J.J. McAvoy - Ruthless People 0.5 - Declan + Coraline

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STAFF

SINOPSIS No encuentras el amor, el amor te encuentra a ti. Declan+ Coraline tiene lugar dos años antes del comienzo del Ruthless People. Coraline Wilson, de 23 años, acaba de salir de la universidad y sólo quiere experimentar la vida al máximo por primera vez. En su viaje hacia el autodescubrimiento, termina conociendo a Declan Callahan de 27 años. Se enamoran ferozmente... pero sus familias pueden resultar problemáticas...

INDICE Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Epílogo

Capítulo 1 "Sus ojos se encontraron. Había comenzado. Habían comenzado". ~ Alexander Potter ~

CORALINE A veces... bueno, la mayoría de las veces, sentía como que si todos los demás estuvieran haciendo cosas increíbles con sus vidas, mientras yo estaba atrapada en el margen. Cuando tenía doce años, me dije “Espera a tener dieciséis años, entonces empezará la diversión”. A los dieciséis, dije que no podía esperar a que cumpliera los dieciocho porque entonces mi vida seguramente comenzaría. Antes de darme cuenta, era mi vigésimo primer cumpleaños. Y ahora que tenía veintitrés años, casi me había rendido. Sí, todavía era joven, pero era rara; Odiaba el alcohol, no importaba cuántas bebidas había probado, todas me sabían a ceniza. Además de eso, las grandes multitudes me ponían nerviosa, por lo que oficialmente era una loca para todos mis amigos, o siempre era la nombrada para ser el conductor designado. Prefería quedarme en casa a menos que tuviera que ir a la escuela, la iglesia, el banco, comprar alimentos, ropa o libros. Esa era mi vida. Estaba compuesto por seis puntos. Me gradué oficialmente de Stanford hace tres días y regresé a casa para comenzar a trabajar en el banco de mi padre. Ahora que estaba de regreso en Chicago por primera vez en cuatro años, había tomado la determinación de intentar salir de nuevo. Necesitaba más de seis puntos.

De pie frente a mi espejo, rizaba las puntas de mi cabello oscuro antes de arreglar mi lápiz labial rojo. Luego, di un paso atrás y alisé mi vestido. —¿Puedo pedir prestados estos? Al girarme, vi a mi prima, Imani, de pie en la puerta de mi baño con mis nuevos tacones Brian Atwood en la mano. —Imani… —Cora, mides como 1.70 m. ¿Por qué realmente necesitas tacones tan altos? ¿Por favor? ¡Gracias!— Y así con esas palabras, se fue. —¡Imani! — Grité detrás de ella a pesar de que sabía que era inútil. Lo que sea que Imani quisiera, lo tomaba. Era solo un año más joven que yo, pero sentía que vivía una vida totalmente diferente a la mía. Mientras vivía en seis puntos, el mundo de Imani era infinito. Ella y yo éramos opuestas. Mientras era alta, morena y toda pecho, ella era baja, de piel color caramelo y tenía un trasero impresionante. La última vez que salimos, literalmente me empujaron a la acera mientras dos chicos intentaban invitarla a salir. —¡Ah! —Siseé, olvidándome de que el rizador todavía estaba caliente. Pasando mi dedo bajo el agua fría por un momento, apagué el rizador y me dirigí a mi armario para encontrar otro par de zapatos que ponerme. Pasé mi mano por toda mi ropa y carteras, las cuales iban desde Prada hasta Alexander McQueen, y me senté en medio de todo. Siempre que entraba en mi armario, sabía que no debía quejarme de nada. A pesar de que mis dos padres se habían ido, no me habían dejado sin nada por el resto de mi vida.

Mi padre fue el fundador de Wilson International Bank, y pase lo que pase, siempre sería dueña del treinta y ocho por ciento. Estaba mejor que el noventa por ciento del país; debería ser feliz, no debería dar nada por sentado. Sin embargo, no significó nada para mí. —¿Qué piensas? —Imani regresó y estiró las piernas para que pudiera ver los zapatos. Llevaba un vestido azul con los costados abiertos y su cabello estaba en rizos apretados. —Te ves bien. —Lo sé, ¿Verdad? Toma una foto, asegúrate de tener todo —dijo mientras me entregaba su teléfono y posaba en la puerta. Tomé la foto y se volvió apoyando las manos en la cintura mientras fruncía los labios. —Imani, tenemos que irnos. —Me reí. Tomé otra foto antes de finalmente agarrar un simple par de tacones negros. —Voy a hacer que algunos amigos nos recojan —dijo mientras revisaba las imágenes en su teléfono. —¿Qué? Pensé que solo éramos nosotras, ¿Recuerdas? —Lo sé, pero... —trató de no decirlo. —Pero soy aburrida— terminé por ella. —Oh, están aquí. Vámonos. —Esa no es una respuesta, Imani. —Agarré mi bolso, la seguí y bajé las escaleras. Nuestros tacones chocaron contra el mármol cuando llegamos a la puerta. Me detuve y acaricie el jarrón griego que una vez perteneció a mis padres, mientras pasaba por el armario cerca de la

puerta. Mi madre lo había adquirido mientras estaban en su segunda luna de miel. Fue lo primero que compró cuando empezaron a ganar dinero. Dijo que Grecia estaba llena de magia y que debería frotar el jarrón para tener buena suerte. Yo tenía nueve años, así que le creí. Antes de abrir la puerta, me miró con expresión seria. —No seas aburrida esta noche ¿De acuerdo? En serio Cora, déjate llevar. Por una vez en tu vida, vive un poco. —Está bien… —Me detuve cuando abrió la puerta y vi a dos tipos, a quienes no conocía, de pie frente a un Escalade negro—. Imani... — comencé. Me miró antes de acercarse a sus amigos y darles un abrazo. —Derek, Otis, esta es mi prima, Cora. Cora, Derek y Otis me han estado contando todo sobre este club, El Ram. Llevo semanas intentando entrar, pero siempre está lleno. —No te preocupes, cariño, te tenemos —dijo el hombre a su izquierda, mientras la atraía a su lado. Era al menos unos 30 centímetros más alto que ella. —¿Están listas chicas? —Derek aplaudió, mientras miraba entre nosotras. —¿No parecemos listas? —Imani hizo un puchero, tirando de uno de sus rizos. Cómo podía estar tan cómoda estaba más allá de mí. —Ambas se ven bien —dijo Otis, cuya voz era un poco más profunda, mientras lo estiraba—. Entonces vámonos. Derek sostuvo la puerta para mí, y con una sonrisa forzada, entré, muy consciente de que estaba revisando mi inexistente trasero cuando.

—¿Por qué no me dijiste que tu casa era tan bonita, nena? —Otis le dijo a Imani mientras salíamos del camino de entrada. —Lo sé ¿De acuerdo? Viven en una comunidad cerrada y toda esa mierda. La seguridad en el frente se molestó cuando nos vio. —Derek se rio. —¿Sabes, WIB, Wilson International Bank? —Preguntó Imani. —Sí. —El padre de Cora lo fundó. —¿Así que tú era la dueña? —Derek me miró. Hizo un pequeño bombeo con el puño. —Sí, si no fuera por el buen tío Adam, estaríamos atrapados en Southbend con todos ustedes, matones. —Bueno, discúlpeme mientras cambio de banco —bromeó Derek mientras sacaba su teléfono. —Esperen. Esperen. Viene de nuevo. —Otis se rio disimuladamente y redujo la velocidad cuando llegamos al puesto delantero. Bajando la ventana, sonreí al viejo Pierre. Estaba segura que se había teñido el cabello, pero le quedaba bien. Siempre salía de su puesto para ver todos los autos. —Sra. Wilson. —Asintió mientras miraba dentro del auto. —Buenas noches, señor Pierre. Son amigos nuestros —le dije. Me miró levantando una ceja. —Por supuesto. Disfrute de su noche, señorita Wilson.

—Igualmente. Cuídate. —Saludé mientras salíamos. Fue solo cuando estábamos lo suficientemente lejos que todos se echaron a reír... Imani incluido. —¿Qué? —Buenas noches, Sr. Pierre. —Todos se burlaron de mí. —Tienes la voz de chica blanca más fuerte que he escuchado —se rio Imani. —Sonabas como si estuvieras a punto de servirle té o alguna mierda —Derek negó con la cabeza. —¿Cómo debería sonar? —Les pregunté a todos directamente y nadie tuvo respuesta. Simplemente se encogieron de hombros como si no fuera nada y de repente recordé por qué odiaba salir con Imani y sus amigos. Siempre sentía que no estaba a la altura de lo que querían que fuera o de lo que pensaban que debería ser. Cuando llegamos al club, estaba más que lista para volver a casa. A medida que nos acercábamos, noté que la fila para el ingreso doblaba la esquina. Otis y Derek simplemente nos llevaron hacia adelante. —Jefe —dijo uno de los gorilas a Otis, mientras se hacía a un lado y lo dejaba pasar. —¿Jefe? —Imani se detuvo y se volvió hacia él. Otis se encogió de hombros. —Cuando dije que te tenía, ¿qué pensaste que quería decir? —Estás mintiendo. ¿Todos ustedes son dueños del Ram? —Imani jadeó mientras se tapaba la boca con las manos. —Los matones de Southbend se ven bastante bien ahora, ¿eh? — Derek dio un pequeño giro y me reí cuando entramos.

Todo el lugar estaba completamente oscuro con la excepción de las luces estroboscópicas rojas y azules. El DJ estaba parado frente a la pista de baile, con una triple X detrás de él mientras cambiaba su música. —¡¿Cómo pudiste mantenerme fuera durante semanas, hombre?! — Imani les dio un puñetazo en los hombros y sonrieron. —No te enojes. ¡Vamos a bailar! —Otis la apartó. —Espera, tengo algunas personas que necesito ver muy rápido —gritó Derek por encima de la música y en mi oído. —Por supuesto, adelante. No esperó y ya se abría paso entre la multitud. Coraline, la repelente de hombre. —¿Qué pasa conmigo? —Murmuré para mí misma mientras una vez más contemplaba irme. Como ya me había tomado la molestia de vestirme, decidí quedarme solo una hora, y después de eso, me iría. Abriéndome paso entre la multitud, llegué al bar aunque no tenía idea de lo que iba a beber. —¿Puedo conseguir un Bloody Mary? —Le grité a la camarera. Era lo único que podía soportar beber. Asintió e inclinó la cabeza al ritmo de la música mientras mezclaba la bebida. También lo hizo con estilo. Lanzó la botella sobre su hombro e incluso la hizo girar antes de verterla en mi vaso.

—¡Gracias! —Grité mientras lo alcanzaba. Tome un sorbo y me encogí ante el alcohol. No tengo esperanzas. Traté de obligarme a seguir bebiendo, pero no pude. La camarera debió haberlo notado, porque se acercó, me quitó la bebida y la cambió por otra. —¿Qué es esto? —Está es mejor. Pruébalo —respondió. Tomé un pequeño sorbo y me reí de mí misma. Era jugo de arándano… y me gustó. Sonriendo, lo levanté y brindé por ella. Mirando alrededor del club, pude distinguir a Derek mientras estaba de pie en el lado más alejado del club con una chica en sus brazos. Supongo que encontró a su gente. Bebí despacio. —¡Damas y caballeros, los Callahan están en el edificio! —gritó el DJ, mientras la multitud vitoreaba en voz alta. Me puse de puntillas, tratando de ver quiénes eran, pero la oscuridad y la multitud de cuerpos lo hacían imposible. Recordé el nombre de Callahan, pero no estaba segura de quiénes eran o qué hacían. Los hombres a su alrededor separaron a la multitud, mientras se dirigían a la sección VIP del club. —¿Te estás divirtiendo? —Imani se acercó a mí, desviando mi atención de los Callahan. Agarró mi bebida, tomó un sorbo y frunció el ceño—. ¿En serio, Cora? —¡No te preocupes por mí, Imani, solo vete! ¡Este lugar es asombroso! —Grité por la música.

—¡Bueno, duh! —Regresó al pozo de cuerpos bailando. Al menos una de nosotras se iba a divertir.

DECLAN

—Te ves solo, cariño. —Una mujer rubia con un ajustado vestido azul que llegaba a la mitad del muslo se nos acercó en el momento en que entramos al club. Al reconocer a Liam, dos pelirrojas se acercaron a él y colocó sus brazos alrededor de sus hombros, mientras besaban sus mejillas. Le puse los ojos en blanco y sonrió. Nuestros hombres abrieron un camino entre la multitud mientras los bailarines saltaban y se apretaban unos a otros. Las luces estroboscópicas iluminaron la pista de baile, y mientras nos abríamos paso, más de unas pocas personas se detuvieron para tomarnos fotos o tratar de llamar nuestra atención mientras íbamos hacia la zona VIP. La chica de mi brazo posó, mientras se pasaba el cabello por encima del hombro y sonreía mientras los demás miraban con envidia. Levanté una ceja y aparté mi brazo de la suya.

—Las mujeres como tú me disgustan— le dije, y su boca se quedó en shock cuando la dejé parada en medio de la pista de baile para posar para quien más quisiera. —¡Idiota! —me gritó y la despedí con la mano, sin importarme en absoluto. Nuestros hombres impidieron que nadie más nos siguiera. Liam ya estaba pidiendo una ronda de bebidas cuando las chicas a su alrededor agarraron su camisa y besaron su cuello. Agarrando la botella de Cristal, me serví un trago. —Eres muy caliente. —La mujer en el regazo de Liam se rio. Asintió, claramente disfrutando. Pero él sabía... ambos sabíamos, que las mujeres que nos rodeaban querían algo. Así funcionaba el mundo. Estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por la fama o el dinero. Al principio era divertido. Al principio era como Liam, besándome o follándome a todas las mujeres que se lanzaban sobre mí, pero honestamente estaba cansado de eso... de ellas. La forma en que nos vertían sus bebidas solo para llamar nuestra atención, o fingían tropezar para que pudiéramos atraparlas. Todo era tan falso. Quería algo diferente, pero ¿Realmente existía algo diferente? No quiero pensar en esto. —Liam —llamé su atención lejos de la mujer en su regazo. Miró hacia arriba una vez y suspiró. —¿No puedes dejarme cinco minutos? —No sabía que eras un hombre de cinco minutos. —Sonreí. —Vete a la mierda —espetó.

—A tu padre le gustaría que manejaras esto lo antes posible. —Eric respondió mientras le entregaba un papel a Liam. Lo miró rápidamente antes de que sus ojos se encontraran con los míos. —Lo siento señoritas —dijo Liam—. Tenemos trabajo atender. Bajen a bailar. Nos uniremos pronto, lo prometo.

que

Los ojos verdes de Liam se enfocaron en mí y terminó su bebida. —Sabes que podrías intentar divertirte mientras estás aquí. En lugar de simplemente meditar en la esquina. —No interesado. —¿Qué te está pasando últimamente? Me encogí de hombros. Tampoco estaba seguro. —Liam, ¿No estás aburrido? —¿De Chicago? ¿A dónde quieres ir? ¿Nueva York? —No, ¿de todo esto? —Señalé nuestro alrededor. —¿Estás loco? ¿A los veinticinco? ¡Este es el mejor momento de mi vida! Dios sabe cómo será mi vida en... —¿En dos años, después de que te cases? Sí, me pregunto cómo será tener una esposa italiana —terminé por él. —El hecho de que estés de mal humor no significa que vayas a joder mi noche, idiota. Además, conoces las reglas, todavía tienes que encontrar una esposa antes de cumplir los treinta años... —Todavía faltan tres años, y ella no tiene que ser italiana. —¿Sabes qué? Me ocuparé de esto solo. Antes de que acabes como una víctima —espetó mientras se levantaba.

Luché contra las ganas de reír. —¡Bien, entonces no me llames para que te salve el trasero! —Me relajé en el asiento y agarré una botella. Ignorándome, él y algunos de nuestros hombres bajaron las escaleras hacia la parte trasera del club. Venimos aquí esta noche por dos razones. Primero, porque Liam quería ir de fiesta, y segundo, porque el dueño de este club, un tal Otis Emerson, no había estado pagando sus impuestos a nuestra familia. Somos dueños de esta ciudad. Era una regla tácita para todos aquellos que vivían en el centro de la ciudad que era necesario hacer una donación de buena fé antes de que pudieran abrir cualquier negocio. Este tonto no solo no lo había hecho, se rumoreaba que escupía nuestro apellido en público. O era un idiota o deseaba morir. De cualquier manera, Liam lo manejaría. Planeaba darle unos minutos antes de bajar para respaldarlo. —Eric, ¿Qué dice la gente sobre este lugar? —Pregunté mientras miraba alrededor del club. El lugar estaba lleno, y por el aspecto de la fila afuera, la fiesta apenas comenzaba. —Hasta ahora las críticas han sido buenas, pero sabes cómo todo el mundo se emociona con los nuevos lugares. Dale un mes o dos. Asentí y dio un paso atrás detrás de mí. Esperé unos buenos diez minutos antes de levantarme y bajar las escaleras para seguir a Liam. Estaba concentrado en atravesar el club sin que me tocaran, pero solo había atravesado un metro y medio entre la multitud antes de que consiguiera un trago en la parte delantera de mi camisa. —¡Oh Dios mío! ¡Lo siento mucho! —Dijo una mujer, ya frotando el frente de mi camisa con su servilleta. ¡Honestamente! ¿De nuevo? Tomando una respiración profunda, mi nariz se ensanchó cuando golpeé su mano.

—¡No me toques! —Le espeté, mirándola. Sin embargo, en el segundo en que la miré bien, me congelé. Su cabello largo, oscuro, rizado, que caía en cascada más allá de sus suaves y oscuros hombros. El vestido rojo que llevaba se ajustaba perfectamente a sus curvas y se detenía a la mitad del muslo, mostrando sus largas y suaves piernas. ¡La chica del restaurante! Santa mierda. Quería sonreírle. ¿Pero era realmente como el resto de ellas? Eric fue a agarrarla, pero levanté mi mano para detenerlo. —¡Lo siento mucho! —repitió, mientras me miraba, sus ojos marrones muy abiertos. No estaba asustada, estaba nerviosa y avergonzada—. Pagaré la tintorería. No, te compraré uno nuevo. Lo siento mucho… —¿Jugo de arándano? —Lamí el resto de jugo de mi mano. Frunció el ceño, dejó caer la cabeza y se llevó el cabello detrás de las orejas. —No bebo. ¿Lo siento de nuevo, señor…? —¿No sabes quién soy? —Tenía que estar mintiendo—. ¿Es esto parte de tu acto? —¿Mi acto? Asentí. —¿El de tirar tu bebida sobre mí para llamar mi atención? Respiró hondo y agarró su bolso como si se estuviera reprimiendo para no golpearme. Eso habría sido divertido. —Siento lo de tu camisa. Por favor reemplácelo por mí. —Firmó un cheque en blanco y me lo entregó. No podía hablar en serio.

Sin embargo, caminó a mi alrededor y desapareció entre la multitud. ¿Qué demonios acaba de pasar? —¿Qué te ha pasado? —Liam se acercó y me di cuenta de que llevaba una camisa diferente. Me miró de arriba abajo. Volví a mirar el cheque. Señorita Coraline Elizabeth Wilson. Wilson International Bank. 317 Alturas de Raven Hill. Corre Declan, se escapa... ¡¡¡otra vez!!! —¡Declan! — Liam gritó mientras corría tras ella. Ella era. Era lo que estaba buscando. No podía dejarla escapar.

CORALINE

Me estremecí al sentir el aire de la noche en mi piel. Odiaba dejar a Imani, pero había dicho que se quedaría en casa de Otis de todos modos, lo que me hizo preguntarme qué esperaba exactamente que hiciera. —¡Oye! ¡Espera! Dándome la vuelta, me encontré cara a cara con el mismo hombre de cabello castaño y ojos verdes de antes. La mancha en su camisa negra todavía se notaba levemente. Incluso en mis tacones todavía tenía al menos unos buenos cinco o siete centímetros sobre mí. Las comisuras de sus labios rosados se animaron en una pequeña sonrisa mientras me miraba como lo hacía en el club. —¿Eres ingenua o estúpida, señorita Wilson? —¿Cuál es tu problema? —Me volví hacia él—. Dije que sentía lo de tu maldita camisa y prometí pagar otra. ¿Qué más quieres? Levantó el cheque que le había dado. —En este momento, sé tu nombre completo, tu número de cuenta y tu dirección. Por lo que sabes, podrías haberte ganado un nuevo acosador, Coraline.

Ni siquiera había pensado en eso hasta que lo dijo. —Bueno, entonces estoy en desventaja considerando que todavía no me has dicho tu nombre. —Traté de levantarme más erguida. —Soy Declan —sonrió mientras daba un paso adelante—. Declan Callahan. ¿Cómo puedes vivir en esta ciudad y no saber eso? —Hay más de dos millones de personas que viven en Chicago, Declan. ¿Todos necesitamos saber quién eres? ¿Eres tan vanidoso o solo eres un narcisista? Se rio disimuladamente, mientras levantaba una ceja. —¿Existe realmente una diferencia entre ser vanidoso o narcisista? —¿Existe realmente una diferencia entre ser ingenuo u estúpido? — Respondí. —Touché —dijo—. Supongo que te debo una disculpa. —Darte ese cheque fue una idea tonta —murmuré mientras me alejaba—. Entonces, ¿Por qué no olvidamos que esto sucedió? —Correcto. Pero solo si sales conmigo a tomar un café. —¿Ahora? Asintió. —Incluso lo tomaré como pago por la camisa. Me devolvió el cheque en blanco y, cuando lo alcancé, lo retiró. — ¿Aceptas mi oferta? —Correcto. Una taza de café. —Bueno. Hay un restaurante justo al final de esta calle —respondió mientras tomaba mi mano y me llevaba fuera del club.

Cuanto más nos alejábamos de todos, más nerviosa me ponía. Agarré mi bolso con más fuerza. —¿Asustada? —preguntó cuando nos detuvimos en el semáforo. —Ni siquiera un poquito —mentí. Tomar algunos riesgos calculados era parte de la vida, ¿verdad? —Eres linda cuando intentas mentir. —Excelente. Linda era el look que buscaba —murmuré. —Tú de nuevo —dijo una mujer mayor mientras me miraba desde detrás del mostrador cuando entramos al restaurante. —¿Qué? —Parece que la suerte está de mi lado esta noche, Beatrice. —Le guiñó un ojo mientras me conducía a un reservado—. Dos cafés y, por favor, hazlos lo más grandes posible. —¿Qué quiso decir con “tú de nuevo”? —¿No te acuerdas? —Se echó hacia atrás—. ¿No te parece familiar este lugar? Eché un vistazo alrededor del restaurante, pero no se me ocurrió nada. —Esta mañana viniste aquí empapada y peleando con un paraguas mientras te reías de ti misma. Hice una pausa mientras miraba hacia la calle oscura y luego de vuelta a la entrada. —También heriste mi orgullo cuando me acerqué a ti, y saliste corriendo sin siquiera mirar atrás.

—De ninguna manera. Te habría recordado. —Aparentemente dejaste una impresión mucho más duradera que yo. Esta vez espero rectificar mi error pasado, Señorita Wilson — susurró, y me moví bajo su mirada. De repente mi piel se sintió caliente y me quedé sin palabras. —Dos cafés grandes —nos interrumpió Beatrice. —¿Por qué grande? —Traté de cambiar la conversación. —Dijiste solo un café. Tengo que hacer que dure. —¿Por qué? —¿Por qué? ¿Qué? —¿Por qué me seguiste afuera? ¿Por qué me invitaste a tomar un café? —¿Por qué había dejado una impresión duradera? Pero no le pregunté lo último. —Porque pensé que eras hermosa desde el momento en que puse mis ojos en ti, y supe que solo tenía que llegar a conocerte. ¡Vaya! —¿Siempre eres así de directo? —Susurré. —Sí. —Tomó un sorbo de su café y sus ojos verdes nunca dejaron los míos. —Especialmente cuando se trata de las cosas que quiero. —Y pareces un hombre que siempre consigue lo que quiere. —Fruncí el ceño. —No pareces complacida con eso. Me encogí de hombros mientras tomaba mi café también. —No sé mucho sobre tu familia, pero recuerdo que los chicos Callahan son conocidos por ser grandes jugadores.

—¿Y no te gusta que jueguen contigo? —¿A quién le gusta? —A la gente que juega —respondí mientras me sentaba—. Sí. Mis hermanos y yo disfrutamos de las mujeres. Pero si solo quisiera dormir contigo, estaríamos en un hotel ahora mismo, señorita Wilson. —Suenas muy confiado en eso. He conocido a hombres como usted antes, señor Callahan. —La gente debería tener confianza en los hechos y no creo que hayas conocido a un hombre como yo. Sin embargo, como dije, te traje aquí porque realmente quería conocer a la mujer que se escapó de mí no una, sino dos veces... pero si prefieres un hotel... —No hay nada que conocer —lo interrumpí—. Soy bastante aburrida. —No lo creo ni por un segundo. —Leo, hago compras, trabajo y veo películas... —Me reí mientras negaba con la cabeza—. En realidad es bastante triste. Mi prima fue la razón por la que salí esta noche. —Me alegro de que lo haya hecho. Mi pierna rozó la suya y ambos nos quedamos paralizados. Mi corazón se aceleró. —¡Eso fue un accidente! —Solté. Sonrió. —Pretenderé que lo hiciste a propósito. No estoy acostumbrado a ser un caballero. Tócame de nuevo si te conviene.

¿Por qué se sintió tan bien tocarlo? Incluso algo tan aparentemente insignificante como un ligero roce contra su pierna me hizo preguntarme cómo se sentiría su piel. —Mantendré mis manos y piernas donde están—. Antes de que me metieran en problemas. —Lástima. —Frunció el ceño—. Tenía muchas ganas de quitarme esta camisa. Mis ojos se desviaron hacia él y recordé cómo había llegado a esta posición para empezar. —Dijiste ahí adentro que derramé mi bebida sobre ti para llamar tu atención. ¿Exactamente cuántas veces ha sucedido eso? —¿Estamos hablando de toda mi vida o solo este mes? —¿De Verdad? Asintió. —Tengo una fosa común de todas las camisas que han sido víctimas de las bebidas de mujeres... y algunas de los hombres también. —¿A cuántos de ellos has seguido afuera? —De los hombres… ninguno, y de las mujeres, tampoco ninguna. Habrían tenido que irse para que hiciera eso. E incluso entonces habrían tenido que ofrecer pagar la tintorería o darme un cheque en blanco... tal vez ambos. —Todo es parte de mi plan maestro, Sr. Callahan— dije con orgullo antes de tomar un sorbo de café. —Me está enviando señales contradictorias, señorita Wilson. ¿Planeaba obtener mi número de teléfono a continuación o iba a dejar el suyo discretamente sobre la mesa?

—¿Me llamarías siquiera? Hizo una pausa mientras me miraba intensamente. —Créame, lo haría. ¿Pero tú lo harías? Me encogí de hombros. —Lo pensaría. —Hazlo mucho mejor que solo pensar. No soy conocido por mi paciencia. —Eso suena como un problema personal. —No estaba segura de dónde venía esta audaz Coraline. Era como si me estuviera sacando esto, o como si me estuviera alimentando de la energía que emanaba. Por primera vez en mi vida, me sentí sexy… deseada. Sus ojos viajaron a lo largo de mi cuello, hasta la curva de mis pechos antes de volver a mi labio. —Me estás tentando —dijo. —Estoy segura de que es solo porque no estás obteniendo lo que quieres. —Sonreí mientras me levantaba de mi silla. Antes de que pudiera ponerse de pie, me incliné hacia él y puse mis manos sobre sus anchos hombros—. Quieres follarme, pero no me voy a permitir ser una mujer más con la que juegas y la arrojas a un lado. Buenas noches, señor Callahan. Me alejé lo más rápido que pude y salí del restaurante hacía la noche. Los vientos soplaron con fuerza contra mi piel, y solo logré dar unos pasos más antes de que su mano estuviera en mi cintura. Me dio la vuelta para enfrentarlo, y sin perder un momento, me besó con fuerza mientras su otra mano alcanzaba mi rostro. Me habían besado unas cuantas veces en mi vida, pero nunca así.

Me derretí y gemí cuando mis labios se abrieron para él. Aceptó con avidez mi invitación y su lengua exploró y probó cada rincón de mi boca. —Wow —susurré cuando rompió el beso y nuestros labios se separaron. —Tu teléfono ¿Dónde está? —Preguntó mientras su pulgar presionaba mis labios. Metí la mano en mi bolso sin apartar la mirada de él. Cuando se lo entregué, lo tomó y dio un paso atrás sin soltar mi cintura. Luego, con una mano, marcó su número, llamándose a sí mismo antes de colgar y devolvérmelo. —Ahora puedes irte. —Me soltó por completo y descubrí que ya extrañaba su toque. Hizo señas a un taxi y, cuando me abrió la puerta, dijo —Estaré esperando tu llamada. Buenas noches, señorita Wilson. Asentí asombrada y ya no podía pensar. —¿A dónde? —H... ¿eh? —¿A dónde, señora? —Raven Hill —susurré mientras me volvía para mirar a Declan, que todavía estaba de pie en la esquina, mirándome. Mis manos fueron a mis labios. —Guau. ¿Lo que acaba de suceder?

Capítulo 2 "Puede que no creas en la magia, pero algo muy extraño está sucediendo en este mismo momento". ~ Leonora Carrington ~

CORALINE —¿Llegaste bien a casa? —Releí el mensaje de texto que me había enviado hace veinte minutos. No me atreví a responder. Todavía me daba vueltas la cabeza. Eran las tres de la mañana y no podía dejar de pensar en lo duro que se sentía su cuerpo cuando estaba presionado contra el mío y en lo agradable que había sido el beso. No. Agradable no era la palabra, pecaminoso, sexy y delicioso, eso era las palabras que me venía a la mente. ¡Contrólate, Coraline! No era esa persona… la Coraline atrevida y sexy que había conocido esta noche no era yo, y no tenía idea de dónde había venido o cómo había nacido. Debería enviarle un mensaje de texto, ¿Verdad? —Llegué bien a casa. Gracias. Espero que tú también lo hayas hecho. Estuviste agradable esta noche—. Enviar.

¡Espera! ¡No! ¿Estuviste agradable esta noche? ¿Qué diablos significa eso? Dejé el teléfono a un lado y hundí mi cara en la almohada. BUZZ. En el segundo que lo escuché, salté hacia el teléfono. —Agradable no era lo que buscaba, pero al menos finalmente causé una buena impresión. —¿Qué es lo que buscabas? —¿Apasionado? Sonreí. —Misión cumplida. —Apuesto a que les dices eso a todos los chicos. Entonces, ¿Fuiste la mejor de tu clase en Stanford? ¿Cómo lo supo? Me susurré. Antes de que pudiera responderle, envió una explicación en dos mensajes consecutivos. Era como si supiera que su pregunta me tomaría por sorpresa. —Fue lo primero que se me ocurrió cuando te busqué en Google. Seguido por… —Te busqué en Google porque no podía sacarte de mi mente. Alcanzando mi computadora portátil al otro lado de la cama, también lo busqué en Google y fruncí el ceño ante lo que vi. —Lo primero que encontré fue que una modelo de Victoria Secret confesó estar enamorada de ti. Por eso no debería haberle enviado un mensaje de texto en primer lugar. Estaba fuera de mi liga aquí. Cuando intenté hacer clic en el

artículo, apareció un mensaje de error 404. Volviendo a la página de inicio, el artículo había desaparecido y me pregunté si me lo había imaginado todo. —¿Qué demonios? —Bostecé. BUZZ. —Todos tenemos un pasado, Coraline. Conóceme antes de decidir quién soy. —Lo haré. Buenas noches… otra vez. —Sostuve el teléfono contra mi pecho mientras me dormía… pensando en él.

