The Soldiers of Wrath MC 1. Owned by the Bastard. Sam Crescent y Jenika Snow

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Sam Crescent Jenika Snow Propiedad del Bastardo Serie Soldados de la Ira MC 1

Nota a los lectores Nuestras traducciones están hechas para quienes disfrutan del placer de la lectura. Adoramos muchos autores pero lamentablemente no podemos acceder a ellos porque no son traducidos en nuestro idioma. No pretendemos ser o sustituir el original, ni desvalorizar el trabajo de los autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos la creatividad y el tiempo que les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y por eso queremos que más personas las conozcan y disfruten de ellas. Ningún colaborador del foro recibe una retribución por este libro más que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el uso de este con fines lucrativos. Queremos seguir comprando libros en papel porque nada reemplaza el olor, la textura y la emoción de abrir un libro nuevo así que encomiamos a todos a seguir comprando a esos autores que tanto amamos. ¡A disfrutar de la lectura!

Dedicatoria Sam: Le quiero dar un gran agradecimiento a Jenika Snow. Ha sido totalmente increíble. Me encanta trabajar con ella y espero que este sea el primer libro de muchos en el futuro. Gracias Jenika y gracias a todo el equipo de Crescent - Snow por su continuo apoyo a nuestro trabajo.

Jenika: ¡Un gran agradecimiento a todos los lectores y su apoyo continuo! Quiero agradecer a Sam por hacer este viaje de escritura conmigo y espero con interés la creación de más personajes y mundos con ella.

Sinopsis Demon, Presidente de Los Soldados de la Ira MC[1], es un miserable bastardo, un asesino despiadado, y no lamenta ninguna de las cosas violentas que hizo en su vida. Así es como sobrevive, así es la forma en que mantiene a su club y a sus hombres seguros. Deanna Monte ha quedado al cuidado de su padre adicto a las drogas, un padre débil y de quien ahora es responsable desde que su madre murió. Ella puede odiar a su padre, pero después de la última petición de su madre no puede renunciar a él. Cuando Deanna es entregada a Demon como pago por la deuda de su padre, ella lucha de todas las formas posibles y se niega a someterse. Pero nunca ha conocido a un hombre como Demon, un hombre cruel que es enorme, poderoso y que puede tomar su vida tan fácilmente como respira. No debería desearlo como lo hace, no después de que la aleja de su vida, negándose a dejarla ir, y diciéndole que ahora es suya. Pero ella lo desea, y eso es lo que la asusta más que nada. Advertencia: este título contiene sexo explícito, lenguaje vulgar y temas que pueden afectar su sensibilidad.

[1] MC son las siglas de “Motor Club”, un club de moteros.



Definiciones MotoClub (MC): Subcultura formada por personas entusiastas de las motocicletas customizadas. Disponen de una amplia estructura jerarquizada, normas de escrupuloso cumplimiento, distintivos característicos, etc. Generalmente son conocidos por ser violentos, aunque la mayoría de los MC´s son relativamente pacíficos, no suelen temer las consecuencias de sus actos y se consideran una sociedad dentro de una sociedad, con sus propias reglas y su propio código de conducta donde sólo obedecen a los oficiales de su club. Estas organizaciones se caracterizan por un alto nivel de Compromiso, Autodisciplina y Dedicación al Apoyo Mutuo. En un MC podemos encontrar Miembros (FullMembers), Prospectos (o Postulante), Hangarounds (o Aspirantes) y Supports (Apoyo o Amigo del Club). Grados y Jerarquía: En la mayoría de los casos la estructura básica del Club está formada por Presidente, VicePresidente, Sargento de Armas o Jefe de seguridad, Secretario, Tesorero y Capitán de Carretera, en algunos casos este último cargo puede ser ejercido por varios miembros a la vez. Club House o Casa Club: Los MC suelen celebrar reuniones en un local habitual “club house” (normalmente perteneciente al club o a algunos de sus miembros). El chaleco: es una prenda con una gran carga simbólica, ya que, en el caso de los MC, es la prenda que porta sus colores y la pertenecía al club, se divide en tres: un parche superior (top rocker) en el que se inscribe el nombre del club, el parche central con el logo (colores o colours) y uno inferior con el lugar de procedencia (bottom rocker).

Capítulo Uno —¿Qué mierda es esa, hombre? —dijo Shakes y dio una calada profunda a lo que estaba fumando—. ¿Realmente quiere cambiar a su hija por la deuda que nos tiene? —Sacudió la cabeza con disgusto en su rostro. —Es un hijo de puta desesperado, esa es la verdad —dijo Joker, y agarró el cigarrillo que Shakes le entregó. Golpeó la base, miró a todos, y luego exhaló. Estaban en la parte posterior de la sede del club Soldados de la Ira, actualmente llena de humo de marihuana, oliendo a hierba y los miembros del club estaban molestos porque un padre cambiara a su única hija para borrar su deuda con el club. —¿Quieres un trago, Presidente? —preguntó Joker. Demon se inclinó hacia delante, la silla de cuero crujió bajo su peso. Tomó el cigarrillo, aspirando el final, y empujó como podía gran parte del humo dulce. Para calmarse, normalmente le gustaba algo más fuerte. Aunque la cocaína era un estimulante, parecía tener el efecto opuesto sobre Demon. Calmaba lo jodido con ella, emitía una corriente de placer a través de su cuerpo, y era lo que necesitaba ahora, después de llegar a una decisión sobre el acuerdo. Terminó el cigarrillo, lo tiró en el cenicero ya a rebosar y se recostó en su silla. Miró alrededor de la mesa a sus hombres, los miembros que sacrificarían sus vidas por él y por el club. Él haría lo mismo en un instante, porque eso es lo que era una hermandad. —¿Qué quieres que le diga? —dijo a su lado Joker, su vicepresidente. Demon miró a los otros hombres. Joker sentado a su izquierda y su sargento de armas, Dark, a su derecha. Estaban Striker, Weasel y Nerd mirándolo, esperando su respuesta sobre cómo proceder. Shakes y Steel estaban rígidos mostrando concentración en sus rostros. Estos hombres habían estado con él desde el principio, tenían la muerte en sus ojos, el odio y la lealtad en su sangre, y ahora estaban dispuestos a ir a patear el culo de un padre por querer venderles a su hija. Aunque Demon no era un buen hombre, ni por cualquier tramo de la imaginación, tampoco se preocupaba por cómo alguien pagaba su deuda. Tal vez ese pedazo de mierda vicioso que decía ser padre, debía recibir una paliza por ofrecer a una pandilla de motoristas fuera de la ley una chica de unos veinte años de edad. Pero él no mandó hacerlo. De hecho, era un bastardo enfermo porque la deseaba. Había visto las fotos de la pelirroja

tetona. Tenía un maldito par de senos que se desbordarían en sus manos cuando los agarrara. Su culo era caliente y redondo, grande y temblaría como un tazón de gelatina cuando estuviera fallándosela. Y sus caderas, mierda, sus caderas eran anchas y perfectas para cuando la sostuviera mientras saltaba sobre su polla. Se removió en la silla, su polla se endureció con sus pensamientos. Miró a la mesa, donde estaba la imagen de la hija. Su rostro era uno que podría hacer que un hombre sensato y práctico fuera a una matanza, sólo para obtener su atención. Pero Demon ya era un hombre peligroso, ya había matado a muchos, tenía que llamar su atención de otras maneras. Pensó en las cosas que podría hacer por ella, lo que podría mostrarle. Él tomaría su gran polla, la dejaría ver lo que usaría antes o después. —Hey, Demon, ¿estás aquí con nosotros? —preguntó Steel, claramente tratando de llamar su atención, porque él estaba sentado aquí pero pensando en follar a una mujer que sería parte de su club en contra de su voluntad. Miró a los miembros de su club de nuevo, se aclaró la garganta y empujó la imagen de la mujer a la distancia. —Hacedlo. Haced el negocio y traedla aquí. * * * Deanna estacionó el Toyota en la entrada de la casa de su padre. La parte inferior del coche raspó el pavimento, y ella hizo una mueca. La casa de su padre era pequeña para dos personas y estaba en las afueras de la ciudad. Ella tenía miedo, aun a plena luz del día como ahora, porque por lo general había prostitutas en la esquina de la calle, y los narcotraficantes patrullaban las calles en sus coches. Metió la mano en su bolso, sintió la pequeña 38 especial que su madre le había dado antes de morir, y suspiró. Sí, su madre le había dado un arma en su lecho de muerte, le dijo que debía mantenerla cerca, y disparar a cualquier hijo de perra, si se acercaba a ella. Deanna se rio por el recuerdo, pero a la misma velocidad que la felicidad llegó, llegó la pena. Sólo habían pasado unos cuantos años desde que su madre murió de leucemia y a pesar de haber luchado durante mucho tiempo para sobrevivir, al final, había perdido su batalla. Deanna miró la puerta principal de la casa de su padre. Dios, realmente no quería ir allí, pero no había sido capaz de estar lejos de él durante más de tres días. Sí, su padre era un vicioso, un adicto a las drogas y al crack. Llama como quieras a una persona adicta a las drogas, eso era su padre a la

enésima potencia. Él la odiaba, estaba furioso y ella ni siquiera debería preocuparse por lo que estaba haciendo con su vida. Él no había estado para su madre cuando estuvo enferma los últimos años, no había dado nada por ellas, ni enviado dinero para ayudar con las cuentas médicas, y no había estado en el funeral. Deanna lo odió por mucho tiempo. Pero cuando su madre le dijo que la indignación no era la respuesta, que su padre estaba enfermo y precisaba de la familia, Deanna escondió todo su odio. Intentó llevar a su padre a rehabilitación, sólo para verlo recaer una y otra vez. Pero no se había dado por vencida, no porque amara a su padre, sino porque su madre le había pedido que estuviera allí para él. La verdad era que lo odiaba, despreciaba todo lo que él era, pero estar allí había sido el último deseo de su madre y por eso estaría para él hasta el final, para su disgusto. Se levantó, miró alrededor de la calle, y vio a una mujer alrededor de la esquina con medias de red, una mini falda de cuero negro y una camisa cortada. Deanna se movió rápidamente hacia la puerta, la golpeó una vez cuando llegó y miró hacia atrás de nuevo. El sonido sonó como el eco de un disparo, agarró la manija de la puerta y la abrió. Maldita sea si se quedaría esperando que el inútil de su padre viniera a abrir la puerta. Una vez dentro, cerró la puerta y torció la nariz. La casa apestaba como una axila cálida y húmeda, y no se veía nada bien. Residuos esparcidos por todo el suelo, grafitis marcando las paredes, y el sonido de alguien tosiendo en la habitación de al lado hizo que girara la cabeza y caminara hacia el ruido. La habitación era un desastre, sofás agujereados, cortinas cubiertas de manchas, basura y agujas hipodérmicas en el suelo. Y allí estaba su padre, desmayado en el sofá con una mujer desnuda de mediana edad en el regazo. Ambos estaban durmiendo con la boca abierta, y el olor de la orina y hedor corporal flotaba en el aire. —¿Padre? —le gritó. La mujer se movió un poco, pero su padre sólo dio un fuerte resoplido en respuesta. Se movió en el sofá, abrió lentamente un ojo, luego se levantó, gimiendo. —Hola. No te había oído. —Empujó a la mujer desnuda. Ella cayó al suelo con un ruido sordo, pero no fue como un sonido. —Te estuve llamando. Él se levantó, tomó su teléfono de la mesa de café, y lo miró. —Oh, sí. Me llamaste un par de veces.

—Lo intenté durante los últimos tres días. Sé que no te preocupas por tu vida y yo realmente no debería, pero le hice una promesa a mamá. Lo menos que puedes hacer es contestar el teléfono. Él estaba ocupado escribiendo algo en su teléfono, mirándolo cada pocos segundos y luego cerró el aparato. Lo puso sobre la mesa de café, muy lentamente, demasiado lento para su gusto y la miró. Ella miró alrededor de la casucha de nuevo, sabía que todavía estaba más colocado de lo habitual y levantó la mano para frotarse los ojos. Estaba tan cansada de esta mierda. Necesitaba lavarse las manos con él, porque todo lo que él hacía traía su mierda. Él tomó un tubo de vidrio, puso un poco de cristales blancos en el cuenco, y luego se lo llevó a la boca. Ella se volvió enojada después que él hubo calentado el extremo del tubo con un encendedor. Allí estaba él, fumando metanfetamina delante de ella como si no fuera nada, como si no fuera su hija quien lo estaba mirando. —¿Estás bien? —preguntó con voz tensa mientras inhalaba el humo tóxico. —¿Qué está mal contigo? Además de lo obvio —dijo Deanna, sabiendo que él estaba actuando más raro de lo habitual. —Nada ahora. —Exhaló el humo, bajó la pipa, y se sentó en el sofá—. ¿Quieres algo para comer o beber? Deanna ni siquiera se molestó en contestar, porque no había nada que comer ni ninguna cosa saludable para consumir en esa mierda. Escuchó sonidos de motos en la distancia, aproximándose, tornándose más fuerte y hubo un movimiento fuera de la sucia ventana. Vio tres grandes Harleys subir al garaje de su padre, bloqueando la salida de su coche, y luego apagaron los motores. —¿Estas esperando a tres grandes moteros imbéciles? —preguntó sin darse la vuelta. Los hombres se bajaron de sus motos, se quitaron sus gafas de sol al unísono y juró que cada uno la miró a los ojos. Avanzaron con pasos amplios, arrogantes y mortales, y algo dentro de ella entró en alerta. Se apartó de la ventana, se volvió, miró a su padre y lo vio irse. —Lo siento, Deanna. Tuve que decirles que estaba aquí, tuve que hacer esto para sacarme de este lío. Fue la única manera, y dijeron que harían el negocio. ¿Negocio?

Deanna no sabía sobre qué estaba divagando, pero cuando se produjo un fuerte golpe en la puerta principal, todo en ella se detuvo. Sabía que tenía que correr y necesitaba hacerlo ahora.

Capítulo Dos Demon llamó a la puerta, esperando ser atendido. No le había gustado lo que sintió cuando vio el mensaje del bastardo del padre. El nombre del hombre le era innecesario. Una vez que se llevasen a la hija, ese bastardo dejaría de importar, ya que no haría más negocios con el hijo de puta. Esta era la primera y única deuda que sería pagada en carne, la carne de su hija. La sola idea le hizo sentir mal del estómago. Quiso estar de vuelta en la sede del club en vez de hacer este largo viaje para reclamar una mujer que no era suya. Entonces pensó en sus hermanos haciendo esto difícil para ella. No se arriesgaría a que fuera pasada entre sus hermanos. Eran hombres que se ponían muy calientes si no tenían una mujer durante algunas horas. Deanna no sobreviviría ni dos minutos si uno de esos bastardos trataba de conseguir entrar entre sus muslos cremosos. Quería ser su primera opción. También estaba el hecho de que la había deseado antes que ninguno. A Demon le gusta probar a todas las nuevas mujeres en el club. Rara vez dejaba que alguna pasara de él, al menos la carne fresca. Eso es lo que Deanna sería para los Soldados de la Ira, carne fresca. Por el aspecto que tenía, dudaba que fuera virgen. Probablemente había tenido bastantes pollas en ese dulce coño. —Me pregunto por qué tarda tanto tiempo —dijo Shakes, sonriendo. —La perra probablemente está dificultando la cosa. —Ese fue Joker. Shakes y Joker se habían unido en este paseo para cobrar el pago. Es cierto que tener a una mujer como forma de pago no era algo a lo que estaban acostumbrados. Las mujeres que tomaban siempre estaban dispuestas. Una mirada de Deanna y ella estaría rogando por ellos. Demon confiaba en conseguir una mujer en su cama. Tenía una gran polla y sabía cómo usarla. Ninguna mujer lo había dejado insatisfecho. Todas las putas del club corrían a complacerlo. Demon adoraba poder chasquear los dedos y tener sus coños a su disposición. Ser el presidente de uno de los grandes clubs de motoristas le daba libre acceso a todo. Extendiendo la mano, llamó a la puerta, cuando la pelirroja en cuestión la abrió. —¿Qué puedo hacer por ti? —le preguntó.

Su voz era baja y oyó la vacilación en la misma. Instantáneamente a Demon no le gustó el nerviosismo que estaba viendo dentro de ella. Para esa mierda. Realmente no debía preocuparse por ella. Ella pagaría sus servicios, nada más. Empujando la puerta entró, se aseguró de tocar su cuerpo con el suyo. Sus pechos eran grandes, carnosos y quería tocarlos, chuparlos. Su polla entró en combustión con el pensamiento de desnudarla y follarla. Pronto. —Chicos —dijo su padre, sonriendo para ellos. Había una mujer medio desnuda en el suelo junto al sofá. Demon torció la nariz por el estado de la vivienda y el hedor. Olor a decadencia, sexo, desesperación y miedo se aferraban en el aire. Miró hacia atrás, Deanna todavía estaba cerca de la puerta abierta, sabía que el miedo provenía de ella. Mantuvo la mirada hacia fuera en su coche. Habían bloqueado su vehículo a propósito. No había manera de salir a menos que él lo permitiese. —Demon, siéntate. Es bueno hacer negocios contigo. El padre se acercó un poco. Colocando una mano en la cara hombre, lo empujó. —No estoy aquí para hacer negocios. Estoy aquí para tomar lo que es mío. —No había llegado a ser el Presidente de los Soldados de la Ira siendo bueno. Demon era indiferente, frío y letal. Nadie había visto cualquier otro lado de él. Miró a Deanna, todavía no lo miraba. Sería suya, no importaba cómo. * * * * ¿Podría llegar a su coche, derrumbar las motos, y estar en casa antes de que los tres motoristas notasen que se había ido? Deanna miró su viejo coche, deseando poder ver alguna señal de fuga. No había escapatoria. Los tres hombres daban miedo, eran grandes y podrían romperla si quisieran. Su boca se secó cuando se volvió para enfrentar la habitación. Mirando desde fuera, su padre parecía un pequeño error que necesitaba ser aplastado. Si pudiera, lo haría. Su madre había estado

equivocada todo este tiempo. No debería estar aquí tratando de proteger y cuidar a su padre. Lo único que al hombre le importaba era él mismo. Por la forma en que dio a esos hombres una mirada codiciosa, supo que había mierda por allí. Eran cosas de las que no quería saber. Deanna se puso de pie junto a la puerta, negándose a participar en cualquier negocio en relación con su padre. No es tu padre. Es un maldito monstruo. Cruzó los brazos bajo su pecho, mientras examinaba la habitación. La mujer que dormía con su padre todavía estaba inconsciente, lo que la empezaba a preocupar. Ninguna mujer debería poder dormir con toda esta mierda sucediendo a su alrededor. El hombre con la marca del presidente de los Soldados de la Ira en su chaqueta de cuero la estaba mirando. Su mirada la asustaba mucho. No desviaba sus ojos de ella aun cuando hablaba con su padre. El show de desprecio no le pasó desapercibido. —Tú no recibirás más de esta mierda. Incluso si la puedes pagar como un hombre de verdad. —Pero tenemos un acuerdo. ¿Tú la tomas y yo seré libre de la deuda? Ella sintonizó con lo que su padre decía, y frunció el ceño. ¿Tomar a quién? ¿La mujer en el suelo? Algo se revolvió en su estómago. Lo que estaba pasando no iba a terminar bien para ella. Miró fijamente a los tres hombres y lo supo, supo que estaban allí por ella. —Creo que este es el momento en que debería irme —dijo Deanna, caminando de regreso a la habitación para coger su bolso. Estúpidamente lo dejó en el suelo al lado de la silla. Entró en la sala, inclinándose para agarrarlo. —No te puedes ir —dijo su padre, alzando la voz. Agarrando su bolso, se volvió para mirar al hombre que no era realmente su padre. Donar esperma no hacía a ningún hombre un padre. Sólo hacía de él un hombre que podía follar. —¿Qué diablos está mal contigo? —le preguntó—. Sólo puedes estar bromeando. ¿No contestas el teléfono y ahora me levantas la voz? —Estaba perdiendo la paciencia, exagerando y todo por culpa de estos tres hombres que estaban en la sala observándolos. Esos hombres la asustaban. Hizo todo lo posible para evitar estar cerca esos hombres que

parecían reírse por matar a alguien. —No vas a ninguna parte. Se volvió hacia el hombre que conocía sólo como el Presidente. Su pelo oscuro era corto, y sus ojos eran duros y fríos, como la plata. ¿Cómo lo llamó su padre? ¿Demon? Ciertamente no era su verdadero nombre. Nadie debería ser llamado demonio, estaba mal en muchos niveles. —¿Qué? No puedes impedir que me vaya —dijo, poniéndose el bolso al hombro y empezando a moverse hacia la habitación. Deanna no fue muy lejos. Demon extendió el brazo, agarrando su mano. Antes de que supiera lo que estaba pasando estaba sentada en su regazo. Luchó por levantarse, pero en unos segundos, tenía las manos presas hacia los lados. La abrazó con fuerza, sin posibilidad de escape. —Aléjate de mí. ¡Déjame ir! —gritó, maldijo y se contorsionó. El tipo la dejó retorcerse, pero no la soltó ni una vez. Deanna sentía la evidencia de lo que su desplazamiento le estaba haciendo. El hombre se estaba poniendo duro debajo suyo. Su polla presionaba contra su culo, mostrándole exactamente lo mucho que estaba disfrutando. Se detuvo al instante. Lamiendo sus labios, miró al otro lado de la habitación a esas paredes horribles. Todo el lugar precisaba de algunos cuidados. No pienses en ello. No pienses en sus brazos a tu alrededor, aferrados a ti. —Eres un poco salvaje, ¿verdad? ¿Es una pelirroja natural? —preguntó Demon. Su aliento en el otro lado de su cuello. —No le preguntes a él, pregúntame a mí —dijo Deanna con los dientes apretados. Odiaba cómo su cuerpo le respondía. —Bueno, pequeña pelirroja, ¿eres toda natural? —Los labios de Demon le rozaron la mejilla. Él era muy grande en comparación con ella. Su presencia de por si la dejaba tensa. —Vete al infierno —dijo.

Mal, Deanna, mal. Este es un maldito motorista, no algún idiota de la escuela secundaria. No respondió como ella esperaba. Demon se echó a reír. —Tiene fuego en su interior —dijo Demon. —¿Vas a domarla? —habló uno de los hombres. Ella no se tomó la molestia de mirar para ver quién había hablado. Esto era una pesadilla. No debería haber venido. —Bueno, ¿tenemos un trato? —preguntó su padre. Parecía nervioso. Demon agarró la barbilla y la obligó a mirar a su padre. —Tu padre me debe muchísimo dinero, Deanna. —¿Cómo sabía su nombre?—. ¿Sabes lo que me ofrece? —preguntó. Ella sacudió la cabeza con más miedo por lo que él estaba a punto de decir que de lo que ya había dicho. —Te ofreció como pago. Deanna miró a los ojos de su padre, los ojos de un adicto. El odio la dominó. No había error ahora. Tenía todo planificado cuando la llamó, sabía que estos hombres estarían aquí para llevársela. —No voy contigo —dijo Deanna. —No tienes elección. Si no es nuestro club, será otro. En poco tiempo, tendrás muchos hombres tomándote como pago. Tu padre es un problema, Deanna. El más estúpido de los estúpidos. El corazón le latía con lo que estaba diciendo. Esto no era nuevo para ella. Su padre siempre fue un problema. La única razón por la que trató de ayudarlo antes fue por su madre. —Tengo una vida. No iré contigo. —Hizo puños con las manos, preparándose para liberarse. —No lo entiendes, Deanna. —¿Por qué continuaba diciendo su nombre?—. Si no vienes conmigo ahora, vamos a matar a tu padre, y luego vamos a matarte.

Se quedó paralizada. —Eso no tiene sentido. ¿Cómo vais a conseguir el dinero si está muerto? —No tendríamos que tratar con él. Tu padre debe mucho. ¿Cuánto valoras tu propia vida? ¿Quieres morir? Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba al insecto que llamaba padre. Mira mamá. Mira lo que he cuidado. —No quiero morir. —Ven conmigo a mi club. Es por tu propio bien. Deanna comenzó a luchar. No quería ir con él. No quería tener nada que ver con el hombre que la sostenía cautiva. Lo único que quería hacer era escapar. Demon se puso de pie rápidamente, sosteniéndola en su contra. Pasó los dedos alrededor de su cuello y apretó hasta cortar el aire. Ella detuvo la lucha contra él, arañándolo en el proceso. Justo cuando estaba a punto de desmayarse la soltó. La giró hasta que lo encaró y colocó una pistola en la parte posterior de su bolsillo. El miedo se apoderó de ella mirando esa pieza mortal. Eso podría hacer mucho daño. Podía matar a alguien y si no tenía cuidado, la mataría. —Te dispararé. Ahora, estarás tranquila y permanecerás en la parte trasera de mi moto. Vamos a hacer un largo viaje de regreso al club. —Tengo una vida aquí —dijo. —No, tu vida terminó en el momento en el que vine a ver a este pedazo de inútil escoria. Las lágrimas que llenaban sus ojos finalmente cayeron. No había tiempo para discutir. Demon la agarró por el brazo, llevándola a la puerta. Se detuvieron el tiempo suficiente para que Demon diera instrucciones. —Hacedle daño. Echando un vistazo hacia atrás, vio a los otros dos hombres rodear a su padre. Antes de que se

subiera a la parte trasera de la moto, escuchó sus gritos. Por primera vez, Deanna no pudo obligarse a cuidarlo. Su propio padre había arruinado su vida.

