07.Shades of Midnight - Lara Adrian

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Shades Of

Midnight A Midnight Breed Novel

Lara Adrian

Shades of Midnight

Raza de la Medianoche

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Gracias a Elizabeth Rose por permitir la traducción de este proyecto y todas la chicas que dedicaron un poco de su tiempo en hacer este proyecto posible, especialmente AndreaN, Lizeth y Sheilita Belikov que pusieron toda su dedicación en él, también gracias a todos los lectores de nuestras traducciones que hacen que el esfuerzo valga la pena. Staff de Traductoras Aletse AndreaN Anna Rose Cuketa_luminosa Darkgirl Laura Lizeth Lorena LorenaVargas1985 Marie Annabeth Melo Sheilita Belikov **Liseth_Johanna18**

Staff de Corrección Andy Parth Anjhely Caamille Gemma Ginabm Ynexiz

Diseño Ckoniiytthanzaaw!

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Sinopsis

E

una salvaje tierra helada sumida en la oscuridad, la línea entre el

bien y el mal y el amor y el odio nunca volverá a ser la misma. Algo inhumano está acechando los salvajes y fríos territorios de Alaska, dejando una horrible carnicería tras de sí.

Para la piloto Alexandra Maguire, los asesinatos están avivando recuerdos de un horroroso episodio que presenció en su infancia, y evocan en ella la inexplicable sensación de que pertenece a otro lugar que siempre la ha perseguido y que nunca ha podido explicar... hasta que un oscuro y seductor extraño que también esconde sus propios secretos entra en su mundo. Enviado desde Boston en una misión para investigar los salvajes ataques y parar la matanza, el vampiro guerrero Kade tiene sus propios motivos para regresar al helado y olvidado lugar de su nacimiento. Obsesionado por una secreta vergüenza, Kade muy pronto se da cuenta de la auténtica amenaza a la que se enfrenta, una amenaza que pondrá en peligro la frágil unión que ha formado con la valiente y decidida mujer que despierta en él profundas pasiones y primitivas necesidades. Y cuando introduzca a Alex en su mundo de sangre y oscuridad, Kade deberá confrontar no sólo sus propios demonios, sino al mal que mejor podría destruir todo lo que le es querido. Séptimo libro de la Saga Razas de Medianoche.

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Indice Prólogo ..................................................................................................................................... 7 Capítulo 1 ..................................................................................................................................... 17 Capítulo 2 .................................................................................................................................... 32 Capítulo 3 .................................................................................................................................... 45 Capítulo 4 .................................................................................................................................... 53 Capítulo 5 .................................................................................................................................... 65 Capítulo 6 .................................................................................................................................... 72 Capítulo 7 ..................................................................................................................................... 85 Capítulo 8 .................................................................................................................................... 98 Capítulo 9 .................................................................................................................................... 116 Capítulo 10 ................................................................................................................................... 130 Capítulo 11 .................................................................................................................................... 140 Capítulo 12 .................................................................................................................................... 151

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Capítulo 13 ..................................................................................................................................... 159 Capítulo 14 .................................................................................................................................... 171 Capítulo 15 .................................................................................................................................... 185 Capítulo 16 .................................................................................................................................... 200 Capítulo 17 .................................................................................................................................... 210 Capítulo 18 .................................................................................................................................... 222 Capítulo 19 ..................................................................................................................................... 232 Capítulo 20 .................................................................................................................................... 243 Capítulo 21 .................................................................................................................................... 256 Capítulo 22 .................................................................................................................................... 274 Capítulo 23 .................................................................................................................................... 277 Capítulo 24 .................................................................................................................................... 289 Capítulo 25 .................................................................................................................................... 301 Capítulo 26 .................................................................................................................................... 312 Capítulo 27 ................................................................................................................................... 318 Capítulo 28 ................................................................................................................................... 326

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Capítulo 29 .................................................................................................................................... 328 Capítulo 30 ..................................................................................................................................... 345 Capítulo 31 ................................................................................................................................... 358 Capítulo 32 .................................................................................................................................... 373 Capítulo 33 ................................................................................................................................... 382

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Prólogo Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Andy Parth

B

jo el cielo de Alaska durante el oscuro invierno, los lobos aullaban majestuosamente en la noche. El aullido mostraba la belleza pura y salvaje que se escuchaba a través de los densos árboles del bosque y subía por las inclinadas paredes rocosas

cubiertas de nieve que se levantaban a lo largo del Río Koyukuk. Cuando el lobo envió su llamado inquietante de nuevo, fue alcanzado por una carcajada, luego una voz aguardentosa respondió desde el otro lado de una pequeña fogata. —¡Ow-ow-owwoooo! ¡Owwoooo! —era uno de los tres chicos de un grupo que habían salido a una fiesta esa noche en una región remota de la tierra. Se llevó una de sus manos a la boca para poder aullar en respuesta al lobo, que había oído a distancia—. ¿Oyes eso? —dijo el chico que había aullado—, Nos estamos comunicando, —él cogió la botella de whisky que había llevado a la reunión, y dijo— Annabeth, ¿alguna vez te dije que soy muy fluido en el idioma de los lobos? Al otro lado de la fogata, una chica rió suavemente a través de la capucha de su chaqueta —A mí me sonó más como si te estuvieras comunicando en el idioma de los cerdos. —Ooh, eso es duro, cariño, en serio muy duro. —Tomó un trago de la botella y pasó el Jack Daniel's a la siguiente persona—, Tal vez quieres que te

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de una pequeña demostración de mis habilidades orales en algún momento. Te prometo que soy muy talentoso. —Eres un imbécil, Chad Bishop. Tenía razón, pero su tono no quiso decir eso, volvió a reír coquetamente, el sonido femenino hizo que la entrepierna de Teddy Toms se pusiera apretada y caliente. Se movió hacia una roca fría para tomar asiento, tratando de no ser muy evidente cuando en ese momento el interés se desvió hacia Chad que grito que tenía que ir a mear, Annabeth y la otra chica empezaron a conversar. De repente Teddy recibió un codazo en el lado derecho de su caja torácica; —¿Vas a sentarte y babear toda la noche? Mueve ese culo cagado y anda hablar con ella, por el amor de dios. Teddy hecho un vistazo al tipo alto y flaco sentado a su lado en la roca y sacudió la cabeza. —Vamos, no seas tan maricón. Tú sabes que ella te desea. Ella no te va a morder, bueno, no, al menos que ella quiera, —Skeeter Arnold había sido el que trajo a Teddy a esta reunión, también había sido el que le había suministrado whisky, algo que Teddy, a su edad de diecinueve años, solo había probado una vez en su vida. El alcohol estaba prohibido en la casa de su padre, pero esta noche Teddy había tenido la botella en la boca más de diez veces. Teddy no le vio lo malo a consumir alcohol. De hecho, al contrario le gusto la manera que lo hacía sentir, se sentía más adulto, mas hombre. Un hombre que quería más que nada ponerse de pie y decirle a Annabeth Jablonsky lo que sentía por ella. Skeeter le entregó a Teddy una botella casi vacía y lo vio beber el último trago. —Creo que tengo algo más que te va a gustar, —se quitó los guantes y metió la mano en el bolsillo de sus pantalones. -9-

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Teddy no estaba seguro de lo que le iba a dar, y tampoco le importaba mucho en ese momento. Estaba fascinado con Annabeth, quien en ese momento se había quitado la capucha para mostrarle a su amiga algunas de las nuevas perforaciones que se había hecho. Tenía el pelo teñido de blanco polar a excepción de una franja de color rosa brillante, a pesar de que Teddy la recordaba castaña, ya que la había visto bailar en la primavera pasada en un club nocturno en Fairbanks, donde Annabeth Jablonsky era más conocida como Amber Joy, ese pensamiento hizo que Teddy se sintiera excitado y que su entrepierna se pusiera dura, lo que había estado tratando de evitar, en ese momento le era realmente difícil de contener. —Aquí —dijo Skeeter, dándole otra cosa en que pensar mientras Annabeth y su amiga se levantaban de la fogata y caminaban hasta la orilla congelada del río—. Toma prueba esto, mi hombre. Teddy tomó la pequeña pipa de metal y acerco el cuenco humeante hasta su nariz para olerlo. Una pepita de algo pálido y calcáreo quemado en el cuenco, emitía un fétido olor químico, que avanzó rápidamente hasta su nariz. Hizo una mueca, deslizando una mirada dudosa a Skeeter. —¿Q-q-qué es? Skeeter sonrió dejando ver sus dientes feos y torcidos, —Sólo una pequeña dosis de valentía, adelante, fuma, te va a gustar. Teddy acerco la pipa a su boca y tragó el humo agridulce. Tosió un poco y le dio otra probada a la pipa. —Es bueno, ¿verdad? —dijo Skeeter y se acerco para que le devolviera la pipa—. Tranquilo, amigo, deja un poco para el resto de nosotros. Ya sabes que te puedo conseguir más de esto y de alcohol si así lo quieres. Por una buena cantidad de dinero, te puedo conseguir cualquier tipo de mierda que te guste. Ya sabes dónde encontrarme ¿verdad? Teddy asintió. Incluso en las partes más remotas de la selva, la gente tiende a conocer el nombre, y el negocio de Skeeter Arnold. El padre de Teddy - 10 -

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odiaba a este chico. Le había prohibido a Teddy juntarse con él, y si su padre se llegase a enterar que se había escapado esta noche, especialmente cuando estaban esperando una entrega de suministros en casa por la mañana, él patearía el trasero de Teddy de aquí a Barrow. —Toma —dijo Skeeter y le dio la pipa a Teddy—. Ve y ofréceles a las señoritas de mi parte. Teddy se quedo boquiabierto. —¿Quieres decir, q-que le o-ofrezca a-a-a Annabeth? —No imbécil, llévaselo a su madre. Teddy rió nerviosamente ante su torpeza y Skeeter le devolvió una sonrisa más amplia haciéndolo ver más desagradable y con la nariz más larga. —Para que no digas que nunca te hice un favor, —dijo Skeeter mientras Teddy sostenía la pipa en su mano y miraba en dirección a Annabeth y su amiga que se encontraban conversando cerca del río congelado. Había estado buscando la manera de entablar una conversación con ella, y esta era una muy buena oportunidad, por no decir la mejor oportunidad que jamás podría conseguir. Skeeter rió un poco mientras Teddy comenzaba a acercarse a las mujeres. El suelo se sentía desigual bajo sus pies. Sus piernas parecían de goma, no estaban totalmente bajo su control. Pero por dentro estaba volando, podía sentir los latidos de su corazón y su sangre pasando por sus venas. Las dos mujeres oyeron a Teddy acercándose por el crujido de hielo y las piedras bajo sus zapatos. Se volvieron hacia él y Teddy se quedó asombrado con el objeto de su deseo, tenía dificultad para hablarle y decirle algo que la pudiera conquistar. Debió habérsele quedado mirando durante un buen rato porque ambos empezaron a reír.

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—¿Qué pasa? —dijo Annabeth, con una mirada burlona en su rostro—. Teddy, ¿no? Te he visto unas cuantas veces, pero en realidad no hemos tenido la oportunidad de hablar antes. ¿Alguna vez has ido a la taberna de Pete en Harmony? Sacudió su cabeza trabajando duro para procesar la idea de que realmente había oído que Annabeth se había fijado en él antes de esta noche. —Tienes que venir en algún momento, Teddy, —añadió con alegría—. Si estoy trabajando en el bar, no voy a cobrarte. —El sonido de su voz, el sonido de su nombre en sus labios, casi hizo que colapsara. Ella le sonrió, dejando al descubierto levemente sus dos dientes delanteros que Teddy encontraba totalmente adorables. —Um, toma. —Le dio la pipa a Annabeth y retrocedió un paso. Quería decir algo interesante, quería decir algo, cualquier cosa, que lo hiciera parecer de algún modo no tan nativo de una región apartada y menos inexperto. Sabía algunas cosas, mejor dicho él sabía muchas cosas. Sabía que Annabeth era una buena chica, que en el fondo era decente y amable. Esto lo sabía en su corazón y estaba dispuesto a jugarse su propia vida en eso. Ella era mejor que su reputación, y era mejor que cualquiera de los perdedores con los que ella había salido. Probablemente, incluso mejor que él. Era un ángel, un ángel puro y hermoso, y ella necesitaba a alguien que le recordara eso. —Bien, bien, gracias, —dijo Annabeth y dio un golpe rápido a la pipa. Se lo pasó a su amiga, y ellas comenzaron a alejarse de Teddy. —Espera, —dijo Teddy. Contuvo el aliento mientras ella se daba la vuelta y lo miraba—. Yo, eh, quiero que sepas que yo... que yo creo que eres realmente hermosa.

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Su amiga contuvo la risa detrás de su mano mientras Teddy hablaba, pero no Annabeth, ella no se reía. Ella lo miró fijamente, sin hablar, sin parpadear. Algo brillaba en sus ojos, confusión, tal vez. Su amiga se seguía burlando, pero Annabeth seguía escuchándolo y no se burlaba en absoluto. —Creo que eres la chica más increíble que he visto en mi vida, tú eres... eres increíble, lo digo de verdad, increíble en todos los sentidos. Mierda, se repetía a sí mismo, pero a él no le importaba el sonido de su propia voz y se sentía libre de la tartamudez que normalmente le salía al hablar, algo que le sorprendió de forma positiva. Tragó saliva y respiró profundamente, dispuesto a decir todo lo que había pensado acerca de ella desde que la vio bailar en ese bar con poca luz, en un destartalado escenario. —Creo que eres perfecta, Annabeth. Mereces ser respetada y… y querida... ¿sabes? Eres especial. Eres un ángel y mereces ser honrada. Por un hombre que se ocupe de ti y te proteja y... y te ame… El aire se agitaba junto a Teddy, llevando el hedor de whisky y la especia de la colonia abrumadora de Chad Bishop. —Be-be-bésame, Amber Joy. ¡Popo-por favor! ¡Permíteme to-to-tocar tus pe-pe-perfectas te-te-tetas! Teddy sentía que le subía la sangre a la cabeza cuando Chad se acercó a Annabeth y la envolvió en sus brazos posesivamente sobre los hombros. Su humillación se agravo cien veces cuando presenció el beso descuidado y de abundante lengua que Chad le dio a Annabeth en la boca, beso que no fue rechazado, a pesar de que ella parecía menos que acogerlo. Cuando Chad finalmente la soltó, Annabeth miró a Teddy, y luego le dio a Chad un débil empujón en el pecho. —Eres un retrasado, pero eso ya lo sabes ¿verdad? —Y tú estás tan malditamente buena que me-me-me haces e-ex-excitar.

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—Cállate. —Las palabras salieron de la boca de Teddy antes de que pudiera detenerlas—. Ca–ca-cállate de una puta vez, No... no le hables a-a-a ella así. Chad lo miro a los ojos fijamente —Sé que no me estás hablando a mí, idiota. T-t-tu-tu no estás parado allí, pidiéndome que t-te-te-te pateé en el culo, T-T-Teddy T-T-Toms. Cuando empezó a impulsarse hacia adelante, Annabeth se puso delante de él. —Deja al pobre chico solo, no es culpa suya hablar así. Teddy deseaba desaparecer, toda la confianza que había sentido hace un minuto, había desapareció con las burlas de Chad Bishop y la piedad hiriente de Annabeth. Teddy oyó las risas de Skeeter y de la amiga de Annabeth unirse a las de Chad. Todos estaban riéndose de él. Todos ellos burlándose de su tartamudeo. Teddy se dio la vuelta y salió corriendo. Saltó sobre su máquina de nieve y la encendió, al instante el viejo motor comenzó a sonar, Teddy aplasto el acelerador y se puso en marcha, alejándose de la reunión, de la humillación e ira que sentía. Nunca debería haber ido con Skeeter esta noche. Nunca debió haber tomado el whisky o fumado esa mierda que Skeeter le había dado. Tendría que haberse quedado en su casa, debería haber escuchado a su padre. Sus lamentaciones fueron en aumento a medida que se acercaba a su casa, la ira y la humillación de Teddy cedieron para dar paso a un extraño sentimiento de miedo. Su padre estaba todavía despierto. Una lámpara encendida en la sala, dejaba ver un resplandor por la ventana que llamaba la atención a través de tanta oscuridad. Sí era su padre, él

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tenía que saber que Teddy no estaba en casa. Y tan pronto como entrará se daría cuenta que había estado en una fiesta, iba estar en un serio problema. —M-ma-maldita sea —murmuró Teddy, entonces apago las luces de la máquina de nieve y condujo fuera de la pista principal, apagó el motor y se bajó. Se quedó quieto por un minuto, mirando en dirección a su casa, mientras se acostumbraba al mareo que sentía por el alcohol y las drogas que había ingerido. Nada de lo que diga o haga lo sacaría del problema en el que se iba a meter con su padre, sin embargo trató de encontrar una excusa razonable de dónde había estado y qué había estado haciendo las últimas horas. Él era un hombre adulto, después de todo. Claro, él tenía la responsabilidad de ayudar a su padre lo más que pudiera, pero eso no significaba que no tuviera una vida propia fuera de su casa. Si su padre le decía algo acerca de esto, él tendría que actuar firme ante su posición. Pero a medida que se acercaba a la casa, su valor comenzó a abandonarlo. Cada paso que daba sobre la nieve se escuchaba muy fuerte, amplificado por el silencio absoluto que flotaba en el aire. Comenzó a sentir que el frió pasaba por su cuello y bajaba por su columna vertebral hasta hacerlo temblar. Una ráfaga fría recorrió el lugar, un viento helado golpeó en el rostro a Teddy que comenzaba a sentir un profundo sentimiento de horror, que hizo que los vellos en la parte posterior de su cuello se erizaran. Hizo una pausa y miró a su alrededor al no ver nada siguió caminando hacia su casa. Miró hacia adelante, tratando de determinar si podría haber una manera de entrar a la casa y pasar desapercibido. Su respiración estaba entrecortada y era el único sonido que Teddy podía percibir. Todo parecía muy tranquilo. Sin vida, extrañamente tranquilo. Fue entonces cuando Teddy se detuvo y miró a sus pies. La nieve bajo sus botas ya no era blanca, sino de un rojo oscuro casi negro, había una enorme - 15 -

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y horrible mancha, era sangre. Más sangre derramada de la que Teddy había visto alguna en su vida. Había más a unos cuantos metros. Tanta sangre. Entonces vio el cuerpo. A su derecha, situado cerca del borde de la línea de árboles. Conocía esa forma grande. Conocía el peso de los hombros voluminosos debajo de la camiseta térmica, que estaba desgarrada y oscurecida con más sangre. —¡Papá! —Teddy corrió y se arrodilló para ayudarle. Pero no había nada que hacer. Su padre había muerto, su garganta y su pecho habían sido destrozados—. ¡Oh, no! ¡Papá! ¡Oh, Dios, no! El horror y el dolor lo ahogaban, Teddy se apresuró para ir a buscar a su tío y sus dos primos mayores. ¿Cómo no sabían lo que pasó aquí? ¿Cómo era posible que su padre haya sido atacado de esta manera y lo hayan dejado desangrándose en la nieve? —¡Ayuda! —grito Teddy. Corrió al lado y llamó a su tío para despertarlo. Sólo el silencio contestó. El silencio reinaba en todo el grupo de cabañas—. ¡Hh-hay alguien! ¡Cualquier persona! Ayúdenme, ¡p-p-por favor! Cegado por las lágrimas, Teddy levantó el puño para golpear a la puerta y gritar de nuevo en busca de ayuda, pero se moría de frío, dentro de la casa vio el cuerpo de su tío destrozado y desangrado igual que el de su padre. Teddy miró en la oscuridad y vio las formas arruinadas de su tía y primos. No se estaban moviendo, los habían asesinado también. Él los amaba. Y a todos a los que amaba los habían asesinado. ¿Qué demonios había pasado aquí? ¿Quién -o qué- en el nombre de Dios podría haber hecho esto?

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Teddy no se podía mover, no creía lo que estaba viendo. Esto no podía estar pasando, esto no podía ser real. Por una fracción de segundo, se preguntó si la mierda que le había dado Skeeter lo había hecho alucinar, tal vez nada de esto estaba sucediendo, tal vez lo que veía no era real. Estaba desesperado y eso fue una esperanza fugaz, pero la sangre era real. El hedor que llegaba a su nariz y a la parte posterior de su lengua, lo hizo querer salir corriendo de ahí. Teddy cayó sobre sus rodillas en la nieve. Lloró, incapaz de contener su sorpresa y dolor. Gritó y golpeó la tierra helada, la desesperación lo envolvía. No oyó los pasos que se acercaban. Habían sido demasiado ligeros, tan sigilosos como un gato. Pero al instante siguiente, Teddy supo que no estaba solo. Y él lo supo, incluso antes de que volteara y viera los ojos ardientes y desorbitados de un depredador, que estaba a punto de unirse a sus familiares en la muerte. Teddy Toms gritó, pero el sonido nunca llegó más allá de su garganta.

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Capítulo 1 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: ynexiz

A

veintiocho mil pies de altura sobrevolaba un pequeño avión por encima de la amplia franja del río congelado Koyukuk que brillaba bajo la luz de la luna por la mañana como una cinta de

diamantes aplastados. Alexandra Maguire seguía la larga extensión de hielo atascado, el agua cristalina al norte de la pequeña ciudad de Harmony, la parte de atrás de su avión estaba cargada con suministros para ser entregados ese día. En el asiento de al lado estaba Luna, el mejor copiloto que había tenido, además de su padre, quien le había enseñado todo lo que Alex sabía sobre pilotear. Este perro-lobo con pelaje blanco con gris había sido suplente de Hank Maguire desde hace un par de años, cuando la enfermedad de Alzheimer se había comenzado a apoderar de él. Era difícil de creer que había estado ausente durante seis meses, aunque Alex a menudo sentía que lo había perdido antes de eso, ya que la enfermedad le carcomía la mente, la memoria y también le puso fin a su dolor, una pequeña misericordia para ser honestos. Ahora solo estaban Luna y su vida en la vieja casa de Harmony y también realizar ciertas entregas a Hank y una pequeña lista de clientes en el monte. Luna estaba junto a Alex, sus orejas puntiagudas hacia adelante, sus penetrantes ojos azules constantes sobre el terreno montañoso de la cordillera de Brooks, la oscuridad agazapada llenando el horizonte noroeste. Al cruzar el Círculo Polar Ártico, el perro se removió en el asiento y soltó un pequeño gemido ansioso.

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—No me digas que puedes olfatear los alces de Pop Toms desde aquí, —dijo Alex, sobando la cabeza peluda del perro. Continuaron hacia el norte a lo largo de Koyukuk‘s Middle Fork, más allá de los pequeños pueblos de Bettles y Evansville—. El desayuno no está, todavía faltan unos veinte o treinta minutos, si esas nubes de tormenta sobre el cielo de Anaktuvuk nos permiten volar. Alex miró el oscuro nubarrón que se avecinaba a unos pocos kilómetros por encima de su ruta de vuelo. Más nieve en el pronóstico, y desde luego nada inusual para noviembre en Alaska, pero no eran exactamente las condiciones principales para su ruta de entrega en la actualidad. Exhaló una maldición, cuando el viento que venía de las montañas se aceleró y se escabulló a través del valle del río para darle paso a un camino lleno de baches. Lo peor de todo ocurrió cuando el teléfono celular de Alex comenzó a sonar en el bolsillo de su chaqueta. Cogió el teléfono y respondió la llamada sin necesidad de saber quién estaba en el otro extremo de la línea. —Hola Jenna. En el fondo de la casa de su mejor amiga, Alex podía escuchar una radio del Servicio Forestal hablando acerca de las condiciones meteorológicas y de un deterioro en los factores de sensación térmica. —La tormenta va a tu ruta en un par de horas, Alex. ¿Ya aterrizaste? —No del todo —montaba a través de otra ronda de baches mientras se acercaba a la ciudad de Wiseman y el avión volvería a la ruta que la llevaría a la primera parada en el calendario de entrega en el día de hoy—. Estoy a unos diez minutos del lugar de Tom ahora. Tres paradas más después de eso, que no me debe tomar más de una hora cada una, incluso con el viento en contra. Creo que la tormenta va a pasar justo en ese momento. Alex era muy buena piloto y estaba muy bien entrenada por Hank Maguire como para hacer algo totalmente irresponsable, pero el simple hecho de que los suministros que llevaba en la bodega de carga tuvieran una semana - 19 -

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de retraso debido al mal tiempo, la hacía sentir irresponsable si dejaba pasar más tiempo debido a unos cuantos copos de nieve o de vientos huracanados que le impedían la entrega de los suministros a la gente en los lejanos confines del interior, que contaban con ella para que les llevara alimento y combustible. —Todo está bien aquí Jenna, tu sabes que yo tengo cuidado. —Sí —dijo—. Pero los accidentes suceden, ¿no? Alex le podría haber dicho a Jenna que no se preocupara, pero eso no iba a cambiar la preocupación que sentía su amiga por ella. Su amiga sabía tan bien como cualquiera o tal vez —mejor que la mayoría—, que la religión no oficial de un piloto era más o menos la misma que la de un oficial de policía: Tienes que salir, pero no sabes si volverás. Jenna Tucker-Darrow, era una ex policía de una larga línea de policías y viuda de uno. Alex sabía que su amiga estaba recordando acerca de los momentos difíciles por los que había atravesado por lo que Alex intento llenar todas esas pausas que se hacían durante la conversación. —Hey, cuando hablé con Pop Tom ayer, me dijo que sólo se había comido un lote grande de carne de alce. ¿Quieres saber si puedo convencerlo para que me regale un poco de carne de alce para ti? Jenna se echó a reír, pero sonaba como si sus pensamientos estuvieran a un millón de millas de distancia. —Claro si es que Luna no se lo come antes, entonces sí, me gustaría eso. —Está bien. La única cosa mejor que un alce de Pop son sus galletas y su salsa. Estaría de suerte si me llevo todo. Desayunar en el lugar de Pop Toms a cambio de llevar dos veces al mes los suministros era ya una tradición para el padre de Alex. Era una tradición

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que le gustaba mantener, incluso si el precio de la gasolina de aviación superaba con creces el precio de las comidas sencillas de Pop. Pero a Alex le gustaba el viejo y su familia. Eran buenas personas, Vivian bajo viejas tradiciones que las pasaban de generación en generación. La idea de sentarse frente a un desayuno caliente hecho en casa y ponerse al día en los eventos de la semana con Pop Toms hizo que cada bache valiera la pena. A medida que se acercaba y comenzaba su descenso hacia la pista de aterrizaje improvisada detrás de la tienda de Pop, Alex imaginaba el olor de la carne ahumada y galletas de mantequilla, que ya deberían estarse cocinando. —Oye, será mejor que me vaya —le dijo a Jenna—. Voy a necesitar las dos manos para aterrizar… Las palabras se atraparon en su garganta. En la tierra abajo, algo extraño le llamó la atención. En la oscuridad de la mañana de invierno, no podía distinguir la forma abultada, cubierta por la nieve, pero lo que sea que estaba viendo hizo que se le erizaran los vellos de la parte posterior de su cuello. —¿Alex? No pudo responder en un primer momento, toda su atención estaba arraigada en el objeto extraño que veía. Algo frío bajo por su columna vertebral, tan frío como el viento que golpeaba el parabrisas. —Alex, ¿estás ahí? —Estoy, uh... sí, aquí estoy. —¿Qué está pasando? —No estoy segura. Estoy viendo el lugar de Pop, pero algo no está bien ahí abajo.

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—¿Qué quieres decir? —No puedo decirlo exactamente —Alex se asomó a la ventana de la cabina cuando el avión estuvo más cerca de la tierra—. Hay algo en la nieve. No se está moviendo. Oh, Dios mío... creo que es una persona. —¿Estás segura? —No sé —murmuró Alex en el teléfono móvil, pero por la forma en que su pulso se aceleraba, no le quedaba duda de que lo que estaba viendo era una persona cubierta por nieve fresca. Un ser humano muerto, que estaba en la fría nieve lo que no habría pasado desapercibido. Pero, ¿cómo pudo ser? Eran casi las nueve de la mañana y a pesar de que no saldría el sol hasta el mediodía cerca de este extremo norte, Pop habría estado despierto hace un par de horas. Además había otras personas en el lugar, su hermana y su familia habrían tenido que estar ciegos para no darse cuenta de que había un hombre muerto. —¿Estás ahí? dime algo, Alex —dijo Jenna con su voz de policía, la que exigía ser obedecida—. Dime lo que está pasando. Al bajar para comenzar su aterrizaje, Alex se dio cuenta de otro cuerpo que yacía en el suelo cerca de la casa de Pop Toms y cerca de los árboles del bosque. La nieve que estaba encima del cuerpo estaba empapada en sangre, las manchas oscuras se filtraban a través de la capa blanca con una intensidad terrible. —Oh, Dios mío —susurró en voz baja—. Esto es malo, Jenna. Algo terrible ha sucedido aquí. Hay más de una persona muerta. Han sido heridos de alguna manera... —¿Han sido heridos gravemente?

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—Están muertos —murmuró Alex, la boca seca la hizo estar completamente segura de lo que estaba viendo—. Oh, Dios, Jenna... hay sangre. Una gran cantidad de sangre. —Mierda —Jenna susurró—. Está bien, escúchame, Alex, quiero que te quedes en el teléfono conmigo ahora. Date la vuelta y regresa a la ciudad. Voy a llamar a Zach por la radio mientras te tengo en el teléfono conmigo, ¿sí? Lo que ha sucedido, creo que debemos dejar que Zach lo maneje. No te acerques a… —No puedo dejarlos solos —exclamó Alex—. La gente que ha sido herida allí. Puede necesitar ayuda. No puedo darme la vuelta y dejarlos ahora. Oh, Dios. Tengo que ir allí y ver si puedo hacer algo. —Alex, maldita sea, no… —Tengo que ir —dijo—. Estoy a punto de aterrizar. Alex continuó haciendo caso omiso a las órdenes que le daba Jenna acerca de esperar a Zach Tucker —el hermano de ella—, que es oficial de policía y se encontraba a unos cien kilómetros a la redonda. Alex cortó la llamada y aterrizo. Realizo un aterrizaje brusco sobre la nieve fresca, no era su estilo, pero no estuvo nada mal teniendo en cuenta que todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo estaban gritando del pánico. Apagó el motor y apenas abrió la puerta Luna salto fuera del avión y echó a correr hacia el centro del grupo de casas. —¡Luna! Alex gritó pero escuchó su eco en el silencio misterioso del lugar. El perro lobo estaba fuera de su vista ahora. Alex salió del avión y llamo a Luna una vez más, pero sólo el silencio respondió. Nadie salió de las casas cercanas a saludarla. No había señales de Pop Toms en el registro de la tienda. No había señales de Teddy, que a pesar de ser un adolescente, adoraba a Luna tanto

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como el perro lo amaba a él. No había ni rastro de la hermana de Pop, Ruthanne, ni de su marido, ni de sus hijos, quienes por lo general se encontraban despiertos desde mucho antes del amanecer cuidando de las cosas alrededor del establecimiento. Todo el lugar estaba tranquilo y silencioso, totalmente sin vida. —Mierda —murmuró Alex, sentía que su corazón latía tan rápido que se le iba a salir del pecho. ¿Qué demonios ha pasado aquí? ¿En qué tipo de situación peligrosa se estaba metiendo desde que salió de su avión? Al llegar de nuevo a la bodega de carga para agarrar su rifle cargado, la mente de Alex se pegó a la más horrible posibilidad. En medio del invierno en un lugar remoto, alguien se volvió loco y atacó a su vecino o se hizo daño el mismo. No quería pensar que en este grupo de personas tan unidas, alguien, ni siquiera el hosco de Teddy, de quien Pop estaba preocupado recientemente por que andaba en compañía de malas personas, podría hacer eso. Fusil en mano, Alex bajó del avión y se dirigió en la dirección por la cual Luna había corrido. La capa de nieve fresca de anoche fue polvo suave bajo sus botas, amortiguando el sonido de sus pasos mientras se acercaba con cautela a la tienda de Pop. La puerta trasera estaba abierta y la nieve comenzaba a acumularse. Nadie había estado aquí por lo menos hace un par de horas. Alex comenzó a sentir el miedo que iba subiendo por su garganta. No se atrevió a llamar a nadie, apenas se atrevía a respirar mientras se acercaba a las cabañas. El perro lobo estaba sentado a varios metros de ahí. Alex tropezó con una de las formas sin vida que había visto desde el aire. Luna ladró una vez más. —Oh, Dios mío... ¿cómo puede ser esto? —Alex susurró, mientras miraba en silencio y trataba de mantener el control de su rifle en las manos. Sus pies se sentían como pesas de plomo, mientras caminaba hacia Luna y aquel bulto - 24 -

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inmóvil, cubierto con nieve en el suelo—. Buena chica. Estoy aquí ahora. Déjame echar un vistazo. Dios se apiadara de ella, no tenía necesidad de llegar muy cerca para darse cuenta que era Teddy en el suelo, con sus pantalones vaqueros negros y su camisa de franela roja que sobresalía, estaba ensangrentado. Su cabello castaño oscuro estaba helado sobre el lugar donde se apoyaba su mejilla, su piel de color oliva estaba congelada, tomando un color azul, pero que realmente se podía ver muy poco ya que estaba todo empapado en sangre, tenía abierta la laringe, realmente estaba desgarrada. Alex se balanceó sobre sus talones, respiro profundo para no desmayarse. Teddy estaba muerto. Un niño, por Dios, y alguien lo había matado y lo dejaron allí como un animal. Y no fue el único que sufrió el mismo destino, más adelante estaba su familia también brutalmente asesinada. Conmoción y miedo es lo que sentía Alex, se alejo del cuerpo de Teddy y giró la cabeza para mirar a los alrededores y las casas. Una puerta estaba rota, más adelante había otro cuerpo inmóvil estaba fuera de una de las cabañas. Y otro, justo debajo de la puerta abierta de una camioneta que estaba aparcada junto a un viejo cobertizo de almacenamiento de madera. —Oh, Dios... no. Y luego estaba el cuerpo que ella había visto en su descenso, que se parecía tanto a Pop Toms, muerto y ensangrentado cerca de los árboles del bosque. Tomó su rifle lo más fuerte que pudo, aunque dudaba que el asesino o asesinos todavía estuvieran ahí. Alex se encontraba a la deriva hacia ese parche escarlata que empapada la nieve cerca del bosque.

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Alex sentía que su corazón y su estómago se retorcían con cada paso que daba. Ella no quería ver a Pop así como estaba, no quería ver a nadie que le importará brutalmente asesinado... nunca más. Sin embargo, no podía dejar de mover sus pies, tenía que ver al hombre que estaba boca abajo, un hombre que siempre la saludó con una sonrisa y con un cálido abrazo. Alex dejó su arma en la nieve roja junto a ella. Ella quería gritar pero el grito se quedo estrangulado en su garganta, estiró la mano y envolvió cuidadosamente el hombro de Pop. Podía ver la expresión de terror congelada en la cara de Pop. Alex no podía ni siquiera empezar a imaginar el horror de lo que debió de haber vivido en los instantes antes de morir. Entonces otra vez... Los recuerdos del pasado saltaron a ella desde la oscuridad, encerrados en una esquina durante mucho tiempo. Alex sintió su mordedura aguda, oyó los gritos que había dado esa noche y que marcaron su vida para siempre. —No —sé dijo Alex. No quería revivir ese dolor. No quería pensar en esa noche, y menos ahora. No cuando estaba rodeada de tanta muerte y tan sola. No podía soportar desenterrar ese pasado, eso que había sucedido hace dieciocho años atrás y a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, esos recuerdos se arrastraron a su cabeza como si hubiera sucedido ayer. Como si estuviera sucediendo de nuevo, esos mismos sentimientos de horror que ella y su padre habían podido sobrevivir hace mucho tiempo atrás en la Florida, que de alguna manera había venido a visitar a una familia de inocentes en las selvas aisladas de Alaska. Alex ahogó su llanto, se limpio las lágrimas que bajaban por sus mejillas.

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El gruñido de Luna a su lado rompió los pensamientos de Alex. El perro estaba excavando en la nieve cerca del cuerpo, el hocico enterrado en la nieve. Avanzó, olfateando una pista que conducía a los árboles. Alex se levantó para ver lo que Luna había encontrado. No pudo ver nada al principio, pero cuando logro ver, sus ojos no creían lo que veía. Era una huella de unos pies ensangrentados, parcialmente oscurecida por la nieve recién caída. Una huella humana, de una persona realmente grande, realmente de alguien muy grande y alto, pero lo más raro es que no era la huella de un zapato sino de un pie, lo que es casi imposible con este frío. —¿Qué diablos? Aterrorizada, Alex agarró a Luna por el cuello y la abrazó rápidamente antes de que el perro siguiera las huellas más lejos. Miró hacia donde rápidamente acababan las huellas, lo que no tenía sentido. Nada de esto tenía sentido en la realidad. Desde la dirección donde se encontraba su avión, oyó el timbre de su teléfono celular, acompañado por la voz de un hombre desde la radio, —Alex, ¡maldita sea! ¿Me oyes? ¡Alex! Se alegro por la distracción, cogió su fusil y corrió hacia el avión, Luna mantenía el ritmo a su lado como su perro guardaespaldas que era en realidad. —¡Alex! —gritó Zach Tucker por la radio de nuevo—. Si me oyes, Alex, ¡contesta ahora! Ella se inclinó en el asiento y tomó la radio. —Estoy aquí —dijo, sin aliento y temblando—. Estoy aquí, Zach, y todos están muertos. Pop Toms. Teddy. Todo el mundo. Zach maldijo con dureza en voz baja. —¿Y tú? ¿Estás bien? —Sí —murmuró—. Oh, mi Dios. Zach, ¿cómo pudo suceder esto?

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—Yo me encargo de todo —le dijo—. En este momento, necesito que me digas todo lo que puedas acerca de lo que viste, ¿de acuerdo? ¿Te diste cuenta de cualquier tipo de armas, cualquier explicación de lo que podría haber sucedido ahí? Alex lanzó una mirada por encima de la miserable carnicería, encima de todas esas vidas truncadas de manera violenta. La sangre se podía oler en el viento helado. —¿Alex? ¿Tienes alguna idea de cómo estas personas podrían haber sido asesinadas? Ella cerró los ojos frente a la avalancha de los recuerdos que la asaltaron, los gritos de su madre y de su hermano pequeño, el angustioso llanto de su padre, mientras ella estaba abrazada a su padre, tenía nueve años, Alex logró huir junto a su padre esa noche antes de que los monstruos hubieran tenido la oportunidad de matarlos a todos. Alex se sacudió la cabeza, tratando desesperadamente de desalojar aquellos horribles recuerdos... tratando de negarse a sí misma que los asesinatos de aquella anoche fueron marcados con el mismo tipo de brutalidad que estos. —Háblame —le dijo Zach angustiado—. Ayúdame a entender lo que pasó si puedes, Alex. Las palabras no llegaban a su lengua. Se quedaban atrapadas en su garganta, como hielo frío que se derramaba en el centro de su pecho. —No sé qué paso —respondió ella—. No puedo decirte lo que podría haber hecho esto. No puedo... —Eso está bien, Alex. Sé que debes estar trastornada. Acabo de llegar a casa. Ya llamé a Roger Bemis, él me va a llevar allá más o menos dentro de una hora y nosotros nos vamos a encargar de los Toms, ¿de acuerdo? —Muy bien —murmuró. - 28 -

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—Todo va a estar bien ahora, te lo prometo. —Muy bien —repitió, sintiendo otro derrame de lágrimas por sus mejillas. Su padre le había dicho las mismas palabras hace muchos años atrás, él le prometió que todo iba estar bien. Ella no le creyó. Después de lo que había visto hoy aquí, la hizo sentir que algo realmente malo se acercaba a ella, Alex se preguntó si alguna vez realmente todo iba estar bien de nuevo.

*****

Skeeter Arnold pateó de nuevo ese sillón de terciopelo azul, la mejor pieza de mobiliario que tenía en su apartamento de mierda atrás de la casa de su madre en Harmony. Sosteniendo el humo en sus pulmones, cerró los ojos, mientras escuchaba la radio de onda corta en el mostrador de la cocina. Él había hecho un buen negocio al comprar esa radio, ya que sabía dónde estaban los policías y también de los patanes locales que eran demasiado estúpidos como para mantener el culo fuera de problemas. Y sí, tal vez a él le gustaba escuchar las desgracias de otras personas, era como un placer perverso y también le ayudaba recordarse que él no era el perdedor más grande en todo el estado de Alaska. Skeeter exhalaba lentamente un fino humo enroscándose en una maldición que murmuró cuando oyó el chirrido y el gemido de las viejas tablas debido a las pisadas fuertes por el pasillo de su habitación. —Stanley, ¿me escuchas te estoy llamando? ¿Tienes la intención de dormir todo el santo día ahí adentro? —ella tocó la puerta e intentó entrar al departamento, pero no pudo porque Skeeter había cerrado con seguro—. ¿No

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te dije que a primera hora fueras a recoger algo de arroz y frijoles en lata? ¿Qué diablos estás esperando, el deshielo de primavera? ¡Mueve tu culo flojo y haz algo útil! Skeeter no se molestó en responder. Tampoco se movió de la silla, ni siquiera se inmutó cuando su madre toco la puerta y comenzó a gritar. Dio otro golpe a la pipa y saboreó el humo, a sabiendas de las molestias fuera de su habitación, finalmente se cansó de hacer caso omiso a lo que decía su madre y se dio media vuelta para ver la televisión que le pertenecía a la perra de su madre. Para ayudar a despejar su mente, Skeeter agarro la radio que estaba a unos pocos metros y alzo el volumen. —Harmony… atento sólo policías, agente Zachary Tucker —sonaba como si tuviera su ropa interior metida en el culo, pero algo muy grande estaba pasando. —Stanley Arnold, crees que puedes ignorarme, ¡ya vas a ver miserable mal hijo! —su madre llamó a la puerta de nuevo, y salió corriendo, vociferando todo el camino hasta la sala—. Eres igual que tu padre. ¡Nunca has valido la pena y nunca lo valdrás! Skeeter se levantó del sillón y se acercó más a la radio, estaba escuchando como Tucker les daba el informe a los otros policías del estado en Fairbanks, recitó las coordenadas de la escena de un aparente homicidio o varios homicidios probablemente. Tucker estaba a la espera de transporte aéreo de uno de los dos pilotos de Harmony. Señaló que la otra, Alex Maguire, había sido la que descubrió los cuerpos mientras entregaba unos suministros y actualmente se encontraba de regreso a la ciudad. Skeeter sintió un toque de emoción mientras escuchaba. Sabía donde quedaba la zona en cuestión. Dios mío, la noche anterior había estado con Chad y otras personas cerca de ese lugar. Habían estado bebiendo en el río... justo antes de empezar a burlarse de Teddy Toms. Es más la

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dirección de donde habían ocurrido los asesinatos y cómo hablaban los policías tenía que ser la familia del chico. —No puede ser —susurró Skeeter, preguntándose si podría estar en lo cierto en eso. Sólo para estar seguro, se anotó las coordenadas en la mano, entonces hojeó un montón de facturas impagadas y otro tipo de basura hasta que encontró un mapa de la zona manchada por cerveza, que había estado utilizando durante estos últimos dos años. El trianguló el punto en el mapa, la incredulidad y una especie de asombro enfermizo deslizándose a través de sus sentidos. —Mierda —dijo, dejando a un lado la pipa para más tarde, en ese momento estaba demasiado sorprendido como para seguir fumando, también lo invadió una curiosidad morbosa y salió rápidamente de la habitación. ¿Había sido Pop Toms o el hermano del viejo quienes habían sido asesinados? ¿O quizás había sido Teddy que finalmente se volvió loco? Tal vez el chico había ido a su casa y perdió la cordura después de lo que él le había dado, a eso aumentándole las burlas de todo los que habían estado ahí. Él sabía lo que esto significaba, Skeeter se lo imaginaba. Siempre había querido ver a una persona muerta de cerca. Tal vez si salía a la tienda por los frijoles y el arroz que su madre quería, pero obviamente haría un pequeño desvío. Sí, y tal vez molestaría al joven que atiende en la tienda, para que hiciera lo que él quisiera. Skeeter tomó su teléfono celular, uno nuevo que tenía con capacidad de vídeo y que tenía un cráneo con dos huesos cruzados abajo. No se molestó en decirle a su madre a dónde se dirigía, sólo se puso su ropa de invierno y se dirigió hacia el frío tonificante del día.

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Capítulo 2 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Lizeth Corregido por: Caamille

B

oston, Massachusetts. La calefacción del Range Rover estaba encendida, Brock aumentó la temperatura unos pocos grados más. —Maldita sea,

esta noche está muy fría —el gran macho de Detroit se llevó las manos delante de la boca y sopló en ellas—. Odio el invierno, compañero, tengo la sensación de que estoy en Siberia. —Ni siquiera cerca —respondió Kade detrás del volante de la camioneta estacionada, su mirada fija en la casa de piedra rojiza que habían estado vigilando desde hace un par de horas. Incluso en la oscuridad de la medianoche, con una manta de nieve fresca que cubría todo el lugar, le seguía pareciendo una mierda total desde el exterior. No es que eso importara, cualquier cosa que hubiera allá dentro —tráfico de drogas, sexo, o una combinación de ambos—, estaban atrayendo a una gran cantidad de seres humanos a la puerta. Kade miró como un trío de jóvenes vestidos con los colores de una hermandad Universitaria y un par de mujeres jóvenes a mediovestir en piezas relativamente cortas entraban. —Si esto fuera Siberia —añadió Kade una vez que la calle se tranquilizó de nuevo—. Nuestras bolas1 estarían tintineando como campanillas de un trineo y estaríamos meando cubitos de hielo. Boston, en noviembre es un día de campo.

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Testículos

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—Lo dice un vampiro nacido en el puto glaciar de Alaska —Brock lo dijo arrastrando las palabras, sacudiendo la cabeza mientras sostenía sus morenas manos frente a las rejillas de ventilación, tratando de alejar el frío—. ¿Cuánto tiempo crees que tenemos que esperar aquí antes de nuestro hombre decida mostrar su horrible cara? Necesito empezar a moverme antes de que mi trasero se congele en el asiento. Kade gruñó más que soltar una risita, tan impaciente como su compañero de patrulla. No era por los humanos que Brock y él estaban en esta dirección en una de las zonas más peligrosas de Boston, sino por aquel sujeto detrás de lo ilegal y por si sus sospechas de inteligencia probaban ser ciertas —que el vampiro que administraba el lugar era también negociante de mercancía prohibida—, por

lo

que la

noche

terminaría muy desagradable, y

probablemente manchada de sangre. Kade apenas podría esperar. —Él está ahí —dijo mientras observaba un par de faros daban la vuelta en la esquina y un Mercedes negro con asientos de cuero y resplandecientes rines, se estaba parqueando en la acera. —Tienes que estar bromeando —dijo Brock sonriendo mientras el espectáculo continuaba. La música brotaba desde dentro del sedan, el ritmo bajo y el seguir de las letras vibraban increíblemente fuerte mientras el conductor del auto se bajaba y daba la vuelta para abrir la puerta del pasajero de atrás. Un par de correas sosteniendo unos pitbulls blancos fueron los primeros en salir del auto, seguido por su amo, un varón de Raza muy alto, tratando de lucir como un cabrón2, a pesar de que ya estaba envuelto en un largo abrigo de piel de zorro y tenía como 10 libras más de los límites aceptables en bling–bling3.

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Bastardo, Proxeneta Cadenas de oro, grandes

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—Olvídate de la mierda de Gideon, mira lo que lleva este cabrón —dijo Kade— Estaríamos en todo el derecho de matarlo sólo por salir en público vestido así. Brock sonrió, mostrando la punta de sus colmillos. —Si me preguntas, creo que deberíamos matarlo, sólo por tenernos aquí congelándonos las bolas mientras lo esperamos. En la acera, el vampiro dio a sus perros un fuerte tirón de sus correas de cuero cuando se atrevieron a dar un paso por delante de él. Pateó a uno que se encontraba más cerca de él mientras avanzaba hacia la puerta de la casa de ladrillo a la vista, riéndose por el aullido de dolor que dio el perro. Cuando él y su chofer y su par de malditos perros habían desaparecido en el interior del edificio, Kade apagó del todo el motor de la Rover y abrió su puerta. —Vamos —dijo—. Encontremos una manera de entrar por la parte de atrás mientras el dueño de la casa está ocupado haciendo una entrada triunfal. Entraron por detrás del edificio y encontraron una ventana de bajo nivel obstaculizada por la nieve y por la basura de la calle. En cuclillas, Kade sacó el hielo y la suciedad, luego abrió la bisagra de vidrio y se asomó en el espacio oscuro del otro lado. Era una bodega en ladrillo, que contenía un par de colchones podridos, preservativos, jeringas usadas, y un olor combinado con orina, vómito, y varios otros fluidos corporales que asaltaron los agudos sentidos de Kade como un fuerte golpe a su cabeza. —Jesucristo —dijo entre dientes, sus labios curvándose hacia arriba y dejando ver sus colmillos—. El ama de llaves del dueño de casa olvido limpiar por completo esta bodega. Se deslizó en el interior, aterrizando en el suelo de hormigón sigilosamente sin hacer ningún ruido. Brock lo siguió, eran dos vampiros con más de 280 libras completamente armados que se deslizaban tan calladamente como un gato. Kade señaló el repugnante lío en el suelo y a unos cuantos pasos, - 34 -

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en una esquina oscura de la habitación donde había una cadena corta y un par de grilletes. Una liga plateada para el pelo había sido arrojada cerca, con varios pelos largos de color rubio claro enredado. Brock encontró la fuerte mirada de Kade en la oscuridad, su voz era más parecida a un gruñido que palabras. —Comerciante de piel. Kade asintió con gravedad, asqueado por toda la evidencia que había tenido lugar en esta prisión húmeda y oscura. Estaba a punto de dirigirse a las escaleras y acabar con la fiesta, cuando Brock susurró una maldición en voz baja que lo hizo detenerse. —No estamos solos aquí abajo, mi hombre —Brock señaló la puerta de barrotes, estaba oscuro excepto por las sombras y puerta oxidada que se sostenía ligeramente contra el marco—. Humanos —dijo—. Son mujeres, y están justo al otro lado de esa puerta. Todo estaba silencio, respiraba entrecortado, y sintiendo la corriente de dolor y sufrimiento sobre el aire fétido, Kade se trasladó con Brock hacia el rincón sin luz de la bodega, a continuación, Kade levantó la gruesa barra de metal que cerraba la puerta desde el exterior. —Santo Infierno —Brock susurró en la oscuridad. Avanzó en la pequeña habitación donde tres jóvenes estaban sentadas juntas en una esquina, temblando y muertas de miedo. Cuando una de ellas comenzó a gritar, Brock se movió más rápido que cualquiera de los drogadictos que pudieran atacarlos. Pasó la mano sobre la frente de la hembra, la puso en trance, con solo un toque—. Está bien, Están a salvo ahora. No vamos a hacerles daño. —¿Alguien las ha mordido? —preguntó Kade, mirando como Brock ponía a las otras dos en estados similares de tranquilidad. —Han sido golpeadas recientemente, tienen hematomas, pero yo no veo ninguna herida por mordedura. Tampoco veo ninguna marca de que sean

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compañeras de raza —añadió, haciendo una revisión rápida a la piel expuesta de las mujeres y de las extremidades, en busca de la lágrima-y-media luna, una marca de nacimiento que diferenciaban las mujeres mortales de sus hermanas genéticamente más extraordinarias. Brock soltó suavemente el brazo pálido que tenía, se puso de pie—. Por lo menos ninguna de éstas tres es una compañera de Raza. Un poco de misericordia que apenas exoneraba a la escoria de vampiro que había estado haciendo negocios de trata de mujeres, al mejor postor. —Dame un minuto para borrar los recuerdos de lo que han vivido y llevarlas a un lugar seguro fuera de aquí —dijo Brock—. Estaré detrás de ti. Kade le dio una señal de captación y vislumbre de sus colmillos. — Mientras tanto, voy hacia arriba para tener una conversación privada con el anfitrión. Con la rabia subiendo y quemando por sus venas como el ácido, Kade subió por las escaleras hasta la planta principal del edificio, por encima de la orgía que tenía lugar abajo y la nube de humo de estupefacientes, la música tecno, y luces estrambóticas. En una oficina por el pasillo, escuchó el desagradable murmullo de malicia de quién estaba buscando. —Tráeme a la mujer que acaban de traer con aquella maldita Ivy League, no la rubia, la otra. Si es pelirroja de verdad, vale el doble. Kade se quedó atrás, aguardando mientras el chofer y a la vez musculosa guardia personal del anfitrión salieron de la oficina y lo vieron allí en mitad del pasillo. El macho era, también, uno de Raza, y la amenaza parpadeó en el brillo ámbar de su iris cuando vio la amenaza frente a él. —Shh —dijo Kade amablemente, con una daga agarrada ya en su mano y lista para ser enterrada. - 36 -

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Lanzó la daga en el instante en que el chofer alcanzaba su propia arma, clavándolo en la garganta del gran vampiro. El cuerpo voluminoso cayó al suelo haciendo un gran estruendo que se escuchó encima de la música y fluyó por el vestíbulo. Kade saltó alrededor del cadáver para dirigirse a la oficina del dueño del lugar. Los dos perros pitbulls blancos arremetieron más rápido que su amo en la ridícula chaqueta, antes que pudiera reaccionar. Los perros le gruñían y ladraban a Kade. Él no retrocedió, llamó la atención de sus salvajes ojos con una mirada intensa de superioridad que llevó a ambos perros acostarse en silencio en la alfombra que estaba delante de sus botas. Todos los de la Raza nacían con talentos únicos o maldiciones, en algunos casos, además de la inmortalidad, fuerza y sed de sangre eran los rasgos de su especie. En Kate, su talento era la capacidad de conectarse síquicamente con los animales salvajes y dirigir sus acciones con un simple pensamiento. Era un poder que había perfeccionado desde que era tan solo un niño que había vivido la mayor parte de su vida en la congelada y salvaje Alaska, y con animales más peligrosos que éstos. —Quietos —dijo con calma a los perros, y luego miró hacia el macho de Raza que lo miraba boquiabierto a través de la pequeña habitación—. Tú te quedas, también. —¿Qué de…? ¿Quién demonios eres? —El pánico y la indignación se reflejaban en la cara del vampiro mientras observaba la apariencia de Kade, desde el uniforme negro y las botas de combate que se asemejaban al oscuro de su cabello casi rapado, hasta su impresionante colección de armas semiautomáticas que lucía en las caderas y atadas en sus muslos—. Eres un Guerrero —soltó su respiración, evidentemente no era tan arrogante o estúpido, no quería decir que no reconociera esta situación y lo que podría significar esta visita—. ¿Qué podría querer la Orden de mí?

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—Información —respondió Kade, mientras daba un paso dentro de la habitación y cerraba la puerta detrás de él, haciendo una pequeña pausa para acariciar a uno de los dóciles pitbulls detrás de la oreja—. Hemos escuchado algunas cosas inquietantes acerca de este negocio. Queremos saber más. El vampiro se encogió de hombros e intentó parecer desconcertado. —¿Qué quiere decir con eso? La verdad es que estoy metido en varios negocios. —Sí, me doy cuenta, sobretodo acerca del peculiar negocio que tienes allá abajo en el sótano de este antro. ¿Cuánto tiempo has estado traficando mujeres? —No sé de qué estás hablando. —Ahora, mira, hacer que repita las cosas no es algo inteligente —Kade se agachó e hizo señas al par de pitbulls que estaban a su lado. Estaban sentados a sus pies como dos gárgolas, mirando a su antiguo maestro y esperando las órdenes de Kade simplemente porque quería que lo hicieran—. Apuesto a que si les ordeno a estos dos perros que te arranquen la garganta, no tendría que ordenarlo dos veces. ¿Qué crees? ¿Deberíamos averiguarlo? El vampiro tragó saliva y dijo. —No lo he estado haciendo por mucho tiempo, aproximadamente un par de meses, creo. Al principio les vendía drogas y les conseguía prostitutas, luego empecé a recibir pedidos más específicos... —él jugueteaba con uno de los muchos anillos de oro que brillaban en sus dedos—. Ya sabes, servicios de naturaleza más importante. —¿Y quiénes son tus clientes? —dijo Kade mientras tomaba una postura más amenazante—. ¿Quiénes son? —Humanos, principalmente, a decir verdad no mantengo un registro de mis clientes.

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—Pero les prestas este tipo de servicios —dijo Kade entre dientes mientras las palabras iban más allá de sus colmillos—. A los miembros de la Raza, también. No era una pregunta, y el vampiro lo sabía. Hizo otro encogimiento de hombros, mientras su abrigo de zorro rozaba su oreja cubierta con diamantes. —Hago tratos con dinero en efectivo, es simple oferta y demanda, ya sean de la Raza o humanos, el dinero es el mismo. —Y por lo visto es un buen negocio —Kade añadió. —Bueno ahora quiero saber. ¿Por qué la Orden está tan interesada en mis negocios, finalmente? ¿O acaso estás buscando otro tipo de acción? —dijo evasivamente, su sonrisa era poco más que una simple curvatura de labios—. Podría darle un buen precio a Lucan, si de eso se trata. Soy un hombre de negocios, después de todo. —Lo que eres es una escoria —dijo Kade indignado pero no sorprendido de que esa mierda que tenia al frente pudiera pensar que él o alguno de sus hermanos estuviera interesado en participar en este tipo de negocio—. Y si le dijera a Lucan lo que me acabas de decir, él te haría trizas abriéndote desde el mentón hasta las pelotas. ¿Y sabes qué? A la mierda con eso. Voy ahorrarle el problema… —¡Espera! —dijo el vampiro mientras levantaba las manos—. Espera. Te diré lo que quieres saber. —Está bien. Vamos a empezar con esto. ¿Cuántas de las mujeres que has encerrado en ese sótano y has vendido eran compañeras de Raza? Hubo un silencio prolongado, mientras que el vampiro consideraba la mejor manera de responder. Incluso este pedazo de mierda que no valía nada, tenía que saber que se veneraban aquellas hembras que llevaba una extraña marca de nacimiento, como las preciosas compañeras de Raza de todos los de - 39 -

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la Especie. El hacerle daño a una compañera de Raza era hacerles daño a todos los machos de la raza, ya que no había muchas mujeres en el planeta que pudieran llevar a las nuevas generaciones de la Especie en su vientre. El hecho de lucrar en base al dolor o la muerte de una compañera de Raza, era según Kade la cosa más atroz que podría hacer. Kade observaba al vampiro que estaba frente a él cómo lo haría con un insecto, de hecho, valoraba más la vida del insecto que la de este vampiro. —¿A cuántas, maldito hijo de puta? ¿Más de una? ¿Una docena? ¿Veinte? —tenía que esforzarse para contener el gruñido que subía por su garganta—. ¿Las vendes sin saber que son compañeras, o te pagan más por el sufrimiento de ellas? ¡Responde a la maldita pregunta! Con el repentino arranque de ira de Kade, el par de pitbulls se levantaron, sus músculos se tensaron, tanto que gruñían de manera amenazadora. Los perros estaban en sintonía con la ira de Kade. Utilizó su talento para controlar mentalmente a los perros, sabiendo que si el vampiro que tenía en frente tuviera alguna información de valor, él estaba en la obligación de sacársela como fuera posible. Luego podría matarlo con la conciencia tranquila. —¿A quién has estado vendiendo compañeras de Raza? Responde la maldita pregunta. No voy a esperarte toda la noche para que me respondas con la verdad. —Yo… Yo no, no lo sé —tartamudeó—. Esa es la verdad. No lo sé. —Pero admites que eso es lo que has estado haciendo —Dios, quería despedazar a ese pedazo de mierda—. Dime con quién has estado traficando, antes de que te corte esa maldita cabeza. —Te lo juro. ¡No sé quién las quería!

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Kade no estaba dispuesto a irse de ese lugar sin ninguna respuesta. —¿Fue más de una persona la que vino a ti para comprar a las compañeras de Raza? ¿Y el nombre de Dragos te suena? Kade entrecerró los ojos para mirar al vampiro, esperando que mordiera el anzuelo. Pero el nombre que Kade le lanzó al parecer le era desconocido. Cualquiera que tratara con uno de los más antiguos de la Raza conocido como Dragos, quien había sido descubierto recientemente por los esfuerzos realizados por la Orden, seguramente si lo conociera reaccionaría a la mención de aquel nombre. El vampiro dueño del lugar, sin embargo, no tuvo ninguna reacción. Exhaló suavemente y le dio una lenta sacudida a su cabeza. —Sólo trataba con un tipo que no era de la Raza, tampoco era realmente humano. No por lo menos cuando lo conocí. —¿Un Subordinado, entonces? Las noticias no fueron exactamente del agrado de Kade. Aunque la creación de los subordinados iba en contra de la ley de la Raza, por no mencionar que también estaba contra toda moralidad, sólo los más poderosos de la Raza podían crear a los esclavos de mente. Agotado casi hasta el punto de muerte, los subordinados eran exclusivamente leales a su maestro. Dragos era de la segunda generación de la Raza y siempre se mantuvo por encima de cualquier ley, ya sea la de la Raza o de cualquier otra. No era una novedad que Dragos mantuviera Subordinados, sino cuántos y qué tan profundamente involucrados estaban en la sociedad humana. —¿Reconocerías a ese Subordinado si lo vieras de nuevo? El cadáver de un animal envuelto alrededor del cuello del vampiro se levantó una vez más con otro encogimiento de hombros. —No lo sé. Quizás. No ha venido por aquí muy seguido. Dejé de hacer negocios con él cerca de tres o

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cuatro meses. Durante un tiempo, fue uno de mis mejores clientes y después no supe nada de él. —Debiste de haberte quedado muy decepcionado —Kade tuvo que arrastrar las palabras—. Descríbemelo ¿Cómo era el Subordinado? —A decir verdad, nunca tuve la oportunidad de verlo con claridad. Podría decir que era un Subordinado, y el fulano pagaba en grande. No me importaba saber nada más acerca de él. Las venas de Kade sobresalían de pura hostilidad y rabia apenas contenida al escuchar la mierda de sus palabras. Había matado a muchos otros por ofensas menores que éstas, mucho menores, y el impulso de rasgarle la cabeza por esta estúpida excusa era feroz. —Así que, lo que estás diciendo es que en varias ocasiones le vendiste mujeres inocentes que estaban demasiado drogadas para defenderse y que no tienes ni el más mínimo arrepentimiento de lo que le estabas haciendo y que no te importó ni en donde terminarían. ¿No le hiciste ninguna pregunta al respecto? —Supongo que se podría decir que mi negocio se basa en no preguntar, no decir. —Sí, se podría decir eso —Kade estuvo de acuerdo—. O podría decir que llevas a cabo tu negocio como un cobarde y que mereces morir lenta y dolorosamente. La preocupación invadió al vampiro mientras veía a Kade. —Ahora, espera un minuto. Déjame pensar un segundo, ¿bien? Tal vez pueda recordar algo. Tal vez recuerde algo que te puede ayudar… —Lo dudo —dijo Kade, viendo la mirada de pánico en su rostro por lo cual no iba a sacar nada más útil en esta conversación. Además de eso, estaba cansado de ver a ese hijo de puta.

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Se agachó para levantar la barbilla de los perros en sus manos, los miró a los dos a los ojos de manera intensa. Dándoles una orden silenciosa que se reconocería con una pequeña señal. Los pitbulls saltaron sobre la mesa y se sentaron frente a su antiguo maestro, sus ojos fijos en el objetivo, sin pestañear, mostrando sus dientes afilados goteando saliva. —Buenos chicos —dijo Kade, y se dio la vuelta para salir. —Espera, así que... ¿Eso es todo? —el vampiro preguntó vacilante, ante las dos babeantes gárgolas que ahora se alzaban ante él—. Quiero estar seguro de que estamos a mano, ahora. Quiero decir, ya te dije todo lo que sé. Eso es todo lo que querías de mi, ¿verdad? —No exactamente —dijo Kade sin mirar hacia atrás, mientras ponía su mano en el picaporte—. Hay una cosa más que quiero. Cuando salió de la oficina y cerró la puerta, oyó a la pareja de pitbulls lanzarse al ataque. Kade se detuvo allí, cerrando los ojos y disfrutando de la violencia del momento a través de la conexión mental con los animales. Sentía cada hueso rompiéndose, cada pedazo de carne que los perros le arrancaron al comerciante de mujeres. Dentro de la habitación, el vampiro gritaba y lloraba, su dolor era una agradable música y todavía continuaba gimiendo cuando alcanzó la otra parte de la instalación. Brock caminaba por el pasillo mientras Kade pasaba al lado del cadáver del guardaespaldas. —¿Te encargaste de las mujeres? —preguntó cuando él y su compañero de patrulla se encontraron a medio camino. —Les borré los recuerdos de su cautiverio y las envié a su casa —dijo Brock. El gran macho le dio un breve vistazo al cuerpo antes de arquearle una ceja a Kade—. ¿Qué tal tú? ¿Lograste sacarle algo al dueño del lugar?

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—En realidad, resultó que no era más que un maldito aficionado a los perros —dijo Kade mientras se seguían escuchando los gritos desde la oficina. La boca de Brock se curvó en las esquinas. —Eso oí ¿Algo más? —Sí, desgraciadamente. El maldito estaba traficando con compañeras de Raza, justo como lo sospechábamos. Su cliente era un Subordinado, pero él no sabía nada más que eso. Nunca vio al esclavo de mente de cerca y no pudo describírmelo para nada. —Mierda —dijo Brock, mientras se pasaba su gran mano sobre la parte superior de su cabeza—. Así que supongo que el vampiro tuvo un final muy sangriento ¿eh? Kade sacudió su cabeza mientras el último de los gritos se apagaba detrás de él. —Ahora sí. Brock exhaló una risa en voz baja. —Limpiemos este desastre y salgamos de aquí. Recibí un mensaje de Gideon, dice que nos comuniquemos en cuanto podamos. Alguna complicación en el norte. —En el norte. ¿Hacia el norte del Estado? —Preguntó Kade. —No, hombre, más al norte que eso —Brock encontró su mirada y la mantuvo por un largo tiempo—. Algo evidentemente no anda bien en Alaska. No dijo eso exactamente. Lucan quiere que te reportes lo antes posible en el recinto de la Orden.

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Capítulo 3 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: AndreaN Corregido por: Gemma

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ade entendió incluso antes de que él y Brock llegaran al recinto de la Orden que la noticia, que le estaban a punto de dar, no podía ser nada bueno. El hecho de que Lucan, el fundador y

líder de los guerreros, por no hablar de que era un Gen Uno de la Raza y tenía aproximadamente unos novecientos años, haya pedido hablar específicamente con Kade, era solo una señal de que lo que ocurría en Alaska era algo muy grave. Kade se rompía la cabeza imaginando que podía haber pasado, y lo único que llegaba a su mente eran acontecimientos horribles que lo ponían cada vez más preocupado, lo que hizo que sintiera como la bilis amarga subía por la parte posterior de su garganta. Mantuvo ese mal presentimiento desde que él y Brock estacionaron el Rover en el garaje del recinto de la Orden, luego tomaron el ascensor y descendieron unos trescientos metros bajo el suelo hasta llegar al centro de operaciones subterráneas de la Orden. —¿Estás tranquilo, Kade? —Brock preguntó, mientras Kade salía del ascensor y se dirigían por el corredor de mármol blanco que conectaba con las muchas habitaciones que tenía el recinto. —Sabes que si esto tuviera algo que ver con tu familia, Lucan te lo hubiera dicho. Estoy seguro de que esto no tiene nada que ver con ellos. No te preocupes, ¿Estás tranquilo?

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—Sí, estoy tranquilo —respondió Kade, las palabras salían de su boca, pero su mente estaba en piloto automático. Había dejado a su familia en Alaska hace casi un año para unirse a la Orden en Boston. Había sido una abrupta despedida, impulsada por la urgente convocatoria que había recibido por parte de Nikolai, un guerrero de la Orden, a quien había conocido hace algunas décadas atrás, cuando uno de sus viajes lo llevaron en dirección hacia la congelada Alaska. Había algunas cosas que Kade había dejado sin terminar en Alaska. Esos asuntos pendientes lo seguían persiguiendo sin importar los meses y la distancia que lo separaban de Alaska. Si algo malo sucedió y no estuve allí para impedirlo, no me lo perdonaría… Kade empujó esos pensamientos fuera de su cabeza, mientras él y Brock caminaban por el corredor que los llevaría al laboratorio de alta tecnología. Lucan, el Gen Uno de cabello oscuro, estaba esperando frente al ordenador con Gideon, el macho de la Raza rubio con apariencia desaliñada, que era un genio en el campo de la tecnología. Los dos estaban parados frente a uno de los monitores de pantalla plana que había en el laboratorio. Lucan pasó sus dedos por su mandíbula con severidad, Kade los pudo observar porque el laboratorio tenía puertas de vidrio que permitían ver todo lo que se encontraba dentro. Mientras Kade y Brock entraban, Lucan les preguntó, —¿Cómo les fue en la guardia? ¿Qué hicieron esta noche? ¿Encontraron algo importante? Kade le dio un breve resumen de lo que habían visto y de lo que se había enterado en el antro del vampiro que traficaba con compañeras de Raza, pero mientras hablaba, no podía quitarle la mirada a la pantalla que se encontraba detrás de Lucan.

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Cuando tuvo la oportunidad de ver bien la imagen que estaba en la pantalla, su respiración comenzó a acelerarse, algo que siempre le pasaba cuando se enojaba, lo que estaba viendo no era precisamente algo agradable. Era una foto borrosa o tal vez era una imagen congelada, pero lo que más resaltaba en la pantalla era la gran cantidad de manchas de color rojo intenso que se encontraban encima de la nieve. Esa imagen mostraba un brutal asesinato en la congelada tierra de Alaska, a Kade no tenían que confirmarle que ese espantoso suceso había ocurrido en su país natal, él lo sabía instintivamente. —¿Qué pasó? —Preguntó Kade, su voz tenía un tono áspero. —Este vídeo apareció en Internet hoy —dijo Lucan—. Por lo que sabemos, esta imagen fue capturada por un teléfono celular con cámara hace un par de días y alguien la subió a un retorcido sitio web donde los malditos bastardos se divierten subiendo fotos y videos de crímenes reales. Gideon hizo clic en el mouse de la computadora y la imagen congelada comenzó a tener movimiento. Se escuchaban los pasos y la respiración acelerada de la persona que sostenía la cámara, aun así el vídeo mostraba crudamente la escena de lo que debió haber sido un muy brutal asesinato. Un cuerpo ensangrentado yacía muerto en la fría nieve. El enfoque de la lente era inestable, pero la computadora logró hacerle un zoom a las heridas de la víctima. Su ropa y su piel estaban completamente destrozadas. Ese tipo de heridas sólo podrían haber sido hechas por algunos dientes muy afilados, o mejor dicho, colmillos. —Dios mío —murmuró Kade, golpeado por la brutalidad de la matanza, la totalidad de ella, mientras el video de cuatro minutos iba avanzando se pudo observar no menos de tres muertos más sobre la nieve en el intento de apagarlo. —Parece hecho por Renegados —agregó Brock.

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Era un hecho lamentable pero inevitable para algunos miembros de la Raza no poder controlar su sed de sangre. Mientras que la mayoría de la Raza acataba las leyes y utilizaba su sentido común, había quienes cedían ante su sed sin pensar en las consecuencias. Los de la Raza que se alimentaban demasiado o con demasiada frecuencia, pronto se volvían adictos, perdidos por su sed. Una vez que un vampiro lleva su adicción a esos extremos, es poco probable que se recupere. Una vez adicto terminas perdido en la locura o muerto, si no es a manos de la Orden, es por la propia enfermedad. En lo único que puede pensar un vampiro que está perdido en su sed de sangre es en matar indiscriminadamente, toma cualquier riesgo en el intento de apagarla, incluso si esto significara masacrar a todo un pueblo. —Unos malditos Renegados —continuó Brock—. A ese o a esos hijos de puta hay que matarlos y entre más pronto mejor. Lucan asintió. —Sí, en cuanto más rápido se les acabe mejor, es por eso que he querido hablar contigo, Kade. La situación allí puede salírseles de las manos muy rápido, no sólo la Orden está enterada de esta situación, la ley humana también se ha enterado de los asesinatos. Gideon detectó una llamada a la policía del estado de Alaska, la llamada provino de Harmony, un pequeño pueblo en el interior de Alaska, afortunadamente hay menos de un centenar de personas viviendo allí, pero sólo se necesita una persona que grite la palabra “vampiro” y que desate la histeria. —Mierda —murmuró Kade—. ¿Sabemos quién filmó el video? —Es difícil de decir ahora —dijo Lucan—. Gideon está investigando. Lo que sí sabemos con certeza es que hay varios policías destinados al caso. Tenemos que saber quién es el responsable de los asesinatos, y tenemos que asegurarnos de que nadie allí descubra la verdad de lo que realmente les sucedió a estas personas.

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Mientras Kade escuchaba lo que decían, podía oír su corazón latir aceleradamente debido a la brutalidad de los asesinatos que acababa de ver. Su visión periférica captó una imagen en la pantalla, estaba borrosa pero se podía ver la cara de una humana joven toda cubierta de sangre, sus ojos marrones estaban abiertos, a sus pestañas oscuras se les habían pegado pequeños pedazo de hielo. Era sólo una niña, por Dios. Probablemente acababa de salir de su adolescencia. No era la primera vez que Kade había visto las secuelas de una masacre sangrienta en Alaska. Cuando se fue de su casa hacía ya algunos meses atrás, estaba seguro como el infierno que no volvería a ver ese tipo de matanzas de nuevo. —Actualmente estamos inmersos en una misión muy importante, pero no podemos darnos el lujo de permitir que la situación en el norte se salga de control —dijo Lucan—. Tengo que enviar a alguien que conozca el terreno y el pueblo, que tenga conexiones con los miembros de la Raza allá arriba. —Kade miraba fijamente a Lucan, él sabía que no podía rechazar la misión, incluso si Alaska era el último lugar donde quería estar. Cuando se fue de su país natal, el año pasado para unirse a la Orden, se había ido con la esperanza de no regresar nunca más. Quería olvidar el lugar donde había nacido. El lugar salvaje que lo había llamado a él como a un amante posesivo y destructivo. —¿Qué dices, hombre? —preguntó Lucan, el silencio aumentó por unos segundos. Kade no veía otra opción. Se lo debía a Lucan y a la Orden, tenía que hacerse cargo de este asunto inesperado y desagradable. No importaba dónde lo llevara o cuánto tiempo le tomara la búsqueda de un vampiro poseído por la sed de sangre, él iba a buscarlo por toda Alaska, casa a casa, centímetro por centímetro pero lo encontraría, de eso estaba seguro. —¿Qué tan pronto me voy? —Preguntó Kade. Cuarenta y cinco minutos más tarde, Kade se encontraba en su habitación empacando lo necesario para su viaje. Sentado en el extremo de su

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cama intentaba por tercera vez en diez minutos comunicarse con el número al cual no había llamado desde la noche que salió de Alaska. Esta vez dejó que timbrara más veces antes de presionar el botón de apagado. Fue un shock para él, escuchar la voz fuerte de su padre que provenía desde el otro lado del teléfono. —Ha sido mucho tiempo —dijo Kade a modo de saludo, a lo que su padre sólo respondió con un gruñido. Fue un esfuerzo pobre de contacto considerando que no hablaba con su padre desde hacía casi un año. Por otra parte, no era como si su padre lo culpara o lo hiciera responsable de algo específico. La conversación fue torpe, se limitaron a preguntarse cosas superficiales —cómo estás, qué tal va todo—, nada que subiera de tono la conversación. Su padre habló acerca del duro invierno, que el único beneficio de esa temporada es el hecho de que el sol se mantenía oculto durante casi todo el día, sólo sale tres horas al medio día. Kade recordó la oscuridad extendida del país del norte. Su pulso latió con entusiasmo ante la idea de tantas horas de libertad en la oscuridad. Era evidente que su padre aún no había oído hablar acerca de los recientes asesinatos. Kade no los mencionó, ni habló acerca de la misión que lo llevaba de vuelta al estado de Alaska. Kade se aclaró la garganta y le hizo la pregunta a su padre que moría por hacer desde que se enteró que había problemas en Alaska. —¿Cómo está Seth, todo ha ido bien con él? —La sangre de Kade se heló cuando no recibió una respuesta inmediata por parte de su padre. —Está bien. ¿Por qué la pregunta? —respondió el padre Kade con una voz suspicaz, la voz que siempre utilizaba cuando Kade hacía preguntas acerca de su hermano. —Sólo me preguntaba si se encontraba cerca, eso es todo.

