinó en su silla y respondió a las preguntas de Vince Coletti otra vez. Dios, esperaba que Xander estuviera manteniendo su frialdad en la otra sala. Su experimentado líder de escuadrón era inteligente y había estado en estas entrevistas de tiroteos antes, así que sabía qué decir —y más

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importante, lo que no decir. Si el interrogatorio parecía que se desviaba a una mala dirección, él era lo bastante espabilado para pedir su representante de unión. Pero Xander también tenía un corto detonador algunas veces. Si Asuntos Internos contactaba con su cara, él podría decirles que golpearan la tierra. —Vale, creo que estamos bien —dijo Vince después del cuarto repaso de su historia—. Aunque vamos a necesitar hablar con el Cabo Riggs durante un poco más. Gage miró al hombre. —¿En serio? Vince le dio lo que probablemente se suponía que era una sonrisa apaciguadora. —No te preocupes. Haré que la patrulla le lleve al complejo. Lo cual era la manera en la que Asuntos Internos decía que no quería que Gage estuviera alrededor porque llevaría un infierno más que un rato. Pero entrar con Coletti no sería de ayuda. Mientras él podría estar más que listo para desgarrar a alguien por la mitad ahora mismo, Gage refrenó a su lobo interior. Abrió de golpe la puerta y salió de la sala de interrogatorios, casi corriendo hacia su jefe, el ayudante del jefe Hal Mason. Si no lo supiera bien, había creído que Hal le estaba esperando. —¿Por qué demonios está Asuntos Internos interrogando a mi cabo mayor? —demandó Gage. Hal esperó hasta que Vince entró en la sala dónde estaban interrogando a Xander antes de responder. —Asuntos Internos solo está haciendo sus debidas diligencias sobre este tiroteo, eso es todo. Ellos no están intentando fastidiar al Cabo Riggs, tienes mi palabra sobre eso. Gage resopló. —Podrías haberme engañado. Por la manera en la que su jefe le estaba mirando, Gage pensó que no le estaba diciendo todo, pero el ayudante del jefe solo suspiró.

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—Vuelve al trabajo. Me aseguraré de que Riggs sea llevado al complejo cuando Asuntos Internos termine con él. Gage odiaba la idea de dejar a Xander con Asuntos Internos, pero Coletti podía tenerle en la sala de interrogatorios el resto del día, y él aún tenía que hablar a la Manada sobre Mackenzie Stone —quién estaría en el complejo en casi una hora. Mierda. —Dile a Xander que le veré de vuelta en el complejo. Hal asintió. —Lo haré. ¿Y Gage? Buen trabajo ahí fuera hoy. Gage gruñó. Afortunadamente, no había señal de la furgoneta de noticias de Mackenzie Stone en el aparcamiento cuando Gage llegó al complejo. Aparcó el SUV, luego fue alrededor del edificio de entrenamiento, figurándose que era allí dónde todos probablemente estarían. Oyó los sonidos de gruñidos antes de incluso abrir la puerta. Los oficiales Landry Cooper y Eric Becker estaban despatarrados en el sofá en la sala de estar viendo la TV y comiendo palomitas. —¿Qué demonios está pasando ahí atrás? —demandó Gage, tirando su cabeza hacia la parte de atrás del edificio. Cooper, el experto en explosivos del equipo y por casualidad —o quizás no tan casualidad— el miembro más controlado y tranquilo de la Manada, se encogió de hombros. —Martínez y Delaney volvieron un poco encendidos de la acción hoy —dijo él en su acento sureño—. Entraron en una discusión con algunos de los otros tipos y ahora están trabajando en ello. Lo cual era el código para ir uno contra el otro como una pareja de luchadores de Artes Marciales Mixtas.

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Gage maldijo. Algunas veces se sentía más como un maldito profesor de escuela que el comandante de un equipo de oficiales de policía altamente entrenados. —¿Y Mike no pensó que era necesario finalizarlo antes de que destruyeran algo caro? Cooper agarró un puñado de palomitas del gran cuenco que Becker estaba sujetando. —Una llamada de abuso doméstico llegó hace una hora. Mike se llevó a Duncan y a Boudreaux con él. —¿No consideraste que quizás deberías entrar y hacer algo? —Gage gruñó. Cooper no apartaba sus ojos del espectáculo de la TV que estaba viendo —un maldito dibujo animado de G.I. Joe, gritó en alto. —No es mi discusión. Y algunas veces se sentía como si estuviera a cargo de un centro de cuidados de día —para hombres lobo fuera de control. Gage no malgastó su respiración en preguntarle a Becker por qué no hizo nada. El experto en vigilancia era uno de los miembros más recientes del equipo. Podría ser tan grande y duro como cualquiera de la unidad, pero no iba a poner atención a nada que él dijera. Además, Gage no creía que pudiera hacer palanca al técnico y al experto en electrónica de su bañera de palomitas. Se dirigió hacia la parte de atrás del edificio, haciendo una mueca a un ruido sordo particularmente alto. Siempre había una pequeña riña después de una misión. Así era como los hombres lobo trataban con el estrés. Pero normalmente él, Xander, o Mike estaban alrededor para evitar que las cosas se salieran de mano. Y cuando tenías a dieciséis lobos alfa descomunales en una manada, las cosas podían salirse de mano muy rápidamente. Notó un par de sillas rotas y un escritorio machacado cuando pasó a la clase. La discusión debía haber comenzado allí, luego se movió a la parte de atrás del edificio dónde estaban la sala de pesas y el gimnasio. Esperaba que estuvieran en el gimnasio en lugar de la sala de pesas —no solo había menos cosas que pudieran romper, sino que también había menos cosas que pudieran usar como armas.

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Pero mientras los tres miembros del equipo —Cabo Mayor Zane Kendrick, Cabo Mayor Trevor McCall, y el Oficial Alex Trevino— estaban en el gimnasio haciendo lanzamientos de baloncesto, ellos no eran la fuente del ruido que él había oído. Su nariz confirmó la identidad de los hombres en la sala de pesas antes de que llegara allí. Los seis miembros restantes del equipo estaban en la sala de pesas. Maldición. En el lado luminoso, solo cuatro de los hombres estaban luchando. Dos de ellos —los Cabos Mayores Jayden Brooks y Carter Nelson— estaban haciendo lo mejor para evitar que los otros policías agarraran algo que pudieran usar como armas mientras al mismo tiempo trabajaban duramente para evitar que destruyeran el equipo de trabajo. Solo estaban teniendo marginalmente éxito en ambas tareas. Gage se agachó para evitar una pesa de cuarenta y cinco libras que alguien tiró a través de la sala. Esta golpeó contra la pared de espejos en el lado más lejano de la sala, completamente destrozando el trozo de cristal del suelo al techo. Mierda, había pagado por eso de su propio bolsillo. Un bajo gruñido salió de sus labios. Esta era la razón por la que los lobos alfas raramente se juntaban en un grupo —era casi imposible evitar que lucharan. Pero cuando él había tomado a la unidad SWAT hacía ocho años, había tomado la decisión de buscar a los mejores policías en el país y conseguirlos en su equipo. Si eso significaba traer a otros hombres lobo, eso era lo que hizo. Pero días como hoy le hacían preguntarse si valía la pena. Martínez y Delaney se habían cuadrado contra Connor Malone y el miembro más reciente del equipo, Max Lowry. Sus garras estaban fuera, sus caninos estaban extendidos, y sus ojos brillaban dorados. Todo lo que habían hecho era cortarse mutuamente, pero sus caras y sus mandíbulas estaban cambiando de forma ahora, lo cual significaba que los mordiscos serían lo siguiente, y eran mucho más duros de recuperar. Peor, la espalda de Malone ya estaba comenzando a abultarse en esa manera que hacía antes de una mierda completa. Y si Malone cambiaba a su forma de lobo de doscientas cuarenta libras, alguien probablemente resultaría muerto.

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Gage soltó un profundo gruñido y vadeó en medio de la pelea, dejando sus colmillos que se deslizaran fuera en un cambio parcial cuando comenzó a dar manotazos girando que envió a la gente volando. En el momento que les tuvo separados, agarró a Malone por los hombros y le tiró, luego le golpeó contra el espejo restante lo bastante fuerte para destrozarlo como los otros. Luego desnudó sus dientes y soltó un gruñido lo bastante alto para ser oído bien fuera del complejo. No le importaba quién lo oyera —quería su completa atención y la quería ahora. Malone inmediatamente se relajó en su agarre mientras Martínez, Delaney, y Lowry dieron unos pocos pasos atrás. Gage sujetó a su francotirador hasta que el hombre había cambiado completamente cualquier vestigio de su forma de lobo. En el momento que se giró para mirar a los otros tres, ellos habían vuelto a cambiar, también. No había ninguna prueba de los hombres lobo que habían sido —excepto por las marcas de garras ensangrentadas cubriendo sus cuerpos y los trozos de sus uniformes. Gage no volvió a cambiar. Quería que tuvieran una buena mirada de sus ojos amarillos dorados y sus colmillos brillantes. —¿Qué demonios está mal con vosotros cuatro? —demandó—. Entré esperando encontrar a un equipo profesional de policías, y en su lugar os encuentro actuando como una banda de chihuahuas enloquecidos fuera de control. —Explícitamente miró alrededor de la sala a los espejos rotos, los bancos de pesas volcados, y los tatamis desgarrados—. Pagamos para renovar esta sala de pesas de nuestro propio bolsillo y la habéis destrozado con vuestras tonterías. Alguien aquí será mejor que empiece hablar rápido o me rendiré a mi primer instinto y os transferiré a todos a la patrulla de bicicleta poniendo multas de aparcamiento en la ciudad. —Ellos lo comenzaron, Sargento. —Para su crédito, Delaney actualmente parecía un poco disgustado por todo el daño que habían hecho—. Martínez y yo estábamos hablando sobre que consiguió un disparo en el brazo, y Lowry dijo que ocurrió porque no sabíamos qué demonios estábamos haciendo. Gage miró amenazadoramente a Delaney. —¿Los cuatro destrozasteis la propiedad de la manada porque el nuevo estaba intentando llegar bajo vuestra piel?

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—No pasó de esa manera, Sargento —protestó Lowry. —¿No? —Gage esperó como el infierno a que este nuevo cachorro no fuera a decir algo que le consiguiera enterrar—. Así que, ¿cómo pasó? Por favor dímelo. Por el rabillo de su ojo, Gage vio a Brooks y a Nelson intercambiando miradas preocupadas. Como si pensaran que él podría romper el cuello a alguien. Estaría mintiendo si decía que el pensamiento no había cruzado su mente. Nunca lo había hecho, por supuesto. Desafortunadamente, estos tipos de peleas ocurrían mucho. En cualquier caso de la estructura de rango normal situada sobre ellos por el Departamento de Policía de Dallas, sus lobos estaban retando constantemente el pico del orden en la Manada como cada policía intentaba superarse mutuamente intentando hacer que su grupo pareciera el mejor. Con todos los nuevos tipos que había traído durante los años, no debería estar sorprendido de que el tema hubiera llegado a una cabeza otra vez. Bueno, iba a morder esta competición de mierda en el brote ahora mismo. Su equipo sería una unidad bien engrasada, o la desgarraría y comenzaría otra vez. —¿Y? —provocó él a Lowry otra vez. Lowry tragó fuerte. Gage sabía que el hombre actualmente no tenía miedo de él, pero él era el alfa sin retar de la Manada, y si los tipos más jóvenes lo sabían o no, esa posición venía con un seguro montón de control inherente sobre los otros miembros de la manada. De pies cerca de su líder alfa furioso, Lowry probablemente se sintió seriamente incómodo por primera vez en su vida. Gage odiaba hacer algo que hiciera sentir mal a sus hombres, pero había aprendido a que tenía que o guiarles por la fuerza de voluntad o aprender a vivir con el caos. A Gage no le gustaba el caos. —No fue nada, Sargento —concedió Lowry finalmente—. Solo estábamos desordenando un poco y las cosas se salieron de mano. No ocurrirá otra vez. Gage le sujetó allí hasta que estuvo seguro que los cuatro habían recibido firmemente el mensaje. Luego descendió a Delaney al suelo. —No, no ocurrirá otra vez —estuvo de acuerdo él—. Porque voy a romper tu equipo. Lowry, cuando Mike vuelva, hazle saber que has sido reasignado al

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equipo de Xander, y que Delaney estará con los tipos de entrada. Quiero que os ponga hombro con hombro en cada misión desde este día en adelante. Gage ignoró la mirada de sorpresa en la cara de Lowry y se giró para mirar a Martínez. —¿Asumo que te vieron ese brazo antes de que decidieras entrar en la pelea? El hombre fornido flexionó su brazo herido. —Sí. Trevino me arregló en el momento que volvimos. Está bien. —Bien —dijo Gage—. Porque serás trasladado al puesto de Lowry en el equipo de Mike. Se aplica lo mismo, estarás atado a Malone cada vez que los dos caminéis a través de una puerta hostil. Martínez abrió su boca para discutir, pero Gage le silenció con una mirada. Malone, por otro lado, estaba demasiado nublado por su reciente casi cambio para mantener su trampa cerrada. —Pero, Sargento, soy el mejor francotirador. Normalmente no voy a través de las puertas. —Lo haces ahora —le dijo Gage—. Así que, te sugiero que pases mucho tiempo con tu nuevo compañero de entrada y aprendas realmente rápido. —Sargento, no puedes hacer esto —dijo Delaney—. Sabemos que la fastidiamos y lo arreglaremos todo, lo juro. Pero no puedes separarnos a Martínez y a mí, hemos estado en el mismo equipo durante más de tres años. —Entonces serás capaz de enseñar a Lowry para acelerar las tácticas de Xander. —Pero Sargento... —¿Has visto como de tensos son los pantalones cortos en los policías de bicicletas? —preguntó Gage. Delaney cerró su boca bruscamente. Gage miró a Brooks y a Nelson.

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—La próxima vez espero que los dos os interpongáis en una pelea y los separéis, o llevareis pantalones cortos de ciclista. Y no estoy seguro de que tengan tu talla, Brooks. El gran afroamericano cambió de un pie a otro. El defensa ex universitario probablemente se estaba viendo en los tensos pantalones cortos azules y sentado en la bicicleta. Aparentemente, no era una imagen muy bonita. —Seguro, Sargento. —Bien. —Gage tiró su cabeza hacia los cuatro oficiales nuevos—. Aseguraos de que os limpien esas heridas antes de que comiencen a curar. Y aseguraos de que Martínez no vuelve abrir ese corte otra vez. Todo lo que necesitaba era que Martínez fuera el primer hombre lobo quien tuviera una infección. Ir al hospital realmente no era algo que los hombres lobo prefirieran hacer. Gage caminó hacia la puerta, luego paró y se giró hacia ellos. —Y limpiad este caos. Os quiero a todos en la clase en quince minutos. No necesitaba ver los ceños fruncidos de sus hombres para saber que no era su persona favorita ahora mismo. Eso le hizo preguntarse qué pensarían cuando les hablara sobre Mackenzie Stone. *** —Xander no te alteres —dijo Gage por tercera vez. Él había comenzado su reunión con todos con una rápida sesión de la situación de rehenes anterior, luego tocó el nivel de detalle del interrogatorio de él y Xander al que habían ido a la ciudad. Al menos él había planeado que sería breve. Quería llegar a la verdadera razón por la que los había llamado a todos —Mackenzie Stone— pero no podía hacer que el equipo se enfocara en algo más que Asuntos Internos interrogando a uno de los suyos. —Entonces ¿por qué Asuntos Internos está aún interrogándole? —preguntó Remy Boudreaux, un rastro de acento de Louisiana llegó a través. Gage suprimió un gruñido. Algunas veces sus chicos eran locos conspiradoras más grandes que Mulder y Scully.

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—Ellos están analizando su declaración para asegurarse de que no hay ninguna incoherencia que pudiera terminar en una demanda. Están intentando ayudarle, no fastidiarle. Además, probablemente ya está de camino de vuelta. —Entonces si no nos llamaste aquí para hablar de Xander, ¿sobre qué es esto? —preguntó Martínez. Gage estaba agradecido de ver que el policía estaba sentado al lado de su nuevo mejor compañero, Malone. Al otro lado de la sala, Delaney y Lowry estaban haciendo lo mismo. Quizás tenían la habilidad de vencer su insignificante riña más rápido de lo que él les había dado crédito. —Sí, Sargento. —Mike estaba holgazaneando en su silla, una sonrisa astuta en su cara—. ¿De qué estamos hablando aquí? Gage le frunció el ceño a su líder de equipo. Mike no iba a darle un respiro, maldición. Y mientras el resto de los chicos podrían no saber lo que estaba pasando, definitivamente recogían una extraña vibración. Bien, todos excepto Cooper. Él estaba leyendo un maldito comic. —Quería deciros que tendremos a un visitante por el complejo durante los siguientes días —dijo Gage. —¿Qué tipo de visitante? —preguntó Cooper, levantando su mirada de su comic lo bastante para mostrar que era capaz de hacer dos cosas a la vez. Oh infiernos, no había manera de evitar esto. Podría muy bien despegar la tirita. —Una reportera del Dallas Daily Star, Mackenzie Stone. Gage esperó, esperando una tormenta inmediata de comentarios negativos. Pero su anuncio fue encontrado con un completo silencio. Aunque si ese silencio era porque estaban pasmados o solo indiferencia, no podía decirlo. —He visto su foto —dijo Becker—. Realmente es caliente. Vale, ese no era el comentario que esperaba. Luego otra vez, fue Becker. El técnico de información y experto en vigilancia electrónica siempre decía lo primero que venía a su mente. Para probar su punto, Becker sacó su iPhone y rápidamente encontró una imagen de la reportera para mostrar a los otros chicos. Echaron una mirada de su foto y estuvieron de acuerdo en que la

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Señorita Stone era humeante. Maldición, algunas veces podían ser muy superficiales. Cooper pasó el teléfono de vuelta a Becker. —¿No es Mackenzie Stone conocida por sus historias de investigación en profundidad, las que normalmente involucran a políticos corruptos o grandes figuras del crimen? ¿Qué quiere de nosotros? El resto de la unidad dejó de debatir sobre si Mackenzie Stone tenía novio o no para darle a Gage una mirada preocupada. A pesar de todo el problema que le causaban con la pelea, la riña, y el constante esfuerzo para mover la estructura de mando de la Manada, confiaban en él para proteger y mantener escondida la cosa por la que se preocupaban —su identidad como hombres lobo. Porque si tenían miedo de algo, era ser expuestos con lo que realmente eran. Gage se sentó en el borde del escritorio delante de la sala. —La Señorita Stone dijo que quería ver cómo operamos para que pueda escribir una historia sobre cómo trabajamos juntos como un equipo. —¿La creíste? —preguntó Trey Duncan, el otro residente médico del equipo y hombre de entrada. —¿Honestamente? Creo que es un montón de mierda. —A sus miradas sorprendidas, él continuó—, Como Cooper dijo, la Señorita Stone está especializada en excavar en historias serias que agarran titulares nacionales. Dudo que esté interesada en escribir una menudencia sobre el equipo del SWAT de la ciudad. Adivino que ha visto todos nuestros elogios y se figura que hay algo que pescar. No sé si cree que somos fraudulentos o que estamos en la liga con los criminales que derrotamos o qué. Últimamente, no importa cuál es su ángulo. He decidido que la mejor manera de alejarla es traerla dentro y dejarla ver lo que hacemos. Becker le miró con incredulidad. —¿Vas a decirla que somos hombres lobo? Gage se habría reído si algo de esto fuera divertido.

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—No, no la diré que todo el equipo del SWAT está compuesto por hombres lobo. Pero la mostraré cuando duro trabajamos y entrenamos, cuanto nos preocupamos por la gente de esta ciudad, y que estamos de acuerdo en arriesgarnos por ellos. Seré encantador y amistoso, todos seremos encantadores y amistosos. En el momento que se vaya, Mackenzie Stone se dará cuenta que no somos nada más que policías que trabajan duro y dedicados, no una historia para las noticias de la tarde. —¿Y si no compra esa línea? —preguntó Mike desde la parte de atrás de la sala. La sonrisa que llevaba anteriormente se había ido ahora—. ¿Y si sigue excavando? Gage encontró su mirada. —Adivino que no puedo asegurar que eso no ocurra, ¿verdad? —Escaneó la sala—. Pero necesito toda vuestra ayuda para hacerlo. Tanto como Mackenzie Stone esté alrededor, vamos a tener que quedarnos en completo y total control. Nadie irá medio lobo sobre mí, nadie saltará una pared que no debería ser capaz de saltar, nadie correrá más rápido de lo que debería ser capaz de correr. Y definitivamente nada de peleas. Necesitamos parecer como el mejor equipo del SWAT en el país. ¿Entendido? Lentos asentimientos llegaron desde alrededor de la sala, Mike incluido. Gage tomó una profunda respiración. Hasta ahora, no se había dado cuenta de cuán duro sería esconder su secreto de Mackenzie Stone. Pero su manada estaba dependiendo de él para mantenerles seguros, y eso era lo que haría. Cuando todos se pusieron de pies para volver al trabajo, Gage añadió una cosa más. —La Señorita Stone estará aquí en menos de una hora. Quiero la sala de pesas limpia antes de que llegue. Manos a la obra. Eso le hizo ganarse algunos gruñidos, pero no casi tantos como esperaba. Quizás esto funcionaría.

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CAPITULO 3 Mac llevó su coche hacia el complejo del SWAT, dejando a Zak y la furgoneta de noticias detrás, a propósito. Quería enviar una señal clara a Dixon de que estaba de acuerdo con sus términos, sin cámaras de video, sin dispositivos de grabación, ni divulgar procedimientos tácticos secretos. Por supuesto, no tenía ningún interés en los procedimientos tácticos secretos, y no los habría imprimido a pesar de todo. Estaba detrás de algo completamente distinto. Rodó hasta detenerse fuera de la puerta y apagó el motor. No sabía lo que era todavía, pero su instinto le dijo que detrás de esa cerca estaba la madre de todas las historias. Ella tomó su bolso, pero no se molestó con la monstruosa cámara que Zak había tirado en el asiento trasero. Todavía tenía su pequeña y fiel cámara metida en su bolsillo de atrás. Y si Dixon quería quitársela, tenía su iPhone. Tomó una respiración profunda, relajó sus hombros, y puso su mejor cara. El sargento Gage Dixon no era idiota. Él sabía que ella estaba husmeando por una historia. Tenía que recordar no subestimar al hombre simplemente porque era atractivo como todos los filtrados. Mac se dirigió a la puerta para tocar el timbre, solo para detenerse cuando se dio cuenta que Dixon ya la estaba esperando. Él estaba allí de pie, con su uniforme azul marino, que consistía en pantalones de estilo militar anchos por encima de botas de combate, y una ceñida camiseta que mostraba todos los músculos que tenía —y había un montón de ellos. Ella arrastró su mente fuera de la fantasía a la que se dirigía, y le dio una sonrisa.

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—Sargento Dixon, no tenía que encontrarme en la puerta. Podría solo haberme dejado entrar. Él abrió la puerta, devolviendo su sonrisa con una sonrisa propia devastadora. —¿Qué clase de anfitrión sería si hiciera eso? Y si vamos a estar pasando tanto tiempo, juntos, tal vez puedes parar con las formalidades y solo llamarme Gage. Tal vez esto iba a ser más fácil de lo que pensaba. —Está bien, pero solo si me llamas Mac, es cómo todos mis amigos me llaman. —Me gusta la idea de ser amigos, pero si es lo mismo para ti, creo que te llamaré Mackenzie. —Él hizo una mueca—. Mac me hace pensar en un camionero grande y con sobrepeso, y sin duda tú no encajas en esa imagen. Mac no pudo evitar reír. Él era el primer hombre que alguna vez le dijo que no iba a llamarla por su apodo. La mayoría de los chicos llamarían a una mujer Hannibal Lecter si pensaban que eso conseguiría meterlos en sus bragas. Tal vez era una indicación de que trabajar con Dixon —Gage— iba a tomar un enfoque diferente. Por no hablar de un toque más sutil, pensó mientras la conducía a través del estacionamiento y hacia lo que él llamaba el edificio entrenamiento-barra-mantenimiento. Tenía una sala de descanso, un aula, un pequeño gimnasio con aros de baloncesto, y un par de cuartos de almacenamiento de equipo táctico y otros equipos. —¿Qué hay allí? —preguntó mientras pasaban una habitación que tenía la puerta cerrada. Si la puerta estaba cerrada, era un lugar que quería ver. Y si se resistía, significaba que realmente quería verlo. Gage frunció el ceño. —Solo otro gimnasio. —Él abrió la puerta para revelar una sala de pesas—. Hemos tenido un pequeño accidente y algunos de los espejos se rompieron, pero debemos tenerlo de nuevo en forma en un día más o menos.

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Esto en cuanto a una sala llena de esos profundos y oscuros secretos que ella había estado esperando. —Supongo que tenéis que ejercitar mucho, ¿eh? Para obtener todos esos grandes músculos, quiero decir. Ella pensó que un tipo de su tamaño agradecería un poco de encanto lanzado en su camino cuando se trataba de mantener su físico, pero él solo se rió entre dientes. —Ejercitamos, pero no tanto como piensas. Nos mantenemos en forma principalmente por el entrenamiento que hacemos. Ya sabes, un montón de correr, escalar obstáculos, llevar equipo pesado y uno al otro. —Cuando ella levantó una ceja, él añadió—: para simular la evacuación de un herido. La sala de pesas está aquí más para darle a los chicos algo para mantener sus mentes ocupadas entre incidentes, así como para ayudar a lidiar con el estrés posterior. No estaba segura de cuanto de eso compraba. Alguien de su tamaño necesitaba ejercitarse, mucho. Pero sin duda disfrutaba de la ganancia de sus esfuerzos. Gage tenía un buen cuerpo. Solo podía imaginar cuánto mejor se vería con la ropa quitada. Inmediatamente se reprendió por olvidar por qué estaba allí. Concéntrate en la maldita historia. Se toparon con cuatro miembros de su equipo cuando él la llevó en un tour por el último cuarto de almacenamiento en el edificio. Los hombres estaban volviendo a empaquetar algún tipo de equipo que ella no reconoció, pero se detuvieron cuando ella y Gage entraron. —Mackenzie, este es el Oficial Hale Delaney, uno de nuestros especialistas en tácticas menos letales y artes marciales. Oficial Eric Becker, ordenadores y vigilancia. Oficial Landry Cooper, explosivos y experto en demoliciones. Y Oficial Remy Boudreaux, especialista en escopeta recortada y asistente armero. —Gage la miró—. Os presento a Mackenzie Stone del Dallas Daily Star. Mac ya sabía sus nombres y sus especialidades del archivo personal que había hecho. Sonrió y estrechó cada una de sus manos. Y al igual que los otros policías del SWAT que habían rescatado a los rehenes esa mañana, todos eran grandes, altos y musculosos. Sin mencionar atractivos a la vista.

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Mientras Gage la llevaba hasta el edificio de al lado, él le dio una tutoría sobre cómo fue organizado el equipo del SWAT. —Tenemos una gran flexibilidad cuando se trata de cómo funcionamos, sobre la base de la misión —dijo—. Tenemos dos equipos separados dentro de la unidad, Mike maneja uno y Xander conduce el otro. Ellos pueden funcionar independientemente o juntos como parte del equipo completo. Si hay más de un incidente a la vez, o si una misión en particular lo requiere, rompemos el equipo hasta en tres partes, conmigo liderando el tercer escuadrón. —¿Siempre ejecutas la operación desde el vehículo en que estabas hoy? — preguntó ella mientras entraban en el edificio administrativo. —Normalmente, no. —Él le dio una sonrisa irónica—. Trato de estar tan cerca de la acción como puedo, pero hoy era un poco diferente, porque necesitaba estar allí para comunicarme directamente con el responsable en el lugar y la compañía eléctrica. Además, teníamos al negociador de crisis del departamento allí porque teníamos la esperanza de hacer un trato con los hombres armados, y evitar una confrontación, pero eso no funcionó. Cuando llegaron a la oficina principal, él le presentó a los oficiales Alex Trevino y Max Lowry, dos de los francotiradores del equipo. Parecía extraño ver a hombres grandes y armados como ellos sentados en escritorios llenando formularios. —¿Los oficiales del SWAT haciendo papeleo? —Ella negó con la cabeza—. Dime que no es así. Los dos hombres se echaron a reír. —Por desgracia, es la pesadilla de todo trabajo policial —dijo Gage—. Mientras más trabajo policial efectivo haces, más informes tienes que rellenar. Mientras que la parte administrativa del trabajo podía ser aburrida, Mac vio una cosa que le llamó la atención. Al lado de la oficina había una habitación llena de archivadores. Si había algo interesante que encontrar por aquí, ese sería sin duda el mejor lugar para empezar. Ella y Gage se estaban dirigiendo hacia la puerta de atrás del edificio cuando pasaron un conjunto de escaleras que conducía a la segunda planta.

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—¿Qué pasa ahí? —preguntó ella cuando Gage no se ofreció a darle un recorrido. Gage se detuvo, con la mano en el picaporte. —Algunos son de almacenamiento, pero la mayor parte es espacio de cuarteles. —¿Espacio de cuarteles? —Sí. Ya sabes, duchas, una cocina pequeña, y algunos dormitorios. En caso de que tengamos que trabajar hasta tarde o necesitemos de un equipo aquí en turnos de veinticuatro horas. —Oh. —Probablemente no parecía como una habitación en el Ritz, pero tenía una urgencia repentina de verlo de todos modos. ¿Dónde se quedarían los hombres como Gage después de trabajar toda una noche? —¿Te importa si echo un vistazo? ¿Solo para que pueda tener una idea de cómo pasas tu tiempo libre? Él se encogió de hombros e hizo un gesto hacia las escaleras. —Después de ti. Mac estaba a mitad de camino por las escaleras cuando se le ocurrió que Gage podría haberle pedido ir primero para que así pudiera mirar su culo. Lanzó una rápida mirada por encima de su hombro para comprobarlo y se decepcionó al ver que ni siquiera estaba mirando. Maldita Sea. Si no podía distraerlo con sus activos femeninos, este trabajo podría llegar a ser más duro de lo que pensaba, y ya era difícil para empezar. Como él había dicho, algunos de los espacios de arriba estaban dedicados a almacenamiento, pero también había una pequeña cocina con una mesa y algunas sillas, así como una gran ducha comunitaria, y una habitación con cuatro catres que parecía como si apenas hubieran encajado bien en una base militar... o en una prisión. Incluso las mantas eran ásperas, hechas de lana de aspecto incómodo. La habitación también tenía una pared de armarios grises y Gage explicó que contenían uniformes adicionales y equipo personal.

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Bueno, una cosa era segura. Nadie podría acusar al SWAT de apropiación indebida de dinero de los impuestos para su propia comodidad. El lugar era positivamente espartano. Mac se volvió para decirle lo mismo a Gage cuando vio el montón de vendas de gasa ensangrentadas en el mostrador. Gage debió haber visto la dirección de su mirada, porque a toda prisa las barrió hacia un bote de basura con su brazo. —Uno de los hombres salió herido durante el rescate de los rehenes — explicó él. Martínez. Ella casi lo había olvidado. —¿Está bien? —Sí, está bien. Fue solo un pequeño rasguño. Uno de nuestros médicos le vendó. Mac no era una experta en rasguños, pero eso sin duda había parecido un infierno de un montón de sangre para un rasguño. Deseó poder deslizar uno de esos sangrientos vendajes para poder conseguir probarlo, pero no había ninguna manera de hacerlo con Gage allí de pie. Tendría que esperar hasta que pusieran la basura en la acera para recogerla, e indagar a través de esta. Hasta entonces, las vendas ensangrentadas eran solo una pepita más de información para ser analizada más tarde. Mientras caminaban por la zona de habitaciones, miró las camas incómodas de nuevo, luego miró a Gage. —¿Pasas mucho tiempo aquí? Él le dio una sonrisa irónica bajando las escaleras. —Por desgracia. No estaba bromeando cuando dije que tenemos que hacer un montón de papeleo. Me quedo aquí dos o tres noches a la semana, solo tratando de mantenerme al día con eso. Ja. Supongo que eso respondía a la pregunta de si tenía novia. Ella ya sabía por su expediente personal que no estaba casado, pero con horas de trabajo como las suyas era seguro asumir que no estaba saliendo con nadie, al menos no con regularidad.

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Se toparon con Diego Martínez a su salida del edificio. Él estaba llevando lo que parecía un baúl en su hombro. La cosa tenía que pesar casi setenta y cinco libra fácil, pero la sostenía como si no fuera nada. Tal vez su lesión no había sido tan mala como parecía, o la droga diseñada que podría estar tomando lo hacía impermeable al dolor, así como súper fuerte. Mientras Gage hizo las presentaciones, ella buscó señales de que Martínez estaba drogado, pero sus ojos no estaban dilatados, sus manos no estaban temblando, y su piel no estaba fría y húmeda. Si estaba tomando drogas, eran del tipo que no tiene efectos secundarios visibles. Ella señaló a una serie de edificios mientras cruzaban la parte posterior del complejo. —¿Qué son esos? Gage siguió su mirada. —Utilizamos esos para simular diferentes escenarios tácticos. Podemos practicar escalada, rapel, pasar a través de ventanas, puertas recortadas, entradas explosivas, más o menos cualquier cosa que queramos. Mientras se acercaban, Mac se dio cuenta de que lo que había pensado que eran edificios, eran en realidad fachadas, como algo de una película de Hollywood. Gage le dio un recorrido, describiendo el tipo de cosas para lo que el equipo las utilizaba, en más detalle. A pesar de que se decía a sí misma que estaba allí solo para buscar pruebas de algún delito, no podía evitar sentirse fascinada por el entrenamiento que él y sus hombres hacían. Casi deseaba que estuviera escribiendo un artículo ligero sobre ellos. Se encontró parada mucho más cerca de Gage de lo necesario, también. Y no tenía nada que ver con ella tratando de engañarlo. Podía ser periodista, pero era mujer, también. Y no podía negar que estaba de plano atraída por Gage. Diablos, no estaba segura de que hubiera muchas mujeres en el mundo que no se sintieran atraídas por el hombre. Sabía que debía luchar contra eso, pero no lo hizo. En cambio, puso su misión encubierta en espera y se dio permiso para divertirse. Él era una de esas raras personas que podían hablar de cualquier cosa que ella sacara, incluyendo la política local y nacional. Se quedó sin habla de que supiera los nombres y las agendas de cada movimiento político y agitador no

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solo en Texas, sino a nivel nacional y en México, también. En poco tiempo, estaban hablando de temas que nada tenían que ver con el SWAT, la policía, o incluso el periodismo. Y ella estaba disfrutando como el infierno de esto. Mac ni siquiera se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que notó que habían recorrido por lo menos una docena de edificios de entrenamiento, una carrera de obstáculos, una torre de escalada que era demasiado alta en su opinión, dos campos de tiro y una cancha de voleibol de playa entre todas las cosas. La siguiente cosa que supo, es que habían hecho todo un circuito de los campos de entrenamiento del SWAT y se dirigían hacia el edificio de administración. Pero en lugar de llevarla allí, Gage la llevó a un edificio de una sola planta sin ventanas. ¿Más espacio de almacenamiento, tal vez? —La última parada de la gira. Pensé que podrías desear echar un vistazo a nuestro arsenal. —Gage le dirigió una sonrisa—. Sin ánimo de ofender, pero por mi experiencia los reporteros parecen tener una fascinación enfermiza con las armas que el SWAT utiliza, por alguna razón. Ella le sonrió. —No estoy ofendida, ya que soy periodista, no reportera. —¿Cuál es la diferencia? —Unos treinta mil al año. Él se rió entre dientes, pero no dijo nada cuando abrió la puerta para ella. El edificio era un alivio bienvenido de las temperaturas abrasadoras exteriores, y Mac empujó sus gafas de sol sobre su cabeza. Un oficial de policía, detrás del mostrador que bloqueaba su entrada a la mitad trasera del edificio, levantó la vista cuando entraron. —Este es el cabo mayor Trevor McCall —dijo Gage—. Más allá de sus deberes normales de SWAT, es también nuestro armero mayor. Mantiene y repara todas nuestras armas, modificándolas cuando sea necesario. McCall, te presento a Mackenzie Stone. Ella estrechó la mano con el oficial, maravillándose de que aquí hubiera otro chico caliente y musculoso. No se dio cuenta de que incluso era estadísticamente posible que muchos hombres atractivos estuvieran en un solo lugar. Esto tenía que ser un record o algo.

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—Vamos atrás y te daré el gran recorrido —dijo McCall. Gage esperó a que ella caminara alrededor del mostrador, luego la siguió. En realidad había dos puertas entre ellos y la habitación donde las armas eran mantenidas, la primera estaba hecha de un material de alambre mientras que la otra era una puerta de metal sólido. Grandes cajas fuertes y armarios se alineaban en cada pared, junto con varios estantes con recipientes de almacenamiento. Los hombres la llevaron alrededor de la habitación, sacando armas y explicando lo que eran, cómo funcionaban, y para qué las usaba el equipo del SWAT. Mac había visto un buen número de armas, desde las pistolas de los pandilleros en Dallas, llegando a los rifles de asalto y ametralladoras que utilizaban los carteles de narcotraficantes, pero no era experta y rápidamente se perdió en todos los detalles mientras Gage y McCall explicaban las diferencias entre esa carabina y ese rifle. Apenas podía reconocer la diferencia. Luego le mostraron todas las pistolas que almacenaban en las diversas cajas fuertes y realmente la confundió. Todos los números comenzaron a girar alrededor de su cabeza como abejas: .380, .40, .357, .38, 9 mm, 10 mm, y esos eran solo los que cogió al pasar. —Espera —dijo ella, levantando su mano—. ¿Por qué necesitáis tantos tamaños diferentes de armas? ¿Sois acaparadores o algo así? Los dos hombres se echaron a reír. —Sabes, podrías tener razón —estuvo de acuerdo McCall—. Hemos recogido la mayoría en los últimos años, pero casi nunca las disparamos. —La mayoría de nosotros usamos Sig calibre 9 mms o .40 para nuestra arma principal y la de respaldo, pero siempre he pensado que era una buena idea estar tan familiarizado como fuera posible con el mayor número de armas diferentes como podamos —añadió Gage—. Nunca sabes cuando esto puede venirte bien. Le mostraron un par de sus favoritas, dejándola sostenerlas para que pudiera sentir su peso y balance. Gage la miró con curiosidad. —¿Tienes mucha experiencia disparando un arma de fuego?

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Ella negó con la cabeza. —En realidad no. Solo he disparado un arma una vez. Mi padre me dejó disparar su pistola cuando tenía doce años. —Señaló al grande y pesado revólver que había estado sosteniendo—. Era casi del mismo tamaño que esta. Me asusté como el infierno y la dejé caer. Esa fue la última vez que él me dejó intentarlo. Gage frunció el ceño. —Un arma de ese tamaño no está hecha para alguien con manos pequeñas, y mucho menos para un niño. Ella no podía discutir con eso. Mientras que amaba a su padre, él no era el maestro más paciente del mundo, lo que era irónico considerando que era como se ganaba la vida. Si sabía cómo hacer algo, solo asumía que todos los demás debían ser lo suficientemente inteligentes para saber cómo hacerlo, también. Por suerte, enseñaba literatura inglesa y no una clase de armas. —Sabes —dijo Gage, sus ojos oscuros se ablandaron—, si quieres intentarlo de nuevo, podría mostrarte cómo disparar un arma con la que estarías más cómoda. Mac sonrió. —Eso suena divertido. Gage le sonrió de vuelta, y ella se dio cuenta que después de un rato estaba solo allí de pie con una sonrisa tonta en su cara. Colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, mirando a otro lado. Y atrapó a McCall mirándolos expectante. —Eso suena divertido. —Le tomó un segundo recordar de lo que habían estado hablando. Eso es correcto. Tiro al blanco—. Podemos sacar a todos los chicos de ahí, será una explosión. Gage le frunció el ceño, pero no dijo nada. Mac vagó alrededor mientras Gage y McCall quitaban las armas que habían sacado. Fue entonces cuando vio los envases de plástico duro apilados en estantes en el interior de un fuerte compartimiento de almacenaje enrejado. Ella le sonrió a Gage por encima del hombro.

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—¿Tenéis más armas ahí dentro? ¿Qué, os quedasteis sin armarios y cajas fuertes para guardarlas? Gage la miró mientras cerraba una de las cajas fuertes. —Esas son nuestras gafas de visión nocturna. El sentido arácnido de Mac comenzó inmediatamente a hormiguear. —¿Como las que los chicos utilizaron durante el rescate de rehenes de hoy? Suenan genial. ¿Puedo verlas? —Claro. Gage tomó el juego de llaves que McCall extendió, luego abrió la puerta. Agarró la primera caja que tenía a mano y la abrió, pero no antes de ver el nombre del oficial del SWAT a quien pertenecían las gafa, Mike Taylor. El mismo Mike Taylor que supuestamente las había usado esa mañana. Pero por la capa de polvo en la parte superior de la caja, no había sido abierta por un tiempo, y mucho menos más temprano hoy. —Habría pensado que dejarías estas en tu camión de respuesta —dijo ella mientras él le entregaba las gafas. Gage no respondió de inmediato. En su experiencia, eso por lo general significaba que lo que fuera que una persona dijera después de eso sería una mentira. —Son caras —dijo—. Así que las mantenemos encerradas aquí en la jaula entre incidentes. Ajá. —Estas son gafas de visión nocturna PVS, 14, grado militar —dijo Gage—. Cuestan unos cuatro mil dólares cada una, pero valen la pena cada centavo. Ella solo escuchaba a medias mientras él le explicaba cómo usar las gafas y encenderlas. Sobre todo porque se centró en tratar de imaginar qué hacer con esta nueva pieza de información. Obviamente, no habían usado las gafas de visión nocturna, como Gage las llamaba, en el rescate de rehenes de esa mañana. Pero ¿por qué no?

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¿Porque la droga que estaban tomando les permitía ver tan bien en la oscuridad que no necesitaban las gafas de visión nocturna? Pero eso era demasiado estúpido para ponerlo en palabras. —Cuando vengas al tiro al blanco, puedes probar un par de estas, también — dijo Gage mientras ponía las gafas en el estuche. Ella asintió. —Suena como un plan. Eso podría haber salido un poco más entusiasta, pero todavía estaba tratando de envolver su mente alrededor de por qué un equipo del SWAT dejaría una pieza fundamental del equipo detrás cuando salía a una llamada. Tal vez se habían olvidado de traerlas. Si era así, Gage y sus hombres no estaban dañados, simplemente eran estúpidos. Y eso no explicaba por qué habían sido capaces de ver en un edificio completamente a oscuras. Mac le dio a McCall un saludo mientras salían. Maldita sea, el sol ya estaba comenzando a ponerse. Miró su reloj y vio que ella y Gage habían estado caminando alrededor durante casi cuatro horas. Y mientras sin duda lo había disfrutado, tal vez mucho más de lo que debería hacerlo, no había conseguido nada sólido para seguir adelante. Había estado tan distraída por su encanto, camiseta apretada, y sorprendente buena apariencia, que apenas le había hecho algunas de las preguntas que había planeado. El comandante del SWAT la había manejado con facilidad, guiando la conversación y manteniéndola fuera de su juego durante la mayor parte de la tarde. La única cosa que podía decir con seguridad era que mientras no tenía ni idea de cómo estaban conectados todos los extraños fragmentos de información que había recogido, estaba aún más segura de que había una historia aquí. Pero, ¿cómo iba a poner sus manos sobre esto? Su día con Gage y su equipo del SWAT estaba a punto de llegar a su fin, y no estaba segura de si una nueva visita estaba en los planes, independientemente de la invitación informal para hacer un poco de tiro al blanco. —Espero no aburrirte demasiado —dijo Gage cuando llegaron a la puerta—. No podía dejar de notar que no estabas interesada en lo que estaba diciendo acerca de las gafas de visión nocturna. No es que te culpe, es una cosa bastante aburrida.

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Mac sintió su cara acalorarse. No se había dado cuenta de que él la había visto distraída. —No estaba aburrida. Estaba un poco distraída, eso es todo. —Distraída, ¿eh? —Su sonrisa era tan conocedora que por un momento pensó que él estaba sobre su pista—. ¿Por qué es eso? Maldita sea, él estaba haciendo esto casi demasiado fácil. —Bueno... —Ella le dio una mirada tímida—. Estaba pensando en el hecho de que en cierto modo te mentí un poquito antes. —¿Mentir acerca de qué? A pesar de la forma en que él cruzó los brazos sobre su pecho para mostrar esos excepcionales bíceps y pectorales suyos, no parecía enojado. O incluso algo molesto. —Estar aquí para una historia en profundidad sobre un día en la vida de un oficial del SWAT —dijo ella lentamente. Sus ojos se estrecharon. —¿Entonces por qué estás aquí? Ahora venía la parte realmente difícil. Alejarse demasiado de la verdad podría meterla en problemas, pero no podía ser demasiado honesta, tampoco. Por lo general, eso no le molestaba si eso significaba conseguir una historia. Pero en este caso, si le importaba. Mac ignoró su conciencia culpable, y siguió adelante. —Mi editor me envió para confirmar un rumor que había oído acerca del equipo del SWAT. —¿Qué rumor es ese? Ella sintió otra punzada de remordimiento y de inmediato la aplastó. Esta parte no era realmente una mentira, no completamente de todos modos. —Que tu equipo está usando drogas para mejorar el rendimiento. Gage no dijo nada. En cambio, la miró con esos hermosos ojos oscuros suyos. Mierda. ¿Y si había pisado un poco demasiado cerca de la verdad?

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Pero entonces él sonrió con esa sonrisa hermosa. —¿Ya que me estás diciendo esto, asumo que no lo crees? Ella se movió un poco más cerca, dejando que su brazo rozara contra el suyo. El breve contacto hizo que su cuerpo hormigueara todo el camino hasta sus pies, y ella rápidamente dio un paso atrás. Se suponía que él iba a ser el que se pusiera nervioso, no ella. —Por supuesto que no —dijo ella cuando por fin encontró su voz—. Pero mi jefe necesitará más que aceptar mis creencias. Sobre todo porque solo he pasado unas horas contigo. Él consideró eso. —Puedo ver cómo podría ser un problema. ¿Alguna idea de cómo puedes convencerlo de que los rumores son infundados? Ella le dirigió una rápida mirada desde debajo de sus pestañas para ver si él había atrapado su juego, pero su rostro no cedió nada. —Pensé que podría quedarme alrededor del complejo durante unos días, tal vez ver al equipo SWAT entrenar... —Entonces, ¿tu editor estaría más que dispuesto a creerte cuando le dijeras que revisaste a fondo todo y concluiste que ninguno de nosotros está usando drogas para mejorar el rendimiento? —Gage terminó por ella. Ella sonrió. —Exactamente. Gage no le devolvió la sonrisa. —Ojalá pudiera decir bien a algo así, pero el departamento tiene políticas en contra de darle a un periodista acceso completo a la unidad. Maldita Sea. —¿No hay nada que podamos hacer para evitar esa política? Él lo pensó un momento.

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—Supongo que podría decirle al departamento que habíamos estado planeando esta historia durante un tiempo y que estoy bien contigo que estés aquí con nosotros mientras lo escribes. —¿Harías eso por mí? —Claro —dijo—. Creo que debemos pasar un poco más de tiempo hablando de lo que tienes en mente para tu historia antes de que este de acuerdo, sin embargo. Digo, ¿durante la cena de esta noche? Si estás libre. Está bien, no había esperado eso. No es que le importara salir con el guapo comandante del SWAT. De hecho, debería haber pensado en eso ella misma. ¿Qué mejor manera de conseguir que Gage se abriera que una cena íntima para dos? Mac sonrió. —Como de hecho, lo estoy. *** Gage escuchó a dos hombres venir por detrás de él mientras observaba a Mackenzie Stone caminar de regreso a su coche. No tenía que darse la vuelta para saber que eran Mike y Xander. Y no tenía que mirarlos para recoger su desaprobación. —Sabes que estaba jugando contigo todo el tiempo, ¿verdad? —dijo Xander—. No está aquí porque cree que estamos tomando esteroides. Su corazón estaba latiendo demasiado rápido cuando lo dijo. Estaba mintiendo. Gage no respondió. En su lugar, observó a Mackenzie agacharse para mover algo alrededor del asiento trasero del coche. Maldición, tenía un culo increíble. Él podía estar allí parado y contemplarlo todo el día. Cuando ella se enderezó y cerró la puerta de atrás, admitió que su trasero no era su único activo increíble, era una supermodelo hermosa con largo y brillante pelo, curvas en todos los lugares correctos, y una sonrisa matadora que podría hacer que un hombre hiciera cosas estúpidas. Iba a tener que ser extra cuidadoso a su alrededor. Mackenzie podría no parecerlo, pero era peligrosa. Y no era solo porque Xander había tenido razón sobre ella mintiéndole. Arrastró lejos la imagen de la perfección femenina al otro lado de la cerca, y se volvió para mirar a Xander.

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—¿Cómo te fue con Asuntos Internos? Él podría haber estado ocupado con Mackenzie todo el día, pero eso no quería decir que había olvidado que su primer líder de escuadrón estaba en el centro sometido a un duro interrogatorio, o que Xander no había regresado hasta hacía treinta minutos. Mientras Gage estaba preocupado porque una periodista como Mackenzie Stone descubriera que todo el equipo del SWAT estaba compuesto de hombres lobo, Asuntos Internos era la amenaza más grande. Tenían detalles sobre cada arresto y allanamiento que habían hecho. Si alguien iba a conectar los puntos, sería Asuntos Internos. —Salió bien —dijo Xander—. Solo me pidieron que repasara mi historia una y otra vez. Por lo general, eso habría querido decir que estaban buscando cogerme en una mentira, pero no actuaban como si hiciera algo mal o dijera cualquier cosa que me hiciera pensar que estaban sospechando de algo. —Háblale sobre el abogado —dijo Mike. Gage frunció el ceño. —¿Tenían un abogado allí? —Sí. Eso fue sin duda raro —dijo Xander—. Tenían a un abogado de la ciudad allí escuchando todo lo que dije. Incluso pidió una aclaración un par de veces. Asuntos Internos no dijo que podía irme hasta que él dio el visto bueno. A Gage no le gustaba el sonido de eso. —¿Asuntos Internos no dijo por qué estaba él allí? Xander negó con la cabeza. —Ni una palabra. Pero ya que no dijeron nada que me hiciera pensar que estoy en problemas, no me voy a preocupar al respecto. Estoy malditamente preocupado por esa reportera, sin embargo. —Sé que estaba mintiendo. Pero esperaba eso. —No significaba que a Gage le gustara, sin embargo—. Ya sea que mintiera o no, no cambia nada. Mantendré un ojo sobre ella, y me aseguraré de que no descubra nada que pueda causar problemas.

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El rostro de Mike parecía escéptico. —¿Crees honestamente que puedes mantener su espionaje bajo control? Ella parece un montón de problemas, si me preguntas. Subestimación allí. —Creo que sí. —¿Crees que sí? —repitió Xander—. No es exactamente la respuesta segura que estaba buscando. —La confianza puede ser algo malo cuando estás tratando con una mujer como Mackenzie Stone —dijo Gage—. Ella no es solo inteligente, es persistente. Y tiene mejores instintos que cualquier persona que he conocido. Puede que no tenga ni idea de que somos hombres lobo, pero sabe que hay algo que está pasando. Mike frunció el ceño. —¿Qué te hace decir eso? —Debido a que su corazón se aceleró como un loco cuando estaba mirando las gafas de visión nocturna en la armería. —¿Las gafas de visión nocturna? —Mike parecía tan confundido como Gage se sentía—. ¿Por qué se preocuparía por eso? Gage se encogió de hombros. —No lo sé. Pero es parte de la razón por la que la invité a salir a cenar. Tengo que averiguar lo que sabe, o cree saber. Y para hacer eso, tengo que llevarla a algún lugar donde se relajará y bajará más la guardia. Tengo que conseguir la ventaja en esta situación, y rápido. —Ajá. —Esa sonrisa conocedora de antes estaba de vuelta en la cara de Mike—. ¿Y cual es la otra parte? —¿Otra parte? —Sí. Tú dijiste que averiguar lo que ella sabe era solo parte de la razón por la que la invitaste a salir a cenar. ¿Alguna posibilidad de que la otra parte pudiera tener algo que ver con la intensidad con que estabas mirando el culo muy elegante de la Srta. Stone?

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Gage abrió la boca para negarlo, pero sería inútil. Los hombres lobo sabían cuando uno de los suyos encontraba a una mujer atractiva. Podían sentirlo como sentían todo lo demás. Mike lo había captado en el momento en que había visto a Gage y Mackenzie juntos. —De acuerdo, admito que Mackenzie es atractiva. Y eso podría tener algo que ver con invitarla a salir a cenar —añadió cuando Mike levantó una ceja—. ¿Qué? ¿No crees que pueda pasar un buen rato con ella y todavía cuidar de la manada? —Nos gustaría pensar que puedes, pero tendríamos que estar ciegos para no ver el efecto que ella tiene sobre ti —dijo Xander. Gage apretó la mandíbula. —¿Qué demonios se supone que significa eso? Xander miró a Mike para pedir ayuda, pero él solo se encogió de hombros. —Quiero decir que parece que ella podría ser La Única para ti, eso es todo. La Única, con L y U mayúscula. Gage resopló. —Sabes que no creo en esa mierda. Mackenzie huele genial. Eso no quiere decir que tenga cierta capacidad psíquica para controlar mi mente. —Tal vez no —estuvo de acuerdo Mike con una risa—. Pero eso no significa que ella no pueda controlar al resto. —Es curioso. —Gage se rió entre dientes—. Tal vez tú consigas una erección cada vez que estés alrededor de una mujer que se muestra más de una vez a la semana, pero mis estándares son un poco más altos. Fue el turno de Mike de resoplar. —¿Quieres decir con un rostro hermoso, pelo largo y sedoso, un culo impresionante, y las piernas hasta allí? Porque no pude dejar de notar que la señorita Stone tiene eso, también. Gage gruñó y dio un paso hacia Mike antes de que él se diera cuenta de lo que estaba haciendo. Solo la idea de que su jefe de escuadrón había estado revisando el culo a Mackenzie le molestaba mucho más de lo que debería. Afortunadamente, Xander se acercó rápidamente entre ellos.

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—Mira, Gage, no estamos diciendo que haya nada malo con ella siendo La Única, si eso es lo que es —dijo Xander—. El problema es que ella es una periodista que no perdería ni un segundo en contárselo a todo el mundo, si descubre nuestro secreto. Toda la idea era ridícula. Pero Xander no había sido un hombre lobo tanto tiempo como él y Mike. Todavía era lo suficientemente joven como para creer la leyenda urbana de que cada hombre lobo tenía una sola compañera por ahí, y que una vez que la encontraba, todo estaría bien en el mundo. Eso era una mierda inventada por algunos hombres lobos jóvenes desesperados, como una forma de hacerlos sentirse mejor acerca del hecho de que nunca podrían hacer que las cosas funcionaran con una mujer humana. —Ella no es La Única. —Gage se obligó a no sonar demasiado amargo. Por lo que sabía, Xander era uno de esos hombres lobo que esperaban y oraban porque la leyenda fuera cierta—. E incluso si lo fuera, no importaría. Proteger a la manada es mi primera prioridad. —¿Incluso si ella tropieza con nuestro secreto? —preguntó Mike. Esa era una pregunta que Gage no sabía cómo responder. Cuando él había convencido a Mike, a Xander, y a los otros a venir a Dallas y unirse a un equipo en el que no tendrían que ocultar sus identidades los unos de los otros, se comprometió a mantener su secreto. Y durante ocho años, había sido fiel a su palabra. En el minuto en que ellos pensaran que no podía, se irían. No podía dejar que eso sucediera, no después de todo por lo que había estado pasando para llevarlos a donde estaban ahora. —Ella no lo hará —dijo él finalmente. —¿Pero y si lo hace? —insistió Xander. Gage encontró la mirada de su líder de escuadrón. —Entonces haré lo que sea que tenga que hacer para proteger a la manada.