Capítulo Tres Demon tuvo que llevarla al club. Luchó en la parte trasera de su moto, pero él gruñó con frustración, la miró como diciendo: cierra la boca y haz lo que digo y el miedo que le tenía había sido evidente en su rostro. Decir que era valiente era un eufemismo. Sus hombres entraron en el club y fueron directamente a la barra. La noche estaba cayendo y sabía que iba a tomar mucho tiempo hasta que ella se sintiera cómoda con estar allí. Su polla estaba dura, pero no por las vaginas de acceso fácil que estaban a su alrededor. Sino debido a esta mujer tentadora. —No me puedes mantener aquí. Es ilegal, inmoral, un secuestro. —Prácticamente le escupió las palabras, y él sonrió. —Cariño, puedo y voy a hacer lo que quiera contigo —gruñó, sintiendo su paciencia agotarse aun cuando estaba excitado. Ella enderezó los hombros, frunció los labios y parecía que estaba a punto de enfrentarse cara a cara con él. Sintió un toque de orgullo de que no se tragara toda su mierda, pero también estaba molesto porque nadie lo contradecía. Ellos hacían lo que decía cuando lo decía, y si lo contradecían se encargaba de que nunca lo hicieran de nuevo. —Eso es una locura —tartamudeó, y pudo decir que estaba tratando de ser fuerte, a pesar del hecho de que quería llorar—. ¿Cómo puedes negociar con un yonqui que da a su hija para pagar una deuda? —La tensión estaba fluyendo ahora, y le sorprendió que durara tanto tiempo sin llamarle con un nombre peyorativo. Era un hijo de puta puro y simple, y no trataba de fingir lo contrario. —Tomar el pago es muy fácil, querida. Verás, el viejo nos debía desde hace mucho tiempo, e incluso lo que sea con que nos paguen, es bueno para el club. —Se trasladó a la barra, golpeó la palma de la mano en el mostrador para tomar una copa, y miró por encima del hombro a Deanna. Sí, había dicho su nombre una y otra vez en su cabeza. Había visto el mensaje de su bastardo padre, vio que quería trocar las cosas en ese momento, y había estado feliz con la perspectiva de que ella finalmente estuviera aquí. Estaba apoyada en una de las mesas, su mirada saltando a la puerta. Joker estaba de pie allí, su atención puesta en Deanna, y con una sonrisa presuntuosa en la cara. Demon rio, tomó su trago que le había colocado un novato llamado Chucks y se enfrentó a Deanna de nuevo. —¿Quieres tomar algo para relajarte, bebé? —sonrió ampliamente cuando lo miró con rabia.

—¿Cómo mejoraría realmente el alcohol esta situación para mí? Se encogió de hombros, tomó otro trago y adoró la sensación de ardor de la bebida. Golpeó el vaso y ordenó llenarlo. Demon golpeó el mostrador y Chucks llenó un nuevo vaso con bourbon. Demon se volvió y se acercó a Deanna. Le tendió la copa y lo miró por un segundo antes de tomarla. Él arqueó una ceja, empujó la segunda dosis hacia atrás, y la miró por encima del borde. Miró el alcohol y después a él. Antes de que supiera lo que pensaba hacer, le arrojó la copa en la cara y tiró el vaso a través del cuarto. Los sonidos de cristales rotos y después la maldición de Joker, tuvo a Demon volviéndose y mirando a los miembro del club. —¿Qué mierda fue eso? —maldijo Joker—. No me acertó por dos centímetros. —Se volvió y miró donde el vidrio había alcanzado, obviamente, golpeando la pared donde había restos de vidrio y líquido corriendo por los ladrillos. —A la mierda todos tus motoristas locos, burros secuestradores. —Deanna empujó a Demon, tomándolo desprevenido, y corrió hacia la salida. Por un segundo, todo lo que hicieron fue mirarla cuando corrió hacia la puerta principal, pero luego Demon gruñó y fue tras ella. La tenía en sus brazos y sobre su hombro segundos después. —Déjame ir, eres un bárbaro. —Le dio una palmada en la espalda, maldiciendo una y otra vez, cuando Demon perdió la paciencia, le dio una palmada en su gran culo. Se calmó por unos segundos, el tiempo suficiente para que la llevara a la habitación, cerrara la puerta detrás de él, y la echara en la cama. Rebotó sobre el colchón dos veces, lo miró con ojos asustados, y Demon tuvo que tranquilizarse y no perder la calma por la forma en la que ella estaba actuando. Sí, estaba aquí en contra de su voluntad, pero tendrían que llegar a un acuerdo, más tarde o más temprano. —¿Cómo no puedes ver que esto está mal? —Casi le gritó. Demon la miró, sintiéndose como un animal atrapado en un cuerpo humano, y sonrió. —Porque soy un bastardo sin corazón, Deanna, y cuanto más rápido cedas, más rápido te darás cuenta de que es lo mejor para ti. —Y luego se dio la vuelta y la dejó sola, cerrando la puerta detrás de él. * * * Él la golpeó, de verdad, la había golpeado en el culo como si fuese una niña malcriada en lugar de estar presa aquí contra su voluntad. Deanna salió de la cama y fue a la puerta, sabiendo que estaba bloqueada antes de llegar a ella. Oyó el clic cuando la cerró, su ira y miedo creció. Este hombre

podía y no escucharía razones. Él era un estrecho de mente, sin una pizca de compasión y ella había quedado atrapada en medio de todo. Deanna envolvió sus manos a los costados, y usando toda su fuerza, golpeó la parte inferior de la puerta. Pero todo lo que consiguió fue tener su pie dolorido y aumentar su ira. Se volvió y miró a la habitación. Una pequeña cama estaba en el centro, algunos carteles de Harleys y motos se alineaban en la pared, y por supuesto, algunas mujeres desnudas colgando de las motos como si no pudiesen evitar frotar los pechos por todo el metal. Resopló, sintió su ira comenzar a desvanecerse cuando la dura realidad la golpeó. Había sido tan estúpida como para pensar que podría hablar con estos hombres, mostrarles lo que estaban haciendo y que todo lo que querían hacer con ella estaba mal en todos los niveles. Eran una banda de moteros y no les importaba que su actividad ilegal o el secuestro de alguien fuese inmoral. De hecho, estaba segura de que se divirtieron con todo esto. Se trasladó a la cama, se sentó en el borde, y suspiró. Las lágrimas llegaron incluso antes de que las sintiese en sus mejillas. Quemaban, chamuscaban e irritaban. ¿Por qué debía llorar por estos idiotas? ¿Por qué debía llorar por el hecho de que su propio padre la había vendido? Deanna se secó las lágrimas con rabia, miró la puerta cerrada y se prometió que saldría de allí y huiría. Luego haría pagar a su padre por ser la peor mierda de padre en el mundo y les mostraría a esos bastardos que no era un débil y tímido alhelí. Sería tan buena como tenía que ser, y se arrepentirían de haberla llevado en primer lugar.

Capítulo Cuatro Demon dio un puñetazo en la mesa, necesitando otra copa fuerte. Le importaba un comino lo que fuera mientras consiguiera poner su deseo bajo control. Luchar contra él no iba a ayudarla de todos modos. Le encantaba su fuego y sólo hacía que quisiera domarla más. Ella era una gata salvaje. A Demon le gusta eso. El fuego que ardía dentro de ella la ayudaría a mantenerse viva en el club. Las prostitutas y los hombres se la comerían y escupirían si mostraba algún signo de debilidad. Él no tenía que preocuparse por eso, sin embargo. No, él tenía que preocuparse más por mantener su polla intacta más que cualquier otra cosa. Pasando una mano por su cara, vio que Joker se unía a él. —Será un problema. ¿Seguro que vale la pena que se quede? Demon golpeó la dosis de vuelta, exigiendo otra. El sonido de gemidos le llamó la atención a toda la sala. Nerd tenía a una de las prostitutas del club inclinada sobre la mesa, se la estaba follando con su manera dura y salvaje. Tres hombres ya estaban a la espera de tomar la posición de Nerd cuando terminase. Su Club disfrutaba compartiendo las prostitutas. Sólo a aquellos que tenían esposas no se les permitía estar en el club. ¿Qué haría Deanna en el club? La había tomado como pago aunque no tenía todavía ni una idea de qué hacer con ella. Nerd terminó, y otro hombre se puso un condón, bajó y se deslizó en el coño en espera de la prostituta. Todos tenían mujeres esperando que las follasen. Les gustaba el sexo fácil. Pero Deanna no iba a ser fácil. ¿Y si había cometido un error al traerla al club? Maldita sea, ella era difícil. Si él no cumplía su palabra ahora, sus hermanos tendrían su piel. Estaría muerto. La única manera de convertirse en presidente era mostrando su fuerza. Algunos de sus hermanos serían leales a él mientras creyeran en su liderazgo, mientras que otros no eran lo suficientemente fuertes para llevar el club. —No podemos hacer nada al respecto ahora. Ella va aprender cuál es su lugar. —¿Cuál es? Chucks puso otra dosis delante de él, y luego los dejó solos.

—Mira, Demon, ella es diferente. No la veo inclinada sobre una mesa mientras los hermanos se turnan para follarla. Demon apretó con más fuerza el cristal, no le gustaba la idea de que cualquiera de sus hermanos estuviera cerca de ella. ¿Qué diablos pasaba con él?, nunca fue posesivo con las mujeres. Demon no reivindicaba a ninguna. Le gustaba la variedad. Deanna estaba muy tensa. Necesitaría un montón de pollas antes de que pudiera dar cabida a la suya. —No es diferente. Ella va a joder como el resto de las prostitutas. —Se levantó de su silla y salió a fumar un cigarrillo. Todavía estaba muy cálido y él estaba ansioso porque llegaran las noches más frías. La chaqueta se aferró a él mientras el sudor corría por su espalda. Si él no mantenía sus pensamientos enfocados, sería crucificado. Encendió el cigarrillo y levantó la vista hacia el cielo nocturno. Si fuese poeta diría que era una hermosa noche estrellada. Tal vez había sido el destino que la había traído a él. Riendo, tomó otra calada profunda de su cigarrillo. —Hey, bebé, pensé que te encontraría aquí. —Sarah era puta por completo. Le encantaba el club, pero amaba más las pollas. Como la mujer que yacía sobre la mesa, había tomado a todos los hombres, disfrutando cada segundo. Ella había gritado y pedido más, como la otra mujer estaba haciendo ahora. —¿Qué es lo qué quieres? —Tu polla. —Era demasiado contundente, exactamente como a él le gustaba. Colocando el cigarrillo entre sus labios, abrió la hebilla de sus vaqueros. —Ponte de rodillas. Ella cayó de rodillas ante él. La dejó que buscara su pene y en un momento estaba fumando mientras le daban una mamada. Esto era vida. * * * Sentarse en la cama sintiendo lástima de sí misma no la llevaría fuera del club. Demon no le había dicho qué hacer. Él la había arrojado en la habitación. ¿De quién era el cuarto? Poniéndose de pie, se acercó a la ventana. Miró hacia fuera, vio al hombre cuya polla estaba siendo chupada por una de las mujeres. Ella no reconoció a la mujer, pero ¿por qué lo haría? La visión de ellos juntos

retorció algo en su intestino. Durante unos segundos le vio chupar sus bolas. El placer era evidente en su rostro cuando él hundió una de sus manos en su pelo. Disgustada por la vista, se dio la vuelta, odiándolo. Deanna no quería estar en este club. Ella nunca había fumado o bebido en su vida, y mucho menos, había usado drogas. Nunca aceptaría calmadamente ser parte del pago de su padre. Caminó arriba y abajo por la habitación. Nunca tendría sexo con esos hombres. Probablemente estaban infectados con todo tipo de cosas. Imaginaba que sus penes estaban cerca de la putrefacción. Mirando por la ventana otra vez, ella esperaba que su pene estuviera pudriendo la cara de la mujer. No es legal, Deanna. No es legal. Ser buena era todo lo que había sido. Y mira lo que le estaba sucediendo a ella. Había sido buena con su padre y él solo había encontrado una manera de venderla como si no fuera más que una cosa usada. Dios, iba a llorar de nuevo si no podía controlar sus emociones. Respiró hondo varias veces, tratando de calmarse. Nunca renunciaría a su vida, si estos hijos de puta pensaban que la podían tomar como pago estaban locos. Caminó por la habitación, comenzó a romper los carteles en la pared. No le importaba a quién pertenecían. Todo lo que quería hacer era destruir el ambiente. En el momento en que vieran que sería un gran dolor cabeza, la dejarían ir. Su plan era estúpido, pero estaba preparada para todo. Moviéndose por la habitación, arrasó con todo, derribando toda la basura que pudo encontrar. Cuando no quedó nada en las paredes, rompió el espejo. Fue al armario, que era uno sin puertas, y empezó jugar, tirando todo lo que pudo encontrar. Jugar al tenis a través del cuarto, golpeaba las paredes pero le daba poco o ningún placer. Ella nunca había sido una mujer destructiva. Este era un acto de la desesperación. Cuando se la habían llevado, la habían empujado demasiado lejos. Ella se negaba a ser sólo una mujer más para ellos. La puerta se abrió y ella lanzó un zapato hacia la persona que invadió la habitación. —¿Qué diablos, mujer? — ¡Quiero salir de aquí! —Otros zapatos volaron hacia el hombre. Él salió de la habitación de nuevo, y cerró la puerta de nuevo—. No soy un pago de mierda. Quiero salir este club de indecentes.

Vio que el estante en el armario no estaba fijo. Lo empujó hacia adelante, lo movió y lo tiró a la puerta cerrada. Lo siguieron el resto de los estantes, arrojó uno por la ventana, que se hizo añicos. Fue a ver el desastre por la ventana abierta y vio que Demon ya no estaba recibiendo su mamada. La mujer estaba mirando hacia la habitación. — ¡Maldición! —Recogiendo la ropa, ella comenzó a tirarla por la ventana. No había manera en que alguien dijera que no luchó. Todo el mundo sabría que no estaba aquí porque quería. Arrojó por la ventana todas las deportivas, junto con partes de los estantes. Varios hombres estaban fuera, mirando lo suficiente lejos para que su ira no los tocase. Se dio la vuelta cuando la puerta se abrió de nuevo. Demon se quedó de pie, mirándola. No había nada que pudiera arrojarle, lo que sólo la enfureció más. No tenía nada más que a sí misma. Corrió hacia él, y se lanzó tratando de golpearlo. Él era mucho más fuerte que ella. No tenía ninguna posibilidad de ganar en su contra. La puerta estaba cerrada, dejándolos solos. — ¡Déjame ir! —gritó cada palabra, esperando que él cediese. Él la cogió, dominándola y arrojándola en la cama. Deanna maldijo, iba a matarlo. Le mordió el hombro ahora expuesto. En el camino él se había sacado la chaqueta. Ella hundió los dedos en su piel. —Eres una gata salvaje. Con movimientos rápidos, él tuvo sus brazos atrapados encima de su cabeza con una mano y sostenía su barbilla duramente con la otra. Demon le cubrió la boca con la mano. —¿Crees que eres inteligente? Ella lo miró, rogando que se moviera para poder darle un rodillazo en los testículos. —No, no lo eres —dijo, abriendo las piernas mientras intentaba pegarle. Él la mantuvo abierta sin posibilidad de escape. Su mano izquierda dejó su boca y bajó a su coño. A través del material que la cubría, sintió el calor de su palma. Haciendo una pausa, ella lo miró.

—Oh, ¿necesitas un poco de atención? —Quita tus sucias manos de mí. —Me gusta el fuego que estás mostrando. Sin embargo, tú vas a limpiar este desastre, nadie más. —Yo no soy nada para ti. Déjame sola. Ya tengo un trabajo, una vida. —Apuesto que todo es una mierda. Me pregunto cuántos hombres han logrado tenerte sobre tu espalda, jadeando por ellos. —No estoy jadeando por ti, imbécil. Quiero irme. —No te irás. —Tú no me necesitas. Ya tienes varias mujeres para que chupen tu polla. Volvió a mirar a la ventana. Antes de que pudiera reaccionar, su mano estaba dentro de sus pantalones vaqueros, deslizando sus bragas a un lado. Su dedo se movió a través de su raja. Ni siquiera estaba húmeda para él. —¿Ni siquiera un poco excitada? —No me excito como tus perras. —Luchó en su agarre y se preguntó cuándo iba a dejarla ir. Demon se apartó de ella. Se sentó en la cama, mirándola. Su corazón se disparó mientras la observaba. ¿Qué iba a hacer con ella? —Limpia esta mierda —dijo. —No. —Este es mi cuarto y vas a dormir aquí también. Yo te sugiero que lo limpies, de lo contrario el hermano que limpie esta mierda será el primero que te folle. Deanna quería discutir, maldecir y golpearlo en la cara. La mirada en sus ojos le dijo que no estaba bromeando. Él haría exactamente lo que dijo. Poniéndose de rodillas, empezó a recoger lo que podía. —Cuando termines con esto, buscarás lo que tiraste fuera.

Una vez que estuviera fuera sería capaz de escapar. La esperanza la consumía nuevamente.

Capítulo Cinco Demon la dejó sola para arreglar todo el lío. Ella había destruido su habitación, y aunque él estaba malditamente enojado con el hecho, no podía culparla. Ella estaba allí en contra de su voluntad y cualquiera con dos dedos de frente no lo aceptaría sin luchar. Las mujeres que estaban allí, los coños que se ofrecían, lo hacían porque querían. Ellas no estaban forzadas a chupar sus pollas, o a rogar que las follaran. Pero Deanna era una raza completamente diferente de mujer. Era decidida, no se escondía y él sabía, después de este breve tiempo, que sería tan buena como cualquiera de los hermanos en este club. —Joker, asegúrate de que no trate de subir por la ventana y se corte en el proceso de tratar de escapar. —Demon debería haberse reído de eso, al verla tan desesperada por escapar de él que haría cualquier cosa, pero no podía reír ante la idea de que se lastimara. Estaba enfadada, odiaba el club, pero tendrían que llegar a un acuerdo tarde o temprano. Él no iba a dejar que se fuera, no permitiría que huyera tampoco. Tener sus ataques al principio estaba bien, por ahora, pero pronto tendría que ver que no toleraría más ese tipo de cosas. Estaba más enfadado cada segundo, fue al bar y tomó otro trago. Lo empujó por la garganta, pidió una cerveza, e hizo lo mismo con ella. Una vez que se sintió mejor, el alcohol moviéndose a través de su cuerpo, se volvió y miró hacia la puerta. Tenía que enseñarle una lección. Debió hacerlo cuando la tenía debajo de él, y su mano estaba en sus pantalones. Nunca violaría a una mujer, no importa cuán criminal se viera. Se trataba de poner a esa gata salvaje en su lugar. Se dio la vuelta y regresó a la habitación. Joker estaba apoyado en la pared, los brazos cruzados, la cicatriz en su ojo izquierdo más pronunciada debido a la mueca en su rostro mientras observaba a Deanna. Ella estaba de rodillas, recogiendo los pedazos de muebles que había destruido, y maldiciendo a cada movimiento. Ella se detuvo, alzó la vista hacia él, y lo fulminó. —¿Qué, vas a acosarme otra vez, o tal vez tocarme sin mi consentimiento? —casi gruñó, como si se tratara de una especie de animal salvaje acorralado listo para arañar sus ojos. Cuando él no respondió, ella sonrió de verdad, sonrió como si pensara que era divertido, o algo similar. Él estaba tan enojado que su sangre se sentía como si estuviera en llamas. —Eso es lo que pensé. —Ella se rio de una manera sarcástica mientras volvía a recoger la basura, y él miró a Joker. El motorista sacudió la cabeza mientras miraba a Deanna.

—Joker, toma un descanso, y cierra la puerta detrás de ti —dijo en voz baja. El otro miembro se apartó de la pared, saludó con la mano a Demon y los dejó solos. Deanna detuvo la limpieza y lo miró. Ella no mostraba miedo, pero Demon vio cómo le temblaban un poco las manos y que estaba apretando los dientes, como si lo quisiera maldecir un poco más. —Lo que vayas a hacer, hazlo —ella disparó. Vio que tomaba un pedazo de la mesa que había roto. Ella le arrojó la pieza de madera y él la esquivó. Falló por un centímetro. Él gruñó bajo, observó cómo su rostro se ponía rojo y sus ojos se abrían, y entonces caminó hacia ella. Sin pensarlo, sólo actuando, él la levantó del suelo, se acercó a la cama y se sentó. Le dio la vuelta de modo que su vientre quedase apretado contra sus muslos, las piernas colgando por el otro lado, y el culo en plena exhibición. Su palma picaba, y antes de pensar en ello, golpeó su nalga derecha. Ella gritó con indignación, pateó las piernas, y trató de escapar. Él puso un brazo en la parte baja de su espalda manteniéndola quieta, y golpeó una y otra vez. Ella le gritaba, lo maldecía con todos los nombres posibles, y luego se quedó jadeante. Él fue implacable en sus acciones, golpeando como si ella lo necesitara. Y cuando ella estaba respirando con dificultad, moviéndose en su regazo, su miembro se endureció en respuesta. Se estaba poniendo muy excitado por golpear su culo, y ver sus músculos temblar con fuerza. —Imbécil —ella suspiró, y por un segundo, él se preguntó cómo estaba reaccionando a eso. Ella tenía que ser capaz de sentir su polla dura en su vientre, pero no dijo nada. —Lo necesitabas, Deanna. Necesitas saber quién está a cargo, y si continúas actuando como un niño en mi club sólo encontrarás problemas. —Él la golpeó de nuevo, sintió que le clavaba la uñas en los muslos, y en seguida le dio la vuelta. Demon la miró a la cara, su rostro estaba rojo, sus labios separados y brillantes, y el pecho agitado. Sus malditos pezones estaban duros, asomando a través de su camisa, provocándolo con la idea de que estaba excitada con su castigo. Demon no guardaba en secreto que le gustaba un poco de dolor con su placer. Y tal vez Deanna era la mujer perfecta para darle esa combinación. —Eres un hijo de puta —dijo Deanna en voz baja, y por la forma en que bajó sus ojos a su boca estaba luchando contra lo que él le hizo. Pues bien, podía luchar todo lo que quisiera, pero él no lo dejaría pasar. * * *

Deanna miró al techo, sintiendo su ira, su aversión hacia sí misma y odio hacia el hombre llamado Demon y su maldito club. Habían pasado horas desde que había limpiado el desorden en la habitación. Pero ella estaba sola, había recogido el lio únicamente para no tener que oír más a este gigante de Demon. Ellos habían recogido las cosas que tiró por la ventana, por lo que su oportunidad de salir fue aniquilada. Era de noche y estaba exhausta, pero lo único en lo que podía pensar era cuando el idiota la había golpeado con si fuera una niña que necesitaba ser castigada por sus acciones. ¿Qué diablos esperaba? ¿Qué aceptara todo esto? Deanna no era una persona tímida y retraída, y no era una sumisa que chuparía su polla cada vez que él chasqueaba los dedos. Se odiaba por haberse excitado cuando él la había castigado. Esa no era ella y quería maldecir hasta quedar ronca. No, Deanna no estaba dispuesta a dejar que ese hijo de puta o su club tomara el control de su persona. Incluso si tenía que patear a todos ellos para ser capaz de escapar, lo haría. No iba a dejar que su padre se saliera con la suya, o ser la puta de un maldito grupo de motociclistas.

Capítulo Seis —¿Has domado a la bestia? —preguntó Joker, sonriendo mientras Demon bajaba las escaleras. Él estaba afuera de su habitación esperando para ver si ella intentaba algo divertido. Estaba claro que no tenía ganas de morir, de lo contrario, estarían ocupándose de un cuerpo muerto ahora en lugar de una bebida. Aunque la verdad sea dicha, él no quería hacerle daño, y nunca se lo haría a menos que pusiera en peligro el club. El club no lastimaba mujeres y niños, pero ella era su responsabilidad, y su resistencia podría poner en problemas al club. Si la dejaba pasar sin castigo, él comenzaría a perder el respeto del club. Joker había supervisado como limpiaba el desorden después de que nalgueara su culo. Regresó cuando todo terminó y se quedó a escuchar y ver lo que él haría. Deanna era la primera mujer que le intrigaba. No le gustaba, ni confiaba en esos sentimientos que le inspiraba. —Cállate. Tomó otro trago. No podía olvidar la sensación del cuerpo de Deanna sobre sus rodillas. Terminando su dosis, se limpió la boca, girando para encontrar a Sarah yendo en su dirección. Era delgada y uno podía ver el contorno de sus caderas encima de donde caía la falda. La falda era demasiado pequeña, y la parte superior del top no dejaba nada a la imaginación. Parecía vestida para follar mientras Deanna parecía vestida para trabajar. Si no conseguía sacarla de su mente, se volvería loco. —Hey, Demon. ¿Quieres terminar lo que empezamos? —Ella pasó un dedo a lo largo de su estómago. Cuando ella estaba chupando su polla antes, había estado muy cerca de correrse. Deanna comenzó a gritar, y a continuación, todo fue confusión. Le gustaba su coraje. Sarah no le producía nada. Tenía una buena vagina estrecha, follaba bien. Demon no tenía que luchar para conseguir lo que quería. —Ahora no —dijo. —Vamos, Demon. Sé que necesitas un poco de alivio. Él agarró su mano cuando ella fue a buscar a su polla. —Dije que no.

