Jessica Sorensen - #4 The Ever After of Ella & Micha

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Staff |4

Moderadoras Moni & Julie

Traductoras Beluu

Julie

Vane hearts

Liillyana

Sandry

Mire

NnancyC

Pachi Reed15

Annie D

Moni

Mary Warner

florbarbero

evanescita

Jenni G.

Snow Q

Mae

Miry GPE

Andreeapaz

Issel

Dannygonzal

Alessandra Wilde

JANI

Val_17

Correctoras itxi

Laurita PI

Miry GPE

Amélie.

Vane hearts

Sandry

Alessandra Wilde

Nicole M

Ana Avila

Getze Dom

Daniela Agrafojo

Mary Warner

NnancyC

GypsyPochi

SammyD

♫ MoniQue ♫

Vane Farrow

Laura Delilah

Pachi Reed15

Pau_07

Dannygonzal

Revisión Final

Diseño

Julie

Snow Q

Índice Sinopsis

Capítulo 15

Capítulo 1

Capítulo 16

Capítulo 2

Capítulo 17

Capítulo 3

Capítulo 18

Capítulo 4

Capítulo 19

Capítulo 5

Capítulo 20

Capítulo 6

Capítulo 21

Capítulo 7

Capítulo 22

Capítulo 8

Capítulo 23

Capítulo 9

Capítulo 24

Capítulo 10

Capítulo 25

Capítulo 11

Epílogo

Capítulo 12 Capítulo 13

Lila & Ethan: Forever and Always

Capítulo 14

Sobre el autor

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Sinopsis El día que Ella ha esperado está a la vuelta de la esquina. El día que se casará con Micha, el amor de su vida, la luz que la guió fuera de la oscuridad. Parece que será la perfecta navidad, hasta que un paquete inesperado llega con un duro recordatorio del pasado de Ella. De repente, Ella no se siente segura de su futuro. ¿Puede realmente tener un “felices para siempre” si nunca vio uno? Micha estará al lado de Ella sin importar lo que esté pasando, aunque le preocupa que podría plantarlo en el altar de nuevo. Cuando se le ofrece una oportunidad única en la vida de ir de gira con sus bandas favoritas durante tres meses, Micha sabe que no puede dejar atrás a Ella. Pero ¿podrá pedirle que desarraigue su vida para reunirse con él en el camino? Ahora Ella y Micha deben encontrar una manera de equilibrar sus miedos, sus sueños y su amor... si alguna vez quieren escuchar campanas de bodas. The secret #4

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1 Traducido por Beluu Corregido por Itxi

Micha Intento no pensar en todas las malditas razones por las que Ella no se presentaría a nuestra boda, pero es jodidamente difícil. Después de todo por lo que pasamos, ni siquiera me llamó o dejó una nota. Mis pensamientos continúan volviendo al día en que nos besamos en el puente y me dijo que me amaba. Fui a su casa a la mañana siguiente, listo para hablar sobre ello —hablar sobre nosotros—, esperando que no hubiera cambiado de parecer durante la noche, después de volver a estar sobria. Cuando escalé ese árbol y me escabullí en su habitación, todo lo que encontré fue una cama vacía. Se había ido, y eso era peor que tratar con una Ella negada sobre sus sentimientos por mí. Sabía que me amaba incluso aunque no lo admitiera, y podía soportarlo si eso significaba que continuaba en mi vida. Pero que se hubiera ido, desapareciendo de mi vida, sin tener ni idea de dónde estaba, fue como perder mi brazo o mi corazón. Y ahora, siento como que me acerco de vuelta a ese lugar. El conductor del taxi se mueve a paso de caracol por el camino que guía al vecindario aislado en el que Ella y yo hemos estado viviendo, y me está volviendo loco. Él nos miraba a Lila, Ethan y a mí como si fuéramos los que estaban locos cuando saltamos dentro del taxi y le dijimos que condujera tan rápido como fuera posible, sin preocuparse por el límite de velocidad. —¿No puede conducir más rápido? —pregunto, tamborileando con mis dedos en mis piernas—. Apenas estamos moviéndonos. Me lanza una mirada asesina por el espejo retrovisor. —Estoy conduciendo al límite de velocidad. —Lo dice como si estuviera bien —digo, inclinándome hacia la ventana de plástico que separa el frente del taxi de la parte trasera. —Micha, relájate. —Lila toca mi brazo, intentando tranquilizarme. Su cabello rubio y su vestido rojo están húmedos por su salto desde un acantilado al océano con Ethan. Se divertían mientras yo esperaba a que

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apareciera Ella. Todos deberíamos estar divirtiéndonos. Pero ahora, me ha dejado plantado. Plantado. Mierda. Golpeo mi palma contra el plástico perdiendo la calma, algo que nunca me pasa, pero todo en lo que puedo pensar es en que se fue. De nuevo. —Lo juro por Dios, si no aprieta el acelerador, voy a… —Micha —sisea Lila, sus ojos azules firmes en mi rostro al tiempo que toma mi brazo y lo aleja de la ventana de plástico mientras el conductor rueda sus ojos—. No ayudas. Paso los dedos por mi cabello y desabrocho el botón de arriba de mi camisa, porque me está sofocando. Lila da a volver a llamar en su teléfono, intentando ubicar a Ella por centésima vez, pero va derecho al buzón de voz. Ethan apenas dice algo, pero sé lo que piensa; que debí haber esperado esto. Pero eso es lo que no entiende. Sí, Ella hace este tipo de cosas un montón, ya sea porque está asustada, confundida, u odiándose a sí misma. Es lo que ha hecho desde que éramos niños. Sé esto, al igual que sé que no importa lo que pase, terminaremos juntos. Finalmente, el taxista estaciona enfrente de la casita de un piso que he compartido con Ella desde principios de este año. Ni siquiera me molesto a esperar a que el auto pare completamente antes de abrir la puerta. Lanzo algunos billetes por la ventana abierta y me tropiezo en mis botas mientras salgo al cordón de la vereda. Ethan me grita que me calme, pero me encojo de hombros y troto por el césped, pisando las flores que decoran el camino hacia la entrada principal. Recuerdo cuando vinimos a ver la casa. Mi madre conocía a un corredor de bienes raíces de San Diego, y dijo que podía ayudarnos con una casa bonita que podríamos alquilar por poco dinero, dado que el dueño era una anciana que la compró en tiempos en que las casas tenían precios razonables. Ella y yo nos tomamos nuestro tiempo para recorrerla, observando las pequeñas habitaciones, la cocina estrecha pero decente y el amplio patio trasero. Me di cuenta que Ella fingía no estar interesada, pero podía ver en sus ojos que amaba la casa. —¿Y qué opinas? —pregunté, empujándola con mi hombro en tanto observaba las persianas amarillas que decoraban el frente de la casa. Se encogió de hombros, indiferente, pero se mordió el labio, lo que significaba que intentaba suprimir su entusiasmo. —Se ve como una casa. Me coloqué detrás de ella y envolví con los brazos su cintura, sofocando una sonrisa mientras rozaba su oído con mi boca. —¿Una casa en la que puedes imaginarte viviendo?

