Carrie Arcos - There will come a time

253 Pages • 69,356 Words • PDF • 1.7 MB
Uploaded at 2021-09-24 09:48

This document was submitted by our user and they confirm that they have the consent to share it. Assuming that you are writer or own the copyright of this document, report to us by using this DMCA report button.


Staff

Lectura Final PrisAlvS Diseño Auro Kyle

Sinopsis Mark conoce la pena. Desde el accidente que mató a su hermana gemela, Grace, la única vez que se siente en paz es cuando él visita el puente sobre el que ella murió. La comodidad es fugaz, pero está casi al alcance cuando se está de pie en el lado equivocado de las barras de suicidio. Casi. La mejor amiga de Grace, Hanna, dice que ella entiende lo que está pasando. Pero no lo hace. No puede. No es sólo la enormidad de su pérdida. Como su gemelo, Mark debería haber conocido a Grace, así como él se conoce a sí mismo. Sin embargo, cuando lee su diario, es como si él no la conocía en absoluto. Como una manera de recordar a Grace, Hanna convence a Mark para completar la lista de cosas por hacer de Grace en su diario. La tristeza, la ira de Mark, y sus crecientes sentimientos por Hannah amenazan con aplastarlo. Pero Mark no puede echarse atrás. Él hizo una promesa de honrar a Grace, y es su única oportunidad para arreglar las cosas.

1 Traducido por Auro Kyle Corregido por flor25

Cuando Chris habla, sus manos se mueven alrededor como peces moribundos en la cubierta de un barco. Trato de no mirar, pero es imposible. Son pálidas, cosas escamosas, demasiado pequeñas para sus muñecas, más como las manos de un niño que de un hombre. Él va sin cesar sobre cuánto progreso él piensa que hemos hecho, de cómo estoy en mi camino hacia la salud. Me he dado cuenta de que él no dice que estoy curado. Todo el mundo está siempre en recuperación. Nadie está completo. Yo no necesitaba seis sesiones de terapia para decirme que nunca estaré completo otra vez. —Mark, así que ¿qué te parece? Al oír mi nombre, levanto la mirada y lo veo a los ojos. —¿Qué? —¿Cómo han sido estas sesiones para ti? No estoy seguro de cómo responder. Si digo que han sido de ayuda, entonces es como si estuviera admitiendo que él ha estado en lo cierto, que todo el mundo ha estado en lo cierto y lo que necesitaba era asesoramiento. Si digo que no han ayudado, él va a escribir algo como: Necesita más tiempo, y luego voy a tener que perder horas adicionales de mi vida con este chico y sus estúpidas manos de pescado. Tomo un enfoque diferente. —Siempre es bueno hablar las cosas. —No es que yo he hecho algo de conversación. Básicamente he repetido las frases de Chris de nuevo a él, diciéndole lo que pienso que él quiere oír. Es fácil, especialmente con los adultos que piensan que escuchar es medio asentir y tomar notas y hacer suposiciones.

Suposiciones como las que Chris hizo cuando nos conocimos. Él me echó un vistazo, hombre, filipino, adolescente, gorra, expansiones blancas, camiseta roja, pantalones vaqueros, y dijo: —¿Qué pasa? —Como si él estuviera emocionado de practicar su lengua vernácula adolescente. Le tendí la mano y le dije: —Encantado de conocerlo. —Yo no quería estar allí, pero me habían educado para respetar a la autoridad. Mi formalidad debe haberlo desconcertado, porque me dio una leve sonrisa después de estrechar mi mano e hizo señas para que me sentara en la silla de cuero negro frente a su escritorio. Los ojos marrones de Chris se animan ante mi respuesta. Probablemente he hecho su día. —Sí, sí, lo es, Mark. Me alegro de que puedas ver eso. —Dobla sus diminutas manos en la mesa frente a él—. Espero que tomes las herramientas que has aprendido aquí y las apliques con tu familia, tus amigos. Tienes que saber que no estás solo. Siempre estoy aquí si necesitas hablar. Asiento. Claro, a 110 dólares la hora. —Muy bien. —Chris se levanta, lo que indica que la sesión ha terminado—. ¿Puedes enviarme a tu padre cuando salgas? En la sala de espera, papá se pone delante de una pintura de un océano. —Um, Chris quiere verte —le digo. Papá me mira a los ojos, luego mira al piso cuando dice: —Está bien. —Él acaricia mi hombro dos veces mientras camina, y cierra la puerta del despacho detrás de él. Estoy en su lugar al otro lado de la imagen. El mar está azul oscuro y corrientes de la luz del sol rompen a través de un parche en las nubes, iluminando el agua, haciéndola brillar. Un par de pájaros vuelan en el horizonte. Un faro se sienta encima de un acantilado dirigiendo un rayo de

luz a un pequeño velero en la esquina del lienzo. La leyenda debajo lee: DESPUÉS DE LA TORMENTA. Dicen que el dolor es un océano medido en las olas y corrientes, meciéndose y lanzándote como un barco varado en medio de la profundidad. Pero esto no es cierto. El dolor es una cuchilla sin filo contra la piel de tu alma. Toma su tiempo haciendo su trabajo. La pena lentamente te volverá loco, hasta que intentas arrancártelo como una especie de animal herido atrapado en una trampa. Prefieres mutilarte y ser libre. Pero nunca serás libre porque siempre recordarás. Recuerdo a mi hermana gemela, Grace. Así que me presiono contra la hoja aún más fuerte.

2 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por Auro Kyle

Todo el mundo va a morir. Podrías despertar, levantarte de la cama, tropezar con un par de zapatillas en el camino hacia el cuarto de baño, caer por las escaleras, y romperte el cuello. Podrías conseguir alguna loca enfermedad. Podrías cruzar la calle y ser atropellado por un coche. Podrías tener un aneurisma cerebral, o tal vez atragantarte con un trozo de perro caliente como Jimmy Treviño lo hizo durante el almuerzo en primer año. Mientras que los otros estábamos allí de pie con la boca abierta, pensando, ¡Hagan algo! Miles se estrelló a través de la mesa y sillas, agarró a Jimmy alrededor de la mitad, y metió sus puños bajo la caja torácica de Jimmy hasta que el pequeño trozo de carne salió disparado de la boca de Jimmy. Jimmy vivió, pero un minuto más y podría haber tenido muerte cerebral, que es casi como estar muerto, o pudo haber estado muertomuerto. El punto es que mueres. La mayoría de las veces no lo ves venir. *** Yo solía cubrir mi cabeza con la capucha negra pensando que me ayudaría a ser invisible. Pero un chico de diecisiete años de edad, caminando por las calles solo con una sudadera de capucha invita automáticamente a la sospecha. Juro que ese es el porqué fui interrogado una vez por un oficial. Le di alguna historia sobre cómo yo estaba en mi camino a casa, y me dejó ir con una advertencia. A veces me pongo una gorra de béisbol. Cuelga sobre mi cara como el pico de un pato, proyectando una sombra en la que intento esconderme. Esta noche ha sido tranquila. Caminé por debajo del puente donde el río L.A. gotea en el arroyo de cemento, conduciendo claramente el estrecho camino que se curva en la parte posterior del puente. Cometí el

error de ir por ese camino un par de meses atrás y me encontré con un hombre sin hogar y su cuchillo. Para ser justos, fue en la mitad de la noche y probablemente asusté al hombre. No me quedé para averiguarlo. Cuando entro en el puente, este se estrechaba frente a mí como un túnel. Usualmente vienen mareos, supongo que es el vértigo, junto con la bilis. Resisto las ganas de vomitar. Respiro profundamente, cierro los ojos y practico una de las técnicas de meditación de Chris, que han demostrado ser realmente útiles. Simplemente me relajo y no dejo que cualquier imagen o pensamiento entre en mi mente. Estoy de vuelta en mi coche. Grace está a mi lado. Ella está cantando junto a la radio, como siempre lo hace. Su voz es profunda y alta. Vamos… ¿A dónde vamos otra vez? ¿El cine? No puedo recordar. Altas farolas, cada una iluminada con cinco globos pequeños, en cadena a lo largo del puente como luces de navidad. Estoy riendo. Entonces es como si hubiera una explosión y hay luz por todas partes, como si estuviera dentro de ella. —Mark —dice Grace justo antes de la música de los neumáticos chirriando y el metal raspando. La cual es seguida por los sonidos de nuestro coche volteándose y rodando. El crack de un hueso roto y cristales rotos. Mi cabeza golpea la ventana. Estoy colgando boca abajo, el cinturón de seguridad cortando mi pecho. Y Grace… Grace está a mi lado. Sus ojos están abiertos, y ella está conteniendo la respiración. Está tranquila. Yo estoy esperando, esperando oír su respiración. La imagen se desvanece y sigo avanzando por el puente. No puedo creer que sea la última semana de las vacaciones de verano. ¿Cómo sucedió eso? No es como si yo le temiera a la escuela, es más como si hubiera perdido la noción del tiempo. O tal vez he perdido la noción de mí. Coches pasan a un lado de vez en cuando, pero estoy casi siempre solo. Me detengo en el centro del puente, donde una plaza de concreto blanco actúa como un banco. Me paro en él y alcanzo a tocar la parte superior de los clavos de hierro negro de las barras suicidas. Empujo hacia

abajo, pero no son lo suficientemente afiladas para perforar la piel. Aunque no soy súper alto, metro setenta y siente, escalo fácilmente la barandilla y subo sobre ella. Por el otro lado sostengo las barras y me inclino hacia delante, como si fuera un esquiador que saltó y ahora vuela por el aire. El agua corre debajo. Está oscuro pero la luz del puente y los edificios de los alrededores es suficiente para dejarme ver el cemento debajo. Si me arrojo hacia adelante con la velocidad suficiente tal vez pueda llegar a los árboles en el arroyo. Sucedió en 1930. Alguna madre angustiada envolvió a su bebé en una manta, la besó y la tiró del puente antes que ella. La mamá murió, pero la niña fue atrapada en las ramas de un árbol. Ella vivió. Me hubiera gustado haber visto eso. Me imagino la manta blanca desenredándose, arrastrándose tras ella como humo blanco, enganchándose en el árbol. Estiro mi cuerpo más lejos, aunque me sostengo fuerte de la barandilla. —¡Grace! —grito en la oscuridad. Nadie responde. Intento de nuevo. —¡Grace! —ni siquiera un eco—. Debería haber sido yo —susurro. Cierro los ojos y la veo de nuevo, esa mirada en blanco. La culpa me abruma, y desearía ser el único que murió. De verdad, sería más fácil. Intenté sentirlo, ese espacio entre querer vivir y querer morir, como si fuera tangible, en algún lugar puedo arrastrarlo. Cuelgo contra el puente y el aire. Solo mis dedos sostienen mi peso. La barra de acero corta mis dedos. Mis brazos comienzan a temblar. Abro los ojos. Algún día voy a morir, pero no hoy. Subo sobre las barras y hago mi camino de vuelta a la calle donde estacioné el auto.

3 Traducido por Auro Kyle Corregido por flor25

Apago el motor y miro hacia mi casa. Está oscura, excepto por la luz de la cocina, la que dejamos encendida para ahuyentar a los ladrones. Toc. Toc. Toc. Salto. La cara de Hanna se asoma hacia mí a través de la ventanilla del auto. Su cabello castaño está recogido en una coleta alta. —¿Qué demonios? —Abro la puerta. —Es bueno verte, también, señor Don Gruñón. Ella asiente, la señal para que la siga. Sé que solo tengo una opción, así que voy tras ella. Si no lo hago, voy a oírla quejarse sin oírla, y el tratamiento silencioso de Hanna es casi tan malo como oírla. Echo un vistazo a mi casa. No hay movimiento. Eso es bueno. Significa que mis padres están todavía dormidos. En un par de zancadas, estoy a la par con ella. —¿No puedes dormir? —susurra. Me encojo de hombros. Ella sabe que fui a algún lugar. Sabe que acabo de regresar. Eso es todo. Y eso es todo lo que necesita saber. Estoy seguro de que Hanna tiene sus sospechas, pero no hablamos de ello. —¿Y tú? —Steve está de visita. —Oh. —Steve es el novio de su mamá, algún diseñador súpercerebrito-superior-al-promedio que trabaja en el LPC, como en el

Laboratorio de Propulsión a Chorro. Hacen todo tipo de cosas de alta tecnología, como crear naves espaciales y enviarlas a Marte. Él es decente, pero tiene que ser raro saber que su madre está teniendo sexo con el tipo a solo unos metros de su habitación. —¿Quieres quedarte en mi casa? —pregunto. Ella me mira divertida. —Sí, estoy segura de que tus padres estarán bien con eso. —¿Qué? Te sacaría a escondidas antes de que se despierten. Duermen hasta tarde los sábados. Además, no es como si no te hubieras quedado a dormir antes. —Es cierto, pero… —Cierto —le digo. Sé lo que está pensando. Hanna solía tener pijamadas con Grace, lo que tenía más sentido. Todos somos, no, todos éramos, de la misma edad: Grace y yo compartiendo el mismo cumpleaños a causa de todo el asunto de ser gemelos, y Hanna solo un par de meses más joven que nosotros. Pasábamos el rato hasta que era hora de dormir, y entonces yo escuchaba a las dos riendo a través de la pared entre nuestros dormitorios. Solo en el otro lado, siempre me preguntaba de qué se estaban riendo, celoso de que yo no estaba en la broma. Hanna y yo caminamos en la oscuridad porque no hay alumbrado público. El barrio es tranquilo. Nadie nos está mirando a escondidas a través de las cortinas entreabiertas. La mayoría de la gente está dormida. —O podríamos estar despiertos toda la noche —dice ella. ¿Despiertos toda la noche? No tengo nada para mañana, en realidad, a excepción de un par de horas de práctica de bajo. Técnicamente podría perder una noche y todavía reponerlo antes de que empiecen las clases. No es como si durmiera mucho de todos modos. Chris me dio algo para ayudar, pero no fue así. Necesitaba un lavado de cerebro, no una pastilla para dormir. Así que en vez de eso camino por el puente o me pongo los auriculares y conecto mi bajo eléctrico y toco hasta que sea de mañana.

Probablemente no conseguiría dormir esta noche. Además, Hanna y yo estamos atrasados para una noche en vela, por lo que estoy de acuerdo. Hanna abre la puerta que conduce al patio de su casa. Trata de ser silenciosa, pero las bisagras dejan escapar un gemido lento. Ella se congela y sus grandes ojos verdes me miran como si hubiésemos sido atrapados. Esperamos, pero no pasa nada. No sale su mamá o Steve para ver quién está irrumpiendo. Vamos de puntillas a un gran columpio de madera que cuelga de un enorme roble hacia la parte posterior de su patio. Me siento en el columpio primero, sosteniéndolo para que así Hanna pueda sentarse a mi lado. Ella está en pijama: una camisa rosa y pantalones de chándal. Ella tira de la cintura hacia abajo para que descanse justo debajo de sus caderas. Se supone que debo actuar como si no me doy cuenta, pero lo hago, todo el tiempo. El hecho de que hemos crecido juntos, no significa que no tengo un pulso. El cable de color blanco de su bomba de insulina, que ella nombró Pepe hace un par de años, se asoma desde debajo de su camisa. Ella siempre está quejándose de tener que usar a Pepe, de cómo arruina su estilo, pero no es como si tuviera una elección. Fue diagnosticada con diabetes tipo uno cuando tenía seis años, y tiene que mantener una estrecha vigilancia sobre su nivel de azúcar. Hace años, su madre se acercó a mí y a Grace para decirnos que si Pepe comenzaba a sonar teníamos que ayudarla. Yo, básicamente, tengo que hacerla beber algo alto en azúcar, algo como jugo de naranja, esa cosa está repleta. Puede ser divertido cuando Hanna esta baja porque actúa un poco chiflada y testaruda, pero se puede volver rápidamente de verdad aterrador. Ella tuvo un ataque hace dos años y una ambulancia tuvo que llevarla al hospital. Me burlé de ella sobre estar fingiendo estar enferma para que pudiera llamar la atención cuando ella llegó a casa, pero yo estaba preocupado. Deslizo el columpio lentamente hacia adelante y hacia atrás con los pies. Los suyos ni siquiera tocan el suelo, por lo que ella acerca sus piernas hasta el pecho y las abraza con sus brazos.

—¿Qué es lo que más deseas? —pregunta. Sonrío. Ella sabe que esos temas están prohibidos en las conversaciones, pero siempre encuentra una manera de preguntar sin decir las palabras. Debería molestarme, pero no lo hace. Me gusta que ella se preocupe por mí. —¿Esta noche? —No, en el último año, estúpido. —Graduarme. —No es que tenga ningún gran plan. Se supone que debo aplicar a las escuelas de música este otoño. Pero ya no sé si eso es lo que quiero. Ya no sé nada. Hanna me golpea suavemente en el brazo. —Estoy hablando en serio. —Yo también. —Estoy deseando que lleguen todos los últimos. —¿Los últimos? —pregunto. —¿Recuerdas el primer año? Cuando comenzó la escuela secundaria, había todas estas primeras veces. Este año, porque todo termina, habrá todos los últimos. Estoy tranquilo, por lo que sigue como si tuviera que explicarme. —Ya sabes, la última vez que asistes a una asamblea de inicio de año, la última vez que tienes que tomar matemáticas, la última vez que vas a un partido de fútbol, la última vez que te saltas la clase para ir de compras con tu mejor amiga… —Su voz tiembla y se apaga. Ella no dice el nombre de Grace, pero sé que eso es lo que quiere decir. Me pongo rígido a su lado. Decir que Hanna y yo somos diferentes es un eufemismo. La mitad del tiempo ni siquiera trato de fingir que la entiendo.

Ella llora tan fácilmente, al igual que en las películas o cuando escucha acerca de alguien recibiendo malas noticias o cuando está frustrada. Nunca te sientes en el tráfico de la hora pico con ella cuando va tarde. Ella lloró cuando se enteró sobre Grace. Había llegado al hospital y se derrumbó en su madre cuando Jenny les dijo. La observé y no sentí nada. Yo como que la envidiaba por hacer que pareciera tan fácil. Hanna gritó un par de veces y luego se acabó. Era como si todas las cosas dolorosas en su interior salieran y ella estaba bien. No sabía cómo podía hacer eso, cómo ella solo podía dejarlo ir. Yo no lloré cuando Grace murió, todavía no lo he hecho. Como que estaba adormecido. En el funeral, me quedé allí en medio de todas las lágrimas, pero no pude hacerlo. Todo el mundo tomó mis ojos secos como estoicismo silencioso. Si siento algo, la mayoría de las veces es ira. Chris trató de hacerme llorar en su oficina, pero en lo único que podía pensar era en como su pico de viuda1 llegó a tal punto afilado sobre su frente. Se veía como una flecha perfecta para dirigir mi puño. Espero que Hanna no empiece a llorar ahora. No creo que pueda soportarlo. Cambiando de tema, le pregunto: —¿Recuerdas la primera vez que nos quedamos despiertos toda la noche en este banco? —Tan pronto como lo digo, deseo poder retirarlo. —Sí. —En octavo grado. —El año en que entré en la escuela de artes. El año en que Hanna y yo casi nos besamos. —Papá se fue. Asiento, esperando a que lo recuerde. El pico de viuda: es una anomalía capilar que causa la formación distintiva de la línea del cabello en forma de V sobre la mitad superior de la frente. 1

—Intentaste besarme. —Ella dice en voz baja. Está mirando sus dedos de los pies. Sus uñas son de un color un poco oscuro. —Yo te di un abrazo de consuelo. Tú fuiste la que volvió su rostro cuando me agaché. De hecho, podría decir que tú trataste de besarme a mí. Ella se ríe. —Oh hombre, eso fue vergonzoso. —Sí, me dio vergüenza por ti —bromeé. —Cállate, —ella dice. Nos empujó más rápido en el columpio, de repente un poco avergonzado de haber sacado el tema. No estaba avergonzado esa noche. Yo estaba confundido. Era tarde y Hanna me envió un mensaje de texto sobre su padre y me preguntó si podía venir. Normalmente le habría enviado mensajes de texto a Grace, pero Grace estaba en Long Beach visitando a nuestra mamá. Yo no estaba interesado en pasar dos semanas con mamá y su nuevo marido. Grace dijo que estaba siendo terco por no querer ir, pero no me importaba. En mi opinión, mamá había tomado su decisión hacía años cuando se fue. No veía la necesidad de facilitar la fachada, pero Grace, bueno, ella era la más indulgente de los dos. Así que corrí a la casa de Hanna y ella me estaba esperando en el patio trasero, en el columpio. Se veía tan pequeña y asustada sentada allí. Estaba llorando. Me senté a su lado y escuché su charla acerca de sus padres, sobre cómo ella no podía imaginar la vida sin su padre en la casa. Mis padres se separaron cuando Grace y yo teníamos siete. Mamá nos dejó un viernes después de su turno de enfermera en el hospital. Me acuerdo porque teníamos planes de ir a acampar ese fin de semana, y papá hizo que Grace y yo nos quedáramos con Tita Christie en su lugar. No entendíamos lo que había pasado. Todavía no lo hago. Todo lo que sé es que ella nos dejó.

Mamá le dio a papá la custodia total y, finalmente, se reunió con este tipo Will y se trasladó a una hora de distancia. Papá se casó con Jenny un par de años después del divorcio. Lo curioso es que ambos se enamoraron de alguien blanco, no es que tenga algo en contra de los blancos. Probablemente pensaron que habían intentado casarse con un filipino en primer lugar, y ya que había sido un lío, ¿por qué no? Podía relacionarme con el drama de Hanna de familias rotas. La mayor parte del tiempo a nuestra familia fragmentada le iba bien. Obtuvimos a Jenny después. La primera vez que se reunió con nosotros, Jenny me trajo un CD de mi música favorita de bajo y a Grace algunos lápices de colores de fantasía. Nos agradó de inmediato. Por lo menos a mí. Ella sabía de Edgar Meyer, un bajista increíble, y eso le dio puntos instantáneos. Más tarde me enteré de que mi padre le había dado el consejo a Jenny. Le tomó un poco más de tiempo ganarse a Grace porque creo que ella aún tenía la esperanza de que mamá regresara a casa. A veces es una mierda. Mamá y yo todavía no estamos en los mejores términos. Pero siempre tuve a Grace. Nunca tuve que pasar por esto solo, no como Hanna. Ella era hija única. Tenía toda la presión de tratar con el dolor y sus padres por su cuenta. Hanna tenía una enorme lágrima corriendo por su rostro. Quería decirle que todo iba a estar bien. No, yo quería hacer que todo estuviera bien para ella. Extendí mi mano y limpié su mejilla. Nunca la había tocado de esa manera. —Vas a estar bien —le dije, mirándola a los ojos, que estaban hinchados alrededor de los párpados, pero aún brillantes y hermosos. Ella miró a los míos y quise besarla. Ella quería que lo hiciera porque se movió un poco más cerca y sus ojos comenzaron a cerrarse. Sabía lo que tenía que hacer. Pero esto era diferente de jugar verdad o reto con Jessica. Yo solo quería una cosa de Jessica el año anterior. Esta era Hanna. La misma Hanna que había sido mi amiga desde el quinto grado. La Hanna a quien conocía tan bien como conocía a mi hermana. Hanna, que me hacía sentir nervioso y seguro al mismo tiempo.

Entré en pánico. Dudé mucho tiempo y se rompió el estado de ánimo, así que fingí que estaba a punto de darle un abrazo. Nos sentamos allí toda la noche, sin hablar, con mi brazo alrededor de ella, incluso después de que comenzó a acalambrarse. Fue entonces cuando me confundí. Empecé a pensar que la amaba, o al menos me gustaba mucho, Hanna, porque no había nadie más con quien me sentaría toda la noche, ni siquiera con Grace. *** —Espero que sea un buen año —dice Hanna—. Realmente necesito un buen año. —Vas a tener un gran año —le digo. —Por supuesto. —Hace una pausa y añade—: No habrá nada extraño2. Descanso la parte de atrás de mi cabeza en el banco. —Depende de lo que está aledaño. —O si todo es de gran tamaño. Hanna y yo jugamos el juego que ella, Grace y yo empezamos hace años. Grace era generalmente la mejor. Tenía un oído para la rima. Solía escribir estos poemas increíbles, así que realmente no era justo jugar con ella. Nunca se inclinaba en nuestro favor. Esta noche voy a ganar porque somos solo Hanna y yo ahora, y soy el último despierto. No me importa que su cabeza haya caído sobre mi hombro. Ella huele a Hanna, un poco de sudor y jabón de marfil. Pongo mi brazo alrededor de ella y nos meso lentamente hacia atrás y adelante en el columpio. Es casi de mañana, pero no quiero despertarla. Quiero quedarme aquí el mayor tiempo posible. Escucho su respiración constante

Juego de palabras traducido para mantener la rima con un significado vagamente similar al original en inglés, pero el cual mantiene la misma idea. 2

y veo el resplandor naranja del amanecer fluyendo sobre nosotros y cubriendo el cielo como una manta.

4 Traducido SOS por Auro Kyle Corregido SOS por Auro Kyle

La resonancia del bajo eléctrico tararea contra mi cuerpo. Ha tomado una hora para llegar hasta aquí, pero ahora que he desarrollado las notas en la página, estoy dentro de la música. Aquí es donde siento más claridad. No conozco muchas cosas sagradas, pero sé esto: la música es sagrada. Siempre he tenido una debilidad por la música. Papá lo llama un regalo. Él me inició en las lecciones cuando tenía seis años y me permitió elegir el instrumento. Cogí el bajo debido a su sonido grave y potente. El bajo establece el tempo3 y la sensación. Si una banda de jazz es una persona, el bajista es el músculo. Los tambores son el esqueleto. La guitarra o teclado son las extremidades. Las voces suman los gestos faciales. En la escuela, alterno entre el contrabajo y el bajo eléctrico en función del grupo en que estoy. No puedo cantar, sin embargo. Bueno, puedo cantar en una multitud, como "Feliz Cumpleaños" o agregar algún coro, pero estoy más cómodo detrás de un instrumento. Tengo que tomar la teoría de la música en la escuela, lo que requiere un poco de canto. Afortunadamente no soy calificado en base a la calidad vocal, solo en que sé cómo leer la música. Creo que soy uno de los pocos en la clase que realmente disfruta de la teoría. Es como estudiar otro idioma. Tal vez soy bueno en eso porque sé inglés y tagalo4. No soy súper fluido en tagalo, pero sé más que cómo preguntar dónde está el baño. Cada vez que estoy cerca de las tías, las hermanas de papá, me hacen practicar con ellas. El tagalo es técnicamente mi primera lengua, aunque dejé de hablarla fuera de la casa en el primer grado. Ya era bastante duro cuando los otros niños, Tempo: en terminología musical hace referencia a la velocidad con que se ejecuta una pieza musical. 4 Tagalo: o tagálog, es una lengua hablada mayoritariamente en las Filipinas. 3

principalmente blancos, debido al suburbio prácticamente todo blanco en el que solíamos vivir, veían lo que mamá nos había preparado a Grace y a mí para el almuerzo. —Longaniza5, —yo diría, como si nunca hubieran visto una salchicha antes. Es impresionante, a pesar de que hace que tu aliento apeste. Y que eructes durante todo el día. Así que empecé a pedirle a mamá que hiciera sándwiches de mantequilla de maní y jalea con la corteza cortada, uvas y un paquete de papas fritas. Después papá se casó con Jenny y nos mudamos a Eagle Rock, que tiene una población filipina de bastante buen tamaño, yo todavía no hablo mucho tagalo. Las tías dijeron que me arrepentiré cuando me haga mayor, pero me imagino que me arrepentiré de muchas cosas para entonces, así que añádanlo a la lista. Pero la música es el lenguaje perfecto porque todo el mundo puede hablarlo. No es obstaculizado por las palabras. No hay lugar a interpretaciones erróneas. No solo la esencia, la emoción de lo que nos comunicamos unos con otros. Toma la tristeza o la ira o incluso la alegría. Tratamos de explicar cómo nos sentimos, pero no siempre existen las palabras adecuadas o no encontramos las palabras. Pero con la música puedes escuchar una pieza y decir: Sí, eso es todo. Eso es exactamente lo que siento. Especialmente el jazz. Me encanta cómo puede hacer que te sientas relajado realmente o incluso triste, pero no te sientes desesperado. Hoy la música que estoy tocando son todos acordes menores. Tengo la sensación de que hay alguien en frente de mí y abro los ojos. Jenny me sonríe. —¿Qué? —le digo en voz alta antes de recordar quitarme los auriculares—. Lo siento, Jenny. —Pongo el bajo al lado de su amplificador al lado de mi cama. —No hay problema. ¿Tienes hambre? —Sí.

Longaniza: embutido, existen diferentes tipos y formas de cocinarlo, la versión filipina suele ser con carne de cerdo, y existen una versión salada y otra dulce. 5

Ella me entrega un tenedor y un plato de huevos revueltos, tostadas y tocino. —Esta frío —le digo, pero lo como de todos modos. —Es casi el mediodía. —Traducción: lleva tu trasero abajo más temprano para el desayuno—. ¿Te quedaste despierto hasta tarde? — pregunta, mirándome comer, apoyada en mi escritorio con los brazos cruzados delante de ella. Ella todavía lleva su ropa de entrenamiento, leggings negros y una camiseta gris, por lo que probablemente ha sido una mañana lenta. Jenny está en gran forma, y trabaja duro por ello cinco mañanas a la semana en el gimnasio. —Sí —le digo con la boca llena de pan. —Mmm-hmm. —Ella extiende la mano y toca mi camisa—. ¿Dormiste con la ropa puesta? ¿No te compré un pijama nuevo la semana pasada? Ella espera a que le responda, pero pongo un poco más de comida en mi boca. Jenny no es estúpida. Ella va directo al grano, pero tiene un toque suave. No hay mucho que pueda tirar sobre ella. Me gusta eso de ella. Sabe exactamente dónde se encuentra. Esta mañana ella está flotando entre Voy a hablar con tu padre y Puedes hablar conmigo. Estoy aquí para ti. —Tu papá se fue temprano. Alguien llamó de la tienda. Papá trabaja como gerente de distrito para una cadena de tiendas departamentales. Siempre lo llaman del trabajo. Es genial porque obtengo ropa gratis todo el tiempo. Pero lo mantiene bastante ocupado, especialmente en los últimos meses. —Nos gustaría cenar juntos. ¿Tienes planes? —Iba a pasar el rato con Sebastian después. Tal vez conseguir practicar un poco.

—Estoy haciendo Piccata6 de pollo. —Bueno, sí, eso suena bien. Los mejores platos de Jenny son siempre italianos, probablemente porque ese es su legado. Ella tiene toneladas de recetas familiares secretas por las que ella y sus hermanas pelearon para conseguir. El primer año que Jenny vivió con nosotros, ella trató de cocinar comida filipina, lo que papá pensaba que era lindo. Grace le recordaba cada vez que no solo comemos comida filipina, lo cual es cierto, pero era nuestra comida de comodidad. Jenny comenzó con el adobo. Ahora, todo el mundo sabe que cada familia hace adobo de manera diferente, algunos con pollo, un poco de carne de cerdo, un poco más seco. Jenny encontró una receta que llevaba leche de coco. Mamá nunca utilizó leche de coco. Yo sé que ella estaba tratando de complacernos, pero sí, eso no salió bien. Diré que mamá hace un adobo perfecto, mejor que las tías, aunque nunca les diría eso. A veces lo pido en restaurantes. Nunca es el mismo. Se lo expliqué una vez a Jenny: el adobo es como los italianos y su salsa de pasta. Ella dejó de intentarlo después de eso. Las tías le enseñaron cómo hacer un lumpia7 impresionante, sin embargo, y ella lo hace de vez en cuando. —Bueno. La cena es a las 6 p.m —dice Jenny. Estamos discutiendo la comida, pero no estamos hablando de comida. El subtexto de Jenny es: estamos preocupados por ti. Queremos pasar tiempo juntos, actuar como si fuéramos una familia normal. Estoy haciendo tu platillo favorito. Por favor, inténtalo. Por nosotros. Cuando Grace murió, pensé que me estaba volviendo loco. Me alejé de todo: la escuela, los amigos, la música. Empecé a "actuar". Después de que le grité a papá y a Jenny "Déjenme solo de una puta vez" y golpeé mi puño contra una pared, establecieron citas con Chris. Chris dijo que podría estar sufriendo de trastorno de estrés post-traumático, lo que yo no creía. Sé que los chicos regresan de la guerra con eso. Yo no había estado Piccata: una preparación genérica de la cocina italiana realizada sobre ciertos alimentos; se sirve picado, salteado y con una salsa que por regla general suele contener zumo de limón, mantequilla y especias diversas. 7 Lumpia: conocidos también como rollitos primavera. 6

en ninguna guerra. Chris dijo que el TEPT podía ocurrir después de cualquier tipo de trauma y me explicó que te podría hacer emocionalmente distante, propenso a ataques de ira y repetir el incidente de trauma una y otra vez. Le dije a Chris: —Perdí a mi gemela. Ella murió. La gente muere todos los días. Se llama duelo. Las personas lo manejan. —¿Cómo crees que lo estás manejando? La forma en que dijo lo estás manejando, como si las palabras tuvieran comillas alrededor de ellas, me hizo cerrar la boca, y no decir nada por el resto de nuestro tiempo. —¡Mamá, súbeme el cierre! —Fern grita mientras corre en mi habitación. Fern lleva el nombre de la chica en La telaraña de Charlotte, uno de los libros favoritos de Jenny. Ella no se parece en nada a una pequeña niña blanca de granja, pero el nombre de alguna manera le queda bien. Se parece a Jenny con su ligero tono oliva en la piel, pero ella se ve como Grace y yo en los ojos y el cabello oscuro. El de Jenny es más de un rubio oscuro. Cuando Fern sonríe, el pequeño espacio entre sus dos dientes delanteros es como el de papá. Ella es la perfecta chica filipinaitaliana-americana. —¿Es así como lo pedimos? —dice Jenny. —¿Por favor? Jenny ayuda a Fern con su vestido de princesa azul. Fern gira en frente de mí. Hoy ella es la Cenicienta. Jenny fija el moño en el pelo de Fern para que un par de cabellos negros estén sueltos y enmarquen su rostro. —Hermosa chica. —¿Quieres jugar conmigo a las princesas, Mark? —pregunta. —Tentador —digo, —pero tengo que practicar. —Siempre dices eso. —Es cierto.

Ella pone mala cara. —Grace jugaría conmigo. Se necesita todo dentro de mí para no tirar mi bajo a través del cuarto. —Fern, —Jenny dice—, ¿por qué no te vas a tu habitación? Voy a ir a jugar contigo en un minuto. —Las zapatillas rosas de Fern corretean por el suelo de madera como pequeños conejitos. Jenny mira a su alrededor como si estuviera tratando de encontrar el valor de decir algo. Hablo en su lugar. —Ella es solo una niña. —Los niños hablan y no siempre saben lo que están diciendo. Recuerdo esa vez que estábamos parados en una señal de alto al lado de un hombre muy grande y Fern me dijo: —Él es gordo. —Yo había estado tan avergonzado. El hombre, obviamente, podía oírla, pero él ni siquiera miró en nuestra dirección. De los dos, Grace pasaba más tiempo con Fern. Yo como que la trato como si fuera un experimento, empujando y tirando de sus botones para ver cómo va a reaccionar. Fern es mi hermana, pero nuestra diferencia de edad es tan grande que me siento más como un tío que un hermano. No hay manera de que pudiéramos ser tan cercanos como Grace y yo. Ya que Grace y yo éramos gemelos, compartíamos más que sangre y un apellido. La mayoría de los gemelos, creo, tienen esta cercanía misteriosa. He oído historias sobre que realmente pueden sentir dolor cuando el otro está herido. No tuvimos ningún súper poder por el estilo. No podíamos leer la mente del otro, aunque no fue por falta de intentos. Cuando éramos niños, nos pasaríamos horas practicando, mirándonos el uno al otro, lanzando nuestros pensamientos a través del cuarto, pero nunca funcionó. Pero yo sabía cómo pensaba Grace. Sabía cómo se sentía. Sabía cómo contestaba preguntas, cómo solo le gustaban los frutos secos en los helados y no en las galletas.

Y cuando Grace murió, yo sabía racionalmente que ya no estaba aquí. Yo sabía que ella se había ido. Ella se ha ido. Pero todavía puedo sentirla. A veces ella me habla. No estoy hablando de voces en mi cabeza, más como susurros de conversaciones pasadas. Es como ser un amputado con un brazo perdido, tratando de rascar una picazón o aún sintiendo dolor. Grace es mi miembro fantasma. Le dije esto a mi amigo Sebastian una vez y lo entendió de inmediato. Era la única cosa verdadera que le ofrecí a Chris en nuestras sesiones. Dijo que le diera tiempo, que con el tiempo el sentimiento se iría. Eso me molestó, ¿qué le hizo pensar que yo quería que se fuera? Tal vez sea porque he compartido mi vida con Grace desde el principio, desde que estábamos presionados, espalda con espalda en el vientre de nuestra madre. La historia es que cuando el médico asistió en nuestro parto por cesárea, estábamos tomados de la mano. El médico tuvo que soltar, literalmente, nuestros dedos porque yo o ella no nos soltábamos. Salí en primer lugar, por lo que Grace en broma me llamaba su hermano mayor. —La escuela ya casi comienza —dice Jenny—. ¿Estás entusiasmado por ello u odias la idea? Estoy sorprendido de ver lágrimas en las comisuras de sus ojos. El comentario de Fern sobre Grace debe ser la causa. Trato de no demostrarlo, pero las lágrimas me hacen enojar. Ni siquiera sé por qué, pero me siento como queriendo romper algo de nuevo. —Más como neutral al respecto. Ella sostiene su mano por mi plato vacío. —Bueno, me encantó el último año. Déjame saber si necesitas algo. —Me imagino dejarlo caer y verlo hecho añicos en el suelo, pero se lo doy a Jenny porque estoy manejándolo muy bien. *** Después de ducharme, le digo a Jenny que voy a salir y hago mi camino al camión de barbacoa coreana de la familia de Sebastian. Está aparcado en uno de sus lugares habituales de domingo en Los Feliz.

Ya que es la hora del almuerzo, hay una línea importante en el camión de comida. Voy al frente, probablemente molestando a algunas personas, pero no me importa. Conocí a Sebastian el primer año en la banda de jazz. Él es el baterista y yo soy el bajista, así que no es realmente una sorpresa que nos hiciéramos amigos. Ahora soy prácticamente de la familia. El papá de Sebastian me ve por la ventana y me hace señas para que me aleje con un tirón rápido de la muñeca, pero Sebastian me da un movimiento de cabeza, el reconocimiento que buscaba. Me siento en una pared de ladrillo y espero a que las cosas se calmen. Su camión es muy popular, y la gente lo sigue de un lugar a otro. La familia de Sebastian en realidad posee un par en la zona. Comenzaron con uno en Los Ángeles cuando la manía de los camiones de alimentos golpeó años atrás y luego se expandieron. Sebastian finalmente me trae un plato de costillas de res, arroz y kimchi8 y se une a mí en la pared. Sebastian es bajo, alrededor de 1.67 metros. Él es medio-coreano y medio blanco, pero todo flaco. —¿Cómo va el trabajo? —Tomo un bocado. Maldita sea, es una buena comida. —Es una locura. —Se quita el sombrero negro de rejilla que tiene que llevar—. ¿Qué está pasando? —Nada. ¿Qué pone tu padre en estas cosas? —Vieja receta simulado, y sonríe.

familiar

—dice

Sebastian

con

acento

coreano

Después de que Grace murió, Sebastian se acercó con su kit de batería y tocamos por horas hasta que los dos estábamos sudando y agotados. Él no me hizo ninguna pregunta o me dijo cosas estúpidas, como Ella está en un lugar mejor o Dios necesitaba otro ángel en el Cielo. Odiaba eso último porque no tiene ningún sentido. Los ángeles no son antiguos humanos, para empezar. Los ángeles son sus propios seres separados. Así que no hay manera de que Grace sea ahora un ángel en el Cielo. 8

Kimchi: platillo típico de la gastronomía coreana, llamado en español “col fermentada”.

Tal vez ella está en un lugar mejor, pero realmente no sabemos eso. Realmente no podemos decir con certeza lo que sucede después de la muerte, a dónde vamos, si nuestras almas viven o si simplemente se evaporan. Algunas personas dicen que Dios tiene un plan para todo, y cuando la vida va bien, eso suena bien. Pero pensar que el plan de Dios era dejar que una niña de diecisiete años muriera en un accidente de coche antes de que realmente viviera su vida, antes de que fuera capaz de averiguar por qué estaba aquí, en primer lugar, y dejarme detrás como una broma cruel, bueno, eso sería un plan retorcido de un Dios jodido. Yo creo en Dios, también Grace lo hizo, pero no en ese tipo de Dios. Dios no es un sádico. Dios se supone que es todo sobre el amor y toda esa mierda. La muerte de Grace fue una tragedia. Tragedia pura. Ninguna cantidad de explicación podría borrar la falta de sentido de su muerte. Si pensaba en ello demasiado, empezaba a actuar como una persona de la que Grace estaría decepcionada. —He estado pensando —dice Sebastian. Él tiene esa mirada lejana suya. La que viene cuando se va a poner todo profundo sobre el universo. Me preparo. —¿Qué? —Me limpio la boca con una pequeña servilleta blanca áspera. —Con todo este espacio y las estrellas y las galaxias, la probabilidad de la vida extraterrestre es un hecho. Es solo una cuestión de tiempo antes de que haya contacto. Espero estar aquí para verlo. —Él mira hacia arriba como si estuviera esperando que algo caiga del cielo azul claro. La obsesión de Sebastian con las estrellas y la idea de la vida extraterrestre aparentemente comenzó en el sexto grado, cuando un tío le compró un telescopio. Es miembro de algún club en el observatorio. Tiendo a pasar por alto su gran ñoñez porque Sebastian es un baterista asombroso y creador de ritmo y mi amigo. También le sigo la corriente en estas conversaciones, porque ¿de qué otra cosa íbamos a hablar? —He estado pensando en lo mismo —le digo con un poco de humor que no pasa desapercibido por Sebastian.

—Lo digo en serio. —No, en serio. Apuesto a que están allí fuera, los extraterrestres, quiero decir. Están, como, a millones de kilómetros de distancia… —Años luz —dice Sebastian—. Tal vez incluso miles de millones. —A un montón de años luz de distancia. Y se preguntan si son las únicas formas de vida en el universo, excepto que solo tienen que pensarlo porque hablan telepáticamente. —Es plausible. —Sebastian parece satisfecho con mi respuesta. —¿Crees que comen kimchi? —pregunto. —Tal vez. ¿Estás listo para la escuela el lunes? —Claro. ¿Y tú? —Sí. El último año. Debería ser genial, ¿cierto? —Cierto. —Aunque me siento más como que estoy pasando por los movimientos. Si fuera honesto, le diría que no sé cómo voy a pasar a través de la primera clase. —Venga. Puedes ayudarme a limpiar. Empiezo a protestar, pero él apunta a mi plato ahora vacío. —Nada es gratis, hombre. Sigo a Sebastian a la camioneta. No, nada es gratis. Lanzo mi plato en el cubo de basura negro. La mayoría de las cosas vienen con un gran costo.

5 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por GrizeldaDC

El lunes por la mañana Sebastian y yo nos sentamos en su auto en el estacionamiento de la escuela. Normalmente habría conducido yo mismo, pero el auto que Grace y yo compartíamos estuvo totalmente en el accidente. Sebastian aceptó ser mi conductor a la escuela hasta que consiguiera un auto nuevo. El seguro nos dio un montón de dinero para reemplazar el coche, pero no he llegado a hacerlo todavía. El accidente fue culpa del otro conductor. Él se había agachado a recoger algo que dejó caer y se desvió hacia nuestro carril, golpeándonos de frente. Él salió sin un solo rasguño. Yo tuve que conseguir puntos de sutura en la cabeza y Grace fue declarada muerta en el hospital a las 8:43 p.m., pero yo sabía que esa no era la verdad. Ella murió en el lugar. Yo la vi. Ella nunca tomó aire. Cuando el reloj en el tablero de Sebastian cambia a las ocho, él dice: —¿Listo? —Sí. Once minutos. Tengo once minutos para caminar por el campus a mi primera clase del período. Fuera del auto, saco mi gorra baja, levanto mi bajo eléctrico por encima de mi hombro y hago una rápida revisión por la ventana del lado del pasajero. Cambié mis expansiones de negro a blanco este año. Algo diferente. Son pequeñas. No quiero tener mis lóbulos colgando hacia mis hombros cuando tenga veinticinco o algo así, pero me gusta la forma en que lucen. Camino como supongo debe ser aquí, con mis hombros hacia atrás y la cabeza hacia arriba. Miro a la gente a los ojos. No les doy la opción de evitar la mía. La actuación más normal, lo más cómodo que ellos estarán. En pocos días será como si nada. Solo tengo que conseguir atravesar este día.

Stephanie se acerca y pone su mano en mi brazo. —Es bueno verte, Mark. —Ella da un pequeño apretón. A pesar de que Grace y yo no íbamos a la misma escuela, todo el mundo sabe lo que pasó el año pasado en el puente. —A ti también —digo, y me muevo más allá de ella, con una sonrisa en mi cara. Siete minutos. Voy a esta escuela para las artes, la cual es bastante fresca y relajada pero exigente, especialmente durante las épocas de recitales y conciertos. Conseguí entrar después de audicionar en octavo grado. Era la primera vez que Grace y yo estábamos separados. Siempre habíamos asistido a la misma escuela. La mayor parte del tiempo estuvimos incluso en las mismas clases. Ella podría haber conseguido entrar aquí por su escritura, pero no quiso aplicar. Ella prefería ir a la misma escuela que Hanna. La jornada escolar está dividida. Durante la primera mitad trabajamos como una escuela normal, con las típicas clases académicas como inglés, matemáticas y ciencias. Pero la segunda mitad es diferente. La segunda mitad es tiempo de juego. Pasamos el resto de la jornada de trabajo en nuestras áreas artísticas. Es un largo día, algunos de nosotros no salimos del campus hasta las seis y a veces es difícil administrar todo, pero estamos aquí por una razón. Estamos haciendo lo que nos gusta hacer. Somos artistas de primeras, hermanos, amigos, patinadores, deportistas o lo que sea en segundo lugar. Frikis en cualquier otra escuela, supongo, excepto aquí, donde todo el mundo es un poco extraño a su propia manera. La escuela no es perfecta. Todavía permiten que algunos idiotas asistan, pero en general está bien. Antes de mi primer período, estudiantes se paran en grupos, la mayoría de ellos de acuerdo a las disciplinas. Los chicos de teatro están cerca del auditorio. Músicos, mi tribu usual, con sus instrumentos en todas las formas y tamaños encerrados en estuches negros, delgados contra las puertas de la sala de música. Los buenos artistas tienen derecho a los bancos en el patio. Bailarines están en el punto debajo del

enorme árbol en la parte superior del cuadrángulo. Los novatos vagan y se mezclan con los estudiantes interdisciplinarios, quienes tienden a pasar de un grupo a otro. Nada ha cambiado. Todo el mundo está chocando sus manos y abrazándose y saludándose entre sí como si un verano lejos hubiera sido apenas un momento para todos. Para mí, pareció una eternidad. —Estoy en ese camino. —Sebastian apunta en dirección de su clase—. ¿Estás bien, hombre? —Sí, nos vemos en teoría. Nos separamos, y yo me dirijo en la dirección opuesta. —¡Santos! —Pete patina detrás de mí y me golpea en la cabeza—. ¡Me alegra tenerte de vuelta! —llama mientras continua por el pasillo. Yo grito: —¡Matón! Pete lleva un traje gris y corbata de moño rosa. Su largo pelo está cogido en un moño en la parte superior de su cabeza. Sus patines lo hacen medir como 193 centímetros. El año pasado él experimentó con un estilo de 1980; este año parece que va a ser los años 40. A él le gusta pensar en la vida como arte de performance. A los maestros no parece importarles. Aparte de Sebastian, Pete fue el único otro amigo que vi durante el verano. Una semana después del accidente, Pete y Sebastian se sentaron en pufs en el suelo de mi habitación conmigo, jugando videojuegos. La segunda vez él trajo algo de pollo frito y wafles y vimos una película. Dos minutos. Camino por el pasillo y me dirijo al salón 207. —¿Qué hay? —saludo a los chicos en el pasillo que esperaban como si nos hubiéramos visto la semana pasada. —No mucho —dice Levon. Él es un bailarín talentoso que puede hacerlo todo: ballet, hip-hop, moderno y tap. De todos los chicos aquí, espero verlo a él en la televisión algún día. —¿Tienes a la Sr. Yenella para historia? —pregunto. Él asiente.

—He oído que es divertida, pero te hace escribir artículos de investigación. —Te veo dentro —digo. Abro la puerta y entro en el salón. Una mujer pequeña latina está escribiendo en la pizarra. Me dirijo a un asiento vacío en la esquina trasera antes de que ella pueda ofrecer un saludo. La campana suena. Me relajo. Hago los cálculos. Solo tengo 270 días. 6480 horas. 388800 minutos para irme. Recuerdo lo que Hanna dijo mientras miro el reloj. 388799 minutos. Aquí por las últimas.

6 Traducido por Guga Corregido por Mayelie

La caja marrón está golpeada y se mantiene unida por una chapucería hecha con cinta. No puedo decir si alguien la abrió y cerró de nuevo o si fue arrojada y maltratada en el viaje a casa. El remitente es la estación de policía. En lugar de abrirla, me siento al lado en los escalones del porche. Jenny está fuera en algún lugar con Fern y es demasiado temprano para que papá esté en casa, así que estoy solo. Soy solo yo y la caja. Doy una mirada a mi tabla de patinaje recostada contra la casa, y pienso en ir al parque. Una puerta se azota en la vereda de enfrente y Hanna se encamina a nuestro patio. Puedo decir que ella está cabreada por la forma en que camina, con su cabeza gacha y con pequeños y rápidos pasos. Se deja caer a mi lado y tira de su gorra hacia abajo. Su esforzado enfado no pasa desapercibido para mí, pero la hace ver linda en vez de seriamente enojada. —Hey —digo. —¿Cómo fue tu primer día? —pregunta. —Sobreviví. —La gente estaba un poco rara, pero en cierto modo esperaba aquello. Levon tenía razón acerca de los artículos para mi clase de historia. Hay una entrega en tres semanas. Mi profesor de inglés ha decidido torturarnos justo al comienzo con Frankenstein. Pensé que sería genial, pero luego de pasar a través de las primeras páginas puedo decir que esto va a ser de lectura lenta. Tengo una pila de música nueva para orquesta y banda de jazz—. ¿Tú? —Ok. ¿Te has quedado fuera? —No. —¿Qué estás haciendo?