Demon agarró su vaso lleno y salió del club. Se detuvo en el mismo lugar donde le habían chupado la polla. Mirando la pila de basura que los miembros habían apilado a un lado, Demon sonrió. No había creído que tuviera valor suficiente para estropear su habitación. Su armario estaba destruido. Algunas de sus ropas también se habían arruinado en el proceso de su temperamento. —Yo sé lo que significa esa sonrisa —dijo Joker, llegando a su lado. —¿Qué quiere decir eso? —Deanna no va a saber qué cayó sobre ella. Casi siento lástima por ella, pero luego miro esta mierda, y no puedo esperar a ver cómo va a terminar todo esto. Demon tomó otra inhalación de su cigarrillo. —Yo puedo decir que sólo hay un final, debajo de mí, su coño abierto y tomando mi polla. — En ese momento, Demon se preguntó si había cerrado con llave la puerta del dormitorio. * * * Deanna miró al techo, sorprendida por su organización. Ella esperaba que la habitación quedara en un estado terrible, o a los motociclistas no les importa un bledo la limpieza, o así era el estereotipo creado en su mente. Al volver la cabeza hacia un lado, ella miró al techo desde todos los ángulos. Se preguntó cómo serían las otras habitaciones. No hagas eso, Deanna. No cedas. Se tocó el culo. El ardor se había ido, pero el recuerdo de sus manos en su cuerpo todavía permanecía. Ella nunca había respondido a un hombre así. Mordiendo su labio, trató de contener el gemido que amenazaba con salir. No debería excitarse por recibir azotes. Deanna sabía que no era sólo sobre la zurra, era la manera en que Demon la sostuvo con maestría. Ella estaba perdiendo la cabeza. Dando vueltas en la cama, miró la puerta del dormitorio. Él no habría dejado la puerta abierta. Con su reacción hacia él, tenía que alejarse, muy lejos. De hecho, cuanto más lejos estuviera, mejor para ella. No quería responder a él de ninguna manera. Poniéndose de pie, caminó hacia la ventana que estaba cerrada con tablas. No podía ver nada. Luego cruzó la habitación hasta el cuarto de baño. Abrió la puerta para mirar dentro. Tenía una ventana incluso más pequeña. Aun si fuera una mujer delgada no pasaría por ese pequeño agujero.

Ella caminó hacia el espejo para mirar su reflejo. Sus mejillas estaban sonrojadas y rápidamente salpicó un poco de agua sobre la piel. Eso no ayudó a calmarla, entonces volvió al dormitorio. —Maldición —dijo, yendo a la puerta del dormitorio. Dudaba que fuera a funcionar, pero tenía que intentarlo. Sostuvo la perilla y la giró. El corazón batía en su pecho cuando la puerta se abrió. ¿Qué? Demon no habría dejado la puerta de la habitación abierta. Esto le daría la oportunidad de escapar. Tenía que haber algún tipo de engaño para atraerla a una falsa sensación de seguridad. Eso no tenía ningún sentido. Cerró la puerta, dando un paso atrás. ¿Qué estás haciendo? ¡Sal de aquí! Lamiéndose los labios, abrió más la puerta y miró hacia arriba y abajo por el pasillo. La música que venía de la habitación principal podía ser escuchada por toda la casa. No había nadie alrededor. Dejando el dormitorio, cerró la puerta detrás de ella, estaba tranquilo. Deanna se abrió camino por el largo pasillo, tomando su tiempo a cada paso. Por cada habitación que pasaba salían sonidos eróticos. El club motorista no hacía más que tener sexo, o así parecía. Ella odiaba eso y nunca se entregaría a un motociclista de buena voluntad, sin importar que el club perteneciera a Demon. En el camino hacia abajo, le entró el pánico. Ella no sabía si saldría de allí con vida. Pensó en su padre y su ira se renovó. Cuando pusiera sus manos en él lo mataría. Corrió por el corto tramo de escaleras, giró a la izquierda luego a la derecha, luego se congeló. A su derecha estaba la puerta del frente. Esa no era la puerta por donde Demon la había traído. Ciertamente ese no iba a ser su escape. Deanna saltó cuando escuchó una pareja andando hacia abajo. Sin esperar para evaluar su situación, se zambulló hacia puerta, la abrió y la cerró tras ella. Cuando abrió los ojos, se quedó sin aliento y se rio. Había logrado su libertad.

El club tenía un largo camino, y le tomó un tiempo llegar a la carretera, pero cuando lo hizo, salió de la calle, corriendo tan rápido como podía. Sabía a dónde iba. Deanna siempre había sido buena para recordar las direcciones, y había visto el camino que él tomó hacia su club. Todo lo que tenía que hacer era mirar un mapa una vez para recordar la ruta. No se detuvo, corrió como una loca hacia la libertad. Cuando empezó a sentir puntadas en el costado, empezó a andar. Se preguntó si habían encontrado la habitación vacía. No le importaba. Estaban todos locos si pensaban que aceptaría ser usada como pago de los pecados de su padre. Madre lo siento, pero no voy a aguantar más mierda. Tocando el bolsillo de sus pantalones, encontró algún dinero que había colocado allí temprano en el día. El destino estaba de su lado. Encontró una parada de autobús y en pocos minutos estaba alejándose de Demon y de su club de locos. En aproximadamente una hora, tal vez un poco más, estaría en la casa de su padre. Ella acabaría con él. Con las manos en su regazo, apretó los dientes ante los acontecimientos del día. Estaba tan enfadada. Nunca, en toda su vida había estado enfadada o incluso vengativa. El dormitorio de Demon estaba totalmente fuera de contexto. Ella siempre fue tranquila, calmada, relajada y centrada. Demon había traído un lado de ella que realmente no entendía. Mirando por la ventana, apoyó la cabeza contra el cristal. Recordó la oscura mirada de deseo en los ojos de Demon antes de que él la castigara. La había mirado como si fuese algo para comer, para saborear. Ningún hombre jamás la miró así. Se lamió los labios, sabiendo que había dejado todo eso atrás. Los hombres como Demon no se debían desear. Eran chicos malos que no podían cambiar. Ella cerró los ojos, obligándose a recordar a la otra mujer chupando su polla. Eso es lo que necesitaba recordar cuando pensase en él. Lo último que necesitaba era un motociclista mujeriego. Con eso en mente, nada le impediría patear el culo de su padre.

Capítulo Siete Demon volvió al club. La sala principal estaba vacía, y el sonido de las folladas venía de la parte posterior. Botellas de cerveza y cigarrillos cubrían el suelo, líneas de coca estaban sobre la mesa. Él se acercó a un par de putas que estaban en el suelo al lado del sofá y sacudió la cabeza por lo jodido que estaba todo. Continuó caminando hacia los cuartos de atrás. Tenía ese sentimiento, ese cosquilleo en el estómago que le decía que alguna mierda había pasado con Deanna. Él confiaba en que sus instintos le guiaran en la dirección correcta, y ahora le estaban diciendo que Deanna iba a ser aún más problemática. Él se movió rápidamente por el pasillo, más allá de las habitaciones donde gemidos y gruñidos continuaban, y finalmente paró frente a su habitación. Abrió la puerta y vio que la cama estaba deshecha donde había estado sentado, pero la habitación estaba vacía. Entró en el cuarto y verificó el baño, pero ya sabía por el poco desorden que había huido. —Hija de puta —gritó, dio media vuelta y se dirigió de nuevo a la sala principal—. Meted vuestras pollas en los pantalones y traed vuestros malditos culos aquí. Ahora —gritó la última palabra, sintiendo su sangre hervir por el hecho de que se las hubiera arreglado para escapar en sus propias narices—. Vamos. Maldita sea. Afuera. Ahora —gritó aún más fuerte, se acercó a la música, y apagó la música. Las putas en el suelo se giraron, mirando a su alrededor con expresiones ebrias y desaliñadas. —¿Qué está pasando? —Una de ellas habló arrastrando las palabras. —Vosotras dos —Demon las señaló—. Largaos de aquí y llevaos al resto de las chicas. —Él estaba enojado, no pensaba en sus palabras o intentaba ser dulce con ellas. Las chicas del club reunieron sus cosas, y cuando los miembros tropezaron fuera de las habitaciones todas las putas dejaron el club. —¿Qué pasa Pres? —dijo Shakes, pasándose una mano por la cabeza y mirándolo un poco irritado. —Sí, es mejor que sea importante, porque tenía mis bolas dentro de Pinkie antes de que escucháramos tu llamada. Steel no sabía cómo mantener la boca cerrada, lo miró, extendió la mano, y ajustó la polla detrás de sus pantalones vaqueros.

—Yo estaba de cabeza hacia unos minutos dentro de su vagina antes de que gritara por nos… —Todos cerrad la boca. —La sala quedó en silencio después que hablara Demon. Miró a sus hombres, los hermanos de su club, que eran más como una familia que cualquier otra cosa—. La pelirroja se ha escapado —dijo entre dientes, los miró, y se sintió como una mierda. Nadie habló durante unos segundos, y sus expresiones despistadas cabrearon a un más a Demon. —¿Pelirroja? Pinkie ya se fue —dijo Steel a través de sus dientes, ajustando su polla de nuevo, y luego apoyándose en la pared. Pinkie era una pelirroja artificial, pero de la que Demon estaba hablando era toda natural, y su equipo claramente no entendía de qué diablos estaba hablando. —Estoy hablando de nuestro pago. —Él gruñó, fue a la barra y cogió un Jameson. Tomó un trago largo, sabiendo que debería estar fuera, trayendo su culo de vuelta, pero necesitaba algo para aliviar su ira. Se volvió y bajó la botella, al ver la comprensión de todos en sus rostros. —Bien, vamos a traer su culo de vuelta a casa. —Joker rodó su cabeza alrededor de su cuello, luego chasqueó los dedos. Sí, esta era su casa ahora, y sería mejor que esa obstinada, terca y revoltosa se acostumbrarse a eso. * * * Deanna se bajó del autobús, con el cuerpo dolorido, cansado, y su mente gritándole que necesitaba continuar. Ella quería descansar, lo necesitaba de verdad. Los acontecimientos de hoy habían robado todas sus energías, y ahora que estaba lejos de Demon y su club del infierno estaba muy, muy cansada. Aunque no fuera de noche, el descanso sonaba bien, estaba emocionada, la adrenalina todavía bombeando a través de su cuerpo por el pensamiento de lo que su padre había hecho a ella. Bajó del autobús y fue en dirección a la estación, entró y fue directamente al baño. Le dolían los pies, y la sensación de ampollas a lo largo de los dedos de los pies hacían que cada paso se sintiera como si estuviera caminando sobre vidrios rotos. Empujó la puerta baño, parpadeó contra la brillante luz fluorescente y se movió hacia el espejo. Deanna se observó, hizo frente a su reflejo y abrió el grifo. El agua caliente fluyó segundos más tarde, y después de salpicar su rostro algunas veces y apoyar las manos sobre el mostrador para recuperar el aliento, finalmente dejó que las lágrimas fluyan. No podía evitarlas, se habían mantenido en control tanto como pudo, y estaba muy cansada de

todo. No era sólo porque su padre la vendiera tratando de salvar su propio culo, estaba también la vida que había llevado. Se había quedado a causa de su madre, trató de hacer lo correcto, por su madre. Entonces él la había vendido como si fuera un pedazo de propiedad que no significaba nada para él. Él no la amaba, y ella sabía que nunca lo haría. Solo había sido un donante de esperma, no un padre, y ella deseaba que su madre estuviera aún con vida, para poder explicarle que lo había intentado. Dios, Deanna había intentado muy duro mantenerlo en su vida y hacer las cosas bien. Pero nada sería justo para ellos, sin duda no ahora. Él la había jodido, y ella no lo iba a olvidar. No iba a dejar que se saliera con la suya, tampoco. Planeaba ir allí, le diría exactamente el pedazo de mierda que realmente era, y, a continuación, llamaría a la policía para detener al hijo de puta. Tal vez un buen rato en la cárcel a la antigua, sin drogas, pondría su mente en forma. Probablemente no, pero ella ciertamente se sentiría mejor. Tomó algunas toallas de papel, se limpió la cara y luego se miró a sí misma. Su cabello era un desastre pelirrojo alrededor de una cara muy pálida y con ojeras alrededor de los ojos que la hacía parecer como si estuviera medio muerta. ¿Ya se habrían dado cuenta de que se había escapado? ¿Les llevaría tiempo encontrarla? Parecía inteligente que ellos simplemente cortaran los lazos con ella dado que claramente no había hecho su estancia más fácil para ellos. Pero una vez más, cuando ella había visto la mirada de los ojos de Demon se había dado cuenta de que era un hombre que no se rendía fácilmente, y sabía que vendría por ella.

Capítulo Ocho —Hay un solo lugar a donde irá —dijo Joker. Demon sabía dónde iba Deanna. Su padre era la única persona con la que ella estaba enojada, pero también era la única persona que tenía en el mundo. Él no podía creer que ningún otro hombre la hubiera conquistado. Su temperamento explosivo eliminaría a cualquier hombre que no tuviera el valor de domarla. Demon no sólo quería domesticarla, quería hacerla rogar. Él sonrió, pensando en Deanna arrodillada ante él, implorando tomar su polla. Demon poseería cada centímetro de su piel. Él la tendría sobre sus rodillas, con la espalda contra la pared, en la parte trasera de su moto, de todos los modos que pudiera tenerla, lo haría. La sola idea de reclamar su boca, su vagina y su culo lo dejaban duro como una piedra. —Volveremos a donde su padre. —¿Por qué no puedes dejar a esa perra? —dijo Steel, mirándolo aún más enojado—. Ella claramente no quería estar aquí. ¿Cuál es el punto de obligarla a quedarse? Demon sonrió. —Si no vienes conmigo a buscarla me aseguraré de que la única polla que Pinkie chupe este seis metros bajo tierra. —No había llegado a ser presidente haciendo amenazas vacías. Pinkie no significaba nada para él. El único trabajo que hacía en el club era hacer felices a todos los hombres. Todo el mundo había estado dentro de Pinkie excepto él. Él no la deseaba. Ni le agradaba en cualquier forma. Deanna, por otra parte, provocaba a su polla. Si ella pensaba por un momento que sería una molestia para él, estaba equivocada. Amaba los desafíos, los disfrutaba. Si luchaba contra él sólo cimentaba en su propia mente que iba a ser toda suya. —Pongámonos en camino —dijo Joker, saliendo. Demon tomó otros cinco hombres para ir con ellos. Él no solía contar con tantos, pero puesto que ya no proveían al padre, no quería correr riesgos. Conociendo al bastardo de la forma en que lo hacía, probablemente ya tenía otro proveedor y estaría esperándolo.

Saliendo del club, olfateó el aire caliente. Cuando volvieran la pondría en su lugar. La pondría de nuevo sobre su rodilla si lo necesitaba. La idea de tenerla retorciéndose en su regazo le excitaba. Él montó su moto y encendió el motor. Las vibraciones de la moto lo excitaron aún más. Él la tomaría en esta moto también. Su pequeño y dulce coño derramaría su esperma por todo el tiempo que estaría con ella. —Soldados de la Ira, montemos. Lideró a sus hombres fuera del complejo. La sangre palpitaba en sus venas, la anticipación y la excitación arañándolo. * * * Deanna estaba agotada, pero su determinación no flaqueaba. Ella tenía suficiente dinero para alquilar una habitación por esa noche y lo hizo. Después tomó una larga ducha, se secó con la pequeña toalla proporcionada por el motel y se puso de nuevo su ropa. Apestaban, pero no iba a gastar más dinero en otras nuevas. Pasó los dedos por su cabello rojo. Dejando escapar un suspiro, pensó en su apartamento. Si Demon y los otros la perseguían, entonces todo los llevaría a creer que iría a lo de su padre, donde creían que vivía. Ella necesita arreglar este lío y salir de la ciudad después que se enfrentara a su padre. Necesitaba tomar esa oportunidad para decirle lo idiota que pensaba que era. Toda su vida se había mordido la lengua por los deseos de su madre. Pero después de lo que le había hecho su padre se podía ir a la mierda. Lo odiaba, lo despreciaba. No era un padre para ella. Cualquier pensamiento sobre ello la irritaba profundamente. La había vendido para pagar una deuda de drogas. ¡Bastardo! Demon era un gran hijo de puta. ¿Qué tipo de hombre tomaba a una mujer como forma de pago? ¿Una mujer no dispuesta a ello? El pensamiento de él zurrando su culo le molestaba. No, no le molestaba. Lo había adorado. No hagas esto, Deanna. Es peligroso. Simplemente olvídate de él. Nunca serás el tipo de mujer que él necesita. Miró el pequeño armario junto a la cama. Había un reloj despertador al lado y lo puso para que sonara en cuatro horas. Si dormía toda la noche corría el riesgo de que Demon la encontrara. No sabía cuánto tiempo tenía, pero necesitaba descansar antes de seguir adelante. No dudaba de que él pudiera encontrar a alguien, si realmente quería.

Las cuatro horas pasaron condenadamente rápido, ni siquiera se sentía que hubiera estado en la cama el tiempo suficiente antes de que la alarma estuviera sonando. Fue al baño, se lavó la cara y se despertó. En cuestión de minutos estaba en la recepción. —¿Puedo pedir un taxi? El hombre detrás del mostrador empujó el teléfono hacia ella. Deanna miró a la publicidad en la pared de una empresa de automóviles. Tamborileó con los dedos sobre el mostrador, esperó 20 minutos hasta que el vehículo llegó. Le dio las gracias y se fue. Una vez en la parte trasera del coche, observó el paisaje pasar. Ya le había dicho al conductor la dirección que quería ir y no se iría hasta que consiguiera lo que quería. ¿Qué quería? —¿Estás bien querida? —el conductor le preguntó. —Estoy bien. —Estás mirando un poco asustada. No estás huyendo de algo, ¿no? Apretó los dientes. La última cosa que necesitaba o quería era una conversación acerca de sus problemas con un extraño. —No. Todo está bien. Acabo de tener una mala noche. —Está bien. Él no se entrometió más. Ella se frotó las palmas sudorosas en la mezclilla que cubría sus muslos. El viaje no duró mucho tiempo, le pagó al taxista y le dio un adiós. Se volvió y miró la casa que llegó a odiar. Su padre era un idiota y su madre no debería haberle pedido que cuidara de él. Amaba a su madre, siempre lo haría, pero amar a este hombre había sido su mayor error. Esta noche iba a ser la última que cuidaría de él. Se acercó a la puerta y levantó la mano. Deanna oyó gemidos de placer procedentes del interior, lo que provocó su ira. Él la había vendido a un grupo de motociclistas y estaba teniendo un montón de diversión. No lo podía creer. Abriendo la puerta, entró en la casa. Lo que vio quedaría por siempre grabado en sus retinas, pero ella no se apartó. Extendió la mano, agarrando el pelo de la mujer y la arrancó de su padre.

—Perra, sal de aquí. Empujó a la mujer lejos de ella. —Tengo que hablar con la mierda de mi papá. —Deanna observó a la mujer en caso de que ella tratara de atacarla. —Deanna, ¿qué estás haciendo aquí? —¿Estas sorprendido de verme? —Demon y los chicos no te dejaron libre. —Su padre se levantó del sofá, poniendo su pene hacia atrás en su pantalones. A ella se le revolvía el estómago con este hombre. Él era un vil. —Ellos no me dejaron ir. Me escapé, pero no gracias a ti. —Tienes que volver. Tienes que hacerlo. —¿Qué está pasando? —preguntó la mujer. Deanna no estaba interesado en ella. —Fuera de aquí antes de que no puedas chupar una polla porque te partí la cara. —Ella se volvió hacia su padre—. No, yo no tengo que hacer ninguna mierda. Me usaste para pagar tu maldita deuda. Ella no pudo evitarlo. Deanna se lanzó hacia él, atacándolo. —Bastardo. Él era alto pero pudo darle algunos golpes antes él la agarrara, impidiéndole hacerle daño. —Tienes que hacer esto por mí, Deanna. Ellos me van a matar. —Jódete. Tú eres el único que no puedes mantenerte limpio. Yo nunca toqué las drogas. Nunca las usé incluso en las fiestas. Después todo lo que le pasó a mi madre, yo tenía una vida. Estaba demasiado ocupada tratando de cuidar de tu patético culo. —Ahora estaba gritando, llorando—. No la merecías. Ella se apartó de él. Deanna vio que la otra mujer estaba en pie, abriendo y cerrando los puños. No le importaba. No se iría hasta que le dijera todo lo que tenía que decir.

—Volverás a Demon. —Su padre tomó el teléfono de la mesa. Deanna golpeó el auricular de su mano, lanzándolo a través habitación. El teléfono móvil se estrelló contra el suelo. Ella no tenía duda de que Demon ya estaba en camino, suponiendo que pudiera estar allí. —¿Qué mierda has hecho? —le preguntó, girando para mirarla. —No te ayudaré. Puedes encontrar a alguien a quien usar, pero no voy a ser el pago de tus acciones. Eres un pedazo de mierda y esto se terminó aquí. Ella se apartó de él, dirigiéndose hacia la puerta. Esta era el último capítulo de esta vida. —No, no lo creo mierda. Su padre la agarró por el pelo, tirando de ella hacia atrás. Deanna gritó. Antes de que pudiera detenerlo, la tiró al suelo. —No te soporté todos estos malditos años para que me jodas. Eres sólo una perra y lo vas a hacer por mí. —Jódete. Deanna no supo lo que sucedió, pero al segundo siguiente tenía las manos alrededor de su cuello, apretándolo. Ella comenzó a agarrar sus manos. No quería morir, pero la mirada loca en sus ojos le dijo que lo haría.

Capítulo Nueve Demon detuvo la Harley en el estacionamiento de la pequeña casa donde el idiota vivía. Sus compañeros estaban justo detrás de él, una vez que todos los motores se apagaron escucharon el sonido de vidrio rompiéndose procedentes de la casa. Bajó corriendo de la moto y avanzó hacia la puerta principal. Sabía que Deanna estaba allí, podía sentirlo en sus entrañas, y siempre hacía caso a sus instintos. La pandilla lo siguió, con su ira tangible, feroz y tan potente que hacía juego con la propia. No golpeó, ni esperó a ver si alguien atendía la puerta. La rompió con una patada, abriéndola y arrancándola de las bisagras, y entró. El lugar olía a humo, bebida derramada, sudor y sexo lascivo. Examinó el interior y no vio nada al principio, luego oyó el sonido de alguien siendo asfixiado. De ninguna manera. Su lado posesivo inundó su interior, llamando al animal que reservaba para matar a los hombres que se cruzaban en el camino del club o cuando protegía lo que era suyo. Deanna podría haberle sido dada como parte de pago, pero ahora era suya, y él protegía sus pertenencias. Al doblar por el corredor, vio que el drogadicto estaba estrangulando a su mujer, sí, su puta mujer, y cargó hacia delante. El bastardo levantó la vista y se quedó con los ojos abiertos cuando Demon se adelantó, dejando ir a Deanna. —Lo siento, Demon. Ella vino a mí. Estaba a punto a llamarte para que la recogieras. No dejó que el hijo de puta terminara. Lo agarró por el cuello, lo puso de pie y arrojó su cuerpo contra la pared. —¿Pensaste que podrías lastimar lo que es mío? —rugió y apretó el cuello del adicto—. ¿Creíste que podrías poner tus malditas manos sobre ella? —Estaba cada vez más y más enfadado, más loco a cada segundo. El rostro del hombre estaba empezando a ponerse azul, pero no aflojó su agarre, de hecho aumentó la presión. El tipo comenzó a gorgotear, y le sujetó las manos. Pero no dejó de estrangular al bastardo que había herido a Deanna. Veía rojo, pensando en las manos del padre en su cuello, exprimiendo la vida fuera de ella, haciéndole daño. No, Demon seria quien tomara una vida esa noche, y sería la de ese pedazo de mierda. —Demon... —llamó Deanna, en voz baja y tensa detrás de él.

Empujó a un lado todo lo demás excepto ese momento en el tiempo. Vio que los ojos del drogadicto se ponían en blanco, cómo su cuerpo se desplomaba hacia delante y los brazos caían a los costados. Iba a matarlo, le quitaría la vida, porque no significaba nada para él. Se había atrevido a tocar lo que era suyo y estaba a punto de demostrar exactamente por qué se les llamaba los Soldados de la Ira. * * * Deanna miró a Demon mientras sostenía por el cuello a su padre. Su rostro estaba de un azul horrible, y aun cuando le pidió que lo dejara ir, el motero la ignoró. No sabía por qué estaba tratando de detenerlo. Le había arruinado la vida, la atrajo a su mierda, y eso era lo que se merecía. Tal vez intentaba salvarlo, porque era humana. Algunos de los miembros del club que siguieron a Demon al interior estaban formando una barricada entre ella y él. —Por favor, vas a matarlo. Merece vivir la vida en una cuneta, recordando las cosas de mierda que hizo. —En realidad no creía lo que decía. Demon la miró, y su expresión le hizo dar un paso atrás. —¿Quieres que este hijo de puta viva, Deanna? —gruñó—. ¿Quieres que muestre misericordia cuando él no te la mostró? Te entregó como puta para mi grupo, te vendió para liberarse. —Golpeó a su padre contra la pared, todavía sosteniéndolo del cuello, y luego lo arrojó a través de la habitación con tanta fuerza que Deanna se quedó sin aliento. Hubo una explosión cuando el cuerpo golpeó la pared contraria y luego cayó sin vida al suelo. El silencio se prolongó, y miró a los motociclistas. Demon tenía la mirada oscura y el rostro rígido. Los otros miembros sonreían mientras veían el cadáver. De nuevo observó el cuerpo, pero la tristeza y el arrepentimiento no llegaron. Vio el extraño ángulo del cuello, la forma en que la miraba sin vida, y lo único que sintió fue odio puro. La llenaba y consumía cada una de sus partes, luego se desmoronó y se echó a llorar. No era tristeza, sino el alivio que la inundaba. Debería odiarse, odiar la forma en que se alegraba de estar libre de ese hombre que la había arrastrado a las entrañas de su infernal vida. Lloraba y estaba feliz y cuando las lágrimas se secaron, comenzó a reír incontrolablemente. —Enloqueció, simplemente enloqueció, pres —señaló uno de los motoristas.

