Michelle M. Pillow - The Last Man on Earth

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Sinopsis Al Dr. Micco Hagan, le había sido asignada la tarea de emparejar hasta el último de los supervivientes de la Tierra basado en la genética para asegurar la óptima supervivencia de la especie. Pero no pudo resistirse a la oportunidad de estar con la chica de sus sueños, Rena Gates. Aunque ella lo había rechazado antes de que la Tierra llegara a su fin, esperaba que, ahora, ella llegara a sentir algo por él. Hace algún tiempo, Rena había pensado que Micco se había acercado a ella sólo para ganar una apuesta. Nunca se le habría ocurrido que serían rescatados juntos, o que, eventualmente, serían emparejados. Incapaz de acatar las órdenes, ella descubre que tienen mucho más en común que una simple sincronía en sus ADN. El sexo es explosivo, pero ¿podría convertirse en amor con el paso del tiempo?

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Capítulo 1 EE.UU, Base submarina 654-D, Océano Atlántico, año 2172 D.C. ¡No dormiría con usted ni aunque fuese el último hombre en la Tierra, Dr. Hagan! Rena frunció el ceño. Eso era lo que ella le había dicho a Micco Hagan en respuesta a la proposición que le había hecho en un bar de Houston hace unos cuantos años. Ella había estado allí participando en una convención de biología marina. Él había sido grosero, arrogante, un poco borracho y sólo lo había hecho para ganar una apuesta con su amigo. Ese día parecía tan lejano ahora, como si hubiese sido sólo un sueño. ¡Hacía tantos años! La idea la había golpeado de la nada, y había tenido que hacer una pausa en la tarea que estaba haciendo para pensar. Sólo habían pasado tres años desde aquel día, pero parecía que hubiesen pasado muchos más. ¡Oh, cuánto habían cambiado las cosas desde entonces! ¿Quién podría haber sabido que, en su esfuerzo por ayudar a mejorar la crisis medioambiental, los científicos causarían uno de los acontecimientos más catastróficos que habían golpeado a la Tierra desde la Era de hielo? El control del clima, ahora una pesada broma, había sido una vez la prometedora respuesta a años de abuso del planeta. Pero nunca debieron haber jugado a ser Dios. Durante los primeros meses todo había estado bien, incluso perfecto. Entonces, como siempre lo ha hecho, la naturaleza volvió a reclamar su legítimo lugar como gobernante. La Tierra se convirtió en un caos total. Millones de personas murieron a causa de los erráticos patrones climáticos, algunos congelados, otros ahogados, e incluso, algunos a causa del calor. Los pocos que pudieron ser salvados fueron trasladados al amparo de la noche para evitar que el resto de la insalvable población de la Tierra se enterara. Fueron llevados a vivir en bases militares secretas hasta que el daño que se había causado se corrigiera por sí mismo. Así fue como la Dra. Rena Gates se encontró a sí misma entre uno de los pocos sobrevivientes que se sumergían en las profundidades del océano, a lo que irónicamente comenzaron a llamar como “la ciudad perdida de Atlantis.”

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¡No dormiría con usted ni aunque fuese el último hombre en la Tierra, Dr. Hagan! Qué irónico que esas palabras, dichas sin pensar, volvieran a perseguirla ahora.

* * * Micco Hagan era uno de los últimos hombres en la Tierra y, de acuerdo con el orden oficial, ella sólo recibiría órdenes del hombre que estuviese al mando e, indudablemente, se esperaba que durmiera con él. El General de Davies tenía el control militar sobre la base; era un hombre justo que había controlado la base de la mejor manera, podría haber sido mucho peor. Sin embargo, Davies dictó las reglas de su dominio bajo el agua con sólo unos pocos objetivos en mente. Primera Directiva: Preservar la raza humana, un sentido de humanidad, civismo y una larga historia. Segunda Directiva: Preservar la base militar y mantener el orden. Tercera Directiva: Lo más importante, sobrevivir a toda costa. Esa había sido la misiva: Supervivencia. ¿Qué era la voluntad propia cuando se tenía la obligación de continuar con la raza humana? Al principio, a todos aquellos que habían encontrado de alguna manera el amor, se les había permitido casarse; pero los que no lo habían encontrado después de un par años debajo del agua, ahora se veían obligados a unirse de acuerdo a su compatibilidad sanguínea: era un proceso científico muy frío. Micco estaba a cargo de la base de datos, de hacer las pruebas genéticas y comparar los resultados, y de registrar todos los nacimientos para asegurar que el futuro no se contaminara de forma hereditaria. Ella aplastó la orden de matrimonio que tenía en la mano frunciendo profundamente al ceño. Si Micco estaba a cargo de las pruebas, entonces él había firmado su emparejamiento. Le costaba bastante creer que no hubiese otro candidato adecuado en toda la hundida ciudad de mala muerte. Entre las dos mil treinta y seis personas que habían en la ciudad hundida, seguramente habría otro hombre con el cual pudiera emparejarse. ¿O se había vuelto loco? ¿Era esta alguna especie de broma de mal gusto? ¡No dormiría con usted ni aunque fuese el último hombre en la Tierra!

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* * * ¡Maldita sea! Gruñó mientras arrojaba la hoja de papel contra la pared de metal de su litera. Algunos de sus compañeros de cuarto la miraron y se echaron a reír. ¿Quién te tocó? ¿Sam el hombre que tiene un plan? Darcy se rió entre dientes sacudiendo sus rizos rojos mientras iba a recoger el papel. Como todos los demás, vestía una camiseta y pantalones sueltos de algodón. Hoy llevaba una combinación de negro y verde; por supuesto, negro y verde eran las únicas opciones. Darcy alisó la carta.  ¡Mierda!  ¿Qué?  Preguntaron Ginger y Lucy al unísono. ¡Hagan! Tienes la oportunidad de dormir con Hagan, el oscuro y sexy descendiente-de-dioses guerreros, exclamó Darcy, incitando a una ronda de celosos jadeos y miradas de semi-odio en dirección a Rena. Cada mujer que conozco ha tratado de meter a Hagan dentro de sus bragas. En serio, si no lo quieres te lo puedo cambiar dijo Lucy. A mí me tocó un mecánico de la parte inferior. Apenas lo conozco, excepto que hemos coincidido como dos veces en el tiempo de gimnasia obligatoria, y creo que tiene el pelo castaño. El cuarto lleno de catres militares parecía ir cirniédose sobre ella más de lo habitual. La ciudad se sentía como el interior de un submarino, pero en un diseño más esférico y contaba con cinco niveles de altura. A mí me asignaron a un pescador de la fosa agregó Ginger. La fosa era la sala presurizada en el inferior de la parte central de la ciudad, usada para capturar su abastecimiento de carne. Es bastante lindo, pero ¿te imaginas a lo que olerá cuando termine su turno? Rena, niña, te sacaste la lotería. Hagan es inteligente. Sexy. Sexy, repitió Lucy. Endemoniadamente sexy, dijo Ginger. En serio, te lo cambio, insistió Lucy.

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No lo puedes cambiar. Todo es compatibilidad genética dijo Darcy, arruinando la sonrisa gatuna que había comenzado a formarse en la boca de Lucy. Al parecer, soy genéticamente compatible con ese extraño tipo que se habla a sí mismo. Ya sabes, ese al que siempre le están pidiendo que deje el área mecánica porque se lleva las herramientas sin autorización.  ¿Quieres decir que el Dr.Van…Dr.Von...? Preguntó Lucy. Von Sibenthal, respondió Darcy. Él no está…mmm… tan…ah… mal, dijo Lucy, tratando de sonar positiva. Rena se levantó y se dirigió hacia la puerta. Voy a correr antes de mi turno. Acabas de regresar de correr, gritó Darcy detrás de ella. Rena no le hizo caso. ¡No dormiría con usted ni aunque fuese el último hombre en la Tierra!

* * * ¡No dormiría con usted ni aunque fuese el último hombre en la Tierra, Dr.Hagan! Micco respiró hondo y se preguntó, no por primera vez, si había cometido un error. Las palabras aún le dolían, incluso después de todo lo que había sucedido. Fuera lo que fuese lo que los hubiese puesto en la misma lista de rescate, no podía dejar de pensar que quizás, sólo quizás, fuese el destino. Incluso ahora, años después de su rechazo, la deseaba tanto como la había deseado aquella noche en Houston. Rena había sido tan suave y de dulce apariencia en aquel entonces, con ojos de color marrón oscuro que hacían que cualquier hombre se derritiera un poco en el interior, el pelo de color castaño medio, con mechones decolorados por el sol que creaban rayitos rubios. Ahora, después del mandato de salud, su cuerpo se había endurecido con músculos tonificados por sus entrenamientos, y la luz del sol se había desvanecido de su pelo para dejar paso a un abundante flujo de olas de color marrón. Al igual que todos en la base, en su mirada se reflejaba cierta tensión, un envejecimiento que venía de haber sobrevivido a la tragedia.