—Nada. Ella se saca el gorro y deja caer su cabello castaño justo debajo de sus hombros, peinándolo con sus dedos. Muevo la mano y arreglo una parte por ella. Su cabello es tan suave. Dejo mi mano quedarse un poquito, pero la dejo caer cuando ella comienza a hablar de nuevo. —Mamá quiere hablar conmigo más tarde acerca de Steve. Pero ya sé lo que ella va a decir. —¿Qué? —Ella quiere que él se mude con nosotras. Espero a que ella continúe, sin estar seguro de cómo responder. Trato de pensar en qué diría Grace si estuviera aquí. ¿Asentiría? ¿Le daría a Hanna un abrazo? Aquello podía volverse incómodo o interesante. ¿Tal vez Grace le diría lo bastardo que es Steve? No, ella la dejaría hablar. Grace era una gran oyente. Ella no era una comentarista de “uhhum” o “sí” o “claro” en tu historia. Ella no esperaba hasta que tomabas un respiro, entonces inmediatamente comenzaba a hablar. Ella esperaría hasta que tú finalizaras completamente, te miraría a los ojos y diría algo profundo como Mañana será mejor que hoy. Así que espero por Hanna. Luego de un momento, ella continúa: —Steve es decente. Quiero decir, él podría ser un completo idiota, pero no lo es. Él siempre me pregunta lo que estoy haciendo. La semana pasada me trajo una bolsa de Skittles, no los comunes, sino los ácidos. Sabes, los que me gustan. Él recordó haberme escuchado hablando acerca de ellos. Y él hace a mamá feliz. Pero mudarse. Eso es serio. Eso cambia las cosas. Él estará viviendo con nosotros, como si fuéramos una familia. No sé. Tal vez yo solo necesito superarlo, pero… —Pero él no es tu padre. —Cuando ellos se separaron la primera vez, solía imaginar todos esos escenarios de ellos volviendo juntos. ¿Hiciste eso? Me encojo de hombros. —No puedo recordar. Tal vez. Mi mamá se fue cuando yo era muy joven.

Grace era quien hablaría del regreso de mi mamá. Ella inventó una historia acerca de cómo mamá fue raptada y cómo nosotros deberíamos usar disfraces e ir y rescatarla, como si ella fuera una princesa en una de las historias de Grace. Ella pensaba que mamá debía estar asustada. ¿Por qué más no nos habría llevado con ella? Aquella debía ser la explicación, porque la otra opción era demasiado dolorosa. Con el tiempo ella dejó de hablar de esto. Me encojo de hombros de nuevo. Ella se levanta y mira la etiqueta. Detrás de mí, la oigo abrir la puerta y luego de un par de minutos ella regresa afuera con un par de tijeras. Pone el paquete entre nosotros. Luego del accidente, nuestro auto fue tomado como evidencia y requisado. Supuestamente la policía juntó nuestros efectos personales del auto y nos los envió por correo luego del acuerdo, pero nunca los recibimos. Papá trató de seguir el tema, lo recuerdo gritando en el teléfono luego de que el paquete se hubiera perdido en el correo. No hago ningún esfuerzo, así que Hanna corta y destroza la cinta del paquete. Toma unos momentos hasta que ella lo abre y cuando lo hace, lentamente remueve cada cosa y lo deja en piso del porche: una de mis remeras negras, el bolso de Grace, una pequeña bolsa de plástico con la tarjeta de identificación del auto y el seguro, una chancleta rosada, mi mochila del año anterior, algunos bolígrafos, un paquete de goma de mascar, otra pequeña bolsa con cambio, el teléfono de Grace. Miramos fijo a las cosas. Las últimas pertenencias asociadas a Grace. Me pregunto dónde está la otra chancleta. ¿Estaba ella usando chancletas aquella noche? No puedo recordar sus pies. De pronto necesito salir de aquí. Hanna abre el bolso de Grace, y yo quiero tomar mi tabla de patinaje y largarme, pero Grace es mi hermana, no la de Hanna. No puedo permitir que sea Hanna la que hurgue en sus cosas. Tomo el teléfono e intento encenderlo, pero la batería está muerta. Muerta como Grace. Lo vuelvo a poner en el porche. Al paquete de goma de mascar le falta un trozo. Abriendo una barra, lo pongo en mi boca. La canela quema mi lengua, pero continúo masticando. ¿Era este su último sabor favorito antes de morir?

Hanna saca uno de los diarios de Grace del bolso. Grace siempre prefería pequeños anotadores que podía mantener escondidos. Pensaba que ella debía usar su teléfono. Ella dijo que no podías escribir poesía y pensamientos personales en teléfonos. Eso requería papel y bolígrafo. Hana me mira, sus ojos preguntando si puede leer el diario. Parte de mí duda. Grace siempre mantuvo privacidad en lo que escribía, lo cual es en parte el porqué yo no he revisado ninguno de los diarios en su habitación. ¿Esto pondría incómoda a Grace? ¿Querría ella que supiéramos sus verdaderos pensamientos? Es peligroso leer los secretos de alguien. Podrías saber algo que nunca sería conocido. Pero si leo las palabras de Grace, las últimas inscripciones de Grace, tal vez ellas reemplazarán el sonido de la última palabra que ella dijo: mi nombre. Ella no lo gritó. Lo dijo como si yo sabría qué hacer, como si diciendo mi nombre haría que todo estuviera bien. Eso no sucedió. El auto en dirección contraria nos golpeó, y luego ella se había ido. Ella confiaba totalmente en mí, y le fallé. Asiento a Hanna para que siga adelante, y abre el diario y da vuelta a las páginas lentamente, con cierta reverencia, como si fuera el libro de las Sagradas Escrituras. No miro las palabras en las páginas. No puedo soportar ver la letra manuscrita de Grace, la forma en que ella combinaba la letra cursiva y la imprenta. Miro el rostro de Hanna, esperando las lágrimas, pero no vienen. En su lugar, Hanna sonríe. —Las Cinco Cosas Principales para Hacer Este Año —lee Hanna. Grace siempre estaba haciendo estas Listas con las Cinco Principales Cosas, las cuales compartía. Cinco Principales Lugares donde Comer, Cinco Principales Lugares donde hacerse las Uñas, Cinco Principales Cosas que no hay que hacer un Viernes a la Noche, Cinco Principales Chicos para Evitar, Cinco Principales Formas de Romper con Alguien. Esta última me había hecho reír. La razón número uno era por texto. Sabía que Grace lo había aprendido de Hanna luego de que Mike Salvatore la botó en noveno grado. El mensaje decía: Mi mamá dijo que soy demasiado joven para una relación. (Risas a carcajadas) No te enojes. Te veo luego. Hanna no me lo dijo, pero lo escuché de Grace, quien prácticamente me lo decía todo, especialmente cuando la fastidiaba sobre esto. Yo pensaba que era

gracioso, pero nunca le dije nada a Hanna, quien se deprimió por dos semanas después de eso. Hanna lee la lista. —Uno: entrenar y correr en una maratón de cinco kilómetros. Dos: ir a salto de bungee9. Tres: aprender a surfear. Cuatro: presentarme en los lugares donde se leen libros en voz alta para una audiencia. Cinco: trepar hasta la cima de una montaña y observar el amanecer. Yo no estoy completamente sorprendido por la lista. Sé que Grace quería correr. Ella comenzó un par de meses antes de morir. Pensé que era a causa de River, este chico con el que ella estaba saliendo. Él era corredor en su escuela, y yo me burlaba de ella porque trataba de impresionarlo. Pero no puedo ver a Grace parada frente a un micrófono leyendo su poesía. Ella se aterrorizaba al hablar frente a la gente. Ella también odiaba el océano. ¿Y el salto bungee? Ella tenía miedo a las alturas. La lista me hace preguntarme que más me escondía Grace, y siento una punzada de traición que rápidamente cambia a tristeza porque ella murió antes de conseguir hacer ninguna de estas cosas. La noche del accidente, Grace me estaba presionando por mi propia lista de deseos. Le dije que yo no pensaba así. Yo tomaba la vida como venía. Ella no me creía. —Tú eres muy determinado, Mark —dijo Grace—. Vamos, ¿que es lo que desearías hacer, pero aún no las hecho? —No lo sé. —Dime —ella gimoteó. Dejé salir un secreto porque era Grace, y Grace era buena con los secretos. Ella era también la elegida a quien yo quería decírselo primero. Compartir cosas con Grace las hacía reales. —Quiero ir a Berklee. —¿En Boston? —Su tono era serio, como si ella estuviera pensando en las implicaciones. —Sip. 9

Salto bungee: saltos al vacío desde torres o puentes atados de los pies.

Ella estuvo callada, y yo tamborileaba con la música al volante. Ella lo estaba procesando. Boston estaba a cinco mil kilómetros de distancia. Nosotros nunca habíamos estado separados antes. —¡Hazlo! —dijo de repente. Las palabras salieron en un santiamén—. Totalmente necesitas hacerlo. Yo podría ir a Harvard, y nosotros podríamos ser compañeros de habitación. —¿Harvard está en Boston? —Sí, Mark. —Se rió de mí, como si yo debiera saber esas cosas. —No creo que deba vivir con mi hermana en la facultad. Alejarías a todas las chicas. Ella se rió aún más fuerte. —See, correcto. Además, ¿qué hay de Hanna? —Me dio un golpe en las costillas. Dejé de golpear y me moví inquieto en el asiento. —¿Qué hay con ella? —Oh, por favor, ella está, como, en la cima de tu lista de deseos. — Inclinó su cabeza contra la ventanilla del pasajero y sonrió. —No tengo una lista de deseos. —Tal vez no número uno, pero seguro ella es la número dos —dijo Grace justo cuando yo decidí tomar la ruta que nos conducía al puente. Usualmente yo habría tomado la autopista, pero sabía cuánto ella amaba aquel puente y cómo este estaba todo iluminado de noche. Giré a la derecha. La decisión tomó menos de un segundo. Las neuronas dispararon en mi cerebro y mis manos voltearon el volante; aquello fue todo lo que tomó. Una pequeña decisión. Pero si pudiera retirarla, lo haría. —¿Mark? —pregunta Hanna. Miro hacia ella confundido porque mis pensamientos están aún con Grace. Miro fijo a las pertenencias de Grace en el porche e intento sacar algún sentido de ellas. En sí mismas son insignificantes: cambio suelto, un solo zapato, tarjeta de identificación. Cuando trato de ponerlas juntas,

ellas gritan la resplandeciente verdad: Grace se ha ido. Yo aún estoy aquí. Y no importa cuánto yo trate de arreglar los fragmentos que Grace dejó detrás, ellos no sumarán un todo nunca más. —Sé que es loco, pero pienso que deberíamos hacerlo —dice Hanna. —¿Hacer qué? —La lista… —Pone su mano en el diario—, la lista de Grace. Me sumerjo en mi ira, queriendo controlarla porque sé que Hanna no está tratando de herirme. —No lo sé —digo, dejando salir el aire lentamente y contando hasta diez en mi cabeza. —Sé que se suponía que todos debíamos decir adiós a Grace en el velatorio, cuando todos dijeron que la amaban, pero leyendo estas palabras, sus palabras… es como si ella quería que nosotros encontráramos esto. Hanna pasa su mano sobre el diario. —He querido hacer algo hace un tiempo, para honrar a Grace. Y quiero que tú lo hagas conmigo. Aún intentando calmarme, mi primer impulso es decir no, lanzar todo de nuevo en la caja y botarlo a la basura. Tal vez pueda devolverlo al correo y quedaría atascado en algún circuito de UPS10. A una parte de mí le gusta la idea de este paquete viajando… Singapur, Nueva Zelanda, por todos lados, tanto tiempo como sea. Pero los ojos de Hanna son intensos, claros. Conozco la mirada. Ella no necesita esto, está pidiéndome permiso. Mi permiso. Me pongo de pie. Siento como que este es un momento crucial, no necesariamente cambia vidas pero importante. Quiero honrar a Grace, y tan extraño como suena, sé lo que quiere decir con tomar el diario. ¿Por qué ahora? ¿Tenía Grace algo que ver con esto? ¿Me había ella visto caminar por el puente tarde en la noche? —¿Entonces qué quieres hacer? —pregunto—. ¿Solo seguir la lista?

10

UPS: correo privado internacional.

—Sí, la que tomará tiempo de preparar será la carrera. Encontraré una maratón local de cinco kilómetros y nos anotaré. —¿Vas a correr cinco kilómetros? —Estoy en duda. Nunca he visto a Hanna correr o hacer ejercicio, aunque ella solía patinar cuando éramos niños y jugar al fútbol en la secundaria. —Deberíamos entrenar, por supuesto. No me mires así. Puedo correr si debo hacerlo. Y tú vas a hacer esto conmigo. Gimo. —¿Cuándo? Como si tuviera tiempo. —Temprano, entonces. Antes de la escuela. O los fines de semana. —Tendríamos que haber comenzado. Ya es septiembre. —¿Qué quieres decir? Señalo el título de la lista. Las Cinco Principales Cosas para Hacer Este Año. —Tenemos tres meses. —¿Puedo tomarlo prestado? —Sostengo el diario. —Seguro. Hanna me sonríe y toma mi mano. —Gracias, Mark. —De nada. —Aprieto su mano, pero rápidamente comienzo a cuestionar lo que he acordado hacer y la suelto. Sostener su mano me hace sentir cosas que no merezco. No ahora. No así—. Deberíamos guardar todo. No quiero que mis padres vean todas las cosas fuera. Hanna dobla la remera y la coloca en el fondo de la caja. No le digo que es mía. Es probablemente mejor devolver todo justo como estaba. Antes de guardarlo, miro dentro del bolso de Grace. Está lleno con su billetera, recibos, maquillaje, brillo labial, un bolígrafo anti manchas, lo que me hace reír. Ella decía que ese bolígrafo salvaba su ropa todo el tiempo porque ella siempre estaba derramándose cosas. Abriendo un bolsillo lateral, encuentro un brazalete. Es plateado con pequeños corazones como gotas de rocío colgando de este.

—Ella lo amaba —dice. Meto el brazalete dentro del bolsillo frontal de mis jeans, sabiendo lo que debo hacer, pero no queriendo tener una conversación con River. He lidiado con suficiente hoy. Hanna me observa, y yo puedo decir que ella quiere decir algo. —No quiero hablar de eso —digo—. Hagamos la lista, ¿ok? —Ok, no tienes que hablar. Solo cuando estés listo. —Sus ojos son amables y profundos y me amenazan con hundirme. Yo casi respondo con un comentario mordaz, pero resisto la urgencia de arremeter contra ella. Dejamos la caja cerca de la puerta del frente. Le pregunto a Hanna si quiere ir a andar en patineta al parque, más por amabilidad que por querer que realmente venga. En cierto modo necesito estar solo. Agradecidamente ella planea comenzar la búsqueda de la maratón de cinco kilómetros. —Oh, y estoy feliz que hayas sobrevivido a tu primer día, Mark — dice antes de darse vuelta para marcharse—. Esto solo puede mejorar, ¿correcto? —Arroja la última palabra sobre su hombro mientras cruza la calle. —Correcto —le respondo, y tomo mi patineta. Patino por un par de horas. Nadie me molesta. Veo unos pocos chicos que conozco y nos saludamos con asentimientos y apenas audibles holas, pero me gusta de esa manera. Nadie me habla, excepto por medio de sus patinetas. Tenemos un entendimiento. Como ellos, solo quiero patinar. Estoy en mi cabeza con el sonido de las ruedas azotando el concreto, tratando de perfeccionar los movimientos que he hecho desde la secundaria. Quiero olvidar todo, todo excepto este momento, mi tabla y yo en el parque. Pero aún aquí, donde los pasos de Grace nunca pisaron, siento su ausencia, lo cual la hace más presente que nunca.

7 Traducido SOS por Auro Kyle Corregido por Mayelie

Son solo las ocho en una noche de viernes, y ya estoy aburrido y acostado en la cama. Patético. Echo un vistazo a Frankenstein en mi mesa, pero no tengo ningún deseo de leer. Oigo a Hanna tocando su violín desde el otro lado de la calle. No la he oído practicar desde hace tiempo. Ella es eficiente, pero nunca va a tocar en una orquesta. No tiene la disciplina, no es que le moleste. A ella le gusta tocar cuando quiere, y no importa si solo toca para sí misma. Ella me dijo una vez que si tuviese que practicar todos los días durante horas como yo lo hago, dejaría de ser divertido para ella. Le dije que a mí me mataría no hacerlo. Mi teléfono suena. Reviso el número y lo dejo ir directamente al correo de voz. Mamá es persistente. No estoy seguro de lo que ella espera de mí. Como si se supone que debemos tener conversaciones telefónicas y enviar mensajes de texto entre sí con caras sonrientes porque soy el único hijo que le queda. No va a suceder. La última vez que mamá y yo hablamos fue en el funeral de Grace. Ella se aferró a mí, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Actuó como si le importara mucho, como si ella y Grace fueran muy cercanas y yo no podía soportarlo. Le dije que me dejara en paz. Mamá estaba herida, pero no me importaba. Ella me rechazó en primer lugar, hace años. Ella deja un mensaje, pero pulso eliminar.

Accedo a mi cuenta en Twinless Twins11, un grupo para gente como yo que han perdido a un hermano gemelo. Carol, la enfermera de la escuela, me habló de ellos el año pasado cuando estaba sentado en su oficina, negándome a estar en clase. Ella estaba teniendo problemas con un crucigrama y le di la respuesta: Conciertos de Brandenburgo. Ella había sonreído, me dio una paleta de limón de la jarra que guardaba en su escritorio y me habló de la página web. Después de estar revisándola por un tiempo, me convertí en un miembro hace unos dos meses y he conocido a algunas personas. Nos mandamos mensajes unos a otros de vez en cuando. Una es esta señora mayor, Sandy, que vive en Detroit. Ella perdió a su gemela cuando era una niña. Me contó que, durante mucho tiempo, solo pudo quedarse dormida con una de las camisas de su hermana muerta en la almohada. Ella todavía tiene esos momentos en los que está en la casa y tiene esta sensación como si ha perdido algo, como las llaves o chaqueta o anteojos. Me la imagino, con el pelo gris corto, un grueso chándal azul, poniéndose en sus manos y rodillas, mirando debajo de su sofá, abriendo los cajones. Por último se pone de pie en el medio de la habitación y se da cuenta de que está buscando a Stephanie, su hermana gemela. Sandy dice que solía llorar, pero ahora sonríe y dice cosas como: “Oh, me engañaste esta vez, Steph. Siempre jugándome bromas”. A pesar de que creo que Sandy está un poco loca, lo entiendo. Tengo la sensación de eso todo el tiempo, como si fuera este rompecabezas que camina con una pieza faltante. Sandy me dijo que tengo que rehacer el rompecabezas. Don de Providence, Rhode Island, es un poco más cercano a mi edad. Tiene veintiséis. Él me dijo que tuvo que aprender a respirar de nuevo después de que su gemelo, Seth, murió. Don tenía estos terribles dolores en el pecho, especialmente en la noche, como si hubiera olvidado cómo respirar. Él empezó a contar:

11

Twinless Twins: gemelos sin gemelo.

inhala, uno, dos; exhala, uno, dos. Esto le ayudó a conseguir el ritmo adecuado. Esta noche tengo un par de mensajes en mi buzón. Mark, Tuve este sueño. En él vi a Seth de nuevo. Estábamos en la cabaña que mi familia tenía cuando éramos niños. Estábamos jugando afuera, lanzando alrededor la pelota. Le dije que se alejara y se echó a correr, ni siquiera mirando por encima de su hombro. En el último segundo, se dio la vuelta y la pelota se deslizó en sus manos. Fue hermoso. Seth saltó arriba y abajo y siguió diciendo: “¿Viste eso, Don? ¿Me viste? ¿Quién es el número uno?” Él sonrió tan grande mientras corría hacia mí. Me desperté. Fue un buen sueño. Don. No le he dicho a nadie sobre el grupo. No estoy seguro de qué pensarían. Me gusta que sea mi propia cosa. Tal vez es raro estar hablando con extraños, pero al mismo tiempo tiene perfecto sentido. Me entienden en una manera que mis padres, Hanna e incluso Sebastian no pueden. Mark, Para responder a tu pregunta con otra pregunta, ¿estamos alguna vez realmente completos? Todos estamos rotos de alguna manera. Dile a quien quiera que lo superes que se vaya al infierno, lo siento por mi lenguaje. Kristen murió hace cinco años, y yo quería matar a todo el que me dijo que solo necesitaba tiempo. ¿Sabes lo que el tiempo hace? Me hace mayor cuando Kristen no lo es. ¿Sabes qué es lo más trágico? Hacerte mayor que tu gemela. Pero no estás solo. Hay gente aquí que te entiende. ¿Vendrás a L.A. al encuentro el próximo mes? Si es así, te veré allí. Greg. Twinless Twins organiza estos encuentros una vez al mes en mi área, y luego una gran conferencia en el verano, donde se habla de hacer frente a la pérdida, el dolor y la ira. Estoy pensando en ir. Es también para los amigos y la familia. Tal vez Hanna o Sebastian vendrán conmigo.

Escribo a Greg de regreso y le digo que tal vez. Me meto en la cama y trato de dormir. Uno, dos, inhala. Uno, dos, exhala. Después de lo que se siente como un par de segundos, golpeó la alarma vibratoria al lado de mi cabeza, 12:01 a.m. Escucho el ruido en la casa, pero no hay nada. Agarro mis zapatos del piso al lado de la cama, sabiendo ahora que tengo que esperar a ponérmelos después de que esté fuera de la puerta principal. Cometí el error de usarlos por las escaleras una noche, y Jenny abrió la puerta y se asomó al pasillo. Me quedé inmóvil a mitad de camino por las escaleras, con la esperanza de que la oscuridad me cubriera. Esperé hasta que ella lentamente cerró la puerta, y luego seguí mi camino. En el exterior, el aire es cálido con un toque de otoño acercándose. Tiempo de recolectar manzanas. Cada año vamos a las montañas a una granja donde cada uno de nosotros conseguimos una bolsa de papel blanca con un pequeño mango y recogemos las manzanas que podemos meter en la bolsa. Es un poco cursi, pero a Grace le encanta. A ella le encantaba. Siempre nos parábamos en el mismo restaurante de camino a casa. Nos dirigimos allí con las ventanas abiertas porque se puede oler el pastel de manzana al horno, como, a dos kilómetros de distancia. Grace, Jenny, papá, yo e incluso Fern, cada uno recibía su propia rebanada con una enorme bola de helado de vainilla. Es difícil encontrar momentos en los que todo el mundo está feliz, pero ese era el nuestro, nuestra fotografía como alguna familia de revista. Este año ninguno de nosotros ha mencionado ir. No sería realmente lo mismo. Probablemente deberíamos cancelar Acción de Gracias y la Navidad también. No me puedo imaginar tratando de sentarme a través del pavo y el guiso de judías verdes sin Grace. Estoy sentado en los escalones de la entrada, atando mis zapatos, cuando un auto se detiene frente a la casa de Hanna. Se abre la puerta del pasajero, y oigo la risa de Hanna. Ella sale y se para en la acera, saludando mientras el coche se va. Ella observa el coche hasta que da vuelta en el final de nuestra calle. Entonces mira a mi casa, y yo bajo la cabeza, con la esperanza de que no me vea, pero no hubo suerte.

—¿Ahora me espías? —dice en voz baja mientras se acerca. Ella lleva uno de sus mejores trajes: jeans ajustados negros y una camisa a rayas apretada. Es el mismo traje que lució en el concierto al que fuimos durante el verano, cuando ella estaba en una de sus misiones de Vamos a ir y hacer algo divertido para probar y actuar normales. —Ya quisieras —le digo, y me paro. Me encuentro con Hanna por el coche de mi papá—. ¿Quién era ese? —asiento hacia el final de nuestra calle. Ella vacila. —River. Tan pronto como ella dice su nombre, estoy enojado y algo parecido a la vergüenza se levanta en la parte posterior de mi garganta. Porque ahora tengo esta imagen de la última vez que lo vi. Estaba tendido en el suelo, ni siquiera defendiéndose mientras yo lo golpeaba. Él me miró con lástima, y eso es peor que cualquier cosa. —No quiero ninguna mierda esta noche, ¿de acuerdo? Las palabras salen antes de que pueda pensar en lo que estoy diciendo. Ella se tensa y pone una mano en la cadera. —No tienes derecho a decir eso. —Lo que sea, —digo, y pasó más allá de ella para abrir la puerta del coche. Ella me bloquea. —Actúas como si hubiera hecho algo malo. —Muévete —le digo. —Oblígame. Ella me mira, y puedo ver que va a empezar a llorar. Quiero decirle que lo siento. Yo no quiero ser esa persona. Quiero decirle que no sé por qué estoy siendo cruel, pero sus lágrimas solo me enfadan aún más.

¿Por qué siempre tiene que llorar? —Hanna, por favor muévete. No quiero hacerte daño. —Demasiado tarde —dice ella. Se aleja. Toco la manija, pero no la abro todavía. Sé que si me voy, algo entre nosotros se romperá. Y no tengo muchas relaciones que no estén rotas. Odio admitirlo, porque ni siquiera sé lo que significa, pero mi relación con Hanna es una cosa que no puedo romper. —Espera. Hanna se detiene en medio del camino. —Ven conmigo, —le digo. —¿Qué? —se da vuelta, pero no antes de que la vea limpiar una lágrima de su ojo. —Quieres saber a dónde voy, ¿verdad? Asiente. —Te voy a mostrar. Ella cruza los brazos sobre el pecho. —Dilo primero. —Lo siento. —Realmente no lo siento, pero Grace decía que a veces decirlo es un buen primer paso. A veces dices las palabras, porque es lo que hay que hacer por la otra persona. Y estando aquí en el medio de nuestra calle oscura, Hanna necesita oír las palabras. Me muevo hacia ella y toco el costado de su brazo. —Lo siento —le digo de nuevo. Yo busco sus ojos hasta que ella deja caer su mirada. —Está bien —dice—. ¿A dónde vamos? Pongo mi dedo en sus labios y la llevo hasta el coche.

8 Traducido por PrisAlvS Corregido por Auro Kyle

Estaciono en el lugar usual, en la silenciosa calle cerca de la base del puente. Apago el motor y digo: —Sorpresa. —Pensé que… —La voz de Hanna tiembla como si estuviera a punto de llorar de nuevo. —¿Qué? —No la dejo terminar—. ¿Decepcionada porque no estoy escondiéndome en un bar de estríper? —Mi tono es más de lo que pretendía, pero no puedo soportar el llanto. —Algo así —dice y esnifa—. O que eras miembro de algún grupo de espías. Rio. —Vamos. La guio al final del estrecho camino que nos lleva al puente. Es fácil perderse. Yo conduje por ahí las primeras veces que vine. El camino es suficientemente amplio para una sola persona, por lo que yo paso primero. El camino dobla entre arbustos y gruesos árboles. —Nunca he bajado por aquí —dice Hanna. Enciendo la luz de mi teléfono hacia los pies de Hanna. —Ten cuidado. Hay una gran roca. —Me estiró y tomó su mano para ayudarla a bajar. —Gracias. Ella me suelta tan pronto como recupera el equilibrio. Medio deseo que haya más rocas. No estoy acostumbrado a que haya nadie conmigo, por lo que siento la presión de ser el guía.

—Muchas personas caminan o corren por aquí. El camino conecta con el Rose Bowl12. Por supuesto, la mayoría viene durante el día. —Al final de la colina el camino se abre, exponiéndonos a esqueléticos árboles cuyas pálidas ramas conjuran extrañas sombras. En la noche es tenebroso, un punto perfecto para una película de horror o una novela de Stephen King. Casi espero que un zombi nos salte encima. Nuestros pies crujen sobre las podridas hojas mientras caminamos, haciendo que sea imposible que podamos esconder nuestra presencia de cualquiera que esté en un rango de dos kilómetros. Noto a Hanna caminando muy cerca de mí, como si estuviera un poco asustada, aunque ella no me diría eso. Hanna es fuerte para ser una chica. Ella no deja que mucho la moleste, excepto quizá su madre. Ellas han tenido algunas peleas brutales. A veces las puedo escuchar por mi ventana abierta. Al día siguiente Hanna actúa como si todo estuviera bien, aunque no lo esté. Ella solía hablar de eso con Grace. Empiezo a arrepentirme de haber traído a Hanna aquí. No quiero tener que explicar. —Guau —dice—. Es tan grande. Ella se refiere a la base del puente. Tiene razón. Las rechonchas patas del puente son curvas como la base de algún viejo reloj de abuelo. El diseño parece ser de París de la década de 1920 o algo. Las aceras estándares, que se alineaban a ambos lados del puente en jaulas de veinticinco metros o algo así, parecen pequeñas media lunas voladoras desde donde estamos. Hay un viejo camino delineado por paredes de piedra que seguimos. Subimos los escalones de piedra y caminamos hacia la losa de concreto de la base del puente y nos dirigimos hacia la orilla del Arroyo Seco. Detrás de nosotros hay un punto donde el agua se amontona antes de bajar al canal. La mayor parte del tiempo casi no hay agua aquí, excepto durante las estaciones lluviosas, cuando las rápidas inundaciones aparecen. Esta noche el agua se desborda de la piscina.

Rose Bowl: o Tazón de las Rosas, es un partido de fútbol americano universitario en el Estadio Rose Bowl (Pasadena, California); se celebró por primera vez en 1902, siendo así el tazón más antiguo en Estados Unidos. 12

Me siento en la saliente. El concreto está frío a través de mis pantalones. Hanna se sienta junto a mí. —Entonces, ¿qué haces aquí? —Solo es un buen lugar para pensar. Escucha. —Los carros aceleran en un tipo de ritmo sincopado13 por encima de nosotros. El agua se mueve por debajo. Algunas veces las hojas de los arbustos susurran—. Las personas dicen que hay fantasmas aquí. —¿Has visto alguno? —No, pero he leído sobre los cazadores de fantasmas que han venido aquí para intentar grabarlos. Es estúpido. —Los fantasmas son solo fragmentos de memoria. Estos nos acosan porque no queremos olvidarlos. Nosotros creamos los fantasmas. Tomamos los fragmentos de los muertos y los proyectamos en las sombras y los sonidos, intentando darle sentido a la pérdida al asignarle una nueva forma. Los fantasmas no son reales. La muerte es real. No hay cómo recuperar a alguien. Estoy empezando a olvidar los detalles. La forma en que Grace me sonreía. Cómo su voz sonaba cuando se enojaba. El color de esmalte que usaba. Su olor. El olfato se supone que es nuestro sentido con la memoria más fuerte. Algunas veces saco una de sus camisetas para recordar su esencia porque puedo sentir a Grace alejándose de mí. Y me aterra lo que eso significa. —Él solo quería hablar —dice Hanna. —¿Quién? —River. También es difícil para él. Tampoco puedo recordar la risa de Grace correctamente. ¿La dejaba salir toda de una sola vez o esta se construía? La imagino jugando a las etiquetas con Fern. De repente la puedo escuchar de nuevo. Su risa salía en rápidos ataques, como un motor acelerando antes de moverse. —Deberías hablarle —dice Hanna. —Tal vez —digo, aunque no tengo intención de hablar con River de nuevo. Nuestro último encuentro, incluso si fue mi culpa, no había ido Sincopa: estilo de ritmo alterado y que resulta fuera de lo normal, consiste de una nota rápida seguida de una larga que no cae en el tiempo principal. 13

bien. Con Grace muerta, supuse que no lo volvería a ver. No contaba con que Hanna lo incluyera de nuevo a la ecuación. No contaba con encontrar el brazalete. Me levanto—. Sigamos adelante. Regresamos al arroyo y seguimos el camino hasta la punta del puente. El aire arriba está más fresco con una fina capa de niebla. Tanto como puedo decir, somos los únicos en el puente. Hanna rodea su torso con sus brazos, por lo que me quito mi chaqueta y la pongo sobre sus hombros. Ella empieza a protestar. —Déjalo. Tienes frío. Nada de argumentar. Froto sus brazos. —Pero ahora tú tienes frío. —Estoy bien. Ella se inclina y apoya su cabeza contra mi pecho y yo la rodeo con los brazos. Mi corazón se acelera e intento mantenerme inmóvil. La última vez que Hanna y yo nos abrazamos fue en el funeral de Grace. Ella fue quien se estiró hacia mí, y yo solo me quedé ahí. Ella empieza a temblar. Y no sé si está molesta o si tiene frío. —¿Estás bien? —pregunto con mi boca cerca de su oreja. —Todo bien —dice y se aparta. Empezamos a caminar de nuevo—. Esto es sorprendente de noche. Este puente me hace sentir como si pudiéramos estar en Londres. —Ella baja la voz—. Como si Jack el Destripador fuese a caminar hacia nosotros. —Ella toma mi brazo. Hanna es así. Siempre está fingiendo, inventando escenarios. La mayor parte de las personas dejan de hacerlo al crecer, pero no Hanna. Ella probablemente será una buena escritora algún día… bueno, si realmente le gustase escribir. Escribir, por supuesto, me hace pensar en Grace. Todo guía a Grace. —Es seguro —digo, y uno mi brazo al suyo. —¿Me protegerás? —Con todos mis secretos movimientos ninja —digo. —¡La sabía! Eres un espía. Eso explica mucho. —Ambos reímos.

—Sí, el primer asesino de las Filipinas. Un auto pasa. —¿Qué hora es? —pregunta. Reviso mi teléfono. —Una y treinta. —Debería volver a casa. Mamá se pondrá como loca si se despierta y no me encuentra en mi habitación. Además de que ya pasó el toque de queda. Podríamos meternos en serios problemas. —¿Ella se fija en ti durante la noche? —Me pregunto si Jenny o papá me vigilaban. Si lo hacían, no decían nada. —A veces. Escucho la puerta, pero finjo estar dormida. ¿Sigues viendo a Chris? —pregunta, casualmente, por supuesto, pero sé que es su forma de intentar leerme. —No. La última sesión fue hace dos semanas. —Así que finalmente eres libre. —A menos que vayas y le cuentes a alguien sobre esta noche. Ella me empuja con el hombro. —Sabes que no haría eso. Y gracias. —¿Por qué? —Por mostrarme a dónde vas. No tenías que hacerlo. —Sí. —Abro mis brazos ampliamente y giro como si estuviera absorbiendo toda la calle—. Grandes secretos revelados. Mark Santos es un acosador de puentes de medianoche. —Al menos no andas alrededor vestido con una máscara y medias como un vigilante. La miro sorprendido. —¿Realmente crees que estoy tan loco?

—Todos estamos así de locos —dice secamente y hace un pequeño baile como si me mostrara su lado loco. —Lindo movimiento —digo. —Ayer dije algo que Grace solía decir—dice. Mi cuerpo se tensa como si fuera a golpearme con sus palabras—. ¿Recuerdas como solía decir “Lo que ha de suceder, sucede”? —¿Lo hacía? —pregunto. Pienso en subir las barras. Si Hanna no estuviera conmigo, ya estaría ahí arriba. Pero ella probablemente se asustaría. —Todo el tiempo, ¡lo sabes! Y me descubrí a mí misma diciéndolo ayer en la escuela. Esta chica estaba contándome que quiere entrar en la universidad y que está nerviosa por eso, y solo se me salió. Pero no era como si yo estuviera diciéndolo. Escuché la voz de Grace en mi cabeza. Y luego como que reí porque es como si parte de ella siguiera aquí. Estoy escuchando sin escuchar, esperando que termine de hablar pronto. Pensé que estaría bien traer a Hanna, que estaba listo, pero no es así. Solo quiero salir de aquí. Siento a Hanna enfadarse mientras se remueve junto a mí. —¿Por qué haces eso? —pregunta. —¿Qué? —Ir a otro lugar cuando hablo de Grace. —Estoy justo aquí a tu lado. No he ido a ningún lugar. —Me refiero en tu cabeza. Es como si nunca fueras a hablar de ella, como que no quieres que la nombre alrededor de ti. —¿Qué demonios se supone que diga? —No lo sé. Algo. Lo que sea. Es como si quisieras que todos la olvidáramos. Mi cabeza duele. Quiero decirle a Hanna que se calle, especialmente porque puedo decir que se pondrá emocional. ¿Por qué no puede ver que solo quiero estar solo? ¿Por qué esto tiene que ser sobre ella?

—La extraño —dice Hanna—. ¿Sabes cuán difícil es regresar a la escuela sin ella? Sigo pensando que me la voy a encontrar en los casilleros o a ver en la esquina. Que entrará en clases. La extraño todos los días. Teníamos tantos planes para el último año. Y ahora eso es todo lo que tengo, solo estos estúpidos planes que nunca lograremos cumplir juntas. Observo las resquebrajaduras en el asfalto, las manchas de goma de mascar y la tierra. Imagino sangre seca, la sangre de mi hermana, manchando el pavimento. Pero este no es el punto. Está a unos pasos más adelante. —No puedo —digo. —¿Qué? —No puedo hablar de esto, de ella. —Bueno, yo lo necesito —dice Hanna—. Y está su lista. No quiero sentir que eso es algo malo. Quiero recordarla. Grace era mi mejor amiga. Amaba a Grace. Me inclino y sostengo mi cabeza en mis manos, intentando estabilizarme y a mi estómago. La bilis sube como si fuera a vomitar. Hanna descansa su mano en mi espalda, y quiero apartarla, pero no lo hago porque aunque estoy enfadado, su toque se siente bien. No debería ser así; nada debería sentirse bien de nuevo. La escucho esnifar, y no puedo soportar sus lágrimas. Quiero gritar. Me levanto. —Vámonos. —¿Mark? —¿Qué, Hanna? ¿Qué quieres que diga? Grace está muerta. Muerta. ¿Bien? ¿Quieres que diga eso y venga aquí a intentarlo y qué? ¿Encontrarla? ¿Tal vez su espíritu sigue aquí? No lo sé. La verdad es que estoy aquí y ella se fue. ¿Quiero saltar? ¿Quiero terminarlo ahora? No lo sé. Estoy vivo, y eso es genial. Eso es jodidamente genial. Pero ella está muerta. Grace está muerta, y sé que eso te entristece y te hace querer llorar, pero no puedes siquiera imaginar cómo me siento yo. No quiero hablar de esto, no contigo, no con mi familia, no con Chris, no con nadie. Así que apártate. —Sus ojos, los cuales se abrieron cuando empecé a gritar, ahora se entrecierran como la punta de una flecha.

—Grace puede no haber sido mi gemela, pero era como una hermana para mí. Nos observamos el uno al otro hasta que Hanna levanta su dedo y me señala. —No eres el dueño del mercado del dolor, Mark. Así que tú eres quien necesita apartarse. Ella deja caer la cabeza y empieza a alejarse de mí. La sigo de regreso al carro y conducimos a casa en un enfadado y triste silencio.

9 Traducido por thelovestory Corregido por Auro Kyle

Me asomo por mis persianas a la habitación de Hanna al otro lado de la calle. Las suyas están cerradas. Después de dormir mi ira, ahora estoy atado a la culpa, que es por eso que tengo mi teléfono en la mano para enviarle un texto a ella. Hanna no debería haberme presionado de esa manera. Ella lo sabe mejor. Pero yo también lo sé mejor. No creo que jamás haya usado esa cantidad de bombas-F14 con Hanna. Grace siempre se burlaba de mí cuando maldecía, diciéndome que era una prueba de que ella era más inteligente. Ella decía que maldecir no tomaba ninguna creatividad o inteligencia, hasta que pasó por una fase de segundo año cuando salía con algunos estudiantes de intercambio del Reino Unido. Grace caminaba por ahí diciendo “Maldita sea” todo el tiempo, y la prohibición al maldecir se levantó tentativamente siempre y cuando usara un acento. Tengo que pedirle disculpas a Hanna, pero no sé cómo. Le envío un mensaje exploratorio. ¡Hola! Espero unos minutos. Nada. Pienso en enviarle otro texto, pero huelo el tocino. Es suficiente para ponerme algo de ropa y bajar. Todo el mundo está sentado a la mesa en el rincón de la cocina. No veo la silla vacía en la esquina, pero sé que está ahí. —Mark, desayuna algo. Jenny hizo panqueques de ricota —dice papá. Los desayunos tardíos de los sábados por la mañana son uno de nuestros rituales familiares. Incluso cuando papá es llamado a trabajar, a

14

Bomba-F: en relación a Fuck, que se traduce como «joder».

Jenny le encanta hacer un gran desayuno. Ella siempre está probando nuevas recetas en nosotros. —Elaborado. —La ricota hace que todo sea mejor —dice Jenny. Ella se levanta para servirme un plato. —Puedo conseguirlo, Jenny —le digo, y ella vuelve a sentarse—. No hay ajo aquí, ¿verdad? —pregunto. Jenny me saca la lengua. —Chico divertido. Solo es una especie de broma. Jenny utiliza el ajo como la mayoría de nosotros utilizamos la sal. Durante la cena, no importa lo que se esté cocinando, el aire está impregnado de salteado, al horno o ajo frito. —Mark, ¿mira lo que dibujé? —dice Fern. Ella sostiene una imagen al lado de su plato de comida medio comido. —Genial —le digo. —Es nuestra casa. —Agarra un lápiz de color azul y comienza a dibujar figuras de palo. Me siento a su lado y tomo un bocado de mis panqueques. —Estos están geniales. Gracias, Jenny. Jenny sonríe un poco demasiado ampliamente y mira a papá, por lo que me pongo rígido. Sé que están preocupados por mí, pero estoy cansado de sentirse como una rata de laboratorio, como si todo lo que hago está siendo observado, medido y analizado. Esta mañana lo estoy haciendo bien. Puedo decir por las miradas que ella y mi padre siguen dándose mutuamente. Puedo oír sus pensamientos: Él está comiendo. Él está diciendo por favor y gracias. Tal vez él está volviendo a la normalidad. Como si alguna vez habrá una normalidad de nuevo. —¿Cuáles son tu planes hoy, Mark? —papá pregunta.

Me encojo de hombros y reviso mi teléfono. Aún no hay texto. —Nos dirigimos hacia el parque —dice Jenny—. ¿Quieres venir? —¡Hurra! —dice Fern—. ¿Podemos ir a la grande con los columpios? —Sí —dice Jenny. —En realidad me voy a encontrar con los chicos más tarde para practicar —le digo, lo que no es realmente cierto. Pero estaba pensando en llamar a Charlie, un guitarrista que conocí en el parque de patinaje, y a Sebastian para ver si tenían algo de tiempo, para nuestra banda, The Distorted15. A pesar de que en realidad no sé por qué me molesto. Hemos estado juntos durante más de un año y no hemos tenido un solo concierto. Bueno, a menos que cuentes la undécima fiesta de cumpleaños de la prima de Sebastian. Sebastian nos dijo que reservó un concierto pago, y creo que Charlie y yo oímos "pago", así que no preguntamos por los detalles. Cuando me detuve en un patio decorado con globos y serpentinas de color rosa y blanco, consideré largarme, pero Sebastian me encontró en la acera con la cumpleañera, que era todo sonrisas. Ella llevaba un vestido blanco y me miraba como si yo fuera una estrella de rock, así que me bajé del coche y pregunté dónde instalarme. Nos pagaron $ 150, que dividimos entre tres. Ellos también nos alimentaron. Al final, tuvimos a veintiséis niñas de once años adorándonos. Nada mal para una tarde. Si los compras cuando son jóvenes, los tendrás como fans para toda la vida. —¿Quieres ayudarme, Mark? —dice Fern. No realmente, pero yo agarro un crayón amarillo y añado un gran sol al dibujo de Fern. Ella tiene cinco figuras de palo de pie en frente de la casa. —Bueno. En ese caso, ¿puedes asegurarte de limpiar el baño y tu habitación hoy? —papá pregunta.

15

The Distorted: Los Distorsionados.

—Síp. — Puedo hacer esto: ser el buen hijo, ser un buen hermano. Echo un vistazo a Fern. Me queda otra hermana. —Y tu mamá llamó de nuevo —papá añade—. Ella dice que ha estado tratando de contactarte. Me preguntó si has cambiado tu número. —Podría haber recibido algún texto o algo. No hay ningún mensaje, sin embargo —miento. Fern escribe PAPÁ y MAMÁ por debajo de las figuras del medio. —Sería bueno que la llamaras pronto —dice. —Sí, está bien. —No tengo ninguna intención de llamar a mamá, pero digo lo que quiere oír. Jenny comienza a limpiar la mesa. Mi papá se levanta para ayudarla. Él pone su mano en su hombro y lo aprieta, probablemente porque estamos hablando de mamá. Jenny le sonríe. Fern escribe mi nombre debajo de una figura y yo escribo el nombre de Grace por debajo de la última. Fern la ha dibujado con un triángulo, como si estuviera usando una falda, a pesar de que Grace nunca usaba faldas. Su cabello es negro y más corto de lo que debería ser. Le doy un poco de longitud. También agrego algunas pestañas a sus ojos y la hago sonreír un poco más incluso. Fern aguanta la respiración. —Esa se parece justo a Grace. Eres es un buen dibujante. ¡Mamá, mira! Jenny se acerca a la mesa. —Sí, lo hace. Justo como Grace. —Ella pone su mano en la figura, y tengo que mirar hacia otro lado—. Vamos a alistarte para el día. Se van y mi padre se queda en el fregadero con el agua corriendo, a pesar de que haya terminado de enjuagar los platos. Sus hombros están encorvados. Estoy tratando de pensar en algo que decir, pero mi teléfono zumba. ¡Hola!

Lo siento, escribo, y me levanto de la mesa. Esta vez quiero decir las palabras. —Adiós, papá —le digo, y subo las escaleras, dejándolo en el fregadero. Él no responde. Debes estarlo. Lo sé. Yo también. Ven aquí. ¿Cuándo? ¿En una hora? Tal vez. Una hora y media más tarde suena el timbre. Es Hanna, de pie con las manos en los bolsillos de sus jeans. —¿Y bien? —pregunta cuando abro la puerta. Sonrío, con la esperanza de que sea suficiente para conquistarla, pero ella hace algún tipo de puchero. Puedo decir que va a hacerme trabajar por ello. —Dije que lo sentía. —Es cierto —dice, y pasa junto a mí en la casa. Se quita los zapatos y los tira al cesto de zapatos por la puerta principal antes de hacerse sentir como en casa en el sofá de la sala de estar—. ¿Dónde está todo el mundo? —En el parque. —Pienso acerca de unirme a ella, pero me siento frente a ella en el asiento de dos plazas. —¿No querías ir? —Ella me pregunta toda formal, como si estuviera siendo entrevistado para algún trabajo después de la escuela. —¿Tú querrías? —Probablemente no.

Nuestra conversación es forzada como si hubiese algo aún sin terminar entre nosotros. Considero disculparme de nuevo cuando se pone de pie. —¿Tienes algo de comer? —Ella se dirige a la cocina. —Sí. ¿Te sientes bien? —Solo un poco apagada. —Y justo en el momento justo, su bomba suena—. Muy bien, Pepe, —ella dice, y acaricia su lado—. Mamá está viniendo. Cada vez que sus niveles de azúcar son demasiado bajos o demasiado altos, Pepe emite un bip suave. Hanna dice que es solo temperamental. A veces pone a Pepe en silencio por lo que no tiene que explicarle a la gente por qué está sonando. Le sirvo un vaso de jugo de naranja. —Gracias —dice ella—. Tal vez mi azúcar está bien. Solo podría ser una señal de PMS16. —Aww, hombre, ¿por qué tienes que hacer eso? —¿Qué? —Ella salta y se sienta en la parte superior de la barra, como lo ha hecho desde que somos niños. Ella balancea sus piernas hacia atrás y adelante y bebe el jugo. —Si fuera a decir eso, nunca oiría el final de la misma. —No es como si te pidiera que me consiguieras un tampón o algo así. Pongo mis manos sobre mis oídos. —No escucho. —Ella sabe que este tipo de conversación me asusta. Hay algunas cosas que un hombre solo no tiene por qué saber. Grace también solía tratar de discutir sus problemas femeninos conmigo. Supongo que ella y Hanna pensaban que era divertido ver mi reacción. Hanna saca un libro de su bolsillo trasero y me lo arroja. Es el diario de Grace.

16

PMS: Síndrome Premenstrual.

—Escucha, Mark, —ella comienza—. Si no quieres hacer la lista, lo entiendo. Ella evita mis ojos. —Ella probablemente solo lo escribió sin pensar que en realidad haría estas cosas. No es como si ella pensara que alguien lo leería y la seguiría. No quiero presionarte. Así que… Hanna pone el vaso vacío abajo y salta de la barra. Ella extiende la mano y toca mi brazo mientras me pasa, y las paredes dentro de mí comienzan a agrietarse. —No —le digo. —¿No? —Ella se da la vuelta. —Quiero decir, vamos a hacerlo. Hanna me estudia, y yo le doy mi mejor mirada de Lo digo en serio. —Está bien —dice, y sonríe—. Vamos a empezar a entrenar para la carrera. ¿En las mañanas? ¿Seis de la mañana? —¿Tan temprano? —Necesito tiempo para prepararme para la escuela. Tú dijiste… —Bueno. Bueno. Seis de la mañana —digo, queriendo evitar otra confrontación. —Una cosa más. Si lees eso… —Ella señala al diario—, no puedes tomarlo como algo personal. Grace nunca diría la mitad de esas cosas en voz alta en la vida real. Ella nunca quiso que nosotros lo leyéramos, eso es seguro. —¿Por qué? ¿Qué hay aquí? —La precaución de Hanna me pone nervioso. —Solo cosas. Nada perjudicial, aunque sin filtro. Gracias por el jugo. Ella se dirige a la puerta principal y ni siquiera me molesto en verla salir. Incluso si quisiera, no creo poder moverme. El diario es pequeño y tan ligero, pero ahora se siente pesado en mis manos. Hanna me puso curioso, aunque creo que ella quiso disuadirme de

leerlo. Esa es la cosa, sin embargo: Una vez que sabes que no debes hacer algo, como que quieres hacerlo aún más. Le doy la vuelta y le echo un vistazo a un poema. Cuando doy vuelta a la página, la primera línea me llama la atención. Odio ser siempre comparada con Mark. Está bien, Grace, no andas con rodeos ni nada. También te quiero. Pero sigo leyendo. Él es tan bueno en la música; ¿por qué tú no, Grace? No puedo evitar no ser un genio de la música. Recuerdo cuando éramos pequeños, mamá y papá acostumbraban

vestirnos con trajes coordinados de color. Ambos

tuvimos esos ridículos flequillos rectos. Mark obtuvo ese corte de tazón. Ja, ja. ¡Punto! Al menos mamá me dejó tener el pelo largo. Siempre éramos “los gemelos”. Los gemelos esto y los gemelos aquello. Un solo ser. No me malinterpreten, amo a Mark. Él es divertido y talentoso y fácil para hablar. Él está ahí para mí cuando lo necesito, y viceversa. Pero a veces me pregunto lo que sería estar totalmente por mi cuenta. Claro, he estado sola antes, pero con Mark, sé que nunca estaré sola, no en realidad. Es una cosa de gemelos. Me gustaría poder ser libre, algo así como cuando cambiamos las escuelas secundarias. Gracias a Dios por eso, al menos tengo un poco de descanso. Me gusta tener mis propios amigos. Mi propia vida. Esa es la forma en que va a ser en la universidad. Me iré lejos, y también lo hará Mark. Vamos a empezar de nuevo. Vamos a mandarnos textos y a llamamos, pero vamos a reinventarnos a nosotros mismos. Seguiremos siendo gemelos, pero nadie me conocerá como una parte de Mark y Grace. Solo seré Grace. No puedo esperar. Cierro el diario de un golpe. Ella consiguió su deseo, excepto que soy yo quien no tiene gemela. Soy solo Mark. De repente odio a Grace. Tomo el

vaso vacío de jugo de Hanna y lo tiro. El vaso se rompe contra la pared. Dejo los fragmentos en el suelo, sin importarme lo que dirán papá y Jenny.

