Twisted Emotions - The Camorra Chronicles 02 - Cora Reilly

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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans.

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Sinopsis Nino Falcone es un genio y un monstruo. Como hombre y hermano del Capo de la Camorra, su falta de sentimientos es una bendición, no una maldición… hasta que su hermano le pide que se case por el bien de la Camorra. Kiara Vitiello, prima del Capo de la Famiglia de Nueva York, es elegida para casarse con Nino Falcone para evitar la guerra con la Camorra, pero lo que oye de Las Vegas hace que sus venas se llenen de terror. Después de que su padre traicionó a su Capo y pagó con su vida, su familia piensa que el matrimonio es su única oportunidad de honrar su nombre; pero solo Kiara sabe que ella es un premio defectuoso dado a cambio de la paz. Un hombre incapaz de emociones y una mujer marcada por el pasado: un matrimonio arreglado con el potencial de unión o destrucción…

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The Camorra Chronicles #2

Prólogo Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

Los Falcones se iban a sentir engañados. Se había dado una virgen en sacrificio a los monstruos en Las Vegas por una promesa de paz. Pero nunca me dieron la oportunidad de ser virgen. Esa elección me había sido arrebatada. Arrancada dolorosamente.

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El miedo, agudo y crudo, arañó mi pecho cuando mi esposo me llevó a nuestra habitación para pasar la noche y cerró la puerta ante las caras sonrientes de sus hermanos. Nino me soltó, y creé distancia entre nosotros rápidamente, avanzando hacia la cama. Habían pasado seis años, pero los recuerdos aún me despertaban por las noches. Tenía miedo de estar cerca de un hombre, de cualquier hombre, especialmente de este hombre… mi marido. De pie, a pocos pasos de la cama, mis ojos recorrieron las sábanas blancas… unas sábanas que para mañana mi familia esperaba ver manchadas de sangre. Sangre que no estaría allí. Me abrigué aún más cerca de la cama. Había habido sangre la primera vez, la segunda vez e incluso la tercera. Mucha sangre, dolor, terror y súplicas. No había habido presentación de las sábanas en aquel entonces. Nuestra criada, que nunca había acudido en mi ayuda, simplemente las lavó. Esta noche no rogaría. No había detenido a mi abusador hace muchos años. No detendría a mi marido. Conocía las historias. Lo había visto en la jaula.

Mi único consuelo era que dudaba que él pudiera romperme más de lo que había estado hace tantos años atrás.

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1 Nino Traducido por LizC Corregido por Bella’

Antes… 6

—¿Recuerdas lo que le dije a Luca la última vez que lo vi? Dudo que tenga algún tipo de interés en trabajar con nosotros después de eso —murmuró Fabiano, paseándose por la habitación—. Me matará al momento en que ponga un pie en su territorio, créeme. Mierda, me mataría si fuera él. Remo negó con la cabeza. —Está enojado, pero entrará en razón. Asentí. —Querrá proteger su territorio, su esposa, pero aun así, es un hombre de negocios, y tenemos buenos argumentos para la cooperación. Las drogas siguen siendo su negocio principal, y nuestro contacto en su laboratorio nos dice que no pueden producir lo suficiente para la demanda creciente. Luca necesita importar drogas, pero no puede porque nosotros tenemos el Oeste y Dante tiene el medio. Sus contrabandistas pierden demasiada mercancía antes de llegar a la Costa Este. Si trabaja con nosotros, podemos garantizarle un transporte seguro a través de nuestro territorio y, a cambio, nos promete mantenerse alejado de nuestra batalla con Dante Cavallaro. Ni siquiera queremos su ayuda. —No lo necesitamos —insistió Remo, sus ojos oscuros endureciendo. No estábamos de acuerdo en ese punto; la ayuda adicional frente a un oponente como Dante Cavallaro habría venido muy bien, pero al igual que Luca, Remo dejaba que las emociones se interpusieran en el camino de las decisiones racionales.

Fabiano frunció el ceño. —Luca no es como tú, Nino. No todas y cada una de sus decisiones se basan en razones lógicas. Está furioso porque insultamos a Aria, y su orgullo podría impedirle tomar una decisión lógica. Confía en mí cuando digo eso. Orgullo y furia. Tampoco eran muy útiles. —Si le dices a tu hermana que le diste el brazalete a Leona, ella lo convencerá. Pensará que eres su hermano pequeño otra vez. Querrá creerlo. Lleva a Leona contigo. Haz que sea una visita familiar, por lo que a mí respecta, pero convence a Aria y Luca para que hablen con nosotros. Dile que me reuniré con él personalmente —dijo Remo. Le di a Remo una mirada tendenciosa. La última vez que habló con Luca no había ido demasiado bien. Los años habían pasado, pero si Luca guardaba rencor, también recordaría eso. Y Remo tenía una manera de provocar a las personas que no funcionaba muy bien con el otro Capo.

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—No va a creer que somos dignos de confianza —dijo Fabiano—. Y que hables con Luca es lo jodidamente peor que podría pasar. Remo, eres una puta bomba de tiempo. Maldita sea, te pones duro de solo imaginar cómo se sentiría bañarse en la sangre de Luca. ¿De verdad crees que podrías evitar intentar matarlo? Remo se recostó con una sonrisa en su rostro de la que había aprendido a desconfiar. —A la Famiglia le encanta establecer vínculos para garantizar la paz, ¿verdad? Les daremos lo que quieren, lo que tu hermana quería para ti y para todos los demás. No había contestado la pregunta de Fabiano. Fabiano se detuvo y cruzó los brazos. —¿Y qué se supone que es eso? —Amor y paz. —La boca de Remo se retorció como si fuera a reírse—. Sugeriremos un matrimonio entre nuestras familias. Funcionó entre la Organización y la Famiglia por un tiempo. Remo no me había mencionado nada. Por lo general, consultaba conmigo antes de tomar este tipo de decisiones. Para Remo, era un plan sorprendentemente razonable. Los matrimonios habían evitado muchas guerras a lo largo de los siglos de la historia de la humanidad; por supuesto, también habían comenzado igual de tantas.

Fabiano se echó a reír, pero me di cuenta que estaba disgustado por el estrechamiento de sus ojos. —Durante unos años, y ahora han vuelto a matarse entre sí. —Unos cuantos años es todo lo que necesitamos —le dije—. Luca sabe tan bien como nosotros que cualquier tipo de acuerdo de paz siempre será solo por un corto período de tiempo. —No puedes creer que Luca aceptará un matrimonio arreglado. —¿Por qué no? —preguntó Remo, sonriendo—. Funcionó para él y tu hermana. Míralos, enfermamente enamorados. Estoy seguro que puede prescindir de una de sus primas. ¿No dijiste que su padre tenía tres hermanas y dos hermanos? Tienen que haber algunas primas en edad para casarse, o incluso una prima segunda para todo lo que me importa. —Una de esas hermanas estaba casada con un traidor a quien nuestro padre mató. Dudo que nos dé sus hijas —le recordé a Remo.

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—Una de sus hijas es la puta de ese bastardo de Growl. Como si fuera aceptarla a ella o a su hermana para nuestra familia —espetó Remo. Incliné mi cabeza en acuerdo. Enviaría el mensaje equivocado si permitiéramos que la Famiglia nos diera las sobras de nuestro traidor medio hermano. —De todos modos, Luca no elegiría a ninguna de ellas. ¿Pero quién demonios se supone que va a casarse con una mujer de la Famiglia? —preguntó Fabiano, levantando sus rubias cejas hacia mi hermano—. No me digas que serás tú, Remo, porque no haré esa puta oferta. Todos sabemos que tú eres la última persona con la que podemos desfilar por ahí como marido. Pierdes tu jodido temperamento todo el tiempo. Eso terminará en una puta boda sangrienta y lo sabes. Remo sonrió, sus ojos desplazándose hacia mí. Eso explicaba por qué no me había consultado nada. —No voy a casarme con nadie. Nino lo hará. —¿Lo haré? —pregunté, levantando mis cejas hacia él. Fabiano se dejó caer en el sofá, haciendo una mueca. —No te ofendas, pero Nino tampoco es realmente la persona adecuada para jugar al esposo. Incliné la cabeza. Nunca había considerado el matrimonio. Parecía innecesario.

—Si te refieres a mi falta de emociones, puedo asegurarte que puedo fingirlas si es necesario. Remo se encogió de hombros. —No es que se trate de un matrimonio por amor. Nino no tiene que sentir nada para casarse. Solo necesita decir que sí y follarse a su novia, tal vez tener un hijo o dos, y mantener a su esposa con vida mientras deseemos la paz con la Famiglia. Puedes hacerlo, ¿verdad? Entrecerré los ojos, sin gustarme su tono. —Puedo hacer eso. Fabiano negó con la cabeza. —Esa es una jodida mala idea y lo sabes.

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—Es poco convencional —admití—, pero es una práctica que se ha utilizado en nuestros círculos durante generaciones. Incluso antes de que nuestras familias vinieran a los Estados Unidos, se concertaban matrimonios para establecer vínculos entre familias diferentes. Y la Famiglia tiene valores del viejo mundo. Son la única familia fuera de Italia que aún sigue la tradición de las sábanas sangrientas. Estoy seguro que la familia de Luca agradecerá la idea de otro matrimonio concertado entre familias; Luca necesita mantener contentos a los tradicionalistas de la Famiglia, especialmente ahora que tuvo que acoger a algunos de sus parientes de Sicilia. Y todavía hay tradicionalistas en la Camorra que apreciarán ese tipo de acuerdo. Fabiano volvió a sacudir la cabeza. —Te lo digo de nuevo, Luca no estará de acuerdo. Va a matarme. Remo sonrió. —Ya veremos. He oído que necesita proteger a sus hijos. Fabiano se sacudió. —¿Aria tiene hijos? Remo y yo lo sabíamos desde hacía un tiempo. Uno de nuestros contactos nos dijo. Luca se aseguró de mantener a Aria y los niños fuera de la prensa e incluso mató a algunos fotógrafos que no entendieron el concepto de privacidad. Remo no quería que Fabiano lo supiera porque le preocupaba que Fabiano se emocionara demasiado durante su visita a Nueva York. Al parecer, cambió de opinión.

—Una hija y un hijo —dije—. Necesita protegerlos, y si le ofrecemos paz en el Oeste, bueno, eso debería convencerlo. Fabiano se quedó en silencio. —¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —¿Acaso es importante? No es como si Luca te habría dejado acercarte a sus hijos —dijo Remo. Fabiano asintió, pero tenía la boca apretada. —Sabes que Dante no fue la fuerza principal detrás del ataque contra nosotros. Era mi padre. —Me miró primero y luego a Remo—. Dante podría matar a mi padre antes de que le echemos el guante. No quiero que eso pase. Déjame ir a Chicago y traerlo a Las Vegas. Aún podemos pedirle la paz a Luca después de eso. Remo me dirigió una mirada aguda, obviamente necesitando que fuera la voz de la razón como siempre.

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—Eso parece imprudente —dije—. Estás demasiado involucrado emocionalmente para liderar un ataque en territorio de la Organización, especialmente con tu padre. Y no sabemos con certeza si tu padre actuó sin las órdenes directas de Dante. Dante podría no matarlo. —Era el plan de mi padre. Escuchaste lo que dijeron los cabrones de la Organización cuando los destruimos. Mi padre envió a esos cabrones porque me quería muerto —gruñó Fabiano—. Y yo quiero matarlo. Quiero destrozarlo miembro por miembro. —Y lo harás —dijo Remo con firmeza, tocando el hombro de Fabiano. Él se detuvo. Una vez más con esa sonrisa—. Pero sería un buen regalo de boda. Si tenemos a Scuderi en nuestras manos, podríamos tener su muerte como una ofrenda de paz para Luca y su clan. Después de todo, las hermanas Scuderi tampoco sienten mucho amor por su padre. —Por supuesto que no. Es un maldito imbécil despreciable —dijo Fabiano. —No podemos entrar en Chicago y arrastrar a su Consigliere así como así. Te das cuenta de eso, ¿verdad? Dante habrá puesto todas las protecciones posibles en su lugar. —Tenía que decirlo porque era cada vez más obvio que ni Remo ni Fabiano tomarían la decisión correcta cuando se trataba de derribar a la Organización—. La única opción lógica es enviarme a Nueva York para la reunión con Luca. No estoy emocionalmente involucrado. Podré reducir la situación si es necesario. Remo negó con la cabeza.

—Soy el Capo. Debería estar al frente. Solo un maldito cobarde enviaría a su hermano a arriesgar su triste culo en una situación como esta. —¿Qué hay de mi puto culo? —murmuró Fabiano. —Tu culo está a salvo por tu hermana. Sin importar lo que diga Luca, siempre se lo pensará dos veces antes de poner una bala en tu cabeza. Con Nino, nada lo detiene. —No va a dispararme. Su próxima entrega deberá pasar nuestras fronteras en los próximos días… si creemos a nuestros informantes en México. Lo interceptaremos, retendremos a sus hombres y sus drogas hasta la reunión, y daré la orden de que sean liberados como una ofrenda de paz, una señal de buena voluntad. —Las drogas y los soldados prescindibles no impedirán que Luca te mate — dijo Fabiano. —Ya veremos —dije—. Es la única opción lógica. —Tu maldita lógica me está cabreando —murmuró Remo.

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—Soy el futuro marido, así que enviarme es la opción lógica. Vamos a hacer esto en mis términos, Remo. No podemos permitirnos que ustedes dos arruinen esto con sus emociones. —Creo que me está cabreando a propósito —le dijo Remo a Fabiano. Fabiano asintió. —Creo que sí. —No se necesita mucho esfuerzo para cabrearte, Remo. Remo entrecerró sus ojos sobre mí. —La opción lógica sería mandar a alguien contigo. No deberías ir solo. Lleva a Fabiano. Fabiano puso los ojos en blanco. —Sí, llévame. Porque al parecer soy a prueba de balas solo porque soy un maldito Scuderi. Contemplé al hombre rubio. —Tal vez tu presencia rasgaría demasiadas heridas para Luca. No queremos empezar con el pie equivocado. —Creo que ese barco ya zarpó —dijo Fabiano.

—¿Quieres venir conmigo a Nueva York? —pregunté, con expresión dudosa. —Prefiero ir a Chicago y matar a mi jodido padre, pero si un matrimonio demente entre tú y una pobre mujer de la Famiglia me acerca a ese objetivo, iré a Nueva York y hablaré con el maldito Luca Vitiello. Pero no creo que esté muy feliz de verme. No va a creer que he cambiado ni por un maldito segundo. —En realidad no lo has hecho. Excepto por tu comportamiento hacia Leona. Todavía eres un bastardo cruel, así que Vitiello no debería confiar en ti —dije. Fabiano miró entre Remo y yo. —¿Voy o no? Tendré que encontrar una manera de decirle esto a Leona sin asustarla. Remo negó con la cabeza. —Debería ir como Capo. —Dejaremos esa reunión para el segundo encuentro cuando Vitiello esté convencido de que los beneficios de un vínculo superan la alegría de cortarte la cabeza —comenté.

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—Supongo que eso significa que voy. —Fabiano se levantó—. En serio espero que este maldito suplicio me permita matar a mi padre, o ustedes dos tendrán mucho que compensarme. Todavía no estaba convencido de que la presencia de Fabiano mejoraría nuestra situación. Era el hermano de Aria, cierto, pero incluso eso no lo protegería para siempre. Llevar a Remo estaba fuera de discusión. Tendría que asegurarme que Luca y Fabiano siguieran mi razonamiento y no dejaran que sus emociones impredecibles dirijan el espectáculo.

Kiara Me quedé a un lado como siempre, lo suficientemente lejos de la pista de baile para que así nadie se sintiera obligado a invitarme a bailar. Mis ojos siguieron a Giulia mientras bailaba con su esposo, Cassio. Sus ojos captaron los míos brevemente, y sonrió. Ya se había mudado cuando tuve que mudarme con la tía Egidia y el tío Felix hace seis años, pero ella y yo nos habíamos hecho amigas

íntimas, más cercanas que nadie, especialmente mis hermanos mayores. A ellos se les permitió quedarse en Atlanta después de que nuestro primo Luca matara a nuestro padre. Aún me estremecía ante el recuerdo. Giulia era una de las pocas que me veía con amabilidad y no una burla superior. Resistí el impulso de frotarme los brazos; parecía que siempre tenía frío. Incluso la música no me tranquilizaba. No podía esperar a volver a casa y sentir las teclas de mi piano bajo la punta de mis dedos. Mi espalda se puso rígida cuando Luca se dirigió hacia mí. Su esposa, Aria, probablemente se apiadó de mí y le dijo que me invitara a bailar. En realidad, deseé que no lo hiciera. —¿Te gustaría bailar? —preguntó, tendiéndome la mano. Desde que cumplí dieciocho años el año pasado, se esperaba que asistiera a eventos sociales. Incluso la tía Egidia y el tío Felix ya no podían encontrar excusas para mantenerme lejos. Todavía la mayoría me rechazaba, no abiertamente, pero captaba sus miradas cuando pensaban que no estaba prestando atención.

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—Es un honor —respondí en voz baja y tomé su mano. Mi cuerpo se rebeló ante el contacto físico, pero me obligué a someterme y seguí a Luca hacia la pista de baile. Era mi primo y lo había conocido toda mi vida, aunque no es que lo conociera muy bien. Teníamos demasiados primos en nuestra familia para permitir un vínculo más estrecho. Intenté prepararme para el siguiente paso, de su mano en mi cintura, intenté prepararme para no inmutarme, pero al momento en que su palma tocó mi cadera, todo mi cuerpo se congeló. Luca me miró, pero no retrocedió. Probablemente estaba acostumbrado a ese tipo de reacción en las personas. Su reputación y tamaño habrían enviado incluso a una mujer normal a correr. Intenté relajar mi cuerpo en su agarre a medida que bailábamos, pero fue una batalla perdida y, finalmente, me rendí. —Tu padre era un traidor, Kiara. Tenía que matarlo. Nunca se lo había reprochado. Mi padre sabía las consecuencias de la traición, pero Luca parecía pensar que esa era la razón por la que no podía soportar su toque. Ojalá fuera eso. Dios, ojalá hubiera sido solo eso, ojalá fuera solo el toque de Luca lo que me acercaba al pánico. Me tragué los recuerdos de las noches que me habían roto. —Tenías que hacerlo —concordé—. Y no lo extraño. No era un buen padre. Extraño a mi madre, pero tú no la mataste. Ese fue mi padre.

En mi cabeza, comencé a tocar la melodía en la que había estado trabajando durante las últimas semanas, con la esperanza de que eso me calmara. No lo hizo. Luca asintió. —Hablé con los tíos Egidia y Felix. Les preocupa que aún no estás casada. Tenía diecinueve años y todavía no me habían prometido a nadie. —¿Quién quiere casarse con la hija de un traidor? —murmuré. En el fondo me sentía aliviada. El matrimonio revelaría un secreto que necesitaba resguardar, un secreto que me convertiría en una paria en nuestros círculos. —No hiciste nada malo. Las acciones de tu padre no te definen. La gente me estaba observando. —¿Por qué no se los dices? —escupí, mirando a nuestro público. Después, me estremecí ante mi tono—. Lo siento. —Luca era el Capo. Tenía que mostrar respeto. Me contempló con una máscara en blanco.

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—No quiero prometerte a un soldado. Eres una Vitiello y deberías estar casada con uno de mis capitanes o lugartenientes. —Está bien. Tengo tiempo —dije en voz baja, mis mejillas enrojeciendo de vergüenza. En realidad, no tenía tiempo. Me estaba haciendo mayor y estar soltera, y ser la hija de un traidor solo haría que la gente hablara más. El baile finalmente terminó, y le di a Luca una sonrisa forzada y rápida antes de regresar a un lado. Después de eso, hice lo que sabía hacer mejor (había aprendido a ser la mejor en ello) fingí que no estaba allí. Mi tía eligiendo un vestido modesto en colores tenues de la colección del año pasado definitivamente ayudaba con eso. No podía esperar a que terminara la fiesta de Navidad de los Vitiello. La Navidad estaba conectada a demasiados recuerdos horribles para mí.

Navidad. Hace siete años… No pude dormir. Sin importar lo mucho que me retorciera y girara, siempre conseguía recostarme sobre los moretones. Padre había estado de un humor horrible hoy. Madre dijo que tenía algo que ver con nosotros estando en Nueva York. Mañana, finalmente regresaríamos a Atlanta, y entonces su estado de ánimo

mejoraría. Pronto, todo estaría mejor. Pronto, padre habría resuelto todos sus problemas y finalmente seríamos felices. Sabía que no era cierto. Nunca sería feliz, nunca dejaría de golpearnos. Padre disfrutaba de su infelicidad y disfrutaba haciéndonos sufrir. Algo resonó escaleras abajo. Me levanté de la cama y me estiré, intentando deshacerme del dolor en mis extremidades de la golpiza que soporté esta mañana. Un sonido en el pasillo me llevó hacia la puerta, y abriéndola con cuidado, miré por la grieta. Un hombre alto se abalanzó sobre mí. Algo sobre mi cabeza brilló a la luz, y entonces un cuchillo terminó encajado en el marco de la puerta de madera. Abrí mi boca para gritar, pero el hombre puso su mano sobre mi boca. Luché, aterrorizada del gran desconocido. —No hagas ningún sonido. No te pasará nada, Kiara. —Me quedé inmóvil y miré más de cerca al hombre. Era mi primo Luca, el Capo de mi padre—. ¿Dónde está tu padre? Señalé hacia la puerta al final del pasillo, la habitación de mis padres. Me soltó y me entregó a Matteo, mi otro primo. No estaba segura de lo que estaba pasando. ¿Por qué estaban aquí en medio de la noche?

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Matteo comenzó a llevarme cuando mi madre salió del dormitorio. Sus ojos aterrorizados se posaron en mí un momento antes de que se sacudiera y cayera al suelo. Luca se arrojó al suelo cuando una bala golpeó la pared detrás de él. Matteo me empujó a un lado y se lanzó hacia adelante, pero otro hombre me agarró con fuerza en un agarre implacable. Mi mirada se congeló en mi madre, quien me miraba con ojos sin vida. Solo padre había estado en el dormitorio con ella, y él la había matado. Muerta. Solo así. Una pequeña bala y ella se había ido. Fui arrastrada escaleras abajo y fuera de la casa, empujada al asiento trasero de un automóvil. Entonces me quedé sola con el sonido de mi respiración superficial. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho, respingando cuando mis dedos tocaron los moretones en la parte superior de mis brazos causados por el arrebato de mi padre esta mañana. Comencé a balancearme de ida y vuelta, tarareando una melodía que mi profesora de piano me había enseñado hace unas semanas. Hacía frío en el auto, pero no me importó. El frío se sentía bien, relajante.

Alguien abrió la puerta, y me alejé asustada, atrayendo mis piernas hacia mi pecho. Luca asomó la cabeza. Tenía sangre en la garganta. No mucha, pero no pude apartar la mirada. Sangre. ¿De mi padre? —¿Cuántos años tienes? —preguntó. No dije nada. —¿Doce? Me tensé, y él cerró la puerta y se sentó al frente junto a su hermano, Matteo. Me aseguraron que estaba a salvo. ¿A salvo? Nunca me había sentido a salvo. Madre siempre decía que la única seguridad en nuestro mundo era la muerte. Y ella la encontró. Mis primos me llevaron a una mujer mayor llamada Marianna, a quien nunca antes había conocido. Fue amable y cariñosa, pero no podía quedarme con ella. Como lo dictaba el honor, tendría que quedarme con mi familia, así que me enviaron a Baltimore para vivir con mi tía Egidia y su esposo, Felix, quien era el lugarteniente en la ciudad como mi padre había sido lugarteniente en Atlanta.

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La había conocido solo durante las festividades familiares porque mi padre y ella se odiaban. Luca me llevó con ellos un par de días después del funeral de mi madre. Me quedé en silencio junto a él, y él no intentó entablar conversación. Parecía enojado y tenso. —Lo siento —susurré cuando nos detuvimos frente a una gran villa en Baltimore. A lo largo de los años, aprendí a disculparme aunque no supiera lo que había hecho mal. Luca me frunció el ceño. —¿Por qué? —Por lo que hizo mi padre. —El honor y la lealtad eran las cosas más importantes en nuestro mundo, y mi padre había roto su juramento y traicionado a Luca. —Eso no es tu culpa, así que no es nada por lo que deberías disculparte — dijo, y por un momento creí que era verdad. Hasta que vi la cara de desaprobación de la tía Egidia y oí a Felix decirle a Luca que se reflejaría mal en ellos si me aceptaban. Luca no los escuchó, así que me quedé con ellos y, finalmente, aprendieron a tolerarme, aunque aun así no pasó ni un día en que no me diera cuenta que era vista como la hija de un traidor. No los culpaba. Desde temprana edad, había aprendido que no había mayor crimen que la traición. Padre había manchado el

nombre de nuestra familia, nos había manchado a mis hermanos y a mí, y siempre llevaríamos la mancha. Mis hermanos, al menos, podrían intentar hacerse un nombre por sí mismos si se convertían en mafiosos valientes, pero yo era una chica. Todo lo que podía esperar era la misericordia.

En la actualidad…

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Ser considerada como la hija de un traidor, enfrentarse a las expresiones de compasión o disgusto no era la peor parte de estas reuniones. Ni siquiera cerca. Él lo era. Atrajo mis ojos desde el otro lado de la habitación, y su rostro contenía el conocimiento de lo que había hecho, el triunfo sobre lo que había tomado. Estaba de pie junto a mi tía, su esposa, junto a sus hijos, mis primos, y era considerado con respeto. Sus ojos en mí hicieron que mi piel hormigueara. No se acercó a mí, pero su expresión burlona era más que suficiente. Su mirada era igual a su toque; era humillación y dolor, y no podía soportarlo. Un sudor frío cubrió mi piel y mi estómago se revolvió. Me di la vuelta y corrí hacia el baño de mujeres. Me escondería allí por el resto de la noche, hasta que fuera hora de irme con mi tía Egidia y el tío Felix. Me salpiqué la cara con agua, ignorando el maquillaje mínimo que llevaba. Por suerte, era una máscara a prueba de agua y un poco de corrector para cubrir las sombras bajo mis ojos, así que no hice mucho daño. Necesitaba el frío del agua para ayudarme a controlar mi pánico creciente. La puerta se abrió y Giulia entró. Se veía hermosa con su atrevido vestido violeta y su cabello castaño claro. Se desenvolvía con confianza y lo había hecho durante todo el tiempo que podía recordar. Probablemente era así como había logrado que su matrimonio con Cassio funcionara a pesar de su diferencia de edad. Se acercó a mí y tomó mi hombro, sus cejas frunciéndose. —¿Estás bien? Te fuiste de la fiesta. —No me siento bien. Sabes que no soy buena con tanta gente alrededor. Sus ojos se suavizaron aún más, y supe lo que venía. —Luca lo mataría si le dijeras lo que ha hecho. —No —murmuré, mis ojos dirigiéndose a la puerta, temiendo que alguien entrara y nos escuchara. A menudo me arrepentía de haber confiado en Giulia poco

después que sucediera, pero había estado rota y confundida, y ella siempre había sido amable—. Juraste no decírselo a nadie. Lo juraste, Giulia. Ella asintió, pero podía decir que no le gustaba. —Lo hice, y no se lo diré a nadie. Es tu decisión, pero creo que el tío Durant debe pagar por lo que hizo. Me estremecí al escuchar su nombre. Dándole la espalda, me lavé las manos una vez más. —Sabes que yo seré quien pague, Giulia. Este mundo no es amable, mucho menos con una mujer como yo. No puedo pasar por esto. Estaré peor de lo que estoy ahora. Tus padres ya tienen problemas encontrando un marido para mí. Si la verdad saliera a la luz, moriría como una solterona. Jamás me lo perdonarían. Sus labios formaron una línea delgada. —Mis padres nunca te trataron como deberían haberlo hecho. Lo siento. Negué con la cabeza.

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—Está bien. Me recibieron. Nunca me golpearon, nunca me castigaron con dureza. Podría haber sido peor. —Podría preguntarle a Cassio si uno de sus hombres sería un buen partido para ti. Hay muchos hombres decentes en sus filas. Decentes. Cassio gobernaba sobre Filadelfia con un puño de hierro. Lo que él consideraba decente probablemente no calificaba como decente para otras personas, pero no tenía derecho a ser selectiva ni a juzgar a los demás. —No. Eso ofendería a tus padres. Ya sabes cómo son. —Sí, lo sé… —dijo y frunció el ceño. —No te preocupes por mí. No tengo ninguna prisa por casarme —dije. El matrimonio sería mi ruina final.

2 Nino Traducido por LizC Corregido por Bella’

—Supongo que te contendrás durante nuestra reunión y no ofenderás a Vitiello —dije mientras Fabiano y yo abordábamos el avión. —No soy un genio como tú, pero tampoco soy imbécil. No te preocupes, sé cuándo callarme.

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Asentí a medida que me hundía en uno de los cómodos asientos de cuero. Fabiano solía controlar sus emociones, a diferencia de mi hermano. —Que Luca incluso accediera a reunirse con nosotros es una buena señal. Fabiano se sentó frente a mí. —Podría ser, sí, o Luca quiere poner una bala en nuestras cabezas. —No —dije—. No se arriesgará a una guerra con la Camorra. Remo atacaría y no lo haría con tácticas sutiles como Dante Cavallaro. Iría a Nueva York y desataría una ola de asesinatos como nunca antes habrían visto en la Famiglia. Fabiano sonrió. —Sí, haría eso. Pero escuché que Luca ha llevado a cabo unas cuantas oleadas de asesinatos impresionantes en los últimos años para poner a la Famiglia bajo control y callar a la Bratva. Él y Remo son bastante similares cuando se trata de eso. —Hasta cierto punto, pero Remo no tiene esposa e hijos a los que necesita proteger. Fabiano levantó una ceja. —Remo nos protege a Savio y Adamo, e incluso a ti y a mí en cierta medida.

—Eso es diferente —contesté. Fabiano me contempló detenidamente. —¿En serio crees que casarse es una buena idea? —Es… —No digas que es la opción lógica —murmuró Fabiano—. Quiero saber si realmente crees que puedes estar con una mujer de esa forma. Estás jodido, Nino. No de la misma manera que Remo está jodido, pero sigues estando jodidamente jodido. Mierda, incluso yo estoy jodido, y casi me cuesta a Leona. Y a veces todavía es jodidamente difícil hacer que esta relación funcione porque sigo diciendo o haciendo cosas que la inquietan. Y seamos realistas: soy el maldito epítome de la normalidad en comparación contigo. Las mujeres no son como nosotros. Quieren a su maldito caballero con brillante armadura. Quieren rosas y toda esa mierda emocional. Quieren declaraciones de amor. Eso no es algo que le vayas a dar a tu futura esposa. Para ser honesto, creo que la mayoría de las mujeres se suicidarían en unas pocas semanas después de casarse contigo en lugar de vivir bajo el techo con todos los malditos Falcone.

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—Por lo que sé, los matrimonios arreglados no están basados en las emociones. Se basan en la tradición y la racionalidad. La mujer que se me dé en matrimonio debe saber lo que le espera. Sabrá que es un negocio. Es una pieza de ajedrez. Y puedo asegurarte que evitaré que termine con su vida siempre y cuando su supervivencia sea necesaria para la paz. Fabiano suspiró, tocándose la sien. —Tal vez también deberías mantener tus pensamientos para ti. La mayor parte de la mierda que sale de tu boca no tranquilizará a nadie, y menos a una mujer.

Mis músculos se tensaron cuando detuve nuestro auto de alquiler frente a la planta de energía abandonada en Yonkers. Después de aterrizar en Nueva York, Romero me había enviado un mensaje de texto que decía que era donde Luca se reuniría con nosotros. El edificio lucía decrépito, y la zona estaba desierta. Un buen lugar para torturar y matar, tenía que darle eso a Luca. —Esto es jodidamente estupendo —dijo Fabiano, sus labios curvándose—. No estoy de humor para morir hoy.

—Ninguno de nosotros morirá hoy —dije, empujando la puerta del auto y saliendo. Mis ojos estudiaron el área. En el techo del edificio, dos francotiradores yacían a la espera. Al momento en que Fabiano se acercó a mi lado, una puerta en el viejo edificio de la fábrica se abrió y tres hombres emergieron. Los reconocí como Luca, Matteo y Romero. —Supongo que viste a los francotiradores apuntando sus armas a nuestras cabezas —murmuró Fabiano. A pesar de sus palabras, por fuera, parecía relajado. Incliné mi cabeza en confirmación. Los tres hombres se detuvieron a unos dos autos de distancia de nosotros. Luca me evaluó por un momento antes de que entrecerrara los ojos sobre Fabiano. —¿Recuerdas lo que te dije la última vez que estuviste en Nueva York? Matteo y Romero sostenían sus armas, el primero pareciendo particularmente ansioso por ponerle una bala en la cabeza de Fabiano. Podía decir que el sentimiento era mutuo. Fabiano asintió.

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—Me dijiste que era hombre muerto si regresaba a Nueva York. Luca asintió. —Y aquí estás pidiendo la muerte. —Estamos aquí para ofrecer una tregua, Luca. —Interrumpí lo que seguramente se habría convertido en una discusión menos que agradable—. Como Consigliere de la Camorra, tengo el poder de negociar un tratado de paz entre nuestras dos familias. Matteo resopló e intercambió una mirada con Romero. Luca dio un paso adelante. —En serio crees que voy a trabajar junto a la Camorra después del mensaje que Remo me envió a través de Fabiano la última vez, después de amenazar a mi esposa hace años atrás. —Remo quería evaluarte. No quería insultarte o lastimar a tu esposa. —Eso era solo una media verdad, pero no tenía sentido revelarle eso a Luca. Luca resopló.

—Cada palabra que sale de tu boca es una mentira. Sé que atraparon una de mis entregas. Probablemente están desmembrando a mis soldados mientras hablamos. No tengo absolutamente ninguna razón para confiar en ti. —No confío en nadie, Luca, y la confianza no es necesaria para la tregua. Luca y yo nos giramos hacia la voz. Remo avanzó en nuestra dirección, completamente desnudo, excepto por unos calzoncillos negros. —No estoy armado como puedes ver. —Mi hermano estaba incluso descalzo. Le entrecerré los ojos. Esto era una locura. No estaba seguro de por qué todavía me molestaba hacer planes si Remo siempre actuaba por su propia cuenta. —Un día, voy a matar a ese maldito lunático —murmuró Fabiano—. Acaba de firmar nuestra puta sentencia de muerte. Remo me dio su sonrisa torcida cuando me dio una palmada en el hombro y luego a Fabiano antes de acercarse a Luca y los demás. —Pensé que sería bueno hablar cara a cara, Luca. De un hombre de honor a otro. De Capo a Capo.

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El rostro de Luca solo reflejaba odio, pero también había respeto presente. —Y yo que pensaba que eras un cobarde al enviar a tu Ejecutor y a tu hermano a pelear tus batallas. —Soy muchas cosas, Luca. Un cobarde no es una de ellas —dijo Remo. —Sabes qué, ¿por qué no ponemos una bala en tu cabeza y ayudamos a Las Vegas a conseguirse un nuevo Capo? Alguien menos jodido —dijo Matteo, apuntando su arma a Remo. Romero apuntó su arma hacia mí. Fabiano sacó su propia pistola, pero Remo negó con la cabeza. Me acerqué a su lado. —Matarnos no serviría para nada —dije con calma—. Savio se pondrá en contacto con Cavallaro al momento en que estemos muertos y les ofrecerá cooperación, y ni siquiera tú puedes luchar contra la Camorra y la Organización a la vez. —Tu hermano Savio solo tiene dieciséis años. No podrá controlar a la Camorra. —Solo tenía diecisiete años cuando comencé mi lucha para recuperar mi territorio. Tú solo tenías diecisiete años cuando aplastaste la garganta de un hombre.

Savio es un Falcone. Es un asesino nato, Luca. Puede controlar a la Camorra. El nombre Falcone tiene poder en Las Vegas y más allá —dijo Remo. Luca entrecerró los ojos, pero lo tomé como una buena señal que todavía no nos hubiera matado. —¿Quieres arriesgar la cooperación entre la Organización y la Camorra? No puedes tener paz con Dante Cavallaro a menos que le envíes a tu cuñada y tu capitán. —Asentí hacia Romero. Luca todavía seguía sin decir nada. Probablemente estaba intentando decidir si debería acabar con nosotros. Mi dedo descansaba libremente en mi gatillo, pero con los francotiradores en el techo, incluso mis habilidades no nos salvarían. Remo se acercó aún más a Luca hasta que estuvieron a la distancia de un brazo. Luca era aproximadamente tres centímetros más alto que Remo, pero eso no era una sorpresa. —¿De qué hay que hablar, Remo? Y esta vez sé que tu hermano Nino no está apuntando a mi esposa, así que no hay nada que me impida bañarme en tu maldita sangre de Falcone.

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Remo sonrió. —La Camorra no tiene ningún interés en lastimar a tu familia, Luca. Ni a tu esposa, ni a tus hijos. Luca se lanzó, sus dedos apretándose alrededor de la garganta de Remo. Mi hermano no hizo ningún movimiento para defenderse. No apartó los ojos del Capo de la Famiglia cuando dijo con voz áspera: —No somos los únicos que sabemos acerca de tus hijos. La Organización y la Bratva también lo saben. La Organización atacó mi territorio cuando pensaron que era vulnerable. ¿A quién crees que atacarán para lastimarte, Luca? Scuderi intentó deshacerse de Fabiano, su propio hijo, su heredero. ¿Qué les hará a las hijas que lo decepcionaron tanto, que arruinaron la paz entre la Organización y la Famiglia? El Capo de la Famiglia parecía que quería aplastar la garganta de Remo, y sabía que podría haberlo hecho. Remo era uno de los luchadores más crueles y brutal hasta la médula, pero una pelea con Luca probablemente los mataría a ambos. Incluso Fabiano y yo no podríamos evitarlo, no con Matteo, Romero y los francotiradores. La cara de Remo se puso roja, pero siguió hablando.

—Dante Cavallaro es nuestro enemigo, y pienso entrar a Chicago para mostrarle lo que significa estar en guerra con la Camorra, mostrarle por qué somos despreciados incluso entre los nuestros. Le haré pagar, y no será rápido ni justo. En cuanto a Scuderi, Fabiano lo matará muy lentamente, y si lo deseas, podemos enviarte el video para que así puedas compartirlo con las hermanas Scuderi. Quieres la muerte de Cavallaro tanto como nosotros. Luca liberó a Remo. —No subestimes a Cavallaro. Es un témpano por fuera, pero es un maldito cruel como tú y como yo. Y Scuderi es un pedazo de mierda asquerosa pero un genio estratégico. Es por eso que siguió siendo Consigliere bajo el gobierno de Dante. Fabiano soltó un gruñido bajo, pero por lo demás permaneció en silencio. Remo asintió, frotándose la garganta. —Sé qué clase de hombre es Cavallaro. Y no dudo que Scuderi sea un maestro intelectual de planes retorcidos, pero atacaré donde él y Cavallaro no lo esperan. Los venceré en su propio juego. Y disfrutaré cada maldito minuto de eso.

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Luca entrecerró los ojos. —No voy a unirme a ti en tu cruzada. Tengo el presentimiento de que no me gustará tu plan. Estás jodidamente loco. —No te estoy pidiendo que te unas. Te estoy pidiendo que te mantengas fuera de mi pelea. En el pasado, la Camorra y la Famiglia trabajaron juntas. La paz en nuestros territorios también puede llevar a la paz entre nuestras familias en Italia. —Mi territorio es mi única preocupación. Remo se encogió de hombros. —Ambos podemos beneficiarnos de una unión. Puedo ofrecerte rutas seguras de entrega para tus drogas a través de mi territorio. Pierdes más de la mitad de tus entregas porque mis hombres o los soldados de la Organización las interceptan. La paz significa que no tendrás que preocuparte más por eso. Puedes duplicar tus ganancias. Y mantendré a Dante ocupado con los ataques de modo puedas concentrarte en la Bratva y no preocuparte tanto por tu familia. —¿Y todo lo que quieres a cambio es que me mantenga fuera de tu guerra con la Organización? —Luca sonaba sospechoso. Intercedí.

—Dante podría acercarse a ti después de que empecemos nuestros ataques. Queremos asegurarnos que no logrará convencerte de que lo ayudes. Luca sonrió fríamente. —No tengo ninguna intención de trabajar con la Organización. Confía en mí, quiero a Dante Cavallaro muerto. —Entornó los ojos—. Entonces, ¿cómo quieres ir por la paz? —Primero, liberaremos a tus soldados y tus drogas —dijo Remo con una sonrisa. Me hizo un gesto y alcancé mi teléfono, haciendo que todas las armas giraran en mi dirección. Le envié un mensaje rápido a Savio para que organizara la liberación de los hombres de la Famiglia. Asentí. —Tus hombres están siendo liberados mientras hablamos, y tus drogas llegarán seguras a tu territorio. —¿Por qué no lo escupes de una vez? —murmuró Matteo—. Hay más en esto. Me estoy quedando sin paciencia.

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Le lancé a Remo una mirada. Matteo sonaba igual que él. —Queremos mostrarte que la Camorra está dispuesta a permitir el cambio — dije con calma—. Fabiano tiene permitido estar con una forastera. De hecho, le dio el brazalete que tu esposa le regaló. —Eso me importa una mierda —gruñó Luca—. No me interesa si Fabiano se encontró una puta para follar. —Cuidado, Luca —siseó Fabiano, dando un paso adelante. Luca enarcó las cejas. —¿Por qué no volvemos a los negocios? —sugerí—. Necesitas paz. Necesitamos paz. Quieres a Cavallaro y Scuderi muertos. Los mataremos. Remo abrió sus brazos. —Y para mostrarte que vamos muy en serio con la tregua contigo y la Famiglia, quiero que organicemos un matrimonio entre uno de los tuyos y uno de los míos. Matteo rio entre dientes. —Oh, esto se está poniendo bueno.

—Estamos hablando en serio —dije porque la expresión de Remo me preocupaba. Podía decir que Matteo estaba empezando a cabrearlo de verdad—. Los matrimonios concertados entre las Famiglia han asegurado la paz durante siglos, y tu Famiglia siempre ha mantenido la tradición. Tú y Aria son la prueba de que es la solución perfecta. La boca de Luca se tensó cuando mencioné a la hermana de Fabiano. —Se suponía que traería la paz con la Organización y ahora hay guerra. —Bueno —dijo Remo, señalando a Matteo y Romero—, eso fue cosa de tu Famiglia. Te puedo asegurar que mantendremos nuestra parte del trato. —Si le diera una de nuestras mujeres a la Camorra, ¿quién garantizaría que estará a salvo? —preguntó Luca. —Nuestras mujeres están tan a salvo como tus mujeres, créeme. No tienen nada que temer en nuestro territorio —dije. Al menos, nada que no tuvieran que temer en cada matrimonio en nuestros círculos.

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La boca de Luca se curvó con disgusto a medida que observaba a mi hermano. —No te daré una mujer en matrimonio, Remo. No confío en ti ni un poco. Estás demasiado jodidamente loco para mi gusto. —No soy el que se casará. Es mi hermano Nino, y descubrirás que él tiene el control absoluto de sí mismo. Míralo. ¿No se ve como el sueño de toda suegra? Le di a mi hermano una mirada de advertencia antes de girarme hacia Luca, —Es un buen trato para la Famiglia y la Camorra. No permitas que viejos rencores o rencillas arruinen tus posibilidades de optimizar las ganancias de la Famiglia y asegurar tu territorio. —Esto es ridículo —dijo Matteo, pero Luca estaba en silencio. Era un hombre de negocios. Sabía lo que las rutas de entrega segura a través de nuestro territorio podían significar para él. Luca hizo un gesto para que su hermano y Romero lo siguieran. Se alejaron fueran del alcance de nuestros oídos. Remo sonrió. —No sé por qué estás sonriendo. No estás jugando póquer. Apostarlo todo no es el mejor camino a seguir —murmuró Fabiano—. Esto es un puto choque de trenes. —Luca accederá —dije con firmeza.

Mi hermano y Fabiano me miraron con curiosidad. —¿Estás seguro? —preguntó Remo. —Luca no es el hombre que solía ser antes de tener a su esposa e hijos. No se arriesgará a una guerra abierta con la Organización, pero quiere a Dante muerto y nos prefiere de su lado. Si tienes algo que perder como él, elegirías la opción segura. Romero se aceró a nosotros. —Él es el que rompió la tregua con la Organización al comerse la cereza de tu hermana, ¿verdad? —susurró Remo. Fabiano hizo una mueca. —Sí, y dejé que esos cabrones me dispararan para que así pudieran escapar. Era un maldito idiota. Romero nos contempló con desconfianza abierta. —Luca considerará tu oferta. Tenemos otra entrega en tres días. Si llega a nuestro territorio de manera segura, podemos discutir una tregua con más detalle.

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—Llegará a salvo, no te preocupes —murmuró Remo. Romero asintió. —Luca quiere que se vayan de Nueva York ahora mismo. Nos pondremos en contacto con ustedes en unos días si todo sale según lo planeado. —Todo saldrá según lo planeado —dijo Remo, sonriendo ampliamente—. Es mejor que Luca comience a buscar una esposa para mi hermano. Estamos deseando conocerla.

3 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

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A pesar de las temperaturas más cálidas que trajo marzo, me alegré por mi grueso suéter de lana. Nunca me había acostumbrado al clima más frío de Baltimore. El clima en Atlanta había sido mucho más cálido. Mis dedos estaban rígidos cuando los acomodé en las teclas del piano y comencé a tocar. Las notas bajas de música melancólica llenaron la sala, un reflejo de mis emociones actuales. Había empezado a juguetear con la composición hace un par de días, pero aún estaba lejos de ser buena. Cuando mi tía entró en la sala de estar, con un estilo perfecto (como siempre) con un vestido beige de cachemira, su cabello oscuro reunido en lo alto de su cabeza, levanté las manos de las teclas y el sonido se detuvo con una suave exhalación. El tío Felix entró detrás de ella. Era un hombre alto, pesado alrededor del medio, con un bigote que se retorcía cuando hablaba. Intercambiaron una mirada y algo pesado se asentó en mi estómago. —Tenemos que hablar contigo —dijo Felix. Me levanté del banco y los seguí hacia la zona de asientos. Se sentaron en el sofá y yo me senté frente a ellos en un sillón. Sentí como si estuviera frente a un tribunal. —No ha sido fácil para nosotros recibirte —comenzó Felix, y apreté mis dedos en el cuero del sillón. No era la primera vez que lo escuchaba, pero aun así dolía—. Pero hicimos lo que pudimos. Te dimos lo que pudimos para criarte. Me habían dado refugio y educación, pero afecto o incluso protección contra los duros susurros de la sociedad… no. Eso nunca. De todos modos, estaba

agradecida. Sabía cuán importantes eran las apariencias externas, y habían arriesgado su reputación al aceptar a la hija de un traidor. —Pero ahora eres una mujer adulta y es hora de que tengas tu propia casa, que seas esposa y madre. Mis entrañas se apretaron, pero mantuve mi cara en blanco. Con los años había aprendido a ocultar mis emociones. —¿Encontraron un marido para mí? ¿Quién habría aceptado casarse conmigo? Después de todo, tal vez se habían decidido por un soldado. Era lo mejor. Si me casaba, la boda y el matrimonio serían un asunto discreto, sin atención, con poco potencial de escándalo. Un soldado podría verme como una manera de mejorar su posición, porque a pesar de ser la hija de un traidor, era la prima del Capo. Tal vez eso le haría pasar por alto mi defecto. La tía Egidia sonrió, pero sus ojos mostraban culpa, tal vez incluso vergüenza. Felix se aclaró la garganta.

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—Sé que no estás al tanto de los detalles de mi negocio, pero la Famiglia está en guerra. Como si alguien no supiera eso. Incluso los niños pequeños eran educados sabiendo que teníamos que estar siempre atentos porque la Organización podría atacar, o el cielo no lo permita, la Camorra. —Lo sé, tío Felix —dije en voz baja. —Pero Luca acaba de recibir una oferta de paz. No necesitas preocuparte por los detalles, pero podría ser el último paso para destruir a la Organización. Mi aliento se atascó en mi garganta. ¿De qué estaba hablando? Si la oferta no venía de la Organización, ¿quién más estaba dispuesto a acordar una tregua? —Es un honor, Kiara. Después de lo que hizo tu padre, pensamos que tendríamos que entregarte a un soldado o nunca encontrar un marido en absoluto. —¿Con quién voy a casarme? —me obligué a preguntar, pero mis palabras sonaron estranguladas. —Te casarás —me aseguró la tía Egidia con una sonrisa tensa, pero sus ojos… sus ojos todavía albergaban lástima, y en el fondo sabía que, independientemente de los horrores de mi pasado, pronto estarían acompañados de nuevos horrores. —¿Quién?

—Nino Falcone, segundo al mando de su hermano Remo Falcone, el Capo de la Camorra —dijo Felix, evitando mis ojos. No escuché nada después de eso, levantándome sin una palabra y saliendo. Subí las escaleras, seguí hasta mi dormitorio y me hundí en el diván, mirando fijamente hacia mi cama. Era hecha cuidadosamente. No dejaba que las criadas lo hicieran, no las había dejado en años. Cada noche tomaba mi almohada y mi manta, y me acurrucaba en mi tumbona para dormir, y en la mañana devolvía todo y hacía mi cama para que así nadie se enterara que no había usado la cama, y no la había usado en seis años. Seis años. Solo había tenido trece años. Mientras veía hacia mi cama, los horrores del pasado volvieron a tomar forma como lo hacían todas las noches cuando cerraba los ojos.

Hace seis años… 30

Mi habitación estaba a oscuras cuando unos pasos me despertaron. Me di la vuelta y reconocí a mi tío Durant bajo el brillo de la luz de la luna. Había venido a Baltimore con su esposa, la tía Criminella, para visitar a la tía Egidia y al tío Felix durante unos días. Me incorporé, confundida por su presencia. Su respiración era fuerte, y estaba vestido con una bata de baño. —Shh —dijo a medida que se inclinaba sobre mí, su cuerpo obligándome a bajar. El miedo se disparó a través de mí. No se suponía que estuviera sola con hombres en mi habitación. Esa era una regla que había aprendido desde temprana edad. Rígida de terror, lo observé mientras se quitaba la bata; estaba desnudo debajo. Nunca había visto a un hombre desnudo. Su mano agarró mi hombro, y su otra mano presionó mi boca. Se suponía que debía mostrar respeto a mis mayores, a los hombres en particular, pero sabía que esto no estaba bien. Comencé a luchar. Él rasgó mi ropa. Era demasiado fuerte. Tiró y pellizcó. Sus manos se metieron dolorosamente entre mis piernas. Lloré, pero él no se detuvo. Se acomodó encima de mí, entre mis piernas. —Este es tu castigo por ser una sucia traidora.

Quise decir que no traicioné a nadie, pero el dolor me robó mis palabras. Se sintió como estar desgarrado, como romperse, caer y hacerse añicos. Su aliento se sintió caliente en mi cara, y lloré, gemí y supliqué. Su mano solo se apretó más fuerte alrededor de mi boca, y gruñó mientras se empujaba en mí una y otra vez. Lloré más fuerte porque dolió mucho. Dolió por todas partes, por todo mi cuerpo y profundo en mi pecho. Él siguió gruñendo por encima de mí. Dejé de luchar, respiré a través de la nariz tapada. Dentro y fuera. Dentro y fuera. Su sudor goteó sobre mi frente. Y de repente se estremeció y se desplomó sobre mí. Su mano apartándose de mi boca. No grité. Me quedé callada, inmóvil. —Nadie te creerá si les cuentas esto, Kiara. E incluso si lo hacen, te culparán y ya nadie te querrá. Ahora estás sucia, Kiara, ¿me oyes? No tienes valor alguno. Se retiró y lloré del dolor agudo. Él me abofeteó. —Silencio. Apreté mis labios entre sí, observándolo levantarse y ponerse su bata de baño.

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—¿Ya has tenido tu período? Sacudí la cabeza porque no podía hablar. —Bien. No querría que tuvieras un bastardo, ¿verdad? —Se inclinó sobre mí una vez más, y me estremecí—. Me aseguraré que las criadas sepan que has tenido tu período, no te preocupes. No dejaré que nadie se entere de que eres una puta sin valor. Te protegeré. —Acarició mi mejilla antes de retirarse, y no me moví hasta que estuvo afuera. Cuando sus pasos se desvanecieron, me levanté y logré pararme a pesar del dolor. Algo caliente caía por mis piernas. Me tambaleé hacia adelante, agarré mis bragas descartadas y las apreté entre mis piernas, de nuevo llorando. Temblando, me acurruqué en la tumbona, mirando hacia la cama en la oscuridad. Antes de la salida del sol, la puerta se abrió otra vez, y me presioné contra el respaldo, haciéndome pequeña. Una de las criadas, Dorma, entró en mi habitación. Era una de las más jóvenes que me veía como si fuera una molestia. Sus ojos se movieron sobre mí. —Levántate —dijo bruscamente—. Tienes que asearte antes de que los demás despierten.

Me puse de pie, haciendo una mueca por el dolor entre mis piernas. Me miré por encima. Había sangre en mis piernas y algo más que hizo que mi estómago se revolcara bruscamente. Dorma comenzó a recoger las sábanas. Ellas también estaban cubiertas de sangre. —Será mejor que no le digas esto a nadie —murmuró ella—. Tu tío es un hombre importante y tú solo eres una traidora. Tienes suerte de que no te hayan matado también. Esperé en silencio mientras ella recogía las sábanas y las dejaba en el suelo. Después comenzó a tirar de mi ropa, ignorando mi estremecimiento, hasta que quedé desnuda. Me sentí sucia, sin valor y rota bajo sus ojos crueles. Añadió mi camisón al montón sangriento en el suelo y luego me ayudó a ponerme una bata de baño. —Ahora iremos al baño, y si alguien pregunta, tienes tu período, ¿cierto? Asentí. No pregunté por qué. No luché contra eso.

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Esa noche, el tío Durant volvió a entrar en mi habitación, y otra vez la noche siguiente, y de nuevo hasta que finalmente tuvo que irse a Atlanta. Cada mañana Dorma se encargaba de las sábanas y de mí. Unos días después de que él se hubiera ido, ella llevaba un collar caro. El precio por su silencio.

En la actualidad… Sonó un golpe, arrancándome de los recuerdos dolorosos. Respiré hondo y quise que mi voz sonara fuerte. —Adelante. La tía Egidia abrió la puerta, pero no entró. La preocupación apretaba su boca. —Kiara, eso fue muy grosero —dijo. Me observó y luego desvió la mirada, y una vez más se llenó con un toque de culpa—. Deberías sentirte honrada de que vayas a casarte con alguien importante. Con tus antecedentes, es una bendición. Tu boda será un espectáculo. Traerá honor a tu nombre. —Y al tuyo —dije en voz baja.

Se puso rígida, y al instante me arrepentí de mis palabras. No tenía derecho a criticarla a ella ni a mi tío. —Nos enfrentamos a muchas cosas desagradables por el simple hecho de recibirte. No puedes reprocharnos que estemos contentos de haber encontrado una pareja tan honorable para ti. —¿Ya está decidido? —pregunté en voz baja. Ella frunció el ceño. —Prácticamente. Los Falcones insisten en un pariente de Luca para el matrimonio, naturalmente, así que Felix te sugirió. A Luca le gustaría hablar contigo antes de aceptar la oferta, aunque no es como solía hacerse, pero si él insiste en tu consentimiento, difícilmente podemos rechazarlo. Lo invitamos a él y a su esposa a cenar. —Sus ojos se encontraron con los míos, finalmente—. Le dirás que estás encantada con el honor, Kiara, ¿verdad? Esta es tu oportunidad de redimir a tu familia y a ti misma. Tal vez tus hermanos incluso podrán convertirse en capitanes si te casas con alguien como Nino Falcone. Mi garganta se cerró con fuerza, y mi mirada volvió a encontrar la cama.

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—Kiara, le dirás que estás de acuerdo, ¿verdad? Tu tío ya le dijo a Luca que lo harías. Te llevará a rumores si te niegas. Volví a mirar a mi tía, que parecía preocupada. —Estaré de acuerdo —susurré, porque ¿qué otra cosa podía hacer?

Esa noche antes de la cena, Luca me llevó a un lado para hablar conmigo sin mi tía y mi tío, lo que les disgustó enormemente, y se hizo evidente por el ceño fruncido en sus rostros. —No voy a obligarte a casarte si te niegas —dijo. Su presencia poniéndome nerviosa. —Este otoño tendré veinte. Tengo que casarme. —Es cierto —concedió Luca. Sus ojos grises me contemplaron como si pensara que podía sacarme cualquier verdad solo con su mirada vigilante, pero había aprendido a aferrarme a mis secretos—. Pero podrías casarte con alguien más.

Podría, pero si me negaba a casarme con Nino Falcone, sería aún más paria en nuestros círculos. El tío Felix y la tía Egidia se sentirían decepcionados, y les resultaría aún más difícil encontrar a alguien más. ¿Y cómo justificaría mi negativa? En nuestro mundo, te casabas con el hombre que tus padres elegían para ti, sin importar lo terrible que sea la elección. —¿Y quién se casaría con Nino Falcone en mi lugar? —La mayoría de mis primas están comprometidas o casadas. Tendría que elegir a una de las hijas de mis capitanes. Algunas de ellas tendrán la mayoría de edad este año y no estarán comprometidas. Otra chica entregada a los monstruos en Las Vegas. Una chica más inocente que yo. Una chica que merecía la oportunidad de ser feliz sin importar cuán pequeña fuera en nuestro mundo. Nadie me había protegido hace tantos años atrás, pero podía ahorrarle a otra chica este destino.

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—Me casaré con él. No tienes que elegir a nadie más. —Mi voz no traicionó mi terror. Sonó firme y decidida, y me obligué a mirar a Luca por primera vez esta noche. Luca me observó un poco más, pero podría decir que aprobaba mi decisión. El deber y el honor eran los pilares de nuestro mundo. Cada uno de nosotros tenía que hacer lo que se esperaba. Si no hubiera podido ofrecerle a la Camorra una de sus primas, habría quedado mal tanto él como la Famiglia. Estas eran las reglas por las que vivíamos, y su propia esposa le había sido dada por la paz. Así era como se hacía, y como siempre se haría. Después de la cena, fue Aria quien se me acercó. Me sonrió amablemente y tomó mi brazo mientras los hombres bebían su whisky en la sala de fumadores y la tía Egidia preparaba expreso para todos. —Nadie te culparía si te negaras —dijo Aria. —Te casaste con Luca. Hiciste lo que se esperaba, lo que el honor dictaba, y sé que se espera lo mismo de mí —contesté con una sonrisa. Ella frunció el ceño. —Sí, pero… —No es que esta alguna vez haya sido mi casa. Incluso si no fui yo quien rompió su juramento, estoy pagando por el error de mi padre. Quiero seguir

adelante. Esta es mi oportunidad de redimirme. Las Vegas puede ser un nuevo comienzo para mí. Esas eran las palabras que se esperaban de mí, pero cayeron pesadamente de mis labios porque sabía que mi matrimonio con Nino podría destruirlo todo. Mi reputación y cualquier oportunidad de paz. Y debajo de estas preocupaciones, había un miedo aún más profundo y oscuro: un miedo nacido en el pasado que perseguía mi presente y determinaría mi futuro.

Nino 35

—Eso fue demasiado arriesgado y lo sabes, Remo. Vas a hacer que te maten un día de estos —dije a medida que Remo y yo nos acomodábamos en una mesa en Sugar Trap. Sabía que estaba empezando a cansarse de mis sermones, pero mientras actuara impulsivamente, tendría que escucharlos. Remo apoyó sus pies sobre la mesa, observando cómo la stripper balanceaba sus caderas, sus tetas saltando de arriba abajo. Sugar Trap estaba desierto, excepto por las mujeres preparándose para la noche. —Cuando eso suceda, estarás allí para gobernar la Camorra. Fruncí el ceño. Se lo estaba tomando muy a la ligera. Era él quien nació para ser Capo. Nadie podía asustar a las personas hasta que se sometan con tanta facilidad y rapidez como Remo. No quería convertirme en Capo. Ese era el derecho de nacimiento de Remo, no el mío. —No me mires así, Nino. Sé que habrías manejado las cosas de manera diferente. —Cualquiera hubiera manejado las cosas de manera diferente. —Funcionó. Luca consiguió sus drogas y accedió a darle una oportunidad a esta unión. Y apuesto a que Aria jugó un papel en el asunto. Quiere a su hermano de vuelta. Es mujer. Quieren paz y amor. Les gusta entrometerse. —No eres un experto en lo que concierne a las mujeres. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste más de dos oraciones con una mujer? Remo alzó las piernas de la mesa y se levantó, luego señaló a la stripper.

—Quiero follar. Lleva tu culo al vestuario. Estaré allí en dos minutos. Será mejor que estés desnuda. —La mujer asintió y corrió detrás del escenario. Remo levantó una ceja oscura—. ¿Ves? Cuatro oraciones. Suspiré y me puse de pie. —No estaba hablando de eso, fueron órdenes. Un monólogo, en el mejor de los casos. Para que sea una conversación real, ella tiene que decir algo a cambio. Remo sonrió. —¿Por qué querría escuchar lo que ella tiene que decir? Prefiero que su boca esté llena con mi polla. —Señaló a otra stripper que entró en nuestro club—. ¿Por qué no te follas a esa? En unos meses, serás un hombre casado. No habrá más coños de stripper para ti en ese entonces. —Se rio de su propia broma, sabiendo que los hombres de la mafia podían hacer lo que quisieran, y me dio una palmada en el hombro—. Vamos, relájate un poco antes de tener que reunirnos mañana con Luca. Tenía un punto. Me encontré con la mirada de la mujer y la señalé hacia mí. Ya me la había follado antes.

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—C.J. —dije, y sus ojos se abrieron de par en par. Siempre se sorprendían que recordara sus nombres, pero nunca olvidaba un nombre ni nada más. —¿Sí, señor Falcone? —preguntó y se lamió los labios porque pensaba que era lo que me excitaba. Lo encontraba más que nada molesto. Si no hubiera tenido ya la intención de follármela, no la habría llamado. No tenía sentido intentar excitarme más. Remo ya se había dirigido a los vestuarios. Agarré su muñeca, la llevé a los baños y la follé contra la cabina. Ella gimió, pero sabía que era falso. Estaba mojada alrededor de mi polla, pero definitivamente no se había corrido. Su cuerpo no exhibía las señales reveladoras del orgasmo. Siendo una puta, estaba acostumbrada a fingir para hacer felices a sus clientes, pero maldita sea, yo lo odiaba. La agarré con más fuerza, entrecerrando los ojos y la follé más rápido. —¿Sabes lo que le pasa a la gente que me miente? El miedo cruzó su rostro. Me estiré entre nosotros, le di un golpecito a su clítoris, y al cabo de un momento tuvo que rendirse, como siempre lo hacían, y se corrió. La seguí unos minutos después, salí de ella arrojé el condón al inodoro y la dejé allí de pie.

Luca y yo decidimos encontrarnos en Nashville. Era un terreno neutral, lo cual era la mejor opción para una segunda reunión considerando que ambos estaríamos solos. Luca me evaluó a medida que caminaba hacia él en el estacionamiento desierto de un complejo de cines abandonado. Extendí mi mano para estrecharla. Él la tomó y, para mi sorpresa, no intentó apretar mi mano hasta hacerla polvo como algunas personas hacían cuando querían intimidar. Tal vez sabía que no tenía ese efecto en mí. —Nos encontramos de nuevo —dijo con los ojos entrecerrados—. La última vez no pudimos hablar en privado. Tú fuiste quien amenazó a mi esposa. —No la amenacé —objeté—. Encontré una debilidad en tus medidas de seguridad, y Remo te lo indicó para evitar que lo mataras. La mirada de Luca se endureció. —No volverás a amenazar a mi esposa nunca más. Tal vez la persona promedio le tenía miedo, pero lo miré fríamente, mi pulso tan tranquilo como siempre.

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—Las tácticas de miedo no funcionan conmigo. No tengo la disposición para que tengan un efecto en mí. No tengo ninguna intención de amenazar a tu esposa en el futuro. Creo que una tregua entre la Famiglia y la Camorra es la solución lógica a nuestro problema con la Organización, y para que la tregua funcione, tendremos que acordar no amenazarnos o matarnos de momento. Luca me contempló por unos segundos, con una mueca en su rostro. —¿Alguno de los hermanos Falcone está cuerdo? —¿Cuál es tu definición de cordura? —pregunté—. La sociedad no nos considera ni a ti ni a mí como cuerdos. Somos psicópatas porque disfrutamos matando. ¿O estás intentando decirme que te sientes culpable cuando torturas y matas? Luca se encogió de hombros. —Tal vez somos psicópatas, pero tú y Remo hacen que la mayoría de los psicópatas parezcan sensatos. Sabía que Remo y yo éramos el resultado del mismo catalizador. Animales adaptados a su entorno si querían sobrevivir. Era un proceso de evolución que a veces sucedía a pequeña escala dentro de un solo ser. Remo se había vuelto hacia sus emociones, las había soltado y, como resultado, apenas tenía control sobre su ira.

Mi cuerpo había sobrevivido al deshacerse de las emociones por completo. Prefería mi adaptación a la suya. Hacía que la vida sea más predecible. Adamo no había nacido cuando Remo y yo nos convertimos en los hombres que éramos hoy, y Savio solo tenía tres años, demasiado joven para entender o recordar. No compartían las disposiciones de Remo o las mías. —Soy perfectamente capaz de actuar de acuerdo con los estándares de la sociedad si quiero. —¿Y quieres casarte por tregua? —Es la única razón por la que consideraría casarme —respondí honestamente—. El matrimonio en realidad no sirve para otro propósito. No necesito compañerismo. Tengo eso en mis hermanos y Fabiano. Y no necesito un matrimonio para cumplir mi deseo sexual. Hay suficientes mujeres en Las Vegas para eso. Luca dejó escapar una risa oscura. —Te creo.

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—Tenía la impresión de que estabas a favor del matrimonio entre nuestras familias. —No estoy a favor, pero como has dicho, es la opción lógica. Tengo que pensar en la Famiglia y en mi propia familia. No quiero que los malditos lunáticos Falcone estén jodiendo a mis espaldas. Prefiero que hagan la vida de Cavallaro un infierno. Tengo mis manos llenas con la Bratva. No quiero lidiar con él. Que vayan a matar a Scuderi de la manera más brutal que alguien pueda imaginar es un bono adicional. —Entonces está resuelto. Teniendo en cuenta los antecedentes de tu familia, supongo que tus capitanes y lugartenientes están a favor de la unión. —Siguen mi criterio, pero los matrimonios arreglados son muy populares en la Famiglia, por supuesto. Los matrimonios arreglados todavía eran populares incluso entre los Camorristas. —¿Ya has elegido una mujer para mí? La boca de Luca se tensó.

—No es una sorpresa si te digo que la mayoría de mis lugartenientes y capitanes no están ansiosos por enviar a una de sus hijas a la Camorra. El nombre Falcone tiene cierta reputación. —Soy perfectamente capaz de cumplir mis deberes como esposo. Puedo proporcionar protección, un padre a su hijo, y el dinero tampoco es un problema. Luca hizo una mueca. —Esa mierda no me importa. Lo que quiero saber es si tendré que atacar a Las Vegas para salvar a una de mis primas de tus hermanos y de ti. —No tendrás motivos para salvar a nadie, e incluso si lo intentaras, Las Vegas es demasiado fuerte para ti. Pero te aseguro que mi esposa no sufrirá violencia alguna. —Hice una pausa—. ¿Y debo recordarte que es tu familia la que defiende la tradición de las sábanas sangrientas y no la nuestra? Eso impulsa la mano de cualquier marido en la noche de bodas. —Algunas tradiciones no pueden ser anuladas. —La pregunta sigue siendo la misma: ¿tienes a alguien en mente?

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Luca asintió. —Una de mis primas está en edad de casarse. Sus guardianes la sugirieron para la unión. No estará triste de dejar a la Famiglia. Entrecerré los ojos. —¿Guardianes? ¿Qué hay de malo con la chica? —Nada. Es más que capaz de convertirse en esposa, pero su padre, mi tío, fue un traidor, y muchas personas no la dejarán olvidarlo. Creció con nuestra tía Egidia. —La hija de un traidor para nosotros. Algunas personas podrían considerar eso como un insulto. —Tu hermano Remo será uno de ellos? Siempre era difícil decirlo con Remo, pero a él no le importaba la jodida historia familiar de nadie. —Remo juzga a las personas por sus propias acciones, no por las malas acciones de sus padres. Y sigue siendo tu prima. Alcanzó su bolsillo trasero, y llevé mi mano a mi pistolera. La tensión se disparó a través del cuerpo de Luca.

—Voy por el teléfono. —Sacó su celular, y después de un momento me lo entregó. En la pantalla había una imagen de una mujer joven con ojos castaños oscuro y cabello casi negro, pero su piel naturalmente olivácea lucía bastante pálida, lo que sugería que no salía muy a menudo de la casa—. Esta es mi prima, Kiara Vitiello. Tiene diecinueve. Es una mujer honorable. —Lo último fue dicho con un toque de advertencia. —Servirá —dije. Luca se guardó el teléfono en el bolsillo trasero. Asintió una vez y luego suspiró. —Entonces está resuelto.

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Regresé tarde esa noche a nuestra mansión. Remo estaba despierto como siempre. Nunca durmió más de unas pocas horas. Se levantó del sofá al momento en que entré en nuestra sala de juegos. Savio y Adamo estaban ocupados jugando un videojuego, algún tipo de carrera. Adamo estaba en la delantera; al igual que en la vida real, sabía cómo conducir un automóvil. —¿Y? —Había un indicio de entusiasmo en la voz de Remo. No estaba seguro si esperaba que Luca hubiera estado en desacuerdo después de la reunión de hoy para que así pudiéramos atacar a la Famiglia o si en realidad quería la paz. Remo gozaba del caos y la violencia. —Sugirió a una de sus primas, Kiara Vitiello. —Si su apellido es Vitiello, su padre debe ser uno de los tíos traidores de Luca. —Tienes razón. Su padre fue asesinado por traicionar a Luca. — Entonces, ¿nos da la hija de un traidor? —preguntó Remo en voz baja. —No nos importa este tipo de cosas. Remo arrojó uno de sus cuchillos a uno de los sillones y se clavó en el cuero. Ya tenía varios agujeros. —Pero la Famiglia sí. El maldito arrogante probablemente quiere enviar un jodido mensaje con el matrimonio.

—Tal vez Nino está destinado a ser un castigo para ella —reflexionó Savio cuando su auto se estrelló contra una pared, sus ojos castaños se iluminaron con lo que supuse que era diversión. A Adamo no pareció importarle que ganara el juego. Dejó el control y me miró con una expresión que probablemente debía transmitir aburrimiento. —A veces creo que Nino también es mi castigo —dijo Remo—. Tiene sentido que Luca castigue a su prima entregándola a Nino. También había considerado esa opción, pero Luca no era del tipo que castigaba a una mujer así, especialmente a una mujer inocente. —Si no fuera por mí, estarías muerto hace mucho tiempo. Remo se encogió de hombros. —Tal vez. Nunca sabremos.

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—Entonces, ¿en serio vas a casarte? —preguntó Adamo. Su cabello había crecido mucho y caía en sus ojos, de modo que tenía que empujarlo hacia atrás constantemente. A diferencia de mí, nunca lo amarraba en una coleta ni lo peinaba hacia atrás. —Sí. —Pero ni siquiera has conocido a la mujer. ¿Y si no la soportas? —preguntó Adamo. Savio puso los ojos en blanco. —¿Podrías sonar más marica? En serio necesitas follar. La cara de Adamo se puso roja. —Cállate. —Vamos, tienes casi catorce años. Cuando tenía tu edad, ya me había follado a unas cuantas chicas. —Savio miró a Remo—. Enciérralo en una habitación con unas cuantas prostitutas para que puedan follárselo y dejarlo en forma. Adamo empujó el hombro de Savio. —¡Cállate! No necesito tus prostitutas. —Si quieres ser un verdadero Falcone, no puedes ser un maldito virgen. Es patético. ¿O tal vez eres un maricón de verdad?

Adamo se levantó de un salto y se arrojó a Savio. Ambos cayeron al suelo y comenzaron a golpearse. Adamo aún no había luchado en la jaula como Savio, de modo que no era prudente que atacara. Remo negó con la cabeza, pero no intervino. Me acerqué para tener una mejor vista en caso de que las cosas se pusieran demasiado rudas. Savio había tomado la delantera y se sentaba a horcajadas sobre Adamo, golpeándolo con fuerza una vez, dos veces, y luego levantó su brazo para otro golpe. Me acerqué para detenerlo, pero Remo se abalanzó desde el sofá, aterrizó junto a Savio y lo agarró por el cuello antes de quitárselo a Adamo de encima y empujarlo a otro lado. Savio aterrizó en el sofá, respirando con dificultad y haciendo un movimiento para levantarse. —Tú te quedas allí —le ordené. Sus ojos albergaron desafío antes de que asintiera y se desplomara contra el respaldo. Adamo estaba tendido de espaldas, con la cara roja y los labios reventados. Se sacudió, pero no hizo ningún movimiento para pararse. Remo se inclinó sobre él y le tendió una mano. Adamo no la tomó, solo lo fulminó con la mirada.

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—Adamo —dijo Remo—. No juegues con mi puta paciencia. Adamo aceptó la mano de Remo y dejó que lo pusiera de pie. Adamo hizo una mueca de dolor, luego con una última mirada a Savio, se dirigió enfurecido hacia las puertas francesas y salió corriendo. —Mierda, tal vez en realidad le gustan los chicos —dijo Savio, arrugando la cara. Después sus ojos se abrieron por completo. A veces, cuando estábamos en el negocio, se las arreglaba para actuar como un hombre, pero en momentos como este se hacía obvio que solo le faltaba otro mes para cumplir los diecisiete. A su edad, Remo y yo ya nos habíamos endurecido por años en la calle. No estaba seguro si alguna vez hubiéramos sido adolescentes—. Entonces, ¿lo matarás? Remo se detuvo justo frente a la cara de Savio. —Somos hermanos. Siempre estaremos el uno para el otro. No me importa si a Adamo le van las putas cabras, patos u hombres. Es nuestro hermano. Savio asintió lentamente. —Es tan jodidamente molesto. Si follar con un hombre lo hace más tolerable, puedo vivir con eso. Remo resopló. Luego se volvió hacia mí. —Habla con él. Eres el único que puede lidiar con él.

Me dirigí al jardín, siguiendo el hedor del humo, hacia una de las sillas junto a la piscina. Adamo estaba encorvado, fumando un cigarrillo normal. Desde la última advertencia de Remo, no había tocado nada más fuerte. Tenía curiosidad por cuánto tiempo duraría. Saqué el cigarro de su boca y lo arrojé a la piscina. —Nada de drogas. —Es un cigarrillo, no un porro o heroína —murmuró. Acerqué otra silla para él y me senté frente a él. —¿Qué está pasando? Solo me fulminó. —Nada. —Adamo, si quieres ser tratado como un adulto, tienes que actuar como tal. Ahora dime por qué estás actuando como lo haces. Su mirada bajó a sus zapatillas. —No quiero follarme a una puta ni a ninguna de las strippers que traen a

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casa. —Eso se hizo obvio cuando atacaste a Savio. ¿Qué te dije de pelear? —Solo ataca si estás seguro que puedes vencer a tu oponente. —No puedes vencer a Savio. Aún no. —Nunca seré tan bueno como todos ustedes. No disfruto lastimando a las personas tanto como ustedes. Ya me lo había imaginado. Adamo nunca había sido un niño muy violento. —Eres fuerte y un buen luchador. No tienes que disfrutar lastimando o matando para ser bueno en eso. Tragó con fuerza. —No quiero volver a matar. Había matado a su primer hombre durante el ataque en la Arena de Roger y, a diferencia de Remo, Savio y yo, su primer asesinato lo atormentaba. —Te acostumbrarás a ello. —Tal vez no quiero acostumbrarme a eso —murmuró—. No soy como tú.