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Él había intentado hablar con ella, pero ella lo evitaba siempre que podía; ignorándolo cuando se las arreglaba para entrar en la misma habitación que ella, y siempre lo miraba como si no lo recordara. Oh, pero sabía que ella sí lo recordaba. Una vez, cinco meses atrás, en un pasillo aislado, él se había acercado a ella. No lo había estado planeando mientras se paseaba por los pasillos en un intento de escapar de sus compañeros de cuarto para poder pensar. Todo el futuro sistema de emparejamiento acababa de caer sobre sus hombros, y necesitaba estar a solas un tiempo para procesar el impacto total de lo que le pedían que hiciera. Él no sólo tenía que casar a personas, que probablemente, no le gustaría estar casados entre ellos; sino que también tenía que reajustar sus condiciones de vida. Como uno de los principales científicos de la base, iba a tener uno de los cuadrantes más grande para él y su nueva esposa, que no era tan grande como decían, ya que solo aumentaba alrededor de dos pies cuadrados más a cada lado. Tú, le había dicho ella cuando casi la arroja al piso. ¿Yo? Preguntó él, tratando de ser divertido y poner una sonrisa en los carnosos labios de ella. En ese momento, mientras ella lo miraba, supo que sí lo recordaba. Él había sido un cretino. Lo sabía, y ella también. Maldita sea, todo el bar lo sabía. Si pudiera volver el tiempo atrás, lo haría. Pero nada de eso importaba ahora. Nada de lo que había pasado en esos días importaba ahora. Murmurando, volvió su atención a la pantalla holográfica que flotaba encima de su escritorio y trató de ignorar el hecho de que su pene estaba duro, otra vez, con sólo pensar en Rena. Bueno, tal vez no te acostarías conmigo aunque fuese el último hombre en la Tierra, pero veamos si te acuestas conmigo ahora que soy tu última opción en Atlántida.

* * * Tómense de las manos, ordenó el general Davies, de pie por encima de la multitud. Mirando alrededor, paseó la vista por el estrecho comedor de su cabina desde su posición sobre una mesa de centro. Rena se puso rígida al sentir la mano caliente de Micco entrelazarse con la de ella. Un escalofrío la recorrió de la cabeza a los pies, sumándose a la sensación de mareo que sentía cada vez que él estaba cerca. Trató de decirse a sí misma que era repulsión, pero eso era mentira. Una descarada mentira de inmensas proporciones. Al igual que aquella noche en el bar, ella lo deseaba. El deseo se esparcía como fiebre a

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través de su sangre, causando cosquilleos en sus nervios y haciendo que sus muslos se apretaran. Su piel bronceada y sus rasgos definidos eran evidencia de su herencia de nativo americano. Como la mayoría de los hombres en la base, llevaba el pelo corto; aunque de alguna manera, en él, el corte de pelo acentuaba las oscuras profundidades de sus ojos hasta el punto de que ella se ponía nerviosa si lo miraba fijamente por mucho tiempo. Sintiendo el peso de miradas celosas sobre ella, volvió su atención hacia sus botas. Micco era uno de los hombres más guapos de la base, con un magnetismo animal y un carisma que dejaba a más de una mujer con las rodillas débiles. Había oído rumores acerca de él; bien tarde en la noche, las chicas solían especular acerca de cuán bien sabría y cómo de bueno sería en la cama. Están casados, anunció el general. Corto y dulce, Micco río a su lado, y ella trató de no fijarse en la forma en que su boca se curvaba en la esquina. ¿Eh, señora Hagan? Rena hizo una mueca. No era difícil; la lujuria en sus venas alimentaba su mal humor mientras trataba de negarlo. Tengo que ir a recoger muestras microscópicas. No me esperes en casa. ¡Ah! Él le apretó la mano más fuerte antes de que ella pudiera alejarse. Él volvió su atención hacia el general a la expectativa. Todos ustedes tienen la orden de regresar a sus nuevos cuadrantes para discutir, hablar y consumar el matrimonio, para procrear. El general suspiró fuerte, murmurando ásperamente.Todos ustedes tienen permiso para... simplemente para salir de aquí, para que todos podamos seguir adelante con nuestras vidas. Y recuerden, están haciendo esto en memoria de todos aquellos que no pueden. De nosotros depende asegurar el futuro de la humanidad.  ¿Nos vamos? Preguntó Micco con su profunda voz. Nuestros antepasados estarían horrorizados por esto, dijo Rena, incapaz de mirarlo. Algunos de nuestros antepasados, se casaban por matrimonios arreglados, contestó. Y nuestros antepasados no estaban en esta posición. Creo que todos queremos lo mismo: la continuación de nuestra especie.

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Si tú lo dices. Podrías haber presentado una queja. No he visto que ningún documento llegara a mi escritorio solicitando un cambio de pareja. ¿Qué? Tú sabes tan bien como yo que no se habría hecho nada y me habrían mirado como si a mí no me importara el futuro de la humanidad. Tú bien sabes cómo funcionan las cosas por aquí. ¿Y quién soy yo para quejarme, cuando en todas las bases de la ciudad se está llevando a cabo el mismo programa? Sé que estamos siguiendo un plan de acción y sé que el papel que jugamos aquí, ahora, es para garantizar la supervivencia de nuestra especie; pero perdóname si no caigo en tus brazos celebrando mi buena fortuna. Rena se alejó bruscamente de él, corriendo entre la multitud de los recién casados. El miedo hacía que sus piernas se movieran más rápido. ¿Por qué no le podía haber tocado el pescador de los pozos que le sonreía cada mañana cuando ella iba a recoger sus muestras? ¿O el cocinero con la cicatriz en la mejilla? En cuanto llegó al pasillo de metal, Rena se echó a correr hacia su nueva habitación, siguiendo las finas cuerdas de luz que cubrían el suelo y el techo. Tenía la esperanza de que Micco no la hubiese seguido, pero en el fondo sabía que lo haría. Micco sonrió débilmente, como si no hubiese atravesado la multitud para seguir a su nueva esposa. Afortunadamente para él, no había mucha gente prestando atención a lo que sucedía a su alrededor mientras comenzaban a retirarse lentamente del comedor para hacer lo que se les había ordenado. Al llegar a su habitación y entrar en ella, su sonrisa desapareció. En realidad se trataba de dos habitaciones: un baño pequeño, que le recordaba los compartimentos de un viejo aeroplano, y el dormitorio principal. Rena estaba de pie cerca de la cama de espalda hacia él, tan lejos de la puerta como había podido alejarse. Esto es una especie de venganza, ¿no? Se volteó, lanzando dagas con sus ojos marrones en dirección a Micco. ¿Venganza? Dijo llevando distraídamente la mano hacia el escáner para cerrar la puerta. Su cuerpo se tensó con anticipación ante el conocimiento de lo que se esperaba que hicieran, solos, en su habitación compartida. Por haberte rechazado hace años en Houston, declaró sin rodeos. Todavía estás enojado porque me atreví a decirle “no” al gran Dr. Hagan. Es por eso que estoy aquí, ¿verdad? ¡Aún no has superado el haber perdido esa maldita apuesta!

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¿Apuesta? Dijo él, viéndola cruzar los brazos sobre el pecho, muy consciente de cómo sus pechos subían y se juntaban por el movimiento. ¿De qué estás hablando? Houston. Derramaste una bebida sobre mi camisa y me preguntaste si me gustaría ir a tu habitación para quitarme la ropa mojada. Tuve que ir corriendo a mi habitación para cambiarme y casi llego tarde a mi discurso, ¡sólo por eso! Ella no podía seguir estando tan enojada por su estúpida frase de flirteo. Escuchándola, quería ruborizarse humillado. No había sido uno de sus mejores momentos. Ella sólo había estado tan condenadamente bonita y él tan condenadamente borracho y caliente. Lo dices como si realmente eso tuviera alguna importancia ahora. Bueno... Como si se diera cuenta de que la conversación sonaba un poco absurda, se encogió de hombros. Importaba en aquel entonces y realmente me avergonzaste. Sólo puedo suponer que planeas avergonzarme un poco más con esto. ¿Qué yo te avergoncé? Eras tú la que estaba gritándome y condenando mi virilidad delante de todos en un radio de cincuenta millas. Yo llevaba una camisa blanca, exclamó. El presidente de mi empresa se me quedó mirando como si yo acabara de participar en un concurso de camisetas mojadas. Mmm, Micco gimió y se humedeció los labios. Lo recuerdo. ¿Por qué estás mirándome de esa forma? Sus brazos se apretaron sobre su pecho y su camiseta se pegó más a sus senos. Micco echó a reír. Porque eres mi esposa, y yo soy… No te atrevas a terminar la frase. No quiero escuchar cómo planeas convencerme para que me quite la ropa mojada, o cualquier estúpida frase que te hayas inventado desde entonces. Sólo iba a decir que soy tu marido. Micco chasqueó la lengua. Que mente más sucia tienes.