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Vaciló antes de que la diversión apareciera en su voz. —Bueno, a mí sí, pero no estoy segura de ti. Quizá tendremos que encontrar otro lugar para ti. O mejor aún, podrías vivir en la cochera. Pellizqué su trasero, haciéndola chillar. —No hagas como si no te estuvieras imaginando todos los lugares en los que podría follarte —le susurré acaloradamente en su oído. Se estremeció y ahí fue cuando supe que este sería nuestro primer hogar. Nos mudamos una semana después y todo ha estado bien en los últimos seis meses. He estado trabajando en un estudio cerca de aquí grabando un álbum, tocando en conciertos con un montón de músicos similares a mí, tocando en cualquier lugar que nos dé una oportunidad, mientras Ella trabaja en una galería de arte y va a la universidad, llevando mi anillo de compromiso en su dedo. Parecía contenta e incluso satisfecha cuando decidimos que era tiempo de casarnos. Voy a admitir que yo hubiera preferido hacer la boda en casa, donde podría haber asistido mi madre, pero Ella y yo decidimos que haríamos la boda aquí, solo ella y yo, y le diríamos a todos después, porque parecía que eso hacía que Ella estuviera más tranquila sobre la idea de casarse. No era algo tan importante para mí no tener a nadie más allí que Ella, yo, Ethan, Lila y el ministro. Es decir, no he hablado con mi padre desde que le doné sangre y médula, así que no lo habría invitado. Pero sé que mi madre se va a volver loca cuando descubra que nos casamos sin ella… o enloquecerá, de cualquier forma. En este momento no estoy seguro de que incluso vaya a haber una boda. Quitando el maldito pensamiento de mi cabeza, me dirijo a la casa. Abro la cerradura de la puerta delantera y entro, examinando la sala de estar por señales de que se haya fugado. Todo luce normal, pero entonces, de nuevo, cuando se fue la primera vez, apenas tomó algunas de sus cosas. Voy a la puerta trasera y verifico el patio y el pórtico, pero ambos están vacíos. Mi esperanza se va desvaneciendo mientras paso por el baño vacío y entro en nuestra habitación, acumulando la presión en mi pecho cuando pienso que se fue. Me dejó. Mierda. Pero cuando abro la puerta, doy un salto hacia atrás, sorprendido por la vista. Se halla sentada en la cama, abrumadoramente maravillosa en un vestido de boda blanco y negro, con sus piernas abrazadas a su pecho, su barbilla apoyada en sus rodillas, su pelo castaño fijado en rizos enmarañados. La parte inferior de su vestido está recogido, revelando sus botas negras de combate, no tacones como usarían la mayoría de las chicas. Casi me hace sonreír, porque no podría imaginarla luciendo más perfecta y más sí misma ni si lo intentase. Pero cuando levanta la vista hacia mí, sus grandes ojos verdes se ven llenos de tanta tristeza, que arranca la sonrisa que empezaba a

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aparecer en mi rostro. No digo nada mientras camino hacia la cama deshecha, maniobrando entre la ropa tirada, dibujos y mi guitarra, y me siento a su lado. Me estiro y quito unos mechones de cabello castaño de sus ojos, acomodándolos detrás de su oreja y luego trazo una línea con mi dedo hacia arriba y abajo por su clavícula. Espero a que hable primero, porque no sé lo suficiente sobre lo que pasa dentro de su cabeza como para saber qué es correcto decir y qué no. Nos sentamos por lo que parece una eternidad, observándonos, y cuanto más tiempo pasa, más nervioso me pongo por lo que va a decir cuando hable. Escucho entrar a Ethan y a Lila, hablando en susurros, pero el sonido de sus voces se desvanece rápidamente mientras se alejan, como si sintieran que necesitamos estar solos. —Lo siento mucho —dice, finalmente rompiendo el silencio. Deja salir un suspiro mientras levanta la vista hacia mí, observándome a través de sus pestañas y mordiendo su labio inferior. Lucho contra el impulso de cerrar mis ojos debido a la conmoción de mi corazón. —¿Qué sucedió? Pensé… —Acuno su mejilla en mi mano, diciéndole a mi voz inestable que se calle—. Pensé que los dos queríamos esto, Ella May. Libera su labio inferior, luego levanta su barbilla de las rodillas y se sienta. —Y lo queríamos… Lo quiero… Es solo que… —Deja escapar un aliento frustrado y golpea sus manos contra el colchón. La presión se libera de mi pecho y la confusión usurpa su lugar. — No lo entiendo… No apareciste y no contestabas tu teléfono… Pensé que tú… —Tengo que luchar para mantener la compostura, porque este es uno de mis más grandes miedos: que se irá y me dejará. Tal vez es patético, pero no puedo evitarlo. No necesito que nadie más huya de mi vida, especialmente, no Ella. —Lo siento mucho, Micha —dice con sus ojos muy abiertos—. Pero no podía hablarte hasta que pensara la manera correcta de decirlo. —¿Hablarme sobre qué? —Mi voz se quiebra por el miedo, por lo que me aclaro la garganta. —Sobre la boda. —Mira alrededor como si estuviera buscando una ruta de escape, pero al final sus ojos se posan sobre mí—. Hablé con tu madre el otro día; me llamó para preguntarme si sabía lo que querías para tu cumpleaños, y también quería saber si íbamos a ir a casa para navidad. Mis cejas se alzan por la sorpresa. —De acuerdo, eso es lindo, supongo… Pero, ¿qué tiene que ver con escapar de nuestra boda? Suspira, desanimada. —Me preguntó si ya habíamos elegido una fecha para la boda. No sabía que no le dijiste que nos íbamos a casar aquí, sin nadie más.

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Mis dedos se ponen rígidos contra su mejilla. —¿Le dijiste que lo haríamos? —Sabes que soy una profesional mintiendo. Suelto una carcajada. —En realidad no, pero podemos fingirlo por ahora. Sacude la cabeza, sus labios se tuercen en una sonrisa. —Para de hacer bromas. Intento ser seria y honesta en este momento. —Tú… ¿seria y honesta? —pregunto dudosamente, sonriéndole juguetonamente—. ¿De verdad? —Sé que es raro. —Hace una pausa, y su pecho prácticamente se desborda del vestido con cada respiración entrecortada—. Creo… — Acomoda su cuerpo, poniendo las piernas debajo de ella—. Es solo que… —Sus pestañas revolotean mientras observa la luz de sol que entra por la ventana—. Ni siquiera sé cómo decir esto —murmura. Me muevo rápidamente, moviendo el material sedoso del vestido y acercándome a ella. —Niña bonita, sea lo que sea, puedes decirlo. Puedes decirme cualquier cosa. Lo sabes. —Solo espero, por Dios, que no sea lo que estoy pensando. Que ha cambiado de parecer. Que no quiere casarse. Inclina la cabeza y nuestras miradas se encuentran. —Lo sé, pero eso no hace que sea más fácil decirlo. Sabes que me cuesta mucho decir cómo me siento. Acaricio la parte interior de su muñeca con mi pulgar. —Lo sé, pero siempre estaré aquí para ti. —Intento permanecer calmado, pero es difícil. Está asustándome, sobre todo desde que no tengo idea de qué demonios va a decir. Pensé que habíamos dejado todo esto atrás. El día en que puso un anillo en su dedo fue el día más feliz de mi vida, y pensé que tendría más momentos felices con ella a partir de ahí, pero ahora estoy preocupado de haber saltado a las conclusiones. —Y es muy difícil para mí admitir lo que quiero algunas veces — continúa, cerrando sus ojos. —Lo sé —digo—. Pero, como dije, puedes decirme cualquier cosa, incluso si es malo. Sus párpados se abren, sus pupilas se reducen en tanto absorben la luz. —Lo sé, y creo… creo que deberíamos simplemente… —Su mano tiembla en la mía mientras salen las palabras—. Creo que deberíamos ir a casa y tener una boda normal con nuestras familias. —Presiona sus labios juntos y aguanta su aliento. Me quedo congelado, luchando para contener la risa, porque sé que la hará enojarse, pero al final no puedo más y se me escapa. —Oh, Dios