10 Traducido SOS por Auro Kyle Corregido SOS por Auro Kyle

Me paso rápidamente una camiseta por encima de la cabeza cuando Sebastian hace sonar de nuevo el claxon en el frente. No tengo tiempo para cepillar mi pelo, así que agarro mi gorra marrón habitual. —¡Mark! ¡Sebastian está afuera! —Jenny grita desde abajo. —¡Ya voy! Después de que Hanna y yo fuimos por nuestra primera carrera, cuando corrimos tal vez un kilómetro y medio… bueno, más como correr/caminar un kilómetro y medio, pensé que Hanna iba a cambiar de opinión acerca de la carrera de 5 km. Me equivoqué. Hemos estado trabajando durante más de una semana, y estoy realmente dolorido. Tengo mucho más respeto por los corredores. Sé que mi cuerpo se ajustará, como la construcción de callos en los dedos por tocar el bajo y la guitarra. Ni siquiera los noto ahora, pero al principio dolía tocarlos. Trato de no hacer una mueca cuando bajo por las escaleras. En la parte inferior, Jenny sostiene una bolsa de papel marrón con mi almuerzo en una mano y una toalla de papel con un bagel y queso crema en el otro. Sé que debería decirle que no tiene que hacer mi almuerzo ya, que yo lo puedo hacer, pero me gusta que ella todavía quiera cuidar de mí. —¡Mark! ¡Abrazos! —Fern dice, y salta hacia mí. Me agacho y le doy palmaditas en la espalda. Desde que Grace murió, le afectan las despedidas. Cada vez que sales de la casa, ella te da al menos tres abrazos antes de llegar a la puerta. Sebastian hace sonar el claxon de nuevo. —¿Le dirías a Sebastian que ya no moleste a los vecinos? —dice Jenny—. Él puede sacar su trasero del coche y tocar el timbre.

Hoy necesito mi posición vertical, por lo que toma un poco de maniobra para mantener mi panecillo, mi bolso y mi bajo, el que llevo como una mochila. —Lo haré. Lo siento, Jenny. —Que tengas un gran día. —¡Abrazos! No puedo agacharme, así que Fern se envuelve alrededor de mis piernas. Y así es como voy hacia la puerta: con Fern unida a mí como un pequeño calamar. —Amigo. ¡Vamos a llegar tarde! Sebastian dice cuando pongo mi bajo en su asiento trasero. —Relájate. Vamos a llegar justo a tiempo. Sebastian odia llegar tarde, y él odia cuando le digo que se relaje. Él actúa como si fuera la persona más relajada, pero tiene todas estas reglas, y no sabes acerca de ellas hasta que empiezas a romperlas. Al igual que lo de llegar tarde. No comprendí plenamente su obsesión por llegar a tiempo hasta que se convirtió en mi viaje a la escuela. —¿Y puedes dejar de pitar? Estás empezando a cabrear a Jenny. Sebastian sube la música como una respuesta. Es una de sus pistas de ritmo. Sebastian no solo es uno de los músicos más talentosos con los que he tocado, también es genial componiendo. Hace todos los instrumentos en su ordenador. —En serio, levántate más temprano o algo así. —Me levanto a las seis. Hanna y yo estamos entrenando para una carrera de cinco kilómetros. —Guau, sabía que estabas enganchado, pero… Lo interrumpo. —Es algo que ella quiere hacer por Grace. Sebastian le baja a la música. Le hablo del paquete departamento de policía con el diario de Grace y su Cinco Principales.

del

—Estoy dentro. Podemos ir a saltar de bungee en este lugar al que mi primo fue. No está muy lejos. Caminas un par de millas a algún puente sobre un río. Estoy libre en un par de sábados si quieres ir. Miro por la ventana a la gente sentada en sus coches en la autopista, igual que nosotros. Están escuchando música, hablando. Esto es bueno. Puedo hacer esto: ir con Sebastian a la escuela, hablar de Grace, ser normal. —Vas a tener que hablar con Hanna. Ella tiene un plan. —Yo no voy al océano después de octubre. Debemos conseguir que Charlie nos lleve. No tengo un traje de neopreno. ¿Tienes uno? —Sí. ¿Puedes subirle de nuevo a la música? Me encanta esta pista. ¿Cuándo la hiciste? —Anoche. Vuelve a subirla, y estoy perdido en el ritmo. Me alegro por la distracción. No había planeado decirle a Sebastian sobre la lista de Grace. Ahora él está hablando acerca de incluir a Charlie. Se está convirtiendo en una producción. Yo solo quería hacer las cinco cosas y no hacer una gran cosa al respecto. Cierro los ojos y me concentro en la música, dejando que me lleve a otro lugar en el que estoy creando líneas de bajo y una melodía, un lugar en el que estoy a salvo. *** Durante el almuerzo, Sebastian pregunta si quiero ir con Pete y él a conseguir unos tacos baratos en el camión de la carretera. Tenemos un campus abierto, por lo que la mayoría del tiempo los estudiantes, especialmente los de último año, salimos para el almuerzo. No quiero ir, pero todavía estoy con hambre, a pesar de que ya he comido el almuerzo que Jenny me hizo. Le doy mi pedido: un par de tacos de carne asada. Estoy deseando que llegue el tiempo para estar solo, en realidad. Desde que regresé a la escuela, todo el mundo parece preocupado por mi reingreso. De los profesores a los estudiantes, es como si todo el mundo tuviera la misma nota: Mark Santos regresa a la escuela después de la pérdida traumática de su gemela, Grace. Por favor, no hablen de Grace cuando estén con él, excepto para expresar cuánto lo sientes y, a continuación, seguir adelante.

Por favor, asegúrense de que Mark no se quede solo durante el día. Mantengan una actitud positiva cuando estén a su alrededor. Eso me pone un poco nervioso. Evito a todo el mundo mirando hacia abajo y manteniendo mis auriculares puestos, aunque ni siquiera tengo música. En el pasillo, paso un par de guitarristas que se sientan en el suelo, tocando versiones a duelo de Stairway to Heaven. Les doy el visto bueno y sigo caminando. Solo tengo un año más y después de eso, quién sabe. El punto de corte para la admisión temprana a Berklee College of Music17 es el primero de noviembre y no voy a lograrlo. Creo que la próxima fecha límite es a mediados de enero, así que todavía tengo algo de tiempo si quiero tratar de ir en el otoño. Papá dejó de molestarme con ello cuando empecé a ver a Chris. Creo que ambos sentían que estaba poniendo demasiada presión sobre mí, pero mi asesor de música sigue preguntando acerca de mis planes. Ella está tratando de no presionarme, pero sé que quiere que yo sea proactivo. Ella está preocupada de que voy a perder mi ventana de oportunidad. ¿Quién dice que tengo que ir a la escuela de inmediato? No estoy seguro de que quiero estar en alguna orquesta profesional. Yo podría tomar el camino de músico de estudio. Tal vez podría conectar con algún artista y salir de gira durante un año o dos. Todo es incierto ahora. Oigo la música y a los bailarines riendo y gritando antes de que voltee por la esquina del pasillo. Bailarines. No tienen problemas para expresar exactamente cómo se sienten todo el tiempo y siempre están abrazándose o tocándose entre sí. Por el momento, la mitad de ellos tienen algún tipo de tren de masaje y están frotando la espalda de la persona en frente de ellos. La otra mitad tiene un círculo de baile. Ignoran mi intento de ser invisible y una chica me tira en el centro de su círculo. Trato de escapar, pero más chicas me rodean y comienzan a sacudir su cuerpo contra mí.

Berklee College of Music: universidad privada de música más grande del mundo. Localizada en Boston, Massachusetts. 17

Normalmente esto podría no ser algo malo, pero solo estoy tratando de conseguir un poco de espacio. Veo a Levon en el grupo. —¿Levon? ¡Ayuda! Él sonríe y salta con algunos sorprendentes movimientos de b-boy18, una distracción total, que me permite alejarme. —¡Gracias, hombre! —le grito, retrocediendo. Hay dos lugares a lo que la gente va en el campus además del patio y las aulas: el sótano y el techo. Ambos se utilizan para dos cosas: saltarse las clases y besuquearse. Los maestros saben esto, por supuesto, ya que la mitad de ellos se graduó de esta escuela. Mientras estemos bien en ello, ellos son indiferentes y no nos molestan. Saben que necesitamos un lugar para desahogarnos. Yo no estoy haciendo ninguna de las dos. Solo necesito un poco de aire. En la parte superior del edificio, me alegro de ver que estoy solo. Me doy la vuelta, dándome una vista panorámica del centro de Los Ángeles, el valle y las montañas. Llovió un poco ayer, por lo que la ciudad ha sido limpiada de su contaminación habitual y en realidad se puede ver el horizonte. Algunas personas se quejan de Los Ángeles. Está lleno de gente. Es el tipo de lugar que va a aplastar tus sueños en vez de cumplirlos. Es falso. Pero desde donde estoy de pie, todo lo que veo es potencial. Todos los diferentes tipos de personas estrellándose uno contra el otro, lo que hace que vivir aquí sea más interesante. L.A. tiene todo lo que puedas desear a poca distancia en coche. Solo tienes que encontrar una manera de llegar allí. Camino hacia el borde del tejado. Debajo de mí está la acera de hormigón que conecta este edificio con los otros. El edificio no es muy alto, solo tres pisos. Inclinándome, me pregunto si podría sobrevivir a la caída. Probablemente me rompa una pierna. Doloroso. No tiene sentido. Si fuera a saltar, quiero que cuente. —Había un tipo que lo hizo en mi antigua escuela el año pasado — dice una voz detrás de mí.

18

B-boy: se usa para referirse a los chicos que bailan breakdance.

Me vuelvo bruscamente. Cerca del sistema de aire acondicionado, Brandon saca su violonchelo de su estuche. ¿Cómo llegó hasta aquí sin que lo escuchara? —¿Qué hizo? —Saltó. En la mitad del día, cuando estábamos cambiando de clases. Lo miro fijamente, preguntándome a donde se dirige con ello. ¿Está diciendo esto porque él piensa que yo podría hacerlo? ¿Porque él ha pensado en ello? Lo evalúo. Chico blanco. Un estudiante de segundo año. No muy alto, pero no es bajo. Probablemente solo sea cinco centímetros más alto que él. Uñas negras. Delineador de ojos. Parece que él va para principios de glam rock/punk, más Ramones que Autistic Youth19. Recuerdo cuando Brandon fue transferido el año pasado. Es un buen músico. Este año estamos en la orquesta juntos, pero en realidad nunca hemos tenido una conversación. —Su cabeza se abrió —continúa—. Sonó como una sandía siendo aplastada. Eso es lo que utilizan en los efectos de sonido en las películas de zombis, sabes. Mi tío trabaja en la industria. La escuela limpió todo, pero… la sangre mancha. —Sí —le digo, y me alejo de la orilla—. La sangre mancha. —Su nombre era Ryan. Entonces lo entiendo —¿Él era tu amigo? —Bingo. —Lo siento. Brandon coloca el violonchelo entre sus piernas. —Nunca se sabe lo que una persona está atravesando. Ryan parecía que estaba bien, y luego supongo que no lo estaba. —Él sostiene su arco sobre las cuerdas, y comienza a tocar notas cálidas y profundas. —¿Has pensado en eso? 19

Autistic Youth: «Juventud Autista», banda punk originaria de Portland, Oregon.

Se encoge de hombros. —Todo el mundo lo piensa en algún momento, pero solo los locos lo hacen. No te ofendas, hombre. —Yo no pienso en ello —miento. No lo hago tanto como solía hacerlo. Cuanto más tiempo pasa, más mi instinto de conservación parece sacudirse. Brandon sigue tocando. Miro a los rascacielos en la distancia y me pregunto por qué nunca he traído mi bajo hasta aquí. Brandon se desplaza ahora a Bach, una de las piezas que estamos trabajando en clase. —Sebastian me toco una nueva pista esta mañana, es bastante buena —le digo—. Pensé que podría sentar algunos bajos sobre ella. El violonchelo sería un buen toque. Como si fuera una señal, la puerta de la escalera se abre y Sebastian y Pete la atraviesan. —Te dije que estaría aquí —dice Pete. —Santos, tenemos tu comida. Coloca una bolsa de papel blanco en mis manos. —Gracias. —Saco uno de los tacos, desenvuelvo el papel aluminio, y tomo un bocado. Tan barato. Tan simple. Tan bueno. —Hey, Brandon —dice Sebastian. —Hey. —Deja de tocar. —Soy Pete. —Pete le tiende la mano a Brandon. La estrecha. —Brandon. —¿Qué estás haciendo? —Sebastian pregunta. —Solo tocando un poco —dice Brandon—. ¿Mark dice que has estado trabajando en alguna nueva pista? —Sí. —¿Pista? ¿Qué pista? —Pete pregunta.

Sebastian saca su teléfono y nos permite escuchar lo que puso esta mañana. Brandon comienza a tocar suavemente a lo largo, y puedo escuchar los inicios de una pieza. —Se podría añadir el violonchelo, —Brandon me dice como si él escuchara lo que estoy componiendo en mi cabeza. Asiento con la cabeza. —Violonchelo, bajo, ritmo. Sebastian, Brandon y yo seguimos escuchando la pista, moviendo la cabeza con la música. —Tengo una idea, —dice Pete. Sus ojos se iluminan por completo y son enormes—. Va a ser perfecto. Ya saben que estoy haciendo un desfile de moda, ¿no? Todos le damos una mirada en blanco. —¿En serio? Es para mi tesis de grado. Obtendré un gran bloque de tiempo durante el concurso de talentos de invierno. El concurso de talentos en la escuela es una gran cosa. No es algo de libre-acceso en el que estás avergonzado por la gente en el escenario. Los estudiantes realmente llegan a brillar. Claro, hay recitales y conciertos y obras de teatro que cada disciplina artística realiza durante todo el año, pero el concurso de talentos está estrictamente dirigido por los estudiantes, y hay audiciones serias. Se agotan las entradas todos los años, por lo que es también un importante recaudador de fondos para la escuela. —Ustedes tres van a suministrar la música —dice Pete. Sebastian y Brandon siguen asintiendo con la cabeza. —Genial —dicen ambos. No sé si quiero ser amarrado a una de las actuaciones de Pete. Ahí está el factor tiempo, junto con tener que comprometerse con los demás. —No sé, Pete. Estoy un poco ocupado. Tenemos presentaciones de la orquesta y la banda de jazz.

—Siempre tienen esos, —él dice—. Esta va a ser tu oportunidad de dejar de estar acechando alrededor, evitando a la mayor parte de la humanidad. Es el último año. Vamos a hacer historia con esta actuación. —No estoy al acecho —le digo, pero me doy cuenta de que estoy de mal humor cuando lo digo, así que me enderezo. Que Pete me presione está empezando a molestarme. No me gusta ser presionado. Miro a Sebastian en busca de ayuda. Él se encoge de hombros y dice: —Puede ser que sea una buena idea. La orquesta no es gran cosa este semestre. Va a mantener tu mente alejada de… Quiero decir, de este año. Yo sé lo que él quiere decir, mantener tu mente alejada de Grace, pero me alegro de que no lo diga porque podría tener que darle un puñetazo en la nariz. No sé lo que está pasando, cómo todo se trata de hacer el concurso de talentos. Ahora me siento claustrofóbico en la azotea. Miro a la puerta y pienso en hacer una escapada por ella. —Estaba teniendo problemas para encontrar un tema, pero esto es perfecto. —Pete camina a lo largo del lado del techo como si estuviera haciendo equilibrio sobre una cuerda floja—. Voy a tener a Krysta trabajando en un horizonte de la ciudad para la escenografía. Tendremos modelos, bailarines, músicos, bailarines como modelos… Sebastian y Mark, ustedes pueden manejar la música. Tal vez podría contar para su tesis de grado, también. Va a ser enorme. Brandon, Sebastian, y Pete están todos mirándome. Quiero decirles que no. Quiero decirles que se vayan para poder estar a solas. Solo quiero deslizarme a través del año escolar sin llamar la atención. Ser arrastrado al drama del espectáculo de modas de Pete, y es Pete, así que sé que va a haber drama, es la última cosa que quiero hacer. Pero nunca le he dicho que no a Pete, y cuando no digo nada, Pete toma eso como un sí. —Genial. ¿Cuándo creen que tendrán algo listo?

11 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por GrizeldaDC

He estacionado al otro lado de la calle de la pequeña casa amarilla. Miro la puerta principal y espero… por qué, no estoy seguro. No es como si saliera del auto y caminara. He reproducido esa escena en mi cabeza algunas veces y nunca termina bien. Ver esta casa se ha convertido en una de mis rutinas, igual que mis viajes al puente. Estaciono en el mismo lugar de siempre. Estoy un poco sorprendido de que nadie lo haya notado y haya llamado a la policía. Saco mi teléfono y publico una pregunta para cualquier persona que esté en línea en Twinless Twins. ¿Sigo siendo considerado un gemelo? Solo tarda unos instantes en llegar una respuesta. Kelly: Sí. Brian: Sí. Greg: Sí. Susan: Sí. Juan: Sí. Greg: Siempre vas a ser gemelo de Grace. La muerte no termina eso. Kelly: Una vez un gemelo, siempre un gemelo. Brian: Brady y Brian. Brian y Brady. Ya han pasado diez años y todavía vinculo su nombre con el mío en mi cabeza. Hago lo mismo. No lo digo en voz alta, pero sigo pensando en términos de: Grace y yo. Una unidad. Somos uno en lugar de dos en singular.

Susan: Por siempre. Levanto la vista de mi teléfono. Al otro lado de la calle, unos cuantos niños están corriendo en el patio delantero. Ni siquiera lucen lo suficientemente grandes para la escuela. Su mamá se sienta en el porche, hablando por teléfono, observándolos. Ella es bonita, incluso desde la distancia. El papá sale con un balón de futbol. Lo deja caer al suelo y lo patea al chico mayor de la camiseta roja. Él trata de golpearlo con el pie hacia atrás, pero no alcanza. Corre y agarra el balón con las manos en su lugar y lo empuja hacia su padre. El padre sonríe y les muestra a los dos chicos cómo patear la pelota. En realidad no lo consiguen, son demasiado jóvenes para jugar futbol. Pero el padre es paciente y los sigue. No lo puedo escuchar, pero imagino que les está diciendo “Buen trabajo”, una y otra vez. Después de unos pases, el niño más joven envuelve sus brazos alrededor de las piernas de su papá. El padre se tambalea hacia atrás, como si la fuerza del niño lo estuviera empujando. El niño mayor salta sobre su papá. Esta vez el padre cae al suelo con ambos chicos arriba de él. Luchan y ruedan en el césped. A pesar de que mis ventanas están arriba, puedo escuchar sus gritos. Recuerdo cuando Grace y yo hacíamos eso con papá. Teníamos un juego en el que nos fijábamos en diferentes partes del cuerpo de papá en el suelo. Un punto por cada dedo. Cinco puntos por una mano o un codo. Diez puntos por una pierna. Veinte por su cabeza. Si pudiéramos conseguir todo la parte de debajo de su cuerpo, era una victoria automática. Siempre tomó a dos de nosotros para hacerlo. Grace tenía un truco que funcionaba la mayor parte del tiempo. Distraía a papá, pretendiendo estar lastimada. Yo sabía que ella estaba fingiendo porque sonreía por el lado izquierdo de su boca. Mientras papá revisaba sus brazos o lo que ella había dicho que se había herido, yo atacaba y ella saltaba y tomábamos a papá por sorpresa. Viendo a este padre jugando con sus hijos, me pregunto si papá lo sabía y solo nos seguía el juego. No había forma de que en realidad hubiéramos sido capaces de hacer frente a un hombre a los seis. El papá está sobre su espalda ahora con sus muchachos sentados en su estómago y pecho. Se ven felices. Y su alegría hace brillar una luz

sobre mi propia infelicidad. No es justo. Mis manos agarran el volante. Pienso en salir del coche, pero no había sumado los niños en la ecuación. No es que realmente tuviera un plan para empezar. Ni siquiera sé qué le diría al tipo. Miro a la familia a través de la ventana del auto como si fueran personajes de una película muda. Con el tiempo arranco el motor y salgo de la acera, tomando mis recuerdos de cuando mi familia lucia así de feliz conmigo.

12 Traducido SOS por Auro Kyle Corregido por Pily

Hanna, Sebastian y yo nos reunimos en un lugar de yogur para trazar un plan tentativo para completar la lista de Grace. El inicio del año escolar ha resultado más ocupado de lo que pensábamos, sobre todo para Hanna. Hemos estado entrenando juntos, pero técnicamente no hemos hecho nada en la lista de Grace todavía. Hanna se está volviendo loca sobre el cumplimiento de todo a tiempo. Después de treinta minutos de discusión, tenemos un plan. Estamos empezando este fin de semana con el surf, el cual se ocupa de septiembre. El salto en bungee será en octubre, con la lectura y el senderismo en noviembre. La carrera de cinco kilómetros será la última. Hanna ya nos ha apuntado a una el 28 de diciembre Está empujando nuestra fecha límite, pero todo será hecho antes de que termine el año. Hanna escribe el plan inicial en una pequeña servilleta y me lo pasa para que lo vea. No puedo recogerlo. Mis manos son de repente pesos inmóviles. Sabía que esto era lo que estábamos haciendo, lo acepté, pero no estoy preparado para lo que siento. ¿Qué pasará cuando hayamos terminado? ¿Dejaré de extrañarla? ¿Voy a sentirme más solo que antes? —Sebastian —dice Hanna—, tienes un poco de chocolate en la boca. Agarra la servilleta con nuestro horario y lo limpia. —¡Sebastian! —grita Hanna. Suaviza la servilleta sobre la mesa. —Lo siento.

Observo a los cuatro chicos inclinados sobre los sistemas de juego individuales en una mesa en el medio de la tienda. Están jugando algo juntos, a pesar de que no están hablando y no hay interacción física. Hay un grupo de jugadores de mi escuela que hacen la misma cosa cada almuerzo, totalmente ajenos a todo el mundo que les rodea. —Bueno, hombre —dice Sebastian—, ¿qué te parece? ¿Es factible? Sé que quieren que les diga que todo está bien, que ver los últimos deseos de Grace plasmados en una servilleta manchada de chocolate es perfectamente normal, y que estoy bien con ello. Pero se siente como un itinerario de vacaciones. Quiero decir que he cambiado de opinión, pero digo: —Bien. Está bien. —No quiero decepcionarlos. Termino mi yogur en un último bocado. —¡Genial! —Hanna empuja su yogur encima de la mesa—. Ten el mío. No puedo comerlo todo. Tomo un bocado y hago una mueca. —¿Qué es esto? —Casi me atraganto. —¿Te gusta? —pregunta Hanna. Sus ojos brillan con picardía. —Es repugnante. —Me pongo de pie y tomo una taza de agua para lavar el sabor de su brebaje de fresa y frambuesa. Hanna sabe que no me gustan las bayas, a excepción de los arándanos. Podría comer una cesta llena de arándanos en cualquier momento. —¡No lo es! —dice detrás de mí. —Lo has hecho a propósito. Inclina la cabeza y dice: —Tal vez. —Es bromeando. Me siento de nuevo. —No puede ser tan malo —dice Sebastian. Toma un bocado—. Un poco en el lado dulce. Él y Hanna hablan de postres, mientras termino mi agua. Es raro tener a Sebastian y a Hanna juntos, especialmente aquí. Este era un lugar al que nosotros tres, Hanna, Grace y yo, íbamos todo el tiempo. Pero

solíamos sentarnos donde los jugadores están. Sebastian es probablemente mi mejor amigo, pero no puede sustituir a Grace, no es que está tratando. Está diciendo una broma sobre un extraterrestre que no sabe que es un extraterrestre, y aunque la he oído antes, me rio con Hanna como si fuera la primera vez. *** Jenny se entera de que vamos a surfear mañana por la mañana. No le digo por qué. No estoy seguro de lo que ella y papá pensarían de la lista de Grace. Tal vez ellos pedirían venir con nosotros, pero quiero mantenerlo entre Hanna, Sebastian y yo. No quiero que se nos vaya de las manos. Jenny se emociona y alquila una película. Dice que hay una escena de aprender a surfear por eso será buena para mí. No quiero verla solo, así que invito a Sebastian y Hanna para que vengan a cenar y a ver la película. Les ruego, en realidad, y lo hacen. —Te va a encantar Point Break. Solía ser mi favorita en ese tiempo. No puedo creer que tenga más de veinte años ya. —Jenny ríe nerviosamente—. Estoy muy vieja. —Jenny, tú no eres vieja —dice Hanna. —Gracias, Hanna. ¿Listo? —le habla a mi papá. —¡Ya voy! —dice, y entra con un tazón de M&M’s que coloca junto a las palomitas de maíz y aguas embotelladas en la mesa de café. Se sienta junto a Jenny en el asiento de dos plazas. Papá complace a Jenny con noches de cine, pero sé que preferiría esconderse y leer la nueva novela de crimen que encontró en la biblioteca. Hanna se encuentra entre Sebastian y yo. Se escabulle hacia mí para dar más espacio Sebastian. Hanna susurra: —Jenny es tan linda. —No importa qué, solo dile que te gustó —le susurro de vuelta, muy consciente de que nuestros costados están prácticamente pegados entre sí.

Hanna no parece darse cuenta. Actúa como si siempre nos sentáramos así durante las películas del viernes por la noche en mi casa. Ha estado en un montón de veces, pero nunca nos hemos sentado tan cerca. Se queda mirando a la pantalla. Cruzo los brazos, sin saber dónde colocarlos. Las películas del viernes por la noche son una especie de tradición. Todo empezó cuando éramos niños. Grace y yo solíamos tomar turnos para decidir qué película ver. Eso era por lo general muy bueno porque teníamos gustos similares. Grace amaba la acción y las películas de miedo, y a mí no me molestaba una película para chicas de vez en cuando. También amaba los musicales antiguos, especialmente los de Gene La última película que vimos juntos fue Un americano en París. Ella quería ir a París un día. Eso hubiera hecho, probablemente, otra lista: Las cinco mejores ciudades para visitar antes de morir. Kelly20.

Point Break es en realidad bastante buena. Tiene un montón de acción y humor, y una escena de sexo, que solo fue incómoda porque mis padres estaban en la sala. Todo el paracaidismo me hace desear que hubiese estado en la lista de Grace. La escena principal de persecución es impresionante. Dos chicos corren a través de callejones y casas, y la cámara esta toda temblorosa, como si estuviéramos allí con ellos. Uno de ellos incluso lanza un pitbull como una distracción. Nunca había visto eso antes. Después de que los créditos comienzan, discutimos la probabilidad de que Johnny Utah capture a Bodhi en la parte cuando salta del avión sin paracaídas. En la película él lo agarra mientras están en caída libre. Sebastian y yo queremos saber si eso podría realmente ocurrir. —Podría ocurrir —dice Jenny, como si realmente lo creyera. —El hombre solo había hecho una vez paracaidismo, ¿y de repente sabe cómo maniobrar hábilmente en el aire? No es posible —dice Sebastian, y empieza a buscar algo en su teléfono.

Eugene Curran Kelly: actor, cantante, bailarín, director y coreógrafo estadounidense; ganador del premio Óscar en 1952. 20

—Es una película —dice mi papá—. Nada de esto es real. Probablemente lo filmaron en un estudio con máquinas de viento. —Se levanta y estira antes de limpiar la mesa de café. —Buu —dice Jenny—. Ustedes no tienen imaginación. —¿No le gustó la película, señor Santos? —pregunta Hanna. —Se llama amore —dice, y besa a Jenny en la mejilla antes de tomar el cuenco vacío a la cocina. —Lindo —dice Hanna. Lindo, salvo cuando se trata de tus propios padres. Sigo nuestra discusión de la película. —Además, ¿cuánto tiempo ha conocido a la chica? ¿Cómo dos semanas? ¿Está dispuesto a saltar de un avión por ella? —digo. Jenny y Hanna me miran con sorpresa y los ojos muy abiertos. —Por supuesto que lo está —dice Hanna—. Ellos tienen una conexión. —Lo que quiere decir que ella tiene ojos azules y un cuerpo decente —digo sobre la chica. —Es algo más que físico. Además, es Keanu Reeves —dice Hanna. —¿Qué significa eso? —Él es ardiente. —Lo sé, ¿no? —dice Jenny, y se ríen. —Ja —dice Sebastian, con la cara aún en su teléfono—. Técnicamente se podría saltar así, pero el tiempo está mal en la película. No puedes estar en caída libre durante todo el tiempo que ellos pasarona. Y no serían capaces de escuchar a los demás por encima del viento. Así que sin charla, tampoco. ¡Te lo dije! —Levanta la mirada triunfalmente. Sonrío, pero Jenny y Hanna solo miran a Sebastian como si él hubiera dejado caer su pastel de cumpleaños por todo el piso. Jenny señala a su teléfono. —Y este es el problema con la tecnología. Mata la ilusión. —Suspira.

—Bueno, tengan cuidado ahí afuera mañana —dice Jenny—. Ya han visto cómo esos surfistas se pueden poner. —Jenny, es solo una película. Vamos con Charlie. Él conoce la escena —le digo, pero no quiero ser grosero, así que añado—: Pero gracias. Siento que probablemente podría surfear en este momento. —Sí. Probablemente podríamos hacer una media emergente. —Para demostrarlo, Sebastian salta del sofá en la postura de la persona que practica surf. —No, Sebastian, es más como esto. —Demuestro el movimiento en el suelo, tambaleándome hacia atrás y adelante como si estuviera en una tabla. —Bien. Bien. Lo entiendo. Buenas noches, chicos. Asegúrate de cerrar con llave, Mark. —Ella se dirige hacia el piso de arriba. —¿En serio vamos a ir a surfear mañana? —pregunta Hanna—. No creo que pueda hacerlo. —Probablemente no vamos a poder estar de pie en la tabla, pero sí, —dice Sebastian—. ¿Dónde me estás poniendo esta noche? —Sebastian se va a quedar a dormir para podernos ir juntos en la mañana. —En mi habitación. En el piso. —Mejor me voy —dice Hanna, y se empuja hacia arriba desde el sofá—. Si Charlie es serio acerca de a qué horas nos vamos a ver, necesito dormir. —Cuando se trata de surf, Charlie es serio —dice Sebastian. Acompaño a Hanna a la puerta. —Adiós, Sebastian —dice, y se despide con la mano. —Nos vemos. Hanna hace una pausa en la puerta. —¿Realmente no crees que alguien podría saltar de un avión para salvar a una chica? Me encojo de hombros.

—Llámame realista. —¿Incluso si él la amaba? —Ese tipo de amor lleva años —le digo—. Esto no sucede en un par de horas. —Sonríe como si hubiera dicho lo correcto. —Hasta luego —dice. —Te enviaré un texto despertador a las cinco y media. Gime mientras la puerta se cierra detrás de ella. La veo caminar por las escaleras, al otro lado de la calle, y abrir la puerta principal antes de cerrar la mía. Sebastian me da una mirada. —¿Qué? —Nada —dice, pero sonríe. —Solo somos amigos. —Seguro, lo que tú digas. Ella no se apretujo a mi lado en el sofá. —Hanna es prácticamente otra hermana. Empiezo a subir las escaleras. Sebastian hace un ruido metálico y lo miró. Está frotando dos dedos en su mano derecha. —Mi pequeño violín está tocando música triste para ti. —Cállate. —Enciendo la luz en mi habitación. —Tal vez la invite a salir, entonces. Le lanzo una almohada en la cabeza y se calla. Sebastian podría invitar a Hanna, supongo. No es que ella esté viendo a nadie, al menos no creo que lo esté. Pero la idea de Hanna saliendo con alguien, incluso Sebastian, no sienta bien conmigo. Pienso en la forma en que nos sentamos juntos en el sofá, nuestros cuerpos apretados como si fuera normal. Dejo mi mente vagar e imagino si hubiera envuelto mi brazo alrededor de ella, acercándola más. Pero me detengo. Me pregunto qué piensa Hanna.

Toda la noche me muevo y doy vueltas. Sueño que estoy haciendo paracaidismo. Hanna está en caída libre conmigo. Estamos cogidos de la mano y ella está sonriendo. Su pelo está todo salvaje y no puedo ver sus ojos bien a través de las gafas de mosca que está usando. Grita algo, pero no puedo oírla. —¿Qué? —le grito. —¿Estás listo? —pregunta. —¿Para qué? Se ríe y suelta mis manos. Trato de agarrarla, pero tira de la cuerda en su paracaídas. Se abre de golpe, y se aleja de mí. Voy a tirar del mío, pero no puedo hacer que mi paracaídas se abra. Frenéticamente tiro de la cuerda, pero no va a funcionar. El piso se está acercando más y más rápido. Oigo a Hanna llamando mi nombre justo cuando estoy a punto de golpear el pavimento, y me despierto. Mi corazón se acelera. En la bolsa de dormir, Sebastian ronca. Trato de volver a dormir, pero no puedo. Sigo viendo el cuerpo de Hanna flotando cada vez más lejos de mí, incluso con los ojos bien abiertos.

13 Traducido por Meme Pistols Corregido por Pily

Temprano a la mañana siguiente nos encontramos en El Porto a las afueras de Manhattan Beach. Los montones de refinerías de aceite soplan humo gris, añadiéndolo al ya nublado cielo. No parece el día perfecto para surfear, pero un puñado de surfistas ya están en el agua, pasando “The break”. Las redes de voleibol están vacías. Un salvavidas que usa un impermeable naranja se encuentra encaramado en la parte superior de su torre. Charlie corre al océano, con la tabla a su lado. La coloca en la arena y sacude su cabeza de adelante hacia atrás, lanzando el agua de su rubio cabello en nuestra dirección. Hanna chilla cuando algunas gotas la golpean. —¡Esta fría! —Gran día para el agua, gente —dice Charlie. Está vistiendo su traje de neopreno y luce exactamente como esperarías que luciera un surfista californiano, lo cual es gracioso porque él es de Kansas. De nosotros cuatro, Sebastian y yo somos los únicos angelinos verdaderos; Hanna es originaria de Seattle. —¿Por qué no se ponen sus trajes, chicos? Aquí está el tuyo —dice Charlie, entregándole uno a Sebastian. Sebastian, Hanna y yo dejamos caer nuestra ropa en una pila en la manta. Hanna viste una camiseta blanca y la parte de abajo de un bikini. Noto que Pepe tiene una especie de cubierta, probablemente para protegerlo de mojarse, pero no llamo la atención hacia ella. No oculta el hecho de que tiene diabetes, pero tampoco va diciéndoselo a todo el mundo. Alcanza su traje de neopreno y mete sus pies dentro de este, saltando un poco y tirando de él para subirlo. Lo hace de forma rápida y

tímida. Hanna siempre ha pensado que tiene un trasero grande. Supongo que contribuí a ello, diciéndole que sí lo tenía cuando éramos niños. Noto como Charlie y Sebastian la miran cuando ella piensa que no le están haciendo. No tiene idea de cómo la ven ellos, y puedo decir que a ellos no les importa para nada su trasero. Llevo mi mano detrás de mi espalda y tiro del cierre de mi traje. Hanna tiene algunos problemas con el de ella. —Aquí. Date la vuelta —le digo. Tomo el cierre en la base de su columna y lo subo. —Gracias —dice, y se gira para enfrentarme. Toca mi pecho—. Te vez bien en un traje de neopreno, Mark. —Tampoco estás mal. —Se ve increíble. —Sí, claro. —Pone las manos en sus caderas y me sonríe—. Ni siquiera llevo maquillaje. —Nunca necesitas maquillaje. —Vamos a calentar —la voz de Charlie interrumpe el momento. Al menos creo que estábamos teniendo un momento. Sus palabras hacen que Hanna rompa su atención y se aleja de mi—. El agua fría y músculos fríos equivalen a lesiones. Miro a Sebastian y estallo en risas. El traje es demasiado grande para él, holgado en vez de ajustado, y ha tenido que enrollarse las mangas. Charlie es, como, el doble del tamaño de Sebastian. —Cállate —dice, tratando de alisar algunas partes del traje. Charlie también se ríe. —Lo siento, hombre. Es lo único que tenía. Debería mantenerte cálido. Charlie nos lleva a través de una serie de estiramientos, muy parecidos a los que Hanna y yo hemos usado al correr, aunque ya no tanto. Al principio corríamos todas las mañanas antes de la escuela; ahora lo hacemos lunes y miércoles. Corro los fines de semana, pero voy solo. No hubiera pensado que realmente me gustara correr, pero sí.

Charlie ha traído dos tablas para que nosotros las usemos. Se acuesta en una de ellas. —Ahora voy a mostrarles cómo hacer un pop-up básico. Al oír la palabra “pop-up”, Sebastian y yo reímos, recordando la película y como molestamos a Jenny. Charlie continúa: —¿Van a estar haciendo esto hoy? Tal vez no, pero vamos a tratar. Se siente bien estar aquí en la playa con amigos. No puedo recordar la última vez que estuve en el océano. Pretendo que estamos aprendiendo a surfear, nada más. Charlie nos tiene practicando cuando termina la demostración. Sebastian me da su tabla cuando ha terminado. No es tan fácil como Charlie lo hace parecer. Ya que practico con la patineta, entiendo dónde deben ir mis pies, como equilibrarme. Pero eso es en tierra. No tengo ni idea de cómo voy hacerlo en el agua. —No vamos a ir demasiado profundo —dice Charlie—. Vamos a trabajar en olas de agua blanca, unas que ya han roto. Último consejo, cuando vayan a capturar una ola, busquen una algo distanciada. Cuando sientan la ola comenzar a darles ese empujón extra, sigan remando, como, tres toques más, y luego traten de levantarse. Vamos. Básicamente la filosofía de Charlie es dejarnos sueltos y estropearlo todo como un montón de chiflados, que es exactamente lo que somos, ya que ninguno de nosotros ha surfeado antes. No sé por qué no he aprendido. Es un rito de pasaje del Sur de California que nunca me interesó. Me sorprende que Grace lo haya hecho. Mis pies tocan el agua, y está helada. Salto de arriba abajo algunas veces y después me precipito. Había visto a otros surfistas hacer eso, apuntando con las narices de sus tablas dentro del agua, buceando y saliendo como delfines, que es lo que me imagino que estoy haciendo. No del todo. Para mí, hay un montón de salpicaduras y un planchazo en la tabla que se desliza hacia un lado. Miro hacia atrás a la orilla. Hanna está haciendo tímidamente su camino. Sebastian se sienta. Charlie sale junto con Hanna, lo cual está bien. Ella probablemente necesitará más ayuda. Me doy cuenta que las

manos de Charlie están sobre Hanna, lo cual no está bien. Es como si estuviera viendo alguna estúpida comedia romántica donde el estúpido chico le enseña a la chica a jugar billar detrás de ella para ayudarle a sostener el taco. Hanna se ríe y Charlie la estabiliza en la tabla. Oh, por favor, Hanna. Como no podrías estar en una tabla. Ella está actuando como si no fuera capaz, y odio cuando hace eso. A pesar de que acabo de estar fuera de mí. No voy a hacer un espectáculo. Me concentro en lo que estoy haciendo y no en lo está pasando con Hanna. No estoy aquí por ella. Remo. Es duro, tratar de remar y permanecer en la tabla. Aprieto mi centro y trabajo en mantener el equilibrio. Veo una ola y tengo de bajarme de la tabla para girarla. Trato de recordar lo que dijo Charlie sobre esperar a que la ola te empuje. La ola golpea la tabla y me empuja hacia arriba, pero la tabla comienza a levantarse. Tengo que agarrarme de los bordes para mantener el equilibrio, pero la fuerza de la ola golpea y tira la tabla debajo de mí. Soy tirado hacia abajo. La correa alrededor de mi tobillo da un tirón. El número cinco de la lista de Grace decía hacer surf, no caer y chapotear en el océano. Otra ola se dirige hacia a mí. Pruebo de nuevo con casi los mismos resultados. Para aprovechar un poco más de la tabla y de las olas, uso la tabla de surf un poco como una tabla de boogie, pero aún floto alrededor. Después de lo que se siente como horas de ser golpeado, finalmente consigo hacerlo. La ola me lleva y me empuja hacia arriba; no salto en mis pies, pero usando una rodilla me empujo hacia arriba. Funciona. En realidad estoy de pie en la tabla. Estoy todo tambaleante, porque no puedo mantener mi equilibrio. Tengo que extender mis brazos para poder quedarme en la tabla, pero me resbalo hacia atrás, estrellándome dentro del agua blanca. Me levanto de un salto porque ahora estoy donde puedo pararme y quitarme el agua de la cara. Durante unos segundos estaba surfeando de verdad. Charlie y Hanna están celebrando. Sebastian grita algo desde la costa, pero no puedo oírlo sobre el océano. Determinado ahora, atrapo un par de olas en el agua blanca, tratando de resolver cómo maniobrar, tratando de conseguir una noción del equilibrio, de la tabla y del movimiento. Después de unas diez olas,

encuentro una en la que me puedo parar de nuevo. Sigo estando inestable pero esta vez el viaje dura diez segundos en lugar de cinco. Llevo la tabla un poco más allá, donde las olas están rompiendo. No es que sean grandes olas ni nada así. Es bastante tranquilo aquí y hay un banco de arena, así que no es muy profundo. Corro las manos por mi cabello alisándolo hacia atrás. Siento el frío del agua en mis manos y en mi cara, pero estoy caliente, protegido por el traje. Veo que ahora Hanna está fuera del agua, y Sebastian se encuentra sobre la tabla. La primera ola lo golpea. Me rio a carcajadas, preguntándome si me veía así de ridículo. Probablemente. Echo una mirada a las chimeneas. No es lo que se podría decir pintoresco. El agua nublada, probablemente por las refinerías. Un avión vuela por encima, un recordatorio de lo cerca que nos encontramos del aeropuerto de Los Ángeles. Sin embargo, Charlie dijo que este era un buen lugar para aprender. Los lugareños son amables y cuidan a los principiantes. Cerca hay un grupo de surfistas quienes no parecen notarme. Trato de estar tan lejos de ellos como puedo. Las nubes se comienzan a despejar y la luz del sol golpea la cima de las olas. —Así que, Grace —digo—. Aquí estamos, ¿qué te parece? Grace odiaba el frío. Odiaba mojarse. Odiaba el agua. Cada vez que íbamos a la playa, que no era realmente a menudo, se quedaba en la orilla, recogiendo los pequeños cangrejos de la arena. Cuando el agua subía, los cangrejos flotaban fuera de sus agujeros. Cuando el agua volvía al océano, trataban de enterrarse nuevamente en la arena rápidamente antes de que llegara otra ola. Dejaban estas líneas en forma de V en la arena. Así es como sabías donde cavar para encontrarlos. Ella habría corrido y cavado en la arena, entonces habría sostenido la arena en sus manos sobre el cubo y dejado que los cangrejos cayeran dentro. Lo hacía con ella, pero no me gustaba como se sentía cuando trataban de cavar en tus manos. No me dolía, pero me asustaba un poco, como si los cangrejos fueran unas pequeñas criaturas alienígenas enterrándose en mi piel. La lista de deseos de Grace es rara. Es sobre muchas cosas físicas, y todas esas cosas que nunca había hecho antes. De hecho, se parece más a las cosas que habría temido hacer.

¿Por qué Grace habría querido surfear? ¿A ella le gustaba el agua secretamente? ¿Alguien la habría convencido? ¿Fue River? Él no parece del tipo que surfea. Pensar en River me da dolor de cabeza, como uno de esos dolores-detrás-de-los-ojos que necesitan café, excedrin, una ducha e ir a la cama para deshacerse de ellos. No sufro migrañas muy a menudo, la primera vez fue el año pasado, después de una semana muy estresante de exámenes, practicas, un recital y un concierto de la banda de jazz. La segunda vez fue después del accidente. Veo una ola venir, sacudo mi cabeza para librarme de River, y decido ir por ella. Va a ser una grande porque está fuera de “The break”, pero estoy listo. Me giro y espero a que el agua me lleve. Remo duro y comienzo a propulsarme hacia adelante, me empujó hacia arriba. Esta vez salto para pararme, sin utilizar mis rodillas. Pero no anticipo la fuerza de la ola, y me caigo de la tabla y me estrepito debajo del agua. Trato de nadar, para llegar a la superficie, pero estoy atrapado en el agua agitada. Entro en pánico. La corriente me da vueltas y estoy confundido por cómo subir. No sé cuánto tiempo he estado sumergido, pero se siente como un largo tiempo. Mi pecho comienza a doler porque aún contengo mi aliento. Trato de relajarme, pensando que si lo hago tal vez flote a la superficie. De repente estoy muy tranquilo. Me pregunto si así fue como se sintió Grace en el final. Si hubo un momento de paz antes de que dijera mi nombre y el auto nos golpeara. Justo antes de que dejara de respirar, ¿tuvo ese breve momento cuando morir se vuelve tan natural como vivir? Mi cerebro se siente como si fuera a explotar y mis reflejos se hacen cargo. Mi cuerpo quiere vivir. Me abro camino hacia la superficie, tragando una enorme bocanada de aire. Toso y toso toda el agua que no me había dado cuenta que había tragado. —¡Mark! —oigo que me llaman. Charlie está cerca de mí—. ¿Puedes volver a subir a la tabla? —Sí —le grito entre jadeos. Sorprendentemente, mi tabla sigue unida a mi tobillo. —Súbete. Y sígueme.

Estoy justo donde rompen las olas, y otra se viene rápidamente. Subo a mi tabla y remo, permaneciendo cerca de Charlie. En la orilla, me tropiezo fuera del agua, arrastrando mi tabla. Estoy un poco inestable. Charlie me da una palmada en la espalda. —Increíble, hermano. Temerario. —¿Estás bien? —pregunta Hanna tan pronto como llego a la manta. Sostiene mi toalla. —Sí —le digo, todavía sin aliento. —Estaba muy asustada. Te tomó una eternidad volver a subir. —Me golpea—. ¡No lo hagas de nuevo! —Como si lo hubiera planeado. —Estoy aliviado de estar de vuelta en la costa—. ¿Cómo te fue? —le pregunto a Sebastian. —No está en mi ADN. —Lo conseguí en una rodilla —dice Hanna, toda orgullosa de ella misma. —Ustedes chicos lo hicieron genial —dice Charlie. Mira hacia el océano—. Se avecina un buen par de olas. ¿Te importaría si consigo algunas antes de irnos? —Todas tuyas —dice Sebastian. Nosotros tres nos sentamos en la manta viendo el agua mientras Charlie se aventura. Hace que parezca fácil, al igual que los otros surfistas allí. Lo vemos tomar una ola, montarla por mucho más tiempo que yo. Cuando termina, solo flota sobre el borde de la ola y se sienta en la tabla esperando la siguiente. —Él es muy bueno —dice Hanna. Toma un CapriSun del bolso que trajo con ella. Le toma un par de intentos perforar el refresco con la pajita. —No tenía ni idea de lo difícil que era esto —dice Sebastian—. Me quedo en tierra. —¿Crees que lo volverías hacer? —pregunto a Hanna. —Tal vez —dice Hanna—. Charlie es un buen maestro. Pero mañana mis brazos van a doler como locos.

Toma mucha fuerza de la parte superior del cuerpo remar tanto. No voy a admitirlo, pero sé que también voy a estar muy adolorido mañana. —No puedo creer que apenas sean las nueve de la mañana. De un sábado. Todavía debería estar durmiendo —dice ella. —Debería estar preparando la comida —dice Sebastian. Se baja la cremallera del traje y lo deja sobre su toalla. A Charlie lo borra una gran ola. —Ouch —digo. Pero vuelve a montar su tabla y rema de nuevo. —Grace hubiera… —comienza a decir Hanna, y se detiene. Termino su pensamiento. —Odiado esto. Hanna se ríe. —¡Lo sé! ¿En que estaba pensando ella? Si apenas le gustaba cuando íbamos a nadar y jugábamos Marco Polo en la piscina comunitaria cuando éramos niños. —Siempre daba con su posición. —Sí, porque eres un tramposo —dice Hanna. —Hubiera ganado todas las guerras de salpicaduras, incluso con ustedes dos confabulándose contra mí —le digo. —Eras tan infantil. Ambos nos quedamos en silencio, recordando nuestros veranos en la piscina. —Es una lista de temores —digo finalmente—. Son cosas que tenía miedo de hacer. —Tal vez deberíamos decir algo. Reconocer el momento —dice Hanna. Sé que está esperando que inicie yo, pero no puedo. Además todo esto es idea de Hanna. Observo a Charlie agarrar otra ola. Es hermoso y

simple. La monta por unos veinte segundos y luego se baja, para esperar otra. Pienso en cómo el océano nunca se detiene. Es implacable. Sigue adelante por los siglos de los siglos. Tomo un puñado de arena y la dejo caer a través de mis dedos. Me pregunto cuánto tiempo le tomó a la playa formarse. ¿Cuántos años de que el océano golpeara contra la roca, hasta desmenuzarla? ¿Qué puedo decir acerca de Grace? Una pequeña piedra permanece en mi palma. Es lisa y oscura, destacándose entre los granos pálidos. No quiero ser un guijarro convirtiéndose en arena, liberándose de Grace. Quiero conservarla en mi corazón y guardarla en lo profundo, donde el agua no la pueda alcanzar. —Grace, si estás mirándonos. Te extrañamos y amamos —dice Hanna, ya que no voy a ser de mucha ayuda—. Gracias por meternos en el surf. Y tal vez no lo volvamos a hacer. —Sonríe. —Muy bien —dice Sebastian. Me levanto y camino hasta el borde del agua. Lanzo la piedra al océano. Mientras los surfistas se retiran, veo las huellas en forma de V, como pequeños grupos de aves volando en formación, en la arena mojada. Me agacho y cavo. Sostengo un enorme pedazo de arena y observo los pequeños cangrejos agitarse. Quiero sentir el dolor de ellos cortando a través de mí, pero lo único que siento es un irritante roce, como si me presionaran al mismo tiempo contra la tierra y el océano. Inclino mi palma y los dejo caer a la arena, desaparecen. De repente hay un pie con la uñas naranjas escavando justo en el lugar donde dejé caer los cangrejos. —Bruto —dice Hanna. Me levanto. —Tú probablemente los estés matando con tus grandes pies. —Oh no, no lo hiciste —dice ella. —¿Qué? —Decir que tengo pies grandes. —Bueno, son grandes para los cangrejos.

Ella salta al agua y me salpica con su pie. La miro. Sus ojos están bailando. Trata de escapar, pero la atrapo y la levanto. —¡No! —grita—. Mark, bájame. Incluso con ella pateando y retorciéndose, la llevo al agua y la tiro a una ola. Pero me tropiezo y también caigo. Entonces está sobre mí, escalando sobe mi espalda, tratando de llevarme abajo. —¡Estás tan muerto! —grita. Otra ola se estrella contra nosotros y ambos nos hundimos. Ella sale y tose. —¿Estás bien? —pregunto, alcanzándola y alejándola de las aguas profundas, hacia donde pueda estar de pie. Esta vez viene de buena gana. —Sí. Solo necesito recuperar el aliento. La sostengo, esperando hasta que me diga que está bien. En cambio desliza su brazo alrededor de mi cintura mientras las olas rompen contra nosotros una y otra vez.