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Ella trató de mantener su mirada impasible, pero él vio la sonrisa asomando a en su boca. Esta es una conversación inútil. ¿No podemos simplemente decirles que ya nos hemos ocupado de nuestros asuntos? De esta manera puedo volver a trabajar y… Eso es un insulto. Sólo hemos estado aquí unos minutos. Micco acortó la distancia entre ellos, tratando de no ser demasiado obvio. Mi falta de destreza sería la comidilla en toda la ciudad avanzó más o tal vez sería tu falta de encantos de lo que hablarían. Ella no se estaba alejando, tenía que ser una buena señal. Su respiración se profundizó, como si estuviera invitándolo a más. De cualquier manera, no hay escapatoria del chisme del pueblo. No había escapatoria de esta sala. Rena tragó saliva con nerviosismo. Había hecho todo lo posible para evitar estar tan cerca de Micco. Cuando él entraba en una habitación, ella se iba. Cuando él hablaba, ella hacía todo lo posible por escapar. Ahora, mientras su sexo se humedecía de excitación y un hormigueo estallaba sobre su carne, sabía por qué lo había estado evitando. La ira y el desprecio ya no funcionaban. ¿Era su imaginación o Micco comenzaba a abalanzarse sobre ella? La habitación se sentía pequeña y una ola de vértigo se apoderó de ella. El potente olor masculino de Micco envolvió sus sentidos, recordándole cuánto tiempo había estado sin un compañero sexual. El primer día que llegó en la base, se había prometido a sí misma que no iba a tener relaciones sexuales con nadie en la ciudad. Ese tipo de cosas acarreaban complicaciones. Pero esa desatendida parte de su cuerpo, de repente, exigía que se le devolviera la atención que necesitaba. Ella se había negado muchas cosas, algunas por voluntad propia, otras por necesidad. La mano le temblaba. ¿Cómo podría empezar? ¿Y si se le había olvidado cómo hacerlo? ¿Y si no era buena haciéndolo? Rena bajó la mirada y se centró en sus botas. Micco puso una mano encima de su brazo, deslizándola desde la muñeca hasta el codo. Los pequeños disparos eléctricos que atravesaban su cuerpo la calentaban en todos los lugares correctos. Hagancomenzó a decir, tratando de pensar en algo, en cualquier cosa razonable que decir. Pruébalo, susurró. Si no te gusta, me detendré. Te lo prometo.

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Rena levantó la cabeza para preguntar: ¿Probar qué?, pero las palabras nunca salieron de su boca. Tan pronto como abrió los labios, él apretó su boca a la de ella, besándola tiernamente. Sus firmes y flexibles labios masajeaban los de ella, abriéndose lo suficiente para que ella pudiera sentir su aliento acariciando sus pulmones mientras inhalaba. Rena estaba agradecida de que su mano estuviese en su codo, sujetándola. De lo contrario, habría caído de rodillas en el duro piso de metal. En el fondo de su mente algo le susurraba que se mantuviera fuerte, que no lo dejara ver cómo le afectaba su contacto. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, se encontró a sí misma devolviéndole el beso. Un suave gemido surgió de su garganta, silenciado por la boca de Micco mientras profundizaba su abrazo. Se le hizo difícil concentrarse en otra cosa que no fueran los seductores movimientos de su lengua sobre la de ella. Ella se agarró de sus hombros anchos cuando el impulso de tocarlo se hizo insoportable. Los fuertes músculos flexionaban debajo de sus dedos mientras él la atraía por la cadera, empujándola hacia delante para que sus cuerpos se tocaran. La inconfundible longitud de su erección presionaba su estómago, tan dura. Ella jadeó y él trasladó sus besos a lo largo de su mandíbula hasta su garganta. Micco gimió, meciéndose contra ella mientras la mantenía apretada a sus caderas. Sus pantalones de algodón ofrecían muy poca protección. Micco deslizó los dedos debajo de la camiseta de Rena, desatando el cordón de su cintura para desúés empujar sus manos hacia abajo para ahuecarlas en su culo. Le masajeaba las nalgas duro, sin dejar de empujar. Rena sentía como si lo conociera, cuando apenas habían hablado. Como uno de los principales científicos y uno de los chicos más guapos de la base, los rumores sobre él, volaban. El lamió su cuello, pellizcando en la sensible piel que encontró allí. Ella se estremeció abrumada por las sensaciones. La lujuria hizo estragos en sus venas como nunca antes. Tal vez era por la finalidad de su mutua situación, el estrés de vivir debajo del agua, el ardiente deseo de sentir otra cosa que desesperanza y frustración. O tal vez era la parte primitiva de su psiquis que había despertado por fin de su profundo sueño, hambrienta, desesperada y caliente como el infierno. Él capturó nuevamente su boca y la fue empujando hacia atrás hasta que su espalda chocó suavemente con una pared de metal. La fría superficie contrastaba con el calor de su cuerpo. Micco se volvió más agresivo, manteniéndola atrapada delante de él. La longitud de su cuerpo perfectamente esculpido se ajustaba al de ella, fuerte y firme. Él continuó moviendo sus caderas como si su polla no pudiera esperar a ser

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liberada. Su empapado coño respondió al llamado y se encontró a sí misma siguiendo su ritmo mientras encontraban satisfacción a través de su ropa. Micco la levantó agarrándola por el culo mientras sus calientes manos se imprimían en su carne. Sus piernas se abrieron dándole un mejor acceso para frotarse contra ella con tanta fuerza que le parecía que las ropas se habían desvanecido. La longitud de su pene erecto empujaba apasionadamente a lo largo de su abertura, enviando sacudidas de placer sobre ella con cada empuje. Micco movía sus caderas rápido y fuerte, simulando el acto sexual. Su erección se había puesto extraordinariamente dura, y el gran tamaño de esta la hizo excitarse aún más. Su enorme erección podría estirar su abertura y llenarla hasta el límite. Ella le arañó los hombros, sin aliento: se sentía demasiado bien. No podía parar, ni siquiera el tiempo suficiente para desnudarse. Su coño había humedecido la tela. La fricción y el calor estimulaban su clítoris. Ella gimió dentro de su beso, aturdida, mientras sacudía la cabeza alejándose para que poder respirar. Su sabor estaba en su boca, su olor dentro de su cabeza. ¡Ah! Gritó ella, sintiendo que se acercaba su orgasmo. Su coño se apretó con fuerza. Él sostuvo sus muslos abiertos, empujando cada vez más rápido. Sus dedos se deslizaron hasta su culo, separándole las nalgas. Ella se arqueó contra la pared, odiando su ropa. Argh, gruñó él, apretando su culo con fuerza. El fluido balanceo de sus caderas se convirtió en sacudidas irregulares y ella supo que él había llegado dentro de sus pantalones. El caliente líquido surgió entre ellos. Fue demasiada estimulación, Rena llegó y su cuerpo explotó. Su boca se abrió, pero estaba demasiado abrumada por el placer como para gritar. Micco dejó caer sus piernas y Rena cayó hacia adelante contra él. Jadeando, trató de razonar que era lo que había sucedido. De todas las maneras posibles en que ella había pensado que podría vivir con el Dr. Hagan, no imaginó que esta podía ser una. No sabía que iba a decirle. ¿Fue este tiempo suficiente para salvar nuestra dignidad? Rena lo dijo en forma de broma, pero su voz se había apagado y terminó escuchándose rencorosa y dura. Por supuesto, respondió él en un tono tan bajo como el de ella. Tienes trabajo que hacer. Y yo debo estar disponible en caso de que haya problemas con los nuevos arreglos. Con más de cien nuevas parejas, estoy seguro que algo surgirá.

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Micco le dio la espalda, dirigiéndose hacia el baúl de la esquina, y sacó un par de pantalones limpios. Rena le dio la espalda mientras él se cambiaba. Cuando escuchó la puerta abrirse, finalmente soltó el aliento que había estado conteniendo. ¿Qué fue lo que sucedió? Susurró ella, mirando detenidamente hacia la puerta cerrada. De alguna manera, ahora se sentía aún más nerviosa acerca de vivir con él. Corriendo a su baúl, que estaba justo al lado del de Micco, lo abrió y rápidamente se cambió de ropa. Rena enrolló los pantalones que acababan de que quitarse dentro de su camiseta y se los puso bajo el brazo. Técnicamente no era su día de lavandería pero, afortunadamente con todas las bodas celebrándose, el cuarto estaría despejado y sería capaz de colarse de manera inadvertida en él.