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mío. —Casi me ahogo, envolviendo mis brazos alrededor de mi estómago—. No puedo creer que de eso se tratara todo esto. —Micha. —Pellizca mi pecho a través de mi camisa—. Para de reírte. Estoy hablando en serio. —Oh, ya sé. —Continúo riéndome, y cuanto más dura mi risa, más irritada se pone ella, hasta que finalmente recoge su vestido y se arrima al borde de la cama para irse. Rápidamente pongo mis brazos alrededor de su cintura y la arrastro de vuelta a la cama. Cae en el colchón y coloco mi cuerpo encima del suyo. Trata de liberarse de mí, presionando sus manos contra mi pecho, pero inmovilizo sus brazos a los lados de su cabeza. —No es divertido, Micha —dice acaloradamente, y noto que se esfuerza para seguir enojada conmigo—. Intenté decirte cómo me siento y te reíste de mí. —Lo sé, y lo siento. —Reprimo mi risa lo mejor que puedo—. Pero eres demasiado adorable para tu propio bien. Frunce el ceño. —No soy adorable y lo sabes. —Cuando me dices cosas como que quieres tener una boda con nuestras familias y estás nerviosa por ello, eres jodidamente adorable. — Bajo la cabeza y beso suavemente su mejilla—. Te amo y podemos casarnos en donde sea, cómo sea, y cuando quieras, siempre y cuando nos casemos, y nunca me dejes plantado de nuevo. Pone cara de perrito. —Lo siento. Entré en pánico. Lamo su labio inferior, porque es demasiado delicioso para resistirse. —La próxima vez, por favor, háblame. O al menos envía un mensaje. —La beso de nuevo, luego dejo un espacio entre nuestros cuerpos para poder mirarla a los ojos—. Un simple S.O.S o algo. —Trato —dice, pero todavía luce ansiosa. Dudo. —¿Estás segura de que eso es todo? Asiente rápidamente. —Por supuesto. Hay algo en sus ojos verdes que no me gusta, una mirada familiar que solía habitarlos cuando estábamos creciendo. Tristeza, combinada con miedo y preocupación. Abro la boca para preguntarle, pero arquea la espalda y pone su boca en la mía. La beso distraídamente, deslizando mi lengua profundamente en su boca mientras todos los pensamientos de abandono y miedo desaparecen momentáneamente. Estoy bastante seguro de que este es el mejor final para haber sido plantado el día de mi boda. Si tan solo pudiera convencerme a mí mismo de que no habrá más golpes en el camino, pero me preocupo por la mirada en sus ojos e ir a casa a casarnos. Estoy preocupado por Ella. Incluso aunque las cosas han ido bastante bien entre ella, su padre y su hermano,

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a veces, durante sus conversaciones telefónicas, uno de ellos termina hablando sobre el pasado y sé que eso la molesta. No intentan herirla. De hecho, debo darle crédito a su padre por lo mucho que ha cambiado, aunque todavía me molesta que haya dejado que las cosas llegaran a estar así de mal. Que haya dejado que su hija sienta culpa por la muerte de su madre, al punto de pensar en quitarse su propia vida. Pero él ha mejorado y me recuerdo a mí mismo que si Ella puede tener una buena versión de su padre, debería tenerla yo. Y lo ha estado haciendo mejor, también, pero a veces lucha con la depresión y el miedo al compromiso. Y me preocupa que sea ese miedo al compromiso lo que hizo que todo sucediera. Que simplemente evada el tema porque no se encuentra lista para casarse conmigo. Y que, quizá, ni siquiera quiere casarse conmigo.

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2 Traducido por Liillyana & NnancyC Corregido por Amélie.

Ella Trato de estar lo más tranquila posible por el hecho de que estoy a punto de sellar permanentemente mi futuro, admitir que en realidad tengo uno, y dar parte de mí a otra persona. Nunca he sido una fan de pensar en el futuro, de pensar en lo que ocurrirá cuando sea mayor, en donde estaré. Evito este tipo de pensamientos, principalmente por miedo a lo que voy a ver, quien llegaré a ser, y la mayoría de las veces simplemente no creo que merezca un futuro. Pero no quiero ser esa chica que está tan aterrorizada de su pasado, lo que es y lo que ha hecho, que no puede seguir adelante en la vida. No quiero quedar atrapada inmóvil en un mundo repleto de odio a mí misma. Quiero ser fuerte, ser alguien que es digna de amor, que hace las cosas para las personas que aman. Pensé que llegué a ese lugar, pero luego apareció una caja en el correo de ayer, situada en mi casa como un presagio, de parte de un tipo llamado Gary Flemmerton, un nombre que no reconozco, pero sí reconocí lo que había en la caja, eran cosas que pertenecieron a mi madre. Mis pensamientos se mezclaron. Acabé haciendo algo estúpido. Dejé plantado a Micha en nuestra boda, no porque no lo ame. Lo amo. Demasiado. Pero estoy confundida. Acerca de la caja. Sobre lo que hay dentro, el diario que escribió mi madre, sus dibujos, fotos. Era su vida, metida en una caja, revelando cosas que nunca supe de ella, cosas que dibujó o escribió. Debería estar feliz de llegar a descubrir algo de su pasado. Pero, por alguna razón, descubrir esto solo trajo dolorosamente a colación el pasado y me hizo cuestionar mi futuro. Comencé a pensar adónde iba en la vida. ¿Dónde voy a estar en cinco años? ¿Voy a estar mentalmente saludable? ¿Dónde estaremos Micha y yo? ¿Vamos a seguir viviendo en San Diego? ¿Seguirá tocando música? ¿Voy a estar trabajando en una galería de arte o vendiéndolo? ¿Aún me amará? ¿Vamos a ser felices? ¿Vamos a tener hijos? El último pensamiento es aterrador. Nunca me he imaginado como madre y los únicos recuerdos que tengo de la mía son aquellos en los que estoy cuidándola a ella. No quiero hacerles eso a mis propios hijos, hacer que ellos me cuiden.

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En la parte superior del pánico por mi futuro, me empecé a sentir culpable de que estábamos teniendo una boda sin la presencia de la mamá de Micha. Podía imaginarla molestándose, sobre todo porque ella fue quien nos impulsó a comprometernos. Micha podría llegar a sentirse mal, porque eso ocurre cuando alguien se siente herido. Además, hay otra cosa... algo que sé que suena loco, pero en cierto modo, quiero a mi mamá cerca, y la única manera de que eso sea posible es tener la boda en Star Grove donde ella se encuentra enterrada. Tomé mi decisión para la hora en que Micha regresó a la casa, pero al verlo, algo así como nudos confusos se desenrollaron dentro de mí. Aún trato de ordenar mis pensamientos, pero decido dar un paso a la vez. Después de que me quito mi vestido y me pongo unos pantalones vaqueros y una camiseta, empiezo a empacar mis cosas para regresar a casa, a Star Grove para nuestra boda. Puse la caja con el diario en una bolsa de lona grande para leerlo más tarde, cuando crea que pueda manejarlo, junto con bosquejos de mi madre y la alianza de boda que compré para Micha. —Creo que deberíamos casarnos en Navidad —anuncia Micha cuando sale del armario con una bolsa en la mano. Se sacó el esmoquin y lo puso en la bolsa negra para que podamos dejarlo en la tienda de alquiler. Ahora tiene unos vaqueros desteñidos, una camiseta negra, su reloj de cuero negro y botas. Tan sexy como luce en el esmoquin, lo prefiero así porque se parece a mi Micha—. Es el día perfecto —añade, preparando la bolsa negra en la cama. —Sí, supongo —le digo, metiendo el vestido de boda mullido en la bolsa mientras trato de subir la cremallera. En realidad es el vestido de Lila. Ella me lo dio después de que se coló en la casa de sus padres y lo sacó de su armario. También conocí a su madre durante ese viajecito y la mujer parece una verdadera zorra. Recordé el momento en que Lila se presentó en mi casa llorando, y así empezó a tener sentido el por qué apareció esa noche en mi casa en Star Grove hace más de un año en lágrimas. Pero han pasado unos días y, ella apenas habla al respecto y yo no soy el tipo de persona que obliga a la gente a tener una charla de corazón a corazón—. Pero, ¿en serio queremos compartir nuestro día de aniversario con otro día de fiesta? —pregunto —Me gusta que pienses por adelantado. —Deja caer su bolsa de lona en la cama y, agarrándome del codo, me hace a un lado. Segundos más tarde, tiene la bolsa con la cremallera arriba y el vestido seguro en su interior—. Pero aun así, la Navidad también marca el aniversario de cuando nos comprometimos. —Baja la vista al anillo en mi dedo—. Va a ser un año desde que te di eso. Elevo mi mano en frente de mí y la piedra negra destella en la luz, destacando los rasguños, marcas y abolladuras. La belleza. Perfección. El