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Capitulo 4 Mac aún estaba mareada cuando caminó fuera del ascensor y zigzagueó su camino a través de las salas de prensa hacia su escritorio. Hoy había ido mejor de lo que podía imaginar. No solo había aprendido lo suficiente para saber que definitivamente había algo sospechoso pasando en el complejo del SWAT, sino que también estaba bastante segura que Gage Dixon estaba atraído hacia ella. Incluso si él supuestamente estaba enfocado en su investigación, eso la emocionaba como el infierno. Si tenía suerte, podría ser capaz de conseguir su historia y aún permanecer en el lado bueno de Gage. Cierto. Como si Gage fuera a olvidar que ella había expuesto a quien fuera que estuviera usando drogas y consiguiera que les suspendieran... o peor. Pero una chica podía soñar. Al menos por esta noche. Se sentó en su escritorio y agarró una bolsa a medio comer de patatas que había reservado en su cajón superior el día anterior. No se había dado cuenta que estaba hambrienta hasta que había dejado el complejo. Absolutamente no había ninguna manera de que pudiera hacer la cena sin comer. No había conseguido más que un puñado de patatas saladas, pero supuestamente saludables en su boca cuando Zak caminó tranquilamente. —Hey, estás de vuelta. —Él se colgó sobre una esquina de su escritorio—. Ted quiere hablar contigo. Mac asintió y empujó otro puñado de patatas en su boca. —Así que, ¿cómo van las cosas con el SWAT? —preguntó Zak, completamente ignorando el hecho de que ella estaba ocupada con la boca llena. Ella consiguió suficiente para responder.

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—Fueron geniales. Quiero decir, no he aprendido nada definitivo aún, pero descubrí suficiente para seguramente despertar mi curiosidad, eso seguro. La boca de Zak se levantó. —¿Estás hablando sobre la historia, cierto? —Muy divertido. Sí, estaba hablando sobre la historia. ¿Qué demonios creías que quería decir? Él alcanzó la bolsa para robar algunas de sus patatas. —Bueno, sé que tienes una cosa por los hombres musculosos en uniforme. Mac le dio una mirada indignada. —¡No lo tengo! —Cierto. —Él bufó—. ¿Así que, qué aprendiste? Mac le habló sobre las vendas ensangrentadas y sus sospechas sobre las gafas de visión nocturna. Dejó fuera la parte sobre tener una cita con el comandante del SWAT. Zak era su mejor amigo en el mundo y el hermano mayor que nunca había tenido, pero no era estúpido. —Vale —dijo él cuando agarró algunas patatas más—. ¿Qué no me estás diciendo? Ella reprimió la urgencia de gruñir. Él debería haber sido el periodista en lugar del fotógrafo con esa nariz suya. Podía oler una mentira a una milla de distancia. Pero si le hablaba sobre tener una cena con Gage, solo lo desaprobaría. No por flirtear con Gage para conseguir la historia. Ella había hecho eso antes. Él nunca tendría un asunto con ella por estar atraída hacia Gage. Eso había ocurrido un vez o dos también. La cosa que molestaría a Zak era la loca idea suya de que podía tener su pastel y comerlo, también. —No puedes trabajar a ambos lados de la valla —le había dicho él más de una vez—. Averigua lo que quieras y ve tras ello, pero no seas codiciosa. Si lo haces, terminarás herida. O dañarás a alguien al que te termine importando. Incluso si ella pensaba que él estaba siendo melodramático, siempre había retrocedido. No por ir tras una historia que quería, sino por involucrarse con quien fuera a quien estuviera investigando. La historia era siempre más

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importante. Pero esta vez era diferente. No podía olvidar esa loca reacción que había tenido cuando su brazo había rozado el de Gage. Ella metió otra patata en su boca. —Nada. Esto es toda la enchilada. Zak la consideró dudosamente. —Seguro, lo que digas, Mac. Pero prométeme que tendrás cuidado. Si tienes razón y esos tipos del SWAT son criminales, necesitas tener cuidado. Hay mucha gente asustada en esta ciudad quién se mea en sus botas por la idea de que el SWAT del DPD venga a través de su puerta delantera. No olvides eso. —No lo haré —prometió ella—. Ahora, deja de preocuparte. Voy a ver a Ted. No te comas todas mis patatas mientras no estoy. Ted Simms había sido su editor desde que había comenzado a trabajar en el periódico. Un gran hombre con una seria vibración y más premios de los que Mac podía nombrar, Ted podía ser un osito de peluche un minuto y al siguiente ser un oso pardo, pero no quería trabajar para nadie más. Él levantó la mirada de su ordenador cuando ella entró, sus cejas espesas se juntaron sobre sus gafas de leer. —¿Dónde demonios has estado todo el día? Ella se dejó caer en una de las sillas delante de su escritorio. —Le dije a Zak que te dijera que estaría fuera en el complejo del SWAT. —¿Durante cinco horas? —Cuatro, actualmente. —Pero ¿quién estaba contando?—. Conseguí una visita turística. Y comenzando mañana, me han dado pase libre para pasar los siguiente días con ellos. —Ella sonrió—. Nadie ha conseguido este tipo de acceso, Ted. ¡Nadie! Ella no esperaba que su editor levantara el puño en señal de victoria hacia ella o algo, pero parecía como si se acabara de comer algo que no le agradaba. Se quitó sus gafas y las dejó en el escritorio.

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—No creo que sea una buena idea que pases tanto tiempo con esos tipos del SWAT, Mac. ¿Qué demonios? Acababa de decirle que consiguió una entrada en la línea de cincuenta yardas del partido más grande en la ciudad, y ahora ¿él no quería que fuera? —Ted, sé que crees que esos tipos del SWAT están muy limpios, pero te estoy diciendo que esconden algo —dijo ella—. Prometo que no imprimiré una palabra a menos que valga un Pulitzer. Si resulta ser un simple caso de policías en su función, dejaré todo. Su editor suspiró. —¿Sabes quién fue asesinado durante el asalto del SWAT esta mañana? El repentino cambio de marcha la atrapó con la guardia baja. —¿Qué? No, no sé quién era. Y esto podría sonar horrible, pero vi el vídeo de cómo el tipo estaba actuando... golpeando a las mujeres de alrededor y ondeando su pistola por todas partes, así que no tengo ningún problema con que esté muerto. El equipo del SWAT podría haber tramado algo, pero hicieron a Dallas un servicio por matar a ese tipo. —Ese tipo era Ryan Hardy. —¿Cómo el hijo de Walter Hardy? Ella no estaba al orden de los apellidos con muchos tipos, pero conocía a Walter —todos en Dallas le conocían. —Sí. —La boca de Ted se tensó—. Su único hijo. Así como el hijo del loco bastardo consentido. Ahora ella era la que se sentía como si se hubiera comido algo que no le agradara. —Oh, mierda. —Sí, mierda. ¿Ahora comprendes por qué necesitas permanecer lejos de esto? Mac comprendió todo. Tendría que pasar el resto de su vida tratando con algunos hombres desagradables, pero Walter Hardy tenía que estar en la cima

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del montón cuando salía un estúpido. Drogas, coches robados, prostitutas, esclavas sexuales, armas, asesinato —si había una manera ilegal para hacer dinero y herir a la gente en el proceso, Hardy estaba involucrado. Y en casi cuarenta años en el negocio en ambos lados de la frontera, nadie se había acercado a probar nada. Él nunca había sido llevado para un interrogatorio, mucho menos arrestado. Parte de eso era porque el hombre era más inteligente que los criminales medios. Fue educado en Oxford y tenía múltiples grados junto con una tonelada de calles. Encima de eso, era rico más allá de la creencia. Y en una ciudad de hombres muy ricos, eso era decir mucho. Era propietario de más fincas y barcos mercantiles de los que alguien podía contar, sin mencionar que se sentaba en la junta de una docena de compañías importantes. Decir que era poderoso y que estaba conectado era ponerlo suavemente. Definitivamente era un hombre a la que la gente no quería enfadar. —El rumor dice que cree que los federales, el estado, y los gobiernos locales conspiraron para matar a su hijo porque no podían conseguirle a él. Está omitiendo el hecho de que su hijo irrumpió en un banco, disparó a varios policías, luego tomó a todos esos rehenes, todo en el video. —Ted sacudió su cabeza—. Pero los hechos nunca salen igual para gente como Hardy. No, no lo hacían. —Vale, así que Hardy cree que el gobierno está fuera para conseguirle. ¿Qué tiene que ver algo de esto con la investigación del SWAT? —Porque mientras Hardy no pueda ser capaz de ir detrás supuestamente de algunos oficiales del gobierno quiénes dieron las órdenes para matar a su hijo, puede ir tras la gente quién apretó el gatillo. Hará que alguien lo pague, Mac, y ese alguien es el SWAT. Su editor tenía una buena razón para estar preocupado, pero tan sensible como era mantener su distancia de todas las cosas del SWAT por el momento, ella no podía hacerlo. No era que estuviera loca o fuera imprudente. Simplemente conocía una buena historia cuando la veía. Y esta historia se había puesto mejor. Ted debió haber averiguado eso también, porque suspiró.

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—No voy a ser capaz de detenerte, ¿verdad? Entonces al menos prométeme que tendrás cuidado. —Lo haré —dijo ella. Cuando él levantó una ceja, ella añadió—: lo prometo. *** Gage llamó a su puerta exactamente a la hora. Sin sorpresa ahí. Él probablemente llegó a su edificio de apartamentos diez minutos antes solo para poder conducir alrededor y memorizar el plano del vecindario. Mac le dio a su reflejo una mirada más en el espejo de cuerpo entero en su dormitorio, preguntándose casi la décima vez si debería haber llevado puestos los vaqueros en lugar del pequeño vestido negro que tenía. Pero de alguna manera entre el cuarto y quinto cambio de ropa, había admitido para sí misma que esta cita era más que un simple medio para conseguir un fin. Le gustaba pasar el rato con Gage. Eso no era tan malo, ¿cierto? Por supuesto, si Gage la llevara a la pizzería local calle abajo, se arrepentiría de no llevar algo más casual. Sus preocupaciones desaparecieron cuando abrió la puerta para descubrir que el comandante del SWAT no llevaba vaqueros y camiseta, tampoco. En su lugar, llevaba un trajo que mostraba su impresionante altura y anchos hombros. Maldición, se veía bastante bien para comer. Gage la destelló una sonrisa. —Espero no llegar demasiado pronto. —Eres perfecto. —Si él fuera algo más perfecto, tendría que llevar una tarjeta de advertencia—. Deja que agarre mi bolso. Cuando ella se giró alrededor, encontró que Gage la miraba como si fuera a estar en el menú de esta noche. Si cualquier otro hombre la desnudara con sus ojos así, estaría incómoda. Pero el calor de sus ojos fundidos la hizo calentarse. —Te ves maravillosa —dijo él cuando caminaron hacia el ascensor. —Gracias. —Ella sonrió—. Me alegro haber escogido el correcto. No me di cuenta hasta que comencé a vestirme que nunca había preguntado a dónde iríamos.

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—Hice reservas en Chambre Francaise. ¿Espero que esté bien para ti? Guau. Mac estaba tan sorprendida que se balanceó un poco sobre los altos tacones cuando salió del ascensor. Chambre Francaise era uno de los restaurantes sofisticados, sin mencionar escandalosamente caro. Y lejos de la pizzería calle abajo que podrías conseguir cualquier cosa y que aún estaba en el mismo planeta. Definitivamente no era el tipo de lugar que imaginaba que Gage la llevaría. Él parecía más como un tipo de filete y patatas. Aparentemente, las apariencias podían ser engañosas. Se sentía mal por el impacto que iba a dejar en la billetera de Gage tener una cena allí. —No tenías que hacer eso —dijo ella—. Sé cuán difícil puede ser conseguir entrar en ese lugar. Gage abrió la puerta de su Dodge Charger negro y brillante para ella — ningún tipo había hecho eso por ella desde la multitud en el instituto que la había llevado al baile de promoción. Él la dio una sonrisa torcida. —Probablemente no debería decirte esto, pero la única razón por la que fui capaz de entrar en el lugar es porque ayudé al hijo del chef hace tiempo. Él me prometió una mesa para dos en cualquier momento que lo pidiera. —Ahora, eso suena como una historia en la que estaría interesada en escuchar. Pero aun así —dijo ella cuando él subió a su lado para encender el motor—, Chambre Francaise es un lugar muy bonito. Y caro. Él la miró cuando guió el coche fuera del garaje del aparcamiento y entró al tráfico de la ciudad. —Estoy seguro que será dinero bien gastado. Esa mirada encendió el calor entre ellos incluso más. —¿Tú crees? —Lo hago —dijo él—. Aunque en el interés de toda revelación, tengo que decirte que la mesa también viene con un descuento grande. Lo cual es actualmente la única manera de la que soy capaz de afrontarlo para llevarte allí. Pero como ellos dicen, es el pensamiento lo que cuenta. Ella no pudo evitar reír.

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—Realmente pasas todo el día con hombres, ¿verdad? Pequeños trozos de consejo, no dejes que una mujer sepa que la llevas a una cena con descuento. Eso arruina el gesto de alguna manera. Él rió. —Por alguna razón creía que una periodista como tú estaría obsesionada con la verdad. —Lo estoy —dijo ella—. Pero solo porque soy periodista, no significa que no aprecie un poco de caballerosidad ahora y entonces. Él la dio otra mirada ardiente. —Mantendré eso en mi mente. Cinco minutos dentro y ya estaban flirteando. A ese paso, tendría un momento difícil recordando que esto supuestamente sería una expedición de pesca. Porque hasta ahora, se sentía mucho como una cita para ella. Necesitaba dirigir la conversación de vuelta a territorio seguro, y rápido. Así que, sacó un tema seguro para enfriar las cosas —el hombre que su equipo del SWAT había matado en el almacén. —Creo por ahora que el departamento te ha dicho quién era ese tipo en el almacén, ¿huh? Si Gage fue pillado con la guardia baja por el repentino cambio de tema, no lo mostró. De hecho, su expresión no cambió del todo cuando apartó sus ojos de la carretera para comprobar el espejo retrovisor. —Actualmente, no sabía quién era hasta que llegué a casa y lo vi en las noticias. Ella se giró un poco en su asiento para poder ver su cara mejor. —¿En serio? ¿No es el hecho que un miembro de tu equipo acaba de matar al hijo del criminal más poderoso en el hemisferio norte algo que tu jefe creía que debería mencionar? —El departamento no trabaja así —dijo él—. Asuntos Internos habló con Xander y conmigo, pero su única preocupación es si fue un disparo limpio o no. Raramente nos dicen el nombre del sospechoso en un caso así. Los loqueros

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creen que lo hace demasiado personal para el oficial y puede que las sesiones con el consejero post disparo sean más duras. Huh. Considerando su imagen de núcleo fuerte, ella no había pensado que un oficial en el SWAT acudiera al consejero así. —Todo eso está bien si Xander disparó a tu tipo promedio —estuvo de acuerdo ella—. Pero este era Ryan Hardy, el hijo de una de las personas consideradas bastante malditamente aterradoras. Los rumores en la calle son que él ya está culpando a tu equipo del SWAT por asesinar a su hijo. Él se encogió de hombros. —La gente siempre suscita mierda cuando cosas como estas ocurren, pero lo superan, o no lo hacen. ¿Qué hará Hardy, adquirir un contrato sobre todo el equipo del SWAT? —Eso es exactamente lo que creo que hará. Gage no actuaba como si pensara que fuera muy probable, pero ella notó que pasó mucho tiempo comprobando sus espejos. El tráfico en Dallas era malo, pero no tan malo. Mac abrió su boca para llamarle, pero Gage preguntó cuanto tiempo había vivido en Dallas. Creyendo que era su manera sutil de no querer hablar de Hardy. Vale, no empujaría. Por ahora. —Desde la graduación de la universidad —dijo ella en respuesta a su pregunta—. Entré en el Dallas Daily Sun en verano y me encantó mucho, no podía rechazarles cuando me ofrecieron un trabajo a tiempo completo. Gage la dio una mirada ladeada. —Ser periodista está en tu sangre, creo. Ella rió. —Eso creo. Tengo que dar las gracias a mis padres. Ambos eran profesores de inglés en A&M. De acuerdo con ellos, comencé a escribir cuando tenía cuatro años y no he parado. Creo que creían que seguiría sus pasos, pero siempre quise ser periodista. ¿Qué hay de ti? ¿Originariamente eres de Dallas? —San Antonio.

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Ella habría preguntado más, pero ya habían llegado a la parte delantera del restaurante. Un aparcacoches inmediatamente llegó alrededor para tomar las llaves de Gage mientras otro abría su puerta. El resto de la conversación tendría que esperar hasta que estuvieran sentados. Había una línea de gente esperando para mesas, así que Mac estuvo sorprendida cuando el encargado les localizó. Pero mientras el chef podría haber prometido a Gage una mesa para dos en cualquier momento que él requiriera, el Chambre Francaise estaba a rebosar los siete días de la semana. Así que su mesa reservada terminó siendo muy pequeña y fuera del camino. No estaba exactamente en la cocina, pero cerca. A Mac no le importaba. El bajito y redondo chef, de alguna manera, estaba claramente avergonzado de que solo tuviera la pequeña mesa para ofrecerles. —No te preocupes por eso, Emile. —Gage se puso de pies y tomó la mano del hombre más bajito en la suya, golpeando en el espalda con la otra—. De la manera que lo veo, este es el mejor asiento en la casa. No podía pedir un lugar mejor para tener una bonita y tranquila cena, lo cual es exactamente lo que estábamos buscando. ¿Cómo está Kyle? Emile irradió como solo un orgulloso padre podía. —Lo está haciendo muy bien. Buenas notas, y más importante, está apasionado sobre lo que está aprendiendo. Una y otra vez, te lo debo. —Fue todo cosa de Kyle —insistió Gage. Emile parecía como si fuera a discutir, pero Gage presentó a Mac antes de que el hombre pudiera decir algo más. El redondo chef tomó su mano en las suyas con una sonrisa. —Es un placer conocerla, mademoiselle. —Él le dio a Gage un asentimiento de aprobación—. Al fin, trajiste a una bella mujer contigo para cenar. Estaba empezando a preocuparme que con tu trabajo, estarías solo para siempre. Mac rió. Si no lo supiera bien, habría pensado que Gage se sonrojó actualmente. —Siento decepcionarte, Emile —dijo él cuando se deslizó en la mesa reservada—. Pero esto es una cena de negocios.

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El chef sonrió. —Por mi experiencia la mejor relación empieza en el lugar de trabajo. Mírame a mí y a Fifi. —Su sonrisa se amplió—. Vale, vale. No te avergonzaré más, amigo mío. Volveré a la cocina. Disfrutad de la cena. Gage sacudió su cabeza cuando Emile desapareció a través de la puerta que guiaba a la cocina. —Lamento eso. Él puede ser un poco indignante a veces. Va junto con ser jefe chef, creo. —¿Porque creía que estábamos aquí en una cita? Yo habría pensado lo mismo en sus zapatos, así que no, no estoy avergonzada. —Ella miró alrededor. El papel de la pared brocado, los acentos dorados, y los candelabros de cristal eran incluso más elegantes de lo que recordaba—. ¿Comes aquí a menudo? Él sacudió su cabeza. —Hace casi un mes. Mayoritariamente para hacer feliz a Emile. Le preocupa que no tenga suficiente grasa en mi dieta. Mac pensó sobre como se veía Gage en sus pantalones de uniforme y en la tensa camiseta. Emile probablemente tenía razón. —Sí, podría ver porqué puede pensar eso. —Ella recogió su vaso de agua y tomó un sorbo—. Así que, ¿qué tipo de favor hiciste por él? Gage se encogió de hombros. —Su hijo Kyle se involucró en algún asunto de pandilla. Nada demasiado serio, pero el niño definitivamente se estaba dirigiendo por el mal camino. Los otros chicos en el equipo y yo le sacamos y le devolvimos sobre el camino derecho y estrecho. Una vez averiguó que estaba bien que un hombre fuera chef de pasta, decidió ir a la escuela culinaria. Realmente no hice mucho excepto darle un pequeño consejo. Ella esperó hasta que el camarero quién apareció para verter vasos de vino blanco para ambos se fue. —Algo me dice que estás restando importancia a tu parte. El chef jefe de uno de los mejores restaurantes en Dallas no ofrece una mesa reservada de por vida a alguien quién acaba de dar algún consejo a su hijo.

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Gage se encogió de hombros otra vez en esa manera auto denigrante que a Mac le estaba empezando a gustar —mucho. —Quizás un poco. Mac habría presionado más, pero su camarero situó los platos de ensalada delante suyo. Mac tenía un tomate a medio camino a su boca antes de que se diera cuenta de que no habían pedido nada. —Hey —dijo ella—. Nunca pedimos una ensalada. Gage rió. —Es culpa mía. Le dije a Emile que me sorprendiera la primera vez que viniera aquí para cenar. Desde entonces no me ha dado ningún menú. Si no te gusta, puedo pedirle que saque algo más. Ella nunca habría marcado a Gage como el tipo de hombre al que le gustan las sorpresas, pero si él podía confiar en las elecciones de Emile, supuso que ella, también. Además, no quería insultar al chef. —No. Esto está perfecto. Delicioso también, pensó ella cuando tomó un bocado. Sabía que debería estar intentando sonsacar información de él que pudiera usar en su exposición, pero ahora mismo su historia era lo más lejano de su mente. De todas formas, no era como si pudiera salir y preguntarle por qué sus hombres no llevaban sus NVGs2, por qué no había llevado a Martínez al hospital, o qué tipo de droga usaba su equipo para ayudarles a conseguir hacer su trabajo. Así que en su lugar, le preguntó por qué se había unido a los militares directamente después del instituto. Pero mientras Gage voluntariamente hablaba sobre sí mismo, ella notó que él seguía llevando la conversación de vuelta a ella. En el momento que habían terminado su sopa de cebolla francesa, probablemente él sabía más sobre su vida creciendo en el College Station como hizo. Cuando él había hablado sobre el SWAT, fue sobre los hombres quienes trabajaban para él y sus habilidades. Incluso admitió que estaba preocupado por su seguridad.

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Gafas de visión nocturna.

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—Algunas veces, me siento más como su padre que su comandante —dijo él irónicamente. Mac no pudo evitar sonreír. ¿Quién habría pensado que un tipo grande y macizo como Gage Dixon tendría un lado paternal? Una cosa más que le gustaba de él. —Definitivamente no eras ni de cerca lo bastante viejo para ser su padre —le dijo ella. —Solo escucha una conversación entre Becker y yo algunas veces —dijo él—. No hay ningún puente suspendido alrededor que pueda abarcar esa grieta de generación. Ella rió. Todas sus cenas de trabajo deberían ser así de divertidas. Normalmente se las pasaban sentada delante de su portátil con una cena llevada a casa y la televisión por compañía. No se había dado cuenta de cuán aburrido era eso hasta ahora. Definitivamente podía acostumbrarse a sentarse enfrente de la mesa de Gage cada noche. Especialmente una tan pequeña. Eso había comenzado con un toque un poco accidental cuando sus piernas se rozaron debajo de la diminuta mesa mientras comían sus ensaladas. Ambos se disculparon, pero cuando ocurrió otra vez con la sopa, luego otra vez durante el plato principal, ella comenzó a pensar que quizás no era accidental después de todo. No es que le importara. Cada vez que sus piernas cubiertas con sus pantalones se presionaban contra su pierna desnuda, un cálido hormigueo giraba a través de ella y se situaba en su vientre. Así fue cuando se dio cuenta que ella era la que estaba iniciando el contacto, no Gage. De hecho, él no se había movido después de todo. Ella se sonrojó, intentando refrenarse de jugar a los piececitos cuando empujó un trozo de pollo ligeramente empanado alrededor de la crema de salsa de vino en la que estaba bañado mientras Gage la decía por qué se había convertido en policía después de seis años atado al ejército. Ella no tuvo suficiente éxito, mayoritariamente porque no podía romper completamente el contacto con la sólida forma de su musculoso muslo. Pero era lo mejor que podía hacer dado el espacio limitado bajo la pequeña mesa.

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Aunque eso era una mentira. Ella no paró porque tocarle se sentía demasiado bien. Infiernos, no podía ni siquiera recordar la última vez que había estado en una cita. No se había dado cuenta de cuanto lo echaba de menos. Presionó su pierna más firmemente contra su muslo interior y frotó su rodilla contra la suya cuando él dirigió la conversación de vuelta a ella otra vez. Si le molestó, no tenía duda de que se lo dejaría saber. Pero Gage ni siquiera pareció notarlo. O quizás lo había notado y simplemente no quería que ella parara. —Suena como si hubieras pasado mucho tiempo en la oficina —observó Gage cuando bebió su vino—. Eso sería un infierno para tu vida social. Su primer instinto era negarlo y decirle que estaba ocupada cada noche. No porque quisiera jugar duro para conseguirlo, sino porque no quería parecer como la patética adicta al trabajo que era. Estaba pillada. No era como si él la estuviera acusando de ser una perdedora, solo ocupada. Ella terminó su pollo y dejó su cuchillo y tenedor en su plato. —Bastante. Pasé la mayoría de mi vida adulta llegando a la cima de mi profesión, y cada minuto desde entonces lo paso trabajando para permanecer ahí. No queda mucho tiempo para nada más. Gage sonrió, y ella pudo haber jurado que sintió su rodilla frotándose contra la suya. —Bueno, no es como si pueda decir que soy mucho mejor. Ya he admitido que paso un par de noches de cada semana en la oficina haciendo papeleo, así que sabes que mi vida social apesta. Ella soltó una pequeña risa. —Hacemos una bonita pareja, ¿verdad? Él la dio una de esas miradas suyas ardientes. —Sí, lo hacemos. Su pierna definitivamente se frotó mucho contra la de ella, estaba segura de eso.

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En el momento que el postre llegó, ella estaba empezando a pensar que Emile había encendido la calefacción en el restaurante. Al menos eso explicaría por qué de repente se sentía caliente por todas partes. Por supuesto, el reciente pico de temperatura también podría tener que ver con el hecho de que había dejado caer su tacón alto fuera de su pie derecho y comenzó casualmente a recorrer sus dedos arriba y abajo de la pierna inferior de Gage. Gage se reclinó cómodamente en su lado del reservado, observándola con ojos nublados todo el tiempo que ella lo hizo. Entremedias, la preguntó por pequeños chismorreos sobre su vida. Como si hubiera pensado alguna vez en hacer el salto a Nueva York o Washington, por que los periodistas hacían más dinero que los reporteros, y si le gustaba cocinar o salir. Llevar una conversación completamente normal para la primera cita con un hombre extremadamente atractivo mientras acariciar su piernas con su pie era probablemente la cosa más erótica que había hecho nunca en un marco no erótico. Que el hombre ocurría que era el foco de su investigación también lo hacía la cosa más loca que había hecho nunca. Estaba poniendo su historia y su reputación en riesgo, y no podía por su vida decir por qué. No podía evitarlo. Había algo en Gage que atraía su interior seductor. La combinación de la perfección física, la personalidad encantadora, y la vibrante masculinidad lo habían por ella. Era todo lo que podía hacer para no sentarse en su regazo y besarle como nunca. Maldición, si pudiera averiguar cómo embotellar lo que fuera que había en él que era tan atractivo, dejaría su trabajo y comenzaría una nueva línea de spray corporal para hombres —uno que actualmente funcionara, a diferencia de esos comerciales enfermizos que veía todo el tiempo. Tomó cada onza de auto control que poseía mantener su pie en esas partes de su pierna debajo de la rodilla. Por la manera en la que se reclinó era casi como si la estuviera invitando a recorrer su pie un poco más alto. Pero ella sabía que si se permitía empezar a deambular, probablemente no pararía hasta que consiguiera su entrepierna. Y eso sería totalmente ir demasiado lejos. El pensamiento solo era suficiente para hacer que todo su cuerpo temblara. Mac apartó su mirada de Gage para ver qué tipo de postres había seleccionado Emile para ellos —suflé de chocolate, por supuesto. Ella hundió la cuchara en el centro y lo saboreó. Suspirando, incapaz de evitarlo. El sonido hizo que Gage levantara la mirada de su propio postre, sus ojos oscuros casi dorados a la luz de las velas. Ella le sonrió.

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—Cuando me pediste ir a cenar contigo antes, dijiste que necesitabas llegar a conocerme mejor para que te sintieras más cómodo conmigo pasando el rato en el complejo. —Ella recorrió su pie arriba y abajo por su pierna otra vez—. ¿Funcionó? —En su mayoría —dijo él—. Solo tengo una pregunta más. Su cara se volvió tan seria que ella paró de mover su pie y lo bajó al suelo. Quizás había estado equivocada al intentar mezclar negocios con placer. ¿Y si él creía que su flirteo era un juego para conseguir que estuviera de acuerdo en dejarla pasar el rato en el complejo? Ella no flirteaba para conseguir una exclusiva, pero eso no era lo que había estado haciendo con él. Estaba seriamente atraída por Gage. —Vale —dijo ella—. ¿Cuál es tu pregunta? Él estaba en silencio, como si estuviera buscando las palabras correctas. Sus ojos eran tan intensos que casi la dejaron sin respiración. —¿Imprimirías la historia de una vida si eso significara que la gente inocente sería herida? Ella había esperado que la preguntara si estaba jugando con él para conseguir lo que quería. No había esperado una pregunta filosófica así. Pero mirando a los ojos oscuros de Gage, se dio cuenta que no había sido una pregunta filosófica sobre una historia hipotética. Él estaba preguntando si la historia que estaba planeando escribir sobre el SWAT haría daño a la gente por la que se preocupaba —sus hombres. —Nunca escribiría una historia si eso significara que la gente inocente sería herida, sin importar cuán grande fuera. Él la consideró en silencio durante tanto tiempo que pensó que no la creía. Pero entonces las esquinas de su boca se curvaron. —Entonces me considero completamente cómodo contigo al pasar el rato en el complejo. Mac casi se cayó del alivio. —¿Estás seguro que al departamento no le importará?

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—No les importará. —Él tomó un trozo del rico postre—. Siempre están intentando conseguir que haga más compromisos comunitarios. Estarán emocionados. Hasta que vean la historia en primera página. Él gesticuló con su cuchara. —Comete tu suflé antes de que se enfríe. Ella tomó otra cucharada del delicioso postre de chocolate en su boca, masticando lentamente cuando se preguntó si debería volver a jugar a los piececitos otra vez cuando sintió la mano de Gage en su rodilla. El suspiro que soltó esta vez no tenía nada que ver con cuán bien era el suflé de Emile. Pensó que seguro que el termostato sexual había sido apagado por la tarde después de lo que acababan de discutir. Claramente estaba equivocada. Mac se forzó a jugar bien mientras hablaban sobre su obsesión más reciente —las patatas pita— y la dulce mujer mayor que vivía en el apartamento al lado del suyo. Pero era casi imposible no suspirar de placer cuando Gage hizo círculos lentos y pequeños en su rodilla con su dedo. Nunca se aventuró a ir una pulgada o dos más arriba de su muslo —incluso si ella en silencio rezaba para que lo hiciera— pero aún se sentía el paraíso. El hormigueo que había sentido antes había desaparecido, reemplazado por una cálida ráfaga de calor entre sus muslos. Se mordió el labio. Maldición, realmente necesitaba salir más. Todo lo que Gage hacía era acariciar su rodilla y ella se humedecía. Si la tocaba en alguna parte más, probablemente se desmayaría. Pero estaba de acuerdo en arriesgarse. Fue en ese momento de dicha cuando Emile decidió pasarse y desearles una agradable noche. Mac se tuvo que morder la lengua para evitar decirle al hombre que ella y Gage ya estaban en una agradable parte de la noche —gracias y por favor vete. Casi gruñó cuando Gage apartó su mano de su rodilla para que pudiera sacudir la mano del hombre otra vez. Ella se levantó sobre débiles piernas para hacer lo mismo. —La cena estaba deliciosa —le dijo ella—. Me encantó cada bocado.

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—Me alegro mucho que la disfrutarais. —Emile la abrazó, poniendo su boca en su oído—. Haces feliz a Gage, Mackenzie. Y me haría muy feliz si vinieras con él la próxima vez que coma aquí. Ella rió. —Podría hacer eso. Mac miró a Gage por el rabillo del ojo para verle sonrojado debajo de su bronceado. No sabía cómo posiblemente había podido oír las palabras susurradas de Emile, pero aparentemente lo había hecho. Emile puso sus brazos musculosos alrededor de ambos cuando les acompañó hacia la puerta. —No hagas nada tonto con esta, Gage. Es especial. No hablaron mucho de camino a su apartamento, así que Mac se relajó en el asiento y usó el tiempo tranquilo en repetir la noche. Entre la fantástica comida, la conversación íntima, y los sexys piececitos de debajo de la mesa, no estaba segura de cómo podría haber sido algo mejor la noche. Bueno, eso no era exactamente verdad. Sabía exactamente cómo podría ser mejor. Y comenzaría con invitar a Gage a su apartamento. Una vez dentro, podrían hacerlo en su dormitorio, pero podrían no hacerlo. Si no lo hacían, el suelo de cualquier parte del pasillo estaría bastante bien, también. Sonrió para sí misma. Esto se estaba volviendo en la historia más inusual en la que había trabajado nunca. Y había una historia aquí —estaba segura de ello. Pero también había un hombre infernal involucrado. Uno quién la distraía y la excitaba como nadie que hubiera conocido antes. Era casi suficiente para hacerla considerar poner su historia de vuelta en el quemador. Quizás después de esta noche, podría. Cuando llegaron al edificio de su apartamento, Gage fue alrededor para abrir su puerta para ella, luego subió al ascensor para poder escoltarla a la puerta. Ella sacó su llave y la deslizó en la cerradura, luego se giró para invitarle a entrar. Pero Gage habló primero. —Tuve un tiempo alucinante esta noche. No he tenido mucha diversión en un largo tiempo.

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Ella sonrió. —Yo, tampoco. —Luego tomó una profunda respiración y saltó al profundo abismo—. La diversión no tiene que terminar aún, sabes. —Lo sé. —La caliente mirada en sus ojos casi la dejó en llamas justo allí en el pasillo. No estaba segura de que lo fueran hacer muy lejos de la entrada una vez entraran. Pero él sacudió su cabeza. —Tenemos que levantarnos temprano mañana. EF empieza a las 0630. Necesitas dormir si no tendrás los ojos totalmente rojos y estarás espesa para ello. ¿Ojos rojos y espesa? Pero Gage ya se estaba dirigiendo al ascensor. —¡Espera! —Él se giró—. ¿Qué es EF, y por qué demonios empieza tan temprano? Él apretó el botón de bajada del ascensor. —Es la abreviatura para entrenamiento físico, ejercicio. Lo hacemos tres días a la semana, y comenzamos temprano para poder terminar antes de que haga demasiado calor. Dijiste que querías vernos entrenar, ¿recuerdas? Así tendrás pruebas de que no usamos PEDs (drogas). —Pero... Mierda. Después de todo el flirteo, tocamiento, y miradas calientes a través de la mesa, había estado segura que él pasaría la noche con ella. La puerta del ascensor se abrió y él entró. —Nada de peros, Mackenzie. Te veo mañana a las 0630 horas. Las puertas se cerraron y así, su oportunidad de ver al macizo oficial del SWAT desnudo desaparecieron. Se quedó de pies allí mirando al ascensor durante un largo tiempo, segura de que Gage cambiaría de opinión. Pero no lo hizo. Suspirando, desbloqueó la puerta y entró en el apartamento. ¿Qué demonios acababa de ocurrir? Había estado encendida, y también Gage —estaba segura de ello. ¿Por qué no se había quedado?

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Porque Gage había estado jugando con ella toda la noche. La respuesta era tan obvia que casi se rió. Debería haber estado enfadada, pero no lo estaba. Estaba tan segura de que había sido la que dirigía el espectáculo esta noche, pero él había sido el que estaba a cargo todo el tiempo. Habían pasado casi toda la noche hablando de ella, mientras que ella no sabía nada de Gage o de los miembros de su equipo. Se quitó los zapatos, luego se quitó su vestido y lo colgó. Si estaba enfadada con alguien, estaba enfadada consigo misma por ceder tanta información. Gage sabía casi todo lo que había que saber de ella —dónde fue a la escuela, dónde había trabajado, quienes eran sus amigos, qué tipo de historias le gustaba perseguir. Encima de todo eso, él había averiguado su historia sobre las drogas que era una investigación prioritaria —ese era el porqué él había preguntado sobre si estaría de acuerdo en herir a gente inocente para conseguir una historia. Todo lo que él tenía que hacer era mirarla con esos ojos oscuros y ardientes suyos y le diría cualquier cosa. La peor parte era que Gage también sabía cuanto la había encendido, y eso podría usarlo contra ella. Mac terminó de cepillarse los dientes y se quitó la ropa interior. Oh maldición, sus bragas eran un completo caos. Normalmente no conseguía esta humedad ni siquiera después de un orgasmo —o dos. Gage lo había hecho con nada más que una mano en su rodilla. Intentó ignorar el latido entre sus muslos y se subió a la cama, distraídamente preguntándose si Gage podría haberla hecho venirse solo con acariciar su muslo. Gimió. Hablando de sexo seguro. Iba a tener que ser extremadamente cuidadosa a su alrededor. Alguien con su mirada, su cuerpo, su mente obviamente inteligente, y la habilidad de conducirla a la distracción sexual con solo un toque era un hombre muy peligroso.

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Capitulo 5 —¿Crees que ella se presentará? —preguntó Beker por tercera vez. Gage levantó la mirada de su email para darle al joven experto en vigilancia un frunce. —Te dije, que podría o no podría. De cualquier modo, el EF empieza en... — Miró su reloj—... diez minutos. ¿No crees que deberías conseguir que todos salgan ahí y estén listos para empezar? Becker había sido asignado a la tarea de armar y dirigir la sesión de EF de la mañana, pero mientras el hombre asentía al obvio empujón de Gage, no se movió. —Sí, probablemente. Pero me estaba preguntando ¿y si quizás ella pudiera unirse a nosotros? —¿Por qué pensarías eso? Ella no está aquí para trabajar con nosotros. Está aquí para escribir un artículo sobre nosotros. Becker asintió otra vez, aún holgazaneando contra la jamba de la puerta. —Sí, eso tiene sentido. Aun así... sería bonito si llevara pantalones de yoga. —¿Qué demonios son los pantalones de yoga? —Lo que las mujeres llevan cuando hacen yoga. Ya sabes... esos pantalones ajustados que se dilatan en la parte inferior un poco. —Becker sonrió—. Apuesto a que se vería caliente en ellos. Vale, eso era más de lo que Gage quería oír. Gruñó. —Oficial Becker, salga de aquí. Ahora.

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Becker podría haber estado fantaseando sobre el culo curvilíneo de Mackenzie en un par de pantalones de yoga, pero él aún era bastante consciente sabiendo cuándo estaba cerca de un peligro mortal. Le dio a su jefe una mirada sorprendida, luego salió corriendo por la puerta de atrás. Gage sacudió su cabeza. Algunas veces se preguntaba si el montón de tiempo que Becker pasaba jugando con la electricidad le había dañado más allá de la reparación. Luego otra vez, el tipo tenía un punto. Gage no estaba exactamente seguro de cómo se verían los pantalones de yoga, pero se figuraba que Mackenzie se vería bien en algo ajustado. Sintió que su pene inmediatamente se endurecía... otra vez. Mierda. No había dormido nada en la pasada noche a causa del empalme que Mackenzie le había dado durante la cena. Había tomado una hora en la ducha con agua helada esta mañana para finalmente conseguir que la maldita cosa descendiera. Había sido afortunado incluso de llegar a trabajar a tiempo. Y ahora, con un simple pensamiento semi sexual sobre la belleza de pelo oscuro, estaba duro otra vez. Gracias a Dios estaba llevando un par de pantalones holgados. Habría sido una maldita vergüenza hacer el EF con el equipo de otra manera. Miró a su reloj. Aún tenía unos pocos minutos antes de tener que salir. Quizás podía pensar en algo más durante un rato y conseguir que su erección se relajara. Intentó enfocarse en lo que necesitaba hacer ese día, pero eso probó ser una idea estúpida porque lo iba a pasar con Mackenzie Stone. El propósito detrás podría ser serio —asegurarse que ella no averiguaba que él y sus hombres eran hombres lobo— pero por lo que su pene se preocupaba era que él consiguiera pasar el tiempo con ese cuerpo sexy suyo. Prácticamente oyó un ruido seco cuando su dura asta presionó contra la parte inferior del escritorio. Maldición, la mujer iba a ser su muerte. Le había golpeado como un martillo cuando entró en su coche con Mackenzie la pasada noche. Ella había olido realmente bien en el compuesto anteriormente ese día, y su olor había sido incluso más delicioso cuando había abierto la puerta de su apartamento. Pero todo eso palidecía en comparación a

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lo que era estar en un espacio pequeño y cerrado con ella. El perfume que había llevado combinaba perfectamente con su olor natural para crear una fragancia tan atractiva que casi se había salido de la carretera por estar tan distraído. Y eso había sido el comienzo. Toda la cena con ella había sido una broma larga y lenta. En la manera que habían estado apretados en esa mesa reservada tan cerca, por la manera que su rodilla había rozado contra su pierna la mayoría de la noche, por la manera en la que ella se había acercado y mordisqueado su cena en esa manera lenta y sensual que tenía, por la manera que había respondido a todas sus preguntas en esa voz sexy suya. Él había estado tan encendido que no se había dado cuenta que había comenzado a acariciar su pierna hasta que el estruendoso latido de su corazón no pudo ser ignorado. Ella había tenido esa mirada distante, de ojos vidriosos de una mujer en algún serio placer. Entonces el olor de su excitación le golpeó, y casi había quedado trastornado. Gracias a Dios, Emile se había presentado en la mesa justo entonces, o no estaba seguro de lo que habría hecho. Nunca había demostrado más disciplina en su vida como hizo cuando se alejó de su invitación para entrar. Pero había necesitado conseguir algo de espacio entre ellos, conseguir colocar su cabeza otra vez, y conseguir poner su excitante lujuria bajo control. Esta era la seguridad de su manada, y lo estaba perdiendo como un caliente adolescente. Lo había hecho, pero había sido algo malditamente difícil. Incluso ahora, sentado en su escritorio intentando que su empalme descendiera en los pocos minutos que tenía antes del EF, Gage aún no tenía ni idea de qué demonios estaba pasando con su deseo sexual fuera de control. Hubo un par de veces la pasada noche mientras había estado tumbado en la cama mirando al techo en las que se preguntó si quizás Xander había tenido razón. ¿Mackenzie Stone era algún tipo de mujer perfecta cósmicamente asignada para él, genéticamente diseñada para empujarle por el borde sin nada más que su olor? En la frustrante oscuridad, había parecido más que posible. Por supuesto, una larga hora de ducha helada, mucho café, y la brillante luz del amanecer había hecho que esos pensamientos parecieran ridículos. Hasta

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que Becker había forzado la imagen de Mackenzie llevando ajustados pantalones de yoga en su cabeza. Ahora, cuando suplicaba que su erección se fuera, no estaba tan seguro. —Hey. —La voz de Mike sonaba distante incluso si estaba de pies en la puerta—. Estamos por comenzar. Stone está aquí, también. Y tiene a un tipo con ella. Gage gruñó bajo en su garganta. Bueno, finalmente había encontrado algo que haría que su pene cediera —la ira. Simples, irracionales, celos inducidos por la ira. *** —Así que, ¿por qué necesitabas que viniera contigo hoy? —preguntó Zak secamente cuando tomó las fotos en lo que solo podía ser llamado como una manera desanimada. Mac estaba demasiado distraída por los dieciséis hombres sudorosos con el pecho desnudo corriendo alrededor de los obstáculos. Mientras todos ellos parecían deliciosos, se encontró enfocándose principalmente en Gage. Dios, el hombre haría que un Dios griego se sintiera inferior. No tenía ni idea de si todo el gateo, saltos, y escaladas eran buen ejercicio, pero estaba segura como el infierno que era divertido de observar. Especialmente le gustaba la manera en la que sus músculos se tensaban y se relajaban cuando él gateaba las varias torres y cuerdas. Maldición, su movimiento ondeante era realmente sensual. Y si todos esos músculos tensos no eran suficientes para hacerla mirar como una niña en una tienda de golosinas, la increíble tinta haciendo juego que cada uno de los hombres se había tatuado en el lado izquierdo de su pecho seguro como el infierno que lo era. Ella nunca había sido de las que miraban dos veces el tatuaje de un hombre, pero el del lobo con sus largos dientes, ojos amenazadores, y el pelo del pelaje que cada uno de ellos tenía en el centro de su pectoral izquierdo era algo alucinantemente genial. Exaltados en letras con arcos sobre la parte superior de cada lobo estaba el acrónimo SWAT. El trabajo era caro y obviamente había tomado mucho tiempo. Ella no tenía ni idea de qué tenía que ver un lobo con el SWAT, pero aprobaba al cien por cien la obra de arte.

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Algo para proporcionar otra razón para mirar el pecho del hombre sexy estaba bien con ella. Zak se aclaró su garganta, interrumpiendo sus contemplaciones. Si ella no le amara como un hermano, le abofetearía ahora mismo. —Necesito fotos del equipo del SWAT entrenando —le dijo ella. —¿Así que estas fotos de hombres musculosos y sudorosos corriendo alrededor en nada excepto en un par de pantalones cortos estarán en tu artículo? Más probablemente en mi portátil personal. Ella le dio a Zak una sonrisa angelical. —Es posible. Su esfuerzo probablemente habría contado con más si hubiera sido capaz de resistir a pedirle a Zak que se asegurara de tomar muchas fotos de Gage flexionando esos maravillosos músculos suyos. —Deberían pagarme horas extraordinarias por esto —se quejó Zak, pero obedientemente tomó más fotos. Mac se apoyó contra uno de los postes de teléfono que eran parte de la pista de obstáculos. Ella y Zak habían conseguido un buen punto de ventaja para esta sesión de EF de la mañana. Gage y su equipo habían estado entrenando durante una hora y no parecía que estuvieran en ninguna parte cercana a terminar. Los músculos y fortaleza —¿qué más podía pedir una mujer? —¿Así que ahora que estamos dentro, cuál es el plan? —preguntó Zak. —Realmente no tengo ninguno —admitió Mac, otra vez alejándose de cualquier mención de una super droga—. Solo voy a jugar para oír y ver a dónde me lleva. —¿Qué quieres que haga? —preguntó Zak—. Aparte de tomar fotos, quiero decir. Él giró su cámara a modo automático para poder conseguir una serie de fotos rápidas de Gage y sus dos líderes de escuadrón saltando desde la parte superior de una alta torre. Tenía que haber al menos doce o trece pies de altura —seguro como el infierno que era demasiado alto para que ella lo saltara. Ellos golpearon

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el suelo fuerte y giraron a través del agujero lleno de tierra bajo la base de la torre. La tierra se pegó en sus sudorosas espaldas y hombros, y tomó toda su fuerza de voluntad no salir corriendo allí y sacudir a Gage. —Mira si puedes hacer amistad con Becker y Lowry —dijo ella suavemente. Los chicos del SWAT ahora estaban bajando todos el camino hacia la parte más lejana de la pista de obstáculos, pero no iba a tomar ninguna oportunidad—. Ellos son los miembros más recientes del equipo, así que podrían no estar involucrados en lo que sea que está pasando. —Vale, lo intentaré —dijo Zak—. Pero ellos me parecen realmente como un grupo unido. Mac no necesitaba que Zak le dijera eso. Después de observarles trabajar juntos en la pista de obstáculos, era obvio que confiaban en los otros completamente. Era improbable que alguno de ellos delatara a otro para un extraño, pero ella y Zak necesitaban intentarlo. En el momento que Gage y los otros hombres terminaron el EF, Mac estaba agotada, y todo lo que había hecho era observar. Los tipos del SWAT, de alguna manera, parecían como si acabaran de despertar de una siesta refrescante. —Bueno, me voy —dijo Zak—. Volveré en treinta minutos. Ella a regañadientes apartó su mirada del cuerpo sudoroso de Gage para darle a Zak un frunce. —¿Adonde vas? —Vi una tienda de donuts a un par de millas. Pensé que después de un trabajo como ese los chicos podrían apreciar alguna comida basura de calidad. Mac asimiló todos los músculos rasgados y los abdominales planos, sin mencionar las tensas nalgas cuando los oficiales del SWAT andaban casualmente hacia la ligera colina del edificio dormitorio-administración-barra que había recorrido con Gage. —Odio decirte esto, pero estoy bastante segura que esos chicos no comen donuts. Zak rió.

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—Cierto. Tú sigue creyendo eso. Solo una palabra de consejo, no te metas entre esos tipos y las cajas cuando las tire en la mesa o podrías ser arrollada. Ella sacudió su cabeza cuando Zak se dirigió hacia la puerta delantera. Estaría avergonzado cuando comprada media docena de cajas de donuts pensando que se ganaría a los chicos, solo para que ninguno de ellos los tocara. Mac se dirigió hacia el edificio de administración, preguntándose qué debería hacer mientras Gage se limpiaba, cuando él de repente apareció a su lado. Ella saltó. —Mierda, ¡me has asustado! —Lo lamento. —Sonrió él—. Quería dejarte saber que solo me llevará unos veinte minutos o así asearme. Siéntete libre de deambular alrededor del complejo si quieres. O puedes ver la TV en el edificio de entrenamiento. Mac estaba por decirle a Gage que se tomara su tiempo y que vería las noticias de la mañana cuando olfateó un olorcillo de su cuerpo empapado en sudor. El olor inmediatamente la trasportó de vuelta al estado saludable en el que había estado la pasada noche cuando él la había dejado sola e insatisfecha en su puerta de entrada. Nunca había conocido a un hombre particularmente sexy después de un trabajo, pero Gage era una historia completamente diferente. Él olía tan delicioso que pensó que podría babear. —Gracias —se las arregló para escupir finalmente—. Probablemente caminaré alrededor, luego me perderé y veré las noticias. —Vale. Seré rápido —dijo él, luego se giró y corrió hacia el edificio de administración. Mac no se dio cuenta de que le estaba siguiendo hasta que estaba a medio camino del edificio de administración. Paró, sudando bajo su respiración. ¿Qué demonios iba hacer allí, observarle ducharse y preguntar si necesitaba ayuda para quitarse toda esa tierra de la espalda? Ella sacudió su cabeza. Necesitaba conseguir un agarre para sí misma, y rápido. Se giró para dirigirse hacia el edificio de entrenamiento, pero paró otra vez. Había querido echar una mirada a los armarios de archivo que había visto ayer.

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¿Qué mejor momento para hacerlo que mientras todo el equipo del SWAT estaba duchándose? Caminó hacia el edificio toda preparada para darle a Gage alguna historia sobre necesitar usar el ordenador, pero él ya estaba en las escaleras con los otros hombres. Por supuesto, esto sería una pérdida de tiempo si los armarios de los archivos estuvieran cerrados. Pero no lo estaban. No estaba segura de si era bueno o malo. Seguro, sería capaz de rebuscar a través de ellos, pero si había algo que les incriminara, ¿lo dejarían abierto? Solo había una manera de averiguarlo. El primer cajón que miró contenía informes personales. Echó un vistazo a través de los pocos, incluyendo el de Gage, pero no había nada allí que no supiera ya. No era como si ellos fueran a mantener una lista de drogas que pudieran estar tomando. Cerró ese cajón y abrió el siguiente. Este contenía más informes personales, pero estaban relacionados con la información de certificados de entrenamiento y armas. Además del hecho de que todos los expedientes eran espesos como el infierno —los chicos del SWAT entrenaban mucho— eran bastante aburridos. Ella se movió al siguiente armario y abrió el cajón de arriba. Estaba lleno de lo que parecían informes de incidentes de cada llamada que el equipo había respondido, completos con declaraciones del oficial, fotografías, diagramas, y documentos de procedimiento revisados. Ahora esto tenía potencial. Cogió una carpeta al azar y comenzó a pasar las páginas cuando oyó los sonidos de risas viniendo desde las escaleras. Fue entonces cuando la golpeó — había dieciséis hombres atractivos, musculosos, desnudos, y probablemente cubiertos de jabón en las duchas no más que a unos pocos pies sobre su cabeza. El pensamiento era casi suficiente para hacerla decir al infierno con esos viejos expedientes y escabullirse escaleras arriba para mirar. Pero tenía un trabajo que hacer —y secretos que descubrir. Mac comprobó la puerta, escuchando los pasos que venían de las escaleras. No tenía mucho tiempo para husmear por allí.

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Intentó enfocarse en leer entre las líneas de los informes, buscando algunos detalles que podrían haber pasado por alto, o incluso dejado fuera completamente. Pero era difícil no estar inmersa en lo que leía. El primer informe registraba una situación de secuestro que involucraba una víctima de violación y su brutal atacante. El siguiente era un padre quién había asesinado a dos de sus propios hijos antes de que Gage y sus hombres llegaran allí justo a tiempo para salvar a la madre y a un bebe recién nacido. Asesinos encerrados en sus casas, matones quiénes habían robado almacenes, cada día gente quién se había roto y había comenzado a disparar a todos con los que se cruzaba, gente deprimida quién quería una manera de salir y pensaba que apuntando una pistola a un montón de gente podría conseguirles lo que estaban buscando. Mac estaba pasmada por cuántos incidentes terminaban con los sospechosos siendo arrestados en lugar de disparados por el SWAT. Ella siempre había asumido que el SWAT solo se involucraba cuando alguien necesitaba disparar. Saltó a la cita en la que Marvin Cole había sido arrestado. La tomó unos pocos minutos hojear a través del expediente, pero finalmente encontró el informe del incidente que estaba buscando. Lo leyó rápidamente, sin estar segura de lo que estaba buscando. El informe se leía bastante como la historia que Marvin la había contado, excepto por la parte sobre la víctima secuestrada que tenía veinte años y que el secuestrador —Marvin— había golpeado el infierno fuera de la niñera del chico para conseguir alejar al niño de ella. El informe de Gage decía que había rastreado a Marvin hasta un viejo hotel, dónde el Cabo Mayor Zane Kendrick, uno de los negociadores del equipo del SWAT, había intentado hablar con Marvin para conseguir que se rindiera. Marvin aparentemente había amenazado la vida del niño, lo cual había enviado a Gage y a otro cabo mayor del equipo, Trey Duncan, a la habitación del hotel. Era imposible decir porque en las palabras de Gage faltaba alguna emoción, pero Mac se preguntó si él había estado preocupado por ir contra un criminal de trescientas cincuenta libras con solo dos oficiales.

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El informe proporcionaba el tiempo preciso en el que los dos hombres del equipo habían pateado la puerta, luego solo una simple descripción de tres frases para asegurar el arresto del sospechoso y rescatar al rehén. El Cabo Mayor Duncan tiró abajo la puerta y me cubrió cuando me moví a través de la sala para asegurar al sospechoso. El sospechoso se resistió, lo cual requirió que le clavara contra la pared de la sala durante un corto periodo de tiempo mientras el Cabo Mayor Duncan ponía al rehén a salvo. Mi técnica para clavar resultó en arañazos en el pecho del sospechoso, los cuales fueron tratados por los EMTs de la escena. Ella estaba pasando a la parte de atrás del informe, el cual incluía imágenes de Marvin y los familiares arañazos en su pecho, cuando oyó el golpeteo de las pesadas botas en las escaleras. Mierda. Mac empujó la carpeta de vuelta al armario de los archivos y cerró el cajón tan suavemente como pudo. Luego se atrevió a salir por la puerta y se dirigió a la oficina principal. ¿Podía llegar a la puerta delantera antes de que quién fuera entrara a la sala? Decidió contra eso y en su lugar lanzó su culo a una de las sillas de la oficina y agarró la primera cosa para leer que pudo encontrar en el escritorio adjunto —una revista sobre pistolas de mano. Acababa de cruzar sus piernas y abrir la revista por una página publicitaria ¡Verdaderos Zombis sangrientos! ¡Disponible para Práctica de Tiro Ahora! cuando Gage entró en la sala. —Creía que estarías viendo la TV. Ella levantó la mirada lentamente, actuando como si estuviera fascinada por la revista. —Oh, sí, iba hacerlo, pero entonces vi esta revista y me interesé por ella. No me di cuenta de que había estado sentada durante tanto tiempo hasta que llegaste. —¿De verdad? —Gage casualmente hizo su camino hacia la sala de archivo—. Nunca te habría tomado por alguien que lee revistas de pistolas.