14 Traducido por PrisAlvS Corregido por Auro Kyle

La mañana del domingo duermo mientras todos van a la iglesia. Dejé de ir luego de la muerte de Grace. Mis padres no me obligaban, y estoy agradecido por eso. Escuché a papá decirle a Jenny: —Vendrá cuando esté listo. —No les digo que puede que nunca esté listo. La iglesia no es un mal lugar. Solía tocar con la banda, y Marty, el líder de la banda, todavía me envía un correo electrónico o un mensaje de texto de vez en cuando para que vaya a ensayar. Buenos bajistas siempre son difíciles de encontrar. Pero no sé si puedo estar en una habitación con Dios y todas esas personas que nos han conocido a Grace y a mí por años. Creo que me sofocaría. No quiero que me pregunten cómo estoy o que me digan cuánto amaban a Grace. No quiero su gentileza. Su gentileza me mata. No es del tipo dulce. Es genuina y motivada por amor y no hay cómo pelearla. A veces el amor puede sobrecoger más que el odio. Por lo que no voy. Saco unos pantalones de mi cajón y me pongo una camiseta antes de bajar las escaleras. Hay una nota amarilla para mí en el refrigerador con la escritura de Jenny. “Mark, llama a tu mamá”. La arrugo y la boto. No me pueden obligar a hablar con ella. ¿Dónde estaba antes de la muerte de Grace? Tenía años que compensar. Años. No voy a ser quien tome su mano a través de todo esto. Abro la puerta delantera y me quedo afuera. Debería practicar un poco de bajo, pero estoy tentado de ir a donde Hanna. Aunque dudo. Después de la playa es como si algo hubiera cambiado. Recuerdo cómo se sentía su piel contra la mía mientras la abrazaba en el océano. Sería mucho más fácil si Grace estuviera aquí. Ella me diría qué hacer, aunque ya sé lo que probablemente diría.

Grace una vez me dijo que Hanna y yo solo necesitamos acabar con eso. Besarnos o algo. Le había preguntado lo que Hanna pensaba de mí, pero como dije, Grace siempre era la mejor guardando secretos. Ella dijo que estaba siendo testarudo por no admitir mis sentimientos. No puedes besarte con una de tus mejores amigas. La vida no es una película. Lo de amigos con beneficios nunca funciona. Alguien siempre sale herido. Hanna y yo tenemos algo bueno. No quiero arruinarlo, no que no imagine cómo sería besarla. Ahora que Grace no está aquí como nuestro intermedio, cada vez que estoy con Hanna estoy un poco nervioso, hiperconsciente de su presencia. Ella siempre ha sido hermosa, pero es como si finalmente hubiese despertado y la estuviera viendo desde un ángulo diferente. Como cuán graciosa es. Cómo está dispuesta a intentar cosas nuevas. Cuán genial fue con Sebastian, como si lo conociera desde siempre. Cómo me comprueba sin hacerlo ver como si lo hiciera. Cómo me hace sentir que las cosas están bien. Además, desde la pérdida de Grace, no sé cómo enfrentaría el perder a Hanna también. ¿Qué si no siente nada por mí? No vale el riesgo. Me encuentro a mí mismo frente a su puerta y llamo. Su mamá contesta. —Hola, Mark. Entra. Están en la parte de atrás. —Gracias, solo iré alrededor. —¿Están? —Adelante. —Ella cierra la puerta. Abro la puerta lateral y me dirijo al patio. Veo a Hanna y River tan pronto como rodeo la esquina de la casa. Están en el columpio, las cabezas bajas y cerca como si, bueno, no quiero pensar lo que están haciendo. Me giro y me voy. Estoy empezando a cruzar la calle cuando escucho mi nombre: —Mark, espera. —Es Hanna—. ¿A dónde vas? —A ningún lugar. Un viaje. —¿Por qué no te quedas? —Estoy bien. —Le doy la espalda.

Hanna se detiene a media calle y yo sigo caminando. —No puedes huir por siempre —grita. Está equivocada. Puedes correr por siempre, o al menos por un largo tiempo. Me subo al carro de papá, y Charlie Mingus suena desde un disco compacto. Ya me estoy sintiendo mejor. Siempre puedo contar con papá para tener música genial. A veces voy a la costa, pero ya que estaba ahí, tomo la 5 y me dirijo al norte. Quiero algo de espacio. Los carros se reparten en cuatro carriles de autopista. Estoy prácticamente solo. Dejo que el jazz me guíe. Paso Magic Mountain con sus enormes montañas rusas y me pregunto por qué nunca voy. No está tan lejos. Sigo conduciendo, sin tener un destino en mente. Siento algo afilado en mi bolsillo. Saco el brazalete de Grace, el que estaba en el paquete en el departamento de policía, y lo giro en mi mano. Había olvidado que lo había metido en mi bolsillo ese día. El brazalete es delicado y brillante, como nuevo. Grace conoció a River a inicios del primer año. Lo escondió de nosotros en un inicio, pero eso era como Grace. Ella era increíblemente privada, especialmente sobre los chicos en su vida, no es que tuviera muchas citas o muchos novios. Era selectiva. Decía cosas como: “Salir con alguien no es como medirse ropa. Tiene que significar algo el sostener la mano de alguien o dejar que un chico te bese. Por lo menos, debería significar algo. No necesito fuegos artificiales cuando estoy con él, pero quiero que sea alguien a quien admire y respete”. Siempre era así de profunda. Por supuesto, me hacía sentir superficial porque a veces basaba mi selección en un gran par de piernas o un buen pecho. Cuando llevó a River, estaba algo sorprendido por él. Era este chico alto, anguloso y blanco. Cabello café, totalmente liso. Vestía una camisa de botones azul metida en sus pantalones, y un cinturón cuando llegó a cenar. Estaba nervioso por mí, como si realmente intentará hacer una buena impresión. Él no tocaba ningún instrumento. No patinaba. Él corría, y supongo que bastante bien. Tan bueno como para ser un potencial para una beca escolar. Grace me había advertido que fuera agradable, por lo que sabía que era serio y yo le puse un freno. Realmente no me importaba con quién salía siempre y cuando la tratara bien, y River parecía hacerla feliz. Estaba bien con él, aunque no conectamos.

Un par de meses luego, Grace me llevó a su habitación y cerró la puerta. —¿Qué pasa? —Aquí —dijo, y me dio un pequeño brazalete de plata. —¿Gracias? —dije. —Es un brazalete. Lo sostuve frente a mí. —Sí. Es un brazalete. —River me lo dio anoche. —Parece de tu estilo —dije e intenté dárselo, pero ella retrocedió. —Lo sé, ¿cierto? Es exactamente algo que yo escogería. —Ella se paseó de un lado a otro. —¿Y eso es algo malo? —No lo sé. No sé lo que significa —dijo y se sentó en la cama. —Es solo un brazalete. —Lo lancé a la cama junto a ella. Ella lo miró y no lo tomó. —¿Alguna vez le has dado un brazalete a alguien? ¿Uno con corazones? —Bueno, de hecho son más como gotas que corazones. —Mark, en serio. —Bien, bien. No. —¿Qué se supone que significa? —Le gustas. Eso es todo. No lo analices de más. —¿Pero cuánto? ¿Y qué, se supone que empiece a usarlo ahora? ¿Cómo cada día? ¿Qué si no quiero usarlo? ¿Qué si quiero cambiarlo y River lo ve y se siente herido porque no uso su brazalete? —Grace, vamos. Deja de estar asustada.

Ella cayó sobre la cama y yo me acosté junto a ella. Desde una toma aérea obviamente no éramos idénticos, además de más de un cromosoma Y. Su cabello era largo y con flequillos; el mío corto, pero del mismo color negro e igual de liso. También soy una cabeza más alto que ella, pero tenemos la misma forma de ojos y bocas. —Me dijo que me amaba. Era obvio que el chico estaba completamente loco por ella. Le enviaba mensajes todo el tiempo, salía con ella, venía a ver una película los viernes por la noche. Ahora él había dicho las dos palabras y le había dado un regalo. No había duda de por qué Grace estaba asustada. —¿Qué dijiste? —Gracias. Reí, no pude evitarlo. —¿Qué hizo? —No es gracioso, Mark. —Lo sé, pero hombre. ¿Qué hizo? —Sonrió y me rodeó con su brazo. ¿Qué se suponía que debía decir? —¿También te amo? —Me encogí de hombros. No lo sabía. Nunca antes le había dicho a una chica que la amaba. No podía creer que River tenía las agallas. Medio me hacía respetar al chico—. ¿Lo amas? Ella se quedó en silencio. —Está bien si lo haces y está bien si no lo haces —dije. —Tal vez lo hago —susurró—. ¿Es raro? —Más o menos. —Toqué su brazo—. Pero siempre has sido rara. —No le digas nada a papá y a Jenny —dijo. —No lo haré. ¿Le dirás cómo te sientes? —Eventualmente. —¿Lo harás sudar?

—Exactamente. —Ella se enderezó, tomó el brazalete y lo metió en su bolso—. Pero no esta noche. Una semana después tuvimos el accidente. *** En el funeral me comporté como el buen hijo y hermano. Fui educado, grácil en el ataque de dolor. Toda la familia de papá asistió y la mayoría de la de mamá, junto a los amigos de Grace de la escuela que yo no conocía. Mamá seguía intentando tocarme, abrazarme. Me mantuve impasible. Todos dijeron tan lindas cosas sobre Grace. Nuestro pastor compartió historias graciosas. Papá y Jenny hablaron. Yo quería hablar, pero temía no ser capaz de controlarme. Lo que todos dijeron sobre Grace era verdad, pero también era falso. Solo se concentraban en las buenas cualidades, como si fuera esta persona perfecta. Grace era asombrosa, pero también era humana, lo cual significaba que era desastrosa y complicada. De todas formas, ¿cómo podías resumir la vida de alguien en cinco minutos? Me hizo sentir enfadado y más separado de ella. La persona que todos estaban describiendo ni siquiera era real. River llegó vestido en un traje negro con corbata. Lo hacía lucir más alto por algún motivo. Le dio la mano a papá e intentó dársela a Jenny, pero ella lo abrazó. Él se aferró a ella por un momento. Vi que él estaba llorando. Cuando llegó a mí, sus ojos estaban hinchados. Nos dimos la mano y él me atrajo a un medio abrazo y una palmada en la espalda como si fuera mi tío, pero River no era familia. Era un chico con quien Grace salió por un par de meses. Me quedé bajo un árbol por la tumba. Me apoyé contra este como si lo tuviera controlado, pero la verdad era que el árbol me estaba soportando. Necesitaba que algo me mantuviera unido porque temía romperme en pedazos. Observando el ataúd, lógicamente sabía que el cuerpo de Grace estaba ahí dentro, pero mi verdadera Grace no lo estaba. Ella se había ido. Pero sentía como si siguiera conmigo, solo no podía verla. ¿Cómo alguien puede ser un ser vivo con sueños y planes, y luego repentinamente no existir más? Ella ni siquiera dijo adiós. Y yo era el que se suponía que tenía que despedirse. Eso es lo que son los funerales: un montón de personas reuniéndose para despedirse de

los muertos y enfrentar su propia mortalidad. Se supone que todos tenemos una buena ronda de llanto, sacamos el dolor, recordamos los buenos tiempos y luego seguimos adelante. Nos decimos a nosotros mismos que los muertos querrían que lo hiciéramos. Nos decimos que la muerte es parte de la vida. Nos decimos lo que sea para darle sentido. Un momento Grace estaba aquí. Al siguiente ya no estaba. No podía encontrarle el sentido a eso. Cuando bajaron el ataúd dejé de respirar. Justo como en el momento después del accidente cuando estaba esperando a que ella respirara de nuevo. Mi aliento siempre se había mantenido al ritmo del de ella. En el cementerio, mi pecho dolía. Mis pulmones empezaron a quemar. Inhalé una bocanada de oxígeno. Tendría que aprender a respirar por mi cuenta. Luego estaba en el suelo. Lejos. Por siempre. Las personas empezaron a alejarse en parejas y tríos, pero yo me quedé. Mi espalda presionada contra el árbol, como si hubiese sido clavada ahí. River se acercó a mí. —Hola. —Hola. —Lo lamento —dijo, y se quedó junto a mí. Eso era lo que todos seguían diciendo. Lo lamento. Lo lamento. Una y otra vez. Nadie sabía qué decir. Por lo que en lugar de solo quedarse en silencio, decían palabras vacías. Disculpas. ¿Por qué se disculpaban? Ellos no habían estado conduciendo el auto. Ellos no fueron los que sobrevivieron. Luego de ser golpeado, lo lamento fueron las primeras palabras que escuché. Estaba intentando salir del auto cuando el conductor que nos había dado dijo: —¡Lo lamento! ¿Estás bien ahí? ¡Oh hombre, lo siento! Grace nunca llegó a escuchar su disculpa. Él seguía diciéndolo una y otra vez, mientras yo salía, mientras intentaba llegar hasta Grace, incluso después de que la ambulancia llegara. River lo dijo de nuevo:

—Lo lamento… —Y todo lo que pude oír fue la voz del hombre. Un hombre que había bajado la mirada por un par de segundos, un profesor, un padre de dos. Les escribió a mis padres una carta de cuatro páginas. Ellos realmente le respondieron. Papá dijo que sin perdonar un corazón se congelaría. Pero a mí no me importaba. Me negué a leer la carta. Dejé que mi corazón se convirtiera en Antártica—. La amaba, sabes. Realmente lo hacía. El cuerpo de River temblaba un poco. Su confesión me enfado. Él no la amaba. Él apenas la conocía. Yo la amaba. Me sentía tan posesivo, como si nadie tuviera el derecho de extrañarla como yo. Nadie podía compartir ese dolor. River puso su mano en mi hombre. —Si alguna vez necesitas algo, Mark, estoy aquí para ti. Aparté su mano y lo empujé. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras me decía de nuevo que lo lamentaba. Lo golpeé en la cara y luego en el pecho, estómago, donde fuera que pudiera golpearlo. Nunca antes había golpeado a nadie. Mis manos picaron con cada contacto. Escuché a papá decir mi nombre, pero seguí golpeando a River. Él solo se quedó ahí. No luchó o siquiera levantó sus manos para defenderse. La sangre cayó desde su nariz y empezó a llorar, realmente a llorar. Papá me apartó de River, sosteniéndome por detrás. Todos estaban ahí: Jenny, Hanna, mamá, mis abuelos, las tías. Todos lloraban. —¡No hagas eso! —le grité a River—. No llores por ella. Ella no… ¡ni siquiera te amaba! —Mark —dijo papá—. Está bien. Está bien. —¡No está bien! —grité—. ¡Nunca estará bien! Me liberé de mi papá y huí. *** Mi esperanza había sido nunca volver a hablar con River, aunque Hanna sugirió que lo arreglara. Pero no podía admitir mi vergüenza por cómo lo había tratado. Él no se había defendido, como si le diera la bienvenida al sufrimiento. La lástima en sus ojos me hizo odiarlo. También odiaba que tuviera una parte de Grace que yo no podía cargar. La única forma en que la cosa entre River y yo estuviera bien sería si Grace no

estuviera muerta. Si de alguna forma podía volver en el tiempo y no tomar el puente o si podía decirle al tipo que no condujera esa noche. Pero nunca puedes regresar. Nunca puedes deshacer lo que deseas no haber hecho. No puedes hacer las cosas que deseas haber hecho. No estoy seguro de qué haré con el brazalete. Sigo conduciendo, la fina cadena fría y pesada en mi mano.

15 Traducido por Auro Kyle Corregido por Pily

Sebastian es mejor componiendo que yo, pero él quiere que cree la música para el espectáculo de Pete. Dice que es porque ya estoy oyendo una melodía. Pete me molesta con ello, a pesar de que el espectáculo no es hasta diciembre. Tengo un montón de tiempo, pero le digo que estoy trabajando en la música durante mi período libre, cuando he reservado una de las salas de ensayo. He estado aquí por una buena media hora y estoy empezando a diseñar piezas sobre la pista de Sebastian, cuando hay un golpe en la puerta. —Entra —digo, irritado de que tengo que parar. Una muchacha china con una raya azul a través de su corto cabello negro se coloca en el umbral. —¿Um, Mark? —¿Sí? —Pete me dijo que viniera a encontrarte. La miro como, Sí, ¿y qué es lo que quieres? —Soy la coreógrafa para el espectáculo. Dijo que estás haciendo la música. ¿Es así? —Se está refiriendo a la pista que todavía tengo sonando. Apago la pista. —En parte. Iré añadiendo violonchelo y contrabajo. —Genial. Algo así, como la fusión de hip-hop y clásico. —Algo así. —No la reconozco—. ¿Cuál es tu nombre? —Lily. —Sonríe y todo su rostro se ilumina. Es linda—. Acabo de transferirme en este año. Soy de primer año —dice, como para responder a mi pregunta de por qué no la he visto antes.

O ella es realmente buena o nadie quería ayudar a Pete. La evalúo. Estructura pequeña, delgada y un poco plana en el pecho, más como una bailarina de ballet. Lleva polainas de dos tonos negro y púrpura, unas zapatillas de deporte Nike en forma de bota y una camiseta holgada de color gris con una franela roja atada alrededor de su cintura. —Se supone que debo decirte que vengas a la sala de baile. —¿Ahora? —digo, un poco molesto porque la pieza no está lista. —Sí, todos estamos allí. Considero decirle que le diga a Pete que no voy, pero sé que solo va a venir aquí por sí mismo y exigir mi presencia. Empaco mi contrabajo. —¿Dónde has estado? —pregunta Sebastian cuando sigo a Lily en la sala de baile. Él y Brandon se establecieron en la esquina. Pete habla con alguien en su teléfono. —Nadie me dijo que íbamos a tener práctica. —Pete dijo que tú la convocaste. —No, le dije que iba a… No importa. En realidad, esto funcionará. Tengo algunas ideas con las que podemos tocar. Hey, Brandon. —Hey —dice—. Hola, Lily. Lily le da una gran sonrisa y se sienta en el piso de madera en frente de los espejos y comienza a estirarse. Hablo a través de lo que tengo en mente con Sebastian y Brandon. Cuando estamos listos, hago el conteo y Brandon empieza la pieza con el violonchelo. Sebastian llega con su caja de ritmos después de un par de compases. El ritmo de Sebastian es simple al principio y un poco delgado, pero está ajustando el tempo. Lily comienza a torcerse y girar, contorsionando su cuerpo con la música. Saco mi arco y comienzo a tocar notas sostenidas, alargándolas más que Brandon, así que cuando termino una, él ya está en la siguiente. Es como una llamada y respuesta. A medida que el ritmo se vuelve más intrincado, Lily lo utiliza como marcador, por lo que sus movimientos son más angulosos, agudos. Se contrae y extiende su cuerpo al ritmo.

Me cambio a pizzicato21, rasgando las líneas de bajo. Tocamos durante un par de minutos antes de darles la señal de parar. Pete aplaude. —Eso fue genial, Santos. Realmente genial. —Fue una mierda —le digo. Lily está de pie con las manos en las caderas. Un poco de sudor se forma en su sien. Agrego: —No, Lily, lo que estás haciendo es impresionante. Sonríe. —Solo estaba improvisando. Su sonrisa es el tipo que te hace querer inclinarte más cerca. —No, no, esto va a ser bueno —dice Sebastian—. Es burdo, claro, pero una vez escribas lo que en realidad tocaremos… puedo oírlo. —Vamos a tocar cuando los modelos caminen por la pasarela, ¿no? —pregunta Brandon. —Sí y no. Bueno, aquí está la demostración. Escribí todo. —Pete abre su cuaderno de dibujo y explica su concepto, que es grande y extravagante y completamente Pete, pero no tengo ni idea de si vamos a ser capaces de lograrlo. —Genial —dice Lily cuando él ha terminado. —Entonces, ¿en cuántos bailarines estás pensando? —¿Siete? ¿Me puedes conseguir tantos? —Hecho.

Pizzicato: técnica musical que consiste en pellizcar las cuerdas con la yema de los dedos en instrumentos de cuerda como el violín, la viola, el violonchelo, el contrabajo, la guitarra, entre otros. 21

—¿Así que tengo que ser un modelo ahora? —pregunta Brandon, con cara de preocupación—. No voy a salir sin camisa. —Ni yo —añade Sebastian. Niego cuando Pete me mira. —Cobardes —dice Pete—. Voy a tener que tomar todas tus medidas. Lily, vamos a tener que hablar de los trajes para los bailarines, también. —Claro. ¿Hemos terminado, entonces? —dice Lily. Reviso el tiempo. —Tenemos diez minutos, más o menos. Vamos a seguir tocando, a ver lo que ocurre. ¿Puedes bailar de nuevo? —pregunto a Lily. —Sí. Lily interpreta la música con tan poco esfuerzo que me encuentro inspirado. Junto a Levon, es probablemente la mejor bailarina que he visto en la escuela. Sería la musa perfecta, no solo para este espectáculo, sino para mi recital de alto nivel a finales de año. Pete me pregunta algo cuando estoy tocando; asiento. Mi atención se centra en Lily. Sus movimientos son el comienzo de una sensación que es contagiosa y crece con cada medida. Me toma un segundo antes de reconocerlo: esperanza. *** No me di cuenta que había accedido a ir al distrito de la moda con Pete después de la escuela, pero creo que lo hice. Le dijo a Sebastian que me llevaría a casa, también. Pete también enreda a Lily porque quiere ver la tela para los trajes de los bailarines. —¿Cuánto tiempo nos va a tomar? —pregunto a Pete cuando aparca en un estacionamiento rodeado por una valla de tela metálica. —No mucho. ¿Una hora? Solo he estado aquí en otra ocasión, que también fue con Pete, cuando me contrató para un proyecto diferente. El distrito de la moda se encuentra en el centro de L.A., y me recuerda un poco a ciertas partes de México.

Cada tienda cuenta con resmas y resmas de tejido multicolor en sus ventanas de la fachada y se vierten al exterior en la acera. Ya que estamos aquí en la tarde, está lleno de gente y las calles tienen ese olor corporal de demasiadas personas y leche que me da ganas de vomitar. Pete nos lleva a sus lugares habituales. En una de las tiendas más grandes, tengo que hacer una pausa, así no me mareo. Las paredes tienen rollos de tela apilados hasta el techo. Hay demasiados colores brillantes en un solo lugar. Pete y Lily caminan por los pasillos como si supieran exactamente lo que están buscando. Se detienen delante de una resma de un camuflaje. —Sí. Para la parte de abajo, con seguridad —dice Lily. —¿Tienes planeado un atuendo retro de los ochenta? —pregunto mientras toco una pieza de terciopelo negro de una resma cerca. Pete mira a Lily como diciendo: ¿Ves con lo que tengo que lidiar? —A su debido tiempo, mi amigo —dice—. A su debido tiempo. Tal vez esto pueda ser para ti. —¿Para mí? —pregunto. —Sí, recuerda, eres parte del espectáculo. —Sostiene el camuflaje hasta mi cara como si estuviera probando el color. —Pete, nada vergonzoso, ¿de acuerdo? —Van a ser mis diseños. ¿Cuándo alguna vez han sido vergonzosos? —Hubo una vez… —¡Detente! No menciones el primer año. Pete y Lily siguen caminando por la tienda, tirando más tela y otros artículos en su lista, mientras encuentro un asiento junto a la puerta. Hay un par de estudiantes de moda aquí, probablemente de uno de los colegios locales. Es fácil distinguirlos del público en general que está tratando de encontrar ofertas. Todos los estudiantes son flacos, un poco andróginos, una apariencia moderna con su ropa o cabello, como Pete. Pete será uno de ellos pronto. Tiene la esperanza de ir a Otis, una muy buena escuela de artes en la zona, el año que viene. Está tan

impulsado que mi falta de planes le poner nervioso un poco, pero no me presiona sobre ello. Salimos de la tienda y cargamos el coche de Pete. —Eso fue divertido —le digo, el sarcasmo pasando desapercibido por los dos. —Sí, gracias por traerme. Nunca he estado aquí —dice Lily. —Oh, no hemos terminado todavía. —Dirige el camino —dice ella. Me quejo, pero sigo a los dos a través de las calles estrechas pasando tiendas más pequeñas que todas parecen variaciones de la otra. ¿Cuántas tiendas de tela podría haber? Los empleados de las tiendas se posan fuera en taburetes metálicos listos para ofrecerte un gran trato tan pronto como estás al alcance del oído. Pete se detiene en una para comprar un poco de encaje. Lily espera conmigo. Nos apoyamos contra un muro de hormigón. —Pensé que estarías más interesado en la moda —dice. Creo que se supone que es un cumplido. —Me gusta el producto terminado. Asiente. —Pete tiene mucho talento. ¿Cuánto hace que lo conoces? —Desde el primer año. ¿Desde dónde te transferiste? —De una terrible escuela. Me mudé de Chicago hace dos años y mi abuela no conocía mucho acerca de las escuelas en su área. —¿Chicago? Eso es un poco lejos. —Sí, bueno, después de que mi mamá murió, papá, mi hermana y yo nos mudamos con la abuela. L.A. no es tan malo. La gente es genial. Saca su teléfono y comienza a enviar mensajes de texto o lo que sea. —Lo siento —le digo, y me estremezco porque estoy diciendo las mismas palabras que odio oír.

Sigue escribiendo. —No es tu culpa que ella muriera, pero gracias. Me doy cuenta de que sus dedos son largos y delgados. Todo en ella es pequeño, pero tiene una fuerza increíble. Había una parte en su estilo libre cuando hizo breakdance y se sostuvo con una sola mano durante más de un par de segundos, a continuación, rodó en otra parada de manos. Tal vez sea debido a su transparencia, o porque realmente no me conoce, pero digo: —Mi hermana gemela murió el año pasado. Me mira. —¿Cuál era su nombre? —Grace. —Es bonito. El nombre de mi madre era Susan, pero todo el mundo la llamaba Suzie. Tenía la mejor risa. Tengo un viejo correo de voz en el que me habló de este pervertido que trató de ligar con ella en una tienda de comestibles y ella se echa a reír. A veces lo pongo cuando la echo de menos. ¿Quieres escucharlo? Estoy sorprendido con la forma en que es tan abierta, por lo que solo asiento. Lily encuentra la grabación en su teléfono. Pone el teléfono en altavoz para que podamos escucharlo. Su mamá le cuenta la historia y al final viene la risa, profunda y rica y explosiva. Termina con: —Te quiero, nena. Estoy de acuerdo con Lily sobre la risa. —¿Qué extrañas de Grace hoy? —pregunta, lo que me toma un poco con la guardia baja. De hecho, toda la conversación es un poco desconcertante. —¿Hoy? —Sí, como hoy echo de menos la risa de mamá, otros días es la forma en que haría tostadas francesas, un poco quemadas y crujientes. —No lo sé. Yo… ¿Cómo puedes hablar de eso, de tu mamá?

—¿Cuál es la alternativa? ¿No hablar? Entonces sería como si nunca hubiese estado aquí. Empieza a escribir de nuevo en su teléfono. Lily me sorprende. Quiero decir, ¿podría ser más contundente? Tampoco espera que le responda. Actúa como si no le importa si respondo o no. Así que decido ofrecer: —Supongo que hoy son las peleas que tendríamos en la mañana por el baño. —Grace tardaba demasiado, así que por lo general trataba de llegar allí antes que ella, ya que compartimos una ducha. Pero a veces no lo hacía. Golpeaba la puerta y le decía que no era su sauna personal. Lily pone su teléfono en su bolsillo trasero. —Eso es una buena cosa que extrañar porque es real. Los detalles son importantes. Empiezan a desaparecer si no trabajas para recordarlos. Pete sale y estoy un poco decepcionado porque estaba empezando a engancharme con nuestra conversación. —¿Terminaste? —pregunta Lily. —Casi. Vamos. Pete camina lentamente, nos lleva a uno de los callejones, donde la sensación es más como un bazar extranjero. Tiendas minúsculas están todas juntas, no solo venden la tela, sino ropa, zapatos, juguetes, joyas, vestimenta para clubs nocturnos, relojes, toallas y parafernalia de deportes. Todo es de fabricación barata. Puedes ahorrar dinero comprando las cosas, pero prepárate para que se rompan en un mes. Lily se detiene ante una caja de joyería. Toma un collar de cuentas y lo extiende hacia mí. —No soy un chico de collares —le digo. —Sí —dice Pete—, los únicos accesorios que verás en Mark son sus expansiones y gorra. La forma en que dice "gorra" me hace preguntar: —¿Qué pasa con mi gorra?

—Nada. Lily se ríe igual que su mamá. —Ohh —dice cuando ve maniquíes vistiendo leotardos y enormes calentadores multicolores en las piernas en el escaparate de una tienda—. Ahora vuelvo. —Entra en la tienda. —¿Dónde la encontraste? —pregunto, sin atreverme a arrastrarme detrás de ella. —Fue sugerencia de Levon. Está demasiado ocupado con su propio espectáculo. —Ella es… —Genial, lo sé. Sabía que se iban a llevar bien. —Iba a decir “atrevida”. Lily sale de la tienda y nos sonríe, sosteniendo un par de leggings como si acabara de encontrar alguna clase de tesoro. —¿No son éstos increíble? —Sí —dice Pete—. Perfectos. Quiero decir que ella es increíble, pero me detengo. El hecho de que es bonita y talentosa, y nos une que ambos tenemos un pariente muerto, no significa que tengamos alguna conexión profunda. Pero hay algo en ella con seguridad. *** Esa noche me llega un texto. Es de Hanna. ¿Corremos? ¿Ahora? Duh. Está oscuro ya. No es un problema. Afuera, en cinco.

Abro la puerta de entrada y Hanna se encuentra en la acera, inclinándose sobre su pierna izquierda, estirando. Me mira y me echo a reír. Lleva uno de esos faros en la parte superior de su cabeza. —Ríete todo lo que quieras. Es perfecto. —¿De dónde sacaste eso? —Lo encontré en nuestras cosas de campamento. Me uno a su estiramiento. —¿Puedes incluso correr con eso? Se estira y acaricia la bombilla. —La apreté. Si no, podemos atarla a tu gran cabeza. Veo sus zapatos de correr. —¿Recibiste zapatos nuevos? —Sí, Steve los consiguió para mí. Dijo que necesitaba un calzado adecuado para entrenar. Estos son supuestamente los mejores. —Steve está trabajando realmente duro, ¿eh? —digo mientras estiro mi brazo sobre mi pecho. —No puede ser demasiado fácil ganarme. —¿Así que está comprando tu amor? Se pone de pie. —No he dicho nada sobre amor. ¿Listo? No espera la respuesta y comienza a correr por la colina. Me levanto de un salto y rápidamente la alcanzo. —Se supone que debemos ser capaces de… —Toma una respiración —, hablar un poco de un lado a otro… —Otra respiración—, tener un ritmo en el que podemos aún… —Respiración—, tener una… —Respiración—, conversación. En el momento en que llegamos a la cima, está demasiado sin aliento para hablar. Toma un par de pasos corriendo en terreno plano para que regule su respiración.

—¿Cómo sabes eso? —pregunto. —Lo leí en alguna parte. Podría pasarla fácilmente, pero no lo hago. Me quedo con ella y acorto mi zancada. La acera es lo suficientemente amplia para que corramos juntos. El truco es hacer que parezca que no voy demasiado lento. No le gusta la caridad. Me dijo que si vamos a entrenar juntos no debería contenerme. No veo el caso de correr con ella si no estamos juntos. Hace frío afuera, así que ambos llevamos sudaderas y pantalones deportivos. Nuestro aliento se levanta en pequeñas bocanadas delante de nosotros antes de correr a través del frío. Su lámpara proporciona suficiente luz, como un pequeño centro de atención de rebote. Algunas estrellas se dispersan a través del cielo por encima de nosotros y un cuarto de luna cuelga como si alguien la hubiera pintado. Es una noche perfecta. Le digo a Hanna sobre el desfile de moda al que he sido obligado a participar, pero dejo a Lily fuera. No estoy seguro de qué hacer con ella. Además, solo tuve una conversación con Lily. No se puede comparar una charla con las miles que he tenido con Hanna. —¿Qué es lo que Pete te hará usar? —pregunta. —No tengo ni idea. —Voy a estar allí animándote. —No, en serio, no tienes que hacerlo. —¿Y perderme tu debut en la moda? Estaré ahí. —Entonces pregunta—: ¿Cómo está Sebastian? —Está bien, supongo. —El aire de la noche es fresco y huele un poco como la hierba húmeda, porque la mayoría de las casas que pasamos tienen sus aspersores funcionando. —¿No han hablado? —Su voz se eleva como si estuviera preocupada. —Lo acabo de ver hoy. —¿Qué está pasando con él? —Está bien.

—Así que, ¿está viendo a alguien? ¿Esa chica del año pasado? —¿Mindy? —Sí. —Eso duró un mes. —Oh. ¿Quién lo terminó? —No lo sé. —¿No lo sabes? —Ella vuelve la cabeza, lanzando la luz en mi cara como si estuviera bajo interrogatorio—. ¿Cómo no lo sabes? —Él nunca nos dijo. —Señalo en frente de nosotros—. Adelante. — La luz brilla hacia adelante. —¿Y no preguntaste? —No. Tenemos que cruzar la calle. Asegurándome de que un coche no está llegando en la oscuridad, tomo su codo con la mano y la guío. —Gracias —dice. —Sí. A pesar de que ahora estamos en pendiente cuesta abajo, ella en realidad ralentiza en vez de acelerar. —No te entiendo. Si fuera mi amigo, me habría enterado de todo. —¿Qué hay que saber? Se separaron. Él está bien. —Por lo menos creo que está bien. Nunca ha hablado acerca de ella, pero yo nunca he preguntado. Tal vez debería hacerlo. —Pero tal vez necesitaba hablar de ello. —Lo hicimos. —¿Cómo incluso te enteraste de que se separaron? Me toma un minuto recordarlo de nuevo.

—Fue justo antes de la práctica de la banda. Nos dijo a Charlie y a mí que Mindy ya no vendría más. Le dijimos que estaba bien, y luego comenzamos a tocar. —¡Oh, Dios mío! —Lanza sus brazos en el aire—. Nunca entenderé a los chicos. —¿Qué? Se ríe. —La próxima vez, me aseguraré de enviarlo contigo. —Por favor. Pienso en mencionar a River el otro día, para saber que por qué estaba pasando el rato con él por segunda vez. Pero ella no lo ha mencionado, por lo que evito el tema. En cambio pregunto: —¿Cómo está yendo la escuela? —Sabiendo que va a llevar la conversación. Ese es el truco con la mayoría de las chicas. Si estás listo con un flujo constante de preguntas, ellas van a mantenerlo en marcha. Grace en realidad me dio ese consejo. Dijo que a la mayoría de las chicas les gustaba hablar, incluso a las más tímidas. A ellas les encanta cuando el chico hace preguntas porque muestra que está realmente interesado. Honestamente, hacer preguntas es mucho más fácil que tener que pensar en que decir. Funciona cada vez. Me paso el resto de nuestra carrera navegando sobre y alrededor de las raíces de los árboles que se han roto a través de la acera. Algunas veces, tengo que acercarme y estabilizar a Hanna. Ella sigue hablando, su voz añadiéndose al ritmo de nuestros pies sobre el pavimento. —¿Listo para la recta final? —pregunta Hanna en la base de nuestra calle. —¿Eso es un desafío? Ella corre. —Tal vez.

La alcanzo y la dejo atrás, sin detenerme hasta llegar a su casa. Dándome la vuelta, veo que solo está a mitad de camino. —Presumido —dice cuando me alcanza, y se inclina hacia adelante, con las manos en las rodillas. —Me dijiste que no me contuviera. —Sí, pero… —Oh, así que querías que te dejara ganar. —No, simplemente que no me aniquilaras. —Hanna se endereza, se quita el faro, y alisa abajo mechones sueltos de cabello—. Ugh. Soy un desastre. Tiempo para una ducha. Desde donde estoy de pie, ella es otra cosa que un desastre. A la luz sutil, puedo ver que sus mejillas y nariz están de color rojo. Sus ojos brillan. Sus mallas negras se aferran a ella, mostrando sus piernas. Sonríe hacia mí, en busca de que esté de acuerdo con ella. —Eres hermosa —le digo, y soy de repente tímido, así que miro al suelo—. Pero ya lo sabes. —Gracias —dice. La miro de nuevo, y esta vez ella evita mis ojos. —Es solo un cumplido. No dejes que se te suba a la cabeza. Me empuja. —No puedes retirarlo. Levanto mis dos manos. —No lo estoy retirando. Era una regla que los tres teníamos. Cuando dices algo agradable sobre alguien, no te puedes retractar. También se cumplía cuando decíamos algo desagradable. —Buen trabajo. —Sostiene su mano para chocarlas. Lo hago. —Hasta luego —dice, y se dirige a su casa. —Nos vemos.

Corro en la calle, sintiéndome cansado y enérgico a la vez. No sé lo que me hizo decirle eso, pero no me arrepiento de ello. Es cierto. Hanna siempre ha sido hermosa, sobre todo porque ni siquiera se da cuenta. *** Después de ducharme y estar listo para la cama, saco el diario de Grace. El comentario de Lily antes sobre recordar los detalles me dio ganas de pasar tiempo con Grace. Lo abro y releo la parte donde ella dice que no quiere ser una gemela. Esta vez no estoy tan enojado. Si soy honesto conmigo mismo, he pensado lo mismo. Recuerdo que cuando éramos niños fui a través de esta fase cuando quería un hermano en lugar de una hermana. Empecé a llamarla George. Ella respondió llamándome Marcie. Utilizamos los nombres luego para bromear entre nosotros. Me dirijo a una página diferente, y mientras leo, puedo oír la voz de Grace en mi cabeza.

Tengo muchos miedos. Tengo miedo de fracasar, de lucir mal, de decepcionar a las personas. Tengo miedo de tomar riesgos. Tengo miedo a las arañas y a las mantis religiosas. Tengo miedo de hablar en público. Tengo miedo de perder a la gente que me importa. Temo que no voy a ser recordada, que cuando muera, voy a ser una pequeña exhalación, una pequeña ondulación. Tengo miedo a las alturas y los espacios reducidos. Tengo miedo de conducir por la autopista en el tráfico. Tengo miedo de la gente realmente alta. Tengo miedo de los pequeños perros y las películas de terror y estar sola en casa. Tengo miedo de tener miedo. Son paralizantes, todos estos temores. A veces me siento en la oscuridad de mi habitación y cuento hasta cincuenta, porque creo que veo algo en las sombras. Estoy cansada de tener miedo.

Quiero ser más como Mark o papá o Jenny. Ellos nunca tienen miedo. Soy la rara de la familia. La miedosa. La que no pertenece. Levanto la mirada de la página, es triste pensar que lidió con tanto miedo. Solíamos contar juntos cuando nos asustábamos cuando éramos niños. No soy tan valiente como ella pensaba. Todavía no estoy realmente preparado para conocer los pensamientos sin filtro de Grace. ¿Y si ella se pierde más para mí? Sus diarios complican las cosas porque revelan partes de ella que mantenía ocultas de mí, de todos nosotros. Estas son las partes de Grace que guardaba en silencio y seguras. Me pregunto si Hanna y yo, o mis padres, estamos violando su espacio mediante la lectura de ellas. Sé que también han leído algunos de sus diarios en su habitación. Incluso esta lista Cinco Principales de ella. ¿Qué tan seria era al respecto? ¿Realmente pensaba realizarla? Ella tenía un millón de listas de Cinco Principales. Y aquí estamos realizando una como si fuera su último deseo. Pero no puedo volver atrás. La lista tiene un significado especial ahora, aunque no lo quiera, y no solo porque Hanna y yo estamos haciéndolo juntos. Durante una sesión, Chris me dijo que debía practicar el seguir mis compromisos. Creo que quería decir la escuela o con mis padres. Pero se aplica con la misma facilidad a la lista. Tengo que realizarla. Tal vez voy a encontrar algún tipo de cierre. Leo otra página.

Sobre todo, Hanna es la mejor amiga, pero a veces ella es la peor. Somos súper unidas, casi como hermanas, y tal vez ese es el problema. Hay veces que es como si estuviéramos en una competencia de la que no sabía. Como hoy, ella estaba totalmente coqueteando con River cuando sabe que me gusta. Realmente hirió mis sentimientos. ¿Tiene que tener a cada chico babeando por ella?

Cierro el cuaderno y lo pongo en el interior del cajón. Me pongo mis auriculares y trato de dormir, pero la imagen de Hanna y River en su patio trasero viene a mi mente y no me deja descansar.

16 Traducido por WendyC Corregido por Ivonne

No estaba planeando decirle a mi papá y a Jenny sobre la lista de Grace, pero el bungee requiere dos cosas: consentimiento paterno y dinero. Es más costoso de los fondos que tengo ahora para ello. Lo traigo a lo largo de la cena un par de días antes del salto, calculando el menor tiempo que tuviesen para reflexionarlo. Aclaro mi garganta. —Así que, encontré el diario de Grace que tenía una lista de cinco cosas que ella quería hacer este año. Hanna vino con esta idea de honrar a Grace completando su lista. Por eso es que fuimos a surfear. Lo siguiente es el bungee. Justo hay un lugar al norte de aquí, donde el primo de Sebastian fue, así que es totalmente seguro y todo. Vamos a ir el sábado antes de que sea demasiado frío. Bueno, nunca hace ese frío realmente loco aquí, pero podría serlo. Es en las montañas. —Saco la información que había impreso del sitio de bungee y se la entrego a papá para que la firme—. Y necesito que me prestes algo de dinero. Puedo pagártelo. Son sesenta y cinco dólares. ¿Puedes pasar el pollo? Siento los ojos de ambos en mí mientras Jenny pasa la comida. Eso probable es lo más largo que haya dicho en una cena, en cualquier momento en realidad, en meses. Papá lee a través del formulario y se lo pasa a Jenny para que pueda echarle un vistazo. —¿Salto en bungee? ¿Por qué ella querría hacer esto? —pregunta él, su voz más suave de lo usual. Me encojo de hombros, obligándome a relajarme. —La lista es como eso. Llena de sorpresas. —Les digo que más hay en ella. —Hacer cinco kilómetros. ¿Es por eso que tú y Hanna han estado corriendo? —pregunta Jenny.

—Síp. —¿Puedo ver la lista? —pregunta papá. —Está en mi habitación. —Me levanto para ir a buscarla. —Está bien, después de cenar —dice él, nerviosamente. Lee el formulario de nuevo. —Salto en bungee. Eso es emocionante —dice Jenny. —Tal vez debería ir contigo —dice papá—. ¿Es desde un puente? No quiero que hagas nada que pueda… —Se detiene y Jenny coloca su mano sobre la suya—. ¿Qué tan peligroso es? —Cero peligro. Incluso no es tan alto. No es como si saltara en Costa Rica o África o algo. Jenny asiente con la cabeza. —Hubo una chica que saltó un par de años atrás en esas famosas cataratas, cuál era su nombre, ¿Victoria Falls? ¿En Zambia? Su cuerda se rompió y cayó al río con los caimanes. —Jenny se detiene cuando se da cuenta de la mirada que le estoy dando—. Ella sobrevivió por supuesto. Además, ese es otro país, y las precauciones de seguridad en los Estados Unidos son mucho mejores. Está bien, cariño. ¿Quieres algo más de arroz? —No gracias. ¿Hay un río allí bajo el puente? —pregunta papá. —Sí —digo, pero no tengo idea de si realmente hay agua en esta época del año. —¿Puedo ir? —pregunta Fern. —No esta vez, dulzura —dice Jenny. —Pero quiero hacer las cosas de Grace. —Esas son cosas para gente grande —dice Jenny—, pero quizá podamos llegar a hacer algo especial para Grace. —Está bien. Quiero ver un caimán. Si ves alguno, Mark, tómale una foto. —Fern nos dice de la diferencia entre caimanes y cocodrilos y cómo algún día ella quiere ser una guardiana de zoológico, pero solo si no tenía que limpiar caca. La entiendo; nadie quiere ese trabajo.

Papá firma a regañadientes la forma de liberación después de leer cada palabra en la página web, y con el estímulo de Jenny me da el dinero en efectivo, así que parto al campamento Heaton Flats con Sebastian y Hanna la mañana del sábado. Nos encontramos con nuestros instructores, dos chicos amantes del aire libre llamados Whitney y Rick, en la puerta del Servicio Forestal. No somos los únicos haciendo bungee hoy. Aquí hay cinco niños coreanos de West LA, tres mujeres blancas de la edad de Jenny, una pareja casada latina y nosotros. Los instructores nos dicen que necesitamos movernos porque es una caminata de cinco kilómetros hasta el puente. Empezamos juntos, luego separándonos en nuestros grupos más pequeños dentro del grupo total. Estamos en la base de las montañas San Gabriel, e incluso en la ligera elevación, la temperatura desciende significativamente. Estoy contento de estar en movimiento para calentarme. Eso incluso significa que probablemente no nos encontraremos con las serpientes de cascabel, tarántulas o escorpiones. Usualmente salen cuando hace calor. El sendero serpentea a lo largo de un río estrecho, manteniéndonos a la derecha del agua. Nos lleva a un enorme desfiladero con paredes irregulares de granito. Son impresionantes, con líneas de colores diferentes que se extienden desde un profundo adobe22 a un rosa pálido, labrado desde una crecida sobre los años. El constante correr de sus aguas nos hace tener que hablar más fuerte de lo normal. Cinco kilómetros no es tan largo, pero éstos no son cinco kilómetros planos, y algo del camino es arenoso por el lecho del río, sobre el peñasco y a través de las rocas. A unos tres kilómetros, os encontramos con algunos hombres acampando en una sección del río que se acumula en una pequeña piscina. Ellos están doblándose sobre el agua con cacerolas tamizando23 a través de la arena. Whitney los saluda y nos dice después que pasamos que son mineros. Imagínate. Me pregunto si en realidad hallan oro o plata o lo que sea que estuviesen buscando.

Adobe: se refiere a color tierra o marrón oscuro. Tamizar: actividad que realizan los mineros para ubicar piedras preciosas entre la tierra. Para tamizar utilizan una especie de colador. 22 23

Sebastian, Hanna y yo tenemos una conversación sobre la trayectoria y los vientos a lo largo del camino. —Hanna, ¿qué opinas sobre las formas de vida alienígenas? — pregunta Sebastian. —¿Es en serio? —Ella mira hacia mí de lado. —Él es muy serio —digo. —No lo sé. —¿Nunca has pensado en ello? —pregunta, sorprendido, como si todo el mundo pensara en alienígenas con la frecuencia que él lo hace. —No realmente. —Oh. —Pero supongo que podría haber. El universo es muy grande, ¿cierto? —¿Grande? —dice Sebastian—. “Grande” es un eufemismo. Contiene billones de estrellas, extendiéndose a través de billones de años luz, conteniendo un trillón de galaxias. No es plano. Es curvo. —Nos muestra con sus manos—. Y eso es lo único que podemos observar. Síp, bastante grande. —Señala una gran rama que está delante de nosotros—. Cuidado por donde caminan. —Gracias. Bueno, ¿qué tan grande es una galaxia? —¿Seguro que deseas continuar con lo que él comenzó? —pregunto, aunque amo escuchar a Sebastian hablando de las galaxias y las estrellas, hace que todo parezca tan ridículamente enorme, pero también conectado al mismo tiempo. —Una galaxia es una forma de organizar, una forma de medida. —¿Cómo en las matemáticas? —dice Hanna. —Nuestra galaxia, la Vía Láctea, contiene entre doscientos y cuatrocientos billones de estrellas solas. Una galaxia típicamente contiene alrededor de diez millones a trillones de estrellas. A pesar de que es de día, miro hacia arriba para tratar de ver todas esas estrellas de las que está hablando. Todo lo que veo es de color azul.

—Piénsalo de esta manera. El sol es una estrella, ¿cierto? —Claro —dice Hanna. —La Tierra tiene aproximadamente, ¿qué? ¿Siete mil millones de personas? Así que toma siete mil millones de seres humanos por estrella. Ahora piensa cuantas personas podrían ocupar el espacio solo en nuestra galaxia. ¿Cuántos humanos por estrella? —Se detiene y recoge algo de arena del lecho del río—. Más que el número de granos de arena que se encuentran en las playas de la Tierra. —Deja correr la arena a través de sus dedos. A medida que cae al suelo intento imaginar que cada grano representa una vida humana. Empezamos a caminar de nuevo. —Guau —dice Hanna. —Seh —dice Sebastian. —¿Entonces por qué no hemos descubierto alienígenas? —pregunta. —Bueno, ellos no vienen de nuestra galaxia. La nuestra es bastante pequeña en comparación con las otras, y si hubiese civilizaciones viajando en el espacio, parece que pudiesen hacer contacto. Pero sigue siendo plausible. —Viste una gran cantidad de ciencia ficción como un niño, ¿no? —Por supuesto, pero eso no quiere decir nada. Así que déjame preguntarte de nuevo. ¿Cuál es tu punto de vista sobre la vida extraterrestre? —La probabilidad parece muy alta —dice Hanna, haciéndome sonreír. Sebastian la ha convertido en cinco minutos—. Pero creo que es como esos mineros, es como tamizar a través de las galaxias y el espacio infinito. Encontrar otras formas de vida tomaría toda la vida, quizá todo el tiempo. —Hace una pausa mira hacia el cielo—. Pero eso no quiere decir que no estén allí afuera. Sebastian se detiene. Comienza a aplaudir. —Bravo. —Se inclina en dirección a Hanna—. Y mi trabajo está hecho. Ella le da una pequeña reverencia y se ríe.

Hanna no se da cuenta, pero le ha hecho el día a Sebastian. Me alegra que ellos obtengan algo. A Grace siempre le gustó Sebastian también. —¿Qué pasa con las partes que no podemos observar? —pregunto. —¿Qué sobre ellas? —¿Podría haber otros universos? ¿Otras realidades? —Claro. —Sebastian prácticamente comienza saltando a lo largo de nuestro camino. Su entusiasmo nos empuja hacia adelante con él—. “Multiverso”24 es lo que la teoría lo llama. Así que si el tiempo y el universo son infinitos, por la ley de la probabilidad, podemos decir que allí hay un número infinito de mundos y personas. O incluso universos paralelos, universos donde nuestras decisiones actuales crean mundos de lado-alado, donde somos versiones diferentes de nosotros mismos. —Así que lo que dices es que hay otro Mark por allí el cual está haciendo o pensando la misma cosa que yo en este momento. —Posiblemente. —Como alguien haciendo esto. —Hanna salta y patea sus piernas en el aire como una rana. —Esperemos que no —digo. Ella saca su lengua hacia mí. —Es mas como la existencia de un mundo donde no escogí aprender la batería. Quizás no toco música en lo absoluto. ¿Cómo habría de alterar eso mi vida? Probablemente no conocería a Mark, no te conocería a ti, y no estaría caminando en este sendero en este momento. —Pero tomamos decisiones todo el tiempo —digo—. Habría un número infinito de universos paralelos entonces. Algo así parece imposible. —No lo sé. Sería como el internet, siempre expandiéndose —dice Hanna. Multiverso: o meta-universo es el hipotético conjunto de posibles finito o infinito número de universos (incluyendo el universo que experimentamos constantemente) que juntos componen todo lo que existe: la totalidad del espacio, tiempo, materia y energía, así como las leyes físicas y constantes que los describen. Los diferentes universos dentro del multiverso son a veces llamados universos paralelos o "universos alternativos". 24

Si yo hubiese girado a la izquierda esa noche, quizá Grace podría estar sentada en casa, escribiendo en su diario. O fuera con River. O jugando con Fern. O cocinando con Jenny. O compartiendo una taza de té con papá en la cocina. Veo una infinidad de posibilidades para Grace. —Allí no habría ninguna muerte, entonces —digo—. Incluso si mueres en un universo, tu otro yo estaría viviendo. —Es una forma de pensar sobre eso, pero no es como si pudieses saberlo. Si los universos entraran en contacto, harían implosión. Completamos una curva y un viejo puente de arco de repente se eleva sobre nosotros. Hago una toma doble porque el puente se ve como una versión más pequeña del Puente Colorado Street. Whitney nos dijo que fue construido en la década de 1930 para conectarse a un túnel en la montaña. Es llamado el Puente a Ninguna Parte, es tan extraño. Hay algo de ciencia ficción en ello, pero quizás esa es toda la locura de la charla de Sebastian sobre los universos paralelos. En la parte superior del puente, hay una carpa blanca colocada por el equipo de bungee. Whitney nos guía a través de una demostración de cómo colocarse el arnés y las tres diferentes maneras en las que podemos saltar. Está el salto de cisne, básicamente lanzándote a ti mismo del puente con el rostro primero. Está el salto hacia atrás, donde se salta hacia atrás sin mirar. Y la tercera opción es la caída del elevador, donde doblas tus brazos sobre tu pecho, saltas hacia atrás un poco fuera del puente, y caes derecho hacia abajo, los pies primero. Debajo del puente el río cae sobre rocas enormes, que parece como si fueron apiladas para represar al flujo, pero el agua encuentra una manera sobre y alrededor de ellas. Este río claramente no va a romper tu caída, es más como romper tu cuerpo si caes en él. Hanna está muy silenciosa mientras come una barra de granola. Saco mi teléfono y la grabo. —¿Cómo te sientes? —pregunto, pensando que quizá la subida ha sido un poco demasiado para ella. —Aterrada. —Se asoma hacia el río, así que estoy capturando solo su perfil. —No vas a dar marcha atrás, ¿no?