—Tienes tiempo —dije. Ahora no tenía sentido discutir esto. Aún le quedaban cinco meses hasta cumplir los catorce años; no sería reclutado hasta entonces—. ¿Cuál es tu problema con las mujeres que tus hermanos y yo traemos a casa? Se puso rígido y levantó la cabeza de golpe. —No soy gay. Lo contemplé, pero su rostro permaneció en las sombras, haciendo que sea aún más difícil leerlo. —Remo no te castigaría por eso. Somos hermanos, Adamo. Nada cambiará eso. Adamo se mordió el labio y luego se estremeció. —Tendré que coserte eso. Él asintió. —No soy gay.

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Incliné la cabeza, pero él continuó sin más insultos. —No quiero una puta porque a ellas ni siquiera les gustas. Te follan solo porque eres su jefe o porque están asustadas. No quiero eso. Quiero una chica que me quiera y que quiera estar conmigo. —Es difícil encontrar eso en nuestro mundo. —Porque no estás buscando. Fabiano encontró a Leona. —Es cierto, pero pasó por muchas mujeres antes de eso. —Adamo se encogió de hombros—. No quiero que me obliguen a dormir con una prostituta. —Remo no te obligará, ni yo tampoco. —¿En serio? —En serio. —No podía entender el razonamiento de Adamo. Era un adolescente. En algún momento, su impulso sexual sería demasiado fuerte para esperar a alguien que le importe, y aún más, que él le importe a alguien—. Pero, Adamo, somos Falcone. Las personas siempre actúan de manera diferente a nuestro alrededor. Encontrar a alguien en quien confiar es difícil. —¿No quieres que tu futura esposa te quiera?

—El afecto no es necesario en un matrimonio. No tengo expectativas como esa. —Pero, ¿y si ella quiere afecto? —Su boca se retorció ante la palabra, y volvió hacer una mueca. Le di una mirada y me puse de pie. —Ya sabes como soy. Adamo se encogió de hombros. —Creo que me siento mal por ella. —Ven. Ahora déjame coser tu labio. —Tal vez también me habría sentido mal por Kiara Vitiello si fuera capaz de hacerlo.

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4 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

La tía Egidia se veía increíblemente complacida cuando entró en la biblioteca donde me había estado escondiendo todo el día de ella y de mi tío. —Luca tuvo hoy una reunión con Nino Falcone. Dejé el libro que estaba leyendo, intentando mantener mi cara sin emociones.

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—¿Y? —Luca le mostró a Nino una foto tuya, y accedió a casarse contigo. Me miró expectante como si pensara que haría un baile feliz porque Nino había aprobado mi apariencia. Tragué con fuerza. —Esas son buenas noticias. —Fue todo lo que pude decir, y careció de entusiasmo. Mi tía frunció los labios. —Kiara, realmente, no creo que entiendas lo que esto significa. Oh, sabía exactamente lo que significaba, y ese era el problema. —Lleva tiempo acostumbrarse a la idea de casarse con él, tía Egidia. No te preocupes, para cuando tenga que casarme con él, seré capaz de transmitir mi emoción adecuadamente. Era una mentira descarada. Si lograra no inmutarme con cada toque, sería un gran éxito. —Bueno, no tienes mucho tiempo. Remo Falcone insiste en que las cosas progresen rápidamente. La boda está programada para dentro de cuatro semanas.

Clavé mis dedos en el cuero del sillón, el color desapareció de mi cara. —¿Cuatro semanas? Pero ese no es tiempo suficiente para planear todo. Definitivamente no el suficiente tiempo para prepararme mentalmente para casarme con un Falcone… si incluso podía prepararme para algo así. —No te preocupes. Ya contacté con algunas tiendas de novias. Por supuesto, algunos de los vestidos más populares ya están vendidos, pero me aseguraron que les quedan suficientes piezas hermosas. —Eso es bueno —dije con una voz monótona. La tía Egidia asintió. —Aria y Giulia se unirán a nosotras. Ya hablé con ambas, y están entusiasmadas. Aria fue muy amable al hacer una cita con la mejor tienda de novias en Nueva York. Nueva York parece ser la opción más sensata, dado que no podemos esperar que la esposa del Capo viaje hasta Baltimore. Por supuesto, la tienda logró abrirnos cupo mañana mismo. ¿Quién podría rechazar a Aria Vitiello? —¿Mañana? —pregunté horrorizada.

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—¿No es maravilloso? —Maravilloso —logré decir. La tía Egidia volvió a fruncir el ceño. —De todos modos, Felix y Luca están intentando encontrar el mejor lugar para celebrar la boda. No va a ser en Nueva York. Luca no quiere a los Falcone en su ciudad. ¿Ah, no? Casi reí. —Estoy segura que hay un montón de otras opciones —dije en voz baja. —Sí, sí. Estoy segura —dijo Egidia, sonriendo—. Debería llamar a algunos floristas y hacer arreglos con ellos. No me molesté en señalar que no tendría sentido hasta que supiéramos dónde tendrían lugar las celebraciones. Este era el espectáculo de la tía Egidia, aunque yo fuera la atracción principal. Cuando se fue, cerré los ojos. Cuatro semanas. Cuatro semanas hasta mi noche de bodas. Cuatro semanas hasta que Nino quisiera reclamar su premio.

Cuatro semanas para descubrir una manera de ocultar que alguien había tomado ese premio hace años. Las náuseas se apoderaron de mí y presioné una mano contra mi estómago. Diez minutos después, Giulia llamó. —¿Mi madre ya te dijo? —Hace unos minutos —contesté. Giulia suspiró. —No me gusta esto, Kiara. Cuatro semanas, ¿en serio? Es como si no pudieran arrojarte contra Falcone lo suficientemente rápido, como si estuvieran preocupados de que pudieran comenzar a sentirse culpables si esperaban más. —Al menos eso me deja menos tiempo para preocuparme. —De todos modos, me preocuparía. Mis noches estarían plagadas por pesadillas aún peores que antes.

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—Incluso Cassio desconfía de los Falcone. Me mostró un video de Nino Falcone en la jaula. Es enfermizo. —¿Un video? —repetí—. ¿Dónde puedo verlo? Hubo silencio en el otro extremo. —No lo hagas. No lo mires. Mi garganta se apretó. —¿Dónde? —En un foro en el Darknet que la Camorra usa para mostrar sus peleas de jaula y carreras callejeras ilegales. —Dame la información de acceso. —Kiara… —Tengo diecinueve, no nueve. Quiero verlo, Giulia. Necesito hacerlo. —Si me enfrentaba a este monstruo por primera vez en nuestra noche de bodas, saldría huyendo. Necesitaba ver de qué era capaz, incluso si una pelea de jaula ni siquiera comenzaba a cubrirlo. —Dame un segundo. Necesito volver a pedirle la información a Cassio. — Escuché un susurro seguido de un silencio en el otro extremo durante un rato hasta

que escuché unas voces apagadas. Después de lo que pareció una eternidad, Giulia habló de nuevo—: ¿Tienes algún lugar para escribirlo? Es largo y complicado. La Darknet usa varios pasos para mantener a la gente fuera. Agarré el lápiz y el papel que siempre guardaba cerca cuando leía un libro; me gustaba escribir mis citas favoritas. —Estoy lista. Después de anotar todo, escuché otra de las advertencias de Giulia antes de que termináramos la llamada. Aferrando el papel en mi palma sudorosa, caminé a mi habitación para buscar mi computadora portátil. Mis dedos temblaban cuando entré en el foro. Había una lista de peleas de los últimos años. Ingresé el nombre de Nino en el motor de búsqueda, y varias peleas aparecieron de inmediato. Hice clic en la última de hace solo unas semanas.

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La cámara estaba enfocada en una jaula masiva. Un hombre ancho estaba parado dentro de ella, pero tenía treinta y tantos años y no tenía cabello. Era demasiado viejo para ser Nino Falcone. Un silencio atravesó la multitud y otro hombre entró en la jaula, más alto que el primero, y me congelé. Me quedé sin aliento por varios minutos. Si un simple video ya era capaz de provocar ese tipo de horror, ¿qué haría Nino en la vida real? Nino era alto y musculoso, y cada centímetro de su torso y brazos estaba cubierto de tatuajes. Llamas, cuchillos y rostros gritando, así como más imágenes y palabras que no podía entender. Las llamas viajaban por sus brazos hasta sus muñecas. También serpenteaban en sus pantalones cortos de combate, terminando en sus muslos musculosos. Su expresión lucía concentrada pero completamente sin emociones. Mi miedo se convirtió en terror puro cuando comenzó la pelea. Nino era una máquina de pelea. Cada uno de sus golpes fueron precisos, pero lo que era peor, era su expresión analítica. No parecía que estuviera peleando en una jaula. Cuando su oponente consiguió un golpe, la cara de Nino apenas reflejó algún signo de dolor. Dio patadas y puñetazos con fuerza y rapidez, sin piedad, incluso cuando su oponente cayó de rodillas. Nino estuvo encima de él en un abrir y cerrar de ojos, clavando su rodilla en la espalda del hombre de modo terminó tendido en el suelo ensangrentado. Incluso eso no fue suficiente. Nino envolvió su antebrazo alrededor de la garganta del hombre y le cortó el aire. Su oponente empujó su codo hacia el costado de Nino, pero ni siquiera hizo una mueca, solo apretó aún más su agarre y finalmente el hombre terminó desmayado. Nino lo soltó entonces y se puso de pie. Su mirada recorrió a la multitud hasta que se enfocó en la cámara. Era como si me

estuviera mirando directamente, y la mirada fría y dura en sus ojos despertó los horrores que no podía conseguir deshacerme. No podía creer que este era el hombre con el que se suponía que debía casarme.

No dormí más de dos horas. Cada noche, el rostro del tío Durant atormentaba mis sueños mientras él se cernía sobre mí y me rompía, pero esta noche era un rostro diferente que había flotado sobre mí, un rostro hermosamente frío.

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Cuando nuestro guardaespaldas nos llevó a Filadelfia para recoger a Giulia, mi tía intentó involucrarme en una conversación sobre vestidos, pero estaba demasiado perturbada como para involucrarme en cualquier tipo de interacción. Me alegré cuando Giulia se unió a nosotras en el asiento trasero. Después de darme una mirada, distrajo a su madre rápidamente al hablar sobre sus planes de verano con los niños. Le envié una mirada agradecida antes de centrar mi vista en la ventana, mirando cómo el paisaje pasaba a mi lado. A diferencia de muchas mujeres, no tenía un vestido de ensueño. Nunca miraba vestidos de boda a menos que estuviera en una boda. Aria esperaba con su guardaespaldas dentro de la tienda porque estaba granizando. Al momento en que entramos, una vendedora corrió hacia nosotras. —¿Quién es la novia feliz? Giulia, Aria y la tía Egidia me observaron y la vendedora me tomó del brazo. —Emocionante, ¿verdad? Vas a ser una novia impresionante. Puedo decirlo. Le di una sonrisa pequeña y la seguí hacia la exhibición de vestidos. —¿Por qué no miran los vestidos y me enseñan los que elijan para mí? — pregunté, hundiéndome en uno de los sillones de felpa. Eso me ganó una mirada de la vendedora, pero a estas alturas ya no me importaba.

Aria y Giulia asintieron de inmediato y se pusieron a buscar vestidos, pero la expresión de la tía Egidia dejó en claro que no estaba de acuerdo. Sin embargo, después de un momento también comenzó a buscar vestidos adecuados. Por supuesto, la tía Egidia eligió vestidos que habrían hecho que la mayoría de las princesas de Disney se pusieran celosas. Demasiado llamativos, demasiado sugestivos, simplemente demasiado. No eran para nada de mi estilo. Afortunadamente, Aria y Giulia trabajaron juntas y encontraron vestidos que estuvieron más cerca de mi gusto. Escogí un sencillo vestido blanco corte sirena sin hombros y con encaje alrededor del escote. También llevaba unido un velo transparente a la línea del cuello que caía sobre mi espalda y sobre mis brazos desnudos, de modo que no me sentiría tan expuesta. —Hermosa —dijo Aria con una sonrisa suave. Todavía estaba intentando descubrir mis verdaderos sentimientos con respecto a la boda, pero había aprendido a esconderlos muy bien a lo largo de los años. Era la única forma de sobrevivir después de lo sucedido.

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Giulia asintió, con los ojos llorosos, e incluso la tía Egidia pareció satisfecha con mi elección, incluso si no era tan llamativo como había planeado originalmente. —Te ves muy elegante y sofisticada. Una verdadera dama. Respiré hondo, esperando que Nino me tratara como a una dama. El hombre que vi peleando en la jaula no me pareció alguien que lo haría.

Nino Nos detuvimos frente a la enorme villa de piedra y estuco de los Vitiello en Baltimore, donde se celebraría la fiesta de compromiso. Con solo dos días antes de la boda real, no había ninguna razón lógica para un compromiso oficial, pero las decisiones lógicas no eran el fuerte de la Famiglia. Savio, Adamo y Fabiano se quedaron en Las Vegas para asegurarse que las cosas fueran bien allí. Solo volarían para la boda real. No era como si alguno de nosotros se preocupara por las festividades. No sería un gran asunto como la boda de Aria y Luca había sido hace

muchos años. Nuestros lugartenientes y capitanes se quedarían en sus territorios. Remo no se arriesgaría a nada después del ataque de la Organización. —Si han invitado a ese cabrón de Growl, pintaré sus paredes de color rojo brillante con su puta sangre y la de cualquier otro hijo de puta de la Famiglia que se interponga en mi camino —gruñó Remo. —No será invitado, Remo. Luca no va a arriesgarse. Sabe que Growl y tú se destrozarían entre sí. —¿Qué hay de ti? ¿Te quedarías ahí parado y verías a ese maldito paseándose por ahí cuando mató a nuestro padre antes de que nosotros pudiéramos? —Por supuesto que no. Lo rebanaría de oreja a oreja. Para el momento en que salimos del auto alquilado, la puerta de la casa se abrió, y Felix y Egidia Rizzo aparecieron en la puerta. Remo me lanzó una mirada, una esquina de su boca curvándose hacia arriba.

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—Parece que alguien estaba vigilando la ventana —murmuró a medida que caminábamos hacia la tía y el tío de mi futura esposa. La fiesta de compromiso no sería muy grande, y solo se celebraría para apaciguar a los tradicionalistas de la Famiglia que requerían un compromiso oficial antes de la boda, pero de todos modos los Rizzo estaban vestidos con un esmoquin y un largo vestido de noche. —Creo que estamos mal vestidos —comenté en voz baja. Me había puesto un jersey de cuello alto negro y un pantalón de vestir negro con zapatos negros de punta de ala. Remo estaba vestido de manera similar, menos el cuello alto, que se había cambiado por una camisa de vestir negra. Remo se encogió de hombros. —Todo de negro —dijo la señora Rizzo con las cejas levantadas después de besar su mano—. Qué elección más curiosa para la ocasión. —Es el color de elección para nuestra profesión. La sangre es muy difícil de lavar —respondió Remo petulante en su mejor inglés de Oxford mientras le besaba la mano. Eso fue prácticamente lo único que había aprendido durante nuestro tiempo en Inglaterra. Por supuesto, solo lo usaba para inquietar a la gente. La señora Rizzo retrocedió un paso de Remo y apartó su mano rápidamente de su agarre. Estreché la mano con el señor Rizzo, y él apretó más fuerte de lo necesario. Incliné la cabeza, estrechando los ojos. Si lo intentaba con Remo, la camisa negra demostraría su valía.

—Nos sentimos honrados de darte a Kiara en matrimonio —dijo él, soltando mi mano—. Por favor, llámame Felix, y esta es mi esposa Egidia. Le envié a Remo una mirada de advertencia antes de que él estrechara la mano del hombre. —Entren —dijo Felix, retrocediendo. Remo y yo lo seguimos al interior. Era una casa grande y antigua con mucha madera oscura y alfombras en el vestíbulo. —Los invitados ya se han reunido en la sala de estar y en el patio, pero Kiara y tú deberían entrar juntos —comentó Felix y luego se volvió hacia Remo—. Tal vez puedes unirte a los invitados. Mi esposa abrirá el camino. Egidia sonrió tensa y le indicó a Remo que lo siguiera, pero él no hizo ningún movimiento para hacerlo. —Creo que por ahora mi hermano y yo nos quedaremos juntos. Felix parpadeó y entonces asintió lentamente. —De acuerdo. Adelante. Elegí la biblioteca para su primer encuentro. Es el lugar donde Kiara pasa la mayor parte de su tiempo.

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Alcé una ceja. —¿Le gusta leer? Felix vaciló. —Sí, pero también es muy hermosa y recatada. La esposa perfecta a pesar de su inteligencia. Remo puso los ojos en blanco detrás de la espalda del hombre. Entramos en una amplia sala que estaba llena de estanterías de madera oscura. Había un libro abierto sobre la mesita junto a la silla de lectura. Caminé hacia allí cuando Felix frunció el ceño. —Debería estar aquí. —Tal vez decidió huir —ofreció Remo amablemente. —No lo haría —dijo Felix rápidamente, pero percibí un indicio de preocupación en su rostro… y también en Remo. Levanté el libro. Se trataba de la historia de Las Vegas. Me complació que ella se esforzara por conocer la historia de mi ciudad natal. —Ahí está —dijo Felix en voz alta.

Volví a dejar el libro y mis ojos se movieron hacia la puerta. Kiara Vitiello era una delicada mujer de huesos finos, más baja de lo que esperaba, de apariencia casi rompible, pero sus caderas se curvaban muy bien debajo de su vestido, y tenía pechos por encima de la media. Llevaba un vestido de color rosa claro, casi blanco, que la hacía parecer aún más frágil. Claramente era para enfatizar su inocencia, pero habría preferido colores más llamativos. Sus ojos oscuros se posaron en mi cara, aunque no en mis ojos sino más abajo, quizás en mi nariz, y sus hombros se tensaron ligeramente. No se había movido de la puerta, pareciendo casi congelada. Su palma presionaba el marco de la puerta, y supe que era para estabilizarse. Remo me miró, evaluando mi reacción, cosa que era fútil por su parte. Su tío le indicó que se acercara. —Vamos, Kiara. Saluda a tu futuro esposo y cuñado. Pasó un segundo antes de que ella se apartara de la puerta y caminara hacia nosotros. Sus movimientos fueron elegantes y decididos, pero minimizados con un toque de temblor que no pudo reprimir.

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Se detuvo junto a su tío. Incluso usando tacones, solo me llegaba a mi barbilla. —Es un placer conocerte —dijo en voz baja. Sus ojos pasaron de mi cara a Remo y luego rápidamente a su tío. —El placer es mío —contesté, y la sonrisa de Remo se amplió. Kiara se estremeció ligeramente, casi imperceptible, pero Remo se había dado cuenta, su labio contrayéndose, así como el mío. Su tío se aclaró la garganta incómodamente. —Me gustaría unos minutos a solas con ella para darle el anillo y conocernos —dije, sin apartar los ojos de ella. —Bueno… —dijo su tío, sus ojos revoloteando entre Remo y yo, luego a Kiara—. No estoy seguro… Remo le dirigió una sonrisa torcida. —Se casarán en dos días. Después vendrá a Las Vegas con nosotros, pero ¿te preocupa que esté sola por un par de momentos con mi hermano? Estará sujeta a su voluntad por el resto de su vida.

Los hombros de Kiara se curvaron, hundiéndose y tragó con fuerza. Felix palideció, sus ojos endureciéndose. —Esto es por la paz. No lo olvides. Hablé antes de que Remo pudiera porque parecía que habría usado su cuchillo en lugar de palabras, y quería que este molesto juego de poder terminara rápidamente. —Tú tampoco deberías olvidarlo. Kiara ya no es de tu incumbencia. Es mía. —Le mostré el anillo y sus ojos se agitaron brevemente—. Hoy, pondré este anillo en su dedo, y luego mi palabra es la ley, no la tuya. La resignación inundó su rostro y sus hombros se desplomaron, pero se contuvo rápidamente y se enderezó nuevamente. —¿Qué dices, Kiara? —preguntó su tío—. ¿Estás de acuerdo en hablar con Nino? Ella se encontró con su mirada, sus labios tensos.

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—Esta es la primera vez que me preguntas si estoy de acuerdo. Como señaló el señor Falcone, pronto estaré bajo las órdenes de mi futuro esposo, así que no veo qué importe ahora. Su tío la miró fijamente, con una mirada en blanco en su rostro. Obviamente no estaba acostumbrado a ninguna objeción por parte de ella. Asintió bruscamente y giró sobre sus talones, saliendo a toda prisa de la habitación. Antes de que Remo se moviera para seguirlo, se giró hacia Kiara. —Nunca más vuelvas a llamarme señor Falcone. Ese era mi padre, y habría quemado vivo al muy maldito si me hubieran dado la oportunidad. Pasó junto a Kiara, y ella se alejó de él para que su brazo no la rozara. Remo cerró la puerta de golpe y Kiara saltó. No era sumisa por naturaleza, incluso aunque actuara de esa manera. Extendí mi mano, en orden silenciosa, y me pregunté si obedecería. Ella se me acercó y puso su palma en la mía, sin mirarme a los ojos. Envolví mis dedos alrededor de su muñeca, mi pulgar presionando contra sus venas. Se estremeció, con la piel de gallina erizándose. Las pupilas dilatadas, la respiración acelerada, el pulso corriendo, temblando. Kiara tenía los signos reveladores del terror. Mantuve mi pulgar en su punto de pulso a medida que la contemplaba. Finalmente levantó su

mirada hacia la mía, y su pulso se aceleró aún más. Las reacciones de su cuerpo también podrían haber sido una señal de excitación, pero sabía que no lo eran. —Así que no aceptaste casarte conmigo —señalé. Sus mejillas se sonrojaron, y su mirada volvió a mi barbilla. —Estuve de acuerdo cuando Luca me lo pidió, pero mi tío nunca me preguntó cuando hizo la oferta. —Entonces, ¿por qué aceptaste cuando Luca preguntó? Sus cejas se fruncieron. —Porque no era realmente una elección; solo estaba disfrazada de una. En esta vida a las mujeres no se les dan opciones. La contemplé por unos minutos. Parecía enojada. Y su ira me sentó mejor que el terror sumiso que había mostrado antes. Levanté su mano, y se tensó de nuevo como si se hubiera olvidado de mi toque. Su pulso se aceleró contra mis dedos. Le mostré el anillo.

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—No te diré que tienes la opción de aceptar esto o no. Ambos sabemos que lo aceptarás, así como dirás que sí en dos días. Palideció y dio un pequeño asentimiento. —De lo contrario no habrá paz. —En efecto. Sus dedos temblaron cuando puse el anillo de compromiso en él. El joyero lo había recomendado después de decirle que el dinero no era un problema. Una banda de oro simple con un gran diamante en el medio. Nunca entendí la razón de los anillos de compromiso. Ella tragó una vez más con fuerza, y me di cuenta que era para contener parte de su terror. —Te das cuenta que esto no es una sentencia de muerte. Sus ojos castaños oscuros se alzaron para encontrarse con los míos. —La muerte no es lo peor que puede pasar. —Serás mi esposa —dije. Sea lo que sea que hubiera oído sobre mis hermanos y yo, y lo que estaba sucediendo en Las Vegas, no tenía por qué temer ese tipo de cosas.

La puerta se abrió y Kiara retiró su mano de la mía rápidamente, tragando otra vez, pero no logró borrar el miedo en su rostro. Una mujer con cabello largo y castaño, un tono más claro que el de Kiara, asomó la cabeza, sus ojos vagando entre Kiara y yo. Entrecerró los ojos entonces y luego entró en la habitación. —No estoy interrumpiendo nada, ¿verdad? La reconocí por las fotos de los lugartenientes y capitanes de la Famiglia que había estudiado. Giulia Moretti, esposa de Cassio Moretti, lugarteniente de Filadelfia. —Creo que ese era el propósito de tu aparición, ¿no? —dije lentamente. Ella no pareció culpable cuando se movió junto a Kiara y me dio una expresión altiva. —No es apropiado que estés solo con ella todavía. No sé cómo manejas las cosas en Las Vegas, pero aquí las manejamos de esta manera. Le di una sonrisa fría.

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—No te preocupes, soy muy consciente de sus tradiciones, por muy peculiares que puedan ser con la presentación de las sábanas. Si había pensado que Kiara había parecido estar asustada antes, mi mención de esa tradición aumentó su terror. Extendí mi mano, pero miré a Giulia. —Se supone que Kiara y yo debemos aparecer juntos, señora Moretti… ¿a menos que esa tradición haya cambiado recientemente? Miró a Kiara, quien le dio una sonrisa firme. —Tiene razón, Giulia. No queremos decepcionar a los invitados. Deslizó su mano en la mía y levantó su barbilla. Mi pulgar volvió a encontrar su muñeca, y se estremeció. Thud-thud. Thud. Un ritmo errático. Thud-thud. Thud. Giulia se fue, pero no cerró la puerta. Sin otra palabra más, conduje a Kiara a la sala de estar, donde los invitados esperaban nuestra aparición. Comenzaron a aplaudir cuando entramos. Qué despliegue de emoción falsa. Remo estaba junto a Luca, su hermano Matteo y Romero. Las mujeres de la familia estaban reunidas al otro lado de la habitación, probablemente por mi hermano. La expresión de Remo no era un buen augurio. Tal

vez estaba enojado porque no tuvo la oportunidad de derramar la sangre de nuestro hermanastro, pero le había dicho que Luca no se atrevería a invitarlo. Luca y el tío de Kiara dijeron algunas palabras como se esperaba. Después de eso, solté a Kiara, para que así pudiera mostrar su anillo a las mujeres. —Y, ¿qué piensas? ¿Estás satisfecho con tu futura novia? —preguntó Remo con una sonrisa cuando me detuve a su lado. Luca nos lanzó una mirada dura. Remo, siendo como siempre un provocador, no se había molestado en bajar la voz. —Todavía es muy temprano para evaluar mi nivel de satisfacción —respondí, considerándola de nuevo. Su rostro tenía una forma uniforme con las proporciones adecuadas, era agradable de mirar, y sus ojos oscuros y su cabello contrastaban de una manera agradable con su piel pálida. Su cuerpo cumplía con todos los requisitos para atraer la atención masculina: cintura estrecha, piernas esbeltas, culo redondo y senos más grandes que el promedio. No tendría problemas en reclamarla en nuestra noche de bodas.

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—¿Ya terminaste con tu evaluación? —preguntó Remo a medida que me seguía hacia la variedad de manjares en la mesa del comedor—. Definitivamente disfrutarás follándotela. Ojalá pudiera probarla. —Pero no lo harás —dije claramente. Remo inclinó la cabeza. —En el pasado, el rey tenía el derecho de la primera noche. —Ius primae noctis. —Tal vez debería establecer algo así en Las Vegas. —Remo rio entre dientes, sus ojos escaneando a la multitud en busca de mujeres adecuadas—. Traigan a todas sus vírgenes para que pueda romperlas. Negué con la cabeza. Al menos esta vez tuvo la sensatez de hablar en voz baja. Luca necesitaba la paz tanto como nosotros, pero su paciencia ciertamente tenía sus límites. —No eres rey, Remo. Y no tienes derecho a la primera noche con Kiara. —Estar celoso no es propio de ti —dijo Remo con un indicio de… ¿acaso era curiosidad? —No estoy celoso, pero hay algunas cosas que no quiero compartir contigo y Kiara es una de ellas. Remo me desestimó con un gesto.

—Es toda tuya. No te preocupes. —No estaba preocupado. Remo era impredecible, retorcido y brutal, pero era mi hermano y nunca echaría mano sobre alguien que era mío—. Pero tendré que darle a ese… ¿cómo lo llamaste? —Ius primae noctis —proporcioné. —Sí, eso. Tal vez tendré que darle a eso otra repasada. Miré a mi hermano, intentando averiguar si estaba hablando en serio. A menudo era difícil decirlo con Remo, y mi falta de comprensión de las emociones humanas tenía poco que ver con eso. —Te das cuenta que la mayoría de los hombres no encontrarán muy atractiva la idea de que te folles a sus mujeres. Las personas tienen un límite en las cosas, incluso de ti. El miedo tiene sus límites. En algún momento, los humanos se rebelan. Remo puso los ojos en blanco. —Te das cuenta que también eres humano, ¿verdad? —Siempre tuve la impresión de que a ti y a mí nos quedaba poca humanidad.

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Remo me palmeó el hombro. —Cierto. —Su sonrisa se volvió peligrosa—. ¿Quién necesita emociones y moral cuando pueden follar, mutilar y matar como les plazca? Nunca había visto el atractivo de tener emociones. Kiara me echó un vistazo desde el otro lado de la habitación, pero apartó la vista rápidamente cuando me encontré con su mirada. Ella estaba intentando ocultar sus emociones, pero podía sentir su terror incluso desde la distancia. Las emociones siempre eran una debilidad.

5 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

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Tía Egidia manejó los preparativos de la boda con la ayuda de Aria. Los Falcone no parecían mostrar mucho interés en los detalles de la celebración. Para ellos eran negocios, nada más. Se decidió que la boda iba a celebrarse en la mansión de mis padres en los Hampton; el lugar donde habían sido asesinados. Mi madre por mi padre, y mi padre por Luca. Era casi simbólico que ese fuera el lugar donde yo también perdería mi vida. El día de mi boda, entré en el vestíbulo de la mansión, un lugar en el que no había puesto un pie en años. Había estado casi desierta desde entonces. Mis hermanos habían heredado el lugar (yo no dado que era mujer) y preferían quedarse en Atlanta, lejos de Luca y lejos de mí. De todos modos, eran mucho más viejos, así que nunca tuvimos mucho en común. Estaban ocupados haciéndose nombres por sí mismos, a pesar de las malas acciones de nuestro padre. Se suponía que mi matrimonio con Nino lavaría las manchas del pasado, pero mi secreto podría arruinarnos a todos. En los últimos días, los limpiadores y los diseñadores de interiores habían avivado el lugar de su estado desolado. La fiesta principal se llevaría a cabo en una tienda masiva de fiestas en el jardín. Estábamos a finales de abril y planear la fiesta fuera sin ningún refugio habría sido demasiado arriesgado. Subí las escaleras lentamente, y mis ojos encontraron el lugar donde había muerto mi madre. Me escurrí en mi viejo dormitorio rápidamente con un escalofrío. También había sido preparado para el día. Habían colocado flores frescas en jarrones alrededor de la habitación, probablemente para cubrir el olor a humedad de negligencia. Mi tía estaba hablando con el estilista, que me hacía el peinado y maquillaje, en el tocador. Se había instalado un espejo de longitud entera para la ocasión. Mi vestido estaba tendido en la cama de cuatro postes.

Era un vestido hermoso: blanco, el color de la inocencia y la pureza. Miré a mi tía y consideré decirle lo que me había sucedido hace seis años. Como siempre, no lo hice porque sería menos ante sus ojos. Algo roto, algo sucio. Indigna de ese perfecto vestido blanco. Giulia entró en la habitación, ya vestida con un hermoso vestido color burdeos, y me abrazó. —No puedo creer que hayan elegido este lugar para las celebraciones — murmuró. —Pertenece a sus parientes vivos más cercanos: sus hermanos. Es lo que dictaba el honor. El honor dictaba tantas cosas en nuestras vidas, que apenas dejaban espacio para elegir. Giulia puso los ojos en blanco.

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—Así que, ¿no tuvo nada que ver con el hecho de que nadie quería exponer su mansión para la fiesta porque el riesgo de un derramamiento de sangre es demasiado alto? Después de todo, es por eso que esto no está ocurriendo en un hotel. La tía Egidia frunció los labios hacia su hija. —Giulia, de verdad, uno pensaría que tu matrimonio con Cassio habría puesto fin a tu insolencia. —A Cassio le gusta mi insolencia —comentó ella, con las mejillas enrojecidas. La tía Egidia suspiró y luego estrechó una mirada nerviosa hacia la estilista; siempre preocupada por dejar una mala impresión delante de los demás. —Creo que deberíamos empezar ahora mismo. Con tu cabello rebelde, probablemente llevará un rato antes de terminar tu peinado de novia. Mi tía demostró tener razón. La estilista tardó una eternidad en dominar mis rizos en una trenza que viajaba por mi espalda. Una hebra delgada de hojas de oro y perlas que ella enrolló adornaba el estilo simple. —Te ves muy hermosa —dijo Giulia en voz baja. Egidia apretó sus manos frente a su estómago, contemplándome con más afecto del que nunca antes hubiera visto. —Estás hermosa.

La estilista dejó la habitación con una sonrisa pequeña, que regresé incluso aunque mis músculos faciales se sintieran listos para explotar de la tensión. Egidia alisó el velo recubriendo mi escote una vez más antes de detenerse frente a mí, aferrándose a mis hombros. —Como mujeres, tenemos que cumplir con nuestro deber hacia nuestros esposos… —comenzó, y me tensé porque sabía a dónde iba con eso—. No tienes que estar… —Se detuvo. ¿No tienes que estar asustada? Esas eran las palabras que cada madre les decía a sus hijas el día de su boda. Lo sabía porque Giulia me había dicho que Egidia le dijo lo mismo el día de su boda. Me encontré con la mirada de tía Egidia y la culpa que había visto antes en sus ojos estaba de vuelta—. Haz que te trate como a una dama. Giulia se acercó a Egidia. —Madre, déjame hablar con Kiara, ¿de acuerdo? Creo que se sentirá más cómoda conmigo. Tía Egidia asintió, pareciendo aliviada. Me palmeó el hombro y luego se fue, dejándome sola con mi hermanastra.

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Giulia suspiró a medida que me contemplaba en el espejo. —No me gusta esto, Kiara. No deberías casarte con un Falcone. Tú eres la última persona que debería hacerlo. —¿Por qué? Mejor que alguien inocente. Giulia agarró mi mano con fuerza. —Para. No estás sucia ni mucho menos o cualquier otra cosa que creas que eres por lo que él te hizo. Y no te mereces esto. —¿Quién se merece esto? No le deseo este destino a ninguna otra chica. Sobreviviré. Giulia se apoyó en el tocador. —No sé qué decirte. —No digas nada. No hay nada que puedas decirme que me tranquilice —dije rápidamente. Sabía lo que iba a pasar esta noche, y ya lo había vivido antes. Tragué con fuerza—. No voy a luchar contra él. Haré lo que quiera. Así seguramente será soportable. Ya no tengo trece. —Mis palabras terminaron en un susurro, las vocales rotas y tensas.

Giulia respiró profundamente. —Dios mío, Kiara. Dile a Luca. Todavía puede encontrar una salida a esto para ti. —¿Cancelando la boda hoy? Eso sería una bofetada en la cara de Remo Falcone. No es un hombre que vaya a poner la otra mejilla. Buscará venganza, sin importar el precio. —Respiré hondo—. No. Me casaré con Nino. ¿Trajiste las píldoras que te pedí? Me tendió un paquete pequeño. —Una debería funcionar, pero en verdad no creo que debas drogarte para estar tranquila. —Es un sedante ligero. No va a noquearme. —Aunque habría preferido ese efecto, pero Nino no apreciaría que estuviera inconsciente cuando me reclamara. Mi estómago se apretó bruscamente, y presioné mi palma contra él. —Kiara…

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—No. Voy hacer esto. Ya me han quitado muchas opciones a lo largo de esta vida, pero elijo salvar mi honor, elijo mantener la cabeza en alto sin importar lo que suceda. Deja que esta sea mi elección. Giulia asintió y se levantó. —Aunque los Falcone sean temidos, aunque gobiernen sin piedad, no significa que Nino no vaya a tratarte con amabilidad. Algunos hombres no usan la violencia con sus esposas. Algunos hombres pueden distinguir entre los que necesitan proteger y los que necesitan romper. Creo que Nino podría ser uno de ellos. Me pregunté si en realidad creía sus palabras o si solo eran para consolarme, pero no tuve el coraje de preguntarle. Metí las píldoras en el pequeño bolso blanco que hacía juego con mi vestido. —¿Me lo puedes dar en la fiesta? No puedo llevarlo por el pasillo. Giulia lo tomó y me abrazó brevemente. —Por supuesto.

Nino Mis hermanos y yo no éramos religiosos, así que nos habíamos negado a casarnos en la iglesia, para gran desaprobación de la Famiglia. No estaba seguro por qué se aferraban a sus creencias cuando rompían todas las reglas establecidas por su religión a diario. Cada hombre terminaría en el infierno, si lo que ellos creían era verdad.

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Esperé en el altar que había sido instalado frente a la tienda en los jardines. Remo se alzaba a mi lado como mi padrino, sus ojos desvistiendo a Giulia, la dama de honor de Kiara, de una manera que hizo que su esposo Cassio frunciera el ceño. Le envié a Remo una mirada de advertencia, pero él me ignoró. Probablemente habría preferido una boda sangrienta, y por la mirada en el rostro de Matteo cuando se sentó en la primera fila, él también lo prefería. Adamo y Savio se sentaron a pocos asientos de los Vitiello. Para mi sorpresa, Luca le había permitido a Aria sentarse junto a Leona. Parecían llevarse bien, e incluso Fabiano intercambió algunas palabras con su hermana. Remo puso los ojos en blanco cuando siguió mi mirada. Debería haber estado feliz de que su plan demente estuviera funcionando. Una tregua entre la Famiglia y la Camorra parecía una posibilidad válida. Un silencio cayó sobre la multitud cuando la música comenzó a sonar y Kiara apareció al final del pasillo. Había elegido un vestido elegante con un velo que cubría sus hombros. Felix la condujo hacia mí, pero Kiara nunca levantó los ojos para encontrarse con los míos, sino que los mantuvo fijos en mi pecho. Cuando Felix me la entregó, su mano tembló en la mía. Presioné mi pulgar contra su muñeca, sintiendo que su pulso se aceleraba bajo mis dedos. Contemplé su cara. Su expresión era neutral, pero en sus ojos había una mirada que a menudo había visto en los ojos de las personas antes de comenzar a torturarlos. Dada nuestra reputación, su terror era comprensible, pero era completamente infundado. No era mi enemiga sino mi esposa. No le había dado ni una razón para ese tipo de reacción. Nunca me miró cuando el pastor dio su largo sermón y finalmente nos declaró marido y mujer. —Puedes besar a la novia —dijo el pastor.

Me volví hacia Kiara y su pulso se aceleró aún más. Sus ojos aterrorizados finalmente se elevaron a los míos y tragó con fuerza. Sosteniendo su mirada, acuné su mejilla, ignorando su temblor, y presioné mis labios contra los de ella. Se sintieron suaves y temblaron contra los míos. Cuando me retiré, ella tragó de nuevo. Nos abrimos paso entre los invitados y nos detuvimos junto a una mesa que había sido preparada con copas de champán. Después de aceptar las felicitaciones de nuestros invitados, finalmente se abrió el bufé. Kiara estuvo tensa durante la cena y casi no comió nada. Solo se relajó cuando se levantó y avanzó hacia Aria y las otras hermanas Scuderi para hablar. —¿Emocionado por hacer sangrar a tu esposa esta noche? —preguntó Remo justo al momento en que ella estaba fuera del alcance del oído a medida que se reclinaba en su silla. Me sorprendió que se hubiera molestado en esperar hasta que ella no pudiera escuchar sus palabras. Los ojos de Leona se abrieron por completo y miró a Fabiano.

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—Se refiere a la tradición de las sábanas sangrientas que la Famiglia aún mantiene. Se requiere que el novio presente las sábanas en las que él y su novia pasaron la noche. Leona frunció los labios. —Estás bromeando, ¿verdad? —Y nos llaman bárbaros —dijo Remo con una sonrisa engreída—. Pero tengo que decirte que te envidio tu oportunidad de derramar algo de sangre esta noche. Ha pasado mucho tiempo. Tengo muchas ganas de matar a alguien. Fabiano puso los ojos en blanco ante Remo. —¿Cuándo ha habido un día sin sangre en nuestras vidas? —pregunté. Los ojos de Remo se tensaron con una emoción que no pude leer. —Es cierto —respondió—. Recuerda, no la tomes contra la pared ni inclinada sobre el escritorio. Lo que quiere la querida Famiglia es tener unas sábanas sangrientas. —Levantó su copa y tomó un sorbo de vino, pero ninguno de los dos nos emborracharíamos hoy. —No te preocupes. Proporcionaré unas sábanas sangrientas. Remo sonrió torcidamente. —Sé que lo harás.

Mis ojos encontraron a mi esposa otra vez. Todavía estaba hablando con las hermanas Scuderi, pero volvió su mirada hacia mí cuando notó mi atención. Se tensó y tragó con fuerza, la mano sosteniendo su copa temblando ligeramente. Al temerme como lo hacía, probablemente también sangraría su segunda y tercera vez. Sabía cómo complacer a las mujeres con mis manos, lengua y polla, pero incluso las habilidades sexuales tenían sus límites cuando se enfrentaban al terror. Cuando llegó el momento de nuestro primer baile, me puse de pie y Kiara se acercó a mí, aceptando mi mano extendida. La conduje hacia el centro, y nuestros invitados se reunieron alrededor de nosotros para mirar. Se permitió mirarme a los ojos por más tiempo que nunca. El miedo y la incertidumbre cruzaban su rostro. Cuando no encontró lo que fuera que estuviera buscando, bajó la mirada hacia mi pecho y tragó con fuerza. Debe haber sido su manera de suprimir el miedo.

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Toqué su espalda baja y la atraje contra mí. Ella hizo un pequeño sonido en la parte posterior de su garganta, un fuerte sonido de inquietud. Observé su cara. Respiraba más rápido y sus mejillas habían palidecido. Esto era solo un mero baile. Si esto la inquietaba, la consumación de nuestro matrimonio sería particularmente desagradable. No era del tipo de chica que peleara, demasiado obediente y criada para complacer. Se rendiría ante mí, pero eso no haría las cosas más fáciles para ella. Tal vez algunas palabras de consuelo habrían calmado su terror, pero no era un hombre que consolara a otros. La canción terminó. Y como era de esperarse, Luca, el Capo que me la había dado, se adelantó para hacerse cargo. Kiara no se relajó. Estaba tan asustada de bailar con él como de mí. Me obligué a soltarla. No estaba en peligro. Esto solo era un baile. No había ninguna razón para que fuera más. Me volví hacia Aria. Y Luca entrecerró sus ojos hacia mí. Ignoré su reacción irrazonable y le tendí la mano a su esposa. Ella la aceptó y me dio una sonrisa. Era una buena actriz. Si no hubiera sido por la ligera tensión en sus dedos y la aceleración de su pulso, podría haber creído su expresión. Atrayéndola contra mí, empezamos a bailar. Era fácil de dirigir, tomó mi iniciativa y mantuvo una sonrisa agradable. —Tienes los ojos de Fabiano. Su mirada voló hacia la mía, y su expresión vaciló. —Es mi hermano. Incluso si le hicieron creer otra cosa.

—No le hicimos creer nada —la corregí—. Le enseñamos que la sangre no define tus lealtades. —Lo convirtieron en… —¿En qué? ¿Un asesino? ¿Un torturador? —Ella suspiró—. Todos los hombres en esta sala son asesinos, y los niños están en camino de convertirse en uno. —Y por lo que sabía de Luca, era definitivamente uno de los hombres más crueles de nuestros círculos, pero Aria probablemente tenía un conocimiento limitado cuando se trataba de los hábitos comerciales de su marido. —Esta no es una charla para una boda —dijo—. Espero que este matrimonio nos permita encontrar la paz, y espero que tu hermano le permita a Fabiano estar cerca de su familia de sangre. —Depende de Fabiano, pero él ahora está con la Camorra. No lo olvides. —No lo haré, créeme —dijo bruscamente. Sus ojos siguieron a su esposo y a mi esposa a medida que bailaban. Kiara estaba rígida en el agarre de Luca. —Kiara se pone muy tensa alrededor de los hombres —comenté.

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Aria frunció el ceño. —La mayoría de las mujeres se ponen tensas el día de su boda. —¿En serio? Me dio una mirada, pero no pude leerla. —Hombres —dijo en voz baja. No tenía nada que ver con que yo fuera hombre, pero no lo expliqué—. Para una novia, la noche de bodas alberga bastante terror. —El miedo a lo desconocido es común, pero es solo la unión de dos cuerpos. Nada de lo que temer. Aria parpadeó hacia mí. —Tal vez para ti, pero Kiara podría estar en desacuerdo, como cualquier otra mujer, especialmente considerando con quién tiene que unir su cuerpo. —Soy más que capaz de cumplir mis deberes como esposo. —No dudo que puedas hacerlo. Después de todo, la Camorra tiene reputación. —Hizo una mueca—. No es de mi incumbencia. Pero su voz dejaba claro que quería que fuera de su incumbencia.

—No lo es. Tienes razón —dije arrastrando las palabras. Una tregua no significaba que Remo o yo permitiríamos que la Famiglia se entrometiera en nuestros asuntos. Cuando las últimas notas de la canción se desvanecieron, se apresuró a decir: —Su padre la golpeaba antes de que lo mataran. Eso podría explicar su problema con los hombres. Pero creo que podría haber más… —¿Más? Dio un paso atrás. —Gracias por el baile. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia Luca, que la estaba esperando al borde de la pista de baile. Kiara ya había sido entregada a Felix. Avancé hacia Remo, que estaba junto a Fabiano cerca del bufé. Como mi hermano mayor, sería su turno de bailar con Kiara después de su tío Felix. Agarré su brazo, y él levantó sus oscuras cejas. —Intenta asustarla lo menos posible.

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—Puedo ser agradable y caballeroso si lo intento —dijo. Fabiano se echó a reír. —Lo siento, Remo, pero esa es la mejor broma que he escuchado en un tiempo. —¿Qué se supone que debo hacer para tranquilizar a tu pequeña esposa? — preguntó, pero sus ojos siguieron a una mujer joven que pasó junto a nosotros. En realidad, esperaba que no intentara nada con una de las mujeres de la Famiglia. Era la persona equivocada a quien preguntar eso. —No lo sé. Miramos a Leona que se sonrojó. —¿Quizás sonreír? La boca de Remo se alzó en una sonrisa. —He visto hienas con sonrisas menos inquietantes —murmuró Fabiano, y Leona se atragantó con su carcajada y hundió la cara en su brazo. La canción terminó, y Remo se libró de mi agarre, dirigiéndose a Kiara, que parecía un cordero frente a un carnicero.

Giulia me sorprendió cuando pidió un baile. Estaba bastante seguro que no era así como funcionaban las cosas, pero la guie hacia la pista de baile y la atraje hacia mí. Su esposo nos observaba desde su lugar junto a Luca en el bufé. Ambos eran altos y musculosos, y compartían una disposición similar para el liderazgo brutal… si los rumores eran ciertos. —No sé si eres capaz de tal cosa, pero te pido que seas amable con Kiara. Miré a Giulia. —¿Me estás pidiendo? —pregunté con las cejas levantadas. Ella frunció el ceño. —Por favor, si tienes corazón, no le hagas daño. —Me dijeron que no hay manera de herir a una mujer en su primera noche. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero su expresión parecía enojada. —¡Sabes a lo que me refiero!

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—Kiara es mi esposa, una mujer adulta, y desde este día es parte de la Camorra. No es tu incumbencia —le dije en un tono de advertencia. Giulia se tensó, pero no dijo más. Al segundo en que la música terminó, la solté, y regresó con su esposo mientras yo regresaba con mis hermanos y Fabiano.

Kiara Remo Falcone se dirigió hacia mí y me costó un gran esfuerzo no correr. Sus ojos eran casi negros como su cabello. Había algo en su rostro que hablaba de violencia desenfrenada, y eso no se debía a la cicatriz que bajaba de su frente por su sien hasta su pómulo. Extendió la mano con un tirón torcido de su boca. Era una reminiscencia de cómo un león miraba a una gacela. Su palma y sus dedos estaban llenos de cicatrices y quemaduras. —Se supone que debes tomar mi mano para que así podamos bailar —dijo en lo que supuse que era molestia.

Suprimiendo un estremecimiento, puse mi mano en la suya. No miré su cara. Habría sido mi perdición. Sus dedos se cerraron alrededor de mi mano con menos presión de la que había esperado, y su otra mano tocó mi espalda suavemente y me atrajo contra él. Mi cuerpo se tensó, mi respiración quedó atrapada en mi garganta. Tuve que contener un jadeo. Me llevó al ritmo de la música, pero mi temblor no lo hizo fácil para él. Apretó su agarre sobre mí, acercándonos, y exhalé bruscamente al sentir su cuerpo duro contra el mío. Mis dedos en su bíceps comenzaron a resbalar a media que luchaba contra el inminente ataque de pánico. —Mírame —ordenó. No podía. —Mírame. —Un murmullo bajo lleno de comando, y finalmente encontré su mirada. Su expresión no era enojada, más bien evaluadora, como si me estuviera valorando—. Estamos bailando. No lo conviertas en algo más que eso porque dejas que tu imaginación vuele libremente.

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Me sobresalté momentáneamente. Sonaba muy parecido a Nino; tal vez escondía su inteligencia detrás de sus capas de violencia. —Ahora finge que eres una novia feliz. Es un día de celebración —dijo, y sus propios labios formaron una sonrisa aterradora. Hice lo mejor que pude para relajarme en su agarre, para hacer que mi expresión se viera complacida, pero no estaba segura si lo logré. Conté los segundos hasta el final de la canción, pero cuando finalmente terminó, el tío Durant apareció a nuestro lado y el terror del pasado se apoderó de mí. Clavé mis uñas en Remo, aferrándome a él, sin duda, dejando marcas con mis uñas. —Ahora me gustaría bailar con mi sobrina —le dijo el tío Durant a Remo, pero sus ojos estaban sobre mí, llenos de conocimiento y triunfo como siempre. No me había tocado desde aquellas noches. Aferré a Remo con fuerza, mirándolo. Sus ojos oscuros contemplándome, estrechándose ligeramente. Por favor, no me dejes bailar con él. Las palabras no salieron de mi boca. Durant se estiró hacia mí, pero Remo nos giró de modo que él estuviera entre mi tío y yo. Remo volvió su mirada hacia mi tío, pero no me soltó. —Desafortunadamente, no puedo permitirlo. Mi hermano la quiere de vuelta a su lado.

—Es tradición en la Famiglia —dijo el tío Durant—. Tal vez no les importan las tradiciones en Las Vegas, pero aquí sí. Los labios de Remo se abrieron más y me di cuenta que sus sonrisas para mí habían sido genuinas; estaba siendo amable. Esta sonrisa tenía una sensación siniestra. —También honramos nuestras tradiciones. En Las Vegas, es una tradición que corte las putas lenguas de las personas que me molestan. Si insistes en tus tradiciones, tendré que insistir en las mías. Y tu lengua se verá muy bien en mi colección. La cara del tío Durant se puso roja. Su mirada enojada se posó en mí brevemente, y presioné sobre Remo, pero luego mi tío se alejó. —Ya puedes soltarme —murmuró Remo. Solté mi agarre y di un paso atrás, avergonzada. Remo sostuvo mi mano, sin permitirme irme. Su pulgar presionó contra mi muñeca de manera similar a como lo había hecho Nino. —¿Qué fue eso? —preguntó Remo en voz baja y peligrosa.

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—Nada. No me agrada. —Eso no fue un simple desagrado, Kiara —dijo, todavía con esa voz aterradora. Sus dedos presionaron más fuerte en mi muñeca. Así que me arriesgué a mirarlo. Sus ojos se estrecharon sobre mí, como si pudiera ver los rincones más profundos y oscuros de mi alma—. Un simple desagrado no te habría hecho buscar protección en mis brazos, créeme. —Yo no… —No me mientas. Ahora soy tu Capo. Nada me haría revelar mi secreto, ni siquiera el aterrador ceño fruncido de Remo. —No pedí tu protección —susurré. Se acercó aún más, y me estremecí. —Me rogaste por protección. A diferencia de Nino, no tengo problemas para leer tus emociones. No estaba segura de lo que quiso decir. —No tenías que protegerme. No soy tu responsabilidad.

—Ahora eres una Falcone. La mujer de mi hermano. Estás bajo mis reglas. Eso hace que sea mi deber protegerte. Apretó su agarre en mi muñeca, ignorando mi estremecimiento, y me arrastró fuera de la pista de baile hacia Nino, quien levantó las cejas hacia su hermano. Remo prácticamente me empujó en los brazos de Nino. A pesar de mi tensión, Nino envolvió un brazo alrededor de mi cintura y lo dejó allí. —Ese fue su último baile con nadie más que con nosotros —ordenó Remo—. Me importan una mierda sus tradiciones. Ahora está bajo nuestro gobierno. Nino entrecerró los ojos. —¿Qué pasa? —Nada —contestó Remo—. Pero su familia está empezando a cabrearme. Nino miró entre su hermano y yo, pero no dijo nada más. Después de eso, no tuve que volver a bailar.

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6 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

—¡Acuéstate con ella, acuéstate con ella! —El canto comenzó antes de que lograra prepararme mentalmente. Tal vez era estúpida por pensar que podría prepararme para eso.

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Los hermanos de mi esposo, Remo y Savio, gritaban más fuerte, pero la mayoría de los otros hombres sonaban casi igual de ruidosos. El hermano más joven, Adamo, permaneció en su asiento, con los labios apretados en una línea firme. No me había hablado ni bailado conmigo ni con nadie más. —¡Acuéstate con ella, acuéstate con ella! —Los gritos se hicieron más fuertes. Busqué la mirada de Nino. Él asintió, se levantó y extendió una mano. La tomé porque no podía rechazarlo con todos observándonos. Obligándome a enterrar mi miedo, me puse de pie y lo seguí más allá de las filas de invitados que se habían alineado para vernos salir. Los hombres palmeaban los hombros de Nino; las mujeres captaban mi mirada con compasión y simpatía en sus ojos. Giulia estaba presionada contra su marido, la preocupación inundando su expresión. Aparté la mirada rápidamente. —¡A los terrenos desconocidos! —¡Queremos ver las sábanas! Hubo más comentarios así, y convirtieron mi estómago en roca sólida. La cara de Nino no delató en ningún momento su reacción a los gritos. Sus dedos se apretaron contra mi muñeca con fuerza, y me alegré porque me mantuvieron firme, me impidieron vacilar y dejarme llevar al pasado.

Remo y Savio estuvieron cerca a medida que avanzábamos por el largo pasillo… un pasillo que contenía muchos recuerdos de mi infancia, muy pocos buenos y esta noche se agregarían recuerdos peores a la lista. Llegamos frente a la puerta de madera oscura del dormitorio principal, con docenas de hombres detrás de nosotros. —No te vayas a follar a tu novia virgen contra la pared, ¿entendido? —dijo Remo con una sonrisa. Me estremecí, mi pulso duplicándose. Los dedos de Nino se apretaron contra mi muñeca. —Remo —gruñó con una voz que envió miedo a cada fibra de mi ser. —¡Diviértete! —gritó Savio con una sonrisa. Los Falcones se iban a sentir engañados. Se había dado una virgen en sacrificio a los monstruos en Las Vegas por una promesa de paz. Pero nunca me dieron la oportunidad de ser virgen. Esa elección me había sido arrebatada. Arrancada dolorosamente.

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El miedo, agudo y crudo, arañó mi pecho cuando mi esposo me llevó a nuestra habitación para pasar la noche y cerró la puerta ante las caras sonrientes de sus hermanos. Nino me soltó, y creé distancia entre nosotros rápidamente, avanzando hacia la cama. Habían pasado seis años, pero los recuerdos aún me despertaban por las noches. Tenía miedo de estar cerca de un hombre, de cualquier hombre, especialmente de este hombre… mi marido. De pie, a pocos pasos de la cama, mis ojos recorrieron las sábanas blancas… unas sábanas que para mañana mi familia esperaba ver manchadas de sangre. Sangre que no estaría allí. Me abrigué aún más cerca de la cama. Había habido sangre la primera vez, la segunda vez e incluso la tercera. Mucha sangre, dolor, terror y súplicas. No había habido presentación de las sábanas en aquel entonces. Nuestra criada, que nunca había acudido en mi ayuda, simplemente las lavó. Esta noche no rogaría. No había detenido a mi abusador hace muchos años. No detendría a mi marido. Conocía las historias. Lo había visto en la jaula.

Mi único consuelo era que dudaba que él pudiera romperme más de lo que había estado hace tantos años atrás. No podía apartar los ojos de esas perfectas sábanas blancas… tan blancas como mi vestido. Un signo de pureza, pero no era pura. —Son tus tradiciones, no las nuestras —dijo Nino con calma, pero lo suficientemente fuerte como para sacarme de mis pensamientos. Adopté una expresión de placidez. —Entonces, ¿por qué seguirlas? —pregunté cuando em giré. Mi voz me había traicionado. Demasiado callada, mezclada con un terror que esperaba que confundiera con el miedo virginal. No estaba tan cerca como esperaba. Ni siquiera me estaba mirando. De pie junto al escritorio, estaba leyendo la nota que mi tía había escrito felicitándonos por las nupcias. La dejó otra vez y entonces me miró. No había nada en su rostro que me diera un sentido de esperanza. Ni amabilidad, ni piedad. Era un lienzo en blanco. Hermosamente frío con ojos grises vacíos, una barba corta inmaculada y el cabello peinado hacia atrás.

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A medida que sacudía la cabeza, destruyó la poca esperanza que tenía. —La Famiglia quiere sangre, así que la tendrán. Tenía razón. Era lo que mi familia esperaba, lo que se suponía que debía darles, pero no obtendrían sangre. Y mi marido se daría cuenta que su premio estaba defectuoso. La Camorra cancelaría la tregua. Mi esposo repudiaría el matrimonio y me dejarían viviendo como una paria. Sería mi ruina. Mi familia me rechazaría. Nadie querría casarse conmigo después de eso, y una mujer soltera en nuestro mundo estaba condenada. Comenzó a desabotonar su camisa, con calma y precisión. Al final se la quitó, revelando cicatrices y tatuajes (tantos, tan inquietantes) y músculos acerados. Me di la vuelta, mi pulso galopando en mis venas. El terror, similar al que había sentido hace muchos años, arañaba mis entrañas. Necesitaba refinarlo, encontrar una manera de salir de este desastre. Necesitaba salvarme, no de él reclamando mi cuerpo sino de que perdiera mi honor. Busqué en mi bolso, que colgaba de mi antebrazo, y saqué una píldora del paquete.

Tenía la garganta apretada y no estaba segura si podría tragarla sin agua, pero entrar en el baño parecía imposible en mi estado actual. No estaba segura si podría hacerlo sin derrumbarme. Me llevé la píldora blanca a mis labios con mis dedos temblorosos. Y una mano se enroscó alrededor de mi muñeca, deteniéndome. Mis ojos volaron para mirar fijamente a los ojos estrechados de Nino. Ni siquiera lo había oído acercarse. —¿Qué es eso? —preguntó con ferocidad. No dije nada, demasiado aterrorizada para las palabras. Con su mano libre, buscó en mi bolso y sacó el paquete. Sus ojos escanearon la descripción. Lo arrojó antes de que sus ojos grises se encontraran con los míos, y extendió su mano. —Dame esa píldora. —Por favor —le susurré. Ni un destello de emoción cruzó su hermoso y frío rostro. —Kiara, dame esa píldora.

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La dejé caer en su palma, y él también la arrojó. Podría haber llorado. ¿Cómo se suponía que iba a controlar mi terror, mantener a raya los recuerdos sin algo que me calme? Su pulgar rozó mi muñeca y murmuró: —No voy a tenerte estando drogada. —Me soltó. Y di un paso atrás girándome para mirar hacia la cama, respirando profundamente. Me estaba observando. Busqué detrás de mí los botones en la parte trasera de mi vestido. Sería la que los abra. Eso me daría una sensación de control, a diferencia de la última vez que me habían arrancado la ropa contra mi voluntad, mi cuerpo demasiado débil para luchar contra ello. Me tragué la bilis. Mis dedos temblando demasiado como para cerrarse alrededor de los pequeños botones. —Déjame —vino el tono frío de mi esposo que estaba muy cerca. ¡No! Quise gritar, pero me obligué a callar el sonido. —Quiero hacerlo yo misma —me las arreglé con una voz casi tranquila.

No dijo nada, y no me atreví a mirar su cara. Busqué a tientas los botones, y cedieron uno tras otro. Me tomó un tiempo terriblemente largo. Y él esperó en silencio. Su respiración tranquila y mi respiración entrecortada inundando la habitación. Entonces recordé que se suponía que el novio debía cortar el vestido de su novia con su cuchillo. Nino debe haberlo olvidado, después de todo, esa tampoco era su tradición. Pero no tuve el coraje de recordarle o de abrocharme el vestido una vez más para que así lo cortara. Perdería la cordura por completo. Me bajé el vestido y se acumuló a mis pies. Ahora solo quedaban mi sujetador sin tirantes y mis bragas. Me quité el sujetador, pero aún no tenía el coraje de quitarme las bragas. Los fríos ojos grises de Nino escanearon la longitud de mi cuerpo. —También tienes que quitarte los adornos en tu cabello. Se sentirán incómodos contra tu cráneo.

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Contuve una carcajada desesperada, pero intenté soltar la fina cuerda de oro en mi cabello. Mis dedos temblorosos no lo permitían. Nino se acercó, y yo retrocedí. Sus ojos grises se clavaron en los míos. —Voy a quitarlo. Asentí, dejando caer mis brazos. Sus largos dedos desenredaron rápidamente los adornos de mis rizos. Luego dio un paso atrás una vez más. —Gracias —logré decir. Me obligué a ir a la cama y me acosté de espaldas, con los dedos extendidos contra la suave tela de las mantas. Nino me miró con frialdad. Entonces, se acercó a la cama. Alto, musculoso y mortalmente frío, sin parecer que esto lo afectara de ninguna manera. Tomó su cinturón y lo desabrochó. El terror obstruyó mi garganta. Miré hacia otro lado, luchando contra las débiles lágrimas. Por el rabillo del ojo, lo vi quitarse el bóxer, y luego subió a la cama, desnudo y decidido. Estaba temblando. No podía evitarlo. Su mano tocó mi cintura y después se deslizó hacia arriba lentamente. El toque era ligero. Pero me sacudí lejos de él. —No me toques. Sus ojos lucieron duros y fríos cuando me miró.

—Sabes que no puedo. No le daré a tu familia ninguna causa para asumir que Las Vegas es débil. —Y no lo dijo de una manera cruel. Solo declaró hechos. —Lo sé —susurré—. Simplemente no me toques. Solo haz lo que debes hacer. —Si hubiera alguna preparación a lo que vendría, no podría contener mi terror. —Si no te preparo, será muy doloroso. —De todos modos parecía que no le importaba—. Sería mejor si conseguimos que te relajes. Eso no iba a suceder. —Solo hazlo —dije. El dolor estaba bien. Podía lidiar con eso. Me contempló un par de minutos más. Luego retiró su mano de mi caja torácica y se sentó. Sus dedos se engancharon bajo el dobladillo de mis bragas, y las deslizó hacia abajo. Un gemido bajo se atascó en mi garganta.

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Movió una rodilla entre mis piernas, separándolas, sus ojos grises en mí. Se estaba moviendo lentamente, y deseé que no lo hiciera, deseé que dejara de mirarme. El pánico comenzó a arañar en mi pecho, y traté de forzarlo hacia atrás. Cerré los ojos con fuerza, intentando bloquear lo que estaba sucediendo. Cuando se arrodilló por completo entre mis piernas, me congelé de completo terror. —Si no te relajas, te desgarrarás. Mis ojos se abrieron de golpe, y unas pocas lágrimas escaparon. Se apoyó en un brazo, cerniéndose sobre mí. Alto y fuerte. No. No. No. No. —Intenta relajarte. —Era tan clínico al respecto. Su mirada siguiendo el rastro que mis lágrimas dejaron en mis mejillas y garganta. No le afectaban. Intenté aflojarme, pero fue completamente imposible. Mis músculos estaban congelados por el miedo. Sacudió la cabeza levemente, casi desaprobándome—. Esto no está funcionando —dijo—. Tendré que usar mucha fuerza para superar tus músculos tensos y llegar hasta el final. Podía saborear la amargura de la bilis en mi garganta a medida que los recuerdos de hace mucho tiempo pasaron por mi mente. Y algo en mí solo… se rompió. Algo oscuro, asustado y profundamente enterrado. No había manera de que pudiera retenerlo. Un desgarrador sollozo se desgarró de mi garganta y me dolió por los recuerdos que me trajo. Apreté las palmas contra mi cara con fuerza, luego enrosqué los puños y apreté los nudillos contra mis ojos cerrados. Queriendo que los

recuerdos salieran de mi cabeza, intenté arañarlos como había arañado a mi tío hace muchos años atrás, pero como ocurrió en el pasado, no había forma de escapar. No podía respirar. Simplemente. No. Podía. Respirar. Y quería morir. Necesitaba que el dolor desaparezca. No quería volver a vivir ese horror otra vez, y no quería pesadillas nuevas. Unas manos fuertes se curvaron alrededor de mis muñecas, tirando, y me resistí, luchando, pero fueron implacables y siguieron tirando hasta que mis manos se apartaron de mi cara. Mis ojos se abrieron de golpe, mi visión se volvió borrosa con lágrimas. Y a través de la niebla, dos intensos ojos grises se enfocaron lentamente, y luego fueron todo lo que vi, todo lo que pude ver, todo lo que importó. Tan calmado. Clínico. Frío. Justo lo que necesitaba. Fue como una inundación fría contra este infierno lleno de terror. Una dicha sin emociones. Lo miré fijamente a los ojos, lo miré por un largo tiempo, y él me dejó, hasta que llevé la primera bocanada de oxígeno a mis pulmones.

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Podía respirar de nuevo, y el rostro de mi esposo entró en foco, sus ojos entrecerrados demasiado conocedores. Bajando mi mirada hacia su barbilla, tiré de su agarre en mis muñecas. Él me soltó, y puse mis manos en mi regazo. Mi regazo desnudo. Él también estaba completamente desnudo, arrodillado frente a mí. Debe haberme puesto en una posición sentada en algún momento durante mi ataque de pánico. Esto era. Él sabía que algo estaba completamente mal conmigo. Empujé mis piernas contra mi pecho, tragando con fuerza. Deseé que me matara ahora mismo. A menudo deseaba la muerte después de que mi tío me rompiera. —¿Qué te pasó? —Su voz sonó sin emociones. Consideré mentir, pero había mentido por mucho tiempo. Y tenía la sensación de que él lo sabía. —Tenía trece —comencé, pero entonces no pude decir más. Empecé a temblar nuevamente, y él puso una mano en mi hombro. No me inmuté esta vez. El toque siendo demasiado clínico para provocar cualquier terror. —Alguien te violó. La palabra me hizo sentir pequeña, sucia y sin valor. Di un asentimiento.

—¿Tu padre? Negué con la cabeza. Él ya estaba muerto para entonces, y nunca lo habría hecho. Sabía que eso me habría arruinado. Me golpeó y me gritó, pero nunca me tocó así. Tal vez lo habría hecho después si Luca no lo hubiera matado. —Entonces alguien de tu familia cercana. Las chicas como tú están muy protegidas. Debe haber sido alguien con quien estuvieras relacionada. Asentí. —¿Quién fue? —preguntó con firmeza—. ¿El tío que te crio? Me lamí los labios. —Mi otro tío. —¿Por cuánto tiempo? Levanté cuatro dedos. —¿Cuatro años? Negué con la cabeza.

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—¿Cuatro veces? Solo cuatro noches, pero todos los días desde entonces. Desde entonces. —Sueño con eso todas las noches —dije ahogadamente. Esa admisión se sintió bien. De todos modos, estaba condenada. Había sellado mi destino. Ya nada importaba. No me atreví a levantar la vista para ver su disgusto, su enojo por haber recibido a alguien manchado—. Sabes —dije en voz baja—. Un hombre amable me ahorraría la humillación de tener que enfrentar a mi familia, vivir en vergüenza y simplemente matarme. —Tal vez un hombre amable —dijo en voz baja. Levanté los ojos, resignada. Una sonrisa aterradora se extendía en el rostro de Nino. Pero no llegaba a sus ojos. —Pero encontraré al hombre que te hizo esto y lo haré sentir el mismo terror que sentiste esa noche y un dolor como nada que jamás hubiera creído posible. Y con el tiempo, cuando lo haya estado rogando por mucho tiempo y cuando haya perdido la esperanza, le concederé la muerte.

Mi respiración quedó atascada en mi garganta. Simplemente lo miré. No podía hacer nada más. Estaba tranquilo al respecto, pero en la profundidad de sus ojos había algo oscuro y peligroso. No dirigido a mí. Y no me atreví a esperar que esto realmente pudiera ser verdad. —¿Y qué me harás a mí? No soy lo prometido. No soy virgen. Me miró casi como si hubiera dicho algo estúpido. —No me importa si eres virgen. Es un pequeño trozo de carne que es completamente inútil. Pero soy consciente de la importancia que tiene en la mente de tanta gente, incluso la tuya. —Entonces, ¿por qué estás furioso si no es porque alguien robó lo que querías para ti? —Porque alguien robó lo que no estabas dispuesta a dar —murmuró.

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Miré hacia otro lado porque las lágrimas estúpidas se reunieron en mis ojos. No entendía su reacción o a decir verdad a él. Había escuchado los rumores sobre Las Vegas, sobre cómo trataban a las mujeres que no pagaban sus deudas o disgustaban a Remo Falcone de alguna otra manera. Señalé las sábanas. —Es tradición. Mi familia espera ver sangre. —Tragué con fuerza—. Si me tomas a la fuerza, ¿sangraré? Él asintió, su expresión impasible. —Han pasado años para ti y solo tuviste relaciones sexuales unas cuantas veces, así que si uso suficiente fuerza, definitivamente sangrarás. Tus músculos vaginales están muy tensos por el miedo, y te desgarrarás cuando me obligue a entrar en ti hasta el final. Mi estómago se contrajo. Sonaba como un médico explicando los efectos físicos de sus acciones. Mis labios lucharon por formar las palabras que la racionalidad quería decir. —Entonces hazlo, de ese modo mi familia y la Famiglia obtendrán la sangre que esperan. Se inclinó hacia delante, con su hermoso y frío rostro tan cerca que podía ver las manchas oscuras en sus ojos grises. —Habrá sangre, no te preocupes.

Asentí y me moví para recostarme, pero él se levantó de la cama y se puso los calzoncillos. La confusión me llenó. —¿Pensé que tú…? Se metió en los pantalones y se abrochó el cinturón. No dijo nada hasta que estuvo vestido con su traje de boda negro otra vez y había atado sus cuchillos. —Encontraré al hombre que te violó y lo mataré como a un cerdo en estas sábanas. ¿Crees que será suficiente sangre para tu familia? Me atraganté, deslizándome de la cama, aferrando las mantas contra mi desnudez. —Eso significa la guerra. Luca nos matará a todos. Nino no dijo nada, pero se acercó. Me tensé, pero no retrocedí. Levantó la mano, y me estremecí. No me habían golpeado en años, no desde que mi padre, y más tarde el tío Durant, pero mi cuerpo todavía lo esperaba.

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—No voy a golpearte. —Abrí los ojos y miré su camisa blanca. Puso un solo dedo debajo de mi barbilla y levantó mi mirada. Su rostro frío me contempló, casi con curiosidad, como si fuera algo que él necesitaba entender—. ¿Quieres que tu tío viva? —No —admití. Y eso selló todos nuestros destinos.

Nino Dejé caer la mano y me acerqué al escritorio para recoger mi teléfono y luego lo llevé a mi oído. Remo contestó después del segundo timbre. —¿No deberías estar ocupado? —Necesito que vengas. —Supongo que no es porque quieres que te ayude a follar a tu esposa.

—No, no es eso. Silencio. —En dos minutos. Mejor que esto sea bueno. Elegí follarme a una camarera. Colgó, y como prometió, llamó dos minutos después. Abrí la puerta, y sus ojos oscuros fueron a algo más allá de mí. Retrocedí y él entró. Kiara retrocedió, las sábanas todavía aferradas a su cuerpo desnudo, su cara llorosa. Remo se volvió hacia mí con las cejas levantadas. —Eso fue rápido. Te das cuenta que no puedes devolverla una vez que la has abierto, ¿verdad? —Voy a matar a alguien. Y quería darte una advertencia justa. Su sonrisa torcida desapareció de su cara. Remo inclinó la cabeza. —Así que no estás pidiendo mi permiso. —No, no esta vez. Mataré a ese hombre y nada me detendrá.

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Remo miró a Kiara, y ella se sonrojó, intentando hacerse aún más pequeña. Sus hombros se derrumbaron, sus brazos envolvieron las sábanas más apretadas alrededor de su cuerpo. —¿Alguien la tuvo antes que tú pudieras? ¿Quieres cancelar todo? —Alguien la violó cuando era una niña. —Hice una pausa, respetando a mi esposa, que ahora miraba el suelo fijamente, temblando—. Y ella vendrá a Las Vegas conmigo. Ella alzó los ojos abiertos de par en par. —Su violador está entre los invitados. Es el esposo de la tía Criminella de Luca, lugarteniente de Pittsburgh —añadí. Remo necesitaba saber el alcance de nuestros problemas. —Lo sé. Levanté mis cejas. —¿Sabías? Se encogió de hombros y luego crujió su cuello, extendiendo las manos. —Entonces mejor afilaré mis cuchillos y cargaré mis armas. —Podríamos prevenir la guerra si le damos una advertencia a Luca.

—¿Pedirle permiso para encargarnos de vengarnos de alguien que atacó tu propiedad? —gruñó—. Nos dio menos de lo prometido y ¿crees que le debemos algo? —No preguntes, pero adviértele —dije. Me volví hacia Kiara, quien se había presionado contra la pared ante el arrebato de Remo—. Vístete. Su mirada se desplazó entre Remo y la puerta del baño donde él estaba parado. Remo entendió su expresión antes que yo. Se acercó a mí, lejos de la puerta del baño. Kiara agarró su bolso y corrió al baño rápidamente. Levanté mis cejas hacia él. —Tenía miedo de caminar junto a mí —dijo Remo encogiéndose de hombros. —Es temerosa. —¿No son todas iguales? —Sacó su teléfono—. Voy a llamar a Fabiano. Será mejor que Savio se quede con Adamo antes de que hagan que lo maten.

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—Vamos —dije y lo guie hacia el pasillo. Estaba desierto. Fabiano llegó unos minutos después, y entrecerró los ojos. —No me digas que mataste a la chica. Levanté una ceja. —No soy propenso a los arrebatos emocionales como Remo. —Tal vez fingiste tus emociones demasiado bien —murmuró Fabiano. —No lo hice. Kiara está viva y bien, teniendo en cuenta sus circunstancias. Fabiano lanzó una mirada a Remo. —Nino quiere derramar la sangre de su tío. Se la folló cuando era niña —dijo mi hermano. Fabiano hizo una mueca de lo que supuse que era de disgusto. —Matar a la familia de Luca no irá bien. —Luca lo mataría si no fuera de la familia. Vi la mirada que le dio al maldito cabrón. Y el tipo ni siquiera es de la sangre de Luca. Solo está casado con la tía de Luca.

—Es uno de sus hombres. Él insistirá en repartir el castigo por sí mismo. —No —dije—. Castigó al primo de Aria solo por mirarla lascivamente en el territorio de la Organización. Él entenderá que también necesito matar a su tío personalmente. Fabiano consideró mis palabras. —Tal vez. Pero no es un buen comienzo para esta unión- —Me evaluó—. Pero veo que lo harás sin importar lo que diga, así que iré a buscar a Luca e intentaré controlar los daños. Tal vez todavía no se ha ido a su mansión. —Fabiano hizo una pausa—. ¿A dónde llevarás al imbécil? —Lo resolveré en mis sábanas matrimoniales —le dije, y mi boca se alzó en una sonrisa. Fabiano suspiró, giró sobre sus talones y fue en busca del Capo de la Famiglia. —¿Listo para recoger tu cita de la noche? —preguntó Remo con una risa. Intenté descifrar a qué se refería con eso.