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Capítulo 2 Pensé en venir a verte por si querías ir a almorzar, la voz de Micco interrumpió su inestable concentración. Rena había logrado evitar a su nuevo marido durante un par de días. Había sido difícil, ya que pensaba en él constantemente. Toda sombra que se aproximaba parecía ser su figura en la distancia, listo para enfrentarse a ella. La verdad es que Rena era una cobarde. Estaba demasiado avergonzada para enfrentarse a él, demasiado confundida, demasiado insegura de lo qué haría. ¿Oh? Ella encontró sus ojos oscuros y su ritmo cardíaco se aceleró. Sus nervios recordaban demasiado bien la sensación de su cuerpo. Al ver que ella no respondía, Micco preguntó. ¿En qué estás trabajando? Oh. Rena se volvió hacia su microscopio. Señalando al mismo y se hizo a un lado para dejarlo ver. Hemos estado tratando de entender el papel de los virus en los ecosistemas de las profundidades marinas. La investigación aún está en sus primeros pasos, pero estamos tratando de entender todo lo que podamos sobre el océano ya que podríamos estar aquí abajo un largo tiempo. La luz del microscopio se reflejaba en su boca sólo para desvanecerse en su mejilla. Debe ser muy interesante para que pases tanto tiempo en tu laboratorio. Las palabras en lugar de en tu nueva casa, conmigo permanecieron tácitas entre ellos. Supongo que el estar a cargo aquí hizo que me acostumbrara a largas horas de trabajo. En los cuartos tenía demasiados compañeros, que me pareció más fácil dormir durante el día cuando todos se iban. ¿Era por eso que estabas apurada esa noche que nos encontramos en el vestíbulo? Sus ojos encontraron los de ella antes de que se volviera hacia el lente. Ella se echó a reír. Sí. Darcy y Ginger roncan.

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Hmm. Pensé que quizás estabas evitándome. Se enderezo y deslizó su dedo a lo largo de la inmaculada mesa. Como todas las cosas en el laboratorio, ella la mantenía impecablemente limpia. No, mintió ella. ¿Entonces te puedo esperar en casa esta noche? ¿Era eso un desafío? Ella tragó. ¿Toda una noche a solas con él? Ella casi extrañó a sus molestos compañeros de habitación. Al menos así estaría a salvo de sí misma. Por supuesto, respondió ella.  ¿Y almorzamos ahora? Preguntó haciendo un gesto hacia la puerta. Debo terminar lo que estoy haciendo. Algunas de las muestras no sobreviven mucho tiempo. Tomó un portapapeles y comenzó a revisar cajas. Además, mandé a uno de los técnicos a que me trajera algo de comer. Micco golpeó ligeramente la mesa con los dedos dos veces. Te veré esta noche, entonces. Esta noche, repitió Rena, continuó revisando las cajas al azar sin leerlas para asegurarse de que eran las correctas. Cuando se fue, sacó el papel y lo arrugó. Con un fuerte suspiro, dijo. Sí. Esta noche. Micco se maldijo a sí mismo por tonto, y no era la primera vez que lo hacía desde su boda. ¿Cómo podría culpar a Rena por no acudir a él? Había actuado como un adolescente caliente, manoseando a su cita contra la pared en la fiesta de graduación en algún momento robado. La vergüenza era casi insoportable. Micco tenía que hacer las paces con ella. La pasión había estado allí. Lo había sentido en sus besos, en sus caricias, en sus gemidos. Tenía que demostrarle que podía ser un mejor amante. Caminando de arriba abajo a lo largo de su casa, miró hacia la pared donde el reloj digital parpadeaba. Se estaba haciendo tarde. Se preguntaba qué la estaría retrasando. ¿Debería de ir por ella? ¿Se encontraba absorta en su trabajo? ¿Habría decidido no venir? Antes de que pudiera llegar a alguna conclusión, la puerta se abrió. Rena apareció con el cabello mojado y peinado hacia atrás. Sus ojos se deslizaron hacia la mesa donde él había preparado la cena para ellos.

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Lo siento. No me había dado cuenta de que habías hecho planes. Estaba registrando algunas horas de entrenamiento y decidí hacer una última ronda adicional. Está bien. No te vi en la cena, así que pensé que debería tener algo preparado. Lo que no le dijo fue que él la había estado esperado hasta el final del horario de comida para tener la oportunidad de acercarse a ella. Gracias. ¿Nos sentamos? Ella se dirigió a la pequeña mesa. La comida no era nada especial, al menos ahora. Los peces de aguas profundas sólo podían ser preparados de algunas pocas maneras, y cuando vives en una base militar submarina, era bastante claro qué era lo que estaba en el menú. Sé que es insignificante, pero daría cualquier cosa por una hamburguesa y unas papas fritas. Ha pasado tanto tiempo que apenas puedo recordar su sabor. Micco asintió con la cabeza, agradecido de tener algo de lo qué hablar. Para mí es la pizza. Nunca pensé que lo diría, pero no comí suficiente pizza. Mm, bistec de pollo frito. Ella tomó un bocado de pescado, masticando lentamente. Pastas. Tacos. Él gimió Esto es una tortura. Tenemos que parar. Me pregunto si los que viven en las bases de la superficie desearían tener mariscos, reflexionó Rena, pensativa. ¿Tenías familia? Un hermano, respondió Micco. Y una tribu de familia-no oficial, los Anigatogewi. Todos murieron en una de las olas de calor.  ¿Ah-ni-ga...? Ella trató de repetirlo. Anigatogewi. Él se rio entre dientes. Significa “El Clan de Papas Salvajes”. Somos…éramos, los protectores de la tierra. Creo que aprobarían que yo estuviese aquí. ¿Y qué me dices de ti?

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Tenía una gran familia: primos, hermanas, padres, tíos y tías. Siempre estaba trabajando. Pensé que siempre estarían allí. A veces me gusta fingir que todavía están ahí afuera, pero ahora simplemente no puedo tomar un teléfono para llamarlos. Bueno. Él levantó su vaso de agua. Ahora nos tenemos el uno a otro. Eso es algo, ¿cierto? Para bien o para mal. Sí, eso significa algo. Ella asintió con la cabeza, con un suave tono de voz. Es curioso cómo cambian las cosas después del fin del mundo. Esta no era la conversación que él había planeado tener durante la cena. La mayoría de la gente en la base solía evitar este tema, principalmente porque era demasiado doloroso. Lo siento. Detesto recordar el pasado por demasiado tiempo. ¿Podemos hablar otra cosa? Preguntó ella, como si hubiera leído sus pensamientos. ¿Cómo les va a las otras parejas? ¿Hasta el momento alguien ha ido a tu oficina a quejarse? Unos cuantos se rió entre dientes. Cuando ella se volvió a mirarlo con sus ojos claros, verdaderamente viéndolo, sintió algo que no había sentido desde hace mucho tiempo: esperanza y felicidad. Dieciocho parejas preguntaron por el divorcio, dieciséis parejas oficialmente han solicitado una reasignación matrimonial, y una pareja dijo, rotundamente, que sus creencias religiosas no reconocían la ceremonia matrimonial de la base. Supongo que era algo de esperarse cuando emparejas a la personas por sus genes y no por sus corazones. No puedes culparlos. Terminó de comer y dejó el tenedor. Es la solución más lógica a nuestra situación, algunas de sus esperanzas en él murieron, reemplazándolas por la preocupación. Lo sé, y como científica estoy de acuerdo, Rena tomó un vaso de agua. Como mujer, simplemente creo que debería haber algo más. Debería de llevar estos platos de regreso a la…Micco se levantó, decidido a dejarla sola. Cuando él la había elegido como su esposa, no lo había hecho para herirla. La mano de Rena en su muñeca lo detuvo. Hagan... Micco, no estoy delirando. Me doy cuenta que el viejo mundo se ha ido. No espero que me ames, ella contuvo la respiración mientras lo dejaba ir. Ni

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siquiera sé si el amor romántico existe aún, pero entré en el comedor y agarré tu mano. No pienso dar por acabado este matrimonio. No estaba seguro de qué decirle. Ella no lo dejaría, ya era algo. No espero que me ames. Rena no sabía que esperar en respuesta a lo que había dicho, pero se sintió decepcionada cuando él no hizo ningún comentario. Por dentro estaba temblando. Sin pensarlo, le agarró el rostro, sintiendo la textura de la incipiente barba en su mandíbula, y lo atrajo para besarlo, presionando sus labios contra los suyos. Su mano se deslizó sobre su cadera mientras le devolvía el beso. Su lengua se deslizó entre sus labios. Una ola eléctrica de deseo la atravesó. Él gimió con un bajo y ronco sonido de placer. Esta vez su lengua se deslizo más profundo, volviendo el beso más apasionado. Rena enredó los dedos en su cabello. El deseo la consumió hasta que perdió la capacidad de prestar atención a otra cosa que no fuera su beso. Su cuerpo recordaba muy bien la sensación de liberación y quería sentirla de nuevo. Se volvió más agresiva, agarrándolo fuertemente mientras su cuerpo se apretaba contra el suyo. La sólida forma de sus músculos se amoldaba contra su cuerpo. Su coño ya estaba mojado y listo. Sus pechos hormigueaban por ser tocados, sus pulmones ardían por aire y su corazón martilleaba erráticamente en su pecho. Micco la agarró por la cadera y la empujó contra su erección. Dio un paso adelante, empujándola hacia atrás hasta llegar a la cama. Su cadera golpeó contra su silla y ella la empujó fuera del camino. Él le quito la camisa deslizándola por la cabeza y brazos, y la tiró a un lado antes de hacer lo mismo con su sujetador deportivo. Al instante, le acarició la piel, ahuecando la palma de sus manos en sus pechos. Sus manos eran cálidas mientras recorrían y exploraban con movimientos circulares sus delicados globos. Sus labios se perdían a lo largo de su cuello, lamiendo y mordiendo mientras se deslizaba hacia abajo. Convirtió sus pezones en duros picos con su toque antes de capturarlos con sus labios. Rena se quedó sin aliento mientras los succionaba profundamente dentro de su boca. Sus manos se deslizaron por sus costados hasta llegar a la espalda para liberarla de sus pantalones y sus bragas. El pantalón de algodón se deslizó hasta el suelo, amontonándose alrededor de sus pies. Su toque se volvió hambriento y urgente, como si quisiera tocarla por todas partes al mismo tiempo.