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—Tu hermano ha salido a la cuidad hace un par de semanas por unos negocios relacionados con el Darkhaven. —Un par de semanas —repitió Kade en voz alta—. Eso es mucho tiempo para él, ¿Has oído hablar de él recientemente? —No desde hace un tiempo. ¿Por qué? —En el otro extremo de la línea, su padre parecía estar impacientándose con las preguntas—. ¿De qué se trata todo esto, Kade? Un año sin ningún tipo de contacto contigo y ahora quieres interrogarme acerca de las salidas y entradas de tu hermano. ¿Qué es lo que quieres? —Olvídalo —dijo Kade, lamentándose por haber hecho la llamada—. Sólo olvida que te he llamado. Me tengo que ir. —No esperó una respuesta de su padre, francamente no necesitaba escucharla. Kade terminó la llamada sin decir una palabra, sus pensamientos giraban en torno a las espantosas imágenes que había visto en el laboratorio de la Orden y el nuevo conocimiento de que su hermano había estado lejos de casa ya hace algunas semanas. Su hermano, quien compartía el mismo talento oscuro que él. El mismo poder seductor y peligroso que fácilmente podría salirse de control. Además de tener más de un recuerdo sombrío acerca de su hermano. —¡Maldita sea, Seth! Tiró el teléfono a la cama. Luego con un gruñido furioso, giró sobre sus talones y le dio un puñetazo a la pared más cercana.

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Capítulo 4 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Anjhely

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a tormenta ártica había golpeado el interior de Alaska durante los dos últimos días, la nieve vertida alcanzaba los tres pies de altura en la pequeña ciudad de Harmony y a sus vecinos distantes a lo

largo del río. Las temperaturas diurnas en toda la región llegaban a quince grados bajo cero. Por lo general, en la época en que el clima esta más frío las personas tienden a hacer dos cosas: evitar salir de sus casas o se dirigen al restaurante y taberna de Pete. A pesar del viento en el invierno, el frío cortante en la piel y que el sol sale unas pocas horas durante el día, casi todos los habitantes de Harmony se habían dado cita en la pequeña sala improvisada de reuniones en la Iglesia Congregacional de la ciudad. Alex se sentó junto a Jenna en la segunda fila de bancos, tratando tan duro como todos los demás para dar sentido a la reciente brutal matanza de seis personas en la selva, el horrible acontecimiento había despertado el pánico en los habitantes de Harmony. Alex sabía que Zach Tucker había tratado de mantener la noticia del ataque hacia los Toms lo más discretamente posible, pero a pesar de los esfuerzos, la noticia había viajado rápido y más rápido todavía, en este trozo de tierra que limitaba con la orilla del río Koyukuk, las noticias, en especial las malas, como una que involucra múltiples muertes inexplicables de naturaleza violenta, tiende a llegar muy rápido a los oídos de la gente.

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Cuarenta y ocho horas después del impactante descubrimiento que hizo Alex en la pista de aterrizaje de los Toms, y la decisión de Zach para transportar los cuerpos desde la escena del crimen hasta Harmony, para que así la policía pudiera hacerse cargo de la investigación. La situación en la ciudad había pasado de ser un sentimiento sorpresa, a uno de sospechas y de histeria. Pasadas las cuarenta y ocho horas desde los brutales asesinatos, la gente del pueblo exigía respuestas acerca de quién —o qué—, había atacado tan brutalmente a Pop Toms y su familia. —Simplemente no lo entiendo —dijo Millie Dunbar desde su asiento, el banco que se encontraba detrás de Alex. La voz de la anciana de ochenta y siete años de edad se estremeció, no tanto de preocupación, sino de tristeza—. ¿Quién quería hacerle daño a Wilbur Toms y su familia? Eran buenas personas, cuando mi padre llego aquí y se instalo cerca del negocio del abuelo de Wilbur Toms, hace ya muchísimos años atrás, jamás tuvo una mala palabra de cualquiera de los Toms. No puedo imaginarme que alguien pueda ser tan malo como para hacer algo así. Uno de los hombres del pueblo, cerca de la parte de atrás de la iglesia interpuso. —Si me preguntan a mí, yo sospecharía del hijo, Teddy. Ese chico era demasiado callado. Cuando venia para el pueblo nunca saludaba a nadie, actuaba como si se creyera mejor que el resto. Me hacía pensar que el chico escondía algo. —¡Oh, por favor! —dijo Alex, sintiéndose obligada a defender a Teddy, ya que no estaba allí para hacerlo por sí mismo, mientras giraba sobre su asiento para lanzar una mirada de desaprobación a las decenas de rostros que se habían endurecido con sospechas infundadas por las acusaciones del Big Dave Grant. —Teddy era un chico tímido con la gente que no conocía, eso es todo. Él nunca hablaba mucho a causa de las burlas que sufría por su tartamudez. Y sugerir que de alguna manera podría tener algo que ver con el asesinato de su

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familia, cuando él también está muerto, metido en una losa fría, es la cosa más cruel y cobarde que podrían hacer, ninguno de ustedes vio como quedo ese chico después que fue atacado —dijo Alex alterada por las acusaciones que acababa de escuchar. La mano de Jenna descendió suavemente sobre la muñeca de Alex, para tratar de que no se exaltara tanto, pero Alex no tenía la intención de calmarse, ya era bastante malo tener que revivir el macabro hallazgo una y otra vez en su mente desde que se había tropezado con los cuerpos destrozados de Pop Toms, Teddy, y el resto de sus familiares. Ella no se iba a sentar allí y contarles los detalles de la escena de los brutales asesinatos que había visto. Ella no iba a relatarles como eran las salvajes heridas que habían sufrido los Toms, como su piel había sido destrozada, los huesos rotos y la garganta abierta, como si algún tipo de bestia infernal hubiera salido de la fría noche para alimentarse de las personas vivas. No, no era una bestia. Un ser salido de una pesadilla. Era un monstruo. Alex cerró sus ojos frente a la imagen que se iba formando en su mente, toda la sangre y la muerte que había visto se comenzaba a levantar de los rincones más ocultos de su memoria. Ella no quería ir allí, nunca más. Le había tomado años y miles de kilómetros, separarse de ese recuerdo, pero aún así los monstruos de su pasado la seguían persiguiendo. Ella había sobrevivido a ese macabro suceso, a pesar de que le había tomado mucho tiempo alejar esos recuerdos. —¿Es cierto que no se encontró ningún arma en la escena del crimen? —gritó alguien desde el centro de la reunión—. Si no recibió un disparo o una puñalada, entonces, ¿cómo exactamente fueron asesinados? He oído que era un infierno de una gran cantidad de sangre derramada por ahí en el monte. - 54 -

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Desde su posición detrás del púlpito 4 , Zach levantó una mano para

acallar las preguntas que venían desde la multitud. —Hasta que los agentes de policías lleguen de Fairbanks5, todo lo que les puedo decir es que estamos investigando este homicidio múltiple. Siendo yo uno de los oficiales encargados de la investigación, no estoy en libertad de discutir los detalles del caso con nadie en este momento, ni creo que sea conveniente especular. —Pero ¿qué pasa con las heridas, Zach? —esta vez fue Lanny Ham la que habló, su voz que siempre era tranquila, pero esta vez tenía un tono nervioso—. Escuché que las víctimas pudieron haber sido atacados por animales salvajes. ¿Es eso cierto? —¿Qué piensa Alex, ya que ella fue quien encontró los cuerpos? —alguien preguntó—. ¿Alguno de ustedes cree que los asesinatos podrían haber sido realizados por animales? —Roger Bemis dijo que vio un par de lobos merodeando cerca de su propiedad en el lado oeste de la ciudad el otro día —gritó Fran Littlejohn, por lo general era una mujer razonable, pero ahora había una fuerte nota de preocupación en su voz—. Ha sido un invierno duro y apenas comienza. ¿Lo qué quiere decir que es de suma urgencia saber qué o quién atacó el lugar de los Toms? —Ese es un buen punto. Y si los lobos o quien quiera que sea, ¿vienen a buscar una presa humana para alimentarse? —preguntó uno de los presentes. —Espere un momento todo el mundo —dijo Zach en su intento de inyectar la calma entre las voces que comenzaban a perderse en la histeria.

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Púlpito es la plataforma elevada en las iglesias desde la que se predica. Cuando se usan para proclamar las Lecturas se llaman también ambones. 5 Fairbanks es una ciudad localizada en Alaska, Estados Unidos. Según el censo de 2007, la población de la ciudad es 34.540.

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—Sabes, que ví a un lobo justo la noche antes de la semana pasada. Un gran lobo macho negro, husmeando en el depósito de basura de la parte de atrás de Pete. La verdad es que nada de eso me llamo la atención entonces, pero ahora… —Y no se olvide de que sólo hace algunos meses atrás los lobos mataron a unos perros del trineo en Ruby. Los documentos decían que sólo dejaron las entrañas y un par de collares de cuero. —Tal vez lo más prudente es tomar algunas decisiones aquí —dijo Big Dave desde su puesto en la parte posterior de la sala—. No podemos quedarnos sentados esperando en nuestras casas, hasta que usted y todo su equipo decida tendernos la mano, tal vez lo que tenemos que hacer es organizar una partida de caza, reunirnos en grupos y cazar a los lobos. —No fueron lobos —murmuró Alex, su mente retrocediendo de mala gana a los recuerdos que comenzaban a surgir, la pista y la nieve ensangrentada. No había sido un lobo, o ningún otro tipo de animal, de eso estaba segura. Pero una pequeña voz le susurraba que no era precisamente humano lo que atacó a los Toms. Entonces... ¿Qué fue? Sacudió la cabeza, negándose a dejar que sus pensamientos se envolvieran entorno a la respuesta que esperaba —rogó— no fuera verdad. —No fueron lobos —dijo de nuevo, levantando la voz por encima del estruendo de la paranoia que se había formado su alrededor. Se levantó y se volvió hacia la multitud—. No fueron lobos, ningún lobo mata de esa manera, no por sí mismos. Ni siquiera una jauría haría esto. —La Srta. Maguire está en lo correcto —dijo Sidney Charles, uno de los ancianos indígenas de Harmony y el alcalde del pueblo, aunque ocupó su cargo hace poco tiempo, él era una persona de gran respeto en el estado. Él

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asintió con la cabeza hacia Alex desde su asiento en la primera fila de la iglesia, su pelo oscuro grisáceo lo llevaba sujetado en una cola de caballo, su cara bronceada que siempre mostraba su jovial naturaleza, hoy estaba sombría—. Los lobos respetan a la humanidad, como nosotros debemos respetarlos a ellos. He vivido mucho tiempo, el tiempo suficiente como para prometerles que los lobos no hicieron esta cosa horrible y si viviera cien años más, nunca lo creería tampoco. —Bueno, con todo el debido respeto, Sid, pero yo, por mi parte, preferiría no tener esa seguridad —dijo Big Dave, mientras otros hombres sentados cerca de él movían su cabeza mostrándole el apoyo—. Lo último que supe, es que no había ninguna estación que traté con los problemas con lobos. ¿No es así, Oficial Tucker? —No, no hay —Zach cedió—. Pero... Big Dave lo interrumpió. —Si los lobos son el problema, entonces es nuestro derecho defendernos. Infierno, es nuestro maldito deber. Claro como la policía quiere esperar a que esos malditos lobos vuelvan atacar para hacer algo al respecto. —Estoy con Big Dave en esto —dijo Lanny Ham, mientras se levantaba del asiento como un cohete. Mientras lanzaba una mirada nerviosa alrededor de la habitación—. ¡Yo digo que hay que tomar medidas antes de que el mismo tipo de problemas lleguen a Harmony! —¿Alguno de ustedes escucha? —gritó Alex llena de ira—. Yo les digo, que los lobos no son responsables de lo que sucedió con Pop Toms y su familia. Fueron atacados por algo terrible, algo horrible... pero no era un lobo. Lo que ví allí no podría haber sido hecho por ningún tipo de animal. Era otra cosa. La voz de Alex se enganchó en la garganta mientras su mirada se desviaba a la parte trasera de la iglesia y se enfrentaba con un par de ojos de plata tan penetrantes que le robó el aliento. Ella no sabía quién era ese hombre - 57 -

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de cabello negro que estaba allí en la oscuridad cerca de la puerta. Él no era de Harmony o de cualquiera de sus remotos pueblos vecinos. Alex estaba segura de que nunca lo había visto, ese rostro con facciones tan marcadas, ese mentón cuadrado o la sorprendente intensidad de su mirada, ella no lo había visto en ningún otro lugar de Alaska. Su rostro no era algo que una mujer olvidara con facilidad. El desconocido no dijo nada, ni siquiera parpadeo, y por un instante ella se sintió perdida en la profundidad de esos ojos, él se limitó a mirar sobre las cabezas de las personas, era como si sólo ella existiera en su mirada y como si los dos fueran las únicas personas en toda la habitación. —¿Qué crees que era, querida? La voz de Millie Dunbar saco a Alex de la inquietante mirada del forastero. Ella tragó saliva, sentía la garganta reseca y se volvió hacia la dulce anciana y hacia las otras personas que estaban esperando en silencio para escuchar lo que ella creyó ver en el asentamiento de los Toms. —Yo... no estoy muy segura —dijo Alex, deseando nunca haber abierto la boca. Sentía el calor de los ojos del extraño sobre ella, esperando, como el resto, a que ella dijera lo que había estado pensado acerca de los asesinatos. —¿Qué es lo que viste, Alexandra? —Millie la estaba presionando, su corazón se estaba apretando en una mezcla de esperanza y temor—. ¿Cómo puedes estar tan segura de que los asesinos no fueron animales? Alex dio una sacudida débil a su cabeza. Maldita sea, ella era la culpable de que todas estas personas esperaran una respuesta, si ella se hubiera quedado callada no tuviera a casi un centenar de ojos fijos en ella, en espera de su explicación. Pero como iba a dar una explicación de algo que ella quería borrar de su cabeza, ella podía repetir lo que había escuchado en esa sala, no sin mirarse a sí misma como una idiota, y condenar a unos inocentes lobos del área. La atención exagerada de Big Dave y el pelotón de hombres y mujeres - 58 -

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que lo apoyaban, parecían estar esperando que ella dijera algo que les permitiera salir corriendo para cazar lobos. Mierda. ¿Había alguna opción más que la verdad aquí? —Ví... una huella —admitió en voz baja. —¿Una huella? —esta vez era Zach quien hablaba, las cejas de color marrón estaban fruncidas sobre sus ojos como en escrutinio desde su posición en el púlpito sobre la congregación—. No me dijiste nada sobre una huella ¿Dónde la viste, Alex? ¿Qué tipo de huella era? —Era una huella... en la nieve —dijo Alex, mientras Zach le fruncía el ceño. —¿Quieres decir, una impresión de zapato? —le pregunto Zach. Alex se quedó en silencio durante un largo rato, sin saber cómo expresar lo que iba a decir a continuación. Nadie dijo nada durante el silencio que se formó. Sentía que era el centro de atención, que todas las personas de la ciudad estaban viendo su cabellera ondulada de color rubio, aunque ella había pasado la mayor parte de su vida en Harmony, aún se consideraba como forastera, ya que ella y su padre habían venido de la humedad de los pantanos de Florida. Fue aquel recuerdo del sol, el calor, la humedad, lo que en ese momento llenaban sus sentidos. Podía sentir el sabor del agua salada en la lengua, podía oler los árboles cubiertos de musgo, cipreses y lirios fragantes llenando el aire. Podía escuchar el canto de las cigarras y el chirrido de las ranas bajo la oscuridad. Ella podía escuchar como su madre le leía un cuento a su hermano pequeño antes de dormir, con su suave y dulce voz que tanto extrañaba Alex. Ella podía ver el cazador de oro de la luna que aumentaba lentamente y se unía con las estrellas brillantes en el firmamento.

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Ella incluso podía sentir como el miedo le atravesaba el corazón, aquella noche empañada de violencia, cuando esos monstruos entraron para alimentarse de ellos. Todos esos recuerdos seguían allí atormentándola y aunque todo parecía una pesadilla, todo era terriblemente real. —Alex. La voz de Zach, la hizo regresar al aquí y ahora, de vuelta a Harmony, Alaska, y un miedo terrible se apoderó de ella cuando considero que el terror por el cual huyeron de la Florida de alguna manera podría volver a encontrarla. —¿Qué diablos está pasando, Alex? —hubo impaciencia en el tono de voz de Zach—. Necesito saber lo que viste ahí. Todo ello. —Ví una huella —afirmó tan claramente como pudo—. No de una bota. Fue la huella de un pie descalzo. Un pie muy grande, y muy parecidos al de los humanos, sólo... que no del todo —¡Oh, por Dios! —dijo Big Dave soltando de una carcajada—. No basta que los lobos maten, ahora también un pie grande. Ahora sí que he oído de todo. —¿Qué estás haciendo, Alex? ¿Es esto una especie de broma? —No —insistió ella, girándose lejos de la mirada incrédula de Zach hacia el resto de la gente del pueblo. Todos estaban mirándola como si esperaran que ella se echase a reír. Todos, excepto el extraño de pelo negro. Sus ojos de color plata se clavaron en ella como lanzas de hielo, la sensación que tuvo cuando le sostuvo la mirada no era de frío, sino de una fusión de calor que le llegaba hasta los huesos. Y no había burla en su expresión, escuchaba con una intensidad que le sacudió el piso. Creyó en ella, cuando las persona en ese lugar la miraban como si estuviera loca.

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—No es una broma en absoluto —dijo Alex a los residentes de Harmony—. Nunca he dicho algo tan en serio como esto, les juro. —He escuchado suficiente —dijo Big Dave. Empezando a caminar pesadamente hacia la puerta, varios hombres reían entre sí, mientras los seguían afuera de la iglesia. —Sé que suena loco, pero tienen que escucharme —dijo Alex, desesperada porque nadie le creía, justo ahora que se había llenado de valor para decir la verdad. Bueno parte de la verdad, por lo menos. Ella no quería o no podía aceptar la aterradora idea de que —eso—, lo que ella pensaba en el fondo de su mente que podía ser el culpable de los asesinatos de los Toms y su familia fuera verdad, simplemente no podía. Incluso Jenna la miraba y le hablaba como si ella estuviera loca. —Nadie puede sobrevivir en ese frío, sin ropa adecuada, Tú no pudiste haber visto una huella desnuda por ahí. Lo sabes, ¿verdad? —le dijo Jenna. —Yo sé lo que vi —le respondió Alex. A su alrededor, la reunión comenzó a disolverse. Alex se giró para tratar de encontrar al extraño, pero no podía verlo, se había ido. Ella no sabía por qué se sentía decepcionada. Tampoco comprendía por qué se sentía obligada a buscarlo. Estaba impaciente con la necesidad, y desesperada por salir de allí. —Oye, está bien —Jenna se puso de pie, dándole a Alex una simpática sonrisa cuando le dio un fuerte abrazo—. Tú has pasado por mucho en los dos últimos días, ha sido muy difícil para todos, pero estoy segura de que todo va a estar bien. Alex se apartó y le dio una sacudida vaga con la cabeza. —Estoy bien. La puerta de la iglesia se abrió y otro grupo de personas salieron hacia la noche con paso ligero. ¿Estuvo allí ese hombre misterioso o sólo lo había imaginado? Ella tenía que saber. - 61 -

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—¿Viste a ese tipo en la parte trasera de la iglesia esta noche? —le preguntó a Jenna—. De cabello negro, ojos grises pálidos. Estaba de pie cerca de la puerta. Jenna sacudió la cabeza. —¿De quién estás hablando? Yo no ví a nadie. —No importa. Escucha, creo que voy a ir un rato a la taberna de Pete —dijo Alex. —Buena idea —Jenna acordó, mientras veía como Zach bajaba de la plataforma elevada del púlpito y se dirigía a ellas—. Vete a casa y duerme un poco, ¿vale? Tú siempre te has preocupado por mí, es hora de que te preocupes por ti, y dejes la investigación en manos de la policía... Además, ha pasado mucho tiempo desde que no como una rica hamburguesa y una cerveza en compañía de mi hermano, solos él y yo. Él ha estado evitándome últimamente, lo que hace preguntarme si él tiene una novia en secreto o algo así. —No tengo novia —dijo Zach—. No tengo tiempo para eso cuando estoy casado con mi trabajo. ¿Estás bien, Alex? Todo eso que dijiste fue muy raro, lo digo en serio. Si tú quisieras hablar de lo ocurrido, ya sea conmigo o con un profesional, por favor avísame. —Estoy bien —insistió, ahora se sentía irritada, y al mismo tiempo agradecida porque ya estaba más tranquila, y los recuerdos que se habían levantado en su cabeza estaban regresando a ese rincón oscuro donde pertenecían—. Mira, olvida lo que he dicho esta noche. No quise decir nada de esto, sólo estaba jugando con Big Dave. —Bueno, él es un idiota y se lo merecía —dijo Jenna, mirándola un poco más aliviada por no tener que llamar a los del manicomio, después de todo. Alex sonrió con una ligereza que no sentía.

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—Me voy chicos, a ver si me despejo un poco de todo esto en la taberna de Pete. Apenas esperó a que ellos se despidieran de ella, salió lo más rápido que pudo hacia la puerta, la cual estaba siendo obstaculizada por un trío de viejas que hablaban y caminaban en cámara lenta, su pulso se estaba acelerando al mismo tiempo que conseguía salir por la puerta y respirar el viento helado de la noche. Se puso bajo la nieve, y miro hacia a todas la direcciones en busca de aquel hombre que la había impactado desde el primer momento en lo que lo vio. Él no estaba allí. Quien quiera que fuese o lo que le había llevado a Harmony sin importar el mal tiempo, simplemente caminó en la oscuridad y se desvaneció en el aire frío.

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Capítulo 5 Traducido por LORENAVARGAS1985 Revisado por: Lizeth Corregido por: Andy Parth.

K

ade viajó hacia el profundo desierto de nieve, dejando el pequeño pueblo de Harmony a unas cuarenta millas detrás de él. Había muchas opciones de viaje para los seres humanos que querían llegar hasta este punto del país: avión, trineos

tirados por perros, o en maquina especial para la nieve, sin embargo, Kade viajó a pie, con su vestimenta especial y sus armas colgadas en su espalda, llevaba puesto los zapatos de nieve sobre una superficie que podría tragarse a un hombre. El frágil viento lo golpeaba mientras subía y luego bajaba a través de otro barranco, su velocidad y resistencia inhumana era todo gracias a la parte de él que era de la Raza. Era su corazón y su alma las que pertenecían Alaska y disfrutaban del frío y el áspero terreno, llamando a la naturaleza salvaje en su interior, el salvajismo que se apresuró a mostrarse de nuevo ahora que estaba de regreso en el territorio Ártico de su patria. Siguiendo el helado rio Koyukuk del norte hacia la residencia de los Toms en el pueblo era bastante fácil. Una vez que se acerco a la zona donde habían ocurrido los asesinatos, su agudo sentido del olfato lo condujo por el resto del camino. A pesar de la espesa capa de nieve recién caída por las tormentas en los dos últimos días, para alguien de su clase, el olor de la sangre derramada seguía en el aire y lo arrastraba como un faro iluminando el camino hacia el escenario de la reciente matanza.

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Lo que había visto en la web a través de las imágenes en el vídeo obtenido por Gideón en Boston, lo había preparado un poco para su misión. Había ido a la pista de aterrizaje en Harmony, después a la reunión en el Ayuntamiento para tener una visión privada del muerto que yacía sobre el hielo en la planta baja del hangar. Las heridas habían sido espeluznantes en el video, viéndolas de cerca y personalmente comprobaba realmente que no había sido lo mejor. Pero Kade había estudiado cada una de las heridas con la cabeza fría y con una mirada objetiva. Él no había encontrado ninguna sorpresa durante su visita a la morgue improvisada. No había sido un animal ni ningún humano lo que mató a la familia de los Toms. Algo más había acabado brutalmente con ellos... así como la mujer joven, la bella y rubia, de ojos color marrón llamada Alexandra Maguire, que había insistido en la reunión en la iglesia del pueblo. Ahora, para ella, y para los otros, había resultado siendo una sorpresa. Ella era alta y delgada, con una belleza simple que no necesitaba mejoras, la mujer había sorprendido a Kade, cuando se puso de pie y declaró que había visto algo extraño en la nieve. Por un lado, Kade no había sido consciente de los posibles testigos, excepto el idiota que había grabado el vídeo y encima había tenido el mal gusto de ponerlo en el internet. Tenía que localizar y silenciar ese problema en particular, era una de las prioridades de la misión que le encomendó la Orden, justo debajo de la prioridad de identificar al vampiro o los vampiros renegados, responsables del sangriento ataque y ver que justicia era la adecuada a ejecutar con una fría y rápida mano. Pero ahora había una complicación añadida y tenía la forma de una mujer, Alex.

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Sólo un problema más en una situación que de por sí estaba llena de ellos. Independientemente de lo que vio, cualquier cosa que supiera de los asesinatos aquí en el monte, era un problema con el que Kade tendría que lidiar antes de que las cosas se complicaran aún más. Estaba seguro como el infierno que podría hacer cosas más difíciles en la línea del deber que bombear con preguntas a la atractiva rubia por información. Una de esas ‗cosas‘ más difíciles se alzaba delante de él en la oscuridad, del grupo de casas oscuras y edificaciones que componían el asentamiento de la familia Toms. Kade arrugo la nariz con el olor de la sangre que se encontraba por debajo de la capa blanca de nieve que cubría el sitio. Desde unos cien metros de distancia, la escena parecía pintoresca y tranquila. Un puesto fronterizo tranquilo situado entre la arboleada y abedules6 del bosque boreal7 que lo rodeaba. Pero el hedor de la muerte se aferró al lugar, volviéndose aún más fuerte mientras Kade caminaba hacia las edificaciones más cercanas del sendero hechas en roble. Se quitó sus zapatos de nieve y subió los escalones del porche. La tosca puerta estaba cerrada pero no con llave. Kade apretó el pestillo de la puerta y le dio un empujón con su hombro, abriéndola. Un gran charco de sangre congelada brillaba bajo la escasa luz de la luna derramada a su alrededor mientras se encontraba de pie en el umbral de la casa. La reacción de su cuerpo al ver y olfatear las células rojas cristalizadas lo golpeó como un martillo en el cráneo. A pesar de que la sangre ya tenía derramada algunos días, le era inútil para Kade, cuya clase solo podría alimentarse con las venas de los seres humanos vivos, sus colmillos salieron fuera de sus encías en respuesta al olor.

6

Árboles Bosque boreal es una franja de coníferas que se extiende a través de América del Norte, Europa y Asia y que, antes de su explotación y de los asentamientos, cubría casi todas las latitudes norteñas del globo. Las principales coníferas son píceas, pinos y abetos. 7

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Siseo una maldición en voz baja que atravesó sus colmillos mientras levantaba la cabeza y veía más sangre —más signos de lucha y sufrimiento— en un oscuro sendero manchado que conducía a la habitación principal de la casa hasta el corto pasillo que se encontraba en el centro de la casa. Una de las víctimas trato de escapar de los depredadores que habían venido a matarlos. Kade dejó la mochila y las armas que tenía en su espalda, luego siguió por el pasillo. El humano había sellado su destino huyendo a la habitación del fondo. Se había acorralado allí, habían salpicaduras de sangre en las paredes y la cama estaba deshecha estas cosas le dijeron bastante a Kade de la brutalidad de la matanza. Había dos cuerpos más sin vida en este lugar, y Kade no tuvo el valor de unir los horribles escenarios de sus asesinatos mientras caminaba por el resto del lugar y analizaba el ataque. Había visto lo suficiente. Sabía con certeza que las muertes tenían escrito ‗Sed de Sangre‘ encima de todos ellos. Quienquiera que hubiera matado a los humanos aquí lo había hecho con un fervor que superó todo lo que Kade había visto antes, incluso la de los más salvajes adictos Renegados. —Hijo de puta —murmuró, sus entrañas retorciéndose de disgusto mientras daba la vuelta y se alejaba de la fantasmal edificación tambaleándose hacia el bosque para tomar un poco de aire fresco. Respiró profundamente, arrastrando el sabor del enérgico invierno que entraba profundamente en sus pulmones. No era suficiente. El hambre y la rabia crecían dentro de él, como apretados grilletes, sofocándolo en el calor. Salió y se quedo de pie desnudo bajo la noche de noviembre. La fría oscuridad lo tranquilizaba, pero no por mucho. Quería correr —necesitaba correr— podía sentir como el frío de la naturaleza de Alaska lo abrazaba. A lo lejos escuchó el aullido de un lobo.

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Sentía resonar el grito en lo más profundo de su médula ósea, sentía el canto a través de sus venas. Kade echó hacia atrás la cabeza y respondió el aullido. Otro lobo respondió, esta vez el aullido se escuchaba más cerca que el primero. En minutos, la manada se había reunido, avanzando lentamente hacia él a través del bosque. Kade miro un par de ojos lobunos que lo penetraban. El macho alfa dio un paso adelante de los árboles, un gran lobo negro con la oreja derecha lastimada. El lobo avanzó solo, moviéndose como una sombra bajo la blanca nieve. Kade se mantuvo firme frente al macho alfa, entonces los otros, caminaron lentamente en círculo a su alrededor. Se reunió con esos ojos curiosos y envió una promesa mental que no quería hacerles daño. Ellos entendieron, como sabía que lo harían. Y cuando silenciosamente les ordenó que se fueran, la manada echo a correr en la espesa cortina de bosques iluminados por las estrellas. Kade se unió a ellos y corrió con los lobos como uno de la manada.

*****

En otra parte de la fría y oscura noche, otro depredador andaba por el helado e inhóspito terreno. Había caminado durante horas, solo y a pie en este desierto vacío, más noches de lo que podía recordar. Tenía sed, pero no era tan urgente como lo había sido la primera vez que se había establecido en el frío. Su cuerpo ya había sido alimentado, sus músculos, huesos y células se habían llenado con el

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poder de la sangre que había tomado recientemente, realmente había tomado mucha sangre, pero ya su sistema se había nivelado de la sobredosis. Y ahora que era más fuerte, su cuerpo había resucitado, le resultaba difícil controlar la emoción de cazar. Eso es lo que era, después de todo: la forma más pura de los cazadores. Fueron esos instintos depredadores que lo hicieron caer en cuenta de la quietud del bosque, mientras se movía sigilosamente escucho la obstrucción del rítmico andar de pasos de un intruso. El olor de humo en la madera y de piel humana sucia asaltó en su nariz mientras la oscura silueta de un hombre envuelto en un abrigo pesado, se materializo no muy lejos de donde el cazador observaba y esperaba en la oscuridad. Un tintineo metálico sonaba a cada paso que el humano daba, eran unas cadenas de acero y unas afiladas pinzas ajustadas que tenia agarrando en su mano enguantada. En la otra mano tenía un animal muerto sujetándolo por sus patas traseras, era una especie de roedor de gran tamaño que había sido destruido en el camino. El cazador humano camino hacia una pequeña choza que se encontraba cerca del sendero. El cazador lo vio caminando, desprevenido de la mirada que lo seguía con ávido interés. Por un momento, el cazador se debatía los méritos de acorralar a su presa dentro de los confines de su pequeña vivienda o si jugaba un poco con él entre los árboles y las derivas del exterior. Decidiendo en el último minuto, salió de su escondite de donde observaba y emitió un sonido desde la parte posterior de la garganta en señal de alerta, esa era la invitación para iniciar el juego y que el humano echara a correr. La presa no lo desilusionó. - 69 -

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—Oh, Jesús. Que en el nombre de Dios… —el rostro barbudo del humano palideció y su mandíbula tembló. Dejó caer su miserable premio en la nieve a sus pies, luego tropezó en una aterradora arremetida por salir del bosque. Los labios del cazador se curvaron para dejar salir sus colmillos con la anticipación de la persecución Dejó que su accidentada presa corriera cierta distancia, entonces desencadeno la persecución detrás de él.

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Capítulo 6 Traducido por: Marie Annabeth y lizeth Corregido por: ynexiz

A

lex recogió su máquina de nieve y se pego al sendero con Luna a bordo delante de ella aproximadamente una hora antes del amanecer. Ella aún estaba agitada por el encuentro en la ciudad

la noche anterior, y más que un poco curiosa sobre el forastero que se había esfumado detrás del arbusto de una manera tan extraña y acerca de cómo había aparecido detrás de la puerta de madera de la pequeña iglesia de Harmony. ¿Quién era él? ¿Qué quería en la pequeña, remota Harmony? ¿De dónde había venido cuando la tormenta de nieve reciente había dejado la mayor parte del interior aislado de todos los puertos principales más cercanos? ¿Y por qué había sido él la única persona en toda la asamblea anoche que había escuchado la descripción de la huella dejada en la nieve afuera en el lugar de los Toms y no la había hecho parecer como si hubiera perdido la cabeza? No, nada de eso importaba hoy. Sr. Alto, Oscuro, y Misterioso se había ido hace mucho tiempo de Harmony, y Alex tenía un trineo atestado por tantas provisiones como podría llevar, cosas básicas necesarias por un par de personas que ella había tenido que descuidar cuando su avión cayó hacia los arbustos, estaba cortado en pedazos el otro día.

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Ahora ella tenía unas escasas tres horas de luz de día y solamente lo suficiente de gasolina guardada a bordo y en el depósito de combustible de la súper tamaño Polaris para hacer el viaje de ida y vuelta de cien de millas. No tenía una buena excusa para desviarse hacia el establecimiento de Tom aproximadamente a una hora en su viaje por la nieve nada, excepto la necesidad constante de respuestas. La esperanza, como ella temía que fuera, de que podría encontrar una especie de explicación para los asesinatos que no involucraran huellas sangrientas en la nieve y volver a desempolvar memorias de su propio infierno privado. Entonces Alex dirigió la máquina de nieve moviéndose a la deriva sobre el rastro que la condujo hacia el lugar de Pop Tom, Luna salto para jugar en el brillante polvo fresco. —Quédate conmigo —Alex advirtió al perro lobo impaciente cuando ella redujo la marcha de su trineo cuando se acercaba hacia un pequeño montón de estructuras de madera oscuras. Mirar

a Luna correr

impaciente causo una inoportuna

escena

retrospectiva sobre aquel momento horrible hace tres mañanas y el descubrimiento espeluznante del cuerpo joven de Teddy. Y, justo como aquel día, Luna se fue precipitadamente, haciendo caso omiso a las llamadas de Alex para que la espere. —¡Luna! —Alex gritó en el silencio de la primera hora de la tarde. Apagó la máquina de nieve y bajo de un salto, luego resopló y camino lo mejor que pudo a través de profundos montones de nieve que apenas habían disminuido en absoluto la velocidad de Luna—. ¡Luna! Arriba delante de unas varias yardas, el perro lobo corrió hasta arriba de los peldaños del porche de Pop y desapareció en el interior. ¿Qué diablos? La puerta estaba abierta, aun cuando Zach se había asegurado que todo arriba

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estaba cerrado fuertemente antes de que los cuerpos de Pop y su familia hubieran sido llevados. ¿El viento había abierto la puerta de Pop? ¿O había sido algo más peligroso que un Vendaval Ártico que barrió por aquí en el tiempo de los asesinatos? —Luna —Alex dijo cuando se arrastró más cerca del edificio de leño, odiando la pequeña sacudida de su voz. Su corazón empezó a martillar en su pecho. Tragó más allá de su ansiedad e intentó otra vez—. Luna. Vamos sal de allí, chica. Oyó movimiento en el interior, luego un crujido y un bajo ―pop‖ como si una tabla del suelo protestara por el frío y el peso de quienquiera —o lo que sea— que estaba adentro con su perro. Más movimiento, pasos que se acercaban al espacio abierto de la puerta. El miedo avanzó lentamente a la parte posterior del cuello de Alex. Busco alrededor su pistola enfundada debajo de su anorak en la parte lumbar de la espalda. Saco el arma y la sujetó agarrándola con los dos puños delante de ella, Justo cuando Luna vino trotando despreocupadamente hacia el exterior para dar la bienvenida a Alex en el final de las escaleras. Y detrás de ella, más lejos en el interior de la casa de Pop, estaba un hombre… el forastero de cabellos morenos de la parte de atrás de la iglesia la pasada noche. A pesar del frío, él estaba vestido en nada más que un par de holgados vaqueros azules, que casualmente sujetaba como si acabara de rodar fuera de la cama. Él sostuvo la fija mirada incrédula de Alex con una calma que a ella le costaba comprender, buscando por todo el mundo que hacer para apartar la vista del cañón 45 era algo que él hacia todos los días. —Usted —Alex murmuró, su aliento nublándose en frente de ella—. ¿Quién es usted? ¿Qué diablos está haciendo aquí?

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Él soportó la intranquilidad, como si nada, dentro de la habitación principal de la casa. En vez de contestar sus preguntas, él inclinó su fuerte barbilla, cuadriculada para indicar su pistola. —¿Le molestaría apuntar eso a otro lugar? —Sí, tal vez lo haga —dijo ella, su pulso todavía la aporreaba y no completamente de miedo ahora. El tipo la estaba intimidando, cerca de seis pies y medio de alto, con amplios, musculosos hombros y bíceps poderosos que parecían capaces de levantar a un muerto… como un alce toro americano. Bajo un modelo insólito de tatuajes que bailaban ingeniosamente sobre su pecho, torso, y brazos en una especie de intrincado diseño tribal, su piel tenía el color suave, de un oro Natural. Su pelo parecía indicar el mismo linaje, negro azabache y fuerte, las puntas cortadas por final que se miraban tan sedosas como el ala de un cuervo. Solamente sus ojos le dieron como algo a parte del puro de Alaska. La plata pálida, perforando contra las pestañas gruesas, manchados de tinta el borde de ellas, sujetaron a Alex en un apretón que se sentía casi físico. —Tengo que pedirle que salga afuera donde pueda verle —dijo ella, nada cómoda con esta situación… o este hombre perturbador que la acobarda en lo más mínimo. Incluso aunque ella estuviera segura no era ningún partido para él, con o sin balas para sostenerla, ella hizo su mejor intento de igualar su voz al tono de policía de Jenna cuando no se trataba de idioteces—. Ahora mismo. Fuera de la casa. Él inclino su cabeza a un lado y echó un vistazo más allá de ella hacia la suave neblina que nublaba la luz del día de la tarde. —Yo preferiría que no. ¿Él preferiría que no? ¿Estaba hablando en serio? Alex dobló sus dedos para conseguir un mejor apretón sobre la pistola, y él despacio levantó sus manos en una muestra de rendición. - 74 -

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—Está aproximadamente diez bajo cero allí. Un hombre podría congelarse de alguna parte vital —dijo él, teniendo un tic nervioso en sus labios como una risa mitad divertida—. Mi ropa está adentro. Como usted puede ver, no estaba vestido para tener compañía. O para una sesión de fotos en la tundra. Su fácil humor sardónico, desinfló la mayor parte de su agitación. Sin esperar que ella contestara y sin el menor respeto en absoluto por el arma de fuego cargada que aun estaba apuntándolo hacia él se dio la vuelta y camino hacia el interior de la casa de Pop ¡Por Dios!, aquellos impares tatuajes de manera fascinante se abrigaban en todas partes alrededor de su espalda, también. Ellos parecían moverse con él, acentuando el delgado, firme músculo que se agrupaba y doblaba con cada paso que daba. —No hay ninguna necesidad de que este parada en el frio, tampoco —dijo él con su voz profunda que hacia algo en su alocado pulso cuando desapareció de su vista—. Guarde el arma y venga adentro si quiere hablar. —Mierda —Alex respiro con un acceso de cólera. Ella dejó a sus brazos relajarse, no exactamente segura de lo que acababa de pasar. El tipo era increíble. ¿Era tan arrogante o simplemente un loco? Ella estaba a punto de hacer un disparo de advertencia, solamente para avisarle que iba en serio, pero en aquel mismo momento, Luna dio un corto lloriqueo y anduvo a zancadas hacia la casa detrás de él. Desleal perro Mestizo. Con una maldición murmurada silenciosamente, Alex bajó la pistola y cautelosamente se acercó al pórtico y a la puerta abierta de lo que había sido como una segunda casa para ella durante el paso de varios años. Cuando entró al lugar de Pop ahora, la hacía sentir como una extranjera. Equivocada en todos los sentidos.

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Sin la floreciente voz de Pop Toms para darle la bienvenida cuando entraba en la casa, se sentía más fría, más oscura, más vacía que alguna vez. Por suerte no había nada de sangre derramada dentro de ella, Pop y Teddy habían corrido o habían sido perseguidos al exterior antes de que su asesino lograra atraparlos. Todo se miraba tal como sería si ellos hubieran estado allí, simplemente esto enfrió a Alex como una especie de realidad alterna que había chocado con lo que ella conocía. Fuera de lugar en la apretada sala de estar estaba una bolsa de cuero de lona negra que permanecía desabrochada sobre la manta escocesa naranja y marrón en el sofá. Alex echó una rápida mirada hacia el contenido, notando un par de cambios de ropa en el interior y un cuchillo de caza bastante repugnante que había sido sacado de su vaina y puesto encima de un par de mochilas de estilo militar negras. Pero el brillo, de la lámina aserrada que parecía como si pudiera atravesar con poco trabajo la piel de un oso pardo como si esto fuera simplemente un aperitivo para el resto del armamento que se mostraba en la sala de estar de Pop. Un rifle de alta potencia con un brusco cañón estaba apoyado en la esquina más cercana la puerta. Al lado de esto sobre la mesa de lámpara llena de marcas que Tom había hecho con sus propias manos como un regalo de boda para su esposa hace aproximadamente tres décadas era un tipo de tamaño de libro hecho a encargo. Las puntas de las enormes balas, brillantes estaban señaladas y encapsuladas con pólvora, el tipo de municiones que destroza la carne más resistente y el hueso en un instante, mostrando ninguna piedad y no tomando prisioneros. Otra arma, una semi automática 9mm que fácilmente mato su pistola calibre .45, descansando en una pistolera de pecho negra al lado de la caja de puntos huecos.

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Habiendo vivido en la zona rural la mayor parte de su vida, Alex no se encogía al ver las armas o las de caza, pero este arsenal personal… y el conocimiento de que el hombre que las poseía había regresado a la habitación con ella repentinamente, en silencio, la desconcertó. Ella echó un vistazo hacia arriba hasta que lo encontró encogiéndose los hombros dentro de una camisa de gamuza gris gruesa y enrollando las mangas de su antebrazo. La fascinante serie de tatuajes desapareció cuando abrocho un par de botones en su pecho. En los límites apretados de la habitación, Alex atrapo el olor de aire ártico y fresco pino, así como algo salvaje que parecía adherirse a él e hizo que sus sentidos consiguieran toda su atención ¿Dios, había pasado tanto tiempo sin la compañía de un macho que su instinto de supervivencia estaba roto? No lo creía, y entonces de nuevo, no era la única hembra en la habitación que estaba afectada por este forastero que no había aparecido de la nada anoche. Luna había colocado su traidor trasero en sus pies mirándolo fijamente, con adoración mientras él extendía su mano hacia abajo y la rascaba detrás de las orejas. Normalmente el perro lobo era cauteloso alrededor de forasteros, desconfiando de los recién llegados, pero no con él. Si necesitara de alguien que diera fe del carácter de una persona, podría equivocarse muchísimo escuchando los instintos de Luna. En realidad, Alex tenía su propio medidor interno para juzgar si podría confiar en alguien, una especie de detector de mentiras instintivo del que ella había sido consciente desde que era una niña. Lamentablemente, para trabajar con ello, tenía que estar lo bastante cerca para tocar a la persona aún con un simple roce de sus dedos contra alguien era por lo general suficiente conexión para contar si le estaban mintiendo. Tentándola, como si pudiera poner sus manos sobre un poco de la piel desnuda de este tipo, esto también significaría poner su arma de fuego en el

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piso. Sinceramente, ella no pensó que sería simpático conseguir esto aun amigablemente. —¿Quién es usted? —Alex demando, preguntándose si él contestaría esta vez—¿Qué hacía en la reunión de la ciudad en Harmony, y qué negocios lo tienen aquí? Esto es una escena de crimen que está comprometiendo, en caso de que no se haya dado cuenta. —Lo noté. Y los tres pies de nieve fresca enterrada en el lugar hubieran comprometido mucho antes de que yo viniera aquí —dijo él sin una disculpa, todavía frotando su gran mano sobre la cabeza de Luna y debajo de su barbilla mientras que el perro prácticamente babeaba con alegría. Alex podría haber jurado que algo inexplicable paso entre el hombre y el perro un momento antes de que Luna se levantara y caminara hacia Alex para lamer su mano. —Mi nombre es Kade —dijo él, mirándola con esa sutil, constante y plateada mirada. Extendió el brazo y ofreció su mano, pero Alex realmente no estaba segura si podía confiar en él todavía. Con la mano extendida y dudando por un momento, dejo caer su brazo a un costado—. Por lo que escuche anoche deduje que eras cercana a las víctimas. Siento mucho su pérdida, Alex. La puso nerviosa, la manera tan fácil en que pronuncio su nombre con tal familiaridad. No le gustaba la manera como sonada su voz, y su inesperada compasión parecía llegarle al interior del pecho sin más y envolvía sus sentidos. No lo conocía, y definitivamente no necesitaba su compasión. —No eres de por aquí —dijo abruptamente, necesitando mantener alguna clase de distancia mientras las paredes parecían amontonarse a su alrededor cuando estaba en su presencia—. Pero no eres de afuera, tampoco. ¿De dónde eres?

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El sacudió lentamente su cabeza. —Nací en Alaska, crecí al norte de Fairbanks. —¿Oh? ¿Quién es tu familia? —preguntó, intentando que sonara como una conversación en lugar de un interrogatorio. El pestañeo, solo una vez, entrecerrando lentamente sus notables ojos. —No conocerías a mi familia. —Podrías

sorprenderte.

Conozco

a

muchas

personas,

—dijo,

presionando todo lo que podía por su actitud evasiva—. Vamos, Pruébame. Sus amplios labios se curvaron en las comisuras. —¿Es una invitación, Alex? Ella se aclaro la garganta, sorprendida al cogerla fuera de base por la insinuación, pero aún mas por el palpitar de su pulso mientras el dejaba el asunto colgando entre ellos. Camino hacia ella, con pasos largos, y fáciles que lo llevo al alcance de sus manos si extendía los brazos. Dios, era guapísimo. Mucho más guapo así de cerca. Su delgado rostro era de ángulos perfilados y huesos fuertes, las cejas y pestañas negras en contraste con el color de la nieve, y la aguda inteligencia de sus ojos que se entrecerraron ligeramente en las esquinas. Ojos lobunos. Ojos de un cazador. Alex se sentía atrapada por ellos mientas él se acercaba aún más. Sintió el calor de su mano sobre la suya, luego un apretón firme pero suave mientras extraía cuidadosamente la pistola de sus manos. Se la ofreció de nuevo poniéndola en la palma de su mano. —No necesitaras usar esto, lo prometo. Cuando ella acepto el arma en silencio y la devolvió a su funda en la parte de atrás de su espalda, él se dirigió al sofá y enfundo semejante espada que había estado guardando en la parte superior de su lona.

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—Debes haberte sorprendido bastante, al ser uno de los primeros en ver lo que había sucedido aquí. —No fue un buen día —dijo, la subestimación del año—. Los Toms eran personas decentes. No merecían morir así. Ni nadie. —No —respondió secamente—. Nadie merece esta clase de muerte. Excepto las bestias responsables por lo que le sucedió a tus amigos. Alex lo miraba mientras cerraba las cubiertas y volvía a poner la funda en su maleta. —¿Eso es lo que lo trajo aquí? ¿A ti y a todas aquellas armas? ¿Alguien de Harmony te contrato para que vinieras y masacraras a una manada inocente de lobos? ¿O estás aquí para cobrar venganza por tu cuenta? El ladeo la cabeza en su dirección. —Nadie me contrato. Soy un solucionador de problemas. Eso es todo lo que necesitas saber. —Un

caza

recompensas

de

animales

—murmuro,

diciéndolo

venenosamente desconfiada del que probablemente era debido—. Lo que paso no tuvo nada que ver con los lobos. —Eso es lo que dijiste ayer en la reunión —Su voz sonaba mas nivelada de lo que había oído hasta ahora. Y cuando él la miro, lo hizo con una fuerte intensidad que la hizo dar un paso hacia atrás sobre los talones de sus botas Sorels—. Nadie te creyó. —¿Y tú sí? Si era posible, esa mirada plateada arremetió incluso más. Como si él pudiera ver a través de ella, muy en el fondo hasta los recuerdos que ella no podía soportar volver a vivir. —Dime lo que sabes, Alex. —¿Quieres decir, contarte más detalles de las huellas que encontré afuera?

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Le dio una sacudida más fuerte a su cabeza. —Me refiero al resto de la historia. ¿Cómo es que puedes estar tan segura de que esas muertes no fueron hechas por los animales? ¿Viste el ataque? —No, gracias a Dios —respondió rápidamente. Demasiado rápido, quizás, porque el dio un paso hacia ella, frunciendo el ceño ahora. Cuestionándola. —¿Qué hay del video? ¿Hay más en él, en alguna parte? ¿Algo más que las imagenes rodadas después de que los asesinatos hubieran ocurrido? —¿Qué? —Alex no tenía necesidad de fingir su confusión ahora—. ¿Qué video? No tengo idea de lo que estás hablando. —Hace tres días, un video clip de un teléfono celular fue filmado aquí y enviado a un sitio ilegal en internet. —Oh, Dios mío —consternada, Alex se llevo la mano a la boca—. ¿Y tú lo viste? El músculo que se sacudió en su mejilla era bastante como una confirmación. —Si sabes algo más de los asesinatos que tuvieron lugar aquí, necesito que me lo digas ahora, Alex. Es muy importante toda la información que pueda conseguir. Si Alex había sentido la tentación de soltar todo anoche en la reunión del pueblo, ahora, sola como estaba con este hombre… este desconocido que la sacudió inexplicablemente en todos los niveles de su ser, pues sus palabras se atascaron en su garganta. No lo conocía, no estaba del todo segura en poder confiar en él, aunque de alguna manera saco valor para soltar sus más oscuras sospechas a la luz. —¿Por qué estás aquí realmente? —le preguntó suavemente—. ¿Qué estas buscando?

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—Estoy buscando respuestas, Alex. Estoy buscando lo mismo que creo que tú también… la verdad. Quizás haya una forma de ayudarnos mutuamente. El sonido —demasiado alto— del celular de Alex rompió el largo silencio. El timbre sonó de nuevo, dándole la excusa que necesitaba para poner unos pasos entre ella y el hombre cuya presencia parecía estar absorbiendo todo el aire de la habitación. Alex le dio la espalda y respondió la llamada. Era Jenna, llamándola para recordarle que se suponía que debían reunirse para cenar esta noche con Pete. Alex murmuró apresuradamente que estaría allí pero se quedo en el teléfono después de que Jenna dijo adiós y desconecto. —Sí, no hay problema —dijo Alex en el aire muerto del receptor—. Estoy de camino en este momento. Estaré en veinte minutos, como mucho. Muy bien. Sip, adiós. Metió el teléfono en el bolsillo de su abrigo y se giro de nuevo para encontrar a la nueva persona favorita de Luna, que ahora estaba sentado en el sofá con el perro de Alex tendido a sus pies. —Tengo que irme. Entregas para hacer antes de la puesta de sol, y luego he de encontrarme con una amiga para cenar en el pueblo. Estaba ansiosa por salir ahora, pero ¿por qué se sentía obligada a ofrecerle excusas a este hombre? ¿Qué le importaba a él por qué ella se iba como si no pudiera correr de allí para alejarse con la suficiente rapidez? Alex chasqueó sus dedos sutilmente y llamo a Luna. Para crédito del perro lobo, esta camino lentamente sin parecer demasiado acongojada por alejarse de él. —Le dejare saber al Oficial Tucker que estuvo por aquí hoy —añadió, pensando que no sería malo recordarle que ella era amiga de la policía. —Como digas, Alex —él ni siquiera levanto su negligente trasero del sofá de los Toms—. Ten cuidado afuera, te veré por ahí. - 82 -

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Alex le soltó su lenta y extendida sonrisa mientras rodeaba a Luna y salía por la puerta de la cabaña. Aunque no se atrevió a mirar hacia atrás, podía sentir aquellos ojos de mercurio en la parte de atrás de su cuello, mirándola mientras ella saltaba en la máquina de nieves con Luna y le dio al motor una pequeña sacudida. Había conducido unas cuantas millas antes de que otro pensamiento la abordara. Ella no había visto otra máquina estacionada en el lugar. Así que ¿cómo diablos había hecho el viaje de más de cuarenta millas desde Harmony por el norte a través del desolado desierto?

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Capítulo 7 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Caamille

K

ade pasó las pocas horas de luz que quedaban del día, dentro de una habitación en la cabaña de los Toms. Tan pronto como fue seguro para él y su piel de Raza —sensible al sol— salir al

exterior, se puso de pie y esta vez se dirigió hacia los diez mil acres de tierra que su familia poseía al norte de Fairbanks. Se preguntaba cómo sería recibido en el Darkhaven de su padre, el hijo pródigo, la oveja negra que se había alejado hace un año, sin excusa o explicación, y que nunca miró hacia atrás. Se sentía algo culpable por eso, pero se imaginaba que nadie le creería si él lo dijera. Se preguntaba si Seth estaría en el complejo cuando llegara, y en el caso de que fuera así, qué diría su hermano acerca de los asesinatos que lo habían llevado a casa desde Boston para investigar en nombre de la Orden. Pero más que nada, Kade se preguntaba qué era lo que Alexandra Maguire escondía. Kade tenía suficiente experiencia manteniendo secretos como para saber que esta atractiva piloto no estaba siendo completamente honesta sobre lo que sabía de las recientes muertes, ni con el pueblo o con la policía local, ni con él hoy más temprano. Posiblemente ni con ella misma.

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Él podría haberla obligado a decir la verdad cuando se habían encontrado en la casa de los Toms, pero Alex no parecía ser el tipo de persona que se forzara a hacer algo que no quería hacer. Kade necesitaba ganarse la confianza de ella, para obtener la información que necesitaba. Incluso podría seducirla, una idea que consideraba con mucho interés. Sí. Trabajo duro, acercarse a Alexandra Maguire. Cada misión exige un trabajo oneroso. Mientras pensaba cómo podría ganarse la confianza de la hermosa piloto, el tiempo se le pasó muy rápido y los kilómetros de distancia quedaron detrás de él. En poco tiempo, había llegado a la gran extensión de bosques desiertos y vírgenes, que habían estado en posesión de su familia durante siglos. El olor familiar de los bosques y la tierra, que ahora estaban cubiertos por la nieve, seguían latiendo con fuerza en su pecho. Durante mucho tiempo, esta extensión de tierra había sido su hogar, su reino y su dominio. ¿Cuántas veces había corrido Seth y él salvajes y gritando a través de este mismo bosque, como hermanos de armas, los jóvenes señores de la caza? Demasiadas para recordar. Pero lo que Kade recordaba con claridad, era la noche en que toda esa amistad de hermanos acabó. Todavía podía sentir el peso de ese momento, su mano fría se cerró por el temor en la parte de atrás de su cuello, mientras se acercaba al extenso complejo de edificios tallados a mano que comprendía el Darkhaven de su padre. A diferencia de la mayoría de las comunidades civiles de la Raza, este Darkhaven no tenía cerco perimetral o cerramientos rodeados de cámaras de seguridad. Tampoco había guardias apostados en el camino. Como el recinto se encontraba tan alejado no era necesaria tanta seguridad. La tierra actuaba como centinela para las residencias y personas que vivían en el recinto. Dura, distante y expansiva.

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Y si los animales salvajes no disuadían a los intrusos de continuar, el padre de Kade y los aproximadamente veinte hombres de la Raza que vivían en el Darkhaven estarían encantados de encargarse de ellos. Kade continúo por el camino cubierto de nieve que llevaba a la casa principal del Darkhaven. Tocó la puerta, se sentía un poco incómodo al llegar al Darkhaven de su padre sin previo aviso. El hermano menor de su padre abrió la puerta. —¿Qué haces ahí parado en la nieve, Seth...? —Tío Maksim —dijo Kade, mientras inclinaba su cabeza en señal de saludo cuando el reconocimiento iluminó el rostro de su tío—. ¿Cómo estás, Max? El macho de Raza era casi trescientos años mayor que él, pero como todos los de su clase, parecía estar en la plenitud de la vida con la cara sin arrugas, con el pelo castaño y espeso. —Estoy bien —respondió—. Esta es sin duda una agradable sorpresa, Kade. Tu padre estará muy contento de que estés en casa. Kade tenía ganas de reírse por el comentario de su tío, pero no lo hizo porque sabía que lo decía porque así lo sentía. —¿Está aquí? Maksim asintió. —En su estudio. Dios mío, es un alivio volver a verte y saber que estás vivo y en buen estado. Tú sabes que el estar fuera tanto tiempo y sin contacto, era para temerse lo peor, muchos pensábamos que te había pasado algo muy malo.

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—Sí —dijo Kade en un tono irónico—. Tengo mucho de eso. ¿Puedes decirle a mi padre que estoy aquí? Su tío le dio una ligera palmada en el hombro. —Haré algo mejor que eso. Ven conmigo. Te llevaré a donde está. Kade siguió al gran macho a través de la residencia hacia el estudio privado de su padre que se ubicaba en la cordillera occidental de la amplia propiedad. Maksim golpeó la puerta, luego giro la manija y la abrió. —Kir. Mira quién volvió a casa. El padre de Kade estaba de espaldas frente a su computadora, giró en su sillón recubierto de piel, para hacerles frente. Kade pudo ver en la expresión de su padre una mezcla de sorpresa, alivio, confusión, y noto una leve decepción cuando se dio cuenta que era el hijo pródigo quien esperaba en el umbral y no el hijo preferido. Su padre tenía el ceño fruncido. —Kade. —Padre —respondió, a sabiendas de que no habría un emocional abrazo o una calurosa bienvenida. Su padre se levantó del asiento y se dirigió hacia el frente de su largo escritorio. Le dio una profunda mirada a su hermano que estaba detrás de Kade, cerca de la puerta. —Maksim, déjanos solos. Kade miró a su padre, podía ver tras esa oscura mirada una leve desaprobación. Kade dejó su mochila y sus armas, estaba esperando que su padre le diera un sermón poco agradable. —No mencionaste que tenias la intención de volver a casa cuando hablamos hace un par de días atrás —le dijo su padre. Cuando Kade no ofreció

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ninguna respuesta, su padre exhalo rápidamente—. Una vez más. Tampoco te molestaste en decir mucho antes de que te alejaras hace un año. Sólo te alejaste sin pensar en tus responsabilidades o en tu familia. —Ya era hora de que me fuera —respondió Kade después de un largo rato—. Había cosas que tenía que hacer. Su padre puso una cara sarcástica y utilizó un tono burlón. —Espero que haya valido la pena. Le rompiste el corazón a tu madre, te diste cuenta de eso, ¿verdad? Hasta el día que te dignaste a llamar, no estábamos seguros de que te había pasado o si te habían matado en alguna misión con esos guerreros en Boston. Y aunque creas que a Seth no le interesas, puedo decirte que tu salida también le rompió el corazón. Tu hermano ha cambiado desde que te fuiste. Y por supuesto toda la culpa de eso caía sobre los hombros de Kade. Sacudió su cabeza, a sabiendas de que era inútil tratar de defenderse o defender a la Orden. Lucan y los demás guerreros no necesitaban el apoyo de su padre o de ninguna aprobación, por supuesto el tampoco la necesitaba. Había sobrevivido por mucho tiempo condenado y sin ese apoyo. Y le había dado lo mismo, tan sólo necesitaba probarse a sí mismo. —Así que, ¿Seth sigue en su viaje de negocios? Su padre le respondió la pregunta con una mirada profunda, estrechando los ojos. —Seguramente está por regresar. Supongo que también se está alimentando lo que probablemente es la razón de su demora. —¿Qué hay de Patrice? —preguntó Kade.

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—Todavía no están emparejados —fue la respuesta recortado de su padre. Ojalá pudiera sorprenderle esa noticia. Desde hace muchos años atrás se había decidido que Seth y Patrice, una de las Compañeras de Raza que vivía en la familia del Darkhaven desde que era una niña, con el tiempo se convertiría en la Compañera de Raza de su hermano. Patrice había elegido a Seth por encima de todos los varones de la región, y para deleite de sus padres, Seth había accedido a tomarla como su compañera. El problema era que siempre encontraba una excusa tras otra para ponerle largas al asunto. Sin una Compañera de Raza para satisfacer la necesidad de sangre de un vampiro, se veía obligado a alimentarse de la población mortal para el sustento de su cuerpo. La mayoría de los hombres de la Raza celebran esta unión como un lazo sagrado e irrompible, un lazo que los liberaba de la esclavitud por la sed de sangre, ya que sus compañeras les proporcionan la sangre que necesitan, como símbolo de amor, fuerza y pasión por el lazo que los une eternamente. Pero hay algunos machos de la Raza que prefirieren permanecer solteros, disfrutando de la caza constante y la conquista de nuevas presas humanas. Kade tampoco tenía prisa alguna en unirse en un lazo de sangre eterno con una Compañera de Raza, lo que significaba otro punto de disputa con su padre y su madre, que habían sido felices compañeros de sangre desde hace más de un siglo. Sus padres siempre habían puesto sus esperanza en Seth, había sido el estudioso, el inteligente, el que se suponía que algún día tomaría las riendas como el líder de la familia Darkhaven o formaría la suya. Kade siempre había sido lo contrario a su hermano. Esa fue probablemente la razón por la que su padre prefería a su hermano Seth y siempre le daba más libertad.

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—Bueno —dijo su padre después de un silencio prolongado—. Espero que hayas llegado en tus cabales y confió en que estés dispuesto a ser parte de la familia una vez más. Como parece que has vuelto sólo con la ropa que tienes puesta y algo más en tu mochila, voy a hacer los arreglos para hacer una transferencia a tu cuenta bancaria. —No he venido aquí por una limosna —dijo Kade en un tono donde se asomaba la ira—. Y en cuanto a quedarme, no está en mis planes… —¿Dónde está mi hijo? —Las palabras de Kade fueron interrumpidas por un pequeño ciclón que entró a la habitación—. ¡Realmente eres tú! ¡Oh, Kade! Ella lo envolvió en un fuerte abrazo, su cuerpo vibraba con emoción. Su madre estaba tan hermosa como siempre, seguía teniendo ese mismo brillo pero ahora era más intenso y realzado por su vientre abultado por esperar un bebé bajo esa ropa no ajustada, un suéter de invierno blanco y los pantalones que usaba. Su madre, Victoria, tenía el pelo de color ébano que encajaba perfecto con sus ojos color plata, los que él y su hermano Seth habían heredado. Su madre era una mujer impresionante, al igual que su compañero, ella no aparentaba más de treinta años, su edad se había detenido debido al vínculo de sangre que compartía con Kir. —Oh, mi querido hijo. ¡He estado tan preocupada por ti! Gracias a Dios que has vuelto y justo a tiempo —ella sonrió, positivamente—. Vas a tener dos nuevos hermanos en menos de un mes. Son gemelos idénticos, como tú y Seth. A pesar de que parecía encantado con la noticia, lo que Kade realmente sentía era un malestar en el estomago. El talento que él y Seth compartían, consistía en la capacidad de comunicarse y ejercer su mando sobre los animales, esta habilidad les fue transmitida genéticamente por su madre una Compañera de Raza. Ellos también habían heredado de su madre la piel dorada, pelo oscuro, y esos ojos exóticos. Pero a diferencia de ella, Kade y Seth, habían heredado de su padre la sangre de la Raza que corría a través de

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sus venas, todo ese talento que habían heredado tenía un lado oscuro. Kade odiaba pensar que el patrón podría repetirse en otro grupo de hermanos. —Te ves bien, mamá. Me alegra verte tan feliz —le dijo Kade. —Soy más feliz ahora que estás aquí. Tu habitación está igual que el día que te fuiste del complejo. No ha pasado un día desde que te fuiste en el que no haya rezado y pedido para que mis dos hijos amados estén sanos y salvos, viviendo bajo nuestro techo de nuevo como una familia. Ella lo rodeó con sus brazos una vez más, eso hizo que Kade se sintiera peor por lo que tenía que decirle. —Yo... yo no sé cuánto tiempo me voy a quedar. No he venido para quedarme a vivir, mamá. Estoy aquí por negocios de la Orden. Su madre se echó hacia atrás y su expresión cambio. —¿No has venido para quedarte? —Me voy a quedar hasta que complete mi misión. Entonces tengo que volver a Boston. Mamá siento tanto que pensaras que… —No te puedes ir —murmuró con lágrimas en los ojos—. Perteneces aquí, con nosotros, con tu familia. Esta es tu casa. Tienes tu vida aquí. Kade hizo un suave movimiento de negación con la cabeza. —Mi vida está ahora junto a la Orden. Ellos me necesitan y tengo cosas importantes que hacer. Madre, siento tanto decepcionarte. Ella sollozó detrás de su mano, y dio unos pasos hacia atrás. Se tambaleó con el vacilante y brusco movimiento. Su padre se puso a lado de ella y la rodeo con sus brazos, mientras le susurraba con ternura, unas palabras privadas que parecían calmarla un poco. Pero sus lágrimas y sollozos no se detuvieron del todo.

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El padre de Kade la acompañó con mucho cuidado hacia la puerta, deteniéndose sólo para levantar la cabeza y darle una dura mirada a su hijo. Sus miradas se encontraron y se enfrentaron, ninguno de los dos estaban dispuestos a retroceder. —Esto no ha terminado aquí, Kade. Espero que esperes hasta que termine de hacerme cargo de tu madre. Él esperó como le ordenó, pero sólo por un minuto. El tiempo que llevaba fuera le había hecho olvidar lo que sentía en este lugar. No podía vivir bajo el mismo techo con su padre y su hermano. Aunque lo estaba matando el hecho de causarle algún dolor a su madre. Lo que si le quedo muy claro es que ya no pertenecía a este lugar, eso se lo recordó la mirada que su padre le dio cuando se dirigía hacia la puerta. —Mierda —susurró Kade, y con gran rapidez tomó su mochila y salió del estudio. Caminó hacia afuera, pensando que el aire helado podría ayudarlo a despejar su cabeza. Sin embargo, esto no lo ayudó, al contrario su mirada se fijó en la cabaña que pertenecía a su hermano. Sabía que no debía entrar ahí —no tenía derecho, realmente— pero la necesidad de obtener respuestas era más fuerte que cualquier otro sentimiento de culpa por invadir la privacidad de Seth. Kade abrió la puerta y entró. No estaba seguro acerca de lo que podía encontrar. Podría encontrar una habitación desordenada, pero no sería así ya que Seth siempre ha sido muy limpio, no dejaba nada fuera de su lugar. Todas sus pertenencias y muebles estaban perfectamente ordenadas, toda estaba tan organizado. Había un libro de filosofía en la mesa junto al sofá, una colección de música clásica cerca del estéreo. Sobre el puesto de trabajo con la computadora de Seth una carpeta contenía unas impresiones de hojas de cálculo, era obvio que estaba

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trabajando para su padre, todo estaba perfectamente ordenado bajo un pisapapeles de cristal. Seth, el hijo perfecto. Salvo, que Kade miró más a su alrededor, todo parecía estar montado, las cosas estaban demasiado ordenadas. Muy cuidadosamente dispuestas, como si hubieran sido puestas en su lugar ante la posibilidad de que alguien hurgara, buscando algo fuera de lugar. O alguna señal de engaño, tal como Kade estaba haciendo ahora. Pero Kade conocía a su hermano mejor que nadie, él era una parte de Seth, probablemente era por ese vínculo indisoluble que se había creado al nacer como gemelos idénticos. Desde el momento en que eran niños habían sido dos partes de un todo, inseparables, con un mutuo acuerdo tácito del uno al otro. Kade había creído que él y Seth eran semejantes en todos los sentidos... hasta la primera vez que vio a su hermano al mando de una manada de lobos, les ordenó perseguir y masacrar a un oso pardo. Eran sólo unos niños entonces, de catorce años y deseoso de probar los límites de su fuerza y su habilidad sobrenatural. Seth estaba presumiendo que se había hecho amigo de una manada de lobos en la zona y de cómo podía dominar mentalmente a más de un animal a la vez. Kade nunca lo había hecho, no se había dado cuenta de que podía hacer lo mismo, lo que Seth estaba muy dispuesto a demostrar. Seth había convocado a una jauría de lobos con un aullido, y antes de que Kade se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, Seth ya estaba corriendo con los lobos en busca de presas. Se encontraron con un oso pardo que estaba capturando a un salmón en el río. Seth les ordenó a los lobos cazar al oso. Para asombro de Kade ellos obedecieron, pero aún más impresionante y más aberrante fue que Seth participara en la masacre. - 93 -

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Fue una sangrienta y prolongada batalla... Seth lo había disfrutado, estaba todo manchado con la sangre del animal, le dijo a Kade que se uniera, pero él estaba horrorizado, había vomitado en la maleza, se sentía tan enfermo por lo que acababa de presenciar. Seth se había burlado de él en privado durante semanas, después del suceso. Había incitado a Kade para que desafiara los límites de su talento para determinar cuál de ellos era el gemelo más poderoso. Kade estúpidamente había caído en sus incitaciones y así había recogido lo que Seth le había tirado. Se había decidido a perfeccionar su habilidad, tenía una capacidad tan natural como respirar. Había aprendido a amar la sensación de la naturaleza salvaje en su piel, empapando todos sus sentidos, atrapado entre sus dientes y colmillos. Había llegado a ser tan hábil, tan adicto a la fuerza de su talento, que pronto se le hizo imposible mantenerlo bajo control. Seth se había puesto furioso, estaba celoso e inseguro, una combinación realmente peligrosa. Cuando se sintió superado, Seth decidió demostrarle a Kade que podía hacer algo que él no se atrevería a hacer. Sus inclinaciones violentas se tornaron oscuras y peligrosas. En algún momento, Seth avanzó en total silencio su talento oscuro hacia otras presas. Él había matado a un ser humano. Sucedió unos meses antes de que Kade se marchara a Boston, para unirse a la Orden. Repulsivo y furioso, Kade intentó delatarlo frente a sus padres y a todos los que vivían en el Darkhaven, pero Seth le pidió que no dijera nada, le dijo que todo había sido un tremendo error y que las cosas se le habían ido de las manos, que su intención nunca fue asesinar a esa persona, sólo estaba jugando, pero todo había salido mal.

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Kade había dudado entonces, tendría que haberlo delatado, pero Seth era su amado hermano, su otra mitad. Aparte sabía lo que esa noticia le haría a sus padres, especialmente a su madre. Así que Kade prefirió guardar el secreto, a pesar del cargo de conciencia que lo atormentaba en todo momento. Por eso Kade acepto la oferta de Nikolai para unirse a la Orden en Boston, era la oportunidad para irse de su casa y dejar todo ese pasado atrás. El asesinato de la familia Toms había revivido todos esos recuerdos, todo ese infierno que había creado su hermano. Pero de alguna manera mantenía la esperanza de que su hermano no hubiera sido capaz de matar a una familia a sangre fría, temía que la promesa que le había hecho hace un año a Seth estaba resultando muy difícil de mantener. Comenzó a caminar hacia la puerta tratando de despejar su cabeza de esos sentimientos de miedo que lo invadieron. No se dio cuenta hasta que estaba saliendo de la habitación que caminaba sobre la piel gruesa de un oso pardo. La piel cubría gran parte del piso del cuarto, y aunque ya habían pasado algunos años desde que Seth y sus lobos mataron a ese oso, los gruñidos del animal seguían atormentando la conciencia de Kade. Regresó y se arrodilló cerca de la boca abierta del animal. —Ah.

Cristo,

déjame

estar

equivocado

—susurró

mientras

cuidadosamente metía la mano en las fauces de los dientes afilados del oso. Mientras su mano se introducía en la boca del animal, pudo sentir una bolsita de tela que se escondía en la parte posterior de la garganta del animal. Kade sacó la bolsa y aflojó el cordón que la mantenía cerrada, en su mano se deslizaron varios anillos de oro, junto con una pulsera de cuero de la que colgaba un diente de oso y una gran variedad de pequeñas hebras de cabello humano, las cuales estaban cubiertas por sangre seca. No le quedaba ninguna duda de lo estaba viendo…

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Seth era un asesino que coleccionaba pequeños recuerdos de sus víctimas. —Hijo de puta —Kade murmuró con aspereza—. Estás enfermo, maldito hijo de puta. La ira y el dolor chocaron en la boca de su estómago. No quería creer lo que estaba viendo. Quería poner alguna excusa, una explicación, salvo la que estaba ahí como un campanazo en su cabeza. Su hermano era un asesino. ¿Habría atacado a la familia Toms cruelmente, también? Y aunque tenía las pruebas en su mano, se resistía a creer que su hermano había sido capaz de masacrar a la familia Toms. A pesar del temor que estaba sintiendo, necesitaba obtener más respuestas antes de condenar a Seth. Necesitaba pruebas. Demonios, tenía que buscar a su hermano y encararlo de una vez por todas. Y si resulta que Seth era culpable, entonces Kade estaba dispuesto a hacer lo que debió haber hecho la primera vez que había visto la indiferencia de Seth por la vida humana. Y si realmente era culpable, lo buscaría y lo mataría.