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—Supongo que vas a follártelo con tu cuchillo. —Miré fijamente hacia la hoja en mi funda. Asentí lentamente. —Me voy a tomar mi tiempo rompiéndolo, en cuerpo y mente. —Espero que me dejes entrar en la diversión. Incliné la cabeza. No sería razonable impedir que Remo participe. Conocía cada punto en un cuerpo que traía agonía, pero Remo sabía cómo romperlos con los juegos mentales. Ambos eran más efectivos si se aplicaban en combinación. —Vamos —dije, y Remo me dejó guiar porque esta era mi cruzada. Manteniéndonos en las sombras, encontramos a Durant en los jardines con su esposa, riendo a carcajadas y agarrando una copa de vino en su mano. —Espero que no esté borracho —murmuró Remo—. No quiero que se pierda la noche de su vida. —Lo mantendremos sobrio —dije en voz baja a medida que lo evaluaba. Era un hombre alto, de hombros anchos, pero tenía una panza que me decía que había pasado mucho tiempo desde que había luchado. No es que importara.

Remo resopló. —Follarse a una niña. Eso hasta me da escalofríos. Espero que no sea uno de los que se desmayan rápidamente. —Nos aseguraremos que esté despierto. —Quería que disfrutara cada segundo de sus últimas horas. Fabiano se detuvo a un lado, junto al bufé, con Luca. Y no fue difícil leer las emociones del Capo. Estaba furioso. —Vamos —le dije a Remo—. Agarremos a Durant. No necesitó más estímulo. Aferré mi cuchillo Bowie, mis dedos curvándose alrededor del mango de madera lisa, mientras Remo y yo nos movíamos a lo largo de los límites de la fiesta. La mayoría de las personas que todavía estaban alrededor estaban ebrias. Al momento en que Durant nos vio a mí y a mi hermano, sus ojos se abrieron por completo. Dejó caer la copa y se dio la vuelta, huyendo de la fiesta y dejando a su esposa parada allí con una expresión de asombro. Remo suspiró.

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—¿Por qué siempre piensan que pueden escapar? Comencé a correr y vi a Durant tropezando en la pendiente conduciendo al agua. Tal vez esperaba poder alcanzar uno de los barcos y escapar. Cuando llegué a un buen lugar, me detuve y arrojé mi cuchillo. La hoja de Damasco resplandeció magníficamente a la luz de la luna antes de empalarse en la pantorrilla de Durant. Su grito desgarrador fue un buen comienzo para la noche. No habría gritos de placer esta noche. Solo agonía. Durant cayó de rodillas, aferrándose a su pantorrilla. —Bien —reconoció Remo cuando se detuvo a mi lado. Avanzamos por la colina lentamente mientras Durant se ponía de pie y trataba de cojear hacia el bote más cercano, pero no podía poner ninguna presión sobre su pierna lesionada. Debería haber sacado el cuchillo; aunque eso le habría ayudado a moverse más rápido o le habría hecho sangrar rápidamente. Ambos habrían sido mejores resultados que lo que le esperaba bajo las manos de Remo y yo. Lo alcanzamos y Remo caminó para enfrentarlo. —¿Por qué te vas? La diversión está a punto de comenzar.

Durant dio un paso atrás. Pateé sus piernas para que así cayera de rodillas. Alcancé el cuchillo y lo retorcí. Gritó, sus ojos volando para encontrarse con los míos. —Cualquier cosa que te haya dicho, la muy puta te mintió. —¿Cómo sabes que se trata de Kiara? —preguntó Remo en voz baja—. Tal vez simplemente no soporto tu cara. Nino y yo hemos matado por menos. La mirada de Durant se desplazó entre mi hermano y yo, recuperando la respiración. El terror comenzó a llenar sus venas como veneno. Conocía los signos reveladores. Esto era solo el principio. Me incliné hacia abajo, mi boca curvándose. —Pronto estarás admitiéndolo, y antes de que salga el sol, le pedirás perdón a Kiara, créeme. Retorciendo el cuchillo otra vez, lo dejé clavado en su pierna. Le di a Remo una señal y alzamos a Durant para que se pusiera de pie, agarrando sus brazos.

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Mientras lo arrastrábamos de regreso a la casa, Luca y Fabiano se interpusieron en nuestro camino. Luca contempló a su tío sin ninguna emoción. —Este es mi territorio, y Durant es parte de la Famiglia. Me encontré con su mirada. —Eso es cierto, pero seré yo quien lo desgarre. ¿O me estás diciendo que habrías actuado de manera diferente si alguien hubiera deshonrado a Aria antes de su noche de bodas? Luca sonrió engreído. —Habría matado a todos los que me hubieran impedido castigarlo. —Luego su expresión se endureció—. Necesito ver a Kiara antes de que pueda permitirte empezar… —Sus ojos se lanzaron al cuchillo en la pantorrilla de Durant—… o continuar. —Luca —comenzó Durant, pero Remo sacudió su brazo, haciendo que las palabras murieran en un grito. —Continuaremos, Luca, pero, por supuesto, puedes hablar rápidamente con mi esposa si ella está de acuerdo. La boca de Luca se tensó, pero asintió bruscamente. Nos siguió a medida que arrastrábamos a Durant hacia la mansión. Algunas personas habían visto la escena y

observaban abiertamente. Matteo corrió hacia nosotros, pero Romero se quedó atrás con las hermanas Scuderi. —Sabía que este día terminaría en una puta boda sangrienta —murmuró Matteo después que Luca lo hubiera informado con los detalles—. Por supuesto, esperaba que me diera la oportunidad de clavar mi cuchillo en uno de los cabrones Falcone. —Lo mismo digo —dijo Remo con una sonrisa peligrosa. No paramos y al pasar por el patio, Giulia nos vio. Se apartó de su esposo Cassio y corrió hacia nosotros cuando entramos en el vestíbulo. —Deberías irte —le dijo Luca con firmeza. Ella se interpuso en nuestro camino y fulminó a Durant. —Esta noche finalmente obtendrás lo que mereces por lo que le hiciste a Kiara. —Luego, se encontró con mi mirada—. Haz que pague. —Oh, lo haré.

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Cassio llegó y atrajo a su esposa de vuelta. Miró a Luca, apoyando la mano en su arma. —¿Necesitas ayuda? —No —respondió Luca—. Esto es un asunto de la Camorra. Incliné la cabeza, sorprendido por su respuesta. Cuando entramos en el dormitorio principal, Kiara se paraba frente a la ventana, vestida con pantalones y un suéter grueso. Palideció cuando vio a su tío y retrocedió, chocando contra la pared. Remo y yo soltamos a su tío en el suelo. —¿Qué les dijiste, puta traidora? —gruñó. Saqué el cuchillo de su pantorrilla con un fuerte giro mientras me inclinaba sobre él y le metí el puño en la garganta para silenciarlo. Cayó hacia adelante balbuceando. Kiara miró la escena con los ojos completamente abiertos. Luca dio unos pasos hacia Kiara, pero ella se estremeció, todavía paralizada por su terror. Así que le bloqueé el camino. —Desafortunadamente, no puedo permitir que te acerques más a mi esposa. Luca frunció el ceño, pero asintió.

—Es tuya. —Después le habló a Kiara—. Solo puedo permitir que Nino castigue a Durant si sé que se lo merece. Kiara envolvió sus brazos alrededor de su pecho, tragando con fuerza a medida que echaba un vistazo a su tío y luego apartaba la vista. Por un momento no dijo nada, pero comenzó a temblar. —Tenía trece —susurró, después soltó un sollozo roto. Sus ojos oscuros se encontraron con los de Luca, y cualquier cosa que hubiera visto en su rostro lo convenció porque su expresión se tornó de piedra mientras apuntaba su mirada a Durant. —Estás sujeto al juicio de la Camorra, tío. —Sus labios se curvaron en una sonrisa que no era diferente por la que Remo era reconocido—. Te diría que esperes misericordia, pero sabemos que no recibirás nada de Nino y Remo. ¿Misericordia? No. Durant tosió, todavía intentando recuperar su voz después de mi puñetazo en la garganta.

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—Luca, soy tu familia. Luca se burló. —Eres un maldito violador. Tú no eres mi familia. —Luca miró de Kiara a Durant y luego a mí—. No manches el techo y las paredes de sangre. Es un dolor en el culo pintarlos. —¡Luca! ¡No puedes hacer eso! —suplicó Durant. Cayó hacia delante y aferró los pies de Luca—. Te lo ruego. Luca entrecerró los ojos. —Suéltame. —Cuando Durant no lo hizo, Luca lo agarró por el cuello y lo arrojó lejos de sí mismo. Durant se puso de pie con un respingo, y yo me interpuse en su camino. Matteo entró y le tendió a Remo una cuerda, quien la tomó con una sonrisa torcida. Después el Consigliere de la Famiglia se fue. Luca también se fue, pero antes de cerrar la puerta, dijo: —No molesten a los vecinos con sus gritos y no le hagan comer su polla. Quiero presentarlo con las sábanas por la mañana para enviar un mensaje a mis hombres.

—No te preocupes, hay muchas partes de su cuerpo que podemos darle — dijo Remo—. Sus bolas también podrían funcionar. Luca cerró la puerta. Durant miró a Kiara, que estaba sentada congelada en el sofá junto a la cama. —Por favor, Kiara. Golpeé mi puño contra su boca. Cayó hacia atrás, gritando con voz ronca. —No vas a dirigirte a ella. No vas a mirarla, a menos que ella te dé permiso. Durant acunó su boca sangrando, gimiendo y llorando. —Si esto ya te hace llorar, la noche no será fácil para ti —dijo Remo, sacando su cuchillo. Luego se echó a reír. —¿Quieres mi ayuda? —preguntó Fabiano. Ya se había arremangado y siempre era un activo útil cuando se trataba de torturar, pero esta noche Remo y yo nos encargaríamos de esto.

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—No. Pregúntele al médico de la Famiglia si tienen transfusiones. No quiero que muera demasiado pronto —le dije. Fabiano salió corriendo de inmediato. Durant se arrastró hacia atrás a medida que yo avanzaba. Lo agarré y lo empujé hacia la cama. Intentó bajarse, pero lo empujé hacia abajo y le di un puñetazo en sus bolas. Gritó y me incliné sobre él, mirando sus ojos llenos de dolor y terror mientras metía un calcetín en su boca. —Tus gritos no serán escuchados, así como los de Kiara no lo fueron cuando metiste tu asquerosa polla a la fuerza en ella. —Le mostré mi cuchillo y murmuré—: Voy a meter mi cuchillo en cada maldito centímetro de tu cuerpo. Espero que lo disfrutes tanto como yo lo haré. Le hice un gesto a Remo y él se adelantó con una cuerda. Atamos a Durant con los brazos y piernas extendidos a los lados. Empujándome de la cama, comencé a desabrocharme la camisa y me quité la camisa. Remo también se quitó la camisa. No tenía sentido arruinar nuestras camisas blancas. —¿Quieres que ella se quede? Le di una mirada a Kiara, quien no se había movido del sofá, con los ojos abiertos de par en par a medida que contemplaba a su tío. —Puedes irte —le dije a ella.

—Ve a mi habitación —dijo Remo—. Puedes dormir allí. Estaré demasiado irritado después de esto para dormir. Ella parpadeó una vez y luego hizo un pequeño asentimiento, pero aun así no se movió. Tal vez necesitaba mirar. Me volví hacia su tío. —Primero, voy a romper cada uno de tus dedos —le expliqué—. Unos dedos que se atrevieron a tocar lo que no debían sin permiso. —Asentí hacia Remo. Agarré la mano izquierda de Durant y Remo agarró su mano derecha—. Esto será doloroso. Pero no te preocupes, te acostumbrarás al dolor. Cuando eso suceda, me aseguraré de ser un poco más duro contigo.

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7 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

Me estremecí cada vez que los gritos ahogados de mi tío sonaban mientras Remo y Nino rompían cada uno de sus dedos. Sin embargo, mis ojos no estaban en mi tío, sino en la cara de mi marido. Su expresión era aguda y atenta a medida que observaba a mi tío como si estuviera realizando un experimento interesante.

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Luego, comenzaron a cortar su ropa, cortando su piel una y otra vez en el proceso. Me puse de pie bruscamente. No podía ver esto, no podía verlo desnudo, ya no podía escuchar sus gritos ahogados. Nino me miró y evitó que su hermano le quitara la ropa interior a mi tío. Nino avanzó hacia mí. —¿Quieres escuchar lo que tiene que decir antes de irte? No estaba segura, pero di un pequeño asentimiento. Nino regresó y sacó el calcetín de la boca de mi tío. —Lo siento —murmuró Durant—. Por favor, perdóname. —Sus ojos me suplicaban. Nino me observó con fríos ojos grises, sin emociones, a pesar de lo que le había estado haciendo a mi tío. —¿Lo perdonas? ¿Podría perdonarlo? ¿Puedes perdonar a alguien por haber destruido tu infancia? ¿Por arrancarte tu inocencia? ¿Perder la confianza infantil en tu familia de la peor manera posible? —No —respondí.

Nino metió el calcetín en la boca de Durant. Tuve que irme cuando Nino puso el cuchillo en el pecho de mi tío. Cerré la puerta y tomé una respiración temblorosa, luego me puse rígida cuando noté que Fabiano se dirigía hacia mí, llevando bolsas de transfusión. Me moví hacia un lado para que él pudiera entrar, pero regresó un momento después con los brazos vacíos. —Voy a llevarte a la habitación de Remo. Nino se unirá a ti más tarde. No dije nada, solo observé al hombre alto y rubio. Caminamos en silencio, y cuando entré en la habitación de Remo, él me dejó sola. Me acerqué a la cama y me metí debajo de las mantas, mirando hacia la oscuridad fijamente. La cama se sintió demasiado pesada con los recuerdos del pasado, incluso si no era la misma cama donde había ocurrido. Saliendo de la cama, me acurruqué en uno de los sillones, sin molestarme con una manta. Mucho más tarde, la puerta se abrió con un crujido. Cuando la luz se derramó desde el pasillo, pude ver a Nino vestido con su traje de boda. Luego cerró la puerta, bañándonos en la oscuridad. Se detuvo a medio camino de la cama. —Puedes dormir en la cama. Remo no va a necesitarla esta noche. Es nuestra.

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Tragué con fuerza. —No he dormido en una cama en años. —¿Por qué? —No había ningún juicio en su voz, solo una leve curiosidad. —Porque ahí es donde sucedió —contesté ahogadamente. —Al final rogó la muerte, si te sirve de consuelo. Me quedé sin aliento. ¿Servía? No debería haberlo hecho, pero parte de mí se sintió consolada. —Gracias —susurré. —El poder que aún tiene sobre ti… eso es algo que debes romper tu sola. Me puse de pie y caminé lentamente hacia la cama. Bajo la tenue luz solo podía distinguir la alta figura de Nino, pero tenía la sensación de que me estaba mirando. Me acosté y me cubrí con la manta. La sombra de Nino se movió y pude escuchar la ropa crujiendo. Estaba quitándose su traje. Los remanentes de miedo hicieron que mi respiración cambiara. Quizás siempre sería así. ¿Lo intentaría de nuevo? Después de todo, era su esposa.

—Deberías intentar dormir —dijo en ese calmado tono suyo a medida que se deslizaba bajo las sábanas. No se acercó lo suficiente como para que nos tocáramos. —No puedo. —Las pesadillas no se detendrán porque está muerto —dijo, y sabía que tenía razón, pero era inquietante que él lo supiera. Lo habían llamado genio, tan retorcido y peligroso como era inteligente. Y me di cuenta que era todo eso y más. Monstruoso. Cada corte que le había infligido al tío Durant en mi presencia hablaba de precisión clínica, de años de práctica, y sabía que lo que vino después de que me hubiera ido había sido peor. Al final rogó la muerte. —Pero nunca volverá a hacerte daño, y nadie más lo hará —añadió como si estuviera planteando un juramento. Debido al sangriento mensaje que envió hoy. —¿Qué hay de ti? —pregunté. Silencio—. ¿Me harás daño?

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Se movió y la cama se sacudió bajo su peso. Contuve el aliento antes de que pudiera detenerme. Incluso en la oscuridad, podía verlo volverse hacia mí. —Tampoco te haré daño. Al menos, físicamente. —¿Pero abusarás de mí mentalmente? —pregunté. —No. No intencionalmente. —Hizo una pausa—. Pero no siento. —¿No sientes qué? ¿Lástima? ¿Misericordia? —No siento. Intenté entender lo que quería decir. —¿No sientes emociones? —No desde que era un niño. —Hizo una pausa—. No como la gente suele hacerlo. Es difícil de explicar. Un sociópata. Así se les decía a las personas como él. —Las reconozco y puedo simularlas de una manera satisfactoria si quiero, pero no las siento.

No estaba segura de qué decir. Tal vez su admisión debería haberme asustado. —Entonces, ¿qué significa eso para nosotros? —Eso significa que nunca actuaré con base a ira, miedo o tristeza, pero… —Pero tampoco con amor o afecto —terminé. Me pregunté por qué había matado a mi tío si no fue por ira. ¿Era hábito? ¿Porque así se manejaban las cosas en Las Vegas? Incluso en Nueva York, cualquier mafioso habría matado al hombre que había deshonrado a su novia. —Así es. No necesitaba amor mientras supiera que estaba a salvo de él. Además, había estado sin verdadero afecto durante años. Podía vivir con eso. —¿Qué hay del deseo? —Esa no es una emoción. Es un impulso animal. Y básicamente los humanos son animales.

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No tan a salvo después de todo. —Así que actúas con base al deseo. —El miedo estaba una vez más en mi voz, y mi cuerpo se congeló con eso. En la oscuridad pude ver el ligero movimiento de su rostro. —Sí. Y para ser sincero, deseo tu cuerpo. Allí estaba. Mi pulso se aceleró, y pude sentir una nueva ola de pánico comenzar a subir. —Pero no voy a actuar con base a eso. —¿No lo harás? —En algún momento podría ser necesario que produzcamos descendencia, pero hasta entonces puedo buscar a otras mujeres para que se encarguen de mis necesidades… ¿si es lo que prefieres? Tan clínico y sin emociones. —Sí —dije, aliviada de que él hubiera sugerido algo así. Podía haber llorado de alivio. Él no dijo nada. Para él esto estaba resuelto. Cerré mis ojos. Sentí como si me hubieran quitado un peso del pecho y pudiera respirar libremente de nuevo.

Luché contra él, intenté empujarlo, pero era demasiado fuerte. Jadeando, desperté y me asusté porque algo me estaba deteniendo. Luché más fuerte, el terror arañando mi pecho. Solo uno de mis brazos estaba libre. Lo agité. Una mano firme atrapó mi muñeca, y solté un sonido ahogado. Las luces se encendieron entonces, y parpadeé contra el brillo. —Tranquilízate, Kiara. Estás enredada en las sábanas. Me tomó un momento darme cuenta quién estaba hablando, quién me sujetaba la muñeca. La cara de Nino se enfocó por encima de mí, y me estremecí contra la almohada. Tiré de la muñeca que sostenía y me soltó. —Déjame ayudarte. —Me alcanzó y me puse rígida, observando su mano. Agarró las sábanas y tiró. Se soltaron y quedé libre. Aspiré profundamente.

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Su cabello estaba despeinado y, al no estar peinado hacia atrás o en una corta coleta, parecía más humano, casi accesible. Por supuesto, eso cambió al momento en que mis ojos se hundieron debajo de su garganta, donde comenzaban sus tatuajes. Casi cada centímetro de su torso estaba cubierto con ellos. Apenas tocaban su cuello de modo que no eran visibles si llevaba una camisa. Los tatuajes serpenteaban sobre su hombro en su espalda y bajaban a sus brazos, alcanzando sus muñecas como mangas. No ocultaban el contorno acerado de los músculos o las cicatrices levantadas. Tragué con fuerza y me incorporé. Mi piel estaba resbaladiza por la transpiración, pero me estremecí. —No estoy acostumbrada a tanto espacio. La tumbona en la que dormía no me permitía moverme lo suficiente como para enredarme así. Nino todavía estaba apoyado en un brazo. Su mirada se arrastró sobre mi cara, y me hizo estar muy consciente de nuestra proximidad y la forma ruda en que lo desperté. Debe haberse dado cuenta qué tipo de trato pésimo había conseguido ahora. No era nada como el premio prometido. No podía reclamarme, y le quitaba el sueño. —Soy un desastre —susurré—. Al menos, no tienes que preocuparte por que otros hombres se metan conmigo.

—No estoy preocupado por eso —dijo en voz baja. Incliné la cabeza. —¿Has descubierto que tienes un premio defectuoso? —¿Defectuoso? —preguntó. Me hice un gesto a mí misma. —Roto. No soy lo prometido. Deberías devolverme. Nino se sentó y nos acercó. Me obligué a permanecer quieta, pero mi cuerpo se tensó. Sus ojos parpadearon sobre mí, tal vez notando mi reacción, pero no retrocedió. —Me prometieron a una mujer Vitiello en matrimonio. Una mujer con belleza y gracia. Diría que cumples mis requisitos. Me quedé mirándolo. —¿Piensas que soy hermosa?

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—Pensarlo sugeriría que nace de mi imaginación, pero tu belleza es un hecho. Y la razón por la que no me preocupa que los hombres se metan contigo es porque ahora eres una Falcone, mi esposa, y en Las Vegas nadie va en contra de nosotros. Tragué más fuerte. —¿La oscuridad tiene poder sobre ti porque él se acercó de noche por ti? Asentí, seguido de otro trago duro. —Tus noches son seguras. Ahora estás a salvo, Kiara. Incluso en la oscuridad no hay nada que temer, nadie, porque estoy aquí y ellos tendrán que atravesarme. Y nadie ha ganado nunca contra mí. Soy la cosa más peligrosa en la oscuridad, pero no tienes que temerme. Bajé los ojos, sin entender. —¿Por qué? —¿Por qué, qué? —¿Por qué no tengo que temerte? Eres un Falcone. —Lo soy. Y mis hermanos y yo nos protegemos mutuamente porque somos familia, y protegemos a Fabiano porque lo hicimos parte de la familia, y ahora te

protegeremos porque eres mi esposa y eso también te hace familia. Eso es lo que se supone que es la familia, ¿no crees? Lo miré con una sonrisa temblorosa. —¿Así es como tu familia te crio? ¿Cómo te crio tu padre? Porque mi padre me golpeaba y mató a mi madre en un intento de salvar su propia vida. Mi tía Egidia y el tío Felix me trataban como una carga y una paria porque mi padre era un traidor, y mi tío Durant, él… él… —Todavía no podía decirlo. —Mi padre y mi madre nunca fueron familia. Eran sangre, y nada más. Mis hermanos y yo somos sangre, pero también decidimos ser más, ser una unidad. Somos sangre y familia elegida. Y protegemos a la familia. —Su expresión era más animada de lo que nunca la había visto, y me pregunté si se habría dado cuenta… si en realidad era tan insensible como decía ser—. Si eliges ser un Falcone, si eliges ser nuestra familia, si eliges ser mía no solo en papel y porque es tu deber, entonces te protegeremos. —¿Qué tengo que hacer para ser familia? ¿Ser tuya?

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—Ser leal. Ser confiable. Olvídate de tu familia de sangre y de Nueva York. Corta los lazos que te atan a ellos y conviértete en un Falcone. Somos nosotros contra el resto. Siempre será así. —Puedo hacer eso. —Nada en Nueva York me estaba frenando. La única persona que me importaba y quién se preocupaba por mí era Giulia, y apenas nos veíamos porque ahora vivía en Filadelfia y yo vivía en Baltimore con sus padres. Además, tenía que cuidar a los hijos de Cassio. Asintió y se recostó en la cama. —Ahora intenta dormir. Me recosté de lado y Nino apagó las luces. Como siempre, mi cuerpo se congeló del miedo en la oscuridad. Me concentré en la respiración tranquila de Nino. Estaba demasiado lejos para que yo sintiera el calor de su cuerpo, pero lo escuchaba. No estaba dormido. No sé por qué lo sabía, solo lo sabía. Cerré los ojos y conté sus respiraciones hasta que el sueño me derribó.

Nino

La respiración de Kiara se mantuvo tensa durante mucho tiempo después de su pesadilla. Sabía que estaba intentando hacerme creer que se había quedado dormida, y le permití pensar que estaba teniendo éxito. Era curioso la frecuencia con que las personas se olvidaban de los pequeños detalles cuando se trataba de su lenguaje corporal. Respirar dormido tenía una cualidad diferente que cuando estabas despierto, especialmente si tus momentos de vigilia estaban llenos de miedo. El miedo de los demás era algo a lo que estaba acostumbrado; las personas me temían por mi nombre y mi tatuaje de la Camorra. Incluso si no me conocían, me temían porque me veían en la jaula o porque se daban cuenta que no sentía. A la mayoría de las personas les desconcertaba profundamente una vez que se daban cuenta que mi expresión en blanco no era forzada. Venía de forma natural. Kiara se sacudió ligeramente. Ahora estaba dormida, pero ni mi mente ni mi cuerpo ansiaban dormir. Por lo general, no tenía problemas para dormir después de torturar a alguien. No me aceleraba el pulso ni me hacía hervir la sangre y, sin embargo, esta vez había una inquietud subyacente en mis extremidades cuando me acosté junto a Kiara.

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No estaba seguro por qué había reaccionado tan fuertemente. Tal vez era que, como mi esposa, me sentía obligado a protegerla. Al final salí de la cama y dejé la habitación. Estaba tranquilo en la casa y los jardines a esta hora. La gente había abandonado la fiesta mientras Remo y yo habíamos estado ocupados con Durant. Supuse que Luca les había aconsejado encarecidamente que se fueran. La oscuridad nunca había albergado horrores para mí como lo hacía para Kiara. Por el contrario, disfrutaba de su tranquilidad serena. Bajé las escaleras y seguí una ligera brisa hacia las ventanas francesas. Como era de esperar, Remo también estaba despierto. Se paraba en la cima de la colina y veía hacia el océano. No se había molestado en vestirse con pantalones o una camisa después de que hubiéramos terminado con Durant. Solo llevaba sus calzoncillos. Su cuerpo se tensó brevemente al acercarme, pero luego sus músculos se aflojaron. Me detuve a su lado, pero él no se volvió para mirarme. El olor a cobre inundó mi nariz, y mis ojos se arrastraron por su cuerpo. Incluso a la tenue luz de la luna, era obvio que aún no se había molestado en lavarse. —¿Por qué sigues cubierto en su sangre? —pregunté con curiosidad. —¿Cuándo ha habido un día sin sangre en nuestras vidas? —Me devolvió mis palabras anteriores. Fruncí el ceño. Remo estaba de un humor extraño.

—¿Sabes qué día es hoy? —25 de abril —respondí, pero sabía que no era adónde iba con sus palabras. Volvió la cabeza y su expresión habría enviado a la mayoría de las personas a correr. —Es su maldito cumpleaños. —Lo sé. —Justo en este momento está tomando una jodida respiración, una respiración que no debería estar tomando. Ella debería arder en el infierno. Mi pecho se apretó como ocasionalmente lo hacía cuando Remo se sentía obligado a mencionar a nuestra madre. —Aún podemos matarla —comenté. Remo apretó sus manos en puños. —Sí. Podríamos. —Sus ojos me evaluaron—. Han pasado catorce años de mierda y ella sigue respirando.

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—Podríamos pedirle a Fabiano que lo haga. Él lo entendería. —No —gruñó Remo—. Ese día queda entre nosotros. Y si alguien mata a nuestra madre, seremos nosotros. Juntos. —Extendió la mano, mostrando su tatuaje de la Camorra. Asentí y agarré su antebrazo cuando él agarró el mío. —Iría a través del maldito fuego por ti. —Ya lo hiciste, Remo —dije. Soltó mi brazo y respiró hondo. —El olor a sangre siempre me recuerda ese día. ¿No es eso un poco irónico teniendo en cuenta la cantidad de sangre que hemos derramado a lo largo de los años? Uno pensaría que eso se las arreglaría para ahogar ese maldito día. —Algunas cosas siempre se quedan contigo —dije. Remo asintió. —Al estar aquí, asumo que no te follaste a tu esposa. —Su pasado también se quedó con ella. Matar a su tío no cambió eso.

—¿Matar a nuestra madre cambiaría las cosas para nosotros? —preguntó en voz baja. Consideré eso, pero por una vez no supe la respuesta. —No lo sé.

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8 Nino Traducido por LizC Corregido por Bella’

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Como siempre, desperté alrededor de las seis de la mañana, de espaldas, mirando al techo. Había dormido unas dos horas, lo cual no era mucho peor que mi promedio nocturno. Volví la cabeza hacia el sonido de una respiración suave. Kiara estaba acurrucada en sí misma, su cara oculta bajo su ondulado cabello castaño oscuro. Después de su pesadilla, había dormido profundamente, y una vez que regresé a la habitación después de mi conversación con Remo, también encontré el sueño rápidamente. No tuve problemas para dormir a su lado, incluso si hubieran pasado años desde que había compartido la cama con alguien; en aquel entonces había sido con mis hermanos porque solo teníamos dos camas. Me senté, con ganas de preparar todo para la presentación de las sábanas… y Durant. Kiara se despertó bruscamente, con los ojos muy abiertos y aterrorizados cuando se enfocaron en mí. Su cuerpo se tensó con más fuerza antes de tragar visiblemente y finalmente relajarse. —Lo siento. —¿Por qué? —pregunté. Decía lo siento muy a menudo por las reacciones naturales de su cuerpo. No estaba seguro por qué pensaba que su miedo me ofendería. Después de lo que le había pasado, y considerando quién era yo, era natural que reaccionara como lo hacía. Matar a su tío y no reclamar su cuerpo no cambiaría eso. No dijo nada, y no pude leer su expresión. Bajé las piernas de la cama y me puse de pie.

Kiara jadeó detrás de mí. La miré por encima del hombro. Estaba desnudo porque prefería dormir sin ropa. —Voy a darme una ducha. ¿Te molesta mi desnudez? Movió la cabeza en una mezcla nerviosa entre un asentimiento y una sacudida, mirando hacia las mantas. —¿Eso es un sí o un no? —Eres mi esposo. —Lo soy. Pero eso no responde a mi pregunta. —Me volví, completamente frente a ella, para intentar forzar una reacción más fuerte. Tragó con fuerza, sus mejillas tornándose rojas. —No me molesta. Entrecerré los ojos. —Ser digno de confianza significa no mentir, Kiara.

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Sus ojos se posaron en mi cara bruscamente y frunció los labios en… ¿frustración? —Bien. Mentí. Me molesta mucho. Me asustas cuando estás desnudo. ¿Feliz? —No puedo ver cómo eso me haría feliz. Sacudió su cabeza. Luego sus ojos se dirigieron a mi área de la ingle, y se tensó de nuevo y miró hacia otro lado. —Mi desnudez no supone un riesgo para ti. No me hace más peligroso ni la ropa te ofrece ningún tipo de protección. Es una cuestión de fuerza física, no de capas de ropa. Mis palabras no tuvieron el efecto deseado. Solo desplomó sus hombros, haciéndose más pequeña. Temor. No estaba seguro de cómo manejarme con ella. Mi falta de emociones nunca había sido un gran problema al tratar con mis hermanos o Fabiano; no se ofendían fácilmente, y eran aún más difícil de asustar. Con otros, mi falta de emociones había sido un activo útil. —Kiara —suavicé mi voz, algo que nunca antes había hecho. Sus ojos color avellana parpadearon hasta mi cara—. Soy más fuerte que tú. Eso es un hecho. Si quisiera lastimarte, nada me detendría. Eso también es un hecho. Pero como te dije, no tengo intención de lastimarte. Estar desnudo no cambia eso de ninguna manera.

Ni tampoco tú estando desnuda a mi alrededor puede cambiarlo. Soy más que capaz de controlar mis impulsos como cualquier otro hombre lo haría. —Mi tío —murmuró. —Tu tío no quería controlar sus impulsos, y por eso lo pagó con su vida. — Para mí, el tema estaba resuelto, así que me di la vuelta y me dirigí a la ducha.

Cuando los dos estuvimos vestidos, comprobé la hora. Eran solo las siete y media. Todavía temprano. —¿Por qué no nos dirigimos al desayuno antes de la presentación de las sábanas? Los ojos de Kiara se abrieron por completo. —¿Qué sábanas?

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—Las sábanas en las que tu tío se desangró —contesté. —Todos se darán cuenta de lo que me pasó —susurró, con una expresión constreñida. —¿Te avergüenzas? —pregunté, porque todavía tenía problemas para leer su cara y sus ojos. Me tomaría un tiempo vincular sus expresiones faciales con las emociones apropiadas. Soltó una carcajada y tragó con fuerza. —Por supuesto que sí. —No tienes de qué avergonzarte. No hiciste nada malo. No te conviertas en el agresor cuando fuiste la víctima. Sacudió la cabeza hacia mí, con los ojos muy abiertos. —No entiendes. Sin importar que él me haya hecho esto, ellos me culparán. De alguna manera las víctimas siempre terminan siendo tratadas como cómplices. Eres un hombre. No entiendes. Su voz y sus palabras me hicieron darme cuenta que la emoción que mostraba su rostro era ira.

—No se trata de ser un hombre. Es un hecho que no hiciste nada malo. Te forzó. —¿No lo entiendes? Soy mujer. Soy culpable por defecto. Siempre es así. Ellos dirán que lo pedí. Una sonrisa significa que estoy coqueteando. Una buena palabra significa que lo estoy pidiendo. La ropa reveladora significa que estoy invitando a tocar. Eso es un hecho, Nino. La miré, sorprendido por su vehemencia. Las mujeres con las que tratamos mis hermanos y yo no eran propensas a las remontadas verbales, pero Kiara era inteligente y elocuente, y podía defenderse si superaba su miedo hacia mí y a los hombres en general. —Si te sientes avergonzada, si les permites que te hagan sentir así, cimentas su ignorancia. Combátelo.

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—Luché una vez en mi vida, ¡y eso solo hizo que me lastimara más! —gritó. Tragó de nuevo. Supuse que era su intento de controlar sus emociones, de detener sus lágrimas, pero de todos modos se habían reunido en sus ojos. Tal vez debería haber prolongado la tortura de su tío durante unos días, pero se suponía que hoy íbamos a regresar a Las Vegas. Sus ojos parpadearon sobre mi cara, y se puso rígida—. Lo siento. Incliné la cabeza. —¿Por qué? —Por gritarte. No debí hacer eso, no debería provocarte. —¿Provocarme? Me frunció el ceño. Mis palabras parecían tener tan poco sentido para ella como sus palabras tenían poco sentido para mí. Envolvió sus brazos alrededor de su pecho en un gesto protector. ¿Estaba asustada de mi reacción? —Expresar tu opinión no me provoca, Kiara. Y como dije, no actúo con base a la ira. No tienes que ser sumisa. No me sentiré atacado si me enfrentas así. Soy consciente de mi estatus y poder, y no necesito tu sumisión o adulación. El ceño fruncido se profundizó, pero dejó caer los brazos. Sus pechos presionaron deliciosamente contra su camiseta cuando lo hizo, pero desplacé mi mirada hacia su cara. Otro pensamiento cruzó mi mente, algo que no había considerado antes.

—Cuando fue a por ti, debe haber habido sangre en las sábanas. Ella palideció. —Así fue. Cada. Vez. —¿Por qué las criadas que limpiaban tus sábanas no alertaron a tus guardianes? Tu tío Felix habría actuado si Durant te hubiera deshonrado bajo su techo. Es lo que dicta el honor. Estaba luchando consigo misma visiblemente, así que le di unos minutos para que formara una respuesta. —Le pagó a una de las criadas para que se encargara de lavar las sábanas y a mí después de… después de terminar conmigo. Sin una decisión consciente, tomé su hombro, sabiendo que muchas personas encontraban consuelo en la cercanía física. Su cuerpo era agradable de mirar y se sentía bien al tacto. No se inmutó. Tragó con fuerza una vez más y me dio una sonrisa pequeña. —¿Cómo se llama?

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—¿La criada? Asentí. Kiara vaciló, sus ojos estudiando mi cara, pero lo que sea que quisiera ver, no estaba allí. —¿Por qué quieres saber? —¿Cómo se llama? —repetí la pregunta, pero hice que mi voz sonara más dominante. Como era de esperar, cedió al dominio. Había sido educada para obedecer. —Dorma. Trabaja para el tío Felix y la tía Egidia. —Sus ojos se abrieron de par en par—. ¿Qué vas a hacer con ella? —No voy a hacer nada —respondí sinceramente, y ella se relajó. Remo lo haría. Extendí mi mano—. Ven. Vamos a comer algo. —Después de un momento de vacilación, deslizó su mano en la mía. Mis hermanos, Kiara y yo, y Fabiano y Leona fuimos los únicos que pasamos la noche en la mansión, pero se suponía que las personas llegarían para el brunch y la presentación de las sábanas en un par de horas.

Kiara me siguió en silencio por la casa. —Esto pertenecía a tus padres antes de que fueran asesinados. —Sí, ahora pertenece a mis hermanos. —Luca mató a tu padre. —Sí, lo hizo —dijo simplemente. —¿No lo extrañas? Se encontró con mi mirada brevemente. —¿Extrañas a tu padre? Incliné la cabeza. —No. —Entramos en la cocina. Algunas criadas de los hogares Rizzo y Vitiello estaban ocupadas preparando todo para el brunch. Mis hermanos ya estaban en la mesa de la cocina, desayunando. Fabiano y Leona todavía estaban arriba, probablemente ocupados follando.

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Las criadas se dieron la vuelta cuando entramos, y cuando me vieron, agacharon la cabeza rápidamente. Una de ellas, una mujer de unos treinta años con cabello castaño corto, desplazó su mirada hacia Kiara, cuyo pulso se aceleró bajo mi pulgar. Esa debe ser Dorma. Tiré de ella hacia la mesa y me hundí en la silla junto a Remo. Estaba en pantalones de chándal, nada más. Probablemente ropa de Savio dado que Remo no había regresado a la habitación para buscar la suya. Kiara se sentó a mi lado con una sonrisa vacilante. —Buenos días. —Buenos días —dijo Adamo—. ¿Cómo dormiste? —Y sus ojos se lanzaron hacia mí, sonrojándose. Remo se inclinó sobre la mesa y golpeó su frente con una sonrisa. —No durmió. ¿Tú qué crees? Kiara me miró con incertidumbre, como si no estuviera segura de cómo reaccionar. Tendría que aprender a no buscar mi aprobación. Solté su muñeca, agarré una manzana y la mordí. —Habría sido una mañana mejor si me hubieras dejado ser parte de la diversión —me dijo Savio.

Adamo miró a Kiara una vez más. —Las Vegas es realmente estupenda. Hay mucho que puedes hacer. —Estoy segura que me gustará —comentó Kiara en voz baja. Remo levantó una ceja en mi dirección cuando me incliné hacia él y le susurré al oído: —Después de que su tío la violara, una de las criadas de la casa lo ayudó a mantenerlo en secreto. Limpió la sangre de Kiara. Remo retrocedió, su boca tirando en una sonrisa. —¿Dónde la encuentro? Mis ojos se dirigieron a la mujer con el cabello corto. Remo siguió mi mirada y luego me observó, con un brillo emocionado en sus ojos. —Me encargaré de ella después de la presentación de las sábanas. No quiero perderme eso. —¿Debo decirle a nuestro piloto que nos iremos más tarde?

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Remo consideró eso. —No tardaré mucho. Dorma se acercó con una sartén enorme. —Hice unos huevos y tocino como pidió —le dijo a Remo. Él sonrió. —Sí. Necesito reponer mis reservas. —Puso unos huevos y tocino en su plato. Ella me miró entonces. —¿Quiere algo? Estoy segura que necesitará algo después de su noche de bodas. —Sus ojos dirigiéndose hacia Kiara, que se hundió aún más en su silla. —Eso es verdad —dije en voz baja. Mi mirada posándose en el costoso collar que tenía alrededor del cuello—. Una exquisita pieza de joyería que tienes allí. ¿Los Rizzo te pagan tan bien? Parpadeó y tocó el collar, sus ojos yendo a Kiara otra vez. —Es… fue un regalo —dijo indignada.

Sonreí fríamente. —¿Estás segura? ¿O alguien más pagó el precio por ello, Dorma? Palideció y dio un paso atrás. Remo la observaba como un gato lo haría con un ratón. Ella se dio la vuelta y dejó la sartén sobre la estufa, después se acercó a las otras criadas. De vez en cuando, lanzó una mirada de enojo a Kiara, quien seguía estremeciéndose cada vez. —En serio está empezando a cabrearme —murmuró Remo. Se levantó y se estiró. Todas las criadas lo miraron. Este era su espectáculo. Sus pantalones de chándal colgaban bajo en sus caderas, así que se quedaron mirando fijamente su pecho con cicatrices. Remo, como yo, estaba plenamente tonificado de años de lucha. Podrías decir que nuestros músculos no eran solo por levantar pesas. Habíamos sangrado por ellos. Tomó la funda de su cuchillo y se la puso sobre el pecho desnudo. Los ojos de Kiara se abrieron por completo. Luego apartó la mirada rápidamente. Las criadas quedaron atrapadas en algún lugar entre la sorpresa absoluta, el miedo y la fascinación. Savio puso los ojos en blanco y murmuró.

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—Presumido. Remo se acercó a las criadas y se detuvo justo detrás de Dorma. —Eso se ve delicioso —dijo sombríamente a medida que miraba por encima del hombro a lo que ella y otra criada estuvieran preparando. Por supuesto que sin referirse a la comida. Dorma se acercó aún más al mostrador, pero Remo se inclinó más cerca—. No puedo esperar para probarlo. Me muero de hambre. Adamo negó con la cabeza y frunció el ceño hacia su plato. Dorma sacudió la cabeza. —Es para más tarde. No puede comerlo ahora. Remo acercó su boca a su oreja. —Puedo esperar. No te preocupes. Valdrá la pena. Ella se estremeció visiblemente, pero Remo se retiró, arrebatando otro trozo de tocino de la sartén antes de regresar a la mesa.

Kiara permaneció en la cocina con Leona, Adamo y Fabiano, mientras que Savio, Remo y yo llevábamos a Luca y Matteo a la habitación principal. Abrí la puerta para que Luca pudiera entrar. Él y su hermano se fijaron en la cama y sus alrededores. —¿No te dije que no derramaras sangre en las paredes? —dijo Luca molesto, pero había un destello de algo más en sus ojos—. La única manera de limpiar esta habitación es con una manguera. —Mejor aún, quémala —sugirió Matteo. Sacudió la cabeza e intercambió una mirada con su hermano. Remo le ofreció un encogimiento de hombros y una esquina de su boca se inclinó hacia arriba. —Las cosas se salieron un poco fuera de control al final. —No lo dudo —dijo Luca tajante, evaluando al otro Capo. Savio rodeó la cama, contemplando a Durant.

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—Hombre, la próxima vez llámenme cuando se estén divirtiendo. ¿Por qué tuve que cuidar a Adamo mientras ustedes iban por todo lo alto? Luca negó con la cabeza. —Maldita sea, sabía que los Falcone son todos unos lunáticos de mierda. Señalé la escena. —¿Supongo que la habitación será suficiente para enviar el mensaje que deseabas? Matteo resopló. —Suficiente, mi culo. Es un poco irónico que ustedes sean los que se encargaran de dejar un mensaje contra la violación. Contemplé al otro hombre con calma y luego miré a Luca. —Desapruebas nuestros métodos. —Sí —dijo Matteo, mostrando los dientes. —¿Cómo castigas a las mujeres en tu territorio? —Si es posible, no lo hacemos.

—¿Qué haces con las vendedoras de drogas que te roban dinero o te traicionan y las venden a la Bratva? ¿Cómo lidias con las putas que no pagan sin salir a las calles o las mujeres que piden dinero prestado y no lo devuelven? Remo se detuvo justo delante de Matteo. —Supongo que lidias con ellas como lidias con los hombres. ¿O has encontrado una manera de torturarlas de una forma amigable para las mujeres? ¿Has encontrado una manera de hacer que la muerte sea menos definitiva para ellas? —La mano de Matteo se movió más cerca de su cuchillo, y yo apoyé mi mano en mi arma, pero Remo podía aguantar por su cuenta, y había visto el movimiento de Vitiello. Él sonrió—. Les damos una opción. ¿Y qué crees que eligieron todas? Matteo se burló. —Entonces deberías reconsiderar tus métodos. Remo rio entre dientes.

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—No te preocupes por mis métodos. Soy Las Vegas. Soy dueño de todos los clubes, prostitutas y traficantes. Y pronto habré expulsado a toda la maldita Bratva de todo mi jodido territorio, y después de eso, lidiaré con los putos mexicanos y después seré el Oeste. No sería tan fácil como eso. Las Vegas y Reno estaban bajo nuestro control completo, pero aún teníamos que compartir muchas de las otras ciudades del Oeste con los rusos y el Cartel. Desterrarlos de cada ciudad requeriría un esfuerzo y fuerzas considerables. Fuerzas que estábamos utilizando actualmente para nuestra venganza en la Organización. —Tenemos invitados que necesitan ver esto —dijo Luca con firmeza—. Pero creo que excluiremos a las mujeres del espectáculo. No creo que la mayoría de ellas tengan la capacidad de soportar esto. —Tal vez deberías dejar de mimarlas como frágiles muñecas de porcelana — murmuró Remo. Luca sonrió fríamente. —Hago lo que quiero en mi territorio, y tú puedes hacer lo que quieras en el tuyo. Nos dirigimos de vuelta abajo. En la sala de estar, los lugartenientes y capitanes de Luca se habían reunido, así como sus esposas y algunos soldados de la Famiglia de bajo rango. Nos evaluaron con abierta curiosidad. Fabiano, Leona, Kiara y Adamo se acercaron a nosotros cuando nos vieron.

—Hay un ligero cambio de planes —comenzó Luca—. Celebraremos la presentación de las sábanas en el dormitorio principal. Un murmullo atravesó a los invitados. —Recomiendo encarecidamente que las personas sensibles a grandes cantidades de sangre se queden aquí —dijo Luca. Algunas personas se echaron a reír, pero se quedaron en silencio cuando se dieron cuenta que no estaba bromeando. Todos los hombres en la sala lo siguieron. Por supuesto, nunca admitirían tener un problema con la sangre, pero algunas mujeres también lo siguieron. Entre ellas se encontraban la tía de Kiara, Egidia y Giulia, a pesar de la evidente aversión de su marido a la idea. La esposa de Durant, Criminella, no estaba allí. Había regresado a casa después de que Luca le hubiera dicho lo que había hecho su marido. Sabía cuál era el castigo por ese tipo de cosas. Todo el mundo sabía. Como era de esperar, la vista de Durant causó el efecto de choque deseado. Egidia se apresuró a ir al baño y no regresó, y Giulia entró tambaleándose con su marido, enterrando su cara en su pecho. Él contempló la escena con la misma sorpresa que habían tenido antes Luca y Matteo.

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—Díganles a sus soldados, díganles a todos que esto es lo que les pasa a los malditos violadores en mi territorio —dijo Luca. Cuando los invitados salieron y bajaron las escaleras para almorzar, solo Felix se quedó con Luca, Matteo, Remo y yo. —No lo sabía —dijo en voz baja, sin mirar a Durant deliberadamente. —Me resulta difícil imaginar que no hubieras notado un cambio en el comportamiento de Kiara después de la violación. Todavía está horrorizada de la cercanía masculina. Calculo que no podría haber sido mucho mejor cuando tenía trece años —dije bruscamente. Luca enarcó una ceja. —Eso es cierto, Felix. Sabes que habría esperado que me informaran de tal crimen para así poder impartir el castigo adecuado. Felix palideció. —No lo sabía. Kiara no es mi hija, y siempre ha sido peculiar. Si alguna vez actuó de una manera extraña, se lo atribuí a lo que le sucedió a su padre. Entrecerré los ojos sobre él. Incluso alguien con una percepción mediocre habría notado que algo estaba mal si prestaran atención. Pero Kiara, siendo la hija de

un traidor, probablemente vivió la mayor parte de su vida en las sombras. Ahora era una Falcone. Aprendería a mantener la cabeza alta.

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9 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

Después de despedirme de Giulia, estaba estremecida. Se sentía como algo más que una despedida temporal. Siempre habíamos vivido en ciudades separadas, pero esto era diferente. Ahora era parte de la Camorra. Si la tregua no duraba, y por lo que había oído no duraría mucho, jamás la volvería a ver.

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Pero eso no era lo único que había convertido mi estómago en un pozo de serpientes. Hasta el momento, Nino había sido más amable de lo esperado. ¿Y si esto era parte del plan? ¿Y si su máscara agradable resbalaba al momento en que estuviéramos en Las Vegas? Ese era su territorio. Ahí era donde podían hacer lo que quisieran. No era como si pudiera regresar a Baltimore si las cosas no funcionaban, y mucho menos ahora que todos sabían lo que Durant me había hecho. Las miradas tristes habían sido casi demasiado difíciles de soportar, pero las miradas de evaluación ocasionales fueron incluso peores. Era como si la gente se preguntaba si había sido la que me había provocado esto. Leona y yo caminamos adelante con los hombres detrás de nosotras. Me dio una mirada vacilante. No habíamos hablado mucho hasta ahora, pero parecía agradable, y no podía ver ningún juicio en sus ojos, incluso ahora que sabía de mi pasado. Subimos al jet privado y me detuve, sin saber dónde sentarme. Leona sonrió. —¿Por qué no te sientas conmigo de modo que podamos conocernos mejor? Creo que los hombres tienen algunas cosas que discutir. Aliviada por su oferta, la seguí hacia atrás y nos sentamos una frente a la otra. Nino, sus hermanos y Fabiano se acomodaron en asientos cercanos entre sí en el otro extremo del avión.

A Nino no pareció importarle que no hubiera elegido sentarme a su lado. Este matrimonio era un mal necesario para él. Un medio para un fin. —Entonces, ¿estás casada con Fabiano? —pregunté a Leona. Ella se sonrojó y eso hizo que sus pecas se destacaran aún más. Sus ojos se dirigieron al hombre rubio. —Oh… no… no estamos casados. No hemos estado juntos por mucho tiempo. —¿Y tu familia te permite estar con él antes del matrimonio? Leona soltó una carcajada. —No soy italiana. Soy de afuera. Mis ojos se abrieron con sorpresa. —Oh. No estaba segura por tu nombre. ¿Permiten eso en Las Vegas? Leona frunció los labios.

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—No estoy segura que sea algo que esté permitido, pero Remo lo permitió por Fabiano. Supe de inmediato que Leona era tan cautelosa con el Capo de la Camorra como yo. Todos, excepto sus hermanos, probablemente desconfiaban de él. —Entonces, ¿creciste en una familia normal? —No había tenido mucho contacto con personas ajenas a nuestro mundo, así que encontré su compañía emocionante. Leona hizo una mueca. —Bueno, no llamaría “normal” a mi familia por los estándares promedio. Mis padres son adictos. Quiero decir, eran… mi madre todavía lo es. —Respiró hondo. —¿Qué me dices de tu padre? —Fabiano lo mató. Me congelé, mis ojos desplazándose hacia su novio. Y como si pudiera sentir mi mirada, sus ojos azules se posaron en mí antes de dirigirse hacia Leona y calentarse. Intentando reprimir mi primera reacción, le pregunté: —¿Por qué estás con él si mató a tu padre?

Leona se volvió hacia mí. Un indicio de culpa cruzó su rostro antes de que desapareciera, y luego se encogió de hombros. —Mi padre no era un buen hombre. —¿Y Fabiano es un buen hombre? —Dios no —respondió Leona con una risa—. Esos hombres allí… no son buenos. —Asintió hacia los Falcone y Fabiano. Asentí. —¿Pero es bueno contigo? Leona sonrió. —Lo es. —Sus ojos azules evaluaron mi cara—. No sé qué pasó entre Nino y tú anoche, pero él mató al hombre que te lastimó, así que creo que quiere ser bueno contigo.

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Consideré a Nino. Se reclinaba en el asiento, pareciendo relajado, sus labios se estiraban en una casi sonrisa. Me pregunté si era algo que él tenía que forzar o si sus músculos faciales lo hacían por sí solos cuando su cuerpo registraba cierto nivel de satisfacción. Se encontró con mi mirada. Y no estuve segura si quería ser bueno conmigo o si siquiera sabía lo que quería conmigo en absoluto. Alejé mis ojos porque su escrutinio me estaba haciendo sentirme cohibida, incluso si era yo quien había empezado a mirar. —No siente emociones, ¿verdad? Leona se encogió de hombros. —No muestra emociones. Nunca sé lo que está pasando en su cabeza. Y para ser honesta, no quiero saber. Remo y él… —Negó con la cabeza y luego se contuvo—… lo siento. Nino ahora es tu marido. —No —dije, desestimándola—. Entiendo. Me siento igual. Aún no estaba segura qué hacer con mi marido. No era lo que esperaba. Había esperado crueldad, y sabía que estaba en su naturaleza considerando lo que Remo y él le habían hecho a Durant. Incluso si mi tío hubiera merecido morir, por el estado de agitación de Giulia, solo podía adivinar lo malo que había sido. ¿Surgiría su lado cruel con el tiempo cuando estuviera cerca de mí? La idea de bajar la guardia y entonces ser golpeada con una crueldad que ya no esperaba era algo que una vez soporté, y no quería volver a soportar.

La mansión consistía una extensa finca blanca con varias alas, cada una de las cuales pertenecía a uno de los hermanos Falcone. Aun así, habría preferido tener más distancia entre Remo y yo. Savio no me asustaba tanto, y Adamo todavía era un niño, incluso si ya era más alto que yo. Remo, Savio y Adamo se dirigieron a sus respectivas partes de la casa cuando llegamos, dejándome sola con Nino. Todavía no estaba segura de cómo actuar a su alrededor. Aún le tenía miedo, pero no tanto como antes. —Vamos, te mostraré la casa —dijo, agarrando mi muñeca nuevamente. Ni siquiera me inmuté esta vez porque lo esperaba. Lo hacía con frecuencia, y me preguntaba por qué. ¿Tomarse de las manos era demasiado personal? ¿Se trataba de un acto de dominación cuando me sujetaba así la muñeca?

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Desde el vestíbulo nos trasladamos a un enorme espacio abierto de techos altos con ventanas francesas ocupando toda una pared. Supuse que esta había sido la sala de estar una vez. Ahora parecía una enorme sala de juegos con una mesa de billar, una máquina de pinball y un bar con estantes llenos de licor. Una bolsa de boxeo colgaba del techo y dos sofás enormes se encontraban apostados frente a una pantalla de televisión que ocupaba la mayor parte de la pared. Pero lo más extraño era el ring de boxeo en el lado derecho de la habitación. —Antes de que nuestro padre muriera, esta era la sala y el comedor. Derribamos las paredes. Aquí es donde mis hermanos y yo pasamos la mayor parte de las noches a menos que estemos afuera. —Las cejas de Nino se fruncieron cuando me miró. Tal vez ahora se daba cuenta que esta ya no era una casa solo para hombres. Era la intrusa que lo arruinaba todo. —No te molestaré durante tu tiempo en familia —dije, evitándole la molestia de intentar decepcionarme fácilmente. De todos modos, pasaba la mayor parte de mi vida al margen. Eso no me rompería. —Ahora eres de la familia. Dudaba que Remo y Savio estuvieran de acuerdo con él. Adamo parecía lo suficientemente amable, pero probablemente solo estaba intentando ser educado, y en realidad no estaba segura si quería pasar demasiado tiempo con los hermanos Falcone.

—Te mostraré la cocina, pero casi nunca la usamos. Solo guardamos algunas cosas para el desayuno. Pedimos comida para llevar todos los días. —¿No tienen criadas o algo así? —pregunté, siguiéndolo a la parte trasera de la casa hacia la cocina. Era todo de acero inoxidable y lo suficientemente grande como para preparar la cena para muchas personas. —No. —Tenemos dos personas de limpieza que vienen dos veces a la semana para encargarse de lo peor, pero realmente no nos gusta tener gente alrededor. —Oh. —Nunca intenté cocinar porque nuestras criadas siempre lo habían hecho, pero no me importaría intentarlo. Sin ninguna criada respirando sobre mi cuello, ahora era una opción. Continuamos nuestro recorrido en la parte de la casa de Nino. Consistía en una sala de estar más pequeña y escasa, con nada más que un sofá y un televisor. En la planta baja había un baño de visitas y otra habitación, que estaba llena de muebles viejos. En el primer piso había tres habitaciones más y un dormitorio principal: la habitación que Nino y yo ahora compartíamos.

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Entré en la habitación inmensa con una enorme cama con dosel a la izquierda, que daba a la puerta. Unas ventanas altas enmarcaban a ambos lados de la misma. Unas cortinas rojo oscuro cubrían las ventanas parcialmente. Nino apretó sus dedos alrededor de mi muñeca. —Te dije que no hay razón para que me tengas miedo. Le di una mirada confundida, pero no dio más explicación. A nuestra derecha, noté dos puertas. Una de ellas estaba entreabierta, exponiendo un suelo de mármol negro. La puerta de al lado estaba cerrada. Nino siguió mi mirada. —Ese es el vestidor. Hay suficiente espacio para tu ropa. No necesito mucho espacio para la mía. Me soltó, y avancé al baño contiguo y encontré una ducha a nivel del suelo, una bañera de hidromasaje y dos lavabos en una encimera de mármol negro. Una ventana detrás de la bañera daba a los vastos jardines. Nino me esperó en el dormitorio, junto a la cama. Respirando hondo, me acerqué. Parecía relajado, tranquilo, en control. —Vamos a compartir cama. —Por supuesto —dije rápidamente.

—¿Has cambiado de opinión en cuanto a mi búsqueda de satisfacción en otro lado? —preguntó neutralmente, pero me pregunté qué pensaría él sobre eso. Mi estómago se tensó. Sus ojos trazaron mi rostro con un toque de curiosidad. Por alguna razón, me tomó un segundo más darle una respuesta. —No —respondí finalmente. Él asintió. —No traeré mujeres aquí conmigo, así que no tienes que preocuparte. —Gracias. —No estaba segura de qué más decir. —Volvamos abajo. Todavía no te he enseñado la biblioteca o los jardines. Mi emoción se disparó. —¿Tienen una biblioteca? La boca de Nino se contrajo.

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—Sí, la tenemos. Aunque, está en el ala principal, pero mis hermanos en realidad ni leen. Seguí a Nino de vuelta a la planta baja, pero luego me detuve en la sala de estar. Todavía había mucho espacio, y no había visto un piano en ninguna parte. Ni siquiera había considerado en no tener un piano a mi disposición. La música siempre había sido parte de mi vida. No podía imaginar vivir sin eso. —¿Tienen un piano en algún lugar de la casa? Nino negó con la cabeza. —No. ¿Tocas? —Sí. Bueno, lo haría si tuviera un piano. —¿Dónde pondrías un piano? Miré alrededor del lugar. Estaba mínimamente amueblado. No pensaba que Nino pasara mucho tiempo aquí. Los hermanos Falcone parecían preferir pasar tiempo en el ala principal durante el día, si la cantidad de vasos y platos vacíos en la sala de juego había sido una indicación. Señalé un lugar cerca de las ventanas francesas. Eso me permitiría mirar el cielo mientras tocara el piano. —Creo que este sería un buen lugar. Nino asintió, pero no dijo nada.

—¿A la biblioteca? —añadí, y él me indicó que lo siguiera. A medida que caminaba junto a Nino, me arriesgué a echarle un vistazo ocasional. Su expresión era relajada, a gusto, pero supuse que esa era su expresión por defecto debido a su falta de emociones. La camisa de manga larga escondía sus tatuajes y me di cuenta que su ropa siempre los cubría. Me pregunté por qué los mantenía escondidos bajo capas de tela. ¿Acaso la mayoría de las personas no estaban orgullosas de su arte corporal? Y no era como si tuviera que cubrir sus tatuajes por cosas de trabajo. Incluso sin los tatuajes perturbadores expuestos, Nino lograba emitir una vibra de altanería, una energía violenta sutil. No era tan descarada como la de Remo, pero estaba allí. Cualquiera que viera a Nino sabría que era un hombre con el que no debías cruzarte. No por los músculos o sus movimientos que gritaban fuerza, sino por un cierto aire de seguridad en sí mismo, una confianza que decía que sabía que era mortal.

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Los ojos grises de Nino se encontraron con los míos, y me sonrojé. ¿Cuánto tiempo había estado mirando? Agaché la cabeza rápidamente y sentí una oleada de alivio cuando abrió la puerta de una biblioteca. Hacía que la que tenía en Baltimore se viera como un pequeño armario de escobas. Situada en la parte posterior del ala principal, tenía dos pisos de altura y los estantes llegaban hasta la cima. Una escalera sobre ruedas pequeñas se apoyaba en cada fila y llegaba a los libros en la parte superior. Mi corazón dio un vuelco a medida que intentaba adivinar la cantidad de libros. —Guau —suspiré. —Debería advertirte: nuestra selección de títulos de ficción es limitada. La mayoría de estos son clásicos viejos u horripilantes y desgarradores que mi madre solía leer cuando aún vivía aquí. No leo ficción y he optado por comprar libros en formato electrónico ya que simplifica el almacenamiento y la accesibilidad. Solo escuché a medias mientras caminaba por el pasillo más cercano, mis ojos deslizándose sobre los dorsos. Había libros sobre historia y ciencia, medicina y guerra. Clásicos como 1984 y Animal Farm, Jane Eyre y todas las obras escritas por Shakespeare. Luego vi toda la serie de Harry Potter, los dorsos estaban agrietados como si los libros se hubieran leído con demasiada frecuencia. Toqué el primer libro. Lo había leído en el momento más oscuro de mi vida y encontrar refugio en el mundo de esos libros había sido la única luz para mí. Me detuve, respirando profundamente. Los libros y la música siempre habían sido mi salvación. El olor a cuero viejo y papel polvoriento era confort puro. Podía pasar toda una vida en esta habitación y morir feliz.

Cuando finalmente me aparté de los libros, atrapé a Nino observándome con el ceño fruncido. Me sonrojé. Debo haber parecido una lunática, inhalando el olor de la biblioteca y sonriendo para mí misma. Me aclaré la garganta. —¿Hay alguna parte fuera de los límites para mí? Nino levantó sus oscuras cejas. —¿Tal vez las Artes Oscuras? Me quedé inmóvil, sin palabras, helada y completamente conmocionada. Tragué con fuerza. —¿Acaso… acabas de hacer una referencia de Harry Potter? —Debe haberse dado cuenta que estaba tocando esos libros. —Sí —dijo secamente, y tuve que reprimir una carcajada. —No me digas que leíste los libros.

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—No los leí para mi disfrute propio. Se los leí a Adamo cuando estábamos huyendo. Estaba obsesionado con ellos, y Remo no tenía la paciencia necesaria para leer cuentos antes de dormir. Además, tenía la costumbre de dejar que los Mortífagos y Voldemort ganaran, y eso molestaba a Adamo cuando era pequeño. Me reí, luego me quedé en silencio, confundida y abrumada por todo lo que había descubierto sobre Nino en los últimos días. Era un hombre de muchas capas, y no pensé que alguna vez lograría comprender completamente la capa superior. Caminé hacia él. —Debe haber sido difícil para ti proteger a tu hermanito cuando estaban luchando por tu territorio. Nino se encogió de hombros. —Fue difícil, pero Remo y yo matamos a cualquiera que representara hasta el más mínimo riesgo para Savio o Adamo. No podíamos molestarnos en hacer demasiadas preguntas. El lema por el que vivimos era matar primero. Una vez que establecimos un bastión en el territorio, nos aseguramos de torturar a las personas para obtener información antes de matarlos. Lo miré, intentando imaginar cómo debe haber sido entonces. Durante el día, Nino y Remo mataban a sus enemigos y por las noches se reunían en cualquier lugar lúgubre en el que se escondieran, leyendo cuentos antes de dormir a Adamo y Savio.

—Me confundes —admití en voz baja. Nino asintió pensativamente. —Ese es un cumplido que puedo devolver. —Gracias —dije y luego me aclaré la garganta. —Ahora te mostraré los jardines. Puedes recorrer los alrededores como quieras, pero mantente alejada del ala de Remo y Savio, especialmente la de Remo. No va a tomarse con amabilidad si te encuentra en su dominio. —Asentí. No tenía la menor intención de acercarme a Remo si podía evitarlo—. A Adamo probablemente no le importará que estés en su espacio, pero es un cerdo y un adolescente, así que verás y olerás cosas que no están destinadas a las mujeres. Volví a reír, y Nino me contempló con curiosidad. Mis mejillas se calentaron bajo su escrutinio. Extendió la mano y pasó la punta de un dedo sobre mi piel ardiendo, casi como si estuviera intentando comprender mi reacción. No retrocedí, cada vez más confundida por segundos. —¿Querías mostrarme los jardines? —chirrié, aclarándome la garganta otra

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vez. Dejó caer la mano y se volvió. Lo seguí a un paso detrás, intentando entender a mi esposo, pero era un enigma. Había algo que noté en nuestro camino a través de la sala de juego en dirección al jardín. —No veo guardias en ninguna parte. —No los necesitamos. Incluso Adamo es capaz de defenderse a sí mismo — dijo Nino mientras me guiaba hacia una piscina cuadrada—. Nado algunas vueltas en esta piscina todas las mañanas. Mis hermanos la usan para el mismo propósito ocasionalmente, pero prefieren mucho más los ejercicios prácticos. —No soy capaz de defenderme —señalé después de un momento. Él frunció el ceño, sus ojos recorriendo mi cuerpo. —Es verdad. Eres un blanco fácil. Como dije, no queremos gente en la mansión. Remo y yo tendremos que resolverlo. Será mejor si uno de mis hermanos o Fabiano siempre esté cerca cuando yo no esté aquí. Pueden acompañarte a donde vayas. —¿Así como mis niñeras?

—Como señalaste, no sabes protegerte, y aunque la gente en Las Vegas nos teme, hay fuerzas externas que podrían arriesgarse a un ataque y podrían agredirte —dijo y me indicó que lo siguiera por la casa hacia otra zona de piscina. Este espacio definitivamente estaba destinado para fines recreativos y no para entrenar. Era un paisaje de piscina serpenteante con pequeñas cascadas y fuentes. Un enorme sofá inflable flotaba suavemente sobre el agua—. Será mejor que no lo toques. Eso es de Savio, y lo usa para la compañía femenina. Hice una mueca. —Gracias por la advertencia. Nino asintió. —¿Ya le has dicho a tus hermanos que deben ser mis niñeras? —Por mucho que lo intentara, no podía imaginarme a Remo cuidándome. Probablemente lograría cabrearlo con cualquier cosa que dijera y terminaría matándome. —Te protegerán porque eres una Falcone.

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Kiara Falcone. Todavía era difícil creer que realmente era la esposa de alguien. La esposa de Nino Falcone de todas las personas posibles. Mis ojos trazaron su rostro frío y perfectamente esculpido, preguntándome nuevamente por qué no me había reclamado en nuestra noche de bodas, por qué estaba siendo amable. Sin embargo, amable no era el término correcto para el comportamiento de Nino. No estaba segura de cómo llamarlo. Parecía como si no estuviera seguro de qué hacer conmigo. El matrimonio nunca debe haber sido parte de su plan de vida. No podía creer que mi pánico hubiera calentado su corazón. Después de todo, no era capaz de las emociones, pero yo no era lo suficientemente valiente como para cuestionar sus motivos, no vaya a ser que él también empezara a cuestionarlos. —Pero es crucial que seas capaz de defenderte a ti misma. No entiendo por qué la Famiglia impide que sus mujeres sean capaces de defenderse. Es un riesgo innecesario. Fruncí el ceño. —¿Quieres que aprenda a pelear? Nino negó con la cabeza, su boca contrayéndose como si hubiera dicho algo divertido. —No creo que tenga mucho sentido ahora mismo, dado tu miedo al contacto físico. Quizás después. Pero tendrás que aprender a disparar un arma. Ese es el primer paso y te dará una sensación de seguridad.

—¿Me permitirás andar por ahí con un arma? —pregunté, en shock. Sus cejas se fruncieron. —Por supuesto. —Está bien. —No estaba segura qué más decir. Pensé que le preocuparía tenerme armada por ahí, pero tal vez estaba tan seguro de sus propias habilidades de combate que no se preocupaba por eso. —Creo que es mejor aclarar algo desde el principio —comenzó Nino, y me puse rígida, preocupada por lo que iba a decir—. Si algo que mis hermanos y yo hacemos te molesta o si quieres algo, tienes que decirlo de manera directa. Sin insinuaciones sutiles ni expresiones secretas. Ni mis hermanos ni yo somos buenos con la sutileza femenina, y nos falta la paciencia para entenderlo. Así que habla si quieres que esto sea fácil para todos nosotros.

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—Puedo hacer eso —dije, pero sería una experiencia nueva para mí. Mi familia me había criado para tener cuidado con las palabras y no decir lo que pensaba. Expresar mis opiniones a hombres como mi marido y sus hermanos parecía un desafío aún mayor. Él tenía razón. Si quería tener una oportunidad de sobrevivir con los hombres Falcone, tendría que superar mis miedos. Pero había muchos de ellos, algunos tan profundamente arraigados en mi ser, que no estaba segura de tener ninguna posibilidad de luchar contra ellos.

10 Nino Traducido por LizC Corregido por Bella’

Kiara siguió lanzando miradas muy mal disimuladas mientras entrábamos en nuestra sala de juegos. Remo ya estaba allí entrenando algunas patadas contra el saco de boxeo. Se detuvo cuando entramos, su mirada estrechándose brevemente sobre Kiara antes de comenzar a patear otra vez.

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—Estoy hambriento. Pidamos pizza. Al ver a Remo, Kiara se puso rígida a mi lado y su respiración se volvió errática. No estaba seguro si era porque él solo estaba en pantalones cortos o porque estaba dándole una paliza a un objeto inanimado, pero su miedo hacia él era obvio. Busqué en el bar el menú de entrega a domicilio de una de nuestras pizzerías favoritas. Estaba pegado a algo que se había derramado. Me volví hacia ella. —Tendrás que acostumbrarte a la presencia de Remo. Ella saltó, apartando los ojos de mi hermano. —No sé si puedo. Escuché lo que hace, lo que le gusta hacer —susurró. Contemplé a mi hermano, quien nos observaba desde el otro lado de la habitación a medida que lanzaba otra patada al saco de boxeo. Remo había hecho muchas cosas, que eran inquietantes para alguien como Kiara, y seguro que las disfrutó todas. —No es un peligro para ti. Alzó sus ojos hacia los míos, temblando, con la piel de gallina erizándose a lo largo de su piel suave. —¿Estás seguro?

—Sí. —No hubo vacilación en la palabra. Sabía con absoluta certeza que Remo no pondría ni una mano sobre Kiara porque era mía. Ella asintió lentamente, sus ojos llenos de inquietud. Se resistía a creerme. No conocía a Remo como yo. Muy pocas personas en este mundo estaban a salvo con mi hermano alrededor, no se podía negar, pero lo mismo podía decirse de mí. —¿Por qué no le echas un vistazo al menú y ves qué tipo de pizza quieres? — sugerí tendiéndoselo. Ella lo aceptó, mirándolo con recelo. El papel manchado parecía que había visto días mejores. Me dirigí hasta mi hermano, quien dejó de patear y levantó sus cejas hacia mí. —Esa mirada significa que no me gustará lo que tienes que decir. —La asustas. Remo me dio una sonrisa divertida. Había muy pocas personas que no se aterrorizaban de mi hermano.

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—Apreciaría si intentaras no asustarla tanto. Remo rio entre dientes, clavando su rodilla en la bolsa un par de veces más antes de que dijera: —No hice nada. —Lo sé —respondí—. No nos va bien con las mujeres sensibles, pero Kiara vive ahora bajo nuestro techo. Es parte de nuestra familia, y deberíamos asegurarnos que se sienta lo más cómoda posible, dado su pasado y nuestra disposición. Él inclinó la cabeza. —¿Quieres que la tratemos bien? —Seguí su mirada hacia Kiara, quien estaba evaluando el área del bar, que estaba llena de vasos sucios, botellas de cerveza y platos. El personal de limpieza vendría por la mañana. —Sí. Quiero que la traten como a una de la familia. La quiero protegida. La quiero a salvo de cualquier amenaza. Ahora es una Falcone. Es mía. Remo asintió, sin apartar los ojos de mi esposa. Ella dejó el menú en la barra, luego levantó la vista y notó nuestras miradas. Parpadeó, poniéndose rígida y entonces tragó con fuerza, recogió el menú rápidamente y se puso a juguetear con él nerviosamente. Temor.

—Está a salvo, Nino. —Remo se volvió hacia mí, agarrando mi antebrazo—. Tú eres mi hermano y ella es tuya. Me aseguraré que todos en esta ciudad, y más allá, se den cuenta que está bajo nuestra protección. Remo no tenía muchas cualidades redentoras, como yo, pero una de ellas era su lealtad. Si decidía que alguien caía bajo su protección, no se detendría ante nada para asegurarse que esa persona estuviera a salvo. Soltó mi antebrazo. —¿Y? ¿Finalmente te la follaste? Puse mis ojos en blanco. —No. Y no lo haré hasta que quiera que lo haga. Está demasiado asustada por la violación. Los ojos de Remo se movieron una vez más a Kiara. Ella seguía mirando fijamente el menú. Debe haber memorizado todas las pizzas que ofrecían a estas alturas.

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—Kiara no es capaz de protegerse a sí misma. Tenemos que asegurarnos que esté a salvo donde sea que esté —dije. —No quiero a nuestros soldados en la mansión. Esta es nuestra casa. —Estoy de acuerdo. Es por eso que Savio o tú, o incluso Adamo, deberían protegerla cuando no esté cerca para hacerlo. Remo sonrió. —¿Estás seguro que Kiara quiere que yo la proteja? Podría morir de miedo si estoy a solas con ella. —Se acostumbrará a ti. —Lo dudo —comentó Remo con una sonrisa. —No será fácil, pero se acostumbrará con el tiempo si no pierdes la puta cabeza alrededor de ella. —Haré lo mejor que pueda. Ambos sabíamos lo que eso significaba. Volví junto a Kiara. Se estaba mordiendo el labio, y su cuerpo estaba tenso. —Entonces, ¿encontraste una pizza que te guste?

—No tengo mucha hambre —respondió en voz baja—. ¿Está bien si solo ordeno una ensalada con mozzarella y aceitunas? —Puedes comer lo que quieras. Y si todavía tienes hambre, puedes tomar un pedazo de una de nuestras pizzas —le dije. Ella sonrió. —Está bien. Gracias. Remo se acercó a nosotros y se detuvo junto a mí. —¿Listos para ordenar? —preguntó. —Haré el pedido. ¿Fabiano vendrá? —Sí. Leona pasará la noche con la puta de su madre drogadicta. Los ojos de Kiara se abrieron de par en par. No estaba seguro si era por el insulto o porque otro hombre se uniera a nosotros esta noche.

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Alcé mi teléfono y le di una llamada a nuestro restaurante italiano favorito. Sus pizzas eran las mejores de la ciudad. Todos hicimos nuestros pedidos habituales, de modo que la adición de una ensalada causó un pequeño silencio aturdido en el otro extremo. —¿Por qué no te sientas? Puedes encender el televisor si quieres. La comida estará aquí en treinta minutos —le dije a Kiara, que estaba congelada junto a Remo y a mí. Ella asintió y se movió hacia el sofá, donde se hundió en el medio. —Espero que pierda pronto ese comportamiento sumiso. Es jodidamente molesto —murmuró Remo. —Esto es nuevo para ella. No estaba tan tensa cuando estaba a solas con ella. Cinco minutos después, Fabiano entró. Tenía una llave de repuesto y nunca se molestaba en tocar el timbre. —Necesito un whisky —fue lo primero que salió de su boca—. La madre de Leona es una puta pesadilla. Esa jodida mujer fuma e inhala más cristal que la mayoría de la gente y logra sobrevivir. —Eso es porque le ofreces un suministro gratuito. Su tolerancia a la sustancia simplemente aumenta —expliqué. Fabiano me fulminó con la mirada.

—Lo sé. Pero si no se la doy, la estúpida puta volverá a salir a la calle, y maldita sea, Leona sufre viendo a su madre chupando pollas asquerosas. Kiara jadeó suavemente en el sofá, y todos nos volvimos hacia ella. Se sonrojó. Fabiano se inclinó sobre la encimera del bar y tomó una botella de whisky de la estantería y se sirvió un generoso vaso. —¿Alguien más? —Yo quiero uno —dijo Savio a medida que entraba, palmeando a Fabiano en el hombro—. Escuché que te tienen jodidamente sometido. Fabiano lo empujó. —Todavía puedo limpiar el piso con tu fea cara, Savio, no lo olvides. Savio sonrió engreído. —No por mucho. Soy un maldito innato cuando se trata de pelear.