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Rena tiró de su camisa, tratando de quitársela. Cuando él se movió para ayudarla, ella se tambaleó hacia atrás y cayó sobre la cama. Se quitó las botas y se deshizo de su pantalón. Ansiosamente, vio como Micco se desvestía. El arrojó su camiseta a un lado, revelando su perfecto y esculpido pecho. Sus ojos siguieron el movimiento de sus manos hasta la cintura mientras tiraba bruscamente para liberarse de sus pantalones y revelar una gruesa erección. La anticipación era demasiado. Su coño hormigueaba por ser llenado, por tenerlo dentro. Golpeando dentro de ella, extendiéndola completamente como sabía que él lo haría. Rena juntó sus piernas y las apretó mientras su coño liberaba un torrente de crema. Micco se arrastró sobre ella. Soportando su peso sobre sus manos, le pasó el dorso de sus dedos por el centro de su pecho, haciéndole cosquillas mientras dibujaba un camino hacia su sexo. Le separó sus húmedos pliegues, rodeando suavemente su clítoris con los dedos. El primer roce del cuerpo de Micco contra el suyo causó un intenso escalofrío a lo largo de su piel. Rena envolvió la mano detrás de su cuello y tiró de él hacia abajo. Él movió su cadera y su polla se acomodó al lado de su coño. Micco susurró, necesitando sentirlo dentro de ella. Él besó su cuello, pasándole la lengua por encima de su pulso. Ella separó sus piernas abriéndose para él. Las luces del techo no ocultaban ni un solo momento. Rena le arañó la espalda con las uñas. Micco frotó la punta de su polla a lo largo de su sexo antes de encontrar la entrada. Entró fácilmente, trabajando de un lado a otro, dentro y fuera, yendo más profundo con cada empuje, extendiéndola para ajustarlo. Finalmente se hundió hasta el final. Su cuerpo estaba atrapado debajo del de él. Micco impulsó su cadera hacia delante, tomándola con fuerza y acelerando el ritmo. Ella agarró sus nalgas, alentándolo. La tensión se acumulaba en sus caderas, llevándola al borde de una deliciosa locura. Se sentía demasiado bien, demasiado perfecto. Su coño se apretó fuertemente, sus músculos se tensaron mientras llegaba a su clímax. El placer irradiaba desde donde estaban unidos, fluyendo a todo lo largo de su cuerpo, llenándola de calor y de una intensa satisfacción. Su visión estaba borrosa y sentía como si su corazón fuera a estallar en su pecho.

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Micco gimió, cabalgando, sin detenerse, sobre la ola de temblores. Entonces llegó, sacudiéndose con fuerza en su interior antes de que pudiera detenerse. Pasó una eternidad en cuestión de segundos, marcados por sus respiraciones agitadas. Rena nunca había sentido tanto placer. Micco salió de ella deslizándose lentamente antes de caer a su lado. Él yacía a un lado de ella, gloriosamente desnudo y sin el menor asomo de vergüenza. Su miembro aún estaba parcialmente erecto, como si fuera a levantarse con la más mínima provocación. Debería haber intentado invitarte a salir en Houston de una mejor manera. Micco mantuvo la atención en el techo. No recuerdo haber hecho una apuesta, pero si lo hice fue sólo para darme el valor de hablar contigo. Es una tontería de mi parte guardar rencor al respecto. Todo el mundo aquí sólo está buscando una conexión con el pasado. Desde que estás aquí, esta se volvió mía. Ella le dio la espalda y respiró profundamente. Tenemos que pensar más en el futuro. Es por eso que hemos sobrevivido, ¿no es cierto? Supervivencia. La palabra llenó la cabeza de Micco. Él quería algo más que sobrevivir. Cada día trabajaban para eso, cada específica tarea estaba destinada a eso. ¿Era tan malo querer algo más cuando llegara a casa? Él miró hacia la desnuda figura, dejando que su mirada se deslizara por la fina línea de su espalda. Cuando ella no se volteó hacia él, se levantó de la cama y cruzó la habitación para apagar las luces. En esa completa oscuridad era imposible ver, no es que fuera tan difícil moverse por la habitación. Sus piernas desnudas rozaron las de ella mientras se subía a la cama. Tentativamente, Micco le tocó la cadera, volteándola. La estudió en la oscuridad, tratando de ver su rostro. Pero fue inútil. Ella permaneció en la oscuridad.

* * * Rena sentía el peso Micco junto a ella en la cama mientras estaban en la oscuridad. El olor de Micco llenaba sus sentidos, revolviendo su cálido deseo. Se encontró a si misma deseándolo otra vez. Por su mente pasaron varias imágenes como un relámpago: viejas películas porno, escenas de las novelas románticas que había leído en la universidad antes de que sus actividades se volvieran más científicas.

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Se lamió los labios, alentada por la oscuridad. ¿Si se atreviera a tocarlo, su miembro estaría dura? ¿O tendría que manipularla para que volviera a tener una completa erección? Ella escuchó atentamente, oyendo el sonido de su respiración.  ¿Hagan? Susurró. Él no le respondió y se dio cuenta de que dormía. Su miembro estaba saciado y flácido. Ella lentamente se acomodó con cuidado para no despertarlo, todavía. Su mano se deslizó hacia su cadera mientras lograba orientarse. Se humedeció los labios, acercando lentamente su boca hacia su pene. El calor irradiaba fuera de él, instándola a acercarse aún más. Quería probar el sabor de su coño en su polla. Quería mamarlo en total excitación, quería sentirlo crecer entre sus labios y hacer que se viniera en su boca. Ella vaciló, la parte científica de su cerebro trataba de justificarse con lógicos argumentos. Pero esta vez su cuerpo no quiso escucharlo. La pasión de Micco por ella era innegable. A él le gustaba, le gustaba follarla. Su boca falló su objetivo llegando hasta su cadera, e instantáneamente deslizó sus labios abiertos hasta el flácido eje, recorriendo toda su longitud. Recorrió la punta con los dientes, mamando la cabeza mientras esta iba aumentando su tamaño. Micco suspiró en su sueño, moviéndose debajo de ella. Rena acomodó su cuerpo, poniendo las rodillas junto a una de la cadera de Micco y sus manos al lado de la otra. El eje se movía dentro de su boca, creciendo cada vez más mientras ella lo chupaba más profundo. Sabía tan bien, y olía aún mejor. Ella trabajó con su boca de arriba abajo, excitándolo. Las caderas Micco se movieron mientras hacía un débil sonido. ¡Ah! Se sacudió con fuerza como si estuviera totalmente consciente. Sus movimientos cambiaron de adormecidas agitaciones a completos empujes. Sus manos se enredaron en su cabello empujándola hacia abajo. Su polla estaba gruesa y en su máxima potencia, ella no podía metérsela completamente en la boca, por lo que llevó una mano para agarrar la base mientras extendía sus dedos sobre sus bolas. ¡Fóllame! Exclamó sorprendido, las palabras eran más una desconcertada afirmación que una orden. Ah, carajo. Rena gimió, haciéndole saber cuánto le gustaba. Chupó más fuerte. Él bajo su mano recorriéndola por un costado hasta apoyarla en su culo. Micco le apretó una nalga antes de darle una ligera palmada. Su coño se sacudió con aprobación y jadeó alrededor de su polla. Ella juntó sus bolas dejando que su dedo golpeara la sensible carne justo detrás de estas.