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Capítulo 8 Traducido por: lorena Revisado por: lizeth. Corregido por: gemma

L

a mayoría de las personas del pueblo se reunieron en el bar de Pete, pero el estruendoso sonido del partido de hockey que transmitían por la televisión y una vieja canción de los Eagles

sonando en la rockola que se encontraba cerca del único baño y de la entrada al salón de juegos impedían una conversación amena. Alex y Jenna se sentaron frente a frente en una mesa ubicada en el centro del lugar. Habían terminado de cenar hace algún tiempo y ahora estaban comiendo un pedazo de pastel de manzana casero acompañado con una humeante taza de café salida del microondas. Jenna había estado bostezado y mirando su reloj más de una vez durante la última hora, pero Alex sabía que su amiga era demasiado educada como para dejarla sola en el bar y, egoístamente, quería prolongar su visita. Por esa razón había insistido en la torta y en una última cerveza, incluso había puesto una moneda en la rockola para tener la excusa de esperar a que su canción preferida sonara antes de que se fueran. Habría hecho cualquier cosa para evitar ir a su desolada casa. Extrañaba a su padre más que nunca. Ya que durante mucho tiempo, había sido su mejor amigo y confidente. Él había sido su fuerza, su apoyo, y su protector cuando el mundo a su alrededor se había puesto patas arriba por la violencia que la acechaba. Él era la única persona en quien podía confiar, la

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única persona que le diría que todo saldría bien hasta el punto de convencerla de que así era. Pero ahora, a excepción de su perro, estaba sola y aterrada. Sintió la necesidad de escapar y huir de lo que había visto aquel terrible día de la muerte de los Toms que casi la había abrumado. Pero ¿adónde? Si huir de florida a Alaska no había sido suficientemente lejos para escapar de los monstruos que acechaban sus recuerdos, entonces ¿adónde podría ir para alejarse de ellos? —¿Vas a seguir jugando con el tenedor o te vas a comer el pastel? —le dijo Jenna mientras tomaba el último sorbo de su cerveza y la dejaba sobre la mesa de madera con un golpe suave—. Eras la que quería el postre, pero la que se lo ha comido casi todo soy yo. —Lo siento —murmuró Alex mientras soltaba el tenedor—. Creo que no tenía tanta hambre como pensaba. —¿Todo bien, Alex? Si necesitas hablar con alguien acerca de lo que pasó la otra noche en la reunión, o en la casa de los Toms… —No. No quiero hablar de eso. ¿Qué habría que decir al fin y al cabo? Las malditas cosas pasan, ¿verdad?.... las cosas malas le pasan a la gente buena en todo momento. —Sí, así es —dijo Jenna en voz baja, sus ojos se oscurecieron bajo el resplandor de la lámpara ubicada en el estaño—. Escucha, estuve esta tarde en la casa de Zach. Me contó que la policía estatal de jinetes de Alaska en Fairbanks, tiene a todas sus unidades ocupadas en estos momentos, pero estarán mandándonos una unidad en pocos días. Entretanto, descubrieron video-imágenes de la escena del crimen en Internet. Al parecer algún pendejo fue con una cámara de un teléfono celular no mucho después de que tú hubieses estado allí, y luego subió el vídeo a una web ilegal que

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supuestamente paga cien dólares por material que contenga sangre real y tripas. Alex se inclinó hacia delante en su silla, su interés saltó abruptamente cuando recordó lo que Kade le había dicho en la casa de los Toms. —¿Saben quién fue? Jenna buscó con los ojos e hizo un gesto hacia la sala de juegos, donde un pequeño grupo de locales estaban disparando dardos. —Skeeter Arnold —dijo Alex, sin sorprenderse de que el degenerado, y claramente desempleado que nunca andaba sin una bebida en la mano y un cigarrillo en la otra, hubiera sido tan irrespetuoso por los muertos a cambio de unos cuantos de dólares—. Qué hijo de puta. Y pensar que él y Teddy Toms habían sido amigos poco antes de que... No pudo terminar la frase, la realidad era aún demasiado cruda. Jenna asintió. —Skeeter tiene gran facilidad para enganchar a los chicos que puede manipular. Es un drogadicto y un perdedor. Le he estado diciendo a Zach que durante el último año o más... He tenido la sospecha que el chico es el que ha estado metiendo drogas e incitando a consumir alcohol en las poblaciones Indígenas donde no está permitido. Desafortunadamente, la policía necesita tener eso a lo que llaman pruebas antes de arrestar y seguir con el procedimiento, esas cosas, y Zach no para de recordarme que todo lo que tengo contra Skeeter Arnold son sólo sospechas. Alex miró a su amiga, y vio esa chispa de tenacidad en los ojos de Jenna. —¿Extrañas todo eso?... Ser policía, quiero decir.

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—No —dijo Jenna frunciendo el ceño y dando una sacudida firme de su cabeza—. No podría hacer ese trabajo nunca más. No quiero ser responsable de limpiar las tragedias y crímenes de otras personas. Además de eso, cada vez que viera un accidente de tránsito, estaría preguntándome a que corazón partiría en pedazos una vez que diera mi reporte. Ya no tengo el estómago para el trabajo policial. Alex le dio un suave apretón de manos a su amiga. —Por lo que vale la pena, creo que eres una gran policía, y por eso es que me importas. Para ti nunca fue un simple trabajo, ni llamar la atención. Necesitamos más personas como tú, que velen por el resto de nosotros. Y sigo pensando que quizás algún día regresarás a ello. —No —respondió Jenna, y a través del vínculo de sus manos, el sexto sentido de Alex le dijo que Jenna lo decía en serio—. Perdí todo cuando murieron Mitch y Libby. ¿Te das cuenta que esta semana se cumplen cuatro años desde el accidente? —Oh, Jen. Alex recordaba muy bien esa noche de noviembre que se cobró las vidas del miembro de la unidad policial de jinetes, esposo de Jenna, y a su pequeña niña. Toda la familia se dirigía a Galena para una cena especial, cuando una avalancha de nieve hizo que Mitch perdiera el control de la Blazer, el coche golpeó un remolque que transportaba cinco toneladas de madera que se dirigía a la calle Lower 48. Mitch manejaba la Blazer y murió con el impacto. Libby estuvo luchando por su vida durante dos días en el hospital, con fracturas y lesiones, pero al final su pequeño cuerpo se rindió. En cuanto a Jenna, había estado en coma durante un mes y medio, sólo para despertar con la terrible noticia de que Mitch y Libby se habían ido.

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—Todo el mundo dice que el tiempo cura las heridas. Dame tiempo, ya verás que después voy a ser capaz de consolarme con los recuerdos felices de lo que tenía —Jenna dio un respiro y retiró su mano del apretón de Alex, para recoger la botella vacía de cerveza—. Han pasado cuatro años, Alex. ¿No debería haberme curado un poco de eso? —Curado —dijo Alex sarcásticamente—, soy la persona menos indicada para decirte eso... Papá sólo lleva seis meses muerto, pero no creo que pueda dejar de esperar verlo atravesar la puerta de nuevo. Eso es parte de la razón por la que estoy pensando que podría… Jenna la miró fijamente mientras arrastraba las palabras. —Podrías ¿qué? Alex se encogió de hombros. —Últimamente he pensado, que quizá.... las cosas podrían mejorar si vendiera la casa y siguiera adelante..... —Adelante, ¿cómo? ¿Irte de Harmony? —Irme de Alaska, Jen —dijo Alex mientras pensaba que así podría dejar atrás la muerte que parecía seguirla a dondequiera que fuera. Antes de que la interrumpiera de nuevo dijo—: Sólo estoy pensando que tal vez necesito empezar de nuevo en alguna parte, eso es todo. No podía leer la expresión de Jenna, que parecía estar atrapada en algún lugar entre la miseria y la envidia. Y antes de que su amiga le diera algún argumento convincente del por qué debería quedarse, un rugido de entusiasmo masculino se escuchó desde la barra. —¿Qué es todo eso? —preguntó Alex, incapaz de decir que estaba pasando ya que se encontraba de espaldas a la algarabía—. ¿El equipo de Big Dave acaba de ganar o algo así?

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—No lo sé, pero él y su tripulación sólo corrieron a toda prisa hacia la barra —Jenna volvió a mirarla y exhaló una maldición suave—. Tú eres mi mejor amiga Alex, y sabes que soy condenadamente sincera cuando se trata de mis amigos. No puedes simplemente sentarte ahí a comer un trozo de pastel en medio de un partido de hockey en la taberna de Pete y darme este tipo de noticia de que estás pensando en irte. ¿Desde cuándo? ¿Y por qué no has hablado conmigo o alguien más de esto? Pensé que éramos amigas y que nos contábamos todo. No todo, admitió Alex en silencio. Había ciertas cosas que no se atrevía a compartir con nadie. Cosas sobre sí misma y otras acerca de lo que había visto que la etiquetarían de mentalmente inestable o, posiblemente, trastornada. Jenna ni siquiera sabía como la madre de Alex y su hermano menor, habían sido asesinados. Masacrados era la palabra indicada. Atacados por unas criaturas sacadas de la peor pesadilla. Alex y su padre habían inventado una mentira más creíble cuando se habían trasladado hasta Alaska para comenzar una nueva vida, al haber perdido la mitad de su familia. Si alguien preguntaba, la madre de Alex y su hermano menor fueron asesinados por un conductor ebrio en Florida. Que habían muerto al instante, sin dolor. Nada podría haber estado más alejado de la verdad. Alex se había sentido culpable por mentir, en especial a Jenna, pero se había consolado a sí misma, pensando que esa mentira sólo protegería a su amiga de la escabrosa verdad. Nadie debería saber por el horror del cual Alex y su padre fueron testigos y por el cual huyeron. Nadie debería saber que tal maldad tan terrible —tan sanguinaria y violenta— pudiera realmente existir en el mundo.

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Se repitió a sí misma que todo era por la protección Jenna, protegiendo a su amiga de la misma manera que el padre de Alex la había protegido. —Sólo estoy pensando en eso por el momento, eso es todo —murmuró Alex, luego tomó el último sorbo de su cerveza caliente. Apenas puso la botella sobre la mesa, una camarera de pelo platino se acercó llevando dos refrescos. Los rayitos de color rosa brillante en el cabello teñido de rubio hacían juego con el color chillón de su lápiz de labios, Alex lo notó, mientras la joven se inclinaba hacia abajo para colocar las dos botellas en la mesa. Alex sacudió la cabeza y le dijo a la camarera: —Oh, espera un segundo, Annabeth. Ya hemos pagado nuestra cuenta y no pedimos esto. —Lo sé —dijo, y señaló con su pulgar por encima del hombro hacia la zona del bar—. Alguien acaba de pagar una ronda para toda la casa. Jenna gimió. —Si es cortesía de Big Dave, paso... —No es de él —dijo Annabeth sonriendo ampliamente, toda su cara se iluminó—. Nunca había visto a este tipo antes, es alto, de cabello negro puntiagudo,

increíbles

ojos,

y

expulsando

un

humo

de

‗Atractivo‘,

absolutamente. Ahora fue el turno de Alex de gemir. Sabía que tenía que ser Kade, incluso antes de que se girara en su asiento y lanzara una mirada de búsqueda hacia el pequeño grupo de hombres reunidos en el bar. Sobresalía sobre los otros, su sedoso cabello oscuro se encontraba en el centro de la multitud. —Increíble —murmuró la camarera mientras se alejaba de la mesa. —¿Lo conoces? —le preguntó Jenna a Alex.

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—Es el tipo que vi anoche en la parte de atrás de la iglesia. Su nombre es Kade. Y lo vi de nuevo hoy en la casa de los Toms cuando fui de visita. Jenna frunció el ceño. —¿Qué diablos estabas haciendo ahí? —No estoy del todo segura. Lo encontré en el cobertizo de Pop Toms, parecía como si hubiera rodado fuera de la cama en mitad de la noche. Estaba muy bien armado, también. Y estoy hablando de que tenía un rifle de alto poder, un cuchillo, arma en mano, y rondando por los alrededores. Deduzco que estaba buscando a nuestro supuesto lobo. —Entonces no es de extrañar que Big Dave parezca tan enamorado de él —comentó Jenna secamente—. Bueno, posiblemente no podría tomarme otra cerveza, gratis o lo que sea... estoy muy cansada. Todavía tengo que dejarle a Zach unos archivos que me pidió, así que ya es hora de que me vaya a casa. Alex asintió, tratando de no pensar en el hecho de que Kade se encontraba en la misma habitación con ella, o la manera desconcertante en que su pulso parecía agitarse ante la idea. Jenna se puso de pie y cogió su abrigo largo del gancho de la pared. —¿Y tú Alex? ¿Quieres que te deje en casa? —No —tan tarde como era, y tan atestada como parecía estar la taberna de Pete ahora que Kade estaba allí, seguía atormentándola lo que le esperaba en casa— Adelante, no te preocupes por mí. Voy a terminar este pastel y tal vez me tome una taza de café para bajar la comida. Además, prefiero caminar, sólo son dos cuadras hasta mi casa. El aire fresco me hará bien. —Bueno, si estás segura —a su afirmación con un asentimiento, Jenna le dio un rápido abrazo—. Y no hablemos más de que te vas a mudar, ¿de acuerdo?, por lo menos no sin discutirlo primero conmigo. ¿Entendido?

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Alex sonrió haciendo un débil esfuerzo. —Entendido. Vio como su amiga se alejaba caminando a través de la taberna. El policía en Jenna era incapaz de resistirse a mirar de reojo al forastero de la ciudad. Por encima del ruido del lugar, Alex oyó el tintineo hueco de la campana de la puerta cuando Jenna la cerró de un portazo detrás de ella. Alex cortó el pastel con el borde de su tenedor, pero se abstuvo de llevarse el bocado a la boca. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ella no tenía nada de hambre, y lo último que necesitaba era una taza de café de poca calidad en la taberna de Pete que la mantuviera despierta toda la noche. Finalmente se convenció de ir a casa. Dios, estaba siendo ridícula. Lo que realmente necesitaba era volver a casa, alimentar a Luna antes de que el perro en represalia acabara con la casa por dejarla abandonada toda la noche, y luego tratar de dormir aunque fuera un poco. Podía pensar en todo lo demás por la mañana, cuando su cabeza estuviera despejada. Las cosas tendrían más sentido entonces, por lo menos, eso esperaba. Tan pronto como se puso en pie y se puso su abrigo, Alex sintió que las cervezas que había consumido hicieron efecto en su vejiga. Genial. Para ir al baño en la taberna de Pete, tenía que caminar derecho y pasar cerca de la barra, y de Kade. Consideró aguantarse las ganas de ir al baño, pero las dos cuadras a su casa desde la taberna, en el improperio frío, sería una tortura. Quizás incluso desastroso. ¿Y qué si Kade podría verla y darse cuenta que ella estaba allí? al demonio, se aseguró a sí misma que no era necesario hablarle, ni siquiera era necesario mirarlo.

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Si, era un plan brillante. Lástima que se vino abajo en el momento en que dio dos pasos. Pudo sentir la mirada penetrante de Kade por encima de la multitud a las cero en punto sobre ella como dos rayos laser. Su mirada la atravesó, pasando por cada terminación nerviosa y acabando de la misma manera, instintiva, electrizante. Alex trató de ignorar el efecto que él provocaba en ella, que fue mucho más fácil de hacer cuando reconoció la voz áspera de Big Dave separándola de los otros y escuchándolo presumir acerca de sus últimas hazañas de caza, mientras que Kade le sonreía como si hace mucho que fuera su mejor amigo. Veinticuatro horas en la ciudad y ya era uno de los viejos amigazos de los chicos. Pero ¿qué demonios le veían? Disgustada, continuó caminando hacia el baño pasando por la rockola, soltando un pequeño suspiro de alivio al encontrarlo desocupado, entró y se ocupó de sus necesidades. Haciendo rodar sus ojos mientras los buenos momentos y la risa continuaba en el otro lado de la puerta. No fue hasta que se fue a lavar las manos y se encontró frente al espejo, que vio el demacrado y cansado reflejo de sí misma. —¡Oh, Dios mío! —susurró, deseando que al menos hubiera tenido tiempo para retocarse el rímel cuando salió de casa. Y quizá se hubiera detenido para cepillar su cabello. Intentó peinar como pudo algo de su rubia cabellera que llevaba suelta, pero no había mucho que pudiera hacer. No le extrañaba que Kade la hubiera mirado de esa manera, parecía una medusa ambulante que no había tenido una noche decente para dormir en más de una semana y que irónicamente casi se acercaba, admitió pensándolo detenidamente.

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—Por el amor de Dios. Por qué debería importarme un carajo lo que piense, ¿ah? —se dijo frente al espejo—. Ese hombre es la última persona a la que necesito impresionar. Alex asintió a su propio consejo, al mismo tiempo que se preguntaba si todo lo ocurrido últimamente la había empujado a la locura, al punto de tener conversaciones con su propio reflejo. Ya era bastante malo entablar conversaciones con su perro, como si Luna pudiera entender cada palabra, lo que la llevó a pensar que estaba llevando las cosas demasiado lejos. Tomando una respiración profunda, Alex acomodó su pelo rebelde detrás de las orejas, luego abrió la puerta del baño y salió. —¿Todo bien ahí dentro? Kade. Oh, Dios. Se apoyó en el borde de la rockola, y se dio cuenta de que por fin reproducía la canción que ella había elegido hacía casi una hora. Él estaba sonriéndole abiertamente, la diversión se plasmaba en las comisuras de sus labios y en la pálida luz de sus ojos. ¿Habría escuchado la disputa interior de la ironía de Sheryl Crow cantando su dilema favorito? —Veo que ya estás haciendo amigos en Harmony. Él gruñó, y lanzó una mirada casual hacia el grupo de hombres que seguía en la barra antes de posar toda su atención de nuevo en ella. —Big Dave y algunos de los otros van a ir a cazar a la manada de lobos que se ha visto por aquí últimamente. Me pidieron unirme a ellos. Alex se burló y le dijo: —Felicidades. Estoy segura de que todos pasaran un gran momento. A medida que pasaba junto a Kade, él dijo:

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—Esta noche también oí acerca de una muerte ocurrida el invierno pasado lo cual parece sospechoso, la víctima era un hombre nativo, vivía solo en una choza a diez kilómetros al noroeste de Harmony. Big Dave sospecha que los lobos fueron los responsables de eso también. Alex se dio la vuelta, sacudiendo en negativa la cabeza. —¿Estás hablando de Henry Tulak? era un bebedor y estaba un poco loco. Lo más probable es que hubiera hecho algo estúpido y por esa misma razón hubiese muerto. Kade encogió los hombros. —Big Dave y los otros dijeron que no se pudo probar nada porque el cuerpo de Tulak no fue descubierto hasta el deshielo de primavera. Para entonces, no quedaba casi nada de él, sólo unos cuantos huesos. —Si vivieras en el interior de Alaska por un buen tiempo —como has afirmado— sabrías que nada dura mucho tiempo en el monte. Si el frío no te mata, la falta de voluntad lo hará. Eso no quiere decir que los lobos mataran a ese hombre. —Tal vez no —dijo Kade—. Sin embargo dicen que la última vez que alguien vio vivo a Tulak, estaba hablando de haber visto a una manada de lobos merodeando los alrededores de su casa. Dijo que se sentía como si estuvieran clasificándolo según su tamaño, esperando su oportunidad para atacar. La frustración de Alex estalló al oír esta clase de mierda incoherente, y especialmente la que llegaba por Kade. A quien ella había considerado más inteligente que el gran Big Dave y su partida de amigotes. —Big Dave diría cualquier cosa que llamara la atención. Esa es su naturaleza, si yo fuera tú, no le daría demasiada importancia a todo lo que dice.

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—Alex, estoy aquí para recoger información. Big Dave parece ser el único dispuesto a dar información. El resto de las personas de la ciudad evaden las preguntas, me dicen verdades a medias, y ninguna que me interese. Bien, ahora se sentía ofendida. Su indicador de bienestar ardía de frustración y de furia. —¿Por qué estás realmente aquí? ¡Hablas acerca de evasiones y verdades a medias! Mírate. Apareces aquí, nadie te conoce, nadie sabe siquiera de dónde vienes. —Te lo dije, del norte de Fairbanks. Pero si vamos a ser honestos el uno con el otro, en realidad vengo de Boston. Así que realmente no venía de Alaska, venía de fuera. No podría estar menos que sorprendida. De forma tan casual como pudo, puso su mano en la parte superior de su antebrazo y se inclinó hacia Kade, como si fuera un policía que va interrogar a un testigo que no coopera. —¿Cómo llegaste a Harmony, cuando el mal tiempo en los últimos días no ha dejado que nadie más pueda llegar? Además quiero saber, ¿cómo saliste de la estancia de los Toms después de dejar Harmony anoche? —Caminé, por supuesto con zapatos especiales para la nieve. —Caminaste más de cuarenta millas en mitad de la noche —Alex se rió, pero sin humor. Escuchó la picazón de sus instintos mientras mantenía la mano sobre su brazo, esperando que sus sentidos le dijeran si él era digno de su confianza. No registró nada, era tan claro como el cristal. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que él intentaba persuadirla—. Menuda estupidez. Te quedas ahí parado acusándome de que yo te miento, cuando no me has dicho nada más que tu nombre es Kade eres un cazador de recompensas que busca sacar provecho de la matanza de unos inocentes lobos. Él sólo se molestó en sacudir su cabeza. - 109 -

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—Nunca dije que vine aquí para cazar lobos, o por una recompensa o lo que sea. Tú eres la que supuso eso. Y te equivocas. —De acuerdo, me rindo entonces, así que dime, ¿qué estás haciendo aquí, y por qué has venido cargando todo ese arsenal de armas? ¿Qué es exactamente lo que quieres, Kade, el no-cazador de lobos del norte de Fairbanks que llegó de Boston? —Te lo dije hoy cuando nos encontramos antes. Quiero respuestas. Necesito saber la verdad —toda la verdad— acerca de lo ocurrido a tus amigos. Y creo que tú puedes ayudarme con eso, Alex. Creo que eres la única persona que puede. Él bajó su mirada a donde ella todavía tenía la mano sobre su brazo. Alex la retiró bruscamente, la voz de él aún vibraba en su interior, sus palabras le decían que podía confiar en él, independientemente de si sus instintos se lo confirmaran o no. No quería sentirse tan atraída por él, maldita sea. No quería depositar su confianza en lo que él decía, no cuando su corazón estaba latiendo a una velocidad increíble... y todo en ella le gritaba que huyera. Huir, eso es, antes de que ella cometiera el error de dejar que este hombre entrara en su infierno privado cuando ni siquiera sabía nada sobre él. —¿Qué intentas hacer? —preguntó Alex en voz baja, deseando tener la fuerza para alejarse y dejarlo allí, en lugar de ceder a la curiosidad de querer saber más—. ¿A qué clase de juego estás jugando? —No sé lo que quieres decir —dijo Kade, a pesar de la firmeza de su intensa mirada que decía que no había mucho que se le escapara—. ¿A qué juego crees que estoy jugando? Alex lo miró fijamente, obligándose a tratar de leer en sus ojos todas las cosas que probablemente no le diría.

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—Me dices que no eres un cazador de lobos, pero dejas que Big Dave y los otros crean que sí lo eres. Me dices que quieres que te de información, sin embargo tú no me das nada a cambio. Así que, dime, ¿eres de los chicos buenos, o de los malos? ¿Eh? ¿De qué lado estás, Kade? Algo fluctuó a través de su expresión. —Alex dime algo, ¿calcificas todo en términos de bueno o malo? ¿Blanco y negro? ¿Todos somos buenos o malos según tu juicio? —Sí, así es —ella no lo había pensado de esa manera, pero tuvo que admitir que realmente le gustaban las cosas claras. Lo que estaba bien, estaba bien, y lo que estaba mal, estaba mal, punto. Y en su experiencia personal, tenía una línea muy clara entre el bien y el mal. Y Kade todavía no había respondido a su pregunta. Para su sorpresa, él estiró la mano y pasó los dedos por su mejilla, donde algunos de sus cabellos habían caído en su cara. Ella sabía que debería echarse para atrás ante aquel gesto, pero esa fugaz caricia —por mínima que fuera— se sentía demasiado bien como para negarlo. —Alex, puedes ser honesta conmigo. Puedes confiar en mí, no te voy hacer daño. Dios se apiade de ella, pero estaba tentada de soltar todo allí y ahora. No sabía quién era este hombre de Adán, en realidad, pero cuando lo miraba a los ojos, todavía podía sentir el calor de su toque en su piel, en ese momento quería creer que podía confiar plenamente en él de verdad. En algún rincón de su corazón, aquella pequeña joven asustada, tenía la esperanza de que él fuera capaz de ayudarle a desterrar algunos de esos demonios que la habían perseguido casi toda su vida. Ella sentía inexplicablemente, que si le contaba sobre las bestias que habían matado a su madre y a su hermano pequeño —esas mismas bestias que - 111 -

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estaba segura habían matado a la familia Toms, también— Kade la entendería. Que él, de todas las personas, sería su aliado más fuerte. —Puedes decírmelo —le dijo con voz profunda, persuasiva y dulce—. Háblame sobre la huella que viste en la nieve. Sabes de qué o de quién podría ser, ¿verdad? Dímelo, Alex. Quiero ayudarte, pero necesito que me ayudes primero. —Yo... —Alex tragó saliva, tratando de encontrar valor—. Lo que vi... es difícil de explicar con palabras... —Lo sé, pero no te preocupes, está bien, lo prometo. Estás a salvo conmigo. Ella respiró hondo, se sentía tan nerviosa, pero eso no impidió que una ráfaga de humo y olor a ropa sucia de algún lugar cercano llegaran a su nariz. Aún no había registrado de donde provenía ese olor rancio, hasta que vio a Skeeter Arnold y a un par de sus compañeros que se dirigían a la sala de juegos. Skeeter tenía un teléfono móvil decorado con una calavera en una de sus manos y en la otra una cerveza, con la punta de la botella señaló en dirección a Kade y le dijo: —¡¡Hey!! Gracias por la ronda de tragos, amigo. Eso habla bien de ti. Kade le dio un vistazo a Skeeter, y Alex no pudo ocultar su rechazo. De cierto modo agradeció el hecho de que Skeeter se cruzara en su camino, ya que podía distraer en algo esa locura temporal que la hacía pensar que podía confiar en ese desconocido que estaba jugando con ella como si fuera un instrumento de su propio diseño. —Supongo que no te cae bien ese tipo —dijo Kade mientras Alex reprimía en su interior un escalofrío de repugnancia. Ella gruñó.

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—¿Sabes el vídeo que me mencionaste, en el que salen las imágenes del asesinato de la familia Toms, que está en el Internet? Bueno, ese fue el canalla que lo hizo. Los ojos Kade se entrecerraron buscando a Skeeter por toda la habitación, su mirada era tan intensa que parecía letal. Y cuando Alex lo miró, se dio cuenta de que los tatuajes en el antebrazo apenas visibles bajo las mangas de su camisa, no eran de color rojizo como recordaba sino de un profundo azul oscuro. Bueno, eso era ciertamente extraño. Tal vez había bebido demasiada cerveza si estaba viendo sus tatuajes cambiando de color. O quizá, no recordaba bien el color. La había sorprendido la primera vez que se los había visto en la estancia de los Toms, sin mencionar el hecho de que su increíble cuerpo había estado semidesnudo, además, era completamente posible de que hubiera confundido el color de la tinta. Salvo que ella nunca había visto un cuerpo tan musculoso y perfecto, la imagen de él abrochándose los pantalones como si acabara de levantarse de la cama, era una imagen imposible de remover de su memoria. Después de un largo minuto en el que Kade miró fijamente a Skeeter, finalmente volvió todo su interés a Alex. —Con él hablaré más tarde. Lo qué tienes que decir tú es más importante. Alex dio un paso hacia atrás al percibir el peligro en el hombre aunque seguía hablándole en el mismo tono delicado de antes. Pero algo era distinto, había un aire amenazador en él que la puso alerta. Entonces recordó que él no le había respondido su pregunta acerca de si él era bueno o malo.

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—Creo que es mejor que me vaya —murmuró Alex, al mismo tiempo que retrocedía un paso antes de que prácticamente corriera hacia la puerta. —Alex —oyó que la llamaba a sus espaldas. Pero ella siguió avanzando, a través del montón de personas que estaban en el bar, y desesperada por algo de aire fresco del exterior, poder sentir la libertad, y dejar atrás el dilema que se había formado con Kade.

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Capítulo 9 Traducido por: Aletse Corregido por: Anjhely

K

ade exhaló un gruñido bajo cuando él observó a Alex atravesar la taberna y correr en dirección hacia la salida. Él había espoleado un poco demasiado duro con ella, una

táctica que debería haber sabido que fallaría simplemente por el breve tiempo que había pasado a su alrededor, estudiando la forma en que ella se manejaba. Alexandra Maguire sólo se hundía más fuerte en sus talones si alguien trataba de ayudarla. Y luego, encima de todo ello, él había empeorado todo teniendo el mal sentido de tocarla. Él no había sido capaz de resistirse, y alguna parte de él, reconoció en el momento que ocurrían las cosas que ella había parecido darle la bienvenida al contacto. Justamente hasta el momento en que el gandul grasiento con la mirada fija de agotamiento y una delgada nariz en forma de pico se acercó caminando y los interrumpió. Kade tuvo un fuerte impulso de golpear al hombre tan sólo por ello, sin importar el hecho de que el stoner también había sido el que había difundido una prueba visual de un ataque de vampiro por todo el Extenso Mundo de la Web. Cuando trato con Alex, Kade había visto el miedo en sus ojos cuando él la había presionado por respuestas. A ella le había aterrado escupir las palabras, pero él estaba seguro de que había estado muy cerca para obligarla a que se abriese completamente sobre lo que ella sabía exactamente. Y la sensación de - 115 -

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frío como el hielo en sus entrañas le decía que lo que ella sabía era algo mucho más profundo que simplemente el reciente ataque y asesinato de la familia en los bosques. ¿Podría ella ser posiblemente se consciente de la existencia de la Raza? ¿Había visto ella uno de su Estirpe antes? Jesucristo, ¿y si ella había encontrado algo más que simplemente una huella inexplicable por ahí en el establecimiento de Toms? Si ella tuviese información que pudiese implicar a Seth con los asesinatos o exonerarlo, delgada como parecía esa esperanza Kade tenía que saber. Él tenía que saberlo ahora mismo. Y si ella realmente, de hecho, tenía cualquier vislumbre acerca de la Raza, Kade calculo que sería un infierno mucho más sencillo borrarle la memoria a ella en las afueras en las sombras del estacionamiento débilmente alumbrado que en medio de un restaurante-bar completamente abarrotado. Él se marchó tras ella hacia la parte cubierta de nieve. Ella estaba ya a mitad de camino entre el corto lado irregular de tundra arada, caminando rápidamente por delante del par de camionetas y la media docena de máquinas de nieve estacionadas fuera del Pete. Ella ni siquiera quebrantó su zancada cuando el sonido seco y metálico de la campana sobre la puerta sonó detrás de Kade cuando él salto fuera del porche cubierto agazapándose, y cayó, enérgicamente sobre sus talones. —¿Siempre huyes cuando te asustas? Esto la detuvo en seco. Ella giró al alrededor, con una extraña mirada en su rostro, como si su comentario hubiese golpeado demasiado cerca del blanco. Pero entonces ella parpadeó y la mirada se había marchado, reemplazada con una mirada estrecha y una inclinación obstinada de su

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encapuchada cabeza. —¿Nunca te das por vencido, aún cuando sabes que no vas a ganar? —Nunca —dijo él, sin vacilar. Ella

masculló

una

maldición

particularmente

vivida

y

continuó

caminando, liderado en dirección a la calle. Kade la alcanzó en un par de zancadas. —Ibas a decirme algo allá en la taberna, Alex. Algo importante que yo en realidad necesito saber. ¿Qué era eso? —¡Dios mío! —ella se giro hacia él, con la cólera brillando intermitentemente en sus ojos marrones de cierva—. Eres imposible, ¿Sabes eso? —Y tú eres hermosa. Él no entendió por qué dijo eso, sólo encontró demasiado difícil mantener ese pensamiento dentro de su cabeza cuando ella estaba allí de pie viéndose azotada por el viento y la tierra salvaje, con las mejillas rosadas por el beso del frío Ártico, su cabello rubio enmarcando su rostro con ondas desgreñadas bajo el combatiente de piel de la capucha de su parka. Si Brock o cualquier de los otros guerreros en Boston lo hubiese escuchado ahora mismo, ellos supondrían que él estaba jugando con esta hembra, seduciéndola con adulaciones para obtener lo que él deseaba de ella. Kade mismo deseaba creer que esa era la causa de su torpe farfullar. Pero cuando él observo a Alexandra Maguire, su belleza natural se iluminó por la delgada luz de la luna en lo alto y el resplandor multicolor de los anuncios de neón del bar en las ventanas detrás de él, Kade sabía que él no estaba jugando ninguna clase de juego aquí. Él se sentía atraído por ella —ferozmente atraído— y él quería que ella entendiera que él no era el enemigo. No precisamente, por el momento. - 117 -

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Su indignación estuvo apaciguada con algo parecido a confusión, ella comenzó a deslizar un paso hacia atrás para alejarse de él. —Realmente tengo que marcharme ahora. Kade levantó su mano pero paró repentinamente antes de sujetarla. —Alex, no importa el secreto que tú albergas, me lo puedes contar. Déjame compartir parte de la carga contigo. Permíteme protegerte de lo que sea que te ha asustando tanto. Ella negó con la cabeza, sus cejas café claro se unieron juntas en un ceño. —No te necesito. Ni siquiera te conozco. Y si yo sintiese la necesidad de compartir, tengo amigos a los que puedo dirigirme en lugar de ti. —Pero tú no les has contado a ninguno de ellos, ¿verdad? —no era una pregunta, y ella lo sabía al igual que él—. No hay otra sola persona en su vida que sepa lo que tú mantienes embotellado dentro de ti misma. Dime si estoy equivocado. —Cállate —ella murmuró, su aliento convirtiéndose en vapor por el aire frío, su voz rompiéndose suavemente—. Simplemente cállate. Déjame tranquila. Tú no sabes nada acerca de mí. —¿Alguien realmente te conoce Alex? Ella estaba tan quieta y en silencio, que Kade pensó que con seguridad él había cruzado otra línea que la ubicaría aun más lejos de él. Pero ella no se giró para alejarse, dejándolo comiendo su estela. Ella no lo maldijo o golpeó o gritó para que alguien saliera del Pete y lo hiciera por ella. Ella se quedó allí, mirándolo a los ojos en un silencio que se sintió tan perdido, tan roto. Su deber de guerrero de recolectar información vital y borrar un potencial riesgo de seguridad para la Orden, chocó con el impulso repentino que tuvo de ofrecer bienestar, para proteger a esta hembra que profesaba tan fervientemente no tener necesidad de ello.

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Kade dio un paso más acercándose a ella, y entonces él la toco nuevamente. Simplemente el más ligero roce de las puntas de sus dedos sobre un mechón de sus cabellos color oro cuando este se movió con la brisa invernal. Ella no se movió. Su aliento había salido de entre sus labios entreabiertos, y estando tan cerca, Kade podía oír agolpamiento de la sangre pulsando a través de sus venas así como su frecuencia cardiaca latiendo a un ritmo acelerado. —Tú me preguntaste en el bar si yo era un tipo bueno o un tipo malo —le recordó a ella, con voz grave y áspera al ser consciente del calor de su cuerpo mezclándose con el de él mientras avanzaba lentamente más cerca de su espacio. Él negó con la cabeza lentamente—. Ese no es mi tipo de naturaleza, Alex. Tal vez encuentres que tengo cierta cantidad de ambas. La forma en que veo el mundo, todo es solamente una diversa sombra color gris. —No… no puedo vivir así —dijo ella, con un tono de su voz desnuda por la sinceridad—. Eso haría todo demasiado complicado, demasiado complicado para reconocer lo que es cierto o no. Demasiado difícil para saber lo que es real. —Yo soy real —dijo Kade, sosteniendo su mirada mientras él la acariciaba con los dedos a lo largo de la curva de su mandíbula—. Y tú te sientes muy real para mí, también. Ella suspiró suavemente ante su toque, y cuando sus labios se entreabrieron, Kade barrio su boca contra la suya en un impulsivo —instantáneamente eléctrico— beso. Él sujetaba su rostro tiernamente con su palma mientras él deslizaba sus labios sobre los de ella y saboreaba el calor suave, mojado de su boca. El beso de Alex era claramente dulce, y abierto y dando… tan condenadamente bueno. La sensación de su cuerpo presionado contra el suyo envío una sacudida de fuego liquido nadando a través de él, quemando cada célula de sus órganos por

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la estampa de sus curvas delgadas y la cálida esencia a viento y bosques de ella. Él no estaba pensando en reunir información o encontrar un lugar tranquilo para limpiar su mente una vez que él tuviera la información que necesitaba. El sentimiento que tenía en ese momento no tenía nada que ver con ofrecer bienestar o protección, tampoco. Todo lo que él sentía era la necesidad por esta mujer, su deseo por ella era alarmantemente intenso. Y el hambre que estaba creciendo cada vez más, devorando a Alex mientras permanecía por más tiempo entre sus brazos. Con un beso simple, imprevisto, ella lo estaba ahogando en una aplastante marea de lujuria y sed de sangre. Él no se había alimentado desde que había llegado a Alaska, un reflexible descuido que ahora hundía sus afiladas garras en el, exigiéndole ser saciado completamente con la misma urgencia como el palpitar que golpeaba fuertemente y caliente entre sus piernas. De alguna parte de la niebla bañada en hambre de su conciencia, Kade escuchó el estruendo de un vehículo acercándose al estacionamiento. Él quería ignorar el gruñido bajo del motor del camión, pero entonces una voz de masculina gritó desde las sombras. —¿Alex? ¿Todo bien aquí afuera? —Mierda —murmuro ella, retirándose hacia atrás ahora—. Esto fue un error. Kade no dijo nada cuando ella se alejó varios pasos más, pero además hablar habría resultado un poco difícil de hacer, dado el hecho de que sus colmillos ahora colmaban su boca. Ella no lo miraba, cosa que convenía justamente a Kade, ya que una sola mirada a sus ojos en estos momentos - 120 -

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—convertidos del gris pálido que normalmente eran, al color ámbar brillante que lo delataba como uno de la Raza— había convertido el impulso mal concebido de besarla en una catástrofe de enormes proporciones. —Yo nunca debí dejarte hacer eso —ella susurró, luego se escabulló alrededor de él. Kade dirigió una mirada cuidadosa por encima de su hombro hacia la idílica chaqueta sport que matizaba los colores de Alaska State Trooper, observando cómo Alex se acercaba a ella. —Oye, Zach. ¿Qué pasa? Pensé que Jenna estaba en tu casa. —Justamente ella acaba de marcharse. Dijo que tú estabas en el Pete‘s, así es que pensé que me pasaría por aquí y me tomaría una cerveza contigo —la voz de Tucker era llevada por el viento frío—. ¿Qué diablos estás haciendo aquí afuera? ¿Estabas con alguien? —No, no con nadie —ella dijo. Kade sintió, o más bien observo, la rápida mirada hacia atrás que le disparo Alex entre las sombras donde él estaba parado—. Acabo de salir. ¿Me das un aventón a casa? —Seguro, entra —dijo Zach Tucker, y Alex abrió la puerta y se trepó adentro. Kade presionó su mandíbula para mantenerla cerrada, reprimiendo la lujuria que todavía recorría a través de él mientras la observó cerrar la puerta y marcharse con el macho humano. Él había detectado la esencia del aroma a gilipolleces en el tono ocasional del patrullero, y tenía que suponer que Zach Tucker no era el único hombre afín que estaba encantado de usar cualquier excusa para ponerse en estrecha compañía y en la buena voluntad de la sexualmente atractiva Alexandra Maguire. Kade tuvo un impulso muy fuerte de ir tras de ella, sin importar que ella estuviese feliz de haberse librado de él o no.

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Pero si necesitaba que algo lo distrajera de esa idea, él lo consiguió inmediatamente cuando la puerta de la taberna se abrió de golpe y camino hacia afuera Skeeter Arnold y tres de los amigos del lapidador. Kade observó el grupo de chicos de veintitantos, sonreír con satisfacción mientras el grupo se desvanecía y Skeeter se quedo solo mientras sus amigos salían de allí en un viejo bullicioso F150 retumbante. Cuando Skeeter comenzó a caminar hacia el aparcamiento trasero, Kade se encaminó hacia las sombras para seguirlo y así poder tener una o dos palabras de acerca de los peligros de disgustar a un grupo de vampiros. Pero antes de que Kade diera dos pasos hacia su trasero, unos faros alumbraron desde el aparcamiento, y un Hummer negro se desplegó detrás de Skeeter Arnold. El vehículo brilló bajo las luces débiles del lote, y en comparación con los otros vejestorios que había estacionados en el Pete`s, Kade apostaría su testículo izquierdo que quien fuera que conducía ese auto no era de la localidad. Cuando el vehículo bajó la velocidad de forma deliberada para avanzar al mismo paso que Skeeter, quien hizo una pausa para introducir su cabeza dentro de la ventanilla del pasajero que se encontraba abierta, los bellos de la nuca de Kade se erizaron con sospecha. ¿Qué diablos querría alguien con gustos de estilo de una Hummer con un perdedor de bajo presupuesto como Skeeter Arnold? Algo le dijeron al lapidador en un tono apenas audible antes de que él se riese ahogadamente y asintiera con vehemencia. —Sí, seguro. Por el precio justo, yo estaría interesado en escuchar más acerca de esto —él dijo, entonces abrió la puerta y saltó adentro. —¿Qué carajos estás haciendo? —murmuro Kade, cuando el vehículo se alejó velozmente, levantando terrones de nieve a su paso.

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Tenía la sensación de que, cualesquiera que sean las transacciones que tuviesen lugar entre Skeeter Arnold y su socio de negocios recién descubierto, iban a resultar algo mucho más grande que la tarifa habitual del distribuidor de poca monta. Un bajo, siseo de calor y una vieja sentimental canción emitida por la estación estatal iba a la deriva desde la consola del tablero de Zach mientras que Alex echaba una mirada a través del espejo lateral, observando como el estacionamiento del Pete`s se desvanecía en la oscuridad detrás de ella. —Gracias por traerme, Zach. —No hay problema. Yo tenía que salir a comprar huevos y salsa picante, de cualquier manera. El desayuno de campeones, ya sabes. De los polizontes de treinta y cinco años de edad sin ningún sentido de la nutrición. Alex le dedicó una sonrisa cortés mientras viajaban las últimas dos pequeñas cuadras hacia su casa. Se sentía tan poco aliviada por haberse hecho la tonta para haber escapado de Kade como lo había hecho, pero el hecho era, que ella le había dado la bienvenida al rescate. Dios sabía que ella lo necesitaba, antes de que ella hubiese estado tentada a realizar algo mas con él allí afuera a la intemperie, entre las camionetas y las máquinas de nieve. ¿En qué había estado pensando, al dejar a un completo extraño hacer esas cosas en ella? Ella no era del tipo que permitía que un sujeto se aprovechase de ella con halagos huecos o manos ligeras y, siendo una mujer joven, soltera en el centro de Alaska, ella había conocido a bastantes hombres que lo habían intentado. Excepto con Kade esta noche, no había sentido ningún tipo de juego o maniobra, tan devastadora como el arte de seducción que parecía emanar a él. Y aunque ella nunca había visto su rostro antes de que se presentara ayer, ella tenía que admitir —para sí misma al menos— que él parecía cualquier cosa menos un desconocido para ella. - 123 -

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Kade parecía conocerla —así como comprenderla— a un nivel que la asombraba. Parecía ser capaz de mirar profundamente dentro de ella, en los lugares oscuros en los que ni aun ella era lo suficientemente valiente para afrontar, y eso era lo que más la aterrorizaba acerca de él. Era ese sentimiento desconcertante de su conciencia lo que la había hecho escapar con tanta desesperación de él esta noche. —Hogar dulce hogar —dijo Zach, interrumpiendo sus pensamientos mientras él se detenía en la parada fuera de su casa de madera curtida—. Jenna probablemente ya te lo comentó pero obtuve la garantía de que la unidad de AST de Fairbanks llegara aquí a más tardar esta semana —al asentimiento de cabeza de Alex, él levantó su brazo derecho por encima del respaldo del asiento y se inclino un poco más cerca—. Sé que esto no es nada fácil para ti. Diablos, no es fácil para mí, tampoco. Conocí a Wilbur Toms y su familia hace varios años. No sé cómo ese tipo de cosas horrendas pudo haberles ocurrido a ellos. Pero la verdad saldrá a la luz, Alex. Lo hará. El rostro de Zach, medio iluminado por las luces pálidas del tablero, se veía preocupado y cauteloso. Y después de su abrupta reunión en la ciudad, ella apenas podría sorprenderse si sus instintos del polizonte le comunicaban que ella ocultaba algo. —Si hay algo más que tú recuerdes acerca de la escena del crimen, Alex, necesito que me lo digas, ¿De acuerdo? Cualquier cosa. Me gustaría saber que estamos en el mismo espacio de tiempo para cuando llegue la unidad de Fairbanks y comience a lazar su carga alrededor de pueblo. —Seguro —ella murmuró—. Ok, Zach. Si recuerdo algo más, me aseguraré de decirte.

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Incluso mientras ella le decía eso, ella sabía que no hablaría más sobre la pista que observo en la nieve o el miedo profundo que ella sentía en sus entrañas de que algo terrible andaba suelto en los páramos helados no muy lejos de donde se encontraban ahora. La cosa era que lo que ella temía fuese peor que cualquier tipo de peligro que pudiese representar un hombre o un animal. Era un monstruo. No podía ser detenido por Zach Tucker o un montón de estatales, y Alex iba a tratar endemoniadamente de olvidarse de todo esto. Ella también iba a intentar olvidar todo lo que había ocurrido en los pantanos de Florida hace tanto tiempo, también. Lo mejor era que dejase que todo se fuera, enterrándolo hondo, y seguir adelante. O alejarse. Huir. —Que duermas bien —dijo Zach dijo mientras ella salía del vehículo y cerraba la puerta del pasajero—. Me puedes llamar en cualquier momento, ¿me escuchas? Ella asintió con la cabeza. —Gracias, Zach. Y gracias nuevamente por traerme. Él esbozo una breve sonrisa hacia ella y se fue antes de que pusiese el vehículo en marcha y alejándose del carro. Mientras Alex se dirigía hacia la puerta principal de la vieja casa que había compartido con su padre desde que había sido aquella niñita asustada, desarraigada del mundo entero —así como de toda la realidad— la idea de huir asustada de todo esto solo lo profundizo. Sería mucho más fácil, dejar atrás sus recuerdos. Comenzar nuevamente en un lugar diferente sería el mejor camino para que ella purgara sus miedos que tanto la persiguen, que habían vuelto ahora más oscuros, más terribles que nunca. Ella no podría confrontar un horror como ese otra vez.

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Tampoco ella podía permitirse ser cortejada con una condición de falsa confianza por cualquier sujeto, incluso por un hombre como Kade, podía mantenerse firme en contra de una maldad como la que ella sabía que existía. Involucrarse con él a cualquier nivel era la última cosa que ella necesitaba. Sin embargo, eso no le impidió preguntarse lo que él pensaba de ella ahora, si deseaba que ella se hubiese disculpado antes de abandonarlo en el frío. Ella trató de no pensar en la forma en que su boca se ajustaba tan perfectamente, tan electrizantemente caliente, en la suya. Trato de no pensar en la forma en que su corazón todavía latía aceleradamente, su estómago todavía enrollado en un nudo de excitación con el sólo pensamiento de estar en sus brazos. Ella intentó no imaginarse qué podría haber ocurrido si Zach no hubiese llegado cuando él lo hizo, pero se imagino a sí misma con Kade, tal vez juntos y desnudos en su cama, tal vez apresuradamente bajándole la cremallera y fuera de control en medio del estacionamiento del Pete‘s, si no podían llegar más lejos era perturbadoramente sencillo de hacer. —Oh, esto no está bien —ella masculló en voz baja mientras abría la puerta y entro para ser recibida por besos ansiosos de su perro lobo que agitaba felizmente su cola—. Lo sé, Luna, lo sé… me retrase. Lo siento, cariño. Ha sido un largo día para mí, también. Vamos, vayamos a ocuparnos de ti ahora. Alex se ocupó de poner en libertad el perro en la parte trasera para que hiciese pipi mientras ella preparaba un tazón de comida y agua fresca. Después de que Luna hubiese entrado y estuviese comiendo su alimento, Alex se quitó su chaqueta y las ropas mientras se dirigía por el pasillo hacia el baño para una atrasada, pero indulgentemente larga y caliente, ducha. El rocío caliente en contra de su piel desnuda no hizo nada para apagar el calor persistente del beso de Kade. Ella se enjabonó, tratando de recordar cuánto tiempo había pasado en que ella no había permitido que un hombre recorriese apreciativamente con sus manos su cuerpo desnudo. ¿Cuánto

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había

pasado

Raza de la Medianoche desde

que

ella

había

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íntimamente,

verdaderamente íntimamente, con alguien? El momento de debilidad que ella había pasado con Zach algunas semanas después de que su padre murió realmente no contaba. Aquella había sido una noche, un par de horas, en realidad. Ella había estado en una ruina emocional y suponía que sólo necesitaba a alguien para que la ayudara a que todo desapareciera, aunque fuese por un rato. ¿Era eso lo que ella estaba haciendo con Kade? ¿Estaba ella enganchándose a él, confeccionando algo entre ellos que no estaba realmente allí —seguramente no podía estar allí— debido al nuevo trauma que le estaba pasando ahora? Tal vez eso era todo esto, una sensación temporal de estar a la deriva, en busca de un puerto seguro. Esta noche Kade le había dicho a ella que estaría a salvo con él. Si bien una parte de ella le creía, una instintiva, parte primordial de ella, también sabía que el fuego que se avivo en su interior con simplemente un beso se había sentido cualquier cosa excepto seguro. Ella no podía de dejar de sentir que acercarse a él podía ser el riesgo más grande que ella alguna vez podría tomar. Él vio demasiado sobre de ella, sabía más de la cuenta. Y esta noche él le hizo sentir demasiado. Alex gimió cuando ella se inclinó hacia adelante en el apretado juego de bañera y ducha, recargando su antebrazo en contra de los azulejos lisos y apoyando su cabeza sobre de su brazo mientras el agua caliente mojaba su cuerpo. Ella cerró sus ojos y allí estaba Kade. Su rostro cincelado, asombrosamente. Sus brillantes, penetrantemente intensos ojos. El calor dentro de ella estaba todavía allí, calor que le hizo a ella susurrar su nombre mientras ella dirigió hacia abajo con su mano libre para tocarse a sí misma como si fuera él. Ella se relajó en un abandonado estado felicidad, dejando que el agua caliente y el vapor y los pensamientos sobre él desaparecieran todo lo demás.

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apítulo 10 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Andy Parth

K

ade se quedó observando desde atrás en la oscuridad, estaba escondido en un bosque de abetos y pinos, a unos quinientos metros de donde el lujoso carro se había llevado a Skeeter Arnold.

El lugar quedaba como a unas veinte millas de Harmony, situado cerca de la base de una pequeña montaña y un afluente angosto que venía del Koyukuk, los diez acres de terreno y los edificios de color blanco, estaban rodeados por unas vallas de acero de unos quince pies de altura con espirales de alambre de púas. Habían luces de seguridad y cámaras montadas por todo el lugar, y el par de guardias uniformados estaban tratando de mantenerse calientes en la cabaña de enfrente portando rifles de grado militar. Kade podría haber imaginado que el lugar poco amigable era una prisión de máxima seguridad. Pero había un letrero de metal atornillado en la puerta que decía en letras negras: EMPRESA MINERA COLDSTREAM En el patio estaban un grupo de trabajadores descargando desde un contenedor, cajas selladas de diversos tamaños, el lugar parecía ser una especie de almacén. Algunas de las cajas fueron llevadas directo al almacén, mientras que las otras las llevaron a la entrada asegurada de la mina. Curioso, curioso, pensó Kade, calculando que las más de dos horas que Skeeter llevaba dentro de la oficina principal no se gastarían en una entrevista para alguna vacante. Kade estaba más que dispuesto a cuestionar a los - 128 -

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humanos sobre su negocio aquí, junto con el resto de su proyecto empresarial, pero si los nuevos amigos de Skeeter no lo soltaban en los próximos minutos, su interrogatorio tendría que esperar para otra ocasión. Era más importante contactar con la Orden y hacerles saber lo que había descubierto hasta el momento. Él también tenía que resolver el asunto pendiente con Alexandra Maguire. Para completar su irritación, su libido se animó son la sugerencia ansiosa de volver a Harmony y buscarla de nuevo. No le sorprendía que esos pensamientos estuvieran a fuego lento bajo su conciencia. Aun podía sentir ese fuego bajando por sus extremidades cada vez que se acordaba de ese beso, deseaba a esa mujer con todo su cuerpo. Lo que era una mala noticia. Mala noticia desear a esa mujer tanto, ya que gran parte de su misión dependía de mantener su silencio. Desviar sus sospechas, costara lo que costara. Borrar el riesgo que suponía para su misión, las metas de la Orden, y la seguridad de la Raza en conjunto. Cualquier cosa que Alexandra Maguire supiera acerca de los asesinatos, cualquier cosa que supiera de la especie de Kade, tenía que ser borrado, borrado rápidamente. ¿Había sido sólo más temprano ese día cuando considero seducirla para sacarle la verdad, si era necesario? Ahora ese plan tenía cierto pliegue en sí mismo, porque si ese beso le había mostrado algo, era que alejarse de Alex, incluso en el nombre del deber, no iba a ser fácil. Ella ya tenía un efecto imprevisto sobre él, desde la raya de independencia de kilómetros de ancho que ella usaba como una máscara cuidadosamente colocada, hasta el indicio gastado de vulnerabilidad que había en ella esta noche. No, regresar para buscar a Alex en casa justo ahora no era una opción. Además dudaba que ella viera con buenos ojos su acecho después de la forma - 129 -

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en que ella lo abandono en el Pete‘s. Infierno, por lo que sabía, Zach Tucker aún podría estar con ella. Obviamente eran amigos, y sin duda el bien parecido policía

apelaba

a

su

necesidad

declarada

de

categorizar

todo

en

compartimentos ordenados. Desde su sombrero abombado y uniforme meticulosamente planchado, hasta la parte superior de sus botas acordonadas con precisión, el Oficial Tucker proyectaba una imagen de hombre correcto y honesto, blanco y negro, un buen tipo atractivo. Pero había algo que a Kade no le gustaba sobre ese hombre. En parte la aparente facilidad en su relación con Alex, a pesar de que los celos no eran algo a lo que Kade cediera a menudo. Eso no le impidió apretar los dientes mientras pensaba en el tipo, o de preguntarse si tal vez debería regresar a Harmony sólo para revisar que todo estuviera bien con Alex. Buscarla donde los había dejado en el estacionamiento del Pete‘s no era una opción. Por no hablar de la urgente tentación. Antes de que la idea se arraigara más de lo que ya estaba, Kade la desestimó con una baja maldición entre dientes. Malas noticias de mierda, eso era en lo que esta misión se estaba convirtiendo. Con ese pensamiento anduvo sobre sus talones, Kade se escabulló de su vigilancia sobre Skeeter Arnold y de sus nuevos amigos de alta seguridad y se encaminó en la dirección del Darkhaven de su padre a unas pocas horas a pie. Podría esperar a que la luz del día saliera allí, presentando a la sede en Boston sus hallazgos hasta el momento, y ver si Gideon podría averiguar más acerca de la Empresa Minera Coldstream.

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Skeeter Arnold había perdido la noción del tiempo. Iba en el asiento trasero de una Hummer negra, le sorprendió la hora al ver el reloj del carro eran las 6:00 AM. ¿Había estado fuera toda la noche? Se sentía como si acabara de salir de la taberna de Pete hace algunos pocos minutos. Sólo que ahora todo era diferente. Él era diferente. Sentía su cuerpo tan recto en el asiento de cuero, su columna vertebral erguida. Él se sentía con poder, y sabía que la fuente de ese poder estaba sentado junto a él: inmóvil, en silencio, irradiando una amenaza oscura y letal. Skeeter no sabía su nombre, ni siquiera podía recordar lo que le había dicho, y no le importaba. —No le digas a nadie de lo ocurrido esta noche —dijo la voz sofocante desde el interior de la capucha de un abrigo negro de piel—. Te irás a casa inmediatamente y destruirás todas las copias de ese vídeo que hiciste de los asesinatos. Skeeter, asintió obedientemente, deseoso por complacerlo. —Sí, Maestro. Recordó que cuando el conductor del Hummer le propuso compartir información acerca de una fiesta privada, estaba seguro que tendría que pagar por la información, pero se había equivocado, lo llevaron a la antigua ubicación de la empresa minera, donde supuestamente era la fiesta, pero también se había equivocado en eso y en haber pensado que el hombre alto de traje caro y camisa blanca almidonada era un hombre. Skeeter había tenido un poco de miedo, ya que fue escoltado por unos guardias armados desde el vehículo hasta un área protegida del edificio

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principal, el lugar parecía una especie de centro de investigación, había mesas de acero inoxidable de las que se usan cuando se hacen exámenes y fácilmente unos cuantos millones de dólares en equipos informáticos. Era todo muy raro, aunque su mayor interrogante fue un cilindro vertical de gran tamaño que parecía ser una especie de jaula con gruesas cadenas de metal atornilladas en el piso de la misma. Trató de buscar alguna explicación lógica para lo que estaba viendo. Sketeer se reunió con el individuo que ahora estaba al lado de él. Ese hombre le había hecho preguntas acerca del vídeo que había hecho en el asentamiento de los Toms, le pregunto acerca de lo qué sabía de los asesinatos, y si había sido testigo de la criatura que atacó a los humanos. Skeeter recordó que las preguntas fueron formuladas de una manera muy rara, y que de alguna forma se sentía preocupado por la situación en la que se encontraba, pero ya no había vuelta atrás, estaba metido en algo peligroso. Había sido interrogado acerca de Alexandra Maguire y sobre los rumores que se habían creado a partir de los asesinatos. Skeeter voluntariamente hablo acerca del extraño musculoso y alto, con pelo negro azabache y ojos plateados, que apareció de la nada hace un par de noches en Harmony, haciendo preguntas similares a la gente del pueblo. El aire de la habitación se había vuelto tan espeso como la niebla. Skeeter recordó el temor que había sentido cuando el hombre alto, vestido de traje con apariencia letal sacó un teléfono celular y salió de la habitación por unos minutos. Recordó que estaba tan nervioso, que necesitó distraerse del desastre que podría estar esperándolo en el otro extremo de esa llamada. Les había preguntado a los trabajadores del laboratorio para que utilizaban la jaula, observando cómo tres de ellos en batas blancas probaban algunos de los

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accesorios y tecleaban en controles computarizados diferentes funciones operadas en ella. Skeeter había adivinado en voz alta que no fue pensada para alojar un ser humano. El tamaño de la celda, así como el tamaño de la mesa en el interior y las restricciones de gran potencia colocadas en ella, parecían diseñadas para algo mucho más grande que cualquier hombre. Un oso pardo tal vez, Skeeter había dicho, sin obtener respuesta de ninguno de los trabajadores o de los guardias armados. Pero alguien tenía una respuesta para él, imposible como era de creer. —Fue construido para uno de mi clase —dijo el hombre alto con el traje negro, de apariencia letal, que había entrado de nuevo en la habitación. Pero ahora tenía un aspecto diferente, todavía se veía rico e importante y seguía teniendo la misma apariencia letal, pero su rostro tenía más definidas las facciones, se le veía molesto. Skeeter recordó haber visto una chispa de luz ámbar intermitente en la estrecha mirada de ese hombre, no podía gritar, aunque por dentro quería chillar y salir corriendo de ese lugar. Recordó haber visto unos afilados dientes blancos, había pensado que estaba a sólo unos segundos de morir... y luego sintió un golpe que lo dejo completamente inconsciente. Skeeter no podía recordar mucho después de ese momento de terror. Todo se ralentizó y se volvió negro. Pero no había muerto. Él había despertado hace un rato y toda su confusión, todos sus miedos, se habían ido.

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Ahora le pertenecía al individuo poderoso que estaba sentado a su lado, al vampiro que lo había convertido en algo más que un humano. Ahora le debía lealtad, ya que su vida estaba muy ligada a la de su Maestro por su sangre. —Me informaras cualquier información que puedas reunir —dijo la voz que ahora lo mandaba en todas las cosas. —Sí, Maestro —Skeeter respondió, y cuando él gruño para que se fuera, se bajó de la Hummer y espero mientras se alejaba del lado de la carretera y se iba. Cuando se fue, Skeeter cruzó el estacionamiento del Pete‘s hacia la solitaria moto de nieve que seguía estacionada afuera. Se subió y giró la llave en el encendido. Pero no paso nada. Lo volvió a intentar con el mismo resultado, luego maldijo rotundamente cuando se dio cuenta que olvidó comprar la gasolina para la maldita cosa la noche anterior. —Buenos días —una voz familiar lo saludó cuando las cadenas de nieve alrededor de los neumáticos crujieron en el camino congelado—. ¿Necesitas una mano? Skeeter negó con la cabeza sin mirar a Zach Tucker. Con la maldita suerte que tenía, justo hoy tenía que encontrarse con el único policía de Harmony. Tucker no aceptó su negativa, estacionó la Blazer al lado del trineo de Skeeter y él holgazaneó mientras el policía se bajaba e iba hacia atrás para agarrar un bote rojo de gasolina de la cajuela. —Un noche larga, ¿eh? —preguntó mientras se acercaba y desenroscaba el tapón del tanque de combustible de la Yamaha—. Te ves muy cansado esta mañana, Skeeter. Debes haberte ido de fiesta con tus nuevos amigos fuera de la ciudad o algo así. Linda Hummer, por cierto.

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Skeeter no ofreció ninguna explicación, miraba fijamente el recipiente rojo que vertía la gasolina en su moto de nieve. —Esta vez es gratis —le dijo Tucker cuando terminó. Pero cuando Skeeter pensó que el policía podría simplemente seguir adelante, en lugar de eso se puso frente a él susurrando rigurosamente—. Pensé que te había dicho que te mantuvieras alejado por un tiempo de las fiestas y salidas hasta tan tarde, por lo menos hasta que las cosas se calmen por aquí. Y para que conste, subir ese jodido video tomado por celular en ese sitio web fetichista de muertes es la cosa más estúpida que pudiste hacer. Ahora tengo a esos cabrones de Fairbanks rompiéndome las bolas todo el día por perder el control de la escena del crimen. Tucker estaba furioso y por lo general eso hubiera preocupado a Skeeter. Pero no hoy. —¿Es necesario recordarte que nuestro pequeño trato está a una maldita oportunidad de volar en nuestras caras? Esta semana vienen los policías estatales a investigar el crimen. No quiero darles más razones para quedarse más tiempo y descubran las otras cosas que están pasando aquí. ¿Entendiste? Skeeter lo ignoró, moviéndose alrededor para subirse a su moto de nieve. —Eres un jodido estúpido —Tucker se burló—, ¿O simplemente estás drogado? —Nunca he estado más lúcido en mi vida —respondió Skeeter. —Quiero saber con quién estabas anoche en esa fiesta. ¿A dónde fuiste? Jesucristo, ¿Fuiste tan idiota como para decirles algo sobre mí o nuestro acuerdo?

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—Nada de eso es asunto tuyo. Lo que quieres ya no importa. Tengo otras prioridades. Cuando Skeeter encendió el motor, la mano de Tucker bajo con fuerza sobre su hombro. —Si me jodes en esto, no pienses que me voy a tirar debajo del autobús. Iré más rápido que tú, arrestándote por el delito de posesión y distribución de drogas, traicióname y te juro por Dios que te entierro. Skeeter sostuvo la mirada dura de su reciente y silencioso socio de negocios. —Eso no sería prudente, Oficial Tucker —vio flaquear la momentánea conmoción en los ojos del policía y sintió una pequeña sensación de triunfo por ponerla allí—. Aunque gracias por la gasolina. Skeeter arrancó y se fue del estacionamiento. Cuando llegó a la casa de su madre que estaba al final de la cuadra, él se sentía lleno de poder e impaciente por llevar a cabo las órdenes de su Maestro. Aparcó su moto de nieve y corrió a la puerta trasera de su casa, atento, pero no preocupado de que sus pesadas botas rechinaran ruidosamente sobre el viejo piso de madera del pasillo. Pero antes de que estuviera dentro de su habitación por un minuto, su madre comenzó a moverse en el piso de arriba, el eco de sus quejas escuchándose por todos lados. Él sabía que ella estaría histérica con él y difícilmente podría decir que estaba decepcionado cuando ella lo hizo. —¡Stanley Elmer Arnold! —gritó, golpeando su puerta—. ¿Tienes alguna idea de qué hora es? ¡Pedazo de mierda! Cómo te atreves a pasar la maldita noche afuera, haciéndome preocuparme por ti. ¡Arrastrando tu arrepentido culo de regreso a casa al amanecer y despertándome de un sueño muerto! No eres más que un perdedor y un… Skeeter estaba en la puerta y en el pasillo con ella, su mano sujetándola por su garganta e interrumpiéndola antes de que las palabras tuvieran oportunidad de salir de su boca. - 136 -

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—¡Cállate, perra! —le dijo con dureza—. Estoy trabajando aquí. Si ella hubiera pronunciado una sola sílaba cuando su mano la soltó, Skeeter la habría matado en ese mismo momento. Y ella lo sabía, por Dios. Ella entendió que las cosas serían diferentes ahora. Sin decir una sola palabra, dio un paso hacia atrás, tambaleándose un poco en sus pantuflas andrajosas y en su bata de felpa mate. Poco a poco se dio la vuelta y caminó con cuidado retrocediendo por el pasillo por donde había venido. Skeeter Arnold inclinó su cabeza viendo su retirada, luego sonrió mientras regresaba a las tareas más importantes que lo esperaban en la habitación de mierda que él llamaba casa.

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Capítulo 11 Traducido por: LORENAVARGAS1985. Revisado por: Lizeth Corregido por: ynexiz

E

ra extraño estar de vuelta en el Refugio Oscuro de su padre, como si de alguna manera hubiera entrado en un lejano sueño del cual ya no podía ajustarse del mismo modo. En base a su

palabra, sin embargo, la madre de Kade había asegurado que todo en su habitación estaba tal y como lo había dejado hace un año atrás. Después de una larga noche en Harmony, pudo apreciar el grueso sillón de cuero reclinable, que estaba perfectamente situado frente a una chimenea de piedra ardiendo por los recientes leños puestos. Kade se echó hacia atrás y rió en su teléfono celular, mientras Brock lo ponía al tanto de todo lo que había hecho en Boston las últimas dos noches. —Te digo, hombre, si no tenemos cuidado, estas mujeres nos van a hacer quedar mal. En las últimas misiones ellas han hecho la mayor parte del trabajo y van a hacer que el resto de nosotros quede en ridículo. Desde el momento en que Kade llamo a la sede de la orden en Boston, Brock le había estado contando acerca de como las compañeras de Raza de algunos de los guerreros habían estado ayudando en las misiones, que hasta hacía poco, solo lo hacían los hombres. Ahora las misiones de la Orden habían ido a parar en Operaciones encubiertas dedicadas exclusivamente en liberar y detener a un maniático de la Raza hambriento de poder llamado Dragos, que había desatado el infierno con su firma personal.

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Los recursos de Dragos eran tan profundos como los de su bolsillo e, igualmente resultaban ser, tan negros como sus planes. Su acto más atroz había sido la captura y encarcelamiento de un número desconocido de Compañeras de Raza, que había estado raptando durante décadas atrás, y utilizándolas para que dieran a luz a un ejército de asesinos salvajes. Con la sede de Dragos saqueada por la Orden hace unas pocas semanas atrás, su operación había sido interrumpida, desmontada y desviada, según sospechaba la Orden. El objetivo principal de la Orden era encontrar a las Compañeras de Raza cautivas antes de que pudiera perjudicarlas más, cada minuto que ganaban podía significar la diferencia entre la vida o la muerte, Lucan había acordado utilizar todas las armas del arsenal que la Orden tenia disponible, peculiarmente dotado, de las mujeres de algunos de los guerreros ahora como sus compañeras. Estaba la Compañera de Raza de Río, Dylan, tenía la capacidad de ver a los espíritus de Compañeras de Raza que habían muerto y cuando tenía suerte le daban información importante. Elise la Compañera de Raza de Tegan, tenía el talento para oír lo que pensaban las mentes corruptas con oscuras intenciones. Ella acompañaba a Dylan a los albergues del área, casas particulares y hospedajes, para evaluar los motivos de aquellas personas con quienes se encontraban por el camino. La compañera de Gideon, Savannah, utiliza su habilidad para leer la historia de un objeto, con la esperanza de encontrar enlaces con algunas de las desapariciones. La compañera de Nikolai, Renata cuyo poder destruía la mente del más fuerte de los vampiros, la hacía un excelente aliado para cualquier misión, su función consistía en ser la guardaespaldas de las otras Compañeras de Raza en la misiones durante el día. Incluso la compañera Andreas Reichen, Claire, quien recientemente se recupero de una terrible experiencia en manos de Dragos y sus asociados, al parecer ya estaba involucrada en los asuntos de la Orden, usando su talento de

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caminar en los Sueños y había estado intentando contactarse con algunas de las Compañeras de Raza que habían sido reportadas como desaparecidas en los últimos años. —Ya sabes —agregó Brock con ironía—. Cuando Niko me reclutó para ser parte de la Orden, esperaba que esto fuera solo una gran excusa para darle una patada en el culo a esos renegados. Kade sonrió, recordando sus primeros patrullajes alrededor de Boston, cuando solían dedicarse a exterminar a los renegados sedientos de sangre y cosas más explosivas. —De la clase de mayor simplicidad que se podía llegar en los primeros meses de trabajo, ¿no es así? Brock gruñó estando de acuerdo con lo que dijo Kade. —Bueno, hablando de renegados, ¿cómo va todo por allá en esa nevera? Ya han pasado dos días y contando. ¿Ya tienes la situación bajo control? —En eso estoy, ahora estoy siguiendo algunas pistas, pero nada sólido. Probablemente estaré aquí unos días más, tal vez una semana. Brock exhalo una maldición que le dijo a Kade lo que él pensaba de esa predicción. —Dímelo a mí, compañero, estas mejor que yo —hubo una pausa antes de que Brock le preguntara—: ¿Ya tuviste la oportunidad de ver a tu familia? — Sí —dijo Kade, mientras echaba su cabeza hacia atrás para mirar las gruesas vigas de la cabaña—. Mi llegada a casa fue casi como lo había imaginado. —Eso es bueno, ¿no?

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—Pongámoslo de esta manera, tendría un paraje mas apreciativo estando afuera a 20 grados bajo cero en la oscuridad. —Fue duro —le dijo Brock—. Lo siento, hombre. En serio. Kade sacudió la cabeza—. Olvídalo. Yo no necesito hablar de mi regreso a casa y de cómo me recibieron. Sólo quiero llegar hasta el fondo de todo y decirle a Gideon cierta información que podría interesarle. —Está bien, dispara. —Encontré al imbécil que publico el video de los humanos que murieron. Su nombre es Arnold Skeeter, es local hasta los huesos, probablemente traficante de poco-peso. Lo vi saliendo de un bar en un flamante Hummer conducida por un chofer. Fue llevado a una especie de oficina en una empresa minera algo prestigiosa, el nombre es Coldstream Mining Company. Pon a Gideon al tanto y que me llame cuando tenga alguna información. Tengo curiosidad por saber en qué tipo de negocio está involucrado este perdedor. —Tranquilo, nosotros nos encargamos de eso —le dijo Brock—. Solo ten cuidado por allá, y no dejes que se te congele nada que puedas necesitar más adelante. Kade se echó a reír al pesar en lo inquieto que se sentía con sólo pensar en toda la misión. —Estaré en contacto —dijo y terminó la llamada. Cuando puso el teléfono sobre la mesa junto a la lámpara, un golpe firme sonó en la puerta principal de la cabaña. —Sí, está abierto —dijo él, esperando ver a su padre, seguido de un sermón—. Pase.

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Pero la persona que entro fue Maksim, provocando un gran alivio en Kade que no podía ocultar. Se puso de pie, sonriente y le indicó a su tío que se uniera a él frente al fuego. —No creí que regresarías —dijo Max—. Al menos no tan pronto. Escuche el otro día que las cosas no van tan bien entre tú y mi hermano. Desearía que no fuera tan duro contigo. Kade se encogió de hombros. —Nunca nos hemos llevado bien y te aseguro que no espero que empecemos ahora. —Claro y menos ahora que eres uno de los guerreros de la Orden —le dijo Max con los ojos iluminados por un brillo de conspiración, su profunda voz mostraba un ligero acento de admiración que no ocultaba—. Estoy orgulloso de ti, sobrino. Orgulloso de la labor que estás haciendo. Valido de honor, así como el honor que siempre ha habido en ti. Kade quería detener los elogios con un simple no es necesario, pero escuchándolas, particularmente de Max, que, aunque era un par de siglos mayor que Kade, siempre lo había sentido tan cercano como un hermano, se sentía malditamente bien pretender que no importaba. —Gracias, Max. Significa mucho, viniendo de ti. —No hay necesidad de que me agradezcas. Solo digo la verdad. —miró a Kade durante un largo rato, luego se inclinó hacia adelante, con los codos plantados sobre sus rodillas separadas—. Has estado fuera un año. Supongo que debes estar haciendo cosas importantes para Lucan y su Orden. Kade sonrió, viendo la expresión de Max hasta una milla de distancia. Como él, Max ansiaba aventura. A diferencia de él, Max se había comprometido a servir como segundo al mando en el Refugio Oscuro de su padre, ubicado en Fairbanks. La lealtad de Max lo había encadenado a esta prisión de diez mil metros cuadros, y aunque nunca eludiría su deber o su

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promesa con su hermano rígido e inflexible, Max entendía muy bien el concepto de riesgo y recompensa, de valentía y honor, casi tanto como Kade lo hacía. Debido a eso, y porque Kade sabía que la lealtad de Max también se extendía a él, sabía que podía confiar en él, y que contarle algunos detalles de sus experiencias con la Orden y de su misión actual no saldría de allí. —Me enteré que había una retaliación de la Agencia de Ejecución hace algunos meses, al este del país —dijo Max, observando ansiosamente a Kade, esperando que le diera más detalles. —Había —admitió, recordando una de las primeras misiones en las que había estado involucrado, fue el comienzo de los problemas que la Orden tenia ahora con un loco llamado Dragos—. Nuestra inteligencia descubrió a un director de alto rango de la Agencia, que no era lo que parecía. Este hombre había estado operando bajo un nombre falso, armando una rebelión secreta, desde hace ya algunas décadas. Todavía estamos tratando de averiguar hasta qué punto llegan toda sus actos corruptos, pero no ha sido fácil. Cada vez que nos acercamos a ese bastardo, este huye más lejos. —Así que, tu lo rastreas hasta el infierno, —dijo Max, hablando como uno de los guerreros en Boston—. Continúas buscándolo, lo sigues atacando desde todos los ángulos, hasta que se encuentre demasiado cansado de escapar que no tenga otra opción que aguardar y luchar. Y luego lo destruyes de una vez por todas. Kade asintió con gravedad, al oír la sabiduría en el consejo de Max, y deseando que la búsqueda de Dragos fuera tan sencilla, tan fácil como eso. Lo que Max no sabía, ni nadie más podía saber, es que Dragos era la punta de un iceberg bastante traicionero. Dragos tenía un arma secreta, que había venido desarrollando durante siglos. En la época en que Kade se unió a la Orden, descubrieron la existencia de una criatura que daban por muerta. Un - 143 -

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Antiguo. Uno de los extraterrestres más sanguinarios que había engendrado la Raza en la Tierra hace miles de años. Dragos era el nieto de esa criatura, él había estado criando su ejército de despiadados vampiros asesinos, totalmente imparables excepto por él, por más que cualquiera se negara a creerlo. Si esas noticias se llegasen a saber en las comunidades de la raza en los Estados Unidos y en el extranjero, se desataría el pánico generalizado. Y si esto se supiera por los humanos, entrarían en pánico total no sólo por saber que los vampiros caminaban entre ellos, sino que también un loco de la raza pensaba ponerse al mando y esclavizarlos a todos Sería el Armagedón. Kade tuvo que darse una sacudida mental al imaginarse toda esa pesadilla. —Mientras la Orden se encarga de esos asunto en Boston, a mi me toco venir Alaska. He estado investigando un ataque perpetuado en el monte, liquidaron a una familia entera, eliminados en una noche. Max frunció el ceño. —¿Renegados? —Esa es nuestra suposición —Y la esperanza de Kade, aunque cada minuto que pasaba de esta misión, veía esa posibilidad más lejana—. ¿No has oído hablar de algún problema en el Refugio Oscuro? ¿Cualquier rumor que tenga algo que ver con la sed de Sangre? Max dio una sacudida lenta de su cabeza. —Nada de eso. Hubo un incidente en el Refugio Oscuro de Anchorage hace unos nueve meses. Un chico idiota casi desangra a un humano en una fiesta, pero fue el único problema en la región.