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Abrí la nevera debajo de la barra y saqué dos botellas de cerveza, una para Remo y otra para mí, luego miré a Kiara, que estaba centrada en la televisión. Las noticias locales informaban sobre un incendio que había incendiado uno de los restaurantes de nuestros soldados. —Apaga eso —gritó Savio—. Esas malditas noticias me sacan de quicio. Siempre se equivocan. Kiara saltó y apagó la televisión rápidamente. —Cuida tu tono —le dije a Savio, quien levantó sus cejas hacia mí. Me volví hacia Kiara entonces—. ¿Qué te gustaría beber? Sus ojos pasaron de mí a mis hermanos y luego a Fabiano. —Algo sin alcohol, por favor. —El alcohol es mucho más divertido —dijo Savio con una sonrisa. Kiara se estremeció. Adamo bajó por las escaleras justo en ese momento. —Búscale a Kiara una de tus sodas de la cocina —ordené. Gimió, pero giró sobre sus talones y se fue. La pizza llegó poco después. Fabiano y yo lo llevamos todo hasta donde Kiara se sentaba y extendimos las cajas sobre la mesa ancha. Me senté a su lado y Remo tomó su otro lado; era su lugar habitual. El hombro de Kiara se puso rígido, pero no reaccionó de ninguna otra manera. Le entregué la ensalada.

—Eso es tuyo. —En serio no entiendo por qué las chicas siempre comen ensalada. Esa mierda me jode tanto —dijo Savio mientras agarraba un pedazo de su pizza. Adamo se arrojó en el sofá entre Fabiano y Savio, haciéndolos fruncir el ceño. Le entregó una botella de Coca Cola a Kiara y ella la aceptó, murmurando un agradecimiento, y sirviéndose un vaso. —¿Qué pasa? —preguntó Adamo entre mordiscos. —Tuvimos una carrera en Kansas. Fue un gran éxito —dijo Remo con entusiasmo, encendiendo la televisión y abriendo la grabación de la carrera callejera ilegal. —Genial —dijo Adamo, con ojos entusiastas cuando la cámara enfocó la línea de autos.

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Kiara comió en silencio entre nosotros. Si cerraba los ojos, ni siquiera habría sabido que estaba allí, excepto cuando percibí el olor de su perfume floral. Era obvio que se sentía incómoda rodeada de tantos hombres, y además, el alcohol parecía molestarla. Tendría que acostumbrarse a ello. Así era como siempre era en nuestra casa. —Tal vez podemos convencer a Vitiello para que extienda las carreras a su territorio —sugirió Savio. —No creo que Luca quiera cooperar con nosotros por más tiempo del que tenga que hacerlo. Todos sabemos que esta tregua no durará para siempre. Después la suerte está echada. Kiara se removió. Incliné mi cabeza hacia ella, pero estaba concentrada en la ensalada. Fabiano me enarcó una ceja como si supiera lo que estaba pasando en su cabeza. —Le haría bien a Luca recordar que tiene suerte de tenernos de su lado —dijo Remo, alcanzando un pedazo de mi pizza; por lo general todos compartíamos pizzas. Se inclinó sobre las piernas de Kiara para alcanzar la caja, rozando su pierna. Ella jadeó, se echó hacia atrás y dejó caer su ensalada. Presionada contra el respaldo, su pecho subiendo y bajando pesadamente, miró a Remo como si él fuera a saltarle encima. Sus ojos se estrecharon, y supe que esto no iba a ir bien. —Mujer, ¿qué diablos te pasa? —gruñó—. Iba a tomar un puto pedazo de pizza, no a manosearte. No tengo intención de follarte, ni ahora, ni nunca. Por un

lado, no es divertido romper a alguien roto, y en segundo lugar, eres de Nino, así que él es el único que va a meterse en tu coño. Nadie más te va a tocar así, ¿entendido? Las lágrimas brotaron de los ojos de Kiara. —Oh, mierda —murmuró Savio. —Remo —dije en voz de advertencia. Frunció el ceño, agarró el pedazo que había querido en primer lugar y se recostó. —Cállate, Nino. Estoy jodidamente harto de que ella se estremezca. Es jodidamente molesto, especialmente porque ni siquiera le di razones para estremecerse. Esta es mi casa, y no voy a caminar sobre cáscaras de huevo porque no puede controlarse. Kiara tragó audiblemente y recogió los pocos pedazos de lechuga que había dejado caer sobre sus jeans con dedos temblorosos. Luego se levantó lentamente. —¿Tienes una fregona para que pueda limpiar esto? —preguntó en voz baja.

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—Déjalo. El personal de limpieza vendrá mañana. —No quiero que encuentren queso y ensalada en el piso —dijo. —Créeme, han visto cosas mucho peores en estos pisos —dijo Fabiano. Ella asintió bruscamente. —Iré a limpiarme y luego me iré a la cama. —Se apretujo más allá de mis piernas. Para mi confusión, no se dirigió hacia el baño de invitados, sino que caminó hacia las ventanas francesas y salió a los jardines. —¿Por qué va a salir? Fabiano negó con la cabeza. —Maldita sea, va a salir porque va a llorar en paz. —Lo contemplé, y él entrecerró los ojos—. Eres un jodido genio, pero aun así eres un estúpido imbécil cuando se trata de mujeres. —Probablemente deberías ir tras ella —sugirió Adamo. Fruncí el ceño. —Si quiere llorar en paz, probablemente no querrá mi compañía. —Mujeres —murmuró Remo, empujando otro pedazo de pizza en su boca.

—Escucha al niño —dijo Fabiano—. Acércate a ella y consuélala o lo que sea que seas capaz de hacer. —Nunca he consolado a una mujer. Fabiano suspiró. —Entonces improvisa, simula emociones o lo que sea. Me importa una mierda. —Ya que eres el único que tienes novia y tienes experiencia en el manejo de las emociones femeninas, parece lógico que salgas tú y la consueles. Fabiano resopló. —Sabía que este matrimonio era una jodida mala idea. —Se recostó—. No soy a quien quiere ver, confía en mí. Probablemente gritará jodidamente aterrada si voy tras ella en la puta oscuridad. Tú eres su marido, así que actúa como tal. Me paré. —Buena suerte —dijo Savio, sofocando su risa.

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No me tomó mucho tiempo encontrar a Kiara. Estaba sentada en una tumbona. El brillo azulado de la piscina resaltaba su cara, y podía ver lágrimas corriendo por sus mejillas. Se pasó la palma de la mano por la piel rápidamente, pero ya era demasiado tarde. Me senté junto a ella, ignorando la tensión en su cuerpo. —Lamento arruinar tu cena. —No arruinaste nada. Hemos tenido incidentes mucho peores, y la mayoría de ellos involucraron huesos rotos, así que esto no es nada. Me estiré hacia ella y le quité otra lágrima. Ella se quedó muy quieta y dejó de respirar. Agarré sus hombros y acerqué nuestros rostros. Contuvo el aliento, pero necesitaba comunicarme con ella. —Si algo te molesta, dilo. Si no quieres que Remo te pisotee, tendrás que enfrentarte a él. Puedo protegerte, pero eso no te traerá el respeto de mis hermanos. Si quieres ser parte de esta familia, necesitas ganarte su respeto. Ser sumisa y rehuir de esa manera no va a funcionar, ¿de acuerdo? —Apartó los ojos—. No —ordené. Su mirada voló de vuelta para encontrarse con la mía. Apreté mi agarre sobre sus hombros, y ella hizo una mueca. —No estoy segura si puedo hacerlo. Mi miedo es demasiado fuerte.

—Tu miedo es inútil. Te paraliza. No lo dejes. Entrecerró los ojos. —No es así de fácil. —Tampoco es tan difícil como lo haces parecer. Es tu decisión enfrentar tus miedos o dejar que te dominen. —Suéltame —dijo con un temblor. Asentí y solté mi agarre sobre sus hombros. —Eso es un comienzo. —Levantándome, extendí mi mano hacia ella—. Ahora ven. Volveremos. Y puedes comer pizza. Vaciló, pero luego tomó mi mano y se enderezó. Su pulso todavía corría acelerado bajo mi pulgar, pero se veía menos temblorosa. —No puedo comerme tu pizza. —Siempre compartimos nuestras pizzas. A nadie le importará.

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—Soy vegetariana. Sus pizzas tienen algún tipo de carne —dijo. No me había dado cuenta que no había comido carne en la boda. —La próxima vez pediremos una pizza vegetariana para ti. Se puso tensa cuando regresamos a la sala de juegos, y su piel se enrojeció de vergüenza. La llevé de vuelta a los sofás y me senté junto a Remo para que así Kiara no tuviera que hacerlo. Remo fingió que no se dio cuenta y siguió mirando la carrera en la pantalla. Kiara apretó mi mano brevemente antes de soltarme y tomó un trago de su Coca Cola. Fabiano me lanzó una mirada que probablemente transmitía reconocimiento, aunque no estaba seguro de por qué. Nadie mencionó la salida de Kiara o sus ojos hinchados, y finalmente se relajó y observó la carrera con nosotros. Sus ojos empezaron a cerrarse, pero no se levantó; probablemente no estaba segura si le estaba permitido irse. Así que, decidí hacerlo fácil para ella. —Vamos a la cama —sugerí y me puse de pie. Obviamente, eso fue lo incorrecto a decir porque la tensión en su cuerpo volvió con toda su fuerza. Le envié a Fabiano una mirada inquisitiva. Después de todo, era el experto con las mujeres. Él solo se encogió de hombros.

—Buenas noches —dijo Kiara antes de seguirme en silencio hacia nuestra ala. Intenté averiguar la razón de su tensión. Pensé que le estaba haciendo un favor cuando le sugerí que nos fuéramos a la cama. Ni siquiera estaba cansado. Cuando llegamos a nuestra habitación y su mirada se detuvo en la cama, tragó con fuerza y lo entendí. —¿Estás preocupada porque crees que quiero sexo? Solo se mordió el labio. —Soy una esposa horrible. —Yo tampoco soy un buen marido. Es lo que es. —Señalé la cama—. Como dije antes, no tienes que temerme. No te tocaré a menos que lo desees. Ya hablamos de esto. Supuse que entendías que nuestra habitación no representa una amenaza para ti. —Supongo que es difícil de creer —dijo. —Mantengo mi palabra.

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No estaba seguro si finalmente lo comprendía o si necesitaba más tiempo. Cuando me reuní con ella en la cama más tarde, me dio la espalda y estaba medio escondida debajo de las sábanas. No podía ver si se había tensado, pero su respiración definitivamente cambió. Esperé a que ella se durmiera antes de levantarme. Esta iba a ser una de esas noches en las que no dormiría. Salí al pasillo con una última mirada a mi esposa dormida. Nunca iba a ser un buen marido; mi disposición siempre evitaría eso.

Kiara Cuando desperté, me tomó varios momentos darme cuenta dónde estaba. Una vez que lo hice, mi pulso se aceleró. Me senté, mirando alrededor. Nino se había ido, y tampoco escuchaba ningún sonido proveniente del baño. Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Como había notado ayer, no había cerradura en la puerta. Era un poco inquietante ya que Nino podía entrar en cualquier momento. Por esa misma razón, me apresuré a ducharme y me vestí rápidamente con un vestido largo de escote alto. Incluso si prefería mantener la mayor parte de mi cuerpo cubierto, hacía

demasiado calor para usar algo de manga larga. Mis ojos fueron atraídos hacia la ventana detrás de la bañera de hidromasaje y al cielo azul afuera. Por lo visto, iba a ser otro día caluroso en Las Vegas. Los aspersores de los jardines arrojaban agua por todas partes. Supuse que no había otra manera de mantener la hierba tan hermosamente verde. Después de eso, me ocupé de guardar mi ropa en los cajones que Nino debe haber despejado para mí en el vestidor. Cuando terminé, vacilé, sin estar segura de cómo proceder. Tenía hambre y no podía quedarme en la habitación todo el día, pero la mansión aún no se sentía como un hogar. No estaba segura si alguna vez lo haría, así que caminar por mi cuenta se sentía como si estuviera entrometiéndome. Con el tiempo, mi hambre me llevó afuera. Estaba tranquilo en esta parte de la casa, lo que no era sorprendente teniendo en cuenta su tamaño. Nino estaba probablemente en el ala principal con sus hermanos. No estaba en realidad triste de que él no me hubiera despertado cuando salió de la habitación esta mañana. Estaba acostumbrada a estar sola la mayor parte del tiempo y prefería la soledad a la compañía de personas.

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Bajé a la sala de estar más pequeña en el ala de Nino y me congelé en el último escalón. Allí, junto a las ventanas francesas, había un hermoso piano Steinway D. No pude hacer nada más que mirarlo fijamente. Bajé el último escalón y luego me acerqué al instrumento casi con miedo. ¿Cómo logró Nino traerlo aquí tan rápido? Pero esto era Las Vegas y él era un Falcone, así que probablemente tendría sus métodos. La pregunta más importante era ¿por qué me compró esto? Por supuesto, le dije que me encantaba tocar, pero no era como si él necesitara esforzarse para ganarme. Ya estábamos casados, y estaba unida a él para siempre. Si alguien tenía que complacer a alguien, entonces era yo como su esposa. Y hasta ahora, había fallado miserablemente. Me hundí en el banco de cuero negro, dejando que mis dedos se deslizaran con reverencia sobre las suaves teclas en blanco y negro, y entonces comencé a tocar, pero para mi sorpresa no era la canción en la que había estado trabajando estos últimos meses. Era algo completamente nuevo, una melodía que ni siquiera había sabido estaba en mí, pero cuando mis dedos se movieron sobre las teclas, tomó forma. El nudo alrededor de mi pecho se aflojó lentamente, y me di cuenta que las notas eran mis emociones en forma de música. El sonido era atormentado y espantoso, las notas persiguiéndose unas a otras, rápidas y erráticas y luego desacelerando casi abruptamente. El tumulto y el miedo, la resignación y el desafío, y debajo de todo eso, un dolor subyacente que no podía sacudir.

No pude dejar de tocar, incluso cuando empecé de nuevo la melodía, la reformé, pero la emoción persistió, y nos llenó tanto a la habitación como a mí. Por un momento, me sentí como en casa, casi en paz. —Veo que descubriste tu piano —dijo Nino, y mis dedos se clavaron en las teclas, haciendo que el hermoso instrumento gritara casi enojado.

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11 Kiara Traducido por LizC Corregido por Bella’

Mis ojos se dispararon a mi izquierda, donde Nino estaba de pie observándome con leve curiosidad. Estaba vestido con pantalones negros y una camiseta negra ajustada que exponía sus brazos tatuados. Su cabello estaba recogido en una coleta muy corta.

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Me sonrojé y me puse de pie rápidamente. —Lo siento. Debí haber preguntado antes de empezar a tocar. Ni siquiera sé si se me permite. Nino frunció el ceño y se acercó, y no se detuvo a pesar de mi tensión creciente. Se apoyó contra el piano, cerca pero aún a más de un brazo de distancia. Sus ojos me escudriñaron de pies a cabeza, y me obligué a quedarme inmóvil, permitiéndole su evaluación. Era su privilegio. Al final, sus ojos se encontraron con los míos. —¿Por qué no se te permitiría tocar el piano? —preguntó—. Lo conseguí para ti y está destinado a ser tocado. —Gracias —dije en voz baja—. No tenías que hacer esto. Es muy caro. La boca de Nino se torció con diversión oscura. —No lo hice, pero quería, y el dinero no es un problema, Kiara. Tenemos más de lo que podríamos gastar. Volví a mirar las teclas y las rocé con la punta de mis dedos. —Toca esa canción otra vez —dijo Nino.

—Solo empecé a trabajar en ella hoy. Aún no está lista. —No mencioné que nunca había estado feliz con una canción que hubiera creado y evitaba tocar frente a otros si es posible. La música era emocional para mí. Ponerme al descubierto ante otras personas así nunca me había parecido sabio. —Tócala —ordenó Nino. Mis ojos volaron hasta su cara. Su expresión era dominante pero no cruel. Me hundí en el banco una vez más, respirando profundamente, y apoyé los dedos en las primeras notas. Cerré los ojos porque con la intensa mirada de Nino en mí, no podía concentrarme. Entonces empecé a tocar, y la melodía cobró vida, fluyó a mi alrededor, evolucionó a medida que añadía algunas notas más. La última nota había muerto hacía mucho tiempo cuando me atreví a abrir los ojos. Nino me contemplaba, y el calor subió a mis mejillas. —No es buena, te lo dije, pero… Nino se inclinó y contuve la respiración.

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—No te menosprecies. Ahora eres una Falcone. Parpadeé y asentí. Toda la vida me habían menospreciado por los demás y por mí misma. Giulia me había dicho lo mismo antes, pero ningunas de sus palabras habían tenido efecto. Al mirar el rostro hermosamente frío de Nino y ver el dominio en sus ojos, me pareció imposible no tomar en serio sus palabras. Cuando quedó claro que Nino esperaba una respuesta, dije: —Está bien Sacudió la cabeza brevemente, pero no estaba segura de lo que eso significaba. Después se enderezó. —Tengo que irme para reunirme con el dueño de nuestro club de peleas, la Arena de Roger. Puedes pasar el día como quieras. Eres libre de caminar por las instalaciones y la mansión, pero como dije, no entres en el ala de Remo. —Remo probablemente tenía a una pobre mujer encerrada en un calabozo allí. Me estremecí. —¿Estaré aquí sola? —pregunté. Nino negó con la cabeza. —Savio se quedará contigo.

El alivio me inundó cuando me di cuenta que el Capo de la Camorra no estaba de guardia hoy como niñera, incluso si el Falcone más joven también me pusiera nerviosa. Después del incidente vergonzoso de ayer, en realidad no estaba ansiosa por conocer a ninguno de los hermanos Falcone. —Si quieres salir de la casa, dile a Savio y él te llevará a donde quieras ir. Mañana, tendré tiempo para mostrarte Las Vegas. —Esperó una respuesta, así que asentí. Me devolvió un breve asentimiento antes de irse. Y me quedé ahí mirando su espalda, estupefacta. Por un momento, vacilé entre sentarme otra vez en el piano e ir a buscar algo para comer, pero luego mi estómago retumbó ganando esa lucha. Me dirigí por el corredor de conexión a la parte principal de la casa. Todavía estaba tranquilo, pero cuando me acerqué a la cocina, pude escuchar una voz masculina. Cuando me detuve frente a la puerta, reconocí la voz de Savio. —Estoy atrapado aquí como niñera. Iré cuando Adamo se haga cargo al salir de la escuela.

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Estaba a punto de darme la vuelta y regresar al ala de Nino a pesar de mi hambre, cuando la puerta se abrió. Intenté retroceder tropezando, pero aun así conseguí que me golpeara en el hombro, aterrizando en mi trasero. Jadeé por la aguda punzada y luego me sonrojé de vergüenza cuando encontré a Savio mirándome con los ojos entrecerrados. Desde mi posición en el suelo, se veía aún más alto, lo que no ayudó con mi ansiedad. —¿Escuchabas a escondidas? ¿Nunca has oído hablar de la privacidad? — murmuró. Se guardó el teléfono en el bolsillo y después se inclinó sobre mí, así que me estremecí. Se quedó inmóvil, sus ojos se abrieron por completo un momento antes de controlar su expresión. Era casi tan bueno como Nino—. Dios mío, no iba a manosearte, mujer. —Extendió su mano—. Deja de estremecerte y toma mi mano. Lo hice, y él me ayudó a levantarme y luego me soltó. Me alisé el vestido rápidamente, absolutamente nerviosa. —Lo siento. No quise escuchar a escondidas, y lamento que tengas que jugar a la niñera cuando obviamente tienes mejores cosas que hacer. Savio se encogió de hombros. —Nino me pidió que lo hiciera, y tú estás indefensa.

Indefensa. Sonaba casi disgustado cuando lo dijo. No estaba segura de cómo reaccionar, así que solo dije: —Iba a preparar el desayuno. ¿Quieres algo también? Savio resopló. —Buena suerte. No hay comida en la nevera, solo cerveza. Nino es prácticamente el único que recuerda comprar comida, y ha estado ocupado estos últimos días. —Oh —murmuré. Savio suspiró, pasando una mano por su cabello oscuro. Era más corto que el de Nino y un poco más oscuro. —Vamos a tomar algo para comer. Podemos hacer un desvío rápido de modo que pueda consultar a uno de nuestros soldados que tiene problemas con los vándalos.

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Mis ojos se abrieron de par en par. Como Nino, Savio me estaba hablando de negocios. En la Famiglia, era en su mayoría mal visto involucrar a las mujeres en cualquier tipo de negocio, incluso mencionarlo a su alrededor. —No tenemos que salir —dijo, evaluando mi expresión—. Pero entonces tendrás que seguir sin comer. —No es por eso que me sorprendí. No estoy acostumbrada a oír hablar de los negocios. Savio se encogió de hombros. —Es lo que mis hermanos y yo estamos haciendo todo el día, así que es un tema constante por aquí. Excepto por Adamo, cuya principal actividad es estar de mal humor. Me reí. Savio me observó como si estuviera intentando entenderme. —Puedes salir y esperar en el camino de entrada. Agarraré algunas armas más y luego podremos irnos. ¿Algunas armas más? Él ya tenía una funda atada alrededor de su pecho, que sostenía una pistola y un cuchillo, pero no era mi lugar comentarlo, así que me dirigí afuera. Estaba cálido y soleado. Varios autos estaban estacionados en el camino de entrada; uno de ellos era un Ferrari en un tono de cobre metálico, que brillaba a la luz del sol. Pero mis ojos fueron atraídos hacia lo que debe haber sido una fuente de

mármol una vez. Ahora los restos de una estatua rota yacían en un montón en su medio. Savio llegó corriendo. Se puso una chaqueta de cuero negra, probablemente para esconder sus armas, y señaló con la cabeza hacia el Ferrari metálico. Por supuesto. Lo seguí hacia el auto y subí. Salté cuando el motor cobró vida como una bestia alzándose desde el Tártaro. Savio condujo el auto por el largo camino de entrada y atravesó las puertas. —¿Por qué la fuente está rota? —Era el orgullo y alegría de nuestro padre. La hizo en Italia y la envió aquí. Cuando mis hermanos y yo regresamos, después de alcanzar el poder, Remo la destrozó con un mazo. Podía imaginármelo en mi mente, Remo empuñando ese mazo como un lunático. —¿No intentaron detenerlo?

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—No hay nada que pare a Remo cuando está en modo asesino —dijo Savio mientras nos guiaba por un camino ancho con casinos y hoteles más pequeños a cada lado—. Odiábamos a nuestro padre. Estábamos ocupados quemando la pintura de él y nuestra madre. Su voz albergaba tensión, así que decidí cambiar el tema. —Ni siquiera intentas mezclarte, ¿verdad? —pregunté, señalando su auto. Savio puso los ojos en blanco. —Con un nombre como Falcone y con este tatuaje… —movió su brazo de modo que pudiera echarle un vistazo a su antebrazo tatuado con un ojo y una cuchilla—… no hay ninguna joda forma de que pueda mezclarme por aquí. ¿Y por qué querría? Mis hermanos y yo hemos devuelto el honor a la Camorra. Estoy orgulloso de quién soy, de lo que soy, ¿por qué querría ocultarlo? Asentí. Era un concepto extraño para mí. La mayor parte de mi vida había intentado mezclarme, intenté esconderme. —Es un poco extraño que seas mi niñera aunque soy dos años mayor que tú, ¿no te parece? La expresión de Savio endureció.

—La edad no importa. He sido Camorrista durante casi cuatro años. He peleado en la jaula. He matado y torturado. Soy capaz de defenderte a ti y a mí mismo, y no tengo reparos en hacerlo. —¿Cuatro años? —pregunté con incredulidad—. Pero eso significa que solo tenías trece años en ese entonces. Él asintió. —Quería ser Camorrista, y mis hermanos me necesitaban. —¿Qué hay de Adamo? ¿Ya ha sido inducido? La boca de Savio se tensó. —No. Remo cree que es mejor esperar hasta que tenga catorce años, así tiene tiempo para sacar la cabeza de su culo.

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Savio detuvo el auto en la acera frente a un café y luego salió sin decir una palabra. También salí rápidamente e inmediatamente me di cuenta que el Savio en la mansión o en el auto no era el Savio que el mundo exterior podía ver. Su expresión se había endurecido, no tan cruel como la de Remo y no tan fría como la de Nino, pero lo suficiente como para enviar un escalofrío por mi espalda. Ya no parecía un adolescente. Parecía un hombre. Me sorprendió cuando se acercó más. Así que le di una mirada curiosa. —Se supone que debo protegerte. No voy a ser yo a quien Nino le patee el culo si algo te pasa. Dudaba que a Nino le importara. Tal vez estaría disgustado porque su posesión había sido dañada o tal vez incluso preocupado de que pusiera en peligro la tregua con la Famiglia. —Pensé que Las Vegas era segura. —Lo es —dijo Savio, sus ojos escaneando la acera y la calle. Los pocos transeúntes parecían turistas, a pesar de que no estábamos cerca de la Franja—. Pero desde que la Organización atacó, somos más cuidadosos. Tiene sentido. Ser atacado en tu propio territorio debe haber sido un duro golpe. Savio me indicó que lo siguiera hacia el café, y traté de estar cerca de él. No me ponía tan nerviosa como Remo, cosa que era un alivio. Mantuvo la puerta abierta para mí, y entré. La barista que estaba detrás del mostrador me sonrió, pero dejó de hacerlo cuando entró Savio.

Él se dirigió hacia el mostrador. Después de pedir café para llevar y unas cuantas rosquillas, nos apartamos para esperar nuestro pedido. Las manos de la barista temblaban tanto que seguía derramando la leche. Sus ojos siguieron revoloteando hacia Savio y ocasionalmente sobre mí. No pude evitar sentirme mal. —¿Todos por aquí les tienen tanto miedo a ti y tus hermanos? —pregunté cuando ya estábamos de camino al auto. Tomé un sorbo de mi café, mirando a Savio. —No todos, no. Pero su hermano nos debe dinero. Y recibió la visita de Fabiano recientemente. Por eso estaba actuando así. Para el momento en que me abroché el cinturón, Savio apartó el auto del bordillo. Dirigió torpemente el automóvil con su taza encajada entre sus piernas ya que no había portavasos. Tomé un sorbo del mío y luego levanté la caja con las rosquillas. —¿Comer en tu auto está fuera de los límites?

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—No. Dame una con glaseado de limón. El personal de limpieza puede deshacerse de las migajas. Le di una de las rosquillas y saqué una para mí. Le di un mordisco y nos quedamos en silencio. Después lo miré de nuevo. —¿Qué? —murmuró. —Cambiaste apenas estuvimos afuera. Savio entrecerró su mirada hacia mí. —Nosotros, los Falcones, necesitamos mostrar una cierta imagen aquí afuera. Incluso Adamo lo sabe. También deberías recordarlo. —¿Yo? —pregunté, sorprendida. —Ahora eres una Falcone, ¿verdad? Asentí. —Sí. Tienes razón. —Una Falcone. Tomaría mucho tiempo aceptar el hecho de que era parte de la familia más notoria de los Estados Unidos. Savio estacionó. —Tengo que encargarme de algunos negocios, pero tienes que venir conmigo. —Vacié mi café rápidamente y seguí a Savio. Estábamos frente a un

restaurante italiano llamado Capri—. Como dije, este restaurante pertenece a uno de nuestros soldados. Su hijo es un amigo y también un soldado. Esta vez, cuando entramos en el sombrío restaurante, las reacciones fueron bastante diferentes. Sin miedo ni manos temblando. El restaurante no había abierto todavía. Dos tipos de la misma edad de Savio y dos hombres mayores se sentaban alrededor de una mesa y discutían sobre algo. Todos nos miraron al momento en que entramos. Asintieron hacia Savio, pero luego sus ojos se clavaron en mí. Incómoda bajo su escrutinio, tuve que luchar contra la necesidad de bajar mi mirada, recordando las palabras de Savio. Él avanzó hacia los hombres, y yo lo seguí un par de pasos atrás, sin saber si se suponía si debía quedarme a su lado cuando pronto tendría que hablar de negocios. Los chicos más jóvenes se levantaron. Ambos abrazaron a Savio y palmearon su hombro. Después el alto y voluminoso soltó un silbido bajo. —Buena captura, Savio. ¿La chica nueva de la semana? Savio me miró, y pude sentir el calor de mis mejillas. Cuando se volvió hacia los hombres, su sonrisa se había debilitado.

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—Es la esposa de Nino. Siguió un silencio incómodo, y el chico voluminoso se sonrojó, lo que pareció divertir a Savio si la contracción de su boca era una indicación. Uno de los hombres mayores se puso de pie y golpeó al adolescente en la parte posterior de la cabeza. —¡Ahora discúlpate, Diego! —No quise faltar el respeto —murmuró Diego. —Menos mal que Nino no está aquí —dijo Savio encogiéndose de hombros—. Es un bastardo posesivo. ¿Nino? ¡En serio? O era parte de esa apariencia externa que los Falcones querían presentar. No estaba segura. No conocía a Nino. —¿Por qué no se unen a nosotros? Estoy seguro que nuestro cocinero puede prepararles una comida rápida —dijo el hombre mayor. Diego y él compartían los mismos rasgos faciales afilados, padre e hijo, asumí. Savio inclinó su cabeza en acuerdo y se dejó caer en una de las sillas y luego se empujó a un lado para que me sentara junto a él. Me senté, contenta de que los hombres ahora intentaran evitar mirarme deliberadamente, aunque eso también se sentía raro.

—Ve a la cocina y diles que tenemos invitados, Diego —dijo el padre. Cuando Diego regresó, ya no se veía tan conmocionado y finalmente superó su sorpresa inicia. —Entonces, ¿eres la prima de Tenazas? Ahora toda su atención estaba de nuevo en mí. —Sí, pero Luca tiene muchos primos. —¿Cómo es? —preguntó Diego. Su padre lo miró, y Savio puso los ojos en blanco. —Es un Capo fuerte. Despiadado y muy respetado. —Nadie es más fuerte que nuestro Capo —dijo Diego, y todos los hombres asintieron. Los ojos de Savio se iluminaron con orgullo. Asentí porque se esperaba de mí. No estaba segura de quién era más fuerte, Remo o Luca. Remo tenía la ventaja de tener tres hermanos a su lado, incluso si Adamo aún no hubiera sido admitido.

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—Estoy aquí para discutir el ataque a tu otro restaurante, Daniele. ¿Tienes alguna pista de quién lo hizo? —No lo sé. Hace unos años, habría dicho que la Bratva, pero como los expulsaron de la ciudad, parece poco probable. —Tal vez están pensando en regresar —sugirió Diego. —Que lo intenten —dijo Savio con fiereza—. Los masacraremos a todos. La puerta de la cocina se abrió una vez más. Una mujer regordeta y una niña de alrededor de trece o catorce años con cabello largo y oscuro y asombrosos ojos verde oliva salieron a través de ella, cada una llevando una bandeja con pasteles, pan y queso. La niña era un poco marimacho, y sus ojos se estrecharon cuando me vio. Dejó la bandeja en el centro de la mesa. —¿Quién es esta? —preguntó con curiosidad, asintiendo en mi dirección. La mujer le hizo callar. —Soy Kiara, la esposa de Nino —le dije, y ella se relajó. Sus ojos se dirigieron a Savio, y supe por qué había sido cautelosa conmigo. —Entonces, Savio —comenzó—. ¿Cuándo vas a pelear conmigo como prometiste?

—Nunca prometí nada —respondió Savio con una sonrisa. —Gemma, deja de molestarlo. Savio no tiene tiempo para jugar con niñas molestas —murmuró Diego. Ella se inclinó sobre la mesa y le dio un puñetazo en el hombro. Él intentó agarrarla, pero se fue corriendo antes de que pudiera lograrlo, sacándole la lengua. Luego, con una última sonrisa a Savio, se deslizó por la puerta de la cocina. Me sentí aliviada al ver que no todos en Las Vegas estaban aterrorizados por los Falcone. Cuando regresamos a la mansión a primera hora de la tarde, estaba más relajada que en semanas. —Gracias por pasar el día conmigo —dije cuando entramos a la sala de estar. Savio me dio una mirada extraña. —No es como si fuera mi elección, pero eres mucho menos molesta que la mayoría de las mujeres. Mis cejas se dispararon en alto.

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—¿Umm, gracias? Señaló a Adamo, que estaba tumbado en el sofá, con los auriculares en los oídos, jugando un videojuego. —Ahora es su turno. Con eso se fue, dejándome allí de pie. Me sentía como la molesta hermanita que pasaba de un hermano mayor al otro, lo cual era una estupidez ya que ambos eran más jóvenes que yo. Adamo levantó uno de sus auriculares. —¿Quieres unirte? Miré la pantalla. Estaba jugando algún juego de carreras. Nunca había jugado a un videojuego porque mi tío y mi tía no tenían consolas, y no creía que fuera algo que disfrutara. Asentí de todos modos y me senté frente a Adamo. Hasta ahora, apenas había hablado con el Falcone más joven. Era el más accesible de todos, casi normal, excepto por el hecho de que una pistola descansaba a su lado en el sofá. Bajó los auriculares. Su cabello castaño rizado era un desastre sin esperanza. No pensé que se molestara en cepillarlo después de levantarse esta mañana.

—Espero que Savio no fuera un imbécil contigo. Si lo fue, no te preocupes. Es su modo de ser. —Fue agradable —le dije. Adamo me dirigió una mirada dudosa, sus ojos castaños siendo mucho más amables que los de sus hermanos. —¿Alguna vez has jugado a este juego? —Nunca he jugado ningún tipo de juego. Sus ojos se abrieron pro completo. —Mierda. ¿En serio? Sonreí. —Supongo que es algo que no debería perderme. —Mejor siéntate a mi lado para que te pueda explicar los controles.

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Me levanté y Adamo puso el arma en la mesa frente a él, de modo que tuviera espacio para sentarme. Vacilé por un momento. Y Adamo hizo una mueca. —No tienes que tenerme miedo. Me senté más cerca de lo que lo habría hecho con cualquiera de sus hermanos. Adamo era un niño, incluso si era más alto que yo. Me tendió el control. Lo agarré con una sonrisa honesta. —Me temo que tendrás que comenzar con lo básico. No tengo ni remota idea con esto. —Es fácil —prometió con una sonrisa propia. Señaló los botones y los explicó pacientemente. No fue una gran sorpresa que fuera absolutamente terrible. Chocaba mi auto constantemente contra la pared. Cuando Nino llegó a casa más tarde esa noche, la cara de Adamo estaba roja de reírse por mi falta de habilidades en videojuegos. La fría mirada de Nino se desplazó entre su hermano y yo. —¿Divirtiéndose? Asentí, pero pronto mi sonrisa desapareció. Nino todavía me ponía nerviosa por su frialdad distante. No tenía forma de adivinar lo que estaba pasando en su

cabeza. Me sorprendió cuando vino hacia nosotros y se sentó a mi lado. Me contempló por un momento más antes de decir: —Si quieres, puedo encargarme. Le tendí el control y él lo tomó, con las yemas de sus dedos rozando mi piel. Me estremecí ligeramente ante el contacto. Nino se echó hacia atrás, con el control en la mano, pero me entrecerró los ojos por un breve momento. Sabía que no era por enojo. Simplemente estaba intentando comprenderme. Adamo no pareció muy contento de tener que jugar con Nino. No les tomó mucho tiempo entrar en una batalla seria, incluyendo comentarios sarcásticos de Nino y maldiciones fervientes de Adamo. Una pequeña sonrisa tiró de mis labios. Mis hermanos y yo nunca habíamos sido cercanos. Era bueno ver que, a pesar de todo, los hermanos Falcone habían logrado mantenerse como una familia. Solo deseaba encontrar una manera de sentirme parte de ella.

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12 Nino Traducido por LizC Corregido por Bella’

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Justo como lo hacía todos los días, me levanté a las seis de la mañana y agarré mi traje de baño. Kiara se sacudió detrás de mí, así que me fui al baño para cambiarme. Llevaba calzoncillos de noche para su beneficio, y eso parecía haber disminuido su ansiedad a mi alrededor. Todavía era cautelosa en la cama conmigo. No estaba seguro por qué pensaba que la cama era un lugar particularmente peligroso. Si quisiera follármela, bien podría hacerlo en la sala de estar o en cualquier otra habitación de la casa. Al regresar a la habitación, Kiara estaba apoyada contra la cabecera, las cobijas se reunían alrededor de su cintura, su cabello oscuro sobresalía por todas partes. Sus delgados hombros y brazos estaban expuestos, y su delgado camisón hacía poco para ocultar el contorno de sus pezones. Mi cuerpo definitivamente quería reclamarla, pero me habría dado poca satisfacción tener su cuerpo lloroso y aterrado debajo del mío. —Buenos días —dijo en voz un poco más profunda de lo normal, lo que solo se sumó a su atractivo sexual. Pude sentir una agitación traidora en mi polla, pero la reprimí rápidamente. —Voy saliendo a nadar como siempre. Una vez que termine, podemos irnos. Quiero mostrarte la ciudad como prometí, y temprano en la mañana hay menos gente. Ella asintió. —Estaré lista. —Mis ojos se detuvieron en la hinchazón de sus pechos. Luego me di la vuelta y me fui. El agua fría me vendría muy bien.

Estaba en silencio junto a mí a medida que nos llevaba por la Franja. Era donde debían comenzar todos los recorridos de Las Vegas, pero mis lugares favoritos estaban en los límites, especialmente en los cañones y arroyos. Los ojos de Kiara se vieron atraídos por los espectaculares hoteles bordeando la calle en ambos lados, pero no parecía tan impresionada. —¿No te gusta el recorrido? —pregunté. Negó con la cabeza rápidamente. —Es fascinante, pero no soy fanática de las ciudades. Prefiero los paisajes y la tranquilidad. —Entonces cambiaremos nuestros planes. —Giré el auto y salí de los límites de la ciudad hacia el Gran Cañón. Los ojos de Kiara se abrieron por completo cuando las formaciones rocosas de color rojo brillante se alzaron a nuestro alrededor.

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—Este es un lugar que me gusta visitar cuando tengo ganas de escalar en roca. —¿Escalas? —preguntó. —Escalo y hago senderismo. Es un buen ejercicio con la ventaja adicional de estar en la naturaleza. —Nos guie a lo largo del recorrido panorámico, pero al final me detuve en un puesto de observación a un nivel alto. Kiara y yo salimos y nos sentamos en uno de los bancos allí. Se quedó en silencio mientras contemplaba las montañas multicolores rodeándonos. Su expresión era tan pacífica como lo había sido cuando tocaba el piano. Sin miedo, ni tensión o preocupación. —Es hermosa —susurró. —Lo es —concordé, mirándola directamente. Se volvió hacia mí y sonrió. —Gracias por traerme aquí. Lo prefiero en lugar a la ciudad. —Vengo tan a menudo como puedo, cosa que no es muy frecuente. Ahora que estamos a punto de atacar a la Organización, será incluso menos. Siempre hay una lucha que ganar, un enemigo que cazar, o una ciudad que ganar o defender Frunció los labios.

—¿No es cansado pelear todo el tiempo? Luchaste durante años para recuperar tu territorio, ¿verdad? —Lo hicimos. Después de que nuestro medio hermano matara a nuestro padre, Las Vegas quedó en ruinas. Sin un Capo fuerte, todos los lugartenientes en el Oeste decidieron hacer lo que quisieran. No había un liderazgo en Las Vegas que seguir porque había un Capo nuevo en la ciudad cada pocos meses. —¿Cuánto tiempo has estado en el poder? —Casi cinco años, pero Remo está en el poder. Soy su Consigliere. Kiara negó con la cabeza, jugando distraídamente con la delgada tela de su vestido. —Ustedes gobiernan juntos. Lo hacen todo juntos. —Remo sigue siendo el Capo, y eso es bueno. Está destinado a gobernar. Volvió a morderse su labio inferior. Alcancé la mano que descansaba sobre su muslo y presioné mi pulgar contra su muñeca. Su pulso no era lo suficientemente rápido para ser miedo.

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Sus cejas formaron una V a medida que veía hacia mi dedo contra su muñeca y luego a mi cara. —¿No tendría más sentido que alguien que no permite que las emociones dominen la lógica dirija la Camorra? —No. Nuestros soldados admiran a Remo. Su feroz brutalidad, su ira incontrolada y su lealtad apasionada… es algo que buscan en un líder. No lógica. Los humanos no quieren lógica. Quieren sentimientos. —Supongo.

Kiara Me desperté de una pesadilla y me di cuenta que estaba sola en la cama. Mis dedos alcanzaron mi mesita de noche en busca de mi teléfono hasta que finalmente la pantalla se iluminó bajo mi toque. Eran las dos de la mañana. Me senté, confundida. Nino siempre se acostaba conmigo, así que ¿dónde estaba? Desde

nuestro recorrido por el Gran Cañón hacía dos días, solo lo había visto en la cena todas las noches, donde pedíamos pizza o pasta. Aparte de comer juntos, pasaba mis días sola en la biblioteca mientras mis niñeras, Savio o Adamo, se quedaban en algún lugar de la casa. Ahora bien despierta, decidí ir a la cocina para tomar algo para beber y tal vez una manzana. Dudaba que la cocina hubiera sido usada antes. Con todas estas tardes ordenando comida para llevar había reducido seriamente mi consumo de frutas y verduras, y tenía hambre a pesar de la hora tardía. Me puse un albornoz y salí de nuestra habitación y luego continué escaleras abajo. La puerta del corredor de conexión estaba cerrada, lo cual era extraño, pero la abrí en silencio, cuidando no despertar a nadie. Me dirigí por el pasillo de conexión y entré en la cocina, donde agarré un vaso de agua y una manzana. Después empecé a regresar a nuestra habitación. Un extraño ruido me hizo detenerme brevemente. No podía ubicarlo. A través de la oscuridad, me arrastré lentamente en la dirección del sonido. Una tenue luz desde la sala de juegos se filtraba en el pasillo. Tal vez Adamo estaba jugando un videojuego. Parecía no hacer nada más cuando estaba en casa.

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Salí del oscuro pasillo y me congelé, mi cuerpo se detuvo por la conmoción. Mi cerebro tardó un segundo en comprender lo que estaba pasando. Remo tenía a una mujer inclinada sobre la mesa de billar, sujetándola por el cuello, mientras él la embestía por detrás. Ella gemía ruidosamente a pesar de que su mejilla estuviera presionada contra la mesa. En el otro extremo de la habitación, una mujer estaba arrodillada frente a Savio, con su mano empuñando su cabello rubio, guiando sus movimientos. El vaso resbaló de mi mano y se rompió a mis pies cuando el pánico inundó mi cuerpo. Los ojos de Savio y Remo se enfocaron en mí al instante. Intenté dar vuelta y correr, pero mis pies resbalaron sobre el agua derramada, y aterricé en mi trasero. El dolor atravesó mi muslo, un escozor agudo que me detuvo la respiración, pero no mi cuerpo. Poniéndome en pie, me fui corriendo, mis pies descalzos patinando a medida que luchaba por mantener el equilibrio. Mis respiraciones se volvieron cortas y superficiales, mi visión se volvió negra en las esquinas. Apenas podía respirar por el miedo mientras corría hacia el dormitorio principal y cerraba la puerta. Después me tambaleé hasta el baño. Por un momento estaba segura que vomitaría, pero después de salpicar agua en mi cara, mis náuseas cesaron. No podía evitar la sensación de estar sucia. Sabía que solo estaba en mi mente, simplemente convocando los recuerdos que atormentaban mis noches.

Una punzada aguda en mi muslo interno llamó mi atención momentáneamente, y miré hacia abajo. La sangre corría por mi pierna. Riachuelos rojos se deslizaban por mi piel. Empecé a temblar, más recuerdos horribles resurgiendo y arañándome el pecho. Levanté mi camisón lentamente para encontrar un pedazo de vidrio en la parte superior del muslo. Me aferré al lavabo. La sangre cubría mis piernas como hace tantos años. Pero seguía imaginando a Remo y Savio con estas mujeres. Temblando, incapaz de mantenerme en pie, me hundí en el suelo. Apenas registré el sonido de la puerta de la habitación abriéndose bruscamente de golpe en mi mente brumosa, y entonces dos fuertes piernas masculinas aparecieron en mi enfoque. Nino había entrado, vestido solo con calzoncillos. —¿Kiara?

Nino

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Savio irrumpió en la habitación de invitados sin tocar la puerta, subiéndose los pantalones en el proceso. Me detuve y la puta de rodillas que tenía delante de mí le lanzó una mirada por encima del hombro. —¿Qué pasa? —pregunté. —Tu chica entró cuando nosotros estábamos follándonos a las putas. Se volvió loca. —Mierda. ¿No les dije que se metieran en una maldita habitación? —Estábamos en una habitación. ¿Y por qué deberíamos escondernos en nuestra propia casa? —murmuró Savio. Me salí del culo de la puta, agarré mis calzoncillos y me los puse antes de seguir a Savio a la sala de estar. Remo dejó de follarse a su puta cuando me vio. —Te quedas así. No he terminado contigo —gruñó él mientras soltaba el cuello de la mujer, saliendo de ella y viniendo hacia mí, sin molestarse en cubrirse.

Fragmentos de vidrio y agua, así como sangre, cubrían el suelo. Sin embargo, no había mucha sangre para haber sido algo serio. —¿Qué pasó aquí? —Entró en pánico, cayó y se cortó —dijo Remo—. Tienes que controlarla. Lo dejé allí de pie y me dirigí al dormitorio principal, pero encontré la puerta cerrada. —¿Kiara? Sin respuesta. No estaba seguro de cuánto se había lastimado a sí misma. Un fragmento de vidrio podía causar lesiones graves según el lugar donde cortaba. La cantidad de sangre en el suelo no me había dado motivos para preocuparme, pero si había quitado el fragmento sin comprobar su posición, podría desangrarse en cuestión de minutos.

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Cuando no respondió después de otro golpe más fuerte, pateé la puerta y entré. La habitación estaba vacía, así que continué al baño. Las manchas de sangre cubrían el mármol color crema, y Kiara estaba sentada en el suelo, mirándose a sí misma. Me acerqué más. —¿Kiara? Había visto una mirada similar en su cara en nuestra noche de bodas. Su pasado la tenía en su agarre implacable una vez más. La sangre cubría el interior de su pierna, pero su camisón ocultaba la fuente de mi vista. Sabía que no manejaría bien mi toque, pero no podía molestarme en tomar eso en consideración cuando tenía una herida que necesitaba ser tratada. Me incliné sobre ella y la levanté. Se tensó e hizo un pequeño sonido en la parte posterior de su garganta, pero no reaccionó de otra manera. La alcé sobre la superficie de mármol del lavabo. —Kiara, mírame —ordené firmemente, y levantó los ojos para encontrarse con los míos. No estaba tan ida como lo estuvo en nuestra noche de bodas, pero no estaba seguro de lo que había causado el episodio. La vista de mis hermanos follándose a sus putas, la sangre en sus piernas, o una combinación de las dos. —Necesito echar un vistazo a tu herida. Ella parpadeó y luego hizo un pequeño asentimiento, pero no estaba seguro si en realidad había registrado lo que dije. Sus rizos oscuros se pegaban a su frente

sudorosa. Metí la mano en el cajón y saqué un botiquín de primeros auxilios, después agarré un paño, lo empapé con agua fría y limpié la cara de Kiara con él. Se estremeció, pero su mirada se centró un poco más. Dejé caer el paño y alcancé el dobladillo de su camisón. Se congeló y su respiración cambió. Temor. Evalué su cara. Me observaba con los ojos muy abiertos, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Sin embargo, no me detuvo. Empujé la tela hacia arriba hasta que se amontonó alrededor de su pelvis. Ahora podía ver la parte superior de un fragmento de vidrio, pero con las piernas cerradas contra sí, no podía verlo bien. Puse mis manos en sus rodillas y presioné. Ella se resistió. Podría haberlas separado, pero esa parecía una elección imprudente dado su pasado. —Kiara —dije firmemente—, necesito echar un vistazo a esto. Los músculos de sus piernas se relajaron bajo mis palmas, y al final pude separarlas, revelando unas bragas de encaje blancas y un fragmento sobresaliendo de la piel sensible en la parte superior del muslo interior. —Inclínate un poco hacia atrás. —Lo hizo y apoyé su pierna lesionada hacia un lado, abriéndola.

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Ella contuvo el aliento. —Relájate. Me encargaré de tu herida, eso es todo, Kiara. —Lo sé —susurró. Me desinfecté las manos. El fragmento no estaba muy profundo por lo que parecía, pero tenía que sentirlo para asegurarme. —Esto podría doler un poco —advertí antes de palpar el área alrededor del fragmento con la punta de mis dedos. Ella se estremeció violentamente, gimiendo. Levanté la vista y vi lágrimas en sus ojos. Era muy sensible al dolor. La mayoría de las veces lidiaba con mis hermanos o con Fabiano cuando trataba heridas, así que no había tenido en cuenta su reacción. No teníamos ningún spray adormecedor, y un analgésico no ayudaría con el dolor inmediato. —Kiara, necesito quitar el fragmento. Será doloroso. Lo haré rápido. —Aún no le había dicho que todavía tendría que coser la herida. Más malas noticias después de la lesión inicial. Ella tragó con fuerza y entonces asintió un poco. Agarré el borde del fragmento con mis dedos y envolví mi mano libre alrededor de la cadera de Kiara para estabilizarla, presionando entre sus piernas de modo que no pudiera jalarlas. Su

respiración se detuvo, pero no le di tiempo para preocuparse. Arranqué el fragmento en un movimiento brusco. Ella gritó, sacudiéndose violentamente en mi agarre. Se inclinó hacia delante y apoyó la frente contra mi pecho, jadeando, todavía temblando. Pasé mi pulgar por su costado. —Esto fue lo peor —le dije, pero no reaccionó—. Kiara, tienes que recostarte ahora para así poder echar un vistazo a tu herida. Se enderezó lentamente. Su rostro estaba pálido y las lágrimas corrían por sus mejillas. Dejé el fragmento en el lavabo y me agaché ante Kiara para ver mejor el corte. Había comenzado a sangrar nuevamente por haber sacado el fragmento. Como era de esperar, no era muy profundo. Lo limpié cuidadosamente, ignorando el estremecimiento de Kiara. No estaba seguro si era por dolor o por miedo ya que mis dedos tenían que trabajar cerca de donde ella se sentía más vulnerable. Cuando alcancé la aguja para coserla, ella exhaló bruscamente. Levanté la mirada hacia ella. —¿Alguna vez te han suturado?

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Sacudió su cabeza. Sería muy incómodo para ella. En realidad, no había nada que lo impidiera. La herida necesitaba puntos de sutura, y no podía llevarla a un hospital ni llamar a uno de los médicos de la Camorra. Lo primero porque no involucramos a forasteros y lo segundo porque no confiaba en que esos hombres hicieran un mejor trabajo que yo. Consideré su herida una vez más. Cinco puntos servirían y sería rápido. Kiara gimió, pero por lo demás no hizo ningún ruido cuando introduje la aguja en su carne. Los músculos de sus muslos temblaron bajo la aguja, y presioné mi palma sobre ellos para que el movimiento no arruinara el trabajo de mi sutura. —Listo —dije finalmente y me enderecé antes de lavarme las manos. Después tomé un paño nuevo y limpié el exceso de sangre de las piernas de Kiara. Kiara todavía estaba muy callada. Levanté su barbilla para que así me viera a los ojos. —¿Qué pasó? Sus ojos se apartaron. —Encontraste a mis hermanos teniendo sexo. —Especialmente Remo. Kiara no necesitaba verlo en acción.

Ella exhaló. —¿Te trajo recuerdos? —Sí —murmuró. —Hablaré con ellos para mantener sus actividades en sus partes de la casa a partir de ahora —le dije. A Remo no le gustaría ese maldito detalle, ni a Savio, pero Remo era a quien debía convencer. —¿Dónde estabas? —preguntó con voz suave. Evalué su expresión, pero sus ojos lucían abatidos y era obvio que estaba intentando mantener su rostro impasible. —Acordamos que buscaría placer en otra parte, Kiara. ¿O has cambiado de opinión? —Aún no parecía que estuviera lista para someterse a mí en la cama. —No —contestó en voz baja, pero noté la vacilación. —¿Pero? —No, sin pero —dijo con más firmeza.

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—Está bien. —Era obvio que algo todavía la estaba molestando, pero no estaba dispuesta a compartir. Le entregué dos analgésicos, que se metió en la boca inmediatamente—. ¿Por qué no vuelves a la cama? La levanté de la encimera y la llevé a la habitación. Todavía estaba un poco inestable. Se metió debajo de las mantas y se acostó. —¿No te unes a mí? Me detuve. Tenía la intención de volver a la puta con la que había estado follando antes de que Savio me interrumpiera, pero algo en los ojos de Kiara me hizo deslizarme bajo las sábanas con ella. La puta eventualmente se daría cuenta que no iba a volver. Tal vez Savio o Remo la usarían con ellos. Aun así, no pude entender las razones de Kiara para querer que me quede. Yacía de espaldas, pero con la cabeza inclinada hacia mí. Apagué las luces. —¿Puedes decirme algo sobre ti que todavía no sé? —preguntó, su suave voz desde la oscuridad. —¿Qué sabes de mí? Por un momento hubo silencio.

—Sé que tu padre era Capo antes de que Remo se hiciera cargo. Sé que tú y tus hermanos vivieron en Inglaterra por un tiempo, pero regresaron a los Estados Unidos para recuperar su territorio después de que su padre fuera asesinado por su Ejecutor, Growl. Sé que eres un genio. Esos eran los fundamentos. Era difícil decidir qué tipo de información divulgar en este momento. —Hablo cinco idiomas con fluidez. Ruso, italiano, inglés, español y francés. —Déjame adivinar —dijo ella—. Ruso y español para que puedas tratar mejor con la Bratva y el Cartel. —Cierto. No tiene sentido torturar a alguien para obtener información si no entiendes lo que dicen. Eso niega el propósito. Kiara dejó escapar un pequeño sonido, pero no podía decir si era una risa ahogada o un resoplido. —¿Por qué francés?

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—Por la Unión Córcega en Canadá. No han estado involucrados en nuestro negocio hasta ahora, pero es bueno estar preparado. Su territorio está cerca del de Dante. Él podría buscar su apoyo. —¿Hay algo que hagas que no sirva para un propósito o sea ilógico? ¿Algo que hagas porque lo disfrutas? —Hay muchas cosas. Por ejemplo, el sexo. —No tenía que ver a Kiara para saber que se había vuelto a poner rígida—. Aunque uno podría argumentar que sirve para relajarme. Tal vez el senderismo y escalar. —Me gustaría ir de excursión un día —dijo. —Hay algunos cañones más pequeños alrededor de Las Vegas que son buenos para el senderismo, y el Gran Cañón ofrece algunos senderos que son más avanzados. Podría llevarte a uno alguna vez. O podrías ir a escalar conmigo. —No estoy muy en forma, así que tómatelo con calma —dijo, luego bostezó. —Ahora duerme —le dije. —Está bien —susurró, su voz ya pesada con el sueño—. Y, Nino, gracias por todo hasta ahora. Fruncí el ceño en la oscuridad. No sabía por qué tenía que agradecerme.

A la mañana siguiente, Kiara todavía estaba profundamente dormida cuando me levanté y me dirigí a la piscina para nadar. Después de eso, entré en nuestra sala de juegos donde encontré a Remo tendido en el sofá, con una taza de café en la mano. Estaba al teléfono, pareciendo molesto. Nadie había limpiado los fragmentos ni la sangre todavía, y si no lo hacía, nadie lo haría hasta que el personal de limpieza llegara mañana. —No te preocupes. Esa entrega llegará. Siempre mantenemos nuestra palabra. Solo asegúrate de mantener la tuya —murmuró Remo antes de colgar. —¿La Famiglia? —El maldito Matteo Vitiello. Ese hijo de puta me pone los nervios de punta. —Porque tienes un temperamento similar —le dije. Remo entrecerró los ojos.

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—Entonces, ¿cómo está tu esposa? ¿Ya ha superado su sorpresa de ver cómo es que se folla jodidamente bien? —Tuve que suturarla porque se cortó con un fragmento. Creo que sería prudente mantener tus actividades sexuales en tu propia ala. Ahora que Kiara vive bajo el mismo techo, es demasiado arriesgado y probable que se vuelva a encontrar contigo de esa forma. —Esta es mi casa. No tenemos criadas porque no queríamos sentirnos como si estuviéramos siendo vigilados en nuestra casa, ¿y ahora quieres que me esconda en mi propia ala cuando quiera follar con una puta? Me hundí frente a él. —No conviertas esto en un asunto más importante de lo que es. Tienes lugares más que suficientes para follar, Remo. Cuando Adamo era más joven, también teníamos más cuidado y podías lidiar con eso. —Tu esposa es una mujer adulta. ¿No debería ser capaz de soportarlo? —Sabes por qué no lo hace. Está demasiado marcada por su pasado, e incluso si no lo estuviera, no quiero que te vea a ti o a Savio follando por ahí. No tienes que estar viendo tu polla. Remo rio entre dientes.

—Tampoco ve la tuya. Tal vez ese es el problema. Tal vez puedes ayudarla a superar su jodido pasado al follártela. Remo estaba intentando enojarme, y a pesar de mi falta de emociones, me estaba cansando de esta discusión. —Nunca te pido favores, Remo, pero esto te lo pido. La expresión de Remo se volvió seria. —¿Por qué mierda te preocupas por ella? —Como te dije antes, ahora es parte de la familia. Al igual que protegimos a Adamo y Savio, ahora debemos proteger a Kiara. Es inocente y está a nuestra merced, y deberíamos tratarla como se merece, como mi esposa y como una Falcone. Remo sacudió la cabeza y dejó su taza de café con un sonido audible, derramando algo del líquido sobre la mesa. —Maldición. ¿Se te ocurrió ese discurso justo ahora? Pero está bien, si me pides que lo haga, lo haré. Savio será un dolor en el culo por eso, estoy seguro.

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El sonido de un movimiento nos hizo callar a ambos. Supe por los pasos suaves que solo podía ser Kiara. Adamo pisoteaba por toda la casa para molestarnos, y los pasos de Savio eran más seguros. Sus pasos eran lentos y vacilantes, como si le preocupara lo que encontraría en la sala de estar esta mañana. —La costa está despejada —gritó Remo—. No vamos a follar por aquí más nunca. Le lancé una mirada, pero él me dio una sonrisa torcida. Kiara emergió del corredor de conexión. Sus ojos posándose en los fragmentos y su sangre derramada en el suelo. Un color rosa inundó sus mejillas. Miró a Remo y luego rápidamente a mí. —¿Dónde tienen una fregona para que pueda limpiar esto? Me levanté. —Déjame hacerlo. —Me dirigí al pequeño armario de limpieza donde ninguno de mis hermanos había puesto un pie alguna vez. A ellos no les importaba que la casa estuviera sucia hasta que el personal de limpieza apareciera de nuevo, pero yo prefería las cosas limpias y ordenadas. Vivir bajo el mismo techo con esos cerdos, era una batalla perdida para mantener todo limpio.

Kiara me siguió de cerca. —Debería hacerlo. Después de todo, causé el desorden. —Siguiendo esa lógica, Remo y Savio deberían limpiar —dije. —Eso no va a suceder —gritó Remo. —¿Está enojado? —preguntó Kiara en voz baja. —Remo siempre está enojado. Tienes que ser más específica que eso. —Porque lo interrumpí a él y a su… mujer. —No lo interrumpiste. Créeme. Remo está acostumbrado a muchas mierdas. Que tú te vuelvas loca por su culpa no le impedirá que se folle a una puta. Kiara se tensó. —¿Llamas a todas las mujeres putas? —No, pero eso es lo que eran. Trabajan para nosotros en el Sugar Trap. Su nariz se arrugó.

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—Entonces, ¿siempre usan putas? —No. Pero si las cosas están ocupadas, es la forma más fácil de tener sexo. Encontrar una mujer normal requiere que salgamos y las encantemos. Eso es muchísimo más trabajo. Kiara suspiró. —Tú y tus hermanos son un desastre. Remo se levantó del sofá. —¿Hay algo de comida en la nevera? Estoy hambriento. —Ayer compré huevos y tocino. —Tomé el trapeador, un recogedor de basura y una escoba pequeña del armario cuando Remo desapareció de vista. Kiara me quitó la escoba y el recogedor de basura y avanzó algo rígida hacia los restos de los vidrios rotos en el suelo. Llené un cubo con agua antes de seguirla. —¿Cómo está tu herida? —pregunté. —Me duele, pero tus puntos parecen sostenerse —dijo, su expresión suavizándose—. Eres muy bueno jugando al doctor.

—Tengo años de práctica suturando a mis hermanos y a mí mismo, aunque Remo me ha proporcionado la mayor práctica. —Todos ustedes tienen muchas cicatrices —comentó, sus ojos recorriendo la parte superior de mi cuerpo. Tuve problemas para leer su expresión. No parecía alterada por mi estado medio vestido. —Todo el mundo tiene cicatrices. Algunas son profundas en la piel, otras van más allá de eso. —Hasta el alma —susurró. —¿Te refieres a ti misma? Me vio secar la sangre y arrojar los fragmentos en el recogedor, y luego me sonrió de forma extraña. —No creo que mis cicatrices se desvanezcan.

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—No necesitan desvanecerse. —Tomé su mano y la apoyé contra la cicatriz sobre mi ombligo. Las yemas de sus dedos revolotearon sobre mi piel, sus ojos abriéndose de par en par con sorpresa—. Un cuchillo entró allí. Una cuchilla sucia. La herida no sanó en mucho tiempo. Por un momento, estaba seguro que no sanaría en absoluto. ¿Cómo se siente? Frunció el ceño. —La piel es un poco más dura, pero tus tatuajes cubren todo. —La piel es más dura allí por el tejido cicatricial grueso. Es menos sensible al dolor, al frío y al calor. Es más fuerte. Sus ojos castaños sostuvieron mi mirada. —No entiendo. Acerqué mi rostro aún más. —Si lo dejas, tu cuerpo puede curar las cicatrices que dejó, y el resultado será más fuerte que el que había allí antes.

13 Kiara Traducido por Perséfone Corregido por Indiehope

Me desperté cuando Nino fue al baño a ponerse su traje de baño. Todas las mañanas, desde que me mudé hace tres semanas, seguía el mismo ritual. Al principio lo veía de vez en cuando desde la ventana hasta que, hace una semana, encontré el coraje para seguirlo. Ahora siempre me esperaba.

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Levantó las cejas cuando me vio ponerme el albornoz y agarrar un libro. —¿Lista? —Lista. Lo seguí abajo, mis ojos dirigiéndose hacia su cuerpo. Se veía bien en sus trajes de baño. En los últimos días, a menudo me sorprendía mirándolo. Su cuerpo me fascinaba, podía admitir eso, y tocar su cicatriz no había invocado a demonios del pasado como había temido. Sus cicatrices y tatuajes me hacían querer descubrir la historia detrás de cada uno de ellos. La historia de Nino. Estirándome en una de las tumbonas, observé cómo Nino se dirigía hacia el borde de la piscina y saltaba con elegancia. Siempre seguía la misma rutina. Dos vueltas en estilo mariposa, dos vueltas de espalda y dos vueltas de crol. Luego repetía todo desde el principio. Nunca vacilaba en sus movimientos durante los treinta minutos que nadaba, y no leía ni una sola palabra. No podía quitar mis ojos de él, de los músculos de sus brazos y espalda mientras se flexionaban. Era fascinante y hermoso, agraciado. Las mañanas de mayo en Las Vegas fueron sorprendentemente cálidas, y disfruté la sensación del sol en mi piel a medida que mis ojos se posaban en mi esposo.

Mi esposo. Todavía no se sentía real. Había cumplido su palabra, nunca había hecho ni un movimiento para tocarme, y a veces me sorprendía preguntándome cómo sería si él me tocaba… si estuviera más cerca. Sabía que no era una posibilidad en la que debería molestarme en distraerme. Cuando nadó hacia la escalera, levanté rápidamente mi libro y volví mi mirada a la página, pero por encima del borde del libro, vi a Nino salir y un pequeño escalofrío me recorrió la espalda. Después de detenerse un momento a tomar algo de sol, una visión que siempre me dejaba sin aliento y enviaba ráfagas de calor a través de mi cuerpo, se dirigió hacia mí, goteando agua. Le entregué la toalla que había puesto en la tumbona junto a la mía e intenté no actuar como si lo hubiera estado observando en secreto todo el tiempo. —Gracias —dijo y comenzó a secarse—. También puedes usar la piscina, ya sabes.

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—No he ido a nadar en muchos años, y nunca fui muy buena —admití, teniendo dificultades para concentrarme en su rostro. Por alguna razón, la presencia de Nino era aún más abrumadora cuando se paraba justo frente a mí, empapado. —Puedo enseñarte si quieres —dijo. —Tal vez en unas algunas semanas o así —dije rápidamente porque no estaba segura si estaba lista para solo usar un traje de baño alrededor de Nino, incluso si él ya me había visto desnuda en nuestra noche de bodas. Ese día parecía haber sido hace toda una vida. —Hoy debo sacarte los puntos. Si no hubiera estado ocupado estos últimos días reuniendo información en los edificios de la Organización, lo habría hecho antes. ¿Por qué no lo hacemos de inmediato y luego desayunamos? Sonreí. —Eso suena bien. —Luego agregué rápidamente—: No la parte sobre los puntos, sino la parte del desayuno. Extendió la mano. Mi estómago se revolvió de forma extraña cuando sus cálidos dedos se cerraron sobre mi piel y me puso sobre mis pies. Sus cejas se fruncieron cuando su dedo rozó mi muñeca, pero luego me soltó. —¿Qué tipo de información reunieron? —pregunté a medida que caminábamos de regreso a la casa.

—Remo está planeando un ataque en Chicago. Asumimos que el padre de Fabiano fue la fuerza impulsora detrás del ataque en nuestro territorio. Tiene poderosos partidarios en la Organización, uno de ellos es Fiore Cavallaro, y mientras el anciano viva, Dante probablemente no se librará de Scuderi. —Pero Scuderi es el padre de Fabiano. ¿Por qué intentaría matar a su propio hijo? —Trató de matarlo antes cuando Fabiano era un niño. Remo lo encontró poco después, y Fabiano ha sido parte de nuestra familia desde entonces. Scuderi guarda rencor contra sus hijos. Estoy seguro que sabes la historia de por qué estalló la guerra entre la Organización y la Famiglia. —Por supuesto. La hermana de Fabiano, Liliana, mató a su esposo con la ayuda de un soldado de la Famiglia y se fugó. —Scuderi quiere salvar su honor, si hemos de creerle a Fabiano. Fruncí el ceño. —Pero, ¿qué tiene eso que ver con la recopilación de información?

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—Como dije, tenemos la intención de realizar un ataque en verano. Nuestra meta es extraer a Scuderi para que así Fabiano pueda matarlo y podamos enviar sus restos a Cavallaro como regalo. Eso sonaba como un plan demente. Secuestrar al Consigliere de la Organización era una tarea imposible. Hombres como él siempre estaban rodeados de soldados y guardias. Llegamos al baño, y me paré incómodamente junto al lavabo mientras Nino sacaba los instrumentos que necesitaba para quitar mis puntos. —¿Dónde me siento? —Te subiré a la encimera. De esa manera no tengo que agacharme demasiado. Nino se acercó y su aroma limpio y masculino inundó mi nariz. Mis mejillas se calentaron, y salté cuando sus fuertes manos tocaron mi cintura a medida que me dejaba sobre la encimera del lavabo como si no pesara nada. Abrí mi bata de baño y esperé nerviosamente. Nino me tocó las rodillas, y me quedé muy quieta. Su toque era ligero, determinado, nada sexual en absoluto, pero una mezcla de miedo y emoción me recorrió de todos modos. Este último me tomó por sorpresa, pero Nino no me dio mucho tiempo para considerarlo porque me separó las piernas. La reacción natural

de mi cuerpo a cerrarse duró solo un momento. Entonces le permití que me separara los muslos para que así pudiera echar un vistazo a mi herida. Mis mejillas se pusieron calientes cuando se agachó delante de mí y levantó mi camisón, obteniendo una visión clara de mis bragas. Era una posición vulnerable, pero a pesar de los nervios que me recorrían, mi miedo era solo una voz distante en el fondo de mi mente, donde había enterrado mis recuerdos más dolorosos. Los dedos de Nino fueron gentiles y clínicos cuando tocó mi herida. —¿Todavía duele? Negué con la cabeza, sobresaltada por el ligero hormigueo que causó su toque. Esperaba que Nino no se diera cuenta de cómo reaccionaba mi cuerpo. Tuvo mucho cuidado cuando quitó los puntos, de modo que solo ardió apenas un poco. Cuando tiró del último punto, sus ojos se fijaron en la pequeña cicatriz y pasó el pulgar por encima. Mi aliento se atascó en mi garganta por la sensación que viajó hasta mi centro. Nunca había experimentado algo así. Nino se enderezó.

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—Todo listo. La pequeña cicatriz se desvanecerá. —No es que alguien además de ti vaya a verla —dije, y su expresión se volvió extrañamente intensa. —Es verdad. Agarró mi cintura nuevamente y me bajó. Esta vez sus manos se detuvieron en mi cintura un momento más, y tragué, mi estómago revuelto de nuevo. Pero Nino dejó caer sus manos, y señaló hacia la ducha. —Voy a ducharme. Después de eso, podremos desayunar. Me fui, pero escuché el sonido del agua corriendo, confundida por mi reacción al cuerpo de Nino y su proximidad a mí. Seguía intimidándome debido a su fuerza, frialdad y reputación, pero una parte de mí había llegado a confiar un poco en él. Nino jamás había hecho nada que me hubiera inquietado. Cuando emergió con solo una toalla envuelta alrededor de su cintura, el sentimiento abrumador de su mera presencia resurgió. —Mientras te duchas, iré a la cocina y veré qué puedo hacer. Asentí en silencio y desaparecí en el baño rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí.

Cuando entré en la cocina treinta minutos después, Nino estaba cortando cebollas y ocasionalmente revisaba su iPad, que estaba apoyado en el mostrador. —¿Sabes cocinar? —pregunté con sorpresa. —No diría que sé cocinar. Pero no es muy difícil siempre y cuando sigas las instrucciones. Me detuve a su lado. Su iPad mostraba la receta para una tortilla de queso y las papas fritas se estaban cocinando en una sartén en la estufa. Olía delicioso y estaba cortando las cebollas con la precisión de un chef. —¿Puedo ayudarte con algo? —¿Por qué no haces más café? Mis hermanos probablemente bajarán pronto como lobos hambrientos. El olor a tocino los sacará de su hibernación.

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Como si fuera el momento justo, la puerta se abrió y Savio entró tropezando y bostezando, usando solo pantalones de chándal. No nos saludó. En su lugar, se hundió en una silla, frotándose la nuca. Nos dio una mirada. —¿Ustedes dos cocinan juntos ahora? Nino ha sido el único cocinero por aquí. —No soy buena cocinera —le dije. La puerta se abrió de nuevo, y Remo entró, vestido solo con calzoncillos, revelando esos músculos acerados y sus inquietantes cicatrices. Había un aire errático a su alrededor, lo que activó alarmas en mi cuerpo. —Necesito hablar con ustedes dos —le dijo a Nino y Savio, sonriendo de una manera que no era un buen augurio. Mis interacciones con el temido Capo se habían limitado a cenas y algún desayuno ocasional. —¿Sobre qué? —preguntó Nino mientras volteaba la tortilla. —Nada que se supone deba discutir frente a Kiara si recuerdo bien tu sermón —dijo entre dientes, sus ojos oscuros posándose en mí. —Puedo irme —dije.

Nino negó con la cabeza. —Puede esperar hasta después del desayuno. La expresión de Remo dejó en claro que no estaba de acuerdo, pero como de costumbre, se contuvo cuando estaba cerca. Me comí mi tortilla rápidamente antes de disculparme para ir a juguetear con una nueva canción.

Nino Remo estaba inusualmente emocionado, incluso para sus estándares. Se reclinó en su silla, sus labios abriéndose de una manera muy peligrosa. Savio levantó una ceja, pero sacudí mi cabeza. No sabía lo que estaba pasando.

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—Kiara se ha ido. Ahora puedes hablar —le dije. Remo miró su teléfono. —Espera un segundo. A veces mi hermano me sacaba de mis casillas con sus payasadas. Se escucharon unos pasos en el pasillo. Un hombre. Adamo estaba en la escuela, pero dada la postura relajada de Remo, solo podía ser Fabiano. El hombre rubio empujó la puerta y entró, pareciendo menos que complacido por estar aquí. —Tengo la agenda completa de patear culos de deudores, Remo. —Nos saludó con la cabeza antes de tomar la silla junto a Savio—. ¿Qué está pasando? — Sus ojos se movieron hacia mí. Negué con la cabeza. —Remo no ha revelado nada todavía. —Cambié de opinión sobre nuestros planes —dijo Remo. —¿Sobre el ataque a la Organización? —pregunté. Pasé días intentando reunir información útil sobre los hábitos semanales de Scuderi, los próximos eventos

sociales a los que podría tener que asistir. Ahora Remo decidió cambiar nuestros planes. Fabiano se apoyó en sus antebrazos, frunciendo el ceño. Remo asintió con una sonrisa amplia. —Dante es un hombre lógico, como tú, Nino. Esperará que lo abordemos a él, a Scuderi, o a uno de los otros hombres de su familia. Pero no lo haré porque la historia ha demostrado que no hay mejor manera de desmoralizar a tu enemigo que atacar a las personas a las que se supone que deben proteger. —Hizo una pausa y la emoción le recorrió el rostro—. Sus mujeres. Entrecerré los ojos. —Dante habrá conseguido toda la protección posible para asegurarse que no nos acerquemos a su esposa ni a sus hijos. Hizo un gesto desdeñoso, sacó su teléfono y nos lo mostró. En la pantalla había una mujer joven con cabello rubio y ojos azules, de pie junto a Dante Cavallaro. Tenía la misma expresión distante en su cara.

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—¿La conoces? —Esa es Serafina —dijo Fabiano lentamente—. Es la sobrina de Cavallaro. —¿La conociste? —Solía jugar con ella y su hermano gemelo cuando éramos pequeños —dijo, con expresión desconfiada—. ¿Cuál es tu plan? Remo miró la pantalla con una sonrisa torcida. —Su boda con el lugarteniente de Indianápolis está programada para el primero de agosto. Siempre he querido colarme en una boda. Fabiano negó con la cabeza. —¿Quieres irrumpir en Chicago y realizar un ataque en medio de una boda? Todos los Capitanes y Lugartenientes estarán allí. Tal vez entremos, pero no saldremos. Confía en mí, Remo. Remo rio entre dientes. —No, vamos a atacar el día antes. La futura novia pasará la noche antes de su boda en un hotel en Indianápolis con las otras mujeres de su familia. Los hombres estarán en la despedida de soltero. Solo estarán los guardias habituales.

—¿Estás seguro que no habrá medidas de seguridad adicionales en ese lugar? —pregunté. Remo enarcó las cejas a Fabiano, quien se encogió de hombros. —No esperarán un ataque como este. Nunca antes se ha hecho. Perturbar una boda es considerado como un sacrilegio para la mayoría de los miembros de la Organización. Remo resopló. —Sacrilegio —dijo—. Dante atacó mi territorio. Les mostraré mi versión de sacrilegio. No te preocupes. —Te lo dije antes, era cosa de mi padre —murmuró Fabiano—. Deberíamos intentar ponerle las manos encima y no a una mujer. La sonrisa de Remo se volvió peligrosa. —Tú lo conseguirás. Estoy seguro que Dante razonará y lo intercambiará por su sobrina… eventualmente. Le mostraré que tan sacrílegos somos en Las Vegas.