Echó la cabeza hacia atrás y rio con fuerza, no fue capaz de detenerse, cayó al suelo, aterrizando sobre sus manos y rodillas y lloró más de lo que nunca había llorado en su vida. No podía parar, no podía controlarse, sabía que realmente este era el principio del fin. —Está en shock —señaló Demon ahora a su derecha, lo miró por encima del hombro. Su visión era borrosa, con las lágrimas cayendo constantemente. Demon se agachó, levantó la mano, y ella se contrajo alejándose. Acababa de matar a un hombre, y aunque le temía porque era un endurecido motero peligroso, también sentía otra cosa. La había protegido, fue detrás de su padre, el hombre que le estaba haciendo daño. Debía aborrecerlo, odiar a ese maldito hombre y todo lo que representaba. Pero cuando tocó sus lágrimas, se encontró lanzándose a sus brazos. Sí, estaba perdida, totalmente perdida y loca, porque realmente encontraba solaz y consuelo en los brazos de un asesino.

Capítulo Diez —Limpiad esta mierda —espetó Demon. No esperó a ver quién se quedó atrás y quien lo seguía. El único interés que tenía era su mujer, llorando en sus brazos. La llevó fuera de la casa hacia su moto. La puso de pie, sujetó su cara, obligándola a mirarlo. —Deanna, mírame. —La sacudió un poco, no lo suficiente como para lastimarla, solo lo justo para llamar su atención. Las lágrimas corrían por su rostro y verla le llenaba el corazón de tristeza —. No puedes llorar por él. Ese hombre era un hijo de puta. Las lágrimas no están permitidas. —Le secó el rostro, deseando poder hacer algo. Lo sucedido dejó claro que nunca la dejaría ir. Había visto mucho. Ser testigo de la muerte de su padre había cimentado su futuro en el club. No podía dejarla ir. El club no lo permitiría. —Tú lo mataste. Asintió. —Sí, y tú no dirás una palabra más. —Está muerto. Mi padre está muerto. Sosteniéndola por la nuca le puso una mano sobre la boca. —Tu imbécil padre está muerto, pero tú estás viva. Habla de esto y morirás como él. ¿Es eso lo que quieres? Si no conseguía que se callara ahora, entonces el club exigiría su muerte. No iría a la cárcel por una mierda así. —No quiero morir. —Bien. Entonces te sentarás en la parte de atrás de mi moto y volveremos al club. No juegues conmigo, Deanna. Ella asintió. Satisfecho, montó su máquina, esperando a que subiera detrás. No se molestó con el casco. Cuanto más rápido llegaran al club sería mejor para ambos.

—Sostente firme. Puso los brazos alrededor de su cintura, pero sin ninguna presión. —Fuerte —gruñó. Ella apretó su abrazo y se dirigieron en dirección del club. No hizo ninguna parada. Cuanto más pronto llegaran, mejor para él. Tenía que mantenerla a salvo. La imagen de la mano del padre estrangulándola apareció en su mente. Quería volver a matar al hijo de puta. Nadie ponía una mano sobre su mujer. Apretó los dientes, esperando que cuando llegaran a casa, la ira hubiera disminuido, de lo contrario sería un desastre. * * * Cuando descendieron de la moto algunas horas más tarde, Deanna no podía dejar de temblar. El hombre delante de sí había matado a su padre, y sin embargo estaba en deuda con él. Las personas debían odiar a los hombres responsables del asesinato de sus padres, en cambio, estaba agradecida. Si no hubiera llegado a tiempo, estaría muerta. La tomó de la mano y la llevó al club. Varios hombres estaban esperando, pero no se detuvo a saludar a ninguno de ellos. No dejó de moverse hasta que estaban dentro de su habitación. Se volvió y cerró la puerta. Nadie los molestaría en ese momento y no había ninguna posibilidad de escapar. No habló mientras la llevaba al cuarto de baño y abrió la llave de la ducha. No sabía qué hacer ni qué decir. Él empezó quitarle la camisa y los vaqueros. Su toque fue un poco áspero cuando llegó a la piel. Deanna se puso de pie, dejando que tomara la iniciativa. Podría haberla matado, pero no lo hizo, la salvó. Inspirando, se metió en el agua caliente, conmocionada cuando entró en la ducha detrás de ella. Él se había desnudado en segundos. No se atrevió a mirar su polla y se negó a pensar en lo que estaba pasando. Le debía la vida. Inclinando la cabeza hacia atrás, dejó que el agua le rociara la cara, saboreando la sensación en la piel. Cerró los ojos, jadeando cuando vio el rostro airado de su padre mirándola, había estado tan enojado con ella. Mordiendo sus labios, no pudo evitar tensarse. —No va a volver, Deanna.

Demon acarició sus brazos, ofreciéndole confort. Ella lo tomó. Desde que su madre había muerto no había tenido afecto de nadie. Estaba sola en el mundo. —Lo sé. Él lavó su cuerpo, prestando especial atención a la limpieza de su largo cabello. La paciencia que mostraba la sorprendió. Realmente pensaba que la castigaría o le haría daño. Su tacto suave no ayudó a sus nervios. Cuando el baño hubo terminado, se cubrió los pechos con las manos, escondiéndolos de su vista. Estaba vulnerable, muy expuesta a su mirada. Él observó su cuerpo desnudo. Lamiéndose los labios resecos, se arriesgó a mirar sus ojos oscuros. Ellos no revelaban nada. Demon estaba cerrado. No decía nada. Sacudiendo la cabeza, entró en la toalla que le ofrecía. La secó, llevándola al dormitorio, la depositó en cama y se acostó a su lado. —Lo siento mucho —confesó. Se volvió quedando de frente a él. La toalla le dio un poco de dignidad cuando lo miró. —¿Por qué te disculpas? —Si no hubieras ido a buscarme me habría matado. Demon permaneció en silencio mientras hablaba, las lágrimas llenaron sus ojos cuando le preguntó. —¿Por qué volviste? Era un hombre peligroso. —Mi madre me dijo que lo hiciera. No se supone que tu padre te haga daño. —¿Tu madre te lo pidió? —Extendió la mano, apartándole un rizo húmedo de la mejilla. —Me pidió que cuidara de él. Me pidió que no le diera la espalda. ¿Qué clase de padre sería capaz de vender a su hija para pagar una deuda? —Hay precedentes, bebé. —Yo nunca oí nada igual. —Tenía la garganta apretada, como si estuviera algo obstruyéndola.

Mirando a Demon, negó con la cabeza—. No quería ser vendida. No quería perder mi futuro. —No lo harás. —No voy a fugarme nuevamente. Lo prometo. Lo siento mucho. —Shh, bebé. No tienes de que preocuparte. —No puedo creer que tratara de matarme. —Hundió la cabeza en su pecho, necesitando su calor. No había otro lugar a donde ir. —No puedes irte. —Lo sé —afirmó. Por alguna extraña razón, eso la confortaba. —No más salidas. Vas a cumplir lo que dijiste. —Sí. —No tenía a nadie. Su padre había muerto, hacía unas horas. Su madre se había ido, pero gracias a Dios no la vería caer en su punto más bajo. Cerró los ojos y escuchó el latido del corazón de Demon. El sonido la calmó, la consoló, y la hizo sentir segura. No se había sentido segura en mucho tiempo. —Yo cuidaré de ti. Murmuró su acuerdo. Era tan cálido. En unos minutos el sueño la reclamó.

Capítulo Once La sensación de manos deslizándose sobre su piel desnuda hizo que Deanna gimiera ligeramente. Eran manos grandes, calientes, y había una presión posesiva en la forma en que estaba siendo tocada. Podría haber dicho que estaba soñando, pero incluso después de que abrió los ojos y miró a la ventana todavía podía sentirlo y supo que no estaba soñando. Demon estaba tocándola como si le perteneciera, como si no existiera cualquier parte de ella que no fuera suya. Tal vez debería detenerlo, decirle que estaba mal, que no lo deseaba. Pero la verdad era que lo deseaba desesperadamente. Quería sentir ese placer que aturdía inundando el resto de su cuerpo, que hizo que su vida no importara ahora. Quería sentirlo follarla hasta que no pudiera pensar, no pudiera respirar, infiernos, hasta que ni siquiera pudiera moverse. —Estás despierta —dijo Demon con voz ronca, suavemente, y continuó tocándola. Movió sus labios sobre hombro, bajando por su brazo, y a lo largo de su cintura. Era bueno no pensar y simplemente sentir. Se dio la vuelta, yaciendo de espaldas, pero volvió la cabeza para poder verlo. Todavía estaba oscuro fuera y supo que no habían dormido mucho. —Quédate conmigo, Demon. Hazme olvidar todo excepto el aquí y ahora. Él gimió profundamente, y no perdió tiempo en tomarla de la barbilla en un firme apretón, inclinar la cabeza hacia un lado, y sellar su boca en su garganta. Chupó y lamió, mientras continuó moviendo la mano por su estómago, a lo largo de su cadera, y finalmente le tocó el coño. No llevaba ropa, porque había utilizado una toalla después del baño. Dios, ya estaba mojada, y si eso no fuera la cosa más indecente por la que ella que había pasado no sabía qué podía ser. Pero la sensación era buena y ahora era todo lo que importaba. Volvió la cabeza hacia él y reivindicó su boca. Durante varios segundos él no hizo nada más que besarla, le acarició la lengua con la suya, y frotó con sus dedos los labios de su coño. —No podía dejar de tocarte, sentir tu aroma, memorizar cada parte de ti, pero no iría más lejos, Deanna —Demon gimió contra sus labios—, nunca hubiera tomado algo que no me ofrecieras de forma libre, pero quería sentir tu suave piel, sobre todo después de anoche. —Empujó su boca hacia la de ella con más fuerza, y metió un grueso dedo en su coño. Ella arqueó la espalda y gritó. Deanna no era virgen, pero no había estado con un hombre durante bastante tiempo, y Demon tenían los

dedos gruesos y largos. Era abrumadora la sensación de sí misma siendo estirada por sus dedos solamente, pero Dios era una buena sensación. Todo parecía ir más rápido y más rápido, pero estaba más que lista para dejar todo detrás de ella, y simplemente sentir a Demon. Él comenzó a besarle el cuello, la clavícula, moviéndose a lo largo de sus pechos y sus pezones duros fueron chupados directamente a través de la toalla. Durante un momento fue todo lo que hizo, bombear un dedo dentro de ella, chupar y morder su pezón. Y entonces, antes de que supiera lo que estaba pasando, retiró el dedo su cuerpo. Y allí estaba, tumbada en la cama de este rudo motoquero, completamente desnuda, toda mojada por la excitación, y sin poder contener un gemido. —¿Quieres mis manos en ti, mi lengua en toda tu carne, y mi polla en ese pequeño coño caliente, Deanna? —gimió Demon, y ella no pudo responder. Se limitó a asentir, jadeante, y a apretar las sabanas debajo de ella. Él se movió entre sus muslos, anclando sus anchos hombros entre sus piernas, le puso las dos manos debajo del culo, y la levantó hacia su boca que esperaba. Sus ojos se encontraron durante un instante. La sensación de su cálido aliento rozando toda su vagina podría haberla hecho correrse de inmediato. Sonrió, una expresión dura en su boca que no era de diversión. Sabía el efecto que tenía en ella y que estaba disfrutando. Entonces empezó a lamerla, comiendo su coño como si se estuviera muriendo de hambre y su crema fuera lo único que podía satisfacerle. La sensación de su lengua en su carne expuesta hacía que sus ojos se cerraran. Demon utilizó ese músculo para viajar hasta su centro, lamiendo su humedad, dejándola más loca. Él era tan increíblemente lento en sus atenciones que se encontró presionándose más cerca, tratando de seducirlo para que le diera más. En cualquier otro momento, podría haber estado mortificada por sus acciones, pero el presionar más el coño contra su cara, tentarlo para que la lamiera y chupara con más fuerza parecía muy lógico en ese momento. Cuando Demon sintió que se acercaba al orgasmo, se alejó, dejándola devastada. Ella abrió los ojos y parpadeó. La excitación atravesaba su sangre, clamando por más. —Pon los brazos por encima de tu cabeza y mantenlos allí. —Su tono no admitía discusión, y sabía que no tenía intención de negarse. Deanna lo necesitaba, lo necesitaba para controlar situación porque sentía como si su vida estuviera fuera control. Hizo lo que le pidió porque precisaba su boca de vuelta ahora. Él se movió de nuevo entre sus

piernas y regresó a lamerla. Movió su lengua arriba y abajo, provocando su clítoris en un movimiento ascendente, y presionando a fondo en su agujero cuando bajaba. Estaba tan cerca de correrse. Pero él fue tortuosamente lento, llevándola cerca del clímax, pero sin presionar lo suficiente para que cayera por el borde. La transpiración comenzó a cubrir la piel de Deanna. —Tu coño sabe tan bien, y estás tan malditamente mojada por mí, incluso empapada, bebé. Sus dedos dolían de la fuerza que hacía para mantenerlos juntos. Todo lo que quería hacer era agarrar su cabeza y empujar más profundamente en su coño. Y esas eróticas palabras sucias que le decía solo la hacían gritar más, implorar descaradamente. —Por favor, Demon. Por favor, déjame ir, dame eso, y seré tuya. —Dios, esas palabras habían salido de ella, y no podría haberlas evitado, aun si lo intentaba. ¿Podría ser suya, era una afirmación de que realmente quería esta vida? ¿Podría querer esta vida con un motorista y su club ilegal, peligroso y violento? —Eso es lo correcto, Deanna, eres mía. No voy a dejarte ir y no voy a dejar que nadie te tenga. Este coño es mío —lamió la rendija de su coño hasta el clítoris—, estas tetas son mías. —Extendió la mano y agarró sus pechos, masajeándolos—. Eres mía. Ella abrió la boca en un grito silencioso. Él tenía que saber que estaba peligrosamente cerca. —Dilo, Deanna. Di que eres mía. Sólo mía. En este punto, habría hecho cualquier cosa para sentir la cresta de placer cayendo sobre ella. —Por favor. Por favor, deja que me corra, Demon. —Dilo. —Él gritó las palabras y chupó su clítoris, dejándola totalmente excitada y alejándose antes de que acabara. —Soy tuya —suspiró. Las palabras la dejaron en una bocanada de aire y sus ojos se trabaron con los suyos. La mirada que le dio hizo que todo su cuerpo se tensase. Como si quisiera prolongar su tortura, lo miraba en estado de shock, extasiada, mientras abría los labios de su coño con sus pulgares y pasaba su lengua por su centro. —Así es. Eres mía. —Una mirada oscura cruzó su cara mientras ella lo miró. Movió su lengua lentamente de nuevo por su ranura. Cuando llegó a su clítoris, trajo el pequeño brote a su boca y chupó con fuerza. Los rítmicos movimientos hicieron que se moliera contra su boca. Chupó su

clítoris, trazando el pequeño manojo de nervios con su lengua y moviendo suavemente los dientes a lo largo. El orgasmo corrió a través de ella intenso y embriagador. Cuando los temblores comenzaron a disiparse, suspiró. Él estaba entre sus piernas, mirándola, las sombras moviéndose a través de su rostro. —Quiero follarte con toda mi alma pero si no estás lista, nena, tienes que decirme ahora. Una vez que empiece no sé si podré parar, Deanna. —Gimió la última parte, pero una expresión controlada permaneció en su rostro. Ella no necesitaba que se lo advirtiera. Sabía dónde se estaba metiendo, y fuera una mala idea o no, no le diría que no. * * * Demon se inclinó lo suficiente para volver a mirar sus piernas ligeramente abiertas. Se acercó a ella de nuevo, respiró hondo y gruñó al sentir su aroma. Colocando las manos en sus muslos, empujó las piernas abiertas más arriba hasta que vio lo que lo hacía sufrir. Ella estaba hinchada y húmeda por él. Volvió a chuparla a pesar de que se hubo corrido. Tenía que lamerla, chupar la crema de su coño hasta que estuviera borracho de ella. Presionó las caderas contra el colchón, con la esperanza de detener su orgasmo inminente. Su hendidura, ahora lista para él, hizo que todo su cuerpo se apretase de necesidad. Levantó la vista hacia sus pechos, esas colinas gemelas que hacían palpitar su polla de deseo. Sus pezones eran de color de rosa, apretados y listos. Un gemido se le escapó al verla morder su labio inferior. Una vez más él presionó sus caderas en el colchón, sintiendo las sabanas raspar a lo largo de su polla palpitante, aumentando su excitación en lugar de opacarla. Inclinándose hacia adelante, dejó que su lengua viajara a lo largo de la cara interna de su muslo. Ella suspiró y empujó nuevamente su coño en su cara. Con los pulgares, extendió sus labios, aplanando su lengua la movió por su centro. Él chupó y lamió. Quería que su crema recubrirse su boca, quería que llegase profundamente en su garganta. Chupando su clítoris en su boca, lamió todo el conjunto de nervios. Comenzó a empujar las caderas más rápido en el colchón, frotándose[1] contra las sábanas. Necesitaba su polla en su coño, necesitaba la fricción y su humedad cubriéndolo. —Maldición, nena. Tienes tan buen sabor. —Gimió contra ella. Renovó sus esfuerzos y fue recompensado cuando su espalda se arqueó nuevamente. Sí, él la follaría bien duro hasta que ella no pudiera ni caminar bien. * * *

Deanna no podía respirar, no podía siquiera concentrarse cuando intentó orientarse después que se desvaneciera el segundo orgasmo que le diera Demon. Aunque era áspero en todos los sentidos, ella sabía que pararía si le decía que no. Pero no tenía intención de parar. Demon colocó su cuerpo encima de ella y le puso la mano en su nuca, sosteniendo su cabeza en un movimiento feroz. —Todo acerca de ti me vuelve loco —gimió y miró su boca—, voy a reclamarte tan salvajemente que no serás capaz de sentarte sin pensar en mi polla en tu cuerpo. —Demon la besó, y ella se probó a sí misma. Él movió los dedos por sus brazos y los colocó alrededor de sus muñecas hasta que una chispa de dolor la llenó—. Tu coño es la cosa más dulce que he probado nunca. Su coño se volvió más húmedo y su excitación se deslizó hacia abajo por los muslos. La sábana se había mojado por su deseo y supo que sería más pronunciado mientras más estuviese con Demon. Él movió los dedos de nuevo a su coño, la acarició como un experto, y dijo en voz baja, caliente—: Si no fuera por mi autocontrol estaría follándote, pero quiero saborear esto. —Movió la boca hasta el punto de pulso en la garganta mientras continuaba corriendo dedo en la apertura de su vagina—. Estás toda mojada para mí, Deanna. —Metió sus dedos profundamente en su cuerpo—. Apuesto a que este pequeño coño suave será lo más apretado que sentí nunca. Y más humedad se vertió por sus sucias palabras. —Maldición, toda mi mano está empapada. Ella se quedó sin aliento cuando él retorció los dedos en su interior. —Mi polla reemplazará estos. —Hizo hincapié en su punto haciendo tijeras con sus dedos dentro de ella—. Y entonces realmente te poseeré. Vas a ser mi mujer, mi propiedad, y nadie se atreverá a tocarte sin responder ante mí. —Movió sus dedos más rápido, más fuerte y el sonido de su carne mojada parecía llenar la habitación—. Mataré al que te toque, Deanna —dijo con una voz mortal. Demon llevó el pulgar al clítoris y empezó a frotarlo de nuevo. Todos los pensamientos o acciones cesaron. Y en el segundo siguiente ella se corrió. Gritó y su coño palpitó más rápido, más duro y con fuerza sobre sus dedos, levantando las caderas arriba y abajo, tratando de convencerlo de que fuera más profundo. Y cuando su orgasmo se desvaneció en el fondo, y un zumbido agradable la llenó, Deanna abrió los ojos. Todavía tenía una mano alrededor de sus muñecas, y se preguntó si él era el tipo de hombre al que le gustaba infligir dolor a otros para su placer. El hombre que tenía delante era complicado en

más de un sentido. Se retiró un poco y miró su cuerpo. Sus ojos eran de un gris frío, duro, o tal vez plata líquida sería lo más correcto. Sus hombros eran anchos, el pecho definido y ondulado por los músculos. Tenía tatuajes que cubrían sus brazos y la parte superior del pecho, y ella pudo ver el tatuaje de un terrible cráneo cubriendo su hombro. Su erección estaba tensa, enorme, larga y gruesa, y pensamiento fugaz le dijo que tomarla sería doloroso. Pero su deseo era mayor, se incorporó un poco, ahora que había dejado caer sus muñecas, y extendió la mano. Ella agarró su polla. Demon gruñó mientras envolvía sus dedos alrededor de la longitud, pero era demasiado gruesa y no pudo cubrirla por completo. Mirándolo, lo vio observándola con ojos semicerrados. —Chupa mi polla, Deanna. Llena tu boca con mi semen. Incluso en la oscuridad, podía ver cuán letal era Demon, cuán dominante y exigente. Inclinándose, ella llevó su boca hasta la punta de la misma. Podía sentir su calor y abrió más la boca para presionar la lengua sobre la cima. Ningún sonido provenía de él, pero ella sintió como se tensaba. Quería volverlo tan loco por ella, como ella lo estaba por él. Le pasó la lengua por el borde alargado y lo tomó por completo. El sabor explotó en su boca. Salado, dulce, todo hombre. Su coño estaba empapado y su clítoris palpitaba, aun cuando ya se había corrido dos veces. Ella chupó con fuerza y profundo, y él la agarró por la nuca y comenzó a empujar en su boca. —Voy a follar tu boca hasta que la corona de mi polla golpeé el fondo de tu garganta. —Todo su cuerpo estaba tenso y ella sabía que se correría muy pronto. Él apretó los dedos en su pelo, pero antes de que pudiera sentir como gozaba él la empujó sobre espalda. Ella cayó en el colchón duro con sus pechos temblando y sus piernas abiertas. Su respiración era entrecortada y su mirada caliente y aterradora. Sus ojos se zambulleron entre sus muslos abiertos y él dejó escapar un sonido áspero. —Jesús, Deanna. —Le pasó una mano por la boca, y la miro—. Dime que quieres mi polla en ti. Implórame que te folle. Oh, Dios. Sus palabras eran como gasolina al fuego. Ella nunca había estado con alguien tan

increíblemente contundente y convincente con sus palabras, con su cuerpo, y simplemente con una mirada. No había duda de que Demon mataba personas, que se deleitaba con eso, y aquí estaba ella, entregándosele. Comenzó a succionar, a tomar tanto como podía y cuando su dura, gruesa longitud le produjo arcadas él empujó su cabeza hacia atrás con una mano en su del pelo. La miró por un segundo, y en un instante su cuerpo duro estaba cubriendo el suyo, mientras la besaba con fuerza. —Si lo hacemos, lo haremos a mi manera. —Sus palabras no admitían discusión. Sí, quería hacerlo a su manera. Asentir fue todo que pudo hacer, y sin embargo, lo satisfizo. Él apretó sus muñecas en una de sus manos y las llevó por encima de la cabeza más una vez. Parecía que le gustaba ser sometida. Necesitaba sentir sus callosas manos raspando sobre su piel. Él tomó sus pechos, pellizcó sus pezones dolorosamente hasta que ella se quedó sin aliento y luego suavizó sus palmas sobre su piel. Tenía las manos ásperas, y lo único en lo que podía pensar era en lo poderoso que era cuando las utilizaba. La sensación de su polla presionando contra su coño la tenía al borde de un orgasmo. Por alguna razón ella sabía, que si era paciente y obediente, la llevaría a un lugar que nunca había soñado. —¿Estás lista para mí? —Apretó duro su pecho—. ¿Estás lista para mi polla? Ella abrió la boca y asintió con la cabeza. —La idea de lo que hago, cómo vivo mi vida con mi club, ¿te asusta? —Sí. —Bien. Debería, porque soy un hombre muy peligroso, Deanna. Muy peligroso. —Por favor… —Sus palabras fueron cortadas cuando alcanzó entre sus cuerpos, colocó la gran cabeza de su polla en su entrada, y se estrelló contra ella. Ella echó la cabeza hacia atrás, gimiendo su placer. Él era como un hombre salvaje, empujando, bombeando, llevándola cerca del orgasmo, y a continuación, deteniéndose justo antes de dejarla ir. Su coño estaba tan mojado para él, y el sonido de los golpes de su piel contra la de ella reverberaba en la habitación. —Tan mía. —Él gruñó contra su cuello y tomó velocidad. Pronto Deanna estaba cayendo sobre el borde de un placer sin sentido, bendita felicidad. Él soltó sus muñecas mientras gruñía y bombeaba dentro y fuera. Ella agarró su pelo oscuro y corto,

tiró y gimió. Ella gritó, literalmente gritó, cuando otro orgasmo más pequeño causó estragos en su cuerpo. Solo cuando la ola comenzó disminuir lentamente, se encontró girada sobre su vientre. Él levantó su culo, lo golpeó varias veces hasta que la piel estaba caliente y le temblaban las rodillas. Con las palmas en el colchón y las piernas abiertas, ella esperó a que la dominara aún más. Deanna cerró los ojos al sentir sus dedos patinando sobre su vagina para recoger su crema. No se tensó, no se preocupó por lo que iba a pasar cuando él extendió sus jugos en su ano. Y luego, cuando sondeó su agujero, sumergiendo suavemente un dedo dentro de ella, pensó que la follaría ahí mismo. Pero entonces se apartó el tiempo justo para coger una botella de lubricante del tocador. En un segundo estaba de vuelta, aceitando su culo y luego colocando la corona de su polla en su culo, pero sin penetrarla. El miedo al dolor estaba presente, pero su deseo era más fuerte. —Eres tan sensible al tacto. ¿Estarás tan sensible cuando tenga mi polla enterrada profundamente en tu culo? Ella no respondió, no podía. El aguijón de su mano se puso en contacto con su culo haciéndola jadear de nuevo. Fue más fuerte esta vez. El dolor un agudo contraste con el placer él había entregado. —Respóndeme. —Su voz era oscura, exigente. —Dios, te quiero sentir en mi culo. —Sintió su rubor, no porque hubiera dicho las palabras, sino por lo que significaban. —Estoy tan duro por ti. ¿Sientes lo que me haces? —Él la levantó hacia atrás y sintió su erección deslizarse a través de su culo. —Si. —suspiró. Entonces estaba empujando lentamente todo sus duros centímetros en su interior. Las lágrimas llenaron sus ojos, y ella empezó a sentir el ardor y el estiramiento de ser llenada por completo. Era como nada que jamás hubiera sentido. El aguijón de la punta de su polla pasando a través del estrecho anillo de músculos tenía sus ojos cerrados con fuerza. —Eso es, nena. Toma toda mi polla. Tómame todo, Deanna. Cuando estuvo completamente en su interior, no se movió. Demon apretó las mejillas de su culo de manera intermitente, como si estuviera en agonía. Ella empujó contra él, diciéndole sin

palabras que estaba lista. Él susurró en voz baja y agarró sus caderas con fuerza. —Estás tentando a una maldita bestia, Deanna —dijo Demon en voz baja. —Fóllame, Demon. —Lo miró por encima del hombro—. Necesito sentir algo más esta noche. Él comenzó a moverse dentro y fuera y pronto la quemadura del dolor fue reemplazada por algo mucho más agradable. Cada vez que se introducía en ella aumentaba su deseo. Cuando llegó hasta el frente y empezó a frotar su clítoris, ya no le importó que estuviera follando con un hombre malo. Ahora era lo que la mantenía en su sano juicio, y lo deseaba como quería respirar. Un impulso, dos estocadas, y en el tercero, enterró su bolas profundamente en su culo y maldijo en voz alta. Su lenguaje era grosero y vil, pero reflejaba la fuerte emoción que ambos sentían. Después que su gran cuerpo se relajó, soltó las manos de sus caderas, y maldijo mientras tiraba suavemente fuera de ella. Inmediatamente Deanna sintió como el semen escapaba de su culo, pero no le importó su calidez, o el hecho de que la había llenado por completo. Él se acostó a su lado, no se apartó, ni se alejó de las consecuencias de lo que habían hecho. La atrajo hacia sí y envolvió sus brazos alrededor de ella. Se dejó caer en un sueño profundo llenó de endorfinas. Entonces, en la oscuridad que los rodeaba, la idea de luchar contra él le pareció horrible. Deanna se dejó caer en oscuridad, porque estar con Demon no le parecía tan aterrador. De hecho, parecía el lugar más seguro para estar.

