SWEET HOME 02 - SWEET ROME - TILLIE COLE

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Moderadora nElshIA

Traductoras Agus901

Jane

Niki26

Axcia

JesMN

Pachi15

cereziito24

Marif22

rihano

Corazón de Tinta

Mere

Shari Bo

Curitiba

Mir

Vettina

Gracekelly

Nelly Vanessa

W.Finley

nElshIA

Correctoras armonia&paz

Kuami

Osma

cereziito24

Neige

Pachi15

Dabria Rose

Niki26

Recopilación y Revisión Kuami & Neige

Diseño Otravaga

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Sinopsis

Capítulo 21

Prólogo

Capítulo 22

Capítulo 1

Capítulo 23

Capítulo 2

Capítulo 24

Capítulo 3

Capítulo 25

Capítulo 4

Capítulo 26

Capítulo 5

Capítulo 27

Capítulo 6

Capítulo 28

Capítulo 7

Capítulo 29

Capítulo 8

Capítulo 30

Capítulo 9

Capítulo 31

Capítulo 10

Capítulo 32

Capítulo 11

Capítulo 33

Capítulo 12

Capítulo 34

Capítulo 13

Capítulo 35

Capítulo 14

Capítulo 36

Capítulo 15

Capítulo 37

Capítulo 16

Epílogo

Capítulo 17

Capítulo Extra

Capítulo 18

Próximo Libro

Capítulo 19

Sobre la Autora

Capítulo 20

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Conociste a Romeo Prince en la exitosa novela, Sweet Home. Ahora escucha la historia de sus labios: a puertas abiertas, sin censura, y en carne viva hasta el tuétano. Me da risa cuando oigo que la gente piensa que Molly y yo nos precipitamos demasiado, recitando que no podemos sentir tanto el uno hacia el otro en tan corto espacio de tiempo. Y digo yo, ¿cómo demonios lo pueden saber? Lo logramos, ¿no? Ella se convirtió en toda mi vida, ¿verdad? ¿Y en cuanto a mis viejos no siendo reales, siendo verdaderos? Díganme eso a los diez, once, doce, maldita sea, toda mi desgraciada vida, cuando yo nunca era suficiente, cuando me golpeaban hasta sangrar por ser demasiado bueno en el fútbol y no ser todo lo que ellos habían soñado: el hijo perfectamente obediente. Díganselo a los miles de niños de todo el mundo cada vez que se lamenten por sus padres idiotas, por cualquier razón estúpida; díganles que el mal no existe en sus ojos. A la mierda Romeo y Julieta. Esta es la historia de mi chica y mía, saliendo de mis labios. Sin sentimientos blandos, sin empalagos, sólo la verdad sencilla y dura, y, porque me siento generoso, voy a dejarte entrar también en más de nuestra historia.

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TUSCALOOSA, ALABAMA EN LA ACTUALIDAD... Corrí por los pasillos del hospital, jadeando, con mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cinco llamadas perdidas. Tenía cinco jodidas llamadas perdidas. Algo estaba mal con Mol, y Dios, me sentía enfermo por la forma en que había dejado las cosas entre nosotros. Todo el mundo habla de no dejar nunca las discusiones con un mal comentario por si alguno de ustedes nunca regresa. La gente nunca escucha, pero ahora, la idea de no volver a ver a mi chica otra vez me tenía casi girándome completamente del remordimiento. Mis pies flaquearon mientras caminaba de forma impetuosa a través de pasillo tras pasillo, el terror puro robando mi maldito aliento. ¿Y si algo malo pasaba? ¿Y si la cirugía no había sido un éxito, después de todo? ¿Qué pasa si algo había ido mal después que peleamos? Y me fui dejándola sola, me enojé por su depresión y la dejé por su jodida cuenta, a solas con sólo sus oscuros pensamientos por compañía. Renunciando al ascensor ocupado, subí las escaleras de dos en dos a la vez, todo el camino hasta el cuarto piso, llegué prácticamente reventado a la entrada de la sala, y corrí a la habitación de Mol. Pasé el control de enfermería sin parar y escuché gritar mi nombre, pero lo ignoré para llegar a mi chica, para llegar a mi Mol, para ver con mis propios dos ojos que ella estaba bien. La puerta a su habitación estaba cerrada, así que golpeé hacia abajo en el mango. La puerta se abrió balanceándose, la madera estrellándose contra la pared. La sangre se heló en mis venas mientras miraba la habitación vacía, las sábanas limpias en la cama, el suelo oliendo a desinfectante, y su maleta desaparecida. Mis manos comenzaron a temblar y mi corazón pareció detenerse. ¡No! No, no, no, no... ella no podía estar... Tropezando hacia atrás con pies temblorosos, mi espalda golpeó el marco de la puerta y pude sentir mis piernas cediendo, mi trasero golpeando el suelo, un segundo después con un ruido sordo. —¿Romeo? —Pude oír una voz a mi lado, tratando de llamar mi atención, pero no podía concentrarme; todo era confuso, forzado. Una mano presiona firmemente mi brazo, me sacude fuera de mi estupor. —¿Romeo?

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No podía moverme, no podía hablar. —¡Sr. Prince! Mirando hacia arriba, vi a Marnie, la enfermera de Molly, de pie encima de mí, mirándome con una expresión preocupada. —¿Dónde…? —Me aclaré la garganta obstruida―. ¿Dónde está? ¿Qué pasó? El rostro de Marnie palideció. —¡Oh, no, querido! ¿Crees que...? ¡No, no! Molly está bien. Ella está bien. Mi corazón repentinamente dio un vuelco de nuevo ante sus palabras. —¿Qué? — susurré, necesitando oírla de nuevo. —Molly está bien, pero... —Sus ojos se suavizaron y atenuaron con tristeza. —Pero, ¿qué? —pregunté, poniéndome de pie. Su mandíbula comenzó a hacer clic de nervios—. ¡Cristo, Marnie! Pero, ¿qué? —espeté enérgicamente. —Hace un par de horas, tu mamá le hizo a la Srta. Shakespeare una visita. Mi corazón se hundió y una rabia incontrolable surgió dentro de mí. —¿Ella hizo qué? —pregunté. Marnie dio un paso atrás con miedo. Mierda. Retrocedí, con los puños apretados. —¿Qué hizo esa perra? —Ella... ella la atacó, la golpeó... Fue arrestada, Romeo. Molly tuvo que declarar ante la policía. —¡Mierda! —Me di la vuelta y di un puñetazo a la pared, el delgado yeso se agrietó bajo la presión, con mi respiración y furia descontrolada―. ¿Dónde está Mol ahora, con la policía? Marnie miró brevemente hacia el suelo antes de encontrar mi mirada frenética. — Querido... —¿Qué? —le pregunté cortante. No me gustó su tono. Parecía como si estuviera tratando de reconfortarme o algo parecido, preparándome para una caída. Ella dio un paso hacia adelante, con las manos extendidas, tranquilizándome. — Querido... ella... Gimiendo y perdiendo la paciencia, di una larga mirada alrededor de la habitación vacía. A medida que mi mirada se posó en la estrecha cama, no pude dejar de recordar el rostro destrozado de Molly cuando salí esta noche. Era como si ella hubiera terminado, conmigo, con toda nuestra jodida situación... con la vida. Espera. Mientras echo una última mirada sin ver por la pequeña ventana, todo quedó claro... Mi mirada volvió a Marnie, y ella se hundió visiblemente donde se encontraba parada. El sólo gesto me dio la respuesta. Ella me había dejado. Había huido. Jodidamente había salido corriendo. —Lo siento mucho, Romeo. Ella se aseguró que nadie la viera salir. Antes, me dijo que no podía soportarlo más, y supongo que simplemente se rompió. Revisamos las cámaras de seguridad. Salió directamente por las puertas delanteras y se metió en un coche. —Sus ojos me contemplaron con simpatía—. Llevaba todas sus pertenencias con ella.

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Mi corazón se encogió en mi pecho. Incapaz de hablar, retrocedí por el pasillo, sacando mi celular. Las otras enfermeras de turno me miraron al pasar con variadas miradas de lástima. Pulsé en el nombre de Molly, pero fue directamente al buzón de voz, así que dejé un mensaje: "¡Molly! ¿Dónde estás, cariño? Lo siento por lo que dije y dejarte así. Acabo de oír por la enfermera lo ocurrido con mi madre. ¡Dios mío, Mol, dijeron que te atacó... otra vez! Por favor, dime dónde estás... Dejaste el hospital sin decírselo a nadie. Por favor, llámame." Corrí hacia mi Dodge, con la mente en actividad frenética mientras trataba de pensar en la gente que debería llamar y los lugares en los que debería buscar. Tenía que encontrar a mi chica.

—¡Mol! ¡MOLLY! —grité, ascendiendo las escaleras de la casa, haciendo caso omiso de los gritos y chillidos de las chicas mientras pasaba cada piso. Tenía que estar aquí. ¿Dónde más podría jodidamente recuperarse? Entré rápidamente en su habitación y, al instante, una ola de desesperación me golpeó. No estaba aquí. Todo estaba todavía como lo había estado, la cama ligeramente arrugada de donde habíamos hecho el amor antes de la cena de bienvenida, sus notas de clase repartidas por todo su enorme escritorio, y, Dios, ese libro que estaba leyendo como si fuera la maldita Biblia en el centro, las páginas dobladas, etiquetas de colores garabateadas con sus pensamientos, línea tras línea de párrafos resaltados... y esa pequeña imagen, atesorada foto polaroid como el separador. Eso me cortó como nada que nunca había sentido antes. No la había mantenido a salvo como le había prometido. Le había fallado. Luchando contra el impulso de derrumbarme, me dejé caer en la cama, preguntando a la gran habitación vacía—: Joder, ¿dónde has ido, cariño? Dos fotos sobre su mesita de noche atraparon mi atención. Las únicas dos fotos al lado de su cama, diablos, en toda su habitación. Una de los dos besándonos antes de uno de mis partidos, ella vestida con mi jersey Tide, con sus piernas envueltas alrededor de mi cintura y sus brazos agarrando mi cuello mientras sonreía de felicidad contra mis labios. La segunda era de Mol de niña, con su abuela, de nuevo en Inglaterra. No pude evitar esbozar una pequeña sonrisa mientras levantaba la imagen de la pequeña niña con demasiado pelo, pecas, y las jodidas gafas más grandes que he visto nunca. Pero esa sonrisa pronto se convirtió en todo un mundo de dolor. Ella se había ido. Jodidamente había roto su promesa y me dejó. Ninguna chica, no queda ni una sola persona que fuera mía. Había sido demasiado presionada, y cuando la mierda saltó a la prensa, ella cortó y huyó. Mientras acariciaba mi pulgar sobre la linda cara sonriente de cinco años de edad, una lágrima bajó por mi mejilla y salpicó el cristal. No sabía qué hacer sin ella; se había convertido en toda mi maldita vida. Apenas podía pensar en volver a los días en que ella

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no estaba a mi lado, amándome y dándome lo que necesitaba. Cristo, había sido así desde el día en que, literalmente, se metió en mi vida, pisoteando mi mierda, y robó mi maldito corazón vacío. La puerta de la habitación se entreabrió y Ally, mi prima y una de las mejores amigas de Molly, se deslizó en el cuarto oscuro. —Hola, Rome —dijo, con voz suave y cautelosa. No miré hacia ella, no podía, y, finalmente, se sentó a mi lado, sin decir una palabra. Yo seguía mirando la imagen cuando Ally se acercó y la tomó de mis manos. —Es definitivamente única en su especie, ¿no es así? —dijo con una sonrisa triste. Resoplé dejando escapar un suspiro tenso y asentí, tomando de nuevo el marco, sintiendo un nudo obstruir mi garganta. Ally suspiró y agarró mi mano con fuerza. —¿Huyó? Mi silencio le dio la respuesta, y mi cabeza cayó hacia adelante con abatimiento. — ¿Qué diablos voy a hacer sin ella, Al? —Ella va a volver. Estoy segura. Sólo tenía demasiado con que tratar. Demonios, apuesto a que nunca pensó que gente como tus padres, incluso existieran, sin contar que ella estuvo en el blanco de su mierda. La mayoría de la gente no cree que haya gente capaz de semejante crueldad. Sólo que nosotros lo sabemos bien, eso es todo. —No puedo hacer esto sin ella. Jodidamente, no puedo vivir sin ella a mi lado. — Finalmente miré a Ally, cuyos ojos marrones me miraban sin poder hacer nada—. Me gusta lo que soy ahora con ella, debido a ella. Odiaba el hombre que era antes. —Ella va a volver —reiteró, esta vez con pertinaz convicción. Yo no estaba tan seguro. —No puedo dejar de pensar en el día que nos conocimos. Sigue reproduciéndose en un espiral en mi mente. Ally rió y apoyó la cabeza en mi hombro. —Lo recuerdo, también. —Siempre hubo algo de ella, ¿sabes? Algo que quería, necesitaba. Incluso en aquel entonces. Sabía que me entendería si simplemente la dejaba. Pude ver algo especial en ella, y ella en mí. —Entonces aférrate a eso porque Molls seguro también lo sintió, todavía lo hace. Sólo está nublada por el dolor. Piensa en todo lo que ustedes han tenido que pasar. No te dejará permanentemente después de eso. Están destinados a estar juntos. Recostándome en la cama sin hacer y mirando al techo, dejé que la ira enterrada dentro de mí se desatara, gruñendo un fuerte ¡Joder! Mis manos se tensaron, agrietando el cristal del marco de la foto, pero ignoré el dolor rebanando en mi palma, demasiado preocupado por limpiar la hermosa cara de cinco años, de Molly, ahora manchada con mi sangre. —Cristo, Shakespeare —dije con voz áspera, obsesionado por esos ojos caramelo—. ¿Dónde diablos has ido? —Rome —Ally dijo en voz baja. —¿Qué? —Te estás poniendo cada vez más enfadado de nuevo. —Hizo una pausa durante un largo rato—. No quiero que vayas por ahí. Has estado mucho mejor últimamente.

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Aspirando con fuerzas y tartamudeando, le dije—: Debido a ella. He estado mejor gracias a ella. —Entonces háblame sobre eso. Dime cómo se enamoraron. Sé algo, pero no toda la historia. Habla conmigo. Poco a poco sentándome de nuevo, miré a mi preocupada prima a los ojos. —No estoy seguro de que pueda, Al. Todo es tan doloroso. Ally frotó una mano suavemente en mi espalda. —Será bueno para ti. Tienes que recordar por qué has cambiado, lo que les atrajo a ustedes. Es bueno hablar. No veo regresando al Rome que eras antes de Moll. Era como si hubieras estado adormecido toda tu vida, sin dejar a nadie entrar nunca, y el conocer a Molly despertara de una puta vez. Sintiendo un ardor en mi pecho, eché un vistazo a al balcón, nuestro balcón, y mis ojos se difuminaron en la avalancha de recuerdos corriendo a través de mi mente. —Yo... Supongo que todo comenzó hace meses. Lo recuerdo tan claramente. Era como cualquier otro normal, típico día...

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UNIVERSIDAD DE ALABAMA, TUSCALOOSA HACE VARIOS MESES... Lo sentí en el momento en que salió de mis manos. Fue perfecto: la espiral a la perfección, la velocidad y el ángulo impecable. Observé, conteniendo la respiración, mientras la pelota volaba por el aire, planeando suavemente por el campo, luego aterrizó directo en las manos extendidas de Gavin Sale, el receptor abierto. Era el sexto pase que daba con tal precisión en la última hora a solas, y esta vez, todo el equipo se detuvo y me miró de pie congelado, todavía en mi posición. El entrenador Dean pasó por encima, mirándome divertido, y fue a dar una palmada con su mano en mi hombro hasta que me estremecí y retrocedí. No se había dado cuenta de mi reacción que esperaba que me causara dolor. Estaba agradecido. Papá no querría rumores para empezar. —¡Rome! ¿Qué demonios, hijo? ¡Nunca he visto un brazo como el tuyo en la totalidad de mis veinte años como entrenador! La forma en la que lanzas la pelota es como... como... una bala ¡que se disparó con una pistola! Un arranque de orgullo se extendió por mi pecho con su alabanza, y me enderecé un poco más alto para ver a todos mis compañeros de equipo asintiendo en acuerdo. Era bueno en el fútbol. Era realmente bueno en algo. Puedo no ser el hijo perfecto, el chico de mejor comportamiento en el mundo, pero eso no significaba que fuera un completo fracaso como mamá siempre decía. Había encontrado algo que podía hacer bien y, al parecer por la reacción del entrenador, era mejor que la mayoría. Los músculos de mi cara se crisparon, y pude sentir cómo empezaba a sonreír; sólo era pequeña, pero ahí estaba. Era algo que nunca, nunca hacía —expresar alegría— y cuando Austin Carrillo, mi mejor amigo y compañero de equipo, pasó por encima, y me dio un gran choque de cinco, dejándome ser feliz. Sólo por una vez, me dejé sentir contento de quién era: un mariscal de campo, lo mejor que el entrenador había visto en veinte años. No debería haberme molestado ser feliz, sin embargo, porque, por supuesto, en el momento que bajé la guardia, él llegó para llevarse todo por la borda. El gran Bentley plateado se detuvo justo al lado del campo, y mi padre dio un paso fuera: grande, siniestro, e intimidante. Todos los padres dejaron de charlar y observaron a Joseph

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Prince mirar hacia donde yo estaba en el campo. Estaba vestido con su traje de color gris plateado, ejerciendo poder dominante. Los otros padres mantuvieron las distancias; la gente alrededor de Tuscaloosa sabía que no debían acercarse a él a menos que fueran invitados. El entrenador Dean no captó esa nota, sin embargo, y al ver llegar a mi padre, se acercó a él, tirando de mí emocionado. Por supuesto, el entrenador no sabía la opinión de mi papá sobre que jugara al fútbol. Nadie lo sabía. El entrenador no tenía ni idea del castigo al que me enfrentaba al ser sorprendido aquí, en el campo o que me escapé de mi habitación para hacer el entrenamiento de hoy, actuando directamente contra las órdenes de mi padre Mi cabeza bajó mientras nos acercábamos, no podía enfrentarme a ver la ira en sus ojos. —Sr. Prince, estoy tan feliz de que haya venido. Tengo que decirle, señor, que nunca he visto un talento como el de su hijo en toda mi carrera como entrenador, y ¡sólo tiene diez años! Sinceramente, creo que podría llegar lejos. —El entrenador puso su brazo alrededor de mi hombro y lo apretó—. Su hijo va a jugar por los Tide, recuerde mis palabras. En ocho años, ¡veremos cómo conducirá a Bama al campeonato de la liga de fútbol! Me quedé mirando el suelo, sin atreverme ni una sola vez a levantar los ojos. —Rome, entra en el coche —ordenó papá fríamente, y mi corazón se hundió cuando rompí el agarre del entrenador y corrí al asiento de atrás, temblando con la temperatura demasiado fría del cuero negro debajo de mis piernas. Me até a mí mismo, observando la tela de la espalda de mi padre mientras hablaba con el entrenador. El entrenador Dean tragó, oyendo estupefacto lo que mi papá le estaba diciendo. Le estaba diciendo que no podía volver, que no podía perder el tiempo en el fútbol nunca más, que tenía un deber como un Prince y que el fútbol no lo era todo. Dejando al entrenador allí de pie congelado en estado de shock, mi papá giró sobre sus talones e irrumpió de nuevo en el auto. Cerrando de golpe la puerta del lado del conductor, arrancó el motor. Me aseguré de mantener la cabeza baja. Sabía que estaría mirándome por el retrovisor, sus ojos castaños se iluminaron con furia, así que seguí con mi barbilla pegada a mi pecho, evitando mirarle directamente a los ojos. —La cagaste hoy, Romeo —dijo con calma. Me estremecí. Romeo. Odiaba ese nombre. Siempre hacía que se me encogiera el estómago y jadeara. Mis uñas se clavaron en las palmas mientras mis manos se apretaban en puños a los costados. Había estado verdaderamente enojado últimamente, tan enojado que a veces era una lucha contenerlo. No sabía cómo hacer para detenerlo. —¿Crees que fue inteligente escaparte y venir aquí cuando ya te había dicho que no? No le respondí, estaba demasiado asustado, demasiado enojado para responder. —¡Respóndeme! —gritó, golpeando el volante con su gran mano.

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—N-no, s-señor, no fue inteligente —dije en voz baja, tratando de evitar que mi voz se rompiera. Se limitaría a reír si lloraba; siempre empeoraba las cosas. Decía que me hacía débil. Mi padre odiaba la debilidad. —¿Quieres que la gente de por aquí corra la voz sobre lo bueno que eres en el fútbol? Lo deseaba, pero esa no era la respuesta que esperaba que le diera. —No, señor. —Así que de ahora en adelante, ¡haz lo que te digo! ¿Cuántas veces tenemos que pasar por esto? Tengo planes para el Príncipe del Petróleo, planes que ya irás conociendo. ¡El fútbol es inaceptable, chico! Condujimos el resto del camino a casa en silencio. Cuando el Bentley se detuvo en la entrada, corrí a la casa y subí a mi habitación, haciéndome una bola pequeña en la parte superior de la cama, esperando lo que sabía iba a ocurrir a continuación. Y así fue. Era la única constante en mi vida. Después de unos minutos, oí el crujido de las antiguas escaleras, y un momento después, la puerta del dormitorio se abrió y mi padre entró en mi habitación, con chaqueta y corbata, las mangas de la camisa blanca arremangadas hasta los codos. Siempre estaba tranquilo, sereno. Realmente nunca lo había visto alterarse. Cuanto más tranquilo estaba él, más miedo tenía yo. Hoy el silencio era sepulcral. Contuve un grito cuando me miró y tomó un cinturón fino de cuero negro entre sus manos. —Levántate, Romeo. Esto será más rápido si no pones resistencia. Tienes que ser castigado por desobedecer mis órdenes. Tomando una respiración profunda, me puse de pie y me detuve en el centro de la habitación, con los ojos fuertemente cerrados, con las muñecas juntas hacia fuera, esperando que las atara, sabiendo lo que vendría después. Prefería el dolor. El fútbol era lo que quería y no cedería a ese sueño, por nada en el mundo... Abrí mis ojos, con mi cuerpo rígido con el viejo recuerdo que rondaba mis sueños, mi corazón latía con fuerza en mi pecho y mi respiración era irregular. Fue sólo un sueño... Fue sólo un sueño, me dije una y otra vez mientras apartaba mi pelo largo y sudoroso de mis ojos, inhalando profundamente por la nariz, tratando como el infierno de calmarme de una puta vez. Mi alarma irrumpió a través de mi pánico, la maldita cosa sonaba su molesto tono a todo volumen estúpidamente alto. —¡Ehh! Bala, apágalo —gimió una voz femenina.

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Temiendo lo que fuera a encontrar a mi lado esta mañana, miré hacia abajo, siguiendo el sonido de la voz. Tumbado con mi pecho desnudo, estaba... estaba... joder si lo supiera. Una chica al azar. Esa sensación de malestar familiar irrumpió en mi estómago y apreté los ojos con fuerza. Caray, tenía que dejar la bebida y de follar así. Este era mi momento del año para tomar en serio, sin más distracciones y sin sentirme como una mierda. Levanté la cabeza con cautela, probando la gravedad de mi resaca y me estremecí ante el brillante sol de la mañana que entraba a través de la ventana. Jesús, ¿qué demonios bebí anoche? La chica volvió a gemir con el movimiento, y la aparté de mi lado, su trasero resacoso cayó al colchón mientras me deslizaba por el borde de mi cama, suspirando con disgusto mientras veía el condón usado todavía en mi pene. Bonito. Mirando hacia atrás, traté de recordar algo... cualquier cosa, un poco de información acerca de quién en diablos era. No había nada, sólo flashes fragmentados de una fiesta y de ir a mi habitación... y luego dulce. Mierda. Todo. La misma mierda, diferente día. Me puse de pie, estirando mis brazos. Al ver un vestido rojo arrugado en el suelo de madera, lo tomé y lo tiré sobre el trasero desnudo de Jane Doe. —Voy a la ducha. Siéntete libre de irte. Ella murmuró algo ininteligible y poco a poco se despertó al escuchar esas palabras. Haciendo lo que le dije, se puso el trozo de vestido, recogió sus zapatos, y sonrió con satisfacción mientras salía de la habitación. —Nos vemos más tarde, Bala. Mereció la pena la espera. Todos los rumores acerca de ti eran ciertos. Demonios, tratarnos significaba, mantenerlas interesadas. O ser el mariscal titular de los Tide y hacer lo que condenadamente te gusta. Aun así venían exigiendo más. Era una novedad joder al gran Bala Prince. Después de dúchame, me puse mis pantalones cortos de entrenamiento, la camisa y agarrando mis botas de fútbol, bajé las escaleras de la casa de la fraternidad. Austin y Reece ya estaban esperando por mi perezoso trasero en la cocina, así que recogí mis gafas de la isla y las dejé caer el maldito pájaro de Austin, quien se rió en mi lamentable estado mientras me preparaba un batido de proteínas, y nos dirigimos hacia la puerta. —¿Es esa chica que se fue hace un momento la tuya, Rome? —preguntó Reece, casi corriendo para mantener el paso con Austin y yo mientras caminábamos al gimnasio. Me encogí de hombros y le contesté—: Ella no es mía, sino que toda la evidencia sugiere que me la tiré. —Será mejor que envuelvas a esa mierda —regañó Austin.

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Maldita sea es cierto. Lo último que quería era que una aspirante a esposa NFL sin importancia me atrapara con un niño. —Trato hecho. Nunca monto a pelo. La evidencia todavía estaba en mi pene esta mañana. Soy de esa clase. Austin me dio una palmada en la espalda, riendo y Reece me dio un codazo en las costillas. —Era sexy, hombre. ¿Recuerdas algo de cómo era ella? ¿Fue bueno? Reece. Me encantaba el maldito chico, pero tenía que tener más sexo y dejar de tratar con mis descartes. Reece aparentaba tener doce años —pelo rubio, ojos azules— y me sentía muy mal cuando hablaba de follar con jovencitas. El hijo de puta tenía muy buen gusto para vestir, con un polo de manga corta parecía un maldito anuncio de Ralph Lauren. —Ni puñetera idea. —Me volví hacia Austin, quien estaba sonriéndome—. ¿Qué demonios bebimos anoche? —Más bien qué no bebimos. Sí, eso me gustó más. Ahora recuerdo por qué me emborraché. Mis padres me habían llamado... otra vez, sobre el maldito compromiso, y de inmediato volví con el tequila. Austin, como mi mejor amigo, se unió a mí hasta emborracharnos completamente. —Mierda. El entrenador tendrá nuestro trasero. Huelo a maldito tequila —gemí. Fui de nuevo por el batido de proteínas, haciendo caso omiso de Reece mientras sonreía y dijo—: Maldita sea, Bala. Siempre estoy deseando estar contigo, y no sin una chica, toda la maldita facultad sigue todos tus movimientos. Pero cuando el entrenador te mira con esa mirada, te hace desear no haber nacido. El pequeño cabrón Abercrombie y Fitch, estaba en lo cierto; el entrenador me haría pagar. Duro. No bebías en temporada sin algunas consecuencias graves: autodestruirte, lanzamientos libres, y correr alrededor, eran su forma elegida de castigo en este día. Los Tide todavía entrenaban dos veces al día, lo que significaba trabajar como una perra y vomitar en cada tarea. Dolía, sudaba, pero me encantaba cada minuto de ello. Me daba la oportunidad de desahogarme, de golpear y arrancar mi ira... de acabar a otro maldito día de esta lamentable vida. Diez meses solamente para dejar de ser manipulado o controlado y contaba cada maldito minuto.

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—Mamá —saludé rotundamente, al ver su nombre parpadear en la pantalla de mi iPhone, en el camino de la práctica a mis clases. —Tienes que venir a cenar esta noche —ordenó. Apreté la mandíbula ante su habitual tono gélido. —Lo siento, estoy ocupado. —Entonces, ¡cambia tus planes! Los Blair vendrán y tienes que estar aquí para que podamos discutir a fondo los detalles del compromiso, dejar todo arreglado de una vez por todas. Shelly será la anfitriona de la iniciación de su hermandad de las nuevas promesas esta noche, pero debes estar aquí a pesar de su ausencia. —Tengo entrenamiento de nuevo esta noche. El entrenador cuenta con nosotros para un doble entrenamiento. Ya te lo había dicho. Silencio. —Vendrás esta noche, Romeo —respondió finalmente, sus palabras goteaban autoridad. Me detuve en seco, justo afuera del bloque de humanidades. Ya se me hacía tarde para esta maldita clase de introducción debido a la reunión del equipo, y ahora mamá estaba zumbando en mi oído sobre este maldito compromiso y me llamaba por ese maldito nombre... otra vez. Con casi veintidós años y todavía me sentía como un niño. Los pelos de la nuca se me erizaron y pude sentir mi maldita tolerancia a punto de romperse. Pellizcándome el puente de mi nariz, me centré en la sensación de relax del sol ardiente del verano golpeando en mi espalda, tratando de calmarme. No funcionó. Nada lo hacía. —Mira, voy a ir al entrenamiento. No iré —le espeté con firmeza, golpeando mi dedo en el botón de FINALIZAR y metiendo mi celular en el bolsillo de mis vaqueros. Yendo hacia el interior del edificio, traté de dejar que el chorro del aire acondicionado enfriara los demonios de la maldita ira que acostumbra hervir en mi interior. Mi sangre se sentía como ácido bombeando a través de mis músculos. Pero la abracé, dándole la bienvenida incluso. Era un recordatorio de que tenía que alejarme de esas personas, por fin librarme de sus métodos autoritarios. Había tenido que aguantar muchos años su degradante basura. No podía aguantar mucho más. A veces me preguntaba por qué continuaba a su alrededor. Tenía mi propio dinero, una beca completa, pero la verdad era que me sentía atrapado. Ellos me controlaban por

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completo y odiaba ese cruel pedazo de realidad. No tenía una verdadera familia, salvo mis padres, y patéticamente, no podía soportar la idea de estar solo. Además, tenía algunos buenos recuerdos de mi padre antes de que el dinero lo cambiara. Todavía recuerdo la primera vez que me llevó a su oficina en el centro, mostrándome ante sus colegas con orgullo diciendo cómo llegaría un día a ser el director general de Petróleo Prince, su protegido. Recuerdo que me sentí importante... me encantó incluso, pero cuando los años pasaron y el fútbol se convirtió en mi pasión, ese orgullo que mi papá había sentido hacia mí pareció desvanecerse, y continuó su espiral descendente hasta que no quedó nada más que desprecio. Mis padres eran poderosos y despiadados, y la verdad, estaba aterrado de lo que harían si los avergonzaba públicamente al cortarme. La reputación era todo para las personas con las que se mezclaban, y no tolerarían ninguna humillación de mi parte. Sólo tenía diez meses para superarlo antes de que pudiera salir del estado, dejarlos, sólo diez meses más para mantener la farsa. Obligándome a volver al presente, de un golpe abrí el segundo conjunto de puertas, oyendo astillarse la madera contra la pared, irrumpiendo violentamente por los pasillos vacíos, aumentando la presión en mi pecho con cada paso ante el pensamiento de casarme con Shelly. Maldita Shelly Blair. Cristo, me la tiré dos veces en la secundaria y, estúpidamente, una vez en mi primer año, y ella actuaba como si fuéramos compañeros del alma, enamorados. Ni siquiera estoy seguro de que tenga la capacidad de amar a alguien. Esa mierda había golpeado fuera de mí hace mucho tiempo. Es increíble la poca emoción que podía sentir cuando habías sido destrozado a diario, cuando te decían que no eras amado en repetidas ocasiones, hasta que tu corazón dejaba de sentir nada más. Bueno, nada, aparte de ira, constante maltrato físico y verbal que sólo pareció ayudar a hacer crecer esa mierda. Mi teléfono vibró de nuevo, pero no lo miré; Sabía que sería mi papá, exigiendo que asistiera esta noche. Mamá habría llamado a los peces gordos. Si respondo me diría que mi negativa era "¡Inaceptable, muchacho!" Después me amenazaría, chantajearía, diría cuánto él y mamá me odiaban, lamentaban ser mis padres, cómo podía hacer de mi vida un infierno si lo presionaba demasiado. Lo mismo de siempre, nada nuevo. Doblé la esquina, con los puños apretados ante la idea de tener que sentarme junto a Shelly durante la siguiente media hora, atrapado en una sala, no había manera de escabullirme de sus largas garras, escuchando algo del engreído viejo Brit sobre la maldita filosofía religiosa, de todas las cosas. Estaba jodidamente enojado. Simplemente no podía sentarme al lado de Shelly manoseando mis brazos, frotándose contra mi pierna, con la esperanza de ponerme lo suficientemente duro para ceder y follarla después de clase.

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Nunca. Sucedería. Una vez más. Mi pene se quedaba inerte con sólo mirarla. Ella cree que parece muy sexy, con esa melena, senos caros de plástico, y labios rojos falsos. Pero todo lo que veo es una mantis religiosa de mierda, dispuesta a destrozarme. Me puse en camino con la cabeza gacha, hacia el aula, y entonces lo escuché. La risa de Shelly. La risa que sonaba como un millar de gatos estrangulados... lenta, dolorosamente, uno a una. No estaba orgulloso de lo que hice entonces. Bala Prince, mariscal de campo estrella de los Crimson Tide, se lanzó a la derecha y se escondió detrás de una escalera. Aplasté mi espalda contra la fría pared blanca, rogando que nadie me viera escondido como un cobarde, cuando un destello de movimiento a mi derecha llamó mi atención. Una chica sosteniendo una masa de papeles pasó volando alrededor de la esquina, murmurando para sí misma, mirando el reloj, con sus rizos castaños amontonado en su cabeza, gruesas gafas negras, y los más brillantes zapatos de mierda que haya visto nunca. Naranja neón. Cristo. No pude evitar sonreír a todo el conjunto, y casi sentí mis labios estirarse justo para comprobar que estaba realmente allí. ¿Cuándo fue la última vez que malditamente sonreí? Es decir, ¿cuándo fue la última vez que estuve sonriendo por algo que no fuera mirar a algún imbécil que me había hecho limpiar el suelo con él? Sacudiendo la cabeza con incredulidad, me arriesgué a echar un vistazo alrededor de la esquina y vi a Shelly bloquear su mirada sobre la chica y girarse para decirles algo a sus amigas, con una sonrisa maliciosa en los labios. Me tensé, sintiéndome de repente protector de la nerviosa morena; la pobre muchacha estaba completamente inconsciente de lo que estaba a punto de caerle. No pude dejar de mirarla. Se veía tan jodidamente trágico mientras soplaba su alborotado pelo de sus gruesas gafas, corriendo por el largo pasillo, con los zapatos de plástico chirriantes contra las baldosas del suelo con cada apresurado paso. Estaba demasiado preocupado, enganchado en la escena, y me di cuenta demasiado tarde de que Shelly estaba tramando algo. Sólo pude ver como Shel golpeaba los hombros de la chica al pasar, haciendo que todos sus papeles cayeran al suelo. La Furia me poseyó. Ella siempre había sido una perra, pero ver que le hiciera eso a esa chica inocente hizo que me molestara sobremanera. Demonios, no había tomado mucho, con el estado de ánimo en que estaba. Shelly le dijo algo a la chica en el suelo —que no pude oír— pero la morena, no levantó la vista, mantuvo la cabeza baja, haciendo caso omiso de lo que imaginaba era un maldito asunto sin importancia.

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Por qué nunca me entrometía en algo más allá de mí. Culpé a los excesivos golpes en mi cabeza en el fútbol. Eso y estar demasiado excitado para funcionar. No entendía por qué Shelly tiene que tratar a las personas tan mal. Tenía todo en el mundo y aun así, en ocasiones, muestra momentos de ser una buena persona en el fondo. Pero esos momentos no eran suficientes para salvar cualquier amistad que hubiéramos probado. No podía trabajar con la chica. Al salir de mi escondite, me dirigí para decirle a Shelly que se largara, pero fue demasiado tarde. Ya se había ido a clase, viéndose como el gato que se comió al canario1. Al acercarme a la morena, ella se inclinó hacia delante para llegar a los papeles que habían caído muy por delante, y casi gemí alto, mi pene cobró vida. No me jodas. Ese trasero. Ese trasero con curvas perfectas. Rápidamente metí mi erección en cintura y traté de pensar en algo que me enfriara. Jimmy-Don, en biquini. Jimmy-Don en tanga. En realidad... Sonreí burlonamente. Shelly chupando mi pene... Sí, eso me desinfló como un globo defectuoso. Pasando mis manos por mi pelo, me detuve detrás de la chica nueva, evitando mirar su trasero en ese peto corto y con largas piernas bronceadas que sólo me tentaban a alcanzarlas y envolverlas alrededor de mi cintura. Mierda. Mi pene se endureció de nuevo. Abrí la boca para preguntarle si necesitaba ayuda mientras ella escupía—: ¡Malditos idiotas! —para sí misma y se puso de pie. Sus gafas cayeron al suelo en el proceso, la maldita estructura aterrizó justo al lado de mis pies. El tiempo se detuvo. ¿Qué demonios era ese acento? ¿Inglés, tal vez? Fuera lo que fuese, era la cosa más caliente que jamás había oído en toda mi penosa vida. Antes de que pudiera detenerla, una carcajada saltó de mi garganta a la dulce, voz adecuadamente maldiciendo. Ella se detuvo, congelada, mientras me oía detrás de ella. Tenía la cabeza gacha, los hombros juntos, y el suspiro que soltó lo dijo todo, pura derrota. Diablos, sabía cómo se sentía. Me agaché y recogí sus gafas, entonces, sostuve su brazo, haciéndola girar hacia mí. Jesús. Cristo. Grandes ojos marrones, labios rosa carnosos y jugosos, piel suave, clara, y un suave rubor en sus mejillas. Estaba tan cerca que podía oler su piel, dulce, como a vainilla.

1

El gato que se comió al canario: Es un dicho popular que significa que está satisfecha consigo misma por lo que ha hecho.

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Maldita sea, tenía que decir algo, cualquier cosa, no te quedes aquí como un espeluznante puto bicho raro. —¿Puedes ver ahora? —murmuré, mi voz sonó áspera incluso para mí. Ella tenía los ojos entrecerrados y miró hacia arriba. Sus labios se separaron, sus ojos estudiaron cada parte de mi cara desde atrás de las enormes gafas. Ojos marrones, cabello rubio largo, piel bronceada, tenía la capa exterior perfecta, pero un puto amargo centro. Me tensé, esperando a que llegara el momento en que viera quién era yo, Rome "Bala" Prince. La atención me enojaría y luego me iría como un idiota. Ojos marrones dorados me bebieron como de costumbre y luego... nada. Tomando los papeles de mis manos, la chica trató de irse. Ningún reconocimiento entrecortado, ningún coqueteo, sólo... correr para llegar lo más lejos posible de mí. Qué… Me pregunté por un momento si no sabía quién era yo. Pero... nah, estábamos en Bama. Ella estaba en la UA. Cada hijo de puta conocía mi cara, me gustara o no. Sin darme cuenta, agarré su muñeca. —¿Estás bien? Ella no levantó la vista, pero cortésmente murmuró—: Estoy bien. Negativo. Todavía no había contacto con los ojos. Todavía no había reconocimiento. —¿Estás segura? —le pregunté de nuevo, sin la menor idea de por qué. Lo vi en sus hombros: ella había terminado el día. Sus largas pestañas negras ondeaban en sus mejillas ante sus ojos fijos en los míos caramelo. El viento golpeó nada más sacándolo de mi pecho, y no pude moverme. —¿Alguna vez has tenido uno de esos días en la que todo se convierte en una absoluta maldita pesadilla? —preguntó con voz cansada. Inglés. No inglés era como la reina, sin embargo. Su acento tenía un deje que no pude colocar. Cristo, pero era caliente. —Estoy teniendo uno de esos, en realidad. Sus ojos apretados se suavizaron y suspiró. —Entonces ya somos dos. —Sus labios gruesos se torcieron en una sonrisa. Mi corazón hizo algo que nunca había hecho antes. Sintió. Sintió algo... indescriptible. Cada latido posterior parecía más alto y más pesado que nunca, y empecé a asustarme como la mierda.

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—Gracias por ayudarme. Fue muy amable de tu parte —dijo cortésmente, el sentimiento trayéndome de vuelta a la realidad. ¿Amable? No lo creo. Sus ojos me midieron, esperando pacientemente una respuesta. —Amable. Normalmente no es lo que la gente dice cuando hablan de mí —le dije, por fin regresando a mis sentidos. ¿Qué diablos estaba pasando? Vi como sus labios se separaban ligeramente, aspirando con fuerza en shock. Tenía que largarme de aquí, lejos de ella, y dejar de actuar como un maldito cobarde estupefacto. Caray, estaba actuando como Reece. Caminé sin mirar hacia atrás, dándome cuenta de que era la más larga maldita conversación que había tenido con alguien en mucho tiempo, y no me involucraba en nada siendo el maldito príncipe del petróleo de Bama o la próxima gran estrella del fútbol. Había algo diferente en ella, algo... interesante. Como si no le importara una mierda de lo que pensaran de ella, no estaba atrapada en el bombo de fútbol. Su traje y su reacción hacia mí eran prueba de ello. Era... refrescante, sino un poco extraña. Casi como si observara, desde un cuerpo separado, mis botas se detuvieron en seco abruptamente y miré por encima de mi hombro. La chica británica seguía de pie en el mismo lugar, sin dejar de mirar en mi dirección. —Soy Rome —le ofrecí, casi involuntariamente, las palabras se derramaron de mi boca mientras sus ojos se encontraban con los míos. Sus largas pestañas revolotearon hacia abajo, tocando los cristales de sus gafas, y cuando se levantaron, una tímida sonrisa transformó su rostro. —Molly. Asentí y pasé la lengua por mis labios, recorriendo la mirada por su cuerpo, y luego me dirigí a la clase. —¿Rome Prince, me imagino? —dijo la nueva profesora de filosofía con una ceja gris levantada mientras me acercaba al aula, asintiendo con un saludo en silencio y caminando hacia mi asiento en la última fila. Ella, sin duda, había sido informada; los profesores conocían el marcador cuando el fútbol estaba en temporada. Por supuesto, los de fuera de los Estados nunca tenían la cabeza en torno al hecho de que nosotros, los jugadores, teníamos un permiso especial para faltar a clases, cuando teníamos partidos como visitantes, o podría oscilar hasta tarde después de la práctica sin repercusiones. Subiendo las escaleras lentamente, evité la atención de rayo láser de Shelly hasta que ya no tuve otra opción. Me deslicé en mi asiento habitual a su lado, con el brazo deslizándose sobre mi muslo, tan pronto como mi trasero golpeó el asiento de madera. Ally, mi prima, de quien normalmente me sentaba al lado en la clase, no podría venir hoy, dejándome solo con Shelly. Perfecto.

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—Hola, Rome —dijo, toda jadeante, tratando todo lo posible en ser seductora. Shelly, para la mayoría de la población estudiantil masculina, era sexy, pero conocía a la chica debajo, la que tenía toda la personalidad de un mosquito. —Shel —le respondí rotundamente, sin reaccionar a ninguno de sus golpes ni caricias. Mi mandíbula me dolió al apretarla con molestia. Una enorme explosión sonó, llamando mi atención, y la puerta de la sala de clase de repente se abrió de golpe. Molly no se cayó, haciendo un trabajo de mierda para equilibrar todos sus papeles. Toda la clase se centró en su torpeza. Ella se enderezó y sopló su alborotado pelo de sus ojos, empujó sus gruesas gafas de nuevo a su nariz, enrojeció y empezó a esquivar hacia la profesora, con la espalda casi apretada contra la pared mientras hacía una mueca de vergüenza. Se veía tan malditamente linda toda nerviosa, arrastrando los pies al pasar junto a la pizarra. Me reí involuntariamente, sintiendo acelerar mi corazón de nuevo mientras ella dejaba sus papeles y se puso al lado de la profesora, jugueteando en el acto. —¿Qué pasa con esa chica? —gruñó Shelly en voz baja, empujando a su mejor amiga Tanya a su lado. Me tensé, sintiendo mis acometidas de sangre a través de mis oídos. Shelly se volvió hacia mí—. ¿Y acabas de reírte? —Su boca se abrió. Me encogí de hombros, sin responder. —No creo que alguien vestida haya salido del kindergarten —se quejó Tanya. Shelly se acercó más a mí, el olor de su perfume era fuerte, casi haciéndome vomitar. Me tenía en su trampa, pero no tenía sentido despedirla. Tenía a mi gente de su lado, y si quería atravesar este año sin demasiada de su mierda, tenía que quedarme bajo su radar, y no hacer nada para mover el bote... y luego aplastar a los cabrones egoístas cuando llegara mi billete de intercambio para salir de aquí y aplastar todos sus avaros y fascistas planes. La profesora le pidió a Molly que se presentara. Observé, fascinado, como, la torpe chica rarita se transformaba mientras hablaba: de nuevo más recta, con la barbilla alta, ojos brillantes y llena de confianza. Me senté y escuché con atención cada palabra que decía. Era inteligente, real jodidamente inteligente y la nueva ayudante de esta clase. Joven, inglesa, y ya en su master, con el objetivo de convertirse en profesora de filosofía. Y para colmo, estaba en Bama para ayudarle a la profesora a escribir un trabajo académico. Mierda. Avergonzando a todos los hijos de puta indecisos que conocía. —Entonces Rome, ¿vendrás esta noche —Shelly intentó hablar conmigo, sin escuchar la presentación que tenía lugar, pero la hice callar. Necesitaba escuchar a Molly. Por alguna razón, quería oírla hablar de nuevo, quería conocerla mejor. Eso no impidió a Shelly, sin embargo, y su mano fue sobre mi estómago, sus labios acercándose a mi oído. —¡Dije, ¿si vendrás esta noche?! Yo…

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Girándome con rapidez hacia ella, mi cara se detuvo en una expresión dura, y escupí en voz baja—: ¡Y yo te dije que te callaras la boca! No te lo diré de nuevo. —Sus pequeños y brillantes ojos azules se estrecharon. Miró a Molly, y luego de nuevo a mí, repitiendo la maldita rutina unas cuantas veces más, y vi el momento en que se dio cuenta de que la novata británica había llamado mi atención. Molly estaba todavía hablando. Cambié mi atención de nuevo a ella e ignoré la furia creciendo de Shelly a mi lado. —Me encanta la filosofía de la religión desde siempre que puedo recordar y ¡estoy feliz de estar aquí para ayudar a la profesora Ross en las conferencias, seminarios y tratar de hacer del maravilloso mundo de la filosofía un poquito más interesante! Las uñas largas de Shelly empezaron a hundirse en el brazo de su silla mientras Molly hablaba fluidamente a la clase. Su labio superior se dobló y sólo supe que estaba a punto de entrar en modo de perra total. —Estaré encantada de responder cualquier pregunta sobre… —Yo tengo una —Shelly quebró, interrumpiendo el discurso de Molly. Toda la clase echó un vistazo hacia ella mientras sonreía con una sonrisa petulante y fea. Vi como los ojos de Molly buscaron la multitud y se abrieron un poco cuando aterrizaron en Shelly... y su mano colocada cerca de mi entrepierna. Jesús. —No —le advertí sólo a oídos de Shelly, quitando su mano, pero ella me ignoró. —¿Por qué demonios te gusta ser profesora de filosofía? ¿No crees que sea desperdiciar un poco tu vida? Molly no se inmutó y simplemente respondió—: ¿Por qué no filosofía? Todo en la vida, en la tierra, puede ser cuestionado, ¿por qué, de qué manera, cómo puede ser eso? Para mí, el misterio de la vida y el universo es inspirador, la inmensidad de preguntas sin respuesta me tienta, y me encanta sumergirme en la trayectoria académica de los eruditos, tanto antiguos como nuevos. Tanya resopló. Shelly se rió burlonamente. —¿Cuántos años tienes, cariño? —Ehh... veinte —dijo Molly, un color rojo cubrió su rostro con rapidez. —¡Veinte! ¿Y ya estás haciendo un Master? —Bueno, sí. Fui a la universidad un año más joven. Aprobé la secundaria antes. —Maldita sea, chica, tienes que dejar de ser tan condenadamente seria y aprender a vivir un poco. La vida no se es todo estudiar. Se trata de divertirse. ¡De aligerar el infierno! La sangre en mis venas se enfrió hasta helarse. Estaba a punto de decir algo para callar a Shelly de una puta vez, cuando ella añadió—: Lo juro, nunca entenderé a chicas como tú.

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Rompí mi atención a Molly, quien se había movido de su atril y puso sus manos en sus caderas. Una sonrisa asomó en mi boca otra vez mientras ella estaba allí, con fiereza a punto de asumir a la Mega Bruja de Bama. —¿A chicas como yo? —preguntó con frialdad. Ella era una enojada Mary Poppins. Encontré que me gustaba aún más. Tenía agallas, estaba dispuesta a luchar por lo que creía. —Gusanos sabelotodo, empollones... ¡aspirantes a profesoras! —Shelly arrastró las palabras. Estaba seguro de que todavía pensaba que estaba de vuelta en la secundaria, sólo capaz de sentirse mejor por meterse con una chica nueva. Patética. —El estudio y el conocimiento, creo, le dan poder a una persona, no el dinero, el estatus o qué diseñador llevas —respondió Molly con frialdad, pero podía ver el fuego en sus ojos dorados, incluso a través de esas malditas gafas gruesos. —¿En serio? ¿Realmente crees eso? —preguntó Shelly, sonando menos confiada ahora. —Por supuesto que sí. Abrir tu mente a posibilidades desconocidas y aprender cómo funcionan otras culturas, lo que creen, le dan a la gente una comprensión más rica, más completa de la condición humana. La filosofía ofrece respuestas a una serie de preguntas. Por ejemplo, ¿por qué algunas personas atraviesan la vida con facilidad, carentes de toda compasión por los demás? Mientras que otras, bueno, son cariñosas, seres humanos honestos, y reciben un golpe tras otro, pero de algún modo encuentran la fuerza interior para seguir adelante. ¿No crees que si más personas se tomaran tiempo para ser conscientes con los problemas de la humanidad, entonces tal vez el mundo sería un lugar mejor? Nunca había oído nada igual. Era como si ella me estuviera perfilando. Todo el mundo piensa que si eres de la familia más rica de Alabama y puedes lanzarle una pelota a tu rival Peyton Manning, entonces eres de oro, sin preocupaciones en la maldita vida. Pero entonces nadie sabe de ellos, con lo que crecí, lo que sigo pasando todos los días, y no lo sabe porque no lo entenderían. Pero por un breve segundo, me entretuvo la idea de que tal vez ella lo haría. Sonaba como si hablara por experiencia, de su dolor personal. Que había llegado a descubrir que sólo a otras personas en situaciones similares podría recoger eso de otra persona, como si hubiera algún tipo de señal oculta de que estaban en una carga entera de dolor también. —Es por eso que estudio en lugar de emborracharme todas las noches. El mundo merece tener gente que piense en los demás antes de en sí mismos, que se esfuerzan por ser menos egoístas y superficiales en lo que a mí concierne. —La miré completamente de la cabeza al dedo perfecto de los pies, un cuerpo firme pero con curvas, una piel suave ligeramente bronceada, cara iluminada por la discusión y rápidamente decidí que había una especie de puta caliente debajo de toda esa... imperfección—. Espero que te ofrezca una idea de por qué quiero ser profesora. Es lo que soy y estoy muy orgullosa de ello.

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Rápidamente miré a Shelly, quien estaba clavada en su asiento. Claro, podía tener la apariencia y el dinero, pero seguro que no tenía un alto coeficiente intelectual, de hecho, estoy bastante seguro de que un erizo de mar tenía más inteligencia que ella. Sabía que era una imbécil, pero al verla sentada allí retorciéndose, dando testimonio de esta morena de moda, derribando a un titán de Bama, alegró todo mi puto día. Antes de que pudiera detenerme, bromeé en voz alta: —¡Jodete! ¡Te lo dijo, Shelly! ¡Edúcate! Un jadeo enojado sonó a mi lado, pero no pude apartar la mirada de la morena británica incluso con Shelly dándome un vistazo. Molly me devolvió la mirada y sus labios se moldearon en una sonrisa satisfecha. Mi pene se endureció. De hecho, me había hecho feliz. Mierda. —¡Lo que tú digas! ¡Buena suerte encajando por aquí actuando así! —espetó Shelly malhumorada. Sabía que probablemente sólo había empeorado las cosas, pero viéndola menospreciada, cuando era ella quien lo hacía habitualmente con todos los demás, quería decir que realmente me importaba una mierda. La profesora le susurró algo a Molly, y las vi mientras la veía reaccionar a las palabras de la profesora. Sin querer, Molly captó mi atención, y Cristo, si no me sentía como un acosador, con los ojos pegados en ella haciendo su camino por cada fila, entregando esos desgraciados papeles que sólo minutos antes estaban esparcidos por todo el suelo del pasillo. Shelly atacó su reclamo, casi a horcajadas sobre mis muslos, mientras Molly se acercaba a nuestra fila. Me perdí si Shelly le dijo algo a ella al principio. Estaba demasiado ocupado tratando de conseguir una lectura de la chica nueva, totalmente envuelto en las cosas que acababa de decir. Eso fue hasta que Shelly espetó—: Bonitos zapatos, Molly. ¿Todas las futuras profesoras de filosofía tienen tan fantástico gusto de la moda? Escuché una ligera fuerte y clara respiración y decidí que era suficiente. Aparté las piernas de Shelly de las mías, contando con que su suerte no la lanzara al otro lado de la habitación y susurré—: Ya basta, Shel. ¿Por qué tienes que ser tan jodida perra todo el tiempo? —Los otros estudiantes no se atrevieron a mirarme a los ojos. Fue la única vez que me alegré de estar de mal humor, que fuera un escalofriante cabrón con el que nadie se atrevía a meterse. Los pies de Molly cambiaron de lado a lado, y miró a todas partes, excepto a mí. Se sentía mortificada y claramente quería desaparecer. Necesitaba algo de ella primero. Necesitaba saber si creía todo lo que decía o si era sólo una mierda académica regurgitándolo por el bien de impresionar a su nueva clase. Sus ojos parpadearon a los míos de nuevo y respiré profundo, preguntando—: ¿De verdad crees lo que acabas de decir? Ella frunció el ceño, como si se tratara de una pregunta estúpida. —¿Qué parte?

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Sentí a Shelly y a sus Barbies escuchar, pero necesitaba saberlo, algo en mí realmente necesitaba saberlo. —Sobre que la vida es injusta. Que la filosofía te da respuestas de por qué algunas personas tienen mierda y otras no. Sus intensos ojos se encontraron los míos, sin dejar absolutamente ningún espacio para la duda, y respondió—: Rotundamente. —Y eso fue todo. Un flujo de algo suave pareció asentarse en mi pecho y sí, ella podía parecer suave, pero era la primera vez que me sentí como si pudiera respirar en años. Ella conocía el dolor también. Había pasado por alguna mierda también. Alguien con quien podría identificarme. Molly se volvió para correr hacia su escritorio y la clase fue despedida. Mientras tomaba mi bolsa del suelo, Shelly agarró mi brazo. —Rome, no te olvides de la iniciación esta noche. Tus hermanos son parte de la tarea. Ven también, ¿de acuerdo? —No cuentes con eso —le dije en respuesta. Podía sentir la dura mirada de Shelly mientras me sentaba en mi asiento, completamente perdido en mis pensamientos. No podía moverme, demasiado ocupado reflexionando sobre las cosas que Molly había dicho. ¿Por qué algunas personas iban a costa a través de la vida... mientras otros reciben un golpe tras otro? Mientras la habitación comenzaba a aclararse, salí de mi aturdimiento y rápidamente me fui. En el momento en que salí de la sala de clase, dos brazos fueron alrededor de mi cuello y gruñí. —Shel, ¡vete a la mierda! Mientras me daba la vuelta, un par de rojos labios fruncidos sobresalieron y grandes ojos color avellana se apretaron. —¡No soy Shel, Bala! Suspiré mientras me empujaban agresivamente contra la pared. —Caroline —saludé con fuerza mientras ella frotaba todo lo que tenía contra mi pene. No hice caso de los estudiantes que miraban caminando y pasando, y sin duda Shelly también, que en realidad decidí sería algo bueno. Estaría enojada, tal vez conseguiría que diera marcha atrás un tiempo. —Regresa a mi dormitorio —dijo Caroline seductoramente, sus afiladas uñas se deslizaron debajo de mi camisa y se hundieron en la piel, era una puta perversa. Apreté los dientes por el dolor y sus ojos se iluminaron con excitación. Se inclinó, justo en mi oído, y murmuró—: He estado soñando con tu pene en mi boca toda la semana. Cristo. Cerré los ojos un segundo, debatiendo si podía hacer este nuevo cambio de estilo de vida que me había impuesto, pero la empujé, decidiendo mantener mi plan original. Por primera vez en la historia, Caroline y su boca extraña tenían absolutamente cero de atractivo. Era hora de poner mi plan en acción, sacrificar todas las distracciones. Ella era demasiado pegajosa de todos modos. Reuniéndome con los ojos hambrientos de Caroline, dije—: Eso no pasará. De hecho, estoy cortando para siempre. Ve a chupar la basura de alguien más. No quiero nada más. —Pero... pero... ¿por qué no? ¡Nunca me lo niegas! —Era verdad, nunca lo había hecho antes, pero, diablos, había terminado.

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—Las cosas cambian. —Sus uñas, a mis palabras, se clavaron más en mi estómago, y su rostro se puso rojo de ira. Mirándola, la agarré por las muñecas y la aparté. —¿Cambio? ¿Tú? ¿Desde cuándo? —chilló. —¡Desde ahora mismo, joder! No te necesitaré nunca más —le grité, y ella palideció, saltando por el pasillo. Era cierto. Necesitaba cambiar. Estaba asqueado hasta los dientes de las seguidoras, de las putas famosas. Diez meses, me recordé. Tan sólo diez jodidos meses más. Y me volví contra la pared, con la cabeza contra la pintura crema fría... Tan sólo diez meses más que pasar.

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―No, no voy ―le dije por quincuagésima vez a Austin, Reece y Jimmy-Don mientras nos relajábamos en el salón de la casa de la fraternidad, yo recostado boca arriba en el sofá lanzando una pelota en el aire, ellos viendo algún reality show de mierda acerca de joder quien sabe qué. ―¿Qué vas a hacer entonces? ¿Quedarte aquí solo? ―Austin preguntó desde el sillón reclinable. Austin era un ex pandillero: italiano, con muchos tatuajes, piercings por todas partes, tapones auditivos, trabajador y parecía tan temible como el diablo, pero era el mejor tipo que había conocido y una de las únicas personas a las que realmente podía tolerar. ―Sí, supongo. Un grupo de los chicos ―en su mayoría jugadores de los Tide― entraron formando un gran revuelo a la sala, alborotados y llevando barriles. Me senté y moví mi barbilla hacia Porter. Era un idiota, pero seguía siendo un compañero de equipo, por lo que tengo que aguantar su bocaza de mierda... Lo justo. ―¿Por qué diablos estás tan feliz? Porter dio un paso adelante, frotándose las manos. ―¡Iniciaciones, perras! Sabes lo que eso significa: coños borrachos de barril. ―Ellas tienen que estar borrachas para follar tu culo rancio ―comentó Austin, y sonreí ante su tono feroz. No había absolutamente ningún afecto entre los dos grandes receptores, historia que se remonta demasiado lejos para poder entrar. ―Vamos, chicos, vamos. Podemos irnos si es un fracaso ―dijo Reece, con un toque de desesperación en su voz. Cuando llegó a la facultad el año pasado, el entrenador me pidió que le enseñase los hilos, ya sabes, como el líder. Yo no había sido capaz de sacudir al pequeño cabrón desde entonces. Haciendo rodar mi cabeza hacia atrás, me quejé, lanzando el balón a la cabeza del segundo QB2 en cadena. ―Joder, Reece, tienes que echar un polvo por sin ayuda. Estoy harto de tu culo cachondo me necesite para ligar. Eres un jugador de fútbol. ¡Joder, utiliza los 2

QB: Quarterback

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beneficios! ¿Cuál es el punto de jugar para los Tide si nunca puedes obtener a tu propia chica? Se agachó, ignoró mi golpe y sonrió. ―¡Me lo tomaré como que vamos! Déjame cambiarme. Me froté las manos por mi rostro con exasperación, oyendo la puerta cerrarse cuando Reece salió del cuarto. Al mirar hacia atrás, noté a Austin que contemplaba el suelo y Jimmy-Don, mi otro amigo íntimo, movía la cabeza hacia mí, dando a entender que debería hablar con él. Mierda. Ni siquiera me había dado cuenta de que algo iba mal. ―¿Estás bien, hermano? ―le pregunté Austin lanzó sus ojos rápido en respuesta. Los tres éramos íntimos. Había conocido a Austin toda mi vida, los dos chicos jodidos desde lados opuestos de las pistas, encontrándonos a través del fútbol. Jimmy-Don llegó durante nuestro primer año. Él era un vaquero tejano grande y el chico más auténtico que jamás había conocido. Jodidamente divertido también. Reece no nos conocía demasiado bien todavía, y Austin no confiaba plenamente en él, no confiaba en nadie más. Era obvio que Austin estaba preocupado por algo, y al momento en el que Reece se fue, había dejado caer su escudo. ―Son mis hermanos, hombre ―dijo con voz tensa―. Levi se metió en la banda, y el maldito Axel le dejo hacerlo, diciendo que era necesario para pagar por los gastos médicos de mi mamá. Levi de catorce años. ¡Es demasiado joven para estar atrapado en esa mierda! Yo no tengo dinero para dar. Axel me dijo que mantenga al día los pagos del fútbol y que él se encargaría del resto. Necesito destacar este año desesperadamente. ―Él inclinó la cabeza hacia el techo y luego la dejó caer de nuevo, sus malditos ojos torturados reuniéndose con los míos―. Vamos a ir a la iniciación de esta noche, Rome. Me voy a volver loco si me quedo aquí pensando en todo. Tengo que salir, tengo que olvidarme de toda esta mierda por un rato. Pude ver que le estaba haciendo daño. Su hermano menor Leví era un buen chico. Axel, su hermano mayor, no tanto. Austin había luchado por mantener a Levi fuera de la banda que hace mucho tiempo había captado a Axel, y pude ver cómo le dolía saber que Levi había ido por el mismo camino. ―Sabes que te daré el dinero, Carillo. Sólo di la palabra ―dije en voz baja. Los ojos de Austin se oscurecieron con vergüenza. ―Rome, sé que tienes buenas intenciones, pero no hay manera de que tome algo de ti. Trataré con ello. Siempre me las arreglo para resolverlo. Sí lo hace, pero a menudo no legítimamente. ―¿Nos necesitas para pagar una visita a tu hermano? Hablar con él, ¿Buscar la manera de sacarlo de toda esa mierda? ―ofreció Jimmy-Don.

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Austin negó. ―No se puede salir una vez que estás dentro del infierno, mira lo que todavía esperan que yo haga. ―Puso una mano sobre el hombro de JimmyDon―. Te lo agradezco, sin embargo, pero esto es un negocio familiar. No voy a involucrarlos a los dos. Desplazándose impacientemente del sofá, Austin le preguntó―: ¿Vamos? ―Trato hecho. Vamos ―le contesté. Jimmy-Don se levantó y tendió la mano hacia mí. Me levantó del sofá con una enorme y feliz sonrisa, y una vez que Reece consiguió su culo en la planta baja, nos dirigimos a la puerta. ―¡Hey, chicos! Todas están esperando en el cuarto de atrás ―dijo Ally mientras entrábamos por la puerta de la casa de la hermandad, mi prima con aire aburrido mientras se sentaba en un taburete en la entrada, representando su papel de “comité de bienvenida”. Se acercó a mí, rodó los ojos y me besó en la mejilla. ―No pensé que te vería aquí. No es exactamente lo tuyo. ―Sí, me vi un poco forzado a venir. ―Vi como los chicos entraban en la sala, después incliné la barbilla hacia la puerta―. ¿Qué les hace hacer Shel este año? Ali sacudió la cabeza con disgusto. ―Besar a un hermano y adivinar lo que acaban de comer. Me pasé la mano por la cabeza. ―Mierda, ¿Qué edad tiene? ―Lo sé, ¿Verdad? De todos modos, hay promesas de todas las edades este año. Necesitamos a estudiantes. Bueno, eso y las transferencias. Incluso nosotras mismas hemos atrapado a un genio Británico o algo así. La mayoría de las chicas están contentas con esta adquisición, viendo que todos los otros estatutos la querían con ellos para llenar sus cuotas. Aunque, no he conocido a ninguna de las novatas todavía. Sólo espero que no todas sean mini-Shels y al menos una de ellas tenga un cerebro y no quede todo atado en sus juegos. Pasando una mano por mi cabello, le pregunté―: ¿Genio Británico? ―Traté de sonar casual, pero, sí, me salió sonar como un idiota. Los ojos de Ally se estrecharon e inclinó la cabeza, mirándome astutamente. ―Sí, está en un haciendo un master o algo así. Al parecer, es una AP3 en nuestra clase de filosofía también. No sé. ¿Por qué estás tan raro, de repente? Inspire y crucé mis brazos sobre mi pecho. ―No hay razón. ―Señalé a la habitación―. ¿Las promesas están allí? Ally dio un paso hacia atrás y se cruzó de brazos, imitando mi postura. ―¿Vas a entrar?

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AP: Ayudante de profesor

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―Sí. Mientras caminaba por delante de mi molesta prima, me agarró del brazo, tirándome de regreso. ―¿Vas a entrar? ―¡Sí! ¿Qué es lo que no captas? ―solté, tirando fuera de su agarre. ―¡Sr. Jodidamente odio toda la mierda Griega! cita literal ¿De repente quieres involucrarte en las chapuceras iniciaciones de Shelly? ―Tengo curiosidad ―le contesté, tratando de parecer casual, pero continuaba mirándome con un brillo desconcertantemente sospechoso en sus ojos castaños. Salí pitando del dolor-de-culo de prima, con los hombros tensos por su interrogatorio y pasé a través de las puertas de la habitación del fondo. Alzando la vista a través de la densa multitud, la primera cosa que noté fue una larga lista de promesas ataviadas con togas ajustadas y frente a ellas, una línea de jugadores de fútbol, la mayoría luciendo duras erecciones mientras esperaban su turno para besar a la chica con los ojos vendados ante ellos. Shelly era tan niña a veces y no podía creer que tuviese a estas chicas haciendo esta mierda. ―¿Qué demonios? ¿En realidad estás viniendo a disfrutar del espectáculo? ¿Te sientes bien? ―dijo Austin desde su lugar de descanso contra la pared, sonando más que sorprendido por mi presencia. Decidí ignorarlo mientras buscaba a lo largo de la línea. Bingo. Molly estaba en el final, torpemente de pie, inquietamente nerviosa, pero sin dejar de verse como una chica sexy sin igual bajo esa gruesa, venda negra. Infiernos si mi mente no vagaba a lo que podría hacer con ese pedazo de tela y todas las formas de hacerla gritar. Shelly pasó junto a cada promesa, sonriendo y riéndose mientras se iba. Vi su señal a Brody MacMillan, el tipo de peor aspecto en el equipo, un tipo que espera al menos dos semanas antes de ducharse. Su rostro de borracho se iluminó y se puso delante de Molly. Instintivamente, se llevó la mano a la boca, y yo sabía que había olido en él, su olor corporal y su total desprecio por la higiene. A Mac no le importaba, sin embargo, nunca lo había hecho. Él se inclinó, pero mis pies estaban ya en movimiento y en el momento en que sus labios estaban a punto de tocarla mis manos se posaron en su pecho y lo lanzaron fuera del camino, cayendo su culo gordo al suelo, agitando sus brazos derribaron la mesa de vendas de repuesto a su paso. ―Muévete, MacMillan. Creo que estás en mi lugar ―le dije de una manera que no invitaba a cuestionarme. No podía apartar los ojos de Molly mientras su pulgar se dirigía a su boca. Estaba duro, muy duro y no podía esperar ni un maldito minuto más para saborearla.

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―¡Ah n-no... B-bala! Shelly dijo... dijo... ―Le miré en el suelo, su barriga cervecera dejándose caer sobre sus pantalones demasiado apretados, con sus ojos rodando por todo el maldito lugar. ―No me importa una mierda lo que dijo. Ve a buscar un maldito trago o desmáyate, o algo así. ¿Me entiendes? Él se dejó caer al suelo y di luz verde para que algunos de los jugadores de primer año lo llevaran fuera de esta sala y dentro de una cama. ―E-entendido. Entendido, hombre ―dijo arrastrando las palabras mientras lo arrastraban por los brazos. ―¡Espera! Mac tiene a… Levanté mi mano y miré a Shelly mientras se acercaba. ―¡Cierra la puta boca, Shel! ―un poco agresivamente, y ella se escabulló de nuevo con sus amigas, con cara indignada y en plena ebullición frente a Molly. Todavía no podía importarme menos. Volviendo de nuevo a Molly, me acerqué. Todavía olía ligeramente a vainilla y no podía recordar un momento en el que quisiera besar a alguien más. Moviendo su mano de su boca a mi cintura, casi gemí cuando sus dedos avanzaron poco a poco por mis costados, sus labios exhalaron un pequeño aliento. Con esa pequeña reacción, sabía que estaba sintiendo esta extraña energía también. Ahuequé sus mejillas para que no pudiera escapar y así poder controlar todos nuestros movimientos, luego me incliné, rozando un beso en sus labios. Estaba tratando de ser suave, gentil, Cristo sabe que no es así como suelo operar. Pero entonces su mano cayó sobre mi estómago, rozando accidentalmente la punta de mi pene, y me perdí. Simple, perdí completamente cualquier onza de control que me estaba sosteniendo. En un instante, la sofocaba, tomando todo lo que estaba dispuesto a dar. Mi lengua se lanzó a su boca y tiré su cuerpo con fuerza contra mí, la sensación del contacto sólo forzaba a mi lengua a trabajar más duro contra la de ella. Joder, quería esto, la quería, y lo estaba tomando, y agradezco jodidamente que me lo estuviese dando de vuelta, reaccionando perfectamente a cada uno de mis movimientos de avance. Finalmente, se retiró, pero no antes de lamer mis labios con la punta de su lengua, esa acción por sí sola casi me hace perder mi maldita mente. ―Es menta. El sabor en su boca es… ―Comenzó con la maldita tarea de iniciación, pero necesitaba más de ella, y en ese momento, lo que yo quería triunfó sobre todo lo demás. Cortando su respuesta, gemí en voz alta y me zambullí de nuevo, terminando lo que empecé. Anticipó mi agresividad y me agarró del cabello, con lo que me llevaba a ella tanto como yo podía ir, cumpliendo cada movimiento brusco con el suyo propio. Mis manos comenzaron a vagar. Necesitaba sentir más de su cuerpo. Estaba

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a punto de explorar cada una de sus curvas dada por Dios, pero luego Shelly tuvo que elegir ese momento para dejar volar su maldita boca. ―¡Basta! ¿Qué demonios, Rome? ¡Aléjate de ella, ahora! Tanya se movió detrás de Molly y desató la venda de sus ojos, frunciendo el ceño hacia mí. Sin embargo, mi atención se dirigió directamente a Molly, y a la mirada de asombro que me dirigió cuando sus ojos revolotearon hacia los míos y se dio cuenta de que era yo. ―Hola, Mol ―dije, sin estar todavía listo para dejarla escapar de mi agarre. ―Hola, tú ―respondió, y joder, con esas simples palabras yo la quería de nuevo. Empecé a alcanzarla una vez más, hasta que la pesadilla de mi maldita vida me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás, golpeando mi mejilla en el proceso. Con eso fue suficiente. Shelly finalmente me rompió, extendí mi mano y la agarré por las muñecas. ―Joder, no me vuelvas a pegar. Nunca. Otra vez. Odiaba que me golpearan. Sí, decir eso es una estupidez. A nadie le gusta, bueno, a menos que tú manejes ese camino en la habitación, pero a mí sólo me recordaba lo que había tenido que pasar la mayor parte de mi vida: golpeado sin sentido. ―Rome sabía a menta. Eso es lo que querías, ¿no? ¿Para esta ridícula tarea de iniciación? ―espetó Molly, sin parecer intimidada en absoluto por la mierda de Shelly y de inmediato parándome de explotar en rabia. Me quedé mirándola, no podía dejar de mirarla, mientras su mirada se encontró decididamente con la mía. Tenía que salir antes de que mi ira se convirtiera en demasiado o me rompiera completamente y comenzara a clavar a Molly en el suelo. ―Tiene razón. Acababa de masticar chicle. Con eso, salí de la sala, sólo deteniéndome brevemente para encontrarme con la mirada comprensiva de Ally en la salida. Le dirigí mi mejor mirada deslumbrante de “no empieces” y luego me largué en el maldito Dodge. ―¡Rome, hombre! ¡Espera! ―Austin gritó desde atrás. Me giré para mirarlo, levantando la mano. ―Estoy bien... yo... mierda, sólo necesito estar solo. ―¿Qué demonios ha pasado? ¿Quién es esa chica? ¿Y por qué diablos estabas besándola? Miré a mi mejor amigo, apretando la mandíbula. ―Carillo, solo te digo que lo dejes. No puedo estar cerca de Shel en este momento, así que me voy a largar, ¿De acuerdo? ―¿Estás seguro? ―Podía ver las preguntas en sus ojos, pero simplemente asentí, dirigiéndome por las escaleras a la planta superior, desde el balcón privado de Ally gritaban mi nombre.

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Tres botellas de cerveza, dos largas horas de observar a la gente, y cinco mensajes de la gente. No... Espera... revisé mi teléfono. Fueron seis. No puedes evitar esto por mucho tiempo, muchacho. Hablé con Martin Blair esta noche. Será una boda de verano para el próximo año después de la graduación. No arruines esto. Y a partir de ahora, VEN a las cenas organizadas que planeo. No es una petición. Papá Borré el mensaje e incliné la cabeza hacia atrás, buscando las constelaciones por encima sólo para distraer mi mente. No funcionó. Verano. Una boda de verano. Perfecto. Mi mente vagaba sobre cómo sería estar casado, o incluso estar enamorado. No me podía imaginar, como se vería mi chica ideal, de qué diablos hablaríamos, si sería capaz de hacer frente a mis cambios de humor, mi pasado. Negué con la cabeza, tratando de deshacerme de mi mal humor, la risa y la música se oían por debajo de mí en el patio. Los barriles fueron apareciendo y los amigos estaban tomando chupitos, pero nada de eso me llamaba, y para rematar, todavía olía el aroma a vainilla de Molly en mi camisa. Maldita sea. Me gustaba. La forma en que besaba, la forma en que se aferraba a mi cabello, acercándome con los puños, y, sobre todo, la forma en que no se inmutó por toda la mierda de fútbol, no me miraba y al instante pensaba, QB de los Tide, debo intentarlo y domarlo. Estaba en el medio de castigarme a mí mismo por pensar demasiado en Molly cuando de repente, la puerta del cuarto de Ally se abrió y estiré el cuello para tratar de ver quién estaba allí. ―Al, ¿Eres tú?

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No hubo respuesta, así que me puse de pie, dispuesto a echar a cualquier excitado cabrón que se hubiese colado. Sólo quería que me dejaran solo. Entré en el dormitorio y me detuve en seco. Hablando del diablo y él se manifiesta, pensé distraídamente. Molly. La jodida Inglesa Molly, agarrando el poste de la cama en estado de shock. Molly con una ajustada toga mostrando su figura, mirándome con esos ojos enormes y espectaculares, y Cristo, aferrándose a ese poste, me dieron algunas ideas muy interesantes. ―Esta habitación está prohibida, Mol ―le dije con voz ronca mientras observando cada zona de sus carnosos labios y cautivado por la forma en la que sus ojos recorrían mis brazos desnudos. Ella se veía afectada por mí. Bueno, no era sólo yo, entonces. Rápidamente tomé un trago de mi cerveza para aplacar los nervios. Me sentía nervioso por primera vez en mi maldita vida, y eso nunca había ocurrido ―no en el fútbol, ni siquiera cuando se trataba de mis padres― pero aquí estábamos, una torpe bibliotecaria con gusto para vestir de mierda, sintiéndome extrañamente desconcertado. Levantó una llave en el aire y dijo en voz baja―: Sí, lo sé. Ally me dio la llave para utilizar su cuarto de baño. ―Me la quedé mirando un momento más y me volví hacia el balcón, necesitando poner un poco de espacio entre nosotros... y alejarme de la maldita cama incitante de Ally. Una vez de vuelta afuera, saqué mi silla, apoyé mis piernas sobre la mesa y luché contra mis sentimientos en conflicto. No pude sacar la idea de invitarla aquí al balcón de mi cabeza, pero sabía que debería dejarlo y no ceder a mi deseo. Tengo diez meses todavía me recordé a mí mismo, otra vez. No podía dejar que nada lo echara a perder, ni siquiera las bonitas muchachas inglesas con habilidad innata para endurecer mi polla al verla. Resuelto a alejar mi interés por ella, me acomodé una vez más, viendo la multitud debajo. Me reí entre dientes mientras miraba a Jimmy-Don recibir un golpe del equivalente en femenino de él: grande, fuerte y country hasta la médula. La chica se dirigió directamente hacia él, enganchó su brazo alrededor de su cuello, y le plantó uno húmedo justo en sus labios conmocionados. Jimmy-jodido-Don, el mejor tipo que había conocido: amable, divertido y excesivamente leal. Estaba feliz de que finalmente hubiese conseguido una, aunque la chica desde aquí arriba parecía tan temible como la mierda. Mis oídos se irguieron cuando oí el sonido del clic de la puerta cerrada del baño, y tuve que tomar una decisión: dejar que Molly se escapase, sin hacernos daño, o aprovechar el día y sacarla aquí conmigo, en realidad conocerla.

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La locura se impuso y antes de que pudiera detenerme, rápidamente grité―: ¿Mol? Pero sólo hubo silencio desde la habitación. Mis pies golpearon el suelo y mi cabeza se sacudió en dirección a las puertas. ―¿Mol? ―¿Se había ido ya? ―¿Sí? ―Su voz tímida finalmente sonó desde el interior. Exhalé en alivio y dejando a un lado todas mis preocupaciones, pregunté―: ¿Quieres pasar el rato aquí... conmigo? ―Sí... está bien. Estábamos sentados en el balcón, sólo hablando. No creo haber estado alguna vez con una chica a solas durante tanto tiempo y sin desnudarnos. Las chicas venían a mí por una cosa: una buena follada. Pero esto era diferente. Quería conocer un poco a esta chica fuera del dormitorio. Después de beberse casi toda su botella de Bud, preguntó―: Así, ¿por qué estás aquí escondido? ―No me siento con ánimos esta noche. Dejó caer la mano a su pecho y jadeó. ―¿El Sr. Mariscal de Campo Estrella no quiere mezclarse con sus fans? Cada gramo de mí se congelo. Había descubierto que jugaba al fútbol, perfecto. Arranqué la etiqueta de la cerveza, era eso o lanzar el vidrio marrón en la pared. ―Bueno, eso no te llevó mucho tiempo. ¿Quién te lo dijo? ―Lexi y Cass. ―¿Quién? ―le pregunté en un tono muy lejos de ser amistoso. Sus ojos cayeron y jugaba con sus manos de nuevo. ―Mis compañeras de habitación, me lo dijeron después de que... uhm, después de que... ya sabes... ―¿De besarnos? ―Eh... sí. ―Entonces, ¿qué te dijeron acerca de mí? ―presioné. ―Que eras Romeo Prince, el extraordinario mariscal de campo de Crimson Wave y que eras como el príncipe Guillermo en el fútbol americano universitario, bla, bla, bla... ―¿Qué? ―preguntó, viendo mi rostro lívido. ―De los Tide ―le corregí, la ira elevándose y completa de hilaridad tomando su lugar. ―¿Eh? ―preguntó de nuevo, completamente confundida por su expresión más que clara. Probablemente era la primera vez en años que su culo de genio se había sentido confundido.

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―Son los Crimson Tide. No Wave. ―No pude evitarlo. Me reí, apretándome el estómago sin control estallando en carcajadas. ¿No “los Crimson Wave” el código para una chica que está bromeando o algo así? Cristo, la podrían linchar si va hablando por aquí así de los queridos campeones nacionales. ―Lo que sea. Tomate, Tomato. ―Despidió con un gesto informal de la mano. ―Bueno, será mejor que quede entre nosotros. No es tomate, tomato por aquí. Es... todo. Es la vida y la muerte. ―¿Y no era tan sólo la maldita verdad? A veces la presión para ser perfecto era una locura. Podía sentir su mirada, su mente inquisitiva trabajando horas extras. ―Por tanto, Romeo, ¿eh? ―finalmente preguntó después de un minuto de silencio, y me quedé helado. ―Es Rome ―corregí inmediatamente. Yo era “Rome” para todos menos para mis putos padres, y odiaba cualquier recordatorio de que en realidad era el nombre de un idiota dominado, intoxicado de alcohol. Su rostro se iluminó con diversión y ella medio bailó, medio arrastrando los pies sobre el suelo. ―¡Ah-ah! ¡Es Romeo! He sido informada de forma fiable. ―Nadie me llama así, Mol. ―Traté de ser lo más amable posible, porque diablos, ella no lo sabía, pero ese nombre me daba ganas de romperle el cuello a alguien. ―Al igual que nadie me llama Mol ―espetó ella inmediatamente, sin percatarse de mi mal humor de mierda. En esa ráfaga de confianza, no quería nada más que acercarme y besar ese impresionante ceño fruncido de su rostro. ―¿Touché, Molly...? ―Esperé que pusiera fin, relajándome un poco en el nuevo giro de la conversación. Mierda, me estaba divirtiendo. Realmente divirtiendo. Alertar a los malditos medios de comunicación: ¡Rome Prince se ha vuelto medio loco! ―Molly Shakespeare. De acuerdo, suspendan lo de la prensa. Volví a estar de vuelta jodido. ―¿Qué? ―pregunté, bordeando más cerca. ―Shakespeare. Molly Shakespeare ―respondió con voz temblorosa y un ligero temblor de sus manos. Alguien me tuvo que tender una trampa. ¿Quizás Michaels? Ese hijo de puta daría cualquier cosa por joderme. ―¿Estás tratando de ser graciosa? ―pregunté con amargura.

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―No. Romeo, soy una Shakespeare nacida y criada. ―Diablos, estaba diciendo la verdad. Shakespeare. ¡Su maldito nombre era Shakespeare! Esto no puede estar pasando. No pude evitarlo, me reí, y ella me dijo―: Eso no es lo único extraño en nuestros nombres. ―¿En serio? Porque las cosas han sido del todo extraña desde la reunión de hoy. No estoy seguro de entender lo que significa todo esto todavía. ―Lo que en realidad hacía. Era un pensar en serio. Dicen que tu vida puede cambiar en cuestión de minutos, pero hasta ahora, nunca le había dado a ese pensamiento mucho. ―Bueno, consigue un billete a la ciudad de los locos, amigo mío, porque mi segundo nombre, Romeo, es Julieta. Hombre, eso era jodida idea justo ahí. Era una trampa, tenía que serlo. No podíamos realmente ser tan trágicos, tan patéticos... ¿O podríamos? Romeo Prince y Molly Julieta Shakespeare... Pásame el puto cubo. O era un presagio, una gran mierda de neón gritando, ¡Manténgase lejos de una puta vez! ¡La tragedia espera! Maldita sea. ―¿Hablas en serio? ―finalmente pregunté. ―Sí, mi padre pensó que sería un merecido homenaje a nuestro apellido familiar. ―Muy apropiado. ―Pero todo lo que vino a mi mente de culo de borracho cuando pensaba en Romeo y Julieta era la muerte, los jodidos padres, y ese tipo de Gánster de Nueva York buscando a esa chica de Homeland a través de un tanque de peces. ―Sí, pero al mismo tiempo, es algo vergonzoso. ―Sacudí la cabeza, volviendo a concentrarme en Mol. Maldita Molly Julieta. ―Bueno, Shakespeare, ¿vas a tratarme ahora de manera diferente también? Ahora que sabes que soy Romeo “Bala” Prince ―le pregunté, tratando de ver si su actitud hacia mí había cambiado desde el día de hoy. ―¿Bala? Ella no tenía ni idea. ―Sí. Apodo del Fútbol Americano. A causa de mi brazo. Confusión. Inexpresividad completa sobre su bonito rostro. ―Mi brazo para lanzar... Todavía nada. Probé una nueva táctica, señalándome a mí mismo, hablando lentamente. Tal vez ella no estaba poniendo el acento. El mío es bastante fuerte. ―El mariscal de campo... Los mariscales tiran la pelota... en el fútbol... a los otros jugadores... Ellos controlan el juego. ―Si tú lo dices ―dijo ella con un tono igualmente condescendiente.