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Fabiano hizo una mueca. Era obvio que no le gustaba la idea, pero sabía que no debía discutir con Remo cuando mi hermano estaba tan entusiasmado con una idea. —Esto es o una genialidad o una locura —dijo Savio con una risa—. Dado que es tu plan, Remo, probablemente sea una locura. —Creo que tengo un mejor plan —comencé—. Enviar un mensaje más simbólico. La novia probablemente será llevada a la iglesia desde el hotel en una limusina. Habrá aún menos gente alrededor. Tendrá a su madre en el auto con ella, un guardaespaldas y el conductor, y tal vez uno o dos autos como convoy. Podemos atacar entonces. Sería absolutamente deshonroso hacerlo, pero siempre hemos tenido nuestra propia interpretación del honor. Remo rio sombríamente. —Nino, eres un maldito genio. La chica ya estará en su vestido de novia. Robaremos a una novia debajo de sus narices, justo antes de su noche de bodas. No hay mejor símbolo que ese. Fabiano me lanzó una mirada, pero si pensaba que yo tenía el poder de detenerlo a estas alturas, no había visto la forma en que Remo miraba a la sobrina de Cavallaro. Remo se levantó, obviamente incapaz de quedarse quieto por más tiempo.

—Preferiría si pudiéramos mantener en secreto este plan de mi esposa. Podría desencadenar algunas imágenes de su pasado que no quiero resurgir. Remo me ignoró, paseando por la habitación como un tigre enjaulado. Sus ojos enfocados en la imagen en la pantalla de su teléfono. —Si atacamos a la familia de Dante, llevará la guerra a un nuevo nivel —dijo Fabiano. —Espero que lo haga —murmuró Remo.

Dos horas después, encontré a Kiara en el piano, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia un lado a medida que tocaba una melodía en la que había estado trabajando desde que se mudó aquí. Nunca hablaba de su música, pero yo tenía buen oído.

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—Hice tiempo para un entrenamiento con armas hoy —dije. Se enderezó, sus ojos aturdidos centrándose en mí. Se puso de pie, lentamente. Llevaba uno de sus modestos vestidos que les llegaba a las rodillas, pero incluso esa ropa no hacía nada para ocultar la tentadora hinchazón de sus pechos, su cintura estrecha o la suave curva de sus caderas. —¿Dónde? —preguntó con curiosidad mientras caminaba hacia mí con los pies descalzos. Para mi sorpresa, sus dedos estaban pintados de rojo. Era un color que también prefería en su ropa. —Establecí un objetivo en el jardín. —Señalé mi pistolera—. Y tienes una selección de estas pistolas o podríamos bajar al sótano a nuestra sala de armas. Se rio y luego se mordió el labio. —Creo que una de tus pistolas servirá. La conduje afuera hacia el lado oeste de los jardines, y nos detuvimos cerca del objetivo. —¿Alguna vez has sostenido un arma? —No —admitió.

Negué con la cabeza. Al crecer en la mafia, las chicas deberían aprender a manejar armas desde una edad temprana. Eran más pequeñas y menos musculosas que los hombres. ¿Por qué añadir la desventaja de ser inepta con el uso de ellas? Le entregué mi semiautomática. Era fácil de manejar. La tomó con cuidado, pero su agarre estaba mal. Me moví alrededor y me coloqué detrás de ella. Su perfume dulce flotó en mi nariz. Nunca pensé que me gustaría, pero Kiara obviamente usaba una marca que mis sentidos preferían. Miró por encima del hombro con un toque de timidez. Me alegré de que sus expresiones faciales dejaran de ser lentamente un misterio para mí. Hacía mi vida y su vida indefinidamente más fácil. —Levanta los brazos y apunta al objetivo. Lo hizo, pero teníamos trabajo que hacer. —Ajustaré tu agarre y postura —le expliqué. Toqué sus caderas, y se puso rígida, pero la acomodé de la manera que la quería, después me moví hacia sus brazos y los empujé hacia abajo unos centímetros. La miré una vez más y corregí sus dedos sobre el arma.

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—No estoy segura si es una buena idea que te pares delante del arma. ¿Y si te disparo por accidente? —Primero tendrías que quitarle el seguro. Eso me daría tiempo para salir del camino. Mordió su labio inferior otra vez. Era una distracción terrible. —Soy tan despistada. —Es por eso que estoy aquí, para enseñarte todo lo que necesitas saber. —Un delicado rubor se extendió por sus mejillas, pero no pude vincular una emoción con eso. Guie su mano durante sus primeros disparos para que así se acostumbrara al retroceso. Saltó cada vez que sonó el disparo, pero al final pareció divertirse e incluso rio cuando logró alcanzar el objetivo sin mi ayuda. Fue satisfactorio verla ganar confianza.

14 Kiara Traducido por MEC Corregido por Indiehope

Fabiano dejó a Leona en la mansión de camino al trabajo. Era la segunda vez que venía de visita en estas cuatro semanas desde que me mudé a Las Vegas. Aunque, de vez en cuando, intercambiábamos textos. Esperé en la puerta mientras besaba a Fabiano dentro de su Mercedes antes de que saliera, y él se marchó con un breve saludo hacia mí.

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Leona estaba vestida con pantalones cortos de jean y una camiseta sin mangas. Ya hacía un calor insoportable afuera. —Hermoso vestido —dijo con una sonrisa a medida que me abrazaba. Era uno de mis muchos maxis vestidos. No estaba segura de por qué todavía dudaba en ponerme unos pantalones cortos. Ninguno de los hombres Falcone se había acercado a mí, ni siquiera Nino. —Gracias. Me encantan tus pantalones cortos. Ella miró detrás de mí. —¿Quién está de guardia? Resoplé. —Adamo. Después de todo, es fin de semana. —Los hombres de la mafia son protectores. —Espero que algún día pueda protegerme yo misma. He tenido otra lección de tiro con Nino. Estoy mejorando.

—Fabiano ha estado intentando mejorar mis habilidades de defensa personal durante meses, pero es un proceso muy lento. Y la mayoría de las veces terminamos besándonos… —Se calló, ruborizándose—. Lo siento. Demasiada información. Sonreí. —No te preocupes. No me importa. —La llevé al patio. Una sombrilla grande sombreaba los muebles de la estancia, así no sufriríamos un golpe de calor en el sol del mediodía—. Podríamos pedir sushi, ¿no crees? —Oh, sí. —Levantó su bolso—. Traje un bikini. Va a hacer mucho calor. Pensé que podríamos nadar en la piscina más tarde. Treinta minutos después, nos acomodábamos en los sillones, con platos de sushi tendidos en la mesa frente a nosotras. —¿Cuándo supiste que querías estar con Fabiano? —pregunté, recogiendo un pedazo de maki de aguacate. Leona consideró la pregunta, masticando pensativamente. —¿Quieres decir en un sentido físico o en una relación?

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—Ambos, supongo. —Fue un proceso gradual. Me sentí atraída por él desde el principio, pero también me preocupaba acercarme a él. Con el tiempo, mi corazón y mi cuerpo le ganaron a mi racionalidad. —Se echó a reír. —A veces me pregunto cómo se sentiría estar con Nino —solté. Leona dejó caer el pedazo de sushi que estaba a punto de meterse en la boca y parpadeó. —¿No has estado con Nino todavía? Me sonrojé. ¿Debería haberlo mantenido en secreto? Tal vez Nino no quería que los demás supieran que él no era un monstruo; no, que no actuaba como el monstruo que era. Pero necesitaba hablar con alguien al respecto, y Giulia ya no era una opción porque ahora formaba parte de la Camorra y ella formaba parte de la Famiglia. Tregua o no, las familias eran enemigas. Nuestras llamadas telefónicas habían sido una tarea difícil, contarle sobre mi vida diaria sin al mismo tiempo revelarle ninguna información importante, y podía decir que a ella le sucedía lo mismo. —No, me asusté en nuestra noche de bodas, y no ha intentado nada desde entonces.

Leona parpadeó hacia mí. —Vaya. ¿De verdad? —De verdad. Le dije que buscara a otras mujeres si necesitaba satisfacer sus necesidades. Agitó la cabeza con los ojos completamente abiertos. —¿Y no te molesta? El mero hecho de pensar que Fabiano podría tocar a otra mujer me pone enferma. —No lo hizo al principio. —¿Pero ahora lo hace? Intenté no pensar en ello, pero cuando lo hice, me molestó mucho. —Sí, lo hace. En realidad, disfruto pasar el tiempo con Nino. Es tranquilo e increíblemente inteligente. Me hace sentir como si estuviera a salvo a su alrededor. ¿Eso es raro? Leona frunció el ceño.

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—Bueno. Me siento segura con Fabiano y la mayoría de las personas le tienen miedo, así que, no soy la persona adecuada para esa pregunta. Sumergí un pedazo de sushi en la salsa de soja y me lo llevé a la boca, masticando lentamente, tratando de ordenar mis ideas. —No sé si debería siquiera considerar un cambio en nuestra relación. —Háblale. Dile que te gustaría estar con él. Probablemente no diga que no. No lo haría. —¿Qué pasa si no puedo seguir adelante con esto? ¿Y si los recuerdos me detienen otra vez? ¿O qué pasa si Nino quiere todo o nada? No estoy segura hasta dónde puedo llegar. —No lo sabrás si no hablas con él. Si aún no te ha alejado, ¿crees que lo haría después de que le pidas más? No estaba segura. Pero si me acercaba a Nino, necesitaba que dejara de buscar otras mujeres, y no estaba segura si estaría de acuerdo con eso mientras no le estuviera dando lo que necesitaba. ¿Por qué debería hacer esto según mis términos?

Estuve nerviosa todo el día debido a mi conversación con Leona, e incluso la música apenas logró tranquilizarme esta vez. Mis dedos seguían equivocándose con las notas, de modo que debía comenzar todo de nuevo. Cuando Nino llegó a casa a última hora de la tarde, luciendo fríamente hermoso como siempre, vestido todo de negro, alto y musculoso, apoyado contra el piano para escucharme tocar, finalmente reuní mi coraje. —Me gustaría salir a cenar. Frunció el ceño. —Por supuesto. —Solo nosotros dos —solté.

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Me miró con calma, sus ojos evaluando mi rostro. Me pregunté cuánto de mis sentimientos podría adivinar y cuánto de ellos siempre seguirían siendo un secreto para él. A veces era un alivio que le costara leer mis emociones. —¿Esta noche? Mis dedos se detuvieron sobre las teclas. —Eso sería encantador. ¿Pero puedes conseguir una mesa con tan poco tiempo? Rio entre dientes, y solté una pequeña risa, recordando con quién estaba hablando. —No importa. —¿Qué te gustaría comer? ¿Algo asiático? ¿O europeo? —Asiático. Todavía no he probado mucha de su comida, excepto por el sushi. —Entonces reservaré una mesa en el mejor restaurante Szechuan de la ciudad. —¿Qué tengo que ponerme? ¿Hay un código de vestimenta? Los ojos de Nino se posaron sobre mí. —Algo rojo. Parpadeé. Esa no era la respuesta que esperaba.

—¿Por qué rojo? —No podía imaginar que los invitados tuvieran que usar cierto color, pero esto era Las Vegas y todo era posible. —Porque creo que va a ir bien con tu cabello oscuro y tu piel color miel. Quiero que destaques, no que te ocultes. Me quedé observando mi brazo. Nadie había descrito mi piel como de color miel. Un agradable calor se instaló en mi pecho. —No tengo nada rojo. La mayoría de mi ropa está destinada a ocultarme — dije. Nino asintió. —Me encargaré de eso. —Miró su reloj—. Si salimos ahora, podremos comprarte algo y tener el tiempo suficiente para regresar a casa y prepararnos, si hago la reserva a las ocho. —No esperó mi respuesta. En vez de eso, tomó su teléfono, marcó un número y dos minutos después tuvimos una mesa. Otro cliente escucharía algún tipo de excusa por la cual no cenarían en Chengdu esta noche—. Ahora ven —dijo, extendiendo la mano.

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Tenía que admitir que disfrutaba de sus pequeños toques. Tener mi mano en la suya no se sentía como si me estuviera encerrando o algo parecido. Me hacía sentir segura. Puse mi palma en la suya y lo seguí a su Bugatti Veyron. —¿A dónde vamos? —pregunté mientras bajábamos por el camino de entrada. —Es una boutique donde Fabiano compra vestidos para Leona ocasionalmente. Por lo que dice, tienen piezas extravagantes. Nunca he estado allí. No venden ropa de hombre. Me reí nerviosamente. —¿Cuánta atención se supone que debo atraer? —Toda la atención que mereces, Kiara. Eres demasiado hermosa para merodear en las sombras. Y como mi esposa, tendrás que acostumbrarte a ser el foco de atención. Mis entrañas se calentaron ante su cumplido. Me había dicho antes que me encontraba hermosa, pero aún se sentía maravilloso escucharlo decirlo otra vez. La tienda ofrecía una abrumadora selección de vestidos en todos los colores, y desde el momento en que entramos, la vendedora se movió a nuestro alrededor

como una gallina. Seguía lanzando miradas nerviosas a Nino, obviamente ansiosa por complacerlo, pero, por supuesto, su rostro no revelaba nada. —Estamos buscando vestidos rojos —dijo, su palma aún presionada ligeramente contra mi espalda. —Oh, tenemos algunas piezas hermosas en ese color. Deje que les enseñe. Su esposa se verá absolutamente impresionante en ellos. Nino me miró con un destello en los ojos. —Lo hará. Me estremecí, y una vez más, no sentí miedo. No estaba segura de lo que estaba sucediendo, pero mi cuerpo reaccionaba ante Nino de una manera inquietante y estimulante a la vez. Seguimos a la mujer hacia una parte aislada de la boutique donde se encontraban los vestuarios. —Regreso en un momento. ¿Le gustaría algo de beber? —No, gracias —respondí con una sonrisa.

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Nino asintió. Entonces la mujer salió corriendo. Quitó su mano de mi espalda. Y la vendedora regresó con tres vestidos acomodados sobre su brazo. Entré en el vestuario y me entregó el primer vestido. Se sentía como una segunda piel y llegaba a las rodillas, acentuando cada curva con un cuello alto y sin mangas. La gente me miraría si usara esto, especialmente los hombres. Los nervios revolotearon en mi estómago cuando salí. Nino estaba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, como si fuera un modelo de pasarela. Se enderezó al momento en que me vio, sus ojos grises deslizándose sobre mi cuerpo. —Es demasiado sexy, ¿no crees? —susurré. Nino se acercó más. —Es perfecto. —Inclinó la cabeza—. ¿No quieres que la gente vea lo hermosa que eres? Me moví nerviosamente. —No estoy acostumbrada a esto. —Te acostumbrarás a ello. No te preocupes. Me probé un vestido largo con una abertura alta y otro con escote bajo e incluso con la espalda baja, y definitivamente, tampoco me ayudarían a pasar desapercibida, pero la forma en que Nino me miró me provocó un extraño escalofrío

de placer. Al final, compramos los tres vestidos e incluso un mono rojo. Cuando regresamos al auto, no pude evitar reír. —En serio te gusta el rojo. Nino no apartó la vista de la calle, pero las comisuras de su boca se alzaron con el fantasma de una sonrisa. —No prefiero un color sobre el otro, en general, pero el rojo es tu color, y también me gusta su valor simbólico. —Rojo como la sangre —comenté. —Sí. Siempre es bueno inquietar a la gente. No dije que no me necesitaba a su lado con un vestido rojo sangre para inquietar a las personas. Nino era inquietante por su cuenta, y él lo sabía. Dos horas más tarde, estaba usando el vestido ceñido hasta la rodilla y los tacones rojo sangre a juego. Me dejé el cabello suelto, porque me hacía sentir menos expuesta y prefería cubrirme el cuello.

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Nino me estaba esperando abajo, apoyado en mi piano, vestido de negro, como de costumbre. La camisa de vestir ajustada y los pantalones ajustados le quedan como un guante. Por una vez dejó su cabello suelto, pero este caía hacia atrás. Sus ojos me siguieron a medida que bajé las escaleras. Tomé su mano extendida, y su pulgar encontró mi muñeca cuando se acercó. Por un instante, estaba segura que me besaría, y mis labios se separaron en una mezcla de anticipación y nervios, pero se inclinó hacia mi oído y susurró: —Esta noche la gente comenzará a hablar sobre otro Falcone. La dama de rojo. Me estremecí, mis pestañas revoloteando ante la sensación de su cálido aliento en mi oído y su olor llenando mi nariz. Luego se retiró, pero no me soltó la muñeca. —¿Lista? —preguntó en voz baja, y por alguna razón lo hizo sonar como si no se estuviera refiriendo a ir a cenar. Di un asentimiento mudo, intentando mantenerme serena. Nino me condujo a la parte principal de la mansión. Remo estaba sentado en el sofá, su computadora portátil frente a él. Sus ojos se alzaron cuando entramos, y se fijaron en mí. No me moví.

El agarre de Nino en mi muñeca se apretó, y su pulgar rozó mi piel ligeramente. —Vamos a ir a cenar. Remo asintió, sus labios se estiraron. —Rojo sangre. Buena elección. —Intercambiaron una mirada—. Te ves lo suficientemente bien como para querer devorarte —me dijo, y mi ritmo cardíaco se cuadruplicó. —Gracias —apenas pude decir. Nino me llevó hasta su auto. —Remo no es un peligro para ti, Kiara. Confía en mí. Sus palabras están destinadas a desestabilizarte. Así es como es. Pero tú eres mía y eso te transforma en algo fuera de los límites. Remo jamás pondría una mano sobre ti. Nunca. —¿Confías en él? —pregunté mientras me acomodaba en el asiento del pasajero.

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—Confío en él absolutamente. Con mi vida. Con la tuya. —Está bien —dije, intentando compartir su confianza de que Remo me protegería. Me había protegido de Durant el día de mi boda, pero con Remo en realidad no sabía qué podría suceder. Todas las mesas del restaurante estaban ocupadas cuando llegamos, pero el gerente nos recibió personalmente. Estrechó la mano de Nino e inclinó la cabeza ligeramente antes de girarse hacia mí. Extendí mi mano con una sonrisa. Dudó brevemente, pero después de que Nino inclinase la cabeza, la tomó y besó el dorso de mi mano. —Su esposa es impresionante, señor Falcone. —Lo es —dijo Nino arrastrando las palabras. Las personas en las otras mesas nos lanzaron miradas disimuladas, y cuando el gerente nos llevó a la nuestra con una vista impresionante de la Franja, comenzaron a susurrar. Mis mejillas se sentían calientes cuando me hundí en la silla que el gerente sostuvo para mí. Nino parecía completamente imperturbable por la fuerza de atención. Me miró por encima del menú. —Te ves nerviosa.

Me reí. —Lo estoy. Todos están hablando de nosotros. Nino se encogió de hombros. —Déjalos hablar. Estaría más preocupado si no lo hicieran. —¿Nunca deseas mezclarte, caminar por las calles sin ser visto? Nino bajó el menú, con una mirada dura en su rostro. —Mis hermanos y yo estuvimos escondidos durante un tiempo cuando nuestra familia nos perseguía. Luchamos para recuperar lo que era nuestro. Matamos y sangramos por nuestro derecho de nacimiento. Arrancamos Las Vegas de las manos sangrantes de hombres indignos. Luchamos por la atención. Hemos terminado de escondernos. El camarero se acercó con nuestro vino en ese momento. Un Shiraz rojo sangre. Nino levantó su copa con una extraña sonrisa. Fue muy difícil leerlo.

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—Por un lugar en el centro de atención. No te escondas nunca más, Kiara. — Estrellé mi copa contra la suya y di un trago profundo—. No te escondas nunca más. El camarero llegó con los aperitivos un segundo después. Todo estaba delicioso, picante y extravagante. Era fácil hablar con Nino. Podría haberlo escuchado responder a mis preguntas sobre la historia de Las Vegas toda la noche. Lo sabía todo. Eventualmente, más preguntas personales cruzaron mi mente. —¿Por qué tu padre te envió a un internado en Inglaterra? La mayoría de los hombres en la mafia mantienen a sus hijos cerca porque quieren enseñarles todo lo que necesitan saber para convertirse en mafiosos. La mención de Benedetto Falcone trajo un cambio inmediato al lenguaje corporal de Nino. Aunque hasta ese momento había estado relajado, ahora sus hombros se tensaron considerablemente y su expresión se tornó más fría. —Nuestro padre no quería que Remo y yo estuviéramos bajo su techo, y sabía que ya no tenía que prepararnos para convertirnos en Camorristas. —Pero tenían doce y catorce años en ese momento, y tus hermanos eran aún más jóvenes. Nino sonrió, y tomé otro trago más profundo de vino porque su expresión me dio escalofríos.

—Nuestro padre sabía que Remo y yo lo habríamos matado si nos hubiéramos quedado. Remo mató a su primer hombre tres años antes, a los once, y poco antes de que nuestro padre nos alejara, yo había matado a mi primer hombre junto con Remo. Nuestro padre sabía que no tenía forma de controlarnos, así que nos echó. Sabía que no nos iríamos sin nuestros hermanos, así que también envió a Adamo y Savio lejos. —Eso es horrible —susurré. Nino tomó un trago de su propio vino. —Nos hizo más fuertes, nos acercó más. Arrepentirse por el pasado es una pérdida de tiempo. Podía sentir los efectos del vino para ahora. El vino tinto era definitivamente más fuerte que la copa ocasional de champán o vino blanco que había tomado en el pasado. Inclinó la cabeza. —Creo que has tenido suficiente vino.

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Sonreí. —¿Te parece? —Por alguna razón, tomé otro trago del líquido rojo, y Nino sacudió la cabeza, su boca contrayéndose. —Te arrepentirás de esto mañana por la mañana. —Pensé que arrepentirse es una pérdida de tiempo —le dije. Su boca se crispó nuevamente. —Lo es, pero en este momento todavía tienes la oportunidad de evitar que te arrepientas de nada. —Creo que es demasiado tarde para eso —dije. Me sentía caliente y confundida. Probablemente tendría el dolor de cabeza de mi vida en la mañana. Nino llamó al camarero y pagó la cena. Me levanté e inmediatamente me di cuenta que estaba un poco más aturdida de lo que pensaba, pero enderecé mi espalda, sin querer lucir borracha en público. Nino envolvió un brazo alrededor de mi cintura, y estuve muy agradecida por su efecto estabilizador como para tensarme ante el contacto. Salimos del restaurante. —Gracias por esta hermosa velada —susurré antes de dejarme caer en el asiento del auto con menos gracia de la que pretendía.

—Fue sorprendentemente agradable —coincidió, y me eché a reír. No pude evitarlo. El vino había aflojado mi control. Nino enarcó las cejas y cerró la puerta. Me apoyé contra la ventana, cerrando los ojos.

Me desperté con la cabeza apoyada contra algo caliente y duro. Mi cuerpo se puso rígido cuando me di cuenta que estaba en los brazos de alguien, siendo llevada. —Shhh, Kiara. Estás a salvo. Miré el rostro tranquilo de Nino y me obligué a relajarme ante su agarre. —¿Dónde estamos? —pregunté aturdida. Mi cerebro sintiéndose aturdido. —En casa.

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Me tomó un tiempo vergonzosamente largo averiguar a qué se refería. Entonces reconocí nuestro dormitorio. Me colocó en el centro de la habitación. —¿Por qué no te preparas para ir a la cama? Asentí e inmediatamente lamenté haberlo hecho. Nino me sujetó por la cadera para estabilizarme. —¿Puedes hacerlo sola? —Sí —respondí rápidamente porque no quería que Nino me desnudara. No estaba segura de cuánto tiempo me tomó quitarme el vestido y realizar mi rutina nocturna, pero se sintió como una eternidad antes de que finalmente me acostara en la cama. Nino se unió a mí poco después. —Dime si te sientes mal. —Me tocó la frente con la palma de la mano, y me incliné hacia su toque, pero luego dejó caer el brazo. Se tendió de espaldas a mi lado, y me acerqué más, alcanzando su brazo. Las yemas de mis dedos trazaron con curiosidad el tatuaje de una figura sombría en medio de llamas. Cuando mis ojos lograron enfocar, me di cuenta que había un nombre escrito en las llamas. Era pequeño y tenías que mirar más de cerca para distinguirlo del fuego. Remo. —Tienes el nombre de Remo tatuado en tu brazo.

Nino me miró sin ningún destello de emoción. —Tengo el nombre de Savio y Adamo tatuado en mi otro brazo. —¿Por qué se está quemando? —Porque se quemó por mí —contestó Nino en voz baja. Contemplé su rostro, pero me di cuenta que no iba a decir nada más. Las yemas de mis dedos siguieron las llamas hasta su muñeca. Fruncí el ceño cuando sentí algo rígido bajo mis dedos. Giré su brazo ligeramente para poder ver su antebrazo. Bajo su tatuaje de la Camorra, que también estaba rodeado de llamas, una cicatriz larga y delgada corría por su vena. Lo miré y él me miró fijamente. No me atreví a preguntar porque, por una vez, sus ojos no parecieron carentes de emoción. Le acaricié la cicatriz ligeramente. —¿Te molesta si te toco así? —pregunté en un susurro. —Tu toque no me molesta, Kiara.

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Deseé que él pudiera tocarme así sin que mi cuerpo me arrastrara de vuelta al pasado, sin que mis miedos tomaran el control. —Desearía… desearía ser tocada sin sentir miedo. —Lo harás eventualmente. Matarás la parte de tu tío que no pude matar por ti. Sonaba absolutamente seguro como si no se tratara de si, sino de cuándo. Y porque era Nino Falcone, y quizás porque estaba borracha, le creí.

15 Kiara Traducido por Joss_P y Yoshioka13 Corregido por Indiehope

Nino se estiró junto a mí y mis ojos se abrieron de golpe. Justo como lo había estado haciendo las últimas mañanas desde nuestra cena, me había acurrucado junto a él en las noches y me había metido bajo su brazo, mi cabeza en el hueco de su cuello y mis rodillas presionada contra su costado. Su calor y su cálido aroma se envolvían a mi alrededor y lograban desvanecer las pesadillas.

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—Lo siento —murmuré como lo hacía cada mañana, porque estaba bastante segura que la posición no debía ser cómoda para Nino, pero nunca me alejaba. Me senté, liberando su brazo. —Tu subconsciente busca protección por las noches, y yo puedo proveerla — dijo, encogiéndose de hombros, a medida que se ponía de pie. Los apretados calzoncillos no hacían nada para esconder su contorno. Me obligué a apartar la vista de ahí, mi corazón palpitando más rápido. Tomó su traje de baño y entró al baño para cambiarse, pero no cerró la puerta. Era solo por mi bien que no se desvestía en la habitación. Había considerado decirle que podía lidiar con su desnudez, pero cada vez que estaba a punto de decir esas palabras, el coraje me abandonaba. Levantándome también, tomé mi bata de satén. No era porque hiciese frío, sino porque me sentía incómoda caminando por la casa usando solo mi camisón. Nino regresó y abrió la puerta para mí. Tomando mi libro de la mesita de noche, lo seguí en silencio por las escaleras y a través de las puertas francesas. Hacía calor afuera. Me senté en la tumbona cercana a la piscina y abrí mi libro, pero mis ojos no estaban atraídos a las letras en la página. En vez de eso, observé mientras Nino se acercaba al borde de la piscina y se sumergía en ella, sus músculos flexionándose cuando lo hizo.

Realizó su rutina habitual en la piscina y lo observé por encima de mi libro desde mi posición en la silla. A la larga, tuve que quitarme la bata porque el sol estaba siendo implacable conmigo pese a que era muy temprano. A veces me sentía ridícula por siquiera traer un libro conmigo. Difícilmente leía apenas una palabra. Mi mirada siempre estaba atraída hacia el hombre en el agua. El libro era como mi escudo de seguridad porque era demasiado cobarde para admitir que disfrutaba ver a Nino, y definitivamente estaba demasiado aterrorizada de que él se diera cuenta que lo hacía. Después de treinta minutos, nadó hacia el borde y salió. El agua goteaba de él y bajaba por su cuerpo esculpido. Mis ojos se arrastraron desde sus hombros musculosos, hacia sus abdominales y caderas estrechas hasta sus piernas musculosas. Su apretado traje de baño apenas cubría su cuerpo y podía ver su contorno bajo la tela húmeda. Los tatuajes horrendos, con sus llamas, rostros agonizantes y palabras de dolor y sangre que iban desde sus antebrazos hacia sus hombros, luego bajaban a sus pectorales y se dirigían alrededor de sus omóplatos, no me asustaban tanto como lo habían hecho al principio. Nino era una pieza de arte.

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Sus movimientos eran pausados y exactos a medida que se frotaba para secarse. No podía alejar mi mirada de él. Sus ojos fríos y grises encontraron los míos y tomé una respiración profunda y bajé la mirada a mi libro rápidamente. Cuando su sombra cayó sobre mí, no tuve opción más que dejar de pretender que estaba leyendo. No le había estado prestando atención a mi libro desde hacía un tiempo. —Pretendes leer, pero me observas cada mañana —dijo. No había juicio en su voz. No estaba segura de qué decir. La vergüenza se arrastró por mi cuello. —No… —empecé a protestar, pero al levantar mi cabeza, su expresión me calló. Sabía que había estado viéndolo. Por supuesto que lo notó. Este era el hombre que había sido criado para observar sus alrededores. Negarlo sería ridículo. —Puedes mirar. Eres mi esposa —dijo. Inclinó su cabeza, sus ojos evaluando mi rostro, y sentí como si pudiera leer todos mis pensamientos. Algunas gotas de agua distractoras se arrastraron por su hermoso rostro. Lo que millones de modelos masculinos probablemente tenían que practicar por años, esa expresión fría de otro mundo, era natural para él—. Pero me pregunto por qué lo haces. Pensé que mi cuerpo te asustaba. Aún lo hacía. Nino rezumaba fuerza. Pero el miedo se había convertido en una pequeña parte de lo que sentía al verlo. También había un parpadeo de

curiosidad en el centro de mi estómago y una ráfaga de calidez profundamente dentro de mí cuando se movía de una manera que acentuaba sus músculos. Bajé mi libro a la pequeña mesita que tenía a mi lado, insegura de cómo decir lo que quería decir e insegura si debía estar considerando decirlo. Algunas puertas deberían permanecer cerradas. Pero lo que me estaba frenando, y quizás me frenaría siempre si lo dejaba, era algo que se me infligió en el pasado, algo de lo que quería librarme. —Algunas veces me pregunto cómo sería ser más como marido y mujer — admití pese al calor en mis mejillas, a pesar del pinchazo de miedo y preocupación por la reacción de Nino. Falcone o no, él en realidad no me había dado nunca una razón para temerle. —¿Te refieres en un sentido físico? —preguntó en voz baja. Había algo en su tono que no pude ubicar, pero como siempre, su rostro no revelaba nada. Asentí, dejando salir un suspiro tenso. No había pensado que me atrevería a admitirlo, pero Nino siempre mantenía el control. No debía temer un arranque emocional de su parte. A veces sentía como si no tuviera que temerle para nada.

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Bajó la toalla, permitiéndome ver su longitud. Seguí la invitación y recorrí mi mirada lentamente sobre cada centímetro suyo. No se movió, pero su mirada fija era una presencia insistente sobre mi piel. —Podríamos explorar las opciones físicas de nuestra relación, si quieres. Para ser honesto, te deseo. Ya me lo había dicho, pero aún me asustaba. Bajé la mirada a mis manos, jugueteando con el dobladillo de mi camisón. Solo un hombre me había deseado una vez, y había tomado lo que quiso sin preguntar. Nino no era así. Pudo tenerme en nuestra noche de bodas y cada noche desde entonces. Ciertamente, no había nadie que pudiera detenerlo, mucho menos yo. —¿Qué estás pensando? —preguntó. Suspiré. —Estoy asustada. —¿Te he dado alguna razón para estar asustada? Miré de vuelta hacia su rostro atento. —No, pero estoy asustada porque me deseas, y porque te deseo, pero no sé si puedo hacerlo.

—Podemos establecer límites y podemos ir paso a paso. —Hizo una pausa, su expresión volviéndose contemplativa—. Si mi fuerza física te desconcierta, podríamos intentar mantenerme restringido. No me importa. Abrí mi boca con sorpresa. —¿Te refieres a atarte? —Imágenes de Nino atado con corbatas de seda a la cabecera de la cama entraron a mi mente y casi me tienen riéndome a carcajadas. Parecía imposible que un hombre como él podría sugerir algo como eso. Nino asintió. —De esa forma, serías libre de explorar sin tenerme miedo. —Pero entonces debería liderar. —¿No es eso lo que preferirías, dado tus experiencias pasadas? No tengo problema en ser dominante, pero dudo que tú reaccionarías bien a ello. No estaba segura de qué hacer. Parecía la solución perfecta, pero aún me aterrorizaba, solo que ahora por una razón diferente.

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—¿Alguna vez has alcanzado el clímax? —preguntó tranquilamente, todavía observándome con un escrutinio tranquilo. Mis ojos se abrieron de par en par y le di una brusca sacudida de cabeza. Mi estómago se hundió en un abismo a medida que recordaba cómo se había sentido tenerlo dentro de mí. —Todo lo que sentí fue dolor… y vergüenza. Rozó mi hombro ligeramente, su toque cálido y gentil. ¿Cómo podía ser siempre tan cálido cuando su rostro era tan hermosamente frío? —No me refería a cuando fuiste violada. Me refiero a después. ¿Alguna vez te tocaste a ti misma y sentiste placer? Mordí mi labio, intentando sacudir los recuerdos y enfocarme en el presente. —No realmente. Intenté tocarme un par de veces, pero se sintió mal. Nino me sorprendió cuando se encaramó en el borde de la tumbona, su espalda desnuda rozando mis pantorrillas desnudas. No me alejé, tenía el presentimiento de que era un intento para ver si podía soportar su cercanía. —Sería bueno si exploraras tu cuerpo y averiguaras lo que te gusta y condicionaras a tu cerebro a darse cuenta que el toque sexual puede ser muy placentero.

Mi rostro se había puesto imposiblemente caliente, incluso cuando Nino lucía como si estuviéramos hablando de lo que cenaríamos esta noche. —No estoy segura que mi cuerpo sea capaz de encontrar algo placentero — susurré. Nino inclinó su cuerpo hacia un lado y se estiró tomando mi tobillo lentamente. Me tensé ligeramente, más por confusión que por otra cosa. Hizo una pausa, sus ojos entrecerrándose, y cuando me relajé, sus dedos acariciaron mi tobillo antes de acunar mi talón. Empezó a aplicar una ligera presión con sus dedos mientras acariciaba la parte inferior de mi pantorrilla y miraba dentro de mis ojos. Sus dedos jamás se alejaron más allá de mi pantorrilla, pero el toque pareció mandar cosquilleos hacia mi rodilla, mi muslo y directo hasta mi centro. Mi mirado vagó sobre Nino a medida que me acariciaba, sobre sus brazos fuertes, su pecho musculoso y su estómago definido. Después de un tiempo, mi respiración se aceleró y el cosquilleo se incrementó hasta que solo podía sentir la humedad reunida entre mis piernas. Sobresaltada, giré mis caderas ligeramente. Nino dejó ir mi pantorrilla, su boca curvándose en una esquina.

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—Yo creo que tu cuerpo se ajustará muy bien al placer. —Mis mejillas se calentaron aún más, pero más que vergüenza, sentí alivio. Nino tragó una vez antes de murmurar—: Ahora que tu cuerpo está excitado, tendría sentido que te exploraras. —¿Quieres que me toque? —Sí —respondió con voz áspera—. Aquí no. En algún lugar privado, donde te sientas relajada. Te recomendaría que te enfoques primero en tu clítoris. Intenta frotarlo ligeramente con dos dedos y si sientes que estás cerca, puedes intentar sumergirlos un poco más y darles a tus labios algo de atención. Ese es un punto en el que muchas mujeres son muy sensibles, algunas incluso lo prefieren antes que su clítoris. No creo que te sientas cómoda con un dedo dentro de ti todavía, pero podría agregarle placer a todo lo anterior. Mi centro se había vuelto más caliente e incluso más húmedo, oyendo su voz profunda. —También ayudaría si te imaginaras algo que te enciende. —Tú —dejé salir, sintiéndome de repente envalentonada. Nino respiró profundamente y algo en sus ojos cambió.

—Si eso ayuda, sí. Imagíname. —Su voz se había vuelto más profunda, y una ligera tensión había tomado control de la parte superior de su cuerpo. Confundida, estaba a punto de preguntar si lo había ofendido de alguna forma, cuando registré la forma en que su traje de baño formaba una tienda de campaña. Inhalé profundamente. Una chispa de miedo me atravesó, pero estaba más curiosa que temerosa. —Te dije que te deseaba —murmuró—. Y si quieres explorar algunas opciones físicas, tendrás que superar tu miedo a mi erección. —No estoy asustada —dije, luego corregí mis palabras debido a su regla de no mentir—: En su mayoría. Se puso de pie, y una vez más, mis ojos quedaron atraídos hacia el área de su entrepierna. —¿Por qué no vas a nuestra habitación y haces lo que te sugerí y encuentras algo de alivio? —¿Qué hay de ti?

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—También voy a buscar alivio —dijo con naturalidad. ¿Preferirías que saciara mi deseo sexual en otro lugar? Dije que sí en nuestra noche de bodas. —¿Dónde? —pregunté. No dijo nada, solo me observó con una fría intensidad. También me puse de pie porque me hacía sentir más fuerte, incluso si Nino me sobrepasaba por una cabeza. —Ya no quiero que busques a otras mujeres. Ahí. Lo dije. Y el alivio me inundó. Me había estado molestando por un tiempo, desde que me di cuenta que quería que este matrimonio fuera más que por necesidad. No estaba segura de cómo manejaban ellos las cosas aquí en Las Vegas, si tal vez él nunca quiso ser fiel, si esperaba seguir durmiendo con quien quisiera simplemente porque podía, pero no era algo que pudiera aceptar si en realidad movíamos nuestra relación a un nivel físico. Nino me observó. —Entonces, ¿quieres que te busque para satisfacer mis necesidades sexuales? —Su voz tenía un tono extraño, y dio un paso hacia mí.

Había una pizca de curiosidad en sus ojos. Este era él conduciendo un experimento, me di cuenta. Había aprendido a leerlo mucho mejor. Me puse de pie y no miré hacia otro lado. Se acercó hasta que casi podía sentir el calor irradiando de su cuerpo. No estaba tocándome. —Sí, con el tiempo —dije tranquilamente—. Obviamente, aún no soy capaz de hacerlo. —Para ser honesta, no estaba segura que alguna vez fuera capaz de hacerlo, pero quería. —Entonces, hasta que te sientas lista, ¿sugieres que busque liberarme con mis propias manos? Fruncí el ceño. ¿Se estaba burlando de mí? ¿O estaba hablando en serio? Era difícil de decir porque él lo había dicho secamente, sin una pizca de emoción. De repente, me sentí tonta por haber traído el tema. Esto era Las Vegas, él era un Falcone, y pese a su consideración hacia mí hasta ahora, aún era un hombre acostumbrado a tener mujeres, dinero y poder a su disposición. ¿Por qué debería renunciar a ello por mí? No significaba nada para él. Solo era un instrumento en este juego de poder.

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Alejé la mirada, incapaz de soportar su fría belleza. Girándome, estuve a punto de irme cuando se puso en mi camino. Mis ojos volando de regreso a él. —Respóndeme, Kiara. ¿Eso es lo que estás sugiriendo? Asentí, suspirando. —Ya sé cómo son las cosas. Sé que tus clubes están llenos de mujeres dispuestas, pero sí, quiero que me seas fiel. No puedo explorar una cercanía física contigo mientras sigas viendo a otras mujeres. —Te das cuenta que no puedes explorar tu sexualidad con nadie más que conmigo. —¿En serio? —No estaba segura de por qué dije eso. Y por una vez, Nino dejó que su expresión se volviera una que la mayoría de la gente conocía: una de dominación y violencia suprimida. —Así es. Jamás presionaré tus límites, pero solo porque no he reclamado tu cuerpo con mi polla aún, no significa que no te haya reclamado. Eres mía. Solo mía. Y mientras viva, nadie te tocará más que yo. Era lo menos restringido que lo había visto alguna vez, y me recordó al hombre que era en realidad. Me sentí sobrecogida y a punto de tomar vuelo.

Nino dejó salir una respiración brusca y dio un paso atrás, luego se dejó caer en la tumbona. Parpadeé. ¿Se estaba haciendo pequeño a propósito? Me estaba observando de cerca. —¿Mejor? —preguntó tranquilamente, de nuevo en control. —Sí. —No quería asustarte. —¿No quedamos que nada de mentiras? —pregunté juguetona. La boca de Nina se torció. —Lo hicimos. Y tienes razón hasta cierto punto. Sabía que te rendirías a mi punto de vista de las cosas si me mostraba dominante, y dada tu historia, podría prever cómo te haría sentir. Pero no fue una decisión consciente el asustarte. —Está bien. Frunció el ceño.

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—La primera vez que sugerí satisfacer mi impulso sexual en otro lado, estuviste aliviada. De vuelta al tema. Nino jamás dejaba que lo distrajeran. —Lo estaba, pero ya no lo quiero. Quiero que seamos un matrimonio real. —¿Esto no es un matrimonio real? Después de todo, es oficial. Sacudí mi cabeza. —Eso no es a lo que me refiero. Quiero un matrimonio normal. Para mí, eso significa ser fiel y tener intimidad solo con tu pareja. Significa cuidar el uno del otro, mostrar afecto, intentar amar al otro. —Lo último se me escapó porque en el fondo era algo que quería. Nino se levantó nuevamente y se acercó. —Puedo ser fiel y puedo mostrarte afecto… —Pero no puedes amar, lo sé. Nino me sobresaltó al acunar mis mejillas, sus ojos cálidos, su expresión más suave de lo que había visto antes.

—Puedo simular emociones muy bien, Kiara. Si te ayuda a sentirte más cómoda, puedo fingir afecto e incluso amor. Lo miré. Sin sus palabras, podría haber creído que la ternura en su rostro era real. Tragué duro. —No pretendas que te preocupas por mí. No mientas. Su expresión se volvió una de fría belleza otra vez, y mi corazón se apretó fuertemente. —Quiero cuidarte, e incluso si no puedo sentir emociones, verlas en tu rostro, la felicidad y el gozo particularmente, me da un cierto nivel de satisfacción. No puedo darte más que eso. —Está bien —susurré, porque no había nada más que decir. Tenía que ser suficiente. Había esperado mucho menos de esta unión, y algo mucho peor. No podía reprocharle a Nino que no pudiera sentir. —¿Te gustaría ir adentro? —Ya no creo que esté de humor para explorar —dije tranquilamente.

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Inclinó su cabeza. —Lo entiendo. —¿Tal vez después? —pregunté tranquilamente. —Por supuesto —dijo—. ¿Qué te parece si me visto y practicamos tus habilidades de tiro un poco más? Para él siempre era fácil seguir adelante porque ningún tema lo alteraba tanto como para que su cerebro no pudiera proceder, pero no quería transformar esto en algo más grande de lo que era, así que asentí. Regresó treinta minutos después usando pantalones negros y una camisa negra, su ropa parar salir. Lo había visto seguido en ropa similar antes y, aun así, la visión me atrapó. Lucía alto, fuerte y elegante, y los tatuajes en sus brazos creaban el correcto contraste a su rostro perfectamente hermoso. Dos armas colgaban de la funda atada a su pecho, pero sabía que escondía más armas en su cuerpo. Me había convertido en una mejor tiradora en el curso de nuestras últimas lecciones, pero hoy mi concentración estaba frita.

Unas horas después, me senté en nuestra sala de estar y toqué la canción en la que había empezado a trabajar hace casi seis semanas. Era una canción que me ayudaba a lidiar con mi matrimonio con Nino, me ayudaba a entender mis sentimientos hacia el hombre. La brisa fluía a través de las ventanas, así que respiré profundamente. Extrañaba el aroma a océano en el aire, pero el calor de Las Vegas se sentía bien. Ya no me sentía constantemente fría. —¿Qué música es esa? Mis dedos se clavaron contra las teclas y el piano liberó un quejido bajo en respuesta. —Lo siento, no quise asustarte —dijo Adamo a medida que entraba en la habitación por las puertas francesas abiertas. Me relajé y sonreí. —Está bien. Me asusto con facilidad. Metió sus manos en sus bolsillos y asintió hacia el piano.

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—Puedes seguir tocando. Me gusta escuchar. ¿Me había escuchado tocar antes? Asenté mis dedos ligeramente en las teclas y comencé desde donde lo dejé cuando me asustó. Se movió más cerca y apoyó los codos en el ala. Un moretón florecía en su mejilla izquierda, y su labio estaba roto. No creí haberlo visto jamás con un labio roto. —¿Qué le pasó a tu rostro? —Mi hermano practicó lucha conmigo. —¿Cuándo serás reclutado? Miró hacia sus nudillos sangrantes. —En dos meses. Agosto. En mi catorceavo cumpleaños. —¿Pero no quieres? Adamo se encogió de hombros. —Soy un Falcone. La Camorra es mi destino. —Frunció el ceño—. Pero no quiero hacer la mayoría de las cosas que esperan de mí. —Matar personas.

—Eso —coincidió, con una mirada oscura atravesando su rostro—. Ya lo he hecho. Maté a alguien. Le disparé. Soy un buen tirador. Asentí y dejé de tocar de nuevo. —No disfruto matar, y no quiero torturar gente o lastimar mujeres —susurró. —Entonces no lo hagas —dije y me di cuenta de lo estúpido que era. Adamo no podía escoger su camino, no como otros podrían. Dejó escapar una risa. —Debo hacerlo. —¿Qué preferirías hacer? Sus ojos se iluminaron. —Conducir autos de carreras. —¿Puedes conducir un auto de carrera?

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—Remo me dejó conducir su auto cuando tenía once, y logré escabullirme a algunas carreras desde entonces. Choqué dos de sus autos. Estaba muy enojado, y ahora me vigila de cerca, así que no puedo hacerlo más. —¿Es por eso que andas enfurruñado alrededor de los jardines y me escuchas tocar? —pregunté con una sonrisa. —Se supone que debo vigilarte. Estallé en risa y luego callé ante la mirada indignada en su rostro. Seguía encontrando gracioso que el más joven de los Falcone debiese ser mi guardaespaldas. —Lo siento. —Soy un buen tirador y un luchador decente, y no es como si alguien fuera a atacar nuestra mansión. Es el lugar más seguro en Las Vegas. —Porque la gente le tiene miedo a Remo. —Y a Nino —añadió y entonces curvó sus labios en disgusto—. Desde su primera pelea de jaula, Savio es incluso más arrogante que antes. Piensa que es más atemorizante que ellos, pero no lo es. No está ni siquiera cerca. —Concuerdo. Nadie es tan espeluznante como Remo y Nino —dije. Luca siempre ha sido terrorífico, pero tal vez porque lo he conocido desde que era joven podía lidiar con su tipo de terror mejor que con el de los Falcone.

—Sí —murmuró y luego sus vacilantes ojos castaños se tornaron serios—. ¿Nino es bueno contigo? Fruncí mis labios. Bueno no era realmente un término que pudiera utilizar para Nino. —Él está… —Aquí —dijo Nino arrastrando la palabra, haciéndonos saltar a Adamo y a mí. Giré hacia su voz. Estaba inclinado en el umbral de la puerta, alto y frío, con los brazos musculosos cruzados sobre su pecho. Por una vez usaba una camisa con las mangas enrolladas, mostrando sus tatuajes. —Deberías estar haciendo tu tarea o trabajando en tus habilidades con el cuchillo —dijo Nino, apartándose de la pared y avanzando hacia nosotros. Adamo levantó su barbilla, pero no protestó. —Adiós, Kiara —murmuró antes de salir por las puertas francesas.

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Nino apoyó sus caderas contra el piano como siempre lo hacía, y mis ojos notaron la forma en que sus pantalones acentuaban sus musculosas piernas, la manera en que la camisa se aferraba a su torso. —Y, ¿estoy siendo bueno contigo? Asentí, pero no podía dejar de mirarlo y recordar la insinuación de esta mañana. —¿Te gustaría ir a nuestra habitación y explorar? —preguntó calmadamente. A pesar del calor en mis mejillas, asentí. Nino se enderezó y tendió su mano para que la tomara, y lo hice como siempre. Sus dedos se curvaron ligeramente a mi alrededor, pero de una forma que sugería que yo podría separarlos en cualquier momento. Con una respiración profunda, me levanté del banco, algo asustada cuando su pulgar se presionó contra mi muñeca. ¿Por qué siempre hace eso? Mis ojos se arrastraron sobre su musculoso y tatuado antebrazo a medida que lo seguía hacia arriba. En cuanto entramos a nuestra habitación y mis ojos aterrizaron en nuestra cama, mi pulso se aceleró dentro de mis venas. Nino me miró de cerca. —¿Miedo o excitación… o ambos? —¿Qué? —pregunté confundida.

Presionó su pulgar contra mi muñeca. —Tu pulso se aceleró. —¿Es por eso que siempre me tocas ahí? —Es un buen indicador de tu estado de ánimo y me ayuda a darme cuenta de tus emociones combinadas con tu expresión y respiración. Reí y luego me quedé en silencio cuando me dirigió más cerca de la cama. Nino se volvió. —Ambos —admití. Se sentó en la cama, atrayéndome hacia él de modo que estaba parada delante de él. —Puede ser bueno si logramos reducir uno y aumentar el otro. —¿Cuál te gustaría aumentar? —pregunté en el mismo tono científico que él había utilizado. Su boca se retorció.

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—Bueno —comenzó en una voz más baja—. El miedo sería más fácil de incrementar que la excitación contigo siendo tú y conmigo siendo yo, pero prefiero las tareas difíciles. ¿Cuál prefieres tú? —Levantó mi mano hacia sus labios muy lentamente, sin que sus ojos se alejaran de mi rostro, y presionó un beso con la boca abierta en el punto donde latía mi pulso, y después arrastró su lengua sobre él. Un pequeño temblor atravesó mi espalda. ¿Cómo era posible que pudiera sentir eso entre mis piernas? Me observó atentamente. —¿Miedo? Moví mi cabeza, mi lengua pesada. —¿Ambos? Lo consideré y di un asentimiento vacilante. Los ojos de Nino se volvieron incluso más atentos. —¿Estás segura?

No lo estaba porque él evocaba sensaciones en mi cuerpo que jamás había sentido, pero el hormigueo entre mis piernas había aumentado, y me sentía caliente y húmeda ahí abajo. —No. Nino asintió. —Vamos a intentar cambiar eso. ¿De acuerdo? Dios santo, sonaba tan seguro de sí mismo, como si supiera exactamente qué podría ser mejor para mí.

Nino Las pulsaciones de Kiara aumentaron una vez más.

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—De acuerdo. Liberando su mano, alcancé el cajón superior de mi mesita de noche y saqué las esposas que había guardado ahí. Kiara liberó una risa ahogada. Un rápido vistazo a su rostro me dijo que estaba nerviosa. —Usualmente no tengo esposas en mis cajones —dije antes de que pudiera sacar conclusiones que pudiesen trastornarla. Nunca había visto la necesidad de restringirme de esa manera y prefería dominar en la cama, así que nunca le permití a una mujer hacerlo, y de otra forma no habría tenido sentido porque no necesitaba esposas para restringir a nadie—. Las puse ahí después de que habláramos esta mañana. Kiara mordió su labio, pero no reaccionó en ninguna otra forma. —Puedo esposar una de mis manos a la cabecera. ¿Qué dices? Podría darte un sentimiento de seguridad, ¿no lo crees? —Sí —respondió dubitativamente. —¿Te gustaría que me desvista? Sacudió su cabeza rápidamente.

—No. La observé más de cerca. —Kiara, no tenemos que hacer esto. —Quiero hacerlo. Solo estoy un poco abrumada por la situación, eso es todo. Asentí y retrocedí en la cama hasta que mi espalda estuvo contra la cabecera y esposé mi mano izquierda a ella. Kiara no se había movido de su sitio. —¿Qué te gustaría hacer primero? Se sonrojó, tirando de un mechón de cabello detrás de su oreja. —No lo sé. ¿Qué sugerirías? Me estaba dando señales confusas. Por un lado, estaba asustada de perder el control, pero por otro necesitaba que yo tuviera el control. —¿Qué tal si comenzamos con besos?

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Sus ojos viajaron rápidamente a mis labios, el rojo en sus mejillas intensificándose a medida que asentía. Trepó en la cama, e intenté sentarme tan relajado como era posible, mis piernas cruzadas por los tobillos y mi brazo suelto descansando en mi regazo mientras la observaba. Sus ojos permanecieron en mi rostro, acercándose más a medida que se arrodillaba a mi lado, sus rodillas presionándose contra mi cadera. No me moví. Soltó un aliento suavemente. —Jamás he besado a nadie. —No es difícil, Kiara, confía en mí. Me dio una mirada que no pude descifrar. —Es fácil para ti decirlo. ¿A cuántas mujeres has besado? No podía ver cómo eso podría tener alguna importancia. —Ciento doce. No beso a cada mujer con la que follo. Se ahogó. —¿Has dormido con más de cien mujeres?

—Sí. Era lento en comparación a Remo y Savio. Estuve con mi primera mujer casi a los quince. —Entonces tuve mi primera vez antes que tú —dijo amargamente, tragando duro y bajándose de la cama. Levanté mi mano y tomé su barbilla para ver su expresión. —Aún no has tenido tu primera vez. Lo que tuviste no cuenta. Lo que haremos no tiene absolutamente nada que ver con lo que has experimentado. Sus ojos se cristalizaron, y dejé caer mi mano, inseguro si mis palabras la habían molestado, pero se acercó y puso una mano sobre mi hombro vacilantemente. —¿Cómo puedes decir cosas que me hacen sentir mejor cuando ni siquiera entiendes cómo me siento? —Estoy exponiendo los hechos. Eso es todo. Rio.

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—Hechos. —Luego sus ojos bajaron a mi boca y se lamió los labios. Dudaba que lo haya notado, pero ese gesto tuvo un efecto inmediato en mi polla. —¿Me besarás? —pregunté. Asintió, pero no se movió. —Kiara, si quieres tener el control, en realidad tienes que tomar el control. — Era una mujer a quien habría considerado como del tipo sumiso en la cama, y bajo circunstancias normales, habría tomado el control naturalmente. Pero mientras estuviera atrapada en los recuerdos de su violación eso habría terminado terriblemente. Finalmente se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra los míos, cerrando los ojos. Hubiera preferido que los mantuviera abiertos, así habría tenido la oportunidad de leerla, pero no tuve más remedio que confiar en que se retiraría si algo la inquietaba. Sus labios eran muy suaves y la presión era ligera, casi inexistente como nuestro beso en el día de la boda. Resistiendo la necesidad de atraerla más cerca y mostrarle cómo se podría sentir un buen beso, la dejé estar a cargo. Después de un momento, se apartó con el ceño fruncido, su piel enrojecida. —Se siente raro porque no te estás moviendo. —Quería que tuvieses el control.

—Está bien si tomas la iniciativa y guías porque sabes qué hacer y yo no, y eso me está poniendo nerviosa. La observé, inseguro de qué necesitaba que haga exactamente. —Me esposé para que te sientas en control. —Sí, y está bien, pero quiero que me beses como lo harías normalmente. —Normalmente, yo dirijo. Mordió su labio nuevamente. Nervios. Alcancé su muñeca y presioné mi pulgar contra ella. Rio. —Puedes dirigir… quiero decir, puedes dirigir sin ser todo dominante y rudo. —No seré rudo contigo, Kiara. Y si alguna vez sientes que estoy siendo demasiado dominante, dime y modificaré mi comportamiento, ¿de acuerdo? Sonrió ligeramente, pero de cualquier forma su pulso se aceleró. Era demasiado difícil leerla. —¿Podemos intentarlo otra vez?

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—Por supuesto. Voy a tocar tu espalda. Otra vez un aumento en su pulso. Liberé su muñeca y puse mi mano en su espalda baja y comencé a acariciarla suavemente con mi pulgar. Sus mejillas estaban sonrojadas, y se sentía suave bajo mis caricias. Se inclinó ligeramente hacia adelante hasta que sus labios casi tocaron los míos. Decidiendo ver si podía funcionar que yo tome el control, atrapé sus labios con los míos, aplicando más presión que la de ella y empujando sus labios con mi lengua. Los separó sin dudas y me sumergí. Su sabor y el suave calor de su boca, fueron directo a mi polla. Se rindió al beso sin vacilar, siguiéndome. Cedió fácilmente a mis demandas, sin reparos, sabía que continuaría haciéndolo si continuábamos más allá, y eso me hacía querer exactamente eso, pero me refrené. Extendí mis caricias sobre su espalda, aplicándolas sobre su columna. Hizo un pequeño sonido desde la parte trasera de su garganta, apretando su agarre contra mi hombro. Su otra mano estaba presionada sobre mi pecho, rasguñando mi pezón, y la besé un poco más fuerte.

Moviendo mi mano libre hacia arriba por su espalda, quise acunar su cabeza, pero al momento en que toqué su cuello y mis dedos se deslizaron dentro de sus ondas oscuras, se sacudió hacia atrás. —No —susurró rápidamente. Alejé mi mano, viendo los rastros de pánico en su rostro. Esa no era una caricia que consideraría problemática, así que su reacción me tomó por sorpresa. —¿Tu cabello? Me dio un rápido asentimiento. —Y mi cuello. —Tragó—. Mi tío… me agarraba de ahí… me retuvo de ahí cuando me forzó a… —Me miró con desesperación. No tuve problemas al leer eso en su rostro, y no tuve que tocar su muñeca para saber que su pulso estaba incrementando porque recordó cómo el bastardo de su tío la había obligado a chuparle la polla cuando era solo una niña. Y nuevamente, deseé haber prolongado su tortura. Él había sufrido completamente bajo mis manos y las de Remo, y aun así no parecía suficiente.

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—Entiendo —dije. Tembló sin poder contenerse, y luego solo cayó hacia adelante, tomándome por sorpresa mientras presionaba su rostro en la curva de mi cuello y comenzó a temblar. Toqué su espalda y su temblor empeoró. Entonces algo mojado tocó mi piel. Estaba llorando. —¿Kiara? Se aferró a mis hombros y envolví mi brazo libre a su alrededor. Se presionó aún más fuerte contra mí. La dejé llorar. Tal vez eso la ayudaría. Alejándose, me besó suavemente, sus ojos explorando como si estuviera buscando algo, le devolví el beso, probando sus lágrimas. —Lo siento —dijo después de un momento. —¿Por qué? —Por ponerme sensible. —Suspiró y cerró sus ojos brevemente. Después los abrió y asintió hacia las esposas—. ¿Dónde está la llave? —En el cajón. Se inclinó sobre mí y me dio una vista de su redondo y firme trasero. Mi cuerpo definitivamente reaccionó fuertemente a sus atributos. Quitó el seguro de las esposas.

—Creo que tomaré una ducha. No la detuve cuando se dirigió al baño. En cambio, salí y me dirigí a nuestra sala de juegos. Remo estaba ahí, desparramado en el sofá, mirando la última pelea de jaula en la Arena de Roger. Me miró mientras me hundía en el sillón, alcanzaba la botella de bourbon de la mesa y me servía un vaso. Remo asintió hacia mi muñeca, la cual tenía marcas rojas por las esposas de metal. —¿Qué pasó ahí? ¿Ya estás teniendo sexo fetichista con tu esposa? —Kiara está asustada de mi fuerza física, así que me esposé a la cama. Remo se inclinó hacia atrás sobre sus codos. —Como si eso fuera a detenerte. —No lo hará, pero ella se siente más segura, y de eso se trata. Necesita sentirse cómoda a mi alrededor.

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Remo estrechó sus ojos. —Así que, ¿aún sigues sin follártela? Tomé un sorbo de bourbon. —No hemos avanzado más allá de los besos, así que no. Remo se quedó callado por un momento, y eso usualmente no era una buena señal. —Tienes la paciencia de un santo. ¿Quieres que llame a alguien para que te entretenga? —Estuve de acuerdo en no estar con otra mujer nunca más. Se rio. —Bien. —Luego recalcó—. ¿Es en serio? —Lo es. —¿Estás intentando convertirte en un ciudadano correcto? —No tengo ambiciones en ese sentido, no. Remo sacudió la cabeza.

—Primero Fabiano, ahora tú. ¿por qué todos se están convirtiendo en unos maricas? —Dado que no tengo ningún coño, tu término es erróneo. —Oh, jódete, Nino. No seas un jodido sabelotodo. ¿En realidad piensas que puedes lograr que tu matrimonio funcione? Incluso si no follas con otras mujeres, no serás un esposo cuidadoso y lo sabes. Me encogí de hombros. —Lo sé, pero por ahora, lo probaré y veré adónde me lleva. —Entonces, ¿esto es un tipo de experimento científico para ti? —Tal vez. —Era algo nuevo, algo en lo que no tenía experiencia y no podría decir cómo me acoplaría a ello a largo plazo, pero era curioso y Kiara quería que este matrimonio sea real.

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16 Kiara Traducido por Zhiio Romero, Perséfone y M@r Corregido por Indiehope

No pude dormir después del beso. Mi mente lo reprodujo una y otra vez. La boca de Nino había sido tan cálida y gentil. No fue nada como lo había imaginado, nada de lo que había temido. Se las arreglaba para sorprenderme todos los días y lo había hecho desde nuestra noche de bodas.

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La puerta se abrió con un crujido y alguien entró. Abriendo mis ojos, miré a través del hueco en las mantas. Las alzaba hasta mis oídos porque me sentía más segura de esa manera. Me concentré en la luz del baño porque la oscuridad aún tenía poder sobre mí. Pude ver la forma alta de Nino en el cálido resplandor. Mis mejillas se calentaron cuando sus ojos se posaron en mí. Sin embargo, había huido al baño después de nuestro beso, no por el beso en sí, pensé. Me había avergonzado el romper a llorar en los brazos de Nino. Necesitaba tiempo para controlarme. Para un hombre tan controlado y sin emociones como Nino, estar casado conmigo debía ser una tarea particularmente difícil. Al principio, estaba segura que mi matrimonio con Nino era un castigo por las acciones de mi padre, pero ahora estaba bastante segura que él era el que podría haber hecho un mejor trato. —Es tarde —murmuró. —No puedo dormir. Asintió antes de dirigirse al baño y cerrar la puerta. Apenas algo de luz se derramaba en el dormitorio a través del estrecho hueco debajo de la puerta, pero enfoqué mis ojos en ella y escuché el sonido del agua corriendo. Después de unos minutos, Nino volvió a salir, vistiendo solo calzoncillos. Sabía que prefería dormir desnudo y ahora solo usaba ropa durante las noches para

tranquilizarme. Incluso en su propia cama, tenía que contenerse por mí. Apagó la luz del baño y se acercó a mí en la oscuridad. Mi pulso se aceleró cuando el colchón se hundió bajo su peso, pero por razones muy diferentes a las que tenía en el pasado. ¿Cómo sería si me inclinara y lo besara? Sin advertencias, sin esposas. Solo mis labios tocando los suyos, mi cuerpo apretado contra él. ¿Cómo se sentiría ser libre y actuar según mis deseos? ¿Cómo sería no estar encadenada al pasado? —¿Estás bien? —preguntó. ¿Cómo podía saberlo? No me había tocado la muñeca, así que mi pulso no podía haberme delatado. —¿Por qué preguntas? —Porque tu respiración cambió. Eso suele ser una señal de que estás inquieta por algo. ¿Es por nuestro beso? Dudé, preguntándome qué decir, pero opté por la verdad. —Sí.

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—¿Has cambiado de opinión sobre los aspectos físicos de nuestro matrimonio? Ojalá supiera lo que estaba pensando. Dijo que me deseaba, pero tal vez mi beso y el estallido de lágrimas después lo hicieron cambiar de opinión. —No, disfruté nuestro beso —admití. —Bien. Esa no era exactamente la respuesta que esperaba. ¿Acaso también lo había disfrutado? ¿Quería besarme otra vez? —¿Te gustaría besarme de nuevo? A veces daba miedo lo fácil que me podía leer, incluso en la oscuridad, incluso sin entender mis emociones. El funcionamiento interno del cerebro de Nino era completamente inexplicable para mí. —¿Qué quieres? Estuvo callado. —¿En términos de besos o en general? —En general —susurré, mi estómago apretado por los nervios.

—Dame tu muñeca —dijo, y obedecí. Su pulgar se presionó contra mi pulso, y tuve que reprimir una risa. Se apagó rápidamente cuando comenzó a hablar en voz baja y profunda—. Te quiero a ti en todos los aspectos. Quiero besarte, por supuesto. Quiero mostrarte placer, Kiara. —Mi pulso galopó con cada palabra—. Quiero darte un orgasmo con mi boca y mis dedos. Quiero probarte en todas partes, y quiero… dormir contigo. Me di cuenta que había querido usar un término diferente, pero optó por suavizar sus palabras en mi beneficio. Mi pecho se calentó ante su consideración. A pesar de quién era, Nino siempre representaría seguridad para mí. —Conozco cada punto en tu cuerpo que aumentará tu excitación. Si me dejas, te haré venir una y otra vez. Tragué audiblemente. Mi núcleo parecía volverse líquido, palpitando con una necesidad que apenas entendía. Me tocó la muñeca. —¿Miedo?

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Me reí nerviosamente porque en este momento el miedo era solo un pequeño destello en los rincones de mi consciencia. —No —admití en el susurro más suave. Esperó pacientemente a que yo dijera algo más. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pude distinguir el contorno de sus hombros fuertes. Estaba frente a mí, respirando tranquilamente, relajado. Esas palabras… ¿no le afectaron? —¿Excitación? Asentí, sin estar segura si él podía verlo. —Bien —dijo en voz baja. Me estremecí. —¿Y tú? —¿Estás preguntando si estoy excitado? Asentí. —Lo estoy —respondió. Mi pulso en serio comenzó a acelerarse.

—¿Kiara? —Ambos —contesté rápidamente, porque estaba asustada y excitada igualmente por su admisión. —¿Qué puedo hacer para borrar tu miedo? —Nada —respondí, porque en el fondo sabía que era una batalla que tenía que pelear por mi cuenta—. Pero quiero probar algo. —Está bien —dijo lentamente. —¿Podemos besarnos sin que estés amarrado? —Por supuesto. ¿Ahora? —Sí —dije en voz baja y me acerqué un poco más hasta que su cálido aliento se extendió por mi cara y el gran volumen de calor que irradiaba de su cuerpo me indicaba qué tan grande era, cuánto más alto y más fuerte era. Capté la pizca de alcohol en su aliento, algo ahumado y picante. —¿Hueles a… bourbon?

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—Tomé un vaso —contestó—. Pero no tienes que preocuparte. No es suficiente para bajar mis inhibiciones. Ni siquiera cerca. —No estoy preocupada por eso. —Me incliné más cerca hasta que su rostro estaba justo frente a mí, y luego superé la distancia restante entre nosotros y presioné mis labios contra los suyos. Esperó un par de segundos antes de aumentar la presión, y su lengua se deslizó entre mis labios, explorando mi boca. Sus dedos se movieron hacia arriba desde mi muñeca, acariciando la suave piel de mi antebrazo, la curva de mi codo, después un poco más arriba antes de volver a bajar. Finalmente, su pulgar presionó mi muñeca otra vez. Lo hizo porque lo necesitaba para leerme mejor, para asegurarse que notaba cuándo me sentía abrumada o asustada. Esa realización le hizo algo extraño a mi corazón. Nos besamos por un largo tiempo, y empecé a sentir calor entre mis piernas. Los besos de Nino fueron increíbles, abrumadores; nos dirigió fácilmente sin hacerme sentir que estaba bajo su control. Su respiración se profundizó ligeramente cuando su boca se deslizó sobre la mía, y la fricción envió una nueva oleada de calor a través de mi núcleo. Me retorcí, presionando mis muslos entre sí. Si Nino se dio cuenta, no reaccionó, pero su agarre en mi muñeca se apretó un poco.

Apoyé mi mano libre contra su pecho desnudo y sentí que sus músculos se flexionaron bajo mis dedos. Su piel estaba cubierta de cicatrices, y comencé a rastrearlas con curiosidad hasta que rosé su pezón accidentalmente. Gimió en mi boca, sacudiéndose ligeramente, y el movimiento causó que algo duro se clavara en mi muslo. Me congelé contra él. El miedo y mi propia excitación luchando dentro de mi cuerpo. Me había dicho que estaba excitado, pero sentirlo hacía las cosas más reales. Dejó de besarme y respiró hondo. —Dime cómo te sientes. —Estoy bien. —Eso no es un sentimiento. —Me siento bien —dije de nuevo, con más fuerza—. Solo sobresaltada. —Entonces, tal vez deberíamos parar.

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No quería parar, pero tal vez Nino tenía razón. Incluso si mi cuerpo gritaba por más, no estaba segura de poder manejarlo. Me sentía… abrumada nuevamente. —Tienes razón. Soltó mi muñeca y rodó sobre su espalda, lejos de mí. Un agujero se abrió en mi estómago. Tragué saliva una vez y luego una segunda vez. Sabía que le dije a Nino que no necesitaba que fingiese afecto, pero tal vez estaba equivocada. La cabeza de Nino se movió hacia mí. —Estás molesta otra vez. No estaba segura de cómo se había dado cuenta esta vez. Tal vez mi respiración había cambiado de nuevo. —Yo… cambié de opinión sobre el afecto simulado. —Estaba recorriendo un camino peligroso. Vivir una mentira no era algo que quisiera hacer, pero con Nino era todo lo que podía tener. Tal vez el afecto simulado era mejor que nada. —Está bien —dijo en voz baja. Inclinó su cuerpo hacia mí—. ¿Te gustaría quedarte dormida en mis brazos? Mi garganta se apretó. No dije nada y me acerqué a él. Envolvió un brazo alrededor de mi hombro y me jaló contra él. Su toque era ligero, nunca como una jaula, siempre considerado. Unas estúpidas lágrimas se acumularon en mis ojos mientras descansaba mi mejilla contra su fuerte pecho. Su corazón latía a un ritmo

tranquilo. ¿Alguna vez se aceleraba? ¿Alguna vez se apretaba cuando me miraba como el mío a veces lo hacía cuando lo miraba o como lo había hecho cuando me di cuenta que siempre me tocaba la muñeca para asegurarse que estaba bien?

Cuando desperté a la mañana siguiente, Nino se había ido. Ya eran más de las nueve, así que me perdí de verlo nadar en la piscina. Hice mi rutina matutina, me puse unos pantalones cortos y una camiseta y bajé las escaleras. Caminé a través de la parte principal de la casa hacia la cocina. Después de prepararme un desayuno rápido de avena, decidí comerlo afuera para así poder disfrutar del hermoso clima. Cuando salí, el sonido de un videojuego me llevó a la sala de juegos. Adamo estaba allí otra vez, concentrándose en una carrera de autos en la gran pantalla de la pared. —Hola, Kiara —dijo sin apartar la vista del juego—. Fabiano trajo a Leona esta mañana. Está tomando el sol en el jardín.

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—¿Por qué nadie me lo dijo? Me dio una mirada extraña. Le sonreí. —No importa. Disfruta de tu juego. —Salí apresuradamente por las puertas francesas y bajé por el pequeño sendero hacia la piscina y las sillas. Justo como Adamo había dicho, Leona estaba tendida en una de ellas, leyendo un libro. Algo sobre la historia de la Corte Suprema. Levantó la vista cuando me acerqué, sonriendo, y dejó el libro sobre la mesita a su lado—. Eso no parece una lectura ligera —le dije, sentándome en la tumbona frente a ella, con mi tazón de avena entre mis muslos. —No lo es, pero quiero prepararme para la universidad. Empezaré en unos pocos meses, y no quiero estar completamente perdida. ¿Qué pasa contigo? ¿Has considerado ir a la universidad? Fruncí el ceño. Me criaron para convertirme en esposa y madre. —Para ser honesta, siempre he querido ser madre —dije en voz baja—. Quiero una familia a la que cuidar. Niños bulliciosos inundando la casa de vida y risas. —Tal vez era algo que anhelaba porque nunca tuve una familia así. El amor incondicional era algo que solo los niños podían ofrecer en nuestro mundo.

—Eso está bien —comentó Leona con una sonrisa. Luego sus cejas se hundieron mientras se perdía en sus pensamientos. —¿Qué? —Estoy intentando imaginarme a Nino como padre y a Remo como tío… — Negó con la cabeza—… pero no puedo. No son realmente del tipo familiar. Quiero decir, son cercanos como hermanos, pero por lo demás… no. Sabía lo que quería decir. Nino y sus hermanos eran más que cercanos. Eran una unidad. Somos nosotros contra el mundo. Probablemente querría seguir viviendo con ellos incluso si tuviéramos hijos. ¿Niños ruidosos y escandalosos alrededor de Remo? Eso era definitivamente algo que me volvía precavida. Me encogí de hombros. —No es que tengamos hijos en un futuro cercano. —Señalé mi avena—. ¿Te gustaría un poco también? Hice más de lo que puedo comer. —Ya desayuné con Fabiano. Asentí y comí una cucharada. Por alguna razón ya no tenía hambre.

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—¿Cómo van las cosas entre tú y Nino? Mis mejillas se calentaron a medida que intentaba formar una respuesta. —Mejor de lo que pensé que lo harían. Está siendo muy considerado. Los ojos de Leona se ensancharon. —¿En serio? Me reí por su expresión. —En serio. Quiero decir, obviamente no es fácil para él entender mis emociones, pero hace todo lo posible y eso es todo lo que puedo pedir. —Admiro tu fortaleza. Para serte sincera, Nino me asusta demasiado, casi tanto como Remo. Sonreí porque la entendía muy bien. —Lo sé. Y Remo todavía lo hace. No creo que eso cambie nunca. Hay algo tan… desquiciado en él. —Desquiciado es un poco subestimado —dijo—. La forma en que él gobierna sobre Las Vegas… —suspiró.

—No estoy casada con él. Supongo que, eso es una bendición. —En realidad espero que nunca encuentre a una pobre mujer con la que quiera casarse. No podía imaginarme a Remo sentando cabeza por una mujer. Tal vez solo sea por la emoción de la conquista o la satisfacción de romperla. Me estremecí y aparté cualquier pensamiento de él a un lado. —Tu Fabiano no es menos temible que Nino. Ni siquiera has crecido alrededor de hombres como él, pero estás con él. Es el Ejecutor. Leona se incorporó con una expresión pensativa. —Sé que lo que hace está… que lo que todos hacen está mal, pero lo amo. No puedo evitarlo. Nadie ha sido bueno conmigo, pero él lo es. Tal vez sea egoísta. Dejé mi cuenco de avena y tomé su mano, apretándola. —No tienes que justificar tu amor. Es algo puro y hermoso, y estoy segura que todo sucede por una razón. A veces simplemente no entendemos por qué.

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Sus ojos azules contemplaron los míos. —¿Qué sientes por Nino? No estaba segura. Agradecimiento. Afecto. Y a veces algo más cálido y profundo que me asustaba. —Enamorarse de Nino sería una tontería. Él no puede devolver mis sentimientos sin importar cuáles sean. —El amor tiende a convertirnos en tontos —dijo en voz baja, pero abandonó el tema y se reclinó en la tumbona. Decidí estirarme también, aunque no estuviera usando un traje de baño como Leona. Pensando en mi situación, no tenía ninguna intención de convertirme en esa clase de tonta. Enamorarse de alguien sin emociones sería un error horrible.

Al atardecer, estaba nuevamente en el piano tocando mi canción, cuando Nino entró. Mis dedos tropezaron con las notas siguientes. Estaba usando solo sus pantalones cortos de lucha, su piel estaba cubierta con un fino brillo de sudor que

hacía que sus tatuajes destacaran aún más. Mis ojos se arrastraron por su estómago herido y luego seguí hacia sus brazos musculosos y sus manos fuertes envueltas en una cinta blanca. Había algunas partes que estaban rojas. Aparté mi mirada rápidamente, demasiado tarde, por supuesto, porque Nino me miró con una expresión de complicidad. Afortunadamente, no dijo nada. —Remo está ordenando pizza. Me doy una ducha rápida y luego podremos ir. —De acuerdo —dije lentamente—. No estoy segura que a Remo le guste tenerme cerca todo el tiempo mientras cenan. —En las últimas semanas, habían estado cada vez más ocupados planeando su ataque a la Organización, así que a menudo cenaba con Leona en nuestra ala o incluso comía con Adamo, quien aún no estaba involucrado en los asuntos de la Camorra. Nino también me había invitado a cenar dos veces. Afortunadamente, cenar con todos los hermanos Falcone había sido un evento raro. Nino inclinó la cabeza. —Eres mi esposa. Eres de la familia. Puede lidiar con eso.