[1] La autora utiliza el término Dry-Humping es una forma de "outercourse", que es de la actividad

sexual sin penetración del pene (coito). Cuando dos personas se frotan sus cuerpos unos contra otros a menudo desplazan sus genitales juntos y simulan los movimientos de coito sin tenerlo. Es también llamado sexo seco o frottage.

Capítulo Doce Demon aferró a la mujer de fiero temperamento en sus brazos. Había follado su coño y había tomado su culo sin haberla preparado realmente. La culpa lo golpeó duro y llenó su pecho por las formas en que la había utilizado. La mayoría de las mujeres necesitaba tiempo para aceptarlo. No era un hombre pequeño. Observó fijamente el rostro dormido de Deanna, sabía que era diferente. No era como la mayoría de las mujeres. Deanna se había entregado a él, confiaba en él cuando muchas habrían corrido por lo que hizo esta noche. Asesinó a su padre delante de ella y no dudaría en hacerlo de nuevo si tuviera que hacerlo. Estaba tan increíblemente hermosa que le hacía querer ser algo que nunca había sido. Quería cuidarla. A Demon no le importaba nada, a menos que fuera el club. Su única verdadera lealtad estaba dentro de las cuatro paredes del MC y con todos los hombres que lo servían. Ellos le servían, y servían al club. Empujando un poco del cabello de su cara, Demon observó su sueño. —Me causaras un montón de problemas. Puedo sentirlo. Desenredándose a sí mismo de su cuerpo, se detuvo cuando vio su semen goteando de su culo. Se aferró la nuca ante la vista. Usar condón había estado en la parte más alejada de su mente cuando la tomó. No quería nada entre ellos cuando estuvo dentro de su cuerpo. Quería poseer a esta mujer y que fuera la única que estuviera llena de él. Entrando al cuarto de baño, abrió el grifo, se echó un poco de agua en el rostro y se limpió las gotas de los ojos antes de volver a mirar su reflejo. Esto era a lo que había llegado su vida. Había una mujer en su cama que significaba más para él que cualquier otra mujer. No quería que sirviera a los otros hombres en el club. El pensamiento de Joker, Steel, o incluso Shakes tocándola lo volvían loco. Agarrando una toalla, se dirigió a la habitación donde Deanna todavía estaba dormida. Ella no quería ser parte de la vida del club pero sería lo único que obtendría si se quedaba con él. No iba a dejar el club por nadie, ni siquiera por Deanna. Le limpió el semen y lo hizo con toque suave, para que ella no se despertara o estuviera molesta. Había sido un largo día para ella. Cuando la limpió, tomó sus pantalones y salió de la habitación. Esta vez dejó la puerta abierta. Algo en su instinto le decía que ella no trataría de huir de nuevo. Estaría en mayor peligro por ahí sola que dentro del club.

Los gemidos sexuales llenaban el largo pasillo mientras lo atravesaba. Algunas puertas seguían abiertas mostrando a las parejas follando en el interior. Deanna había drenado toda necesidad de él. Pasando las habitaciones, se fue a la barra donde encontró a Joker, bebiendo un vaso de whisky. —¿Estás con estado de ánimo para hablar? —preguntó Demon, señalando el whisky. —Claro que sí, hermano. —Joker se inclinó sobre el mostrador, recogió otro vaso y lo llenó hasta el borde con alcohol—. Por las insoportables perras locas y nuestra puta suerte —dijo Joker, chocando sus copas. Demon vació su vaso en varios tragos grandes. Había algo molestando a Joker porque no utilizaba los vasos para whisky sino los de tamaño normal. —¿Quieres hablar de ello? —preguntó Demon. —Vamos a empezar con la mierda que pasó esta noche. Nada va a pasar con el club. Él tenía deuda con un montón de gente. No vamos a ser mencionados. —Es bueno saberlo. —Demon no esperaba otra cosa. —Necesito ausentarme unos pocos días —dijo Joker. De todos los hombres, Joker era en quien más confiaba. El hombre había recibido una bala por él hace años y se había convertido en uno de sus hombres de más confianza, por eso era su VP. Sabía que Joker siempre estaría de su lado. —¿Qué paso? —Tengo mierda que resolver. Un montón de mierda, sí. —No vas a ninguna parte hasta que no sepa lo que está sucediendo. Si necesitas ayuda del club, entonces vamos a estar a tu lado. —Demon le hizo señas que vertiera más alcohol. Quería tomarse su tiempo y beber antes de regresar a su habitación. Pensar en deslizarse dentro del suave y dócil cuerpo de Deanna era suficiente para ponerlo duro. Necesitaba crear algo distancia entre ellos. Nunca en su vida había permitido que una mujer tuviera poder sobre él. Deanna no sería la última mujer que follara. Demon hizo una pausa mientras pensaba en follar a otra. La sola idea le hizo sentirse enfermo. Su polla, que había estado dura con el pensamiento de Deanna, quedó inerte con la perspectiva de otra mujer. —No tiene nada que ver con el club. Es personal. —Joker sirvió otra dosis, la tomó de un trago

antes de servirse otra—. Esa es la razón por la que te informo que me voy mañana. No sé si voy a estar de vuelta por un par de semanas. —¿Personal? —Demon se pasó un dedo por el labio. Sólo había una persona que podía arrojar su mierda sobre Joker. —¿Amy? —Sí. Mi padre llamó cuando volví al club. Él me necesita en casa. La madre de Amy, Brenda, murió ayer. —Joker tomó otro trago, mirando hacia el mostrador en frente a ellos. —Maldición, hombre, lo siento. —No era mi madre. —No, pero era importante para ti. —Brenda no era tan importante como Amy, pero fue una buena madrastra para Joker en los pocos años que vivió en casa. Estaban unidos. —Sí, era importante. Demonio miró justo a tiempo para ver la mano de Joker temblar ligeramente. Nada jamás había turbado a Joker, pero la perspectiva de ir a casa lo hacía claramente. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde que viste a Amy? —Cinco años, quizás más, quizás menos. Joker sabía cuánto tiempo. Estaba tratando de no dejar que le afecte. Demon tomó la botella y vertió un trago para ambos. No sabía exactamente lo que había sucedido entre Joker y Amy, pero era algo que lo mantuvo a distancia. Por lo que él sabía, Joker se aseguraba de nunca estar a solas con ella. —Mi padre esta angustiado. Necesita un poco ayudar en casa. Amy está tratando de hacer frente a la muerte de su madre. —Joker se detuvo. Su voz estaba cargada de emoción. —El Club está aquí para cuando nos necesites. —Gracias hombre. Te lo agradezco. —Joker chocó su vaso con Demon. Ambos tomaron otro sorbo, cada uno perdido en sus pequeños mundos—. Entonces, ¿qué está pasando entre Deanna y tú? —Nada.

—Vamos, Demon. Tú y yo sabemos que si una perra huye de ti la dejas en paz. Ella demostró más de una vez que no quiere estar aquí. ¿Por qué la fuiste a buscar? Demon no respondió de inmediato. Se sirvió otro generoso trago de alcohol en su vaso. La verdad era que no sabía qué diablos estaba pasando. Lo que comenzó como una simple transacción había cambiado drásticamente en el transcurso de un día. Deanna no iba a tomar nada a la ligera. Ella no quería esta vida, sin embargo él la deseaba. Ni siquiera sabía si sería capaz de dejarla ir. Había entrado en su vida y ahora no sabía cuándo o si sería capaz de seguir adelante. Pasando una mano por su cara, trató de aclarar su mente. Todo lo que vio fue su semen goteando de su culo. Joder, la imagen era suficiente para engrosar su pene. La deseaba de nuevo, demasiado. —No puedo dejar que se vaya. —Odio decírtelo, Demon, pero puede que no tengas otras elección. Se frotó la sien, mirando el líquido ámbar oscuro en su vaso. No podía tratar con eso ahora. —Puedes hablar conmigo —dijo Joker. Echando un vistazo a su amigo, Demon miró alrededor del club. Esta era su vida, donde tenía la intención de pasar el tiempo que durara en este planeta. El club no era solo una moda para él. Era su vida. —Ella es diferente. —No sabía por qué la deseaba como lo hacía. Era una debilidad que no podía manejar en su vida ahora mismo. —La cosa más romántica que he oído —dijo Joker, resoplando. Demon le dio un puñetazo en el costado de Joker, haciéndolo callar. —Está bien, ser diferente es bueno. Puedo trabajar con diferente. —Joker, sin ofender, acabamos de asesinar a la mierda de su padre porque ella no podía soportar estar en el club. —Nosotros la tomamos contra su voluntad. No tiene a nadie. Míralo desde su perspectiva. Ella va a ver a su padre y termina repentinamente siendo llevada por un grupo de moteros. Imagínate lo difícil que es para cualquier persona hacer frente a eso y mucho más para una mujer joven. Tiene que, ¿veintiún años?

Demon se puso tenso. No tenía ni puta idea de qué edad tenía. Echando un vistazo al Joker, vio que el otro hombre parecía preocupado. —¿Sabes qué edad tiene? —Mierda. —Tomó otro trago de whisky y saltó de silla. No había ninguna posibilidad en esta vida de que acabara follando a una menor de edad. Él no lo haría. De ninguna jodida manera. —Voy a salir temprano en la mañana. —Avísame cuando llegues allí. Se dirigió al piso de arriba hacia la mujer que lo tenía de cabeza. Demon abrió la puerta de su dormitorio y se detuvo. Deanna todavía estaba durmiendo en su cama. Se veía tan dulce, tan tentadora, jodidamente inocente. Su pierna estaba envuelta alrededor de la manta, mostrando su lleno y voluptuoso culo. Su polla se excitó al punto del dolor. Estaba ansioso por estar dentro de ella otra vez. Tomarla. Follarla. ¿Ella tenía incluso edad legal? Sí, era un criminal endurecido, un idiota y un asesino, pero no dormiría con una mujer menor de edad, una niña maldita sea, era una cosa enferma. Nunca cruzaría esa línea. Era tan jodido que no quería ni pensar en ello. Al cerrar la puerta detrás de él, dio un paso hacia la cama. La miró y supo que no podía esperar para saber la respuesta. Extendiendo la mano, la agarró por los brazos y suavemente la sacudió para despertarla. De ninguna manera acababa de follarse una menor de edad. La sola idea lo ponía enfermo del estómago. * * * Deanna gritó cuando fue sacada de su sueño por un movimiento áspero. Unos brazos fuertes la agarraron con fuerza y le tomó unos segundos aclarar sus pensamientos. —Demon, ¿qué está pasando? —Se aferró a sus brazos mientras él la arrastró fuera de la cama.

—¿Cuántos años tienes? —Gruñó las palabras cerca su rostro. Ella comenzó a retroceder. La rabia dentro de él la asustó. —¿Qu...qué? —Ya me escuchaste. —Y...Yo ve...ve...veintiuno. —Nunca tartamudeó antes en su vida. Ante la furia de Demon no pudo controlar su voz. —Es mejor que no me estés mintiendo. —No, no lo estoy. —Levantó las manos delante de ella, era difícil de hacer debido a la forma en que Demon la había inmovilizado. —Joder, en comparación con mis 38 eres un maldito bebé. Pasaron los segundos, pero se sentían como si fueran minutos y él seguía mirándola. Ella se dio cuenta de cuan desnuda estaba mientras que él llevaba vaqueros. Este no era el hombre que había despertado a su lado horas antes. El hombre amable que la folló hasta el olvido. En su lugar estaba el hombre que conducía un club de motociclistas con puño de hierro. —Me estás asustando. Poco a poco la soltó. Ella se apartó de él, quería estar lo más lejos posible. La aterrorizaba y ella odiaba eso más que nada. Lamiendo sus labios secos, se arriesgó a mirarlo. —¿Realmente crees que me hubiera acostado contigo si fuera más joven? —le preguntó. —Te sorprendería cuántas menores de edad tenemos que patear fuera del club. Ella se encogió como si la hubiera golpeado. Tenía que ir y recordarle que estaban en el club. Mordiéndose los labios, lo miró, deseando saber lo que estaba pasando en el interior de su cabeza. —No tienes ningún sentido para mí. —¿Qué? ¿Crees que el que me haya follado tu culo nos hace.... qué? ¿Compañeros de sexo, mejores amigos, amantes?

—¿Por qué estás actuando como un idiota? —Deanna alcanzó las mantas para cubrir su desnudez. No le gustaba ese otro lado de él. Estaba siendo cruel y estúpido a propósito. ¿Qué había hecho para merecer esto? —No, quiero mirarte. —Él dio un paso adelante, quitando la manta de su mano. Se quedó allí desnuda, esperando a que hiciera su próximo movimiento. —¿Qué? ¿Pensar que te habías follado una menor de edad te asustó o te excitó? —¿Por qué lo estaba incitando? Cruzando los brazos sobre sus pechos, trató de encontrar toda la dignidad que podía cuando lo enfrentó. —No puedes hablarme de esa manera. Eres propiedad del club. Perteneces a los Soldados de la Ira. Haces lo que te digo y cuando lo digo. —Avanzó hacia ella. Ella levantó las manos como si quisiera alejarlo. Él sostuvo sus muñecas, apretándola contra la pared. El choque hizo una explosión y ella jadeo y lo miró. Por alguna extraña razón ya no estaba asustada. No, estaba excitada y lo odiaba. Demon la miró. —No hay ningún lugar a donde ir. —Mataste a mi padre. No te debo una mierda. Él se echó a reír, mirándola. —Te equivocas, Deanna. Era tu padre y estabas molesta con él. Eso hace que tú seas la sospechosa número uno. —¿Por qué me haces esto? ¿Qué te ha pasado? —Quería hacerle otras preguntas, pero tenía miedo de que él se riera de ella. Este no era el lado de Demon que quería ver. —¿De verdad crees que porque sólo puse mi polla dentro de ti eres diferente? —Se rio—. Nena, tienes que hacer mucho más que abrir las piernas y dejar que tome tu culo. Hay muchas mujeres por ahí como tú, dispuestas a follar. Ella comenzó a luchar contra él. En toda su vida nadie nunca le había hablado de esa manera. Ningún hombre la había hecho sentir tan poco. Contra sus propios deseos, las lágrimas le llenaron

los ojos. Trató de obligarlas a volver. No se merecía verla llorar. Conserva la calma, Deanna. —Mantente lejos de mí. —Así que la pequeña gata salvaje tiene garras. Ella le gruñó, deseando que todo terminara y la dejara sola. —Espero ansioso que uses esas garras en mí. —La soltó, retrocediendo fuera de habitación—. Hasta la próxima vez. —Nunca habrá una próxima vez. —Ya veremos. Cerró la puerta detrás de él y oyó el clic del pestillo. Mirando alrededor de la habitación, se pasó los dedos por el pelo varias veces. ¿Todo esto realmente había pasado? Las lágrimas cayeron mientras se tornaba consciente del dolor que tenía en todo el cuerpo. Sí, todo había ocurrido y por eso Demon la rechazaba. Lo odiaba, lo despreciaba. Agarró la manta pero no pudo llevarla de nuevo a la cama. Hundiéndose en el suelo, puso los brazos alrededor de su cuerpo, tratando de sostener su cordura. Todo irá bien. No sabía cómo iba a ir todo bien. Estaba sola en un MC sin que nadie supiera si estaba viva. Estoy sola. Abrazándose a sí misma, comenzó a sollozar. Su madre estaba muerta y enterrada, como su padre. —Lo siento, mamá —dijo, esperando que su madre pudiera oírla—. Lo intenté. Intenté convencerlo de que se mantuviera limpio. Me debes odiar tanto. —Se pasó una mano por la cara, tratando de limpiar las lágrimas. ¿Qué hice para merecer esto? Demon estaba jugando en varios bandos. ¿Podría soportar estar en el club, observándolo con otras mujeres?

Era sólo uno de los muchos coños que tenía disponible. La sola idea de verlo con otra la enfermaba. No debería desearlo, sobre todo después de cómo había terminado la conversación, cómo había actuado con ella. Tirando de la manta sobre su cabeza, trató de ocultarse del mundo y de todo lo que había pasado. Su madre no respondió, ni siquiera su padre. Sola, estaba tan sola. Ni siquiera tenía a Demon y fue más que suficiente para enviar su vida en espiral. * * * Joker miró a la casa a la que no había vuelto en más de cinco años. La última vez que estuvo aquí fue en una fiesta de sus padres. Haciendo sombra sobre los ojos, miró a la gran casa situada detrás de la carretera. Bajó de la moto, guardó las gafas de sol. Sacó su móvil y marcó a Demon. —¿Sí? —Estoy aquí. —Mantente en contacto, hermano. Al colgar, Joker no sabía si quería dar un paso más cerca de la casa o alejarse. Había tantos recuerdos surgiendo. Recuerdos que había bloqueado hace años. Amy... esta casa le recordaba mucho de ella. Era la única mujer que había roto sus defensas, que lo hizo vulnerable por primera vez en su vida. La puerta se abrió y allí estaba su padre. David Michaels tenía más un metro ochenta, un hombre gigante cubierto de un montón de músculos. Aún inmóvil, Joker miró a su padre que acababa de perder a su esposa. Acortó la distancia, envolviendo sus brazos alrededor de él. —Hola, papá. —Hola, hijo. —Vine tan rápido como pude. —Te llamé anoche. Debí llamar antes, pero ha estado un poco movido por aquí. —David abrió

camino hacia la casa. En el momento en que la puerta se abrió, Joker sintió la pérdida de Brenda. Ni siquiera podía contar el número de veces que había entrado y olido como cocinaba. Cuando la puerta se cerró, la oyó. Amy. Lloraba desconsoladamente. —No he sido capaz de conseguir que coma o se bañe. Es como si estuviera perdida. Todo lo que hace es llorar y dormir. Hijo, no puedo más con esto. Cuando ella tenía pesadillas en el pasado yo sabía cómo manejarlas. Ahora no sé qué hacer. Para que su padre admitiera eso precisaba de mucho coraje. David no era un hombre que admitiera una derrota. Mirando los ojos azules de su padre, Joker asintió. —No he hablado con ella en años. —Pero siempre te escuchó. Por favor, tienes que probar. David no sabía la verdad que lo había hecho huir hacia cinco años. No, eso fue entre Amy y él. Nadie sabía la verdad, ni siquiera Demon. —¿Dónde está? —En su habitación. Quitándose la chaqueta de cuero, caminó hacia la escalera. —¿Reese? Se volvió a mirar a su padre. —Es bueno tenerte de vuelta. Asintiendo, Joker hizo su camino hacia arriba. La habitación de Amy estaba enfrente de la suya. Se detuvo cuando vio que la puerta estaba abierta. Apoyado en el marco de la puerta, miró a la mujer que no había hecho otra cosa que atormentar sus pensamientos. Ella era un alma atormentada. Algunas cosas malas le habían pasado cuando era más joven y eso había cambiado su vida por

completo. Esta misma alma torturada estaba derrumbada en la cama, afectada por el dolor. Se aclaró la garganta, entró en la habitación y cerró la puerta en silencio. El llanto se detuvo y cuando se volvió, sus ojos verdes se centraron en él. —Reese —dijo. Su voz ronca por tanto llorar. —Hola, Amy. Su cabeza descansaba sobre la almohada. Se aferró al oso de peluche cuando lo miró. —Mamá murió. —Lo sé, bebé. —Dio un paso más cerca de ella. No luchó contra él como la última vez. Se movió detrás de ella, acostándose a su lado. No luchó pero estaba tensa. —Yo no te haré daño, Amy. Nunca te haría daño. Envolviendo sus brazos alrededor de ella, Joker cerró los ojos cuando se volvió hacia él, enterrando la cabeza en su pecho. —Ella se ha ido, Joker. Se fue y nunca volverá. La abrazó más fuerte con miedo de dejarla ir. No quería que se fuera, quería quedarse en la cama, abrazándola. —Estoy aquí. No iré a ninguna parte. Pasando la mano por su espalda, la calmó, prometiendo que se quedaría. No sabía cuánto tiempo estaría con ella. Se quedaría para el funeral, después no sabía. Poco a poco, lágrimas comenzaron a secarse y Amy se durmió. Joker no supo cuánto tiempo había pasado hasta que su padre puso su cabeza dentro de la habitación. —¿Quieres algo de comer? —preguntó David. —Todavía no. No quiero molestarla. Se acurrucó un poco más cerca de él. A Joker no le gustó la forma en que se sentía tan frágil en

sus brazos. Recordó su cuerpo pleno, redondeado en todos los lugares correctos. ¿Qué había sucedido con su pequeño colibrí?

Capítulo Trece Amy no estaba durmiendo, pero se quedó allí, dejando que Reese la abrazara, protegiéndola del mundo que les rodeaba. Habían pasado años desde que lo había visto, tanto tiempo que ahora parecía casi un sueño. Su madre se había ido, asesinada por un conductor borracho, y estaba sola en el mundo. Podría tener en David un segundo padre luego que el suyo las abandonó cuando era pequeña, pero sabía que David tenía que hacer frente a su propio sufrimiento. Ya no era una niña, era lo suficientemente mayor como para tener que lidiar por su cuenta con esto tarde o temprano. Pero quedarse en su antigua habitación, sosteniendo el oso que su madre le había dado cuando era más joven, por ahora parecía una buena idea para tratar de hacer frente a todo. —Lo siento, Amy —murmuró Reese, en su oído y siguió acariciando de arriba y abajo su espalda—. Lo siento por todo. Sabía que no estaba hablando de la pérdida de su madre, sino de la mierda que ocurrió cinco años atrás. A los veintiún años tenía su propio hogar, una vida, un trabajo, y no debería estar tentada de encontrar consuelo en un hombre del que había huido. Hacía años, había sido una tonta y desde entonces se había mantenido al margen. Pero ahora todo parecía estúpido y ridículo. Reese la atrajo hacia sí, y le oyó suspirar. —Sé que estás despierta, cariño. —Acarició su cabello otra vez, hablando en voz baja. Se apartó un poco, mirándolo. Reese, o Joker como lo llamaba el club de motoristas al que estaba afiliado, era un hombre muy fuerte. Incluso después de que lo hubiera hecho sentir como la mierda en el pasado, estaba allí para consolarla. —¿Cómo es posible que desees verme después…? —Humillada por todo, no pudo terminar la frase. —Amy, no voy a mentirte y decir que todavía no pienso en esa noche hace cinco años, porque lo hago. A veces me consume. Tragó saliva y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo para verlo, Reese la miraba fijamente con sus profundos ojos azules. Su cabello rubio oscuro estaba más apretado de un lado, quería quedarse todo el día con la cara enterrada en su cuello. Era tan grande, tenía mucho de David en su

altura y masa muscular, pero más en la forma en que la miraba y hablaba con ella. Era una mirada vulnerable, llena de tristeza. Allí estaba este motociclista incondicional consolándola, abrazándola como si fuera la cosa más preciosa del mundo. Probablemente haría cosas que la harían estremecer y correr gritando de miedo, pero no le importaba. No pudo evitarlo. Comenzó a llorar más. —Está bien, Amy —murmuró de nuevo. Negó con la cabeza. —No. —Cerró los ojos, sintiendo las lágrimas correr fuertemente—. Perdí a mi madre. Nada va a estar bien otra vez. * * * Demon miró el espejo detrás de la barra en la sede del club, estaba borracho hasta las cejas, molesto consigo mismo por lo que sentía por Deanna, y por la forma en que manejó su encuentro. La encerró en la habitación, sabiendo que no era la decisión correcta después de como la había tratado, pero en este momento sentía como si estuviera en el filo de una navaja. Estaba agitado por las emociones que tenía por ella, por como lo ponía cada vez más loco, y le hacía sentir obsesionado, desquiciado. No había vuelto en toda la noche, se había quedado en el sofá de la sala de reuniones. Sí, tenía que volver y echarla. Aunque todavía estaba molesto consigo mismo porque la deseaba como un adicto a su próximo chute, como un asesino en serie que necesitaba derramar un torrente de sangre. El sol comenzaba a elevarse y, a pesar de estar en la sala de reuniones, en realidad no había dormido. Estaba muy tenso y agitado debido a la mujer que entró en su vida como un torbellino, haciéndole darse cuenta que era todo lo que quería. Era suya y lo sabía, sin ninguna duda, porque estaba tratando de apartarla y porque estaba enojado consigo mismo. Había tenido una vida muy dura, sin un maldito propósito y por eso se había sumergido en la vida de motociclista. Deanna se había arraigado en su mundo, en su mundo y estuvo claro que no iba a ser capaz de librarse de ella desde el momento en que vio su foto. Se apartó de la barra, giró y miró las escaleras que llevaban a la habitación, y luego murmuró una maldición. Solo aclararía las cosas, expresaría exactamente cómo se sentía y sabía que diría palabras desnudas y crudas. No era un hombre romántico, no estaba acostumbrado a decirle a nadie cómo diablos se sentía. Hacia lo que quería, cuando quería y follaba lo que se pusiese en su camino.