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Hablaba en serio. Supongo que podría lanzar un balón en su cabeza y no lo reconocería. ―Mierda, realmente no sabes nada de fútbol, ¿Verdad? ―Nop. Y sin ofender, no quiero tampoco. No me interesa. Los deportes y yo no nos mezclamos. ―Mierda. Pensaba que saber de los Tide era un requisito para poner un pie en el estado. Obviamente no. Me preguntaba qué diablos hacían los amigos británicos para divertirse. ―Me gusta que no sepas nada de fútbol. Va a ser un cambio, hablar con alguien acerca de algo que no sea el nuevo blitz o difundir la información. ―¿Eh...? ―Me encanta que no tengas ni idea de lo que estoy hablando. ―Me moví más cerca, sintiendo el calor de su piel suave. ―Feliz de estar a tu servicio ―dijo con una sonrisa desconcertada. Se sentía liberador, hablar con alguien nuevo. No sabía quién era yo, no entendía el nivel de mi deporte o lo que mis padres eran, y se sentía terriblemente bien. Me relajé, completamente frío fuera el infierno, por primera vez en meses, tomé un par de cervezas, golpeando la parte superior de ambas contra la mesa y empecé a hablar, decidido a averiguar más. ―Así que, Shakespeare, ¿cuál es tu problema? Supongo que eres un cerebrito si ya estás en tu Master y has sido asistente de investigación de la profesora Ross el último par de años. De hecho, ¿debes ser jodidamente fantástica para ella, para traerte de tan lejos a Alabama con ella? ―Er, sí. Algo por el estilo. ―No te gusta hablar de lo buena que eres en la clase, ¿verdad? ―Modesta también. Había ganado la maldita lotería. ―En realidad no. Se vuelve embarazoso, hablar de ser buena en algo. Cualquier persona que disfruta de ese tipo de atención, yo creo que es raro. ―Entonces eso es algo que tenemos en común. ―La frase “subir en un pedestal” me vino a la mente, pero no podía creer que fuera tan buena, y estaba a la espera de algún tipo de fallo en ella, algo que me hiciera alejarme. ―Bueno, eso y nuestros épicos nombres dramaturgos isabelinos ―bromeó, y vi como su mirada se precipitó a nuestros brazos tocándose, un rubor de color rojo brillante cubrió todo su rostro y pecho. Traté de no centrarme demasiado en esa zona. ―Eso también ―contesté con una sonrisa renuente. Y luego Shelly intervino desde el césped. ―¿Rome? ¿Rome? ¿Alguien ha visto a Rome? ¿A dónde fue?

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Esa chica bastarda iba a acabar conmigo. Me pega, luego viene a buscarme para follarme. Loca. Como. La. Mierda. De repente me acordé de por qué evitaba noches como ésta. Molly bruscamente se levantó de su silla, la parte blanca de sus ojos brillando en la penumbra, su respiración superficial. ―¿Vas a alguna parte? ―pregunté inmediatamente. Vi como ella se asomó a la barandilla del balcón, mirando por encima de la parte superior. Iba a salir y marcharse. Al diablo con eso. Se quedaba. Quería que se quedara conmigo. Para sentir esta conexión un poco más de tiempo, aunque podría ser sólo por esta noche. ―¿No vas a ir a verla? Parece muy borracha por su aspecto. ―¡Joder, no! Sólo desea atención. Va a dormir la mona con algún otro chico ―tiré sin rodeos, pateando la silla que había estado ocupando su camino, señalándola para que se sentara―. Sienta tu culo de vuelta, Shakespeare y toma otra cerveza con tu trágico personaje más celebre. No me vas a dejar todavía. ―Por un momento, pensé que había ido demasiado lejos, demasiada insistencia abrupta, demasiado pronto. Pero me sorprendió de nuevo, rodando esos marrones dorados y bromeando. ―Si no dejo de beber pronto, seré la que se tambaleará por el césped. ¿Quieres que grite por ti, también? ―Se alejaría, si supiera cuánto. Si me dejase tomar el control de su enjuto cuerpo, llegando a cada uno de mis movimientos. Vio mi lengua girar alrededor de mi labio y miré la suya a cambio. Y allí estaba, la química que había sentido antes, el tirón, la atracción. ―Suena más tentador a cada segundo ―dije en voz baja, mi dolorosa polla cada vez más dura en mis jeans. Sus ojos se dirigieron de nuevo hacia el patio trasero. Había ido demasiado lejos, necesitaba cambiar la dirección de la conversación. —¿Así que te has unido a una hermandad de mujeres? Sus hombros se relajaron. —Sí, y Ally quiere que me mude a la casa principal, con Lexi y Cass, por supuesto. No es exactamente lo mío, pero estoy haciendo mi mejor esfuerzo para abrazar la vida universitaria. ¿Ally? ¿Qué demonios estaba haciendo? —¿Tú y Ally han estado conversando? —Sí. Después de que te fuiste... de la habitación... antes... después del... uhm... —Del beso. —Era en lo único que podía pensar, tomar esa boca de nuevo, saborearla de nuevo... degustarla por todas partes.

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—Err, sí. Bueno, Shelly me gritó que saliera y Ally me defendió y básicamente le dijo a Shelly que se largara. Bien. Ahora estaba agradecido de que mi prima interviniera. Podía imaginar a Ally golpeando verbalmente a Shelly abajo. —No es exactamente la mayor fan de Shel. Al es genial. Va a ser una buena amiga para tenerla por aquí. Es mi prima y mejor amiga. Por tanto, tengo la llave de reserva de su habitación para venir cuando se pone muy loco por ahí. —Parece agradable. —Es la mejor. —Molly sonrió y asintió. —Así que, Shakespeare, ¿de qué parte de Inglaterra eres? No te atrevas a decir de Stratford-upon-Avon o me interno a mí mismo en un manicomio. —No, ni de lejos. Soy de Durham. No era exactamente muy bueno en geografía y no tenía idea acerca de Durham, Inglaterra. —No, nunca he oído de ello. Hizo una pausa y pensó muy duro, con el rostro repentinamente encendido. —¿Has visto a Billy Elliot? Vergonzosamente, sí. Una de las sesiones de ánimo de Ally después de que mi papá me había destrozado de nuevo sobre el fútbol. Ella estaba tratando de mostrarme que a pesar de que se esté hasta el fondo en la mierda, todavía se puede alcanzar mis sueños... Sutil. —¿La película sobre el niño que baila? —Sí. Bueno, soy exactamente del mismo estado en el que él está en la película. —¿En serio? —Me devanaba los sesos tratando de recordar algo acerca del lugar. El chico era pobre, verdaderamente pobre. Eso significaba... Mierda. Aquí estaba yo deprimido, pero una cosa que nunca me preocupó fue el dinero. Tenía eso en abundancia. Mis abuelos me dejaron la mayor parte de su fortuna casi lo suficiente para establecerme de por vida, a pesar de las objeciones de mis padres. Su mano se posó en la mía y salté, sorprendido. —Está bien. Sé que soy pobre. No tienes que sentirte mal por pensarlo. —Yo no est... —Lo estaba. No había juicio ahí, aunque la fuerza detrás de sus ojos me derribó. Fue a mover hacia atrás su mano, pero me apoderé de ella, volteándola para conectarnos palma con palma.

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—Sí, estabas pensando eso. Está bien. Sé que de donde soy no es exactamente glamuroso, pero estoy orgullosa de todos modos. Es el lugar donde crecí y me encanta a pesar de su reputación, aunque no he estado allí en años. —¿Tu familia aún sigue ahí? —le pregunté con curiosidad. Molly cambió al instante. Empezó a temblar visiblemente y se frotó el pecho. Sus ojos eran enormes y su respiración agitada. —¿Estás bien? Te has puesto pálida —le pregunté, preso del pánico, frotando su espalda para calmarla. —Sí, gracias —susurró ella, pareciendo un poco mejor. Nunca quité mi mano de su espalda. Me gustaba tocarla, de alguna manera. —No, yo no tengo familia —anunció, con voz apenas audible. Tiré hacia atrás, haciendo una mueca por mi estupidez, y le pregunté—: ¿Mierda, eres huérfana? —No, pero no tengo ningún familiar. No estoy segura de que un adulto pudiera ser clasificado como un huérfano. —¿Tu madre? —Murió dándome a luz. Cristo. —¿Papá? —Murió cuando tenía seis años. Jesús. —¿No hay abuelos, tías o tíos? —Uno de ellos, una abuela. Gracias, mierda. Al menos tenía una persona. —¿Y? —Murió cuando tenía catorce años. Mierda. —Pero entonces, ¿Dónde...? —En casas de acogida. —¿Y eso es todo? Has estado viviendo sola desde... Tienes veinte años, ¿no? —Sí. —¿Sola durante seis años? —Mi pecho realmente dolió. Había perdido a todos. Todos. —Bueno, me fui a la universidad, así que tuve algunos amigos allí, y la profesora Ross me tomó como asistente de investigación en mi primer año y me cuidó cuando se dio

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cuenta que no tenía ninguna familia. Pero sí, he estado sola mucho tiempo. Ha sido... difícil. Me incliné, tratando de dar consuelo, pero joder, si sabía qué diablos decir. ¿Qué había que decir? Estaba completamente sola. Sus dedos bordearon por mi brazo y me dijo—: No quiero ser grosera, pero esta conversación como que me derrumbó, Rome. Muerte y Budweiser nunca deben ir de la mano. Estaba tratando de bromear, pero no tenía humor para la mano de mierda que le había sido repartida. Tuve la sensación del dolor dentro de ella en clase, pero joder, no al nivel que estaba. —¿Así que tú y Shelly? —interrumpió mis pensamientos con el peor tema posible. —Buen cambio de tema —respondí secamente. —Bueno, tenía que haber una razón por la que estuviera tan enojada con nuestro beso. Incluso si fue solamente por la iniciación. —Somos... complicados. —Nunca hablé de esto, ni siquiera con Ally. Pero ella había compartido quién era y por primera vez en la historia, quería hacer lo mismo. —Eso suena como una manera de escabullirse si alguna vez he oído una. —No, no es una manera de escabullirme. Me ha estado acosando desde el sexto grado. Nuestras familias están presionando para un compromiso. Ya sabes, para proteger sus inversiones, mantener el dinero de la empresa en la familia. Nuestros padres son socios. Ni siquiera me agrada. Es una gran vieja espina en mi costado. — Eso lo ponía suave. —Pero... ¿Vas a seguir con eso? El compromiso, quiero decir. Me sorprende que te conformaras con alguien que no quieres. O incluso establecerte en absoluto si los rumores son ciertos. Y allí estaba. La mierda que viene conmigo ya había llegado a sus oídos, en cuestión de horas. El molino de chismes haciendo su jodido trabajo a la perfección. Es hora de ponerla al tanto, compartir unas cuantas verdades. —Malditos rumores. Mira, las chicas sólo se lanzan hacia mí. Cuando se ofrecen, lo tomo. ¿Por qué no? No tengo una novia, nunca la he tenido. El sexo ayuda a calmarme de estar tan irritado todo el tiempo y muestra a la gente que definitivamente no estoy con Shelly. No voy a pedir disculpas por ello. Me gusta follar mucho y nunca con la misma chica dos veces. —Vi caer su mandíbula, pero ella lo había preguntado. Era la verdad—. Mis padres tienen un plan establecido. Esperan que me gradúe, me case con Shelly, asuma el negocio familiar y que viva el puto sueño americano.

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—¿Así que no quieres jugar al fútbol profesionalmente? ¿Me pareció oír que estabas destinado para grandes cosas? Eso cambió completamente mi estado de ánimo. —Sí, quiero jugar. Me encanta. Es tan natural para mí como respirar, la prisa, la camaradería, el rugido de la multitud el día del partido, cuando hago el perfecto tiro a touchdown. Mis padres no lo soportan. Simplemente... Diablos, a ellos no les importa. Sólo odio jodidamente que mi vida esté dictada por mis familiares, eso es todo. —Decirle algo, decirle a alguien acerca de ellos, estaba ayudando a librarme de mi ira. —Entonces haz lo que quieras. Al diablo con todos los demás simplemente.

—dijo ella

—Es más fácil decirlo que hacerlo. Su mano apretó suavemente la mía. —No puedes vivir tu vida por los demás, Rome. Tienes que hacer las cosas que tú deseas, alcanzar tus sueños, en la forma que desees hacerlo. Si eres feliz, entonces tus padres seguramente lo estarán también, y si no, van a superarlo con en el tiempo. No estés con alguien que no te gusta como Shelly. Tienes que estar con una chica a la que no puedas resistirte, la que realmente desees por encima de cualquier otra persona. Alguien con quien te conectes. ¿Qué estaba tratando de decir? —¿Igual que tú, Mol...? ¿Una chica como tú? —Ni siquiera me conoces. —Me estaba alejando, así que dije la primera cosa que me vino a la mente, pasando mi dedo por su mejilla, amando al efecto que esto tuvo en su respiración—. Sólo tomó una mirada a Romeo y Julieta y su destino estuvo sellado. Tal vez soy igual que mi tocayo, y tal vez tú eres como la tuya. Suave, Rome, muy suave. Oh, y estaba seguro de que el comentario era una deducción inmediata de un millar de hombres, pero tuvo el efecto deseado. Me quería, y mierda, en ese momento, la quería también. Puse mi mano en su rodilla desnuda, seguí deslizándola hacia su muslo, el calor de su piel cada vez mayor cuanto más me acercaba entre sus piernas. Mi pene estaba tan duro como el granito, mientras miraba a esos labios carnosos, y me moví, a punto de tomarla, cuando la manilla de la puerta de mierda empezó a temblar. —¿Rome? ¿Rome? ¡Abre! ¡Sé que estás ahí! Molly contuvo el aliento y, sacudiendo mi mano de su muslo, enderezó su ropa. Arruinado. —¡Mierda! —grité, levantando y lanzando mi cerveza en la basura, oyendo el cristal romperse.

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—¡Esa chica! —susurró Molly y me miró, me miró directamente a los ojos, esperando que dijera algo. Mientras miraba a su rostro esperanzado, la realidad se vino abajo. ¿Qué demonios estaba haciendo? Molly estaba herida, demasiado herida para sólo una follada. Por todo lo que me había dicho, el sexo sin sentido sólo sería cruel, y mierda, no podía darle nada más. Necesitaba poner el infierno fuera de Bama, tenía que hacerlo, y estar con una chica que no fuera Shelly sólo iba causar una tormenta de mierda de problemas con mis padres. Nada valía eso. —Me voy, Rome —dijo finalmente con un suspiro de decepción—. Te dejo con ella. Es probablemente lo mejor. —Mol... —empecé, pero probablemente tenía razón. Era lo mejor. Pero cuando pasó por delante, algo en mí hizo clic, y le agarré la mano, atrayéndola contra mi pecho. Sus ojos dorados eran enormes cuando me miró, esperando... jodidamente esperando algo. —Me gustó hablar contigo, Shakespeare. Fue diferente... —finalmente confesé con voz tensa. Agarrando su toga, la atraje más cerca de mí, sosteniendo la parte posterior de su cuello en mi mano, pero su mirada expectante me dijo que necesitaba más. Su rostro cayó cuando me estanqué, y dijo, decepcionada—: Yo también, Romeo. Pero nuestra pequeña conversación parece haber llegado a su fin. Me imagino que es probablemente lo mejor de todos modos. Antes de que pudiera detenerla, se alejó, caminando hacia el dormitorio, y la seguí. Mol tiró de la manija y la puerta se abrió de golpe, Shelly llegó corriendo directamente hacia mí, saltando en mis brazos y aplastando sus gruesos labios contra los míos. —Te deseo, Rome. Fóllame, aquí y ahora. Sus piernas se apretaron alrededor de mi cintura y empezó mover sus bragas contra la entrepierna de mis jeans. Juntando la parte superior de sus brazos, la empujé hacia atrás, ajustando mi atención en la puerta. Estaba cerrada, y Molly se había ido. ¡Mierda! Girando, alejé a Shelly de mí y la lancé sobre la cama. —¿Qué mierda, Shel? —silbé. Se tambaleó sobre sus rodillas, sonriente, su lápiz labial rojo manchando sus dientes. —Papá llamó, me dijo que estaremos comprometiéndonos el próximo mes de julio. Quería celebrarlo contigo.

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Algo dentro de mí se rompió, y el consejo de Molly rodeó mi cerebro. No puedes vivir tu vida por los demás, Rome. Tienes que hacer las cosas que deseas, alcanzar tus sueños, en la forma que desees hacerlo. Ella tenía razón. ¡Joder, sí que tenía razón! ¿Qué demonios estaba haciendo? Mirando a Shelly en la cama, le pregunté—: ¿Por qué quieres casarte conmigo, Shel? Tú no me amas. Yo no te amo. ¿Cuál es la atracción? —¡Te quiero! Siempre lo hice —dijo arrastrando las palabras. Sacudiendo la cabeza exasperado, argumenté—: No, te gusta la idea de mí. Joder, Shel, siquiera me conoces. ¿Cómo puedes amarme? ¿Cómo puedes querer este “maldito compromiso”? ¿No deseas un hombre que te ame también? Sus ojos brillaron y sus hombros cayeron. —Mi padre quiere que suceda. Mi mamá me enseñó desde muy joven lo que sería casarse por dinero, y como la mayoría de las mujeres en mi posición, tendría que permitirte hacer tus cosas, tener tus pequeñas aventuras. Aceptar. Pero a los ojos de la sociedad, yo siempre sería tu esposa. Estaría en tu brazo en las funciones sociales y sería la madre de tus hijos. Podríamos ser lo que los demás, o nuestros amigos, y la sociedad de Tuscaloosa esperan. Su mirada cayó durante su discurso, pero entonces ella me miró con los ojos inyectados en sangre y dijo—: No soy estúpida, Rome, a pesar de lo que piensas. Ya sé que no me quieres, pero, seamos sinceros, no se trata de amor, ¿verdad? Es lo que somos, por lo que nos criaron. —¿No quieres más para ti? ¿No tienes sueños? ¿Cosas que deseas lograr lejos de toda la presión de ser algo que no somos? ¡Infierno, Shel, no estoy hecho para ese tipo de vida! Soy jugador de fútbol. ¡Nací para ser eso, no para un miserable traje! Su cabeza empezó a oscilar hacia adelante y atrás. —¡No! Yo no tengo algo así como el fútbol como una alternativa. No tengo un GPA de cuatro puntos o alguna otra habilidad para usar como alternativa. Soy Blair, y ¿sabes qué, Rome? Quiero la vida que mi mamá tiene, y te necesito para hacer que eso suceda. — Sus ojos se estrecharon y, mirando hacia el balcón abierto, y declaró—: Y haré lo que sea para conseguirlo. Me enderecé ante su velada amenaza, dándome cuenta de que no iba conseguir llegar hasta ella en este estado. —No va suceder, Shel. Lo siento. Azotando de nuevo para afrontarme una vez más adoptó su habitual fachada de perra y gritó—: ¡Eres un idiota egoísta! ¡Piensa en mí! Si se trata de sexo, no te preocupes. Ya sabes que te follaría en cualquier momento que quieras. ¡Está todo aquí para que lo tomes! ¡La vida perfecta en bandeja de plata! —¡Ten un poco de maldito orgullo, mujer!

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—¡Tengo orgullo, pero estoy empezando a preguntarme si aún tienes una verga, huyendo de tu deber y actuando como una putita chillona en vez de hacer lo que te dicen! Caminé hasta el final de la cama, Shelly arrastrándose hacia atrás ante la mirada severa en mi rostro. —Tú y yo... nunca sucederá. Eres patética y odio todo lo que representas. Nunca me casaré contigo. Nunca. ¿Me entiendes? Vaciló por un momento antes de contestar—: Lo harás, Rome. Te he conocido toda mi vida y siempre has hecho lo que tus padres te dicen que hagas. ¿Qué ha cambiado? Era retórico, pero la fulminé con la mirada durante un largo tiempo antes de sonreír victoriosamente. —Todo. Abandoné la habitación de Ally, sin molestarme en desalojar a Shelly, y fui en busca de Molly para asegurarme de que estuviera bien. Abajo, en el césped, la vi en un banco con Ally, Jimmy-Don, la muchacha siniestra que había visto con JimmyDon, y una chica con los labios oscuros y cabello negro azabache. Molly se veía tan enojada, tan triste, y, sin querer causar una escena, tenía que conseguí salir de allí. Necesitaba hacer algo mientras tenía el coraje, algo que de ninguna manera iba a ser fácil, pero tenía que hacerlo para finalmente liberarme. Sólo esperaba que no viviera para lamentarlo.

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—El Sr. Prince te verá ahora, Rome. Me levanté del frío sofá de cuero duro en el amplio vestíbulo blanco, escasamente decorado y, asintiendo a Jean, la asistente de mi padre. Entré en su despacho, cerrando firmemente la puerta detrás de mí. Allí sentado, el rey de todo el maldito mundo, vestido en su poderoso traje negro a rayas, detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras me acercaba. —Rome. ¿A qué debo este placer? —Atrapé el sarcasmo en su voz, pero lo ignoré y me desplomé en la silla libre en su escritorio. —Tengo que hablar contigo, —le dije con firmeza, abrazando el entumecimiento distante que siempre sentí en su presencia. Se echó hacia atrás, sonriendo, cruzando los brazos. Nunca había venido a él así antes, y es obvio que había puesto de buen humor al bastardo. —Adelante. Soy todo oídos. Tomando una respiración profunda, me encontré con sus ojos fríos y declaré—: He terminado. Eso acabó con la sonrisa de su rostro, y sus cejas canosas se arrastraron juntas por la confusión. —¿Terminado con qué, muchacho? —Todo eso. Tu mierda controladora, mamá siendo dominante y echándome bronca sin parar por ser un maldito error para los dos. —Me incliné hacia delante para colocar el último clavo en el ataúd del Imperio Príncipe, viendo los labios de mi padre curvarse con disgusto por el gesto audaz—. Y no me voy a casar con Shel, por nada. No hay suficiente dinero en el mundo o cualquier amenaza que puedas emitir que haría que me den ganas de unirme legalmente ante ella de por vida. Déjenme fuera de sus vidas, si quieres, pero no puedo y no voy a hacerlo. El silencio era sofocante en la amplia habitación, de estilo decorado antiguo mientras los dos hombres Prince se miraron fijamente el uno al otro. Finalmente, mi padre se inclinó hacia delante, tranquilo como el mar, y dijo—: No sé de dónde diablos sacaste la idea que tenías alguna opción en esto. Exactamente la respuesta que estaba esperando. —Sí tengo opción. Y no voy a seguir con esto. Voy a entrar en el proyecto, y esta vez no puedes detenerme. Voy a dejar este lugar una vez por todas, y vivir mi maldita propia vida. ¡Dios, ustedes deberían estar orgullosos! ¿Por qué conseguí el único padre en toda

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Alabama que no quiere que su hijo entre en la NFL? Soy bueno, Papá, muy bueno, si sólo te dieras cuenta de ello. Tal vez si vienes a uno de mis partidos, verías que no era adecuado para una vida en el mundo de los negocios. Papá se quedó quieto, con la furiosa cara ardiendo. Luego se levantó, golpeando con fuerza su escritorio. Me tomó completamente por sorpresa, y me echó hacia atrás en mi asiento. Él siempre había sido fuerte y dominante, pero esta reacción parecía un poco extrema, incluso para él. Siempre estaba tranquilo y sereno, especialmente en público, especialmente en su trabajo. Golpeando sus manos en el escritorio de caoba sólida, gritó—: ¡Lo harás, muchacho! ¡Es tu deber! ¡Petróleo Prince necesita los Blair, y no voy a permitir que un don nadie fuera de la familia se infiltre en mi compañía cuando Shelly finalmente se case! La empresa se ha transmitido a la siguiente generación durante años, pero, ¡Oh, no, tengo un gamberro de hijo que se opone! ¡Jesucristo! Rápidamente me puse de pie y, sorprendido por su arrebato, grité—: ¿Qué demonios? ¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué estás reaccionando de así? Esto no puede ser sólo que no queriendo casarme con Shel. Estás actuando como un loco. ¿Qué está pasando en realidad? Sus ojos se estrecharon y una expresión extraña, casi con pánico, cruzó su rostro. — ¡Esto es sobre el casamiento! ¡Vas a hacerlo, aunque sea lo último que hagas! Pasando las manos por mi pelo, suspiré profundamente y empecé a retroceder de la habitación. —Ya he terminado. Trata con ello. Y no te molestes en tratar de convencerme de lo contrario. Abrí la puerta de la entrada, y el Sr. Blair, padre de Shelly, me vio. —¡Rome! — Mantuvo los brazos extendidos, con su excesiva sonrisa cubierta. Él no era un hombre malo, sólo tenía sus prioridades desordenadas: el dinero y la posición social primero, y ellas triunfaban sobre todo lo demás. Shelly claramente tenía problemas con su padre, y la forma en que él puso la mayoría de las cosas por encima de ella, no se necesita ser un genio para averiguar por qué. —Hola, Sr. Blair, —dije mientras me abrazaba. —¿Estás aquí para hablar de la boda? Sólo piensa, para este tiempo el año que viene, serás oficialmente familia. —Mi estómago cayó y di un paso atrás. El Sr. Blair perdió la sonrisa mientras miraba por encima del hombro y vio el estado de la oficina de papá—. ¿Joe? ¿Qué dem…? —No me voy a casar con su hija, señor. No la quiero como mi esposa y no quiero tener nada que ver con la empresa, tampoco. Sólo vine aquí para que mi padre sepa que lo digo en serio. Lo siento si le causa algún problema, pero simplemente no puedo hacerlo. —Con eso, salí del edificio. Me enfrente a mi padre. Realmente jodidamente lo hice. Pero la mirada determinada en sus ojos mientras me fui me hizo sentir nada más que temor de lo que esperaba.

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TEXAS A & M, KYLE FIELD, COLLEGE STATION, TEXAS. —¿Qué pasa, hijo? —El entrenador se sentó delante de mí en el vestuario. Acabábamos de terminar de jugar con los Aggies4; y decir que acabo de tener una pesadilla de juego sería un eufemismo. Tres pases interceptados... Seis sacks5... ¡Seis jodidas sacks! Sentado con la cabeza baja, todavía con el uniforme sucio, todavía con mis botas de fútbol, me encogí de hombros. —No puedo concentrarme. ¡Mierda! ¡Estuve terrible! Agradezco jodidamente que ganáramos o ¡me estarían echando fuera de Tuscaloosa! — Tiré mi cabeza hacia atrás, pasando mis manos por mi cara, sintiéndome completamente exhausto. El entrenador suspiró, moviendo su silla para sentarse frente a mí. —Rome, te conozco desde hace casi cuatro años ahora, fui a algunos de sus partidos de la escuela secundaria antes de persuadirte a unirte a los Tide. Este no es el momento para que metas la pata. Todo el mundo sabe que seguro serás escogido para la primera ronda del reclutamiento. —Se quedó en silencio un momento antes de preguntar—: ¿Son tus viejos? Eso me sorprendió, gire la cabeza de golpe hacia atrás para mirarlo. —¿Qué? —Mira, hijo, no sé mucho acerca de tu situación familiar. Mantienes tu vida personal bastante hermética. Pero sé cuando alguien no tiene el apoyo de sus viejos. He estado entrenando mucho, demasiado tiempo, y tú no eres el primer jugador en escaparse de su vida privada en el campo. Un nudo se balanceaba en mi garganta, revisé a mí alrededor, sólo para encontrar que el resto del equipo se había ido hace tiempo. Me quedé mirando el entrenador directamente a la cara y asentí. —Ellos no quieren que entre en el draft. Ellos quieren que me haga cargo del negocio familiar y casarme con una chica que no quiero. Tuve una gran discusión con mi padre hace unos días sobre todo esto. No puedo dejar de revivirlo. —¿Y qué es lo que tú quieres, Rome? —El entrenador preguntó suavemente. No podía haber ninguna duda. —Fútbol. Es todo lo que siempre quise. —No soy nadie para decirte qué hacer, Rome. Pero voy a decirte algo. Eres uno de los mejores... si no, el mejor mariscal de campo que he tenido el honor y el privilegio de entrenar. Estás en una encrucijada en tu joven vida. Sólo tú puedes estropear las decisiones que debes tomar. —Durante unos segundos, me dejó reflexionar lo que había dicho, y luego continuó—. Los equipos de la NFL te tienen en su radar. Todo el mundo espera que lo logres en el siguiente nivel. 4

Aggies: es la denominación que reciben los equipos deportivos de la Universidad de Texas A&M, es este caso hace referencia al equipo de Fútbol americano 5 Sacks: Pillaje hacer frente por detrás de la línea de golpeo a un mariscal que intenta pasar la pelota.

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Me quedé mirando el sucio suelo de azulejos blancos, sin verlo, cuando el entrenador suspiró profundamente. —Mira, ¿qué puedo decir? Intenta con todas tus fuerza meterte en un lugar mejor. Rome... no importa lo que cueste... ¿sí? —¡Sí, señor! —Exclamé, levantando la cabeza y mirando al entrenador directamente a los ojos... al mismo tiempo dando gracias silenciosamente al Señor que el entrenador no me hubiera amenazado con dejarme en la banquillo. Lentamente poniéndose de pie, dándome una palmadita paternal en el hombro, dijo en voz baja—: Cámbiate. Salimos en veinte minutos.

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Eso fue hace dos días. El equipo... mi equipo... ahora estaba de vuelta en el entrenamiento. Después de la charla del entrenador conmigo, las cosas se sentían más fáciles, y yo estaba agradecido de estar de vuelta en Tuscaloosa. Por supuesto, los mensajes desde casa ordenándome discutir el asunto del matrimonio eran constantes, pero decidí que tenía que poner un poco de espacio entre mis padres y yo por un tiempo. Había estado pensando mucho acerca de lo que dijo el entrenador y se me ocurrió un plan. Uno: mantener mi cabeza en el fútbol. Dos: agudizar mi enfoque en lo que hago mejor. Tres: priorizar el tratar con todas mis fuerzas de alejar de mi vida toda la jodida mierda de beber alcohol y de andar con putas alrededor. Mi prima y yo estábamos caminando hacia clase, y Ally estaba hablando sin parar acerca de una chica que vivía para hacerla enojar, pero me separé hacia otro lugar, sentí un sentimiento cercano a la emoción en el estómago mientras nos acercábamos al edificio de Humanidades. Sí, eso nunca había ocurrido antes, y mucho menos por la filosofía, pero aquí estaba yo, casi corriendo para llegar al aula. Ya no estaba renegando acerca de por qué. ―¡Demonios, Rome! ¡Más despacio! ―dijo Ally, mientras corría tratando de estar a la par con mis zancadas—. ¿Por qué demonios estás tan apurado? ―Nada. Simplemente, no quiero llegar tarde. Su mano agarró mi codo, tirando de mí para detenerme, mirándome con unos enormes ojos marrones. ―¿Desde cuándo? ―Preguntó con una risa incrédula. ―¿Desde cuándo, qué? ―Traté de evadir su interrogatorio. Era jodidamente demasiado entrometida por su propio maldito bien. ―¡Tú! ¿Por qué estás tan preocupado con las clases, de repente? No eres exactamente el estudiante del año. ―Vamos a ir o voy a dejar tu culo atrás. ―Empecé a caminar de nuevo, y ella dejó escapar un enorme suspiro detrás de mí. Girándome, me quejé con exasperación. ―¿Y ahora qué? Sus labios hicieron un mohín y luego estalló en una sonrisa. ―Estoy detrás de ti. Haciendo caso omiso de ella, me dirigí a la clase. A medida que pasábamos a través de la puerta, Ally seguía riendo a mi lado, lo que sólo sirvió para hacerme enojar más y de

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inmediato miré hacia la mesa de asistente de Molly, sintiéndome decepcionado al instante cuando comprobé que ella no estaba allí. Por difícil que era admitir para mí mismo, extrañé no verla en toda la semana. Estaba harto de su imagen en mi maldita cabeza, me impedía dormir, y pensé que estaba a punto de verla de una maldita vez en persona de nuevo. ―¡Oh, Rome, ¿viste eso?! Nada de Molly ―dice Ally con voz cantarina mientras subía las escaleras. Estaba acostumbrado a que tratara de sacarme de quicio, como una hermana pequeña, haciéndolo molesto, pero esta vez, ella estaba realmente lo estaba consiguiendo. Alguien entró en la habitación, y eché un vistazo desde la comisura de mi ojo. Era Molly, con la cabeza gacha, vestida con jeans cortos, una camiseta blanca ajustada, y una versión en blanco de los horrendos jodidos zapatos. Bordeó por delante de mí hacia su mesa, ni siquiera me reconoció. Eso me molestó. ―Shakespeare. ―La saludé, tratando de llamar su atención. Pero aún nada. Me estaba ignorando por completo y no me sentaba bien. Mi buen humor, ahora, desaparecido por completo. Me abrí paso por las escaleras hasta mi asiento junto a Ally, tratando de no prestarle atención a Shelly. Ella, como siempre, comenzó batiendo sus pestañas en mi dirección. Sacudiendo la cabeza, me preguntaba ¿Por qué estaba siendo tan estúpida? No podía creer que mantuviera los falsos coqueteos después de lo jodida que fue nuestra última reunión. Me senté en mi asiento, preguntándome por qué Molly estaba siendo tan extraña, cuando ella avanzó hacia el atril, con la frente ceñuda, tocando el pequeño micrófono, los sordos golpes hicieron eco atrayendo la atención de todos. —Hola, a todos. La profesora Ross me pidió que dirigiera el seminario de hoy, sobre la introducción al utilitarismo, y en las próximas sesiones, os daré algunas notas breves sobre los principales argumentos antes de explorar algunos ejemplos para la discusión. Tenía esa confianza nuevamente, casi arrogancia, cuando se trataba de su tema. Ella se movió desde el atril, dejando caer sus notas, su apretado culo flexionando bajo sus pantalones cortos. Me moví mientras mi polla se endurecía. Se lamió los labios, ajustando sus gafas, y yo luchaba por no gemir en voz alta por lo que tenía a la vista. »—En términos simples, la idea del utilitarismo es la teoría de que las acciones de un individuo se basan en el hecho de que nosotros, como humanos, buscamos activamente placer al tomar decisiones. Por lo tanto, este argumento es visto como el enfoque hedonista a la ética —que hacemos las cosas para sentirnos bien, impulsados por la búsqueda de placer. Jeremy Bentham propuso que los seres humanos funcionan con un principio de placer-dolor, es decir, que buscamos el placer y evitamos el dolor a toda costa. Ni una sola vez me miró mientras hablaba. La clase era pequeña y miró a cada par de ojos en la habitación excepto a los míos. Llegó a mí... jodidamente me llegó.

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»—Bentham creía que este principio podría ser adaptado a la sociedad en su conjunto y que funcionaría mejor si se opera en un sistema que considera el mayor bienestar para la mayor cantidad de personas. Esto es evidente en muchos sectores de la sociedad, pero es un buen ejemplo de ello, es la forma en que se vota en una democracia. El voto de la mayoría beneficia a la mayoría de la gente. Por lo tanto, la mayoría de la gente en esa sociedad es feliz, es decir, siente placer por el resultado, creando una sociedad más activa. Después de algunos minutos en el que todavía no conseguir nada, ni siquiera un atisbo, decidí que era hora de cortar la mierda y hacerla reconocerme. Lo que Shakespeare no sabía era que tenía una sólida comprensión de este tema. Y lo usaría para mostrarle que no me gustaba ser ignorado. Esperé hasta que hizo una pausa en su conferencia y dejé escapar una dramática tos, moviéndome hacia adelante en mi asiento y fingiendo escuchar con atención, siendo deliberadamente desagradable. Sus ojos se clavaron en los míos y se estrecharon. Perfecto. Había empezado enojarme demasiado. —¿Dónde estaba? —dijo en voz alta, de manera sutil con una mirada de amonestación en mi dirección—. Oh, sí. Hoy vamos a discutir el concepto del principio de placer-dolor y si los humanos realmente funcionan de esta manera. Yo, por mi parte, tiendo a estar de acuerdo con la mayor parte de esta teoría…. —¿En serio? —Solté, interrumpiéndola a mitad de sus comentarios. Mis compañeros de clase me miraron boquiabiertos desde sus asientos. Sí, nunca he participado en la clase. Diablos, la mayoría de estas personas probablemente no me habían escuchado decir nada en casi cuatro años de estar en esta sala. Yo sabía que tenía la reputación de ser un deportista tonto, y ¿qué me importaba? Dejé que los cabrones creyeran lo que querían. Iba a hablar hoy, sin embargo, y todo era porque quería la atención de una chica. Molly se había paralizado, con el pulso en su cuello golpeando furiosamente bajo su piel expuesta. —¿Perdón? Allí estaba, ese fuego, esa chispa que mantiene tan bien escondida. Tomando mi lápiz, le di la vuelta entre mis dedos, como si no me importa una mierda, y por la expresión de su rostro, estaba logrando aumentar su irritación. —Estaba expresando mi sorpresa a que estés de acuerdo con Bentham, en su mayor parte. —le dije, exagerando las últimas cuatro palabras. —Entonces, la respuesta es sí, has oído bien —me espetó. Cristo, se veía aún más linda cuando estaba enojada como el infierno, y su actitud me estaba haciendo dar vueltas —¡Eh! —murmuré, mordiendo el lápiz. La habitación estaba absolutamente silenciosa, e incluso la profesora nos estaba observando con gran atención. Ally me golpeó con su codo en mi costilla y silbó —Ya basta, Rome. Ella no va a encontrarlo divertido. Déjala malditamente en paz. —Por un momento, me sentí un poco culpable, pero estaba teniendo demasiada maldita diversión con este combate para importarme realmente una mierda.

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—Eh, ¿Qué? ¿Romeo? —Preguntó ella con una sonrisa maliciosa. Eso me hizo callar, y cualquier humor que tenía pronto se transformó en rabia. Ella usó ese maldito nombre, sabiendo exactamente lo que sentía por eso... ¿Y además en público? Era tan rastrero que era glacial y no podía creer que me hubiera hecho eso a mí, no le creía capaz de ser tan malditamente cruel. Su ceja se levantó, un claro desafío, y me gruñó. ¿Ella quería jugar sucio? Que comience el juego. Tomando una respiración profunda, dije—: Creo que es absurdamente idealista pensar de tal manera, Shakespeare, y para alguien de tu supuesta inteligencia, estoy sorprendido de que eso saliera en absoluto de tu boca. —¡Rome! —Ally me advirtió silenciosamente a mi lado, pero no podía detenerme. Tenía un ardiente deseo de joderla después de que me llamara por ese bastardo nombre tan maliciosamente. —Quiero decir, mira a la analogía de votación que diste: mayor bienestar para el mayor número de personas. Mencionaste cómo era considerado bueno para la sociedad, cuando la mayoría de la gente estaría contenta con el resultado, pero todo lo que veo son defectos. ¿Y si la "mayoría" que la gente vota son malos o tienen malas intenciones y la minoría son personas inocentes y buenas son puestos en peligro por el hecho de que son superados en número? ¿Qué pasa si la persona que votaste tiene motivos ocultos y se retracta de lo que dijeron que iban a hacer? Ella abrió la boca para meter baza, pero seguí mi camino, levantando la voz aún más fuerte para que ella no pudiera detenerme en mi perorata. »—Mira a Hitler. Fue elegido por el voto democrático, y por un momento, él fue lo que era correcto para la mayoría de las personas que estaban viviendo en la pobreza sin ninguna esperanza real. Pero mira cómo terminó eso... Yo sólo estoy diciendo que aunque parece bueno en teoría, la parte práctica realmente no da resultado, ¿o sí? Levanto mi barbilla con arrogancia, desafiándola a intensificar su juego. Salió de la protección del atril, mientras caminaba hacia adelante, con el propósito de caminar dando los dos primeros pasos hacia mí, su pelo rebotaba con largos mechones castaños cayendo en sus ojos. —Para empezar, hazme el honor de permitirme terminar antes de interrumpir bruscamente. —Sus dientes estaban apretados juntos y sus ojos encendidos de ira—. Con lo que estoy de acuerdo en esa idea es que los individuos sí viven, en muchos casos, por placer sobre el dolor, al menos en su mayor parte. Seguramente que estarías de acuerdo con eso, Sr. Oh tan fantástico QB. ¿No toma la mayoría de tus decisiones basadas en tu ilustre carrera futbolística, algo que te produce placer? Así que ella iba a ir a la yugular, tratando de derribarme. Me pregunté qué diablos había hecho para merecer su ira. —Tienes razón, lo hago, pero también lo hago para los espectadores, para mis compañeros de equipo. Ellos encuentran alegría en el fútbol, a diferencia de algunos —le dije con intención.

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Sus manos se posaron en sus caderas. —¿Qué significa eso? —Significa que en Alabama, Shakespeare, el fútbol es el mayor placer que hay; lo juegas, lo observas, entrenas. Mi entrenamiento, y por lo tanto mi éxito, me beneficia tanto a mí como a otros. Tú pareces ser la única a la que no le gusta. Sus labios temblaron y una sonrisa victoriosa se posó en su rostro. —Entonces has demostrado que tengo razón. En Alabama, el mayor bien para el mayor número de personas es el fútbol americano, ya que da placer a la mayoría de la población. —En este sentido, puede que tengas razón, pero no siempre es así de simple. —Continúa —dijo ella, con los brazos cruzados bajo su pecho, su pie golpeando ruidosamente contra las escaleras de madera. —Tú hablas de que los individuos hacen las cosas por placer y para evitar el dolor, ¿cosas que no les gustan? —Sí. —Pero muchas personas hacen cosas que causan a sí mismos dolor o desagrado para satisfacer las necesidades y deseos de otras personas. —Ella debería haber entendido la referencia. Cristo, era la única persona en la que había confiado. Sólo ella sabía de la presión de mis padres para casarme con Shelly y cumplir sus órdenes. Que me aspen si iba a dejar que siguiera escupiendo nuevas cosas de mí delante de extraños. —Oh, no estoy segura de que son siempre tan doloroso hacer ciertas cosas o ciertos actos que los demás quieren, quiero decir. —Sí, Ella iba a ir allí, y casi rompo el escritorio de la rabia. —Debes ser muy clara, Shakespeare. ¿A qué quieres llegar? —Agarré el lápiz como si fuera una pelota para el estrés. —Bueno, vamos a usar el sexo, como ejemplo. Una de las dos personas que toman parte en el acto podría querer más, y la segunda persona puede ser del todo indiferente en sus afectos, pero la segunda persona cede en última instancia, y lo hace de todos modos para hacer a la primera persona feliz. Sin embargo —y aquí radica la ironía— el que es infeliz todavía encuentra la liberación sexual. Por lo tanto, esa parte en realidad no experimenta malestar en absoluto. ¿O lo hacen? Mierda. La comprensión me golpeó. Todo este tiempo se trató de Shelly. Ella pensó que me follé a Shelly la noche que hablamos en el balcón, y claramente no le gustaba. El lápiz en mis dedos se rompió bruscamente, junto con mi paciencia y tolerancia por la forma pública de vengarse que tiene Molly... ¡Y por algo que no hice, joder! ¿Así que ella quería airear todos los trapos sucios? Entonces yo ventilaría la mierda. —¿O qué tal una persona que decide que sería una buena idea besar a otra, debido a alguna extraña e inexplicable atracción, pero luego, en retrospectiva, decide que fue un maldito error? ¿Que hablaban de cosas personales por primera vez con alguien diferente, alguien nuevo, pensando “¿tal vez pueda confiar en esta persona para que conozca al

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verdadero yo?” Sólo para darte cuenta de que lo que hiciste fue estúpido y nunca debió haber sucedido. ¡Afianzando que la gente es sólo una gran decepción! —me pasé las manos por el pelo, dejando caer el lápiz ahora destrozado al suelo. —Jesús, Rome —susurró Ally a mi lado, su mirada simpática recayendo sobre Molly. Alcé los ojos para ver lo que la tenía tan molesta. Molly seguía de pie en el segundo escalón, con los ojos llorosos, y completamente avergonzada. ¡Mierda! ¿Cómo diablos había ocurrido esto? Se suponía que debía ser un debate estúpido, no una masacre verbal completa. Joder, pero la chica me podía sacar de quicio en más de un sentido. Sus ojos dorados dejaron rápidamente los míos, y ella miró el reloj, anunciando en voz baja—: En el próximo seminario se analizarán las notas personales de Bentham. La lectura esencial está en el esquema del curso. Clase terminada. Colgándome la mochila al hombro, corrí por las escaleras, sin ni siquiera mirar a Molly en su escritorio, la necesidad de salir como alma que lleva el infierno fuera de la habitación sofocante abrumó todo lo demás. Shelly irrumpió pasando junto a mí, casi dislocando mi hombro en el proceso, y los demás compañeros de clase se escabulleron con susurros apresurados. Caminando hacia la esquina del pasillo, me apoyé en la pared, respirando profundamente. Una tos ligera irrumpió a través de mi aturdimiento. —¿Qué? —dije, sabiendo que era Ally. —¿Estás bien? —preguntó en voz baja. Abrí los ojos y me eché a reír con sarcasmo. —¡De jodido color rosa! Me encanta que mi vida personal sea objeto de rumorología UA. Ella me miró fijamente durante un rato antes de sacudir la cabeza. —Tengo que llegar a mi siguiente clase. No hagas nada estúpido. —Cállate, Al. —Lo digo en serio. Sé que estás esperándola. —Lo hacía. Shakespeare y yo necesitábamos tener una pequeña conversación privada acerca de cómo mantener un maldito secreto—. Mira, Rome, me he vuelto muy cercana a esa chica últimamente. Diablos, se ha convertido en una de mis amigas más cercanas. No quiero que la hagas pasar un mal rato, ¿me oyes? No está acostumbrada a la gente como tú. ¡Lastímala y tendrás que lidiar conmigo! Cruzando los brazos sin dar una respuesta, dejé caer mi mirada, observando los pies de Ally cuando ella se marchaba con un suspiro de frustración. Dos minutos más tarde, Shakespeare salió del aula de clase y, al instante, estuve ante ella. —¿ De qué mierda se trató todo eso? Su sorpresa ante mi presencia fue evidente en sus ojos enormes y el ritmo de su respiración tartamudeó. —Fuiste grosero —dijo con severidad, comprobando a nuestro alrededor.

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Estábamos solos, me había asegurado de ello. Esto era entre ella y yo. —Estaba debatiendo. Eso es lo que haces en filosofía. Tú lo hiciste personal. —Podía escuchar el borde áspero en mi voz, pero Molly no estaba intimidada, permaneció firme, manteniendo mi mirada fulminante con la suya. —¡Tú también lo hiciste! —Ella devolvió el golpe, con el rostro sonrojado con ira. ¿No podía ella ver lo que había hecho? ¿Cómo me había llevado al borde de perder la compostura frente a una clase con sus palabras...? ¿Con ese maldito nombre? —¿Por qué sacaste a colación la otra noche? Lo que hablamos fue en confianza. Te dije cosas que nunca he dicho a otra persona jamás, ¿y me lo echaste en cara en una clase públicamente? —Me acerqué, oliendo ese maldito aroma vainilla de su... ¿Qué? ¿Su pelo, su piel? Dios, me estaba volviendo loco. Así de cerca, noté más cosas sobre ella, como lo perfecta que era su piel, sin marcas o manchas, y sus ojos tenían una extraña sombra color caramelo alrededor del iris. Jesús, estaba furioso, pero no quería nada más que tomarla contra la pared. Follarla hasta someterla. Follarla, hasta que aprendiera a no volver a cruzarse conmigo. Volviendo a orientar mi mente, dije—: Deposité mi confianza en ti ¿y tú sacaste los trapos sucios en tu conferencia por tu propio maldito beneficio de sabelotodo? Mi mandíbula se apretó cuando ella puso los ojos en blanco y se rió. —Confianza, ¡maldición! Toda la universidad sabe que utilizas a las chicas para tener relaciones sexuales, lo que, sinceramente, me hace sentir asco. Ella acababa de ganar el primer strike. —Por lo que vi la otra noche con ella, lo hiciste entonces también, después de que me confiaste que ella no te gustaba, después de haber conectado tan profundamente conmigo. Strike dos. —¿Dónde está la moral en eso? ¿Supongo que no pudiste resistirte a sus piernas abiertas? ¡Jodido strike tres! Perdiendo por completo mi cordura, hice retroceder a Molly contra la pared y en un rincón oscuro. Estábamos completamente ocultos a la vista. Acercándome cada vez más, pregunté—: ¿Por qué te importa a quien folle? ¿Qué significa para ti? —La furia fue rápidamente reemplazada por la lujuria, las dos mezclándose en mi mente. Su respiración agitada y la piel de gallina en su piel sólo me incitaban aún más. Puede que no se haya dado cuenta, pero Molly no podía apartar la mirada de mis labios. —No significa nada para mí —dijo ella con los dientes apretados, pero esos ojos entrecerrados me dieron todas las indicaciones que necesitaba. Ella también me deseaba infernalmente, pero no podía salir y simplemente decirlo, ¿o sí? No, Mol se contentaba con

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presionar cada maldito botón que tenía. Golpeé mi mano contra la pared, inclinándome más cerca, hasta el punto en que casi estábamos tocándonos. —Estás mintiendo. Sus firmes pechos estaban presionados contra mi pecho, mientras me dice entre dientes— : ¡No estoy mintiendo! No tiene que interesarme con quien follas, ¡cómo tan elocuentemente lo pones! —¡Tonterías! ¡No te creo, joder! —Escupí mientras ella golpeó mi pecho, e intenté de nuevo—. ¡Dije que no te creo! Dime por qué mierda te importa ¡y no me mientas, joder! — Sentí sus manos rozando mi estómago, casi haciéndome gemir en voz alta. —¡Muy bien! —gritó—. ¡Me importa porque me besaste! Me besaste como si no tuvieras otra opción, ¡maldita sea! No me gusta ser sólo otro juguete cuando confié en ti. Nunca hago eso ¡y ahora recuerdo exactamente por qué! Ahora estábamos llegando a alguna parte. —Para tu información, Para tu información, no la follé. De hecho, le dije directamente que no iba a seguir con ella. Lo que me dijiste tenía sentido... sobre vivir mi propia vida. Lograste llegarme al corazón. Tú... me afectaste. Y entiende esto claramente... no eres el juguete de nadie, Shakespeare. Puedo andar follando por ahí, pero no voy a jugar contigo. Esos malditos labios se abrieron de nuevo, pero yo ya estaba harto de su mierda, así que puse mi dedo en su boca, atrapándola en mi agarre. —Eres valiente, Shakespeare, al hablarme así. Yo no lo... tolero de nadie. La gente de por aquí sabe que no deben abordarme. Tienen el sentido de dejar las cosas en paz. Sus ojos se estrecharon y ella preguntó—: ¿Me estás amenazando? Mi pene estaba rígida como el hierro, mis fuerzas a punto de romperse, pero este pequeñita inglesa me tenía encendido como un gladiador. —No estoy amenazándote, Shakespeare, sino aconsejándote. Encuentro que tú y esa boca que tienes son verdaderamente excitantes. Pero estoy más interesado en enseñarte cómo mantenerla cerrada. Su cuerpo la estaba traicionando; capté su garganta tragando y el retorcimiento de sus muslos. A ella le gustaba la forma en que estaba siendo con ella, y la idea de que esta señorita buena en realidad pudiera gustarle de esta manera simplemente me estaba volviendo más loco. —Guarda ese ese tipo de conversación para cuando te revuelques con Shelly de nuevo. —espetó. —¡Te dije que no la toqué, joder! —Traté de decirlo con calma, pero salió más como un gruñido. —Eso no es lo que ella ha estado diciendo. —Su voz estaba entrecortada; estaba perdiendo la actitud patea culo que había adoptado.

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Con ambos calmados ahora, traté de hacerle comprender cómo me sentía. —No podría importarme menos lo que ella dice. Pensé que eras diferente, Mol. ¿Por qué hacer gran cosa acerca de Shelly, o el fútbol, después de lo que te había dicho por lo que yo estaba pasando? Respirando fuerte, comenzó a frotarse las sienes. —Mira, simplemente estoy de un humor de mierda. No debería haberte atacado de esa manera y me disculpo por haber traicionado tu confianza. Fue mala educación de mi parte. Estaba enojada contigo, he estado cabreada contigo durante días. No sé cómo estar cerca de ti. Tú... me confundes. Hablando acerca de conflicto. Estaba muy enfadado con ella por su pequeña presentación anterior, pero la anhelaba. No tenía ni idea de por qué, pero yo nunca había querido a una chica como ella antes, cada fibra de mi ser me gritaba para tomarla, poseerla. A medida que mi mente se arremolinaba con estos pensamientos, mi agarré en su momento se aflojó, y trató de deslizarse más allá de mí. —¿Dónde diablos crees que vas? —Le espeté. —Me voy. Ya he terminado con esto... terminé con nosotros y con lo que demonios sea que acaba de pasar. ¿Acabar? Ella no había acabado. Estábamos empezando. Cuando trató de moverse más allá de mí otra vez, renuncié a mi moderación y gruñí— : ¡Me estás volviendo condenadamente loco, Shakespeare! —Y agarrándola con fuerza alrededor de la parte posterior de su cuello, presioné eso malditos labios fruncidos contra los míos. Mierda, se sentía bien. Comí su boca, devorando todo lo que tenía como un hombre hambriento en un banquete. Mi lengua exploró sin descanso, y ella me dio la bienvenida a todo lo que daba. Era perfecta, esto era perfecto, y me estaba volviendo en más que un poco obsesionado. Oí el ruido sordo de sus libros cuando los tiró al suelo y sentí el agarre su mano en el material suelto de mi camisa. Yo la estaba tomando y ella me estaba tomando de regreso. Quería esto tanto como yo. Yo era un hombre poseído. Agarrándola con fuerza alrededor de sus brazos, la empujé contra la pared, mi polla presionando contra su coño, moliendo, y gimiendo contra su boca. Ella dejó escapar un fuerte gemido, y de repente, la realidad se vino de nuevo. Estaba tratando con dureza a Mol en un maldito pasillo. Temor se construyó en mi estómago. Se suponía que debía evitar hacer mierda como esta, conseguir pasar través de este año con facilidad. Molly estaba demostrando ser una gran maldita distracción. Por un lado, quería probar más de ella, pero, por otro, quería que se quedara jodidamente lejos. Expulsé un gruñido enojado. —Joder, Mol, ¿por qué no puedo sacarte de mi cabeza? Eres todo en lo que jodidamente pienso y no sé cómo tratar con ello.

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Ella se veía espectacular: el rostro enrojecido, los labios hinchados, los ojos brillantes de deseo. —¿En serio? —susurró, y podía ver que le gustaban esas palabras que fueron derramadas de mi estúpida boca. —Cada minuto. De. Cada. Día. Empujando mis manos detrás de mi cabeza, vi cómo empezó a recoger sus cosas, preparándose para irse. Teníamos que aclarar esta mierda entre nosotros, sea cual diablos era. —No sé qué hacer contigo. Está confundiéndome y no me gusta. Nunca estuve así por una chica. —Me maldije por decir eso. Era Molly con la que estaba hablando, no una maldita seguidora—. Pero no creo que seas simplemente una chica. He pensado eso desde el momento que te vi toda nerviosa en el pasillo el primer día de clases. Cristo, no he sido capaz de probar nada excepto a ti desde que nos besamos en la maldita iniciación. Esperé su respuesta, pero en cambio, ella se fue, corriendo, gritando de regreso—: T… Tengo que ir a la biblioteca. Casi golpeé la pared mientras su apretado culo se escapó de mí tan rápido como le fue posible. Empecé a seguirla, pero decidí dejarla ir y me obligué a mantenerme quieto. La vi alejarse, pero cuando ella tímidamente miró hacia atrás, le aseguré—: Esto está muy lejos de terminar, Shakespeare... ¡lejos de que se termine, joder! —Y entonces ella se fue, dejándome reprimido con ira, confundido como el infierno y atascado con la mayor erección que he tenido en mi vida. Molly Shakespeare me iba a matar.

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FAYETTEVILLE, ARKANSAS —¡Mierda, Bala, esa chica no puede apartar los ojos de ti! ―dijo Reece emocionado. Levanté la cabeza de mi cerveza, revisé a la atractiva rubia, atrapando su sonrisa acogedora, pero moviendo la cabeza en negación. Jimmy-Don puso su mano en mi cabeza, fingiendo comprobar mi temperatura. ―¿Te sientes bien? Con una sonrisa dije—: Sí, sólo que no estoy interesado. —¿Estás seguro de que te encuentras bien? ―Esta vez estaba serio. Su boca colgaba abierta y me miraba en estado de sorpresa. Asentí con la cabeza lentamente en respuesta y golpeé mi cerveza con la suya, riendo. —¿Cómo puedes no estar interesado en eso? ¡Es una maldita diosa! ―Se quejó Reece, levantándose del sofá, caminando por la sala y probando su suerte con la rubia. —Cincuenta dólares a que ella lo rechaza ―dijo Austin con una sonrisa mientras le daba un codazo a mi brazo. —Demonios, no va a tocarlo. Ella es un nueve. Él... no. Estaría entregando mi dinero tomando esa apuesta. Jimmy -Don se adelantó hacia el sofá y tendió la mano. —Oye, ahora, dale una oportunidad. Será el QB titular el próximo año. Demonios, Rome, ¡él será tú! Voy a tomar la apuesta... de ambos. Los tres nos sentamos de nuevo y observamos a Reece mientras se pavoneaba hacia la rubia, engreído como toda la mierda. Ella me miró por encima de su hombro, pero lo que sea que Reece le dijo la hizo repentinamente ponerse de pie y su sonrisa de “fóllame” cayó de su cara. Él trabajó la buena charla, susurrando en su oído, tocando su mejilla y su brazo desnudo con los dedos Austin me miró boquiabierto, claramente pensando lo mismo que yo: el pequeño hijo de puta estaba dentro.

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La rubia pasó la mano por su pecho, luego, tomando su mano, comenzó a llevarlo fuera de la sala. Reece nos miró, la mayor maldita sonrisa en su cara, luego desapareció escaleras arriba. —¡Menos mal! ¡Lo sabía! ―aulló Jimmy-Don, frente a Austin y a mí, dijo—: ¡Paguen, perras! ―con una sonrisa de comemierda. Sacudiendo mi cabeza, metí la mano en el bolsillo sacando un billete de cincuenta, Austin hizo lo mismo, cada uno lo dejamos en la mano extendida de Jimmy-Don. —Nunca pensé que vería el día en el que anotara por su cuenta. —Ha estado observándote, en el campo y fuera del campo, como un maldito halcón. Va a ser jodidamente peligroso el próximo año ―dijo Jimmy-Don en broma y se movió del sofá para unirse a algunos de nuestros compañeros que se dirigían hacia el patio trasero por comida. Estábamos en una fiesta en una casa por cortesía de uno de los primos de los jugadores de los Hogs. Era la costumbre, —coños solícitos, licor fluyendo— pero lo que era inusual era que yo no tuviera ni un gramo de maldito interés en nada de eso, estaba demasiado ocupado preguntándome qué estaba haciendo Molly para regresar a casa, demasiado ocupado preguntándome si ella había visto mi espectáculo de mierda en el partido. Casi había renunciado a tratar de sacarla de mi mente. Austin se levantó para conseguir más cerveza, unos minutos más tarde el cojín del sofá se hundió junto a mí, indicando su retorno. Lanzándome otra botella, me preguntó ―: ¿Estás bien? Asentí, mordiendo el tapón con los dientes antes de tomar un largo trago. —Conseguirás estar en forma de nuevo, ya sabes. Sólo estás teniendo un mal comienzo en la temporada. —¿Mal comienzo? Mierda. No puedo jugar más. Nada de lo que intento va bien. Me sobrepasé en el pase para ti hoy, unos cinco metros, ―murmuré hoscamente. —Cállate, Rome. Eres el maldito mejor jugador en el estado, demonios, del país. Simplemente estás pasando por demasiado y no puedes dejar que ese equipaje te saque del juego. —¿Cómo sabes por lo que estoy pasando? Austin se encogió de hombros. —Te he visto así antes, cuando aceptaste la beca de fútbol en la UA. Tu padre te golpeó casi enviándote al hospital, y tú, el hijo de puta sádico que eres, simplemente lo dejaste. Ese recuerdo era difícil de olvidar. Yo había ido directamente a casa desde mi partido para decirle a mi padre que había aceptado una beca con los Tide. El entrenador había estado viniendo a algunos de mis partidos de último año en la escuela secundaria y cuando escogimos universidad, él me ofreció un lugar en la UA en el acto. Fue uno de los días más

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felices de mi vida. Eso fue hasta que se lo dije a papá. Creo que él siempre había asumido que finalmente yo habría convenido con su forma de pensar, que a la larga renunciaría a toda la mierda del fútbol, seguiría sus pasos y entraría en el negocio familiar. Pero no entendía la pasión que yo tenía por el juego, nunca lo hizo y ahí es donde empezaron nuestros problemas actuales. En el momento en que le dije que había conseguido una beca completa, se había soltado. Recuerdo darme cuenta en ese momento que él nunca iba a dejarme llevar mi propia vida. Y jode saber por qué, pero me puse delante de mi padre iracundo, el hombre fornido lanzando golpe tras golpe... y tomé cada uno. Sonreí a través de cada golpe. Luego, ensangrentado y golpeado, empaqué mi mierda y dormí en el piso de Austin durante varias semanas antes de tener que regresar a casa a esperar el resto del año. Evité a mis padres durante meses, quedándome fuera de su camino, viviendo en su mayoría en la vieja cabaña en sus tierras, luego saliendo para el campamento de entrenamiento de verano con los Tide y nunca miré atrás. Volviendo al presente, con la música metal golpeando a través de los altavoces, le dije—: No tenía sentido defenderse. Había aprendido que sólo lo volvía peor. —Entonces, ¿qué pasa ahora? ¿Sigue tratando de impedirte entrar en el Draft1? —Sí, nada nuevo ―dejé escapar una risa cansada. —Pero ahora quiere que me case con Shelly. Me negué, por supuesto, no he hablado con él desde entonces, pero sé que no va a rendirse. ―Eché un vistazo a la botella en mi mano y dije—: Nada cambia para nosotros ¿verdad, hermano? Sacudiendo la cabeza, Austin dijo—: A veces, Rome, me pregunto cómo conseguimos tal mierda de vidas. Tú con todo el dinero del mundo, pero con los peores padres en la Tierra. ―En realidad me reí de eso—. O yo, nada más que un pedazo de remolque de basura, con dos hermanos cabeza hueca y una santa por madre que apenas puede caminar ya. Incliné mi botella de cerveza en su dirección y él hizo tintinear la suya contra la mía, no necesitaban ser dichas más palabras. La fiesta continuó, la mayoría de los jugadores anotaron con chicas para la noche, y Jimmy-Don volvió a entrar en la habitación para encontrarnos a Austin y a mí todavía en el mismo lugar —¡Chicos! Un grupo de nosotros se está dirigiendo a un bar, ¿vienen? —¿Tu chica no va a estar enojada contigo si lo haces? ―le pregunté con una sonrisa burlona. Jimmy-Don estaba loco por su nueva chica, no dejó de hablar de la maldita rubia tejana en todo el camino a Arkansas. Al parecer, la chica era aventurera como el infierno en la cama, lo que descubrí después de la séptima explicación detallada de sus diez mejores posiciones sexuales.

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¿Qué es la mierda del disfrute desde atrás de Otelo6 de todos modos? —¡Demonios no! Probablemente Cass patearía mi culo si no saliera y bebiera, ella sabe que no me desviaría. Le creí. Era un buen tipo. —Voy a pasar ―le dije—. Creo que sólo voy a regresar al hotel. Inclinándose, Jimmy-Don presionó su mano contra mi cabeza una vez más. —En serio, Bala, ¿estás enfermo? ¿En serio? Primero, ninguna mujer en semanas y ahora, ¿negándote a ir a un bar? ¡Tú estando de acuerdo con la Invasión de los Ladrones de Cuerpos está asustándome! Riendo, me paré, dándole una palmada en la espalda. —Estoy harto de todo, hombre. Necesito bajar mi cabeza y centrarme. Te veo más tarde. Austin regresó conmigo, algo claramente molestándolo también, pero sabíamos cómo no inmiscuirnos en los problemas del otro y en cambio hablamos de fútbol todo el camino de vuelta a nuestras habitaciones. Una vez en la cama, cerré los ojos, fue el rostro de Molly lo que vi, el beso que probé y suspirando, empecé a contar las horas hasta que pudiera volver a verla. Estaba tan condenadamente jodido.

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Tan pronto como el avión golpeó el asfalto, los mensajes comenzaron. Mi papá escribiendo que quería verme, necesitaba verme, ¡advirtiéndome que haría bien en jodidamente ir a verlo! Luego, a las seis y media de la maldita mañana, llamó. Decidiendo sólo responder y terminar con su sermón, lo saludé con un reacio. —Papá. —Estoy casi en los terrenos de tu escuela. Sugiero que te encuentres conmigo inmediatamente. No me hagas ir a buscarte. ―Mis puños se apretaron y casi rompieron el bastardo celular en mis manos. —Te veré en el patio.

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Nota del traductor: Disfrute posterior de Otelo (Othello´s Back Groove): es una posición sexual, donde el hombre está sentado en el respaldo de una silla inclinado hacia atrás con las piernas abiertas, apoyadas en el asiento, y la mujer está delante de él en el suelo, de espaldas, inclinada hacia delante presentando sus partes para ser penetrada.

Recogiendo mis llaves, salí rápidamente de mi habitación, casi corriendo al patio, todavía usando la misma ropa con la que acababa de viajar. El lugar estaba desierto, demasiado temprano para los estudiantes estén levantados, pero el sol ya estaba ardiendo caliente, el campus extrañamente tranquilo. Doblando la esquina, no tomó mucho tiempo para detectar el preciado Bentley de mi padre, plateado, ostentoso y me detuve en la acera, justo en el capó del coche. Mi padre abrió la puerta, su traje ligeramente desaliñado y sus ojos marrones cansados. Por un momento vacilé, pensando que estaba aquí para entregar malas noticias, hasta que lo vi rechinando los dientes y supe que estaba aquí por mí. —Rome ―saludó, cruzando los brazos sobre su pecho. Odiaba que estuviera así de calmado y sereno, con su voz tranquila y baja. Nunca podía predecir su estado de ánimo cuando estaba así, nunca supe si se preparaba para un golpe o si yo estaba a punto de ser chantajeado para hacer alguna mierda que no quería. —Papá ―dije con cautela. —Has estado ignorando mis llamadas, mensajes, correos electrónicos. —Necesitaba un descanso. El fútbol ha sido intenso, y la escuela está volviéndose más loca mientras más me acerco a la graduación. Y sé que todavía quieres que me case con Shelly y no quería discutir sobre ello nunca más. ―Sus ojos se encendieron algo ante eso. —Maldición, claro que quiero este matrimonio. ―Dio un paso más cerca, pero con mí uno noventa, me elevaba por encima de él—. Mira, necesito que te cases con ella. Tengo que mantener el negocio entre las dos familias. Mi padre estaba actuando extraño. Podía sentir la desesperación en su voz, verlo en su postura, la forma en que constantemente estaba pasando la mano por su cabello. Mis sospechas estaban por las nubes. Algo más que el matrimonio claramente lo estaba molestando, pero maldición si podía adivinar qué. Mi padre nunca me lo diría si le preguntaba. De ninguna manera iba a mostrar debilidad frente a mí, pero tenía que intentarlo. —Dime por qué estás presionando esto tanto ―le exigí, viendo la ira en sus tensos rasgos ante mi línea de preguntas. Esa era una de las muchas cosas que eran prohibidas, cuestionar las instrucciones de mi padre. Frunciendo sus labios con disgusto, él empujó un dedo hacia mi pecho. —Haz lo que te dicen. ¡Lleva a cabo la tarea por la que te mantuvimos! ―Y allí estaba. El recordatorio no-tan-sutil de que nunca fui querido. Me mantuve firme —¿Sabes qué, viejo? Que se joda tu matrimonio arreglado. Nada ha cambiado. Nada va a cambiar. Renuncia a eso ya. Su rabia tomó el control y el hombre con el que había crecido mostró su fea cabeza, la falsa cortesía olvidada mientras agarraba mi camisa en sus puños. —¡Insolente de

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mierda! ¿Por qué osas desafiarme a cada paso? ―Sus ojos estaban asustadizos y eso sólo confirmó mis sospechas. Algo más grande tenía que estar detrás de esto. Él no había sido así de físico en años. No peleé con él, pero respondí—: Porque no quiero esta vida para mí ¡No quiero ser tú! Inclinándose hacia mi oreja, dijo en voz baja—: ¡Tú nunca fuiste lo suficientemente bueno para esta familia! ―Y por instinto, llevó hacia atrás una mano pero se detuvo, claramente tratando de contenerse de su antigua forma de castigo. Yo podía defenderme ahora que era más grande, más fuerte, y el viejo bastardo lo sabía. Tenía diecisiete años la última vez que lo había dejado golpearme, pero nunca me tocó en público. No había manera de que él arriesgara su perfecta reputación. Pero allí estaba, atacando a plena luz del día, su compuesta persona desintegrándose. —¡Hazlo! ―gruñí, inclinando mi barbilla en ofrecimiento. —¡No me tientes, muchacho! ―Amenazó, y sólo sonreí en respuesta. Había aprendido que si conseguíamos un buen golpe en el camino, eso me compraría un par de semanas de silencio. Necesitaba unas pocas semanas de tranquilidad. Desesperadamente las necesitaba. Empujé a su pecho y grité —: ¡Hazlo! ¡Golpéame! ¡Sé que eso es lo que quieres! Sus labios se apretaron mientras decidía qué hacer, así que sonreí de nuevo, realmente incitándolo, y ese fue el momento en que se rompió. Retiró su puño y en segundos chocó con mi cara. De inmediato dejó caer la mano, caminando hacia atrás, y aseguró—: No voy a parar hasta que estés caminando por ese maldito pasillo. ¡Es imprescindible que te cases con Shelly Blair! ¡Imprescindible! —Y con eso saltó de regreso en su Bentley y se marchó.

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La sangre de mi labio goteaba por la barbilla, pero la dejé. Mi mejilla palpitaba y mi mandíbula dolía, pero me recordó por qué no podía casarme con Shelly, no podría vivir esto por siempre, finalmente recurriría al licor como mi mamá, para lidiar el quedar atrapado en el sofocante mundo de cenas de sociedad y deberes. Me dirigí directo al árbol más cercano y golpeé la corteza hasta que mis manos se entumecieron, mis músculos dolían, la sangre se derramaba de mis nudillos. La pesadez de mis jadeos agotando mi cuerpo, me desplomé en el suelo, mirando sin ver el césped ante mí. ¡Mierda! No podía seguir viviendo en este constante infierno, esta oscuridad. ¿Cómo demonios se había ido todo a la mierda tan rápidamente? Podía sentir el peso de todo presionando sobre mí; mis amigos, el fútbol, la escuela y apenas podía respirar o pensar. Quería acurrucarme en una bola justo aquí en el suelo, sin realmente importarme quién encontraría al grandioso “Bala” Prince reducido a un lastimoso desastre ensangrentado. Escuché el sonido de una ramita seca romperse junto a mí, cuando levanté la cabeza, Molly estaba de pie ante mí, con las manos temblando, con lágrimas en sus ojos, susurrando—: Romeo, Dios… Se veía como un maldito ángel. Se dejó caer de rodillas junto a mí, sus ojos café-dorado se suavizaron en simpatía. Se puso a limpiar mis cortes, pero nada de eso se registró realmente; mi mente estaba perdida en una densa niebla. —¿Te duele? —se detuvo a preguntar, pero sólo pude sacudir la cabeza. Se acercó más, su pequeño cuerpo apretado entre mis piernas, presionó un trozo de tela rosa en mi labio. Aun así, sólo podía mirar. —Enjuaga tu boca, Rome. Esa sangre no puede saber demasiado bien. —Me dio la botella e hice lo que dijo, escupiendo el agua en el suelo, la tierra seca mezclada con rojo. Luego me sorprendió, tomando suavemente mi mano y sentándose junto a mí. Al mirar sus pequeños dedos envueltos alrededor de los míos, me di cuenta que esta chica se estaba convirtiendo en todo lo que necesitaba pero nunca soñé con ser capaz de conseguir. En la superficie, ella era exactamente mi opuesto, pero muy en el fondo, me estaba entendiendo como nadie lo había hecho antes.

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Sintiendo su mano apretar la mía en apoyo, salí de mi aturdimiento y dije con voz ronca—: Hola, Mol. —Hola, tú. —¿Cuánto viste? —pregunté, temiendo la respuesta. Moviéndose más cerca, su brazo rozó el mío, poniendo su cabeza en mi cuello, ella respondió—: Lo suficiente. Alguien finalmente había presenciado a mi papá en acción y sintiéndome como si tuviera ocho años otra vez, dejé caer mi cabeza contra el árbol, sintiéndome humillado porque ella me hubiera visto así, aun estúpidamente una víctima de mi padre. —¿Quién era el hombre en el Bentley? —Mi papá —admití después de unos segundos de silencio. —¿Tu padre? —Eso la impresionó y esos ojos se tensaron con ira, su cuerpo curvándose hacia mí protectoramente. Esa fue sin duda la primera vez. No podía hablar ante el gesto, un momento de felicidad apoderándose de mi voz. Nunca había tenido a alguien reconfortándome antes, nunca tuve a alguien que se preocupara lo suficiente para confortarme antes. Estar alrededor de Molly me hacía feliz… mierda… ella en realidad me hacía feliz… Mantuve su mano apretada en la mía porque no quería dejar ir este sentimiento. —¿Estás bien? —preguntó de nuevo. —No —confié, las lágrimas amenazando con caer. —¿Quieres hablar de eso? —No quería en absoluto, así que negué con mi cabeza. —¿Te pega mucho? Decidí sólo ir con eso. Ella había visto más de lo que nadie nunca lo había hecho; no había necesidad de pretender otra cosa. —No tiene mucha oportunidad ya. Estaba enojado con algo que había hecho. Me llamó para reunirnos y… bueno, viste el resto. Moviéndose frente a mí, preguntó —¿Qué hiciste tan mal para que él te golpeara de esa manera? Quería responder con la verdad, porque era una desgracia en sus perfectas vidas, un recordatorio de algo que preferirían olvidar, pero nunca iba a ir ahí, nunca iba a revelar eso, así que simplemente dije—: Dinero, decepción, el no ser el hijo obediente. Lo de siempre. Sin embargo, nunca había llegado tan lejos en público antes. Nunca lo he visto tan enfadado. —¡Pero tú eres su hijo! ¿Cómo se atreve a tratarte así? ¿Qué demonios has hecho para merecer que te golpeen? No iba a ir ahí.

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Sentándose frustrada, pero aceptando que no iba a obtener una respuesta, Molly cambió de tema, preguntando sobre el partido de Arkansas. Confesé que no había jugado bien. —Nunca había tenido tan mal comienzo en una temporada en toda mi vida. En mi último año, en el que voy a ser reclutado, y todo se está yendo por el desagüe. —¿Por qué va tan mal? —Sus cejas hacia abajo, con sus marcos gruesos deslizándose una fracción por su nariz. Empujándolos de vuelta a su posición normal, revelé —Porque no puedo completar siquiera uno de mis pases. Estoy decepcionando al equipo y a los aficionados. Mis padres no van a dejar de joder por lo de Shelly, lo que acabas de presenciar es la insistencia de mi padre sobre esa cuestión. Está siendo una sanguijuela más grande de lo normal y estoy constantemente peleando con ella. Mi cabeza está dispersa, no puedo dormir o centrarme, y estoy pensando en una cierta muchacha inglesa que me mantiene despierto toda la noche. Cada maldita noche. Ella está plagando mis sueños. Necesitando sentir su toque, puse su mano contra mi mejilla, el contacto calmándome justo ahí. —Sí, sé lo que es eso. —Su respuesta susurrante, diciéndolo. Era hora de que le dijera algunas verdades. —He pensado en nuestro último encuentro sin cesar mientras estuve fuera. —Sí. Yo también. Ha sido... diferente el tener la cabeza llena de cierto bombón de Alabama y no de Dante, Descartes o Kant. —Quería reírme de su lindo, como el infierno, acento y agradecer a Dios que hubiera estado pensando en mí también. —¿Crees que soy un bombón? —pregunté bromeando, empujando su brazo. —Estás bien —su nariz se arrugó al sonreír y ese rubor subió por sus mejillas. Había pasado de odiar al mundo a sentirme en la cima. —¿A dónde ibas a esta hora de la mañana cuando viste a este bombón recibiendo una paliza? —Necesitaba moverme de este árbol, estaba seguro como el infierno que no iba a clase. Quería estar donde sea que ella estuviera y yo hacía más o menos siempre lo que quería. —Rome… —Iba a decir algo, pero se interrumpió. —Responde la maldita pregunta, Shakespeare. —A la biblioteca. Tengo unas notas que necesito escribir para la Profesora Ross. Ella tiene una oficina ahí donde puedo trabajar sin ser molestada. Vi… lo que paso contigo y tu papá y pensé que me necesitabas más de lo que el emocionante mundo de la academia me necesita ahora. Levantándome, arrastrándola conmigo, anuncié—: Vamos. —¿A dónde? —frunció el ceño en confusión.

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—A la biblioteca. Voy a ayudarte. No podemos decepcionar al mundo de la academia ahora ¿verdad? ―Levanté su bolsa del suelo y la coloqué en su hombro. —Romeo… ¿estás seguro que no quieres ir a casa o hacer algo más? Podríamos hablar más si quieres. Lo que necesites. Jesús, hablar más sobre mi vida en casa no era lo que quería. Diablos, lo que realmente quería era llevar a Molly de vuelta a mi habitación y no molestarme en salir hasta que tuviera suficiente, pero no estaba seguro de que esa sugerencia fuera a ir muy bien. Tirando de su mano, dije—: No. Vamos a ir a la biblioteca y te voy a ayudar con tu ensayo. —¿Vas a ayudarme con la filosofía? —Debí haberme sentido insultado por su incredulidad, pero ese aire de arrogancia que siempre tenía cuando se refería a sus estudios sólo me dieron ganas de demostrarle que estaba equivocada. Girándola y envolviendo mis brazos alrededor de sus hombros, susurré—: Oye, sólo porque sea deportista no significa que sea estúpido. Para tu información, soy sobresaliente en esa clase. Quizás sea capaz de mostrarte una cosa o dos. La dejé ir y cité—: Por ejemplo, Immanuel Kant era un verdadero marica quien raramente era estable. Dejando escapar una risa emocionada, cantó ―Heidegger, Heidegger era un mendigo borracho que podría pensar debajo de la mesa. —Aristóteles, Aristóteles era un cabrón por la botella y Hobbes estaba encariñado con su copita —Hice un gesto para que terminara. —Y Rene Descartes era un pelmazo borracho. Bebo, luego existo. Era británica después de todo. ¿No era ver Monty Python como un rito de iniciación o algo así? Su enorme sonrisa me dijo que acababa de sumar unos puntos en su libro. —¿Así que eres un fan de Monty Python? —preguntó emocionada. —Bueno, no puedes estudiar filosofía y no estar familiarizado con “Bruces” la canción de los filósofos —La verdad era que uno de mis primero profesores de filosofía en segundo año solía reproducir esa canción todo el maldito tiempo. Después de eso, vi cada película que hicieron. —Estoy de acuerdo, pero nunca te identifiqué como un fanático de la comedia británica. —Es Python —dije sencillamente. Extendí mi mano —Vamos. Te sorprendí una vez con mi conocimiento de filosofía. Estoy bastante seguro que puedo hacerlo otra vez. —Lo que tú digas, tienes veintiuno años. Yo tengo sólo veinte y ya estoy haciendo un Master. Dudo que haya algo que me pueda mostrar, superestrella. Esta es mi especialidad. Ahí iba con esa boca otra vez. Sujetando su mano, tiré de ella hacia mi pecho, sujetándola fuertemente, me incliné para susurrar—: Quizás no en filosofía, pero estoy

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seguro como el infierno que puedo enseñarte otras cosas, Mol, en mi área de especialización. —¿Y cuál es esa? —preguntó y sonreí, sintiendo su corazón latir como loco en su pecho. Recorrí mis labios por la piel de su cuello, besando su pulso y provocando. —Cosas mucho más… placenteras que el trabajo. Atrapé la pausa en su respiración, satisfecho de que hice repiquetear sus nervios, la arrastré conmigo. —Vamos, mega cerebro, vamos a investigar y a sacar de tu mente sucia las vulgaridades.. Eso le enseñaría a probarme.

Trabajamos en la biblioteca durante horas. Ni una vez me presionó hablar sobre mi padre o sobre algo más; su mente estaba completamente enfocada en su tarea. Me recordaba a Rain Man cuando trabajaba, totalmente absorta en su propio mundo pequeño. —Vamos, Shakespeare, te llevaré a casa —dije finalmente cuando Molly bostezó por quinta vez en el espacio de diez minutos y mi culo había empezado a doler después de estar sentado en un solo lugar demasiado tiempo. —Sí, está bien —estuvo de acuerdo cansadamente, nos fuimos de la biblioteca, sólo unos estudiantes trasnochadores aun pasando en los pisos casi vacíos. El campus estaba bastante callado mientras caminábamos por el camino principal, feliz de que nadie estuviera alrededor, me agaché, tomando la mano de Molly en la mía. Al principio sus dedos se tensaron ante la acción y me lanzó una mirada inquisitiva, pero viendo mi negativa de soltar, sólo lo dejo ser. Se sentía bien tenerla cerca, y me gustaba que si alguien nos veía, lucía como si fuera mía. Ese sentimiento me agradaba más de lo que debería. Yo era Rome Prince. No me comprometía con chicas, pero Molly estando en mi brazo se sentía jodidamente perfecto. A mitad de camino a casa, Molly preguntó—: ¿Rome? —¿Si? —¿Te divertiste cuando estuviste en Arkansas? Esa pregunta me atrapó desprevenido, miré hacia abajo a su cabeza gacha, preguntándome a dónde demonios se dirigía esta conversación. —No realmente. La verdad, no podía esperar volver. —La atraje hacia mí para que me mirara, tratando de leer su humor—: ¿A dónde quieres llegar?