Era domingo por la mañana y la tía Trisha, que todavía estaba en bata con rulos en el cabello, y el tío Adam, que se estaba curando de la resaca con un poco de sopa, ya se estaban automedicando. —¿Qué es esto? —Levanté el billete en mi mano. —Coraline, ve a gritar a otro lugar esta mañana— murmuró mi tía, mientras le entregaba una taza de café a mi tío antes de sentarse. —¡Gastaste casi cuarenta mil dólares en semanas! ¿En qué? ¡Te acabo de dar dinero!

las

últimas

tres

—¡Coraline! —mi tío espetó—. Ahora no. Ahora nunca era el momento adecuado para ellos. Dejé los billetes sobre la mesa. —Voy a misa. Hablaremos de esto más tarde —dije al salir y, como siempre, hablaron lo suficientemente alto para que los escuchara. —¿Qué le pasa a esa chica? —Cariño… —comenzó mi tía. —Dinero. Dinero. Dinero. ¡No dio nada cuando voló a California! ¡No olvides que Wilson es mi apellido también! Si su padre no fuera tan codicioso ¡Habría tenido mi parte! Ignorándolo, entré al garaje y encendí las luces. Agarrando las llaves de mi Infiniti gris, lo saqué lo más rápido posible. Ni siquiera había estado en casa durante una semana y ya estaba cansada de lidiar con ellos. Era mucho más fácil cuando estaba lejos. Podría fingir que no recibía sus mensajes o llamadas por un tiempo y eso los obligaría a vivir con lo que ya tenían. ¿Por qué retrocedí? Me había hecho esta pregunta al menos cien veces en los últimos cinco días. Pero sabía que la respuesta era que eran la única familia que me quedaba. Sin abuelos, sin padres, sin hermanos, solo ellos. Podía soportar su abuso, pero no podía soportar la soledad. Por eso volví a Chicago. Además, crecí aquí, era un poco difícil irse. La ciudad tenía su forma de crecer en ti... la ciudad del viento. A veces, si permanecía quieto el tiempo suficiente, sentía como si esos vientos pudieran levantarte y llevarte a cualquier parte. Llegué diez minutos antes, pero el estacionamiento de la catedral de San Pedro ya estaba casi lleno. Una fila de autos de lujo negro estaba aparcada delante; un Rolls-Royce, un Bentley, un Audi y un Aston

Martin. Decía algo cuando el auto más discreto del lote era un Audi. Sacudiendo la cabeza, agarré mis cosas y apagué el teléfono mientras entraba. Me detuve en el muro de donantes de la iglesia, que estaba justo afuera de la segunda puerta doble que conducía al interior. Sonriendo para mí misma, pasé la mano por la placa de oro que tenía los nombres de mis padres. —Hola, mamá y papá— susurré antes de entrar. No era religiosa, pero venía porque sabía que habrían querido que lo fuera. Entré a la iglesia abarrotada y me senté en la parte de atrás entre una anciana y un niño. —Hola —le dije al bomboncito mientras sonreía. Sonrió y escondió su rostro en el pecho de su padre. Sonriéndole, junto con todos los demás, me levanté mientras el sacerdote se acercaba. Por lo general, me distraía después de esta parte, mientras seguía los movimientos de todo, sin embargo, mi boca se abrió con nada menos que Declan Callahan, vestido con un traje azul marino ajustado y corbata plateada, dirigiéndose hacia el podio para hacer la primera lectura… —Siéntate— dijo el niño a mi lado mientras tiraba de mi vestido. Al darme cuenta de que era la única que seguía en pie, me senté rápidamente y esperé que nadie más se hubiera dado cuenta. Desafortunadamente, la única persona que desearía no haberlo hecho, lo hizo. Declan me miró directamente a los ojos y arqueó una ceja. Todo lo que pude hacer fue agarrar el libro que estaba frente a mí y fingir leer. —Proverbios 21: 19-26. Es mejor vivir en una tierra desértica que con una mujer pendenciera e irritante—. Mientras leía, extendió las palabras, ciertas palabras, y si no lo supiera mejor, hubiera pensado que había elegido este pasaje solo para burlarse de mí. Ni siquiera podía borrar la sonrisa de su rostro.

Me encantó el sonido de su voz. En el momento en que el pensamiento me golpeó, traté de bloquearlo. Afortunadamente, había terminado su lectura y ya se alejaba del altar y regresaba a la primera fila. De todas las iglesias de la ciudad, ¿Por qué tuvo que venir a esta? ¿Y por qué no me senté? Traté de no pensar en él ni en nada más. Eso solo duró unos buenos treinta minutos más o menos. Antes de que todos nos pusiéramos de pie para la Eucaristía, apareció de nuevo a la vista. Se paró a un lado con una bandeja dorada en la mano. Para mi consternación, las líneas se dividieron y pronto me encontré dirigiéndome hacia él como el Titanic hacia un iceberg. Había demasiada gente detrás de mí para cambiar de línea, y cuando sus ojos verdes se enfocaron en los míos, sentí como si me estuviera atrayendo hacia él... era la misma sensación que había tenido cuando me senté frente a él en el restaurante. —El cuerpo de Cristo— dijo con una sonrisa, mientras sostenía la hostia. —Amén— susurré mientras estiraba mis manos. Pero no lo colocó en ella y lo miré, esperando. Sus ojos se dispararon hacia la mujer mayor en la otra línea, quien abrió la boca para el sacerdote. Debe estar bromeando. Pero claramente no lo estaba. Dejando caer mis manos, abrí la boca para él.

Puso el pan sacramental en mi lengua, pero no antes de que su dedo rozara mis labios haciéndome temblar. Me dedicó una mirada, pero no dijo nada. Finalmente, tomó otro y miró a quien estaba detrás de mí. Alejándome, toqué mis labios lentamente mientras volvía a mirarlo. No otra vez. No había forma de que pudiera sentirme tan atraída por él. Esto no era normal, ¿Verdad? Había pasado mucho tiempo, pero el toque de un hombre no debería haberme confundido tanto. Tomando asiento, crucé los brazos y las piernas mientras esperaba a que terminara la misa. Debería marcharme. Solo está jugando. —Adiós— dijo el niño mientras me despedía con la mano. —Siento que haya sido una molestia— dijo su madre mientras lo recogía. —No, estuvo bien. —De hecho, realmente no me había fijado en niño. Asintiendo hacia mí, su hijo siguió despidiendo mientras me dirigía a la salida—. ¡Adiós! —¿Amigos tuyos? Sorprendida, me volví para encontrar que Declan no estaba a más de unos pocos centímetros de mí. —Esperé todo el día de ayer a que llamaras —dijo, y vi como sus ojos se desviaron de mis ojos a mis labios, a mi cuello y luego a mi pecho—. Nunca he esperado a que una mujer me llame o que una mujer rechace la mía. —Estaba ocupada— mentí. Frunció el ceño y me miró como si pudiera ver a través de mi mentira.

—¿Tienes novio, Coraline? —me preguntó mientras caminábamos hacia la salida. —¿Qué? —¿Qué. Si. Tienes. Un. Novio. Coraline?— Repitió. Estábamos afuera y el padre Thomas ya estaba haciendo rondas y saludando a todos. —¿Por qué? —Solo me preguntaba si esa fue la razón por la que no llamaste. Y si es así, ¿Qué tan duro voy a tener que trabajar?— Preguntó mientras metía las manos en el bolsillo. Era, como mucho, el hombre más directo que había conocido en mi vida. —¿Para qué está tratando de trabajar, Sr. Callahan? Sonrió. —Nuestra cita, por supuesto. —¿Y si tengo novio? —Susurré aún sin saber si esto era un sueño o una realidad. Los hombres como él no eran reales, o al menos para mí, no lo eran. —Te robaría delante de él— dijo, mientras cerraba la brecha entre nosotros. Bloqueó el sol mientras estaba parado frente a mí; todo lo que podía ver era él. Pero no quería ceder. —¿Y si tengo un prometido? —Te robaría justo debajo de sus narices. Después de todo, sería su culpa por no darte un anillo.

Escondí mis manos detrás de mi espalda. —¿Y si tengo marido? —Entonces ha cometido un terrible error. Y una vez que hayamos rectificado la situación, te tendré —susurró mientras me pasaba el cabello por detrás de la oreja—. ¿Hemos terminado con este juego ahora, Sra. Wilson? —Tengo que concedérselo, señor Callahan, está bien—. Sonreí brillantemente mientras daba un paso atrás. —Pero todavía no estás condenado por mí —dijo en voz baja. Y podría haber jurado que agregó. Tienes algunos instintos. Pero no estaba segura, tal vez era mi propio subconsciente el que me hablaba. Aparté la mirada. —Como dije, he conocido a hombres como tú antes. —Y como yo dije, no, no lo has hecho. Lo miré y descubrí que sus ojos seguían fijos en mí. —Gracias por estar interesado en mí, Declan. En serio, es lo mejor que me he sentido en mucho tiempo. Pero yo... no soy del tipo de citas. —Bueno. Alejarte. Pero no mires atrás o no me rendiré contigo— dijo. —Bueno—. Asentí mientras caminaba a su alrededor. No mires atrás. No mires atrás. Coraline, ¡No mires atrás! Me rogué mientras me aferraba a la manija de la puerta de mi auto. —¡Coraline!

Me volví y sonrió a solo unos metros de mí. —¡Eso es hacer trampa! —¿Según la OMS? La regla era no mirar atrás, nunca dije que no te llamaría. ¿La gente realmente se rinde tan fácilmente en tu mundo? Sí. Y no podía negar la parte de mí que estaba feliz de que me llamara. —¿La gente siempre es tan terca en tu mundo? —Cariño, soy irlandés. No vienen más tercos que eso. —Empujó la puerta de mi auto para cerrarla, impidiéndome entrar—. Y ya que miraste hacia atrás, vayamos a alguna parte. —Estoy ocupada. —Esa fue tu excusa para no llamar ayer. Además de que es domingo, no deberías estar trabajando. Acabas de regresar a Chicago, debería mostrarte todo lo que te has perdido. —Chicago no ha cambiado tanto. —Ahí es donde te equivocas. Chicago cambia todas las noches. Mordí mi labio con fuerza, insegura de lo que debería hacer… o al menos mi mente no estaba segura, mi cuerpo sin embargo, se volvió hacia él. —No es una cita— aclaré. Asintió. —Por supuesto. No es una cita. —Entonces conduciré yo misma...

—Desperdicio de gasolina. Vamos—. Me tomó de la mano y me arrastró hacia su Aston Martin gris oscuro. Agarré su mano con tanta fuerza como él se aferró a la mía. Cuando me abrió la puerta, me deslicé en el asiento del pasajero y dejé mi bolso junto a mis pies. Habló con alguien al lado del Audi por un breve momento antes de entrar. —¿Está todo bien? —Miré hacia atrás al joven de cabello castaño oscuro desordenado y ojos verdes que estaba mirando el auto. —No te preocupe. Mi hermano, Liam, solo quería salir —respondió mientras salía del estacionamiento en reversa. —No deberías deshacerte de él. —Quiere ir a un desfile de modas y ligar modelos. ¿Por qué haría eso cuando estás sentada a mi lado? No respondí mientras miraba por la ventana. ¿Qué estaba haciendo en su auto? —¿Quién fue? —preguntó. —¿Qué? No me miró, sino que se centró en el camino que tenía por delante. —¿El tipo que te lastimó? ¿Quién fue? —Nadie. Hubo un momento de silencio antes de que hablara. —Para que lo sepas, eres horrible mintiendo. Lo sé. Se detuvo en Millennium Park.

—Si hay algo en Chicago que no ha cambiado, es Millennium Park—. Era la mayor atracción turística de Chicago. —Confía en mí— dijo mientras salía y giraba a mi lado, pero abrí la puerta yo misma para su decepción. Se quitó la corbata y la chaqueta del traje y los arrojó al auto. Después de arremangarse, tomó mi mano como si fuera la cosa más natural del mundo; como lo había hecho mil veces antes y lo volvería a hacer mil veces más. Me llevó al parque y, sorprendentemente, no estaba tan lleno de gente como pensé que estaría. Siguió adelante hasta que estuvimos parados en Cloud Gate, o el Bean como todos llamaban a la escultura de acero en forma de frijol en el parque. Cuando llegamos allí, una pequeña multitud se había reunido alrededor de una banda. —¡Tres dos uno! —gritaron mientras comenzaban a aplaudir junto con la multitud. La mejor forma de describirlo sería el funk de los 80 o los 90, y pronto todo el mundo empezó a bailar. —¿Estamos en flash mob1? —Jadeé, mirándolo. Movió la cabeza, bailando también, luego nos acercó más al frente. —¡No sé lo que estoy haciendo! —Me reí. —¡Entonces haz cualquier cosa! —gritó en respuesta. Sino bailar solo me hubiera hecho destacar más. Cediendo, salté a su alrededor. No me soltó mientras me hacía girar. —¡No puedo escucharte! —gritó el cantante principal. Grité tan fuerte como pude hasta que temí que mi voz se quebrara. Luego, con una amplia sonrisa, levanté las manos y me balanceé al ritmo de la música.

—Te ves aún más hermosa cuando sonríes —me dijo, y me quedé paralizada en medio de la multitud—. No. Sigue bailando, sigue sonriendo o gritando, lo que más te guste. Sé así de feliz todo el tiempo, Coraline. No creía en la magia, ni en los felices para siempre. La vida para mí no funcionaba de esa manera y, sin embargo, mientras lo veía bailar a mi alrededor, no pude evitar creer en eso solo un poco. Era como si el tiempo se hubiera ralentizado para mí para poder disfrutar de este momento. Había pasado toda mi vida deseando algo como esto, deseando que me llevaran lejos y simplemente vivir la vida como sentía que debía ser vivida. Entonces, ¿Por qué sentí la compulsión de huir de lo que siempre quise? ¿Por qué luchaba contra mi propia felicidad? —¿Declan? —¿Si…? Lo besé. Quería besarlo como me había besado a mí. Se quedó quieto por un momento antes de rodearme con sus brazos y profundizar el beso mientras la música seguía sonando de fondo. Me incliné disfrutando del momento... disfrutando de él. Todavía no estaba segura de si era simplemente un producto de mi imaginación. Si lo era, no importaba. Creería en la magia... aunque solo sea por hoy.

DECLAN

En un minuto… Aproximadamente 1.800 estrellas explotan. Un rayo golpea la tierra 360 veces. Nacen doscientas cincuenta personas. Mueren ciento setenta personas. Y luego me di cuenta, sin saber nada más que el hecho de que era hermosa, que tenía una sonrisa impresionante y que sus besos se sentían como lluvia fresca en el desierto, sabía que Coraline Wilson estaría en mi vida por mucho tiempo. Era una locura. Pero sabía que así era como tenía que ser. —¿Declan? —susurró cuando se separó de mí. No me había dado cuenta de que la estaba mirando, pero podía ver mi reflejo en sus ojos. —Lo siento. Estaba perdido en mis pensamientos. —¿Acerca de?

Afortunadamente, no tuve que responder ya que la policía de repente se apresuró a entrar al parque y comenzó a agarrar a las personas que intentaban huir. —¡Hasta la próxima, chicos! —La banda se echó a reír mientras se apresuraban a agarrar sus cosas y salir corriendo. La sujete, asegurándome de que no la empujaran mientras la multitud se disolvía también. —¿Por qué los están dispersando? —Frunció la frente—. Realmente me gustaron. —Los músicos no pueden tocar aquí, es contra la ley. Pero no te preocupes, volverán— le aseguré. Se volvió para ver que todos seguían corriendo y gritó —¡Libera la música! ¡Sigue adelante! Se rio mientras se llevaba el cabello detrás de la oreja. Entonces sus hermosos ojos se fijaron en mí. Ninguno de los dos habló. Simplemente nos quedamos allí abrazados mientras todos los demás volvían a su propia realidad. Me preocupaba que el hechizo, o lo que fuera que estuviera pasando entre nosotros, se detuviera. Cada uno de mis sentidos era consciente de ella. Olía a lavanda, se veía más hermosa que el comienzo de la primavera al final de un duro invierno... me hizo pensar en una docena de otras cosas cursis en esos pocos minutos. La giré para mirarme, me incliné hacia adelante y la besé una vez más y nunca quise parar.

CORALINE

Llegamos a su auto, y en el segundo en que entramos, salté a su regazo. Su asiento se reclinó hasta que nos acostamos y sus manos encontraron su camino debajo de mi falda. Mi piel estaba en llamas y todo lo que podía pensar era “Al diablo”. Si me deja después de haber obtenido lo que quería, entonces preferiría que sucediera más temprano que tarde, porque la verdad del asunto era que ya estaba comenzando a enamorarme de él. Si estuviera destinado a ser solo sexo, podría manejar eso ahora. —Ah, Declan— gemí su nombre. Apretó mi trasero, mordió, lamió y besó mi cuello, mientras mis manos luchaban con los botones de su camisa… una acción que fue más paciente de lo que hizo con la mía. Agarrando la parte delantera de mi camisa abotonada, la abrió y envió los botones volando por todas partes. Lo miré fijamente y jadeé cuando bajó mi brassier y metió mi pezón en su boca. —Oh— jadeé mientras me ponía encima de él. Aunque sus pantalones todavía estaban puestos, podía sentir su polla dura a través de mi ropa interior mientras me presionaba contra él.

Quería sentirlo. Mis manos tiraron de su cinturón, desabroché sus pantalones y liberé su erección. Palpitó en mi mano y se estremeció de emoción cuando mi pulgar frotó su punta. —Joder, Cora— siseó mientras se lamía los labios. Mordí su labio inferior suavemente y luego lo besé una vez más. Mis manos recorrieron lentamente a lo largo de él, y movió sus caderas hacia arriba, empujando en mi mano. Sus ojos nunca dejaron los míos cuando su mano se deslizó entre mis muslos, a través de mi ropa interior y frotó contra mí con la misma lentitud. Mi boca se abrió, mientras mi respiración se hacía irregular y desigual. —Declan—. Apreté su miembro cuando dos de sus dedos entraron en mí. Me folló con los dedos mientras lo trabajaba en mis manos. Disfruté cada uno de sus gemidos y el hecho de que parecía volverse aún más duro en mis manos. Nos besamos de nuevo, pero no fue suave ni húmedo. Fue apasionado, pecaminoso y lleno de lujuria. Nuestras lenguas chocaron y gemimos en la boca del otro. —C... Cora—. Jadeó cuando nos separamos. —Te deseo—. Me lamí los labios. —Estoy en tus manos— respondió mientras sacaba sus dedos de mí, y vi como lamía mi esencia de sus dedos. Antes de que pudiera pensar en eso, también me incliné para lamer. —Eres más que sexy. —Gimió.

Pero no lo estaba. Esta no era yo. Él había hecho esto. Me había hecho de esta manera y no podía controlarme. No quería controlarme. Moviéndome hacia arriba, mis pechos se empujaron contra su rostro y los besó tiernamente. Me coloqué encima y sonreí mientras permitía que la cabeza de su polla separara mis húmedos pliegues. —Deja de burlarte de mí— exigió. —Me gusta molestarte—. Besé su nariz mientras me frotaba. —Coraline. —¿Si? —Pregunté mientras bajaba lentamente sobre su polla. —Maldita sea— siseó mientras agarraba mi cintura y empujaba hacia arriba y dentro de mí. —Mierda. —Jadeé cuando mi boca se abrió y una ola de placer me recorrió. No pude detenerme. Mis manos fueron a sus hombros y comencé a rebotar y balancearme contra él. Se agarró a mi cintura y empujó dentro de mí, haciendo coincidir cada uno de mis movimientos. Había tan poco espacio en el auto que tuve que apoyar mi cabeza contra la suya. Sus ojos verdes nunca se desviaron de los míos, y disfruté mientras lo montaba. Cerré mis ojos. No podía... —N... No —dijo respirando con dificultad—. No apartes la mirada de mí, Coraline, por favor. Era como si mi cuerpo hiciera lo que quisiera... mis ojos se abrieron y lo miré mientras el placer seguía aumentando. El clímax no estaba lejos, y mientras nos perdíamos el uno en el otro, no pude evitar pensar que él era el sexy.

—Tan... a... apretada— gimió, mientras me agarraba con más fuerza. Mis manos fueron a su pecho desnudo mientras me preparaba, y disfruté de la sensación de sus duros músculos bajo mis dedos. —Más rápido —dije, más para mí que para él mientras me levantaba y le caía encima. El sonido de piel contra piel y nuestros gemidos se fundieron en uno, mientras el olor a sexo llenaba el auto con cada embestida. ¡Tan bueno! Era lo único que pasaba por mi mente una y otra vez. —Más fuerte. —Mordí mi labio mientras me empujaba contra el volante. La bocina sonó, pero ninguno de los dos lo notó mientras nos follábamos. —¡Declan! —Grité. Extendí mis manos mientras me apoyaba contra el techo de su auto, mientras mis ojos rodaban hacia atrás en mi cabeza cuando me corrí. Apoyó la cabeza en mi estómago y una serie de maldiciones y gruñidos salieron de sus labios mientras empujaba más profundo. —Joder, Cora. ¡Ah! —Se las arregló para decir mientras encontraba su liberación también. Ninguno de los dos dijo nada mientras colapsábamos el uno sobre el otro. Se negó a dejarme ir y, sinceramente, no quería que lo hiciera. Toda esa charla sobre no querer ser otra mujer follada en su lista y resulta que solo logre durar tres días antes de follarlo en su auto. Tan elegante, Coraline, al final del día, parece que realmente no eres diferente después de todo.

DECLAN

Regresamos a la iglesia en silencio y traté de no distraerme por el hecho de que le había arruinado la camisa. Tuvo que sujetarla sobre su pecho para mantenerlo cerrado. Pero no quería que lo hiciera. Necesitaba volver a ver su piel. Quería pasar mi lengua sobre ella. Necesitaba más. Nunca había querido más. Debería haber querido que se fuera y no tener que volver a hablar de esto nunca más, pero eso era lo último que quería. Odiaba el sexo en el auto... prefería dominar a mis mujeres y no podía tenerla de la manera que quería... de la manera que necesitaba. Aunque era asombrosa. ¿También lo disfrutó? En qué estaba pensando, estaba seguro de que sí lo hizo. Pero ¿Y si no lo disfrutó? Mis ojos se desviaron hacia ella de nuevo y mi corazón comenzó a latir más rápido. Me obligué a apartar la mirada. ¿Qué diablos me pasaba? —Gracias. —Fue todo lo que dijo cuando llegamos a la iglesia. El estacionamiento ahora estaba completamente vacío, aunque todavía miró a su alrededor, mientras mantenía su camisa cerrada, para asegurarse de que no hubiera nadie alrededor. Alcanzando detrás de mí, agarré mi abrigo y se lo entregué.

—No, está bien… —Tómalo, Coraline, por si acaso. Asintió y me estremecí cuando su mano rozó la mía mientras me lo tomaba. Se lo puso y salió del auto. No podríamos terminar así. Salí del auto y la llamé. —¡Coraline! Se detuvo sin volverse. —¡Coraline! —La llamé por su nombre de nuevo y sonreí cuando se negó a volverse. Después de todo, así era como habíamos llegado tan lejos para empezar. —Declan. —Finalmente me miró con una pequeña y falsa sonrisa— . Se acabó. Ambos obtuvimos lo que queríamos. El reloj dio la medianoche y la magia se fue. Ahora podemos ir por caminos separados. Fruncí el ceño mientras caminaba hacia ella y negaba con la cabeza. —Coraline, la historia no termina cuando el reloj marca la medianoche. Ahí es cuando comienza y tenemos que hacer nuestra propia magia. Sonrió, negó con la cabeza y abrió la puerta. —Adiós, Sr. Callahan. Arrancó el auto y se marchó sin decir una palabra más. Sentado en el mío, respiré hondo. Marcando, esperé a que contestara.

—Mamá no está feliz de que te hayas perdido el almuerzo del domingo— dijo Liam. —La besé Liam. El viernes y nuevamente hoy, antes de tener sexo. Hubo un momento de silencio antes de hablar. —¿La besaste... en los labios? Asentí a pesar de que no podía verme. —Sí. —Pensé que esa era tu línea en la arena. Nunca las besas en los labios, Declan. Te las follas y te vas... has sido así desde que éramos adolescentes. —Ese es el problema… con ella no hay línea en la arena, Liam. Quiero volver a verla. —¿Por qué estás tan colgado? No sabes nada de ella. —No, pero es diferente. —Eso fue lo único que pude pensar—. Es hermosa, inteligente y diferente. ¿Realmente necesito alguna otra razón para sentirme atraído? —¿Atraído? No. ¿Obsesionado? Sí. Especialmente cuando sabes que nunca puede convertirse en nada más que una aventura. Ella no es uno de nosotros, Declan, así que sácala de tu sistema antes de que papá se dé cuenta de que esto es más que un simple lío para ti. ¿Cómo podría sacarla de mi sistema si cada vez que estaba cerca de ella solo quería tocarla más? —Declan. —Sí. —Mantente alejado de las buenas chicas. O las rompemos o ellas nos rompen a nosotros. Y en caso de que te lo pregunte, me hice cargo del

dueño del club y obtuve el impuesto. Padre los está investigando y podría necesitarnos. No olvides quién eres y lo que haces— dijo antes de colgar. Odiaba cuando se ponía serio. La lógica me dijo que tenía razón y que debería alejarme de la Señorita Coraline Elizabeth Wilson. Tenía un historial limpio y nunca había recibido una multa por exceso de velocidad. Iba a la iglesia. No bebía, al principio pensé que era alcohólica... en realidad lo hubiera preferido. Pero no importa cuánto lo intenté, no pude encontrar nada que indicara que lo era. Todos los comentarios sobre su discurso de graduación fueron de personas que la felicitaron y dijeron que una mejor persona no se lo podría haber ganado. En nuestra familia las buenas personas eran piezas de ajedrez... desechables. Era como tenía que ser. ¿Por qué estoy pensando en la familia? Ni siquiera habíamos tenido una cita adecuada todavía. ¿Por qué estaba pensando en una cita adecuada? —Declan, contrólate —me dije a mí mismo por enésima vez desde que la conocí.

Capítulo 3 "Tómese tiempo para deliberar, pero cuando llegue el momento de la acción, deje de pensar y actúe". ~ Napoleón Bonaparte ~

CORALINE Mantuve mi teléfono apagado durante los últimos dos días. No quería mirarlo, preguntándome si llamaría o no, cuando ya sabía la respuesta a eso. Así que mi plan era hacer lo que vine a hacer a Chicago en primer lugar, trabajar. Ahora estaba en la oficina de la esquina de WIB, mirando el horizonte de Chicago. A los veintitrés años podía participar oficialmente en todas las reuniones, tener oficina propia y mi propio personal. ¿Quién necesitaba algo más? ¿Quién necesitaba a Declan Callahan? —Adelante —dije en voz alta hacia la puerta de mi oficina. —¿Sra. Wilson? —Tyrone Stevens, el segundo miembro más joven de la junta, entró en mi oficina. Vestía un traje de rayas azules y era al menos una década mayor que yo. Aproximadamente unos diez centímetro más bajo que yo, y su piel era un tono más oscuro que la mía. Sus ojos castaños oscuros me miraron. —Escuché que te habías establecido en tu oficina y quería saludar antes, pero el trabajo se interpuso. —Extendió su mano y se la estreché mientras sonreía.

—Gracias, señor Stevens. Es realmente bueno estar aquí. —Era solo un pasante de la escuela secundaria cuando tu padre comenzó este negocio. Estoy seguro de que está orgulloso de ti. Eres una joven extraordinaria. —No me halagues demasiado. Al menos no hasta que me lo haya ganado. Asintió. —Por supuesto. Si necesita algo, no dude en preguntarme. —Lo tendré en cuenta, pero realmente espero no tener que ir corriendo hacia ti todavía —respondí sintiéndose un poco incómoda bajo su mirada. Esperé a que dijera algo más, pero no lo hizo. —¿Necesitabas algo más? —Le pregunte. —No. Lo siento. Te dejaré volver al trabajo. Nuevamente, bienvenida a tu banco. Me reí. —Gracias. Dio un paso atrás hacia la puerta, y antes de que pudiera cerrarse por completo, mi secretaria asomó la cabeza. Se le deslizaron las gafas por la nariz y volvió a subirlas mientras esperaba que la reconociera. —¿Si? Tu tío está aquí. Le dije que no estabas disponible, pero dice que no se irá hasta... —Está bien, Constanza, déjalo entrar.

Pero antes de que pudiera hacerlo, el tío Adam irrumpió en mi oficina. —¿Qué te dije? Si tuvieras cerebro... —¡Tío! —Lo interrumpí mientras corría hacia la puerta—. Lo siento mucho, Constanza. Si alguien más pregunta por mí, dígales que estoy en una reunión. Asintió y cerré las puertas antes de volverme hacia él. —¡No insultes a mi personal! —Dije enojada. Resopló mientras caminaba hacia las ventanas. —¿Tu personal? Mírate, suenas igual que tu padre. Luego que dirás tu trabajo, tu empresa y tu dinero. Aquí estoy repitiendo la historia a una niña. Tomé una respiración profunda. —¿Qué deseas? —¿Sabías que comenzamos esta empresa juntos? Primero éramos corredores de apuestas, estafadores en las calles. Tu padre era el cerebro, yo tenía el conocimiento de la calle, el encanto. Lograr que la gente confiara en mí fue muy fácil. Demasiado fácil. Luego comenzó a invertir... sin mí. Dobló su dinero no solo en papel, sino en sus propias manos. Luego estaba comprando oficinas... sin mí. Este negocio surgió de la nada. No lo podía creer. Pensé que finalmente lo habíamos logrado y luego traté de entrar a la oficina un día y una chica, de la misma edad me estaba diciendo, que no podía subir… no sin una cita. Deberías haber visto mi cara. —Se volvió y miró alrededor de la oficina y pude ver la tensión en su mandíbula mientras rechinaba los dientes—. Fue entonces cuando me di cuenta de que el cerebro superaba al encanto. Me arruinó todo y no había nada que pudiera hacer al respecto. —Tío. —Suspiré—. Conozco esta historia. Me lo has dicho casi todos los días desde que murió. —¡Buen viaje también! ¡Era un maldito bastardo!

Respiré rápido como si me hubiera apuñalado. No importa cuántas veces lo dijera, todavía me dolía. Quería gritar que era mi padre para bien o para mal, pero sabía que eso solo haría que mi tío despotricara más. —¿Necesitas más dinero, tío? —Solo quería que se fuera. Se rio amargamente. —Pequeña… No. ¡No vine por dinero! Vine por mi parte, ya es hora de que obtenga lo que me deben. ¡Este lugar no se habría construido si no fuera por las conexiones y los acuerdos que hice! —Sabes que no puedo hacer eso. —¿Por qué no? ¿No eres un accionista importante? —No funciona así... ¡Entonces hazlo, Coraline! ¡Compensa los pecados de tu padre! Somos familia. Te cuido desde que eras una niña. No tienes a nadie más que a mí. Tu sangre es mi sangre, ¿Cómo puedes alejarte de eso? Asintiendo, traté de no llorar. Odio cuando me manipula así. — Buscaré algo para ti aquí y trabajaremos juntos en la junta, pero tenemos que actuar juntos, tío. No puedes gastar dinero. Sonrió mientras corría hacia mí y me daba un pequeño abrazo. —Esa es mi chica. —Vete a casa, tío. Te tendré aquí al final de la semana —susurré. Y contra mi mejor juicio, le devolví el abrazo. —Sí, bien. No me defraudes. —Me soltó y salió de mi oficina.

Me sentí como una niña otra vez. La única vez que recibía amor o afecto de él o de cualquier otro miembro de mi familia era cuando me estaban quitando algo. Pero éramos familia. Con un suspiro, volví a mi silla y, cuando caí contra ella, me incliné hacia atrás y cerré los ojos. Estás bien, Coraline. Estás bien. No necesitas su afecto. Estás bien. —¿Señora Wilson? ¿No podría tener un segundo para pensar? ¡Dios! —Sí, Constanza. —Abrí los ojos y seguí mirando al techo. —¿Conoce al nuevo inversor? Me senté. —¿Kelly Laoghaire? Asintió con la cabeza hacia la puerta. Hasta esta mañana habíamos recibido cerca de ochenta millones de dólares del fideicomiso Laoghaire. —¡Déjalo pasar! —Dije rápidamente mientras arreglaba mi cabello y alisaba mi vestido. Ya me estaba dirigiendo hacia la puerta, lista para recibirlo, cuando Declan Callahan entró en mi oficina, vestido con un traje ajustado y una sonrisa que se extendió por su rostro. —Es un placer conocerla, Srta. Wilson —dijo mientras me tendía la mano. Me quedé allí, demasiado estupefacta para moverme... y un poco demasiado feliz de verlo también.

DECLAN

Para cuando se recuperó de su sorpresa, ya estaba sentado en una de las sillas frente a su escritorio. Decir que estaba impresionada hubiera sido quedarse corto. Su oficina era simple, clásica y elegante. Las paredes detrás de su escritorio mostraban sus títulos y premios, solo podía imaginar lo duro que debió haber trabajado para poder conseguir una oficina en la esquina en el último piso. —¿Kelly Laoghaire? —susurró mientras caminaba hacia el lado de su escritorio. Su vestido era demasiado tentador; la cremallera dorada que corría desde la parte de atrás de su cuello hasta su trasero hizo que mi mano se contrajera. —Sí. Kelly Laoghaire. Era el nombre de mi madre antes de convertirse en Kelly Callahan. —¿El dinero? —Pregunto, procesando lentamente. —El dinero que me dejaron antes de morir. Una vez más, estoy en sus manos, señorita Wilson. Su boca se separó y deseé que no lo hubiera hecho porque todo lo que podía pensar era en querer escucharla gemir.