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significado. —Me gusta la idea de una boda de Navidad, supongo, con tal de que no tengamos que colocar decoraciones de Navidad, como el de Santa y el reno o algo así. —Puedes tener cualquier tipo de decoración que desees —dice mientras pasa la bolsa negra con el esmoquin por encima del hombro y luego recoge nuestras maletas—. Con tal de que te cases conmigo. —Eres demasiado factible conmigo. —Bajo la mano a mi lado y sonrío, a pesar de que mis nervios anudan mi estómago—. Pero ya es un trato. Una boda en Navidad sin decoraciones de la misma. Él luce feliz cuando me abraza y me besa, luego salimos a la calle en el aire fresco del océano y coloca las maletas al lado del Chevelle SS del „69 de Micha. Luego corre hacia el interior para buscar las llaves, porque las dejó sobre la encimera. Me quedo mirando el inflable de Santa en la calle, que parece saludarme, o tal vez es solo el viento que sopla. Sin embargo hay apenas una brisa aquí, y nada en comparación con el país de las maravillas del invierno al que estoy a punto de volver de buenas ganas. Star Grove. Mi ciudad natal. El lugar donde me rompí y recompuse. El lugar que guarda tantos recuerdos, buenos y malos. Espero que valga la pena. Espero que nada malo suceda. Espero que en este viaje finalmente nos espere solo lo bueno. Por alguna razón, tengo dudas y cuanto más tiempo estoy parada allí en el camino de entrada, mirando a Santa, más ansiosa me pongo. Por fin Micha sale de la casa con Lila justo detrás de él, lanzando su maleta por las escaleras y el camino de entrada. Micha me besa cuando me alcanza, luego abre el maletero y guarda la maleta de Lila en el interior. —¿Vas a pedirle a tu padre que te acompañe por el pasillo? — pregunta Lila alegremente mientras entrego mi maleta a Micha. Micha me mira con curiosidad, esperando oír mi respuesta cuando coloca la maleta en el maletero. —No va a haber un pasillo. —Y no quiero que mi papá me lleve allí. Sí, no me preocupa él en la boda, pero no quiero que sea la persona que me guíe a la línea de meta cuando no fue tan bueno la mayor parte del camino. Lila coloca las manos en sus caderas y entrecierra sus ojos azules hacia mí. —Oh, va a haber un pasillo. Ya verás. Micha se ríe mientras guarda la maleta de Lila. —Creo que ella habla en serio, niña bonita. Estoy a punto de decirle que se calle cuando Ethan sale de la casa con la bolsa en la mano, entrecerrando los ojos contra la luz del sol. — ¿Están seguros que no quieren ir en coche a Las Vegas y fugarse? —Se queja mientras se acerca a nosotros, entonces Micha tira su bolsa de

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lona—. No quiero ver a mi mamá, a papá o a Star Grove; he estado disfrutando de mis vacaciones de ambos. —Bebé, vamos. Déjalos en paz. Merecen una boda hermosa, no una fuga en una iglesia falsa de mal gusto. —Lila desliza la mano por la parte delantera de su pecho, se alza de puntillas, y le besa el cuello. Luego le susurra algo al oído cuando juega con su pelo. Admito que hacen una linda pareja, sobre todo ahora que Lila tiene todo este estilo grunge. Su cabello rubio le llega hasta la barbilla y tiene mechones negros que coinciden con el pelo de Ethan. Tiene puesto pantalones vaqueros y una camiseta sin mangas que no son de marcas como todo lo que solía usar cuando vivíamos juntas. Su estilo va bien con el aspecto relajado de Ethan: su camisa a cuadros y pantalones vaqueros desteñidos y un par de zapatillas de deporte que es probable que posea desde que tenía dieciséis años. Y la altura media de Lila le permite anidar su cabeza contra el pecho de Ethan cómodamente. Al mirarlos bajo la luz del sol y mi casa en el fondo, me hallo deseando tener tiempo para dibujarlos. Después de un montón de besos y susurros al oído de Ethan, Lila le convence para dejar de quejarse y, de mala gana, está de acuerdo en que Las Vegas es una idea ridícula y que Micha y yo debemos casarnos en Star Grove. —Una semana no es mucho tiempo para preparar una boda — declara Lila, bajando sus gafas de sol sobre los ojos—. No una auténtica con decorados, flores, vestidos, esmoquin e invitados. Dios, ojalá habría tenido más tiempo para planear esto. —Y me gustaría que no tomaras nada de tiempo para planearla —le digo, y cuando ella frunce el ceño, suspiro—. Lo siento, no me gustan las cosas de boda. —Rodeo el coche al lado del pasajero del Chevelle, arrastrando mi dedo por un par de golpes en la pintura negra que fueron puestas allí cuando Micha intencionalmente se estrelló en un montón de nieve. Micha abre la puerta del conductor y camina hacia atrás para que Ethan pueda subir en el asiento trasero. —No importa qué tipo de boda tengamos —dice—, con tal de que Ella esté allí conmigo. De hecho, ni siquiera necesitamos vestidos y esmóquines. Incluso podríamos estar desnudos y de pie en el patio de mi casa, y no habría tenido problema con eso. —Me guiña el ojo sobre el techo del coche—. Siempre y cuando estemos juntos, voy a ser feliz y, estar desnudo solo sería una ventaja añadida. Esto hace que Lila suelte una risita mientras agacha la cabeza y se coloca en el asiento trasero con Ethan. Empujo el asiento trasero, me meto

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en el coche, cierro la puerta, y luego tiro de la visera hacia abajo para bloquear la luz del sol. Micha ajusta el asiento del conductor antes de que cierre la puerta y arranque el motor. —¿Está todo listo? —Mira a su alrededor, a los tres de nosotros, pero cuando sus ojos finalmente aterrizan en mí, sé que en realidad solo se preocupa por mi respuesta. Me tomo un segundo para contestar y cuando se da cuenta de mi vacilación, su expresión comienza a decaer. Pero a pesar de que mi garganta se siente seca me las arreglo para decir—: Por supuesto. —Mi voz tiembla un poco. —Está bien. —Dándome una sonrisa pequeña pero poco forzada, él retrocede en el camino de entrada y sale hacia la carretera, en dirección a su casa, donde comenzó todo esto. Dónde Micha y yo nos conocimos, dónde hablamos, jugamos, besamos, tonteamos, y bailamos por primera vez, dónde nos dijimos que nos amamos. Dónde Micha y yo comenzamos.

Nos dirigimos por la carretera oscura y desolada durante horas; la luna es un orbe brillante contra el cielo negro y los árboles en la orilla de la carretera solo esbozos. La música se reproduce por los altavoces y Ethan ronca en el asiento trasero con la cabeza contra el reposacabezas mientras Lila está inclinada contra él. Tengo mi cuaderno de dibujo abierto en mi regazo y un lápiz en la mano. Se supone que, durante las vacaciones de Navidad, debo estar trabajando en mi portafolio para la graduación en mayo. No estoy ni siquiera segura de lo que voy a hacer cuando me gradúe con mi título técnico, pero va a tener algo que ver con el arte. Honestamente, si fuera por mí, pasaría todo el día con Micha, escuchándolo cantar, mientras que dibujo las cosas que significan algo para mí, que me conmueven. No me gustaría querer dibujar para vender mi arte. Sí, sería una ventaja añadida, pero hacerlo como un trabajo arrebataría algo de mi pasión por crear. En este momento, todas las páginas de mi cuaderno de dibujo se encuentran en blanco o tienen dibujos inacabados porque no tenía inspiración y me detuve. Se supone que debe estar lleno de piezas que significan algo para mí, que hará que la gente experimente la emoción, que cuente una historia apasionada desde el corazón. Me parece que no puedo hallar cierta perspectiva y todo lo que empiezo acaba sintiéndose forzado.