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Mac casi jadeó en alto cuando él entró en la sala y miró alrededor. Oh, Dios. ¿Había dejado el cajón abierto en uno de los armarios de los archivos? —Hey —gritó ella prácticamente—. ¿Sabías que hacen zombis objetivo que sangran? Gage miró alrededor de la sala de archivo, luego levantó la mano y apagó la luz. —Sí, los he visto. Desafortunadamente, no son apropiados para el entrenamiento real. —¿De verdad? —Ella no había esperado que él hiciera más que reír sobre cuán absurdo eran los zombis sangrantes, ni responder en serio a su pregunta. Pero ahora que lo había hecho, la hizo tener curiosidad—. ¿Por qué no? Él llegó alrededor y golpeó la silla a su lado. —Por una cosa, son demasiado caros. Por otra, estimula los malos hábitos de disparo. Todos quieren disparar a los zombis en la cabeza en lugar del centro del pecho. Ella no pudo evitar reír cuando visualizó al equipo del SWAT siendo bombardeado por la mala prensa porque eran atrapados preparándose para el comienzo del Apocalipsis zombi. —Creo que veo tu punto. Podría volverse una pesadilla PR. Gage rió. —No es de cerca tan malo como el problema que tuvimos cuando Xander compró los payasos de fibra de vidrio que encontró. Creía que era una gran idea usarlos como el tipo malo en un escenario de entrenamiento de rehenes con fuego real. La compañía que era propietaria de la franquicia de hamburguesas que usaba al payaso como mascota no estuvo de acuerdo. Mac rió. —¿Me pregunto por qué? —Lo sé, ¿verdad? Ella tiró la revista en el escritorio, se alegraba de haber sido capaz de distraer con éxito a Gage de mirar demasiado cerca en la sala de archivos. Estaba segura

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que no dejó ninguno de los cajones abiertos, pero necesitaba estar más segura. Tendría un momento difícil encontrando algo sobre estos chicos si terminaba siendo atrapada y echada del complejo. No es que fuera a aprender algo útil por leer los expedientes. Lo único que había ganado por ir allí era verificar que Gage había sido el que clavó a Marvin contra la pared y puso esos arañazos en él. Había salido bien y lo confesó en su informe. Luego tenía las fotos que los EMTs tomaron de los arañazos para los informes de la policía. No era exactamente el acto de un policía molido por las drogas. ¿Y la afirmación de Marvin de que solo alguien drogado podía levantarle y clavarle contra una pared? Eso parecía más que un poco dudoso ahora que había conocido a Gage y visto todos esos músculos trabajando. Ella tenía la sensación de que Gage podría con criminales de peso ligero como Marvin por diversión. Casi gritó de frustración. Ahora mismo se sentía más como una pequeña estúpida. Prácticamente había suplicado a Ted para que la dejara ir detrás de estos tipos, y aparte del tema misterioso del polvo de los casos NVG y al menos un miembro del equipo quién era demasiado estúpido para hacer que sus heridas fueran vistas en el hospital, no tenía nada. Incluso el ángulo de herida parecía mentira. Había hecho algunas serias observaciones de cada miembro del equipo de Gage durante el EF —considerando que ninguno de ellos estaba llevando mucho más que calcetines, deportivas, y pantalones cortos, había mucho que observar— y no pudo encontrar ni una herida en ninguno de ellos, Martínez incluido. Aparentemente, Gage había tenido razón sobre esa cosa del arañazo. Por primera vez que podía recordar, Mac dudaba de sus instintos. Había jurado que había algo pasando aquí, pero ahora no estaba tan segura. Aún estaba meditando sobre cómo podía haber estado tan equivocada cuando se dio cuenta con una sacudida que Gage ya no estaba hablando. Ella levantó la mirada para verle considerándola con apacible diversión. ¿Cuánto tiempo había estado fuera de juego? Oh mierda, estaba perdiéndolo completamente en este caso. —Así que, ¿qué hay en la agenda para hoy? —preguntó ella.

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—Mike y Xander tienen algún entrenamiento de nivel-equipo que estarán haciendo. Podemos ir a observar eso. —Él gesticuló a la revista en la mesa a su lado—. O desde que pareces haber tomado un repentino interés en las armas de mano, puedo llevarte a esa lección de disparo de la que hablamos ayer. El corazón de Mac latió rápido. Sabía que no debería hacerlo. Su mejor oportunidad era aprender algo —si había incluso algo para aprender— era quedarse con el número más grande de los miembros del equipo. Nunca sabía quién se equivocaría y diría algo, así que cuantas más personas tuviera alrededor, más alta la probabilidad. Pero eso era charla lógica. Y justo entonces por alguna razón, la lógica no estaba tomando decisiones por ella. Su rápido incremento del ritmo cardiaco lo hacía. Además, había estado pensando que esta historia se parecía más y más a un fracaso de todas formas. —¿Solos los dos, quieres decir? Él la dio una sonrisa pecaminosa, como si supiera que eso era exactamente lo que ella estaba esperando que quisiera decir. —Bueno, sí. ¿A menos que prefieras tener a unas pocas personas viniendo con nosotros? No quería. *** Resultó que Zak había tenido razón sobre los donuts. Los chicos del SWAT realmente se comieron los donuts —vorazmente. Ella había estado sorprendida cuando su amigo había entrado en la clase de entrenamiento con seis cajas de surtido de azúcar mortal como soborno. Una cosa era intentar conseguir el lado bueno de alguien, pero otra era hacerlo tan abiertamente o con tantos donuts. Eso era una locura. Pero era de alguna manera aterrador que los hombres atacaran las cajas. Habían limpiado tres cajas antes de que ella incluso escogiera a través de ellas, buscando algo con glaseado. Zak la miró con suficiencia. Ella le ignoró.

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Después de que los donuts desaparecieran, Xander y Mike dieron las instrucciones del entrenamiento. Ella y Gage se sentaron en la parte de atrás de la clase para que él pudiera explicar lo que estaba pasando. —Este es el escenario estándar de rehenes para nosotros —dijo Gage suavemente en su oído. Su respiración se sentía deliciosamente caliente contra su cuello—. El equipo de Xander jugará la parte de los chicos malos, mientras que tu fotógrafo jugará la parte del rehén. Mac casi se rió. A Zak no le iba a gustar eso. Luego otra vez, podría. Parecía interesado en la idea. Probablemente por todos esos videojuegos a los que jugaba. —Creía que quizás la señorita Stone podría ser la rehén —dijo Becker, medio girado en su asiento para darla una mirada expectante—. Ya sabes, darla una mejor perspectiva sobre cómo operamos. El resto de los hombres asintieron su acuerdo. —La señorita Stone no tomará parte en el ejercicio de entrenamiento —dijo firmemente Xander—. Pero estará observando ocasionalmente, así que podrías querer prestar atención a las instrucciones. De esa manera, no harás el idiota cuando ella mire en tu dirección. Unos pocos hombres rieron, pero Becker parecía positivamente triste. Fue suficiente para hacer que Mac se sintiera mal. Se inclinó para susurrar en el oído de Gage. —Adivino que podríamos postergar nuestra sesión de tiro durante un rato, si eso ayuda. Puedo jugar a ser una rehén muy convincente. El músculo en la mandíbula de Gage se flexionó. —Zak trabajará bien como el rehén. Además, Becker solo quiere verte atada a una silla, retorciéndote para soltarte. Creo que tiene algo por ti. Mac rió, hasta que pilló a Becker estudiándola. Y él no era el único. Ella no habría ido tan lejos para decir que sus miradas eran depredadoras, pero podía haber jurado que la temperatura en la sala de entrenamiento saltó tres o cuatro grados. No la importaba ser el centro de atención en una sala llena de tipos calientes, pero esto era un poco más para lo que podría haber estado preparada.

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Miró a Gage. —¿Quizás es el momento para esa lección de tiro? —Buena idea. —Él barrió la sala con su mirada—. La señorita Stone y yo bajaremos al nivel inferior para disparar. Probablemente deberíais despejar bien esa parte del complejo. No querría que un disparo os hiciera un agujero a alguno de vosotros. Cuando dejaron el edificio de entrenamiento y se dirigieron a la armería, Mac le dio a Gage una mirada de reojo. —Tus chicos realmente necesitan pasar más tiempo alrededor del sexo opuesto. ¿Has pensado alguna vez en conseguir unas pocas mujeres para el equipo? ¿Quizás les suavizaría un poco? Ella había querido hacer una broma, pero Gage debió haber pensado que hablaba en serio. —Lo he considerado, pero es bastante difícil encontrar mujeres quienes puedan encajar en los requerimientos específicos que he puesto en el lugar para el equipo. Aunque, siempre estoy buscando. Cuando llegaron a la armería, Mac se apoyó contra la encimera y observó a Gage tomar varias pistolas y cajas de munición de una de las cajas de seguridad y empaquetarlas en una bolsa de cinta suave sobre el tamaño de una maleta. —¿Realmente estás tan preocupado de que sea mala disparando? —preguntó ella, disfrutando de la visión cuando él se inclinó para poner alguna protección auditiva. Maldición, lo que daría por verle hacer eso desnudo. Él se giró para darla una mirada curiosa. —No. ¿Por qué? —Bueno, advertiste a todos para que se mantuvieran alejados de la sala de tiro. Me figuraba que estabas preocupado de que fallara el objetivo y accidentalmente golpeara a alguien. Ella intentó sonar casual sobre eso, pero honestamente, estaba un poco preocupada sobre la posibilidad de fastidiarla. Gage recogió la bolsa, luego mantuvo la puerta abierta para ella.

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—Nunca dije que tú fueras la que les dispararías. Ella le miró por el rabillo de su ojo cuando caminaron a lo largo del camino de tierra hacia la sala de tiro que él había señalado el día anterior. —Así que, ¿solo te estabas asegurando que teníamos algo de privacidad? Él sonrió. —Pensé que podrías estar más relajada si solo estábamos nosotros dos. Ella le devolvió la sonrisa, intensamente consciente del calor familiar girando en su barriga otra vez. El objetivo de la sala de tiro como una forma de juego previo —¿quién sabía? *** Gage se puso de pies detrás de Mackenzie, sujetando sus brazos cuando ella apuntó la pequeña .22 automática con la que él la había hecho empezar. Ella actualmente era mejor en esto de lo que se había dado crédito, especialmente cuando se dio cuenta que no muchas pistolas eran tan poderosas como para ponerla sobre su culo al dispararla. La .22 era la pistola perfecta para ella porque no era demasiado ruidosa, no tenía mucho retroceso, y era fácil para apuntar. Y ahora que lo había averiguado, estaba empezando a disfrutar. Él sabía que estaba seguro como el infierno. Mayoritariamente porque Mackenzie tenía el mal hábito de inclinarse cuando apretaba el gatillo. Eso ayudaba a alinear la mira, pero hacía una base inestable para disparar. En el lado brillante, su postura poco ortodoxa causaba que su culo estuviera levantado agradablemente. Y tan cerca como él estaba, ese culo suyo estaba haciendo algunas cosas interesantes en su enfoque también. Al principio intentó evitar que su pene rápidamente endurecido se frotara contra su culo, pero eso rápidamente se hizo imposible —estaba simplemente demasiado cerca de ella. Se habría sentido mal por estar duro durante una lección de tiro si no fuera por el hecho de que Mackenzie estaba justo tan encendida como él, quizás más. Lo sabía porque podía oler su excitación. Ese único olor femenino tan pesado y abrumador que era casi difícil de ver bien, muchos menos instruirla en los puntos más finos del uso de la pistola. Peor, su mente seguía deslizándose a la idea de cuán mejor olería si estuviera desnuda. Probablemente le llevaría a sus rodillas.

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Tragó un gemido e intentó no pensar en eso. Sí, como si eso fuera a funcionar. Su empalme estaba amenazando con desgarrar a través de la parte delantera de los pantalones de su uniforme para acercarse a ella. No estaba haciendo un buen trabajo pensando en eso pero cuán tentadoramente olía Mackenzie. Después de bajar las escaleras y encontrar que el olor de Mackenzie llenaba toda la sala, se había dado cuenta que la cena de la pasada noche no había hecho nada para disuadirla de perseguir su historia. Había sabido entonces que pasaría los próximos varios días trabajando su culo para mantenerla distraída. Por supuesto, había asumido que pasaría el tiempo distrayéndola de la manera pasada de moda, no de la manera sexual. Pero hey, de esta manera era mucho mejor. —No creo que esté haciendo esto bien —se quejó Mackenzie—. Solo he golpeado al objetivo unas pocas veces. Ella disparó la última bala del cargador, fallando otra vez. Él a regañadientes se alejó de ella para recargar el cartucho. Cargaría los otros cuatro que ella ya había disparado mientras estaba en ello. Ella adoraba la pequeña .22 y había pasado a través de las primeras cincuenta rondas sin cambios. —Lo estás haciendo mejor de lo que crees. Es solo que los agujeros de las balas son demasiado pequeños, no puedes ver los agujeros en el objetivo. —¿Tú puedes? Ella miró fijamente el objetivo. Dios, su cara era tan mona cuando la apretujaba así. —Sí —dijo él—. Pero es solo porque lo he estado haciendo durante un tiempo. Confía en mí, estás poniendo todos tus disparos en el papel. Ella cogió uno de los cargadores y lo cargó, sus manos moviéndose más confiadamente que la primera vez. —Sí, pero estaba apuntando al centro del objetivo. ¿Qué estoy haciendo mal? Él observó cuando ella deslizó el cargador de vuelta en la pistola y liberó el receptor. Maldición, estaba haciéndolo bien.

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—Déjame ver cómo disparas este cargador. Luego te daré algunas ideas de cómo puedes mejorar. Gage tomó la posición guía detrás de ella como lo había hecho anteriormente. Mackenzie no se quejó. Infiernos, en todo caso, empujó su culo vestido con el vaquero hacia atrás un poco más de lo necesario, justo para que estuvieran en contacto. Hombre, esta mujer era peligrosa. Podía hacerle puré sin esfuerzo después de todo. La parte aterradora era que actualmente podía sentir ese hormigueo en sus encías que decía que sus colmillos estaban intentando deslizarse fuera. Su olor aturdidor prácticamente le tenía en el borde para perder el control. Maldición, no había experimentado problemas de control desde que se había convertido hacía años. Y si su corazón latiendo rápidamente era alguna indicación, esta atracción no era unilateral —ella estaba sintiendo lo mismo. Él habría pensado esto la pasada noche, pero no había estado seguro de algo hasta que llegaran al alcance. Tenía que admitirlo, había estado celoso como el infierno cuando Mike le dijo a Mackenzie que traería algún tipo con ella esa mañana. Por alguna estúpida razón, eso le había enfurecido. Había saltado de su asiento y se dirigió a la puerta antes de que incluso supiera lo que estaba haciendo. En el momento que había puesto sus ojos en Zak, su ira había desaparecido. En una manera que solo un hombre lobo podía saber, Zak tenía amigo escrito por todas partes. También fue cuando Gage supo que Mackenzie Stone le había conseguido. —Vale —dijo él lo bastante alto para que ella lo oyera sobre el sonido de la pistola—. Para durante un minuto. Sé lo que estás haciendo mal. —Levantó la mano y puso sus manos bajo las suyas, apoyando el peso ligero del arma—. Lo primero, no estás respirando como te dije. Toma una profunda respiración y suéltala a la mitad. Paras. Luego dispara. Mackenzie practicó la respiración profunda unas cuantas veces, lo cual hizo una visión agradable al expandirse su camiseta. Él apenas reprimió el gemido esta vez. Dios le salvara. —La siguiente parte es crítica. —Él movió su boca más cerca de sus orejas cubiertas así no tendría que gritar—. Estás temblando demasiado fuerte. Ella giró su cabeza para darle una sonrisa provocadora.

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—¿Temblando demasiado fuerte? ¿Eso es incluso posible? Vale, quizás captar una palabra que tuviera semejante connotación sexual no había sido la mejor idea. —Oh sí, es posible. Y lo estás haciendo. —Huh. Así que, ¿puedes mostrarme la manera apropiada en la que debería estar temblando? Gage gimió. Gracias a Dios ninguno de los chicos estaba lo bastante cerca para oír este pequeño intercambio. Nunca viviría con ello. Reposicionó sus dedos alrededor del agarre, luego movió su mano izquierda a una posición mejor para sujetar el arma. —Recuerda apretar firmemente, pero no fuerte. Quieres que tu agarre sea lo bastante tenso para que no salte cuando recule, pero no tan tenso que tus dedos se cansen. —No querría que mis dedos se cansaran —estuvo de acuerdo ella—. Vale, ¿ahora qué? ¿Solo disparo? —No, aún no. Tienes la respiración y el agarre. Ahora tengo que asegurarme que sabes cómo acariciar el gatillo. Esa sonrisa coqueta suya estaba de vuelta. —Estás haciendo esto a propósito, ¿verdad? —Absolutamente no. Estos son los consejos para disparar que todos en el SWAT aprenden. —Uh-huh. —Ella miró al cañón de la .22 otra vez—. Así que, ¿vas a compartir esos consejos o tengo que adivinarlos? —No puedes acelerar las cosas. —Él se presionó más tensamente contra ella y puso su boca cerca de su oído. Estaba por decirla que tensara su agarre en la pistola cuando sintió que su parte inferior se movía ligeramente de un lado para otro, como si estuviera cambiando su peso de un pie a otro. Podría haber sido un esfuerzo completamente subconsciente para estar más cómoda, pero seguro como el infierno que estaba frotando a propósito su culo contra su empalme.

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Él inmediatamente fue de realmente muy duro a dolorosamente rígido en el periodo de unos pocos latidos, lo cual solo pareció animar más a Mackenzie. Maldición, era todo lo que podía hacer para no dejar caer sus manos en sus caderas y empujar su culo tensamente contra él. Luego se dio cuenta que la respiración de Mackenzie se estaba acelerando. Durante un momento se preguntó si ella comenzaría a jadear. Fueron las puntas de sus colmillos presionando en su lengua las que le sacaron del trance y le forzaron a controlarse a él y la situación. Sí, Mackenzie era alucinante, pero tenía que recordar lo que estaba en juego aquí. Su manada dependía de él al tratar con esta mujer. Él retrocedió una pulgada o dos, lo suficiente para romper el contacto entre su culo y su ingle. También rompió el agarre casi hipnótico que ella parecía tener sobre él. Ignoró lo que podría haber sido un gemido de decepción y apoyó su boca cerca de su oído otra vez, listo para volver a la tarea que estaban manejando aquí. Fue duro, pero controlar las emociones era parte de ser un hombre lobo. —Ten un agarre firme en el arma, luego toma una respiración y suéltala a medio camino. —Él esperó hasta que la sintió respirar—. Ahora, lentamente acaricia el gatillo. No lo aprietes. Deberías estar completamente sorprendida cuando se mueva. La pistola aún saltó en su mano, pero tenía un mejor agarre esta vez, así que no se movió tanto como antes. Mackenzie rió. —Golpeé el objetivo en el centro. Él no pudo evitar sonreír con ella. —Sí, lo hiciste. Ahora hazlo otra vez. Ella respiró profundamente, se tomó su tiempo, y puso cada disparo a través del anillo nueve. Cuando había vaciado el cargador, dejó la pistola en la encimera y se giró alrededor de sus brazos, abrazándole con una risa ahogada. —¡Lo hice!

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Incluso si él sabía que no debería, Gage se encontró automáticamente abrazándola. Sus pechos eran suaves contra su pecho, sus caderas seductoras. Y sus labios... Por la manera en la que se separaron, era como si estuvieran suplicando por ser besados. Dios, casi podía saborearlos. Algo le decía que un beso no sería suficiente. Pero estaba de acuerdo en tomar el riesgo. Podría haberlo hecho también, pero afortunadamente ella se alejó. —Quiero hacerlo otra vez —dijo ella excitadamente. —Vale. —Rió él—. A menos que quieras... —¿A menos que quiera...? Por la manera en la que le estaba mirando casi le hizo olvidar otra vez que ella estaba aquí para buscar una historia que pudiera destruir su vida y las vidas de los miembros de su manada. Y justo así Gage sintió la excitación de la tonta emoción que no debería estar sintiendo ahora mismo —definitivamente no tan rápido, y definitivamente no por esta mujer. Él la alcanzó, recogiendo la 9mm que había traído. —¿O podríamos intentar algo un poco más grande? Sus labios se curvaron. —¿Crees que puedo manejar algo más grande? Él la giró alrededor para que su culo estuviera presionado contra él, luego situó la 9mm en sus manos y apuntó al objetivo. —Algo me dice que puedes manejar cualquier cosa. *** Mac no tenía ni idea de que disparar a un objetivo pudiera ser tan divertido, pero estaba enganchada. Ya estaba pensando en qué tipo de pistola quería comprar para ella. Adoraba la .22 que disparó al principio, pero la 9mm había sido muy divertida. Y Gage la había dicho que la mayoría de las manufacturas bien conocidas incluso tenían líneas de modelos específicamente para mujeres, con accesorios como culatas rosas. Ella definitivamente conseguiría una de esas. Quería hablarle a Zak sobre su clase de tiro, pero alguien en el equipo del restaurante había juntado un montón de mesas para que el equipo del SWAT en

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la parte de atrás de la gran sala del comedor tuviera una historia para contar. Y Zak estaba hablando más alto que ninguno de ellos. Resultó que para escapar de los horribles villanos que le tuvieron como rehén, Zak tuvo que tomar un rol más activo de lo que esperaba de un rehén normal. Mac no podía parar de reír cuando Zak describió cómo había sido soltado por alguno de los chicos en el equipo de Mike, luego se arrastró fuera del edificio a oscuras sobre sus manos y rodillas, solo para encontrarse en el tejado. Entonces había aprendido lo suficiente sobre rappel para bajar al suelo. Desafortunadamente, justo cuando parecía que estaba a salvo, el equipo de Xander había aparecido otra vez y comenzó a dispararle con pistolas de paintball. Zak —quién estaba cubierto de la cabeza a los pies de pintura naranja— había recogido un arma cuando alguien del equipo de Mike había bajado y ayudó al equipo en su camino a la libertad. —Tengo que admitir que no creía que lo tuvieras en ti —le dijo Mike a Zak— . Pero lo hiciste bien. Todos alrededor de la mesa, aplaudieron, incluyendo Mac. No estaba segura de cuánto entrenamiento habían conseguido los chicos esa mañana considerando que el paintball estaba involucrado, pero sonaba como que se divirtieron. —¿Sabía que iban hacerle eso a Zak? —le susurró ella a Gage. —Me figure que harían algo para tener un poco de diversión con él, pero no creía que sacaran las pistolas de paintball —dijo él—. Solo hacen eso cuando creen que una persona puede manejarlo. Tu fotógrafo debe tener un poco de acción heroica en él. Ella rió. —No me habría imaginado eso ni en cien años, pero lo creo. Dos camareros llegaron para tomar sus pedidos, lo cual redujo el ruido alrededor de la mesa a un rugido suave. Cuando Gage se inclinó para decirla algo sobre el menú, aún tenía puesta su boca cerca de su oído. La sensación de su cálida respiración en su piel la hizo temblar, y ella cerró sus ojos hasta que pasó. Cuando los abrió, Mac vio que Zak la estaba sonriendo desde el otro lado de la mesa. Ella le sacó su lengua.

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—¿Qué pasa? —preguntó Gage. Ella se giró y se volvió a apoyar, disfrutando de la sensación del calor que salía de su piel. Si fuera alguien más, habría creído que él tenía fiebre, pero el instinto la decía que Gage corría caliente. —Nada. Ya sabes, solo estaba pensando que realmente te debo una por la clase de tiro. —No me debes nada. —Él sonrió—. Me alegro que la disfrutaras. Oh, la había disfrutado. Si creía que la había puesto caliente y molesta la última noche, eso no era nada en comparación con tener los grandes brazos de Gage a su alrededor y su empalme presionando en su culo cuando practicó los objetivos de tiro. Gracias a Dios tenía que mantener ambas manos abrazadas alrededor de la pistola o podría haber estado tentada a tocarse. O a él. Era oficial, Gage Dixon podía excitarla solo con estar cerca suyo. Algo más era oficial, también. Estaba seriamente cerca de fracasar en esta idea de historia. Estaba tan loca por Gage que estaba lista para ignorar cualquier cosas que él hubiera hecho mal en algún tipo de delito. Y por la manera en la que Zak se estaba riendo y disfrutando con los oficiales del SWAT en la mesa, él habría estado de acuerdo con ella. Quizás tendría una historia en un-día-en-la-vida de los hombres quienes componían la unidad del SWAT y lo dejaría así. Los hombres devoraron sus comidas con el mismo gusto que habían atacado los donuts esa mañana. Mac no sabía si reír o sacudir su cabeza. Comían como una manada de animales salvajes. Ella aún estaba cortando su pollo horneado y verduras al vapor cuando toda la mesa de repente cayó en silencio. Ella levantó la mirada, observando cuando cada uno de los hombres dejó sus tenedores y cuchillos, como si hubieran terminado de comer. Lo cual no tenía sentido, no con tanta comida en sus platos. ¿Qué estaba pasando? Ella le dio a Zak una mirada interrogativa, pero él parecía tan confuso como ella. Mac se giró para preguntar a Gage, pero las palabras murieron en sus labios cuando ocho hombres entraron corriendo a la sala. No estaba segura de cómo

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era posible, pero algo la decía que eran la razón por la que los chicos del SWAT de repente se pusieron en alerta. A pesar de sus caros trajes y apariencia limpia, los hombres eran problemas. Ella había visto a suficientes hombres como ellos en su línea de trabajo para estar segura de eso. Se extendieron a lo largo de la pared detrás suyo, rodeando la mesa mientras al mismo tiempo bloqueaban la puerta. El corazón de Mac latía más deprisa cuando captó un vislumbre de la pistola debajo del abrigo del hombre más cerca de ella. —Estoy buscando a Gage Dixon —dijo el hombre con la pistola. Gage se puso de pies antes de que Mac incluso le viera moverse. Un simple paso le puso a pulgadas de distancia del hombre, haciendo su diferencia tanto en altura como en apariencia. El tipo en el traje retrocedió casi involuntariamente. —Es tu día de suerte entonces —dijo Gage en una voz mucho más tranquila de la que ella podría haber manejado—. Le has encontrado. —Necesito que venga conmigo —dijo el hombre. —Estoy en medio del almuerzo. Los labios del hombre se curvaron. —Eso es muy malo. El hombre para el que trabajo quiere hablar contigo. — Cuando Gage no dijo nada, el hombre abrió su chaqueta para mostrarle una gran pistola en una funda bajo el brazo—. Ahora. Mierda. Mac sabía que había visto al hombre en alguna parte, pero no podía recordar dónde hasta ahora. Su nombre era Roscoe Patterson y era el sicario de Walter Hardy. Tenía que advertir a Gage. Comenzó a ponerse de pies, pero Xander la empujó de vuelta hacia abajo y sacudió su cabeza. ¿Qué demonios? ¿Cómo podía él y el resto del equipo del SWAT sentarse allí mientras el matón de Hardy arrastraba a Gage fuera del restaurante? Ella se giró alrededor en su asiento justo a tiempo para ver a Patterson poner su mano en el hombro de Gage y empujarle hacia la puerta.

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Pero Gage no fue a ninguna parte, no se movió después de todo. —Dije que estoy en medio del almuerzo. Si me das un nombre y una dirección, pararé y veré a tu jefe cuando tenga una oportunidad. Los ojos de Patterson se estrecharon. —¿Eres estúpido? Tengo una pistola. —Sí, he notado eso —dijo Gage—. Algo divertido las pistolas, no funcionan si son empujadas en tu culo. Mac se alegraba de no haber comido nada aún porque su estómago era un gran nudo. No conocía a Patterson muy bien, pero parecía el tipo de persona quién no tenía miedo a empujar su pistola y disparar a Gage allí mismo delante de los quince otros policías. Pero Gage no le dio la oportunidad. Agarró a Patterson por la parte delantera de la chaqueta de su traje y le empujó contra la pared. El resto de los matones de Hardy fueron a sacar sus pistolas solo para congelarse cuando cada policía en la mesa sacaron sus armas y apuntaron en su dirección. Mac hizo una doble toma. ¿Cómo se habían movido tan rápido los chicos del SWAT? Ella no podía ver la cara de Gage porque su espalda estaba hacia ella ahora, pero la mirada que le dio a Patterson debió haber sido aterradora como el infierno porque el hombre se puso blanco. —Ese es el problema con las pistolas estos días —dijo Gage suavemente—. Todos tienen una. Sujetando a Patterson aún con una mano, él alcanzó debajo de la chaqueta del hombre con la otra y sacó una automática ostentosa. Parecía como la 9mmm que ella había disparado esa mañana, solo que más grande. —Probablemente deberías irte ahora. —Gage liberó a Patterson—. Si quieres esto de vuelta, puedes venir al complejo a por ella. Estoy seguro que sabes dónde está. Patterson tragó fuerte. Sus ojos miraron alrededor de la sala, un frunce arrugó sus cejas como si no pudiera comprender cómo las mesas habían girado

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tan rápidamente hacia él y sus hombres. Él les dio un asentimiento y tiró su cabeza hacia la puerta. Ellos dudaron, pero luego lentamente salieron en fila. Patterson hizo un espectáculo al enderezarse la chaqueta, luego se dirigió hacia la puerta. Una vez allí, paró para fijar a Gage con una mirada. —Sí, lo sé —dijo Gage antes de que el otro hombre pudiera hablar—. Lamentaré esto. Me arrepentiré. Esto no ha terminado. Lo que sea. Fuera de aquí. Él no esperó a ver si Patterson seguía las órdenes, sino que en su lugar volvió a la mesa y se sentó al lado de Mac. Ella observó sobre su hombro como el sicario de Hardy salí por la puerta. Cuando se giró alrededor, fue para encontrar a Gage alcanzando la botella de salsa para el filete. Él le dio a Xander una mirada acusadora cuando quitó la tapa. —¿Te bebiste esto o algo? Estaba lleno hace un segundo. —No fui yo. —Xander agarró la botella delante de Delaney y alcanzó a través de ella para entregársela a Gage—. Esta estaba vacía antes de que la consiguiera. Y justo así, todos comenzaron a discutir, un lado hablando sobre quién había acaparado toda la salsa para la carne mientras los otros debatían por qué alguien arruinaría un filete perfectamente bueno con esa cosa. Mac les miró. ¿Cómo podían estar sentados allí y debatir los méritos de la salsa para la carne como si nada hubiera pasado? ¿No se daban cuenta que alguno de ellos podía haber sido disparado hacía un minuto? —¿No vas hacer nada? —le preguntó a Gage. Él paró de cortar su filete para mirarla. —¿Qué crees que debería hacer, arrestarles? —Bueno... sí. —Ella habría pensado que eso era obvio—. Ellos tenían armas y te amenazaron. Él siguió cortando su filete. —Esto es Texas. Todos tienen pistolas. Pero ellos actualmente nunca sacaron sus armas o incluso dijeron que me harían daño. Ellos simplemente dijeron que

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su jefe quería hablar conmigo. Eso es todo. No hay nada para una orden de arresto. ¿No había nada? —Esos hombres trabajan para Hardy. Su mano se quedó quieta sobre el cuchillo, el músculo en su mandíbula se flexionó. Al menos no se estaba tomando esto tan ligeramente como parecía. —Eso no cambia nada. ¿Cómo demonios podía estar tan tranquilo sobre esto? Había un hombre rico, poderoso y violento ahí fuera quién culpaba al SWAT por la muerte de su hijo —y Gage era la cara del SWAT. —Ellos irán tras de ti otra vez —dijo ella tranquilamente—. ¿Lo sabes, verdad? —Entonces estaré listo para ellos. Él sonaba tan casual sobre todo que la hizo querer gritar. Mac apartó su plato. Había perdido su apetito. Gage podría haber tratado con Patterson, pero eso no sería el final. Hardy iría tras él, y ahora estaría incluso más determinado que antes. Y por alguna razón, eso la asustaba más que si el hombre hubiera estado tras ella.

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Capitulo 6 Gage llevó a Mackenzie a casa esa noche. Ella le había dicho que estaba bien con que Zak la llevara, pero después de ese episodio en el restaurante, él se sentía mejor haciéndolo. No tuvo que esforzarse mucho para convencerla. Solo otro indicio de cuan molesta estaba todavía después del encuentro con los hombres de Hardy. No era solo ella, tampoco. Independientemente de lo relajado que el equipo había parecido después que los matones de Hardy abandonaran el restaurante, habían estado todo lo contrario. Incluso después de que Mackenzie les hubiera permitido engatusarla para tomar el lugar de Zak como rehén en la sesión de entrenamiento de la tarde, sus chicos estaban en el borde. Sabían que Hardy no era alguien para tomar a la ligera. Si quería venir tras alguno de ellos, él podría hacer algo de daño. —No tienes que acompañarme todo el camino hasta mi puerta, ya sabes — dijo Mackenzie cuando se bajaron del ascensor en su piso—. Hardy no está detrás de mí. —Esto no tiene nada que ver con Hardy. —Él sonaba tan sincero que incluso casi se lo creyó—. Tenía la esperanza que si te acompañaba hasta tu puerta, podrías invitarme de nuevo. Me sentí mal por rechazar tu oferta de anoche. Por lo menos esa parte no era una mentira. Se había sentido mal por arruinar su última noche, y había estado pensando acerca de rectificar ese error durante el trayecto a su casa. Mackenzie se rió. —No estoy segura de que me crea eso, pero eres bienvenido a venir si quieres. Puedo incluso prepararte algo de comer, siempre y cuando no esperes que cocine como Emile.

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Gage en realidad no había pensado mucho en la cena, pero si eso le daba una excusa para pasar el rato en casa de Mackenzie por un tiempo, estaba de acuerdo con eso. Porque independientemente de cuan tranquilo había estado cuando los matones de Hardy se presentaron en el restaurante, realmente estaba preocupado, no por sí mismo. Había estado esperando que los hombres de Hardy, si no el hombre mismo, aparecieran en algún momento. Lo que cabreaba a Gage, y lo asustaba, también, era que Mackenzie estaba con él cuando lo habían hecho. ¿Y si iban tras ella para llegar a él? No tenía ni idea de por qué estaba aún pensando eso. No era como si los matones de Hardy siquiera hubieran notado a Mackenzie. Y si lo hubieran hecho, no sabrían quién era ella y no tendrían ninguna razón para ir tras ella. Pero todavía no podía sacudirse la sensación de que Mackenzie estaba en peligro y que tenía que mantenerla a salvo. —Ven. Te voy a dar el recorrido de cinco centavos del lugar —dijo Mackenzie mientras la seguía dentro—. Luego me limpiaré muy rápido. Ese último rescate en el que tus chicos me pusieron, habría sido mucho más divertido si no hubiera sido obligada a arrastrarme a mitad de camino a través del complejo con el fin de conseguir escapar. Gage se rió mientras miraba alrededor del pequeño apartamento. Tenía un ambiente ecléctico y casual con un toque de clase. —Ellos no querían que tu trasero terminara disparado con perdigones de pintura. Ella abrió la nevera y sacó una cerveza. —Estoy bastante segura de que tenía más que ver con Becker y Cooper observando mi trasero que protegiéndolo. Su boca se torció. —Esa es una posibilidad también. Aunque no puedo decir que los culpe. Ella le dirigió una mirada acalorada mientras le entregaba la botella de cerveza.

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—Dos dormitorios por ese camino, aunque he convertido uno en mi oficina. —Ella hizo un gesto hacia una puerta cerrada en el lado opuesto de la sala de estar. —El baño de visitas es por allí. —Se dio la vuelta en el estrecho espacio entre la cocina y la sala de estar—. Y con esto concluye la gira. Impresionante, ¿eh? —Es agradable. —Él tomó un trago de cerveza—. Esta es buena, por cierto. No te habría catalogado como una bebedora de cerveza. —No lo soy. De hecho nunca toco esa cosa. La guardo por Zak. Está por aquí un par de veces a la semana. Gage sintió la misma punzada de celos que había sentido antes, cuando pensó en Mackenzie pasando tiempo a solas con Zak, o cualquier otro hombre para lo que importaba. La reacción fue tan inesperada como inquietante. Había conocido a esta mujer por dos días completos y ella estaba provocando respuestas a nivel visceral como nunca antes había experimentado. La parte loca de eso era que cuando él los había visto interactuar esta mañana, sus instintos de lobo le habían dicho que ella y Zak no estaban físicamente atraídos entre sí. La atracción era química y no podías ocultar eso de un hombre lobo. Pero eso no parecía importar a su cavernícola interior influenciado por el licántropo. Cuando se trataba de eso, a Gage no le gustaba que ningún hombre se acercara demasiado a Mackenzie. Él enjauló al animal dentro y forzó una sonrisa en sus labios. —Dile que tiene buen gusto en cerveza entonces. —Díselo tú. Si lo hago yo, nunca me permitirá que lo olvide. —Ella sonrió—. El control remoto está en la mesa. Puedes ver la TV si quieres mientras me cambio. Prometo que no me llevará demasiado tiempo. Él abrió la boca para decirle que se tomara su tiempo, pero ella ya había entrado en el dormitorio. Se quitó su camisa justo antes de desaparecer en el interior. El más mínimo destello de piel bronceada y el sedoso sujetador blanco fue suficiente para hacer que su pene se pusiera duro. Tomó un gran trago de cerveza, luego exhaló lentamente. Maldita sea, lo tenía mal con ella.

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Esto era todo lo que podía hacer para no quitarse la ropa y unirse a ella cuando oyó la ducha encenderse. Necesitaba una distracción, rápido. Pero en vez de agarrar el control remoto y encender el televisor, vagó por el apartamento mirando las diversas chucherías, fotos y premios que tenía. La mayoría de los premios eran por su trabajo periodístico, pero eran más que un montón de cosas de Yo-me-amo. Claro, había algunos premios personales alineados ordenadamente a lo largo de la pared del pasillo, pero la mayoría del espacio estaba dedicado a la gente de todos los días que ella encontraba, y los lugares increíbles en los que había estado. Una sonrisa tiró de la comisura de su boca. Él todavía estaba mirando su collage de artículos de noticias que había escrito, arreglados para parecerse a una silueta de Mickey Mouse, cuando la oyó venir por el pasillo. Echó un vistazo a su reloj. ¿Doce minutos? ¿Incluso había conseguido mojarse? Pero el pelo largo de Mackenzie estaba todavía húmedo después de un secado rápido con una toalla y su piel todavía estaba sonrojada del agua caliente. Llevaba un simple par de pantalones cortos de entrenamiento y una camiseta desgastada con un dibujo de Snoopy en esta. Y parecía completamente increíble. Su pene se puso duro de nuevo, y tuvo que alejarse de ella para poder acomodarse en una mejor posición. Ella se acercó a su lado, justo cuando él consiguió que su erección apuntara en una dirección que no cortaría totalmente el flujo de sangre. —Lo siento. No quise asustarte. —No, no lo hiciste. —Él trató de actuar como si solo hubiera tenido su mano en el bolsillo por el placer de hacerlo, pero no estaba seguro de si tuvo éxito—. Estaba mirando tu collage. ¿De qué trata la cosa de Mickey Mouse? —Solo es algo que junté para recordarme que nunca me tome demasiado en serio. No importa cuan grandes sean las historias que escribo, cada niño en el planeta preferiría conocer más bien a Mickey Mouse que a mí. Él se rió entre dientes.

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—Sabes, eso no es una mala manera de mirar el mundo. Ella entró en la cocina. —¿Quieres otra cerveza? —Estoy bien, gracias. Gage se movió más cerca a la isla que separaba la cocina de la sala de estar justo a tiempo para verla inclinarse para sacar algo de uno de los armarios inferiores. Su cabello ligeramente húmedo cayó hacia adelante sobre su cara, y ella casualmente lo lanzó sobre su hombro cuando estiró una mano para conseguir lo que sea que buscaba. Fue ahí cuando su olor lo golpeó. Él no podría decir por qué no lo había captado antes, tal vez fue la batalla que había estado teniendo con su erección, pero no lo había hecho. Aspiró aún más profundo. Eso no era perfume o champú, lo que estaba captando. Así era como Mackenzie olía después de una ducha, con cada olor excepto el de ella eliminado. Era tan abrumador que tuvo que agarrarse al mostrador para evitar montarse sobre este para tomarla violentamente. Tal vez toda la mierda que Xander y los otros hombres lobo jóvenes dijeron sobre La Única podría ser cierto. Porque ninguna otra mujer le había hecho sentir algo así. Mackenzie apareció con una gran olla de espaguetis en sus manos. —¿Croquetas de pollo sobre pasta de cabello de ángel está bien para ti? —¿Eh? Ella levantó la olla, completamente inconsciente de que él no podía concentrarse en ninguna maldita cosa de lo que ella estaba diciendo o haciendo en el momento. —Pasta de cabello de ángel con salsa de espagueti, cubierta con croquetas de pollo compradas en la tienda. Como dije, no estará a la altura de la comida de Emile, pero es una de mis especialidades. —Um, seguro. Suena bien.

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Gage observó con silenciosa apreciación mientras ella se movía por la cocina con soltura. Ella podría haberse puesto el pantalón corto y la camiseta de tirantes puramente por comodidad, pero estas lo dejaban ver una seria cantidad de piel. Lo suficiente como para emborracharse. Dejó la cerveza, así ella no vería su mano sacudirse. Tomó una respiración profunda, logrando mantenerse bajo control mientras ella llenaba la olla con agua y comenzaba a charlar sobre el entrenamiento del día. Él se dio cuenta de que evitó cuidadosamente cualquier mención del almuerzo. Ella le lanzó una sonrisa mientras abría la nevera y sacaba una bolsa de croquetas de pollo congeladas. —Estas cosas son impresionantes. Dejó caer un poco en un recipiente de vidrio, lo miró, luego arrojó aún más en el tazón. Llenó un segundo recipiente de vidrio con un frasco entero de salsa de espagueti premade que tomó de un armario superior. Ambos cuencos fueron al microondas y Gage observó con asombro como sus dedos, literalmente, volaban a través del panel. Para el momento en que todo estaba listo, Gage tenía sus sentidos de nuevo en orden y fue capaz de ayudarla a llevar la comida a la mesa. Incluso hizo un muy buen trabajo en mantener una conversación inteligente. Él tuvo que admitirlo, las croquetas sabían bien con la pasta, con trozos pequeños de pollo parmesano. En realidad, no importaba lo que comieron. Él solo disfrutaba hablando del entrenamiento del SWAT del día, y de lo que harían mañana. Estaba esperando con ansias pasar otro día sin hacer nada más que distraerla. Pero después de que la comida hubiera desaparecido, y que hubieran discutido todo lo que Mackenzie podría querer saber posiblemente sobre el entrenamiento, el tema que ambos querían evitar quedó ahí mirándolos a la cara. —¿Qué vas a hacer cuando Hardy envíe a sus hombres detrás de ti otra vez? —preguntó ella en voz baja. Estaba realmente preocupada, él lo sabía porque podía oír su corazón acelerado. Estaba preocupado, también.

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—Si eso sucede, y no estoy necesariamente seguro de que suceda, trataré con ellos —dijo. Gage estaba muy seguro de que Hardy vendría tras él de nuevo, pero quería que Mackenzie pensara que por lo menos podría haber una posibilidad de que eso no pasara. —¿Solo así? ¿Vas a lidiar con ellos? —Él no se perdió la punzada de sarcasmo en su voz—. Eso no se parece mucho a un plan. Su boca se torció. —Viniendo de una mujer que ha hecho su vida caminando hacia situaciones peligrosas cuando las personas más racionales no lo harían, debes apreciar cuando alguien no piensa demasiado las cosas. Si aparecen, dejaré que mis instintos y entrenamiento dicten cómo reacciono. Pensar demasiado sobre cosas como esas antes de tiempo solo retardaría mi tiempo de reacción. Ella recogió los platos y los llevó al fregadero. —Por lo general no tengo un plan cuando entro en esas situaciones porque soy pésima para pensar demasiado por adelantado. —Tal vez no me gusta pensar demasiado por adelantado. Quizás hay veces en las que prefiero simplemente estar en el momento. Ella se acercó y apoyó su cadera contra el borde de la mesa. Estaba tan cerca que estaban casi tocándose. —¿Y es este momento uno de esos momentos? Él movió una mano hasta que su dedo índice fue capaz de acariciar suavemente su mano donde ésta descansaba sobre la mesa. —Sí, creo que ahora podría ser una de esas veces. Sus labios se curvaron. —¿Entonces tal vez te gustaría estar en el momento sobre el sofá? —El sofá estaría bien. Él la siguió hasta el sofá de secciones lleno hasta arriba con una increíble cantidad de almohadas. Mackenzie empujó un montón a un lado, dejando

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espacio para los dos. Cuando se sentó a su lado, ella inmediatamente se giró para enfrentarlo, levantando sus rodillas así estaba sentada con las piernas cruzadas. El movimiento fue tan casual que era difícil de entender por qué él lo encontraba tan sexual. Quizás porque era una pose confiada y relajada. O tal vez era porque la posición proporcionaba una vista de una tentadora extensión de la cara interna del muslo. —¿De qué deberíamos hablar, ahora que estamos en este momento? —dijo ella en voz baja. Hubo cierta pequeña parte de él, la parte que estuvo de acuerdo con Mike y Xander sobre su necesidad de estar en guardia alrededor suyo, que le advirtió que estaba en un terreno peligroso. Pero ignoró esa parte, y en su lugar escuchó a la que había sabido que este momento estaba llegando desde el segundo en que Mackenzie Stone había entrado en el vehículo de operaciones. —Estoy bien con no hablar en absoluto. Ella sonrió. —Funciona para mí. Gage se inclinó hacia delante en el momento exacto en que Mackenzie lo hizo. Con aire ausente él preguntó cómo podría estar cómoda con las piernas cruzadas así, pero claramente era muy flexible. Él todavía seguía pensando en los beneficios potenciales de ser tan flexible cuando sus labios se encontraron. No hubo fuegos artificiales o chispas, o cualquiera de esas cosas tontas que los jóvenes hombres lobo insistían que ocurría cuando besabas a La Única. Pero eso no significaba que besarla no fuera increíble. Gage deslizó su lengua en su boca, jugueteando con la suya para que saliera a jugar. Mackenzie estaba más que dispuesta, incluso gimiendo un poco mientras sus lenguas se enredaban. Deslizó su mano en su cabello, gruñendo mientras la atraía más cerca. Ella sabía tan condenadamente bien. Como fresas en un caluroso día de verano, solamente que más dulce. Mackenzie se alejó con una risa ronca. —Nunca tuve a un hombre gruñendo mientras me besaba antes. Creo que me gusta.

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Recordándose mantener a su lobo interior bajo control, Gage la tiró hacia sí, arrastrando besos desde su boca todo el camino hasta su cuello y de regreso otra vez. El corazón de Mackenzie estaba latiendo fuera de control, golpeando en sus oídos. Sus feromonas llenaban su nariz, evidencia de su excitación. Mackenzie lenta y sensualmente se enderezó desde su posición de piernas cruzadas y se sentó a horcajadas sobre su regazo. Sus manos se deslizaron por su espalda para descansar en sus caderas. Apenas podía pensar, mucho menos mantener el control. Y eso solo empeoró cuando ella empezó a restregarse contra su erección. Él juró que podía sentir el calor de su sexo a través de sus pantalones de uniforme. No podía creer lo mucho que quería dejar que sus garras se deslizaran fuera para así poder arrancarle su camiseta, sin mangas, y pantalones cortos y comérsela. Gage no sabía cómo se las arregló para no perder la cabeza. Pero tenía que hacerlo, tenía que proteger a su manada. Quería pensar que Mackenzie estaba enfocada más en él que en la historia que estaba persiguiendo, pero no podía estar seguro. Hasta que supiera con certeza que su manada no estaba en peligro de ser expuesta, no podía afrontar el dejarse ser distraído por sus ardientes y calientes besos, la piel suave, o las tentadoras curvas. Eso era más fácil decirlo que hacerlo. Resistirse a ella habría sido duro como el infierno si él hubiera sido un hombre normal, pero era un hombre lobo, lo que significaba que tenía que luchar contra la tentación adicional de su excitación, también. El aroma lo envolvió, haciendo difícil recordar la razón por la que no podía perderse en ella. Le tomó todo lo que tenía detenerla cuando ella se agachó para agarrar el dobladillo de su camiseta. Él no podía ir tan lejos y todavía mantener el control. Ella parpadeó como si estuviera confundida. Él conocía la sensación. —¿No quieres? Gage ahogó un gemido. —Más de lo que sabes. Realmente debería recibir una medalla por tanta fuerza de voluntad. Agarrando su culo con las dos manos, la levantó y se puso de pie. Ella envolvió sus piernas más apretadamente alrededor de su cintura y dobló sus brazos

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detrás de su cuello. Su sonrisa se desvaneció cuando se dio cuenta de a dónde se estaba dirigiendo. —¿Te estás yendo? Él la ayudó a deslizarse lentamente hacia el suelo. Aunque sus piernas ya no estaban envueltas a su alrededor, sus brazos aún estaban rodeando su cuello, lo que significaba que su cuerpo todavía estaba pegado al de él. Olvídate de una medalla. Él se merecía que una maldita calle llevara su nombre. —Si no me voy ahora, no podré salir de aquí en absoluto —dijo. Ella sonrió. —¿Eso sería algo tan malo? La sensual mirada que le dio casi debilitó su determinación. Pero se obligó a permanecer estable. Esto era por su manada. —No. Pero creo que los dos sabemos que tenemos algo bueno pasando entre nosotros. No necesitamos apresurarlo. Ella deslizó una mano hacia abajo para colocarla en su pecho, justo sobre su corazón. Él dudaba que ella necesitara los sentidos de hombre lobo para sentir el golpeteo ocurriendo bajo su palma. —No quiero apresurarlo, tampoco. —Ella se rió—. Bueno, tal vez apurarlo un poquito. Él puso un dedo bajo su barbilla y levantó su cara para un lento y prolongado beso. Tal vez estaba siendo demasiado cauteloso. Pero mientras su cuerpo le decía que la levantara en sus brazos y la llevara a la cama, su cabeza estaba diciéndole que saliera de allí... cuando aún tenía la fuerza. —La primera vez que estemos juntos, quiero asegurarme que tenemos todo el tiempo que necesitemos. No quiero ser interrumpido a mitad de camino de hacer el amor porque el reloj despertador sonó por la mañana. Sus ojos se abrieron como platos mientras sus palabras se hundieron lentamente. —¿A mitad de camino? La besó de nuevo, luego se inclinó para susurrarle al oído.

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—A mitad de camino. Él sintió un escalofrío pasar a través de su cuerpo. —Supongo que una promesa como esa es algo por lo que vale la pena esperar entonces. Apartó su pelo sedoso de su cara. —¿Te veo muy temprano en el complejo mañana? Ella asintió, pero luego frunció el ceño. —Bueno, tal vez no demasiado temprano. ¿Alrededor de las nueve? —Las nueve está bien. Él abrió la puerta, pero Mackenzie tiró de él para otro beso duro antes de que pudiera salir. Enterró su mano en su cabello, devolviendo el beso con una intensidad que lo confundió. ¿Por qué demonios estaba tan fuera de control a su alrededor? Gracias a Dios que ella fue la que rompió el beso esta vez. No estaba seguro de haber tenido la fortaleza. —Hay más de donde vino eso —susurró ella—. No me hagas esperar demasiado tiempo, ¿de acuerdo? Gage sintió los ojos de Mackenzie sobre él mientras caminaba por el pasillo hasta el ascensor. Arriesgar una mirada en su dirección era peligroso, pero apretó el botón y lo hizo de todos modos. Ella estaba de pie en la puerta, su cara enrojecida y los ojos llenos de deseo. ¿Cómo podía alejarse de ella? Estaba a punto de decirle a su conciencia que se fuera al infierno cuando las puertas del ascensor se abrieron. Él entró y pulsó el botón para el vestíbulo, luego se inclinó hacia atrás contra la pared y cerró sus ojos. Solo rezó porque Mackenzie Stone, la periodista, dejara su historia y se contentara con ser Mackenzie Stone, la mujer. Y pronto. Porque no creía que pudiera aguantar mucho más.

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Capitulo 7 —¿Has oído algo de lo que te he dicho? —preguntó Zak cuando condujeron al complejo del SWAT a la mañana siguiente. Mac se dio una sacudida. —Sí, por supuesto que lo hice. Zak levantó una ceja. Ella sintió su cara sonrojarse. Maldición. Él siempre podía decir cuando estaba mintiendo. —Vale, no del todo. Lo siento. Estaba pensando. Él le dio una mirada de reojo cuando giró la furgoneta de las noticias hacia la carretera que guiaba al complejo del SWAT. —¿Sobre qué? Gage. O más precisamente, la promesa del apuesto comandante del SWAT —sobre la que los dos harían el amor toda la noche. Pero no iba a decirle eso a Zak. Ella difícilmente había pegado un ojo después de que Gage se fuera. ¿Cómo podía alguna mujer dormir cuando estaba fantaseando con un hombre así? Había estado tan agitada que finalmente sacó su vibrador para algún alivio. Pero desafortunadamente, el conejo no siguió y siguió, y aún estaba insatisfecha. Cuando finalmente cayó dormida, había alternado entre sueños haciendo el amor con Gage y preguntándose por qué demonios estaba tan loca por él. Nunca había estado tan desesperada por un tío en su vida. —Déjame adivinar —dijo Zak cuando ella no respondió—. No estás segura de querer seguir investigando a Gage y al equipo del SWAT, ¿cierto?

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Mac no dijo nada. Además del hecho de que investigar al SWAT probablemente terminaría siendo una pérdida de tiempo, había un tema más grande y ético que escribir una historia sobre un hombre mientras estaba desesperadamente intentando llevarle a su cama. La gente en su línea de trabajo llamaba a eso conflicto de interés. Ella solo lo llamaba estupidez. —Sí —dijo ella finalmente—. He estado pensando que quizás no está pasando mucho aquí como creía. Esperó a que Zak preguntara de dónde venía este repentino caso de auto duda. Pero la sorprendió. —Sé que solo soy tu fotógrafo, pero por el amor de Dios, creo que tienes razón. Esos tipos me parecen limpios. Mac le miró. ¿Quién era este tipo y qué había hecho con el verdadero Zak? Porque el Zak que ella conocía nunca dudaría en decirlo cómo lo veía. Además, él era más que su fotógrafo. —Va... vale —dijo ella lentamente—. Estoy de acuerdo contigo, pero ¿por qué piensas eso? —Pasé mucho tiempo con ellos ayer mientras estabas disparando con Gage. Y luego salí a algunos clubs y cosas con ellos la pasada noche. Eso la hizo levantar una ceja. Zak normalmente no salía de clubes. Y especialmente no salía a clubes durante la Semana Shark. —Eso debió haber sido interesante. —Hey, salgo algunas veces, lo sabes. Pero como estaba diciendo, realmente son geniales para pasar el rato. No se emborrachan. O se ponen estúpidos. Solo se sientan, toman unas pocas cervezas, y hablan. —¿Me estás diciendo que esos tipos van a los clubes y todo lo que hicieron fue pasar el rato contigo? —Bueno, algunos bailaron, también. Actualmente, bailaron mucho. —Él frunció el ceño—. Las mujeres parecían gravitar hacia ellos por alguna razón. Pero lo importante es que hablaron mucho para que consiguiera una buena sensación sobre ellos. Realmente creo que son tipos buenos.

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Ella podía haber pinchado a Zak sobre sus instintos legendarios cuando este llegaba para decir la diferencia entre los tipos buenos y los malos. Pero no lo hizo porque sabía que él tenía razón esta vez. —Sí, yo creo lo mismo. —Así que, ¿qué vas hacer? —preguntó él. Esa era una maldita buena pregunta. —No lo sé. Creo que solo dejaré que los próximos días pasen. Si tienes razón y no encontramos nada, dejaré la historia. Su boca se bordeó en una sonrisa. —¿Adivino que el hecho de que estés atraída por Dixon de alguna manera hace que tu decisión sea un poco más complicada de lo que debería? Zak no se equivocaba mucho. —¿Cuándo lo supiste? —En el momento que saliste del vehículo de operaciones en Belmont el otro día. Ella rió. —Ahora acabas de cagarla. Incluso yo no me di cuenta de que me gustaba en ese punto. Zak sacudió su cabeza con un suspiro. —Siempre eres un poco lenta sobre ese tipo de cosas. Mac abrió su boca para decirle que no era lenta, muchas gracias, pero los dos SUVs dirigiéndose a la puerta justo cuando ellos entraban la detuvo. El gran vehículo de operaciones estaba justo detrás de los dos primeros vehículos. Gage se asomó por la ventanilla lo suficiente para decirla que iban a una llamada a un centro comercial en Arlington. —Xander está dentro. Lo ha arreglado para que te sientes y hables con alguno de los otros chicos. —Gage la destelló una sonrisa—. Me figuré que querrías algún antecedente sobre alguien más aparte de mí.