Sacudió la cabeza hacia mí mientras tomaba asiento en su silla de cuero como una reina en su trono. —¿Por qué estás haciendo esto? —He estado buscando un lugar para invertir. ¿Por qué no tú? —¿Por qué tengo la sensación de que se trata de algo más que de mi banco? Se estaba conteniendo, pude ver la forma en que cruzó las piernas y como sus ojos se desviaron de mis labios a mi cuello y de nuevo a mis ojos antes de que completaran el circuito una vez más. Sonreí. —Porque eres inteligente. Sin embargo, con toda honestidad, vine aquí porque no pude localizarte en tu teléfono. —Tal vez no quería que me contactaran. —Tal vez te preocupaba que no lo intentara. Tal vez tengas miedo de que te guste pasar tiempo conmigo, o tal vez incluso de que te guste. Hizo una pausa y supe que tenía razón. Debería haber venido antes. ¿Por qué siempre era tan lento cuando se trataba de ella? —Eso es un montón de tal vez, Sr. Callahan. —Correcto. Permíteme aclarar entonces. Vine a aclarar cualquier confusión entre nosotros. —¿Así que esto es lo que quisiste decir con hacer tu propia magia? Me encogí de hombros. —Hago lo que puedo con lo que tengo. —Declan, no soy Cenicienta.

—Bien, porque no soy el Príncipe Azul. Prefiero el negro. —Me refería a mi ropa, pero la sonrisa que apareció en su rostro demostró que había adquirido un doble significado. —No estás siguiendo las reglas. —Por supuesto que no. Soy un Callahan, hacemos nuestras propias reglas, por lo que es mejor que te acostumbres ahora. —Declan, tuvimos sexo y fue genial. Entonces, ¿Por qué no terminar esto con una nota alta y simplemente te alejas? —Porque no tengo ganas de hacerlo, y siempre hago lo que deseo. También deberías. Honestamente, no tengo idea de por qué estás luchando tan duro. No respondió y esperaba que fuera porque no tenía respuesta. —No te tomas bien el rechazo, ¿Verdad? —No. Pero no me has rechazado. En cambio, me has puesto a distancia. Me atrapaste, me follaste y me empujaste de nuevo. Y como tuve que entregar ochenta millones de dólares solo para volver a verte la cara, al menos podrías invitarme a almorzar... —Declan... —No lo consideres una cita, piensa en eso como un almuerzo con un cliente. ¿Pensé que estaban todos preparados para ser amable con Kelly Laoghaire? Casi me saltaste cuando entré antes de darte cuenta de quién era realmente. —Correcto. ¿Dónde te gustaría ir? Y como es un almuerzo para clientes, lo pagaré. —Sorpréndame, señorita Wilson.

Asintió y buscó debajo de su escritorio su bolso antes de levantarse. Siguiéndola. Mis ojos estaban pegados a su trasero y, a juzgar por la forma en que añadió un poco más de influencia a su paso, eso me dijo que también lo sabía. Cerró la puerta, habló con su secretaria y luego caminó en silencio hacia el ascensor conmigo. Estaba tan cerca. —¿Señora Wilson? Ambos nos volvimos hacia el hombre negro que estaba entregando un montón de archivos a su secretaria. —Señor Stevens, conozca a Declan fideicomiso Laoghaire —afirmó.

Callahan,

propietario

del

Sus ojos se abrieron y extendió la mano para estrechar la mía. —Es un placer conocerlo. —Igualmente. —Realmente no. Le estreché la mano. —Estábamos a punto de ir a almorzar. La miré. No lo invites. —¿De Verdad? Mi horario… —Señor Stevens, gracias, pero estoy segura de que puedo manejarlo —dijo con la cabeza en alto. Las puertas del ascensor se abrieron detrás de nosotros y entramos. —Hablaremos cuando regrese —dijo. —Por supuesto. Gracias de nuevo…

Apreté el botón para cerrar las puertas. —Declan. —Tiene algo por ti. —Y no me gustó nada. —No, no lo tiene. —Sacudió la cabeza y se rio como si fuera imposible. No tenía ni idea del efecto que tenía en los hombres. Antes de darse cuenta de quién era, me miró con una mezcla de enfado y celos. Sus ojos se llenaron de lujuria en el segundo en que cayeron sobre ella. Por una fracción de segundo pensé en ellos juntos, y como para reclamarla, puse mi mano en su trasero. —Declan. —Si no te gusta, entonces dime que te suelte. No dijo nada, sino que miró a las cámaras. —Esas cosas no tienen audio —respondí antes de apretar un poco su trasero, disfrutando de lo firme que se sentía en mi mano. —Si no estuvieran allí, te empujaría contra la pared y besaría desde tus labios hasta tu... —D... Declan —dijo en voz baja. —Así. Dirías mi nombre. ¿Hay noventa y ocho pisos en el edificio? Me pregunto si podría hacerte venir antes de que lleguemos a al primer piso. ¿Serían suficientes mis manos? ¿O mejor aún, mi lengua? —Basta —dijo, y solté su trasero mientras arreglaba mi corbata. —¿Por qué? ¿Es porque te estabas preguntando lo mismo?

No respondió. En cambio, se arregló la falda. Es curioso cómo ambos sentimos la necesidad de arreglar nuestra ropa a pesar de que no habíamos hecho nada. Tal vez era porque ya nos estábamos follando mentalmente. Y en mi mente, el ascensor nunca llegaría al final.

CORALINE

—Absolon, buena elección —respondió mientras desdoblaba su servilleta, y uno de los camareros, al darse cuenta, se acercó y colocó una botella de vino de mil dólares en el hielo frente a nosotros antes de saludarlo. Maldición. Quería que este fuera mi momento para mostrarle... que tenía mucho más clase que un auto en el parque. Pero parecía estar en su elemento, como si hubiera estado tantas veces en uno de los restaurantes más caros de la ciudad que no lo desconcertó. —Señor Callahan —traté de sonar profesional a pesar de que seguía pensando en lo bien que se sentiría estar encima de él de nuevo—. Estos son solo algunos de mis pensamientos sobre cómo tengo la intención de triplicar el dinero que ha invertido con nosotros. Si tiene alguna inquietud, hágamelo saber.

Le entregué el archivo. Lo tomó y lo dejó a un lado. —Gracias, pero estoy seguro de que te encargarás. —¿De verdad eres tan ingenuo o simplemente estúpido? —Pregunte, usando sus propias palabras en su contra. Sonrió. —Ninguno. Como dije, confío en que me cuidarás bien. Quería decirle que no confiara en mí, pero no habría sido prudente. Extendimos nuestras manos al mismo tiempo hacia el agua y nuestras manos se rozaron. Rápidamente aparté la mía, preocupada de que notara lo emocionada que me había puesto con ese simple toque. —Háblame del fideicomiso Laoghaire. —Tomé mi menú. —Preferiría no hacerlo —dijo, y volví a mirarlo—. Prefiero hablarles de mí. Mi nombre es Declan Callahan y disfruto del buen vino, las mujeres más finas y el sexo. Lo deseaba tanto. —Si quieres cortejar a una chica, ¿No dices normalmente algo romántico? —Me pareció bastante romántico ya que tengo todo lo que disfruto aquí mismo. Maldita sea, estaba bien. —No estamos teniendo sexo. —Cariño, hemos tenido sexo desde el momento en que entré en tu oficina —susurró. Por favor tómame.

Crucé las piernas debajo de la mesa, tratando de controlarme. Lo notó. ¿Cómo podría un hombre hacerme querer olvidar todo y simplemente saltarle encima una y otra vez? Seguí diciéndome a mí misma que no era esa persona, pero ya no estaba segura. —¿Están listo para pedir o le gustaría un momento? —preguntó el camarero cuando se acercó a nosotros. —¡No! —Me senté más derecha mientras respondía. Pero el problema era que no tenía ni idea de lo que quería. —¿Puedo? —Declan preguntó y asentí. Miró al camarero—. Queremos arroz con salmón teriyaki con champiñones en rodajas, no molido, a un lado. El glaseado debe cubrir el pescado, no el arroz, y de tomar… —Hizo una pausa y me miró—. Combínalo con la mejor bebida virgen que se te ocurra. Y yo pediré solomillo, hecho como me gusta, Kevin. —Por supuesto, Sr. Callahan. —Asintió. —¿Impresionada? —Declan preguntó mientras se llevaba el vaso con agua a los labios. —Entonces puedes pedir comida. Si me hubieras dado cinco minutos más, estoy segura de que habría pedido lo mismo. —Me encogí de hombros con indiferencia. Rio disimuladamente. —Estoy seguro de eso. Entonces, cuéntame más sobre ti, Coraline. —No hay nada más que contar. —¿Entonces estás diciendo que sé todo sobre ti ahora mismo? —Correcto. Mi nombre es Coraline Elizabeth Wilson. Soy hija única, vivo con mi tío y mi tía en Raven Hill Heights...

—Sea algo más personal —susurró mientras se inclinaba—. ¿Quién eres tú, Coraline Elizabeth Wilson? He estado tratando de resolverlo por mi cuenta, pero parece que no puedo responder esa pregunta. —¿Personal? —¿Por qué tienes miedo de divertirte conmigo? —Porque no sé cómo divertirme, Declan. No soy como tú. Necesito un hombre en el que pueda depender, no un hombre que quiera encenderme en los ascensores. —¿Por qué no puedes tener ambos? ¿Por qué no podría? Porque... —Ambos no existen. —En mi mundo, lo hace —afirmó. Negué con la cabeza. —Vivimos en el mismo mundo, Declan... —Ahí es donde te equivocas. Si bien es cierto que compartimos el mismo planeta, créeme cuando te digo que todos vivimos en mundos diferentes. La forma en que me criaron era de cuando un hombre toma a una mujer, la cuida, la protege, lucha por ella y se asegura de que se excite sin importar dónde esté. Los irlandeses me repudiarían si hiciera lo contrario. —¿Y me has tomado? —Maldita sea, quiero hacerlo, pero me estás manteniendo a distancia. Ninguno de los dos dijo nada más mientras nos devorábamos la comida. Apenas podía sostener mi tenedor recto mientras comía. —Está bueno. Eso fue todo lo que pude decir.

DECLAN

Mi chofer nos llevó de regreso a su edificio de oficinas, y durante el viaje, nuestras manos se tropezaron accidentalmente. Era como si estuvieran atraídos con imanes. Cuando el auto se detuvo, no quería que saliera. Abrió la puerta sin mirarme, pero antes de salir se detuvo. Volviéndose hacia mí, sus labios chocaron contra los míos. No estaba seguro de sí era un sueño o no, pero no la iba a dejar ir. La acerqué más a mí y sus labios se separaron para que la probara. Sus manos tiraron de mi cabello, mientras las mías ahuecaban sus pechos a través de su vestido. Cuando alcancé su cremallera, se detuvo y se apartó de mí. ¡No! —Adiós, Declan. Ahora eres mi cliente y no me follaré a mis clientes. Así que deja de tentarme —susurró, sus labios a centímetros de mí. Se movió para besarme de nuevo, pero se detuvo y se soltó de mi agarre. —¡Maldita sea! —Siseé de frustración cerró. Estaba tan duro que me dolía.

cuando

la

puerta

se

—¿A dónde? —¿Dónde piensas? ¡Casa! —Respondí mientras me inclinaba hacia atrás y cerraba los ojos. Quería tomar una ducha fría… no, quería bañarme mientras pensaba en ella antes de tomar una ducha fría. Sintiendo mi teléfono, lo agarré sin comprobar quién era. —¿Qué? —Dije irritado. —Declan. Me senté derecho al reconocer la voz de mi tío. —Sedric. Lo siento… —¿Qué te pasa últimamente? —Tomé a la mujer que estaba codiciando y ahora se queja como una niña —Liam mintió y me di cuenta de que se trataba de una conferencia cuando Neal se rio disimuladamente en respuesta. —Supéralo —dijo Sedric con seriedad. —La tengo. Ya sabes cómo le gusta presumir a Liam. —Oye… —El dueño del club —lo interrumpió Sedric, su voz severa y baja. Podía escucharlo hojeando algo. Esto era negocio. —Sí. Está en coma. Supongo que fuimos un poco duro. —Liam se rio disimuladamente. Aunque Liam había sido el que se había encargado de todo. —Está despierto y quiero que quemes su club —dijo Sedric antes de que Liam pudiera decir algo más—. Escuché que tenía un socio

comercial. Asegúrense de que tampoco pueda pararse sobre sus piernas. —Entendido. ¿Otis está hablando? —Pregunté. —Todos deben estar atentos. Una nueva pandilla está en la ciudad. Se llaman a sí mismos los Seven Blood. Perdimos mucha cocaína casi al mismo tiempo que empezaron a vender la suya. Es una combinación perfecta como la nuestra. —¿Una pandilla hizo eso? —Neal finalmente intervino. —Todos fuimos pandillas alguna vez. No son diferentes. No solo no nos respetan, sino que están mucho más organizados de lo que dejan ver. El Ram es una de sus casas. —¿Estás seguro de que no deberíamos simplemente matarlos? — Cuestionó Liam. Hubo una pausa por un momento. —Declan, pasa por el hospital esta noche y ve si puedes sacar más provecho de Otis. Si no es así, haz lo que tenga que hacer. Neal y Liam, quiero que vayan al club esta noche. Ya tengo autos para que cambien antes de irse. Colgó. —¿Alguno de los dos ha oído hablar de los Seven Blood? —Preguntó Neal. —No —respondió Liam antes de colgar a Neal. —Estoy harto de que mi estas tareas fraternales con él.

padre

me

obligue

a

realizar

—Bueno, si alguno de los dos lo jode, será su última tarea, eso es seguro.

Si había algo que Sedric Callahan no toleraba, era un error. Colgué antes de que Neal pudiera quejarse.

Capítulo 4 “No encuentras el amor, te encuentra a ti. Tiene un poco que ver con el destino, suerte y lo que está escrito en las estrellas” ~ Anais Nin~

CORALINE En el viaje en auto a casa traté de no pensar en él, pero encendí mi teléfono de todos modos esperando que me hubiera llamado u enviado un mensaje de texto a pesar de que una vez más lo había alejado. Sin embargo, en lugar de tener algo de él, tenía cuarenta llamadas pérdidas de Imani. Mierda. Apagué mi teléfono porque nunca recibía llamadas de ellos, especialmente si todavía tenían dinero en sus cuentas. En los cuatro años que estuve fuera, creo que nunca había recibido una llamada por ningún otro motivo. Ella está bien, ¿Verdad? El tío Adam estuvo en mi oficina esta mañana; hubiera dicho algo... Marcando, la llamé. —¿Dónde estás? ¡Te llamé como un millón de veces! —gritó y luego estalló en un ataque de sollozos. —Imani... —Cora. —Sollozó.

—¿Imani? ¿Estás bien? ¿Qué paso? —Otis se peleó en el club y lo golpearon muy mal y terminó en el hospital. Tuvieron que ponerlo en coma. —¡Dios mío, lo siento mucho! ¿Que necesitas que haga? —¿Puedes venir aquí? No puedo verlo sola, lo están despertando ahora. ¡¿Qué pasa si no me recuerda o algo así?! —Imani, respira, ¿De acuerdo? Está no es una película de Lifetime, te recordará. ¿En qué hospital estás? Estaré ahí. —Mercy. ¿Recuerdas cómo llegar aquí? —Sí. Estaré allí, ¿De acuerdo? No conocía muy bien a Otis, pero ¿Qué clase de monstruo lastimaría a alguien hasta el punto en que necesitara ser colocado en un coma inducido médicamente? Por el amor de Dios.

DECLAN

El hospital no estaba tan lejos y quería ir solo. Pero Sedric exigió que tuviera respaldo. Por lo general, dejaba que nuestra gente se encargara de este tipo de cosas. El hecho de que nos hubiera llamado significaba que veía a los Seven Blood como una amenaza real y que los quería fuera de su ciudad lo antes posible. Me había vestido todo de negro y ahora conducía mi motocicleta. Me agarré con fuerza mientras aceleraba por la calle, esquivando a más de dos autos antes de entrar al estacionamiento del hospital. Encontré un lugar para estacionar y me quité el casco. Eric y Patrick ya estaban aquí. Me entregaron una pistola y la miré antes de negar con la cabeza. —Los sensores están apagados —afirmó. —No. Ustedes dos portan armas. Dudo que una pistola lo asuste. Sabe que no puedo dispararle aquí. Tendré que ser más... creativo. —Me ajusté los guantes y me bajé de la motocicleta. Patrick asintió mientras nos movíamos para entrar. —Escuché que la mayoría de su equipo lo dejó anoche. Solo tiene unos pocos amigos a su alrededor en este momento. Si hay algún problema, tenemos gente aquí. Hice una pausa una vez que llegamos a su piso. —Bueno, entonces, ¿Por qué no hacemos nuevos amigos?

Una de las enfermeras de la estación trató de evitar que entrara. Eric le habló y, sin más preguntas, subimos al ascensor. Odiaba los hospitales. Me traía demasiados recuerdos, pero estaba seguro que por eso Sedric me había enviado aquí, para asegurarse de que pudiera trabajar en un lugar que odiaba y aún así mantener la cabeza despejada. Cuando abrimos la puerta, encontramos que el lugar estaba inquietantemente silencioso; todas las enfermeras deambulaban como fantasmas. —Esa —susurró Eric mientras señalaba la habitación, y seguí adelante y empujé un poco la puerta. Otis yacía en la cama con la mano enyesada, la cara hinchada y una mujer pequeña que estaba sentada a su lado llorando. Sin embargo, ninguno de los dos llamó mi atención. Fue Coraline, que estaba parada a un lado, todavía con ese maldito vestido de esta tarde, quien me sorprendió. Su boca se abrió cuando me vio y estaba seguro de que si este fuera otro lugar y en cualquier otro momento, habría compartido su asombro. Sin embargo, la ignoré y me concentré en el hombre de la cama. —Hola, Otis —dije mientras caminaba hacia los pies de su cama. —¿Ustedes dos se conocen? —La pequeña mujer que estaba a su lado se secó los ojos. —Nos hemos visto en el trabajo. ¿No es así, Otis? ¿Les importa, señoritas, si hablo con mi amigo en privado? Realmente quiero saber quién le hizo esto. —Me obligué a concentrarme en el hombre frente a mí. —Nena, ve —le susurró a la chica a su lado. Nos miró de forma extraña.

—Nena —dijo con más severidad. —Imani, vamos, consigamos algo de comer —dijo Coraline mientras se acercaba a mí, y deseé poder extender la mano y tocarla. Ignoré el impulso de mirarla mientras ella y su amiga se iban. —¿Qué quieres, Callahan? —Otis me preguntó—. ¿Romperme los huesos no fue suficiente? —¿Te estás quejando ahora mismo? ¿Debería sentirme mal por el maldito idiota que pensó que podía faltarle el respeto al nombre de mi familia? Tienes suerte de que los huesos puedan sanar. Si fuera yo, te habría quitado la lengua. —Respondí mientras agarraba la vía intravenosa y la envolvía alrededor de su cuello. —Agh… —trató de gritar, pero tiré más fuerte haciendo que me arañara las manos. —Voy a decir esto una vez. Tienes dos opciones, trabajar para nosotros o mueres por ellos. Y recuerda, si tomas la decisión equivocada, la muerte vendrá por ti en pequeñas y dolorosas dosis — siseé. Solté la intravenosa un poco, pero desperdició sus palabras. —Los Seven Blood me matarán. Lo estrangulé de nuevo y jadeó cuando su cuerpo se levantó de la cama. —Mucho antes de los Seven Blood, y mucho después de que tus lamentables pequeñas ratas se maten, nuestra familia, nuestra gente, seguirá estando aquí. Así que, nuevamente, elije sabiamente, porque mientras hablamos, tu club se está quemando hasta los cimientos.

Sus ojos se agrandaron mientras me miraba. —¿Qué deseas? —Las drogas —siseé—. ¿Dónde las conseguiste? —No… —¿Qué crees que se romperá primero, esta intravenosa o tu tráquea? —Por favor… —Habla. —Levanté su cabeza y tiré fuerte antes de permitir que la intravenosa se aflojara. —Hay un hombre. Es de México. No sé su nombre, pero lo conseguiré, lo juro. Lo conseguiré mañana cuando salga. —Estaremos en contacto. Hasta entonces, descansa. Me pregunto cómo se sentirán tener un perro herido en la casa —le dije mientras lo soltaba por completo. Tosió cuando su mano sana se acercó a su cuello. —¿Cómo estás involucrado con Coraline Wilson? Me miró enarcando una ceja, confundido. —¿Te refieres a la perra con el palo metido en el culo? No tiene nada que ver con nosotros. Solo estoy con su prima porque dijo que podía ayudarnos a limpiar parte de nuestro dinero a través del banco de su tío. —¿Los Seven Blood tienen dinero en WIB? Y aquí pensé que serías inútil —dije sin emoción, antes de patear su brazo roto. —¡¿Qué diablos?! —gritó mientras lo acunaba contra su pecho. —No te refieras a las mujeres como perras frente a mí o te mataré — me burlé mientras caminaba hacia la puerta.

Eric se quedó vigilando y manteniendo a raya a la novia de Otis. Caminando a su alrededor, me detuve frente a Coraline. —Mantente alejado de él, y si te preocupa por tu prima, asegúrate de que también se mantenga alejada. —Eso era todo lo que había planeado decirle. No podía... esto estaba demasiado cerca. No había pensado que estas dos partes de mi vida colisionarían así. Fue una llamada de atención. No era solo un chico… a pesar de que ella me hacía sentir como tal. Era un Callahan, y los Callahan eran monstruos con traje. —¿Declan? —me llamó. Y pude escuchar sus tacones mientras me seguía hacia el ascensor. —¿De qué estás hablando? ¿Qué le pasa a Otis? —Solo confía en mí… —Bueno, no. Si pasa algo, por favor dímelo. ¿Conoces al hombre que hizo esto? ¿Qué tan serio es esto? dijo cuando las puertas del ascensor se abrieron. El hombre que hizo esto fue mi primo, y el hombre que lo haría peor era yo. La deseaba. Desesperadamente, pero no podía... ¿Y si me veía haciendo algo peor o si se involucraba? ¿Y si mis mundos volvieran a chocar cuando ella estuviera cerca? —No importa, Coraline. —Suspiré mientras entraba al ascensor—. No debería haber dicho nada para empezar. —Declan, ¿Por qué eres tan frío en este momento? —Frunció el ceño, confundida—. Eres una persona totalmente diferente.

Porque ahora mismo no era yo; Era la persona que la familia necesitaba que fuera. Pero no podía decirle eso. —Coraline, me has rechazado tres veces en la última semana. No voy a seguir persiguiéndote. Hazte a un lado, ha sido un día largo. —Las puertas se cerraron, me sentí aliviado y decepcionado mientras me apoyaba contra la pared. Pero luego las puertas se volvieron a abrir, y mientras su mano permanecía en el botón, sus ojos se enfocaron en mí. Coraline, no, sigue alejándome, tienes razón, tus instintos tienen razón, te haré daño. —También me voy —mintió mientras sus pies cruzaban la línea de ascensor hacia mí. Mierda. Estaba perdido. Teniéndola tan cerca de mí en un ascensor vacío, no podía soportarlo. La agarré y la inmovilicé contra la pared. —No deberías haber abierto las puertas. —Pero lo hice. —Sus ojos marrones buscaron los míos. Mis ojos se posaron en sus labios. —Deberías mantenerte alejado de Otis. Porque tiene malos amigos. —Y yo soy el peor de todos. —¿Bien? —Todavía parecía confundida. —Si te besara ahora mismo, ¿Qué harías? —Susurré. —Te beso de vuelta. —Lo sé. Pero, ¿Qué harías después de que nos separemos? ¿Correr de nuevo? Como dije, no sabes lo que quieres y no voy a dejar que sigas jugando conmigo.

Salí del ascensor y, por alguna razón, sentí que no podía respirar, como si el hecho de que ella hubiera estado literalmente tan cerca de mí me había robado el aire de los pulmones. Le había dicho la verdad, pero también le había mentido. Yo quería seguir persiguiéndola. Pero la realidad estaba empezando a hacer efecto y la magia estaba desapareciendo. Estaba de pie junto a Otis como amiga cuando llegué pensando que tenía que terminar con su vida… había estado demasiado cerca. Salí del hospital cuando sonó mi teléfono. —Sí —murmuré sin molestarme en comprobar el identificador de llamadas. —Me mantendré alejada de Otis —susurró en el teléfono y me di la vuelta para encontrarla todavía dentro del hospital cerca de la entrada, mirándome—. No tengo novio, ni prometido ni marido. Una vez antes me rompió el corazón un playboy que hablaba dulcemente. Así que estoy un poco agotada. No quiero ser solo otra chica con la que jodes o follas. Por eso te he estado alejando, pero realmente me gustas. Aléjate, Declan. —¿Que tengo que hacer? —Dije en cambio, y fue como si mi mente y mi corazón se hubieran declarado oficialmente la guerra el uno al otro. —¿No lo sé? —¿Por qué no salimos de aquí y lo averiguamos? —Sentí que podría pensar mejor si no tuviera que preocuparme por la peor parte de mí... o tal vez estaba tratando de no pensar en absoluto. —Tú diriges, yo te seguiré. —Dio un paso hacia mí.

—No. —Negué con la cabeza mientras me acercaba a ella—. Tú eres la que diriges. Ha sido así desde el primer día. —Bueno, toma el control entonces —dijo justo en frente de mí mientras colgaba. —Será un placer.

CORALINE

—Ya puedes abrir los ojos. —¿Nos hemos detenido? —Tenía demasiado miedo de mirar, y lo apreté con más fuerza. Podía sentir su pecho moviéndose hacia arriba y hacia abajo frente a mí, y supe que se estaba riendo en silencio. Habíamos tomado su motocicleta en lugar de mi auto. Quería pelear por el asunto ya que todavía estaba usando un vestido, pero se acercó, lo subió y me aseguró que estaría bien. Afortunadamente, pude cambiarme de tacones y ponerme los zapatos planos que tenía en mi auto. Al mirar, noté que se había detenido y dónde estaba ahora era el Navy Pier. Se bajó primero y yo, tan rápida y elegantemente como pude, deslice mi pierna sobre la motocicleta, cerrándolas cuando estaban del otro lado. Sonrió mientras me ofrecía la mano.

Tomándolo, nos condujo hasta la rueda de la fortuna que iluminaba el cielo nocturno. —Declan. —Jadeé cuando se saltó la línea. —No te preocupes por eso —respondió mientras el hombre detrás de la máquina le asentía. Sentí la necesidad de saludar o disculparme con las personas que estaban en la fila, pero estaba en la cabina antes de tener la oportunidad. —Los Callahan hacen sus propias reglas, ¿Recuerdas? —dijo mientras la rueda de la fortuna se movía, permitiendo que las próximas personas que estaban en la fila subieran. —Sí, pero la gente pensará que los Callahan son unos idiotas. Se encogió de hombros. —¿Quién se preocupa de lo que las otras personas piensen? Ese es el problema del mundo, todos está tan preocupado por lo que piensa alguien que ni siquiera los conoce. Mientras tú no pienses que soy un idiota, entonces estoy bien. —¿Qué te hace pensar que no? —Me crucé de brazos. —¿Hubieras preferido venir hasta aquí y esperar en la fila durante una hora? Tenía razón y lo sabía. Estuve de acuerdo. —Correcto. No eres un idiota para mí. —Perfecto. Ahora cuéntame sobre el idiota que te rompió el corazón. Gemí mientras miraba hacia el muelle. ¿Por qué había mencionado eso? Oh, claro, estaba preocupada de que se marchara para siempre, y no quería eso.

—Coraline, dijiste que estabas agotada, pero no lo estamos todos — susurró. —Hace dos años, mientras estaba en Stanford, conocí a este jugador de baloncesto, que realmente debería haber sido la primera bandera roja. Sabía que le gustaba mucho la fiesta, pero pensé que era diferente, y que estábamos saliendo, pero resulta que solo actuaba como si estuviéramos juntos cuando estábamos solos y fue genial. Pero cuando estaba con sus amigos o en sus juegos, actuaba como si fuera una chica más que conocía. Entonces la temporada se puso realmente intensa. Sabía que otras novias se colaban en sus hoteles durante los partidos fuera de casa. Así que decidí sorprenderlo. —¿Y estaba con otra persona? —preguntó como si esta fuera la historia más común en el mundo, pero luego se sintió como si lo fuera. Sonreí. —Estaba con otras dos chicas. Me quedé allí mirando en estado de shock antes de darme la vuelta y correr. Soy una corredora en caso de que no lo hayas notado. Me persiguió una hora después, supongo que después de que terminó con ellas. Me dijo que era su chica desde hace mucho tiempo, la chica que llevaría a casa con mamá y que las otras chicas no deberían molestarme, que solo estaba jugando antes de que nos pusiéramos demasiado serios. Fue entonces cuando lo golpeé y tomé el autobús a casa. El fin. —¿Lo amaste? —Sus ojos eran suaves y me miró a la cara como si estuviera tratando de leerme. —Sí. ¿Creo que sí? No estoy segura. Creo que estaba enamorada de creer en el amor. —Así que después de eso, ¿Te apartaste de cualquier tipo de afecto? No quería profundizar tanto en mis emociones. —Dijiste que estábamos agotados, así que dime, ¿Quién te hizo daño?

Sonrió, y bajo la luz de la rueda de la fortuna, parecía pecaminoso y retorcido. —Nunca antes había estado enamorado. —Pero dijiste... —Dije que estamos todos agotados. Pero no todos están agotados para el amor, Coraline. Nunca le he dado mi corazón a nadie, lo que debería probar que hay algo malo en mí. La gente debería enamorarse y lidiar con la angustia, creo que es saludable. —Pero... —Pero no voy a forzarme a amar a nadie ni a nada. Cuando sucede, sucede. —Entonces, ¿Qué te hace estar agotado? —Mi pasado. Mi presente. Mi futuro. —A veces siento que intentas decirme algo sin decirme realmente nada. Se rio mientras se quitaba los guantes. —Me gustas, Coraline. No tengo idea de por qué, pero es así, y quiero conocerte más porque siento que está sucediendo... al menos para mí, de todos modos. Me voy de viaje en un par de días, así que ven conmigo. Y prométeme que te divertirás desde el momento en que lleguemos. —Está bien.

Capítulo 5 “Y ella estaba terriblemente consciente de que estaba viva. No solo viviendo y respirando, sino... viva” ~ Mary Balogh~

DECLAN —Me gustaría recordarte que solo conociste a esta mujer hace una semana y ya estás abandonando nuestros planes —dijo Liam por teléfono. —¿No estás en la cama con una modelo ahora mismo? —Eso no viene al caso —dijo—. No nos abandonamos por mujeres. —Honestamente, estoy cansado de verte la cara, Liam. —¿Sabes qué? Espero que te rompa el corazón en diez mil pedazos. —Estoy colgando, idiota. —Colgué antes de que pudiera responder. Me detuve frente a la oficina de cooperación WIB justo cuando ella salió vestida con una chaqueta de color crema, jeans y zapatos bajos. Me ofrecí a recogerla en casa, pero dijo que tenía un recado rápido que hacer en la oficina. —Oye —dije mientras salía de mi auto y caminaba hacia ella.

—Siento haberte hecho conducir hasta el centro. No quería tener que reprogramar esto. —No es problema. —Mantuve la puerta abierta para ella antes de regresar al asiento del conductor—. ¿Está todo bien? —Le pregunté cuando me senté. Asintió. —El WIB está votando sobre algo hoy, así que tenía que estar allí. Sin embargo, no te preocupes, tu dinero está seguro. —Me alegro de escuchar eso. ¿Es por eso negocios? ¿Por el banco de tu padre? —Pregunté.

que

estudiaste

—Sí. Solía tener tanta gente tratando de explicarme las cosas cuando era más joven, o eso o tendría que retirar mi voto. Mi padre empezó esto con sus propias manos. Yo, al menos, quería que siguiera funcionando. —Es admirable. La mayoría de la gente simplemente tomaría su parte y no se preocuparía mucho por su procedencia. —No soy la mayoría de la gente. La miré. —No, no lo eres. Sonrió mientras miraba por la ventana como la ciudad se desvanecía detrás de nosotros. Pisé el acelerador, ansioso por llegar al aeropuerto para comenzar nuestro viaje. —¿A dónde vamos? —Para relajarnos —respondí—. Libraste de compromiso tu semana, ¿Verdad? —Sí, pero sólo dijiste que me vistiera cómodamente y trajera mi pasaporte sin empacar.