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Me pregunto si mi mamá tenía este problema. —Así que trato de decidir si contarle a mi mamá o no que casi seguimos adelante con una boda sin ella —dice Micha, deslizando sus dedos en los míos, por lo que el contacto me saca de mis pensamientos y jadeo, sorprendiéndolo y sorprendiéndome—. ¿Te encuentras bien? — pregunta—. Pareces distraída. —Sí, me encuentro bien... y voto que no. —Bajo el lápiz y cierro mi cuaderno de bocetos sin tocar, ya que está demasiado oscuro para dibujar de todos modos, y lo dejo en el suelo al lado de mis pies. Me froto los ojos cansados, luego inclino la cabeza hacia un lado y veo las estrellas en el cielo transmitir varios colores, tratando de no pensar en el diario escondido en mi bolsa. Diario y los dibujos de mi mamá. Mi madre, que no estará en mi boda. Quiero gritarme, ya que no debería ser un gran problema. Ella estaba apenas conmigo cuando se hallaba viva y ¿qué más da? Sin embargo, por alguna razón importa. —¿Qué te pasa, niña bonita? —Micha burla en su tono—. ¿Tienes miedo de que se mano para apartar mechones de pelo rubio son tan sorprendentes y hermosos, que ni ocultarlos.

me mira y hay un rastro de vaya a molestar? —Libera mi de sus ojos aguamarina que siquiera la oscuridad puede

—Nunca tengo miedo —le aseguro, cuando regresan sus dedos a los míos, trayéndome el calor instantáneo—. Me preocupa que vaya a enojarse y a llorar, y entonces las cosas se van a poner incómodas. Él se ríe en voz baja, y luego besa delicadamente mis nudillos, haciendo que mi corazón revolotee. —Así que solamente te preocupa que las cosas se pongan incómodas, ¿eh? —El anillo pasa por su labio inferior, rozando mi piel mientras mueve su boca, y luego pone la mano en la palanca de cambios con nuestros dedos aún entrelazados—. ¿No hay nada más que te moleste en absoluto? ¿Como por ejemplo el hecho de que vas a tener que ponerte de pie en frente de un grupo de personas y decirles por qué me quieres? Me quedo boquiabierta. —¿De qué hablas? —Nuestra votos matrimoniales —dice—. ¿Lo olvidaste? Miro por la ventana para ocultar mi cara de culpabilidad. Con la llegada de la caja a mi puerta y el pánico de casarnos en verdad, me olvidé por completo de los votos. Micha pensó que sería una gran idea escribir nuestros propios votos y estuve de acuerdo, ya que solo íbamos a ser él, yo, Lila, Ethan y un ministro. Sabía que era imposible que pudiera escribir algo tan poético como lo haría Micha. El chico es increíble, con las letras y palabras en general. Yo, no tanto, sobre todo cuando se trata de escribir sobre las cosas importantes como mis sentimientos. Soy muy mala en la

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auto-expresión, a menos que sea a través del arte. Me pregunto si podría salirme con la mía al solamente sostener unos dibujos de él. —Lo olvidaste, ¿no es así? —Micha empieza a reírse de nuevo, luciendo tan feliz que me duele el corazón, porque yo debería estar así de feliz. Y lo estoy, en su mayor parte, pero todavía hay cosas que me molestan, como el diario, los votos, mi futuro, ¿qué diablos quiero llegar a ser en mi vida? Presiono mis labios y encuentro su mirada. —Puede que lo haya olvidado, pero no porque no te quiera. —Lo sé. —Lo sé, pero aun así... —suspiro—. Soy idiota. Se ríe aún más fuerte, agarrando el volante con una mano en tanto se mete en otro carril. —No eres idiota. —Él roza con el pulgar los bultos de mis nudillos—. Y no tenemos que escribir nuestros propios votos si no quieres. Estoy perfectamente contento con solo casarme contigo. —Eres tan cursi a veces —bromeo, y luego suelto un suspiro tembloroso—, pero quiero hacer los votos. —Es mentira, pero quiero hacerlo feliz; se merece ser feliz. Y esto es algo que puedo hacer para darle eso. Ladea una ceja. —¿Segura? No. —Sí, absolutamente. —Sueno como si me ahogo, pero no creo que se dé cuenta. Me siento mal, pero al mismo tiempo no puedo evitar lo que siento. Nunca estoy segura de nada. Me pongo ansiosa cuando se trata de decisiones enormes y eso hace que dude siempre. Si fuera por mí, no sería así, pero a veces cuando se trata de lo que somos, las cosas escapan de nuestro control. —Entonces, haremos los votos. —Sonríe y me hace sentir mal. Quiero ser tan feliz como él. Realmente quiero. Pero a veces parece que es imposible, no importa cuánto lo intente.

Me quedo dormida en algún lugar entre la rampa de salida y el puente que se extiende sobre el lago que está en el borde de Star Grove, del que casi salté la noche anterior cuando me escapé a Las Vegas. En el momento en que abro mis ojos de nuevo, estamos llegando hasta la antigua casa de Micha, que está al lado de la mía. El sol es ascendente desde atrás de las montañas que rodean nuestro pueblito y aparece una manta de nieve en el césped. Hace mucho frío aquí, las calzadas y las

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aceras están todas acristaladas de hielo. Plata, verde, y las luces rojas de Navidad brillan en algunas de las casas cercanas, pero la mayoría de los patios delanteros en este barrio se encuentran decorados con los coches rotos, las cajas, la basura. Hay un tipo más joven que estoy bastante segura de que vende drogas en la esquina de la calle, y un tipo gritando a su esposa cuando ella baja por la acera en pijama. —Bienvenida a casa —murmura Micha, y luego bosteza, estirando los brazos delgados sobre su cabeza. Me tapo la boca al bostezar. —Debiste haberme dejado conducir un rato. Te ves muy cansado. —Lo estoy —dice, silenciando el motor—. Y tengo pensado dormir un poco tan pronto como te des una ducha conmigo. —Él me lanza una sonrisa y luego saca las llaves de la ignición—. Eso me desgastará y voy a ser capaz de conciliar el sueño después. —Amigo, cierra la maldita boca —se queja Ethan, haciendo una mueca de disgusto. Su pelo negro es plano en un lado, donde su cabeza estaba contra la ventana y tiene sus brazos tatuados alrededor de Lila, mientras duerme con la cabeza en su pecho. —Oye, no puedes decirnos una mierda —le digo a Ethan, luego desabrocho el cinturón de seguridad—. Estoy oficialmente marcada de por vida después de ayer. —¿Qué pasó ayer? —pregunta Micha mientras abre la puerta y el aire frío se precipita en el coche. Ethan me lanza una mirada sucia, pero lo ignoro. —Llegué a casa del trabajo —le digo a Micha—, y escuché unos ruidos muy molestos provenientes de la habitación de invitados. —Lindo —dice Micha y luego se estremece cuando lo golpeo en el brazo—. ¿Qué? Si te hace sentir mejor, podemos hacer un montón de ruido en la ducha y hacerles pagar. —Por favor, no lo hagan —declara Ethan de mal humor mientras extiende el brazo libre por encima de su cabeza—. He oído lo suficiente de ustedes dos para que me dure toda la vida. —Está bien, esto se está poniendo muy extraño —murmura Lila con los ojos aún cerrados—. ¿Podemos todos fingir que no nos hemos escuchado mutuamente teniendo sexo en persona... o telefónico? Y esa es mi indirecta para salir del auto ya que se refiere a la vez que Micha y yo tuvimos sexo por teléfono mientras todavía compartía un apartamento con Lila, y Micha estaba de gira. Cuando salgo a la nieve, Micha se ríe e Ethan cuenta un chiste en voz baja. Ignorándolos, cierro la puerta de golpe y doy la vuelta hasta la parte posterior del auto, dejando mis huellas en la nieve.