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Realmente no. Pero él se fue antes de que ella siquiera pudiera considerar decirle eso en voz alta, o intentar invitarle. Mac salió de la furgoneta de las noticias y se puso al lado de Zak. Quizás sería una buena idea hablar con unos pocos de los otros tipos. Solo para conseguir una perspectiva diferente sobre su historia teórica. Dios sabía que no podía enfocarse en nada cuando Gage estaba alrededor. El resto del equipo estaba esperándoles a ella y a Zak en la clase en el edificio de entrenamiento. Mientras la saludaban amablemente —y lanzaban los pulgares para arriba a Zak por traer más donuts— parecía haber una extraña vibración en la sala. Como si caminaras a la casa de un amigo después de que ella y su marido tuvieran una pelea. ¿Tenía algo que ver con el incidente al que Gage había ido? Entonces otra vez, considerando que varios de los hombres estaban fuera de su camino para no observarla, quizás no. Y cada vez que les pillaba comprobándola, ellos rápidamente apartaban la mirada. Todos los hombres excepto Cooper. Él seguía mirándola durante mucho tiempo antes de que finalmente agarrara un donut al azar y se alejara sin una palabra. ¿De qué demonios iba esto? Mac deambuló hacia el escritorio delante de la sala para ver si había algún donut espolvoreado cuando Xander entró. —Señorita Stone. —Cabo Riggs. —Ella sonrió—. ¿Donut? Él sacudió su cabeza. —La vi hablando con el Sargento Dixon antes de que se fuera. Me pidió que la mantuviera ocupada mientras estaba fuera. ¿Qué era ella, una mascota? —¿Mantenerme ocupada? Xander hizo una mueca. —No exactamente de la manera en la que el Sargento Dixon lo puso. Ahora ve por qué hace toda la charla cuando viene la prensa.

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Ella podría haber reído si pensara que Xander estaba bromeando. Pero parecía incluso más intenso y serio de lo normal. —¿Algo está mal? La sorpresa parpadeó a través de su cara, pero se fue tan rápidamente, reemplazada con la misma expresión austera. Él miró a los otros hombres. Ellos estaban reclinados en sus sillas, riendo por algo que Zak había dicho. La tensión que había captado antes parecía haber decaído. Ella giró su atención de vuelta a Xander y le encontró considerándola con una mirada sospechosa. —¿Qué? —Nada —dijo él. Definitivamente estaba pasando algo detrás de esos ojos oscuros, pero maldita fuera si podía averiguar qué era. —No respondió a mi pregunta. —Nosotros estábamos interesados en algo antes de que llegara aquí. —Su sonrisa no alcanzó lo suficiente sus ojos—. No fue un gran trato. Solo cosas de chicos. Uh-huh. —¿Y por algo, se refiere a mí? —No, por supuesto que no. Xander estaba mintiendo y no hacía muy bien ese trabajo. ¿Por qué habían estado discutiendo sobre ella? Quería preguntar, pero Xander probablemente no la diría nada. Hora de cambiar de tema. —Gage dijo algo sobre que entrevistaría a los hombres mientras esperaba a que volviera —dijo ella. El músculo en la mandíbula de Xander saltó. Tendría que ser cuidadosa al intentar manipularle. Tenía una vena sospechosa de una milla de grosor, y definitivamente no confiaba en ella. —Sí —dijo él—. Mencionó eso.

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—¿Le gustaría ser el primero? Xander no parecía más emocionado por la idea que ella, pero asintió. —Podemos hablar en la sala de pesas. Los sofás para ver la televisión serían más cómodos, pero Xander ya se dirigía en ese dirección, sin darla ninguna otra oportunidad que seguirla. El cabo mayor estaba de pies en medio de la sala, los brazos doblados a través del pecho, su expresión protegida. Oh sí, esto iba a ser divertido. Mac se sentó en uno de los bancos de pesas y sacó su libreta. Al menos habían conseguido nuevos espejos desde la última vez que estuvo allí. Xander era respetuoso, pero evasivo. Vale, quizás eso no era justo. Respondió a todas sus preguntas. Simplemente no elaboró ninguna de sus respuestas. Ella no consiguió mucho más que las cosas aburridas que ya había leído en su expediente. Había trabajado para el Departamento de Policía de la Ciudad de Kansas durante varios años antes de que Gage le reclutara para unirse al equipo del SWAT de Dallas. Sí, estaba soltero. No, no estaba viendo a nadie. Ella pasó las siguientes horas entrevistando al resto de los tipos del escuadrón de Xander. Trevino y McCall eran reservados como Xander, pero Lowry, Delaney, y Becker fueron más sociables. No solo tenían más historias que una carga completa de marineros, eran encantadores como el infierno y sabían como hacer reír a una mujer. Ella tomó muchas notas. Si escribía en algún momento un trozo de interés humano sobre el equipo del SWAT, tendría suficiente para escribir una docena de artículos. Mac echó un vistazo a sus notas mientras esperaba a que Cooper entrara y notó que ninguno de los chicos estaba casado. Huh. ¿Cómo era posible que un grupo de policías tan macizos estuvieran todos solteros? Eso tenía que ser algún tipo de anomalía estadística. Algo más era extraño, también. Muchos de los hombres habían sido transferidos de otros departamentos de policía alrededor del país. No sabía suficiente sobre el tema para estar segura, pero era difícil creer que nadie en el Departamento de Policía de Dallas hubiera tomado medidas.

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Mientras era seguramente extraño, también indicaba que Gage y su equipo estaban limpios. Si él hubiera programado rellenar su unidad con su gente para que ellos pudieran alejarse de algo sucio, no habría conseguido a otros policías de su propio departamento, ¿policías que sabía que estaban sucios, también? No había manera de que Gage pudiera haber conocido a los oficiales de otros departamentos lo suficiente para saber que eran corruptos. Ella estaba investigando al SWAT porque creía que eran corruptos, pero en todo caso, Gage casi se había salido de su camino para hacer la unidad más limpia posible. Mac estaba garabateando algunas notas cuando Cooper entró. Aún llevaba esa expresión medio enfadada que había tenido antes. Pero entonces sonrió y ella se preguntó si no se había imaginado las cosas. —Reservé un donut para usted —dijo él cuando se sentó en el banco de pesas enfrente de ella—. Noté que no agarró ninguno antes de irse y me figuré que estaría hambrienta después de escuchar todas las tonterías que los chicos estaban intentando venderla. Ella dejó su libreta para tomar el donut glaseado que él había abrazado con una servilleta. Él incluso había pensado ser lo suficientemente considerado para traerla una taza de café con la cantidad correcta de crema. Ella tomó un sorbo. ¿Edulcorante artificial, también? Maldición, era bueno. —Vale, traerme un donut con glaseado es bastante impresionante, pero ¿cómo sabía cómo tomo mi café? Él rió. —Cuatro años en el Escuadrón de Bombas del Ejército, dos viajes a Afganistán, uno a Irak. Aprende a notar todo o es golpeado en una neblina rosa realmente rápido. Algo en su tono la dijo que no estaba bromeando. —Ya veo. Bueno, gracias por pensar en mí. Estaba hambrienta. Él asintió y cruzó sus brazos sobre su pecho, enfatizando sus bíceps. Sus brazos no eran tan grandes como los de Gage, pero estaban cerca. La perturbadora mirada estaba de vuelta en su cara ahora. ¿Qué demonios estaba pasando con él? Justo ayer, este amable tipo la estaba mirando el culo como si

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estuviera enamorado de ella. Hoy, la miraba como si la quisiera sacar de aquí a patadas. —¿Le importa si le hago una pregunta, Señorita Stone? Ella dejó su café en el banco y recogió su libreta. —No del todo. Y llámeme Mac. —Vale entonces, Mac. ¿Estás fastidiando la cabeza de mi jefe para conseguir una historia? Mac estaba bastante segura de que su mandíbula cayó. Y la gente decía que ella era directa. —No sé qué quiere decir. Dios, eso sonaba horriblemente débil. Él bufó. —Seguro que lo hace. Es una simple pregunta. ¿Honestamente le importa Gage o está planeando fastidiarle para conseguir la historia de la que está detrás? Si alguien más en el equipo la hubiera hecho esa pregunta, probablemente habría pensado en tonterías. Pero no creía que pudiera hacer eso con Cooper. —¿Importa cómo responda? —preguntó ella—. No tiene ninguna razón para creerme incluso si le digo la verdad. —Solo responda a la pregunta. Sabré si está diciendo la verdad. Mac no estaba segura de cómo podía decirlo, pero le creía. —Sí, honestamente me preocupo por Gage. —¿Así que, él es importante para usted? —Sí. ¿Por qué demonios estaba respondiendo como si estuviera en el puesto de una testigo? Supuestamente era la que hacía las preguntas. —¿Está enamorada de él?

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Ella no sabía por qué siquiera dudó. ¿Cómo podía haberse enamorado de algún hombre que acababa de conocer hacía unos pocos días? Incluso si él era un macizo, sexy, excitante, y tentador como Gage. Infiernos, ni siquiera había dormido con él aún. Abrió su boca para decirle a Cooper que no estaba enamorada de su feje, no es que fuera algo de su incumbencia, pero no podía hacer que las palabras salieran. No podría saber si le amaba —era una mujer práctica, una mujer práctica no se enamoraba en tres días— pero sentía algo por él. Algo más fuerte de lo que había sentido por cualquier otro hombre. Aún estaba intentando averiguar exactamente qué demonios sentía cuando Cooper se puso de pies. —Creo que tengo la respuesta a lo que estaba buscando. Mac le frunció el ceño. —Pero no dije nada.

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Su boca se curvó. —Dijo suficiente. Ella observó con confusión como él se dirigía a la puerta. —Hey. ¿No me dejará entrevistarle? Él paró en la puerta y la miró. —Soy aburrido. Nadie quiere saber nada sobre mí. Mac miró a la página en blanco en su libreta. Si no lo supiera bien, pensaría que Cooper tenía justo al Dr. Phil en su culo. Porque tan loco como sonara, las cosas parecían mucho más claras de lo que habían sido hacía un rato. *** Mac estaba fisgoneando alrededor de los dormitorios escaleras arriba unas pocas horas después, y no encontró nada, cuando un par de brazos fuertes abrazaron su cintura. Incluso si sabía que tenía que ser Gage, ella soltó un pequeño jadeo de sorpresa de todas formas. Él rió suavemente, su cálida respiración acarició su oreja y la hizo temblar.

—Lo siento. No quise asustarte —dijo él—. Creía que te habrías ido ya. ¿Encontraste algo de interés aquí arriba? Ella abrazó sus brazos a su alrededor, apoyándose contra la dura pared de su pecho. —Estaba esperando encontrar una reserva de agujas y botellas de esteroides bajo los colchones, pero no hubo suerte. Desde que terminaron las entrevista vis a vis, ella había pasado las horas buscando en cada pulgada del complejo —con el conocimiento y permiso completo de Xander. Echó un vistazo a través del resto de los expedientes, luego pateó a través del espacio de almacenaje y sala de equipamiento que pudo encontrar antes de subir aquí para hacer una búsqueda detallada. Nada. Ni drogas ni nada que indicara que algo inapropiado estaba pasando. —Lamento decepcionarte —dijo Gage—. Podría ir a comprar algo si eso ayudara. Necesitaré la prescripción primero, así que podría llevar un rato. Ella se giró en sus brazos, sorprendida por cuán aliviada estaba de verle de vuelta sano y salvo. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba preocupada. —¿Cómo fue el centro comercial? Él retrocedió con un pesado suspiro, y ella inmediatamente echó de menos la calidez de sus brazos. —Mejor de que lo habría pensado. Había un adolescente con una pistola reteniendo a los rehenes en una tienda buena de deportes. Estaba molesto por que alguna chica se había divertido a su costa y quería matarla a ella y a todos con los que trabajaba. Fue tenso durante un rato, pero Kendrick finalmente habló con él para que se rindiera. Tomó casi cuatro horas convencer al chico de que saliera. Guau. —Me alegro de que nadie saliera herido. —Yo también. Ella siguió a Gage a la pequeña cocina, observando como él buscaba a través de los armarios. Abrió cada uno de ellos, pero salió con las manos vacías.

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—¿Buscas algo en particular? —preguntó ella. —Realmente no. Solo tenía una urgencia por algo. —¿Como qué? La mirada traviesa que la dio hizo que su pulso se saltara un latido. —Ahora sé qué quiero comer. —Él tomó su mano y la empujó contra él con un bajo y sexy gruñido—. A ti. Su boca se acercó a la suya con una posesividad que debilitó sus rodillas. Ella apretó sus hombros para evitar derretirse en el suelo. ¿Cómo podía ponerse todo cursi por un simple beso? Porque no había nada de simple en ello. El beso era alucinante. —He estado pensando en hacer esto todo el día —dijo él con voz ronca. Ella sonrió. —Es bueno que no me hubiera ido entonces. Él rió e inclinó su cabeza para besarla otra vez, pero una tos en alto de la parte superior de las escaleras les congeló a ambos. Maldición, ella se había olvidado completamente de dónde estaban. Aparentemente, también Gage. Él se alejó de ella. —Lamento interrumpir, Sargento —dijo Mike—. Pero tenemos otro. *** Mac estaba sentada en el vehículo de operaciones, sus ojos pegados a los monitores cuando Gage y todo el equipo del SWAT terminaron su barrido del primer piso del motel pulgoso y se dirigían escaleras arriba a ambos lados del edificio. A pesar de estar preocupada a muerte sobre lo que vendría a continuación, se alegraba de que ellos finalmente terminaran con la planta principal porque lo que había visto allí iba a obsesionarla durante mucho tiempo. Por lo que Mac había sido capaz de juntar, una banda local había estado teniendo algún tipo de fiesta de iniciación en el primer piso cuando una banda rival se había presentado y comenzó a disparar. La Banda Número Uno había

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devuelto los disparos y lo que había comenzado como una fiesta rápidamente se había convertido en un baño de sangre. Los policías habían llegado aquí a tiempo para forzar a los supervivientes que empuñaban las pistolas de ambas bandas al segundo piso del motel, dónde se habían parapetado en varias habitaciones. Desafortunadamente, cada banda había tomado a la gente del motel como rehenes, y estaban listos para matarlos a todos —si no lo habían hecho ya. Cuando ella, Gage, y el resto del equipo del SWAT había llegado, los oficiales uniformados aún estaban negociando con las bandas en el segundo piso. Había sido como una zona de guerra, con las bandas disparándose mutuamente y también a los policías y a todos los demás quienes llegaran a la vista del motel. Después de hacer su promesa de quedarse en el vehículo de operaciones aparcado a cuatro bloques de distancia, Gage y el resto del equipo del SWAT inmediatamente se dirigieron hacia la pelea —no para sacar a los matones, sino para intentar rescatar a algunos de los invitados del hotel que aún estaban dentro. Ella casi había apagado los monitores cuando había visto toda la matanza allí. Cualquier pensamiento restante de que el equipo del SWAT era corrupto, sucio, o cualquier otra cosa más grande que un montón de policías heroicos y dedicados que había visto en su vida desapareció ahora. Gage y sus hombres habían entrado en el motel una y otra vez, sacando heridos mientras eran disparados todo el tiempo. Mac mantuvo su respiración cuando Gage alcanzó el segundo piso. Las dos bandas habían bloqueado las ventanas y apilado el mobiliario para parapetarse detrás mientras usaban lo que parecía un suministro ilimitado de munición. Sabía que Gage y su equipo eran buenos en sus trabajos, pero no veía cómo esto iba a terminar bien. Sus manos estaba raramente temblorosas, estaba muy asustada. Gage estaba allí dentro, y de repente ella se dio cuenta que no quería que estuviera allí. El sistema de audio en el vehículo de operaciones estaba atado a los auriculares que cada oficial del SWAT llevaba, así que ¿por qué demonios no podía oír nada? Se atrevió a mirar de un monitor al siguiente, pero los hombres se movían tan rápido que la estaban mareando. Ni siquiera estaba segura de dónde estaban todos. Hacía un minuto, Gage había estado en el descansillo de la escalera, pero ahora parecía como si estuviera en algún tipo de superficie con

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grava. ¿Dónde demonios estaba, en el suelo detrás del edificio? Eso no tenía sentido. Varios hombres de repente se arrodillaron delante de la cámara de Gage, y ella solo tuvo un segundo para identificar a uno de ellos como Cooper antes de que se dispersaran otra vez. Ella casi gritó por la frustración. La voz de Gage llegó por el altavoz. —Tres... dos... uno... ¡adelante! Hubo un estruendoso bum y un destello de luz, luego... caos. El corazón de Mac latió más fuerte, casi ahogando el sonido que venía de los altavoces. ¿Qué maldito bien hacían las cámaras si todo en los monitores era demasiado rápido y discordante para comprenderlo? Había brillantes destellos de luz, luego la explosión de disparos seguido por la cacofonía que destrozaba el oído de armas automáticas siendo disparadas. Los gritos y chillidos se convirtieron en gritos de dolor, pero apenas eran audibles sobre los bajos y furiosos gruñidos que hacía el equipo del SWAT. Ella había oído lo mismo cuando Mike y Xander habían guiado a sus equipos al edificio de oficinas negro como el carbón ese primer día. Solo que esta vez, era mucho más alto. Ella cerró sus ojos, incapaz de mirar a los monitores mucho más. ¿Por qué demonios estaba tan aterrada? Había estado en situaciones como esta antes. Demonios, había sido disparada una docena de veces en el curso de su carrera e incluso había estado cerca de una explosión una vez. Pero nunca había estado tan asustada. Porque no era ella la que estaba en peligro. Era el hombre por el que se preocupaba. Y eso lo hacía peor. Ella rezaba para que Gage y sus hombres pasaron esto a salvo. Mac no sabía cuanto tiempo estuvo sentada allí con sus ojos cerrados. Pero cuando los abrió otra vez, un inquietante tipo de tranquilidad había descendido en el motel. Aún podía oír los gemidos, susurros, y el ocasional sollozo, pero ningún disparo. La voz de Mike llegó desde el altavoz. —Uno limpio.

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—Dos limpio —dijo Xander. —Tres limpio —informó Cooper. El equipo del SWAT estaba diciendo algún tipo de patrón numérico, dejando saber a Gage y a los demás que estaban vivos que su área de responsabilidad había sido limpiada. Mantuvo su respiración cuando quince números fueron anunciados. —Todo limpio —dijo Gage—. Traed a los EMTs aquí. Mac saltó de su asiento, más cansada que si hubiera corrido una maratón. Detrás suyo, las puertas del vehículo de operaciones se abrió. Se dio la vuelta alrededor para ver a Zak con la cámara en su cabeza. —Todos están corriendo dentro. ¿Qué ocurrió? Mac se había olvidado completamente de que Zak había estado fuera tomando fotos de la escena. —No estoy segura, pero creo que todos están bien —dijo ella—. Al menos los he oído a todos en la radio, y sonaban bien. Aunque no tengo pruebas de lo que ocurrió. Zak subió a la furgoneta y cerró la puerta. —Creo que golpearon su camino a través del tejado, a ambos lados del edificio exactamente al mismo tiempo. Había graba y trozos de alquitrán volando por todas partes. Eso explicaba la graba que había visto. Habían estado en el tejado. Ella y Zak se sentaron en silencio, observando los monitores e intentado averiguar qué estaba pasando, pero estaba demasiado oscuro y caótico. Mucha gente había salido herida en la pequeña guerra entre bandas, así que los monitores estaban llenos de EMTs, oficiales uniformados, y miembros del equipo del SWAT en representación de los primeros auxilios. El motel parecía como una escena sacada de un episodio de M*A*S*H cuando un riachuelo de fin de camillas de ambulancias entraban y salían. Ella se pondría enferma si seguía intentando observar la loca escena. Pero no podía alejarse hasta que supiera que Gage estaba bien. Cuando finalmente

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captó un rápido destello de su alta forma con anchos hombros en una de las cámaras de los otros hombres, soltó la respiración que no se había dado cuenta que había estado reteniendo. Estaba a salvo. Podía respirar otra vez. Veinte minutos después, Becker y uno de los médicos del equipo, el Cabo Mayor Trey Duncan, salieron para ponerles al día. —Cooper y Nelson, nuestros chicos de demolición, golpearon los puntos de entrada a través del tejado en cuatro lugares diferentes. —Becker lo dijo muy casualmente, como si hicieran cosas así todos los días. Lo cual supuso ella que hacían—. Luego todo el equipo entró, justo en medio de cada banda. —¿Los rehenes están bien? —preguntó Mac—. ¿Todos están bien? —Todos en la unidad están bien. Unos pocos arañazos menores y rasguños, pero eso es todo. —Duncan frunció el ceño—. Aunque algunos de los rehenes están en bastante mala forma. Al menos tres fueron disparados antes de que entráramos, y dos más fueron golpeados durante el rescate. Los miembros de las bandas parecían bastante decididos a tomar a tanta gente como les fuera posible. Ahora están de camino al hospital, pero no sabemos si todos se recuperarán. Mac sacudió su cabeza. —El Sargento Dixon me pidió que te dijera que estará aquí durante unas pocas horas más —dijo Becker—. Él pensaba que podrías querer llamarlo por la noche. Entonces él y Duncan volvieron al motel. Zak la miró después de que dos policías salieran del vehículo de operaciones. —Pregunta absurda, pero ¿adivino que te vas a quedar? —Sí. Quiero estar por aquí y asegurarme que todos están bien. Él sonrió. —Eso creía. ¿Me necesitarás en el complejo mañana? Ella sacudió su cabeza. —No lo creo. Te veré en el periódico.

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Después de que Zak se fuera, Mac volvió su atención de vuelta a los monitores, pacientemente esperando a captar otro vislumbre de Gage. *** Gage estaba tan cansado que apenas podía mantener sus ojos abiertos. Todo lo que quería era ir a casa, caer en la cama, y desconectar durante unas pocas horas hasta de que la alarma se apagara y tuviera que levantarse y hacer todo otra vez. Pero Mackenzie insistía en que necesitaba comer, y seguía diciéndole eso hasta que paró en la siguiente comida rápida para coches a la que llegaron. —No mires al burrito —le regañó ella gentilmente—. Cómetelo. Él se forzó a tomar un bocado, cerrando sus ojos durante un momento cuando la carne picante le golpeó de lleno en la lengua. Quizás no estaba demasiado cansado para comer después de todo. A su lado, Mackenzie mordió su propio burrito. Gage había estado sorprendido de encontrarla esperándole cuando había subido al vehículo de operaciones. Creía que se habría ido hacía horas. Pero le había dicho que había querido esperar. Podría ser egoísta, pero se alegraba de que lo hubiera hecho. Ver su bella cara después de un día largo le había hecho sentir un poco menos cansado. Los dos incidentes por los que había pasado no eran la única razón por la que se estaba arrastrando. La otra era la discusión que había tenido con su manada esa mañana después del EF. Había creído que después de lo de ayer, a sus chicos no les importaría sentarse con Mackenzie para una entrevista vis a vis, pero habían estado rotundamente furiosos con la idea. —Eso es muy malo porque lo vais hacer de todas formas —les dijo a ellos—. Si es alguna consolación, no tenéis que tolerar a la Señorita Stone husmeando mucho más. —¿Cómo sabes eso? —preguntó McCall. —Sí. —Los ojos de Kendrick estaba estrechados—. ¿Cuánto estás involucrado con esta reportera? ¿Está pasando algo que no nos has dicho? Gage reprimió un gruñido. —¿Qué demonios se supone que significa eso?

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Cooper levantó la mirada de la novela gráfica que estaba tocado. —Él quiere decir, ¿que si estás durmiendo con ella? Gage había estado tan sorprendido que solo se quedó allí de pies mirando a su experto en explosivos como un maldito cerdo con un Rolex. —¿Y bien, lo haces? —demandó Cooper. Gage tuvo que apretar sus manos en puños para evitar dar un puñetazo al hombre. Empezar una pelea con Cooper podría ser satisfactorio como el infierno, pero solo confirmaría lo que él y el resto de los hombres temían —que estaba dejando que su atracción por Mackenzie nublara su juicio y que estaba poniendo a la Manada en peligro. Comprendía de dónde venía su preocupación, incluso si era inapropiada. —No —dijo él tan imparcialmente como podía manejar—. No estamos durmiendo juntos. —Tonterías —dijo bruscamente Xander—. Podemos olerla en ti. Gage ni siquiera se dio cuenta que se había movido hacia su líder mayor de equipo hasta que Mike se puso delante de él y puso una mano en su pecho. Brooks se movió para quedarse al lado de Xander. —Sargento, ¿cómo sabemos que no está jugando contigo? —Ella no está jugando conmigo —gruñó él. —¿Cómo puedes estar seguro? —preguntó Mike. —¡Solo lo sé, maldita sea! —dijo bruscamente él. Eso probablemente no sería bastante bueno para ellos, pero no sabía cómo ponerlo en palabras. Mackenzie podría haber venido aquí buscando una historia ese primer día, pero algo en su instinto le decía que esa no era la razón por la que seguía viniendo. Xander juró bajo su respiración. —No es solo que ella averigüe lo nuestro, Gage. Tenerla alrededor es peligroso. Gage frunció el ceño.

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—¿De qué demonios estás hablando? —Por algo no estás pensando claramente —dijo Xander—. Hardy envió a sus gorilas a darte una paliza y no pareces darle nada. —Como demonios no lo hago. —¿Sí? Bueno, no has mencionado lo que vas hacer sobre ello. —Xander sacudió su cabeza—. De todas formas, no es solo eso. Ella está soltando feromonas que todos nosotros estamos recogiendo, y eso está afectando a alguno de los lobos más jóvenes. Decir que eso es una distracción es una sutileza. Conseguirá que alguien salga muerto. Fue entonces cuando las cosas se pusieron realmente feas. Nadie en la Manada estaba de acuerdo con Xander, y los chicos habían tomado lados. Y los que querían ir contra Gage no solo estaban furiosos con Mackenzie, le querían fuera como líder de la Manada. Hubo unas pocas miradas durante los años, pero nunca fue más lejos que eso, y seguramente nunca con ninguno de los hombres lobo más mayores. Pero esta pelea haría que la riña en la sala de pesas del otro día pareciera como un juego de niños. La sangre definitivamente sería derramada. O lo habría sido si Cooper no hubiera calmado la situación con una simple pregunta. —Mac es La Única, ¿verdad? Gage no respondió. No tenía que hacerlo. El resto de la Manada retrajo sus garras, de repente más interesados en debatir si el mito era real —y lo que eso significaba para la Manada. Si Mackenzie Stone realmente era La Única para él, ¿evitaría que divulgara su secreto siempre y cuando ella lo descubriera? ¿La intensa atracción tenía el mismo efecto en ella, también? Gage esperaba por Dios que lo hiciera, pero no sabía mucho sobre eso. Desafortunadamente, tampoco Cooper. Pero antes de que Gage pudiera decir algo, una nota había llegado sobre la situación de rehenes en el centro comercial. —¿Deberíamos conducir a través otra vez y conseguir otro burrito?

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La suave voz de Mackenzie interrumpió sus pensamientos y descendió la mirada para ver que no solo se había comido todo el burrito, sino que prácticamente había lamido el envoltorio de papel, también. Él sonrió y arrugó el envoltorio. —No, creo que estoy bien. Ella no parecía convencida. —Puedes tener algo del mío, si quieres. —Gracias, pero creo que es la hora de que llevarte a casa. Es tarde. Ella no protestó cuando él encendió el coche. Era después de la medianoche y parecía tan cansada como él. Ella terminó el resto de su burrito en silencio, luego se reclinó en el asiento. Gage tuvo que resistir la urgencia de parar solo para poder ver si sus labios eran tan dulces como recordaba de esa tarde. Tensó su agarre en el volante y forzó su atención de vuelta a la carretera. Xander había tenido razón. No pensaba claramente cuando estaba a su alrededor. Xander tenía razón sobre algo más, también. Mackenzie era una distracción para el equipo. Gage había pensado que estaban tensos porque estaban preocupados porque ella tropezara con su secreto, pero ahora se daba cuenta que era porque sus feromonas les estaban volviendo locos. Mackenzie era un punto débil para él y su manada lo sabía. Gage pensó otra vez sobre lo que dijo Cooper. Nunca había creído en el mito sobre que cada hombre lobo tenía un alma perfecta esperándole en alguna parte ahí fuera. Siempre había creído que era algo con lo que los hombres lobo salían para explicar por qué tenían tanta mala suerte con las mujeres. Tenían mala suerte con las mujeres porque los hombres lobo eran malhumorados, reservados, agresivos, y simplemente desagradables para conectar a un nivel humano. O eso había pensado. Pero quizás Cooper estaba sobre algo. Quizás Mackenzie era La Única. ¿Qué más explicaría por qué no podía pensar claramente cuando estaba con ella? Porque había salido con muchas mujeres, y ninguna de ellas había tenido este efecto en él.

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¿Y cómo sabes que ella no está jugando contigo? Las palabras de Brooks se hicieron eco en su cabeza. ¿Y si estaba tan ciego por Mackenzie que no podía ver lo que estaba justo delante de él? Gage la miró cuando aparcó en la plaza de garaje. Ella apenas podía mantener sus ojos abiertos, estaba muy cansada. Mirándola justo entonces, se avergonzó incluso por pensar que ella podría estar usándole. —¿Quieres entrar un rato? —preguntó Mackenzie cuando llegaron a su puerta. Hombre, quería hacerlo. Pero necesitaba poner algo de espacio entre ellos si iba a ordenar el revoltijo de emociones que estaba sintiendo. —Es tarde y ambos estamos agotados. —Él apartó su pelo de su cara—. ¿En otra ocasión? —Por supuesto —dijo ella, luego frunció el ceño—. ¿Estás seguro que no estás demasiado cansado para conducir a casa? Quizás deberías quedarte y dormir en el sofá. Él rió. —Si me quedo, algo me dice que ninguno de los dos podrá dormir algo. Creo que es mejor si me voy. —Vale. —Ella le dio una mirada severa—. Pero tienes que prometer enviarme un mensaje de texto y hacerme saber que llegaste a casa, ¿vale? —Lo haré. —Él ladeó su cabra para besarla gentilmente en la boca. La sensación de sus labios bajo los suyos fue suficiente para hacerle decir al infierno con esto y tomar su oferta. Necesitaba salir de allí. Ahora—. Te veré mañana. Ella sonrió y se puso de puntillas para presionar sus labios en los suyos una vez más. —Cuenta con ello. Maldición, estaba haciendo difícil creer que no era La Única. ¿Por qué mas sería tan difícil girarse y alejarse de ella?

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Capitulo 8 Mac normalmente necesitaba cuatro despertadores establecidos en cinco minutos y posicionados en diferentes lugares alrededor de la habitación para forzarse a salir de la cama por la mañana. Y eso era cuando se levantaba a una hora razonable como las ocho en punto. Pero la pasada noche, había puesto los cuatro relojes a las 6:00 a.m. para poder llegar al compuesto del SWAT antes de que Gage tuviera que salir y salvar al mundo como había hecho ayer. Pero él y la mitad del equipo ya estaban cargando y listos para rodar en el momento que entró en el aparcamiento. No estaba por dejarle ir sin ella esta vez, así que Mac saltó en el asiento del pasajero del SUV que Gage estaba conduciendo. —Estás animada esta mañana. —Gage la dio una mirada de reojo cuando siguió al gran vehículo de operaciones por la puerta—. Adivino que dormiste bien. Después de todo lo que había visto ayer en el hotel, no había sido un salto pensar que el sueño tardaría en llegar mucho la última noche. Pero se había ido a la cama con una única cosa en mente —Gage. Y pensar en él la había traído la mejor noche de sueño que había tenido en... bueno... siempre. La sonrisa de Mac rápidamente se convirtió en un frunce cuando notó las tensas líneas grabadas alrededor de la boca de Gage. Él parecía más exhausto de lo que parecía cuando la dejó en su casa. —¿Conseguiste dormir algo la última noche? —preguntó ella. —Sí, conseguí unas pocas horas. Pero desafortunadamente para mí, no me veo tan bien como tú tan temprano por la mañana, especialmente cuando no he tenido mi café aún.

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Gage debió haber notado su preocupación, porque rió. —No te preocupes. Estaré libre durante los siguientes dos días, así que seré capaz de ponerme al día con mi descanso. —La mirada que la dio la hizo respirar con problemas—. A menos que tenga algo mejor que hacer, por supuesto. —¿Cómo cenar juntos? Las palabras sonaban bastante casuales, pero su pulso iba a una milla por minuto. En todo lo que podía pensar era en lo que había ocurrido entre ellos la última vez que habían cenado juntos. Una sonrisa tiró de una esquina de su boca. —¿Te apetece ir a Chambre Francaise otra vez? Ella se lamió sus labios. —Creí que quizás podría hacerte la cena otra vez. ¿Digo esta noche? Su sonrisa se amplió. —Suena bien para mí. Mac abrió su boca para preguntar qué quería para cenar, pero la radio graznó con un montón de estática, luego todos esos códigos y jerga policial que Zak siempre traducía para ella. Gage levantó la mano del micrófono y habló una pocas frases concisas en él. Algo sobre mantener el perímetro y no usar ninguna sirena. —¿Así que, qué tenemos? —preguntó ella. —Laboratorio de drogas... metanfetamina probablemente. —Él la miró, todo negocios ahora—. Un llamante anónimo informó de todas las señales típicas de un soplón de un laboratorio de metanfetamina. También informaron sobre ver armas automáticas, así que el comandante en la escena nos pidió que fuéramos primero. Donde justo hacía unos pocos momentos, una sensación cálida y agradable había estado, ahora el frío y el miedo apretando su estómago existía. Casi se había olvidado de lo que Gage hacía para vivir. —¿Eso no es peligroso?

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Gage sacudió su cabeza. —Ellos ni siquiera sabrán que vamos hasta que pateemos la puerta. Ese es el porqué les dije que mantuvieran el perímetro a cuatro bloques. Además, la mitad de la gente en esos laboratorios normalmente tienen las mentes drogadas. Estaremos dentro y fuera de allí en diez minutos. Él sonaba tan confiado y seguro de sí mismo que Mac casi se encontró creyéndole. Entonces recordó todo el tiroteo y la sangre del día anterior, y su estómago se apretó incluso más tensamente. *** Mac prometió a Gage que se quedaría en el vehículo de operaciones, pero justo después de que él se fuera, las señales en los monitores empezaron a encenderse y apagarse. Ella supuso que era porque estaban aparcados demasiado lejos. En cualquier caso, no podía ver u oír nada. Deseó que Zak estuviera allí. Él sabría cómo arreglar las malditas cosas. Sacó su pequeña cámara de su bolsillo trasero y salió del vehículo de operaciones. Aún no podía ver a Gage, pero al menos podía ver la casa. Además, podía tomar fotos. Había una media docena de oficiales uniformados y detectives detrás del gran vehículo con ella, así que estaba a salvo. Después de que ella y Gage habían llegado, él había tenido una corta conversación con el Teniente Weaver, el líder oficial de la división de narcóticos, luego instruyó a Trevino para que tomara una posición de francotirador en el tejado de un edificio cercano. Gage, Cooper, y Delaney inmediatamente habían desaparecido alrededor del lado izquierdo del sospechoso laboratorio de metanfetamina, mientras Xander y los otros tres miembros de su escuadrón había ido por la derecha. Mac mantuvo su oído pegado a la radio en la mano de Weaver, esperando la señal de que el SWAT estaba por entrar al edificio. Gage la había dicho que tan pronto como sacaran las armas automáticas del juego, el resto de los policías entrarían. Mac se mordió el labio cuando sacó unas pocas imágenes de la casa. El lugar no parecía grande. Mientras estaba ruinoso, no había nada en la estructura de dos pisos que la hiciera pensar que era un laboratorio de drogas. Dar por hecho, que la pintura en la ventana batiente era un poco sospechosa, pero muchos propietarios hacían que mucha gente en la acera no fuera capaz de ver su

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sótano. Obviamente la persona quién había informado a los policías sabía más que ella. —Estamos en posición. —La voz de Gage era suave y segura cuando llegó a través de la radio—. Rompiendo la puerta en diez. Corto. Mac saltó cuando oyó el ariete golpeando las puertas. Inmediatamente fue seguido por el sonido de granadas cegadoras explotando. Se abrazó a sí misma por las armas de fuego que sabía que vendrían a continuación, pero no hubo nada. Diez segundos pasaron, luego quince, pero el interior de la casa estaba tranquila. Eso era algo bueno, ¿verdad? A su lado, Weaver apretó el botón al lado de su radio. —Dixon, ¿qué demonios está pasando ahí dentro? Gage no respondió. Weaver maldijo bajo su respiración y apretó el botón otra vez. Pero fuera lo que fuera lo que estaba por decir se perdió cuando una explosión ensordecedora se hizo eco en el aire. Trozos de madera, metal, y hormigón fluyeron sobre el vehículo de operaciones, lloviendo sobre Mac y los policías con ella. Ella se agachó, cubriendo su cabeza con sus brazos. ¿Qué demonios? Le llevó un minuto a Mac dar sentido a los escombros humeantes a su alrededor. Weaver gritaba en su radio, dando órdenes para enviar a tantas ambulancias como tuvieran, eso finalmente rompió a través de la niebla que la envolvía. Gateó sobre sus manos y rodillas para ver alrededor del vehículo de operaciones. La ruinosa-casa-convertida-en-un-laboratorio-de-metanfetamina no estaba, nivelada en el suelo, y en su lugar, había un montón de escombros. Gage. Mac se levantó y corrió a través de la calle hacia lo que quedaba de la casa tan rápido como sus piernas podían moverse. Estaba a medio camino cuando alguien agarró su brazo y la arrastró a una parada. Luchó contra el agarre, pero era tan fuerte como el acero y no cedería ni una pulgada. —¡Mac, para!

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La mano en su brazo la giró y se encontró mirando a Alex Trevino. ¿De dónde demonios había venido? —Tengo que llegar a Gage —le dijo ella—. Él y los otros chicos están allí. Trevino trasfirió su agarre a sus hombros, sujetándola aún cuando miró profundo en sus ojos. —Lo sé. Y yo iré a sacarlos. Pero no puedo hacer eso y preocuparme por ti, también. Necesito que te quedes aquí. ¿Puedes hacer eso? Ella creyó que asintió, pero no estaba segura. Debió haber sido lo bastante bueno para Trevino porque él corrió hacia la casa. Mac siguió a pesar de su promesa, pero tropezó a una parada a unos pocos pasos. Trevino tenía razón. Ella no podía ayudar a Gage o a los otros hombres a salir de los llameantes restos de la casa. Ella solo estaría entorpeciendo. Así que, se quedó allí de pies, sintiéndose inútil cuando los otros oficiales de policía la alcanzaron y la pasaron. Ella observó como se unían a Trevino en los restos del edificio, gritando los nombres de los oficiales del SWAT. Mientras el humo se levantaba firmemente de los restos de la casa, no había mucho fuego. Eso tenía que ser bueno. Pero aún había mucho daño. Muchas de las paredes no estaban, junto con el tejado y una buena porción del segundo piso. Trozos serrados de vigas y tuberías de acero sobresalían en ángulos locos, un testamento a la fuerza de la explosión que había destruido el lugar. Había visto fotos de laboratorios de metanfetamina que habían explotado, pero en persona, la consecuencia era más de cien veces peor. Mac tenía miedo de casi acercarse, pero no podía soportarlo más, tampoco. Cuando los minutos pasaban lentamente, ella perdía más y más la esperanza. Había demasiado daño. Nadie podía sobrevivir a una explosión como esa, sin importar cuanto entrenamiento tuvieran o equipo protector llevaran. No podía explicar por qué, pero se sentía como si hubiera perdido algo que había sido muy importante en su vida. No algo —alguien.

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Mac no se dio cuenta que estaba llorando hasta que saboreó las lágrimas en su lengua. Ahogó un sollozo. No podía quedarse allí de pies y observar mientras ellos sacaban el cuerpo de Gage de los escombros. —¡Por aquí! Ella giró alrededor, su corazón latiendo. Trevino estaba arañando los trozos de hormigón y trozos de ladrillo como si estuviera poseído. Mac corrió, intentando ver alrededor de los policías quienes estaban parados buscando en otras partes de la casa y se movieron para ayudar. Tenía miedo de tener esperanza, tenía miedo de creer. Alex agarró una sección de lo que solía ser parte de una pared de ladrillos y la tiró a un lado como si no pesara nada. Debajo, había un conjunto de escalones que guiaban debajo de la casa hacia el sótano. El corazón de Mac latió incluso más rápido. Solo porque algunos de los oficiales del SWAT podrían haber sobrevivido y estar a salvo de la explosión no significaba que Gage hubiera sido uno de ellos. Pero cuando Trevino metió la mano en la oscuridad, ella no pudo detener la esperanza que surgió a través suyo. Una mano ensangrentada agarró la de Alex. El francotirador del equipo tiró, sacando a un hombre de los escombros. Estaba cubierto de hollín negro y arañazos ensangrentados, pero no había ningún error de que era Xander. Un policía uniformado intentó lanzar una manta térmica alrededor del líder del escuadrón, pero Xander la menospreció, en su lugar se giró para ayudar a sacar a alguien más del sótano. Los hombres salieron uno por uno. Primero Cooper, luego Delaney. Y después de ellos, Becker, Lowry, y McCall. Mac no se había dado cuenta que había subido a los restos de la casa hasta que Trevino y Xander habían arrastrado al último hombre fuera del sótano. Cuando ella vio a Gage, las lágrimas de Mac fluyeron incluso más fuerte y más rápido que antes. Él estaba cubierto de hollín de la cabeza a los pies, pero estaba vivo. Gracias, Dios. Mac oyó a Weaver preguntar a Xander si había alguien más en la casa, pero no oyó su respuesta cuando tropezó a través de los escombros en una carrera y

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se lanzó a los brazos de Gage. Casi le tiró al sótano, pero él no pareció importarle. La abrazó a su sucio uniforme cuando ella enterró su cara en la curva de su cuello y lloró. Se olvidó completamente que no estaban solos hasta que se apartó y vio a Cooper allí de pies con una sonrisa astuta en su cara. Avergonzada, ella levantó su mano para limpiar los últimos rastros de las lágrimas de sus mejillas cuando vislumbró el brazo de Xander. Estaba sangrando. Como Lowry y Becker. —Oh Dios, lo siento —dijo ella—. No sabía que estabais heridos. Vi a Gage y yo... La boca de Xander se levantó en lo que parecía como una sonrisa, aunque era difícil decirlo bajo todo el hollín. —No te disculpes por eso. Estamos bien. —Al infierno que los estáis —dijo Weaver—. Todos sois un montón de alfileteros ensangrentados y todos habéis conseguido que os lleven gratis al hospital. Ninguno de los chicos del SWAT parecía demasiado feliz por eso. Recordando como Martínez había declinado la atención médica cuando había sido disparado, Mac no se sorprendería si entraban en sus vehículos y volvían al complejo para tratar sus cortes, arañazos, y abrasiones ellos mismo. Pero Gage aplastó esa idea. —Él tiene razón. Todos tenemos que ser examinados, sin excepción. —Él la sonrió, y de repente ella sintió como si un peso hubiera sido levantado de sus hombros—. ¿Has montado en ambulancia antes? *** Gage sabía que no era el único quién estaba humeantemente enfadado. Toda su

manada

saldría

del

hospital

con

él

si

él

daba

la

palabra.

Desafortunadamente, los médicos y las enfermeras no les dejarían irse de allí pronto. Lo cual significaba que tenía que tumbarse en esa maldita cama de hospital y ponerse nervioso. No estaba realmente enfadado con el equipo médico. Ellos solo estaban haciendo su trabajo, incluso si eran un dolor en el culo con todas sus estúpidas pruebas. No, estaba enfadado porque ese raro

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laboratorio de metanfetamina al que habían sido atraídos había sido una trampa, y él sabía exactamente quién estaba detrás de ella. Walter Hardy había intentado matarles, y su hubieran sido policías normales, habría tenido éxito. La única razón por la que no estaban muertos era porque los hombres lobo eran condenadamente difíciles de matar. Eso no quería decir, que no estuvieran golpeados. De todos ellos, Xander y Becker habían conseguido lo peor, lo cual significaba que probablemente se quedarían en el hospital toda la noche bajo observación. Pero tan pronto como Gage pudiera irse, le pagaría a Walter Hardy con una visita y le haría saber exactamente como se encargaba el SWAT de los suyos. Gage dejó caer su cabeza en la almohada y miró al techo. Hombres lobo o no, él y sus hombres habían tenido suerte. Todos habían sentido que algo estaba mal en el segundo que habían roto las puertas y entrado en la casa. En lugar de ir a enfrentarse con la gente blandiendo las armas automáticas, el lugar había estado vacío. Había olido mal, también. Gage no había sido capaz de situar el hedor, pero Cooper lo había reconocido. Gage y los otros ya habían comenzado a extenderse a través del primer piso con las armas listas cuando el experto en explosivos había gritado una palabra —bomba. Gage sabía en su intestino que no había tiempo para sacar a todos de la casa antes de que el aparato detonara, especialmente desde que quien fuera que lo había dejado probablemente estaba en alguna parte cerca con su dedo en el remoto. Incluso si se las hubieran arreglado para escapar, nunca habrían sobrevivido a la explosión y los fragmentos que lo siguieron. Fue entonces cuando ordenó a todos ir al sótano. Desafortunadamente, él, Cooper, y Delaney habían estado demasiado lejos de las escaleras que guiaban bajo la casa para incluso considerarlas. Así que, había hecho algo que raramente hacía ya y dejó libre a la bestia interior, permitiendo que la mayoría de su cuerpo superior cambiara más de lo que había hecho en años. Sus hombros, brazos, y el pecho se abultó y se retorció tan rápidamente que fue doloroso, pero la agonía temporal valió la pena cuando se arrastró y condujo su puño en el barato suelo de azulejo en la cocina. Dos puñetazos salvajes después, el suelo cedió, dejando un agujero irregular apenas lo bastante grande para que él y los otros dos hombres pasaran.

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Él había empujado a Cooper y a Delaney delante suyo, luego los siguió. Ni siquiera había golpeado el suelo del sótano cuando la explosión llegó. Esta le lanzó contra el hormigón del suelo del sótano como un martillo, dejándole sin sentido. Cuando volvió en sí, Cooper y Delaney le estaban arrastrando hacia el lado más lejano del sótano cuando los suelos de encima llovieron encima de ellos. Espeso humo negro llenó el aire, haciendo difícil respirar, y temió haber salvado a sus hombres de la explosión solo para que pudieran arder hasta la muerte en el fuego. Pero afortunadamente, el fuego solo ardió después de la explosión y el humo se aclaró. En la oscuridad del sótano parcialmente derruido, él, Cooper, y Delaney se habían arrastrado hasta que encontraron al resto de la Manada. Becker y Xander habían estado atrapados bajo cientos de libras de escombros, pero no antes de que consiguieran ser ensartados por trozos irregulares de madera. Cooper y Delaney trabajaron rápidamente para liberarlos, él había buscado a Lowry y le encontró sacando un trozo de metal de su pierna. Los hombres lobo eran duros y difíciles de matar, pero aún necesitaban oxígeno como cualquier otra cosa viviente en el planeta —lo cual estaba en un suministro escaso debajo de la casa derruida. Gage había estado buscando una manera de salir cuando un rayo de luz solar penetró en la oscuridad del sótano. Incluso aunque él y los otros chicos solo habían estado atrapados allí durante unos pocos minutos, parecía como un infierno de mucho más tiempo. Probablemente porque había estado herido como un hijo de puta por todas partes. Pero todos los dolores y ansias desaparecieron cuando salió del sótano para ver a Mackenzie corriendo hacia él. Ella había estado llorando tan fuerte que estaba temblando. Pero eso no fue nada comparado con lo rápido que estaba latiendo su corazón. Eso le hizo más daño que cualquier cosa. La habría abrazado, queriendo protegerla de cada dolor en el mundo. Pero por supuesto, no podía hacer eso porque ella no estaba llorando por su dolor —estaba llorando por el de él. Tan tonto como sonaba, la carrera al hospital juntos en la ambulancia había sido una de las veces más placenteras que había pasado con una mujer. Mackenzie simplemente se había estado sentada a su lado y le sujetó la mano, inclinándose para besarle cuando los EMT no estaban enfocados en él. Así fue

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cuando él finalmente había decidido aceptar la tonta teoría de Cooper sobre que ella era La Única porque tanto como podía decir, lo era. Aparentemente, el resto de la Manada había llegado a la misma conclusión. Después de ver la manera en la que ella había reaccionado, era obvio que no estaba jugando con él. Incluso Xander no podía discutir eso. Gage giró su cabeza en la almohada, mirándola. Ella había estado entrando y saliendo de su habitación varias veces en las pasadas dos horas, pero seguía corriendo fuera a por las enfermeras y sus malditos exámenes. Él sonrió cuando la miró. Estaba sentada en el pasillo con Mike y Zak. Su líder superior de escuadrón había llegado al hospital minutos después de que Gage y el resto de los chicos hubieran entrado. El fotógrafo se presentó quince minutos después, diciendo a Mackenzie que había oído lo de la explosión en el escáner. Gage estaba por salir de la cama y unirse a ellos —que se fastidiaran las enfermeras— pero entonces vio a Mackenzie, a Mike, y a Zak ponerse de pies rápidamente. Eso solo podía significar que el médico finalmente había vuelto. Ya era hora. Habían estado haciendo Rayos-X, haciendo docenas de exámenes, y volviendo a comprobar su signos vitales para cubrir sus asuntos. No podía culparles, supuso, pero necesitaba salir de allí. Tenía que ir a algún lugar. El médico entró con Mackenzie en sus talones. Ella parecía preocupada y más que un poco asustada. Mierda. Gage esperaba que esa mirada significara que el buen médico no la había dicho mucho de nada. Zak y Mike los siguieron, pero se quedaron cerca de la puerta. —¿Qué pasa, doctor? —preguntó Gage. Él sonrió a Mackenzie. Ella devolvió la sonrisa, y algunos de los dolores y ansias que aún permanecían mágicamente se sintieron mejor. —Eres muy afortunado, eso es lo que pasa. —El hombre de pelo canoso le dio una mirada sorprendentemente severa—. Saliste a través de una explosión sorprendentemente

intacto,

pero

cualquier

accidente

que

tuvieras

recientemente causó mucho daño. Tienes fracturas por estrés en media docena de huesos, incluyendo dos costillas y ambos huesos de tu antebrazo derecho. No deberías ni siquiera estar trabajando, mucho menos asaltando un laboratorio de metanfetamina. Los ojos de Mackenzie se abrieron más.

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—¿Tuviste un accidente? ¿Cuándo? ¿Qué ocurrió? Gage maldijo bajo su respiración. Entre golpear su camino a través del suelo de la cocina y ser golpeado hacia el sótano, había hecho más daño de lo que pensó. Por supuesto sus Rayos-X no mostrarían mucho. Solo un par de fracturas por estrés de hace dos semanas —los hombres lobo curaban rápido. Si el doctor hiciera una radiografía otra vez en un par de días, no mostraría nada después de todo. Pero Gage se aseguraría de que eso no ocurriera. —No fue nada. Solo un accidente entrenando mientras hacía rapel. Ni siquiera me di cuenta de que me había herido —le dijo a Mackenzie. Los ojos del médico se estrecharon sospechosamente detrás de sus gafas. Probablemente se estaba preguntando cómo un policía con todas esas fracturas por estrés había caminado durante dos semanas sin muchos analgésicos. —Descansaré, doctor. Lo prometo —añadió él—. ¿Y que tal está mi equipo? —Lo están haciendo tan bien como pueden excepto considerando que casi fueron golpeados. Mantendré a tres de ellos... —Miró el portapapeles en su mano—. Becker, Lowry, y Riggs. Están bien, pero quiero mantenerlos esta noche para vigilar signos de contusión. Deberían ser capaces de irse por la mañana. Los tres hombres odiarían quedarse aquí, pero actualmente era algo bueno. Enfriar sus talones para la noche le daría a Xander tiempo para tranquilizarse, sin mencionar evitar que hiciera algo estúpido, como invitarse a acompañarle cuando Gage enfrentara a Walter Hardy. Después de ponerse el uniforme de repuesto que Mike le había traído, Gage paró para ver a Xander, a Becker, y a Lowry antes de reunirse con los otros chicos. Mackenzie merodeaba a su lado todo el tiempo como si estuviera preocupada de tener que atraparle en cualquier segundo cuando se desmayara por el cansancio. Tenía que admitirlo, era algo mono. Cuando alcanzaron el aparcamiento, él automáticamente siguió a Mike y a los otros, pero Mackenzie se plantó delante de él y puso una mano en su pecho. —¿Adónde crees que vas? —Al complejo durante unas pocas horas para ponerme al día con algo de papeleo —la dijo él.

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No era completamente una mentira. Tenía que escribir el informe del incidente del asalto en el laboratorio de metanfetaminas que no era un laboratorio de metanfetaminas. Pero su principal propósito era averiguar dónde vivía Hardy, luego averiguaría el lugar. Una mirada a Mackenzie le dijo que ella no iba a cooperar con ese plan. —De ninguna manera —dijo ella—. Acabas de prometer al médico que descansarías, y me aseguraré de que lo hagas. Tu papeleo puede esperar. Él había sabido que Mackenzie Stone era de voluntad fuerte, pero no había sabido que pudiera ser tan fiera, también. Pero maldición, parecía como si pudiera hacer retroceder a un oso pardo. Sabía de dónde venía —realmente lo hacía. Ella había visto a alguien derribar una casa sobre él, y la había asustado mucho. Pero él necesitaba enviar un mensaje a Hardy de que la mierda que había ocurrido hoy nunca permitiría que ocurriera otra vez, y necesitaba hacerlo rápido. Pero cuando estaba allí de pies mirando a Mackenzie, se dio cuenta de algo. Si Cooper tenía razón sobre que estaban conectados cósmicamente —una posibilidad que parecía más y más probable a cada minuto— entonces necesitaba tomar decisiones basadas en lo que era importante para ella, también. Eso era un gran salto para él. —Vale —estuvo de acuerdo él—. Pero tengo que informar al ayudante del jefe sobre lo que ocurrió hoy. Ella abrió su boca para protestar, pero Mike la interrumpió. —Yo informaré al ayudante del jefe —dijo él—. Ve a casa y descansa algo. No te preocupes. Sé qué decirle a Mason. Lo cual era la manera de Mike de decirle que no diría nada sobre la bomba al ayudante. Si Mason sabía que era un intento de asesinato, querría poner a todo el equipo del SWAT bajo protección hasta que pudieran atrapar a Hardy con cargos. Afortunadamente, tomaría un tiempo para que los investigadores de incendios juntaran todo.

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Pero Gage aún dudó de todas formas. Luego notó que Mike y los otros hombres aún estaban sonriéndole. Gage sacudió su cabeza. Estaba superado en número. Giró su atención de vuelta a Mackenzie. Ella aún tenía su mano en su pecho como si pudiera sujetarle con nada más que su fuerza de voluntad. Él estaba empezando a pensar que ella probablemente podía hacerlo, también. —Así que, Señorita Stone, ¿qué tiene en mente? —preguntó él—. Para asegurarse de que descanso algo, quiero decir. Ella le dio esa sonrisa devastadora. —Bueno, me ofrecí a hacerte la cena, así que ¿qué tal si comenzamos por eso? —¿Supongo que no estamos invitados, también? —preguntó Cooper. —No —dijo Gage antes de que Mackenzie pudiera responder—. Pero desde que estás siendo amable y rellenando los informes sobre la explosión en el laboratorio de metanfetamina por mí, me aseguraré de que Emile te consiga una mesa en Chambre Francaise la próxima vez que quieras impresionar a una mujer. Eso pareció satisfacerles. Después de recordarles que se lo tomaran con tranquilidad, se dirigieron a través del aparcamiento, dejando a Gage y a Mackenzie con su líder superior de escuadrón y su fotógrafo. —¿Te importa si hablo con Mike durante un segundo? —dijo él—. Si voy a dejar el trabajo temprano, necesito asegurarme de que se encargue de unas pocas cosas. Mackenzie le consideró sospechosamente. —Vale, pero no tardes mucho. Necesitas descansar algo. Gage no estaba seguro de cuánto descanso tendría si iba a casa con ella, pero asintió de todas formas. Tan pronto como Mackenzie y Zak estuvieron fuera del alcance del oído, Gage se giró hacia Mike. —Necesito que averigües dónde ha estado Hardy esta noche. Mike levantó una ceja. —¿Nos movemos sobre él esta noche?