Me di cuenta de que estaba nerviosa de nuevo. —¿Confías en mí? —Pregunté. —Sí. —Bueno. Estás tomando un riesgo calculado, y ahí es cuando comienza la diversión—, respondí mientras conducía hacia el avión privado. —¿Qué pasa con la ropa? —Compraremos algunos cuando lleguemos. Primera lección, Coraline, no lo pienses, solo disfrútalo —dije mientras nos deteníamos en la pista. El piloto y nuestro asistente de vuelo nos esperaban. —Cuando dije diversión, me refería a bailar y llenarnos la cara con todo tipo de comidas diferentes —susurró, mientras miraba el avión. —Vamos a hacer esas cosas, pero no en Illinois. —Bienvenido a bordo, señor Callahan —dijo el piloto. —Cuida de nosotros, Oliver. —Por supuesto. —Nos siguió adentro mientras tomábamos nuestros asientos. Los ojos de Coraline miraron cada centímetro del jet, desde las mesas de madera pulida, a las sillas de cuero marrón, al televisor que colgaba dos asientos detrás de mí. —Hay un dormitorio allí por si... te cansas. Esperé a que sus ojos volvieran a mirarme.

—¿Cuánto tiempo estaremos en el aire? —No mucho. ¿Quieres correr antes de puertas? Realmente esperaba que no lo hiciera.

que

cierre

las

Sonrió. —¿Me lo permitirías? —¿Te gustaría? —Señor Callahan. —La asistente de vuelo desvió mi atención de ella, para mi disgusto—. ¿Quieres algo una vez que estemos en el aire? Pensé por un segundo, mis ojos se desviaron hacia Coraline mientras se quitaba el abrigo. —Sí, dos tazas grandes de café, pero llénelas sólo a la mitad. —¿En serio? —Coraline se rio. —Nunca terminamos nuestra primera ronda, podríamos hacerlo ahora. —No hace nada a medias, ¿Verdad, señor Callahan? —Me miró con atención. —Cuando estoy persiguiendo algo que quiero, hago todo lo posible. La vida es demasiado corta para no hacerlo. —¿Y me quieres? —Era como si todavía estuviera tratando de asegurarse, y cada vez que preguntaba, mi convicción se hacía más fuerte. —Sí. —La deseaba y, por ahora, eso era todo lo que me importaba. —Está siendo imprudente, Sr. Callahan —susurró mientras comenzamos a rodar por la pista. Se agarró a los extremos de su

asiento, pero no apartó la mirada de mí—. Cuando llevas a una chica a una cita de una semana, es posible que ella no te deje ir. —Ese es el plan. Espero poder explorar el mundo contigo. Va a ser solo Declan + Coraline. —Ahora estoy emocionada. —Sonrió y agradeció a la asistente de vuelo mientras nos entregaban nuestras tazas de café. No podía borrar la sonrisa de mi rostro mientras la miraba. Me había sacudido la cabeza tratando de pensar en cosas que podíamos hacer. Cosas que le gustaría, pero eso no implicaba estar rodeada de demasiada gente, sin dejar de hacer mis otros trabajos. Por mucho que Liam se quejara, en realidad se había ofrecido a encargarse de todo en casa por mí, incluida la vigilancia de Otis, hasta que regresara. Dios sabía cuándo volvería a interesarme seriamente en alguien. Coraline no estaba cerca de mí por el dinero, estaba significativamente acomodada por su cuenta. No buscaba fama ni moría por mi atención. Era dulce, les dio las gracias a todos los que la rodeaban al menos dos veces y, además, era hermosa e inteligente. Si fuera irlandesa, ya la habría traído a Sedric. Teníamos una regla en nuestra familia. Todos tenían que estar casados antes de cumplir los treinta años. —¿Estás bien? —preguntó, mientras colocaba su mano sobre la mía. La miré por un momento, mi mente completamente en blanco. ¿Por qué diablos estoy actuando así? —Estoy bien. Deberías descansar ahora. Hizo una mueca y quise reírme de lo linda que se veía. —¿Qué? —Ronco y prefiero que no seas testigo de eso.

—¿Roncas como un gato o como un camionero borracho? —No todos podemos ser perfectos —murmuró, sin responder realmente a la pregunta mientras bebía su café. —Soy lo más alejado de la perfección. —Era un traficante de drogas, un asesino y cualquier otra cosa que la familia necesitaba que fuera. Mi mente gritó que no lo entendería, pero seguí adelante de todos modos.

CORALINE

—Bienvenido a México. Cancún específicamente —dijo Declan mientras tomaba mi mano. Salimos al calor y pude oler el océano en la brisa. No podía dejar de sonreír. —¿Cancún? —Sí. Ahora, comencemos —dijo, mientras bajaba las escaleras conmigo. Un Range Rover negro con vidrios polarizados nos esperaba y un mexicano mantuvo la puerta trasera abierta, pero Declan negó con la cabeza mientras tomaba las llaves y le hablaba en español. El español de Declan era tan rápido y fluido que el poco español que recordaba

de la escuela secundaria era casi inútil. El hombre asintió ante todo lo que dijo y sacó su teléfono celular. —¿Lista? —preguntó. Miré fijamente sus ojos verdes por un segundo. Quería saber qué había dicho en español, pero decidí no preguntar. Asentí y le permití abrirme la puerta. Cuando se sentó, el conductor fuera de la ventana lo saludó con la cabeza y le dio un pulgar hacia arriba. Declan puso en marcha el motor y nos alejamos del avión. Cuando llegamos a la carretera principal, estaba llena de gente, pero aún podía distinguir dos autos, uno venía al frente y el otro detrás de nosotros. —¿Seguridad? —Pregunté mirándolo. Sonrió. —Es usted inteligente, señorita Wilson. —¿Pensé que era solo Declan + Coraline? Están siendo algo obvio de que no somos solo dos personas comunes. —Somos dos extranjeros ricos, es mejor cuando es obvio, Coraline. Que molesten a nuestra seguridad mientras nos divertimos. Me moví en mi asiento mientras miraba la ciudad. No importa dónde mirara, podía ver el agua azul pura y las playas de arena blanca que estaban salpicadas de vendedores ambulantes que vendían de todo, desde trajes de baño hasta helados. Pasamos junto a una fuente donde tanto jóvenes como mayores bailaban mientras el agua se disparaba a su alrededor. Era el paraíso. —Ahora que estamos aquí ¿Me vas a decir qué vamos a hacer? — Susurré, incapaz de apartar los ojos de la vista. —Si te lo digo, podrías acobardarte.

—¡Oye! —Lo miré y me estaba observando tan intensamente que luché contra el impulso de apartar la mirada. —¿Oye qué? —preguntó, poniendo su mano sobre la mía. Me gustó cómo sus dedos me agarraron. —Soy mucho más valiente de lo que parezco. —Me alegro. —Se centró en la carretera que tenía al frente. Continuamos conduciendo en un cómodo silencio, mientras su pulgar frotaba círculos en el dorso de mi mano. Se sentía como si estuviera tratando de calmarme o consolarme, ignoraba por qué hasta que llegamos a la Sky House. Sin palabras, me volví hacia él. —Eres más valiente de lo que pareces, ¿Recuerdas? —Sonrió mientras desabrochaba mi cinturón de seguridad. No tan valiente. Estaba congelada cuando me abrió la puerta. —Confía en mí. Realmente no tenía elección. Lo seguí. —¡Bienvenido a Sky House! —Eso fue todo lo que entendí de los instructores masculinos y femeninos que nos recibieron. —Mira hacia arriba —dijo Declan, y pude sentir cada centímetro de su duro pecho detrás de mí. Al escuchar, miré hacia arriba justo cuando tres personas diminutas venían flotando o cayendo. —Segunda lección: diversión y peligro a veces son sinónimos, — susurró, sus manos sobre mis hombros—. Estaré detrás de ti todo el tiempo.

—Hagámoslo —respondí, a pesar de que mi corazón se sentía como si estuviera tratando de escapar de mi pecho y mis oídos zumbaban mientras la sangre subía a mi cabeza. No luché cuando nos hicieron pasar, nos colocaron nuestro equipo y nos llevaron al pequeño avión, con un agujero de forma rectangular en el lateral. Subiendo adentro, Declan me giró para que pudiera enfrentarlo. Me deslizó el cabello hacia atrás y me entregó una cinta para el cabello. Me tomó un segundo ponerlo en una cola de caballo. —¿Bien? —Le pregunté. —Aún no. —Levantó mi barbilla y me besó suavemente. Inclinándome hacia adelante, le devolví el beso y muy pronto se apartó. —En caso de que no lo logremos —dijo con una gran sonrisa en su rostro. Le di un golpe en el hombro mientras fruncía el ceño. —¡Vamos a lograrlo! No permitiré lo contrario. —Me alegro de saberlo. No tienes por qué estar nerviosa. Ahora date la vuelta. Cuando me di la vuelta, me ató a él. Poniéndome mis gafas, jadeé cuando sentí sus manos rozar mis pechos mientras bajaba el pestillo. —¿Estás bien? —preguntó, mientras aseguraba el cinturón que envolvía mi cintura. Asentí y aguanté mientras el avión despegaba. Miré hacia abajo una vez mientras nos nivelamos a lo que solo podía asumir que era la altura vertiginosa desde la que estábamos destinados a saltar, y giré la cabeza. —Deberías haberme besado con más pasión para despedirnos.

No respondió, pero pude sentirlo reír detrás de mí. —¿Están listos chicos? —preguntó el piloto a un lado de nosotros. —No. —Sí —dijo Declan, y nos acercamos a la puerta—. A la cuenta de cinco. Cerré los ojos y conté, —1... 2... 3... —¡Ahora! —Saltó hacia adelante, empujándome fuera del avión y llevándome con él. —¡DECLAN! —Grité cuando sentí la ráfaga de viento a nuestro alrededor. Pero no era lo suficientemente valiente para abrir los ojos. Oh Dios mío. Oh Dios mío. —¡Abre los ojos, Coraline! —¡No! —¡Coraline! Los abrí un poco y cuando vi el agua azul y la costa a cientos de pies debajo de nosotros, mis ojos se abrieron más. —¡Oh Dios mío! —Grité y luego me reí. No estaba realmente segura de qué tan fuerte estaba gritando o si eso le molestaba, pero no pude parar, no porque estuviera asustada, ¡Sino porque se sentía estimulada! No quería que terminara nunca y cuando nos acercamos al suelo y tiró del paracaídas, me sentí un poco decepcionada, pero eso no quitó nada de cómo me sentía. Declan nos

aterrizó perfectamente. Sus pies tocaron el suelo justo antes que los míos. En el momento en que pude, me di la vuelta y salté a sus brazos, besando sus labios tan fuerte como pude. Me rodeó con sus brazos mientras me levantaba del suelo. Abriendo mi boca para él, su lengua rozó la mía. Si no fuera por nuestra desesperada necesidad de aire, nunca lo hubiera dejado ir. —Gracias —dije respirando profundamente. Cómo me las había arreglado para no tener un ataque cardíaco estaba más allá de mi comprensión. —¿Vives todavía? —susurró a no más de unos centímetros de mi cara. —Puedo morir feliz. Frunció el ceño ante eso. —No, no puedes. Tengo demasiado que mostrarte. En un día, Declan Callahan había expandido mi mundo más de lo que jamás había creído posible. Me sentí como si estuviera viva, todos mis sentidos ahora estaban completamente despiertos. Me había hecho lo suficientemente valiente para saltar. Y ahora que lo había hecho, no había vuelta atrás.

DECLAN

Me paré en el porche fuera de nuestra villa de dos dormitorios con vistas a la playa. Me aseguré de que no solo le trajeran ropa, sino también a una criada personal en caso de que necesitara algo mientras estábamos aquí. Echando un vistazo a mis manos, sonreí al recordarla como saltó a mis brazos; cómo me había besado, cómo le había devuelto el beso. Era la única mujer con la que había salido desde que era un adolescente. No beso a mujeres. Permitirles besar mi cuerpo, está bien. Que se jodan, sí. Pero nunca sentí la necesidad de hacerlo más personal de lo que tenía que ser. Tal vez fue porque había visto cuando era niño cómo mis padres se besaban. Significaba algo y no quería desperdiciarlo, no quería que careciera de sentido. Liam pensó que estaba loco, pero todos teníamos nuestras líneas. Nunca decía el nombre de una mujer en la cama. Neal, antes que Olivia, nunca llevó a una mujer a otro lugar que no fuera un restaurante en la calle Cincuenta y Sexta. Ni una sola vez había tenido la tentación de traspasar mi línea y, sin embargo, desde el primer momento en que la conocí, me pregunté cómo se sentirían sus labios sobre los míos. Y ahora que lo sabía, todavía quería más. Lo estás perdiendo, Declan. —¿Declan? Dándome la vuelta, me congelé. Estaba allí de pie, con un vestido blanco de escote profundo y que también tenía una abertura hasta los muslos. Lo que significaba que podía ver sus piernas perfectamente largas y sus muslos suaves, junto con la curva de sus pechos. Estaba tratando de matarme.

—¿Con o sin zapatos? —Levantó los tacones a su lado. Negué con la cabeza. No había forma de que dejara que nadie más la viera esta noche. —La cena nos está esperando en la playa —dije suavemente, mientras caminaba hacia ella—. Estás... más allá de las palabras, Coraline. Sonrió, cruzando un pie sobre el otro mientras se acomodaba el cabello detrás de las orejas. —Gracias. Tú no te ves ni la mitad de mal. —¿Vamos? —Le ofrecí mi brazo. Uniendo nuestros brazos, la conduje hacia las escaleras y fuera de la casa. La playa habría estado completamente a oscuras si no hubiera sido por la hilera de faroles que iluminaban el camino y conducían directamente a la mesa del centro. Un camarero nos esperaba y, cuando nos acercábamos, sacó su silla y la sentó. —Vaya —susurró, mirando a las estrellas sobre nosotros. —¿Te gusta? —Estoy un poco más allá como ahora. Bien. —Te gustan los mariscos, ¿Verdad? —Me encanta los mariscos. Nuestro camarero hizo un gesto a los servidores que trajeron nuestros platos en bandejas de plata. —Cola de langosta a la plancha con cebollino y ñoquis de ricotta. —Le presentó el plato y ella sonrió hermosamente.

Era una sonrisa que egoístamente quería guardar para mí, pero en cambio, le agradecí al hombre mientras colocaba mi comida al frente. —¿Qué le gustaría beber, señor? —preguntó. —Dos cócteles mojito de granada —dije, asintió y se alejó. Finalmente me volví hacia ella y le pregunté— ¿Por qué no bebes? —No es que no beba, es más que no me gusta el sabor del alcohol. — Tomó un trozo de carne de la cola de langosta. —¿No te gusta el alcohol? —Sé que es extraño. En la escuela, había una lotería a favor de quién podía prepararme una bebida que realmente pudiera disfrutar. Pero al menos puedo decir que recordé todo lo que pasó mientras estaba en la universidad. —Rio para sí misma. —Eres la eterna optimista, ¿No? —Me gustó eso de ella. Asintió. —Estoy en la playa de Cancún, comiendo lo que estoy segura que es la mejor langosta de la ciudad, con un chico sexy que ha hecho de mí, su misión personal hacerme divertir. ¿Cómo no ser optimista sobre la vida? Me incliné. —¿Crees que soy sexy? Estaba tratando de bajar el tono. —Bueno, fallaste trágicamente —respondió mientras tomaba otro bocado. —Al menos no soy el único —le dije, mientras mis ojos bajaban por su cuello—. No podía pensar en una palabra antes, pero creo que el pecado funciona ahora. —Eso es exactamente lo que estaba buscando.

Nuestras miradas se encontraron de nuevo, y si no fuera por el camarero que trajo nuestras bebidas, podría haber interrumpido la cena. Tome mi vaso de agua helada y bebí profundamente con la esperanza de que me enfriara lo suficiente como para llegar al final de la cena. Cuando su pie rozó mi pierna, salté un poco y quise golpearme y reírme de mí mismo. —Lo siento, mis piernas son largas —dijo. Ya me había dado cuenta. —Está bien. No lo estaba. En este momento, estaba a dos segundos de limpiar la mesa y tenerla a ella para la cena en su lugar. —No pareces estar bien —dijo, y una vez más su pie rozó mi pierna. Esta vez me incliné y lo agarré. —¿Me estás tentando, Coraline? —Pregunté mientras mi mirada se enfocaba en la curva de su labio. Me sonrió a la luz de las velas. —No tengo idea. Estoy siguiendo tu ejemplo ahora, ¿Recuerdas? Lo que suceda después depende de ti. —Tomó otro pequeño bocado. Solté su pie, me levante y caminé hacia ella. Sacando su silla, limpié la comida de la mesa. —¿Qué estás haciendo? —Dirigir —dije antes de hacer lo que debería haber hecho cuando la vi por primera vez. La besé con fuerza mientras su cuerpo se amoldaba al mío. Mi mano se deslizó por debajo de la raja de su maldito vestido y ahuequé su trasero. Nuestras lenguas se rozaron, permitiéndome saborear la

dulzura de su boca húmeda. Chocamos contra la mesa, obligándola a soltarme. —Ahh... —Gimió en mi boca mientras mi mano se movía de su trasero para tomar el cálido espacio entre sus muslos. —Declan... —Jadeó cuando nuestros labios se separaron y dos de mis dedos se deslizaron en su interior. Cerró los ojos y abrió la boca—. Gente mirando. —Ellos darán la espalda. —Mordí su cuello suavemente… la gente iba a tener que darse la vuelta porque no había forma de que pudiera regresar a la villa. Mi polla estaba tan dura que estaba lista para hacer un agujero en mis pantalones. Pero su placer venía antes que el mío. Dejándome caer de rodillas en la arena, mis dedos no se detuvieron y mi lengua se unió a ellos mientras lamía, chupaba y saboreaba cada centímetro de ella. —¡Declan! —Agarró mi cabello con una mano, la mesa detrás de ella con la otra. Ignorándola, levanté su pierna sobre mis hombros. Disfruté de los sonidos que salían de sus labios mientras se mezclaban con mi nombre. Gritó una y otra vez, mientras la follaba con la lengua, mis dedos empujaban cada vez más rápido. Estaba tan mojada por mí... solo por mí. Sus piernas temblaban a mi lado, pero no me detuve, no podía, incluso si quisiera. —Oh... sí... ¡Declan! —gimió, montando su orgasmo contra mis labios. Era música para mis oídos.

CORALINE

Se lamió los labios justo en frente de mí mientras jadeaba por aire. Mi pecho subía y bajaba, mis piernas todavía estaban abiertas cuando él se interpuso entre ambas. Me besó, permitiéndome saborearme en sus labios. —No quiero solo follarte esta vez —susurró cuando se separó y apoyó su frente contra la mía. Tiré de sus pantalones y su pene me saludó en el momento en que estuvo libre. —Lástima, eso es lo que quería. —Lo acaricié... estaba grueso, duro y caliente. Se sacudió en mi mano. —¿Puedes decir cuánto te deseo? Asintiendo, apreté. Gimió mientras me besaba de nuevo, esta vez suavemente. —Hay condones en la habitación. —Estoy tomando la píldora. —Gracias a Dios. —Rozó la punta de su polla contra mí, burlándose, pero torturándonos a los dos. Su cara no estaba a más de unos centímetros de la mía… se aferró a mi muslo con fuerza, y con un fuerte empujón hacia adelante estaba dentro de mí y envolví los brazos alrededor de su cuello mientras me preparaba. —Joder —siseó—. Estás tan apretada.

Mi espalda se arqueó y me levantó mientras se estrellaba contra mí más y más fuerte. —Dios. Por favor, no pares. Por favor. No lo hizo. Su boca se abrió y me tomó salvajemente. Disfruté de la mirada desenfrenada en su rostro. Dejándome de nuevo en la parte superior de la mesa, abrió más mis piernas y empujó hacia adelante con tanta fuerza que tuve que agarrar mis propios pechos para mantenerlos quietos. —¡Declan! ¡Sí! —Grité sin importarme quién me escuchara. —No tienes... ni idea... de lo mucho que... quería estar... en ti de nuevo —me dijo entre embestidas—. Cuánto... mi polla... extrañaba tu coño. Si no lo sabía antes, ciertamente se estaba asegurando de que lo supiera. Envolvió mis piernas alrededor de su cintura y levantó mis manos por encima de mi cabeza con una de sus manos, mientras que la otra abrió el escote de mi vestido y me bajó el bassier. Me aferré a él cuando me encontraba con cada una de sus embestidas. Tomó uno de mis pezones entre sus dientes mientras me follaba. —Oh... —Gemí mientras mis ojos se cerraban. Mi cuerpo tarareó cuando lamió alrededor una vez más y luego mordió con fuerza. —Declan... ¡Ah! —Levantó una de mis piernas sobre su hombro, y esta vez cuando me embistió, me corrí mientras gritaba su nombre. —Joder —gruñó sin detenerse mientras me abrazaba. Lo besé y disfruté de lo dulce que sabía. Sus manos se movieron una vez más mientras agarraba mi trasero. —Más fuerte, Declan —susurré, y lo hizo—. ¡Fóllame, Declan!

—¡Jesús, Cora! —siseó mirando hacia abajo mientras su respiración se tambaleaba. —Córrete dentro de mí, Declan... Mordiéndome el labio traté de calmarme. Pero no podía, sus labios estaban por todas partes, y podía sentirlo todo dentro de mí, empujando, más fuerte… más fuerte… más fuerte. Sabía que no iba a poder caminar derecha cuando saliera el sol, pero estaba bien con eso si significaba que podía tener todo esto. —Dios, eres tan hermosa —susurró. No podía hablar, cada vez que lo intentaba, un gemido brotaba de mis labios. Me besó profundamente, mientras mantenía mis manos sobre su pecho. —¡Declan! —Grité de nuevo. —¡Cora! —Gruñó, su cuerpo temblaba mientras se corría. Podría vivir cien años y sabía que nunca me cansaría de escucharlo decir mi nombre.

DECLAN

En el tiempo que nos llevó recuperarnos de nuestra escapada a la playa y entrar, ya estaba listo para llevarla de nuevo. No sabía qué me pasaba. Quería follarla hasta que saliera el sol, y escucharla mientras gritaba mi nombre con placer. Dios mío, gritaba y eso me ponía muy duro. Y pensar que este era solo el primer día. ¿Cómo pasaría entre la semana? Podía sentirme atraído más y más profundamente. Me sentía como cualquier otro ser humano cuando estaba cerca de ella. —Voy a darme una ducha rápida. —Besó mi mejilla y le di una palmada en el trasero. —Adelante. Es el único descanso que obtendrás de mí. —Lo dije como una broma, pero cuanto más lo pensaba, más parecía ser la verdad. Se dio la vuelta hacia mí y le bajé el vestido. Lo dejó caer al suelo justo a mis pies, y en segundos, su ropa interior se unió a su vestido en el suelo. La luz de la luna besó cada parte de su suave piel. Mi polla se endureció y sonrió cuando se dio cuenta. Realmente iba a matarme. —Coraline. —No estaba seguro de lo que iba a decir a continuación. —¿Si? —Ve rápido al baño. —No. —Sacudió su cabeza. Joder. Dio un paso adelante y puso su mano sobre mi pecho. —No sé qué me has hecho, Declan. Solía pensar que era bastante dulce e inocente.

—¿Y entonces? —Tragué saliva mientras trataba de concentrarme únicamente en sus ojos, pero era peor que mirar su cuerpo. —Y luego te conocí y me convertí en esta... mujer abiertamente sexual. Pienso en cómo te quiero dentro de mí casi todos los días ahora. En ese ascensor, deseaba... Dios, deseaba que me empujaras contra la pared y te enterraras dentro de mí. Quería probarte en mi lengua… sentirte en mis manos. Estoy en llamas cada vez que estás cerca y no tengo ni idea de cómo detenerme. —Bien —susurré. Si iba a ser honesta, yo también lo sería—. Quiero dominar cada parte de tu cuerpo, Coraline. Tengo tantas preguntas que quiero hacer. ¿Qué tan profundo puede perderse mi polla en ti? ¿Cuántas veces puedo hacerte venir una noche? ¿Qué tan fuerte puedes llegar? ¿Qué tan duro lo quieres? ¿Qué tan lejos quieres llegar? Quiero que te enciendas todo el tiempo porque te necesito en todo momento. Me besó y supe que iba a ser una noche larga.

Ringggg. Ringggg. Ringggg. Soltándola, me di la vuelta y alcancé mi teléfono.

Mierda. Me olvide de llamar a Sedric cuando aterricé. Me levanté de la cama, agarré mis bóxers y salí, asegurándome de cerrar la puerta detrás de mí para no despertar a Coraline. Sonreí cuando automáticamente me buscaba el espacio vacío en la cama. Ringggg. —¡Sedric! —Dije rápidamente. —Hijo. Aunque en realidad solo era su sobrino, Sedric siempre me llamaba hijo sin importar nada. Tenía nueve años cuando asesinaron a mis padres, y él me acogió. Todavía recuerdo estar en el auto, con el cuerpo de mi madre desplomado y protegiéndome cuando las balas rompieron las ventanas. Sedric me llevó a casa, me desnudó y me lavó la sangre. Habían pasado dieciocho años desde que perdí a mis padres, y la única razón por la que no lo llamé padre fue porque no quería dejar ir a mis padres y él lo entendía. —¿Disfrutando de tus vacaciones? —me preguntó sin emoción. —No son realmente unas vacaciones, ¿Verdad? —Me alegro de no tener que recordártelo. La mujer con la que estás no va a ser una distracción, ¿Verdad? El teléfono sonó cuatro veces antes de que respondieras y no me llamaste cuando aterrizaste. —No señor, solo nos estamos divirtiendo. Hizo una pausa por un momento antes de hablar. —Nunca has llevado a una mujer más allá de una habitación de hotel, Declan, y mucho menos fuera del país.

—Sedric, no significa nada. ¿Qué necesitas que haga? —El proveedor que abastece a los Seven Blood. Su nombre es Emilio Guerra, nombre de la calle, Slasher. Envié respaldo, en caso de que lo necesite, pero no espero que lo requieras. ¿Lo entiendes? Lo que significa que no quería que nadie supiera que éramos nosotros. —Sí. Llamaré una vez que esté hecho. —Ten cuidado, hijo. —Colgó sin esperar a que respondiera. Como siempre. Respiré hondo y me volví para a entrar. Fue solo cuando entré a nuestra habitación una vez más que me di cuenta de que no había estado exagerando. Realmente roncaba… fuerte. Pero se veía linda. Me acerqué y la cubrí con la manta ya que el aire acondicionado estaba encendido. Tomando mi laptop y mis audífonos, me senté al lado de la luz tenue y busqué a Emilio. Necesitaba alejarme mientras ella dormía en algún momento de esta semana para ocuparme del trabajo. También necesitaba enviar pruebas a Sedric. Me tomaría la palabra, pero quería que supiera que podía estar con ella y, al mismo tiempo, asegurarme de que el trabajo familiar estuviera siendo atendido.

Capítulo 6 "Vamos a dar un paseo. Puedes mostrarme algunos de tus recuerdos y yo te mostraré algunos de los míos" ~ Adam Berlín ~

DECLAN Era mediodía de nuestro tercer día en Cancún, y ella me tomó del brazo mientras caminábamos descalzos por la playa. De alguna manera nos encontramos en medio de nuestra versión de veinte preguntas. —¿Cuál es el mejor regalo que has recibido? —me preguntó. Lo pensé por un momento. —Tendría que decir que la computadora Microsoft averiada que me dieron cuando tenía once años. —¿Qué? —Sí. Liam había roto el suyo, pero se movió en una carrera, lo llevó a mi habitación y me suplicó que lo arreglara antes de que su padre se enterara. Pensé que estaba loco, pero me dijo que era bueno con la tecnología y prometió hacer mis tareas durante una semana. —¿Hiciste las tareas del hogar? ¿No tenían doncellas o algo así? — Sonaba tan asombrada. —Si lo hicimos. Sedric, mi tío, dijo que no quería vagos por hijos y que nuestras futuras esposas lo culparían por no habernos criado

bien. Así que el servicios del piso fueron instruidas para limpiar en todas partes menos en nuestras habitaciones. Lavamos nuestra propia ropa, limpiábamos nuestras propias habitaciones e incluso tuvimos que usar la escalera para lavar las ventanas por fuera. Como Neal era el mayor, por lo general subía y lo hacía mientras Liam y yo sosteníamos la parte inferior de las escaleras. Nunca olvidaré cuando Liam exigió que le pagaran por todo ese trabajo. Sedric hizo sacar todo de su habitación y exigió que Liam pagara por todo para recuperarlo, más un extra por su “dolor y sufrimiento”. Se rio abiertamente y las lágrimas se acumularon en el rabillo de sus ojos. —Oh Dios, ¿Qué hizo? —Liam es testarudo. Se negó a admitir que estaba equivocado. Entonces, en cambio, robó los palos de golf de Sedric y su billetera, los retuvo para pedir rescate. Liam recuperó sus cosas, pero no antes de recibir algunos latigazos en el trasero. Así que no estoy seguro de si fue una victoria o no. —¿Qué pasó con la computadora? ¿Lo arreglaste? —preguntó, recordándome cómo habíamos llegado a este tema para empezar. —Sí, lo arreglé, pero no antes de que Sedric llegara a casa y se enterara. Hizo que Liam corriera quince vueltas alrededor de la casa y yo tuve que correr el doble por ser cómplice. Pero fue una experiencia que valió la pena, después de todo, así es como descubrí que quería estudiar programación informática. Cuando la miré, me sonreía tan alegremente que casi me sentí avergonzado. Besé su frente y miré hacia atrás para ver el océano. Parecía que podía continuar por kilómetros. —Próxima pregunta… —Oh no. Me has hecho como cinco preguntas. Ahora es mi turno.

—Correcto. Pregunta. Asentí mientras trataba de pensar en una pregunta que la haría hablar tanto como a mí. —Sé que te especializaste en negocios, pero ¿Cuál era tu materia favorita en la universidad? ¿Y por qué? —Agregué la parte del por qué en caso de que decidiera darme una respuesta de una sola palabra. —Literatura. Me habría especializado en eso, pero me conformé con mi especialidad. —Pensó por un momento—. Supongo que la respuesta al “por qué” sería porque son como mini vacaciones. Puedo ir a cualquier parte y ser cualquier persona con solo abrir un libro. Siempre es muy emocionante cuando empiezo y muy triste cuando termina. —¿Cuál es tu libro favorito? —Es como preguntarme cuál es mi estrella favorita en el cielo, es imposible responder. Cambia de un día para otro. Pero a partir de hoy, es PS, I Love You de Cecelia Ahern. Y ahora que lo pienso, el personaje principal, Garry, ¡Es irlandés! —Sonrió y me reí. —¿Qué puedo decir, amor? Hemos estado en la fantasía de todos desde desde el principios de los tiempos —dije con acento y vi cómo su sonrisa se ensanchaba aún más. Me encanta verla sonreír. —Definitivamente me leerás más tarde —dijo mientras asentía para sí misma. —¿Trajiste el libro contigo? —Sí. Regla número tres del nerd de libros: nunca jamás, deje un libro sin terminar en casa. Es tan linda.