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Pateando sus dedos en el césped debajo de nosotros, me miró y dijo tímidamente—: Cass trajo a colación algunas fotos de la fiesta después de la fiesta a la que asististe, en Facebook. Frunciendo el ceño, pregunté—: Sí, ¿y? —Bueno, vi lo que algunos de los chicos estaban haciendo. Ya sabes, tragos… cerveza… mujeres… no vi ninguna de ti, pero… —su voz se fue apagando. Colocando un dedo debajo de su barbilla, la obligué a encontrar mi mirada otra vez —¿Quieres saber si me follé a alguien? Sus ojos se entrecerraron. —Bueno, no lo habría puesto tan groseramente, pero sí, supongo que sí. Sé que no es mí asunto, así que siéntete libre de decirme que me joda si he ido demasiado lejos. —Sus ojos cayeron al suelo otra vez. —Mírame —instruí y lo hizo cautelosamente—. Muchas fanáticas intentaron coquetearme. Siempre lo hacen. No tengo que intentarlo muy duro, Mol. —¡Oh! —su cabeza se inclinó y sus hombros cayeron en decepción, me hizo más allá de lo malditamente feliz que la idea de mí estando con alguien más la molestara tanto. —Pero les dije a todas que se fueran a la mierda y me fui a casa solo. —Terminé y su cabeza se alzó bruscamente. —¿Lo hiciste? —dijo con un tono sorprendentemente feliz. —Sí —me incliné y sonreí—. ¡Ninguna de ellas podía discutir sobre utilitarismo de mierda! Rompió a reír y volvió a tomar mi mano. Terminé de acompañarla de vuelta a casa, su mano esta vez un poco menos tensa en la mía. Era la primera noche en un largo tiempo que dormí sin pesadillas… nada en mi mente salvo cierta linda morena.

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Al día siguiente, después del entrenamiento de la mañana, me duché y me puse mi pantalón vaquero y mi camisa en tiempo récord. Austin y Jimmy-Don se miraron el uno al otro desde el otro lado de los vestuarios, moviendo sus cabezas confundidos ante mi prisa. —¿Vas a alguna parte? —preguntó Austin. Pasando mis dedos por mi cabello mojado, respondí evasivamente—: Sí, te veo más tarde. —Con eso, corrí a la biblioteca y directamente a la oficina de la profesora Ross, probando con el picaporte. Bloqueado. Mierda. Miré la hora, Molly no tardaría en llegar. Sólo había una cosa por hacer. Tendría que ver a la señorita Rose. Un escalofrío recorrió mi espalda, sabiendo que en el minuto en que me viera, estaría demasiado excitada y pegada a mí como el arroz. Dirigiéndome al escritorio, vi un cabello largo y gris, y, apoyándome sobre el mostrador, con una entonación—: Hola señorita Rose, ¿cómo le va? Se ve bien. El púrpura es su color. Giró lentamente al oír mi voz y sonrió. —¡Rome Prince! ¡Querido, qué bueno verte! —Se acercó al escritorio, mostrando sus dientes amarillos mientras echaba hacia atrás sus delgados labios en una sonrisa amplia, moviéndose para pararse justo delante de mí. Mierda, cómo aún trabajaba a pesar de su edad era un misterio para mí. Debe estar llegando a los cien. —¿Qué te trae por aquí tan temprano? Dándole mi mejor sonrisa seductora, dije—: Necesito un favor. Inclinó su cabeza, divertida. —Ahora, sabes que no puedo darte ningún tratamiento especial. Tengo que darles a todos los estudiantes el mismo trato. —Oh, sé eso señorita Rose, pero pensé, bueno, porque somos tan buenos amigos, haría una excepción. ¿Solo por esta vez? Acariciando mi mano con sus dedos huesudos, habló efusivamente—: ¡Rome Prince, chico malo! Y el Señor sabe que nunca he sido capaz de resistirme a un chico malo, ¡especialmente uno tan guapo como tú! Cariño, ¿qué necesitas?

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Siempre funcionaba. —¿Puedes abrir la oficina privada de la profesora Ross para mí? Estoy trabajando ahí hoy y me olvidé la llave. Guiñando, se levantó del mostrador y arrastró dolorosamente sus pies hacia el ascensor. —Vamos a ir antes de que me meta en problemas por romper las reglas. La señorita Rose abrió la oficina, encendió la luz, y me dejó, pero no antes de palmear firmemente mi trasero al pasar. La miré boquiabierto en estado de shock mientras se retiraba. ¿En serio? Lanzando mi bolso a la mesa, riéndome de su audacia, me senté y me puse cómodo, esperando que llegara cierta señorita Shakespeare. Treinta minutos más tarde y la puerta crujió abriéndose, Molly saltó sorprendida ante mi postura perezosa, recostado en mi asiento. —Ya era hora, Shakespeare. Ya escribí una maldita tesis esperándote. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, la sonrisa más grande que la mayor mierda brillaba en su rostro. Levantándome del asiento, me moví para pararme delante de ella, diciendo—: Estoy aquí para ayudar a la asistente. Ponme a trabajar. Estoy impaciente por complacerte. — Meneando mis cejas por el efecto adicional. Dejando su libro, me miró especulativamente. —¿Quieres contarme cómo entraste aquí, en una sala cerrada con llave? —Tengo una admiradora secreta en la biblioteca. La abrió para mí después de una pequeña y dulce charla. —Y tocar mi trasero, pero no me sentía completamente cómodo compartiendo esa información. —¿La señorita Rose? ¡Tiene como noventa años! —dijo Mol, atragantándose con una risa. —Más como un puma cazando —transmití con una mueca y ojos muy abiertos. Molly perdió su sentido del humor y me estudió. —Mm-hmm. ¿Y por qué, Romeo, quieres ayudarme a escribir notas de nuevo? Mi estómago cayó. Nunca había considerado que no quisiera que la interrumpa en sus estudios de nuevo. ¡Mierda! Cruce mis brazos y refunfuñe—: ¿No me quieres aquí? Me iré si me estoy metiendo en tu camino. No quiero estar donde no me quieren. Sus rasgos se suavizaron y colocó sus cálidas manos sobre mis ásperas mejillas, su pulgar rozaba mi amoratada mejilla y labio. —Oye, no dije eso. Solo estoy sorprendida por el hecho de que quieras estar aquí conmigo. Es... agradable estar contigo, en cualquier momento. El alivio corría por mis músculos tensos y moví mi cabeza para presionar un beso en su palma. —Mol, a mí también me gusta estar cerca de ti. Me siento bien cuando lo estoy. Además, te lo debo por lo que hiciste por mí ayer.

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—No me debes nada —susurró sacudiendo su cabeza profusamente. Sintiéndome completamente tranquilo e incluso feliz, acaricié mi mejilla en su hombro. —Me voy a quedar contigo. —¿Qué hay de tus clases? Que se jodan mis clases. No me estiraban si no estaba ahí. —Me voy a quedar contigo. Me convertí en una especie de adicto. —¿Adicto? —preguntó recelosa. Cada vez más cerca, trazando a lo largo de su cadera con mi mano, confesé—: Eso es correcto. De ti y cómo me haces sentir. —Bien, bueno... vale... pongámonos a trabajar entonces —dijo, tropezando tanto en sus pies y hablando. Era tan jodidamente linda. Las horas pasaron y no tomamos ningún descanso, estaba hambriento. Me puse de pie, mirando a Molly que garabateaba furiosamente en su cuaderno, su cabello soltándose de su moño, murmurando para sí misma sobre Paley y su reloj. No iba a parar pronto en ningún momento. Deslizándome fuera de la oficina, me dirigí a la cafetería de estudiantes, abasteciéndome de rosquillas de queso crema y cappuccinos. Después de pagar los aperitivos, capté a ese hijo de puta del basquetbol, Michaels mirándome desde su mesa al otro lado de la habitación. Era evidente que estaba de nuevo junto con la chica que follé a su espalda. Chica con clase. Qué coño de mierda que estaba aceptando de vuelta su culo mugriento. Pasé por delante, tratando de ignorarlo, pero tenía otros planes. —¿Te perdiste? Me detuve y giré para enfrentarlo. —¿Qué? —pregunté cansadamente. —Dije: ¿Estás perdido? —dijo lentamente, como si fuera mudo, riendo hacia su novia, quién mantuvo firmemente su cabeza hacia abajo. Golpeando la mesa, escupió—: Mierda, no me extraña que estés pasando tiempo en la biblioteca. Todavía estás tratando de averiguar el final del alfabeto, ¿no es así? Sí, follé a su chica. Lo entiendo, pero ni siquiera sabía quién era ella hasta que estuvo sobre mí después del entrenamiento dos días más tarde. Puede que no sea grande moralmente, pero no he tocado con conocimiento a la chica de otro. Dame un poco de jodido crédito. Fue una fiesta, estaba borracho hasta mi trasero, y ella me llevó a la cama. Había sido breve, pero Michaels aún no podía dejarlo ir. La gente en el café dejo de charlar, escuchando. —Michaels, te lo advierto una vez. Cierra la puta boca. Hoy no estoy de humor para tu mierda —advertí. Solo quería volver junto a Molly. Pelear con este imbécil era la última cosa que estaba mi mente.

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Observando como una lenta sonrisa se extendía por su rostro. Al parecer no estaba sintiendo lo mismo. —Tienes razón. Dejaré que vuelvas a la sección de retardados en el primer piso. Si la comida en mis manos no hubiera sido para Molly que se encontraba escaleras arriba, trabajando para sí misma hacia las primeras etapas de la desnutrición, habría arrojado todo en su puta cabeza y golpeado sus dientes delanteros. Pero simplemente sonreí y respondí—: Lo haré, Michaels, y dejaré que vuelvas a tu copia de El Kama Sutra. —Crucé los dedos de mi mano derecha y se los mostré, sonriendo sarcásticamente—. No queda mucho antes de que puedas hacer que tu chica se venga sin un consolador y deje de ir de compras por el campus por sustitutos. —Con eso, dejé a Michaels furioso en su asiento y ordenándole a su chica que lo siguiera a su casa, los estudiantes escuchaban riéndose de nuestro show. Cinco minutos más tarde y de vuelta al piso de arriba, suspiré mientras veía que Molly aún estaba escribiendo furiosamente y viéndose más que exhausta, una enorme pila de notas apilonadas a su derecha. Mi entrada finalmente la apartó de su zona de filosofía y me miró en estado de shock. —Necesitamos un descanso —dije severamente. —¿Cuánto tiempo hemos estado aquí? —preguntó bostezando, estiró sus músculos acalambrados y frotó sus ojos bajo sus marcos negros. —Cerca de seis horas —respondí con un tono reprimenda mientras le entregaba una rosquilla. —Oh. Mierda. —Sí, mierda —respondí con una sonrisa, su acento exagerado me divertía sin fin. Nunca había conocido a un británico antes de Molly, y, a veces las cosas le salían y la forma en que pronunciaba mierda era jodidamente hilarante. No podía quitar mis ojos de ella mientras se sentaba en su asiento, y lo más importante, no podía apartar mis ojos de la lengua de Molly, mientras la pasaba a lo largo de ambos labios mientras miraba su comida. Apreté mi mano sobre mi café en un agarre de muerte, imaginando su boca lamiendo alrededor de la punta de mi polla. Y cuando tomó un sorbo de su capuchino, gimiendo en voz alta satisfecha, la bastarda tapa se desprendió, el líquido caliente hirviendo sobre mi pecho. —¡Mierda! —grité, levándome de golpe, estirando de a tela de mi camisa gris húmeda e hirviendo. —¿Estás bien? —preguntó Molly, con una ceja levantada. —Simplemente... Mol, no hagas ese tipo de ruidos a mi alrededor —instruí fuertemente, moviéndome para ajustar mi polla ahora de roca dura en mis jeans. La respiración de Molly aumentó ante mis palabras y sus pechos empujaron contra su vestido. La deseaba malditamente tanto, pero no era como las otras chicas. No era solo una follada,

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no daba su coño a cualquiera que vistiera una camiseta de los Tide. Y lo más chocante, es que rápidamente me estaba dando cuenta de que la quería para algo más que una noche. Sí. Imagínate eso. Mis sentimientos hacia ella se encontraban descontrolados, confundiendo toda la mierda fuera de mí. Tomando asiento, ambos nos miramos el uno al otro en silencio, la tensión pulsando una vez más, hasta que hice sonar mis nudillos y extendí mis brazos, diciendo—: Ya debes haber casi terminado ahora. Nunca he visto a nadie trabajar tan duro en algo. Diablos, no tengo dudas de que va a ser una buena profesora. Perdiéndome en el rubor a sus mejillas acaloradas, se encogió de hombros. —Me encanta estudiar. Me mantiene ocupada. —¿De qué? —De pensar en otras cosas. —¿Cómo? —La desolación que apareció en su rostro ante esa pregunta me llegó al corazón. —Cosas malas... cosas inquietantes... cosas de mi pasado. Sentía ese dolor, conocía ese dolor, así que me acerqué y agarré su mano que estaba apoyando sobre la mesa, lanzando toda precaución al viento y confesando—: Así que, ¿estudiar es para ti es lo que tú me haces a mí? Su mano sacudió ligeramente la mía, y se parecía a cualquier cosa menos a mí. Estiré su mano, trayéndola más cerca. —Es verdad. Mol, estás haciendo algo por mí. —Yo... ¿Qué? ¿Tú...? —murmuró, de mal humor estirando su mano cuando me reí y luego me lanzó un pedazo de su rosquilla, supuse, que a mi cabeza, pero en cambio golpeó en mi pecho. Puede que fuera una genio, pero tenía una puntería de mierda. Mi corazón casi estalló de alegría mientras lo metía en mi boca y ella no podía contener su risa. Parecía que éramos buenos haciéndolo el uno por el otro, aligerando nuestros estados de ánimo después de habernos perdido en los recuerdos de nuestros tiempos oscuros. —Entonces, ¿cómo te sientes hoy? —preguntó, con sincera preocupación en su tono. Alguien estaba sinceramente preocupado por mí. Se sentía... bien. —Mejor —contesté, sonriendo—. Esta linda chica me ayudó a pasar a travesar una mierda personal. Inclinó su cabeza y levantó su mirada juguetona a través de sus largas pestañas negras, pretendiendo buscar debajo de la mesa y alrededor de la habitación. —¿Qué chica? ¿Qué aspecto tiene? Arrugando mi rostro fingiendo concentración, respondí—: Morena, acento cálido, malditamente sexy como el infierno de bibliotecarias con gafas. Molly sacudió su cabeza en rechazo. —Cierto. Pero en serio, ¿estás bien?

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Tiempo de cortar la mierda. Merecía saberlo, y lo más importante, finalmente quería abrirme a alguien, incluso si era solo un pequeño vistazo de lo quién yo era. —Lo voy logrando. Un día a la vez —confié en voz baja. Asintiendo con orgullo, Molly volvió a sus notas, comprendiendo que no podía ser presionado demasiado lejos. Amaba eso de ella. No podía quitar mis ojos de ella mientras bebía su café. Era bonita —no había duda de eso—, pero no se esforzaba en hacerse más hermosa, no tenía ni una sola capa de maquillaje o ropa ajustada. Pero sentada frente a mí en este momento, se veía como una supermodelo, la chica más impresionante que nunca vi. Su fácil aceptación de mis malditas formas cambiantes la convirtió para mí, en la chica más hermosa del mundo. En ese momento, mi decisión estaba tomada. La quería, estaba consumido por mi necesidad de ella, y decidí afrontar las consecuencias. Estaba haciendo mi movimiento. Dejé la taza sobre el escritorio, una pequeña gota de espuma en su labio. Levantándome de mi asiento, aceché alrededor de la mesa, viendo que abría sus ojos nerviosamente mientras me acercaba. Me agaché, atrapándola en la silla, mi atención firmemente fija en mi objetivo. —Romeo, que… —susurró, pero me incliné, sacando rápidamente mi lengua y lamiendo la espuma de sus labios suaves. —Tenías espuma sobre tu labio —dije tan casualmente como pude, empujándola de vuelta. —Oh, yo… —Decepción cruda ensombrecía sus ojos dorados. Fui todo lo convincente que necesitaba. Agarrando sus mejillas en mis dos manos, me moví, estrellando nuestros labios juntos y agarrando su cabello grueso en mis puños, al borde de perder el control mientras gemía de deseo puro en contra de mi boca ocupada. Tuve que parar antes de que las cosas fueran demasiado lejos. Tanto como quería hundirse profundamente en Molly, no iba a hacerlo en la biblioteca por el amor de Dios. Quería más cuando se trataba de ella, así que a regañadientes me aparté. —¿Y entonces? —preguntó sin aliento cuando acarició su nariz contra mi mano. Al tocar mi frente contra la de ella, confesé—: Bueno, entonces, solo quería besarte. —Sus labios temblaron y una tímida sonrisa iluminó su rostro. Alentado por sus reacciones, caí de rodillas, pasando mis manos por sus muslos desnudos, y le pedí—: Ven a partido este fin de semana. —Tengo que estudiar. Mi corazón se desplomó en mi estómago. —Mol, es sólo por unas horas. Comenzó a tocarme con sus manos y sacudió su cabeza. —Lo sé, pero me pagan por ayudar a la profesora y me enorgullezco de mi misma sobre tenerlo todo hecho a tiempo.

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Rome, necesito mi sueldo para sobrevivir. Vivir en la casa de la hermandad es caro. Estaré aquí el sábado, cuando el partido comience. Su respuesta desdeñosa me desconcertó y entré en pánico pensando que me equivoqué. ¿Por qué no iba a venir a mi partido? Podía estudiar antes o después. De repente se me ocurrió que quizás no sentía lo que yo sentía, y ese pensamiento casi me rompió. Suspirando profundamente, dije—: Está bien, jodidamente no me gusta, pero lo entiendo. Sus manos suaves sostuvieron mi rostro, ojos dorados implorándome que entendiera. —Por favor, no estés decepcionado. Los deportes no son lo mío. No tengo ni idea acerca del fútbol americano, o quarterbacks, ¿recuerdas? —Terminó con una sonrisa apaciguadora. Brevemente cerrando mis ojos, respondí—: Te escucho, Mol. De todos modos nunca tengo a nadie para apoyarme. Nada nuevo. —No lo era. Ally y, en ocasiones, sus padres eran los únicos, quiénes alguna vez se habían molestado en presentar sus traseros para apoyarme. —Romeo… —susurró, su voz sonando conflictiva. Necesitaba salir, la decepción no me dejaba otra opción excepto largarme, así que me puse de pie, mirando a la puerta, hable sin pensar—: Tengo entrenamiento. Mejor me voy. No lo tenía, no tenía absolutamente ningún lugar en el que estar, pero me sentía un poco humillado ante su rechazó. Molly extendió su mano y entrelazó sus dedos con los míos, haciendo que me detuviera. Miré hacia abajo a nuestras manos, y luego al pánico en su rostro. Jesús. ¡No podía conseguir una maldita lectura de lo que infiernos quería! —Voy a estar aquí unas horas más todavía. Te veré después, ¿está bien? —ofreció cortésmente, solo sirvió para confundirme más. Tratando de encontrar algún tipo de respuesta, me agaché, mirándola a los ojos, captando el interés evidente en sus profundidades. Ahí estaba, esa mirada, la que me contaba que me deseaba, sólo necesitaba un empujoncito suave en mi dirección. Dejé la habitación, y una vez en el pasillo, saqué de mi bolsa un lápiz y papel y escribí una nota rápida:

Por favor, ven al partido.

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Te quiero allí. Tu Romeo X Leí la nota de nuevo para mí mismo y casi la arrugué. Maldita sea, eso era cursi. ¿Tu Romeo? ¿Qué demonios estaba pensando? Mol se vio bastante contenta con nuestra conexión de Shakespeare la otra noche, ¿pero estaba llevándolo demasiado lejos? ¿La persuadiría de ir al juego, o simplemente le haría creer que era un puto tonto? Pellizcando el puente de mi nariz, me reí de la situación ridícula de mí mismo. Cristo, toqué el punto más bajo en la historia de Rome Prince, suspirando por una chica, la cual no cayó inmediatamente a mis pies. Pero infiernos, por razones que no podía explicar por completo, la quería entre las gradas llenas, observándome jugar. Quería demostrarle que valía la pena, que era bueno en algo. Quería —no, necesitaba—, que creyera en mí. Comprobando que no había nadie alrededor, deslicé la nota debajo de la puerta, alejándome rápidamente y simplemente más que nunca, deseando que fuera la única persona en mi vida que no me decepcionara.

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Mi respiración se hizo eco en mis oídos, silbando en voz alta, el rugido de las cien mil personas entre muchedumbre que animaba fue ahogado por el duro golpe de mi corazón mientras esperaba a que el silbato sonara. El árbitro se colocó en posición para el tercer intento, el sonido del silbato sólo aumentó mi anticipación y mi respiración. —Rojo ochenta y tres, rojo ochenta y tres —dije en el recuento fuerte. La defensa no se lo tragó; nadie se movió. Grité la jugada de nuevo, añadiendo esta vez—: ¡Down, set, hut hut! —Casi en silencio, el chasquido salió fuera de la escopeta. Capturando el balón, di un paso atrás, un, dos, en busca de Carillo entre el mar de defensores. Allí estaba él, siendo bloqueado por un solo hombre. Levanté mi brazo, retiré mi mano y luego solté el balón, viendo la espiral floja de la piel de cerdo en el aire... aterrizó lejos de Austin por un metro y medio... otra vez. ¡JODER! No me perdí la creciente oleada de decepción, que emanaba alrededor del estadio. Troté fuera del campo de juego, incapaz de soltar mi puño cerrado de mi casco mientras gritaba una serie de improperios en el aire, golpeando mi mano libre en el maldito campo. Observando a mi entrenador de QB mirándome desde la barrera, me preparé para su diatriba. —¡Bala, ten la cabeza en el juego! ¡Centrarte en Carillo, comprueba a Porter, para completar el maldito pase! —Terminó su discurso inspirador arrojando las fotos de las jugadas en mi mano—. ¡Estúdialos! ¡Ahora! Agarrando las imágenes, revisé mis opciones de receptor, enderezando mis hombros, tratando de mantener mi cabeza en el juego, pero todo lo que pude sentir fue una aplastante presión. Con cada foto que veía, las palabras de mi padre se hicieron eco en mi cabeza. ¡El fútbol nunca va a pasar, muchacho! ¡Cumple con tu deber! Las burlas de mi madre siguieron. ¡Vas a arruinar el fútbol de todos modos, al igual que arruinas todo lo demás! ¡Naciste para ser un fracaso! Lo era. Estaba tirando todo a la basura y mi equipo no se merecía tenerme jodiendo la temporada para ellos nunca más. Reece se movió a mi lado, lanzando su brazo alrededor de mis hombros.

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—Tienes esto, Bala. ¡Céntrate! —Sabía que el chico estaba tratando de ser solidario, pero si una persona más me decía que me centrara, iba a embestir mi puño a través de su cabeza. En repetidas ocasiones. Sin hacerle caso, mis piernas temblaban por la adrenalina, y traté de visualizar el siguiente down, como el entrenador me había enseñado. Me imaginé que iba perfectamente, imaginé que los Tide anotaba un touchdown, la multitud rugía de felicidad. Antes de darme cuenta, estaba de vuelta en el campo. Tienes esto, Rome. Tienes esto, me dije a mí mismo, tratando como el infierno a la darme una charla animada a mí mismo. Si la psicología deportiva nunca funcionaba para mí, para mi equipo y para mi escuela, bueno, había llegado su momento. Y entonces estuve en el juego. Chasquido. Atrapada. Lanzada. La bola navegó hacia Carillo, ni siquiera acercándose a sus manos extendidas, y en lugar de llegó en espiral directamente a la multitud. Cualquier cantidad de corazón que había dejado en este juego de inmediato se hundió en mi estómago cuando los fans comenzaron a caer a sus asientos con exasperación ante mis jugadas de mierda siendo ejecutadas como pases. Un niño de la liguilla de fútbol podía lanzar mejor. Dándole la espalda a mis compañeros de equipo igualmente frustrados, vi la pantalla gigante, esperando ver mi replay horrendo de mierda, pero en su lugar vi una pelea estallando en la sección de estudiantes inferior de las gradas, a la derecha, cerca de donde estaba sentada Ally, y fui testigo de una chica siendo golpeada en el suelo por los idiotas. Una chica morena, que, cuando la multitud se aclaró, se sentó, aturdida, tapándose la nariz. El reconocimiento me golpeó como un maldito camión. Mierda. ¡Shakespeare! Actuando por puro instinto, desabroché mi barbijo, arranqué mi casco, y me dirigí hacia allá, ignorando por completo a todo el cuerpo técnico en el campo gritando a mi espalda y mis compañeros de equipo mirándose el uno al otro con absoluta incredulidad. Salté la barrera de las gradas, me abrí paso entre el alumnado, jalando mi camiseta y haciendo caso omiso de las jovencitas que intentaban frotarse contra mí. Un camino apareció ante mí y en su extremo, Molly miró a su alrededor, luciendo tan sexy con un vestido blanco corto y botas de vaquero marrón que mostraban sus piernas bronceadas a la perfección. Pero eso no me distrajo del pánico que se filtraba por mis venas al pensar que estaba herida... por mi pase de mierda. —¡Mierda, Shakespeare! Lo siento mucho. ¿Estás bien? —Dejé caer el casco al suelo con un golpe, corrí a través de la multitud hasta Molly con su rostro enrojecido con

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vergüenza y, sin pensarlo, tomé sus flamantes mejillas en mis manos, mi cordura, una vez más, se había ido sin dejar rastro. Grandes ojos dorados se lanzaron en todas partes, expresando claramente su falta de comodidad en su puesta en pantalla, pero a la mierda con eso. Necesitaba saber que estaba bien. Y más que eso, rápidamente me di cuenta que había venido. Mierda. Había venido aquí por mí... por esa nota... Realmente había hecho realmente lo que le pedí... Ella había decidido venir por mí. —Rome, estoy bien. Salvo mis gafas. Ellas pusieron sus vidas en peligro para salvar a mi nariz. —Sostuvo las monturas rotas en sus manos, manteniéndolas constante contra sus ojos, y no pude dejar de reír. El estadio se desvaneció cuando ella se quejó con los chicos borrachos que la golpearon en el rostro, pero todo lo que podía pensar mientras divagaba era que ella estaba aquí. Rocé mi pulgar sobre su mejilla, sacudí mi cabeza y me reí. —Tenías que ser tú. Fuera de todo el mundo en todo este puto estadio, tenías que ser la que estuviera involucrada. —Inclinando la cabeza, continué—. Ya no me sorprende; que siempre estés ahí. Creo que alguien está tratando de decirme algo. Un rubor inundó sus mejillas, el calor de la acción calentando mis manos. —Iba por una Coca-Cola —respondió, y no pude dejar de reírme de ella agarrando los dos trozos de plástico roto en sus ojos, sólo para poder seguir mirando su rostro. —¿Durante mi jugada? —bromeé con irritación fingida. Mordiéndose la lengua y arrugando la maldita nariz, ella confesó: —Vaya, bueno, sinceramente, no sabía qué diablos estaba pasando, y tenía sed. El ruido en el estadio aumentó a un volumen ensordecedor, pero todavía podía oír el entrenador gritando mi nombre desde la banda, la ira hirviendo a la vista de su mariscal de campo yendo desde el campo hasta el medio del estadio, lo que le obligó a pedir un tiempo muerto precioso. Sabía que iba a conseguir mi culo pateado por correr fuera del campo, pero lo único que podía pensar era en Molly. Tirando de ella hacia mí, al mando de su atención inmediata, dije simplemente—: Viniste. Todo su cuerpo parecía derretirse en mis brazos y suspiró. —Vine —con la sonrisa más impresionante, robando mi maldito aliento. La desesperación se apoderó de mi cerebro y espeté: —¿Por qué cambiaste de opinión? —Lo necesitaba saber. Había estado tan malditamente renuente. Encogiéndose en broma, dijo en voz baja—: Lograste llegar a mi corazón. —Y con eso, algo dentro de mí se rompió. Cualquier preocupación bloqueando mi mente se aclaró, y todos los pensamientos de las burlas de mis padres que había estado afectando mi juego se evaporaron.

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Un gordo y bajo doctor de mierda trató de alejar a Molly de mis brazos. Lanzándole una mueca amenazadora, le pregunté a Molly una vez más si se encontraba bien. Después de asegurarme de que estaba, se fue a pie, pero eso no iba a suceder. Necesitaba saborearla. Sin pensar en nada más, aplasté sus labios contra los míos, tirando de ella tan cerca que no sería capaz de romper. Fue breve, dulce, y me hizo sentir como si fuera un puto rey. Retrocediendo, miré la boca hinchada de Molly en este espectáculo flagrante de afecto en público, y sonriente, corrí de nuevo al campo, sin importarme una mierda que el entrenador me rasgara verbalmente de nuevo, o que Austin y Jimmy-Don sacudieran sus cabezas ante mi maldita estupidez. Molly se había presentado, y al instante supe que no iba a joder a este juego. Supe que no iba a perder. Ella se daría cuenta de que yo era digno. Convocando a la ofensa en un círculo, grité—: Ochenta y tres, rojo. Austin sacudió la cabeza. —Prueba otra jugada, Bala. Sí, sabía que él no confiaba en mis pases después de cuatro meteduras de pata, pero algo dentro de mí había cambiado. Manteniendo mis ojos en los suyos, grazné—: ¡Ochenta y tres, rojo! ¡Y jodidamente no me cuestiones! Mirando hacia atrás y con ganas de discutir, pero sabiendo que nunca se cuestionaba al mariscal de campo, Austin sólo suspiró y puso su mano en el centro mientras gritaba— : ¡Uno, dos, tres, Break! —Y todos se colocaron en posición, cada fibra de mi estallando a la vida. Había encontrado mi estado de flujo. Estaba en la zona. El tiempo pareció detenerse cuando Jeremiah Simms, el centro, soltó la pelota hacia mí, y en un estado de calma mental completo, ubiqué a Austin, el número 83 blanco en su camiseta carmesí. Brillaba como un faro. Entré en un saque de banda mientras corría a campo bajo. Una intensa gratificación me atravesó cuando el balón llegó en espiral perfectamente en sus manos en la ruta de destino en la zona de anotación. El estadio estalló en celebración por ello. Un touchdown de un pase de cuarenta yardas, y que fue la mejor espiral que había tirado toda la temporada, infiernos, tal vez todos los tiempos. Mis compañeros de equipo me alcanzaron, saltando sobre mi espalda, y disfruté de su celebración. Jimmy-Don me levantó en sus brazos, sólo para ponerme abajo y gritar—: ¡A partir de ahora, será mejor le des uno a Molly antes de cada maldito partido! Con mis cejas fruncidas, le pregunté—: ¿De qué mierda estás hablando? Golpeando mi mejilla suavemente, contestó con una risa emocionada. —¡Besaste a Molly, hombre! No para decirlo sin rodeos, pero, diablos, Bala, has estado jugando como la mierda durante semanas, ¡pero un beso de ella y lanzaste como un maldito demonio!

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Mirando a los fans gritando todo el estadio, un resoplido de incredulidad salió de mi garganta. —Mierda, tienes razón. Agarrando mi cuello, Jimmy-Don me acercó y declaró—: Cada partido, ¿entiendes? Una lenta sonrisa tiró de mis labios. Demonios, sí. Como si incluso necesitara una excusa para probar esos labios de nuevo o tomar esas malditas curvas de cerca en mi contra. Los fanáticos de Bama podrían ser más allá de supersticiosos, y con mucho gusto le daría a sus caprichos. Con mucho gusto. Quince minutos más tarde y ganamos. Jugué como si estuviera poseído. Me pregunté si estaba —infiernos, estaba absolutamente obsesionado con Molly y podía conseguir suficiente de lo que se sentía estando cerca de ella. Como si, mis problemas no existieran... Como si me entendiera... A mí, Rome, no Bala, no el mariscal de campo famoso... excepto yo. Al final del partido, el entrenador, las animadoras, y la banda inundaron el terreno de juego, mientras los periodistas en sus masas se dirigieron directamente a mi dirección, haciendo las mismas malditas preguntas como siempre, y di las mismas respuestas, evitando cualquier mención de Molly o de cualquier explicación de ese beso. Después de combatir con Shelly y aplastar su misión de conseguir que nos viéramos como una pareja en la cámara, me dirigí directamente a los asientos de Ally, necesitando ver a Molly de nuevo. Ally estaba de pie junto a Jimmy-Don y su nueva chica, que estaban uno encima del otro. Parecía aliviada de verme y le echó los brazos alrededor de mí en un abrazo. —¡Bien hecho, cariño! —gritó de emoción. No estaba siendo exactamente atento a todo lo que ella decía, demasiado ocupado buscando en los asientos de los alrededores por Molly, pero no había ni rastro. —¡Oye, hablando aquí! ¡Prima devota cantando sus alabanzas, siendo totalmente ignorada! —Ally gritó en mi rostro. Volviendo hacia ella, le di otro rápido abrazo y le pregunté—: ¿Dónde está? Cruzando los brazos sobre su pecho, ella sonrió, melodiosa. —¿Quién, cariño? —Corta la mierda, Al —dije secamente—. ¿Dónde se fue? Dejando caer su sonrisa de suficiencia, se encogió de hombros. —Dijo que tenía que estudiar. Mi corazón se quebró en eso. —¿No podía quedarse un poco más? Jimmy-Don y su nueva chica llegaron todos alegre, y la gran rubia tendió la mano en mi dirección. —Cassie, querido, pero mis amigos me llaman Cass. —Rome.

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Sus cejas bailaron. —Lo sé. —Dio un paso hacia adelante, colocando su mano sobre mi hombro—. Una cosa que necesitas saber acerca de mi chica Molly es que el estudio es lo primero, todo lo demás en segundo lugar. Si ella no consigue un mínimo de diez horas de estudio en un día, no lo ve tan productivo y enloquece como la mierda. No sé qué más decir. Todo ese tiempo pasado en sus libros la mantienen cuerda. —Eso sonaba bastante bien de todo lo que había presenciado. Mirando hacia atrás a mi prima, dije—: Fiesta esta noche. Tráela. No me defraudes. Ally sacudió con la cabeza. —Lo intentaré, pero no contengas la respiración, Rome. Ella no es exactamente una chica fiestera. —Hazlo, Al. Cuento contigo. Con eso, me dirigí a las duchas, diciendo a los otros jugadores que corran la voz sobre la fiesta y para abastecerse de cerveza. No más esperas, no más pensar demasiado las consecuencias de estar con la chica que quería... Esta noche la haría mía. Y jodidamente molería a golpes a cualquiera que se interpusiera en mi camino.

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—Entonces... ¿quieres mostrarme tu habitación? —Negativo. Uñas rojas afiladas corrieron por mi brazo. —Aww, vamos, Bala. Puedo mostrarte cosas que nunca has visto antes... Te he estado deseando por años. Frotando mi mano sobre mi cara, me incliné hacia atrás y gemí un frustrado—: ¡Por favor, solo vete a la mierda! La rozadura de una silla me dijo que había disuadido con éxito a otra maldita fan. Apostaba a que sus mamás y papás estarían orgullosos sabiendo que estaban pagando para que sus hijas entraran a la universidad, no para aprender, sino en su lugar ofrecerse a sí mismas en una bandeja dorada al mariscal de campo de los Tide. Un aplauso bajo llamó mi atención. Cuando abrí los ojos, Austin estaba de pie delante de mí, riéndose. —¡Rome Prince! ¡Mostrando cierta maldita moderación con el sexo opuesto! —Su sonrisa vaciló cuando miró hacia la puerta, y girando para ver lo que había conseguido su atención, divisé a Ally, Cass, y esa chica gótica ¿Lexi? Entrando a la fiesta. Me pregunté por qué demonios estaba actuando tan raro cuando se deslizó fuera de la puerta de atrás sin decir nada más, echando una mirada frustrada más a Lexi. Su rostro cayó mientras lo veía escabullirse, y ella giró sobre sus talones y se dirigió a un grupo de animadoras pasándola bien en la cocina. Me pregunté sobre qué demonios iba eso, pero cosas más urgentes estaban en mi mente. Me puse de pie, caminando en su dirección. Ally me vio primero, seguida de Cass, que tropezó hacia mí, con los brazos extendidos mientras caía sobre mi pecho, casi tirándome al suelo. Joder, estaba borracha. Empujándola de vuelta, ayudándola a equilibrarse, señalé mi barbilla hacia mi prima. —¿Dónde está? La cara de Ally cayó. —No quiso venir.

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Ira y decepción se fusionaron en mi pecho, y gruñí en voz alta—: ¿Por qué diablos no? —Dijo que estaba cansada. —¡Por amor de Dios! —grité, haciendo a Cass saltar a una posición vertical sosteniendo su celular. Jugueteando con la pantalla, ella lo puso en su oreja, me guiñó, y luego mal articuló— : ¡Molls, trae tu jugoso culo inglés fuera! Estamos emborrachándonos y necesitamos la cuarta mosquetera! —Cass me sonrió, asintiendo con aire de suficiencia, como pensando que su pequeña llamada borracha funcionaría. No podía oír lo que Molly estaba diciendo, pero por la caída en la expresión de Cass, me di cuenta que no estaba recibiendo la respuesta que quería. Ally hizo un gesto de estrangulamiento detrás de la espalda de Cass y arrebató el dispositivo de su mano. Cass trató de luchar para tenerlo de nuevo, pero se distrajo al ver a Jimmy-Don bajando las escaleras y, gritando de emoción, corrió a sus brazos abiertos, básicamente tirándolo al suelo. Ally ahora estaba hablando en el celular de Cass. —¿Estás segura que no quieres venir, querida? No me gusta que estés sola en tu habitación y todo el mundo esté aquí teniendo un buen rato. Contuve la respiración, sin apartar los ojos de Ally, pero cuando se opacaron con decepción, me bebí el resto de mi cerveza, escuchando a Ally despidiéndose, terminando abruptamente la llamada con un movimiento de cabeza. —Dice que solo está cansada. —Extendiéndose, Ally puso su mano en mi brazo desnudo—. Molly es extremadamente cautelosa, Rome. Realmente no deja entrar a nadie. Ella es la persona más privada que conozco. No es cierto, ella jodidamente me había dejado entrar, en el balcón de Ally, esa noche en la iniciación. Yo era jodidamente diferente para ella. Sabía que lo era, pero su nunca presentarse o quedarse allí por mí para verla estaba realmente empezando a enojarme. En un segundo, me decidí... Tiempo de pagarle a la señorita Shakespeare una visita. No más esconderse. —Conozco esa cara —dijo Ally con cautela, una avalancha de preguntas en sus ojos. Retrocediendo a la puerta de entrada y sonriendo a su cara de reproche, gesticule con la mano. —Nos vemos más tarde. Tengo un lugar en el que estar. Golpeando sus manos en la cintura, Ally gritó—: ¡Rome, no estoy tan segura si sea una buena idea ir allí sin invitación! ¡Ella no es una de tus putas! —Fingiendo no escuchar la preocupación y censura en su tono, seguí adelante a través de la multitud, pero sonreí cuando oí su grito a regañadientes—: ¡Es el balcón a la izquierda del mío, en la planta superior! ¡Pero no digas que no te lo advertí!

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Saliendo de la puerta de atrás de mi casa de fraternidad y corriendo por la calle, me encontré debajo del balcón de Molly, mirando las columnas de piedra, una tenue luz proviniendo de su cuarto, y sacudí la cabeza con incredulidad completa. Romeo abajo del jodido balcón de Julieta.... Mierda. Que me. Jodan. Extendiendo a mi polla, comprobé que mis bolas estuvieran todavía allí... Ya sabes, solo en caso que hubieran sido revocados ante este acto tan patético y desesperado, pero sí, seguían intactas y doloridas por la chica en esa habitación a un tiro de piedra de distancia. Me agaché por los lujosos bordes de la estampa de césped, recogí algo de grava roja que rodeaba las plantas y rodé las piedras en mis manos. Estaba a punto de tirar de ellos en su ventana cuando mi celular vibró en mi bolsillo, mis dedos se abrieron y la grava se deslizó a través de los huecos. Moviéndome a un oscuro lugar aislado, me dejé caer sobre la hierba cálida y leí el mensaje. Papá: Mira, hijo, fui demasiado lejos contigo el otro día. Vamos a hablar de esto con calma. Realmente necesito que hagas que este matrimonio con Shelly suceda. El negocio lo necesita, la familia lo necesita, y si quieres mantener las cosas bien entre nosotros, necesitas que suceda también. Mi cabeza cayó hacia adelante. Incluso cuando estaba tratando de ser amable, no podía dejar de emitir una amenaza. No sabía de quién lo había sacado. Mis abuelos eran la gente más agradable en la Tierra. Su hermano, el padre de Ally, un santo, pero mi padre fue arruinado por el dinero y la codicia, y conocer a mi mamá, quien era igual de hambrienta de dinero, lo convirtió en una pesadilla. Mi estómago se hundió un poco al pensar en mis abuelos paternos. Había sido muy joven cuando se mudaron a Florida, y ambos fallecieron poco después de irse. Recuerdo a mi abuelo llevándome a la liga infantil de fútbol por primera vez. Él había estado tan condenadamente orgulloso de mí ese día, orgulloso que su nieto hubiera mostrado una buena promesa. Pero nunca llegó a verme jugar apropiadamente, y me hubiera gustado que pudiera estar alrededor por más tiempo para ver lo que me convertí. Recuerdo sentirme tan diferente estar cerca de mis abuelos; incluso como un pequeño niño me di cuenta de eso. Ellos siempre se preocupaban por mí, y en mi décimo octavo cumpleaños, me enteré de cuánto. Ellos me habían dejado un fondo fiduciario, un enorme fondo fiduciario de mierda, que mis padres no podían tocar. Mi papá enloqueció cuando le dije que un abogado se había presentado en mi casa de fraternidad con los detalles, y fue a partir de ese día que supo que ya no podía usar el dinero para controlarme, por lo que cambió al chantaje y humillación en su lugar.

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Luchando la urgencia de gritar y golpear los puños contra la pared, miré hacia el cielo, sumido en sus pensamientos. ¿Qué estaba haciendo? Mis padres nunca me iban a dejar salir de esta mierda de matrimonio, y una parte de mí se sentía como que le gustaría sólo ceder por una vida más fácil, pero más de mí quería resistir con cada onza de mí ser. Rodando mi cuello, mire fijamente de vuelta hacia el balcón de Molly. Si seguía yendo por este camino con ella, sabía que existiría peligro muy real de nunca ser capaz de dejarla ir. No era estúpido. Cristo, ella ya se había metido en mi cabeza y apenas incluso la había tocado, casi apenas arañado la superficie de quien era ella en realidad. Pero era adicto, no obstante, y tenía que decidir ahora mismo si ella merecía la pena... merecía la pena desobedecer a mis padres... merecía la pena enfrentar meses de infierno... merecía la pena bajar mis barreras. Pensamientos del juego de hoy se vertieron en mi mente. Le había pedido que estuviera allí para mí, para apoyarme, y aunque no era lo que ella quería, vino de todos modos, sacrificando su valioso tiempo de estudio... por mí. Tenerla allí cambió totalmente mi juego, ese beso relajándome por primera vez en mucho tiempo. No podría nunca decir lo mismo de mis padres, o cualquier otra chica con la que follé. Demasiadas personas me hicieron daño hasta el punto de romperme, pero no Molly. Ella escuchó, me consoló, y me tranquilizó enseguida. ¿Quién no se volvería desesperado por tener ese nivel de conexión todo el maldito tiempo? Molly me hacía sentir bien conmigo mismo. Cristo, ella me hacía sonreír, y la forma en que había hecho frente a tanta mierda en su propia vida me dio esperanza, esperanza de que tal vez pudiera lograr atravesar mis obstáculos también... un día... tal vez con su ayuda. ¡A la mierda! Ella era digna de cada mensaje de mierda, cada insulto agresivo, y cada golpe viniendo en mi camino. Después de estar sentado debatiendo mi situación durante casi una hora, me puse de pie con un nuevo sentido de determinación, recogiendo más de grava mientras caminaba, y me puse a lanzarla a las puertas cerradas del balcón de Molly. Pensé que si ese hijo de puta debilucho de Montesco podría conseguir su premio de esta manera, tenía una muy buena oportunidad de hacerlo también. Las sombras bailaban detrás de las cortinas blancas y las puertas del balcón se abrieron lentamente. —¿Shakespeare? —llamé en voz baja, revisando los terrenos de la casa de hermandad para asegurarme que no había nadie alrededor. Hubo algunos momentos llenos de sonidos de pies arrastrándose antes que una masa de cabello largo y castaño cayera sobre la barandilla del balcón y un par de gafas encintadas bajara la mirada hacia mí. —Hola, Mol —dije, mi pecho ya sintiéndose más ligero en su presencia.

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—Hola, tú. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, sus cejas uniéndose en un ceño fruncido. —Vine a verte. Se enderezó un poco y preguntó: ―¿En serio? ¿Por qué? Porque no puedo dejar de pensar en ti. Porque quiero besar esos malditos labios otra vez tan fuerte que no puedo soportarlo... Entonces quiero continuar hacia el sur hasta que te pruebe en mi lengua cuando te corras y te retuerzas en contra de mi boca... solo para luego desnudarte y follarte hasta no lo puedas soportar. No creo que la verdad podría ir demasiado bien con una chica como Molly, por lo que simplemente respondí―: Porque me di cuenta de que no estabas. Y quería asegurarme de que estabas bien después de lo de hoy. He estado pensando en ti toda la noche. Empujando sus marcos rotos de nuevo en la nariz, me preguntó―: ¿No deberías estar con Shelly? Esas palabras hicieron endurecer mi espalda y le espeté―: ¿Por qué diablos iba a estar con ella? ―El simple hecho de que Molly pensara que yo estaría con Shelly de entre todas las personas, me tenía hirviendo de la rabia. ¡Shelly! ¿Por qué todo siempre gira en torno a ella? Aclarando su garganta, Molly respondió―: Ella estaba contigo después del partido. Los dos se veían cómodos. Pensé que podrías haber querido celebrarlo con ella esta noche. A pesar de que estaba luchado para ocultarlo, vi la decepción en su voz. Lo capté. Había escuchado todos los rumores sobre mí, sobre cualquier maldito pedazo de culo que se movía, así que ¿Por qué debería confiar en mí? ¿Por qué iba a pensar que ella era diferente para mí? Necesitaba convencerla. Ubicado justo debajo de ella y sujetándola con mi mirada, le dije―: Vamos aclarar esto ahora mismo. Ella no es jodidamente nada para mí. Nunca lo va a ser. ―Todo el cuerpo de Molly se relajó visiblemente y una pequeña sonrisa irrumpió en sus labios. Espera… ―¿Es por eso que abandonaste la fiesta? ¿Debido a que pensaste que yo estaría con esa zorra intrigante? ―Incluso en la oscuridad, pude ver el sofocante rubor en sus mejillas por la culpa. Mierda. Por eso despreció ir a mi partido y el por qué no estaba allí para mí al final del juego. ―Rome, simplemente no me apetecía ir a la fiesta esta noche, eso es todo. Ve y disfruta. No necesitabas venir a chequearme. ―Ella estaba tratando de alejarme. Sabía que era una idea aterradora para ella, infiernos, para la mayoría, pero esta era una pelea que no iba a perder. Ella era una chica de la que simplemente no podía alejarme.

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—No voy a ninguna parte ―le aseguré, con voz severa y autoritaria. Hice una mueca internamente, sin saber si mi tono podría asustarla. Pero infiernos, este era yo: testarudo, estricto, un hijo de puta de mal humorado, y albergaba una desesperada necesidad de tener el control. Como siempre, la chica me sorprendió, y en lugar de estar disuadiéndome y diciéndome que me fuera a la mierda, estalló en una risa histérica. No estaba seguro de si estar enojado, o unirme a la diversión. ―¿Qué encuentras tan gracioso, Shakespeare? ―le pregunté, una rugosidad ronca en mi voz. Inclinándose más hacia adelante, silbó―: Que Romeo ha venido a mi balcón para luchar por mi atención. ―Casi ni noté que dijo ese maldito nombre; yo estaba demasiado hipnotizado por el ascenso de su espíritu. Juntando las manos, recitó―: Los muros de esta puerta son altos y no se pueden escalar, podrías encontrar la muerte. Considerando quien eres, si alguno de mis parientes aquí… te matarán. ―¿Cómo diablos sabes eso de memoria? ―le pregunté, luchando por no devolverle la amplia sonrisa que fue plasmada en su maldito lindo rostro. ―Lo he leído acerca de un centenar de veces. Es maravillosamente trágico. ―Apuntando hacia mí, luego a sí misma, dijo―: Un poco como nosotros, ¿No crees? Ella había dado con el maldito clavo. Éramos trágicos, bastante jodidos. Pero podríamos estar jodido juntos, equilibrarnos. Corrí al lado de la terraza, vi un enrejado y gimiendo por la maldita ironía, empecé a subir por la pared como un poseso. ―¡Romeo, ten cuidado! ¿Qué demonios estás haciendo? ―susurró Molly, mirándome con horror. ―Subiendo a ver a mi Julieta ―le dije en broma, viendo su rostro pálido mientras ella se tambaleaba hacia atrás, sorprendida, luego subí el resto del camino y salté a la terraza. Golpeé el suelo con un ruido sordo, pero luego me miró... y casi tuve un accidente cerebro vascular. Cabello marrón hasta la cintura, lo suficientemente grueso como para agarrar, y el más corto, más delgada tela rosa apenas cubría sus curvas impresionantes, las cuentas de sus visibles pezones, me tentaban a sólo un paso delante de mí a tomarlos en mi boca. Mi polla se endureció al instante en mis jeans, y acercándome a ella, observando el aumento acelerado de su respiración y la caída de sus pechos sin sujetador, extendí la mano, acariciando su suave cabello, ni siquiera la delgada envoltura con cinta de deportes en el centro de sus lentes, podrían distraerme de lo jodidamente impresionante que tenía justo aquí ante mí.

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En un movimiento instintivo, su mano encontró la mía, y aprovechando la aparición de la lujuria en sus ojos, me moví, pasando mi dedo por su cuello, mi moderación colgando de un hilo. ―¿Romeo? ¿Qu… qué estás haciendo? ―preguntó Molly, su pregunta más que un gemido ahogado que otra cosa. ―No estoy seguro. Pero no deseo parar ―le susurré contra su cuello. Vainilla. Ella. Era. La. Maldita perfección. ―Rome, no creo… ―Se detuvo a media frase cuando se dio la vuelta para mirar hacia abajo al patio trasero, el miedo en su rostro. Los estudiantes inundaron el patio, la fiesta derramándose a este lado de la calle. No me importa una mierda, sin embargo. De hecho, que todo el cuerpo estudiantil nos vean de esta manera. Así que con más agresividad, cerré su cuerpo contra el mío y besé a lo largo de la piel desnuda de su cuello, continuando donde lo dejamos. ―Nosotros... Necesitamos parar ―susurró Molly en mi oído, pero no había convicción en su tono, solo suplicas entrecortadas estimulándome. ―No, Mol. Me he mantenido fuera durante el tiempo suficiente. He tratado de tomar las cosas con calma, pero ya no más. No voy a seguir siendo nada para ti nunca más. Te quiero. Te deseo tan jodidamente mal... ―dije en voz baja, con la voz ronca por la necesidad, mi desesperación aumentaba a cada segundo. La realidad y fantasía eran borrosas entre sí, y no podía apartar la imagen de nosotros entrelazados en la cama de mi mente. Casi me quejé en voz alta ante la idea de que en unos diez minutos, la tendría desnuda, y podría sumergirme profundamente en su coño. Manos suaves deambularon por mis brazos desnudos, sintiéndose tan malditamente bien contra mi piel. ―Rome. Esto no es una buena idea. No puedo hacer esto. ―Pero ella no se apartó; sus caderas y pechos todavía estaban presionados contra mi cuerpo. ―Seguro que puedes ―murmuré, con las manos a la deriva lentamente hacia abajo, al oír su respiración jadeante mientras acariciaba su cintura. Esas malditas manos suaves de repente me empujaron hacia atrás, me ajuste a la crudeza de la realidad. ―Por favor... sólo... espera un momento ―dijo en un jadeo, cerrando sus brazos entrelazados para evitarme acercarme más. Bueno, esa era la primera, una chica que me impedía follarla. No había tenido que trabajar por el sexo desde que estaba en la escuela secundaria; de hecho, nunca lo hice, ni siquiera entonces. Las chicas terminaban siempre atraídas por mí. No Molly, sin embargo; ella estaba demostrando ser una jodida nuez dura de roer. ―¿Qué? ―preguntó de repente, y me di cuenta de que estaba imitando una maldita estatua, de pie mirándola en shock. Ella todavía jadeaba, tratando de recobrar el aliento.

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Arrastrando los pies torpemente, admití―: Nunca nadie me dijo que no antes. Su boca cayó como un maldita personaje de dibujos animados, y ella emitió una risa incrédula. ―¿Hablas en serio? ―Así es ―respondí entre dientes. Joder, me sentía como si estuviera adolorido, mis puños se apretaron mientras mi polla palpitaba en mis bóxer. Una risita escapó de su boca, y me dijo―: Eso es... patético. Sí... supongo que lo era. Arrastrando los dientes a lo largo de mi labio inferior, me moví hacia su cuerpo tenso y la abracé por las caderas. El maldito sonido dulce de su risa se rompió a través de la gruesa pared de mi agresión, y con el fantasma de una sonrisa, le confesé: ―Pero es cierto. Ella sacudió con la cabeza, viéndose realmente muy muy disgustada, e inclinó la barbilla hacia el cielo. Se me ocurrió que tal vez mi pasado con las chicas la estaban haciendo apartarse. Con temor enfrentado en mi pecho, me armé de valor para preguntarle: ―¿Tú no quieres esto? ¿No me quieres... a mí? ―Estaba tan malditamente asustado de oír su respuesta. En realidad asustado por primera vez en años. ―Romeo... Yo… ―¿Qué? ―le interrumpí. No quería ser compadecido. No sería puesto en ridículo. No por ella. Ni por cualquier persona. Vi el conflicto en sus ojos, pero con una bajada de sus hombros, ella finalmente cedió, su deseo por mí, por nosotros, dominar su lógica. ―Eres mucho para asumir, ya sabes ―dijo con un suspiro derrotado, pero sus dedos envueltos en mi camiseta Red Tide, sutilmente llevándome más cerca. ―Lo sé ―respondí con sarcasmo, sintiendo como si acabara de ganar la maldita lotería. Esos hipnotizante ojos oro-marrón buscaron en los míos, confusión pasando a través de ellos, y confesó: ―No sé lo que quieres de mí. Me confundes y no estoy acostumbrada a eso. Tú, te quiero sólo a ti, pensé. Pero en voz alta, Le dije―: Entonces déjame mostrarte lo que quiero. Deja malditamente de luchar contra esto. ―No podía seguir haciendo frente a sus escapadas y escondidas, no podía tolerar un día más sin saber que la tenía como mía. Con brazos inquietos trató de soltarse, pero la agarré con fuerza, lo que le hizo murmurar―: No, Rome, esto es solamente... sólo... Bien, verdaderamente había tenido suficiente de estas idas y venidas de mierda.

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―Quiero estar contigo ―le dije, perdiendo la paciencia, mis brazos atornillándose alrededor de su cintura―. Vamos, Mol. Te necesito. Dime que me entiendes. Dime que estás tan jodidamente interesada en mí como yo en ti. Cerró sus ojos caramelo, y cualquier pedazo restante de resistencia abandonó su cuerpo rígido. Luego, una palabra de su boca lo cambió todo. ―Entra. Exhalé un largo y reprimido suspiro, solo podía responder de la mejor manera que sabía, con un rotundo y un sincero―: Mierda. Sí.

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En el momento en que entramos en su habitación, estuve sobre Mol —manos vagando por su estrecho cuerpo, haciendo un puño su camisón— y poco a poco la hice retroceder hacia su cama. Nuestras bocas enredadas furiosamente, nuestras lenguas golpeando juntas cuando golpeamos el colchón, y me puse a hacer lo que hacía mejor. Molly agarró mi camisa con fuerza, gimiendo en mi boca, y cuando sus manos encontraron la piel desnuda de mi espalda, fue la luz verde que había estado esperando. Alejándome de su boca, deslicé mi mano por su muslo, trabajando hacia su centro, cuando ella me hizo frenar en seco con un férreo control en mi muñeca. —Y… no puedo. Vamos demasiado rápido Inclinando la cabeza hacia atrás, casi grité de frustración. Estaba tan jodidamente encendido que estaba casi ciego por la necesidad. Molly lanzó un gemido avergonzado, y al ver su cara enrojecida, al instante me sentí como un asno. —No hagas eso —le dije, sosteniendo su cara entre mis manos. —¿Hacer qué? —Sentirte mal por parar. Nunca te sientas mal por eso. Cuando te tome, va a ser cuando te tenga retorciéndote de necesidad, rogándome que te folle. Nunca te sientas mal por parar. Cuando te entregues a mí, será porque estés tan húmeda que no podrás soportarlo. Sus pupilas se dilataron y sus labios se entreabrieron. —¿Cuando me entregue a ti? Era tan malditamente linda. —Cuando te entregues a mí. Desplazándose un poco lejos de mí, dijo, ofendida—: Estás muy seguro. Podría rechazarte. Ella no lo haría. Sí, puede que sonara como un arrogante imbécil, pero la forma en que sus ojos me devoraban, mi cuerpo, no había ninguna manera de mierda que aguantara mucho tiempo.

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Ella todavía estaba mirándome, esperando a que hablara, así que dije—: Va a suceder. Los dos sabemos que es verdad, y estoy contando los días hasta que llegue dentro de ti y te haga venir... una y otra vez. Jodidamente contando los minutos... La lujuria se hizo cargo y ella casi se abalanzó sobre mí en el acto, pero la empujé de vuelta al colchón. Ella era la única chica que no quería simplemente follar e irme tan pronto como estuviera hecho. —No debería haberte presionado. No estás lista. —No lo hiciste. Es que... Es que... yo... no soy muy experimentada... y yo... Me senté, la realidad golpeando en casa. —Mierda, ¿eres virgen? Se movió delante de mí, se sonrojó y confesó: —No, no soy virgen, pero exactamente no soy muy experta en todas las cosas... de seducir. Sólo he dormido con una persona y sólo una vez, el año pasado. Y solo así, realmente deseaba jodidamente que fuera virgen, celosamente sobre algún imbécil desconocido adueñándose. Algún hijo de puta indigno tuvo a mi Mol. —¿Cuándo sucedió esto? —le pregunté con los dientes un poco apretados. —Cuando estaba en Oxford. Oliver y yo… —¿Oliver? —la interrumpí. Sus cejas se juntaron y dijo—: Sí, Oliver Bartholomew. No pude evitarlo, pero me reí, mi enojo a un lado por un minuto. La forma en que dijo ese puto nombre inglés del pomposo asno de mierda era divertido. ¿Bartholomew? Joder, y pensé que Romeo Prince era bastante malo. —¿Qué? —cuestionó, pareciendo muy enojada conmigo. Aclarando mi garganta y tratando jodidamente de ocultar mi sonrisa con mi mano, le dije—: ¿Oliver Bartolomé? Muy... británico. Sus ojos se estrecharon detrás de esos lentes gruesos y destacó: —¡Él es británico! ¡Como yo! ¡Deja de burlarte! Con un gemido de frustración, Molly se volvió de espaldas a mí, haciendo que me tragara mi maldita risa y tiré su espalda contra mi pecho. —De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Ella sacudió la cabeza con la amonestación, pero cuando lanzó una pequeña sonrisa, supe que estábamos bien.

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—¿Así que Oliver, era tu novio? —le pregunté, de repente en ese estado raro de la mente en la que no quieres saber la respuesta, pero la necesitas desesperadamente, al mismo tiempo. —Sí, supongo. Intenté tenerlo como un novio de todas formas. —¿Intentaste? —cuestioné la extraña respuesta. Sus pestañas revolotearon mientras sus ojos encontraron rápidamente los míos, y dijo: —Sí. Yo... realmente no soy muy cercana con la gente. Traté con él, pero, al final, simplemente no pude. Habíamos estado saliendo durante algo así como unos meses, citas para tomar café, compañeros de estudio, ese tipo de cosas, y me decidí a dar el siguiente paso, simplemente llegar de una vez. Él quería mucho. Yo era indiferente. Así que pensé ¿por qué no? Olly era dulce para mí y él me gustaba bastante. El sexo, no tanto. —¿Qué? ¿No te gustó el sexo? —casi grité. ¿Cómo podría no gustarle el sexo a alguien? Su rostro se puso rojo como mi maldito jersey de loa Tide, y admitió—: Fue incómodo, hecho torpemente, y no todo lo alucinante que prometía ser. —Olly simplemente no hizo las cosas bien. Mirándola a los ojos, dije—: Me imagino que contigo, Shakespeare, sería increíble. Nunca he querido nada tanto en mi maldita vida, probarte, sentirte... oírte gritar mi nombre. El pulso su cuello se desató como los golpes de un tambor y la atracción que ambos sentimos comenzó a tirar de nosotros más cerca. —Romeo… —Ella se apartó, pero tiré de su brazo para mantenerla cerca. —Voy a parar, pero no voy a ocultar el hecho de que lo quiero realmente mal, Shakespeare. Real y jodidamente mal. Vi como sus muslos se apretaron juntos y mi polla se estrelló contra mi bragueta. Las cosas estaban demasiado tensas, pero Molly manejó difundir el momento empujando una almohada sobre su cabeza, advirtiendo: —Tenemos que encontrar algo que hacer, Rome. ¡Realmente necesito distraerme ahora mismo! Retirándole la almohada, sosteniendo la risa, dije—: Has robado mi frase, Shakespeare. ¿Acaso no soy el que debería decirte eso? —Probablemente, pero estoy a punto de saltar a tus huesos y preferiría que esta noche no si pudiera evitarlo. ¡Me gustaría no irme de casi virgen a mujerzuela después de una noche en tu maldita compañía! Incapaz de dejar de reír esta vez, desternillándome, caí sobre mi espalda y tiré de ella para colocarla sobre mi pecho.

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—¿Qué debemos hacer, entonces, casi virgen, solo para que no te rindas, y saltes sobre mis huesos? Aunque, es muy tentador para mí solo dejarte hacer lo tuyo. —Tengo solo la cosa perfecta, si estás en el juego. Puso el puto Monty Python. Vimos la película. De hecho, vi una película con una chica y no hice nada para seducirla... no mucho. Todavía tomé un beso y la caricia ocasional, pero lo más sorprendente, me gustó simplemente pasarlo bien con Mol. En cierto modo se sentía como si tuviera doce años de nuevo, en alguna primera cita que nunca había tenido, pero fue bueno... Me hizo sentir un poco normal. Eso fue hasta que la cagué por ofenderme por su broma. Solo estaba llevándome la última de las palomitas a la boca cuando Molly arrancó el cuenco de mis manos. —¡Estás destinado a ser un atleta! ¿No es esto una sobrecarga de almidóncarbohidratos de mierda para ti o algo así? ¡Lo has limpiado, por si fuera poco, maldito codicioso! Resoplando una carcajada, flexioné mi bíceps, captando los pequeños jadeos impresionados de Mol, y le dije—: Soy una máquina de mierda, Shakespeare. ¡Las palomitas de maíz no son rival para mí! —¡Lo siento, me olvidé de que estaba hablando con la Bala! —bromeó, pero sus palabras se sintieron como un balde de agua fría vertiéndose sobre mi cabeza. —No —le susurré, perdiendo todo el humor. —¡Alaaabbbaaammmmaaa! ¡Levántense para recibir a su quarterback local, Romeo... “Bala”... Prince! Hay una bala en la pistola. Hay un fuego en tu corazón. Moverás todas las montañas que se interponen en tu camino... Molly se reía mientras cantaba esa maldita canción que los chicos de IT siempre tocaban en Bryant-Denny cada vez que estaba en la pantalla grande, pero todo lo que sentía era molestia. Ella no estaba recibiendo la señal de que hablaba en serio. Apoderándome de sus muñecas, tiré de ella hacia delante hasta que sus ojos se encontraron con los míos y gruñí: —Deja eso, Shakespeare. ¡Mierda! Casi ahogándose con sus palabras, se echó hacia atrás. —Solo estoy bromeando. No tienes que ser tan condenadamente malhumorado conmigo. Mierda. No tenía intención de serlo, pero odiaba ese nombre hijo de puta. Bala, era casi tan malo como Romeo. Odiaba el despliegue publicitario de fútbol tan condenadamente mucho; siempre la mierda hecha en casa era mucho peor. Tomé otra mirada en el rostro herido de Molly, suspiré.

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—Lo sé, lo siento, pero jodidamente odio toda esa mierda. No sabes cuánto. No quiero ser la bala en tu caso. Eres la primera persona que alguna vez no se verá afectada por toda la fama del fútbol. Para ti... solo quiero ser Rome. Molly me entendió. Entendió que no quería entrar en eso, la fama de fútbol me molestaba mucho, y moviéndonos de ese tema incómodo, me preguntó: —¿Así que... JMV? —Sí. Loco teniendo en cuenta que no podía golpear a un camión para la primera mitad. ¿Cómo le digo que verla en las gradas cambió todo, sin revelar demasiado acerca de mis sentimientos? ¿Cómo podía decirle que fue la primera persona que tiraba nunca a través de mí sin tener que explicar mi pasado y mi gente? No podía encontrar las palabras. Así que en vez de eso, solo le informé de la charla de vestuario. — Los fanáticos y el equipo están presionando, diciendo que “eso” es por tu culpa. Que eres mi amuleto de la buena suerte, todo desde ese dulce beso. Y luego ella se movió de un jodido tirón, disparándose a la posición sentada, luchando por respirar y frotando su pecho. Parecía que estaba teniendo un maldito ataque al corazón. —¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué dije? —le pregunté frenéticamente. Sus ojos eran tan grandes como la maldita luna y trató de hablar, pero no salió nada. Mi corazón golpeó latiendo demasiado rápido, así que le tomé de la mano y la observé mientras calmaba los demonios abajo, el color regresó a su rostro pálido. Me quedé mirando nuestras manos unidas en confusión, preguntándome ¿qué demonios había sucedido? —¿Qué es, Mol? Dime. —Empujé, necesitando alguna explicación de por qué acababa de casi colapsar. Tomando una respiración profunda, dijo—: Lo siento, es solo algo que mi abuela solía decirme. Me llevó de nuevo a esos días. Me entró el pánico. Yo sólo... estaba sorprendida cuando lo dijiste. De todas las formas de decir lo que dijiste, citaste palabra por palabra. —¿Qué te decía? ¿Qué dije? Dándome una sonrisa rota, dijo en voz baja: —Que tenía dulces besos. Abuela diría que un dulce beso de mi parte haría cualquier problema solo un poco más fácil. —Creo que ella podría estar en lo cierto. Debe de haber sido una mujer sabia, porque eso es exactamente lo que hiciste por mí esta noche en el juego. —Lo era. Ella lo era todo para mí. —Las lágrimas caían de sus ojos mientras sus dedos se apretaban contra los míos—. Solíamos decir que éramos un engranaje. Cuando murió,

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tomó la mitad de mi alma con ella. No me gusta pensar en mi pasado demasiado... Me mata recordar todo lo que he perdido. Me quedé en silencio. No hay palabras para consolar a alguien que había perdido a las personas más cercanas. Así que le dejé sacar todo cuando la apreté a mi lado, recostada en la cama, usando mi toque para mantenerla calma. Mierda. Mi toque la había mantenido en calma. —¿Así que te fuiste de tu propia fiesta? —preguntó Molly finalmente mientras miraba al techo, dándome cuenta que en realidad podía estar tan jodida como yo. —No estabas allí. Molly desplazó sus piernas hacia mí y nerviosamente preguntó—: ¿Te importo mucho? Quería reírme en su cara, convencido de que si supiera la gravedad de mi obsesión con ella, habría corrido por las malditas colinas. —¿De verdad no lo sabes? Ella sacudió con la cabeza, por lo que empujando su espalda en el colchón, confesé: —Me gusta la forma en que estás conmigo. Me gusto cuando estoy contigo. Me siento como si pudiera decirte todo, que podrías soportar mi puta alma negra. Me haces sentir... bueno... ya sabes... ¿Me entiendes? —Era un total idiota y evidentemente no era bueno en absoluto en la mierda romántica. Pero acarició con un dedo mi mejilla, y con una sonrisa tan condenadamente grande, Molly dijo—: Te entiendo, Romeo. Nos quedamos así por un tiempo, sólo hablando. Se disculpó por nuestro enfrentamiento en la conferencia, admitiendo que estaba enojada conmigo después de creer que había dormido con Shelly. Le dije la verdad, que lo hice con todo el mundo menos ella, y parecía más que feliz con este hecho. Después de un tiempo, la música comenzó a todo volumen desde el patio trasero y estaba claro que la fiesta solo era cada vez más grande. No me pude quejar, sin embargo, porque Molly me pidió que me quedara —¡solo para dormir! Declaró— y no podía haberme sentido más feliz. Molly se movía en la cama, nerviosa mordiéndose el pulgar y observando cada movimiento que hacía. Cuando me metí en la cama junto a ella y me apreté a su culo, ella empezó a moverse contra mi polla, tomó toda mi fuerza hasta el borde delantero y susurrar—: Tenemos que tratar de dormir o las cosas se saldrán de control. Solo tengo cierta moderación. — E-está bien —susurró a su vez, y envolví mi brazo alrededor de su cintura mientras se metía a sí misma más en mi contra. Se sentía tan condenadamente bien. —Buenas noches, Shakespeare —dije en voz baja.

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—Buenas noches, Romeo —respondió, y no podía dejar de reír con incredulidad. Ella se puso rígida ante mi diversión, así que me expliqué rápidamente. —De hecho, me gusta el sonido de mi nombre en tus labios. Algo que nunca pensé que iba a suceder. Creo que es el acento Inglés. Suena todo correcto, al igual que la forma en que Shakespeare pretendía. Nadie me llama Romeo, jamás me han llamado Romeo. No lo permito. Pero extrañamente, me gusta cuando lo haces. La oí exhalar y la sentí tratar de volverse y hacerme frente. Por alguna razón no podía dejarla, también superado por la emoción de tenerla mirándome a los ojos, para ver a los demonios que luchaban en mi mirada. Pero cuando ella susurró—: ¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce; Romeo, seguiría siendo él si no se llamara Romeo. —Me sentía como si no pudiera respirar. Los recuerdos, el dolor que ese nombre agitó en mí era demasiado. —No... Por favor... —le rogué, incapaz de decirle por qué ese nombre era una carga tan pesada. — ¿Por qué no lo permites? —Es una larga historia —evadí, mi pánico ahora saliendo a la superficie. —Tenemos tiempo. —Ahora no —le dije más duro de lo que pretendía, pero no podía ir allí todavía. Tal vez nunca. Era simplemente demasiado. Molly suspiró con decepción, pero me alegré cuando ella cambió de tema y preguntó—: ¿Qué dice el tatuaje en las costillas? —El logro más grande no consiste en nunca caer, sino en levantarnos de nuevo cuando caes. Es de Vince Lombardi. —Es hermoso. Este filósofo Vince Lombardi debe ser bueno. ¿Por qué nunca he oído hablar de él? —Y así como así, ella me sacó de un lugar malo. Solo Molly había sido capaz de hacer eso por mí... Era adictivo. —¿Y ahora qué? —se quejó, claramente sobre mí riéndome de cada pequeña cosa que ella decía mal. —Era un entrenador de fútbol. Un muy famoso entrenador de fútbol. —Oh. Realmente tengo que ponerme al día en todo lo relacionado al fútbol. —Me gustaría que no lo hicieras. No estás impresionada por el alboroto que viene conmigo jugando y nunca quiero que sea así tampoco. Es mejor si no conoces a fondo lo que significa todo esto para la gente de por aquí. —¿Quieres decir que realmente no quieres que te llame Bala? —Joder, no. —Lo que sea que te haga feliz.

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Te juro que iba a matarme. —Duerme, Mol, o vamos a terminar haciendo lo que me haría increíble y jodidamente feliz. —Una pregunta más, entonces me voy a dormir. Apretándola con fuerza, le dije—: Una más. Estás tentando a la suerte. —¿Por qué Un Día? Recuerdos de conseguir el tatuaje en la cadera jugaron a través de mi mente, y finalmente tomar un riesgo, le dije lo que nunca había dicho a nadie. —Que saldré de este lugar un día. Que seré yo mismo, un día. Que haré lo que yo quiera… un día. La mano de Molly apretó en la mía. —¿Siempre ha sido tan malo para ti? No pude, no podía hablar de ese tema, alguna fuerza extraña dentro de mí robaba mi voz, así que respondí—: Esas fueron dos preguntas, Shakespeare. Estuve de acuerdo en una. Ahora duerme. —¿Romeo? No quiero que todos sepan acerca de nosotros todavía. Quiero mantener nuestra relación para nosotros mismos —soltó Molly de repente cuando estaba a mitad del camino de quedar dormido. La ira golpeó a través de mí a un ritmo alarmante, rompiéndome despierto, y me tuve que mover, sentado en el borde de la cama. —Lo entiendo. Estás avergonzada de estar conmigo. La Bala, el agresivo, el prostituto mariscal de campo, el no material para novio, ¿verdad? Pero bueno para una follada en secreto... —Odiaba la manera en que estaba hablando, dura, maliciosa, pero ella diciendo eso me hizo sentir avergonzado. No creía que fuera digno de estar con ella en público. La cálida respiración de Molly se propagó en mi espalda y sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura. —¿Qué? ¡No! ¡Yo solo... estoy nerviosa! —dijo, presa del pánico. Sentí como si un peso se había levantado, me volví, tomando sus manos, y le pregunté—: ¿Nerviosa por qué? Me tomó la mano y se alisó el cabello grueso y el dobladillo de su camisón. —Mira, no soy lo que persigues normalmente. No me parezco a las otras, pulida, perfecta, de las que se ven bien desde todos los ángulos. Por favor, ¿podemos esperar un poco más antes de que todo el campus se entere? ¿Por mi bien? Va a tomar algún tipo de ajuste de mi parte para estar contigo. Solo necesito un poco de tiempo. Impresionante, pensé. La única chica que quiero tener en mi brazo para que todo el mundo lo vea, y quiere esconderse en secreto.

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El Karma es una perra. Al presionar mi cabeza con la de ella, le dije—: Quiero mostrarle a todo el mundo que estoy contigo ahora. No voy a escondernos, y no me importa una mierda lo que la gente piense. En cuanto a mi pasado, eso no es lo que quiero de ti. Quiero más. ¿No lo has entendido a estas alturas? ¡Cristo! —Por favor. Sólo por un tiempo. Eres Romeo Prince. Tu reputación... me asusta un poco. Vamos a ser nosotros en privado por un tiempo, ver cómo va sin que nadie interfiera. —¡Joder, Mol! —grité un poco demasiado ruidoso. Estaba enojado. Sí, mi reputación era como un pequeño hijo de puta de miedo, pero yo era diferente con ella, feliz de noquear a cualquiera que tratara de decir lo contrario. Quería protegerla. —Por favor —rogó una vez más, y el infierno, no me pude resistir a esos ojos suplicantes. De ninguna manera iba a abandonarla. Si teníamos que quedar en secreto por ahora, solo iba a tener que jodidamente ajustarme. Me reuní con la mirada aprensiva de Molly, dije—: ¡Muy bien! Guardaremos el secreto... Yo jodidamente no quiero eso, pero lo voy a hacer por ti, incluso si la idea de que somos un secreto me dan ganas de golpear a alguien en la cara. Un puto secreto. Perfecto. Diablos, esto no iba a ser divertido...

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Mi celular vibró en mi bolsillo, y lo tomé, mi estado de ánimo al instante se amargó. —Papá, que amable al llamar de nuevo —dije sarcásticamente mientras caminaba a través de la universidad hacia la cafetería para el almuerzo, mis músculos todavía doloridos por mi sesión de peso. —¡Es un buen día, Rome! Martin Blair ha aprobado el acuerdo prenupcial. Cuando te cases con Shelly, Martin finalmente se retirará y te regalará el treinta por ciento de sus cincuenta por ciento como regalo de bodas. Él ha querido irse desde hace un tiempo, y tú haciéndote cargo de la gestión del día a día de la empresa junto a mí es exactamente lo que hemos querido ¡Control total Prince! Nunca había oído a mi padre sonar tan jodidamente feliz, sin embargo, yo estaba en plena ebullición. —Lo que has querido. —Inmediatamente me estreso. —¿Qué? —espetó, su momento de euforia pronto olvidado. Preparándome para lo que venía, le dije—: Lo que has querido. Te lo he dicho una vez y no voy a seguir repitiéndolo: ¡No. Me. Casaré. Con. Shel! El silencio reinó. Entonces, sorprendiéndome, preguntó con calma—: ¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión? ¿Qué quieres? Lo que haga que esto suceda, lo haré por ti, lo obtendré para ti. Eso me impactó hasta el punto en que no pude moverme. ¿Estaba el gran Joseph Prince en realidad tratando de negociar? Pellizcando el puente de mi nariz, respondí—: Nada. Nada va a hacerme cambiar de opinión. Lo siento, papá, sé que piensas que estoy fallando en mi deber como tu hijo. Pero es mi vida y no voy a casarme con alguien por el bien de tu negocio ya estúpidamente rico... no voy a casarme sólo para que puedas obtener más dinero ... no estoy hecho para esa vida. El fútbol es lo que voy a hacer en el futuro. Una tos profunda sonó al otro lado de la línea y él dijo—: ¿No vas a cambiar de opinión sobre esto? ¿Lo entiendo bien? Exhalando un fuerte suspiro, contesté—: No, No voy a cambiar de opinión. —Entonces, hazlo a tu manera. Me quedé inmóvil, mirando sin ver, a través de las ventanas de la cafetería.

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—¿Qué diablos significa eso? —Hiciste tu elección. Ahora tendrás que vivir con ello. No voy a complacerte. —¿Qué significa eso? —grité de nuevo, tratando de mantener la voz baja, ya que los estudiantes que me rodeaban empezaron a mirar en mi dirección. Me di cuenta de que el teléfono había muerto y, al ver el bote de basura delante de mí, grité con frustración y envié el maldito cilindro de estaño volando a través de la acera con una enorme patada. Los chillidos impresionados de las chicas rodeándome, sólo me enfurecieron más, y, entré a la cafetería, ignorando las miradas inquisitivas de los demás, me dejé caer en mi silla, mirando perdido en mis pensamientos, en el tablero de plástico. ¿Qué demonios quiso decir? ¡Jesús! Él siempre estaba jodiendo mi cabeza. Prefería recibir una paliza que esta maldita tortura mental. Por lo menos con un golpe sabía dónde me encontraba. Levanté la cabeza, busqué en la habitación, necesitaba desesperadamente ver a Molly, y cuando lo hice, me encontré esos ojos dorados ya clavando la vista en mí. Sus cejas se juntaron por la preocupación. Sintiéndome un poco más tranquilo sabiendo que ella estaba cerca, le di una inclinación tranquilizadora con mi barbilla. No ser capaz de tenerla en mis brazos me estaba matando. No ser capaz de tirar de ella en mi regazo, besar su maldito cuello, y mostrar al mundo que era mía me estaba matando. La siguiente hora iba a ser una tortura. Estaba en lo cierto. El almuerzo pareció prolongarse. Y cuando Caroline se pavoneó e intentó ligar, escupiendo un poco de mierda sobre destronar a la reina perra de Shelly, no me importó, no estaba ni remotamente interesado en su oferta cachonda, la despedí con un gesto desdeñoso y un cortés, ¡Vete a la mierda! Chris Porter me miraba con curiosidad desde unos asientos más allá, con una sonrisa en su rostro zalamero. —¿De qué demonios te ríes, Porter? —gruñí, mi voz sonaba letal incluso para mis oídos. —¿Bateas para el otro lado ahora? —Trató de bromear, así que le mostré el dedo, oyendo a mis compañeros reír en respuesta. En una fuerte explosión, miré hacia la entrada de la cafetería. Y Shelly entró en la sala, inmediatamente observando la cara de Molly. Observé, la furia construyéndose dentro de mí cuando le arrancó las gafas a Molly, tirándolas al suelo. Ocurrió tan rápido, que ni siquiera tuve la oportunidad de hacer nada para evitarlo. —¿Qué pasa? ¿Mamá y papá no tiene dinero cariño? ¿Pobre Molly? —chilló Shelly, lo suficientemente fuerte como para que toda la habitación captara cada palabra. No oí el resto de lo que estuviera escupiendo; mi sangre corrió por mis oídos, ahogando el sonido.