No llegó a ser presidente del club, controlando la maldita ciudad, siendo un marica. Moriría en su ley, con sus hombres cubriéndole la espalda, y su parche cubriéndole la piel. Así era como funcionaba su mundo, lo que siempre iba a funcionar, y estaba contento de vivir de esa manera. Dirigiéndose hacia su habitación, empujó los coños del club que se le acercaban, todavía borrachas de la noche anterior, y oliendo a sus hermanos. No era un tipo que aceptara sobras y desde luego no estaba interesado en sus sucios coños ahora que tenía a su mujer. Sí, Deanna era su mujer, y maldita fuera cualquiera que se pusiera en su camino a reclamarla. * * * Deanna mantuvo la calma. Estaba furiosa por estar todavía encerrada en esa maldita habitación. Era casi de mañana, pero no había sido capaz de volver a dormir después de que Demon la había encerrado allí y le había mostrado su lado hijo de puta. Se había bañado y vestido con una sudadera y una camiseta de grandes dimensiones. A la mierda él y su pomposo alfa y dominante culo. No iba a aguantar esa mierda, no se callaría por un motociclista que pensó que podía follarla y dejarla. Deseaba a Demon, sí, y se condenaba por ser tan estúpida. Pero no podía evitarlo, no podía hacer que su corazón no lo quisiera, incluso si el hombre al que estaba pidiendo amar era Demon. Entonces oyó la llave y el desbloqueo de la puerta, caminó hasta pararse enfrente, lista para darle un rapapolvo. Tal vez a las zorras que vivían en el club no les molestaba ser humilladas, quizás incluso les gustara, pero ella no era un coño del club. Era una mujer fuerte e independiente y podía cuidar de sí misma. Mantuvo eso en mente, sobre todo cuando se trataba de un hombre como Demon. Abrió la puerta y se quedó allí, intimidante, fuerte, poderoso, y con una expresión en la cara que le daba ganas de dar un paso atrás. Pero se aferró a su fuerza, sus reservas y enderezó los hombros. —Demon, no puedes mantenerme aquí como un preso cada vez que tienes un puto brote... Demon se adelantó y ella cerró su boca, sintió sus ojos agrandarse, y dio un paso atrás, pero la pared detuvo su retirada. Él apoyó sus manos a cada lado de su cabeza, bajó su cara a la de ella, y frunció los labios. —Me haces enfurecer, me vuelves loco de lujuria y tienes mi puta polla más dura de lo que nunca la he tenido —gruñó maldiciendo y mirándola directamente a los ojos. Era tan alto, tan fuerte, y su cabello oscuro estaba tocando ligeramente su frente. Era una amenaza, un creador de muerte,

dolor y lujuria, y sintió todo eso dirigido directamente hacia ella—. Te deseo, Deanna, y no voy a ir por ahí pretendiendo que lo que quiero contigo no es algo nuevo. —Parecía molesto consigo mismo, y la enojada línea de sus oscuras cejas le dijo que estaba molesto consigo mismo. Tragó saliva, preguntándose si debía empujarlo o acercarlo más. —No puedes tratarme de esa manera, Demon —exclamó, más suave esta vez. Algo brilló en la profundidad de sus ojos, y quiso creer que él se daba cuenta cuan mal lo había hecho en todos los niveles, incluso psicológico, pero luego su dura compostura regresó. —La forma en que te deseo, cómo quiero follarte, reclamarte y asegurarme que ningún otro hombre jamás te toque me está volviendo loco, Deanna —pronunció su nombre en un gruñido—. Nunca tuve esta necesidad de poseer cada parte de una mujer dentro de mí. Follo cuando quiero, sin repetir, pero contigo… —Bajó la mirada a su boca, e incluso hasta que estaba mirando sus pechos. Ella no llevaba sujetador y tenía los pezones endurecidos—. Contigo quiero estrangular a cualquier hijo de puta en la tierra que te mire, romperlos en dos si piensan en ti, y matarlos si te tocan. Un suave jadeo de sorpresa y excitación se estrelló contra ella. ¿Qué demonios le pasaba que se estaba mojando por escucharlo proclamar su psicótica obsesión? ¿Estaba tan carente de afecto porque un hombre la mirara que se cegaba al hecho de que Demon era un animal, un criminal y un asesino? Mató por ti, Deanna. Sí, lo había hecho sin mostrar ninguna emoción en su rostro, sin mostrar cualquier tipo de emoción o remordimiento por el hecho. Había matado a su padre a causa de lo que el idiota le había hecho, por cómo había traicionado a su propia carne y sangre. Demon le puso la mano en el centro del pecho, acarició hacia abajo por su vientre y la colocó entre sus muslos. Añadió presión, sólo la suficiente para que se levantara de puntillas, abriera la boca y sintiera su clítoris hinchándose. —Esto es mío. —Se inclinó más cerca—. Tu coño, tus tetas, todo esto es mío. —Le pasó la lengua por el labio inferior, debía tomarlo con la guardia baja, darle una patada en bolas por la forma en la que la había tratado, pero supo en ese momento que lo que había admitido ante ella era algo que nunca había hecho. Demon era un hombre de pocas palabras y acciones hostiles. Pero le había dicho que la quería como ningún otro, y una parte ella, todas las partes de hecho, sabían que habían escuchado algo muy importante. —Demon...

Sacudió la cabeza. —No, Deanna. Vas a admitir que eres mía, que toda tú eres mía. Me perteneces y no porque el bastardo de tu padre te entregó al club. —Le chupó el labio inferior, arrastró su lengua por la curva, y gruñó como una especie de animal—. Me perteneces, porque quieres ser de mi propiedad, sólo mía. Y quiero que lo admitas, Deanna. Y entonces la besó, la tomó de una manera como ningún otro hombre jamás había hecho antes, y sintió su ira mezclada con el placer. Deanna le mordió el labio inferior, lo oyó jadear y sintió una oleada recorrerla. Ahora sólo necesitaba decidir si realmente quería ser propiedad de un hombre como Demon.

Capítulo Catorce Deanna gimió en sus brazos. Él no podía creer que fuera tan sensible, especialmente después de que la había tratado como basura. Ella no merecía su mala actitud y se aseguraría de nunca, nunca, volver a hacer lo que hizo. Lo último que quería era que le dejara. Poniendo su brazo alrededor de su cintura, la mantuvo cerca, inhalando su aroma femenino mientras asolaba su boca. Ella le mordió el labio inferior y hundió su lengua en su boca. Sus gemidos se hicieron eco juntos. Bajando la mano la agarró del culo con fuerza. El montículo carnoso llenó la palma de su mano, lo que le hizo querer más. Quería su coño apretando su polla, lavándolo con su crema. —Maldición, nena —dijo, susurrando las palabras contra sus labios. —Demon, por favor. —¿Qué necesitas, cariño? —Él se apartó de ella para buscar en sus hermosos ojos verdes. —Quiero que me folles. Él gimió mientras ella pasaba la mano por su pecho hasta su polla, al instante dura, sabía exactamente qué hacer con él. Deslizando la mano en la parte frontal de su cuerpo, frotó su coño a través de sus pantalones. La ropa que llevaba puesta era demasiado grande e inundaba su pequeño cuerpo. Deslizando los dedos sobre el clítoris, sintió la humedad a través de la tela. —Estás tan mojada. —Por favor. —Ella lo acarició un poco más fuerte mientras él la provocaba. —¿Quieres mi polla dentro de ti? —Sí. —¿Vas a huir de mí otra vez? —No. Dejó su coño para tocar su cara.

—¿Por qué? —¿Por qué, qué? Sus pupilas estaban dilatadas claramente llenas de excitación. Se veía tan jodidamente sexy y él no quería cuestionar su repentina sumisión. Deanna no era el tipo de mujer capaz de olvidar fácilmente cómo la había tratado anoche. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué se estaba entregando ahora? ¿Era una estratagema? Estás completamente jodido. —¿Por qué te estás entregando a mí tan fácilmente? —Desconfías y entiendo eso. —Ella se lamió los labios. Su mirada se movió a su pecho y su mano temblaba cuando tocó su pecho. Su otra mano aún sostenía su polla firmemente en sus manos —. Es cierto que no tengo otro lugar a donde ir, pero te quiero y nunca he deseado a un hombre como a ti. Me asusta. Él pasó su pulgar por su labio inferior. Era tan rollizo y apetecible. Deslizando un dedo en su boca, gimió cuando ella lo chupó. Confía en ella. —¿Quieres quedarte aquí? ¿Ser mi zorra? Sus mejillas estaban rojas con sus palabras. —Quiero ser tuya. —No voy a compartirte. —Entonces no lo hagas. Eres el único hombre que quiero. —Desnúdate —dijo, dando un paso atrás. Demon se sentó en el borde de la cama, mirándola. La sudadera era lo menos atractivo que había visto y sin embargo, en ella, se veía jodidamente caliente. Ella tocó el borde de su camiseta, mirándolo fijamente. —¿Quieres que me desnude? —Sí. Te quiero desnuda y haciendo lo que digo.

Apoyó un codo en la rodilla y descansó la barbilla en su palma abierta. Su polla estaba dura como la piedra, rogando por estar dentro de ella. Deanna se humedeció los labios y vio su mano temblorosa cuando comenzó a levantar la camiseta de su cuerpo. No llevaba sujetador y él creció más excitado cuando ella reveló su cremosa carne ante su mirada. Las puntas duras de sus pezones le llamaban a chuparlos. Su boca se hizo agua por el sabor de su exuberante piel. Ninguna otra mujer le llamaba así. No le gustaba lamer o besar a cualquier mujer. Eran productos utilizados, no eran buenas para nada más que follar. Demon no estaba acostumbrado a hacer el amor o cualquier cosa agradable. Todo lo que había conocido era follar duro. Las mujeres que conocía tomaban su pene y lo aceptaban. Nunca ofreció exclusividad, ni nada a largo plazo. Si una mujer lo deseaba entonces tenía que desempeñar su rol en el club, pasando de un hombre a otro. Él nunca se instaló con una mujer, pero cuando miraba a Deanna, a sus hipnotizantes ojos verdes, sentía que algo se movía dentro de él. Había una especie de paz posándose sobre él. Nunca volvería a aburrirse con esta tentadora de fuego. Ella lo mantendría en el camino, asegurándose que no se desviara. Sabía que él nunca querría otra mujer, no desearía a otra que no fuera Deanna. Sólo habían follado una vez y aun así era la mejor experiencia de su vida. Ella dejó caer los pantalones al suelo, y él simplemente se limitó a mirar la pura perfección de su cuerpo. —Abre las piernas —dijo, acariciando su longitud a través de sus pantalones vaqueros. Deanna abrió las piernas donde estaba. —Muéstrame tu coño y separa los labios. Quiero verte. Ella hizo lo que le pidió, sin duda. La dura protuberancia de su clítoris asomaba de entre los labios. Estaba empapada. La crema relució en la brillante luz de la habitación. El olor de su excitación lo rodeó. La poca lucidez que tenía se fue. —Sumerge el dedo dentro tuyo y dámelo. Abrió la boca cuando ella le presentó su dedo resbaladizo de crema para chuparlo. Movió la lengua por su dedo, gimiendo ante el sabor de su crema. Ella sabía tan jodidamente dulce y limpia. Le gustaba el hecho de que ella fuera suya. Deanna era toda suya para explorarla, para su placer, para follarla y tenía la intención de asegurarse de que ella nunca quisiera el toque de otro hombre. El

único contacto que alguna vez necesitaría sería el suyo. —Dame un poco más. Mojó su dedo de nuevo en su coño y se lo dio a él. Le hizo hacer esto durante cinco minutos. Cada gusto lo llevaba al borde de la locura. —Ven aquí —dijo cuando ya no podía simplemente saborearla. Quería el calor de su estrecho interior, descubrir su cuerpo. Ella se acercó y abrió los muslos para recibirla. Rozando las puntas de sus dedos sobre la piel, acarició arriba y abajo de sus muslos. —Vas a hacer exactamente lo que diga cuando lo diga. No vas a discutir conmigo, ¿entiendes? Se lamió los labios de nuevo. —Sí. —Bien. Eres mía, Deanna. Eres mía para hacer lo que yo quiera hacer. * * * La sola idea de hacer todo lo que Demon instruyera debería asustarla, pero Deanna estaba excitada. Quería entregarse a las instrucciones de Demon. Toda su vida había cuidado de su madre y luego intentó estar allí para su padre, sólo para que le arrojaran todo su duro trabajo en la cara. Su padre había intentado utilizarla para pagar una deuda, y su madre había fallecido. Se había pasado toda su vida preocupándose por lo que iba a pasar al día siguiente. Pagar las cuentas, cuidar la salud de su madre, la escuela, el trabajo, todo lo que siempre había sido una preocupación para ella. Cuando estaba con Demon nada le preocupaba. En el momento en que la miraba, todo se alejaba flotando y era como si fueran las dos únicas personas que existían. Él le importaba, había sentimientos. ¿Era amor? Deanna no sabía realmente lo que sentía por el hombre frente a ella. —Sí —dijo. Era un alivio vivir el placer del momento. Demon no quería nada más de ella, excepto el placer. Su coño estaba empapado. La cresta dura de su polla apretaba contra el frente de sus pantalones y ella solo quería saborearlo. —Entonces ponte de rodillas. Ella cayó al suelo delante de él. Mirándolo a los ojos, esperando su siguiente instrucción.

—Saca la polla de mis pantalones. Extendiendo la mano, tiró del cinturón y luego abrió la cremallera de sus pantalones vaqueros. Buscó a tientas tratando de agarrar su polla de los confines del pantalón que llevaba. Deanna le sonrió mientras acariciaba la longitud de su polla dura en su palma. Él estaba caliente al tacto. —Ahora, llévame a tu boca. Ella no necesitaba que se lo dijera dos veces. Inclinándose hacia adelante, lamió la punta, tragando el líquido preseminal que brillaba en la punta. Sabía tan jodidamente bien, masculino y exactamente como se imaginaba a un motero. Así sabía el peligro, el peligro y la excitación. Demon la excitaba. Sus dedos acariciaron su cabello, deslizándose a través de su longitud hasta que la tomó del cabello a su alcance. Ella gimió cuando el dolor fue directamente a su coño, dejándola aún más excitada. Presionando sus muslos juntos, trató de trabajar su clítoris sin siquiera tocarse a sí misma. —Voy a hacer que te corras cuando esté satisfecho y listo. Quiero que te centres en mi polla. Quiero mi verga húmeda por tu boca. —Su voz era ronca. Tomando la punta de su pene en su boca, ella gimió cuando él golpeó la parte posterior de su garganta. El agarre que tenía en su pelo controlaba la profundidad de sus golpes. Demon se hizo cargo, empujando en su boca. Ella lo chupó tanto como pudo hasta que se retiró de su boca, sólo para volver con un empuje al interior. Ella se agarró a sus muslos, aferrándose en un intento de sostener un poco de cordura. Nada ayudó. El poder que tenía sobre ella iba mucho más allá de su control. —Maldición, necesito estar dentro de tu coño. —Él la levantó tirando de la longitud de su cabello. En cuestión de segundos, sus manos estaban en sus brazos, arrastrándola a su regazo. Su fuerza debería asustarla, pero estaba excitada. Se sentó a horcajadas sobre sus caderas con su polla posicionada entre ellos. Estaba desnuda mientras él permanecía totalmente vestido. El aroma a cuero se apoderó de ella y lo observó agarrar su polla y deslizarla a través de su humedad. —¿Ves lo mojada que estás? Va a ser jodidamente fácil deslizarme en ti. Él tocó su clítoris con su pene, haciéndola gritar por el repentino estallido de placer. No duró. Movió la punta a su entrada, provocándola. Ella trató de hundirse en su polla pero no pudo. Demon controlaba cuando entraría. El agarre en su cadera la mantuvo en su lugar. Cuando sólo la cabeza bulbosa de su pene estaba dentro de ella, Demon le apretó ambas caderas.

—Mírame, Deanna. Ella lo miró a los ojos grises de plata. La mantuvieron cautiva con la misma facilidad con que sostenía su cuerpo. —¿Qué? —le preguntó. Su piel estaba en llamas con un deseo ardiente que sólo él podía calmar. —Quiero mirarte a los ojos mientras te follo. —En la última palabra él empujó hacia arriba, forjando su camino en su interior. Era largo, grueso, y ella lo sintió llenarla hasta el máximo. Demon estaba tan profundo que era casi doloroso. Hundió sus uñas en la carne de su hombro, gritando por la doble sensación de placer y dolor. —Maldición, estás tan apretada. —Él le mordió el hombro, gruñendo las palabras contra su carne. Cerrando los ojos, trató de no moverse. En el momento que lo hizo, tomó conciencia de lo profundo de su penetración. Demon no era pequeño, era condenadamente enorme. —¿Duele? —le preguntó. Ella asintió. —Te acostumbraras a mí. —No creo que lo haga. —No voy a darte la oportunidad de olvidarte de mí, cariño. Voy a follarte día y noche. No serás capaz de caminar en línea recta, sin pensar en mí. Siempre que otro hombre te mire vas a estar tan llena de mi semen que nunca podrás pensar en dejarme. —No voy a alejarme —dijo, tomando una respiración profunda. —Lo sé. No te voy a dar la oportunidad de hacerlo. ¿Por qué estaba tan preocupado porque lo dejara? Gobernaba un club lleno de prostitutas que estaban felices de abrir sus piernas para él. Si alguien debía estar preocupada porque se extraviara del camino, debía ser ella, aunque sabía en su corazón que él nunca le haría eso. —Ahora voy a follarte y lo vas a disfrutar porque eres mía y lo sabes.



Capítulo Quince —Ve a la cama, nena y acuéstate boca arriba. —Pasando una mano sobre su boca, vio a Demon intentar controlarse. Podía ver en su expresión tensa, en la forma en que se estaba conteniendo, que se sentía como si fuera a atacarla como un animal salvaje queriendo devorarla. Se trasladó a la cama, se extendió totalmente y sintió como se mojaba aún más. Estaba tan húmeda, tan excitada, que mirarlo completamente vestido con su pene visible a través de la apertura de sus vaqueros era embriagador y excitante. —Ábrete para mí. No era una pregunta, y eso solo la hizo gemir más alto, lista para Demon. Nunca pensó que le gustaría que la dominaran en la habitación, nunca pensó que sería sumisa y permitiría que un hombre controlara cada parte de ella. Pero con Demon, se daba cuenta de que él quería que se entregara por completo. Y estaba más que lista para estar con él así. Tener a ese hombre controlando la situación solo hacía que su excitación fuera más alta por lo que no dudó en poner los talones en el colchón y abrir sus muslos para él. El aire frío sopló sobre su húmedo coño hinchado y se mordió el labio mientras esperaba a que viniera a ella, que le ordenara lo que quería que hiciera. Podía verlo mirando su cuerpo, y no necesitaba escuchar palabras para saber lo que tenía que decir. —Joder, Deanna —dijo y agarró su pene, masturbándose—. Comparada conmigo, eres tan dulce e inocente, como una fruta madura esperando ser tomada y devorada. —Dio otro paso hacia adelante. El sabor de su carne, de su boca y presemen todavía estaba en su boca y ella quería más. Su erección era un asta dura entre sus muslos, y sabía que iba a llenar su coño completamente. Cuando estuvo en el borde de la cama y la calidez de su cuerpo la recubrió como una manta, se estremeció, sintiéndose tan caliente que estaba mareado. Antes de que pudiera decir nada Demon se movió en la cama y entre sus piernas. Su boca fue a su barbilla y se movió lentamente sobre su labio inferior, arrastrado la lengua por su cuello y tomándola por los hombros para mantenerla durante su abuso erótico. Hizo lo mismo una y otra vez, sobre sus pechos y dando vueltas alrededor de su cuello. Era pura y simple tortura. Luego pasó su lengua por el mentón, la garganta otra vez y mordisqueó sus pezones duros. Enviando todos sus pensamientos a un lado, ella dejó caer la cabeza hacia atrás y

cerró los ojos mientras Demon memorizaba su cuerpo con su lengua. No perdió un centímetro de ella, y Deanna sentía como si estuviera siendo devorada. Sus pezones estaban tiesos como piedras, y cuando pasó la lengua sobre ellos, las paredes de su coño se contrajeron involuntariamente. Era suficiente juego previo porque no había manera en que pudiera sobrevivir a más. —Quítate la ropa, Demon, y fóllame ya. Reclámame como tu mujer. —Se sorprendió cuando esas palabras salieron de su boca. Las sintió en cada parte de su cuerpo. En un movimiento más rápido de lo que creía para un hombre tan grande, él estaba fuera de la cama, quitándose la ropa hasta que la dura y tatuada carne de su enorme cuerpo estuvo en exposición. Ella se apoyó en los codos, respirando pesadamente cuando su deseo fue tan grande que sintió como si fuera a explotar. Él volvió entre sus muslos nuevamente, comprimiendo su caliente y dura longitud contra su entrada. —¿Me quieres, Deanna? —Empujó contra ella—. ¿Quieres mi pene? ¿Quieres ser mi mujer? Asintió en respuesta, no era capaz de hablar porque estaba demasiado aturdida, demasiada enloquecida de lujuria. Alcanzando entre sus cuerpos, él se alineó en su entrada. Su cabeza gruesa, bulbosa, presionó cómodamente su apertura, y le abrió los labios. Deanna pensó que aliviaría su sufrimiento y simplemente empujaría directo dentro de ella, pero Demon solo empujó la cabeza lentamente, continuando con el mismo impulso hasta que su longitud estuvo completamente dentro de ella. Su coño se extendió alrededor de su circunferencia y toda la situación se puso más caliente cuando él colocó sus manos detrás de su cabeza, la levantó un poco, y miró a donde se conectaban sus cuerpos. —Tu coño está tan estirado a mi alrededor, nena. —Él era una visión con sus ojos cerrados, sus bíceps tensos debido a la fuerza que hacía para ir despacio, sus caderas levantadas para deslizar un centímetro más en su cuerpo. Gruñó bajo y abrió los ojos—. Cristo, nena, no lo hagas o no seré capaz de controlarme —gruñó bajo—. Estás jugando con el diablo, y me estoy controlando al máximo para no follarte como un animal salvaje. Sin aliento por la expectativa y ansiedad dejándose caer en el amor por este motorista endurecido, ella dijo: —Quiero que seas un animal conmigo, Demon. Justo antes de que sus ojos dieran vueltas. Él se retiró y cuando dirigió la cabeza a su entrada, empujó de nuevo tan rápido y salvaje que lágrimas de placer y dolor llenaron sus ojos. Ella se echó hacia atrás y la cama se movió con su contundencia. Esto era lo que quería, no, era lo que había pedido.