Tomando un descanso de nuestra caminata, nos sentamos en la arena justo en la orilla, mientras la marea traía el agua debajo de nuestros dedos de los pies. —Está bien, la siguiente pregunta... —No. Ahora es mi turno. —¿Qué? Asintió con aire de suficiencia. —¿Ves? Pasa rápido. —Adelante. Se dio unos golpecitos con el dedo en la barbilla y rodé los ojos mientras tocaba el reloj con la mano. —Cuando eras más joven, ¿Qué querías ser de mayor? Sin pensarlo respondí. —Lo que sea que mi familia necesitaba que fuera. Inclinó la cabeza confundida y deseé haber dicho un médico o algo genérico... pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. —¿Nunca quisiste ser algo para ti? No estaba seguro de cómo responder a esto, pero no quería mentir. —Los irlandeses somos diferentes —respondí—. Se trata del clan, el grupo colectivo. Cuando los irlandeses llegaron por primera vez a Chicago, al igual que a Boston, nos trataron como a perros. Me atrevería a decir que solo un paso por arriba de cómo se trataba a los afroamericanos en el norte en ese momento. No teníamos a nadie a quien acudir, así que nos apoyamos el uno al otro. Las personas tendrían cenas colectivas para la comunidad si pudieran permitírselo,

o compartirían mantas o herramientas si pudieran prescindir de ellas. Tu trabajo era apoyar a tu hermano. Fue la forma en que se crió Sedric, y es la forma en que nos crió a nosotros. Es por eso que todos los años celebramos una fiesta de Acción de Gracias y Navidad en los barrios irlandeses. Y también el por qué tenemos fondos de emergencia si la gente realmente los necesita. Lo mejor es la capacidad del vecindario para controlarse así mismo. Si alguien se entera de que va más allá de lo que realmente necesita, se quedará sin comunidad. —Además, a cambio de todo eso, obtuvimos su lealtad inquebrantable. —Vaya —dijo en voz baja mientras se colocaba el cabello detrás de la oreja—. Es tan asombroso que todos se cuiden así. Es como una gran familia. —Esa es la forma en que lo vemos. Evelyn, mi tía, siempre se asegura de que cenamos juntos todas las noches para que la familia interior se mantenga conectada. Honestamente, a veces parece que nunca podré escapar. Todo el mundo sabe todo sobre ti. Cuando era niño, si perdía un diente, podía entrar a la oficina de Sedric y estaría rodeado de familiares que ni siquiera conocía, y todos me felicitaban y me advertían que no tuviera caries en mis dientes permanentes. Solía molestarme mucho cuando era un niño, pero ahora estoy acostumbrado. Frunció el ceño mientras sus ojos se volvían vidriosos. —Estoy celosa. —¿Qué? Asintió. —Mis padres murieron cuando tenía doce años, y durante las primeras dos semanas, todo el mundo estaba rondando a mi alrededor, así que no me di cuenta hasta que todos volvieron a sus vidas y me quedé sola. Tenía a mi tía y mi tío junto con mi prima. Pero no fue lo mismo. Mi madre solo pudo tenerme a mí, así que ella y mi padre básicamente me asfixiaron con afecto hasta la muerte. Fueron a Grecia para una segunda luna de miel y les dije que estaría bien. Pero todavía llamaban dos veces al día todos los días mientras

estaban fuera. Y el día que regresaron, llegaron a las tres de la mañana y mi madre corrió a mi habitación y saltó a mi cama. Disfruté viendo cómo hablaba mientras sus manos gesticulaban y su rostro resplandecía de alegría. —Me sacudió. —Extendió la mano como si estuviera sacudiendo a alguien en la cama—. Todo el tiempo diciendo “Cora, despierta, nos mudamos a Grecia”. —Se rio y negó con la cabeza—. Mi padre entró detrás de ella y le dijo que se callara y me dejara en paz. Pero lo ignoró y siguió sacudiéndome. “Nos mudamos a Grecia, Cora. ¡Emociónate!” dijo de nuevo, y mi padre seguía negándolo. Estaba tan cansada que enterré la cabeza bajo las sábanas. Mi mamá me abrazó de todos modos, todavía ignorando a mi papá. Habló de lo azul que era el agua, de las arenas blancas y de lo excelente que era la comida. Habló mucho sobre la comida. Mi papá dijo que iríamos cuando llegara el verano, pero murieron en un incendio una semana después. Respiró hondo y se mordió los labios. —En realidad, mi padre murió en el incendio, mientras intentaba sacar a mi madre. Mi tía y mi tío nos despertaron a mí y a mi prima de nuestra pijamada y nos llevaron a la casa. Llegamos justo cuando la sacaban y estaba tan quemada que al principio ni siquiera la reconocí. Pasó rodando sobre la camilla a mi lado y sus ojos se posaron en los míos mientras se acercaba. En lugar de ir hacia ella, me encogí de miedo y grité. Esa mujer parecía un monstruo, no mi madre. Y cuando me llevaron al hospital, me negué a verla. Murió poco después, y hasta el día de hoy todavía siento que la decepcioné. —Tenías doce, Cora. —Tomé su mano. Sonrió con tristeza y asintió. —Sí. Lo sé, pero no cambia la forma en que me siento. Si tuviera otra oportunidad, habría corrido hacia ella en lugar de gritar. Si tan solo hubiera sabido...

—Es imposible saberlo. No es justo estar enojado contigo misma. Por lo que has dicho, te amaba mucho. Dudo que quiera que te castigues por eso. —Por alguna razón, todas las palabras que salían de mi boca se sentían como las palabras que Sedric me había dicho a menudo después de que perdí a mis padres. —Lo sé. Por eso se sintió tan horrible cuando todos se fueron después del funeral. Todo estaba en silencio y no tenía a quién acudir, así que comencé a fijarme metas. Me atrapó de un día para otro. Entonces estoy celosa de ti, Declan. Desearía que nadie me fuera dejado en paz y que al menos alguien supiera cuando tuve caries. —Sonrió con tristeza. Nunca me había considerado afortunado después de perder a mis padres. Nunca quise ser una carga para nadie. Pero pensé en cómo la gente siempre estaba a mi alrededor mientras crecía. Nunca podría estar triste hasta estar solo por la noche, porque ahí es cuando podía estar libre para pensar. Nunca había estado agradecido por esa distracción del dolor hasta que la conocí. —¿Puedo hacerte otra pregunta? —le dije. Asintió rápidamente. —Por favor, antes de que arruine esto con una conversación morbosa. ¿Qué harás por el resto de tu vida? —¿Qué estás buscando, Coraline? ¿En mí, en un hombre, en alguien? Hizo una pausa. —No lo sé, pero a medida que pasan los días, lo estoy encontrando.

CORALINE

La forma en que me sostuvo en sus brazos mientras veíamos la puesta de sol en la playa… me hizo sentir en paz. Relajada. Por primera vez en mi vida, no me importaba nada más. No sentía la necesidad de planificar el día o preocuparme por el mañana, y deseaba que este momento viviera hasta el infinito. —Coraline —susurró mientras la luz del sol se deslizaba por debajo de la superficie del mar. —¿Si? —Si alguna vez te sientes sola, llámame… estaré allí de la forma que necesites. Lo juro. Y le creí.

Capítulo 7 “Cuando trabajaba, trabajaba de verdad. Pero cuando jugaba, realmente jugaba" ~ Dr. Seuss ~

CORALINE El primer día hicimos paracaidismo. El segundo día fue bungee jumping y tirolesa. El tercero fue un día cultural maya para darle un respiro al temerario que hay en mí. Alquiló un helicóptero y lo llevó él mismo al Templo de Kukulcán. El cuarto día hablamos y caminamos por la playa. Y ahora, al quinto día, una vez más estaba tratando de matarme. —¡¿Nadar con tiburones?! Declan —le dije mientras me ponía el tanque de oxígeno en la espalda y me pasaba la boquilla—, sabes que esta es la razón por la que las mujeres tienden a vivir más que los hombres, ¿Verdad? —Pensé que era porque comían toda esa basura de granos integrales, sin gluten y sin grasa, ¡Que de todos modos podría no ser comida! — bromeó mientras negaba con la cabeza y se abrochaba el traje de neopreno.

—¿Supongo que es un punto delicado para ti? —Mi primo, Neal, su esposa es libre cuando se trata de su comida. Metió a mi tía en su locura por la salud el mes pasado. Así que todos nos vimos obligados a comer a escondida o simplemente salir a comer. —Lo había dicho de manera tan casual que no debió haberlo notado, pero yo sí. Había empezado a hablar de su familia. —Prefiero toda la grasa en mi comida. Siempre imagino que puedo solucionarlo más tarde. Preferiblemente antes de convertirme en comida para tiburones. —Señalé la jaula de acero que colgaba de la esquina de su yate y al equipo que tenía trabajando en ella. —Todo el mundo sabe que a los tiburones no les gusta el chocolate, estarás bien. Lo miré por un segundo antes de estallar en un ataque de risa. —¿Está científicamente probado? —Bueno, estamos a punto de averiguarlo. —Me tomó de la mano mientras el equipo sumergía la jaula en el agua. —Espera —dije, mientras soltaba su mano y agarraba mi gorro de baño. No había forma de que tuviera tiempo de arreglar mi cabello si el agua lo arruinaba. Lo coloqué lo mejor que pude y me volví para encontrarlo mirándome con la ceja levantada. —Me veo tan sexy ahora, ¿No? —Posé para él. Una sonrisa se extendió por su rostro mientras me acercaba. Se aferró a mi mano justo antes de saltar al agua. Deslizando las gafas sobre mis ojos, se aseguró de que mi oxígeno estuviera seguro y funcionando antes de probar el suyo. Le dio un pulgar hacia arriba al equipo que

estaba encima de nosotros y una vez que bajamos la jaula, me aferré a él para salvar mi vida. Las luces se encendieron y respiré tranquilamente como me había indicado. Cuando miré hacia arriba, pude ver el fondo del bote a unos pocos metros por encima de nosotros, y solo tomó un segundo antes de que no uno o dos, pero si un montón de tiburones salió de la nada y comenzó a rodearnos. Fue como un espectáculo de terror. Miré a Declan y me estaba mirando de cerca, solo permitiendo que su mano derecha flotara fuera de la jaula y tocaba sutilmente la parte superior de uno de los tiburones. Tomó mi mano y lentamente la sacó de los barrotes también. Con su mano sobre la mía, también pude tocar a los tiburones. Cinco días después de nuestro viaje y no podía dejar de sonreír. ¿Había algo que no pudiera hacer? Sacó la cámara y me colocó frente a uno de los tiburones. No estaba segura de qué más hacer, así que lancé un signo de paz a la lente. Tomó la foto mientras me miraba negando con la cabeza. Nadé hacia él y envolví mis brazos alrededor de su cuello mientras extendía su brazo para poder tomar uno foto juntos. Envolvió su mano alrededor de mi cintura y me levantó más alto para que nuestras caras estuvieran una al lado de la otra antes de tomar la foto. Nos quedamos ahí abajo solo unos minutos antes de que la jaula comenzara a subir. Cuando salimos a la superficie, me quité las gafas. —¿Le tienes miedo a algo? —Pregunté mientras me limpiaba la cara. —¿Qué? —Se quitó la máscara y se sacudió el agua del cabello antes de pasar las manos por él.

—Te pregunté si tenías miedo de algo. Porque desde donde estoy parada, eres demasiado bueno para ser verdad, Declan Callahan. —Sí. Soy bastante perfecto. Qué puedo decir —dijo mientras me ayudaba a subir al yate. Cuando subí a bordo, me quité la gorra y me volví hacia él. Se bajó la cremallera de su traje de neopreno y no pude apartar los ojos de sus abdominales mientras el agua y la luz del sol se reflejaban en su firme superficie. Mi mirada siguió la gota de agua que lentamente se movía por su pecho antes de desaparecer en... —¿Te gusta lo que ves? —preguntó cuando me encontré con sus ojos verdes de nuevo. Me encogí de hombros. —Estás bien, supongo. —¿En serio? Está bien entonces. —Asintió y ya estaba acostumbrado a esa mirada. —Declan... Era muy tarde. Me levantó y me arrojó sobre su hombro, llevándonos a ambos escaleras arriba y al piso superior. —Acabamos de salir del océano. ¡Necesito ducharme! —Dije, sabiendo que eso no lo detendría. —Está bien. —Me condujo a su baño privado, que estaba decorado en tonos de marrones, cálidos y dorados, todos compensados y acentuados por una alfombra blanca brillante en el suelo. Me dejó sobre la alfombra exuberante y abrió la ducha. Mirándome de nuevo, bajó la cremallera de mi traje mucho más lento de lo necesario. Cuando la cremallera estuvo completamente baja, me quitó el traje del hombro y se inclinó para besar ligeramente mi piel. Luego se puso a trabajar en la parte superior de mi bikini. Traté de atraparlo cuando cayó, pero me agarró de las manos y negó con la cabeza. Aferrándose a mis brazos, los levantó por encima de mi

cabeza y luego agarró mi traje, que todavía se aferraba a mi cintura. Tiró de él por mis nalgas hasta el suelo con un movimiento suave. Rápidamente también se quitó el traje por completo y, para mi deleite, descubrí que su polla ya estaba hinchada, dura y temblando de emoción. —¿Qué sigue? —Le pregunté, todavía un poco avergonzada de estar desnuda. Sin embargo, cada vez que me miraba fijamente, como si fuera la única persona en el mundo, me sentía hermosa… incluso sexy. —Te follo —dijo mientras agarraba mis pechos y su pulgar rozaba mis pezones—. Te follo hasta que no puedas pararte derecha. —Oh… Ni siquiera me dejó decir una palabra antes de que sus labios estuvieran sobre los míos. Sus manos agarraron mis muslos, me levantó a su alrededor y caminó hacia la ducha. Mis manos fueron alrededor de su cuello y me estremecí cuando sentí no solo el agua tibia derramarse sobre nosotros sino también el frío cristal de la ducha cuando me presionó contra él. Besó un lado de mi mandíbula y bajó por mi cuello. Su agarre en mis muslos se aflojó hasta que mis pies estuvieron en el suelo cerca de él. Luego, me dio la vuelta para que mis pechos se presionaran contra el cristal y se presionara contra mi espalda. Sus manos estaban a ambos lados de mi cabeza mientras se preparaba. No podíamos tener suficiente el uno del otro.

DECLAN

Era egoísta. Pero eso ya lo sabía. Simplemente no me di cuenta de lo egoísta que era realmente hasta que la conocí. Quería todo de ella y, por Dios, iba a tenerla un empujón a la vez. —Declan... —Gimió cuando la penetré lentamente por detrás, mientras mi mano se deslizaba hacia sus pechos, donde pellizqué y tiré de sus pezones. Nuestros días se dividieron entre ella explorando el mundo y yo explorando su cuerpo de todas las jodidas formas humanamente posibles. Quería que su cuerpo solo me conociera a mí... que se ajustara solo a mí. —Joder —siseé mientras la sostenía. Me retiré casi todo el camino antes de... ZAS. —¡Ahh! —Se estremeció, completamente inconsciente de lo sensual que se veía con los ojos cerrados, la boca ligeramente entreabierta, mientras el agua goteaba por su rostro y espalda. Liberando sus pechos, mis dedos se deslizaron por su cuello mientras la sujetaba y me enterraba en su interior. ZAS.

—Abre tus ojos. —Mordí su oreja. No me escuchó, mientras las olas de placer envolvían su cuerpo. Un placer que hizo que sus dedos de los pies se doblaran, su boca se hiciera agua y sus ojos se volvieran hacia atrás. Placer que le había dado. —Coraline —dije suavemente. Mi mano frotó su trasero mientras la inclinaba aún más. ZAS. —Ahora. Sus ojos marrones se abrieron lentamente y su respiración pesada hizo que sus senos subieran y bajaran. —Buena niña. ZAS. —Declan. Saboreé cada uno de sus gemidos mientras besaba su oreja. —¿Cuántas veces quieres correrte, Coraline? ZAS. Empuje más profundo. —¿Uno? ZAS. Más fuerte. —¿Dos? —Mierda. —Se inclinó hacia atrás y agarró mi cabello.

ZAS. Me moví más rápido. —Eso no es una respuesta. —¡Declan! Sonreí. —Eso es una respuesta. Ya estaba al borde, pero no me detendría hasta que se corriera al menos dos veces. Saliendo de ella, le di la vuelta, la levanté y la embestí sin compasión. —¡Jesús! —Su boca se abrió. —No tiene nada que ver con esto. —Mordí su labio inferior con fuerza, y cuando lo solté, me devolvió el beso y su lengua rozó y se movió sobre la mía. Puso sus manos sobre mis hombros para equilibrarse. —¿Te escuchas a ti misma? Así es como suena una follada increíble —susurré mientras mi cara se cernía sobre la de ella, y mi polla se estrelló contra su coño mojado con tanta fuerza que me sorprendió que el cristal no se rompiera bajo la fuerza de mi embestida. —¡Sí! —gritó mientras sus uñas se clavaban en mí—. ¡Por favor, no pares! —Mía, —gruñí—. Tú eres mía. —Tuya —repitió mientras igualaba cada estocada. —¿Qué fue eso? —¡Tuya! ¡Soy tuya! ¡Sí! —gritó y se agarró los pechos cuando se corrió por segunda vez.

Su voz, su cuerpo, me volvía jodidamente loco. Abrazándola cerca de mí, la besé con fuerza contra el cristal, mientras empujaba hacia adelante una vez más, luego la mantuve quieta mientras me corría. —Dios, Cora —jadeé. Mi visión estaba un poco borrosa. —Él no tiene nada que ver con esto —susurró. Sonriendo, salí lentamente, pero no le di ningún espacio para escapar mientras estaba directamente debajo de la ducha. El agua ahora corría fría, pero no me importaba porque mi cuerpo estaba en llamas. Abriendo mis ojos, ella estaba descansado contra el cristal... completamente follada y hermosa. Se quedó allí un segundo antes de volverse y agarrar el jabón. Dando un paso hacia mí, me di cuenta de que su intención no era lavarse ella misma, sino lavarme a mí. Tomando el jabón de sus manos, lo froté contra su cuerpo, pasando más tiempo del necesario en sus pechos. Quería que pasaran diez minutos rápidamente para poder tomarla de nuevo... y tal vez una vez más después de eso, por si acaso. —¿Qué voy a hacer contigo, Coraline? —Pregunté mientras el agua nos enjuagaba a los dos. —Fascinarme. Alimentarme. Follarme —respondió—. Básicamente todo lo que has estado haciendo. —Puedo hacer eso —dije, mientras me quitaba el agua de la cara y del cabello antes de cerrar el grifo. Tomando su mano, la atraje hacia mí y la besé en la frente antes de sacarla de la ducha. Mientras nos envolvíamos en toallas, nos mudamos al dormitorio principal. Desde la ventana pude ver que ya estábamos en el muelle. Todavía tenía trabajo que hacer y no podía esperar a que anocheciera.

—Cora. —Me volví para encontrarla buscando en el bolso que había empacado antes de salir de la villa. —¿Si? —Voy a la ciudad para dejarle algo a mi tío. ¿Quieres esperar aquí o prefieres ir a la ciudad a comprar? —Tienda. —Sonrió. Y asentí mientras alcanzaba mi billetera. —Declan, está bien, tengo… —Mi tarjeta ya está afuera. —Tomé su mano y la puse en su palma—. Así que acéptalo. Además, cualquier ropa que compres, la usarás para mí de todos modos. —Bien —dijo con un suspiro mientras negaba con la cabeza. —¿Quieres que camine contigo? —Pregunté mientras me ponía un par de jeans y agarraba una camisa negra. Sacudió la cabeza y levantó un secador de cabello y una plancha. — No quiero hacerte esperar. No me sorprendería que regresaras antes de que termine de prepararme. Adelante, estaré bien. No me gustaba dejarla, pero no tenía elección. —Tendré dos hombres aquí, Eric y Patrick. Te llevarán a la ciudad y de regreso a la villa. Coloco su mano en mi cara. —Declan, estaré bien. Además, trajiste mucha más seguridad de la que necesitábamos. Si alguien nos viera, pensaría que eres una especie de narcotraficante importante o algo así.

—¡Ajá! ¡Sí!. —Fue todo lo que se me ocurrió decir. Una parte de mí quería preguntarle ¿Y si lo soy? Pero simplemente la besé en la frente y caminé hacia la puerta. Mirando hacia atrás, pude ver que su atención ya estaba de vuelta en sus cosas mientras trataba de desenrollar el cable de su secador. En pie de las escaleras y en la parte trasera del yate, tanto Eric como Patrick estaban esperando. Eric me entregó mi chaqueta, guantes y una pistola, que rápidamente puse detrás de mi espalda y fuera de la vista. —Los dos se quedarán aquí. —Tomé el segundo par de llaves y saqué mi teléfono. —¿Qué? —Eric cuestionó. —Quiero que ambos se queden con ella y la sigan mientras va de compras. Cuídala mientras me ocupo de los negocios y recuerda ella es la mujer en mi cama, mientras que tú eres el hombre en la nómina de mi familia. El orden de importancia debe quedar claro. ¿Me entiendes? Ambos asintieron. Patrick habló cuando me bajé del yate y me dirigí a los muelles. —¿Vas a hacer esto solo? —Tengo muchos más amigos en Cancún de los que te imaginas. —Y donde había amigos, también había enemigos. Por eso los necesitaba con ella. —¿Registro en treinta? —Eric preguntó, y asentí, ya moviéndome hacia el viejo Sudán negro estacionado detrás del Range; La preferí usando ese.

Una vez que encendí el motor, marqué el número de mi contacto. El teléfono sonó exactamente tres veces antes de que respondiera. —Miguel. Estoy cobrando un favor. —¿Después de cinco años? —preguntó su voz ronca. —¿Esperabas que lo olvidara? —Los Callahan si que pueden guardar rencor. ¿Que necesitas? —Es una habilidad. Necesito a tus muchachos para una redada. —Parece que me estás haciendo otro favor. —Tosió, demostrando que todos esos malditos cubanos finalmente le estaban matando los pulmones. —Cuando tú y tus chicos los arresten, quiero que me dejes la mitad de las drogas y Slasher. —Declan. Pasando la luz a toda velocidad, conduzco más lejos de la costa. — Miguel, ¿Cuántas veces te ha ayudado mi familia a arrebatarle la coca a la familia Giovanni? ¿O te he dicho cuando los Valero estaban pasando algo? —La familia Giovanni no ha venido en cuatro años. Lo bueno también, escuché que Manos de Hierro se ha vuelto aún más despiadado a lo largo de los años. Justo antes de salir de Cancún, nos dieron un regalo de despedida, cuatro cabezas de nuestros distribuidores más grandes colocadas en patrullas de la policía, con ladrón tallado en sus cabezas. Ladrón... ladrón. Me pregunté cuánto le habrían robado a Orlando Giovanni para que llegara tan lejos. Hace cuatro años, estaba muriendo, rogando por hacer las paces con los irlandeses. Ahora estaban en camino de ser tan fuerte como nosotros. Si Liam no se

casara con la hija de Orlando, solo Dios sabía cuán sangriento sería el futuro. La razón por la que Seven Blood y Slasher eran ahora nuestro problema era porque los Giovanni habían dejado un vacío en una ruta comercial principal. —De cualquier manera, Miguel —dije, mientras ordenaba mis pensamientos—. Es un beneficio mutuo. Yo consigo un matón, y tú consigues que parezca que estás limpiando las calles otra vez. Era una misión inútil. Nadie podía limpiar las calles porque la gente no quería que estuvieran limpias. Suspiró. —¿Dónde? —Motel Cinco, las habitaciones del seis al nueve. ¿Qué tan pronto puedes llegar aquí? Dije, mientras me detenía y estacionaba a solo una cuadra de distancia. —Siete minutos. —Perfecto. —Colgué, salí del auto y comencé a caminar hacia el viejo edificio gris con la luz parpadeante del motel. En el estacionamiento, algunos mexicanos estaban notando muy obviamente al chico blanco fuera de lugar mientras trabajaban en sus autos. Arriba en las escaleras esperaban tres de sus putas, con los pechos apenas cubiertos por viejos bikinis y con faldas de jean que tenían tantos agujeros que ni siquiera deberían haberse molestado en ponerse. Sabía que los hombres del estacionamiento me estaban mirando. —¡Hola Papi! —Dos de las mujeres sujetaron mi camisa. —¿Cuánto cuesta? —Me obligué a sonreír, preguntando el precio, mientras envolvía mis brazos alrededor de las chicas. Miraron mi reloj, luego mis zapatos y me quité el reloj.

—¡Solamente efectivo! ¡Efectivo chico blanco! —dijo uno de los hombres sentados en el techo de su viejo Cadillac negro en el estacionamiento. Dios, odiaba a los proxenetas. Miré a la mujer de cabello oscuro a mi lado. —Trescientos. —Hizo estallar su chicle—. Por una de nosotras. ¿Trescientos? ¿Qué estaba obteniendo, el servicio de lujo? Asentí y solté a la otra chica antes de seguirla hasta la habitación número cinco. En el momento en que se cerró la puerta, ya se había bajado la falda. —Puedes pagar… Colocando mi mano sobre su boca, apunté la pistola a su cráneo. —No grites y tu cerebro se queda en tu cabeza —dije en español. Cuando luchó, la empujé contra la puerta. —Cariño. —Sostuve el arma justo entre sus cejas mientras se volvía hacia mí—. Te estoy dando una oportunidad aquí. No lo empujes o morirás. Si gritas, morirás. —No tienes idea de con quién estás jodiendo. Trabajo para Slasher. No permitirá que ninguna de sus chicas sea tratada así con... —¿Estás segura? —Cuestioné—. ¿Crees que se sentiría así si dejo caer un kilo en frente? ¿O quizás un millón? No eres una persona, eres una máquina. Te lo meten por el culo y él te saca los billetes. Ahora puedes cerrar la boca y esperar dos minutos más. —Jódete...

La golpeé en la cabeza con la culata de mi arma y cayó al suelo. Con un suspiro, la levanté y la dejé en la cama. Dejando caer trescientos a su lado, miré mi reloj. Tres. Dos. Uno. Escuché las sirenas seguidas por el arranque de los motores mientras los sonidos de gente corriendo afuera de la puerta llegaban a mis oídos. Abrí la puerta para ver a un escuadrón subiendo las escaleras vestido con equipo antidisturbios completo. Pasaron corriendo junto a mí, mientras me apoyaba en el marco de la puerta y los saludaba. Miguel era el último, todavía tan bajo, redondo y bronceado como siempre. Echó un vistazo a la habitación y luego a mí. —Ella está viva. Tuvimos un pequeño desacuerdo sobre su estilo de vida. Continúa —le dije. Sacudió la cabeza hacia mí y siguió a sus hombres. —¡Habitación ocho! —gritó. Odiaba a la policía, pero eso no significaba que no fueran útiles. Pasé junto a ellos mientras sacaban a matones de las habitaciones, junto con sus prostitutas a medio vestir. Me paré frente a la habitación número ocho y miré dentro. Un Emilio Guerra, alias Slasher, estaba sentado atado a una silla con cinta adhesiva sobre su boca. —¡Emilio! —Lo llamé cuando entré. Los dos oficiales que estaban en la habitación asintieron hacia mí mientras se iban—. Tú y yo necesitamos hablar. Tengo un problema con los Seven Blood en mi ciudad.

Sacudió la cabeza y me miró. Saqué un cuchillo y lo sostuve en mi mano izquierda mientras tomaba mi arma en la derecha. —Emilio, podemos hacer esto limpio, o puedo ser sucio. Créeme cuando te digo que prefiero no estar aquí ahora mismo. Pero los negocios son los negocios y haré lo que sea necesario durante el tiempo que sea necesario para obtener lo que vine a buscar. Levantó el cuello, indicándome que lo matara. Entonces seria sucio.

CORALINE

—¡Oh, Dios mío! —Me detuve cuando vi las blancas y satinadas sandalias de Christian Louboutin con adornos de cristal que habían sido sacadas en un par de almohadas, como claramente se merecían. Siguiéndolas, me detuve cuando vi a una mujer con un vestido rojo sangre. Su largo y ondulado cabello a su espalda se movió hacia un lado, con un abrigo blanco colgaba sobre sus hombros de piel oliva. Llevaba sus gafas de sol doradas Cartier Paris mientras se desplazaba por su teléfono celular. Ni siquiera se tocó los pies, ya que una mujer a su lado, a quien le vendría bien un bonito cambio de imagen, se arrodilló y le quitó los Jimmy Choos blancos para tomar a los Louboutin. —Mírame por más tiempo y podrías perder los ojos —me dijo la mujer, sin siquiera levantar la vista de su teléfono. —Lo siento. Realmente me gustan tus zapatos. Asintió sin hablar. Uno de los tres guardias que la rodeaban se acercó a mí. —Disculpe, señorita —dijo con un marcado acento italiano. Asintiendo, retrocedí.

—Se ven increíbles, una buena elección. Perdón por molestarte de nuevo —le dije antes de irme. ¿Cancún era realmente tan peligroso? Le había pedido a Eric y Patrick que esperaran afuera, pero tal vez no debería haberlo hecho.

Capítulo 8 "A veces queremos lo que queremos incluso si sabemos que nos va a matar" ~ Donna Tartt ~

CORALINE Era nuestra última noche aquí y odiaba la idea de irme. Habíamos pasado el día como completos turistas; pasear por la ciudad, comer de los vendedores ambulantes y hacer que nuestros retratos sean dibujados por artistas callejeros. Y para su acto de clausura, Declan estaba preparando la cena: gorro de cocinero, delantal y todo. —Todavía no me has dicho lo que estás haciendo. —Me incliné sobre el mostrador, pero cerró la tapa antes de que pudiera ver. —Dije que era una sorpresa. —¿No estás cansado de sorprenderme? —Ni siquiera un poquito. —Sopló la cuchara de madera y la llevó a mis labios para que lo probara. Gemí. Dios, estaba bien. —Y aquí pensé que era el único que podía hacerte gemir así —hizo un puchero, mientras lamía la cuchara.

—Aparentemente, no eres solo tú, sino todo lo que está involucrado contigo. Hasta ahora has demostrado que eres intrépido, bilingüe, un jefe maestro, un diablo en la cama... —¿Un diablo? ¿De Verdad? —Sonrió y movió las cejas—. Me siento honrado de haberte complacido tanto. ¿Qué me coloco en la cima? ¿La segunda noche que te tomé por detrás? ¿O fue el quinto día en que montaste mi lengua...? —Y usted es un caballero, en su mayor parte, con una buena familia —lo interrumpí sin responder. Se rio para sí mismo, mientras volvía su atención a la cocina. —Vamos, has llegado a conocer algunos de mis defectos. Sabes que ronco, huyo del compromiso, no bebo, no salgo de fiesta a menos que me saquen de mi casa y no tengo un hueso aventurero en mi cuerpo a pesar de tener suficientes fondos y recursos para hacer prácticamente lo que quisiera... eres casi demasiado perfecto, debes tener algún tipo de defecto. Entonces dime, ¿Cuál es? ¿Eres secretamente un asesino en serie? ¿No quieres hijos? ¿Tienes pensamientos sucios sobre miembros de tu familia o quizás algún fetiche extraño? —La única persona en el mundo que piensa que esos son defectos eres tú, Coraline, y eso no cuenta. Y con respecto a todas las preguntas que hiciste después, la respuesta es no. —Oye, mis defectos son delitos contra mis veinte ¿De acuerdo? —Le respondí y se rio de mí mientras removía las verduras. —Correcto. —Suspiró mientras ponía la hornilla a fuego lento y se limpiaba las manos con el paño de cocina que le cubría el hombro. —¿Correcto?

Asintió y se acercó a mí con la misma bebida virgen que habíamos tomado en nuestra primera noche. Dándomela, se inclinó. —Tengo miedo a los payasos. Me detuve y lo miré, su rostro estaba serio, pero vi que la esquina de su labio se contraía. —Estás mintiendo, ¿No? Asintió y le di un ligero golpe en el hombro. —En serio, ¿Cuál es tu mayor defecto, Declan Callahan? Pensó por un momento, mientras se apoyaba en el mostrador. —Tengo pesadillas —dijo en voz baja. Esperé a que continuara—. Mis padres murieron frente a mí cuando tenía nueve años, por eso ahora vivo con mi tío y su familia. Las pesadillas eran peores cuando era más joven. Incluso solía mojar la cama también. Ahora me despierto temblando y cubierto de un sudor frío. —¿Cada noche? Tomó mi vaso y bebió un sorbo de su contenido. —En la mayoría de las noches. Por lo general, solo puedo dormir bien por la noche después de estar despierto un par de días o tomar pastillas. Pero prefiero permanecer despierto en lugar de tomar pastillas. —Entonces... —Traté de pensar en los días pasados, pero cada noche por lo general terminaba acostándome antes que él—. ¿No has dormido desde que estamos aquí? —Al contrario, nunca he dormido mejor. Y todo es porque te tengo a mi lado. Ni siquiera he pensado en mis padres. En casa, es obvio. Amo a mi familia, Sedric siempre se ha asegurado de que entienda que piensa en mí como su hijo. Te lo dije antes. Incluso me lleva a los

juegos de los Cachorros para estrechar lazos entre padre e hijo. Estoy muy agradecido. Pero… —Pero no es tu padre —terminé por él—. Entiendo ¿Cómo eran tus padres? ¿El nombre de tu madre era Kelly Laoghaire? Asintió. —Creció en Boston, luego se mudó a Chicago para casarse con mi padre, Killian. Solo lo había conocido una vez cuando eran adolescentes. —¿De ninguna manera? ¿Fue un matrimonio arreglado? ¿La gente todavía hacía eso? Asintió. —Mi abuelo arregló el matrimonio de sus dos hijos. Se trataba de “mantenerlo irlandés”. Fruncí el ceño ante eso sabiendo que si alguna vez conocía a su abuelo sería... interesante. —No te preocupes. —Besó mis labios suavemente. Sedric tampoco le escuchó. Evelyn, mi tía, es mitad irlandesa, mitad estadounidense. Mi abuelo casi se vuelve loco, tratando de que se casara con la mujer que eligió. Pero Sedric no lo hizo. Se casó con Evelyn en el momento en que ambos pudieron hacerlo legalmente. —¿Y qué hizo tu abuelo? Sonrió. —Lo repudió y le cortó el dinero de la familia. Fue solo después de la muerte de mi padre que se vio obligado a superarlo, ya que Sedric tuvo que hacerse cargo del negocio familiar. —¿Negocio familiar? Hizo una pausa por un segundo y fue tan rápido que ni siquiera lo habría notado si no fuera por el hecho de que parecía que se estaba pateando la cabeza, mientras se alejaba de mí y daba la vuelta al mostrador hacia la estufa.