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Molly se levantó de su asiento, con una mirada furiosa en sus ojos, pero Shelly la empujó de nuevo en la silla. Mi paciencia para tratar con idiotas se había desgastado completa y totalmente, golpeando el puño sobre la mesa, me puse de pie y ordené: —¡Basta! —Tan fuerte que pude sentir las vibraciones en las sillas de plástico. Miré directamente a los ojos de Shelly y espeté—: Aléjate de ella. ¿Qué tienes, veintiuno o doce años? La cafetería se detuvo al oír mis palabras, sin importarme una mierda la reacción de Shelly, me acerqué a Molly, levanté sus gafas del suelo, y las puse de nuevo en su rostro sonrojado antes de presionar mis manos en sus hombros consolándola. —¡Quita tus manos de ella! —siseó Shelly junto a mí, como si tuviera una maldita propiedad, alguno derecho sobre mí. Tomé una rápida mirada por la sala, observando un mar de ojos mirándome fijamente, aturdidos. ¡Este día iba a la mierda absoluta! Primero mi padre me chantajeaba, lanzando amenazas, ahora su chica de oro abría su maldita boca hacia una de las dos únicas chicas que me importaban. Quien sabía lo que mis padres hacían. Descubriría eso con el tiempo, pero iba a detener la ilusión de Shelly ahora, públicamente, tirarla de su pedestal. Sintiendo una onza de control apoderarse de mi cuerpo, rodeé a Shelly, levantando la voz para que toda la sala pudiera oírme. —Entiende esto. No estamos juntos, nunca lo estaremos. Es hora de cortar la mierda. —Señalando a Shelly, me enfrenté a la multitud boquiabierta—. ¡A pesar de la mierda que pueda decir, sepan que no estoy con ella, nunca lo he estado, y todo lo que ella dice es absoluta mierda! Me aseguré de que Molly estuviera bien, entonces prácticamente la levanté de su asiento y le instruí. —Toma tu bolso, Shakespeare. Nos vamos. Haciendo lo que le pedí, Molly me siguió fuera de la cafetería y hacia el patio. Con cada paso, me enfurecía más. Nadie podría incluso prestarle a Molly una onza de atención si no fuera por mí, si Shelly no sospechara que estaba con ella. Una chica inteligente como Mol ni siquiera aparecía en el radar de nadie y sus vidas tristes serían peores. Mi chica estaba siendo acosada por mi causa, y si ella no tenía la intención de mantenernos en secreto, podía decirles a todos que era mía y que necesitaban jodidamente alejarse de ella. Bien. Lo entendía, y no quería sacudir demasiado ese barco, asustarla antes de que hubiéramos tenido oportunidad de empezar, pero no sería más un objetivo a causa de esas estúpidas gafas de mierda. Me aseguraré de ello. —Romeo, más despacio. ¿A dónde vamos? —jadeó Molly detrás de mí. No me detuve ni le di una respuesta, incapaz de frenar por miedo de marchar de nuevo en la cafetería y decirles a todos la verdad sobre nosotros. —Entra —pedí entre dientes una vez que llegamos a mi camioneta. Luego de dejar la escuela detrás, cada segundo en la presencia de Molly me tranquilicé aún más, permitiendo que le preguntara: —¿Seguro que estás bien? —Ella no

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había dicho nada desde que estuvimos en la carretera, comprendiendo que yo no podía hablar en ese momento, que necesitaba algo de tiempo para relajarme. Con inquietud nerviosa, Molly respondió—: Sí. Un poco avergonzada, pero estoy bien. ¿Avergonzada? ¡Eufemismo de mierda! Odiaba la atención, y hoy, Shelly la había empujado directamente al centro de atención. —¿Cómo se atreve a hablarte de esa manera? ¡Es una perra! ¿Por qué demonios perdí gran parte de mi maldito tiempo en ella? —espeté, más para mí que para ella. Estaba tan enojado que apenas podía funcionar. —Tú quitaste las palabras de mi boca. —Echando un vistazo a Molly y viendo su pequeña sonrisa de orgullo ante su comentario, descongeló mi rabia, y no pude evitar sonreír un poco a cambio. Esta chica me sorprendía. Shelly se había burlado de sus padres frente a una buena parte de los estudiante, sus padres muertos de los que ella nunca hablaba. Pero tomó los malvados comentarios de Shelly como una campeona, siguiendo el camino ético, poniéndome a mí y a mi reacción típicamente agresiva en vergüenza. —Mol, lamento mucho lo que le dijo acerca de tus padres. No puedo imaginar cómo se debió sentirse eso. Una mano suave acarició mi rodilla. —No tienes nada de qué disculparte. Agarrando sus dedos, respondí—: No es cierto. Ella está molestándote porque ve mi interés por ti. Lo vio desde nuestro primer beso. Tú eres el enemigo ahora Mol, y no puedo decir suficientes lo siento por eso. Te puse en esta posición, y ella va a tratar de hacer tu vida un infierno. Con una sonrisa impresionante, ella se acercó más, poniendo su cabeza en mi hombro, su aliento calentaba la piel desnuda de mi bíceps. Ella no tenía miedo, nunca le importaba lo que los demás pensaran. Mi cuerpo se relajó y, envolviendo mi brazo alrededor de su hombro, pasé los dedos por sus mechones de cabello. Era el primer pedazo de paz que había sentido en semanas. Aquí mismo, ahora mismo, sólo nosotros dos... era perfecto. Al menos lo era hasta que ella me preguntó—: ¿Rome, con quien hablabas por teléfono antes, fuera de la cafetería? Mierda. No esperaba que la conversación fuera allí. Aclarando mi garganta, pregunté: —¿Me viste? —Sí —respondió ella con tristeza. —Realmente no quiero hablar de ello. —Realmente no quería. ¿Qué diablos le iba a decir? Oh, sí, era mi papá. Él ha estado negociando mi contrato prenupcial con Shel. Ya sabes... ¿la chica que te destrozó por ser pobre? Bueno, ella. Nunca quise a Molly en la mierda entre mis padres y yo, nunca quise que estuviera en el extremo receptor de su

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basura; infiernos, yo ni siquiera quería que supieran de la existencia de Molly, era demasiado importante para mí para ponerla en ese tipo de situación. —Está bien. Sólo tienes que responder una cosa. ¿Eran tus padres? —preguntó cuidadosamente, trayéndome de nuevo al aquí y ahora. —Sí —admití finalmente. Ella se apretó alrededor de mi cintura por unos segundos, luego se movió hacia atrás y miró por la ventana, sin más preguntas acerca de mis padres. —¿Por qué estamos aquí? —Sus cejas se juntaron mientras observaba el gran centro comercial. Saliendo de la camioneta y ayudando a Molly a bajar, dije—: Vamos a comprar unas gafas nuevas. Ven. Traté de caminar hacia el oftalmólogo, pero ella clavó sus talones y me detuvo. Mirándome fijamente con firme determinación, espetó—: Romeo, no puedo permitírmelas todavía. ¡Esto no estaba sucediendo! Encontrando su mirada decidida, repetí—: Yo te las compraré. ¡Ahora vamos! —Se quedó clavada en el suelo, y empecé a enloquecer de nuevo. Quería ayudarla, maldita sea, pero su culo obstinado estaba siendo todo orgulloso. Sólo quería cuidar de ella, ¿que eran un par de cientos de dólares para hacer su vida infinitamente más fácil en la facultad? —Romeo, no soy una obra de caridad. Conseguiré mis propias y malditas gafas cuando haya reunido dinero suficiente. No me las comprarás. No te lo permitiré. Ser pobre no me avergüenza, ¡Aceptar el dinero por piedad sí! Gemí y la atraje hacia mí, amando la manera en que la lujuria florecía en sus ojos cada vez que su cuerpo se encontraba con el mío. —Molly, maldita sea, no me salgas con eso. Indirectamente fui yo quien rompió las malditas gafas con mi pasado de mierda. Fui yo quien sacó de quicio a Shelly por demostrarles a todos que me gustabas, y permití que su ego se inflara por tolerar su mierda de reina de Bama los últimos tres años. Te conseguiré las gafas nuevas y tú me lo permitirás, no tienes otra jodida elección. Esto no se trata de vergüenza; se trata de proteger lo que es mío. —Sus pupilas se dilataron mientras miraba hacia mí. Sí, podía estar enojada con mi tono agresivo, pero no me echaría para atrás. Era mía y no dejaría que fuera confrontada por cualquier cosa... por nadie. Molly estaba tranquila pero nunca vaciló en mi mirada. Ambos teníamos miradas penetrantes, ambos negándonos a someternos. Gimiendo, exasperado, agarré su pelo en mis manos, me incliné y le pregunté con dureza: —¿Me entiendes? Sus ojos dorados se abrieron un poco ante mi movimiento agresivo y, con un movimiento suave de su cabeza, seguido de una sonrisa divertida, susurró—: Te entiendo. Claro que lo hacía.

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Jodida Molly Shakespeare, cediendo y renunciando al control, dándome lo que necesitaba, lo que yo anhelaba. Jódeme. La deseaba tan condenadamente mucho que era doloroso. Sintiendo una explosión extraña de algo en mi pecho, la besé en la cabeza y la llevé al centro comercial.

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—Dios mío, Rome, esto es increíble —susurró Molly mientras observaba mi lugar secreto con la más grande sonrisa en su rostro. Gracias a sus nuevas lentes de contacto, pude ver cuán brillantemente sus ojos centelleaban, y su feliz, y hermoso, rostro me robaba mi maldito aliento. Tomando su mano, la llevé hasta el arroyo. Este lugar era mi refugio, el único lugar donde nadie me molestaba. Mis padres poseían hectáreas de tierra, pero nunca ponían un pie en la mayor parte de esta. Nunca antes había compartido con nadie este lugar, nunca he tenido la necesidad. Ahora lo hacía, sin embargo. Molly tenía que ver este lugar; algo dentro de mí simplemente sabía que le encantaría. —Está bien, ahora en serio tienes que decirme dónde estamos. Es posiblemente el lugar más bonito en la tierra —dijo mientras nos sentábamos bajo el gran roble al lado del agua. Aquí vamos. Con un profundo suspiro, le dije: —Es el arroyo en la parte trasera de la casa de mis padres. Sus cejas se fruncieron. —¿La casa de tus padres? —Observé a su garganta tragar grande y la aprensión cubrió sus rasgos. Estirando el cuello, ella revisó en todas direcciones, todos los campos aparentemente interminables. —¿Ellos son dueños de todo esto? —Su voz se había debilitado, y pude ver que la comprensión de la riqueza de mi familia estaba pesando. Orando porque no dejara que esta revelación cambiara nada, me recosté, admitiendo de mala gana. —Es una plantación, Mol. Sus enormes ojos eran casi cómicos. —¿Plantación? ¿Tus padres son dueños de toda una plantación? Mis padres ni siquiera le daban un maldito uso correcto, como una granja, ellos sólo querían la maldita fortuna más grande en Tuscaloosa. Exhibicionismo total. Al mirar de nuevo hacia Mol, pude ver que su mirada era nerviosa mientras comprobaba el entorno. Riendo ligeramente, le aseguré—: Relájate, no van a saber siquiera que estamos aquí. Yo vengo aquí siempre. Es el lugar donde me alejo de todo. Ella inclinó la cabeza, mirándome con una mirada incrédula.

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—¿Qué? —Esto. Tú. Una plantación. Somos de mundos completamente diferentes. — Captando el parpadeo de duda en sus ojos marrones, agarré su mano, besándola, dije—: Esto no soy yo, créeme. Si sólo supieras... todo esto pertenece a mis padres, no a mí. Yo sólo soy el mismo yo y tú eres solo tú, Rome y Molly Juliet. La sonrisa tirando de esos condenados labios carnosos casi me tuvo tumbándola al piso. —Ven aquí. —Exigí, tirando de ella para tumbarla en la hierba junto a mí. Una risita se le escapó de su boca mientras yo lo hacía. No podía apartar mis ojos de su cara. Joder, ella era increíble. Sin pensarlo bien, espeté—: No puedo creer lo hermosa que te ves con esas lentillas. Tus ojos son del color del oro más extraño... Estoy tratando con todas mis fuerzas de abstenerme de tocarte de la forma que quiero. Ese maldito dedo pulgar de ella fue a su boca y gruñí bajo en mi garganta, mi polla entró en acción. Estábamos solos; yo la quería, la necesidad de tomarla como quería, bajo mis términos, comenzaron a tomar fuerza. Ella había estado con un hombre en su vida y, por su propia admisión, no le gustó. Y mi estilo, cuando se trataba de sexo, bueno, no era exactamente gestos románticos y caricias amorosas. Estaba acojonado de que al mostrarle esa parte de mí pudiera estropear todo. Y entonces cinco palabras de su boca me sobresaltaron. —Puedes tocarme si quieres. Tomando una respiración, como si acabara de recibir un golpe en mi plexo solar, le advertí—: No juegues con fuego, Shakespeare. Es demasiado para que una bonita niña inglesa le haga frente. Una sonrisa tímida se extendió por sus labios. ¡Cristo! Yo me estaba sosteniendo por un condenado hilo delgado, y por el aspecto de las cosas, ella lo sabía. —¿Qué puedo decir...? —respondió en broma—. Soy una persona a la que le gusta el riesgo. —Mol.... —le advertí de nuevo a través de los dientes dolorosamente apretados. Con los ojos entornados con la lujuria, mi chica se apoyó sobre sus manos y rodillas y comenzó a arrastrarse hacia mí, la friki desapareció y una jodida sexy gatita tomó su lugar. Ella tenía una última oportunidad para alejarse antes de que yo realmente la dejara conseguirlo. —Mol... —le advertí por última vez, pero ella no se detuvo, y cuando se arrodilló ante mí, el olor de vainilla me hizo perder toda cordura. Agarré su muslo desnudo, nunca rompiendo el contacto visual, y deslicé mi mano más arriba por la piel, justo hasta que mis dedos corrieron por la línea de sus bragas. El cálido aliento de Molly jadeaba rápidamente a través de los labios fruncidos y, inclinándose, los rozó contra mi boca. Era demasiado suave, demasiado poco contacto, pero la dejé marcar el ritmo. Ella todavía era bastante inexperta y yo no quería ponerme demasiado fuerte. Pero cuando su mano se movió por mi estómago, se metió en mis vaqueros, y casi rozó la punta

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de mi polla, joder lo perdí, el tiempo para la caballerosidad y la paciencia se había ido de largo. Iba a hacerla venirse, ver su protección caer, y disfrutar de cada maldito segundo. Agarrando la carne de sus muslos, la extendí a través de mi entrepierna, sus tetas presionadas justo contra mi pecho, mi mano envuelta firmemente alrededor de la parte posterior de su cuello. Mi boca se aplastó con furia contra la suya y, tomando ventaja de su posición, apreté mi polla dura justo entre sus piernas, dejando que mi deseo anulara cualquier otra cosa. Masajeando la carne suave de su pecho en mi mano, me presioné más contra su boca, luego moví mi mano a su vulva, y oyendo su gemido cargado de desesperación por mi toque, me volvió loco. Ella estaba más que gustándole lo que yo le estaba dando, como se lo estaba dando... haciéndolo de la manera en que yo necesitaba que fuera. —Romeo... —gimió de frustrada excitación, esos ojos recién expuestos rodando mientras yo jugueteaba con mi dedo contra su clítoris cubierto de algodón. —Mol... yo... yo... —Quería decirle como me estaba sintiendo, pero estaba luchando contra un bloqueo con cicatrices de toda la vida en mi garganta. —Por favor... —gimió otra vez, apretándose con fuerza contra mi mano. —Mol... Dios... me estás volviendo jodidamente loco... —siseé, mordiendo su hombro desnudo, tratando de calmarme. —¡Rome... ahora! —Exigió ella, lo cual simplemente molestó de lleno a mi viejo yo. Tomándola por sorpresa, aparté sus bragas a un lado y llevé su boca a la mía, callándola de una puta vez, y empalé su estrecho agujero con mi dedo. La trabajé atrás y adelante, sintiendo el calor construirse y la estrechez de sus paredes internas apretarse. Me separé de ella, y me miró, no podía apartar esos ojos de mí. —No vuelvas a decirme qué hacer. —le dije con firmeza. Doblando mis dedos sólo lo justo, rocé la yema de mi dedo medio a través de ese suave lugar que sabía la haría gritar, embromándola, haciéndola desear más—. ¿Me oyes? —grité de nuevo, la necesidad de controlar a mi chica estaba haciéndose cargo de cada célula de mi cuerpo. En este punto, yo había ido demasiado lejos para ocultar al verdadero yo. —Sí. Sí —gimió ella, empujándose con más fuerza sobre mi dedo. Mierda. Ella era perfecta, un ajuste natural, abiertamente receptiva a mi aspereza. Yo nunca me había permitido ser así con ninguna de mis folladas al azar, nunca estuve lo suficientemente sobrio como para que me importara lo suficiente para intentarlo. Pero aquí, en este momento, lo era todo, completa y total exposición de quién era yo. Mi atención se fijó en cada suspiro de Molly, cada contracción de su centro caliente, y el rubor cubriendo cada centímetro de su desnuda y bronceada piel. Entonces esos ojos se abrieron y, lamiendo y mordiendo su labio inferior, su mano se deslizó hacia mis vaqueros. Mi polla se retorció ante el pensamiento de su mano envuelta alrededor de la base, acariciando la punta, pero me quedé inmóvil y dije con voz dolorosamente ronca—:

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Mol, no, tú no… —Mis palabras se atoraron en mi garganta cuando su suave mano se envolvió alrededor de mi polla y suavemente comenzó a acariciarlo de arriba abajo. Mierda. Se sentía demasiado bien para que se detuviera. —Déjame cuidar de ti. Déjame darte lo que necesitas. Por favor... —suplicó ella, aun rodando sus malditas caderas contra mi mano. Al encontrar sus ojos, estuve perdido, cegado por ella. No había sonidos, aparte de nuestros desordenados jadeos y gemidos entre los kilómetros de tierras rurales de cultivo, y nada más se registraba salvo el puto placer insano que estábamos dándonos el uno al otro. En realidad, eso era una mentira. Yo estaba sintiendo una tonelada, probablemente demasiado para ser revelado a mi chica justo ahora. Nunca había sentido nada así de verdadero antes, y yo necesitaba tiempo para digerirlo yo mismo. —Ah, Rome... yo... —Molly me cabalgó más rápido, su coño sujetándose mientras yo me centraba en su punto G con mis dedos y su clítoris, al mismo tiempo. Ella estaba ardiendo. Por sus pezones duros como piedras, cara enrojecida y los ojos pesados, sabía que estaba a punto de venirse, con fuerza. —Déjate ir, Mol... maldita sea déjate ir —le di instrucciones, y con un empuje más, ella gritó en voz alta. Quería devorar sus gritos, así que aplasté sus labios con los míos, su implacable mano sobre mi polla mientras ella golpeó su pico. A la vista de ella dejándose ir, mis bolas se apretaron y, levantando rápidamente a Mol, rodé mis caderas hacia un lado, gimiendo mientras corrientes de semen se extendían sobre la hierba junto a mí. Ella lentamente movió su mano, pero yo no retiré mi dedo de su interior, no estaba listo. No quería que este sentimiento adictivo terminara. La realidad de lo que acababa de pasar entre nosotros penetró. Mol se inclinó hacia delante, besé y mordisquee su piel húmeda. Mi dedo acarició suavemente contra su clítoris, su respiración enganchándose cuando todo se volvió demasiado, demasiado sensible. Echándose hacia atrás desde la seguridad de mi abrazo, ella sonrió tímidamente. Maldición, ella era hermosa. —Hola, Mol —susurré, mi mano barriendo un pedazo suelto de cabello delante de su rostro. —Hola, tú —murmuró ella en respuesta, pero no estaba revelando nada. De hecho, ella estaba siendo demasiado tímida. Al instante empecé a sentir pánico de que yo hubiera sido demasiado rudo, demasiado agresivo para ella. Joder, ¿estaba herida? —¿Estás bien? —Le pregunté secamente, cada fibra de músculo se tensó por su respuesta. Sus ojos color caramelo se centraron en el suelo y la vergüenza se apoderó de mí, yo conocía la forma en que yo era, sin tabúes, estaba bastante jodido, probablemente demasiado para que alguien como Molly entendiera.

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Pero entonces ella habló, casi tirándome al suelo en estado de conmoción. —Más que bien. —Mírame —le solté de inmediato. Y joder, ella lo hizo... Ahora mismo. Buscando sus ojos, le pregunté: —¿Te gustó eso? ¿Te gustó como te hablé, como te ordené? Ella encontró mi intensa mirada, pero no dijo ni una maldita palabra. Moviéndome nervioso, demandé de nuevo. —Mol, te gustó... ¿no? Mierda. La idea de perderla me aplastaba, mi voz atrapada por la emoción. Pasando un dedo por mi cara, su expresión llenándose con afecto, susurró—: Sí, Romeo. Yo… yo no sabía que me gustaría... así... pero... creo que ambos sabemos que sí. Los músculos se estiraron, los labios se extendieron, y supe que estaba jodidamente sonriendo, infiernos, no sonriendo, radiante. Necesitando otra oportunidad para tocarla, agarré sus manos, meneando mis cejas, y pasándolas por mis costillas. Una sonrisa cuestionadora tiró de sus labios. —¿Están todas ahí? —Le pregunté, amando sentir esta libertad, lo suficientemente ligera para bromear, viendo sus labios fruncirse con la confusión, sin seguir lo que quería decir. —¿Qué? —Mis costillas. ¿Falta una? Inclinándose hacia adelante y sosteniendo mi cintura, ella murmuró con diversión—: Bien, creo que has perdido un tornillo. ¿Crees que perdiste una costilla? —Sólo pensaba que Dios tomó una de las mías cuando te hizo. —Sabía que sonaba poco convincente, pero joder, apestaba en el romance, y una chica como mi Mol, bueno, ella debería tener lo mejor para decirle, las palabras más románticas escritas para ella. Yo no tengo eso en mí, no podría darle lo que se merecía... pero era lo suficientemente afortunado de que ella me quisiera a pesar de todo, y por último, todos esos malditos años en la escuela dominical se volvieron útiles. Infiernos, de la forma en que me estaba sintiendo en este momento, me pararía en el mismo centro del Bryant-Denny7 y recitaría maldita poesía si esto la hacía sonreír. —Rome, a veces eres muy dulce, ¿lo sabías? ¿Dulce? Bien, tomaría eso. —Sólo para ti. Molly tomó mi mano entre las suyas y, presionando besos perezosos en mi palma, se perdió en sus pensamientos. Con sus ojos vidriosos por la preocupación, lamió a lo largo de su labio inferior.

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BRYANT-DENNY: El estadio Bryant-Denny ubicado en Tuscaloosa, Alabama, Estados Unidos es el estadio del equipo de fútbol americano de la Universidad de Alabama.

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Algo estaba definitivamente molestándola. —¿Qué estás pensando? —¿Cuando dices que te gusta mandar, ¿hasta qué punto tienes la necesidad de dominar? —espetó ella, con su rostro coloreándose de rojo, ya sea con los nervios o la vergüenza. No estaba seguro. No pude evitarlo, pero me eché a reír. ¡Joder! ¿Ella pensaba que yo quería atarla a una maldita cama y azotarla? Mmm... Podía ver cómo sería de tentador, pero no era exactamente lo mío. Enfrentando a Molly, una vez más, con su atormentadora uña del pulgar de nuevo en su boca, le aseguré—: No soy un sádico, así que puedes quitar esa expresión de tu bonita cara. A mí me gusta tener el control... no sé... soy así. Hay algunas cosas bastantes jodidas en mi vida sobre las que no puedo tener el poder, así que lo necesito con las cosas que se me dan bien. Simplemente tener la seguridad de que estoy a cargo. Soy un buen mariscal de campo porque me gusta liderar, dirigir el espectáculo. Es lo mismo con el sexo. Inclinando mi barbilla, la insté a responder. Tragando duro, ella susurró: —Me gustó como tomaste el control. Estoy tan acostumbrada a tener que ser independiente y autosuficiente, siempre tomar las decisiones, y lo odio. Eso se sintió... liberador entregarme a ti, entregar las riendas. Envolviéndola en mis brazos, tiré de ella directamente sobre mi pecho, mi posesiva desesperación por ella más fuerte que nunca. —Ahora eres mía, Mol. Ya lo sabes, ¿verdad? Nunca he tenido a nadie respondiendo a mí como tu pareces hacerlo, cada movimiento, beso, caricia, y la entrega total de ti misma. —Trabajé un dedo de nuevo, todavía dentro de ella. Necesitaba verla llegar de nuevo. Pero esta vez ella se estaría viniendo como mía, la revelación completa… la poseía ahora y ella, a su vez, a mí. —Sí, soy tuya —jadeó, sus caderas golpeando hacia abajo, luego rodando hacia atrás y adelante. La trabajé bien, y casi me vine mientras ella explotaba con un fuerte grito, los muslos apretando casi dolorosamente contra mi mano con su orgasmo, luego dejándose caer pesadamente contra mi pecho, completamente desgastada. Después de unos minutos de silencio, su respiración se niveló y sonreí, dándome cuenta de que se había quedado dormida en mis brazos. Mirando el arroyo azul, algo sucedió. Con Molly envuelta en mi abrazo protector, aceptándome en todos los niveles, mis problemas, mi necesidad de control, mis prioridades cambiaron. Todo cambió para mí en ese segundo, y mi chica estaba ahora justo sobre mí.

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Vimos la puesta de sol, juntos. Así es, yo, Rome Jodido Prince, despertando a una chica que dormitaba en mis brazos para ver una maldita puesta de sol... y era jodidamente increíble. Nunca había conocido tanta paz antes. Nunca había conocido tanta felicidad. Siempre había conocido una vida dura con mis padres, pero hasta que Shakespeare llegó a mi vida, nunca me detuve a pensar acerca de qué tan jodido que era todo. Qué tan jodido yo estaba. Mi chica estaba apretada entre mis brazos, y yo quería saber más sobre ella, sobre su familia, quería saber más que nadie. Mierda. Por lo que pude ver, ella lo había tenido muy complicado en sus veinte años. Donde yo quería que mis padres desaparecieran, Molly daría cualquier cosa por tener los suyos de vuelta. Ella nunca me dijo cómo murió su padre, así que realmente sin pensarlo bien, le pregunté, y joder, pero no me esperaba la respuesta que ella dijo. —...Lo recuerdo como si fuera ayer. Llegué a casa de la escuela y mi abuela estaba molesta y me senté en la sala principal. Ella me dijo que a mi papá se lo habían llevado al cielo. —Ella se echó a reír, pero no era divertida. Podía sentir su tensión y sabía que venía de un lugar de dolor real—.En ese momento pensé que me habían castigado por ser un niña mala. Pronto quedó claro que no había muerto de una enfermedad o porque Dios me estaba castigando, sino que se levantó como de costumbre, me vio, su niñita, entrando por la puerta de la escuela, se metió en la baño, y se cortó las muñecas con una hoja de afeitar. Joder. No esperaba eso. ¿Qué demonios le dices a una persona cuyo padre se había suicidado, de tal manera? —Mierda nena. No creí que... lo siento mucho. Prosiguió diciéndome cómo luchaba a diario con su elección, por qué lo hizo. Me habló de cómo ella hizo frente cuando su abuela murió, y maldita sea si no tuve que luchar con un nudo en la garganta al pensar en mi chica sola, cuidando a su abuela, y luego la única persona que amaba muriendo en sus brazos. No podía dejar de imaginar los minutos que siguieron a la muerte de su abuela, como se habría estado sintiendo, la tranquilidad, el golpe de comprensión de que estaba sola en el mundo. Molly tenía catorce años cuando perdió a su último pariente, catorce jodidos años. Sabía que estaba abrazándola con demasiada fuerza, pero mirándome con esos ojos

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marrones dorados, ella sólo sonrió y puso un beso en mi boca. Ella era tan condenadamente fuerte. Mientras hablaba de sus temporadas en hogares de acogida, me sentí momentáneamente enojado con su padre. Sí, es un error pensar mal de los muertos, pero durante tres años ella había sido obligada a soportar la soledad en la casa de un desconocido y tuvo que lanzarse a la única cosa que ella amaba, estudiar, para poder sobrevivir. Pero, diablos, no la conocía, no sabía de su situación, así que sentí que no debería juzgar. Daba miedo, sin embargo, lo mucho que su vida en esos años era como un reflejo de la mía —siempre sola, lanzándonos a nuestras pasiones como distracción—, y utilizarlo como un salvavidas para salir del desastre, aunque fuese temporalmente. —Cuando tenía diecisiete años, pasé mis exámenes pasé mis exámenes antes, fui a la universidad un año más joven, —salí de mis propios pensamientos y escuché con atención una vez más—, y me ofrecieron un lugar avanzado en Oxford. Me gradué y vine aquí. Me iré a vivir a otro lugar para mi doctorado. Eso me estancó... asustándome también. Ella nunca había estado en un lugar demasiado tiempo. —¿Así que huyes? Rompiendo la tranquilidad en la que habíamos estado sentados, Molly agarró mis brazos, tratando de soltar mis manos alrededor de su cintura. No había una maldita oportunidad que la soltara. —No luches. Responde a la pregunta. —Me mordí con más fuerza. —¡No tienes idea de lo que ha sido mi vida! ¡No tienes derecho a juzgarme! —gritó. —No te estoy juzgando. Pero huyes de tus problemas, ¿no? —¿Y qué? No tengo un hogar, ni familia. ¿Por qué no? —Eso puede haber sido cierto antes, pero ahora tienes personas que se preocupan por ti, realmente se preocupan por ti. No dejaré que te escapes de mí. Necesitaba que ella creyera en esas palabras, que creyera en mí. Ahora que la tenía, no había manera en el infierno que la dejara ir y huir de mí cuando los tiempos se pusieran difíciles era inaceptable. No era ingenuo. Sabía que estar con Molly iba a causar una gran carga de problemas con mis padres. Bueno, eso es si alguna vez se enteraban, cosa que iba a evitar a toda costa. Aun tratando de alejarse, puse mi boca en su oído. —No voy a permitir que me dejes. —Toda la lucha desapareció de su pequeño cuerpo. Era la primera vez que había visto a su pesada guardia emocional agrietarse. Molly se rompió. Las compuertas se abrieron y ella lloraba y lloraba, incapaz de detenerse durante varios minutos. La abracé hasta que sus sollozos cesaron. Podría haber sido minutos, horas, días, y cuando los únicos sonidos fueron unos suspiros entrecortados o un extraño sollozo, le pregunté: —¿Por qué huiste de Oxford hasta aquí? Su cabeza se recostó de nuevo en mi pecho y deposité un beso tras beso en su frente.

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—Oliver quería más de mí. Él se quedó para hacer su doctorado y quiso dar un paso más. No lo hice, no sabía nada de mí. Nunca se lo dije. —Después de que nos acostamos, yo sabía que no podía hacerlo más. Pensé tener intimidad con él me ayudaría a acercarme más, que derribaría mis muros. Pero todo lo que sentí fue una estrangulada decepción. Pensé que era incapaz de estar siempre cerca de otra persona de nuevo. Al final, me asusté. Hui. Sencillo. Se despertó y me había ido. No he hablado con él desde entonces. Saber que un aburrido hijo de puta británico tuvo a mi chica desnuda, atrapada bajo él, venirse en su interior, hacía a la ira palpitar en mis venas. No podía hablar. Era como si estuviera poseído, y por un momento, la gravedad de esa posesión me asustó. La niña era jodidamente hechizante. Por la inquietud del cuerpo de Molly, sabía que quería que dijera algo, pero no podía, no podía hacer frente a la idea de ella con otra persona. Finalmente, ella se sentó, aceptando mi incapacidad para hablar, y con un suspiro tranquilizador, confesó—: Eso fue hasta que te conocí. Estoy cerca de ti. Te dejé entrar. Tal vez no estoy tan dañada como yo pensaba. Jesús. Esas palabras me hicieron algo en el interior, como si un rayo de luz se elevara a través de mi cuerpo. Era cerca de mí, ella me dejó entrar. Yo era un hijo de puta que no lo merecía, completamente inútil, por lo que me han dicho toda mi vida, pero eso sólo hizo lo que dijo que mucho más especial. Para ella, yo era digno. Sintiéndome en la cima del mundo, le dije suavemente—: Tú no eres la única que se siente enloquecer cuando los tiempos se ponen difíciles, nena, pero a partir de ahora, no voy a dejar que huyas de cualquier lugar si no voy corriendo a tu lado. Pero entonces ella preguntó por mí, mi familia, y una sacudida de pánico estalló en mí. ¿Cómo iba a decirle mi problema? Estaba más allá de jodido, y no podía hacerlo. —Tenemos que irnos —Pedí abruptamente cuando sentí crecer frío y estremecerse con la brisa de la tarde. Tensándose, protestó—: Yo no quiero irme todavía. Quiero saber de ti. Pero yo no quería que ella supiera, no quería mancharla con esa mierda. Molly era ahora una parte de mi vida, además de fútbol, de las que mis padres no tenían control, y que me condenen si la infectaba con ese veneno. Había acabado con cualquier conversación sobre mi pasado, mis padres. Así que tirando de ella fuera de la hierba, esquivé sus preguntas y la conduje en silencio a la camioneta. Mientras conducía, mi mente trabajaba en horas extras. Traté de encontrar una razón por la que Molly querría estar conmigo, con los recuerdos de mis padres diciéndome que nadie me amaría rodeando mi cerebro. Ella no daba una mierda sobre mi dinero, no tenía ni puta idea de fútbol, e incluso así cuando me había visto jugar, no parecía preocupada por toda la publicidad. No daba una mierda acerca de su posición social, no se preocupaba

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por su popularidad; ella tenía su propia mente, sus propias metas, ninguna de las cuales se verán favorecidos por mí. Sólo me llevó a una conclusión, pero es que no me atrevía a creerlo. —¿Estás bien? Pareces a millas de distancia —preguntó Molly, tomando mi mano, mirándome con esa hermosa, cara. —Sí. —¿Estás seguro? No lo pareces. —Volví mi cabeza para mirarla a sus ojos preocupados, no podía pronunciar las palabras. ¿Por qué me quieres? No soy lo suficientemente bueno para ti. Debes irte antes de que sea demasiado tarde. —Rome, ¿qué es? —Preguntó ella, esta vez con más insistencia. Me aclaré la garganta y murmuré, avergonzado—: No sabía antes de esta noche lo que se siente ser querido... sólo por mí. —Vi la tristeza arrastrándose en su rostro, pero necesitaba saber algo por mi salud mental, por lo que pregunte—. ¿Por qué me quieres, Mol? Estoy tratando de averiguarlo. —Simplemente te quiero —dijo ella, cada vez más cerca y presionándose en mi costado, besando mi hombro desnudo. —Eso es lo que no entiendo. ¿Por qué me quieres sin motivo? Nunca nadie lo ha hecho antes. Estoy cabreado las veinticuatro horas de día, los siete días de la semana. Soy posesivo y no soy bueno con los compromisos, ¿dónde está el atractivo? —Entonces soy la primera, porque te quiero sin nada a cambio. ¿Por qué un ser humano quiere a otro? Mi cuerpo te reconoce como algo que es bueno para mí. Mi mente te reconoce como alguien que es correcto para mí, y mi alma te reconoce como alguien que está destinado para mí. La sinceridad llenaba cada palabra que decía. Me relajé, avergonzado por el hecho de que, por primera vez en toda mi vida, me querían... sólo por mí. Saboreando la satisfacción que se estaba acomodando en mi sangre, le susurre—: Estamos profundamente jodidos, ¿no es así, Shakespeare? —Creo que eso es un eufemismo —dijo Molly con esa enorme sonrisa impresionante suya. Cuando miré hacia abajo a su cara feliz, yo no pensaba más que en estacionar y follarla hasta la próxima semana. No pensaba en como sabría retorciéndose en mi lengua. Sólo la quería junto a mí, así, queriéndome. Así que, inclinando mi cabeza, ordene—: Ven aquí. —Y lo hizo, sin hacer preguntas, entendiéndome como nadie antes. Después de dejar fuera a Mol en su puerta, me dirigí a mi casa de la fraternidad, estacioné, y me dirigí a la entrada principal. Pasé la sala de televisión, y varios de los chicos, incluyendo Austin, Reece y Jimmy-Don, levantaron la vista cuando entré. Ya sentía raro, no estar con Mol y estar de vuelta con los chicos... Se sentía un poco mal, cada célula de mi cuerpo instándome a ir con ella de nuevo.

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Yendo a la cocina, necesitando una distracción, abrí la nevera y cogí una cerveza. Cuando cerré la puerta, Austin estaba apoyado contra la isla, mirándome. —Ochenta y tres —saludé, usando su apodo, su número de camiseta. —¿Dónde demonios has estado? Te saltaste los pesos esta noche. ¡Tuve que tener a Reece apoyándome y ese chico es débil! —Parecía un poco enojado. Apoyándome en el mostrador, me encogí de hombros. —Solo salí. Sus cejas se levantaron—: Has estado con esa chica británica, Molly, ¿no es así? Me tensé. Austin lo captó y sonrió. —Escuché que causaste una escena en la cafetería, interrumpiendo a Shelly, y luego arrastrando a la chica y alejándote con ella en tu camioneta. Los chicos no saben qué demonios hacer con todo. Tú, actuando todo loco con esa chica. Me ocupé con desgarrar la etiqueta de la botella de cerveza, sin decir absolutamente nada en respuesta. —Rome —dijo Austin y me levantó la mirada para verlo, con los brazos extendidos, esperando una respuesta. Maldita sea. Molly no quería que dijera una mierda a nadie sobre nosotros como pareja, infiernos, pero no iba a romper esa promesa, por lo que tomé mi botella y salí de la habitación sin decir palabra. Subí las escaleras a mi habitación, cerré la puerta y me senté en el final de mi cama sin hacer nada, bebiendo mi cerveza y pensando en mi chica. Mi polla se endureció mientras la recordaba viniéndose en mi mano, abriendo su boca mientras la marcaba como mía. Yendo hacia abajo, deslicé mi mano en mis pantalones y comencé a acariciar mi polla hacia arriba y abajo, pasando mi pulgar por la punta al igual que ella lo hizo. Pero no se sentía lo mismo, así que bombeé más duro, haciéndolo áspero, justo como usualmente me gustaba. Nada. Nada parecía a lo que Mol me hizo sentir esta noche, y yo estaba desesperado por tenerlo otra vez. Extrayendo mi mano de mis vaqueros y gimiendo de frustración, me recosté en mi cama y cerré los ojos. Me preguntaba lo que estaría haciendo en este momento. ¿Estaría pensando en mí también? ¿En esta noche? ¿Estaría excitada como mierda, tratando de sentir ese placer otra vez? Ese pensamiento me hizo levantarme de golpe. A la mierda. No iba a estar aquí sentado toda la noche, obsesionado con tocarla, cuando estaba al otro lado de la calle. Intenso o no, iba a dormir junto a ella a partir de ahora. Recogiendo mis llaves y la cartera de la mesa, corrí por las escaleras, casi sacando Austin en el pasillo cuando pasé.

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Él me miró sorprendido, y luego cruzó los brazos, sonriendo. —Déjame adivinar. ¿Vas a salir? Resoplando una risa, le di un puñetazo en el hombro. —Ya sabes. —Echó su cabeza hacia atrás, riendo también, y continuó subiendo las escaleras. A los pocos minutos había llegado casa de hermandad de Mol y, cogiendo un puñado de piedras del césped en el patio trasero, comencé arrojándolas contra sus puertas del balcón. Segundos más tarde, sus puertas se abrieron de golpe y miró hacia abajo, sonriendo, y no pude evitar sonreír de regreso. Rápidamente me subí al enrejado, y al verla de pie delante de mí en su balcón con sólo un pequeño camisón púrpura, sus tetas y sus diminutas bragas prácticamente se podían ver a través de la semi-pura tela, sabía que había tomado la decisión correcta al aparecer. Agarrando su cintura, la llevé directamente a mis brazos. —Volví a la casa de la fraternidad y de inmediato me pregunté qué estabas haciendo. Decidí dejar de preguntarme y sólo venir a averiguar. Metiendo sus brazos alrededor de mi espalda, inclinando su barbilla para que pudiera verla, ella bromeó—: Lo único que quieres es quedarte otra vez, ¿no? ¿Planeas hacer de esto una cosa normal? —Oh, puedes contar con eso, cariño. Después de hoy, tengo derechos a ciertos privilegios. Mierda. Esto se sentía bien, tan jodidamente bien. —¿En serio? ¿Y cuáles son? —Preguntó ella arqueando su ceja. —Ya lo sabrás a su debido tiempo, Shakespeare. Ahora propongo que tu buen culo, se meta en la cama y en mis brazos. Y demonios, ella hizo lo que le instruí, pero miró hacia atrás mientras se arrastraba en su colchón sobre sus manos y rodillas, y me mostró una visión de su apretado, culo con curvas. —¡No recuerdo a Romeo siendo tan insistente con Julieta! Mi polla mostró su reconocimiento de su posición, y tuve que contenerme de estrellar contra ella por la espalda. —Y mira cómo eso funcionó para ellos. Mi sistema es mejor, menos muerte, más orgasmos. Ella se echó a reír y me señaló con el camino y las instrucciones: —Tú. Cama. Ahora. Rápidamente me desnudé de mi bóxer y me dirigí a la cama, acostándome a su lado, mirándola a sus ojos de oro potable en cada uno de mis músculos. Inmediatamente besándola y lamiendo el lado de su cuello, llegué a su alrededor y hundí mis dedos directamente en sus bragas. Dios, estaba tan caliente, húmeda y lista para mí. Un fuerte gemido sorprendido vino directamente de su boca, haciéndome deslizar mis dedos en su calidez, murmurando—: Ahora sobre esos privilegios...

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La espalda de Mol se arqueó y ella llevó su brazo hacia arriba y lo envolvió alrededor de mi cuello, meciéndose contra mi mano. Nunca saldría de esta maldita cama otra vez...

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A la mañana siguiente, el entrenamiento fue el mejor que tuve en esta temporada. Nunca perdí un pase, hice una nueva marca personal en mis rutinas de peso, y cada saque que pasé fue perfecto. El entrenador se acercó, sonriendo ampliamente, exclamando—: Cualquier cosa que hicieras para sacarte de tu mala racha Bala, ¡diablos, sigue haciéndolo! ¡Con certeza, conseguiremos otro campeonato nacional si mantienes el entrenamiento de esta manera! Duchándome rápidamente, sintiéndome malditamente muy bien, me vestí y quedé encontrarme con Austin y Reece para almorzar en unas pocas horas. Mientras salía a través de las puertas del gimnasio para dirigirme a mi clase de económicas, vi a Shelly apoyada contra la verja exterior del estadio, esperando, supuse, por mí. Deteniéndome en seco en mi camino, incliné mi cabeza hacia atrás, gimiendo. Me preparé para pasar rápidamente por delante de ella, pero entonces vi su cara. Se veía tan jodidamente miserable que no podía dejar de suavizar una parte. Sabía que la trataba como una mierda la mayor parte del tiempo, pero hubo un tiempo en el que habíamos sido amigos. Crecimos juntos, siendo obligados a ir juntos a cada maldito baile y fiesta, e incluso me gustó, como una amiga, un tiempo. Pero entonces la presión de nuestros amigos para estar juntos se volvió una locura y nos llevó a distanciarnos. O por lo menos a distanciarme, ella solo se volvió loca con la necesidad de atraparme en sus garras. Quería la vida que esperaba, que pendía de un hilo delante de sus ojos. Sabía que en los últimos años, verme con diferentes chicas la había matado. Dios, incluso pensar en otro hombre aparte de mí, tocando a Mol me tendría escupiendo enojado, así que, por primera vez en mucho tiempo, de verdad me sentí mal por ella. Estaba fallando en su deber, tanto como yo, y aunque Martin Blair no era tan jodido como mi papá, no era exactamente fácil de llevar. De mala gana me acerqué a donde estaba parada, cabizbaja y con sus brazos cruzados y la saludé—: Shel. Cuando levantó su cabeza, pude ver que había estado llorando. —Hola Rome —dijo con voz ronca. —¿Qué está mal? Mirando fijamente en la distancia, se encogió de hombros.

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—Solo quería disculparme por lo de ayer. Odié la forma en que me hablaste en la cafetería. Sé que probablemente me lo merecía, estaba de mal humor, pero... es solo... solo... —Ahuecó sus manos sobre su cara y sus hombros comenzaron a temblar por los sollozos. Apretando mi mandíbula, miré a nuestro alrededor antes de colocar torpemente una mano sobre su hombro. —Shel, cálmate. Se movió hacia adelante, presionando su cara contra mi pecho, y me puse rígido antes de acariciar su espalda un par de veces para consolarla. Vi a algunos del equipo caminando pasándonos, lanzándome gestos sugestivos o sonrisas de complicidad. La mayoría del equipo la tendría en un santiamén. Pero nunca lo sentí. Maldita sea, hubiera hecho mi vida un infierno mucho más fácil si lo hiciera. Dando un paso atrás, Shelly me miró, sonriendo avergonzada. —Lo siento por todo esto. Sacudiendo mi cabeza desechando su disculpa, respondí—:¿Qué pasa? —Mi papá y yo tuvimos una pelea... sobre ti. Pasando mis manos a través de mi cabello, me maldije a mí mismo. —¿Qué pasó? —Papá dijo que era mi culpa que rechaces el matrimonio, que no me esforcé lo suficiente para ser tu chica. Dijo que solo quiere que tomes su lugar en Prince Oil para mantenerlo en la familia, y si no lo haces, no será capaz de retirarse como planeaba, y ya tiene un problema cardiaco y dijo que iba a terminar trabajando hasta su muerte. Mierda. No podía imaginar al señor Blair siendo tan duro, adoraba a Shelly, pero joder, mira a mis padres. La gente es completamente diferente cuando el mundo no lo ve. —Shel, lo siento. Si te ayuda, sé cómo te sientes, ¿de acuerdo? Sorbiendo, me miró y sonrió. —Sí, lo sé. Pasaron unos momentos incómodos de silencio, entonces, de pronto, se movió, echando sus brazos alrededor de mi cuello y presionando sus labios contra los míos. Solo me tomó un segundo darme cuenta de lo que estaba pasando, y, agarrando sus brazos, los arranqué alejándola de mí, gritando: —Shel, ¿qué mierda? —Yo solo... solo... ¿Por qué no me deseas? ¡Todo el mundo en esta maldita universidad lo hace, excepto tú! ¡No el gran Romeo Prince! —Me tensé cuando dijo ese nombre. Solo Mol podría salirse con la suya llamándome así. —Cálmate ahora, mierda —dije secamente. Tomando una respiración profunda, pareció soltarse suavemente. —Simplemente no te entiendo. Tienes esta vida perfectamente trazada para ti, más rico que lo que podrías soñar, pero eliges luchar todo el camino, ¿y para qué? Por el fútbol americano, una carrera que va a durar, ¿qué? Quizás diez, quince años, si eres afortunado. Si no consigues cumplir con lo planeado, no entiendo esa vida tampoco, y es todo lo que siempre quise... ¡No sé qué más hacer para hacerte cambiar de opinión!

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—Bueno, Shel, lo siento, pero no me voy a casar contigo. Y eso es todo. —Crucé mis brazos sobre mi pecho para mantenerme controlado. Una expresión fría cruzó su rostro. —Rome, acéptalo. Este matrimonio tiene que ocurrir. Cuanto más rápido lo aceptes, todo será mejor. —Todo esto, esta pequeña actuación, todo era falso, ¿no es así? —susurré entre dientes—. ¿No te peleaste con tu papá? —No, créeme, ocurrió, sigue ocurriendo, ¡y estoy harta de eso! Pensé que si tal vez veías lo que tu terquedad me estaba haciendo, lo reconsiderarías. Sería un pedazo de papel. Ni siquiera tendría que ser un matrimonio real. Solo, por favor, te suplico, ¡cambia de opinión! —Shel, no puedo. Las cosas para mí, ahora son diferente. Entrecerró sus ojos. —Es por causa de ella, ¿no es así? —¿Quién? —respondí, fingiendo confusión. —¡Molly! —Pude ver la incredulidad en su rostro y espetó—: Rome, da igual. Cuanto más rápido superes tu pequeña obsesión con ese espectáculo horroroso de cerebrito, mejor estaremos todos. Todos vemos cómo la miras. Si me lo preguntas, es jodidamente raro. La gente ha estado hablando, y para que lo sepas, voy a decírselo a tus padres, y ambos sabemos que no van a estar felices. ¡Joder! No quería que Mol tuviera que lidiar con mis padres, pero Shelly estaba jugando a ser muy dura, y amenazando con decirles a mis padres, acababa de empezar un peligroso juego de mierda. Sin embargo, una cosa me hizo sentir mejor, y era la información de que al parecer todo el mundo ya vio mi interés en Mol, sabían que andaba alrededor de la chica. Perfecto. Entonces, ya no necesitó mantenerlo en secreto. Inclinándome hacia Shelly, le advertí en voz baja—: Permanece jodidamente lejos de mí, ¿me oyes? Y si vamos al caso, también de Molly. —Rome, estás eligiendo mal. —¡Al diablo si lo estoy! Sabes, Shel, no siempre fuiste tan perra. ¿Qué pasó con la chica despreocupadamente feliz que conocí cuando éramos niños? Parecía ahogarse con una risa amarga. —Lo mismo que pasó con el niño pequeño que fuiste una vez... ¡la vida! Rome, ambos somos peones, y ambos tenemos nuestra parte en el juego. Infiernos, dio en el blanco. Supongo que de alguna manera, éramos iguales, ambos hastiados. Pero eso no cambiaba nada. Giré bruscamente tan rápido como me fue posible antes de que las cosas se salieran de control, oyendo el clic de los tacones de Shelly mientras caminaba airadamente. Cuanto más rápido viera a Mol en mis brazos, donde pertenecía, mejor. Mi chica me odiaría por ello, haciéndolo tan público, pero hoy, para el final de las clases, todo el maldito campus

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sabría que era mía. No más ocultarnos, no más fingir que no nos pertenecemos el uno al otro. Justo cuando estaba a punto de entrar en mi clase de negocios, un mensaje de texto llegó a mi celular. Me preparé, esperando que sea de mi papá sobre Shelly, quizás sobre Molly, pero era Ally. Al: ¿¿¿Harás un hábito el bajar por los balcones??? Cerré mis ojos, suspiré. Mi prima lo sabía. Oh, bueno. Una persona menos a quién contárselo...

—¿Quieres ir afuera por comida? Tengo un antojo de comida mexicana —preguntó Reece, mientras me encontraba con él y Austin fuera del edificio de Económicas para el almuerzo. —No, vamos a dirigirnos a la cafetería —respondí y empecé a caminar, deslizándome sobre mi sombra. —¿Por qué comemos allí de nuevo? —se quejó. Austin hizo rodar sus ojos hacia Reece y su actitud molesta antes de darle una palmada sobre su cabeza. —Hay algo que necesito hacer —contesté. —¿En la cafetería? —preguntó Reece una vez más, con el ceño fruncido mientras frotaba su cabeza. —¡Sí! O en el patio. ¡Deja de quejarte y vamos! Austin se paró a mi lado, dejando a Reece arrastrarse detrás de nosotros, enfurruñado como un niño pequeño y silencioso. —¿Qué mierda estás haciendo? Rome, conozco esa mirada en tu cara. Estás pensando en algo. —Sí. Algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. —Austin me miró con curiosidad, pero permaneció en silencio mientras seguía caminando a mi lado. Caminamos a grandes zancadas a través del patio, el lugar estaba repleto de gente. La temperatura era aun malditamente muy caliente, y todo el mundo se estaba aprovechando de ello antes de que se instale el invierno. A mitad del camino, vi a Jimmy-Don, Cass, Ally, y Lexi sobre la hierba. Momentáneamente Cass se apartó de Jimmy-Don y entonces fue cuando vi a Molly, sentada frente a ellos, sonriendo a algo que estaban diciendo. Estaba deslumbrante, y un

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rayo de felicidad me golpeó mientras la veía muy relajada, pasando el tiempo con sus amigas. Era vagamente consciente de que la gente nos estaba observando a los tres caminando hacia ella. Siempre miraban boquiabiertos al equipo de fútbol, pero no les presté atención, demasiado ocupado mirando a mi chica. En el momento en que levantó su mirada de sus amigos, nuestras miradas se encontraron. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. Sabía que lo que iba a hacer, la avergonzaría hasta la médula. Por un momento me pregunté si era correcto hacerlo, pero me decidí a seguir con el plan... Necesitaba hacerlo. —¿Qué estás haciendo aquí con nosotros? —preguntó Jimmy-Don cuando los alcanzamos. Nadie esperaba la respuesta que iba a dar, pero, acercándome sobre los ojos de Molly, podía ver que se dio cuenta de lo que estaba por hacer. —Solo viendo a mi chica. Molly abrió su boca en estado de shock. Me senté, estirándola sobre mi regazo, y me moví para darle un beso. Joder, la poseí con ese beso, mostrándole al mundo que estábamos juntos. Estirándome hacia atrás, ambos sin aliento, pregunté—: Cariño, ¿cómo estás hoy? Me preparé a mí mismo para que estuviera molesta, pero cuando sonrió y respondió: —Estoy bien. En realidad, genial. —Sabía que había hecho lo correcto. Estaba feliz de que todos supieran sobre nosotros, y era la maldita mejor sensación del mundo. —¡Bueno, supongo que eso responde mi pregunta de si le gustas! —dejó salir en voz alta Cass, pero no podía estar molesto mientras mi chica se relajaba de nuevo en mis brazos. Encontré mi mirada con la de Ally un segundo, y me hizo un guiño. Sabía que estaría enojada de que no le conté sobre nosotros, pero me di cuenta de que independientemente de eso, se encontraba feliz por mí. Ella amaba cada parte de Mol, rápidamente se volvieron buenas amigas. Era la única chica por la cual Ally no me daría mierda por estar con ella. —Ayer en la cafetería, pensé que algo no cuadraba. Todos sabemos que Bala no se relaciona, así que pensé que estaba siendo extrañamente agradable. Pero las lentes de contacto, Molls desapareciendo durante horas... ¡tiene sentido ahora totalmente! — prosiguió Cass, su voz sonando cada vez más animada con cada palabra que soltaba. Conocía mi reputación, sabía que las amigas de Molly probablemente se preocuparían de que no fuera a hacer lo correcto por ella. Necesitaba demostrar lo mucho que significaba para mí. —Esto es diferente. Estamos juntos, una pareja, ¿cierto Shakespeare? —le dije a Molly, depositando besos sobre toda su cara. Sonrojándose y bajando sus largas pestañas, estuvo de acuerdo: —Sí. Estamos juntos.

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Presioné un beso en el costado de su cuello, y ella se echó hacia atrás contra mi pecho. Podía ver a los estudiantes alrededor a mirando fijamente, completamente sorprendidos, pero me encantó, me encantó que la gente supiera que realmente teníamos una relación. Reece estaba como una estatua viéndonos a mi chica y a mí, el hijo de puta caliente probablemente en duelo por el hecho de que ya no podía tener mis desechos semanales. Junto a él, Austin inclinó la barbilla con conocimiento. Sí, supongo que lo había destapado un poco la otra noche, pero él parecía bien con ello, incluso feliz por mí. Lexi, sin embargo, le espetó a Molly por no decirle antes, pero lo superó y luego no podía quitar esa maldita sonrisa atolondrada de su cara demasiado blanca. Mientras charlábamos, vi a varias de mis viejas conquistas con el ceño fruncido y burlándose de Molly desde lejos, y mi ira estaba construyéndose gradualmente. Pero cuando ese imbécil basquetbolista, Michaels, el tipo que más me odiaba, nos vio, una sonrisa cruel se dibujó en su rostro. Mierda. Él había estado esperando para revolver la mierda conmigo durante meses, y le acababa de dar la oportunidad perfecta. Me prometí que si es él incluso venía a unos pocos metros de nosotros, le arrancaría el puto corazón. Él y yo íbamos a pelearnos en algún momento; eso era un hecho. Era solo una cuestión de cuándo, y por la forma en que me miraba a mí, a mi chica, parecía que iba a ser hoy. Michaels se puso de pie, y me tensé, la mirada de Molly disparándose a la mía al sentir mi malestar. Observé cada movimiento que él hizo, y mi sangre hirvió cuando lo vi girar a propósito por el camino que conducía directamente por nuestro grupo. Cuando Michaels nos alcanzó, se rió, justo en la cara de Mol, y dijo—: ¡Joder, Bala, si no lo veo no lo creo!¿Renunciaste a todos los coños del campus por eso? Dime, ¿ella, al menos, te chupa la polla bien? ¿Eso? ¿Eso? ¿Lo estaba diciendo en serio? ¡Mol estaba convirtiéndose en todo para mí y él tuvo la audacia de pararse ahí y le destrozarla en pedazos... delante de mí! Dejando que mi enojo afianzarse, cogí Mol y, moviéndola a un lado, me puse de pie y derribé al hijo de puta en el suelo, embistiendo mi puño derecho en su cara. Un profundo sentido de satisfacción se extendió por mi pecho mientras veía la sangre estallar de su nariz, pero el imbécil simplemente no sabía cuándo parar. —Tiempo de la revancha, Bala. Voy a joder a tu chica, ve cómo te gusta. Avanzando lentamente, mi brazo presionado contra su cuello, susurré—: Como si tuvieras incluso la oportunidad. Ella nunca te jodería, ni siquiera el daría a un desgraciado como tú la hora del día. Sonriendo, con la boca llena de sangre, me susurró de vuelta: —Nunca digas nunca. Vas a arruinarlo, siempre lo haces, y cuando llegue ese momento, seré yo quien la folle con tanta fuerza que se olvidará que incluso exististe.

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Vi rojo y golpeé su cara, di rodillazos en sus costillas repetidamente. Haciendo una pausa por un momento, lo amenacé: —No te atrevas a hablar jodidamente así de Mol otra vez. ¿Me entiendes, imbécil? Pero él solo sonrió y tosió: —La friki esa, es una mierda para ver, pero claramente folla bien si ha domado tu culo. ¿Lo hace? ¿Folla como una puta con experiencia? Levanté mi brazo para finalmente noquearlo, cuando alguien agarró mi muñeca. Cuando miré hacia atrás, Molly estaba detrás de mí, con miedo en sus ojos. Mi estómago se hundió. —Romeo, no —suplicó. Una guerra estalló dentro de mí. Michaels tenía que pagar por hablar de mi chica de esa manera, pero la forma en que ella estaba mirándome, como si la estuviera decepcionando, estaba matándome. Michaels se rió, y mi decisión estaba tomada. —Mierda, retrocede, Mol —ordené y la aparté. Ella soltó mi brazo y mi atención se centró en la cara presumida por debajo de mí. Levanté mi brazo de nuevo, pero Mol repente gritó: —Romeo, detente. Ahora. ¡Eres mejor que esto! Haciendo una mueca ante sus palabras, me quedé quieto, Michaels aprovechando para burlarse: —Sí, Romeo, para. Escucha a tu chica. Con una última mirada a Molly y su rostro devastado, me hundí. ¿Qué diablos estaba haciendo? Aquí estaba yo tratando de ser mejor para ella, ser lo que ella se merecía, así que escucharía y retrocedería en este momento. Pero solo por ella. Mirando hacia abajo hacia Michaels, escupí—: Tienes suerte de que no haga un agujero en tu maldito cráneo, ¡pero no voy a hacerlo delante de mi chica! Me puse de pie bruscamente, y viendo a Molly detrás de mí, agobiaba con nervios, la abracé a mi pecho, respirando la vainilla en su piel, usándolo para tranquilizar el infierno. Levantando la vista, vi a Michaels ser levantado del suelo, por sus compañeros de equipo, y él llevó dos dedos a su boca y extendiéndolos abiertos, chasqueando la lengua hacia la espalda de Molly. Tomó toda la fuerza que tenía para no ir tras él, el pervertido. —Vete a la mierda, Michael, ¡y sal de mí vista antes de que cambie de opinión y acabe con esto!—grité, elogiando a sus amigos por arrastrar su tonto culo lejos. Me aferré a Molly, el movimiento de sus manos en mi espalda calmándome poco a poco. Después de unos minutos, le confesé: —Tendría que haberlo golpeado bien después de lo que dijo. —No fui más lejos en los detalles, no me atreví a repetirlos.

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Retrocediendo para mirarme a los ojos, Mol dijo: —No, no deberías hacerlo. ¿Qué sentido hubiera tenido? Los dos sabíamos que estar en una relación "oficial" iba a causar alguna habladuría. —Sí, pero él se lo merecía desde hace mucho tiempo, nena. El maldito se merece una buena paliza. Pude verla pensando, siempre malditamente pensando. Mirándome fijamente a los ojos, preguntó: —¿Por qué estaba tan hostil hacia ti en primer lugar? ¡Mierda! Nunca quise que mi pasado la afectara. Estaba tan avergonzado de la forma en que había vivido antes que ella llegara a mi vida. —¿Qué? —preguntó ella, tragando recelosa en mi negativa a hablar. —Yo... yo… —¡Maldita sea! No podía decirle que... ella me odiaría, estaría avergonzada. Los ojos dorados se nublaron y presionó: —¿Tú qué? Me entró el pánico. No quería que lo que acabábamos de encontrar el uno en el otro sea puesto en peligro. Necesitaba que ella aún me quiera igual que esta mañana, como la noche anterior. —Solo escúpelo, Rome —dijo ella, pero esta vez con mucha más fuerza. Centrándome en el suelo, admití: —Me acosté con su chica hace unos meses. Mirando hacia arriba, pude ver la decepción en su expresión y ella dio un paso atrás, con las manos extendidas en desaprobación, rechazándome. ¡Jodido Michaels! —Ahora que estás enojada conmigo. ¡Estoy totalmente pateándole el culo ahora mismo! No podía tomar esa mirada de censura en sus ojos, pero cuando me di la vuelta para irme, una mano suave agarró la mía. —Déjalo —susurró en voz baja. —Estás enojada, ¿verdad? —Bueno, no estoy haciendo exactamente volteretas al oír que follaste a su novia, ¿verdad? Una completa carga de dolor era evidente en su voz, pero ella hablándome así tan mal, encima de todo lo que va de hoy, realmente me molestó. —Voy a dejar que ir esta ya que estás claramente molesta, y supongo que con razón —dije malhumorado. Y entonces ella me volvió a sorprender al jodidamente sonriéndome. ¿Ella ahora estaba encontrando todo divertido? ¡Dios santo, no tenía ni idea de qué diablos pensar! Un minuto ella estaba enojada, al siguiente riendo... jodida de mente completa. —¿Oíste lo que dijo de ti? —empujé.

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Encogiéndose de hombros, ella respondió—: Sí, pero no me importa, nunca me ha importado lo que otros pensaran de mí. —Ella estaba diciendo la verdad; la expresión en blanco en su cara me lo dijo. —Ven, siéntate conmigo un poco más. —Mi chica me tendió la mano, pero no pude tomarla. Este tipo de tratamiento iba solo va a continuar. Yo había hecho un montón de mierda en los últimos años, cosas que daría cualquier cosa por recuperar en este momento. Necesitaba ponerle un alto a esto. —Mol, permíteme poner a ese hijo de puta en su lugar de una vez por todas. Enviará un mensaje a todos para que nos dejen en paz. Hay muchos más idiotas que he cabreado y que disfrutarán de molestarnos por estar juntos. Pero ella no lo haría y tendió su mano de nuevo, asintiendo severamente para que la tome. Se veía tan malditamente linda, siendo toda insistente. Malditamente adoraba a esta chica. —¡Joder, Mol, voy a obtener una nueva reputación: Rome Prince, nuevo miembro de Calzonazos Azotados! Nos sentamos bajo un árbol y me aferré a Molly con fuerza. Ella jugaba con mis dedos, suavemente besando cada uno y atrapé a nuestros amigos viéndonos, una mezcla de incredulidad y felicidad en sus rostros. Estar con Molly solo me hacía mejor. Ella hizo todo en mi vida mejor. —¿Qué demonios es esto? —Cerré mis ojos con exasperación cuando reconocí la voz. —Ahh, vete a la mierda, Shel. ¡Ya he tenido suficiente de lidiar con imbéciles por un día! Mirándola a los ojos, pude ver que ella sabía que me estaba refiriendo a nuestro enfrentamiento anterior fuera del gimnasio. —¿Estás en serio con ella? —La sorpresa en su rostro era cómica. Ella sabía que me gustaba Molly; había hecho eso claro, tal vez incluso esperaba que la follara, pero obviamente nunca pensó que algo habría salido de ello, que ella se había convertido mi chica. Sonriendo en su cara sorprendida, me agaché y tomé la boca de Molly con la mía, con un maldito ve por ello, brusco, posesivamente, mostrando a Shelly y a cualquier otra persona que seguía de mirón que ella era mía. Separándome, contesté—: Sí, en serio estoy con ella. —Sabes que no se quedará contigo, ¿verdad, cariño? —se dirigió Shelly a Mol. —¿Y por qué? —Porque mamá y papá Prince no aceptarán una puta caza fortunas para su hijo, y realmente pueden ser persuasivos. Ellos me quieren y me van a conseguir, puedes contar con eso. —Mi corazón cayó ante la mención de mis padres, que era la única área gris que tuve con Mol. La única parte de mi vida me había mantenido privada de ella. —Divertido, una puta caza fortunas, eso es exactamente lo que dijo Rome sobre ti.

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Casi me orino de la risa, pero cuando Shelly se lanzó hacia adelante, con furia en su rostro, gritando—: ¡No eres nada! Una pieza pura de… Tuve que interrumpir. —Cierra tu boca malvada y lárgate antes de que haga algo de lo que me arrepienta. Shelly sabiamente se retiró de Mol, pero cuando me miró, la sangre en mis venas se convirtió en hielo. —Voy a darle un mes y luego ya veremos lo que tus padres hacen. Estarás de vuelta en mis brazos en cualquier momento. ¡A tu mamá le va a dar un ataque! En ese momento, supe que mi tiempo se había terminado. Shelly les diría a mis padres de mí estando oficialmente con Mol, y yo, sinceramente, no sabía qué demonios iban a hacer. Shelly parecía convencida de su plan, sin embargo, y ese brillo sabelotodo en sus ojos me hizo decir entre dientes: —Nunca te tocaría de nuevo y no estaría contigo si fueras la última persona en la Tierra. Eres una perra vengativa y amargada. En cuanto a mis padres, estoy aprendiendo rápidamente que me importa una mierda lo que digan ya. Quiero Mol y ella me quiere. Fin de la discusión. Nada que tú o mis padres digan hará una maldita diferencia para cambiar eso. Ahora nos déjanos en paz, carajo. Me di cuenta de los chismes alrededor de nosotros, por lo que grité—: Eso se aplica a todos, ¡déjennos jodidamente solos o lidiarán conmigo! ¡La siguiente persona que interfiera o incluso respire mal en nuestra dirección, no voy a ser tan maldito indulgente con ellos! Shelly salió rápidamente y los espectadores se dieron la vuelta. Pero Mol, Mol estaba volviéndose loca. Ella había vuelto toda tranquila, cerrada en sí misma. —No le hagas caso, ¿de acuerdo? Lo que dijo, son solo palabras. No lo confundas con la verdad. Sin responderme, Mol se levantó y se alejó para sentarse sola. Ella había ido del completo anonimato a ser el tema de la rumorología del campus en cuestión de minutos y fue evidente que no lo maneja bien. La realidad de estar conmigo estaba golpeándola en la cara, con toda su fuerza. La dejé sola por todo el tiempo que pude, y luego me agaché frente a ella, diciendo— : Te has quedado muy callada conmigo, Shakespeare. No me gusta. —Estoy bien, cariño. No te preocupes. —Ella trató de asegurarme, pero pude ver a través de su mierda. Decidí seguir adelante con la exposición, como un apósito, desprendiéndola rápidamente, mostrándole al mayor número posible de personas que estábamos juntos. Entonces con suerte las cosas se establecerían. Hicimos planes para salir con nuestros amigos después del partido de este fin de semana, y Molly parecía un poco menos tensa mientras la llevé a clase, su mano en la mía. Yo solo rezaba para que a partir de este momento, nuestra vida fuera menos... dramática.

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―Molly... ―Beso―. Nena... ―Beso―. Shakespeare... ―Beso. Bajé de la cama, presionando suaves besos a lo largo del cuello de Molly, su clavícula, y de vuelta a su boca haciendo pucheros. Gruñendo, levantó su mano y me empujó, llevando las mantas de nuevo sobre su cuerpo, ella no era buena con las madrugadas. Abriendo un ojo, me vio, todavía cerniéndome por encima de ella, y hundió su cabeza en la almohada. No pude dejar de reír, y arranqué la colcha hacia abajo. ―Nena, me voy. Tengo entrenamiento hasta tarde. Rodando la cabeza y suspirando derrotada, me miró, preguntando―: ¿Estarás fuera todo el día? ―Mientras se limpiaba el sueño de los ojos. ―Sí, te llamaré más tarde, ¿de acuerdo? Sonriendo, enganchó su brazo alrededor de mi cuello, llevándome a su boca. Una mano se posó en el nudo en la cintura de mis pantalones vaqueros, y me tiró encima de ella, envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura. Usando mis brazos para prepararme encima de ella, me encontré con su boca con avidez antes de reírse de nuevo contra mis labios. ―Mmm... Te deseo ―murmuró, agarrándose a mí como un maldito mono araña. ―Tengo que ir, nena. Tengo que llegar al entrenamiento. ―No, tienes que quedarte conmigo. ―Me extendí hasta mi cuello, rompiendo su agarre. Por fin abrió los dos ojos e hizo un puchero―. ¿Por favor? ―dijo con su maldito lindo acento. Fijando sus brazos sobre su cabeza, me incliné y mordisqueó su labio inferior. ―Si sigues suplicándome, voy a follarte, Mol, ¿de acuerdo? Te ataré a la maldita cama y te follaré… duro. Estoy tratando de ser un caballero y esperar hasta que estés lista, pero lo estás haciendo malditamente difícil. ―Se quedó sin aliento, y se arqueó para lamer el fondo de mi garganta, haciendo que gruñera en respuesta. ―Estoy pensando que eso suena como una buena idea, Rome. Estoy empezando a preguntarme ¿por qué demonios estamos esperando de todos modos? Estoy lista. Eso me hizo callar, y cuando una maldita molesta sonrisa se extendió sobre sus labios, me dijo que era una broma, retrocedí de la cama, diciendo―: Ten cuidado, niña...

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Metiéndose de nuevo bajo las sábanas, cerró sus ojos. ―Diviértete en el entrenamiento. Voy a volver a dormir para soñar con cosas traviesas sobre ti... y yo... y lo que habría pasado si te hubieras quedado aquí en vez de ir al fútbol a gruñir y jugar con otros hombres. Y maldita sea, lo hizo; en cuestión de segundos ella estaba fuera, la pequeña tentadora, y me dejó con una erección del infierno. Para el mediodía, estaba casi terminado. El entrenador nos había empujado hasta el límite para conseguir que nos preparáramos para el partido de este fin de semana. Volviendo a mi casillero, tomé mi celular y auriculares, necesitando música para mis pesas, cuando una persona apareció en la pantalla: Mama. Traté de pensar sobre que infiernos podría desear. Ella nunca me hablaba; demonios, pasarían los meses y podríamos no habernos dicho más de dos palabras el uno al otro. Término la llamada, pero cuando ella comenzó a llamar de nuevo, gemí y respondí―: ¿Mamá? ―Rome, necesito un favor. ―Directa al grano. Pero al menos no había ninguna pretensión en lo que se refería a ella y a mí. Ella no tenía ningún problema con la forma en que la que me trataba, no ocultó su completa indiferencia hacia mí como su hijo. ―¿Sí? ―Necesito una camiseta firmada para un almuerzo de caridad que hago mañana. ¿Asumo que puedes arreglar eso? ―Sí, puedo conseguirla para ti. ¿Para cuándo lo necesitas? Hubo una pausa, y luego dijo―: En realidad, voy a estar en el almuerzo esta tarde. ¿Podrías arreglarlo dentro del próximo par de horas y dejarlo en el camino? ―Estoy haciendo pesas en el gimnasio ahora, así que eso debería estar bien. ¿Dónde estarás? ―En el centro en Lorenzo. ¿Digamos a la una y media? ―Está bien. Y con eso, se cortó la línea, no adiós o gracias. Liberé toda la tensión en mi cuerpo a través de mis pesas. Siempre era así cuando hablaba con mi mamá. Era como si yo tuviera algo de un jodido síndrome de Estocolmo o algo así. Siempre tuve un impulso dentro de mí acerca de hacer lo que siempre pedía sin argumentar, siempre luchando por su alabanza. Yo, literalmente, no tenía recuerdos de ella siendo atenta, siendo amado, ninguna memoria de la cual pudiera recordar haberla hecho sentirse orgullosa. Todo lo que tenía eran los recuerdos de dolor, no, no físicos, mi papá era el único que usó sus puños, pero el dolor de su hostilidad hacia mí, su desprecio absoluto que me tenía como su hijo. Pasando a los pesas libres para hacer mi serie de abdominales, no pude evitar recordar todas las veces que intenté y fracasé en ganar su aprobación. El primer recuerdo

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fue el día de la Madre Cuando tenía unos seis años. Mi profesora tenía a todos los de la clase haciendo cartas para darles a nuestras mamás después de la escuela. Me acuerdo de ir a casa, emocionado, esperanzado que lo que había hecho la haría feliz. Busqué en la casa de arriba a abajo y la encontré finalmente en el salón en la parte trasera de nuestra enorme casa, bebiendo de nuevo. En ese momento no me di cuenta que mi mamá era una borracha. Corrí, mostrando con orgullo la tarjeta roja, con dibujo de un corazón en el frente, en el interior del mensaje decía: "Te amo mucho, mamá." Me acuerdo de ella rodando sus ojos cuando entré en la habitación, preguntando―: ¿Qué demonios quieres? Estoy ocupada. Caminando, con una gran sonrisa, convencido de que sería este el día en que me diría que me amaba, le mostré la carta, queriendo que supiera que también la amaba. Poniendo su whisky sobre la mesa, tomó la tarjeta y leyó el mensaje en el silencio. Contuve la respiración, el corazón me latía rápido con los nervios. Pero entonces levantó su cabeza y se echó a reír y reír, me puse a llorar mientras ella rompía la tarjeta roja en dos, lanzando la tarjeta destruida al suelo a mis pies. Debido a mis lágrimas, sólo se rió incluso más fuerte. Recogiendo su bebida, miró por la ventana, negándose a mirarme a los ojos y dijo―: ¡No vuelvas a hacer algo así nunca más! Es insultante. Y nunca lo hice. Nunca lloré delante de ella otra vez después de ese día. Cristo. Tenía seis años. El entrenador de repente se paró frente a mí y sacó los auriculares Beats de mis oídos. ―Basta, Rome. Te estás presionando demasiado duro. No querrás tener una lesión. Lanzando la pesada barra al suelo, cogí mi toalla y me fui a las duchas. El equipo firmó la camiseta carmesí local e me dirigí hacia la ciudad. No podía creer lo que veía. Al acercarme al restaurante Lorenzo, planeando hacer todo esto corto y dulce, inmediatamente vi a mi mamá en la terraza. Sentada junto a ella estaba la señora Blair y la jodida de Shelly en el lado opuesto, las tres sonriendo, la imagen perfecta de la alta sociedad. Pronto se hizo evidente que había sido una trampa. Así que, girando lentamente, me moví para alejarse cuando escuché—: Rome, ¿a dónde vas? ¡Estamos justo aquí! — Tomando una respiración profunda, me di la vuelta para ver a mi mamá parada, Shelly y la Sra. Blair sonriendo alegremente en mi dirección. Mantén la calma. Sé casual. Termina esto, me dije mientras tomaba una segunda profunda y relajante respiración. No quería hacer una escena, no quería que mi mamá sospechara. Agitando la mano en reconocimiento, entré al restaurante, congelándome cuando mi mamá me besó en la mejilla, todo parte del show, Shelly y la Sra. Blair hicieron lo

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mismo. Mi mamá vivía la perfecta doble vida: la dama de la sociedad por excelencia en el exterior, puta pesadilla en el interior. —Aquí está la camiseta que me pediste —dije, entregándosela. —¡Perfecto! Toma asiento, —dijo, haciendo un gesto hacia la silla desocupada junto a Shel. Mordiéndome la lengua, me senté a regañadientes, siguiéndole el juego, y dije—: No me di cuenta que todo el mundo estaría aquí. Pensé que iba a dejarte esto e irme. —Señalé la camiseta de jersey, mi voz perfectamente monótona, no traicionando mi ira. Mi mamá se inclinó hacia delante, los ojos autoritarios. —Bueno, tuvimos una interesante llamada de Shelly aquí ayer. Ella nos dijo que has hecho un gran anuncio en la escuela. Algo sobre una británica transferida de la que te has... ¿enamorado un poco? Detecté la ira, la amenaza en su voz, y sus ojos azules no se movieron de los míos. Mi corazón latía en mi pecho, tan fuerte que me sentí como si estuviera golpeando contra mis costillas. Sabía lo de Molly, pero estaría condenado si demostraba que me molestó. Tenía que protegerla. Necesitaba lanzar a mi mamá fuera de escena. —¿Y bien? —La señora Blair presionó, Shelly se inclinó sobre la mesa para escuchar mi respuesta. Encogiéndome de hombros, dije con desdén—: Sí, la he estado viendo, casualmente, pero no es nada grave. Ya me conoces. No soy del tipo monógamo. Simplemente fue una buena distracción durante un tiempo. Hemos terminado ahora. Shelly puso su mano en mi muslo de la emoción. —¿Quieres decir que todo este tiempo has estado toteando con ella? Oh, Dios mío, Rome, eso es hilarante. La forma en que esa chica te mira, ¡Ella, obviamente está enamorada! Estará devastada cuando termines con ella. Shelly no podía dejar de reír, y quería darle una patada a su silla. Sus palabras, sin embargo, rondaron mi mente —la forma en que esa chica te mira, ella, obviamente, está enamorada. ¿Lo estaba? ¿Mol estaba enamorada de mí? —Mejor que eso sea cierto, Rome. Y todas esas chicas, eso tiene que parar. Shelly debe ser tu único objetivo ahora. Ya has tonteado todo el tiempo suficiente, pero es hora de crecer, es hora de actuar con responsabilidad. Me quedé en silencio. No iba a entrar en una conversación con estos tres buitres sobre este maldito ridículo matrimonio. Mi mamá sabía dónde estaba parado en toda la maldita farsa. Estaba seguro de que mi padre hubiera dicho algo, y no iba a ventilar toda esa mierda aquí en esta maldita terraza, en público. Shelly se acercó más, y me di cuenta por la mirada en su cara que ella había creído todo lo que acababa de decir. Fue la única vez que estuve agradecido de que me había

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acostado con un montón de chicas alrededor de mi pasado; mi desestimación por Molly era un comportamiento creíble para el "Bala". Cuando Shelly puso su mano alrededor de mi cintura, esa sensación sofocante se deslizó hasta mi garganta, pero tuve que fingir que no te molestaba, a pesar de que me sentía con ganas de volcar la mesa delante de mí. La señora Blair pasó a preguntarme sobre el fútbol y le di alguna respuesta de rutina sobre triunfos, la práctica y campeonatos. Shelly se rió a mi lado quien mierda sabe de qué y luego puso su mano sobre mi pecho, plantándome un maldito beso en la mejilla. Mi mandíbula se apretó en la acción, mis manos se cerraron en puños. Cuando levanté la vista, mi mamá me miraba como un halcón, con el ceño fruncido. Me estaba vigilando. No muchas cosas se le escapaban y casi podía ver los engranajes zumbando en su cabeza. —¡Bueno, bueno, chicos! ¡Qué encantador verlos aquí! Mi atención se ajustó al lado del restaurante. Ally estaba de pie en la acera, más allá de la valla blanca, con los brazos cruzados y mirando a Shelly prácticamente follando en seco mi pierna. —Aliyana, siempre es un placer —mi mamá saludó con frialdad. —Tía Kathryn, encantada de verte —repitió con igual desdén. —¿Qué haces aquí, Al? —le pregunté, esperando que recibiera el mensaje para que se fuera, para que no se involucrara en esta mierda. —Bueno, estaba de compras con algunas amigas. —Mi corazón cayó cuando vi la amonestación en su rostro. —Sí, Rome, todas están un poco más allá de la calle. —Se dio la vuelta, apuntando a una fila de tiendas, y vi a Cass y Lexi de pie delante de Molly. Ellas claramente habían estado tratando de detenerla de ver. Molly me miraba con la más malditamente mirada en su rostro, sus ojos completamente enfocados en la mano de Shelly sobre mi pecho, antes de moverlas a sostener las mías, la devastación en su expresión. Mierda. Duramente retirando a Shelly de encima de mí, me puse en pie, ladrándole a Ally—: ¿Está molesta? —¿Qué demonios piensas? ¡Todo su maldito día acaba de ser arruinado por ti, imbécil! —¡Mierda! ¿Qué está diciendo? ¿Va a terminar conmigo? No respondió de inmediato, así que pregunté de nuevo. —¡Al! ¿Va a terminar conmigo? ¿Qué está diciendo? —Creo que sí. ¿No lo sé? Quiere irse; está en shock. He tratado de decirle que aquí no pasa nada, pero, bueno... —Señaló a Shelly—. Es algo que se ve mal de donde ella está de pie.

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Un agudo dolor se disparó en mi pecho y, gruñendo con furia, tiré mi cabeza en mis manos. —Rome, pensé que habías dicho que no era nada para ti —Shelly preguntó desde mi lado mientras Ally le lanzaba dagas con sus ojos. —¡Cierra la puta boca, Shel! —gruñí, causando que la señora Blair jadeara y mi mamá saltara a sus pies con indignación. Echando una mirada atrás a Molly, vi la aflicción en su cara, y me perdí el momento en que la vi irse. Se quitó por la calle, ondeando su mano hacia un taxi. Empujando Shelly fuera del camino, grité—: Molly —tan fuerte como pude. Ella se detuvo y se quedó quieta en su lugar, y me sentí respirar de nuevo. Sus hombros se hundieron, y lentamente se dio la vuelta. Nuestros ojos se encontraron y traté de demostrarle cuánto lo sentía en mi mirada, pero cuando olí el fuerte perfume de mi madre a mi lado y oí su risa burlona en mi oído, me congelé. —Romeo, la arruinaré. Este es el momento en que decides si quieres destruir la vida de alguien. Chico, créelo. Tú la eliges, los arruinaré a ambos. La indecisión me atormentaba. Mi mamá siempre quería decir lo que decía. Nunca se detenía hasta que conseguía lo que quería. La había visto en acción. Cuando quería ser la dirigente de algún maldito comité, empañaba la reputación de los demás en la carrera hasta que ganaba. Cuando quería que mis notas fueran más altas de lo que eran en la secundaria, chantajeaba a la maestra hasta que mi promedio milagrosamente aumentaba. Si quería a Molly ahora fuera de escena, todos mis instintos me decían que iba a encontrar una manera para lograr hacerlo. No podía dejar que Molly atravesara esto. Cristo, ya había tenido suficiente, su padre, su abuela, por nombrar solo un par, pero no podía perder a mi chica. —¡Rome! No la escuches. ¡No puede controlarte más! Miré fijamente a mi prima, pero no podía hablar, lo que la hizo gemir exasperada y lanzar sus manos al aire. Prácticamente podía sentir a mi madre sintiéndose victoriosa, la puta sonrisa petulante pegada en su cara de botox, pero cuando los ojos dorados de Molly cayeron al suelo y detuvo un taxi que desaceleró, mi pelea o instinto de pelea me golpeó. Girando hacia mi mamá, dije—: Se acabó. No te vas a acercar a mí o Mol de nuevo. Si lo haces, te arrepentirás, esa es una promesa que me aseguraré de mantenerla. —Fue la primera vez en toda mi vida que me pare ante ella y la primera vez que la vi desconcertada, sin palabras. Saltando por encima de la pequeña cerca blanca, empecé a correr a través de la calle, esquivando los vehículos que venían, ignorando a mi mamá frenética que gritaba—: ¡Rome, ni se te ocurra! —Detrás de mí. Molly subió al taxi. Corrí hacia él, incapaz de soportar la idea de que se alejará de mí. El taxi empezó a moverse. Forzando mis piernas tan duro como pude, salí corriendo junto

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a él, estirando de la manija de la puerta, frenéticamente rogándole que se detuviera, para que me escuche. Se veía tan jodidamente rota, sentada, tan pequeña en el asiento trasero. Esto hizo que le doliera a mi corazón cuando giró su cara hacia mí y el taxi chilló alejándose, dejándome de pie, solo en medio de la calle. Regresando a la acera, corrí hacia mi camión, haciendo caso omiso de los compradores sorprendidos frente a mí. Ally, Cass, y Lexi aún estaban de pie en la acera frente a mí. Cuando Cass me vio acercándome, se paró directo en mi camino, bloqueando mi trayecto. —Cass, muévete —advertí, pero me ignoró, y, maldita sea, esa mujer loca balanceó su puño derecho hacia mi jodido estómago. —¡Estúpido imbécil! ¿Cómo te atreves a tratar a Molly así? Jadeando y agachándome ligeramente, argumenté—: No era lo que parecía. Estaba jodidamente protegiéndola. Nunca engañaría a Mol. ¡Por amor de Dios! ¡Ella es todo lo que quiero! —¡Bueno, claro que parecía que algo estaba pasando, y con esa perra flaca, también! —Cass estaba respirando pesadamente, y pude ver la furia en su rojo rostro mientras me miraba. —Cass, cariño, déjalo en paz. —Lexi estiró el brazo de Cass, calmándola, antes de mirarme, tímidamente—. Rome, Molly no tomará esto bien. No confía en la gente con facilidad y creo que hoy cuando te vio con Shelly, se rompió su corazón. —Lo sé, Lexi, pero escucha esto: ella es mía y haré lo que sea para protegerla. Te doy mi palabra. Incluso para mí, mi voz sonaba estrangulada. Pero Lexi debió haber oído mi sinceridad porque sonrió y apretó mi brazo en apoyo. Ally me estiró para un abrazo rápido, susurrando—: Ve por ella. Eso era exactamente lo que pensaba hacer.

Dejé mi camioneta en el estacionamiento, y corrí hacia el patio trasero de la casa de la hermandad, escalando hasta el balcón de Molly, solo para ser recibido por las puertas cerradas. ¡Mierda! Nunca cerraba las puertas de su balcón, era obvio lo que estaba tratando de decir.