—No. —Enfrenta el teléfono—. No se trata de mí. —Da una sonrisa asustada que me hace querer abrazarla. ¿De qué se trata? Pienso. ¿Grace? Ella ni siquiera está aquí. Ella está dividida a través del universo, un fragmento de la Grace que conozco. O ella es un alma sin cuerpo. Me gusta pensar que ella está en un espacio llamado Cielo. Un lugar donde no hay más sufrimiento. No más dolor. Pero sin esas cosas, ¿sigue siendo humana aún? Porque, ¿cómo puedes conocer la alegría real si no conoces la desesperación? Nada existe sin lo opuesto. ¿Grace me extraña? ¿Me recuerda? Una de las mujeres mayores se ofrece como voluntaria para ir primero. Ella hace que el resto de nosotros parezcamos gallinas porque todos evitamos los ojos de Whitney cuando preguntó quién estaba listo para saltar. Rick amarra las correas en ella, pone un casco en su cabeza, y la ayuda a subir por el lado de la barandilla. —¡Vamos Mary! —grita su amiga. Ella le da un pulgar hacia arriba y Rick comienza la cuenta atrás. Todos nos unimos a él. —Cinco, cuatro, tres, dos, uno. Ella opta por el salto de cisne. Mary salta hacia adelante. Estira sus brazos hacia fuera. Su cuerpo haciendo una vuelta en el aire antes de que la cuerda la sostenga de regreso y vuele directo hacia nosotros antes de caer de nuevo. Incluso por encima del rugido del agua, podemos escucharla reír. —Si ella puede hacerlo, yo puedo —dice Hanna—. Desearía que Grace estuviese aquí. —Sus ojos se llenan con agua, así que se voltea lejos de Sebastian y de mí. —¿Cómo lo habría hecho ella? —pregunta Sebastian. —¿Saltar? —Síp, ¿el elevador? —No —Hanna y yo decimos. —¿El cisne? —pregunta Hanna. —El cisne —estoy de acuerdo.

A Grace no le gustaban las alturas, pero no le gustaba no ver lo que venía incluso más. Fuimos a escalar el año pasado con River y su papá en el árbol Joshua. Grace se asustó a mitad de camino. Se aferró a un lado de la roca. River trató de convencerla para que bajara, pero ella no le hizo caso. Yo estaba justo encima de ella y tenía que llevarla a visualizar dónde poner sus pies. Una vez que ella vio la ruta, ganó confianza y poco a poco no me necesito más. A Grace no le gustaban las sorpresas. Le gustaba saber a dónde estaba yendo. Cuando era pequeña, solía tener una cosa por los mapas. Memorizando rutas, planeando la mejor manera de moverse por Los Ángeles. Cuando íbamos de vacaciones, mi papá se refería a ella por las direcciones. Allí había una sola dirección donde podría ir cuando saltara en bungee del puente, y era hacia abajo, pero ella querría tener la vista completa. Hanna quiere acabar de una vez, así que ella es la siguiente. Se ve linda en el casco En cierto modo me recuerda cuando ella y yo usábamos patines de niños. Ella mantiene sus ojos en los míos mientras Whitney aprieta el seguro. Tomo su mano y le digo que lo hará muy bien. Whitney y yo la ayudamos en la barandilla. Ella no deja ir mi mano. —Ahh —dice—. No sé, no sé. —Lo harás bien. No pienses en ello —dice Whitney. —¿Mark? —Puedes hacerlo —digo—. Por Grace. —Separo su mano para liberar la mía. —Está bien. Está bien. Por Grace. —¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! Hanna salta y grita todo el camino hacia abajo. Veo su balanceo un par de veces hasta que se empuja hacia atrás. Cuando está de vuelta en el puente, su rostro está sonrojado y está sonriendo.

—Guau. Eso fue increíble. —Ella me abraza tan fuertemente que puedo sentir su corazón acelerado. —¿Quieres ir de nuevo? —pregunto. —¡Nunca! Sebastian, tu turno. Sebastian decide ir hacia atrás. Él no quiere ver. Cierra sus ojos y se da la vuelta con el rostro primero. No hace ningún sonido, pero sé que está aterrorizado. Está un poco tembloroso cuando lo colocan encima de la barandilla. Me da una sonrisa débil. Whitney no necesita ayudarme a subir a la barandilla. La barandilla es más corta y mucho más fácil de escalar que la de mi puente. No hay barreras suicidas aquí. Es un poco irónico: aquí en el Puente a Ningún Lugar, las personas pagan dinero para llevar a cabo un simulacro de suicidio. Perfeccionando su salto, anhelando la prisa de conocer que un pequeño cable es el único truco que los sostiene de su muerte. —¿Listo? Asiento. —Por Grace —susurro. —¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! —Todo el mundo grita detrás de mí. Me lanzo lo más lejos del puente que puedo. Me imagino saltando a través del portal del tiempo y el espacio. Como si Grace pudiese saltar conmigo. Sosteniendo mi mano. Estamos volando, navegando a través de las dimensiones, como si cada universo fuese un color en un arcoíris. Y en cada uno ella es feliz. Está viva. Me sonríe, dejando al descubierto ese pequeño espacio entre sus dos dientes delanteros. Hay un chasquido y la mano de Grace es arrancada de la mía. Mi cuerpo se sacude mientras busco, tratando de encontrarla. —¡Grace! Paredes de granito me rodean y la prisa del río es más fuerte y más presente en mis oídos. Puedo sentir su muerte una y otra vez. Grace se ha ido, para siempre. Aún estoy aquí, atrapado en un mundo sin ella. Voy flácido mientras ellos tiran de mi peso muerto hacia arriba.

17 Traducido por Jazly* Corregido por Lu_Rodriguez

Por la noche saco mi teléfono para encontrar un mensaje de Lily. Habíamos intercambiado números después del entrenamiento. No pensé que ella usaría el mío. Hoy echo de menos cuando me hacía el té y hablábamos. Sus palabras rascan una costra. Justo cuando creo que está curándose, la herida sigue abriéndose con fuerza. Como si hacer bungee ayudara a aclarar eso. No respondo. Tomo un pedazo de papel y empiezo a escribir en mi escritorio.

Cinco Principales cosas que hacer cuando te aburres. 1) Comer. 2) Ver la Televisión. 3) Jugar a Videojuegos. 4) Conducir. 5) Tocar el bajo. Estoy tentado a ir al puente otra vez, pero no es que eso me fuera a hacer sentir mejor, por lo que escribo:

Cinco Principales Razones por las que no ir al puente. 1) Dinero. 2) Es Patético. 3) Grace no está allí.

4) Necesidad de ir hacia atrás. 5) Hace frío. Al parecer, no soy tan creativo con las listas como lo era Grace. Oigo un ruido procedente del pasillo, así que voy a investigar. Hay luz en la habitación de Grace. Empujo la puerta. Fern está buscando en los cajones. —¿Qué estás haciendo? —Contemplo la habitación para asegurarme de que no ha hecho un lío. Todo está exactamente donde debe estar, donde ha estado durante meses, sin ser molestado. Algún día vamos a tener que mover las pertenencias de Grace. Papá y Jenny están esperándome, pero no he estado listo. —Buscando algo. —¿Qué? —Estoy realmente curioso. ¿Que necesitaría Fern de aquí? —Un pañuelo de color rosa. Señalo el cajón inferior, aquel en el que Grace mantenía sus accesorios. —¿Has intentado allí? Fern suspira. —Sí, pero no está allí. —¿No es hora de dormir? —El Señor Fox va a una fiesta y lo necesita. —Ella sostiene un peluche para que yo lo vea. Abro el armario de Grace y su olor me golpea. El olor de Grace. Me aferro al marco de la puerta, porque casi me derriba. —Buena idea —dice Fern detrás de mí. Me empuja a un lado del armario, moviéndose de un lado a otro por las camisas y pantalones vaqueros de Grace. Grace siempre planchaba y luego colgaba sus vaqueros. Estaban perfectamente organizados, como si fuera a venir y llevarse un par mañana.

—¡Oh, aquí está! —dice Fern, y trata de sacar el pañuelo de un gancho. La ayudo a bajarlo y ella lo sostiene con fuerza contra su pecho—. ¡Gracias, Mark! —Sale corriendo a su habitación. Cierro el armario de Grace. Camino por la habitación, tocando cosas mientras paso. Su cómoda. La esquina de su cama. La parte superior de su ordenador. Un libro en su estante. Abro un cajón. En el interior están las revistas de Grace. Saco mi teléfono y envío un mensaje a Lily. Hoy es su olor. El olor de Grace perdura como el olor húmedo después de una lluvia. Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que se vaya por completo. Cierro el cajón, apago la luz de Grace, y salgo de la habitación. Mi teléfono suena con una llamada desconocida, y contesto, esperando la voz de Lily. —¿Hola? —Hola, Mark. La voz de mamá se encuentra un poco demasiada llena de vida. Está llamando desde un número que no reconozco. Inteligente. —Hola. —¿Es este un buen momento? —Sí, lo siento, he estado como un loco de ocupado. El nuevo año escolar y todo —miento, pero sé que ella no quiere escuchar la verdad. La verdad es que no quiero hablar con ella. —¿Cómo va la escuela? Me obligo a contestar. —Bien. —¿Y tu música? —Bien. —Me quedo frente a mi ventana enfrentando la calle. La luz de Hanna está encendida.

—Me alegra. Sería lindo encontrarnos pronto. ¿Tal vez puedas venir a la casa a cenar? No contesto inmediatamente. Tardaría al menos una hora en llegar a su casa. No quiero ir tan lejos. Como si pudiera sentir mi debate, ella dice: —Podría pasar por ti y salir si es más fácil. Hay un buen lugar de sushi en el centro que he querido probar. El centro. Eso sería encontrarla a medio camino. Me acuesto en la cama, no quiero lidiar con planear una cena con mamá. No la puedo evitar para siempre, sin embargo. —Sí, el sushi suena bien. —¿Qué tal el próximo viernes en la noche? El viernes es tan pronto. También puedo tener un ensayo, pero no he comprobado mi agenda. —Uhm, tengo algo que hacer. Hay una pausa de su lado. —¿Por qué no lo piensas y me llamas o me envías un mensaje con una fecha? —Bien. —Mark, yo… —Su voz se rompe, y supongo que debería hacerme sentir algo, pero no lo permito. —Te haré saber —digo, cerrando mis ojos y apretando mis sienes con mi mano libre. —Gracias, Mark. Te veo pronto. —Chao. —Corto la llamada. Ella suena triste, pero no la puedo ayudar. No soy lo suficientemente fuerte como para cargarla a través de esto. A penas puedo levantarme a mí. Cuando mamá se fue, ni siquiera se despidió. Solo se fue y no nos vio por un largo tiempo, meses. Grace solía llorar por eso. Yo tenía que ser fuerte por ella. La abraza y la consolaba. Lo que Grace no sabía era que yo

también lloraba. Era un llanto silencioso, contra mi almohada, para que nadie me escuchara. Cuando fue claro que mamá no iba a volver, hice una promesa de que no iba a llorar por mamá de nuevo. Y la he mantenido desde entonces. De hecho, nunca lloro. No por mamá. No por Grace. No por nada. Chris dijo que soy “emocionalmente distante”. Experimento emociones, solo que soy selectivo mostrándolas. No veo cómo las lágrimas me ayudarían. No cambian nada. No pueden traer a alguien de vuelta. Si pudieran, mamá habría cogido el teléfono hace años. Agarro mi bajo eléctrico y empiezo a matar el tiempo. Toco hasta que estoy en este lugar, en el que no tengo concepto del tiempo que ha pasado, pero no importa. Sigo tocando y tocando, a salvo dentro de la música.

18 Traducido por Carla Retamal y Lu_Rodriguez Corregido por mayelie

Hanna nos invita a Sebastian y a mí a ver un partido de futbol, estoy un poco nervioso, la última vez que estuve en su escuela fue para ver una carrera de atletismo con Grace, habíamos visto a River ganar casi todas sus carreras, admito que era entretenido, pero ahora lo único que hago es pensar en Grace, Sebastian por su parte quiere ir, tal vez asistir podría convertirse en algo nuevo y divertido para nosotros, íbamos a las exposiciones de arte en la escuela secundaria, por lo que no teníamos un equipo de futbol favorito, no teníamos una mascota, no asistíamos a las charlas de equipo, simplemente teníamos las clases de arte. Los artistas no suelen competir entre sí, no es como estar en medio de un campo de juego intentando poner los brazos contra los chicos del equipo rival. Me gusta el futbol, pero no entiendo por qué los chicos siguen a sus equipos por diferentes estados del país, observo a la gente animarse por estas cosas, pero yo no soy muy fan del futbol, lo que realmente me gusta es el hockey sobre hielo, cuando llega la temporada, generalmente puedo ver a toda mi familia frente al televisor, sobre todo si se trata de los Kings. Papá siempre intenta conseguir entradas por lo menos para un partido en la temporada. Cuando Sebastian aparece finalmente, Hanna nos pregunta: —¿Están listos? —¿Cómo se llama este nuevo deporte? —dice Sebastian con voz cansada—. Aquel en donde los chicos arriesgan sus vidas en la arena, como si fuera una batalla épica o una guerra. —Eres un chico sarcástico —dijo ella. —¿Sarcástico? Eso es tomándolo como un cumplido.

nuevo

para



—responde

Sebastian

Hanna ya tiene las entradas en la mano, por lo que solo tenemos que entregarlos y pasar al estadio. Desde la parte superior de las gradas,

puedo contemplar todo el campo de juego, las luces iluminan el césped como si fuera un gran escenario, el aire está fresco y cargado de expectación, la música de la vieja escuela, AC/DC, suena a todo volumen. Personas de todas las edades asisten, no hay solo estudiantes, una chica rubia grita y comienza la ola en las gradas. Seguimos a Hanna por las escaleras, mientras lo hacemos, escuchamos la voz de un hombre a través de los altavoces que le daba la bienvenida al equipo contrario. Gritos vienen desde el lado opuesto del estadio, los jugadores rompen un gran lienzo que tienen las porristas, atraviesan el lienzo y los jugadores corren en un círculo, comenzando el calentamiento previo. —¡Hey Stacy! —le grita Hanna a otra chica. —Vengan, con Scoot les guardamos asientos. Caminamos a lo largo de las gradas, Sebastian y yo quedamos separados, quedo junto a Hanna, al otro lado se encuentra un chico negro llamado Tyson. Las gradas son de metal gris, puedo sentir el frío a través de mis pantalones, me pongo mi gorra, envuelvo un pañuelo negro alrededor de mi cuello y pongo mis manos en los bolsillos de mi chaqueta, hace frío. —Chicos, este es Mark y Sebastian —dice Hanna. Asentimos en forma de saludo. Tyson, Stacy, Rachelle, Jamal, Freda y Vince son los nombres que se quedan en mi memoria, creo que de alguna manera conozco a las chicas, pero no puedo explicar de dónde, tal vez ellas conocían a Grace. El locutor anuncia al equipo local, todo el mundo salta al mismo tiempo, una animadora sale al campo haciendo una serie de piruetas, lo que hace que la multitud ruja más fuertemente. El equipo de porristas corre por el campo después de la animadora, pero es más emocionante ver a los jugadores calentar. Corren en su lugar y a continuación caen al suelo para hacer flexiones de brazos, para luego saltar hacia arriba. Cuando nos sentamos Hanna está observándome entusiasmada. —Divertido ¿verdad? —Asiento—. ¿Crees que los Eagles ganarán? —No lo sé, espero que sí. —Son los mejores —dice Tyson—. Yo no era la clase de chico que se preocupaban por las estadísticas o por las selecciones de los entrenadores.

Los jugadores terminan de calentar, por lo que toman posiciones en las líneas laterales del campo, las porristas animan al público, quienes están dispuestos a seguirlas y disfrutar del espectáculo. Ellas no pueden faltar, son indispensables en las actividades escolares, chicas en faldas cortas, camisetas ajustadas, saltando y moviendo sus piernas en el aire. Podría acostumbrarme a verlas en todos lados, podrían animar en recitales, producciones, sí, podrían animar hasta en las presentaciones. En lugar de ser siempre lo mismo, podrían cantar, sería una buena motivación en los espectáculos, digo yo, especialmente si se ven como la chica de pelo corto y negro del campo, sus piernas me hipnotizan. Los equipos salen al campo, no estamos tan cerca, pero puedo sentir sus respiraciones agitadas, como si fuera una carrera de caballos a punto de comenzar. Suena el silbato y los Eagles tienen el balón, comienza el juego y los chicos corren un par de metros por la pelota. No estoy a favor de ninguno de los dos equipos, solo espero que sea un buen juego. Hanna y sus amigos charlan a mi alrededor, riendo, haciendo bromas, comentando cosas de la escuela, Sebastian participaba con el grupo sin problemas, habla con Freda y Jamal acerca de la existencia de otros mundos, a veces imagino que me han sacado de mi propio mundo. En ese mundo, Grace estaría aquí sentada viendo el juego con todos sus amigos, sonriendo y hablando de cosas estúpidas, siento que estoy reemplazándola, suena como una broma cruel pero así se siente, se siente muy mal, Hanna intenta hacerme participar en la conversación pero no se da cuenta que estoy siendo esquivo, intenta ayudar pero no sirve de nada, quiero que me dejen solo. —Tyson acaba de llegar este año —añade Hanna. —Oh, ¿sí? ¿De dónde vienes? —pregunto, intentado ser cortes. —De Boston. —Se inclina y pone sus codos sobre sus muslos, sus ojos no dejan de mirar el campo, como si estuviera hipnotizado por el juego. Es un tipo grande, probablemente sea atleta. —¿Juegas? —pregunto. —Solía jugar, hasta que tuve que elegir entre el futbol y el baloncesto, así que elegí el baloncesto. —¿En qué posición juegas?

—Medio campo. —Tyson jugará a partir de este invierno —dice Hanna. —Es una pena que no te guste el baloncesto —le digo. —¿No te gusta el baloncesto? —Tyson parece decepcionado. —Bueno, no es que no me guste —dice ella—. En realidad no veo mucho baloncesto. —¿En serio? Te he oído decir que ver baloncesto es tan aburrido como esperar a que una pintura se seque durante horas. —Estaba provocando una pelea que ni yo sabía por qué lo hacía. —Mark eres muy divertido. —Hanna sonríe nerviosa. —Esperemos a que veas mis juegos —dice Tyson, sonriéndole antes de fijar su mirada en el campo. No me gusta lo que dio a entender, es estúpido, pero ¿por qué demonios debería preocuparme la forma en que la mira? Dejo que mis ojos se deleiten con la animadora del campo—. Tú deberías venir también —me dice. —Tal vez —le respondo. Una fila más arriba en las gradas e inclinándose hacia nosotros, Stacy dice: —Mark ¿Cómo la estás pasando? —ella me habla como si fuéramos amigos muy cercanos. —Bien, ¿tú? Se inclina cerca de mi oreja. —Grace era mi amiga —dice, apretándome un hombro—. Tuvimos clases de castellano el año pasado, era una muy buena escritora, no pude decírtelo en el funeral, pero yo quería que supieras que ella estaba muy perdida. Lo que ella me dice suena familiar, había muchos amigos de la escuela de Grace en su funeral, algunos chicos vestían trajes negros y las niñas lucían desgastadas mientras caminaban torpemente con tacones como si estuvieran jugando a disfrazarse. Yo procuraba alejarme de esas chicas; tomo una respiración profunda y la sostengo.

—¿Estás bien? —pregunta Hanna, colocando su mano sobre mi muslo. Tal vez en algún otro momento me habría encantado que Hanna me tocara, pero ahora estoy irritado. —Perfecto —le digo sacando su mano de mi pierna. Uno de los jugadores del equipo Eagles recibe una tarjeta roja. —¡Buuu! —gritan los espectadores. —¿Cómo te fue con el salto en bungee? —Tyson le pregunta a Hanna. —Fue muy loco, estaba muy asustada, pero una vez que controlé el miedo logré saltar, fue muy divertido, la carrera será lo más difícil. —¿Qué sigue en la lista? —pregunta Stacy. —Poesía en un escenario, creo, ¿no? Mark. —De repente me siento dentro de una pesadilla, hablar de Grace y escuchar su lista de actividades que no pudo concretar con extraños es incómodo, no puedo creer que Hanna les haya contado a todos. —¿Quién va a hacerlo? —Tyson pregunta. —Yo —dice Hanna. —Quiero ir —se ofrece Tyson. —Claro, te aviso cuáles serán los planes. —Es increíble lo que ustedes están haciendo —dice Stacy—. A Grace le habría encantado. —Siento lo de Grace —dice Tyson—. Yo no la conocía, pero por lo que he escuchado, era una persona increíble, no puedo imaginar lo que se debe sentir perder a una hermana. —No, no te imaginas —expulso las palabras de mi boca con asco, pero por dentro siento rabia, mucha rabia. Intento calmarme, pero ya es demasiado tarde, no le doy la oportunidad de decir nada más—. Es más prefiero no hablar de ello —le digo para luego mirar el partido. Ahora hay tensión entre nosotros, Hanna intenta conversar algo nerviosamente, ya no quiero escuchar nada más. Mi cuerpo está en el partido, pero mi mente no.

Me quedo observando el juego, minutos después Sebastian toca mi hombro. —¿Quieres comer algo? Hanna está cerca de mi espalda, la escucho decirle algo a Tyson. —¿Estás bien? —dice Sebastian. —Estoy bien, en realidad es hora de irme, ¿estás listo? —No espero a que Sebastian me responda, me levanto y paso por delante de Hanna y Tyson. —Hanna puedes irte con Tyson o con cualquier otra persona, ¿no? —¿Te vas? —pregunta ella. —Sí, tengo cosas que hacer. —No me molesto en esperar alguna respuesta de ella, subo las escaleras ansioso por alejarme de todas las personas y el ruido, cuando salgo del estadio escucho a Hanna gritando mi nombre. —¡Mark! No me volteo; en su lugar sigo caminando hacia el auto. —¡Mark! ¿A dónde vas? Me detengo, confundido por un momento por dónde estoy. Los autos se desdibujan y mi cabeza se siente confusa. —Lo siento, pero olvidé que tengo que practicar. Es un buen juego. En serio. Gracias por la invitación. —¿Qué pasa? —dice las palabras como si fuera yo el que está arruinando su noche. —Nada. Solo tengo algo que hacer. Me dirijo una fila abajo, pero no puedo encontrar el coche. No, debe ser la siguiente fila. Me doy la vuelta. —¿Puedes esperar? —pregunta—. No tienes sentido. —Su voz es temblorosa, y no puedo decir si está enfadada o va a llorar. Sebastian está al lado de ella.

—¿Por qué les dijiste de la lista de Grace? —digo más fuerte de lo que pretendo, prácticamente gritándole. —No pensé que fuera un secreto —responde. —Actúas como si estuviéramos corriendo para ganar insignias cafés por hacer buenas obras. —Paseo frente a ellos. —Eso no es cierto. Nunca dijimos que no podíamos decirle a otras personas. —Es privado. Tú no debes ir parloteando de ellos con nadie. Deberías haber preguntado primero. —Lo siento. —Ella tiene sus manos en señal de paz—. No sabía que te iba a molestar. Ellos son mis amigos. Eran amigos de Grace. Gruño. —Ellos apenas si la conocían. —¿De qué estás hablando? ¡Por supuesto que la conocían! La veían todos los días en la escuela. Ella tenía una vida, sabes: un novio, amigos, maestros. Voy realmente cerca, tanto que ella tropieza de nuevo. —Ah, sí, River. Me he dado cuenta de la forma en que has saltado justo aquí. —¿Qué se supone que significa eso? —Hanna —interviene Sebastian—. Tal vez debería hablar con Mark. Ella levanta su mano para detenerlo. —Puedo manejar a Mark. ¿Qué estás diciendo? —Ahora que Grace se ha ido, hay una escapatoria y tú la estás tomando. Lo entiendo. Él es el señor Sensible, derramando sus sentimientos. Gran material de novio. —Odio cuando haces esto. —Sus ojos se llenan de lágrimas. Al ver sus lágrimas me dejo ir, y no puedo evitarlo. Escupo las palabras, sabiendo que le estoy haciendo daño.

—¿Cuando hago qué, Hanna? ¿Cuando quiero ir a casa porque no quiero ir a un partido de futbol de una escuela de mierda y verte coquetear con todos los chicos mientras finjo que es el mejor momento de mi vida? Ella se seca los ojos con la manga de su chaqueta y dice en voz baja: —Cuando alejas a las personas que se preocupan por ti y actúas como un idiota. —Idiota. Guau. Recuerda, no hay devoluciones, Hanna, no solo para las cosas buenas. —Ya basta —dice Sebastian finalmente. Hanna está llorando abiertamente ahora. Sebastian pone su brazo alrededor de ella, y eso me aleja de nuevo. ¿Cuándo eligió el lado de ella? —¿En serio vas a llorar? Siempre estás llorando, Hanna. ¿Qué obtienes por llorar? Qué broma —digo, golpeando bajo. Miro a Sebastian. —No tengo tiempo para esto. Vamos. Mira a Hanna. —Me voy a quedar. —Está bien. Dame las llaves. —Extiendo mi mano. —No —dice. Me acerco. Sebastian no da marcha atrás. Su expresión es fija como su postura. —No necesito tu mierda tampoco, Sebastian. —No quiero decir algo malo, hacerle daño. Mi cabeza está palpitando—. Quieres que actúe como si todo fuera normal porque alguien apuntó un touchdown? ¿Cómo si todo lo que necesitara es un buen juego para hacerme feliz? —No —dice Hanna—. Sé que todo no está bien. Sé que todavía estás herido.

—No siento nada. En este momento, no me importa. —La señalo—. No me importas tú. —Señalo a Sebastian—. O él o cualquiera. —Pongo mis brazos hacia afuera para incluir a todo el mundo—. Simplemente tengo que ir a casa. Dos chicas se acercan a nosotros. —Hola, Hanna. ¿Todo bien? —Estamos bien —dice. —Sí, gracias por preguntar —dice Sebastian, y tira de Hanna aún más cerca, consolándola. Una de las chicas me mira, y yo le doy una gran sonrisa falsa. —El medio tiempo casi ha terminado. —Gracias —dice Hanna. Las chicas se alejan y los tres nos quedamos allí en silencio por unos momentos. El brazo de Sebastian sigue estando alrededor de Hanna, así que doy un paso adelante y lo golpeó en la boca. Mi mano duele, como la vez que golpeé a River. Pero Sebastian permanece parado allí y lo toma. Él se lanza por mí, golpeándome hacia al pavimento. Rodamos alrededor, los dos tratando de golpearnos, hasta que lo empujo lejos y lucho para levantarme. Empiezo a alejarme porque no tengo nada que decir de lo que no me vaya a arrepentir después. Puedo caminar a casa. Nadie llama después de mí. Pero no voy a casa. Termino en el puente. —¿Grace? —susurro. Todo lo que oigo es el agua por debajo y los coches en la autopista cercana. Me paro en el banco de cemento y extiendo mis manos, como si pudiera tocar la costura que me introducirá en el universo en que Grace habita ahora. Pero todo lo que toco es el aire. Creo que tal vez me estoy perdiendo. Este es el comienzo de una locura. Y no es una locura buena. Es el tipo que requiere medicamentos e institucionalización. Es el tipo de locura que me convierte en alguien que

no quiero ser y aleja a todos lo que conozco. Me apoyo contra las barras suicidas. —Realmente lo estropeé —digo como si Grace pudiera oírme. Pero ella no puede oírme porque se ha ido. Soy solo yo ahora. No la siento en ningún lado. Solo siento el frío. *** Cuando abro la puerta principal de la casa, Jenny está en sus pijamas, sentada en el sofá de la sala con una taza de té. —¿Cómo estuvo el juego? —Del asco. —Me siento frente a ella. Como si tuviera ganas de hablar con Jenny sobre mi noche, pero como que no lo hago. —No oí a Sebastian trayéndote. —Camine a casa. Ella toma un sorbo de su té. —Fui al puente —digo antes de que pueda preguntar. —¿Y? —Y nada. Solo caminé alrededor. —¿Vas ahí mucho? Asiento. —Es el último lugar… bueno, es donde Grace… —No sé que más decir. Estoy demasiado cansado. Jenny pone su taza en la mesa de café. Se inclina hacia mí, con las manos cruzadas delante de ella, descansándolas sobre sus rodillas. —Tengo sueño ligero. Enloquezco a tu papá. Cuando empezaste a salir en la noche, estaba preocupada, pero siempre volvías a casa. Empecé a mantener un ojo en ti, asegurándome de que estabas en tu cama. —Ella ríe—. Es como si tuviera un bebé de nuevo. No he dormido toda la noche en meses. —El hecho de que Jenny sabe que me escapo de la casa y ha

estado comprobándome hace que algo se atore en mi garganta—. ¿Papá lo sabe? Ella asiente y me ofrece su té. Tomo un sorbo y toso antes de colocarlo de nuevo en la mesa. —Caray, Jenny. ¿Qué hay en esto? —Sé que a ella le gusta fuerte, pero hay cosas gruesas que accidentalmente trago. —Cosas buenas, no te preocupes. Ven aquí. —Ella acaricia un lugar en el sofá. Me levanto y me siento junto a ella, al igual que cuando Grace y yo éramos pequeños. Yo me sentaba a su lado, Grace tenía el otro y Jenny ponía ambos brazos alrededor de nosotros y apretaba un poco. Ella nos llamaba su regalo porque pensaba que no podía tener hijos. Eso fue antes de que tuviera a Fern, claro. Fern, ella la llamaba su milagro. Pero nunca nos hizo sentir como si amara más a Fern. Ahora soy más grande que Jenny, por lo que yo la empujo hacia mí. Ella descansa su cabeza bajo el hueco de mi brazo, como si fuera más una hermana que una madrastra. —Tu padre está preocupado por ti. No sabe cómo hablar contigo. Creo que tiene miedo de que también te esté perdiendo. —Papá y yo nunca hemos estado cerca —digo. —No es cierto. Es solo que así se siente ahora, ya que ese sentimiento está coloreando todo. —Quizás. —Ustedes necesitan encontrar su camino de regreso. —Ni siquiera sé lo que significa eso. Mis nudillos están adoloridos, así que los roso un poco. Están rojos e hinchados donde hicieron contacto con la cara de Sebastian. —Jenny, creo que es momento de remplazar el auto. —¿Peleaste con Sebastian? —Algo así. —Supongo que es una razón suficiente.

—¿Puedes decirle a papá? —Sí. ¿Mark? —¿Qué? —Eres mi favorito —susurra. Jenny siempre llamaba a cada uno de nosotros su favorito. Cuando te conseguía una galleta o te ayudaba con la tarea, ella te susurraba en el oído “Eres mi favorito”. Yo siempre fui su chico favorito. Yo decía “Pero soy el único”. Y ella decía “Exactamente”. No merezco ser el favorito de nadie. Levanto mis piernas junto a las de ella en el sofá. Nos sentamos así durante un tiempo, hasta que Jenny se levanta en silencio, metiendo una manta a mi alrededor, pensando que estoy dormido. Pero estoy despierto, reproduciendo el sonido de mí alejándome de Hanna y Sebastian, repitiendo el silencio que siguió.

19 Traducido por Marielaoac y Carla Retamal Corregido por Mayelie

El sábado por la noche recibo un mensaje de texto a Sebastian. Doy mi aviso. Ya no soy tu chofer personal. Había planeado disculparme con Sebastian el lunes por la mañana después de haber tenido ambos el fin de semana para enfriarnos. Me imaginé diciendo que lo siento, él diría que lo siente, y ese sería el fin de esto. El mensaje de texto es una señal de que tal vez no será tan fácil como yo pensé. Entonces está Hanna. En menos de veinticuatro horas se siente como que nuestra calle se ha ampliado. Se siente como tres mil kilómetros separándonos, no estoy seguro de cómo salvar esa brecha aún. Jenny está un poco molesta porque ya no me llevarán y ahora ella tendrá que llevarme. Ella y papá idearon con un plan. Ella me llevará y traerá por una semana, y después iré a comprar un coche con mi papá. Si no encontramos uno, yo tomaré el transporte público. Cualquier persona normal estaría emocionada por conseguir un coche, pero esto me hace sentir como si mi mano estuviera siendo forzada. Un nuevo coche significa que estoy siguiendo adelante. No sé si estoy listo. Mi respuesta a esto es ponerme mis audífonos y caminar derecho, lo que papá, por supuesto, no toma muy bien. Me toca el hombro. Yo volteo. Él me hace señas para que me quite los audífonos, así que lo hago. —No estoy seguro de qué trajo esa actitud, pero no me vas a tratar a mí o a Jenny tan despectivamente. No me importa cómo te sientes, no vamos a seguir por ese camino. Una semana. —Él extiende su mano. Cuando me atrevo, él añade—: Tal vez debería hacer una cita para que veas a Chris.

Con esta última amenaza, le entrego el teléfono. No es como si tuviera a nadie con quien hablar de todas formas. *** Antes de salir del coche de Jenny el lunes por la mañana, ella me dice que tenga un buen día. Fern me quiere abrazar nuevamente, pero yo no quiero. Camino a mi primer período, exitosamente evadiendo cualquier conversación real. —Oye, ¿cómo estás? —Sebastian me ignora en inglés y en teoría. Tengo que darle apoyo a su rechazo en teoría porque me siento justo detrás de él. Me quedo mirando la parte posterior de su gran cabeza gorda toda la clase, esperando a que él se voltee. No lo hace. En el almuerzo, me dirijo hacia la azotea nuevamente. Está sola esta vez. Sin Brandon sentado en la unidad de aire. Sin parejas besándose. Me paro en la orilla viendo hacia el centro de la ciudad, mientras un par de gotas empiezan a caer. El cielo esta gris oscuro. Las pesadas nubes negras y bajas, y cuando estoy pensando que se van a verter realmente, el cielo se abre. Yo solamente me quedo ahí en lugar de correr en busca de cobertura. La lluvia golpea mi rostro como pequeñas avispas, pero le doy la bienvenida al dolor. Me imagino el shock de Sebastian después de haberlo golpeado. Hoy está totalmente enojado y distante, como si yo hubiera cruzado una línea en nuestra amistad que ni siquiera sabía que estaba ahí hasta que estaba del otro lado. Me lo merezco. Merezco estar solo. No necesito a Sebastian. No necesito a nadie. *** —Santos —grita Pete, y patina sobre el pasillo hacia mí—. ¿Qué diablos pasó? —¿Qué quieres decir? —Aunque no era una pregunta muy irracional. Estoy empapado. —Con Sebastian. Dice que ustedes tuvieron una pelea. —Sí. —No ofrezco una explicación, y trato de caminar pasándolo. Mis zapatos se aplastan y rechinan en el suelo de linóleo. Probablemente están arruinados.

Él corre junto a mí. Sus hojas se alzan sobre mí. —Faltan un par de semanas para el espectáculo. ¿Cuánto tiempo va a pasar para que ustedes chicos lo superen y se besen? —No lo estoy haciendo. —Mi voz está seca, desinteresada. Con la forma en que Sebastian actuó más temprano, sé que no va a ser fácil de reparar. —No puede ser así de malo. —El espectáculo —aclaro—. No estoy haciendo el espectáculo. —Eso es genial. —Tienes a Sebastian y Brandon. Ellos pueden tener otro bajista. — Estoy temblando ahora un poco entumecido. Pete dice: —Estaba contando contigo. —No deberías. —No puedes renunciar —dice—. Te necesito. Es importante. —No me necesitas, y difícilmente un estúpido espectáculo de moda se constituye como importante. —Sigo caminando y esta vez él no trata de seguirme. —Pensé… —dice detrás de mí, pero no oigo lo que dice o no termina. No importa. Nada de esto importa. *** Es sorpresivamente fácil pasar por todo el día en la escuela sin hablar con nadie. Lograrlo a través de la semana entera, eso toma un poco más de estrategia. Estos son mis trucos normales: cabeza baja, evadir los ojos, verme como si tuviera lugares a los cuales ir y gente a la cual ver. Desde que sermoneé a Pete, uno de mis únicos otros amigos cercanos aquí además de Sebastian, no es como que alguien está tratando de acercárseme. Puedo hacer esto. Puedo probablemente pasar todo el año sin interactuar con los otros. Convertirme en fantasma. Lo he hecho antes. Jenny llega tarde a recogerme el viernes, así que estoy sentado en el punto designado en la acera como un patético estudiante de primer año

cuando Lily se acomoda junto a mí. Grandioso, estoy listo para moverme solo en caso de que ella trate de hablar conmigo. No lo hace. Puede ser también como si no estuviera siquiera aquí. Ella saca su libreta y empieza a dibujar algún tipo de animal. La observo por un rato. Ella está usando un lápiz y trazando líneas aquí y allá, enfocada en las líneas exteriores primero. Las yemas de sus dedos se vuelven grises. —¿Así que también eres una artista? —pregunto, incapaz de frenarme. —Tal vez. ¿Qué estás haciendo aquí? —Esperando mi aventón. —Yo también. Ella agrega las patas y una cabeza. —Deberías hacer el espectáculo —dice ella. —¿Por qué? —Porque eres bueno, y Pete te necesita. Él está un poco enloquecido. Es importante no renunciar. —No lo quiero hacer en primer lugar. —¿Y qué? Todos hacemos cosas que no queremos hacer. Abro mi boca para decir algo, pero nada sale. Lily no me conoce. Así que sí, ella perdió a su mamá. Eso no quiere decir que ella sepa por lo que he pasado. No tengo que escucharla, pero realmente no tengo una contestación, así que la observo dibujar. Cuando ella ha terminado, arranca la página de su libreta y me la da. —Aquí. Tú eres un poco como esto ahora. Veo al dibujo. —¿Un puercoespín? Un coche se dirige hacia nosotros y toca el claxon. Lily agarra sus cosas.

—Mi abuela dice que amar lastima a las personas, es como abrazar a un puercoespín. —Ella se levanta y desliza su mochila sobre su hombro—. No te preocupes. No serás siempre un puercoespín. —Con eso ella camina hacia el coche, abre la puerta y se mete. Me quedo mirando el dibujo. Las espinas del puercoespín son afiladas y puntiagudas, te harían sangrar si las tocas. Pienso acerca de lo que le dije a Hanna y a Sebastian, la cara de Pete cuando se dio cuenta de que yo realmente estaba renunciando, la decepción en la voz de mi papá… No quiero ser esta persona, pero no sé cómo no ser él. *** Por la noche me paro enfrente de la entrada del boliche y espero. Mi estómago se siente enfermo. Realmente no necesito esto. Nadie me está forzando a ir. Un par de pasos alrededor y entro. ¿Qué tienes que perder? Todo. —Nada —digo en voz alta. Hay un restaurante chino justo dentro del boliche y hacia la izquierda. Espero al lado de un gran Buda dorado colocado en la mesa frontal. La anfitriona se me acerca. —¿Mesa para uno? —pregunta. Las únicas personas en el restaurante se sientan en una mesa redonda en la parte posterior. Esos deben ser los de la reunión de gemelos. —Creo que estoy con ellos. —Camino a través del restaurante, pasando las fotografías de China colgando en las paredes. —¿Mark? —Un hombre se levanta cuando me aproximo. —Sí. Él extiende la mano y estrecha la mía. —Soy Greg. —Es mayor de lo que pensaba. Su oscuro cabello rizado está entrecano. Es un tipo latino, una o dos pulgadas más alto que yo. —Oigan, chicos, este es Mark. Es su primera vez en una reunión, entonces mostrémosle algo de amor. —Sonrío, pero por dentro estoy pensando que me metí dentro de una mala película.

—Hola, Mark —dicen todos, y por todos me refiero a una cantidad de adultos de la edad de mis padres y mayores, la mayoría mujeres. —Uhm —digo, y volteo a ver la salida. Claramente estoy cometiendo un error al venir aquí. —Toma asiento, Mark. —Greg tira de una silla hacia mí para que me siente junto a él—. ¿Puedo conseguirte algo para tomar? ¿Comer? —Una Coca. —Estas personas me sonríen y les sonrío de vuelta. Tengo el mismo sentimiento que tengo cuando las tías van a interrogarme inquisitivamente acerca de mi vida amorosa, excepto que nadie es filipino. —Solo hemos comenzado recién. Estamos yendo alrededor de la mesa, hablando de nuestros gemelos. Jessica estaba yendo primero. Ellos se acomodan a la mesa. Me siento en mis manos porque repentinamente están sudadas. Jessica dice acerca de cómo su gemela Lisa murió de cáncer de mama hace cinco años. Jessica extraña sus largas conversaciones y viajar juntas durante el verano. Después de Jessica, Trudy comparte acerca de su gemelo, Trevor. Él murió por una sobredosis de pastillas para dormir. Todas sus historias son pesadas. La mayoría de ellos perdieron a su gemelo hace años. Grace es definitivamente la más chica de las gemelas en morir del grupo. Cuando es mi turno, digo esto: —Grace murió en Colorado Street Bridge. Yo estaba conduciendo cuando un coche se desvió hacia nuestro camino y nos golpeó de frente. Ni siquiera recuerdo la mayor parte. Solo… ustedes saben, que ella nunca realmente se despertó. Sucedió en mayo pasado, hace seis meses. Ella tenía diecisiete años. —Creo que podría ser difícil hablar acerca de Grace con extraños. Pero nadie aquí me da una cara triste o ve hacia otro lado torpemente, porque no están seguros de qué decir. —Recientemente —dice una mujer—, debió ser muy difícil para ti. — Me encojo de hombros y me hundo en la silla, no estoy acostumbrado a que tanta gente me observe. —No puedo dormir bien, a veces regreso al puente para intentar despejar mi mente. —Una vez que comienzo a hablar no puedo parar—. Incluso he comenzado a soñar con ella, apenas recuerdo mis sueños, pero

sí el de ayer por la noche, soñé que estábamos comiendo cereales en la mesa de la cocina. —Recuerdo que después que Lisa murió, solía soñar con ella todas las noches —dice Jessica—. Al principio me molestaba, las sentía como pesadillas, pero ahora no lo hago todas las noches y cuando pasa intento recordar cada momento que paso con ella en el sueño. Mis sueños con Grace también se sentían como pesadillas al principio. —Tuve un sueño muy recurrente en el que estábamos en un partido de los Patriots, eran los mismos asientos, el mismo juego y la misma conversación —dice Juan, entiendo por qué tiene esos sueños, cuando sueño con Grace, quizá me digo que es más un recuerdo que un sueño. —Los míos me llevan a Disneylandia —dice Ann, una mujer que parece de unos sesenta años—. Queríamos subirnos a su paseo favorito, los Piratas del Caribe. Es gracioso escuchar a un adulto tan emocionado con Disneylandia, yo no había estado ahí desde que era un niño. —La primera vuelta siempre recordaba lo que venía pero siempre me olvidaba en la segunda. —Ann ríe—. Yo solía aferrarme a Francie, ella me decía que era como un bebé gigante cada vez que lo hacía. —Limpia una lágrima que le cae por la esquina de su ojo—. Oh, hombre. Durante un tiempo tuve varios viajes a Disneylandia, cada vez que estábamos en la segunda vuelta Francie me decía que la dejara ir y así lo hice, me observaba y me decía que siempre estaría a mi lado cuando la necesitara. ¿Acaso su gemela podía hablar con ella en sus sueños? Grace nunca me hablaba, la última vez que lo hizo fue la noche en que la perdí. —Al principio el dolor es muy intenso —dice John—. Ese dolor y la soledad te mantienen preso, tienes que vivir tu duelo, nadie entiende ese tipo de perdida porque no tienen un hermano gemelo, las almas no saben cómo hablarte o manifestarse a tu alrededor. —Sí. Ellos saben que estás triste, pero no quieren que lo estés. ¿Cómo se puede simplemente decidir no estar triste? —¿La soledad desaparece alguna vez? —pregunto.

—Solo va disminuyendo —dice Jessica—. No sé si alguna vez desaparece, al parecer creo que el vínculo que tienes con tu gemelo nunca se irá. Es algo que va y viene— añade. El dolor es como las olas del océano, se aleja y vuelve. Creo que es lo mismo que la soledad, cuando tienes un gemelo, tienes otra perspectiva real acerca de la identidad. Eres un individuo, seguro, pero desde el principio de tus días comienzas a relacionarte con el mundo junto a tu hermano gemelo, así que cuando este muere, es como si tuvieras que cambiar tu manera de ser, para así honrar y llevar a tu hermano siempre contigo. Tu gemelo siempre será parte de ti, porque en algún momento tú también lo fuiste para él. Siento como si estuviera viviendo por los dos, aún estoy aquí así que aún estamos juntos. No puedo decir si estoy loco o si el mundo lo está, pero esta gente me entiende. Por primera vez desde que Grace murió, me siento comprendido, nadie me juzga o intenta arreglar mi tristeza. Después de tener un buen momento para compartir, Greg mira su reloj. —Tenemos un par de minutos más. —Charlamos sobre la próxima reunión, iremos a los bolos, haremos una especie de ceremonia encendiendo velas, más una conferencia nacional durante todo el verano, primero será en los Ángeles así que todos planeamos asistir. —¿Alguna duda? —pregunta Greg y levanto mi mano. —¿Por qué iremos a jugar bolos? —Greg sonríe. —Porque nos gusta jugar a los bolos. —No creas que Ann es una presa fácil —dice Jessica—. Se ve pequeña pero es buena jugando. —Ann sonríe tímidamente. No nos toma más de tres juegos, eso es bueno porque es un día de semana y no una noche de fiesta, a pesar de que no vivo muy lejos del callejón les confieso que nunca he jugado, recibo una gran cantidad de miradas sorprendidas de parte del grupo. —¿Qué? —dice Trudy—. Bueno tendremos al chico, pero te advierto: una vez que juegas te conviertes en un adicto. Tenían razón acerca de Ann, ella avanza hacia las pelotas, se ve que apenas tiene fuerza para llevarla y luego en un solo movimiento libera la bola en el carril, esta estalla y bota todos los pinos.

—¡Así se hace! —Impresionante —le digo. Yo no soy tan bueno, cojo una bola que tiene los agujeros muy pequeños para mis dedos, cuando voy a soltar la bola, se pega a mis dedos y queda en el aire hasta que se suelta y rueda por el suelo, golpea solo uno, pero aun así mi equipo aplaude atrás de mí. —Eso estuvo bien, Mark. —Intento ocultar mi vergüenza tirando mi gorra hacia abajo, Ann me da otra bola. —Intenta con esta. —Pongo mis dedos en los agujeros—. ¿Mejor? —Mejor —le digo. Ann se pone a mi lado y me dice cómo pararme y qué hacer, espero que ningún conocido entre o pase por el callejón. No tengo idea de cómo voy a lanzar los bolos frente a un grupo de personas de edad, pero me estoy divirtiendo, así que me digo a mí mismo que debo superarme. Sigo las instrucciones de Ann y suelto la bola. —Señoras y señores, la primera buena bola de Mark —Greg anuncia y todos aplauden. —Pensé que me iba a costar mucho trabajo —le digo a Ann. Ella se encoge de hombros y me da una palmadita en la espalda. —Se necesita tiempo, ya conseguirás tirar bien. No conseguiría lanzar como ella pero si me divierto mucho. Al final mi equipo queda segundo, sin duda habrían ganado sin mí, pero Ann dice: —Será para la próxima. —Asiento, sorprendido de que quisieran que volviera al grupo. Al salir sigo a Greg al estacionamiento, él enciende un cigarrillo. —¿Cómo fue tu primera reunión en Twinless? —pregunta. —Buena —le digo, y sonríe. —Me alegro que hayas venido Mark, espero que nos veamos en la ceremonia de las velas, invita a tu familia. —Sí, tal vez.

—Si estás preocupado por ellos o no quieren venir, no te sorprendas. —Él bota la ceniza de su cigarrillo—. Te ofrecería uno pero confieso que no me gusta haber adoptado este vicio después de la muerte de Stephanie. —¿Alguna vez hablas sobre su muerte? Quiero decir a veces sonríes y pasas un buen rato, pero ¿la culpa desaparece alguna vez? —El mundo está lleno de sufrimiento, a veces lo creamos nosotros mismos o solo porque somos humanos, nos podemos mantener de pie y respirar. —Aspira nuevamente el cigarro y luego bota el humo—. No fue culpa tuya que Grace muriera, no sé por qué pasó o por qué no murió nadie más que ella. Pero tú aún estás aquí, así que eso significa que debes luchar para seguir adelante, debes elegir vivir, porque si no lo haces, puede que estés muerto en vida también y no hay nada de bueno en eso. Me recuesto en el capo de su auto, pensando en lo que dijo Greg, pensando en Lily llamándome puercoespín. —Estoy tan enojado —le digo—, creo que voy a estar así para siempre. —He leído acerca de estos casos, en los que las personas experimentan un trauma, en los que ellos piensan que están paralizados, no hay nada malo en ellos, pero por alguna razón su mente los ha convencido de que no pueden seguir adelante y que literalmente no pueden hacer nada, aunque los médicos insisten en que no hay ninguna razón por la que deberían de estar así. —Es extraño. —Sí, es muy extraño, pero así es la cosa: el día en que decidan volver a caminar, caminan incluso obligados. —¿Así que estás diciendo que solo debo levantarme y seguir? —Me pongo a pensar en lo que dice Greg, pero suena como algo imposible… No se puede simplemente decir que cuando se pierde a alguien no sufrimos. —Estoy diciendo que llegará un momento en que no vas a estar tan molesto o no tendrás tanto dolor, no debe ser ahora, solo tienes que creer que ese día llegara y apoyarte en la gente que te rodea. —¿Cómo puedo hacer eso? No puedo actuar como si todo estuviera bien cuando Grace ya no está.