—Mi familia posee acciones en muchas pequeñas empresas en todo el país. —Agitó el contenido de la olla. —Si era tan difícil en ese entonces, ¿cómo llegaron los Callahan al dinero? —Hice una pausa pensando más para mí misma. Rio suavemente. —Peleas. —Estás bromeando. Sacudió la cabeza. —Al principio, la familia Callahan no era nada más que un grupo de hombres irlandeses de sangre caliente en ring de boxeo. En el escudo de nuestra familia dice; Troid le do lámha, bite le do chuid fiacla, déan cinnte a théann siad a codladh. Me estremecí y me incliné hacia él. Sonaba tan… exótico cuando hablaba así. —¿Qué significa eso? —Pelea con las manos, muerde con los dientes, asegúrate de que se vayan a dormir. —Sonrió. —Los irlandeses luchadores. —Ahí le has acertado. Me reí mientras negaba con la cabeza. —Una orden de carne picada picante y curry con guisantes, milady — dijo mientras colocaba la comida frente a mí. Lo miré mientras esperaba a que juzgara sus habilidades culinarias. Tomando un bocado, dije lo primero y único que me vino a la mente. —Guao.

Sonriendo para sí mismo, se acercó y se sentó a mi lado. —Mi tía traía chefs a la casa para clases de cocina cuando éramos más jóvenes. Dijo que todo hombre debería saber cocinar. —Es tan sabia, sigue escuchándola. —Tomé otro bocado. —Le haré saber que tú lo crees. Agarró el control remoto y me volví hacia él. —¿Qué? —Amo esta canción. Lo escuché una vez antes, pero no he podido encontrarlo nuevamente. Dejé mi cuchara y lo tomé de la mano mientras lo conducía hacia las ventanas. —La comida… —No puedes dejar que una buena canción se desperdicie —le dije mientras lo obligaba a bailar conmigo. Me hizo girar con facilidad. —Excelente. También puedes bailar. —¿Qué puedo decir? Soy casi el hombre perfecto... casi. ¿Casi? Él era el hombre perfecto. Al principio estábamos bailando y luego los dos empezamos a balancearnos de un lado a otro en el suelo de la sala. Apoyé la cabeza en su pecho y cerré los ojos. —No quiero volver mañana —confesé. —Yo tampoco.

Sonreí. —Huye conmigo entonces, esta vez será mi regalo. Se rio y besó la parte superior de mi cabeza. —Haces una oferta tentadora. Pero no puedo, mi familia me necesita. —Si lo sé. —Sabía que también iba a tener que lidiar con mi familia. Cuando terminó la canción, todavía estábamos balanceándonos sin importarnos realmente lo que sonaba en la radio. —¿Qué quieres hacer esta noche…? —Me quedé paralizado cuando mi estómago gruñó. —Bueno, uno de tus requisitos era alimentarte, así que comencemos con eso. —Me llevó de regreso a la cocina. Agarrando mi plato, lo cubrió antes de colocarlo en el microondas. Solo lo tuvo allí por un minuto antes de que el plato de comida humeante se colocara frente a mí nuevamente. —Paso uno, listo —dije, tomando un bocado caliente—. ¿Qué más? —Dime más sobre ti. —¿Más? No estoy segura de que más me queda por contar sobre mí. Asintió mientras se sentaba a mi lado en el taburete de la barra. — ¿Cuáles son tus esperanzas y sueños, Coraline? ¿Dónde te ves en el futuro? —Solo si tú también respondes. —Está bien. Pero no puedo prometer responder a todo. Allí estaba otra vez, acercándome mientras me alejaba. No estaba segura de qué podía pensar que le daba tanto miedo..

—Bien, veamos. Espero y sueño con algo más en la vida. No estoy segura de qué es exactamente... creo que sueño con ser feliz. Pero, de nuevo, ¿Quién no? —Dije en voz baja. —¿Y en el futuro? —¿No es lo mismo? Sacudió la cabeza. —Cierra tus ojos. Dejé el tenedor e hice lo que me dijo. Fue sólo cuando me pasó el cabello por detrás de las orejas y me besó el hombro que me di cuenta de que estaba detrás de mí. Su pecho se presionó contra mi espalda, mientras sus manos se deslizaban hasta mi cintura y su boca apenas tocaba mi oído. —Imagínate dentro de diez años. Te despiertas y ¿Qué es lo primero que ves? —El sol me está cegando, así que me doy la vuelta y me acurruco junto a... —¿Junto a quién? Él, pero no quería decir eso. —No estoy segura. —¿Qué vas a hacer después? —Renuncio al sueño y beso al hombre a mi lado. Sonríe y se pone encima de mí. —¿Follan o hacen el amor? —Un poco de ambos. —¿Y cuándo terminan?

Sonreí apoyándome en su espalda. —Queremos volver a hacerlo, pero nuestros hijos empiezan a golpear la puerta. —Bloqueadores de pollas —susurró y me reí. —Bienvenidos bloqueadores de pollas… ahh… el hombre que está a mi lado se levanta, y solo después de que nos hemos puesto algo de ropa, toma a nuestro hijo y a nuestra hija en sus brazos. Se están riendo a carcajadas y no puedo borrar la sonrisa de mi cara. Vamos a hacer un picnic familiar. —¿Un picnic? —Sí, no solo para nosotros, sino un picnic para toda la familia. Bailaremos alrededor de una fogata en el medio del parque mientras nuestros niños juegan con sus primos. Planearé todo. — Cuanto más lo pensaba, más lo deseaba. —Suena como el perfecto felices para siempre. Me detuve y me volví en el taburete para enfrentarlo. —No es un feliz para siempre, es solo el comienzo de una nueva historia. —¿Cómo lo leo? —Solo llena los espacios en blanco en tu cabeza —dije y extendí la mano para tocar su rostro. No se había afeitado desde que llegó aquí. Si bien me gustaba esa pequeña barba de pocos días que tenía, también me gustaba cuando estaba bien afeitado—. Dijiste que te afeitarías antes de regresar. Asintió. —Mi tía prefiere que todos nos veamos impecables. —¿Me dejas hacerlo? —Luego.

Y entonces me besó.

DECLAN

Era medianoche y ella estaba sentada en mi regazo, sus piernas a ambos lados de mí, vestida solo con mi camisa. Todo mi kit de afeitado estaba sobre la mesa, una toallita, una navaja y crema de afeitar. Usando el cepillo, lo extendió suavemente por mi barbilla y mejillas. —Oye, levanta la cabeza —exigió, mientras agarraba la navaja de afeitar—. Confías en mí, ¿Verdad? —Te lo haré saber —levanté la cabeza. Nadie nunca me había afeitado. Prefería ser la única persona en poner un cuchillo en mi garganta. Pero no podía decirle que no. Estaba tan seria, concentrándose solo en mi piel mientras presionaba la navaja desde mi cuello hasta la parte superior de mi barbilla lentamente. —Eres hermosa —le susurré. —No me distraigas. —Sonrió sin encontrar mi mirada. —Sí, señora. Se mordió el labio inferior y pude verme en sus ojos marrones.

—Cierra tus ojos. Puedo sentirte haciendo un agujero en un lado de mi cara. —¿Realmente vas a negarme verte? —Por sólo cinco minutos más. —Bien —me quejé, y cuando cerré los ojos, descubrí que era aún más consciente de su presencia. Olía a jazmín fresco. Nuestro vuelo era en cinco horas. Quería quedarme con ella más tiempo, pero no podía. Sedric querría que volviera antes de que la familia fuera a la iglesia. Había dos cosas que la familia Callahan siempre hacía junta; cena y misa de mediodía... —Hecho. Agarré la toalla caliente y me limpié el resto de la crema de afeitar. Abriendo mis ojos, me entregó el espejo. —¿Qué piensas? Moviendo mi cabeza de lado a lado, toqué mi suave piel y sonreí. — Podría contratarte a tiempo completo. —Vamos, deberíamos irnos a la cama. —Me tendió la mano. Tomándola, la seguí al dormitorio y le permití meterse en la cama antes de deslizarme a su lado. Apoyó su cabeza en mi pecho mientras la rodeaba con mis brazos. —Nunca me preguntaste qué esperaba, o dónde me veía en diez años —susurré, mirando al techo. —Me distraes con demasiada facilidad —dijo mientras bostezaba — dímelo por la mañana.

Esperé unos minutos y, efectivamente, empezó a roncar, pero me había acostumbrado... era lo suficientemente gracioso, me hizo sentir cómodo que pudiera dormir tan bien en mis brazos. —Trato de no pensar en el futuro —susurré—. En mi vida no estoy seguro de lo que pasará mañana o si llegaremos a mañana. Pero por ahora, Cora… quiero ser ese chico a tu lado en diez años. Te mereces un buen hombre y yo no soy bueno, Cora. No puedo cambiar eso de mí. Pero todavía quiero ser ese chico a tu lado en diez años. Estos últimos siete días... no fueron suficientes. Quería más. Iba a lastimarla. Ella me iba a odiar. Lo sabía. Podía verlo sucediendo. Pero la quería de todos modos.

Capítulo 9 "El amor, como la fortuna, favorece a los atrevidos". ~ EA Bucchianeri ~

CORALINE Miré hacia la gran casa blanca frente a mí con el césped perfectamente recortado y quise volver a meterme en su Aston Martin. Ya extrañaba el aire cálido de Cancún, el calor del sol y la arena debajo de mis dedos. —Vas a venir a misa, ¿Verdad? —preguntó, alejando mi atención de la casa frente a mí. Eché un vistazo a mi reloj y eran solo las diez de la mañana, lo que significaba que tenía tiempo más que suficiente para prepararme. — Sí. Regresamos más rápido de lo que pensaba. —Bueno. No puedo esperar para alimentarte de nuevo. —¡Declan! —Alimenta al anfitrión, Coraline. —Se burló de mí y supe que se contuvo a propósito. —No puedes ensuciar la iglesia, Declan. —Por supuesto que no puedo, la Biblia ya hizo eso. Le negué con la cabeza. —Te veré...

—¿Te recogeré? —Se metió las manos en los bolsillos y era la primera vez que lucía un poco nervioso. —¿Qué pasó con solo una semana? —¿No quieres que lo haga? —No. Realmente quiero, pero... —lo que quería saber era lo que estaba pasando entre nosotros. —Está bien, te recogeré a las once y media. Podemos ir a almorzar después. ¿Nuestra segunda cita oficial? Asentí y se inclinó, besó mi mejilla antes de moverse hacia la puerta del lado del conductor. —Nos vemos más tarde. —Me despedí. —Luego. —Guiñó un ojo al entrar. Lo vi alejarse antes de entrar en mi casa. La primera persona que bajó las escaleras no fue otra que mi tía Trisha. —¿Te vas de viaje ahora? —Bostezó y estiró el cuello—. Vamos a necesitar algo de dinero antes de que te vayas. Guau. —Tía, ya me fui... hace una semana. Les dejé dinero a todos antes de irme. Sus ojos me miraron una vez antes de volver a subir las escaleras. — ¡Hijo de puta! ¿Dónde está el dinero, Adam? Gritó tan fuerte que tuve que taparme los oídos.

—¡No hay dinero! —le gritó de regreso. —¡Eres un maldito mentiroso! —Se giró para subir las escaleras—. ¿Qué hiciste con el dinero, eh? Te lo gastaste para que te lo chuparan, ¿No? Vas al club fingiendo ser un gran culo cuando no puedes hacer una mierda. —Viniendo de la perra que está tan borracha que ni siquiera sabe qué día es... —Bienvenida a casa, Coraline —susurré mientras me dirigía a mi habitación y seguían peleando. Con los años me había acostumbrado. Mi tía nunca dejaría a mi tío sin importar lo que le hiciera. Era en parte por el dinero, pero también porque lo amaba a pesar de todo. Y mi tío… bueno, tenía algunos buenos rasgos. Creo que de alguna manera, realmente se preocupaba por ella... eran tan disfuncionales, que de alguna manera lo hicieron funcionar. —¿Así que has vuelto? —Dijo Imani desde la puerta. La miré e inmediatamente noté que su cabello ahora era de un color dorado claro y que los rizos se detenían en sus hombros. —Notaste que me fui. —Me dejaste en mi momento más crítico, ¿Cómo podría no darme cuenta? —Frunció el ceño mientras tomaba asiento en el borde de mi cama… por supuesto que tenía que ser sobre ella. —¿No puede una persona de esta familia preguntarme si la pasé bien o no? ¡¿O al menos adónde fui?! —Enterré mi cara en mi almohada. ¿No podría importarle a alguien? —Correcto. ¿A dónde fuiste?

Sonreí. —Al paraíso. Era… —¡Ahhh! —gimió. Y cuando me volví para mirarla, estaba quitando una gasa en la parte de atrás de su cuello y mirándolo en mi espejo. —¿Qué pasó? —Me senté rápidamente. —Nada. Me hice un tatuaje. —Sonrió mientras se lo quitaba para que lo viera. Decía “7B”. Sin embargo, parecía la mitad del ala de una mariposa—. ¿Te enteraste? El club de Otis se quemó, así que él y sus socios están construyendo uno nuevo. Manténte alejado de él. La voz de Declan habló en mi mente de nuevo. —Imani ¿Qué hace Otis? —Es el dueño de un club, duh. —Puso los ojos en blanco mientras volvía a colocar la gasa en su lugar. —Dijiste que era de Southbend. ¿Cómo consiguió el dinero para montar un club en el centro de Chicago? —Tiene socios preguntas?

comerciales. ¿Por

qué

haces

tantas

malditas

—¿Por qué estás tan a la defensiva? —¿Sabes qué? —Se puso de pie y me miró. Dónde diablos estuvieras, deberías haberte quedado allí. De todos modos, nadie extrañó tu trasero. Cerró la puerta al salir. —Bien —susurré mientras me levantaba y me dirigía a mi armario. Sabía que volvería. Íbamos de compras y se disculpaba… o al menos se retractaba de lo que había dicho.

Agarré mi vestido corto de encaje color marfil de Prada, con el lazo en la parte delantera, junto con un par de zapatos de tacón alto, lo coloque sobre mi cama y los combiné con un simple reloj y un par de aretes antes de moverme al baño. Abriendo la ducha, me desnudé y entré. Pero cuando miré a mi cuerpo ahora, no podía verlo de la misma manera que lo hacía antes... no sin verlo... sin sentirlo a él. Sus manos agarrando mis muslos. Sus labios besando mi piel... —¡Ahhh! —gemí mientras me tocaba a mí misma de la forma en que él me tocaba. Pellizqué mi pezón para simular la forma en que lo mordía. Apoyada contra la puerta, deseé que estuviera aquí, empujándose profundamente dentro de mí de nuevo, mientras susurraba lo hermosa que pensaba que era, mientras me perdía en el placer. Podía sentirlo en todas partes de mi piel. Recordando cómo en nuestro sexto día juntos había pasado la noche trazando mi cuerpo con sus labios y lengua. Comenzó en la parte superior de mi pierna y no se detuvo hasta que me probó toda. Para cuando sus labios se encontraron con los míos, estaba tan húmeda mientras envolvía mis piernas alrededor de él, pero las separó... —Te he enseñado a follar. —Te he enseñado a hacer el amor. —Ahora necesito enseñarte todo el alcance de los juegos previos. Y lo hizo. Se burló de mí hasta el punto de las lágrimas, mientras me derretía en sus manos. —Viniste aquí dulce e inocente... te irás sucia y pecadora... no me detendré hasta que me escuches en tus sueños, Coraline —susurró detrás de mí, mientras estábamos de rodillas encima de la cama, mientras su mano frotaba lentamente ese punto dulce entre mis muslos.

—Oh Dios —gemí mientras me mordía los labios. —Solo mírate, Coraline. —Se rio mientras besaba mi oreja—. Tu boca está abierta, tu coño goteando, solo rogándome que te folle. Dilo. —Fóllame —susurré. —Más fuerte, Coraline. Quiero que todos te escuchen. —¡Fóllame! —Gemí más fuerte cuando mi mano se aceleró tal como lo había hecho la suya. —No. —Por favor. —No. Mordí mi labio inferior con más fuerza mientras insertaba otro dedo dentro de mí, mientras palmeaba febrilmente mi pecho. —¡Declan! —Jadeé cuando abrí los ojos y me encontré de pie sola bajo la ducha caliente. Apoyándome contra la pared, respiré lenta y profundamente. —¿Qué me has hecho, Declan? —Me susurré a mí misma. Esto estaba mal. ¿Y si no podía dejarlo ir? Sentí que mi destino estaba ahora en sus manos. Pero la iglesia era una buena señal, ¿Verdad? Quería ser visto conmigo, ¿Verdad? Necesitaba preguntarle adónde nos veía ir. Necesitaba saber si todavía estábamos jugando o si esto era serio. Necesitaba dejar mis miedos a un lado y ser valiente.

DECLAN

No había dicho mucho mientras conducíamos hasta St. Peters. Su mirada estaba paralizada en la ventana mientras se enfocaba en cualquier otra cosa menos en mí. Lo prefería así. No tenía idea de lo que esto significaba... cuánto riesgo estaba tomando. Pero me conocía lo suficientemente bien como para saber que no podía... despedirme y dejar que alguien más estuviera con ella. La idea me hacía hervir la sangre. Estacione junto al auto de Liam, salí y caminé a su lado y le abrí la puerta. Salió con gracia y tomó mi mano. Traté de llevarla a la iglesia, pero se mantuvo inmóvil. —¿Cora? —La miré. —Esta era la iglesia a la que asistían mis padres. —Me miró—. Se casaron aquí. Antes de ir contigo, necesito saber si estamos... si hablamos en serio ahora. Necesito saber que esto ya no es solo una aventura o diversión. No tenía idea de lo serio que era esto. —Eres mía, Coraline. No te soltaré hasta que me lo digas, y sólo cuando tú me lo digas —susurré mientras la besaba en la frente.

—No me dejes ir. —Me sonrió, sus ojos marrones brillando mientras la luz del sol cambiaba. Espero que ella todavía se sienta así más tarde. Apretando su mano, asentí mientras la guiaba hacia adelante. Dos de los guardias de nuestra familia en la puerta la miraron y luego a mí antes de que nos abrieran las puertas. Mi corazón estaba acelerado pero no podía dejar que nadie lo supiera. La iglesia estaba llena de irlandeses, tanto jóvenes como mayores, y de abuelas también, entramos, tomados de la mano, hasta el banco delantero con el resto de mi familia. Liam, que se sentó al final, fue el primero en verme. Sus ojos se agrandaron, mientras miraron a Coraline, y luego a mí. Se puso de pie y salió, lo que nos permitió entrar para acomodarnos en el banco. Sedric estaba allí también, con los ojos tan fríos como el hielo. Evelyn estaba al otro lado, seguida de Neal y Olivia. Me senté junto a él mientras Evelyn saludaba con la mano y le ofrecía a Coraline una leve sonrisa. Coraline lo devolvió nerviosamente antes de alcanzar el folleto que teníamos delante. —¿Ahora o más tarde? —Sedric susurró a mi lado. Me levanté como todos cuando entró el sacerdote. —Más tarde. Asintió y volvió su atención al frente. Yo, por otro lado, me volví levemente para ver cómo algunas personas nos señalaban y susurraban… si los irlandeses eran algo, es que no eran discretos. Al menos los abuelos de Olivia eran irlandeses, por eso sus padres entendían tan bien a nuestra familia. Pero al llevar a Coraline a la primera fila y permitirle que se sentara, básicamente acababa de anunciar que ella era mía... era de la familia. Había traído a una completa extraña a nuestro mundo, y tan tranquilo como Sedric estaba en el exterior, podía decir que estaba furioso.

Una de las razones por las que veníamos a la iglesia no era solo porque hacia feliz a Evelyn, era por el clan. Usamos nuestros trajes de mil dólares y manejamos nuestros costosos autos aquí para demostrar que podíamos cuidarnos unos a otros y a ellos. Éramos el estandarte, la esperanza y la ley. Todo lo que hacíamos tenía que hacernos más ricos o más fuertes para todos. Pero tener a Coraline me hacía feliz. —¿Estás bien? —se inclinó y susurró, todavía sosteniendo el folleto. —Estoy bien. Por ahora. Pero cuando terminó la misa, pude sentir que mi corazón comenzaba a acelerarse cuando Liam salió. Lo seguí mientras sostenía la mano de Coraline. Sedric y Evelyn salieron de la iglesia primero, y el resto lo siguió. Cuando estábamos en el vestíbulo, Evelyn se volvió. —Hola, soy Evelyn. —La abrazó. —Hola. —Coraline soltó abrazo—. Soy Coraline.

una

risita

mientras

le

devolvía

el

—Ven, querida, Olivia acompáñanos, me gustaría charlar contigo un momento. Escuchamos que robaste nuestro Declan durante toda una semana. Me miró y asentí, sonreí mientras besaba su mejilla. —Me dirijo al baño, te veré en unos pocos minutos —le dije y Evelyn levantó una ceja. Besé su mejilla—. Por favor, ten cuidado con ella. Asintió hacia mí y envolvió su brazo alrededor de los hombros de Coraline. Fue solo cuando estaban lejos de mí que me volví hacia Sedric, que ya estaba caminando hacia el baño. Liam y Neal esperaron a que los

siguiera. Ya sabía lo que iba a decir… solo necesitaba ser lo suficientemente valiente para decírselo al Ceann na Conairte. No me mataría… lo sabía. Pero ella... era una historia completamente diferente. En el momento en que entré al baño, el dorso de su puño me golpeó en la cara. —¿Has perdido la maldita mente? —se burló de mí mientras limpiaba la sangre de mi labio. —Sedric... —Las primeras palabras que salgan de tu boca deberían ser una disculpa, no mi nombre, muchacho. Sólo dilo. Negué con la cabeza. —No me estoy disculpando. —¡Declan! —Liam me agarró pero lo aparté. —Durante dieciocho años he sido tu hijo, Sedric. Ni una sola vez he pedido nada. ¡He dedicado mi vida a ti, a mis primos, a nuestra familia! He mentido, robado. ¡He matado y torturado, todo por el bien de esta maldita familia! —¡No has hecho más que yo, o Liam, o Neal, o cualquier otro miembro de esta familia! —rugió, pero no retrocedí. No podía. —Bueno, ahora estoy pidiendo algo. Estoy rogando por ella. ¡La quiero! Después de solo una semana. Sí, llámame tonto, golpéame de nuevo si quieres, hazme lo que quieras, pero déjame tener esta única cosa. Papá... por favor, déjame tener una sola cosa —le rogué. Apretó el puño y negó con la cabeza. —Ya hiciste tu elección… frente a todo el puto mundo. Pero te estás engañando a ti mismo si crees que

tengo poder aquí. Ahora está en sus manos. Cuando descubra lo que eres, lo que somos y se aleje de ti, tendrás que ser tú quien le meta una bala en el cráneo. ¿O esperabas que nunca se enterara? —Solo necesito tiempo... —¿Para qué? ¿Para qué te amé? ¿Crees que puede amarte lo suficiente como para olvidar que eres un asesino? Eso… —¡Evelyn lo hizo por ti! —Espeté, sabiendo que estaba superando mis límites—. Era como Coraline una vez, y se quedó a tu lado. —Y hay días en los que desearía que no lo hubiera hecho. Si realmente te preocupas por ella, déjala ir, Declan. Déjala ir antes de que la lastimemos. —Soy demasiado egoísta para eso. Apretó la mandíbula. —Dile a ella. Más temprano que tarde, así tendré menos desorden que limpiar. Pasó junto a mí al salir, y cuando se fue, respiré hondo. Neal también me dio unas palmaditas en el hombro antes de irse. Liam y yo éramos los únicos que nos quedamos. Caminé hacia el lavamanos, agarré un puñado de toallas de papel y abrí el grifo. —Solo dilo —le dije mientras me limpiaba el labio. —¿Qué? —Metió las manos en los bolsillos y se apoyó contra la puerta. —Los que estás pensando. Que estoy loco, ¿Verdad? —Eso no era lo que estaba pensando. —¿Entonces qué?

—Podría terminar casándome con una italiana. Estás con una chica negra. Estaba pensando ¿Cuándo nos volvimos tan progresistas? Sonriendo, me di por vencido y tiré las toallas a la papelera mientras miraba mi reflejo. —¿Crees que se quedará? —Por tu bien, espero que lo haga. —¿Por qué? ¿No te apetece casarte con irlandeses? Se encogió de hombros. —Como dijiste, durante dieciocho años no has pedido nada, excepto ella. Papá se equivoca, has hecho más que yo. Mientras jugaba en la universidad, tú estudiabas mucho en ciencias de la computación. ¿Por qué? Porque pensaste que ayudaría a la familia si tuviéramos un genio de las computadoras en el interior. Siempre has pensado en la familia antes que nada, incluso ante de ti mismo. ¿Ahora todo lo que quieres es una mujer? No me importa si es negra, morada, verde, irlandesa o no. Deberías tener lo que quieres. —Gracias. —Eso fue todo lo que pude decir. Asintió y se volvió para irse, pero se detuvo. —¿Solo dime porque? —Ella aleja las pesadillas. Y por primera vez en dieciocho años puedo volver a soñar. Me hace sonreír mil veces al día y reír diez veces más. —Estoy celoso. —Sonrió. —Espero que no sea por siempre. —¿Cuándo se lo vas a decir? Hice una pausa por un segundo pensando.

—En nuestra tercera cita. Quiero un día normal más como Declan. No me sueltes, Coraline.

Capítulo 10 “No he roto tu corazón; tú lo has roto; y al romperlo, has roto el mío" ~ Emily Brontë ~

CORALINE Me había pedido que nos reuniéramos en el mismo restaurante en el que tomamos café por primera vez. Y yo, tan ansiosa como estaba, aceleré bajo la lluvia, solo para poder llegar allí diez minutos antes. Pero para mi consternación, cuando llegué, pude verlo ya sentado en la ventana. La lluvia caía a cántaros y yo estaba bajo mi paraguas rojo mientras salía corriendo del estacionamiento a los escalones. Me sorprendió que aún no me hubiera notado. Por lo general, siempre estaba consciente de su entorno. Saludé, pero todavía no me notó. Se recostó contra el asiento de la silla y miró fijamente la mesa. Incluso cuando la camarera se acercó, siguió sin moverse ni hablar. Era como una piedra. Subiendo las escaleras, la campana sobre la puerta sonó cuando entré, cerré el paraguas y me sacudí el agua. Pero todavía no miraba hacia arriba. Podía ver ahora que estaba mirando un reloj en sus manos… algo andaba mal. —¿Declan? Parpadeó un par de veces y frunció el ceño mientras me miraba y luego a su reloj.

—Llegaste temprano. —¿Quieres que me vaya y vuelva después? —Me reí nerviosamente. —No. —Sacudió la cabeza y se puso de pie cuando me deslicé frente a él. —¿Por qué elegiste aquí? —¿No te gusta? —Hizo una pausa antes sentarse—. Podemos ir a otro lugar si quieres.

de

que

pudiera

—Declan, está bien. Era solo una pregunta. ¿Qué pasa contigo? —Le pregunté. Suspiró y finalmente se sentó. Pasándose las manos por el cabello, me miró antes de apartar la mirada. —Necesito decirte algo y no quiero. —Bueno… —No quiero porque tengo miedo de que corras. —Déjame adivinar, eres un vampiro —bromeé, pero no esbozó una sonrisa—. ¿Declan? —Pregunté, preocupada ahora. Saludó a una camarera y dijo —Quiero que todos salgan, ahora. Asintió rápidamente mientras se acercaba a los otros clientes, quienes recogieron sus cosas y se fueron. Más de unos pocos estaban descontentos, pero nadie pudo hacer nada al respecto mientras los conducían a la lluvia. —¿Eres dueño del lugar? No puedes simplemente... —Coraline. —Suspiró—. No soy dueño del restaurante, pero soy dueño de este vecindario. Saben lo suficiente como para no discutir.

—Está bien, me estás asustando ahora —dije suavemente mientras tomaba mi mano. —Pregúntame ¿Por qué se fueron? —Frunció el ceño apretando mi mano suavemente. Por alguna razón no quería hacerlo. —Coraline, pregúntame. —¿Por qué... por qué se fueron? —Porque soy un Callahan, e ir en mi contra podría costarles la vida. —Qué… —Naciste aquí, Coraline. Debes haber escuchado las historias. La mafia irlandesa es dueña de Chicago. Todas las drogas y los asesinatos provienen de una sola familia criminal. —No. —Negué con la cabeza—. Declan ¿Qué estás diciendo? Tu familia ha hecho mucho por esta ciudad. Nuevos parques infantiles, reconstrucción de hospitales, donación de alimentos... —Solo por nuestra imagen. Para que personas como tú no puedan creer que somos realmente nosotros. De modo que nunca pensarías que las mismas personas que alimentan con pan a las personas sin hogar son las mismas que les están dando la mejor heroína a precios bajos. —Declan, esto no es gracioso. —Aparté mi mano de la suya. Se miró las manos vacías y las cerró en puños antes de mirarme. — Cuando estábamos en Cancún, el día que fuiste de compras, maté a un hombre llamado Emilio Guerra. No, lo torturé y lo maté por robarnos cocaína y venderla a una pandilla llamada los Seven Blood

de Southbend. Otis es parte de esa pandilla. Ese día cuando te encontré en el hospital, fui allí para obtener información de él. Mi corazón latía tan rápido, la sangre se me subió a la cabeza y todo empezó a dar vueltas. Me levante de mi silla lentamente. Golpeando mi paraguas contra el suelo, me tambaleé hacia adelante. Me sujetó. —Coraline... —¡No me toques! —Lo aparté tan fuerte como pude. No me había dado cuenta de que estaba llorando hasta que traté de mirarlo y todo estaba borroso—. ¿Cómo pudiste hacer esto? —Coraline... —¡No! ¡No vienes, arrasa con una chica y luego, cuando se está enamorando de ti, le dices que no solo eres parte de la mafia, sino que también eres un maldito asesino! —Le grité, todavía incapaz de creer nada de eso. Pero tenía sentido. El dinero. Los guardias que tenía en Cancún. La forma en que todos nos miraban cuando estábamos en la iglesia. Pensé que era yo. Pero fue por él. Todo tenía sentido. —¿Qué pasa conmigo? —Me congelé cuando mis ojos se abrieron—. Me acabas de contar el mayor secreto del armario de tu familia, entonces, ¿qué pasa conmigo? —Nunca te haría daño, Cora —dijo mientras daba otro paso hacia mí. Di un paso atrás.