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Oh sí, chúpame, no te detengas la instó Micco, flexionando sus caderas. Él le dio otra nalgada, esta vez un poco más fuerte y abarcando más su culo. Rena gritó cuando las vibraciones golpearon la curva inferior de las nalgas cerca de su coño. Ella nunca había estado tan excitada en su vida. Su energía sexual la envolvía, desde su potente olor masculino hasta el intenso calor de su cuerpo. Sus pechos se balanceaban y sus pezones ardían por una atención que no conseguirían. Cambiando su peso, dejó de lado las pelotas y puso una mano contra su estómago. Sus dedos siguieron el camino de pelo a través de su estómago hacia su pecho y regresando hacia abajo de nuevo. Su piel era suave como la seda y tan dura como el mármol. Ella lo sintió tensarse, su polla tembló en su boca. Él llegó, el salado sabor de su liberación llenó su boca. Se tragó su semen, bebiendo hasta la última gota. Micco jadeaba mientras sus extremidades caían débilmente en la cama. Al principio, cuando se despertó por el intenso placer en su polla, había pensado que estaba soñando otra vez. Estuvo a punto de ocuparse él mismo del problema hasta que la realidad de sus cálidos labios irrumpió finalmente a través de su confuso cerebro. Rena ronroneó como una gata al acecho mientras finalmente liberaba su polla de su deliciosa boca. Mmm. Delicioso. Micco estaba demasiado aturdido para contestar. Nunca había pensado que algo como esto podría pasar entre ellos: ella despertándolo con una mamada, su muy apropiada boca iniciando un acto tan íntimo. Claro, él lo había deseado, incluso fantaseado, pero que esto ocurriera... Micco gimió. Si hubiera sabido que una disculpa hubiera funcionado tan bien, te la hubiese dado hace años. Espero que no te importe, dijo Rena. Tenía una ronquera en su voz que no había oído antes. Parecía que no podía detenerme. Se aclaró la garganta. No, por supuesto que no. Cuando quieras, ah...  ¿Chuparte? Sugirió ella.

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Sí, siempre que quieras chuparme, siéntete libre. Micco sonrió ligeramente. ¿Y si?... Hizo una pausa, deslizando una pierna sobre su pecho. Ojalá pudiera verla en la oscuridad, pero era imposible. Todo lo que podía hacer era escuchar y sentir. Ella se sentó a horcajadas en su pecho y se inclinó. Se dio cuenta de se había sentado de espalda a él, mirando a sus pies. Deslizando su coño hacia su boca dijo:  ¿Qué pasaría si yo quisiera que me follaras con tu boca? Rena besó a su estómago. El olor de su coño lo llenaba mientras ella se echaba hacia atrás, colocando sus rodillas bajo sus axilas. Micco desenvolvió sus brazos, gimiendo al darse cuenta de lo que quería. La agarró por las caderas masturbando su coño con la boca. La besaba profundamente, lamiendo y mordiendo antes de follarla con su lengua. Rena mordió su estómago y le clavó las uñas en sus muslos. Ella giraba sus caderas, aplastándole la cara con las nalgas. No le importaba si lo asfixiaba. ¿Qué mejor manera de morir? Micco sintió cómo cambiaba su polla, como si estuviera despertándose de su última liberación para ver qué estaba pasando. Su clítoris rozó contra la incipiente barba en su barbilla y gritó de placer. Una inundación de crema recompensó su boca mientras ella llegaba. Débil, ella cayó hacia adelante, con los muslos separados a la altura de sus mejillas. Micco la dejó recuperar el aliento, pero en cuanto sintió que su aliento volvía a la normalidad, dijo: Quiero follarte. Ella deslizó la mano hacia su polla, como si estuviera calibrando su interés. Estaba medio erecto. Ella lo acarició un par de veces antes de deslizarse fuera de su torso.  ¿Cómo me quieres? Él gimió, le resultaba casi imposible responder a esa pregunta. La quería de tantas formas diferentes. De cualquier forma que quieras, lo instó ella, con sus palabras teñidas de excitación. Soy tuya para lo que ordenes. Finalmente, dijo:  ¡Ponte en cuatro patas! Voy a montarte. La cama se movió y Micco se levantó, buscándola a ciegas. Le tocó el muslo, ella lo había obedecido. Micco se colocó detrás de ella, tomando su coño con los dedos para comprobar su humedad. La acarició, presionando contra su punto dulce.

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Quiero montarte duro. Sí jadeó en aprobación, animándolo a seguir adelante. Cabálgame duro. Quiero que lo hagas. Quiero golpearte fuertemente con mi polla dentro de ti. Sí, golpéame. Hazlo. Ella se retorció y se presionó contra su mano. Sus fluidos mojaban sus dedos. Quiero llenar tanto tu coño que no puedas caminar mañana. Él retiró su mano y la golpeó en la cadera. ¡Sí, sí! Exclamó ella. Su polla le dolía, no habría pensado que fuera posible después de haber llegado ya en dos ocasiones, pero esta mujer lo seducía como ninguna otra lo había hecho. Se acercó hacia su coño, mojándose a lo largo de su abertura antes de tomar su objetivo. ¡Dámelo, Micco! Ordenó ella. Él la golpeó en la cadera otra vez antes de agarrarla. Micco golpeó su culo con sus caderas, llenándola completamente. Ella jadeó mientras arqueaba su cuerpo. Micco no disminuyó la velocidad mientras la follaba con fuerza, golpeando dentro de ella con un ritmo avasallador. Él se inclinó hacia delante para ahuecar sus pechos, usándolos para impulsarla con cada empuje hacia adelante y hacia atrás en su polla. Le pellizcó los pezones. Dámelo, gritó Rena más fuerte. Eso es. Castígame. Azótame. Hazme tuya. Las traviesas demandas casi le hicieron perder el control. Nunca habría pensado que Rena diría tales cosas. ¿Pero quién era él para negárselo? Soltó uno de sus pechos y le dio una palmada con fuerza. Ella gimió por más y él lo hizo de nuevo. ¿Así? Preguntó Micco, gruñendo ante el esfuerzo que tenía que hacer para mantener el ritmo salvaje.  ¿Eres una chica mala? ¡Sí! Rena jadeaba. No te detengas. Micco la embestía fuertemente, no estando seguro de cuánto tiempo más podría aguantar. ¡Ah! Ella se puso rígida, sus músculos se agarraron fuertemente en él mientras llegaba al orgasmo. Micco luchó por su liberación, no queriendo detenerse

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por miedo a que pudiera despertarse y descubrir que todo había sido un sueño tortuoso. Él no se movió, respirando con dificultad mientras se las arreglaba para evitar eyacular. Cuando ella cayó hacia adelante, él rápidamente la sujeto con fuerza por las caderas. Yo no he terminado.  ¿Pero...? Ella empujó hacia arriba sorprendida. ¿Tú no...? Dijiste que podría tenerte en cualquier forma que quisiera. Saliendo de su coño, condujo con su húmeda polla hasta la hendidura de su culo. Empujó hacia adelante con insistencia dentro de sus suaves nalgas hasta que la cabeza de su polla encontró la apretada roseta de su culo enterrada allí. Ella se puso rígida. Quiero esto. Ella hizo un débil sonido. Pero, yo no he... Uh, quiero decir, nadie... Mmm, bien. La idea de ser el primero casi le hizo derramarse todo en la parte posterior de sus muslos. Territorio virgen. No te preocupes. Voy a abrirte lentamente. Ella volvió a hacer un débil sonido, pero Micco no se detuvo, no podía detenerse, no a menos que ella se lo ordenara. Relájate, él la tranquilizó, forzando su entrada. La punta de su polla se hundió más allá de la apretada barrera. Él gimió ante el casi doloroso agarre. Déjame entrar. ¡Oh nena!, eso es. Él se deslizaba lentamente más profundo. La áspera respiración de Rena hacía eco alrededor de ellos, mezclándose con la suya propia. Mm, esto se siente tan bien, tan apretado. Él se retiró, manteniendo su avance dolorosamente lento. No puedo creer que nadie te haya tomado por aquí. Tu culo es tan dulce, tan firme. He querido follarlo desde el primer momento que lo vi. Empujo más profundamente. A medio camino. No puedo creo que estoy... ¡ah! Micco llegó, su polla se sacudía mientras derramaba su semilla dentro. Sólo había logrado introducirse hasta la mitad del camino, pero era más apretado de lo que su cuerpo podía manejar. Se sacudió con fuerza varias veces, mientras una oleada tras otra de esperma salía a chorros de él. Con un fuerte grito salió de ella, temblando mientras se dejaba caer sobre la cama. El corazón le latía fuerte y no podía recuperar el aliento.

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Rena no podía hablar mientras la gran polla de Micco estiraba su ano. Nunca había sentido nada igual. Casi tan pronto como el placer había comenzado a cobrar vida, él llegó. Su orgasmo lo siguió como una dulce y nueva oleada de sensaciones. Se dejó caer sobre la cama. Tal vez el sexo anal era más para el hombre que para la mujer. Ella ya había tenido tres orgasmos, difícilmente podía encontrar un espacio para quejarse. Rena se extendió junto a él con un cansado bostezo. Lo siento, no pude contenerme, dijo él. Castígame. Azótame. Hazme tuya. Rena se sonrojó, dándose cuenta de lo que había dicho. Nunca antes había actuado así en la cama. Agradecida que no pudiera ver su rostro en la oscuridad, trató de pensar en algo que decir, cualquier cosa. ¿Te sientes decepcionada? Preguntó Micco, casi con timidez. No, en absoluto, respondió ella, suavemente. ¿Y Tú? Él se rió, cansadamente palmeando la cadera de ella. Difícilmente. Nunca había estado tan satisfecho.