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Las noticias no hicieron que Kade se sintiera mejor, porque si no habían renegados en la zona, entonces eso solo dejaba un lugar bastante cuestionable. —Me pregunto si Seth habrá oído algo —murmuró, tratando de mantener el temor y la furia escondida en su voz—. Odiaría y echaría de menos no poder verlo mientras estoy aquí. —Él también odiaría no verte de nuevo —dijo Max, y Kade podía ver que lo decía con toda sinceridad. Su tío no sabía nada de Seth. Al igual que todos los demás, no tenían ni idea. Solo Kade lo sabía. Y la molesta carga de ese conocimiento era cada vez más pesada en sus entrañas. Max se reclino de nuevo en una silla y aclaró su garganta. —Hay algo que quiero decirte, Kade. Algo que tienes que saber... de tu familia, y acerca de tu padre. —Dime —dijo Kade, pero no estaba del todo seguro de querer oír lo mucho que su padre adoraba a Seth y de lo mucho que deseaba que Kade se hubiera parecido mas a él. —Mi hermano… A tu padre le resulta muy difícil demostrar su afecto, especialmente contigo. —Qué raro, no me había dado cuenta —Kade sonrió abiertamente a que realmente no sentía. —Nuestra familia tiene un oscuro secreto —dijo Max, y Kade sentía que su cuerpo se entumecía—. Kir y yo, teníamos un hermano menor. Estoy seguro que no sabias eso. No muchos lo saben. Su nombre era Grigori. Kir lo quería

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mucho. Todos lo quisimos mucho. Grigori era listo, encantador. Pero también era un poco salvaje. Incluso cuando era joven, se rebeló contra la autoridad y se movió en el filo de la navaja de cada situación sin ningún temor. Kade se encontró sonriendo, al pensar que él también hubiera querido a Grigori. —A pesar de sus defectos, Kir adoraba al muchacho. Pero algunos años más tarde, cuando se supo que Grigori se había convertido en un renegado, que por su ansia de sangre había matado, Kir lo sacó completamente de su corazón. Simplemente así —dijo Max, haciendo un chasquido con sus dedos—. Nunca más vimos Grigori. Kir nunca habla mucho de él después de que oímos la noticia de que Grigori se había convertido en un Renegado. Kade escucho, reacio en admitir la simpatía que sentía por su padre, por la pérdida que sufrió. —Tal vez tu padre tiene miedo de que no pueda volver a superar esa clase de dolor de nuevo —sugirió Max—. Quizás sea que simplemente ve a veces una parte de Grigori en ti. Y aparentemente había decidido sacar a Kade de su corazón mucho antes de eso, y depositar todas sus esperanzas en Seth. —No importa —murmuró Kade, y lo decía casi en serio, también. La verdad es que estaba demasiado ocupado con la vida real y la muerte de mierda como para preocuparse de las expectativas de su padre con él—. Te agradezco por la información, Max. Y por tu punto de vista, También te agradezco que hayas venido a conversar conmigo. Max tan perceptivo como siempre, capto la suave indirecta y se puso de pie. —Tienes cosas importantes que hacer. Así que no te entretengo más. Cuando su tío le tendió la mano, Kade lo agarró en un breve abrazo.

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—Eres un buen hombre, Max. Un buen amigo. Gracias por todo. —Cualquier cosa que necesites, Kade, no dudes en pedirlo. Los dos se acercaron a la puerta, y Kade la abrió, justo cuando dos mujeres envueltas en unos abrigos de invierno y cada una con una manta doblada bajo el brazo, entraron caminando en la cabaña. Una de ellas le dio una breve mirada y parpadeó. —Oh... ¿Kade? —pregunto, y luego su hermoso rostro se iluminó con una brillante sonrisa—. ¡Kade! Oí que habías regresado a Alaska, pero no me imagine que estarías aquí. —Hola, Patrice —dijo Kade, dando una sonrisa amable a la Compañera de Raza que su hermano gemelo había escogido para estar a su lado. A su lado, Max se había quedado muy quieto. Kade podía sentir el calor que irradiaba el

otro macho

mientras

Patrice

continuaba charlando

airadamente, se veía dulce y hermosa con su cabellera roja y unos oscuros ojos verdes iluminados por la luz del fuego procedente del interior de la cabaña. —Ruby y yo estábamos camino a ver la aurora boreal que se ve de uno de los salientes de la montaña. ¿Alguno de ustedes quisiera unirse a nosotras? Kade y Max dijeron al uníoslo que no, pero fue la negativa de Max la que oscureció casi por completo la sonrisa de Patrice, aunque ella intento esconder su expresión tapándose con el borde de la manta que sostenía. Cuando las Compañeras de Raza se alejaron, Kade se dio cuenta que Max no podía apartar los ojos de ellas. O más bien, de una de ellas. —¿Patrice?

—Kade

le

preguntó,

sorprendido

por

el

cuidadosamente contenido que había visto en los dos.

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deseo

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Max desvió su mirada y centro su atención en Kade. —Ella se ha comprometido con otro. Nunca interferiría en eso, aunque a Seth le tome finalmente demasiado tiempo aceptar la dimensión del precioso regalo que le han dado. Irónico, pero que suertudo es el pequeño bastardo arrogante. Kade vio a su tío alejarse del porche y caminar a través de las nevadas tierras hacia sus propios apartamentos. Él no sabía si ponerse a reír por la declaración que Max le acaba de hacer, o si lanzar una maldición al arrogante de Seth por arruinar la vida de dos más.

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Capítulo 12 Traducido por: **Liseth_Johanna18** Corregido por: Caamille

A

lex se sirvió una olla de agua hirviendo en la vieja y maltratada cafetera goteante sobre la estufa. Mientras la cocina se llenaba con el aroma de café recién hecho por segunda vez en la

mañana, se dio la vuelta hacia la pequeña mesa donde ella y Jenna estaban desayunando. O mejor dicho, donde Alex estaba desayunando. Jenna había mordisqueado sólo sus papas caseras y había dejado el huevo revuelto casi sin tocar. —Dios, odio el invierno —murmuró, recostándose en la silla de madera crujiente y echando una mirada pensativa en la oscuridad que todavía se presionaba profundamente contra las ventanas a las 8:00 AM—. Algunos días se siente como si nunca fuese a terminar. —Terminará —dijo Alex, mientras se sentaba frente a su amiga y veía la mirada fascinada crecer más profundamente en los ojos de Jenna. Por supuesto, no era la oscuridad del frío lo que la tenía verdaderamente abrumada. Alex no tenía que mirar el calendario en la pared cerca del teléfono para entender la creciente melancolía de Jenna. —Oye —dijo Alex, forzando un brillo en su voz—. Si el clima se mantiene claro para el fin de semana, estaba pensando en volar a Anchorage. Tal vez ir de compras o al cine. ¿Te gusta la idea de un fin de semana de chicas en la ciudad?

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Jenna la miró de nuevo y meneó la cabeza levemente. —No lo creo. —Oh, vamos. Será divertido. Además, me lo debes. Acabo de hacer lo último de mi café Red Goat para ti. Necesito ir a Kiladi Brothers y abastecerme de nuevo. Jenna sonrió, un poco triste. —¿El último de tu querido Red Goat? Wow, debes estar preocupada por mí. ¿Crees que estoy en mala forma, huh? —¿Lo estás? —preguntó Alex cuidadosamente, una pregunta directa que requería una respuesta directa. Se estiró a través de la mesa y puso su mano sobre la de Jenna. Observó a su amiga de cerca, escuchando el instinto dentro de ella que siempre parecía saber si le estaban diciendo la verdad o no—. ¿Vas a estar bien? Jenna sostuvo la mirada, como si estuviese asegurada allí. Suspiró en voz baja. —La verdad no lo sé, Alex. Los extraño. Ellos me daban una razón para levantarme cada mañana, ¿sabes? Me siento necesitada, mi vida tenía un propósito mayor cuando Mitch y Libby estaban en ella. No estoy segura de si alguna vez tendré eso de nuevo. La verdad, entonces, dolorosa como era. Alex reconoció la admisión de su amiga con un apretón de su mano. Parpadeó, liberando a Jenna de la bóveda invisible que era su mirada en busca de la verdad. —Tu vida tiene un propósito, Jenna. Tiene un significado. Y no estás sola. Me tienes a mí y a Zach para empezar. Jenna se encogió de hombros.

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—Mi hermano y yo nos hemos estado alejando de un tiempo para acá, y mi mejor amiga ha estado hablando demasiadas cosas sin sentido acerca de recoger todo e irse lejos. —Sólo hablando —dijo Alex, sintiendo una punzada de culpa por la cobardía que la hacía pensar en huir de nuevo y por la verdad a medias que le había dado a Jenna ahora, con la esperanza de hacerla sentir mejor. Se levantó y llevó sus tazas de café a la estufa. —Entonces, ¿a qué hora dejaste lo de Pete anoche? —Jenna preguntó mientras Alex vertía café fresco y lo llevaba de regreso a la mesa. —Me fui poco después de ti. Zach vino y me trajo a casa. Jenna tomó un sorbo de su taza y la dejó. —¿Lo sabía él? —Sólo fue un paseo —dijo Alex—. Me ofreció una cerveza en lo de Pete, pero yo ya estaba de camino a casa. —Bueno, conociendo a mi hermano, probablemente sólo quería una excusa para tenerte en su camión. Tiene algo por ti desde que éramos adolescentes, sabes. Tal vez por todo su complejo de chico-duro-casado-consu-trabajo, aún tiene interés en ti en secreto. Alex no lo creía. Su noche juntos les había probado lo suficiente a ambos de que lo que sea que tenían, nunca iría más allá de una amistad de nuevo. Había conocido a Zach durante casi una década, pero se sentía más como un extraño para ella de lo que Kade había sido después de un día. Increíblemente, a pesar de la forma en que Kade la desestabilizaba emocionalmente, en el fondo, se sentía más protegida con él en un nivel físico de lo que se sentía con Zach, un oficial condecorado de la ley.

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Dios Santo. Lo que eso decía de su criterio, Alex estaba segura de que no quería saberlo. Mientras ponderaba ese pensamiento en un largo trago de su café, el teléfono de la cocina empezó a sonar. Alex se levantó y respondió a la línea de negocios en piloto automático. —Maguire Cartas y Entregas. —Hey. Esa única palabra —ese profundo, y ahora íntimamente familiarizado gruñido— fue a sus oídos y hasta su núcleo como una corriente de electricidad en su punto más alto. —Um, hola… Kade —dijo, deseando no sonar tan estupefacta. ¿Y tenía que sonar como si le faltase el aliento, entonces?—. ¿Cómo conseguiste mi número? A través de la pequeña cocina, las cejas de Jenna se elevaron en sorpresa. Alex se giró y se inclinó sobre el mostrador, con la esperanza de ocultar parte del calor que se arrastraba por sus mejillas. —No hay muchos Maguires en Harmony —dijo él al otro lado—. Ni un montón de pilotos, tampoco. Así que conjeturé y llamé al único número que pude encontrar que cumpliera ambos criterios un Hank Maguire de Maguire Cartas y Entregas. —Oh —La boca de Alex se estiró en una sonrisa—. ¿Y cómo sabes que ese no es mi esposo? Su risa baja raspó como terciopelo. —Seguro como el infierno que no besas como una mujer casada.

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El interior de Alex fue suave y cálido como recordatorio, y se le hacía difícil no condenarse a retorcerse cuando pensaba en sus labios sobre los de ella y el volver del vapor mental que había disfrutado la noche anterior en la ducha. —Entonces, um. ¿Por qué llamaste? ¿Tú… ah, llamas por negocios? Que Dios la ayudara, casi cae en el ―o por negocios‖ pero tuvo el buen sentido de morder de nuevo las palabras antes de avergonzarse a sí misma por impulsiva. Lo último que necesitaba era estar pensando en Kade y el placer en la misma frase. Ya había tenido una buena prueba de eso. Lo suficiente para saber que gritaba peligro y complicaciones, cosas de las que ya tenía suficiente. —Se supone que debo reunirme con Big Dave y otros chicos en Harmony hoy —dijo Kade, casualmente sacudiendo la mejor razón que necesitaba para no tener nada que ver con él. —Oh, eso está bien —respondió Alex—. La caza del Lobo Feroz. Y allí estaba ella, dejando que sus hormonas la cegaran ante el hecho de que aún no estaba segura de lo que era en realidad su juego. La ira se asomó con amargura en la punta de su garganta. —Bueno, diviértanse. Tengo que… —Espera —dijo él, justo cuando estaba a punto de dejar el auricular en su lugar—. Se supone que debo reunirme con Big Dave hoy, pero de hecho tenía la esperanza de contratar a un guía que me llevara a lo de Henry Tulak en su lugar. —Henry Tulak —dijo Alex lentamente—. ¿Qué podrías querer hacer en su estancia?

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—Yo sólo… de verdad necesito saber cómo murió ese hombre, Alex. ¿Me llevarías allí? Parecía sincero, y curiosamente resignado. Porque parecía tan importante para él, Alex se encontró a sí misma cubriéndolo cuando debería estar desistiendo. —¿Y qué con Big Dave? —Le pediré disculpas la próxima vez que lo vea —respondió él, sonando todo menos preocupado por dejar las fanfarronerías en la ciudad con sus amigos—. ¿Qué dices, Alex? —Sí, está bien —Y maldita sea, no tenia que sentirse tan emocionada con la idea de pasar tiempo con él—. Será de madrugada a eso del mediodía, así que, ¿por qué no vienes aquí a Harmony a las once? Tendremos suficiente luz para viajar, y un par de horas para verificar el sitio una vez que lleguemos allí. Kade gruñó, bastante fuerte considerando que estaba al otro lado de la línea. —Preferiría no esperar a que salga la luz del día, si eso está bien para ti. —¿Prefieres viajar en la oscuridad? Ella podía, de hecho, sentir la lenta sonrisa que se extendía por sus labios mientras respondía. —No le tengo miedo a la oscuridad si tú no lo tienes. Estoy en la carretera, en dirección hacia allá. Puedo estar en tu casa en más o menos una hora. Bueno, era valiente, tenía que darle eso. Al hombre se le metía algo en la cabeza y no temía ir tras ello. —¿Una hora te servirá, Alex?

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Miró el reloj y se preguntó qué tan rápido podría salir de sus descoloridos pantalones, ducharse, y hacer algo con un poco más de sentido con su cara y cabello. —Um, claro. Bueno, una hora. Te veré entonces. Cuando colgó, Alex pudo sentir la mirada curiosa de Jenna en su espalda. —¿Ese era Kade, huh? Se dio la vuelta, sonriendo tímidamente. —Ah, sip. Jenna se recostó en la silla y cruzó los brazos sobre su pecho, luciendo como una completa policía, incluso con su camisa sudada y sus pantalones desteñidos, con su cabello oscuro suelto sobre sus hombros. —¿Este es el mismo Kade de lo de Pete anoche, el mismo Kade que viste afuera de lo de Tom ayer y dijiste que no querías tener nada que ver con él? ¿Es ese Kade? —Ese es —respondió Alex—. Y antes de que digas algo más, sólo voy a llevarlo a la estancia de Tulak para que le eche un vistazo a los alrededores. —Uh-huh. —Son sólo negocios —dijo Alex, limpiando apresuradamente los platos del desayuno y vertiéndolos en el fregadero. Se puso al lado de una tostada de huevo remojada y la lanzó a la boca de Luna que esperaba—. De la forma en que lo veo, si eso evita que otra arma sea enviada a la zona de los Lobos, entonces, estoy más que feliz de desviar a Kade con un día de viaje por el país. Cuando regresó a la mesa para limpiarla, Jenna se la quedó mirando fijamente.

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No se necesitaba el misterioso y profundo detector de mentiras de Alex, o incluso los años de experiencia como policía de Jenna, para leer el claro y evidente hecho de que Alex estaba herida. Vuelta al revés por un hombre que había conocido un par de días atrás. Tentada a dejar entrar a este hombre de cientos de tonos de grises en su pequeño mundo de blanco y negro. —Ten cuidado, Alex —dijo Jenna—. Soy tu amiga y te quiero. No quiero que te hagan daño. —Lo sé —dijo ella—. Y no me harán daño. Jenna se rió en voz baja y agitó su mano despectivamente delante de ella. —Bueno, ¿por qué estás de pie por aquí cuando tienes que alistarte para tu no-cita? Ve. Luna y yo manejaremos los detalles de la limpieza. Alex sonrió. —Gracias, Jen. —Pero cuando regreses de esta no-cita —Jenna la llamó mientras corría por el pasillo—. Voy a querer el apellido de este chico y el número de su seguro social. Y un completo historial médico, también. ¡Sabes que no estoy bromeando! Alex sabia eso, pero estaba riendo de todas formas, flotando en una bienvenida, no se acostumbrada, a la sensación de emoción y esperanza.

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Capítulo 13 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Gemma

K

ade no se había dado cuenta de lo mucho que quería volver a ver a Alex hasta que la vio a través de la ventana de cristal esmerilado de la puerta mientras se acercaba para dejarlo

entrar. Alta y delgada, vestida con unos jeans oscuros y un suéter verde limón, con una camiseta blanca con cuello de tortuga, su cabello rubio estaba recogido en un par de trenzas, que se habían aflojado un poco, eso la hacía lucir más fresca que la primavera en el frío invierno muerto. Ella le sonrió a través de los cristales, su cara tan naturalmente bonita, sólo estaba mejorada con un poco de rímel y rubor en las mejillas. —Hola —dijo mientras le abrió la puerta—. Me encontraste. Kade inclinó la cabeza en un gesto de asentimiento. —Te encontré. —Déjame adivinar —dijo ella con una sonrisa persistente—. ¿Caminaste hasta aquí como lo hiciste el otro día, en casa de los Toms? Él sonrió y señaló la moto de nieve que había estacionado en el patio. —Hoy decidí montar. —Ah, claro que sí. —ella mantuvo la puerta abierta para él—. Adelante, me pongo mis botas, el equipo y podemos irnos. - 157 -

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A medida que desaparecía en una esquina de la sala de estar, Kade entró en la pequeña y acogedora casa, dejando vagar su mirada sobre el mobiliario sencillo y acogedor, era sin duda un ambiente informal. Podía oler el aroma de Alex en ese lugar, en el sofá, en las sillas, en la mesa rústica de madera, en la alfombra verde bajo sus pies. Ella volvió a la habitación vestida y equipada para salir a explorar. —Si ya estás listo. Deja tu moto de nieve donde está y vamos a la pista de aterrizaje. Kade se detuvo un par de pasos por detrás de ella. —¿La pista de aterrizaje? —Sí —dijo Alex con total naturalidad—. No hay pronóstico de nieve para los próximos días, entonces ¿por qué perder el tiempo en trineo cuando podemos volar hasta allí? —No sabía que íbamos a volar —Kade sintió una breve punzada de incertidumbre, algo totalmente ajeno a él—. Está muy oscuro ahí afuera. —Para mi avión no hay diferencia entre el día y la noche —dijo ella, con una dulce luz en sus ojos marrones—. Bueno ya vamos, al menos que te sientas incómodo con un poco de oscuridad. Se estaba burlando de él, pero Kade realmente estaba disfrutando el estar con ella. Él se sentía tan feliz con Alex a cargo de la situación, estaba sentado en el asiento trasero de la moto de nieve, aunque sólo fuera una excusa para envolver sus brazos alrededor de ella. Atravesaron un largo tramo cubierto por nieve, hasta llegar a la pista de aterrizaje donde se encontraba el avión de Alex, era el mismo aeropuerto donde encontraron los cuerpos de la familia Toms, que aún descansaban ahí, pero en un depósito temporal. El aeropuerto

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era pequeño, consistía en una pista corta y luces de aterrizaje que apenas se veían. Una ráfaga de viento pasó por la pista, donde se encontraban ellos, levantando del suelo un poco de nieve. —Lugar bullicioso, ¿eh? —Mejor que nada —dijo ella, mientras aparcaba la moto de nieve y se bajaba. —Entra al avión, antes tengo que verificar que los sistemas estén listos para despegar. Kade se habría negado a recibir órdenes de una mujer, si no hubiera sido porque estaba completamente seguro de que Alex sabía lo que estaba haciendo. Se subió a la cabina del avión y cerró la puerta. A pesar de que el avión no era tan incómodo en su interior, sentía un poco de claustrofobia. La verdad es que con su estatura y su porte, sin armas y sin ropa, igual se sentiría un gran macho, pero sentado en la cabina del avión de un sólo motor, en el asiento del pasajero, junto a estrechas ventanas, se sentía como en una jaula estrecha. Alex entró a la cabina y se sentó en el asiento del piloto, detrás del volante. —Todo listo —anunció con alegría—. Ponte el cinturón, que en unos minutos despegamos. A esa distancia en el interior de Alaska, no era de extrañar que no hubiera control de tráfico aéreo. Lo único que Alex tenía que hacer era despegar y dirigirse a la dirección correcta.

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Kade se quedó impresionado con el trabajo que realizó Alex, ella estaba a cargo de la aeronave y pocos minutos después ya estaban volando en la oscuridad de un cielo cubierto por un manto de estrellas que brillaban en el firmamento. —Buen trabajo —dijo Kade mientras la miraba dirigir el avión a través de un par de baches que se formaron por el viento—. Supongo que has hecho esto más de una vez antes —le dijo dejando escapar una sonrisa. —He estado volando desde que tenía doce años. Pero tuve que esperar para obtener mi licencia oficial a los dieciocho años. —¿Te gusta estar aquí con las estrellas y las nubes? —Me encanta —dijo ella mientras movía la cabeza para comprobar que los indicadores en el tablero del avión se encontraran bien, y luego miró el inmenso cielo delante de ellos—. Mi padre me enseñó a volar, cuando era niña, solía decirme que el cielo era un lugar mágico. A veces, cuando me daba miedo o me despertaba debido a una pesadilla, él me llevaba sin importar la hora que fuera. Nos gustaba volar con bastante altura, donde nada malo nos podría pasar. Kade podía oír el afecto en su voz cuando hablaba de su padre y también escuchaba el dolor de su pérdida. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde la muerte de tu padre? —Han pasado seis meses, la causa fue la enfermedad de Alzheimer. Hace cuatro años, empezó a olvidar las cosas, pero empeoró bastante rápido, y después de un año empezó a afectar sus reflejos cuando piloteaba el avión, hasta que finalmente me dejó llevarlo a un hospital en Galena. La enfermedad avanza de manera diferente para todos, pero en mi padre actuó rápidamente —Alex dejó escapar un profundo suspiro de reflexión—. Creo que él se dio por

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vencido tan pronto como se enteró del diagnóstico… aunque a veces creo que renunció a la vida mucho antes de eso. —¿Cómo es eso? —le preguntó Kade por curiosidad, pero después se mordió el labio en una reacción reflexiva, ya que quizá había preguntado más de lo que debía saber. De repente la inquieta mirada de Alex lo estaba analizando, era como su manera de pensar si podía o no, confiar en él. Cuando finalmente habló, su voz era tranquila, su mirada se volvió hacia el parabrisas, como si no pudiera decírselo y mirarlo al mismo tiempo. —Mi, um... mi padre y yo nos mudamos a Alaska cuando tenía nueve años. Antes de eso vivíamos en Florida, donde mi padre tenía un negocio de tours en avioneta. —Ese es un mundo completamente diferente al de aquí. —Sí, sí, de veras que lo era. Un ruido metálico sonó de repente en algún lugar del avión y la cabina del piloto se estremeció. Kade se aferró a su asiento, agradecido de ver que Alex no entraba en pánico. La atención de ella se centró en el panel de instrumentos, después de unos segundos todo volvió a la calma. —No te preocupes —le dijo, con su tono irónico—. Como mi padre solía decir, es un hecho científico que algunos de los ruidos de los aviones son más alarmantes en la noche. Creo que estamos bien ahora. Kade se rió con inquietud. —Voy a tener que tomar tu palabra en eso. Volaron sobre un pico inclinado, y luego ella hizo un cambio de dirección gradual que los llevó de vuelta sobre el río Koyukuk.

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—Así que, ¿qué pasó en Florida, Alex? —dijo Kade, volviendo al tema que no tenía intención de abandonar. El instinto le decía que esa historia escondía un lado oscuro, pero quería saberlo no precisamente por su misión. Él estaba genuinamente interesado en ella, y si estaba siendo honesto consigo mismo, tenía que admitir que estaba comenzando a preocuparse realmente por ella, y quería entender lo que había pasado. Al oír el dolor bajo sus palabras, quería ayudarla a sanar las heridas que pudieran existir—. ¿Qué ocurrió en Florida? Sacudió la cabeza y lo miró de reojo. —A nosotros no nos ocurrió nada... pero a mi madre y a mi hermano pequeño sí... Su voz se quebró. Kade podía sentir la tristeza en sus palabras. —¿Cómo murieron, Alex? —por un momento pudo ver el temor en su rostro, el pequeño compartimiento que compartían a unos ocho mil pies de altura se hizo aún más pequeño, cuando Alex se quedó en silencio junto a él. —Ellos murieron —dijo al fin y él pudo sentir como el pulso de Alex se aceleraba—. Fue en un accidente de tráfico. Un conductor ebrio se pasó la luz roja en una intersección y se estrelló con el coche de mi madre. Ella y mi hermano murieron por el impacto. Kade profundizó su ceño al darse cuenta que ella recitó los hechos con apuro, como si fuera una lección muy bien aprendida. —Lo siento, Alex —dijo, pero no podía apartar la mirada de ella, ya que sospechaba que no le estaba diciendo la verdad—. Creo que es una bendición que por lo menos no hayan sufrido al morir. —Sí —respondió ella inexpresivamente—. Por lo menos no sufrieron.

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Se quedaron por un tiempo sin hablar, mirando el paisaje oscuro debajo de ellos. En el cielo lejano, Kade vio un destello de luces verdes. Y aunque había visto en innumerables ocasiones la aurora boreal, desde su nacimiento, nunca la había visto desde el cielo, era más hermosa que en las otras ocasiones. —Increíble, ¿no? —comentó Alex. Él estaba viendo el paisaje de colores, pero sus pensamientos todavía estaban en Alex, tratando de reconstruir los hechos que ella le había contado. —Alaska es tan diferente de Florida, ¿no? —Sí, lo es —dijo—. Mi padre y yo queríamos empezar una nueva vida, después de la muerte de mi madre y de mi hermano —ella respiró hondo, como si quisiera detener algo que quería decir—. Después de que murieran, mi padre me llevó al aeropuerto y me hizo escoger un destino entre miles de opciones, escogí Alaska. Cuando llegamos aquí, nos dimos cuenta de que Harmony parecía ser una ciudad agradable para hacer una nueva vida. —¿Y así fue? —Sí —dijo ella con su voz un poco nostálgica—. Bueno ahora se siente diferente, desde que él ya no está. Últimamente he estado pensando en viajar a otras partes del mundo, en buscar otros horizontes. Antes de que Kade pudiera seguir preguntando acerca del tema, Alex aceleró para arriba, pero el ruido y el temblor persistían. —¿Qué está pasando? —preguntó Kade. —Voy a tener que aterrizar ahora, hay una pequeña pista cerca de la casa de Tulak. Voy a tratar de aterrizar lo más cerca que pueda.

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—Muy bien —dijo Kade mirando a través de la ventana donde podía observar la tierra que estaba debajo de ellos—. No veo nada que se parezca a una pista ahí abajo. Alex logró aterrizar el avión sin muchos percances. —Jesús, eso estuvo cerca —dijo Kade cuando el avión tocó tierra. —¿Tú crees? —dijo Alex con una expresión divertida, mientras apagaba el motor. Ella salió del avión y se dirigió hasta el motor para revisarlo. —Maldita sea. Bueno, eso explica el problema. Un par de tornillos se soltaron y se cayó la cubierta del motor. Kade sabía tanto sobre la cubierta del motor como de tejer. Y la verdad tampoco le molestaba la idea de estar varados un par de horas o mejor un par de noches en la mitad de la nada con Alex. —Entonces, ¿Me estás diciendo que vamos estar aquí, hasta que alguien nos ayude? —Ves por aquí a alguna persona que nos pueda ayudar, ¿eh? —le dijo Alex con una sonrisa irónica, mientras cogía de la cabina del avión, su caja de herramientas Una de las razones por las que Kade había decidido pedirle que lo llevara a este lugar, tan apartado de la civilización, era para conseguir información acerca de los asesinatos de los Toms, pero ahora, después de lo que ella le había contado acerca de su madre y hermano, tenía otro motivo más para dudar de ella. Y tenía la ligera sospecha de que Alex sabía muchas más cosas de las que decía, y si la muerte de sus familiares estaba relacionada con alguien de la Raza, entonces al borrarle la memoria le haría un favor.

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Pero esto no sólo era sobre su misión, había intentado convencerse a sí mismo de que era así, pero realmente la misión había pasado a segundo plano. La forma en que se aceleraba su pulso cuando estaba cerca de esa mujer, no era para nada parte de su plan. Su pulso se aceleró aún más cuando bajaron del avión y Alex comenzó a trabajar en el motor, se la veía tan adorable, tan inteligente, tan capaz. —¿Te importaría sostener la linterna mientras trabajo? —la encendió y se la entregó, entonces se quitó el guante para rebuscar en su caja de herramientas y sacó un puñado de tornillos de diferentes tamaños—. Un par de éstos nos van ayudar a volver a casa. Kade miró cuidadosamente la mano de Alex que estaba llena de tornillos, preguntándose si los otros guerreros en Boston sentían el mismo orgullo y diversión, cuando veían a sus compañeras hacer lo que mejor saben hacer. Esa idea lo trastornó tan pronto como entró en su mente... Él no era el tipo de hombre que quería una compañera, mucho menos Alexandra Maguire, ya que sería un obstáculo en la misión que le encomendó la Orden. Y peor aún, era un riesgo para toda la Raza, así que lo mejor que podía hacer era mantener el secreto bien protegido. Pero nada de eso le importaba a su corazón que latía de una manera acelerada, tampoco podía controlar el fuego que corría por sus venas y por todo su cuerpo. Detrás de ella, se podía ver como a la luz verde de la aurora boreal se le sumaba una cinta roja. Alex giró su cabeza hacia él. El color resaltaba la belleza de Alex, y él se preguntaba si alguna vez había visto algo tan hermoso como el rostro aureolado de ella por la magia del desierto helado de Alaska. Ella no hablaba, sólo le sostuvo la mirada sin decir una sola palabra. Kade apagó la linterna y la colocó encima de la ya cerrada cubierta del motor.

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Se quitó los guantes y agarró la mano desnuda de Alex, sus manos se calentaron con el contacto. Él sostuvo su mano sólo por un momento y ella no se resistió. Alex entrelazó sus dedos con los de él, lo miró a los ojos fijamente. —¿Qué quieres de mí, Kade? Por favor, necesito saberlo. Necesito que me lo digas. —Pensé que lo sabía —dijo Kade, y luego dio una sacudida lenta con su cabeza—. Pensé que lo tenía todo calculado. Dios, Alex... Desde que te conocí todo cambió. Kade deslizó sus dedos por la mejilla de Alex. —No te entiendo —dijo ella, frunciendo el ceño mientras lo miraba—. Me molesta no poder entenderte. Él tocó la punta de su nariz, y le dio una sonrisa irónica. —¿Soy demasiado gris para tu mundo negro y blanco? La expresión de Alex se puso seria. —Me asustas, Kade. Toda mi vida, he corrido de las cosas que me asustan, pero contigo... —ella suspiró lentamente—. Contigo parece que no pudiera alejarme —ella le acarició la mejilla mientras lo miraba fijamente. —No hay razón alguna para sentir miedo cuando estás conmigo —le dijo Kade muy seguro de sus palabras y luego inclinó la cabeza, lentamente apretó sus labios en los de ella, ella le devolvió el beso de la misma manera, ese beso encendió en Kade algo salvaje, sus lenguas se juntaron. Todo lo que había sentido en el estacionamiento de Pete volvió a tomar vida, sólo que ahora más rápido, más intenso de lo que Kade alguna vez había sentido. Él se excitaba con esta mujer. Besarla despertó todos sus instintos, incluyendo los peligrosos,

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podía sentir como sus colmillos se extendían desde sus encías, su visión se inundaba del color ámbar, que pronto llenaría todo su iris. Seducirla no era su objetivo, no importaba lo que le había ordenado la Orden, o lo mucho que quería satisfacer su curiosidad personal. Dio un paso hacia atrás, con la cabeza baja, apretó la cara contra ella, con el fin de ocultar los cambios que él no podía dejar que ella viera. Los cambios seguramente la asustarían y él no podría ser capaz de explicárselo. —¿Pasa algo? —preguntó Alex con voz suave y ronca por el beso. —No —él sacudió la cabeza, siendo cuidadoso en no levantar el rostro, hasta que el deseo se enfriara—. No me pasa nada. Sólo que hace demasiado frío para estar aquí afuera. Has de estar congelada. —No puedo decir que sienta frío en este momento —respondió ella, sonriendo a pesar de la guerra que él sentía en su interior. —Tenemos que ir adentro —él no esperó una respuesta para dirigirse al avión. —Sólo necesito guardar mis cosas y voy. Ya te alcanzo. —Muy bien. Ella dudó por un momento, pero luego comenzó a caminar hacia la cabina del avión, haciendo crujir sus botas en la nieve. —Trae un poco de leña. La gente utiliza esta pista como refugio, así que debe haber un cobertizo en la parte de atrás. Kade esperó que ella entrara en la vivienda, para poder registrar las armas que estaban dentro de ella y se dirigió a recolectar leña. El aire ártico lo golpeó mientras caminaba por la nieve. Acogió con agrado el roce amargo del

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frío. Necesitaba claridad, todavía ardía por Alex. Eso estaba mal, y necesitaba que el frío glaciar apagara todo ese calor que sentía en ese momento.

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Capítulo 14 Traducido por: ANNA ROSE Corregido por: Anjhely

A

lex entró en la habitación de la cabaña y cerró la puerta detrás de ella para aislarse del frío y, para tener un minuto a solas y así poder hacer frente a la revolución de sucesos dentro de ella. Se

inclinó hacia atrás contra la puerta y exhaló un suspiro largo, tembloroso. — Debes conseguir control sobre ti Maguire. Ella quería fingir que el beso no significaba nada, que el simple hecho de que Kade terminara el beso alejándose, debía decirle que él pensaba que dejar que las cosas se calentaran entre ellos era una mala idea. Salvo que las cosas ya se habían encendido. Más que la calefacción, y negarlo no iba a hacer que desaparecieran. No existía lugar suficientemente lejos para que Alex corriera y dejara atrás el deseo que ella sentía por Kade. Y lo peor es que no quería huir de esa sensación. Por primera vez en su vida, había algo que la asustaba como el infierno, pero no la incitaba a largarse. No, aún peor, sus sentimientos por Kade le daban ganas de acercarse a él. Aún más miedo le daba, sentir que Kade podría ser lo suficientemente fuerte para apoyarla, lo suficientemente fuerte como para que ella se abriera a la realidad, se abriera a todo lo que había estado llevando dentro durante tanto tiempo. Una parte de ella quería creer que él podría ser el hombre con fuerza suficiente para estar junto a ella a través de cualquier tormenta, incluso un montón de monstruos, donde la noche tenía dientes y el viento rugía, sedientos de sangre y hambrientos.

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Kade estaría junto a ella. Alex sabía de la misma forma que ella siempre había sabido cuando alguien le mentía. Aunque no le diga lo que puede hacer a otras personas, el mismo sentido innato le dijo que era porque no se parecía a Kade de alguna manera. Él era diferente a cualquier hombre que ella había conocido y nunca conocería de nuevo. Ese mismo instinto extraño, pero inquebrantable le había estado rondando en el vuelo de Harmony, cuando ella había estado tan cerca de decirle la verdad —toda ella— acerca de por qué ella y su padre habían huido de Florida. La verdad acerca de lo que había matado a su madre y su hermano pequeño. Había sido una gran lucha contra el impulso de decirle la verdad a Kade, y como ella le había lanzado la mentira que había pulido y utilizado en muchos otros casos, sin el menor escrúpulo, el no ser honesta con Kade le había hecho sentir muy mal. Había ocultado una de las verdades más fundamentales sobre sí misma de todos los que la habían conocido desde que era niña, pero después de sólo unos días de coquetear con un desconocido, ella estaba dispuesta a ponerlo todo en la línea de fuego por él. Pero Kade no era un extraño para ella ahora. No lo había sentido como un extraño, ni siquiera esa noche por primera vez en la parte posterior de la iglesia, cuando sus ojos brillantes de plata se habían reunido con los de ella en una mirada en la habitación. Y si todo lo que había estado haciendo en ese tiempo desde que lo conoció no era más que coquetear, ¿por qué su corazón saltaba a su esternón cada vez que estaba cerca de él? ¿Por qué sentía, contra toda lógica y razón, que pertenecía a este hombre? Con el frío de recuerdos del pasado y la incertidumbre del futuro en ella, decidió que necesitaba algo fuerte y caliente al que agarrarse. - 170 -

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No sólo a algo, ni a alguien... sino a él. Necesitaba a Kade, de su calor de su fuerza ahora aunque sólo sea por un ratito. El cobertizo de la parte trasera de la cabaña tenía un buen suministro de veteranos, troncos partidos, en un lugar seco y colocados en el interior de la dependencia que llevaba Henry Tulak escrito sobre la puerta. Era costumbre en el monte que viajeros se preocuparan por un otros, dejando combustible y alimentos para la siguiente persona con el fin de preservarlo para los demás y para uno mismo. Kade buscaba, lo que él consideraba que podría dejar a cambio del combustible para Alex en la cabaña. Se arrodilló y abrió la cremallera de su bolsa de lona. Lo único que llevaba y que considero útil a alguien en ese lugar sería su armas, pero sus armas —las que matan Renegados— eran demasiado valiosas para dejar las atrás. Un cuchillo, entonces. Había más de uno en su mochila. Al llegar a la lona en busca de una hoja que podía soportar desprenderse, creyó a ver atrapado algo duro y blanco, en el piso. —¿Qué demonios? Él se movió a un lado para obtener una mejor visión de lo que podría haber aplastado bajo el pie. Un diente. La apariencia era largo, agudo marfil estaba atorado en la hendidura de dos tablas, como si hubiera sido tierra en las botas. Pero no fue el diente lo que hizo que la sangre de Kade se enfriara en sus venas. Fue la tira fina de cuero trenzado adjunta al diente. Precisamente el mismo tipo de cinta de cuero que había sido atado a otro diente de oso que había visto recientemente. La que él había encontrado, entre la sangre humana, escondido por Seth y cuidado como pequeños tesoros. La colección de recuerdos retorcidos, regida por un asesino.

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Su hermano había estado aquí. Ah, Cristo... ¿Seth había matado al hombre en este espacio el año pasado? Kade quería negar la prueba en la mano como pura coincidencia, pero el frío que se asentaron en el pecho le dijo que su gemelo había estado en este mismo lugar hace un invierno, cuando Henry Tulak exhaló su último suspiro. —Hijo de puta —susurró Kade, se sintió enfermo al comprenderlo, a pesar de que había estado buscando evidencia de él desde su llegada a Alaska. Ahora que la estaba mirando a la cara —con la clara certeza que sólo un gemelo idéntico podría tener acerca de su otra mitad—, difícilmente podría negar más, lo que había sabido desde hace mucho tiempo en su corazón. Su hermano era un asesino. Lo que Kade siempre había odiado y perseguido ahora como miembro de la Orden. La Furia lo recorrió, la indignación no sólo por Seth, también por sí mismo, porque seguía queriendo creer que estaba equivocado acerca de su hermano. En su corazón, Kade sabía que no había error. Sin duda no había más excusas para Seth, por las repugnancias de sus acciones. Kade logro liberar el diente con la punta del cuchillo y la sostuvo frente a él, mirando con repulsión la evidencia que acababa de condenar a su hermano. Esa misma evidencia ahora obligaba a Kade a hacer lo justo y a hacer lo que era su deber, no sólo para la Orden, sino como un hombre cuyo código de honor personal exigía justicia. Necesitaba encontrar a Seth y poner fin a sus asesinatos. Tenía que irse, ahora mismo. Era demasiada furia y con determinación quería volar de vuelta a Harmony con Alex, y dirigiría a pie su búsqueda, mientras que para el amanecer todavía estaba a un par de horas de distancia. Él cubriría todo a pie, en caso de ser necesario, los lobos le ayudarían a encontrar a Seth si no podía seguirle la pista lo suficientemente rápido por su cuenta.

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Kade colocó el diente en el bolsillo delantero de su pantalón y puso el cuchillo en la parte superior de los troncos, una ofrenda en el comercio a pesar del hecho de que no tenía ningún uso ahora. Lo único que necesitaba era salir rápido de allí y hacer el trabajo que le había traído a casa a Alaska en primer lugar. En el momento en que caminó alrededor, hasta la cabaña, era un barril de pólvora de ira y de propósito mortal. Pero cuando abrió la puerta de la cabaña, dispuesto a ofrecer alguna excusa poco convincente a Alex sobre por qué tuvo que abandonarla allí, fue recibido por el aire caliente y el brillo dorado de un fuego en la estufa con un pequeño tubo en el centro de la cabaña. Y Alex, sentada en un nido de sacos de dormir y mantas de lana suave. Su cabello rubio estaba suelto de las trenzas, cayendo en ondas revuelto por los hombros al descubierto. Los hombros desnudos, igual que su largas, piernas delgadas, que se asomaba desde debajo de la manta andrajosa. Infierno Santo... hermosa, sexy Alex, desnuda y esperando por él. Kade se aclaró la garganta, de pronto con las palabras perdidas, por no hablar de las excusas que tenia a la mano de sobre por qué tenía que irse de inmediato. —Yo, ah... me encontré un poco de madera partida en el cubo de allá —dijo Alex—. Pensé que había cosas para calentarnos aquí. ¿Para calentarnos? más caliente, el cuerpo de Kade habría volado en llamas donde se encontraba. Su corazón seguía golpeando desde el descubrimiento desagradable que había hecho hace un momento, pero ahora su ritmo adquirió un profundo, latir más urgente. Sintió un tirón muscular violentamente en la mandíbula mientras observaba la danza suave de la luz del fuego sobre su piel suave y cremosa. —Alex...

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Dio una sacudida débil de su cabeza, incapaz de reunir las palabras para negarle. La docena o más razones de que esto era una mala idea, sobre todo ahora, al verse obligó a dejar de lado sus deseos egoístas y se centró exclusivamente en la misión para la cual había sido enviado, todo huyó de su cerebro ahora, solo había lujuria. El hambre le inundó, inundando el deseo más que la rabia que le había consumido ni siquiera un minuto atrás en el exterior. Esto era malo, esta necesidad que tenía por ella. Teniendo en cuenta el momento y él que no estaba seguro de que las cosas entre Alex y él, pasaran a un nivel íntimo podría ser peor idea en este momento. Es decir, hasta que ella se puso de pie y comenzó a caminar hacia él. La manta raída que cubría su forma, suelta por detrás de ella, ahora corta en el frente le dio una visión sin obstáculos de sus piernas magras, sin fin, con cada paso lento que tomó. Y mientras ella se acercaba, el tejido fino desplazando a la carne desnuda blanca y suave de su cadera izquierda, Kade logró ver la marca roja diminuta de una gota de agua y luna creciente que llevó a toda esta situación fuera del ámbito de sus ideas básicas de lo malo y en ángulo recto en la zona del desastre. Era una Compañera de Raza. Y todo eso cambió. Debido a que Alexandra Maguire no sólo era una mujer mortal, humana que podría jugar con una bomba de información, tal vez por un tiempo, pueda ignorar a la mente y olvidarse de fregar. Ella era tan buena como una de su especie, una hembra de ser honrada y venerada, tan preciosa como el oro. Fue algo raro y milagroso, algo condenadamente bueno, que no merecía, y ella no tenía idea de su sangre.

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—¡Ay, Cristo! —puso la bolsa de lona en el suelo. Su negocio con Seth y la Orden ambos tienen que esperar—. Alex, hay algo... de lo que tenemos que hablar. Ella sonrió, una curva sensual, juguetona en sus labios. —A menos que necesites decirme que tienes algún tipo de enfermedad o que en realidad eres gay... Él la miró fijamente, preguntándose si había habido indicios que se había perdido en el camino. Pero no había estado buscando a Alex como algo más que una fuente de información al principio, un testigo renuente que él tendría que abrir con fuerza por todos los medios necesarios. Una vez que había hablado con ella, había comenzado a gustarle. Y una vez que había comenzado a conocerla, era difícil no anhelarla. ¿Y ahora? Ahora estaba obligado por su honor de proteger a esta mujer a cualquier precio, y esa maldita buena actuación, caiga en las manos de un hombre como él. Él la colocaba en peligro sólo por estar con ella, arrastrándola más profundo en su misión para la Orden y más cerca, sobre todo a partir de hoy, ante el horror de los enfermos juegos de su hermano. Si fuera la mitad del guerrero que se había comprometido a ser, haría a Alex salir de este lugar y llevar su trasero de vuelta a casa, para no ver ni oír de él. —¿Kade? —ella ladeó ligeramente la cabeza cuando se acercó a él, en espera de su respuesta, con su tono juguetón aún—. Eso es, eso no es lo que necesitas decirme, ¿no? —No. Eso no es. —Bueno, eso es bueno —dijo ella, casi ronroneando las palabras—. Porque yo realmente no quiero hablar ahora.

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Kade respiró profundo cuando se deslizo cerca de él, no más de una pulgada y un trozo insignificante de lana entre ellos. Y el aroma de su piel caliente... el calor femenino, y el indicio de un olor picante y dulce de algo, aún más difícil ahora sabía que tenía que ser único en la sangre de una Compañera de Raza. Incluso sin la maldita marca de nacimiento, el infierno, a pesar de ello, Alexandra Maguire es una fuerte toxina que envolvía todo su cuerpo como la droga más potente. Ella lo miró, con sus ojos de color caramelo más oscuro que nunca, eran como dos estanques profundos para ahogarse en ellos. —Quiero estar contigo, aquí y ahora, Kade —poco a poco abrió la manta, dejándose al descubierto por completo ante él, ella lo rodeó con sus brazos. El calor de su cuerpo desnudo lo estaba quemando, se imprimió en su memoria como una marca. —Estoy cansada de sentir frío todo el tiempo. Estoy cansada de sentirme tan sola. Sólo por ahora, quiero que me toques, Kade. Sólo quiero sentir tus manos en mí. Ella no tenía que pedirlo dos veces. Él sabía el valor que tuvo que reunir para admitir su vulnerabilidad frente a él. Él no podía fingir que quería esto menos que ella. La había anhelado desde el primer momento en que la vio. Ahora, todas sus buenas intenciones, todos sus pensamientos hacia el deber y el honor estaban incinerados en un instante. Él coloco una palma hacia arriba a lo largo de la línea delicada de su columna vertebral, y la otra se levantó para acariciar la graciosa curva de sus mejillas y la piel sedosa de la nuca. Su pulso aleteaba en contra de la yema de su dedo pulgar mientras la acariciaba la tierna piel por encima de su carótida. Como jugando, con su debilidad, ella cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, dándole más acceso a su cuello, acción que no era nada sabia.

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Su pulso martillaba hacia Kade, cada tic-tac del latido de su corazón, cada pequeño temblor de su cuerpo contra él mientras él la acariciaba, estimulaba su hambre más primitiva. Inclinó la cabeza y acarició su rostro en la base de su cuello y el hombro, sólo se permitió con audacia darle un breve beso cuando sus colmillos rápidamente llenaron su boca y su lengua ávida de una muestra de ella. Exhaló el impulso de emitir un gruñido, detrás de la boca hacia el frente de su garganta, y luego bajo, inclinándose contra su pecho perfecto que tomo con su palma y levantó el pezón rosado a sus labios. Él la succionó, con cuidado de no rozarla con las puntas de sus colmillos mientras tiraba el capullo apretado un poco más en su boca, la rodeaba con la lengua y él se deleitaba con sus jadeos de placer. Él extendió su mano libre hacia abajo, para tocar el oleaje dulce que brotaba de entre la costura de su cuerpo. Ella se sentía tan bien en sus brazos, se sentía tan correcta que se aplastó contra él, dejando que sus dedos se hundieran más profundos, en los pliegues de su sexo. Ella estaba húmeda y caliente, su carne en un refugio acogedor como su toque ahondado en su interior. —Oh, Dios —jadeó ella, arqueándose en sus brazos—. Kade... En un gemido, soltó su pecho de su mordedura y volvió a sus labios, capturó un suspiro y lo convirtió en un beso profundo de hambre. A pesar de que ya tenía su ritmo febril, él fue quien se puso, más urgente, él la necesitaba, pero estaba demasiado agitado para tomar las cosas con calma. También era muy consciente de los cambios por venir sobre él, cambios que serían necesario explicar, y también sería necesario hablar, algo en lo que no estaba interesado en hacer y no era capaz en este momento. Sin embargo siguió besándola, incapaz de quitar su boca de la de ella, la guió hacia el nido de mantas cerca del fuego. Juntos, se desnudó, con un

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movimiento precipitado se quitó la chaqueta y la camisa, botas y pantalones vaqueros. Kade se liberó del resto de su ropa igual que Alex, rompió el beso y arrastraba la punta de la lengua hacia abajo a lo largo del costado de su cuello. Se negó a la sacudida repentina del deseo que inundó sus venas, sintió la carrera de la sangre a través de sus miembros y hacia abajo a la longitud de su polla. Su piel picaba con la transformación de sus dermaglifos, el patrón de marcas de la Raza que se extendía sobre el pecho y los brazos y hacia abajo sobre sus muslos. Los dermaglifos, normalmente de un tono más oscuro que el color de su propia piel, seguramente serían saturados de color ahora, para reflejar el deseo que sentía por Alex. —¡Ah, mierda! —gruñó, en un silbido agudo cuando ella mordió juguetonamente la delicada piel debajo de su mandíbula. No sabía cuánto más podía tener. Cuando ella se agachó y acarició la longitud de su eje, no pudo tragarse su gruñido animal. Ella palmeó la cabeza de su sexo, su toque curioso y exigente, rozando hacia su humedad sobre su piel sensible. —Acuéstate conmigo —dijo Alex, con voz entrecortada, su respiración era agitada. La tomó por los brazos y se hundió con ella en la manta en el suelo de la cabaña y la besó suavemente, él la apretó debajo de él. Ella era tan suave y caliente contra su cuerpo, sus brazos alrededor de sus hombros, sus muslos abiertos, donde sus caderas encajaban entre ellos. Su polla situada en la hendidura de su sexo húmedo, desenfrenada con la necesidad de unirse profundamente en ella, pero Kade sólo jugaba, deslizándose entre los pétalos de la felpa de su cuerpo, y rozaba su boca a lo largo de su cuello sintiendo los latidos de su corazón parpadeante. Se agachó frotando su carne dura en contra de su suavidad, con la punta de su pene para acariciar el capullo apretado pequeño de su clítoris. Ella gimió, arqueándose al encuentro de sus cuerpos,

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abriendo las piernas para invitarlo a llegar más profundo, él se resistió a la tentación, pero a duras penas solamente. Ella le había pedido hacerla entrar en calor y ahora los dos estaban quemándose, pero él quería hacerla sentirse más caliente de lo que había estado nunca. La necesidad súbita e indescifrable de marcar su cuerpo, que permitiría satisfacer su placer con la hembra que tenía delante de él, eso era lo que le susurraba su sangre que latía como un tambor. Aturdido por el sentimiento, retrocedió ligeramente. Pero Alex se veía demasiado bien, se sentía demasiado bien, y antes de que pudiera recordarle que ella merecía algo mejor, estaba besando su pecho. Saboreó cada centímetro de sus pechos de sus dulces montículos pequeños y los músculos firmes de su vientre y la marca de nacimiento pequeña condenatoria en la cadera que le hizo sentir todo este placer y la necesidad egoísta de estar tan equivocado. Pero equivocado o no, tan egoísta como lo fue para él de ceder a su deseo por Alex, fue mucho más allá de resistir. La sensación de ella debajo de él le hizo hervir la sangre en llamas. Su olor entre sus piernas era como un imán entre sus suaves rizos la besó, con los labios y la lengua y los dientes hasta que se retorcía en contra de su boca. Y todavía no se detuvo. Él la lamio y le acarició, disfrutaba de ella hasta que se arqueó debajo de él y gritó con su rotundo clímax estremecedor. Y todavía no se detuvo. Siguió besando y acariciando y lamiendo, dándole otro lanzamiento salvaje, y entonces, sólo entonces, se levantó a cubrirla con su cuerpo, empujando profundo y arrollador contra las paredes calientes y húmedas de su vagina estrechándose alrededor de su eje. Estaba en ella, dándose cuenta de que él también había necesitado este calor, este sentimiento aunque temporal, él había necesitado a Alex como Alex a él, en este momento, tanto como ella pensaba necesitarlo a él, él la necesitaba. Kade sentía su liberación a punto de estallar en lo duro de la base de su polla, intensificado con cada empuje febril. Más caliente y más caliente, más y

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más fuerte, hasta que no pudo contenerse un segundo más. Él se tensó con todo su fuerza en un gran empuje sobre ella, enterrando el rostro en su hombro y dando un grito ronco liberó su simiente explotando en un clímax líquido. No podía haber frenado si lo hubiera intentado, aunque no existía una amenaza de embarazo siempre y cuando no existiera intercambio de sangre. Pero resultó más tentadora de lo que debería ser. Los colmillos de Kade estaban extendidos a lo largo de sus encías había perdido el control dentro del calor fundido de Alex. Oyó su pulso acelerado, sentía el eco de su propio latido frenético. Y donde descansaba su boca en una mueca apretada contra su piel, sintió la punta de su sangre golpeando justo debajo de la superficie de su piel delicada. —¡Ah, Cristo... Alex! —siseó, atormentado por la avalancha de sensaciones que despertó en él. Todo rastro de Raza en él le exigía hacer de ella su mujer, tomar su sangre como lo había estado reclamando su cuerpo. Kade la sujetó mientras trataba de controlar la dura necesidad de más, pero maldita sea, no era fácil. Él la giró en su contra, para ayudar a ocultar los cambios que se habían apoderado de él en su pasión. —¿Estás bien? —le preguntó mientras se esforzaba por conseguir el control de sus impulsos y algunos pensamientos racionales. —Sí —consiguió decir después de un momento—. Mejor de lo que tengo derecho a sentirme. —Yo también —dijo ella, su sonrisa era evidente en la satisfecha y somnolienta voz, ya que la sentía cálida y brillante sobre la parte superior de su antebrazo. —Sólo en caso de que te lo estés preguntando, mis servicios como piloto no suelen incluir desnudarme con mis clientes. - 180 -

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—Bien —dijo Kade en un gruñido cuando se apretó más a su cuerpo caliente. Él no quería que ella se desnudara con nadie más, se dio cuenta con una sacudida. No le gustaba la idea antes de lo que ocurrió entre ellos hoy, y después de hoy no lo soportaría. —¿Y tú? —preguntó ella, mientras él se cubría con las mantas para proteger a sus dermaglifos de su vista. —¿Y yo qué? —... ¿Haces esto a menudo? —¿Quedarme desnudo con sexys pilotos de montaña de Alaska en medio del desierto congelado? —hizo una pausa para considerar la pregunta por un minuto—. No. Esto fue una novedad para mí. Y lo inundó un feroz sentido de posesión que aún le tamborileaba en la sangre, al pensar en Alex con cualquier otro hombre. Se preguntó ociosamente si fue el hecho de que ella era una Compañera de Raza lo que le había atraído de ella desde el principio. Pero incluso mientras lo pensaba, sabía que la marca de nacimiento que la conectaba con el mundo de las sombras, era la menor de las cualidades que lo atrajo a Alexandra Maguire. Lo último que necesitaba ahora era un enredo emocional, y mucho menos con ella teniendo la marca femenina de lágrima y la media luna. Pero él ya estaba enredado. De hecho, él había atado sólo algunos nudos más en esta situación de por sí imposible. Maldiciéndose a sí mismo, Kade besó la parte superior de la cabeza de Alex y la tomó cerca, mientras esperaba que sus ojos y sus colmillos retomaran una apariencia normal para tener la oportunidad de retirarse. Tomó algún tiempo, e incluso después de que su cuerpo se instaló en una cómoda paz, su hambre por la mujer que tenía en los brazos se controló.

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Capítulo 15 Traducido por LORENAVARGAS1985. Revisado por Lizeth. Corregido por: Andy Parth

L

a luz del día destelló el primer rayo de la mañana y se posó frente a la cueva en el bosque. El depredador había buscado refugio allí, cuando los primeros y casi imperceptibles rayos del sol habían

comenzado a asomarse en la oscuridad del invierno. Pocas de las cosas que existían eran más fuertes que él, particularmente en este mundo primitivo, tan diferente y distante del que había nacido hace muchos siglos atrás, pero tan avanzado en su forma de vida, los de su clase, no tenían pelos en el cuerpo, estaban cubiertos por dermaglifos, su piel no aguantaba la luz ultravioleta y unos pocos minutos a la exposición de esta, podría matarlo. Dentro de la oscura cueva estaba seguro, había descansado la noche anterior después de cazar y deambular, ya estaba impaciente por que se ocultara la luz del sol, y aunque ya había cazado, necesitaba volver alimentarse de nuevo, sus células, sus órganos y sus músculos requerían regenerarse para mantenerse con vitalidad, en especial después de un período largo de privación y abusos, que había sufrido mientras estuvo en cautiverio. El instinto de sobrevivencia era el único conocimiento que tenia. Él era el único que quedaba, completamente solo en este inhóspito pedazo de escombros orbitante. No había nadie con el aquí afuera, era el último de los ocho exploradores que habían terminado en este planeta. Completamente perdidos sin oportunidades de escape.

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Todos habían nacido para conquistar, para ser reyes. En cambio, uno a uno, sus hermanos fueron asesinados, ya fuera por la rudeza de sus nuevos habitantes o por la guerra desencadenada con sus propios hijos medio humanos siglos después. En base a una traición y a un acuerdo pactado en secreto con su descendencia, solo él había sobrevivido. Pero había sido esa misma traición y acuerdo pactado lo que lo habían atado como a un esclavo al hijo de su hijo, Dragos. Ahora que él era libre, su único objetivo en este desolado planeta era matar a su descendiente, Dragos. Él aulló con furia al recordar las décadas de dolor que había experimentado. Su voz sacudió las paredes de la cueva, un rugido sobrenatural salió de sus pulmones como un grito de batalla. Un disparo fue su respuesta, el sonido vino desde algún sitio no muy distante del bosque. Hubo un repentino choque en los congelados helechos fuera de la cueva. Entonces se escucharon unos pasos de animales acercándose a la cueva. Eran lobos. La jauría corrió directo a la cueva, casi precipitándose por la izquierda. Y detrás de ellos unos segundos más tarde, se escucharon unas voces humanas, eran hombres armados en busca de los lobos. —Por aquí —grito uno de ellos—. ¡La maldita manada entro corriendo por aquí, Dave! —Ustedes tomen el camino al oeste —una voz de mando dijo como respuesta—. Lanny y yo, iremos a pie por este camino, ahí hay una cueva, probablemente los bastardos se ocultaron adentro. El zumbido de los motores y el hedor a gasolina llenó el aire, mientras que algunos hombres se apresuraban hacia otras direcciones. Unos momentos más tarde, afuera de la cueva, la luz del día ya casi se ocultaba. Las siluetas de - 183 -

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las dos personas sosteniendo los rifles tomaron forma dentro de la cueva. El hombre que iba delante, era grande, tenía un pecho fuerte y amplios hombros, un abdomen que seguramente en su juventud había sido prodigioso, pero ahora toda esa musculatura había sido remplazada por grasa. El hombre que iba detrás, era más bajo, muy delgado, aproximadamente de unas cien libras, una criatura tímida, su voz lo delataba. —No pienso que haya algo aquí, Dave. Y no estoy seguro que el separarnos de los otros haya sido una buena idea… Limitado a las sombras, el único ocupante de la cueva, se escondió detrás de una pared de roca, pero no lo suficiente como para poder ver. —¡Allí! ¡Yo vi un par de ojos que brillaban te lo dije, Lanny!... ¡Aquí iban estar los bastardos escondidos! —esa fue la voz del hombre grande que estaba impaciente por matar mientras levantaba su arma—. Sostén la linterna para poder ver a que le disparo, ¿quieres? —Está bien, Dave —respondió su compañero que se encontraba nervioso, accionado el interruptor de la linterna y enviando un ligero haz de luz que recorrió el suelo y las paredes de la cueva—. ¿Los ves por alguna parte? No puedo ver nada aquí. Desde luego que él no veía nada, porque la resplandeciente mirada que el hombre más grande había visto hace un momento había estado proyectada desde el suelo, pero ahora un destello de ojos humanos vertía de donde el cazador se aferraba al techo rocoso de la cueva y sobre sus cabezas, posicionado como una araña en la oscuridad. El hombre más grande bajo su arma. —Qué diablos… ¿Dónde rayos se pudieron haber escondido? —No deberíamos estar aquí, Dave. Creo que deberíamos ir a buscar a los otros…

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El hombre alto avanzo unos pasos más dentro de la cueva. —No seas un cobarde. Dame la linterna. Cuando el hombre de menor tamaño extendió el brazo para entregar la linterna, su bota tropezó con una piedra y cayó sobre sus rodillas, dando un aullido de dolor y sorpresa. —¡Ah, mierda! ¡Me corté! El olor de sangre fresca inundo el lugar, y a su vez, los orificios nasales del depredador. Él respiró llenando sus pulmones con ese olor accionado la salida sus colmillos. Debajo de él, sobre el suelo de la cueva, la cabeza del pequeño hombre giro rápidamente hacia arriba. Su rostro mostraba el horror que sentía, al leve destello de los ojos color ambarino que decían es-hora-de-comer. Él gritó, su voz sonaba tan alto, que parecía el grito de una muchacha humana. Al mismo tiempo, el hombre grande comenzó a disparar con su rifle. La cueva se lleno con el sonido de los disparos, y tan rápido como un flash de luz el depredador saltó de las rocas y se abalanzo al par de humanos.

*****

Alex no podía recordar la última vez que durmió tan profundamente o tan ininterrumpidamente. Tampoco podía recordar si alguna vez se había sentido tan complacida después de haber hecho el amor con Kade. Se estiró bajo las sabanas y el saco de dormir esparcidos en el suelo, luego se apoyo sobre su codo para mirarlo mientras él estaba añadiendo más madera al fuego de la pequeña estufa que tenía en la cabina.

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Él se agacho para colocar la madera, sus músculos en la espalda eran tan gruesos, y los brazos se marcaban cuando se giraba para colocar otro pedazo de madera en la estufa, su piel lisa se bañó con el brillo cálido, y ámbar de la luz que desprendía el fuego. Su pelo corto y negro era un enredijo que le daba un aire más salvaje del habitual, y aun mas cuando giro su cabeza para encontrar su mirada y ella contemplo los cincelados ángulos de unos pómulos asesinos, una mandíbula marcada y el penetrante plateado de sus oscuros ojos enmarcados por un pequeño flequillo que caía sobre su frente. Él era magnífico, le quitaba el aliento aun cuando se sentaba allí desnudo delante de ella, su mirada era fija, intensa e íntima. El cuerpo de Alex todavía temblaba cuando recordaba toda esa pasión que la había hecho sentir, el agradable dolor entre sus piernas se incrementaba aun mas mientras él la miraba ahora, como si quisiera devorarla una vez más. —¿Dormimos todo el día? —preguntó ella, necesitando de repente llenar el silencio del lugar. Él dio una breve sacudida de cabeza. —El sol se ha escondido hace unas dos horas. —Por lo que veo, tú ya saliste —dijo ella, notando un suministro fresco de troncos a lado de él. —Sí —dijo él—. Acabo de regresar. Ella sonrió, arqueando sus cejas, —Espero que no hayas ido de esa manera, afuera debe estar algunos grados bajo cero. Él gruñó, y su sensual boca formo una sonrisa irónica. —No tengo ningún problema en salir así. No, Kade definitivamente no era un hombre que tendría inseguridades sobre su masculinidad. Cada pulgada de él era perfecta, era fuerte, musculoso, tenía un cuerpo perfecto. Media casi dos metros, tenía la forma de un guerrero - 186 -

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mítico, grande, con hombros y bíceps definidos, un abdomen perfectamente formado. El resto de su cuerpo también era extraordinariamente perfecto, y podría asegurar que él sabía que hacer exactamente con ello. ¡Por Dios!, él era una obra de arte viva, realzado por el complicado e inconscientemente sutil diseño de tatuajes con esa tinta… ¿qué clase de tinta era esa, al fin y al cabo?, ese trayecto dorado de piel sobre su torso y piernas era ciertamente como para apreciarlo con la lengua de un amante. Alex siguió deleitándose con sus ojos el camino que seguían los tatuajes y el extraño diseño, preguntándose un momento si el reflejo del fuego hacia que el color castaño rojizo de sus tatuajes pareciera destellar de un color más intenso cuando ella se quedo mirándolo apreciativamente. Sonriendo abiertamente como si él estuviera acostumbrado a que las mujeres lo admiraran, se levantó y caminó despacio hacia donde ella estaba envuelta sobre el suelo, sin cohibirse de su total desnudez. Alex se rió suavemente y sacudió su cabeza. —¿Alguna vez llegaré a aburrirte? Él levanto una ceja mientras se acostaba al lado de ella. —¿Aburrirme? —Las mujeres se han de morir por estar contigo —dijo ella, comprendiendo con un poco de sorpresa que no le gustaba para nada la idea. De hecho la odiaba, y se preguntó si lo que estaba sintiendo eran celos, considerando que no tenía ningún derecho de estarlo simplemente porque habían compartido unas cuantas horas de estar sudando, bueno está bien, tenía que aceptarlo, unas espectaculares horas disfrutando uno del otro. Él le acarició apartándole el cabello de la cara, la miro fijamente a los ojos y le dijo, —Yo sólo veo a una mujer aquí conmigo en este momento. Y puedo asegurarte, que no estoy nada aburrido.

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Él enmarco su cara entre las palmas de sus manos y la beso, llevándola de regreso a las sábanas. Su mirada ardía de deseo mientras la contemplaba, y ella podría sentir la presión rígida de su pene erecto a un lado de su cadera donde él se había recostado. —Tú eres una mujer especial, Alexandra. Más especial de lo que crees. —No me conoces —protestó ella, necesitando recordarse ese hecho más a sí misma que a él. Ellos no podían conocerse uno al otro en tan solo ¿qué? ¿Un par de días? No era como si ella fuera a permitir que alguien entrara tan rápido en su vida, y tan profundo, no con tan corto tiempo de conocerse. Y, ¿Por qué él? ¿Por qué ahora, cuándo todo en su mundo se estaba desmoronando mientras estaba colgando del borde de un precipicio? Un pequeño empujón en aquella equivocada dirección, y ella se habría ido—. Tú no sabes nada sobre mí… no realmente. —Entonces dime. Ella alzó la mirada y lo miro a los ojos, sobresaltándose por la sinceridad, y la evidente súplica en su voz. —Decirte... —Dime que te pasó en Florida, Alex. Todo el aire parecía escaparse de sus pulmones en ese momento. —Te dije… —Sí, pero tú y yo sabemos que un conductor borracho no fue lo que mato a tu mamá y a tu hermano. Algo más les paso, ¿no es así? Algo que has mantenido en secreto durante todos estos años. —él le habló con paciencia y mostrándose confiable. Y Dios la ayudara, pero ella se sentía lista para contarlo todo. Tenía que compartirlo con alguien, y en su corazón, sabía que ese alguien, era Kade—. Está bien, Alex. Puedes decirme la verdad. Ella cerró sus ojos, sintiendo como aquellas crueles palabras y esos horrorosos recuerdos regresaban a su mente. —No puedo —murmuró ella— Si - 188 -

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hablo de esto, entonces todo lo que he tratado de dejar en el pasado… todo lo que he tratado de olvidar… regresará otra vez. —No puedes huir toda la vida de la verdad —le dijo Kade y algo atormentador se arrastró en su voz. Una tristeza, una resignación que le dijo que él entendía lo que era vivir con una carga como la que ella había llevado por tanto tiempo—. Negar la verdad no la va hacer desaparecer. —No, no lo hace —contestó ella silenciosamente. En su corazón, sabía eso. Estaba harta de correr y harta de luchar por guardar el horror de su pasado enterrado y olvidado. Quería ser libre de aquella carga, y eso significaba decir la verdad, no importaba lo horrible que esta fuera. Pero el miedo era su más poderoso enemigo, tal vez demasiado poderoso—. Me asusta, Kade. No sé si soy lo bastante fuerte como para afrontarlo sola. —Lo eres —él la beso sobre su hombro, luego la miro fijamente—. Pero, no estás sola. Estoy contigo. Cuéntame lo que pasó. Estaré a tu lado, si me lo permites. Ella sostuvo su mirada suplicante y encontró el coraje que necesitaba para contar la verdad. —Habíamos tenido un día tan agradable juntos, todos nosotros. Hicimos un picnic cerca del muelle, yo le acababa de enseñar a Richie como lanzarse de trampolín desde el muelle. Él tenía sólo seis años, pero era tan intrépido, estaba siempre dispuesto a intentar lo que yo hacía. Había sido un día perfecto, lleno de tanto amor y risas. Hasta que la oscuridad cayó sobre el pantano, trayendo al terror con ello. —No sé por qué ellos escogieron a mi familia. He buscado una razón, pero nunca he sido capaz de encontrar una por la cual ellos salieron de la noche para atacarnos. Kade la acarició cuidadosamente mientras ella luchaba para que las palabras salieran de su boca. —A veces no hay motivos. A veces las cosas

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pasan y no hay nada que podamos hacer para encontrarle sentido. La vida y la muerte, no siempre es clara y lógica. A veces la muerte salta de las sombras como una aparición, como un monstruo demasiado horroroso para ser real. —Había dos de ellos —murmuró Alex—. Nosotros aún no sabíamos que ellos estaban allí hasta que fue demasiado tarde. Estaba oscuro, estábamos todos sentados en la sala, descansando, después de la cena. Mamá estaba en el pórtico con Richie, leyéndole un cuento de Winnie the Pooh antes de ir a la cama, cuando el primero de ellos salió de la nada y sin ninguna advertencia se precipitó hacia ella. Kade le apretó la mano. —No estás hablando de hombres. Ella tragó y dijo —No, no era un hombre. Incluso no era… humano. Eran algo más. Algo malo. La mordió, Kade. Y luego el otro agarró a Richie con sus dientes, también. —Dientes —dijo él uniformemente, ningún choque o incredulidad en su voz, sólo una comprensión firme y severa—. Te refieres a colmillos ¿No es así, Alex? Los atacantes tenían colmillos. Ella cerró sus ojos mientras trataba con la imposibilidad de esa palabra —Sí, ellos tenían colmillos. Y sus ojos… brillaban en la oscuridad como carbones brillantes, y en el centro de ellos, sus pupilas eran delgadas y largas, como un gato. No podían haber sido humanos. Ellos eran monstruos. Kade le acaricio la cara y el pelo, como un gesto de querer calmar todo el terror de esa noche que perturbaba su mente. —Está bien. Ahora estas a salvo. Sólo lamento que no haya podido estar allí para ayudarte a ti y a tu familia. El sentimiento era dulce, sin embargo improbable, dado que él no podía ser más que unos años más viejo que ella. Pero por la sinceridad de su voz, ella - 190 -

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sabía que él realmente lo decía en serio. No importaban sus desigualdades, o la horrorosa situación, Kade habría estado allí con ella para enfrentar el ataque. El los habría mantenido a salvo cuando nadie más podía haberlo hecho. —Mi padre trató de defendernos —murmuró Alex—. Pero todo paso tan rápido. Y ellos eran mucho más fuertes que él. Lo golpearon como si no fuera nada. Para entonces, Richie ya estaba muerto. Él era tan pequeño, no tuvo ninguna oportunidad de sobrevivir a ese ataque. Mi madre alcanzo a gritarle a mi papá, que me salvara. ―¡No dejes morir a mi hija!‖ Esas fueron sus últimas palabras. Unos de ellos la sostenía y hundió sus enormes colmillos alrededor de su garganta. No se fue, sólo mantuvo su boca sujeta a ella. Él era… Oh, Dios, Kade. Esto va a sonar loco, pero él estaba… bebiendo su sangre. Una lágrima rodo por su mejilla, y Kade presionó sus labios en la frente de ella, la abrazo más fuerte, acercándola a él y ofreciéndole aquel consuelo que tanto necesitaba. —No es una locura, Alex. Y nadie debería soportar esa clase de dolor y pérdida. Aunque ella no quisiera volver a revivirlo, los recuerdos volvían ahora a su memoria y después se quedaban guardados allí por tanto tiempo, no podía contenerlos. No cuando Kade estaba allí para sostenerla, haciéndola sentir a salvo como nunca lo había estado antes. —Parecían animales, la manera en que ellos desgarraron mamá y a Richie. Ni siquiera los animales harían algo así. Y, Oh, Dios… Había tanta sangre. Mi padre me cargo y comenzamos a correr. Pero yo no podía mirar a distancia lo que pasaba detrás de nosotros en la oscuridad. No quise ver más, pero era tan irreal. Mi mente no podía procesarlo. Fue hace años, y todavía no estoy segura de poder explicar lo que nos atacó esa noche. Solamente... quiero encontrarle sentido y no lo tiene. Nunca lo tendrá… —respiró profundo, al revivir aquel reciente dolor, y reciente confusión. Buscó aquella mirada tranquila de Kade y dijo—. Vi la misma clase de heridas en la familia Toms.