—No pero yo solo necesité darme cuenta de que no era la única persona que había perdido a alguien. Pienso en todas las personas que perdieron también a Grace: papá, Jenny, Fern, Hanna y Rider. —También tengo que perdonarme a mí mismo. —¿Por qué? —pregunto, aunque creo saber lo que dirá. —Por poder vivir. Pienso en eso. —O solo podría comenzar a fumar. Greg arroja su cigarrillo al suelo y lo pisa. —O podrías comenzar a fumar. —Se ríe—. ¿Estás dispuesto a probar un método que me ayudó? —Claro —digo. Me encojo de hombros pensando. —Trata de repetir día a día estas palabras “Me perdono”. —¿En serio? ¿Y en voz alta? —Sé que suena extraño, pero esas son tus palabras mágicas, pruébalo. —Me da unas palmaditas en el hombro—. Hablaré contigo pronto. Abre la puerta del auto y se va comienzo mi camino a casa, a pesar de que había autos para irme, quise estar un momento a solas, no puedo creer que me pasé casi toda la noche jugando bolos, la gente era sorprendentemente vital y fresca, Greg era alegre. Espero en la intersección por el cambio de luz para cruzar, nadie está a mi alrededor así que decido probar lo que Greg me dijo, susurro: —Me perdono. No pasa nada, no estoy seguro de lo que estaba esperando, pero se sentía diferente, Greg me dijo que lo hiciera una vez al día, debería haberle preguntado durante cuánto tiempo, probablemente no funcionará de inmediato, nada importante me ha sucedido, han pasado meses desde la muerte de Grace, meses en los que perdí piezas de mi vida y que podría

juntar con la ayuda del tiempo, me siento estúpido hablando solo, nadie está aquí, así que lo intento una vez más. —Me perdono. Las palabras están vacías y sin convicción, pero las digo y esto es solo el comienzo, la luz se enciende y doy un paso adelante.

20 Traducido SOS por WendyC Corregido por Marieta16

Papá y yo llamamos una especie de tregua, lo que significa que ya no me pongo de mal humor alrededor de la casa cuando él está presente y él me regresa mi teléfono y me lleva a comprar un auto. Realmente ama comprar autos; pero ama todo el juego. Los vendedores nos rodean como abejas a la miel, dice él. Abejas a la miel. Caminamos alrededor del lote, mirando toda clase de autos. Tenía la idea de conseguir un SUV para transportar mi equipo. Papá piensa más económicamente y sugiere que vaya por algo más pequeño. Pero mi piano vertical colgaría fuera de la ventana en un auto pequeño. Me voy hacia un poco usado Honda CR-V, el auto sobre el que había leído en línea. —Este es el elegido —le digo a mi padre. Camina alrededor del auto, mirándolo. Mientras está haciendo eso, un vendedor en un traje marrón se acerca. —Déjame hablar a mí —susurra. —Todo tuyo —digo. Yo soy lo opuesto a él. Odio todo el baile de comprar-y-vender. El vendedor, José, comienza la conversación sobre los conductores adolescentes y el rating de seguridad del Honda, y nos dice que somos afortunados de estar aquí hoy porque ellos solo de casualidad consiguieron este Honda esta semana. Si no me gusta el negro, ellos pueden conseguirnos otro en el color que nos guste. Papá le dice a José que estamos pagando en efectivo y que compramos un coche de él hoy, pregunta si podemos ir a dar una vuelta de prueba. José rápidamente nos deja para conseguir las llaves. —¿Y bien? —le pregunto.

—El precio es muy alto, pero ya veremos qué piensas después de conducirlo. ¿Quieres probar algún otro? —Seh. —Le digo sobre los otros tres autos que investigué en el lote. —Hiciste tu tarea —dice con aprobación. —Sep. —Está bien. Vamos a ver si podemos conseguir un buen trato. *** Después de dos horas, papá habla sobre la etiqueta del precio por seis mil dólares y extiende la garantía por ciento sesenta mil kilómetros, y conduzco el CR-V fuera del lote. Tiene ese olor de coche nuevo mezclado con un perfumado bosque del árbol verde colgado en el espejo retrovisor. Sigo a papá en su auto buscando un lugar donde almorzar un emparedado. —¿Qué tal es? —pregunta papá mientras nos sentamos y esperamos nuestra comida. —Increíble. —Bien. Me alegro que no quisieras algo llamativo. A Jenny también le gustaría. Es un auto fiable y seguro. Trato de dejar salir algo. —A Grace le hubiese gustado —digo. Papá sonríe y trata de no hacer gran cosa sobre lo que dije. Reorganiza sus utensilios en la servilleta frente a él. —Sí. Ella lo haría. Recibe una llamada telefónica y se excusa, mientras me siento y juego en una aplicación en mi teléfono. Para el momento en el que termina, la comida ha llegado. Mi emparedado de carne asada se ve increíble. —¿Qué tal la practica? ¿Hay algún concierto? —pregunta papá, entonces toma un bocado de su emparedado de jamón y queso.

—Está bien. No por un par de meses. —Limpio algo de mayonesa de un lado de mi boca. Papá disfruta los conciertos que damos en la escuela porque él también es músico. Toca el piano pero ahora que lo pienso, no lo he escuchado en un tiempo. —Papá, ¿cómo es que no tocas más el piano? —¿No lo hago? —No. —No he tenido tiempo, supongo. Toma otra mordida de su emparedado. Sentado frente a él, me doy cuenta de que parece mucho más viejo. Su ancho rostro es más fuerte que redondo. Tiene círculos bajo sus ojos. Hay más gris esparcido a través de su cabello. Arrugas acunan sus ojos. La gente solía decir lo mucho que Grace y yo sacamos des de él, e incluso cuando lo paso en altura, aún lo dirían. Papá nunca fue un hombre grande, pero no puedo recordarlo siendo este pequeño y cansado hombre. —Así que, ¿has hablado con tu madre últimamente? —pregunta, haciendo su voz sonar casual. —Hemos hablado. —Realmente no quiero hablar sobre mamá. —¿Y vas a ir a verla? —Es una pregunta, no una orden. —Seh. —¿Cuándo? —No lo sé. —Miro mi comida—. Cuando sea. —Mira, nunca te he presionado en cuanto a tu mamá se trata, pero esto es diferente. Necesitas escuchar lo que tiene que decir. No es justo mantener a alguien cautivo. No sé de lo que papá estaba hablando. Mamá es una adulta, la parte responsable aquí. —No estás librándola de sus errores del pasado. Todos los hemos cometido. Estoy lejos de ser perfecto, pero tu madre y yo trabajamos

nuestros problemas hace mucho tiempo. Esto es algo que tú tienes que hacer por ti mismo, y no quiero obligarte… —Entonces no lo hagas. —Las palabras se deslizan más duras de lo que me propuse. Papá levanta sus manos. —Bien. —Él sigue comiendo. El silencio cortando a través de cualquier avance que estuvimos haciendo de verdadera conversación. Regresamos a la distancia y callejones sin salida. A pesar de que no es cómodo para mí, hago un movimiento. —Sé lo que estás diciendo papá, y hablaré con ella. Solo estoy esperando el momento adecuado. —No esperes demasiado. —Baja su emparedado y tiende su mano para estrecharla. Papá me ha sacudido en acuerdos desde que era un niño. Dice que tu palabra es fuerte y más vinculante que cualquier tinta. Dudo, pero sacudo su mano, y aprieta mi mano fuerte y busca en mis ojos, dejándome ir cuando ve lo que quería ver, supongo. —Me gustaría llevar a Jenny a cenar fuera y a una película esta noche. ¿Puedes cuidar a Fern? —Seh. —Me encojo de hombros—. No tengo nada. ¿Qué película? —Algún drama romántico que ella ha estado esperando para ver. Tú sabes, una de esas británicas. —Buena suerte —digo. —Lo sé. —Niega con la cabeza y se ríe. Cojo la bebida, algo de Coca-Cola chorreando a través de la pajilla golpeándome la cara e incluso salpicando a papá. Los dos nos reímos a carcajadas. —Lo siento. No sabía que eso pasaría. —Limpio la Coca-Cola que está regándose por mi cara.

—Tienes talento. —Frota su camisa con una servilleta—. Por cierto, ¿cómo van las clases? Sé que está preguntando porque el año pasado me fugué de la escuela y apenas aprobé. —Bien, más Bs que As. —Eso todavía es fuerte. ¿Qué estás estudiando en inglés? —Ama hablar sobre libros porque ha leído sobre casi todo. —Por el momento, Un Mundo Feliz25, que de alguna manera es mejor que Frankenstein. ¿Sabías que ese ni siquiera era el nombre del monstruo? Papá asiente. —Por supuesto. Es el nombre del doctor. —Ni siquiera era aterrador. —No, es sobre lo que nos hace humanos. Se trata también del anhelo de un monstruo por ser amado. ¿Sabías que se considera la primera novela de ciencia ficción? Bastante por delante en su tiempo. Se siente un poco oxidado al principio, hablar con papá, pero muy pronto tenemos un ritmo familiar. Hablar sobre libros ayuda. Siempre hemos hablado de los libros que estoy leyendo en inglés. Incluso cuando papá no ha leído un libro, va a leerlo para que podamos hablar. —Sebastian me dijo. ¿Y sabias que fue escrito por una chica? — digo—. Ella hizo una apuesta con estos chicos una noche lluviosa y escribió Frankenstein. —No sabía esa parte. Wow. Dos libros de CF26 este año. Apuesto a que Sebastian amó eso. —Sebastian y mi padre han tenido un montón de discusiones sobre libros demasiado-bien, sobre todo los de ciencia ficción, porque eso es todo lo que Sebastian lee. —Seh. Estoy en el comienzo de Un Mundo Feliz. Es espeluznante con todo el condicionamiento y la píldora explotando, pero me gusta lo espeluznante.

25 26

Un Mundo Feliz: Bave New World en inglés, libro escrito por Aldous Huxley en 1931. SF: Science fiction, Ciencia ficción en español.

—Se hace aún mejor. —¿Cómo te va en el trabajo? —pregunto antes de que él pueda hacer otra pregunta. —Bien. Las vacaciones están llegando. Puedo usarte otra vez, si lo deseas. Los dos años pasados Grace y yo hemos trabajado en una de las tiendas de papá. Ella hacía frente a la sección de calzado, que era buen dinero pero demasiado despiadado para mí. Sus ganancias se basaban en las comisiones, y Grace diría todas estas locas historias sobre cómo la gente peleaba por sus clientes. Estaba esta de un tipo que le había dicho a Grace que tenía una importante llamada de papá así él podría ayudar a uno de los clientes de ella. Ellos dos libraron una guerra, donde eran civiles, pero abiertamente luchando para ver quién podía vender más zapatos en una semana. Yo me alojaba en la sección de hombres, donde aunque se trabajaba por comisión, nunca hubo ningún drama. —Eso suena bien. —Hecho. —¿Papá? —¿Sí, Mark? —Gracias por venir conmigo a conseguir un auto. —Lo vales. —Sus ojos sostienen los míos, y esta vez no se ve como alivio, sino algo que se parece un poco a felicidad. *** Cuidar a Fern, es básicamente yo poniéndole uno de sus programas favoritos. Dejarla quedarse despierta hasta media hora más tarde de lo habitual y luego enviarla a la cama. —Buenas noches —le digo después de que cepilla sus dientes, le leo una historia y se mete en la cama. Enciendo su luz de noche y comienzo a cerrar la puerta. —Mark, ¿puedes quedarte conmigo? —Es hora de dormir, Fern —digo.

—Solo por un rato. Tengo miedo de tener pesadillas. —No vas a tener pesadillas —digo, queriendo ir a practicar—. Mira, tu luz está encendida y estás durmiendo con el señor Fox. —Por favor. Fern no va a ceder. Camino alrededor y me siento a su lado en la cama y recojo al Sr. Fox. Él está vistiendo el pañuelo de Grace, así que no puedo dejar de olerlo. El aroma de Grace está aún allí, pero mezclado con el de Fern. Pronto será todo de Fern. —¿Puedes recostarte conmigo? —Ella se mueve. Suspiro, pero me acuesto a su lado y Fern pone su cabeza en mi hombro. —Solo por un par de minutos —digo —Cuando mamá y papá mueran, voy a estar muy triste. Fern trae a colación demasiado la muerte desde que Grace murió. Papá y Jenny dicen que es su manera de llevarlo. Pretendemos responder sus preguntas como si fuera perfectamente normal que una niña de seis años esté obsesionada con la muerte. —Si yo muero, ¿estarás triste? —pregunta. —Sí —digo—. Todos vamos a estar tristes. —Tú probablemente mueras antes que yo. Su comentario es un poco desconcertante, pero lógico. Soy más viejo. No es que la edad importe. Mira a Grace. Diecisiete. Demasiado joven. Ella debió vivir hasta los ochenta y nueve. —Quizás. —¿Qué edad tiene Isabel? —Isabel es el hámster de Fern, que ha tenido por lo menos un año. —Uno. Jenny buscó la expectativa de vida para los hámsteres y es alrededor de tres años si los alimentas y cuidas bien. Isabel ha sido tratada como una reina, con agua, comida, cambios regulares de jaula y una gran rueda en la que corre toda la noche.

—Cuando ella muera, ¿podemos tener un funeral por ella? —Si quieres. —¿Alguna vez extrañas a Grace? —pregunta. —Todo el tiempo. —Yo también. Extraño la forma en que solía jugar con mi cabello. —¿Cómo lo hacía? ¿Cómo esto? —Tomo un par de mechones de su cabello y corro mis dedos, pero algunos quedan atrapados y accidentalmente tiro. —No tan fuerte —dice—. Más como esto. —Fern toma mi mano y me muestra. —¿Crees que Grace está en el Cielo? No lo sé. —Sí. —¿Crees que nos extraña? ¿Dónde estás Grace? ¿Qué piensas de nosotros? —Sí. —Bien. —¿Sabías que Grace siempre quiso una hermana? —le pregunto. —¿Lo hacía? Asiento. —La noche que naciste todos estábamos en el hospital, esperando y esperando. Tomaste mucho llegar. —¿Lo hice? ¿Por qué? —Fern ha escuchado antes esta historia. Como si ella quisiera que le leyera una historia una y otra vez. Actúa como si estuviese escuchándola por primera vez. —Supongo que querías asegurarte de que estábamos listos para ti. Después de que naciste, fuimos y te vimos en la guardería con todos los

otros bebés recién nacidos. Grace te escogió de inmediato. Te señaló y dijo “Ahí está. Esa es Fern”. —¿Cómo sabía que era yo? —pregunta, un poco sin aliento por el asombro. —Ella dijo que eras la bebé más hermosa. Estaba tan feliz de tener una hermana pequeña. Yo fui indiferente cuando escuché que Fern sería una niña. Quería un hermano pequeño, pero no fue de esa forma. No me gustaba la idea de ser superado en número por mujeres en la casa. Grace solía vestir a Fern como si fuera su muñeca viviente personal. Jenny la dejaba porque pensaba que era lindo. Fern se acurruca cerca de mí. No es tan malo ser un hermano mayor. Juego con el cabello de Fern hasta que se queda dormida.

21 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por Marieta16

Estoy aparcado al otro lado de la calle de nuevo, pero el hombre no sale. Sé que está en la casa. Su auto, su auto nuevo, está en el camino de entrada. Es una buena opción para una familia, uno de esos carros Ford. Otro auto se detiene, y la mamá sale. Abre el maletero y comienza a descargar los comestibles. Espero a ver si él sale a ayudarla. No lo hace. Ella pierde su agarre en una de las bolsas y yo alcanzo el pestillo de mi puerta. Casi la abro. ¿Para hacer qué? ¿Correr y ayudarla? ¿Y luego qué? Por lo menos me llevaría al otro lado de la calle y a su puerta. He pensado en cómo las cosas podrían irse abajo. Se trata de mí golpeándolo y él respondiendo. Sus ojos ampliándose con reconocimiento. Es importante que él me reconozca, que sepa quién soy. Luego empiezo a golpearlo, solo yendo a la ciudad. Froto mis nudillos, imaginando la sensación de su cara y dientes cortándolos. La esposa está gritando. Los niños, y aquí es donde siempre tuve problemas, tan pronto como me ven, retrocedo, avergonzado. No contaba con los niños. No sabía cómo sacarlos de la ecuación. Así que vengo aquí y me siento. Abro el diario de Grace. Más que nada lo llevo conmigo ahora. He estado leyéndolo lentamente, tratando de seguir sus últimas palabras. He estado hablando con mamá últimamente. Comenzó conmigo llamándola para preguntarle si yo era tímido como una niña, y entonces ella me volvió a llamar, y luego yo la llamé. Incluso con mensajes de texto algunas veces. No sé si alguna vez seamos súper cercanos pero estoy empezando a entender algunas cosas que yo hice antes. ¿Es esto lo que significa envejecer? ¿Madurar? ¿Tratar de escuchar o caminar un poco en los zapatos del otro?

Sé que Grace estaba en contacto con mamá de esa manera. Pienso en mí conversando con papá durante el almuerzo y cómo yo corriendo a mamá está haciendo un problema para todos los demás. El texto de mamá para organizar una cena, y estoy sorprendido por el alivio que siento cuando organizo la cita. Enciendo el auto. Será mejor que me vaya si quiero llegar a la lectura de poesía. *** La fila del club es larga y curva como la cola de un gato. No esperaba tal asistencia. Con la multitud y la emoción, se podría decir que vamos al estreno de una película o algún concierto caliente, no a una sesión de poesía de micrófono abierto. Entro en la línea, manteniendo la cabeza baja. No sé si Sebastian y Hanna están todavía dentro o en algún lugar de la fila. No quiero que me vean. Sé que no nos estamos hablando y lo arruiné con ellos, pero tengo que hacer esto. Tengo que seguir la lista. La fila se mueve lentamente hacia un enorme hombre negro, que se parece más al gorila de un club que a un poeta. Estoy esperando que compruebe mi identidad, pero abre la mano para el consumo mínimo. Le doy un billete de cinco dólares. Sigo a la gente por las escaleras, avanzando poco a poco en mi camino a la fuente de la alta música hip-hop que emana desde el interior. Entro en un pequeño teatro con un escenario y, probablemente, un centenar de asientos de estadio. La mayoría de los asientos ya están registrados. Veo uno en la esquina trasera y hago mi camino hacia él. No quiero unirme a las personas que se sientan en el escenario sobre pufs, sillas o el suelo. Veo a Hanna y Sebastian en la primera fila. Tiro hacia arriba el cuello de mi chaqueta, como si eso ayudara a disfrazarme. No es que estén buscándome. Ellos probablemente no les importa si me presento o no. La multitud es urbana, definitivamente más de una escena de hip-hop/rap, no gente usando su blanca boina desgastada chasqueando sus dedos a la multitud poética. Casi todo el mundo es negro, así que destaco siendo el único filipino que puedo ver, pero también estoy en casa por los ritmos. El DJ hace girar el vinilo desde un lejano rincón en el escenario. La mezcla es del rap de principios de los 90, lo cual da al espacio una sensación arenosa. Como si él oyera mis pensamientos, el DJ lanza algo de Public Enemy en la mezcla.

Un hombre negro con la cabeza rapada, chaleco y corbata delgada salta al escenario y se presenta como el anfitrión de la noche. Todo el mundo aplaude. Él empieza a ir a través de las reglas sobre los descansos y conductas. También le recuerda a la gente que es noche de micrófono abierto, no de cerrar con golpes la noche. Sé respetuoso. Sé cariñoso. Sé fresco. La primera ronda de poetas ya está completa, pero tiene un par de lugares libres para la próxima, así que si alguien quiere un turno pueden verlo en el descaso. Desde donde estoy sentado, Hanna y Sebastian se ven como si estuvieran juntos. Ella le sonríe en la cara por algo que él ha dicho. Ya estoy enojado con Sebastian, pero voy a tener que patearle el culo de verdad esta vez. El anfitrión llama el nombre del primer poeta en pedazo de papel. Freddy. Un tipo veinteañero salta al escenario. Se ajusta el micrófono, elevándolo hasta su altura. —Hola. ¿Cómo lo están haciendo todos ustedes? —Hola —grita la gente en respuesta. —Este se llama “El amor es una mierda” —dice, lo cual hace reír al público. Inicia una historia acerca de cómo se enamoró de una chica, cómo ella lo engañó y lo dejó. En la mayor parte del poema se burla de ella y las parejas enamoradas, pero termina con cómo ve en todas partes ese sentimiento. A él se le escapa, y todo lo que recoge es su olor, como el que permanece alrededor luego que alguien usa el baño. Pienso que la pieza es bastante deprimente y efectista, pero el chico consigue una aprobación. El próximo poeta es un hombre latino que lanza un discurso sobre el gobierno y el establecimiento y cómo tenemos que empezar una revolución o algo por el estilo. Habla tan rápido que no puedo captar todo lo que dice. No es un buen poema o el desarrollo, pero todo el mundo le aplaude, también. La siguiente es una chica que habla acerca de las relaciones. Su actuación es tan sensual. Su voz suena como un gemido bajo por el escenario. Me hace preguntar si alguna vez tiene algún acompañante musical para sus poemas. Otra idea viene a mí para el espectáculo de Pete, pero luego me acuerdo de que ya no estoy haciendo el espectáculo.

A medida que cada poeta va pasa, me pongo más tenso porque me estoy preguntando cuándo será el turno de Hanna. No sé si ella va en el primer grupo o si está en el segundo. Espero que esté en el primero para que pueda acabar de una vez. Estoy nervioso por ella. Después del sexto poeta, el anfitrión llama el nombre de Hanna. Ella sube las escaleras hasta el escenario y se pone delante del micrófono. Ella lleva sus tejanos buenos, los que usa cuando quiere lucir linda. Su cabello castaño está suelto y liso. Sola en el escenario, se ve pequeña, más como una niña asustada que una artista de palabra-hablada. Ella empuja hacia atrás algunos de sus brazaletes gruesos y baja el micrófono. —Hola. —Hola —dice la multitud de nuevo. —Yo no escribí este poema. Mi amiga Grace lo hizo. Ella hizo esta lista. —Hanna se aleja del micrófono y se aclara la garganta—. Ella hizo esta lista de cosas que quería hacer. Una de ellas era presentar un poema. Pero luego ella murió, por lo que nunca llegó a hacerlo. Sé que ella amaba este lugar, así que estoy haciendo esto por ella. No sabía sobre la conexión de Grace con el club. Siento una punzada en el estómago, y de repente estoy cabreado. Me compruebo a mí mismo. No es como que le dije a Grace todo lo que he hecho o querido hacer. Pero Hanna conoce este pedazo de Grace que me hace sentir que Grace tuvo que ocultar parte de ella de mí. ¿Por qué si no ella me hubiera dicho en la sala? ¿Pensaba que me burlaría de ella? Y luego están las entradas en su diario. Me mantuvo en secreto que estaba hablando con mamá. Mantuvo su temor en secreto. Mantuvo un montón de cosas de mí. Todo el público parece haberse sentado un poco más erguido e inclinado hacia delante después de la introducción de Hanna. Ella toma una respiración profunda y comienza a leer: —Si pudiera decirte, me gustaría empezar con lo que viste en la mañana. No todos los rayos de sol y el rocío y las cimas de las montañas. Más ojos somnolientos y líneas de pelo y almohadas sucias en la mejilla por descansar tan duro.

La voz de Hanna tambalea. Se detiene y mira hacia abajo en el papel, y quiero correr al escenario, para estar con ella, pero no puedo moverme. —Está bien, chica —dice alguien de la audiencia—. Puedes hacerlo. —Tómate tu tiempo. —Estamos contigo. Le dicen con el mismo ritmo y cadencia de una congregación lista para escuchar el mensaje en la iglesia. Hanna mira hacia arriba y da una sonrisa valiente antes de empezar a leerlo de nuevo. —Si pudiera decirte, me gustaría comenzar con cómo me siento. No todas las mariposas y la pasión y mi corazón perdiendo el ritmo cuando entras en la habitación. Estoy asustada y tímida y abrumada. —Mientras Hanna habla, su voz se hace más fuerte. Cierro los ojos y escucho las palabras, y de repente es como si Grace las estuviera diciendo, no Hanna. Es como si Grace estuviera aquí, con nosotros, hablándome—. Te diría no al decir esas palabras, las que estás ocultando a la vista, las que cambian a besos y sosteniendo manos con promesas. Quiero decir espera. Hanna susurra. —Espera. Baja. La. Velocidad. No estoy lista. —Hace una pausa y todos la esperamos—. El tiempo está siguiendo, girando, arremolinándose con nosotros al infinito. Quiero abrir mis brazos, sostenerte en mi espalda, y dejar que la corriente me lleve. Cerrar los ojos y no pensar en que está dispuesto a tirar de mí a lo profundo. Quiero seguir donde conduce el agua, lo que es este momento. »Este momento no es para siempre. Este momento es nosotros, tú y yo en el tiempo. En este momento quiero decirte todo, pero no puedo porque no soy todo y tú no lo eres todo. No todo tiene que ser hablado. Porque cuando tú o yo hablamos las cosas, vienen a ser. Nuestras palabras se convierten en mundos donde personas habitan, viven, se hacen daño, ríen, y no hay destrucción que nuestras palabras creen. »Si pudiera decirte algo, sería que estoy aquí contigo ahora. Y eso es mejor que un para siempre, porque un montón de cosas pueden suceder entre diecisiete y para siempre.

»Así que me limitaré a tomar tu mano, besar las puntas de tus parpados, y caminar contigo hacia el mañana. »Gracias —termina Hanna. El público se levanta y aplaude. Hanna está radiante. El anfitrión nos deja saber que es un momento para el descanso. Es mi oportunidad de escapar sin ser notado, así que me apresuro por el pasillo. Afuera, me doblo sobre la acera. Trato de recuperar el aliento, como si alguien me hubiera golpeado en el estómago. —¿Estás bien? —pregunta una chica. —Sí. No. —Me pongo de pie y es Hanna con Sebastian. Los tres formamos un triángulo torpe. Ellos no dicen nada, esperan que yo diga algo. La noche es fría y Hanna se balancea adelante y atrás en sus talones. —Estuviste realmente bien —digo finalmente. —Metí la pata en la primera parte —dice Hanna. —No, fue perfecto —digo—. A Grace le habría encantado. —Gracias. Pienso en el dibujo de Lily, pegado en la pared de mi habitación. —Ustedes son mis mejores amigos. No quiero hacerles daño. No quiero ser más un puercoespín. —Todos herimos a la gente —dice Hanna—. Solo tenemos que hacer lo correcto cuando lo hacemos. —Siento golpearte —le digo a Sebastian. El asiente con la cabeza. —Te perdono. Sonrío porque recuerdo la forma en que papá hacía que Grace y yo nos disculpáramos el uno con el otro cuando éramos pequeños. Papá decía que no era suficiente decir lo siento, que también era importante perdonar a la otra persona cuando estabas ofendido.

—Gracias, hombre. —Me dirijo a Hanna—. Lo siento. No debí haberte dicho esas cosas. ¿Me perdonas? —Te perdono —dice Hanna. Su perdón me hace sentir que puedo respirar de nuevo, pero no estoy seguro de a dónde ir desde aquí. —Estará bien —dice Hanna. —¿Cómo lo sabes? —Porque nada dura para siempre. Normalmente ese sentimiento me pondría triste, pero estoy agradecido por ello. Sé que ella quiere decir que no estoy tan loco. Que tengo otra oportunidad. Empezamos a caminar y nuestro triángulo se vuelve una línea, conmigo entre ellos. A dónde vamos, no sé, y ninguno de nosotros dice nada. Caminamos un par de cuadras. —Tengo hambre —dice Sebastian. —Podría comer —digo. Podría hacer cualquier cosa ahora que tengo a mis amigos de vuelta. Pero soy prudente. No quiero estropear nada. Nos dirigimos hacia la iluminación fluorescente de un pequeño restaurante, la anfitriona nos dice que tomemos cualquier mesa. Nos sentamos en la esquina sobre los asientos de cuero rojo rasgado y hacemos nuestra propia lista de Cinco Principales. Lanzo miradas de vez en cuando a los dos, contento de que, por el momento, el mundo está bien otra vez.

22 Traducido por Leticia Grey-Whitely Corregido por DaraNicole

Vivimos en la calle más perfecta para patinar. Es como de quinientos metros de largo, toda colina abajo, y no hay un montón de tráfico porque es un cul-de-sac27. Empiezo en la parte de arriba y me dejo ir. De vez en cuando algún vecino frenético me da un discurso de cómo debería usar un casco porque sí me atropella un carro, mi cerebro quedaría salpicado por todo el camino. Si supiera mi profesor de bajo, probablemente me mataría, asustado de que me rompa la muñeca o algo. No me importa realmente, porque el patinaje es asombroso. La presión del viento contra tu cara y pasando a través de tu cabello. Es lo más cercano a volar. Seguro, me he caído un par de veces, pero eso viene con la experiencia. No participes si tienes miedo a salir herido. Me dirijo patinando hasta detenerme justo donde empieza la calle principal, doy la vuelta y me impulso colina arriba. Podría ir al parque, pero quiero algo de velocidad esta mañana. Hanna sale y se sienta en la acera, observándome. A pesar de que todo ha sido perdonado, todavía estamos trabajando en encontrar nuestro camino de regreso a la normalidad. Siento un golpe de timidez hasta mis entrañas, y patino hacia ella. ¿Quieres venir? No patino. Ella coloca una mano en su cadera. Está mintiendo. Ella patina. Lo supe un par de días después de que ella se mudará. Yo estaba haciendo ollies28 en mi rampa de madera y ella vino con una patineta debajo de su brazo como si hubiera estado patinando toda su vida. Ella empezó a hacer ollies y consiguió cada uno de ellos. Me hice el arrogante y traté de conseguir un 180, pero me vine abajo Cul-de-sac: expresión francesa, su traducción literal es “culo del bolsa”, pero se usa generalmente para referirse a una carretera con punto muerto o un callejón sin salida. 28 Ollies: tipo de acrobacia que consiste en saltar sin dejar caer la patineta. 27

como una gallina en cada ocasión. Hanna dejó de patinar en noveno grado, pero eso no quiere decir que ella no pueda. ¿Gallina? pregunto, impulsando mi patineta colina arriba, sabiendo que la tengo. Espero por ella en la cima. Ella lleva un viejo y polvoriento casco negro en la cabeza y su patineta debajo del brazo como en los años anteriores. ¿En serio? Yo no voy a tener un daño cerebral si caigo. Sus correas cuelgan por ambos lados. Aquí. La ayudo con el clip debajo de su barbilla. Si vas a usarlo, úsalo bien. Las correas están demasiado apretadas, así que las aflojo. Trato de ignorar sus ojos y la forma en que su piel se siente contra mis dedos. Mi mirada cae por el resto de ella, que también trato de ignorar, doy un paso atrás. ¿Cuándo fue la última vez que usaste esto? Hace dos años. Aquí. Golpeo la parte superior de su cabeza como si fuéramos compañeros de equipo listos para tomar un juego. Te ves bien. Solo una vez. ¿Lista? Vamos. Me impulso con Hanna justo a mi lado y zigzagueamos colina abajo. Me agacho en la patineta, lo que me hace ir incluso más rápido. Demasiado rápido. No voy a ser capaz de parar, así que salto a la acera y caigo sobre el césped de alguien, rodando un par de veces. Hanna patina elegantemente para parar al final de la calle y viene hacia mí. ¿Estás herido? Sostengo mi codo, donde la sangre ya está rebosando. No seas un cobarde. Párate. Ella se impulsa en su tabla. Me levanto de un salto y corro con la mía, enfrente de mí antes de subirme.

Eso es trampa dice ella. Toma su patineta y empieza a correr colina arriba. ¿Quién es el tramposo ahora? digo detrás de ella. *** Después de un rato patinando con Hanna, practicando con mi bajo y trabajando en la tarea, le envío un mensaje de texto a Pete que estoy de regreso. Su respuesta: Practica mañana después de clases. Después me alisto para la cena con mi mamá. Puesto que ella viene del sur y yo estoy en el norte, decidimos reunirnos en un punto medio en un pequeño local de sushi que ella sugirió. Cuando llego ahí, estudio el restaurante, pero ella no está aquí. Tomo una mesa para dos junto a la ventana, la cual da a una acera concurrida y a un edificio gris de un banco. Miro el menú, aunque ya se lo que quiero. Es más o menos la misma cosa cada vez: sopa miso, rollo arcoíris y un rollo de atún, para empezar. Soy una criatura de hábitos. Veo a las personas. El centro de la ciudad ofrece un poco de todo. Un ecléctico grupo de hombres con traje, un ciclista, una pareja asiática paseando a su perro, y dos hipsters blancos y flacos caminando. Un anciano con holgada ropa negra, probablemente sin hogar, pasea de ida y vuelta en una esquina cruzando la calle. El camarero me pregunta si me gustaría algo de beber. Echo un vistazo a mi reloj y pido una Coca-Cola. A la mitad de mi segundo refresco recibo una llamada de teléfono. La dejo pasar al correo de voz. Termino la bebida de un trago rápido, y dejo más que suficiente dinero sobre la mesa para cubrir mi consumo. Afuera el ruido y el olor de la ciudad se apresuran sobre mí. Mi estómago gruñe, pero ignoro el hambre. Salgo a caminar y reproduzco el mensaje. Mark, lo siento mucho. No voy a ser capaz de llegar. Me llamaron de nuevo al hospital. Ellos están cortos de enfermeras. Esta es la primera oportunidad que he tenido de incluso hacer una llamada telefónica. Lo siento mucho. Por favor créeme. Yo… Bueno, voy a tratar de llegar más tarde. Cuelgo. Me siento engañado y es mi culpa. Debería haber sabido que mi mama no vendría. Me rio y sacudo la cabeza. Qué idiota. Pero esta vez se siente peor que otras. Antes, tenía a Grace para ayudarme a hacerle frente a la decepción de nuestra mamá. Jamás me sentí completamente

abandonado porque estaba Grace. Ella entendía exactamente como me sentía Esta vez estoy solo. Me llega un texto de Lily. Hoy día es la forma en que ella me habría leído esta noche. Sigo caminando, rodeado de una ciudad de extraños. Le contesto. Hoy, ella era mi gemela y nunca estaba solo.

23 Traducido SOS por darksoul18 & WendyC Corregido por Pily

En el Día de Acción de Gracias vamos a donde Tita Christie, que es mucho mejor que estar en casa. Creo que ninguno de nosotros quería estar allí para nuestra primera Acción de Gracias sin Grace. Todos los del lado de la familia de papá están aquí, sus tres hermanas, algunos primos y mis abuelos. La comida es increíble. Está el tradicional pavo relleno, puré de patatas, cacerola de judías verdes, también hay un Pinoy flair. Hay toda esta comida filipina que me pone nostálgico y sentimental. Al abrir la puerta de Tita Christie y ser golpeado con los aromas, es como si estuviera volviendo a una casa que no sabía que extrañaba. Las tías se sientan en la cocina alrededor de la mesa hablando Tagalog tan rápido como un tren. Me agarran y me tiran hacia ellas, dándome abrazos y preguntándome “¿Cómo estoy? ¿Si ya he comido? ¿Cuándo voy a visitarlas? ¡Qué guapo me estoy poniendo! ¿Tengo una novia?” Pero entonces pasan a tomar a Fern y estoy a salvo. Comienzan con lo hermosa que está y lo grande que se está haciendo. Jenny hace exclamaciones y suspiros sobre toda la comida y pregunta por las recetas, lo que hace que las tías la amen más. Hay kangkong al vapor con salsa de soja y kalamansi, bagoong, arroz blanco al vapor. Tita Christie hizo su adobo, el que no me he dado cuenta de lo mucho que he estado anhelando hasta que lo huelo, aunque es diferente al de mi mamá. Pero no quiero pensar en mamá, así que agarro una dorada lumpia frita y me salgo de la cocina. En la mesa de postres, alguien colocó pie de Buko y pastel de manzana y flan. Estoy en el cielo. En casa, Jenny me pregunta si quiero ver una película tarde en la noche, pero le digo que tengo que terminar de componer algo. Jenny hace pucheros porque papá ya tiene un libro bajo el brazo y está subiendo las escaleras a su habitación. Esta noche está solo consigo misma.

Escaleras arriba, pongo la pista de Sebastian para el espectáculo y tocó a través ella. Empiezo añadiendo las notas, escuchando ambas, la parte del bajo y la del violonchelo en mi cabeza. Mientras toco, puedo ver cuando las modelos empiezan a caminar. No sé si mi buen humor se debe a la comida o qué, pero creo que va a ser un gran espectáculo. Espero que Pete esté listo con sus diseños. *** A la mañana siguiente, mi cama se sacude y me despierto para encontrar a Fern saltando al final de la misma. —¡Fern! —gimo—. ¡Fuera de aquí! —Es hora de levantarse —dice ella—. Hora de ir a comprar el árbol. Miro el reloj. —Son solo las siete y media. —Lo sé. —Comienza a saltar de nuevo—. Pero tenemos que tomar el desayuno y estar listos y conducir y encontrar el árbol, cortarlo y comer el almuerzo y venir a ponerlo y hacer chocolate caliente y la cadena de las palomitas de maíz y arándanos y todo. —Lo dice todo de un tirón, alzando la voz con cada actividad. Pongo mi almohada sobre mi cabeza, aunque desayunar suena bien. Estoy seguro de que Jenny tiene sobras. A pesar de que comí como un cerdo ayer, ahora es un nuevo día y tengo hambre. —Vamos, Mark. —Se deja caer y se arrastra hacia mi cabeza—. Por favor. Ven a comer el desayuno. No van a dejarnos ir hasta que estés listo. —Está bien. Está bien —le digo, tirando la almohada y las cobijas y agarrando a Fern, haciéndole cosquillas. Chilla hasta que la libero. Se mueve lejos de mí. Sigo a Fern escaleras abajo, hacia un plato de huevos revueltos, arroz y sobras de lumpia de ayer. Papá también ha hecho una carrera a la panadería, así que hay un poco de pan salado y pan dulce. La voz de Billie Holiday se encuentra en el fondo, viniendo a través de los altavoces. —Buenos días, Mark —dice papá mientras corta un pedazo de queso, lo agrega al pan y me lo da.

—Buenos días —murmuro. —Fern, ¿lo despertaste? —pregunta Jenny. —¿Cómo lo sabes? —pregunto. Mi cabello está parado por todos lados y estoy en pijamas arrugadas, una camisa gris y pantalones a cuadros rojos. —Sí, pero lo hice de forma tranquila. —Estaba saltando en mi cama. —Pico a Fern en el costado y se mueve lejos de mí. —Solo está emocionada —dice Jenny, pero le da a Fern, una mirada severa. —Lo sé. —Empiezo a comer. —Esto ayudará —dice papá, y coloca una taza de café delante de mí. Normalmente no bebo esa cosa, pero creo que tiene razón. —Estuviste levantando ¿Terminaste la pieza?

hasta

tarde

anoche

—dice

papá—.

Asiento. —Sip. La estoy enviando a Sebastian hoy y pondrá la pista para que los bailarines practiquen. —No puedo esperar para verlo —dice Jenny—. Me hubiera encantado ir a una escuela secundaria como la suya. Tan creativo. Es como estar dentro de la película Fame29. Todo el mundo bailando y cantando. —No es como que estamos caminando en un musical. —Pienso en Grace y su obsesión por Gene Kelly. Le habría encantado la idea de su vida siendo un musical. El rumor es que era un perfeccionista, practicando movimientos una y otra vez, mucho después de que todo el mundo se iba a casa, de modo que parecía que no se esforzaba. Lo que es un poco como yo, supongo. Si me comprometo a algo, quiero que sea perfecto. Jenny me enseña la lengua. Fame: película musical de 1980, tiene una versión de 2009; trata sobre una escuela de artes musicales en Nueva York en la que las personas destacan en música, baile y teatro. 29

—No arruines mi fantasía. —También está el concierto de la orquesta —dice papá—. ¿Cierto? ¿Todavía estás en eso? —Oh, sí, la orquesta —dice Jenny, su voz toda sosa y aburrida. Tengo que reírme. Jenny no es fan de la música clásica. Viene a todas mis actuaciones, pero obviamente está más entusiasmada sobre el desfile de moda y el espectáculo de danza. —Movieron a la orquesta para la primavera. No tienes que venir, Jenny —digo. —Por supuesto que sí. Quiero decir, tengo la oportunidad de ir —se burla. —Voy a ser una cantante —anuncia Fern—. Y puedes tocar para mí. —Empieza a decir la primera línea de Annie—. Mañana. —No está mal —le digo. —Gracias. ¿Ya estamos listos? —pregunta, bailando alrededor como si tuviera que usar el baño. —Ve a hacer tu cama y a cepillarte los dientes y para el momento en que hayas terminado, estaremos listos para irnos. Fern acelera hacia fuera de la habitación, y papá y Jenny se ríen. Termino mi comida, bebiendo mi café, escuchando a papá hablar sobre el negocio. Jenny pone algunos huevos más en mi plato sin tener que pedírselo. Nuestras palabras bailan entre nosotros tímidamente al principio, como si todavía no estuviéramos acostumbrados a ser solo nosotros tres. Pero se hace más fácil cuanto más hablamos, y pronto sé que va a ser como que si solo fuéramos tres de nosotros. Echo un vistazo a la silla vacía de Grace y en lugar de la ira, siento tristeza. La echo de menos. Debería estar aquí. Pero pretendo que no estoy triste, porque no quiero arruinar el momento. Solía pensar que significaba que no estaba siendo auténtico, pero ahora creo que a veces está bien fingir para otros, elegir ser feliz, elegir no estar triste. Es un acto de bondad. Todo el mundo no tiene por qué saber cómo te estás sintiendo todo el tiempo.

Jenny pone su mano sobre la mía y la aprieta, como si pudiera decir lo que estoy pensando, entonces anuncia que tenemos diez minutos hasta que nos vayamos o Fern va a tener un colapso. —Estoy listo —digo. En la granja de árboles, Fern está a cargo. La seguimos alrededor de árbol en árbol. Cargo con la sierra y tengo que hacer el trabajo de cortarlo cuando encontramos uno. —Ooh. Este es bueno —dice Fern, parando en un enorme y frondoso árbol. —Eso podría ser un poco muy alto —dice papá. —No sé si cabrá en nuestra sala de estar —añade Jenny. Fern camina alrededor de él como si fuera un inspector profesional de árboles. —Sí, y aquí hay un punto malo. —Apunta a un enorme agujero que no vio al principio. Salta por encima a otro. —Aquí está —canta —Ese es el árbol más gordo que he visto nunca —digo. El árbol es casi tan lleno como alto, pero es probablemente de metro ochenta, porque apenas es más alto que yo. Fern piensa que es hermoso. Espío uno pequeño y delgado que parece que apenas ha tenido oportunidad de crecer. Grace hubiera escogido ese. Usualmente solía ir por los más pequeños porque sentía pena por ellos. Probablemente tenía que ver con el hecho de que veíamos La Navidad de Charlie Brown cada año. Ella quería ser como Charlie y vestir un pobre árbol no deseado. —¿Este es el elegido? —pregunta papá, de pie al lado del árbol gordo. —Este es —dice Fern definitivamente. Nos turnamos caminando alrededor, evaluando el árbol.

—Es muy grueso. —Jenny le abre algunas ramas para ver el tronco—. Y saludable. —Este es —dice Fern de nuevo—. Mark, mira hacia abajo. Miro a Jenny y a papá. Aunque todos pensamos que podemos tener una opinión, sabemos quién tiene realmente la autoridad. —Muy bien, la experta ha hablado. Mark, has los honores —dice papá. Me agacho, y me toma algún esfuerzo picar el grueso tronco. Estoy usando una franela bajo mi chaqueta porque supongo que estaba esperando el tiempo frío, pero está a 24 grados afuera. Estoy sudando para el momento que termino y tengo sabia en mis manos. Papá toma el extremo superior, yo tomo el inferior, y cargamos el nuevo árbol de navidad hacia los chicos de la entrada para que puedan envolverlo. Una vez atado al coche, conducimos hacia nuestro restaurante usual y almorzamos. Ayudo a papá a poner el árbol frente a nuestra gran ventana de la sala, donde siempre va. Jenny comienza a estallar las palomitas de maíz. Cuando era niña encadenaba una guirnalda de palomitas de maíz y arándanos para ponerla en el árbol, así que ella hace que nosotros lo también hagamos. Es mi parte menos favorita de poner el árbol porque suelo pincharme los dedos. Esta vez estoy preparado y Jenny se ríe cuando entra en la sala con el tazón y agujas de coser tratando de ver las curitas que estoy enrollando en mis dedos como borradores de lápices. —Mark, un poco extremo, ¿no crees? —No voy a correr riesgos con estos. —Muevo mis dedos—. Ellos son mis hacedores de dinero. Agarro una de las agujas y un largo trozo de hilo. —Así que, Jenny, ¿qué estás haciendo? —digo en voz alta como si yo fuera una de esas chicas en una fiesta de punto, porque me siento ridículo. Cruzo mis piernas para burlarme aún más de ella.

—Bueno, Mark, veamos. El trabajo va bien. Tengo un nuevo cliente quien quiere que le diseñe un sitio web para un nuevo restaurante que está abriendo. ¿Qué tal tú, Fern? —Estoy escribiendo una historia —dice. Fern es un poco joven para encadenar palomitas de maíz, así que está ayudando a papá a quitar los adornos de su embalaje y a colocarlos sobre el suelo en una línea derecha. —¿De qué se trata? —pregunta Jenny. —Una ballena que consiguió ser robada por una bruja. —Oh, eso suena escalofriante —dice papá —No lo es. Bueno, algunas partes, supongo. Al final, la ballena regresa y se convierten en amigos. —¿Quieren que haga un poco de chocolate caliente? —Seguro cariño —dice Jenny. —¡Sí! —chilla Fern. —¿Vamos a hacer caso omiso a las condiciones del tiempo afuera? — pregunto. —No es sobre el clima —replica Jenny. Hay un golpe en la puerta principal y Jenny grita: —¡Entra! Hanna abre la puerta vistiendo unos shorts de jeans y una camiseta blanca, comprobando mi declaración anterior. —Oh, gran árbol —dice. —¡Gracias! —dice Fern. —¿Puedo ayudar? —pregunta. Jenny le tiende otra aguja e hilo, y Hanna se sienta a mi lado en el sofá. Trato de no ver sus piernas descubiertas, que están tocando las mías, pero es una especie de imposible. Cada vez que se mueve, sus pantalones cortos se pasean un poco más altos.

—Ay. —Pincho mi dedo a través de la bandita. Lo tomo como castigo por no ser un caballero. Hanna se ríe. —No es tan difícil Mark. No seas bebé. —Hola, Hanna —dice Papá cuando entra en la habitación con una bandeja de tazas—. ¿Quieres algo de chocolate caliente? —Gracias, señor Santos. —No puedo creer que ya estamos poniendo el árbol de navidad — dice Papá. —Lo sé —dice Jenny—. Este año como que se deslizó en nosotros. —Ni siquiera vamos a la recolección de manzanas —dice Fern, un poco sorprendida, como si acabara de darse cuenta. —No, no este año. El próximo, sin embargo —dice Jenny. Estamos en silencio por un momento. Todos pensando sobre lo mucho que Grace amaba estas cosas: recoger manzanas, Acción de Gracias, decorar el árbol. Grace no está con nosotros, pero en una extraña manera, su ausencia la hace aún más presente. Fern desenvuelve un adorno que es un árbol verde de navidad con una foto de Grace en el centro. Es la clase de adorno que haces en la escuela primaria, y la clase de la que les ruegas a tus padres no poner año tras año. Hay un par de mí en algún lugar de la caja de decoraciones también. —Miren a Grace —dice Fern. Sostiene la imagen como si fuese una de sus preciosas muñecas. Me río. —Odiaba esa foto. —Es de ella en tercer grado. Tiene este corte tazón horrible y le faltan sus dos dientes delanteros. Se ve como un vampiro. —¿Recuerdas como solía colocarla en la parte de atrás del árbol? — pregunta Jenny.

Fern le da a papá el adorno. Se toma un momento para contemplarla antes de poner la foto de Grace al frente y al centro. —Creo que ese fue el año del scooter infame —dice papá. —Suena misterioso —dice Hanna. Está a mitad de camino de su hilo. Yo tengo más piezas rotas de palomitas esparcidas en el suelo de las que tengo encadenadas. —Papá —lo corto. Escuchar historias embarazosas con la familia es una cosa, pero teniendo a Hanna aquí por ellas es otra cosa. No necesita más municiones para usarlas posteriormente. —Los gemelos estaban en tercer grado, ¿cierto, Jenny? —pregunta como si yo no estuviera en la sala. —Uhm, estoy justo aquí —digo. Golpeo mi chocolate caliente antes de tomar un sorbo. —Sep, tercer grado —dice Jenny—. Ese fue el primer año que estuvimos todos juntos. —Ellos querían scooters. Así que le conseguí a Grace uno plateado y rosado y a Mark uno plateado y azul, porque pensaba, niño y niña, tu sabes, azul y rosado. Bueno, Mark tomo una mirada al scooter de Grace y lo quería. Pero Grace no quería intercambiarlo, así que Mark lloró por eso. —¿Lloró? —pregunta Hanna. —Exageración leve. No lloré —protesto. —Oh, esas eran lágrimas reales —dice Jenny—. Tu padre tuvo que poner a Grace a un lado y pagarle para que ella intercambiara con Mark. —¿Le pagaste? —pregunto a papá—. ¿Cuánto? —No importa. —Papá levanta a Fern para que pueda añadir un elfo de adorno cerca de la parte superior del árbol. Hanna se ríe. —Así que estabas en el rosado, ¿huh? Eso está bien. Es un color varonil ahora. —Cállate —le digo.

—Tengo un suéter de color rosa que puedes tomar prestado en algún momento —continúa, chocándome con su hombro. Une el final de su hilo y Jenny comienza una nueva. —Lo tendré en mente —digo, tropezando con su espalda—. Y ve más despacio, me estás haciendo quedar mal. —¿Recuerdas cuando Grace quería que hiciera galletas para Santa, pero puso sal en vez de azúcar en el lote? —pregunta Jenny—. Mark le dijo que Santa nunca vendría a nuestra casa si lo dejábamos afuera. —Eres tan malo —me dice Hanna. —¿Qué? Ellos eran terribles. —Eran. Creí que el recuerdo me molestaba, pero no lo hace. Los recuerdos fluyen como el agua y no sabía cuán sediento estaba. —¿Puedo hacer galletas? —pregunta Fern. —Sí, dulzura. Yo te ayudo —dice Jenny. —Grace amaba la Navidad, ¿no? —pregunta papá—. ¿Recuerdan el año pasado cuando nos hizo ir a los villancicos? —Eso fue tan divertido —dice Hanna. —Cuando estaba pequeña, Grace solía sentarse en mi regazo antes de acostarse y veíamos las luces del árbol —dice papá. —¿Cómo lo hago yo a veces? —pregunta Fern. —Sí, justo como tú —dice papá. —Un año la recuerdo diciéndome que no iba a recibir nada en navidad porque había conseguido la lista traviesa de Santa. Dijo que yo estaba de primero —digo. —Tú eras bastante travieso —dice Jenny—. Alineándote en la suciedad, escalando en todos los muebles y saltando, tomando todos mis envases Tupperware para recoger insectos, consiguiendo que Grace te siguiera en todas tus aventuras… —¡No todo era yo! Solo no era más listo que Grace. Ella los tenía todos embobados.