—¿Estás lista para mí? —Dios, sí, Demon —suspiró. Cerrando los ojos y exponiendo su garganta, abrió los labios, respiró hondo y lo sostuvo cuando realmente la folló. Las caderas de Demon batían tan duro contra ella que chispas de intenso placer se dispararon a través de su clítoris. Continuó deslizándose por la cama por lo que colocó una mano en su hombro para sostenerse. —Maldición. Joder. Bien —él parecía rugir. Ella se obligó a abrir los ojos para ver el éxtasis transformar el rostro de su motociclista. Sus músculos estaban tirantes y tensos, sus caderas empujando hacia atrás y hacia adelante, y los bruscos sonidos apenas naturales que provenían de él eran un orgasmo auditivo y visual para ella. El placer llegó tan fuerte y salvaje que le robó la voz y la visión cuando la reclamó. * * * Demon miró con lujuria a su mujer. Sus pechos saltaban por la fuerza de sus embestidas, y estaba gritando cuando se corrió. —Oh, Dios. Es tan bueno —gimió Deanna, pero no había terminado con ella, ni mucho menos. —Nena, no has visto nada todavía. Mañana no serás capaz de caminar después de que termine contigo. —Bombeó una y otra vez, tocando a fondo su coño y luego casi saliendo. Una y otra vez lo hizo, sintiendo el sudor gotear por su sien. Demon no se contuvo por más tiempo, apenas podía controlarse. Tomando posesión de su clítoris entre sus dedos, hizo rodar el núcleo hasta que se puso tan hinchado que supo que ella se correría de nuevo. —Solo una vez más, cariño. Dámelo una vez más, eres mía y yo soy tu dueño. —Su sexo era rosa brillante y su clítoris se destacaba, rogándole más atención. Ella retorció la cabeza hacia atrás y hacia delante en el colchón, y eso es todo lo que necesitó para correrse de nuevo. Sí, ella era malditamente receptiva. Sería suya para siempre, siempre se sometería a él porque le gustaba su tosca, dura actitud y su lado más oscuro. Quería seguirla al olvido, pero aguantó un momento más. Cuando ella suspiró y cayó relajada en la cama, disminuyó el empuje y luego retiró su pene. Antes de que pudiera decir nada, la dio vuelta, empujó una almohada bajo sus caderas y abrió su culo. —Oh, sí. Maldita sea, nena. —Su culo era suave y rosa, y, aunque no era el tipo de hombre al que le gustaba dar besos negros, quería probar cada parte de ella. Sosteniendo su culo abierto,

comenzó a lamer el limpio agujero estrecho. Ella olía bien, jodidamente bien. Su culo era estrecho y Demon se movió, tomó algo de lubricante, la trabajó hasta dejarla lista para su pene, y colocó la punta en su agujero. Tuvo que sostenerla de sus caderas para controlarse. No quería hacerle daño pero también quería follarla como un salvaje. Él gimió cuando comenzó a empujar dentro de ella. —Se siente tan apretado, Demon. Me siento tan estirada —se quedó sin aliento. Él ralentizó, no queriendo lastimarla, pero con ganas de follar su culo bien y duro. Quería sentir sus músculos apretados a su alrededor, y estaba tan duro que todo se volvió oscuro, hasta que Deanna le dijo que poseía cada parte de ella, y que nada, jamás, volvería a ser igual, porque era suya. * * * Deanna se balanceó cuando Demon continuó presionando sobre su culo. Le encantaba, incluso si era una sensación extraña. La sábana debajo de su boca estaba húmeda por su respiración agitada. Se inclinó sobre ella, apretó la boca en su cuello y lamió como si fuera un animal que estaba memorizando su sabor. Apretó las manos en sus caderas, golpeó su culo, masajeó los globos y calentó su piel en cuestión de segundos. —Te quiero en todas partes. —Cuán rápido y fuerte se habían intensificado las cosas extrañas entre ellos. La bofetada en su culo la dejó jadeando de placer. —Eso, nena, dame todo. —Movió sus manos de nuevo a su culo, presionado los globos duramente y ella supo que tendría moratones. Serian marcas de su dominación y estaba encantada. Se retiró lentamente hasta que sólo la punta quedó alojada en su culo y luego empujó hacia el interior terriblemente lento. Lo hizo una y otra vez. Deanna se encontró empujando hacia atrás, deseando que realmente la tomara como ella quería. Una dura bofetada en su culo calmó sus movimientos. Una mirada por encima del hombro le mostró una máscara tensa y el sudor corriendo por su pecho tonificado. Sus ojos se encontraron y él aumentó la velocidad. En breve la estaba follando con abandono, dándole todo hasta que se vio obligada a alcanzar las barras de la cabecera y sostenerse. Sus pechos saltaban con cada golpe y el sonido de su piel húmeda golpeando juntas llenó la habitación. —Joder, sí. —Le dio una palmada en la mejilla derecha y luego en la izquierda—. Hazlo de nuevo, bebé. Aprieta mi maldito pene. Una oleada de placer la atravesó, tomando su aliento y haciéndola gemir. Alcanzando alrededor de su ingle, él encontró su clítoris, apretó el pequeño manojo de nervios entre sus dedos como había hecho antes. Las luces estallaron detrás de sus parpados y se corrió de nuevo. Su cuerpo se

estremeció de placer, el éxtasis la consumió, robando su propia cordura. Él colocó una enorme mano en el centro de su espalda y continuó empujando dentro de ella. Deslizó la mano por su espalda sudorosa y se detuvo en la nuca. Durante varios segundos se contuvo, inmóvil, pero entonces movió su mano hacia adelante, apoderándose de su garganta en un agarre suelto y empujó varias veces antes de vaciarse. Él se corrió, temblando detrás de ella mientras gozaba. —Eso es. Voy a llenarte con mi semen hasta que salga de tu culo y empapes la cama. —Sus palabras eran agudas como el cristal roto y otro escalofrío vino de su cuerpo ya agotado. Se retiró y ella inmediatamente se desplomó sobre la cama. Inmediatamente sintió su semen escapar de su culo. Moviéndose en la cama junto a ella, se desplomó sobre su espalda y puso un brazo sobre sus ojos. Su pecho duro se movía arriba y abajo y la definición de sus abdominales y músculos se hicieron evidentes. Se volvió y la miró, una mirada dura e inflexible cubriendo su rostro. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, Demon se dio la vuelta, puso una mano en su garganta en un agarre suelto y dijo directo en su boca: —Eres mía, siempre serás mía y mataré a cualquiera que intente decir lo contrario. Podría haber luchado, podría haber dicho que no, pero en cambio se inclinó hacia arriba, haciendo que su agarre en su garganta se apretara y dijo: —Soy tuya.

Capítulo Dieciséis Los días pasaron y Deanna se adaptó al estilo de vida de Demon con facilidad. No había vuelto a su trabajo y le contó que probablemente lo había perdido. El alivio en su cara después de que dijo esas palabras le dijeron lo suficiente para que pensara que odiaba la maldita cosa. No importaba, porque de todos modos él no permitiría que volviera a trabajar. No hubo más rabietas o arrebatos. Demon adoraba pasar tiempo con ella, lo que le sorprendió. Algunas de las zorras del club no estaban felices ya que él no les había dado ni la hora desde que Deanna había entrado su vida. La follaba en cada oportunidad que tenía y ella extendía sus muslos cada vez que se lo exigía. Y eso le encantaba. Ella era tan jodidamente caliente y la única mujer por la que estaba duro. Joker regresó después del funeral de la madre de su mujer. Se veía como una mierda y estaba constantemente en el teléfono, pero nadie habló con él. —¿Puedes volver a mí? —le preguntó Deanna. Estaba desnuda en la cama de Demon y descansando sobre su pecho. La había follado y segundos antes había gritado su orgasmo. Pasando la punta de los dedos por su espalda, lo miró con sus ojos verdes. —¿Qué? No le había prestado mucha atención encandilado con el brillo de su coño. Se había acomodado en su vida mucho mejor de lo que jamás imaginó. —Me preguntaba si te gustaría ir a mi apartamento. La renta se termina a fin de semana y el propietario puede ser un verdadero idiota. Tirará mis cosas antes de que pueda recuperarlas. —¿Qué? —Frunció el ceño, perplejo. —Mi ropa. El mobiliario puedo dejarlo pero no quiero pasar el resto de mi vida pidiendo ropa prestada a otras mujeres. No son de mi estilo. —¿Quieres ropa? —No quiero que me compres nada de ropa. Quiero que me lleves a mi apartamento. Recogeremos mi ropa y resolveré las cosas con mi casero. No le gustaba la idea de que volviera a su antigua vida. ¿Si tenía un sorbo de libertad todavía querría volver? No la podía perder. En el poco tiempo en que se conocían significaba mucho para él.

Acariciando su brazo, pensó en ello. —Puedo comprarte ropa nueva. —O podrías dejarme tomar la ropa por la que pagué buen dinero. Vamos, Demon, es ropa decente. —Pasó los dedos por el vello en su pecho—. Puedo ir sola. Volveré antes del anochecer. —No tienes ni una oportunidad, nena. No dejarás el club. —Le inclinó la cabeza hacia arriba mientras la reclamaba para un beso. Se derritió contra él al instante y Demon se perdió. Su pene se endureció, listo para la acción. Rodando sobre ella, se deslizó entre sus muslos abiertos encontrando el calor húmedo de su sexo. No se molestó en ponerse condón, amaba la sensación de su coño apretando alrededor de su pene. —Maldición bebé, siempre estás tan apretada. —La había jodido cada vez que podía y, sin embargo, ella seguía estando tan apretada. Demon no podía parar. Ella agarró sus hombros, encontrándose con cada uno de sus impulsos. —Por favor, Demon. ¿Estaba rogando por su pene o por ir a su apartamento? Reclamando sus labios, silenció su ruego mientras conducía su pene dentro de ella. Se impulsó hasta la empuñadura, golpeando profundamente su útero. Quería su semen nadando en su interior. Dejarla embarazada. Cuando estuviera embarazada de su hijo no tendría una sola oportunidad de alejarse de él. Poseería cada parte de ella. No existiría la posibilidad de que se fuera. Metiendo la lengua en su boca, él gimió cuando su coño vibró alrededor de su eje mientras bombeaba dentro y fuera. Su humedad se derramó sobre su longitud, por lo que fue más fácil deslizarse en ella. —Puedo sentir como te corres, nena. Dámelo todo. —Sosteniendo sus manos por encima de la cabeza con una de las suyas, se elevó lo suficiente para acariciar su clítoris con la otra. Estaba resbaladiza porque él había entrado en su coño dos veces ese día. —Demon. —Gritó su nombre y se hizo eco en las paredes, provocándolo con su propio deseo. Él aporreó dos veces más, frotando su clítoris y ella se rompió en sus brazos. Su estrecho coño exprimía su pene. Demon cerró los ojos, disfrutando de la sensación de calor a su alrededor. Saboreó

la contracción de su coño, el calor, junto con la embriagadora sensación de sus uñas clavándose en la carne de su espalda. Todo se sentía tan absolutamente correcto. No quería que ninguna otra mujer calentara su cama. Al abrir los ojos, miró a Deanna, y salió de su cuerpo al mismo tiempo. Mirándola fijamente a los ojos se estrelló en ella de nuevo haciéndola gritar. Su cabeza se inclinó hacia atrás y saboreó los sonidos procedentes de su boca. La deseaba completamente perdida en el placer de su pene. —Eso es, nena. Toma mi pene. Tu coño es tan jodidamente apretado. No conocerá ninguna otra polla, solo la mía. Voy llenarlo con mi semen, poseeré cada centímetro de ti. —Apretando el agarre en sus manos, la montó duro, golpeando profundamente hasta que lo único que podía hacer era rogarle que no parara. La cabecera se estrelló contra la pared. Cualquiera que pasara por la habitación sabría exactamente lo que estaba haciendo con ella. La llevó al orgasmo por segunda vez antes de dejarse ir. Hundiéndose una última vez, la llenó con su semen, gruñendo su liberación, sosteniéndola cerca cuando vio estrellas por su orgasmo. Cuando todo terminó, se desplomó sobre ella, jadeando por la sensación. —Joder, Demon. Podría acostumbrarme a esto —dijo, acariciando su espalda. Ya estaba acostumbrado a ello. Había muchas más cosas pasando entre ellos que simplemente sexo. No sabía qué era, pero tenía una idea. Demon creía que se estaba enamorando. La sola idea de amar a Deanna le daba miedo. ¿Podría amarlo? Había matado a su padre. Ella estaría muerta si no lo hubiera hecho. Apretando los dientes se apartó, dejo caer un beso en sus labios para que no hiciera ninguna pregunta sobre su retirada. —Juntaré a algunos de los chicos e iremos a obtener tus cosas. —Gracias. Demon se sentó en el borde de la cama, tensándose cuando ella envolvió sus brazos a su alrededor. —De nada. Quédate aquí y no molestes a nadie. —Se puso de pie, escapando al cuarto de baño. Mirando su reflejo se preguntó qué demonios estaba pasando. Esto no era propio de él. Ninguna mujer se había metido bajo su piel, excepto Deanna.

—Demon, ¿estás bien? Oyó la preocupación en su voz. —Estoy bien. Contrólate antes de que lo pierdas todo. Salpicó agua fría en su cara, la limpió con una toalla y dejó el cuarto de baño. Encontró a Deanna sentada en la cama, frente al cuarto de baño. Llevaba una de sus gastadas camisas. Le gustaba la forma en que lo hacía sentir verla con su ropa. —Te ves bien —dijo. —¿Estamos bien? —Sí. Por supuesto. Tenías razón. ¿Cuál es el punto de comprar algo nuevo cuando puedo conseguir tus viejas cosas? —Rápidamente se metió en sus pantalones vaqueros, seguido de una camisa limpia. Se sentó a su lado para atarse las botas. Cuando terminó, se levantó, recogiendo su chaleco de cuero—. Cuánto antes termine, antes podré volver. —Está bien. Antes de que pudiera decir nada más la dejó sola y se fue en dirección a la planta baja. Joker estaba entrando en el club cuando empezó a bajar las escaleras. Steel y Shakes ya estaban allí, tomando café. —¿Qué hay de nuevo Demon? —preguntó Joker. Se veía horrible, como si no hubiera dormido en días. —Voy al viejo apartamento de Deanna para recoger algunas cosas. ¿Quieres venir? —Claro. —Joker abrió la puerta, listo para salir. —¿Excursión? ¿Puedo ir? —Shakes se puso de pie, mirando muy animado. —¿Qué carajo te pasa? —preguntó Demon. —Nada. Nosotros no hemos hecho nada en estos días. Estoy aburrido. Poniendo los ojos en blanco, Demon miró a Steel.

—¿Quieres venir también? —Si lo preguntas tan amablemente. —Steel los siguió. Demon no dijo nada mientras se sentaba a horcajadas sobre su motocicleta. No se molestó con el casco. La necesidad de sentir la carretera libre era demasiado fuerte para verse atrapado bajo los límites de un casco. Cuando se alejaban del club vio que Deanna estaba en pie en la puerta. Llevaba solo su camisa. Su visión le retorció el intestino. Empujando los pensamientos a un lado, se centró en el sinuoso camino. Le encantaba la emoción de montar más que cualquier otra cosa. Se detuvieron en un restaurante a pocos kilómetros del apartamento de Deanna. Tenía que ir al baño y comer alguna cosa. Al entrar en el cuarto de baño, vio que Joker lo seguía al interior. —¿Qué está pasando? —preguntó Joker. Sacudiendo su pene, Demon suspiró. —No tengo ni puta idea. —Es con Deanna, ¿verdad? ¿Significa algo? —Sí, significa algo. ¿Qué? realmente no lo sé, pero significa algo. —Miró la pared frente a él. —Ninguno en el club pensaría menos de ti si decides reclamarla. Demon no estaba preocupado por el club o de lo que creyeran si decidía tomar a Deanna como su mujer. —Ella no es para este estilo de vida. —¿Estás seguro de eso? —preguntó Joker—. Para mí, parece haberlo aceptado muy bien. —¿Lo crees? —No huyó aun cuando estaba asustada. Me lo tomo como una señal de que hay mucha más fuerza en ella. Demon no lo había pensado de esa manera.

Acabado su negocio, se lavó las manos y salió. Steel y Shakes habían ordenado una hamburguesa con patatas fritas cada uno. Comieron rápidamente, todos con ganas de llegar al maldito apartamento e irse. En poco tiempo estaban de vuelta en sus motos y dirigiéndose hacia el apartamento de Deanna. Demon se detuvo al entrar en la deteriorada zona. —Maldición, Demon. Ella vivía en un maldito agujero de mierda —dijo Steel. Su padre había vivido una vida mejor que Deanna. No le gustaba nada el aspecto abandonado de la zona. —Ven. Vamos a conseguir sus cosas e irnos. Bajó de la moto y empezó a caminar hacia el edificio. Abrió la entrada y subió al primer piso. Demon se congeló cuando vio que la puerta estaba abierta. Ella no había dicho nada acerca de un compañero de cuarto. Advirtiendo a sus tres hombres, sacó la pistola que siempre guardaba en la parte trasera de sus pantalones. Quitó el seguro y aminoró el paso hasta llegar a la puerta. Pateándola con fuerza, cargó dentro de la habitación con Joker, Steel y Shakes cubriéndole las espaldas. Los cañones dispararon y Demon gritó a sus hombres que se agacharan. Sobrevino el caos hasta que alguien gritó: —Basta. El tiroteo se detuvo. —Joder, Demon, fui golpeado. Mirando hacia Joker, Demon vio que una bala había entrado en su hombro. —¿Alguien más lastimado? —preguntó. —No —gritaron al mismo tiempo Steel y Shakes. —El Presidente de los soldados de la Ira está en mi compañía. Es un verdadero placer. Levantando su arma para enfrentarse al hombre que estaba sentado en la mesa de Deanna, Demon se centró en él. Llevaba un caro traje de negocios, una sonrisa llena de malas intenciones, y varios hombres se situaban a su espalda con sus armas apuntando hacia ellos. Este no era su

empresario promedio. —¿Quién diablos es usted? —Yo, bien, soy una especie de inversor. Un hombre de negocios siempre en busca de una inversión. —Extendió sus manos como si se tratara de una conversación natural y no una en la que se estaban apuntando con armas uno al otro. Joker se puso de pie con la pistola todavía apuntando al hombre delante suyo. —No estoy interesado en ninguna maldita inversión —dijo Demon. Los hombres con traje nunca inspiraron su confianza. Eran condenadamente peligrosos. —¿No? —No. —Bueno, ya ves, tengo un problema, he pagado al padre de Deanna muy generosamente con el acuerdo de que ella trabajaría para mí. —El hombre cruzó las piernas, apoyando las manos sobre las rodillas. A Demon no le gustó. —¿Eres un maldito chulo? —Me gusta más pensar que soy un contratista que ayuda a las mujeres a mantenerse a salvo. —Un chulo. —Bueno, verás, tengo un problema, le di a su padre una gran cantidad de dinero. —El hombre dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa. Alguien puso un reproductor de vídeo en la mesa con la pantalla frente a él. En la pantalla se veía el interior de la casa del padre de Deanna. Más importante aún, su asesinato en progreso. Demon apretó sus dedos sobre el arma mientras observaba a Deanna luchando por respirar. —Ya ves, me gusta cuidar apropiadamente de todo lo que me pertenece. —Deanna no está en venta. —No, bueno, veo que tengo un problema. Soy un muy buen hombre de negocios y tengo una

reputación que proteger. Este tipo, este pedazo de mierda que me ofreció mercancía de segunda mano después de que te había dado a Deanna a ti, es un problema para mí. No me gusta la forma en que me hace ver. —El hombre cerró la pantalla hacia abajo lo suficientemente duro como para asegurarse que Demon lo escuchaba. —¿Cómo te llamas? —Zeke. Demon se congeló. Zeke era un criminal bien conocido por todos. Controlaba todo y a todos. Los soldados de la Ira no habían hecho negocios con él, pero si habían oído hablar de él. Sintió la tensión de sus hombres, vio a Joker, Steel, y Shakes darse cuenta de quién era. —Veo que sabes quién soy. —¿Qué es lo qué quieres? —preguntó Demon. —Bueno, tengo una propuesta de negocios para ti, Demon. —Zeke le devolvió la mirada. No había miedo en sus ojos. Demon tenía que respetar eso. No había muchos hombres que continuarían una conversación con una pistola apuntándoles. —¿Cuál? —Necesito gente competente como guardaespaldas en mi exclusivo club. Es un club VIP. Voy a dejar a Deanna en paz si haces una alianza conmigo. —¿Por qué diablos voy a hacer eso? —inquirió Demon. —Bueno, podría ir a tu club y destrozarlo, tomar a tu mujer, usarla hasta que no quede nada, pasándola de un hombre a otro, hasta que no fuera más que un cubo de semen. Demon vio al verdadero Zeke. Era un hombre conocido por ser brutal. —Además, como un acto de fe por mi parte puedo darte algo que él quiere —dijo Zeke, señalando a Joker. —No quiero una maldita mierda. —¿De verdad? —Sí, de verdad.

—¿Y si puedo darte acceso al padre de Amy? —preguntó Zeke. Joker aumentó la presión sobre el arma. —Oh, veo que he tocado una fibra. Es un mal negocio, ya sabes, violar y abusar de su hija menor de edad. —Cierra la boca —dijo Joker, perdiendo el control. Extendiendo la mano, Demon contuvo a Joker de hacer cualquier cosa estúpida. —Necesitamos hablar. —Tomaos vuestro tiempo, pero recordad que realmente no hay una opción aquí, señores. Puedo joderos a todos o haceros la vida más fácil. Agarrando a Joker, Demon salió de la habitación con Steel y Shakes a su espalda. —¿Qué demonios fue eso? Joker mantuvo el ritmo, completamente ajeno a su brazo sangrante. —Amy, es mi hermanastra. —¿La mujer a la que acabas de ir a ver dónde tu padre? —Si. Le pasaron cosas malas. No sé los detalles completos, nunca pregunté. Solo sé que su padre fue encerrado por abusar físicamente de ella. No sé su nombre o cualquier otra cosa. Brenda y Amy mantuvieron esa información para ellas. —¿Quieres saber dónde está? —preguntó Demon. —Quiero matar al bastardo por poner sus manos en Amy, sí. No había nada que pudiera hacer. Si rechazaba la solicitud de Zeke, ponía en riesgo al club. ¿Qué diablos se suponía que debía hacer?

Capítulo Diecisiete Deanna estaba vestida y sentada fuera de la sede del club. Demon y algunos de sus hombres se habían ido hacia unos diez minutos y aunque siempre había querido estar libre de su padre, en su apartamento de mierda y con su trabajo igualmente horrible, no podía negar que se sentía segura en el club. Sí, estar rodeada por vallas que impedían la entrada de intrusos, se debía sentir como en la cárcel, pero no lo hacía. De hecho, se sentía más segura aquí, de lo que se había sentido nunca en cualquier momento de su vida. El sonido del resto de los miembros del club se oía con la puerta abierta. Miró por encima del hombro y vio a uno de los chicos de pie en la puerta, fumando un cigarrillo y mirándola. Después de unos segundos más, inhaló, contuvo el humo y exhaló. Inclinó la barbilla hacia ella y luego volvió a entrar. El banco en el que estaba sentada era viejo, lleno de marcas y situado bajo un árbol que probablemente era tan antiguo como la ciudad. Había un prospecto custodiando la puerta principal, aunque no sabía por qué alguien necesitaba vigilarla ya que estaba cerrada con llave. Pero él había entrado en el club unos diez minutos antes y ya podía imaginarlo emborrachándose y durmiendo con alguna de las zorras. Cerró los ojos y respiró el dulce olor del aire fresco y las flores. Aunque el club estaba principalmente sobre una gruesa capa de asfalto, había un trozo de hierba en el frente, con este árbol y un banco. Las colillas de cigarrillos que estaban en un recipiente de metal al lado del asiento arruinaban el efecto tranquilo que estaba teniendo. Abrió los ojos y el destello de algo brillante la hizo levantar el brazo para protegerse de la luz. Un coche oscuro estaba aparcado justo frente de la puerta y las ventanillas oscuras ocultaban quien estaba dentro. Cuando el coche se quedó allí y nadie salió de él o se fue, Deanna se puso de pie. ¿Debería entrar? ¿Tal vez estaban perdidos? Aunque esto último no se sentía bien y dio un pequeño paso hacia atrás. La entrada estaba a unos pocos metros y cuando miró por encima hombro, vio que no había nadie en la puerta. Oyó la ventanilla del coche deslizarse hacia abajo y la visión de un cañón de pistola brilló recta antes de que pudiera moverse o gritar. Lo que fuera que le arrojaron fue directo a su cuello. Levantando la mano, sacó un pequeño dardo. El mundo giró al instante, y pensó en Demon y que no estaba lista para dejarlo todavía. Lo último que vio fue a alguien saliendo del asiento trasero del coche de lujo, vestido de negro y caminando hacia la puerta.

* * * Demon estaba en el pasillo del edificio de Deanna, molesto y listo para matar a alguien. Uno de los hombres de Zeke salió del apartamento, su impermeable negro y gafas de sol hacían que el hijo de puta se pareciera a la Parca. —Zeke quiere hablar contigo —dijo el idiota en un tono soso, su voz decía “ni siquiera pienses en decir no”. Demon miró al capullo, a punto de decirle que se fuera, pero al final sabía que cuando se trataba de Zeke, los Soldados de la Ira no era tan fuertes. Zeke tenía poder, dinero y mucha mano de obra detrás de él en varias ciudades. Era dueño de empresas de todo el Estado y había oído varias historias sobre el hombre y sus tácticas para conseguir lo que quería. Era un enfermo desquiciado, jodido a la enésima potencia. Cuando Demon y su club iban detrás de lo que querían, sí, eran brutales en conseguirlo, pero no hacían un lio. Le daban una paliza solo a la persona que les molestaba. Zeke, por otro lado, era el tipo de hombre que sacaba las uñas con unos alicates y quemaban la piel de alguien sin quitarse su maldito traje a medida. Demon volvió al apartamento, y sus muchachos lo siguieron de cerca. Si las cosas se ponían peor, el MC podría no ser capaz de salir victorioso, pero seguro que harían daño a estos bastardos. Zeke todavía estaba sentado en la mesa y dos de sus hombres todavía seguían a su espalda, se veían como si fueran de la película Matrix con su ropa oscura y gafas de sol negras. —Si esta es tu idea de darme un poco de tiempo para pensar, es una mierda. —Tal vez Demon necesitaba hablar con más tranquilidad pero ahora estaba enojado. Zeke sonrió, dio unos golpecitos con el dedo sobre la mesa otra vez, y sus chicos colocaron el portátil de nuevo. —¿Qué pasa ahora? He visto el video del asesinato... Zeke presionó un botón en el ordenador portátil y justo en frente de él, parpadeando en la pantalla como un tipo de película enferma, estaba Deanna. Su Deanna. Estaba sentada en una silla con una venda en los ojos y una mordaza en la boca. La luz brillaba por encima de ella, resplandeciente y fluorescente. La sangre de Demon hirvió y dio un paso adelante. Pero Joker lo agarró del brazo, por lo menos, era el único sensato en ese momento. —Si haces esto te van a matar antes de poder obtener tu venganza —dijo Joker en voz baja—.