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Ellos fueron atacados, justo como nosotros fuimos, por la misma clase de monstruos. Está aquí en Alaska, Kade… y estoy asustada. Durante un largo momento, Kade no dijo nada. Ella podía ver en su mente como revivía todo lo que le había dicho, cada increíble detalle que habría hecho que cualquier persona se burlara o le dijera que fuera a buscar ayuda profesional. Pero él no, Él aceptó su verdad como lo que era, sin ningún rastro de dudas en sus ojos o en su tono de voz. —Ya no tienes que huir más. Puedes confiar en mí. Nada malo te va a pasar mientras yo esté contigo. ¿Crees en mí, Alex? Ella asintió, comprendiendo ahora lo resuelta que estaba su fe en él. Confiaba en él a un nivel que era algo más que instinto, y estaba en lo profundo de su sangre. Lo que ella sentía por él desafiaba el hecho de que había entrado aun más en su vida aquella mañana, no tenía nada que ver con la manera en que se sentía físicamente atraída por él, literalmente tenía una urgencia por él en la cual no estaba preparada para entrar en detalles. —Necesito que confíes en mí —él le dijo con mucho cuidado—. Hay cosas que tienes que entender, Alex. Ahora más que nunca. Cosas sobre ti, y sobre las que viste en Florida y aquí. Y también hay cosas que tienes que saber de mí. Ella se sentó, su corazón latía de una manera extraña en su pecho, con un sentido cauteloso de expectativa. —¿Qué me quieres decir? Él echó un vistazo encima de ella, su mirada recorrió su desnudes como una suave caricia, luego se detuvo en su cadera, su mirada se fijo en ella, paso su dedo pulgar por el hueso de la cadera de Alex, rozando la marca de nacimiento

diminuta

que

tenía

allí.

—Eres

diferente,

Alexandra.

Extraordinariamente diferente. Debí haber reconocido eso enseguida. Había signos, pero de algún modo los omití. Me enfoque en otras cosas y yo… ¡maldición! - 192 -

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Alex frunció el ceño, estaba muy confundida. —¿Qué estas tratando de decir? —Tú no eres como las otras mujeres, Alex. Cuando él la miró de nuevo ahora, la confianza que normalmente chispeaba tan intensamente en sus ojos desapareció. Él tragó, la sequedad en su garganta hacia que la sangre de ella corriera más deprisa en sus venas. Independiente de lo que él tuviera que decirle, era él, el que sentía miedo ahora, y la ansiedad por lo que él le fuera a decir la estaba matando de incertidumbre. —Alex tu eres muy diferente a las otras mujeres —le dijo Kade, vacilante—. Y yo... Necesitas saber que no soy como los otros hombres, tampoco. Ella parpadeó, sintiendo un peso sobre ella que se extendía entre ellos. Aquel mismo instinto que le decía que necesitaba saber más, también le suplicaba que diera marcha atrás y pretendiera que no quería saber nada, que no necesitaba saber lo que fuera que Kade tuviera para contarle. Pero todo lo que ella podía hacer era mirarlo y esperar, preocupándose que él estuviera a punto de enviar al mundo entero en picada. El timbre de su teléfono celular la sacudió. Sonó otra vez y ella lo busco, dándole la excusa para escapar de la extraña y oscura conducta de Kade. —Habla Alex —dijo ella, reconociendo el número de Zach mientras abría el teléfono y contestaba la llamada. —¿Dónde estás? —exigió él, sin ni siquiera saludar—. Acabo de pasar por tu casa y no estabas, ¿Saliste con Jenna? —No —dijo ella—. Jenna estaba esta mañana en mi casa, antes de que yo me marchara. Debe de haberse ido a casa.

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—Bueno, entonces, ¿en dónde demonios estas? —Tuve que salir —dijo ella, sorprendida un poco por el tono de voz que utilizo Zach—. Tenía a un, em, un cliente necesitaba un vuelo esta mañana en el registro. —Bueno,

tenemos

una

situación

un

tanto

caótica

—dijo

Zach

severamente—. Estoy en la mitad de una emergencia médica y te necesito para trasferir a un herido con lesiones graves desde el bosque. Alex salió de la niebla emocional en la que había estado metida antes que tomara la llamada. —¿Quién está herido, Zach? ¿Qué está pasando? —Es Dave Grant. No tengo la historia entera aún, pero él y Lanny con un grupo de otros hombres de la ciudad fueron de caza al oeste de la ciudad hoy. Se encontraron con grandes problemas. Lanny Ham está muerto, y al parecer Dave está muy mal. Los otros hombres tienen miedo de ponerlo sobre una maquina de nieve para trasportarlo, porque lo más probable es que no lleguen a tiempo para salvarlo. —Oh, Dios mío —Alex se sentó hacia atrás sobre sus piernas dobladas, lentamente se le entumeció la piel—. ¿Cómo son las heridas, Zach… qué fue lo que pasó? —Algo los atacó ahí, según lo que dijeron los otros hombres. Dave esta delirando, ha perdido mucha sangre. Recupera y pierde la conciencia habitualmente, habla muchas tonterías, habla sobre una criatura que los atacó en la cueva al oeste de Harmony. Lo que haya sido lo dejo realmente en mal estado. Esto está mal, Alex. Esta realmente mal. La noticia está por toda la ciudad y todo el mundo está en pánico. Ella cerró sus ojos. —Oh, Dios mío… oh, Dios mío… Kade poso su mano en el hombro desnudo de Alex. —¿Qué paso Alex?

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Ella sacudió su cabeza, se sentía incapaz de formar las palabras. —¿Quien está contigo? —exigió Zach—. A la mierda, Alex, ¿estás con ese tipo, el de la otra noche en la taberna de Pete? Alex no pensó que ella tuviera que contestarle a Zach Tucker acerca de con quien estaba pasando el tiempo, no cuando un hombre muerto y la vida de otro hombre estaban en juego. No cuando el horror de su pasado, el horror que ella había temido hubiera visitado a la familia Toms hace solamente unos días, estaba atormentando las heridas de su corazón de nuevo. —Estoy por la casa de Tulak, Zach. Salgo para allá enseguida, estoy a unos cuarenta y cinco minutos. —Olvídalo. No podemos esperarte tanto, me contactare con Roger Bemis. Él colgó, Dejando sentada a Alex en un estado de shock. —¿Qué pasó? —preguntó Kade—. ¿Quién está herido? Durante un momento, todo lo que ella podía hacer era concentrarse en inhalar y exhalar. Su corazón golpeaba miserablemente, sintiéndose culpable. —Yo debía haberlos advertido. Yo debería haberles dicho lo que sabía en vez de pensar en cómo negarlo. —¿Alex? —la voz de Kade era cautelosa, sus dedos eran firmes pero cariñosos cuando levanto su cara hacia la suya—. Dime que está pasando. —Big Dave y Lanny Ham —murmuró ella—. Fueron atacados hoy en el bosque. Lanny está muerto. Big Dave está muy mal herido. ¿Y si Kade hubiera ido con ellos, en vez de salir con ella? La idea de que él podría haber estado cerca de aquel peligro o peor, ser una víctima de ello, hizo

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sacudir su corazón. Se sintió enferma por el miedo y el pánico, pero fue a su enojo al que se aferro. —Tienes razón, Kade. No puedo escapar de lo que sé. No más. Tengo que afrontar este mal. Tengo que adoptar una postura ahora, antes de que alguien más salga herido. —la furia la mantuvo a flote aún cuando el miedo amenazaba con dominarla—. Tengo que decirle la verdad a cada una de las personas en Harmony. A todo el condenado mundo, si eso es lo que hace falta. La gente tiene que saber lo que hay ahí afuera. No pueden destruir un mal que ni siquiera sabe que existe. —Alex —apretó los labios, y comenzó a sacudir su cabeza como si él quisiera disuadirla—. Alex, no creo que sea lo mejor… Ella sostuvo su mirada fijamente, incrédula. —Es debido a ti que me siento lo bastante fuerte como para hacer esto, Kade. Necesitamos permanecer juntos, todos, acabar con esto. —Ah, Cristo… Alex… Su duda la sentía como un filo cortando su zona abdominal. Confundida por su cambio de actitud, pero decidida a hacer lo que era correcto, a hacer lo que tenía que hacer, ella se alejo de él y empezó a vestirse. —Tengo que regresar a Harmony. Me voy en cinco minutos. Tú decides si vienes conmigo o no.

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Capítulo 16 Traducido por Lizeth. Corregido por ynexiz

N

o hablaron durante todo el vuelo de vuelta. Kade se sentó al lado de Alex en un rotundo y miserable

silencio, debatiéndose entre querer explicarle sobre la Raza, y su

lugar dentro de ese mundo, e igualmente temiendo que si ella supiera lo que él era en realidad, lo clasificaría dentro de la misma categoría de monstruo que aborrecía y a la que ahora estaba decidida a delatar frente a todo Harmony y el resto de la humanidad. El miedo a que ella lo odiaría mantuvo su lengua pegada al paladar de su boca durante los cuarenta y cinco minutos que le tomó a ella llevarlos de regreso a la pista de aterrizaje cubierta completamente de nieve, cerca del pueblo. Era un bastardo por el sólo hecho de ocultarle toda la verdad, sabía eso perfectamente. Había comprobado por si mismo ser algo aún peor que en la cabaña de Tulak, cuando dejo que su deseo por ella se interpusiera en su deber —en su propio código personal de honor, debilitándolo tanto como pudiera— que habrían obligado al mejor de los machos a poner todas las cartas sobre la mesa antes de reclamarla como suya. Pero todo eso no había sido sólo por tener sexo con Alex. No era sólo deseo, aunque sentía exactamente por ella eso con creces. Las cosas serian condenadamente más fácil ahora si dependía meramente por su estado físico.

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El hecho era, que él se preocupaba por ella. Le importaba. No quería verla sufrir más, y menos por sus propias palabras o acciones. Quería protegerla de las cosas que la habían lastimado en el pasado, y haría todo lo posible para que nada malo pudiera lastimarla de nuevo. Oh, sí, estaba haciendo un maldito buen trabajo allí. Estaba haciendo un trabajo de primera clase con todo lo que le concernía desde su regreso a Alaska. En base a las pruebas que había encontrado en la cabaña, lo que podría haber sido una simple misión complementaria para acabar con el problema de Renegados en la zona ártica del norte del país, ahora era una cuestión de localizar al asesino de su propia familia. Y al menos ahora tenía un humano más, muerto para agregar aquella mezcla, probablemente dos, si el informe de las lesiones de Big Dave era exacto. Otro ataque salvaje por el que Kade oraba estuviera fuera de toda sospecha y no tuviera el nombre de Seth impreso en ello. Todavía estaba digiriendo aquel miedo mientras Alex llevaba el avión a un perfecto aterrizaje. Maldición, incluso ya lo trastornaba como tenía que ser, Alex estaba en un completo y frío control detrás del volante. Una verdadera profesional. Una cosa que lo hacía apreciarla aun más. —Mierda —exhaló él en voz baja mientras miraba por fuera de la ventana en la cabina del piloto. Realmente era una pena en comparación a esta mujer. —Parece que la mitad del pueblo está reunida afuera de la clínica —dijo Alex— Porque ahí está el avión de Roger Bemis, supongo que ya deben haber traído a Big Dave y a Lanny del bosque. Kade gruñó, mirando como el edificio del centro de la cuidad se había convertido en un rancho donde unas cuantas docenas de personas se habían - 198 -

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congregado bajo el reflector que iluminaba la entrada, algunos estaban de pie, y otros sentados a horcajadas sobre las maquinas de nieve. Alex apagó el motor del avión y abrió la puerta del piloto. Kade salió después de ella, rodeando el frente del avión mientras ella lo aseguraba y cerraba absolutamente todo. Sus movimientos eran eficaces, sus manos enguantadas trabajan más por el hábito que por el pensamiento consciente de las tareas. Cuando ella finalmente echó un vistazo en su dirección, Kade vio que su rostro estaba tan pálido como las cenizas, sus facciones agotadas por el cansancio y ligeramente precavida. Pero su mirada era tan perspicaz llena de pura determinación. —Alex… mejor hablemos de esto antes de que entres allí y digas lo que piensas o lo que necesites decirle a toda esta gente. Ella frunció el ceño. —Todos necesitan saberlo. Y yo necesito decírselos. —Alex —él extendió la mano y la agarró por el brazo, un apretón más firme del que había pensado. Ella miró sus dedos aferrados alrededor de su brazo, entonces levantó la vista para verlo—. No puedo dejarte hacer esto. Ella se soltó de su agarre, y por un segundo él consideró en llevársela para mantenerla alejada de la muchedumbre reunida en la calle. Con un pequeño esfuerzo mental y poner la palma de su mano sobre su frente, podría ponerla en un estado de trance y semiconsciente. Podría ahorrar un tiempo precioso. Impidiéndole arriesgar su misión entera asignada por la Orden, alertando a sus amigos y a la gente del pueblo de la existencia de vampiros que vivían entre ellos, y que estaban atacándolos desde las sombras. Y lo odiaría aun más —con toda razón— por aquella cruel manipulación por parte suya.

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Ella dio un paso alejándose de él, sus cejas todavía ceñudas por la confusión. —¿Qué es lo que está pasando contigo de repente, eh? tengo que ir. Él no la detuvo cuando ella se dio la vuelta y se dirigió a empujones hacia la pequeña clínica de Harmony. Soltando una fuerte maldición, Kade la siguió. La alcanzo en un instante, y luego se abrió paso con ella a través de la ansiosa charlatanería de la muchedumbre. —…es terrible que algo así pueda pasar de nuevo —murmuraba una mujer de cabello canoso a la persona a su lado. —…perdió demasiada sangre —comentó alguien más—. Los degolló a ambos, fue lo que escuche. No quedó mucho intacto del otro hombre. —Una cosa horrible —dijo otra voz perdida en la muchedumbre, chillando de pánico—. Primero los Toms, ahora Big Dave y Lanny. ¡Quiero saber lo que el Oficial Tucker planea hacer sobre esto! Kade anduvo al lado de Alex cuando ella se dirigió hacia Zach, quien estaba parado cerca de la entrada de la clínica, sosteniendo su teléfono celular en la oreja. Él la reconoció de inmediato con apenas un vistazo, mientras continuaba dando órdenes a alguien en el otro extremo de la línea. —Zach —dijo ella—. Necesito hablar contigo —Estoy algo ocupado —dijo rápidamente. —Pero, Zach —¡Ahora no, maldición! ¡Tengo muerto a un hombre y el otro sangrando como un puerco y al maldito pueblo le dio por acosarme! Kade apenas podía contener el gruñido de rabia que amenazaba con salir de su garganta y el instinto protector que le clamaba destrozar al humano. Su propio enojo burbujeaba peligrosamente, sus músculos se tensaron y se

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prepararon para una lucha que comprendió él estaba más ansioso por comenzar. En lugar de aquello, tomó a Alex sutilmente por el brazo y se interpuso entre ella y el otro hombre. —Vamos —le dijo él, guiándola a dar marcha atrás y obligándola a volver a la muchedumbre—. Vamos a alguna otra parte hasta que las cosas se calmen. —No —dijo ella—. No puedo irme. Necesito ver a Big Dave. Necesito estar segura. Ella se aparto bruscamente de él y avanzo dándose prisa por el pavimento hacia la clínica, con Kade pisándole los talones. El interior del lugar estaba en un completo silencio, sólo el zumbido de las luces fluorescentes del techo proyectaban el área de recepción vacía y más allá el vestíbulo que conducía hacia los cuartos de observación. Tal y como se apreciaba la clínica, con su falta de personal, no parecía que estuviera apta para encargarse de mucho más que el ajetreo ocasional o las jornadas de vacunación. Alex se dirigió por el vestíbulo a un ritmo marcado, rápido. —¿Dónde estará Fran Littlejohn? Ella nunca soportaría semejante frío estando aquí —murmuró Alex, casi al mismo ínstate en que Kade notaba también la temperatura. Como el frío del ártico. Ella avanzo apresuradamente por el vestíbulo hacia una de las habitaciones. La única con la puerta completamente cerrada. Alex puso su mano sobre la manija. Pero no cedió. —Qué extraño. Esta cerrada con llave. Los instintos del guerrero que había en Kade se iluminaron como petardos. —Apártate.

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Él ya estaba parado en frente de ella, moviéndose más rápido y sus ojos difícilmente pudieron seguirlo. Agarró la manija de la puerta y la giro fuertemente. La cerradura se rompió, haciendo pedazos los mecanismos de la chapa en un instante. Kade abrió la puerta… y se encontró mirando fijamente a los ojos fríos de un muerto, de un Subordinado. —¿Skeeter? —la voz de Alex sonó un poco alto por la sorpresa, y la sospecha—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? El asunto del Subordinado estaba completamente claro para Kade. En el suelo al lado de la cama de Big Dave estaba tendida una mujer de mediana edad con el uniforme de la clínica. Sin duda, inconsciente, pero todavía respiraba que era lo mejor que podía decir a comparación de su paciente en la cama. —¡Fran! —gritó Alex, corriendo al lado de la mujer. La atención de Kade se concentro en otra parte. El cuarto rebosaba con el predominante hedor de sangre humana. Si hubiera estado fresca, la respuesta fisiológica de Kade habría sido imposible ocultar, pero el olor estaba rancio, las células muertas. No parecía Big Dave, quien se encontraba tendido en la cama, visualmente casi irreconocible por la gravedad de sus heridas. Todo lo que Kade necesitaba era un olorcillo de hemoglobina coagulada y derramada para saber que el hombre ya tenía varios minutos de estar muerto. —A mi Amo le fue desagradable escuchar hablar del ataque de hoy —dijo el Subordinado, su rostro era delgado, pálido y sin expresión. Detrás de él estaba una ventana abierta, obviamente ese fue su medio de entrada a la habitación. Y en su mano tenía un par de tijeras de sutura ensangrentadas que habían sido usadas para acabar con la vida de Big Dave, profundizando sus heridas.

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—¿Kade… de que está hablando? Skeeter sonrió en dirección a Alex, una peculiar y extraña sonrisa —A Mi Amo tampoco le ha agradado escuchar hablar sobre ti. Un testigo es un problema en general, como entenderás. —Oh, Dios mío —murmuró Alex—. ¿Skeeter, qué estás diciendo? ¿Qué has hecho? —Tu… hijo de perra —siseó Kade, lanzándose al Subordinado y mandando a Skeeter a parar al suelo en un impetuoso ataque—. ¿Quién te mando, eh? ¡Contéstame! Pero el esclavo de mente humano sólo lo miró y luego le sonrió con desprecio, a pesar de los insultos que Kade le soltó. —¿Quién demonios es tu Maestro? —demandó y golpeó a Skeeter de nuevo. Y una vez más—. Habla, maldito pedazo de mierda. Las respuestas que esperaba no las escucho. Alguna parte irracional de él le lanzaba el nombre de Seth a la cabeza, pero eso no era muy probable. Aunque Kade y su gemelo eran de Raza, su linaje de sangre no era lo bastante viejo o lo bastante puro por parte de ellos como para crear a un Subordinado. Sólo las primeras generaciones de la Raza de vampiros tenían el poder para agotar a un humano hasta llevarlo al borde de muerte, luego tomaban el control de su mente. —¿Cuáles eran sus órdenes? —golpeó al Subordinado que sonreía abiertamente, con la cara ensangrentada, y una expresión desalmada—. ¿Qué te ha dicho tu Amo sobre Alex? Detrás de él, por el contrario, su voz se escucho a través de la violencia y furia burbujeando de él. —Kade, por favor… detente. Estás asustándome. Detente ahora y déjalo ir.

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Pero él no podía detenerse. No podía dejar ir al humano que una vez había sido Skeeter Arnold, no en este momento. Sin saber lo que era. Sin saber lo que podrían ordenarle que le hiciera a Alex si estuviera suelto para llevar a cabo nuevamente los deseos de su Amo. —Kade, por favor… Con un rugido animal, sujeto la cabeza del Subordinado en sus manos y le dio un vuelco salvaje. Destrozando los huesos y terminaciones nerviosas, luego sonó un golpe seco mientras dejaba caer el cráneo sobre el suelo. Oyó la respiración entrecortada de Alex a sus espaldas. Pensó que tal vez ella gritaría, pero permaneció absolutamente callada. Cuando Kade se dio la vuelta para mirarla, no era difícil leer la confusión y el completo shock que mostraban sus grandes ojos castaños claros. —Lamento que tuvieras que ver esto —le dijo él tranquilamente—. No podía hacer menos, Alex —Tú… lo mataste. Acabas… acabas de matarlo… con tus propias manos. —Él ya estaba muerto, Alex. Solo es una fachada. Realmente ya no era humano —Kade frunció el ceño, al comprender que eso debió sonar extraño para ella por la expresión confusa y desconcertada que mostraba su cara. Se levantó lentamente y ella dio un paso hacia atrás, fuera de su alcance. —No me toques. —Ah, Maldición —murmuró él, pasando sus dedos sobre el cuero cabelludo. Ella había sobrepasado el límite de violencia en su vida; la última cosa que necesitaba era estar en una velada más por su relación con él—. Odio que te encuentres aquí justo en este momento, viendo esto. Pero puedo explicarlo…

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—No —dijo ella y sacudió abruptamente su cabeza—. No, tengo que encontrar a Zach. Tengo que traer ayuda por Big Dave y tengo que… —Alex —Kade tomó sus brazos en un ligero agarre sin mucha presión—. No hay nada que pueda hacerse ahora por estos hombres. Y el que involucres a Zach Tucker o alguien más en esto sólo va a hacer más peligrosas las cosas… no solo para ellos, si no para ti también. No correré ese riesgo. Ella lo miró fijamente, sus ojos buscando los suyos. En el silencio que pareció extenderse y llenar la habitación, la enfermera que Skeeter había golpeado y mandado al suelo empezó a despertarse y a recuperar la conciencia. La mujer gimió, y masculló algo imperceptible. —Fran —dijo Alex, girándose para ayudar a incorporar a la otra mujer. Kade bloqueó su camino. —Ella estará bien. Con Alex mirándolo cautelosamente, él fue al lado de la mujer y suavemente puso su mano sobre su frente. —Duerme ahora, Fran. Cuando despiertes, no recordarás nada de esto. —¿Qué le estás haciendo? —exigió Alex, su voz subió de tono mientras la enfermera se relajaba bajo su toque. —Será más fácil para ella si olvida que Skeeter estuvo aquí —le dijo él, asegurando que la mente de Fran olvidara el ataque y algún recuerdo que pudiera tener también de Kade y Alex aquí—. Será más seguro para ella de esta manera. —¿De qué estás hablando? Kade giró su cabeza para enfrentarla. —Hay más cosas concernientes a tus miedos de lo que imaginabas, Alex. Mucho más. Ella lo miró fijamente. —¿Qué estás diciendo, Kade?

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—Hoy en la mañana, en la cabaña, dijiste que confiabas en mí, ¿verdad? Ella tragó, y luego asintió. —Entonces confía en mí, Alex. Ah, maldición. No confíes en nadie excepto en mi —le echo un vistazo al cuerpo de Skeeter Arnold el cadáver del Subordinado tenía que ir a parar a alguna otra parte, y rápido—. Necesito que vuelvas afuera. No puedes decirle nada a nadie sobre Big Dave o Skeeter o lo que pasó aquí hace un momento. No le comentes a nadie lo que has visto aquí, Alex, a nadie. Necesito que te marches, vete a casa, y espérame a que yo vaya por ti. Prométemelo. —Pero él… —su voz se apagó mientras ella gesticulaba hacia el cuerpo tirado en el suelo. —Me ocuparé de todo. Todo lo que necesito es que tú me digas que confías en mí. Que me crees cuando te digo que no hay razón para que estés asustada. Mucho menos de mí. —él extendió la mano para acariciarle la mejilla, viendo que ella no retrocedía o se apartaba de él. Estaba pidiendo endemoniadamente que ella no se apartara más de él—. Ve a casa y espérame, Alex. Estaré allí en cuanto pueda. Ella pestañeó un par de veces, luego dio unos pasos hacia atrás. Sus ojos estaban vacíos mientras se daba la vuelta y abría lentamente la puerta, por un momento se preguntó si su miedo se filtraba demasiado fácil de ella. —Está bien —le dijo él—. Confío en ti, también, Alex. Él se dio la vuelta y escuchó cuando ella salió y lo dejó para que limpiara su desorden solo.

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Capítulo 17 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Camille

E

n un instante, su mundo había cambiado completamente. Alex se alejó de Kade, sorprendida de que sus piernas

funcionaran cuando en su mente aparecían las imágenes de todo

lo ilógico que acababa de ver, no sólo refiriéndose a Skeeter Arnold, también a Fran Littlejohn. ¿Era algún tipo de hipnotismo el que había usado sobre ella, o era algo más poderoso lo que hizo que la mujer perdiera su fuerza de voluntad tan fácilmente? Y Skeeter… ¿Qué quiso decir, diciendo todas esas extrañas cosas de Kade, él hablaba como si estuviera cumpliendo órdenes de su ―Amo‖? Eso fue una conversación loca, aún para Skeeter al cual ya consideraba un poco loco. No había parecido muy peligroso, era un perdedor, traficante de drogas, pero no lo había considerado en una categoría más alta que eso. Pero ahora, todo había cambiado terriblemente. Algo casi inhumano. Ya no está realmente vivo… sólo es una cáscara. Había matado a Big Dave a sangre fría, y Kade le había roto el cuello a Skeeter con sus manos. Oh, Dios. Nada tenía sentido para ella.

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Hay más monstruos de los que conoces, Alex. La advertencia de Kade se repetía en su cabeza a cada rato. Esto no podía pasar. ¿Cómo podría ser real todo esto? Pero sabía que lo era, estaba tan segura de que era real como siempre lo estuvo acerca de lo que había pasado hace muchos años en Florida. No confíes en nadie más que en mí. Alex no estaba segura de si había otra opción. ¿Quién más la tenía? Lo que le dijo Kade en la clínica solamente la había dejado con más preguntas de las que tenía preparadas. Estaba aterrorizada e incierta, ahora más que nunca. Kade era peligroso, lo había visto matar a una persona en menos de un minuto. Pero aún así él era protector, no sólo con ella, sino también con Fran Littlejohn, una mujer que ni siquiera conocía. A pesar de todo lo que había dicho y hecho hace un momento, Kade era un ancla sólida en una realidad que de repente Alex se había ido a la deriva. Era su fuerza y la confianza que la animaba mientras miraba a la pequeña multitud agrupada frente a la clínica. Las docenas de caras que conocía hace mucho tiempo atrás, ahora le parecían forasteros. Incluso Zach, quien en ese momento la estaba mirando, ahora ella desconfiaba de todo el mundo. Zach la seguía mirando, pero siguió caminando, estaba desesperada por salir de allí. —Alex. Sintió que una flecha de pánico la atravesaba. Zach era la última persona que quería ver en ese momento, anduvo un poco más rápido. —Alex, detente allí —él caminó muy rápido hacia ella y la agarró de la chaqueta—. ¿Puedes esperar un maldito minuto?

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Considerando que no tenía opción, se detuvo. Eso fue una lucha para disimular lo que realmente sentía. Zach frunció el ceño. —¿Estás bien? Estás pálida. Ella sacudió su cabeza y se encogió de hombros. —Solamente estoy un poco en shock por todo lo ocurrido. —Sí, es una mierda. Escucha, siento mucho haberte hablado como lo hice, pero últimamente las cosas han ido de mal en peor. Alex tragó, asintiendo. Él aún no sabía ni la mitad de lo que realmente sucedía. No confíes en nadie más que en mí ahora... no le digas a nadie lo que has visto aquí, Alex. Prométemelo. Las palabras de Kade fueron a la deriva por sus pensamientos mientras Zach la miraba fijamente. —¿Y? Tienes toda mi atención, por el momento al menos. ¿De qué querías hablar conmigo? —Um… —Alex buscó una respuesta, sintiéndose extrañamente inquieta por la forma en que Zach parecía mirarla con especulación, incluso sospecha—. Sólo… estaba preocupada por Big Dave, por supuesto. ¿Cómo está? ¿Cómo, um, crees que lo logré? Las preguntas se sintieron torpes sobre su lengua, especialmente cuando su corazón todavía golpeaba con fuerza después de lo que había visto en la clínica. La expresión de Zach se torno un poco más escrutadora. —Pero si tú misma lo viste, ¿no?

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Ella sacudió su cabeza, no estaba segura de que pudiera decir una mentira convincente. —¿No te vi entrar, a ti y a tu, ah, nuevo amigo? —él hizo el gesto de buscarlo con la cabeza—. ¿Dónde está, de todos modos? ¿Todavía dentro? —No —dijo ella—. No sé de qué estás hablando. Kade y yo estuvimos aquí afuera todo el tiempo. Él ya se fue. Antes de que Zach pudiera comprobar que Kade estuviera ahí, fue interrumpido por Fran Littlejohn que salió gritando. —¡Dónde está el Oficial Tucker! ¿Dónde está Zach? ¡Alguien que llame al Oficial Tucker de inmediato! Alex la miró fijamente, aguantando un sentimiento creciente de temor cuando la cabeza de Fran se balanceó, buscando entre la multitud. —Aquí estoy —gritó Zach—. ¿Qué pasó? —¡Oh, Zach! —la técnica clínico exhaló un suspiro, sus gruesos hombros decaídos—. Me temo que lo perdimos. Acababa de darle otra dosis del sedante, y me di vuelta por lo que podría haber sido un minuto como máximo. Cuando lo volví a mirar, ya había muerto. Big Dave está muerto. —Maldito sea —refunfuñó Zach. Aunque él estuviera hablándole a Fran, le pegó un vistazo rápido a Alex—. ¿Nadie más estuvo contigo allí, Fran? —Solamente yo —dijo ella—. Pobre Dave y pobre Lanny. Dios los bendiga. Una onda de murmullos suaves y oraciones susurradas se extendieron entre la multitud, Alex aclaró su garganta. —Tengo que irme, Zach. Ha sido un día muy largo, y estoy muy cansada. Por lo tanto, a menos que tengas más preguntas…

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—No —dijo Zach, pero su mirada decía otra cosa—. Anda a casa Alex. Si necesito preguntarte algo, sé dónde encontrarte. Ella cabeceó, incapaz de despedirse, ya que sentía que el comentario que le hizo Zach tenía un tono amenazador, así que se alejo lo más rápido que pudo. Aproximadamente a cinco millas de Harmony, en lo más profundo del páramo congelado, Kade llevaba en sus hombros el cuerpo sin vida de Skeeter Arnold, lo dejó caer por un barranco. Kade estuvo allí de pie durante un momento, hasta que el cadáver del Subordinado estuvo fuera de su vista, dejando que el aire amargo y frío llenara sus pulmones, mientras miraba fijamente hacia la nada. El cielo estaba oscuro, la tierra estaba cubierta por nieve. A lo lejos escuchó el grito de un lobo, que se disponía a correr con su manada, por un instante Kade se sintió tentado a ir con ellos. Tentado a huir de todo el caos que le esperaba en Harmony, la verdad es que tenía un poco de miedo por tener que enfrentar a Alex y contarle toda la verdad. ¿Lo despreciaría por lo que tenía que decirle? ¿Se alejaría de él por miedo a su naturaleza? No la culparía si lo hiciera. Sobre todo después de lo que ella había vivido de niña y ahora, habiéndolo visto matar a un hombre ante sus ojos, ¿Cómo podía esperar que lo mirara como algo más que un monstruo? —Ah, mierda —refunfuñó Kade, pateando la nieve que estaba bajo sus pies cerca del borde del barranco—. ¡Mierda! —¿Problemas, hermano?

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Era una voz familiar pero muy inesperada, sintió como una corriente eléctrica bajando por su cuerpo. Kade giró hacia el lugar de donde provenía la voz, automáticamente agarró uno de los cuchillos que tenia sobre su cinturón. —Tranquilo —le dijo Seth, arrastrando sus palabras lentamente, inclinando su cabeza para indicar el borde del barranco directamente detrás de Kade—. Mejor mira por donde pisas. Kade miró con furia a su gemelo. —Podría decirte lo mismo… hermano. Él guardó el cuchillo en su cinturón cautelosamente después de que Seth le diera una mirada detenidamente al barranco. Seth gruñó. —No es el modo más inteligente de esconder un cadáver, supongo que no les tomará mucho tiempo encontrarlo. —Sí, tú definitivamente tienes que saber cómo esconder un cadáver, ¿verdad? Seth lo miró a los ojos, era como ver sus propios ojos de color plata, era como mirar su propio rostro en un espejo. Excepto por su pelo de color negro que era más corto que el de Seth, su hermano tenía un aspecto descuidado, el pelo estaba un poco largo y enredado, sus mejillas y mandíbula estaban manchadas con arena y mugre. Su cara era más flaca de lo que Kade recordaba. Él miró el destello salvaje en su mirada. —¡Maldita sea! ¿Dónde estabas metido? —exigió él—. ¿Cuánto tiempo has estado realizando tus matanzas? Seth rió silenciosamente, con un oscuro entretenimiento. —No soy yo el que viene a botar a un humano al barranco.

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—Era un Subordinado —Kade lo corrigió, a pesar de que sentía que debía explicárselo a sí mismo. —¿Realmente? —Seth arqueó una ceja—. Un Subordinado aquí, en el lugar más frío del mundo... interesante. —Sí, así es —dijo Kade—. Y tú no has contestado mi maldita pregunta. La boca de Seth se curvo en una sonrisa oscura. —¿Cuál es el punto de decir algo que ya sabes? —Tal vez necesito oírlo de tus propios labios. Dime cómo has estado acechando y matando a los humanos desde que dejé Alaska hace más de un año, infierno, esto ha estado pasando durante mucho más tiempo que eso, ¿no? —siseó agudamente con disgusto—. Encontré algo que podrías reconocer. Aquí… Sacó el diente de oso de su bolsillo y se lo arrojó a su hermano gemelo. —Ahora tienes un juego completo —dijo Kade—. Este, y él que le quitaste al hombre nativo cuando lo mataste el invierno pasado. Seth lo cogió y le echó un vistazo a la palma de su mano, mientras tocaba con sus dedos su enfermizo premio. —Por lo que veo has estado en el Darkhaven —murmuró Seth—. Y has estado rebuscando entre mis cosas, que grosero de tu parte. Muy retorcido y deshonesto, Kade. Ese ha sido siempre más mi estilo que el tuyo. —¿Qué pasó, Seth? ¿Matar a una sola persona ya no te satisfacía, que ahora matas a muchas personas al mismo tiempo? Kade miró como la expresión de su hermano cambiaba de una sonrisa macabra a una expresión de confusión.

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—No sé de qué estás hablando. —¿Ahora te vas a quedar ahí parado diciéndome que no sabes de qué te hablo? Eres increíble —se mofó Kade—. He visto los cuerpos o lo que dejaste de ellos. Mataste a una familia entera, fueron seis vidas en una sola noche, estás enfermo. Y hoy añadiste a tu lista dos cuerpos más, cuando atacaste a aquellos hombres de Harmony. —No fui yo —Seth negaba con la cabeza. Tenía las bolas, incluso, para parecer insultado—. Te equivocas, si allí hubo matanzas, cómo afirmas, no son mías. —No me mientas, maldita sea. —No te estoy mintiendo. Soy un asesino Kade. Se podría decir que tengo un… problema. Pero incluso mi moral pervertida tiene sus límites. Kade lo miró fijamente para evaluarlo. Incluso después de un año sin verlo, conocía a su gemelo lo bastante bien como para saber que Seth decía la verdad. —Nunca he matado a una familia entera, y tampoco soy responsable de los dos hombres que fueron atacados hoy. Kade sintió que un frío recorría su cuerpo, si su hermano decía la verdad sobre esto. Y no había matado a la familia Toms, ni a Lanny, ni a Big Dave. Si no fue Seth, ¿entonces, quién? Kade había abandonado hace mucho tiempo la idea de que Renegados fueran responsables, sin informes de desaparición de machos de la Raza de la región de habitantes del Darkhaven o algún otro indicador de que hubiera vampiros en la agonía de la Adicción a la sangre sueltos en el área. Entonces, ¿qué posibilidad quedaba?

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¿Podría ser el vampiro que había hecho a Skeeter Arnold un Subordinado? ¿Y si era así, por qué una clase poderosa de la Raza preferiría cazar en un lugar tan remoto, como la escasamente poblada Alaska, cuándo él podría escoger grandes ciudades, con una población mucho mayor? Definitivamente las cosas no cuadraban. Pero nada de eso disculpaba los crímenes de Seth o sus acciones sin arrepentimiento. —¿Qué te pasó? —preguntó Kade, mirándolo fijamente a la cara, que era como si estuviera mirando su propio rostro, el hermano que él todavía amaba, a pesar de todo lo que había hecho—. ¿Por qué, Seth? ¿Cómo fue que perdiste el control? —¿Perder el control? —Seth sonrió, sacudiendo su cabeza—. Si cuándo cazamos es cuando más tenemos control de la situación. Somos miembros de la Raza, mi hermano. Es lo que somos, está en nuestra sangre. Nacimos para cazar. —No —Kade escupió una negativa cuando Seth comenzó a merodear lentamente a su alrededor. —¿No? —preguntó, ladeando su cabeza en cuestión—. ¿No es por lo que tomaste la oportunidad de unirte a la Orden? Dime que no disfrutas de tu licencia para matar en nombre de Lucan y tus hermanos de armas en Boston. Dilo, y seré el único de pie aquí al que puedas llamar mentiroso. Kade apretó sus muelas, ya que había algo de verdad en las palabras de Seth. Se unió a la Orden para huir de Alaska, y para sentir la adrenalina aunque en sus cazas sólo intervinieran Renegados. Pero ahora había un objetivo más alto en su trabajo en la Orden, y era encontrar a Dragos. Y él no dejaría que Seth lo envolviera en sus juegos enfermos. —No puedes seguir con todo esto, Seth. Tienes que parar.

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—¿Piensas qué no lo he intentado? —sus labios se curvaron para arriba mostrando parte de sus colmillos—. Al principio, cuando éramos jóvenes, realmente traté de contener… mis impulsos. Pero el salvajismo insistió en llamarme. ¿No te llama a ti? —Cada minuto que estoy despierto —reconoció Kade en voz baja—. A veces, incluso en mis sueños. Seth se burló. —Pero desde luego, tú, el único noble, se le resiste. Kade lo miró fijamente. —¿Cuánto tiempo llevas odiándome, hermano? ¿Qué pude haber hecho de otra manera para hacerte ver que nunca hubo una competencia entre nosotros? No teníamos nada que demostrarnos. Seth no dijo nada, simplemente lo miró fijamente. —Has cometido errores, Seth. Todos lo hacemos. Pero todavía hay algo bueno en ti. Sé que lo hay. —No —Seth sacudió su cabeza enérgicamente, el tic nervioso de una mente enconada—. Siempre fuiste el fuerte, todo lo bueno está en ti, no en mí. Kade se mofó. —¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes pensarlo? Tú, el hijo preferido, la esperanza de la familia. Mi padre siempre lo ha hecho notorio ante todos. —Padre —Seth contestó, exhalando bruscamente—. Si él siente algo por mí, es compasión. Yo siempre lo he necesitado, cuando tú no lo has hecho. Eres igual a él, Kade. ¿Ninguno de ustedes puede verlo en la forma en que yo lo hago?

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—Tonterías —dijo Kade, determinado a rechazar la idea. —Y cuando te fuiste y te uniste a la Orden —siguió Seth—. Te fuiste y me hundí más en tu sombra. Quise odiarte por irte. Infierno, tal vez lo hago. —Si necesitas una excusa para lo que has hecho, entonces que así sea — dijo Kate salvajemente—. Cúlpame, pero tú y yo sabemos que sólo estás buscando una forma de justificar lo que has estado haciendo. La risa de respuesta de Seth fue más un gruñido, desde lo más profundo de su garganta. —¿Realmente piensas que busco una justificación? ¿O alguna clase de absolución? Mato porque puedo. No voy a parar, porque esto es parte de mí ahora. Disfruto haciéndolo. —Si eso es verdad, entonces, me compadezco de ti. Estás enfermo, Seth. Debería ponerle fin a tu miseria… ahora mismo. —Deberías —le contestó Seth—. Pero no lo vas hacer, no puedes porque soy tu hermano. Tus principios nunca te dejarían hacerme daño y lo sabes. Esto es una línea que nunca cruzaras. —No estés tan seguro. Cuando dijo eso, un lobo aulló una vez más, desde algún sitio cerca de ahí. Kade echó un vistazo sobre su hombro, hacia la oscuridad del bosque, sintiendo lo salvaje pasar por sus venas. Como también debió sentirlo Seth. A pesar de que debía odiar a su hermano, no podía. Y aunque su amenaza era bien merecida, supo en su corazón que Seth tenía razón. Kade nunca podría hacerle daño. —Tenemos que resolver esta mierda, Seth. Déjame ayudarte…

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Cuando giró su cabeza para enfrentar a su gemelo otra vez, todo lo que había era el paisaje vacío del invierno… y la comprensión amarga de que cualquier esperanza que tuviera con Seth había desaparecido junto con él.

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Capítulo 18 Traduccion S.O.S por: Melo Corregido por: Gemma

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ada paso era una agonía. Cada centímetro de su cuerpo desnudo estaba ampollado

y en carne viva por la exposición ultravioleta, su normalmente

rápido proceso de curación estaba obstaculizado por los daños que le había causado la explosión de la escopeta que le había destrozado el muslo y el abdomen. La sangre fresca podría acelerar la regeneración necesaria. Una vez alimentado, sus tejidos blandos y sus órganos podrían repararse en pocas horas, al igual que su piel, pero no podía arriesgarse a estar otro minuto más sin buscar un lugar adecuado para protegerse. Había sobrevivido a duras penas a la luz del día, obligado a huir de la cueva después de que los humanos se habían tropezado con él allí. Corrió, estando sangrado y dolido, a los bosques circundantes, con los rayos letales del sol fuera de la cueva. Había tenido sólo el tiempo suficiente para cavar un agujero profundo en un montículo lleno de nieve dura y enterrarse dentro ante la gravedad de sus múltiples lesiones, su cuerpo cayó al suelo y quedó inconsciente. Ahora, poco tiempo después de que hubiese despertado para darle la bienvenida a la oscuridad, sólo sabía que necesitaba buscar refugio antes de que el nuevo amanecer llegara. Necesitaba encontrar un lugar seguro para recuperarse aún más, así estaría lo suficientemente fuerte para volver a cazar y alimentar sus células dañadas.

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Sus pies se arrastraban en la nieve iluminada por la luna, con un paso lento y vacilante. Despreciaba su debilidad física. Odiando esto recordó las torturas que había sufrido durante su cautiverio. Pero la animosidad lo llevó ahora, a obligar a los músculos de sus dañadas piernas a moverse. No sabía cuánto tiempo ni hasta dónde había andado. Fácilmente kilómetros desde la cueva hasta su refugio improvisado en la nieve. Delante de él, vio un brillo de color naranja oscuro a través del velo de las siluetas de las hojas de un tronco. Una residencia de humanos, aparentemente ocupada y alejada de cualquier otro signo de civilización. Sí, lo haría. Echó el tallo hacia adelante, ignorando el dolor centrando toda su atención en la pequeña cabaña y la presa desprevenida dentro de ella. Al acercarse, agudizando el oído, escuchó sonidos lúgubres de sufrimiento humano. Era débil, amortiguada por los trocos y las ventanas de vidrio con persianas. Pero la angustia era evidente. Una mujer estaba llorando dentro de la cabaña. El depredador se deslizó hasta el lado del domicilio y apretó los ojos a una grieta en la persiana de madera que cubría la ventana protegiéndola del frio. Ella estaba sentada en el suelo delante de un fuego que se apagaba, bebiendo de una botella —consumida hasta la mitad— de líquido ámbar oscuro. Delante de ella estaba una caja de donde salían imágenes impresas, esparcidas en desorden a su alrededor. Una pistola grande y negra yacía en el suelo junto a su rodilla doblada. Estaba llorando, una tristeza increíble salía de ella. Podía sentir el peso abrumador de su dolor, y sabía que el arma no estaba a su lado como un medio de protección. No esta noche. - 220 -

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La escena quedo en pausa, pero sólo por un momento. Ella debió haber sentido los ojos de él en ella. Su cabeza súbitamente giró a un lado, sus ojos enrojecidos clavados en el mismo lugar donde él estaba, ocultándose con la persiana cerrada y en la oscuridad de la noche. Pero ella lo sabía. Se levantó, cogiendo el arma mientras se tambaleaba. Él retrocedió, sólo para mover los pies en silencio hacia la puerta delantera de la cabaña. No estaba cerrada con llave, no es que pudiera detenerlo si lo estuviera. Apretó el pestillo con su mente, abrió la puerta. Estaba dentro de la cabaña y tenía las manos envueltas en torno a la garganta de la mujer antes de que ella se diera cuenta que estaba allí. Antes de que pudiera abrir la boca para gritar, antes de que pudiera ordenarle a su bebida, impedir sus reflejos para sacar la pistola y disparar en defensa del ataque repentino, inclinó la cabeza y hundió sus colmillos en la carne blanda de su esbelto cuello.

*****

Alex se sentó a la mesa de la cocina con Luna reposando a sus pies. Todas las luces en la casa, estaban encendidas, todas las puertas y ventanas cerradas con llave. Hacía casi dos horas. Ella no supo qué hacer más que esperar. Mientras Luna dormía tranquilamente, felizmente inconsciente, cerca de sus dedos debajo de la mesa,

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la mente de Alex había estado dando vueltas. Batida por cuestiones que apenas se atrevía a preguntar, y preocupándose por un hombre que la había dejado preguntándose quién —o qué— era en realidad. Pero la pequeña voz en su interior que tantas veces le instó a correr cuando las cosas le daban miedo se quedó en silencio cuando pensaba en Kade. Sí, ella no estaba muy segura después de lo que había visto hoy. Temía que la ruta que tenía por delante pudiera ser aún más inestable que el pasado que había dejado tras de sí. Pero correr era lo último que pensaba hacer, ahora no. Nunca más. Sin hacer nada, se preguntó cuánto estaba resistiendo Jenna. No podía ser indulgente con ella, oyendo acerca de las muertes en la ciudad cuando ella se acercaba al aniversario de su dolor personal. Alex buscó su teléfono celular, con ganas de escuchar la voz de su amiga. Estaba a punto de marcar el número de Jenna cuando hubo un golpe suave en la puerta de atrás. Kade. Alex colgó el teléfono y se puso de pie, moviendo la cálida pata de su mascota, quien gimió a modo de protesta antes de dejar caer la cabeza hacia atrás para dormir un poco más. Se desvió hacia la puerta donde esperaba Kade. Ahora que estaba allí, viéndose tan oscuro, inmenso y peligroso a través de la ventana de cristal, parte de su valor se tambaleó. Él no demandó o forcejeó para abrirse paso en el interior, aunque sabía sin la menor duda que había poco que pudiera hacer para impedirle entrar si eso era lo que pensaba hacer. Pero él simplemente estaba allí, dejándole toda la decisión a ella. Y porque él no la forzó, ella pudo ver una sombra de su incomodidad en las profundidades de sus ojos de plata penetrantes, que él no había estado allí antes, Alex abrió la puerta y lo dejó entrar.

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Dio un paso dentro de su pequeña cocina y le dio a ella un fuerte y largo abrazo. Sus brazos la rodearon, la abrazó, como si nunca quisiera dejarla ir. —¿Estás bien? —preguntó, apretando los labios en su pelo—. Odio dejarte sola. —Estoy bien —dijo ella, retrocediendo para mirarlo cuando finalmente la soltó—. Yo estaba más preocupada por ti. —No —dijo. Frunciendo el ceño, le acarició la mejilla, tragó saliva—. ¡Ah, Jesús! No te preocupes por mí. —Kade, ¿qué diablos está pasando? Necesito que seas sincero conmigo. —Lo sé —él la tomó de la mano y la llevó de nuevo a la mesa. Ella se dejó caer en la silla mientras él se sentaba a su lado—. Debería haberte explicado todo, tan pronto como me di cuenta... Su corazón se hundió un poco cuando sus palabras se apagaron. —Tan pronto como te diste cuenta, ¿de qué? —De que tú eres parte de esto, Alex. Una parte del mundo al que pertenezco y a los de mi especie. Debería haberte dicho todo esto antes de que me vieras matar ese Subordinado. Y antes de hacer el amor. Oyó el lamento en su voz por la intimidad que habían compartido, y sintió más que una pequeña punzada de dolor a causa de esto. Pero por otra parte —la peculiar forma con la que él se refirió a sí mismo y a los de su tipo, y el hecho de que de alguna manera estaba incluida en esa ecuación— fue lo que hizo que su mente vacilara al escuchar. Y luego estaba la palabra extraña que había usado para describir a Skeeter Arnold. —¿Un ―Subordinado‖? No sé qué se supone que significa eso, Kade. No sé lo que se supone que significa nada de esto.

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—Sé que no lo entiendes —se pasó la palma sobre su mandíbula, luego exhaló lanzando una maldición—. Alguien consiguió a Skeeter Arnold antes que yo. Alguien lo hizo sangrar, casi hasta el punto de matarlo, antes de traerlo de vuelta para que pudiera servir. Él ya no era humano, Alex. Era algo menos que eso. Alguien lo había convertido en un siervo, con una mente de esclavo. —Eso es una locura —murmuró, y tan malo era que quería rechazar lo que estaba oyendo, no podía descartar la oscuridad de Kade, su conducta sobria—. También dijiste que soy parte de esto. Parte de esto, ¿cómo? ¿Y qué quisiste decir en la clínica, cuando dijiste que había algo más que no sabía sobre el ataque a mi familia? ¿Cuál podría ser la posibilidad de conocer sobre los monstruos que tomaron a mi madre y a Richie? —Lo que hicieron fue monstruoso —dijo Kade, con tono ilegible, y consolador—. Pero hay otro nombre para ellos, también. —Vampiros —Alex nunca había expresado en voz alta la palabra, no en relación a los asesinatos de su madre y su hermano pequeño. Mantuvo su lengua como pasta amarga, aun después de haberlo escupido—. ¿Realmente estás tratando de decirme…? ¡Dios mío!, ¿realmente voy a creer que eran vampiros, Kade? —Renegados —dijo—. Adictos a la sangre y a la muerte. Pero también eran parte de una raza separada de los seres humanos llamada la Raza. Una raza muy vieja, no los no-muertos o condenados, pero viven, respirando en la sociedad. Han existido junto a la humanidad durante miles de años. —Vampiros —susurró, enferma con la idea de que nada de esto pudiera ser real. Pero era real. Una parte de ella había conocido esta verdad todo el tiempo, en el instante en que su familia fue devastada por el ataque hace unos años.

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Los ojos de Kade se mantuvieron fijos en ella. —En términos más simples, decir que ellos eran vampiros es bastante justo. Nada más le parecería sencillo. No después de todo lo que había visto. No después de todo lo que estaba oyendo ahora. Y definitivamente, no cuando se trataba de Kade. Ella sentía cómo la media, mientras la observaba, había una cierta cantidad de dolor en su sombría mirada, terminando en ella. —Me dijiste una vez que nada es sencillo. Nada en tu mundo es simplemente bueno o malo, blanco o negro. Hay tonos grises, dijiste. Él no parpadeó, sólo tenía una mirada resuelta. —Sí. —¿Eso es lo que me quieres decir? —ella tragó saliva y la voz se le quebró un poco—. ¿Es este el mundo en el que vives, Kade? —Ambos —respondió él con voz tan suave que la aterrorizaba—. Tú y yo, Alex. Los dos somos parte de él. Yo lo soy, porque mi padre es de la Raza. Y tú lo eres, porque llevas la misma marca de nacimiento que mi madre y un pequeño número, que muy pocas mujeres llevan. Tú eres una Compañera de Raza, Alex. Tus propiedades de sangre y tu inusual composición celular hacen que conectes con la Raza a un nivel más primitivo. —Eso es ridículo —ella sacudió la cabeza, recordando la ternura con la que había tocado la extraña pequeña marca roja de su cadera cuando estaban juntos en la cabaña hoy. Sin intentarlo, todavía podía sentir el calor de sus dedos en ese mismo lugar—. Una marca de nacimiento no me hace nada. Esto no prueba nada.

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—No —dijo él con cuidado. —Pero hay otras cosas que lo pueden demostrar. ¿Alguna vez has estado enferma en tu vida? ¿Siempre te has sentido un poco perdida, un poco separada, distinta de todas las otras personas a tu alrededor? Una parte de ti siempre ha estado buscando, buscando algo que no lograba comprender. Nunca has encontrado tu verdadero lugar de pertenencia en el mundo. Tengo razón, no, ¿Alex? Ella no podía hablar. Que Dios la ayudara, apenas podía respirar. Kade continuó. —También sientes que se te ha dado algo de una manera que realmente no puedes explicar, alguna habilidad innata que te separa del resto del mundo mortal. Quería decirle que estaba equivocado acerca de eso. Quería, pero no pudo. Todo lo que decía resumió su experiencia y sus sentimientos más íntimos. Era como si la hubiera conocido toda la vida... como si él la entendiera en un nivel que ni siquiera ella misma podía. Hasta ese momento, esto parecía imposible. —Desde que era niña, siempre he tenido un instinto para saber cuando alguien me está diciendo la verdad o una mentira —Kade asintió mientras hablaba, sorprendida. —Soy capaz de leer a los demás —dijo—, pero no a ti. —Es posible que tu talento sólo funcione en los seres humanos. Los seres humanos. No él, porque él era algo... otra cosa. Un frío la barrió sumergiéndose en ella totalmente. —¿Tú eres…? —se le quebró la voz, casi no quería seguir—. ¿Me estás diciendo que eres como ellos, los que mataron a mi madre y a Richie? Los que mataron a los Toms, a Lanny y a Big Dave?

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—No estoy seguro de quién tiene la culpa de los asesinatos recientes de aquí, pero yo no soy nada de eso. Y sólo los más enfermos, los más atroces de mi especie harían lo que le hicieron a tu familia, Alex. —se acercó y tomó su mano entre las suyas, llevó sus dedos a la boca y los besó con dolorosa ternura. Sus ojos de plata le sostuvieron la mirada con una intensidad que le quemaba, en el fondo. —Yo soy de la Raza, Alex. Pero nunca te haría daño, o a cualquier persona que ames. Nunca. Dios mío, estoy seguro que no te vi venir, no vi nada de lo que se viene. Nunca esperé que te terminara cuidando de esta manera. —Kade —susurró ella, sin saber lo que quería decirle después de todo lo que le acababa de contar. Estaba llena de preguntas y de incertidumbre, abrumada con una cantidad de emociones, todo ello concentrado en un hombre —uno de la Raza— quien le sujetaba la mano en ese momento, y su corazón. Como si entendiera el tormento que sentía, se apoyó en la pequeña mesa y la tomó en sus brazos. Alex se acercó a él, dejándolo ponerla en su regazo. —No sé qué pensar de todo esto —murmuró—. Tengo muchas preguntas. —Lo sé —él se apartó de ella y pasó sus dedos por su cara, y por la curva de su cuello—. Voy a responder cualquier cosa que me preguntes. Cuando vuelva, me puedes preguntar todo lo que necesites saber. —¿Cuando volverás? —la idea de que saliera, ahora, cuando su cabeza, infierno, todo su vida quedo al revés, era impensable. Se puso de pie, ayudándola a levantarse—. ¿A dónde vas?

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—Algo me ha estado molestando sobre Skeeter Arnold. Lo vi con alguien la otra noche, en las afueras de la taberna de Pete. Lo llevaron a una empresa minera a varias millas de aquí. —¿Cómo se llamaba? —Coldstream. Alex frunció el ceño. —Ese lugar está cerrado desde hace unos veinte años, pero oí que una nueva administración se mudó recientemente. Lo están manteniendo todo con mucha privacidad. Pusieron un puñado de equipos de vigilancia y vallas de seguridad alrededor del perímetro. —La nueva gerencia, ¿eh? —la oscura expresión de Kade dijo mucho. —¿No crees que…? —Sí, lo creo. Pero tengo que estar seguro. —Entonces voy contigo. Sus cejas oscuras chocaron entre ellas. —Absolutamente no. Podría ser peligroso. —Exactamente, porque no voy a estar aquí esperando y preocupada. Voy contigo —ella se acercó y agarró su chaqueta, fingiendo que no escuchó la maldición entre dientes detrás de ella—. Bueno, ¿vienes, o qué?

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Capítulo 19 Traducido por LORENAVARGAS1985. Revisado por Lizeth. Corregido por: Anjhely

y

a que su máquina de nieve todavía estaba estacionada en la casa de Alex desde esa mañana, ellos tomaron cada uno un trineo y salieron juntos, dirigiéndose a la Empresa Minera Coldstream a varias millas de distancia de la ciudad. La

mayor parte del camino fueron en trineo, a media milla de distancia del sitio anduvieron a pie con sus zapatos para la nieve, para no llamar la atención con ruidos. La exploración habría ido mucho más rápida si él hubiera sido capaz de hacerla solo, pero Kade estaba aliviado interiormente por tener a Alex a con él. Al menos de esta manera ella estaba cerca de él y el podría cuidarla. Si la hubiera dejado sola en la ciudad habría estado vulnerable, un concepto que hizo a su corazón estrujarse un poco más fuerte mientras recorría la tundra oscura y congelada a su lado. Delante de ellos a varios cientos de metros, focos de movían sobre la nieve, el complejo de la empresa minera estaba lleno de actividad. Como había sido el caso cuando Kade por primera vez vigiló el lugar, esta noche un puñado de

trabajadores

uniformados

continuaban

vaciando

uno

de

los

dos

contenedores de carga estacionados fuera de la entrada de la mina misma. Guardias con rifles automáticos patrullaban la barricada de enfrente; las cámaras de seguridad montadas estaban enfocando la terreno que rodeaba la alta valla de malla perimetral. - 229 -

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Kade se detuvo, poniendo su mano enguantada sobre el brazo de Alex. —Hasta aquí nos acercamos. —Pero tenemos que acercarnos más para ver lo que está pasando allí —susurró, una nube de su aliento penetrando la máscara de lana que protegía su cara. —Es demasiado peligroso para ti acercarnos más. Y tampoco te voy a dejar aquí sin mí. —Entonces volvamos a Harmony y vengamos en mi avión, de esa manera tendremos un mejor panorama de lo que está sucediendo ahí. —¿Y correr el riesgo de que alguien nos pueda identificar desde el suelo? —Kade dio una sacudida brusca con su cabeza—. No incluso si en Harmony hubiera cien pilotos que tengan pequeños aviones de color rojo. No, hay otra manera. Él respiró profundamente, dejando que un bajo aullido se fortaleciera poco a poco en su garganta. Luego lo envió hacía el cielo en un llamamiento largo y penetrante. Al cabo de sólo un momento una respuesta más salvaje vino de un lugar no muy lejos al oeste. Kade buscó la voz lupina con su mente, entonces, con una orden sin palabras, él convocó al lobo a salir a la noche. Alex se sobresaltó cuando vio al animal de pelaje plateado salir a la vista de los bosques y caminar directamente hacia ellos. —Está bien —le dijo Kade. La miró, su boca curvada ante su asombro—. Tú tienes tu talento, yo tengo el mío. —El tuyo es mucho mejor —murmuró en voz baja sin aliento. Él sonrió, y luego poso su mirada en los brillantes e inteligentes ojos del lobo. El escuchó silenciosamente las instrucciones que él le dio, entonces salió corriendo, sigiloso, para llevarlas a cabo.

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Alex lo miró, —¿Qué acabas de hacer? Y, um, ¿cómo? —Le pedí al lobo que nos ayude. Ella se acercara al sitio más de lo que nosotros podemos y así podrá compartir la información que obtenga conmigo, también me mostrará todo lo que vea. Alex se quedo en silencio cuando Kade se centró en la conexión temporal que lo puso dentro de los sentidos del lobo. Kade cerró sus ojos, sintiendo la caída rítmica de sus patas sobre la nieve, escuchando el jadeo suave en sus pulmones, el rimo constante y rápido de su corazón. Y a través de la aguda visión nocturna vio la valla y la alta seguridad de la edificación, los trabajadores —Subordinados, todos ellos, se dio cuenta ahora—, entrando y saliendo de la entrada cavernosa de la mina, equipo embalado rodante y grandes cajas de cartón sin marcar con sabe Dios qué tipo de suministros. La nueva administración se había movido, a la derecha y de la vista, ellos querían malditamente asegurarse que nadie se acercaría demasiado para ver lo que hacían. Y hablando de la nueva administración de la empresa minera… Las orejas del lobo se irguieron con atención, los instintos de conservación empujándola hacia abajo en cuclillas cuando un hombre grande con pelo rubio y de gusto caro en trajes salió de la mina. Aunque Kade nunca lo hubiera visto antes, él podría reconocer enseguida que el hombre era un macho de la Raza. Si su tamaño y su comportamiento no lo hubieran delatado, lo hubiera hecho la extensa red de dermaglifos que tenía. Los tatuajes se podían ver en sus brazos, justo al término de la camisa que tenía arremangada y en su pecho donde tenía su camisa blanca desabotonada, claramente lo delataban como un anciano de la Raza. Fácilmente lo bastante poderoso como para convertir a un humano como Skeeter Arnold, en su Subordinado.

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Y acompañándolo como un perro obediente estaba otro macho de Raza. Si el vestido como un banquero de Wall Street era formidable simplemente por la pureza de su linaje, entonces el individuo parado junto a él ganaba por un kilometro y medio. Armado hasta los dientes y vestido de la cabeza a los pies con uniforme de combate negro, con la cabeza rapada, cubierta con densos glifos, se trataba de un nuevo enemigo con el que Kade y el resto de la Orden se habían familiarizado recientemente. Por los ojos del lobo, pudo ver un collar negro alrededor del cuello del asesino, un aparato electrónico con un dispositivo explosivo que le aseguraba lealtad a su creador. —¡Ah, mierda! —refunfuño Kade en voz alta, cuando observó la escena a través de los ojos lobunos de su ayudante—. Dragos ha enviado a uno de sus asesinos aquí. —¿Quién? —susurró Alex al lado de él—. ¿Asesinos? Oh, Dios mío Kade, dime lo que estás viendo. Él sacudió su cabeza, incapaz de explicarle, ya que el temor de sus sospechas lo estaban atormentando. ¿Por qué Dragos enviaría al comandante de sus operaciones y a un creado-recientemente Gen Uno de su escuadra personal a la mitad de la nada en Alaska? ¿Qué diablos estaban haciendo aquí?. Una vez que los vampiros entraron a uno de los edificios, Kade le ordenó al lobo que cambiara su posición, para poder ver que había dentro, ocultándose para escabullirse perímetro abajo y avanzar sigilosamente. Necesitaba tener una mejor visión de los contenedores de carga, en particular el que los Subordinados parecían tratar con tanto cuidado, en el que ahora podía notar las enormes abolladuras a sus lados y con daños en las bisagras de las puertas dobles de atrás.

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Esperó, con el corazón palpitando agitadamente, mientras que el lobo cavaba en la nieve para poderse meter cautelosamente bajo la valla. Se estiró, pasó y avanzó, sabiendo instintivamente aguardar en las sombras. Mientras la loba se acercaba lentamente a los contenedores sin llamar la atención, los músculos de Kade se tensaron. Había supuesto que encontraría malas noticias en esos contenedores, y había estado muy convencido de eso. Cuando aquel valiente lobo asomo su cabeza por las puertas abolladas, observo lo que había sido un espacio refrigerado, instantáneamente Kade, comprendió los pequeños detalles que ella le mostraba. Vio una caja muy grande hecha de acero y hormigón, hecha añicos, su tapa había sido arrancada y reducida a escombros. Vio las manchas de sangre seca, casi negra en el suelo y en las paredes de una jaula que apestaba a los de su propia clase mientras el lobo registraba el hedor por sus orificios nasales. Vio unos grilletes de titanio que alguna vez habían servido para rodear unas muñecas gruesas y unos tobillos muy grandes de una criatura que la mayor parte de la población de la Raza creía extinguida hace siglos… una criatura la cual la Orden sabía muy bien, que de hecho, todavía vivía. Un Antiguo. Uno de sus antepasados, los primeros que llegaron al planeta Tierra hace muchos millones de años. Era la criatura que había estado utilizando Dragos para llevar a cabo sus dementes objetivos. ¿Dragos y sus socios lo habían movido hacia el norte después del ataque que la Orden le realizó a su laboratorio secreto? Habían pensado en trasladar al Antiguo tan lejos como fuera posible del alcance de la Orden ¿Cómo?

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¿O había sido ese el plan, hasta que el Antiguo se escapo de su cautiverio?. Kade recordó las recientes matanzas perpetuadas en el bosque y el brutal ataque de hoy a dos hombres en Harmony. Ni Seth ni Renegados habían sido los responsables. Ahora lo sabía con toda certeza. Había sido algo mucho peor que todo lo que él había logrado imaginar. —Jesucristo —susurró Kade—. Se escapó y está aquí fuera en algún sitio. Le ordeno al lobo que abandonara el lugar inmediatamente, y permaneció en su mente mientras ella escapaba rápidamente de aquellas tierras. Cuando la sombra desapareció en el bosque, Kade rompió su conexión mental y agarro la mano de Alex. —Tenemos que salir de aquí. Ahora. Ella asintió por el tono de urgencia en su voz y corrió con él, sin desperdiciar el precioso tiempo que tenían en preguntas. Le explicaría todo, pero primero, tenía que informarle a la Orden en Boston, Lucan y los demás necesitaban saber lo que había descubierto aquí, y como su misión había tomado otro rumbo.

*****

Zach Tucker tocó varias veces la puerta y esperó, sin mucha paciencia. En el interior de la casa se escuchaban los pasos de Skeeter Arnold recorriendo el apartamento.

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Puesto que el bastardo había estado ignorando sus llamadas y mensajes de texto durante las pasadas veinticuatro horas, Zach no vio otra opción que ir en persona a la casa que Skeeter compartía con su madre. Llevaba parado cinco minutos congelándose las pelotas, mientras tocaba la puerta sin que contestaran, pero no estaba dispuesto a irse a ninguna parte hasta que obtuviera algunas respuestas de aquel arrogante, pedazo de mierda. Respuestas y los quinientos dólares que le debía Skeeter por el más reciente trato. Y si Skeeter creía que se marcharía sin darle a Zach su cuartada, estaba muy equivocado. Y si creía de alguna manera que ya no necesitaba a Zach —que quizás encontraría a otra persona con quien hacer mejores tratos— entonces Skeeter Arnold descubriría que estaba malditamente equivocado. Zach golpeo otra vez la puerta, tan fuerte que fue un milagro que no se rompiera por los repetidos golpes de su linterna. Finalmente escucho una voz casi inaudible que venía de adentro de la casa, no era la de Skeeter, pero si la de Ida Arnold, su inofensiva puta madre. Zach despreciaba a la anciana, aunque no tanto como Skeeter lo hacía, aguadándose sus insultos y aquel veneno todos los días. —¡Maldita sea, ahí voy! ¡Ya voy! —gritó ella, arrastrando sus pies hasta la puerta, entonces la abrió. —Buenas tardes, Ida —dijo Zach en un tono agradable, mientras ella fruncía el ceño. —¿Qué quiere? —dijo ella mientras cruzaba los brazos sobre sus pechos y se acomodaba los bordes de su bata—. ¿Viene para decirme que se metió de nuevo en problemas? —No, señora.

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Ella gruñó. —¿Entonces esta muerto?. —No, señora, no es nada eso —el ladeó la cabeza—. ¿Por qué piensa que algo así le pudo haber pasado? —No me sorprendería, es todo. Oí lo que le pasó hoy a Big Dave y a Lanny Ham —Zach asintió, ella suspiró y se encogió de hombros—. Para ser honesta, nunca me preocupé, ni me importó mucho saber sobre la vida de ellos. —Sí, Claro, me imagino —Zach contesto en un tono irónico. Zach aclaro su garganta, adoptando un tono más suave, uno parecido al que utiliza Jenna cuando quiere conseguir respuestas, según él—. Bueno, realmente vine porque necesito hablar con Stanley. El hecho de que él hubiera usado el verdadero nombre de su hijo, y no el apodo con el cual lo llamaba todo Harmony desde que era un chiquillo, hizo que ella frunciera aun más el ceño. —¿Está él aquí? Señora. —No, no está. No lo he visto desde temprano en la mañana. —¿No la ha llamado o no le ha dicho donde podría estar, señora? Ella le lanzo una risa cortante. —Él nunca me dice nada, igual que el inútil de su padre. Ese muchacho, piensa que soy muda y ciega —refunfuñó ella—. Sin embargo, sé en qué pasos anda… —¿Ah sí…? ¿Y de que se trata, Ida? —le preguntó Zach cuidadosamente, entrecerrando los ojos bajo la intensa luz del tejado, cuando detallo la férrea expresión de la anciana.

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—Yo creo que está traficando drogas de nuevo, con seguridad. Así que supongo que también le está vendiendo alcohol algunos chicos en las montanas8. Zach sintió que sus cejas se elevaban, y sus extrañas se comprimían. —¿Qué le hace pensar que Skeet… Stanley esté involucrado en algo así? Ella apunto con un dedo el centro de su pecho. —Yo lo traje al mundo, para bien o para mal. Pero no necesito ninguna prueba para saber que él está en malos pasos. Aunque no estoy segura en lo que se ha metido últimamente, está empezando asustarme. Creo que algún día de estos va hacer que me da un ataque al corazón. De hecho, después de la manera en cómo me trato la última vez que estuvo aquí, no lo dudo ni por un segundo. Nunca lo había visto actuar de esa manera tan repugnante y arrogante. Actuó como si de repente fuera peligroso. Zach aclaro su garganta al escuchar semejante cosa. —¿Eso fue lo que pasó la última vez que lo vio? ¿Dice usted? Ella asintió, —Llego a la casa de muy mal humor y cuando le dije algo sobre eso, me agarró por el cuello. Como le digo, pensé que él me iba a matar justo entonces. Pero me soltó después de unos segundos y me dijo que tenía trabajo por hacer y que no lo molestara, luego se fue a su cuarto y cerró la puerta. Esa fue la última vez que estuvo en casa, no lo he vuelto a ver y si por mi fuera desearía que no regresara nunca más, por la manera como me trata. Desearía que el simplemente se… marchara. Así fuera a prisión, si es a donde pertenece. Zach la miró fijamente, comprendiendo que el miedo que ella sentía de su propio hijo podría ayudarlo a sacar ventaja de esto. —¿Cuándo estuvo por última vez en su casa, dijo que tipo de trabajo estaba haciendo?

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Reserva de Indios.

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—Él no dijo nada, pero ese muchacho nunca ha sido alguien honesto ni un día de su vida. ¿Quiere dar un vistazo por su cuarto? Es una pocilga, pero puede ser que encuentre algo... —No puedo hacer eso —dijo Zach, aunque fuera lo que más quisiera—. Del punto de vista de la ley, no puedo entrar a su casa, si no tengo una orden. Los hombros de ella registraron un leve movimiento de caída. —Mmmm... Entiendo. —Sin embargo —añadió Zach amablemente—. Pues, ya que la conozco desde hace una década o desde que llevo viviendo en Harmony, supongo que si usted me lo pide como un favor personal entrar y echar un vistazo extraoficialmente, pues si así fuera, entonces no tendría ninguna objeción. Ella lo miró detenidamente durante un largo momento, luego se distanció de la puerta y le hizo una señas para que entrara. —Por aquí, sígame. Seguramente dejo la puerta cerrada con seguro, pero yo guardo una llave de repuesto detrás de la alfombra. Ida Arnold se agacho en frente de la puerta de su hijo y recogió la llave de su escondite, y luego abrió la puerta de par en par a Zach. —Sera solamente unos minutos —dijo él, despidiéndola, con un tono serio de voz e inquebrantable mirada—. Gracias, Ida. Ella se retiró, y Zach entró en el cuarto de Skeeter, comenzó una búsqueda rápida, pero cuidadosa, registrando el lugar. Había envolturas de alimentos, botellas, y mucha basura en el piso. Y oh-vaya-sorpresa sobre la mesa de noche había una vieja radio policial y un rollo de billetes, envuelto en un caucho. Le pareció muy raro que Skeeter deje su dinero así no más, y también que hubiera dejado su teléfono celular, pero allí estaba, tirado sobre el andrajoso sillón azul chillón. Supuso que eso explicaba por qué no contestaba - 238 -

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las llamadas ni devolvía los mensajes, aunque si acaso le perdonaría a Skeeter ser un bastardo por no encontrase donde Pete‘s esta mañana. Zach agarró el dinero y lo contó; quince dólares, no los quinientos que se suponía que Skeeter le debía, igual lo tomo. A la mierda, también tomaría el teléfono celular. Si no podía averiguar en que andaba Sketeer, y quienes eran sus nuevos socios. Entonces la próxima vez que quisieran contactarlo, el les contestaría, recogería la mercancía en Fairbanks y conocería a sus nuevos socios en la ciudad. Skeeter Arnold le debía una, y de una u otra manera, Zach pensaba cobrársela.