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—Nosotros no, solo yo. Le entregaré un mensaje, uno que seguro comprenderá. Las cejas de Mike se fruncieron. —¿Seguro que quieres hacer esto solo? Un hombre como Hardy tendrá mucho músculo protegiéndole, especialmente después de lo que hizo hoy. —Lo sé, pero eso hará que el mensaje sea mucho más efectivo. Entraré allí por mí mismo y le mostraré que puedo llegar a él en cualquier momento que quiera —dijo Gage—. Le quiero enfocado en mí. No quiero que tenga por objetivo a todo el equipo como hizo hoy. Hardy podría haber enviado a sus matones al restaurante ayer para recoger a Gage, pero no había ninguna manera para que el bastardo supiera que Gage estaría en esa casa hoy. Habría matado a todo el equipo del SWAT para conseguir a Gage si tenía que hacerlo. Mike miró a Mackenzie y a Zak. Estaban de pies al lado del coche del fotógrafo, hablando. —Comprobaré la información —dijo él—. Pero ¿cómo demonios te alejarás de Mac? Ella no es estúpida. Si dices que vas a correr a la tienda a por un cartón de leche, sabrá lo que estás tramando. Y no creo que sea del tipo que te deje hacerlo. Sin bromear. Ella ya le estaba mirando impacientemente. —Entonces adivino que tendré que asegurarme de que está tan cansada cuando me vaya que no sabrá que me he ido. Y sabía exactamente cómo hacerlo. *** Mac sabía de qué había estado hablando Gage con Mike antes de que hubieran dejado el aparcamiento del hospital y seguro como el infierno no había sido sobre papeleo o listas de deberes. Estaban discutiendo lo que harían sobre Walter Hardy y el intento de asesinato que había hecho sobre Gage y su equipo. Mientras había estado esperando en el pasillo fuera de su habitación, había escuchado a Cooper decirle a Mike que había una bomba en la casa.

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Había estado aterrada de que Gage fuera a inventarse una razón para irse así podría ir a la casa de Hardy y golpearle, muy al menos. Pero eso había sido hacía una hora, y desde que habían llegado a su casa y ella había comenzado a lanzar otra simple comida de pasta, él no había indicado que iría a vengarse. Así que quizás había estado equivocada. O más probablemente, él simplemente sabía cuán preocupada y molesta habría estado si se iba. Y realmente solo había una razón que pudiera pensar para que Gage no quisiera preocuparla. De alguna manera en los pasados pocos días, él había venido a cuidarla. Se había dado cuenta de que Gage tenía sentimientos por ella anteriormente en el día de hoy, mientras había estado esperando a que los médicos salieran y la dijeran cuán gravemente herido estaba. Cuando él había salido de los escombros que quedaban por la explosión, ella había sido la primera a la que había buscado. Y cuando la había encontrado, la emoción en su cara había sido real. Lo había visto, y también sus hombres. Eso seguramente explicaba por qué habían estado tan tensos a su alrededor ayer, y por qué Cooper había hecho todas esas preguntas extrañas. Ellos sabían que su jefe estaba enamorado de ella y estaban preocupado de que ella estuviera jugando con su corazón solo para conseguir una historia. La horrible parte era que había estado jugando con él, al menos al principio. Se sentía incluso peor porque en secreto le había acusado de hacer lo mismo con ella. Era obvio ahora que no lo hizo. Sus amigos no estarían preocupados por si él salía herido si lo hacía. Y después de esta mañana, estaba lista para admitir que estaba seriamente atraída por Gage, también. Cuando esa casa había explotado, su corazón había explotado con ella. Toda la parte inferior había caído de su mundo, y todo en lo que pudo pensar era en correr hacia los escombros humeantes para sacarle. Esperar mientras Alex y los otros policías habían cavado a través de los restos había sido como mantener su respiración bajo el agua, ahogándose segundo a segundo. Cuando finalmente habían sacado a Gage, pudo respirar otra vez. De repente, todo su mundo había parecido muy diferente. Y mucho más claro. Gage gesticuló hacia ella con su tenedor. —¿No vas a comer nada más?

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Ella miró hacia abajo para ver que apenas había tocado su comida. —Estoy llena. Esperó que Gage señalara que difícilmente había comido algo y que no podía estar llena, pero en su lugar dejó su tenedor y cogió el suyo, luego giró algo de pastas de cabello de ángel y lo levantó hacia ella. —No lo mires —motivó él gentilmente—. Cómelo. Mac no pudo evitar sonreír. Le había dicho lo mismo en el aparcamiento del restaurante de comida rápida la última noche. El gesto era tan adorable que abrió su boca y le dejó alimentarla incluso aunque no tenía hambre. Cuando masticó, cargó el tenedor otra vez. —Sé que lo qué viste hoy te molestó. Pero quiero que sepas que estoy bien. Realmente bien. Cuando ella abrió su boca para responder, él deslizó el tenedor de pasta justo dentro. Ella le frunció el ceño, pero terminó masticando antes de responder. —Sé que estás bien, pero aún me diste un susto de muerte. No me di cuenta que verte en peligro me afectaría de la manera en la que lo hizo. Gage la dio un trozo de pollo, luego más pasta. Realmente era bueno alimentándola —ni siquiera hizo un caos. Además, de alguna manera era sexy. —Lamento haberte asustado —dijo él suavemente. —No es culpa tuya —le dijo ella igual de suave—. Me alegra que estés bien. Él siguió alimentándola, y ella siguió comiendo para él. Había algo muy fascinante en semejante gran hombre usando su tenedor tan cuidadosamente. La hizo preguntarse cómo sería en la cama. Tan lento y considerado como lo era en la mesa, estaba segura. —Creo que realmente me estoy llenando ahora —dijo ella con una sonrisa. Él arponeó otro trozo de pollo. —Come un poco más. Necesitarás tu energía para después. Ella levantó una ceja.

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—¿Creía que el plan era que consiguieras tu descanso? Él sonrió cuando la alimentó con el trozo de pollo. —Habrá mucho tiempo para descansar. Estoy libre durante los siguientes dos días, ¿recuerdas? Mac rió. —Lo recuerdo. Pero si no vamos a descansar, ¿qué haremos? Él dejó su tenedor y apartó su silla de la mesa, luego se puso de pies y se movió alrededor detrás suyo. Se inclinó así su boca estaba justo cerca de su oído. —Creía que podríamos quemar todas esas calorías de la cena. Mac no pudo suprimir el temblor que corrió a través suyo. Después de los últimos días jugando al equivalente sexual de esconder-y-buscar, estaba lista para quemar algunas calorías. Ella rió cuando Gage tiró de ella para ponerla de pies. Ella puso ambos brazos alrededor de su cuello y le empujó para un beso cuando sus manos se deslizaban a su cintura y la levantaban fácilmente de sus pies. Abrazó sus piernas a su alrededor cuando la llevó a su dormitorio. Cuando Gage la acomodó a través de la cama de tamaño reina, luego se unió a ella, descubrió que no era tan espaciosa como había pensado. Con los amplios hombros de Gage y sus largas piernas, los dos tendrían un momento difícil para encajar. —Creo que necesitaremos una cama más grande —dijo ella. Gage soltó una risa gutural. —Lo siento, lo haremos. Solo quédate cerca. Como si lo demostrara, él se inclinó y dejó un camino de besos abrasadores a lo largo de la curva de su mandíbula y bajó por su cuello. Dios, eso se sentía alucinante. —Puedo estar cerca... Cerca es bueno —susurró ella, dejando caer su cabeza en la almohada cuando él mordisqueó su camino a lo largo de su camisa con cuello en forma de V hacia su clavícula.

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Ella entrelazó sus dedos en el pelo corto de Gage y le urgió a descender. Eso la ganó otra risa. —Gracias por la guía, pero confía en mí, sé adónde me dirijo. —Solo quería asegurarme —dijo ella cuando él besó su camino al primer botón de su camisa—. Sé como odian los hombres preguntar por direcciones. Eso la consiguió un gruñido y un pequeño mordisquito. —Vale, tú lo pediste. Él levantó una mano y abrió su blusa, enviando los botones por los aires. Luego su caliente boca estuvo sobre ella otra vez, moviéndose sobre las partes expuestas de sus pechos. Ella no pudo reprimir el gemido que escapó de sus labios, pero si era por la sensación de su boca sobre ella o la brutal manera que desgarró su blusa, no podía decirlo. Nunca había tenido a un hombre que desgarrara sus ropas antes, pero decidió que definitivamente le gustaba —tanto como Gage fuera el que lo desgarrara. Se preguntaba si sus otras ropas podrían terminar en una condición similar. Gage besó su camino hacia su ombligo antes de volver a subir para juguetear con sus pezones a través de la sedosa tela de su sujetador. No pudo resistir agarrar su pelo otra vez, en silencio suplicándole que se quedara justo ahí durante un rato. —Dios, eso se siente bien —susurró ella—. Por favor sigue haciendo eso. Él no se quejó de su guía adicional e indicaciones esta vez. En su lugar, recorrió sus manos por su torso para apretar sus pechos juntos mientras lamía sus pezones. Mmm, ella siempre había apreciado a un hombre quién sabía cómo tomarse su tiempo. Él deslizó una mano bajo su espalda y soltó el broche de su sujetador. Y tenía dedos ligeros, también. Ella se arqueó con un gemido, empujando sus pechos más firmemente en su boca. Maldición, ¿tenía una lengua talentosa o qué? Y había tantos otros lugares que él aún tenía que visitar con ella. Estaba tan perdida en lo que él les estaba haciendo a sus pezones que ni siquiera notó cuando deshizo los botones de su pantalones. Paró de deleitarse con sus pechos para quitarla los pantalones. ¿Cuándo demonios la había quitado los zapatos? En serio no recordaba eso.

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Cuando Gage continuó trabajando su magia sobre sus pezones, se dio cuenta que estaba completamente desnuda —vale, aún tenía sus bragas puestas— pero Gage no se había quitado ni una sola puntada de su uniforme aún. Eso parecía injusto —y de alguna manera caliente. Especialmente cuando paró de mordisquear y se sentó para mirarla con ojos positivamente llenos de deseo. Hablando sobre un empuje a su auto estima. Cada mujer quería ser ansiada así, y definitivamente era lo que Gage estaba haciendo justo entonces. Se tumbó allí temblando cuando sus ojos deambularon arriba y abajo por su cuerpo, devorando cada pulgada. Si todos esos mordisquitos y succiones no la habían dejado húmeda, el calor en sus ojos seguro como el infierno que lo haría. Mac se sentó apoyada en sus codos, mirándole. —No pude evitar notar que casi estoy desnuda y tú aún estás completamente vestido. ¿Estás planeando hacer algo sobre eso? El ardor en sus ojos cuando sonrió fue casi suficiente para hacerla gemir. —Hay una cosa que puedo hacer. Manteniéndola cautiva con nada más que sus ojos, él metió sus dedos en la cinturilla de sus bragas y las deslizó tan suave como la seda. Ella estaba jadeando por la sexualidad de un corazón golpeando por el movimiento. Gage se movió fuera de la cama para ponerse allí de pies mirándola —toda ella— con absoluta hambre. Todo lo que podía hacer era apoyarse en sus codos y disfrutar del placer de ser su objeto de adoración. Definitivamente podía acostumbrarse a eso. —Eso está mejor. —Su mirada se detuvo en el triángulo de rizos mullidos entre sus piernas—. Completamente desnuda. De hecho, deberías estar todo el tiempo así. Ella separó sus piernas lo suficiente para que él consiguiera un vislumbre de la humedad allí. —Algo me dice que estaré mucho de esta manera cuando estés alrededor. Su boca se levantó en una esquina.

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—Probablemente. Gage parecía más satisfecho allí de pies y devorándola con sus ojos durante el resto de la noche. Pero si lo hacía mucho más tiempo, ella empezaría a tocarse por sí misma. Debía haber sentido su desesperación porque él sonrió y desabotonó la camisa de su uniforme. Una vez estuvo en el suelo, se quitó la camiseta negra en esa manera habitual que hacían los chicos —solo sacándola por la cabeza como si no fuera nada. Su mirada inmediatamente se centró en la épica exposición de músculos perfectos. Amplios hombros, pectorales que parecían como si pudieran levantar un coche, y abdominales tan tensos que casi la hicieron querer ponerse de rodillas y adorarle. Y había más de dónde venía eso. Ella observó con fascinación cuando él se quitó la funda de la pistola de apoyo sujeta en su tobillo y la situó en la mesilla de noche. Sus botas y pantalones del uniforme se unieron a la camiseta en el suelo, dejándola una buena y larga mirada de sus piernas musculosas y bronceadas. Pero con la boca tan echa agua como su cuerpo cincelado era, casi estaba más cautiva por la parte de él que no podía ver —el descarado bulto en su tenso y negro boxer corto. Ella terminó con tumbarse pasivamente y mirar. Era el momento de que se hiciera cargo de la relevación final. Se sentó, se contoneó hacia el borde de la cama. Gage rió cuando ella enganchó sus dedos en la cintura de su ropa interior y tiró de él más cerca hasta que estuvo posicionado cómodamente entre sus piernas. Estaba tentada simplemente de bajarlo —había una gran parte de ella que ansiaba ver lo que estaba escondiendo allí— pero se controló. Recorrió su mano sobre el bulto, bromeando con ella misma, y con él, un poco al principio. Su asta se sentía dura a través de la tela de su ropa interior. Deslizando sus dedos en la cintura de los boxers otra vez, cuidadosamente los tiró sobre su erección. Mac intentó actuar tranquilamente cuando su duro y espeso pene llegó a la vista, pero estaba bastante segura que falló. Él era tan... perfecto. Rindiéndose al abrumador deseo de saborearle, zambulló su cabeza y abrazó sus labios a su alrededor. El gruñido que él soltó fue casi tan gratificante como

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el sabor que esperaba —casi. Se dijo a sí misma que solo le saborearía un poco. No había ninguna necesidad de volverse loco. Pero una vez comenzó, no podo controlarse. Sabía como el paraíso. Gage deslizó su mano en su pelo, alentándola a seguir haciendo lo que estaba haciendo. Se dejó llevar, lamiendo y mordisqueando arriba y abajo el asta, girando su lengua alrededor y alrededor de la cabeza, gimiendo cuando su esencia llenó su boca y cubrió su lengua. No sabía si estar agradecida o enfadarse cuando Gage se hizo cargo y gentilmente la empujó sobre la cama. Ella sospechaba que su amante tenía otros planes. Su pulso se aceleró cuando él extendió sus piernas y besó su camino a la parte interna de su pierna derecha. Para semejante gran hombre, tenía el tacto gentil. Su cuerpo tembló cuando se movió más y más alto. En el momento que alcanzó su muslo interior, estaba prácticamente retorciéndose. Él levantó su cabeza, una sonrisa tiró de su boca. —¿Es demasiado? Puedo parar si quieres. Ella sacudió su cabeza. —No. Estoy bien. Sigue. Él rió y extendió sus piernas incluso más, luego presionó sus labios muy calientes en la sensible piel de su muslo interior. Pero mientras se había movido rápidamente antes, ahora prácticamente iba a paso de tortuga, lo cual la volvió loca. Cuando llegó a la carne sensible a pocas pulgadas de su sexo, se detuvo allí, bromeando con ella. Ella mordió un grito de vuelta por la frustración y alcanzó su pelo con sus dedos, tirando de él justo adónde le necesitaba. Él no la luchó, y ella casi soltó un vítore cuando esa boca talentosa suya finalmente se situó en su sexo muy húmedo. Su lengua se movió arriba y abajo por los pliegues, girando alrededor de su clítoris cada vez que alcanzaba el apéndice. —Oh sí —respiró ella—. Justo así. Probablemente él no necesitaba las indicaciones —de hecho, estaba haciéndolo bastante bien sin ellas— pero ella no pudo dejar de balbucear.

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Hablar pronto se hizo imposible cuando Gage pasó más tiempo enfocado en su sensible protuberancia. Gemir aún era una opción. Hacía mucho eso. Mac recorrió sus manos sobre su cuero cabelludo, adorando la sensación de su pelo corto bajo sus dedos cuando él la devastaba con su boca. Especialmente le gustaba la manera en la que deslizaba sus grandes manos bajo su culo y la levantaba para devorarla como si fuera una rebanada jugosa de melón. No tomó mucho tiempo antes de que ella sintiera el familiar hormigueo que la decía que un orgasmo estaba de camino. Apretó sus dedos en el pelo de la parte de atrás de la cabeza de Gage y retorció sus caderas en círculos pequeños y tensos. Él debió haber captado las señales porque la empujó más cerca de su boca y se enfocó solamente en su clítoris. Mac se tensó, su respiración se aceleró más y más cuando el hormigueo se hizo más fuerte. Este sería uno fuerte —podía sentirlo. —Por favor no pares —suplicó ella, sin pensar por un segundo que lo haría. Gage continuó moviendo su lengua a ese ritmo perfecto, empujándola más y más alto hasta que fue difícil respirar. La presión aumentando de su orgasmo era como un flujo que apenas estaba siendo retenido. Cuando el maldito finalmente rompió, ella gritó tan alto que todo el edificio de apartamentos la oyó. Y cuando las olas se estrellaron sobre ella, la barrió hacia arriba y la llevó con la marea hasta que todo su cuerpo tuvo espasmos. La primera ola retrocedió, solo para ser seguida por una segunda que era casi tan fuerte. La tercera, cuarta, y quinta ola no fueron casi tan intensas pero fueron muy agradables. Gage siguió lamiéndola, usando el perfecto montón de presión para hacer que su cuerpo temblara durante un largo tiempo. Maldición, incluso los temblores de después eran mejores que muchos de los orgasmos que había tenido. Cuando finalmente surgió y averiguó que estaba pasando, levantó su cabeza para ver a Gage sobre ella con una sonrisa muy satisfecha. —Te ves bonita cuando te vienes, ¿sabías eso? Ella sintió su cara caliente. O quizás su cara aún estaba sonrojada por el orgasmo.

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—Gracias —dijo ella suavemente—. Aunque debo admitirlo, estoy impresionada con tu multitarea, ¿hacerme venir y observarme al mismo tiempo? No creía que los chicos pudieran hacer dos cosas a la vez. Gage mordisqueó su muslo interior. No fuerte, sino lo suficiente para hacerla saltar. Mientras aún se estaba recuperando de esa sorpresa, él suavemente subió por su cuerpo hasta que sus ojos estuvieron a nivel con los de ella. Guau, realmente era ágil para un tipo de su tamaño. La dio una sonrisa lobuna. —Voy a disfrutar mostrándote cuántas cosas puedo hace al mismo tiempo. Su erección presionó contra el muslo interior que acababa de morder, como si lo estuviera besando para hacerlo sentir mejor. —Lo deseo. —Ella alcanzó entre sus piernas para abrazar su mano a su alrededor—. Pero quizás deberíamos comenzar con esto primero. Él succionó una respiración. —Condones. ¿Tienes alguno? Mac sintió un momento de pánico. Aún tenía alguno de cuando había salido con ese tipo de la oficina del alcalde hacía unos pocos meses, ¿verdad? —En el cajón superior de la mesilla. Esperaba. Se forzó a soltar su pene para que pudiera conseguir el condón. Afortunadamente, se movió rápidamente, y pronto estuvo arrodillado entre sus piernas otra vez. Ella atrapó su labio inferior entre sus dientes cuando él giró el delgado látex bajándolo por su asta. Se abrazó con un brazo fuerte y musculoso a cada lado de su cabeza y empujó en su húmeda abertura con la punta de su erección. —¿En dónde estábamos? —Creo que estabas por impresionarme con tus habilidades multitarea —dijo ella. Él sonrió.

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—Oh sí, ahora lo recuerdo. Gage bajó su cabeza, capturando su boca con la suya al mismo tiempo que lentamente se deslizaba en su interior. Estaba húmeda y oh-tan-lista para él, pero aún la hizo quedarse sin respiración. Era tan grande debajo del cinturón como lo era en cualquier parte más. Pero se movió cuidadosamente, esperando que ella se relajara antes de profundizar. Mac estaba más que un poco ansiosa para que él tomara el paso, pero él se negó sin importar cuánto levantara ella sus caderas. Incluso cuando ella abrazó sus piernas a su alrededor y le urgió a empujar con sus talones, él continuó sus embestidas tranquilas. Definitivamente era multitareas, también. Mantuvo un ritmo perfectamente estable con sus caderas mientras la besaba tan completamente que estaba casi mareada por ello. Ella deslizó sus manos por sus poderosos brazos, sus músculos abultándose por el esfuerzo de sujetarse sobre ella, a sus amplios hombros, y finalmente alrededor de la parte de atrás de su cabeza, dónde consiguió un agarre firme para poder besarle duro. Sus lenguas se enredaron, y ella gimió por cuán delicioso sabía. Soltando un sonido que era medio gruñido, medio gemido, Gage bombeó sus caderas más rápido. Con él embistiendo profundo dentro de ella así, encontró imposible seguir besándole, y alejó su boca de la suya. —¿Quién es el que tiene problemas con las multitareas ahora? —preguntó Gage con voz ronca. Mac habría respondido con una rápida réplica, pero su mente estaba completamente en blanco en ese momento. Cada vez que su pene salía, pequeñas sacudidas de relámpagos se disparaban a través de su cuerpo. Murmuró algo poco inteligente y le apretó más tensamente con sus piernas, en silencio suplicando más. Él la miró, sus ojos casi dorados en la suave luz que venía a través de la ventana del dormitorio. —¿Necesitas que lo haga más duro y más rápido? Ella asintió.

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Pero en lugar de ir más duro y más rápido, Gage se refrenó, dudando cuando salió, luego se deslizó de vuelta pulgada a gloriosa pulgada. Ella gimió. —¿Qué pasa? —preguntó Gage suavemente. Ella

sacudió

su

cabeza,

incapaz

de

hacer

más

que

murmurar

incoherentemente. La besó otra vez, succionando gentilmente su labio inferior antes de arrastrar su boca sobre su oído. —Dime exactamente lo que necesitas, Mackenzie. Ella no tenía ni idea de por qué, pero por la manera en la que susurró su nombre —su nombre completo— en su oído, demandando que comunicara exactamente lo que quería que hiciera la encendió como un loco. Probablemente no habría sido capaz de decirlo, no si él hubiera estado mirándola. Pero con su boca en su oído como estaba, no era un problema. —Necesito que me tomes duro y rápido, Gage. Él la dio exactamente lo que ella había pedido, embistiendo dentro de ella con un poderoso ritmo que amenazaba con romper la cama. Al otro lado de su cabeza, los brazos de Gage estaban tensos cuando se equilibró encima suyo en un esfuerzo por evitar que su peso la aplastara. Ella abrazó sus brazos a su alrededor, empujándole incluso cuando ella levantaba sus caderas para encontrar las suyas. En lugar de la sensación de asfixia por su gran y musculoso cuerpo, se sentía protegida. Y eso solo hizo que el orgasmo girara a través suyo incluso más poderoso. Enterró su cara en la curva de su cuello y hundió sus uñas en los músculos que ondeaban de sus hombros. No quería hacerle daño, pero estaba demasiado lejos para hacer algo. Gritó, apretándole tan tensamente con sus piernas que no tenía ni idea de cómo incluso podía seguir embistiendo. Pero lo hizo, y la trasportó a un mundo de placer que no había sabido que existía hasta esta noche. Cuando le sintió tensarse sobre ella, sintió cada músculo en ese espectacular cuerpo suyo contrayéndose a la vez, sabía que se estaba viniendo con ella. Era alucinante. Era maravilloso. Era perfecto.

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Gage giró sobre su costado y la empujó a sus brazos. Mac se acurrucó en él, tirando su brazo posesivamente sobre su pecho. Esto se sentía completamente bien —como si hubiera ganado al novio en la lotería. Gage era el tipo que había estado buscando sin saber que estaba buscando. Ella rió como una loca por eso. —¿Qué es tan divertido? —preguntó Gage suavemente. Desde que podría ser un poco temprano para confesar que podría estar enamorada de él, decidió decir una mentirijilla. Los hombres podían ser muy reservados sobre cosas así. —Nada. —Ella trazó sus dedos sobre el músculo perfectamente esculpido de su pecho—. Solo que fue el mejor sexo de mi vida. Eso no había sido una mentirijilla. El sexo como este probablemente era ilegal en algunos estados. Fue su turno para reír. Ella ladeó su cabeza para mirarle. —¿Qué? —Nada —imitó él—. Es solo que estás hablando como si la noche terminara cuando solo ha comenzado. —¿En serio? Él la giró sobre su espalda, balanceándose sobre ella. Sus ojos habían tomado ese deseo con el que se estaba familiarizando. —En serio. Fue entonces cuando se dio cuenta que el pene presionando contra ella estaba bien en su camino a ponerse duro otra vez. Ella succionó su respiración cuando él deslizó su asta arriba y abajo sobre su sexo como un juguete sexual. —Mmm. —Suspiró ella—. ¿Y qué tienes en mente esta vez? Él la dio una sonrisa perezosa.

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—No lo sé. Quizás intentaremos una media docena de distintas posiciones o así hasta que encuentres una favorita. Entonces solo nos quedaremos en esa hasta que me digas que no puedes venirte más. Calor reciente se encharcó entre sus muslos, y se mordió el labio. —Creo que puedo venirme mucho antes de decir basta. —Entonces creo que estaremos en ello durante realmente toda la noche. Gage la giró y la volvió a colocar sobre sus manos y rodillas. Su respiración era caliente en la piel de la parte baja de su espalda cuando presionó un beso en su culo. Ella enterró su cara en la cama y gimió. —Cuanto más larga mejor.

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Capitulo 9 Gage estaba sentado en el borde de la cama, observando a Mackenzie dormir. Podía decir por su lento y firme ritmo cardiaco e incluso respiración que estaba bien en su camino al mundo de los sueños. Nada sorprendente. Habían estado con eso durante horas. Ella estaba durmiendo el sueño profundo de una mujer bien satisfecha. Él solo deseaba poder quedarse en la cama con ella. También le había agotado. Después de pasar horas con ella, girando alrededor en la cama, en el suelo, y contra la pared, sabía que ella era La Única —punto. Creía en su núcleo que ella era la mujer con la que supuestamente pasaría el resto de su vida. Miró el reloj —0400 horas. Necesitaba moverse. Incluso si cada fibra de su ser demandaba que subiera a la cama con Mackenzie, abrazando su cuerpo protectoramente a su alrededor, y nunca dejarla ir. Perversamente, eso era parte de la razón por la que tenía que irse. Mackenzie estaba en su vida y eso significaba que estaba en peligro, a menos que tratara con Hardy. Postergarlo solo expondría a Mackenzie incluso más. Garabateó una nota rápida en un trozo de papel que encontró en su mesilla de noche. Algo sobre que necesitaba conseguir más condones —y donuts. No creía que ella despertara antes de que volviera, pero si lo hacía, no quería que se volviera loca y dejara el apartamento buscándole. O pensara que la había dejado. Gage se vistió rápida y silenciosamente, luego agarró una copia de la llave del apartamento que Mackenzie tenía colgada en un gancho en la cocina. Comprobó su teléfono cuando esperó al ascensor y encontró que Mike le había dejado un mensaje de texto con la dirección de Hardy. También había notas

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sobre el plano del lugar, como el número de guardias y sistemas de seguridad existentes en el perímetro. Eficiente como siempre. A esa hora tan temprana, tomó menos de treinta minutos llegar a la residencia de Hardy justo fuera de Southlake en una sección de madera del Lago Grapevine. Gage paró su coche en una tranquila carretera cerca de la orilla. Si alguien lo veía, asumirían que era una pareja de chicos haciéndolo en el agua. Pocas personas, incluso los policías, conseguían sospechosos. Southlake no era el tipo de lugar dónde la escoria pasaba el rato. Zigzagueó a través de los árboles, dejando que su superior visión nocturna le guiara. Gracias a Dios a Hardy le gustaba su privacidad. Había muy pocas casas en esta sección del lago. No es que a Gage le importara mucho. Encontraría una manera de entrar en la propiedad de Hardy sin ser visto si el hombre vivía en medio de un centro de comida. Gage encontró la valla del perímetro bastante rápido. Era una cadena de ocho pies de alto soportando unas pocas secciones llenas con piedra morterada más vieja. Merodeó a lo largo de esta, comprobando para guardias, cámaras, y sensores de movimiento. Encontró las únicas dos cámaras que cubrían este lado de la propiedad sin ni siquiera intentarlo. No estaban bien escondidas. No era difícil estar fuera de su campo de visión desde que parecía estar apuntando a atrapar a la gente en el estrecho y pavimentado camino que corría justo dentro de la valla. Aparentemente la seguridad no estaba muy preocupada sobre que alguien saltara la valla. Pero entonces otra vez, ¿quién sería lo bastante tonto para entrar en una propiedad cuyo dueño era Walter Hardy? A continuación, Gage confirmó que no había infrarrojos pasivos o sensores de movimiento por microondas, rayos de infrarrojos activos, o sensores de presión al caminar. Podía rodearlos, pero eso decía condenadamente mucho de la arrogancia de Hardy. No había nada que evitara que una persona se deslizara en su propiedad excepto una reputación por brutalidad y crueldad. Gage lo había minimizado por el beneficio de Mackenzie, pero había estado preocupado por Hardy y lo que el hombre podría hacer desde el momento que había conocido su identidad. Gage sabía que era un hombre poderoso y peligroso quien no dudaría en ir tras ellos si creía que eran responsables de la muerte de su hijo. Por dejar plantados a su matones, Gage había esperado que Hardy pudiera dejarlo. Pero desde la bomba en el falso laboratorio de metanfetamina, era obvio que ese plan no había funcionado. Hardy iba tras

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Gage, y no le importaba matar al resto del equipo del SWAT para conseguirlo. Por todo lo que Gage sabía, el hombre intentó matarles a todos de todas formas. Gage no iba a dejar que eso ocurriera. Había una sola luz en la parte de atrás de la casa. Probablemente dónde estaba la guardia de seguridad, o guardias. Gage golpearía eso primero. Haría cualquier cosa para proteger a su manada —y ahora a Mackenzie. No quería matar a Hardy a sangre fría, pero si era la única manera de detener al hombre y mantener a la gente cercana a él a salvo, lo haría sin dudar. Solo esperaba que no llegaran a eso. Gage se movió a lo largo de la valla hasta que estuvo en un punto muerto entre las cámaras. Aún no veía ningún guardia, pero podía captar su olor. Estaba cubierto por el olor más fuerte de la gasolina, lo cual le hacía pensar que probablemente patrullaban la propiedad en un carrito de golf por la noche. Desde que ambos hedores se detenían pesadamente en el aire, eso significaba que habían pasado recientemente. Encontró un lugar dónde la valla estaba protegida por las ramas bajas de un gran árbol y situó su mano cerca del eslabón de la cadena, pero no llegando a tocar. No sintió nada que indicara que estaba electrificada. Gage miró alrededor una vez más, luego dejó que las garras en su mano derecha se extendieran en toda su longitud. Dios, eso se sentía bien. No lo había hecho en un tiempo. No había mucho de eso en su día a día de trabajo. Pero echaba de menos ser capaz de dejarse ir y cambiar así. Cortó la valla, enviando trozos de eslabones de cadena volando y abriendo un hueco lo bastante grande para que caminara a través. Una vez estuvo al otro lado, escuchó atentamente, pero aún no había ningún sonido viniendo de la casa. Cuando reptó lentamente a través de los árboles a lo largo de la parte trasera de la propiedad, consideró lo que sabía sobre Walter Hardy. Era dueño de tres casas diferentes en el área de Dallas, las otras dos eran áticos en el centro. Usaba uno mayoritariamente para reuniones de negocios y para esos momentos en los que se quedaba en la ciudad. Habría dado el otro a su hijo de veintiséis años, Ryan, el presunto heredero del nombre Hardy, su fortuna, y sus negocios.

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No había una Señora Hardy así que Gage no tenía que preocuparse por eso. La madre de Ryan se había divorciado de Walter y desapareció en algún lugar en el Este de Europa hacía años. Gage siguió moviéndose hacia la puerta trasera de la casa, se puso guantes cuando avanzó. Aún no tenía ni idea de lo que iba hacer una vez estuviera dentro, pero no quería dejar huellas en cualquier caso. Estaba a quince pies de distancia de la puerta trasera de la casa cuando se abrió y un gran hombre en pantalones de vestir, camisa blanca, y pelo rapado estilo militar salió. Mierda. Gage pensó seguro que el tipo le había visto, pero una mirada a la cara del hombre cambió su opinión. Tenía esa mirada soñolienta de alguien que acaba de salir de la cama. Probablemente un guardia comenzando su turno. Gage cerró la distancia entre ellos, aterrizando un sólido golpe cruzado con la derecha en la mandíbula del hombre antes de que él incluso supiera qué le golpeó. Gage atrapó al hombre y lo bajó al suelo, luego le arrastró a las sombras de los árboles. No fue hasta que comprobó el pulso que se dio cuenta que el tipo era uno de los matones quienes había ido al restaurante el otro día. No se molestó en amordazarle o rellenarle con algo la boca. Entraría y saldría de la casa antes de que el tipo despertara. Gage se atrevió a echar una rápida mirada alrededor, luego trotó hacia la casa. Intentó el pomo solo para ver si tenía suerte. Bueno, maldición, estaba abierta. Tranquilamente cerró la puerta detrás suyo, luego sin hacer ruido hizo su camino a través de la oscurecida cocina y caminó por el pasillo hacia la sala que había visto con la luz encendida —en la que los guardias de seguridad pasaban el rato. Su olor le golpeó incluso antes de que alcanzara la puerta parcialmente abierta. Gage paró fuera de la sala para hacer un reconocimiento rápido. Dos hombres sentados en el sofá, su espaldas hacia la puerta, su atención enfocada en el videojuego al que estaban jugando. Estaban tan ocupados aniquilando monstruos simulados con sus armas simuladas que Gage podía haberles disparado y nunca lo habrían visto venir.

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En su lugar, se movió detrás de ellos y golpeó a uno en la sien, rebotando su cabeza con la del otro guardia. Antes de que el segundo tipo pudiera averiguar qué demonios ocurría, Gage le golpeó con el canto de la mano en el lado del cuello que le dejó tan inconsciente como su compañero. Esto podría tomar incluso menos tiempo del que pensó. Gage se estaba dirigiendo a los escalones cuando casi chocó con alguien que salía del cuarto de baño. Reconoció el feo careto de Roscoe Patterson al mismo tiempo que reconoció al sicario de Hardy. Patterson reaccionó más rápido que los otros matones. En lugar de alcanzar un arma que no tuvo que rezar para que tuviera a mano, se lanzó con un rápido golpe directo a la cara de Gage. Si Gage no hubiera sido un hombre lobo, el puñetazo habría aterrizado y probablemente le habría hecho ver estrellitas el tiempo suficiente para que Patterson fuera a por su arma. Pero Gage levantó su antebrazo, bloqueando el golpe y conectando con la muñeca del otro hombre lo bastante fuerte para romper algo. Patterson ni siquiera se retiró. Solamente cambió su postura y sacó un cuchillo con su otra mano. Gage retrocedió, evitando fácilmente la cuchilla, luego atrapó el brazo de Patterson justo cuando iba con otro golpe. Los ojos del hombres de abrieron de par en par. Eso está bien, idiota. Soy más rápido, más fuerte, y condenadamente mucho más peligroso que tú. Gage dio un golpe en la barbilla de Patterson, seguido con un gancho bajo en la mandíbula, luego una patada giratoria que envió al hombre tropezando hacia atrás diez pasos para chocar contra la pared. Patterson se deslizó al suelo, el cuchillo se deslizó de su mano aterrizando en la madera con un horrendo repiqueteo. Si el ruido no había sido suficiente para despertar a Hardy, nada lo haría. Mierda. Gage se dirigió a los escalones, tomándolos de cuatro en cuatro. Hardy probablemente estaba al teléfono hablando con la policía incluso ahora. ¿No sería irónico? Una basura asesina llamando a los policías para protegerle de otro policía.

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Pero cuando alcanzó la parte superior de los escalones, fue para encontrar a Hardy saliendo de su dormitorio, una automática acabada en oro en sus manos. Antes de que Hardy pudiera apretar el gatillo, Gage cerró la distancia entre ellos y atrapó la pistola con sus manos, arrancándola del agarre del hombre. Empujó a Hardy de vuelta al dormitorio con un gruñido. Gage siguió cuando el hombre retrocedió tropezando, continuó empujando y empujando hasta que había movido a Hardy todo el camino de vuelta a su cama y le tiró a través de esta. —¡Tú! —gritó Hardy—. Tendré tu maldita placa por esto. Él intentó ponerse de pies, pero Gage el empujó hacia atrás. —Eso podría ser un poco difícil desde que no llevo placa en este momento. El corazón de Hardy se aceleró cuando de repente se dio cuenta de que no había ningún otro policía gritando órdenes u ondeando órdenes judiciales. Solo estaba Gage —y la pistola que había tomado de Hardy. La manera más rápida de hacer que sus problemas desaparecieran era matando a Hardy. Y si Gage no fuera inteligente, eso es lo que habría hecho. Hardy lentamente se arrastró hacia el cabecero de la cama. ¿Tendría otra pistola en la mesilla de noche? Gage esperaba que así fuera. Porque no podía matar a un hombre indefenso a sangre fría. Eso no estaba en él. Solo esperaba que Hardy no supiera eso. Gage encontró una silla y la movió más cerca de la cama, posicionándola para que pudiera mirar a Hardy a los ojos mientras apuntaba al hombre con su propia pistola. Maldición, una Desert Eagle Mark XIX, en titanio dorado nada menos. Realmente odiaba cuando la escoria tenía armas tan bonitas. —Intentaste matarme a mí y a mi equipo ayer. Hardy miró la pistola cuando sacudió su cabeza. —No tengo ni idea de qué estás hablando. Estuve en una reunión ayer, todo el día con el alcalde. Por ciento, pasamos algo de ese tiempo hablando sobre tu equipo del SWAT fuera de control. Y sobre cómo mataste a mi hijo. Gage niveló la pistola al espacio justo entre los ojos del hombre.

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—¿Crees que me importa que hicieras que alguien de tu gente dejara esa bomba, o hiciera la llamada para atraernos allí? Hiciste que ocurriera, lo cuál es todo lo que importa. La mirada de Hardy se movió nerviosamente a la pistola otra vez. —Y con respecto a tu hijo, sabes tan bien como yo que él firmó su propia sentencia de muerte en el momento que decidió matar a gente inocente. Hardy no respondió a la afirmación de Gage, pero no lo negó, tampoco. —No me dispararás —dijo él finalmente. Gage podía decir por el errático latido del hombre que Hardy realmente no creía eso. —Solo entré en tu casa por mí mismo, dejé inconscientes a cuatro de tus guardias como si no estuvieran allí, luego te quité esta cosa como si fueras un niño de dos años. —Gage gesticuló con la Desert Eagle—. ¿Dime otra vez por qué no haría exactamente cualquier cosa que quiera? Claramente, Hardy había estado bajo la suposición de que si le detenía el tiempo suficiente y mantenía la conversación solo un poco más, sus hombres vendrían corriendo al rescate. El hombre había pasado la mayoría de su vida adulta asustando a la gente, pero Gage no estaba asustado, y Hardy lo sabía. —¿Qué quieres? —demandó Hardy—. Si me quisieras muerto, ya lo habrías hecho. Así que, ¿qué es? ¿Dinero? Típico. El bastardo pensaba que todo lo que tenía que hacer era ondear un fajo de dinero en la cara de alguien y todos sus problemas se irían. Gage mordió un gruñido. —No quiero tu dinero. —¿Entonces qué? Gage se puso de pies y se movió más cerca de la cama, manteniendo la pistola preparada en el ojo del cráneo que mentalmente había dibujado en la frente de Hardy. No quería matar a Hardy. Incluso después de que el hombre hubiera intentado hacerlo con su manada, Gage no podía solo ejecutarle a sangre fría. Eso no le haría mejor que Hardy. Pero tenía que hacer que Hardy creyera que le mataría, así el hombre estaría aterrorizado.

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—Realmente es muy simple —dijo él—. Si haces un movimiento contra mí o alguien cercano a mí otra vez, te rastrearé, mataré a cada uno de tus guardias, luego te arrancaré tu maldito corazón. Para asegurarse de que Hardy supiera que él hablaba en serio, Gage forzó el cargador tan fuerte que lo sacó de los rieles. Tiró ambas piezas del arma a la cama al lado de Hardy. —¿Es lo bastante fácil como para que lo comprendas? Hardy no respondió. Estaba demasiado ocupado mirando la Desert Eagle que Gage acababa de destruir tan fácilmente como si fuera de plástico. Gage soltó el mismo gruñido bajo que usaba cuando quería forzar a un miembro de su manada a que prestara atención o se comportara. Tuvo el mismo efecto en Hardy. —¿He sido claro? —preguntó él. Hardy tragó fuerte.

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—Sí. —Entonces hemos terminado aquí. Con eso, Gage se giró y se fue. *** Gage volvió al apartamento de Mackenzie justo antes de las seis a.m. Incluyendo la parada en la tienda para donuts y condones —una compra que le había ganado una extraña mirada de la cajera— había estado fuera durante una hora y treinta y cinco minutos. No oyó ningún movimiento viniendo del dormitorio, así que dejó los donuts en la encimera de la cocina y en silencio hizo su camino en esa dirección. El sol estaba atisbando por la ventana de Mackenzie, quién estaba acurrucada bajo la manta dormida. Se veía tan bella que hizo doler su pecho. Gage se quitó las ropas y dejó la caja de condones de tamaño económico en la mesilla de noche, luego se subió a la cama. La puso en sus brazos y enterró su cara en su sedoso pelo, respirando su olor. Dios, era como el paraíso.

Mackenzie murmuró algo ininteligible y se presionó contra él. Él tensó su brazo a su alrededor, sujetándola más cerca. No había intentado hacer algo más que dormir con ella, pero ella contoneó su culo contra su ingle, haciendo que su pene se endureciera. Él reprimió un gemido e intentó poner un poco de espacio entre su empalme y su muy cálido, muy suave culo, pero fue imposible. Incluso si ella parecía estar completamente hecha polvo, se movía hacia atrás incluso más y rotaba sus caderas en un baile muy sexy que hizo que su pene se hincara completamente en ciertos lugares por sí mismo. Mackenzie se revolvió. Ah, infiernos. Podría estar muerto de cansancio, pero aparentemente ciertas partes de su anatomía no lo estaban. Alcanzando la caja de condones, no podía pensar en una manera mejor de comenzar el día. *** Mac se abrazó a la almohada con un suspiro. ¿Era eso beicon y huevos lo que olía? Inhaló profundamente. Maldición, lo era. Gage la estaba haciendo el desayuno. Lo cual significaba que debía haber corrido a la tienda porque no había comprado beicon y huevos en... nunca. Normalmente, no comía cosas así, pero estaba famélica. No era una sorpresa. Ella y Gage habían trabajado bastante en un apetito la pasada noche. Sin mencionar esta mañana. Ella sonrió con el recuerdo. Se había despertado a una hora locamente temprana con el pene muy duro de Gage deslizándose en su sexo muy mojado. Él lo había hecho despacio, burlándose de ella cuando se acurrucaron juntos en la cama. Él se había movido dentro y fuera de ella por detrás mientras una mano acariciaba cada pulgada de su cuerpo —su cara, su cuello, sus pechos, su estómago, sus muslos, su clítoris... oh sí, su clítoris. Eso era, sin duda, el sexo más romántico que había tenido en su vida. Y después, todo lo que pudo hacer fue poner sus brazos a su alrededor y volver a dormir. ¿Ahora él la estaba haciendo el desayuno? ¿Qué había hecho para merecerse a este hombre? Era difícil dejar el cómodo nido de mantas, pero se forzó a salir de la cama. Lavó su cara y se cepilló los dientes, luego se puso el primer trozo de ropa que

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tuvo a mano —la camiseta del uniforme de Gage. Pero si llevaba su camiseta, ¿qué llevaba Gage? Entusiasmada por averiguarlo, pasó un cepillo a través de su pelo y salió corriendo del dormitorio. La visión que encontró cuando entró en la cocina fue incluso mejor de lo que se había imaginado. Su gran y corpulento amante estaba en la cocina sin llevar nada excepto esos boxer cortos realmente tensos suyos. Guau, tenía un gran culo. Mac fue detrás de él y abrazó sus brazos alrededor de su estómago, presionándose contra él cuando besó la cálida piel de su espalda. Él sonrió sobre su hombro hacia ella. —Podrías haberte quedado en la cama. Estaba planeando llevarte esto. Ella recorrió sus manos sobre los músculos de su pecho y abdomen cuando descansó su mejilla contra su espalda. —Tanto como me guste la idea de desayunar en la cama, no creo que tuviéramos la parte del beicon y los huevos si me los servías así. Él rió cuando terminó de cocinar los huevos —media docena medio hechos por cómo se veían— y los transfirió a los platos dónde el beicon y las tostadas ya estaban esperando. Ella no pudo evitar sacudir su cabeza cuando le observó trabajar. Él se movía con la rápida gracia de una persona que ha estado trabajando en una cocina durante años. No podía voltear un huevo para salvar su vida, lo cual era el porqué siempre hacía revuelto, cuando los tenía después de todo. —Puedo ir a ponerme algo más de ropa, si crees que seré una distracción — dijo él cuando llevó los platos a la mesa. El café ya estaba vertido y humeando. Ella sacudió su cabeza cuando se sentó. —No quiero meterte en ningún problema. Solo tendré que controlarme. Él la lanzó una sexy sonrisa. —Siempre puedes devolverme mi camiseta. —Podría, pero te prefiero de la manera en la que estás.

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Gage atacó su comida. La tomó un poco más de tiempo cortar sus huevos y beicon, pero cuando finalmente tomó el primer bocado, se encontró comiendo casi tan rápido como él. —Esto está realmente bueno. —Es solo beicon y huevos. Ella tomó otro tenedor de ambos, luego lo siguió con un trozo de tostada que él ya había dado mantequilla para ella. —Es mejor que lo que yo podría hacer. Gage tomó un trago de café. —Podría darte unas pocas lecciones si estás interesada. A ella no le importaba conseguir algunas lecciones de él en la cocina, pero no del tipo de las que estaba pensando. —Tengo una idea mejor. Si sigues haciendo el desayuno para nosotros, me aseguraré de que siempre despiertes hambriento. ¿Qué tal? El calor en sus ojos casi la hizo desmayarse. —Trato hecho. Ella tomó otro trozo de tostada. —Así que, ¿qué hay en la agenda de hoy? ¿Si asumimos que estás planeando seguir las órdenes de tu médico y conseguir algo de descanso? Él limpió su plato con el resto de su tostada, luego se lo metió en la boca, devorándola con sus ojos cuando masticaba. Ella se preguntó si él se estaba imaginando todas las maneras diferentes que podían tener sexo juntos durante los siguientes dos días. Si lo hacía, le gustaba la manera en la que pensaba. —Creía que podríamos pasar el rato juntos. Si ¿está bien para ti? —dijo él cuando terminó de masticar—. Aunque adivino que necesito correr a mi casa y agarrar algo de ropa y cosas. Ella le miró sobre el borde de su taza.

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—Parece que tienes toda la ropa que necesitas, si me preguntas. Él rió. —Mientras que yo no tengo ningún problema con eso, creo que tendremos que dejar tu apartamento al menos una vez. No tienes suficiente comida aquí para mantenernos durante todo el fin de semana. Mac pensó en cuánto había comido la pasada noche, y esta mañana. Había consumido la comida de tres días en menos de veinticuatro horas. Sí, quizás necesitaban salir y comprar algo. —Vale —estuvo de acuerdo ella—. Pero voy contigo. Quiero ver dónde vives. —Suena bien. Solo que no te hagas una idea de mí por lo que veas allí. No paso mucho tiempo en mi casa, así que no es tan bonita como la tuya. Ella se tensó. Cuando un tipo decía algo así, normalmente significaba que no había limpiado en un mes. Resultó que la casa de Gage no era nada como lo que había descrito y estaba mucho más limpio de lo que ella esperaba. Era un apartamento de un piso y un dormitorio con una diminuta cocina, un salón igualmente pequeño y un cuarto de baño. Probablemente menos de ochocientos metro cuadrados en total. Pero mientras no había mucho sitio, estaba aseado, organizado, y libre de polvo. Ella no podía decir lo mismo de su apartamento. —Voy a empaquetar una bolsa —dijo Gage cuando se dirigió a su dormitorio—. Hay soda en la nevera si quieres. Ella realmente no quería una soda, pero quería comprobar la nevera. Puedes aprender mucho sobre un hombre por lo que tenía allí. Como el resto de su casa, la nevera de Gage estaba limpia y organizada, y almacenaba las cosas mejor que la suya. Además de la soda, cerveza, y agua embotellada, había una variedad de quesos, carne, y condimentos. Gage obviamente era genial con los sandwiches. Pero una mirada al congelador mostró una falta distintiva de comida preparada. Aunque había mucha carme. Quizás dos de ellos debían pasar el rato por allí —definitivamente comían mejor.

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Ella agarró una de las botellas de agua y deambuló hacia el comedor. El apartamento de Gage carecía de ese acogedor toque femenino. Estaba escatimando mobiliario con un sofá de apariencia utilitario y sillas a juego. También escatimaba en decoración, con la excepción de una pared que contenía una docena de fotografías enmarcadas y chucherías de temas militares situado en una estantería en la librería. Ella se encontró sonriendo a las imágenes de Gage en varios marcos militares y de policía. Él era más joven en los militares, pero aún le reconoció. Muchas de ellas eran de Gage con otros ocho hombres, normalmente sobreactuando en la foto, con sus brazos alrededor de los otros o con sus varias armas sujetas casualmente en sus manos. Gage parecía realmente feliz en todas las imágenes. La ropa obviamente había sido cambiada en las imágenes más recientes, con Gage llevando el uniforme estándar de la policía en algunas, ropas civiles en otras, y su equipo del SWAT en las más recientes. No pudo evitar notar que mientras las poses eran muy similares en todas las fotos recientes, Gage no estaba sonriendo en ninguna de ellas. Eso la hizo sentir como si fuera testigo de una pérdida de inocencia de un marco a otro. Notó algo más, también. Mientras Gage era fácilmente el hombre más alto en cualquier de las fotos militares, no se comparaba a cuán alto parecía en las imágenes más recientes. Se movió una y otra vez, comparándole en los años. Parecía como si él no solo hubiera puesto músculo después de dejar el Ejército, sino que creció unas pocas pulgadas también. Corriendo para ver el comedor, deambuló hacia el dormitorio. Gage estaba de pies desnudo delante de un alto vestidor, pasando a través de un cajón de ropa interior. Mac paró y se dejó disfrutar de la visión. Por el rabillo de su ojo, tomó varias otras facetas de la sala —una gran cama, otro vestidor con sus cajones abiertos, un armario empotrado conteniendo la mayoría de los uniformes, y una bolsa negra de lona situada en el suelo medio llena de ropas y utensilios del baño. Pero mayoritariamente, miró a Gage y a ese alucinante cuerpo desnudo suyo. Ella se mordió el labio cuando el calor se encharcó entre sus muslos. No debería ser posible estar excitada. Habían hecho el amor tantas veces la pasada noche que debería haber estado satisfecha durante el próximo mes. Pero ese no

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era el caso después de todo. Cuando disfrutaba del juego de músculos sobre su tenso culo y ancha espalda, se sintió humedecerse. Definitivamente tendría que cambiarse las bragas cuando volvieran a su casa. ¿Cómo demonios la hacía esto Gage? Él paró, su cabeza se levantó de golpe. Luego se giró hacia ella con una sonrisa ardiente. La hambrienta expresión solo sirvió para hacerla humedecer más, y la dejó preguntándose si él había captado su excitación. —Casi estoy listo. Contra su voluntad, sus ojos cayeron al perfecto y espeso pene en la unión de sus musculosos muslos. Su asta pulsaba ligeramente, luego lentamente se endureció. —Muy seguramente lo estás —murmuró ella, solo dándose cuenta después del hecho de que lo dijo en voz alta. Él cerró la distancia entre ellos en dos zancadas, tirando de su cuerpo completamente vestido contra el suyo completamente desnudo y besándola fuerte. Se sentía tan travieso y tan perfecto, y la dejó sin respiración. Él sabía tan bien, y se sentía incluso mejor. Maldición, prácticamente estaba vibrando con la necesidad. Esto debía ser a lo que se referían cuando decían que dos personas eran sexualmente compatibles porque ahora mismo, ella no podía imaginar a otro hombre en el mundo quién la pudiera hacer sentir así. La sensación de su nuevo pene endurecido presionando contra su estómago fue suficiente para casi conducirla a la locura, y habría caído de rodillas para rezar, pero él no la dejaría. En su lugar la levantó y la llevó a su cama. La quitó los zapatos y los pantalones y aun así no fue lo bastante rápido para desnudarla. Una diminuta parte de ella —la parte que nada tenía que ver con ayudar a Gage a quitarla las bragas para que él pudiera darla la vuelta sobre sus manos y rodillas— se preguntaba cómo posiblemente podía seguir sin pensar en el sexo para desearlo tan desesperadamente que no le importaba si él la desgarraba la ropa en tiras. Pero una mirada a él cuando sacó el condón del paquete de su mesilla de noche y lo giró la dijo todo lo que necesitaba saber.

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Gage lo hacía posible para ella actuando así. Ella le quería tan desesperadamente porque esa era exactamente de la manera que él la quería. Como si ella fuera lo único en lo que podía pensar. Como si ella fuera tan importante para su supervivencia como el aire. Cuando él empujó su culo más cerca del borde de la cama y arremetió en su humedad, ambos liberaron gemidos de puro placer. El suyo fue un más profundo —casi posesivo— gruñido, pero el de ella no fue mucho menos animal. Ella quería que la poseyera completamente, haciéndola suya de todas las maneras posibles. Sus manos firmemente agarraron sus caderas cuando él lentamente se movió en su interior. Con cada embestida, él bombeaba más duro y más fuerte hasta que se enterró todo el camino en su núcleo. Ella estaba jadeando tan fuerte que casi estaba mareada. La ráfaga de su orgasmo acercándose no la sorprendió. Había aprendido la noche anterior que Gage podía hacerla casi venirse en cualquier momento que quisiera —y ahora mismo él quería que se viniera. Sus dientes de apretaron en la manta que cubría la cama y ella juró que podía saborearle en ella. Ese pensamiento, de alguna manera loco, solo trajo su clímax más rápido. Ella gritó en la cama, agarrando las mantas cuando todo su cuerpo se estremeció violentamente. Y cuando las primeras olas del orgasmo pasaron, consiguió un agarre incluso más firme. Porque había algo más que la noche anterior le había enseñado. Gage no pararía de hacerla venirse con una sola vez. La tomaría hasta que estuviera segura que se desmayaría —luego la haría venirse incluso más fuerte. *** Mac se acurrucó contra el pecho de Gage, recorriendo sus dedos sobre los músculos y ligeramente trazando sus tatuajes. Nunca había estado con chicos tatuados, pero él los hacía funcionar. Había visto el tatuaje de la cabeza del lobo SWAT durante el ET y cuando habían hecho el amor la noche anterior. Pero no había tenido una buena visión del otro tatuaje —el que él llamado su Ranger Scroll— hasta ahora. Rastreó sus dedos a lo largo del contorno de la negra cinta con la línea interior roja. Dentro de ambas líneas había letras y números.

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—Segundo Ranger, lo comprendo —dijo ella suavemente—. ¿Para que es BN? Le llevó un minuto a Gage responder —él estaba mucho más comatoso debajo de ella en su propia felicidad post-orgásmica. —Batallón. Estuve en el Segundo Batallón Ranger del Fuerte Lewis. Él dijo las palabras tan tranquilamente que ella no estaba segura de si debería preguntarle algo más sobre eso. Ella recordaba cómo él había sonreído en todas las imágenes militares de la pared, pero parecía casi sombrío en cada foto de después. Quería saber más sobre Gage. Infiernos, quería saber cada cosa de él que hubiera que saber. —Recuerdo ver en la bio de tus relaciones públicas que pasaste seis años en el Ejército. ¿Todo eso fue con el Segundo? —Sin contar lo Básico y la escuela inicial, sí, estuve en el Segundo todo el tiempo. Entré justo después de que la Tormenta del Desierto pateara y salí a mediados del 97. —Vi las fotos en la pared. ¿Ellos eran tus amigos en el Segundo? Por supuesto que habían sido sus amigos —tenía fotos con ellos. Pero parecía comprender lo que ella estaba preguntando. —Eran más que eso. Eran como mi familia —dijo él tranquilamente—. Primer Pelotón, Primer Escuadrón del Rifle. Mis hermanos. Mac se dio cuenta entonces que él nunca había dicho ni una palabra sobre la familia hasta ahora, y cuando lo hizo, era en términos de los soldados con los que sirvió. —Suenan como tipos alucinantes. ¿Mantienes el contacto con ellos? Gage no respondió, y el silencio se estiró hasta que ella levantó la cabeza de su pecho para mirarle. Sus ojos estaban cerrados, y cuando los abrió, no pudo perderse la tristeza en ellos. —No —dijo él—. Todos están muertos. Mierda. ¿Por qué demonios había hecho esa pregunta? ¿No podía haberlo dejado tranquilo?