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Por fortuna, planeé con anticipación y usé mis botas de cordones y un par de vaqueros, de otro modo estaría congelándome. Sin embargo, no tengo puesta una chaqueta, y mi cabello está recogido en una coleta así que mi cuello queda expuesto al aire helado. Envuelvo los brazos alrededor de mí misma y espero a que Micha venga a abrir el maletero mientras miro a mi casa que se encuentra al lado. Me doy cuenta que mi papá ha estado afuera hace poco debido a las huellas recientes de los neumáticos en la entrada y el hecho de que su Firebird se encuentra aparcado cerca de los escalones traseros, con las ventanas desempañadas. Al lado del auto se halla el árbol por el que Micha escalaba casi cada noche para dormir conmigo. Solía odiar a ese árbol porque lo escalé la noche que murió mi mamá, pero ahora, al mirarlo, no puedo evitar sonreír ya que fue lo que me trajo a Micha muchas veces. —Bebé, ¿dónde está tu chaqueta? —pregunta Micha mientras se rodea la parte posterior del auto, sacándose su propia chaqueta. —Creo que en mi maleta. —Aparto mi atención de mi casa hacia él mientras me la da y me la pongo distraídamente. Él es tan hermoso que me distrae. Desearía poder dibujarlo todo el tiempo. Probablemente me dejaría si se lo pidiese, diciéndome que me pertenece y puedo hacer lo que quiera con él. Sin darme cuenta, froto con el pulgar el anillo en mi dedo y siento la realidad de esa idea. Pertenecemos uno al otro. Él y yo. Para siempre. Baja la mirada a mi anillo y luego toma mi mano y se estira para esbozar con su dedo la banda de diamante torcida en nudos que reviste una piedra negra. —Todavía me sorprende lo bien que estás manejando esto. —¿Qué? ¿Estar comprometida? —Me estremezco por el frío, o tal vez es por su toque. Una arruga se forma en su ceja cuando baja la vista al anillo en mi dedo. —Sobre el hecho de que vamos a casarnos… —Mira mi casa—. Aquí, con todos. Mis músculos se tensan, pero bromeo para aligerar la tensión que aumenta dentro de mí. —Dame un par de días y veremos si aún piensas que lo estoy manejando bien. Tal vez ya ni siquiera quieras casarte conmigo. —Sabes tan bien como yo que vamos a casarnos. —Sus ojos se oscurecen con deseo y su voz se profundiza—. Tal como ambos sabemos que voy a follarte cuando tomemos una ducha en unos pocos minutos.

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Su voz envía hormigueos por todo mi cuerpo, un torbellino de chispas calientes. —Juro por Dios, que a veces eres la persona más cachonda en el mundo. —Nah, soy un chico que está completamente atraído a su bella prometida. —Se inclina para darme un beso en los labios, antes de abrir el maletero. Agarro mi bolso y deslizo la correa sobre mi hombro. —Siempre me dices cumplidos. ¿Sabes eso? Balancea el bolso de lona sobre su hombro y se ve como si estuviera resistiéndose de rodar los ojos. —No te preocupes, pararé cuando tu cabeza se ponga muy grande, pero dudo que eso suceda algún día. — Recoge un bolso grande y lo tira sobre el techo del auto hacia Ethan, quien lo atrapa contra su estómago con un gruñido. —Jesús, una pequeña advertencia sería bueno —dice Ethan deslizando la correa del bolso en su brazo. Micha agarra la maleta de Lila y extiende la manija, bajando el bolso al camino de entrada nevado. —Se van a quedar aquí, ¿verdad? —le grita a Ethan, cerrando el maletero. Él se encoge de hombros, mirando a Lila, que también se encoge. — Era la idea. —Cuelga un brazo alrededor del hombro de Lila y ella se acurruca contra su pecho mientras caminan sobre la nieve hasta la puerta trasera, dejando que Micha y yo terminemos de descargar el maletero solos—. Sabes que me gusta más tu casa que la mía. —Solo porque mi mamá nos deja hacer lo que queramos —señala Micha. —Cierto —grita Ethan. Los seguimos por la puerta lateral de la casa que está justo en frente de la cochera donde Micha solía trabajar en su auto todo el tiempo y en donde yo pasaba el rato con él porque era el único lugar en que me sentía en casa. —Dios, Lila, esta cosa es pesada —comenta Micha, arrastrando la maleta de ella por la nieve detrás de él—. ¿Qué demonios empacaste? —Cosas normales —dice, luciendo ofendida. Ethan abre la puerta y entra en la cocina. —Empaca en exceso. —Oye —protesta Lila, dándole un codazo en las costillas cuando entra en la casa—. Lo hago mucho mejor que antes. —Es cierto —coincide Ethan, siguiéndola dentro y dejando que la puerta con mosquitero se cierre ruidosamente.

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—¿Tu mamá está en casa? —pregunto, mientras Micha levanta la maleta por los escalones. Se encoge de hombros, abriendo la puerta con mosquitero. —Tal vez. —Arrastra la maleta a la cocina y sostiene la puerta abierta con el codo—. Sin embargo, puede que haya tenido que trabajar en el turno matutino, o quizá salió con Thomas. Engancho con un dedo la manija del bolso. —Pero le dijiste, ¿no? ¿Que veníamos? —Doy un paso dentro de la cocina hacia el aire cálido, pisoteando con mis botas el felpudo en frente del umbral—. ¿Y por qué veníamos? —Sueno tan nerviosa. Maldita sea. Necesito tranquilizarme. Micha sacude la cabeza y cierra la puerta. —Pensé que podríamos hacerlo juntos. Mis ojos se mueven por la pequeña cocina en la que comí tantas veces cuando era una niña. De no ser así, seguramente habría muerto de hambre. —Suena bien, supongo. bien.

Hace una pausa cerca de la mesa. —A menos que no te parezca

—No, me parece bien —le digo, intentando superar mis nervios. Puedo hacerlo. No es tan aterrador. Han estado viviendo juntos por seis meses. Demonios, prácticamente viviste con él desde que tenías cuatro años—. Deberíamos hacerlo juntos. Asiente, pero sus ojos aguamarina siguen fijos en mí, como si estuviera tratando de leer mi alma. Medio que deseo que lo haga así me diría qué dice, porque a veces no estoy tan segura. Después de un par de momentos intensos de mirarme fijamente, me da una sonrisa y luego agarra mi mano. Me conduce por la estrecha encimera, hacia el pasillo que lleva a su cuarto. Lila y Ethan se dirigen al otro extremo de la casa donde hay un cuartito de invitados en el que Ethan solía dormir todo el tiempo cuando éramos más jóvenes. Micha abre la puerta de su dormitorio de una patada y no puedo evitar sonreír mientras recuerdos vívidos regresan en una avalancha: el cuarto donde crecimos, dónde pasamos muchas noches juntos, dónde me propuso matrimonio. Son recuerdos hermosos y me recuerdan por qué voy a casarme con él. Contengo el aliento por un momento y la idea golpea directo en mi pecho de nuevo, como lo hizo justo antes de que se supusiera fuera a la boda. El ritmo de mi corazón se acelera y le echo un vistazo a la ventana, pensando en lo fácil que sería huir. Lo he hecho una vez y puedo hacerlo nuevamente, pero muy profundo en el centro de mi corazón, enterrado debajo de mi ansiedad, sé que no deseo hacerlo. Respiro lentamente por la nariz y exhalo por la boca. Relájate. Necesito dejar de entrar en pánico.

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Su cama está sin hacer y probablemente ha estado de esa forma desde la última vez que estuvimos aquí hace un año. Baquetas y una guitarra se hallan en el piso en frente del armario abierto y, colgando de la pared, se encuentran sus pósters de bandas favoritas, junto con algunos de mis dibujos. Ropas viejas están apiladas en una silla cerca de la ventana desde donde se ve el patio lateral de mi casa y el árbol sin hojas que se extiende a la ventana de mi cuarto. Su habitación todavía huele a él, como si el aroma de su colonia estuviera incrustado en las fibras de la alfombra. Siempre he amado ese olor, un aroma simple que me trae un consuelo instantáneo incluso en los tiempos más oscuros. Me pregunto si con solo pararme aquí y respirarlo una y otra vez eso me ayudaría a olvidar lo que se halla en el bolso asegurado sobre mi hombro. Micha arroja su bolso en la cama sin hacer y se vuelve a mí, frotándose las manos. —¿Lista para nuestra ducha? —pregunta con una sonrisa diabólica. Dejo caer el bolso en el piso. —Sí, dame un segundo para sacar mi ropa. Quedaron todas enterradas debajo del vestido de novia. Cruza los brazos y me da una mirada recelosa. —¿Segura de que te encuentras bien? Has estado muy distraída y ahora actúas como si no quisieras que esté cerca. Pego la sonrisa más genérica. En el fondo, sé que probablemente puede leer mi mentira. —Estoy perfectamente bien. —Coloco las manos en sus hombros y le beso la mejilla desaliñada—. Pero si en verdad quieres saber, tengo unos pequeños babydolls obscenos en mi bolso que no quiero que veas, de otro modo me harás usarlos para ti y son para después de que nos casemos. Ladea la cabeza a un costado, evaluándome mientras baja la cremallera de su chaqueta. —¿Desde cuándo usas babydolls? —Se la saca, la hace una bola y arroja en la cómoda. —Desde que Lila me hizo ir a Victoria‟s Secret y comprarlos. —Lo cual no es enteramente una mentira. Eso sucedió, pero me siento como una imbécil por no hablar sin rodeos y decirle sobre el diario y los dibujos. —Sabes, en verdad comienza a agradarme Lila. Es una buena influencia para ti —dice astutamente y luego me besa con intensidad, deslizando su lengua en mi boca antes de apartarse—. Si no entras a la ducha en cinco minutos, voy a salir desnudo para llevarte. —Trato —le digo y se va por la puerta con una camiseta roja limpia y unos vaqueros en una mano. Tan pronto como la puerta se cierra, exhalo fuertemente y muevo el bolso sobre la cama. Mis dedos tiemblan cuando abro la cremallera, y luego rebusco pasando el vestido hasta la parte de abajo del bolso para retirar la caja que me enviaron; la dirección del remitente es de un tal Gary Flemmerton de Montana, pero no vino de su