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Capítulo 20 Traducido por: Darkgirl Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: Andy Parth

A

lex se sentó en el sofá de la sala, compartiendo una tostada con mantequilla con Luna, ambas observando a Kade caminar repetidamente de la cocina al pasillo mientras él hablaba en un

teléfono satelital a Boston. Desde que habían vuelto a su casa, él le había contado unas pequeñas cosas más acerca de él y del trabajo al que había sido enviado a Alaska. Su mente aun seguía girando sobre el hecho que él no era precisamente humano. Ahora ella entendió que el también era parte de un grupo de machos de Raza comprometidos a mantener la paz entre su raza y la humanidad. De la manera en que lo describía, la Orden sonaba casi militar, eso tenía mucho sentido cuando miro a Kade y observo su oscura combinación de fuerza letal y un afilado laser de confianza. Y a pesar de las ondas de peligro que salían de él, especialmente lo que ella había presenciado hoy, Kade era gentil con ella, protector. Tan agitada como estaba por todo lo que había visto y oído en las pasadas horas —los pasados días— ella se sentía segura con él. Incluso cuando él le había explicado la peor de las amenazas a las que él y los guerreros de la Orden se enfrentaban. Él le había dicho acerca de los enemigos que la Orden estaba persiguiendo obstinadamente, comprometida a destruir al macho de Raza de

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segunda generación llamado Dragos. Alex había escuchado en silencio, pero con horrorizada comprensión lo que Kade había descrito de los muchos males que Dragos había perpetrado, no el menor de los cuales había sido el secuestro masivo y abuso de un número desconocido de mujeres como ella —Compañeras de Raza—, localizadas y encerradas por un periodo de décadas para ser utilizadas como contenedores del ejército personal que Dragos había creado. Lo que verdaderamente le dio que pensar, e hizo helar su sangre, fue la verdad final que Kade le reveló esa noche. El hecho que una criatura que no era de este mundo —una criatura peor que el Renegado adicto a la sangre que había matado a su madre y a Richie— estaba de algún modo suelto en el interior de Alaska. Incluso Kade era siniestro cuando habló del Anciano a sus amigos de la Orden en el complejo de Boston, describiendo un contenedor de mercancías dañado y la presencia de vampiros y trabadores Subordinados en la locación de la vieja compañía minera. Aunque mantenía su voz baja, era imposible para Alex perderse el hecho de que él y sus hermanos se estaban preparando para la batalla en contra de la amenaza. El pensamiento de Kade caminando entre el peligro hizo que su aliento se volviera un poco corto, su corazón latiendo y latiendo cada vez más pesado. Ella no podría soportar si algo le pasaba. No después del tiempo que habían compartido, un increíble y corto tiempo, en el cual él, de algún modo, se estaba convirtiendo en una parte inexorable de su vida. En sólo un par de días, el se había convertido en su amigo y su amante, su confidente. De algún modo se estaba empezando a convertir en algo más que todo eso. ¿Podría ella estar enamorándose de él? Enamorarse de….un vampiro. No, el no era eso. - 241 -

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Kade era de la Raza, y eso era diferente. El era diferente. Era difícil para ella conciliar que él estaba cortado de la misma tela que los monstruos que habían atacado a su familia. Difícil para ella creer que alguien en su ADN llevara genes de algo completamente inhumano, insondable y letal. Algo que no era de esta tierra. Era difícil para ella reconocer que el fuerte, poderoso, devastadoramente sexy, hombre que merodeaba en su pequeña casa, no era de hecho un hombre del todo, sino alguien diferente. Muy diferente. Alex lo observo fascinada, más aún por lo que había visto de él en el poso de la compañía minera, con el lobo. En un momento, el se había convertido en parte del hermoso animal en algún nivel tácito que había dejado a Alex boquiabierta de asombro. Incluso ahora, ella se maravilló, sintiendo la corriente de fiereza, de oscuridad, de poder de mando, que se prolongaba en el. El era intenso y misterioso, fuerte y seductor. Y si, caliente como el infierno. Todo acerca de Kade la cautivaba. Ella simplemente tenía que mirarlo para quemarse. Y él lo sabía también. Ella vio la chispa de reconocimiento brillando en sus ojos plateados cuando el termino la llamada y puso el celular al final de la mesa cercana al sofá. —¿Cómo lo estas manejando? —el pregunto, sentándose junto a ella—. Debes estar exhausta. Sé que esto es demasiado para manejar. Ella se encogió de hombros vagamente. —Mi cabeza sigue girando, pero por lo menos ahora tengo respuestas. Las cosas que nunca tuvieron sentido para mi, ahora están claras. No es exactamente una razón para saltar y celebrar, pero es bueno tener finalmente la verdad, tan terrorífica como pueda ser. Así que gracias por eso, Kade.

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El tomo su mano, sus palmas presionadas juntas ligeramente mientras deslizaba el pulgar sobre la suave piel de su muñeca. Su toque era cálido, dolorosamente tierno. —Dios, odio que hayas sido arrastrada a esto. Hay lugares a los que puedes ir, donde estarás a salvo, Alex. La Raza tiene numerosos Darkhavens a los que puedo llevarte, comunidades seguras donde serás bienvenida y protegida. Mejor de lo que puedo hacer por ti ahora. Después de ver lo que hicimos en la mina, esto se ha vuelto muy real, demasiado peligro… —No voy a ningún lado —ella dijo curvando sus dedos alrededor de los de él, sosteniendo su mirada grave—. No voy a correr, no me pidas que lo haga Kade. Su mandíbula se volvió rígida cuando la miro. Sus oscuras cejas bajaron sobre sus ojos, su boca volviéndose una línea cuando el sacudió su cabeza. —Esta es mi batalla, la batalla de la Orden. Mañana algunos de los guerreros llegaran de Boston. Me reuniré con ellos al llegar, y desde ahí lanzaremos la ofensiva contra las operaciones de Dragos en la mina. No sabemos que vamos a encontrar. Sólo sé que te quiero tan lejos de esta misión —o de cualquier consecuencia posible— como puedas estar —él extendió la mano y pasó los dedos suavemente sobre su mejilla—. Eso también significa mantenerme lejos de ti en lo posible, antes de exponerte a otro riesgo. —No —Alex giro su cabeza, presionando su boca en el cálido pulso de su palma descansando contra ella. Ella beso el pulso de su larga mano—. No puedo esconderme mas, Kade no quiero vivir de esa manera, siempre mirando sobre mi hombro, temerosa de cosas que no entiendo, no me puedes pedir eso, no cuando conocerte me ha dado la fuerza para creer que puedo enfrentar mis miedos. Conocerte me ha dado la fuerza para entender que debo enfrentarlos. El maldijo con dureza, pero su caricia fue suave, su mirada penetrante, el pálido color plateado que anillaba sus pupilas se oscureció por el deseo.

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—Me das demasiado crédito, eres más fuerte de lo que te das cuenta, atravesaste lo que viviste cuando eras niña y no dejaste que te destruyera. No muchos pueden hacerlo. Eso es coraje, Alex. Tú no me necesitas para eso. Tú aun no lo necesitas. Ella sonrió, extendiéndose para sostener su rostro en sus manos luego lo beso. —Si te necesito —ella susurro contra su boca—. Lo que es más, te deseo. Su respiración salió raspando en un suspiro cuando ella inclino sus labios sobre los de él y se movió más cerca del sofá. Sus brazos fueron a su alrededor, sosteniéndola en una jaula cuando ella se subió a su regazo y presiono su lengua en su boca. El gimió, capturando su lengua con los dientes… luego abruptamente rompió el contacto y giro su cabeza lejos de ella. —¿Qué está mal? ¿Por qué te detuviste? —ella jadeaba las palabras, los labios y lengua escociendo con un delicioso calor. Ella probó sangre, solo un pequeño trazo; pero el instinto trajo su mano a su boca y la punta de su dedo salió mojada de una mancha escarlata. Levanto la vista al rostro caído de Kade y sintió su tormento en la manera en que su gran cuerpo vibraba apenas controlado, mientras él estaba librando una guerra privada en su interior. —Mírame —ella susurró. Cuando el no respondió inmediatamente, ella levanto su obstinada barbilla y psíquicamente trajo su mirada de vuelta a ella. —Mírame…déjame verte. —Confía en mí, no querrás eso —él murmuró mirando a otro lado rápidamente. Pero no antes de que ella viera el cambio en sus ojos. El no había sido capaz de girar lo suficientemente rápido para ocultar que el normal pálido gris

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ahora se disparaba en un fuego color ámbar. Y sus pupilas… también había algo diferente en ellas. —Kade, por favor —ella dijo gentilmente—. Déjame ver cómo eres realmente. Lentamente el levanto el rostro, sus pestañas subieron. Alex fue aturdida, por una ráfaga de color abrazador, resplandeciente, que brillaba como carbón encendido. Y en el centro de todo, fuego, sus pupilas se habían reducido a rendijas de gato. La sorprendió lo extraño de su mirada, la forma en que se transformo su rostro, afilando los ángulos de sus altos pómulos y su mandíbula cuadrada, ella se sorprendió, perdió las palabras, perdió la respiración. —No quiero, que tengas miedo de mi Alex —su profunda voz carraspeo sonando extrañamente gruesa y ella entendió porque, vio el destello del filo de unos dientes blancos detrás de sus labios mientras hablaba. Sus colmillos. Sin esconderse lo suficiente, a pesar de su obvio esfuerzo por ocultarlos de su vista. Cuando él la miro ahora, había desesperación en sus ojos color ámbar. Desesperación y anhelo como nunca antes había visto. —No quiero que me odies, pero esto es quien soy Alex, quien realmente soy. A pesar del pequeño temblor de cautela que había acelerado su pulso en un frenético palpitar. Alex se acercó y tomo su rostro en sus manos. Ella sostuvo su atormentada mirada, luego dejo que sus ojos bajaran a sus labios entreabiertos y las brillantes puntas de sus colmillos, que parecían haber crecido aun más. —No estoy sintiendo nada cercano al odio —ella susurró inclinando su cabeza mojando sus repentinamente secos labios—. Si me besaras, lo sabrías. - 245 -

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Las chispas brillaron, como relámpagos en sus ojos en el momento en que el descendió sobre ella. Alex sintió el poder desatado en él y sintió su resistencia para mantener ese poder bajo control, cuando el tomo su boca en un caliente, hambriento y suplicante beso. Alex se entrego a él, deleitándose en el calor, el húmedo toque de sus labios en su boca, en su mentón, en su garganta. Deslizo las manos bajo la camisa negra de manga larga, corriendo sus palmas por el firme musculo, satín de su espalda. Ella pudo sentir el contorno de sus tatuajes bajo sus dedos, un complicado patrón de remolinos y arcos que ella trazo con sus uñas, pero que realmente quería seguir con la lengua. —Déjame ver tu cuerpo, quiero ver todo de ti —ella murmuró, tirando de su camisa. Ella se la saco por la cabeza y solo pudo mirarlo con maravilla una vez que lo había desnudado—. Mi Dios —ella jadeó—. Esos no son tatuajes ¿Cierto? —Dermoglifos —el dijo. Recostándose para dejarla ver los intrincados diseños que pulsaban a través de su torso, hombros y brazos como si estuvieran vivos. Las marcas que habían sido solo una sombra más oscura que su piel ahora estaban inundadas de los más profundos tonos multicolores, vino, índigo y oro. —Nacimos con ellos, de la misma manera en que las Compañeras de Raza nacen con su marca. —Son

hermosos

Kade

—sus

dermoglifos

eran

artísticos,

lazos

entrelazados, una gloriosa telaraña con colores cambiantes. Alex se inclino, su dedo corriendo en una línea particularmente bella que seguía por todo el disco plano de su pezón derecho. El profundo purpura se ruborizó más intensamente bajo su toque. Ella lo miro fascinada. —¿Cómo hiciste eso?

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—Tú lo hiciste —su boca se arqueo—. El color del Glifo cambia de acuerdo con el humor del macho. —Oh —ella dijo calentándose ante su oscura y significativa mirada—. ¿Y tu humor es? El no respondió, solo avanzó y la tomo en otro lento y largo beso, que fundió su núcleo. La presiono en el sofá bajo el y comenzó a desvestirla. Incitando a Luna a saltar al otro extremo y escabullirse en la cocina con un descontento bufido. —Uh-oh creo que acabas de perder puntos con ella —Alex murmuró entre besos. El se rio entre dientes, un bajo y profundo murmullo que vibro contra su boca. —Me disculparé luego. Justo ahora solo hay una hembra cuya opinión me importa. El tomo su tiempo despojándola de la doble capa de paño grueso y suave, de sus camisas de algodón y de sus holgados vaqueros. Cubrió cada parte de su cuerpo con su boca, dejando una caliente estela de besos bajo su cuello, pecho y abdomen, acariciando sus piernas desnudas mientras su ardiente y febril mirada la consumía. Cuando ella estuvo desnuda, Alex jadeo adolorida por el deseo. El se arrodillo en el sofá por encima de ella. Sus gruesos muslos encajados en la extensión de los de ella. El aún estaba en vaqueros, los cuales bajaron a sus magras caderas, esforzándose a través de la larga hinchazón de su ingle. Ella se levanto y se acerco a él, necesitando sentir su cálida carne bajo sus manos, por todo su cuerpo.

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Dentro de ella. No dijo nada mientras ella desabotonaba su pantalón y bajaba su cremallera, el estaba desnudo bajo la mezclilla negra. Su rígida polla se desbordó, tan pronto como fue libre de su confinamiento, el se levanto cuando ella tiro de sus caderas sus pantalones vaqueros y la empujo hacia abajo alrededor de sus rodillas, un movimiento que trajo su magnífica longitud a una pulgada de su boca. Alex no pudo resistir la tentación, ella trajo su eje y bolas hacia ella, envolviendo sus labios alrededor de su ancha cabeza, deleitándose en el gemido estrangulado de Kade, mientras deslizaba la boca todo el camino hasta la base. El se sentía tan bien contra su lengua, caliente y terrenal. Tan suave como terciopelo envuelto alrededor de una columna de acero solido. Alex lo guio de nuevo profundamente, luego retrocedió para succionar su cresta todo el tiempo viendo como sus glifos, en su abdomen y muslos cambiaban en tonos más profundos. —Ah, Cristo —el siseó mientras ella pasaba su boca alrededor de su cabeza, luego lo llevo hasta el final a la parte posterior de su garganta. Sus dedos se clavaron en su pelo, sosteniendo su cráneo, mientras su cuerpo se tensaba como un cable. —Alex… ah, joder… Le temblaban las manos mientras se alejaba de ella. Sus ojos arrojaban un intenso calor, su cara llena de pasión, cuando él a toda prisa se sacó el pantalón y lo tiró al piso. Gloriosamente desnudo, se movió una vez más hacia ella y gentilmente envolvió su mano alrededor de su nuca. Su toque era firme con posesión, sin embargo no era un simple toque, su transformada mirada era hambrienta y aun paciente. Su beso apasionado y aun tierno.

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No había nada simple en el. Nada simple acerca de cómo la hacía sentir Kade era simplemente una masa de contradicciones, cada una más fascinante que la anterior. El la hacía sentirse segura y protegida. Tal vez la mayor contradicción de todas. El la hacía sentir querida… incluso amada Y querido Dios él la hacía arder. Su cuerpo se arqueo mientras la acariciaba. Cada centímetro de su hipersensible piel estaba ávido de su toque. Ella no podía acercarse lo suficiente, no podía sentirlo apretado lo suficiente, mientras merodeaba en su parte superior y extendía sus muslos ubicándose entre ellos. —Esta noche quiero hacer esto lentamente —el dijo, su voz áspera y oscura, apenas reconocible—. Sólo quiero saborearte… saborearnos. El la observo, mientras la penetraba, empujando lentamente, llenándola con tanto cuidado a pesar de que sus caderas se resistían y los tendones en su cuello parecían tensos bajo su piel. El se mecía con suavidad, avivándola, construyendo su clímax con moderación enloquecedora. Ella quería gritar para que fuera más rápido, que la tomara tan duro como pudiera, que liberara esa espiral de necesidad que había creado en ella. Pero hacer el amor con él era demasiado bueno como para apurarlo. Ella no quería que el sentimiento —o la noche— terminara; ni el tampoco. Ella pudo verlo en su cara. Ella podía sentirlo en cada medido empuje de sus caderas. En cada caliente caricia de su boca mientras la besaba sin aliento. Las horas pasaban demasiado rápido. Mañana su misión con la Orden comenzaría de nuevo. Mañana toda la muerte y el peligro que asechaba en este momento fuera del refugio, volvería.

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Demasiado pronto, Alex pensó. Y entonces paso los brazos por su cuello, sus piernas alrededor del lento, tortuoso y maravilloso bombear de sus caderas, y se dejo llevar en un abandono feliz. Acogió con agrado cada entrada hasta el fondo. Suspiro con cada larga retirada. Disfrutaba del peso y el calor del maravilloso cuerpo de Kade frotándose contra ella. Cuando llego, fue un desencadenamiento maravilloso de sus sentidos. Alex grito, estremeciéndose cuando el orgasmo la atravesó desde un lugar profundo, que parecía detonar desde su alma. Ella se aferro a él, capturando el voluminoso músculo de su hombro entre sus dientes. —Kade —ella jadeó entrecortadamente—. Oh, Dios… El gimió con fuerza y levanto su pelvis sobre los cojines. Sus empujes ganando fuerza, conduciéndose más profundo ahora, Sin embargo todavía refrenado por su rígido control. —Déjate ir —Alex susurró—. Sólo déjate ir. Quiero todo de ti. El gruñó, un crudo sonido animal de negación. Cuando él la cogió en sus brazos y escondió su rostro de su vista, Alex lo empujo. Su rostro era salvaje lleno de tormento. Restringido entre placer y dolor. Y sus colmillos… querido Señor las brillantes puntas blancas llenaban su boca mientras la miraba, empujó tan fuerte que ella no pudo contener su grito agudo. Su propio placer estaba creciendo una vez más trayendo consigo un hambriento lamento que se retorcía y apretaba en su vientre iniciando un lento hervor en su sangre. —Oh, Dios… Kade… Ella jadeó con la sensación de necesidad. Toda ella centrada en el. Hundió las uñas en sus musculosos brazos y la cara en la curva de su fuerte

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cuello y hombros mientras él se estrellaba en ella con lentos movimientos intensos y castigadores. La espiral de hambre en ella se contrajo aun más quemándola en una necesidad tan primitiva que la sacudió. El olor de su piel, la suavidad, el suave calor en sus labios y en su lengua la hizo sentirse mareada con deseo. Su fuerte ritmo mientras la montaba. Más duro y más profundo. Gruñendo con cada urgente moler de su pelvis. Alex suspiró su nombre y gimió sintiéndose perdida en la rápida hinchazón de otro orgasmo. Ella grito cuando se apodero de ella, una inundación de placer y alivio que debió haber rociado la ardiente sed que vivía en ella ahora, pero que solo hizo estallar en una desgarradora demanda. Ella quería probarlo. No en una manera que ya hubiera hecho, pero de una manera en la que la sorprendió, de una manera que debería haberla aterrorizado, pero solo hizo más caliente la carrera de su sangre, más rápida, viva, con un poder oscuro que apenas pudo domar. Debajo de su boca abierta, sintió el sonido de su rápido ritmo cardiaco golpeando la vena de su cuello. Ella presiono su lengua contra esta, luego sus dientes. Cerrando experimentalmente en el cordón de tendones y el cálido pulso parecía latir también en el mismo ritmo desesperado en ella. Kade gruño una maldición oscura, pero sólo bombeo sus caderas con más furia. Alex se deleitó con la sensación de él perdiendo el control. Paso la lengua y los dientes sobre la suave piel. Entonces mordió con fuerza… Kade se arqueó fuertemente encima de ella, echó la cabeza hacia atrás y gruño.

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Capítulo 21 Traducido por: LORENAVARGAS1985 Revisado por: Sheilita Belikov Corregido por: ynexiz

É

l no podía contenerse un segundo más. Su liberación salió disparada de él en un ímpetu hirviente

mientras los contundentes pequeños dientes de Alex rozaron su

garganta en una mordida burlona y de prueba que casi —no del todo— rompió la superficie de su piel. Ella no podía saber cuánto malditamente lo quería. Cuán asombrosa era la necesidad que tenía de que ella tomará su sangre en su boda, que bebiera de él. Con cuanta intensidad quería reclamar a Axel por su cuenta y unirse a ella para siempre. —Mierda —alcanzó a murmurar cuando sus satinadas paredes ordeñaron su polla que bombeaba y su boca causaba estragos sagrados en sus sentidos—. Alex… ah, ¡Cristo! Él se vino más fuerte que nunca, perdido en su deseo por ella. Perdido ante el ensordecedor tamborileo de su pulso que demandaba que ella ya era suya, vinculados por la sangre o no. Su mujer. La única hembra que jamás querría. Su compañera por siempre.

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Kade se levanto un poco para mirarla, su pene todavía estaba enterrado dentro de ella y todavía se sentía con ganas de más. Ardía al sentir el dulce sabor de la sangre correr por su boca, él tontamente la había herido con sus colmillos en los labios cuando la besó, aquel pequeño descuido lo había condenado y tal vez a ella también. El deseo y la sed por beber más de ella lo hundió en el placer, ahora se sentía mucho más excitado… Su visión se agudizó y sus colmillos se alargaron con la desesperación de enterrarlos en ella. Él la agarró de las caderas y se empujo hacia dentro, ella se arqueaba de placer en el orgasmo. Ella gritó su nombre, mientras se retorcía de placer, estaba agitada, su rostro estaba rosado, y Kade la miraba con adoración, nunca había visto algo más hermoso que Alex ardiendo de placer. Quería darle más, más placer, pasión y por qué no decirlo, amor. El amor que solo un macho vinculado por la sangre le podría dar. Dios, como quería eso. —Alexandra —jadeó, Kade quería advertirle de lo peligroso que podía ser todo esto, pero todo pensamiento que tuviera se perdió en el placer y la lujuria que sentía por esa mujer, todas las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Ella debió haberlo apartado, pero en cambio hizo todo lo contrario, lo abrazó y lo acercó más. Alex condujo sus labios hasta que se unieran en un beso apasionado. Kade trató de luchar contra la necesidad de beber de ella. Pero Alex se lo hacía cada vez más difícil, en ese momento él se dio cuenta de que no se había alimentado desde que salió de Boston, aunque él sabía que ese no era el principal motivo de su hambre, sino él deseo por ella. Él la quería a ella, sólo a ella.

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Sabía lo que pasaba si bebía de ella, pero Alex no lo sabía y él tenía que asegurarse de que lo supiera. Pero entonces ella lo llevó a un apasionado beso, succionándole y mordiéndole el labio inferior, ella también lo deseaba más allá de lo físico y él lo sabía. Su cuerpo ardía de placer y él ya no podía seguir luchando contra el deseo. Así que separó sus labios bruscamente de los de ella, y siguió con su lengua la delicada línea de la mandíbula, parando abajo del punto sensible de su oído, ya era muy tarde para dar marcha atrás. —Oh, Dios… Alex —susurró, luego respiró profundamente y clavó sus colmillos haciendo presión en la vena. Ella jadeó cuando él penetró su piel, un repentino estremecimiento la hizo ponerse rígida, cortando su respiración. Kade hizo una pausa como si algo repentinamente lo hubiera golpeado, él estaba horrorizado de lo que acababa de hacer y de que ella lo odiara por lo que había hecho. Pero entonces las manos relajadas de Alex acariciaron sus hombros. Ella dio un suspiro de placer y él respondió con un gemido áspero, Alex dibujó una ligera sonrisa en sus labios. Ella se sentía tan dulce. La sangre de Alex llenaba su boca, se sentía como miel y almendras, una mezcla maravillosa, que lo estaba volviendo loco. Él estaba atontado por todo lo que sentía en ese momento, cada sorbo que él daba, cada gota de la sangre de Alex llenaba su cuerpo de energía y placer. Ella era su Compañera de Raza. Y aunque para esa vinculación faltaría un intercambio mutuo de sangre entre los dos compañeros, su vínculo con ella ahora era irrompible, sólo la muerte lo podía disolver. Y él era el responsable de lo que acababa de suceder.

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Sus pensamientos lo atormentaban, pero era difícil sentir remordimiento cuando Alex lo envolvía en sus brazos y se retorcía contra él en otro orgasmo. Ella gimió con fuerza, estaba bajo el poder hipnótico de su mordedura, las caderas de Alex se hundieron una vez más contra su cuerpo, él todavía podía sentir el sabor dulce de la sangre en su boca. Si ella fuera un ser humano común habría disfrutado el momento, pero ella era una Compañera de Raza, y cada sensación la vivía con más intensidad. Ahora cada sensación, cualquier sentimiento que ella sintiera era también parte de él. Él bebió un poco más de ella, podía sentir como crecía la necesidad por estar dentro de ella otra vez. Su sed no había disminuido, pero decidió pasar su lengua sobre los pinchazos para sellar la mordedura. —Vamos —murmuró Kade—. Te voy a llevar a la cama ahora —ella estaba medio dormida, la acostó sobre la cama, para que descansara, la besó y se recostó al lado de ella. Kade acarició cada pulgada de su cuerpo, cada curva, cada músculo. —Mírame Alexandra —le dijo cuando cerró los ojos por el placer que comenzaba a sentir. Su voz era áspera y oscura, casi irreconocible a sus propios oídos—. Tengo que saber que me estás viendo tal y como soy. Esto es lo que soy. Ella levantó la mirada y lo vio. Él esperaba que ella lo rechazara, ya que él se veía más salvaje que otras veces. Sus glifos cambiaban de color a un rojo oscuro, por la pasión y la intensidad del momento que acababa de vivir esa noche con Alex. Él siempre estaría unido a ella, así ella lo rechazara. Él sentía miedo de que ella lo odiara por lo que había hecho. —Esto es lo que soy —esos ojos marrones lo miraron fijamente. Ella acarició sus glifos sobre su pecho, después bajo las manos para acariciarle los muslos, hasta llegar a su pene. Él exhaló un gruñido mudo de placer cuando sus - 255 -

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dedos lo acariciaron. La sangre de Alex corría por sus venas, alimentando cada célula de su cuerpo. No había miedo o incertidumbre en ella. Ella lo miró fijamente, y con su mano agarró la nuca de Kade, llevándolo en dirección a sus labios... —Hazme el amor otra vez —susurró ella contra sus labios. Esa era una orden que él estaba más que dispuesto a complacer. Se dio la vuelta con cuidado mientras ella separaba sus piernas para darle la bienvenida una vez más. La penetro lenta y tiernamente cuando la trajo a sus brazos. Su beso fue largo, apasionado, febril mientras ella trazaba con su lengua sus colmillos y su sexo estalló en su interior. Kade gritó con su liberación y ella lo exprimió. Dios lo ayudara, pero hora sabía lo que los otros guerreros unidos habían dicho del placer —el éxtasis humillante— en el lazo de sangre. Con Alex, con esta mujer que había despertado en él sentimientos que nunca antes había querido arriesgarse a sentir, ahora Kade sabía que siempre lo haría. Lo ansiaba, con una ferocidad que lo aturdía. En ese momento, con Alex envuelta alrededor de él tan tibia tan contenta tan abierta a él, quería mantener el sentimiento de cercanía… incluso si lo salvaje dentro de él susurraba insidiosamente que esto no podía durar.

*****

El fuego se fue apagando lentamente con el paso de las horas. Jenna Tucker-Darrow estaba en posición fetal en el piso de la sala de su cabaña, temblando a medida que salía de las profundidades del sueño pesado, anormal

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y sin sueños, sus extremidades estaban lánguidas, poco colaboradoras, su cuello demasiado débil y sensible como para dejarla levantar la cabeza. Realizando un gran esfuerzo logró abrir los ojos y mirar en la oscuridad de su cabaña. El temor se arrastró hasta su columna vertebral en garras de hielo. El intruso todavía estaba allí. Él estaba sentado en el suelo, su cabeza inclinada hacia abajo. Era una presencia masiva, amenazante, incluso en reposo. Él no era humano. Todavía luchaba por estar consciente, se preguntaba si todo lo estaba imaginando debido al whisky que se había tomado para tratar de sobrellevar el aniversario de la muerte de su esposo Mitch y su hija Libby. Pero ella sabía que ese hombre de una altura impresionante no era creación de su imaginación. Él era real, de carne y hueso. Estaba desnudo a pesar de las bajas temperaturas que hacían en Alaska, en su piel no había pelos por ningún lado, todo su cuerpo desde la cabeza hasta los pies estaba cubierta por un enredo de marcas rojas y negras que eran demasiado extensas para ser el trabajo de un artista del tatuaje. Era el hombre más corpulento que había visto alguna vez en su vida, aun cuando él estaba desarmado, y curándose de unas pequeñas heridas, este hombre era lo más peligroso con lo que se hubiera cruzado alguna vez. Jenna pudo observar unas pequeñas heridas de bala en el abdomen del intruso, aparte notó que tenía otras heridas, eran unas ampollas que cubrían gran parte del cuerpo, parecían ser quemaduras por exposición intensa al sol. Jenna no podía imaginar de donde provenía ese ser. Ella pensó que él había entrado a su casa para asesinarla, y para ser sincera le habría hecho un

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favor porque estaba harta de vivir una vida sin los seres que tanto amaba. Pero él no había entrado a su casa para matarla, al menos todavía seguía con vida. Aunque casi lo había hecho, ya que el la había mordido en el cuello y succionado su sangre, como un monstruo, como un vampiro. Eso era imposible, ella lo sabía. Su lógica quiso rechazar la idea, tal y como quiso rechazar lo que estaba viendo en ese momento. Jenna se estremeció al recordar como esos enormes colmillos habían atravesado su cuello, gracias a Dios no podía recordar mucho más, ya que debió haberse desmayado por la pérdida de sangre que sufrió. Ella trató nuevamente de moverse, pero lo único que logró fue llamar su atención. Los ojos del hombre se fijaron en ella, Jenna también lo miró fijamente, rechazando la idea de agachar la cabeza frente a él, así le costara la vida. Después de todo, ella no tenía nada que perder. Notó que él sostenía algo rectangular y brillante en sus enormes manos, era un portarretrato, ella supo inmediatamente que foto tenía ese marco, era la foto que se había tomado con su esposo e hija días antes de ese terrible accidente. Sus latidos se aceleraron, él no tenía ningún derecho de agarrar algo tan preciado para ella. Él se levanto del piso y camino lentamente hacia ella. Jenna pudo notar que las heridas de bala que le había dejado al dispararle, ya no sangraban, era como si estuvieran sanando solas. Hizo una pausa delante de ella, Jenna no podía negar que estaba muerta de miedo, pero hizo todo para evitar que se diera cuenta. Él le mostró el portarretrato, ella lo miró fijamente, insegura de que hacer. Él permaneció allí parado, con su mano ampollada extendida sosteniendo la fotografía, se la estaba entregando, cuando ella no se movió o habló, él opto por dejar el marco en el suelo al lado de ella.

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El portarretrato estaba manchado con sangre. Jenna miró las caras felices detrás del cristal arruinado por la sangre y no pudo contener el grito ahogado. El dolor la envolvió, dejando rodar sus lágrimas. Su captor se alejó mientras observaba como ella lloraba, después fijó su mirada en la ventana, desde ahí se podía ver el cielo iluminado por las estrellas.

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Capítulo 22 Traducido por Lizeth Corregido por Caamille

R

ehusándose a salir de aquella ensoñación que la sacaría de un profundo,

sensual,

y

muy

placentero

sueño,

Alex

suspiró

lánguidamente y cambió de posición en la cama. Aparte del sueño

de seda que ahora la acariciaba, necesitaba sólo una cosa más para completar su estado de calidez, y ociosa felicidad. Pasó lentamente la mano por el colchón, buscando la calidez de Kade. Pero él no estaba allí. ¿Había salido sin decirle nada? Estando ahora completamente despierta, se acomodó sobre sus codos y miró fijamente a la oscuridad vacía de su habitación. Prendió la lámpara de la mesita de noche, al tiempo que soltaba un gemido de frustración al ver que él se había ido. Pero, entonces, en el vestíbulo escuchó que crujía la llave del grifo mientras cerraban la ducha. Un momento después, Kade apareció, paseándose desnudo salvo por su toalla rosa que estaba flojamente sujeta alrededor de sus caderas. —Estás despierta —dijo él, pasando los dedos por las puntas de su cabello húmedo. —¿Estás listo para irte? Se sentó en el borde de la cama. El rastro de agua brillaba por sus hombros y su pecho, con unas gotas resbalando por sus tatuajes, trazando los

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símbolos como riachuelos. Se veía fuerte y olía delicioso, y Alex sentía una incontrolable urgencia de lamerlo para secarlo. Él sonrió como si se diera cuenta de la dirección lujuriosa de sus pensamientos. —Me tengo que ir. Mis hermanos de Boston volarán a Fairbanks en un par de horas. Y quedamos de encontrarnos a mitad de camino entre la cuidad y la fábrica minera. No podemos arriesgarnos a que Dragos o sus hombres sepan que vamos un paso más adelante que ellos, así que vamos directo a la mina sin retrasos. Hablaba tan casualmente del peligro que le esperaba a él y a sus amigos, que todo lo que Alex podía pensar era en la verdadera posibilidad que pudiera resultar herido. O peor, algo que ni siquiera quería imaginar. Simplemente el pensar que Kade entraría en aquella mina, directamente hacia las manos de Dragos, y aún peor, toparse con la criatura de la cual sospechaban había sido transportado al área, hacía que Alex temblara de verdadero miedo por dentro, un miedo que le atravesaba la medula espinal. —No quiero que vayas. Temo que si lo haces, nunca volveré verte de nuevo. —No te preocupes —dijo, y algo oscuro, algo irónico, atravesó sus hermosas facciones—. No vas a librarte de mí tan fácilmente, Alex. Ahora no. Puso la palma de su mano sobre su mejilla, luego se inclinó y la besó, su boca era tan tierna sobre la suya que sintió un dolor en el centro del pecho. Sintió un dolor en numerosos lugares, en específicos lugares. Cuando sus labios dejaron los suyos, cada una de sus terminaciones nerviosas ya estaban encendidas como si hubieran sido tocadas por un relámpago. Y más abajo, un fuerte latir se posó en su centro, enviando aquel calor común entre sus piernas. Después de las horas de pasión que habían - 261 -

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disfrutado, todavía sentía que se derretía por él como si hubiera tenido sólo una pequeña dosis. Suspiró recordado el placer que habían disfrutado juntos. —Anoche fue… —Sí. Lo fue. —Él sonrió, pero había una vacilación en su voz. Algo que pasó sobre sus ojos. Él acarició su hombro al descubierto, y luego dejó que sus dedos viajaran por el lado de su cuello, el único otro lugar de ella que sentía al rojo vivo las caricias, aún más que la hendidura entre sus muslos. Alex se acomodó en la cama mientras la luz la acariciaba, estremeciéndose por una creciente necesidad de él mientras trazaba con su dedo pulgar aquella vena que temblaba frenéticamente en respuesta a su toque. —Me mordiste —susurró ella, sintiendo una emoción mayor al decir las palabras. Él inclinó su cabeza en un gesto de aceptación. —Lo hice. No debería haberlo hecho. No tenía derecho de tomar eso de ti. ¿Se refería a su sangre? —Está bien, Kade. —No —dijo él severamente—. No está bien. Mereces más que eso. —Me… gustó —le dijo ella, diciéndolo con una sinceridad que incluso la asustó—. Lo que hiciste, me gustó. Todavía me gusta. Cada parte de mi cuerpo que tocaste anoche se sentía muy bien.

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Él exhaló despacio, su respiración salió caliente mientras sus cejas se arqueaban. No había dejado de acariciar su garganta. Y con aquella simple caricia ella disfrutaba más de su toque, aliviándola durante horas. —Lo que hice anoche lo ha cambiado todo, Alex. Bebí de ti. Me uní a ti, y no puedo dar marcha atrás. Ni siquiera si me odiaras por eso. Ella levantó un poco su cabeza y besó las comisuras de su boca. —¿Por qué te odiaría? Él la miró fijamente durante un largo tiempo, como si pesara el impacto de lo que le quería decir. —Bebí de ti, Alex, sabiendo bastante bien que eras una Compañera de Raza. Sabiendo que una vez que tu sangre estuviera en mi cuerpo, no habría marcha atrás. Ahora estoy vinculado a ti, y eso es irrompible. Es para siempre. Sabía lo que significaba, pero yo… te deseaba tanto... que no podía parar. Debería haberlo hecho, pero no lo hice. Alex escuchó, viendo el tormento en sus ojos. Podía ver la pena, también, y su corazón dio un vuelco como un torbellino. —Anoche, no podías parar —dijo ella, necesitando entenderlo todo, aún cuando eso la mataría al oírlo—. Pero ahora, deseas poder dar marcha atrás. ¿Porque te sientes diferente… respecto a mí? Su cabeza se alzo rápidamente, y sus oscuras cejas se ciñeron sobre sus ojos. —No. Por Dios… no, Alex. Lo que siento por ti… —Las palabras se detuvieron, como si se hubieran quedado atrapadas en su garganta—. Lo que siento por ti es más fuerte de lo que alguna vez he llegado a sentir antes. Es amor, Alex, y lo fue anoche. Sentiría eso conmigo aún cuando no hubiera tomado tu sangre.

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Ella no se había dado cuenta que estaba conteniendo la respiración hasta escuchó soltar su propia respiración. —Oh, Kade. Él ahogo una maldición mientras la acariciaba. —No sé cómo dejé que esto pasara. Seguro como el infierno que nunca esperé encontrar lo que tengo contigo. Y menos ahora, cuando todo lo demás a mi alrededor no puede estar más patas arriba. —Entonces, lo arreglaremos todo —dijo ella, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello—. Podemos arreglarlo todo, juntos. Porque también me he enamorado de ti. Él maldijo de nuevo, pero esta vez fue diferente, un juramento apenas dicho mientras la acercaba y tiraba de ella para un delirante beso apasionado. Alex sentía que sus músculos se flexionaban y estiraban bruscamente bajo las yemas de sus dedos. Ella misma sentía que temblaba de necesidad, necesidad que la atormentaba cuando la acostó de espaldas y se tumbo sobre ella. La toalla rosa cayó y Alex disfruto la magnífica vista de su cuerpo, de la gruesa y firme prueba de su excitación, de todo aquel seductor poder listo para entrar en ella. Su fiera y plateada mirada, resplandecía como fuego ámbar. —Ah, Dios… Alexandra. Necesito oírlo ahora. Dime que eres mía. —Sí —dijo ella, y luego gritó aquella palabra de nuevo cuando él empujó profundamente y la llevó hacia la cima de una fugaz y seductora liberación. Él se quedó en la cama con Alex durante casi una hora más, mucho más tiempo

del

que

había

previsto,

pero

incluso

en

eso,

había

sido

condenadamente imposible encontrar el valor para marcharse. Por lo que había tenido que arrastrar el culo para poder llegar a tiempo a la reunión en el

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punto pactada con los guerreros. Lo había logrado, a duras penas, bajando la colina en su máquina de nieve, y a la espera de sus hermanos mientras el motor cobraba vida en la oscuridad. Los cuatro vampiros estaban equipados igual que él, vestidos con prendas negras de invierno y visores nocturnos sobre los cascos. Como miembros de la Raza, ninguno de ellos necesitaba ayuda de las luces de sus trineos para guiarse. Sus grandes siluetas, mostraban el arsenal con el que contaban, las mismas que se mezclaban con las sombras de la noche mientras se desplazaban por la nieve, hasta la parada acordada cerca de la construcción. El sonido del motor de sus máquinas de nieve llenaba el aire, con el pesado tractor, tirando de una cadena que cortaba la nieve y dejaba un rastro al pasar. La solución de la Orden para los Jinetes del Apocalipsis, pensó Kade con una pequeña sonrisa cuando miró al grupo de guerreros deslizándose por la nieve y parándose frente a él. Brock fue el primero en bajar de su trineo. Apagó el motor y pasó la pierna sobre el asiento, luego prendió el visor nocturno de su casco mientras avanzaba hacia él, y saludaba a Kade con una amplia sonrisa y un puño directo al hombro. —No deberías estar feliz hasta que acostumbre mi trasero a esta puta nevera apartada de la mano de Dios, ¿comprendes? Y para que te enteres, siento mucho odio por aquí, mi hombre. O sólo soy yo… claro está que lo sería, si pudiera sentir realmente otra cosa que no fuera el frío del Ártico que persiste en mis órganos vitales. Kade le sonrió al guerrero que se había convertido en su mejor amigo. —Es bueno verte, también. Seguidamente detrás de Brock estaba otro de los nuevos reclutas de la Orden, el ex-agente de Ejecución Sterling Chase, o Harvard, como también era

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conocido, por su curricular intelectual y la mala conducta que había tenido al principio de su interacción con los guerreros. Ese aire de libre superioridad todavía persistía, pero se había venido apaciguando desde hacía un año, cuando se unió a la Orden. Chase era mortal, y mostraba algo de enferma satisfacción por su trabajo. De hecho, Kade estaba desconcertado como en el infierno al ver aquel macho, considerando que sólo hace unas semanas aquella lucha callejera en Boston lo había dejado incapacitado por una herida de bala en el pecho. Y mirándolo ahora, Kade no podía dejar de apreciar cierta arrogancia similar a la de Seth en el macho de ojos azules, cuando se quitó el casco y su cabeza quedó al descubierto, con aquella cabellera rubia impresionante para ser más específicos. Su aguileño rostro era un poco delgado y mostraba un brillo de soledad en los ojos del guerrero. Una apatía que Kade sentía como si sólo él la estuviera notando —Tengo una imagen satelital de la ubicación exacta de la empresa minera

—dijo Chase sin saludar, sacando una pequeña computadora

portátil de su equipamiento y encendiéndola mientras los otros guerreros se reunían a su alrededor—. Es simple tecnología. Gideon procuró captar las mejores imágenes antes de que dejáramos el recinto. —Bien —contestó Kade—. ¿Te sientes bien, Harvard? Él alzo la vista, su expresión era ilegible, inhóspita. —Mejor que nunca. Mientras Kade consideraba al guerrero, los otros dos del grupo se unieron, ambos igual de corpulentos, ambos eficientemente armados del mortal arsenal de la Orden. También estaban los dos machos de Raza de la primera generación, aunque Tegan era siglos más viejo que el macho llamado Hunter. Este había sido que uno de los miembros que fundó la Orden junto con su líder, Gen Uno, Lucan, Hunter había llegado sólo hacia unos meses, un aliado - 266 -

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indiscutible, dado que era producto de experimentación genética en los laboratorios de Dragos. Engendrado del último Antiguo, sobreviviente de una especie única que rondaba justamente en Alaska, y uno de los muchos desconocido más que había engendrado con compañeras de Raza cautivas de Dragos, quien había estado reclutándolas durante décadas como la parte de su soñado poder, Hunter probablemente no sobrepasaba los cuarenta o cincuenta años. Pero durante ese corto lapso de vida, sólo había conocido disciplina y soledad. Había sido criado como un asesino, sin emociones, sin otro nombre que aquel que desempeñaba, aquello para lo único que valía la pena, complacer a Dragos, su creador. Detrás del visor nocturno, Hunter permanecía en su habitual postura, con los labios cerrados, un gesto automático en sí mismo mientras él y Tegan se acercaban al resto del grupo. En cuanto a Tegan, sencillamente nunca había sido el Sr. Simpático. No hacía mucho tiempo, poco más de un año, que la participación de Tegan en la Orden parecía dudosa. Pero al final el mismo había demostrado, que el amor de una buena mujer lo cambiaba todo. Ahora, con Lucan al mando, el formidable guerrero ponía toda su implacable, y letal fuerza en cada misión para la Orden. El verde de su mirada detallaba todo mientras se quitaba el casco y asentía con la cabeza como forma de saludo a Kade. —Buen trabajo, has hecho un buen trabajo aquí en Coldstream. Gideon lo averiguó de nuevo, y es una compañía que se hace llamar Asociados TerraGlobal. Es una corporación ficticia, una fachada con aproximadamente diez capas de entidades de mierda detrás de todo. —Déjame adivinar —dijo Kade ausentemente—. Todos los caminos finalmente conducen a Dragos.

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Tegan asintió. —Dante, Rio, y Niko se están encargados de recoger datos, siguiendo cada migaja de pan que podamos encontrar, sin importar que tan pequeño o extenso sea. Mientras tanto, Lucan y Gideon aguardan en Boston. Prácticamente tuve que atar a Lucan para impedirle que viniera con nosotros, no podemos dejar el compuesto solo cuando todavía no tenemos un lugar exacto de la guarida del propio Dragos. Las preciosidades aguardan en casa. Kade asintió con la cabeza, oyendo la preocupación en la voz del otro macho cuando hablaba de su compañera de Raza. Elise, y las compañeras de los otros guerreros que tomaron la oficina principal de la Orden como su casa. Ahora Kade entendía aquel sentimiento. Cuando pensaba en Alex, y el hecho de que tenía que dejarla en su casa en Harmony mientras él estaba en esta misión… Cuando pensaba en la probabilidad de las cosas, si todo se tornaba terriblemente mal y no pudiera volver a ella, esa probabilidad de que pudiera caer presa del Antiguo o algún otro peligro, si no pudiera mantenerla a salvo allí… Infierno santo. Cada pensamiento era peor que el otro, una terrible escalera en caracol que tenía que sacársela de la cabeza para analizar lo que Tegan estaba diciéndole. —En base a lo que ya hemos visto de Dragos, tenemos que asumir que la mina tiene alguna clase de mecanismo que auto-destruya el lugar. Si no podemos encontrar el lugar exacto, vamos a tener que detonar el lugar nosotros mismos. Brock gruñó.

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—Razón por la cual tengo empacado bastante C-4 para volar el lugar como un meteorito del tamaño de aquella montaña. Yo me encargaré de que esta mierda explote. Tegan asintió levemente, y luego dada las instrucciones para la incursión en la mina, todo estaba listo. Los guerreros ya habían discutido el plan de ataque en Boston; ahora sólo era cuestión de llevar a cabo la misión. —Es una lástima que Andreas Reichen no esté aquí para agregar un poco de fuego a la fiesta —añadió Chase, refiriéndose al más reciente recluta de la Orden, el líder del anterior Refugio Oscuro de Alemania—. Un poco de fuegos artificiales iría de maravilla esta noche. —Sí, sería algo sorprendente —contestó Tegan—. Pero su talento todavía está demasiado inestable. Hasta que consiga controlarlo, estaríamos mejor manteniéndolo trabajando en las relaciones diplomáticas de la Orden. —Relaciones diplomáticas. —Brock rió entre dientes, sonando bastante divertido—. Dios sabe que ninguno de los que está parado aquí ahora, está preparado para ese tipo de trabajo. —Condenadamente cierto —Tegan estuvo de acuerdo, sonriendo con fría amenaza—. Así que, dejemos tanta charla, y manos a la obra, a patear traseros. Cuando el grupo se dividió y se preparó para irse, Brock se apartó de los otros y le lanzó a Kade una cuestionable mirada. —¿Qué está pasando contigo? He salido a patrullar contigo demasiadas veces para no reparar en que tienes algo rondándote la mente, mi hermano. —Nah. —Kade sacudió la cabeza—. No es nada. Estoy bien. Echemos un vistazo.

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Los ojos oscuros de Brock se entrecerraron. Dio un paso al lado y bloqueó el camino de Kade, manteniendo la voz demasiado baja para que los otros no repararan. —Ahora, mira, ése es el tipo de cosas de mierda que le dices a alguien que no ha mirado tu espalda tan a menudo como acostumbras a mirar la suya. Así que, déjame preguntarlo de nuevo. ¿Qué demonios pasó desde que llegaste aquí? Kade miró fijamente a su compañero y amigo, aquel guerrero era tan cercano como un hermano para él. Incluso más cercano, que su propio gemelo. El gemelo que Kade no conocía, y había perdido ya hace mucho tiempo. Lo avergonzó pensar ahora en Seth, en como intentaba explicar lo que había descubierto de él, en el poco tiempo que había estado de nuevo en Alaska. Tendría que decirle todo a la Orden en algún momento, sabía perfectamente eso. Tendría que decirle finalmente a Alex sobre Seth. Pero había otras cosas que lo atormentaban también, el hecho de que en medio de toda esta locura y disputa desde que había dejado Boston, había bajado la guardia de alguna manera y se había permitido enamorarse. —La mujer —dijo él quedamente—. Alexandra Maguire… —Te refieres a la compañera de Raza —Brock corrigió, después de haber oído hablar algo de ella, desde aquella llamada de Kade al recinto—. ¿Le paso algo a la mujer? —Sí, yo diría que sí —dijo irónicamente Kade y exhalando suavemente—. Alex se ha vuelto importante para mí. Muy importante. Cuando Brock lo miró fijamente, los otros guerreros estaban subiéndose a sus trineos y encendiendo los motores. El rugido de la maquinaria retumbó alrededor de ellos, todos esperándolos para la siguiente parada. - 270 -

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Brock respiro profundamente, luego soltó un alarido de pura risa. —¡Naah! Oh, demonios no. No, ¿también tú? Kade sonrió abiertamente, y se encogió de hombros. —La amo, hombre. Y ella dice que me ama, créelo si quieres. —¡Ah-maldita-sea! Te creo —dijo Brock, todavía riéndose entre dientes y sacudiendo la cabeza—. Últimamente esto se está volviendo una maldita epidemia. —Entonces, es mejor que tengas cuidado al pisar. —Mierda —contestó él, rechiflando al tiempo que soltaba una lenta exhalación—. Ahora con quién voy a deambular después de patrullar. ¿Con Harvard? Muchas gracias, hombre. Apostaría a que Hunter sería una carcajada durante todo el día, también. Desde el otro lado de la valla, Tegan los alumbró con su visor nocturno y les disparó una mirada de ponerse en marcha. —Terminemos esto. Brock agitó la mano en señal de estar listo, entonces se giró de nuevo hacia Kade. —Prometo cooperar, hombre, y espero conocer algún día a tu mujer. Pero primero, vamos a patearle el trasero a Dragos. Kade rió entre dientes mientras avanzaba en su máquina de nieves y se preparaba para salir con sus hermanos, pero su estado de ánimo era principalmente una máscara para la desagradable realidad que estaba posándose más y más sobre sus hombros. Porque, asumiendo que sobreviviría a la incursión en la mina esta noche, tendría la desagradable tarea de tratar muy pronto con Seth.

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Quería empezar una vida junto con Alex, si ella lo quería a su lado, pero no podía dejar el asunto que debería haber arreglado antes de que dejara Alaska en primer lugar. Seth estaba convirtiéndose en un adicto a la sangre, en un Renegado, si no lo era ya. Su locura tenía que parar. Y Kade era el único que podía hacerlo.

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Capítulo 23 Traducido por LORENAVARGAS1985 Revisado por Sheilita Belikov Corregido por Gemma

K

ade sólo se había ido hacía un par de horas, pero la espera estaba volviendo loca a Alex. Dormir no estaba entre sus opciones, aún cuando no había

dormido mucho últimamente. Ya había desayunado, alimentado a Luna y tomado una ducha, y si no encontraba algo más que hacer en esa diminuta casa se iba a volver loca. Tal vez podría invitar a Jenna. O aún mejor, tal vez podría ir a su casa. Dios sabía, que necesitaba alguna distracción hasta que Kade la llamara para decirle que estaba sano y salvo. En otra ocasión ella podría agarrar su moto de nieve y caerle de improvisto, pero en esta época del año Jenna valoraba mucho su privacidad, incluso la exigía. El aniversario en Noviembre de la muerte de Mitch y Libby era siempre una lucha para su amiga, y a Alex le dolía que Jenna prefiriera sufrir a solas en lugar de apoyarse en ella como soporte en tiempos difíciles. También molestó a Alex que no hubiera oído una palabra de Jenna desde la última vez que la había visto. Que pasara más de un día o dos sin al menos una llamada telefónica o una rápida visita era raro de Jenna, no importa qué época del año fuera.

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Alex agarró el teléfono para llamarla y se dio cuenta de que la señal de mensaje estaba iluminada. Probablemente era Jenna, pensó con una sonrisa de alivio bajo su aliento. Probablemente había dejado un mensaje de voz preguntándole a Alex porque no había llamado o ido. Alex tecleó su código de acceso y esperó a que el mensaje se reprodujera. No era Jenna. Uno de sus clientes de su ruta de abastecimiento, una nueva madre con un bebé enfermo y un esposo que se había ido hacía seis meses a trabajar en un gaseoducto, quería saber si Alex podría llevarle un poco de fórmula (leche en polvo) y más combustible para el generador eléctrico de la cabaña. Estaba a punto de salir por ambos, y le preocupaba que la tormenta de nieve que se aproximaba sólo empeorara las cosas. La llamada había sido hecha la mañana de ayer. Hace más de veinticuatro horas. —Maldita sea —susurró Alex. La cabaña de la mujer quedaba a sólo diez millas a las afueras de la ciudad, pero el pensamiento de aventurarse fuera de Harmony antes del amanecer, especialmente con el conocimiento de la criatura salvaje que se ocultaba en la oscuridad, le dio a Alex más de un momento de pausa. Por otra parte, ¿podría realmente sentarse en su casa y dejar a todos los demás a su suerte, simplemente porque tenía miedo? ¿No acababa de decirle a Kade que había terminado de ocultarse y correr, acurrucarse en la esquina de la maldad que siempre había sabido que existía pero había sido demasiado cobarde para enfrentarla? Ella había querido decir eso. Kade le había dado la fuerza para enfrentar sus temores. Y el hecho de que él estuviera allí fuera en alguna parte, ahora mismo, luchando por ella —por toda la humanidad y la Raza por igual— le dio a Alex un mayor y renovado sentido de poder. Noble, valiente Kade era su hombre, su

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pareja. Él la amaba. Con ese conocimiento dándole aliento, ya no había nada a lo que tuviera que temer. —Vamos, Luna —Alex le hizo un gesto al perro lobo para que la siguiera mientras se dirigía a la cocina y agarraba su chaqueta del gancho. Pisando fuerte, agarró las llaves de su moto de nieve—. Vamos a dar un paseo, chica. Y cuando terminara de hacer su entrega, pasaría por casa de Jenna, sólo para asegurarse que todo estaba bien.

*****

—Hay siete Subordinados vigilando las áreas del sur y oeste del lugar — dijo Kade cuando él y Brock volvieron de un reconocimiento rápido de la empresa minera—. Por lo que pudimos ver, cada uno está armado con rifles semiautomáticos y por cables de dispositivos de comunicación personal. Pero ninguna señal del asesino Gen Uno o el hombre de Dragos, de modo que las probabilidades son que estén atrincherados adentro en algún sitio. Mientras Tegan asintió en reconocimiento, Chase se acercó con su informe desde el otro lado de su objetivo de operación. —Cuatro guardias Subordinados en la puerta del frente, y dos más manteniendo bajo vigilancia el tramo oriental de la cerca perimetral. Supongo que no son todos. Vamos a encontrar más bastardos una vez que entremos. La pregunta es, cuántos más. —No importa —la voz profunda de Hunter continuó sin inflexión, sólo fría evaluación—. Los Subordinados tienen reflejos humanos e inferiores. Independientemente de cuántos sean o cuán armados estén, dudo que puedan con nosotros. Sólo serán un obstáculo temporal en nuestra misión.

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—Tienes razón —acordó Tegan con sequedad—. Una vez que nos infiltremos en el sitio y pasemos el obstáculo de los Subordinados, nuestro objetivo es doble. Determinar si tienen al Antiguo en la jaula, y si es así, donde está. Segundo, capturar al vampiro responsable de todo esto. Si está siguiendo órdenes de Dragos, entonces tiene que saber dónde está Dragos y qué se trae entre manos. Por lo tanto, tenemos que traer a ese hijo de puta y hacerlo hablar. Lo que significa que tenemos que traerlo vivo. —Eso no significa que tenemos que traerlo en las mejores condiciones —Chase arrastró las palabras, las puntas de sus colmillos que ya eran visibles, en previsión de la batalla que estaba por venir—. Solamente necesitamos asegurarnos que su boca funcione. —Entremos con cautela —continuó Tegan, posando una mirada breve y reducida sobre el guerrero antes de abordar al grupo en conjunto—. Nos dividiremos en grupos y entraremos por el camino más despejado a la mina a través de la seguridad, lo más discretamente posible, no utilizaremos las armas, a menos que sea absolutamente necesario. Entre más nos podamos acercar a la entrada de la mina sin alertar a todo el maldito lugar de nuestra presencia, mejor. Todos los guerreros respondieron con un asentimiento de aceptación. —Necesitamos que un equipo se encargue de los guardias que están en la puerta —dijo Tegan, contemplando a Kade y a Brock. Después Tegan inclinó la mirada hacia Chase—. Nosotros buscaremos los contenedores de carga, y nos aseguraremos de que Hunter tenga el camino libre para que pueda entrar. Una vez que los Subordinados estén incapacitados y el lugar despejado, vamos a entrar y a cumplir con los objetivos que nos planteamos. —Suena como un plan —dijo Brock. Kade asintió y se encontró con la mirada de su amigo a través de la fina capa de nieve que se había levantado en los últimos minutos. - 276 -

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—Vamos hacer esto. —De acuerdo —dijo Tegan—. Cada uno ya sabe lo que tiene que hacer, sean cautelosos. Los guerreros se dividieron en los equipos asignados y se dirigieron hacia la mina. Su velocidad sobrenatural y su agilidad los beneficiaba para realizar su misión, como había dicho Hunter, a pesar del número, los Subordinados estaban en desventaja por el simple hecho de ser humanos. Sus ojos humanos no serían capaces de rastrear la rapidez de los movimientos de los machos de Raza guerreros que se apresuraron en llegar a las vallas del perímetro y saltar la barrera. Kade fue el primero en cruzar la valla. Cayó encima de un Subordinado que estaba en la entrada, dejándolo sin vida sobre la tierra congelada y haciendo callar su grito de alarma antes de que atravesara su garganta. Cuando arrastró el cuerpo para esconderlo, echó un vistazo y vio que Brock ya había entrado, el Subordinado que tenía como objetivo el guerrero negro fue eliminado cuando le rompió el cuello. Ya juntos los dos guerreros siguieron adelante hacia su siguiente punto de ataque. Kade saltó hacia la azotea de la dependencia más cercana, mientras que Brock desapareció en los alrededores. Un Subordinado vigilaba el área donde estaban los remolques para almacenar equipos. Los ojos de Kade, como todos los de la Raza estaban entrenados para ver perfectamente en la oscuridad total. Él se lanzó del tejado, cayéndole de sorpresa al Subordinado, quien tuvo una muerte rápida. Brock también añadió a otro Subordinado a su cuenta. Lanzó el cuerpo sin vida de su segundo Subordinado al lado del de Kade. Más adelante, parcialmente oculto por la ráfaga de nieve que empezaba a removerse intensamente, Tegan estaba moviendo el cuerpo roto y sin vida de otro guardia Subordinado de gran tamaño, despojándolo de sus armas. Más - 277 -

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lejos todavía, hacia el sendero que conducía a la mina, Kade apenas pudo distinguir la forma inmensa de Hunter cuando el Gen Uno caminó por delante de dos Subordinados recién muertos, que yacían en un montón delante de sus pies. Kade disparó una mirada alrededor del sitio en busca del miembro restante del equipo y lo encontró cerca de los contenedores de carga. Chase tenía a un Subordinado agarrado por la garganta, sostenía al esclavo de mente en un apretón mortal lento y doloroso, sus botas a varios centímetros del suelo. El Subordinado se sacudió y convulsionó cuando empezó a estrangularlo. —Mátalo —murmuró Kade mientras veía la expresión de Chase retorcerse con algún tipo de furia. A su lado, Kade escuchó a Brock gruñir, un estruendo profundo en su garganta cuando él, también, capturó la vista del otro guerrero jugando con su presa. En ese momento, Chase sacó su cuchillo y lo levantó, preparado para atacar a matar. Fue entonces cuando Kade vio un destello de movimiento a través del camino oscuro… otro Subordinado, bajando una escalera exterior de uno de los edificios circundantes. El guardia Subordinado tenía su rifle apuntando hacia Chase, apunto de apretar el gatillo. —Maldito sea —gruñó, agarrando su propia arma y preparándose ante la amenaza súbita a la vida de Sterling Chase. La advertencia de Tegan de no abrir fuego a no ser que fuera absolutamente necesario resonó en su cabeza. Al carajo. Tenía que hacerlo. Si no lo hacía, en otra fracción de segundo, la Orden iba a perder a uno de los suyos. Kade disparó.

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El disparo sonó como un súbito estallido de trueno. Encima de la escalera, hubo una explosión de sangre coagulada saliendo a borbotones de la cabeza del Subordinado cuando la bala de Kade dio en su objetivo. El cadáver del Subordinado cayó sobre el borde de la escalera, aterrizando con un fuerte golpe en el suelo. Al mismo tiempo, una alarma comenzaba a sonar en el interior de los edificios. El repique de las sirenas se escuchaba también en los exteriores de la mina. Inmediatamente sumergiendo el área en caos. Antes de que Kade tuviera la oportunidad de lamentar la decisión que había salvado la vida de uno de sus hermanos pero posiblemente poniendo en peligro su misión, un ejército de Subordinados salieron de todas las direcciones. Un tiroteo estalló por todas partes. Kade y Brock se cubrieron tras la pared más cercana, devolviendo el fuego sobre el grupo de guardias Subordinados que se trasladaban hacia ellos desde el otro lado del camino. A través de la cortina gruesa de la nevada, Kade notó a otros Subordinados más cerca del edificio de ladrillo que protegían en cuclillas la entrada de la mina. Una docena arrastrándose para fortalecer el frente del edificio, mientras que detrás de ellos, había más en las estrechas ventanas, que se abrieron y llenaron de largos cañones negros de semiautomáticas de alto calibre. Balas se descargaron desde todas las direcciones cuando Kade y los otros trataron de cortar la línea y despejar el camino a la entrada de la mina, el evidente centro neurálgico de la operación de Dragos aquí. Los guerreros eliminaron varios objetivos, pero no sin algunos golpes en su lado. A pesar de que su genética de la Raza les daba la velocidad para anticipar y esquivar disparos, en el fragor de la batalla era fácil perder el paso… y potencialmente perder la cabeza.

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Kade tuvo un desagradable raspón en el hombro cuando disparó contra los Subordinados. A su lado, Brock esquivó una bala y apenas eludió otra. El resto de los guerreros estaban bajo ataque similar y, como Kade y Brock, devolviendo tanto como estaban recibiendo. Subordinados cayeron desde varias posiciones, hasta que todo lo que quedó fueron unos cuantos guardias tenaces manteniendo la línea en el frente de la mina. Luego, como para darle al desafío un punto aún más fino, la puerta de acero del edificio se abrió y una inmensa forma, vestida de negro salió. —Asesino —Kade le susurró a Brock cuando el enorme macho Gen Uno que había visto hace unos días con el teniente de Dragos caminó fuera para unirse a la refriega. Tan pronto había dicho eso uno de los guerreros rompió la formación y acechó hacia delante, portando su arma. Infierno santo. Hunter. —¡Cúbranle! —gritó Tegan, pero Kade y los demás ya estaban haciéndolo desde diferentes posiciones y estando detrás del ex asesino para disparar a sus enemigos y asaltar la entrada de la mina a la fuerza. Varios metros al frente ahora, el largo y determinado avance de Hunter estropeaba los terrenos cubiertos de nieve mientras esquivaba y eludía una lluvia de balas que venían directamente contra él. Otra descarga llegó y el Gen Uno recibió un sólido golpe en el muslo izquierdo. Luego otro en su hombro derecho. Hunter apenas se estremeció cuando su carne se rasgó con los impactos. Con la cabeza baja, arrojó su arma y arrasó hacia delante en una racha de velocidad que sólo los ojos de Raza podrían seguir. Toda su furia —toda su intención letal— estaba centrada en el otro asesino Gen Uno, el macho de Raza - 280 -

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que había nacido y crecido de la misma forma que él, y entrenado para ser experto en una sola cosa: matar. Al mismo tiempo que Hunter salió disparado, el asesino lanzó su arma y dio un gran salto en el aire. Los dos machos chocaron con sus cuerpos, fue un choque de grandes huesos y músculos. Cuando cayeron al suelo, se desató una intensa pelea, que sólo terminaría con la muerte de uno. El resto de los guerreros se movieron rápidamente para acabar con los Subordinados que quedaban. Los guerreros libraban dos batallas simultáneamente, Hunter con el enorme macho Gen Uno y los otros guerreros estaban exterminando a los Subordinados. Fueron dos batallas sangrientas e intensas que parecían ocurrir en un vacío de tiempo que fueron a la vez movimientos terriblemente lentos y giros a la velocidad de la luz. Kade y los otros se reunieron en la entrada de la mina. Sangre, huesos y balas rociaron la oscuridad llena de nieve. Los Subordinados fueron muriendo uno por uno, y la alarma seguía sonando por toda la mina. En el suelo cercano, Hunter y el asesino Gen Uno giraban y se retorcían en un indiscernible desenfoque de movimiento, batiéndose uno al otro con sus puños. Cuando Kade mató a otro Subordinado cerca de la entrada, vio el destello de los colmillos del asesino en la oscuridad y como los enterraba en el hombro de Hunter. Kade tenía la oportunidad de dispararle al bastardo, pero en medio de todo el caos que los rodeaba, existía una posibilidad de fallar el tiro, lo que sería fatal, porque la bala terminaría en la cabeza de Hunter. Maldijo y apuntó al asesino. En ese preciso momento Hunter agarró al asesino por el cuello y lo lanzó al suelo con toda su fuerza. Kade pudo sentir el

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retumbar del cráneo contra el mismo, y aunque ese golpe dejó al asesino atontado, la lucha aún seguía. Hunter volvió a agarrar al asesino y lo lanzó contra los contenedores de carga. El cuerpo del asesino chocó contra una de las cajas y el collar electrónico que llevaba disparó una lluvia de chispas cuando se impactó contra el acero corrugado. —¡Ah, mierda! —gritó Kade, habiendo visto de primera mano lo que esos collares podían hacer—. ¡Explosión UV, todos abajo! Su orden envió a Hunter y al resto de los guerreros directamente al suelo. Apenas tocaron el suelo se produjo un repentino y cegador destello de pura luz blanca. Los rayos ultravioleta salieron disparados debajo de la cabeza del asesino, cortando una línea limpia a través de la piel, carne, tendones y huesos. Cuando se extinguió un momento después, el inmenso asesino Gen Uno yacía en la nieve derretida en un montón roto, su cabeza sin pelo y cubierta de glifos limpiamente cortada del resto de él. Sin perder un segundo, Hunter sacó una pistola de su cinto y les disparó a los Subordinados que quedaban que en ese momento aún estaban tambaleándose, temporalmente cegados por la explosión de luz de un segundo antes. Kade y el resto del grupo se unieron, y al instante, nada se interponía en su camino de entrada a la mina, salvo un campo de cuerpos caídos. Tegan pateó los cuerpos que obstruían el camino, y los dirigió a la puerta de acero del edificio. El salón estaba vacío, excepto por un par de cámaras de seguridad. A unos metros más allá de la entrada, había otra puerta que estaba reforzada por una cerradura en forma de torniquete, como la puerta de una bóveda bancaria. —Brock —dijo Tegan—. Hay que poner un poco de C-4 a esto, para que estalle, y podamos entrar.

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Brock avanzó y sacó de su mochila un montón de material explosivo y cortó un pequeño pedazo. Cuando puso los explosivos en la puerta de acero, todos retrocedieron y cubrieron sus cabezas por el golpe detonador que hizo volar la puerta. —Listo —dijo Brock, cuando el humo comenzó a disiparse, avanzaron lentamente hacia la maldita puerta. Ya dentro del lugar los guerreros observaron detenidamente lo que tanto custodiaban los Subordinados. Era un almacén, que tenía una modesta cocina, parecía ser un lugar ocupado por Subordinados. Los guerreros siguieron su búsqueda, más adelante había un cuarto muy pequeño, muy parecido a una prisión, sin luz y sin cama para dormir, sólo había una manta muy bien doblada en el suelo. Hunter miró el interior de la pequeña habitación con una expresión de desprecio y dijo: —El asesino dormía aquí. Esa pequeña celda de aspecto frío, contrastaba con la lujosa residencia que se encontraba a pocos metros más adelante. La puerta estaba parcialmente abierta, Kade pudo ver a través de la oscuridad un pulido y lujoso escritorio de madera, detrás de éste había una silla de cuero que todavía se encontraba en movimiento, seguramente porque la persona que lo ocupaba había tenido que salir de improvisto, después del ataque que los guerreros organizaron. Sin duda, esta lujosa suite perteneció al teniente de Dragos. Kade desaceleró el paso, y se dirigió hacia el último tramo del pasillo. —Sólo hay un camino por el que pudo haber salido. —Sí —la mirada verde de Tegan cayó sobre él en acuerdo—. Directamente hacia una escotilla.

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Hizo señas a los demás para que lo siguieran, luego dirigió el camino a las fauces oscuras del corredor.

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Capítulo 24 Traducido por Laura Corregido por Ginabm

L

a tormenta de nieve que había comenzado como una débil ráfaga estaba empeorando en pesados y persistentes copos mientras Alex y Luna volvían de hacer la entrega fuera del monte. Alex

estaba contenta de haber podido ayudar a la joven madre que había estado contando con ella hoy, pero se preocupaba de que no hubiera podido todavía tocar base con Jenna. Ella sacó su teléfono móvil e intentó llamar a la cabaña de Jenna una vez más. No hubo respuesta. La preocupación que había estado acarreando por su amiga sólo se había incrementado en el tiempo que Alex había estado fuera, convirtiéndose en un pinchazo de inquietud en toda regla. ¿Qué pasaba si Jenna estaba tomándose las cosas más fuerte este año que el anterior? Alex sabía que ella luchaba, que ella se desesperaba aún así, por la pérdida de su marido e hijo. ¿Qué pasaba si la desesperación había profundizado a algo peor esta vez? ¿Qué pasaba si había llegado a ser algo peligroso y se había hecho daño a sí misma? —Oh, Dios…Jenna. Por favor, deja que me equivoque. Con Luna corriendo al lado de ella, Alex dio al trineo más velocidad mientras se desviaba por el sendero que finalmente la guiaría a Harmony. Ella se dirigía lejos de la ciudad, hacia la cabaña de Jenna a una milla de distancia.

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Ella estaba aún a quince minutos de distancia cuando vio algo moverse en los árboles que había frente a ella colina arriba. No pudo distinguir la forma en la oscuridad, pero parecía ser… ¿una persona? Sí, lo era. Alguien chocando contra la maleza del bosque llena de nieve. Increíblemente, a pesar del amargo frío, él estaba completamente desnudo. Y él no estaba solo. Varias otras formas se materializaron de las sombras para correr junto a él, formas oscuras de cuatro piernas…un grupo de media docena de lobos. La vista del hombre y los animales salvajes juntos no la sorprendió tanto como la confundió. ¿Kade? Alex redujo la presión y ralentizó su trineo a un paseo, con Luna corriendo pausadamente a su lado. —Kade —ella gritó, su nombre salió de prisa de su boca en una respiración de puro instinto. Sintió un breve momento de euforia al verle, pero la lógica se estrelló sobre ella como un martillo frío. Kade se había ido hace horas para reunirse con los otros guerreros de Boston. ¿Qué estaría haciendo él ahí afuera, así? Algo sobre él no le parecía correcto… No podía ser Kade. Pero…lo era. El faro de su máquina de nieve lo alumbró. Los lobos se dispersaron por el bosque, pero él permanecía allí ahora, solo, con un brazo alzado para proteger su brillantemente iluminada mirada de ojos ámbar. Sus dermaglifos estaban tan oscuros que parecían negros contra su piel, y algo casi tan oscuro

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—algo que su mente rechazaba admitir al principio— manchaba su cuerpo desnudo de cabeza a pies. Sangre. Oh, Jesús. Estaba herido…malamente herido, por la mirada horrenda de él. El corazón de Alex dio una enferma sacudida en su pecho. Estaba herido. Su misión con la Orden debía haber ido terriblemente mal. —¡Kade! —gritó ella, y saltó fuera de su trineo para correr hacia él. Luna dio vueltas en frente de ella, bloqueando su camino mientras ladraba con un aullido agudo, un aviso a ella, o quizás incluso el perro podía ver que algo estaba muy mal con él. —Kade, ¿qué te ocurrió? Él movió su cabeza hacia ella y miró aunque paralizado, su salvaje cabello negro sobre su cabeza y lleno de sudor. Incluso desde los cien pies que les separaban, Alex podía ver que esa sangre manchaba su cara, manchándose su barbilla en líneas sangrientas. ¿Por qué él no le respondería? ¿Qué demonios le pasaba? Alex se detuvo, sus pies súbitamente se negaron a moverse. —¿Kade? Oh, Dios mío…por favor, háblame. Estás herido. Dime que ocurrió. Pero no pronunció ni una sola palabra. Como una criatura del bosque, se fue corriendo lejos de ella, desvaneciéndose en los oscuros bosques.

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Alex gritó tras él, pero no estaba en ningún lugar que pudiera ser visto. El faro de su trineo iluminaba los arboles donde Kade y los lobos habían estado. Dio un par de pasos vacilantes hacia delante, tratando de ignorar el nudo de terror en su garganta y el bajo y tentador aviso del gruñido de Luna junto a ella. Tenía que encontrar a Kade. Tenía que saber qué había ocurrido. Los pasos inciertos de Alex llegaron a ser un movimiento, sus botas arrastrándose en la nieve. Los latidos de su corazón se estaban acelerando, los pulmones apretando en cada respiración mientras corría a través de la glacial oscuridad, siguiendo el penetrante brillo del faro de su máquina de nieve. Ella arrastró un jadeo cuando vio las manchas de sangre en la nieve. Tanta sangre. Las pisadas de Kade se perdían por todas partes. Al igual que las muchas patas de la manada. —Oh, Dios —susurró Alex, sintiéndose enferma, a punto de tener arcadas, mientras se aventuraba más profundo en el bosque, siguiendo la pista de la sangre. La nieve estaba manchada casi negra cuanto más seguía ella. Sangre como la que nunca había visto. Demasiado lejos para Kade para haber perdido y todavía ser capaz de mantenerse recto, corriendo solo como había hecho cuando se había dado cuenta de que ella estaba allí. Alex caminaba con todos sus instintos clamando porque se girara alrededor antes de que viera algo que nunca sería capaz de purgar de su mente. Pero no podía apartarse. No podía correr.

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Tenía que saber que había estado haciendo Kade. Los pies de Alex se ralentizaron mientras llegaba al lugar donde la carnicería había comenzado. Su visión nadó mientras miraba las consecuencias ensangrentadas de un ataque vicioso. Un ataque vampiro peor que cualquier salvajada de la que ella hubiera sido testigo antes. Otro ser humano, otra persona inocente, tratada brutalmente por los monstruosos asesinos de sus pesadillas. Por Kade, aunque ella nunca lo habría creído si no lo hubiera visto con sus propios ojos. Alex no podía moverse. Dios, apenas podía sentir nada mientras permanecía allí, paralizada de shock y horror tan profundo que ni siquiera podía reunir la respiración suficiente para gritar.

*****

Kade sintió la sensación más extraña en su pecho mientras él y los otros guerreros empujaban más lejos en el corredor del pozo de la mina. Él se arrastraba hacia delante en la oscuridad, sosteniendo el arma firme, tratando de rechazar el escalofrío que estaba golpeándole por detrás del esternón. Jesus, ¿había tenido un golpe en el pecho en el temprano altercado? Clandestinamente, se palpó en busca de una herida o el sentimiento pegajoso de sangre derramándose pero no encontró nada. Nada excepto el dolor fantasma que parecía querer absorber mucho de su aire fuera de sus pulmones. Él se sobresaltó, luchando por mantener su atención en la oscura caverna que fuera se extendía delante de él y los otros guerreros.

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Las sirenas de alarma continuaron sonando detrás de ellos; nada excepto tranquilidad esperaba en las profundidades del pozo de la mina. Entonces, el roce más diminuto de una pisada vino de algún lugar lejano en las sombras. Kade lo escuchó, y estaba seguro de que el resto de guerreros lo habían hecho también. Tegan apoyaba su mano para detener su progreso en el pasadizo. —Parece como si el maldito lugar estuviera vacío —dijo él, alcanzando al teniente de Dragos mientras él cruzaba la línea en el tenebroso abismo que había ante ellos—. Pásame algo de C-4. Volemos esta madre. —Espera. —La voz distante era envidiosa y arrogante, un gruñido sin aire en la oscuridad—. Sólo…espera, por favor. —Muéstrate —ordenó Tegan—. Camina despacio y bien, gilipollas, si estas armado, estarás mordiendo el polvo antes de que des el primer paso. —No tengo ningún arma —gruñó la voz en respuesta—. Soy un civil. Tegan se burló. —Hoy no. Muéstrate. El socio de Dragos salió de la oscuridad como le ordenaron, pero solo apenas. Vestido con pantalones de talle gris y un jersey negro de cachemira, parecía ser más un estratega de una sala de juntas que un estratega militar. Entonces de nuevo, desde que la Orden hubiera visto en el pasado a los socios escogidos a dedo de Dragos, él parecía reclutar a sus tenientes basándose en el linaje y aptitud para la corrupción más que cualquier otra cosa. Con las manos en alto, el hombre de Dragos se encontraba cerca de las sombras del pozo de la mina. Él se movía con lenta deliberación, su cuidadosamente refinada expresión no era suficiente para enmascarar su miedo mientras sus ojos tomaban conciencia de los cinco guerreros de Raza manteniéndole en sus puntos de mira.