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Sintiendo pánico, agité el picaporte repetidamente y grité—: ¡Mol! Jodidamente abre. ¡Sé que estás ahí! —Golpeé la puerta, casi sacándola de sus bisagras, pero no se movía. Pude ver el contorno sombreado de Mol acurrucada sobre su cama, y necesitaba que me escuchara, pero estaba claro que no iba a abrir las puertas y dejarme entrar. Bajando de vuelta por el balcón, corrí alrededor de la casa y entre por la puerta principal. Una chica que se veía atlética corrió en el pasillo y empezó a tratar de empujarme de nuevo fuera de la puerta mientras comenzaba a subir las escaleras. —¿Qué diablos? No puedes entrar aquí... ¡espera! —gritó, saltando directo en mi camino. —¡MUÉVETE! —grité. No lo hizo, así que, agarrándola de su cintura, la moví a un costado, y salí corriendo, una vez más, la morena musculosa inmediatamente siguiéndome detrás. Al ver la puerta de Molly, apresuré mis pasos, la chica detrás de mí gritando—: ¡Molly! ¡Molly! Ten cuidado… Viendo a Molly a través de la puerta, me la encontré sentada en su cama, con los ojos rojos boquiabierta y conmocionada. —Traté de detenerlo, pero no quiso irse. ¿Quieres que llame a los de seguridad? Pude ver que Molly lo estaba considerando. Pero ningún hijo de puta me haría ir a ninguna parte. Iba a escucharme, le gustará o no. —No lo hagas. Ni lo Pienses. —dije con voz severa, observando a Mol suspirar derrotada y luego negar con su cabeza a su amiga. —¿Estás segura? —Volvió a preguntar la chica. Hombre, estaba a punto de empujar a la maldita chica por la puerta yo mismo. —Sí. Cait, gracias —contestó Mol con una pequeña sonrisa agradecida. Casi gruñendo hacia mí con asco, Cait insistió—: Grita si me necesitas. —Se fue, y el silencio que llenaba la habitación era insoportable. —Romeo, solo vete. No tengo nada que decirte —dijo Molly fríamente, viéndose tan malditamente pequeña en el centro de su cama. Se había dado por vencida conmigo, eso era obvio. Mi furia desesperada me tomó, y mis manos estaban temblando ligeramente de miedo. Me dirigí a la cama y grité—: ¡Bueno, tengo algo que decirte! Levantando sus cejas marrones, arremetió—: ¿Qué? ¿Qué me has esto mintiendo y engañando todo este tiempo cuando decías que estabas entrenando en el gimnasio, ¿cuando en realidad querías decir es que estabas viendo a tu querida mami y a esa puta? —¡Eso no es lo que jodidamente pasó en lo absoluto! Traté de explicarle, pero levantó su mano arriba y susurró—: Da igual. No me importa. Vete.

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No podía dejar que hiciera esto, no podía dejar que me alejara sin escucharme, así que extendí mi mano, sosteniéndola en mis brazos, obligándola a que me escuchara. —Mi mamá me pidió que nos encontráramos hoy. Algún lugar de caridad para los niños en los que esta le pidieron un jersey los Tide firmado para una subasta .Fui a dejárselo y cuando llegué allí, Shelly y la señora Blair estaban esperando con ella en el restaurante. Frunció sus labios, como hacía cuando estaba estudiando, y sabía que tenía su atención. Colocándola de vuelta en la cama, expliqué—: Ellas jodidamente me bombardearon. Shelly les contó sobre ti y empezaron a hablar sobre cuán irresponsable era y toda esa mierda. Mi madre se inclinó hacia mí y me dijo que si no rompía contigo, ella se aseguraría de hacerlo. No podía dejar que eso te pasara ¿Cómo podía entender el verdadero significado de lo que estaba diciendo? Nunca le había contado acerca de lo malos que eran mis padres. Vio a mi padre golpeándome, y ahora a mi mamá manipulándome, pero eso era solo una muestra de la forma en que podría ser. ¿Cómo podía decirle hasta donde llegaba su crueldad? Viendo nada, excepto comprensión en los ojos de mi chica, confesé—: Mis padres... ellos... Mira, nena. Me trataban muy mal. No es normal, pero lo hacen, ¡Y soy su jodido hijo! No podía dejar que te molestaran de la misma manera, así que dije un poco de mierda sobre que solo eres una aventura, una amiga. Shelly es demasiado estúpida como para darse cuenta siquiera de que estaba mintiendo. Me quedé durante el almuerzo para apaciguar a mi mamá. De ninguna manera nada te va a ocurrir. Tendrían que pasar sobre mi primero. Levantando su cabeza, preguntó—: ¿Por qué mentiste y dijiste que ibas al gimnasio? ¿Por qué no solo fuiste honesto conmigo? —Fui honesto, lo juro. Llamó cuando estaba terminando. El plan era simplemente dejar la camiseta e irme. —Pero Shelly estaba tocándote. ¡Te besó y la dejaste hacerlo! ¿Cómo pudiste hacer eso? Dios, ¿cómo podía hacerle entender? —¡Porque no quiero que mis padres vengan por ti! Tuve que fingir... para protegerte. ¡No entiendes cómo son! Mol, poderosos. Por aquí son jodidamente poderosos. Inclinándome, capturé la cara enrojecida de Molly entre mis manos. —Dios, nena. Nunca haría nada para perderte. Créeme cuando digo que me senté ahí y soporté su infierno intrigante para protegerte. ¡A la puta Shelly, no puedo soportar a la perra! —Era verdad. Cualquier atisbo de respeto que sentía por esa chica había sido completamente destruido en los últimos días. Pasando una mano por mi cara, dije—: Por supuesto, ahora no importa. —¿Por qué es eso? Ni siquiera tuve tiempo para pensar sobre lo que había hecho hoy y no pude evitar soltar una risa nerviosa mientras lo hacía.

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—Porque le dije a mamá que se fuera a la mierda con el matrimonio Blair/Prince cuando salí corriendo detrás de ti. —¿Lo hiciste? —dijo, esperanzada, y supe que lo había conseguido, mi cuerpo rígido relajándose por primera vez desde que entró en el taxi. Molly me observó mientras me acercaba a la cama, subiéndome, obligándola a recostarse sobre su espalda con el peso de mi cuerpo. —Mmhmm. Le dije que nunca me casaré con Shelly porque estoy contigo. Que terminé con su mierda porque estoy contigo. Además, corrí bajando la calle detrás de tu taxi, gritando y golpeando la pintura. Estoy seguro de que recalqué mi punto. Sus pupilas se dilataron, y agarró mi pelo, atrayéndome hacia sus labios, solo para decir—: Tienes que decirme si pasas por estas cosas con tus padres. Dímelo y así no podré dudar de ti. Es difícil para mí confiar, pero estoy aprendiendo a confiar en ti. Por favor… confía en mí. Quería, pero aún no estaba listo. Nunca le había dicho a ni una maldita alma la verdad sobre mis padres, sobre los años de abuso que sufrí... Nunca verdaderamente lo admití, hasta que Molly entró en mi vida, y me mostró que las cosas podrían ser diferentes, que podría elegir un camino diferente. —Nena... estás a salvo conmigo, y te hubiera contado todo lo que pasó cuando llegara a casa. No esperaba verte. Dios, casi me destrozó cuando vi tu reacción desde el otro lado de la calle... y luego empezaste a correr, después de que me prometiste que nunca huirías de mí. Se arrastró debajo de mí, y, ante el movimiento, mi pene se endureció y empuje contra su entrepierna. Exhalando fuerte, murmuró—: Confío en ti. S… solo se veía mal. Te besó. No... no me gustó. Necesitaba alejarme. Contoneándome más fuerte, dije—: Shakespeare, nunca voy a engañarte. Eres demasiado importante para mí para eso. Te dije que nunca iba a joder a tu alrededor, y no me gusta que dudes. —Está bien —espetó, ahora su respiración entrecortada y desigual. No iba a follarla secamente, como un maldito adolescente caliente. Si quería que yo le de lo que necesitaba, iba a hacerlo bien. Empujando sus muslos y asegurándolos en su posición con mis manos, me incliné y pase mi lengua desde su coño hasta la punta de su clítoris. Sus caderas se levantaron casi fuera del colchón cuando gritó, poniendo a prueba las raíces de mi pelo mientras envolvía sus puños alrededor de los largos mechones. Trató de mover sus piernas, pero la abracé con fuerza mientras la trabajaba con mi lengua, saqueando, y entrando y saliendo, y succionando su clítoris. Sus gemidos estaban construyéndose y estaba poniéndose más caliente, sabía que estaba cerca. Mi polla

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palpitaba y sabía que necesitaba que se viniera antes de correrme como un maldito adolescente en mi bóxer. Con un gemido entrecortado, Mol se vino, apretando sus muslos, sus dedos estirando mi pelo. Era hermosa. Moviéndome de vuelta a la almohada junto a ella, la abracé con fuerza en mis brazos, aferrándome a ella como si fuera a cambiar de opinión, como si fuera a darse cuenta y sacarme como la mierda de su vida en cualquier momento. Hoy había estado demasiado cerca, como a una llamada. Después de permanecer inmóvil durante varios minutos, Molly levantó su cabeza, con una sonrisa conflictiva en sus labios. —Dios, Rome. Me tienes tan confundida. Nunca sé si vengo o voy contigo. No podía dejarlo pasar, excepto hacer obvia la broma. —Siempre vienes, espero. Riendo, me dio un codazo en las costillas, pero el peso de hoy comenzó a jugar en mi mente, su expresión ahora—preocupada presionándome a confesar—: No estoy seguro de que entiendas lo que significa lo que hice hoy al venir detrás de ti dejando a mi mamá así. Nunca le iba a decir a Molly esto, pero estaba cagado de miedo, petrificado ante lo que pueden intentar hacer. Mientras miraba a los ojos dorados de Molly, sabía que no iba a sobrevivir si la perdía. —No me dejes nunca —susurré, las palabras veraces casi involuntariamente derramándose de mi boca en un momento de debilidad. —Oye, ¿qué es todo esto? —preguntó dulcemente mientras presionaba besos amorosos arriba de mi cabeza. —Simplemente no puedo creer que te tengo en mi vida. Haces que todo sea mejor y no quiero perderte. —No te dejaré. —Casi lo hiciste hoy. Me dijiste que te dejara —Sonó como acusación, pero esa mierda dolía, dolía saber que aún no tenía su plena confianza. —Fue un malentendido —dijo firmemente, pero escuche los latidos de su corazón aumentando ligeramente a medida que colocaba mi cabeza sobre su pecho, haciendo que levantará mi mirada con preocupación. Tragando, preguntó—: Siendo sinceros, Rome, ¿cuántos problemas van a causarnos tus padres? No sabía la respuesta. Me gustaría saberlo. Existía la posibilidad de que lo dejarían todo y cortarían todos los lazos conmigo de una vez por todas, pero conociendo a mis padres, me estaba preparando para exactamente lo contrario. Realmente podrían tratar de hacernos daño. Y protegería a mi chica aunque fuera la última cosa que hiciera.

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“¡EL BESO DE LA SUERTE DE LA ESTRELLA QB TIDE CON SU NOVIA PARA SALVAR LA TEMPORADA!” Sonreí a Reece mientras leía el titular de esta noche en el informe del partido, pensando divertidamente en Molly avergonzándose en las gradas mientras el público le cantaba para que fuera al campo y me besara, usando la camiseta de Tide que había dejado en la almohada para ella esta mañana, con mi número en la parte posterior, por supuesto, con otra nota cursi adjunta.

Mi jersey para que MI chica la utilice en el partido. Siéntate con Ally e iré a recoger mi dulce beso de la buena suerte. Tu Romeo X Sí, sí, estaba dominado, y sinceramente, no podría importarme una mierda al respecto. De hecho, me encantaba. Sus piernas se habían sacudido todo el camino hasta el campo, pero el orgullo estallaba en mi pecho cuando le mostraba a los cien mil aficionados en el estadio y millones de personas alrededor del mundo que Molly Shakespeare me pertenecía. Cuando se acercó a mi lugar en la línea de banda, pude ver sus ojos fijos en el suelo, moviendo los labios mientras murmuraba palabras de consuelo para sí misma. Apuesto a que nunca pensó en un millón de años que mi ruego de que viniera a mi juego, en la biblioteca todas esas semanas atrás, daría lugar a ser puesta en el punto de mira de besar a su novio, el mariscal de campo, debido a una superstición. Cuando estuvo de pie delante de mí, me moví un poco hacia delante, agarrándola de la nuca, haciendo que sólo estuviera enfocada en mí, presionando mi frente con la suya, susurré—: Hola, Mol. —Con eso se relajó, con una pequeña sonrisa en esos labios rosados. —Hola, tú.

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—¿Vas a entregarme ese dulce beso de la suerte? —Si eso es lo que quieres. No tenía idea de cuánto. —Sin duda lo es. —Con eso me incliné y le di un beso, mi lengua buscaba la suya – batiéndose a duelo, lamiendo, poseyendo- y luego me separé antes de ponerme demasiado duro en mis apretados pantalones de fútbol, teniendo en cuenta que era un juego familiar y todo. Los Tide ganaron. Molly fue elogiada por el poder de su beso de la suerte, y luego mi maldita prima me alejó de mi chica y me ordenó volver esta noche a las nueve; ella había planeado algo para Mol. Pero sólo Cristo sabía lo que estaba haciendo. Llegaron las ocho con cuarenta y cinco y no podía esperar más, así que con los chicos nos dirigimos a la casa de la hermandad de Mol. Era como retroceder cuando estábamos separados, y sabía que probablemente no era saludable, pero francamente, también me importa una mierda eso. Llamando a la puerta de la casa hermandad de mujeres, Reece, Austin, Jimmy-Don, y yo fuimos recibidos por la deportista de la otra noche. Cait, ¿verdad? Perfecto, nos caímos tan bien la primera vez. Después de rodar los ojos y gemir de decepción justo en mi cara, Cait dejó la puerta abierta y se dirigió escaleras arriba, mirando hacia atrás sólo para espetar: —Quédense ahí. ¡No vengan arriba! Les diré a las chicas que todos ustedes están aquí. Jimmy-Don me miró y se quitó el sombrero Stetson, sacudiendo la cabeza. —Cait Turner, jugadora de soccer y campeona de todo el estado. Estuché que molió a golpes a Cody Brown por agarrar su culo hace unas semanas. —Levantando su ceja, preguntó—: ¿Qué has hecho para que saque su pistola por tu sangre? Encogiéndome de hombros, contesté: —Irrumpí para hablar con Mol el otro día y como que luché con ella por las escaleras cuando trató de sacarme por la fuerza. Austin se limitó a sacudir la cabeza, riendo. —Juro Rome, tú sí que sabes cómo tratar a las mujeres. ¡Si no están abriéndose ampliamente por tu culo malhumorado, están tratando de patearlo! —Carillo, vete a la mierda. Mientras esperábamos por las chicas, Jimmy-Don contó una historia sobre uno de sus hermanos allá en Texas quien corría en camiones monstruos, estaba hablando animadamente de un tirón cuando Reece empezó a darme golpecitos en el brazo. Ignorándolo, volví mi atención a Jimmy-Don, tratando de averiguar cómo diablos la historia había virado a tirar vacas en la secundaria, pero Reece continuó, y después de unos segundos, estaba dispuesto a golpear al pequeño cabrón.

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Girando alrededor, pregunté—: ¿Qué? ¡Mierda, hombre, déjame en paz! —Pero Reece sólo señaló la escalera, haciendo caso omiso de mi actitud, con la boca abierta. Mirando hacia arriba, rápidamente registré lo que tenía, a Austin, y ahora a JimmyDon, embobados. Molly. Mi Mol luciendo como una maldita supermodelo caminando por las escaleras. Alejándome de la pared, golpeé con el hombro a Reece fuera de mi camino, ignorando la forma en que su lengua estaba prácticamente colgando de su boca al ver a mi chica. Ally me guiñó un ojo al pasar, pero sólo tenía ojos para Shakespeare: un ajustado vestido negro mostraba sus curvas irreales, con el cabello largo y castaño cayendo en suaves rizos sobre sus hombros, y su rostro sonrojado luciendo nerviosamente tan condenadamente hermosa que casi me hizo caer de rodillas. Extendiendo las manos, envolví mis brazos alrededor de su cintura, luchando contra el peor caso de bolas azules que jamás hubiera tenido. Presionando un beso en sus labios carnosos, dije en voz baja, solo para sus oídos: — Joder, Mol. Estás poniendo a prueba mi autocontrol así de hermosa. ¿Cómo demonios se supone que debo pasar la noche? Voy a estar peleando con un palo con los chicos. Ellos van a meterse en problemas si te miran un segundo. Era cierto; hasta ahora realmente no había tenido que preocuparme porque otros chicos miraran a Mol. Ella siempre se había deslizado bajo su radar. Pero infiernos, estaba más allá de un puto diez, parada frente a mí ahora; siempre lo había sido para mí, pero ahora el mundo lo vería. No estaba seguro de poder soportar que otros chicos la miraran e imaginaran estar entre sus piernas. Me iba a volver loco, no importa lo mucho que me asegurara que era mía y sólo mía. Esta noche sería una prueba, eso era seguro. Nos sentamos en una de las cabinas privadas del Club Flux y pedimos unas bebidas de una camarera rubia que me resultaba vagamente familiar. Había estado en lo cierto acerca de que esta noche sería una prueba; ya me había ganado la desaprobación de Molly por casi golpear a un fan de los Tide demasiado entusiasmado que la había agarrado para felicitarla por su beso. Me había perdonado, pero quién sabía cuánto tiempo iba a durar. La rubia volvió con nuestras bebidas, sonriéndome sugestivamente, y el recuerdo empezó a resurgir. Fue la temporada pasada, ¿tal vez después del Iron Bowl contra Auburn? Estaba totalmente borracho cuando hizo su movimiento, sentándose en mi regazo mientras casi perdía el conocimiento en mi silla, y luego me llevó a la parte trasera del club. La había follado por la espalda, con su cara apretada contra la pared, así no tenía que ver con quién estaba follando. Nunca había importado; un agujero era un agujero. Pero con Mol, ella estaría mirando directamente mis ojos y saborearía cada maldito segundo. Mientras sacaba el recuerdo de mi mente, me concentré de nuevo en la camarera. Ah, infiernos. Por la mirada en el rostro de la rubia esto no iba a salir bien.

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Molly se había puesto rígida en mis brazos, y traté de ignorar a la chica mientras ella hacía todo, excepto desnudarse delante de mí. Luego renunció a tratar de llamar mi atención y, finalmente, dijo—: Oye, Bala, ¿qué tal has estado? ¿Qué tal he estado? Ni siquiera conocía a la maldita chica. —Hemos terminado aquí —dije. Un repentino desafío se encendió en los ojos de la camarera, y Molly comenzó a inquietarse. Ally sutilmente me golpeó bajo la mesa, y Austin se frotó los ojos con frustración al ver adonde claramente se dirigía esto. Los dos sólo me estaban cabreando más; no necesitaba que me recordaran que esta iba a ser una situación realmente de mierda. —Nunca me llamaste después de nuestra noche juntos —dijo la rubia, y supe que eso era todo. La primera noche de Molly en un club y boom, una follada barata intenta marcarme como su territorio. Si se invirtieran los papeles, ya habría matado al hijo de puta para este momento. Como era, no estaba muy seguro de lo celosa que Molly podría ponerse. No podía averiguar cómo iba a tomar toda esta mierda. —Nunca iba a hacerlo. Lo diré otra vez... Hemos terminado aquí. O si necesitas una respuesta más simple... lárgate —gruñí. Su boca se apretó y espetó—: Había oído hablar en el viñedo que eras un Dominado, maldita forma de desperdiciar una buena polla. —Miró a Mol, asimilando sus curvas naturales y su impresionante cara, y frunció los labios—. Y para eso también. Ella debe follar mejor de lo que usa ese vestido de mierda. —Capté la aguda inhalación de Molly al respirar. Sabía que ella pensaba que no estaba a la altura de los demás, y ese comentario le había hecho daño. Mol saltó de mis brazos y me dio una bofetada, lo que era una primera vez. Su reacción me puso como loco, pero antes de que pudiera decirle algo, echó a correr hacia el baño... Había corrido, maldición. —¡Maldición, Rome! ¡Será mejor que vayas a solucionar esto! —gritó Ally, lanzándome dagas a través de la mesa. —¿Te follaste a esa camarera? Mierda, ¿me puedes presentar? —Miré a Reece, luchando contra el impulso de lanzarlo a través de la habitación. Tacto, hombre, el chico no tenía tacto o sentido del maldito momento. —¡Ve, Bala, antes de que te pegue otra vez! —Cass empujó mi brazo, y me levanté de mi asiento, casi tirando al bastardo, golpeando a través de la multitud de bailarines para conseguir a Molly de vuelta. La vi delante de mí. La camarera rubia estaba de pie en el bar, observándome correr con una amarga sonrisa en su rostro. Perra estúpida, había hecho todo esto a propósito, y había funcionado. Extendiendo la mano, agarré el brazo de Molly, sólo para que lo apartara, con sus ojos dorados furiosos y llenos de dolor. Mierda, era la primera vez que había ganado esa

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mirada de su parte, y estoy totalmente en pánico. Lucía... resuelta... como que su decisión estaba tomada sobre algo. ¡No! No podía... Más que frustrado, tomé su brazo, la arrastré conmigo como un maldito hombre de las cavernas, y nos encerré a ambos en un armario viejo y polvoriento. Molly estaba jadeando, con los puños apretados de ira. No se veía como si estuviera en el estado de ánimo de ser aplacada, así que sólo lo escupí—: Me la tiré una vez. El año pasado. No pasó nada más que eso. No tienes que estar molesta por ello, y sin duda no tienes que huir. Por la forma en que se congeló, alzando la nariz con disgusto, me di cuenta que la había jodido... otra vez. —¡Bueno, perdóname si no me gusta hacer alarde de tus hazañas con esa perra delante de mi cara! Podía sentir que me ponía más loco. ¿Cómo diablos era mi culpa? Había tratado de alejarla; Molly había visto eso. ¿Cómo podía evitarlo si ella no aceptaba un no por respuesta? Acercándome y viendo a Molly congelarse con anticipación, grité—: ¿Quieres saber todo sobre mi pasado sexual, todos los sórdidos detalles? ¡Bien! Me he tirado un montón de chicas, de muchas maneras diferentes, en muchos lugares diferentes. Ellas se lanzaban en mi camino y les daba lo que querían, y les encantaba. —Estaba entusiasmado con demasiada adrenalina y sabía que estaba siendo un idiota, pero cuando los ojos de Mol ardieron y me abofeteó en la cara, sentí como que no podía respirar. ¡Me había golpeado, maldición! Molly, mi tímida y pequeña Mol, me había golpeado en la puta cara. Supongo que había encontrado su punto de quiebre. —¿Eso se sintió bien? ¿Lo has sacado de tu sistema ahora? —dije con frialdad. Molly instantáneamente gritó, cubriéndose la boca con manos temblorosas mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Estaba disgustada consigo misma. Podía ver eso. Verla tan triste me había hecho retroceder hasta la otra pared, graznando—: Ellas follaban a Bala. Sólo follaban a Bala... Inspirando por la nariz y limpiándose frenéticamente los ojos, susurró—: Lindo, Rome. Realmente lindo. ¿Es eso lo que harás conmigo? ¿Dejarme follar al gran Bala Prince, darme lo que quiero, y seguir adelante? ¡Dios! ¿Qué más tenía que hacer para demostrarle que era diferente? Habíamos hecho un montón en la cama, pero no habíamos ido hasta el final. La respetaba y no quería que se sintiera usada. Podía ver el conflicto en su rostro, esa mirada instándome a seguir adelante y decir—: Para nada, Shakespeare, pero escucha esto: Voy a follarte, pero también voy a hacer el amor contigo. Voy a poseer cada maldita pieza de tu alma, y nunca voy a

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dejarte ir. Vas a gritar mi nombre una y otra vez hasta que quede permanente grabado en tu jodida garganta. No serás sólo una follada para mí, Mol, ¡serás mi puta salvación! Ya lo era. Estaba haciendo mi vida mejor día a día. ¿Cómo podía no saber eso? Molly no podía mirarme a los ojos, y la forma en que se había cerrado a sí misma me estaba poniendo nervioso como el infierno. —Nena —dije con voz casi inaudible mientras cerraba sus ojos angustiados—. Tú harás el amor conmigo, Romeo, no un maldito y patético alter ego de fútbol. Obtendrás al verdadero yo, todo yo, por siempre jamás. ¿Es lo suficientemente claro para ti? —Seguía sin decir nada, y un bulto de presentimiento me cerró la garganta. Presionando su frente a la mía, traté de mantener mi voz baja y tranquila. —¡Cristo, Mol! Nunca he hecho esto antes. Si hubiera sabido que estabas fuera esperando por mí, no hubiera follado todas esas chicas. Pero no puedo deshacerlo. Se apoyó en mi pecho y miró hacia arriba, completamente derrotada, pasando un dedo por mi mejilla. —Es demasiado, ¿no? Tu familia, obviamente me odia, Shelly no retrocederá, tú te vuelves contra cualquiera que me mire, y estas… chicas que has tenido en el pasado parecen no ser capaces de soltarte. Tengo mis propios problemas, Rome, lo sabes, y apilados con los tuyos... es demasiado. ¿Cómo podemos funcionar bajo todo este estrés? No, no, no, no... —No lo hagas. ¡No hagas eso! —supliqué con pánico. —¿Hacer qué? —dijo, impasible, insensible incluso, mientras se centraba en el suelo, abatida, incapaz de siquiera mirarme a los ojos. —Darte por vencida con nosotros. No huyas cuando se pone difícil. —Necesitaba que me mirara, maldición, por lo que la obligué a levantar la cabeza, agarrando su barbilla—. Luchaste con tus problemas pasados. Voy a aprender a controlar mi ira. Luchamos contra mi familia. Ignoramos a todos los demás. ¡Superaremos esto! No te atrevas a darte por vencida conmigo ahora, Shakespeare. ¡No te atrevas, maldición! —Rome… —susurró, sonando completamente desconsolada. Por primera vez en muchos años, de hecho pensé que iba a colapsar. La fiereza de lo mucho que necesitaba a mi chica era sorprendente incluso para mí. —¡No! No voy a dejarte ir. Sé que soy toda clase de mal para ti, pero me has cambiado. ¡Me has cambiado, maldición! ¿Es que no te das cuenta? Vas a enfrentar esto conmigo. ¡Dilo! ¡Por favor, bebé, dímelo! Ella no escaparía. No la dejaría. Ella me lo había prometido. Mirándola directo a los ojos, insistí frenéticamente—: Di que lo entiendes, ¿Mol? —Rome, yo… —Su llanto ahogado cortó sus palabras.

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Estaba tan confundido por su rechazo. Sabía que me quería, tal vez incluso cerca de amarme, pero no estaba luchando por nosotros y eso me cabreaba como la mierda, haciendo que golpeara mi puño contra la estantería de metal detrás de ella, el alto artilugio se balanceó cuando grité—: No escaparás. ¿ME ENTIENDES? —¡SÍ! ¡SÍ, TE ENTIENDO, MALDICIÓN! —gritó, con las palmas de las manos golpeando mi pecho antes de agarrar mi camisa a cuadros y tirar de mí cerca, el sonido de nuestra respiración era pesada como un maldito trueno. Mis manos se dirigieron a sostener su cuello mientras le preguntaba con cuidado—: ¿Todavía estás dentro? Sus ojos dorados se dilataron y, envolviendo una pierna alrededor de mi cadera, comenzó a moler contra mi polla. —Todavía estoy dentro. Sintiendo el calor construyéndose entre sus piernas, la lujuria asaltó mi cuerpo, olvidándose al instante de toda la enojada tensión, y dije con voz ronca—: Mierda, te deseo tanto. Que hagas todo lo que digo me pone duro como la mierda. Sumergiendo mi mano hacia abajo, empujé sus bragas a un lado y sentí a lo largo de su centro mojado. —Mol... Cristo. Me estás matando. —Estaba tan mojada y lista. Sus dientes y su lengua lamían y mordían mi cuello, mi oreja y mi mandíbula, deteniéndose sólo para admitir—: Me gusta cuando tomas la delantera, cuando afirmas tu autoridad. Me enciende. Realmente me estaba matando. Mi polla se sentía como que iba a explotar en cualquier momento si no estaba dentro de ella de una vez por todas. —Mierda... puedo decirlo, y me gusta que te rindas. Esto... me calma. Eres lo que necesito. Maldita sea, eres perfecta para mí. Hermosa, sexy como el infierno, con un cuerpo que hace llorar a los pintores. Su cabeza rodó hacia atrás mientras empujaba dos dedos en su interior. —No habrá nadie más. Por primera vez en la historia, me estás dando lo que quiero, lo que necesito. Me das control total, y me encanta. A ti también, ¿verdad? ¿Te encanta...? —Su coño empezó a apretar, una y otra vez, y sus gemidos entrecortados aumentaron en ritmo contra mi cuello. Volviendo sus ojos de nuevo a los míos, bajó las manos y empezó a abrir la cremallera de mis jeans. Al diablo con eso, yo quería mi atención en su rostro mientras se corría. Si me tocaba, explotaría. —¡Fuera! Suéltame. Ahora. Esto no es sobre mí. No me vas a tocar a menos que yo lo diga.

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La trabajé hasta que se puso rígida y golpeaba contra mi mano, gritando su liberación. La sostuve mientras su cuerpo se sacudía y su respiración volvía a la normalidad. Entonces le pregunté si estábamos bien y le confesé lo mucho que la deseaba... que la necesitaba. —Te deseo, Romeo. Me das algo que ni siquiera sabía que necesitaba también. —Y así como así, tenía a mi chica de nuevo. Después de unos segundos de silencio, se mordió el labio, y luego le pregunté si pensaba que estábamos equivocados. Sabía que la manera en que yo controlaba durante el sexo podría ser vista como jodida, pero era sólo un impulso que tenía y, Cristo, mi chica me dijo que le encantaba. No podía creer que alguien tan correcto hubiera sido hecho para mí, que nos hubiéramos encontrado el uno al otro de una manera tan poco probable. Ella era mi igual en todos los sentidos. Arreglando su vestido, Molly sostuvo su mano, con ganas de ir a bailar. Personalmente, sólo quería ir a casa y follarla contra el colchón, pero necesitábamos quedarnos. Mi chica tenía que volver a su primera noche de salida verdadera. Estaba a punto de seguirla a la pista de baile, cuando dijo—: Quiero bailar, demostrarle a todas tus conquistas pasadas que eres mío. —Con eso, perdí todo el control que había estado luchando tan duro por mantener. Golpeándola de nuevo contra mi pecho, agarré su culo y envolví esas largas piernas alrededor de mi cintura, exigiendo que lo dijera de nuevo. Con su cara sorprendida ahora iniciando una dulce sonrisa, dijo—: Tú eres mío ahora, sólo tú. La empujé contra la pared. El tiempo de espera había terminado. Bajando mi mano, saqué mi polla y comencé a guiarla entre sus piernas, a centímetros de finalmente poseer a mi chica por completo. Y fue entonces cuando un presumido gerente de mierda empezó a golpear la puerta, exigiendo que saliéramos. Estaba loco como un asesino y tan condenadamente desesperado por finalmente tomar a Mol que estaba casi ciego por la necesidad. Gruñendo con frustración, dejé caer mi cabeza sobre su hombro, y su olor me calmó, como siempre lo hacía. Molly rió ligeramente, estirándose para meter mi polla dura de nuevo en mis pantalones vaqueros, acariciándola coquetamente, y susurró—: Vamos, cariño. Tengamos nuestra verdadera cita. Encontrando algún maldito botón interno que no sabía que tenía, di instrucciones— : Ve por ahí y muéstrale a todos que estamos juntos. Te lo debes... a nosotros. Es hora de ser atrevida, cariño. Trae la maldita lluvia. Y lo hizo, nunca soltó mi mano, descartando a la perra rubia tonta de antes, y me llevó a la pista de baile, completamente orgullosa de estar en mi brazo. Nunca había estado tan malditamente feliz como cuando estaba viéndola relajarse y soltarse.

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Unas horas más tarde, Molly dejó de bailar, sus manos arrastrándose por mi torso, y me miró con una expresión extraña en su rostro. —¿Estás bien? —pregunté, ahuecando sus mejillas. Negó con la cabeza. El pánico creció una vez más, y pregunté—: ¿Por qué? ¿Qué pasa? —Quiero ir a casa. —¿Te sientes mal? ¿Pasa algo malo? —Sus ojos estaban vidriosos y estaba al rojo vivo al tacto. Me preocupaba que fuera fiebre; estaba actuando de manera extraña—. ¿Qué es? Dime —exigí, mi paciencia se estaba desvaneciendo rápidamente. Dio un suspiro tembloroso y respondió—: Quiero que me lleves a casa y a la cama. —Está bien, ¿estás cansada? Todavía es muy temprano. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y, frotándose contra mi entrepierna, se inclinó a mi oído. —Quiero que me lleves a la cama... entres a mi lado... y hagas el amor conmigo. Girándola alrededor y presionándola contra la pared, le pregunté—: ¿Hablas en serio? Sus ojos dorados se fijaron en los míos con determinación. —Totalmente. ¿Estaba borracha? Ella había tomado un montón de tequila. La cordura se abrió paso por un segundo, instándome a decir—: No quiero que hagas algo para lo que no estás lista. Has estado bebiendo. No quiero que te arrepientas de nosotros en la mañana. —No estoy tan borracha para que mis sentimientos no sean correctos. Te deseo, Romeo, nada de arrepentimientos. Gracias. Mierda. —Entonces ruégame —Ordené, todas mis inhibiciones desaparecieron. Ella me conocía; me entendía. No tenía que tener miedo de ser yo mismo. Podía ver lo que le había tirado. —Te dije que te tomaría sólo cuando me rogaras, cuando me desearas como a ningún otro. Si estás en ese punto, Mol, tienes que probármelo. Tienes que rogar. —Sus ojos se abrieron con lujuria. Esto éramos nosotros, cómo deberíamos ser, yo en control, ella cediendo a mis instrucciones. —Romeo Prince, quiero que me lleves a la cama, que me desnudes lentamente, y que me hagas completamente tuya. Por favor, Romeo, hazme el amor... esta noche. Exactamente quince minutos después, Molly estaba delante de mí en su habitación, sin aliento con anticipación, y sabía que después de esta noche, al tomar este último paso, nunca seríamos los mismos.

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—Camina hacia la cama y quítate las botas. —Girándose, Mol hizo exactamente lo que ordené, recompensándome con una vista de su culo lleno en su vestido negro ajustado mientras se inclinaba hacia abajo, quitándose las botas. —Da la vuelta y mírame. Cristo, ella era hermosa, encontrando mis ojos con el entusiasmo hambriento una pequeña sonrisa extendiéndose por sus labios. —Quítate el vestido… lentamente. Centímetro a centímetro, el vestido negro sin tirantes reveló un cuerpo tonificado y suave, bronceado, su ropa interior de encaje negro casi causándome tener un maldito ataque. Luego mi mirada se concentró en una minúscula escritura negra en la parte superior de su cadera izquierda. Un tatuaje? Tenía que tocarla; mis dedos estaban ansiosos por sentir esa piel sedosa de nuevo. Moviéndome a donde ella estaba, esperé a que encontrara mis ojos, y miro hacia arriba con timidez a través de las largas pestañas negras, su largo pelo marrón colgando bajo sobre sus pechos. Ella era jodidamente... solo... más… Cayendo de rodillas, froté lo largo del fino tatuaje y comenté—: ¿Un tatuaje, Shakespeare? Me sorprendes. Nunca me has dejado ver esto antes. —La vi tragar y su aliento comenzó a tartamudear, su ansiedad apoderándose. Agarrando su mano con fuerza para detener el pánico, leí: “Eres para mis pensamientos como el alimento a la vida, o como el dulce y condimentado rocío lo es para el suelo” y besé a lo largo de su suave piel. —¿Qué es esto, nena? ¿Por qué estas palabras toman un lugar preferente en este hermoso cuerpo? Envolviendo sus dedos en mi pelo largo, lágrimas llenando sus ojos, susurró—: Es William Shakespeare, de uno de sus sonetos de amor, el número setenta y cinco. Ella no me dijo nada más, sin importar lo duro que empujé, pero yo sabía que había un significado más profundo a esa historia. Después de desnudarla, Mol no podía abrir los ojos. No tenía idea de si era nervios o miedo. Ella era perfecta para mí, y no había absolutamente ninguna necesidad de vergüenza, y no era algo que yo tolerara, no de ella. Ella era demasiado perfecta para ser insegura.

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Agarrando su pelo, ordené—: Ábrelos. —Tenía que ver a esos grandes ojos dorados. Pero ella no podía. Tirando de su cabello aún más fuerte, le dije con firmeza—: Ábrelos. No te lo diré de nuevo. Lo hizo, y lo único que vi fue la desesperada necesidad brillando de vuelta a mí. Aplastando mis labios contra los de ella, tomé su pecho lleno en mi mano, pellizcando el pezón, jodidamente muriendo por los ruidos de arrastre de la garganta de mi chica. Recogiéndola, sin poder esperar más, la tiré en la cama y prácticamente arranque mi ropa hasta mis bóxer, mi palpitante polla ahora controlando por completo mi mente. Presioné mi piel a la suya, frotando, puliendo, y amando cada maldito minuto. Este sentimiento era tan diferente como nunca antes; lo era todo para mí. Mis manos estaban frenéticas mientras atiborré sus tetas, chupé sus pezones, y acaricie su coño mojado hasta que ella se arqueó fuera de la cama, gritando. Era demasiado. Necesitaba estar dentro de ella, profundamente dentro de ella, nunca había deseado nada más en toda mi vida. Mirando a Molly, en un momento de maldito amor puro apreté mi cabeza contra la suya. —Voy a tomarte ahora. Voy a mostrarte lo que significas para mí, lo mucho que te deseo, y demostrarte que eres mía. ¿Me entiendes, nena? —Te entiendo, Romeo. —ella respondió con esa dulce maldita sonrisa que reservaba sólo para mí. Mi sonrisa, mi chica... mi puta vida. De pie, desnudo, viendo como los ojos de Molly me acogieron, pasando sus manos sobre sus pechos, sus muslos contrayéndose necesitados. Moviéndome sobre ella una vez más, trabe su cabeza entre mis brazos y la bese lentamente, mi polla crispándose contra su calidez. Me puse de pie para obtener un condón cuando una pequeña mano se posó en mi brazo—. Romeo, que… —Condón. — Señalé mis jeans en el suelo. —Estoy tomando la píldora —dijo nerviosamente. Mierda. Ella me quería crudo, piel sobre piel. Ella quería que me viniera dentro de ella y hacerla completamente mía. —Nena… —Yo apenas podía hablar, sintiéndome a medio camino de locura, necesitando tener sus gemidos debajo de mí, arañando la piel de mi espalda, fuera de su mente con placer. Yo nunca lo había hecho sin condón antes, pero joder si esa locura no me encendió ante la idea de tomar mi chica de esa manera. —Por favor… —dijo con voz ronca, encontrando mis ojos—. Romeo —susurró—, solo te quiero a ti, sin nada en medio. Estaba hecho. En un segundo, ahogué a Molly con mi cuerpo, mi polla buscando su entrada.

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Casi temblando de nervios, me incliné y presioné un suave beso en sus labios carnosos. Aprovechando la distracción de nuestro beso, empujé hacia adelante, golpeando en su coño hasta la empuñadura, tirando mi cabeza hacia atrás, el cuello abultado con la cepa de ser envuelto dentro de su centro de apretado. Expulsando un largo gemido, Mol envolvió sus piernas alrededor de mi cintura, moviéndose mientras golpeé dentro de ella furiosamente, mordiendo, arañando, y silbando. —Romeo… Dios… no puedo soportarlo… es demasiado… —Sí, sí puedes, nena. Te encantará. Se trata de nosotros; así es como debemos estar siempre. — Sus ojos en blanco mientras cambié el ángulo de mis embestidas y di en el clavo que la hizo gemir, agarrando mi culo, y rastrillando la mierda de mi espalda. Ella todavía no estaba llegando. Yo quería más. Tomando de nuevo el control, salí, capturando la decepción sorprendida en su rostro. Sonriendo ante su frustración desesperada, le dije—: Ahora te voy a hacer gritar mi nombre. Golpeando hacia delante lo más duro posible, los dos gritamos ante la sensación y, cerrando los ojos, murmuré—: Joder, te sientes increíble. Mi respiración era dificultosa y me levante con mi mano libre, agarrando la cabecera de la cama. —Sujeta mis brazos. —Gruñí en su cuello. Molly hizo exactamente lo que le dije, y levante mi pecho, con todas mis fuerzas para aferrarme sobre el poste de la cabecera y empujar con más fuerza, los gritos satisfechos de Mol y la comprensión dura en mi bíceps llevándome más lejos. —Te gusta, ¿nena? ¿Te gusta así de duro? —Sí. Sí… —gritó mientras yo incliné mis caderas, mi pelvis trabajando ahora contra su clítoris, sus ojos dorados rodando hacia atrás, y su apretado coño apretando con tanta fuerza que parecía que partiría mi polla. Yo estaba cerca, pero también lo estaba Mol, y no había manera de que no iba a hacer que se viniera primero. Empujé con más fuerza, viendo que abría sus ojos y sus mejillas sonrojarse, ella estaba al borde. —Déjate ir, Mol. Déjate ir ahora — Ordené con los dientes apretados, la frágil madera de la cabecera casi dividiéndose bajo mis puños cerrados. Con un cambio definitivo de sus caderas, ella echó la cabeza hacia atrás, gritando mientras se corría largo y duro. Golpeando en ella más duro, incapaz de contener mis propios sonidos, sentí la sensación de placer, y luego cerré los ojos y gruñí dejando escapar un gemido, mi semen chorreando dentro de ella. Mis brazos temblaron la tensión, y dejé ir la cabecera, envolviendo mis brazos alrededor de mi chica, metiendo la cabeza en su pelo, meciéndome en ella poco a poco, nos movimos hacia abajo.

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Completamente saciado, me quedé mirando a mi chica por debajo de mí, susurrando—: Hola, Mol. Cegándome con una sonrisa, ella respondió —Hola, tú. Mientras esa cruda realidad se apoderó de mí, confesé—: Eres todo lo que pensé que nunca podría tener. Hacerte el amor, fue... sabes... más... No podía mirarla y, como un maldito cobarde, enterré mi cara en su cuello. Podría ser un culo posesivo, pero compartir mis sentimientos no era algo que encontré fácil. Quería que Molly supiera, sin embargo; ella merecía saber lo mucho que la adoraba. Besando mi cabeza y acariciando mi pelo, ella suspiró. —Romeo… fue… hermoso. Nos quedamos así un rato, hasta que fue necesario para mí moverme, y conforme yo salía de ella, ella se estremeció. —¿Te duele? —pregunté. —Un poco. Me hizo malditamente orgulloso que sentía donde yo apenas había estado, lo que acababa de hacer, y yo le dije que eso. Para lo que ella simplemente contestó—: Me alegra que estés contento contigo mismo. Después de limpiar, regresé a la cama, sonriendo a Mol mientras ella yacía esperando por mí en la cama. Deslizándome a su lado, la metí en mi pecho, peinando los nudos en su pelo con los dedos, su zumbido en respuesta. Nunca había tenido esto, este feliz después del estado de hacer el amor. Siempre había sido rápido, áspero y habría rodado, haciendo caso omiso de quien yo acababa de joder, o mejor aún, enviarlos a casa. Pero aquí tendido, feliz, con mi chica a mi lado... Mierda, era increíble. —Dime algo que nunca le hayas dicho a nadie. —dije en voz baja, volviéndome adicto a nuestro nuevo acercamiento y queriendo explorar más. Sentí el instante de pánico apoderarse de su respiración, así que rápidamente tomé una mano, sintiéndola relajarse. —¿Cómo qué? —pregunto nerviosamente. —Lo que sea. Solo algo que nadie más sepa. Algún profundo secreto o miedo que tengas. Alzando su cabeza, se encontró con mis ojos y los suyos estaban llenos de agua. Le apreté la mano en apoyo mientras susurraba—: Me siento tan sola a veces, literalmente pienso que me matará. Yo estaba seguro de que mi corazón dejó de latir. Podía manejar mi propia mierda, pero escucharla sonar tan rota, tan decaída, casi me mata. Ella nunca tomó sus ojos de los míos, sonriendo una sonrisa llorosa. En un instante, la tuve entre mis brazos, besando en todas partes posibles, cada centímetro de piel. Se sentía sola. Todo el estudio, la soledad, era una defensa... justo como yo con mi fútbol.

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—Molly, nena, estás rompiendo mi maldito corazón —dije con fuerza, preguntándome cómo diablos un tipo insensible como yo pudiera quitarle su dolor. —Es verdad y nunca se lo he dicho a nadie hasta justo ahora… hasta ti. Para mí, ha sido la cosa más difícil. Es increíble cuan alto el sonido del silencio puede estar gritándote sin descanso, recordándote que estás completamente sola en el mundo. —¿Puedo decirte algo? —dije con voz casi inaudible, como si mi boca se abrió por sí misma y una parte de mi alma luchaba por liberarse. Preparándome en anticipación, su aliento se atrapó mientras confesé—: Estoy desesperadamente solo, también. Alivio y comprensión brilló en su rostro y mi chica se desplomo en mis brazos, las compuertas estallando libres y los años de angustia reprimida haciéndola casi inconsolable. No sabía si era el sonido de su ruptura o el verla tan cruda, pero ella me obligó a enfrentarme a mis propios demonios, y dejé que mi propia tristeza se filtrara por primera vez en años. Sosteniendo a Molly apretada, dije—: No tenemos que seguir sintiéndonos solos, nena. Te tengo y tú a mí. Cambiando hacia atrás, ella se secó los ojos, riendo—: Esto es una locura, Romeo. Hace tan poco que nos conocemos, sin embargo, me siento como si te conociera por toda la vida. Puede que haya sido un mal momento para bromear, pero sonriendo dije—: Somos unos desaventurados, Shakespeare. Fatídicos amantes desaventurados. Tenemos toda una vida para llegar a conocernos, a diferencia de nuestros homónimos. —Dejando caer el humor, la intención impulsada tomando su lugar, aseguré—: Me aseguraré de que tengamos nuestro “felices para siempre”. Se acomodó en mi pecho, su respiración tarde fuera, cuando le pregunté—: Esa cita en tu cadera, háblame sobre ella. Mi petición le causó dolor, eso estaba claro, así que sosteniendo su mano dije—: Te tengo, nena. Tomando un aliento, dijo—: Mi… Mi padre la citó en su nota de suicidio. Solía decírmela a la hora de dormir cada noche y quería algo para recordarlo, solo para no olvidarlo nunca. Dios. El dolor, la confusión era todavía espesa en su voz. No lo había superado. No, en absoluto, ni siquiera un poco. —¿Es de memoria? Y luego explicó la nota, la nota suicida de su padre, sus últimas palabras a su única hija, y que él solía citar ese soneto a ella todas las noches. Estaba tan fuera de mi profundidad. Yo era un atleta con problemas de ira, no tenía ni idea de cómo manejar el tema del suicidio.

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—¿Te gustaría leerla? —ofreció esperanzada. —¿Por qué? —shock y nervios me inmovilizaron. —Porque nadie más aparte de mi abuela y yo lo ha hecho. Me gustaría compartirlo contigo. Siento que quiero dejarte entrar más y más cada día. Puede ayudarte a entender algunas cosas… sobre mí. De mala gana estuve de acuerdo. Si es significaba conocer más acerca de mi chica, sería una locura no hacerlo. Se levantó de la cama, completamente desnuda, y yo observe mientras su culo redondo se tambaleó hacia el armario, llegando hasta tomar una caja, y casi gemí de dolor. Cristo, mi mujer era caliente. Echando un vistazo por encima del hombro, ella se echó a reír. —Eres incorregible. Lo era y yo no podía esperar para estar muy dentro de ella una vez más. —Solo para que lo sepas. Voy a tomarte de nuevo esta noche. Adicto, a Shakespeare. Soy jodidamente adicto. Sonrojándose, llegó a la cama, inclinándose hacia abajo, y presionó un beso en mis labios antes de entregarme una carta vieja envuelta en un plástico. Comencé a leer, completamente absorto en las palabras de despedida del papá de Molly.

163 Mi pequeña Molly-pops, esta es la carta más difícil que he tenido que escribir nunca. Primeramente, quiero que sepas que te he amado más de lo que cualquier papá ha amado a su pequeña niña desde el inicio del tiempo. Eres la luz de mis ojos y la mejor cosa que he hecho en toda mi vida. Sé que esto es demasiado para que lo entiendas ahora, pero lo harás, con el tiempo. Quiero explicarte por qué te he dejado y quiero que sepas que no es a causa de que hayas hecho nada malo. He amado muchas personas en mi vida, pero la manera en que amé a tu madre iba más allá de cualquier cosa que pueda explicar. El día que naciste fue el más triste y el más feliz día de mi vida. El más feliz porque te tuve a ti, pero el más triste al perder a la otra mitad de mi alma. Estaba destrozado, Molly, y nadie salvo Dios podía arreglarme. Un día, mi dulce niña, algún hombre afortunado vendrá y te ayudará a entender el significado del amor. Te enamorará y te mostrará lo que es colocar tu corazón al cuidado de alguien más y voluntariamente le ofrecerás el regalo de tu alma, y él te tendrá completamente. Asegúrate que merezca el tesoro de tu corazón y haz todo lo que puedas para proteger lo que tienen juntos.

En el futuro, cuando seas mayor y más sabia, podrás mirar atrás, a mi partida y tener preguntas, inseguridades, y culparme por abandonarte a tan joven edad, y para eso no puedo ofrecer nada que te de paz. Las personas pueden decirte que fui egoísta por dejarte atrás, pero creo que es más egoísta dejarte vivir con medio padre. Desde que tu mami murió, he vivido una vida triste y solitaria, tú y la abuela erais la única luz en mi oscuridad. Quiero que sepas que estoy en paz ahora y en el lugar más feliz que puedo imaginar, en los brazos de tu mami para toda la eternidad. Vive la vida al máximo, mi querida niña, y un día, cuando Dios lo desee, estaré esperando para verte otra vez en las puertas del paraíso, para que una vez más saltes a mis brazos abiertos para girarte alrededor, decirte cuan bonita eres, y presentarte a tu madre… que se parece tanto a ti. “Eres para mis pensamientos como el alimento a la vida, o como el dulce y condimentado rocío lo es para la tierra”. William Shakespeare. Te amo. No me moví durante mucho tiempo, leyendo sus palabras de amor y de dolor una y otra vez, de repente dándome cuenta que Mol había dejado mi lado. Colocando la carta sobre la mesa de noche, me asomé al balcón. Estaba envuelta en su bata negra, mirando fijamente hacia la noche. Ella era tan condenadamente fuerte. Ella vino a través como este pequeño cerebrito tímido, pero cógeme, la mierda que había sobrevivido. Se merecía una maldita medalla. Ella era increíble y yo la amaba más allá de las palabras. ¡Santo Dios! La amaba... Yo estaba locamente enamorado de Molly... Caminando hacia el balcón, cepillé el pelo largo de Molly sobre su hombro y apreté un beso en la nuca de su cuello. Envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, le di la vuelta para mirarme. Sus ojos inmediatamente buscaron los míos, vigilando y asustados, pero lo único que quería hacer era besarla, hacer el amor con ella, mostrarle que era mía y no iba a nunca dejar su lado. Me gustaría ser diferente de todos los demás que había tenido en su vida. Como si no pesara más que una pluma, la recogí, caminando a su mesa en la terraza, mirándola tragar nerviosamente cuando la coloqué abajo y desaté su bata. No me había molestado en vestirme, ya que habíamos hecho el amor, y alisando una mano por su suave muslo, lo sostuve en mi cintura y empujé hacia ella sin decir una palabra. Sin separarme de su mirada mientras me preparaba sobre ella, empujando en ella lentamente. Puse besos por toda su cara y cuello, alisando el pelo húmedo de su cara, junto con las lágrimas ligeras que derramó mientras más nos acercábamos a liberarnos. Sus ojos se abrieron y pude sentir que estaba cerca, así que, presionando mi frente con la suya con

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una estocada final, se rompió aparte, sosteniendo mi cara entre sus manos y me llevó con ella. La besé lentamente mientras me vine, y, sin aliento, encontré su mirada, pasando mi dedo por su mejilla. —Gracias por mostrarme la carta, nena. Gracias por confiarme con conocer tu pasado. Ella lanzó un suspiro, casi como si hubiera estado conteniéndolo todo este tiempo, y sonrió con alivio. —Llévame a la cama, Romeo. Hice lo que me pidió, donde inmediatamente se quedó dormida, dejándome reviviendo nuestra noche una y otra vez con incredulidad hasta que yo también me quedé dormido.

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Llamé a la puerta de la oficina de papá, con el cuerpo tenso y preparándome para otra pelea. No había respondido a ninguno de sus mensajes, correos electrónicos o mensajes de voz por las últimas semanas, no me había atrevido. Quería mantener a Molly segura. Como lo predicho, mi mamá no había estado en contacto desde nuestro enfrentamiento en su guerrilla estilo almuerzo en Lorenzo. Infierno, la única maldita razón por la que estaba aquí hoy en esta maldita casa de los horrores era porque mi papá prácticamente me había rogado... Bueno, eso y la curiosidad morbosa habían triunfado. Él nunca había hablado conmigo de tal manera antes, tan amable, tan sincero, y necesitaba saber por qué había tenido un cambio de actitud. Recé para que se debiera a que por fin vio la razón sobre esta mierda del matrimonio. Diablos, habría caminado hasta el final de la tierra para ver esa mierda enterrada.

—¡Adelante! —Joseph Prince gritó desde su centro de poder. Respirando hondo, abrí la puerta para mirar a mi papá sentado detrás de su gran escritorio de caoba, viéndose todo tipo de extraño mientras trataba de levantar una sonrisa hacia mí. De hecho, revisé a mí alrededor para ver si alguien estaba detrás de mí, pero la costa estaba despejada, esa sonrisa dolorosa de mirar iba dirigida a mí.

—Rome, por favor, siéntate. —Mi padre hizo un gesto hacia el asiento en su escritorio. Durante un tiempo, fueron segundos, pero se sentía como minutos, sólo lo miré fijamente, sin saber de sus intenciones. Estaba tranquilo, templado; esta era el rostro que el resto del mundo veía, no la de extrema disciplina que siempre había sabido que es.

—Rome, siéntate. Creo que tenemos que hablar. —Moviéndome lentamente, casi en un estado de ensueño, caminé hacia adelante y me senté. Inquietándome en mi asiento, miré alrededor de la habitación, tratando de encontrar algún sentido de razón de por qué en el infierno estaba aquí. Mi padre se movió y centré toda mi atención en él, viéndolo considerarme con recelo y colocando sus manos juntas. Frotando mi cabeza, pregunté en voz baja—: Papá, ¿De qué va todo esto?

—Yo... —Él tomó un respiro y continúo—. Yo... —Con un suspiro de frustración, apoyó las palmas de sus manos sobre la mesa—. Tu mamá me dijo lo que pasó hace un par de semanas y realmente me hizo pensar acerca de las cosas. Mi corazón empezó a latir con fuerza en mi pecho. Su tono de voz, todo su comportamiento, estaba apagado y poniéndome nervioso.

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—Me estoy haciendo mayor y tu silencio hacia mí en los últimos tiempos me ha dado tiempo para poner las cosas en perspectiva, de cómo he sido contigo y como es comprensible que te sintieras arrinconado a continuar el negocio familiar. Agarrando los brazos de la silla, el calor de la ira comenzando a extenderse en mis músculos, dije—: Esto es una broma, ¿Verdad? ¿Otra estratagema jodida para conseguir que haga tu voluntad? Mi padre se echó hacia atrás, pareciendo ofendido. No podría decir si su reacción era genuina o falsa.

—No, Rome, estabas destinado a ser una rama de olivo. ¿Rama de olivo? Me sentí como volcando la mesa y gritando: ¿Rama de olivo? Me has menospreciado toda mi vida, golpeado. Mamá me ignoró, nunca realmente me aceptó. ¿Por qué ahora? ¿Por qué cambiar ahora cuando todo lo que han hecho durante los últimos meses fue acosarme para que me case con Shelly? Pero no lo hice. Sólo lo miré fijamente, completamente sorprendido, incapaz de moverme. Eso fue hasta que dijo—: Tu mamá me dijo acerca de tu novia, la chica británica que has estado viendo. —Y la imperiosa necesidad de proteger a Molly echó raíces, mis músculos recordando cómo funcionar. Bruscamente inclinándome hacia adelante, le advertí—: Déjala fuera de la mierda de cualquier cosa pasando entre nosotros. No necesita estar involucrada en nuestra mierda. Las encanecidas cejas marrones se elevaron y levantó sus manos en señal de rendición.

—Relájate, no es lo que piensas. —¿No lo es? —susurré, la sospecha arrastrándose en mi cerebro. —Tu mamá y yo hemos estado hablando, y queremos conocerla, ver de qué se trata todo el alboroto. Tratar de ser más... complacientes contigo. Estaba seguro que había entrado en la jodida Dimensión Desconocida. ¿Mis padres querían conocer a Mol... por mí?

—Tonterías —contesté en respuesta, convencido que esto era sólo una estafa muy elaborada.

—No es… —¿Por qué mamá querría conocerla? Me dijo que nos iba a arruinar, a destruir a Mol. ¿Por qué ahora, por qué interesarse ahora? —le interrumpí. Aclarándose la garganta, mi padre acordó—: Lo admito, tu mamá tomó un cierto convencimiento, pero yo quiero conocerla. Llévala a casa mañana para la cena. Una fría resolución se asentó en mi estómago.

—Demonios, no.

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Los músculos del rostro de papá comenzaron a temblar. Sabía que estaba a punto de estallar. Me senté allí esperando... pero su ira nunca llegó. Él estaba jodiendo masivamente con mi mente.

—Mira, Rome, entiendo por qué no quieres cenar aquí con nosotros. Estoy empezando a ver que no hemos hecho lo correcto contigo. Y entiendo por qué traer a tu damita puede estar causándote cierta agitación, pero estoy haciendo contacto... Eres mi único hijo, mi único niño. —Yo... yo... —balbuceé, sin saber qué decir. Papá notó mi confusión y continuó.

—He estado demasiado atrapado en los negocios, en hacer de Prince Oil el mejor que pueda ser, pero haciendo esto te he descuidado. No me he tomado el tiempo para conocerte, para comprender realmente quién eres. Quiero que eso cambie, empezando por la oportunidad de conocer a tu novia. ¿Tu primera novia oficial, si no me equivoco? — Esperó mi respuesta, así que le di una breve inclinación de cabeza. Una calidez poco familiar ahogó mi pecho y no sabía cómo hacerle frente. Emociones en conflicto se batieron en duelo en mi mente. Había querido durante tanto tiempo que mi papá me quisiera. Él me llamó su hijo... con cariño. La mitad de mí sólo podía pensar en lo increíble que eso se sentía, pero la otra mitad me gritó para no creerle. Por supuesto que nunca había intentado esta táctica antes, de ser normal, paternal, pero no sería la primera vez que había sido atraído al fuego por sus promesas, sólo para ser quemado cuando tomé el riesgo y salté dentro del horno. Suspirando fuertemente, mi padre dijo—: Ve a casa, pregúntale a tu chica, y déjame saber lo más pronto posible, pero no me hagas esperar demasiado. Si quieres construir puentes, tienes que estar de acuerdo en esto como un primer paso. Tienes que encontrarme a mitad de camino, pero no voy a esperar para siempre.

—Mamá la tratará mal. No toleraré eso —remarqué, mi voz un poco más tranquila, con la mente en realidad considerando lo que él había ofrecido. —Hablaré con ella. No dirá nada —aseguró. Me quedé en silencio, incapaz de mirar a cualquier lugar, excepto, sin ver, a mis manos en mi regazo. —Rome. Sé que no tienes una relación cercana con tu mamá. Ella nunca ha sido capaz de superar lo que hice. Pero tú eres mío, sangre de mi sangre, y tengo mucha penitencia para cubrir el camino que he hecho mal. —Recostándose en su silla, concluyó— : Soy un hombre físico e intolerante, y toda esta charla del matrimonio en los últimos tiempos me ha empujado al borde. Vamos a empezar de nuevo... Es decir, si quieres ser parte de nuestras vidas. Abruptamente parándome de mi asiento, sin saber cómo coño digerir toda esta mierda viniendo en mi camino, dije—: Voy a hablar con Mol y les haré saber. No esperé por su respuesta, pero a mitad de camino hacia la puerta, miré hacia atrás y le pregunté—: ¿Qué pasa con Shel y el Sr. Blair? ¿Qué vas a decirles?

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Una sonrisa se extendió en sus labios, una que no podía leer. La duda inundó mi mente una vez más. —Yo me encargo de ellos. No te preocupes —me despidió, antes de decir—: Una vez más, no me hagas esperar demasiado. Sin decir una palabra, me dirigí a la entrada principal, atrapando un vistazo de mi mamá en la sala, su bebida habitual en la mano, mirando por los ventanales... y todo antes de las dos de la tarde. Ni siquiera me molesté en parar y decir hola. Mi padre pudo haber estado tratando de salvar los restos que quedaban de nuestra relación, pero no había amor perdido de parte de mamá. Conduje furiosamente por la autopista, tratando de descifrar si era o no un engaño. Nunca quise a Molly atada en la guerra constante entre mis padres y yo, pero ¿Y si esto era real? Todo lo que había querido era que mis padres me quisieran, y si ésta era mi única oportunidad, ¿Debería tomarla? Todo era probablemente un montón de mierda, ¿No? Una convincente artimaña inquietante y para algún otro plan... Argh, ¡MIERDA! ¡Simplemente no lo sabía! No sabía si debía correr el riesgo. Mi papá estaba jugando con mis emociones. Él siempre supo que luchaba por su aprobación; sólo no estaba seguro de si realmente quería empezar de nuevo o si él estaba siendo realmente jodido y usando esas emociones en mi contra. Mi mente era un torbellino y sólo había una persona para calmarme, para asentarme. Necesitaba ver a mi chica.

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Tomé una última mirada de mí en el espejo, pantalones negros y una camisa blanca. Me veía como un idiota total. Alcancé mi cartera y las llaves y salí de mi dormitorio. Austin estaba en la sala de televisión, atrapé su mirada al pasar. —¿Vas a salir? — Gritó hacia mí. Deteniéndome en la puerta principal, con mis brazos sosteniendo demasiado fuerte el marco de madera, suspiré, —Sí. —Mirando hacia atrás a mi mejor amigo, le pregunté— . Diablos, hombre, ¿estoy haciendo lo correcto? Carillo se inclinó hacia delante y se encogió de hombros. —Te lo dije anoche, mi instinto sería decirte que no fueras, pero la gente puede cambiar, Rome. No sé qué decirte. Tal vez tu papá ha tenido alguna epifanía divina o alguna mierda, ya sabes, ¿ha visto la luz? —El hijo de puta simplemente se rió de eso. No pude evitar sonreír con él, a pesar de mi estado de ánimo nervioso—. Una cosa es segura. Lo descubrirás muy pronto —dijo, con el rostro repentinamente serio. Asintiendo, golpeé el marco de la puerta dos veces. —Estoy fuera. —Buena suerte, hombre. Metiéndome en mi camioneta, traté de mantener la calma. Algo en mi interior me decía que esto estaba mal, pero infierno, Mol había sido tan condenadamente insistente. Sabía que ella quería que arregle los problemas con mis padres. Ella no tenía familia y no quería que la misma situación para mí. Pero no le había dicho mucho sobre mi pasado, la relación que tuve con mis padres. Ella sabía que a veces me golpearon, sobre todo en mi pasado, menospreciándome, me obligaron a poner mi deber por encima de mis sueños, pero ella no sabía la magnitud del abuso que había sufrido a manos de ellos, no sabía por qué había sido tratado con tanta crueldad. No pude obligarme a decírselo. No se lo había dicho nunca a nadie... estaba avergonzado. Deteniéndome en frente de su casa de hermandad, casi cancelo todo. Casi lo hice varias veces, pero las palabras de Mol de ayer todavía se reproducían en mi mente.

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Tan pronto como me fui de casa de mis padres, me dirigí directamente a la casa de la hermandad de Mol y escalé el balcón donde ella se sentó rodeada de su computadora portátil y todos sus libros. —Todavía trabajando duro, veo —dije mientras terminé de besar a mi chica a modo de saludo. —Sí. A la Profesora Ross se le dijo esta mañana que tenemos un horario de cuando tenemos que presentar el documento en Oxford, estamos dentro en unos meses. —Su sonrisa emocionada era enorme. Frunciendo el ceño, me senté derecho en la silla que había ocupado. —¿Vas a Inglaterra en un par de meses? ¿Desde cuándo? —Desde siempre... —Mol explicó que tenía que ir a hacer la presentación en la Universidad de Oxford para ayudarla a asegurar un programa de doctorado, pero yo realmente no quería que se fuera. Sin embargo, ella prometió estar de vuelta para los partidos del campeonato, por lo que sólo tendría que aguantarlo cuando llegara el momento. Era una cosa desgraciada más para estropear mi día. Mi chica se acercó a mí, viendo la caída de mi estado de ánimo, y se sentó en mi regazo. —¿Qué pasa? Suspirando, le contesté—: Adivina. —¿Padres? —Bingo. —¿Ahora qué? —Noté la preocupación en su voz. —Quieren conocerte. Nos han invitado a cenar mañana por la noche. Están aumentando el nivel de sus tácticas. De hecho, ella se echó hacia atrás impresionada. —¿En serio? Nunca pensé que querrían conocerme... nunca. —Yo tampoco. —Su impresión decayó ante ese comentario y el dolor tomó su lugar. Acercándola más, le dije—: Oye, no quise herir tus sentimientos, pero no son felices por nosotros, Mol. Ellos no lo han hecho ningún secreto. —Lo sé. Sólo apesta. —Estoy diciéndoles que no —dije, finalmente decidiéndome. Mol era demasiado importante para mí para ponerla en peligro. Incorporándose y con determinación en su rostro, dijo—: No. A la mierda, vamos. Muéstrales lo buenos que somos juntos. Al vernos, podría ayudarles a entender.

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—Ellos no van a entender y no los tendré atacándote. He lidiado con esto durante años; no estoy viéndote tomar el mismo tratamiento. Has visto a mi papá en acción. No tolera la desobediencia. Mi mamá es vengativa y cruel. ¿Por qué quieres conocer oficialmente a gente como esa? Sonriendo ante mí, su fuerza interior brillando, presionó. —Quiero cerrar la brecha por tu bien.

Y después de mucha más persuasión, y de un par de horas enterrado en sus profundidades suaves, habíamos aceptado la invitación y ahora mismo, en esta camioneta, lo único que podía pensar era que lo había jodido completamente. No me había dado cuenta del tiempo que estuve sentado en mi camioneta, simplemente mirando por la ventana, cuando la puerta principal de la casa de la hermandad se abrió y Molly salió, inmediatamente robándome el maldito aliento. Abriendo la puerta de la camioneta, me bajé y cuando estaba a unos pasos de distancia, extendí mi mano y tiré de ella en mis brazos. —Nena... —dije con voz ronca, mi ansiedad mostrándose en mi voz. Envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura, se aferró a mí. —Hola, Rome. ¿Estás bien? Retrocediendo, apreté mis labios a los de ella y asentí. —Sí, no, tal vez. No lo sé... Arrugando su nariz juguetonamente, ella inclinó la cabeza, preguntando. —¿Mm? Te ves un poco incómodo. Por otra parte, nunca te he visto en otra cosa que no sea una camiseta, jeans y esas malditas botas vaqueras que nunca te sacas, a menos que sea para ponerte los zapatos de fútbol. ¿Es el hecho de que estás trajeado y atascado en tu mejor ropa de domingo lo que te ha hecho fruncir el ceño y estar fuera de mi hermandad como un acosador espeluznante? Incapaz de contener la risa, puse mi brazo alrededor de sus hombros y la llevé a la camioneta. —Entra, sexy, antes que cierre esa boca tuya por ti. —Levantándola a lo alto de la cabina, no me pude resistir de bordear mi mano por su pierna desnuda y pasar los dedos a lo largo de los pliegues de sus bragas. Gritando al toque, ella frunció el ceño cuando ella se abrochó el cinturón. Dios, amaba a esta chica tan condenadamente mucho. Mientras la miraba, sentí la familiar sensación de temor que me estaba acosando desde que acepté esta puta invitación. No podía perderla. Yo no negociaría en eso, y no importa tras lo que mis padres estén, tendrían que aprender eso también.

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Saltando en el asiento del conductor y poniéndonos en camino, miré hacia Mol, que estaba jugando con la radio, asintiendo con la cabeza junto a Blake Shelton diciéndole al mundo que podían besar su culo de campo, cantando cada línea; su acento Inglés fuera de lugar sonando completamente incorrecto en contra del acento del sur de Oklahoma. Resoplando por la nariz, negué con la cabeza, ganando el ceño fruncido de la aspirante a Dolly Parton8 a mi lado. —¿Qué? —preguntó ella, con los ojos entrecerrados. —Nada. Tú sólo te ves toda hermosa esta noche y estoy teniendo realmente un tiempo difícil enfocándome en el camino. —Era cierto, tal vez no lo que estaba pensando en ese momento, pero ella no me apreciaría callándola por su terrible canto. Pasó las manos por su vestido, ya no cantando, y comenzó a inquietar su labio. —Es tan nada yo. Ally me vistió como una maldita muñeca Barbie en todas estas cosas de diseñador para hacerme ver apropiada para tus padres sofisticados, parece que estoy tratando demasiado duro. Van a ver a través de mí. —Ella dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza—. Creo que estoy preocupada de que me van a odiar. —Sacudiendo sus ojos hacia mí, nerviosa, agregó—. Bueno, odiarme más de lo que ya lo hacen. Esa sola frase simplemente cortó mi corazón. Estaba tan jodidamente claro que no quería ir esta noche, y se hizo más que evidente que estaba haciendo todo esto por mí, sacrificando su orgullo por mí. Nunca me había sentido más como un imbécil egoísta. Por los siguientes quince minutos, no hablamos. No podía. Sintiendo el extraño giro en mi estado de ánimo, Mol se deslizó hacia mí, presionándose cerca, su pierna enganchada sobre la mía. Una ola de proteccionismo me arrasó y le di instrucciones. —Quiero que me escuches, ¿de acuerdo? —Teníamos que estar preparados, hacer un plan en caso que esta llamada "rama de olivo" fuera un enorme montón de mierda. Sentándose derecha, esos ojos marrón dorado me miraron fijamente. —Ellos probablemente se metan con todo lo que puedan de esta noche, viciosamente. Digan lo que digan, no dejes que te afecte. Yo te protegeré. Si necesitas salir en cualquier momento, por cualquier razón, nos vamos, sin ningún pero. Prométeme que no los dejarás hacerte daño. Tragó saliva y susurró. —Lo prometo. Agarrando su muslo, utilizando el contacto de piel-a-piel para ganar fuerza, dije—: Entonces, ¿por qué tengo la sensación de que estoy a punto de perderte?

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Dolly Rebecca Parton es una cantante, compositora, actriz, productora, escritora, filántropa y empresaria estadounidense.

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Sin perder un latido, mi chica me hizo detenerme, y no antes de que yo hubiera aparcado a la orilla de la grava, ella se colocó a horcajadas sobre mi regazo y dijo severamente. —No me vas a perder. Quería creerle tan desesperadamente. Pero si todo esto era una trampa, si mis padres de alguna manera llegaban a ella, se desharía de mí en la primera oportunidad que tuviera. ¿Por qué iba a quedarse? El pánico creció en ese pensamiento. Mirando su vació en los ojos, traté de decirle lo mucho que la amaba, pero la ansiedad me estaba haciendo perder todo el sentido. —No puedo, Mol. Significas mucho para mí. ¿Sabes eso? ¿Te das cuenta de cómo me siento por ti? ¿Lo mucho que te necesito? Porque yo sí. Sé que no digo mucho acerca de mis sentimientos, pero... pero... yo... y... —Te quiero. Jodidamente, te amo... Pero las palabras no salían, atrapadas en mi garganta, junto con un miedo intenso. —Shh... No es necesario hacer esto. Romeo, tú me has dado una razón para ser feliz. No he estado bien desde hace mucho tiempo. Tú me has traído de vuelta a la vida. ¿Lo sabías? Calmado ligeramente, le confié—: No son buena gente, nena. Sé que no me crees, pero no hay manera de que esta noche se trate de ninguna otra cosa que afirmar su poder sobre mí. Siempre se trata de eso. —Apoyé la cabeza en su cuello—. Ellos nunca van a dejarme ir, nunca va a dejarme sólo ser feliz contigo. Van a hacer algo; siempre hacen algo para arruinar mi vida. Eso era cierto. La retrospectiva me enseñó que ellos nunca han hecho, y me refiero a nunca, hecho otra cosa que hacer mi vida un infierno. Esta noche tenía que ser una mentira de mierda; tenía que ser una trampa. Rápidamente me pregunté qué era más importante, ¿reparar una relación jodida con mis viejos o estar bien con mi chica? No hubo competencia. —Nos vamos a casa. No vamos a hacer esta mierda —dije, moviendo a Molly de mi regazo. —Sí, lo estamos —insistió, la negativa grabada en cada uno de sus músculos. Sabía que eso era mi chica poniendo su pie en el suelo y sabía que no iba a cambiar de opinión. Mierda. En realidad vamos a hacer esto.

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DOS HORAS MÁS TARDE... Rabia al rojo vivo. Eso es todo lo que sentía, lo único que me conducía, lo que me mantiene en marcha, no el oxígeno o la sangre, simplemente el hervir de rabia candente. Mi pie presionó el acelerador y conduje como un profesional de la NASCAR, me dirigía a la cabaña. No haría todo el camino a casa. Centrándome en el camino, tuve que ahogar el sonido de Molly gimiendo junto a mí, o iba a volver. Por primera vez en mi vida, yo sabía que no sería capaz de detenerme... Los habría matado, jodidamente matarlos por lo que habían hecho. Todo el mundo tenía un punto de ruptura… acababa de conocer el mío en la última hora. La grava crujía bajo el peso de la camioneta, los neumáticos brincaban de izquierda a derecha cuando luché con el volante por el control por la vieja calzada llena de baches. —Romeo... —Molly susurró desde mi lado y yo no podía mirarla, no podía ver la expresión que acompañaría esa voz desesperada y afligida. —Ahora no. ¡Dios! Sólo... cállate... —le espeté, haciendo una mueca por lo que debía de estar pensando de mí. Un grito de dolor surgió de su garganta y acurrucó su cuerpo lejos de mí, el clip de cristal de su cabello cayó al suelo. Yo tenía razón al sospechar de las intenciones y la invitación de mis padres para conocer a mi chica. Los malditos buitres nos habían rodeado, nos atrajeron dentro, y luego se abalanzaron. Diablos, no se nos abalanzaron —nos desgarraron hasta que no quedó nada—, triturando nuestra dignidad y pisando fuerte sobre todo el corazón ya roto de mi chica. Al ver la cabaña, prácticamente salté de la camioneta, mientras que todavía se movía. El reducido espacio de los asientos, demasiado pequeño, jodidamente asfixiándome por la claustrofobia. Irrumpí a través de la cabaña, en el lugar de salvación de mi infancia, empecé a patear y arremeter contra cualquier cosa a la vista, pensando en cada detalle de esta noche... —Madre. Siempre es un placer —le dije mientras abría la puerta y de inmediato comenzó con el hecho de que llegamos tarde. —Es una pena que no se pueda decir lo mismo para ti —mordió de regreso.

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Agarrando una vieja lámpara, me levanté del suelo y la lancé contra la pared, disfrutando del sonido de la misma rompiéndose en mil pedazos. —Nos mantuviste esperando sobre nuestra invitación para la cena de esta noche, muchacho. ¡No es aceptable! —Mi papá había gruñido en el minuto que nos vio. Yo no podía creerlo. ¿Dónde estaba el hombre que me estaba diciendo que quería construir puentes? ¿Dónde estaba la puta rama de olivo? Su sonrisa ante mi shock obvio, lo dijo todo. Había planeado todo para hacerme quedar como un tonto; me había mentido ayer en su despacho. Iban a romper a Molly en pedazos justo en frente de mí. Iban a hacer que me dejara. La mesita estaba al lado, y agarrando una de las patas delgadas y frágiles, la levanté y la estrellé contra el suelo. —Por lo tanto, Molly, ¿supongo que eres consciente de los planes de Romeo después de la universidad? —Mi mamá preguntó a Molly mientras estábamos sentados en el sofá, mi papá mirándome, sonriendo en su victoria cuando mis ojos se encontraron con los suyos. —¿Con el fútbol? —había preguntado Molly, tirando de mi atención de nuevo sobre mi mamá. La risa de mis padres se hizo eco alrededor de la enorme sala. —¡Absolutamente no! Estamos hablando de su deber de hacerse cargo del negocio familiar —dijo mi padre, acercándose desde su lugar contra el fuego. —Papá —amenacé, mi voz baja y áspera. Los ojos de Molly se movían asustados alrededor de los tres, su mano agarrando la mía tan apretada que casi cortaba la circulación en mis dedos. —Ella necesita saber, Rome —mi papá se encendió—. Ella necesita saber que no vas a tener tiempo para continuar con tu estilo de vida de jugador. —Molly se quedó inmóvil. —¡Déjenlo! —grité—. No voy a hacer esto con ustedes esta noche. Mientras estaba en la cabaña tranquila, traté de ponerme en los zapatos de mis padres. ¿Había sido tan gran desilusión en los últimos años? ¿Lo suficiente como para merecer semejante crueldad descarada? Y Mol, el único delito de Molly era el estar conmigo —la primera persona que realmente iba a mantener— y estaban tratando de arrancarla de mí. El infierno, por lo que sabía, podría haber decidido que ya tenía suficiente. No se molestó en venir aquí detrás de mí. Por otra parte, probablemente estaba asustada fuera de su mente. Estaba actuando como loco. Expulsé un fuerte grito que había estado construyéndose en mi garganta, golpeé contra la pared y comencé a golpear una y otra y otra vez a lo que había pasado después... Entonces, de repente, estaba Shelly, caminando adentro como si fuera la dueña del lugar, besando a mi mamá y siendo tratada como la hija que nunca habían tenido, infiernos, como al hijo que nunca había tenido. El gran plan finalmente era revelado. Querían hacer que Mol entendiera que era Shelly lo que querían, y al igual que papá y mamá siempre decían, ¡siempre consiguen lo que quieren!

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Volé hacia mis padres y espeté—: ¿Cómo te atreves a hacernos esto? —Shelly es de la familia y Molly necesitaba estar informada de algunas cosas que pueden afectar su pequeña... relación —dijo mi padre en su tono condescendiente habitual. —¡No empieces con esta mierda otra vez, y mientras estás en ello, trata a Molly con algo de puto respeto! Y luego el hijo de puta se inclinó, ridiculizando a mi chica. —Su Majestad, ¿cómo está la reina? Mis manos comenzaron a temblar de furia. Molly estaba malditamente silenciosa a mi lado, con los ojos de oro enormes de miedo. —Nos invitaste aquí para la cena, a tu encuentro, ¿por qué? ¿Era todo mentira? ¿Era tu plan para rasgarla en el momento en que caminara por la maldita puerta? Mi padre miró a Molly como si fuera un pedazo de mierda en la suela del zapato. — ¿Por qué diablos íbamos a querer conocer a una puta caza-fortunas, y mucho menos entretenerla durante la cena? Probablemente se esfuerza para usar incluso los cubiertos de tan pobre que es. Shel nos ha dicho mucho acerca de tu novia. Y luego puso el último clavo en el ataúd. —Esta noche era una intervención. Tuvimos que traer a tu nueva golosina ante nosotros de alguna manera. Invitarla a cenar parecía lo mejor. Así que ahora estamos aquí y tenemos tu atención. Vas a actuar según las instrucciones y poner fin a esta farsa. Inmediatamente. Envía a tu pequeña puta británica a seguir su camino... preferentemente a través del Atlántico. No podía creer el nivel de maldad que venía de su boca. Siempre había sido un bastardo cruel, pero su trato a mi chica no se parecía a nada que hubiera visto nunca. —¿Nos invitaste aquí para separarnos? Cristo, esto es extremo, ¡Incluso para ti! — Comenté, frotando mi mano por mi cabeza, sintiendo que el constante control que tenía sobre mi ira comenzaba a deslizarse. Tiré de las cortinas viejas de mierda de las ventanas, y las rompí en dos en mis manos, dejando caer los pedazos rojos desteñidos del material en el piso. Volver a través del Atlántico... ¡el maldito Atlántico! ¡Agh! Lo odiaba... ¡lo odiaba! Juro el mal del hombre. Todavía estaba demasiado molesto para calmarme, rompí la frágil barra de la cortina por la mitad, lanzando las piezas fracturadas por la habitación. Mi —borracha-hasta-el–culo— madre se tambaleó hacia delante, apuntando al rostro de Molly. —Molly aquí tiene que saber que su intriga no va a funcionar. —Tomando un trago grande de su vaso, arrastró las palabras—: ¡Déjalo en paz! No tienes ni idea de con quién estás tratando, ¿verdad? Shelly es la prometida de Rome y ninguna basura de remolque se pondrá en el camino de eso. Ha estado arreglado durante años. Siempre consigo lo que quiero, cariño. Sólo recuerda eso. Mi control se rompió y abracé la rabia bombeando caliente, abrasadora alrededor de mi cuerpo. Di una mirada de muerte a los ojos nerviosos de Shelly y escupí—: ¡No estoy

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comprometido con ella y nunca lo estaré! Recoge tu maldita fortuna; ¡No quiero tener nada que ver con eso! Levantando la cabeza, me quedé mirando la antigua pared desconchada, ahora salpicados de agujero tras agujero, mis puños cubiertos de astillas y yeso, la habitación un completo desastre, cubierta con muebles rotos. Di un paso atrás, el dolor en el pecho dificultando mi respiración, y sin saber qué hacer a continuación, caminé hacia adelante, presionando mí frente a la pared. Tomando un control apretado de Mol, comencé a arrastrarla hacia la puerta, cuando mi mamá corrió tras de mí, arremetiendo y abofeteándome con fuerza en el rostro. El olor a licor era tan fuerte en su aliento que me sorprendió que pudiera ponerse de pie. —¡Tú, muchacho insolente! ¿Te atreves a hablar con nosotros de esa manera después de todo lo que te hemos dado? ¡Eres lo peor que le ha pasado a esta maldita familia, pedazo de mierda desagradecido! Nunca haces nada bien, ¿verdad? Siempre arruinas las cosas, y llevar esto a nuestras vidas es lo peor hasta la fecha —ella chilló, apuntando con su dedo en mi rostro. —Retira eso —amenacé a cambio. Mi mente estaba corriendo. Nunca había mostrado tanto odio hacia mí delante de cualquier otra persona. ¿Estaba perdiendo la cabeza? ¿Estaba tan borracha que estaba a punto de dejar escapar la verdad? —¡Basta! —Mi papá gritó, obviamente, se había preocupado por la misma cosa. —No voy a discutir más este asunto. Deja a la maldita chica y sube a bordo con lo que está pasando. ¡Es tu jodido propósito en esta vida hacer lo que decimos y hacer tu deber como un Prince! ¡Así que hazlo y deja de ser un idiota testarudo! Riendo y sin humor, Agarré la mano de Molly y anuncié—: He terminado con todos ustedes. Elijo a Molly. Elijo no estar en esta vida de mierda nunca más. ¡Jesucristo! ¿Qué más pueden hacerme? Son la peor puta gente que he conocido. Soy su único hijo y no pueden soportarme. —Tenía una pregunta más, y aun así, no podía esperar que la respuesta cambiaría—. ¿Alguna vez incluso me amaste? ¿Alguna vez, sólo una vez sentiste algo por mí? Mi papá hizo una mueca de disgusto. —¿Cómo podría alguien amarte? ¿Cómo puede alguien amar a una piedra en su zapato? Eres una decepción gigante. Pero vas a hacer tu deber para esta familia, sin importar qué. Encontraremos una manera de hacerte entrar en razón, recuerda mis palabras. —La respuesta sería siempre la misma. Había sido un tonto para pensar alguna vez lo contrario, ellos nunca me aceptarían. Mi aliento tartamudeó. Incluso sólo el revivir el espectáculo de mierda de esta noche se sentía como mil puñales que se hundían en mi espalda uno a la vez. Yo estaba en un mal lugar, uno de los peores en que he estado... Y entonces la puerta se abrió, y yo sabía que mi chica estaba aquí para dejarme para siempre, para dar el golpe asesino final.