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Capítulo 3 Los días demoraban como nunca antes y el trabajo se volvió tedioso. Rena solo podría pensar en poco más que finalizar su día e irse a casa, y a la cama de su viril esposo. Esposo. La idea todavía le parecía extraña. Igual el saber que había un hombre esperándola en casa. Bueno, él estaría en casa más tarde, después del trabajo. Mirando por el microscopio por quinta vez, estudió la nueva muestra por un momento y después se inclinó para registrar sus resultados. Para el momento que levantó la pluma, se le había olvidado lo que iba a escribir. Veo que ya no maldices tu suerte, se rió Darcy sin entusiasmo, entrando en el laboratorio. Juro que toda la ciudad entera está teniendo sexo menos yo. Rena se ruborizó sin poder evitarlo. No me digas, añadió Darcy, deslizándose hacia ella. Se asomó dentro del microscopio y susurró. La tiene como un caballo y folla como un dios griego. El rubor de Rena se hizo más intenso. Realmente te odio ahora, dijo Darcy. Rena frunció el ceño repentinamente preocupada. ¿Algo anda mal? ¿Está el Dr. Von Sibenthal tan mal? Olvídalo, dijo Darcy. No importa. Si tu marido es malo contigo, puedo conseguir que Micco cambie tu asignación matrimonial. Lo último que supe es que había veintiséis parejas aplicando oficialmente para la reasignación. Ah, y una que dice que no están casados por sus creencias religiosas. Sí, ese último podría ser mi querido esposo, respondió Darcy. Al parecer, el color de mi cabello es un mal presagio y hago ruidos raros cuando duermo. Entre nosotras, creo que se está volviendo un poco loco en esta base. Duerme en el cuarto de baño y estoy bastante segura de que tiene algún tipo de romance con la ducha.

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Oh, Darcy, estoy segura que… Un estridente ruido se escuchó, sacudiéndolas de su conversación. Rena se sacudió bruscamente, golpeando accidentalmente el microscopio con la mano. La bandeja de muestras se deslizó hasta el suelo, pero el equipo se mantuvo atornillado. Rena se quedó sin aliento, frotándose la mano adolorida mientras miraba alrededor de su laboratorio. El cuarto estaba inclinado en un ángulo agudo. El sonido de cristales rotos y de instrumentos cayendo se escuchó segundos antes de que la gente comenzara a gritar. Las luces del techo brillaron rojas. Rena se deslizó hacia Darcy, incapaz de equilibrarse en el piso de metal liso. Se estrellaron contra la pared. Nos estamos hundiendo, dijo Darcy, jadeando mientras las lágrimas se asomaron en sus ojos. Esto es todo. Quédate aquí y cierra el laboratorio. Tengo que llegar a la fosa. Es mi turno de la rotación de seguridad. Rena rodó contra la pared hacia la puerta. Se aferró al marco de la puerta mientras se deslizaba hacia el pasillo. Algo está mal. Si nos quedamos en nuestro lado perderemos presión. Tengo que llegar a la fosa. Presionando sus manos a lo largo de la pared, se iba sujetando mientras caminaba. Trató de escuchar más allá del frenético ritmo de su corazón, trató de impedir que temerosos pensamientos se filtraran en su cabeza. Mirando detrás de ella, esperaba Micco estuviera bien. Quería más que nada ir a ver cómo estaba. Micco. Extraño que en ese corto tiempo las cosas parecieran importar más. Ella tenía una razón para vivir, para luchar. Ella aceleró el paso, sintiendo la fría brisa susurrando sobre ella con olor a sal. Viendo a un hombre de la fosa que venía por el pasillo en dirección opuesta, le preguntó. Peter, ¿qué está pasando? Estamos haciendo agua, Peter contesto. Su cabello goteaba y su ropa estaba mojada. Protocolo doce. Entonces, volviéndose a mirar hacia atrás, gritó, ¡Vamos, Jack! ¡Tenemos que llegar hasta arriba! Peter la empujó mientras pasaba. Agua fría caía de sus brazos. Jack estaba directamente detrás de él, diciendo mientras se alejaba. Permanezca fuera de 4A. Está bajo el agua. Rena asintió con la cabeza, continuando hacia abajo.

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* * * Micco sabía que debía dirigirse directamente a la fosa. Los informes que había recibido en su laboratorio decían que alguien había manipulado una de las unidades de control de presión. Después de sellar su sección y a su gente, corrió lo mejor que pudo subiendo la bien definida inclinación del vestíbulo hacia el lado de Rena de la base. De esta manera pasaría por su laboratorio en su camino hacia abajo. Su corazón martillaba en el pecho. El nombre de Rena había brillado en su pantalla mientras la alerta se emitía. Era su turno de tres meses en la patrulla de seguridad. De todos los meses en que algo podía suceder, ¿por qué tuvo que pasar en su turno? Ella sería la primera en la parte frontal de líneas ahí abajo: apagando incendios, saltando hacia las negras profundidades del mar, lo que fuera necesario. Todos sabían lo que estaba en juego. Todos sabían que tendrían que estar dispuestos a sacrificarse por el bienestar de la mayoría si fuera necesario.  ¡Rena! Él se deslizo por todo el pasillo hacia su laboratorio, apoyándose en la pared. Cuando llegó a la puerta, gritó de nuevo  ¡Rena! Se acaba de ir, respondió Darcy, señalando la dirección que lo llevaría hacia abajo. Me dejó aquí encerrada. Maldita sea, maldijo, corriendo tras ella.

* * * La base se movió, nivelándose. Rena dejó de moverse. El agua se precipitó sobre sus botas, mojando sus pantorrillas. Los peces de las profundas aguas se deslizaban junto a ella, sus desagradables cuerpos se movían de un lado a otro contra del metal. Ella se estremeció, la tela de algodón no ofrecía mucha protección contra las temperaturas bajo cero. Su corazón latía con fuerza. Aún a pesar de que estaba aterrorizada, siguió avanzando hacia adelante dentro del agua. Algo rozó su tobillo, pero no pudo ver lo que era.

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No me muerdas, no me muerdas, cantaban en voz baja, pensando en las criaturas del mar con afilados dientes que habían sacado de las profundidades. Obligó a sus piernas a moverse. El agua subió hasta sus muslos.  ¡Válvula siete cerrada! Gritó alguien. Válvula siete, reconoció Gregory. Se puso de pie sobre una plataforma justo fuera del agua, coordinando sus esfuerzos.  ¡Válvula seis cerrada! Válvula seis, repitió Gregory. ¡Dra. Gates aquí! Gritó Rena. Un violento escalofrío recorrió su columna vertebral. El agua inundaba todo el nivel inferior chapoteando contra las paredes. Mentalmente midió donde estaría el pozo en la habitación, no quería caer accidentalmente hacia el olvido a través del fondo de la ciudad.  ¡Válvula cinco atascada!  ¡Gates, cinco! Gregory gritó. Rena obedeció, levantando sus brazos mientras se abría paso para ayudar.

* * * El corazón de Micco dio un vuelco al llegar a la fosa. La base se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, por lo que era difícil mantenerse de pie con el agua hasta la cintura. Las luces parpadearon.  ¡Espera! Un hombre gritó a su derecha.  ¡Hombre al agua! Gritó una mujer a su izquierda. Micco alzó la cabeza mientras escudriñaba el cuarto en busca de Rena. Cuando encontró a una mujer nadando desesperadamente en el agua, se zambulló y comenzó a buscarla a tientas. El agua congelada golpeaba en cada centímetro de su piel. Su mano acertó a agarrar el cabello y lo tiró, arrastrando al hombre caído por la cabeza. El agua era mucho más profunda cuando salió a la superficie y tenía dificultades para mantenerse a flote.