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parte, al menos no de acuerdo a la nota dentro de la caja, la cual fue escrita por la madre de mi mamá; mi abuela. Y no tiene sentido, porque nunca he hablado con ella, aun así decidió escribirme una nota y enviarme algunas cosas de mi mamá. Es raro, y al mismo tiempo me tiene pensando cosas que no quiero pensar, como que tal vez podría conocerla, pero por otra parte, ¿quiero dejar que más personas entren en mi vida? La nota es bastante sencilla y cuando la saco de la caja y la leo de nuevo, tengo la misma reacción: confusión. Ella, sé que no me conoces y lamento tanto eso. Hubo cosas que es probable que no entiendas, o tal vez sí. Tal vez Maralynn te contó sobre mí. Tal vez no. Pero a pesar de todo, estaba revisando el ático, limpiando, y hallé algunas de sus antiguas cosas. Pensé que te gustaría tenerlas. Iba a conservarlas yo, pero simplemente es demasiado doloroso. Si no las quieres, no tienes que guardarlas. Solo pensé que podrían gustarte. Entonces firmó su nombre en una caligrafía en cursiva perfecta. Vi a mi abuela una vez y eso fue en el funeral de mi madre. No nos dijimos nada y mi padre no habló con ella. No tiene sentido que me dé su número telefónico como si yo hubiera estado evitándola todos estos años. Podría haberse acercado a mí en el funeral y dicho algo, pero en su lugar se sentó al otro lado de mi papá, mi hermano y yo en la iglesia apenas ocupada mientras el ministro predicaba sobre la vida después de la muerte. Creo que podría haberme sonreído una vez, pero no estaba completamente segura en el momento, ni me importó, porque me encontraba en un lugar donde la culpa poseía mi corazón y mi mente. Además, por lo que sabía de mi abuela, no era una persona muy agradable. Escuché a mi mamá hablar de ella tal vez cinco veces y de lo que me contó, era una madre horrible que trataba a su hija como la mierda y que la repudió cuando ésta anunció que iba a casarse con mi papá. Supongo que mi abuela odiaba a mi papá y pensó que no era bastante bueno para ella. Eso prácticamente resume todo lo que sé y nunca he hablado con ella para juzgar su carácter. No estoy segura de si quiero hacerlo. La mujer ha sido una sombra en mi vida. Por otra parte, casi todos lo fueron, excepto por Micha. Él ha sido la luz en mi vida oscura. Sonrío para mis adentros, dándome cuenta que debo poner eso en mis votos. Mi expresión cae al instante cuando noto que en algún momento tendré que escribir una página de palabras íntimas y leerlas en voz alta, mostrando mi corazón y alma a unos desconocidos. Y cuando todo esté hecho, Micha y yo seremos marido y mujer. Lo tendré para siempre y él a mí. De solo pensarlo, mi pulso se acelera y mi corazón golpea contra mi pecho. Seremos solo él y yo para siempre, en las buenas y en las malas, en la luz y en la oscuridad. Ya basta. Lo amas.

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Empiezo a volverme loca ante el futuro infinito que me dispararon a toda mecha, y lucho para librarme de eso y en su lugar concentrarme en la caja. Calzo los dedos en la abertura en la cima y quito la cosa que estuve viendo mientras debatía si ir a la ladera para casarme. Es un libro de cuero negro, con la cubierta gastada, y adentro está la letra de mi madre, citando sus pensamientos y sentimientos, exponiendo su alma a raudales en las muchas páginas. Abro el diario y me hundo en la cama. —Para todos ustedes que piensan que me conocen, no es así —leo en voz alta, pasando los dedos a lo largo de la caligrafía desvanecida. Esa es solo la primera página, e incluso el leerla de nuevo me pone la piel de gallina en los brazos. Es hasta donde he llegado a leer, y parece suficiente, aunque no lo es. Siempre he querido conocer mejor a mi mamá, la madre que no mentía, la que no tenía ataques de pánico, la que sonreía, se reía a carcajadas, contaba chistes. ¿Mintió en estas páginas? ¿Debería importarme tanto? Lo hecho, hecho está. Se ha ido, y leer su diario no va a regresarla. Pero me importa. —Ella. —El sonido de la voz de Micha me sobresalta tanto que salto, cerrando de golpe el diario. Lo veo parado en la puerta, completamente desnudo, como me advirtió. Músculos magros esculpen su estómago y letras en cursiva en el lado de su caja torácica con tinta negra, la letra de la canción que escribió primero, la cual jura escribió para mí: Siempre estaré contigo, dentro y fuera. En los tiempos difíciles y desesperados, a través del amor, a través de la duda. Dejando el cuaderno en mi regazo, me cubro la boca. —Oh Dios mío. Estás desnudo. —No me vengas con “Oh Dios mío, estás desnudo”. —Entra al cuarto y sus músculos ondulan con los movimientos, causando que el calor llene mi vientre. —¿Qué si Ethan y Lila te vieron? —pregunto, bajando una mano a mi regazo. —Encones me vieron —responde, con sus ojos fijos en mí en tanto cierra la puerta—. Te dije que vendría aquí desnudo y te buscaría si no estabas en la ducha en cinco minutos. —Rota su muñeca, pretendiendo mirar en un reloj que no usa—. Y han pasado cinco. Cruzo las piernas porque solo verlo así me hace querer acostarme en la cama y abrirlas para que pueda deslizarse dentro de mí. —Bueno, ya iba. —Oh, te vendrás en unos cinco minutos. —Una sonrisa destella en su cara, pero entonces se esfuma cuando nota la caja al lado mío y el diario en mi regazo—. ¿Qué es eso?

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Me muerdo el labio con culpa. Todavía no le he dicho, porque sé que se preocupará por lo que va a causarme. Aun así, no voy a mentirle ahora que ha preguntado. —Llegó con el correo de ayer. Es una caja llena de cosas… cosas de mi mamá. Sus ojos se amplían y sus labios se abren con sorpresa. —¿Qué? ¿Quién la envió? Toco la cima de la caja con un dedo. —Bueno, dice que un tal Gary Flemmerton, pero la nota adentro es… bueno, es de mi abuela… la madre de mi mamá. —De acuerdo. ¿No dijo tu mamá que ella era mala? —pregunta con cautela. —Sí, algo así. —Suavizo una mano sobre el diario con mi barbilla hacia abajo—. Pero a veces mi mamá mentía sobre algunas cosas. Mueve su peso sobre el otro pie y se sienta en la cama junto a mí. Entonces engancha un dedo bajo mi mentón y lo eleva así que lo estoy mirando. —¿Quieres hablar de eso? —pregunta, observándome con preocupación y haciéndome sentir en casa, en paz, bien con todo, incluso con lo malo. —Todavía no puedo —le digo y cuando comienza a fruncir el ceño, agrego—: No porque no quiera, sino porque ni siquiera he visto todas las cosas para saber de qué quiero hablar. —¿Quieres revisarlo ya? ¿Conmigo? —pregunta con compresión. —Ahora no. —Inhalo ante la idea de leer los pensamientos de mi mamá, preocupada de lo que me revelarán, de lo que no revelarán. ¿Quién era? ¿Fue como yo una vez?—. Pero lo haré… necesito procesar esto, un paso a la vez. Asiente, pero todavía parece inquieto mientras aparta su dedo de mi mentón y pone la mano en su regazo. —¿Quién es este chico Gary? ¿Y por qué te lo envió todo tan de repente, de la nada? ¿Y por qué lo envió por tu abuela? —No tengo idea, pero aquí está la nota. —Recojo el pedazo de papel escrito de la caja y se lo entrego para que pueda leerlo por sí mismo. Después de que le echa un vistazo, luce incluso más perplejo mientras lo deja en la mesita de noche. —Así que estaba limpiando el ático y pensó: Oye, ¿tal vez debería enviarle una caja de las cosas de su madre a la nieta con la que nunca he hablado? ¿O hacer que este chico Gary las envíe por ella? —¿Quizás Gary es su novio o algo así? —Levanto los hombros y me encojo—. No tengo idea ya que nunca he hablado con ella.