Continuamos decorando el árbol, recordando las diferentes Navidades y compartiendo buenos recuerdos de Grace. Tiro algunos que revelaban su lado malcriado solo por si acaso. Es como si nos hubieran dado el permiso tácito de hablar sobre ella por primera vez desde el accidente, quizá porque la Navidad usualmente es un momento para recordar. Cuando terminamos con el árbol, Jenny pone la película ELF, otra tradición familiar. Se siente bien estar juntos, riendo de los estúpidos chistes de un elfo talla hombre tratando de encontrar su lugar en el mundo. Papá se sienta junto a Jenny, un brazo alrededor de ella, el otro sosteniendo su teléfono, para chequear los emails y mensajes del trabajo. No es para nada como uno de esos directores de distritos. Mira hacia la pantalla y se ríe cuando Buddy está cantando. La risa del vientre de papá es contagiosa. Me uno, junto a Jenny, Fern y Hanna, el sonido de nuestra risa sube llenando toda la casa.

24 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por DeboDiiaz

Puedes ver todo Los Angeles desde donde estamos parados en frente del Observatorio Griffith. Las luces lejanas de la ciudad se extienden por kilómetros alrededor. El horizonte de la ciudad se perfila en la distancia. En dirección opuesta, el HOLLYWOOD está en pie. Estamos temprano, pero tengo algunos negocios que terminar antes de que empecemos. Sé que Hanna y Sebastian tienen preguntas, pero están siendo pacientes. Siguen mi ejemplo y esperan a que les diga por qué estamos aquí. —Es increíble —dice Hanna a mi lado. —¿Alguna vez has entrado al observatorio? —pregunta Sebastian. Ella niega con la cabeza. —¿Cuánto tiempo has vivido en Los Angeles? Vamos. Te voy a dar una vuelta rápida —Él extiende su brazo. Hanna me mira, y yo le digo que vaya. Ella enlaza su brazo con el de él y se van. He estado aquí antes con Sebastian. Él viene a menudo con un club del cual es parte. Estoy sentado en la base del enorme Monumento Astrónomo cuando veo a River caminando desde el estacionamiento. Lo saludo con la mano y él asiente en mi dirección. —Gracias por venir —digo, y me paro cuando me alcanza. No estoy seguro de cómo va a reaccionar, ya que la última vez que estuvimos juntos yo estaba golpeando su rostro. —Tenía curiosidad. —Mete las manos en sus bolsillos y mira alrededor—. Es diferente aquí por la noche —añade como para explicarse—: Trabajo en el camino que llega hasta aquí cuando quiero hacer colinas.

Decido ir por ello. —Mira, quiero decir que lo siento. Ya sabes, sobre cómo actué en el funeral y todo. —Ese fue… fue un día terrible. —No debería haberte golpeado. —Estabas molesto. Lo entiendo. —Aun así, no estuvo bien. —No… —Él mira abajo a sus pies, que están apuntando en la hierba, haciendo un pequeño agujero. Empujo el paquete de mi bolsillo. —Conseguimos este paquete el otro día. —No me molesto en decirle que fue hace más de dos meses—. El departamento de policía nos envió una caja de cosas de Grace de la noche del accidente. Estaba perdido, así que es por eso que no lo conseguimos antes. De todos modos, esto estaba dentro. —Le entrego el brazalete. Él lo toma y cierra sus dedos alrededor de él. —Ella ni siquiera lo usaba. —Sonríe—. No sé lo que estaba pensando. Nunca había comprado joyas a nadie antes. Mi hermana me ayudó a escogerlo. Creo que asustó a Grace. —Quizás un poco, pero ella… Tome, creo que esto lo dirá mejor de lo que puedo. —Le doy una copia del poema que Hanna leyó en el club. No sé a ciencia cierta si se trata de River, pero creo que lo es. Él lo lee y comienza a entregármelo de nuevo, pero le digo que lo conserve. Lo dobla cuidadosamente y lo guarda en el bolsillo. —Yo la quería —dice—. Tal vez pienses que es estúpido, pero realmente la amaba. Le creo. —No es estúpido. —Luce como que probablemente todavía la ama. Yo no estaba listo antes, pero ahora estoy listo para compartir a Grace. Ella nunca fue solo mía.

—Grace solía enviarme como cuarenta mensajes de texto al día. Solo pequeñas cosas. A veces divertidas. A veces solo diciendo hola. Después del accidente no podía creer que se había ido. Sostenía mi teléfono todo el día, durante la clase, caminando, justo después de la práctica, esperando que me enviara un mensaje. Sin embargo, los textos solo se detuvieron. Eso lo hizo parecer tan real. A veces los buscó y leo algunos de sus antiguos mensajes. —Te mentí en el funeral —digo. Él levanta la vista de la pulsera. —Cuando te dije que ella nunca te amo. No era cierto. Sé que ella te amaba. —River pone el brazalete en el bolsillo junto con el poema. —Gracias, te agradezco que me dijeras. No tenías que. —No, lo necesitaba. Grace lo habría querido de mí. —¿River? —dice Hanna, y nos volvemos a la voz. Ella le da un abrazo a River y me mira con confusión sobre el hombro de él—. No sabía que ibas a venir. —Sí. —Así que supongo que no estamos aquí por un poco de observación de las estrellas —dice Sebastian—. No es que nos gustaría verlas mucho esta noche de todos modos. —Mira hacia el cielo—. Demasiada contaminación y luz. —No. —Miro la hora—. Vamos. Estamos llegando tarde. —¿Tarde para qué? —pregunta Hanna. —El servicio. El grupo de Twinless Twins está justo donde Greg dijo que estaría, en el otro lado del observatorio. Greg me saluda con un abrazo de lado y una palmada en la espalda. —Me alegro que hayan podido venir. Soy Greg —les dice a mis amigos. Yo los presento. Él se sumerge en una caja de cartón y nos da a cada uno una vela blanca. Reconozco algunos de los demás participantes de los

bolos, pero hay algunos que no. Ann me hace un gesto y Hanna me mira con asombro. En general diría que hay alrededor de veinte o así de nosotros. —Está bien, todo el mundo. Creo que deberíamos empezar —dice Greg. Estamos en un círculo y él enciende su vela. A continuación, enciende la vela de la mujer que está a su lado. Ella enciende la del hombre al lado de ella y así sucesivamente hasta que todo el círculo está iluminado, causando que nuestros rostros brillen suavemente y cambien de forma con el movimiento de las llamas de las velas. —Estamos todos aquí esta noche porque hemos perdido a alguien especial para nosotros. Por favor usen este espacio para honrar y recordar. Pueden decir algo o simplemente estar en silencio. Cuando todo el mundo lo ha hecho, voy a acercarnos. La llama de mi vela baila mientras las personas se turnan para compartir. La cera gotea por los lados. Dejo que caiga en algunos de mis dedos y juego con ello después de que se endurece. En el funeral de Grace no hablé. Cómo que lo lamento ahora. Pero en ese momento, era como si las personas se reflejaran en una Grace de segunda dimensión. Quiero recordar todo de ella, lo bueno con lo malo, lo bello con lo feo. Me armo de valor para decir algo. Después de una pausa, digo: —Grace podía ser una verdadera idiota. —Siento todos los ojos ensombrecidos en mi dirección. Hanna incluso pone su mano en mi brazo, probablemente pensado que voy a explotar. —Quiero decir, no todo el tiempo. La mayor parte del tiempo ella era genial. Pero a veces era egoísta. Le gustaba estar en lo correcto y salirse con la suya. Si no quería hacer algo, en vez de ir justo afuera y decirlo, manipulaba la situación o te hacía sentir culpable. Si estaba de mal humor, era mejor permanecer fuera de su camino. También era la persona más amable y generosa que he conocido. Ella daba todo. Era buena con la gente. Quería hacer una diferencia en el mundo. —Pienso en su diario y todas las cosas que estoy aprendiendo de ella—. Pensaba que era valiente, pero ella estaba realmente aterrorizada de dejarle ver a la gente su

verdadero yo o dejar que se acercaran demasiado. Ella tomaba tu comida sin preguntar. River se ríe junto a mí. —¿Cierto? —digo. —Me decía que no quería nada en el auto, pero luego de que nos alejábamos, empezaba a comerse mis papas fritas. Yo le decía que eran mis papas, pero ella simplemente sonreía y seguía comiéndoselas. —Ríe—. Olvidé eso. —Grace odiaba estar fría, así que constantemente estaba cambiando la temperatura de nuestra casa cuando nuestra madrastra, Jenny, no estaba mirando. Ella era compasiva y leal y una buena amiga. —Hanna está llorando a mi lado—. No quiero recordar alguna versión deformada de Grace y no sus imperfecciones, porque ella no era perfecta. Ninguno de nosotros lo es. Quiero recordar la forma en que me cerraba la puerta cuando estaba enojada o cómo podía decirle cualquier cosa y saber que ella nunca le diría a nadie. Quiero recordar a la verdadera Grace. Hanna envuelve su brazo a mi alrededor. Sebastian pone su mano en mi hombro y me aprieta. Escuchamos a un par de personas compartir. Al final Greg nos dice que soplemos las velas. Lo hacemos todos a la vez. De pie en la oscuridad, esperamos unos momentos en silencio antes de separarnos y caminar a la noche.

25 Traducido por SOS WendyC, Wendy Johanna, y Mary_ann Corregido por Lu_Rodriguez

Después de dos semanas de práctica constante, creo que estamos listos, o al menos más adelantados, para la combinación de Pete moda/baile/música, pero no lo estamos. Trato de no estresarme, pero no es solo el grado de Pete y la reputación lo que está en la línea. También está la presentación sénior de Sebastian y la mía. Sé bien que seremos juzgados principalmente por el componente musical, pero si el espectáculo apesta, eso afectará todas nuestras calificaciones. Si nuestro medio plazo es cualquier indicación de cómo van a ser las cosas, es malo: Pete lleva pantalones de chándal. Pantalones de chándal. Como si Pete hubiese venido a la escuela en pantalones de chándal alguna vez. Y el escenario ni siquiera está listo. Pete contactó a Krysta para hacer grandes recortes de la ciudad para tratar de capturar el sentimiento de estar en el techo. Ella aún está pintándolos, lo que significa que no estarán listos al menos hasta mañana. Pete está presionándola por cuándo los va a terminar, cuando ella rompe en lágrimas, diciéndole que toda su gente se echó hacia atrás y ella posiblemente no puede hacer todo sola. Krysta se recuesta en el suelo y se enrolla en una pequeña bola. No estoy muy preocupado. Ella usualmente se pone de esta manera antes de un espectáculo. Pete la deja allí haciendo lo suyo. Otra señal de que las cosas no van bien es que son las siete de la noche. Hemos estado aquí desde las tres de la tarde y no hemos tenido un ensayo adecuado. —Está bien escuchen —dice Pete—. Vamos a tomar un descanso. Cuarenta minutos. Cojan un poco de comida. Nos reagruparemos y lo tomaremos desde el comienzo.

Los bailarines, quienes se estiran delante de los espejos en el otro lado de la habitación, se desenredan unos de otros y son los primeros en salir. Sebastian y yo nos quedamos reelaborando algunas sincronizaciones con la música, principalmente de donde los modelos cambian a los bailarines. —¿Cuánto tiempo tenemos? —Sebastian le pregunta a Pete. —Toda la noche si la necesitamos. —Pete cuelga un juego de llaves— . El señor Percy me dijo que cerrara cuando hayamos terminado. Eso significa que estaremos aquí hasta tarde. No me importa. Necesitamos el tiempo. Después de que todo el mundo ha comido, hay energía en la habitación. Hacemos más de un tropiezo en el ensayo general, pero estamos como al setenta y cinco por ciento. No está mal para la noche antes del espectáculo. He visto cosas peores, y en mi experiencia, esto es usual en producciones en vivo, especialmente cuando estás haciendo un espectáculo original. Puede que sea diferente si estuviésemos poniendo en algo probado y verdadero juego, pero esta producción es todo nuevo, así que hay un montón de impredecibles. Horas después, Peter nos reúne para una pequeña charla. Pete ha llevado montones de espectáculos y sabe cómo sacar lo mejor de las personas. Todo el mundo lo escucha, incluso después de un proceso agotador, porque es duro pero respetuoso. Sabes que él está ahí para ti. He trabajado con otros directores quienes intimidan a su elenco y equipo. Ellos no tienen las mismas oportunidades en la escuela que tiene Pete. —Está bien, eso estuvo mejor, mucho mejor. Bailarines, excelente trabajo, pero no todos están encajando juntos, especialmente en el último movimiento. Brandon, Sebastian, Mark, la música es genial. Quiero ver a mis modelos antes de que se vayan. Necesito hacer algunos ajustes en algunos de sus trajes, o le darán a la audiencia una clase diferente de espectáculo. Nos reímos. —Tenemos la oportunidad de practicar una vez más durante el almuerzo de mañana, y luego estaremos aquí para prepararnos por el resto del día. Si necesitan algún pase para sus clases, pueden verme. Quiero agradecer a todos por trabajar tan duro. Esto va a ser increíble. Para

aquellos de nosotros que estamos en último año, quizá sea nuestro último espectáculo juntos. Esperemos que sea memorable. Los amo chicos. —¡También te amamos, Pete! —uno de los bailarines grita, y todos nos apresuramos en un abrazo grupal, lo que termina siendo más un ataque. Bailarines. Mientras estoy guardando mi bajo, Pete dice: —Mark, te necesito y a Sebastian. —¿El escenario? —pregunta Sebastian. —Bingo. Miro a Krysta, quien en algún punto durante la noche se levantó del suelo y está pintando un rascacielos de cartón. Sus hombros caen, dándole un aspecto pequeño y triste. Ella nos sonríe débilmente. Le envié un mensaje de texto a Jenny, preguntándole si está de acuerdo con que me quede hasta tarde, apelando su deseo de ir a la escuela por las artes, como si estuviera en una de esas películas de High School Musical y me estoy quedando toda la noche para salvar el espectáculo. Ella solo me envía una carita sonriente y me dice que me divierta y le envíe un mensaje cuando esté camino a casa. Lily se desenreda de los bailarines y viene hacia mí. Ella usa unos pantalones cortos de baloncesto y una camiseta. Su cabello se amontona todo loco en su cabeza, pero todavía se las arregla para verse bien. —Me alegra que hayas regresado —dice. —Yo también. ¿Todavía piensas que soy un puercoespín? — pregunto. —Probablemente, pero uno domesticado. —Ríe—. Todos tenemos un poco de puercoespín en nosotros. —¡Lily! —Pete le choca un cinco—. El baile es increíble. Lo amo, lo amo. —Su expresión se vuelve seria—. ¿Cómo crees que va? ¿Algo que necesitemos hacer para estar más preparados? —Es bueno. Hablé con los que necesitan limpiar sus líneas, pero en general creo que este espectáculo va a rockear. ¿Ustedes chicos necesitan ayuda extra? —Ella asiente hacia el escenario sin terminar.

Los ojos de Pete se ensanchan. —Sí, ¿puedes? —Por supuesto. —Saca su teléfono—. Déjame llamar a mi papá. Brandon tiene su violonchelo en la mano. —Lo siento, chicos, tengo que irme. Mi mamá está esperando afuera en la acera. —No te preocupes —dice Pete—. Descansa un poco. Te veo mañana. —Más tarde —dice. —Te acompaño afuera —dice Lily y la veo ayudarlo con su bolsa para que él pueda maniobrar el violonchelo más fácilmente. Pete trata de reunir tanta gente como puede para termina el escenario, pero al final somos solo Sebastian, Pete, Lily, Krysta y yo. No soy muy artístico, pero, por suerte, pintar la escenografía es como pintar por números. Krysta ha deslizado pintura en cada sección así sabemos qué color usar. Recibo un texto de Hanna mientras estoy de puntillas, torneando el cielo negro. Hanna: ¿Excursión al amanecer este sábado en la mañana? Nos quedamos sin tiempo. Ella tiene razón. Ya es diciembre. Nuestro plan original era ir en algún momento en las vacaciones de acción de gracias, pero he estado tan enredado con el espectáculo de Pete, la práctica para el concierto y el trabajo escolar que no he tenido tiempo. Yo: Sí. ¿Cuándo? Hanna: Antes del amanecer, tonto. Yo: Ja, ja, ¿Vienes al show? Hanna: ¿Para verte pavoneándote en la pasarela con pantalones ajustados? Por supuesto. Yo: No usaré pantalones ajustados.

Hanna: Que mal. Después. Yo: Chao. Hanna debería estar en la pasarela en pantalones apretados. Ella tiene el cuerpo y la actitud. Me desplazo de nuevo por sus textos y sonrío. —¿Quién es? —pregunta Pete desde abajo, donde él está de rodillas, pintando el pie del edificio. Sebastian mira sobre mi hombro antes de que pueda conseguir meter mi teléfono dentro del bolsillo. —Hanna —dice. —Hanna —repite Pete, su voz cantarina. —¿Quién es Hanna? —pregunta Krysta. —El amor de Mark, —Pete dice. La burla de Pete acerca de Hanna será por siempre. Él quiere saber cuando sea un hombre y vaya por ello. Yo goteo algo de pintura en la cabeza de Pete. —¡Oye! —exclama Pete. —Ella no es nadie —digo. —Alguien está susceptible —dice Pete. —Déjalo en paz. ¿No estaba horrible la película en la clase de Velázquez? —dice Krysta, y ella y Lily hablan sobre algún filme extranjero que tuvieron que ver en su clase de español. —¿Excursión este sábado? —le pregunto a Sebastian, quien esta ocupándose de las ventanas. —No puedo, tengo que trabajar. Ustedes chicos locos tienen que salir sin mí. —Hunde su brocha en más pintura gris. —¿No puedes salir de esto? —Lo miro, accidentalmente dejando caer algo negro sobre el piso. —¡Mark! —dice Krysta. —Lo tengo. —Limpio con una servilleta de papel.

—No. Papá va a estar en nuestra camioneta en San Diego, así que yo tengo que encargarme de la de LA. —Qué mala onda. —Sebastian ha estado siendo parte de la lista de Grace desde el comienzo. Él debería estar allí. —Paseando con Hanna, ¿huh? —pregunta Pete. Lo amenazo con la pintura de nuevo. —Bien, bien. Yo solo encuentro interesante que vayas a una excursión. Eso es un paso más allá del vecindario. Podría incluso tomarse como una cita —dice Pete. —No es como eso —dice Sebastian, viniendo a mi rescate—. ¿Puedo decirles? —Si Sebastian no dice algo, Pete seguirá burlándose. Ahora todos están curiosos. Estoy listo, pienso, para que otros sepan. Asiento. Él explica la lista de Grace. —Eso es hermoso —dice Lily. —Es una buena forma de honrar a Grace —opina Pete. Estamos tranquilos por un momento. Pintando nuestros lugares designados. —Las cosas podrían ponerse interesantes en las montañas — comienza Pete de nuevo. Increíble—. La salida del sol, solos, deberías tener un plan. —Mi plan es cumplir con la lista de Grace. —Traigo de regreso a Grace, esperando que esto le cierre la boca. —Solo soy un romántico. Krysta, Lily, ayúdenme por aquí. —Eso es romántico —dice Lily—. ¿Alguna vez has hablado con ella, tú sabes, a cerca de su relación? Y aquí va Lily siendo Lily. Directa. —No tenemos una relación. Somos amigos. Buenos amigos. ¿No pueden un chico y una chica ser amigos? ¿Porque siempre tiene que haber presión en cambiar eso?

Hanna y yo simplemente encajamos. Seguro, peleamos y nos molestamos entre nosotros a veces, pero siempre permanecemos como amigos. ¿Qué se supone que le diría a ella? ¿Hanna, creo que eres linda? ¿Hanna, quiero pasar un rato contigo? Imagino su rosto, y no la veo desmayándose entre mis brazos. La imagino riendo. Nosotros ya estamos más allá de la etapa llegando-a-conocerte, cuando pruebas a alguien para ver si quieres comprometerte. Nosotros ya estamos comprometidos. No necesito saber si podemos ser algo más. Por ahora, menos es más. —Nosotros somos… ¿Cómo es la palabra? ¿Platónicos? —digo. Pete se queja. Sebastian y Lily no responden. Krysta dice: —En pocas palabras. Ustedes pueden ser amigos, claro. Pero cuando un chico y una chica son realmente buenos amigos, pienso que siempre hay una pequeña atracción, incluso si no ha sido llevada a cabo. No admito nada en voz alta, cierto. Estoy atraído hacia Hanna, significa que debemos salir. ¿O consumido si estuviéramos juntos?

pero pienso que eso es probablemente lo he estado por siempre, pero eso no sí? ¿Qué pasaría? ¿Sería el mundo ¿Qué si eso no funciona?

—Es complicado, chicos —digo. Esta vez todos se quejan. Lily incluso me golpea con un poco de pintura. —¡Oye! ¡No por el escenario! —Krysta dice. —No es complicado —dice Lily—. Tengan una conversación. Tú nos agradecerás luego. —Dudoso. ¿Alguien más? ¿Qué hay acerca de tu vida amorosa? —le pregunto a Lily. Tomo nota que ella ha estado más atenta a Brandon durante las prácticas. Ella se encoge de hombros.

—Posibilidades. Eso es todo. —Sí, una posibilidad llamada Brandon —dice Pete. —Tú de verdad eres una chica —dice Lily. —Solo soy observador —dice él. Pero estamos esperando por su respuesta. —Nosotros salimos a veces. Eso es todo. —Luego Lily ofrece esta información—: Él es serio y dulce y tiene geniales brazos. Hecho. Krysta, tu turno. —Ugh —dice Krysta—. Habla sobre muerto en el agua. Escuchamos la historia de Krysta acerca de un chico que ella conoció por el verano quien repentinamente dejó de llamarla. Es una de esas noches cuando todos muestran un poquito más y todos probablemente nos arrepentiremos en la mañana. Como a las dos de la madrugada, el escenario está listo. Nos ponemos de pie y examinamos nuestro trabajo. Es una perfecta representación del horizonte del centro de la ciudad. Sebastian dice: —Pienso que sacamos esto adelante. No lo admito, pero estoy encantado con que Pete me incitara a que hiciera esto. Personas reuniéndose juntas para crear algo es siempre inspirador. Pete tenía una visión, y yo estoy agradecido de que era suficientemente grande para que me incluyera. —Gracias, Pete —digo. Sus manos agarran mis hombros. —Tú quizá querrás guardártelo hasta mañana. —Si todo lo demás falla —dice Krysta—, por lo menos nosotros tenemos un increíble escenario. —¡Y bailarines pateadores de traseros! —dice Lily. —Y extraordinarios músicos —añade Sebastian. —Con sexys modelos —me dice Pete—, solo no tropieces.

—Genial, sin presiones. —Ya estoy nervioso por tener que hacer la pasarela. Pero entierro ese miedo, porque quiero disfrutar el sentimiento de que nosotros quizá sacamos adelante algo asombroso. *** La noche siguiente, el auditorio está lleno. La escuela entera ha venido a apoyar el espectáculo de talentos. Entre bastidores es solo tensión. Nosotros estamos divididos entre dos secciones para nuestro lugar en el espectáculo. El director de entre bambalinas camina de grupo en grupo, revisándonos, hablando rápido en sus audífonos. Pete está luciendo el papel de un diseñador esta noche. Su pelo negro alto está peinado hacia atrás en una cola de caballo, y está usando un chaleco negro ajustado y vaqueros con pesadas botas negras. Yo, por otra parte, estoy usando algo que Pete denomina “más allá de la moda”: una maya blanca con capucha, pantalones camuflados, y botas de trabajo color canela con los cordones colgando hacia afuera. No está mal, excepto por el hecho de que puedes ver mis pezones por entre la maya y está un poco frío. Pete echa un vistazo alrededor de uno de los lados de la cortina para mirar a la audiencia y susurra: —Nunca adivinarías quien está aquí. —Probablemente no —digo. —Fred Sylvester. Me encojo de hombros. Pete está incrédulo. —Él es uno de los reclutadores de Otis. Me voy a desmayar. Estoy impresionado. Es como si alguien de Berklee viniera a escucharme tocar. No que alguien estaría aquí. Esa escuela está cruzando el país, y aún no he aplicado o enviado un video para audición. Pete me agarra por los hombros. —Esto tiene que ser asombroso. —Lo será. Todo el mundo hará su trabajo, y será genial.

Pete hace señas para que nuestro grupo se reúna. Es la única vez que logramos sentirnos como si estamos en un equipo deportivo. Justo antes de una presentación siempre hay una reunión. Nos inclinamos, así nuestras cabezas casi se tocan y Pete, quien se ha calmado y está liderándonos seriamente, dice: —Dioses del teatro, ofrecemos esta pieza. Esperemos que todos estén satisfechos. Todo el mundo, recuerden sus señales. Tengan un gran momento. —Pone su mano en medio del círculo y colocamos nuestras manos encima de la suya. —En tres —dice—. Uno. Dos tres. —Rómpete una pierna —decimos en un fuerte susurro, tratando de no perturbar lo que está pasando en el escenario, lo cual por lo que puedo decir, es alguna pieza corta sobre un chico que está tratando de preguntarle a una chica por una primera cita. Cuando es nuestro turno, Sebastian sale solo al escenario. Enciende su máquina de ritmo y comienza un ritmo. Mientras lo hace, personas mueven piezas del set sobre el escenario y comienzan a colocar los edificios de la cuidad en la parte de atrás. Brandon es el siguiente. Entra y coge su violonchelo y añade una larga e inquietante pincelada. Es un gran contraste a lo que Sebastian está interpretando. El próximo soy yo, y tengo que decir que estoy nervioso, pero lo ignoro, empujándolo a mis entrañas, y tomo el escenario. Trato de recordar todo lo que Pete me dijo. Uno pensaría que sería fácil ser un modelo en una pasarela. Pero es más técnico de lo que anticipé. Quiero hacer un buen trabajo para Pete, especialmente con el chico de Otis allí, así que al final de la pasarela, me tomo mi tiempo y hasta levanto mi sudadera y meto mis manos en mis bolsillos. Debe lucir bien, porque consigo un montón de gritos y aplausos. Reconozco las voces de Jenny y Hanna y siento el rubor crepitar a mi cuello. Trato de caminar tranquilamente hacia donde mi bajo está esperando junto a Sebastian. Me paro junto al bajo y empiezo a puntear mi pie, interpretando un corto ritmo a lo que Sebastian está haciendo. Pero ahora una pareja más de modelos he empezado a recorrer la pasarela. Cuando el último modelo ha hecho lo suyo, les doy a los chicos la señal y toda la música se corta. La audiencia empieza aplaudir porque piensan que hemos terminado. Espero

un par de latidos y empiezo a tocar. Es una melodía que vino a mí después de Acción de Gracias. Era tarde, o preferiblemente temprano —cuatro de la mañana— y estaba cansado de los lanzamientos. Tuve este recuerdo de Grace y yo. No era nada especial, solo una noche cuando estábamos en casa juntos, viendo a Fern. Nada bueno pasaba en la televisión y estábamos aburridos. Ella encontró una baraja de cartas, así que decidimos jugar a un juego de guerra. Saqué un tubo de nuestro helado favorito, caramelo de chocolate salado. Jugamos por una buena hora. Al final, ella pudo haberme vencido, ¿o tal vez yo la vencí? No podría recordarlo, pero recordaba cuán feliz estaba solo pasando el tiempo con ella. Ese fue el sentimiento que traté de conjurar con mi bajo. En el escenario cierro mis ojos y puedo ver a Grace, sentándose al frente de mí en la mesa. Su cabello largo enmarca su cara y está masticando un mechón. Está tarareando mientras mira a su mano de cartas. Trató de poner ese tarareo en mi bajo, moviendo el arco lentamente a través de las cuerdas, capturando la alta voz de Grace. Abro mis ojos justo mientras Lily camina fuera y empieza a bailar. Sus movimientos son lentos y forzados a través del escenario, convirtiéndose en una representación visual de lo que estoy tocando. Sebastian agrega un ritmo de hip hop. Lily mira a la derecha y luego a la izquierda, y mientras lo hace, los otros bailarines entran. Brandon entra con la voz del violonchelo, y empiezo a puntear. El ambiente cambia, volviéndose más optimista, más tribal. Señalo para el último conteo, y después de que la nota final resuena, la audiencia se vuelve loca. Nos dan una ovación de pie. Los bailarines se inclinan, seguidos de los modelos y luego los músicos. El último en salir es Pete. Corre al final y se inclina, luego se une a todos nosotros en una línea y todos nos inclinamos de nuevo. Pensarías que acabamos de completar un espectáculo de Broadway. Miro afuera y veo a papá, Jenny, Fern, Hana y la mamá de Hanna entre el público. Todos tienen grandes sonrisas en sus rostros. Imagino a Grace aquí, al lado de Hanna, animando igual de ruidosa. ***

—Chicos estuvieron tan bien —dice Jenny y me abraza. La palmeo un poco en la espalda. —Tu pieza fue irresistible —dice papá—. Nunca hubiera pensado en combinar variaciones orquestales con hip hop. Bien hecho, Mark. —Gracias, papá. —No estuvo mal —dice Hanna. También me abraza. Me desenvuelvo de ella rápidamente, sintiéndome raro en frente de todo el mundo, no que tenga nada sobre lo que sentirme incómodo. Nos hemos abrazado como amigos siempre. —Me encantó —dice la mamá de Hannah. —Gracias, chicos. Veo a Pete a un lado del escenario hablándole a algún hombre que no reconozco. Se sacuden las manos. Debe ser el chico de Otis. Por lo que puedo decir, Pete no tendrá problemas consiguiéndolo. —¿Mark? —Reconozco la voz antes de voltearme. Está de pie con sus manos cruzadas en frente de ella. Su cabello está más largo que la última vez que la vi. No digo nada y se vuelve incómodo, como estar en una habitación demasiado caliente. Papá y Jenny saludan y dicen algo sobre estar felices de que viniera. No le dije a mi mamá sobre la presentación, por lo que ellos debieron hacerlo. Traicionado por mi propia familia. Necesito salir de aquí. —Tengo que encargarme de mi bajo —digo, y me marcho, pero no voy al escenario. De hecho, me dirijo afuera. Miro alrededor, pero ¿a dónde voy a ir? Me siento en uno de los bancos. —Mark —dice mamá mientras se me acerca—. ¿Puedo sentarme? Me encojo de hombros, pero me muevo para darle su espacio. —Cuando eras pequeño, te veías tan diminuto tocando tu bajo. Lo amabas. Pasabas horas… sabía que eras bueno, pero no tenía idea de cuánto. Estudio el suelo.

—Lo siento por la cena —dice—. Sé que eso no lo repara, pero me gustaría llevarte afuera esta noche. Lo haré por ti. —Tengo planes. —Mark, estoy tratando aquí… —Es un poco tarde. —Cruzo mis brazos protectoramente, para no dejar que nada de lo que diga me penetre. —Lo sé. Dije que lo sentía por la cena. —No es sobre la estúpida cena —digo—. Es sobre cómo solo nos dejaste. Quiero decir, ¿qué clase de madre deja a sus niños? Ni siquiera miraste atrás. Por años no quisiste nada que ver con nosotros. Y ahora… ahora, ¿se supone que tengo que estar todo feliz de que quieras estar en mi vida? ¿Se supone que simplemente olvide? No funciona de esa manera. —Me pongo de pie. Sé que estoy siendo irrespetuoso y papá se molestará, pero no me importa. —Tienes razón —dice—. Por favor no te marches. Por favor. Algo de la manera en que dice “por favor” me hace dudar. Su voz se eleva al final, la forma en que Grace solía hacerlo cuando realmente quería que hiciera algo. Me siento de nuevo. —Tienes absolutamente la razón. Fue horrible en lo que te puse a ti y a Grace. No hay explicación o excusa que pueda darte que deshaga eso. Pero me gustaría decir algo si escucharás. Miro al suelo, así que continúa. —Estaba en un mal lugar. Sé eso ahora, pero en ese momento, no pude pensar claramente. Me sentía atrapada por todo el mundo y todo. Estaba aterrorizada de que iba hacer algo atroz, a mí misma. Mi única opción, pensé, era irme. Me convencí de que se lo estaba ahorrando a mi familia, que sería mejor para ti y Grace, e incluso tu padre, si me iba. Estaba rota. Eventualmente encontré un terapista que me ayudó a pasar a través de alguno de mis problemas, pero para entonces, había esta tensión entre nosotros. No quería causar más daños, así que me mantuve distanciada.

—Era solo un niño —digo, recordando cómo Grace y yo nos abrazábamos el uno al otro en las noches, preguntándonos qué habíamos hecho para hacer enojar tanto a mamá que se fue. —Oh, Mark. —Su voz se rompe—. Tengo tanto que lamentar. Tanto que lamentar. Ojalá hubiera hecho las cosas diferentes. Desearía poder tomar todo el dolor que he causado. Desearía haber sido una mejor madre para ti y Grace, o incluso una decente. Siempre pensé que tendría más tiempo. Me dije que te lo explicaría cuando fueras más grande. Que entenderías que algunas veces llegamos al final de nosotros mismos y toma coraje encontrar nuestro camino de vuelta. »Pero entonces Grace murió y la ilusión de que siempre se puede hacer algo mañana se hizo añicos. Aunque conectamos un poco al final, nunca tuve la oportunidad de hacer las cosas bien con Grace. Eso es algo con lo que siempre tendré que vivir. Pero me gustaría ver si podemos seguir adelante. Me gustaría que me dieras otra oportunidad. Mi primera inclinación es dejarla en el banco, sola y herida como ella me dejó a mí todos esos años atrás. Sería un buen reembolso. Pero mamá queriendo hacer las cosas bien, entiendo eso. He causado mi cuota de dolor. Es el peor sentimiento. Recuerdo cuán bien se sintió cuando Sebastian y Hanna me perdonaron por ser un idiota. Desearía que Grace estuviera aquí. No tendría que asumir tanto por mi cuenta. Yo podría seguir su ejemplo. Pero no está. Solo somos mamá y yo y la tranquilidad entre nosotros. Los ojos de mamá están en sus manos, entrelazadas en su regazo. Me recuerdan a las manos de Grace. Son pequeñas pero sorprendentemente fuertes. Cuando enfermaba, mamá colocaba sus manos en mi frente. Se sentían tan frías contra el calor de mi cabeza. Me contaba historias de gigantes y dragones. Me llamaba su pequeño príncipe. Algunas veces me cantaba una canción de cuna llamada Uyayi, la cual decía que su madre le cantaba a ella hasta que cayera de vuelta al sueño. Incluso ahora puedo escuchar su voz, desvaneciéndose como un recuerdo que no estás seguro si fue real o parte de tu imaginación. Matulog ka na, bunso (Duérmete ahora, pequeño) Ang ina mo ay malayo (Tu madre está muy lejos) At hindi ka masundo (Y ella no puede venir por ti) May putik, may balaho (Hay barro, hay un pantano)

No tengo las palabras para decirle. Ellas vendrían muy tarde. Habrá un montón que solucionar entre nosotros. No puedes arreglar una vida de dolor en un par de minutos. Pero puedo hacer algo. Me estiro y coloco una de mis manos sobre las suyas. El cuerpo de mamá se sacude un poco y coloca una mano sobre la mía. Está fría y es suave como recuerdo.

26 Traducido por WendyC Corregido por Pily

A las cinco y un minuto de la mañana siguiente, veo a Hanna abrir su puerta, cerrar la cremallera de su chaqueta, tirar una bolsa sobre su hombro, y caminar a través de la calle hacia donde yo estoy esperándola con mi auto ya encendido. Señalo la hora en mi tablero cuando se instala en el asiento delantero. Gime. —No comiences. Estás lloriqueando como Sebastian. Me rio. —¿Es así como lo llamaremos ahora? Coloca sus pies en mi tablero y ata los cordones de sus zapatillas deportivas. Las señalo. —¿En serio? —Oh sí, el sagrado coche nuevo. Solo piensa como que estoy irrumpiendo. ¿Qué es ese olor? Voy a tener dolor de cabeza. —Arranca el pequeño árbol colgando de mi espejo retrovisor y lo tira a nuestro césped. —Guau. No eres realmente una persona madrugadora. —Cállate. Lo recogeré después. —Está bien. No hablar. —Enciendo el estéreo y una sonata de Mozart en la que estoy trabajando para la escuela llena el auto. Me muevo para cambiarla, pero ella dice: —Esta es agradable.

Conducimos los diez minutos a la base del sendero de la montaña con Mozart guiando nuestro camino. Todo está oscuro y silencioso. La autopista está vacía, lo que se siente como algo ominoso porque ¿cuándo está vacía la autopista en LA? Pero también es pacífico. Echo un vistazo a Hanna por el rabillo de mi ojo y su ceño se ha ido. Su cabeza descansa en la ventana y sus rasgos son suaves, como si estuviera a punto de quedarse dormida. Aparco junto al camino cerca de la entrada y salgo. Ajusto mi gorro y abrocho mi chaqueta. Desearía haber traído guantes. Le muestro a Hanna las dos botellas de agua que traje para nosotros, las cuales me ofrezco para cargar. Mete su bolsa debajo del asiento delantero del auto. —Bien. ¡Hagamos esta cosa! —dice Hanna, toda sonrisas tan pronto sale del auto. —¿Tomaste tus pastillas de felicidad? —La música. Siempre me hace bien. Sé lo que quiere decir. —Amo todo tipo de música, incluso un poco de country, aunque nunca lo admitiría. Pero la música clásica me lleva por completo a otro lugar. Probablemente porque he estudiado mucho de ella. Nos llevo por el camino con una linterna guiando nuestro camino. Caminamos lado a lado a lo largo del estrecho camino, bruscamente, cabezas abajo, enfrentando el frío. —Así que, ¿quieres hablar sobre eso? —pregunta. —¿Qué? —Anoche. Tu mamá. —Oh, eso. Quiere que le dé una oportunidad. —Guau. —Su voz está llena de preocupación—. ¿Qué le dijiste? —Le dije que lo pensaría. —¿En serio? —Hanna me mira de reojo, probablemente sorprendida porque sabe la historia.

—No en esas palabras. —¿Cómo te sientes realmente sobre eso? —Hace la pregunta como escogiendo las palabras cuidadosamente. Quiero decirle que no tiene que andar de puntillas a mi alrededor. Le ofrezco la verdad. —Extraño. Pero me gustaría que no estuviésemos más enfadados. Sin importar qué, es mi mamá. Puedo aceptar que es diferente ahora y lo siente por lo que hizo, pero no es como si pudiera regresar en el tiempo y cambiar lo que sucedió. —Al menos que seas un Terminator30. Me echo hacia atrás algo impresionado. —¿Has visto Terminator? —Es un clásico. Un poco anticuado con música y actuación cursi, pero el concepto aún lo sostiene. Sebastian me hizo verla con él a cambio de su ayuda con química —confiesa. Figúrate. Las películas de Terminator están en el canon de ciencia ficción de Sebastian. —Bueno, viajar en el tiempo nunca podría funcionar de todos modos —digo—. Demasiadas paradojas. —Eso es solo si ves el tiempo como lineal. Es un poco como la cosa del multiverso. Tienes que pensar en el tiempo como cíclico. Me detengo y la miro. —Guau, Sebastian y tú se hicieron cercanos mientras yo… Tú sabes. —¿Mientras estabas siendo Idiota Mark? —Sigue caminando. Me pongo a su altura rápidamente, preguntándome si debería disculparme de nuevo y si Sebastian la ayudó con algo más. Es bueno que se convirtieran en amigos, pero no quiero que consigan ser demasiado amistosos. Estuvo para ella en el momento en que claramente yo no, y no puedo cambiar eso, pero lo que puedo asegurar es que seré el único para ella en el futuro. Terminator: película estadounidense de ciencia ficción y acción de 1984 protagonizada por Arnold Schwarzenegger; tiene 3 secuelas para un total de 4 películas. 30

—Uhm, sí —murmuro—. Dije que lo sentía. —Lo sé, Mark. Solo estoy bromeando. —Si sigues enfadada, lo entiendo. Puedes decirme. —Mi voz es inestable. —Estamos bien. El alivio me inunda, aunque todavía me siento en el borde. Allí hay una conversación que debo tener con ella, pero no sé cómo empezar. —Además, eso es solo si regresamos en el tiempo —dice—. ¿Qué tal si pudiésemos viajar al futuro? Entonces no habría problemas con cambiar el pasado. —Excepto que cambies el futuro. —Puedo quedarme aquí, a salvo dentro del contexto de la conversación de viaje en el tiempo. Es más fácil que discutir nuestra relación. —Bueno, eso es solo si crees que los eventos están predeterminados. Ya sabes, la suerte y el destino y todo eso. ¿Va a ser cuesta arriba todo el camino? —Hanna ya suena sin aliento. —Sí, pero son zigzags, así que no es una larga colina por lo menos. —Zigzags o no, esto apesta. —Suspira ruidosamente—. ¿Cuántos kilómetros son? Ignoro su lloriqueo. —Me gusta la idea de la suerte, pero no creo que sea real. Es una salida fácil. Es la palabra que utilizamos para explicar algo o cuando queremos librarnos de nuestra responsabilidad. Nosotros elegimos la vida que vivimos. Es verdad. A pesar de que Grace fue arrebatada de mí, aún tengo la opción de cómo voy a vivir. No creo que fuese su destino morir a los diecisiete. Creo que un hombre tomó una mala decisión. Las consecuencias de eso fueron que Grace perdiera la vida. Y su muerte nos afecta a todos. Pero no fue el destino. Mi vida no está trazada para mí. Puedo escoger cómo quiero vivir. Puedo escoger estar enojado o no. O puedo optar por el amor. Miro a Hanna, pero ella está centrada en el camino.

—Tal vez es un poco como tener el sentimiento de que estás haciendo lo que se supone que debes hacer, como cuando tocas el bajo o cuando organicé la colecta de alimentos el año pasado en la escuela, te sientes bien. No, más que bien. Te sientes como si se supone que estés vivo. Quizás eso es destino. Mi cabeza duele. —Toca su sien—. ¿Podemos pensar en cachorros? —¿Cachorros? —Seh. Los cachorros son perfectos. Ellos son tan adorables. Los cachorros te aman, sin hacer preguntas. Cuando llegas a casa y te ven, todo su cuerpo se sacude de alegría. —Es una pena que crezcan para ser perros. Saca su lengua hacia mí. —¿Es seguro aquí? —pregunta Hanna. Miro alrededor en la montaña y los gruesos arbustos que enmarcan el camino. Debido a su pregunta, de repente tengo la sensación de que somos observados. No dejo que nos detengamos. Si lo hacemos, probablemente escucharemos toda clase de cosas moviéndose en las sombras. —¿Por qué? ¿Viste algo? —Apunto mi linterna en la dirección que está mirando. —No, es solo la oscuridad y estamos por nuestra cuenta. —Se está haciendo más claro. —Así es. Una fluorescente luz azulada débil apenas está comenzando a arrastrarse en la noche, lista para que sea de día. Ni siquiera necesito más la linterna. —Sabes lo que quiero decir. Podría haber un asesino en serie o algo aquí. —Seh, ya sabes, todos esos asesinos seriales quienes aman ir de excursión a primera hora de la mañana. —O gente extraña. Extraña gente excursionista. Personas que viven en tiendas de campañas. Personas que viven de la tierra, fuera de las redes eléctricas. —Está aterrándose, así que le doy una palmadita, pero ella se cuelga enrollando su brazo con el mío.

—Ustedes estuvieron increíbles anoche, por cierto —dice Hanna, cambiando el tema. —Gracias. —La acerco más a mi porque no quiero correr ningún riesgo de que tropiece en el borde. Estamos bastante lejos, y mirando por encima del acantilado, veo que caer desde aquí seria mortal. —Voy a decir algo serio —dice—. Solo estoy preparándote. De repente estoy preocupado, aunque Hanna me ha hecho esto antes y luego dice algo como “No me gusta la pizza de masa fina”, todavía me preparo para lo que tiene que decirme. Quizás ella saque el tema de nosotros. —Tienes un don con la música —dice—. No sé cómo lo harás, pero tienes que seguir tocando. Quizás en Berklee31 o quizá no, pero tienes que tocar. Me relajo. Ninguna charla sobre definir lo que está pasando con nosotros. Estoy un poco decepcionado porque si Hanna lo menciona, nos obligaría a tener la conversación. —Durante mucho tiempo solía pensar que la música era sobre las notas —dije—. Pero ahora pienso que es más sobre los intervalos entre las notas. Es fácil para mí perderme en ellas porque la música está en todas partes y cuando estás escuchándola o tocándola, sabes que no estás solo. —Mira, incluso cuando hablas sobre eso, un don. Aprovecho la oportunidad y digo: —Deberíamos tocar juntos alguna vez. —No estoy pidiéndole una cita, pero es en la dirección correcta. —Oh, no. De ninguna manera. —¿Por qué no? —¿Recuerdas esa vez? Fuiste muy molesto porque no podía mantener el ritmo. Además no estoy segura de cómo pueden funcionar un bajo y un violín.

31

Berklee: Universidad de Música en Boston Massachusetts.

—Es poco convencional, seguro, pero Edgar Meyer hace mucho con el violonchelo y el bajo; estoy seguro de que podemos combinar un bajo y un violín. Cualquier cosa podría funcionar. —Hablo de música, pero estoy pesando en Hanna y en mí—. La mayoría de las cosas pueden, si lo quieres lo bastante. Pero Hanna no tiene ni idea. —Cachorros —dice—. Solo atengámonos a los cachorros. Continuamos por el sendero, y entre más alto vamos, más nítido y claro se siente el aire. El creciente sol nos da un poco de calor. En el verano puede ser brutal venir de excursión aquí porque no hay ni una sombra y es tan seco que la suciedad entra en tu boca. Quieres empezar súper temprano y llevar un montón de protector solar y agua, pero en esta época del año esta frío en la mañana. Es normal que esté bastante lleno también, pero supongo que estamos aquí antes que las multitudes. Paso una botella de agua a Hanna y ella se detiene a la mitad de un paso para tomar un largo trago antes de dármela de nuevo. *** —Está bien, así que podemos ver el amanecer desde aquí ¿no? — dice—. Quiero decir, ¿la lista decía que debíamos llegar a la cima? ¿No decía solo “caminata para ver el amanecer”? Estoy de pie tras de ella y pongo mi mano en su espalda baja. —Casi allí. —Gentilmente la empujo hacia adelante—. Esta es la parte más difícil. Sigo hablando para distraerla. —Vas a amarlo. Está este viejo automotor en la cumbre porque hace mucho tiempo lo usaba un gran hotel para que la gente cabalgara hasta él para quedarse. Las ruinas del hotel están allí también, aunque solo los cimientos y algunos letreros con fotografías. Hay también un viejo teléfono. —Pero papá estoy agotada —se queja. Se inclina hacia atrás a mí incluso más. —Vamos, no puedo cargarte hasta arriba. —Sigo empujándola la última parte del camino donde se detiene la escalada y se esparce en un

camino de tierra plateada—. Sigue moviéndote, ves no queda nada del camino. Señalo la pista y los restos oxidados de un coche. Hay malas hierbas que crecen a través de las ruedas. La maniobro alrededor de unas rocas y luego una cresta plana domina el valle de casas repartidas bajo nosotros como una escena en una postal. Llegamos justo a tiempo. Cuando la fuga de una luz naranja se enciende a nuestro alrededor. Es como un lienzo de algún artista invisible el cual va agregando nuevas capas a cada segundo. Digan lo que quieran acerca de la contaminación, pero da a LA algunos amaneceres y atardeceres increíbles. —Guau —susurra Hanna. —Guau. —Ni siquiera es suficiente. He visto amaneceres antes, pero nunca desde esta altura. La perspectiva te da una claridad que no consigues en la tierra. Soy tan pequeño, como una hormiga en la colina. Mirando el cielo quemando, pienso cómo sale el sol todos los días no importa lo que esté pasando alrededor. No importa quién debe levantarse temprano para ir al trabajo, no importa que el trabajo sea hecho, no importa cuántas peleas tengan las personas, no importa la felicidad o la tristeza. La vida continúa. Tal vez porque Hanna está de pie aquí conmigo o porque he vivido a través de algo terrible y nunca pensé que encontraría mi camino fuera de ello, pero la idea no me deprime. Me hace darme cuenta que soy parte de algo más grande que yo. Mientras estoy vivo, estoy debajo de un cielo sin fin o en un planeta con un sistema solar que está alojado dentro de un universo masivo. A medida que el calor golpea mi cuerpo, cada célula dentro de mí grita: ¡Existo! ¡Estoy aquí! Eso no es algo que perderse. Hanna desplaza su cuerpo junto a mí. No estoy solo, y eso me da esperanza. —¿Quieres decir probablemente lo hará.

algo?

—pregunto

a

Hanna,

—Grace, espero que te guste tu amanecer. Vemos los colores transformándose en el cielo.

sabiendo

que

—Vamos —digo—. Vamos a utilizar el teléfono de eco. —¿Qué es eso? —Hay un eco natural a través del cañón, por allá. —Señalo hacia la montaña al otro lado de nosotros—. Colocaron un teléfono para hablar a través y tu voz se eleva aún más. —La llevo al dispositivo, que es aproximadamente de la altura de Hanna. Es un simple artilugio, basta con una base de metal y un embudo en la parte superior, como un megáfono. Pienso en lo que voy a decir y grito en la boquilla: —¡Hola! —Sí, muy ingenioso. En un par de segundos mi voz hace eco dos veces a través del cañón—. ¡Grace! —grito en el teléfono. Su nombre resuena contra las paredes de rocas tres veces antes de desvanecerse en nuestra audición. Me imagino que el sonido viaja hasta que le llega a ella. Miro atrás hacia Hanna y está sosteniendo su sien con su mano. —¿Estás bien? —Seh. —Sacude su cabeza como si estuviese despertar—. Solo un poco mareada. ¿Qué debo decir?

tratando

de

—Lo que quieras. —Doy un paso a un lado. Pone su boca en el teléfono y dice: —Te extraño. —No es tan claro como una palabra, pero la voz de Hanna llena el cañón. Hanna se mueve hacia atrás del teléfono de eco dejándome otro turno. Digo un montón de cosas tontas, como: —Hamburguesas de queso. —Y—: ¡Yo Santos! —Y cosas así—. Tu turno —le digo a Hanna, pero ella no responde. Está mirando hacia el cañón, y deja escapar un gran bostezo. —No. He terminado. —Tuvimos la oportunidad de levantarnos antes del amanecer. — Tomo un trago de agua ofreciéndole un poco, pensando que quizás está deshidratada. —Estoy bien —dice por el borde y camina de regreso al acantilado con una vista del valle y se sienta en la tierra. Tengo este zumbido en el fondo de mi mente, una bandera roja.

—¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? —Desearía que dejaras de hacer eso. Dije que estaba bien. No soy una niña. No había escuchado un Pepe sonar o algo, pero Hanna actua malhumorada como si estuviese baja. —Sé que no eres una niña. —Mantengo mi voz calmada, así no la irrito—. Pero pareces un poco apagada. —Estoy bien —dice de nuevo, pero su cabeza se inclina y de repente parece muy cansada, casi chiflada. Ahora estoy preocupado. He visto a Hanna tomar esta forma antes cuando necesitaba algo alto en azúcar rápido. —¿Quieres que chequee Pepe para mí? —Estoy bien. —Cruza sus brazos sobre su pecho y mira al frente. Trato una táctica diferente. —¿Qué tal si hacemos una apuesta? —No me gustan las apuestas. —¿Desde cuándo? Si gano, tú tomas algo. Si ganas, te debo veinte dólares. —Miro alrededor por su bolso, recordando que lo dejó en mi auto. Probablemente tiene una barra proteínica en su bolsillo. Ella acaricia su lado. —Pepe está bajo control. Me agacho a su lado y me acerco a su rostro. —Hanna déjame ver a Pepe. —No. —Mantiene su brazo contra su costado, protegiendo su bomba de insulina de mí. —¿Por favor? —ruego. Se está poniendo más difícil así que es grave. —No.