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Mis ojos bajaron a su pecho una vez más, preguntándome cómo se sentiría explorar cada centímetro de su piel con la punta de mis dedos. Solo había tocado su pecho brevemente. Algo en la expresión de Nino cambió, y se acercó, acechándome. Realmente no había otra manera de describir sus movimientos. Se agachó hasta quedar junto a mí de modo que estábamos casi al nivel de los ojos mientras me sentaba en el banco del piano. Mi aliento quedó atrapado en mi garganta cuando su boca se curvó en una sonrisa y sus ojos reflejaron calor. Dios mío, era tan bueno fingiendo afecto. Demasiado bueno. Esta iba a ser mi perdición, lo sabía, pero no podía decirle que parara. Su olor se apoderó de mí: sudor masculino y algo que solo era Nino. Mi respiración se aceleró y también mi pulso. Nino alcanzó mi mano, que se apoyaba débilmente en mi muslo, y presionó su pulgar contra mi muñeca. Luego se la llevó al rostro y presionó un beso en mi palma, sus ojos grises en mí todo el tiempo. Y me quedé mirando fijamente su cara. Ese hermoso rostro, siempre perfectamente frío, pero ahora lleno de un calor creado conscientemente. A pesar de que sabía que esto era una mentira, una mentira que podría romperme al final, me incliné hacia adelante y lo besé porque con él dándome esa mirada tierna, necesitaba estar más cerca.

Me devolvió el beso y tocó mi mejilla con su mano callosa. Sin querer que leyera lo que esto me estaba haciendo, cerré los ojos. Si quería que esto funcionara, necesitaba hacer las paces con la verdad de que Nino estaba fingiendo sus emociones por mí o tendría que intentar fingir que no eran falsas. Sabía que esto último sería más fácil porque Nino era tan terriblemente bueno simulando. Alejando cualquier pensamiento de mi mente, me permití ahogarme en su beso, en su cercanía y olor, y mi cuerpo cobró vida. Cuando Nino se apartó finalmente, mis mejillas se sonrojaron, y estaba jadeando. Su pulgar acariciaba mi punto de pulso ligeramente, y el pequeño toque viajó a través de cada parte de mi cuerpo. No era solo bueno simulando emociones, también era bueno en esto. Genio y monstruo. —¿Si quieres, podemos explorar un poco más después de la cena? —Su voz sonó profunda y ronca.

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Di un pequeño asentimiento, sin confiar en que mi voz saliera como algo más que un chillido. Nino volvió a besarme la palma de la mano antes de ponerse de pie, y me dio una vista del bulto en sus pantalones cortos de lucha, antes de girarse y subir las escaleras para ducharse. Mis ojos siguieron su musculosa y entintada espalda, sus estrechas caderas y su firme trasero. Presioné mis temblorosos dedos sobre las teclas del piano. ¿Dónde lo había dejado? No podía recordarlo. Aun así, convertí mi estado emocional actual en música. Fue rápido y errático, pero finalmente la melodía se suavizó, y mi corazón se calmó. Encontré mi camino de regreso a la canción en la que había estado trabajando antes de que llegara Nino. Con cada minuto que pasaba, me relajaba más. —Has estado trabajando en ella por un tiempo —comentó. Salté. Como de costumbre, se movió tan silenciosamente que no lo oí acercarse. Ahora se apoyaba contra la pared, con las manos en los bolsillos. Llevaba una camiseta blanca ajustada que acentuaba sus músculos y mostraba los contornos oscuros de sus tatuajes debajo. —¿Reconoces la melodía? —pregunté, sorprendida. —Tengo buena audición y buena memoria. —¿Hay algo en lo que no seas bueno? —Me puse de pie y me acerqué a él. Sus propios ojos deteniéndose en mis piernas desnudas, luego moviéndose hacia arriba, deteniéndose brevemente en mis senos antes de detenerse en mi rostro. El calor inundó mi cuerpo. No era la primera vez que notaba que me miraba así.

—Un par de cosas —contestó en voz baja, extendiendo la mano. Puse la mía en la suya sin pensarlo dos veces—. Vamos. Remo será intolerable si la pizza se enfría. —¿No siempre es así? La boca de Nino se contrajo. —Será aún más intolerable. —No queremos eso. Uno de estos días, te dejará viudo. La mano de Nino se apretó alrededor de la mía. —Eres la mujer más a salvo en la ciudad. Créeme. Mientras nos dirigíamos a la parte principal de la mansión, me arriesgué a echar un vistazo a su rostro. No se veía exactamente sin emociones, más bien relajado. Me observó. —¿Todo bien?

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Asentí rápidamente, contenta de haber llegado a la sala de juegos donde Savio y Remo ya nos estaban esperando. Como de costumbre, la cena no se llevaría a cabo en el comedor, en una mesa adecuada, sino en el sofá con cajas de pizza esparcidas al azar alrededor de la mesa de la sala. Una pelea se desarrollaba en la gran pantalla de televisión. Remo estaba sentado en un sofá y Savio en el otro. Tampoco llevaban camisas. Hacía calor afuera, pero realmente deseaba que hubieran elegido usar algo más que pantalones de chándal. A diferencia de Nino, no tenían ningún tatuaje en sus torsos, solo la marca de la Camorra en sus antebrazos y Remo su ángel en la espalda. Aún no habían empezado a comer. —¿Dónde está el niño? Me está volviendo loco —murmuró Remo y luego gritó—: Adamo, trae tu puto culo aquí. La pizza se está enfriando. Había comido más pizza durante mi matrimonio con Nino que en toda mi vida. Nino me guio hacia el sofá donde estaba Remo, pero afortunadamente se hundió junto a su hermano. Los sofás eran enormes, de modo que ni siquiera tuvimos que sentarnos muy cerca, sin embargo, sentarme junto a Remo habría sido demasiado. Nino soltó mi mano y tomó una cerveza de las que había sobre la mesa.

Observé las cinco pizzas extragrandes. Estaba bastante claro cuál era la mía. Espinacas, queso feta, tomates, la única sin ningún tipo de carne. Unos pasos tronaron bajando las escaleras, y un momento después Adamo apareció en la sala de estar. Sin saludar, tomó un pedazo de pizza, se dejó caer junto a Savio y comenzó a comer. Remo negó con la cabeza, pero también alcanzó una porción. Todos compartían pizzas, aunque por supuesto, ninguno de ellos tocaba la mía. Tomé una porción con cautela y luego miré alrededor en busca de servilletas que el servicio de entrega usualmente empacaba, pero no encontré ninguna. —¿Tienen servilletas? —pregunté, pero solo recibí miradas vacías. —Tenemos algunas en el bar, creo —dijo Nino. Estaba a punto de levantarse, pero le di un golpecito para detenerlo y me levanté para dirigirme al bar. —Tiene un buen culo si no lo oculta debajo de su ropa —comentó Savio. Me puse rígida, pero seguí moviéndome.

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—Cuidado —murmuró Nino con una voz que hizo que los pequeños vellos de mi cuello se erizaran. —No es una de nuestras putas, Savio. Es de Nino, y será mejor que lo recuerdes la próxima vez que abras tu jodida boca —murmuró Remo. —Mierda. No te encabrones —dijo Savio. Relajándome, encontré un puñado de servilletas junto a unos cuantos vasos de whisky sucios, las levanté y regresé, esperando que mis mejillas no estuvieran rojas. La mirada atenta de Nino trazó mi rostro cuando me hundí a su lado. Coloqué las servilletas en la mesa y después coloqué una en mi regazo antes de agarrar mi pedazo de pizza. —Savio lo siente, ¿sabes? Es solo un estúpido idiota —dijo Adamo, atrapando mi mirada por encima de la mesa con una sonrisa. Le devolví la sonrisa. —Oh, cállate —dijo Savio. Me encontré con su mirada. Sus ojos oscuros mostraban cautela, pero también curiosidad. Todavía me consideraba una intrusa. Lo entendía. Y aparte de Remo, lo mostraba abiertamente. Era una de las pocas cosas que me recordaban que él era dos años más joven que yo. Tomando otro pedazo de pizza, me alegré cuando la atención volvió a la jaula de lucha en la pantalla del televisor, que estaba intentando ignorar. Sabía que Leona

había trabajado allí durante un tiempo y me preguntaba cómo había podido soportar la violencia. —¿Dónde está Fabiano? —preguntó Adamo con la boca llena. —Con Leona —contestó Nino simplemente. Savio puso los ojos en blanco. —Marica. Después de mi tercera rebanada, estaba llena. Quedaba más de la mitad de mi pizza. Por supuesto, los hombres habían devorado hasta el último bocado de su comida. —Pueden comer mi pizza si aún tienen hambre —sugerí. Cuatro cabezas se volvieron hacia mí. —No hay nada muerto en ella —dijo Savio. —Podemos cambiar eso en un instante —dijo Nino secamente.

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—Estoy seguro que hay un par de extremidades que no necesitas —agregó Remo, intercambiando una sonrisa con Nino. Savio resopló. —Si algo va a ir a esa pizza, es la polla de Adamo. De todas formas, no la está usando. Adamo se sonrojó, mirándome antes de fruncir el ceño a su hermano. Probablemente habrían comenzado a pelear si yo no estuviera allí. —Es deliciosa. No necesitan agregar extremidades u otras partes del cuerpo, créanme —dije antes de que se saliera de control. Nino se encogió de hombros y tomó un pedazo, luego dio un gran mordisco y asintió con satisfacción. —Es comestible. Resoplé. Apoyándome contra el reposacabezas, acurrucando mis piernas debajo de mí. Nino puso su brazo detrás de mí. Me acerqué un poco más a él hasta que me atrajo contra su costado. Sus ojos grises se detuvieron en mi rostro por un momento antes de bajar su brazo y poner su mano en mi cadera. —¿Por qué no comes carne? —preguntó Remo, reclinándose contra el respaldo, en su segundo pedazo de mi pizza vegetariana. Parecía bastante relajado.

—Me gustan los animales —respondí. No quería discutir con ellos sobre la crueldad animal en las fábricas de carne porque dudaba que lo entendieran; después de todo, torturaban humanos a diario. —También me gustan. Más que la mayoría de los humanos —dijo Remo encogiéndose de hombros—. No significa que no los coma. —Los prefiero en forma de salchicha —dijo Savio con una sonrisa, pero también comió un pedazo de mi pizza y se estiró en el sofá, poniendo sus pies descalzos sobre las piernas de Adamo, quien a su vez arrugó su nariz. —Genial, ahora tengo que oler tus pies toda la noche. No pude evitar reírme. Nino me miró, pero no pude leer su expresión. Remo también tenía sus ojos en mí, y por una vez no se veía enojado o furioso, pero también me era difícil leer sus emociones. —¿Qué tal si ahora vemos esta pelea? —preguntó Remo después de un momento y subió el volumen.

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Me arriesgué a mirar la pantalla, donde un hombre enorme con brazos tan gruesos como mis muslos golpeaba a su oponente antes de arrojarlo a la jaula. Me estremecí ante el ruido de la jaula y los vítores borrachos de la multitud. Nino alcanzó mi muñeca, sin apartar sus ojos de la pantalla, y reprimí una sonrisa, que murió cuando el gigante agarró a su oponente y lo golpeó con su rodilla. La espalda del hombre dio un crujido repugnante, y cayó al suelo inmóvil. Me estremecí violentamente contra Nino, y su brazo se apretó a mi alrededor. —¿Está… está…? —Tragué, mi pulso acelerado. Nino frunció las cejas. —Muerto —respondió Remo encogiéndose de hombros. Mi estómago se revolvió violentamente. —Ese fue un movimiento espectacular —comentó Savio, llenándose la cara con otra porción de pizza. ¿Cómo podía comer mientras un hombre moría? Nino tocó mi muñeca, atrayendo mi atención a su rostro. —Podemos cambiar a una de las carreras callejeras. Capté la mirada que Remo le envió a Nino. No estaba de acuerdo, y tenía razón. —No. Si quiero ser parte de esta familia, será mejor que me acostumbre a ver esto.

Savio se echó hacia atrás, con desafío en sus ojos. —Entonces deberías venir a la Arena de Roger en dos semanas. Ahí es cuando Nino tiene su próxima pelea. —¿Qué? —Dirigí mis ojos hacia Nino. —No he luchado en un tiempo. Es hora. —Es por eso que estamos viendo esto —agregó Remo—. El maldito gigante es su oponente. Miré a Nino con incredulidad. —No puede hablar en serio. Ese tipo le rompió la espalda a alguien. —Le romperé el cuello. Eso es más fácil y tiene el mismo efecto —dijo Nino. Alcancé la botella de cerveza que aún sostenía en la mano que no estaba ocupada revisando mi pulso y tomé un trago profundo. Entonces empecé a toser por el sabor horrible.

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Nino sacó la botella de mi mano suavemente, la vació con un largo sorbo y la puso de nuevo en la mesa. —Mujeres —murmuró Savio en voz baja. Apoyé la cabeza en el hombro de Nino y me concentré en su pecho a medida que la siguiente pelea se desarrollaba en la pantalla. Cuando sentí la mano de Nino en mi tobillo, lo miré, pero su atención estaba en la lucha. Todo en lo que podía concentrarme era en los pequeños trazos de sus dedos contra mi piel. Los hermanos comenzaron a discutir estrategias para la próxima pelea de Nino mientras observaban las peleas anteriores del gigante. La mano de Nino se movió nuevamente, deslizándose hacia mi muslo externo. Me quedé inmóvil, mi respiración atorada en mi garganta. Su palma cálida y áspera se sentía sorprendentemente bien a pesar de su proximidad a áreas más problemáticas, áreas que contenían recuerdos dolorosos. No movió su mano, solo la apoyó allí, y ni siquiera estaba segura si se había dado cuenta o no porque estaba discutiendo con Remo sobre si era mejor matarlo rápidamente o dejar que la pelea se desarrollara por un rato para entretener a la audiencia. Eventualmente, debe haber notado mi quietud y bajó su mirada hacia mí. Movió su pulgar ligeramente sobre mi piel, sus ojos permaneciendo en mi rostro. Se me puso la piel de gallina. Se inclinó hacia mi oído, susurrando. —¿Miedo?

Lo consideré por un momento y luego sacudí la cabeza. Nerviosa, definitivamente sí, pero no asustada. Asintió, obviamente complacido. —Si van a empezar a follar, nos avisas, ¿de acuerdo? —murmuró Savio. Nino entrecerró los ojos, endureciendo su expresión. —Savio, cuidado. —¿Qué? ¿Ahora no puedo decir follar porque ella está aquí? —Se sentó una vez más, frunciéndome el ceño—. Sin strippers, ni putas, ¿y ahora no quieres que diga follar? —Miró a Remo—. Dile que necesita dejar de actuar como un maldito marica y mostrarle a Kiara quién es el jefe. —Creo que ella sabe quién es el jefe —dijo Remo con una sonrisa torcida—. Y deja de quejarte. Lleva a una puta a tu habitación si estás tan ansioso por tener un coño. Savio se recostó con un brillo desafiante dirigido a Nino.

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—¿Por qué no dices “cuidado”, cuando Remo dice coño? Nino puso los ojos en blanco y se relajó nuevamente. —Con ustedes todavía hay esperanza. Remo es una causa perdida. Savio rio entre dientes. —Sí, eso es un hecho. —No me importa si dices follar —dije—. Esta es tu casa y puedes hablar como quieras. —Es nuestra casa —dijo Nino firmemente—. Y él puede decir follar y cualquier otra cosa que quiera, siempre y cuando no te insulte. Tú eres mía, y no permitiré que te insulte. —Mierda, no la insulté. Insinué que iban a follar. Esa es una pregunta válida, ¿no te parece? Adamo me miró, lo que me hizo reír otra vez. —No estamos a punto de follar, ¿satisfechos? —preguntó Nino. Savio sonrió. —Más satisfechos que tú, obviamente.

Afortunadamente, la conversación volvió a las estrategias de lucha después de eso, pero las palabras de Savio se repitieron en mi mente. ¿Podría alguna vez satisfacer a Nino? Ni siquiera estaba segura de poder tocarlo allí. Cuando Nino salió del baño usando solo sus calzoncillos, me di cuenta de lo estúpidas que eran mis preocupaciones. Mis ojos nunca parecían tener suficiente de él, pero ahora mis dedos también ansiaban tocar. —¿Qué quieres? —preguntó a medida que avanzaba hacia la cama. —Tocarte —admití. Se detuvo justo frente a la cama, permitiéndome verlo en toda su musculosa gloria. Tragué, volviendo a abrumarme.

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—¿Quieres que mantenga mis calzoncillos puestos? —Asentí rápidamente porque si él se desnudaba, perdería mi coraje—. De acuerdo. —Señaló con la cabeza la mesita de noche—. ¿Esposas? —Sí. Agarró las esposas de la mesita de noche, esposó su mano izquierda al poste de la cabecera y se estiró en la cama. Me arrodillé a su lado. Nino se veía completamente a gusto mientras yacía tendido en la cama. Sus ojos se perdieron sobre mí, observando cada centímetro. —Puedes tocarme donde quieras. —¿Dónde quieres que te toque? —Sabía la respuesta a esa pregunta, por supuesto. —Esto es sobre ti, Kiara. Tócame donde quieras. Reuniendo mi coraje, pasé mis manos por su pecho y luego por sus abdominales hasta que mis dedos rozaron su cintura. Entonces retrocedí rápidamente. Mantuve mis ojos en mis manos a medida que exploraba su musculoso pecho, pero sus ojos estuvieron sobre mí todo el tiempo. Pasé mis uñas ligeramente sobre su pecho, rozando sus pezones, y él exhaló profundamente. Ahogué una sonrisa y repetí el movimiento, luego me moví más abajo. Evitando sus calzoncillos, me moví hacia sus piernas, masajeando sus fuertes

muslos, antes de volver a su torso una vez más. Un rato después de mis atenciones, se endureció bajo sus calzoncillos. Mis manos se detuvieron en sus abdominales. —Tienes el control —me aseguró. Su voz era más profunda que nunca. Mi tío me había guiado la mano la última vez, la había forzado sobre su erección, me obligó a frotarlo. Odié sentirlo. Tragando el nudo creciente en mi garganta, aparté cualquier pensamiento del pasado a un lado. Volví a llevar mis manos de vuelta a su pecho y luego bajé nuevamente, sobre sus caderas y sus muslos, después subiendo, rozándolo con mis pulgares, apenas tocándolo. Se tornó más duro de inmediato, y repetí el movimiento y entonces volví a subir a su pecho. La mirada de Nino era aguda mientras me observaba, su respiración más profunda y su cuerpo tenso como una cuerda de arco. Su mano se acercó para acariciar mi brazo, apenas un toque que envió un hormigueo a cada terminación nerviosa. —También puedo tocarte así si quieres. —¿Pero no necesitarás ambas manos? Inclinó la cabeza.

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—Sería mejor para tu disfrute, pero si te sientes amenazada deberíamos mantenerme restringido. —No, intentémoslo sin las esposas. —Me incliné y las abrí. Se levantó, acercando nuestros rostros. Presioné mi boca contra la suya, y él tomó la iniciativa como siempre lo hacía. Mis ojos se cerraron a medida que el calor se asentaba en mi núcleo por la forma hábil en que sus labios y lengua trabajaban conmigo. Gemí suavemente en su boca, y él se retiró. Lo miré interrogativamente. —Creo que podemos seguir adelante —dije. Su boca se torció en una casi sonrisa y un toque de calidez se reflejó en sus ojos. Cariño simulado pero muy bueno. —¿Qué debo hacer? —pregunté con incertidumbre. —Podrías recostarte sobre tu espalda, y comenzaré a masajearte las piernas y brazos para ver qué es lo que te gusta. Me incliné hacia abajo y me recosté. Nino se arrodilló junto a mis piernas, dándome una visión perfecta de su fuerte cuerpo. La abrumadora sensación de perder el control, o peor el miedo, nunca se impuso. Alcanzó mi pie izquierdo y comenzó a masajear mi planta con la cantidad justa de presión. Luego pasó a mi

tobillo. Su toque cambiando de la ligereza de las plumas a un poco más de presión mientras pasaba sus dedos por mi pantorrilla. Mi núcleo palpitaba, y podía sentirme cada vez más mojada bajo su toque. Su mirada siguió el rastro de sus manos. —¿Puedo quitarte los pantalones cortos? —Sí —respondí en voz baja. Los desabrochó lentamente y los bajó por mis piernas, sus dedos rozando mi piel. Mi corazón se sentía listo para explotar en mi caja torácica. Nino colocó mi pie sobre sus muslos y me acarició la rodilla, luego aplicó una suave presión sobre la piel justo encima de ella. Solté un suspiro suave. Mirando mi cara, me agarró el tobillo una vez más y lo levantó a medida que se inclinaba hacia adelante. Presionó un beso en el interior de mi tobillo antes de que su lengua probara el mismo lugar, caliente, húmedo e inexplicablemente perfecto.

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Me estremecí y pude sentir cómo me iba sintiendo más excitada. ¿Cómo podría sentirse tan bien? Volvió a mover mi pierna y presionó un ligero beso en mi pantorrilla. Finalmente, sus ojos se alejaron de mi rostro y se deslizaron hacia abajo. Me tomó un momento darme cuenta lo que estaba mirando. Por la forma en que sostenía mi pierna, podía ver cómo mis bragas se aferraban a mi palpitante y empapado centro. Soltó un suspiro largo y su expresión se tornó más tensa. La vergüenza y la inseguridad me llenaron, acompañados por un indicio de cautela debido a mi estado expuesto. Nino se encontró con mi mirada, y sus ojos enviaron otro agradable estremecimiento a mi núcleo. Parecía inmensamente complacido. —Tu cuerpo responde perfectamente a la estimulación —murmuró—. Esto es muy bueno. Hará nuestras exploraciones muy placenteras para ti. —Tan confiado —dije con una pequeña risa nerviosa. Nino sonrió y volvió a besar mi pantorrilla antes de chupar la piel con la boca y mordisquear ligeramente, mientras su otra mano se arrastraba por mi brazo. Me estremecí de nuevo. Esto se sentía increíblemente bien. Soltó mi piel. —Me gustaría darle un poco de atención a tus senos.

Me detuve. Mis pezones ya estaban dolorosamente tensos contra mi ropa, pero no estaba segura si todavía estaba lista para quitarme la camisa y el sujetador. Nino ya me había visto así, pero por alguna razón todavía tenía problemas para mostrarme ante él. —Puedes mantener tu camisa puesta, y solo la subiré un poco. La piel sobre tus costillas y en tu vientre es muy sensible. Si le presto algo de atención, podrías acercarte al clímax sin ninguna fricción entre tus piernas, porque sé que aún no estás lista. Era tan aterrador cómo me podía leer tan fácilmente. —Está bien —dije sin aliento. Sus fuertes manos alcanzaron el dobladillo de mi camisa y lo empujaron lentamente hacia arriba. Me estremecí cuando sus pulgares rozaron mi piel ligeramente a medida que lo hacía. Sus ojos se encontraron con los míos cuando se inclinó, su cabeza al nivel de mi caja torácica. Mi estómago se retorció de nervios, pero quería esto. Colocó su palma contra mi vientre, y mis músculos se contrajeron bajo su toque.

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—Dime cuando quieras que me detenga. Asentí. Comenzó a mover su pulgar, rozando mi piel y poniéndome la piel de gallina por todo mi cuerpo. Sus ojos se arrastraron desde mi estómago hasta mis bragas negras de encaje, luego a lo largo de mis piernas antes de enfocarse en mis ojos. —Tienes un cuerpo hermoso —dijo con aprecio. Me sonrojé. —Gracias. Movió su mano sobre mi vientre y metió las yemas de los dedos debajo de la cinturilla de mis bragas. Cuando me puse tensa, se echó hacia atrás. No se acercó a mis bragas después de eso y en su lugar me acarició el vientre. Contuve el aliento cuando bajó la cabeza y presionó un beso sobre mi piel. ¿Cómo podría ser tan bueno con la gentileza? Nino era un hombre paciente. Cada vez que me estremecía, él se detenía, solo para intentar algo más. Besos y toques suaves, delicados. Sus labios permanecieron mucho tiempo en la piel sensible sobre mis costillas, besando y mordisqueando. Mis pezones se tensaron contra la tela de mi sujetador, y Nino los miró mientras besaba

el lugar donde estaba la tela. Sus ojos grises se alzaron para encontrarse con los míos. —¿Te gustaría restringirme nuevamente? Por un momento, estaba tan atrapada en las sensaciones que había provocado que no estaba segura lo que estaba preguntando, pero asentí de todos modos. Se levantó de la cama y volvió con las esposas. Luego esposó una de sus manos a la cabecera a medida que apoyaba la espalda contra ella. Me saqué la camisa por la cabeza antes de que mi cerebro pudiera siquiera pensarlo. —Si te inclinas, puedo besarte los senos si quieres. Tan calmado, controlado y clínico, pero con una tensión subyacente en su voz sedosa que delataba su excitación. Me sonrojé y pasé mis manos detrás de mí para quitarme el sujetador. Mis manos temblaban demasiado. Nino me miró con calma.

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—Puedo usar mi mano libre para soltarlo, es mi izquierda, así que puedo tardar un poco más. Me acerqué más y él extendió la mano y me quitó el sujetador después de un par de segundos. Luego volvió a dejar caer la mano y la apoyó sobre su estómago herido. Bajé mi sujetador. Me había visto desnuda en nuestra noche de bodas, pero todavía estaba incómoda con su escrutinio sereno. No tenía forma de saber si aprobaba lo que veía. —Levántate —dijo. Lo hice y me arrodillé a su lado. Levantó la mano lentamente y tocó mi hombro, su palma caliente contra mi piel. Aplicó la presión más ligera hasta que me incliné, llevando mi pecho hacia su rostro. Separó sus labios y los cerró alrededor de mi pezón en un delicioso capullo de calor y humedad. Jadeé por la sensación y tuve que apoyarme contra su pecho, acercando aún más mi seno a su rostro. Sus ojos parecieron ver a través de mí y supieron exactamente lo que deseaba cuando su lengua comenzó a rodear mi pezón. Fue increíble, abrumador, y muy bueno. Se acomodó y comenzó a chupar pausadamente mi pezón, tirando, girando, mordisqueando hasta que estaba empapada. Nunca me había excitado así, pero la boca de Nino y su mirada intensa causaron sensaciones inesperadas. Apreté mis piernas entre sí, sintiendo que iba a implosionar si no encontraba alivio pronto.

Los ojos de Nino se sintieron atraídos por el movimiento, pero mantuvo sus atenciones. No podía apartar la vista de su rostro, del deseo en sus ojos y la forma en que prodigaba mi pecho. Soltó mi pezón con un sonido húmedo y exhaló. Mis mejillas ardían. Levantó la mano de su estómago y la movió a mi pierna, luego la apoyó ligeramente en mi rodilla. Me quedé quieta, pero mi núcleo saltó a la vida, necesitado y desesperado. No sabía que podía ser así. También se quedó quieto, ojos grises trazando mi rostro. —Puedes guiar mi mano si quieres. —¿Qué? —susurré, mi cerebro apenas funcionaba. —Si quieres que te toque y te dé placer, puedes dirigir mi mano. —Pero ni siquiera sabría qué hacer. Tú eres el que lo hace. —Lo hago, y mi toque será muy placentero, pero todavía estás tensa. Mis cejas se fruncieron ante su confianza. —Eres un poco engreído.

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Inclinó la cabeza con un toque de diversión. —Solo soy bueno estimando mis propios talentos, y soy bueno para dar placer. —E infligir dolor —añadí. —Eso también, pero eso no es algo de lo que tengas que preocuparte. —Su pulgar acarició mi rodilla ligeramente—. ¿Por qué no me dejas chuparte el pezón de nuevo? Parecías disfrutar de eso. Asentí y me incliné hacia delante. Se aferró a mi pezón, y al instante gemí. —Ahora, tu otro pecho —murmuró cuando apenas podía sostenerme por encima de él. Me moví y él rodeó con su lengua mi pezón y luego lo chupó a medida que su mano se acercaba para amasar mi otro seno. Mi centro comenzó a palpitar, ligeramente al principio, y luego un estremecimiento pasó sobre mí, extendiéndose entre mis piernas. Nino me chupó el pezón un poco más fuerte. Jadeé y sentí más humedad entre mis piernas mientras mi centro palpitaba. Me congelé sobre Nino, y él soltó mi pezón.

—¿Qué pasó? —pregunté, aturdida. —Creo que podrías haber tenido un orgasmo. No fue fuerte, pero mi succión en tu pezón fue suficiente para estimular tu coño sin fricción. Sentí como mis mejillas se calentaban. —Oh, vaya. Los ojos de Nino lucieron atentos mientras se arrastraban sobre mi pecho y luego bajaban. —Si toco tu coño, se intensificará diez veces más, confía en mí. Lo miré y mi mirada se dirigió al duro contorno de él debajo de sus calzoncillos. Sin darme un momento para preocuparme, lo alcancé y lo acuné a través del material. Dejó escapar un fuerte suspiro y se movió contra mi palma. Me deslicé sobre ella, a pesar de mi pulso acelerado. Nino estaba esposado a la cabecera. Era seguro para mí.

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Había terminado de permitir que el pasado me sujetara. Me harté de ser prisionera de Durant. Él estaba muerto. Nino lo había torturado y lo había matado por mí. Ahora era mi turno de matar el recuerdo de ese hombre. Con los dedos temblando, los enganché bajo la cinturilla de Nino y bajé sus calzoncillos. Su estómago se agitó por la tensión, pero no hizo ningún ruido. No me atreví a mirarlo a la cara por temor a perder mi valor. Ya había visto a Nino desnudo antes, pero nunca había arriesgado a darle más que algunas miradas fugaces. Esta vez me permití ver su erección mientras bajaba mis palmas sobre sus muslos. No había ninguna razón para temer su desnudez. Y no estaba disgustada por su cuerpo, ni siquiera por su erección, como lo había estado de Durant. Nino era hermoso por todas partes, incluso con las cicatrices y los tatuajes, o quizás debido a ellos. Eran parte de él, y no podía imaginarme cómo se vería sin ellos. Mis ojos se detuvieron en su erección. Era larga y gruesa y estaba circuncidada. Un breve momento de pánico me invadió, la idea de tenerlo dentro de mí, recordando el dolor de hace mucho tiempo, pero lo aparté. Enrosqué mis dedos alrededor de la base, y Nino dejó escapar un suspiro, pero se mantuvo muy quieto. Yo tenía el control de esto. Nadie me estaba obligando a hacerlo. Yo lo quería. Era mi elección. Comencé a mover mi mano lentamente, de arriba hacia abajo, concentrándome en el presente, en mi respiración, en las exhalaciones bajas de

Nino, en la sedosidad de él en mi palma. Estaba tenso bajo mi toque, y cuando finalmente me atreví a levantar la vista, sus ojos ardieron sobre mí con deseo. Me estremecí, mis movimientos vacilando por un momento, pero luego apreté mi agarre y aceleré. Esta vez mantuve mis ojos en su rostro, necesitaba verlo, necesitaba ver lo que le estaba haciendo. Nino nunca apartó la vista mientras lo frotaba más fuerte y más rápido, su respiración tornándose en jadeos. Mi propia respiración se volvió más brusca a medida que lo observaba, contemplaba su hermoso rostro. Su mano libre se aferró al borde del colchón cuando su expresión se torció y los músculos de sus muslos se retorcieron bajo mi mano. —Si sigues así, me voy a venir —dijo con voz ronca. No me detuve. Necesitaba continuar. Mis labios se separaron cuando sus ojos se cerraron. Sus caderas se empujaron hacia arriba, y se vino con un estremecimiento. Nada era más hermoso que el rostro perfectamente frío de Nino, iluminado por la pasión. Mi mirada se dirigió a mi mano a medida que se corría en mis dedos.

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Me quedé inmóvil, mi respiración atascada en mi pecho. Lo sacudí dos veces más, y luego Nino, también, se detuvo. Todo se volvió muy silencioso a nuestro alrededor, excepto por el latido de mi corazón en mis oídos.

Nino Kiara se quedó mirando su mano envuelta alrededor de mi polla flácida con mi semen por todas partes. Estaba tensa y me era imposible leer su expresión. Me senté, abrí las esposas y aparté su mano de mí suavemente. Entonces me puse de pie y tiré de ella. Me siguió sin decir una palabra al baño, donde abrí el agua del lavabo y sostuve su mano debajo de ella, lavando mi semen. Solo podía suponer que había desencadenado recuerdos del pasado. Sus cejas se fruncieron, y finalmente levantó sus ojos hacia los míos. —¿Por qué hiciste eso? La miré, intentando leer su expresión, pero solo estaba desconcertada, no molesta. Le sequé la mano y luego curvé mis dedos alrededor de su muñeca. Su pulso era rápido, pero no tan rápido como cuando estaba asustada.

—Supuse que estabas molesta porque me vine en tu mano. —No lo estaba —dijo en voz baja. Incliné la cabeza. —Entonces, ¿por qué estabas tensas? Parecías molesta. —Estaba aturdida y aliviada —respondió lentamente—, porque me preocupaba no poder hacerlo. Que me recordaría demasiado lo que sucedió, pero no lo hizo. No estaba molesta. —Eso está bien —murmuré. No esperaba que me tocara hoy, pero debe haberse sentido segura al haberme visto restringido. Me sonrió y le devolví la sonrisa. Su expresión se suavizó aún más. Se apretó contra mí, y mis manos se envolvieron automáticamente alrededor de sus caderas—. Déjame tocar tu coño, Kiara. Quiero hacerte sentir bien. Quiero hacerte venir duro. —Un rubor se extendió por sus mejillas. Todavía había incertidumbre en su rostro—. Mis dedos no traerán dolor, solo placer. Créeme. —Lo hago —dijo en voz baja.

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La llevé de vuelta al dormitorio, y Kiara se acostó en la cama, mirándome con una pequeña y tensa sonrisa. Me arrodillé a su lado. —Voy a masajearte las piernas y seguiré subiendo. Por ahora, mantendrás tus bragas puestas, ¿de acuerdo? Asintió. Cuando puse mis palmas en sus muslos, su piel se tensó bajo el toque. —Solo dices “para” cuando quieras que me detenga —dije con firmeza, encontrándome con su mirada. —Está bien —dijo. Comencé a acariciar su muslo externo, y después de un momento se relajó, pero no seguí adelante. Al final, amplié mis movimientos, las yemas de mis dedos acariciando la suave parte interior de sus muslos donde estaba la pequeña cicatriz. La respiración de Kiara se profundizó. Llevé mi palma más arriba, finalmente alcanzando su montículo cubierto con sus bragas. Contuvo el aliento, la miré y la encontré observándome. —¿Quieres que me detenga? Me dio una rápida sacudida de su cabeza, y sonreí.

—Bien. Pasé mi palma sobre sus bragas una vez más, y sacudió sus caderas ligeramente. Esta vez, cuando pasé mi mano sobre ella, deslicé mi dedo medio sobre la pequeña humedad, rozando sus pliegues y clítoris. Se arqueó con un pequeño gemido de sorpresa, y repetí el movimiento. Sus bragas se pegaban a su carne mojada, dándome una vista perfecta de su hendidura. Ralentizando mi mano a medida que la pasaba por ahí, me aseguré que la yema de mi dedo descansara contra su nudo. Mantuve mi palma presionada contra su coño. Su calor y humedad eran tentadores contra mi piel. Su aroma embriagador provocó mi nariz y me hizo querer enterrar mi cara en su regazo y lamer su excitación. Moví la punta de mi dedo ligeramente sobre su clítoris, y Kiara gimió y después se sonrojó, mordiéndose el labio. Repetí el movimiento. —No te detengas. Déjame escucharte. De esa manera sé que disfrutas lo que estoy haciendo. —Sin embargo, sus bragas empapadas también eran un buen indicador.

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Moviendo mi palma suavemente contra ella, mi dedo rozó su clítoris. Al final, movió sus caderas contra mí, sus manos golpeando las sábanas. Sus ojos bajaron a la zona de mi ingle. Sabía que me encontraría duro. —Córrete para mí, Kiara —le ordené. Gimió de nuevo, casi indefensa, su cuerpo comenzando a temblar bajo mi toque. Aceleré mi dedo. —Nino —jadeó—, yo… yo… oh, Dios. —Sus ojos se abrieron y luego sus caderas se sacudieron, y gritó mientras se estremecía violentamente. Reduje la velocidad, disfrutando de la forma en que sus bragas se aferraban a ella con excitación. Mi polla sufría por otra liberación, por su coño, su sabor y su calidez. Estaba tan jodidamente mojada. Hubiera sido muy placentero haberla follado en ese momento, pero su miedo aún lo evitaba. Levantando mi dedo, mantuve la presión de mi palma contra su centro, sabiendo que prolongaría su orgasmo. Me miró con los labios separados, sus rizos un desorden salvaje alrededor de su cabeza. —Gracias —susurró.

—¿Por darte un orgasmo? —pregunté con un toque de diversión. Volví a subir y me tendí a su lado. Se acercó, y envolví mi brazo a su alrededor. —Por nunca ir más allá de lo que puedo tomar —dijo en voz baja—, por mostrarme que ser tocada no tiene que ser doloroso. Apoyó su cabeza sobre mi pecho, y mi cuerpo se relajó al sentir su calor.

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17 Kiara Traducido por M@r y Joss_P Corregido por Indiehope

Era un manojo de nervios. Era la primera vez que regresaría a Baltimore desde que me casé con Nino, luego del escándalo de las sábanas sangrientas. La descripción de Giulia sobre las consecuencias de ese día probablemente fue moderada por mi bien.

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Sería el centro de atención. La gente susurraría a mis espaldas. Me juzgarían por acciones que ni siquiera eran mías. Nino se me acercó. —Debemos salir ahora. El viaje en avión dura casi cinco horas, y tenemos que estar en la casa de tu tío alrededor de las siete de la tarde. Asentí y mi estómago se tensó aún más. —¿Dónde está tu vestido? —preguntó. Señalé hacia el modesto vestido azul oscuro que colgaba de la puerta. Era uno de los vestidos que tía Egidia me había comprado hacía un par de años. Era una elección segura. Nino negó con la cabeza una vez. Entró en nuestro vestidor y salió unos minutos después con el largo vestido de seda rojo que compré hace unas semanas. Mis ojos se ensancharon. —Si me pongo eso, la gente me mirará aún más. Nino inclinó la cabeza.

—Eres una Falcone, mi esposa, y no intentarás esconderte. Mantendrás la cabeza alta y les mostrarás que están por debajo de ti. Muéstrales lo hermosa que eres. Déjalos mirar. Parpadeé y asentí en silencio. Lo hacía sonar tan fácil. Remo, Nino y yo tomamos el jet privado a Baltimore. Savio, Adamo y Fabiano se quedaron en Las Vegas ya que se trataba de un asunto más que nada familiar, era el setenta cumpleaños de mi tío. Remo, como Capo de la Camorra, iba como invitado de honor, aunque asumí que mis tíos no estaban muy entusiasmados de tenerlo bajo su techo. Nos quedaríamos en un hotel esta vez porque Giulia y Cassio, así como mis otros hermanastros, ya estaban pasando la noche en la casa de mis tíos. Y, por supuesto, porque casi todos los miembros de la Famiglia se habían vuelto más cautelosos con Nino y Remo desde que mataron a Durant en mi noche de bodas. A veces me preguntaba si algo estaba mal conmigo por no sentirme culpable por lo que había pasado. No vi su cadáver, pero por las reacciones de todos los que lo habían hecho, sabía que era malo.

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Observé a Nino y a Remo por encima de mi libro. Estaban discutiendo una próxima reunión con Luca. Llegamos más tarde de lo esperado a nuestro hotel, así que tuve que apresurarme a prepararme. Cuando estuve lista con el vestido rojo, que tenía una abertura que llegaba hasta la parte superior del muslo que combinaba con el escote, no pude apartar los ojos del espejo. Mi cabello oscuro caía en ondas por mi espalda y hombros, y me puse un lápiz de labios del mismo color rojo sangre que mi vestido. Era la dama de rojo. Nino apareció detrás de mí con una mirada complacida. —Serás el centro de atención, Kiara, como debes serlo. Eres un espectáculo para la vista. El rojo sangre es tu color. Resoplé una carcajada. —La gente pensará en las sábanas sangrientas, sin duda. Nino puso sus manos en mis caderas, y sin pensarlo, me recosté contra él, disfrutando de la sensación de su cuerpo fuerte presionado contra mi espalda. —Que recuerden las sábanas. Es lo que le sucederá a cualquiera que se atreva a tocarte.

Me estremecí ante la expresión de su rostro. Tan frío y cruel. Tan hermoso. Nino en su traje negro y corbata de moño rojo sangre era una vista impresionante por su cuenta, pero juntos nos veíamos perfectos, como si estuviéramos destinados a estar juntos. Era un pensamiento ridículo, una idea romántica que nunca expresaría en voz alta porque Nino no lo entendería. —Ahora vamos, no queremos llegar tarde —murmuró, pero sus ojos viajaron sobre mi escote una vez más, y el deseo en su expresión apretó mi núcleo. Remo ya estaba esperando en el vestíbulo del hotel cuando Nino y yo llegamos. Él también estaba usando un esmoquin, pero llevaba un moño negro. Nunca lo había visto tan bien vestido, ni siquiera en mi boda. Sus ojos se tomaron su tiempo evaluándome. Después sonrió. —Apuesto a que algunas personas tendrán recuerdos desagradables cuando vean tu vestido. Me retorcí las manos cuando la limusina alquilada nos dejó frente a mi antiguo hogar. Nino envolvió su brazo alrededor de mi cintura, su mano descansando posesivamente en mi cadera.

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Tomé una respiración profunda. —Mantén la cabeza alta —me recordó en voz baja. Remo nos miró con curiosidad. —No dejes que ninguno de esos cabrones te desanime porque tu padre era un traidor. Tampoco dejes que te menosprecien por ninguna otra mierda. Ahora eres una Falcone. Si uno de ellos no muestra respeto, dímelo a mí o a Nino y nos encargaremos. —Gracias —dije con una sonrisa pequeña. Remo me dio un rápido asentimiento. No le tenía tanto miedo como antes, y él intentaba no asustarme demasiado. Tal vez con el tiempo llegaríamos a un acuerdo. La puerta de la mansión se abrió. Tía Egidia y tío Felix aparecieron a la vista. Sus ojos abriéndose de par en par cuando se posaron en mí. Nino me apretó la cadera y levanté la cabeza, forzando una sonrisa. Kiara Falcone. Alguien nuevo. No la niña que se escondía en los rincones.

Cuando llegamos frente a ellos, hubo un momento de incómodo silencio, y luego dije rápidamente: —Feliz cumpleaños, tío Felix. —Besé su mejilla y su expresión se suavizó. —Gracias, Kiara. Te ves increíble. —Sí. —Asintió la tía Egidia—. Qué color tan fuerte. También le di un abrazo rápido y después retrocedí para que Nino y Remo pudieran saludarlos. Nino le entregó el caro whisky de edición limitada a mi tío, quien se relajó visiblemente. Se hizo evidente muy rápidamente que ni Egidia ni Felix disfrutaban estar cerca de Nino y Remo. Los seguimos al interior. La casa había sido decorada con flores frescas, y la sala de estar estaba llena de invitados, al igual que el jardín. Se había establecido un bufé en el comedor contiguo, y los camareros caminaban alrededor con bandejas llenas de champán y aperitivos. Para el momento en que Nino y yo entramos en la habitación, todos los ojos se volvieron hacia nosotros, y la mayoría de las personas no lograron ocultar su sorpresa al verme vestida así.

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Giulia me hizo un gesto para que me uniera a ella y a Cassio. Miré a Nino, quien me soltó la cintura. —Remo y yo iremos a hablar con Luca. ¿Por qué no vas con tu hermanastra? Asentí y me dirigí hacia ella rápidamente. Me envolvió en un abrazo fuerte, luego se apartó y examinó mi atuendo, con una expresión de orgullo en su rostro. —Finalmente, impresionante.

estás

mostrando

tus

curvas.

Te

ves

absolutamente

Sonreí y luego asentí a Cassio. No hizo ningún movimiento para tocarme. Siempre había tenido cuidado de no hacerlo a menos que fuera absolutamente necesario. Giulia y yo nunca habíamos discutido esto, pero estaba bastante segura que ella había hablado con él acerca de lo que me había sucedido años atrás. Era su marido, de modo que era natural compartir esa clase de detalles íntimos. —¿Cómo están las cosas en Las Vegas? —preguntó, pero por la tensión en su expresión, me di cuenta que Giulia debe haberle hecho pasar un mal rato preocupada por mí. Agarré la mano de mi hermanastra y la apreté. —Me está yendo bien. Ya no tienes que preocuparte por nada. Sus ojos se dirigieron a Nino, que estaba escuchando algo que Luca decía.

—Puedes decirme si algo está mal, Kiara. Te podemos ayudar. Me reí. —Giulia, no necesito tu ayuda. Ahora soy una Falcone. Estoy bien protegida. Me miró con sorpresa y después intercambió una mirada con su marido. —Guau. ¿Qué te hicieron? Miré hacia Nino, y como si él pudiera sentir mis ojos en él, se volvió, encontrándose con mi mirada. Mis labios se curvaron en una sonrisa. —Me enseñó mi valía. Giulia tocó mi hombro desnudo, separando sus labios. —¿Te gusta? No podía apartar la vista de Nino. —Me gusta —respondí en voz baja, y mi cuerpo se calentó ante mi admisión. En el fondo, me di cuenta que tal vez había algo más que eso.

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Giulia tomó mi mano y me llevó afuera a una parte aislada del jardín. —Kiara, ¿cómo es esto posible? —¿Qué? Pensé que te alegrarías de que me sintiera cómoda en Las Vegas, que mi matrimonio con Nino no es un infierno como originalmente había temido. —Estoy feliz por ti, es tan difícil creer que los Falcone te tratan bien. Me encogí de hombros. —Es como dijiste: algunos hombres no llevan la violencia a casa con ellos. Nino es uno de ellos. Sabe lo fuerte que es, lo poderoso que es. No tiene que humillarme para sentirse poderoso. La primera sonrisa real de la noche se extendió por el rostro de Giulia, y me abrazó nuevamente. —Estoy tan feliz por ti. La gente seguía mirando cuando regresamos a la fiesta, pero mantenían la distancia. En el pasado había sido porque no querían ser asociados con un traidor; ahora parecía como si estuvieran asustados. Finalmente, me encontré de vuelta junto a Nino, su mano una presencia tranquilizadora en mi cadera. —Lo estás haciendo bien —murmuró. Su alabanza llenándome de orgullo.

Me sentí aliviada cuando regresamos a nuestro hotel más tarde esa noche. Incluso después de menos de dos meses, Las Vegas ya se sentía más como un hogar que Baltimore, y deseaba volver a donde la gente no me juzgara por mi pasado.

Un par de días después, me desperté junto con Nino cuando se levantó para nadar. Decidí quedarme en la cama por una vez y dormir un par de horas adicionales. Nino me sorprendió cuando se sentó y se acercó, con la boca cerca de mi oído. —Esta noche, quiero explorar cada centímetro de tu cuerpo con mi boca — dijo, y el calor subió a mis mejillas—. Será más intenso que cualquier cosa que hayamos hecho hasta ahora. Soy muy bueno en eso.

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Todo lo que pude hacer en respuesta fue asentir, aturdida en silencio, pero mi cuerpo explotó con calor. Nino se levantó, con su traje de baño estirado, y se volvió para irse. Cerré los ojos, intentando imaginar su boca entre mis piernas, preguntándome cómo se sentiría. Inquieta y caliente, apreté mis muslos entre sí. Mis dedos encontraron su camino entre mis piernas, y me acaricié como Nino me había dicho que lo hiciera, imaginando su voz profunda y baja, sus manos, su boca… y me vine con un pequeño estremecimiento, pero no era suficiente. Ni siquiera cerca. Al salir de la cama, opté por una ducha larga para despejar mi mente.

Esa tarde preparé la cena por primera vez. No estaba segura si los hombres lo apreciarían, considerando que era algo sin carne, pero la lasaña de tres quesos sonaba deliciosa y mientras se cocía en el horno, su aroma tentador me dio esperanza de realmente haber logrado crear algo comestible. Fui en busca de los hombres, pero solo encontré a uno, Remo, quien se encontraba golpeando el saco de boxeo como si lo hubiera insultado personalmente. Era su pasatiempo favorito. Echó un vistazo en mi dirección, pero no detuvo su asalto inmediatamente.

—¿Dónde está Nino? —Ducha. —Patada—. Se ejercitó con Adamo hoy. —Patada. Golpe. Golpe. Patada. —Cociné para nosotros. Remo hizo una pausa, sus ojos oscuros entrecerrándose. —¿Para ti y Nino? —Para todos nosotros —dije silenciosamente, moviéndome nerviosamente bajo su mirada dura. Se acercó, pese a mi tensión creciente. Tomando una toalla arrojada sobre el sofá, se detuvo frente a mí. —¿Hoy no vas a correr o encogerte? Apreté mis labios. —Nunca corrí de ti.

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—Lo hiciste cuando estaba follándome a la puta en la mesa de billar. Unos pasos resonaron un momento después, y Nino apareció junto a mí, tocando mi espalda ligeramente. —Esta es una vista inquietante. —Tu esposa cocinó para nosotros —comentó Remo. Nino me miró. Olía a su picante gel de baño. Algunas hebras húmedas colgaban por su frente y sienes. —Adamo me llevó a comprar comestibles hoy. Pensé que sería lindo tener una comida casera por una vez. Mis ojos se dirigieron a su boca, intentando imaginar cómo se sentiría, pero me quedé corta. Mi imaginación no era tan buena. —Imagino que ningún animal fue dañado en el proceso —murmuró Remo. Nino le envió a su hermano una mirada de advertencia. —Es vegetariana, sí, pero tus niveles de colesterol quedarán satisfechos. No te preocupes. Tiene capas de queso mozzarella, pecorino y taleggio. —Más de un kilo de queso —agregó Adamo, mientras bajaba los escalones con su cabello húmedo despeinado.

—¿Necesitas mi ayuda? —preguntó Nino. —Podrías traerlo aquí. La bandeja está pesada. Nino me siguió a la cocina, su cálida palma presionada contra mi espalda. —Necesita cinco minutos más —le dije después de darle una ojeada al horno, evitando mirar su rostro porque eso me llevaba a mirar su boca, lo que llevaba a más pensamientos molestos. Nino me observó tranquilamente. Acunó mi rostro y rozó su pulgar sobre mi pómulo. —Estás nerviosa. Lamí mis labios, mis ojos atraídos a su boca y luego un poco más arriba. Se acercó un poco más y me besó, lenta y calientemente, y con una promesa de más. Su lengua casi juguetona a medida que rodeaba la mía, juguetona pero aun así dominante. Me alejé, aturdida. Era la primera vez que Nino había iniciado un beso, la primera vez que habíamos intimado fuera de nuestra habitación. —Eso es lo que haré esta noche —murmuró, después agregó en un tono de voz aún más bajo—, entre tus piernas.

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Temblé. Nino era menos cuidadoso a mi alrededor; era excitante y aterrador, y no lo quería de ninguna otra forma. Se alejó, sus ojos grises evaluando mi rostro. Alargó la mano para tomar mi muñeca, rozando su pulgar contra la piel sensible antes de besarla. —Recuerda, no hay nada que debas temer cuando estés en la cama conmigo. Asentí. Mi garganta seca haciendo difícil el tragar. —Creo que la lasaña está lista. Nino tomó la enorme bandeja y la llevó hacia la sala de juegos. Yo llevé los platos, servilletas y utensilios. Savio, Adamo y Remo ya habían tomado sus lugares habituales. Por un momento, consideré pedirles cenar en el comedor, pero entonces decidí no hacerlo. —Eso huele bien —dijo Adamo mientras se inclinaba sobre la lasaña al momento en que Nino la colocó en un salvamanteles de madera. —¿Estás seguro que ella no envenenó la comida? —preguntó Savio con una sonrisa, pero sirviéndose un plato de lasaña. Nino puso su mano en su rodilla y se sentó junto a mí.

—Kiara y yo tenemos planes para esta noche, así que no creo que me envenene aún. ¿Cierto? El calor golpeó mis mejillas. —Demasiada información, Nino —murmuró Adamo. —Muy poca información, si me lo preguntas —dijo Savio con una sonrisa—. Era más divertido cuando aún compartías tus folla-aventuras con nosotros, Nino. Ahora solo consigo escuchar la mierda perversa de Remo. Estaba segura que en cualquier momento mi cabeza explotaría por la vergüenza. —Si no quieres escuchar mi mierda perversa, la compartiré solo con Nino y Fabiano en el futuro. —No creo que alguien quiera oírlo —dije. Remo se reclinó, mirándome con una sonrisa siniestra en su rostro.

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—No todo el mundo está hecho para el jodido sexo vainilla, así que demándame. Y si mal no recuerdo, Nino y Fabiano también disfrutaban el lado duro de las cosas antes de que sus mujeres los castraran. Arriesgué echarle una mirada a Nino, pero su rostro no revelaba nada. La lasaña estaba deliciosa, y los hombres le hincaron el diente como si fuera su última comida. Como siempre, bromearon entre sí y discutieron. Me daba un extraño sentido de pertenencia cuando actuaban como una familia a mi alrededor.

Después de cenar, Nino y yo nos retiramos a nuestra ala. Cuando cerró la puerta de nuestra habitación, lo miré con curiosidad. —¿A qué se refería Remo con el lado duro de las cosas? Sacudió su cabeza. —No significa lo que crees que significa. —No sabes lo que creo —dije tranquilamente—. Puedes ser un genio, pero no eres un lector de mentes.

Nino envolvió sus dedos alrededor de mi muñeca y me acercó. Luego se inclinó. —No tengo que ser un lector de mentes para reconocer esa mirada en tu cara, Kiara. Suspiré. —Entonces, ¿tú nunca…? —Mi voz temblaba. —Nunca —respondió con firmeza, y el alivio me llenó. Su pulgar acariciaba mi muñeca—. ¿Qué tal si ahora exploramos algo más? Le di un asentimiento mudo, la emoción recorriendo mi cuerpo. Nino me llevó hacia la cama. —Si quieres que vaya entre tus piernas, sería prudente no tenerme restringido… a menos que te sientas cómoda sentándote en mi rostro. Mis ojos se abrieron en sorpresa. —No —dije, finalmente—. Definitivamente no.

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Los labios de Nino se crisparon en las esquinas. —Eso es lo que pensé. Mis mejillas estaban calientes mientras ponía mis ojos en blanco. Acercándome, me puse de puntillas y envolví mi mano alrededor del cuello de Nino. Él bajó su cabeza una vez, reclamando mi boca y envolviendo un brazo alrededor de mi espalda. Me perdí en ese beso hasta que empezó a bajarnos a la cama. Sentí el suave colchón debajo de mí a medida que Nino se alzaba sobre mí. Se alejó, sus ojos siguiendo mi rostro. —¿Miedo? —preguntó tranquilamente, sosteniendo su cuerpo sobre el mío. Era ridículo estar asustada porque era Nino, pero la manera en que Durant se había sentido al cernirse sobre mí siempre regresaba a mi mente, incluso si no quería que los recuerdos me retuvieran. Nino se deslizó hacia abajo en la cama junto a mí, y rápidamente volví a besarlo. Cedió sin vacilación y como siempre, tomó la iniciativa. Me rendí a su lengua experta, sintiendo mi centro calentarse. Sus manos acariciaron mi costado, y después se deslizaron bajo mi blusa, tocando mi piel y provocando piel de gallina. Sus dedos llegaron más arriba y rozaron mi sujetador de encaje. Mis pezones se erizaron bajo el toque, y gemí dentro de su boca. Su mano acunó mis pechos y al

principio los amasó ligeramente, luego su toque se volvió más firme. Juntando coraje, me estiré por Nino, necesitando sentirlo. Mis manos se deslizaron sobre su musculoso pecho, bajando por su estómago marcado hasta que alcancé el bordillo de su camisa. Le di un tirón. Nino se alejó de mi boca, se sentó y de un tirón se quitó la camisa por su cabeza. Mis ojos recorrieron su torso, los músculos, las cicatrices, los tatuajes, y como siempre, mi cuerpo se llenó con miles de mariposas. Antes de que se hubiera acostado, mis manos se encontraban recorriendo su pecho. Se alzó para permitirme explorar. Sus ojos estaban en mi rostro, pero mis ojos permanecieron en mis dedos mientras acariciaban sus pectorales, después rozando sus pezones. Exhaló, y repetí la acción, amando poder atravesar el porte frío con tan poco tacto. Se sentía poderoso. Estimulante. —¿Qué te parece si también nos deshacemos de tu camisa? —murmuró, sus manos llegando al bordillo de mi blusa. Me levanté para que así pudiera quitarla sobre mi cabeza.

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Sus ojos viajaron sobre mi cuerpo, permaneciendo en mis senos, y sus labios regresaron a los míos mientras sus dedos jalaban mi pezón a través del encaje. Me ayudó a deshacerme del sujetador. Sus dedos y labios acariciaron mis pechos, hombros y estómago, a medida que dejaba una necesidad ardiente en su despertar. Pese a la necesidad de mi cuerpo, me congelé cuando Nino llegó a mis bragas. Hasta ese momento me había tocado a través de la tela. Y eso me había dado la ilusión de seguridad. Elevé mis caderas y Nino tomó la invitación, pero sus ojos permanecieron en mi rostro mientras me desnudaba ante sus ojos. Su palma acarició mi muslo, después la movió lentamente hacia arriba, deslizándose sobre el pequeño parche de vello oscuro entre mis piernas. Contuve el aliento cuando su pulgar tocó mi protuberancia resbaladiza por primera vez sin una barrera. Gemí, arqueándome. Su dedo acarició mis pliegues ágilmente, pero jamás entró en ellos. No estaba segura qué tan bueno era leyéndome… si entendía que tener sus dedos tan cerca de mi entrada rayaba la superficie de los recuerdos dolorosos. Nino se movió al extremo de la cama y separó mis tobillos. Sabía lo que estaba a punto de hacer e intenté hacer que mi cuerpo se relaje. Se estiró entre mis muslos, sus bíceps tatuados flexionándose a medida que me extendía ampliamente. Mi centro se apretó, seguido por mis muslos, cuando bajó su mirada a mi centro.

—¿Miedo? —preguntó con cuidado, intensamente. No tenía miedo de eso. Él jamás me había hecho eso. —Nervios —admití. —¿De qué? —Su aliento flotó sobre mi húmedo calor, y temblé con anticipación, nervios y necesidad. Era difícil de explicar. —No lo sé. Se inclinó hacia adelante. —Esto va a ser bueno para ti, Kiara. Intenta enfocarte en mi lengua y en mis labios. No pienses en nada más. Su aliento sopló sobre mi clítoris, y su lengua se deslizó sobre mí ligeramente, deslizándose entre mis pliegues antes de revolotear sobre mi protuberancia. Gemí por la sensación. —¿Bueno? —preguntó Nino contra mí, su voz profunda y calmada.

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Asentí, mis dedos apretando las sábanas. La lengua de Nino dio un pequeño revoloteo una vez más y mis músculos por fin se relajaron. Abrió mis muslos con sus hombros aún más y arrastró su lengua por mi abertura. Me tensé brevemente y se movió hacia arriba rápidamente. De nuevo, su lengua revoloteó sobre mi clítoris, luego sobre mis pliegues antes de sumergirse más abajo y repetir la misma acción sobre mi entrada. Un placer intenso me recorrió, y esta vez mi cuerpo no se tensó. La lengua de Nino chasqueó ligeramente sobre mi entrada, y después la giró alrededor e incrementó el placer, sumergiendo la punta dentro de mí. Dejé escapar un jadeo sorprendido. Él dejó escapar un zumbido bajo, sonando aprobador, y mis ojos se lanzaron hacia abajo para observarlo. Su mirada descansó en mis pliegues mientras rodeaba mi entrada con su lengua. Parecía disfrutarlo, y la comprensión disolvió lo último de mi tensión. Chasqueó su lengua sobre mi clítoris nuevamente, con ligeros golpes y giros, y entonces pude sentir algo construyéndose; tensión apretando profundamente en mi centro, creciendo con cada lamida y chasquido, hasta que me derrumbé. Grité, estremeciéndome a través de mi liberación. Nino gimió contra mí, moviéndose más abajo y lamiendo mi entrada con lentas estocadas. Mis ojos se abrieron por completo a medida que mis paredes se apretaban otra vez bajo sus acciones. —Aguántalo —ordenó en voz baja.

Comenzó a usar lamidas firmes para incrementar de nuevo mi placer. Era increíble, imposible. Esto se sentía mejor que cualquier otra cosa que haya tenido. —Nino —gemí mientras me trabajaba con un cuidado gentil—. Esto se siente tan bien. —Bien —susurró contra mis pliegues, y temblé con el sonido—. Quiero que te corras otra vez para mí, Kiara. ¿Puedes hacer eso por mí? —Sí —exhalé, y él chasqueó su lengua sobre mi clítoris antes de enfocar su atención en mi entrada. Presionó su boca firmemente contra mí y su lengua entró nuevamente en mí. Su lengua se sintió tan bien dentro de mí a medida que la movía lentamente. Su pulgar encontró mi clítoris, y frotó los mismos suaves círculos. Sacudí mis caderas sin descanso, sobrecargada con las sensaciones maravillosas. Mi orgasmo se estaba construyendo aún más rápido esta vez, mi piel extra sensible pero aún ansiosa por más. Mi mano voló hacia la cabeza de Nino, apretando su cabello, y entonces, me corrí aún más duro. Los dedos de Nino acariciaron mis pliegues.

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—Me gustaría introducir mi dedo en ti. Me encontré con su mirada. Su expresión era calmada, seguro de sí mismo. Tragué. Sumergió un dedo entre mis labios. —Di algo. Dime que me detenga si no quieres esto. —Estoy… estoy preocupada que duela como la última vez. —No lo hará —dijo Nino firmemente, con certeza. La punta de su dedo se deslizó todavía más abajo. Me tensé, recordando el dolor de hace mucho tiempo, el sentimiento de ruptura, de impotencia. Nino me observó, su dedo trazando mi entrada ligeramente, pero no entró. Estiró su otra mano y acarició mi vientre bajo. —Intenta relajarte, Kiara. Estás bastante húmeda, y mi dedo será agradable contra tus paredes sensibles si lo permites. Intenté relajarme, pero mi cuerpo se reprimió debido al miedo del pasado. Nino siguió acariciando mi abertura y mis pliegues. —Déjame ayudarte —murmuró.

Me sobresaltó cuando su mano revoloteó sobre mi estómago hacia el punto quisquilloso en mis costillas. Jadeé con risa y me retorcí. Entonces Nino deslizó su dedo dentro de mí, y detuvo las cosquillas de inmediato. —Oh —exhalé y me congelé. No dolía para nada. Sus ojos encontraron mi rostro muy despacio. Comenzó a mecer su dedo, y gemí por la sensación. —¿Por qué me hiciste cosquillas? —pregunté con voz pastosa a medida que Nino seguía penetrándome con su dedo. Frotó mi clítoris ligeramente. —Distraje tu cuerpo. Tu cerebro asumió que mi dedo contra tu entrada era una amenaza porque estabas esperando dolor, así que fui y planteé otra amenaza en la que tu sinapsis tuviera que enfocarse. Por lo regular funciona mejor con dolor real, pero las cosquillas también son efectivas ya que el cuerpo reacciona de manera similar. Sacudí mi cabeza. —Eres bueno en esto. Sus labios se torcieron, y sus ojos grises me cuestionaron.

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—He estudiado las funciones del cuerpo por un largo tiempo, especialmente sus reacciones al placer y el dolor. No lo dudaba. Gemí cuando él hizo algo con su dedo dentro de mí, una ligera rotación. Repitió la acción y frotó su pulgar ligeramente sobre mi clítoris. —¿Te gusta esto? ¿Cómo podía incluso preguntar? —Sí —logré decir. Sus labios tomaron el lugar de su pulgar sobre mi clítoris a medida que su dedo se deslizaba dentro y fuera lentamente. —Córrete de nuevo para mí —dijo en ese tono sedoso y dominante, y me desmoroné bajo la sensación combinada de su dedo y su boca. Mi cuerpo entero explotó con olas de placer. Temblé por un largo tiempo, intentando recuperar mi aliento. Nino sacó su dedo y después me sorprendió al elevarlo a sus labios y ponerlo en su boca. —Disfruto de tu sabor, Kiara —dijo en una voz más texturizada mientras se arrodillaba entre mis piernas. Mis ojos quedaron atraídos hacia sus pantalones. Estaba duro, excitado porque había tenido su boca en mí. Me senté, estirándome para alcanzar sus calzoncillos.

—Quiero devolverte el favor. Nino se los quitó y luego se arrodilló en la cama nuevamente. Estaba frente a él y me estiré para alcanzarlo. Gimió. Me moví lentamente, luego me incliné hacia adelante y me encontró a mitad de camino. Sus labios reclamaron los míos y tenían mi sabor. Nos besamos mientras bombeaba mis manos de arriba abajo, sus ojos penetrándome con algo más que frío escrutinio. Nuestro beso se tornó desesperado, descoordinado. Nino se tensó ante mi agarre. Observé las pequeñas contracciones de sus músculos, el agudo arrastre de su boca, escuché sus jadeos rápidos, y se sintió bien.

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18 Kiara Traducido por MEC y Yoshioka13 Corregido por Indiehope

Leona me miró. —¿También estás nerviosa? Me reí.

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—Nerviosa ni siquiera comienza a cubrirlo. No creo que sea buena peleando. —Hice una pausa—. Pero ¿por qué estás nerviosa? ¿Pensé que habías practicado antes con Fabiano? —Algunas veces, sí, pero siempre hemos estado solos. Ahora habrá gente mirando. Asentí. Deseaba que Nino hubiera elegido practicar solo conmigo, pero sabía que tenía demasiadas cosas a su cargo debido a su próxima pelea contra ese hombre gigante. Cuando fuimos a la sala de entrenamiento, mis ojos tuvieron problemas para asimilarlo todo. La araña colgando del techo, el papel tapiz rojo y dorado, las mesas de ruleta rotas, las hermosas ventanas sucias con forma de concha de mar… Era tan típico de los Falcone elegir algo tan llamativo como el edificio de un casino abandonado para convertirlo en su gimnasio de lucha personal. Los hombres ya se habían reunido alrededor del ring de boxeo. Solo estaban usando pantalones cortos de lucha, y mi corazón se aceleró al ver todo ese músculo y cicatrices. Incluso Adamo era musculoso para ser un niño de casi catorce años. —Gracias a Dios, no es la jaula —murmuró Leona, y le di una mirada interrogante. Sonrió—. Fabiano siempre insiste en que trabajemos en la jaula, y honestamente me da escalofríos.

Mis ojos se dirigieron a la jaula, y tuve que estar de acuerdo. Ya estaba bastante nerviosa así. Nino me tocó la cadera cuando llegué a su lado. —Leona irá primero porque ya tiene algo de práctica. Asentí, intentando ocultar mi alivio. Fabiano separó las cuerdas para Leona, que se subió con una mirada nerviosa hacia los hermanos Falcone. —¿Todos ustedes van a ver? —No —respondió Nino—. Voy a atacarte. Los ojos de Leona se ensancharon. —¿Qué? ¿Pensé que Fabiano entrenaría conmigo? Fabiano negó con la cabeza.

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—No esta vez. Estar frente a un oponente que te pone nerviosa está más cerca de la realidad. Nino se balanceó sobre la cuerda y se enfrentó a Leona, con los brazos colgando a su lado de una manera relajada. —Mira de cerca, Kiara —dijo. Asentí. Nino se abalanzó sobre Leona y noté que el cuerpo de Fabiano se balanceaba ligeramente hacia adelante. Leona dejó escapar un grito de sorpresa cuando la mano de Nino sujetó su muñeca. La atrajo hacia él, y luego ella ya estaba de espaldas. Él se arrodilló entre sus piernas. —Leona —siseó Fabiano—. Recuerda lo que te enseñé. Leona comenzó a luchar, pero Nino presionó sus muñecas contra el suelo por encima de su cabeza, bajando, separando más sus piernas con sus muslos musculosos. Remo soltó un silbido. —Ahora no hay forma de escapar. Actuaste demasiado tarde. Ahora te tiene exactamente dónde te quiere. Me estremecí.

—Él tendría que abrir sus pantalones. Eso podría darle una oportunidad para atacarlo con su mano libre —comenté. Todos me miraron y tragué con fuerza, pero me mantuve firme. Nino agarró ambas muñecas de Leona en una de las suyas a pesar de que se retorcía y me mostró su mano libre. —Libre para abrir mis pantalones. Nino se enderezó y puso a Leona de pie. —¿Por qué reaccionaste tan tarde? —preguntó Fabiano con el ceño fruncido. —Me sorprendió, y para ser honesta… Nino me asusta —dijo indignada. —Entonces esperemos que tu agresor anuncie su ataque con anticipación y no te asuste —murmuró Remo.

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Obviamente, perdiendo interés, Savio y Adamo se fueron a la jaula y comenzaron a atacarse entre sí, pero Savio definitivamente tenía ventaja y no fue amable con su hermano menor, a juzgar por la fuerza de sus patadas y golpes. No es de extrañar que Adamo siempre estuviese golpeado. —Una vez más —dijo Fabiano. Nino agarró el brazo de Leona, pero esta vez ella actuó instantáneamente. Levantó la mano para arañarle la cara, pero él la bloqueó con el codo y, al mismo tiempo, esquivó la patada hacia la ingle y la cadera. Luego la arrojó contra el suelo. Terminaron en la misma posición que antes, y Leona resopló. —Mejor —dijo Nino asintiendo, apartándola y poniéndola en pie. —Todavía terminé en el suelo. —Tu atacante no será Nino —dijo Fabiano—. Probablemente no sea la mitad de rápido, fuerte o hábil. Hicieron dos ejercicios más hasta que la cara de Leona se puso roja y estuvo cubierta de sudor. Nino parecía que acababa de terminar una agradable y lenta caminata matutina. Ahogué una sonrisa cuando se encontró con mis ojos y las comisuras de su boca se contrajeron. Mi cuerpo se llenó de calor como lo hacía tan a menudo en su presencia. —Tu turno —dijo y separó las cuerdas para mí.

Tragando, me metí dentro del ring, y Leona salió rápidamente, susurrando: —Buena suerte. Fabiano inmediatamente envolvió su brazo alrededor de su cintura posesivamente. Remo negó con la cabeza y saltó al borde del ring y luego se metió. Me quedé mirando a Nino, mi pulso martillando en mis venas. —Vas a entrenar conmigo, ¿verdad? —Mi voz temblaba. Nino miró mi cara y después negó con la cabeza. —Quiero que te enfrentes a tus miedos. Podrían inmovilizarte durante una pelea real. Comencé a temblar a medida que veía a Remo, quien estaba de pie con los brazos cruzados sobre su pecho, mirándome con oscura diversión. Negué con la cabeza. —No. No puedo. —Me apoyé en la cuerda—. Por favor, Nino. Nino intercambió una mirada con su hermano, quien puso los ojos en blanco.

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—Puedo asumir el control —sugirió Fabiano. Mi cabeza giró hacia él. Él también me aterrorizaba, pero no tanto como Remo. —Entonces hazlo —gruñó Remo, pero caminó hacia mí, con sus ojos oscuros duros—. Mientras no enfrentes tus miedos, serás débil. Él mantendrá el poder sobre ti mientras lo dejes. Si alguna vez dejas de ser una cobarde, ven a verme y te mostraré cómo luchar contra un oponente que te esté haciendo daño. Saltó sobre la cuerda y avanzó hacia Adamo y Savio para unirse a ellos en la jaula. Nino tocó mi cintura, sus cejas frunciéndose. —No le hagas caso. —¿Estás de acuerdo con él? —pregunté en voz baja. Asintió. —Remo sería la mejor opción si quisieras simular un ataque. —Puedo ser tan temible como Remo si quieres que lo sea —dijo Fabiano encogiéndose de hombros.

—No —dije rápidamente—. Gracias. Fabiano era lo suficientemente aterrador con sus evaluadores ojos azules. —Viste lo que hizo Leona —comenzó Nino—. Por supuesto, su pasado no alberga los mismos demonios, así que tendrás que luchar contra dos enemigos: Fabiano y tus recuerdos. Puedo decirte cómo hacer lo primero, pero lo otro es tu lucha. —Me hizo un gesto para que me acerque a Fabiano—. Eres más pequeña y más débil, así que tendrás que hacer que cada golpe cuente. Apunta a donde más duele. Sus bolas. —Nino señaló la zona de la ingle de Fabiano, que enarcó una ceja—. Plexo solar. —Señaló el área debajo de las costillas—. Bajo su barbilla. Los ojos. Nariz. —Señaló el rostro de Fabiano—. Ven, déjame mostrarte —dijo Nino y se colocó frente a Fabiano, cuyos labios se ensancharon en una sonrisa. Nino levantó su rodilla hacia los lados de la ingle de Fabiano sin hacer contacto. Luego hizo un puño en la mano y fingió golpear el estómago de Fabiano dos veces. Después empujó la palma de su mano hacia la nariz de Fabiano. —También puedes arañar o morder, pero no pierdas demasiado tiempo. Te cansarás con el tiempo.

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Nino dio un paso atrás y le dio un asentimiento a Fabiano. Fabiano se me acercó enseguida, y lo agarré. Todo sucedió tan rápido, y de repente estaba sobre mi espalda y él estaba entre mis piernas. El pánico me ahogó. Solté un sollozo aterrorizado, cerré los ojos y empecé a temblar. —Mierda —dijo alguien. Entonces otra voz fría y convincente habló por encima de mí. Esta voz me había traído de vuelta antes. —Kiara, abre los ojos. —Y lo hice, levantando mi mirada hacia unos ojos fríos y grises. Nino—. No permitas que el pasado te controle. Estás a salvo. Nada te pasará. Estoy aquí. Tragué y le di un pequeño asentimiento. Fabiano se había sentado en cuclillas, mirándome con el ceño fruncido. Cerré las piernas, avergonzada. —Lo siento. —No tienes que disculparte —dijo encogiéndose de hombros, pero sus ojos eran un poco más suaves que antes. Nino me ayudó a ponerme de pie. —¿Otra vez? —Su mirada sostuvo la mía, y di un pequeño asentimiento. Se volvió hacia Fabiano—. Esta vez a horcajadas solamente.

Fabiano asintió. —¿Lista? —Sí —dije, y él alcanzó mi brazo, y una vez más, me encontré de espaldas con Fabiano a horcajadas en mis muslos. El pánico se abrió camino fuera de mi pecho, y traté de combatirlo, pero no pude. Mi visión se volvió negra. Fabiano me empujó, y aspiré profundamente. Nino se arrodilló a mi lado, tocándome el hombro. —No creo que esté funcionando —dijo Fabiano—. Está demasiado asustada. Nino asintió, pero mantuvo sus ojos en mí y su cálida palma en mi hombro. —Puedes irte. Seguiré desde aquí. Fabiano me dio una sonrisa tensa. Luego salió del ring. —Lo siento —dije, avergonzada de haberme roto así a pesar de que esto había sido falso, a pesar de que Fabiano no había tenido la intención de lastimarme. —Subestimé tu miedo a los hombres. Conmigo, has estado relajada. —Eso es porque confío en ti —susurré.

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Sus cejas se fruncieron, y no dijo nada. —Es por eso que quería que lucharas contra Remo o Fabiano. Eres cautelosa con ellos. Haría la pelea más real. —Lo sé, pero ahora mismo es demasiado. ¿No puedes entrenar conmigo? —Por supuesto, pero voy a ser duro contigo, Kiara. No tiene sentido permanecer dentro de tu zona de confort. No mejorarás si te sientes segura. Mi estómago se apretó con los nervios cuando Nino me puso de pie. Tenía razón, y quería mostrarle que no era débil, y más que eso, quería demostrarme que podía vencer mi pasado de una vez por todas. Había permitido que controlase mi vida por mucho tiempo. —Acércate. —A medida que lo hacía, me agarró las muñecas y me tensé en preparación para su ataque, pero puso mis manos sobre sus hombros—. Usa esto para ganar impulso y ahora levanta la rodilla tan fuerte como puedas. Dudé. —Hazlo —ordenó, y lo hice. Nino me bloqueó la rodilla con su muslo de modo que no me conectara con su ingle. Salté del impacto, un dolor sordo se extendió por mi rodilla y la parte superior del muslo.