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Tan pronto como escuché la puerta cerrada, decidí usar la ofensiva como la mejor defensa y girarme para enfrentar a Mol. —¡Nunca debiste hacernos venir aquí! —grité, viendo sus ojos rojos-por-el llanto agrandarse por la falta de control que tenía sobre mi ira—.¡Te lo advertí! Te dije que no estaban contentos con nosotros, pero no me escuchaste. Me dijiste que estaría bien, que iban a vernos juntos y darse cuenta de lo que significamos el uno para el otro. ¡Pero no! En cambio, acordaste tu maldita propia ejecución. ¡Cristo, Mol! La forma en que te trataron... —Esperé por una señal, por alguna indicación de lo que estaba pensando. Pero no había nada. Estaba entumecida, inmóvil y mi corazón malditamente se rompió. —Rome. —Finalmente comenzó a hablar, pero la forma en la que dijo mi nombre estaba mal... apagada. El pánico se sintió en mis venas, la interrumpí antes de que pudiera continuar… No podría escuchar que me estaba dejando. Sería el colmo. Caminando de un lado a otro frente a ella, le grité: ―¡Puede haberlo detenido… debería haberlo hecho! Sabía de lo que eran capaces de hacer y todavía confiaba que podía manejarlo. Pero vi tu cara ahí, Mol… Tú no estabas bajo mi protección maldita sea. ¡Me ibas a abandonar! —Ella lo habría hecho. La habían atacado y se había acobardado. El color irrumpió en sus mejillas, dio un paso adelante, con los ojos en llamas, enfrentando mi mierda. —No me importa lo que me dijeron ¡Me preocupa lo que te están haciendo a ti! ¿Por qué te odian tanto, Romeo? Tiene que haber una razón. Eso fue más allá de cruel. ¿Qué clase de padre odia a su hijo sin razón? —Las lágrimas brotaron de sus ojos y dijo con voz ronca—: Tu madre, la forma en que te golpeó ¿cómo pudo tratar a su único hijo de esa manera? —Ella estaba luchando por mantener la compostura. ¿Por qué me golpeo? ¿Por qué me odia? ¡Mierda! ¡Había una buena maldita razón! Había mantenido el maldito secreto durante tanto tiempo que sentí que estaba enterrado debajo de su enorme peso. Mirando a Molly y tirando desesperadamente de mi cabello, las palabras no venían fácilmente, decidí simplemente escupirlo rápidamente, acabarlo. Ya la había perdido de todas formas; podría decirle también por qué mi vida estaba tan jodida. La sangre rugía en mis oídos y extendiéndome, me dejé llevar y oí mi grito—: Porque no soy suyo. —Aspiré una bocanada de aire cuando la oración finalmente había sido dicha.

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Lo había dicho a alguien. Por primera vez en veintiún años, le había dicho a alguien lo que mis padres habían luchado tan duro para proteger y mis manos comenzaron a temblar con la enormidad de lo que acababa de hacer. —¿Q… qué? —susurró Molly, sus ojos enormes, con sorpresa, tirando de mí de nuevo al aquí y ahora. Bordeando un dedo por su mejilla, necesitando el apoyo, repetí—: Porque. No. Soy. Suyo. Querías saber por qué me odian tanto. Bueno, esa es la razón. —No... —Podía ver la incredulidad. Nadie lo sabía. Nadie malditamente lo había sabido. Era un secreto que estaba destinado a llevar a la tumba. Los ojos de Molly recorrieron la habitación y sus manos ahuecaron su boca, lágrimas goteando sobre sus mejillas. La quemadura lenta de antagonismo construyéndose mientras pensaba en mis padres, pero mi chica necesitaba entender. Dando un paso atrás de su abrazo, le confesé—: Mamá era estéril. La maldita perra era estéril. Lo único que necesitaba para ser la esposa perfecta era ser capaz de procrear y no podía dar a luz, no podía darle al gran magnate petrolero Prince de Alabama un heredero. —¡Oh Dios mío, Rome! —gritó, sacudiendo su cabeza hacia atrás y hacia adelante. Pero yo ya estaba en ello, mi historia no contada imparable, ahora en libertad. —No podrían adoptar porque eso sería una vergüenza ¿no? No podían contratar un vientre y correr el riesgo de que toda Tuscaloosa supiera que ella era incapaz de tener hijos. Pero, bueno, el destino decidió intervenir justo a tiempo. ―Me reí, pero no había diversión en mi mente, no hay humor para encontrar en esta maldita arruinada historia—. Una de las muchas putas pagadas de mi papá apareció en su puerta, embarazada de un hijo que aseguro no quería tener pero estaba dispuesta a entregarlo al nacer a su padre biológico... por un buen precio. Molly se tambaleó, con los ojos fijos en los míos mientras ponía dos y dos juntos. —Sí, Mol. Era yo. Era yo. Mi padre consiguió una prueba de paternidad confidencial y era de él, el maldito heredero de su fortuna. La puta puso una condición, sin embargo. Tenían que conservar el nombre que me había dado. Ella quería el control, para jugar un juego retorcido con su cliente más frecuente, probablemente tan enojada porque nunca sería más que un polvo para él. Mi nombre sería el recordatorio de por vida de dónde vengo, y mi madre lo despreciaba, me despreciaba sólo al verme. —Romeo —susurró, la simpatía entristeciendo su rostro. —Romeo. —Todavía odiaba ese maldito nombre, no Bama en ese nombre. Mis piernas se sentían débiles. Toda la lucha durante tanto tiempo que había sido drenada como una inundación. No podía lidiar con el control de mierda de mis padres ya, estaba bastante convencido de que este sería el caso en el que Mol me estaría dejando también. Demonios, ¿quién no lo haría?

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Dejando caer mi cabeza, completamente acabado, terminando el silencio dije: —Así que ahí lo tienes. Soy el hijo ilegítimo de la puta de mi padre, pero tenían que tenerme, ¿verdad? El hecho de esta cuestión era que mi padre quería mantener sus activos en la familia. Estaba esperando tener hijos, un heredero. Mi llegada garantizaba que todavía podría suceder. Le pagaron a la puta para que me mantuviera en secreto. Entonces mis padres desaparecieron por un año, ya sabes, fuera en un maldito crucero, volvieron con un nuevo bebé y por supuesto, las mentiras de los grandes multimillonarios se creyeron. Moviéndome al sofá, lo usé para soportar mi peso, no me atrevía a mirar los ojos de Mol durante toda esta mierda, no quería ver a mi futuro escapando. ―Mi maldita mamá me odia. Soy el vivo recordatorio de que mi padre era un tramposo. Pero esta no es la única razón por la que son así. Esperaban un hijo obediente, dócil, que cuando dijeran salta, les preguntara qué tan alto. Pero no su decepcionante hijo ¿no? Acabé siendo monstruosamente bueno en los deportes y tenía mi propia mente y sueños… ¡Inaceptables para un Prince! Cuanto más hablaba, más agonía se construía. —¿Cómo me atrevía? ¿Cómo me atrevía a querer algo para mí, después de que me habían tomado tan desinteresadamente? Me tomaron y me recordaban cada minuto de cada maldito día que era el producto de una cogida pagada. Me golpeaban hasta que no podía sostener una pelota de fútbol y mucho menos lanzarla… si estás lesionado, no puedes jugar ¿no? Así que mi papá lo hacía con frecuencia, una tradición semanal entre padre e hijo. —¿Na… nadie te ayudó? ¿Lo descubrieron? —Molly tartamudeó. El pensamiento me hizo reír. —¿Quién iba a enfrentarse a un poderoso multimillonario y preguntarle por qué su hijo se estremece cada vez que alguien lo toca? Luego, para empeorar las cosas, su fracaso de hijo era esperado para entrar en el Draft de la NFL, dos veces y fue obligado a decir que no, a sacrificar sus sueños sólo por si acaso alguna persona descubría que en realidad no es la alegría y el orgullo biológico de Kathryn Prince ¡La masa de esqueletos debería estar muy bien encerrada! Mi voz sonaba cruda, todos los gritos y la emoción me desgarraron en dos. Finalmente levantando mi cabeza, mire fijamente a Molly, aún clavada en el mismo maldito lugar y caminando hacia ella, extendí mis brazos, no tenía nada que dar. —Y esto es todo, Mol. Es por eso que mis padres me odian y por qué estar contigo acaba de agregarse a su ya alta montaña de la decepción a su maldito amado hijo. —Trabajé duro para mantener las lágrimas, no quería exponerme tan abiertamente, pero cuando mi chica se acercó, enderezando mi ropa con afecto sin vergüenza y se apretó más contra mi pecho, casi me rompí. Ella acaba de hacer todo mejor. —Es por eso que todo el mundo te llama Rome, no Romeo... por qué lo odias tanto. Te recuerda a tu pasado —dijo, apartando mi pelo desordenado.

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—Sí —dije con voz áspera—. Mi mamá biológica dijo que si ellos no mantenían Romeo, iría a los medios de comunicación, expondría la historia, ellos no querían que eso pasara, por lo que estuvieron de acuerdo... a regañadientes. La hicieron firmar algún contrato para mantenerlo en secreto. ―Amando a la sensación de su cálido aliento contra mi piel, resoplé―: ¿Qué clase de maldito nombre es Romeo para el hijo apreciado de la familia más rica en Alabama? Mis padres siempre me llamaron Rome en público, pero en privado era Romeo. Lo utilizaron como una burla y maldición. Romeo, hijo de la puta; Romeo, el desagradable regalo que no podría ser regresado; y nunca jamás me dejaron olvidarlo. —¿Dónde se fue, tu madre biológica? Mi estómago se revolvió al pensar en la mujer que prácticamente me vendió como un maldito pedazo de carne. Solía preguntarme si mi vida hubiera sido mejor si me hubiera mantenido, pero demonios, no era más que una puta, alguna amarga zorra. Irónico realmente, teniendo en cuenta que es en lo que me había convertido, un maldito que trata a las chicas como mierda. Atrapé la mirada expectante de Mol, esperando mi respuesta, así que negué con la cabeza y dije—: Probablemente volvió al maldito agujero del que se arrastró. Suspiró profundo, bajó su mirada y dijo en voz baja—: Romeo, yo... Sabía que esto era todo, cuando me terminara con suavidad. No me recuperaría de la pérdida. No podría hacerle frente, por lo que la empuje fuera de mis brazos y dije con amargura—: Vas a dejarme, ¿no es así? Sabía que iba a perderte. Lo sabía. ¿Quién va a aguantar la mierda de mis padres? No valgo la pena por todo lo que ellos te van a hacer pasar si seguimos juntos, ¿verdad? Recuerdo tras recuerdo de mi vida en los últimos meses se estrelló contra mi mente. Nunca había conocido tal felicidad y aunque he hecho frente a muchas decepciones en mi vida, sabía que no sería capaz de hacerlo sin ella a mi lado nunca más. A veces sólo sabes cuándo una persona es para ti y siempre lo tuve con ella. Me consiguió... Ella malditamente me salvó. Ya no podía controlar mi respiración y una ráfaga se estrelló en mi estómago, haciendo que me desplomara en el sofá y mierda, no pude contener las lágrimas esta vez. La idea de que me dejara me redujo a un maldito desastre lloroso. Los brazos suaves me abrazaron apretadamente alrededor de mi espalda y pecho, me estremecí y trate de escapar. Molly me hizo callar con dulzura, me jaló hacia abajo hasta que mi cabeza estuviera recostada en su regazo, sus dedos moviéndose para peinar mi cabello. No sabía si era la comodidad de su tacto o la enormidad de todo lo que pasó esta noche, pero una inundación de recuerdos corrió hacia la parte delantera de mi mente: puñetazos, golpes, insultos, castigos duros... todo.

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Molly estaba sorbiendo su nariz y sacudiéndose encima de mí, sabía que también estaba llorando. Nunca la había amado más de lo que hacía en este momento, compartiendo mi dolor, cuando levantó mi cara con las manos, susurrando: —Romeo… — Contuve el aliento, por primera vez en mi vida pronuncié las palabras: —Te amo... Te amo. —Mientras miraba fijamente a sus ojos de oro, rogando para que me diera sólo una oportunidad más para hacerla feliz. —¿Q... qué? Me recosté en el sofá, repentinamente agotado, traje a mi chica para que se recostara sobre mí, confesando: —Te amo. Te amo más allá de lo que podía haber imaginado que era posible. Una gama de emociones bailó en su cara antes de que se fundiera en lo que parecía ser alivio y susurró—: Te amo también cariño. Te amo tanto, mucho. Nunca había oído esas palabras dirigidas a mí antes. Te amo, dos pequeñas palabras que, hasta que conocí a Molly, pensé estaban reservados para las películas cursis y soñadores poco realistas de mierda. Pero demonios, escucharlo de sus labios me hizo sentir vivo, y yo no podía creer que lo decía en serio. Había sido destrozada verbalmente por mi culpa, sacada de su tranquila vida hacia una tormenta de mierda. Frotando sus mejillas, pregunté—: Nena, ¿lo haces? Incluso después de lo que… Presionando su dedo en mis labios, dijo—: No voy a ninguna parte. Vine aquí para decirte eso. Estaba en la camioneta, escuchando tu sufrimiento, sabía que tenía que estar contigo, no importa qué, te lo digo, nunca voy a dejarte. —Pero mis padres... —Sí, tus padres fueron de lo peor, pero jamás me alejaran de ti, de amarte. Somos amantes desventurados, Romeo. Los familiares entrometidos vienen con el paquete. Y allí estaba su fuerza inquebrantable, su capacidad de jalarme de la oscuridad y no pude evitar sonreír. Ella siempre estaba buscando el cuento de hadas, el felices para siempre. Pero era mía y malditamente me amaba. —Me siento despojado ahora mismo... como si alguien hubiera arrancado mi pecho y todo lo que estamos viendo es un corazón destrozado que se mantiene unido por cicatrices irregulares —susurré, viendo sus ojos brillar de nuevo. Sus dedos se arrastraron hasta mi pecho y empezó a desabrochar mi camisa, botón por botón, presionando esos malditos suaves labios contra mi corazón. Se sentía increíble. Viéndola moverse lentamente por mi cuerpo, dije—: Nadie ha sabido nunca como son realmente tras las puertas cerradas. Nunca le he dicho a nadie. Tú fuiste un gran ladrillo a través de su fortaleza de cristal esta noche. Pude ver el pánico en los ojos de mi papá. Podrías destruir todo por lo que han trabajado tan duro.

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Haciendo una pausa, respondió—: Tan malo como fue, me alegro de haber estado allí, ahora sé con lo que tienes que tratar. No podemos borrar los secretos y recuerdos empañados de nuestro pasado, pero podemos construir el siguiente capítulo de nuestras vidas juntos. No estaba dejándome. —Mol... —dije con voz ronca, incapaz de terminar la frase. —Shh... —dijo, con una sonrisa provocadora en los labios y comenzó a empujar mi camisa a un lado y contoneándose bajó a mis piernas. Gimiendo ante su contacto, mis caderas se levantaron automáticamente cuando comenzó a deshacer la cintura de mis pantalones. Joder. Conocía esa mirada en sus ojos. Bajó mis pantalones y el bóxer a la vez y duro como la mierda antes de que se agachara y me lamiera la polla desde las bolas hasta la punta, un largo gemido rasgando mi garganta. Necesitaba esto. Necesitaba esto de ella tan jodidamente mal. Su boca caliente envolvió mi polla de un trago, cualquier pensamiento de esta noche y todos nuestros problemas dejaron mi mente. Estábamos sólo mi chica y yo ahora. Agarrando la parte de atrás de su cabeza, bombeaba dentro y fuera de su boca, todo el tiempo Molly sólo lo tomó, dándome lo que más necesitaba: su aceptación. Pero cuando pasó por mi longitud con sus dientes. Me sacudí y gemí un gruñido desesperado. Empuñando el pelo marrón de Molly, la obligué a dejar mi polla. —Ponte de pie. Con una mordida hambrienta de su labio, hizo lo que indiqué, en unos segundos la había librado de su ropa y permanecía delante de mí, desnuda, sonrojada y lista. Empujándola hacia el sofá, sus muslos abiertos ampliamente, mi polla tembló y la bebí absorbiéndola, necesitando una probada. —No te dije que hicieras una mamada, Shakespeare. Sabes que tienes que pedirme permiso primero. —Sus labios se separaron y se arqueó con lujuria salvaje debajo de mí. Inclinándome hacia abajo, doblando su pierna por encima de mi hombro, abriéndola ampliamente, anuncié—: Ahora es mi turno. ―Me zambullí entre sus piernas. Molly dejó escapar un largo gemido, que sólo sirvió para animarme más. —Agarra mi pelo —pedí, momentáneamente levantando mi cabeza. Sus dedos corrieron a través de él dulcemente, pero lo quería duro y áspero. Quería follar de forma cruda y primitiva―. ¡Tira de él! ¡En serio! —pedí otra vez, mi voz cortante y contundente. Con un aumento de sus caderas y un gemido gutural, arañó mi pelo, obedeciéndome. Hundí mi lengua dentro de ella. El aliento de mi chica venía con jadeos duros, sustituí mi lengua por mis dedos y me lancé a su clítoris, chupándolo fuerte hasta que se vino, caliente y dulce en mi boca.

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Sin detenerme por siquiera un momento, giré cambiando a Molly sobre su estómago, la incliné sobre el sofá, besando sus labios, abriendo sus muslos suaves y golpeando directamente en su calor. —Dime que me amas —ordené en su cabello largo y castaño, mi nariz enterrada en el hueco de su cuello. Gimiendo, murmuró—: Te amo. Te amo tanto, tanto. Joder, esas palabras. —Dime que nunca me dejarás. Esta vez todo lo que conseguí fue silencio. Su canal se apretó y trató de balancearse contra mí, pero me empujé dentro hasta la empuñadura, haciendo imposible que se moviera, sosteniendo firmemente sus caderas, inclinándome para susurrar—: Haz lo que digo o no te daré lo que quieres, lo que sé que necesita de mí. —¡Romeo! ¡Basta! —gritó, su voz llena de lujuria. —Hazlo, ¿me entiendes? —gruñí, envolviendo mi puño en su cabello largo y tomando su boca sólo brevemente. —¡Argh! —gritó, mirando hacia mí, dijo—: ¡Sí, malditamente te entiendo! Me conduje dentro de ella una vez más. Cristo, se sentía increíble. —Tú me entiendes nena. Eres la única que siempre entiende. Eres la única que siempre lo hará. Dime que nunca me dejaras. —Necesitaba volver a escucharla. Necesitaba el consuelo. ―¡Nunca te dejaré! —respondió inmediatamente. Mis manos estaban por todas partes, su culo, sus tetas, su clítoris. —Nunca huirás — le vociferé. —¡Nunca voy a correr! —Prométemelo. —¡Te lo prometo! Romeo... yo... ¡ah! —Temblando, se inclinó sobre el borde, su centro apretado ordeñando mi polla casi hasta el punto de dolor, llevándome justo sobre ella. Lentamente nos baje, mi boca chupando la piel húmeda de su hombro, una gran marca roja formándose, la evidencia de mi aspereza quedando en su cuerpo. No me preocupaba lo que pensaría; le gustaba esto así tanto como a mí. Besando y lamiendo la piel de su espalda, le susurré—: Te amo, nena. Descansando en su cuerpo agotado, repasé lo sucedido en el día, y a pesar de la mierda que había pasado, aquí mismo, ahora mismo, sosteniendo a Molly en mis brazos, no podía dejar de estar agradecido. Los acontecimientos de hoy nos habían obligado a compartir nuestros sentimientos el uno con el otro; nos había traído a un lugar mejor. Después de encender un fuego y recostarnos en el sofá, mi chica reclinada sobre mi pecho, preguntó—: ¿Estás bien, cariño?

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—Lo voy a estar. Te tengo a ti —le susurré. Era cierto. Si tenía a Molly a mi lado, podía atravesar cualquier cosa, padres psicópatas, ex novias delirantes... cualquier cosa. Sonriéndome con timidez, me miró directamente a los ojos y dijo—: Tú me elegiste. ¿Cómo diablos podía pensar que yo haría algo más? —Y lo haría de nuevo en un latido del corazón —le aseguré, pasando la mano por su mejilla. —¿Alguna vez tus padres han sido buenos contigo? —preguntó, sus dedos trazando círculos perezosos en mi pecho. Pasé mis años más jóvenes a través de mi mente, entonces miserablemente sacudí la cabeza. —¿Alguna vez fuiste feliz? —No. —¿Lo eres ahora? Ésta fue fácil. —Totalmente. Finalmente sé lo que es amar y ser amado. Pero me da miedo como el infierno que vaya a terminar. Mis padres no se darán por vencidos tan fácil. —Me estoy quedando contigo —dijo Molly con la autoridad que muestra la determinación de un pequeño pit bull. —¿Me lo juras? —Lo juro. Te amo. Soy tuya. —Joder, no podía hablar ante esas palabras, ante su certeza inquebrantable, así que sólo besé sus dedos, las palmas de sus manos, en cualquier lugar que pude―. ¿Y ahora qué? ¿Fútbol? ¿Grandeza? ¿La dominación del mundo? —Supongo que sí. —¿Qué quieres, Romeo? ¿Qué es lo que más deseas de la vida? —presionó, asintiendo con la cabeza alentadoramente. Sólo había una cosa que me mantiene cuerdo, así que sin pensarlo, le respondí—: Tú. Con las cejas juntas, sacudió la cabeza y dijo—: No, de verdad, cariño, ¿qué quieres? Está ahí para que tú lo tomes. Estaba impasible. —Sólo tú, nena. Te sientes como el hogar para mí. Moviéndose encima de mí una vez más, aseguró —Tú me tienes. Todo de mí, por todo el tiempo que quieras. —¿En serio? ¿Te tengo por siempre? Porque prácticamente acabo de aislarme de la única familia que tengo. —Romeo, eres mi familia. Lo eres. Tú y mis amigas locas son toda mi razón de ser. ¿Cómo puedes no saber eso? Dejé escapar una respiración contenida. —Porque no puedo creer que sea verdad.

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—Somos tú y yo, Romeo. Y así fue. Algunas personas pueden pensar que la forma en la que estábamos el uno con el otro, no era saludable, pero lo que no sabían era que Mol me había impedido ir sobre el borde tantas veces. Difumina mi enojo, me ayudó a enfocarme en lo bueno. Ella era mi bueno, y yo no debería tener que explicar esa mierda a nadie. Molly se inclinó por un beso después de que toda la conversación se terminó y ese beso se volvió de inocente a totalmente cargado de nada inocente. Me presioné entre sus piernas y así como así, la quería de nuevo. —Romeo —Molly gimió de inmediato y eso fuimos nosotros por el resto de la noche, dándonos lo que necesitábamos y luego durmiendo en los brazos del otro. O por lo menos ella durmió. Yo sólo me preocupé por lo que el futuro nos deparaba mientras la sostenía con fuerza. Resultó que los próximos meses serían algunos de los más felices de mi vida. No he oído nada de mis padres, Shelly se quedó muy lejos de los dos y Los Tide se desplazaron a través de la temporada de fútbol invicto. Cuanto más cerca estábamos mi chica y yo, más me preocupaba por el futuro. Ella quería ser una profesora y podría mudarse para completar su doctorado. Al participar en el draft de la NFL, podría ser enviado a cualquier lugar de los EE.UU., y eso jugaba en mi mente todo el maldito tiempo. Molly me dijo que me relajara, me divirtiera y todo se resolvería. Así que me dejé hacer eso por primera vez en mi vida. Pero nada se mantiene bien por siempre. Molly y yo teníamos un pasado que nos había enseñado eso de la manera más dura.

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TRES MESES MÁS TARDE... —¡Vamos chicos! ¡Nada va a detener a los Tide! Al entrar en el vestuario después del entrenamiento, me encontré con la vista más jodidamente perturbadora que nunca había visto, Jimmy-Don en sus bóxer blancos a la moda, sobre una mesa, sacudiendo una toalla entre sus piernas, su Stetson9 firmemente aún sobre su cabeza... y nada más. —Lo tenemos chicos ¡Vamos a conseguir otro campeonato nacional de la BCS, no hay duda sobre eso! —No se detuvo ahí, haciendo hurras y gritando por varios minutos, Austin se movió para pararse junto a mí, diciendo—: Cómo consigue a alguien con quién tener sexo, está más allá de mí, loco hijo de puta. Riendo mientras Jimmy-Don llevaba a nuestros compañeros de equipo en un frenesí, no pude evitar quedar atrapado también en la emoción. Los últimos tres meses jugué como nunca antes—todos los hicimos—y mi chica, mi chica asistió a cada partido en casa, incluso a algunos lejos, me besó públicamente, delante de todos y cada uno de los aficionados que no estaban dispuestos a que fuera de otra manera. Empezaban a amarla tanto como yo. El entrenador eligió ese momento para entrar en la habitación, haciendo lo malditamente imposible por mantener su diversión de nuestro tackle ofensivo, encarándolo como un profesional. —¡Jimmy-Don Smith! ¡Baja el infierno de ahí! —Haciendo una mueca, Jimmy-Don brincó de la mesa, siguió al entrenador, disculpándose hasta que fue arrastrado por un compañero del equipo y lo metió en la ducha. El entrenador trató de ocultar su alegría, entonces me encontró en la parte de atrás, inclinó su barbilla y me hizo señas para que me encuentre con él en su oficina. Sentándome frente a él, pregunté—:¿Qué pasa, entrenador? —Quería hacerte saber sobre una llamada muy interesante que tuve ayer. Con el ceño fruncido, dije—: Está bien... 9

Stetson: Tipo de sombrero vaquero.

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—Era el entrenador que dirige los Seattle Seahawks10. —La emoción intensificándose en mi pecho, sonreí y el entrenador también lo hizo. —Están pasando por un momento muy duro esta temporada, si las cosas siguen yendo hacia el sur para ellos y lo hacemos bien, serás seleccionado en la primera ronda. Podrías encontrarte en dirección al norte de Seattle, hijo. Estarás consiguiendo un nuevo comienzo lejos de Bama. —Entendía lo que realmente estaba diciendo, conseguiría un nuevo comienzo lejos de mis padres. —Les dije a los Hawks lo que pienso de ti. Lo miré y fruncí el ceño ¿Qué demonios fue eso? El entrenador sonrió y dijo—: Relájate, les dije que eres el mejor mariscal de campo con el que jamás he trabajado, la ética de tu trabajo raya en la obsesión, lo cual es una cosa buena, eres uno de los chicos más fuertes que conozco, especialmente enfrentando la adversidad. Hijo, les dije que eres la maldita lotería. El entrenador se puso de pie, siempre un hombre de pocas palabras, me dio una palmada en el hombro, viendo que estaba conmocionado al oír sus palabras y me dejó solo para procesar todo lo que dijo. Seattle. Yendo hacia mi casillero, aturdido, tomé una ducha y me vestí rápidamente con mis pantalones vaqueros y una camiseta. Mis pensamientos se volvieron locos. Estaba emocionado por lo que el entrenador me acababa de decir, el hecho de que podría escapar a algún lugar como Seattle. Pero también estaba preocupado sobre cuándo debería decirle a Mol. Ahora mismo los Hawks eran una posibilidad, pero no quería que planificara su futuro alrededor de eso, por si las cosas cambiaban. Además, nunca ni siquiera acordamos que vendría conmigo. Esa era una conversación que necesitábamos tener. Agarrando mis cosas, revise mi teléfono. Un mensaje: Al: Rome, cuando recibas esto, ven directamente a la habitación de Molly. Estamos todas con ella hasta que llegues aquí. Al. XX Frunciendo el ceño con preocupación, giré hacia Austin. —Me tengo que ir. Algo pasa con Mol. ¿Nos vemos más tarde? —Claro. Espero que esté bien. —Dándole una palmada en la espalda, me dirigí fuera del estadio y corrí a la casa de la hermandad de Molly. Tan pronto como llegué debajo de su balcón, oí un llanto fuerte desde el interior de su habitación. 10

Seatle Seahawks: O Halcones Marinos de Seattle es un equipo profesional de fútbol americano con sede en Seattle, Washington. Actualmente participa en la División Oeste de la National Football Conference en la NFL.

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Molly. El miedo me hizo subir el enrejado más rápido que nunca, cuando aterricé en la terraza balcón, encontré a Molly en el suelo, rodeada de sus amigas, derramando lágrimas también. —¿Mol? —Mi chica no paraba de llorar mientras decía en voz alta su nombre, pero Ally levantó la cabeza y se puso pálida ante mí, congelada, en estado de shock. Eso sólo me hizo sentir más pánico. —¡Mol! ¿Qué está mal con ella? —dije con más fuerza mientras entraba a la habitación. Molly aún no dejaba de llorar, Lexi y Cass protegiéndola de mi vista. Ally se levantó y vino hacia mí, mordiendo su uña. Estaba nerviosa. Conocía a mi prima lo suficiente para saber eso. —Rome, cálmate ¿de acuerdo? —¡No! ¿Qué está mal con ella? —Miré por encima del hombro de Ally, pero mi chica aún no se había movido ¿Estaba adolorida? ¿Estaba realmente enferma? ¿Necesitaba ir al hospital? ¡Mierda! ¿Tenía que irse de Bama? Demasiados escenarios destrozados se agolpaban en mi cabeza. —¿Mol? —Traté de llamarla de nuevo. Todavía nada, esta vez estaba perdiendo la paciencia... rápido. Girando de vuelta a Al, pregunté—:¿Está enferma? ¿Por qué no me responde? Recibí tu mensaje y vine directamente aquí. —No. Está... em... —Al, tampoco podía decir absolutamente nada, mi estómago dio una voltereta. —¿Fue Shelly? Esa perra… —Tampoco es Shelly —interrumpió Ally. —Entonces ¿qué está mal...? Al, joder ¡muévete fuera de mi camino! —Quitando físicamente a mi prima de mi camino y dirigiéndome directamente hacia Mol, sus amigas se movieron para que pudiera recogerla del suelo. Una vez en mis brazos, sostuve su rostro demasiado blanco, su piel húmeda y el hecho de que su pecho estaba convulsionando por demasiadas lágrimas. Llevándola a la cama sin hacer, la recosté, acostándome a su lado, ignorando a nuestras amigas, presione un beso en cada una de sus mejillas, sus ojos enormes y nerviosos, asustando la mierda completamente fuera de mí. —Nena ¿qué está mal? —traté de preguntar suavemente, pero mi impaciencia se me escapaba. Tenía los ojos cerrados con fuerza y sacudió su cabeza, todavía demasiado afectada como para hablar. Me quedé mirando a nuestras amigas inquietas al final de la cama y grité: —¿Alguien me dirá qué diablos está pasando? Lanzándose miradas interrogantes entre sí, Cass empujó a Ally hacia adelante y dijo—: Rome, Molly necesita decírtelo. Nos iremos, les daremos algo de privacidad.

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Y eso me hizo preocuparme más. ¿Qué demonios podía ser tan malo que pondría histérica a mi chica y mi prima apenas podía hacer contacto visual? En minutos, las chicas despejaron, dejándome solo con Molly, mi corazón retumbando en anticipación a lo que iba a decir. Agarrándola de la cintura, nos hice rodar así estaba encima de mí. Su sonrojada cara mostraba su sorpresa, pero buscando mis ojos, simplemente se inclinó hacia adelante, susurrando—: Romeo, te amo. Si eso estaba destinado a calmarme, fracasó, pero le dije—: También te amo. —No podía entender lo suficiente esas palabras, entonces sólo esperé a que hablara. Pero no lo hizo, haciendo que me quejará en voz alta y dijera—: Mol… —Me he estado sintiendo rara estos días —interrumpió y mi corazón se hundió inmediatamente. ¿Estaba enferma? Joder, ¿era algo serio, como realmente serio? Sentí náuseas. —¿Por qué demonios no me lo dijiste? —espeté, ahora el miedo dispersándose en mi mente y enojándome porque me ocultó algo tan importante como su salud. —Porque lo descubrí hoy… —dijo con voz casi inaudible. —Y... ¿qué está mal? —Estoy... estoy... ¡Joder, iba a explotar! Agarrando con más fuerza su cintura, grité―:¡Cristo! ¿Estás qué, Mol? —Estoy embarazada —espetó. Sus ojos dorados bajaron, mi pulso despegó como el de un colibrí. Embarazada. Mierda, un bebé ¿Iba a ser papá? —¿Estás embarazada? —La miré con incredulidad, sintiendo como que cada gota de sangre había desaparecido de mi cuerpo. Mi chica parecía haberse convertido en una maldita muda, así que cambié nuestra posicione, colocándome arriba. —¿Estás embarazada? —pregunté de nuevo y vi los ojos de Mol llenarse de lágrimas. —Sí, Romeo, estoy embarazada. Estoy embarazada de tu bebé. —Cada palabra era como un puñetazo. Incorporándome, me quedé mirando la pared blanca, antes de cerrar mis ojos, perdido en mis pensamientos ¿Cómo funcionaría esto? ¿Molly sería capaz de terminar su maestría? ¿Sería el final de sus estudios? ¿Dónde viviríamos? Iba a ser papá... Y lentamente, me di cuenta de que la idea no me tenía corriendo por las colinas como siempre lo había pensado, en lugar de eso, me sentía tan malditamente satisfecho que apenas podía respirar. Iba a tener un bebé con mi chica.

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Tantas preguntas giraban en mi cabeza, demasiadas como para seguirles el ritmo, y luego mi chica jodidamente me congeló en mi lugar con una simple frase. ―Haré una cita para ver a un médico. Voy a deshacerme de él inmediatamente. Mirando a Molly debajo de mí, grité—:¿Matarías a nuestro bebé? Contrayendo su cuerpo, tratando de levantarse, Molly gritó—:¡No te pongas alto y poderoso conmigo ahora! ¡No necesito escuchar ninguna mierda moral! Estoy tratando de hacer lo mejor para ambos. Lidiaré con lo que tenga que hacer. Si eso significa tener un aborto, entonces eso es lo que va a ocurrir. ¡Esto no quiere decir que quiero hacerlo! —Entonces no lo hagas, nena, por favor. Deshacerte de él no es lo que jodidamente quieres. —De ninguna manera estaba matando a nuestro bebé. Era nuestro hijo. —¡No sé qué demonios quiero! —exclamó, las lágrimas fluyendo una vez más. Mierda. Estaba muerta de miedo, estaba siendo un imbécil. Inclinándome, pasé mis manos a través de su cabello. —Bueno, yo lo sé. Sosteniendo mis muñecas, buscó mi cara antes de decir—: Pero... tú… —¡Jesús, estaba conmocionado! —interrumpí, sacudiendo mi cabeza, luego moví mi mano hacia su estómago―. Aún estoy conmocionado, pero ese es nuestro bebé ahí dentro. Lo hicimos juntos. Desesperado porque entendiera, le saque su camiseta y la besé a lo largo de su estómago, diciendo—: Y no va a ninguna parte. Prométemelo. Tengo de verdad fuertes sentimientos acerca de esto, Mol. No destruyas a nuestro ángel, que Dios nos dio. —Su silencio casi me mata, pero tenía que hacerle entender lo mucho que esto significaba para mí. —Prométeme que tengo algo que decir en esto. No tengas un aborto, por favor. — No podía. Dios, no podía verla pasar por eso. Esperé, casi sin respirar, presionando mi frente contra su estómago plano hasta que susurró—: Te lo prometo. Sintiendo un alivio como jamás lo había sentido antes acomodándose en mis huesos, me moví de vuelta para agarrar los labios de mi chica... la madre de mi bebé. Tan pronto como nuestras bocas encajaron juntas, la misma necesidad que siempre sentía alrededor de mi chica se disparó a través de mis venas como una droga. Liberando a Molly de sus jeans, me liberé a mí mismo y en cuestión de segundos me sumergí en su calor húmedo. Envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura, Molly gimió en mi oído, arañando mi espalda y murmurando mi nombre. —Te amo, Mol —dije contra sus labios. Las lágrimas cayeron de sus ojos mientras empujaba hacia ella lentamente, estudió mi cara mientras la tomaba, sin prisas y lento.

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Nos venimos juntos, tomados de la mano. Juré que algo dentro de mí cambió en ese momento. Me di cuenta de que no necesitaba el control de mierda todo el tiempo con Mol, podía ser diferente... confiaba lo suficiente como para renunciar a mis tendencias controladoras. —Esta es la vez que me has hecho el amor más suave. Se sentía tan diferente — susurró Molly en mi cabello cayendo sobre su rostro. Retirándose, nuestras frentes se tocaron y sonrió—. Me encantó. —Nena, llevas una preciosa carga ahora. Necesito ser más cuidadoso contigo... con ambos. Una ola de felicidad parecía asentarse sobre nosotros, me incliné hacia un costado, tirando a mi chica para que me mirarme, sus ojos más grandes de lo normal detrás de gruesos marcos marrones. Había estado tan preocupado antes, que ni siquiera me di cuenta de que sus lentes de contactos habían desaparecido. —Te pareces a mi vieja Mol con estas gafas y tu cabello así. La chica que miraba meses atrás, sobre sus manos y rodillas, maldiciendo con ese maldito acento caliente en el edificio de humanidades, vistiendo zapatos color naranja neón y sabía, sin ninguna sombra de duda, que un día serías mía. —Un día —bromeó Mol con una sonrisa, refiriéndose a mi tatuaje. Tragando, confesé—: Siempre me preguntaba si un día tendría una familia, si alguna vez sería lo suficientemente feliz con alguien... conmigo mismo, para tener un hijo. —Era verdad, pero con Molly a mi lado, la idea no me asustaba tanto. Extendiendo y agarrando mi mano, el pánico se apoderó de los ojos de Molly, admitió—: Romeo, no creo que pueda ser una madre. No hemos tenido familias normales. ¡No tenemos ni idea de cómo estar en una familia normal! ¿Cómo demonios vamos a criar a un niño? Somos demasiado jóvenes ¿Qué tenemos para ofrecerle a un bebé? —Algo que nunca tuvimos. —Sus ojos estaban abiertos como platos. —Escúchame. Juntos podemos hacerlo. Juntos podemos hacerlo todo. Podemos ser buenos padres. —Pero el fútbol... —¿Y eso qué? Seré reclutado en abril y vendrás conmigo, con nuestro hijo o hija. Todavía puedes hacer tu doctorado y alcanzar tus sueños. Podemos tenerlo todo. Sólo por favor... no acabes con nuestro hijo, nuestro primer hijo. —Sabía que podíamos hacer que funcione si sólo me dejará intentarlo. —Rome —suspiró, derrotada. Sacudiendo mi cabeza, cubrí su boca con mi dedo. —Podría haber sido destruido, pero mi madre biológica no lo hizo. Me tuvo. —Agarré su mano, la coloqué contra mi pecho, justo encima de mi corazón que latía fuerte. —Estoy aquí porque me eligió a mí, aunque en realidad no me quería. Sí, mi familia hizo un verdadero número, pero lo logré a través de ello y eso me llevó a ti, mi inteligente chica inglesa, la chica que me salvó. La chica que me mostró como amar.

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La línea de su ceño se suavizó y dijo tristemente—: Tus padres pensaran que lo he hecho a propósito para atraparte. Mis padres. Mierda. La sola mención de ellos tenía mis instintos protectores rugiendo hasta la estratosfera. —Me importa una mierda lo que piensen. De hecho, no tengo ninguna intención de contarles nada. Hablaba en serio cuando dejamos su casa esa noche. Terminé con ellos. Eres mi vida ahora, eres mi todo. Tú y nuestro bebé. Simplemente asintió, pero no pude sacar de la mente la preocupación por mis padres. No había oído hablar de ellos durante meses. Habíamos roto todos los lazos, pero si descubrían que Molly está embarazada, no sabía lo que iban a hacer. Si iban a hacer algo. Quizás no lo harían, tal vez realmente terminaron conmigo. No podíamos ocultarlo. Demonios, Shelly vivía en esta casa de la hermandad. Era raro que alguna vez estuvieran alrededor de la otra, pero chocaban entre sí de vez en cuando y cuando el embarazo de Mol fuera avanzado, iba a ser un poco difícil ignorar una enorme barriga. Esa perra iría directamente a decirles a mis padres. No tenía ninguna duda sobre eso. Sabía una cosa y era que esos cabrones sádicos no estarían a menos de una milla de mi bebé, nunca tendrían la oportunidad de hundirle sus garras. De repente, un pensamiento fugaz me hizo ponerme rígido. Mol levantó su mirada y entrecerró sus ojos. —¿Qué? ¿Qué es? Respirando profundamente, pregunté—:¿Qué pasa si resulto ser como mis padres? ¿Qué pasa si está arraigado en mí el ser un padre horrible? Mol, no puedes luchar contra los genes ¿Qué pasa si soy como mi papá? ¿Qué sucede si dejo nuestro bebé caer? Al presionar un beso en mis labios, Molly se apartó, tranquilizándome. —Serás perfecto. —Pero no sabes eso, ¿verdad? —discutí, mi estómago agitándose, un miedo enfermizo arraigándose. Tomando mi mano y colocándola contra su estómago, dijo en voz baja—: Yo también he visto a los niños superar exitosamente los efectos de una mala herencia. Eso se debe a la pureza de ser un atributo inherente al alma. —¿Quién dijo eso? —pregunté, el sentimiento sincero de lo que dijo Molly que significa todo para mí. Tenía fe completa y absoluta en mí y en todo lo que hacía. —Gandhi —anunció y rompiendo en una sonrisa, jugando golpeó mi hombro—. ¡Y te llamas a ti mismo un filósofo! —Em, no, arrogante. Tomo filosofía como asignatura secundaria. Soy un estudiante de comercio... y uno malditamente bueno también. —Lo que sea ¡no todo el mundo puede ser tan espectacular como yo! —bromeó y luego estalló en un ataque de risa.

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—Quizás no y también serás un infierno de mamá espectacular. —¿De verdad lo crees? —preguntó nerviosamente. —Con todo mi corazón.

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—¿Ya está? —le pregunté a Diana, la gerente de la tienda del club de los Tide, cuando entré. Su rosto iluminado, sonrió. —Seguro, cariño. ¡Es tan malditamente lindo que casi muero! Apoyado en el mostrador, esperé mientras desaparecía en la parte trasera, luego regresó sosteniéndolo con satisfacción para que lo viera. —Jesucristo —susurré, y el orgullo estalló en mi pecho. —Oye, no digas el nombre del señor en vano. Pero sí, entiendo por qué lo dijiste. Adorable, ¿no es así? —Es perfecto —respondí, condenadamente deslumbrado. Envolviéndolo en papel crepe y poniéndolo en una caja de regalo de color blanco, ella me miró y preguntó—: Entonces, ¿para quién es esto, querido? —Un pariente —contesté, sin perder la confianza mientras hablaba. Nadie podía saberlo todavía. Sonriendo ampliamente, soltó una risita. —¡Bueno, serás su persona favorita en todo el maldito mundo dándole un regalo tan bueno como este! —Sí, eso espero. Tomando la caja de regalo y ocultándola en la parte trasera de mi camioneta, conduje hacia la carretera para recoger a mi chica. Tomó un par de semanas para obtener la cita pero había conseguido al mejor ginecólogo en toda Tuscaloosa, y nos dirigíamos allí ahora para nuestra primera cita. Habíamos sido aconsejados de venir lo más pronto posible por la condición de la mamá de Molly. Escuchar esa conversación en nuestra sesión inicial con el médico del equipo de atención prenatal casi me había vuelto loco. Como si la preocupación por que mis padres supieran de nuestro pequeño ángel no fuera suficiente, enterarme de que la mamá de Molly murió de algo llamado preeclampsia11 severa casi me hizo derrumbarme 11

La preeclampsia es una complicación médica del embarazo también llamada toxemia del embarazo y se asocia a hipertensión inducida durante el embarazo; está asociada a elevados niveles de proteína en la orina.

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en el suelo. Nos aconsejaron elegir un ginecólogo cuanto antes debido a esto, y el Dr. Adams había solicitado una cita inmediatamente. Jodida preeclampsia, sólo una preocupación más para agregar a la pila ya alta hasta el cielo. Llamé a la puerta del frente de Mol y ella abrió con una sonrisa nerviosa y de inmediato se acercó por un abrazo. —¿Estás bien, nena? —pregunté, frotando su espalda. Levantando la mirada, respondió—: Sólo nerviosa, supongo. Tendiéndole mi mano, incliné mi cabeza hacia la camioneta. —Vamos.

—Debes ser Molly. Soy el Dr. Adams. —Se presentó, de pie para saludarnos. —Encantada de conocerlo, Doctor Adams. —Molly estrechó su mano y se volvió hacia mí, poniendo una mano en mi brazo—. Este es mi novio, Romeo. El doctor me dirigió una gran sonrisa y estrechó mi mano, diciendo—: Encantado de conocerte, Bala. Soy un gran fan, tengo asientos para toda la temporada. Y reconozco su rostro, señorita Shakespeare. El amuleto de la suerte que va a ayudar a Bala aquí a llevarnos al campeonato otra vez. Observé a Mol sonrojarse, todavía odiando la atención, y la atraje hacia mi pecho. — Seguro que ella lo es. Gracias, señor. Y luego hizo a la única pregunta que realmente no quería que hiciera. —¿Alguna noticia sobre la elección de jugadores? Seattle Seahawks están acabados en esta temporada. Su mariscal de campo se vio obligado a retirarse antes de tiempo debido a una lesión, y tú eres una victoria segura para el equipo. Lancé una mirada de pánico a Mol. El día que descubrí que Seattle estaba viéndose como una opción, Molly se enteró de que estaba embarazada, y no me había atrevido a tocar el tema con ella desde entonces. No estaba seguro de lo que mi futuro deparaba para nosotros ahora. Ni siquiera habíamos hablado de nuestro siguiente paso más allá de asegurarnos que ella y nuestro bebé estuvieran sanos. Cambiando se posición incómodo, contesté—: Sé tanto como usted, señor, pero por lo que he escuchado de mis entrenadores, Seattle es una gran posibilidad para mí. Nos sentamos, y comprendí el significado del largo apretón de mano de Molly. Estaríamos hablando de Seattle después…

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Genial. —Está bien, ambos, vamos a conocer a tu bebé —dijo el Dr. Adams emocionado. Cuando llegó el momento del ultrasonido, juró que nunca había estado más nervioso por nada en mi vida. El médico introdujo una larga cosa con una cámara dentro de mi chica y ella agarró mi mano, apretándola como prensa mientras dejaba besos a lo largo de sus dedos. Cuando una pequeña imagen apareció en la pantalla al lado de la cabeza de Molly, todo el aire salió de mi cuerpo. Sentí a Molly tensarse y una vez más apretar su agarre en mi mano, pero yo no podía hablar. No sé qué demonios pasó en ese momento, pero la cruda realidad de que lo que estaba viendo era un bebé que mi chica y yo creamos, cambió mi vida. Amaba a Molly más que a nada y con frecuencia me preguntaba si todo lo demás en mi vida alguna vez se acercaría a lo que sentía por ella, pero viendo a nuestro bebé, oyendo su pequeño latido, me di cuenta que podía amar a otro de una manera completamente diferente. El hombre que nunca pensó que alguna vez amaría a alguien, que era incapaz de tal emoción, aquí en esta sala sostenía la mano de la mujer que no sólo había abierto sus ojos y su corazón, sino que también le estaba obsequiando con la perfecta combinación de ambos: un niño. Sintiendo humedad en mi mejilla, me di cuenta de que estaba llorando, y por primera vez en la historia, era de felicidad. —Todo luce muy bien y mide como si estuvieras... de... ah... unas ocho semanas — dijo el Dr. Adams, interrumpiendo mi fijación en la pantalla. Siete meses. En siete meses, tendríamos un pequeño. El Dr. Adams le pasó a Molly una imagen del ultrasonido, y poniéndome de pie, besé su cabeza, mirándola fijamente, incrédulo, a nuestro pequeño ángel. Volviéndose hacia mí, sonrió y colocó la imagen instantánea en la cama junto a ella. Comprendió que estaba embobado con todo lo que sucedía últimamente, y como siempre, me ponía primero, sabiendo que necesitaba ver esa foto. Era la garantía de que mi vida ahora era infinitamente mejor. —Puedes vestirte ahora, Molly, y nos veremos de nuevo en unos dos meses a menos que experimentes algún problema de los que hemos hablado, y luego necesites volver. Presión arterial alta, mareos, hinchazón extrema, fuertes dolores de cabeza, dolor abdominal, visión borrosa... Jódeme, la lista parecía interminable. Sabía que me convertiría en un cretino dominante pero no había manera de que perdiera las dos cosas más preciadas de mi vida. Nunca me lo perdonaría si lo hiciera. —¿Podemos saber el sexo, entonces? —preguntó Molly rápidamente. —Eso espero —contestó el médico y dio una palmada en mi espalda, obligándome a levantar la vista de la pequeña imagen de nuestro bebé—. Felicidades, hijo, te veré en el Campeonato de la SEC en Georgia y, ¡roll Tide!

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—Roll Tide12 —murmuré con voz ronca. El Dr. Adams se fue, y Molly puso la foto en mi mano antes de cambiar de posición para lograr salir de la cama. Mientras observaba su rostro contento, una pequeña, feliz, sonrisa permanecía en sus labios, sólo necesitaba abrazarla. Recogerla en mis brazos, apretarla contra mi pecho, simplemente respirando su aroma a vainilla. —¿Romeo qué…? —preguntó. —Gracias, Mol. Simplemente... gracias... —dije y, envolviendo sus manos alrededor de mi cuello, en respuesta, susurró—: Gracias, también.

Una hora más tarde, estábamos en la habitación de Molly y le preparé un baño. Aproveché el tiempo solo y regresé a mi camioneta, recuperado el regalo y puse la caja blanca en la cama. Poco después, la puerta del baño se abrió y Molly salió en mi camisón púrpura favorito. Ella se veía hermosa con su largo y mojado cabello suelto y sus gafas firmemente en su nariz. Frunció el ceño cuando vio a la caja. —¿Qué es eso? —Un regalo —contesté con satisfacción. Molly me miró con escepticismo y se acercó a la cama, y se sentó a mi lado. —¿Qué es? —preguntó, pasando su dedo sobre la tapa. —Ábrelo. Sacudiendo su cabeza y soltando una risita, abrió la caja lentamente, tan delicadamente que sentía como si quitara el envoltorio por ella. Mi corazón se encogió cuando comprendí que probablemente no había recibido regalos con demasiada frecuencia, y tomé nota mentalmente para rectificar este hecho. Quitando el papel crepe blanco, se llevó la mano a la boca. —Rome... —¿Qué piensas? —pregunté, viendo las lágrimas en sus ojos. Le encantó.

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Roll Tide: grito de guerra de la Universidad de Alabama, lo usan para alentar a su equipo de fútbol.

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Levantando la pequeña camiseta Tide de la caja, ella estudió la parte delantera, y luego la dio la vuelta, susurrando—: Prince, número siete. —Sé que es aparentemente de mala suerte antes de que finalice el primer trimestre comprar cosas, ya sabes, porque las cosas aún son delicadas, pero pensé que un pequeño regalo no haría daño. Presionando la pequeña camiseta carmesí contra su pecho, levanto la mirada, moviéndose hacia delante, inclinándose y besándome suavemente en los labios. Separándose y estudiando la camiseta una vez más, me miró directamente a los ojos y susurró—: Vamos a ser padres, Rome... Sonriendo, la posicioné suavemente sobre la cama, golpeando ligeramente su nariz. —Muy buenos también... y no puedo jodidamente esperar. Perdiendo su sonrisa, miró la cama y preguntó—: ¿Seattle? Mi corazón se detuvo por un momento. —Quizás. —Levanté su barbilla con el dedo, dije—: Oye, mírame. —Ella hizo lo que le pedí y dije—: ¿Estás acostumbrada a la lluvia, cierto, ya sabes, siendo de Inglaterra? Esbozando una sonrisa, se ruborizó, diciendo—: ¿Romeo Prince, me estás pidiendo que vaya a Seattle contigo? —Te estoy pidiendo a vengas conmigo dondequiera que sea convocado. Somos tú y yo, nena. Inclinando su cabeza, corrigió—: No, somos tú, yo, y nuestro ángel. Levantando una ceja, bromeé—: El Shakespeare / Prince trifecta13. Riendo con fuerza, estuvo de acuerdo. —El Shakespeare / Prince trifecta. Poniéndome al lado del estómago de Molly, susurré—: ¿Has oído eso, ángel? ¡Oficialmente eres parte de la pandilla más genial de toda Bama! Molly soltó una risita mientras me movía de nuevo para compartir su almohada. Cerró los ojos por un momento y pasó la yema de sus dedos hacia arriba y abajo por mis bíceps desnudos. —¿Qué estás pensando, nena? Cambiando rápidamente su atención a mí, ella suspiró feliz—: No puedo esperar para ver nuestra pequeña alegría en tus brazos. Sentí que mi corazón subía a mi garganta de la emoción y, sin decir una sola palabra en respuesta, apreté a mi chica contra mi pecho. No podía esperar para eso tampoco.

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Trifecta: un tipo de apuesta, en carreras de caballos, en la que el apostador debe seleccionar los tres primeros clasificados en el orden exacto.

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―¡Uno más, Rome, uno más! Mis brazos temblaban con la tensión mientras levanto la barra con peso de 136 kilogramos, sudor goteaba por mis ojos, y con un último empujón, deje escapar un gruñido mientras cierro mis codos rectos y Austin tomó la barra de mis manos, colocándola de nuevo en el estante. ―¡Rome! ―gritó en respuesta mí nuevo PB, sacudiendo mis hombros. Me puse de pie. Austin me tiró mi toalla y dijo―: ¿Estas bombeado o qué? ¡Pensé que te estabas dando un maldito ataque al corazón! Agachándome por mi agua, miré a Chris Porter, que estaba mirando fijamente dentro y fuera toda la sesión con una sonrisa comemierda en su maldito feo rostro. Jimmy-Don se acercó desde la pequeña pandilla de Porter, sacudiendo la cabeza, provocándome a preguntar―: ¿Qué carajos pasa con él? ―Está con Shelly Blair y no cierra la boca sobre ella. Eso me hizo callar. ―¿Está con Shel? ―Al parecer ―dijo Jimmy-Don con incredulidad. ―¿Entonces por qué diablos está mirándome todo el tiempo? Estaba empezando a pensar que estaba contra mí. ―Sólo déjalo ir, Rome ―dijo Austin, dándome una palmada en la espalda―. Él es un idiota, no más explicación necesaria. ―¿Dejar ir qué? ―le pregunté, la sospecha arrastrándose en mis venas. Vi a Austin mirando a Jimmy-Don y sacudir la cabeza, de forma de no llamar la atención. Volviendo a los dos, espeté―: Me dices o iré allá yo mismo y lo averiguaré. Jimmy-Don palideció y fue a decir algo, cuando el entrenador entró en la habitación. ―Prince, a la oficina, ahora ―gritó.

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Con el ceño fruncido, me di la vuelta, mirándole la cabeza en las habitaciones traseras fuera de la vista. ―¿Qué demonios has hecho ahora?―preguntó Austin, preocupado. ―Quién mierda sabe. ―Comencé a alejarme, pero no antes de coger a Porter riendo de nuevo con sus amigos. Volviendo de nuevo a Austin y Jimmy-Don, dije―: Vas a decirme qué demonios está pasando cuando vuelva. Cuando me acerqué a la puerta del entrenador, sentí una ola de inquietud. No tenía ni idea de por qué demonios tenía que hablar conmigo con tanta urgencia, pero fuera lo que fuese, no se sentía bien. ―¡Entra, Rome! ―gritó cuando llamé a la puerta cerrada, y entré en la oficina y él hizo un gesto para que me sentara. Él parecía estresado, fuera de sí, y mi estómago cayó. ―¿Qué es? Pasándose la mano por la frente, dijo―: Nos han dado los detalles sobre el lugar de celebración de la cena de regreso a casa del Campeonato SEC. ―Está bien... ―No podía entender por qué diablos me importaría. ―Rome, tu mamá y papá están organizándolo. Prince Oil está financiando todo el partido y la cena es en casa de tus padres... el Prince Plantation. Me quedé mirando. No tengo idea de por cuánto tiempo, pero fue tiempo suficiente para animar al Entrenador a preguntar―: Hijo, ¿estás bien? ―Está embarazada ―le susurré. El entrenador se inclinó hacia adelante, preguntando―: ¿Qué? ―Mol, mi chica... está embarazada. Mis ojos se clavaron en el entrenador mientras se sentó y dejó escapar un largo suspiro. ―¡Infierno, hijo mío! Sí que sabes cómo hacer las cosas de la manera difícil. ¿No eres un poco joven para ser padre? ―No fue planeado. ―Pasé mis manos por mi cabello―. Pero vamos a tenerlo. Es nuestro hijo. Vamos a hacer que funcione. El entrenador pareció aceptar eso. ―¿Supongo que tus padres no lo saben? ―No he hablado con ellos desde hace meses. La última vez que los vi, nos atacaron. Fue una pesadilla de mierda. ―Pánico se hinchó en mi estómago, esa sensación de vacío que casi te hace vomitar. Mis manos comenzaron a temblar y espeté―: Tenemos que cambiar, Entrenador, el lugar de celebración. Necesitamos tener otro lugar donde no pueden correr el show.

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―Lo intenté, Rome, realmente lo hice, pero el director deportivo ya lo aprobó. El maldito gobernador va a estar allí por amor de Dios. Al parecer tu mamá y papá eran insistentes realmente, y el infierno, pero la gente no discute con ellos por aquí. Sabes esto. Incapaz de permanecer sentado por más tiempo, me puse de pie y comencé a caminar. ―¡Es una trampa! Tú y yo sabemos que nunca han dado una mierda sobre el fútbol. Ni siquiera me han visto jugar por los Tide ni una vez. Demonios, ¡incluso trataron de sobornarlo a revocar la beca hace cuatro años! ―Lo sé, pero no sé qué más hacer. ―Está bien. ―Encontré la expresión de preocupación del entrenador y anuncié―: Simplemente no voy a ir. ―Rome ―dijo el entrenador con cansancio y se trasladó a estar delante de mí―. Tienes que estar allí. Van asistir los patrocinadores, las cadenas de televisión, los periodistas, que esperan que estés allí. ¡Espero que estés ahí! Eres el mariscal de campo de los Tide. ¡Tú eres el fútbol en Bama! ―¡No voy a ir y arriesgarme a que mi chica salga herida! ―Entonces tal vez déjala en casa, hijo. Piensa en un plan B. Sube, lleva una sonrisa, cumple con tu deber, y vete. Cumple con tu deber. ¿Dónde había oído eso antes? ―Cámbialo ―le dije con los dientes apretados―. Cámbialo... te lo ruego. El entrenador se acercó a poner una mano sobre mi hombro, pero yo salté en acción y su rostro se ensombreció mientras sostenía sus manos. ―Rome, lo siento mucho. No sé la historia contigo y tus padres, pero sé que es malo. Odio tener que pedirte esto, pero tienes que estar allí, y la elección del lugar está fuera de mis manos. El entrenador miró su reloj y maldijo. ―El cuerpo técnico tiene una reunión hoy con el director acerca de los planes de viaje a Georgia, y no puedo salir de ahí. Tengo que ir. ―Dando un paso adelante, dijo―: Termina de agobiarte. Infierno, ve a pasar algunas pelotas, sal de tu ira, y luego ve a casa y trata de relajarte. Habla con la señorita Shakespeare. Y si es necesario, vamos a trabajar a cabo una forma de protegerlos a los dos. ―Colocando una mano sobre mi hombro, aseguró―: Eres nuestra prioridad, hijo. Somos un equipo. Nos cuidamos el uno al otro. No podía hablar, así que me quedé ahí en silencio mientras salía de la habitación sin decir nada más. Traté de mantener la calma, pero estaba demasiado ido, demasiado enfurecido. Cuando volví a entrar en el gimnasio, Austin y Jimmy-Don dieron luz verde para que vaya hacia ellos, pero me quedé clavado en el suelo, perdido, sin saber qué hacer. No podía dejar que mis padres llegaran a mí de esta manera, pero necesitaba el fútbol para salir de

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sus garras de una vez por todas. Estaba en la captura total de los veintidós. Necesitaba un plan, pero Cristo, no podía pensar con claridad. ―¡Rome! ―Austin gritó y, frunciendo el ceño ante mi estado de ánimo extraño, saludó con la mano. Respirando profundo, me dirigí hacia él, cuando escuché a Porter decir―: Sí, al parecer, ella es una verdadera puta. Shelly dijo que le deja hacerle cualquier cosa a ella, y me refiero a cualquier cosa. Veo la atracción ahora. Yo podría pasar todo eso feo si ella me dejara follarla por el culo también. Podía sentir la ola de sangre corriendo a mi cara y mis dientes estaban apretados con tanta fuerza que estaba seguro de que sentía grietas. Vi a Austin mirando a Porter con disgusto y probé mi imposible por ganar mi compostura, pero cuando el hijo de puta añadió―: Quiero decir, sólo oír ese acento inglés gritar mi nombre podría casi tenerme disparando mi carga... y por lo que escuché, ¡ella traga eso como una buena puta! Lo perdí por completo. Utilizando los años y años de entrenamiento de velocidad para mi ventaja, volé hasta Porter, derribé su culo al suelo, y al instante comencé a golpearlo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de reaccionar adecuadamente, consiguiendo solamente unos pocos golpes de mierda antes de un gancho de derecha a la mandíbula golpeo la mierda fuera de él. Su cuerpo quedó inerte debajo de mí, pero yo no podía parar. Yo necesitaba dejar salir toda la rabia. Estaba destrozando el infierno y el hijo de puta merecía pagar por la mierda que estaba escupiendo sobre Mol. Dos brazos me agarraron por detrás, tirando de mí fuera de Porter, y luchando por mis pies, vi que Austin y Jimmy-Don estaban delante de mí. Instintivamente, giré mi puño, Austin lo recibió, demostrando que él también no estaba acostumbrado a la violencia. ―Llévenlo el infierno fuera de aquí y límpienlo... Todos ustedes muévanse... ¡Ahora! ―Jimmy-Don gritó por encima del hombro, y desviándose, vi lo que quedaba del equipo, arrastrando un semi-consciente Porter ahora del gimnasio. ―¿Qué carajos te pasa? ―Austin ladró, claramente tratando de retener su propio temperamento. ―Necesitan dejarme en paz ―le dije bruscamente. ―Rome, amigo… ―¡Dije déjenme! ―le espeté a Jimmy-Don, quien, decepcionado, tiro de la camisa de Austin para sacarlo del gimnasio, y me dejó para hacer frente a toda esta mierda por mí mismo. Estaba tan fuera de mí con toda esta mierda. Tenía veintiún años y terminé con toda la presión. A través de tener que luchar cada maldito día sólo para tener una vida normal, para que mi chica y yo estuviéramos juntos, lejos de los negocios de nadie, y tener a nuestro hijo en jodida paz.

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Perdiendo temporalmente mi maldita mente, comencé a destrozar el gimnasio mientras cada jodido escenario de lo que mis padres podrían tramar se reproducía a través de mi mente. Lanzando colchonetas, equipos de vuelco, jadeé cada vez más fuerte hasta que estuve completamente sin aliento. Mi camisa estaba empapada de sudor y sangre, así que me la saqué, lanzándola al otro lado de la habitación y me dejé caer a la banca, luchando por contener las lágrimas. Nunca me había sentido tan condenadamente desvalido en mi vida. Después de varios minutos de mirar fijamente el techo, oí crujir la puerta del gimnasio abierto, y me calmé. Cuando dejé caer mi cabeza, vi a Molly entrar, su boca abierta ante el estado del gimnasio y luego volviendo su atención en mí, su rostro pálido y sus ojos enormes. Ella se adelantó y susurré—: ¿Adivina quiénes serán los anfitriones de la cena de mierda del Campeonato División SEC dos días después de que conseguimos salir del juego en Georgia? —Oh no, cariño… —susurró ella y sus manos se dirigieron inmediatamente para proteger su estómago. No creo que ella se diera cuenta de lo que había hecho, pero con ello solo me hizo morir en el interior, temía lo que mis padres iban a hacerle a nuestro hijo. —¡Es una maldita broma! Ellos nunca han dado una mierda por el fútbol toda mi vida y ahora de repente se ofrecen como voluntarios para acoger la mayor cena del año... ¿en la plantación? ¡Es una maldita trampa que los dos estemos allí, Mol! Ella trató de consolarme, estar más cerca, pero yo no podía permitírselo. Estaba tan condenadamente furioso. No podía hacer que tratara de calmarme. —¡Romeo, tienes que calmarte! La mitad de la universidad está al frente. Golpeaste a un compañero de equipo hasta… En la mención de ese hijo de puta, mi piel se pinchó. —El maldito se lo merecía. Comenzó a soltar mierda sobre ti... ¡hacia mí! ¡Tenía un jodido deseo de muerte en el momento en que abrió su estúpida boca! —No me importa qué infiernos dijo sobre mí. ¡Mira tú estado! ¡Estás actuando como un loco! ¿Estaba bromeando? ¿No se daba cuenta de por qué las cosas estaban tan mal, por qué estaba tan desquiciado? —Mis padres han organizado todo esto. ¿Recuerdas la última vez, la forma en que nos atacaron? Esta es sólo una trampa más elaborada. Ellos sabían que yo nunca iba a volver voluntariamente. El entrenador aceptó. Ellos ya han invitado al gobernador, al alcalde, y un millón de otros refuerzos que han aceptado todo con entusiasmo. ¡Se aseguraron que la universidad no pudiera rechazarlos! ¡Joder! Molly se trasladó a la banca a un lado de mis destrozos, y frente a ella, dije—: No vamos a asistir. No hay forma de que jodidamente vayamos en tu condición. No podía apartar los ojos de mi chica mientras pasaba mi mano sobre su cabeza cansada. Ella siguió y trató de convencerme de ir, incluso yendo tan lejos como para ofrecer

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a quedarse en casa. Pero no había una oportunidad. ¿Acaso no sabía lo mucho que la necesitaba? Me moví ante ella, le dije—:¡No! ¡De ninguna jodida manera! ¿Por qué no deberías estar ahí conmigo? La universidad tiene que cambiar el lugar de celebración. Que se jodan mis padres. Los conozco, Mol. Algo está pasando, simplemente lo sé, y no voy a dejar que destruyan a mi familia, superé sus juegos mentales. Amorosa simpatía inundó sus facciones y respiré profundo, utilizando la presencia de Mol para calmarme —ella siempre me calmaba y me di cuenta de que estaba alterándola al estar tan enervado. Caminé lentamente hacia donde estaba sentada y, cayendo de rodillas, apoyé la cabeza en su regazo, presionando besos a su estómago. —Si se enteran de nuestro pequeño ángel, quien carajos sabe lo que van a hacer. No puedo perderlos. Manos suaves pasaron por mi cabello y me encontré dejando ir el resto de mi rabia. —Romeo, entiendo por qué estás así, pero es una fiesta, con cientos de personas alrededor. No harán nada públicamente. Ellos no quieren la vergüenza. Me quedaré a tu lado toda la noche. No van a tener la oportunidad de llegar a mí. Me protegerás. Sé que lo harás. Lo haría, con mi vida si es necesario. Molly se encargó de limpiarme, cuidando de mí como siempre lo hacía. —No sería capaz de vivir conmigo mismo si te lastiman o a nuestro pequeño ángel, bebé —le dije. Ella tomó mi cara entre sus manos e insistió—: Nada va a suceder. Me sentí como de seis años de nuevo, atrapado bajo el asimiento de mis padres. Desde hace unos meses había estado feliz, y de un solo golpe, se las arreglaron para dejarme caer de nuevo a ser el niño abusado que habían rasgado durante años. Podía sentir las lágrimas, pero no pude parar. —¿Por qué siempre tienen que interferir? Lo estamos haciendo muy bien. Estás sana, nuestro bebé es fuerte y está claro que los Tide ganaran la División Oeste de la SEC y continuar al Campeonato Nacional. Entonces ellos vienen con sus intrigas, arruinando mi vida otra vez. Te lo digo, todo está arreglado. Están planeando algo. Algo grande. Lo sabía, podía simplemente sentirlo dentro de mí. —Son gente poderosa, Romeo. La fiesta no será trasladada. Tenemos que ir y representar un frente unido. Tienes que ser un líder para tu equipo. La abracé con fuerza. Luego, avanzando poco a poco, ella dijo suavemente—: De verdad perdiste. Sabía que lo había jodido otra vez, así que le dije acerca de la conversación que tuve con el entrenador, lo que había tratado de hacer por mí.

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Mientras continuaba limpiándome, sacudió la cabeza y dijo secamente—: No me gusta cuando pierdes el control. Debes ser mejor que esto, Romeo. No quiero tener que preocuparme acerca de tu carácter, especialmente cuando este pequeño llegue. Joder, amaba esta chica. Allí estábamos, en un gimnasio destrozado, mi cuerpo cubierto de sangre, y ella todavía estaba tratando de hacerme un mejor hombre, todavía me amonestaba por mi mal comportamiento. No pude evitar sonreír irónicamente. —¿Qué? —preguntó ella, confusión contorsionando su hermoso rostro. —Te amo —anuncié, dándole un beso en el cuello, y pude ver la necesidad construyéndose en sus ojos. El embarazo nos tenías follando como conejos... algo de que no me quejaba. Empujando mi pecho, Molly reprendió—: ¡Eso no te sacara de mis libros malos! ¡Mira el estado de este lugar, de ti! —Pero cuando sus fosas nasales se dilataron y su mano recorrió mi estómago sudoroso, sabía que ella estaba a dos segundos de distancia de dejar que me hunda en su calor. Mi polla palpitaba en mis pantalones cortos, y presionando hasta en contra de mi chica, dije—: Quiero follarte ahora mismo. —No aquí. Y no hasta que me prometas que nunca volverás a actuar de esa forma otra vez. ¿Estaba bromeando? Me di cuenta que estaba en el borde también y la maldita puerta estaba cerrada; estábamos bien. —Estoy todo encendido y necesito una liberación, de esas que sólo tú puedes darme. Empujando mi pecho de nuevo, dijo, con convicción esta vez—: Lo digo en serio. No me ignores. Mi hijo no va a crecer con un padre que no puede controlarse a sí mismo cuando las cosas van mal. Esa frase fue como un martillo a mi corazón. Nunca haría daño a nuestro ángel. —Lo entiendes, ¿cierto? —preguntó, usando mis propias palabras en mi contra. —Lo entiendo. Esto se detiene ahora. No voy seré como a mi papá con nuestro ángel. Te prometo eso. Necesitando escapar de este lugar, y realmente necesitando follar, le dije—: Vamos a la cabaña. Voy a desnudarte y vas a hacer todo lo que digo, hasta que ninguno de nosotros lo pueda soportar. ¿Me entiendes? —¡Ugh! ¡Muy bien! ¡Te entiendo! Inclinando la cabeza, le aseguré—: Voy para asegurarme de que estés a salvo en la fiesta, bebé. —Sé que lo harás.

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Moviéndome a la banca, la atraje a mi regazo, sintiendo un millón de veces mejor. — Es un déjà vu —dijo—, tú, herido y sangrando, y yo, limpiándote. Pero no vamos a hacer de esto nuestro “cosa”, ¿de acuerdo? —La última vez, te lo prometo. Voy a cambiar. No más limpiar mis líos. Palabra de honor de explorador. —Levanté mis manos, uniendo los dedos apropiados juntos. —Nunca fuiste un explorador, Romeo —Molly rió. —Me uní... —le informé. Fijando sus ojos en los míos, preguntó—: ¿En serio lo hiciste? —Mm-hmm... pero me echaron por pelear. —Triste pero cierto... El hijo de puta, probablemente se lo merecía en ese entonces también. —¿Por qué no me sorprende? —dijo ella, acurrucándose más en mi pecho, su cálido aliento en mi piel. Nuestros amigos entraron un rato más tarde, les expliqué acerca de mis padres y la fiesta, muy a su pesar, y luego le dije a Austin y Jimmy-Don sobre el bebé. Ellos estuvieron, como era de esperar, conmocionados, pero reuniendo mi mirada con la de Austin, supe que iba a ayudarme a proteger a Molly y nuestro ángel.

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PLANTACIÓN PRINCE CENA DE BIENVENIDA DEL CAMPEONATO SEC —Mi marido y yo no podríamos estar más orgulloso de nuestro hijo, Rome. Él siempre fue tan talentoso, ustedes lo aman y respetan también, lo que sólo aumenta nuestra admiración. Un aroma a vainilla suave flotaba en la brisa mientras Molly se inclinaba, frotando mi brazo, y tomó mi puño fuertemente apretado por el borde de la mesa, colocándolo sobre su ligeramente redondeado vientre. Apretando mis ojos, me tranquilicé pero me tensé de nuevo cuando mi mamá siguió hablando desde la mesa principal, dirigiéndose a la pesada multitud. —No pudimos llegar al partido en Georgia, por desgracia, tuvimos compromisos previos con nuestra empresa aquí en Alabama, pero vimos el partido de División del Campeonato de la SEC en la televisión, viéndolos a todos ustedes ganarles a los Gators y levantar ese trofeo para todos aquí en casa. Gritos y vítores estallaron alrededor de la habitación, excepto de nuestra mesa. El entrenador me miró, sacudiendo la cabeza con disgusto a mi mamá. —Nosotros no podíamos estar más orgullosos de nuestro hijo que lanzó como un verdadero profesional en los cuatro cuartos, o de todos los Tide en realidad. Su estado y la escuela los adoran. En realidad sentí náuseas mientras ella mentía a su manera a través del discurso. ¿Orgullosa? ¿Talentoso? Ellos nunca estuvieron orgullosos de mí, pero ahí estaban, malditamente alardeando a la multitud, todos los adinerados de la sociedad de Tuscaloosa sonriéndome, felicitándome por mis asombrosos y comprensivos padres. No tenían ni maldita idea. —Te quiero, cariño —susurró Molly en mi oído, y me volví hacia su rostro, aflojando mi mandíbula tensa y presionando mis labios contra los suyos, separándome momentáneamente para decir—: Yo también te amo. Mis padres ni siquiera me reconocieron después de eso, demasiado ocupados haciendo contactos y poniendo su show.

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No teníamos nada que decirnos los unos a otros. La cena pasó al sitio de la fiesta, y me relajé cuando me las arreglé para convencer a Molly de bailar, manteniéndola cerca, manteniéndola protegida. —Rome. —La banda terminó de tocar "Sweet Home Alabama" para recibir calurosos aplausos por parte del equipo y los demás huéspedes, volviéndome al oír mi nombre, miré el entrenador detrás de mí. —Oh, hola, entrenador. Frente a Molly, dijo—: Señorita Shakespeare, ¿puedes prestarme Rome por un momento? Me puse rígido, no quería dejar a mi chica, pero, dándole al entrenador una gran sonrisa de regreso, ella asintió. —Claro, mis pies me están matando de todos modos. Necesito sentarme. ¡Mis malditos tobillos parecen globos! Tomando a Molly de regresó a la mesa y sentándola con sus amigos, le dije—: Estaré de vuelta tan pronto como pueda. Quédate con alguien, ¿de acuerdo? Presionando un beso en mi mejilla, respondió—: Te lo prometo. Volviéndome hacia el entrenador, me las arreglé para señalar a Austin y Jimmy-Don para que estuvieran atentos a Molly, y ambos me dieron un pulgar hacia arriba. Más de una hora pasó, y yo todavía estaba hablando sobre las tácticas para el juego de BCS contra Notre Dame —las más eficaces jugadas y las partes más débiles de la defensa de Dame. Sentí como si mis ojos estaban cruzando con el aburrimiento, y cuando a mi padre se unió a la masa de los hombres de negocios y de los refuerzos, poniendo su granito de arena, por lo que tuve que contenerme de lanzarme a través de todo el grupo y estrangular al bastardo, especialmente cuando levantó su vista y me sonrió —no, no sonrió, se regodeó— mi corazón se hundió. Algo estaba sucediendo. Empecé a retroceder lejos del rostro de suficiencia de mi padre, el entrenador mirando con el ceño fruncido con preocupación por mi comportamiento, y corrí alrededor de la casa, estallando en el patio trasero, y busqué furiosamente a Mol. Fui directo hacia la mesa en la habíamos estado sentados y realicé un conteo rápido: Cass, Austin, Lexi, Ally y Jimmy Don. Nada de Mol. Jimmy Don se levantó y miró detrás de mí, radiante. —¿Dónde está ,hombre? Le hiciste su maldita noche con esa nota, ¡bastardo cursi! Mis manos comenzaron a temblar, mi aliento entrecortado. —¿Dónde está Molly? ¿De qué hablas? —Me agarré a sus brazos, mis movimientos silenciando a la mesa. La boca de Jimmy Don trabajó, pero nada salió.

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—¿Dónde está? —Mi agarre en sus brazos se apretó, hasta que un fuerte empuje de Ally me detuvo. Jimmy Don se tambaleó hacia atrás a los brazos de Cass, completamente blanco. Miré a mi prima y le susurré—:¿Mol? Y entonces lo oí... —¡Rome! ¡¡¡Rome!!! Azotando mi cabeza a la entrada de la casa, miré a Shelly prácticamente corriendo a toda velocidad por las escaleras en mí dirección. Toda la sangre en mi cuerpo parecía drenarse mientras ella se acercó a mí, en pánico e histeria, con el rostro surcado por las lágrimas. Empecé a correr y, agarrándola, le pregunté—: ¿Dónde está Mol? —Ella está... no lo sabíamos... la biblioteca... Ella está... Oh, Dios mío, Rome... —Fue todo lo que pudo decir. Apartándola, me encontré con el pasillo, decenas de mis compañeros de equipo mirándome con una mezcla de tristeza o shock. No tenía ni idea de por qué, pero sólo sirvió para asustarme aún más. Vagamente podía distinguir a nuestros amigos que me seguían por detrás, y al ver a la multitud pesada bloqueando la entrada de la biblioteca, grité—: ¡Muévanse malditamente fuera de mi camino! ¡MUÉVANSE! Dispersándose a mis órdenes, la puerta se despejó y casi me derrumbé ante la visión de lo que encontré, mis piernas colapsándose con terror instantáneo: Molly curvada en el suelo, cubierta de sangre, gritando y retorciéndose de dolor. No... En un segundo, estaba a su lado. —¡Mol! ¡Mierda! ¡Cariño, estoy aquí! ¡Estoy aquí! — No sabía dónde abrazarla, cómo detener su dolor. Ojos dorados, apagados por el dolor y la tristeza, me miraron y susurró—: Romeo, nuestro bebé, nuestro bebé... y-yo creo que lo estoy perdiendo. Por favor... ayúdame... —y ella gemía de dolor otra vez, apretando sus piernas y abrazando su vientre antes de llorar con tanta fuerza en la alfombra que apenas podía respirar. Levanté mi cabeza, miré a nuestros amigos que nos miraban con horror, y grité—: ¡Que alguien llame al 911¡ ¡Está perdiendo nuestro bebé! Mierda. Estaba perdiendo nuestro bebé... Las cuestiones de cómo y por qué estaban dando vueltas mi mente, no podía apartar mi atención de Mol, quien parecía estaba muriendo —¡Mierda! ¿Estaba muriendo? Me estremecí cuando alguien me tocó el hombro, Jimmy-Don diciéndome que la ambulancia estaba en camino.

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Desesperadamente necesitando abrazar a mi chica, la recogí, sin tener idea de si era algo bueno o no, y la atraje a mi regazo. Moviéndome de atrás hacia adelante, traté de calmarla, pero sus sacudidas de agonía me estaban destrozando. —Shh, cariño, lo siento mucho. Lo lamento mucho —lloré, mis lágrimas como torrentes interminables. Su piel palideció lentamente a un blanco sepulcral, y me tocó la mejilla, su mano débil como una pluma contra mi piel. —Creo que nuestro bebé se ha ido. Me duele mucho. Creo que nuestro bebé se ha ido... —Trató de terminar, pero sus ojos se ensancharon, su cuerpo se puso rígido, y ella gritó, el grito más malditamente inquietante que había oído alguna vez, mientras sentí una repentina humedad en sus piernas, y mirando hacia abajo, vi la sangre corriendo por sus muslos en nuestros cuerpos entrelazados. Yo no sabía qué hacer. Infiernos... ¡no sabía qué hacer! Los ojos de Molly empezaron a cerrarse, su agarre en mi camisa aflojando, y un fresco escape de pánico se sentía como que estaban triturando mi pecho. —¿Dónde está la maldita ambulancia? Está embarazada, maldita sea... Está embarazada... Nuestro pequeño ángel... —Me detuve, incapaz de hacer algo. Buscando el cuerpo de Molly, metiéndome a través de la masa de tejido blanco de su vestido ahora recubierto de sangre, traté de encontrar algo que pudiera hacer. No podía. No era un maldito doctor. No estaba preparado para esta mierda. Su respiración se volvió superficial y, llevando mi atención de nuevo a su rostro, vi un corte en su labio. Usando mi dedo pulgar para tomar una mirada más cercana, fruncí el ceño. —¿Nena?¿Por qué estás sangrando del labio? ¿Qué demonios te ha pasado? La estaba perdiendo. Tenía los ojos vidriosos y su cuerpo no estaba reaccionando al dolor. Rezaba y le rezaba a Dios, rogándole que salvara a mi niña. No podía perderla. Ella era mi todo. —¿Mol? —pregunté, y mi cuerpo se quedó inmóvil mientras sus ojos comenzaron a cerrarse—. ¡Mol! Quédate conmigo, Mol —grité, sosteniéndola en mis brazos más cerca. —T-tu madre la golpeó y ella cayó contra la mesa. No-nosotras... Y-Yo no sabía que estaba embarazada... Sólo estábamos tratando de asustarla. Las cosas se salieron de control... Shelly. Shelly estaba a mi lado temblando. Una ira como nunca antes se apoderó de mi cuerpo como puro octano ante la confesión de Shelly. Ella pasó a informarme que mi mamá se había escabullido, y, actuando por puro instinto, hice un movimiento, para ir hacia ella. Quería acabar con toda esta mierda de una vez por todas, pero cuando la mano temblorosa de Molly se puso en la mía y me rogó que me quedara con ella, no podía hacer nada más que descomponerme en tristeza, susurrando—: Nena, lo siento mucho Nuestro ángel... Nuestro ángel... Pero ella se había ido. Molly se había ido todavía en mis brazos, su aliento casi inexistente mientras su sangre continuaba saliendo.

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—Rome —la voz rota de Ally sonó a mi lado—. Los paramédicos están aquí. Necesitan llevar a Molly al hospital ahora. Vamos, cariño, dejémosle hacer su trabajo. Mirando hacia arriba, dos hombres se movían frenéticamente en el cuarto y recogieron a Molly inmediatamente de mis brazos. Estando de pie, completamente entumecido, registré la masa de ojos que miraban la escena, y apretando la mano inerte de Molly en la camilla, la seguí a la ambulancia, ignorando el flash de las cámaras y los susurros de los invitados horrorizados. Los técnicos de emergencias médicas empujaron la camilla en la ambulancia y los problemas comenzaron a dispararse. —¿De cuánto está? —Casi tres meses. —¿Qué pasó? —Al parecer fue golpeada y cayó contra el borde de una mesa... Yo no estaba allí... no pude evitar que ella... El paramédico trabajó sin parar en mi chica, colocándole una vía y Dios sabe qué más. La ambulancia salió volando por la ciudad, pero nunca solté la mano de mi chica. Ella me había pedido que no la dejara; era una promesa que no rompería.