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—Lo siento mucho. No quería traerte a un tema doloroso. Él gentilmente retorció un mechón de su pelo alrededor de su dedo. —Está bien. No podías haberlo sabido. Fue hace mucho tiempo de todas formas. Es doloroso pensar en ello, pero no como solía ser. Ella descansó su cabeza en su pecho otra vez, furiosamente intentando pensar en algo que ayudara a cambiar el tema de la conversación. Pero su mente estaba completamente en blanco. —Fue en Agosto de 1996. La voz de Gage era suave y tan llena de tristeza que ella casi le detuvo, pero no lo hizo. Si él quería hablar, ella se callaría y escucharía. —Supuestamente estábamos en una simple rotación de entrenamiento en Kuwait. Ya sabes, correr alrededor, disparar algunos blancos, entrenar con los kuwaitíes y los saudíes. Pero por alguna razón, alguien con una estrella en su hombro decidió enviar al Primer Pelotón a la parte norte de Irak, la parte que se llama Iraquí Kurdistán, para dirigir algún benevolente desarrollo con las fuerzas regionales kurdas. El líder de mi escuadrón intentó señalar que no era ni siquiera trabajo de los Ranger, pero a nadie realmente le importaba eso, así que fuimos enviados allí de todas formas. Él se quedó en silencio durante tanto tiempo que Mac pensó que había terminado. Pero entonces se dio cuenta que podía oír su corazón latiendo rápido debajo de su oído. —No fue tan malo al principio. Del tipo divertido, actualmente —continuó él—. El líder del pelotón tenía a cada uno del escuadrón fuera, trabajando con una parte diferente de la milicia kurda. Ellos seguramente necesitaban nuestra ayuda, así que a ninguno de nosotros nos importó. Entonces el trigésimo primero, Sadám se arrancó un pelo del culo y decidió enviar a sus fuerzas a la ciudad de Erbil para una pequeña limpieza étnica. Justo dónde nuestro escuadrón estaba situado. Nueve de nosotros, estábamos metidos en medio de un lugar en el que realmente se suponía que no debíamos estar, sin apoyo y casi sin munición. Mac mantuvo su respiración, esperando.

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—Como puedes imaginar no nos fue bien. Estuvimos luchando lado a lado con los kurdos, y desplegamos un infierno de defensa, pero ellos no tenía mucho en la manera del equipamiento pesado, y nosotros no teníamos nada. Mucha gente murió en un periodo de tiempo realmente corto, incluyendo a cada miembro de mi escuadrón excepto yo. El líder de mi escuadrón murió en mis brazos cuando intentaba arrastrarle fuera. Mac estaba llorando, y no tenía ni idea de por qué. No había conocido a esos hombres. Pero Gage sí, y sus muertes le habían hecho daño, así que ella estaba dolida, también. —Agosto de 1996 —murmuró ella—. ¿No es a lo que ellos llamaron Golpe del Desierto? Recuerdo leer sobre eso en alguna parte, pero no recuerdo ver nada sobre ninguna baja de US. Solo dejamos caer un montón de bombas y disparamos algunos mísiles teledirigidos. Él bufó. —Sí, así es como lo llamaron. Pero el bombardeo y los mísiles teledirigidos ocurrieron en los días después del ataque inicial. No nos hizo ningún bien ni a nosotros ni a los kurdos. Mi escuadrón fue barrido por entonces y yo apenas estaba arrastrando mi culo disparado de vuelta al punto de extracción en el momento que jodieron al resto del pelotón. Ellos habían sido bastante golpeados, también, pero nada como mi escuadrón. ¿La peor parte? El informe oficial decía que todos los miembros de mi escuadrón murieron en un accidente de entrenamiento en la ciudad de Kuwait. Nadie quería admitir que los US tenían fuerzas terrestres en la región kurda. Mierda. —¿Ese es el porqué decidiste irte? Él dudó durante un largo momento antes de responder. —Eso tuvo mucho que ver. No podía ser parte de la gran máquina ya. Ellos ni siquiera se preocupaban por nosotros. Mac comprendía a Gage un poco mejor ahora de lo que hacía antes. Como había crecido tan rápido a través de los rangos del Departamento de Policía de Dallas, por qué se había encargado del equipo del SWAT y reconstruido en su

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imagen. Ellos eran una organización que se preocupaba de los suyos sobre todo lo demás. Su brazo se tensó a su alrededor. —Lamento descargarme contigo así. No estoy seguro de por qué lo hice. Definitivamente no cumple con los requisitos de una charla de almohada romántica. —No me importa —dijo ella—. Tengo la sensación de que has necesitado contarle a alguien esa historia durante mucho tiempo. Me alegra que fuera yo. —Creo que tienes razón. —Él suspiró—. Intento no pensar mucho en esa parte de mi pasado. Ni siquiera me di cuenta que pesaba tanto sobre mí hasta que te hablé de ello. Ella levantó su cabeza para besarle. Era alucinante cuán cerca le sentía después de ese pequeño vistazo en su pasado. La hacía querer aprender más sobre él. —Puedes contarme cualquier cosa. Él la miró tan profunda y pensativamente que ella casi bromeó otra vez. —Podría aceptar esa oferta en algún momento. Ella descansó su cabeza en su pecho otra vez, sonriendo cuando se dio cuenta que su corazón ahora estaba latiendo en el fuerte y lento ritmo al que estaba acostumbrada. —En cualquier momento que estés listo.

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Capitulo 10 Gage no pudo evitar devolver la sonrisa de Mackenzie cuando mantuvo la puerta abierta del restaurante. —Después de ti. Él habría estado muy feliz pasando el rato en su apartamento otra vez esta noche, viendo la TV, hablando, y haciendo el amor como una pareja de visones, lo cual era lo que habían estado haciendo durante los pasados dos días, pero ella había querido salir a cenar. Y fuera lo que fuera lo que Mackenzie quería, Gage estaba listo para dárselo. Ella había elegido este lugar de camino hacia Bonham. Nunca había oído hablar de él, pero ella le prometió que valía la pena pasar una hora conduciendo para llegar allí. A él no le importaba dónde quería comer. Tanto como estuviera con él, estaba en el juego. Enfrente suyo, Mackenzie apretujó su nariz cuando estudió el menú. Él sonrió. Ella parecía tan mona cuando hacía eso. Él aún no podía creer lo bien que habían funcionado las cosas. La pasada noche —en algún momento entre la cena en su casa y hacer el amor en el sofá en el salón— Mackenzie le había dicho que dejaba toda la historia del equipo del SWAT con las drogas. Ambos sabían que nunca habría una historia sobre drogas, pero esa había sido su manera de decir que había terminado de husmear alrededor. Su manada estaba a salvo. Pero mientras él había comenzado a esperar evitar que una reportera entrometida averiguara el secreto de su manada, de alguna manera, se puso nervioso por enrollarse con Mackenzie y encontrar a la única mujer en este loco mundo con la que conectaba. Era demasiado pronto para estar enamorado, pero era más serio sobre ella de lo que nunca había sido con alguna mujer. Y le gustaba pensar que ella sentía lo mismo que él.

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—Así que, ¿qué se te apetece comer? —preguntó Mackenzie, aún estudiando el menú. Cuando él no respondió, ella le dio una mirada perpleja. Debió haber leído su mente porque sonrió. —En el menú, Gage. En el menú. Él rió. —Me apetece comer una gran hamburguesa con queso con un montón enorme de patatas fritas. —Suena bien para mí. Que sean dos. —Mackenzie cerró su menú y lo situó en la mesa—. Así que, ¿qué me estabas preguntando cuando entramos en el aparcamiento? Ella le estaba mirando expectantemente, sus ojos azules bailando. Aparentemente, esto era una prueba, y si no recordaba de qué habían estado hablando, comenzaría a pensar seriamente que él era algún tipo de pervertido quién constantemente pensaba en el sexo cuando la miraba. Lo cual era actualmente verdad, pero forzó a su mente a volver a su conversación previa. Habían estado hablando sobre su programa de trabajo, luego el de ella, luego en qué trabajaría la siguiente semana. Sí, eso era. —Te pregunté en qué historia vas a trabajar a continuación. Desde que la pieza del SWAT no dio resultado. Eso sonaba tan suave que él casi se dio palmaditas en la espalda, pero luego notó que ella estaba sonriéndole como si supiera exactamente cuán difícil había sido para él recordarlo. Aunque ella no le había preguntado sobre eso. —No diría que fue una completa pérdida de tiempo. —Ella le dio una mirada sensual que le hizo desear haberse quedado en su casa—. Realmente no estoy segura de en qué trabajaré a continuación. No lo he pensado mucho. Gage dejó que el camarero dejara sus bebidas y tomara sus pedidos antes de preguntarla algo que se había preguntado más de una vez. —¿Cómo decides qué historia seguir? Sé que mencionaste a tu jefe dándote mucho margen, pero ¿cómo comienzas? Quiero decir, ¿ves las noticias y esperas hasta que algo llama tu atención?

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Ella revolvió el edulcorante artificial en su té helado. —La mayoría de las veces, sí. Veo algo que solo está mal, una persona alejándose con algo que todos saben que hicieron, alguien mintiendo sobre algo importante con una cara perfectamente sincera, un grupo de gente mal usando el sistema para alejarse con gente herida una y otra vez. Veo cosas como esas y solo hago algo sobre eso. —Quieres arreglar lo equivocado entonces. Ella bebió de su bebida. —Desafortunadamente, raramente consigo enderezar las cosas que están mal. Lo más que puedo hacer normalmente es asegurarme que la verdad salga. En su experiencia, la verdad podía ser un infierno de una palabra de cuatro letras. Frecuentemente era esperado como ese alucinante bálsamo que curaba todas las enfermedades, pero no siempre funcionaba de esa manera. Lo divertido era, que él se había estado preguntando todo el fin de semana —entre juguetear en el dormitorio y conversaciones íntimas en el sofá— si la debería decir que era un hombre lobo. No inmediatamente, pero pronto. Solo había algo en ella que le hacía querer ser completamente, cien por cien honesto con ella. Pero este no era solo su secreto, y eso era lo que le hacía retroceder cada vez que pensaba en abrir su boca. —¿Qué pasa con esas situaciones dónde la verdad al salir solo conducirá más problemas? —preguntó él. Ella le consideró pensativamente, como si se estuviera preguntando si él solo estaba haciendo conversación o si esto era uno de esos otros secretos que tenía. —Podría causar algo de dolor y sufrimiento al principio, pero tiendo a creer que el mundo es un lugar mejor cuando todos los secretos son expuestos —dijo ella. Maldición, algunas veces era difícil no mirarla y asumir que podía ver justo a través de él. Pero con esa pregunta, él solo había expuesto la diferencia más grande entre ellos. Ella había visto el mundo real, pero aún era una idealista. Vivía en un lugar dónde la honestidad y la verdad siempre guiaban al mejor

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resultado. Él había visto el mismo mundo real, pero vivía en un lugar dónde las mentiras y las tapaderas seguían salvando a la gente. —¿Qué pasa con los secretos que el mundo no está listo para manejarlos aún? —preguntó él. —Da al mundo más crédito que eso. La gente puede manejar más de lo que crees. —Ella le dio una mirada intencionada—. Además, nadie tiene derecho a decidir qué secretos puede manejar otra persona o no. Sí, Mackenzie definitivamente había averiguado que esto no era una discusión teórica. No era ninguna sorpresa. Ella era periodista después de todo. Pero cuando las hamburguesas se presentaron, ella cambió de tema y comenzó a hablar sobre la última vez que tuvo una hamburguesa tan grande y cuánto las adoraba. Genial. Ahora Gage se sentía como una mierda. Ella probablemente creía que él estaba intentando trabajar en el coraje para decirla algo más que había ocurrido cuando estuvo en el Ejército, y que se lo diría cuando estuviera listo. Ella alucinaría si le contaba su secreto más grande —que no había salido del Ejército porque no podía tratar con la muerte de sus amigos, sino porque no podía tratar con convertirse en un hombre lobo. Sin importar cuán bien pensara Mackenzie que podía manejar las cosas, no estaba lista para ese tipo de secreto. Él no estaba seguro de que estuviera lista alguna vez para eso. Apartó esos pensamiento y se enfocó en su hamburguesa. Al menos eso no le haría sentirse depresivo. Acababa de sumergir sus patatas fritas en ketchup y tomado el primer bocado de su hamburguesa cuando su teléfono sonó. Mackenzie le miró, una patata frita posicionada a medio camino a su boca. —Creo que tienes que responder, ¿verdad? Él alcanzó su bolsillo y sacó el maldito teléfono. Un fin de semana, eso era todo lo que había estado buscando. —Sí, ellos no llamarían si no fuera importante. Por supuesto, podría no ser trabajo... Gage miró al monitor de la llamada. Era el móvil de Mike, no la línea principal del complejo. Apretó el botón de aceptar.

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—Sí, Mike, ¿qué pasa? —Maldición, me alegra que lo cogieras. Estaba preocupado de que lo dejaras ir al buzón de voz. El tono en la voz de Mike inmediatamente hizo que su lobo interior se pusiera en alerta, y todos los tipos de mala mierda comenzaron a correr a través de su cabeza. —¿Qué pasa? —Acabo de recibir una llamada de un tipo que conozco en Protección de Aduanas y Fronteras de Dallas en Fort Worth Internacional —dijo Mike—. Tenemos un problema. —¿Qué tipo de problema? —Banderas rojas han estado entrando en casi cada vuelo entrante de México y el Sur de América desde las 0900 de esta mañana. Estamos hablando de más de una docena de tipos. Todo el cartel conectado y todos asesinos muy conocidos. Esa sensación de hundimiento en su estómago estaba empeorando. —¿Por qué oímos sobre eso ahora? —Los abogados del distrito Federal tienen un par de casos de droga mayor pasando ahora mismo y creían que los tipos estaban en la ciudad para un golpe en uno de sus testigos —dijo Mike—. Mi chico me llamó desde el maldito cuarto de baño porque sabía que no irían a por ningún testigo. No cuando averiguaron quién trajo a esos tipos. Gage juró. —Hardy. —Sí, y no está intentando cubrir su rastro. El hijo de puta tiene limusinas esperando a cada uno de esos tipos. De acuerdo con los policías y los informantes sé por mis días encubiertos, que en las calles se dice que estos tipos están aquí para terminar contigo y tu novia. Pronto. —Mierda.

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Al otro lado de la mesa, Mackenzie había dejado su hamburguesa y le estaba mirando con preocupación. —Gage, el ayudante del jefe querrá poneros a los dos en protección de custodia, lo sabes, ¿verdad? —preguntó Mike. —Eso seguro como el infierno que no va a pasar —gruñó Gage. —No mierda —estuvo de acuerdo Mike—. Hardy tiene hombres desde dentro. Él sabía dónde estabas antes de que fueras allí. ¿Qué quieres hacer? Gage dudó. Su primer instinto era proteger a Mackenzie. Su segundo era proteger a su manada. Pero la Manada podía cuidarse solita —y Mackenzie— si estaban advertidos. Y si estaban juntos. —Llama a todos y cargad y estad preparados. Mackenzie y yo estaremos allí en una hora. Iremos desde aquí. Mike no discutió. No comentó sobre el hecho de que la visita de Gage a la residencia de Hardy no había tenido el efecto deseado, tampoco. Maldición, debería haber matado a Hardy cuando tuvo la oportunidad, maldita placa. —¿Qué pasa? —preguntó Mackenzie cuando Gage colgó. Gage no tenía ninguna prueba de que costaba la cena, pero sacó cincuenta dólares de su billetera y los dejó en la mesa. Luego se puso de pies y levantó su mano hacia Mackenzie. —Te lo diré de camino al complejo. Mackenzie no demandó respuestas, sino que tomó su mano y le dejó guiarla fuera del restaurante. Incluso si ella fuera la chica del póster para la calma, él podía oír su corazón latiendo. —Gage, me estás asustando —dijo ella cuando la hizo esperar mientras él escaneaba el aparcamiento—. ¿Qué está pasando? Él la apresuró por el aparcamiento, su nariz tomando cien olores diferentes, sus ojos cambiando lo suficiente para afilar su visión nocturna sin desprender ese brillo delator. El sol acababa de ponerse, así que no estaba completamente oscuro, pero aún se enfocó cuando miró en las profundas sombras.

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El aparcamiento estaba limpio y apresuró a Mackenzie al coche antes de que hubiera pensado si quiera en cómo responder a su pregunta. Seriamente consideró inventar algo. Pero no estaría más a salvo por mentirla. De hecho, probablemente haría lo opuesto. Si ella no sabía el peligro en el que estaba, podría tomar un riesgo innecesario sin darse cuenta de ello. Así que, cuando él giró fuera del aparcamiento, la dijo la verdad. —Hardy ha traído a un montón de músculo cartel pesado de fuera del país. Comenzaron a llegar hoy por la mañana. Y todos los que los conocen tienen una buena autoridad para decir que están aquí para matarme. —La lanzó una mirada—. Y a mi novia. Aceleró en la carretera, comprobando cada espejo en rápida rotación cuando esperó a que ella dijera algo. —¿Novia, huh? Él la miró por el rabillo del ojo. Mackenzie siempre le había golpeado como un personaje bastante genial, pero de todas las cosas que había esperado que dijera, esa no era una de ellas. —Eso es lo que se dice en la calle, de acuerdo con Mike. —Me preguntó cómo averiguó Hardy lo nuestro tan rápidamente. Gage sacudió su cabeza. —Oíste la parte sobre que están planeando matarnos, ¿cierto? —Sí, pero yo podría haberte dicho eso. De hecho, estoy bastante segura que lo hice —dijo ella—. Debió hacer que alguien te vigilara durante los pasados días y nos vio juntos. Me pregunto por qué está haciendo semejante movimiento agresivo ahora. Creía que alguien como Hardy tendría un acercamiento más calculado. Gage tomó la oportunidad para comprobar sus espejos otra vez. Sabía exactamente por qué Hardy había contratado a esos hombres —porque Gage había calculado mal y empujó al hombre con un palo. —Sé que había una bomba en ese laboratorio de metanfetamina el otro día. —Cuando Gage hizo una doble toma de eso, ella añadió—, Le oí a Cooper diciéndoselo a Mike en el hospital.

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Él juró bajo su respiración. —Hardy estaba detrás, ¿verdad? Gage asintió, su mirada yendo a los espejos. Mackenzie miró sobre su hombro, por la ventanilla trasera. —Crees que esos hombres vienen tras nosotros mientras estamos conduciendo, ¿verdad? Él se forzó a dejar de mirar en el espejo cada cinco segundos. —Realmente no. Dudo que alguien pudiera habernos seguido todo el camino hasta aquí en esas carreteras sin que los notara. Y nadie podía adivinar que aquí es a dónde iríamos. No creo que mucha gente en Dallas sepa que este lugar está aquí. Ella se sentó en su asiento, pareciendo sorprendentemente relajada. Bueno, tan relajada como una persona podía parecer sabiendo que un hombre rico y poderoso quería su muerte. —¿Así que, cuál es el plan? —preguntó ella—. ¿Nos pondrán en custodia de protección? Gage no podía creer lo bien que se estaba tomando las cosas. Muchas mujeres —infiernos mucha gente— habría estado volviéndose loco por ahora. —Estoy seguro que Mason está hablando con el jefe de la policía ahora mismo sobre ponernos en un servicio de protección, pero confío en mi propia gente mucho más —la dijo Gage—. Nos dirigimos directamente al complejo. —Vale. ¿Pero luego qué? Gage estaba intentando averiguar cómo responder a esa pregunta cuando el brillo de los faros reflejándose en el espejo retrovisor llamó su atención. Había tenido solo el tiempo suficiente para golpear el acelerador hasta el suelo y tensar su agarre en el volante cuando el coche que venía detrás de ellos golpeó en su parachoques. Si el Charger hubiera sido algo ligero —o si él no hubiera tenido suerte y visto al idiota acercándose— la colisión habría golpeado su coche completamente fuera de control. Como fuera, Mackenzie casi se deslizó

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lateralmente en una cuneta. Los neumáticos como los coches deportivos amenazaron seguirle. Luchó por controlarlo con el volante cuando intentó averiguar dónde había ido el psicópata detrás de ellos. —¡Atención! —gritó Mackenzie. Gage giró su cabeza alrededor justo a tiempo para ver dos coches atravesándose en la carretera en la clásica posición de barricada. No había manera de que él pudiera pasar, y estaba seguro como el infierno que no quería parar. Golpeó los frenos, intentando dirigirse hacia el lado de la carretera. Tenía que evitarles. Sus reflejos de lobo eran lo suficientemente buenos para salir adelante, pero quién fuera que estuviera en los coches bloqueando la carretera comenzó a dispara al Charger con cargadores que sonaban como un arma automática. Las balas golpearon en la parte delantera del coche y Mackenzie gritó cuando el parabrisas se rompió. Gage lanzó tanto de su cuerpo delante del de ella como pudo, considerando que llevaba su cinturón de seguridad y necesitaba mantener una mano en el volante. Él aún se estaba moviendo rápido cuando golpeó la parte trasera de uno de los coches que bloqueaban el paso, destrozándolo y enviándole a él y a Mackenzie lanzados fuera de la carretera hacia la cuneta. Él agarró el volante tensamente cuando descendieron por el barranco, luego rebotaron alejándose. Mackenzie gritó otra vez cuando corrieron en una línea de pequeños árboles encima del terraplén. Había tantas balas golpeando el coche que Gage no pudo creer que ninguno de ellos hubiera sido golpeado aún. Eso no duraría mucho. Necesitaba sacarles de allí, y rápido. Con todos los árboles, no tenía elección excepto poner el Charger en un lado resbaladizo y llevar el coche a una parada en el difícil camino —golpeando de costado en un espeso árbol de hoja caduca. Él agarró a Mackenzie e intentó protegerla del impacto como mejor pudo, pero ella aún se golpeó contra el interior de la puerta bastante fuerte. Levantó la mano para desabrochar su cinturón de seguridad. Tenían que salir del coche ahora. La arrastró fuera de su asiento y cruzó la consola central, deslizando una mano a su tobillo para sacar su pistola. Mackenzie estaba tan atontada que

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apenas podía estar de pie por su cuenta, y él la sujetó con una mano mientras escaneaba el área. Podía oír el sonido de pasos golpeando en el suelo, podía oler el sudor saliendo de los hombres cuando corrían. Gage puso una bala a través de la cabeza del primer hombre en la cresta del terraplén, enviándole tropezando hacia atrás. Eso seguramente les frenaría algo. Nadie se sentiría capaz de sacar su cabeza durante unos pocos segundos al menos. Sin esperar a ver si tenía razón, se giró y sacó a Mackenzie fuera de sus pies, luego corrió al bosque tan rápido como pudo —y podía correr bastante malditamente rápido. Habían llegado a doscientos pies en el bosque antes de que las balas comenzaran a romper en mil pedazos el escaso bosque a su alrededor. Aparentemente los tipos malos no habían esperado tanto como él esperaba. Mierda. Había al menos seis hombres corriendo a través del bosque detrás de él, separándose en una irregular línea en un esfuerzo por asegurarse que no les pasaban en la oscuridad. Si hubiera estado solo, habría cambiado a su forma de medio lobo para poder pasar la ofensiva. Los idiotas nunca le habrían visto venir. Pero tenía a Mackenzie por la que preocuparse. No había ninguna manera de mantenerla a salvo e ir tras los hombres al mismo tiempo. Así que siguió corriendo. Las balas les pasaban zumbando como abejas enfadadas, y Gage fue forzado a zigzaguear erráticamente. Eso solo les permitió a los hombres detrás de ellos alcanzarles. —Nos están alcanzando —dijo Mackenzie. Gage la miró. —¿Estás bien? Él corrió más rápido. Necesitaba un mejor plan. No sería capaz de quedarse delante de esos tipos para siempre mientras llevaba a Mackenzie. Todo eso tomaría un disparo afortunado.

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—Sí, golpeé mi cabeza contra la ventana, pero estoy bien —dijo ella—. Bájame. Seremos capaces de correr más rápido. Gage no estaba seguro de eso. Pero estaba seguro que lo que estaba haciendo no estaba funcionando. Captó un vislumbre de un alambre de púas por delante. Corrió hacia él y la dejó al otro lado, luego la saltó mientras ella se alejaba de él. Sus perseguidores solo estaban a sesenta pies detrás de ellos y acercándose rápido. Gage apuntó al hombre más cercano a ellos, pero mantuvo su fuego. Solo tenía un cargador en la Sig, la cual contenía ocho balas. Podría ser bueno con una pistola, pero no tenía munición para malgastarlo en un disparo de bajo porcentaje. Desafortunadamente, los chicos malos no tenían ese problema. Cada uno de ellos llevaba una metralleta MP5 y tenían mucha munición de repuesto. En el momento que se dieron cuando que él y Mackenzie habían parado, apuntaron al área con balas de 9mm. Gage se giró para agarrar la mano de Mackenzie y fue sorprendido al verla sujetando esa maldita cámara suya. ¡Estaba grabando a los malditos tiradores cuando les estaban disparando! —¿Qué demonios estás haciendo? —gritó él. —Soy periodista. Si alguien me está disparando, lo grabaré —explicó ella, intentando sujetar la cámara firmemente cuando él la alejó. Entonces Mackenzie frenéticamente se movió a la izquierda, su cámara colgando de su muñeca. —Vi un edificio allí. El ‘edificio’ era un granero. Desafortunadamente, no tenía muchas puertas. Pero ahora mismo, no tenían una opción mejor. Él se dirigió a la parte trasera del granero, luego tiró a Mackenzie al sucio suelo con heno esparcido con él. —¿Estás bien? —preguntó él—. ¿Te golpeaste? —El pensamiento solo fue suficiente para casi hacer que su cabeza dejara de funcionar. —No, estoy bien. —Ella buscó su cara—. ¿Y tú?

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—Estoy bien. Gage sacó su móvil y juró. Sin servicio. No muchas más barras en muchos lugares. Mackenzie levantó su cámara, señalándola a la entrada. Él sabía que estaba asustada porque podía oír su corazón latiendo, y aún seguía grabando. Maldición, era alucinante —o loca. —¿Qué vamos hacer? —preguntó Mackenzie. Gage volvió a meter su móvil en su bolsillo delantero, esperando a que la inspiración le dijera cómo responder a esa pregunta cuando los disparos sonaron desde la parte delantera del granero. Él empujó a Mackenzie al suelo, cubriendo su cuerpo con el suyo cuando las balas pasaron sobre sus cabezas. Trozos irregulares de madera salieron volando de todas partes gracias a seis hombres y sus armas automáticas. No, seis no —cuatro. ¿Dónde demonios estaban los otros dos? Levantó su cabeza cuando captó su olor. Estaban en el granero, justo en la puerta por dentro. Todos a la vez, los disparos pararon. Esto solo había sido una diversión para agacharle para que no viera a los hombres entrar. Mierda. En un minuto, comenzarían a rociar el lugar con balas. Él y Mackenzie nunca sobrevivirían a esa potencia de fuego en este pequeño granero. Gage se puso de rodillas y apuntó alrededor del poste de apoyo que estaba usando para cubrirse. Ambos tiradores habían tomado una posición defensiva similar a la suya, lo cual no dejó a Gage mucho para un objetivo. Pero tenía que disparar. Cada segundo que malgastaba le daba a los malos más tiempo para dispararles. Niveló su Sig y apretó el gatillo. Estaba bastante seguro que rozó al tipo, pero no tuvo tiempo para comprobarlo. En el momento que disparó, el segundo disparador inmediatamente vació un cargador entero en su dirección. Gage sintió una bala golpeando su hombro derecho, luego otra en su pierna izquierda. Ignoró el destello de calor blanco de dolor y ajustó su visión hacia el segundo tirador. Atrapó al tipo justo cuando estaba recargando, poniendo dos

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balas en su pecho. Luego giró su atención de vuelta al primer tipo para encontrarle alineado con Gage para un disparo mortal. Gage apretó el gatillo en la dirección general del hombre, rezando para que encontrara su objetivo. Desafortunadamente, estuvo a medio pie por encima de la cabeza del tirador. Eso hizo que el hombre se encogiera y saltara fuera de su escondite. Esa era toda la brecha que Gage necesitaba. Terminó con el tirador con un disparo mortal a través del centro de su pecho. Gage esperó a que los cuatro hombres de fuera entraran corriendo, las pistolas disparando. Quizás se habían imaginado que las cosas habían ido de acuerdo al plan. Probablemente pensaban que Gage había matado a sus colegas y estaba esperando a que el resto entrara para poder hacer lo mismo con ellos. No tenían manera de saber que Gage había sido golpeado dos veces, pero ningún disparo era una amenaza de vida para un hombre lobo. Ahora mismo, estaba más preocupado con el hecho de que solo tenía dos balas en su Sig —y cuatro tiradores aún esperando fuera. —Oh, Dios. ¡Gage, estás sangrando! —gritó Mackenzie. Ella atrapó su brazo, intentando bajarle con ella. Él se resistió, manteniendo su mirada entrenada en la puerta. Si los malos venían a ellos ahora, no tendría muchas opciones. Pero protegería a Mackenzie, sin importar cómo. —Gage —dijo ella—. Te han disparado. Si pensaba que su corazón estaba latiendo rápido antes, no se comparaba a cómo estaba acelerado ahora. Él la miró. —Estoy bien. Solo un rasguño. —Déjame ver —insistió ella. —Ahora no. El resto de esos idiotas podría entrar aquí en cualquier segundo y casi no tengo munición. Eso llamó su atención. —¿No llevas otro cargador?

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Él sacudió su cabeza. Dios, lo que daría por poner sus manos en esas dos pistolas en el suelo al otro lado del granero. Sería una locura intentarlo. Los hombres de fuera sabían que esas armas estaban ahí, también. Ir a por ella, le requeriría caminar directamente a su línea de visión. En su forma humana, no sería lo suficientemente rápido para llegar allí sin ser golpeado. Y al contrario de la cultura popular, no necesitaba una bala de plata para matar a un hombre lobo. Un buen plomo pasado de moda haría el trabajo muy bien. Pero ¿qué oportunidad tenía? Si pudiera cambiar, mejoraría drásticamente sus probabilidades, pero con Mackenzie ahí, no podía hacer eso. Gage se tensó, listo para correr a través del granero, cuando olió a humo. —¿Qué demonios? Los hombres habían prendido fuego al granero. Si no podían entrar, los quemarían a él y a Mackenzie. Mierda. Se sacudió alrededor para ver las llamas trepando a lo largo de las paredes detrás suyo. —Gage, el granero está en llamas. La voz de Mackenzie era mucho más tranquila de lo que debería haber sido en una situación así. Incluso aún estaba grabando. Sin duda —estaba loca. O quizás no se daba cuenta cuán fastidiados estaban realmente. Los hombres habían comenzado el fuego para sacar a su presa del granero. Estaban de pies fuera con cada arma apuntando a la entrada y las armas en el suelo en la brecha. Cuando Gage hiciera un movimiento hacia ellas, terminarían con él antes de que incluso tuviera una oportunidad para recogerlas. Y luego irían a por Mackenzie. Pero si se quedaban dónde estaban, se tostarían. Y Mackenzie aún estaría muerta.

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Su mente corrió a mil millas por hora cuando Mackenzie comenzó a toser. Había una tercera opción. Una manera de terminar con los hombres, o al menos distraerles lo suficiente para que Mackenzie escapara. Él iba a tener que cambiar. Aún podría no sobrevivir al golpe que tomaría de sus armas automáticas, pero Mackenzie estaría a salvo. Y eso era lo que importaba. Pero si hacía eso, todo cambiaría —sin importar cómo resultara. Gage sacó la cámara del agarre de Mackenzie y la dejó colgando de su cordón en su muñeca, luego gentilmente empujó la pistola en su mano. —Tengo que terminar con esos tipos antes de que todo el lugar esté en llamas, y solo hay una manera de hacerlo. Y te dará un susto de muerte. Ella intentó devolverle la pistola. —Gage, ¿de qué estás hablando? ¿Cómo puedes acabar con esos hombres sin un arma? Es... Él no sabía si ella había estado por decir que era una locura, o estúpido, o imposible porque comenzó a toser por el espeso humo girando fuera de la pared. Él abrazó sus dedos alrededor del agarre de la pistola y curvó su dedo índice en el seguro del gatillo. —Esto será difícil para ti, pero tienes que hacerlo, sin importar cuán asustada estés. Necesito que cuentes hasta cinco, luego me sigues fuera. Solo tienes dos balas. Si hay alguien ahí fuera cuando haya terminado, necesitas usar esas dos balas. ¿Comprendes? Ella tosió otra vez, las lágrimas corriendo por su cara. Él se dijo que era el humo haciéndola llorar, pero sabía que era una tontería. Deslizó sus manos en su pelo y la besó fuerte. Quería decirla lo que significaba para él, decirla cómo se sentía sobre ella, decirla lo que era realmente, pero un beso era todo el tiempo que tenía. Cuando levantó su cabeza, ella le estaba mirando con los ojos llenos de lágrimas, y su visión desgarró su corazón.

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—Recuerda... cuenta hasta cinco, ¿vale? —¿Por qué? Gage, ¿qué vas hacer? —Lo que sea para protegerte. Toda la parte de atrás del granero estaba envuelto en llamas ahora. Él se puso de pies, ignorando el dolor de sus heridas. —Lo siento —dijo él irregular, luego se giró y corrió hacia la puerta, cambiando cuando corría. Casi fue un alivio permitir finalmente que sus dientes se alargaran y sus garras salieran. No necesitaría los MP5 en el suelo ahora. Con su velocidad, fuerza, garras, y colmillos, era una máquina de matar. Mackenzie no sabía eso, por supuesto. Y cuando corrió fuera del granero, ella gritó su nombre. *** Mac sabía que Gage iba hacer algo imprudente y peligroso cuando había empujado su pistola en su mano —solo que no sabía el qué. Cuando él había dicho que iba a acabar con los hombres, pensó que agarraría una de las pistolas de los matones caídos, pero no lo hizo. ¿Por qué haría algo tan loco? Ella limpió una lágrima con su mano libre. Tenía que comprenderlo. Gage dependía de ella para salir allí en cinco segundos. ¿Cuánto tiempo había pasado? Más de cinco segundo estaba segura. Fuera, los sonidos de los disparos llenaron la noche, seguido por gritos. La sangre de Mac se volvió hielo en sus venas. No había manera de que Gage pudiera sobrevivir a tantas balas. Saltó a sus pies y corrió a través del granero. El fuego y el humo habían succionado el oxígeno fuera del lugar y era difícil respirar. Trozos de heno y madera flotaban a través del aire como dientes de león, quemando su piel, pero las ignoró.

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El aire fresco la golpeó como una bofetada en la cara cuando salió, pero no era nada comparado con lo que vio que la dejó completamente sin respiración otra vez. Dos de los tiradores ya estaban muertos, sus cuerpos desgarrados y ensangrentados. Un tercero estaba tumbado en el suelo intentando alcanzar su pistola a una docena de pies de distancia, su pierna retorcida en un extraño ángulo y sangrando gravemente. Querido Dios, los hombres parecían como si hubieran sido atacados por un animal salvaje. Buscó alrededor salvajemente por Gage y le vio encerrado en una lucha con el cuarto hombre. Cada uno tenía una mano alrededor de la garganta del otro, intentando extraer la vida de su oponente. El hombre retorció la pistola en su mano libre y apuntó a Gage. De repente recordando la pistola en su mano, Mac apuntó al hombre y apretó el gatillo, rezando para que le disparara a él y no a Gage. La bala golpeó al hombre en la pierna, e hizo un extraño sonido, relajando su agarre en su arma. Gage soltó un gruñido, luego levantó al hombre del suelo y le lanzó por el aire. Mac se encogió cuando golpeó en el granero incendiado para ser consumido por las llamas. No se dio cuenta que había hecho un sonido hasta que Gage se giró para enfrentarla. Mac jadeó. Al principio pensó que el humo del fuego aún la estaba afectando, o ese shock la estaba mareando demasiado para ver bien. Porque lo que vio no podía ser real. Los hombros de Gage eran más anchos; su frente más pesada y más peluda; su pelo más largo; su barba incipiente más espesa; sus oídos ligeramente más puntiagudos en las puntas; su mandíbula más ancha; sus dientes caninos ahora largos, de apariencia peligrosa; y sus ojos ya no eran de un marrón llenos de alma, sino de un profundo amarillo dorado tan brillante que casi brillaban. Y a cada mano, sus uñas se habían convertido en garras extremadamente afiladas. Estaba tan enfocada en Gage, que completamente se olvidó del hombre con la pierna herida hasta que Gage gruñó y saltó quince pies para aterrizar detrás del tipo. El hombre agarró la pistola en el suelo y giró para disparar, pero Gage

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atrapó el arma y la arrancó de sus manos. Le dio un puñetazo al tipo en la cara —fuerte. Eso fue todo —un puñetazo y terminó. Pero Gage aún le levantó y le lanzó al menos diez pies a través del aire para aterrizar en un montón arrugado cerca de la entrada del granero incendiado con sus compañeros. Gage se giró hacia ella, su cuerpo tenso, sus ojos en llamas, y sus labios retraídos en un furioso gruñido. Mac dio un paso atrás, sus manos levantaron la pistola antes de incluso darse cuenta de lo que estaba haciendo. Fue entonces cuando notó que estaba sujetando la cámara, también. Era periodista. Captar la acción en una grabación era su segunda naturaleza —lo hizo sin pensar. Cuando Gage se acercó, ella retrocedió. Él paró y levantó sus manos en un gesto silencioso. Cerró sus ojos en los suyos, y a pesar de lo asustada que estaba, la tristeza allí hizo que su corazón se apretara en su pecho. Mac empujó la cámara a su bolsillo trasero para poder usar las dos manos para afirmar la pistola. Quería pensar que Gage no la haría daño, pero no sabía si la cosa delante suyo era Gage ya. —¿Qué eres? —preguntó ella. Cuando observó, el monstruo delante suyo lentamente cambió de vuelta a la forma del hombre que conocía —o creía que conocía. Pero los cuatro cuerpos muertos hacían imposible olvidar lo que había visto. —Lamento que hayas visto eso —dijo Gage tranquilamente—. Y lamento haberte asustado. El dolor en sus ojos la desgarró, pero se negó a rendirse. —Responde a mi pregunta. ¿Qué eres? El músculo en la mandíbula de Gage se tensó. —Soy un hombre lobo. ¿Un hombre lobo? Eso era una locura. Y si no hubiera visto las afiladas garras y los malvados colmillos con sus propios ojos, no lo habría creído.

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Pero los había visto, y cada cosa sospechosa para las que no había tenido explicación ahora tenían perfecto sentido —la sensación de que Gage y el resto del equipo del SWAT estaban escondiendo algo, el hecho de que no usaban sus gafas de visión nocturna durante sus misiones, la falta de preocupación sobre las heridas de Martínez. Ella miró al hombro de Gage. La herida de bala que había estado sangrando libremente

unos

pocos

minutos

antes

en

el

granero

ahora

estaba

milagrosamente curada. Volvió a pensar en cómo el equipo del SWAT había reaccionado en el restaurante cuando los hombres de Hardy entraron, cuán duro entrenaban, cómo habían sobrevivido a una maldita casa cayendo sobre ellos. Y finalmente, recordó el tatuaje de la cabeza del lobo que cada miembro del equipo llevaba. Descendió la pistola. —Todos sois hombres lobo, ¿verdad? ¿Todo el equipo del SWAT? Los ojos de Gage se dilataron con alarma. —Sé lo que estás pensando, Mackenzie, pero no puedes decírselo a nadie. ¿Estaba de broma? Esto era enorme, más grande que enorme —la historia más grande con la que nunca tropezó. Los hombres lobo eran reales y había capturado a uno con la cámara. Tomó una profunda respiración. Mierda. Los hombres lobo eran reales, y una manada... entera... de ellos estaba contratada por la ciudad de Dallas. ¿El jefe de policía lo sabía? ¿Y el alcalde? ¿Eran hombres lobo, también? ¿Cuán imposible era esto? Había mucho que quería saber. Como quién había convertido a Gage en un hombre lobo y si había convertido a los otros en la unidad. Pero no podía hacer esas preguntas aún. —El público tiene derecho a saber la verdad. La preocupación pareció desaparecer, reemplazada por una de irritación. Gage arrancó la pistola de su mano y la empujó de vuelta a su funda tobillera. —Maldición, Mackenzie, esto no es un juego.

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¿Porque demonios tenía que estar enfadado? Él era quién la había mentido. Ese pensamiento guió a un lugar al que no quería ir. ¿Gage había jugado con ella durante los últimos días, había dormido con ella, porque estaba preocupado de que averiguara que era un hombre lobo? Abrió su boca para preguntarle cuando él deslizó un brazo bajo sus piernas y el otro alrededor de su hombro y la colgó en sus brazos como si fuera un maldito cavernícola. Ella inmediatamente luchó para liberarse. —¡Déjame ir! Lo hizo, pero solo después de llevarla a treinta pies de distancia del granero en llamas. Se tropezó hacia atrás y cayó sobre su culo. Le miró. —¿De qué demonios iba eso? —Eso. Gage señaló al granero, el cual no era nada más que una enorme fogata ahora. Cuando ella miró, la pared delantera se cayó, emitiendo y lanzando trozos de madera por todas partes, incluyendo dónde ella y Gage habían estado. Él había salvado su vida —otra vez. Frunció el ceño cuando se dio cuenta que la estructura había caído encima de los tres cuerpos tumbados fuera de la puerta del granero, también. No había ningún cuerpo retorcido que Gage tuviera que explicar. Si no lo supiera bien, creería que él había orquestado eso. Él levantó su mano hacia ella. Después de varios largos momentos, ella finalmente la tomó y le dejó ayudarla a levantarse. Pero en el momento que estuvo de pies, puso algo de distancia entre ellos. Era una broma —había visto cuán rápido podía moverse. En la distancia, pudo oír las sirenas acercándose. Alguien había llamado a los policías. Gage juró bajo su respiración.

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—Mackenzie, tienes que prometerme que nunca le dirás a nadie lo que has visto. Si dices una palabra de esto, mi vida, y las vidas de cada hombre en el equipo del SWAT será destruida. Su cara era tan seria, casi trajo lágrimas frescas a sus ojos. —No será así, Gage. Eres policía. Nos estabas defendiendo. Serás un héroe. Esa es la manera en la que lo escribiré. Las sirenas se hicieron más altas cuando se acercaron. La mandíbula de Gage se tensó. —Sí, si tu editor no te ordena cambiarlo —dijo él amargamente—. Incluso si no lo hace, ¿qué ocurrirá después de eso, huh? ¿Cuándo los otros periodistas quienes no son tan idealistas como tú consigan un fotograma de esa cámara tuya y vean cómo desgarro a ese hombre? ¿Crees que nos tratarán como héroes? Creerán que somos monstruos. Mac se sonrojó. No podía decir muy bien que él estaba equivocado cuando había pensado lo mismo hacía unos pocos meses. —Es como te dije en el restaurante. Los secretos son mejores cuando están fuera. —No decidiste eso —gruñó él. —La gente como yo tiene derecho a saber que gente como tú existe. —¿Te has oído? —demandó él—. Me tienes miedo, y hemos pasado dos días juntos en la cama. ¿Cómo crees que el resto del mundo reaccionará? Aquellos que no quieran cazarnos y matarnos querrán capturarnos y cortarnos para investigar. —Eso no es verdad. —Mac sacudió su cabeza. Se negaba a creer que vivían en un mundo dónde la gente permitía que algo así ocurriera—. Esta no es la Época Oscura. La gente no va por ahí en muchedumbre llevando antorchas y hosquillas. Nadie es tan malo como pareces pensar. Él bufó. —Tienes razón. Algunas veces son peores. Walter Hardy me viene a la mente. ¿O te has olvidado que él envió a esos hombres a matarnos?

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—No, no lo he olvidado —dijo ella—. Demás para que a la gente como él les dejemos saber lo que eres. Lo que es todo el equipo del SWAT. Estaría aterrado al ir detrás tuya. Las luces de los coches de policía destellaron contra los árboles, acercándose. Gage murmuró algo bajo su respiración. —No seré capaz de convencerte para que no escribas esta historia, ¿verdad? Mac no respondió. Era su trabajo mantener a la gente informada. ¿Por qué no podía comprender eso? Más importante, ¿por qué no podía confiar en ella para manejar esto de la mejor manera posible? La misma mirada de tristeza estaba de vuelta en sus ojos, esta vez mezclada con dolor. —Al menos dame veinticuatro horas antes de que sigas. Creo que me debes eso, ¿no? Si fuera alguien más, nunca habría estado de acuerdo, pero él tenía razón — después de lo que habían compartido, ella le debía mucho más. En verdad, le debía un infierno de mucho más. Pero no estaría haciendo su trabajo como periodista si no escribía esta historia. Y quizás después de que corriera, él vería que ella tenía razón y podía volver a ese lugar en el que habían estado antes de que las pistolas contratadas de Hardy hubieran intentado matarles. Dándose cuenta de que no había respondido a su pregunta, asintió. Media docena de coches de policía entraron a la vista, sus luces rebotando en el campo del granjero cuando navegaron por el terreno desnivelado. —No puedo protegerte a ti y a mi manada al mismo tiempo, Mackenzie — dijo Gage—. Aún eres un objetivo. Ten cuidado. Gage no esperó a un respuesta, sino que se giró y caminó a través del claro hacia los coches de policía. Mac había sido un objetivo antes y siempre se había encargado ella sola muy bien, pero por alguna estúpida razón, sabía que él pondría a su manada herida delante suyo. Por primera vez en su vida, no estaba segura de si estaba haciendo lo correcto.

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Capitulo 11 Eran casi las 0200 horas en el momento que Gage llegó al complejo. Entre hacer una declaración a los policías quiénes habían respondido al incidente, luego el capitán en funciones quién había salido después de oír quién era Gage, apenas había tenido tiempo suficiente para una rápida llamada para decirle a Mike que estaba bien antes de que el Jefe Mason se hubiera presentado con media docena de detectives y Asuntos Internos. Las noticias no habían ido más allá. Las llamadas que recibieron los policías de un área de una granja rural informando sobre armas automática era una cosa. ¿Averiguar que un miembro del equipo del SWAT de la ciudad había sido el objetivo y emboscado por siete asesinos extranjeros armados con esas armas automáticas? Eso era algo completamente diferente, y llamaba mucho la atención. Había tomado mucho tiempo responder a las preguntas de Asuntos Internos. Era difícil maquillar una historia que explicara todo lo que había ocurrido, especialmente cuando estaba pensando en Mackenzie y lo malditamente idiota que había sido al confiar en ella. Afortunadamente, todo el departamento había oído los rumores sobre Hardy trayendo algunos asesinos contratados, así que estaban más que listos para creer a los hombres que habían venido a matarle a él y a Mackenzie. La parte en la que tuvieron un duro momento para creer fue cómo un hombre —incluso si era del SWAT— se las arregló para matar a siete asesinos a sangre fría con solo su arma fuera del deber y sus manos desnudas. Gage realmente se había superado en esa parte de la historia. Debería conseguir un maldito Oscar por sus habilidades de actuación. Y mientras ellos estaban entregando premios, Mackenzie debería conseguir uno, también, porque realmente le hizo creer que ella le debía algo. Pero todo lo que siempre había querido saber era una maldita historia, y él había estado tan

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convencido de que ella era La Única, que ni siquiera lo había visto. Era un idiota, había pensado que podría ser capaz de hacerla una última petición después de que Asuntos Internos hubiera terminado con él, pero Mason le dijo que ella había pedido que uno de los oficiales uniformados la llevara a casa. Mientras él aún estaba enfadado como el infierno con Mackenzie, Gage también estaba preocupado por ella. No se había inventado esa mierda de que era un objetivo. Pero tanto como quería protegerla, su primera prioridad era a su manada. Además, ella había tomado su decisión. Probablemente estaba de vuelta en la sala de prensa revisando su vídeo y escribiendo el primer borrador de una historia que la haría ganar otro premio para su pared, y terminar con su vida, y la de esos hombres quiénes eran hermanos para él. Era su maldita culpa. Nunca debería haberla dejado acercarse tanto. Infiernos, nunca debería haberla dejado entrar en el complejo. Pero había estado embobado por su sonrisa y su cara bonita —y sí, su sexy cuerpo, también— e ignoró el hecho de que ella había estado detrás de una cosa y solo una cosa — una historia. Y cuando su sonrisa y su cara bonita no habían llegado a ninguna parte, usó su cuerpo para conseguir lo que quería. Durmió con él y le hizo sentir cosas que no eran reales. Y cuando se descuidara, ella estaría ahí para grabarlo todo. Así que, ¿por qué no la odiaba? Porque estaba enamorado de ella. Tenía que estarlo, ¿cierto? ¿Por qué más se sentiría como si su alma hubiera sido desgarrada? Gage golpeó su código en el control de la puerta del complejo y entró. El jefe había querido situarlo en un servicio de protección en una casa segura inmediatamente, pero Gage se negó. Cuando Mason insistió, Gage le había dicho a su jefe que estaría justo aquí. Eso no le había ganado ningún favor futuro con su jefe de división, pero había terminado la discusión, lo cual era todo por lo que Gage se preocupaba. Después de esta noche, ya no estaría trabajando para el Departamento de Policía de Dallas más. Gage cerró la puerta detrás suyo, luego se dirigió al edificio de entrenamiento. Los chicos estaban esperándole dentro. Parecían preocupados —y nerviosos. —¿Dónde está Mac? —preguntó Cooper—. ¿Está bien?

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Gage dejó su bolsa de lona en el suelo. —Está bien. Probablemente está trabajando en el Dallas Daily Star en su historia. Cooper frunció el ceño. —¿Probablemente? —¿Qué historia? —preguntó Becker. No había una manera fácil de decirlo así que podría muy bien tirar de la tirita. —La historia que dirá al mundo que el equipo del SWAT de Dallas está compuesto por hombres lobo. Nadie dijo nada. Todos le miraron como si hubiera anunciado que acababa de ser abducido y sondeado por extraterrestres. —¿Se lo dijiste? —preguntó Mike. —No tuve que hacerlo. —Gage no podía mantener la amargura de su voz. Rápidamente volvió a contar los eventos de la noche, manteniéndolo tan breve y en el punto como pudo—. No tenía elección. Tuve que cambiar para lucharles. Xander juró. —¿Te vio matar a esos hombres? —preguntó Mike. —Peor —dijo Gage—. Lo grabó en video. Xander no fue el único que juró esta vez. O cambió. Todos estaban mirando a Gage con los ojos amarillos dorados como si quisieran desgarrarle. Pero Xander fue el único lo bastante valiente para llegar a él con las garras extendidas y los colmillos destellando. Gage

se

tensó,

sacando

sus

garras

y

desnudando

sus

dientes.

Desafortunadamente, Mike y Nelson agarraron a Xander, haciéndole retroceder. Demasiado malo. No le habría importado poner su puño en la cara de alguien justo entonces, y algo le decía que Xander le daría una buena pelea. —Todo esto es culpa tuya —dijo bruscamente Xander.

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—¿No crees que lo sé? —rugió Gage. Apretó sus puños, dando la bienvenida al dolor cuando sus garras se hundieron en sus palmas—. Nunca debería haber dejado que Mackenzie pusiera un pie en este complejo, pero lo hice, y decir lo siento no va a cambiarlo. —Él tiene razón —dijo Mike—. Nuestras caras estarán en todos los periódicos y canales de televisión en el país mañana por la noche. Preocupémonos por eso ahora mismo. Xander clavó a Mike con una mirada, pero solo se sacudió del agarre de su compañero de manada y retrocedió. —¿Así que, qué vamos hacer? —preguntó Lowry, sus ojos dorados llenos de preocupación. —Desaparecer —dijo Gage—. Cambiar nuestros nombres e ir a alguna parte en la que nadie pueda encontrarnos. Ya hay identificaciones falsas y pasaportes en la caja de seguridad de mi oficina, junto con teléfonos para cada uno de nosotros. Todos parecieron pasmados por eso. No podía culparles. Además de tener un trabajo que todos adoraban, tenían parientes y hermanos y amigos a los que nunca serían capaces de ver otra vez. Padres, hermanos, y amigos quienes serían perseguidos por los periodistas como Mackenzie por un sonoro bocado. Ella no solo destruiría a su manada en su búsqueda de la verdad, destruiría las vidas de todos cercanos a ellos. Becker sacudió su cabeza. —Maldición. ¿Cuánto tiempo has estado planeando esto? Que huyamos, quiero decir. —Justo después de reclutar a Xander y a Mike —dijo Gage—. Siempre supe que había una oportunidad de que alguien averiguara lo que somos, y quería estar preparado. Xander le miró desdeñosamente. —Y porque dejaste que una mujer te guiara por el pene, tenemos que huir como criminales puestos en prisión. Gage soltó un gruñido suave. No necesitaba el recordatorio.

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—No tenemos elección. —Sí, la tenemos —dijo Xander—. Podemos conseguir ese video de Mac y asegurarnos que no hable. Toda la sala se quedó en silencio. Aunque si era porque el resto de la Manada estaba sorprendida por las palabras de Xander o porque estaban de acuerdo con él, Gage no lo sabía y no le importaba. Fijó a su jefe de escuadrón con una dura mirada. —Quien quiera intentarlo tendrá que pasar por encima de mí primero. — Gage lenta y deliberadamente cerró sus ojos con cada miembro de la Manada—. Y será mejor que estéis preparados para matarme. Nadie pareció querer empezarlo, ni siquiera Xander. —Mackenzie dijo que nos daría veinticuatro horas antes de lanzar su historia, pero os quiero a todos fuera de aquí antes del mediodía de mañana — continuó él. —Espera un minuto. ¿Qué pasa contigo? —preguntó Becker—. Lo estás haciendo sonar como si no vinieras con nosotros. —No lo hago. Al menos no ahora mismo —añadió Gage—. No puedo irme hasta que me asegure que Hardy ya no es una amenaza para Mackenzie. Xander maldijo. —No puedo creer que puedas incluso seguir tras ella después de lo que nos hizo. —Él lo da todo por ella porque ella es La Única para él —dijo Cooper. —¡Eso es una tontería! No hay una compañera perfecta para ninguno de nosotros. —Xander le dio a Gage una mirada disgustada—. Y si crees que la hay, eres un maldito idiota. —Él sacudió su cabeza—. Voy a conseguir algo de aire. Gage le observó irse. Estaba tentado de seguirle solo para asegurarse de que Xander no hacía algo estúpido, como ir tras Mackenzie. Porque había querido decir lo que dijo. Lucharía con toda su manada antes de dejarles hacerla daño. ***

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En lugar de correr a su apartamento en el minuto que el oficial de policía la dejó para poder comenzar su historia, Mac saltó a su coche y condujo directamente al apartamento de Zak. Necesitaba a alguien que la dijera que estaba haciendo lo correcto —o lo equivocado. Porque estaba demasiado confusa y no sabía qué pensar. Cuando llamó a su puerta una media hora después, se dio cuenta que probablemente debería haber llamado primero. Era después de medianoche. Pero Zak abrió la puerta antes de que ella incluso terminara de llamar. Él llevaba vaqueros y una camiseta de Texas A&M. Por la manera en la que su pelo estaba de punta por todas partes la hizo pensar que le había despertado. —¡Mac, gracias a Dios! He estado preocupado a muerte por ti. Mac pasó rozándole. —Creo que realmente lo fastidié. Zak cerró la puerta. —Te he estado llamado durante las dos últimas horas. Estás en todas las noticias. Algo sobre armas automáticas y un granero incendiado. ¿Qué ocurrió? —Hardy envió a un montón de pistoleros contratados para matarnos a Gage y a mí —le dijo ella—. Pero eso no es importante. Sus ojos se abrieron de par en par detrás de sus gafas. —¿Casi eres asesinada y no es importante? Ella ondeó su mano. —No. Averigüé qué está escondiendo el SWAT. Y es enorme. —Va... vale. —Cuando ella no lo elaboró, él frunció el ceño—. ¿Y, qué es? Ella abrió su boca, luego la cerró otra vez. —Quizás deberías sentarte primero. Zak la dio una mirada curiosa, pero hizo como ella sugirió, aparcándose en una silla acolchada que había tenido desde sus días en la universidad. Mac se sentó en el sofá adjunto a juego.