Recuerdo cuando su mamá me dijo que cuando se ponía terca, necesitaba ser firme. —Hanna, voy a revisar a Pepe. —Meto mi mano bajo su brazo para moverlo y pone mala cara, pero no opone mucha resistencia. Efectivamente, su bomba está más baja de cincuenta y cinco, lo que creo es bastante bajo. Encuentro su mirada—. ¿Ves? Tenía razón. Yo gano. No es que quiera regodearme o algo. Suelta un suspiro de exasperación y me mira. —¿Así que por qué no comes algo, sí? —Uso la voz que uso con Fern cuando necesita un poco de persuasión—. Déjame ver qué tienes contigo. Puedes ponerte de pie, ¿por favor? —La ayudo a levantarse. Acaricia sus bolsillos. —Ups —dice y se ríe—. Creo que lo olvide. —¿Qué? —Comienzo a buscar en sus bolsillos, a pesar de que está golpeando con fuerza para alejar mis manos. —Oye, detén eso. No tiene comida alguna, un paquete de azúcar o incluso su pluma de glucógeno la cual carga usualmente para emergencias. Ruego que todo esté en su mochila en el auto. ¿Por qué no la trajo con ella? —Hanna, Hanna, escúchame. —Estoy a su nivel ahora, justo en su rostro, el cual se ha puesto pálido. Sus ojos están mirando hacia mí pero no mirándome. Sus pupilas están dilatadas—. Tu azúcar está muy baja. Necesitamos averiguar cómo conseguir que vuelva a su nivel normal. Estoy tratando de mantener la calma por ella, pero estoy empezando a enloquecer. Es un largo camino de regreso al auto. No hay nada alrededor de nosotros. ¿Cómo vamos a bajar de la montaña? —No está tan baja. Déjame en paz Mark. —Se tambalea lejos de mí. —Espera —digo. Agarro su brazo, preocupado de que pueda acercarse demasiado al borde. Se sacude mi mano. —Siempre haces esto. Tratando de cuidarme todo el tiempo. No lo sabes. —Mueve su mano hacia mí. Pequeñas gotas de sudor formándose

en su frente—. No voy a hacer el pastel. No lo haré. Es, no lo sé, un buen momento. No estoy cansada, no quiero ir a la cama todavía y él es algunas veces divertido, pero otras veces molesto. —Ella no tiene sentido. Esto es malo. Realmente malo. Mi mano tiembla mientras marco al 911, pero no hay servicio en mi teléfono. Camino alrededor sosteniéndolo hacia afuera, tratando de conseguir señal, pero no hay nada. Estamos en las montañas. Es casi imposible tener recepción aquí. Tomo el teléfono de Hanna de su bolsillo trasero. Lo mismo. Sin señal. Hanna se sienta de nuevo en el suelo. No puedo entrar en pánico. Sé que si no consigo ayuda, puede desmayarse o peor. El miedo me agarra de repente. No puedo pensar en algo peor. No va a ser peor. —Está bien, Hanna. Esto es lo que vamos a hacer. Vamos a bajar esta montaña. —Trato de calcular el tiempo en mi cabeza. Nos tomó alrededor de una hora para subir. Es probable que sea alrededor de cuatro kilómetros, pero cuesta abajo debemos ser capaces de hacerlo más rápido. Incluso podemos correr. Hanna sonríe como si estuviese borracha, pero al menos no trata de pelear conmigo mientras la ayudo a ponerse de pie, pongo mi brazo alrededor de su cintura y tiro de ella a mi lado. Está murmurando algo, pero realmente no puedo escucharlo. —Vamos. Empezamos a caminar hacia abajo. Hanna actúa como una sonámbula, tropezando más que caminar. Está despierta pero no del todo presente. Tengo que guiarla en cada paso. —Esto va a ser una loca historia que vamos a decirle a la gente algún día. Solo quédate conmigo. Estás haciéndolo bien. —Mientras digo las palabras, el cuerpo de Hanna se debilita, y la capturo antes de que caiga. Lentamente me arrodillo en el suelo con ella. —Hanna. —Sostengo su rostro. Su piel es suave. Sus ojos están cerrados. Pongo mi cabeza en su pecho. Aún respira regularmente y está murmurando. Abre sus ojos, pero está fuera de sí. Estamos completamente solos en el medio de la nada. No hay ni siquiera excursionistas. Mi corazón está acelerado y no tengo tiempo de

pensar. La recojo, acunándola como un niño, y empiezo a caminar tan rápido como puedo mientras bajo la montaña. En las curvas es difícil cargar el peso de Hanna. Mis rodillas colapsan mientras trato de correr con ella, y tengo que frenar mi ritmo. Trato de pensar en algo más, cualquier cosa menos en cómo están quemando mis brazos y en cómo mis piernas están dispuestas a renunciar. Pienso en la primera vez que conocí a Hanna. El día después que se mudó al frente de nosotros al otro lado de la calle. Grace estaba tan emocionada de tener una chica de su edad en el vecindario. Yo estaba decepcionado de que no era un chico, pero entonces vino con su patineta. Quizás ese fue el día que me enamoré de ella. Casco rosa, patineta verde y rosada, protectores de hombros y rodillas. Se veía como una aspirante a patinadora. Pero cuando hizo su primer salto en la rampa, era real. Miré hacia Hanna, cabeza hacia atrás, boca abierta, cabello colgando flácido. No podía morir así. Mi cuerpo había roto en sudor. Mi pulso estaba corriendo muy rápido, golpeando tan fuerte que estaba martillando en mi cabeza. Tuve que detenerme y descansar, acostándola en el suelo. Grito. —¡Ayuda! Esta vez no hay ningún eco porque estamos afuera en la intemperie a un lado del acantilado, con solo árboles y rocas rodeándonos. Grito de nuevo. —¡Ayuda! Ninguna respuesta. Nadie viene por nosotros. Hanna va a morir. Me pongo a su lado en el suelo. Va a morir en mis brazos. Hanna me mira. Trata de hablar, pero es una tontería. Saco mi teléfono de nuevo. Tengo una señal débil. Una barra. Marco al 911. Un operador contesta. —Novecientos once. ¿En qué puedo ayudarle? —Necesito ayuda. Tengo una diabética. Está en problemas. Estoy haciendo senderismo en la Montaña Echo. ¿Puede enviar una ambulancia o algo?

El operador en la línea pregunta de nuevo por mi ubicación y le digo. Se mantiene haciéndome preguntas sobre la condición de Hanna como si tuviéramos todo el tiempo del mundo y quiere que me mantenga en la línea con ella mientras llega la ayuda. Le digo que no puedo esperar, y mantengo el teléfono pero lo coloco en mi bolsillo trasero, suponiendo que pueden rastrearlo o algo. Ayudo a Hanna a ponerse de pie poniéndola de alguna manera sobre mi hombro. Comienzo a correr por el sendero. Por favor, Dios. Por favor, Dios. Digo una y otra vez en mi cabeza. No esto. No de nuevo. Haré cualquier cosa. Comienzo a hacer tratos, aunque incluso sé que las posibilidades de que Dios necesite hacer un trato conmigo son escasas. Sigo ofreciendo cualquier cosa, todo lo que tengo. Mi auto. Mi bajo. Nunca voy a tocar música de nuevo, o, espera, tocaré para la iglesia todos los domingos. Por favor no dejes que Hanna muera. Zigzagueo de ida y vuelta por el camino, ignorando el dolor en mis rodillas. Hanna no va a morir. Puedo hacer esto. Presiono a través de la quemadura y el agotamiento en mis miembros. El sol está arriba y todo está brillante, pero mi mente me lleva donde está oscuro. *** Es de noche. Estoy de cabeza en mi coche. Me toma un momento entender qué acaba de suceder. Tuvimos algún tipo de accidente. Mi cabeza duele mientras me estiro para tocarla. Esta mojada y pegajosa con sangre. —¿Grace? —digo, y me giro hacia ella. Ella está al revés también, pero aplastada hacia arriba, su cabeza tocando lo que era el techo del auto, y curvándose hacia su pecho. Sus ojos están abiertos—. ¿Grace? ¿Estás bien? No dice nada. Solo mira. Algo sobre su mirada hace enfermar mi estómago. No creo que esté respirando, así que espero un par de segundos, observando su pecho. No parece moverse. Desabrocho mi cinturón de seguridad y trato de abrir la puerta. Tengo que patear varias veces hasta que se abre y me arrastro hacia afuera sobre el vidrio roto.

—¿Estás bien? —Un hombre corre hacia mí. Se inclina hacia mi rostro—. ¿Estás herido? Lo siento mucho. Ni siquiera te vi. —Me ayuda a ponerme de pie. —Mi hermana. —Apenas puedo salir. Empujo más allá de él para llegar al lado del pasajero. Su puerta esta doblada y rota como si alguien hubiese tomado un enorme puño y lo golpeara en el lado del pasajero del auto. Con la ayuda del hombre, la abro y llego a su lado. Ella todavía está mirando algo. —Grace. —Desabrocho el cinturón y caigo sobre ella. —Espera, ¿deberías moverla? La ambulancia está en camino. —Hay temor en su voz, pero lo ignoro y sigo tirando de Grace hasta que sale libre del auto. —¿Cómo está ella? La ayuda está en camino —grita en su teléfono—: El puente de la Colorado Street. No lo sé. Son dos de ellos. Uno no se mueve. Me siento en el asfalto y sostengo a Grace así que está mirándome a los ojos. Hay sangre, muchísima sangre emanando de su cabeza. Está mojando a través de mis jeans donde descansa su cabeza. Sigo esperando, esperando el aliento. —¿Está respirando? Oh Dios. Oh Dios. Lo siento. Lo siento. —Grace. Grace, no me dejes. —Aliso algunos mechones de su oscuro cabello de su rostro, pero sus ojos están ausentes y me dicen que ya se ha ido. *** En la distancia, escucho las sirenas. La abrazo a mí y tropiezo hacia el sonido. Rompo a través del fondo del camino y en la calle. —¡Ayúdenme! Auxilio. —Caigo en el asfalto con Hanna, confundido por un momento porque pensaba que estaba sosteniendo a Grace—. Es diabética —forzó a salir. —La tenemos —me dice uno de los paramédicos de emergencias.

Le dan a Hanna un trago de algo de inmediato. Mientras los veo trabajar en ella, no puedo calmar mi respiración. Mis manos están hormigueando y me siento mareado. Mi cuerpo tiembla, como si estuviese helado hasta los huesos, pero estoy empapado de sudor. Trato de preguntarle al paramédico que está conmigo, una pregunta, pero mis dientes están castañeando demasiado. —Va a estar bien —me dice el paramédico, y pone una fina manta sobre mis hombros. Grietas se rompen en lo más profundo de mí. Trato de mantenerlas juntas, pero no soy lo suficientemente fuerte. El sentimiento se eleva en mi garganta. Trato de toser. Mis ojos se llenan y las gotas caen, corriendo hacia abajo en mi rostro. Las seco, pero siguen viniendo. Es como si una presa hubiese sido removida. No puedo detenerlas. —¿La cargaste todo el camino? Asiento. Se sienta a mi lado y me da una palmadita en la espalda. —Lo hiciste bien. Salvaste su vida. Pero tu cuerpo está en shock. Vas a salir de eso. ¿Ves esta bolsa? Quiero que tomes respiraciones profundas para mí. Te ayudara a dejar de hiperventilar. No puedo sostener la bolsa porque mis manos están temblando demasiado, así que él sostiene la bolsa en mis labios. Inhalo en ella lentamente mientras puedo y sigo con una lenta respiración hacia afuera. Hago esto un par de veces y ayuda. Pero no detiene las lágrimas. Y las lágrimas me hacen difícil respirar. —Lo… lo siento —balbuceo. —Nada que lamentar. Has pasado por un trauma. Llorar es la forma de liberar parte de la tensión. Si necesitas… Me agacho y vomito justo en sus pies. —Seh, estaba llegando a eso. —Acaricia mi espalda con un ritmo suave—. Eso está bien. Vas a estar bien. Ella va a estar bien. Hiciste lo correcto. Todo va a estar bien. El paramédico me ayuda a subir a la ambulancia junto a Hanna. Está tumbada, amarrada a una camilla. Gime y abre sus ojos. Veo que no me ha dejado como temía. La ambulancia comienza a moverse, y recuerdo esta escena, pero es Grace quien está en la camilla. Tengo una banda

alrededor de mi cabeza y el paramédico está diciéndome que me acueste, pero no estoy escuchando. Le digo que salga de mi camino, que tengo que llegar a mi hermana. Sus ojos están cerrados. ¿Por qué sus ojos están cerrados? Tiene todo tipo de tubos en sus brazos y esta vistiendo alguna mascara que es demasiado grande para su rostro. No puedo verla. Finalmente me deja sostener su mano. Está fría, tan fría, pero la sostengo apretadamente, calentándola con la mía. Ignoro el olor a sangre que está sobre nosotros en la ambulancia. Hanna trata de decir algo. Me muevo cerca y tomo su mano. Me sonríe a través de su máscara. —Vas a estar bien —le digo. Está hablando de nuevo, así que doblo mi cabeza hacia ella. —Gracias —susurra. Mi frente toca la suya y algunas de mis lágrimas manchan su rostro.

27 Traducido SOS por darksoul18 Corregido por Lu_Rodriguez

Papá y Jenny vienen al hospital. Papá me agarra en un abrazo violento. Jenny es un poco más suave. Su terror y alivio casi me matan. —Cuando recibí la llamada... —comienza papá pero no puede terminar. —Lo sé, papá. Lo sé. Estoy bien, solo en shock. —Les hablo de Hanna cayendo y cómo la cargué para bajarla de la montaña. —¿Está bien? —pregunta Jenny. —Eso creo. Fue coherente durante el viaje en ambulancia, aunque no hablamos mucho. Ella descansaba. —Estoy orgulloso de ti, hijo —dice papá. Aprieta mi brazo. De repente tengo que salir de allí. La idea de pasar más tiempo en la sala de emergencias es demasiado para mí. No dejo de pensar en la última vez que estuve aquí. Mi espalda estaba contra la pared, sangre por todas partes, no queriendo que nadie me tocara, ni siquiera papá y Jenny cuando vinieron corriendo hacia mí, esperando oír lo que estaba sucediendo con Grace detrás de una de las puertas. No podía decirles que ya estaba muerta. ¿Cómo podía decirles eso? —Sí, bueno, ¿nos podemos ir? Tengo que ir a buscar mi auto. —El coche puede esperar —dice Jenny—. ¿Quieres ver a Hanna? —No —le digo. Incluso el olor del hospital me está afectando—. Tengo que irme. Es este lugar... Como si mi padre lo entendiera, dice: —Claro, por supuesto. Déjeme ver el alta con el médico. —Se va hacia el escritorio de enfermeras.

—Eso debe haber sido aterrador, ver a Hanna de esa manera —dice Jenny. Al pensar en Hanna casi muriendo empiezo a sentir la presión construirse detrás de mis ojos. Me encojo de hombros, temiendo hablar de eso porque voy a empezar a llorar otra vez. Jenny toma mi mano. —¿Está aquí la madre de Hanna? —Sí, está con Hanna. La mamá de Hanna corrió toda frenética hacia la sala de espera. Me vio y le dije lo que pasó. Antes de ir a ver a Hanna, me abrazó y me dio las gracias por salvar la vida de su niña. Papá regresa a nosotros. —Podemos irnos. Nunca fuiste admitido o de lo contrario tomaría por siempre sacarte. Así que podemos salir, o si primero quieres decir adiós a Hanna, podemos esperar. —No, estoy bien. —Todavía no puedo enfrentar a Hanna. Todo es demasiado reciente y revuelto y confuso. Salimos de la sala de emergencia en una cadena conmigo en el medio y los brazos Jenny y de papá ligados con los míos. Normalmente me importaría toda la atención, pero hoy no. Hoy me hace sentir amado y necesito eso. Papá nos conduce de vuelta a la entrada del camino así puedo recuperar mi auto. Empieza a insistir que él conducirá y que yo me vaya con Jenny, pero por décima vez les digo que estoy bien y que realmente me gustaría estar solo. Lucen heridos, así que les aseguro: —No es nada personal. Necesito, ya saben, despejar mi cabeza. Por favor. Jenny y papá intercambian una mirada. Papá dice:

—Mantén prendido tu teléfono. —Trata de mantener la preocupación fuera de su voz, pero la oigo. —Por supuesto. Se alejan y me siento por unos momentos en mi auto. La calle está casi llena de coches aparcados, un contraste directo a la mañana. No puedo creer que sea solo un par de horas desde que me estacioné y Hanna y yo comenzamos nuestra caminata. Cuán rápidamente todo puede cambiar. Hanna estará herida porque no la vi en el hospital, a pesar de que sabe que odio los hospitales. Pero rechazo ese pensamiento. Me debato sobre llamar a Sebastian, pero decidido no molestarlo mientras está trabajando. ¿Qué diría de todos modos? ¿Lo siento? Arranco el auto y me dirijo hacia el puente. Camino a lo largo del camino y me sorprendo de nuevo en este pequeño pedazo de naturaleza escondido entre las autopistas y edificios. Es diferente durante el día: todas las flores y los mosquitos y la gente paseando perros, sin sombras, ni fantasmas. Lo prefiero, sin embargo, en la paz de la noche, cuando no hay muchos coches zumbando. Subo a la cima y camino a lo largo del puente. Hay una interrupción en el tráfico, así que orillo hacia la acera y salgo hacia el camino. Me agacho cerca del asfalto. La mancha sigue ahí. La parte que olvidaron cuando el equipo de limpieza intentó quitarla después del accidente hace tantos meses. La mancha de sangre. Mía o de mi hermana o de ambos, no importa de quién. Compartimos el mismo tipo de sangre. Es nuestra sangre. Paso mi mano a lo largo de color oxidado, como si pudiera quitar algo de este. Los autos comienzan a tocarme la bocina. —¡Sal del camino! —Un conductor grita mientras maniobra a mí alrededor. Tiene razón. Estoy loco por estar aquí. Corro hacia la pasarela peatonal antes de que alguien me golpee. Me siento en el frío banco de cemento, inclinándome hacia adelante con las manos dobladas en frente de mí. Oh, Grace, pienso. Debería haber sido yo, o por lo menos debería haber estado contigo. ¿Por qué conseguí vivir? Hay esta presión abrumadora para que mi vida signifique algo. Debo

haber sido salvado por una razón, ¿verdad? ¿Qué pasa si no cumplo con las expectativas? ¿Y si fracaso en mis decisiones y mi vida es algo regular y aburrida? Mi pierna se sacude. Grace solía odiarlo cuando éramos más jóvenes y me sentaba detrás de ella en clase y ponía mi pie en su silla y rebotaba. Decía que estaba experimentando su propio terremoto personal. Grace por lo general insistía en tener la razón y no se movía hasta que cedías. Era muy práctica, una pensadora a fondo. Solía volverla loca por no querer tomar una decisión hasta el último minuto. Siempre estaba planeando. Siempre estaba tarareando. Siempre podía hacerme reír o entrar en razón. Pienso en lo mucho que la necesito y lo difícil que la vida ha sido sin ella. Quiero a Grace de vuelta. Quiero que las cosas sean como antes. Quiero saber qué se supone que debo hacer ahora. Quiero a alguien más para entender todo esto. No quiero quedarme con alguna estúpida lista de tareas pendientes. Cuatro hechas, una pendiente. Pensé que habría un cierre al completarla, como si al hacer todas las cosas de la lista no la extrañaría tanto. Pero todavía la extraño. Y el dolor de su muerte no se ha ido. No es tan crudo como solía ser, pero todavía es profundo, incrustado como un cuchillo sin filo. Si tan solo pudiera eliminar esa hoja, tal vez el dolor disminuiría. —Lo siento mucho —susurro. Las palabras se repiten en mi mente, pero con una voz diferente. En la noche del accidente, el otro conductor dijo que lo lamentaba una y otra vez. Recuerdo la angustia en sus ojos. Me seco las lágrimas de mi cara con la puedo seguir viniendo aquí. Grace no está aquí; de nuevo a mi coche. Papá y Jenny estarán debería ir a casa. Quiero ir a casa. Recibo caminando. Es Hanna. ¿Dónde estás? De vuelta en casa. ¿Te sientes bien? Sí. Perdón si te asusté. He visto cosas peores, ja, ja.

manga de mi camisa. No nunca lo estuvo. Me dirijo preocupados, por lo que un texto mientras estoy

En serio, gracias. De nada. Aun así fue un hermoso amanecer. Sí. Lo fue, hasta que Hanna casi se muere. Pero no lo hizo. No murió. Va a vivir y ver otro amanecer. Y por primera vez desde el accidente, no me siento culpable sobre esperar estar ahí con ella. *** Más tarde esa noche no puedo dormir. Me levanto para ver si hay algo que comer. Luz se desliza por debajo de la puerta de la habitación de Grace. Dudo, luego llamo suavemente. —Adelante —dice papá. Lo encuentro sentado en el suelo en su bata con un par de los cuadernos de Grace extendidos a su alrededor. —¿No puedes dormir? —pregunta. Niego con la cabeza. —Yo tampoco. —Hace un gesto hacia los cuadernos. —Grace era tan talentosa. Sabía que escribía, pero lo mantenía tan en secreto. Perdón si esto te molesta, pero después de hoy, cuando pensé… cuando recibí esa llamada desde el hospital… Necesitaba leerlos. —No, lo entiendo. —Me siento a su lado—. ¿Puedo ver uno? Papá me entrega un pequeño diario rojo. Lo abro en la primera página. La fecha es de hace dos años, justo al comienzo del año escolar. Paso a través de las páginas y rio de su lista de cinco personas que se deben evitar, pero lo que me sorprende es que River es la número cuatro. ¿Estaba tratando de evitarlo porque le molestaba o porque le gustaba? Probablemente lo último. Las chicas siempre están jugando juegos como ese, aunque es difícil para mí imaginar a Grace como una de esas chicas. Era bastante directa conmigo. Pero era su hermano, no un potencial interés amoroso.

Mark es un idiota. A veces lo odio. Pero también lo amo. Voy a traerlo de vuelta cuando menos se lo espere. No tengo ni idea de a lo que se está refiriendo, pero obviamente era algo grande. No lucho contra las lágrimas que vienen. Después de enterrar el dolor durante tanto tiempo, es como una corriente que no puedo reprimir más. No quiero. Estoy cansado de huir de ella. —He estado tan enojado. La extraño mucho. —También la extraño. Era mi hija. Es antinatural e impensable tener que enterrar a tu propia hija. Pero ustedes dos, compartían una cercanía que no puedo imaginar. —Sus ojos estánllenos de lágrimas. Sentado aquí, llorando con mi papá, sintiéndome un poco incómodo, teniendo lo que necesito, doy un paso más allá. —Perdón por no pensar en lo difícil que ha sido para todo el mundo. Pone su mano en mi brazo. —Vamos a salir de esto. Encontraremos un camino, juntos. Quita su mano y se limpia los ojos. —¿Dice algo bueno en la tuya? —Señalo la libreta que tiene abierta. Papá me la ofrece, pero le pido que mejor la lea en voz alta. Se pone sus gafas de vuelta.

Sé que Dios tiene un propósito para mi vida. No tiene por qué implicar salvar al mundo ni nada, pero quiero que mi vida importe. Eso hace que mi corazón duela un poco. Grace murió antes de que llegara a descubrir su propósito, aunque supongo que ella viviendo y nosotros conociéndola ya era una gran victoria para nosotros. Nos cambió a todos nosotros y todavía lo hace incluso ahora que se ha ido. Papá lee otra:

Hay suficiente peste para dar la vuelta al mundo como cincuenta millones de veces. Voy a iniciar una campaña nacional. Necesitamos un día

donde las personas se unan y dejen de apestar juntos. Lo llamaré "El día en que todo el mundo está de acuerdo en no apestar". Me rio porque escuchar a papá decir tanto la palabra "apesta" es muy divertido. Tomamos turnos para leer pasajes de los diarios de Grace. En algún momento, Jenny se da cuenta de que papá no está en la cama y entra. Se sienta en el suelo junto a papá y yo. Se une a nosotros para leer las palabras de Grace. Hay risas y lágrimas. La voz de Grace es fuerte y clara en la página y se propaga a través de la habitación como un bálsamo curativo. Incluso Fern se despierta y entra y se sienta en mi regazo. A pesar de que solo cuatro de nosotros están en la habitación, ella está aquí. Grace está aquí. Somos una familia de nuevo.

28 Traducido por Lu_Rodriguez Corregido por Ivonne

Me siento dentro del coche al otro lado de la calle de la casa. Estoy trabajando en mi valentía. Grace pensaba que yo no le temía a nada, pero eso no es cierto. Simplemente lo escondo mejor que la mayoría. Pero hoy no es sobre Grace. Hoy es sobre mí eligiendo la vida. Respiro hondo y lo suelto en un gran zumbido antes de salir del coche. Me reviso en la ventana. He quitado mi gorra, y aliso mi cabello con mis manos. Estoy usando una camisa negra con botones, mi mejor par de jeans. Estoy listo. Llamo a la puerta marrón. Unos momentos después una mujer responde. —Hola, ¿señora McAllister? Mi nombre es Mark Santos. Me preguntaba si el señor McAllister está aquí. Sus ojos se abren cuando ella reconoce mi nombre, pero ella dice: —Sí, voy por él. Cierra la puerta en parte y no me invita adentro. Cautelosa. Quién sabe lo que está pensando. Tal vez la asusté. ¿Acaso piensa que estoy aquí por venganza? Probablemente yo creo lo mismo. El señor McAllister llega a la puerta con pantalones vaqueros y una camiseta. No lo reconozco porque mi recuerdo de él es borroso. —Señor McAllister, mi nombre es Mark Santos. —Sí, sí, Mark. —Su voz es como la recordaba—. Adelante —dice, y lo sigo al interior hasta la mesa de la cocina—. ¿Puedo ofrecerte algo? ¿Un poco de agua? ¿Jugo de naranja? El televisor está en la sala, reproduciendo una caricatura que me gusta. La parte de atrás de las cabezas de dos niños me recuerdan cómo Grace y yo solíamos hacer lo mismo en las mañanas de sábado. Él coloca

dos aguas sobre la mesa. Extiendo la mano y tomo un trago, tratando de no mover el vaso. —Señor McAllister. —Tony, me puedes llamar Tony. —Tony. —Aclaro mi garganta—. Vine aquí, bueno, esta no es la primera vez que he venido. No he sabido qué decir, así que por lo general me alejo. Él palidece un poco por la admisión. Es probable que esté pensando que yo le haré daño, y honestamente hay una pequeña parte de mí que le gustaría romper esta mesa y chocarla en su rostro. Pero no lo hago. —Después de la muerta de Grace, quería que muriera. Quería que sufriera. Pero luego vine aquí y lo vi jugar en el frente con sus hijos. Y… no tenía sentido desear eso más. —Tomo otro sorbo de agua. Su esposa me observa desde un lugar dentro de la cocina. Sus manos agarran el borde del mostrador como si tuviera miedo—. Lo que estoy tratando de decir es que sé que fue un accidente. Lo que pasó en realidad nunca tendrá sentido. Daría cualquier cosa por tener a Grace de nuevo, pero eso no es posible. Tengo que seguir adelante o no estaría realmente viviendo, y Grace no querría eso para mí. Ella querría… ella querría que yo viva. Así que parte de mí hace eso diciendo… lo perdono. Cuando digo las palabras, Tony se queda mirando la mesa y pone la cabeza entre sus manos. Empieza a llorar, no un llanto estoico de hombre, sino un tipo de llanto de grandes sollozos. Su esposa viene y envuelve sus brazos alrededor de él. Hay lágrimas en los ojos de ella. La única razón por la que no estoy llorando también es porque estuve llorando mucho por un tiempo. Pero te digo, se siente bien verlo llorar. No porque lo haya herido. Puedo decir que no hay tortura que yo pueda infligir a ese hombre que él no la haya hecho ya. Tendrá que vivir con la muerta de Grace por el resto de su vida. Me siento bien porque sé que mi perdón es parte de lo que él necesita para sanar. También me da la esperanza de que algún día vaya a ser capaz de perdonarme completamente a mí mismo. Él se estira a través de la mesa para darme la mano. La tomo. Su agarre es fuerte y yo trato de igualarlo. —Gracias —dice—. No tenías que venir. Solo puedo imaginar el valor que has tomado. Tu perdón hace que la carga sea un poco más soportable.

Uno de los niños viendo la televisión dice: —Papá, ¿qué pasa? —Él se acerca y me mira—. ¿Quién eres tú? —Es un amigo de papá —dice la esposa de Tony. —Pero, ¿por qué lloras? —Papá está feliz —dice Tony. Sonrío al chico y me levanto para salir. Mi última mirada es de ellos tres sentados a la mesa en un abrazo grupal. Salgo y me dirijo a mi coche. Mi teléfono vibra. Hoy es como ella haría panqueques con forma de animales. Lily. Sus textos vienen al azar, pero me gusta recordar. Hace bien recordar. Le respondo. Hoy es como solíamos pelear por las caricaturas del sábado por la mañana.

29 Traducido por Mariela SOS & Meme pistols Corregido por Ivonne

Evito a Hanna después de que ella llega a casa del hospital. Verla casi perder el conocimiento y palidecer en la parte trasera de la ambulancia me asustó. Todavía me emociono pensando en ello. Tenemos que hablar, pero yo soy como un litro de refresco que se ha sacudido un centenar de veces y está a punto de estallar. Solo estoy tratando de conseguir un manejo en toda la emoción. Sé que estoy siendo estúpido, y que ella probablemente estará toda exaltada acerca de por qué no estoy haciendo ningún esfuerzo. Ambos estamos en el receso de invierno, así que ella sabe que estoy alrededor. También tenemos pronto la carrera de cinco kilómetros. Necesito hacer el primer movimiento aquí. Mientras más duramos sin hablar, más extraño se pondrá. Debería mandarle un mensaje de texto, dejarle saber que estoy pensando en ella. Le mando un mensaje de texto a Sebastian en su lugar. ¿Dónde estás? Los Feliz Yendo hacia allá. El aroma del BBQ coreano me golpea tan pronto como entro al pequeño estacionamiento. Nunca me canso de ese aroma. Acomodé mi visita con el almuerzo, así que hay una larga fila de personas. Sebastian me ve a través de la ventanilla de la camioneta y hace un movimiento hacia mí para que vaya alrededor. Camino hacia la parte trasera del camión, donde Sebastian abre la puerta y me entrega un delantal blanco y redecilla para el cabello. —Venga. Necesito ayuda. Alex está enfermo.

—No estoy usando eso. —Señalo a la redecilla, pero agarro el delantal y lo ato alrededor de mi cintura. —Sí lo harás. Solo piensa en una gorra con aire acondicionado — dice él. Me pongo la redecilla y lo sigo. Si alguna vez piensas que el interior de uno de estos camiones de comida se ve más grande de lo que se ve afuera, estarás equivocado. Es estrecho y apretado, especialmente dependiendo de cuantas personas tienes ahí. Tenemos tres: Sebastian; su hermano mayor, Eddie; y yo. Eddie me dice que le dé un número dos. Veo a Sebastian por ayuda y me apunta al menú colgante. —Como si no lo hubieses memorizado ya. Un número dos es cuatro costillas cortas, arroz, kimchee y una bebida. Lo apilo en el plato de la forma como recuerdo. Sebastian lo toma. Me da los pulgares hacia arriba mientras se lo pasa al cliente a través de la ventana. El que sigue es un burrito. Eddie me enseña cómo hacer uno con carne, kimchee, arroz frito, queso, lechuga, salsa y salsa picante. Lo enrolla en dos segundos y regresa a cocinar. Él se aleja y da la vuelta, agita, se mueve de un tirón y mezcla. Es una máquina. Solo toma diez minutos para que ellos me saquen de la línea porque soy demasiado lento, así que me ponen a cargo de tomar las órdenes y el dinero. Esto lo puedo manejar. He sido cajero en la tienda de mi papá, así que sé cómo trabajar en la registradora. Es incluso más fácil en el camión porque ellos solo aceptan efectivo, no tarjetas de crédito. Muy pronto tenemos un buen ritmo avanzando. Dos horas pasan rápidamente y la mayor parte de los clientes del almuerzo han sido atendidos. Sebastian y yo salimos por un pequeño respiro y un poco de aire. Eddie se queda en el camión y toma una llamada en su teléfono. —Eso fue intenso —digo, y tomo un trago de agua. —Lo hiciste bien. Un natural. Tal vez deberías pensar en entrar en el servicio de alimentos —dice Sebastian. Estiro mi cuello.

—No es para mí. Eso es más duro de lo que pensaba. —Y no me gusta el uniforme. Los dos estamos todavía con los delantales, ahora manchado con comida, y redes para el cabello. —Cuando está ocupado. Cuando no lo estamos, es aburrido y caliente estar en el camión todo el día. —¿Estás pensando en unirte a los negocios familiares? —También me gustaría. Mira. —Él saca un sobre metido en el bolsillo de atrás—. Quería mostrártelo antes. Es una carta de aceptación temprana de la UCLA. —Amigo, eso es impresionante. —Le choco los cinco. —Probablemente trabaje con el camión, ya que me voy a quedar local. —¿Así que ha sido decidido? —Lanzo mi botella de agua a un cubo de basura cercano. —Ese es el porqué solicité la admisión temprana. —Sebastian saca un hacky sack y la arroja a mí con sus pies—. ¿Qué acerca de ti? —La entrega en Berklee es en un par de semanas —digo, y volteo el sack en el aire y lo atrapo con mis dedos antes de mandárselo de vuelta a él. —Boston. No demasiado lejos de Los Angeles. —No, no demasiado lejos. Podrías manejar el camión. Apuesto a que el BBQ Coreano será un éxito. —Ya está allí. Me quito el delantal porque no suelo jugar hacky sack con una falda encima. Nos mantenemos platicando mientras balanceamos y arrojamos el sack alrededor, algo que hemos estado haciendo desde primer año. Sebastian es mejor que yo. Siempre le he dicho que es porque él está más cerca del suelo. —¿Vas a aplicar? —Me pregunta. —Sí —digo. Hemos empezado a pensar acerca del futuro nuevamente, acerca de cómo no quiero desperdiciar un año tratando de

averiguar las cosas. Puedo ir a la universidad sin conocer el plan completo—. Voy a mandarlo después de hacer un video de audición. —Nada de qué preocuparse allí. Tú naciste para tocar el bajo. —Sí, soy bastante bueno —digo, y me rio. No puedo imaginar nada mejor que hacer música. —¿Cómo está Hanna? —pregunta Sebastian. Dejo caer el sack. —Bien, creo. —Lo tomo de vuelta con mi pie y lo balanceo un par de veces para tomar el ritmo antes de lanzárselo a Sebastian. —Desearía haber estado ahí para ayudar. —Sí. Pudiera haber servido. Creo que me desgarré algo al cargarla. —Rio. Es mi intento de bromear acerca de ello. —¿La vas a llamar? —pregunta él. —Tal vez, ¿por qué? —Ella puede haberme preguntado por ti cuando hablamos ayer. —Entonces ¿eres su nuevo mejor amigo hombre? Él gruñe. —Ella piensa que la estás evitando. Mira, solo llámala, así no tengo que estar en el medio. Yo no hago toda la cosa de mejor-amigo-hombre. Ella habló durante treinta minutos. No puedo seguir así. —Voy a llamarla. —Lo sé. Lo haré. No sé qué decir, pero tengo que hacerle frente a ella, o más bien, encarar mis sentimientos. La situación perfecta viene a la mente—. De hecho, voy a ver si ella quiere ir a jugar a los bolos. —¿Desde cuándo juegas bolos? —Todo el mundo juega bolos. —¿Quieres practicar con Charlie después? —No puedo esta noche. Tengo otra práctica. —Por lo que Hanna atravesó, pensé que debería hacer una de las cosas que habían negociado

con Dios mientras la cargaba por la montaña. Envié un correo electrónico a Marty y le dije que podía tocar el bajo de nuevo a la iglesia cuando me necesitara. Él me necesitaba esa semana. Eddie asoma la cabeza por la puerta de la camioneta. —El receso se acabó —llama él. Sebastian se mete en el bolsillo el sack y amarra su delantal de nuevo. —Listo —decimos, y nos dirigimos al camión. *** —Así que, ¿cuándo comenzaste con los bolos? —Hanna pregunta mientras estamos en la bolera dos noches después. —Hace poco. —Cuando me preguntaste si quería pasar el rato esta noche, no me esperaba algo como esto. Realmente no estoy vestida para jugar a los bolos. —Sus dedos juegan con el borde de su falda de jean. —Para mí te ves bien. ¿Qué estabas esperando? Ella se encoge de hombros. —Pasar el rato en tu casa o tal vez ir al puente. —Mis días en el puente han terminado —digo. —¿En serio? —Ella no suena como si me creyera. —Vamos —le digo. La llevo adentro hacia el restaurante chino. El grupo está sentado en el mismo lugar en la parte de atrás. Un par de mujeres me ven y me saludan con la mano. Los ojos de Hanna me disparan preguntas mientras la presento, aunque ella ya ha conocido a algunos del grupo del servicio de la luz de las velas. Greg y yo nos damos la mano. Nos sentamos y comienza la reunión. Es similar a la última vez, la gente tomando turnos para hablar sobre su gemelo o cómo están lidiando con la perdida. Cuando es mi turno hablo de cómo fui y perdoné a Tony.

—¿Cómo te sientes ahora? —pregunta Greg. —Es difícil ponerlo en palabras. Aliviado, supongo. Una parte de mí aún odia al tipo, pero creo que eso está bien. Tal vez algún día ni siquiera sentiré eso nunca más. Se siente bien hacer algo de lo que Grace se sentiría orgullosa. —Siento los ojos de Hanna en mí, pero no la enfrento. —Gracias por compartir eso con nosotros, Mark —dice Greg. Él guía la discusión a otros temas, y luego estamos todos listos para los bolos. Esta vez al menos sé cómo elegir una bola. En mi primer turno, hago los tres pasos que Ann me enseño la última vez. La bola se dirige directamente a ese lugar entre el primer y el segundo pino. Espero en la línea, viendo la bola, con la esperanza de hacer una chuza. —Ooh, lo tienes, Mark —dice Ann detrás de mí. Le creo. Esta es. La chuza va a suceder. En el último momento, la bola vacila y solo golpea cuatro pinos. Me doy vuelta y levanto los brazos como si dijera, soy asombroso. Mi equipo me aplaude y chocamos las manos. —Estás mejorando —dice Jessica. —Sí, has estado practicando —dice Greg, y se ríe. Por nuestros números, Hanna queda en el equipo contrario. Ella se levanta y, aun con una pequeña falda de jean, hace una chuza como toda una profesional. Ella se gira y ofrece una sonrisa satisfecha. —¡Oye! —Le digo cuando se sienta a mi lado—. No está mal. —Equipo de bolos de la secundaria —dice ella. —Me olvidé de eso. —Vamos, Mark, frota la bola —dice Ann. Extiendo la mano y le doy a la bola que ella está sosteniendo un buen masaje—. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir, contigo haciendo doble con el otro equipo. —Me da un guiño antes de alejarse. Tira la bola y hace un pequeño baile. —Ella es graciosa —dice Hanna. —Sí.

—Es bueno verte feliz. Esa palabra me habría hecho temblar hace unos meses atrás, porque parece tan superficial, tan fácil de falsificar. Tampoco podía imaginarme siendo feliz sin Grace. Me había resignado a pensar que no merecía ser feliz nunca más. —Estoy en mi camino a ser feliz —le digo, lo cual es cierto. —En tu camino a ser feliz —dice ella—. Tomaré eso. Me levanto otra vez. —Deséame suerte. —Suerte. Esta vez no me concentro tanto. Camino lentamente hacia la línea y dejo que la bola se vaya. Al canal. Aun así obtengo choques de mano y silbidos de mi equipo. *** No hablamos de camino a casa. No es un silencio incómodo, más bien una tranquilidad entre dos personas que no tienen necesidad de demostrarse nada el uno al otro. Pero hay algo más en el silencio, algo que ha estado entre nosotros por años, algo que he tratado de ignorar o evitar. Pero que estoy cansado de evitar. Aparco, y Hanna está a punto de despedirse cuando le pregunto: —¿Estás cansada? —No realmente. —Vamos, demos un paseo. —No puedo creer que será Navidad en cuatro días —dice, mientras hacemos nuestro camino hasta la calle—. El último año de escuela se está yendo muy rápido. Todo está sucediendo demasiado rápido. —¿Ya hiciste todas tus compras? —pregunto. —Sí. —¿Me compraste algo?

—¿Ahora nos compramos regalos? —pregunta, girándose hacia mí con una sonrisa juguetona. —Tal vez. —Bueno, no contengas la respiración. No sé si voy a tener tiempo. Caminamos lado a lado. El cielo está oscuro a excepción de unas cuantas estrellas diminutas. La luna deja sin palabras. Con cada paso tomo coraje. ¿Cuántas veces hemos hecho esto? Caminar por nuestras calles. Su cuerpo se ajusta perfectamente al lado del mío. Hablar de nada que se convierte en algo y se vuelve en nada otra vez. —Steve se mudara el veinte de enero —dice ella—. Me llevó a cenar para hablar de ello, así que me gustaría estar involucrada en el proceso. No está mal. Él no es malo. Ha cambiado, ya sabes. Y eso puede ser una buena cosa. Decido que ya es el momento de hacerlo en grande o irme a casa. Tomo su mano. Seguimos caminando como si fuera lo más natural para nosotros estar tomados de la mano. Quiero decir algo, para definir este momento, pero no puedo hallar las palabras. Pienso en una línea del poema de Grace, un montón de cosas pueden suceder entre diecisiete y para siempre. Es cierto. No sé si va a funcionar, si vamos a estar juntos dentro de diez años o incluso el año que viene. Solo sé que su mano se siente cálida en la mía. Sé que quiero a Hanna. —Cuando estábamos en la montaña, cuando parecía que tú… — Tengo que dejar de hablar ante el pensamiento de Hanna desplomándose, apenas respondiendo. —Fui tan estúpida, —Hanna me interrumpe con un torrente de palabras—. Descuida. No anticipé lo extenuante que sería la caminata. No quería llevar nada allá arriba, dejé mi bolso en el auto. Olvidé que la noche anterior había silenciado las alertas de Pepe. Fue como si todas las cosas malas que podían ocurrir realmente ocurrieron. El doctor me dijo que si no fuera por ti, yo podría haber entrado en un estado de coma o incluso muerto. Tú me salvaste.

Me dejo absorber por eso. Yo la salvé. No pude salvar a Grace, pero salvé a Hanna. En cierto modo, ella también me salvó. Ella se pegó a mí. Incluso cuando estaba en mal estado. Ella aún está aquí conmigo. —Somos como ese cliché —le digo—. El chico y la chica al otro lado de la calle. —Nunca funcionaría —dice ella en voz baja. —Probablemente no. —Me detengo y la enfrento. Ella me mira. Levanto la mano y toco su cabello. Es suave, como lo suponía—. Pero aquí está la cosa: tú eres mi Cinco Principales. Ella sonríe en grande. —¿Cuál numero? —Todos. Me inclino hacia adelante y la beso. Sus labios son suaves y fríos debido al aire de la noche. Es mejor de lo que imaginaba. Todo mi cuerpo se estremece, así que sostengo su rostro entre mis manos, pero no es suficiente. Envuelvo los brazos alrededor de ella, atrayendo su cuerpo al mío, y la beso. Las manos de Hanna suben a mi cuello y me tira hacia ella, siento como si estuviera cayendo, así que me sostengo de ella como si el profundo mar de la noche se arremolinara alrededor de nosotros.

30 Traducido SOS por Lu_Rodriguez Corregido por DeboDiiaz

El meteorólogo había pronosticado lluvia, pero no hay alguna nube gris en el cielo. De hecho, no hay nubes. Es un azul perfecto. Ten una gran carrera. Es un texto de mamá. Tengo que admitir, todavía tengo una pequeña confusión cuando veo que es ella. No estoy totalmente cómodo, pero estoy tratando, y pienso que eso es lo importante. Gracias. ¿Nos vemos en un par de semanas? Entendido. No sé si mamá y yo volveremos a ser súper cercanos, pero le estoy dando lo que quería. Le estoy ofreciendo una oportunidad. Lo cual es todo lo que cualquier persona pide. Mi familia y Hanna se registran. Es un proceso relativamente tranquilo. A todos nos dan un número que sujetamos en nuestros pechos. Incluso Fern tiene un número. Mis padres van a caminar la ruta con ella. Encuentro a Sebastian estirando en el césped cerca de la línea de salida. Me sorprende ver a Pete con él, no sabía que se había registrado. No me sorprende que Pete parezca un corredor de los 80, con su banda azul, camiseta blanca que dice “Mi corazón está corriendo” y pantalones cortos azules. —Ese es un equipo serio —digo—, no sabía que corrías. —Soy un hombre de muchos talentos. —Tengo una banda en la cabeza también —dice Fern, y apunta a la banda púrpura sosteniendo su cabello.

—Podemos ser compañeros corredores —le dice Pete. Nos unimos al estiramiento y hacemos un círculo más amplio. —La famosa Hanna —dice Pete—, es un placer de conocerte al fin. Ella levanta una ceja hacia mí, pero dice: —Igualmente. Oh, y felicidades por lo de Otis. Mark me dijo. — Después del espectáculo, Pete fue aceptado. —Gracias. —Ese parece como River —dice mi papá, señalado a un tipo alto en la línea de registro. —Sí, se lo conté. ¡River! —grito. Él corre hacia nosotros después de registrarse, el único corredor real en nuestro grupo. Mi papá y Jenny le dan un abrazo. —Me alegro que hayas podido venir —digo, mientras él se deja caer junto a Hanna. Ella también le da un abrazo a River. Es un día emocional de abrazos, supongo. Le asiento con la cabeza. Es lo más cercano que conseguirá a un abrazo de mi parte. No he cambiado por completo. —¿Tal vez deberías decir algo? —susurra Hanna. —Gracias por venir, a todos —digo en tono formal—, esta es la última. En realidad, es el número uno en el cinco principales de Grace. Es una locura que realmente hiciéramos todo antes de terminar el año, al igual que ella quería. O tal vez no era lo que realmente quería, sino lo que nosotros necesitábamos. Te extrañamos, Grace. Nos vemos en la línea de meta. Un anunciador nos dice que debemos comenzar a hacer fila en la línea de salida. Como no estamos realmente compitiendo, no estamos posicionados en el frente con los corredores serios. Estamos todos en el medio. Papá y Jenny están a ambos lados de Fern, sosteniendo sus manos. Sebastian y Pete están al otro lado de mí. Sebastian configura su reloj. —Está bien, veo que esto me tomará 30 minutos, aunque no estoy corriendo en forma. Son solo cinco kilómetros. Un poco más de 3 millas.

No hay problema. —Él balancea sus brazos atrás y adelante, como para mentalizarse a sí mismo. —No es una competencia —le digo. —Todo es una competencia. Al menos puedo pasar a Pete. —Sigue hablando —dice Pete. Sube sus calcetines de rayas azules y blancas. River salta arriba y abajo y sacude la cabeza y los brazos. Me pregunto si debería hacer lo mismo. Si eso es lo que se supone que debes hacer para calentar o algo así. Hanna toma mi mano y la aprieta, distrayéndome de River. Beso la parte superior de su cabeza, pero ella toma mi cara y me empuja en un rápido beso. Pensé que mis padres podrían estar un poco asustados sobre Hanna y yo llevando nuestra amistad a otro nivel, pero todo lo que Jenny dijo fue: —Ya era hora. —Seguido por—: No lo arruines. No es mi intención. —En sus marcas. —El locutor, de pie en lo alto de una escalera, dice en el micrófono. Todo el mundo se pone posición de correr y se congela—. Listos. Fuera. —Dispara un arma. Nos levantamos juntos como una ola creciendo. Toma solo un par de paso para que nos separemos, con River tomando la delantera. Mi familia está en algún lugar atrás. Le he dicho a Hanna que me quedaría con ella. No puedo ver a Sebastian y Pete, así que no sé si están en frente o detrás de nosotros. No importa dónde estén. Sé que están corriendo conmigo. Es donde han estado desde el principio, a mi lado para cuando los necesitaba, incluso cuando traté de alejar a todo el mundo. Imagino que Grace corre también. Ella está sonriendo con su pelo negro en una cola de caballo alta oscilando y rebotando mientras corre. Le habría encantado esto: todos juntos, unidos por nuestro amor por ella. Emparejo mi ritmo con el de Hanna, pero ella me dice: —Ve. —¿Segura?

—Sí. —Ríe—. Ve —dice de nuevo. Acelero, y con cada paso, pienso en lo bien que se siente correr.

FIN.

Agradecimientos Traducido por Jazly* Corregido por DeboDiiaz

Muchísimas gracias a todos los que hicieron posible esta novela: A Joshua Suaverdez, por ser mi musa original para Mark hace todas esas clases. A los siguientes amigos por ayudarme con los detalles: Samantha Duke por todos sus conocimientos sobre Pepe, Lovejoy Ontiveros por su visión y voluntad de responder a los textos aleatorios en cualquier momento, Isabelle Logie por dejarme seguirla alrededor de la escuela, Neta Lawler por su lección de surf, Wayn Miller por su experiencia, y Niko Embry por darme una visión de la cabeza de un bajista y futura estrella del rock. A los baristas de Swork, quienes ahora conocen mi pedido antes de que lo haga. Gracias mamá y Michelle por ser las primeras lectoras y por todo su apoyo y aliento. Para Mosaic, mi tribu de soñadores, siempre fe, esperanza y amor. A mis padres, que todavía piensan que soy impresionante, simplemente porque soy su hija. Para David y mis hijos, que son los mejores residentes que podría pedir. Gracias Annette Pollert por ser excelente en lo que haces. Haces que todo sea mejor. Gracias también a todo el equipo de Simon Pulse. Finalmente a Kerry Sparks, mi maravilloso agente: esto comenzó contigo. Estoy profundamente agradecida a todos.

Sobre la autora Carrie Arcos vive en los Angeles, California con su familia y es profesora adjunta. Esta es su segunda novela. Para saber más de ella visita carriearcos.com
Carrie Arcos - There will come a time

Related documents

253 Pages • 69,356 Words • PDF • 1.7 MB

0 Pages • 138 Words • PDF • 30.2 KB

2 Pages • 198 Words • PDF • 185.4 KB

5 Pages • PDF • 2.8 MB

2 Pages • 553 Words • PDF • 235.7 KB

4 Pages • PDF • 1.7 MB

410 Pages • 307,405 Words • PDF • 30.9 MB

2 Pages • 12 Words • PDF • 223.6 KB

183 Pages • 63,238 Words • PDF • 1.1 MB

2 Pages • 28 Words • PDF • 202.6 KB

4 Pages • 1,251 Words • PDF • 262 KB