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—Tu novia sufrió un duro golpe en el estómago y eso causó un daño irreparable a la placenta, y lamento tener que decirle esto, pero perdió el bebé. También encontramos evidencia de una hemorragia interna y nos estamos preparando para cirugía en estos momentos. Yo no sabía cómo tratar con ello. Había perdido todo sentimiento. —¿Podrá sobrevivir? —dije con voz áspera, mi voz ronca de tanto llorar. —Haremos todo lo posible, hijo. Alguien estará fuera para mantenerte informado de sus progresos. —Y con eso, el médico me dejó solo en una habitación familiar vacía mientras él salió corriendo para arreglar a mi chica. Él podría ser capaz de reparar su cuerpo, pero demonios si sabía cómo estaría su mente cuando se despertara. Una luz llamando a la puerta sonó, pero no podía mirar para arriba, demasiado fascinado por el patrón moteado en el piso de linóleo. —Rome —una voz de mujer gritó, y lo reconocí como perteneciente a Ally.

Ella envolvió sus brazos alrededor de mis hombros y sollozó incontrolablemente. Estuvimos de esa manera por un tiempo, todos mis amigos llorando, abrazándome. Incluso Austin, la persona más fuerte que había conocido, se vino abajo, abrazando a Lexi después. Cuando no quedaron más lágrimas que derramar, cada uno tomó un asiento en la sala y nos sentamos en silencio. —Bala, no puedo decirte cuánto lo siento, hombre. A Molly y a mí nos alcanzaron una nota cuando la lleve al baño. Pensamos que era tuya. No puedo dejar de culparme. — Cass frotó su espalda mientras las lágrimas corrían por su rostro. —¿Qué decía? —pregunte con cansancio. Ally se desplazó hacia adelante, con los ojos lanzándose al suelo con nerviosismo. — Me las arreglé para hablar con Shelly antes de irnos. Tu mamá lo planeó, cariño. Al parecer, ella quería asustar a Molly para siempre. Shelly admitió que le dijo a tu mamá acerca de las notas que le mandabas a Molly antes de un juego, y mientras tu papá te estancaba hablando de fútbol, lo utilizó para estar a solas. Capté a Jimmy-Don lanzando su cabeza en sus manos ante ese poco de información, explicando: la nota decía que te encontrarías con ella en la biblioteca, que necesitabas un descanso de la fiesta, y que Molly se reuniera contigo allí. Nunca dudé que fuera tuya, ni por un segundo. La mirada comprensiva de Ally aterrizó en Jimmy -Don, quien se había roto en llanto, pero se las arregló para continuar. —Al parecer tu mamá comenzó a decirle a Molly que se fuera, ya tenía un detective privado que averiguó algunas cosas realmente desagradables sobre el pasado de Molly y empezó a usarlo en su contra. No funcionó. Molly no se inmutó, pero cuando mi tía Kathryn comenzó a hablar mierda sobre ti, Molly se defendió, al parecer en tu defensa y eso es cuando tu mamá arremetió. Estaba borracha de nuevo. Molls cayó sobre la mesa y, bueno, sabemos el resto. Tus padres no estaban en ninguna parte después. La policía quiere hablar con tu mamá, pero ella está completamente desaparecida. Si no estuviera tan insensible, hubiera destrozado la habitación, pero incluso mi ira, esta vez, no fue suficiente para hacer que mi cuerpo se moviera. Mi mamá investigó mierda sobre ella? Lo más probable acerca de su papá y su abuela muertos. Me prometí en ese momento que si alguna vez la volvía a ver, me las pagaría. Cristo, todo esto sucedió porque mi chica me defendió. No le gustaba que me hagan sentir incluso peor. Había perdido nuestro ángel por mi culpa... —Los odio. Malditamente les odio demasiado —susurré, casi rompiendo los lados de la silla de plástico con mi agarre—. Están muertos para mí. Condenadamente a dos metros bajo tierra, muertos. Mis amigos en silencio me dijeron que estaban completamente de acuerdo.

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Después de varias horas y una cantidad estúpida de café, una enfermera vistiendo ropa quirúrgica rosa entró a la habitación, me quedé inmóvil y contuve la respiración mientras mi corazón trataba de hacer frente al miedo sofocando mi cuerpo. —¿Rome? —preguntó la enfermera mientras buscaba en la habitación. Me puse de pie y ella se movió delante de mí—. La Srta. Shakespeare ha logrado salir de la cirugía y está estable en la UCI. Fuimos capaces de reparar la ruptura estomacal que sufrió y hacerle una transfusión para reemplazar la pérdida de sangre del aborto involuntario. —¿Puedo verla? —le pregunté desesperado. Tenía que estar allí cuando ella despertara. —Pronto. Enviaré a alguien a buscarte. Después de que la enfermera se fuera, me dejé caer hacia atrás en mi silla y escuché los suspiros de alivio de mis amigos. —Ella va a estar bien, Rome —dijo Ally enfáticamente, tratando con todo su mayor maldito esfuerzo por ser positiva. Asintiendo lentamente, respondí—: Su cuerpo puede sanar, claro. Pero todavía tengo que decirle que perdimos a nuestro bebé, y puedo decírtelo ahora, ella va a estar cualquier cosa, excepto bien. El silencio se reanudó una vez más. Mientras entraba en la pequeña habitación del hospital privado, tuve que agarrarme del marco de la puerta para no caer de rodillas. Tubos y cables salían de su pálida piel, sombras profundas y oscuras colgaban debajo de sus ojos, y se veía tan pequeña y rota, hundida bajo una masa de algodón blanco. Me concentré en el ritmo constante del monitor de su corazón para controlar mi respiración y lentamente me moví hacia la cama, besando la mejilla fría de Molly y tirando de una silla a su lado, sosteniendo su mano en la mía, comencé la espera para que ella despertara. Debí haberme quedado dormido, y una mano acariciando mi cabello me despertó de mi sueño. Convencido de que estaba soñando, me sobresalté cuando unos ojos dorados confundidos se centraron en mí, la mano de Molly débilmente cayendo sobre su estómago.

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—¿Romeo? ¿Acaso... acaso...? Sabía lo que estaba preguntando, pero mi voz desapareció por el dolor, por lo que simplemente asentí, mirando la completa agonía de mierda asentarse en su hermoso pálido rostro, y las lágrimas comenzar a verterse de sus ojos. Después de días de perder a mi chica, necesitándola para compartir mi dolor, me incliné, sosteniendo su cuerpo debilitado en mis brazos, y le susurré—: Lo siento mucho... todo es mi culpa. Pero Molly siendo Molly no oiría aquello, y tirando de mí en el colchón a su lado, me aseguró que no había nada que podría haber hecho cuando le dije que la había decepcionado. Le expliqué lo que pasó, la nota, Shelly, mi mamá, todo, y con cada frase, se hacía más y más distante. Durante el próximo par de días, Molly gradualmente se encerró en sí misma. No comía, apenas hablaba, y cuando no estaba durmiendo, se quedaba mirando sin ver hacia el techo, ignorándome, haciendo caso omiso de nuestros amigos. Los chicos vinieron a verla y se esforzaron al máximo por levantarle el ánimo, pero las miradas de preocupación que me daban me mostraron que sabían que Molly estaba jodidamente deprimida. No sabía qué demonios hacer para sacarla de ello. No pude soportarlo, día tras día estando en aquel maldito hospital, viendo a Mol ahogarse en la miseria, viendo las horas convertirse en días, y a mi chica dejando que el dolor la despedazara. Así que cuando llegó el médico y nos dijo que Molly estaba siendo dada de alta, estaba tan malditamente feliz, pensando que una vez fuera de la prisión de la habitación del hospital, ella comenzaría a sanar, comenzaría a ayudarme a sanar también. Estaba ocupado empacando su bolso cuando un mensaje apareció en mi celular. Entrenador: Rome, Odio pedirte esto, pero realmente te necesito en la función de esta noche. No tienes que venir mucho rato, pero tienes que estar aquí para el equipo, para la prensa. Suspirando y pellizcando mi nariz, maldije interiormente. El entrenador había sido genial últimamente, pero el quid de la cuestión era que el fútbol no se detiene para nadie, y la pérdida de nuestro bebé no iba a cambiar el hecho que el campeonato estaba a la vuelta de la esquina. —¿Qué es? —preguntó Mol desde la cama. Me volví para verla mirándome con su indiferencia habitual y le respondí—: Es el entrenador. Me necesita para asistir a una función de caridad en el estadio esta noche. Me he perdido un montón de partidos de preparación, y necesita que el mariscal de campo esté allí para mostrar que estoy con el equipo todo el camino hacia el campeonato. —Entonces ve.

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Me quedé inmóvil y dejé caer la bolsa llena hasta el suelo. —No puedo dejarte así. —Sí, puedes. Estoy cansada de cualquier manera. Necesito dormir. La ira se filtró en mis músculos. Había terminado con esta maldita impostora acostada en la cama, fingiendo ser mi chica. Casi no la reconocía. Yo quería a la vieja Molly de vuelta. La que se reiría conmigo, la que lo haría todo mejor... la que malditamente me amaba. Lo había sobrellevado solo desde hace varios días, suprimiendo mi dolor para apoyarla a través del suyo, pero no podía jodidamente hacerlo más, y perdiendo el agarre de mi ira, golpeé un puño en la pared. —¡Por amor de Cristo, Mol! ¿Cómo puedes estar cansada? ¡Has dormido durante días, sin hacer nada durante días! Entiendo que has tenido una cirugía, pero los médicos dijeron que deberías estar sintiéndote mucho mejor ahora. Te la pasas tirada, Shakespeare. ¡Es necesario que espabiles el infierno fuera! ¡Lo he intentado, ha estado tratando de ser paciente, pero ya es suficiente! He perdido un bebé también, no solo tú, pero me bloqueas, me dejas fuera y actúas como si fuera un maldito extraño para ti. ¡Yo era el padre, por el amor de Dios! No puedo hacerlo solo. Tengo mucho en que pensar, en ti estando así, guiar al equipo al campeonato, las esperanzas de todo un estado en mi cabeza. Necesito que me ayudes, Mol, no te ahogues en tu propia maldita miseria. ¿Quién me está apoyando? ¡Estoy de duelo también! Sus ojos sin vida me miraban sin ver, y la pura desesperación se hizo cargo mientras alcanzaba la cama, toda la gentileza desaparecida. Presioné mis labios a los de ella, de forma agresiva, áspera, y como por lo general nos gustaba. Pero sus labios no se movieron. Fue como besar un puto cadáver. Estaba asustado. Cuando la vi en el suelo, cubierta de sangre en casa de mis padres, había estado asustado. Cuando supe que tenía que decirle que nuestro bebé había muerto, estaba asustado, pero el miedo por la chica que amaba, la chica que me salvó, estaba perdida para siempre me tenía casi loco de pánico. —¡Por el amor de Dios! Por favor. Por favor. ¡Me estás asustando hasta la mierda! Tienes que empezar a tratar con ello, tratar con todo lo que pasó —le supliqué. Pero ella se dio la vuelta, no queriendo escuchar... y se sintió como que estaba muriendo de una muerte lenta y dolorosa. »—Ni siquiera puedes soportar verme, ¿verdad? Su espalda se puso rígida, se giró para mirarme, con la ira pura distorsionando sus facciones, y gritó—: ¡Ahí! ¡Te estoy viendo! Dime, Rome, ¿con que te gustaría que lidiara? ¿El hecho de que tu madre mató a mí jodido bebé? Y ahí estaba... mi bebé. Ella ya no nos veía juntos... Ya no estábamos juntos en esto.

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—Nuestro bebé, y no te olvides nunca de eso. ¡Yo estuve contigo todo el camino hasta el final... todavía lo estoy! ¡Todavía estoy jodidamente aquí, tratando de sacarte del infierno! Pero no hubo nada, ni siquiera un atisbo de comprensión en sus ojos. Se había dado por vencida con nosotros, y en ese momento, no me importaba tampoco. Había terminado con todo este maldito año. —¿Sabes qué? ¡A la mierda esto! ¡Estoy fuera! Asistí a la cena a la que se me requirió y horas más tarde me encontré abriéndome paso través del hospital, mi chica se fue y no la encontraban por ningún lado. Sentado en su cuarto vacío, una cosa estaba totalmente clara: Molly se había rendido. Ella me había dejado. Había huido.

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EN EL PRESENTE… —Dios mío, Rome—susurró Ally, secándose los ojos—. Nunca supe… nunca me di cuenta de que ambos pasaron por tanto. Cuanto significan el uno para el otro. Protegiéndose el uno al otro. —Sí —dije con voz ronca—. Ahora tú lo sabes. —Me giré hacia Ally, quien estaba mirando alrededor del cuarto, mordiendo su labio con preocupación—. Necesitamos encontrarla, Al. ¿Qué si ella hace algo estúpido? No está pensando bien. No lo ha estado haciendo durante días. Su mano de repente golpeó mi brazo y apuntó a la pared. —Rome, mira la fecha en el calendario de Molly. —Vuelo a Heathrow. Presentación en Oxford. —Leí en voz alta. Mierda. Ella había regresado a Inglaterra, para la presentación en la que había estado trabajando. Por supuesto. La profesora Ross había sido la persona del auto, en el hospital. Pero el vuelo había salido hace tiempo. Ella se había ido hacía tiempo. Inmediatamente salté de la cama, planeando mi próximo paso. —¿A dónde vas? —preguntó Ally frenéticamente. —A Oxford. Necesito traerla de vuelta. La mano de Ally agarró mi brazo. —¡Tú no puedes, Rome! ¿Qué pasa con el campeonato nacional? Pondrías en peligro el proyecto. No puedes irte. ¡Es todo tu futuro de lo que estamos hablando aquí! Dejé salir un grito gutural y derribé la parte de arriba de la cómoda de Mol con mi brazo, observando toda su mierda caer al suelo, luego me giré para encarar a Ally una vez más. —¡No, ahí es donde tú estás equivocada! ¡Molly es mi maldita vida, mi maldito futuro! ¡Y justo ahora ella está en un 747, directo al aeropuerto de Heathrow, muriendo jodidamente por dentro gracias a mí, por causa de mi madre psicópata! ¡Que se joda el campeonato!

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Por primera vez en nuestras vidas, pude ver que había asustado a Ally. Pude verlo en su rostro cenicienta, su piel normalmente color oliva se había vuelto blanca con la conmoción. Pasando mis manos a través de mi cabello, dejé caer mi trasero en el borde de la mesita de noche. —Mierda, Al. Lo siento. Lo siento mucho… sólo que estoy fuera de mí. No sé qué demonios hacer. —Esto no era bueno; las lágrimas con las que estaba peleando comenzaron a derramarse fuera de mí. Mis hombros se estremecieron y enterré mi rostro en mis manos. Los brazos de Ally me consolaron mientras dejaba salir todo. —Esto es lo que pienso, Rome. —Ella hizo una pausa, esperando a que yo hablara, pero no pude—. Digo que salgamos de aquí ahora y vayamos a casa de mis padres en Birmingham. Estaba previsto que saliéramos en un par de días para Navidad de todos modos. —Me tensé e iba a discutir, pero ella continuó—. Dale a Molls algo de tiempo. Ella regresará. Sé que lo hará. Nunca he visto a una pareja como ustedes dos. Son perfectos juntos. Solo déjala que digiera todo. Es sensible, necesita tiempo para sanar. Llama al entrenador. Dile que vas a tener que tomar unos días libres, luego regresa para entrenar y ganar el campeonato nacional. Si todavía ella no ha regresado, entonces haces algo. Diablos, yo volaré a Inglaterra contigo si es necesario. Sabía que tenía razón, pero incluso pasar un día apartado de mi chica, sin escuchar su voz, iba a matarme. Mierda. ¿Cómo empezó a ir todo tan mal? No podía dejar de pensar en mis padres y en lo que hicieron. Año tras año de su abuso brillaron ante mis ojos y me odié por no luchar nunca. ¡Quería hacerles daño, al igual que ellos me habían lastimado, herido a Mol... a nuestro jodido bebé! Mis palmas se sentían como si estuvieran ardiendo y mis manos se cerraron en puños. —¿Rome? —dijo Ally nerviosamente. —¡No puedo ir! —grité, Ally cautelosamente retrocedió a través del cuarto—. Tengo que encontrar a mis padres. ¡Ellos tienen que rendir cuentas por lo que han hecho! —¿Y dónde vas a buscar? —No lo sé. En todos lados. No puedo simplemente no hacer nada. Me lo han quitado todo... ¡Todo! Ally se movió justo en frente de mí, el pánico por todo su rostro. —Rome, entiendo la necesidad de justicia, de verdad, pero se lógico. Deja que la policía haga su trabajo. Ellos serán encontrados y lidiarán con esto de la manera correcta. —Al... —susurré, incapaz de encontrar mi voz. —Prométemelo. No los dejes arruinar tu vida nunca más. Si tú vas detrás de ellos, vas a terminar en problemas. Te conozco Rome, lo perderás.

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—¡Maldita sea, Al! —Me quejé, pero dejando caer mis hombros, en contra de mi voluntad asentí con la cabeza—. Está bien, vamos a ir a Birmingham, pero... vamos a ir ahora, antes de que cambie de opinión. Ally tentativamente colocó su mano en mi hombro. —Vamos a empacar nuestras maletas y dirigirnos directamente a la carretera. Yo voy a conducir. Me paré aturdido, y reacio abandoné el dormitorio de Mol, siguiendo a Ally hasta su habitación mientras ella reunía sus cosas. En todas partes que me paraba me sentí sofocado, así que salí al balcón para pensar. Fue una mala elección; aquí fue donde Mol y yo realmente habíamos congeniado. Fue el comienzo para nosotros. Después de unos diez minutos, hubo un toque con pánico en la puerta, y Lexi y Cass entraron corriendo, sus rostros cayendo cuando me vieron de pie afuera, mirándolas con la mirada vacía. —Hola, Rome. Lo sentimos. No sabíamos que estarías aquí —dijo Lexi. No le respondí, simplemente me volteé de nuevo a mirar hacia fuera a los árboles, una vez más. —¿Dónde está Molls? —susurró Cass, tratando de ser discreta, pero su fuerte acento tejano sonaba como una sirena de niebla en la habitación tranquila. —Se fue —susurró Ally a su vez, haciendo que todos mis músculos se tensaran. — ¡Jesús! ¿Adónde se fue? —preguntó Cass, su propia ira filtrándose a través de sus palabras. —¡A donde quiera que sea, tenemos que ir por ella! ¡Ahora! —Demasiado tarde, Cass. Parece que ha regresado a Oxford, cogió un vuelo fuera de aquí noche, consiguió salir del hospital con la profesora —le informó Ally, y por primera vez esa noche, oí su propia tristeza cansada filtrarse. Alguien sorbió, y luego la voz suave y rota de Lexi interrumpió. —Pobre Molly, ¿lo que debe estar sintiendo? Quiero que vuelva a donde tiene amigos. Quiero abrazarla, consolarla y decirle que todo va a estar bien. No es de extrañar que ella se fuera. ¿Cómo iba ella a hacer frente a todo lo que pasó? —¡Conmigo! —grité, casi involuntariamente, y me giré para enfrentar a nuestros amigos traumatizados. El pesado maquillaje negro de Lexi estaba chorreado por su rostro, su labio inferior temblando mientras me miraba, con los ojos muy abiertos. —Lo siento, Rome, yo… —¡Ella me tenía! —grité de nuevo, acercándome a ellos con furia. Ally se movió delante de mí, tratando de detenerme con sus manos apoyadas en mi pecho. Yo la eché a un lado, gritando por encima de su hombro—. ¡Estábamos destinados a pasar a través de toda esta mierda juntos! ¡Ella me lo prometió una y otra vez! ¡Estoy tan jodidamente enojado con ella! Todos parados aquí llorando, pero ella huyó de ustedes también. ¡Nos dejó a todos nosotros! ¡Tiene casi veintiún años y todavía huye cuando la mierda se pone

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difícil! ¡Debería haberse quedado, maldición, quedado y conseguir pasar la muerte de nuestro hijo conmigo! Lexi y Cass estaban paradas, clavadas al suelo, las lágrimas corrían por sus rostros. De hecho sentí cierta apariencia de culpabilidad, al ver a Cass reducida a un desastre lloroso. Pero yo estaba reprimido por la rabia, atrapado en el maldito limbo, incapaz de ver más allá de mi propio dolor. La puerta se abrió de golpe, y Jimmy-Don y Austin entraron. Austin me miró mientras Jimmy-Don envolvió a Cass en sus brazos, con las cejas fruncidas por la confusión mientras registraba la escena. Austin jaló a Lexi junto a él, acunando su rostro, luego se volvió hacia mí, con la boca apretada. ¿Él estaba enojado conmigo también? Perfecto. —Rome, necesitas calmarte demonios y deja ya de destrozar a las chicas —dijo Austin con calma, pero podía oír la amenaza pesada en su voz. —Vete a la mierda, Austin. No tienes ni idea de lo que estoy pasando —le espeté, moviéndome para alejarme. Sus ojos ya oscuros parecieron ensombrecerse aún más, y agarró mi brazo. Bajé la vista hacia su mano envuelta alrededor de mi bíceps y apreté mi mandíbula. Austin me observó, tambaleándose hacia atrás ligeramente, pero dijo entre dientes— : Tienes razón, no la tengo, ninguno de nosotros la tiene, pero no trates como la mierda a Lexi porque Molls te dejó, ¿de acuerdo? —Eso me hizo hacer una pausa, y Lexi bajó su cabeza avergonzada, evitando mi mirada. Lo que sea. Yo no podía preocuparme una mierda por lo que estaba pasando entre ellos dos en estos momentos. Liberando mi brazo, miré a Ally y pregunté—: ¿Estás lista? Ella asintió, agotada, y se dirigió al resto de nuestros amigos—: Nos vamos a la casa de mis padres. Que tengan una buena navidad, todos ustedes, y nos veremos cuando regresemos. —Ella abrazó a cada persona con fuerza, pero yo sólo pasé junto a ellos hacia la puerta, no estaba exactamente muy lleno de la alegría por la Navidad. Una mano firme se posó en mi hombro. Austin. —¿Estás bien, hombre? —preguntó él, ya no molesto, sino preocupado. Mierda. Este era Austin, mi mejor maldito amigo. Me hundí y dije no con la cabeza. —Ella volverá —me aseguró él. Lo miré a los ojos, luego a los de Cass y los de Lexi. —Miren, antes de… Austin agarró mi rostro entre sus dos manos, interrumpiéndome en mitad de la frase. —No te disculpes. Sólo saca la mierda de aquí y consigue enderezarte. Tenemos un

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campeonato que traer de vuelta, y tú necesitas estar en plena forma. —Plantó un típico beso siciliano en mi frente. Dando un paso atrás, corrí por las escaleras, pasando a todas las hermanas de la hermandad de Mol mirándome con lástima, y hacia afuera al aire fresco del invierno, dirigiéndome directamente hacia el Mustang. Ally se me unió unos segundos después, y en silencio, fuimos a mi casa de la fraternidad, reuní un poco de ropa, llamé a mi entrenador, y salimos a la carretera. Destino: Birmingham.

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—Rome, estamos aquí. —Oí decir a Ally desde mi lado mientras el estrepitoso motor del Mustang aumentaba su intensidad hasta detenerse. Al principio estaba desorientado, pero luego recordé... todo... y ese intenso dolor que había disminuido, aunque sólo sea por un corto período de tiempo durante el sueño, perforaba de regreso mi pecho con venganza. Tomando una respiración profunda abrí la puerta del pasajero, sonrío a tía Alita, quien corría desde la pequeña casa rural, brazos extendidos, lágrimas corriendo por su rostro, gritando—: ¡Rome, mía Rome! ¡Viene aquí, viene aquí!14 Rompiéndose en pedazos contra mi pecho y apretando sus brazos alrededor de mi cintura, mi pequeña tía española lloró en mi camisa. El nudo en mi garganta se expandió con su desmesurado afecto. Así era como debía ser una madre —educadora, protectora, cariñosa—, y ese pensamiento destrozó más mi corazón. Aunque no nació, Molly hubiera sido todas esas cosas para nuestro hijo. Retrocediendo, tía Alita preguntó—: Querido mío, ¿estás bien? —dijo con su fuerte acento—. ¡Ay, Dios mío!15 Tal tragedia. ¡Que el Señor castigue a tus padres por tanta crueldad! Mi tío salió al pequeño porche, llamando mi atención, un comprensivo ceño fruncido en su rostro, su rostro que se veía demasiado similar al de mi padre para traer algún consuelo. —¡Mamá! Déjalo —dijo Ally, rodando sus ojos en mi dirección, llevando a su madre dentro de la casa. Con una respiración profunda, me dirigí a mi tío, poniéndome rígido cuando descansó sus manos sobre mis hombros. Inmediatamente levantó sus palmas en el aire. —Lo siento, hijo. Olvidé lo mucho que tu papá y yo nos parecemos. —No, está bien. Es que no estoy acostumbrado a que la gente me toque, eso es todo. Y sí, te pareces mucho a él a veces es extraño. Tío Gabe sonrió tristemente. —Aunque solo en el físico, ¿espero? —Colocando su mano en la parte de atrás de mi cabeza, me acercó—. Ese hombre es malo, Rome. Sabía que él no era un buen hombre. Demonios, incluso al crecer, era un asno, pero para ambos, 14

En español en el original. En español en el original.

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tanto tu mamá como tu papá, hacer lo que han hecho últimamente… Bueno, nunca podría haberlos creído capaz de tal comportamiento. Soltando una risa carente de humor, dije—: Sí, bueno, estoy seguro que la familia de Charles Manson pensaba lo mismo de él también. Algunos padres simplemente nacen para ser malos y nadie puede detenerlos. Los ojos marrones de Tío Gabe brillaban, una torturada expresión en su rostro. —Debería haber hecho más por ti, alejarte de todo... peleado por ti más duro. Te he decepcionado. —Hubo una pausa en su respiración antes de susurrar—: Te fallé tanto, hijo. Apartándome de su abrazo, contesté—: No, no lo hiciste. Mis bastardos padres lograron salirse con esta mierda, todo el mundo se está echando la culpa a sí mismos por sus acciones. Pero no hay nadie a quien culpar más que a ellos. Por razones que sólo ellos alguna vez sabrán, disfrutan destruyendo a las personas, personas que deberían haber amado. Los ojos del tío Gabe intensos, y poniendo su brazo alrededor de mis hombros, me guío a la pequeña casa, declarando—: Bueno, parece que el karma puede haberles cobrado por sus acciones por fin. Deteniéndome por completo, pregunte rápidamente—: ¿De qué estás hablando? Caminando por delante dentro de la habitación del frente, mi tío señaló la televisión. —Es en todas las noticias. Demonios, está en todas partes... Con el corazón acelerado, corrí a la habitación donde Ally y tía Alita estaban ya sentadas en el sofá, ojos pegados a la pantalla. ÚLTIMAS NOTICIAS: LA NOVIA DEL MARISCAL DE CAMPO ESTRELLA DE LOS TIDE SUFRE UN ABORTO EN MEDIO DE UN ESCÁNDALO DE LAVADO DE DINERO EN PRINCE OIL. Mi cansada mente corrió a toda velocidad para asimilar todas las imágenes. Mostraron a Molly en una camilla siendo introducida en la parte trasera de una ambulancia, conmigo sosteniendo fuertemente su mano, su vestido y mi traje blanco cubierto de sangre. El periodista habló en profundidad sobre el incidente y la noticia de última hora de cómo mi mamá agredió a Molly en el hospital y cómo había sido arrestada por la agresión. A continuación, un avance de la edición de mañana cubrió la pantalla con la misma maldita imagen y los presentadores pasaron a hablar de la noche de la cena y cómo Molly había abortado después. Me enfureció que ni siquiera sabían habar de cómo ella cambió mi maldita vida, cómo había sido brutalmente privada de ser la mejor maldita madre en la Tierra, y cómo era la persona más importante en el mundo para mí.

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La siguiente imagen era de mi padre con las manos esposadas, siendo sacado de su casa. La habitual arrogante mueca estaba en su rostro, sin variaciones, mientras la policía lo metía en la patrulla. La cámara cambio de nuevo a los presentadores, quienes pasaron a discutir la enorme cantidad de dinero que mi padre estaba lavando de las ganancias de su propia compañía para cubrir lo que parecía algunas corruptas inversiones de baja fiscalidad. Ellos sospechaban que mi padre le debía a un conjunto de dudosas personas una gran cantidad de dinero y que había agotado su parte de las ganancias de Prince Oil en el último año, la única parte que quedaba en el estado financiero rentable pertenecía a Martin Blair, que aún tenía que hacer una declaración. Y entonces me di cuenta. El matrimonio. Mi matrimonio arreglado con Shelly le hubiera dado acceso al dinero de Martin Blair según el acuerdo que ambos habían hecho. ¡El bastardo! Los Prince de Alabama habrían estado sin un centavo... Arruinados. Dinero. ¡Siempre se trató del jodido dinero! Poniéndome en mis pies, hice un movimiento hacia la puerta, pero una mano en mi hombro me detuvo. Luché para escapar. —¡Vaya! ¡Rome, tranquilízate, hijo! —Tío Gabe proclamó, retrocediendo. Ally y tía Alita, ambas estaban con los ojos muy abiertos y nerviosas al ver que me desmoronaba. Agarrando mi cabello con furia, dejé escapar un fuerte grito y abandoné la habitación, disculpándome una y otra vez. —Lo siento, lo siento... Sólo... Tengo que salir de aquí... Necesito aire... Irrumpí en la fría noche, pateé cualquier cosa en mi camino: la parrilla, sillas, Cristo, cada maceta cuidadosamente arreglada con plantas que pude ver, y estrellé mi puño izquierdo contra la gran pared de piedra rodeando el patio, insensible ante la piel desgarrándose en el impacto. ¿Toda la mierda que me habían hecho pasar este año era porque mi padre estaba endeudado hasta sus malditos globos oculares? ¡Mi chica y mi ángel no nacido destruidos a causa de la maldita avaricia de mis padres! No podía soportarlo más. No podía soportar más dolor o decepción. Me estaba ahogando, jodidamente ahogándome en la miseria. Me dejé caer en una silla de jardín, saqué mi celular. Molly todavía estaría en el aire mientras volaba como el infierno lejos de mí y la caída del Imperio Prince, pero tenía que llamar. Necesitaba escuchar su voz; era la única cosa, aparte de su toque, que me calmaba. Marcando su número, mi corazón dio un vuelvo cuando su correo de voz de inmediato se reprodujo: ¡Hola! Te has comunicado con Molly. Lo siento, no puedo contestar el teléfono ahora mismo, pero si dejas tu nombre y número después del tono, voy a ponerme en contacto contigo cuando pueda.

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Finalizando la llamada, marqué el número otra vez... y otra vez... mi cabeza agachándose y mi corazón rompiéndose con cada acento Inglés—: ¡Hola! Después de la quinta vez de dejar que el mensaje se repitiera, finalmente hablé: Mol. Hay una historia en el periódico. Es sobre nosotros... acerca de perder a nuestro ángel. Cristo, Mol, hay una foto de ti. Se está rompiendo mi corazón y no estás aquí. Mi mamá ha sido arrestada por agresión; mi padre ha sido arrestado por lavado de dinero. Por favor, llámame. Dime dónde estás. Todo está jodido. Me estoy volviendo loco sin ti. Te amo. Vuelve a mí. No colgué hasta que la línea se cortó, luego sucumbí a todo el dolor que me hacía pedazos y ya no puede contenerlo, dejé escapar devastadores sollozos. No podía respirar, no podía detener el temblor de mi cuerpo. Estaba completamente destrozado. Segundos más tarde, sentí un brazo envolverse alrededor de mis hombros y automáticamente me encogí y moví para levantarme. Fuertes brazos me obligaron a permanecer sentado, y mientras miraba a través de mi cabello caído y ojos borrosos, tío Gabe me empujó a su pecho, acariciando mi cabeza suavemente. —Está bien, hijo, desahógate. No te resistas. Rindiéndome y tomando consuelo de su apoyo, me aferré a su camisa, admitiendo— : No puedo hacerlo más. No puedo estar sin ella. ¿Qué voy a hacer? ¿Y si ella no vuelve a mí? La voz tensa y áspera de mi tío respondió—: Shh, hijo. Todo irá bien. Nada de esto fue tu culpa. La pérdida de tu bebé no debería estar en tu conciencia. Ira corrió por mis venas y espeté—: Lo fue, sin embargo. ¡Todo fue mi culpa! —Mi rostro estaba húmedo con demasiadas lágrimas y, abandonando lo último de mi resistencia, me hundí y dije angustiado—: Todo el mundo me abandona. Nadie tiene fe en mí. Nunca soy lo suficiente... Nunca soy jodidamente suficiente... ¿Qué es lo que hace que todo el mundo me abandone...? ¿Qué es lo que hace que no me amen lo suficiente para quedarse conmigo mucho tiempo? Mi tío me apretó en su abrazo y luego se movió frente a mí para agarrar mis mejillas. —¡Tú eres suficiente! No es tu culpa, ¿me oyes? Mi cabeza se sacudió en desacuerdo y mis ojos se cerraron, pero el maldito torrente de lágrimas no paraba... ira y pena ahora eran las únicas emociones que me quedaban.

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Desperté con un sobresalto, sentándome en la cama, sudando, jadeando y mi polla tan condenadamente dura en mis bóxer. Mi mano tanteó a mi lado, buscando por Mol, pero el lugar a mi izquierda estaba vacío. Oh, sí. Ella se había ido y era mi tercera noche en casa de mi tío… solo. Miré alrededor de la habitación desconocida, mis ojos echaron un vistazo al reloj a mi lado, tres de la mañana. Mierda. Mis pensamientos estaban inmediatamente en mi chica, sabiendo que ella ya estaría despierta y lista para su día en Oxford. ¿Estaría extrañándome? ¿Queriendo regresar a casa? Cayendo de nuevo en el colchón, gruñí y pellizqué mis ojos cerrados, pero la repetición de las imágenes de mi sueño eran una lenta tortura, una tentación, había despertado de mi sueño, demasiado pronto. Quería que el recuerdo de hacerle el amor a mi chica parezca real, quería sentir una vez más lo que era estar dentro de ella, pecho con pecho, balanceándonos juntos, manos entrelazadas, perdido en ella, salvado por ella. Cerrando mis ojos, mis recuerdos se estrellaron dentro de mí como un jodido camión, pero las abracé. Quería recordar… —Romeo, ¿Qué estás haciendo? La fiesta… acabas de ganar el Campeonato de la SEC, deberías estar con tu equipo… —Molly jadeó en mi cabello mientras yo la sostenía contra la pared de mi habitación. Tan pronto como la puerta se cerró de golpe, empecé a empujar hacia abajo sus bragas. Levantando la falda de su vestido, envolví sus piernas alrededor de mi cintura. —Ellos me han tenido todo el día en ese jodido desfile, exhibiéndome por la ciudad. La prensa ha escuchado todo lo que tengo que decir. Ahora es todo acerca de ti y de mí, y hundir mi polla en este pequeño coño dulce —le dije lentamente, tomando mi mano y agitando el dedo a lo largo de su clítoris. —¡Rome! Retrocediendo a la realidad y gimiendo de necesidad, extendí mi mano hacia abajo, acariciando lo largo de mi polla, tratando de recordar todo: cómo se sentía estar tan cerca de mi chica, cómo su rostro se veía a la luz de la luna mientras la penetraba contra esa

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pared. Estaba jodidamente desesperado, buscando alguna conexión con un momento en que las cosas no estaban tan hechas mierda... Liberé mi polla de mis pantalones vaqueros y la guie hacia el centro caliente de Mol. — ¿Estás lista, cariño? ¿Estás lista para mí? —¡Sí! Pasé la punta alrededor de su agujero caliente, provocando, sintiendo su empuje hacia abajo en señal de frustración. —Mmm... debería solo esperar hasta que lo necesites un poco más. —¡Rome! ¡No! Por favor... Sonriendo mientras ella inclinó sus caderas apenas a la derecha, abrí su entrada, y con un golpe rápido, me empujé justo hasta su empuñadura. Cristo, se sentía tan bien. Molly agarró la nuca de mi cuello mientras presionaba besos a lo largo de los lados de su cuello y endurecía sus tetas. —Mierda, nena, están tan apretada. —Más duro, Rome, más duro... —suplicó. Le di lo que necesitaba y la golpeé contra la pared, los golpes rítmicos de su espalda contra el panel de yeso sonando con cada embestida. —Uff... Rome... estoy... estoy… —Su frase cortada mientras gritaba contra mi cuello, su apretado canal ordeñando mi polla. —¡Mol… Mol! —dije con voz ronca mientras me vaciaba, agarrando las piernas de mi chica y sosteniéndola fuera del suelo con mi torso. Retirándome, Molly irradió su sonrisa hacia mí. —Deberíamos volver a la fiesta ahora. La gente se estará preguntando dónde estamos. Sonriendo de vuelta, le dije—: Está bien. —Y me incliné para susurrarle al oído—: pero no te pongas las bragas. Hay más paredes que estoy queriendo probar... Mirando al techo, respirando rápido con semen en mi estómago, sentí una maldita lágrima deslizarse por el rabillo de mi ojo. No pude conseguir esa sensación de satisfacción de vuelta, masturbándome como un loco desesperado en medio de la noche solo para conseguir una sensación, ni siquiera cercana de lo que compartimos. Lo qué Mol y yo compartimos nunca fue solo una follada; nunca fue solo hacer el amor. Era jodidamente una experiencia cambiante, una afirmación de la vida, y el miedo se apoderó de mi pecho ante la idea de no tener eso de nuevo. Sí, la manera en que fallábamos era ruda, intensa, pero no hizo la conexión menos real. De hecho, hizo todo lo contrario. En esos momentos éramos exactamente quién

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estábamos destinados a ser, y habíamos estado sin vergüenza de exponer ese lado de nosotros mismos entre nosotros. Encajamos como un maldito rompecabezas. Sintiendo como si hubiera tomado un golpe en el pecho en lugar de revivir un recuerdo feliz, me senté con la espalda recta, balanceando mis piernas fuera de la cama, con la cabeza cayendo a mis manos. Mi promesa a mi chica atormentaba mi mente. Me aseguraré de que tengamos nuestro felices para siempre... Y una mierda que lo hice. Ella consiguió una maldita pesadilla, y ella, no, nosotros seguimos atrapado en ese maldito infierno. Caminando hacia el baño, encendí la ducha, dejando que el agua caliente golpeé mi cabeza. Agarrando el jabón, lo pasé sobre mi piel, mirando fijamente el tatuaje en mi cadera. “Un Día”. Volví a pensar en el día que lo obtuve, el día que le dije a mi papá que había conseguido la beca de fútbol de la Universidad de Alabama y me marchaba de casa al final del año escolar. Yo iba a jugar para Los Tide. Fue el día más feliz de mi vida, o lo había sido hasta que conocí a Mol. Ese tatuaje era un símbolo de mi libertad, de mi intención de llegar lo más lejos posible. Apagando la ducha, me sequé y me senté en la cama. El reloj ahora decía cuatro a.m. Solo una desgraciada hora había pasado. Alcanzando mi celular, me encontré con el único número que vale la pena saber. Recostado en la cama, escuché el saludo de correo de voz que me hizo compañía la mayoría de las noches, y luego hable: —Hola, cariño, solo pensé en llamarte. Son las cuatro de la mañana y no puedo dormir... otra vez. Soñé contigo esta noche... Dios, te echo de menos. Estar lejos de ti me está matándome. Vuelve, Shakespeare. Te necesito. Siento que me estoy volviendo loco. Es Navidad mañana, por amor de Dios. Deberías estar aquí como lo habíamos planeado, solo estando conmigo, no en la maldita Inglaterra por tu cuenta. Si no puedes hablar, sin embargo, está bien, pero solo déjame saber que estás bien, texto, correo electrónico, simplemente algo… El tono largo me interrumpió, diciéndome que me había quedado sin tiempo, y tirando mi celular al suelo, me recosté, cerré mis ojos y dejé que más recuerdos me rasgaran en pedazos.

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Tenía razón en volver a Tuscaloosa. Tal vez solo había sido el día después de Navidad, pero básicamente eché a perder la mayor parte de las vacaciones para mi tía, tío, y Ally. Al obtener la noticia el día de Navidad que mi mamá estaba siendo puesta en libertad sin cargos por su asalto a Molly en el hospital, con una orden de restricción emitida por el tribunal y un programa de rehabilitación su único castigo, fue una completa mierda. La noticia me puso tan malditamente enojado que no podía sentarme a la mesa en la cena, celebrando la alegría de la Navidad, cuando mi mamá se había librado de sus crímenes, y solo para colmo, todavía no había tenido noticias de mi chica. El tío Gabe trató de ayudar, preguntando a la policía sobre el hecho de que mi mamá fue la causa del aborto involuntario de Molly y el por qué no estaba rindiendo cuentas. Pero el hecho era que mi madre nunca supo que Molly estaba incluso embarazada cuando habían tenido su argumento, y el desprendimiento de la placenta se produjo cuando Molly cayó contra el borde de la mesa después de la bofetada de mi madre. Molly no había presentado cargos por ese asalto, demasiado ocupada con su pena para incluso importarle. Así que aquí estaba yo, arremetiendo en la carretera de regreso a Tuscaloosa, dándole vueltas a la falta de merecido de mi madre y temiendo el entrenamiento de Los Tide para el Campeonato BCS que comenzaba mañana y el hecho que tendría que hacer frente a todos mis compañeros de equipo. Después de una hora, me detuve en un estacionamiento familiar, y Luke ya estaba esperando junto a la puerta, entintado desde su cabeza completamente rapada hasta los dedos del pie. Poniéndose de pie mientras entraba en su tienda, me dio la mano, diciendo—: Rome, lo siento mucho, hombre... lo vi en las noticias. No sé qué diablos decir. Dándole una palmada en la espalda y tragando saliva, respondí—: Lo sé, hombre. Gracias. Señalando la camilla negra acolchada, toda colocada, pregunté—: ¿Estamos listos? Gesticulando a la silla con una mano y dándome un pulgar hacia arriba con la otra, Luke se ocupó preparando la pistola y la tinta mientras levantaba mi camisa sobre mi cabeza y me senté, con mi mandíbula apretada. Sentado a mi lado, Luke preguntó—: Entonces, ¿Por qué vamos ahora?

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—Alas de ángel, de las blancas, lo suficientemente grandes como para cubrir la mayor parte de mi pecho y torso. Luke hizo una pausa, luego asintió con simpatía y comenzó marcándolas en mi piel, cuando detuve su mano, agarrando su muñeca, mirándolo con una mirada mortal. —Haz de este el mejor puto trabajo que has hecho alguna vez. Mi tatuaje anterior no es nada comparado con esto. Cualquier trabajo que has hecho no es nada comparado con esto, ¿me entiendes? —Te entiendo. Te lo prometo, Rome, quedaran perfectas. Sintiendo su sinceridad, liberé su mano y una hora más tarde, el contorno estaba dibujado. —Adelante, hombre, échale un vistazo. Cuando me paré frente al espejo, no podía hablar. Las alas eran simplemente correctas, el tributo perfecto a nuestro hijo, dos grandes alas comenzando en mi pecho y cada punta terminando debajo de mis abdominales. Dándole a Luke un gesto de aprobación, me senté en la silla, el zumbido de la pistola a todo volumen en la silenciosa habitación. —Nos llevará unas ocho horas considerándolo todo. Haremos la mitad hoy, luego lo terminamos mañana si quieres —dijo Luke, cerniendo la pistola justo por encima de mi estómago, esperando mi respuesta. —No —dije con dureza—. Empezamos y terminamos hoy. Luke frunció el ceño. —Demonios, hombre, eso es demasiado. Tu cuerpo puede entrar en shock. Vamos a estar cubriendo algunas áreas malditamente dolorosas. —Me importa una mierda. Hacemos esto hoy —gruñí, mi voz saliendo demasiado fuerte. Luke era un amigo y no se merecía mi actitud de mierda, pero yo necesitaba esto, necesitaba tenerlo hecho. —Bala, hombre, el dolor… —¡Es lo que quiero! Ahora ¿vas a hacerlo o tengo que encontrar a alguien más que lo haga? Estoy pagándote un infierno de dinero para hacer esto tan pronto como sea posible, pero créenme, eso puede cambiar. Suspirando, Luke respondió—: Hazlo a tu manera, hombre. Pero no digas que no te lo advertí. Déjame saber si quieres parar en cualquier momento. —No lo haré. En el momento en que la pistola tocó mi piel, cerré los ojos. El dolor valdría la pena. Molly soporto tanto maldito dolor; solo era correcto que yo también lo hiciera, y nuestro ángel... nuestro ángel merecía esto. Merecía ser recordado. —¡Rome, hombre! ¿Has perdido el conocimiento o qué?

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Volviendo a la realidad, me encogí por la tensión de mi torso en carne viva y mirando a Luke, le pregunté—: ¿Qué? —Hemos terminado. ¿Estás bien? Frotando una mano por mi cara, dije—: Sí, mierda, me ensimismé. —¡Lo sé! ¿Quieres echar un vistazo antes que lo cubra? Tomando una respiración profunda, asentí, y saliendo lentamente de la mesa, caminé hacia el espejo de cuerpo entero, mis piernas débiles como el infierno por todo lo que mi cuerpo había atravesado. Esta vez, cuando vi mi nuevo tatuaje, no hubo inhalaciones agudas de aliento, ninguna repetición de recuerdos dolorosos o lágrimas. Las alas conmemorando nuestro ángel perdido estaban destinadas a estar en mi pecho; nuestro hijo estaba destinado a ser recordado. Yo había pasado por el dolor; había empezado a reparar mi falla como padre. —¿Están bien, hombre? —preguntó Luke detrás de mí. Girando y estrechándole la mano, respondí—: Están jodidamente perfectas... solo... más allá de eso.

234 Más tarde esa noche, me quedé en la puerta del lugar que nunca quise volver a ver en mi vida. Demasiados recuerdos —antiguos y recientes—, me asaltaron mientras abrí la puerta, y lo primero que noté fue lo desnudo y frío que el lugar se sentía sin las acostumbradas antigüedades y las obras de arte que se exhibían con orgullo y ostentación. Sonaron pasos en el pasillo. El abogado de mi padre estaba en la entrada de la oficina, haciendo un gesto para que entrara. Cuando caminé dentro del estudio, mi padre se sentó detrás de su escritorio, descuidado y pareciendo más viejo que su edad. Levantó la vista cuando entré y dejé escapar una pequeña risa amarga, incluso el tocar fondo no cambió el bastardo. —¿Te dejaron salir bajo fianza, entonces? —arrastré las palabras, tomando asiento. Encogiéndose de hombros, él contestó—: Pagué por ello con la última parte del dinero de Prince Oil, pero no te preocupes, hijo, me iré a la cárcel muy pronto... y todo porque tú fuiste tan jodidamente terco para hacer lo que se te pidió. Inclinándome hacia adelante, le susurré—: Mereces pudrirte en una celda fría. Mataste a mi bebé, maldito sádico. Tienes suerte de que no mate tu diabólico trasero. Tú lavaste el dinero. ¡Todo es culpa tuya!

—Uau, Romeo, puedo simplemente sentir el amor entre padre e hijo —respondió secamente. Casi tuve que sentarme en mis manos para evitar noquear al bastardo. No iba a golpearlo sin embargo. No quería que nada se interpusiera en el camino de su condena. —¿Qué está pasando con Prince Oil? ¿Los Blair? —La empresa está en la administración. Los Blair, probablemente, van a declarar la bancarrota. —Él volvió sus ojos fríos y muertos hacia mí—. Apuesto a que eso te hace feliz, ¿eh? —¿Y mamá? ¿Dónde está ella? ¿Fuera arruinando más vidas? —le pregunté, haciendo caso omiso de su tono de mierda. Agitó la mano con desdén. —Ella salió de la ciudad. No va a regresar. —¡Ella debería estar pudriéndose en la cárcel también! El trajeado entró en el estudio en ese momento, poniendo fin a nuestra conversación, y se sentó frente a mí, empujando un contrato en mis manos. —A partir de hoy, corta todos los lazos de sus padres. Eso incluye cualquier herencia de su fortuna, o lo que queda de ella cuando sean liquidadas sus propiedades y posesiones por el gobierno. —Hecho —respondí rápidamente, haciendo que el absurdo abogado me mirara por encima de sus gafas. —¿No tiene problemas con esto? Sonriendo, le dije—: Déjame expresar esto correctamente. Los odio. Son jodidamente horribles ejemplos de personas. Tengo mi propio dinero, dinero que ellos no pueden tocar, y voy a ser reclutado por la NFL. No quiero saber nada de ellos. Todo lo que han tocado solo estaría maldito de todas formas. —¿Así que usted firmará? —confirmó el abogado de nuevo y yo asentí. Mi papá me dio la espalda en su silla, mirando por la ventana. El hijo de puta estaba roto. Y fue lo mejor que he visto alguna vez. Reenfocándome en el abogado, le contesté—: Con mucho gusto. Me pasó una maldita lujosa pluma, y tres firmas más tarde, yo era oficial y legalmente libre. Poniéndome de pie, me acerqué a mi padre por última vez y declaré—: Hemos terminado. Nunca vuelvas a hablarme. Nunca te pongas en contacto conmigo de nuevo. Si alguna vez te acercas a mí, a Molly, o a mis amigos, te mataré y eso es una maldita promesa. —Agachándome justo debajo de su rostro envejecido, viendo su labio curvarse de rabia, sonreí—. Y divertirte pudriéndote en una celda, siendo la perra de alguien por el resto de tu miserable vida. Y ya que estoy seguro que todos ustedes pensarán de mí cada minuto durante el resto de sus días, yo me aseguraré de nunca pensar en ninguno de los dos jamás. Nunca. Más.

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Al salir de la puerta principal, di una mirada a la vieja casa vacía que me había mantenido prisionero emocionalmente durante tanto tiempo, y me di cuenta, que mis padres ya no tenían ningún poder sobre mí, no como antes, y que nunca tendrían jamás.

Caminar de nuevo en ese vestuario fue un infierno. Tan pronto como entré en la puerta, mis escandalosos compañeros se congelaron y me miraron fijamente mientras me dirigí a mi casillero, dejando caer mi bolso y apretando mis ojos cerrados por la fortaleza que está tomando hacer frente a todos de nuevo. Oí al entrenador caminar dentro de la habitación y despejar su garganta. —¿Rome? —dijo, y girándome, lo miré, sabiendo que mi cara estaba en blanco—. Estoy malditamente contento de que hayas vuelto, hijo. —Se acercó y me estrechó la mano, tirando de mí en sus brazos, y cuando él dio un paso atrás, cada uno de mis compañeros de equipo hizo lo mismo. Mis ojos se nublaron con la emoción del momento. Chris Porter fue uno de los últimos en acercarse a mí, y cuando lo hizo, él negó. — Bala, hombre, lo siento mucho. —Yo solo podía apretar su hombro en respuesta. La mierda entre él y yo ya no importaba. La perspectiva, una cosa maravillosa. —Terminé con Shelly inmediatamente. Cualquiera que pudiera estar involucrado en algo tan enfermizo no vale la pena el maldito aire que respira. —¿Cómo está Molly? —Jacob Thomsson, nuestra defensa, preguntó. —Ella me dejó. No tengo ni idea de cómo esta. La tensión en la sala se intensificó mientras le di la espalda al equipo y empecé a ponerme mis pantalones cortos de entrenamiento, incapaz de soportar la compasión en sus rostros. Necesitaban saber que Molly no estaría de vuelta para el beso antes del partido al que muchos de mis compañeros de equipo y aficionados atribuyeron mi desempeño casi perfecto en esta temporada. Sabía que la mayoría de los chicos se cagarían por esa información, yendo al campeonato con un mariscal de campo con el corazón roto no los llenaría exactamente de confianza. Un brazo tatuado se enganchó alrededor de mi cuello, y Austin susurró—: Vamos a ayudarte a atravesar esto, Rome. Juro por Dios que lo haremos. Yo malditamente lo esperaba. —Ella va a volver.

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Sonriendo tristemente, dije—: Ally, Jimmy-Don, Lexi, y Cass todos me dicen lo mismo. Pero ustedes no saben la mitad de ello. Ustedes no vieron su rostro la noche en que se fue. Ella se ha ido, hombre. Se ha ido para siempre. —Yo no estaría tan seguro. De lo que no te diste cuenta es que el resto de nosotros vio cómo te miraba, a pesar de todo el dolor. Ella puede estar pasando por una mierda ahora mismo, pero ella te ama, Rome. Ella volverá. Insinuando una sonrisa y sintiendo un poco de felicidad por primera vez en lo que parecía una eternidad, bromeé—: ¿Te vas a poner suave conmigo, Carillo? Dando una carcajada, respondió—: No, sólo te envidio, hombre. ¿Quién no querría una chica pegada a ti, incluso cuando todo se va a la mierda? Ella puede haber desaparecido, pero no se ha ido para siempre.

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CAMPEONATO NACIONAL DE BCS ESTADIO ROSE BOWL, PASADENA, CALIFORNIA Aquí viene El Boom de P.O.D. bombeaba de los altavoces del vestuario mientras el equipo ―el famoso Crimson Tide de la Universidad de Alabama― se preparaba para el partido más importante del año. Algunos chicos gritaban de emoción; otros en silencio escuchando los auriculares; algunos estaban vomitando en el baño; la mayoría simplemente estaba esperando el silbato del árbitro para iniciar el juego. Ally y Cass estaban usando mis entradas para el partido. Habían volado a California, junto con miles de aficionados de Bama, para ver el enfrentamiento contra el Fighting Irish de Notre Dame. Como senior, este era mi último partido con Los Tide. Mierda. Era mi último partido con un grupo de tipos que eran mi familia. Tenía que ganar el partido para ellos. Tenía que entrar en el área y jugar el partido de mi vida. El entrenador entró en la habitación y lentamente contempló la escena. Todos nos quedamos en silencio. ―Pónganse de rodillas. Recemos. Hicimos lo que instruyó y recitó la oración del señor. Cada jugador después miró al entrenador, quien instruyó―: Levántense. Escuchen bien. Todos nos pusimos de pie y el entrenador tomó su lugar en el centro de nuestro círculo de jugador. Moviéndose a mirar cada uno de nosotros a los ojos, declaró―: Luchemos contra los irlandeses... todo... sobre... el... campo. ―Hizo hincapié en las últimas cuatro palabras. Mi sangre se agolpó en mis oídos y la construcción de energía entre el equipo era contagiosa. ―Defensa, ofensa, equipos especiales. Manténgase alerta. Todos saben sus tareas. ―El entrenador hizo una pausa, señalando su reloj―. Sesenta minutos, ni más, ni menos. No tomen esta victoria para mí. Tómenla por los demás. Vamos a dejarlo todo en el campo. Los cuerpos temblaron de adrenalina, los jugadores se mecían en donde estaban, ansiosos de pisar el campo, y el entrenador volvió a animarlos. ―¡Somos los actuales campeones! ¿Quieren todos ustedes seguir siendo campeones? Bueno, ¿¡Lo quieren!? ―preguntó en voz alta.

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―¡SÍ! ―gritó el vestuario, el entusiasmo por las nubes. Negando con la cabeza con decepción, el entrenador gritó―: No es suficiente, así que voy a preguntarles de nuevo. ¿¡Quieren seguir siendo los campeones!? ―¡SI, SI, SIIII! ―Cantó el equipo, el sonido de gritos retumbando a lo largo de las taquillas, y los jugadores empezaron a golpear las puertas y las paredes con los puños, el ruido de la multitud afuera de la construcción y la emoción de los jugadores casi demasiado de asumir. ―Entonces agarren su equipo, entre al campo, y... ¡ROLL TIDE! Rumbo a la puerta del vestuario, al unísono, el equipo, mi equipo, corearon―: ¡TIDE, TIDE, TIDE! Como regresábamos campeones del BCS, tuvimos el honor de entrar al campo primero. Balanceando mis hombros y saltando sobre el terreno, con las rodillas a pecho, agarré mi casco con fuerza, tratando lo imposible para estar psicológicamente preparado. Intenté muy duro no dejar que mi mente recurriera a Molly. Había estado esperando que se presentara después del mensaje de voz que había dejado ayer. Pero, como siempre, no hubo respuesta. Había resuelto conmigo mismo de que ella no iba a regresar a los Estados Unidos. Mis planes estaban firmemente en su lugar, ganar este maldito campeonato, luego volar a Oxford y ordenar esta mierda de una vez por todas. El anuncio de Los Tide se produjo. Al igual que el año pasado, era un borrón ya que el equipo corrió al campo. Austin y Jimmy-Don abrieron el camino, exaltando a la multitud en un volumen loco. Tomando una sobria respiración, salí fuera del túnel, con la pirotecnia apagándose a mi alrededor, manteniendo la cabeza baja mientras nos movíamos sobre el campo. Robóticamente canté The Star Spangled Banner con todo mi corazón y mientras... The home of the braves se apagó en el aire de la noche, llegó el momento para que los capitanes de los equipos rivales se reunieran para el lanzamiento de la moneda. Disfruté esta calma antes de la tormenta. El capitán del Fighting Irish fue llamado correctamente y elegido para recibir. Hacia el final del lanzamiento de la moneda, los fans de Bama se levantaron al unísono y comenzaron a cantar―: Beso, beso, beso... ―Tan condenadamente ruidoso que era ensordecedor. Ahora, de vuelta al banquillo, bajé la cabeza avergonzado y cerré mis ojos con fuerza, tratando de ignorar el dolor de la ausencia de Molly. ¿Cómo podrían saber ellos que su amuleto de la suerte estaba al otro lado del maldito Atlántico? Me encogí, sabiendo que no podía cumplir, ya que decenas de miles de fans de Bama exigían el ritual que creían había llevado a Los Tide a través de una temporada invicta. A pesar de ello, el volumen creciente me dejó sin aliento, el crescendo del ruido de los fans era casi intolerable.

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Me concentré en mis jugadas, cualquier cosa para bloquear el rugido ensordecedor. Mis compañeros de equipo comenzaron a caminar hacia adelante, mirando un nuevo revuelo en la multitud, pero como un gatito, me encogí de nuevo, no estaba interesado. No podía esperar por el maldito silbido del árbitro para empezar. Alguien de repente se me echó encima, Austin. ―¡Rome, mira! ―Señaló hacia la pantalla gigante. Cuando levanté la vista, mi corazón estalló en mi pecho como una puta granada. ¿Molly? Giré mi cabeza en dirección a las gradas, escrutando por un rostro familiar, y nuestras miradas se encontraron. Joder. Se veía espectacular: el pelo castaño largo y suelto, vestido blanco... tan, malditamente hermosa. Una profunda emoción surgió a través de mi cuerpo, pero lo único que se me ocurrió mientras caminaba como si estuviera en el aire hacia ella, vino, en serio jodidamente volvió por mí. Cuanto más me acercaba, mi garganta más se secaba y se apretó mi pecho. Sus ojos dorados se abrieron con nervios. Dejé caer mi casco, ya no lo necesitaba para mantenerme centrado... calmado. Mientras me deslicé hasta detenerme ante mi chica, miré hacia arriba y la vi tomar una respiración profunda, el estadio rodeándonos extrañamente quieto y en silencio. ―Hola, Mol ―dije con voz áspera. ―Hola, tú ―susurró. Entonces cerré los ojos por un momento, saboreando ese acento familiar una vez más. ―¿Vas a darme ese dulce beso de la suerte? ―Si eso es lo que quieres. La pesada carga que había estado llevando durante semanas se levantó, y respondí―: Definitivamente, jodidamente sí. Llegando hacia delante, levanté a Mol encima de la barrera y la envolví en mis brazos, estrellando sus labios contra los míos, saboreando el dulce sabor de la vainilla que era tan único en ella. Mi chica tomó todo lo que le di, su desesperación a juego con la mía cuando permitimos que nuestra necesidad enloquecida por el otro se hiciera cargo. Necesitando un respiro, me separé y le pregunté―: ¿Estás realmente aquí? — Pasando mis manos sobre la mayor cantidad de ella como pude. Ahuecando mi cara, con lágrimas en sus ojos, gritó―: Cariño, lo siento por irme. No podía hacer frente, pero... Te amo. Te amo tanto, tanto. Por favor, perdóname. Por favor...

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Me amaba. Jodidamente me amaba, y el alivio que esas palabras conjuraban me tenía, literalmente, cayendo al suelo, sin soltar a Molly de mi agarre. Nunca iba a dejar que se fuera de nuevo. ―¿Has vuelto por mí? ¿Para siempre? Su cálido aliento soplo en mi nuca. ―Por primera vez, cielo, regresé por algo, por ti... mi Romeo. Yo era suyo; no tenía idea de cuánto. ―Nunca vas a huir de nuevo. ¿Lo entiendes ahora? ―le dije con firmeza, buscando sus ojos por alguna duda. No había ninguna. ―Lo entiendo. ―Me dejaste solo durante semanas, sin una palabra, ninguna explicación. ¿Sabes lo enojado que estoy contigo por eso? ―Lo sé. ―La tristeza y el arrepentimiento en su voz suave casi me cortan como un cuchillo. Pero tenía mi respuesta. Ella estaba conmigo ahora para siempre. Presionando mi frente a la de ella, dije―: Voy a ganar este partido. Después voy a jodidamente marcarte, de una vez y por todas. Parece que he sido demasiado indulgente contigo, Shakespeare ―presioné―. Quizás no entendiste bien que eres mía y como tal no puedes, nunca dejarme, incluso si tu corazón está roto. Porque si estás dolida, nena, puedes apostar que estoy jodidamente dolido también. Mis músculos se sentían vigorizados y permanecí de pie, alzando a Molly de vuelta a su asiento, ordenando―: Tú. Regresa a tu lugar. Ahora. Tendré un título de campeón para llevar a casa. Luego me ocuparé de ti. Francamente, no sé por cuál estoy más emocionado. Ruborizándose rojo remolacha y lanzándome una sonrisa enorme, dijo―: Dales duro, cariño. ―Luego me plantó otro dulce beso de la suerte completo en mis labios, los fans de Bama rugían en reacción. Jugamos hasta dejarnos la piel, pero Notre Dame nunca fue demasiado lejos detrás de nosotros, nunca demasiado lejos en el frente. Casi al final del partido, a quince segundos en el reloj, el último cuarto. Yo había dirigido una unidad en la zona roja. Teníamos que anotar un touchdown; un gol de campo no era suficiente para asegurar la victoria. La defensa de Notre Dame no se había perdido un maldito golpe toda la noche y tuve una última oportunidad de quitarle el triunfo de sus tenaces garras. Llamando a un―: Crimson Dos, Crimson Dos ―en el pelotón. Nos colocamos en posición. Listos para ejecutar una obra de teatro llamada por el propio entrenador―. Abajo... listos... Hut, hut ―grité con calma, tomando la escopeta del centro.

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Inmediatamente me puse a buscar a Porter. ¡Mierda! Estaba cubierto. Comprobé a Carillo. ¡Mierda! No una opción. Dando un paso atrás, examiné el campo más amplio, Jimmy-Don dándome preciosos escasos segundos. ¡Ahora! Viendo un carril libre, me puse en camino, con mi respiración resonando en la cubierta de mi casco mientras accioné en adelante, la zona de anotación clara en la mira. Me visualicé haciendo el touchdown. Sentí la alegría de ganar el juego, haciéndolo en realidad. Presioné mis piernas cansadas hasta sus límites absolutos, con cada músculo gritando, y rompí el camino, ¡Touchdown! Luego clave la pelota. La sensación de victoria me golpeó duro, pero no me congelé. Lo habíamos tomado. Nosotros habíamos ganado jodidamente. Mirando hacia el cielo, bajé mi jersey, besé mi mano, la coloqué sobre mis alas tatuadas. Y las sostuve en alto, orando “Esto es para ti, mi ángel. Esto es para ti...” De repente, todo el equipo se lanzó sobre mí. Los reporteros de televisión, personal de Tide, y fans inundaron el campo. Sweet Home Alabama arremetió en torno al estadio cuando cientos de fuegos artificiales estallaban en el cielo, celebrando nuestra victoria. Después de muchas felicitaciones y abrazos, quedé en un mar de cabezas para ver a mi chica sentada en su silla, llorando, Ally sostenía a Molly en sus brazos. Eché un vistazo a la pantalla gigante, aun mostrando las repeticiones de mi celebración. Las alas. Había visto las alas. Sólo esperaba que también las amara. Los Tide quedaron rápidamente atrapados en el torbellino de nuestra victoria. Después de la entrega de trofeos y la entrevista de televisión dolorosa elogiando mi premio como MVP del campeonato, salté fuera del escenario y corrí hacia mi chica, inmediatamente levantándola y exclamando―: ¡Ganamos, nena! Lanzándome una sonrisa, respondió―: Estoy tan orgullosa de ti. Una mano sosteniendo su hermoso culo y la otra acariciando la piel desnuda de su espalda, le confesé―: Necesito estar a solas contigo. Ahora. Salimos en dirección al túnel de los jugadores, haciendo caso omiso de los gritos desde el cuerpo técnico llamándome de nuevo. Que se jodan todos. Necesitaba estar a solas con mi chica. Molly rió, acariciando mi cuello, y preguntó―: ¿No tienes que estar con el equipo? ―¿Quieres darles un show después del partido? Porque en este momento en todo lo que puedo pensar es en estar dentro de ti y no importa donde estemos en treinta minutos, va a pasar. Sus ojos marrones dorados se abrieron, y contuvo el aliento. ―Necesitamos ir... como ahora.

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Relajándome por primera vez en semanas, exhalé con alivio. ―Me alegro de que finalmente estemos en la misma jodida página.

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DRAFT DE LA NFL RADIO CITY MUSIC HALL16, NUEVA YORK CUATRO MESES DESPUÉS… “El primer Draft… para la próxima temporada de la NFL… para Seattle Seahawks… es… el quarterback… ¡¡¡Romeo Prince… de… Alabama Crimson Tide!!!” Una cálida ola de alivio inundó mi cuerpo y cerré los ojos. Lo hice. Y demonios, fui la primera elección del draft. Era el mejor jodido jugador en el país… valía algo después de todo. Un agudo grito emocionado sonó en mi oído y mi chica me regresó a mis pies. Incapaz de resistir ser atrapado en el momento, la alcé hacia mis labios, la besé una y otra vez. Me alejé y susurró—: Cariño, lo hiciste. Mientras miraba a Molly a los ojos, recordé el momento cuando no estaba seguro de si regresaría a mí, nunca imaginé que estaría aquí a mi lado mientras mi vida cambiaba y mi sueño se hacía realidad o por lo menos la mitad de éste. Un camarero golpeó ligeramente mi hombro. —Señor Prince, necesitamos ir al escenario ahora. Por favor sígame. Asentí y apreté la mano de Molly una vez más. Me giré hacia el corredor, una cámara jodidamente enorme me siguió todo el camino. Tomé le gorra de los Seahawks que me ofrecieron, poniéndola en mi cabeza, caminé hacia el escenario. Las luces y el ruino eran deslumbrantes. El comisionado me empujó más cerca cuando sacudió mi mano, diciendo—: ¡Bien hecho, hijo! ¡Tienes que estar sintiéndote malditamente feliz ahora! Ligeramente aturdido por toda la intención, sólo asentí atontado, me entregó mi jersey de los Seahawks, la sensación de él en mis manos y el PRINCE 7 en la espalda fue demasiado para asimilar.

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El Radio City Music Hall: Es un lugar de entretenimiento ubicado en el Rockefeller Center en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Es considerado como el teatro más importante del país.

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Tuve que hacer una conferencia de prensa, respondiendo pregunta tras pregunta sobre cómo me sentía de ir a Seattle ¿Cómo se puede verbalizar un sueño hecho realidad? Estaba emocionado, más que emocionado y eso le dije a un millar de periodistas, después de todo era la jodida NFL, pero algo no me estaba cayendo bien en el estómago. Una sensación de duda estaba tirando de mi mente. Sabía lo que era… Mol. Ella aún no había elegido una maldita universidad para su Doctorado. Habíamos estado viviendo juntos durante meses. Después de nuestra separación, nos mudamos casi inmediatamente a nuestro propio departamento, la había visto aplicar para un montón de universidades y no me atreví a sacar mi inquietud sobre nosotros teniendo que vivir separados. En este punto de mi vida, sabía que no podía estar sin ella. Demonios, no dormiría más si no estaba acurrucada contra mi costado. Esos pensamientos seguían jugando en mi mente mientras estrechaba un millón de manos, se reunió por docenas el personal de los Seahawks, para cuando volví a la habitación verde—mis amigos y Molly aun aturdidos como el infierno por mi logro— estaba listo para arrancar mi maldito cabello por la preocupación. Lanzándome una enorme sonrisa, mi chica se arrojó en mis brazos, presionando besos por toda mi cara, cantando: —Te amo, te amo, te amo… Tratando de borrar mi preocupación, la empujé hacia mi pecho, probablemente sosteniéndola demasiado apretada. Obviamente lo hice, porque cuando la dejé ir, sus cejas estaban arrugadas y preguntó —¿Qué? ¿Qué está mal? Podía leerme como un libro. Miré sobre mi hombro y vi a nuestros amigos mirándonos, sonriendo… Bueno, excepto por Ally. Estaba frunciendo el ceño también, sintiendo mi raro cambio de humor. Levanté una mano hacia mis amigos, disculpándonos a Molly y a mí, necesitaba lidiar con esta mierda ahora, la arrastré por el pasillo, asegurándome de que estábamos solos. Sonrió y juguetonamente tiró de la punta de la gorra, pero puede ver la tensión alrededor de sus ojos… pensaba que no era feliz. Alcanzando la gorra me la quité, diciendo —Soy feliz, nena —no quería que malinterpretara eso —Pero no puedo hacerlo sin ti. Seattle. Voy a ir a Seattle. Que yo sepa tú aplicaste para Harvard, Yale y Stanford. Has sido tan malditamente reservada y me estoy volviendo loco. Por lo que sé, podríamos estar en diferentes lados del país y te necesito conmigo. No creo que pueda hacer esto sin ti. —Rome —trató de interrumpirme, pero tenía que sacar todo esto antes de que me comiera vivo. —Me siento como si estuviera demandándote porque sé que dejarías todo por mí. Pero también quiero que tus sueños se vuelvan realidad. No sé cómo tenerlos a ambos, a ti y al fútbol. Su rostro era impasible, relajado incluso y no podía entender cómo no estaba enloqueciendo como yo ¿Estaba realmente bien con que nos separáramos?

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Sosteniendo mi mano, presionó un beso confesarme.

en cada uno de mis dedos antes de

—Romeo, he huido de mis problemas toda mi vida, para nunca volver, pero eres la primera persona por la que he regresado. Eso significa mucho para mí. Me sacaste de la oscuridad —tragué duro cuando tomó la mano que acababa de besar y la presionó contra su vientre plano. Decidimos esperar para tener más hijos, esperar a ser mayores, más estables, pero aun así me destrozaba saber que debíamos estar preparándonos para la llegada de nuestro ángel si las cosas hubieran sido diferentes. Con un suave apretón en mi mano, hizo que me reenfocara. —Y me dio esperanza. Esperanza de que un día seré una buena madre… cuando sea el momento adecuado, que tengo una familia… en ti. No podía hablar, cuando se inclinó hacia adelante y presionó un beso en el tatuaje de las alas de un ángel en mi pecho, mis ojos se cerraron, tomé una respiración profunda. ―Me dijiste una vez que un día querías irte, que un día serias tu propia persona y que un día tendrías todo lo que querías,—y lo hice, todos esos meses atrás en su habitación, pero lo que quería ahora aterrizó exclusivamente en sus manos. Ahuecando su cara, le dije—: Pero lo que quiero eres tú. Todo lo que quiero es a ti. Eres mi “un día”. Me entregó un sobre de su bolsillo, una pequeña sonrisa en sus labios —Tu “un día” finalmente está aquí. Inmediatamente abrí el sobre y leí el breve párrafo: Señorita Shakespeare: Nosotros de la Universidad de Washington, Seattle, estamos complacidos de informarle que ha sido aceptada en el programa de Doctorado de Filosofía Religiosa. Para confirma su lugar, por favor contáctenos por uno de los siguientes métodos. Mi corazón latía con fuerza y mis manos estaban realmente temblando. Mirando a mi chica, no podía asimilarlo ¿Iba a venir conmigo? ¿Había hecho esto por mí? ¿Pero… cómo? Su mirada era expectante, pero todo lo que pudo salir de mi boca fue: —Tú… ¿Hiciste? ¿Qué? Riéndose, quitó la carta de mis manos y dijo—: También apliqué por Seattle. Cuando el Doctor Adams, todos esos meses atrás, mencionó que había una posibilidad de que fueras allí, investigué cómo funcionaba el draft y tomé una prueba en Seattle. No quería decírtelo, sólo en caso de que no funcionara. Pero valió la pena. Voy a Seattle contigo,

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cariño. Estás mirando a la nueva estudiante de Doctorado de Filosofía. Envié mi mail de confirmación hace unos veinticinco minutos. Joder. Mientras decía esas palabras, me di cuenta que lo habíamos hecho. Contra todas las posibilidades, contra todos los obstáculos en nuestro camino, la perdida y el dolor, jodidamente lo hicimos. Ambos obtuvimos lo que queríamos y aun estábamos juntos. Incapaz de contener mi felicidad, aplasté mis labios contra los suyos, mi mente se dirigió al último paso que faltaba. Quería a Molly para siempre, en mi corazón sabía que había sólo una cosa que haría todo perfecto. Separándome de sus labios, miré a mi chica a los ojos y dije—: Cásate conmigo. Su boca cayó con sorpresa y murmuró —¿Q-qué? Sosteniendo su cara en mis manos, repetí—: Cásate conmigo. Cásate conmigo mañana, esta noche, tan rápido como podamos. Sólo…. jodidamente cásate conmigo, Shakespeare. Déjame hacerte oficialmente mía. —Pero…pero… La presioné contra la pared y repetí—: Te amo. Te amo más que a nada. No puedo y no estaré sin ti nunca más. Quiero darte todo lo posible. Quiero darte felicidad… Quiero darte niños algún día… Cásate conmigo. Quédate conmigo. Ten un para siempre… conmigo. Su respiración era rápida mientras mantenía mi mirada en ella. Una ola de satisfacción se apoderó de su rostro, entonces hizo mi puta vida. —¡Sí! —gritó. —Dilo otra vez —necesitaba oír esa pequeña, pero poderosa, palabra una vez más… sólo para estar seguro. —Sí ¡Por supuesto que me casaré contigo! —se rió y la besé con todo lo que tenía hasta que se rió contra mis labios. —¿De qué demonios te estás riendo ahora, Shakespeare? —le pregunté, su felicidad se volvía contagiosa. —Que los dos amantes trágicos, en nuestra historia, encontraron una forma de estar juntos contra todas las posibilidades, todos los obstáculos, teniendo finalmente su felices por siempre. Jodidos Rome y Julieta. Ah, lo que sea. ¿Mi chica quería un cuento de hadas? Maldición podía muy bien tener uno. Sosteniéndola cerca, susurré—: Nunca hubo una historia real de amor mejor que esta, la de Molly Julieta y su Romeo. Los dos hicimos una pausa, nuestras miradas se encontraron, antes de estallar en risas.

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—¿Y dónde, Romeo Prince, aprendiste eso? Encogiéndome de hombros, contesté —Google ¡Donde más! —Molly no pudo evitar reírse. Llevándome su mano izquierda a la boca, besé su dedo anular desnudo —Necesitas un anillo. —Está bien. Lo resolveremos más tarde. Aun no necesito un anillo. Estoy feliz con sólo tenerte a ti. —A la mierda con eso —le dije un poco muy fuerte—. Lo vamos a resolver ahora. —Pero…pero… el draft… —Está hecho. Vamos a Seattle. No hay necesidad de quedarnos aquí más tiempo y justo ahora vamos a conseguirte un anillo —hice una pausa, miré a mi nerviosa prometida, ¡joder! Mi prometida, una pregunta me vino a la mente—. ¿O deberíamos casarnos ahora? Tragando, susurró—: ¿Qué? ¿Dónde? Me encogí de hombros—: ¿Las Vegas? Podemos estar ahí en un par de horas, —el entusiasmo que el pensamiento trajo fue casi demasiado para soportar. Podría ser mi esposa en un par de horas. —No —dijo en voz baja y la emoción dentro de mí se desvaneció. —¿No? Apretando mi mano, dijo—: Quiero casarme contigo, lo más pronto posible, pero no en una iglesia barata o por algún dudoso Elvis gordo. Empujándola a mi pecho y envolviendo mi puño alrededor de su cabello, pregunté— : ¿Entonces dónde? Sonriendo tristemente, dijo—: Mis padres se casaron en Gretna Green. —¿Dónde demonios está eso? —Escocia ¿Escocia? Bien, lo que sea. —Hecho. Conseguiremos el próximo vuelo. Negando pero riéndose esta vez, dijo—: No. Estoy bromeando. No quiero eso. Quiero que tengamos nuestra propia historia. Quiero que hagamos nuestros propios recuerdos. Quiero que está boda se haga bien. Gemí con exasperación. —Mol, joder, sólo quiero hacerte mía. Me perteneces en todos los sentidos, formas y maneras. Sólo dame esto, pronto. Déjame tenerte también. Pasando una mano por mi mejilla, presionó un beso en mis labios y susurró—: Está bien, bebé. Como quieras. Donde quieras. —Hecho, nos casaremos tan pronto como regresemos a Bama, pero justo ahora vamos a conseguirte un anillo.

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Tomando la mano de Molly, amando en sonido de su chillido excitado detrás de mí, entramos de nuevo a la sala verde, caminamos hasta nuestros amigos, puse mi brazo alrededor de los hombros de Molly. Nuestros amigos lanzaron entre sí miradas interrogativas, mirándonos detenidamente. —Nos vamos a casar —anuncié orgullosamente —y justo ahora le vamos a conseguir a Molly un anillo de compromiso. Si quieren venir, vamos —todas sus bocas cayeron abiertas en shock antes de que Cass mostrara una enorme sonrisa, diera un grito ensordecedor y todos comenzaran a emocionarse.

—Entonces ¿Qué tipo de vestido estás pensando? —Bueno… yo —Porque tengo algunas ideas, ya sabes, sobre vestidos que se adapten a tu forma ―continuó Ally, no pude evitar reírme cuando Molly se sentó, tartamudeando a través de la lluvia de preguntas que sus amigas le estaban haciendo. Hemos estado comprometidos tres horas y sus amigas habían planeado toda la maldita boda en un día. —Y puedo hacer tu peinado así puedes tachar eso de la lista. Oh y puedo hacer que mi mamá haga los vestidos de damas de honor —Lexi hizo una pausa y sus ojos se abrieron—. Eso es, por supuesto, si nosotras somos tus damas de honor —señaló a todas las chicas. Molly se estiró sobre la mesa y estrechó la mano de Lexi. —Por supuesto que son mis damas de honor. Son mis mejores amigas. —Cass y Lexi brillaban con emoción. Molly se giró hacia Ally—. ¿Y me estaba preguntando si serías mi dama de honor? Ally se quedó sin aliento y las lágrimas llenaron sus ojos marrón oscuro antes de lanzarse a los brazos de mi chica. —¡Oh mi Dios, cariño, sería un honor! Molly le dio unas torpes palmaditas en la espalda, con una sonrisa de felicidad en su rostro, atrapó mi mirada, rodando sus ojos, causando que riera. Era tan malditamente linda. Después de aceptar mi propuesta, todos salimos a las bulliciosas calles de Nueva York y comenzamos nuestra búsqueda de un anillo de compromiso para ella. Ally sólo tenía un lugar en mente y nos arrastró a Tiffany, burlándose. —Rome es rico como el infierno ¡No es como si no se lo pudiera permitir! Cuando Molly vio el precio de la mayoría de los anillos, sus ojos casi se habían salido de su cabeza. Apretando mi mano, dijo—: Rome, yo… no puedo, algunos de estos anillos son tan caros como un auto. Es demasiado.

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Encogiéndome de hombros y tirándola más cerca, repliqué—: Lo vales, nena. Consigue el que quieras —pero podía ver que estaba resuelta en su decisión. A pesar de la insistencia de Ally en una enorme piedra y mi voluntad de comprarle lo que jodidamente deseara, treinta minutos después, nos encontrábamos en una pequeña tienda antigua en Little Italy. Mi chica eligió un simple anillo de diamantes de 1930 de medio quilate. Tan pronto como el vendedor le había contado la historia detrás de él, Molly se enamoró. Aparentemente había pertenecido a una pareja que pasó toda su vida junta, nunca pasando ni siquiera un día separados, después de sobrevivir a la persecución religiosa en Alemania y venir a los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Vivieron hasta una edad muy avanzada, tuvieron una gran familia con muchos niños y murieron con pocos días de diferencia, el que quedó vivo fue incapaz de sobrevivir sin el otro. En su testamento, pidieron que el anillo fuera vendido a una mujer que realmente amara y lo mereciera Molly había escuchado al viejo vendedor con lágrimas en los ojos, sabía que había encontrado el anillo de su elección. Le gustaba todo el significado profundo de las cosas y pensó que este anillo, después de todo lo que habíamos pasado, era perfecto. Y viendo esa pequeña pieza de oro en su dedo también era la maldita perfección para mí. El grito femenino de Jimmy-Don me sacó de mis recuerdos, lo miré saltar de arriba abajo en la barra y girándose hacia mí, sus manos presionadas contra su pecho. — ¡Caramba, Rome! Sé que soy tu padrino ¡Tengo el esmoquin perfecto en mente! Tengo el día planeado… ¡Será sólo… simplemente mágico! Cass frunció el ceño ante su burla de la emoción de las chicas y le dio un puñetazo en el brazo. Molly estalló en un ataque de risa. Golpee a Jimmy-Don en la espalda y dije con toda seriedad: —Lo sabes, hombre. Reece también —eso rápidamente detuvo sus bromas y pude ver que los dos estaban genuinamente desconcertados, mudos incluso. —Voy a conseguir champagne para celebrar —dije, levantándome de la cabina y moviendo mi barbilla hacia Austin—. ¿Vienes Carillo? Asintió y se unió a mi caminando hacia el bar. —¿Cómo te sientes, hombre? Jodidamente asombroso, me imagino. Echando un vistazo atrás, hacia Molly y a nuestros amigos, felices y riendo, dije―: Muy bien, hombre. No puedo creer que una chica como ella realmente vaya a casarse conmigo. Soy un bastardo afortunado. Girándome de vuelta hacia al bar, ordené una botella de Cristal y enfrenté a Austin. —¿Así que vas a ser mi padrino o qué? Austin tragó y una lenta sonrisa se extendió en su rostro. Golpeando su mano en la mía, se movió para apretar mi hombro. —¡Maldición, hombre, claro que lo haré!

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—Sólo parece lo correcto después de haberte conocido durante toda la maldita vida. Además, eres la persona más parecida a un hermano que tengo. Ambos hemos pasado por el ring y estamos aquí para ver otro día —el pobre bastardo tuvo seis meses duros, pero joder gracias, él ahora estaba en un mejor lugar. —¡Estoy jodidamente honrado, hombre, honrado! —su mirada se movió hacia Lexi sentada junto a Molly, con una expresión satisfecha en el rostro—. Sólo si me devuelves el favor algún día. Ahora sonriendo, dije—: Trato hecho. El resto de la noche celebramos duro y nunca me sentí tan feliz. Molly y yo iríamos a Seattle, mi pequeña Shakespeare había aceptado ser mi esposa y cuando regresáramos a Tuscaloosa, teníamos una boda que planear.