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La mujer salió a la superficie jadeando. Micco sacó hacia arriba al ahogado. Ella nadó hacia ellos. Cuidado, medusas. ¡Llévenlo arriba! Ordenó Micco. Yo me quedo. Válvula cinco, dijo, antes de agarrarlo con su brazo para ayudar al hombre inconsciente. Ha sido saboteada. No podemos detener el agua. Micco nadó hacia la válvula cinco. Un fuerte jadeo se escuchó mientras alguien salía a la superficie. Al instante vio el rostro de Rena. Su cabello castaño estaba peinado hacia atrás. ¡Rena! Micco fue hacia ella. ¡Vete de aquí! No puedo, jadeó para recuperar el aliento. Tengo que conseguir que la válvula… Necesitamos tanques de oxígeno, dijo él. Están dañados. Alguien los hizo pedazos. Los ojos de Rena miraban directamente a los suyos. ¡Sube! Ordenó Micco. Yo me encargo de la válvula. Realmente ella lo estaba mirando cuando él hizo un movimiento para alcanzarla. Los labios de Rena estaban de un azul antinatural por el frío. No abandonare... el deber. Antes de que él pudiera detenerla, Rena se sumergió. Micco maldijo, nadando tras ella. Las luces destellaban bajo la superficie. Mientras Rena se dirigía hacia ellas, un hombre los apartó y nadó hacia la superficie. Ella agarró una barra de hierro encajada en la parrilla y comenzó a empujar. Sin saber lo que estaban haciendo, Micco la ayudó en la tarea con su fuerza. Sus pulmones comenzaron a arder y se volvió difícil sentir sus dedos. Rena afincó sus pies y tiró. De repente, la rejilla cedió y las persianas metálicas se cerraron. La base escoró. La palanca se deslizó a través del agua hacia el suelo. El cuerpo de Rena salió disparado hacia atrás; mientras sus brazos se agitaban, su cabeza golpeó contra una caja de metal. Burbujas de aire salían de su boca.

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La ayuda llegó desde la superficie, yendo hacia la válvula. Micco tomó a su esposa, tirándola detrás de él. Sus entrañas estaban tensas. Ella no estaba nadando. Él tenía que arrastrarla fuera del agua y llevarla a un lugar seguro. Aguanta, nena, aguanta. Vamos, Rena. Mírame, nena. Rena parpadeaba pesadamente, escuchando la voz de Micco a través de una niebla. Lo último que recordaba era estar debajo del agua. Unos labios fríos se encontraron con los suyos y ella automáticamente besó la familiar presión de la boca de su marido. Él al instante se hizo hacia atrás. Rena tosió, probando el agua salada en su lengua. De repente, ella se sentó. Cinco. Lo tenemos, Micco la calmó. Lo hiciste. Con cuidado se tocó la parte posterior de la cabeza, gimiendo suavemente. Un escalofrío la recorrió. Ellos estaban en el pasillo, por encima del agua. El alivio inundó sus palabras. ¿Qué diablos pasó? ¿Quién podría deliberadamente tratar de hundirnos? El Dr. Von Sibenthal, respondió Micco. La alerta de restricción de movimiento dijo que había saboteado la fosa. Lo atraparon.  ¿El esposo de Darcy? Micco suspiró. Davies creía que por su perfil psicológico ella era la más indicada para manipularlo. Él ordenó el emparejamiento. Realmente ellos pensaban que su presencia podría encajar y darle enfoque. Nadie pensó que llegaría tan lejos. El hombre siempre fue un excéntrico. Supongo que finalmente se volvió loco.  ¿Y no se lo dijiste a Darcy? Rena Trató de levantarse. Micco frunció el ceño. Por supuesto que se lo dijimos. Él se levantó alcanzando el brazo de Rena para ayudarla. Deberías tomarlo con calma. No tragaste agua, pero te golpeaste muy fuerte en la cabeza. Necesito ayuda, dijo Rena. Estoy de servicio.

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Ya hiciste demasiado, a hora los mecánicos tendrán que reparar el daño. Micco la atrajo hacia él. Yo no soy médico. Deberíamos de llevarte para que te revisen, es posible que tengas una conmoción cerebral. La enfermería tendrá casos mucho peores que el mío. Aparte de un dolor de cabeza y las extremidades congeladas estoy bien, y lo estaré mientras permanezca despierta. Rena le tocó el pecho, dejándolo caminar con ella en brazos por el pasillo. Varios mecánicos se apresuraban en dirección a la fosa con sus herramientas. Vamos a casa, dijo Micco tomándola entre sus brazos.

* * * Rena sonreía mientras Micco la dejaba en el suelo de su casa. Mientras se quitaba su camiseta mojada, ella escuchó el cierre de su ropa detrás de ella mientras él se desnudaba. Rena empujó los pantalones de sus caderas, contenta de haberse deshecho de la ropa mojada, pero aún con frio. Dándose la vuelta, desnuda, fue instantáneamente hacia Micco. Un ligero gemido se le escapó mientras apretaba su frio cuerpo contra el suyo. Sus labios se unieron en un apasionado abrazo. Estaba muy preocupado, le susurró contra su boca. Vi tu nombre en la lista de la patrulla de seguridad y… Rena lo beso más fuerte, cortando sus palabras. El ligero sabor a sal picaba sobre sus labios. Sus manos recorrieron los fuertes brazos de Micco. Frotó su cuerpo húmedo y desnudo contra el de él, tratando de calentarse. No fue difícil, siempre que estaba cerca de él su temperatura subía unos pocos grados. Su coño le dolía, necesitando el familiar empuje de su polla. Él la tomo de la mano y la llevó hacia la ducha. El agua caliente caía sobre ellos, calentándolos más. Había poco espacio para maniobrar en la apretada ducha, pero se las arreglaron para enjabonar el cuerpo del otro; se deslizaban juntos. Rena se volvió, de manera que su espalda estaba contra el pecho de Micco. Él sacudió su cadera hacia ella, dejando que sintiera su erección a todo lo largo. Ella apretó la mano en la pared resbaladiza y él empujó sus muslos contra la misma pared. Su polla se deslizaba a lo largo de sus pliegues, sin entrar en ella mientras él se frotaba a lo largo de su húmeda hendidura. La firme piel de su eje masajeaba su clítoris: ella necesitaba más.

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El agua enjuagaba el jabón. Con un gruñido, ella empujó hacia atrás, chocando contra sus caderas, incitándolo a salir de la ducha. Él obedeció. Ella cerró la llave del agua y lo siguió. Desnuda, húmeda y caliente, ella se apretó contra él. El cabello se pegaba a su cuello y a sus mejillas. Micco la volteó hacia él, presionándola contra el duro metal. Sus manos se ahuecaron en su culo, levantándola. En unos pocos segundos ya estaba dentro de ella, empujando hacia arriba, duro y rápido. Ella jadeó, separando su boca de la de él. Su cuerpo rebotaba mientras él la follaba. Micco enterró la cara a lo largo de su cuello y mordió ligeramente la suave piel. Calientes suspiros se mezclaban con los ansiosos gemidos. Con un gruñido, se apoderó de ella, sujetándola mientras se daba la vuelta. Ella le envolvió la cintura con sus piernas mientras que sus brazos envolvían su cuello. Él caminó con ella hasta la cama, con su cuerpo clavado en el de ella aún. Acostándola suavemente en la cama, aprovechó la nueva posición para empujar más a fondo en su interior. Micco apoyó los pies en el suelo mientras que las piernas de Rena colgaban sobre el costado. Micco se levantó por encima de ella y a ella le encantó ver la fuerte ondulación de músculos debajo de su carne. Rena empezó a tensarse, mientras él bombeaba más fuerte. Estaban tan cerca. Ella jadeó, mordiendo su labio mientras los temblores se acumulaban sobre ella. Ella llegó, duro, su coño lo agarraba fuertemente. Micco culminó poco después, derramándose dentro de ella. Respirando con dificultad, se arrastró junto a ella en la cama. Ajustaron sus extremidades mientras él se acurrucaba junto a ella. Te amo, Rena. He estado fascinado por ti desde el momento en que te vi. Esta noche cuando te vi en el agua, pensé... Micco hizo una pausa. Pensé que nunca tendría la oportunidad de decírtelo. Rena se volvió, sonriendo con asombro. ¿Me amas? ¿Por qué crees que nos emparejé? ¿Genética? Rena tomo sus mejillas, acariciándolo suavemente. ¿Ordenes? Cuando encontré tu secuencia, sólo la compare con otra muestra, dijo. Así que técnicamente no mentí. Somos genéticamente compatibles. Rena se rió entre dientes.

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Me gustaste desde la primera vez que te vi. Pensé que eras lindo y sexy y… Sus besos la detuvieron momentáneamente. Sólo porque estaba tan avergonzada por lo que había pasado en el bar no quería hablar contigo. Esto era mi conexión con el pasado. Ella acarició los labios de Micco con sus dedos. Pero no quiero mirar hacia atrás; quiero mirar hacia el futuro, hacia el día en que podamos salir de este barco, cruzarnos de brazos y ver a la próxima generación reconstruyendo lo que perdimos. También te amo, Micco. Él sonrió. Así que supongo que mentiste. ¿Mentí? Su sonrisa se ensanchó. Dijiste que no dormirías conmigo aunque fuera el último hombre en la Tierra. Casi fuiste el último hombre en la Tierra. Entonces, mirando a su alrededor, añadió. ¿O debería decir el último hombre bajo el agua? Micco la besó, recorriéndola todo su cuerpo con las manos. Rena se olvidó de todo, menos de su esposo. En ese momento, nada más importaba. Juntos ayudarían a reconstruir el futuro. Te amo, le susurró a Micco. Yo también te amo.

FIN

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Michelle M. Pillow - The Last Man on Earth

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