—Pero tú no estás a cargo. —Mi mano fue a la cabeza mientras trataba de evitar que el mundo girara—. Cuando estábamos en Cancún, dijiste que tenías que hacer un mandado para tu tío… tu tío con quien fuiste al baño ayer y regresaste con un corte en el labio. Dijiste que habías terminado una pelea entre tus primos. Eso fue una mentira, ¿no? Asintió. —Te golpeó por mi culpa. Es el que está a cargo. De nuevo asintió. —¿Qué dijo? ¿Qué pasa conmigo? No habló. —¡Declan! —Me dijo que te irías, y que cuando eso suceda nunca podrá confiar en ti. Me reí solo para dejar de llorar. Mi mano cubrió mi boca mientras me alejaba. —Coraline, me mataría antes de lastimarte. —¿Y eso lo detendría? Es el jefe de la mafia; si no me matas, estoy segura de que encontrará a alguien más. Entonces, ¿mis opciones son estar contigo o morir? Cerró los ojos y asintió como si le doliera. —Sabes, cuando te conocí. Pensé que era la chica más afortunada del mundo. Pensé que no había forma de que un chico como tú pudiera estar interesado en mí. Oh, Dios mío... debo haber parecido tan tonta. —Caminé hacia la puerta—. No sé qué me pasará mañana, solo sé que no puedo mirarte hoy. —Salí corriendo del restaurante y caí bajo la

lluvia. No me importaba que mi ropa instantáneamente, solo necesitaba alejarme.

se

empapara

casi

—¡Coraline, por favor! —Gritó mientras me perseguía, pero entré en mi auto lo más rápido que pude. Me temblaban las manos mientras intentaba poner la llave en el encendido. —¡Coraline! ¡Coraline, no corras! Por favor, no vuelvas a huir de mí. — Golpeó mi ventana y me aseguré de que todas las puertas estuvieran cerradas. —¡Coraline, te amo! —gritó y me detuve mientras volvía a mirarlo. Estaba completamente empapado por la lluvia que ahora caía aún más fuerte. Como una lluvia de balas, mi mente se burló. Seguía mirándome… suplicándome que abriera la puerta. —Sé que estás asustada, también lo estaría. Pero tú me conoces, el verdadero yo. Por un segundo, recuerda... sólo recuerda lo maravilloso que se sintió abrazarse el uno al otro. Hacer el amor el uno al otro. Recuerda eso y confía en mí lo suficiente como para volver. Dame una oportunidad, por favor. Nunca te haré daño. Las lágrimas en mis ojos ardían mientras negaba con la cabeza, aunque mi mano alcanzó la manija de la puerta. Yo no lo conocía. Él era un mentiroso. —Por favor, mantente alejado de mí —le respondí mientras me alejaba de él y me permitía llorar.

DECLAN

Me senté en la cafetería durante tres horas con la esperanza de que volviera. No lo hizo. Así que conduje hasta el bar donde esperaba Liam. El lugar estaba vacío cuando llegué allí, con excepción que Liam estaba sentado en la barra con una botella de brandy sin abrir frente a él. —Vas a necesitar el tuyo —le dije mientras alcanzaba la botella y tomaba un vaso detrás del mostrador. —Alguien va a tener que llevar tu lamentable trasero a casa —susurró bebiendo agua en su lugar. —Pensé que los hermanos nunca dejaban que los hermanos bebieran solos. —Serví un trago y lo tomé, saboreando la forma en que quemó mi garganta antes de servirme otro. —Hago excepciones para los desconsolados. Traté de sonreír. —No tengo el corazón roto. No significaba nada. Quiero decir, ¿Cómo podría? Ni siquiera nos conocimos durante tanto tiempo.

Miró alrededor de la barra, luego a mí. —¿A quién intentas engañar con esa mierda? No creo eso y tú tampoco. —Sin embargo, quiero creerlo. —Entonces no dolería así—. ¿Por qué soy así? —Mamá siempre decía que cuando los hombres Callahan se enamoran de una mujer, nos enamoramos con fuerza y sin reservas. —Tiene razón de nuevo. —Sonreí mientras bebía. —Ella siempre tiene la razón. Es molesto, ¿no? —Sacudió la cabeza. Miré mi vaso y respiré hondo. —¿Recuerdas cuando dijiste que me mantuviera alejado de las chicas buenas? —No empieces a escucharme ahora. Resoplé. Pero estabas equivocado. No nos rompen. Nos rompemos. Al lastimarlas, nos rompemos. —Declan... —La va a matar ¿No? Incluso si no lo hago, se asegurará de que ella muera. Nunca confiará en un extraño lo suficiente como para que tenga conocimiento de nuestro secreto. —Entonces no te rindas con ella. Negué con la cabeza. No había visto la forma en que me miró. Como si fuera un monstruo... y lo era. —Esto es demasiado. Tiene miedo y no quiero ser más egoísta de lo que ya lo he sido. Liam palmeó mi hombro y sonrió. —Sé siempre egoísta, ese es mi lema.

Capítulo 11 "Amarte nunca fue una opción, fue una necesidad". ~ Desconocido ~

CORAINE DÍA 1 Habían pasado veinticuatro horas desde que sentí que mi mundo se había derrumbado. No me atreví a levantarme de la cama. No podía ir a trabajar sabiendo lo que ahora sabía. Dándome la vuelta, alcancé mi computadora portátil. Levantando la pantalla, apareció mi correo electrónico y lo primero que vi fue un mensaje de él en mi bandeja de entrada. Cerrando la maldita cosa de golpe, me di la vuelta. Me quedé allí unos minutos, pero sentí que me estaba llamando como el Anillo llamaba a Frodo. Necesito trabajar. Debería simplemente borrarlo. Me senté, agarré mi computadora portátil una vez más y la abrí. Traté de borrarlo lo más rápido que pude, pero mis ojos pudieron leerlo más rápido. Ningún momento contigo fue mentira. Pero lamento no haberte dicho la verdad. No quería dejarte ir.

Declan A. Callahan. PD: Te amo. Fue simple, breve y dulce. ¿Dulce? No era dulce. Era un asesino. ¿Qué diablos te pasa, Coraline?

DIA 2 ¿Me habrías odiado si hubiera esperado más? ¿Si hubiera esperado hasta que sintieras lo mismo por mí que yo por ti, para decirte la verdad? Hoy me desperté preguntándome eso. Espero que estés bien. Declan Callahan PD: Te amo. Hice una pausa y miré la pantalla de mi computadora en el escritorio de la oficina. Tragando lentamente, froté la parte superior de mi pecho. Deseé que se detuviera. No. Lo que realmente deseaba era que él fuera alguien diferente; para que fuera el hombre que pensé que era.

DÍA 3 —¿Señora Wilson? —Constanza entró en mi oficina mientras miraba el paisaje de Chicago. Odié lo brillante y soleado que estaba afuera hoy. Sentí que tenía que estar oscuro, sombrío y lloviendo. El sol debe saber cuándo esconderse. —¿Señora Wilson?

Volviéndome hacia ella, vi como se quitaba las gafas y las sostenía hacia la luz. Satisfecha, se la volvió a poner en la cara y me miró. —No se ofenda, señora, pero no se ve bien. No me sentía bien. —Estoy bien, Constanza. ¿Qué es? —El señor Stevens quería concertar una cena con un cliente el viernes y quiere saber si está libre. —Está bien, gracias —murmuré mientras me giraba y seguía mirando por la ventana. Sin embargo, antes de que pudiera permitirme perderme en mis pensamientos, mi teléfono vibró y una vez más hubo otro correo electrónico de él. Respiré hondo sabiendo muy bien que no debería leerlo, pero no podía evitarlo. No soy poeta. No soy muy bueno con las palabras. El último libro que leí fue un manual de programación de computadoras. Tengo tantas cosas que quiero decirte. Quiero volver a esa semana. Quiero oírte reír. Quiero verte. Sostenerte. Te amo. Pero sobre todo, quiero que quieras las mismas cosas. Nunca he echado de menos a nadie tanto como a ti. Eso es todo lo que puedo pensar en decir. Declan. PD: Te amo. ¿Por qué? Lloré mientras dejaba caer mi cabeza entre mis manos. ¿Por qué no podía ser normal? Todo hubiera sido perfecto si no fuera por esta pequeña cosa.

¿Pequeña? ¡Era exactamente lo contrario de pequeña! Su secreto, el secreto de su familia, era demasiado grande... demasiado incorrecto. Busqué en Google a la mafia irlandesa y las cosas que surgieron... me asustaron. No podía imaginar a Declan así. Era dulce, amable y divertido. No me sentía sola cuando estaba con él. Ahora que se había ido, me sentía más sola que nunca. —Si alguna vez te sientes sola. Llámame... estaré allí de la forma que necesites. Lo juro. —Le escuché susurrar en mi mente. Lo necesitaba aquí... a mi Declan, no un asesino a sueldo de la mafia.

DÍA 4 Creo que debería disculparme por mis últimos correos electrónicos. Si no lo has notado, soy egoísta, Coraline. Soy terriblemente egoísta y por eso solo pienso en lo que quiero o necesito. Lo siento por eso. He vivido esta vida durante tanto tiempo que ya no es gran cosa para mí, es solo lo que hacemos. Es lo que somos, y nadie más pestañea ante eso. Ni siquiera puedo imaginar lo que debes estar pensando. Cuán asustada debiste estar cuando te lo dije, y cuán asustada debes sentirte ahora. Esto no es solo una pequeña cosa, un pequeño defecto de carácter. Es enorme. Es feo. Y tengo que aceptar que es parte de mí. Pero no es así. No quiero que tengas miedo. Quiero que sonrías, te diviertas y salgas. Quiero que vayas a Grecia y adonde quieras ir. Dios, Coraline, quiero tanta felicidad para ti que incluso saber que no será conmigo está bien porque nunca te merecí. Lo sabía, pero lo intenté de todos modos y te lastimé. También lo lamento. El hombre con el que te despiertes dentro de diez años debería tener un trabajo normal... una familia normal. Una parte de mí desea poder decirle que no lo arruine porque realmente necesitas a alguien que dé un paso adelante por ti. Para que sea todo lo que necesites.

Debería salir contigo al menos dos veces... no, tres veces a la semana. Debería comprarte flores... demonios, debería saber qué tipo de flores te gustan. Debería atesorarte... adorarte, porque honestamente vales eso y mucho más. Me enamoré de ti en el momento en que entraste en el Eastside Diner. Era un tonto mirón que no podía apartar los ojos de ti. Casi vertí un envase entero de azúcar en mi café y robé el paraguas de un niño (no fue mi mejor momento) solo para tener una excusa para hablar contigo. Pero antes de que pudiera pronunciar las palabras, te habías ido. Debería haber sabido entonces que estabas fuera de mi liga. Inteligente. Hermosa. Graciosa. Linda. Sexy. Impresionante… y sobre todo, honesta. ¿Quién diablos pensé que era para merecer eso? Un monstruo no debería rondar a una reina… olvidará su lugar. Se supone que soy la cosa que está en las sombras o debajo de la cama. Y tú, Coraline, no deberías estar con un monstruo. Gracias por darme dos de mis primeras veces. Nunca olvidaré haberme enamorado de ti y lamento mucho haberte lastimado. Estarás bien. Prometo que nunca dejaré que nadie te toque. Declan. PD: Siempre te amaré. Me senté en el suelo de mi cocina comiendo helado directamente del cartón. Sabía que estaba llorando, pero no me molesté en secar mis lágrimas. Sólo comí. A veces estaba bien llorar... —¿Puedes ir a otro lugar? Tengo invitados —dijo mi tía, frunciendo el ceño con disgusto. Por una fracción de segundo me moví para levantarme y luego me detuve. —No. —¿Qué?

—Estoy sentada aquí hasta que tenga ganas de moverme. Es mi casa, mi cocina y mi helado. Así que lleva a tus invitados a otro lugar... —¡Coraline! —me gritó como cuando era una niña. Ignorándola, seguí comiendo. ¿Qué más podía hacer?

DIA 5 Corrí al Absolon, ya cinco minutos tarde para mi cena de negocios con el Sr. Stevens y nuestra clienta, la Sra. Graham. Sin embargo, cuando llegué a la mesa, el Sr. Stevens estaba sentado solo. —Lo hiciste. —Se levantó. —Sí, pero ¿No llego tarde? ¿Dónde está la Sra. Graham? —Me senté. —Llamó para decir que también llegaba expediente? Puede ser bastante difícil —afirmó.

tarde. ¿Leíste

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Asentí mientras tomaba un sorbo de agua. —Sí, lo hice. No te preocupes, te seguiré los pasos... La última vez que seguiste los pasos de un hombre, resultaste herida. Sacudiendo mi cabeza, respiré hondo mientras agarraba mi teléfono de mi bolso. No me había enviado un correo electrónico hoy y me molestaba. Cuanto más leía su última carta, más sentía que se había ido. Como si me soltara y me doliera. Ya no entendía lo que estaba sintiendo. —Antes de que llegue, quería hablar contigo sobre algo —dijo Stevens, sacándome de mis pensamientos.

Asintiendo, le presté mi atención. —Continúa por favor. —Se trata del trabajo que le diste a tu tío. —Frunció el ceño. Oh no. —¿Ha hecho algo? —No —negó con la cabeza—. Lo revisé y está bien. Pero debes tener cuidado. Tu padre siempre dijo que nunca podría confiar en su hermano. Que su codicia a menudo le gana. Y dejó en claro que quiere el banco. Si no tiene cuidado, podría robárselo debajo de tu narices. Una parte de mí quería decir que podía manejarlo. —Gracias... yo... —Hice una pausa cuando lo vi a él y a su familia entrar en el restaurante. La anfitriona los llevó a una mesa privada al lado del tanque de tiburones. Instintivamente levanté mi mano para bloquear mi cara. —¿Coraline? —¿Eh? —Pregunté mientras volvía a mirar al Sr. Stevens. —¿Estás bien? —¡Tyrone! —La Sra. Graham exclamó en voz alta mientras se acercaba a nosotros. Estaba vestida con un abrigo de piel de cuerpo entero... a pesar de que era verano, y su cabello blanco estaba impecablemente peinado y sostenido en su lugar por lo que solo podía suponer que eran mil horquillas. Stevens se puso de pie alegremente y le dio la bienvenida. Eché un vistazo a su mesa esperando que no nos hubiera notado, pero lo había hecho. Sus ojos verdes me atravesaron durante el segundo más largo de mi vida antes de apartar la mirada.

—Señora Graham, esta es la Señorita Coraline Wilson. —¡Oh! ¡Eres hermosa! —Besó mis dos mejillas. Sonreí. —Muchas gracias, se ve increíble. Por favor tome asiento. —Oh, nunca creerías el tráfico, mi conductor tuvo que tomar todas las calles secundarias solo para traernos aquí. —Agitó las manos en el aire. —Siento oír eso, señora. ¿Le gustaría ordenar ahora? —Tan cortés. —Rio. Bueno, ella podría ser mi abuela. —Por supuesto. ¿De qué otra manera se supone que vamos a ganarnos tu confianza? —Stevens se rio, pero fue falso y difícil de escuchar. Comenzaron a hablar, pero una vez más mis ojos se desviaron hacia Declan. Me di cuenta de lo cerca que estaban todos juntos. Evelyn, golpeó la mano de uno de los chicos cuando alcanzó el último trozo de pan antes de tomarlo para ella. Todos se rieron... bueno, todos menos Declan, aunque logró sonreír. Otro miembro de su familia… Liam, creo que se llamaba, envolvió su brazo alrededor de su cuello y dijo algo que hizo reír a los demás. Declan solo asintió y sus ojos volvieron a los míos. De mala gana me volví hacia la Sra. Graham que todavía estaba hablando sobre el tráfico. No pude evitar preguntarme cómo me sentiría al sentarme en esa mesa con ellos. Para reír, como una familia. Parecían tan felices y cálidos... ¿Era todo un acto? Si lo era, todos merecían premios.

Cuando salí del cubículo del baño, estaba Evelyn Callahan lavándose las manos, con su vestido de cóctel de encaje rosa suave. Se miró en el espejo y sonrió. —¡Coraline! No tenía idea de que estabas aquí. —Se volvió hacia mí mientras me movía para lavarme las manos. —Hola, señora Callahan. —Susurré sin mirarla. —¿Por qué estás tan rígida? ¿Está todo bien? —preguntó tan amablemente que tuve que enfrentarla. Su cabeza se inclinó hacia un lado y sus ojos se llenaron de genuina preocupación mientras me miraba. Tenía que saberlo. Seguramente Declan ya se lo había dicho. —Lo sé —susurré—. Sé quiénes son en realidad. Frunció la frente. —Coraline, eso no es motivo para andar con la apariencia de que el cielo se ha caído. No podía hablar en serio. —Quizás no me escuchaste. Dije que sé que...

—Que somos la mafia —susurró con complicidad mientras se inclinaba hacia mí y una pequeña sonrisa se deslizaba por su rostro—. ¿Entonces? ¿Es por eso que no estás al lado de mi hijo? —¿Cómo puedes ser…? —¿Y qué? —preguntó mientras se volvía para mirar su reflejo en el espejo. Abrió su bolso y sacó una pequeña botella de loción. Se puso unos puntos en las manos antes de ofrecerme la botella. La miré, demasiada sorprendida y confundida para hablar. Levantó mis manos y colocó un poco de loción en ellas antes de guardarla. —Juro que estos jabones de baño hacen que tus manos se sientan como papel de lija. —Estoy confundida —finalmente logré decir mientras me frotaba las manos—. ¿Porque te gusta esto? ¿Cómo puedes estar tan tranquila? No es como si me dijera que invaden los impuestos, él me dijo lo que realmente hacen. —Nunca invades los impuestos, cariño. El tío Sam no perdona a nadie y tiene una larga memoria. Sabes que así es como atraparon Al Capone, ¿Verdad? Sentí que debería haber un letrero en alguna parte que dijera Bienvenido a la Dimensión Desconocida. —Para responder a tu pregunta. —Suspiró mientras me miraba de nuevo—. No es gran cosa porque no es gran cosa. —Estoy segura de que hay muchas personas que no estarían de acuerdo. Se encogió de hombros. —Tú y yo no somos mucha gente. Si no lo supieras ¿Seguirías estando con él?

No dije nada. —Por supuesto que lo estarías. Eras feliz. Tú, incluso si no quieres admitirlo, ya empezaste a imaginar tu vida con él. ¿Y qué? No es cien por ciento bueno. Sigue siendo mejor que cualquier otra persona que puedas encontrar. Los hombres de esta familia son leales hasta el final. No solo aman a sus mujeres, las adoran. Todo lo que puedas desear en la vida, él no se detendrá hasta que te lo dé. No tienes idea de cuántas madres han venido a verme pidiéndome que le presente a sus hijas… cuántas de ellas han suplicado estar en esta familia. Siempre serás amada. Siempre tendrás a una familia. ¿Y qué si no es perfecto? —La línea entre la falta de perfección y el asesinato es muy grande. —Entonces, ¿por qué no puedes dejar de mirarlo? —Preguntó y me di cuenta de que me había seguido aquí a propósito—. Vuelve a tu mediocridad y tu miseria, Coraline, si no puedes soportar el hecho de que las mejores cosas de la vida siempre vienen con una trampa. Lo puedo ver en tus ojos. Lo sola que estás. Es una pena que te interponga en el camino de tu propia felicidad. Caminó a mi alrededor, sus tacones haciendo ruido en el suelo, mientras se abría paso. Me apoyé contra el mostrador por un segundo, respirando profundamente cuando la puerta se abrió de nuevo y me puse de pie más derecha. Pero no era ella, era Declan. Sus ojos me miraron frenéticamente antes de relajarse. —Gracias a Dios. Pensé que te había lastimado —dijo suavemente. —¿Evelyn? Asintió. —Ni siquiera yo sé de lo que es capaz mi tía. No creo que nadie más que Sedric lo sabe, y si le pidiera que te hiciera daño, lo haría. Perdón por irrumpir. Yo solo… solo necesitaba ver que estabas bien. Estás muy guapa. Lo siento. Ugh. Voy a irme.

Se volvió para irse. ¡Espera! Pero no me atreví a decirlo. Dejé que se alejara de mí y me dolía el corazón.

DÍA 6 Lo extrañe. No importa cuánto no quería admitirlo. Lo extrañé, hasta el punto en que casi lo llamo. Casi.

DÍA 7 Hoy estuve en el comedor de Elgin. Sentí la necesidad de hacer algo bueno, y alimentar a las personas sin hogar parecía ser lo único que podía hacer. Una parte de mí quería recordarme a mí misma que mis problemas no significaban nada. Había cosas peores sucediendo en el mundo y no debería perder el tiempo pensando en él. —Hola —le dije, con una sonrisa, a la pequeña niña de rostro pecoso que estaba frente a mi estación de pasteles y otros panes—. ¿Cuál quieres? Se puso de puntillas, mientras sus ojos los miraban por todos lados. Luego miró a alguien que era su hermana mayor o su madre realmente joven. La chica se veía tan… rota, y sabía que estaba rota. Las sombras oscuras alrededor de sus ojos me dijeron que no había tenido una buena noche de sueño en semanas. Asintió a la niña y señaló el pastel cubierto de chocolate. Le di la pieza más grande. —¡Gracias! —Sonrió como si acabara de darle el boleto dorado de Willy Wonka.

—De nada —le dije mientras volvía a su mesa. El siguiente fue un hombre musculoso bastante grande. Le habían afeitado el cabello y las cejas. Sonrió y señaló el bizcocho. Parecía un niño pequeño a pesar de su apariencia. Riéndome para mí misma, asentí mientras se lo entregaba. Dijo gracias en lenguaje de señas, y yo, insegura de cómo responder, copié la acción. Pero en lugar de alejarse, su mirada se desplazó hacia atrás y sentí que alguien se acercaba a mí. Volviéndome para mirar, descubrí que no era otro que Liam Callahan, vestido con una camiseta de algodón simple y un par de jeans. En todas las veces que lo había visto, esta tenía que haber sido la más causal. Pero no me miró. En cambio, empezó a hacerle señas al hombre que teníamos delante. Observé cómo tenían lo que parecía ser una conversación divertida. —¡Cualquier día, Ardal! —Dijo Liam mientras lo despedía. Juntaron las manos sobre la mesa antes de que el hombre se fuera a su asiento. Liam agarró un par de guantes debajo del mostrador y se los coloco sin mirarme. —Hola —le dije finalmente y sus ojos verdes, muy parecidos a los de Declan, se centraron en mí. —Hola, Coraline. —Asintió de manera casual antes de centrar su atención en la siguiente persona en la fila. Un niño de cabello rubio. Liam puso los ojos en blanco. —No me gusta este. SIGUIENTE. —¡Liam! —Jadeé mirándolo y luego al chico que hizo una mueca. —¡Yo tampoco soy como tu lamentable trasero! —Dijo el chico con el acento más fuerte que jamás había escuchado.

—Escucha, chico... —Chico, soy más hombre que tú lo siento… —Antes de que pudiera terminar, otro chico se acercó rápidamente y puso su mano sobre la boca del chico. —Lo siento, Señor, es un poco terco —dijo el mayor. —Será mejor que le pongas algo de sentido común. —Liam tomó un pastel al azar y lo dejó caer en la bandeja del niño. El chico rubio mordió la mano que tenía sobre la boca y miró a Liam, quien simplemente le devolvió la mirada. —No quiero este. —Sabes que… —¿Cuál quieres? —Interrumpí rápidamente. Los chicos se volvieron hacia mí y el chico más joven puso ojos de cachorro. —El de chocolate. —Está bien, entonces, cambiemos —dije mientras le entregaba el pastel de chocolate, ¡pero el pequeño mocoso lo robó y se escapó con los dos! —Tsk tsk. —Tanto Liam como el otro chico negaron con la cabeza. —¿Cómo pudiste caer en eso? —el chico mayor me dijo. —Ella todavía está verde, Carney. Dile a tu hermanito que si vuelve a cruzarse en mi camino, lo colgaré de los tobillos. —¡Entonces lo enviaré a su camino, Señor! —Se echó a reír mientras se acercaba a su hermano y le sujeto con una llave en la cabeza mientras el resto de la mesa reía.

—¿Así que vienes aquí a menudo? —Susurré entregando un pastel. —Un Callahan todos los domingos, a menos que sea el turno de mi padre, todos sus hijos vienen con él. Después de todo, es nuestro comedor de beneficencia. Conmocionada, lo miré mientras le entregaba un trozo de pastel de vainilla a una anciana. —¿Eres dueño de este comedor de beneficencia? —Eso es lo que dije. Tenemos otros, pero este es el principal. No solo está abierto a los irlandeses —afirmó mientras asentía hacía a los asiáticos que se acercaron a nosotros. Finalmente me miró—. Parece que no puedes alejarte de nosotros. —No es justo ya que son dueños de todo. Se rio disimuladamente mientras entregaba el último trozo de pastel antes de mirar a mi alrededor a las personas a cargo más arriba en la línea. —¿Hay más pastel? —Sí. ¡En la nevera! Asintió y me miró. —Vamos. Realmente no quería seguirlo. —No voy a lastimar a la chica de mi hermano —murmuró ya caminando. —No soy su chica. —¿Por qué no?

—Primero tu madre ahora tú. Todos… —¿Mi madre vino a verte? —Frunció el ceño mientras íbamos a la cocina. —¿No lo sabías? Hace dos días en Absolon. Abrió la nevera pero se detuvo. —Oh, eso es lo que pasó. Sabía que estabas allí, pero no me di cuenta de que ella fue a hablar contigo. Me pregunté por qué ambos se levantaron así. ¿Qué dijo mi madre? Siempre he querido saber qué tiene que decirles a las esposas. —No soy... no soy la esposa de nadie. —Todavía no —respondió mientras tomaba dos bandejas y se dirigía al frente nuevamente. —Eres increíblemente... —¿Apasionado? ¿Dulce? Oh, lo sé... pecaminosamente e increíblemente guapo. —Levantó la barbilla con orgullo mientras dejaba las bandejas y me quitó la mía. —Molesto. Rio disimuladamente. Me di cuenta de que parecía saber el nombre de casi todos, no solo los irlandeses, sino todos los que entraban, lo que me hizo preguntarme cuánto tiempo había estado viniendo la gente aquí. No mencionó a Declan ni nada relacionado con el tema, solo hizo su trabajo, uno de ellos al menos, y se centró en los que tenía delante. Después de veinte minutos, vino otro par para reemplazarnos. —¿Cuál quieres? —Preguntó Liam mirando los pasteles.

—Liam, esos son para... —Los hambrientos, y yo tengo hambre. —Tomó los dos pasteles junto con una cuchara, se acercó a una de las mesas y tomó asiento—. Ven. Suspirando, me senté frente a él. Me deslizó un pastel y la cuchara. —¿Qué vas a usar...? —Me detuve cuando tomó el largo trozo de pastel con la mano. Sacudiendo la cabeza, traté de pensar en algo para cambiar de tema, pero solo tenía una pregunta. —¿Por qué no has mencionado a Declan? Se lamio los labios y me miró con atención. —Quería ver si te importaba lo suficiente como para preguntar primero. Es bueno saber que te preocupas por él aunque fuera un poquito. —No es justo. —Cuando haces que un Callahan se enamore y luego te alejas, eso no es justo. No podía creer esto. —Todos hacen que parezca que hice algo mal. Era perfecto y luego tiró esto… de la mafia en el medio —murmuré tomando un bocado. —Hacemos mucho bien, Coraline... —También haces mucho mal —le respondí mientras soltaba la cuchara y usaba mis manos como él.

—Todo el mundo hace cosas malas. Incluso tú, o al menos tu empresa lo hace. —¿Qué? —Espeté mientras lo miraba. Apoyó los codos sobre la mesa y asintió. —Hace dos días, estabas en Absolon, comiendo langosta con la Sra. Lauren Graham, propietaria de Graham Steel Mill. La misma fabrica que tuvo una explosión hace cuatro años debido a un equipo oxidado y con mal mantenimiento. A pesar de las protestas de sus trabajadores, ni a ella ni a su junta le importaba. Así que Ardal el de allí... —Señaló con la cabeza al hombre grande que se reía con un grupo de otros hombres—. Le quemaron los cabellos de la cabeza y la cara. También perdió la audición. Entonces, no solo se ve aterrador, sino como no puede comunicarse normalmente, encontrar un trabajo, un buen trabajo, es casi imposible. —Carney y su hermano pequeño, Daly, perdieron a su padre en esa misma explosión. Y en lugar de compensar a los trabajadores y sus familias, WIB, tu empresa, la ayudó a mover su dinero de modo que solo se le exigió que pagara menos de cien dólares a cada familia. Así que felicidades, ayudaste a castigar a los pobres. Y mi familia no pudo hacer otra cosa que ayudarlos a reconstruir, pagar las facturas médicas y alimentarlos. Pero como huérfana, estoy seguro de que sabe lo poco que realmente significa esa compensación. Entonces dime, ¿Quién es el villano ahora? Me sentí enferma. —¿Debería explicar todas las demás historias de terror aquí? ¿Le gustaría saber cuántos de esos buenos están en su lista de clientes? Eché un vistazo alrededor del pasillo, todos se reían y estaban alegres a pesar de que la mayoría de ellos habían sido jodidos de una forma u otra. Mordí mi labio y bajé la mirada avergonzada. ¿Cómo no lo sabía?

—Como dijiste, hacemos muchas cosas malas. Vendemos drogas a personas que quieren drogas y, a menudo, eso significa que nuestra línea de trabajo se complica. Pero al menos cuando devolvemos el dinero no es solo para una deducción en los impuestos. —Se puso de pie, pero hizo una pausa—. Te dio el dinero de su madre, ¿Verdad? —¿Qué? —La fortuna Laoghaire —afirmó. Mi cerebro tardó un segundo más de lo que debería en empezar a funcionar, pero asentí. —Su madre fundó Elgin en Boston y lo trajo aquí. Todavía tiene la fortuna de su padre y eso fue más que suficiente, pero no estaba seguro de qué hacer con ella. Había planeado donarlo cuando éramos adolescentes. Sin embargo, es tradición si una madre muere, su fortuna va a su hija el día de su boda. O, si no tuviera una hija, la novia de su hijo, hacer lo que quisiera con ella. Me dejó y fue a unirse a las conversaciones en el pasillo. Una vez más, mi corazón ardió. —Señora. Me volví para ver al pequeño chico rubio, su hermano apretando su hombro, obligándolo a quedarse quieto. —Perdón por robarme el pastel. —Suspiró mientras se cruzaba de brazos. Luego miró a su hermano—. ¿Contento? —Lo siento de nuevo. —El chico mayor se rio mientras se llevaba a su hermano a rastras. Yo también.

Capítulo 12 "El mundo real es donde están los monstruos" ~ Rick Riordan ~

COTALINE Había pasado otra semana. Afortunadamente sin más visitas de su familia. Dos semanas... sin él y todavía estaba esperando que se volviera más fácil. Pero cada día que pasaba, me entristecía un poco que no me volviera a enviar un correo electrónico. Era una locura. Era la que quería esto y él solo estaba respetando mi decisión. De hecho, ¡Necesitaba dejar de pensar en él! Venía a trabajar y estaba en casa a las cinco. Lo que significaba que durante las últimas dos semanas siempre tuve un asiento de primera fila para ver a mis tíos peleando, e Imani tropezando borracha a las cuatro de la mañana. Había pasado de seis puntos, a lo que parecía ser todo el mundo, y de nuevo a uno en solo un mes. Era tan loco que apenas podía creerlo. Cinco. Cuatro. Tres. Dos.

Uno. —¡Urgh! Creo que me voy a enfermar. —Imani subió las escaleras a trompicones en el momento justo. Levantándome de la cama, abrí la puerta y me acerqué a ella. La levanté y me pasó el brazo por encima del hombro mientras la arrastraba a su habitación. Su madre salió y la miró. —Mírate. Qué vergüenza. —¡Tiene que ser uno para reconocer a otro! —¡Deténganse! —Les dije a ambas cuando mi tía levantó la mano para abofetear a Imani—. Está borracha. Me ocuparé de ella. No dijo nada más mientras bajaba las escaleras. —Baño. —Imani se apartó de mí y corrió hacia su baño. Con un suspiro, la seguí al interior de su baño rosa, y mientras sostenía su cabello detrás de sus orejas, noté su tatuaje nuevamente. 7B. Otis es parte de una pandilla llamada Seven Bloods. Traté de quitarme la voz de la cabeza. Pero no podía ignorar lo que estaba frente a mí. —¿Imani? ¿Qué significa tu tatuaje? —Coraline, por favor déjame en paz —susurró mientras descansaba la cabeza contra el asiento del inodoro—. Otis me dejó. —¿Qué? —Sí. Dijo que era demasiado estúpida para él.

—Es un idiota que no reconocería a una buena mujer aunque se cayera del espacio y justo encima de él. Puedes hacerlo mucho mejor... —No, no puedo —dijo mientras se ponía de pie—. No todos podemos ser como tú, Coraline. Que vas a grandes escuelas elegantes y vives del dinero que tus papás inteligentes te dejaron. —¿Por qué estás descargando toda tu rabia conmigo? —¡Porque me molestas! —gritó mientras me miraba—. Dios, eres tan… ¡ni siquiera puedo describirlo! Caminas por aquí como si fueras mejor que los demás, pero ¿Sabes qué, Coraline? No lo eres. A todos nos gustabas cuando estabas en California. ¿Por qué te molestaste en volver? —Disculpa por esperar que mi familia me extrañe. —¡Ahí, justo ahí, por eso me molesta! —Chasqueó—. ¡No somos una familia! Somos cuatro personas viviendo en una casa. Y andar cuidando de todos no hace que nadie se sienta mejor. Eres como ese perrito tonto y maltratado que sigue volviendo. ¡Ten algo de columna vertebral por una vez en tu maldita vida! Trató de agarrar su bolso de la mesa, pero lo agarré y tiré todo. —¿Qué estás haciendo? —¡Tener algo de columna vertebral! Esto es mío, ¿No? —Espeté, mientras marchaba hacia su armario y recogí mis zapatos, bolsos y camisas. —Esto y esto también. ¡Todo esto es jodidamente mío! Lo tiré al suelo y la miré. —¡¿Sabes por qué sigo volviendo, perra desalmada?! ¿Por qué no te echo a ti y a tus padres o los corto financieramente a todos? Porque somos familia, somos sangre. ¡Eso debería significar algo! ¡No podemos elegir a nuestra familia y tampoco deberíamos simplemente abandonarlos, sin importar lo repugnantes que sean!