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—¿Quién eres? —preguntó Tegan—. ¿Cuál es tu nombre? Él

no

dijo

nada,

pero

su

mirada

parecía

deslizarse

casi

imperceptiblemente a su lado. —¿Hay alguien más dentro? —preguntó Tegan—. ¿Dónde está el Antiguo? ¿Dónde está Dragos? El hombre tomó un paso vacilante. —Necesitaría algún tipo de seguridad de la Orden. —evitó contestar. Y allí fue rápido, dando en el dardo con sus ojos de nuevo—. Necesitaría refugi… Un disparo de pistola explotó fuera de la oscuridad, cortando brevemente sus palabras mientras soplaba lejos un pedazo considerable de la cabeza del vampiro. —Asesino —Hunter gruñó en el mismo instante, pero su aviso fue eclipsado por más ráfagas de disparos fuera de las sombras. El teniente de Dragos —el vampiro que podría haber dado a la Orden su mejor pista sobre su enemigo— estaba colapsado sobre el suelo en una pastosa y deshuesada pila. Kade y los otros cuatro guerreros abrieron fuego a la boca negra del pozo de la mina, salpicando la zona con balas mientras esquivaban los disparos que venían hacia ellos. —¡A cubierta! —Tegan gritó mientras las balas que llegaban no mostraban señal alguna de que fueran a parar. Kade y Brock se zambulleron en la habitación más cercana del corredor de la mina, Tegan iba detrás de ellos. Chase y Hunter tomaron posiciones lejos al otro lado del pasadizo, devolviendo los disparos sobre la implacable lluvia de balas que rasgaba la oscuridad.

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—Brock —dijo Tegan, sus colmillos brillando en la oscuridad—. Tira alguna barrera (para contener derrames de líquidos) por el corredor. Nosotros la dispararemos desde aquí y la instalaremos. Brock bajó su pistola y cogió un paquete de C-4 de su mochila. Trabajando rápidamente, él rellenó una gorra de voladura y un pequeño detonador en la pálida masa. Cuando hubo acabado, él asintió en dirección a Tegan. —Vamos a golpear esta bonita mierda de plaza. Si echamos en falta el detonador incrustado, no conseguiremos que haya chispa. Kade captó la mirada oscura del guerrero. —Sin chispa, no hay estallido. —Correcto. —Lánzalo —dijo Tegan. Brock caminó hasta la apertura de la puerta. Él tiró el C-4 en un arco alto, y mientras desaparecía en las sombras del pozo de la mina, los tres abrieron fuego. Era difícil decir si habían golpeado la masa, hasta que una chispa saltó brillante en la oscuridad. Entonces el material explotó con una explosión estremecedora. Una nube de humo y pulverizados escombros salieron hacia delante como un tsunami, soplando trozos de hormigón e inundando de polvo la habitación donde Kade, Brock y Tegan se habían puesto a cubierto. Y entonces, cargando contra la cegadora ola de ruinas, vino el asesino Gen Uno. Él no era más que un borrón de movimiento y velocidad, todo ello chocando adelante como una bala de cañón. Tegan saltó para interceptarle, y pronto ambos, el Gen Uno y él estaban envueltos en una pelea mortal. La oscuridad y la agitada nube de escombros los tragaron mientras la lucha se intensificaba, armas sonando contra el suelo de piedra, primero aplastando contra carne y hueso. - 292 -

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El súbito y picante olor de sangre se alzó de la confusión del movimiento. Un rugido de furia… el bajo bramido de ira de Tegan…después silencio. Alguien encontró un interruptor y encendió la luz. Luces fluorescentes iluminaron el corredor en una neblinosa luz blanca azulada. Y allí estaba Tegan, su muslo sangraba de una herida profunda, su cuchillo dentado de titanio se deslizó entre el grueso cuello del asesino y el collar de polímero negro que lo rodeaba. —Lentamente, ahora —advirtió él al asesino local de Dragos—. Ponte de pie muy cuidadosamente. El calvo Gen Uno gruñó, sus ojos se iluminaban de puro odio. —Que te jodan. —Levántate —ordenó Tegan—. Con cuidado. Es verdaderamente fácil perder la cabeza en una situación como ésta. A regañadientes, irradiando amenaza, el asesino se puso de pie. Con Kade y los otros sosteniendo sus armas sobre el vampiro, Tegan lentamente le llevó hasta la habitación cercana. La función de la habitación era suficiente familiar para Kade puesto que él y la Orden habían encontrado una similar cuando habían asaltado las oficinas centrales de Dragos en Connecticut hacía sólo unas pocas semanas. Era una celda de detención, la jaula cilíndrica en su centro, con sus limitaciones electrónicas y panel de control computarizado diseñado para la contención de un cautivo particular. —¿Dónde está el Antiguo? —Tegan preguntó mientras él guiaba al asesino por unas restricciones muy resistentes que habían sido edificadas para contener a los del otro mundo. Tegan miró a Kade y Brock—. Encierra a este hijo de puta abajo. Cada uno tomó una mano y pusieron los grilletes alrededor de las muñecas del Gen Uno. Mientras aseguraban sus brazos, Chase caminó hasta allí y puso dos más alrededor de sus tobillos. - 293 -

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—¿Dónde está el Antiguo? —Tegan preguntó una vez más, sus palabras tensamente cortadas—. Está bien. Sobre esto. ¿Dónde está Dragos? El está obviamente diversificando su operación ahora, moviendo sus piezas alrededor en lugar de mantenerlas todas juntas en un lugar. Así que, él traslada al Antiguo a un lugar frío aquí, pero, ¿qué hay sobre el resto? ¿Dónde se está ocultando ahora? ¿Dónde están las Compañeras de Raza que mantiene como prisioneras? —Él no sabrá —La profunda voz de Hunter cortó a través del estruendo de las alarmas fuera y la tensión creciendo dentro de la habitación de contención del Antiguo—. Dragos no nos dice nada. Como sus Cazadores, nosotros le servimos. Eso es todo. Tegan gruñó, pareciendo querer morder el collar del asesino entonces y ahora. Manteniendo una mano sobre la cuchilla que apretaba contra el cuello ultravioleta, puso su otra mano sobre la ceja del asesino y empujó la gran cabeza hacia atrás. —Cabrón. Él sabe algo. La boca del asesino se curvó con diversión personal. —Empieza a hablar, huevo de laboratorio pedazo de mierda, o te vas a convertir en humo justo aquí y ahora. La mirada del asesino era glacial. —Todos nosotros estamos a punto de convertirnos en humo —siseó a través de sus dientes y colmillos. Kade miró al panel de control sobre la pared contraria, sólo ese segundo dándose cuenta de que había un temporizador digital con cuenta atrás en un reloj de cinco minutos. En lo alto del mordiente frío que estaba todavía masticando lejos en su pecho, ahora un sentido enfermo de Déjà vu le agarró mientras él vigilaba lo que tenía que ser el mecanismo de autodestrucción marcando los segundos. —Mierda. El ya ha apagado el interruptor. Este lugar completo está yendo a caer.

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Tegan gruñó, bajo y letalmente, mientras retiraba el cuchillo de debajo de la barbilla del asesino y le dejaba de pie en la celda de contención del Anciano. Kade y los otros retrocedieron mientras él se abalanzaba hacia el panel de control y pulsó el botón que hacía funcionar las barras de luces ultravioleta. Los rayos verticales de luz se volvían vivos, rodeando al asesino Gen Uno dentro y aprisionándole más seguro de lo que cualquier cantidad de metal haría. —Salgamos de aquí —dijo Tegan, acechando fuera de la puerta. El resto de los guerreros cayeron detrás de él, Kade y Brock en la parte trasera. Brock se detuvo a dar al asesino cautivo una amplia sonrisa. —No vas a ningún lado ahora, ¿me oyes? Ordinariamente, Kade habría conseguido una buena risa burlona del adusto humor de su compañero, pero era condenadamente difícil apreciar algo cuando su corazón estaba martilleando como si hubiera corrido cien millas y sus venas estuvieran iluminándose con el mismo extraño escalofrío que había hecho una casa en su pecho. Él corría con el resto del grupo, fuera del edificio de la mina y en el patio principal del lugar, lo que parecía una zona de guerra. Las sirenas de alarma gruñían alto afuera, gritando en la noche. La nieve estaba cayendo a un ritmo furioso ahora, silenciando el campo de Subordinados muertos y dejando visibilidad a cero. —Necesitamos decir adiós a esos cuerpos, asegurarnos de que no queda nada que identificar una vez este lugar explote —dijo Tegan—. Vamos, arrastrarles dentro de uno de los edificios exteriores y enviarles con el resto de ese C-4. —A ello —dijo Brock.

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Kade se unió al resto de guerreros mientras trabajaban para despejar el terreno antes de que el reloj autodestructivo llegara a cero. Estaba siendo difícil para él respirar ahora, su sangre bombeando con sirenas de alarma en el suyo, la inconsciencia filtrándose a través del lavado de adrenalina y la lucha enfocada que había inundado sus sentidos con el combate en la mina. Mientras él y su hermano de Raza arrastraban al último de los Subordinados muertos en el lugar, y los primeros ruidos sordos de la explosión que se acercaba comenzaron a agitar el suelo, la causa de su angustia interior le golpeaba de costado. Alex. Maldita sea. Algo había ocurrido. Ella estaba preocupada, agitada. Algo la había aterrado…horrorizado. Y él sintió su trauma como el suyo propio ahora, porque él había tomado sangre de su cuerpo, y era ese vinculo de sangre el que había estado clamando en sus propias venas. Su nombre era una súplica —una oración— mientras el suelo junto a él daba una poderosa sacudida, y la compañía minera explotó hasta el cielo detrás de él.

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Capítulo 25 Traducido por: cuketa_lluminosa Corregido por: Andy Parth

—B

ueno, Alex. Ahora, espera aquí. Reduce la velocidad, ¿de acuerdo? —Zach Tucker cerró cuidadosamente la puerta del cobertizo de la parte trasera de su casa y miró

a Alex con incredulidad. Ella no podía culparlo. Nadie en su sano juicio puede creer lo que acababa de decir, no al menos que lo hubiese visto con sus propios ojos—. Dices que acabas de encontrar otro cuerpo muerto en el monte, y te parece que era... ¿un ataque de vampiro? —Sé que lo fue, Zach. —Su corazón ardía en deseos de decir las palabras, pero la imagen de Kade, y la imagen del cuerpo salvajemente cazado que había dejado atrás, la desgarraron como hielo—. Oh, Dios, Zach. Sé que no me vas a creer, pero es verdad. Frunció el ceño, mirándola durante un buen rato. —¿Por qué no entras? Está helado aquí, y estás temblando como una hoja. No por el frío del aire, sino por la confusión y el horror de descubrir que Kade la había traicionado. Había jurado que era diferente de los monstruos de sus pesadillas, y ella lo creía. Ella hubiera creído todo lo que le había dicho, si no hubiera visto la prueba empapada de sangre de su engaño por sí misma hace apenas un rato. —Vamos —dijo Zach, envolviendo su brazo por los hombros y guiándola fuera de la nave, hacia su casa. Luna se levantó para seguir, manteniendo el ritmo detrás de Alex, pero antes de que la perra lobo pudiese entrar en la casa,

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Zach le cerró la puerta en la cara—. Siéntate, Alex. Tomémoslo con calma ahora, ¿sí? Ayúdame a dar sentido a lo que piensas que viste. Aturdida, se dejó caer sobre el sofá de la sala de estar. Él se sentó a su lado.

—No pienso haberlo visto, Zach. Lo hice. Es real, todo lo que te dije. Los

vampiros existen. —Escúchate a ti misma. No suenas como tú, Alex. Has estado actuando de forma extraña desde el ataque de los Toms. Todo desde que ese chico, Kade, apareció en Harmony. —Los ojos de Zach se estrecharon en ella—. ¿Te ha estado dando drogas? ¿Es por eso que su negocio está en Harmony? Porque si un imbécil cree que puede entrar en mi ciudad y empezar… —¡No! —Alex sacudió la cabeza—. Dios, ¿qué es lo que piensas? ¿Qué te digo todo esto porque estoy drogada o algo así? —Tenía que preguntar —dijo, todavía mirándola con una intensidad que ella no entendía—. Lo siento, Alex, pero todo esto suena un poco... bueno, loco. Ella exhaló un fuerte suspiro. —Sé como suena. No quiero creerlo más de lo que tú lo haces. Pero es la verdad. He sabido que era verdad desde que tenía nueve años de edad. —¿Qué quieres decir? —Vampiros, Zach. Son reales. Hace años, mataron a mi madre y a mi hermano pequeño. —Siempre dijiste que fue un conductor ebrio. Ella movió la cabeza. —No fue así. Vi el ataque con mis propios ojos. Fue la peor cosa que jamás he presenciado. Y no tenía necesidad de ver el ataque a Pop Toms y a su familia para saber que el mismo mal los mató también. Debería haber dicho algo, entonces. Tal vez podríamos haber evitado lo que pasó con ellos, o con Lanny Ham y Big Dave.

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El ceño interrogativo de Zach se frunció más profundo aún. —¿Estás diciendo que eran vampiros que los atacaron en esa cueva? —Un vampiro —corrigió—. El mismo que probablemente mató a la familia Toms. Es más fuerte que otros vampiros, Zach. Es uno de los padres de la Raza de vampiros completos. Y no es... de este mundo. Zach se echó hacia atrás y ladró una fuerte carcajada; —¡Oh, Cristo, Alex! ¿Qué coño te metiste? Te ves bastante sobria, pero debes de estar completamente drogada para sentarte aquí con cara seria y esperar que me crea esa mierda. Aliens, Vampiros, ¿De eso es de lo que estás hablando? —Sé que es difícil imaginar que algo así pueda existir, pero te digo que existe. Los vampiros existen, y se llaman a sí mismos ―Raza‖ —Ella no llegó a nombrar Kade en su número, no estaba lista para entregarle, a pesar de que él pareciese no haber tenido dificultad cuando de ella se trataba. Zach se levantó y puso sus manos en ella. —Vete a casa. Duerme un poco. —Escúchame —exclamó ella, desesperada por que él no la desechara como perdida o loca. Ella podía ver que estaba perdiendo esta batalla, tenía miedo de que su fracaso para convencerlo ahora pudiese costarle la vida a otros—. Zach, ¡por favor! Tenemos que advertir a la gente. Tienes que creerme. —No, Alex. —Él giró para hacerle frente a ella, algo brutal en su expresión—. Ni siquiera estoy seguro de que yo pueda creer nada de lo que dijiste hoy, incluyendo lo del otro cadáver en el bosque. No tengo tiempo para este tipo de mierda, ¿vale? ¡Tengo mis propios problemas a tratar! La gente ya está trabajando en todo lo que está pasando por aquí últimamente. Tengo soldados que llegan mañana, ¡y lo último que necesito eres tú agregándote a mis dolores de cabeza con un montón de locuras sobre sedientos de sangre, aliens asesinos sueltos en el bosque!

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Alex apartó la mirada, sin poder contener la furia en la mirada de él. Ella nunca lo había visto tan enfadado. Tan... tocado. Se encontraba en un estado cerca del pánico, y no parecía deberse a nada que ella le hubiese contado. Cuando ella giró la cabeza, se dio cuenta de un fajo doblado de dinero en efectivo en la mesa de café y un teléfono celular que le resultaba vagamente familiar. Miró los dos objetos, una vaga idea de sospecha le recorrió la columna vertebral. —¿No es el teléfono celular de Skeeter Arnold? Zach parecía sorprendido por la pregunta. —¿Eh? Oh. Sí, lo confisque de ese pequeño bastardo esta mañana. Cogió el fajo de billetes de veinte dólares sin ofrecer una explicación y se lo metió en el bolsillo, con los ojos en ella todo el tiempo. La sangre de Alex se desaceleró en sus venas, enfriándose. —No he visto a Skeeter en todo el día. ¿Cuándo lo viste? Zach se encogió de hombros. —Supongo que no pasó mucho tiempo hasta que tú llegaste aquí. Me imagino que en la Staties van a querer el teléfono para su investigación, viendo que lo utilizó para grabar el vídeo de Toms. La explicación tenía sentido para ella. Y sin embargo... —¿Hace cuánto tiempo fue que lo viste? —Hace aproximadamente una hora —respondió él, secamente—. ¿Qué te importa a ti, Alex? Ella sabía por qué él sonó a la defensiva, incluso sin tener que extender la mano y confirmarlo con su talento de adivinar la verdad con su toque. Zach

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estaba mintiéndole. Skeeter murió horas antes, en manos de Kade, después de que Skeeter hubiese acabado con Big Dave. ¿Por qué le mentiría Zach? Mientras la pregunta se colaba por su mente, pensó en el dinero que Zach había escondido, y el teléfono móvil que él no podría haber conseguido cuando dijo que había... y el hecho de que aunque la mayoría de Harmony y las comunidades de alrededor de un centenar de millas sabían que Skeeter tenía conexiones con el contrabando y el tráfico de drogas, Zach nunca encontró pruebas suficientes para arrestarlo. Tal vez Zach no había estado buscando lo suficiente. O tal vez Zach no tenía ningún deseo de eliminar Skeeter Arnold de su línea de trabajo. —Oh, Dios mío —murmuró Alex—. ¿Tú y Skeeter tienen algún tipo de acuerdo, no es cierto Zach? Esa mirada de defensa se intensificó aún más ahora. —¿De qué demonios estás hablando? Alex se puso de pie, sintiendo algo de su horror por todo lo que había ocurrido hoy comenzar a derretirse bajo el calor de su indignación. —Lo hiciste, ¿no? Todos tus viajes a Anchorage y Fairbanks. ¿Es ahí donde recogías los suministros para él? ¿Qué tipo de comisión te llevabas por sus negocios de drogas, o a expensas de los niños indígenas que dieron su vida al alcohol que él les vendía? Niños buenos, como Teddy Toms. Los ojos de Zach ardían de ira, pero él le ofreció una mirada simpática. —¿Es eso realmente lo que piensas de mí? Me has conocido por años, Alex. —¿Lo he hecho? —Ella sacudió la cabeza—. No estoy tan segura. No estoy segura de nada.

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—Entonces déjame cuidar de ti —dijo, su voz suave, pero a ella apenas la convencía—. Voy a conseguir mi abrigo y te voy a llevar a casa para que puedas descansar un poco. Creo que lo necesitas, Alex. —Él apretó los labios y asintió vagamente—. Ya vuelvo, ¿vale? Cuando él salió de la habitación, Alex se quedó allí, abrumada por la incertidumbre. Todo en su vida se había derrumbado. No sabía en quien podía confiar ahora. No en Kade. Y al parecer tampoco en Zach. No creía que fuese prudente confiar en él después de todo. .

*****

Las llamas y los escombros saltaron alto en la oscuridad cuando la empresa minera estalló detrás de él. Kade lanzó una mirada hacia atrás, sintiendo el impulso de la expansión del calor en su rostro, el calor que convirtió la tormenta de nieve que se arremolinaban alrededor de él y los otros guerreros en breve, cálida lluvia. El calor no duró mucho. El frío rugió de nuevo, estableciéndose en el pecho de Kade. —Alex —susurró. Tenía que llegar. Brock le lanzó una mirada preocupada. —¿Qué está pasando? - 302 -

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Kade se frotó la herida bajo su esternón. —Yo no estoy seguro. Es Alex, y lo que sea que siento, no es bueno. A pesar de que sabía por su lazo de sangre que ella no estaba en peligro de muerte, todos los instintos dentro de él gritaban por ir con ella. Pero él tenía un deber con la Orden, y un deber con los guerreros que podrían haber fracasado por perder de vista la misión. El puesto avanzado de Dragos en Alaska fue destruido, un poco más de su patrimonio eliminado, el Antiguo en general. La misión de los guerreros no estaría completa hasta que los mortíferos del otro mundo fuesen localizados y contenidos. —Mierda —susurró Kade. Esto no era bueno. No podía seguir un segundo más sin consultar a Alex por lo menos. Tuvo que tranquilizarse a sí mismo de que se encontraba bien. Y parte de él sólo necesitaba oír su voz. —Llámala —dijo Brock. Cuando Kade dudó, preguntándose por qué el hielo en su pecho se arrastraba hasta su garganta para saborearse como temor, Brock le dio una mirada severa—. Llama a tu mujer. Kade sacó su teléfono y caminó apartándose unos metros de los otros guerreros. Marcó el número de Alex. El teléfono sonó tres veces antes de contestar. —¿Alex? —dijo en el silencio del otro extremo. A su espalda, el crepitar de las llamas y la lluvia parecía ensordecedor cuando ella estaba tan tranquila—. Alex... ¿estás ahí? ¿Puedes oírme? —¿Qué quieres? —Sonaba un poco sin aliento, como si estuviera caminando a buen paso. —¿Qué es lo que quiero? —repitió—. Yo... ¿estás bien? Sé que estas enojada. Yo lo sentí. Estaba preocupado de que algo hubiese sucedido.

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La risa burlona de ella lo cortó. —Eso es gracioso. Cuando té vi antes, no parecía importarte que yo estuviese molesta. —¿Qué? —Dio una sacudida mental, tratando de darle sentido a lo que estaba diciendo—. ¿Qué está pasando? —¿Querías que te viera así? ¿Es eso lo que quisiste decir cuando dijiste que estabas asustado de que pudiese odiarte un día? Porque ahora mismo no sé qué pensar. —Su voz estaba tensa de ira, y dolor—. Después de lo que vi, no sé cómo me siento. No acerca de ti o nosotros o de nada. —Alex, no tengo ni idea… Más respiraciones jadeando, sus botas crujiendo en la nieve. —¿Qué era todo eso sobre una misión con la Orden? ¿Eran todo chorradas, Kade? ¿Sólo un juego que jugar para hacerme creer que eres algo mejor de lo que eres? —Alex… Ella aspiró en un sollozo. —¿Dios mío, todo entre nosotros no era más que un montón de mierda, también? Kade se apartó más de la destrucción tras de él y de los otros guerreros. —Alex, por favor. Dime ¿qué diablos está pasando? —¡Yo te vi! —rompió con nitidez— Yo te vi, Kade. En el bosque, cubierto de sangre, corriendo con una manada de lobos. Vi lo que le hiciste a ese hombre. —¡Ay, Cristo! —murmuró, la comprensión apareció en una ola sofocante—. Alex... —Te vi —le susurró ahora con la voz quebrada—. Y sé que me viste, porque miraste derecho hacia mí.

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—Alex, no era yo —dijo, con el corazón encogido—. Fue mi hermano. Mi gemelo, Seth. —Oh, por favor —ella se burló—. Qué conveniente para ti sólo recordarlo ahora. Déjame adivinar, eres Dr. Jekyll y él Sr. Hyde. Kade comprendió su duda. Él entendía su ira y su desprecio hacia él. Su emoción creció en su pecho, apretando su corazón. —Alex, no lo entiendes. Yo no quise contarte acerca de Seth, porque estaba avergonzado. De él, de lo que ha hecho. De mí también, de no haberle puesto fin a su locura antes de ahora. No te hable de él porque pensé que podrías pensar que yo era igual que él —soltó un suspiro áspero—. Mierda... tal vez era sólo una cuestión de tiempo antes de que te dieses cuenta de que soy como él. Ella guardó silencio un largo rato, sus pasos se detuvieron. En el fondo, podía oír el suave gemido de la Luna —Estoy esperando ahora, Kade. —Espera. Tengo que verte. ¿Dónde estás, Alex? —Yo no... —ella respiró profundo, se apagó de golpe—. No quiero verte. Ahora mismo no. Tal vez ya nunca más. —Alex, no puedo dejarte hacer esto. Quiero hablar contigo, en persona, no así. —Cerró los ojos, sintió su esperanza a la deriva—. Dime dónde estás. Puedo estar en tu casa en pocos minutos. —Yo no estoy en casa. Después de lo que he visto hoy, no sabía qué hacer, ni a dónde ir. Así que fui a Zach. El oficial de policía humano. ¡Ah, mierda! El pánico perforó el pecho de Kade. —Alex, sé que estás molesta y confundida, pero no le digas nada de esto…

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—Demasiado tarde —murmuró—. Tengo que irme ahora, Kade. Mantente alejado de mí. —Alex, espera. ¡Alex! —El teléfono celular sonó como a conexión finalizada. Ella le había colgado—. Maldita sea. Él la trató de nuevo, pero no hubo respuesta. Tres timbres, cuatro... su correo de voz y él colgó. Intentó de nuevo. Mismo resultado. —¡Mierda! —Kade rugió de ira, frustración y furia auto-dirigida por lo de Alex. Su trauma tenía una mano en él, y probablemente le había hecho perder a la única mujer que esperaba que estuviese a su lado para el resto de su vida. Cuando giró, Tegan estaba allí de pie. —Eso no suena bien. Kade sacudió su cabeza. —Una mujer, obviamente —dijo Tegan—. ¿De Harmony? Kade vio la mirada del guerrero. —Estoy unido a ella. La quiero. Tegan, también un macho de la Raza, gruñó. —Hay cosas peores. —Sí —asintió Kade—. Hay cosas peores. Ella piensa que la he traicionado. No lo hice, pero no fui honesto con ella, y le defraude. Dijo que no quiere volver a verme nunca. —Vaya —dijo Tegan. —Alex sabe de la Raza —dijo Kade—. Ella sabe acerca del Antiguo, también. Mierda, ella sabe todo. Y creo que ella pudo haberle dicho todo sobre Harmony a la policía del estado. Tegan no parpadeó. Su mirada era triste, calculadora. Despiadada. —Eso sería desafortunado. - 306 -

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Kade asintió con la cabeza, y echó una maldición. —Creo que es demasiado tarde para detenerla. Ella me contó que fue a su casa hoy. Está molesta y asustada. Creo que podría haber ido a los humanos en busca de ayuda. —Ya veo —el gruñido de Tegan era tan profundo que era casi inaudible—. Entonces, parece que vamos a Harmony ahora. Tenemos que contener la situación. Y si es necesario, vamos a tener que contener a tu mujer, también.

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Capítulo 26 Traducido por Marie Annabeth Corregido por ynexiz

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enga ya, Luna. Vámonos. Alex se sentó sobre su moto de nieve fuera de la casa de Zach y esperó por Luna para que se situara en frente de

ella sobre el trineo. Con su teléfono móvil apagado después de las repetidas llamadas de Kade, Alex lo metió en el bolsillo y sólo podía sentarse por un momento allí en la nieve… nerviosa por la oscuridad, disponiéndose a ella misma solo respirar y expulsar. No podía hablarle nunca más. No ahora. Su corazón se sintió débil, y aún cuando había estado diciéndole que se aleje de ella, había una parte de ella que quería regresar con él, aun cuando todo alrededor de ella estaba en confusión. Quizás debido a aquel hecho, ella todavía quería la comodidad de la fuerza de Kade a su alrededor. Aun quería su amor. Pero no sabía si podría confiar en sus sentimientos ahora mismo. Nada parecía claro. Desde que conoció a Kade, su cómodo mundo ―negro o blanco‖, ―bueno o malo‖ había desaparecido. Él había cambiado todo. Le había abierto los ojos, y ella jamás podría regresar a su vida como era antes. Ella había cambiado para siempre, mas significativamente, porque no importa cuánto quería temerle, odiarlo por lo que era, su corazón se rehusaba a dejarlo ir.

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Alex encendió su máquina de nieve. Solamente tenía que alejarse de todo de modo que tuviera un poco de espacio para pensar, y limpiar su cabeza. Necesitaba un lugar seguro, y sólo pudo pensar en un lugar para encontrarlo ahora la cabaña de Jenna. En toda la agitación de las últimas horas, sus planes para comprobar a su amiga habían tenido que ser descarrilados. Si había una persona en la que podía confiar ahora mismo, Alex sabía que era Jenna Detrás de ella, la puerta de la casa de Zach dio un portazo. —¡Hey!, ¿a dónde vas? —Él la llamo, bajando a través del patio con un paso enérgico. —Dije que quería llevarte a casa, asegurándome de que llegaras allí sin peligro. No pienso que estés en condiciones… —No quiero tu ayuda, Zach. —Alex se giró hacia él y le dio una mirada penetrante, disgustada por pensar que alguna vez lo había considerado un amigo. Peor aún, que ella misma se había permitido alguna vez algo de intimidad con él. Si Kade fuera peligroso debido a la sangre de la Raza que fluía en sus venas, entonces Zach era una amenaza lejana más insidiosa por la forma en que estaba dispuesto a usar a la gente inocente, corromperlos y arruinar sus vidas, en busca de su propio beneficio personal. —¿Cuánto dinero hicieron tú y Skeeter juntos con el paso de los años? Cuan poco valor pones sobre la gente que han jurado proteger y servir, ¿por cuánto estás dispuesto a venderte o venderlos a ellos, por cuanto estás dispuesto hacerlo? Zach la fulminó con la mirada. —No sabes lo que estás diciendo, Alex. Estas alucinando. —¿Lo estoy?

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—Sí, lo estas. —Él dio un paso más cerca—. Estoy preocupado de que seas un peligro para ti misma. —¿Piensas que es un peligro para su medio de vida, verdad? Él rió entre dientes, pero no había ningún humor en ello. —Como un oficial de la ley, no puedo en mi sano juicio permitirte salir de mi custodia así, Alex. Ahora, bájese del trineo. Ella sacudió su cabeza y dio un poco de gas al motor. —Vete al infierno. Antes de que ella pudiera salir, la mano de Zach estaba alrededor de su muñeca. Él tiró de su brazo fuertemente, casi desequilibrándola. Alex miro hacia abajo alarmada al ver que él había sacado su pistola de la funda alrededor de su cintura Ahogo un aturdido grito de terror, en el mismo instante que Luna giró su gran cabeza alrededor y sus mandíbulas sujetando el brazo que sostenía a Alex. Zach dio un grito de dolor. Su doloroso apretón cayo, y Alex, envolviendo un brazo alrededor de su amada Luna para mantenerla estable frente a ella sobre el trineo, dio a la máquina de nieve un empuje de poder que lo envió saltando en una fuga rápida. Atravesó la cortina de remolinos de nieve, sin atreverse a mirar hacia atrás Ni siquiera cuando se enteró que Zach gritaba su nombre, seguido por el chirrido zumbido de otra moto nieve cuando salió tras ella.

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La mujer yacía boca abajo en el suelo de la cabaña, inmóvil, con excepción de su relajada respiración que subía y bajaba. Estaba en trance, inconsciente de la pequeña incisión que él había hecho en su nuca hace poco. Por aquella cuidadosa incisión corrió un hilo de sangre cuando él se agachó junto a ella y junto los bordes de su delicada piel humana. Se inclinó sobre ella y lamió el camino del riachuelo cobrizo, entonces presiono la lengua contra la herida y herméticamente cerro la carne. Su propio cuerpo fue reparado, también. Las quemaduras ultravioletas se enfriaron, su piel ya no tenía dolorosas ampollas purulentas y maduras. Las heridas de bala en el muslo se tejieron y el abdomen estaba fuertemente regenerado con la carne nueva. Y la sed que había sido su febril compañera desde su fuga del cautiverio había, cedido, por fin Ahora que su mente estaba clara, tenía la oportunidad de reflexionar, de considerar lo que le esperaba. Más carreras. Más huidas, luchaba para quedarse un paso delante de la progenie que procuraba capturarlo o destruirlo. Más de la misma existencia que había conocido desde que él y sus hermanos habían dado su primer paso a este inhóspito mundo humano. Él sobreviviría. Pero ¿Con que fin? Mientras que su instinto le aseguró que estaba lejos de ser derrotado, su lógica calculó que no había manera de que ganase siempre. No había ningún fin a la vista, solamente más de lo mismo.

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Él y otros siete conquistadores que desembarcaron en un aterrizaje forzoso aquí hace mucho, deberían haber sido reyes entre las formas de vidas menores, vidas humanas que habitaron este planeta. Ellos podrían haber sido reyes, si no fuera por el levantamiento de sus hijos mitad humanos. Si no fuera por la guerra que lo había dejado solo, su supervivencia dependió de la traición del hijo que lo había segregado lejos en una cueva de montaña. No debería haber estado sorprendido de la traición que lo esperaba una vez que hubiera sido despertado. Después de su período de hibernación, él había esperado que el mundo fuera diferente, presentado como un banquete generoso para él. En su lugar, él había sido encadenado y privado de comida, debilitado por los productos químicos y tecnología que había imaginado que estaba fuera del alcance de la humanidad ordinaria que existía la última vez que la conocía. La tierra había avanzado. No era nada remotamente cercano al mundo que había dejado atrás, pero lo suficiente para que la vida aquí siempre fuera una prueba para él. Una monotonía sin fin de días y noches, búsqueda y retirada. No estaba seguro si tenía la voluntad o el deseo. La mujer que yacía delante de él, quedo atrapada en una trampa similar. Él había sido testigo de su desesperación, y había probado su derrota en cada pulso del latido de su corazón cuando había tomado de ella. Probó su soledad, su desesperación, y tiro de algo profundo en su interior Ella, también, era un guerrero. Lo veía en las pocas imágenes, dispersas en los cuadros dentro de su domicilio. Esta mujer con el uniforme de un guerrero humano, llevando armas y una mirada de determinación en sus ojos. Esa mirada no se había ido, aun cuando había sido debilitada por la pérdida de sangre y el terror. Ella todavía era fuerte, sintiéndose una guerrera en su corazón, pero no se veía mayor a sí misma. - 312 -

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También, estaba pérdida… sola Pero, donde ella había estado dispuesta a ceder en aquellos momentos antes de que él se metiera en sus planes, su composición genética avanzada no permitiría dicha rendición. Él nació siendo un conquistador, nacido para la guerra. Fue el último depredador. Ya sea que desee o no, aunque su cuerpo se resistiera a la muerte en su aliento final… no importa cuánto tiempo se tarde en llegar. Y también lo llevaba a ver a sus enemigos derrotados, por cualquier medio necesario. Fue aquella determinación que lo obligó a tomar la medida que tuvo hace unos momentos con esta mujer que yacía totalmente inconsciente, en el suelo de la cabaña. Ahora él se movió hacia atrás de ella considerando severamente. Sin hacer nada, trajo su antebrazo izquierdo a su boca, sellando el pequeño corte que le había hecho allí. Su lengua recorrió el leve sangrado en el músculo debajo de su piel, la herida cerró y desapareció, como si la incisión nunca hubiese estado allí. Cuando se levantó y salió al otro lado de la habitación, oyó el rugido de los motores a gas aproximándose a la cabaña. ¿Lo habían encontrado tan pronto? Ya fuera que sus perseguidores fueran humanos o de la Raza, no podía estar seguro. Pero a medida que probó el tendón y la piel recién regenerada de sus brazos rió gravemente, satisfecho de estar listo a encontrarse con cualquier amenaza entrante.

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Capítulo 27 Traducido por Aletse Corregido por Caamille

A

lex voló tan rápido como se atrevía a través de la nieve y el páramo desierto camino a la cabaña de Jenna. Todavía podía oír a Zach detrás de ella, acortando la distancia. Cortando por un

peligroso camino en zigzag, rogando para que pudiera perderlo en esta tormenta casi cegadora, confiaba que la pistola que había tomado de su pueblo había sido justamente un lapso momentáneo de sensatez de su parte. Pero había visto el brillo peligroso en su mirada. Estaba furioso, y estaba desesperado por proteger su secreto. Probablemente sobre todo de Jenna. ¿Pero estaría lo suficientemente desesperado como para matar a Alex en el proceso? El nudo de temor que se alojaba en su garganta, le indicaba que lo haría. El corazón de Alex latía como si quisiera saltar fuera de su caja torácica para el momento en que llegó a la propiedad de Jenna. Patinó al detenerse bruscamente y apagó el motor. Luna saltó con ella y juntas comenzaron a correr hacia el porche delantero de la cabaña. —Jenna —gritó—. ¡Jenna, soy yo! Casi en los escalones, Alex escuchó la máquina de nieve de Zach deteniéndose detrás de ella. —Ni un paso más, Alex.

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¡Oh, Dios! —Jenna —exclamó—. ¿Estás ahí? No hubo ninguna respuesta. Ningún movimiento de ningún tipo que viniera desde el interior de la cabaña. Detrás de ella, el suave clic de una pistola se amartilló. —¡Maldita sea, Alex! —La voz de Zach sonaba seca, totalmente carente de emoción—. ¿Por qué me haces hacer esto? —Jenna. —Volvió a llamar otra vez, más tranquila ahora, dándose cuenta de la inutilidad de la acción. La cabaña estaba en silencio. Jenna no estaba o bien no podía escucharla. ¿Y si su miedo anterior por el bienestar de Jenna se hacía realidad? Alex no se atrevía a imaginárselo. Tampoco tenía ninguna oportunidad, porque Zach estaba aparentemente fuera de su mente y Alex probablemente estaba a punto de morir aquí y ahora. Entonces, desde dentro de la quietud delante de ella, Alex oyó un pequeño sonido, un gemido pequeño, apenas audible, incluso cuando estaba tan cerca de la puerta. El corazón de Alex dio un aleteo esperanzador. —¿Jenna? —Ella contrapuso el más pequeño paso adelante, un pie en el escalón más bajo del porche—. Si me puedes escuchar, por favor abre… El disparo sonó como un cañonazo detrás de ella. Alex sintió el susurro acalorado de la bala, cuando este canto delante de su cabeza y se alojó en el marco de la puerta de madera, ni siquiera a un metro delante de ella. ¡Oh, Jesús! ¡Oh, santo Cristo! Zach había disparado contra ella.

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El cuerpo de Alex se congeló con el shock, el miedo tan profundo y frío que la dejó temblando. Exhaló un suspiro tembloroso y, lentamente, giró la cabeza, no iba a dejar que Zach le disparase por la espalda. Si él iba a hacerlo, entonces, por Dios, él iba a hacerlo mirándola a los ojos. Pero, apenas se había dado vuelta hubo una explosión de movimiento a su espalda. Algo enorme recorrió la cabaña de Jenna en un borrón de velocidad, fragmentando la parte derecha de la puerta desde sus bisagras. Zach gritó. Su arma se disparó nuevamente, la bala rasgando audiblemente a través del pabellón grueso, cargado de nieve por las ramas de pino en lo alto. Alex sujetó a Luna y se arrojó al suelo, con el rostro enterrado en el pelaje caliente del cuello del perro lobo. No sabía lo que acaba de suceder. Por un instante, su mente luchaba por tratar de procesar el gruñido gutural y los sonidos repugnantes que lo siguieron. Entonces, sabía lo que tenía que hacer. Lentamente, levantó la cabeza. El grito que avanzaba lentamente hacia sus labios murió cuando su mirada se encontró con una mortal criatura que eclipsaba cualquier cosa que jamás hubiera visto antes. El Antiguo. A través de la caída constante de copos de nieve en la oscuridad, su mirada ámbar ardía brillante como un láser, agudamente salvaje. Estaba desnudo, sin pelo, y cubierto de pies a cabeza por tatuajes tan densos y que se entrelazaban completamente que casi ocultaban su desnudez. Sus enormes colmillos goteaban con la sangre de Zach, tomada del gran agujero que una vez había sido su garganta. Un pensamiento terrible se estrelló contra ella. ¿Este monstruo también había alcanzado a Jenna?

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Alex cerró los ojos, murmurando una oración por su amiga y esperando desesperadamente algún tipo de milagro que podría haberla salvado de la barbarie brutal que había caído sobre Zach. Luna gruñó en los brazos de Alex y la criatura ladeó la cabeza en un ángulo exagerado, mirando fijamente al animal. Él comenzó a merodear lejos del cuerpo sin vida de Zach, con un gruñido sordo extraído desde la parte posterior de la garganta extraña. Los pulmones de Alex se comprimieron, extrayendo el poco aire que había en ellos. Reflexionó que el Antiguo estaba a punto de matarla, también, pero su mirada interrogativa permaneció sobre ella algunos segundos agonizantes. Tiempo durante el cual el zumbido distante de más maquinas de nieve llegaba con el viento. Alex dirigió una mirada nerviosa hacia el sonido. Cuando volvió a mirar de nuevo, el Antiguo se había ido, nada más que el balanceo de unas pocas ramas que colgaban bajas en el borde del bosque podían indicar en qué dirección había huido.

*****

El conocimiento del miedo de Alex golpeó a Kade como un yunque clavado en sus entrañas. Él y los otros guerreros estaban arrastrando su culo en las maquinas de nieve, casi en armonía cuando tuvo el sentimiento de que se movían más lejos de Alex, no más cerca. Rápidamente reorientó al grupo, abriéndose camino por un sendero largamente ominoso que se desviaba al oeste de la ciudad.

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Huellas frescas de pistas de trineo le dijeron que estaba en el camino correcto, pero no más que la fuerza mensajera de su unión de sangre con Alex, que pulsaba más poderosamente cuando su máquina de nieve entró por el sendero, en dirección a una pequeña cabaña de madera adelante en la oscuridad a unos cientos de metros. El corazón de Kade se disparó indicándole que había llegado a ella, sólo para estrellarse un instante después, cuando el hedor de cobre de la sangre humana le hizo cosquillas en la nariz. No era la suya, conocía el aroma de su sangre que era dulce como la miel en todas partes, pero la sola idea de que Alex estuviese en medio de cualquier tipo de muerte envío miedo como flechas a través de sus venas. Kade metió mano al acelerador de su trineo, pero la maldita cosa era todavía demasiado lenta para su gusto. La dirigió fuera de la pista y la abandonó, dando un salto fluido antes de golpear el suelo y salir corriendo, con cada onza de la agilidad de la Raza que tenía a su alcance. —¡Alex! —gritó, apresurándose más allá de la carnicería que había adelante de la cabaña y miró a su alrededor sólo el tiempo necesario para observar el ahora monstruosamente cadáver de Zach Tucker y las ruinas astillados de lo que había sido la puerta de la cabaña—. ¡Ay, Dios!... ¡Alex! Corrió hacia el interior y la encontró con las rodillas dobladas junto a su amiga Jenna, que yacía en el suelo de la oscura cabaña. Kade encendió una lámpara, no tanto para él como para las dos mujeres. Jenna parecía confundida, con los ojos somnolientos, su voz atontada como si justamente acabase de regresar de haber estado inconsciente. —Alex —murmuró suavemente Kade, la voz quebrada por la emoción. Se volvió hacia él entonces, y lentamente se puso de pie. Ella dirigió un vacilante paso hacia adelante, y eso era todo lo que él necesitaba. Kade se acercó a ella y la arrastró contra él, envolviéndola en sus brazos. La besó en la - 318 -

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parte superior de la cabeza, tan condenadamente aliviado al ver que estaba ilesa. —Alex, lo siento mucho. Por todo. Se echó hacia atrás y desvió la mirada de él. Podía leer la emoción en sus ojos. La silenciosa incertidumbre que le decía que no estaba segura de poder confiar plenamente todavía. Eso lo desgarró al ver la duda en sus ojos. Incluso peor era saber que era él quién la puso allí. Ella lo llevó lejos de Jenna, que seguía murmurando incoherencias, dentro y fuera de la inconsciencia. La mirada de Alex se mantuvo con una calma sombría. —Fue el Antiguo Kade. Estuvo aquí. Él juró, aunque no estaba sorprendido, dada la condición del cuerpo que había afuera. —¿Tú lo viste? ¿Él te tocó? ¿Él... ah, Jesús... no te hizo nada a ti en absoluto? Ella negó con la cabeza. —Debió de haber estado escondido en la cabaña de Jenna cuando Zach y yo llegamos hace unos minutos. Voló por la puerta principal después de que Zach trató de pegarme un tiro… —¿Qué? —La sangre Kade fue de un frió glacial por el miedo, al calor de ebullición de rabia. Si Tucker no estuviese muerto ya, Kade habría rasgado sus pulmones—. ¿Qué diablos pasó? ¿Por qué ese hijo de puta quiso hacerte daño? —Porque me di cuenta de lo que estaban haciendo. Zach y Skeeter estaban juntos en el negocio, tráfico de drogas y la venta de alcohol a los asentamientos indígenas en el bosque. Yo sabía que algo andaba mal cuando vi

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el teléfono celular de Skeeter y una gran cantidad de dinero en efectivo en la casa de Zach hoy. Él trató de mentir sobre ello, pero yo ya sabía. —¿Escogió a la persona equivocada para eso, eh? Su sonrisa fue débil y fugaz. —No quiero que Jenna vea... —Hizo un gesto hacia el patio delantero cuando sus palabras se apagaron—. Tiene que saber la verdad, por supuesto, pero no de esta manera. Kade asintió con la cabeza. —Sí, por supuesto. Mientras ellos hablaban el resto de los guerreros llegó hasta la cabaña en sus trineos. Kade salió a su encuentro, informándoles de que el Antiguo había estado allí hace muy poco tiempo y que la víctima de afuera era el hermano de la amiga de Alex. Chase y Hunter se dirigieron para realizar una limpieza discreta, mientras que Tegan y Brock caminaron con Kade hacia la entrada. —Esta es Alex —dijo él, haciendo las presentaciones rápidas de los dos guerreros. Era difícil no tocarla mientras explicaba lo que había ocurrido antes de que ellos llegaran, sólo para tranquilizarse a sí mismo que estaba completa y sin ningún daño. —¿Están usted y su amiga bien? —preguntó Tegan, la voz del Gen Uno profunda, con respeto, a pesar de que él había venido allí para evaluar una situación que había pasado de ser ligeramente jodida, a jodida más allá de todo reconocimiento. —Estoy bien —respondió Alex—. Pero estoy preocupada por Jenna. No veo nada malo en ella, pero no parece estar del todo bien para mí, tampoco.

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Tegan miró a Brock, pero el fuerte guerrero ya se dirigía dar un vistazo a la mujer a través del cuarto. —¿Qué le va a hacer? —Alex preguntó, con una preocupación que mostró arrugas en su frente. —Está bien —dijo Kade—. Si algo está mal, él puede ayudarla. Brock alisó las manos sobre la espalda de Jenna, entonces, con cuidado apartó su cabellos y puso sus oscuros dedos contra la palidez de su mejilla. —Ella ha estado en trance —dijo él—. Está saliendo, sin embargo. Va a estar bien. Chase y Hunter se acercaron a la cabaña y miraron a Tegan. —El patio está limpio. Dos de nosotros pueden comenzar a escudriñar el área para rastrear al Antiguo. Tegan frunció los labios, dejando escapar un fuerte suspiro. —Estará a miles de millas lejos de aquí ahora. Una aguja en un pajar. Nunca vamos a atraparlo en este desierto. No hay manera de seguir al hijo de puta en medio de esta maldita tormenta de nieve. Kade sintió el fuego de la mirada de Alex sobre él. —¿Qué pasa con Luna? ¿Si tú utilizaras tu talento con ella, sería capaz de ayudar a rastrear al Antiguo? Tegan observó los ojos del perro lobo que había venido a lamer la mano de Kade. —Podría ser nuestra mejor oportunidad, hombre.

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—Sí, puedo hacerlo —dijo él—. ¿Pero en cuanto al resto de ustedes? ¿Vamos a correr con ella, totalmente cargados de armas en caso de que lleguemos hasta el bastardo? —Yo puedo volar —sugirió Alex. —De ninguna manera. —Kade sacudió la cabeza—. No hay ningún jodido modo. Yo no voy a llevarte más lejos de esta situación de lo que ya estás. Ese es un riesgo que no estoy dispuesto a correr. —Quiero hacerlo. No voy a dejar Luna, y puedo llevarlos a todos ustedes en mi avión, mientras ella sigue al Antiguo sobre el terreno. —Es de noche, Alex —él mordió con dureza—. Y está nevando como una perra. —No veo el punto —respondió ella—. Y cuanto más tiempo estamos aquí discutiendo sobre esto, más lejos la criatura puede correr. Ese es un riesgo que no estoy dispuesta a tomar. Tegan dirigió una mirada inquisitiva hacia Kade. —Ella tiene razón. Tú conoces lo que es ella. Kade dirigió su mirada hacia a Alex, viendo en sus ojos todo el valor y la determinación que lo habían hecho enamorarse en primera instancia. El hecho era, que la Orden la necesitaba ahora mismo. Estaba orgulloso de Alex y petrificado al mismo tiempo. Sin embargo, exhaló una maldición baja y dijo. —Sí. Bien, vamos a hacer esto. —¿En cuánto al ser humano? —Preguntó Chase, señalando hacia Jenna—. Será mejor que la limpiemos antes de que ella vea algo más de lo que ya tiene. Cuando el ex-agente de Imposición comenzó a caminar hacia ella, Brock hizo girar su cabeza alrededor, con los colmillos brillando detrás de sus labios.

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—Atrás, Harvard. No te atrevas a tocarla. ¿Entendido? Chase se detuvo

inmediatamente.

Él se encogió de

hombros

perezosamente y se retiró mientras Brock volvía su atención a la hembra humana. Cuando la tensión en la cabaña cedió, Alex se arrodilló al lado de Luna y envolvió al perro lobo en un abrazo cariñoso, susurrándole algo al oído antes de que mirara a Kade. —Bien, está en sus manos. Prométeme que tendrás cuidado con ella. —Lo prometo —dijo él, significativamente por completo. Cuando Alex se alejó, Kade tomó la barbilla Luna en su palma y se encontró con su mirada inteligente. Él estableció su conexión con la mente del perro, y luego le dio la orden silenciosamente para que le mostrara hacia donde el Antiguo se había escapado. Alex tenía los brazos cruzados sobre el pecho, una mano se apretó sobre su boca, cuando Luna salió corriendo de la cabaña hacia la tormenta de nieve que se arremolinaba en el exterior.

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Capítulo 28 Traducido por **Liseth_Johanna18** Corregido por Gemma

N

o mucho después, Alex volaba con ellos sobre el oscuro y desértico paisaje, con Kade en el asiento del copiloto y tres de sus hermanos de Raza acurrucados en la zona de carga detrás de

ellos. Kade le gritaba instrucciones, navegando en su camino a través de su conexión mental con Luna que estaba en el suelo. Alex no podía verla. Estaban demasiado arriba, la nieve era demasiado espesa en la oscuridad, para que ella pudiese hacer algo mejor que llevar la nariz del avión. Éstas eran condiciones peligrosas para volar —potencialmente mortales— pero Alex conocía este terreno íntimamente. Siguió las direcciones de Kade, prácticamente capaz de anticipar el camino que Luna estaba siguiendo a lo largo del Koyukuk, la ruta más lógica que el Anciano hubiese tomado entre los arbustos. —Sigue el río —le dijo Kade—. El camino está más fresco ahora. Le estamos ganando. Alex se giró, concentrándose en su vuelo y en las fuertes ráfagas que venían de la cordillera Brooks Range mientras iban más hacia el norte a lo largo del helado río que estaba al lado. A pesar de que apenas podía ver la cinta de agua helada, ella sabía que estaban yendo hacia un lugar donde el fugitivo Antiguo se habría visto forzado a tomar una decisión: quedarse cerca del suelo y confiar en que el espesor de los bosques lo ocultara de la persecución, o virar hacia el oeste y tomar su vuelo a un terreno más alto, subiendo por las escarpadas crestas de las montañas. Ninguna de las opciones ofrecía las

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mejores condiciones de aterrizaje, pero con este clima, había un poco más de trampas que intentar hacer un aterrizaje corto desde lo alto, sobre las rocas potencialmente inestables. —El camino está cambiando —anunció Kade—. Necesitamos ir un poco más a la izquierda. —De acuerdo —respondió Alex, enviando una silenciosa oración mientras cambiaba el camino lejos del río y, en su lugar, se dirigía a la zona montañosa— Sosténgase, todos. Habrá algunos obstáculos mientras giramos en contra del viento. —¿Cómo va? —preguntó Tegan detrás suyo—. ¿Segura de que puedes controlar esto? —Pan comido —dijo ella, aunque no era exactamente la verdad, y sintió la mano de Kade deslizarse sobre la suya para acariciarla. Se sentía bien, el contacto de su toque. A pesar de que aún tenía el escalofriante recuerdo de lo que había visto en el bosque, su estómago aún se encogía por la experiencia y el terror incluso mayor de haber visto al Antiguo en la cabaña de Jenna, Alex no podía negar sus sentimientos por Kade. Él era la persona que la conocía mejor que nadie más. A pesar de todo lo que había sucedido entre ellos y a su alrededor, su corazón aún no podía sellarse por completo a la comodidad que sólo él podía darle. Algo del engaño y la rabia que ella tenía por Kade y el resto de su clase se habían derretido cuando había visto cómo él y sus amigos de la Orden habían manejado la terrible situación en la cabaña. Kade había sido tierno y amoroso con Alex, respetuoso y considerado con Jenna. Los otros guerreros también lo habían sido. Especialmente el que se llamaba Brock, que se había quedado para atender a Jenna.

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Era difícil reconciliar una Raza de seres que mostraban tanta humanidad aún perteneciendo a una completamente despiadada, de otra línea que había matado a Zach y muchos otros en los recientes días. O los adictos a la sangre que habían matado a su madre y hermano menor. O el gemelo del que Kade se había sentido avergonzado de aceptar hasta que Alex había visto el salvajismo de Seth por sí misma. Pero Kade y los otros machos de la Raza que él le había presentado eran distintos. Eran hombres buenos, independientemente de los genes que los hacían más —algo más— que hombres. Tenían honor. Kade también lo tenía. Y ahora, mientras volaba con él y sus hermanos de la Orden a través de un camino de ráfagas de viento, hacia el despeñadero dentado de la montaña y a una eminente batalla con una criatura que no era de este mundo, sólo esperaba que ella y Kade tuviesen la oportunidad de resolver la maraña de lo que significaban el uno para el otro. Sólo podía rezar que hubiese alguna clase de futuro esperándolos al otro lado del peligro que yacía en frente suyo justo ahora. —Luna esta rastreando la esencia del Antiguo arriba, hacia la base de la montaña —dijo Kade a su lado—. Ah, mierda… la roca es bastante dura y está condenadamente empinado. El hijo de perra está escapando por la cresta. Lo perderemos en la montaña. —Sólo dime hacia donde se dirige Luna —dijo Alex—. Yo me preocuparé de llevarnos allá. Ella condujo el avión a lo largo de la oscura cresta, siguiendo las indicaciones de Kade, tratando de ver a través del parabrisas mientras los copos de nieve bailaban y rodaban en su línea de visión.

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—Maldita sea —gruñó él, un momento después—. El olor se ha ido. Sólo se enfrió. Luna está girando la cornisa bajo nosotros, pero no puede encontrar el olor del Antiguo. —Porque él saltó desde ese punto —señaló Hunter—. El antiguo puede estar, justo ahora, por encima del animal, o debajo de ella. —Estamos lo suficientemente cerca para perseguirlo a pie —dijo Tegan—. El Antiguo no puede ir muy lejos ahora sin nosotros justo en su trasero. Pero necesitamos aterrizar el avión ahora. —De acuerdo, aquí vamos —dijo Alex, y se asomó por la ventana, viendo limitadas opciones para nada más que el más corto de los aterrizajes cortos. Apuntó el avión hacia un pequeño parche de nieve virgen en el rocoso cuadro, y empezó el descenso. Kade había visto a Alex en acción detrás de los controles de su avión antes, pero eso no disminuyó su respeto por ella mientras bajaba la avioneta sobre una estrecha cornisa cubierta de nieve en la montaña. No fue hasta que hubieron aterrizado que Kade se dio cuenta que ella los había posicionado con éxito y con suave un deslizamiento, que apenas dejaba unos cuantos pies de espacio en el margen de error por cualquier lado. Ninguno de los guerreros pronunció una palabra mientras la avioneta de un sólo motor gruñía en ralentí y el avión llegaba a un descanso delicado en la cresta. Ni siquiera Hunter, que se sentaba derechamente en la bodega de cargar, su rostro con imperturbable calma, a pesar de que sus nudillos lucían un poco blancos por controlar el paño en su cabeza. Finalmente, Chase murmuró una fuerte maldición. Tegan se rio en voz baja.

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—Un infierno de aterrizaje, Alex. —Un infierno de mujer —dijo Kade, mirándola a través de la cabina y sintiendo un orgullo personal en ella que él probablemente no tenía derecho a sentir. Pero su mirada era suave sobre él, aunque breve, y le daba un aumento de esperanzas de que tal vez no la hubiera perdido completamente. Tal vez había una oportunidad para ellos aún. Mientras el grupo bajaba de la avioneta y se alistaban con armas y municiones, Luna llegó corriendo por la pendiente inclinada y directamente a los brazos abiertos de Alex. Por un momento, Kade se aferró egoístamente a su conexión telepática con el perro lobo, dejándose saborear el calor del amor de Alex por el animal. Cuando rompió la conexión, Tegan estaba de pie a su lado, armado para la guerra. —Vamos a dividirnos: Hunter tomará la pendiente, Chase y yo cubriremos debajo. Kade le dedicó un sombrío asentimiento. —¿Dónde me quieres? Tegan miró a Alex, que hablaba en voz baja con Luna. —Quédate aquí y asegúrate de que tu mujer esté a salvo. Eso es más importante que cualquier otra cosa que puedas hacer, ¿bien? Kade consideró el comentario, estimulando el sentimiento de deber para decir que la misión era lo más importante en este momento. Que nada importaba más que el compromiso con la Orden, sus hermanos, y sus metas.

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Un parte de él creía eso. Otra parte sabía sin la sombra de una duda que daría su vida por cualquiera de los guerreros, justo como ellos lo harían por él. Eran familia, tan unida como ningún vínculo que hubiese conocido. Pero Alex era algo incluso más fuerte. Ella poseía su corazón ahora. Él ni siquiera se atrevería a negar eso. Y sabía que cuando Tegan hablaba de ella, el acoplado guerrero Gen Uno lo sacaba de una cuestión de experiencia personal, también. —Sí —admitió Kade—. Sin Alex… ah, Cristo. Sin ella, nada más importaría. Tegan se giró, su boca presionada en una fina línea. —Tal vez deberías asegurarte de que ella lo sepa. Palmeó a Kade en el hombro, luego hizo un gesto a los otros guerreros para que cayeran y comenzaran la siguiente etapa de su búsqueda. Cuando Hunter hubo saltado hasta la siguiente pendiente y Chace y Tegan bajaron, Kade se acercó a Alex. —Supongo que nosotros tres somos un buen equipo —dijo él, estirándose para rascar a Luna tras las orejas sólo porque eso distraía sus manos de estirarse para alcanzar a Alex. Ella se abrazó a sí misma. —¿No irás con los demás? —Tegan quería que me quedara para cuidar de ti. Él sabe lo mucho que significas para mí, y sabe que me mataría si algo te sucediera. Una pequeña línea se formó entre sus cejas mientras lo miraba. Por un largo tiempo, sólo hubo silencio entre ellos. La tranquilidad de la nieve cayendo y el débil grito de un lobo aullando bajo en la distancia.

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Cuando Alex habló por fin, su voz apenas superaba un susurro. —Quería odiarte. Cuando te vi en el bosque, cubierto de sangre… —No a mi —le recordó él—. No era yo, Alex. Era Seth, no yo. Se giró. —Lo sé. Te creo. Pero fue a ti a quien vi en ese momento. Fue a ti, Kade, luciendo tan monstruoso como los Rengados que habían asesinado a mi madre y a Richie. Quería odiarte en ese momento… pero no podía. Una parte de mi se rehusaba a dejarte ir, incluso entonces, cuando no podías haber lucido más horrible y malvado para mí. Aún te quería. Exhaló un suspiro de alivio y tiró de ella en sus brazos. —Alex… Siento tanto lo que pensaste. Por lo que viste. Lo siento por todo. —Eso era lo que más me asustaba, Kade. Que podía quererte incluso si fueras un asesino. Aunque fueses un monstruo, como… —Como mi hermano —respondió él, suavemente—. No soy él. Te lo prometo. No tienes por qué tener miedo de mí, nunca. Te amo, Alexandra. Siempre lo haré. Con cautela, tomó su rostro entre sus manos y la besó. Ella se sentía tan bien en sus brazos, contra sus labios, la habría besado por siempre. Pero detrás de ellos, el gruñido gutural de Luna puso los instintos de combate de Kade en alerta máxima. Sintió el más mínimo cambio en el aire mientras se alejaba de Alex y la ponía tras él como acto reflejo… justo cuando una forma grande y oscura cayó del cielo.

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A varios metros de distancia, el Antiguo aterrizó, con la gracia de un líquido, sobre sus pies en la nieve. Desnudando sus dientes y enormes colmillos, la mortal criatura fijó su mirada ámbar en Kade y siseó con intención asesina.

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Capítulo 29 Traducido por: anna rose Corregido por: Andy Parth

A

lex gritó. El terror le estremeció las piernas al estar frente al

Antiguo. —Alex, sal de aquí.

Tragó saliva, tenía la garganta seca. —¿Q...qué? —¡Vete! —Kade le ordenó, con los ojos clavados en la amenaza que tenían frente—. Vuelve al avión, y despega. Vete lo más lejos posible de esta roca como puedas. ¡Ve ahora! El miedo recorría sus venas, pero sus piernas se negaron a moverse. Ella no podía renunciar a Kade, no importa lo que él dijera. No importa lo que tenían que enfrentar. Ellos lo harían juntos. —Yo no me voy. No me voy. —¡Maldita sea, Alex, vete ya! —gruñó, alcanzando una de las grandes pistolas semiautomáticas enfundada bajo su ropa. Se movía con una velocidad que casi no podía seguir. Una segunda mano se deslizaba en su abrigo desabrochándolo, después sostenía la pistola frente a él, disparando una lluvia de balas. Pero el Antiguo era más rápido que Kade.

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Eludió las balas, y luego con un efecto borroso de movimiento repentino, sus piernas poderosas empujaron con una estocada contra Kade. Demostrando la inmensa fuerza de un guerrero Gen Uno, ambos cayendo al suelo cubierto de nieve rodando en una confusión de caos. Lucharon, casi iguales en términos de fuerza y poder, ambos luchaban preparados para una lucha a muerte. Kade dio un golpe severo a la base de su cuello y el hombro. La sangre brotaba de su herida, pero eso sólo hizo al Antiguo más frenético, tenía unos ojos salvajes, alargando más los colmillos. Alzó su gran cabeza hacia atrás y abrió sus mandíbulas en un grito furioso. Kade disparó un tiro, pero no logró golpear al Antiguo, que tenía que gastar un esfuerzo valioso esquivando balas de Kade. Alex parpadeó, que fue todo el tiempo que tardó el Antiguo en tener los dedos envueltos alrededor de pistola de Kade. Aplastó el metal con su puño, y luego, usando un poder que apenas podía imaginar, arrojó a Kade a través del aire. Chocó con el borde escarpado de una roca, lastimándose la cabeza, el sangraba. —¡Kade! —exclamó Alex, se le congelo el corazón. Trató de levantarse, pero fue un intento torpe, desorientado. Se dejó caer, con un gemido. Un paso en falso y estarían perdidos. —¡Kade! ¡Ah, Dios, No te muevas! La nieve se arremolinaba a su alrededor, la tormenta empeoraba las condiciones desde que habían desembarcado. Alex logró distinguir la figura del Antiguo cerca de ellos para arremeter contra Kade de nuevo. Con un

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silbido vicioso, la criatura dio vuelta y el gran Gen Uno acortó la distancia entre ellos. Entonces el Antiguo comenzó a rondar a Kade en el borde de los acantilados. El corazón de Alex quería explotar en su pecho, pero ella avanzaba poco a poco cada vez más cerca del avión. Ella no estaba dispuesta a correr, ni siquiera ahora. Ella estaba asustada como el infierno, más de lo que había estado alguna vez en su vida, pero ella tenía que hacer algo por Kade, y por su hermano, no importa lo insignificante que sus acciones podrían resultar en contra de esta amenaza. Ella agarró el rifle cargado que guardaba en la parte trasera del avión. Cuando el Antiguo acechaba cerca de donde Kade estaba, trató de regresar hacia donde estaba Kade una vez más. No podía permitir que la criatura llegara hasta él. Alex apretó el gatillo. El disparo sonó como un trueno en la oscuridad. El Antiguo no lo había visto venir. Su mano grande se apretó contra su pecho, pero la sangre se filtró por entre los dedos. Él frunció los labios hacia atrás y gruñó. Luego empezó a caminar de nuevo pero… no hacia Kade, hacia ella y hacia el avión. Alex escuchó el aullido de los lobos desde algún lugar cercano. Así como muchas voces. Al menos media docena o más. Ella los oyó, y casi podía oír el golpeteo de las patas extendiéndose por el intenso frío y el terror escalofriante de la situación en juego.

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Alex sabía que los lobos estaban cerca, pero no había nada a la vista, de pronto corriendo desde las laderas escarpadas de abajo, saltando a la par en el mismo objetivo: la criatura extraterrestre rugió con indignación cuando los ocho depredadores lo atacaron. Y cuando los lobos saltaron sobre el Antiguo, otro adversario se acercó desde abajo. Seth. Alex contuvo el aliento cuando observo al macho de la Raza que se parecía tanto a Kade cuando surgió de las sombras que se arremolinaban de la tormenta. No era tan idéntico a Kade, era como un espejo invertido de alguna manera, como si él fuera el más salvaje, la mitad más peligroso del macho de la Raza que ella amaba. Los enormes colmillos de Seth brillaban blancos como el hueso. Sus ojos lanzaron una luz ámbar salvaje que cauterizaba como láser. Alex se inquietó cuando él le dio una breve mirada de soslayo. Ella creyó ver una disculpa escrita en la expresión dura de su cara. Tal vez algún grado de remordimiento. Pero luego, con un grito de batalla que le hizo correr la sangre fría, irrumpió con un salto de gran alcance y se lanzó contra el Antiguo. Estaban demasiado cerca del borde del acantilado. El impulso era demasiado grande para ser detenido. Alex abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de lo que iba a suceder. Ella los cerró un instante para más tarde, ver como Seth y el Antiguo luchaban alocadamente sobre la orilla del acantilado.

*****

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—¡Seth! Kade gritó el nombre de su hermano, el dolor en la cabeza del golpe que se llevó, al instante desapareció cuando vio a Seth atrapado en la lucha con el Antiguo. El horror lo ahogó cuando, un segundo más tarde, ellos se desplomaron en la oscuridad. Hubo un gran ruido sordo, que parecía venir de todo a su alrededor, como el trueno, sólo que lo sentía en el suelo debajo de él, y también por encima de él. A continuación, el ataque violento de hielo y nieve cayó sobre el acantilado. La avalancha rugió en toneladas de nieve y hielo triturado, barriendo como un maremoto, pasando en la hendidura de la montaña. Una cegadora, nube de cristal de polvo se levantó a su paso, lo que obligó a Kade a apartar la vista de la grieta cubierta de nieve donde el Antiguo y su hermano habían caído. Nada podría sobrevivir el peso asfixiante de tanta nieve. Kade sentía unas manos suaves sobre los hombros, el calor del cuerpo de Alex lo capturó en su abrazo, teniéndole cerca. Y detrás de ellos oyeron el sonido de voces. Tegan y Chase, guardaron silencio de incredulidad por todo lo que acababa de ocurrir. —Kade —susurró Alex, su tono tranquilo y reconfortante—. Oh, Dios... Kade. Lo único que quería era envolver sus brazos alrededor de ella y aceptar el amor que ella le ofrecía ahora, pero su corazón clamaba por su gemelo. La idea de perder a su hermano lo recorrió; el sacrificio de Seth era demasiado difícil de procesar. Demasiado terrible para ser real.

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Kade rompió el abrazo de Alex y se dirigió a la orilla del acantilado. —¡Seth! —le gritó en el hueco, tratando de encontrar el más delgado hilo de esperanza de que su hermano pudiera estar vivo. Y después... observó una forma oscura, rota, acostado sobre un espacio irregular a unos cien metros más abajo. Se movió sólo un poco, pero estaba vivo. La esperanza se disparó en el pecho de Kade. —Jesucristo. Es él. —Él se puso de pie—. ¡Seth, espera! Alex quedó sin aliento. —Kade, ¿qué estás haciendo? Kade, No lo… Dio un paso fuera del borde. —¡Nooo…! —grito Alex, cuando vio a Kade caer de un salto calculado, abajo en la hendidura de la roca. Llegando junto a su hermano. Kade se agachó y barrió el hielo y la nieve lejos de la cara maltratada de Seth y el cuerpo. —¡Maldito seas, Seth! —Su voz se quebró con una mezcla de alivio y de dolor, y observó las lesiones extensas que su hermano había sufrido en la lucha con el Antiguo. Seth sangraba por múltiples contusiones en la cabeza y las extremidades, pero fue la herida en el torso la que Kade juzgó era más grave. La regeneración de ese tipo de daño sería un reto para el más apto macho de la Raza, pero para un flaco como Seth, en su demacrada condición era… Mierda… No era bueno para él en absoluto. Seth tenía cerrados los ojos, su cuerpo estaba débil y roto. Apenas respiraba, a excepción de la inhalación delgada de aire que jadeaba de sus pulmones cuando separó los labios y trató de hablar con Kade. —¡Vete! —resopló después de un momento—. No se puede... no me pueden salvar, hermano.

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Kade exhalo una fuerte maldición. —¿¡Qué no puedo!? vamos a salir de aquí. —No. Déjame... me estoy muriendo. Tú y yo lo sabemos. —No es así, hermano. Te vas a sanar. Te voy a llevar a casa para recuperarte de todo esto. —¡No! —murmuró en voz baja Seth. Abría lentamente sus ojos bien abiertos, con su silbido de dolor—. ¡No!, Kade. No lo haré. La vista triste de su gemelo casi le hizo apartar la mirada. Sus ojos eran como agujas finas, dos hendiduras verticales bañadas de un ámbar brillante. Seth tenía la mirada llena de angustia, una mirada salvaje. Sus colmillos se ampliaron aún más. Los glifos que eran visibles a través de las grandes rasgaduras en sus ropas eran oscuros y vibrando con el color, hambrientos de sangre. Todas las señales estaban ahí, para que Kade las reconociera. Desde que lo había visto por última vez, su hermano había sucumbido a la sed de sangre. —No hay vuelta atrás para mí —murmuró Seth—. Trataste de advertir... —Ah, carajo —susurró Kade—. Ah, carajo, Seth. No. No, esto no puede ser. Seth inhaló aliento durante un momento y una tos violenta lo atormentó. Su cuerpo se estremeció. Su piel parecía más pálida ante los ojos de Kade. —Déjame ir, hermano, Por favor.

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Kade sacudió la cabeza. —No puedo. Tú lo sabes. Yo no he renunciado a ti, no antes... no ahora. Me salvaste la vida ahí arriba, Seth. Ahora bien, maldita sea, voy a salvar la tuya. Volvió la cabeza y gritó por el acantilado a Tegan y los otros arriba. —Necesito cuerdas. Mi hermano está herido. No lo puede hacer por su cuenta. Voy a necesitar un arnés para subirlo. Los guerreros se asomaron, luego se desvanecieron para llevar a cabo la solicitud de Kade. Entonces el rostro de Alex apareció, justo delante como un refugio para él, dándole una sensación de puro, honesto amor, algo que había necesitado más que nada en ese momento. Los labios ensangrentados de Seth se quebraron, en una débil sonrisa. —Estás enamorado —dijo, algo nostálgico con una voz sibilante. —Sí —respondió Kade—. Su nombre es Alexandra. Voy a hacerla mi pareja, si ella me quiere. Seth cerró los ojos, asintió con la cabeza débil. —Me hubiera gustado haberla conocido. —Tu… —Kade miró hacia abajo, ya en silencio miro su cuerpo roto—. ¡Tienes que aguantar, Seth!. Vamos... abre los ojos. Sigue respirando, ¡Maldita sea! Pero los ojos de Seth permanecieron cerrados. Respiró, pero sólo una última vez. Su pecho comprimido con su última exhalación, y luego se había ido. El dolor de Seth había terminado.

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Kade aprisionó el cuerpo devastado de su gemelo en sus brazos. Se sentó con él en el piso congelado y lo meció suavemente, rezando por que Seth hubiera encontrado finalmente la paz.

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Capítulo 30 Traducido por AndreaN y Melo Corregido por: Andy Parth

N

adie dijo ni una palabra mientras los guerreros ayudaban a Kade a levantar a Seth de la cornisa. Trabajaron soberbiamente, sosteniendo el cuerpo sin vida como si fuera una preciosa carga

incluso aunque tenía que ser obvio, aun en la muerte, que el gemelo de Kade era un Renegado. Los dermaglifos de Seth todavía estaban oscuros con un color furioso, sus colmillos todavía sobresaliendo detrás de sus delgados labios. Aunque sus ojos estaban cerrados, debajo de sus parpados, sus pupilas todavía estarían anchas, sus iris todavía inundadas de un furioso color ámbar. Todas las marcas de lujuria de sangre que lo habían vencido y que lo declaraban un enemigo de cada miembro respetuoso de la ley de la Raza. Y mucho más de los guerreros de la Orden, quienes habían jurado eliminar la población de todos los asesinos que pasaran por su camino. Pero a pesar de eso, Tegan y Chase recostaron a Seth con cuidado reverente en el piso cubierto de nieve atrás de Kade, mientras Hunter fue al borde de la grieta e inspeccionaba el profundo abismo muy por debajo de él. Él le dio una mirada niveladora a Tegan y dio una media sacudida de su cabeza. —No puedo encontrar ninguna señal de vida allá abajo. Seguramente el Antiguo está muerto.