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—¿Y bien? —animó Zak. Mac sintió como si él estuviera mirando justo a través de ella. Pero siempre pudo hacer eso. La diferencia ahora era que tenía algo por lo que sentirse culpable. —Gage es... Un hombre lobo. Sonaba loco. Había visto a Gage convertirse en uno y difícilmente podía creerlo ella misma. —Gage es... ¿qué? —preguntó Zak. —Él es... —Lo intentó otra vez. Y falló miserablemente—. Quizás debería mostrártelo. Ella sacó su cámara y la encendió. Su dedo cerniéndose sobre el botón de reproducción, pero no lo apretó. —Mac, creía que habías dejado la idea de hacer una historia sobre el SWAT. —Lo hice. Pero entonces averigüé qué ha estado escondiendo Gage y yo... —Maldición Mac, no podías dejar pasar esto, ¿verdad? Ella levantó la mirada, sorprendida. Actualmente él sonaba furioso con ella. —Podría ser la historia más grande de mi carrera. Zak se echó hacia atrás, estudiándola desde detrás de sus gafas. —Pero si sigues con esto, perderás a Gage. Ella le dio una mirada miserable. —Creo que ya lo hice. Él suspiró. —Quizás debería comenzar por el principio. Mac le contó todo. Bueno, no todo. No habló sobre el sexo, por supuesto. Lo cual significaba que había enormes periodos de tiempo durante el fin de semana que no mencionó después de todo. Y no le dijo a Zak las cosas que

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Gage había compartido con ella sobre su vida antes del SWAT, cuando fue un Ranger del ejército. No se sentía bien al compartir eso. Pero le dijo a Zak las partes más importantes. Sobre pasar el rato en su apartamento durante horas sin hacer nada más que hablar. Sobre los sentimientos que tenía por Gage. Y creyendo que él había sentido lo mismo por ella. —¿Y, qué cambió? —preguntó Zak. Ella le habló sobre ir a su restaurante favorito en Bonham y sobre la llamada de Mike diciéndoles que Hardy había enviado hombres para matarles, luego sobre el coche golpeándoles, la persecución a través del bosque, y finalmente la pelea en el granero. —Entonces cuando salí y vi a Gage... Zak, él es... Mac flaqueó —otra vez. Maldición. ¿Por qué no podía solo decirlo? —¿Fue ilegal? Ella miró a Zak confusa. —¿Qué? —Lo que sea que hizo Gage —explicó Zak—. ¿Fue ilegal? —No. —¿Inmoral? —No. —¿Salvó tu vida? Ella recordó el granero en llamas y los tiradores esperando fuera para dispararles a ella y a Gage en el momento que salieran corriendo. —Sí. —Ahora por un duro momento —dijo Zak—. ¿Gage, o alguien en el equipo del SWAT, saldrá herido si escribes esta historia? Exponer la verdad era su trabajo. No era responsable de lo que las otras personas hacían con esa verdad una vez la exponía. Pero entonces pensó en lo

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que dijo Gage —sobre la gente cazándoles a él y a su manada, conduciendo búsquedas sobre ellos, matándoles —y se sintió enferma. —Sí —dijo ella suavemente—. No sé qué hacer, Zak. Él la dio una pequeña sonrisa. —Estoy bastante seguro que lo haces, o no habrías venido aquí para hablar conmigo. Estás buscando a alguien para decirte que está bien hacer algo que tu instinto te dice que está mal. Lo siento, pero eso no seré yo. Zak tenía razón. —Pero nunca ha habido un momento en mi vida cuando la historia no es lo primero. No estoy segura de saber cómo seguir. —Mac, acabas de decir que Gage y el resto de los chicos del equipo del SWAT saldrían heridos si le dices a alguien lo que le viste hacer esta noche, ¿cierto? —Cuando ella asintió, él continuó—. ¿No crees que Gage sabía eso? Ella recordó la aterrada mirada en su cara cuando la había dicho que no podía decirle a nadie lo que era. —Sí. —Y aún lo hizo de todas formas, incluso si sabía lo que podría costarle. Oh, Dios. Si no hubiera sido por ella, Gage nunca habría estado en ese granero en primer lugar. Él habría eliminado a los tipos malos en el bosque. Había cambiado a hombre lobo porque era la única elección que tenía. Las lágrimas llenaron sus ojos. —Gage te quiero, Mac —dijo Zak—. Y estoy bastante seguro que le quieres, incluso si no te lo has admitido aún. Mac cubrió su cara con sus manos. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? ¿Y por qué Zak veía todo tan claramente cuando ella había estado tan ciega? Acababa de fastidiar lo mejor que le había ocurrido nunca por amor a una estúpida historia. —Ve hablar con él, Mac. Ella descendió sus manos para mirar a Zak. Lo hacía sonar muy simple.

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—Pero ¿cómo incluso comienzo a disculparme con él? —No es tan complicado. Solo abre tu boca y di, lo siento. —Su boca se curvó hacia arriba—. Es bastante fácil después. Ella apagó su cámara y la empujó en su bolsillo, luego se puso de pies y le dio a Zak un abrazo. —Gracias. Él sonrió. —¿Por qué? Ya sabías lo que ibas hacer. Ella rió. —Quizás, pero solo necesitaba que mi hermano mayor me dijera que estaba haciendo lo correcto. Él abrió la puerta para ella. —Dile a Gage que dije hola. —Lo haré. De camino a su coche, sacó su teléfono y llamó a Gage, pero fue al buzón de voz. Maldición. Gage vivía al otro lado de la ciudad, así que Mac tuvo casi media hora para ensayar lo que le diría. Si incluso la dejaba. Golpearía su puerta hasta que la abriera si tenía que hacerlo. Y cuando lo hiciera, le diría que no le importaba que fuera un hombre lobo. Luego le haría ver lo que significaba para ella. Pero cuando llegó a su casa y llamó a la puerta, no hubo ninguna respuesta. Su coche no estaba en su aparcamiento, tampoco. Sacó su móvil y le llamó otra vez. Otra vez, fue al buzón de voz. Quizás estaba dormido. Aunque no sabía cómo podía dormir después de lo que ocurrió esta noche. Probablemente sabía que era ella y estaba pretendiendo que no estaba en casa. Arriesgándose a parecer una completa acosadora, Mac subió detrás del seto para mirar a través de la ventana. El salón estaba vacío. Así como la cocina. Acunó sus manos contra el cristal y se acercó. Luego frunció el ceño. De la luz que venía de la cocina vio que las fotos enmarcadas ya no estaban en la pared sobre la estantería. Eso era extraño.

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Cambió para ver mejor en la cocina. Pero todo lo que vio era un montón de cosas colocadas en la encimera. No podía divisar todo desde esa distancia, pero reconoció el móvil de Gage situado encima. Vale, eso era incluso más extraño. Oh, mierda. ¿Y si la había pedido veinticuatro horas para que él y el resto del equipo, su manada, pudieran dejar la ciudad? De repente rompió en un frío sudor. Gage se había ido, y ella nunca conseguiría la oportunidad de decirle que había cometido un error. O decirle que le amaba. Las lágrimas emborronaron su visión, Mac tropezó desde detrás del seto y corrió a su coche. Gage no se iría sin asegurarse que su manada estaba a salvo primero. Afortunadamente, aún estarían en el complejo planeando o coordinando, o lo que fuera que los hombres lobo hacían antes de huir. No quitaría su pie del acelerador en todo el camino hasta allí. Solo fue por algún milagro que no colisionó. Respiró un enorme suspiro de alivio cuando paró fuera de la puerta y vio que el área del aparcamiento estaba llena de vehículos. El Charger de Gage no estaba allí, pero otra vez, eso no significaba nada. Por favor que aún esté aquí. Mac corrió hacia la campana de la puerta, solo para parar cuando oyó un bajo y amenazador gruñido. Ojos amarillos brillaban en la oscuridad. Se encogió cuando vio que era Xander. ¿Por qué no podía haber sido Gage el que merodeara allí fuera? O Becker. Infiernos, todos excepto Xander. El cabo mayor nunca había sido amable con ella, pero después de la explosión en el laboratorio de metanfetamina, pensó que quizás se había derretido un poco. Probablemente la odiaba ahora más. Una cosa más que había dañado. Los ojos se estrecharon, escaneó la oscuridad detrás de ella antes de darla una mirada que podría haber derretido la pintura de un coche. —Sabía que Gage era estúpido por creer que actualmente nos darías tiempo para salir de aquí. —Él gruñó, mostrándola un par de caninos extremadamente afilados—. ¿Qué, decidiste que necesitas alguna grabación más antes de escribir tu historia? ¿Quizás algunas imágenes de los monstruos corriendo por sus vidas?

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Su cara llameó. —No es así. —¿De verdad? ¿Entonces cómo es? Los ojos de Xander destellaron y ella tuvo que forzarse a no dar un paso atrás por el enfado que salía de él. Se movió más cerca de la puerta y le miró directamente a sus ojos amarillos. —Estoy aquí para disculparme con Gage. Y decirle que no le hablaré a nadie sobre vuestra... manada. Xander no podía esconder completamente la sorpresa que llegó a su cara, pero seguro como el infierno que lo intentó. —¿Y esperas que crea eso? Ella tragó fuerte. —Sé que no tienes ninguna razón para confiar en mí o creer nada de lo que diga, pero espero que al menos me des la oportunidad de hablar con Gage. Él bufó. —Confía en mí, Gage no está interesado en verte ahora mismo. Está un poco ocupado intentando sacarnos a todos del país antes de que la multitud de furiosos aldeanos se presenten con sus antorchas y sus horquillas. Ella enganchó sus dedos a la cadena. —No le culpo por no querer verme. Dije algunas cosas realmente estúpidas esta noche. Solo quiero hacer lo correcto. Mac pensó que vio duda cruzando a través de la cara de Xander, pero desapareció demasiado rápidamente para estar segura. —No lo entiendes, ¿verdad? —preguntó él duramente—. No solo no confiaste en él. Definitivamente la cagaste bien, eso está malditamente claro. Pero más que eso, amenazaste la seguridad de su manada. Eso no es algo que puedas arreglar batiendo tus pestañas hacia él y diciendo que lo sientes. Su manada. Cuando Gage había usado la palabra antes, realmente no se había dado cuenta de lo que significaba. Los oficiales del SWAT no eran solo un

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equipo —eran una familia. No solo había desgarrado el corazón de Gage, había amenazado a su familia. ¿Por qué demonios escucharía cada palabra que tenía que decir? Las lágrimas fluyeron en sus ojos y las parpadeó. Tenía que hablar con él. Si no otra razón que dejarle saber que nunca le hablaría ni a un alma sobre su manada. Incluso si no podía conseguir que escuchara nada más, quería que supiera que no necesitaría mirar sobre su hombro durante el resto de su vida. Después de todo el daño que había infligido, no le importaba que sus ojos estuvieran húmedos con las lágrimas. —No sé si puedo arreglar esto, pero tengo que intentarlo. Cinco minutos, eso es todo lo que pido. Si Gage quiere que me vaya después de escuchar lo que tengo que decir, me iré. Lo prometo. Xander estuvo en silencio durante tanto tiempo que tuvo miedo de que él se girara y se alejara. Pero en su lugar abrió la puerta. —Tienes cinco minutos —la dijo él—. Será mejor que los cuentes. Mac había corrido prácticamente para alcanzar a Xander cuando guió el camino al edificio de entrenamiento. Cuando llegaron allí, él abrió la puerta y esperó a que ella fuera por delante de él. Tomó una profunda respiración y entró... e inmediatamente sintió como si hubiera salido de un autobús en la parada equivocada. Catorce pares de ojos amarillos se giraron en su camino. Había sorpresa en algunos de ellos, incredulidad en otros, y odio completo en el resto. Gage no estaba con ellos. El lugar parecía como si hubiera sido registrado. Los mapas cubrían toda la mesa. Los pasaportes y los móviles estaban esparcidos a través de otra. Y en el centro de la habitación había un montón de bolsas de lona negras. Estaban listos para irse, y viajarían ligeros. ¿Adónde iría una manada de hombres lobo para desaparecer? ¿Y Gage les separaría o intentaría mantenerlos juntos? No importaba. Si no les convencía para quedarse, nunca lo sabría. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —demandó Cooper.

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Mac se encogió. —Tengo que hablar con Gage. Sus palabras fueron encontradas con gruñidos profundos que la hicieron temblar. Si no estuviera tan enamorada de Gage, probablemente se habría girado y huido. No es que hubiera llegado muy lejos con Xander detrás suyo, respirando en su cuello. —Deberías irte ahora, Mac —dijo Cooper—. Antes de que esto se ponga feo. Ella tragó fuerte. —No puedo irme. No hasta que hable con Gage. Trevino avanzó hacia ella, los dientes desnudos, las garras extendidas. Brooks, Martínez, y Nelson se unieron a él, sus ojos dorados en llamas. Mac estaba pensando que podría correr por la puerta después de todo cuando Xander caminó delante suyo, poniéndose entre ella y los hombres. Apenas tuvo tiempo para recuperarse de su sorpresa antes de que Becker y Lowry se movieran para situarse al lado de Xander, designándose sus protectores. Los gruñidos alrededor de la sala aumentaron. Mierda. Mac quería pensar que ellos no lucharían entre sí, pero se dio cuenta que no sabía ni una maldita cosa sobre cómo se comportaban los hombres lobo. Quizás luchaban entre sí todo el tiempo. —Es suficiente. La profunda voz de Gage cortó a través de los gruñidos y rugidos que inmediatamente pararon. Mac salió de detrás de la sólida pared de músculo delante suyo para ver a Gage de pies en la puerta de su oficina. Ella comenzó a correr hacia él, pero él la congeló con una mirada. —¿Qué quieres, Mackenzie? —demandó él—. Estuvimos de acuerdo en que nos darías veinticuatro horas antes de decírselo a todos. Apenas han pasado cinco.

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¿Lo hizo realmente? Se sentía como si hubiera sido una vida para ella. Miró a los otros hombres, luego le miró a él. —¿Podemos hablar a solas? —No tengo tiempo para esto, Mackenzie. Nos vamos en diez minutos. Cualquier cosa que tengas que decirme puede ser dicho delante de mi manada. Así que, solo dilo y vete. El enfado en su voz era casi más de lo que ella podía soportar. Las lágrimas obstruyeron su garganta y no pudo encontrar su voz. Pero tenía que decir algo, y rápido. Gage parecía como si estuviera listo para caminar de vuelta a su oficina y cerrar la puerta. Ella tomó una profunda respiración y la soltó a medio camino —justo como Gage la había enseñado durante su clase de tiro. —Lo siento. Gage se encogió de hombros. —No necesitas disculparte. Estás haciendo tu trabajo, ¿cierto? —¡No! Bueno... sí, pero... —Mac sacudió su cabeza. Esto no estaba saliendo de la manera que había ensayado—. Tenías razón cuando dijiste que no era mi secreto para contarlo. Las cejas de Gage se juntaron. —¿Qué estás diciendo, Mackenzie? —Estoy diciendo que nunca le diré a nadie sobre lo que eres. —Ella miró a los otros hombres—. De ninguno de vosotros. Becker levantó una ceja. —¿Y se supone que debemos creer en tu palabra sobre eso? Ella alcanzó su bolsillo trasero y sacó su cámara, sujetándola para él. —Tómala. No tengo ninguna historia sin ella. Nadie me creería. Becker tomó la cámara. —¿Cómo sabemos que no lo has descargado ya?

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No la harían esto fácil, ¿verdad? —¿Estaría aquí ahora si lo hiciera? —Quizás estás intentando mantenernos en la ciudad el tiempo suficiente para que tu historia golpee la calle —dijo Gage suavemente. Ella se giró para mirarle de pies a pocos pasos de distancia. Rompió su corazón ver la desconfianza en sus ojos. —No haría eso. Él bufó. —Perdóname si encuentro eso un poco difícil de creer. Hace unas pocas horas no tenías ningún problema en hablarle al mundo entero sobre nosotros, costara lo que costara. Mac parpadeó las lágrimas. Xander había tenido razón —no podía arreglar esto. Había quemado cada puente detrás suyo y no había vuelta atrás. ¿Por qué no había pensado antes de abrir su gran boca en el granero? —Sé que no es ninguna excusa, pero he pasado toda mi vida persiguiendo una gran historia detrás de otra. Cuando me di cuenta que tropecé con una, la periodista en mí se hizo cargo. —Se movió para cerrar la poca distancia entre ellos y mirar tristemente a sus maravillosos ojos—. Pero cuando dejé de pensar durante unos pocos minutos, mi cabeza tuvo una oportunidad para ponerse al día y supe que había hecho algo realmente estúpido. Había tirado la oportunidad de estar con alguien especial. Alguien con el que quiero pasar el resto de mi vida. Gage no dijo nada. Él solo la miró como si no supiera qué demonios estaba balbuceando. Una lágrima descendió por su mejilla y la limpió con una mano que temblaba. —Cuando volvimos a tu apartamento, dije que podías contarme todo. Cuando decidiste confiar en mí con tu secreto más grande, traicioné esa confianza. Y por eso lo lamento mucho más de lo que sabrás. Sé que no tengo ningún derecho a pedirte que confíes en mí ahora, pero te estoy suplicando que me creas cuando digo que no le hablaré a nadie sobre ti o tu manada.

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Otra lágrima encontró su camino por su cara, y luego otra. Esta vez ella las limpió. No había nada que decir. O Gage la creía y se quedaba, o no lo haría, y nunca le vería otra vez. Los ojos dorados la mantuvieron cautiva. —¿Qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó Gage. Mac pensó que habría sido obvio porque estaba de pies allí delante de él vertiendo su corazón. Pero quizás no lo era. Quizás Gage asumía que era porque tenía una conciencia de culpa. Ella miró alrededor de la sala. Los otros hombres estaban considerándola tan intensamente como antes. Solo que ahora, la abierta hostilidad que había estado en sus caras había sido reemplazada con curiosidad. ¿Podía decirle a Gage lo que había en su corazón delante de todos? Pero si no lo hacía, nada de lo que dijera ya significaría algo. Mac limpió las lágrimas de su cara. Luego tomó una profunda respiración, levantó su barbilla, y le dijo la verdad. —Te quiero. Ella mantuvo su respiración, esperando a que él dijera algo. Y esperó... y esperó... y esperó. Pero Gage solo se quedó allí de pies como una estatua, su cara ilegible. —Um, Sargento. No estoy realmente familiarizado con esta parte, pero creo que se supone que debes decir algo —dijo Cooper suavemente. Gage aún no dijo nada. En su lugar, tomó la mano de ella y la guió a través de la sala hacia su oficina. Antes de que ella tuviera tiempo para pensar, estaban en su oficina y él había cerrado la puerta detrás de ellos. Estaba de pies tan cerca de ella que era casi difícil de respirar. —¿Solo así? —preguntó él roncamente—. ¿Solo vas a saltarme con esas delante de todos? ¿Estaba enfadado? Su estómago se sacudió por el pensamiento. Pero lo había dicho, y no había vuelta atrás.

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—Quería hablar contigo en privado, pero querías que hablara justo ahí delante de toda tu manda, así que lo dije delante de ellos. Él deslizó un dedo bajo su barbilla y levantó su cabeza. —¿Y estabas diciendo la verdad? Mac se apartó de su dedo. Él podría ser la parte herida en todo esto, pero eso no significaba que ella no estuviera herida, también. Y ahora mismo, su aptitud era irritante. —Por supuesto que lo hacía, pero dudo que me creyeras sin importar lo que dije. Él deslizó su dedo bajo su barbilla y muy gentilmente levantó su cara otra vez. —Inténtalo de nuevo. Dilo otra vez, solo para mí. Sus ojos estaban brillando en ese profundo amarillo dorado como en el granero. Era difícil mirar a esos ojos y no estar involucrado. Ella se lamió los labios. Casi había sido más fácil decir esas palabras con la multitud a su alrededor. Pero era imposible estar tan cerca de él y no decir lo que sentía. —Te quiero —le dijo suavemente, sin apartarse esta vez—. ¿Es tan imposible de creer? —¿Imposible? No —murmuró él—. ¿Pero sorprendente? Sí. Hace unas pocas horas, estabas lista para exponer mi secreto al mundo. ¿Ahora has decidido que estás enamorada de mí? Antes de dejar caer su dedo, acarició la línea de su garganta solo un poco. Ella intentó no temblar por su toque. Nunca había esperado sentirlo otra vez. —¿Puedo saber qué trajo esta epifanía? —dijo él. —Me gustaría reclamar que lo averigüé por mí misma, pero para ser honesta, fue Zak. Gage frunció el ceño. —¿Le hablaste a Zak de nosotros? Ella dio un paso atrás para poder pensar correctamente.

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—¿Que tú y el resto del equipo del SWAT sois hombres lobo? No. Pero le hablé sobre tú y yo. No le llevó mucho tiempo señalar que estaba destruyendo la mejor relación que había tenido nunca, con el único hombre que he amado nunca. Gage sonrió solo un poco, pero se sentía como si el sol finalmente saliera después de una lluvia realmente larga. —Bastante perceptivo... para un chico. —Cierto —estuvo de acuerdo ella—. Es bueno viendo las cosas que frecuentemente me pierdo, y nunca tiene miedo de decirme cuando estoy siendo estúpida. Gage fue el que cerró la distancia esta vez, y ella suspiró cuando sintió sus grandes manos deslizándose por sus brazos para ponerla más cerca. —¿Así que me amas, huh? Ella dejó caer su cabeza. —Sé que no tienes ninguna razón para creerme, pero es cierto. —Te creo. Ella le miró. —¿Lo haces? Él asintió. —Sabría si estabas mintiendo. Cuando una persona miente, su pulso se acelera, su respiración aumenta, sus músculos se tensan. Incluso liberan cierta feromona. Tú no estás haciendo nada de eso. Ella frunció el ceño. —¿Puedes oler si una persona está mintiendo? —Uh-huh. Y oírte decir esas palabras y saber que no estás mintiendo... eso significa mucho. Su pulso pateó a máxima velocidad. —¿Eso significa que no te irás?

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Su boca se curvó. —Supongo que no tengo ninguna razón para irme ahora, ¿no? Ella sacudió su cabeza, lágrimas frescas se formaron en sus ojos —de felicidad esta vez. Gage buscó su cara, su mirada amarilla brillando. —¿Te molesta cuando mis ojos están así? Ella sacudió su cabeza, sin confiar en ella misma para hablar, temiendo que diría algo equivocado otra vez y destruiría todo. —¿Y es difícil para ti estar cerca de mí, que te toque, sabiendo lo que soy? —No. —Ella le dio una sonrisa avergonzada—. Solo me alegra que aún quieras tocarme. Él apartó su pelo, gentilmente acunó su cara en su mano. —Nunca quise parar. Mac atrapó su labio entre sus dientes. Tanto como adoraba oírle decir eso, solo la recordó que incluso si estaban de pies juntos, e incluso después de todo lo que había dicho —las disculpas y las declaraciones de amor— aún había un tremendo abismo entre ellos. Había más de un salto de fe que necesitaría tomar antes de que pudieran cerrar completamente ese espacio. Si ella no hacía el primer movimiento, él siempre podría pensar que tenía miedo de lo que era. Se puso de puntillas y le dio el beso más gentil, esperando expresar cuánto le amaba. El brillo en sus ojos llameó, luego él inclinó su cabeza y la devolvió el beso. Ese beso comenzó tiernamente, también. Pero cuando sus manos encontraron su camino a su pecho y él la empujó contra él, su boca se movió más urgentemente sobre la de ella, sus dedos retorciéndose en su pelo. Y justo así, fue como si nada de la idiotez hubiera ocurrido. Cuando él rompió el beso, los ojos de Gage estaban de vuelta al profundo marrón color miel, y la miró con el hambre que ella ansiaba. Mac le empujó para otro beso, pero él la detuvo con una mirada.

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—Yo también te quiero —susurró él. Las acciones de Gage en el granero habían proclamado sus sentimientos por ella mucho mejor que cualquier simple palabra, pero aún... las palabras eran bonitas. Realmente bonitas. Entonces la estaba besando otra vez. Sabiendo que ella había recuperado lo que había estado tan segura de que había perdido mareándola tanto que sintió como si gritara. Pero con la manada de Gage —aún no podía creer cuán fácilmente lo apartó de su lengua— justo fuera en la otra habitación, un grito probablemente no era una buena idea. Así que, hizo lo siguiente y comenzó a desabotonar su camisa. Gage levantó su cabeza para mirarla con una ceja arqueada. —¿Sabes que los hombres lobo realmente oyen muy bien, verdad? Huh. No, no sabía eso. Le sonrió, trabajando en sus botones hasta que todos estuvieron desatados y tuvo una visión de su pecho y abdominales todo el camino a su cinturón. Deslizó sus manos debajo de los bordes de su camisa y acarició esos exquisitos músculos. —Entonces adivino que tendremos que ser silenciosos —dijo ella suavemente. Mac se inclinó y mordisqueó las líneas de sus pectorales. Un bajo gruñido se deslizó fuera de él. Ella se apartó para darle una mirada reprobadora. —¿Qué parte de silencioso no comprendiste? Él deslizó sus dedos en su pelo, urgiéndola a volver a lo que estaba haciendo. —Silencioso, bien. Comprendido. Cuando ella besó, mordisqueó, y lamió su camino por su pecho y estómago, Gage hizo un buen trabajo manteniendo su lengua —pero solo casi. Aun así, ella tuvo que sonreír un poco cuando desabrochó su cinturón. Si él hubiera tenido un problema por quedarse en silencio para la primera parte, esta parte realmente sería difícil para él.

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Una vez tuvo desabrochado su cinturón, luchó para bajar sus vaqueros y ropa interior por sus caderas. Él ayudó algo, pero la dejó trabajar en ello, lo cual apreció. La anticipación siempre hacía mejor las cosas. Cuando Mac tuvo todo alrededor de sus muslos, le empujó hacia atrás para que estuviera posado en el borde de su escritorio. Le quería capaz de reclinarse y relajarse porque se aseguraría de que nunca olvidara lo que significaba para ella. Su pene ya estaba duro y proyectándose ansiosamente ante ella. Recorrió sus manos por sus muslos hasta que alcanzó la base de su pene. Luego cuidadosamente enroscó una mano alrededor de su asta y ladeó su cabeza para mirarle. —Quieto, ¿recuerdas? Él la miró con ojos intensos. —Lo intentaré. Eso era bastante bueno para Mac. Descendió su cabeza y abrazó sus labios a su alrededor. Gage exactamente no permaneció en silencio, pero el gemido que soltó no fue mucho más que un profundo suspiro. Ella dudó incluso que un hombre lobo fuera capaz de oírlo a menos que estuviera de pies justo fuera de la puerta. Ella trabajó su boca arriba y abajo en su asta, moviendo su mano en suaves contrapuntos al ritmo de su lengua. Gage sabía tan malditamente bien que era difícil no desatarse con unos pocos gemidos propios. Podía hacer esto toda la noche, dejarle venirse en su boca, luego conseguirle duro para que pudiera hacer todo otra vez. El pensamiento solo hizo que el calor se encharcara entre sus muslos. Gage deslizó sus dedos en su pelo, guiando su movimiento, urgiéndola a ir más rápido... más profundo. Pero justo cuando el despegue parecía inminente, usó esa mano en su pelo para llevarla a una lenta parada, luego sacó su pene de su boca. Ella comenzó a quejarse, pero él ya la había puesto de pies y urgió su espalda contra su escritorio antes de que tuviera la oportunidad. Le quitó los zapatos antes incluso de que encontrara su voz.

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—Um, aún estaba trabajando ahí abajo. Él la dio una mirada astuta cuando tiró abiertos de los botones de su pantalón y se los quitó. Ella tuvo que agarrarse al borde de su escritorio para evitar ser arrastrada con ellos. —Quizás —estuvo de acuerdo él—. Pero es mi turno ahora. Gage tiró sus pantalones y bragas al sofá que estaba en una parte, dejándola apoyada en su escritorio llevando nada excepto su camisa. La alcanzó y empujó la cosa a un lado, luego la urgió a echarse atrás. Cuando él cayó sobre sus rodillas entre sus piernas extendidas, sus ojos otra vez eran dorados. ¿Los daba la vuelta una y otra vez para volverla loca? Quizás pero ese no era el efecto que estaba teniendo. De hecho, solo la estaba encendiendo. —Recuerda —dijo él en ese gruñido bajo y ronco que ella ya estaba empezando a amar—. No grites. Él descendió su cabeza y mordisqueó su camino por su muslo interior, y por un loco momento, Mac se preguntó si los dientes de Gage eran más afilados cuando sus ojos eran dorados como lo eran ahora. Si la mordisqueaba lo bastante fuerte, ¿se convertiría en hombre lobo, también? Pero esos pensamientos desaparecieron al segundo que su cálida boca entró en contacto con su sexo. Si sus dientes eran algo más afilados o más largos de lo normal, no lo notó cuando su lengua se deslizó por sus pliegues. Intentó fuerte mantener su cabeza alzada para poder observarle descender sobre ella, pero tan seductora como era la visión, no pudo hacerlo durante mucho tiempo. Cuando la lengua de Gage planeó arriba y abajo por su pliegues una y otra vez, luego finalmente enfocándose en su clítoris, ella se mareó tanto que no tuvo ninguna elección excepto dejar caer su cabeza hacia atrás y entregarse al placer. Justo entonces, estaba más allá de preocuparse si la manada de Gage la oía, pero se mordió los nudillos de todas formas, esperando que amortiguara sus gemidos. Mac agarró el borde del escritorio con su otra mano y levantó su cabeza. La visión de Gage lamiendo su sexo —sus ojos dorados cerrados en los suyos— era

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la cosa más erótica que había visto nunca. Se forzó a mantenerse observándole cuando la hizo el amor con su boca, arrastrándola a su orgasmo más y más largo hasta que estaba segura que gritaría. Solo cuando todo su cuerpo estaba sacudiéndose y temblando como si estuviera sujetando un perno de luz, Gage finalmente se levantó y movió su boca fuera de su clítoris. Incluso entonces, él continuó lavando lentamente su lengua a través de sus pliegues, haciendo que pequeñas chispas bailaran en su visión. Ella dejó caer su cabeza hacia el escritorio y jadeó por aire cuando Gage volvió a mordisquear el interior de sus muslos. En algún punto paró eso, también, pero ella no sabía qué estaba tramando hasta que oyó golpear sus pantalones en el suelo. Ella levantó la mirada para encontrarle sonriéndola. —Me encanta verte venirte, ¿sabías eso? Mac devolvió su sonrisa.

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—No, no lo hacía. Ella se lamió sus labios, esperando a que subiera al escritorio con ella, pero simplemente se quedó de pies allí mirándola. —Gracias por volver a mí —dijo él, su voz irregular con la emoción—. No me gusta pensar qué habría sido de mi vida sin ti. Las palabras hicieron que su corazón se apretara en su pecho. ¿Qué diría una mujer a algo así? Eres bienvenido no parecía lo correcto. Le atrajo más cerca. —¿Preocupándote

por

mostrar

tu

reconocimiento

en

una

manera

gratuitamente física? Él dudó. —Sí, eso mismo. No tengo un condón. Uno de los otros chicos podría, pero... Ella hizo una mueca.

—No. Afortunadamente, uno de nosotros estaba planeando por adelantado. Comencé a tomar la píldora de control de natalidad el miércoles por la mañana. —¿Miércoles? —Él frunció el ceño—. ¿La mañana después de que te llevara a cenar al Chambre Francaise? ¿Sabías que dormiríamos juntos? —No —dijo ella suavemente—. Pero lo esperaba. Mac le movió más cerca otra vez, extendiendo sus piernas ampliamente en una abierta invitación. Gage se quitó el resto de sus ropas y se movió entre sus piernas. Recorrió una mano por el lado exterior de un muslo, haciéndola temblar por completo. —¿Has estado tomando la píldora el tiempo suficiente para que funcione, cierto? —preguntó él. Ella asintió. —Muchos expertos recomiendan siete días, pero creo que seis días está bien. ¿A menos que no estés planeando quedarte conmigo si me quedo embarazada? Ahora que lo mencionamos, ¿puedo quedarme embarazada? Gage descendió su mano por su muslo y cruzó su estómago. La dejó ahí, acariciándola ligeramente. —Sí, puedo dejarte embarazada. Y antes que lo preguntes, no, el niño no saldría gruñendo y aullando a la luna. No funciona de esa manera. Y no, si te quedas embarazada, no te dejaría. Él se inclinó y abrazó sus piernas a su alrededor, empujándose más cerca y preparándola para la ráfaga que venía cuando se deslizara dentro de ella. Aunque no entró en ella. En su lugar la miró tan intensamente que ella comenzó a preocuparse por si él no la haría el amor sin protección. Pero entonces lamió sus labios y supo que estaba intentando averiguar cómo decir algo... grande. —Mackenzie, hay algo que necesitas saber. Algo importante. Va-le. —¿Es ahora el mejor momento para esto? —Ahora es el momento perfecto para eso —dijo él—. Los hombres lobo tienen una leyenda urbana que ha estado alrededor tanto tiempo como ha

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habido hombres lobo. Si lo admiten o no, todos creen que hay una persona especial

para

ellos.

Como

La

Única, mayúsculas

la

‘L’

y

la

‘U.’

Desafortunadamente, mientras la leyenda es tan común como un cliché, nunca he conocido a un hombre lobo quién encontrara a La Única. Gage se inclinó más cerca, así sus labios solo estaban a milímetros de los suyos. —Pero he encontrado a la mía. No puedes comprender el significado de esto hasta que te diga que ninguno de los hombres lobo en mi manada ha estado nunca en una relación seria, ni uno. Seguro, duermen con mujeres, quizás incluso viven con ella durante un tiempo, pero nunca dura. Infiernos, nunca he estado involucrado con una mujer con la que quisiera estar durante más de dos semanas a lo mucho, hasta que te conocí. Su boca viajó a lo largo de su mandíbula y se situó cerca de su oído, su voz cayendo a un susurro. —Supe desde el momento que entraste en el vehículo de operaciones ese primer día que había algo diferente en ti. Al principio no sabía que eras La Única, nunca creí en ese tipo de cosas, pero algunos de los chicos lo sabían. Cooper. Xander. —¿Xander? —repitió ella—. Ni siquiera le gusto. —A pesar de lo que le diga a la gente, Xander cree en la leyenda más que cualquier hombre lobo que he conocido nunca. Pero se figuró que usarías la irresistible atracción que sentía por ti contra mí para conseguir tu historia. Ella hizo una mueca. —Lo cual es básicamente lo que hice. No me sorprende que pareciera que quisiera arrancarme la cabeza de un bocado cuando me presenté esta noche. —Ahora no importa —susurró Gage—. Estamos juntos, y nunca me iré a ninguna parte. Nunca podría hacerlo. Ella le abrazó con sus brazos y le empujó más tensamente contra ella, enterrando su cara en su cuello. —Pero te estabas yendo cuando llegué. Él levantó su cabeza para poder mirarla.

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—Lo hacía, pero solo el tiempo suficiente para asegurarme que mi manada salía de la ciudad e iba a algún lugar seguro. Volvería para asegurarme que Hardy ya no era una amenaza para ti. Luego intentaría vigilarte desde una distancia durante el resto de mi vida. La mirada en sus ojos la dijo que no estaba bromeando. No se permitió mortificarse en la parte sobre asegurarse que Hardy ya no era más una amenaza. Solo estaba cómoda con el pensamiento de que Gage tendría que vivir voluntariamente en la calle fuera de su apartamento solo para estar cerca de ella. Era una locura, pero romántico al mismo tiempo. Puso sus dedos en su pelo, empujándole para un beso. Él gruñó, devolviéndola el beso con una urgencia que la dejó jadeando por respirar en el momento que él levantó su cabeza. Enderezándose, él agarró sus tobillos y extendió sus piernas ampliamente. Mac hizo lo que pudo por estar quieta, pero no pudo aguantar el gemido que se escapó de sus labios cuando él se empujó dentro suyo. Justo entonces no quiso estarse quieta. Quería gritar su placer al mundo —y si su manada lo oía, oh bueno. Gage la tomó lentamente, deslizando su grosor profundo con embestidas firmes y tranquilas que hicieron que todo su cuerpo temblara. Se movió dentro y fuera de ella una y otra vez, y todo el tiempo, la miró con esos vividos ojos dorados. Ella estaba tan enamorada de él que dolía, y justo allí en medio de su acto de amor, le dio las gracias a Dios por ayudarla a reparar el daño que había hecho y por hacer este momento posible. Su orgasmo aumentó más y más alto, pero no llegaba a la cima, incluso si Mac estaba segura de que explotaría en cualquier minuto. —Más duro —suplicó ella suavemente. —¿Estás segura que no gritarás? Ella asintió. Fue posible que un pequeño grito se deslizara fuera cuando alcanzó su orgasmo, pero estaba demasiado ocupada viniéndose para importarle. ¿Y cuando Gage se tensó y se vino dentro de ella? Eso fue el paraíso. La cercanía

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que sintió con él en ese momento fue lo único que podría rivalizar con el placer que sintió por el orgasmo que él la había dado. Entonces Gage estuvo inclinado sobre ella, besando su acalorada boca mientras su pene aún pulsaba dentro de ella. Era imposible no gemir un poco con los temblores de después de su orgasmo vibrando a través suyo. Mac sintió la humedad en su cara y se dio cuenta de que estaba llorando. Gage gentilmente alejó las lágrimas con besos. —Eso fue alucinante —dijo ella suavemente. —Sí, lo fue. —Él la dio otro beso, luego gentilmente la empujó a una posición sentada—. Probablemente deberíamos salir de aquí. Pero no hizo ningún movimiento para vestirse. En su lugar se quedó allí entre sus piernas, mirándola. Mac trazó con sus dedos el tatuaje del lobo en su pecho. El diseño seguramente contenía mucho más significado que la primera vez que lo había visto. —Así que, ¿qué pasa con este tatuaje? —preguntó ella suavemente. Gage rió. —Es la última broma interna. Para nosotros, SWAT significa Special Wolf Alpha Team3, desde que todos somos hombres lobo y machos alfa. ¿Comprendes? Ella le empujó fuerte en las costillas. —Sí, lo comprendo. Estoy confundida por el sexo, no lenta. Gage rió otra vez. Mac volvió a jugar con su tatuaje. Nunca se cansaría de ver la manera en la que la imagen del lobo se movía sobre su piel bien musculosa. ¿A quién estaba engañando? Adoraría jugar con su pecho si hubiera un hipopótamo tatuado en él.

3

Equipo Especial de Lobos Alfa.

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Ella volvió a pensar en lo que Gage había dicho sobre ella siendo La Única. Quizás él y la leyenda del hombre lobo era sobre algo. ¿Cómo más podía explicar por qué había apartado una historia de una-vez-en-la-vida por un hombre que había conocido hacía menos de una semana? ¿O que el pensamiento de no tenerle en su vida la hacía hiperventilar? Realmente estaban hechos el uno para el otro. Y si eso significaba que había más fuerza mítica trabajando aquí, estaba más que lista para creerlo. Si los hombres lobo podían ser reales, ¿por qué no una conexión de amor cósmica? Mac levantó su cabeza para mirarle. —Así que, lo que vi anoche, ¿es todo lo lobuno que te pones? Su boca se retorció. —No exactamente. Me pongo un poco más lobuno. —¿Cuánto más? —Piensa en cuatro patas y un rabo. Sus ojos se abrieron de par en par. —Como un lobo verdadero. ¿En serio? Él asintió. —¿Puedo verlo? Él rió. —Ahora mismo no. Nos tomaremos esto con pasos de bebé, ¿vale? Ella hizo una cara. —Vale. Pero tienes que prometerme que me lo mostrarás. Hacía unas pocas horas, tenía miedo de él por ser un hombre lobo, y ahora no podía esperar a verle cambiar otra vez. El amor podía hacer eso a una mujer. Mac volvió a jugar con su tatuaje otra vez. —¿Mordiste a todos los chicos en tu manda para convertirles en hombres lobo? Él bufó.

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—Infiernos, no. —¿Entonces cómo lo hiciste? —No lo hice. No puedes convertir a alguien en un hombre lobo por morderles como en las películas. Nacemos así. —Cuando ella saltó para mirarle, él rió—. No quiero decir que nacemos con garras y colmillos. Eso podría ser un poco difícil de esconder. —¿Entonces qué? —Por lo que hemos sido capaces de averiguar, hay algo en nuestro ADN que dispara nuestro cambio a hombres lobo cuando las circunstancias correctas ocurren. —¿Qué tipo de circunstancias? —Una persona que llega el gen hombre lobo, o como quieras llamarlo, tiene que ser expuesta a una situación de alto estrés, amenaza de vida. Si la persona pasa a través de la situación, ellos saldrán al otro lado como hombres lobo. Ella se mordió sus labios cuando consideró eso. —Eso es lo que te ocurrió en Irak, ¿verdad? ¿Cuándo todos los otros miembros de tu escuadrón fueron asesinados? Él asintió. —Ese es el porqué dejé el Ejército. No tenía ninguna prueba de lo que me estaba ocurriendo, y necesitaba tiempo para averiguarlo. Como si ver a sus amigos asesinados no fuera suficiente, él entonces tenía que averiguar qué significaba ser un hombre lobo, también. —¿Es así como le ocurrió a tu manada, también? ¿En combate? —Algunos de ellos —dijo él—. Cooper fue golpeado a través de un edificio en Irak. El convoy de MacCall fue golpeado en Afganistán. Ahí es dónde Duncan, nuestro médico superior, se convirtió, también. Estuvo atrapado en una pequeña base de operaciones que fue completamente invadida. Muchos de los otros cambiaron mientras estaban en el trabajo, después de recibir un disparo. —¿Y tú solo los encontraste y los reclutaste?

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—Principalmente. —Gage recorrió su mano arriba y abajo por su brazo—. No comprendía el significado de la Manada hasta que tuve a media docena de ellos juntos. Fue entonces cuando me di cuenta que todos trabajamos mejor, y somos más felices, en un ambiente como este. Mac sonrió. Gage no pudo evitarlo. Era el tipo de hombre que se preocupaba por los otros. —Pero ¿cómo les encontraste a todos ellos? Asumo que no hay un sitio en la red en la que puedas buscar. —Lo desearía. —Él soltó una corta risa—. Durante los años, me he hecho bueno sabiendo lo que hay que buscar. Leo muchos artículos de noticias sobre policías y cosas, buscando pruebas reales. Inteligente, pensó ella. —¿Cómo crees que tu manada lo manejará cuando les digas que estamos juntos otra vez? Él rió. —Ellos ya lo saben. Fue algo difícil de no percibir. —¡Estuve callada! —No para un hombre lobo. Incluso si no pudieran oír tus sexys pequeños gemidos, lo cual hicieron, por cierto, no habrán sido capaces de ignorar ese olor delicioso que despides cuando estás excitada. Mac gimió, su cara caliente. —Nunca seré capaz de mirarles a los ojos otra vez. Gage acunó su mejilla. —No hay ningún secreto en la Manada, nena. Solo tendrás que aprender a aceptarlo. Esos chicos sabrán todo el tiempo que tenemos sexo porque olerán mi olor en ti, y el tuyo en mí. —Eso, tú y yo juntos, quiero decir, ¿causará problemas?

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Ella no sabía mucho sobre las manadas de lobos salvajes, pero creía que recordaba leer algo sobre cómo las lobas en celo causaban que todos los machos se volvieran locos. Pero Gage sacudió su cabeza. —Ellos no tendrán ningún problema con eso. Les das esperanza. Ella frunció el ceño. —¿Qué quieres decir? —Te miran y saben que la leyenda es cierta, que realmente hay alguien especial ahí fuera para cada uno de ellos. —Él sonrió—. Y si se burlan de ti de ahora en adelante, es solo porque eres parte de nuestra manada ahora. Parte de la Manada. Le gustaba cómo sonaba eso. Él la dio un beso. —Vamos. Veamos lo que están haciendo ahí fuera. Recordando lo que Gage había dicho sobre los hombres lobo y su agudo sentido del oído, Mac preferiría haber postergado enfrentar a la Manada tanto tiempo como fuera posible, pero se vistió y dejó que Gage la guiara fuera de su oficina hacia la sala principal de todas formas. Había esperado que los chicos no estuvieran allí, pero la Manada entera estaba sentada alrededor casualmente en sus sillas, sujetando cartas con notas estilo Olímpicas en ellas. Ella tenía más que suficiente imaginación para averiguar lo que estaban calificando. Su cara se volvió rojo brillante. Vergüenza ni siquiera comenzaba a cubrirlo. Pero después de unas buenas risas, todos los chicos la dieron un abrazo y la bienvenida a la Manada. Ella intentó no hacer un gran trato de eso, pero estaba tocada. Podía ver a Gage que estaba tocado, también.

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Capitulo 12 —El juez firmó las órdenes contra Hardy —le dijo Gage a Mackenzie cuando entró de nuevo en su oficina. Ella no parecía precisamente encantada de escuchar sus noticias, pero por otra parte, él no había esperado que lo estuviera. Habían pasado una buena parte de las primeras horas de la mañana hablando de lo que pasaría después de que Hardy se implicara, y Mackenzie había sido muy clara sobre sus sentimientos de que creía que alguien más en el departamento debería estar pateando la puerta principal del hombre en lugar de él y su equipo. Ellos apenas habían sobrevivido al primer ataque de Hardy, y ahora Gage quería ponerse justo en la mira del loco bastardo. —Tengo que hacer esto, cariño —le había dicho él. Ella había tratado de no llorar, pero él había visto las lágrimas. —¿Por qué? —Porque hay una buena probabilidad de que Hardy resista cuando el DPD se presente en su puerta. —Gage limpió suavemente una lágrima de su mejilla con el pulgar—. Si eso sucede, muchos policías morirán. A menos que mi manada y yo estemos ahí. A Mackenzie todavía no le había gustado, pero al menos lo había entendido. Con los medios de noticias mostrando ya las veinticuatro horas el rostro de Walter Hardy en todas las televisoras e Internet, convirtiendo en sensacionalista los intentos de asesinato y detallando las supuestas conexiones entre él y los hombres armados muertos en el establo, no había sido difícil encontrar a un juez que firmara las órdenes de búsqueda que la policía necesitaba.

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—¿Cuándo vas a dirigirlos? —preguntó ella mientras se sentaba en el sofá donde había estado durmiendo la siesta. Su pelo era un revoltijo salvaje alrededor de sus hombros y parecía más cansada de lo que había estado cuando él había salido para ir al centro, a la reunión en la sede de la policía en la madrugada de esta mañana. Gage dudaba que hubiera conseguido dormir algo. —Vamos a llegar a todos sus principales lugares de negocios y sus direcciones residenciales simultáneamente al mediodía. —Él miró su reloj—. En poco menos de tres horas. Mackenzie se enderezó, la alarma clara en sus ojos. —¿Así de rápido? ¿No necesitas más tiempo para planificarlo? —Normalmente, querríamos al menos un día completo para planificar una operación así de ambiciosa, pero en este caso, nuestra mayor preocupación es que Hardy averigüe lo que estamos haciendo y huya del país antes de movernos sobre él. Probablemente tiene gente en su nómina plantada en todo el departamento de policía y la oficina del Fiscal, así que nuestra única esperanza es limitar el número de personas que conocen los detalles y llegar a él más rápido de lo que espera. Gage ya podía oír a sus hombres preparándose fuera, hablando en voz baja acerca de las asignaciones del equipo y cómo enfrentarían la posibilidad de una seria resistencia en múltiples lugares alrededor de toda el área de Dallas al mismo tiempo. Mackenzie se levantó y cruzó la habitación para abrazarlo. —¿Cuando te vas? —preguntó ella, las palabras amortiguadas contra su hombro. —En treinta minutos. —Gage odiaba verla preocupada así—. Llevaré al equipo a la residencia principal de Hardy. El fiscal cree que es ahí donde probablemente encontremos la mayoría de las evidencias. —¿Qué pasa si él ya ha conseguido deshacerse de cualquier prueba que pudiera vincularlo directamente a la gente que intentó matarnos, si alguna vez hubo alguna? Gage no quería pensar en eso. Tenían esta única oportunidad para encontrar algo que valiera la pena sobre Hardy. Si lo hacían, tenían una buena

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oportunidad de conseguir sacarlo de la calle. Si la volaban, Hardy golpearía de nuevo incluso más duro de lo que lo había hecho la última vez que Gage había ido a por él. Y el maldito ya había mostrado una inclinación por apuntar a Mackenzie. Pero no expresó ninguno de esos pensamientos. Mackenzie necesitaba escuchar que todo esto iba a salir bien. —Eso no va a suceder. Lo atraparemos, de una forma u otra. Afortunadamente, Mackenzie estaba tan preocupada que la furia en su voz escapó a su percepción. Eso era bueno, porque este era otro tema que habían discutido en las primeras horas de la mañana, cuando él había cometido el error de decir que localizaría a Hardy y lo desgarraría en varios pequeños pedazos de Butterball del tamaño de un pavo, antes de que dejara al hombre acercarse a ella de nuevo. Mackenzie se había puesto seriamente molesta, por completo, agitando su dedo y golpeando su pie. —Tú no eres un asesino, y yo no voy a cruzarme de brazos y dejar que te conviertas en uno —le había dicho ella airadamente. Sí, él se dio cuenta mientras se encontraba en su oficina y la abrazaba con fuerza. Ella todavía es una idealista. Aprender sobre los hombres lobo no había cambiado eso. *** Mac se mordió el labio mientras Gage cargaba más equipo en el vehículo de operaciones, luego subió con Delaney y Lowry. Había demasiados lugares diferentes para alcanzar y no los suficientes oficiales de SWAT para llegar a todos. Lo que significaba que uno o dos irían con policías regulares de respaldo a cada objetivo. Gage, Delaney y Lowry estaban alcanzando la casa de Hardy en Southlake. Gage le había asegurado que no era más peligroso que los otros lugares, pero si eso fuera cierto, no habría insistido en tomar ese él mismo, y no habría habido otros dos chicos del SWAT yendo a la misma ubicación. La sensación de ansiedad que había estado creciendo durante todo el día de repente se convirtió en miedo. Ella saltó al estribo del lado del pasajero del vehículo. Agarrando a Gage por el cuello, lo atrajo cerca y lo besó, sin importarle si lo avergonzaba delante de Delaney y Lowry.

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—Ten cuidado ahí fuera, ¿de acuerdo? —susurró. Su boca se curvó. —Lo haré. Y tú quédate dentro tanto como sea posible. Si sales, quiero a alguien contigo. Mac asintió. Cooper, Becker, y Brooks se estaban quedando atrás para supuestamente manejar el complejo, pero en realidad, habían sido sacados de la acción para que pudieran estar allí para protegerla. Ella esperaba que estuvieran descontentos por estar quedándose atrás, pero no estaban ni de cerca tan molestos como ella pensaba que estarían. En alguna extraña manera que solo un hombre podía entender, los tres hombres lobo se lo tomaron como una especie de distinción que su líder alfa les hubiera elegido para quedarse atrás y cuidar de su mujer. Ella ya estaba cómoda con Becker y Cooper, y Brooks era tan condenadamente grande que no podía dejar de sentirse segura a su alrededor. Aun así, mientras observaba a Gage conducir fuera, no podía negar que estaba aterrorizada, no por ella, sino por Gage y todos los otros chicos de la manada. Podían ser más fuertes y más capaces que los hombres ordinarios, pero eso no quería decir que no podían salir lastimados, o peor. Mac y los chicos pasaron las siguientes horas escuchando el drama desplegarse en la radio de la policía, con actualizaciones frecuentes de los equipos. Durante la entrada inicial, hubo cierta resistencia, pero nada extrema… todavía. Por supuesto, cuando la prensa se enteró de lo que estaba pasando, todos los canales de noticias de televisión se iluminaron como un árbol de Navidad, por lo que fueron capaces de ver como iba toda la cosa en vivo. Alrededor de las siete de esa noche, Gage llamó para hablar con Cooper. Mac se mordió el labio inferior mientras esperaba un informe. —Hardy no estaba en su casa o en ninguno de los lugares en que los equipos han buscado hasta ahora —dijo Cooper cuando colgó. Mierda. —Pero en el lado positivo —continuó Cooper—, Gage dice que ellos ya han encontrado evidencias vinculando a Hardy y a los pistoleros que contrató. Al

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parecer, el hombre estaba tan obsesionado con conseguir a alguien que pudiera mataros que ni siquiera se detuvo a ocultar sus huellas. Las órdenes de detención están en el escritorio de un juez justo ahora. Oír de la evidencia ayudó, pero se habría sentido por completo mucho mejor si pudieran localizar a Hardy. Mac intentó llamar a Zak para ver si había oído algo, pero esta fue a su correo de voz. Ella dejó un mensaje pidiéndole que la llamara, luego colgó. Su móvil sonó antes de que pudiera meterlo de nuevo en su bolsillo. El nombre de Zak apareció en la pantalla. Eso fue rápido. —Hola —dijo ella. —¿Mackenzie Stone? —preguntó una voz de mujer. Mac frunció el ceño, sin reconocer la voz. —Sí. —Soy Amy Bronson. Soy enfermera en la Unidad de Cuidados Intensivos en el Mercy General. Encontramos su nombre en el listado del teléfono del señor Gibson bajo su contacto de emergencia. Oh Dios. —¿Zak está bien? —Hemos sido capaces de estabilizarlo, pero fue golpeado bastante mal. —¿Golpeado? ¿Dónde? ¿Por quién? —No estamos seguros. Unos turistas lo encontraron en un callejón y lo llevaron a la sala de emergencias hace media hora —dijo la enfermera—. ¿Tiene el Sr. Gibson algún familiar que podamos llamar, o preferiría hacerlo usted? —Soy la única familia que tiene —dijo Mac. —Entonces, puede que desee venir rápidamente. Mac agarró el teléfono contra su pecho. —Es Zak —dijo ella, a los tres hombres lobo—. Alguien lo golpeó. Tengo que ir al hospital.

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Ella se puso de pie, pero Cooper tomó su brazo. —Espera. Déjame llamar de vuelta y asegurarme que Zak realmente está allí. ¿Qué hospital? Mierda. Cooper pensaba que podría ser una trampa. Ella ni siquiera había considerado eso. —Mercy General. La enfermera dijo que estaba en la UCI. Mac escuchó con impaciencia mientras Cooper se identificó y dio su número de placa a quien contestó el teléfono. La expresión en su cara le dijo todo lo que necesitaba saber. —Él está allí, y está en mal estado —le dijo Cooper cuando colgó—. Vamos. Te llevaremos. Quince minutos más tarde, Brooks detuvo la furgoneta en la entrada de emergencias. Mac habría saltado de inmediato, pero Cooper la detuvo. —Espera hasta que Becker dé el visto bueno. Becker salió y revisó los alrededores, luego asintió. Mac estaba fuera del coche y corriendo hacia el edificio cuando escuchó disparos, una gran cantidad de disparos. Se dio la vuelta para ver a Cooper y a Becker caer al suelo, manchando de sangre sus camisas del uniforme. Más disparos resonaron cuando el que estaba disparando acribilló la furgoneta con balas. Mac se congeló por un momento, y luego corrió hacia los oficiales del SWAT caídos. Pero no fue más allá de unos pocos pasos antes de que alguien la agarrara y la arrastrara por el estacionamiento a un sedán de cuatro puertas que dio un frenazo hasta detenerse. Cuando el tipo la lanzó a la parte de atrás, ella inmediatamente se lanzó a la puerta opuesta, pero un segundo hombre saltó, atrapándola. El hombre que la había agarrado primero la empujó de nuevo contra el asiento mientras el conductor pisó el acelerador. —Sí, jefe, la tenemos —dijo el hombre en el asiento del acompañante, volviéndose para darle una sonrisa de satisfacción.