Ahora vamos a ver que dicen y como conseguimos de nuevo a tu mujer a salvo en nuevo el club. Demonio asintió, se encogió de hombros soltándose de Joker y se quedó mirando al hijo de puta de Zeke que le sonreía. —Está ilesa, pero quise que tuvieras un poco más de persuasión acerca de tu decisión de trabajar para mí. Demon apretó las manos a los lados, trabó la mandíbula, y ató su control. Lo que quería hacer era coger al imbécil, pero no sería capaz de encontrar a Deanna muy fácilmente y Zeke podría tener una pistola en su cabeza y apretar el gatillo en un segundo. —Estás jugando con los malditos Soldados de la Ira, Zeke. Zeke tuvo el descaro de reírse, pero se puso serio rápidamente y golpeó la mesa de nuevo. Uno de sus hombres levantó un móvil e hizo una llamada. Entonces, como en una especie de película de terror, Demon observó en la pantalla como un hombre daba un paso al lado de Deanna y le ponía una pistola en la cabeza. Como ella tenía los ojos vendados no podía verlo, pero estaba luchando. —Puedo matarla sin siquiera apretar el gatillo, Demon —dijo Zeke serio y con malicia. Nunca dejaría que nadie pasara sobre sobre él o su club, pero esta era su mujer y su club en la línea de peligro y si eso significaba que el resultado final sería él y sus hombres sirviendo a Zeke, entonces es lo que haría. —Tú quieres músculo en tu club, pero solo será cuando mi mujer esté segura conmigo. Zeke sonrió. —Sabía que verías la razón. —Cerró el portátil, dijo algo en voz baja al chico con el teléfono y, a continuación, miró a Demon de nuevo—. Odio tomar medidas drásticas, pero quería llamar tu atención. Demon apretó tan fuerte su mandíbula que sintió como si sus dientes pudieran agrietarse. —Tu mujer será entregada sana y salva de vuelta en tu club y me pondré en contacto contigo después para arreglar las cosas. —Se levantó, alisó las manos por encima de su traje oscuro, y dijo —: Y cuando el club mantenga su parte del trato os entregaré al padre de la chica de Joker. Demon sintió como Joker se tensaba a su lado y miró al otro motociclista. Parecía molesto, a

punto de romper cráneos, pero ahora tenía que concentrarse en Deanna. —Quiero que me entregues lo mío ahora. —Ya está en proceso. —Zeke asintió una vez y luego él y sus hombres salieron del apartamento. Durante varios segundos Demon no pudo moverse. La ira lo consumía. —Quiero saber quién debía y no estaba cuidando las puertas. —Miró a sus hombres—. Ellos terminaron por poner a Deanna en peligro. Shakes abrió la boca para decir algo, pero Demon levantó una mano y lo cortó. Salió del apartamento, necesitaba volver a su club, a su mujer. * * * Deanna, en un momento estaba en la sede del club, en otro estaba dentro de un coche y ahora estaba sentada como rehén en una silla en alguna parte. Sintió que el coche pasó sobre algún terreno irregular. El vehículo se detuvo de repente y con las manos aún atadas y los ojos vendados, no tenía idea de dónde diablos estaban. Con la mordaza en la boca era imposible preguntar algo a esos imbéciles, pero todo se calmó cuando la puerta se abrió y fue arrastrada fuera. Gimió y luchó, pero antes de que pudiera saber qué demonios estaba pasando, estaba siendo transportada a otra parte. El chico que estaba sosteniendo su brazo la soltó. —Tengo un arma apuntándote. No hagas ningún movimiento. Todo su cuerpo empezó a temblar. El sonido de un portazo, y un auto alejándose la puso al borde de un precipicio, esperando ver qué demonios iba a suceder. ¿Seguían apuntándole con un arma? Se echó a llorar de miedo y rabia, pero el sonido de motocicletas acercándose secó sus lágrimas y la esperanza brotó dentro de ella. ¿Sería Demon viniendo por ella? El profundo estruendo de las motos se acercó en ese momento y el sonido de pesados pasos se aproximó hacia Deanna desde atrás. ¿Y si no era Demon? —Dios, cariño. Su voz perforó a través de sus emociones y cayó de rodillas. La venda y la mordaza desaparecieron y luego Demon quitó el lazo de sus muñecas. Parpadeó, tratando de calmar los nervios pero comenzó a llorar más que antes.

—Lo siento, Deanna. No sabía que el hijo de puta tendría el coraje de ir a mi club y tomar lo que es mío. —Tomó su mejilla. Demon tenía una mezcla de rabia y alivio escrita en la cara. Quería golpearlo, maldecir a él y su club por ponerla en esta situación pero en cambio se arrojó a sus brazos. El alivio la inundó y supo que este hombre la había arruinado para todos los demás. Ella había caído por Demon y sabía esta era su vida ahora, tan asustada y jodida como eso era.

Capítulo Dieciocho Demon ya se había enfrentado al cañón de un arma de fuego, a la muerte y no había estado tan asustado como cuando vio el arma apuntando a la cabeza de Deanna. Estaba molesto, furioso por lo que ese bastardo le hizo a su mujer. Zeke pagaría, pero no todavía. Tomaría tiempo, pero no importa cuánto, se aseguraría de que Zeke pagara por tomar lo que era suyo. —Te tengo. —Estaba tan asustada. —Comenzó a llorar y la levantó, obligándola a envolver sus piernas alrededor de su cintura. —Te tengo, cariño y te juro que no te dejaré ir. —Te amo, Demon. Te amo tanto. No quiero morir sin que sepas la verdad. Su admisión rompió algo dentro de él. —Te amo demasiado, Deanna. Maldita sea, nena, tienes que asegurarte de que estás a salvo. No puedo manejar cualquier cosa que te pase. Ni siquiera quiero pensar acerca de esa mierda. —La agarró del culo, tirando hacia atrás lo suficiente para que pudiera ver su rostro. —¿De verdad? ¿Me amas? —Sí. Corazón y alma, nena. —Quería decir cada palabra. Si alguna vez había estado en duda esta había terminado después de lo que acababa de pasar—. No habrá más mujeres. Te lo prometo. Eres la única que quiero. —Sostuvo su cabeza, acercándola, inhalando su dulce aroma—. Joder, te amo. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, fuertemente. —No me dejes ir. —Nunca. Joker se aclaró la garganta. —¿Qué quieres hacer?

—Quiero al idiota que estaba de guardia en este puto granero. Asegúrate de que está aquí en veinte minutos, Joker. —¿Habrá que limpiar? —Sí. —Les contare a los demás. —Asintió antes de dejarlo solo. Sin esperar, Demon la llevó a la sede del club. En la sala principal sus hombres, los novatos y las zorras los estaban esperando. La gravedad de lo que acaba de suceder era sentida claramente por todos. Deanna lo abrazó con más fuerza. Este no era el lugar para ella, era mejor que esta vida, pero no la dejaría ir. Era suya y la protegería. Miró a todos sus hombres, dejó que vieran su rostro. —Deanna es mía. Es mi novia, mi mujer y será tratada por todos con respeto. Si veo a cualquiera de vosotros diciéndole mierdas se las verá conmigo. Le daréis el respeto que todos me dais. Y no quiero ninguna discusión. Asintieron. Cuando estuvo seguro de que todos habían entendido lo que había dicho, fue a su habitación. Cerró la puerta y fue directamente al cuarto de baño. Abrió la ducha, la ayudó a entrar y la puso de pie. Le quitó la chaqueta que había puesto sobre sus hombros. El agua caía en cascada alrededor de ellos, pero no le importaba. —Esto, todo esto es tuyo. —Me acabas de reclamar frente a tu club. —Me voy a casar contigo en cuanto se pueda arreglar. No irás a ninguna parte. —Sostuvo su rostro, inclinó la cabeza hacia atrás. Sus labios carnosos rogaban por ser besada. Demon cedió, moliendo sus labios con los de ella. Pasando un brazo alrededor de su cintura, la atrajo hacia sí, moviéndose para estrechar su redondo culo. —Eres mía. —Le pasó las manos sobre el pecho—. ¿Te tocaron? ¿Te violaron? —No. Me metieron en el maletero de un coche, me ataron a una silla y luego me pusieron de nuevo en un maletero. Demon, odio el maletero de los coches. ¿Qué diablos pasó? Tomando una respiración profunda, sabía que esta pregunta llegaría. Él no le mentiría. No habría nada entre ellos, nunca más más.

—Tu padre. Eso es lo que sucedió. —¿Mi padre? ¿A qué te refieres? Está muerto. —Sí, y antes de morir, hizo otro puto trato contigo como moneda de cambio. El poco color en el rostro de Deanna desapareció al instante. —¿Moneda de cambio? —Sí. —Él tomó su chaqueta—. Esta es suya. Comenzó a desnudarla. —¿De qué forma? —Realmente no quieres saber, nena. —No, necesito saber. —Hay un tipo. Es un maestro criminal aquí, posiblemente en todo el país. Se lo conoce por el nombre de Zeke. No quiero volver a involucrarme con él. —¿Pero mi padre lo hizo? —Si. Se suponía que tú entrarías en los libros de Zeke. Es proxeneta de niñas, entre otras cosas. —¿En serio? —Empezó a temblar. Tirando de ella entre sus brazos, Demon besó la parte superior de su cabeza. —Hice un trato con él. —¿Hiciste algo que no habías hecho antes? —Me encargaré. —¿Qué hubiera pasado si no hacías el trato? Demon miró fijamente sus hermosos ojos. —Te habría disparado en la cabeza y no estarías aquí teniendo esta conversación.

Sollozó, presionando una mano sobre su boca. —Lo siento mucho. —No, no tienes que pedir disculpas. —Pero estás en peligro y es todo mi culpa. Demon silenció sus labios. Masajeó las mejillas de su culo y la atrajo hacia sí para que no tuviera otro remedio que sentir su furiosa erección. —Deja de culparte. No tienes nada de qué preocuparte. Lo prometo. El club y yo trataremos con Zeke y toda la mierda que se nos presente. —Te amo, Demon. Sonriendo, le acarició la mejilla. —Eso es todo lo que necesito de ti. Se quitó el resto de la ropa, antes de empezar a lavar su cuerpo. Era tan hermosa, pero no quería follarla todavía. No, tenía negocios que atender y no estaba interesado en perderse en su dulce coño antes de que lo hiciera. Lavó la suciedad de su cuerpo, fue amable con ella, le mostró todo el amor y cariño que podía. Ella gimió, hundiéndose en su contra. Se quitó sus ropas y le permitió lavar su cuerpo. Cuando hubieron terminado, él cerró la ducha, tomándose su tiempo para secar su cuerpo. La llevó a su habitación, colocándola debajo de las sábanas. —¿Qué estás haciendo? —Tengo algo que tratar. Quiero que te quedes aquí y mantengas la cama caliente para mí. —Demon, no te vayas. —Tengo que ir, cariño. Son negocios del club. No voy a tener secretos contigo, pero el club aún tiene que estar en primer lugar. —Se apartó de la cama, agarrando un par de pantalones vaqueros y una camisa. Moviéndose rápidamente, se colocó un par de calcetines, seguido de sus botas. —Bueno.

Besó la cabeza antes de ir a la puerta. La necesidad de hacer daño, de matar lo golpeó duro. Con Zeke en sus vidas no tendrían espacio para un novato idiota. En la planta baja, vio las oscuras expresiones de su club. No le importaba un comino. Joker le estaba esperando fuera del granero. —¿Qué estaba haciendo? —preguntó Demon. —Estaba distraído por una zorra rubia. Ni siquiera sé su nombre. Acabo de escuchar a los hermanos diciendo que tiene un coño estrecho. Demon apretó los dientes, cerró sus manos. —¿Estás seguro que esto tiene que pasar? —Estamos trabajando para Zeke ahora. ¿Quieres un hijo de puta que piensa más en mojar su pene que en cuidar sus asuntos? Él tenía un trabajo. Fracasó, y mira lo que pasó. Zeke nos contralaba hoy debido a Deanna. —La amas. —Si fuera Amy ¿qué estarías haciendo? —preguntó Demon. La mandíbula de Joker se tensó. Demon lo observó mientras sacaba la pistola de su bolsillo trasero. —Toma, úsala. Tomó el arma que Joker le dio. Al entrar en el granero, vio a Steel y Shakes custodiando al novato. —Mierda, Demon, lo siento mucho. El novato Ben, creía que era su nombre, caminó en su dirección. Demon lo pateó, golpeando con su bota contra la mitad de la cara. Ben cayó, sosteniendo su estómago. —Lo siento mucho. —Tenías un puto trabajo y ese era estar de pie en tu maldito puesto. —Agarró la nuca de Ben, acercándolo más—. En lugar de eso, estabas más interesado en meter tu pene en una puta. —Lo

empujó. —Lo sé. Lo siento. Sus tres hombres de pie junto a la puerta impedían que cualquiera saliera o entrara. Nadie la jodía como un novato. Había reglas por una razón. Ben había jodido estas reglas. El tipo estaba sollozando y llorando. No había remordimiento en Demon. Todo lo que veía cuando miraba al hijo de puta era a Deanna atada a la silla con una pistola en la cabeza. —Se llevaron a mi mujer. —Lo siento mucho. —No hay excusa. —Quitó el seguro del arma, se acercó más, presionó la punta de en la sien de Ben—. No hay lugar para el error en los Soldados de la Ira. —Disparó y Ben cayó al suelo. Demon colocó el seguro y le entregó el arma a Joker. —Deja que los otros vengan y lo vean. Es una advertencia. Hacen el trabajo que se debe hacer o acabarán muertos. Pasó a través de sus hombres, dejando el granero. * * * Deanna miró hacia la puerta esperando el regreso de Demon. No era tonta. El novato que estaba de guardia no tendría un buen momento. Sabía que debía sentirse mal por él, pero no podía. Si hubiera estado allí, no habría sido secuestrada. Empujando un poco de pelo húmedo fuera del camino, mantuvo su mirada fija en la puerta. No le importaba lo que Demon estaba haciendo. Quería que volviera para abrazarla. El frío se filtraba en sus huesos y la única persona que quería era a él. Pasó el tiempo, no sabía cuánto, pero cuando abrió puerta, la inundó el alivio. —Pensé que estarías dormida —dijo, cerrando y bloqueando la puerta. Lo vio quitarse la ropa antes de deslizarse bajo las sábanas. Demon la tomó en sus brazos y Deanna apoyó la cabeza en su pecho. Con un suspiro, envolvió sus brazos alrededor de él. —No podía dormir, pero ahora puedo.

—¿Por qué? —Estás aquí y no quiero estar en ningún otro lugar que en tus brazos. Trazó un dibujo en su estómago. El silencio se extendió entre ellos. —Lo mataste, ¿no? —Te puso en peligro. —¿No hay lugar para errores? —No así de grandes. Olvidar una orden de bebidas, por supuesto, pero que secuestren a una de nuestras mujeres, no. Fue un error muy grande y con Zeke en nuestras vidas ahora no voy a correr el riesgo de esa mierda. Tuvo que ser. —Le pasó los dedos por la espalda—. No huiste de miedo. —Él no fue quien tenía una pistola en la sien con una venda en los ojos. ¿Por qué dejó su puesto? —le preguntó. —Para follar una puta que está teniendo un poco de reputación. Ella resopló. —Genial, me llevaron porque alguien quería una mamada. Demon sostuvo su barbilla, obligándola a mirarlo. —Me hice cargo de él. Esa mierda no va a suceder de nuevo. Estás protegida aquí. La culpa la golpeó con fuerza. Un hombre acababa de morir a causa de ella. Las lágrimas llenaron sus ojos. —Soy una persona horrible. —Oye, no, no lo eres. —Sí lo soy. Mi padre, el novato, todos están muertos por mí. —No, están todos muertos porque la cagaron. Esto no tiene nada que ver contigo, cariño. Son los que la jodieron, no tú. La abrazó con más fuerza, acariciándole la espalda. Su suave toque ayudó a calmarla.

—¿Qué pasará ahora? —le preguntó después que pasó algún tiempo. Deanna no podía pensar en otra cosa. Sus pensamientos estaban sobre todo el asunto y nada tenía sentido para ella. —Vamos a esperar la llamada de Zeke. Yo cuidaré el club lo mejor posible y tú cuidaras de mi pene. Ella se echó a reír. —Eres tan romántico. —Espera hasta tener mi anillo en tu dedo. Enseguida verás cuan romántico puedo ser. Tengo el regalo correcto para ti. —Extendiendo la mano la agarró del culo—. Dios, te amo. —Suenas sorprendido. —Lo estoy. Me prometí que nunca amaría a una mujer. Lo miró. —Me alegro de que rompieras esa promesa por mí. También te amo. —Acarició su pecho, pensando en la forma en que se conocieron—. Si no fuera por mi padre no estaría aquí ahora. —Entonces creo que el imbécil hizo algo bien. La levantó en sus brazos, callando cualquier protesta de sus labios. Esto era lo correcto en su vida y nada más importaba.

Capítulo Diecinueve Un mes más tarde Joker se sentó a la mesa y miró a Zeke a través de la mesa de suave madera brillante. Habían estado trabajando para ese miserable hijo de puta durante el último mes como seguridad. No tuvieron que tratar con un montón de mierda, porque cada vez que alguien los veía temblaban de miedo. Era bueno para ellos, pero Joker quería una salida a su ira. —Dijiste que si ayudábamos me dirías dónde encontrar al bastardo que lastimó a Amy. — Apretó las manos en sus muslos y miró a Zeke. El idiota se veía presumido sentado detrás de su caro escritorio, rodeado del mobiliario y decoración extravagante y sus guardaespaldas armados vigilando todos tus movimientos. —Sí, te dije que entregaría al hijo de puta que violó a su hija. —Zeke dio unos golpecitos con los dedos sobre la mesa—. Puedo ser un asesino, pero creo que abusar sexualmente de un niño es lo más bajo de lo bajo. De hecho, he castrado a unos pocos que cogí en el acto en mis clubes, porque no juego esa mierda y no permito que me rodee. Bueno, bien por ti, imbécil. Zeke sonrió como un hijo de puta engreído. Su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás, su frente prominente y su puta cara afeitada. Joker quería golpear algo una y otra vez. —Bien, entonces, puedes ver por qué me gustaría hacer esto a mi manera, ya que estoy personalmente involucrado. Las uñas de Joker se clavaron en su palma y sintió como su piel se abría por la fuerza de sus acciones. —Prometí entregarte al maldito y tú y tus muchachos han hecho un excelente trabajo manteniendo las cosas en línea. —Zeke abrió un cajón de su escritorio y sacó un sobre de manila. Lo deslizó sobre la mesa de madera brillante y Joker lo agarró. Dentro había imágenes del padre de Amy, dónde había estado en los últimos cinco años, sus rutinas diarias e incluso dónde vivía actualmente. Joker agarró los papeles firmemente en su mano, se puso de pie y miró a Zeke. Cuando no se dijeron nada uno al otro, Joker se volvió y salió.

Bajó las escaleras, alejándose de la oficina de Zeke con vistas a la discoteca en el centro y se abrió paso entre la multitud de estudiantes universitarios que llenaban la pista de baile. —Oye, cuidado, hijo de puta —dijo un idiota teñido de rubio y cuando se volvió sus ojos y boca se abrieron en una gran O silenciosa ante la visión de Joker—. Sí, ugh —levantó sus manos pero Joker ya se estaba precipitando. Todo lo que podía ver en su cabeza era a Amy y su padre, el hijo de puta que la había lastimado, obligándola a hacer cosas que no quería y el hecho de que amaba a esa chica con todo su maldito corazón. Joker dio un puñetazo a la cara del rufián y luego lo pateó con fuerza suficiente como para deslizarlo por el suelo. La gente se dispersó, la música siguió bombeando fuerte en la sala y el olor de cerveza, sudor y sexo llenó la cabeza de Joker. Tenía que salir de allí, matar algo, joder algo, o simplemente beber hasta que ni siquiera pudiera caminar. Todo lo que sabía era que si no se calmaba encontraría al bastardo, cazaría al padre de Amy antes de conseguir vengarse y lo haría más rápido de lo que quería. Quería hacer esa mierda muy lentamente, extremadamente lento y le haría pagar todo lo que le había hecho a Amy. * * *

Dos meses más tarde —Ven aquí, cariño —dijo Demon, tirando a Deanna sobre su regazo. Estaban haciendo un picnic a varios kilómetros el club y lo único que les rodeaba eran campos y bosques. Ella amaba esa zona. La totalidad del terreno circundante, hectáreas y hectáreas, era propiedad de los Soldados de la Ira MC. Oyó que algunos estaban planeando construir otras casas o incluso algunas empresas. A Deanna le encantaba ser parte del club, pero lo que más le gustaba era llevar el chaleco de Demon. Esa era su marca, un signo de su propiedad. El otro signo de su propiedad era el anillo de bodas que decoraba su dedo anular izquierdo. Se habían casado hacia un mes, Joker la había entregado a Demon. Todo el club estaba presente y había disfrutado cada segundo. Extendiendo la mano ella le tomó la mejilla, sonriendo. —Te amo, Demon. —También te amo, nena. —La tomó de la nuca, reclamando sus labios en un beso abrasador. Este era un lado de Demon que le gustaba ver. Todo el mundo veía al jefe, el duro motociclista que

no soportaba ninguna mierda. Cuando estaban solos llegaba a ver su lado tierno, amoroso, vio a la licitación, con el lado de amarlo. Toleraba toda su mierda solamente para estar con él de esta manera. —Quiero quedarme aquí para siempre. —Sabes que no se puede. —Pasó los dedos por su cuerpo acariciando sus pechos. Ella gimió mientras sus dedos rodeaban la punta de sus pezones. —¿Te irás para ayudar a Joker? —Lo había oído hablar con los otros hombres. Iban a cazar a un hombre que hirió a una chica llamada Amy. —Sí. Es parte del negocio del club. —Te extrañaré. —Te llamaré todos los días, nena. No habrá ninguna otra mujer para mí. Sabes que el único coño que quiero es el tuyo. El calor llenó sus mejillas. Este era el tipo de hombre que era Demon. Lo había aceptado hacía mucho tiempo. —Lo sé. —No estaba preocupada porque él estuviera con otra mujer. Deanna confiaba en Demon—. Me preocupa lo que podría pasar si salen mal las cosas. Bajó la mirada a sus manos entrelazadas. El amor que había florecido entre ellos se había llevado su aliento. Hubo momentos en que no podía creer lo afortunada que era. Si su padre no le hubiera debido dinero, entonces no estaría sentada en el regazo de Demon ahora. Eran más fuertes que nunca, su relación era sólida. La vida del club no siempre iba a ser suave y lo aceptaba. Demon era un bastardo hasta la médula, pero era su bastardo y no había nada que deseara más que ser de su propiedad. —No pasará nada. Estaré de vuelta antes de que sepas que me fui. Antes que pudiera decir nada, la colocó en el suelo, abrió sus piernas y se deslizó entre ellas. —Ahora, te voy a dar algo para que me recuerdes cuando me haya ido.

Fin

Staff Traducción y Diseño Lelu Corrección bibliotecaria70 Karen_D Ivettelaflaca Debby Callahan Pily1 Lectura Final laavic

Acerca de las Autoras Jenika Snow es un autor reconocido en EE.UU. Hoy en día vive en el noroeste con su marido y sus dos hijas. Jenika comenzó a escribir a una edad muy temprana. Su primera historia consistía en una joven que viajó a una isla exótica y encontró una muñeca mágica. Esa historia ha desaparecido hace mucho tiempo, pero otras han tomado su lugar. A ella le encanta tener noticias de los lectores, y les anima a ponerse en contacto con ella y dar su opinión.

Sam Crescent es una apasionada de la ficción. Le encanta un buen romance erótico y porque sólo tenía sentido para ella extendió sus alas y empezar a escribir. Comenzó en el 2009 y finalmente consiguió la primera aceptación en 2011. Ella ama crear nuevos personajes y ahondar en los mundos que crea. Cuando no entra en pánico por una historia o discute con un personaje, se la puede encontrar en su cocina creando todo tipo de caos. Al igual que sus historias las creaciones en su cocina pueden ser algo dudosas, pero a veces las cosas salen bien.

Sam Crescent – Jenika Snow Serie Soldados de la Ira 2 -Doblegada, no vencida

El dolor es una sensación, una emoción duradera que puede consumir a cualquier tipo de persona sin discriminación. Amy Holland sabe muy bien lo que le hace el dolor a alguien. Ha estado viviendo con él durante mucho tiempo y todo a causa de su padre. Reese “Joker” Whitman dejó su antigua vida atrás. Ahora sólo es Joker, un miembro de los Soldados de la Ira, un club MC que esta fuera de la ley que rige en la ciudad. A pesar del borde duro que carga, la violencia y la destrucción son sus conocidos. Joker quiere a Amy, la hija de la mujer que se casó con su padre. Amy podría ser considera de la familia, pero no es su sangre y él la desea más cualquier cosa que haya querido en la vida. Sin embargo, tiene que ir con cuidado, porque ella está herida y nunca será capaz de entregarse por completo a él. Cuando Amy finalmente ve como es Joker, no es miedo o dolor lo que la consume; sino esperanza y deseo. ¿Pero podrá entregarse al motociclista cuando se siente demasiado quebrada para ser amada?

Esperamos que lo hayas disfrutado y nos acompañes en los proyectos futuros. Tenemos excelentes historias para compartir en nuestra lista: muchas ya publicadas, en proceso o que tendremos en un futuro cercano. Si quieres saber más de nosotros o formar parte de nuestro equipo puedes contactarnos en: [email protected]
The Soldiers of Wrath MC 1. Owned by the Bastard. Sam Crescent y Jenika Snow

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