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Tegan asintió. —Bien. Incluso si la caída no lo mato, unas pocas toneladas de nieve y hielo ciertamente terminarían el trabajo. Justo entonces, Alex caminó de nuevo desde el avión con una manta doblada en sus manos. Ella tenía lágrimas en sus ojos mientras miraba a Kade, luego gentilmente empezó a sacudir el sudario que cubriría el sangriento y roto cadáver de Seth. Kade levanto su mano. —Espera. Necesito verlo así. Necesito que todos ustedes lo vean, y sepan que fácilmente este podría ser yo. —El miró hacia los sombríos rostros de sus hermanos de la Orden, desde los impasibles ojos dorados de Hunter, hasta el ceño fruncido de Chase, y luego al equilibrado e ilegible Tegan. Finalmente, Kade miró a Alex, la persona cuya opinión le importaba más que ninguna otra. —Seth, mi gemelo, fue un asesino. Lo supe por mucho tiempo, pero no quise admitirlo. Ni siquiera a mí mismo. Lo que en realidad no quería admitir era que él y yo no somos tan diferentes. —El fue un Renegado —dijo Tegan—. Eso es una diferencia. —Sí —Kade levanto su hombro en agradecimiento—. Pero a él le tomo muchos años caer. Y durante esos años, el cazó como un animal. Mato a sangre fría. Seth era enfermo con un salvajismo que él no pudo reprimir. Sabía que lo era, porque ese salvajismo también vive en mí. Kade vio a Alex tragar fuerte, la vio sostener la manta hacia ella como si repentinamente necesitara su calidez. El sintió la pequeña punta pulsar mientras ella lo observaba en cauteloso silencio. A través de su conexión con ella, el podía sentir su miedo como si fuera el suyo propio. El odiaba como el infierno saber que él lo estaba causando, y la urgencia de calmar sus preocupaciones con una confortadora mentira era casi abrumadora. Pero el ya había superado los secretos. No podía esconderse más,

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o pretender que era algo más fuerte de lo que era, incluso con el riesgo de perder a Alex aquí y ahora. Ella tenía que saber la verdad, y también tenía que hacerlo el grupo de machos de la Raza parados delante de él. —El tiempo en que Seth y yo fuimos niños, dejamos que nuestro talento nos manejara. Era difícil resistirse a la libertad que ofrecía, y el poder. Era una cosa embriagadora en ese entonces… dirigir otros depredadores mortales, ejecutar con ellos. Cazar con ellos. Algunas veces, experimentar la precisión de un asesinato a través de sus ojos. Y una vez que el salvajismo nos llamó, sólo se volvió más difícil de controlar. Algunas veces, todavía lo es. Aunque Alex no hizo mucho más que parpadear, Kade sintió el retorcijón de su estómago mientras ella lo escuchaba. Ella estaba asqueada, esta vez no por Seth, o por algún malentendido que Kade podría calmar con carisma o promesas bien intencionadas. Ella estaba viendo la verdad ahora, al menos, y tan terrible como se sentía saber que él la estaba apartando con su honestidad, el no podía detenerse hasta que ella lo supiera todo. —Demasiado poder nunca es algo bueno —intervino Chase en el largo silencio, la voz del ex Agente de Ejecución era profunda, con reflexión—. Corrompe incluso al más fuerte. —Sí, lo hace —Kade estuvo de acuerdo—. Corrompió a Seth tempranamente. No sé cuando él empezó a asesinar humanos. Ahora ni siquiera importa. Eventualmente, lo descubrí, y debí haberlo detenido en ese momento, pero no lo hice. En vez de eso me fui de Alaska. Recibí la llamada de Niko de que la Orden estaba buscando nuevos reclutas, y no pude irme de aquí lo suficientemente rápido. Para salvarme a mí mismo de convertirme en lo que se había vuelto Seth, hui a Boston y lo deje defenderse a sí mismo.

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Tegan lo miro gravemente. —Eso justo fue el año pasado. Seth no era un niño

entonces.

¿Desde

hace

cuanto

tiempo

lo

has

considerado

tu

responsabilidad? —El era mi hermano —dijo Kade, fundiendo una mirada dolorida al cadáver del Renegado que una vez había sido su imagen en el espejo—. Seth fue una parte de mí, casi una extensión de quien yo fui. Sabía que estaba enfermo. Debería haberme quedado aquí para mantenerlo en línea. Y si él no dejaba de asesinar, o si resultaba que no podía, entonces debería haberme asegurado de que él fue detenido para bien. Los ojos verdes de Tegan se redujeron. —No es algo fácil matar a un hermano, no importa lo que haya hecho. Pregúntale a Lucan, el te lo dirá. —¿Es más fácil romper el corazón de un padre? —se burló Kade, un sonido amargo rozando en su garganta—. Mi padre habría esperado esto de mí, no de Seth. Todas sus esperanzas y atenciones siempre habían estado enfocadas en Seth. El estaría devastado de verlo así. Justo como lo habría estado si yo exponía el secreto de Seth en vez de protegerlo todo este tiempo. Tegan gruñó. —La verdad sólo se pone más fea mientras más intentas esconderla. —Sí. Lo sé ahora. —La mirada de Kade se perdió en Alex, pero ella se había volteado de él. Sosteniéndole la manta a Chase, ella se dirigió de nuevo a su avión en silencio con Luna trotando cerca de sus tacones. Kade se aclaró la garganta. —Necesito llevar a casa a mi hermano, con su familia. Ahí es donde pertenece. Pero primero me quiero asegurar de que Alex está bien. También de su amiga Jenna. —También está el problema extra de un soldado muerto de nuevo en la ciudad —Chase agregó.

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Kade asintió. —Sin mencionar muchas más personas en hielo después de los ataques del Antiguo, y una unidad de policías del estado actualmente en camino a Fairbanks para revisar esos recientes asesinatos en los bosques. —Mierda —dijo Tegan. Él le hizo señas a Chase para que cubriera el cuerpo de Seth—. Tú y Hunter llévenlo al avión. Y sean cuidadosos, ¿sí? Renegado o no, el hermano de Kade salvo su vida hoy. Lo que hizo Seth salvó todos nuestros traseros. Los dos guerreros asintieron en entendimiento mientras cargaban a Seth y se lo llevaban lejos. Cuando Kade dio un paso para seguirlos, Tegan lo detuvo con una mirada llena de significado. —Hey —dijo, su voz modulada sólo para los oídos de Kade—. Sé acerca de lo que estas pasando, así que no estás solo. Hace mucho tiempo, me rendí a un salvajismo similar, sólo que mi droga de elección de ese entonces era ira. Casi me mató. Lo habría hecho, si Lucan no me hubiera detenido. Ahora es Elise quien me mantiene en el suelo. Pero siempre está ahí. La bestia nunca se va por completo, pero estoy aquí para decirte que puede ser dominada. Kade lo escuchó, recordando lo que había escuchado de las propias luchas de Tegan, tanto en los primeros días de la Orden hace siglos, y los eventos más recientes que habían unido a Tegan y a su compañera de Raza Elise el año pasado. —No voy a decir que estoy feliz de escuchar todo esto hoy —dijo el Gen Uno—, pero respeto que confiaste lo suficiente en nosotros para decirlo aquí. Kade le dio un corto asentimiento. —Se los debía. —Maldita sea que lo hacías —replicó Tegan—. Necesitas recordar una cosa, mi hombre. Perdiste un hermano en Alaska hoy, pero siempre tendrás familia en Boston. Kade sostuvo la intensa mirada verde-gema. —¿Si? - 345 -

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—Sí —confirmó Tegan, su ancha boca rompiéndose en una breve sonrisa—. Ahora vámonos de esta jodida roca congelada y encarguémonos de unos negocios.

*****

Alex no podía pretender que oír la admisión de Kade no la había asustado. Ver a su hermano —el gemelo que se parecía tanto a él— transformado en la misma clase de monstruo que había matado a su madre y a Richie sólo hizo las cosas peor. ¿Algún día Kade se convertiría en un monstruo, también? el ciertamente creía que podría, y la preocupación puso dolor en el pecho de Alex, no tanto por miedo propio, sino de preocupación por Kade. Ella no quería verlo adolorido. Ella no quería perderlo por la enfermedad —o por el salvajismo adictivo— que había reclamado a Seth. Con excepción de Jenna, quien ella sólo podía rezar porque estuviera bien, Alex ya había perdido a todos los que amaba. Ahora Kade podía ser el siguiente. El temía la seductora naturaleza de su talento. Haber visto lo que le había hecho a Seth, hizo que Alex también le temiera. Ella no estaba segura de que podría manejar enamorarse más profundamente de Kade, sólo para perderlo luego por algo con lo que ella nunca podría competir y esperar ganar. Pero el problema era, que ella si lo amaba. Era la profundidad de ese amor lo que más la aterrorizaba, mientras lo llevaba a él y a los otros guerreros de regreso a la Unidad. Ella no podía despachar el conocimiento de que el hermano Renegado de Kade estaba

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recostado muerto y envuelto en la bodega del avión, una mortífera advertencia del futuro que podría esperarle a Kade un día. Perder a sus seres queridos por los Renegados había sido lo suficientemente difícil. Perder a Kade por el mismo enemigo vicioso que le había robado su familia era un prospecto demasiado terrible de considerar. Alex arrastró lejos de sus pensamientos esas preocupaciones oscuras y buscó un lugar para aterrizar cerca de la cabaña de Jenna fuera de la ciudad. Lo habían decidido en el camino para evitar el uso de la pista de aterrizaje de Harmony donde se corría el riesgo de llamar la atención indebida de los molestos residentes. En cambio, Alex aterrizó el avión en un pequeño claro no muy lejos de la propiedad de Jenna. —El camino a la cabaña esta sólo después de esos árboles —dijo a Kade y los otros cuando los hizo detenerse y apagar el motor. Kade se giro a mirarla a ella que estaba en el asiento del pasajero, la primera vez que lo había hecho desde que salieron de la montaña para regresar a Harmony. Sus ojos espabilaron por un momento mientras se aclaraba la garganta. —Después de arreglar las cosas aquí en la ciudad, me gustaría regresar a Seth con mi familia a Darkhaven cerca de Fairbanks. Sé que es mucho pedir. Demasiado, tal vez, sobre todo después de… —No es mucho pedir —respondió Alex—. Claro que sí, Kade. Te llevaré allí cuando estés listo. Su expresión era sobria, apenada. —Gracias.

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Ella asintió, sintiendo un poco de lástima con ella por el camino que él parecía estar tomando lleno de silencio, y con el cuidado que tenía al hablarle. O tal vez no era tanto como si la ignorara, sino más bien, como si la alejara. Alex salió del avión con él y los otros tres machos de Raza, dejando a Luna vigilar el cuerpo de Seth, mientras que el resto de ellos fueron a buscar a Jenna y a Brock. Tan pronto como la cabaña de su amiga apareció con la puerta abierta y la sangre de Zach se hizo visible debajo de la nieve recién caída, la realidad de lo que había ocurrido allí se levantó sobre Alex con una oleada de emociones. —Oh, Dios mío —murmuró, echando a correr medida que se acercaban—. ¡Jenna! Brock apareció en la puerta abierta, su enorme cuerpo de Raza bloqueando la entrada cuando Alex se precipitaba hacia los escalones del porche. —Lo está haciendo bien. Confundida y no exactamente lucida aun, pero está sana y salvo. Va a estar bien. La puse en el dormitorio para que pudiera descansar más cómodamente. Alex no pudo contenerse lanzando sus brazos alrededor de los grandes hombros del hombre en un abrazo agradecido. —Gracias por cuidar de ella, Brock. Él asintió con solemnidad, sus ojos marrón oscuro eran cálidos con una bondad que parecía incongruente con el inmenso guerrero, de aspecto letal. —¿Qué pasó? —preguntó mientras Alex entraba a la cabaña junto a él, Kade y los otros guerreros detrás de ella—. ¿Has encontrado al Antiguo?

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—Es una larga historia —dijo Tegan—. Vamos a contarte todo después, pero basta decir que el Antiguo ha muerto. Desgraciadamente, no sin víctimas nuestras. Kade perdió a su hermano en la batalla. —¿Qué? —La expresión de Brock se vio abatida mientras ponía una mano en el hombro de Kade—. ¡Ah, Jesús! Lo que pasó, lo siento. Alex se vio impactada por una verdadera emoción por —la estrecha unión—entre Kade y Brock, y todos los otros guerreros que se reunieron en el pequeño espacio de la cabaña. Viendo tanta humildad en hombres tan fuertes, hombres que en el fondo eran algo mucho más extraordinario, de hecho, lucían como cualquier otra familia. Al sentirse casi una extraña, en ese momento, Alex se fue a la habitación donde yacía Jenna acurrucada en la cama donde Brock la había puesto. Jenna se movió cuando Alex se sentó con cuidado en el borde del colchón. —Hey —murmuró ella, su voz atontada, apenas en un susurro. Sus párpados levantados en la más pequeña fracción. —Hey —Alex sonrió y barrió un poco el pelo de la pálida mejilla de Jenna—. ¿Cómo te sientes, querida? Jenna murmuró algo indescifrable cuando sus ojos se agitaron cerrándose una vez más. —Ella ha estado entrando y saliendo de la conciencia desde que ustedes se marcharon chicos. Alex volteó la cabeza y se encontró a Brock y Kade de pie detrás de ella y a los otros guerreros entrando en el dormitorio, todos ellos mirando la preocupante quietud de Jenna.

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—Ella todavía está débil por la pérdida de sangre —dijo Brock—. El Antiguo debe haber estado con ella el tiempo suficiente como para alimentarse de ella. Es más afortunada que la mayoría. Por lo menos todavía está viva. Alex cerró los ojos en ese momento, lamentando la terrible experiencia de Jenna reteniendo parte del aire en sus pulmones. —La puso en un trance ligero para calmarla —agregó Brock—, pero algo no está del todo bien. No está completamente en trance, lo cual es particularmente extraño, teniendo en cuenta que es humana. —¿No es una compañera de raza? —preguntó Tegan. Brock sacudió la cabeza. —Sólo una Homo sapiens básica por lo que puedo ver. Tegan soltó un gruñido. —Supongo que eso es una buena noticia, por lo menos. ¿Qué pasa con ella? —Maldición si lo supiera. Ello no tiene algún tipo de dolor, pero sigue a la deriva despierta, murmurando un montón de tonterías. Incluso sin palabras, solo extrañas, incoherentes divagaciones. Alex miró hacia abajo a su amiga y la acarició suavemente. —Pobre Jenna. Ha pasado por tanto. Ella no se merecía esto encima de todo lo demás que está soportado. Ojalá pudiera chasquear los dedos y borrar todo lo que pasó aquí hoy. —Eso se puede arreglar, en realidad —dijo Tegan. Cuando Alex giró repentinamente, cuestionándolo con la mirada, él estaba ido—. Podemos borrarle de la memoria todo esto. Es indoloro, y es rápido. Ella incluso no sabrá

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que estuvimos aquí. Podemos hacerlo para que ella no recuerde nada de lo que paso ayer, o hace dos días, o una semana... cuanto sea, si es necesario. —¿Puedes hacer eso? Tegan se encogió de hombros. —Viene muy bien de vez en cuando. Alex miró a Kade. —¿Y yo qué? ¿Puedes borrarme de la memoria de todo esto, también? Kade le sostuvo la mirada durante lo que pareció un momento interminable. —¿Es eso lo que quieres? Hubo un momento en el que Alex habría saltado a la oportunidad de tirar todos los terribles recuerdos que la habían atormentado. Poder abrir y cerrar los ojos y no recordar la pérdida o el dolor, sin nada de miedo. Hubo un tiempo, no hace mucho, de hecho, ella hubiera dado cualquier cosa para olvidar todo. Ya no era así. Su pasado era parte de lo que ella era ahora. Las cosas de las que ella fue testigo, terribles como lo habían sido, le habían dado forma a su vida. Ella no podía desprenderse gustosamente de los recuerdos de su madre y de Richie, ni siquiera de los recuerdos de la noche en la que fueron asesinados. Hacer eso sería una forma más de huir, de esconderse de las cosas con las que ella no se sentía lo suficientemente fuerte como para hacer frente. Ella no quería ser esa persona. No podía volver a vivir de esa manera, nunca más.

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Antes de que pudiera decirlo, Jenna comenzó a moverse en la cama. Ella flexionaba y retorcía sus miembros, contraía su rostro en una mueca, soplaba aire a través de sus labios entreabiertos. Murmuró algo ininteligible, a continuación, sus movimientos se hicieron más agitados. Brock se movió al lado de Alex y llevó su gran mano a la espalda de Jenna con la mayor ternura. Cerró los ojos, concentrándose cuando la acariciaba, y algo de la angustia de Jenna pareció aliviarse bajo su tacto. —Brock —Tegan dijo, dando una leve sacudida de cabeza—. No la saques del trance todavía. Necesito escuchar lo que dice. El guerrero asintió, pero mantuvo su mano sobre la espalda de Jenna, todavía acariciándola con un ligero movimiento. Ella se relajó en la cama, pero sus labios se mantenían en movimiento, susurrando más de las peculiares divagaciones mientras se sumía en un estado más tranquilo. Tegan escuchó por un momento, su rostro cada vez más grave, con cada sílaba extraña que salía de la boca de Jenna. —Mierda. No podemos borrar nada de la mente de esta hembra. Y no podemos arriesgarnos a mantenerla en trance, tampoco. —¿Qué está pasando? —preguntó Alex, preocupada por la mirada aturdida normalmente impasible del guerrero. —¿Hay algo mal con Jenna después de todo? —No lo sabremos hasta que la llevemos de regreso a Boston. Alex se puso de pie, alarmada ahora. —¿De qué estás hablando? ¿Llevar a Jenna a Boston? No puedes tomar esa decisión por ella. Ella tiene una vida aquí en Harmony...

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—Ya no —dijo Tegan, con una voz que no admitía argumento—. Cuando nos vayamos de aquí, la mujer se viene con nosotros. Kade se acercó parándose al lado de Alex. —¿Qué es, Tegan? El mayor de los varones de Raza inclinó la cabeza en dirección a Jenna, quien continuaba murmurando suavemente bajo la gentil mano de Brock. —La amiga humana de Alex no es incoherente. Ella está hablando en otro idioma. El lenguaje del Antiguo.

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Capítulo 31 Traducido por: lizeth y cuketa_luminosa Corregido por: ynexiz

T

ardo un momento para que la impresión de todo se apaciguara, después de la bomba que Tegan había dejado caer sobre Jenna. Mientras Kade y sus compatriotas guerreros se

conectaban vía satélite por teléfono con la Oficina Principal de la Orden para informarle a Lucan los diferentes desarrollos de la operación y los potenciales desastres en Alaska, Alex había permanecido en la habitación de Jenna, con su amiga durante todo el tiempo. Estaba preocupada por Jenna, y Kade lo sabía. Alex había estado discutiendo con Tegan sobre que, a su parecer, no era justo sacar así, sin más, a Jenna de su mundo en Harmony y llevarla a Boston como si la palabra de Jenna no importara en lo absoluto. Pero Tegan era imposible de persuadir, y menos Lucan, una vez que el líder de la Orden había estado informado de la sorprendente revelación acerca de Jenna, Tucker, Darrow y el hecho de que la mujer humana de repente estuviera hablando un idioma que no se había originado en este planeta, ni se había escuchado aquí durante varios siglos. Un idioma que era reconocible sólo para unos pocos, y bastantes viejos de la Raza, como aquel a quien la Orden esperaba poder hacer frente de algún modo en sus esfuerzos contra su enemigo, Dragos.

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Alex había estado renuente a dejar a Jenna sola con el hermano de Kade, cuando el tiempo se había acabado para ella y Kade, y tuvieron que dejar su familia en el Refugio Oscuro. Tegan había dado su palabra de que Jenna estaría a salvo con ellos, pero entre todo, Kade se dio cuenta que fue la certeza personal de Brock lo que finalmente alivio algo de la preocupación de los ojos de Alex. —El cuidará de ella hasta que regresemos —dijo Kade, sentado junto a Alex en la cabina del piloto de su avión mientras pasaban sobre la iluminada cuidad de Fairbanks a unos mil pies de altura. Alex también había dejado el cuidado de Luna al guerrero, habiendo enviado el perro lobo a la parte de atrás de la cabaña de Jenna, antes de que ella y Kade partieran—. No tienes de que preocuparte, Alex. He luchado junto a Brock durante el último año, he confiado en él para que cuide mi espalda mientras yo vigilo la suya. Cuando da su palabra, puedes contar que la mantendrá. Jenna no podría estar en mejores manos. Que era mucho más de lo que él podría decir por Alex, pensó Kade en retrospectiva. Si no hubiera necesitado el avión para transportar el cuerpo de Seth al regazo de su familia, habría insistido que Alex también se quedara atrás al cuidado de Brock. El recibimiento que le esperaba en el Refugio Oscuro de su padre no sería agradable… sabía eso perfectamente. La última cosa que quería era que Alex presenciara su vergüenza, o que viera el dolor que seguro causaría en su familia cuando les devolviera el cuerpo sin vida de Seth. Ese camino era el que deseaba poder caminar solo, pero había una pequeña parte de él que estaba agradecida por su compañía. Egoístamente, sentía en parte algo de consuelo con su presencia a su lado. Alex le echó un vistazo por su repentino silencio. —¿Qué pasará con el resto de la gente de Harmony? Escuché a Tegan decir por teléfono que él, Chase, y Hunter iban a manejar la situación mientras

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nos hacíamos cargo de Seth. ¿Qué es exactamente lo que significa ―manejar la situación‖? No… no lastimaran a alguien en el pueblo, ¿verdad? —No. Nadie saldrá herido —dijo Kade, habiendo sido parte de la discusión con Lucan y los otros mientras planeaban los toques finales de la misión en Alaska—. Ya sabes, como dijiste. ¿No deseabas que hubiera una manera de borrar los recuerdos de Jenna sobre el Antiguo y de que podría haber terminado con él? Alex le disparó una incrédula mirada mientras comprendía por donde iba el agua al molino. —¿Te refieres al pueblo entero? Hay casi cien personas en Harmony. ¿Qué es lo que Tegan y los otros van hacer, caminar calle abajo, y tocar puerta por puerta? Kade sonrió, a pesar de la gravedad de la situación, e incluso de los problemas sin resolver que todavía había entre Alex y él. —Estoy seguro de que encontraran la manera de hacer el trabajo. Tegan no sería nada si no fuera eficiente. Kade echó un vistazo por fuera de la ventana mientras el oscuro paisaje bajo el avión cambiaba del común terreno de cuidad, con sus calles despejadas a cada lado del familiar blanco, y la nieve que cubría las azoteas, la escabrosa jungla llena de arbustos. —Los diez mil acres de propiedad de mi padre empiezan justo ahí adelante. Hay un claro donde podemos aterrizar al otro lado de aquellos árboles al norte. Las instalaciones del Refugio Oscuro están a menos de unos metros del claro. Alex asintió mientas guiaba el avión a la tierra que le había indicado.

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Una vez hubieron aterrizado, Kade fue hasta la bodega y recuperó el ensangrentado y envuelto cuerpo de Seth. Cargó el voluminoso cuerpo sin vida cuidadosamente. El peso de Seth era una preciada carga que nunca vería de nuevo. Así como cuando pensó en traer a su hermano a casa, también pensó que era su deber, y tenía que admitir que la presencia de Alex, cuando recorrió el trayecto a las instalaciones del Refugio Oscuro, le dio un consuelo que no había esperado que necesitara. Ella caminó a su lado todo el tiempo, atravesando el jardín de la residencia principal cubierto de nieve. Tenía que ser pasada la mañana, probablemente a sólo unas pocas horas antes del alba del mediodía. La mayoría de la población de la Raza de esta pequeña comunidad estaría adentro de sus cuartos privados, algunos de ellos haciendo el amor. Kade paró en frente de la inmensa casa donde su madre y su padre vivían, visualizando que justo en pocos minutos, destrozaría sus vidas con pena y dolor. Las mismas cosas de las que los había estado protegiendo al mantener el secreto de Seth durante tanto tiempo. —¿Estás bien? —dijo Alex dudando a su lado. Puso su mano en su hombro, un delicado y tierno toque que le dio más fuerza de lo que ella podría imaginarse. Necesitaba aquella fuerza en el momento que siguió. Desde adentro del Refugio Oscuro vino el sonido de pasos apresurados sobre los suelos de madera. La voz de su madre sonó desde algún lugar de adentro de la casa. —¿Kir? ¿Kir, quién es? ¿A dónde vas? El padre de Kade no respondió. Las puertas de la residencia principal de abrieron de par en par con la fuerza emocional del viejo macho de Raza. Se acercó rápidamente al umbral - 357 -

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como un vendaval, claramente habiéndose levantado de la cama y tomarse solamente el tiempo necesario para ponerse unos pantalones de franela suelta antes de que se apresurara a enfrentar las noticias que ningún padre quisiera oír. Alex lanzó un pequeño grito al mirarlo, aunque su susto no fue ninguna sorpresa para el restante de los hijos de Kir. Seis pies y medio de furia musculosa llena de dermaglifos que destellaban oscuras tonalidades de cólera y alarma, se encontraba de pie, y completamente helado en el porche de la inmensa residencia. Unos ojos grises destellando ámbar, se posaron cuestionablemente en Alex antes de aterrizar furiosamente en Kade. —Dime lo que le ha pasado a mi hijo. Kade nunca había oído el titubeo en la voz de su padre, y mucho menos la de Kir. Ese titubeo en lo profundo de sus cuerdas vocales, era ahora como un cuchillo en las entrañas de Kade. —Padre… lo siento. Los pasos de Kir resonaron fuerte en la nieve. Se detuvo delante de Kade y Alex, y extendió la mano temblorosamente para alzar la manta que cubría la cara de Seth. —Ah, Cristo. No —Las palabras se entrecortaron en la parte de atrás de su garganta, llenas de angustia. Incluso ahora, parecía mucho más duro, como si se obligara a sí mismo a presenciar la cara del Renegado que había estado oculta bajo la manta—. Le pedí a dios para que esto nunca pasara. Por Dios, no a uno de mis hijos. —¡Kir! —Kade miró como su madre embarazada se acercaba al porche, su camisola de seda para dormir cubierta por el abrigo que al parecer había agarrado y se había puesto rápidamente en la casa. Sus pasos vacilaron cuando - 358 -

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vio a Kade parado en la nieve, y luego llevo sus brazos a la cara—. Oh, Dios mío. Oh, no. ¡Oh, estimado señor, no! Por favor dime que esto no… —Quédate atrás, —ladró el padre de Kade. Entonces la gentileza de su voz fue una dolorosa suavidad—. Victoria, te lo pido… no te acerques más. Por favor, mi amor, entra a la casa. Haz lo que te digo. No tienes que ver esto. Llorando, ella retrocedió poco a poco hacia la puerta, ayudada por Maksim, que acaba de salir en ese momento. Max tomó su brazo para sostenerla mientras llevaba a la compañera de su hermano al Refugio Oscuro. —Dámelo —dijo el padre de Kade una vez que las puertas se habían cerrado y Max y Victoria regresaban adentro—. Déjame cargar a mi hijo muerto. Kade le dio a Seth, y miró como su padre aun estando descalzo llevaba el cuerpo, a través de la espesa nieve, hacia la capilla del Refugio Oscuro que se encontraba cerca del centro de las instalaciones. Allí, como era costumbre, el cuerpo de Seth se prepararía para los ritos fúnebres que se llevarían a cabo en la siguiente puesta de sol. Kade sintió los brazos de Alex a su alrededor, abrazándolo cálidamente, pero eso no ayudó mucho en aliviar la pena que roía en él como un buitre carroñero. En sólo unas cuantas horas más, nada más que un montón de cenizas chamuscadas quedaría de su hermano… o de la sangre de sangre de Kade.

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En Harmony, los guerreros estaban moviendo el culo para limpiar la situación del lugar, que había comenzado ya hace algún tiempo con la tarea de desaparecer varios cuerpos muertos, del almacenamiento en la pista de aterrizaje y en la pequeña clínica del pueblo. —Algo bueno de la nieve y los arbustos de aquí es que habrá putamente mucha más nieve y arbustos por doquier —comentó secamente Tegan mientras Chase y Hunter iban junto a él en sus máquinas de nieve abriéndose paso por un sendero de varios kilómetros en el bosque. Habían salido de Harmony en trineo con la familia de los Toms, Big Dave, y Lanny Ham, cargando con las recientes victimas que el Antiguo había dejado en una caverna dentro del área montañosa. Con unas detonaciones estratégicamente ubicadas habían derrumbado el hielo y cerrado la boca de la caverna, sellándola y asegurándose de que el muerto no se encontraría hasta dentro de mucho tiempo, como en la próxima edad de hielo. —¿Se ha sabido algo de Gideon, sobre la Fase Dos de esta operación? — le preguntó Tegan a Chase, que había sido el encargado de coordinar la primera fase en el pueblo, de la larga lista de tareas por el día. —Todo en Orden —dijo Chase—. Gideon habló con un tal Sidney Charles, el alcalde de Harmony, y le informo al Sr. Charles que la unidad de Jinetes Armados del Estado de Alaska despachó una división a Fairbanks, la cual debería estar llegando dentro de una hora, para reunirse con los habitantes del pueblo, junto con un grupo de detectives que recolectaran evidencia. —¿Y debo entender eso como que el alcalde no pondrá problemas? Chase asintió.

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—Le dijo a Gideon que él personalmente se encargaría de que cada ciudadano fuera interrogado. Están reunidos en la iglesia de Harmony en este preciso momento. Tegan rió por lo bajo. —Y como resultado, ¿dónde deja eso las cosas? Sencillo, En irrumpir a toda costa, manipular la evidencia, manipular una escena del crimen, hacernos pasar por oficiales de Policía, borrar más o menos cien mentes humanas de totazo y hacerlo antes del primer haz de luz… Chase sonrió ampliamente. —Todo un día de trabajo.

*****

Kade no estaba seguro de que sería bienvenido en la capilla de Refugio Oscuro dónde todos los habitantes del complejo se habían reunido para decirle adiós a Seth en los minutos restantes antes del alba. Había pensado en permanecer completamente afuera mientras pasaba el condenado ritual, estando en sus habitaciones delante de Alex como un animal enjaulado mientras las horas pasaban y se acercaban más y más al mediodía, cuando el sol invernal haría finalmente su breve aparición. Por último, no pudo resistirlo más. —Tengo que estar allí —dijo bruscamente, parándose delante de Alex que estaba sentada en el sofá de la sala de espera en su cabaña—. Si piensan que ahora pertenezco o no a ellos, no me importa, necesito estar allí. Por Seth. Y por mí también. Maldición, todos ellos necesitan escuchar lo que tengo que decir.

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Salió abruptamente de la cabaña y se dirigió a través de las tierras congeladas. La nieve estaba levemente teñida de azul, iluminada ligeramente por la siguiente puesta de sol, la cual crujía bajo sus botas con cada paso que daba y que lo llevaba hacia la capilla. Las ventanas de la pequeña construcción ya estaban cerradas en anticipación a la salida del sol. Cuando Kade se acercó, escuchó el suave murmullo de voces en una oración privada, mezclado con los sonidos intermitentes del duelo interior. Incluso antes de llegar al picaporte de la puerta, se podía oler la parafina de las ocho velas que se quemaban en el altar, y la fragancia del aceite perfumado con que ungieron el cuerpo de Seth en preparación para los infinitos ritos que estaban a punto de suceder. Ocho onzas de aceite para bendecirlo y purificarlo. Ocho capas de seda blanca inmaculada que le cubrirían hasta que su cuerpo fuese entregado al sol. Ocho minutos de quemante exposición ultravioleta para el que fuese elegido de entre los vivos para asistir en privado a Seth durante los últimos momentos de la ceremonia fúnebre. —Joder —susurró Kade, se detuvo a las puertas de la capilla cuando la realidad de todo se le precipito. Su hermano había muerto. Su familia estaba de luto. Y Kade sintió en gran parte la culpa de todo. Abrió la puerta de la capilla y entró. Casi todas las cabezas giraron en su dirección, algunos lo miraron con lástima, otros lo miraban como el desconocido en que se había convertido durante el año con la Orden

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Todos los que se congregaron en la capilla estaban vestidos con traje ceremonial, las hembras, vestidos negros con capucha y los hombres, túnicas negras y largas. Encontró a sus padres en la primera fila de los bancos, de pie, con Maksim y Patrice, todos ellos vestidos de negro, sus rostros pálidos por la conmoción, los ojos enrojecidos y húmedos por el dolor. Habiéndose acoplado Seth a Patrice, como su viuda, ella llevaba un vestido de color escarlata con capucha para indicar su lazo de sangre. Su cuerpo, envuelto en seda blanca sobre el altar, tenía un solo beso carmesí donde su Compañera de Raza había dejado sus propios labios al apretar su boca contra la suya en un último adiós. Mientras Kade consideraba las solemnes tradiciones de su clase, no podía dejar de pensar en Alex. No podía dejar de tener destellos de un futuro donde él fuese el único en el altar, su rostro como el de Seth, congelado por el ansia de sangre bajo la seda blanca. ¿Podría Alex amarle, entonces? ¿Podría pedirle que realmente lo amase ahora, después de todo lo que sabía acerca de él? ¿Después de todo lo que había visto y oído en las últimas horas, podría alguna vez esperar tener su confianza o afecto de nuevo? Por lo demás, ¿qué pasa con la gente reunida en esta capilla? ¿Sus familiares no tienen ningún desprecio por él, por lo que hizo? Kade no lo sabía. Por el momento, no se iba a condenar preocupándose. Fue hasta el pasillo central, sabiendo cuán fuera de lugar se debía ver en su traje de lucha, fatigado y manchado de sangre, con pistolas y navajas cogidas al cinturón alrededor de sus caderas, mientras sus botas hacían un eco hueco en la madera pulida de camino al altar. Su padre lanzó una oscura mirada cuando Kade comenzó a caminar hacia la parte frontal de la capilla. Al pasar junto a las hileras de bancos, oyó el murmullo de las oraciones y susurros en voz baja elogiando a su hermano —Siempre un chico encantador, ¿no? —Reflexionó alguien con una voz apenas audible—. Qué trágico que algo como esto le hubiese ocurrido a él - 363 -

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—Seth era el estudioso y el responsable —recordó otro murmullo distante—. Él podría haber sido un buen líder Darkhaven algún día. —Pobre Kir y Victoria, deben tener el corazón destrozado —comentó otro, bajando la voz para que Kade apenas pudiese oír—. ¿Alguien se hubiera imaginado que Seth pudiera volverse Renegado? Qué desperdicio, y qué decepción para su familia… —Kir se ha negado a hablar de ello —dijo una respuesta baja—. Tengo entendido que está tan avergonzado, que no dejó a nadie acercarse al cuerpo después de que Kade trajera a Seth a casa —Así es —alguien más intervino de forma confidencial—. Es sólo porque Victoria insistió en que Kir permitiese una reunión para los ritos funerarios. Es como si quisiera barrer a Seth simplemente lejos como si nunca hubiese existido. Kade ignoró la ola silenciosa de las especulaciones tras él mientras se abría camino hacia el altar situado en la parte frontal de la capilla. La vergüenza de su padre y la desaprobación no le sorprendieron. El ferozmente disciplinado, rígidamente perfecto, Kir jamás toleraría un renegado en la familia, por no hablar de admitir que su hijo favorito había caído en el ansia de sangre. Kade se avergonzaba también, no tanto por las debilidades de su hermano y las faltas imperdonables, sino por su propio fracaso para ayudar a Seth a cambiar su vida antes de que fuera demasiado tarde. —Este momento pertenece a mi hermano —dijo, dirigiéndose al grupo reunido de familiares y a los demás residentes de la Darkhaven—. No tengo ningún deseo de tomar ni un segundo del tiempo de Seth, pero hay cosas que todos deberían saber. Cosas que necesitan entender antes de que lo condenen por lo que fue de él al final.

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—Siéntate, Kade —La voz de su padre era baja, pero sus ojos crepitaban con el comando —. Este no es ni el momento ni el lugar. Kade asintió —Lo sé. Yo debería haber tenido que ir directo al infierno mucho antes. Tal vez si yo hubiera dicho algo antes, mi hermano hubiera tenido una oportunidad. Tal vez no estaría muerto. Su padre se levantó, acercándose. —Nada de lo que digas aquí va a cambiar una maldita cosa. Así que guarda tu lengua, muchacho. Déjalo. —No puedo —dijo Kade—. He llevado el secreto de Seth durante demasiado tiempo. He cargado con mis propios secretos, también. Hacía mucho que tenía que haberlos dejado ir. La madre de Kade parpadeó retornando lágrimas, una mano delgada acunando la curva de su estómago, donde otro par de gemelos crecía en su interior. —¿De qué estás hablando? ¿Qué secretos, Kade? Por favor... quiero saber. Miró más allá de la mirada de desaprobación de su padre, más allá de la expresión gentil en los ojos húmedos de su madre. Tal vez lo que dijese en esta sala, ante todos estos testigos, algún día ayudaría a la nueva pareja de hermanos que pronto iba a nacer con el mismo talento, la misma seducción salvaje, que él y Seth poseían. Por esa sola razón, tenía que hablar. Y entonces, ahí estaba Alex. La mirada de Kade se desvió a la parte posterior de la capilla, ella había entrado en silencio y ahora se encontraba cerca de la puerta cerrada, su mirada

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fija, tan tierna como fuerte. Ella asintió con la cabeza ligeramente, la única aprobación que de verdad importaba en esta sala. —Mi hermano no estaba bien —declaró a la reunión tranquila—. Desde que éramos niños, luchamos con la capacidad que heredamos al nacer. Tal vez en otras personas, como tú, mamá —dijo mirando a su alrededor mientras hablaba del don que ella poseía también—, el talento podría haber sido una fortaleza. Para Seth y para mí, se convirtió en una maldición. Era demasiado poder para niños que eran estúpidos con arrogancia y demasiado ingenuos para comprender las consecuencias. Hemos abusado del talento que heredamos. Al principio, lo tratábamos como un juego, corriendo con una manada de lobos en el bosque, cazando con ellos... matando con ellos. Dejamos que el salvajismo nos gobernara. En algún momento, me di cuenta de que Seth no podía parar. —Oh, hijo mío —jadeó— Lo siento mucho. No tenía ni idea. —Lo sé —dijo él, interrumpiéndola antes de que pudiera asumir una culpa que no era suya—. Nadie tenía la menor idea. Fue un error de Seth y mío ocultar la verdad. Lo empeoré cuando me fui de Alaska el año pasado. El ceño de Kir se había profundizado. —Peor ¿cómo? —Seth había matado a un ser humano —Kade ignoró el grito de asombro horrorizado que viajó por la reunión, con los ojos fijos en su padre—. Él había matado, y yo lo sabía. Me prometió que era un error que nunca se repetiría. Yo no lo creí. Lo quería, pero lo conocía muy bien. Debería haber hecho algo entonces. Debería haber encontrado una manera de asegurar que no lo volviese a hacer. En su lugar, me fui. El silencio cayó sobre el cuarto mientras Kade hablaba. Se extendía sin cesar, un frío y empapado peso cayó sobre sus hombros cuando vio con

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desagrado la mirada ilegible de su padre. La madre de Kade se apresuró a cubrir la terrible calma. —Tenías que ir, Kade. La Orden necesitaba tu ayuda en Boston. Tenías un trabajo importante que hacer allí —No —dijo Kade, moviendo la cabeza en una lenta negación—. Estaba contento de unirme a la Orden, pero no es por eso que me fui. En realidad no. Dejé Alaska porque temía que si me quedaba, me gustaría ser como Seth. Para salvarme a mí mismo, abandoné a mi hermano, los abandone a todos, y me fui a Boston por mis propias razones egoístas. No había honor en lo que hice. Echó un vistazo a la parte posterior de la capilla mientras lo decía, buscando la mirada de Alex. Ella lo escuchaba sin juicio, el único par de ojos en la habitación que no se fijó en él con desprecio o incredulidad. —Lo que Seth hizo estuvo mal —continuó Kade—. Estaba enfermo, tal vez más allá de la ayuda, incluso antes de que su debilidad lo convirtiese en Renegado. Pero a pesar de todo esto, él murió con honor. Por el sacrificio de Seth hace unas horas, yo estoy vivo. Más importante, hay una hermosa, extraordinaria mujer en la parte posterior de esta sala que también vive gracias a las acciones de Seth en los últimos momentos de su vida El grupo se volvió a mirar a Alex. Ella no se inmutó por la repentina atención, ni por los murmullos de especulación y curiosidad que viajaron por la capilla sobre el anuncio de Kade. —Seth no fue perfecto —dijo Kade—. Dios sabe que yo nunca lo seré. Pero yo quería a mi hermano. Y le debo todo por lo que hizo hoy. —Tú le honras también —murmuró una voz masculina desde algún lugar a la izquierda de Kade. Echó una mirada y se encontró a Maksim. Él asintió gravemente—. Honras a todos los que estamos aquí hoy, Kade

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El elogio de su tío, su amigo, fue inesperado, y tensó la garganta de Kade. Entonces se levantaron murmullos similares procedentes de los demás en la sala. Kir se adelantó y puso su mano sobre el hombro de Kade. —Ya es hora. El amanecer viene, y tengo que llevar a Seth al sol. Kade alargó la mano, envolvió con sus dedos la muñeca de su padre. —Déjame. Por favor... debería ser yo, Padre. Él esperaba un rechazo cortante. Un resplandor oscuro que obligaría a Kade a insistir en cargar, el último honor, acompañar el cuerpo de Seth durante los ocho minutos de exposición solar que manda la tradición funeraria de la Raza. Pero Kir no discutió. Él dio un paso atrás, sin decir nada cuando Kade se quitó la camisa sucia y las armas, luego las dejó en el banco de madera. Nadie pronunció ni una sílaba cuando fue al altar y levantó a su hermano envolviéndolo en sus brazos, y luego comenzó la caminata por el pasillo que salía al jardín cubierto de nieve, donde el sol del mediodía comenzaba a abrirse paso en la sobrecargada oscuridad del invierno.

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Capítulo 32 Traducido por Laura Corregido por Caamille

A

lex esperó en la cabaña de Kade, ansiosa de preocupación por lo que estaba sometiéndose en el terreno trasero a la capilla del Darkhaven. Ocho minutos completos de luz ultravioleta sobre su

piel expuesta. Ocho minutos de espantoso dolor, antes de que la obligación permitiera a Kade dejar el cuerpo de su hermano a los rayos consumados del sol. Alex no habría tenido ninguna idea sobre la tradición funeraria de la Raza si no hubiera sido por el tío de Kade, Maksim, y la joven Compañera de Raza, Patrice, los cuales habían caminado hacia atrás para presentarse momentos después de que Kade hubiera llevado lejos el cuerpo de Seth. Los dos habían sido cálidos y acogedores, esperando por Alex mientras el resto de la congregación salía por los túneles subterráneos que conectaban todos los edificios en el terreno Darkhaven. Max y Patrice se habían ofrecido a acompañar a Alex a los cuarteles generales de Kade para esperarle y ayudar a atender sus quemaduras, pero Alex había declinado tan educadamente como pudo. No pensaba que Kade quisiera recibir tantas atenciones. Ella ni siquiera estaba segura de que la quisiera allí ahora, una preocupación que hacía que la espera por su regreso se prolongara aún más. Pero los pensamientos para sí misma se alejaron como ceniza sobre la brisa cuando oyó las pisadas de Kade acercándose desde el porche de la cabaña.

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Alex corrió a la puerta y la abrió, golpeada por la vista de él allí de pie con la luz solar brillando detrás. Increíblemente, después de los ocho minutos en que había entregado a su hermano, Kade no había tomado los túneles sino que en lugar de eso aparentemente había caminado a través de los alrededores de la capilla hasta los cuarteles generales. —Oh, Dios mío —susurró Alex mientras sus pálidos y plateados ojos la miraban desde su enrojecida piel llena de ampollas en su cara. Su garganta estaba encogida hacia arriba como si fuera cogida en un puño—. Ven adentro ahora. Mientras el caminaba junto a ella, sus hombros desnudos, brazos y torso irradiaban calor palpable que podía sentir a unos metros de él. Estaba obviamente en agonía, pero no mostraba señal más allá del visible daño de rayos UV de su piel. —Ven conmigo —dijo Alex—. Tengo un baño frío esperando por ti. Él le lanzó una mirada interrogadora. —Conocí a Maksim y Patrice en la capilla. Me dijeron que podrías necesitarlo cuando volvieras. —Su boca se curvó ligeramente ante eso, pero cuando trató de hablar, su voz no era nada sino una voz ronca—. Vamos, Kade. Déjame cuidar de ti. Caminó con ella al baño todo recto por el recibidor. No opuso resistencia mientras ella le ayudaba a desvestirse, quitándole sus botas y calcetines a la vez mientras permanecía de pie sobre el suelo de baldosas, su ancha palma se sentía como una plancha eléctrica contra su hombro mientras él se agarraba a ella para mantener el equilibrio. Alex cuidadosamente le quitó su ropa de trabajo y sus calzoncillos. Ella no pudo contener su suave jadeo, golpeada por la masculina perfección de su cuerpo y el complejo artístico de sus glifos, pero incluso ella estaba demasiado preocupada sobre calmar sus quemaduras para tomar mucho placer en la vista de su desnudez. - 370 -

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Le ayudó a entrar en la bañera, mirando mientras él lentamente se hundía en la fría agua con un silbido que se extendió en un largo y profundo suspiro. —¿Está todo bien? Gimió y dio un débil asentimiento, sus ojos vagaban cerrados mientras el vapor de su piel ardiendo subía en espiral por la superficie del agua. —Gracias —murmuró pesadamente, hundiéndose más en la bañera. Alex cogió un suave trapo y lo sumergió en la bañera. —Sólo relájate. Yo haré el resto. Con cautela escurrió la fría agua sobre la masa de ampollas de sus hombros. Hizo lo mismo sobre su espalda y pecho quemados, después por sus fuertes y desnudos brazos. Tan cuidadosamente como pudo, trajo el trapo a su cara, limpió la áspera y enrojecida piel de sus delgadas, anguladas mejillas y las fuertes y severas líneas de su barbilla y ceja. Mientras él se relajaba cada vez más, Alex con delicadeza echó su cabeza atrás para poder mojar su cabello oscuro y escurrir fría agua por su cabellera. —Las cosas que dijiste en la capilla hoy sobre Seth, y sobre ti… Estuve muy orgullosa de ti, Kade. Fue una gran muestra de valentía mantenerte allí como lo hiciste. Gruñó una negativa sin palabras. —Quizás no lo creas, pero fuiste un buen hermano para Seth. Creo que todos vieron eso hoy. Eres un buen hijo para tus padres, también. Sus párpados se abrieron incluso mientras sus oscuras cejas bajaron en un fruncimiento.

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—Unos pocos minutos de charla —dijo con una voz seca—. Eso fue todo. No elimina el pasado. No significa ni una maldita cosa. Alex echó más agua sobre su cabello y tiernamente movió sus dedos a través de los sedosos mechones. —¿Por qué eres tan duro contigo mismo? —Ver lo que mi hermano era debería decirte la respuesta a eso —dijo él, todo excepto gruñendo las palabras—. Estoy seguro que no tengo que recordarte de lo que era capaz. Viste eso de primera mano en los bosques fuera de Harmony. —Sí —Estuvo de acuerdo Alex con suavidad—. Lo vi. Pero ese era Seth, no tú. ¿O tengo que recordarte que esas fueron tus palabras hacia mí cuando te dije lo que vi? Seth era un asesino, no tú. Exhaló una vívida maldición, pero Alex ignoró su creciente ira. —Seth fue el único que se convirtió en Renegado, Kade. Eso no significa que tú lo harás, también. Se movió en la bañera, levantando su cabeza así que él estaba mirándola directamente a los ojos. —La mayor parte de mi vida, Alex, he estado oculto de la verdad, viviendo una mentira. Corriendo de las cosas que no podía controlar. Pensé que si ponía suficiente distancia entre mis problemas y yo, sólo… desaparecían. Bien, no lo hacen. Alex asintió. Él podía muy bien estar hablando de la vida de ella. —Sé ahora que huir lejos no resuelve nada —ella susurró—. Tienes que quedarte de pie y enfrentar las cosas que más te asustan. Tú me enseñaste eso, Kade.

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Su gruñido se hizo más profundo. —Eso es lo que trato de hacer. Pero necesito hacerlo solo, Alex. —¿Qué quieres decir? —Las cosas sobre las que hablé en la capilla hoy, y en la montaña cuando trajimos el cuerpo de Seth desde la cornisa. No puedo arriesgarme a ponerte en medio de mis problemas. —Es un poco tarde para eso, ¿no crees? —Ella acarició su tensa mandíbula, sólo deslizando sus dedos sobre su tierna piel—. He oído todo lo que dijiste. He visto lo que le ocurrió a tu hermano. Entiendo tu miedo, Kade. Pero no voy a huir. No de nuevo. Y no dejaré que me apartes, tampoco. Te amo. Él expulsó una dura exhalación, y cuando la miró ahora, brillos de ámbar iluminaban el iris plateado de sus ojos. Vio el brillo de sus colmillos tras sus labios, afilados puntos blancos brillando con poder letal. —Te amo, Kade —insistió ella, negándose a retroceder—. Y a menos que me digas aquí y ahora que no me amas también, entonces, puedo creer que no hay razón por la que ninguno de nosotros debería estar solo. La miró duro, su mandíbula se mantenía tensa. —Maldita sea, Alex. Sabes que no puedo decir eso. Te amo. Y eso ha complicado todo. Ella sonrió con un humor que vagamente sentía. —¿Demasiado gris para ti? —preguntó ella con delicadeza—. Y aquí pensé que era la única que le gustaba mantener las cosas simples, negro sobre blanco.

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Él no devolvió su sonrisa. Se había ido demasiado lejos para eso. Mientras Alex retrocedía, vio sus ojos moverse de sus labios a la base de su garganta. Su pulso estaba latiendo con fuerza allí, un rápido tick que se intensificó hasta un latido más pesado mientras ella observaba a Kade mirar hambriento esa escena. Le encontró mirándole y abruptamente miró lejos. Trató de ocultar la conciencia de su sangre, latiendo bajo la superficie de su piel. Trató de ocultar su sed de ella. Alex trajo su mirada de vuelta con un toque persuasivo. —No tienes que negar quién eres o qué necesitas, Kade. No de mí. Ya no. Silenciosamente ella se quitó su ropa húmeda y se puso contra su boca, apartando el pelo de su cuello. Su nombre era un susurro reverente sobre sus labios mientras ella participaba en su respiración, entonces, la expulsó en un cálido apuro contra su piel. Kade descendió sobre ella en un rápido movimiento, su afilado mordisco estaba lleno de necesidad y una desesperación que él no hizo esfuerzo por disimular.

*****

Dentro de la casa de Zack Tucker en Harmony, un par de tropas estatales de Alaska habían llegado recientemente del puesto en Fairbanks desplomados en un tenue silencio, ambos hombres en estado de trance sobre el sofá del salón.

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En un reclinatorio junto a ellos, el alcalde Sidney Charles roncaba ligeramente, en trance, también. El anciano nativo se había mostrado inmensamente cooperativo, aunque inconscientemente, a los objetivos de la misión de la Orden en la ciudad. No sólo había entregado en su promesa reunir a cada ciudadano de Harmony en la iglesia hace unas pocas horas, también había tenido buenos modales para escoltar a los recién llegados estatales a la casa de Zach Tucker cuando su avión había tocado tierra desde Fairbanks alrededor del amanecer. Con Brock todavía en el puesto de la cabaña de Jenna, Tegan, Chase y Hunter habían reubicado su operación hasta la casa de Tucker. Habían esperado fuera las escasas horas de luz diurna allí, usando el tiempo ocioso para rastrear las grabaciones de ordenador de las tropas muertas y buscar más evidencias de corrupción en la casa. No habían tenido que mirar muy lejos. Zach Tucker podría haber sido un policía de campo pero tenía un ojo contable para guardar grabaciones. Había registrado cada trato de drogas y botellas de bebida de contrabando que habían pasado a través de sus manos y de Skeeter Arnold para distribución alrededor de la zona. Cuando los dos estatales se pusieron de pie, estaban yendo a encontrar cada libro de contabilidad escrito a mano y cada plantilla almacenada en el ordenador en la casa saqueada de Zack Tucker. Iban a encontrar la caja de seguridad donde Zach guardaba todo el efectivo considerable que había hecho de su pequeño negocio durante un periodo que tenía que haber sido varios años. Las tropas uniformadas iban a seguir un presentimiento, ni uno de ellos podía agitar que les guiaría a una zona remota del campo donde ellos descubrirían al único oficial de policía de Harmony, brutalmente asesinado y escarbado por los animales. Cerca del cuerpo, encontrarían el teléfono móvil de Skeeter Arnold, mostrando un historial de multitud de llamadas desde la tropa Tucker. Con Skeeter en ninguna parte donde ser encontrado, ni oído, los

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estatales concluirían que Tucker, y posiblemente Skeeter, se habían, aparentemente, encontrado a sí mismos en la pérdida final de un trato desaparecido horriblemente, fatalmente erróneo. Lo que las tropas de la unidad de Fairbanks no encontrarían eran evidencias de cualquier otro suceso extraño en Harmony. Con nadie en la ciudad llamando la racha de recientes muertes, dejando solos los nombres de las víctimas, con un ordenador estratégicamente colocado y desparasitado procedente de Boston que borraba la mitad de los registros enviados de la AST durante la semana pasada, no habría razón para que los estatales buscaran algo más que un asunto decepcionante de corrupción policial en la, de otra manera pacífica, ciudad de Harmony. —Eso quiere hacerlo —dijo Chase mientras salía de la oficina particular de Tucker—. La contraseña del ordenador está deshabilitada y hay una plantilla de las transacciones del actual año de nuestro chico convenientemente dejadas abiertas sobre el monitor. Estas tropas van a pensar que Tucker no es sólo un gilipollas, sino un completo imbécil además. Tegan se rió. —Terminaré aquí con los humanos. Di a Hunter que nos desplegamos en cinco minutos. Chase asintió. Dio un paso, entonces, se detuvo. —¿Algo sobre Kade? —Nada todavía. —Maldita

vergüenza

sobre

su

hermano

—dijo

Chase,

su

extrañamente acartonada. —Sí —dijo Tegan—. Es una vergüenza.

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voz

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Cuando el ex-agente de la ley giró sobre sus talones para caminar lejos, Tegan se aclaró su garganta. —Eh, Harvard. He estado queriendo hablar contigo sobre lo que ocurrió allí fuera en la mina. —¿Qué pasa con eso? —Sólo me preguntaba en qué demonios estabas pensando cuando agarraste a ese subordinado por la garganta por un instante en lugar de un claro y rápido asesinato. La sonrisa de Chase parecía de alguna manera demasiado tensa para su cara. —Sólo teniendo un poco de diversión, eso es todo. Tegan lo miró fijamente, evaluando al agente una vez puritano que había demostrado ser un importante activo para la Orden, si un poco temerario a veces. —La diversión puede hacer que te maten, amigo. Harías bien en recordar eso. La expresión de Chase era despreocupada, la subida de sus hombros casual, despreocupada. —Claro, Tegan. Gracias por el consejo. Lo tendré en cuenta. Tegan le miró caminar fuera, entonces, giró su atención a instruir a los hombres en trance para despertarlos una vez que él y los otros vampiros tuvieran suficiente tiempo de recorrer varios kilómetros fuera de la ciudad.

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Capítulo 33 Traducido por **Liseth_Johanna18** y Sheilita Belikov Corregido por Gemma

K

ade se quedó de pie fuera de su cuartel general en el complejo Darkhaven en bata de seda negra, recostado contra el poste de madera del porche trasero que daba hacia la vasta extensión de

la propiedad. Ya habían pasado unas pocas horas desde que el sol se había retirado, y la oscuridad cubría la región una vez más. Él estaba perdido en sus pensamientos, mirando hacia el lejano horizonte, en donde el verde resplandor de la aurora boreal cruzaba el cielo iluminado por la estrellas. Alex caminó hacia allá para acompañarlo. La oyó subir suavemente tras él, cerró los ojos cuando ella envolvió los brazos alrededor de su cintura. Ella hizo un suave sonido en la parte trasera de su garganta, luego suspiró cuando él deslizó suavemente sus dedos dentro de la manga de su bata blanca para acariciar sus brazos desnudos. Habían pasado la mayor parte del día en su cama, yaciendo en los brazos de cada uno. Su cuerpo aún estaba sanando por el rito funerario, aunque mucho mejor, gracias a la sangre que Alex le había dado. Ahora su piel estaba apenas roja y sensible, ya no había ampollas ni aquel agudo dolor. Su libido le recordó que estaba lo suficientemente bien para desear a Alex. Dios sabía que no había nada que evitara que la deseara. —No quise despertarte —murmuró él mientras estaban de pie como uno solo bajo el cielo estrellado y observaban el baile de la aurora en la distancia— . Has pasado por mucho en los últimos días. Deberías descansar un poco más. Alex se movió hasta quedar en frente suyo y se enterró en su calor.

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—Vine aquí fuera para decirte lo mismo. ¿Cómo te sientes? Él asintió, y dio un breve asentimiento. —Mejor, gracias a ti. Y más aún cuando te tengo entre mis brazos. Ella levantó la cabeza para encontrarse con su suave beso. El roce de sus labios era cálido, acogedor. Lleno de ternura por todo lo que había pasado, y duro con una tentativa esperanza de lo que pudiera estar todavía delante de ellos. —Te necesité hoy, Alexandra —susurró contra su boca—. Traté de convencerme de lo contrario, pero eres todo lo que necesito. Gracias por todo lo que hiciste por mí hoy. Gracias sólo por estar aquí. Ella le sonrió, su voz fue suave y emocional. —No necesitas agradecerme nunca eso. —Dios, te amo —murmuró él, su pecho apretándose mientras la miraba—. Me honras, Alex. Me haces sentir humilde. No creo que te imagines cuanto. Podrías escoger al hombre que quisieras… Ella se estiró para acariciar su mejilla con una dolorosa ternura. —Sólo hay un hombre al que escogería. Sólo uno al que podría amar alguna vez. Sus palabras perecieron en un gemido mientras inclinaba la cabeza hacia la de ella y capturaba su boca en un profundo y apasionado beso. La necesidad surgió a través de él, caliente y exigente. Deseaba a Alex, la quería en su cama, bajo sus colmillos. La quería de todas las formas en que podría tenerla. Tan completo era su deseo, que difícilmente escuchó el rápido golpe que cayó contra la puerta delantera de su camarote.

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Él lo habría ignorado completamente si Alex no hubiese retrocedido, sin aliento. —Alguien está aquí. —No me importa —Kade se movió para besarla de nuevo. El golpe sonó de nuevo, más fuerte esta vez. Insistente y demandante. Masculló una maldición mientras acariciaba su bello rostro y luego se retiró para ir a la puerta. Sabía a quién encontraría al otro lado, incluso antes de abrir. —Padre —dijo, su cortante tono apenas podía ser interpretado como un saludo. Kir lo miró fijamente, luego echó un vistazo más allá del hombro de Kade a donde Alex estaba en el porche trasero. —Necesitamos hablar. Kade se paró firme, bloqueando el umbral con su cuerpo. —He dicho todo lo que necesitaba decir. —Pero yo no. —Otra mirada fue en la dirección de Alex—. Escúchame. Por favor, hijo. Kade nunca antes había oído a su padre pronunciar esas palabras en una conversación con él. Tal vez por eso fue que, finalmente, soltó su fuerte agarre en la manija de la puerta y se hizo a un lado para permitir que su padre entrara. Pero él no estaba dispuesto a ceder en lo que a Alex concernía.

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—Lo que sea que tienes que decirme puede ser dicho frente Alexandra. Ella es mi compañera. No le esconderé nada. Las cejas de Kir se elevaron muy ligeramente en su frente orgullosa. —Por supuesto. —Inclinó su cabeza en dirección a Alex, un gesto de respeto que le daba unos cuantos puntos con Kade—. ¿Te parece bien si nos sentamos un momento, hijo? Kade se dio la vuelta, luego movió su mano a Alex para que los acompañara. Ella se deslizó y se sentó a su lado en el sofá, mientras Kir tomaba el asiento de cuero en frente de ellos. Por un largo momento, el macho mayor simplemente los miró a ambos, su expresión era indescifrable, sus astutos ojos apenas sin pestañear mientras los medía silenciosamente. —Hoy fue un día por el que recé que nunca llegara —dijo al fin. Su voz sonaba profunda, todavía cruda por el dolor—. Por mucho tiempo, desde que ustedes eran apenas unos niños, viví con el miedo al pensamiento de perder a tu hermano. Kade bajó la mirada, la vergüenza levantándose sobre él. —Sé que estás decepcionado, Padre. Lo sé… ah, Cristo. —Alex metió su mano bajo la suya, sus dedos enredándose con los de él. Kade tragó la ceniza que parecía haberse asentado en su garganta—. Sé que debes desear que hubiese sido yo y no Seth. —No sabes nada —chasqueó Kir. La cabeza de Kade se levantó con eso, la voz de su padre se suavizó—. No sabes lo que deseo, o lo que siento. ¿Cómo podrías saberlo, cuando nunca te di nada de mí? Se lo di todo a Seth en su lugar. Le di demasiado. Kade se encogió de hombros. —Era tu hijo. Lo amabas.

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—Tú también eres mi hijo —respondió—, y los amo a ambos, Kade. Pero era Seth quien necesitaba más. Él nunca tuvo tu independencia. No nació con tu coraje. Kade frunció el ceño. —Lo adorabas. Todos lo hacían. —Sí —admitió él—. Porque tú eras más fuerte que él, Kade. En todas las formas, tú eras mejor. Seth sabía eso al igual que yo. Traté de compensarlo por sus faltas dándole más atención de la que te daba a ti, pero eso lo dañó aún más. —Lo dejaste manejar los asuntos del Darkhaven por ti —señaló Kade—. Parecías estar preparándolo para tener un Darkhaven propio. Kir sacudió lentamente la cabeza. —La esperanza inútil de un padre, nada más. Traté de darle la oportunidad de hacer algo de sí mismo. Una y otra vez lo intenté. Seth jamás hubiese sido un buen líder. Era demasiado débil, demasiado inseguro. —¿Y yo? —preguntó Kade, la pregunta salió de manera impulsiva antes de que tuviera tiempo de callarla. —Tú —dijo Kir, pensativo mientras lo miraba—. Tú eras indomable. Fuiste imparable desde el momento en que viniste gritando y pateando desde el vientre de tu madre. Eras una fuerza de la naturaleza, Kade. Todos los que te miraban veían que eras algo único, algo especial. Una vez conocí a un muchacho que no era muy diferente de ti. —Grigori —murmuró Kade, observando la expresión de su padre ir de la leve sorpresa a un recuerdo lamentable.

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—Grigori —repitió Kir suavemente—. Supongo que oíste algo de él de mi propio hermano, Maksim. Kade se giró. —Max me dijo un poco. Sé que Grigori significó mucho para ti, y sé que él se convirtió en un Renegado. Las cejas de Kir se levantaron un poco. —Sí, así es. —Y pensaste que yo terminaría como él algún día. —¿Tú? —frunció el ceño, y luego dio una leve sacudida de su cabeza—. Nunca pensé eso de ti. Era de Seth de quien me preocupaba. Me recordaste a Grigori, es cierto. Todo lo vibrante y robusto y fuerte de él, lo vi en ti, Kade. Seth, sin embargo, no tenía ninguna de esas cualidades. Él era justo como mi hermano en que poseía los mismos defectos e inseguridades que, eventualmente, lo condenaron. Lo sabía, y viví con el temor de lo que podría llegar a ser Seth. Mientras que para ti, sólo podía tener la esperanza de que nunca fueras puesto en la posición que tuve con Grigori. Recé porque nunca tuvieses que enfrentarte a ese tipo de decisión. Algo frío pasó en espiral alrededor del corazón de Kade con las palabras de su padre. Los dedos de Alex se apretaron alrededor de los suyos como si ella también sintiera el temor de lo que podría decir Kir. —Dime que sucedió, Padre. —Nunca quise que tuvieses que asumir la carga de tener que destruir a alguien a quien amas. —Los ojos de Kir se atenuaron con pesar—. Pensé que si mantenía a Seth lo suficientemente cerca, si le daba todas las oportunidades para probarse a sí mismo, mi fuerza podría ser suficiente para sostenerle. Si podía evitar que Seth se dejara llevar por la debilidad que vi en él desde que

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era un niño, entonces tal vez él no terminaría como Grigori. Quizá tú no tendrías que ser forzado a hacer lo que yo tuve que hacer. —Max dijo que Grigori nunca fue visto u oído después de que tu familia recibió el mensaje de que se había convertido en Renegado y asesinado a alguien en medio de su ansia de sangre. Max dijo que te negaste a hablar de Grigori después de eso. Kir asintió sombríamente. —No había necesidad de hablar de él de nuevo. Estaba muerto. Como su hermano, sentí que era mi deber asegurarme de que él nunca podría asesinar de nuevo. Alex exhaló el más pequeño grito ahogado tras aquella sombría confesión. Kade se sorprendió al descubrir la similitud del camino de su padre con el suyo, lo mucho que no había sabido acerca del hombre que lo engendró o la vida que su padre había llevado antes de que él y Seth hubiesen nacido. Él murmuró una maldición, pero no había veneno en ella. Nunca podía haber de nuevo, no después de esta noche. —Te he resentido casi toda mi vida —admitió—. Creía que me despreciabas. Kir chasqueó su lengua, dándole una sacudida arrepentida a su cabeza. —Nunca. Yo sólo quería lo mejor para ti. Para mis dos hijos. Y ahora, para los dos nuevos que nacerán en pocas semanas, también. —Hemos perdido mucho tiempo amargándonos con secretos y temores —le dijo Kade. Se volvió a ver a Alex, inundado por el amor hacia la mujer que era dueña de su corazón—. No puedo perder un minuto más así. Kir se puso de pie.

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—Tampoco debo consumir más de tu tiempo cuando Alex y tú podrían pasarlo juntos. Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti, Kade. Y me alegra ver que has encontrado la felicidad. Has encontrado el amor, y junto a él todas tus otras fortalezas, que es lo que lo que te hará pasar cualquier desafío. Kade tragó, dando un torpe asentimiento. —Gracias, Padre. —¿Hasta cuándo Alex y tú se quedarán aquí en el Darkhaven? —No mucho —respondió Kade—. Algunas horas más como máximo. Algunos de mis hermanos de la Orden están esperando en un pueblo no lejos de aquí. Tenemos una misión por concluir, y luego nos dirigiremos de vuelta a casa. —¿Ambos? —preguntó Kir, mirando de Kade a Alex. —Creo que será mejor hacerlo oficial y preguntarle —dijo Kade, sonriendo mientras acariciaba la mejilla de Alex. Atrajo su mirada a la suya—. ¿Qué piensas, Alex? ¿Alguna oportunidad de poder convencerte para que vengas conmigo a Boston? Sus suaves ojos cafés brillaron. —Nunca he estado en Nueva Inglaterra. Creo que me gustaría conocerla. La sonrisa de Kade rebosó en su rostro. —Te voy a mostrar todo el maldito mundo si me lo permites. Se besaron, interrumpidos un momento después por el carraspeo ligeramente torpe de Kir. Alex se ruborizó furiosamente. Kade no sintió vergüenza por su afectuosidad, encontró la mirada divertida de su padre con un rasgo sin arrepentimiento en sus cejas.

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Kir sonrió, luego se dirigió a la puerta, Kade y Alex caminaron a su lado. Cuando se detuvieron en el umbral, Kade le tendió la mano, pero su padre no la tomó. En su lugar, tiró de Kade en un firme abrazo. —Sé que has hecho una familia en Boston con la Orden —dijo mientras se echaba hacia atrás para encontrarse con los ojos de Kade—. Me alegro por ti. Pero tienes una familia aquí, también. Tú y tu hermosa Alexandra, ambos tienen una familia aquí. —¿Puedo abrazarlo, también? —preguntó Alex, dándole su afecto al padre gruñón de Kade. La boca de Kir se curvó en una sonrisa rara. —Sería un honor si lo hicieras. Cuando Alex lo abrazó, el anciano macho miró a Kade, su mirada llena de tantas emociones para que Kade las nombrara. Orgullo, perdón, arrepentimiento, esperanza... años de emociones que fueron tácitos entre padre e hijo. Tal vez ahora tendrían la oportunidad de reparar las cosas que habían quedado sepultadas bajo tantos secretos y tantos temores inútiles. Y luego estaba Alexandra. Kade miró a la mujer que amaba, su mujer, su compañera. Su corazón rebosaba de todas las cosas que quería decirle, las cosas que quería compartir con ella... promesas que tenía la intención de darle ahora, con la esperanza de que tendría el resto de su vida con ella para cumplirlas. Kade envolvió su brazo sobre los hombros de Alex cuando se quedaron juntos y vieron a su padre pasear por la nieve iluminada por la luna hacia la casa principal. Cuando se marchó, Kade se volvió hacia Alex y la levantó en sus brazos.

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Ella contuvo el aliento mientras su pie izquierdo dejaba el suelo, luego se rió cuando él dio la vuelta y empezó a caminar con ella hacia su dormitorio. —¡Bájame! Estás apenas recuperándote de tus quemaduras, Kade. En realidad no deberías estar haciendo esto. —Oh, sí, debería —respondió, mirándola a los ojos con un hambre que no habría sido capaz de enmascarar incluso si lo hubiera intentado. Hicieron el amor juntos, primero en una unión tempestuosa y febril, los dos perdiéndose en el crescendo de sus emociones y en las urgentes demandas de su deseo por el otro. Kade embelesó su cuerpo, llevándola al clímax tantas veces que finalmente renunció a llevar la cuenta. Los sentidos de Alex se llenaron de él, su cuerpo vibrando mientras bajaba de la cima de otra ola de placer, ubicada en el refugio protector de los brazos de Kade. Ella lo amaba tan profundamente que le dolía por su devoción. Y en el resplandor de su pasión, ella sabía que él la amaba también. Su tacto era tierno mientras él acariciaba la sensible piel de su cuello, sus dedos deslizándose como terciopelo bajo su oreja. —No lo hice bien contigo —murmuró en voz baja—. Cuando bebí de ti esa primera noche en tu casa en Harmony. Debería haber sido tu elección, Alex. Tomé eso de ti. Debí decirte lo que significaba antes de unirme a ti. Debería haber tenido el honor suficiente para ganarme el privilegio, no robarlo como lo hice. —No me importa —murmuró ella—. Lo único que importa es que estamos juntos ahora. Te quiero por siempre, Kade. Quiero... —Las palabras se desvanecieron, no por miedo o incertidumbre, sino por la profundidad de su anhelo. Volvió la cabeza para mirarlo—. Todo lo que quiero es a ti, unirme a ti como tu compañera. - 387 -

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—Y yo todo lo que quiero es hacerte feliz, y saber que estás a salvo y protegida. —Lo soy. No hay ningún lugar donde podría ser más feliz, o estar más segura, que aquí en tus brazos. —Ella acarició su hermoso rostro, viendo la angustia que aún permanecía en su expresión. La medida de duda que no se había desvanecido totalmente de sus ojos, y podría nunca desaparecer completamente—. Juntos somos fuertes, Kade. Más fuertes que la naturaleza salvaje en tu interior. Ya oíste lo que dijo tu padre: El amor es la fuerza más grande. Nada es más poderoso que eso. —¿De verdad crees eso? —Más que nada —respondió—. Pero la pregunta es, ¿lo haces tú? Él la miró fijamente durante un buen rato, sus plateados ojos indagando. —Siempre y cuando te tenga a mi lado, puedo creer que todo es posible. Te amo, Alexandra. Lo eres todo para mí. La acercó y la besó… el beso más tierno y reverente que ella había conocido. Alex se fundió en él, su cuerpo respondiendo en un torrente de calor líquido que se reunió en su centro. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras su boca se desplazaba por la línea de su mandíbula, al lado de su garganta. Kade echó su cabeza hacia atrás en un gruñido. La miró fijamente, sus ojos brillando con chispas ámbar, sus colmillos resplandecientemente blancos. Ya estaba jadeando con la necesidad feroz de hambre de ella. Frunció el ceño, emociones oscuras agitándose en las profundidades de sus ojos plateados. —¿Para siempre?

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—Por siempre, Kade. —Ella dejó que sus dedos fueran sobre su boca sensual, donde las puntas de sus colmillos brillaban detrás de sus labios entreabiertos—. Vincúlame a ti ahora. Quiero saborearte. Quiero estar siempre contigo. Con un gruñido profundo, su mirada fija en ella, él trajo su muñeca a su boca. Separó sus labios, luego hundió sus colmillos en la carne y el músculo. La sangre goteaba desde las punciones y por su barbilla. Vacilante, extendió su brazo hacia ella. Alex lo tomó en sus manos y llevó su muñeca hasta sus labios. El primer sorbo de él fue un shock. No sabía que esperaba, pero ninguna de sus fantasías la había preparado para la realidad de beber de Kade. Su sangre era una dulzura que rodó sobre su lengua, en un desenfreno impresionante que la dejó sin aliento. Bebió el aroma de su piel y el sabor terroso de su sangre cuando la extrajo de su vena abierta. El poder subió como un rayo a través de ella. Kade gimió con placer y ella bebió más, codiciosa ahora, el deseo pulsando a través de cada nervio y haciendo que todos sus sentidos se vivificaran intensamente. El calor retumbó muy dentro de ella, y gimió cuando la primera oleada del orgasmo se levantó sobre ella y la arrastró. El gruñido de Kade era puramente masculino, puramente triunfante. Alex estaba todavía en la cima del éxtasis cuando él lamió la herida en su muñeca, luego extendió su cuerpo, abriendo sus muslos para el calor abrasador de su hambrienta mirada. —Ahora eres mía, Alex. Dios te ayude, ahora eres mía para siempre. —Entonces muéstrame —susurró con voz ronca por el placer. Deslizó su lengua a lo largo de sus labios, saboreando cada último gusto de él en su boca.

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Echó la cabeza hacia un lado, exponiendo su garganta ante él—. Muéstrame que te perteneceré siempre, Kade. Sus labios se curvaron lejos de sus colmillos, que brillaban tan puntiagudos y prístinos como diamantes en la tenue luz de la aurora bailando en la distancia al exterior de la cabaña. Alex acogió la belleza salvaje de su cara, sin sentir nada cercano a miedo cuando lo miraba ahora. Él era su corazón, su amante, su compañero. Su todo. —Ámame, Kade —murmuró. —Siempre —respondió. Luego, con un gemido de placer y entrega, inclinó su cabeza y hundió su mordida profundamente en su carne y le mostró cuán placentero iba a ser siempre.

FIN DEL LIBRO

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¡¡¡No te pierdas el próximo libro de la serie!!! A la venta el 28 de septiembre

Sinopsis traducida por Ckoniiytthanzaaw! En el cruce de la muerte y el deseo, una mujer conoce un placer que ningún mortal puede sobrevivir. . .

En el frío de Alaska congelados, la ex policía estatal Jenna Darrow sobrevive una violación indecible de cuerpo y alma. Pero con su escape viene un desafío aún mayor. Hay cambios extraños ocurriendo dentro de ella, mientras ella lucha por entender – y controla - una nueva hambre. Para ello, buscará refugio en la compleja Orden de Boston, una antigua raza de vampiros guerreros cuya existencia misma está rodeada de misterio. Quizás el más misterioso de todos ellos es Brock, un melancólico, macho alfa de ojos oscuros, cuyas manos tienen el poder de consolar, sanar. . . y despertar.

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A medida que se recupera bajo el cuidado de Brock, Jenna se encuentra atraída por la labor de la Orden: detener a un enemigo despiadado y su ejército de asesinos de la Tierra que quieren someter un régimen de terror. Sin embargo, a pesar de su voluntad, una relación puramente física sin cadenas pronto se unirá Brock y Jenna, junto con un feroz deseo más fiero que la vida y más fuerte que la muerte misma - hasta que un secreto del pasado de Brock y la mortalidad propia Jenna Brock cambia su amor prohibido en un juicio a fuego.

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