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BIRMINGHAM, ALABAMA UN MES MÁS TARDE... —¿Estamos todos listos? —Estamos bien, hijo. Solo falta que todos ustedes se pongan sus trajes y esperar a que la novia aparezca. Había pasado un mes desde el reclutamiento, y mi regreso y el de Molly a Bama, mi tía y mi tío escucharon la noticia de nuestro compromiso y nos ofrecieron usar su casa en Birmingham para nuestra boda. Habíamos decidido que fuera intima. De hecho, solo nuestros amigos sabían de ella. No era un día para la prensa o para la gente que haría ooh y ahh frente los Romeo y Julieta de la vida real de Alabama, lo que nuestros malditos papeles de “los trágicos amantes” nos habían hecho ser. Desde que Los Tide habían ganado el campeonato, la publicidad que nos rodeó a Molly y a mí ha sido enloquecedora una terminado el partido, el reclutamiento solo aumento más el enfoque, y necesitábamos como el infierno alejarnos lo más posible, alejarnos del circo mediático que nuestra boda se convertiría sin duda. Nuestra boda era sobre nosotros. Sin suntuosidad, sin ceremonia. —¿Ella está bien? —le pregunté a mi tío con impaciencia mientras ponía los últimos toques a la decoración del jardín. —Ella está genial. Ally y las chicas durmieron todas en su habitación la noche anterior, riendo y quedándose despiertas hasta tarde. Tu tía Alita está en su elemento, atareada en arreglar a Molly para hoy. —Se detuvo y levantó la vista para atar el último foco de color al altar de madera blanco—. Tu chica se ve absolutamente impresionante, hijo. Impresionante... Lo has hecho bien. Lo único que podía hacer era fruncir el ceño. —¿Por qué esa cara? —pregunto tío Gabe, dándome su maldita sonrisa sabionda, mientras Austin, Reece, y Jimmy Don entraron en el patio. —¡Porque no estuve con Mol anoche! No hemos pasado una maldita noche separados desde que la tuve de vuelta, y no pude pegar un ojo en la habitación de hotel, sabiendo que

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estaba aquí. ¡Jodidamente lo odié! Tienes suerte de que no jodiera la tradición y apareciera en su cama. —¡Oye! —protestó Jimmy-Don—. ¡Fuimos una gran compañía! ¿Por qué no ibas a querer esto sobre Molly? —Corrió su mano por su cuerpo y lamió sus labios sugestivamente. No le hice caso, y mi tío me dio unas palmaditas en la espalda. —Sabes que tu tía quería que lo hicieran bien. Créeme, hijo, valdrá la pena. La ausencia hace que el corazón aumente más en cariño. —Mi tío hizo un gesto hacia el patio—. Bueno, ¿qué te parece? La zona del jardín había sido completamente transformada. Al final del césped, las flores y las masas de lámparas solares brillantes hacían un sendero hacia un gran altar de madera, blanco, donde se situaría el pastor. Habían focos de colores por todas partes: en los árboles, cubriendo el exterior de la casa, las vallas... Mol iba a amarlo; era el ambiente romántico perfecto. Mi tío se había estado matando a sí mismo, para conseguir que la casa estuviera lista para hoy. Sabía que era porque él todavía se sentía culpable por lo que había sucedido el año pasado, infiernos, los últimos veintidós años, pero no debería hacerlo. Todo estaba bajo el puente ahora desde que mi papá estaba en la cárcel y mi mamá al parecer, había ido a vivir con su hermana en Louisiana. Ellos estaban completamente fuera de mi vida. Para siempre. —Está muy bien, muchas gracias —le contesté, sorprendiéndolo por arrojar un brazo alrededor de su hombro y besándole en la cabeza. Sí, sí, yo estaba todo atrapado en el momento también. De repente, un fuerte golpe de una puerta nos hizo a todos a mirar a nuestro alrededor. Tía Alita salió corriendo de la casa, toda nerviosa. —¡Gabe! ¡Rome! El pastor está aquí. —Ella hizo un gesto con las manos violentamente a los cinco de nosotros, aún en nuestros jeans y camisetas—. ¡Ay, ay! ¡Ni siquiera están vestidos! ¡Vamos! ¡Tienen treinta minutos! —Gritando como un alma en pena española, volvió a entrar en la casa casi tan rápidamente como salió. Austin, Jimmy-Don, y Reece se quedaron mirando hacia la puerta ahora vacía, y riendo, mi tío puso las dos manos sobre mis hombros desde atrás. —Las alegrías de la vida conyugal... ¡algo por lo que puedes esperar! Aunque mis jodidos amigos rieron de lo que mi tío había dicho, todo en lo que podía pensar era que esos treinta minutos, no podían pasar lo bastante rápido.

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Estar de pie en el altar era surrealista, y el maldito traje de pingüino en el que estaba atrapado casi me atragantó. Austin estaba de pie a mi izquierda como mi padrino de bodas, Jimmy-Don, Reece, y el tío Gabe como mis padrinos. Música comenzó a reproducirse, algo de mierda clásica que mi tía había escogido, y eso inmediatamente calmó mis nervios. Quería casarme. Quería casarme con Molly tanto que la realidad de este momento era difícil de digerir. En realidad estaba sucediendo. Tía Alita salió de la casa primero y mi tío sonrió con orgullo mientras miraba a su esposa. Tía Alita era Ally dentro de veinte años: el cabello largo de color marrón, ojos marrones, piel aceitunada, muy hermosa. Incluso después de todos estos años de matrimonio, era obvio seguía loco por ella. Él se había alejado de mis abuelos y toda su familia por ella, y era reconfortante ver que el verdadero amor podría resistir el paso del tiempo. Cass y Lexi salieron a continuación, vistiendo idénticos vestidos de color rosa y sosteniendo pequeños ramilletes de flores blancas. Lexi estaba despojada de su intenso maquillaje de costumbre, y Austin se movió a mi lado, una enorme sonrisa en su maldita cara mientras la veía caminar más cerca. Ally era la última de las damas del Molly, la dama de honor, y sabía que en solo unos minutos, mi chica daría un paso fuera de la puerta. Mi corazón latía furiosamente ante la expectativa. Mientras Ally tomaba su lugar junto a Cass y Lexi en el lado opuesto del altar, cerré los ojos, dando un suspiro largo y calmante, y cuando los abrí de nuevo, ese mismo aliento fue eliminado justo fuera de mí. Jódanme. Molly acababa de salir de la casa y estaba caminando lentamente hacia mí... y ella estaba tan hermosa. Su largo cabello marrón había sido retirado de su cara, sujeto por una rosa blanca. Su vestido era de encaje blanco, sin mangas, de cuello alto, y abrazaba cada lado de su cuerpo de diosa. Por último, sostenía un ramo de rosas blancas en sus manos y se aferraba a ellas como si su vida dependiera de ello. No pude evitar sonreír mientras ella mantenía la mirada fija en el suelo. Odiaba la atención, incluso esta pequeña aventura, pero cuando levantó con nerviosismo esos ojos marrones dorados para encontrarse con los míos, una sonrisa de alivio tiró de sus labios, con los hombros relajados, y nunca apartó la vista de mí mientras llegaba a mi mano extendida. Tan pronto como su mano encontró con la mía, me incliné y le susurré—: Hola, Mol. Sonrojándose, respondió—: Hola, tú.

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Y ambos rompimos en carcajadas, con toda la tensión disipándose para dar paso a la emoción y la felicidad. —Te ves hermosa —le dije en voz baja, y el pastor se aclaró la garganta. Su rostro estaba lleno de humor, y entrecerrando mis ojos en su sutil reprimenda, di un paso atrás, indicándole que comenzara la ceremonia. No podía comportarme exactamente como una fiera con un hombre de Dios ahora, ¿verdad? Después de escuchar el consejo y las oraciones del pastor, y las lecturas de la Biblia del tío Gabe y Ally, ya era hora de los votos. Decidimos escribir los nuestros, y agarrándome las manos de Mol y aclarando mi garganta, empecé. —Molly. El año pasado, capturaste mi corazón, siendo exactamente quién eres, la persona más amable y comprensiva que he conocido. No solo me has hecho enamorarme locamente de ti, sino que te convertiste en mi mejor amiga y me llevaste a través de los buenos y malos tiempos. Tú eres la razón por la que sonrío cada mañana y eres la persona que me da consuelo cuando estoy deprimido. Creíste en mí cuando nadie más lo hizo, y me enseñaste a amar cuando nunca pensé que podría. Pero sobre todo, me diste tu aceptación incondicional. Extendiendo mi mano, sequé una lágrima de los ojos de Mol. »—No estoy seguro de que toda una vida sea tiempo suficiente para tratar de darte todo lo que me has dado, pero te prometo que voy a pasar todos mis días tratando de hacerte feliz. Voy a reír y llorar contigo, y si huyes, estaré huyendo al lado tuyo. Prometo amarte para siempre, y te prometo, cuando llegue el día, que voy a ser el mejor padre que un niño podría esperar. Las lágrimas nublaron mi visión, pero necesitaba terminar. »—Nunca he estado más seguro de nada en mi vida como lo estoy de que siempre estuvimos destinados a ser. Estamos mejor juntos que separados, y no importa lo que suceda en nuestras vidas, sé que despertar y verte cada mañana siempre será la mejor parte de mi día. —Romeo... eso fue hermoso... —susurró Molly entre lágrimas, y tuve que luchar para mantener mis emociones bajo control también. Sorbidas de nariz y llantos sonaban a nuestro alrededor, pero yo solo tenía ojos para mi chica. —Molly, tus votos, por favor —ordenó el pastor, aunque su voz sonaba un poco ronca. Recomponiéndose y enderezando sus hombros, Molly habló. —Romeo. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría aquí, casándome con mi alma gemela a los veintiún años de edad, nunca le habría creído. Si alguien me hubiera dicho todo por lo que pasamos como pareja, nunca lo habría creído. —Ella sacudió la cabeza con incredulidad y presionó su suave mano contra mi pecho, sus ojos dorados fijos en los míos—. Tú me salvaste, Rome. Me has salvado de una vida de soledad. Me mostraste

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que había más en la vida de lo que me había estado concediendo a mí misma, y me enseñaste a depender de ti y dejarte en mi corazón. Voy a reír y llorar contigo también, y te prometo que nunca huiré de ti otra vez y estaré siempre a tu lado. Mi padre me dijo que un día iba a entender lo que sería dar a alguien como regalo mi alma, y ahora entiendo, te lo di a ti desde el primer momento en que nos conocimos. Eres mi todo, Romeo Prince, y no puedo esperar para pasar el resto de mi vida al lado del mejor hombre que he conocido. En el momento en que terminó, me zambullí en sus labios. Maldita espera. Su voto para mí fue increíble y más de lo que podía haber esperado. Alejándome, le acaricié su rostro y le dije—: Te amo, nena. Te amo tanto. —Te amo, también —dijo entre lágrimas de felicidad. Una tos sacó nuestra atención, y el pastor sonrió, sosteniendo una Biblia abierta. —Si intercambiamos los anillos, puedo pronunciar que son marido y mujer, y pueden volver a su beso. Mirando a Molly y nuestros amigos, todos empezamos a reír, y Austin me dio el anillo. —Molly, te amo. Con este anillo, que se dé a conocer que te elegí sobre todas las demás. Que se sepa que con este anillo, te prometo estar contigo la eternidad, hasta que la muerte nos separe. —Deslizar el anillo de platino en el dedo de Mol me hizo algo. Me sentí renacer. Como si el pasado, todo el abuso y la infelicidad, finalmente fueran enterrados, y solo un futuro emocionante y perfecto con mi chica esperaba. Sentí como si, por primera vez en años, me gustaba realmente quién era yo, y todo era debido a la chica delante de mí, entregándose en unión a mí para siempre, en todas las formas posibles. Ally le entregó Molly el anillo, y ella se apoderó de mi mano izquierda. —Romeo, te amo. Con este anillo, que se sepa que te elegí sobre todos los demás. Que se sepa que con este anillo, que te prometo estar contigo eternamente, hasta que la muerte nos separe. —Y por el poder que se me otorga, yo los declaro marido y mujer. —El pastor me miró con una sonrisa divertida—. Romeo, ahora puedes besar a la novia... otra vez. No perdí cualquier momento y tomé la boca de Molly con la mía, suavemente, saboreando cada momento de esta sensación increíble. Molly era mi esposa.

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Tirando de mi nueva esposa, más cerca, en mis brazos, susurré—: ¿Estás lista para irnos? El mordisco en su labio inferior y sus ojos nublados me dijeron que lo estaba. Me levanté y me enfrenté a nuestros invitados, que estaban terminando de comer. —Chicos, nos estamos dirigiendo fuera. Ally se puso de pie en señal de protesta. —¡No, ni siquiera han hecho el primer baile todavía! Mierda. Bajé la mirada a Molly, su rostro estaba lleno de sorpresa. —¿Primer baile? Pero casi no hay nadie aquí. No tenemos que hacer un primer baile. —Sonreí mientras trataba de salir de ello, pero le tendí la mano, una mirada expectante en mi rostro. Con un suspiro de derrota, tomó mi mano tendida y la atraje hacia el pequeño patio, rodeado de miles de luces blancas. Ally corrió hacia el estéreo y los primeros compases de nuestra canción de boda se reprodujeron. Molly levantó la vista hacia mí, con los ojos brillantes. —Romeo... ¿Cómo? Acariciando un mechón suelto de cabello de su rostro, le dije—: Hace unos meses me hablaste sobre esta canción. Pensé que podría ser nuestro homenaje para tus padres, por lo que es nuestra canción también. Me acordaba de ese día tan bien... —¿Mol? ¿Dónde estás, cariño? Encontré a Molly de pie en la cocina de nuestro nuevo hogar, preparando el desayuno, con la música reproduciéndose a su lado desde los altavoces del iPhone. Vi sus hombros temblando y me entró el pánico. Al instante fui a su espalda, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. —¿Qué pasa, nena? Dándose la vuelta en mi pecho, me dio una sonrisa llorosa y se puso a limpiar sus lágrimas. —Es una tontería. Estoy siendo una tonta

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Sabía que estaba frunciendo el ceño. Estaba tan perdido en cuanto a qué diablos estaba pasando. —Mol, dime lo que está mal. ¿Ha sucedido algo malo? Riendo entre sollozos, dijo—: No, te lo prometo, Rome. Es sólo que... —¿Qué? —Esta canción. ―Sus ojos se encontraron con los míos, y sabía que todavía me veía tan confundido. —¿Estás alterada por esta canción? —No estoy alterada. —Vi como tomó una respiración profunda, la levanté a la barra, tomando su rostro para poder verla mejor, y me coloqué entre sus piernas. —Vas a tener que explicarme, nena. ¿Por qué lloras debido a una canción? —Era la canción favorita de mi madre. Mi padre siempre la ponía en su aniversario de boda, una especie de homenaje, supongo. Es una especie de tradición... una buena. Me encantaba, esperaba aquello todos los años. Él lo hacía para que conectara con mi madre de alguna manera, y ¿sabes qué? Sí me hizo entenderla un poco. Después de la muerte de papá, mi abuela siguió haciéndolo por los dos. Y así, cuando ella murió también, era algo que continué haciendo por mí misma. Cuando la escucho, se siente como que todos de alguna manera todavía están conmigo. Exhalé y presioné mi frente con la suya. ¿Era el aniversario de bodas de sus padres? Mierda. No sabía qué diablos decir en respuesta, así que simplemente dije—: Te amo, nena. Rozando un beso en mis labios, susurró—: Yo también te amo. "Fields of Gold" de Sting se reproducía mientras mi esposa y yo nos balanceábamos sobre nuestro sitio, lágrimas de felicidad caían de sus ojos. Supe que hice lo correcto al elegir esta canción. Era significativa para ella, y ahora para siempre le recordaría este día. Las palabras no necesitaban ser dichas, y sabía que iba a entender por qué la había elegido —quería que ella sintiera como si su familia estuviera aquí, de alguna manera. Nuestra familia y amigos se pararon y nos vieron hacer nuestro primer baile como marido y mujer y, finalmente, se unieron a nosotros en la pista. Era perfecto. Mientras las últimas notas se reproducían, Molly levantó la cabeza, su mano apretada contra mi mejilla, y susurró—: Vámonos, Rome. Necesito tenerte a solas.

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—¡Cristo, cuántos malditos botones tiene este vestido! —Me quejé mientras trataba de desnudar a mi chica, la larga fila de diminutos botones de perlas en la parte trasera del vestido peligrosamente cerca de ser destrozado debido a mi creciente frustración. —Date prisa —Molly ordenó, con voz áspera por la necesidad. Estábamos en una cabaña privada de lujo. Escogimos un lugar alejado de la zona, completamente aislada, para nuestra primera noche juntos como una pareja casada. Mientras desabrochaba el último botón, empujé el ajustado vestido y se cayó al suelo. Jódanme. —Mol, estás jodidamente matándome —gemí mientras permanecía de pie delante de mí en un corsé de encaje blanco, unas diminutas bragas de encaje blanco, medias blancas y una maldita liga envuelta alrededor de su muslo. Sonriendo, preguntó—: ¿Te gusta? —¡Jodidamente me encanta! —dije con voz ronca, mi polla casi estalla a través de la cremallera en los malditos pantalones apretados. Rápidamente me libré de mi chaqueta y camisa, abriendo mi cremallera de un tirón para darle a mi polla aplastada un poco de alivio. Molly estaba delante de mí, viéndose como una diosa virginal, y mis manos se crisparon, necesitando tocarla. —Sube a la cama, nena —le instruí, observando su culo apretado mientras subía en el colchón y se sentaba en sus rodillas, esperando a lo que venía después. —Sácate el corsé. Con una sonrisa excitada, Molly comenzó desatar la apretada pieza de vestir. Ella estaba empujando su suerte, tomándose su dulce tiempo, y por el brillo juguetón en sus ojos, sabía que casi me tenía en mi punto de ruptura. —No me jodas, Mol —le advertí—. Estoy apenas aguantando esto. Metiendo la mano en mi bóxer, acaricié a lo largo de mi polla. Sus grandes ojos miraban el movimiento, y con un tirón final, la ropa interior cayó a la cama de color crema y sus pechos estaban completamente en el programa. —Tócalos —gruñí, señalando a sus pechos. Recorrí mis ojos por su locura de cuerpo. Lo único que quedaba eran las medias, la liga y las bragas. Las bragas eran un problema. Sonrojándose en entusiasmo, Molly movió las manos sobre su pecho, suavemente acariciando su carne, tirando de sus pezones y cerrando los ojos de placer. Joder, me quebré. Marchando a la cama, me arrastré hacia Molly, golpeando lejos sus manos. —Basta, son míos ahora.

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Corté su risa sorprendida con mis labios. Hundí mi lengua directamente en su boca y ella empujó la suya contra la mía, sus uñas arañando lo largo de mi espalda. Mi mano se acercó al sur y acaricié mis dedos sobre su cadera y la cinturilla de sus bragas. —Necesito estas fuera —le dije mientras separaba mis labios de Molly y me moví hasta que mi rostro se encontró con el pequeño trozo de encaje blanco. —Romeo... por favor... —Mol gimió cuando pasó sus dedos por mi cabello. Las bragas tardaron dos segundos en ser quitadas, y me senté hacia atrás, sólo bebiendo la imagen increíble que era mi esposa. ¡Cristo! Mi esposa. Casi gemí en voz alta de lo jodidamente feliz que ese pensamiento me hizo. Pasando mis manos suavemente sobre los muslos de Mol, levanté su rodilla derecha y la puse sobre mi hombro. Dejando un beso en su liga blanquiazul, sonreí con los ojos entrecerrados y le dije—: Esto se queda —y enganchando el dedo bajo la parte superior de las medias blancas, dije—: Estas también. —Está bien. Centrándome entre sus piernas, me incliné y lamí a lo largo de su centro con un golpe largo, sus caderas saliendo disparadas hacia adelante ante la acción. —Mmm, nena, tan malditamente dulce. —Romeo, por favor, necesito... necesito... —murmuró, tomando un puñado de mi cabello. —Dilo, cariño. Quiero oírte decirlo —le exigí. Con un suspiro tembloroso, con voz áspera dijo—: Lámeme... por favor... Acercándome de nuevo, las súplicas de mi chica estimulándome, chupé su clítoris, hundiendo dos dedos en su canal. La trabajé bien, cada segundo que pasaba llevándola más cerca del borde y mi necesidad cada vez más y más desesperada. —¡Rome! Estoy... estoy... —las piernas de Molly se pusieron rígidas y con un fuerte grito, se rompió, viniéndose con fuerza contra mi lengua. Retrocedí de nuevo, viendo a mi chica recuperar el aliento, con los ojos cerrados, y perdiendo todo freno. En un segundo, me quité los pantalones y los calzoncillos y, tirando de la pierna de Mol hacia mí, corrí la liga por su muslo, la pantorrilla, y fuera de su pie. Al abrir los ojos, preguntó—: ¿Qué...? —Muévete a la cabecera de la cama, nena. —Molly hizo lo que le pedí—. Junta las manos alrededor de una de las barandas. Quiero jugar. —Ella levantó las manos lentamente, entrelazando sus manos en una de las barandas de metal blanco, y, tomando la liga, me moví por encima de ella, asegurando sus manos para que no pudiera moverse. Sus ojos marrones brillaron de emoción y su pie corrió hasta mi muslo y se frotó contra mi polla.

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—¿Lo quieres, señora Prince? —le pregunté, moviéndome más cerca hasta que me senté a horcajadas sobre su pecho. —Ven aquí —dijo Mol y me llevó a su boca, mi cabeza cayendo hacia atrás en un siseo. —Joder, nena, eso se siente muy bien. Gimió y las vibraciones casi me volvieron loco. Era demasiado. Necesitaba estar en ella, necesitaba dar los pasos finales para hacerla mi esposa. Tirando de su boca, me moví entre sus piernas y envolví sus tobillos alrededor de mi espalda. Molly puso a prueba la fortaleza de la liga con un tirón en sus manos, pero se mantuvo firme, y un rubor ansioso se deslizó hasta su piel bronceada. —¿Estás lista, nena? —Dios, sí. Hazme el amor, Rome. —Ese fue todo el ánimo que necesité, y en un movimiento rápido, empujé hasta la empuñadura, ambos gimiendo de placer. Estirando mi mano, pasé los dedos por su cabello, mirándola directamente a los ojos mientras empujaba dentro y fuera de su calor. —Te amo, Mol. Te amo tanto —le dije, presionando besos a lo largo de sus mejillas y sus labios. —Yo también te amo, cariño. Sus caderas se sacudieron contra las mías, y mientras la miraba a los ojos, sabía que tenía que sentir sus manos sobre mí, con los brazos envueltos alrededor de mí mientras nos veníamos. Alzando una mano, solté el material alrededor de sus muñecas, y Molly inmediatamente me abrazó, metiendo su nariz en el hueco de mi cuello. Sus gemidos se incrementaron, su respiración cada vez más rápida ya que mi ritmo se incrementó. —Romeo... me voy a venir —susurró, apretando mis brazos. Golpeé a mi chica aún más rápido, el movimiento la hacía gritar fuertemente en su liberación, la sensación de su núcleo apretado llevándome con ella también. —Jodeeeeeeeeeeer... —gemí cuando me calmé y me vine, con los músculos de mi cuello tensándose ante el esfuerzo con la gravedad de mi orgasmo. Molly se relajó debajo de mí, sus dedos mesaron lentamente mi cabello. Al bajar la mirada a su saciado y sonriente rostro, sus ojos brillantes, llevó una mano a mi mejilla y susurró—: Mi esposo. En ese momento, estaba convencido de que no habían otras dos personas que hubieran compartido algo tan fuerte, entonces aplastando su boca con la mía, me retiré, miré a la chica más hermosa en la tierra, y le susurré—: Mi esposa.

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SEATTLE, WASHINGTON VEINTE AÑOS DESPUÉS… ―¿Hola? ―¡Rome Prince! ¡Cuánto tiempo sin verte, hijo! ―¿Entrenador? Hubo una risa ronca antes que dijera―: ¡Sí, soy tu viejo entrenador! Sigo fuerte aquí con Los Tide. ¡Veinticinco años este año! Sonriendo ante el sonido familiar del hombre que me ayudó a atravesar mis años de Universidad, dije―: Lo sé, entrenador. Todos los records rotos para ganar el campeonato BCS. ¡No está mal! He observado sus juegos cada año. Se convirtió en una leyenda. ―También yo te he observado hijo. Serás parte del salón de la Fama, no hay duda al respecto. En unos pocos años, serás incluido. ―Gracias, entrenador. Eso espero. ―Me serví un café de la máquina y me moví a la mesa de la cocina, sentándome―. ¿Entonces a qué debo este placer? ―Estoy en Seattle y quería invitar a tu esposa y a ti a cenar esta noche si están libres. ―¡Por supuesto! Dígame dónde y cuándo y allí estaremos. Será bueno volver a verlo. ―A ti también, hijo. Tengo una reunión en cinco minutos, pero dame un par de horas y te mandaré un mensaje con los detalles. ―No hay problema. Nos vemos esta noche. ―Te veo, hijo. Al poner fin a la llamada, me senté en mi silla, tomando una respiración profunda. Diablos, escuchar su voz trajo muchos recuerdos. ¿Fue hace veinte años que había jugado para Los Tide? ¡Mierda! Me estaba haciendo viejo. La puerta principal se cerró de golpe y miré hacia el pasillo. Solo era la una de la tarde y Molly no había regresado aún. ―¿Rome? ¿Estás aquí? ―gritó, y una sonrisa tiró de mis labios.

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―Sí, nena, estoy en la cocina. Unos segundos después, ella entró, vestida con un vestido negro ajustado hasta la rodilla, con su cabello recogido en un moño suelto, y las gafas más jodidamente sexis colgadas en su nariz. Me levanté, tomando su pesado maletín de sus manos y le di un beso en los labios. ―Volviste temprano. ―Sí, mi reunión fue cancelada, así que pensé, mierda, me voy a casa. ―Molly se inclinó y puso sus brazos alrededor de mi cintura, apretando su mejilla contra mi pecho―. Mmm, te extrañé. ―Te extrañé también, hermosa. ―Sus brazos apretaron mi cintura como respuesta y dije―: Acabo de recibir una interesante llamada. ―¿En serio? ―Sí. Era el entrenador. No he sabido nada de él desde hace años. Pero está en la ciudad y quiere cenar con nosotros esta noche. ―¿El entrenador de Alabama? ―preguntó ella, sus sorprendidos ojos fijos en los míos. ―Sí. ―reí―. El entrenador de Alabama. Sus cejas se juntaron mientras pensaba. ―Me pregunto qué quiere. ―Tener una cena ―le respondí, un poco confundido porque ella pensara que era algo más. Dando un paso atrás hacia el mostrador de mármol inclinó su cabeza mientras me miraba. ―¿Rome, te vas a retirar para esta temporada y de repente un entrenador de Los Tide aparece aquí en Seattle? Hmm… tal vez tenga razón. Su sonrisa de suficiencia me dijo que también lo sabía. ―Está bien, Shakespeare, estoy escuchando. ¿Qué piensas que quiere? Se movió cerca de mí, sus dedos deslizándose por mi torso, y me dio un rápido beso en los labios. ―A ti. Una extraña emoción se estableció en mis huesos. Realmente nunca había pensado en volver a Tuscaloosa. Lo amo, es mi hogar, pero dejamos un montón de mierda atrás todos estos años, y habíamos construido una buena vida para nosotros en Seattle. Eché un vistazo a Molly de nuevo y le pregunté―: ¿Realmente crees que eso es lo que podría querer?

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―Apostaría mi vida a ello. Te quiere como entrenador. Santo Dios, Rome, eres uno de los mariscales de campo más exitosos de la historia de la NFL. Si te unes a Los Tide, ¿te imaginas lo bueno que podría ser? ¿La cantidad de reclutas que ellos podrían adquirir? ―¿Y cómo te sientes acerca de regresar? Sus ojos cayeron al suelo. ―N-no sé. Me encanta estar aquí. Nuestras vidas están aquí y Tuscaloosa… no sé, tengo un montón de recuerdos en conflicto conmigo… con nosotros. Le acaricié la mejilla con un dedo. ―Entonces no vamos a ir, aunque me ofreciera algo en absoluto. ―¿Ser entrenador es algo que tú deseas, sin embargo? ¿Es algo que te verías a ti mismo haciendo el resto de tu vida? ―Probablemente. Son Los Tide. No sabía que iba a hacer cuando el fútbol llegara a su fin pero la idea de estar involucrado de nuevo con el fútbol de Bama… Tengo que decir que me excita. Lo llevo en la sangre. Soy de Los Tide hasta que me muera. Asintiendo lentamente, Molly me mira y dice―: Vamos a escucharlo. Si te ofrece algo, hablaremos de ello y decidiremos lo que es lo mejor para todos nosotros. Comienza a morderse el labio y su mano recorre mi cuerpo para liberar el botón de mis jeans. Joder me encanta esa mirada en sus ojos. ―Hoy he vuelto a casa temprano del trabajo, tenemos un par de horas antes de que tengamos que recoger a los niños de la escuela, y usted señor Prince luce tan pero tan sexy, lo suficientemente caliente como para hacerme pensar un poco en maneras traviesas de cómo pasar la tarde. Sentí mi polla endurecerse bajo su ligero toque, e instantáneamente levantándola del piso comencé a correr hacia el dormitorio, Molly riendo por encima de mi hombro, gritando―: ¡Romeo! ―¡Oh, no te atrevas, Shakespeare! ―le digo dando un golpe duro en su trasero―. ¡Tú comenzaste esta mierda y jodidamente voy a asegurarme que la termines… por lo menos tres veces!

ESTADIO DE CENTURYLINK, SEATTLE. UNOS MESES MÁS TARDE… ―¡Taylor, Isaac, Archie, Elias! ¡Vengan aquí, nos tenemos que ir al campo en un minuto! ¡Todos tienen que calmarse!

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El rugido de la multitud retumbó en todo el estadio, moviendo las vigas del techo mientras esperábamos en la parte posterior del túnel de los vestuarios. Molly estaba ocupada corriendo detrás de los niños, tratando de alcanzarlos directamente. No pude evitar sonreír a todos ellos con sus jersey Seahawks PRINCE, el jersey de Elias era tan pequeño que él se tambaleaba alrededor de las piernas de su madre, infierno, había comenzado a caminar y ya estaba corriendo alrededor de nosotros. Y luego estaba Molly, con su largo cabello suelto, ajustados jeans, sus botas vaqueras favoritas café y también llevaba mi número. Me di cuenta de que estaba nerviosa, los años de sentarse en la “sección de esposas” no la habían preparado para la locura de hoy. Me retiraba. Después de casi veinte años jugando para los Hawks desde el día que fui reclutado, y debido a eso, los Hawks me enviaban fuera de la única manera que sabían… grande y ruidosamente. Alguien tiró de mis jeans, y cuando miré hacia abajo, mi hijo Archie estaba mirando hacia mí con una expresión extraña en su rostro lindo-como-el-infierno. Agachándome a su altura, pregunté―: ¿Estás bien, hombrecito? Se movió hacia la dirección donde la multitud gritaba, sus grandes ojos marrones, con sus mejillas encendidas de color rojo, y susurró―: ¿Eres un superhéroe, papi? Sonriendo, contesté―: No, hijo. ¿Por qué lo preguntas? El dio un paso adelante, poniendo su regordeta mano de cinco años en mi hombro, y dijo―: Porque todas estas personas están aquí el día de hoy por ti. Siguen diciendo que tú eres el mejor, siempre, y las únicas otras personas que reciben tratamiento como éste son los superhéroes. Levantándolo en mis brazos, le dije―: No soy un héroe, hombrecito. Solo di un buen juego por un montón de años y es por eso que estamos aquí hoy, para decir adiós a todos los aficionados antes de que nos dirijamos a Alabama. Él asintió comprendiendo, pero frunció los labios, se inclinó y me susurró―: Tengo un secreto. Me aparté, moviendo mi boca con exagerado jugueteo, y le dije―: ¿En serio? Él asintió sabiamente. ―¿Puedo saberlo también? Haciendo una pausa un momento y pensándolo mucho, Archie finalmente suspiró y asintió. Su pequeña boca fue a mi oído y susurró―: Pienso que tú eres un superhéroe secreto y estás diciendo que no lo eres porque a los superhéroes no se les permite decírselo a nadie, ¿cierto? Basta con mirar a Superman, nadie sabía quién era realmente. ―¿Y cuál es mi poder? ―pregunté, jugando un rato. ―Puedes lanzar una pelota de fútbol más lejos que nadie, siempre, y… ―me indica que me incline más cerca de su boca, murmurando―: Eres el mejor papa del mundo. Los

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niños en la escuela siempre me dicen lo afortunado que soy. Pero ellos no lo saben. Solo yo lo sé. Me calmé y cerré mis ojos, sus palabras asfixiaban hasta la mierda, pero sus dos fuertes manitas empujaron mis mejillas. ―No le diré a los otros, sin embargo. ¿Estás de acuerdo? Es nuestro secreto. ―Está bien ―estuve de acuerdo con una voz grave, colocándolo de nuevo en el piso, dejándolo reunirse con sus hermanos y su hermana que jugaban todo el camino con un balón, ellos tienen el fútbol hasta la médula. Una mano suave me frotó la espalda y Molly me dedicó una amplia y conocedora sonrisa. ―¿Estás bien, cariño? ―Un destello de orgullo brillaba en sus ojos dorados, y estaba claro que había escuchado lo que nuestro hijo acaba de decir. Avanzando poco a poco, presioné un beso en sus labios. ―Mm-hmm, más que bien. Ella puso su boca en mi oído y susurró―: También creo que eres el mejor papá del mundo… y también el mejor marido. Agarrando su rostro con mis dos manos, apreté mis labios firmemente contra los de ella otra vez, riéndome de su chillido de sorpresa. Una garganta se aclaró a nuestro lado, y echando un vistazo a mi lado, vi al gerente del estadio, avergonzado. ―Señor Prince, ya casi estamos listos. Molly rápidamente se arregló el cabello y apretó mi mano para tranquilizarme. Siempre ha estado allí para mí, y hoy no era diferente. Había asistido a todos los partidos, a la Superbowl, funciones de caridad, nombramientos, desde hace años, y sobre todo, me había dado cuatro hermosos hijos. Amaba a mi chica ahora más que nunca y todavía daba gracias a Dios todos los días porque él la trajo a mi vida. ―Está bien, niños, vengan aquí ―gritó Molly, y los cuatro corrieron, todos sonrientes e híper excitados. Molly se puso de cuclillas, mirándoles a cada uno a los ojos, y explicó―: Ahora vamos a salir al estadio. Va a ser muy ruidoso, así que prepárense, ¿de acuerdo? Un coro de―: “Sí, mamá” ―salió como respuesta, y Molly se movió hacia Elías y luchó con él tratando de asegurar los auriculares para acallar el ruido del lugar. Después de darse por vencida y dejarlos colgando alrededor de su cuello, dijo―: Ahora, ¿qué es lo que todos ustedes tienen que decirle a su papá? Entrecerré los ojos a Molly y encontré una expresión de felicidad en su rostro. Taylor, nuestra hija, nuestra primogénita… nuestra adolescente, dio un paso adelante y me agaché mientras me abrazaba.

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―Todos estamos muy orgullosos de ti, papi, y queríamos hacerte saber lo mucho que te amamos. ―Me dio una tarjeta hecha a mano, con un dibujo de todos nosotros en el patio de enfrente y una foto enmarcada de los seis el año pasado en la Superbowl, mis cuatro hijos en mis brazos en el centro del campo, con sus enormes sonrisas de felicidad en sus rostros y Mol besando mi mejilla―. Los chicos hicieron la tarjeta, pero todos la firmamos para ti. Elegí la foto, de todos bien juntos con mamá, es nuestra favorita. ―Eché un vistazo a la foto de nuevo. Era mi favorita también. Una mano se posó en mi hombro―. Realmente me siento muy orgullosa de ti, papi. Besando su mejilla, garraspé―: Gracias, princesa. Nuestros tres hijos vinieron a mi lado, y yo apenas podía hablar una mierda a través de cada abrazo y―: “Te amamos, papi.” ―Molly estaba a mi lado, haciendo clic a la distancia con su cámara y sin vergüenza de llorar mientras observaba la presentación improvisada. Mis hijos habían capturado claramente mi batalla con mis emociones, sus miradas en sus ojos abiertos era una clara indicación. Y tuve que apartarme por un momento, tratando todo lo posible de reponerme. La última cosa que quería era salir al campo como un “maldito desastre emocional”. Y después de todo, los superhéroes nunca lloran. Mientras miraba a mis hermosos hijos, mi pecho se hinchó. Nunca he olvidado lo malditamente afortunado que soy, de lo que tengo en esta vida. Tengo a mi chica cuando casi la pierdo y tengo cuatro hijos perfectos en la tierra —y uno en el cielo— cuando nunca pensé que tendría alguno. ―Señor Prince, estamos listos. Por favor sígame ―el gerente del estadio anunció, y oí detrás de mí a Molly dando instrucciones―. Está bien, ustedes dos tomen mis manos, y ustedes dos tomen las de papá. Dos manos inmediatamente agarraron las mías, sabía quién estaría conmigo y quien estaría con Mol. Mirando hacia abajo, sonreí al ver que tenía razón: Taylor, nuestra chica y Archie, que al parecer creía que era un superhéroe. Me volví a Molly, que estaba sosteniendo la mano de Isaac y Elias —ahora felizmente con sus auriculares puestos— y respiré hondo y murmuré―: ¿Estás lista? Rodando sus ojos, sacudió su cabeza de manera dramática y articuló atrás―: ¡No! La música comenzó a sonar, y el locutor dio la publicidad mientras me reía y le guiñaba un ojo al rostro de mi preocupada esposa. ―¡Seattle, por favor, den la bienvenida al campo, por última vez, a su mariscal, Romeo “La bala” Prince! Con un apretón de manos, mi familia y yo caminamos hacia adelante hacia fuera del túnel. A medida que entramos en el campo entre los fuegos artificiales y rugidos de la multitud, finalmente me dejé exhalar. Éste campo, estos aficionados, eran mi segunda casa y los iba malditamente a extrañar mucho.

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Después de dar una vuelta al campo, saludando y agradeciendo a los fans, llegamos a una tarima en la línea de las cincuenta yardas. Molly y los niños estaban a mi lado mientras caminaba hacia el micrófono para dirigirme a la multitud. ―¡Buenas noches, Seattle! ―el auge en respuesta de la multitud era ensordecedor, el mar de cámaras parpadeaba junto a los aplausos de los fans, todos ellos de pie, era un espectáculo que nunca olvidaría. Todos estaban aquí esta noche para mí y mis piernas temblaban ligeramente por la enormidad del momento. Saludé con la mano a la multitud, ellos recobraron gradualmente el silencio. ―Cuando vine a ustedes hace veinte años, no tenía ni idea de qué esperar. ―Me reí atreves del micrófono y me volví hacia Molly, quien asintió―. Nunca había dejado Alabama por un gran período de tiempo, acababa de casarme con mi chica. ―Extendí mi mano, y Molly se colocó a mi lado, sosteniéndola de nuevo―. Y de repente estábamos metidos en el loco mundo de la NFL, y ustedes nos recibieron con los brazos abiertos. ―La multitud estampó sus pies en las gradas y el megáfono sonaba por todo el estadio lleno. Miré a mis niños abrir sus bocas por la reacción ensordecedora y en estado de shock por las miles de personas que gritaban por su papá. Volviéndome hacia el micrófono, esperé hasta que se calmaran y continúe―: El equipo y el personal son mi familia, ustedes que nos apoyan semana tras semana son mi familia, y vamos a extrañarlos a todos ustedes condenadamente demasiado. Nunca supe lo que haría después de retirarme del fútbol profesional, pero la oportunidad ha llegado, y estoy feliz de anunciar que he aceptado la oferta de entrenador del Alabama Crimson Tide. Después de muchos felices años en Seattle, mi familia y yo vamos a volver al sur, de vuelta a casa, pero nunca voy a olvidar a Seattle y todos los increíbles años que he disfrutado aquí. Apretando la mano de Molly por fuerza, la atraje a mis labios y le di un beso a su anillo de bodas. El entrenador me había ofrecido un puesto en el cuerpo técnico de Los Tide la noche que fuimos a cenar, y Molly acordó que deberíamos tomarlo. Ella pensó que un cambio sería bueno para todos nosotros. ―Mi esposa ha sido profesora en la Universidad de Washington durante más de diez años, y mis hijos, bueno, todos mis hijos nacieron en Seattle y se han criado aquí, algo que nunca voy a dejar que olviden. Di una mirada errante por todo el enorme estadio por última vez, bajé la mirada, sosteniendo el nudo mortal avanzando poco a poco hasta mi garganta, y dije―: Gracias a todos ustedes por hacer mi carrera aquí el mejor momento de mi vida. La multitud estalló una vez más, y con un redoble de tambores de la banda, una gran pancarta cayó de las vigas: mi nombre y número de jersey, ahora retirado oficialmente en mi honor. Mirando hacia la bandera, un sentimiento de logro me llenó. Viví mi sueño con lo mejor de mi capacidad y me encantó cada minuto que jugué para este equipo.

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De repente, sentí varios pares de manos alrededor de mi cintura y piernas, ya que mis hijos corrieron hacia mí dándome su apoyo, y un brazo familiar se deslizó alrededor de mi cintura: Shakespeare. ―Lo hiciste, cariño ―susurró, sin dejar de mirar con orgullo mi pancarta, lágrimas de felicidad en sus ojos―. Todos lo hicimos. Ahuecando su rostro, presioné un beso en sus labios y dije―: ¿Está lista para volver a Bama, señora Prince? Moviéndose para otro beso, ella rió y respondió―: ¡Roll Tide!

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TUSCALOOSA, ALABAMA SEIS MESES MÁS TARDE... Mierda. El mariscal de campo de los Tide que estaba viendo en las nuevas grabaciones de juego que el entrenador acaba de enviarme me había dejado sin habla. Sus pies rápidos, el poder de sus pases y su juego terrestre eran mortales. Él era una triple amenaza y, sin duda, el chico tenía grandes malditas habilidades. Oyendo el zapateo rápido de pies subiendo las escaleras, rápidamente apagué el televisor, buscando el control remoto y salté en mis pies justo mientras Mol entró por la puerta. Ella me miró a los ojos y frunció el ceño. —¡Romeo Prince! ¿Estás viendo cintas de juego cuando deberías estar ayudándome a arreglar todo para esta condenada fiesta de inauguración para reunirnos todos que tú planeaste? Mierda. No iba a ganar esta. —Yo… —¡No quiero oírlo! —Molly levantó la mano, silenciándome—. Estoy corriendo alrededor de esta casa revoloteando como una mosca, ordenando la comida, lidiando con los niños, y ¿tú te escondes aquí, en nuestra habitación? —Ella se adelantó y me empujó en el pecho—.¡Una semana Romeo! Hemos vuelto hace una semana y ya planeaste una fiesta... ¡Gracias! ¡Apenas hemos desempacado! Molly estaba delante de mí, toda alterada, vestida con un vestido de verano de color lila, ella se veía jodidamente hermosa. —Oh, no —advirtió con un movimiento firme de su dedo índice. Extendiendo la mano, agarré la tela de su vestido y la acerqué. —¿Qué? —le pregunté con una sonrisa. Empujando en mi pecho, ella negó con la cabeza. —Ni siquiera lo pienses. —Pero, nena… —Pero, nena, nada. —Molly quitó mi mano de su cintura y dio un paso atrás—. Ahora pon tu culo en ese patio trasero y enciende la parrilla.

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Estrechando los ojos, me incliné, susurrando—: Definitivamente voy a follarte esta noche por esa actitud, Shakespeare. —Entonces salí de la habitación y me dirigí hacia las escaleras, riendo mientras escuché el largo suspiro de mi mujer, frustrada sexualmente. El sonido de los niños jugando en su sala de juegos se filtró en la sala, y justo cuando estaba dirigiéndome a la cocina, la puerta de entrada sonó. Comprobando del reloj en la pared, me quejé con exasperación. Nuestros amigos llegaban una hora antes. Molly me iba a matar. Balanceando la puerta abierta, inmediatamente me quedé helado. Un niño adolescente, no corrección, un chico adolescente; alto, de gran constitución, con la sonrisa más arrogante extendida en su rostro. —¡Bala Prince! Gran aficionado, hombre. —Se acercó para un saludo de un golpe de puño, pero ni siquiera me moleste en levantar la mano. —¿Quién diablos eres? —le pregunté, y el chico palideció un poco mientras cruzaba los brazos sobre mi pecho. Sí, puede que acabara de retirarme pero todavía tenía un buen conjunto de armas de fuego. —Err... yo... yo... —¡Asher! —Mi cabeza dio la vuelta sólo para ver a mi hija caminando hacia mí, todas las sonrisas para el imbécil en mi puerta. Oh. Infierno. No. De frente totalmente a Taylor, y bloqueando toda la puerta, le pregunté—: ¿Quién es él y qué diablos está haciendo en mi puerta? Taylor se detuvo en seco y su rostro radiante rojo. —¡Papá! ¡Basta! ¡Me estás avergonzando! —¿Quién es él? No voy a preguntar de nuevo. Poniendo los ojos, dijo—: Él es mi cita. Estaba jodidamente seguro que el humo comenzó a soplar de mis oídos, porque esas tres palabras casi me hicieron arder. —¿Repítelo? —le pregunté secamente, ya sabes, sólo para una aclaración. —Él es. Mi. Cita —dijo lentamente, cada palabra exagerada. Mierda. No sólo ella se veía exactamente como yo, el pelo rubio y ojos marrones, pero ella tenía la actitud irritada y sin aguantar una mierda para igualar. Ahora podía ver el punto de Molly sobre cómo malditamente molesto podría ser tratar con esta mierda de mal humor. —Bala, vamos. Podemos resolver esto… Me giré para enfrentar al chico en mi puerta mientras hablaba, y sin una sola palabra como respuesta, estrellé la puerta cerrándola en su puta cara. —¡Papá! —gritó Taylor. —¡Tenía una cita con él!

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—¡Cómo diablos que tenías! ¿Desde cuándo tienes citas, y por qué diablos no has pedido permiso? Porque te lo diré ahora, chica, el chico solo tiene una cosa en su mente, y ¡como el infierno que está haciendo esas cosas a mi hija de catorce años! ¿Me entiendes? —¡Mamá! —¡Mol! Molly entró disparada por las escaleras, mientras me enfrentaba a mi hija, su postura ahora imitando la mía, nuestros ojos trabados. —¿Qué está pasando? ¿Por qué ambos se están gritando el uno al otro? Girándome a Mol, le pregunté—: ¿Sabías que ella estaba pensando tener una cita hoy? Los ojos de Molly se ampliaron y se dispararon a nuestra hija. —Taylor, sabes que no eres lo suficientemente mayor para tener citas. —¡Pero, mamá! Yo… —Con la verdadera moda adolescente, ella golpeó sus manos en sus caderas. —Pero nada. Estás castigada una semana por ser tan taimada y por ir en contra de nuestras reglas. Ahora, entra ahí y vigila a tus hermanos. Nuestros invitados van a llegar pronto y no tengo tiempo para esto. Giró sobre sus talones con un sonido estridente enojado, Taylor salió hecha una furia a la sala de juegos, gritando—: ¡Fascistas! Cuando la puerta se cerró de golpe, exhalé lentamente para calmar el infierno y miré a Molly que todavía estaba en las escaleras, parpadeando en estado de shock. —¿Tener citas, Mol? Definitivamente no estoy listo para esta mierda. Molly esbozó una sonrisa y comenzó a reírse. —Ella es una adolescente, estaba destinada a comenzar tarde o temprano. Eso es lo que consigues cuando tienes una niña, nene. Años y años de citas que esperar. —Hemos regresado a Bama desde hace una semana y ¿de repente ella tiene cabrones cargados hormonalmente persiguiendo su cola? —Me recosté contra la pared y pasé mi mano por la cara. —Yo era uno de esos hijos de puta, Mol. Sé exactamente lo que quieren hacer con ella. ¡Cristo! ¡Los voy a matar! ¡Esta mierda me hará envejecer prematuramente! Molly negó con la cabeza y pasó por mí, riendo. —Ella sabe que no puede tener citas hasta que tenga dieciséis años, así que relájate, tienes dos años para prepararte para la cosa real. —Ella continuó pavoneándose hacia la cocina, mirando por encima del hombro para añadir—. Y dos años para abastecerte de “Just For Men”, por supuesto. Ya sabes, para todas las canas prematuras que conseguirás. Destellándome una sonrisa burlona, Molly se dirigió rápidamente hacia el patio trasero. Oh, lo había conseguido ya. Corriendo tras de mi esposa, la levanté en mis brazos, haciéndola aullar de sorpresa. Me senté en un banco aislado, muy lejos de la vista, recostándola en mi regazo.

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Hundiéndome en sus suaves labios, empuñe manojos de su cabello largo y castaño, y tomé lo que quería. Como siempre, se rindió a mis demandas. Nos separamos del abrazo varios minutos más tarde, ambos jadeando, y Molly retorciéndose contra la dureza de mis jeans. —Mol... —le advertí. —¿Ajamm? —respondió ella con inocencia, un malditamente caliente como el infierno brillo en sus dorados marrones. Mi mandíbula se apretó mientras combatía mi necesidad, y siseé entre dientes. —No juegues con fuego, Shakespeare. Es demasiado para que niñas bonitas inglesas le hagan frente. —¿Qué puedo decir...? Me gusta el riesgo. —Ella se encogió de hombros y sonrió ampliamente. Mol observó mientras mi labio se torció, y en cuestión de segundos, los dos nos echamos a reír y la agarre apretadamente alrededor de su cuello, metiendo mi cabeza en su pelo. Cuando ambos nos habíamos calmado, levanté mi cabeza y dije—: No puedo creer que te haya dicho eso en ese entonces. Yo estaba tan jodido y lleno de mi propia mierda. —¿Me estás tomando el pelo? ¡Me tenías tan reprimida por ti que casi ardí en el lugar! Me podría haber quedado en ese arroyo para siempre. Me incliné cerca y le susurró seductoramente—: Si no me equivoco, tú si hiciste combustión alrededor de tres de mis dedos poco después. Golpeando mi pecho juguetonamente, Mol respondió—: ¡Sí, y yo te hice lanzarte en la hierba! Me quedé inmóvil en su respuesta y prácticamente la dejé caer al suelo, incapaz de contener mi risa histérica. —¿Me hiciste lanzarme? Molly empujó la lengua fuera y me le di una palmada en su culo apretado. —¿Cómo es que, incluso después de haber vivido en Estados Unidos durante más de veinte años, ese acento tuyo sigue siendo tan intenso como siempre? —¡Y lo dices tú! No hay nada que sacuda ese acento sureño de ti, ¿verdad? Oh, ella sólo estaba buscando problemas. Agarrando sus muslos, la tiré a horcajadas en mi cintura, haciéndola gemir mientras instantáneamente movía mi polla contra su centro, con las manos cerradas en sus mejillas, y dije en voy baja—: Debería llevarte a la vieja cabaña y joder la mierda viva fuera de ti por los viejos tiempos. Hay algo en el agua de Bama que me hace querer adueñarme de cada maldita parte de ti, para llenar cada agujero.

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—Bueno, creo que los nuevos propietarios podrían tener algo que decir sobre eso — murmuró ella, tratando de contenerse de gemir en voz alta. —¡No podría dar una mierda por los nuevos propietarios! —dije secamente, y mis ojos se cerraron cuando ella comenzó a mecerse hacia atrás y adelante en contra de mi polla. —Te tomare justo aquí, Mol. No creas que no lo haré —la amenacé, esta vez sin humor, mientras tiró de mis dientes a lo largo de mi labio inferior, mis manos cayendo de la cara de Mol para exprimir y pellizcar sus pechos. —Es bueno que todavía me quieras después de todos estos años. Cuatro niños no son exactamente halagadores con el cuerpo de una mujer. Coloque besos a lo largo de su cuello, lamiendo y mordiendo mientras dije—: ¿Estás jodidamente bromeando? Eres tan caliente que es irreal. Cristo, te deseo más ahora que nunca. —¡Sí, de nuevo, cuatro niños en cierta forma demuestran eso! Eres insaciable, siempre lo has sido. Mis cejas bailaban. —¿Quieres intentar para el número cinco? Yo estaba mortalmente serio. —¡De ninguna maldita manera! Cuando rompí a carcajadas se relajó. Sabía que ella amaba a tener hijos, adoraba ser mamá, pero ella continua diciéndome que tres niños menores de siete años y una adolescente en plena pubertad eran más que suficiente para hacer frente junto a ser un profesor a tiempo completo. —Sólo para que sepas, sin embargo, estoy listo cuando tú lo estés. Quiero tantos hijos como podemos hacer, —le dije de manera significativa. Me encantaba tener una gran familia y me lanzaría uno al año si me saliera con la mía. Me encantaba ser papá. Era la maldita mejor cosa en el mundo. Esos ojos caramelo se estrecharon en broma. —Estás tratando de hacer tu propio equipo de fútbol, ¿verdad? —Síp, y eso es un infierno de un montón de niños. Necesitamos un buen ataque, la defensa, ah, y los equipos especiales, por supuesto... —Mol se rió y me calló apretando sus labios contra los míos. —¡Eww! ¡Eso es asqueroso! —Un agudo chillido nos inmovilizó a ambos y giramos nuestras cabezas a un lado, viendo la cara asqueada y sorprendida de nuestra hija mirando nuestra comprometedora posición. Si ese chico Asher estaba de vuelta, iba a castrar el hijo de puta. Inmediatamente enderezando su cabello, Molly iba a moverse de mi regazo, pero la agarré con fuerza de la cintura, susurrándole al oído—: No te muevas a menos que quieras dejar cicatrices en nuestra niña de por vida. —Sabía el momento en que ella lo sintió, mi

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dureza, y ella no pudo evitar sonrojarse mientras se mantenía quieta, ocultando mí... umm... situación incómoda. —¿Qué necesitas, cariño? —preguntó Molly, fingiendo normalidad. Taylor negó con la cabeza, horrorizada, su actitud todavía como antes. —He estado llamándolos a los dos, pero no me oyeron. ¡Ahora puedo ver por qué! —Molly miró hacia mí y tuvimos que obligarnos a no reírnos de la reprimenda de nuestra hija. —Lo que sea. Miren, son la atracción principal en el noticiero de la noche, pensé que querrían saberlo. Se trata de papá tomando el puesto de entrenador para Los Tide. Y de ti también, mamá, acerca de ti convirtiéndote en profesora de la Universidad de Alabama, y que ambos han tomado posiciones en la misma escuela. Dijeron que van a contar la historia de su vida o algo así. Molly se volvió hacia mí y enarcó las cejas. —¿Sabías sobre esto? Yo no tenía ni idea y sacudí la cabeza con desconcierto. —Vamos a estar allí pronto, princesa. Regresa dentro. —Taylor se volvió y corrió hacia adentro sin mirar atrás. Molly inmediatamente saltó de mi regazo y se pasó la mano por la frente. —¿Me pregunto qué estarán diciendo? Incluso después de todo este tiempo, ella odiaba ser el centro de atención. Me puse de pie, arreglando mis jeans, y tendí la mano para que ella la tomara. — Vamos a ver, ¿eh? —Agarrando su mano en la mía, seguimos el camino hacia la casa y directamente a la habitación de la familia. Nuestros cuatro hijos estaban alineados en el enorme módulo de cuero negro, con los ojos pegados a la pantalla. Y Mol se congeló en el acto, una sonrisa cariñosa esbozándose en sus labios. Cuando me volví a la TV, un montaje de nosotros estaba reproduciéndose para la música "Hall of Fame" de The Script. Todo estaba allí, un carrete de nuestras vidas, los besos antes de los juegos de The Tide, cuando estábamos en la universidad... nosotros dos cogidos de la mano mientras caminábamos por el campus... los besos en el Campeonato de la Conferencia del Sureste... el dramático regreso de Mol en el Campeonato Nacional... el desfile bienvenida de Los Tide en el que me había negado a dejar ir de su mano... el draft de la NFL donde había sido el primer seleccionado y me prometí a mi chica... nuestro día de graduación, abrazándonos y riendo en nuestras togas... la foto paparazzi desde el aeropuerto, mientras nos marchamos a Seattle, todos nuestros amigos en el fondo, despidiéndonos... mi primer partido con los Seahawks y Molly sentándose en las gradas, animándome... fotos de Mol en los últimos años, embarazada de cada uno de nuestros cuatro hijos... las muchas victorias del Super Bowl y, finalmente, yo, hace unos meses en el Estadio Centurylink, mientras ellos retiraron mi jersey, rodeado por mi esposa y nuestros cuatro hijos. El montaje terminó con una simple inscripción, el texto leyendo: "BIENVENIDO A CASA, ROMEO Y MOLLY PRINCE.

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¡POR SIEMPRE ROLL TIDE!" Los presentadores siguieron discutiendo el plan de juego para la próxima temporada de Tide y cuando miré a nuestros hijos, que estaban en silencio mirándonos fijamente, me di cuenta que Mol estaba llorando. Yo estaba bastante emocionado también. —Mamá, papá, se veían tan jóvenes en esas fotos, —Isaac, nuestro hijo mayor, dijo en voz baja. Con su pelo castaño rizado y gafas, él era el único de los cuatro que era como Mol, con un coeficiente intelectual igual... un pequeño y lindo friki de cabo a rabo. —Éramos jóvenes, hombrecito, —murmuré, sin dejar de mirar a los comentaristas de la pantalla, pero sin escuchar ni una palabra de lo que tenían que decir, mi mano agarrando casi dolorosamente la de Mol. —Parece tan lejano, pero extrañamente, justo como si fuera ayer. —Los llamaron los propios Romeo y Julieta de Bama —dijo Taylor en voz baja, su estado de ánimo en el olvido. —Al principio, dijeron que su historia era famosa por aquí. Riendo, Molly asintió con la cabeza. —Así es como la prensa empezó a llamarnos. Debido a todos los problemas que tuvimos al estar juntos, públicamente, por desgracia. —¿Con los padres de papá? —preguntó tentativamente, y esa vieja puñalada en el pecho me desgarró en un instante. —Sí, cariño, —Mol respondió mientras deslizaba su brazo alrededor de mi espalda, frotando hacia arriba y hacia abajo con movimientos suaves. Odiaba cualquier recuerdo de mis padres y de los años de mierda que sufrí a manos de ellos... especialmente el aborto involuntario. Nunca los volví a ver después de la reunión en el despacho de mi padre ese día. Y ambos habían muerto ya hace mucho. Mi mamá se bebió a sí misma hasta una muerte prematura sólo dos años después de salir de Bama y mi padre sufrió un ataque al corazón hace diez años en la cárcel. Habíamos decidido hace mucho tiempo el ser siempre honestos con nuestros hijos, bueno, tan honestos como sus edades lo permitieran. Nuestros problemas han sido bien documentados y no queríamos que ellos escucharan cualquiera cosa de nuestro pasado de nadie salvo nosotros. —¡Animo, papá! —Eli y Archie de repente gritaron desde el sofá, ignorando por completo la conversación, ambos saltando arriba y abajo con entusiasmo, atrayendo nuestra atención de nuevo a ellos. Nuestros chicos más jóvenes corrieron hacia la parte frontal de la TV grande, aplaudiendo y gritando mientras foto tras foto de mí jugando al fútbol aparecían, corriendo, dando pases, anotando touchdowns. Todos nos echamos a reír cuando Eli, el más joven, corrió hacia Archie, tirándolo al suelo, gritando, —¡Boom! —Y acariciando su pecho, sosteniéndolo hacia el cielo, mi, ahora famosa, celebración de touchdown. Separándome de la mano de Mol y corriendo juguetonamente hacia Eli, lo levanté por encima de mi cabeza, tirándolo al suelo. Chillando y riendo, Eli se retorcía en el suelo mientras le hacía cosquillas y Archie luego saltó sobre mi espalda, envolviendo sus

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pequeños brazos alrededor de mi cuello. Mientras miré hacia los otros dos en el sofá, Isaac arrojó su iPad, amontonándose también. Incluso Taylor, que en un primer momento puso los ojos en nosotros, finalmente sucumbió a la tentación y, con un chillido, corrió y saltó encima. —¡Déjenme levantarme, monstruos! —grité dramáticamente mientras trataba de tirarlos de mi espalda. —¡Nunca! —¡Te tenemos inmovilizado, papá! —¡Hemos derribado a la Bala! Éramos una masa de brazos y piernas, risas y gritos. Y entonces miré a Mol observando, riendo de todos nosotros, y entonces me tranquilice mientras cinco pares de ojos se centraron en ella, y ella rápidamente perdió su sonrisa. Retrocediendo con sus palmas hacia arriba, Molly advirtió—: Oh, no. Ni siquiera piensen en ello, no tengo tiempo... Mis cejas bailaron mientras decía—: Niños, mamá se está librando. Defensa, ¿están conmigo? Uno, dos, tres, rompan... Gritos de acuerdo resonaron por la gran sala mientras los cinco nos lanzamos a una persecución. Con un grito, Mol se volvió y corrió hacia la cocina, dirigiéndose directamente para el enorme patio. Ella lo había logrado hasta el primer parche de hierba cuando la golpeé por detrás, protegiéndola de ser herida con mi cuerpo mientras nos caímos al suelo, nuestros cuatro hijos locos saltándonos encima. —¿Te rindes? —grité mientras todos le hicimos cosquillas hasta la sumisión, su cuerpo saltando y retorciéndose en el césped blando. —¡Me doy, me doy! —Ella se atragantó con una risa histérica, incapaz de soportar las cosquillas a sus costillas, que era su punto débil. —Niños, vayan a buscar el balón. Mamá y yo necesitamos tener todo listo para la fiesta —indiqué y, aún excitados, nuestros cuatro hermosos niños corrieron al cobertizo de juegos y fuera de nuestra vista. Taylor miró de regreso a mí y me lanzó una pequeña sonrisa de disculpa, estábamos bien de nuevo. Mirando hacia abajo a mi esposa excitada y alterada, sujeté sus brazos por encima de su cabeza y me senté a horcajadas en sus caderas. —Mmm... Como que empieza a gustar esta posición en que te tengo. Molly sacudió sus caderas, tratando en vano de tirarme, frunciendo sus labios suaves. Sacudiendo la cabeza con desaprobación, le susurré—: ¿Lo quieres áspero, nena? —¡Romeo! —ella gritó de nuevo, y la cortó al estrellar mis labios contra los suyos, mi lengua inmediatamente sumergiéndose en su boca caliente. Gimiendo contra del asalto, Mol dejó escapar un gemido renuente, y se echó hacia atrás, lamiendo provocadoramente el borde de su labio superior.

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—Hola, Mol, —dije con una sonrisa. Sintiendo su acelerado corazón contra mi pecho, ella respondió—: Hola, tú. —¿Vas a darme ese beso dulce de la suerte? Mol no pudo contener la risa en el uso de nuestro viejo ritual pre-juego. —Si eso es lo que quieres. Mi cara se rompió en la mayor puta sonrisa, y respondí—: ¡Oh, definitiva y malditamente, que sí! —Liberando los brazos atrapados de Molly, acuné su mejilla, acercándome para el más suave de los besos. Pero todas las cosas buenas nunca duran, o debería decir que son cortadas por un maldito gritón, maldito tejano. —¡Maldición, chicos! ¡Consigan una maldita habitación! Suspirando contra los labios de Molly, retiré mi cabeza una fracción. —Parece que nuestros amigos están aquí temprano, —anuncié con un mohín de decepción. Un par de botas de vaquero negro aterrizó al lado de nuestras cabezas, y Cass miró hacia abajo, hacia nosotros dos, moliendo sus caderas y mordiéndose el labio. —¡Todavía follando, como conejos, ya veo! ¡Sí, Rome, siiiiiiiiiii!!!! —Hola, Cass, —dijo Molly, desplomarse de nuevo frustrada, haciendo caso omiso de las bromas inapropiadas habituales de Cass. Empecé a ponerme de pie, sonriendo a Cass y levantando a Mol del suelo mientras lo hacía. —¡Hola, Molls! ¡Te he echado de menos, cariño! —Cass gritó, extendiendo sus manos y tirando de Molly a su enorme pecho, el impacto robándole el aliento. Una mano golpeo mi espalda, y cuando me di la vuelta, Jimmy-Don me tendía los brazos. —¡Bala, trae el infierno aquí, muchacho! No podía dejar de reír mientras él me jaló en un abrazo completo, sólo retirándose para decir —: Todo el mundo está aquí, chicos. Los adultos están ya en el interior bebiendo cerveza. —¡Joder, sí! ¡Vamos a emborracharnos! —Cass gritó y, mirándome con afecto, procedió a darme un abrazo a mí también. —¿Dónde están los niños? —Escuché a Molly preguntar, saludando a Lexi, Austin, Ally, y su marido en la casa. El marido de Ally. Mierda. Todavía luchaba con quién era. —Jugando a la pelota detrás de los árboles. ¡Todos están teniendo una explosión, no te preocupes! —dijo Cass y, con un guiño y una palmada en mi culo, caminó por delante para tomar el brazo que Jimmy-Don le ofrecía y partió hacia la casa. Me acerqué a mi esposa, enganchando un brazo alrededor de su cuello, y coloqué un suave beso en su cabeza, susurrando—: Dios, yo, jodidamente te amor, nena. Vamos a terminar lo que empezamos más tarde. —Jodidamente, te amo también. Y no puedo malditamente esperar —Mol susurró en respuesta, apretando sus dos brazos alrededor de mi estómago, y yo no pude dejar de reír por ese apropiado acento Inglés maldiciendo.

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Ella era tan jodidamente linda. La risa de todos nuestros mejores amigos se derramó desde el interior de nuestra casa, ecos de la risa de nuestros niños llevados por la brisa de verano, y me aferré con fuerza a la chica más perfecta del mundo. Todo era como debía ser, cómo estaba destinado a ser. Teníamos felicidad, teníamos una familia, siempre nos teníamos el uno al otro, y mientras metí a mi increíble esposa bajo la protección de mi brazo, me sentí como el bastardo más afortunado del mundo. Molly Julieta Prince es, y siempre será, mi hogar.

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MOLLY VEINTISÉIS AÑOS DE EDAD SEATTLE, WASHINGTON —Molly… Molly… despierta para mí, cariño… vamos ahora… Estaba flotando sin peso en un sueño pasajero, pero una voz distante me hizo volver de nuevo a mi cuerpo con una sacudida, y mis ojos abrieron fijos en un techo blanco borroso. —Bienvenida de nuevo, señora Prince. —Una mujer rubia con una bata color durazno estaba encima de mí, tratando de despertarme. Eche un vistazo alrededor de la habitación con los ojos pesados y note que estábamos solas. ¿Dónde está Romeo? —¿Que…? —Traté de aclarar mi garganta reseca—. ¿D-dónde estoy? —Shh… bebe primero. —Puso en mis labios un vaso azul con una larga pajilla. Me tomé la bebida ofrecida y después de un gran trago de agua, el líquido humedeció mi garganta seca, lo siguiente fue que intente despejar la espesa niebla de mi mente. ¡No! Me tensé, mi mano voló hacia mi estómago e hice una mueca de dolor. Me sentí como si hubiera sido abierta. El miedo me golpeó en el pecho. No de nuevo… esto no puede estar pasando de nuevo… Comprendiendo, los ojos azules de la enfermera se encontraron con los míos, y frotó su mano sobre mi brazo, diciendo—: Tuvimos que hacerle una cesárea de emergencia, debido a su preeclampsia. El bebé estaba en peligro y su presión arterial estaba llegando a un nivel peligroso. Destellos de recuerdos volvieron a mí. Reposé en cama los últimos tres meses, luego era nebuloso, retazos dispersos, Romeo llevándome al hospital en sus brazos, desesperado, aterrorizado incluso, y Ally. ¿Ally nos trajo aquí al hospital? Eso es cierto. Ally se quedó con nosotros aquí en Seattle. Ella había conseguido una comisión como coadjutor en el Museo de Burke en el campus de la Universidad de Washington no hace mucho tiempo y

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estaba en nuestra habitación de invitados hasta que volviera a su plaza habitual en el Smithsonian en Washington D.C. Forcé mi aturdida mente a reorientarse… El bebé… ¡Nuestro bebé! Abrí la boca, a punto de hablar en una canaleta de pánico, cuando la enfermera me sonrió. —Fue un parto exitoso, Molly. Tu bebé está bien, es absolutamente precioso. — Ella se agachó un poco más para susurrar—: Y con ganas de conocer a mamá. Un sentimiento de excitación nervioso estalló en mi pecho, con un toque de miedo que era también evidente. Mis emociones estaban fuera de la gráfica, y la enfermera me apretó la mano como apoyo. ¡Dios Mío… soy una mamá! Extendiendo mi mano, agarré la muñeca de la enfermera cuando comenzó alejarse. —¡Quiero ver a mi bebé, por favor espere! —Tiré un poco hacia adelante—. ¿Que tuvimos? —Mis ojos recorrieron cada centímetro alrededor de la habitación—. ¿Y dónde está mi marido? ¿Dónde está mi bebé? —Ellos están afuera. —Su cara se iluminó con una gran sonrisa—. Su marido es un hombre agresivo, señora Prince. Él ha sido implacable con sus preguntas sobre su bienestar mientras le explicábamos todo el procedimiento. No tuvimos más remedio que ponerle anestesia general. Las cosas se estaban poniendo demasiado arriesgadas para darle la anestesia epidural. Su marido no ha dejado de estar a su lado, negándose a pasar a la sala de estar hasta que estuvieras consiente de nuevo. Está causando un gran revuelo aquí en el hospital. El quarterback rompecorazones de los Seahawks acunando un recién nacido en sus brazos, suspirando por su esposa… ¡asombroso! Ese hombre está reduciendo a las enfermeras a adolecentes por ahí, ¡incluso con su bata de color azul! Mi corazón se derritió. Conociendo a mi Rome, estaría muerto de miedo. Mi aborto hace seis años casi lo mató. Me lo imagino sentado con nuestro bebé en sus brazos mientras él estaba asustado hasta la médula. Había sido tan sobreprotector a lo largo de los últimos meses, aterrorizado por el riesgo de mi condición. Era demasiado parecido a un déjà vu. —Por favor déjelo entrar. Necesito verlo… necesito verlos a ambos —le di instrucciones a toda prisa, con la voz ronca por la emoción. La enfermera asintió, comprendiendo mi ansiedad, y salió de la habitación. Mis palmas se humedecieron y mi respiración se agitó. Era mamá. En realidad había pasado… finalmente. Había sido un embarazo de infierno, y cuando me senté aquí en esta extraña cama, me sentí que me robaron la experiencia completa del parto. Pero tuvimos un bebé. Las palabras no pueden expresar la alegría que viene al conocerlo. Estaba de suerte. La puerta de la pequeña habitación de golpe fue abierta y Romeo se apresuró vestido con su bata azul. Supuse que aún estábamos en urgencias, y estaba de acuerdo con las

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enfermeras, él era un rompecorazones, pero por otra parte él siempre había sido hermoso para mí. Mis ojos inmediatamente se fijaron en el pequeño bulto en sus brazos, luego de vuelta a mi marido. Sus ojos estaban cansados, con su cabello rubio alborotado con una parte aplastada donde sin duda había está pasando su mano por el estrés y sus mejillas estaban enrojecidas, en carne viva. Había estado llorando. Tan pronto como nuestros ojos se encontraron, el alivio inundó el rostro de Rome y lanzó un largo y adolorido suspiro. —¡Molly! —gimió y le eché un vistazo rápido a nuestro bebé en sus brazos, con cuidado caminó hacia mí y agarró mi mano extendida, besándome la palma, luego la parte posterior y cada dedo antes de colocarla en su mejilla presionándola contra su piel. —Dios, Mol, pensé que te había perdido… Mierda, nena, me he estado volviendo loco como el infierno… —Sus palabras fueron tensas mientras acariciaba a lo largo de su barba. —Estoy bien cariño. Estamos todos bien. Era solo una cesárea. Sabíamos que era probable. Se producen miles de veces al día. Estaba en buenas manos. Asintió con la cabeza una vez, mirándome ligeramente—: Pez fuera del agua. —Echó un vistazo a nuestro bebé envuelto en una manta de color amarillo, un color que no indicaba nada sobre su género. —Romeo… —susurro con asombro, al ver una pequeña mano salir por arriba, mi mano extendida también reaccionó, pero mi estómago se tensó por el movimiento y me estremecí y susurré por la punzada de dolor. Rome lo notó, una expresión preocupada se colocó en su rostro y se puso de pie lentamente, inclinándose a mi nivel. —¿Quieres abrazar a nuestra pequeña princesa? —Y una gran sonrisa de orgullo iluminó su rostro. Princesa… exhalé lentamente, cerrando mis ojos, y sonreí. Habíamos tenido una niña. Teníamos una hija. Un gemido feliz escapó de mi boca, y cálidas lágrimas de alivio comenzaron a bajar por mis mejillas. Me las había arreglado para llegar a término a pesar de mis problemas de salud y era mamá y mi Rome era papá. Inmediatamente extendí mis brazos y Romeo gentilmente colocó a nuestra hija contra mi pecho, poniendo el peso lejos de mi estómago herido, el calor de su piel contra la mía. El movimiento perturbó a nuestra hija dormida, y cuando ella se retorció y abrió los ojos, enseguida se encontraron con los míos. Respirando fuerte, me quedé mirando a mi hija, ojos café oscuros…. Al igual que su padre, regordetas mejillas rosadas, un mohín con labios color rosa y un arco perfecto de Cupido. Había leído que sus ojos podrían ser azules, pero los de ella eran igual a los de su padre, sus genes de ojos café eran aparentemente más allá de dominante. El tiempo se suspendió. Era como si el mundo se hubiera desplomado y solo nosotros estuviéramos.

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Nos quedamos mirando la una a la otra lo que pareció días; era como que ya sabía quién era yo. Su mamá. Levantando mi mano izquierda, mi derecha sin soltarla hacia mí, le pasé un dedo por su suave mejilla rosa y susurré—: Hola, niñita mía. Soy tu mami y te amo mucho, demasiado. —Oí un suspiro de satisfacción a mi lado —Romeo— pero no podía apartar la mirada de mi hija para prestarle atención. Con un gran bostezo, los ojos de nuestra bebita luchaban contra la pesada fuerza de dormirse, pero finalmente se venció, su respiración era lenta, se quedó dormida, el sonido de su respiración rítmica me calmaba. Las lágrimas empañaban mi visión y dos pulgares limpiaron mis mejillas, enjugando las lágrimas. Al mirar hacia arriba, Romeo se había sentado junto a las dos con los brazos extendidos, cuidando de no tocar la herida de mi cesárea. —Es hermosa —le dije en voz baja, y Rome acarició con un dedo su pequeña frente. Mi corazón dio un vuelco cuando lo vi mostrar tanto afecto a nuestra pequeña añadiendo—: Igual que tú. —Si… nena —dijo él como respuesta, sus ojos revoloteando brevemente a los míos. Su reacción ahogada, miré hacia arriba y le agarré la mano. —¿Estás bien? Resoplando dejó escapar un suspiro controlado, sonrió con ironía y se frotó los ojos. —Sí, estoy abrumado con todo esto. La idea de ser padre y la realidad de que… yo… puedo perder la cabeza con esto. —Su mirada café brillante fija en nuestra hija dormida en mi pecho, expresando con claridad su absoluta sorpresa e incredulidad. —Lo hiciste bien, cariño, mientras yo no podía. Ella es tan perfecta. —Las lágrimas brotaron de nuevo de los ojos de Rome, pero no hubo sollozos, solo gotas felices que caían libres. Frotando una temblorosa mano sobre su rostro, él le confió—: Por un momento pensé que las había perdido a las dos. Te encontré inconsciente en la cama. Estabas tan quieta y pálida… y había sangre. Sentí como que todo se estaba despedazando nuevamente. —Inhaló profundamente—. Y luego cuando nuestra princesa… —¿Princesa? Romeo sonrió apenado. —No hemos decidido un nombre, ¿verdad? Querías verla primero, ver cuál era el nombre que le quedaba bien, y me rehusé a nombrarla sin ti, y princesa fue la primera cosa en la que pensé. "Bebé Prince" no parecía correcto. —Dándole un beso a la cabeza de nuestra hija, añadió—: Ella es mi princesa, y siempre la trataré como una. Las dos son todo para mí. Levantando su mano hacia mis labios, roce un beso en su palma y susurré—: Gracias. El devolvió el beso, y acariciando mi despeinado cabello hacia atrás, continuó: —Cuando nuestra princesa nació saludable, las enfermeras la pusieron en mis brazos, fue tan surreal. Bajé la mirada hacia ti, asombrado, simplemente deseando compartir el

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momento contigo, pero estabas inconsciente, con la cinta sobre tus ojos, un tubo en tu garganta, y no podía verte de la cintura para abajo, un aparato tipo caja me lo impedía. Los de la sala de emergencia se volvieron locos tratando de reanimarte. Las maquinas resonaban, y la gente corría de un lado a otro y tú solo estabas ahí tan quieta, pero nosotros dos, nuestra pequeña niña y yo, estábamos simplemente ahí de pie viendo todo ocurrir. Inútiles. Por un momento, entré en pánico cuando pensé que podíamos quedarnos solos, ella y yo para siempre si algo iba mal. No estarías tú. No pude evitar pensar lo peor sabes que no puedo vivir sin ti. Nena, ni ahora… ni nunca. —Hey cálmate, no voy a ir a ningún lado. —Apreté su mano nuevamente, dándome cuenta del largo suspiro de alivio, me acerqué un poco para abrazar a mi hija y no pude evitar sonreír cuando inhalé. —¿Una locura verdad? —Mi atención se volcó hacia Rome, quien lucía marginalmente más feliz que hacía unos segundos. —¿Que es una locura? —Lo bien que huele. Como toda una recién nacida. Diferente. Rico. ¿Está bien? ―Él movió la cabeza y se sonrojó—. Es una locura. He estado metiendo mi nariz en su cuello todo el tiempo que has estado aquí. Su olor me calmaba. Evitaba que perdiera la cabeza. Es la única persona que puede hacer eso por mí…. Además de ti. Suspiré mientras él intentaba darle palabras a lo imposible. Y sostuve a nuestra hija para que la tomara. Rome la tomó voluntariamente y se la acercó para besarla, su rostro completamente perplejo y lleno de asombro mientras miraba cada uno de sus movimientos. Nunca pensé que fuera posible amar a Romeo Prince más de lo que ya lo hacía, pero al verlo con nuestra niña llevó las cosas a un nuevo nivel. La manera en que la miraba con completa adoración me demostraba que estaba en lo cierto todos estos años. Rome siempre se había preocupado por ser un mal padre como lo era el suyo, debido a la genética. Pero al verlo ahora, lo gentil y protector que era con nuestra hija, me demostraba en un instante lo buen padre que sería… Que ya era. —Te amo —le dije suavemente, completamente enamorada de mi alma gemela y la prueba viviente de nuestro amor durmiendo suavemente entre sus brazos. Algo fundamental había cambiado dentro de mí. Inclinándose hacia mí, Rome dijo—: También te amo, mucho. Eres increíble para mí. —Una enorme sonrisa se colocó en su rostro, se acercó y me besó suavemente alejándose para decirme—: Finalmente somos padres, nena. Hemos querido esto desde hace demasiado tiempo. Llorando de felicidad, metí la cabeza en el espacio entre el cuello y el hombro de Romeo mientras se me unía en la cama, con nuestro pequeño regalo de Dios profundamente dormida en sus brazos.

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Los dos nos quedamos en ese cuarto de hospital durante horas, solo mirando fijamente a nuestra pequeña hija y besándonos el uno al otro ensimismados. Instantáneamente quedé enamorada y no podía imaginarme algo que pudiera cambiar este sentimiento especial. Según C. S. Lewis, la mayor forma de amor es el amor incondicional. Se dice que este amor es el más fuerte que uno puede expresar hacia otra persona y que sobrevive cualquier cambio en la vida y cualquier circunstancia es puro, sin mancha y nunca será sacudido o desaparecerá. Mirando a nuestra niña en el fuerte abrazo de mi esposo, sabía que Lewis tenía razón, al menos en mi caso. Había llevado a nuestra niñita nueve meses nutriéndola y protegiéndola ella fue concebida con amor absoluto, y mientras Rome y yo la mirábamos dormir en silencio, sabía que todo era verdad. Había capturado la más grande forma de amor justo aquí, justo hoy, con mi perfecta pequeña familia, amorosa, amándolos tanto que a veces se sentía que era demasiado para ser contenido, completamente, y con todo el corazón… Incondicionalmente.

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Todos tenemos secretos. Secretos bien enterrados. Hasta que encontremos el alma que hace que la carga de esos secretos sólo poco más fácil de soportar. Lexington —Lexi— Hart está en su último año en la Universidad de Alabama. Rodeada de sus mejores amigas, su familia cariñosa y habiendo cumplido su sueño de toda la vida de estar en el equipo de animadoras de Crimson Tide, todo va exactamente como ella siempre soñó que lo haría. Pero debajo de su feliz exterior, los demonios acechan, amenazando con poner en peligro todo lo que Lexi se ha esforzado por lograr. Cuando los acontecimientos de su vida se convierten en demasiado para hacer frente, Lexi se encuentra en espiral hacia abajo dentro del campo de su mayor temor. Lexi cae con fuerza, víctima una vez más de la única cosa que puede destruirla y, en el camino, se encuentra cayendo directo en las peligrosas manos tatuadas de un hombre del lado equivocado de las vías. Austin Carillo, Receptor Amplio estrella para Alabama Crimson Tide, debe ser escogido en el draft de la NFL de este año. Lo necesita. Sus hermanos lo necesitan. Más importante aún, su madre lo necesita desesperadamente. Criado en un mundo donde los pobres son olvidados, los enfermos son dejados para valerse por sí mismos y ningún héroe aparece milagrosamente para sacarte del infierno, Austin no tenía otro remedio que ganarse la vida en el lado equivocado de la ley, hasta que fútbol ofreció a Austin el descanso para conseguir su vida de nuevo en camino. Pero cuando una tragedia familiar lo arrastra de nuevo en las garras de la banda que él creía que había dejado muy atrás, Austin se encuentra cayendo. Cayendo de nuevo en caminos delictivos y cayendo profundamente en una oscuridad sofocante. Hasta que un espíritu conflictivo aunque afín tropieza en su

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camino, donde Austin rápidamente descubre que se está enamorando de una mujer joven, una mujer joven que simplemente podría tener el poder para salvarlo de su peor enemigo: él mismo. ¿Pueden dos almas conflictivas encontrar una paz duradera juntas? ¿O finalmente sucumbirán a los demonios amenazando con destruirlos?

Novela New Adulto/Romance contemporáneo contiene contenido para adultos, situaciones sexuales y temas maduros. Adecuado para las edades de 18 en adelante. Se puede leer como una novela independiente

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Tillie Cole es oriunda de Teesside un pequeño pueblo del nordeste de Inglaterra. Creció en una granja con su madre inglesa, padre escocés, una hermana maya y una multitud de animales recogidos. En cuanto pudo, Tillie dejó sus raíces rurales por las brillantes luces de la gran ciudad. Después de graduarse en la Universidad de Newcastle, Tillie siguió a su marido jugador de Rugby Profesional alrededor del mundo durante una década, convirtiéndose en profesora de ciencias sociales y disfrutó enseñando a estudiantes de secundaria durante siete años. Tillie vive actualmente en Calgary, Canadá dónde finalmente puede escribir (sin la amenaza de que su marido sea transferido), adentrándose en mundos imaginarios y las fabulosas mentes de sus personajes. Tillie escribe comedia Romántica y novelas nuevos adultos y felizmente comparte su amor por los hombres-alfa masculinos (principalmente musculosos y tatuados) y personajes femeninos fuertes con sus lectores. Cuando ella no está escribiendo, Tillie disfruta en la pista de baile (preferentemente a Lady Gaga), mirando películas (preferiblemente algo con Tom Hardy o Will Ferral, ¡por muy diversas razones!), escuchando música o pasar tiempo con amigos y familiares. http://www.tilliecole.com

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SWEET HOME 02 - SWEET ROME - TILLIE COLE

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