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Roscoe Patterson. Mac reconocería esa cara suya de suficiencia en cualquier lugar, incluso con contusiones cubriendo la mitad de esta. Había un yeso blando en su muñeca derecha, también. Se preguntó quién lo había golpeado. —Corrió directamente al hospital, justo como usted dijo —continuó Patterson—. Abatimos a tres de esos idiotas de mierda del SWAT, también. Le dije que no había razón para traer forasteros para lidiar con esto. Estaremos en el hangar en treinta minutos. Mac tragó duro. No estaba segura de lo mal que habían sido heridos Cooper y Becker, pero los matones de Hardy debían haber puesto un par de cientos de balas en el SUV. No había manera de que Brooks hubiera logrado salir indemne. Gage había dicho que sus hombres lobos no eran inmortales. ¿Podrían los hombres de Hardy haberlos matado? Lágrimas picaron en sus ojos. Ni siquiera quería pensar en eso. —¿Qué van a hacer conmigo? —preguntó Mac. Patterson la ignoró mientras él decía algo en una radio de mano. Puesto que seguía mirando por el espejo lateral, debió haber estado hablando con alguien en un coche detrás de ellos. Tenía razón. Un momento después, otro sedán les pasó y tomó la delantera. Patterson le dio una sonrisa desagradable. —Honestamente, no sé lo que el señor Hardy tiene reservado para ti. Pero teniendo en cuenta que tu novio es el responsable de la destrucción de todo su imperio empresarial, mató su hijo, y luego tuvo las pelotas para entrar y amenazarlo en su propia casa, supongo que va a ser algo muy doloroso. Yo realmente no querría ser tú cuando el jefe ponga sus manos sobre ti. Mac no tenía ni idea de lo que el hombre quería decir sobre Gage amenazando a Hardy en su propia casa. Pero si Hardy había hecho el esfuerzo de tomarla con vida, eso significaba que tenía algo específico en mente para ella. Si hubiera querido verla muerta, sus hombres la habrían asesinado como a Cooper, Becker, y Brooks. Ellos debían haber sido los que habían golpeado a Zak y utilizado como cebo para atraerla fuera del complejo. Ella no tenía ni idea de cómo Hardy podría

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haber sabido acerca de su relación con Zak y que eso era algo que la sacaría de su escondite, pero de alguna manera lo había sabido. Mac vio un borrón de movimiento por el rabillo del ojo. Más adelante en la oscuridad, algo grande se estrelló contra el lateral del coche en frente de ellos, enviándolo fuera de control. El conductor del coche en el que Mac estaba viró bruscamente, apenas evitándolo, luego desaceleró hasta pararse. —Mierda —murmuró el tipo a su lado—. Fue un maldito hombre quien los golpeó. —De ninguna manera —dijo Patterson, volviéndose para mirar por encima del hombro al otro coche que estaba ahora a nueve metros detrás de ellos. —Sé lo que vi —insistió el otro hombre—. Fue un hombre. Él los golpeó como si estuviera derribando el maldito coche. Mac lo había visto, también, pero no iba a aclarar que el hombre que habían visto no era realmente un hombre en absoluto. No sabía cómo era posible, pero Brooks había sobrevivido a la emboscada y persiguió a los dos coches que huyeron para rescatarla. No se había dado cuenta de que un hombre lobo podía hacer eso. Por otra parte, realmente no sabía lo que un hombre lobo era capaz de hacer. Los disparos resonaron en el aire. Mac se volvió para ver destellos naranja de luz en la oscuridad. Patterson juró. —Salgamos de aquí. —¿Qué pasa con los demás? —preguntó el hombre conduciendo. —Que se fastidien si no pueden cuidar de sí mismos. Por encima de su hombro, Mac vio una forma oscura dirigiéndose a toda velocidad hacia ellos. A pesar de que sabía que era Brooks, todavía gritó cuando él se estrelló contra la puerta del pasajero con la fuerza suficiente para romper el vidrio y abollar el panel de la puerta. Volvió a gritar cuando arrancó la puerta y sacó al hombre a su lado. Tuvo el suficiente sentido común para salir mientras podía. O lo habría hecho si el hombre a su derecha no la hubiera agarrado al mismo tiempo que el

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conductor pisaba el acelerador y se alejaba a toda velocidad. Mientras lo hacían, divisó movimiento detrás de ellos. —¿Qué demonios fue eso? —preguntó el conductor. Patterson estaba mirando a todas partes a la vez. —¿Cómo diablos voy a saberlo? Solo sácanos malditamente rápido de aquí. Mac se giró alrededor, tratando de conseguir otro vistazo del hombre lobo persiguiéndolos, pero estaba demasiado oscuro. No era lo suficientemente grande como para ser Brooks, por lo que tenía que ser Cooper o Becker. Ella se preparó, esperando que quienquiera que fuese chocara contra el coche de nuevo, pero no pasó nada y la forma borrosa quedó atrás. Seguía mirando alrededor, pero veinte minutos más tarde, condujeron a través de una pequeña puerta en algún lugar de la parte trasera del aeropuerto y se detuvieron frente a una serie de hangares. El hombre a su lado la arrastró fuera del asiento trasero. —Mantente esperando por el señor Hardy —le ordenó Patterson al hombre, agarrando el brazo de Mac y tirando de ella hacia un edificio de metal—. Nos iremos tan pronto como él se haga cargo de ella. Mac luchó con Patterson, tratando de soltarse de su agarre, pero no sirvió de nada. Incluso con el suave agarre sobre su brazo, Patterson fácilmente la dominó y la arrastró hacia la puerta que otro hombre estaba manteniendo abierta para ellos. —Quédate en el portón, y asegúrate de que nadie nos seguía. Antes de que Patterson la empujara a través de la puerta, ella tuvo la oportunidad de ver al hombre alternando miradas entre el coche destrozado y la oscuridad más allá de la puerta. Él no parecía como si quisiera estar allí fuera, tampoco. Patterson la arrastró a través del hangar y rodearon el grande, y elegante avión en el centro de este hasta que llegaron a una puerta en el lado opuesto. Sin decir una palabra, él abrió la puerta y la empujó dentro, cerrándola detrás de ella. La habitación estaba casi completamente a oscuras excepto por un resplandor naranja escapándose a través de la hilera de pequeñas ventanas

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cerca de la parte superior de la pared exterior. Miró a su alrededor, pero no podía ver mucho más que algunos estantes y un montón de cajas. Mac pasó la mano a lo largo de la puerta buscando la perilla, pero estaba cerrada. Tiró de esta un par de veces, pero no cedió. Palpó su camino alrededor de la habitación, buscando otra salida, pero no había ninguna otra puerta, y las únicas ventanas estaban a casi cinco metros del suelo. No había manera de que pudiera quedarse allí. No le gustaba pensar en lo que Walter Hardy tenía en mente para ella. Era un hombre cruel con nada que perder. Como Patterson había dicho, Hardy culpaba a Gage por todo lo que le había sucedido, desde la muerte de su hijo a la policía estando sobre su pista. El poderoso hombre había tratado de dirigir su furia hacia el comandante del equipo del SWAT, y fracasó. Mac solo podía suponer que había decidido ir tras un objetivo más fácil, ella. De alguna manera Hardy sabía que ella y Gage estaban juntos. Pensó que si no podía lastimar a Gage directamente, haría la siguiente mejor cosa y lastimaría a alguien que era importante para él. Ese pensamiento la aterrorizaba tanto que la hizo temblar, pero una cosa le ayudó a no perder la cabeza. Gage y su manada vendrían a por ella, no importaba cuantos de los hombres de Hardy se pusieran en su camino. *** Gage se había enojado muchísimo al averiguar que Hardy no estaba en casa. En verdad había querido entregarle al hombre las órdenes personalmente. Pero la búsqueda en la residencia de Southlake había ido bien. No solo habían conectado a Hardy con los hombres que habían venido detrás de él y Mackenzie, sino que también habían conseguido lo suficiente para sacar al tipo durante años por cargos de extorsión, evasión fiscal, lavado de dinero, drogas ilegales, solo por nombrar unos pocos. Gage no podía creer que Hardy hubiera sido tan descuidado como para llevar un registro de todos sus tratos. Era como que no creía que la policía se atreviera a ir detrás de él. Sin embargo, todavía estaba preocupado porque nadie había visto a Hardy todavía. Gage estaba a punto de ir a revisar para ver si el subjefe había oído algo cuando sonó su teléfono móvil. —Dixon.

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—Los hombres de Hardy agarraron a Mac —dijo Brooks simplemente. El corazón de Gage se detuvo. —¿Qué? ¿Cuándo? —Hace unos diez minutos. Los bastardos golpearon a Zak para atraer a Mac al hospital. Los perseguimos durante un par de millas, pero escaparon. Mierda. —Estoy en camino. ¿Dónde estás? Después de que Brooks le dio la ubicación, Gage empujó su teléfono en el bolsillo, entonces les gritó a Delaney y Lowry que se metieran en el vehículo. Vio a Mason mirar en su dirección. Gage fingió no verlo. Ellos no necesitaban al SWAT en la escena ahora de todos modos. Brooks, obviamente, había alertado a todo el equipo, porque había varios furgones del SWAT estacionados a lo largo del costado de la carretera, donde el cabo primero había dicho que lo encontraran. El camino había sido bloqueado alrededor de lo que parecía un accidente de tráfico. Un sedán oscuro estaba en la zanja con la puerta del lado del conductor hundida y las ventanas desaparecidas. Agujeros de bala acribillaban el coche, y había cuatro cadáveres tendidos en la hierba, armas automáticas junto a ellos. Centenares de casquillos de bala estaban esparcidos por la zona. Toda la manada de Gage estaba reunida alrededor de la primera camioneta en la línea. Bueno, no todos ellos. Becker y Xander faltaban. Cooper estaba sentado en el capó del coche sin camisa, con una expresión estoica en su cara mientras Treviño sacaba una bala de su hombro. El médico del equipo la dejó caer al asfalto para unirse a las otras que ya había sacado. Mierda, había un montón de malditas balas tiradas ahí. Brooks se volvió. Había un oscuro moretón púrpura y negro corriendo por la nuca del gran hombre y hacia su cuello que probablemente se extendía a través de su hombro y pecho. Parecía como si hubiera sido golpeado por un maldito coche. —¿Alguna idea de adonde llevaron a Mackenzie? —preguntó Gage.

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—No lo sabemos a ciencia cierta. Todo lo que sabemos es que fue agarrada por Roscoe Patterson. Brooks expuso brevemente la llamada que Mac había recibido del hospital, la emboscada hacia la que habían caminado directos, y la persecución posterior. —¿Sacaste a un coche fuera de la carretera? —preguntó Gage. Los hombres lobo eran fuertes, y Brooks era más fuerte que la mayoría. ¿Pero derribar a un coche? Eso era extremo. —Sí, pensé que era el coche en el que estaba Mac. —Su mandíbula se tensó— . No fue hasta que empecé a sacar a la gente que me di cuenta que había golpeado al equivocado. —Ahí fue cuando arranqué la puerta del otro coche, pero uno de los matones de Hardy se puso en el camino —dijo Cooper—. Aceleraron antes de que pudiera sacar a Mac. Traté de mantener su ritmo, pero no pude. Lo siento, jefe. Gage agradeció el esfuerzo que habían hecho para recuperarla. Sabía que no había nada más que pudieran haber hecho. —¿Y nadie aquí tiene alguna idea de adónde se estaba dirigiendo el coche? —Nadie que esté vivo —dijo Cooper—. Tenemos la esperanza de que Becker tenga suerte. Gage frunció el ceño. —¿Dónde está Becker? —Tratando de entrar para hablar con Zak —respondió Brooks—. De acuerdo con la enfermera en el hospital, un par de turistas trajeron a Zak. Asumimos que esos turistas eran en realidad algunos de los hombres de Hardy, y que Zak podría haber oído algo, ya fuera mientras estaban golpeándolo salvajemente, o mientras lo estaban llevando al hospital para ser el cebo. Gage no estaba seguro de lo que podían esperar de Zak. El chico no parecía exactamente como el tipo de hombre que podría prestar atención a los detalles, mientras estaba en medio de un paliza. —¿Y Xander?

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—Está ahí para asegurarse de que los médicos no traten de arrastrar a Becker a cirugía —informó Cooper—. Le dispararon varias veces, también. No tantas veces como a mí, pero creo que es porque me estaba usando como escudo. No había mucho que pudieran hacer hasta que Xander y Becker consiguieran algo de información, pero eso no significaba que no pudieran buscar el coche y a los hombres que habían estado en este. Tal vez tuvieran suerte. Gage estaba indagando en algunas maletas en el maletero del sedán cuando tres coches de policía y un coche sin marcar se detuvieron junto a ellos. Divisó el cabello grisáceo del Subjefe Mason en el asiento delantero. Mike se acercó para pararse junto a Gage cuando Mason salió del coche. Mierda, esto era todo lo que necesitaba. La mandíbula de Mason estaba apretada mientras se fijaba en los cuerpos en el suelo, las armas automáticas, y los agujeros de bala en el coche. Sus ojos se entrecerraron cuando vio a Cooper sentado en el capó de la camioneta con sangre cubriendo la mitad de su pecho y un médico del SWAT inclinado sobre él con un par de pinzas. —¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó, su mirada saltando de Gage a Mike—. En primer lugar, averiguo que hubo un tiroteo frente al Mercy General involucrando a tres de mis oficiales del SWAT. Entonces averiguo que le has ordenado a todo tu equipo venir aquí. ¿Has perdido tu mente, sargento? Mason se acercó y miró hacia el primer cuerpo al que llegó, un cuerpo que no tenía ninguna herida de bala obvia, pero claramente había sido asesinado de una manera extremadamente brutal. Hizo una mueca, luego se volvió hacia Gage de nuevo. —Como si eso no fuera suficiente, recibí una llamada de camino aquí de que uno de los ejecutores de Hardy está muerto en una zanja cerca de kilómetro y medio por la carretera. El policía dijo que parecía que alguien arrojó al hombre de un vehículo en movimiento. Lo que queda de él, de todos modos. Ellos todavía no han encontrado su brazo. —El subjefe se acercó a Gage—. Tal vez puedas explicármelo. Gage no iba a tirarse golpes con su superior. No tenía el tiempo, y tampoco Mackenzie.

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—Los hombres de Hardy secuestraron a Mackenzie Stone hace unos cuarenta minutos y se la llevaron a quién demonios sabe dónde. Mi conjetura es que se la están entregando a Hardy mientras estamos aquí sentados sobre nuestros pulgares. Mason lo miró con dureza. —¿La reportera? ¿Qué querría Hardy de ella? —Venganza —dijo Gage simplemente—. Le quité a alguien que era importante para él, así que quiere eliminar a alguien que es importante para mí. Las cejas de Mason se levantaron. —¿Tú y Stone? —Él maldijo entre dientes—. Mierda, deberías habérmelo dicho. ¿No tienes ni idea de a dónde fue que se la llevaron? Gage negó con la cabeza. —Todavía no, pero espero que pronto. Mason lo miró pensativo. —¿Qué planeas hacer una vez averigües a donde la llevó Hardy? Gage no lo dudó. —Voy a traerla de vuelta. —¿Por ti mismo? —preguntó su jefe secamente—. ¿Sin decírselo a nadie más en el departamento? Gage no respondió. A él le importaba una mierda el procedimiento policial adecuado en un caso como este. No había nada que evitara que fuera detrás de Mackenzie. Mason suspiró. —Pondré un BOLO sobre la Srta. Stone. Tal vez tengamos suerte y alguien vio a donde se la llevaron. Entonces traeré a un equipo aquí para encargarnos de este lío. El subjefe se alejó, dejando a Gage preguntándose si el hombre realmente iba a mirar hacia otro lado con algo así. Entonces su jefe se detuvo y se volvió para mirarlo.

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—Y lleva a Cooper al hospital antes de que se desangre. Gage asintió mientras el subjefe alcanzaba el coche por la radio. Unos minutos más tarde, Xander llamó. —Dime que hablaste con Zak —dijo Gage, mientras ponía el teléfono en altavoz. —Lo hicimos —contestó Xander—. Los hombres de Hardy realmente lo golpearon terriblemente. Probablemente pensaron que moriría por esto, pero es más duro de lo que parece. Los médicos no creían que incluso pasara de un par de días, pero ya estaba despierto y gritando que quería hablar con alguien del equipo del SWAT cuando entramos. —¿Sabe a donde se llevaron los hombres de Hardy a Mackenzie? —Puede ser. Después de patear su puerta y hacer su número sobre él, lo arrojaron en el maletero de su coche para llevarlo al hospital. A través del asiento de atrás, los oyó hablar de un hangar privado donde Hardy mantiene un jet. Zak piensa que es a donde llevarían a Mac, así Hardy puede matarla antes de que deje el país. Esa última parte hizo que Gage saltara, pero se obligó a apartar la imagen. Tenía que mantener la concentración en el hecho de que iba a traer de vuelta a Mackenzie con seguridad. La información de Zak no era tan concreta y definitiva como habría preferido, pero era la mejor información que iba a conseguir en este punto. —Está bien. Me dirijo al aeropuerto —dijo—. ¿Está Becker lo suficientemente en buena forma para hacer esa cosa del ordenador que hace y averiguar dónde mantiene Hardy su avión? Tiene que haber algún registro en alguna parte que nos dé una idea de dónde está ese hangar. —No te preocupes, Sargento. —La voz de Becker vino del teléfono—. Ya estoy en ello. Si se trata de un hangar privado, estará en el lado norte del aeropuerto. Riggs y yo te encontraremos fuera del aeropuerto por la autopista. Tendré algo concreto antes de que llegues allí. Gage no les había estado pidiendo que se unieran a él, pero lo apreciaba de todos modos.

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—Gage. —La voz de Xander volvió a ponerse—. Sabes que Hardy está obligado a tener una gran cantidad de sus hombres alrededor del lugar. ¿Quién más va con nosotros? Gage no respondió. Se volvió para mirar alrededor de la sección bloqueada de la carretera, y fue sorprendido al ver que su manada había dejado de buscar pistas y habían venido a pararse delante de él, sus rostros decididos y determinados. Su mirada se detuvo en Brooks y Cooper, aún heridos y ensangrentados de su último encuentro con los hombres de Hardy. Sus rostros no estaban menos decididos que los de los demás. No podía pedirle a ninguno de ellos que hicieran esto con él. Hardy iba a tener un ejército de matones a su alrededor, y si Mason miraba hacia otro lado o no, esta operación probablemente no iba a terminar bien con Asuntos Internos y los políticos en la sede de la policía. Iban a imaginarse que Gage había roto todas las reglas del libro porque su novia estaba involucrada. No le importaba lo que le hicieran, pero si alguno de sus hombres iba allí con él, estarían arriesgando sus futuros en el departamento también. No podía pedirles que hicieran eso. Pero mientras miraba a cada una de sus caras, se dio cuenta que no tenía que preguntarles. —Vamos todos —le dijo a Xander.

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Capitulo 13 Tal vez ella había oído mal. Empujar la pesada unidad de almacenamiento debajo de la ventana había hecho mucho ruido. Pero no. Había oído muy bien. Un coche había estacionado en el hangar. Ese chirrido de neumáticos tenía que ser Hardy. Se estaba quedando sin tiempo. Con el corazón acelerado, Mac miró hacia la puerta para asegurarse de que las piezas del gobernante que había roto y encajado debajo de esta estaban en su lugar. No mantendrían a Hardy y sus hombres fuera, pero los retrasarían el tiempo suficiente para que ella escapara. Esperaba. Por supuesto, ella habría estado fuera de aquí hacía quince minutos si la estantería no hubiera sido tan condenadamente pesada para moverla. Probablemente, estaba poniendo su vida en sus manos trepando sobre las precariamente equilibradas cajas, que había puesto en el estante superior para poder llegar a la ventana, pero no tenía opción. No podía esperar a que Gage y su manada se presentaran y la salvaran. Oh, sabía que vendrían, solo estaba preocupada de que estaría muerta para el momento en que llegaran aquí. Odiaba pensar en eso, pero había una posibilidad real de que Brooks, Cooper, y Becker hubieran sucumbido a sus heridas después de tratar de rescatarla. Gage podría incluso no saber qué pasó con ella. Mac tragó duro ante ese pensamiento doloroso y cogió otra caja cuando resonaron pasos fuera de la puerta. Se quedó inmóvil, conteniendo la respiración. Vete, rezó silenciosamente. Solo dame un minuto más. El pomo de la puerta se zarandeó. Murmurando una maldición, levantó otro envase de papel hasta el estante superior, entonces trepó después de colocarla. Las cajas de papel hacían la cima de la unidad pesada como el infierno, y temblaba violentamente bajo su peso. Solo manteneos juntas el tiempo suficiente para dejarme llegar a la ventana.

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Sería su mala suerte hacer que el estante cayera. Hardy no tendría que matarla. Se rompería el cuello, todo por su cuenta. La puerta se estremeció cuando alguien grande se estrelló contra esta, pero sus cuñas se mantuvieron. Rápidamente terminó de apilar los dos envases de papel, luego se subió encima de ellas. La plataforma se balanceaba peligrosamente, pero se mantuvo equilibrada en el centro de su improvisada escalera y siguió su camino. —No sé lo que piensa que está ganando con esto, Srta. Stone —gritó Hardy por encima del zumbido de un motor a reacción cercano—. Yo solo iba a dispararle en la cabeza, pero si me hace trabajar en ello, lo haré mucho más doloroso para usted. No es exactamente un gran orador motivacional, ¿verdad? A menos que él estuviera tratando de conseguir que se apresurara aún más. Mac agarró el alféizar de la ventana cuando un disparo sonó. La bala pasó limpiamente a través de la puerta y chocó contra la pared cerca del estante en el que estaba parada. Si no estuviera tan concentrada en evitar caerse de su precaria posición, habría gritado seguro. Agarró la manija y la levantó, luego empujó para abrir la ventana. Esta solo se inclinó hacia fuera cerca de treinta centímetros, pero eso era más de lo que necesitaba. Se empujó hasta el marco de la ventana y se escurrió a través de la estrecha abertura mientras más balas atravesaban la puerta. Si Gage y la manada estaban en algún lugar cercano, tenían que haber oído los disparos, ¿verdad? Mac no trepó exactamente a través de la ventana tanto como cayó a través de esta. Trató de aferrarse al borde del marco así podía colgarse hacia abajo y luego dejarse caer al suelo, pero terminó tambaleándose por la ventana en una posición casi horizontal. El asfalto se acercó para golpearla más rápido de lo que esperaba, y por un momento, todo destelló, luego se volvió oscuro cuando el dolor envolvió todo el lado derecho de su cuerpo. Pero el sonido de disparos junto con los gritos furiosos de Hardy la sacó de la negrura. Hizo una mueca y se arrastró sobre sus pies. Mierda, se sentía como si se hubiera roto todo lo importante en su cuerpo. —¡Sal fuera y encuentra a esa perra! —ordenó Hardy.

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Maldita sea. Ya estaban en la habitación. No les tomaría mucho tiempo averiguar a dónde se fue. En la oscuridad, Mac miró de las pasarelas abiertas y aviones a su derecha a la larga y continua hilera de hangares a su izquierda. Nunca lograría llegar muy lejos si trataba de correr en línea recta a través del campo de aviación abierto. Los hombres de Hardy la verían y le dispararían antes de que atravesara treinta metros. Así que giró a la izquierda y tropezó a lo largo de los hangares tan rápido como su cuerpo golpeado le permitiera. Necesitaba encontrar algún lugar para esconderse hasta que Gage y su manada pudieran encontrarla. Date prisa, Gage. Si estabas planeando hacer una entrada espectacular, por favor hazlo ahora. *** —Aerolíneas Salinas del Sur —dijo Becker desde el asiento trasero de la camioneta de Xander—. Avenida Veinticuatro Norte. —¿Estás seguro? —Gage tuvo que luchar para evitar gruñir mientras miraba por encima de su hombro. Descubrir el hangar de Hardy había resultado ser más difícil de lo que el gurú de la tecnología en información había pensado. Todos estaban estacionados en el costado de la autopista esperando que Becker les diera una ubicación. Por cerca de la milésima vez, Gage puso en duda la inteligencia de poner todos sus huevos en una canasta y traer a todo el equipo aquí basado en una conversación amortiguada que un hombre golpeado había oído mientras está encerrado en un maletero. Echó un vistazo a su reloj de nuevo y esta vez, ni siquiera trató de contener el gruñido que escapó de sus labios. Era pasada la medianoche ya. Los hombres de Hardy habían tomado a Mackenzie hacía más de una hora. Esto estaba tomando demasiado maldito tiempo. —Estoy seguro —dijo Becker—. Dejé de tratar de encontrar una conexión entre Hardy y una de las operaciones generales de aviación aquí. En su lugar, revisé las cintas de seguridad de las cámaras que rodean el aeropuerto. Encontré el coche que trajo a Mac aquí y lo seguí de una cámara a otra, hasta que se detuvo en un pequeño servicio de alquiler llamado Salinas del Sur.

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Gage quería creer en Becker, pero era la vida de Mackenzie la que estaba en juego aquí. —¿Cómo sabes que ese es el coche en el que estaba? Becker dio la vuelta a su portátil así Gage podía verlo. —No muchos sedan oscuros conducirían a esta hora de la noche con la puerta trasera del lado del pasajero arrancada. Gage agarró la radio y pulsó el botón. —Cuadrante noreste del aeropuerto —ordenó. —Este Dieciséis a Norte Veinticuatro. Detente a tres cuadras cortas y sigue el plan. Xander pisó el acelerador y salió disparado hacia la autopista, dirigiéndose hacia el lado de la aviación general de Dallas / Fort Worth. Gage miró su reloj de nuevo, luego miró el mapa del aeropuerto extendido sobre su regazo. Se centró en el lugar donde se encontraba el hangar para Aerolíneas Salinas del Sur. Había estado mirando el mapa tanto tiempo durante la última hora que prácticamente lo había memorizado. Deseaba saber exactamente en qué edificio estaba siendo retenida Mackenzie. No importaba. Sería capaz de determinar su ubicación al segundo en que llegara a unos casi cien metros de ella; entonces recuperaría a Mackenzie. Suponiendo que aún estuviera viva, susurraba oscuramente una parte de su mente. Maldijo, negándose siquiera a considerar la posibilidad. —La encontraremos a tiempo —dijo Xander tranquilamente mientras tomaba la rampa de salida que conducía a la propiedad del aeropuerto. Gage no dijo nada. —Mac es inteligente. Y es valiente como el infierno. —Xander sacudió su cabeza—. Traté de asustarla la otra noche cuando llegó al complejo para verte, pero no retrocedió. Mis ojos estaban amarillos, mis garras estaban fuera, y le mostré mis colmillos. Incluso gruñí. Pero ella ni se inmutó.

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Gage sonrió. Eso sonaba como a Mackenzie. Si alguien podía mantenerse con vida en una situación como esta, sería ella. Se obligó a no mirar su reloj de nuevo. Estarían fuera del hangar en minutos; entonces sería el momento para que él y su manada sacaran a Mackenzie de forma segura. Eso era lo que hacían para ganarse la vida, sacar a rehenes con vida. Y eso era lo que iban a hacer. Iban a sacar a Mackenzie con vida, y si Hardy o sus hombres habían dañado un solo pelo de su cabeza, Gage destrozaría al maldito montón de ellos. *** Mac medio caminó, medio corrió durante tanto tiempo como pudo, rezando todo el tiempo por encontrar a alguien dispuesto a ayudarla. Pero todos los hangares abiertos que pasaba estaban a oscuras y vacíos. Su rodilla y tobillo latían tanto que pensaba que iba a tirarse al suelo en cualquier momento. No es que pudiera seguir corriendo así a la intemperie durante mucho más tiempo. Uno de los hombres de Hardy estaba obligado a verla antes o después. Era hora de dejar de tratar de encontrar ayuda y regresar a su plan original, esconderse. Se tambaleó pasando los próximos tres hangares vacíos antes de decidirse por un edificio grande de aluminio lleno con media docena de aviones pequeños, cajas de herramientas con ruedas, y armarios de pared. Tenía que haber un lugar para esconderse aquí. Mac cojeó tan atrás en el hangar como pudo, luego cayó al suelo detrás de una gran caja de herramientas. Solo doblar su rodilla así la hizo querer aullar de dolor, pero se mordió el labio y trató de hacerse tan pequeña como fue posible. Lo hizo justo a tiempo. A los veinte segundos de resbalar hasta el suelo, oyó pasos sordos contra el pavimento. Sigue adelante. Por favor no mires aquí. Había sido más allá de afortunada hasta ahora, pero esta vez, sus oraciones no fueron contestadas. No sabía cuantas personas estaban por ahí fuera, pero se detuvieron frente al hangar que se encontraba. —Revisaré este. Revisa el siguiente —gritó Patterson—. No puede haber llegado muy lejos.

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Mac trató de arrastrarse debajo de la caja de herramientas, pero el espacio no era lo suficientemente grande. Maldita sea. Si Patterson caminaba detrás de esta línea de cajas de herramientas, iba a verla, incluso en el oscuro interior. Buscó a su alrededor otro escondite, pero tanto como le dolía la pierna, no estaba segura de qué tanto sería capaz de alcanzarlo, incluso si encontraba uno. —Si se escapa, te mataré en su lugar, lo sabes, ¿verdad? El sonido de la voz de Hardy la hizo saltar. Hardy y Patterson, ambos, estaban buscando en el hangar. Su suerte estaba empeorando por momentos. Oyó un sonido de clic que reconoció de sus lecciones de tiro con Gage. Uno de los hombres había hecho retroceder el martillo de una pistola. —A menos que te dispare primero —le respondió Patterson a su jefe. Oh, por favor, disparaos el uno al otro. Hardy se rió. —Encuéntrala y dejaré que la traigas con nosotros a México. Puedes hacer lo que quieras con ella hasta que lleguemos allí. Entonces le dispararé y enviaré las partes por correo de regreso a Dixon en una caja. Mierda. —Trato hecho —dijo Patterson—. Pero tenemos que salir de aquí pronto. Todos esos disparos atraerán a los policías aquí. —Carlos y los demás los mantendrán ocupados. —Resopló Hardy—. ¿Qué, pensaste que iba a llevarlos a México con nosotros? Patterson dejó escapar un suspiro. —Maldita Sea. Puedes ser un malnacido a veces, ¿lo sabes? —Cuando encontremos a Stone, te mostraré qué clase de malnacido realmente soy. Pisadas aparecieron a la vista al otro lado de la caja de herramientas detrás de donde Mac se estaba escondiendo. Ella se encogió y rápidamente miró a los estantes a su derecha. ¿Podría llegar allí sin ser vista?

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Estaba a punto de arriesgarse cuando un largo y bajo aullido de lobo llenó el aire. Gage. —¿Qué demonios es eso? —preguntó Hardy. El aullido se repitió, esta vez más cerca. Fue seguido por otro, luego otro, y otro, cada uno desde diferentes direcciones, cada uno rebotando y haciéndose eco en los edificios de metal hasta que fue imposible averiguar de dónde estaban viniendo los misteriosos sonidos. —Tenemos que largarnos de aquí —dijo Patterson. Los pasos se dirigieron lejos de ella—. Olvidemos a Stone y subamos al avión. Mac sonrió. Eso es correcto. Será mejor que corras. No era solo Gage el que estaba por ahí; era toda su manada. Por primera vez desde que los hombres de Hardy la habían agarrado, comenzó a pensar que tal vez esto iba a terminar bien. —¿De qué diablos estás hablando? —gritó Hardy—. Es solo un montón de coyotes aullando a la luna. —No lo creo. —La voz de Patterson estaba más lejos ahora—. Algo nos atacó cuando agarramos a la reportera. Sacó del camino al sedán de Don y a todo el mundo en este. Luego arrancó a Jasper del asiento trasero de mi coche, llevándose la puerta con este. Traté de detenerlo, pero fue demasiado rápido. Los aullidos parecía que estaban cada vez más cerca. Mac dio un vistazo rápido por el lado de la caja de herramientas. Patterson estaba parado en el camino hacia la gran puerta enrollable en la entrada del hangar, mirando hacia el edificio del que ella había escapado. Él se movía de un pie al otro, como si estuviera a punto de huir en cualquier segundo. Hardy se rió. —¿Qué, crees que el grande y malo hombre del saco está ahí fuera viniendo por nosotros? Gritos vinieron de algún lugar fuera, seguidos inmediatamente por el sonido de disparos.

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—No lo sé —murmuró Patterson—. Pero no me quedaré para descubrirlo. Algo me dice que tú no estás tomando ese avión a México. Mac contuvo la respiración, esperando que Hardy dijera algo sarcástico como respuesta, pero en cambio fuertes disparos llenaron el edificio. Ella se tapó los oídos con las manos y se agachó. ¿Qué demonios fue eso? —¡Vuelve aquí, maldito cobarde, así puedo dispararte como el pedazo de mierda que eres! Con las manos todavía sobre sus orejas, ella se asomó por detrás de la caja de herramientas de nuevo y vio a Hardy de pie en la puerta abierta, una enorme pistola automática en la mano que empequeñecía a las que había disparado en el complejo del SWAT. No podía creer que él le hubiera disparado a Patterson. Ahora solo tenía que esperar a que Hardy se fuera y estaría libre en casa. Se arrodilló detrás de la caja de herramientas de nuevo, escuchando los sonidos de los pasos alejándose de Hardy. Cuando no oyó nada, se inclinó hacia el suelo y miró por debajo de la caja de herramientas rodante. Hardy no estaba a la vista. Ella frunció el ceño. ¿Por qué no lo había escuchado al irse? Él se había ido. Eso era todo lo que importaba. Mac lentamente empezó a levantarse, solo para gritar cuando una mano la agarró del pelo por detrás y tiró para ponerla de pie. —Parece que me subiré a ese avión después de todo —le susurró Hardy al oído mientras empujaba ese gran cañón de pistola en su cabeza. *** Gage se deslizó en silencio a través del estrecho callejón entre los dos hangares, sin hacer ruido, dirigiéndose a lo largo de la pared de metal por un lado mientras Xander y Brooks se movían a lo largo del otro. Inhaló profundamente, moviéndose a través de la barrera de olores en la brisa nocturna que cruzaba la pista de aterrizaje. No podía oler a Mackenzie todavía, pero no lo había esperado, no así de lejos de donde se encontraba detenida. Él y su pequeño equipo se deslizarían silenciosamente hacia el lado de la pista de aterrizaje de los hangares, acercándose a favor del viento, mientras que el resto de la manada se dirigía directa hacia la entrada principal de Aerolíneas Salinas del Sur, y la multitud de hombres armados que había visto allí. Les dijo

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a Mike y a su equipo que hicieran tanto ruido como fuera posible cuando hicieran contacto para alejar a los hombres de Hardy. Entonces él y su equipo de entrada se deslizarían en el hangar, encontrarían a Mackenzie, y la sacarían antes de que alguien siquiera supiera que estaban allí. Esta habría sido una muy simple operación de rescate de rehén si no fuera por un factor, una gran parte de los hangares en esta parte de la pista de aterrizaje fueron construidos de metal ligero. Sin saber exactamente donde estaba Mackenzie, o cualquier otro transeúnte inocente, no había manera de que su equipo pudiera arriesgarse a disparar sus armas en la dirección del hangar. Las balas probablemente irían directamente a través de cada pared en el lugar y seguirían adelante. Mike y su equipo iban a tener que lidiar con los hombres de Hardy sin armas. Bueno, sin armas tradicionales de todos modos. Por primera vez, Gage le había dado a su manada la libertad para luchar en la forma en que prefirieran. —Garras, colmillos, o músculos. No me importa cómo lo hagáis —había dicho él—. Esos hombres tomaron a Mackenzie. Para el momento en que hayamos terminado, quiero que ellos sean los que lamenten haber nacido. Gage solo rezaba para que el valor de la pura y simple sorpresa de una manada de hombres lobo golpeándolos fuera el tipo de distracción que él necesitaba. Cuando alcanzaron el costado de la pista de los hangares a unos pocos edificios de Salinas del Sur, Gage golpeó el micrófono de su radio tres veces en rápida sucesión, señal de seguir. Inmediatamente, un largo y prolongado aullido destrozó los ruidos normales de fondo de la pista de aterrizaje. Momentos más tarde, otro aullido sonó un poco más lejos, y luego otro más cerca. Al mismo tiempo, Gage sabía que Mike estaría quitando toda la electricidad del hangar, lanzando toda la zona a una oscuridad total. —Creo que debería hacer el trabajo de atraer algo de atención —susurró Xander.

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Unos segundos más tarde, Gage oyó disparos procedentes de la parte delantera del hangar de Salinas del Sur, seguido muy de cerca por gritos mientras el equipo de Mike atacaba a los hombres allí. —Sí, esa es una distracción en toda la regla —estuvo de acuerdo Brooks. Gage se dirigió hacia el hangar cuando los sonidos de pisadas corriendo llamaron su atención. Mierda, Hardy debía haber tenido a algunos de sus hombres apostados a lo largo de este lado del hangar, también. Tiempo para el Plan B. Él señaló a Xander y a Brooks, luego en la dirección de los pasos. Se señaló a sí mismo e hizo un gesto de que continuaría hasta el hangar. Xander frunció el ceño, claramente menos que encantado con la idea de Gage yendo solo, pero su jefe de escuadrón no discutió. El objetivo aquí era sacar a Mackenzie, y Gage no sería capaz de hacer eso con los chicos malos persiguiéndolo desde atrás. Gage vaciló por medio segundo mientras Xander y Brooks salían de detrás del escondite en el pequeño callejón en que estaban y se dirigían hacia los hombres que se acercaban. Su ataque fue tan repentino y feroz que los hombres de Hardy apenas tuvieron tiempo de levantar sus armas y abrir fuego. Gage no esperó a ver más. Girándose, corrió hacia el objetivo, esperando que el ruido de este lado del hangar no arruinara su plan. Los gruñidos salvajes detrás de él le dijeron que Xander había cambiado al menos parcialmente, las cuerdas vocales humanas no podían hacer esos sonidos. No tenía ninguna duda de que en algún momento Brooks estaría dejando caer su equipo táctico y cambiando a su forma completa de lobo. Aunque varios de los miembros del equipo podían manejar un cambio a lobo completo, Xander, Cooper, Brady, Remy, y Carter incluido, Brooks era el único además de Gage que podía manejar algo cercano a una transformación instantánea. Gage imaginaba cuando eso sucediera, que los gritos se iban a poner mucho más fuertes. Tenía que llegar a Mackenzie antes de eso. Gage se estaba acercando a las grandes puertas abiertas del hangar de Salinas del Sur y al jet privado encendiendo sus motores cuando un olor inesperadamente poderoso lo golpeó, obligándolo a detenerse. Era el de

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Mackenzie. Pero el olor no estaba viniendo desde el interior del hangar. Venía de fuera. Y estaba cerca. Entonces vio a Mackenzie salir de una entrada a seis metros de distancia. Gage casi se dejó caer sobre sus rodillas de alivio. Ella había escapado y ya estaba a salvo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba sola. Hardy estaba justo detrás de ella, sosteniendo esa gran Desert Tagle suya en su cabeza. —Tú y tus amigos policías me dejareis subir a mi avión y volar fuera de aquí —ordenó Hardy desde donde se escondía detrás de Mackenzie—. Si no lo haces, le dispararé a tu novia justo en frente tuyo. *** Mac trató de correr hacia Gage, pero Hardy apretó su agarre en su pelo, tirando de ella hacia atrás. Ella ahogó un grito y trató de girarse en su agarre, pero fue inútil. Literalmente, la tenía por el cuello. Ella se tensó, lista para empujar su codo hacia atrás y golpear al imbécil en la cara, pero de inmediato se quedó inmóvil cuando Hardy apretó la pistola con más fuerza contra su sien. —Suéltala, Dixon, o le disparo ahora mismo. —Hardy tiró de ella hacia atrás de modo que la mayor parte de su cuerpo estaba escondido en el borde de la puerta—. Te juro que pondré una bala a través de su cabeza. Tomó todo en Mac no ceder a la imperiosa necesidad de luchar contra Hardy. Ahora no era el momento de hacer algo estúpido. Gage estaba aquí y obviamente tenía un plan sobre cómo lidiar con la situación. Esto era lo que él hacía para ganarse la vida. Solo tenía que estar preparada para reaccionar una vez que descubriera cual fuera su plan. Buscó en la cara de Gage, en silencio, rogándole que le diera una pista, pero él estaba centrado en Hardy. Entonces, más rápido de lo que ella podría haber imaginado, él se movió velozmente, deslizándose dentro de la puerta abierta del hangar con ellos, y desapareció en la oscuridad. El rápido movimiento sorprendió a Hardy, tanto como la sorprendió a ella. El hombre se volvió, llevándola con él como escudo.

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—¡Te estoy advirtiendo… voy a dispararle! Una risita baja salió de la oscuridad. —Entonces, ¿qué vas a hacer sin una mujer para esconderte detrás? Hardy se movió un poco lejos de la esquina detrás de la que se estaba escondiendo, cuidando de mantenerla frente a él mientras trataba de obtener un ángulo de Gage. Ahora el matón parecía que no podía averiguar a quién quería cubrir con su pistola, a ella o al parche de oscuridad donde Gage se estaba escondiendo. —Sal y muéstrate, Dixon —ordenó Hardy—. Y será mejor que no estés sosteniendo un arma, o llegaremos a descubrir que voy a hacer sin ella para ocultarme detrás. No hubo respuesta. Mac se esforzó por ver en la oscuridad. Ni siquiera podía adivinar dónde estaba Gage. ¿Podía dispararle a Hardy mientras el hombre estaba escondido detrás de ella? Hardy salió del hangar hacia la pista de aterrizaje, la pistola todavía firmemente plantada contra su cabeza. —¡Sal a donde pueda verte, Dixon, o la mataré! Mac jadeó cuando una forma salió de las sombras. Por un momento, sus ojos no podían comprender lo que estaba viendo. La figura alta, de hombros anchos que había esperado fue reemplazada en su lugar por un gran lobo gris. Gage. Él le había dicho que podía convertirse en un lobo, pero no había esperado que fuera tan… tan… enorme. O tan hermoso. Todo lo que Mac podía hacer era mirarlo fijamente, paralizada por su increíble presencia. —¿Qué demonios…? —murmuró Hardy. Gage desnudó sus dientes en una mueca cuando cargó, moviéndose tan rápido que no era más que un gran borrón gris. Mac apenas tuvo tiempo de gritar antes de que Gage se estrellara contra ella y Hardy. El golpe probablemente la habría quebrado por la mitad si Gage en

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realidad la hubiera golpeado directamente, pero sus largas patas frontales rozaron su hombro derecho, golpeando la figura más alta de Hardy con la fuerza de un camión en movimiento. Aun así, el golpe de refilón la envió volando. Ella golpeó el suelo lo suficientemente duro para sacar el aire de sus pulmones. El arma de Hardy se disparó, pero el sonido fue ahogado por el gruñido de Gage. Con el corazón en su garganta, Mac rodó sobre su cadera para ver a Gage sujetar el brazo de Hardy con sus enormes dientes. Después de unas pocas sacudidas salvajes, Hardy gritó de dolor y dejó caer el arma. Mac se lanzó por el arma. No sabía si Gage necesitaba su ayuda, pero estaba decidida a dársela de todos modos. Se apresuró a recoger el arma, maldiciendo mientras buscaba colocar sus manos alrededor de la empuñadura de gran tamaño. Se dio la vuelta justo a tiempo para ver a Gage ir por la garganta de Hardy. Rápidamente miró hacia otro lado. Incluso después de todo lo que Hardy les había hecho, sabía que no era algo que quería ver. Cuando miró de nuevo unos pocos momentos después, Gage estaba de pie sobre el cuerpo sin vida de Hardy. Como si sintiera sus ojos en él, Gage volvió su gran cabeza hacia ella. Él la miró con esos ojos dorados cautivadores que ella había llegado a amar. Estaban llenos de tantas emociones que casi lloró. Él dio un paso lento hacia ella, luego otro y otro, hasta que estaba justo en frente de ella. Parecía aún más grande de cerca. Ella dejó la pistola en el suelo, luego se levantó sobre sus rodillas para poder mirarlo a los ojos. Entonces, porque no pudo contenerse, envolvió sus brazos alrededor de su cuello, enterrando la cara en su suave y gruesa piel. Un movimiento a la derecha le llamó la atención. Ella levantó la cabeza un poco, esperando ver al resto de la manada, pero en cambio era Roscoe Patterson. Algo brilló ante el resplandor de la luz de un lejano campo de aviación, un arma de fuego. Y estaba apuntándola hacia Gage. Sin pensarlo, Mac agarró la pistola del suelo, poniendo de alguna manera ambas manos alrededor de esta en el primer intento, entonces instintivamente

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apuntó como Gage le había enseñado. Apretó el gatillo tan suavemente como su retumbante corazón le permitió. La explosión de la cosa fue ensordecedora, pero eso no era nada comparado con la onda de choque que reverberó a través de ella. Había planeado disparar un segundo tiro, pero se encontró sentada en su culo, el arma en algún lado en el suelo. Lanzó una rápida mirada en dirección de Patterson mientras frenéticamente buscaba el arma y se sorprendió al verlo tendido en el suelo. Él no se estaba moviendo, y en la oscuridad, pudo ver la gran mancha extendiéndose lentamente por su pecho. Oh, Dios. Lo había matado. Lo había hecho para salvar la vida de Gage, y lo haría de nuevo si tuviera que hacerlo, pero aun así… Gage corrió para comprobarlo de todos modos. Olió el cuerpo una vez, luego se dirigió de regreso hacia ella. Sus ojos buscaban en su rostro, como si preguntara, ¿Estás bien? Ella hundió sus dedos en la piel alrededor de sus orejas, tirando de él más cerca. Entonces, envolvió sus brazos alrededor de su cuello otra vez y enterró su cara en su pescuezo como antes. Podría haber llorado un poco entonces, estaba haciendo un montón de eso estos días, pero no podía estar segura. A Gage no parecía importarle. Él simplemente frotó su hocico contra su cara y la dejó abrazarlo. Dios, ella realmente podría acostumbrarse a hacer esto. Después de un rato, Mac se dio cuenta de que ya no podía escuchar más disparos. Eso debía significar que todo había terminado. Rezó porque el resto de la Manada estuviera bien. Se echó hacia atrás para encontrar a Gage observándola con ojos interrogantes. Le sonrió. —Estoy bien —aseguró, pero él no parecía muy convencido—. Ellos no me hicieron daño. Eso pareció apaciguarlo. Él le acarició el cuello con su enorme hocico y gruñó tranquilamente. —Sí, yo también te quiero —dijo ella con una risa suave. Si alguien le hubiera dicho que un día estaría llevando una conversación unilateral con un hombre lobo, los habría llamado locos. Pero mientras miraba a

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los ojos expresivos de Gage, decidió que tal vez la conversación no era unilateral después de todo. Ella pasó la mano por encima de su piel. —Gracias por venir a buscarme. Él resopló en respuesta, luego hizo un gesto con la cabeza hacia el hangar. Tardó un momento en darse cuenta de que quería que lo siguiera. Cuando ella asintió, comenzó a caminar en esa dirección. Ahora que Gage estaba aquí, el dolor en su rodilla no parecía tan malo como antes y se puso a caminar junto a él, admirando cuan gracioso era para una criatura tan grande. Era como caminar con un pony. Ellos no habían llegado al hangar aún cuando oyó acercarse las sirenas. Dentro del edificio, Gage se detuvo junto a un montón de algo en el suelo. Le tomó a Mac un segundo descubrir lo que estaba mirando, entonces se le ocurrió. —Nunca pensé en eso. Estás desnudo bajo toda esa piel. Probablemente debería haber sido obvio, pero en realidad no había pensado en ello hasta ahora. Él resopló de nuevo. No una vez, sino tres veces. Cuando su enorme lengua roja salió desplegándose, se dio cuenta de que estaba oyendo el equivalente en hombre lobo de una risa. —¿Qué? ¿Crees que es divertido? —preguntó ella, mientras cruzaba sus brazos y lo miraba—. Me pregunto cuánto estarás riéndote si la policía se presenta y te encuentra aquí parado desnudo después de convertirte en hombre, estoy asumiendo que estás pensando en cambiar de nuevo antes de que llegue la policía aquí, ¿verdad? Ahora fue su turno de reír cuando ella llegó a ver cómo se veía un hombre lobo cuando se sonrojaba.

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Capitulo 14 —¿Aún estás trabajando en tu historia? —preguntó Zak, gesticulando a su portátil cuando lentamente se sentó en la mesa de picnic dónde ella había estado aparcada durante los últimos quince minutos disfrutando del impropio día templado y la muy placentera vista de Gage y su manada jugando al volleyball sin sus camisas. Nunca se cansaría de eso. Mac se apartó de toda esa exquisitez para girar su atención a su amigo. Zak había estado en el hospital durante diez días completos, y aún parecía golpeado. La hinchazón alrededor de sus ojos y boca había disminuido, pero tomaría tiempo para que los moratones en su cara y cuerpo curaran completamente, y tendría que mimar esas costillas rotas suyas durante semanas. Solo le daba gracias a Dios de que él estuviera en pie. A juzgar por el montón de comida en su plato, su apetito finalmente estaba volviendo, también. Eso era un alivio. Él era alto y desgarbado en los mejores tiempos. Estaba bastante segura que había perdido al menos diez o quince libras desde que los matones de Hardy le habían golpeado. —Sí —dijo ella en respuesta a su pregunta—. Pero estoy teniendo un momento difícil para inventarme una historia que no meta a Gage y a su hombres en el agua caliente, o a mí de hecho. Zak levantó la mirada de los pequeños trozos cortados de su hamburguesa. —Puedo ver por qué podrías tener algún problema con eso. Es difícil explicar cómo el equipo del SWAT llegó a tu rescate por sí solo, matando a Hardy y a la mayoría de sus hombres antes de que el resto de la Policía incluso supiera dónde estaban.

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—Y no olvides la parte en la que disparo a Patterson —añadió ella—. Estoy bastante segura que ese pequeño cotilleo ni siquiera se mostró en el informe oficial de la policía. Él rió, luego hizo una mueca. —Lo siento —dijo ella. Él ondeó una mano hasta que pudo hablar otra vez. —Solo una sugerencia. Sé cuánto te molesta dejar todo y dejar que la gente averiguara por sí mismos lo que le ocurrió a Hardy, pero creo que este es un caso dónde el mundo está mejor sin saber toda la verdad y nada más que la verdad. Mac no dijo nada. Actualmente, ese mismo pensamiento había estado rebotando alrededor de su cabeza durante los pasados días. Habría preguntas, pero mucha gente asumiría que el despiadado magnate de negocios había conseguido lo que se merecía. ¿Sería tan horrible si el mundo no supiera los detalles? —Ya sabes, podrías tener razón sobre eso —le dijo a Zak. Él hizo una doble toma antes de volver a cortar su hamburguesa. —Bueno, maldición. Estar comprometida con Gage debe ser bueno para ti. Nunca creí que te oiría estar de acuerdo en dejar una historia, incluso si es por tu propio bien. Ella sonrió, mirando al maravilloso anillo de diamantes en su mano izquierda. Divertido como un trozo de joyería podía cambiar tu perspectiva en muchas cosas. —Él me ha enseñado que hay algunas cosas más importantes que la gran y todopoderosa periodista buscando la verdad. Zak asintió cuando comió. Entonces cerró sus ojos y gimió en apreciación. Mac no podía culparle. Aparentemente, el SWAT tenía esas barbacoas en su complejo al menos una vez al mes, y resultó que realmente sabían lo que estaban haciendo. Xander, el oficial a cargo del grill en la barbacoa de hoy, había puesto un merecedor despliegue de ese chef mono en la Red de Comida. Ella había comido más que su parte justa de la barbacoa como prueba.

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Puso sus manos en la mesa detrás suyo y se inclinó hacia atrás, feliz de estar sentada allí con Zak mientras observaba a Gage correr jugando en la tierra. Él iba a parecer una galleta de azúcar en el momento que terminara. No es que a ella le importara. Definitivamente disfrutaba pasando el tiempo con él en la ducha limpiándole bien. Tomar una ducha era lo primero que habían hecho cuando habían vuelto a su apartamento después del rescate en el hangar esa noche. Entonces Gage la llevó a la cama y la hizo el amor hasta que ambos estuvieron agotados. Cuando despertaron, lo hicieron todo otra vez. La única vez que salieron de la cama fue para conseguir algo para comer. Bueno, eso no era muy cierto. Gage había insistido en irse una vez para poder correr a algún misterioso recado. Y cuando había vuelto, la había llevado otra vez a la cama, luego deslizó el anillo de diamantes en su mano y la pidió ser su Única. Habían hecho el amor, luego pasaron el resto del día hablando sobre el futuro. Mac incluso convenció a Gage para cambiar a su forma de lobo otra vez. Él parecía pasmado. —¿Justo aquí? Ella había asentido, negándose a parar hasta que lo hiciera. Entonces se había acurrucado contra su gran y peludo cuerpo y se durmió mientras él había descansado su barbilla en sus enorme patas. Había sido perfecto. Las risas que llegaron desde el campo del volleyball interrumpió su ensoñación. Mac apartó sus pensamientos para ver que el partido había finalizado. —¿Segura que no quieres jugar en el siguiente partido? —preguntó Gage cuando avanzó y la abrazó. —No. Mi rodilla aún está un poco dolorida. Prefiero observar de todas formas —dijo ella. —Vale. Pero si cambias de opinión, siempre hay sitio para ti. —Se inclinó y la besó, gimiendo suavemente—. Mmm, sabes lo bastante bien como para comerte.

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—Dijo el Gran Lobo Malo. —Ella rió cuando él hociqueó su cuello—. Abajo, chico grande. —Estoy justo aquí —les recordó Zak—. Mi cara podría estar arruinada, pero puedo oír muy bien. Y si seguís hablando así, me pondré enfermo. Mac rió. Sabía que debería comportarse porque Zak aún se estaba recuperando, pero no podía resistirse a bromear con él. —Quizás podamos escabullirnos al vehículo de operaciones otra vez —le dijo ella a Gage—. Sabes que me encantan todas esas cámaras allí dentro. —Vale. —Zak cogió su plato y se puso de pies—. Iré a encontrar otro lugar para comer que sea mejor para mi digestión. Os veo después tortolitos. Gage rió cuando Zak lentamente caminó para unirse a Xander en el grill. —Mantén un ojo en Zak, Xander —dijo ella suavemente—. No quiero que desaparezca. Incluso si el grill estaba al menos a cien pies de distancia, Xander la dio un asentimiento. Había algo que decir para su oído extra sensible. Becker, Cooper, y los dos médicos del equipo, Trevino y Duncan, se movieron para unirse a ellos. Sin una palabra, Cooper tiró una silla plegable, en la cual Zak se hundió sin quejarse. Gage se alzó detrás de ella y la empujó contra su pecho. —¿A qué estás sonriendo? Mac puso sus brazos alrededor de su cintura y se abrazó más cerca de todo ese músculo. Estaba cubierto de tierra, pero no le importó. —Solo estaba pensando en cuán bonito es ser parte de la Manada. Espero que no se cansen de mí por estar alrededor todo el tiempo. —Eso no ocurrirá —le aseguró él—. Como te dije, eres una de la Manada ahora. También eres un maravilloso recordatorio de que La Única no solo es una leyenda urbana. Hay una razón para que todos los chicos crean que podrían encontrar a la mujer que está destinada a ellos, como yo. Ella echó hacia atrás su cabeza y le besó, solo para apartarse cuando un pensamiento llegó a ella.

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—¿Qué es? —preguntó Gage. —Solo me preguntaba si podría haber una manera para ayudar a que cada uno de los chicos encuentre a su Única. Él presionó un beso en su frente. —Desafortunadamente, no creo que funcione de esa manera. Ellos solo tienen que seguir buscando hasta que tropiecen con la mujer correcta. Además, no creo que mi equipo apreciara que te involucraras en sus vidas amorosas. Mac suspiró. Probablemente tenía razón. Entonces otra vez, quizás no. Ella sonrió a Gage. —¿Estás seguro sobre eso? Él miró a través del patio para sondear a su manada, quiénes todos pararon lo que estaban haciendo para darla toda su atención. Uno por uno, cada hombre lobo sonrió. —Por alguna razón, no creo que tu manda esté de acuerdo —dijo ella. Gage gimió. —¿Por qué creo que esto tiene el potencial de ser realmente un caos? Mac solo rió y le besó otra vez.

Fin

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Próximo libro Él está en problemas con mayúsculas P... Nunca ha habido una hembra en el equipo del SWAT de Dallas y el Cabo Mayor Xander Riggs lo prefiere así. La manada de élite de cambiantes machos alfa no es lugar para ninguna mujer. Pero Khali Blake no es una mujer ordinaria. Cuando Khaki camina a través de la puerta atractiva como el infierno y oliendo al paraíso, Xander no sabe qué demonios hacer. Peor, ella ha sido puesta bajo sus órdenes y los instintos protectores de Xander se ponen en máxima alerta. Cuando las cosas empiezan a calentarse dentro y fuera del reloj, es casi imposible mantener sus cabezas en el juego y sus manos lejos del otro.

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Sobre la Autora Paige es una autora Bestseller de New York Times and USA Today de sexy suspense romántico y romance paranormal. Se graduó en la Universidad de West Florida con un grado en educación en el año 2000, pero decidió perseguir una carrera a tiempo completo como escritora en el año 2004. Desde entonces, ha escrito casi cincuenta libros en varios géneros, incluyendo paranormal, contemporáneo, oeste, ciencia ficción y erótica. Adora escribir sobre machos alfa sexys y fuertes y las enérgicas e independientes mujeres quienes se enamoran de ellos. Desde preliminares verbales a calor sexual, sus historias de romance, aventura, suspense, pasión y verdadero amor te dejarán sin respiración jadeando por más. Ella y su propio héroe militar (también conocido como su marido) viven en la maravillosa costa de Florida con su adorable bebé peludo (también conocido como su perro). Paige se graduó con un grado en educación, pero decidió perseguir su pasión y escribir libros sobre machos alfa macizos y las heroínas pateaculos que se enamoran de ellos. Cuando no está trabajando en su último libro, Paige disfruta leyendo, corriendo, P90X, Yoga, Pilates, ir a la playa, ver fútbol NFL, ver películas y pasar el rato con su marido (no necesariamente en ese orden).

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Hungry like the wolf - Paige Tyler - Swat #1

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