—Lo siento. —No te disculpes. Se supone que debes lastimarme. Una vez más, y más duro esta vez. Levanté mi rodilla nuevamente y golpeé su muslo. Dio un breve asentimiento. —Mejor. Todavía demasiado vacilante. Ahora haz un puño. Bajé las manos y las apreté en puños. —Golpea mi estómago. Le di un puñetazo, pero incluso yo podía decir que me estaba conteniendo. Nino agarró mi mano y cerró mi puño aún más fuerte. Después lo apoyó en el lugar donde quería que apuntara. —Aquí. Y duro.

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Lo golpeé de nuevo, y su boca se apretó. No estaba segura si era porque en realidad había logrado lastimarlo o si todavía no estaba satisfecho con mi desempeño. Probablemente fuese esto último. —Ahora abre tu mano y lleva la palma hasta mi nariz. Hice lo que me dijo, y cambió el ángulo de mi mano ligeramente. —Me gusta esto. Si usas la fuerza suficiente, puedes romper la nariz de tu oponente. —Tal vez tú. Sacudió la cabeza. —Tú puedes. Créeme. Si uso ese movimiento con toda mi fuerza, puedo matar a mi oponente empujando sus huesos en su cerebro, no solo romperle la nariz. Mi cara se arrugó con disgusto. —Ahora vamos a pasar a la defensa real. Te atacaré, te arrojaré al suelo y me forzaré entre tus piernas, y tratarás de detenerme con todo lo que tienes. No te detengas, Kiara. No puedes lastimarme. —Está bien —dije. Me limpié las manos en los pantalones porque estaban sudando debido a los nervios. Nino me miró con calma, pero entonces algo en su expresión cambió, se volvió calculador y depredador, y supe que estaba a punto de saltar. A pesar de ese

conocimiento, grité cuando me agarró por las caderas. Después de un segundo de congelación, levanté mi rodilla, pero él la esquivó con su muslo y me presionó contra el suelo con su cuerpo. Luego estaba sobre mí, arrodillado entre mis piernas, su pelvis presionada contra la mía. Mis muñecas estaban clavadas por encima de mi cabeza y ningún esfuerzo lo hizo ceder. Mi respiración se volvió irregular a medida que el pánico se arremolinaba en la boca de mi estómago, no tan mal como antes, pero definitivamente estaba allí. —Lucha —ordenó Nino bruscamente. Sabía lo que quería decir, pero era muy difícil luchar contra mi propia mente. Me concentré en sus fríos ojos grises. Hasta ese momento me habían liberado de mi pánico dos veces, y lo hicieron una vez más. Lentamente, mi terror se desvaneció y mi respiración se tornó más lenta. Nino negó con la cabeza mientras soltaba mi muñeca, pero se quedó encima de mí. —Es bueno que encuentres consuelo en mis ojos, Kiara, pero no te ayudará si alguna vez te atacan.

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Cerré mis ojos. —Tal vez solo tengamos que aceptar que nunca podré defenderme y que la próxima vez que alguien como mi tío se presente, podrá tomar lo que quiera. Los labios de Nino rozaron mi oreja, haciendo que mis ojos se abrieran con sorpresa. —Aprenderás a defenderte y te juro que nadie volverá a lastimarte. Nadie se acercará jamás. Se retiró y su expresión encendió mi corazón con emociones tontas. Por un momento ninguno de los dos se movió, y toqué con las palmas de mis manos su pecho musculoso. Mi respiración se aceleró por otra razón. Por primera vez en mi vida, me sentía cómoda con un hombre encima de mí, con él entre mis piernas. Nino finalmente rompió el momento, se apartó de mí y me tendió una mano. La tomé y dejé que me ayudara a levantarme, pero mi cuerpo todavía se estremecía ante su cercanía. —Otra vez —dijo y la tensión en su voz superó el aleteo en mi vientre.

Nino Después de entrenar y llegar a casa, Kiara siguió lanzándome miradas, pero al momento en que las devolvía, apartaba la vista. No podía leer su estado de ánimo. Parecía nerviosa. Fui a la ducha cuando terminó, pero mantuve la puerta abierta como de costumbre. Nunca entraba. Mi desnudez todavía la ponía nerviosa y no era solo debido al miedo. Remo había tenido razón. Necesitaba aprender a pelear con alguien que la asustara, y esa persona no era yo. Kiara había empezado a confiar en mí, y no lo había esperado. Por supuesto, la había tratado de una manera que me hacía esperar que pudiera relajarse en mi presencia. El miedo no era algo que pudiera tolerar en una esposa. Necesitaba a alguien que pudiera enfrentarme, y Kiara estaba llegando allí. Todavía teníamos un camino por recorrer, pero a diferencia de mi hermano, yo era paciente.

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Apoyándome contra el grifo de la ducha, abrí el agua fría para que mi polla no tuviera ninguna idea. Tenía la sensación de que Kiara no estaría lista para explorar más hoy. La pelea con Fabiano la había inquietado. Y si era sincero, me había costado retroceder y verlo tocarla, abrazarla y arrodillarse entre sus piernas. Era algo que nunca antes había experimentado. No podía poner una emoción a lo que estaba sintiendo. Cuando entré en el dormitorio después de mi ducha, Kiara estaba apoyada contra la cabecera, vestida con un camisón fino de seda que hacía poco para ocultar sus pezones. Sus piernas delgadas se cruzaban en los tobillos, un lugar donde Kiara era hermosamente sensible. Sus ojos se deslizaron del libro que sostenía e hicieron un rápido escaneo sobre mi pecho desnudo, deteniéndose en mis calzoncillos, antes de volver su mirada al libro, pero no pudo concentrarse en lo que estaba leyendo. Secándome el cabello, me acerqué a donde ella fingía leer. —¿Qué pasa? ¿Hice algo para ponerte nerviosa? ¿Es por el entrenamiento de hoy? Tengo que asegurarme que aprendas a defenderte. Ir con cuidado no tendrá el efecto deseado. Pensé que habíamos llegado a algún tipo de entendimiento. No me alejaría del tema de la autodefensa. Kiara estaba bien protegida. Como Falcone, su apellido provocaba miedo en las calles de Las Vegas. Todos sabían que ella era mía. Todos

sabían que un Falcone protegía lo que era suyo y que nuestra venganza era cruel y despiadada. Estaba tan a salvo como una mujer en nuestro mundo podía estarlo, sin embargo, no podía ver por qué no deberíamos garantizar el más alto nivel de seguridad haciendo de Kiara un blanco difícil. Sus habilidades con las armas habían mejorado, pero necesitaba aprender a defenderse sin la ayuda de las armas. Se sonrojó y dejó su libro, y entonces finalmente me miró. Sus ojos se arrastraron sobre mi torso y bajaron hasta mis calzoncillos, luego volvieron a mi rostro rápidamente. Entrecerré los ojos, intentando evaluar su estado de ánimo. Estaba nerviosa. Dejé caer la toalla con la que frotaba mi cabello y me hundí en la cama junto a ella. —Si no me dices lo que te molesta, no puedo cambiar mi comportamiento. —No hiciste nada —dijo calmadamente. Otra vez, sus ojos echaron un rápido vistazo a mi cuerpo, cayendo lentamente, después regresaron bruscamente hacia mi rostro. Entonces, me di cuenta que esto no iba sobre ella estando enojada respecto a los acontecimientos de hoy. Estaba casi seguro que estaba excitada, pero como siempre, le permití hacer el primer movimiento—. Qui… quiero dormir contigo.

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Mi cuerpo reaccionó de inmediato, la sangre bombeando directamente a mi pene, pero no actué ante el impulso. Giré hacia Kiara. Inclinando mi cuerpo más cerca, apoyando mi brazo junto a su pierna, ella se movió hacia adelante, dejando caer su libro al suelo. Sus labios se presionaron contra los míos, y su lengua se deslizó dentro. Luché con la necesidad de presionarla contra el colchón, cubrirla con mi cuerpo y frotarme contra su cuerpo flexible. Quería hundirme en su jodidamente apretado canal, quería sentirla alrededor de mi pene y perderme. No había que negarlo. —¿Te gustaría atarme? —pregunté entre besos. Sus ojos castaños sostuvieron los míos, y me dio una pequeña negación con la cabeza. —Confío en ti, ya no estoy asustada de tu fuerza. Deslicé mis nudillos por su brazo. Confianza, era una cosa frágil. Lo sabía. Solo había confiado en mis hermanos, pero ahora también estaba empezando a confiar en ella. —Haré que esto sea bueno para ti, Kiara. Exhaló y un atisbo de ansiedad endureció sus labios.

—No será como la última vez, ¿verdad? —Su voz tembló y sus ojos me observaron como si supiera que mantendría el pasado a raya. Y demonios, quería hacerlo por ella, quería mostrarle que todo lo que había pasado no era algo que tuviera que vivir otra vez. Delineé sus senos a través de su blusa. —No será nada como eso. —Besé su barbilla dirigiéndome hacia su garganta y luego hacia su clavícula, inhalando su dulce aroma, disfrutando el sentimiento de su suave piel sedosa contra mis labios—. No habrá dolor, ni miedo. Tendrás el control. Sus dedos encontraron la parte trasera de mi cabeza y me atrajo hacia ella. Obedecí, deslizando los tirantes de sus hombros dejando su pecho desnudo. Cerré mi boca alrededor de su pezón erecto, metiéndolo dentro de mi boca, disfrutando la forma en que se fruncía ante mis atenciones.

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Respiraba con dificultad, la piel se le erizó. Mi mano acunó su otro pecho, masajeando suavemente antes que mi pulgar encontrara su pezón y se deslizara sobre él, provocándole un gemido. Lo deslicé una vez más mientras dibujaba un círculo en su otro pezón con mi lengua. Comenzó a moverse nerviosamente a mi lado a medida que se arrodillaba en la cama. —Nino —susurró—. Por favor. —¿Por favor qué? —pregunté con voz áspera. Estaba dolorosamente duro en mis calzoncillos, pero intenté empujar mis necesidades al último lugar. —Necesito correrme. —¿Quieres mi boca? Dio un asentimiento errático. —Acuéstate. Se movió hacia atrás y se acostó. Trepé en la cama y enganché mis dedos en sus bragas, cuando no se tensó, las deslicé hacia abajo. Levantó su trasero para hacerlo más sencillo. Deslicé una rodilla en medio de sus piernas lentamente, mirando su rostro. Hubo un segundo de resistencia antes de que las abriera para mí. Ubicando mi otra rodilla en el medio, rocé sus muslos suavemente y separé con facilidad sus piernas. El espectáculo de sus brillantes pliegues envió una oleada de deseo a través de mi cuerpo, directo a mi pene. La paciencia era una virtud, pero en este momento, ser paciente se sentía como una tarea insalvable. Tomando una respiración profunda, me estiré sobre sus

muslos a medida que me observaba con necesidad, los labios separados, los ojos amplios y confiados. Ya estaba muy excitada por mis caricias a sus pezones, excitada lo suficiente para tener sexo, pero quería que estuviese relajada gracias a varios orgasmos antes de entrar en ella. Besé su muslo, haciendo mi camino hacia arriba donde ella quería mi boca. Respiré sobre sus pliegues, haciendo que sus piernas tiemblen con necesidad. Besé su pelvis y luego sus pliegues antes de darles una gran lamida, saboreándola, sin importar que eso hiciera endurecer aún más mi miembro. Su sabor era como un catalizador de mis propios deseos. Kiara respiró profundamente, casi aliviada. Establecí un ritmo de lamidas suaves sobre su clítoris y círculos lentos sobre su entrada hasta que estuvo retorciéndose y jadeando. Cuando estuvo haciendo pequeños y desesperados movimientos con sus caderas, presioné mi lengua una vez más firmemente contra su clítoris, entonces se desarmó con un chillido. Su mano bajó a mi cabeza, manteniéndome en el lugar, mientras me enfocaba en su entrada, hundiendo mi lengua, enterrando mi rostro en todo el camino de su perfecto regazo.

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Acaricié su muslo y luego moví la mano más cerca de su coño y deslicé mis dedos por su carne húmeda. Trazando mi índice sobre su estrecha entrada, esperé unos momentos, pero no se tensó, así que deslicé un dedo en ella. Mi pene dio un tirón, sabiendo que pronto estaría enterrado en su húmedo calor. Comencé a follarla con mi dedo tan lentamente como había estado dibujando círculos en su clítoris. Esa vista me tenía encendido. Imaginé que eso se acercaba a sentir alguna emoción, este ardor, esta necesidad incontenible. Mejor que el sentimiento de su excitación eran los gemidos sin aliento que salían de la boca de Kiara, la suavidad de sus muslos diciéndome que disfrutaba sin ninguna limitación porque confiaba en que yo sería bueno con ella. Levanté mis ojos para verla. Mi dedo estaba envuelto en su humedad y ella estaba apretando las sábanas, haciendo pequeños gemidos desesperados en su garganta. Retrocedí un par de centímetros. —¿Qué tal vas, Kiara? —Mi voz sonó tensa y profunda, al límite, pero Kiara no parecía afectada por eso. Un extraño calor se fijó en mi pecho, uno al que no podía dar lugar. —Bien —susurró y luego soltó un quejido a medida que curvaba mi dedo en su interior, presionando mi yema suavemente contra su punto G. —¿Bien?

—Muy bien, Nino, muy bien. —Sonaba como si fuera un jodido milagro, como si le hubiera ofrecido una revelación, y algo extrañamente posesivo inundó mi pecho. Kiara era mía. —Bien —murmuré contra su carne húmeda antes de cerrar nuevamente mi boca sobre su clítoris y acariciar su punto G. Se vino otra vez, arqueándose, agarrando las sábanas, soltando quejidos y gimiendo, reduje mis atenciones, permitiéndole recomponerse. Sabía que necesitaba probar su disposición con otro dedo, pero si le advertía, existía el riesgo que se tensase de nuevo. De cualquier manera, ella necesitaba sentirse en control—. Quiero poner un segundo dedo dentro de ti. Un momento de duda. —Está bien. —Trata de relajarte, te estimularé nuevamente —advertí mientras deslizaba mi dedo dentro y fuera suavemente.

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Se rio e introduje mi segundo dedo dentro de ella. Se tensó en sorpresa y no me moví, dejando que se diera cuenta que no habría dolor. Estaba muy húmeda para eso. —¿Bien? —Bien —respondió. —Entonces tratemos de hacerlo mejor. —Levanté su cuerpo, manteniendo mis dedos en su interior y cerré mi boca sobre su pezón. Lo saboreé por un momento antes de comenzar a mover mis dedos en un ritmo lento. Las paredes de Kiara los apretaron, y no podía esperar para sentirlas rodeando mi pene. Después de unos segundos, Kiara encontró mis embestidas con su pelvis a medida que chupaba su pezón más fuerte. Liberé su protuberancia para preguntar cómo estaba, pero Kiara fue más rápida. —Bien, Nino, por favor no te detengas. Regresé mi boca a su pezón expectante, mordiéndolo ligeramente, y Kiara se arqueó rápidamente debajo de mí, gritando con su liberación. Deslicé mis dedos fuera de ella los cuales estaban recubiertos en sus jugos y esa vista casi me deshace. Sus ojos se abrieron, su mirada perdida, sus labios curvados en una sonrisa, una sonrisa de satisfacción.

—Tu cuerpo está listo —dije con voz ronca, vacilante, al borde del control. Raramente me permitía perder el control, y esta noche definitivamente no sería el día. —Estoy lista —dijo suavemente, sus ojos evaluando mi rostro. Le sonreí, sabiendo que lo necesitaba para estar a gusto. Me levanté y me alejé de Kiara. —Creo que es mejor para ti estar arriba. —No estoy segura de poder hacerlo. ¿Puedes estar arriba? Asentí, pero debido a sus nervios tan rápido como se dio cuenta de mi poder físico, estar arriba lucía como una mala elección. Hoy en el ring, lo había manejado bien, pero eso era diferente a someter a alguien en la cama. Me quité los calzoncillos. Ya estaba dolorosamente duro, pero sabía que necesitaba ir despacio. Jamás en mi vida tuve que contenerme por alguien. Tomaba cualquier placer que una mujer pudiera ofrecerme, y podían ofrecer lo suficiente, pero Kiara era mi esposa y quería tratarla bien, tratarla como se supone que una esposa debe ser tratada.

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Kiara no era una prostituta o deudora. Era mi esposa. Una Falcone. Mi responsabilidad. Me miró con nervios y confianza. No estaba seguro del por qué la comprensión de que ella confiase en mí me complacía tanto como lo hacía; solo mis hermanos confiaban en mí, y ahora Kiara… incluso aunque su pasado le había enseñado que las personas en quienes confiaba terminaban lastimándola. Trepé de nuevo a la cama y Kiara sonrió, pero sus labios temblaban al igual que ella. Quería estar dentro de ella ahora mismo. —No tenemos que hacerlo —dije, incluso si las palabras derramaban dolor de mis labios. —No —dijo de inmediato, tocando mi pecho. Sus dedos estaban temblando, atraje su palma a mi boca y la besé. Se relajó un poco, reaccionando bien ante la ternura, como era usual. Disfrutaba ser gentil con Kiara, la manera en que reaccionaba me daba muchísima satisfacción, era una experiencia nueva que no creí posible. Me moví sobre ella lentamente y abrió sus piernas para mí, de modo que pudiera arrodillarme en el medio. Apoyándome en los brazos, miré hacia mi esposa. Ya podía ver que se estaba abrumando por mi presencia. Su respiración se había

agitado y sus pestañas estaban moviéndose nerviosamente. Deseé que hubiera una forma en que entendiera que esto no tenía nada que ver con la violación de su pasado. Que ella se colocara encima de mí seguía pareciendo la mejor solución al problema. Me cerní sobre ella, sin moverme. —Te sentirás incluso más sin control si entro en ti. Mi peso te presionará contra el colchón, y tendrás que ceder a la presión que aplique. No hay ayuda para eso —dije en tono áspero, intentando ignorar la manera en que mi miembro tiraba mientras rozaba el interior de su muslo. Un ligero movimiento de mis caderas y una embestida era todo lo que tomaría satisfacer el ardiente deseo en mis venas—. ¿Por qué quieres esta posición? —pregunté calmadamente. —Porque quiero que tomes el control… y quiero estar cerca de ti cuando tengamos sexo el uno con el otro. —Incluso si te sientas encima de mí, puedo sostenerte en mis brazos. Puedo dirigir fácilmente incluso si me montas. Sus mejillas se sonrojaron ante la palabra montar.

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Me alejé y me senté contra la cabecera. —Súbete —ordené, decidiendo que debía quitarle la capacidad de decidir. Kiara se arrodilló, mordiendo su labio inferior dubitativamente. Suavicé mi expresión y aparté las rebeldes ondas de su rostro. Se inclinó ante el toque de inmediato. Le rocé la mejilla con el pulgar, y después pasé mis dedos por su garganta y brazo. Dejó escapar un suspiro pequeño. —¿Lista? —pregunté en una voz forzadamente calmada. Kiara asintió y se movió más cerca de mí. Agarré su cadera y la ayudé a ubicarse en mi abdomen bajo. Exhalé cuando su excitación se presionó contra mis abdominales. Su cuerpo estaba tan jodidamente listo. Pasando mi brazo alrededor de su espalda, la atraje hacia mí, mis labios reclamando los suyos en un beso descontrolado. Kiara me devolvió el beso ansiosamente y frotó su húmedo coño sobre mi pelvis, inconsistentemente deslizándose hacia abajo. Reprimí un gruñido. Solo quería enterrarme en ella, pero me contuve. La dejé sentirse cómoda sobre mí. Cuando finalmente se inclinó hacia atrás y me miró buscando ayuda, dije:

—Levántate un poco y acércate. —Lo hizo hasta que se sentó a horcajadas en mis muslos. Curvé mi mano alrededor de mi polla. Tragó con fuerza—. Será bueno. Te cuidaré, Kiara. Asintió con una sonrisa pequeña a medida que agarraba mis hombros y se posicionaba sobre mi pene. Sus palmas se deslizaron lentamente hacia abajo hasta presionarlas contra mi pecho y su mojada entrada rozó mi punta. Contuve un gruñido, sin querer sobresaltarla o asustarla. Mis bolas se apretaron, mis músculos contrayéndose. Mierda. No podía recordar la última vez que deseé a alguien tanto como deseaba a Kiara en este momento. —Tal vez duela un poco, pero estás muy excitada, Kiara. —Sabía que no encontraría resistencia si me sumergía en ella. Su cuerpo estaba listo para ser reclamado, pero su expresión denotaba temor. Era mejor leyendo sus emociones ahora. —¿Ayuda? —susurró, sus oscuros ojos castaños confiando y mi corazón alcanzó su paz por alguna razón inexplicable.

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Presioné mis talones en el colchón para hacer palanca y sujeté sus caderas para mantenerla en su lugar. —Voy a deslizar mis caderas y entrar en ti —le advertí—. Iré muy despacio, así tu cuerpo se puede ir adaptando. Dime si necesitas que pare. Levantándome ligeramente, mi punta se deslizó y reprimí un gemido cuando sus paredes me apretaron con fuerza. Sus labios se abrieron, frunciendo las cejas. Se inclinó hacia adelante acercando nuestros rostros aún más, de modo que su dulce aliento se deslizó sobre mi rostro. Sus ojos abiertos sostuvieron los míos. —¿Dolor? —pregunté, mi voz sonó más dura y más brusca de lo que quería. Con lo mojada que estaba, no podía imaginar que sintiese dolor, pero también estaba muy apretada, una deliciosa combinación para mi polla y una que me hizo dar ganas de zambullirme dura y profundamente en ella. —No —respondió—. Tenso. Esperé, incluso si mi cuerpo me gritaba que moviera mis caderas y la atravesara con mi longitud. Sus ojos contenían demasiadas emociones, no tenía forma de captar ni una sola. ¿Cómo debía sentirse tener ese tipo de caos dentro de tu cuerpo?

Movió su pelvis, lo tomé como un permiso para levantar mis caderas. Me deslicé más profundo en ella, su estrechez ajustándome a la perfección, y cerró sus ojos. —Kiara —forcé—. Necesito ver tus ojos. —Tenía problemas para leer sus expresiones faciales sin ver la mirada en sus ojos. Sus párpados se abrieron. —Lo siento. —Acaricié sus costados y se lamió los labios—. Puedes ir más profundo. Y lo hice. Esta vez no me detuve. Mientras alzaba mis caderas la ayudé a deslizarse hasta que su coño tocó mi pelvis. Bajé hasta el colchón y la llevé conmigo. Se quedó aún encima de mí hasta que la llené completamente. Mierda. Eso se sentía tan cerca a la perfección como lo podía imaginar. Exhaló y sus dedos se flexionaron contra mi piel. Tragué. Nunca antes había sentido a alguien tan bien alrededor de mi polla. Mi cuerpo gritaba por moverse, por buscar el placer que su estrechez podía ofrecer. Se aferró a mí, completamente quieta.

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—¿Bien? —pregunté en voz baja. Kiara exhaló de nuevo. —Se siente… bien. —Las lágrimas inundaron sus ojos, y me quedé tan inmóvil como ella. —¿Por qué las lágrimas? Se inclinó hacia delante y empujó mi polla dentro de ella. Gemí contra su boca, y me dio un pequeño estremecimiento. Sus labios rozaron los míos y acepté la invitación, saboreando su boca. Besar nunca había parecido un mal necesario, algunas mujeres lo habían pedido durante el coito, pero con Kiara, eso disparaba mi propia excitación. Se apartó lentamente, sus ojos oscuros y llorosos. —Siento como si estuviera finalmente libre de él. Acaricié su espalda suavemente, intentando entender. Lo había matado tan brutalmente como fui capaz de hacerlo, y aun así este acto de cariño finalmente destruyó los demonios de su pasado, los recuerdos de sus acciones. Apreté mi agarre, atrayendo nuestros cuerpos enardecidos entre sí, mi espalda presionándose

contra la cabecera. Por primera vez no sabía qué decir, y era una experiencia inquietante. Comencé a moverme, girando mis caderas lentamente, suavemente, y ella soltó el aliento. Miró mis ojos y puso sus labios sobre los míos. Confianza. Ternura. Y muchas más emociones que no entendía. Nunca me había resentido de verdad por mi incapacidad para sentir, pero en este momento lo hacía. —Se siente tan bien, Nino. Incliné mis caderas de la misma manera, y los párpados de Kiara revolotearon, pero no cerró los ojos. Era como si necesitara verme, así que le devolví la mirada. Sus labios se separaron con un gemido suave. Fue un sonido perfecto, más perfecto que cualquier melodía que Kiara hubiera creado en su piano y ha creado algunas de las melodías más hermosas que jamás haya escuchado. Pasando mi pulgar sobre su clítoris, se movió fácilmente sobre su carne caliente cubierta con sus jugos. Mi otra mano acunó su seno, mi pulgar moviéndose sobre la endurecida protuberancia. Gritó y se apretó a mi alrededor.

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Mis ojos se pusieron en blanco a medida que luchaba por el control. Quería ir más fuerte, más rápido. Mierda. Alejé el impulso y me concentré en mi esposa mientras ella mecía sus caderas casi sin poder hacer nada, intentando encontrar más placer, pero sin estar segura de sus movimientos. La dejé descubrir el movimiento que más le gustaba a medida que seguía empujando hacia arriba lentamente. Cada vez que sus ojos se ensanchaban o sus labios se separaban, mi jodido corazón se apretaba. No estaba seguro de lo que estaba mal conmigo. No era una respuesta física que hubiera encontrado jamás durante el sexo. Pasé mi pulgar sobre su clítoris más rápido y aceleré mis empujes. Las paredes de Kiara se apretaron fuertemente alrededor de mi polla, sus uñas clavándose en mi piel. Se meció más rápido, apenas encontrándose con mis empujes. Era descoordinado y sin práctica y, sin embargo, era lo mejor que había visto. Lo mejor que jamás había sentido. Sus ojos se abrieron por completo, su cuerpo se tensó cuando se vino con un fuerte gemido. Y finalmente me solté, embistiéndola con más fuerza y esperando que pudiera soportarlo, pero estaba demasiado lejos para preguntar, hasta que mi liberación me golpeó como un maremoto. Mi cabeza cayó contra la cabecera mientras me hundía en ella. La jodida opresión en mi pecho aferrándome otra vez. Ella cayó hacia adelante y se agarró a mí, su cara enterrada en mi cuello, sus labios dejando beso tras beso contra mi piel sudorosa. Pasé mis manos por su

espalda y brazos, pero me mantuve alejado de su cuello. Ese era todavía un lugar con el que se sentía nerviosa. Se ablandó bajo mi toque, respirando profundamente. —Te amo —susurró, y ambos nos pusimos rígidos al mismo tiempo. Su respiración se enganchó contra mi garganta. ¿Amor?

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19 Kiara Traducido por Brisamar y FerEsq Corregido por Indiehope

Te amo.

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Nino se tensó debajo de mí, y me puse tensa a su vez. Cerré los ojos. No podía creer que pronuncié esas palabras. No había considerado decirlas porque sabía que Nino no podía devolverlas. Amor. Para él era algo insondable, ilógico, imposible. Simulaba afecto por mí. Cada acto de ternura, cada sonrisa y expresión suave era un esfuerzo consciente. Tragué. Las palabras se me escaparon sin intención porque me sentía aliviada, feliz y agradecida. Nunca le había dicho a alguien que lo amaba, ni siquiera a mi madre, y nadie me lo había dicho nunca. Nino no había sido más que paciente y amable conmigo, y no era algo que hubiera esperado. Ni en mis sueños más alocados, no de un hombre como él, y no de un Falcone. Me sentía segura con él. Pero decir las palabras que apenas me atrevía a admitir a mí misma había sido un error. Lo sabía en lo más profundo. Reuniendo valor, me eché hacia atrás y me incorporé. Nino todavía estaba dentro de mí, pero estaba empezando a ablandarse. Tenía miedo de mirarlo a la cara y verlo mirarme fijamente sin ninguna expresión. Era imposible para él entender por qué había dicho esas dos palabras. Cuando levanté los ojos, parecía que Nino estaba intentando comprender lo que acababa de suceder. Sus cejas se fruncían, sus ojos grises se clavaban en mi centro como si estuviera intentando ver mi corazón y mi alma, dejándome al descubierto cuando ya me había revelado ante él al admitir mi necedad.

Me inundó la vergüenza, y un anhelo profundo que parecía desgarrar las costuras de mi corazón llenó mi pecho. Comencé a alejarme, pero Nino no me lo permitió. Sus brazos se apretaron a mi alrededor. —No —dijo con firmeza—. No huyas. ¿Había sido tan obvio en mi rostro que quería huir, incluso si no había forma de escapar de mis emociones? Tomó mi mejilla y me besó, su expresión suavizándose. —Estás abrumada y aliviada porque tuvimos sexo. Está bien. No te avergüences. En el fondo, sabía que este acto de bondad también era un esfuerzo consciente. Hizo que sus músculos faciales se suavizaran porque sabía que lo quería, porque sabía que lo necesitaba.

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—Quise decir lo que dije —susurré porque me había cansado de escapar. Nino tenía razón. Toda mi vida había huido de los recuerdos, de mi familia, de los hombres. Estaba harta de huir, e incluso si Nino no podía entender mis sentimientos, eso no cambiaba el hecho de que los tenía. Nino me observó, sus ojos casi… expresivos por primera vez. —Kiara… —comenzó a decir en voz baja. —Lo sé —dije rápidamente, mi garganta apretándose—. Sé que no puedes corresponder el sentimiento. Sé que no sientes nada por mí, y está bien. Estás intentando ser un buen hombre, aunque no esté en tu naturaleza. Me estás tratando bien, estás simulando afecto por mí, y eso está bien. Es más de lo que esperaba cuando nos casamos y es suficiente. Su mirada se volvió inquisitiva, y nuevamente, tuve la sensación de que estaba tratando de mirar directamente hacia mi corazón. Tal vez tuvo éxito porque preguntó en voz baja: —¿Estás segura? No, había sido una gran mentira. La idea de que Nino nunca pudiese sentir por mí lo que sentía por él me llenaba de desesperación, pero desde el principio había sido sincero acerca de su disposición. No podía recriminarlo. No lo haría. —¿Importa? No puedes cambiar quién eres. No puedes obligarte a sentir, así que, aunque me molestara, eso no cambiaría nada. Prefiero no preocuparme por cosas que no puedo cambiar.

—Esa es una opción lógica, pero no eres del tipo lógico, Kiara. Lo besé ferozmente, mis labios persistiendo contra los suyos mientras miraba sus ojos grises. Tan pronto como lo hice, se ablandaron otra vez. Cariño simulado. Era tan horriblemente bueno en eso. —Puedo intentar simular el amor —murmuró, y mi corazón se sacudió violentamente—. No es difícil. Los seres humanos tienen una cierta forma de actuar los unos con otros cuando están enamorados. Estaba dividida entre querer estar de acuerdo… porque si Nino era tan bueno simulando amor como lo era en todo lo demás, podía hacerme creer que sus emociones eran reales. Podría permitirme creer una mentira. Lo sabía. Pero ¿qué sucedería en los momentos en que me diera cuenta de la verdad, cuando se olvidara de mostrar emoción? Esos momentos me desgarrarían si me permitía creer que su amor podía ser real. —Kiara —dijo en voz baja, suavemente, e incluso ese timbre en su voz era fingido, y sin embargo mi corazón se llenó de calidez al escucharlo.

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Negué con la cabeza, mis labios rozaron los suyos porque todavía estábamos muy cerca. —No simules amor. Todo lo demás, lo puedo tolerar, pero no el amor. Si alguna vez me dices que me amas, tiene que ser porque realmente me amas. Los brazos de Nino se apretaron a mi alrededor y un destello de cautela inundó su rostro. Sabía que nunca iba a suceder. Que Nino me ame era imposible. ¿Podías amar a alguien que no tenía emociones? ¿Alguien que analizaba el amor como si fuera un problema matemático? No era una pregunta que necesitara respuesta. Sabía la respuesta. Amaba a Nino, incluso si él jamás podría amarme a mí.

Me había dormido en los brazos de Nino. Y como de costumbre, cuando desperté a la mañana siguiente, estaba acurrucada contra él como todas las mañanas,

pero hoy se sentía diferente. La luz entraba por el hueco de las cortinas, y suspiré, mis dedos recorriendo el estómago de Nino. —¿Cómo te sientes? Su voz me sobresaltó, aunque sabía que estaba despierto. Siempre despertaba antes que yo. No levanté la cabeza y apreté la mejilla con fuerza contra su pecho. —Bien. La mano de Nino me acarició el brazo. —Sin mentiras. —No estoy mintiendo —dije y finalmente miré su rostro tranquilo. No estaba exactamente frío—. Ayer, finalmente me liberé de él y me ayudaste a hacerlo. Eso es todo lo que importa.

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Los dedos de Nino se movieron hacia mi espina dorsal y luego lentamente fueron subiendo, acariciando mi cuello, y me quedé quieta, esperando un destello de pánico; hubo un momento de inquietud, más porque esperaba que llegase el pánico y que los recuerdos salieran a la superficie, que por la caricia de Nino. Metió sus dedos en mis rizos, tomando la parte posterior de mi cabeza, sonreí. —Ves. Te dije la verdad. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, pero no estaba segura de por qué. Parecía casi confundido, lo que era extraño en Nino. Me apoyé en su pecho y lo besé, y me devolvió el beso rápidamente, después me puso encima de él, su erección clavándose en mi muslo. Me llevó hacia abajo hasta que su punta rozó mi hendidura, pero no se deslizó hacia el interior. En cambio, me besó y sus manos masajearon mis nalgas. Me permití ahogarme en el sabor de sus labios, permití que los trazos de sus dedos ásperos robaran lo último de mi cansancio. Se apartó un poco, su expresión tensa de deseo. —Te deseo. Lo besé más fuerte, respondiéndole con mi cuerpo y no con palabras. Sus dedos se movieron entre mis piernas, deslizándose entre mis pliegues, y exhaló. —Tan húmeda —murmuró. Me mordí el labio cuando dos de sus dedos me penetraron. Las sensaciones se extendieron desde mi núcleo hasta cada terminación nerviosa, y me arqueé, permitiéndole que se hundiera aún más en mí. ¿Cómo pude haber pensado que esto no sería bueno? Nino se las arreglaba para hacer que todo fuera bueno para mí.

Observó la intensidad con la que mis dedos de los pies se curvaban a medida que mecía mis caderas contra sus dedos. Mi placer se iba acumulando, y pude sentir que estaba cerca de correrme. Nino sacó sus dedos antes de que pudiera encontrar mi liberación, y resoplé en protesta, retorciéndome sobre él buscando algo de fricción contra su pelvis. —Ya llegarás —gruñó, y me estremecí al escuchar su voz. Sujetó mis caderas y me atrajo hacia abajo hasta que finalmente su punta se deslizó dentro de mí, y gemí por la sensación. Empujó sus caderas hacia arriba, deslizándose por completo, y me estremecí con mi liberación, aferrándome desesperadamente a él mientras mis paredes se apretaban alrededor de su longitud. Enterré mi rostro contra su garganta a medida que mecía sus caderas, penetrándome una y otra vez. Sin dolor, sin miedo, sin recuerdos. Solo su calidez y el placer que solo él podía traerme. Aferrada a sus hombros, lo miré a los ojos, y en mi mente dos palabras se repitieron una y otra vez. Te amo. Te amo. Te amo.

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Ninguno de los dos interrumpió el contacto visual mientras Nino embestía contra mí una y otra vez, y cuando su pulgar rozó mi clítoris, eché la cabeza hacia atrás mientras el placer me recorría. Nino gruñó contra mi garganta, su lengua deslizándose por mi punto de pulso. Luego me mordió ligeramente a medida que se corría dentro de mí. Escuchando su corazón palpitante, me relajé. Amor… una cosa de tontos. No estaba segura de dónde había leído la frase, pero sabía que era verdad.

Esa noche Nino tuvo su primera pelea desde que nos casamos. Estaba más nerviosa que él, lo cual no era tan difícil en realidad. Pero, aun así, estaba muy nerviosa. Me puse el elegante vestido de cóctel rojo que había comprado con Nino. No era tan lujoso como los otros vestidos, pero acentuaba mis curvas de una manera que nunca antes lo había permitido. Siempre me había preocupado que mostrar mi cuerpo hiciera que las personas me culparan por lo que sucedió, que les hiciera ver que no era el epítome de la pureza que se suponía debía ser, pero también quería deshacerme de ese pensamiento.

Nino ya se había ido hacía una hora para poder prepararse para la pelea, y se suponía que yo iba a ir con Savio. En las últimas semanas, me había evitado, probablemente porque estaba molesto por la prohibición de prostitutas en el espacio comunal de la casa. Cuando caminé hacia la parte principal de la casa, lo encontré recostado en el sofá, enviando mensajes de texto a alguien en su teléfono. Tenía una sonrisa extraña en su rostro mientras veía su pantalla, pero se metió el teléfono rápidamente en el bolsillo cuando se fijó en mí y se enderezó. Sus ojos oscuros me escudriñaron de la cabeza a los pies y, a pesar de que tenía solo diecisiete, es decir solo dos años menos que yo, logró ponerme nerviosa con su atención. —Te ves sexy en rojo —dijo, sorprendiéndome. —¿Gracias? —contesté vacilante, sin estar segura de cómo manejar su cumplido. Asintió y se acercó a mí. Savio era casi tan alto como Nino y mantenía una confianza total. Me tensé cuando se detuvo a mi lado.

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—No tienes que ponerte toda tensa porque estoy cerca —dijo—. Eres de la familia. Estoy aquí para protegerte. Levanté mis cejas. —Hasta ahora no has parecido tan feliz de tenerme cerca. Se encogió de hombros. —Es molesto no poder follar a las chicas donde quiero ahora que estás aquí. Tengo que ir a mi parte de la casa. En serio me gustaba follar en la mesa de billar. Hice una mueca. —Bueno. Me alegra que a ti y a Remo les guste la mesa. Sonrió, y eso transformó su rostro, volviéndolo más accesible. Era más controlado que Remo en algunos aspectos, pero en ningún caso era tan tranquilo como Nino, y era mucho más arrogante que ambos. —Vámonos. No quiero llegar tarde a la pelea. Nino va a destrozar a ese imbécil. Savio me llevó hasta su Ferrari. Conducía como un loco, y me sujeté al asiento como si eso me salvaría si el auto chocara. Al parecer, Adamo no era el

único que disfrutaba de las carreras. Definitivamente no era una adicta a la velocidad. Cuando Savio y yo entramos en la Arena de Roger, un escalofrío me recorrió la espalda. El lugar estaba lleno de gente. Cada mesa y cada cabina estaba ocupada, y muchas personas estaban de pie contra la pared. El olor a sangre, cerveza y sudor flotaba en el aire, y los tubos de neón unidos al alambre de malla en las paredes de concreto desnudo emitían un brillo espeluznante. Mis ojos escudriñaron las palabras que formaban. Honor. Dolor. Sangre. Victoria. Fuerza. La barra brillaba con el mismo tinte rojo, y las mujeres detrás de ella trabajaban a toda marcha para servir rápidamente a los clientes. Mirándome, me di cuenta de lo bien que encajaba el rojo sangre de mi vestido. Savio señaló con la cabeza hacia una cabina de cuero rojo cerca de la jaula, donde Fabiano y Leona ya estaban sentados. —Ven. Vamos con ellos. Al pasar, saludamos a sus amigos y sus padres y a algunas personas que no conocía pero que obviamente sabían quién era yo.

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Al llegar a la cabina, Leona me dio una sonrisa de aliento. —Todo irá bien. Nino está invicto en la jaula. Fabiano asintió. —Tiene cerebro y músculos… eso es demasiado para la mayoría de los oponentes. Les di a ambos una sonrisa agradecida a medida que me deslizaba en la cabina frente a ellos. —Lo sé, pero realmente no quiero ver que Nino resulte lastimado. Savio resopló. —No te preocupes. Mi hermano es invencible. Nadie lo era, ni siquiera Nino, incluso si su máscara sin emociones hacía que todos lo creyeran. Nino era humano. Podía fallar. Podía salir lastimado. Leona me miró con curiosidad y me pregunté si mis sentimientos por Nino eran tan evidentes para las personas que me rodeaban. Esperaba poder ocultarlos, porque ¿cuán estúpida parecería si la gente se diera cuenta que amaba a alguien incapaz de sentir emociones?

—Regresaré en unos minutos. Necesito hablar con Diego —dijo. Su amigo le estaba haciendo señas. Savio se fue sin decir más, y una camarera con largo cabello negro y lápiz labial rosa apareció en nuestra cabina. Le dio a Leona una sonrisa tensa, ignorando a Fabiano, y finalmente se volvió hacia mí con una expresión cautelosa—. ¿Qué le gustaría beber, señora Falcone? Ese nombre todavía me hacía dudar. —¿Tienes vino? La camarera frunció los labios. —Esto es un bar de peleas. Tenemos licor o cerveza. —Cuidado, Cheryl —dijo Fabiano en una voz baja que envió un escalofrío a través de mi cuerpo. Sus ojos azules mostraban una clara advertencia mientras veía a la camarera—. Será mejor que recuerdes quién es ella. Leona le tocó el brazo, que estaba apoyado en la mesa, pero Fabiano no apartó los ojos de la mujer. Ejecutor. Era fácil olvidar lo que eso significaba. Me sentí mal por ella y añadí rápidamente:

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—Entonces, una cerveza. —Necesitaba algo de alcohol para calmar los nervios y el licor fuerte estaba fuera de discusión. No tenía la tolerancia necesaria para ello. —Y otra para mí —dijo Remo cuando apareció cerca de Cheryl. Ella se tensó y se hizo a un lado para dejarlo pasar. —Las traeré en un momento —dijo y luego salió corriendo. Para mi sorpresa, Remo se deslizó en mi cabina. Como de costumbre, mi cuerpo se tensó con inquietud ante su cercanía. Me lanzó una mirada desafiante, pero no se acercó lo suficiente como para que nos tocáramos. —¿Todavía? —preguntó con una sonrisa torcida. No tenía que dar más detalles. Sabía lo que quería decir, y no pensé que fuera a dejar de preocuparme a corto plazo. No me había dado razones para hacerlo, pero algo en él simplemente gritaba peligro, y no era la única que se sentía así. Leona puso los ojos en blanco cuando Remo se volvió hacia Fabiano. —Lo vi —dijo en voz baja.

Ahogué una risa. A veces, muy rara vez, conseguía superar mi miedo a Remo. En esos momentos, casi entendía por qué Nino tenía tan buen concepto de su hermano. Dos hombres en pantalones cortos de lucha entraron en la jaula. Mis cejas se fruncieron. —¿Pensé que la pelea de Nino era la siguiente? —La pelea más importante siempre es la última —explicó Fabiano—. Hay dos peleas antes de la de Nino. Quien gane podría acabar peleando conmigo o quizás con Savio después. —¿Por qué hacen esto? ¿Por qué siguen luchando? No es como si las personas no les temiesen lo suficiente. —Si te sientes cómodo, te debilitas. Eso le pasa a mucha gente en posiciones de poder. Es bueno demostrarle a la gente y a ti mismo que todavía eres alguien a quien temer —dijo Remo, con sus ojos oscuros apasionados y feroces.

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El árbitro dio la señal. Inmediatamente, los dos hombres se acercaron y chocaron con gruñidos. Hice una mueca cuando vi sus patadas y golpes. Cheryl volvió con nuestras cervezas y tomé un buen trago a pesar de mi aversión al sabor. Uno de los hombres salió volando contra la jaula y brotó sangre de su boca. Cubrí la mía con la mano. —Oh, Dios. Remo enarcó una ceja. —Esto no es nada. —Tal vez para ti —murmuré. —Te acostumbrarás a verlo. —Señaló con la cabeza hacia Leona—. Ella lo hizo. —Todavía no lo disfruto —dijo Leona—. Especialmente si Fabiano está en la jaula. Es horrible verlo lastimado. —Se estremeció. —No me voy a lastimar —dijo Fabiano con firmeza—. Siempre gano. Savio regresó y se hundió en el asiento junto a Remo. —Porque nunca has luchado contra mí. —He luchado contra ti y te pateé el trasero —murmuró Fabiano.

—Eso fue hace más de un año. La multitud estalló en aplausos, y mis ojos se dirigieron hacia la jaula donde un hombre yacía inmóvil en el suelo mientras que el otro estaba sobre él con las manos levantadas. Mi corazón palpitaba en la garganta cuando el árbitro finalmente anunció la pelea de Nino. Su oponente, un hombre del tamaño de un gigante, ya estaba esperando en la jaula cuando Nino salió del vestuario. La multitud miró a Nino con respeto y miedo a medida que avanzaba por el pasillo que habían hecho para él. Sus ojos estaban dirigidos directamente hacia la jaula con una expresión de fría determinación, sin embargo, algo era diferente en él. Por una vez, la máscara sin emociones parecía casi forzada, como si tuviera que hacerlo parecer de esa manera. O tal vez mis propios nervios me estaban haciendo imaginar cosas.

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Nino se metió en la jaula bajo el estruendoso aplauso de la multitud. Con sus pantalones cortos de pelea y sus tatuajes horripilantes, era una visión intimidante. Para el momento en que entró en el lugar, Remo, Savio y Fabiano habían cambiado de comportamiento. Las expresiones no mostraban indicio alguno de duda o preocupación, solo orgullo y la sombría certeza de que Nino ganaría. Sabía que Nino era un buen luchador, pero su oponente era varios centímetros más alto y mucho más grande que él. Mi esposo no parecía impresionado por el hombre frente a sí, y al momento en que el árbitro salió de la jaula y cerró la puerta, cambió a modo depredador. Su cuerpo entero se puso tenso, y sus ojos cautelosos mientras observaban a su oponente. El hombre fue el primero en atacar, me tensé cuando se dirigió hacia Nino, quien saltó a un lado y lanzó una fuerte patada al costado del hombre, Remo gritó fuertemente, Savio y Fabiano aplaudieron, pero yo no pude moverme. Nino actuaba extraño, no podía precisar qué era. Su oponente lo atacó bien en los primeros minutos de la pelea. Nino fue arrojado contra la jaula y aterrizó con fuerza en el suelo. Me sacudí violentamente, poniendo mi mano sobre mi boca para detener un grito a medida que las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Remo se tensó, inclinándose hacia delante como si estuviera a punto de saltar. Respiré hondo, intentando no llorar. Remo me miró, escaneando mi expresión y mis ojos. —Tranquilízate. No en público. Parpadeé.

—¿Qué tal si pierde? —susurré—. ¿O si muere? Remo entrecerró los ojos con ira, pero había algo más allí. Preocupación. —Nino no perderá, y definitivamente no morirá. ¿Entendido? Asentí, y para mi alivio, Nino ya estaba de pie. Por un momento, no se movió, solo miró al hombre que se estaba burlando de él, luego sus ojos se movieron hacia mí por un segundo, y mi cuerpo explotó con emociones. Se volvió hacia su oponente y, como si hubiese apretado un interruptor, Nino perdió la calma analítica. Nunca antes había visto esa mirada en su rostro, se lanzó sobre el otro hombre y lo atacó brutalmente. Parecía desconcertado, hambriento de sangre y muerte, pateó y golpeó a su oponente una y otra vez, sin detenerse incluso cuando el hombre cayó al suelo. Fue algo profundamente inquietante. —¿Qué le está pasando? —murmuró Savio. Remo no quitó sus ojos de la jaula, pero su boca se frunció.

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—No lo sé. Nino lanzó su puño sobre el hombre inconsciente una vez más. Después se puso de pie, cubierto de sangre, con los ojos grises iluminados por la furia. Aún más aterrador fue la rapidez con que la emoción reemplazó su calma habitual. ¿Qué acababa de pasar? Nino salió de la jaula antes de que el árbitro lo declarara el ganador y se dirigió hacia los vestuarios bajo el aplauso de la multitud. Me levanté de un salto. —Déjenme salir —dije. Remo también se levantó y me agarró del brazo. Me tensé, pero no me aparté porque la gente estaba mirando, y sabía cómo mantener las apariencias. —No creo que este sea un buen momento para que vayas a ver a Nino, yo me encargaré de él. —Nino no me hará daño —dije en voz baja. Remo inclinó la cabeza. —¿Estás segura de eso? —Su voz sonaba desafiante. Di un asentimiento resuelto.

—Absolutamente. Déjame ir con él. Remo sonrió con frialdad e hizo un gesto a Savio para que me dejara pasar. Ambos salieron de la cabina de modo que pudiera irme antes de volver a sentarse. Remo sostuvo mi mirada. —Nunca he visto a Nino así, pero si crees que puedes manejarlo, por mí está bien. Enderezando mi espalda, avancé a través de la multitud, quien se apartó de mí como si fuera contagiosa. Algunas personas me veían con lástima; otros me miraban como si fuera alguien a quien temer. Kiara Falcone. Escuché sus susurros silenciosos. Me alegré cuando llegué al vestuario y entré. Nino no estaba frente a los casilleros, pero oí correr la ducha y giré en la esquina hasta que lo vi en el último lugar. Estaba apoyado contra las baldosas, con la cabeza colgando mientras el agua caía por su cuerpo. Su cabeza se volvió y la mirada en sus ojos grises envió una punzada de preocupación a través de mí.

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—¿Estás bien? —pregunté sin aliento. Nino se enderezó en toda su gloria desnuda, cubierto de cortes y magulladuras. Magnífico. —Acércate —dijo con una voz extraña. Me acerqué a él, pero me detuve frente a la ducha. Nino me miró como si yo fuera un problema que quisiera resolver. Su expresión era intensa, al borde de la ira, lo que no tenía sentido considerando que era Nino. Él no sentía ira, no sentía nada. Curvó sus dedos alrededor de mi muñeca y me atrajo hacia él, sus ojos ni una sola vez dejaron de observarme. —Nino —protesté—. Mi ropa. Pero no me escuchó. Sus labios reclamaron mi boca, evitando que dijera más. Se presionó contra mí, su alto cuerpo encerrándome. Su mano rozó mi muslo, empujando hacia arriba mi vestido, empujando a un lado mis bragas. Deslizó un dedo dentro de mí, su boca aún suave pero dominante, y me arqueé contra la pared de azulejos. Me siguió, no permitiéndome escapar de su abrumadora presencia a medida que su mano libre cubría mi seno por encima del vestido mojado. No estaba segura de lo que estaba pasando. Su toque y sus besos eran abrumadores, pero mi

cuerpo reaccionó con una marea de excitación cuando deslizó su dedo dentro y fuera de mí. Me mordió el labio inferior y reclamó mi boca otra vez, posesivo, implacable, desesperado… pero ¿cómo era posible? Su pulgar rozó mi clítoris mientras movía su dedo más rápido. —Nino —jadeé—. ¿Qué…? De nuevo me interrumpió con un beso casi áspero. Parpadeé, confundida, encendida, y un poco inquieta, pero no lo suficiente como para detenerme. Añadió otro dedo, y agarré sus hombros para estabilizarme. Enganchó una de mis piernas sobre su cadera, abriéndome para poder hundir sus dedos más profundamente en mí. Me balanceé contra su mano, aferrándome a él a medida que su boca arrasaba la mía, sus ojos nunca apartando la mirada de los míos como si estuviera intentando devorarme. Como si me necesitara. Pasó su pulgar sobre mi clítoris otra vez, y gemí contra sus labios cuando mi orgasmo me atravesó. Las estrellas estallaron en mi visión, un placer casi cegador. Mis dedos se hundieron más profundamente en la piel de Nino.

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Lo miré fijamente, boquiabierta, jadeando. Disminuyó la velocidad y luego sacó los dedos. Me soltó, pero se acercó aún más hasta que llenó toda mi visión y respiró con dureza mientras me observaba. Estaba duro, clavándose en mi estómago, pero no hizo ningún movimiento para llevar las cosas más lejos, y eso me confundió, al igual que su expresión. —¿Nino? —Alcancé su pecho, arrastrando mis dedos sobre él y después moviéndome hacia abajo. No apartó sus ojos de mí, pero cuando enrosqué mis dedos alrededor de su eje, su mano cayó sobre ellos, y se inclinó hacia adelante, su boca rozando mi oreja. —Si te tomo ahora, va a ser contra esta pared. Va a ser duro y rápido, y no será nada similar a la última vez. Nada como lo que tú quieres. Nada como lo que necesitas. Me estremecí ante la amenaza subyacente en su voz. Lo miré a los ojos, y una vez más reflejaban entre ira y calma absoluta. No entendía lo que estaba pasando. ¿La lucha lo había desestabilizado tanto? Remo y Savio se habían quedado estupefactos por su comportamiento, así que no era algo que sucediera con cada pelea. —No me harás daño.

Respiró hondo, con el pecho agitado, y cerró los ojos. Mi vestido se aferraba a mi cuerpo y mis pies nadaban en mis tacones, pero me quedé donde estaba, cerca de Nino, mientras luchaba contra los demonios que la pelea había convocado. Su respiración se tornó más lenta y su mano alrededor de la mía se aflojó hasta que finalmente me soltó por completo. Mantuve mis dedos alrededor de su erección y puse mi pulgar sobre su sedosa punta suavemente. Los ojos de Nino se abrieron bruscamente, pero esta vez no me detuvo. Moví mi mano lentamente de arriba hacia abajo, no con fuerza y rapidez, intentando darle consuelo y no dejar que esta fuera su salida para la violencia que se cernía en su cuerpo. Se preparó, colocando sus manos a ambos lados de mi cabeza, y me miró con los ojos entornados. Sacudió sus caderas al ritmo de mis manos, y finalmente, parte de la tensión se disipó. Su respiración se tornó más profunda cuando lo froté, y usé mi segunda mano para abarcarlo todo, dejó escapar un suspiro y bombeé aún más rápido. Quería consolarlo, quería mostrarle que estaba allí para él.

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Nino bajó la cabeza, e incliné la mía hacia atrás para encontrarme con su boca, para besarla. Fue un beso suave, sin prisas, y deliciosamente lento. Sin ira ni violencia, solo hermosa sensualidad, mi propio cuerpo respondió al beso y a la sensación de Nino deshaciéndose bajo mi toque, sus movimientos volviéndose menos controlados y su beso más apasionado, y luego su cuerpo se tensó, gimió contra mi boca, tiró de mi mano, cerrando los ojos, seguí acariciando, y durante mucho tiempo se quedó inmóvil, su frente ligeramente presionada contra la mía, su pecho agitado. Lo solté y el agua borró todo rastro de nuestros jugos. Nino volvió a abrir los ojos y su expresión volvió a la calma familiar. Estaba dividido entre extrañar la versión más desquiciada de él, la que nunca antes había visto, y sentirme aliviada de que Nino no la hubiera perdido por completo. Se enderezó, quitándome su calor. Cerró el agua, sus ojos perdiéndose a lo largo de mí. —No puedes salir del vestuario con la ropa mojada —dijo con total naturalidad. Contemplé su rostro en busca de algún indicio, pero me devolvió la mirada de manera uniforme, inquietante. Salió de la ducha y tomó dos toallas. —Probablemente será mejor si te desvistes y te secas. Me vestiré y veré si puedo conseguirte ropa.

Asintiendo en silencio, tomé la toalla, envolviéndola alrededor de mis rizos para evitar que gotearan por todo el lugar, me quité el vestido empapado de mi cuerpo, y a pesar de sus palabras, Nino no se fue ni se movió para vestirse. En cambio, me vio quitarme el vestido y luego mi ropa interior. —Nino, ¿estás bien? Has estado actuando raro desde la pelea. —Estoy bien —murmuró, pero al final se secó y se vistió—. Regresaré en unos minutos. —¿Y si alguien entra? —pregunté, un poco de preocupación arrastrándose en mi voz. Nino negó con la cabeza. —Nadie se atreverá a entrar. Confía en mí. No me iré por mucho tiempo. Desapareció, y me envolví con otra toalla, mirando la pila de ropa a mis pies. ¿Qué le pasaba a Nino? Como prometió, regresó unos minutos después con jeans y una camiseta negra lisa.

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—Las camareras de Roger guardan ropa de repuesto en caso de que derramen algo. Tomé la ropa y me la puse. Eran un poco grandes para mí, pero al menos olían a limpio y estaban secas. Me encogí, pensando en lo que diría la gente si salía usando ropa diferente con la que entré. —Algo te está molestando —dijo Nino, acercándose un poco más, frunciendo sus cejas. —Me preocupa lo que la gente pensará de mí. Agarró mi cintura y me atrajo hacia él. —Pensarán que le diste a tu esposo un premio por ganar. Mis mejillas se calentaron. —Sí, eso. —¿Y? —preguntó en voz baja, con la mirada extraña aún en sus ojos. Mordisqueó mi garganta, luego mi oreja—. Tú eres mi esposa. Mis pestañas revolotearon, y solté un aliento estrangulado. Ya me estaba excitando otra vez. Levantó mi vestido del suelo, lo escurrió y lo puso en su mochila

antes de tomar mi mano. Tomé mis tacones resbaladizos con mi mano libre y seguí a Nino fuera del vestuario, descalza. La mayoría de las personas ya habían dejado el bar, pero todos los que todavía estaban allí nos miraban, y tomó todo mi autocontrol no agachar mi cabeza bajo la fuerza de su escrutinio. La presencia de Nino ayudó. Lucía completamente imperturbable, por supuesto. Cuando llegamos a la cabina con sus hermanos, Fabiano y Leona, nos observaron de forma extraña. Mi cara se calentó, sabiendo lo que estaban pensando. La mirada evaluadora de Remo fue especialmente difícil de soportar. Sus ojos se estrecharon mientras se movían entre su hermano y yo. —¿Supongo que te lo follaste hasta quitarle su comportamiento extraño? Mi boca se abrió. —Yo… yo no… Nino apretó mi mano. —Vamos a casa. He terminado con este día.

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Remo asintió y luego intercambió otra mirada con Fabiano y Savio. Estaban tan desconcertados por el comportamiento extraño de Nino como yo.

20 Kiara Traducido por Dany Corregido por Indiehope

Nino no dijo nada de camino a casa. Seguí mirándolo, pero sus ojos estaban cerrados. Había un corte en su pómulo y la piel alrededor estaba hinchada. Al menos no estaba sangrando.

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Remo nos veía de vez en cuando por el espejo retrovisor mientras conducía su auto, pero no dijo nada. Cuando entramos en la mansión, Nino se dirigió directamente hacia nuestra ala. Remo tomó mi muñeca antes de que pudiera seguirlo. Me estremecí, pero no me soltó. —¿Dejarás de hacer esa mierda? —me gruñó. Me obligué a encontrar su mirada enojada—. Vigila a mi hermano. No sé qué se le ha metido. Usualmente analizaría la pelea como un maldito programa de computadora justo después de terminada. Que esté así es una jodida mala señal. —¿Alguna vez ha estado así? —pregunté. Algo en los ojos de Remo se movió como si estuviera recordando algo. Aflojó su agarre. —Solo vigílalo. Me di la vuelta y continué hacia nuestra ala de la mansión y luego subí a la habitación. Nino estaba posado en el borde de la cama, con los brazos apoyados en sus piernas mientras miraba hacia el suelo. Estaba completamente desnudo. Me acerqué, pero no se movió. Pasé mi dedo por su cabello todavía húmedo lentamente, y finalmente levantó sus ojos para encontrarse con los míos.

—Te necesito —dijo en voz baja. Inclinándome hacia delante, lo besé, mis uñas arañando su cuero cabelludo, haciéndolo temblar y soltar un suspiro. Tiró de mis pantalones y los empujó por mis piernas. No llevaba bragas. Se inclinó hacia delante y besó mis caderas, mordiéndome un poco y haciéndome saltar. Después calmó el lugar con su lengua. Deslizó su lengua lentamente hacia abajo desde mis caderas hasta mi muslo y luego entre mis piernas. Jadeé cuando deslizó su lengua entre mis pliegues. Ya estaba excitada, pero la sensación de su boca contra mi carne caliente lo incrementó aún más. Nino enganchó una palma debajo de mi rodilla y levantó mi pierna, apoyándola en la cama y abriéndome para él. Lo miré con los ojos entornados, sus labios moviéndose sobre mis pliegues y su lengua deslizándose por mi hendidura, probándome. Sus ojos se encontraron con los míos y no pude mirar hacia otro lado a pesar de la vergüenza que calentaba mis mejillas. Sin apartar su mirada de mí, pasó la punta de su lengua de arriba hacia abajo antes de rodear mi clítoris.

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—Nino —jadeé, separando aún más mis piernas, necesitando sentir más de su boca sobre mí. Enterró su rostro en mi regazo, su boca cerrándose sobre mis pliegues a medida que su lengua me trabajaba. Sus manos acunaron mi trasero, y me masajeó las nalgas, empujándome aún más fuerte contra su rostro. No pude contenerme más, comenzando a temblar y meciendo mis caderas casi desesperadamente mientras me aferraba a los hombros de Nino. Mis gemidos lo estimularon, y lamió y mordisqueó con avidez hasta que estuve segura que terminaría de nuevo, pero luego se apartó, su rostro brillando con mi excitación. Sus ojos relucían de deseo. Me saqué la camisa rápidamente y después me mordí el labio. —¿Cómo? —pregunté en voz baja. Él puso una mano sobre mi cadera y me atrajo hacia la cama. Me subí encima del colchón. —Acuéstate de lado —instruyó en voz baja. Sorprendida, me estiré con mi espalda hacia Nino. Se acostó detrás de mí y presionó contra mi cuerpo, su erección clavándose en mi trasero. Me tensé, y su boca rozó mi oreja. —Confía en mí. No vamos a tener sexo anal, Kiara.

Me sentí tonta, pero asentí. Nino deslizó un brazo debajo de mí, luego levantó mi pierna superior con la suya y la movió ligeramente hacia atrás de modo que mi pie descansara sobre su fuerte pantorrilla. Después presionó su pelvis contra mi trasero y sentí su punta empujando mi abertura. Cambió el ángulo ligeramente y se deslizó lentamente hacia el interior. Me arqueé contra él. No fue tan profundo en esta posición, pero me encantó la sensación de su pecho contra mi espalda, su boca caliente contra mi hombro y mi cuello, sus brazos alrededor de mí desde atrás. Sus movimientos fueron lentos, pero su punta pareció frotar mi clítoris desde adentro, y cuando pasó su mano entre mis piernas, solté un gemido bajo. —¿Esta posición está bien para ti? —preguntó con voz ronca contra mi oído cuando su siguiente movimiento me golpeó aún más profundo. —Sí —jadeé.

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La cercanía de Nino, su abrazo cálido, sus besos suaves a lo largo de mi omóplato… lo hicieron perfecto. Nino acunó mi seno, sus dedos tocando mi pezón mientras su otra mano trabajaba con destreza entre mis piernas. Se estrelló contra mí una y otra vez con movimientos lentos y precisos que me curvaron los dedos de los pies e hicieron que mis ojos se pusieran en blanco del placer. Fue hermoso e impresionante y me dejé caer por completo. Confiaba en Nino sin reservas para guiarme por el borde, para cuidarme, y él lo hizo. Me tensé cuando mi liberación me golpeó y grité el nombre de Nino. Gruñó el mío en mi oído, la palabra casi desesperada cuando se derramó dentro de mí momentos después de mi orgasmo. No se retiró, sosteniéndome de cerca contra su cuerpo, todavía enterrado profundamente dentro de mí. Se salió de mí, y me di la vuelta en su abrazo. Rastreé la piel alrededor del corte en su pómulo ligeramente y luego los moretones en sus costillas. Se tensó bajo mi toque. —Lo siento —susurré—. ¿Te duele mucho? Claramente, no tengo nada mejor que hacer que frotarme contra ti cuando estás magullado. Enredó su mano en mis rizos, observándome con una expresión ilegible. —Fui yo quien inició el sexo, Kiara. Te deseaba. Yo… —Se calló, frunciendo las cejas—… He sobrevivido a muchas peleas. Me curaré en unos pocos días.

No dije nada, solo me acurruqué contra su pecho, cuidando no presionar sus costillas. Besé su hombro y pronuncié en mi cabeza las palabras que jamás volvería a decir en voz alta. Te amo.

Un ruido bajo que no pude localizar me sacó del sueño. Incluso con Nino a mi lado, tenía un sueño ligero, rápido para despertarme ante el más mínimo ruido. Miré hacia la oscuridad y allí estaba otra vez: un sonido gutural lleno de oscura desesperación. ¿Qué era eso? Una oleada de miedo me recorrió cuando un tono familiar me llamó la atención. ¿Nino? ¿Era Nino?

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El sonido agitó los recuerdos dentro de mí, pero los aparté y me di la vuelta. En la oscuridad, no podía distinguir más que el contorno de la espalda de Nino, pero la cama temblaba por la fuerza de los temblores de su cuerpo. —¿Nino? —susurré, pero mi voz fue tan vacilante y silenciosa que apenas podía escucharla. Mi primer instinto fue que tenía que ser una convulsión, algo físico porque parecía imposible que las emociones obligaran a salir estos sonidos de Nino. Esas inhalaciones guturales, no eran gemidos, ni jadeos, sino algo intermedio, estaban llenas de emoción. No entendía. Me senté lentamente, sin saber si debía despertarlo, completamente perdida. Nino siempre estaba en control. Él era el control personificado. Estirándome sobre mi lado de la cama, encendí la luz, necesitaba verlo y al mismo tiempo me aterraba. Nino estaba acostado de lado, temblando, con una mano enroscada alrededor del borde de la cama, apretándola con fuerza; sus cejas formaban una línea dura y su frente estaba cubierta de sudor. Mis dedos temblaron cuando lo alcancé. Dios mío, ¿qué estaba pasando con él? Al segundo en que mis dedos rozaron su hombro, sus ojos se abrieron y la mirada en ellos me hizo retroceder. Nino se abalanzó sobre el cuchillo en su mesilla de noche, agarrándolo con la mano a medida que se tambaleaba fuera de la cama. Su mirada recorrió la habitación y luego se posó en mí, la forma en que estaba

presionada contra la cabecera con confusión y miedo. Sus piernas cedieron. Presionando el cuchillo contra su pecho, se inclinó hacia adelante, apoyándose sobre el suelo con un brazo, respirando profundamente. —¿Nino? —susurré, arrastrándome hasta el borde de la cama. Nino dijo que no era capaz de sentir emociones, que no podía sentir, pero sus ojos y rostro reflejaban pura emoción desenfrenada. Y él no podía manejarlo, no sabía cómo. Tal vez esta era la primera vez en mucho tiempo que quedaba sometido a algo así. Tenía la espalda erizada, los brazos temblando y de alguna manera, en el resplandor difuso de la lámpara de la mesilla de noche, sus tatuajes parecieron cobrar vida, las llamas entintadas brotando y las caras contorsionadas burlándose, pero agonizaban al mismo tiempo.

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Mi garganta se tensó debido a la emoción, indefensa, aterrorizada y preocupada de que esto fuera así, de que algo hubiera roto la cordura de Nino, lo que quedase de ella. Mi amor por él no me cegaba a la verdad: Nino y Remo estaban desquiciados de una manera que no podía resolverse con unas pocas píldoras e innumerables sesiones acompañadas con un encogimiento de hombros. Algo horrible los había convertido en lo que eran hoy y había retorcido las emociones de Nino en un nudo apretado. Algo había logrado desatarlo. Verlo así me hizo pensar que tal vez había habido una buena razón por la que su mente y cuerpo habían atado ese nudo en primer lugar. Me levanté de la cama y me acerqué a Nino vacilante, pero él hizo un gesto con la cabeza hacia un lado. —Remo —gruñó. Entonces se hizo más fuerte, más desesperado—. ¡Ve por Remo! Tropezando hacia la puerta la abrí y corrí por el pasillo. Mi corazón latía en mi garganta y mis pies descalzos golpeaban fuertemente contra el frío granito. ¿Qué estaba pasando con Nino? El miedo, crudo y desquiciado, corrió a través de mí. ¿Y si Nino terminaba convirtiéndose en esto y lo perdía? Crucé hacia el ala este, dominio de Remo. Nunca antes había estado allí y sabía que no era bienvenida, pero Nino necesitaba a su hermano, así que sin importar lo asustada que estuviera de Remo, iría por él. Me tomó un momento orientarme en ese sector desconocido de la casa. No estaba segura de dónde estaba la habitación de Remo y con solo un poco luz de la

luna entrando por la ventana al final del pasillo, era difícil distinguir más que los nebulosos contornos de las puertas. En pánico, abrí la primera puerta, e incluso en la oscuridad pude distinguir la forma de una cama. Un viejo olor flotaba en el aire, algo polvoriento y abandonado. Nadie había vivido allí en mucho tiempo. Había tantas habitaciones en esta casa, jamás lo encontraría a tiempo. Toqué la pared en busca de un interruptor de luz, pero mi cuerpo se sacudió y no pude orientarme. La oscuridad estaba empezando a acercarse a mí, pero me moví a la puerta de al lado, mi dedo curvándose alrededor de la manija. Luego hubo un cálido aliento contra mi oreja y un murmullo bajo. —¿Qué diablos estás haciendo aquí? Grité y golpeé instintivamente, mi mano chocó con una barbilla rasposa un momento antes de darme cuenta a quién acababa de golpear. Una mano fuerte me sujetó la muñeca. Me quedé inmóvil, repentinamente contenta por la oscuridad ocultándome a la expresión de Remo. —Suéltame —susurré, mi voz temblando. Me soltó, y di un paso atrás.

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—Lo siento, por golpearte —dejé salir—. Me asustaste. Permaneció en silencio un momento más, elevándose sobre mí con esa inquietante vibra de violencia. —Responde a mi pregunta —ordenó. —Es Nino. No sé qué está pasando con él. Está perturbado. —Perturbado —repitió Remo dudoso. —Remo, por favor, ¿puedes encender la luz? —Tragué—. Me pone nerviosa estar en la oscuridad contigo. Se movió y su brazo rozó el mío, pero entonces la luz inundó el corredor. Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz cegadora, Remo se enfocó, alto y desnudo, excepto por sus calzoncillos. Sus ojos se deslizaron por mi cuerpo, vestido solo con mi delgado camisón, antes de que regresaran a mi cara. Su barbilla estaba ligeramente roja donde lo había golpeado. —Estoy perdiendo la paciencia aquí, Kiara. —¡Nino necesita tu ayuda! —dije molesta, porque no había manera de que pudiera explicarle la situación de Nino. Finalmente, algo sucedió y él se dio la vuelta

y comenzó a correr. No tenía absolutamente ninguna oportunidad de alcanzarlo con sus largas piernas. Jadeando, llegué a nuestra habitación un par de minutos después. Remo estaba arrodillado junto a su hermano, que estaba en el suelo, con la mano en el hombro de Nino. Ambos parecían ángeles caídos con sus espaldas curvas, sus cicatrices y tatuajes, los músculos formados a partir de años de lucha. El ángel caído de Remo en su espalda con las alas rotas nunca había tenido más sentido que ahora. —¿Qué está pasando? —gruñí, y Remo levantó la vista de donde estaba arrodillado junto a su hermano. Por un momento se veía tan indefenso, tan aterrado como me sentía y esa visión me desanimó porque este era Remo, este era un hombre siempre al mando, siempre duro, poderoso y cruel, sin miedo a nada. Llegó casi como un alivio cuando entrecerró sus ojos hacia mí, su boca formando una sonrisa torcida, como si hubiese sido mi culpa, como si, sin darme cuenta, hubiese roto a Nino a pesar de que no tenía ni de cerca el poder sobre él para hacerlo.

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—Vete —gruñó Remo, pero no quería irme—. ¡Fuera! —gruñó, y sabía lo que me haría si no lo hacía, así que salí a toda prisa y corrí por el pasillo, bajé las escaleras y entré en nuestra sala de estar, que en realidad no se llamaba así porque la mayoría de las actividades de la sala de estar se llevaban a cabo en el área compartida de la mansión cuando todos los hermanos estaban juntos. Este era mi santuario y a veces, el de Nino cuando intentaba simular afecto por mí. Me hundí en el banco del piano. Mis dedos encontraron al instante las teclas, necesitando sentir su suave frialdad. Las primeras notas de la canción que había escrito para Nino sonaron. Desesperadas, largas, bajas notas al principio, luego vacilantes, altas, más ligeras hasta que la melodía pareció casi emocionada en su staccato, seguida por notas abrumadoras y agudas hasta que finalmente la melodía se convirtió en un flujo suave, una canción de aceptación. Pero este final parecía equivocado ahora y mis dedos se movieron, las notas elevándose más y más, llenándome hasta que mis emociones crearon esta melodía nueva. Respiré ásperamente cuando la desesperación de Nino se convirtió en música, mientras mi miedo dejaba que la melodía me atravesara con notas duras y cortas. La emoción estaba en todas partes y no podía detenerme y sentí que esta era la única forma en que podía superar esto. Sonaron unos pasos pesados y mis dedos se deslizaron de las teclas cuando Remo entró en la habitación y se dirigió hacia mí, solo con sus calzoncillos y una expresión letal en su rostro. Me puse rígida pero no seguí mi impulso de correr. En

cambio, bajé mis manos temblorosas a mi regazo y le devolví la mirada. Se detuvo a medio camino en la habitación como si estuviera dividido entre la ira y la desesperación, pero luego superó la distancia restante entre nosotros, empequeñeciéndome con su altura y su presencia pura y brutal. Se inclinó y retrocedí, pero no aparté la mirada. —¿Qué diablos hiciste? —No hice nada —respondí. ¿Qué podría haber hecho para desquiciar a Nino de esa manera? Solo era una mujer. No tenía ningún poder sobre él. —Mentira. —Remo, déjala en paz. —Era la voz de Nino, estrangulada, en carne viva, pero fría y controlada. Me hundí aliviada. Remo se apartó de mí y se volvió hacia su hermano, dejándome ver a Nino.

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Al igual que Remo, Nino solo estaba en calzoncillos y, sin embargo, había capas sobre capas de barreras que nunca podría superar. Su expresión era el lienzo en blanco al que me había acostumbrado, pero había algo atormentado, algo perturbado en sus ojos grises a medida que veía a Remo; una mirada pasó entre los hermanos que hablaba de horrores que no pude comprender, una mirada que me hizo darme cuenta que un hermano jamás podría estar sin el otro. Lo que sea que los haya formado en hielo y fuego, también los había forjado juntos de una manera que no se podía romper. Tal vez Nino se había convertido en la inundación fría contra el furioso infierno de Remo. Quizás Remo era la salida para las emociones que Nino había encerrado detrás de muros impenetrables. No era capaz y nunca podría entender a estos dos hombres. Nino apartó los ojos de su hermano y me miró. Mi pecho se apretó con alivio y calidez, quería ir hacia él y abrazarlo, quería tranquilizarlo con palabras, brindarle consuelo con mi toque, pero a Nino no le gustaba eso. No necesitaba consuelo, ni ternura, ni amor… —Toca esa canción otra vez —dijo en voz baja. Apoyé las yemas de mis dedos en las teclas y comencé la canción, una canción que no era solo una serie de notas, sino un enorme agujero en mi corazón. Nino se acercó lentamente y, mientras lo hacía, Remo retrocedió unos pasos, pero siguió observándonos. Nino se sentó a mi lado en el banco, pero no dejé de tocar. Cerré los ojos y dejé que la música fluyera, deseando que pudiese entender que esta canción

abarcaba todo lo que sentía por él, todo lo que alguna vez había sentido por él. Después sonaron unas notas nuevas y mis ojos se abrieron bruscamente, mis dedos vacilando cuando Nino comenzó a tocar también la canción. ¿Qué? Añadió sus propias notas y me di cuenta que era a propósito. Me uní y toqué mi melodía, las dos melodías pareciendo fluir alrededor de la otra. Era más hermoso que cualquier cosa que hubiera escuchado alguna vez. Los ojos de Nino estuvieron en mi rostro mientras tocaba la canción de memoria sin vacilar, pero tuve que devolver mi mirada a las teclas porque no podía entender la mirada en él. Remo encontró mis ojos brevemente por encima del piano y su expresión fue igual de ilegible. Luego se dio la vuelta y se fue. No entendía nada de esto, pero escuchar la melodía de Nino fusionarse con la mía, creando algo inexplicablemente hermoso… se sintió como un regalo.