—Diviértete con todas tus cosas. —Me empujo mientras cerraba la puerta y se iba. Sentada en el suelo, respiré hondo cuando oí el chirrido de los neumáticos. ¡Me levanté y miré hacia afuera solo para verla salir de nuestro camino de entrada con mi auto! ¡Jesús! ¡Ella estaba borracha! —¡Imani! —Grité mientras bajaba corriendo las escaleras y salía por la puerta. —¡Imani! —Grité de nuevo cuando escuché el auto chirriar y un choque espantoso cuando golpeó contra algo. Sin zapatos, salí corriendo colina abajo hacia la puerta principal. Y cuando llegué al final, vi que ella había conducido mi auto directamente hacia la caseta de vigilancia donde estaba el Sr. Pierre. Yacía allí en medio de la carretera, rodeado de trozos de madera astillados y fragmentos de vidrio ensangrentados. —Oh Dios mío. —Tropezó fuera del auto. —¡¿Qué hiciste?! —Le grité mientras corría hacia el Sr. Pierre y buscaba el pulso. —¿Está... está muerto? —Retrocedió. —¡Llama al 911! Sacudió su cabeza. —Cora... yo... no puedo. La miré con los ojos muy abiertos mientras corría. —¡Imani! —Grité tras ella. —Urrhhh... —refunfuñó el Sr. Pierre.

—Señor. Pierre, soy yo. Coraline. Coraline Wilson, la ayuda está en camino, solo espere. ¿Bueno? —Le di unas palmaditas en el pecho sin saber qué hacer antes de levantarme. Corrí de regreso a mi auto y presioné el botón OnStar. —Este es OnStar, ¿Cuál es tu emergencia? —Ha habido un accidente. Estoy en la puerta de Raven Hill Heights. ¡Necesito ayuda! —Cor-Cora —tosió el Sr. Pierre llamándome. —¡Por favor, apúrense! —Grité mientras corría hacia él y tomaba su mano—. Estoy aquí. Sr. Pierre, ¿Puede verme? Estoy aquí. —Mi mujer… —La llamaré en el momento en que lleguemos al hospital, ¿De acuerdo? No hables ahora, yo hablaré. Soy buena hablando, Sr. Pierre, así que concéntrese en mi voz... —Jo…hn… —Tosió más sangre y la limpié con mi manga. Traté de no llorar mientras asentía. —Está bien, John. ¿Qué quieres saber? Fui a Cancún recientemente. Es tan hermoso como las revistas. Tú y tu esposa deberían ir. A las mujeres les encantan las playas de arena blanca y las aguas cristalinas. De hecho, tienes que ir por mí. —¿De Verdad? —Volvió a toser y esta vez le salió sangre por la nariz. Lo limpié de nuevo. —Sí, en serio. ¿Cuánto tiempo desea permanecer? Creo que dos semanas bastarían. Una semana no es suficiente, créame. —Bueno. —Trató de asentir mientras apretaba mi mano con más fuerza.

—Bien entonces. Está hecho. Siempre cumplo mis promesas, John, así que tienes que hacerlo por mí. Tú y tu esposa tienen que ir. No dijo nada más cuando llegó una ambulancia, junto con dos autos patrulla de la policía. —¡Ayuda por favor! —Les grité. Sabía que por eso estaban aquí, pero sentí la necesidad de repetirlo. —Señora, necesitamos que se haga a un lado —dijo el paramédico, y retrocedí un poco sin soltar su mano—. ¿Vienes con él? Asentí y me paré mientras lo estabilizaban y lo levantaban. Noté a los oficiales de policía hablando con la multitud que se había reunido, sin que yo lo supiera. Mientras miraba a mi alrededor, me di cuenta de que Imani estaba muy lejos en la distancia. —Señora, tenemos que irnos. —Vámonos. —Seguí junto con ellos.

—¡Oh Dios! —una mujer mayor con el cabello corto y blanco gritó mientras caía al suelo. El médico le dijo lo que los paramédicos no pudieron, que en nuestro camino hacia aquí, el Sr. Pierre había muerto. Solo así, se había ido. Mi prima y yo nos peleamos y ella se marchó, ni siquiera había recorrido un kilómetro antes de matar a alguien. Esa era mi realidad

ahora mientras estaba sentada en mi pijama de Bob Esponja manchada de sangre, incapaz de irme. —¿Señora Wilson? Me volví hacia el oficial que me había llamado por mi nombre. —Sí... sí, esa soy yo. Me miró desde mis pies descalzos hasta mi cabello que todavía estaba envuelto en una bufanda. —¿Vives en Raven Hill? —Sí. —¿Y el auto Infinito es tuyo? —Sí. —Realmente quería silencio. Sentí que mi cabeza se iba abrir. —Señora, vamos a necesitar que venga a la estación. Para más preguntas... —¡¿Fuiste tú?! Salté ante la voz que me gritó. La anciana, todavía sollozando, se acercó a mí mientras se aferraba a los objetos personales de su marido. —¿Mataste a mi John? —¡No! —Dije rápidamente—. Señora Pierre, no hice esto. Me abofeteó. —¿Cómo pudiste hacernos esto? ¡Se iba a retirar! ¡Le quedaba una semana! —Mamá, vámonos. —Su hija la apartó cuando el oficial se interpuso entre nosotros. Me sujeté un lado de la cara, incapaz de hablar. El mundo giraba demasiado rápido para mí. —Señora Wilson, tiene que venir con nosotros...

—¿Está arrestada? Me volví para encontrar a Declan acercándose a nosotros. Eran las seis de la mañana y estaba vestido con jeans y una sencilla camisa azul oscuro con botones. Esto era demasiado... tenía que ser una pesadilla. Tropezando hacia atrás, caí en la silla. —Señor Callahan... —¿Está arrestada, oficial? —repitió mientras se paraba a mi lado. —No, señor, todavía no, solo tenemos algunas preguntas... —Entonces aléjate de nosotros. Seguramente aparecerá una explicación para esto, y cuando lo haga, vendrá de nuestro abogado. Por ahora, creo que sería mejor que regresaras a la estación. Tu Capitán debería llamarte en breve. —Efectivamente, su compañero se acercó y le indicó al oficial que lo siguiera. —Que tenga un buen día, Sr. Callahan. —Le asintieron y cuando doblaron la esquina, se sentó. Ninguno de los dos dijimos nada y me molestaba tanto hablar. —¿Cómo sabías que estaba aquí? —Susurré. —Uno de mis hombres estaba de camino a dejarte algo. Te vio entrar en la parte trasera de la ambulancia y me llamó. Por favor, dime que nada de esa sangre te pertenece. ¿Has visto a un doctor? —Extendió la mano para tocarme, pero luego se detuvo. Su mano formo un puño antes de agarrar su propia rodilla. —No es mía. Era del Sr. Pierre. Murió hoy. —Sentí que alguien más debería saber eso—. Era un buen hombre. No lo conocía muy bien, pero estaba allí en Raven Hill cuando nos mudamos por primera vez. Recuerda el nombre de todos y siempre salía de su puesto para decir buenos días o buenas noches a la gente. Era un buen hombre y hoy murió.

—Déjame llevarte a casa. —Sí por favor. Mi auto es el arma homicida. —Me reí suavemente aunque no fue gracioso. Me tapé la cara con las manos y traté de dejar de llorar. —Me haré cargo de esto. —No fui yo... fue mi prima —sollocé mientras me limpiaba la nariz. —Todavía me ocuparé de esto, solo déjame llevarte a casa, ¿de acuerdo? —Me ofreció su mano. La tomé y lo sujeté con fuerza mientras me conducía por la parte trasera del hospital. Eric estaba allí, y con un chasquido de los dedos de Declan, su abrigo se desprendió y estuvo sobre mis hombros. —Gracias —susurré mientras me sentaba en el asiento del pasajero. Encendió la música y la bajó hasta que fue sólo un suave zumbido antes de que partiéramos, apoyé la cabeza contra la ventana y respiré temblorosamente. —¿Así son tus pesadillas? —Susurré, mientras miraba hacia la ciudad. Parecía como si todos estuvieran empezando a levantarse y moverse mientras se preparaban para comenzar un nuevo día. Yo, por otro lado, solo quería ir a la cama. —Sí —respondió. —¿Y no lo olvidaré? —No. A veces tenemos que pagar por los errores de otras personas junto con los nuestros. —¿Alguna vez dejamos de pagar? —Lo miré cuando llegamos al semáforo.

Suspiró. —Nunca dejas de pagar, Cora. Si lo haces, significa que está muerta o moribunda. No quiero volver a verte así. —Son los pantalones de Bob Esponja, ¿No? ¿No lo estás haciendo por ti? Una sonrisa se extendió por sus labios. —Soy más del tipo del Don Cangrejo, quiero decir, ¿Qué diablos hace una esponja en el fondo del mar? Mi risa se convirtió en una gran carcajada. Se sintió bien reír. —Extrañaba escuchar eso —susurró en voz baja. Extrañaba reírme. Aleje la mirada del puesto de vigilancia cuando llegamos a Raven Hill. Se detuvo justo afuera de mi casa y abrí la puerta antes de que pudiera salir. —Gracias, Declan. Pero… —Entiendo. —Frunció el ceño mientras cerraba la puerta. —Y no tienes que encargarte de... —Dije que lo haría y así será. No lo consideres un favor. Piensa en ello como un regalo de despedida o un regalo que dice “lo siento”... cualquiera funciona. —Me entregó un sobre por la ventana. —¿Qué es? —Lo entenderás. Ahora entra antes de asustar a tus vecinos —dijo y miré a mi alrededor para ver a algunas personas que salían. —Adiós. —Adiós, Coraline Wilson.

Quería quedarme, aun sabiendo todo lo que sabía, no quería que se fuera. Pero di un paso atrás y entré rápidamente. Apoyando mi espalda contra la puerta, respiré hondo. Luego, cuando me di cuenta de dónde estaba, subí corriendo las escaleras. —¡Imani! —Grité. —¡Aquí! —contesto desde su habitación. Al entrar en su habitación, tenía una maleta en la cama y estaba ocupada arrojando todas sus cosas, mis cosas, en ella. —¿Qué estás haciendo? —Ya hablé con mamá y papá, me voy a ir hasta que esto pase. —Imani, murió. No hay un viento en todo el mundo lo suficientemente fuerte como para soplar esto. Se congeló cuando sus ojos marrones me miraron, luego comenzó a empacar más rápido. —¡Imani! —¡¿Qué?! —Gritó mientras arrojaba una camisa a su maleta—. ¡Coraline, estaba borracha y drogada! ¡Iré a la cárcel por toda mi vida! No puedo, Cora. —¿Y qué? ¿Quieres que me haga cargo de esto? ¡Creen que fui yo! —¿Lo creen? —Se relajó cuando se estiró para sujetarme—. Coraline, eso es perfecto… —¿De qué manera es esto perfecto? —Coraline, eres una ciudadana modelo. Tú tienes dinero. Estarás bien…

No pude soportarlo más. Justo cuando estaba a punto de darle un poco de sentido común, una mano agarró la mía. —¿Qué diablos estás pensando que estás haciendo? —Otis preguntó mientras me sostenía con su mano buena. Su rostro todavía estaba hinchado y había un gran hematoma en el lado izquierdo de su rostro. —Suéltame y sal de mi casa. —Traté de sacar mi mano de su agarre, pero me apretó con más fuerza. —¿Con quién diablos crees que estás hablando? ¿Rico Richie? —Otis, está bien. —Será mejor que te cuides, perra. —Se burló mientras me soltaba. Frotando mi muñeca, me volví hacia ella mientras cerraba su maleta. —Pensé que te había dejado. —Eso fue un malentendido. Le sonrió mientras él agarraba algunas de sus cosas, mis cosas. —Imani —susurré tratando de mantener la calma—. Es un gángster, uno real. Necesita ir... —Danos unos minutos, princesa, y los dos saldremos de aquí. Traté de tocarla, pero ella apartó mis manos. —Imani, te hará daño. —Traté de razonar con ella. —¿Qué sabes tú? —Empujó mi hombro al salir—. Cariño, estoy lista. Asintió mientras la seguía fuera de la habitación. Sabía mucho más de lo que pensaba. Sabía lo mal que se sentía querer ir y lo mal que no deberías. Al verlos bajar las escaleras, no sabía qué decir.

—Cariño, ¿Cuánto vale eso? —Otis se detuvo para agarrar el jarrón griego del armario de la sala de estar. —Déjalo. —Corrí detrás de él. —Estoy harto de ti —me espetó. —Otis, pertenecía a sus padres, déjalo. —Imani tiró de su brazo. Siguió mirándome y luego sonrió. —Mí culpa. —¡No! Lo dejó caer de sus manos y se hizo añicos cuando golpeó el suelo. Me incliné y toqué las piezas más grandes mientras Imani intentaba sacarlo por la puerta. Tomando algunos trozos, se los arrojé. —¡Hijo de puta! —¡Pequeña mierda! Me golpeó con tanta fuerza que me caí al suelo, y mientras trataba de sujetarme, sentí que los fragmentos del jarrón se clavaban profundamente en las palmas de mis manos—. ¿Con quién diablos crees que estás hablando? —¡Otis, detente! Vámonos. —¡Imani, sales por esa puerta con él, estás muerta para mí! Juro por Dios que nunca te perdonaré. —Limpié la sangre que salía de mis manos. —No te necesito, Coraline —respondió—. ¡Otis, vamos! Pero se quedó allí mirándome hasta que Imani tiró de él. —¡Sal de mi casa! —Les siseé. Molesto, agarró todo el estante y lo empujo. Se estrelló justo a mi lado, obligándome a retroceder rápidamente.

—Qué no te encuentres en Southbend, princesa, o puede que no tengas tanta suerte como hoy. —¡SAL! —Grité—. ¡SALGAN DE AQUÍ! —¡Vete a la mierda! —gritó mientras subían al auto y se marchaban. Esto no puede ser real. Esta no puede ser mi vida. El sobre que Declan me había dado estaba en el suelo. No lo había soltado hasta ahora gracias a Otis. Al alcanzarlo, rompí el sello y arrojé todo al suelo junto a mí. Tres pasaportes. Nueve tarjetas de negras. Sin nombres. Solo números. Un billete a Grecia. E imágenes. Nuestras fotos juntos. Fotos que habíamos tomado cuando hicimos tirolesa y nadamos con los tiburones. Había una nota en una de las fotografías. No quiero que tengas miedo o me elijas porque no tienes otra opción. Así que corre, Coraline. Sigue divirtiéndote. Mi tío te dejará quedarte hasta mañana por la noche. Pero si te quedas atrás, te tomará como una amenaza. Gracias y mantente a salvo. Declan. Me di cuenta con toda claridad de que no escribió “PD: Te amo” esta vez. —¿Qué diablos pasó? Miré hacia arriba cuando mi tío entró.

—Tu hija mató a alguien y luego se escapó con su novio. Pero no antes de que rompiera el jarrón de mi madre y me dieran un buen golpe. Miró alrededor de la habitación en estado de shock antes de mirarme. —Escuché sobre el accidente por tu tía. No se verá bien para la empresa si esto sale a la luz. Perderemos clientes. Conozco a un tipo en la estación de policía, y por el precio justo puede hacer que esto parezca un extraño accidente. Entonces podemos donar a... —¿No me vas a preguntar si estoy bien? —Cuestioné suavemente—. Estoy cubierta de sangre en el suelo. ¿No debería ser la primera pregunta que me hagas, ¿Estás bien? Si no como tu sobrina, al menos como tu cajero automático. ¿No debería ser esa la reacción normal a esta situación? Hizo una pausa y deduje que solo se dio cuenta de que esto no estaba bien. Me miró mientras abría la boca y la volvía a cerrar, como un pez. —Te daré dos opciones. Yo o el banco. —¿Qué? —El pauso. —¿Cuál? —El banco —respondió sin siquiera pensar. Asentí, ni siquiera sorprendida o herida. Desde que murieron mis padres, había estado sola. Rodeada de gente, pero sola. ¿Qué sentido tenía ser una buena persona si acababa de ser atropellada por una mala? Levantando una foto mía en Cancún, me miré. Entonces había sido tan feliz. Se sentía como si hubiera pasado una eternidad desde ese momento, pero no lo era, todavía me estaba esperando. Si todos iban a ser egoístas, si todos iban a hacer lo que quisieran de todos modos, ¿Por qué yo no podía? Tenía tres opciones frente a mí.

Levantando el pasaporte, me levanté y pasé junto a él. —¿De verdad me lo vas a dar? —gritó detrás de mí, pero no respondí. Primero una ducha. Entonces empaca.

Capítulo 13 “La vida tiene que terminar, dijo. El amor no lo hace" ~ Mitch Albom ~

DECLAN Dos semanas. Creía que lo superaría. Por ella, pero una vez que sabes lo que es ser verdaderamente feliz, sentir que estas parado junto al sol sin quemarte, ¿Cómo puede alguien volver a estar en la oscuridad? —¿Declan? Miré a Evelyn. Ella y todos los demás me estaban mirando. Me sentí como la primera noche que vine a vivir aquí. Todos seguían merodeando por encima de mí durante la cena. —¿Estás bien? —me preguntó amablemente. —Está bien —respondió Sedric mientras cortaba su bistec. —Preferiría escucharlo de él. —Lo fulminó con la mirada. Era la única que podía salirse con la suya. —Estoy bien —repetí. —¿Ves? —Sedric masticó—. Avísame cuando se haya ido. —Por supuesto. —Asentí mientras bajaba el tenedor—. ¿Puedo excusarme...?

—¿Señor Callahan? —Nuestro mayordomo entró en el comedor con los brazos cruzados a la espalda. —¿Qué pasa, Samuel? —Sedric bajó el tenedor. —Hay una joven aquí solicitando al mirándome—. La señorita Coraline Wilson.

señor

Declan

—dijo

Me levanté tan rápido que la silla se cayó. Camine hacia la puerta, sabiendo que Samuel no la habría dejado entrar sin permiso. La lluvia empapó mi ropa, pero no me importó. Se quedó mirando la casa bajo un paraguas verde, con un vestido de encaje color melocotón. Un taxi estaba estacionado justo detrás de ella. —¿Cora? —Llamé su atención cuando me paré al frente. Levantó el paraguas más alto para que los dos nos quedáramos debajo. —Hola. —Sonrió. —¿No entiendo? —Tenía miedo de ser demasiado feliz. Sacó un pasaporte y me lo entregó. —Me dijiste que me divirtiera, pero no sé cómo hacerlo sin ti, así que tendrás que seguir enseñándome. También quiero sellos. Le quité el pasaporte. Pero necesitaba estar seguro. —Coraline, no puedo cambiar quién soy ni qué hago... —Lo sé. Haré lo que hacen los demás y apartaré la mirada. ¿Es eso lo suficientemente bueno? Todo lo que pude hacer fue asentir mientras agarraba los lados de su cara y la besaba de la manera que había soñado durante las últimas dos semanas. Me devolvió el beso, pero solo poco antes de

separarme. Noté que uno de sus ojos parecía un poco hinchado. Mientras lo rozaba suavemente con el pulgar, hizo una mueca. —Vas a arruinar mi maquillaje —dijo en voz baja. —¿Qué te ha pasado? —Le pregunté tratando de mantener la calma frente a ella. —Estoy bien… —Coraline, que estés aquí significa que eres mía. Ahora eres parte de mi familia. No ocultamos nuestro dolor el uno al otro. Suspiró. —Otis y yo nos peleamos cuando se fue con Imani. —¿Está todo bien aquí? Sedric se volvió y se quedó en la puerta con las manos en los bolsillos mientras su mirada dura se movía entre nosotros. Tomé el paraguas y su mano antes de llevarla escaleras arriba. —Papá, esta es mi novia, Coraline Wilson. Su ceja se arqueó mientras se hacía a un lado. —Bienvenida a a la Masión Callahan, Sra. Wilson. —Gracias Señor. —Entramos. Evelyn, Neal, Olivia y Liam se pararon frente a la gran escalera y esperaron a que Sedric volviera a hablar. —Srta. Wilson, esta es mi esposa, Evelyn, estoy seguro de que la recuerdas de la iglesia —declaró mientras Evelyn avanzaba. —¡Por supuesto que me recuerda! —Dijo mientras abrazaba a Coraline—. Bienvenida querida. Estás preciosa. —Gracias señora…

—Solo Evelyn, estábamos en medio de la cena. ¿Ya comiste? —Aún no. Evelyn frunció el ceño. —En esta casa, Coraline, siempre cenamos juntos. Si no los obligo a hacerlo, se llenaran la barriga con papas fritas y hamburguesas hasta que mueran de un infarto. Ven ahora. Coraline me miró y asentí mientras se dirigía al comedor. Olivia besó a Neal en la mejilla antes de que se volviera y la siguiera, dejando solo a los hombres en el frente de la casa. Sedric se puso delante de mí. —Ella es tuya ahora. ¿Sabes lo que eso significa? Sonreí mientras asentía. —Protégela, vive y muere por ella. —Será mejor que no te escuche decir que te apresuraste en esto más tarde —murmuró mientras me apretaba el hombro y se dirigía de nuevo al comedor. —Papá —grité y se congeló antes de volverse hacia mí. Otis de los Seven Bloond, la golpeó. ¿Qué puedo hacer? Sabía que ya tenía un plan para ellos. —Después de la cena, tus hermanos, junto con el resto del clan, visitarán Southbend. Ya sabes lo que le pasara al Sr. Emerson — afirmó. —Finalmente, algo en lo que soy bueno —dijo Liam mientras colocaba su brazo alrededor de mi hombro—. Realmente no puedo lidiar con toda esta mierda amorosa. Es como ver a Romeo y Julieta una y otra vez. —¿No mueren al final? —Neal cuestionó. Liam puso los ojos en blanco. —¿No morimos todos al final?

—Bueno, mientras los dos discuten, voy a ir a comer. —Entré al comedor mientras una criada colocaba un plato frente a Coraline, que estaba sentada a mi lado. Sentándome, me miró. Tomé su mano y le besé el dorso. —Estoy feliz de que estés aquí. —Yo también. —Entonces, Coraline, ¿a qué escuela fuiste? —Preguntó Evelyn. Estaba seguro de que ya sabía la respuesta, lo más probable es que Sedric le hubiera hecho una revisión exhaustiva de sus antecedentes, pero me alegré de que estuviera tratando de hacer que Coraline se relajara. No estaba completamente cómoda, pero sabía que eso pasaría pronto. Se sentía como solo el comienzo.

Estaba acostado en medio de mi cama y yo quería simplemente mirarla hasta que saliera el sol. Moviéndome a su lado, besé su mejilla mientras me sentaba en el borde de la cama. —PD: Te amo —susurró, con los ojos apenas abiertos. —PD: Te amo más. —¿A dónde vas? —Se sentó.

—Un recado para mi tío. —No quería mentirle más. Su boca se abrió como si fuera a decir algo, pero antes de que pudiera, la cerró y se recostó. —¿Qué va a pasar con el señor Pierre? —El informe dirá que los frenos del auto no estaban funcionando y que el Sr. Pierre sufrió un ataque cardíaco mientras trataba de ayudarlo a salir. Nadie lo cuestionará. —Bueno. Por favor, mantente a salvo ahí fuera —susurró. —Siempre —le prometí mientras volvía a besar su mejilla—. Volveré antes de que salga el sol. —Estaré aquí. —Bostezó. No tenía idea de lo maravilloso que se sentía saber eso. Al salir de mi habitación, mi tío ya estaba esperando. —Somos buenos católicos. No podemos tenerla viviendo aquí y no casada contigo —dijo mientras me entregaba una pequeña caja. Al abrirlo, vi un diamante en forma de gota de lluvia unida a un anillo de oro blanco. —Era de tu madre. —Gracias. Solo así, lo tomó de vuelta y lo cerró de golpe. —¿No tienes algo que atender primero? No quieres perderlo en el caos. Después de todo, te llevarás a Liam. —Nos vemos cuando vuelva —dije, ya caminando hacia la parte trasera de la casa.

Cuando llegué allí, ya había cuatro grandes Jeep negro esperando. Liam me arrojó un par de guantes y una máscara mientras me subía a la parte trasera de uno de los Jeep. Colocando la máscara alrededor de la cara, nadie habló mientras nos movíamos. Poniéndome los guantes, me entregaron un AK-47. Revisé el cargador antes de volver a sujetarlo. Sacando mi segundo teléfono, envié un mensaje de texto masivo que contenía una foto de Otis. Lo quería vivo para poder matar al hijo de puta yo mismo. Los hombres a mi lado estaban vestidos de negro y me asintieron. Southbend era el agujero de mierda de Chicago, los autos desvalijados en bloques llenaban las calles y las únicas personas que salían eran yonquis, proxenetas, prostitutas y las personas que buscaban cualquiera de los anteriores. Básicamente, la policía se había rendido. Lo que significaba que una casa podía arder hasta los cimientos antes de que apareciera alguien. Los Seven Blood se habían apoderado de él y se habían hecho reyes aquí. Tal vez por eso habían olvidado quién era el dueño de esta ciudad. Patrick, que iba en el auto principal, estacionó y apagó todas las luces. Los otros tres Jeep lo copiaron. Salí y miré la casa vieja y en ruinas con las ventanas tapiadas y la puerta de entrada oxidada. Subiendo las gastadas escaleras de madera, toqué el timbre y me sorprendió un poco cuando funcionó. —¿Quién diablos? —alguien gritó antes de abrir la puerta. Estaba de pie con un viejo par de jeans que le colgaba de la cintura y un chaleco de mujer. —¿Está Otis en casa? —Pregunté amablemente mientras levantaba el arma en mi mano.

Sus ojos se agrandaron mientras trataba de correr hacia la parte de atrás, pero le disparé dos veces antes de que pudiera girarse para correr. Dos mujeres desnudas salieron corriendo de la cocina gritando. —¡Otis! —Grité mientras se abrazaban. —¡Piso de arriba! Los hombres detrás de mí les dispararon mientras subía las escaleras. Uno de sus hombres me atacó con un cuchillo. Moviéndome fuera del camino, agarré su brazo y lo volteé sobre su espalda mientras le disparaba directamente en el estómago. —La pistola gana al cuchillo —le dije mientras pateaba la primera puerta. El hombre que estaba allí tomó su arma, pero le disparé al brazo y luego a la cabeza. Cuando me di la vuelta, Otis estaba detrás de mí con una pistola en mi cabeza. Me bajé la máscara para que pudiera verme la cara y dejé caer mi arma. Sonrió. —No tienes idea… Antes de que pudiera terminar, le retorcí la mano y agarré el arma. Usando la parte de atrás, se lo aplasté en la cara, tan fuerte como imaginé que le había hecho a ella. Se tambaleó y se estrelló contra la pared. Le disparé a las rodillas y cayó al suelo, gritando como el hijo de puta que era. —Primera lección, si vas a disparar. Hazlo. No hables de eso. Agarrándolo por el cuello, tiré de él hasta el borde de la escalera antes de patearlo. Al caer golpeó dos veces antes de aterrizar sobre el maldito muerto que estaba en la puerta principal. Recogiendo mi arma, caminé hacia abajo mientras Eric y otro de nuestros hombres lo arrastraban afuera. Podía ver el humo y escuchar los disparos provenientes de las otras casas que nos rodeaban, y cuando miré

hacia arriba pude ver que los cielos nocturnos estaban teñidos con el resplandor anaranjado de los incendios. —Este es el hijo de puta que lastimó a la chica de mi hermano —dijo Liam a los hombres que nos rodeaban. Liam miró de nuevo a Otis, quien estaba siendo obligado a pararse sobre sus dos pies a pesar de las balas alojadas en sus rótulas—. ¿Y qué les hacemos a las personas que lastiman a nuestras mujeres? Entregando las armas a Patrick, le bajaron los pantalones mientras caminaba hacia él. —Las convertimos en mujeres también —respondí mientras me entregaba un cuchillo. —¡No! —Luchó cuando lo alcancé y lo miré a los ojos. —¿Te sentiste como un gran hombre cuando la golpeaste? —Le pregunté justo antes de hacer el corte. Gritó tan fuerte que estaba seguro de que su voz se quebró dos veces, mientras la sangre fluía. —Segunda lección, toca lo que es mío, sangras. Dejando caer su pene y testículos al suelo, lo soltaron y se desmayó junto a sus partes. —¡OTIS! —Imani salió corriendo de la casa hacia él, pero la agarré y la detuve mientras le echaban gasolina—. ¡Deténganse! ¡Por favor déjenlo! Ellos no lo harían. Liam soltó el fósforo y ella gritó mientras luchaba para soltarse. —Esto es lo que sucede cuando te haces la vista gorda a tu familia — le siseé mientras la obligaba a verlo arder.

Cayó hacia adelante llorando. —¿Qué hacemos con ella? —Liam me preguntó—. Papá quería que limpiaran todo este lugar. —Ella se va a registrar voluntariamente en el Hospital Psiquiátrico North Mount —le dije. —Nadie se registra voluntariamente en North Mount —respondió. —Es eso o West Ridge. Al menos se sentirá cómoda en North Mount. Asintió y ella luchó cuando los hombres la agarraron. —Dirígete a casa. Al menos deberían pasar juntos la primera noche en la mansión. —Gracias. —Como sea —murmuró, ya alejándose. Era un romántico de corazón; No sé por qué trataba de negarlo.

Epílogo “Y así, durante toda la marea nocturna, me acuesto al lado de mi querida, mi amada, mi vida y mi novia” ~ Edgar Allan Poe ~

DECLAN Cuando salí de la ducha, ella estaba sentada en medio de mi cama mirando el anillo que le había puesto en el dedo mientras dormía. —¿Demasiado? —Le pregunté mientras me apoyaba en el marco de la puerta—. Podemos seguir saliendo por un tiempo si quieres. —Es solo… guau. Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo — susurró mientras giraba el anillo alrededor de su dedo. Era un poco grande, pero lo arreglaría más tarde. Me gustaba verlo en ella. Sentado en la cama, tomé su mano y la sostuve con fuerza. —¿No más correr? —Saqué el dinero de tu madre de WIB. Así que sí, en los próximos diez años, seremos tú y yo. Sonrió. Me incliné y la besé. Ella se dejó caer sobre la cama mientras yo flotaba sobre ella. —Tú y yo hasta que seamos viejos y grises, Coraline Callahan.

SEDRIC Sentado en el borde de mi cama, me puse los cordones de mis zapatos cuando ella me abrazó por detrás. —Ella regresó tal como dijiste que haría —susurré. Fue por Evelyn que le permití a Coraline tener esas dos semanas. Evelyn lo había considerado perfectamente—. ¿Cómo supiste? —Ella me recordó a mí misma y volví. —Besó mi mejilla. —Todavía estoy tratando de agradecerte por eso —respondí mientras sostenía sus manos frente a mí. —¿Crees que lo logrará como nosotros? No quiero que se lastimen. Todavía tienen que visitar Irlanda y ya sabes lo que siente el clan por los forasteros. Declan la protegerá como tú me protegiste a mí. Como tú siempre me has protegido a mí. —Ella se inclinó y besó mi cabeza. Si ese fuera el caso, al igual que ella había hecho por mí, Coraline lo mantendría cuerdo y con los pies en la tierra. Las esposas… siempre son las que nos dan la fuerza que necesitábamos para seguir adelante. “Protégela, vive y muere por ella”. Era el estilo Callahan.

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Sobre la autor J.J. McAvoy nació en Montreal, Canadá, y actualmente estudia Humanidades en la Universidad de Carleton. Es la mayor de tres y ha amado la escritura durante años. Se inspira en todo, desde las tragedias de Shakespeare hasta la cultura pop. Su primera novela, Ruthless People, fue un éxito de ventas incontrolado.
J.J. McAvoy - Ruthless People 0.5 - Declan + Coraline

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