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Nino y yo tocamos hasta que el sol salió por encima de la mansión y llenó la habitación de luz. Nuestra melodía había evolucionado, una serie de hermosas notas y mi corazón parecía estallar de emoción cuando nuestros dedos finalmente se levantaron de las teclas. Nino parecía agotado y mi propio cuerpo también anhelaba dormir, pero al mismo tiempo, tenía ganas de gritar mis sentimientos desde los tejados. Me puse de pie y tomé la mano de Nino. Su mirada fría se movió hacia mí. —Vamos a la cama —susurré. Algo cambió en sus ojos, como si por una vez hubiese algo que lo asustara, como si no confiara en sí mismo mientras dormía. —No tenemos que dormir, pero necesitas descansar un poco —dije y finalmente se levantó del banco del piano y me siguió escaleras arriba. Nino se acostó y me tendí a su lado, cerca pero sin tocarlo. Quería presionarme contra él, darle cercanía. En el pasado, me había sostenido para consolarme, no porque necesitara ese tipo de atención. Mi mirada recorrió su rostro. Sus ojos estaban distantes, y había una opresión en su boca que sugería que todavía estaba luchando contra algo dentro de él. No pude contenerme más y lo alcancé, poniendo una mano vacilante en su brazo. Era ridículo para mí estar preocupada por tocarlo. Habíamos estado más cerca que eso, pero no quería obligarlo a algo si él no lo quería solo porque me hubiera ayudado.

Sus ojos se centraron en mí y levantó su brazo para que así pudiera acercarme más y me acurruqué contra él, mi mano posándose sobre sus duros abdominales. Desearía saber si esto era algo que quería, algo que necesitaba o si lo hacía por mí como parte de su afecto simulado. No me atrevía a preguntarle qué había causado este episodio o qué había visto en su mente para ponerlo de rodillas de esa manera, pero la pregunta ardía en mi lengua. Tal vez algún día me lo dijera.

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Nos quedamos en la cama hasta el mediodía, y por una vez, me desperté antes que Nino. Estaba apretada contra su costado como de costumbre, y parecía estar durmiendo tranquilamente, sin signos del episodio de la noche anterior visible en su rostro. El hueso de su mejilla estaba hinchado con un tinte azulado como se esperaba, pero eso no hacía que Nino se viese menos atractivo. Por alguna razón, esta pequeña mancha en su perfecto rostro lo hacía aún más hermoso. Se agitó y abrió los ojos. Le sonreí. —¿Cómo te sientes? Permaneció en silencio durante unos segundos. —Diferente. —¿Diferente? —repetí, confundida, pero no me dio más detalles. Se desenredó de las mantas y se incorporó con una leve mueca de dolor, con la palma de la mano presionando contra sus costillas—. ¿Necesitas algo para el dolor? —No —respondió—. Se desvanecerá. Y el dolor es un buen motivador. La próxima vez tendré que ser mejor para que mi oponente no lance golpes como este. Salió de la cama y me quedé a un lado. —¿Irás a nadar? Asintió. —Ayudará con el cansancio. Agarré mi libro y me puse mi bata de baño mientras Nino se ponía su traje de baño, ya sin molestarse en ir al baño, estábamos más allá de ese punto. Salimos en

silencio, y tomé mi lugar habitual en la tumbona a medida que Nino se zambullía en el agua, sus movimientos no tan rítmicos ni tan sutiles como de costumbre, aun así, se empujó más duro que nunca, nadó rápido y casi enojado. No estaba segura de cómo se podía nadar enojado, pero él lo hacía. Dejé mi libro y me levanté para tener una mejor vista. Las respiraciones de Nino eran cortas, menos controladas mientras nadaba una ronda tras otra. Esta era una sesión de natación mucho más larga que sus treinta minutos diarios. La preocupación me carcomió por dentro a medida que lo observaba esforzarse demasiado como si estuviera intentando alejarse de algo. Al final, se detuvo y se sostuvo contra la pared de la piscina, con el pecho agitado, jadeando. Se empujó fuera del agua, flexionó los brazos y se puso de pie. Le di su toalla y él la apretó contra su rostro, cuando la bajó para secar el resto de su cuerpo, la calma volvió a su expresión, pero se veía mal. Extraño, ni siquiera podía precisar por qué. —Entremos. Cocinaré algo.

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Nino no se molestó en cambiarse de ropa, y me siguió a la cocina. Comencé a reunir todo lo necesario para hacer panqueques. Los sonidos chirriantes de las ollas hicieron que Remo se uniera a nosotros. Estaba vestido y se veía sorprendentemente bien descansado a pesar de mi intrusión anoche. Sus ojos pasaron de mí a Nino, que estaba leyendo las noticias en su teléfono sin levantar la vista. Remo se movió a mi lado, como siempre, ignorando mi espacio personal mientras su cadera chocaba con la mía, observándome batir la mezcla. —¿Cómo está? —murmuró, con sus ojos oscuros llenos de preocupación. Hice una pausa porque esa mirada todavía me afectaba. —No lo sé. Todavía está actuando raro. Remo se movió a la mesa de la cocina y se dejó caer en una silla frente a Nino. —Entonces, ¿estás listo para trabajar hoy? Nino dejó su teléfono y levantó la vista. —¿Qué tienes en mente? —Encontramos a dos bastardos de la Organización. Pensé que podríamos obtener alguna información de ellos, cuando hayamos terminado, podemos enviarlos

de vuelta a Cavallaro en unos cuantos paquetes bien envueltos. ¿Qué piensas? ¿Una buena ronda de tortura levantará tu espíritu? —Remo sonrió torcidamente. ¿Estaba hablando en serio? ¿Realmente quería involucrar a Nino en algo tan brutal cuando no estaba siendo él mismo? —No creo que sea una buena idea. Tanto Nino como Remo miraron en mi dirección. Nino frunció el ceño en una expresión casi confusa mientras Remo tenía una expresión mortífera en su rostro. Me estaba acostumbrando a ello. —Será mejor que recuerdes tu lugar —dijo Remo con dureza. Nino se encontró con mi mirada. —Tu preocupación es innecesaria, Kiara. Lo dudé, pero mantuve la boca cerrada y preparé los panqueques, repartiéndolos entre tres platos, y los llevé a la mesa. Remo pareció sorprendido.

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—Supuse que querrías comer con nosotros. Aunque me amenaces, no te dejaré pasar hambre. Sus ojos oscuros evaluaron mi rostro, y le devolví la mirada. ¿No insistía siempre en que necesitaba aprender a ser una Falcone? No encogerme ante él era un buen paso hacia esa meta. No podía estar segura, pero pensé que había visto un destello de respeto en sus ojos. —Me gustas más ahora que ya no le tienes miedo ni a tu propia puta sombra. Me encogí de hombros. —Y me gustas más cuando no estás siendo tenebroso y mandón. —Entonces no te gusto muy a menudo —dijo Remo, atacando sus panqueques. Me senté junto a Nino, y él me sorprendió poniendo su mano en mi muslo y apretándolo. Cuando lo miré por casualidad, estaba concentrado en su comida. —¿Cuándo tenemos que irnos? —preguntó Nino a su hermano. —Los imbéciles están en el sótano del Sugar Trap. Savio y Fabiano ya están allí. Quería esperarte antes de comenzar. Nino asintió y terminó sus panqueques.

—Me vestiré y entonces nos iremos. —Se giró hacia mí y vaciló—. ¿Adamo está aquí? —Debería estar aquí, pero el imbécil se escabulló esta mañana y se llevó mi Bugatti. Si regresa, le patearé el puto culo. Hasta entonces, tu chica estará aquí sola. Nino negó con la cabeza. —No. Aún no sabe defenderse. Fruncí el ceño. —La mansión es segura, y soy buena con las armas. Bueno… decente, pero eso debería ser suficiente. —Decente no es lo suficientemente bueno contra la mayoría de nuestros enemigos. Cavallaro pronto se dará cuenta que tenemos a sus soldados. No te dejaré sin vigilancia. —Puede venir con nosotros —dijo Remo encogiéndose de hombros.

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Sabía que el Sugar Trap era un club nudista y un prostíbulo. Pero si los enemigos de la Camorra eran llevados allí, probablemente no era para todo lo que se usaba. Nino me miró. —Ese es un lugar difícil para Kiara. —Puedo lidiar con ello —dije firmemente.

Para el momento en que entramos al Sugar Trap, los ojos de todos giraron hacia nosotros. Algunas mujeres con poca ropa estaban reunidas alrededor de la barra, hablando con un hombre alto y negro que clasificaba botellas, él le dio un asentimiento a Remo y Nino, pero me miró con curiosidad. Sin embargo, las mujeres solo murmuraron unas pocas palabras de saludo antes de volver a lo que habían estado haciendo, los postes se extendían por la sala en pequeños escenarios, y había varias puertas ramificándose desde la barra principal. Asumí que eran para sesiones privadas. Los ojos duros de Remo solo rozaban a las mujeres como si su mera presencia lo molestara. Nino se volvió hacia mí.

—Puedes esperar en nuestra oficina mientras Remo y yo estamos en el sótano. Negué con la cabeza. —No, me quedaré aquí y hablaré con las mujeres. Remo resopló. —Son putas. Hablar no es para lo que son buenas. Me tragué mi comentario y me volví hacia Nino, intentando ocultar mi preocupación. Debe haberse mostrado porque llevó mi mano a sus labios y me besó la muñeca. Varias mujeres nos miraron boquiabiertas desde su lugar en el bar, e incluso Remo pareció sorprendido. Las demostraciones públicas de afecto no solían ser su estilo. Nino se inclinó hacia delante, susurrando en mi oído.

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—He sobrevivido a todos los horrores que puedas imaginar, Kiara. No desperdicies tu preocupación en mí. Los bastardos de la Organización no me harán nada. No siento su miedo, no me importan sus súplicas. —Se retiró y solté un suspiro. Sin otra palabra, Nino y Remo cruzaron la puerta trasera. Al momento en que se fueron, las cinco mujeres presentes se atrevieron a mirarme otra vez, y el hombre detrás de la barra también me observó. Caminé hacia ellos. —Hola —dije, intentando ocultar mi vergüenza—. Soy Kiara Falcone. El chico se rio. —Todo el mundo sabe quién es usted, señora Falcone. Soy Jerry. ¿Qué puedo hacer por usted? —Sus dientes blancos contrastaban con su cara oscura, y me agradó de inmediato. Las mujeres susurraron entre ellas, pero no me dijeron nada directamente. Hace unos meses, esto me habría hecho alejarme, pero había aprendido a enfrentar las situaciones incómodas. —¿Qué tienes? —le pregunté a Jerry. —Cualquier cosa que quiera. Vino, cerveza, licores, cócteles. Incluso si no lo tenemos, lo conseguiré para usted, señora Falcone. No pude evitar reír.

—No hay necesidad de eso, por favor. Solo dame una Coca. Es demasiado temprano para un vino. —Si me preguntas, cada hora del día es hora para beber vino —dijo la mujer más cercana a mí mientras levantaba una copa con vino tinto. Era muy alta y tenía el cabello largo y rubio, con un peinado muy elaborado como el de las otras mujeres. Supuse que era necesario en su campo de trabajo. Nunca había lidiado con una trabajadora sexual. Cuando mis ojos se fijaron en las cinco mujeres, me pregunté cuántas de ellas habían comenzado a trabajar aquí por su propia voluntad y cuántas habían sido arrastradas a esto por un Cortejador de la Camorra o para pagar sus propias deudas. Las otras mujeres también tenían copas delante de ellas. Supuse que el alcohol hacía más fácil vivir una vida así. —Dame una copa de vino blanco —dije entonces. No pude evitar preguntarme con cuántas de estas mujeres había dormido Nino, pero decidí no preguntar. Jerry rio entre dientes.

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—No deje que el alcoholismo la tiente. —A pesar de sus palabras, me sirvió una copa generosa y la deslizó hacia mí. —El alcohol gratis es una de las pocas ventajas de trabajar aquí —murmuró otra mujer. Tomé un sorbo de mi vino y las miré, buscando señales de abuso. Algunas tenían pequeños moretones en sus brazos o piernas, pero nada mayor. —Soy C.J. —dijo una mujer joven con el cabello largo y castaño, y una sonrisa amable. —Es una Falcone —siseó la mujer a su lado. Tomé otro sorbo. —Lo soy —confirmé—. También soy una persona y una mujer. No tienen que temerme. La mujer alta negó con la cabeza. —No eres una de nosotras, eso es seguro. —No lo soy, tienes razón, pero entiendo más de lo que crees. No soy su enemiga. C.J. se dio la vuelta y se apoyó en la barra a mi lado.

—Escuchamos lo que sucedió en Nueva York, lo que los Falcone le hicieron a tu tío. Jerry empujó su hombro ligeramente. —¿Por qué no te callas? Tragué, pero luego forcé una sonrisa y asentí. —Nino y Remo lo mataron. —Lo desmembraron —intervino la mujer alta. —Obtuvo lo que se merecía, si me preguntas —murmuró C.J. —Muchos hombres merecen lo mismo —dijo la mujer alta. Dejé mi copa y solté: —¿Son esclavas sexuales? C.J. se encogió de hombros.

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—No del tipo de secuestrada-en-medio-de-la-noche, no. La mayoría de nosotras comenzamos en esto porque no teníamos otra opción. Necesitábamos el dinero, nos sentimos obligadas, y la mayoría nos quedamos porque una vez que estás en esto, es difícil volver a trabajar en un lugar normal. Una vez que las deudas con la Camorra son pagadas, ganamos buen dinero. La mujer alta me dio una mirada entrecerrada. —Hay muy pocas mujeres en este negocio que hacen esto porque lo disfruten. Tal vez John quiere creer que la mayoría somos ninfómanas que se convirtieron en putas para conseguir más penes. Malditos idiotas. Como si alguna disfrutara chupar la polla de un viejo, peludo y sucio bastardo. —Aquí viene el idiota responsable de la carne fresca —susurró C.J., y la mirada en sus ojos lo dejó claro; él era la razón por la que trabajaba en Sugar Trap. Me di la vuelta y un hombre alto, de cabello castaño, quizás un par de años mayor que yo, entró en el club. Era muy guapo, y entendí por qué se había convertido en el Cortejador de la Camorra. Su trabajo era hacer que las mujeres se enamoraran de él hasta que estuvieran tan metidas que harían cualquier cosa por él; incluso vender sus cuerpos. No emitía la vibra de miedo que tantos mafiosos tenían. Sabía cómo ocultarla, lo que probablemente era crucial si querías atraer a las mujeres a tu trampa. Sus ojos pasaron sobre las mujeres sin un toque de culpa. Luego se posaron en mí y su rostro quedó desconcertado. No lo había conocido

todavía, o al menos, no lo había notado. Algo en su comportamiento cambió ligeramente, como si no estuviera seguro de dónde ponerme, pero luego se dirigió hacia mí y el reconocimiento cruzó su rostro. Ignoró a las mujeres a mi lado, le estrechó la mano a Jerry, y entonces se volvió hacia mí. —Soy Stefano —dijo con voz sedosa—. Es un placer conocerte. —Su sonrisa encantadora me golpeó con toda su fuerza. Remo entró por la puerta trasera, cubierto de sangre, y golpeó el mostrador. —Cuatro whiskies, Jerry. —Luego sus ojos oscuros se movieron hacia Stefano. Sacudió la cabeza y entrecerró los ojos antes de caminar para unírsenos. No pude quitar mis ojos de sus brazos y garganta salpicados de sangre. Su camisa era negra, pero estaba segura que también estaba empapada en sangre. Agarró a Stefano por el hombro.

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—Esa es una conquista que no sobrevivirías, Stefano. Odiaría perder a mi mejor Cortejador, pero tendría que matarte, y me agradecerías jodidamente por ello pues Nino te cortaría en pedazos y te los daría de comer. Stefano observó la mano ensangrentada de Remo en su camisa blanca, curvando sus labios. —Sé quién es ella, Capo. Solo me estaba presentando. —Sabemos cómo es esto. Las deslumbras y luego caen de cabeza y pierden las pocas neuronas que les quedan. —Remo mostró una sonrisa cruel a las mujeres reunidas. Puse mis ojos en blanco. —Primero, no voy a enamorarme de él. Soy de Nino. Y segundo, tengo más que unas pocas neuronas. —No mencioné que sin importar lo que hiciera Stefano, no podría ganar mi corazón porque pertenecía a Nino. Los ojos de Stefano se abrieron por completo, y miró a Remo como si esperara que el Capo me matara por la audacia. —En efecto. —Remo sonrió y soltó a Stefano, dejando una huella sangrienta en la camisa del hombre. Jerry le entregó a Remo una bandeja con cuatro vasos de whisky—. Ya casi terminamos —me dijo, después se dirigió a Stefano—: Aleja tus manos. —Las mujeres retrocedieron cuando pasó junto a ellas con la bandeja.

Stefano dejó escapar una maldición en italiano en voz baja a medida que contemplaba su camisa arruinada. —Supongo que no podrás atrapar los corazones de las chicas con sangre en tu camisa. Se encogió de hombros. —Si contara la historia correcta, creerían que salvé la vida de un hombre y por eso tengo esa huella en la camisa. Las mujeres creen todo tipo de mierda si un hombre atractivo las hace sentir especiales y les dice lo hermosas que son, incluso si son del tipo promedio como máximo. Tomé un trago profundo de mi vino, sin saber qué responder a eso. Pero C.J. encontró mis palabras. —Eres un imbécil. Stefano le sonrió. —Eso no es lo que dijiste cuando te follé sin parar y declaraste tu amor por

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mí. Palideció, luego se giró y desapareció por la puerta detrás de la barra. —Eso fue muy grosero —le dije—. No sé por qué crees que puedes tratar a las mujeres como lo haces. —Porque me permiten tratarlas así —dijo en voz baja, su mirada dura—. Todos obtienen lo que merecen. Sacudí la cabeza hacia él y salté del taburete para encontrar a C.J. Había un pasillo que conducía a una puerta exclusiva para el personal que estaba entreabierta, y entré, encontrando a C.J. apoyada en un fregadero, llorando. —Oye —dije vacilante, sin saber si era una buena idea estar aquí. Era la esposa del dueño de Sugar Trap y de otros lugares como ese. C.J. y las otras mujeres pertenecían a la Camorra, y básicamente también a Nino. Él no era el Capo, pero ninguna de las decisiones de Remo se tomaba sin consultar primero a Nino. Le entregué un pañuelo. —Lamento lo que te dijo. —¿Por qué? Es la verdad. Me enamoré de él porque dijo exactamente lo que quería escuchar, lo que ningún hombre me había dicho nunca. Parecía demasiado bueno para ser verdad, pero no quería ver las señales apuntando a la verdad.

—A veces es más fácil creer una mentira —dije en voz baja, porque también creía que Nino simulaba su afecto, con demasiado entusiasmo. Se encontró con mi mirada. —Me acosté con Nino. Mi cuerpo se puso rígido por la conmoción. Había imaginado que algunas de estas mujeres se habían acostado con él, pero escucharla decirlo aún dolía. —Pero ha pasado un tiempo. No lo he visto con ninguna de nosotras en semanas… Parte del peso se alzó de mi pecho, probablemente desde que le dije que quería que dejara de estar con otras mujeres. Así que él había mantenido su palabra. —Se ha acostado con muchas mujeres antes que yo —comenté con un pequeño encogimiento de hombros. —Sí, todos lo hacen —dijo con amargura. —¿Te… te forzó? Inclinó la cabeza.

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—Soy una puta. —Eso no significa que no tengas derecho a decir que no. Sonrió. —Así no es cómo funciona. Pero nunca me obligó. Nunca dije que no. ¿Por qué lo haría? Hay hombres mucho peores que Nino Falcone. Es guapo y no es cruel durante el sexo. Eso es bueno. Asentí rápidamente, contenta cuando dejó de hablar sobre tener sexo con Nino. —¿Por qué no te vas? ¿O todavía estás pagando tu deuda? —No, ya no. Hace un año que está saldada, pero no tengo nada a lo que volver. Me he acostumbrado a esta vida. Si has estado aquí por un tiempo, no es como si pudieras realizar un trabajo normal. Todas hemos visto demasiado. Podríamos trabajar como camareras en uno de los clubes o bares de la Camorra, pero no hay muchas otras opciones una vez que estás en esto. —Así que eres una prisionera de la Camorra. C.J. me tocó el brazo.

—¿No lo somos todos? ¿No me digas que tu vida alguna vez ha sido tuya? No. No lo era. Nacida en sangre. Eso era lo que cada niño, o niña, era en nuestro mundo. Ya no estaba ligada a la Famiglia. Ahora estaba ligada a la Camorra. ¿Pero libre? Eso no era algo que alguna vez fuese a ser. No era algo que alguna vez hubiera considerado una opción. Un pájaro nacido en cautiverio jamás conocerá la sensación de libertad desenfrenada que puede ofrecer el cielo abierto. ¿Cómo puedes desear algo que nunca has experimentado? —Está bien. No te culpes a ti misma. Algunas cosas simplemente no pueden ser cambiadas. —Lo sé —dije, pero no cambiaba el hecho de que yo quería cambiarlas.

Nino estaba limpio cuando salió de la puerta trasera y también Remo. Regresé al bar con C.J. sentada a mi lado, bebiendo nuestra segunda copa de vino.

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—Debería irme —dijo rápidamente—. Los primeros clientes llegarán pronto. Asentí. Tenía toda la intención de convertir en mi objetivo el visitar los prostíbulos de la Camorra y conocer a las mujeres allí. Si las conocía, me sentiría aún más obligada a ayudarlas, incluso si sabía que era una batalla perdida. Remo nunca me escucharía, e incluso Nino no me dejaría meterme en sus asuntos. Contemplé su rostro a medida que se acercaba a mi lado, buscando señales de que lo que había estado haciendo lo había perturbado, pero parecía tranquilo, lo que debería haberme aterrorizado, pero solo me sentí aliviada. Los ojos de Nino siguieron a C.J. mientras se alejaba. Luego me frunció el ceño. —¿Qué te dijo? —Nada importante —contesté con una sonrisa. Nino no pareció convencido, pero no presionó el asunto, solo rodeó mi muñeca con su mano y me sacó del club. Para el momento en que regresamos a casa, nos reunimos en la sala de estar, y Remo pidió pizza. —¿Cómo puedes tener hambre después de lo que has estado haciendo? — pregunté con curiosidad a medida que me hundía en el sofá.

Nino me dio una mirada vacía. —El cuerpo todavía requiere una cierta ingesta de calorías para mantener sus funciones. Remo puso los ojos en blanco. —Uno de estos días, voy a desquitar mi mierda contra ti por sonar como un maldito libro de texto. Nino enarcó las cejas a su hermano. —Lo has dicho innumerables veces. Pierde su poder si nunca actúas. Remo sacó su cuchillo y se lo arrojó. Salté cuando el cuchillo se empaló en el reposabrazos junto a la pierna de Nino. —Tú, Savio y Adamo son jodidamente molestos. Sonreí. —Gracias —le dije. Cuando Remo me dio una mirada en blanco, agregué—: Por no incluirme.

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—Se está volviendo muy atrevida —murmuró Remo, pero no parecía enojado. Nino parecía relajado, volviendo a su estado de calma habitual. Tal vez había superado lo que lo había atormentado anoche. —¿Dónde está Adamo? ¿Aún está fuera? La cara de Remo se oscureció. —¡Adamo! —rugió—. Trae tu trasero aquí. —Hubo silencio. Remo descolgó el teléfono, ordenó pizza y volvió a llamar—. Adamo, te lo juro, si estás arriba y no bajas ahora mismo, iré por ti y te arrepentirás. Sonaron unos pasos desde el piso de arriba y luego Adamo apareció en las escaleras. Dudó a la mitad, viéndose nervioso al mirar a sus hermanos mayores. —¿Qué hiciste? —preguntó Nino. Adamo miró a Remo, que estaba gruñendo. —No me digas que has estrellado mi Bugatti. Adamo negó con la cabeza. —Solo hay una abolladura en la parte trasera porque alguien chocó conmigo.

Remo se dirigió hacia su hermano y lo agarró por el cuello. —¿Qué diablos te pasa? Te dije que dejaras de correr. Harás que te maten. —¿Y qué? En unas pocas semanas, seré un iniciado. Les haría un favor a todos si me matan antes de ser como tú. Contuve la respiración. Nino, también, se tensó a mi lado. Remo acercó a Adamo aún más, mirándolo a los ojos. —Eres un maldito niño. No sabes de lo que estás hablando. Tal vez te he protegido durante demasiado tiempo. Tal vez debería haberte iniciado antes como Savio. —¿Cuándo me protegiste? Remo lo soltó con una sonrisa dura. —Pedí pizza. ¿O eres demasiado bueno para comer con nosotros?

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Adamo se cernió en la escalera, luego terminó de bajar lentamente y se dirigió hacia nosotros. Se arrojó en el sofá frente al nuestro. Me dio una sonrisa y después le dio un asentimiento a Nino. —¿Dónde está Savio? —murmuró. —Fuera con Diego —dijo Remo. —Tal vez también deberías salir más a menudo —murmuró Adamo. Remo se sentó junto a Nino. —Alguien tiene que asegurarse que el Oeste permanece en nuestras manos. Luché demasiado por esto para que se pierda simplemente por pereza. Me di cuenta entonces que Remo y Nino casi nunca salían. Con Nino, pensé que era porque ahora era su esposa, pero Remo también estaba casi siempre en casa, a menos que estuviera haciendo negocios con sus hermanos o con Fabiano. Vivían en su propio pequeño mundo, un mundo en el que me habían permitido entrar. Me estaba acostumbrando a ser una Falcone. Nino y yo regresamos a nuestra habitación después de cenar y ver algunos videos de carreras viejas con sus hermanos. Nos preparamos para ir la cama. Estaba sentada contra la cabecera cuando él se unió a mí, casi desconfiado. ¿Estaba preocupado por esta noche?

—¿C.J. te dijo que dormí con ella? —preguntó en voz baja a medida que se estiraba a mi lado. —Sí… lo hizo. Pero es el pasado. No estoy aferrándome a tu pasado. Tú no guardas rencores por el mío. Nino frunció el ceño. —No había nada que pudiera echarte en cara porque no hiciste nada malo. —Lo sé —dije. —¿En serio? Suspiré. A un nivel lógico, lo sabía, pero a veces aún sentía que tenía la culpa, lo cual era estúpido, pero era algo profundamente arraigado en mí y difícil de alejar. —¿Alguna vez te sientes culpable por lo que haces? ¿Por lo que hiciste hoy? Nino consideró eso.

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—En realidad, no. Como dije, realmente no siento lástima. Y esos bastardos de la Organización habrían hecho lo mismo si pusieran sus manos en uno de los nuestros. Bostecé. Levantó su brazo, y me acurruqué a su lado, apoyándome en su pecho, y lo besé suavemente. Rara vez nos besábamos, sobre todo solo durante el sexo. Nino tocó la parte posterior de mi cabeza suavemente mientras su otra mano rozaba mi brazo. —¿Y eso por qué fue? —Solo quería besarte —admití—. ¿O te molesta si lo hago? Fuera del sexo, quiero decir. Nino inclinó su cabeza, su pulgar frotando mi cuello ligeramente. —¿Por qué me molestaría eso, Kiara? Me gusta besarte. ¿Alguna vez te di razones para creer lo contrario? —No, pero nunca me besas durante el día. Solo nos besamos cuando estamos por tener relaciones sexuales. —¿Cuándo quieres que te bese? Suspiré.

—No quiero que me beses porque lo quiero. Quiero que me beses porque quieres hacerlo, porque tienes ganas. —Me di cuenta de lo estúpida que sonaba. Nino jamás tendría ganas de besarme. Todo acto de ternura era para mi beneficio. Contempló mi rostro y me atrajo hacia él, entonces me besó, el roce de sus labios suaves, sus ojos grises casi inseguros. Parpadeé hacia él. —¿Por qué hiciste eso? —No lo sé —respondió en voz baja. Bajé mi cabeza a su pecho desnudo, mi mejilla presionada contra su piel cálida, confundida por sus acciones y palabras.

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Esa noche me despertaron unos sonidos de angustia familiares. Me senté y busqué el interruptor de la luz, parpadeando contra el brillo repentino.

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Nino se enderezó a mi lado, con la mano dirigiéndose hacia la mesita de noche, agarrando su cuchillo. Sus ojos salvajes se clavaron en mí, el pecho agitado, sus dedos aferrando el mango. —Voy a buscar a Remo —murmuré y salí de la cama lentamente, preocupada por asustar a Nino. Su mano libre se enroscó alrededor de mi muñeca, deteniéndome. Jadeé sorprendida, mi mirada evaluando su rostro. La desesperación salvaje había desaparecido de su expresión, reemplazada por una mezcla de confusión y el vacío familiar que siempre había mostrado en el pasado. —Quédate —dijo en voz baja. Dudando, volví a la cama y Nino me atrajo hacia su cuerpo. Me acomodé en su pecho. Volvió a dejar el cuchillo en la mesita de noche, pero la tensión permaneció en su cuerpo. Rastreando los tatuajes en su torso, intenté contar sus cicatrices para distraerme, pero era difícil determinar dónde terminaban muchas de ellas y comenzaban otras. —Todos estos tatuajes… ¿por qué te los hiciste? Los dedos de Nino se arrastraron por mi espalda y continuaron hasta mi cuello, luego más arriba, enredándose en mi cabello. Sus labios rozaron mi frente, y lo miré. ¿Era afecto simulado? ¿Ternura simulada?

—Dolor y placer —respondió en voz baja—. Puedo sentir eso como cualquier otra persona, tal vez incluso más fuerte. —Pero si sientes un dolor aún más fuerte que el de los demás, ¿por qué te someterías a dejar que una aguja perfore tu piel una y otra vez durante muchas horas? ¿Por qué entras en la jaula? ¿Por qué buscas el dolor? Su boca se torció. —Para recordarme que estoy vivo. —Mis cejas se fruncieron—. Para recordar quién soy, lo que soy. —No entiendo —admití—. ¿Qué les pasó a Remo y a ti para convertirlos en lo que son? Nino inclinó su cabeza hacia mí y me observó. Le devolví la mirada, incluso si no sabía lo que estaba buscando. —Como dijiste, no es solo mi historia sino también la de Remo.

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—No hablaré de esto con él —prometí de inmediato. Nunca se me ocurriría hablar con Remo sobre algo que obviamente lo afectó tanto a él como a Nino. Sería suicida. —Nuestra madre estaba loca —comenzó con voz distante—. Tal vez siempre fue así o tal vez nuestro padre la transformó. Solo la recuerdo así. Tenía días mejores cuando nuestro padre la llenaba de pastillas, pero ese día en particular, estaba muy embarazada de Adamo. No podía tomar las pastillas. Tal vez había querido suicidarse desde hacía algún tiempo. Algo apretado se enroscó en mi estómago, y casi le pedí que parara porque sabía que ese día fue cuando la infancia de Nino terminó. La madre de Nino no era la primera esposa de un Capo que terminaba con su vida. Estar casada con alguien criado para ser cruel podía destruir a cualquiera. —Nuestro padre nos había enviado a todos a nuestra cabaña en las Montañas Rocosas porque quería que nos fuéramos de Las Vegas. Éramos una carga. Una noche, nuestra madre me sacó de la cama y me llevó a su habitación. Savio ya estaba allí, pero no se movía. Ella le había dado sus pastillas para dormir. No sabía qué estaba pasando, pero me agarró los brazos y me cortó las dos muñecas con un cuchillo. También quería matarnos. Tal vez para castigar a nuestro padre. Contuve el aliento, mis dedos aferrando el estómago de Nino, pero él permaneció inmóvil. Esas cicatrices en sus muñecas, eran restos de ese día.

—Estaba confundido y asustado. —Sus cejas se fruncieron como si estuviera intentando recordar cómo se sentía el miedo—. Se fue después de eso y regresó con Remo unos minutos después. Creo que ella lo trajo al final porque sabía que él sería su mayor desafío. La casa se estaba llenando de humo para ese momento. Había incendiado la cocina y la sala de estar. Remo se apresuró hacia mí, y ella cerró la puerta y arrojó la llave por debajo del espacio bajo la puerta. Luego se acercó para cortar las muñecas de Remo, pero a diferencia de mí, él luchó contra ella. Logró cortarlo una y otra vez. Así es cómo consiguió el corte en su rostro. Cuando se dio cuenta que no podía sujetarlo, prendió fuego las cortinas y después se cortó las muñecas. La habitación se llenó de humo, y solo me senté en mi propia sangre. Savio no se movía en la cama. La voz de Nino era mecánica, distante, fría. Sus ojos lucían tan suaves e impenetrables como el mercurio, pero cada una de sus palabras se quemó en mí, se encajó como un cuchillo en mi corazón. Los horrores que describió, eran incomprensibles. He vivido mi propia parte de horrores, es cierto, pero de alguna manera, el escucharlo describir lo que había pasado cuando era niño me rompió. —¿Cómo salieron?

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—Remo lanzó una lámpara a través de la ventana y se quemó arrancando las cortinas del techo. Parte de su ropa también comenzó a quemarse, pero no se detuvo. Los hombres de mi padre estaban intentando entrar a la casa y tratando de apagar las llamas. Remo me agarró y ayudó a salir por la ventana. Salté y me rompí la pierna por el impacto. Remo saltó con Savio en sus brazos. Se rompió el codo y el hombro intentando proteger a Savio de la caída. Nuestra madre fue salvada más tarde por los hombres de mi padre. Tragué con fuerza, incapaz de hablar, y Nino también se quedó en silencio. —Pareció durar una eternidad mientras veía mi propia sangre correr por mis brazos. Sentí el ardor profundo y fue casi reconfortante. —Levantó los brazos, con las muñecas hacia arriba, mostrándome las cicatrices largas y delgadas cubiertas por tinta oscura. Me incliné hacia delante y besé sus dos muñecas, mi corazón dolía por Nino… y por Remo. Intenté imaginarme a Nino cuando era niño, arrodillado en su propia sangre, mirando a su madre cortar a Remo, oliendo el humo. Podía imaginarme lo asustado que debe haber estado, cuán completamente roto y sorprendido de que su propia madre hubiera intentado matarlos de una manera barbárica. Eso explicaba mucho, explicaba por qué había apagado sus emociones y por qué Remo se había vuelto hacia ellas. Diferentes maneras de hacer frente al mismo horror.

—¿Dónde está ella ahora? ¿Tu padre la mató después de lo que les hizo? Nino negó con la cabeza. —Después de que los médicos le hicieran una cesárea para sacar a Adamo, la envió a un hospital psiquiátrico por un tiempo, pero después la trajo de vuelta a casa. —¿Los obligó a vivir bajo el mismo techo con la mujer que intentó matarlos? Los ojos de Nino estaban enfocados en sus dedos, subiendo y bajando por mi costado. —Durante los primeros años. Lo que no te mata te hace más fuerte. —La sonrisa en su rostro se sintió como un cubo de hielo—. Pero las cosas fueron difíciles. Remo se volvió más difícil de controlar, y mi falta de emociones eventualmente inquietó demasiado a mi padre, así que nos envió a un internado en el campo en Inglaterra, al norte de Norwich. —Pero ¿qué hay de Savio y Adamo? ¿No eran demasiado jóvenes? Nino asintió.

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—Adamo tenía cuatro años y Savio siete cuando nos enviaron. En ese momento, Remo ya había sido iniciado y había matado a unos cuantos, pero no permitiría que fuésemos separados, así que nos fuimos juntos a Inglaterra. Por supuesto, eso es lo que nuestro padre había querido desde un principio. Quería que Remo y yo nos fuéramos. Nos tenía miedo. No podía imaginarme a Remo en un internado elegante. Nino podía parecer un caballero sofisticado cuando cubría sus tatuajes e intentaba transformar su expresión en una de cortesía, pero Remo estaba lejos de ser calmado y elegante. —En poco tiempo dejó de funcionar —dijo Nino en voz baja—. Y después de un momento, escapamos y regresamos a los Estados Unidos para matar a nuestro padre. —Pero no lo hicieron. El Ejecutor de Luca, Growl, lo hizo. —Eso es algo por lo que Remo nunca perdonará a nuestro hermanastro. Nos robó la oportunidad de destruir a nuestro padre, pieza por pieza. Solía olvidar que los Falcone y Growl estaban emparentados. —Lo siento —susurré poco después, con mis entrañas revueltas y esperando que Nino no pudiera ver lo mucho que me había afectado su historia.

Nino emitió un sonido grave en su garganta, un sonido que solo había escuchado dos veces antes, cuando había estado a punto de romperse, pero su rostro todavía estaba inquietantemente vacío de emociones. Su mano en mi costado se hundió más abajo, sobre mi cadera y entre mis piernas. Salté, sorprendida de que él estuviera buscando ese tipo de cercanía en una situación como esta. Sus dedos encontraron mi clítoris. Se cernió sobre mí y me besó, más fuerte que nunca, y sus dedos se movieron a un ritmo rápido entre mis piernas. A pesar del embrollo de mis emociones, mi cuerpo respondió a sus besos y caricias. De repente, se levantó y se movió sobre mí, con sus brazos fuertes a cada lado de mi cabeza. Me quedé inmóvil a medida que él se cernía sobre mí, sus ojos sin emoción alguna. En cambio, su expresión se retorcía con algo parecido a desesperación. Nunca había estado encima de mí durante el sexo. —Dime que esto está bien para ti, Kiara —logró decir con una voz ronca y oscura—. No estoy seguro de poder ser tan gentil como necesitas que lo sea. Si no puedes hacer esto, dímelo y me iré, pero… —Negó con la cabeza.

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—Está bien —susurré, porque quería consolarlo de cualquier manera que fuera posible. Si esto era lo que necesitaba, podía dárselo. No tenía miedo de Nino o de su cuerpo.

Nino Kiara me miraba con una confianza que no tenía problemas para descifrar en sus ojos. Sus manos se curvaron alrededor de mis hombros, aferrándose a mí, y agarré mi pene y lo guie hacia su coño. Estaba mojada y suave, a pesar de que había estado ansiosa por esta posición porque la hacía sentir que no tenía control, porque mi fuerza física la intimidaba. Me agaché hasta colocarme sobre mis codos. La cercanía la calmaría, no la asustaría, y sentí que su cuerpo se volvía aún más suave debajo de mí. Me atrajo para que le diese un beso, y le permití ese pequeño desliz de control, incluso si estaba deseando algo más duro, más oscuro. Incluso si quería ejercer dominio y no gentileza.

Pero necesitaba estar dentro de ella. Ahora. Me deslicé sin pausa, hasta que su coño tocó mi pelvis. Me estremecí, necesitando más, lo necesitaba rápido, necesitaba deshacerme de esa presión repentina en mi pecho que nunca antes había estado allí. Me obligué a esperar un par de segundos, permití que su cuerpo se adaptara, forzando a calmar la creciente ola de necesidad en mi cuerpo. Jamás me había sentido así, como si necesitara consumir a Kiara completamente. Como si fuera la única cosa que pudiera satisfacer un hambre distinta a todo lo que alguna vez hubiera sentido. Mi pecho estaba apretado, mi estómago hueco y no estaba seguro de lo que estaba pasando. ¿Por qué de repente cada mirada de Kiara hacía que mis entrañas explotaran con fuego, casi dolorosamente, pero al mismo tiempo sintiéndose bien?

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Salí y volví a empujarme nuevamente dentro de Kiara, y sus uñas se clavaron en mi espalda, dejando arañazos. Se sintió como un alivio, una salida para la presión. Mis labios encontraron los suyos a medida que la embestía, y ella me devolvió la mirada con una necesidad ardiente. Una vez más, apareció ese mismo dolor por algo que no entendía. Siempre había tenido el control, pero no podía controlar esto. Me moví entre nosotros y froté el clítoris de Kiara, luego me aferré a su pezón, chupando y mordisqueando mientras la presionaba contra la cama con embestidas largas y duras. Incluso su olor abrió aún más el agujero en mi pecho. Todo en ella hacía que mi cuerpo reaccionara, me hacía desear algo imposible, algo extraño e inexplicable. Kiara comenzó a estremecerse debajo de mí, pero seguí empujando incluso cuando sus paredes se apretaron por la fuerza de su orgasmo. Me puse de rodillas para tener más estabilidad y seguí empujando, con la esperanza de que llenara ese agujero en mi estómago, que saciaría la profunda hambre de mi alma, pero incluso mientras me corría con una sacudida violenta y mi pene se ablandaba, el anhelo seguía encajado dentro de mi pecho. Me hundí sobre Kiara y respiré con fuerza contra su garganta. Sus dedos jugaron con mi cabello, y besó mi oreja, después mi sien y, por alguna razón, esos dos gestos sin sentido llenaron algunos de mis anhelos. Giré el rostro para mirarla. Su piel estaba enrojecida y respiraba rápido. Se veía atónita, abrumada cuando se encontró con mi mirada. —¿Te lastimé? —pregunté jadeando. Sus cejas se fruncieron.

—No. Cuando dijiste que no podías ser amable, esperaba algo peor. También yo. Sentía como si estuviera a punto de perder el control, pero de alguna manera Kiara me había retenido todo el camino. —¿Nino? —preguntó en voz baja—. Esa mirada en tu rostro, ¿qué significa? Si tan solo lo supiera. Me besó. —Sé que nuestros pasados contienen horrores, pero podemos ir más allá de eso, ¿no crees? Le acaricié la mejilla. Había superado los horrores. Había visto y hecho tantas cosas horribles, ¿cómo un evento de hace mucho tiempo podía tener algún poder sobre mí?

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23 Kiara Traducido por MaryT Corregido por Indiehope

A la mañana siguiente encontré a Remo moliendo a golpes el saco de boxeo, pero en todo lo que podía pensar eran en las palabras de Nino, y supe que nunca volvería a ver a Remo de la misma manera. Cristo, todavía me aterrorizaba, pero casi lo entendía… parte de él, al menos. Remo era cruel y brutal, impulsivo y despiadado, pero no era todo lo que había en él.

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—¿Por qué me estás mirando así? —jadeó a medida que enviaba el saco a volar con otra dura patada. Ni siquiera estaba segura de por qué había venido aquí. Era donde Nino y sus hermanos solían pasar el rato jugando billar, viendo peleas y discutiendo sobre negocios, o golpeando un saco de boxeo durante el día. Por la tarde cuando todos cenábamos juntos, mi presencia era tolerada, pero por lo general me mantenía alejada el resto del tiempo, dándoles su espacio. Mis ojos fueron atraídos a la espalda de Remo. Nunca había estado tan cerca de él como para fijarme que el ángel caído tatuado ahí estaba cubierto por cicatrices de quemaduras. No me había dado cuenta que los ásperos parches en sus palmas eran heridas de quemaduras ya sanadas por tratar de defenderse de su madre. Remo se volvió hacia mí completamente, entornando los ojos, y por un momento quise acercarme y abrazarlo, abrazar al joven niño que salvó a Nino y Savio e incluso al nonato Adamo, que luchó contra una madre demente y se quemó para que así todos pudieran vivir, pero Remo era un hombre ahora y no uno que al quisieras consolar. Mis ojos se detuvieron en la cicatriz cruzando su ceja, y la compasión por él me inundó. Tal vez Remo estaba más allá de la redención a los ojos de muchas personas, pero él había salvado a sus hermanos, había salvado a Nino.

Me pregunté cómo recordaba ese día, pero no era lo suficientemente valiente como para preguntarle. Remo se acercó a mí lentamente, y miré su rostro cuando se detuvo justo delante de mí. —¿Por qué me estás dando esa jodida mirada? —gruñó, pero por una vez no solo había ira en sus ojos… había aprehensión. Negué con la cabeza. —Quería agradecerte por salvar a Nino. Remo se puso rígido, y algo duro y peligroso se arremolinó en la profundidad de sus ojos. —Hace dos noches —agregué, porque la preservación se activó en mi interior, pero Remo sabía que no era eso a lo que me había estado refiriendo. Sin embargo, dio un paso atrás y se encogió de hombros, tenso. —Alguien tenía que sacarlo de ahí. —También di un paso atrás—. Oh, y Kiara, ni una palabra sobre esto a Savio y Adamo. No necesitan saberlo.

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Sobre la crisis de Nino. Sobre el pasado. Ellos no recordaban, no sabían, y ocultarles esa verdad era probablemente otra forma en que Remo los protegía.

Mis ojos estaban cerrados mientras escuchaba la música, mis dedos deslizándose sobre las teclas. Nada me traía más serenidad que crear melodías. Era una salida para el caos de emociones dentro de mí. —Eres realmente buena en eso —dijo Remo. Salté, mis ojos abriéndose y clavándose en Remo. Se detuvo en la puerta por un momento y luego caminó hacia mí. Como de costumbre, mi cuerpo se tensó ante su presencia. —¿Todavía? —preguntó con una sonrisa irónica. Se apoyó en el piano, observándome con esos ojos increíblemente oscuros, peligrosos—. Todavía estás aterrorizada de mí. Me reí.

—Remo, ¿hay alguna mujer en Las Vegas o en algún otro lugar que no te tenga miedo? Su sonrisa se amplió aún más. —Tampoco hay hombre. Suspiré. Mi mirada se dirigió a la cicatriz en su rostro, recordando la historia que Nino me había contado, preguntándome cómo un hombre capaz de actos indescriptibles podría haber arriesgado su vida para salvar a sus hermanos. Remo Falcone era un completo misterio para mí. Los ojos de Remo se entrecerraron, y se acercó más, inclinándose sobre mí, con una mano apoyada en las teclas, haciendo que el piano suelte un gemido agudo. —¿Por qué me miras así? —gruñó—. ¿Qué te dijo Nino? Tragué con fuerza. —No te acerques tanto —dije con firmeza.

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Los labios de Remo se apretaron peligrosamente, pero enderezó su cuerpo, dándome más espacio. —Te lo dije antes y te lo diré otra vez: Eres de Nino. Estás a salvo. —Lo sé —dije—. Pero no puedo evitar la reacción de mi cuerpo hacia ti. Tal vez se desvanecerá algún día. Se encogió de hombros. —Te contó sobre nuestra madre, ¿verdad? Había un tono en su voz que hizo que los pequeños vellos en mi cuello se erizaran. —Sí, lo hizo. Remo asintió bruscamente. Después me advirtió en voz baja: —Algunas cosas deben permanecer enterradas. Ella es una de ellas. Y las emociones de Nino también probablemente. No sé qué quieres de él, pero por su bien y el tuyo, no lo presiones.

Temprano al día siguiente, Nino y yo emprendimos nuestra primera caminata juntos. No estaba demasiado en forma, pero tener a Nino conmigo, rodeada de hermosas formaciones de piedra roja, era demasiado atractivo. Nos llevó de vuelta al parque del Gran Cañón. Estuvo tranquilo durante el viaje, concentrado en la carretera, pero sus ojos parecían ver más allá del camino por delante. Me sorprendió cuando tomó mi mano, descansando ambas sobre mi muslo desnudo. Su calor se filtró en mí, pero no era por eso que mi pecho se sentía más caliente. Estacionamos nuestro auto y partimos hacia el sendero circular. Nino estaba vestido con una ajustada camiseta blanca y pantalones cortos deportivos, su cabello cayendo sobre sus ojos. También llevaba una mochila enorme con provisiones. Yo había optado por pantalones cortos y una camiseta. Eran las siete en punto, pero el día sería caluroso. Nino me tocó la espalda ligeramente. —¿Lista para tu primera caminata? Sonreí.

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—Contigo a mi lado, puedo hacer cualquier cosa. Su expresión se suavizó. Me dio un codazo y me besó antes de enderezarse y señalar el sendero. Todavía estaba sorprendida por su muestra de afecto. Sin tratar de analizarlo, caí en una cómoda zancada junto a Nino. Señaló formaciones de piedra particularmente hermosas. Brillaban en diferentes tonos de rojo y naranja. A pesar de la belleza de la naturaleza, mi mirada siguió volviendo a Nino. Había sido distinto desde que le dije que lo amaba. ¿Se sentía presionado a fingir emociones más a menudo? ¿Era por eso que había estado actuando así? Pero no podía imaginarlo cediendo bajo la presión. Era fuerte, duro. Era un Falcone. Redujo el ritmo cuando notó que estaba teniendo problemas para seguirlo. Al final, eligió un lugar con vistas a un valle de formaciones de piedra más pequeñas, de modo que pudiéramos tomar un descanso. Nos sentamos en el suelo, juntos, y Nino me entregó un sándwich. —¿Y? ¿Lo estás disfrutando? —preguntó. Incliné mi cabeza hacia él. —¿La caminata o el sándwich? —Ambos serían óptimos.

Negué con la cabeza. —Óptimos… —Puse mi barbilla sobre su hombro—. Apuesto a que en la escuela los otros niños odiaban lo inteligente y correcto que eras. Las cejas de Nino se alzaron. —No era correcto. Y los niños me odiaban por muchas razones. —Pero dudo que alguna vez te hayan molestado. —Cuando Remo y yo comenzamos el internado en Inglaterra, los niños no sabían quiénes éramos. Se suponía que debíamos integrarnos. Yo iba dos años adelantado, es decir, al mismo año que Remo. Muchos de los chicos en mis clases eran más altos. Al principio intentaron burlarse de mí. —Seguro que eso no salió bien. —Algunos tuvieron incidentes desafortunados que derivaron en hospitalizaciones —dijo—. La mayoría fueron obra de Remo, pero algunos también fueron obra mía.

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—¿Y no te echaron de la escuela? —Los maestros sabían quiénes éramos —respondió con una sonrisa oscura. Contemplé su rostro, intentando imaginar cómo había sido de niño. Nino se encontró con mi mirada, y algo más suave, más cálido llenó sus ojos. Se inclinó hacia delante, me tocó la cadera y reclamó mi boca con un beso. Le devolví el beso, y finalmente nos estiramos sobre la piedra caliente, Nino se inclinó sobre mí, besándome, acariciando mi cintura y costillas. Nos dio la vuelta hasta que estuve encima de él. Sus manos recorrieron mi espalda, pero el sonido de una ramita rompiéndose nos separó, Nino se sentó conmigo todavía encima de él. Sus ojos escudriñaron nuestros alrededores. Luego se relajó nuevamente. Sus labios dejaron un suave rastro a lo largo de mi mejilla hasta mi garganta. Su gentileza, sus gestos amorosos, estaban haciendo que mi corazón martillara de amor y desesperación. Simulaba amor por mí. A veces, me las arreglaba para olvidarlo. Pero cada vez que recordaba, el dolor era agudo y desgarrador. Empujé ese pensamiento a un lado. Tomó mi mejilla otra vez, e inclinó mi cabeza hasta que nuestras bocas conectaron. El beso me consumió, y dejé que me derribara, dejé que sus manos desterraran cualquier pensamiento lógico. Cuando se acomodó entre mis piernas y me reclamó, nada más importó, que tenerlo encima de mí, dentro de mí, con su boca sobre la mía, sus ojos grises encendidos de deseo y más… sin importar si era simulado o no.

Después nos vestimos y continuamos nuestra caminata. Su expresión era tranquila y serena a medida que exploraba el paisaje a nuestro alrededor, siempre y cuando no estuviera intentando simular emociones. ¿Era así como seríamos todos, tranquilos y serenos si no hubiéramos cargado con la capacidad de sentir al nacer? Tranquila y serena. Deseaba poder ser así, pero mis pensamientos y emociones eran un torbellino en mi cuerpo, confusos, aterradores y completamente tontos.

Unos días más tarde, Nino se había ido a entrenar para una pelea con Fabiano, y me quedé sola con Remo. Era la primera vez que él me cuidaba. Nino había mencionado que Remo se iría pronto a una misión en el territorio de la Organización, así que estaba ocupado con los preparativos de último momento en casa.

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Lo encontré en su lugar favorito en el sofá, revisando algo en su tableta. No levantó la vista cuando entré, y lo observé en silencio. Alzó la cabeza, endureciendo su expresión. —¿Y ahora qué? —Su voz era baja, al borde de la ira. —¿Por qué disfrutas lastimar a las mujeres? —susurré. Remo entrecerró los ojos. —Me gusta lastimar a la gente. No distingo si es hombre o mujer. —Sin embargo, castigas a las mujeres de manera diferente a los hombres — comenté. —¿Lo hago? —murmuró, con los ojos oscuros ardiendo sobre mí. Dejó su tableta y se puso de pie—. Ellas tienen opción. Pueden someterse a la tortura o… —Someterse a otra forma de tortura —dije, enojándome—. Les das a elegir entre dos formas de tortura. Se dirigió hacia mí, pero por una vez no retrocedí. Casi tres meses en su presencia me dio el coraje necesario, combinado con el conocimiento de que Nino confiaba en Remo.

—Pero una de ellas es mucho menos dolorosa que la otra. Es una elección. Más de lo que los hombres consiguen. Me estremecí. —Puedo asegurarte que fue muy doloroso para mí. Remo me observó un momento. Estaba lo suficientemente cerca como para ver la infinidad de cicatrices arruinándole la parte superior de su cuerpo. Rara vez llevaba camisas en la casa. Al principio, pensé que era para inquietarme aún más, como si Remo no fuera lo suficientemente inquietante por su cuenta. —Eras una niña. Nadie toca a los niños ni a las niñas menores de edad en mi territorio. —¿No traen más dinero? —murmuré. —Por supuesto. La mayoría de los malditos infelices pagarían una fortuna para arrebatarle la inocencia a una niña, pero no permitimos ese tipo de cosas en nuestro territorio.

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—¿Por qué no? Permites la esclavitud sexual, ¿verdad? Tienes Cortejadores que seducen a las mujeres, les hacen creer que están siendo amadas y luego las convierten en putas. Remo resopló. A veces me preguntaba cómo una sola persona podía albergar tanta violencia y odio. —Esas mujeres comienzan a trabajar como putas porque quieren complacer a un hombre al que deberían querer matar. Si una mujer permite que un hombre la trate de esa manera, es tanto culpa suya como de él. Acuerdan vender sus cuerpos porque creen que están enamoradas. Eso es estúpido, y ellas pagan por su estupidez. —Quieren ayudar a alguien que aman —dije indignada—. Tus Cortejadores les hacen creer que están en deuda con la Camorra, y luego las mujeres se hacen cargo de la deuda y tienen que trabajar como putas. Eso es horrible. Remo se acercó un paso más a mí, pero aun así, no retrocedí. —Si las mujeres actúan como el sexo más débil, serán tratadas de esa manera. ¿Por qué esas mujeres idiotas no les dicen a mis Cortejadores que se vayan a la mierda? —Nunca lo entenderás porque nunca has amado a nadie. Remo sonrió irónicamente.

—Amar a alguien que no te ama de vuelta es la mayor estupidez que puedo imaginar. Me estremecí, porque esto golpeó demasiado cerca del blanco, y porque sabía que tenía razón. El rostro de Remo se llenó de entendimiento y mi interior se retorció. Ahora sabía que amaba a Nino. Me di la vuelta para irme, pero él me agarró de la muñeca. —Suéltame. Por una vez, no lo hizo. En cambio, me hizo retroceder, de modo que tuve que enfrentarlo. Miré sus crueles y oscuros ojos. Negó con la cabeza, y esperé a que se burlara de mí. —No puede sentir. —Lo sé —murmuré, tirando de su agarre, pero sus dedos se apretaron alrededor de mi muñeca. Al final, mi ira y desesperación se desbordaron—. ¿Crees que no lo sé? ¡Pero no puedo cambiar lo que siento! ¿No crees que lo cambiaría si pudiera? Pero el amor no funciona de esa manera. Jamás entenderás.

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—Tienes razón —dijo en voz baja—. No puedo y no lo haré. ¿Por qué querría ser un maldito tonto? —Espero que algún día encuentres a alguien que quieras tanto que te queme por dentro, y entonces hablaremos cuando ella no corresponda tus sentimientos. Remo me apoyó contra la pared, su expresión dura y cruel. —Eso nunca sucederá. Y me he quemado antes, Kiara. Puedo desafiar las llamas y la tortura. No soy débil como tú. —No soy débil. —Arranqué la muñeca de su agarre y lo empujé con fuerza. Dio un paso deliberado hacia atrás, mirando mis manos aún presionadas contra su pecho. Las dejé caer rápidamente, completamente en shock. Remo levantó la vista y me tensé, preocupada por su ira, pero estaba sonriendo. —Finalmente, no dejaste que tu jodido miedo gane. Parpadeé hacia él, pero dio un paso atrás y se dio la vuelta, dirigiéndose hacia la puerta, pero antes de llegar, se detuvo y me miró por encima del hombro, con ojos duros. —Oh y, Kiara, nunca más me volverás a hablar así. Soy tu Capo. ¿Entendido?

Asentí aturdida y observé cómo se iba.

Nino Fabiano me dio una patada en la cabeza. Lo esquivé un poco demasiado tarde, y rozó mi barbilla ligeramente. La sorpresa cruzó su rostro, lo cual usé para darle dos fuertes puñetazos en la parte baja de su espalda. Se quedó sin aliento, pero se recuperó rápidamente y consiguió su propio golpe. Inclinó la cabeza. —¿Qué pasa contigo?

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—¿Qué quieres decir? —pregunté con cuidado, agarrando la toalla que había arrojado sobre la cuerda. Me limpié la cara y el pecho. —Has estado… menos concentrado hoy. Y fue lo mismo durante tu pelea. Me apoyé contra el poste en la esquina. Mi estado actual no era algo que quisiera discutir hasta que tuviera un mejor manejo de las cosas y tuviera la oportunidad de analizar a fondo mi situación. —No te gusta la idea de la sobrina de Cavallaro. Fabiano entrecerró los ojos, obviamente insatisfecho con el cambio de tema. —¿En serio crees que el plan de Remo es bueno? El plan de Remo era emocional, alimentado por la venganza y el odio. Era peligroso, pero podía resultar efectivo. Miré a Fabiano. —Conoces a la chica. ¿Sientes lástima por ella? Hizo una mueca. —Tú me conoces, Nino. Seguiré a Remo a través del infierno, pero a diferencia de ti, todavía tengo algunas emociones. —Antes de Leona, convenciste a todos de que no era así.

—Antes de Leona, me había convencido de que no era capaz de sentir emociones —dijo, y luego entrecerró los ojos como si se estuviera conteniendo. —El plan de Remo creará un gran caos en la Organización. La hermana de Cavallaro quedará devastada cuando su hija sea secuestrada por nosotros, y Dante se sentirá responsable de su sobrina. Su esposa también estará preocupada por su propia hija. Esta podría ser una de las veces en que Dante renuncie a la lógica y actué. Si eso sucede, podemos vencerlo. —Probablemente. Porque sin importar qué, siempre podemos contar con que seas la voz de la lógica, Nino. Di un tenso asentimiento. La indiferencia y el análisis lógico me habían guiado a lo largo de mi vida, me habían salvado la vida y la de Remo en muchas ocasiones en que su temperamento lo había superado. Pero cuando estaba cerca de Kiara, era difícil mantener la lógica. Desde la noche en que me dijo que me amaba, algo había cambiado. Había empezado como una pequeña grieta, pero se había ampliado continuamente, y no tenía forma de detenerlo.

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—¿Estás seguro que podrás hacer lo que se debe hacer una vez que estés en Chicago? ¿No te distraerás con los pensamientos de tu padre? El odio apareció en la cara de Fabiano. —He esperado mucho tiempo. Puedo esperar unas semanas o meses más. No tienes que preocuparte. Me mantendré junto a Remo, sin importar cuán loco sea su plan. Aunque dudo que solo esté motivado por motivaciones estratégicas. —Los planes de Remo nunca lo están. Quiere jugar con Dante, quiere desgarrar a la Organización desde adentro. Remo es el mejor que existe en los juegos mentales. —Sí. Remo sabe cómo joder con el cerebro de la gente —dijo Fabiano con una risa oscura. Lo hacía, y Cavallaro y Scuderi pronto se darían cuenta de su error al joder con la Camorra.

24 Kiara Traducido por MaryT Corregido por Indiehope

Nada me traía tanto consuelo como tocar la canción de Nino, lo cual era irónico, ya que me llenaba de un anhelo aplastante y melancolía al mismo tiempo.

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Cuando mis dedos llegaron a la parte en la que me di cuenta de mis sentimientos, la melodía se volvió baja y oscura, como si el piano fuera reacio a tocar las notas, como si hubiera sido reacia a admitir mis sentimientos ante mí misma. Nino se acercó y me miró en silencio por un rato. No levanté la vista de las teclas del piano, tocando la canción hasta el final, temblando cuando las notas bajas se desvanecieron. —¿Qué significa? —murmuró—. Desde que empezaste la canción, ha evolucionado más y más. Levanté mis ojos a los de él. —Es la historia de mis sentimientos por ti —admití—. Cómo llegué a aceptar que te amo y que nunca podrás amarme. —Como de costumbre, mi garganta se apretó ante mi admisión. La expresión de Nino se suavizó ligeramente y el calor llenó sus ojos grises, y no pude soportarlo. Esta emoción simulada, por muy buena que fuera, jamás sería suficiente. En el fondo lo sabía. —Basta —susurré bruscamente. Sus ojos se estrecharon, y se acercó, sus movimientos tan elegantes como siempre. Y hasta eso me molestó. Podía ser tan hermoso, inteligente y poderoso, pero nunca podría ser lo único que yo anhelaba: emocional.

Miré a su rostro hermosamente frío. —Eres demasiado bueno en esto. Demasiado bueno simulando afecto, fingiendo que te preocupas por mí. Muy bueno, a veces, casi creo que realmente podrías amarme, Nino. —Las lágrimas brotaron de mis ojos. Débil. Una maldita tonta. ¿Qué más me había llamado Remo? Había tenido razón en todos los aspectos. Nino se apoyó en el piano, observándome. —Tal vez no tengo que simular —dijo con esa suave voz—. Tal vez te amo. Esta fue la última gota que derramó el vaso. No pude aguantar más. Me levanté de un salto del banco, deseando que él pudiera entender cómo me destrozaba saber que amaba a alguien que nunca podría entender lo que significaba mirar al otro y sentir que te harías añicos si esa persona te fuera arrebatada. Agarré la parte delantera de su camisa, volviéndome furiosa. —No me mientas. Te dije que no me dijeras esas palabras si no las decías en serio. Así que simplemente no lo hagas.

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Solté su camisa, aturdida por la mirada en sus ojos. Parecía como si estuvieran ardiendo de emoción. ¿Qué tan bueno era fingiendo eso? Tragando con fuerza, me di la vuelta, necesitando alejarme antes de dejarme atrapar en esta horrible simulación otra vez. Cuando estaba a mitad de las escaleras, sonó una nota grave y baja, y me quedé inmóvil escuchando el desarrollo de la melodía. Era una canción hermosa, cada nota complementando a la otra. Estaba bien compuesta, pero le faltaba emoción. Era una melodía que una computadora podría haber creado porque eran solo un montón de notas unidas para complacer al oído promedio. Podrías escucharla en una cena informal con extraños, porque nunca te aceleraría el pulso, nunca te desgarraría el corazón ni llenaría tu cuerpo de dulce anhelo. Nunca te haría querer llorar por la fuerza de la emoción que llevaba. Entonces algo cambió. Al principio fue sutil, un ligero contratiempo en la composición. Las notas más oscuras clamando atención y siendo respondidas por notas cortas y altas hasta que luchaban entre sí, y con lo que parecía ser una composición perfecta. Me volví lentamente, aterrada de lo que iba a ver. Nino estaba sentado en el piano, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia un lado, a medida que sus dedos volaban sobre las teclas. Era un espectáculo digno de contemplar con sus tatuajes aterradores, las cicatrices innumerables y ese rostro perfectamente esculpido y sin emociones. Estaba segura que sin importar

cuánto tiempo viviera, jamás vería nada más impresionante que Nino forzando maravillosas notas de mi piano. La composición perfecta luchaba con las notas desordenadas, y de repente, de manera inexplicable, ya no luchaban por el dominio. Se enrollaban una con la otra y fue más perfecto que cualquier melodía calculada que pudiera haber existido, ya que llevaba anhelo y esperanza, miedo y resignación, amor y odio. Lo llevaba todo, y no pude protegerme de ello. Las lágrimas que había estado conteniendo escaparon, y envolví mis brazos alrededor de mi pecho como si eso pudiera evitar que mi corazón saltara de mi caja torácica. Cuando la última nota se apagó, me quedé allí temblando. Nino abrió los ojos y me miró. Y supe entonces que, si lo que veía en los ojos de Nino, lo que veía en su rostro, era simulado, entonces podría vivir con eso porque llenó mi corazón de tanto calor que me quemó de adentro hacia afuera. —¿Qué es esto? —preguntó en voz baja. Di un paso hacia él.

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—¿Qué es qué? —Dime —respondió mientras se levantaba—. ¿Qué es esto si no es emoción? Lo miré fijamente, sin poder comprender lo que estaba diciendo, sin atreverme a tener esperanza. —La canción… ¿eso es lo que sientes? Nino avanzó hacia mí lentamente y me observó como si hubiera destrozado todo lo que él creía. Se detuvo justo frente a mí, parado dos escalones por debajo de mí de modo que estuviéramos al mismo nivel visual, y apenas pude respirar. —Antes de ti, había calma. Había orden y lógica. Recordé el comienzo de su canción, esa composición perfecta. —¿Y ahora? —Dejé escapar un ronco suspiro. —Ahora —gruñó y su expresión se retorció—, ahora hay caos. Tragué. ¿Qué se suponía que debía hacer con ese tipo de revelación? Me sobresaltó acunando mis mejillas, acercando nuestros rostros, respirando con fuerza contra mi boca, sus ojos casi desesperados. —¿Y quieres que la calma vuelva? —susurré.

Sus cejas se fruncieron a medida que me contemplaba. Bajó la cabeza y me besó, suave y lento, nada que hubiera esperado debido a la mirada en sus ojos. —Sí y no. Quizás. No lo sé —dijo en voz baja—. Lleva un tiempo acostumbrarse. Y se alojó nuevamente en mi corazón, esa estúpida esperanza de que tal vez algún día Nino podría… Nino me amaría.

Nino Remo me miró con recelo cuando ponía unas cuantas armas más en el maletero de su auto. Se iría a Chicago en unas pocas horas con Fabiano. Nos reuniríamos en Sugar Trap en treinta minutos para algunas preparaciones de último momento.

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—Todavía creo que debería ir contigo —dije con firmeza—. Fabiano y tú en Chicago son una combinación volátil. —Fabiano sabe más sobre la Organización que cualquiera de nosotros, y debes asegurarte que no pase nada aquí. Puedes mantener las cosas en orden si Fabiano y yo no regresamos. —Tus posibilidades de regresar aumentarían si fuera contigo. —Estas últimas semanas, has sido errático, Nino. Creo que es mejor si te quedas aquí. Fruncí el ceño. Tenía un mejor manejo de mí mismo, y las pesadillas habían cesado. Pero no era el mismo que antes. No podía negarlo. Remo tocó mi hombro. —¿Qué está pasando? ¿Tengo que preocuparme? —No soy como solía ser —comencé, sin saber cómo podía describirle lo que apenas podía entender—. Siento cosas. Todavía es una lucha, todavía no es como siente la gente normal, estoy seguro, pero está ahí. Remo se había quedado muy quieto.

—¿Es por Kiara? Asentí. —Por ella. Luchó contra los demonios de su pasado y me hizo darme cuenta que yo también estaba encadenado por los recuerdos, controlado por algo que pensé que había dejado atrás. Remo miró hacia otro lado, la furia contorsionando su expresión. —Nuestra madre debería estar muerta. Padre debería haberla matado después de sacar a Adamo de su vientre. Debería haberla matado cuando me hice cargo, pero todavía está allí. Todavía está jodidamente viva. Toqué el hombro de Remo. —Es como si estuviera muerta. La sombra de una persona. Ella es el pasado. Remo asintió bruscamente y se encontró con mi mirada, algo oscuro y peligroso en sus ojos. Conocía esa mirada y la había visto muchas veces antes. —¿Todavía estás a mi lado ahora que te has vuelto blando por Kiara?

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Agarré su antebrazo sobre el tatuaje de Camorra, y él reflejó el gesto. —Somos hermanos. No solo por nacimiento, sino por elección, y estaré a tu lado hasta que respire por última vez. Nada cambiará eso. Kiara lo sabe, y lo acepta. Te respaldo. —Hice una pausa—. Y no me estoy volviendo blando, no te preocupes. Estas sensaciones nuevas… me preocupaba que me debilitaran, que ya no pudiera ser lo que necesitabas, pero no lo hacen y no lo harán. Aún no siento ni pena ni culpa cuando mato y torturo por nuestra causa, y eso no cambiará. Remo asintió y me soltó. Para él, estaba resuelto. Sabía que todavía estaba allí para él. —Ahora que sé que puedes ocuparte de Las Vegas mientras estoy fuera, tendré que concentrarme en secuestrar a la novia afortunada. Negué con la cabeza. Remo estaba obsesionado. Debería haber sido la voz de la razón en esto y asegurarme que nuestro plan en realidad funcionara. Las emociones no cambiarían el hecho de que era la voz de la lógica entre nosotros dos. Que siempre sería mejor para controlar mis emociones, pero Remo seguiría adelante con su plan sin importar lo que dijera. Kiara me había liberado de las cadenas de mi pasado, y deseaba lo mismo para Remo. Pero Remo era Remo, y nunca permitiría que una mujer viera un lado de él que no evocara terror y miedo.

Cuando regresé a casa temprano esa noche, Kiara estaba afuera en el jardín, practicando cómo disparar un arma. Había mejorado mucho desde la primera vez que había sostenido un arma en la mano. Adamo estaba a su lado, ajustando sus brazos de vez en cuando. Sería iniciado en tres semanas, en su decimocuarto cumpleaños, y ahora se había alejado aún más de Remo, Savio y de mí. La única persona con la que aún hablaba a diario era Kiara. Ella disparó una vez, golpeando el blanco. Adamo sonrió. Luego me vio y se puso rígido. Después de decirle algo a Kiara, se fue. Kiara se dirigió hasta mí, con el arma todavía en su mano. Estaba radiante, luciendo jodidamente orgullosa, y mi corazón volvió a dar ese extraño vuelco que siempre me asustaba. —¿Viste eso? —preguntó cuando se detuvo frente a mí.

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—Eres buena disparando. Sus cejas se fruncieron. —¿Está todo bien? Tienes una mirada extraña en tu rostro otra vez. Tomé su mano y la guie a la mansión. Me siguió sin dudarlo, pero de vez en cuando me echó un vistazo confundida. Cuando llegamos a nuestra habitación, le quité el arma y la puse en la mesita de noche. Entonces la atraje contra mí y la besé. Sus manos se apoyaron en mi pecho, acariciando y tirando, mientras su boca se movía contra la mía. Sabía a menta y chocolate, y no podía tener suficiente. Levantándola, la acosté en la cama y luego me puse encima de ella, presionando mi polla dura contra su centro. Gimió en mi boca y sacó mi camisa de mis pantalones. Me incorporé y descarté mi camisa rápidamente antes de volver a apoyarme sobre el suave cuerpo de Kiara. Sus manos vagaron por mi espalda hasta mi cuello, acercándome, la besé con más fuerza y mecí mis caderas contra su pelvis. Ella jadeó. —Nino. Te necesito. Empujé su blusa sobre su cabeza y después succioné su seno en mi boca a través de su sujetador de encaje mientras mi mano viajaba hacia sus pantalones

cortos. Los abrí y metí la mano en sus bragas, por encima de sus suaves rizos y entre sus pliegues, encontrándola caliente, húmeda y lista. Mierda. Deshice sus pantalones cortos, bajándolos por sus piernas, luego también trabajé rápidamente con sus bragas y me bajé los pantalones y calzoncillos antes de asentarme entre sus piernas y empujarme con un movimiento profundo y duro. Gemimos y las uñas de Kiara arañaron mi espalda. Gruñí cuando mis bolas se apretaron. Guie una de sus piernas hacia arriba y entonces comencé a follarla con embestidas lentas y duras. Sus ojos permanecieron en los míos a medida que sacaba de sus labios un gemido tras otro. Había confianza y amor en sus ojos. Ahora lo podía ver. No estaba seguro de por qué antes tuve problemas para leer esas emociones en su mirada. Pero mi propio pecho se apretó, y mi jodido corazón muerto se llenó de emoción. Maldición, era doloroso, pero era el mejor dolor que jamás hubiera sentido. Envolví mis brazos alrededor de Kiara, acercando aún más nuestros cuerpos, necesitándola jodidamente más cerca porque solo ella llenaba el agujero en mi pecho. Solo ella podía mirar hacia el abismo negro que era mi alma y encontrar algo adorable ahí.

330

Mi garganta se apretó, pero forcé las palabras que había querido decir durante días. —Te amo. —Mis embestidas vacilaron cuando escuché esas dos palabras en voz alta, cuando las escuché salir de mis labios. Kiara se tensó debajo de mí, sus ojos abriéndose de par en par, y maldita sea, me recompuse y empujé dentro de ella otra vez. —¿En serio? —susurró. —En serio, con mi jodido corazón muerto. Con cada maldita fibra de mi ser. Jadeó cuando incliné aún más mis estocadas, y sus ojos todavía mostraban incomprensión, como si no pudiera creerlo. Me estiré entre nosotros, alcanzando su clítoris, y reclamé sus labios. Ella se arqueó, estremeciéndose, y también me corrí. Mantuve mis ojos abiertos, seguí viendo el hermoso rostro de Kiara retorciéndose de placer. Siempre he disfrutado del sexo. Era lo más cercano que podía llegar a sentir, pero el sexo con emoción era algo completamente distinto. Era la jodida perfección. Permanecí encima de Kiara incluso cuando comencé a ablandarme y la besé una vez más. —Me amas —susurró—. ¿En serio?

—Te amo. En serio. No simularé afecto o amor nunca más, porque contigo, no necesito simular. Arrastraste esa parte muerta de mí del pasado y la reviviste. No morí hace quince años, pero tampoco viví… hasta ti. Me abrazó aún más fuerte. —Te amo, Nino. Una parte de mí murió hace seis años, pero me ayudaste a vivir nuevamente. Nuestros pasados nos habían marcado a los dos, pero juntos luchamos contra nuestros demonios y salimos campeones. Nunca una victoria se había sentido mejor.

FIN 331

Próximo Libro Remo Falcone está más allá de la redención. Como Capo de la Camorra, gobierna con una mano brutal sobre su territorio… un territorio que la Organización de Chicago infringió. Ahora Remo está buscando retribución.

332

Una boda es sagrada, robar a una novia sacrílego. Serafina es la sobrina del Jefe de la Organización, y su mano ha sido prometida en matrimonio durante años, pero al ser raptada en su vestido de novia de camino a la iglesia por Remo, Serafina se da cuenta rápidamente que no puede esperar la salvación. Sin embargo, incluso en las manos del hombre más cruel que conoce, está decidida a aferrarse a su orgullo, y Remo pronto comprende que la mujer a su merced podría no ser tan fácil de romper como él pensaba. Un hombre despiadado en la búsqueda de la destrucción de la Organización al romper a alguien que se supone que debe proteger. Una mujer con la intención de poner a un monstruo de rodillas. Dos familias que nunca serán las mismas.

The Camorra Chronicles #3

Sobre la Autora Cora Reilly es la autora de la serie Born in Blood Mafia, Camorra Chronicles y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos peligrosamente sexy. Antes de encontrar su pasión en los libros románticos, fue una autora publicada tradicionalmente de literatura para adultos jóvenes. Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Collie barbudo, así como con el hombre lindo pero loco a su lado. Cuando no pasa sus días soñando despierta con libros sensuales, planea su próxima aventura de viaje o cocina platos muy picantes de todo el mundo. A pesar de su licenciatura en derecho, Cora prefiere hablar de libros a leyes cualquier día.

333

Born in Blood Mafia Chronicles: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Luca Vitiello Bound by Honor Bound by Duty Bound by Hatred Bound by Temptation Bound by Vengeance Bound by Love Bound by the Past

The Camorra Chronicles: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Twisted Loyalties Twisted Emotions Twisted Pride Twisted Bonds Twisted Hearts Próximamente

Créditos Moderadoras LizC M.Arte

Traductoras

334

Brisamar

M@r

Dany

MaryT

Fefe

MEC

FerEsq

Perséfone

Joss_P

Yoshioka13

LizC

Ziio Romero

Corrección, recopilación y revisión final Bella’, Indiehope y LizC

Diseño JanLove

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Twisted Emotions - The Camorra Chronicles 02 - Cora Reilly

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