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Micha mira la nota de nuevo; mechones de su pelo rubio caen en sus ojos cuando sacude la cabeza, preocupándose justo como sabía que haría. —Esto es muy raro. Digo, ¿cómo siquiera consiguieron nuestra dirección? —Esa es una buena pregunta. —Mi boca se hunde hasta que queda fruncida y miro por la ventana a mi pequeña casa de dos pisos justo al lado, en la que crecí, la que está llena de recuerdos dolorosos y tristes. Cae la nieve y aterriza en el techo, al cual le faltan la mitad de las tejas de madera—. Tal vez por parte de mi papá. —Sí, pero ¿él no te habría dicho algo al respecto? —pregunta. Le dirijo una mirada dudosa, porque no parece algo que haría mi papá. —Incluso aunque mi papá ha mejorado, todavía se pone raro sobre el pasado y mi mamá… Además, no he hablado con él, como, en una semana. —Trago un enorme nudo alojado en mi garganta—. Pero le preguntaré en un rato. Micha me sonríe brillantemente como si estuviera tan orgulloso de que esté actuando de forma madura y no huya del problema. Me hace darme cuenta de que lo soy y que no debería estar huyendo de casarme con él, pese a que mis instintos iniciales me gritan que me lave las manos. Han estado en mí prácticamente siempre. Escapar cuando las cosas se ponen muy intensas, muy emocionales, muy complejas. He huido un montón, pero he estado bien últimamente y quiero seguir así. —¿Quieres que vaya contigo? —pregunta con compasión en sus ojos. Asiento, metiendo unos mechones sueltos de mi cabello detrás de mi oreja. —Sí, quiero. Su sonrisa se amplía. —Recuerda esas palabras atentamente. Vas a necesitar decirlas de nuevo muy pronto. —Sí, quiero —repito con una sonrisa juguetona mientras choco mi hombro contra el suyo y hace que su sonrisa se extienda hasta sus ojos—. Quiero. Quiero. Quie… —Velozmente se desliza hacia adelante y sus labios me callan. Al principio es un beso lento, cálido, pero cuanto más continúa, más fogoso y más apasionado se vuelve. De repente sus dedos agarran el dobladillo de mi camisa y luego sube la tela por mi cabeza. Tirándola a un lado, sus labios chocan en los míos otra vez mientras se pone de pie, atrayéndome a él. Entonces me alza en sus brazos y siento su dureza presionando entre mis muslos mientras aseguro las piernas alrededor de su cintura. Se siente tan bien y mi cuerpo se enciende con calor y avidez, y sofoca todo los pensamientos malos en mi cabeza. Me lleva por el pasillo; ni siquiera me importa si Lila o Ethan salen y nos ven. Todo lo que me importa es estar con él.

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Cuando entra al baño, la música se oye desde su iPod en el borde de la encimera y el agua de la ducha está corriendo, empañando el espejo por el calor y el vapor. La humedad en el aire instantáneamente se aferra a mi piel mientras Micha cierra la puerta ruidosamente con su pie, encerrándonos en el cuarto asfixiante por el calor sin romper el beso. Murmura un “Te amo” sobre la letra de la canción The River, de Manchester Orchestra, y pronuncio lo mismo en respuesta mientras me devora con sus manos y boca. La sensación de sus labios, el suave sonido de la letra, y la humedad del vapor se absorben a mi piel y fluyen por mis venas con lujuria, necesidad y deseo. Fluyen en mí con amor. Dios, me siento tan amada que a veces olvido como respirar. Quizás debería poner eso en mis votos, también.

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3 Traducido por Moni Corregido por Alessandra Wilde

Micha Dios, ella ha avanzado tanto, a veces ni siquiera puedo creer que es la misma persona con la que crecí. La Ella que solía conocer habría huido como del infierno si algo como ese diario se presentara en la puerta, pero esta Ella lo maneja hermosamente. Incluso a pesar de que la amo sin importar que —huidora, esposa perfecta, loca o impulsiva—, mi corazón se enamora más de ella cada día, por la persona que era, la que es, y las personas que somos cuando estamos juntos como una pareja. Futuros marido y mujer. Solo le pido a Dios que lleguemos a ese lugar. Muy en el fondo sé que lo haremos; es solo que me sentiré mucho mejor una vez que ella diga: “Acepto”. Mis manos viajan por su cuerpo, sintiendo la perfección de su piel, su estómago suave, su cuello perfecto, y luego pruebo sus labios cuando mi lengua explora cada centímetro de su boca. Sabe genial, a labial de cereza y menta. Me alejo con una de mis manos presionada en su espalda baja, y la otra agarrando su muslo que está alrededor de mi cadera. —¿A qué sabes? —le pregunto mientras sus ojos se abren. —Uhmm… ¿qué? —Respira aturdida, como si apenas tuviera una idea de en dónde estamos—. Goma de mascar… creo… ¿por qué? —Sabes a cereza y menta. —Lamo sus labios con mi lengua y luego la bajo al suelo—. Sabe bien. Desata sus botas y las patea lejos mientras se desabotona sus vaqueros y los baja por sus piernas. Está usando unas bragas de encaje negro que cubren la mitad de su trasero sexy y paso mi dedo sobre el pequeño lazo rosa que está cocido al frente de ellos. —No había visto estas antes —le digo. —Te lo dije —dice, sin aliento—. Lila me hizo comprar ropa interior sexy. —Se quita la liga del cabello y mechones de color rojizo se deslizan

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fuera de su cola de caballo y caen en sus hombros en ondas, mojados por la ducha. Llevo mis manos detrás de ella y desabrocho su sostén, las tiras cayendo inmediatamente de sus hombros. Sus pechos se liberan y sus pezones se despiertan ante el aire que los golpea. —Dios, eres hermosa. — Miro detenidamente sus piernas largas y cuerpo asombroso. Niega, como siempre hace cuando le hago un cumplido, pero antes de que pueda protestar, me inclino y succiono uno de sus pechos con mi boca, callándola. Su cuello se arquea y su cabeza cae hacia atrás mientras enreda sus dedos en mi cabello, gimiendo. —Micha… —Se deja llevar cuando masajeo su pezón con mi lengua mientras mis manos se mueven por sus bragas. Metiendo un dedo por arriba, las bajo y ella me ayuda, pateándolas cuando llegan a sus rodillas. Regreso mi boca hacia su pezón mientras deslizo mis dedos por su muslo desnudo, sin detenerme hasta estar dentro de ella. —Oh Dios… —Sus rodillas comienzan a doblarse, su espalda se presiona contra el borde del mostrador. Muevo mis dedos dentro de ella mientras mi boca hace un camino entre sus pechos, succionando sus pezones y trazando círculos con mi lengua. Su mano se desliza por mi espalda, rasguñando gentilmente líneas en mi piel, y cuando llega a mis hombros, se agarra con fuerza, aferrándose a mí. Continúo besando sus pechos y siento en su interior con mis dedos cuando se acerca al límite, pero eventualmente deseo más. Alejando mi boca de su pezón y sacando mis dedos, hago un camino de besos hacia abajo por su estómago y sus manos caen a mis hombros mientras me pongo de rodillas. Jadea cuando entierro mi cara entre sus muslos y deslizo mi lengua dentro de ella, mis manos en sus caderas, agarrando su piel, la saboreo hasta que nos volvemos locos y su cuerpo se aprieta y su espalda se arquea. Jadea felizmente mientras se aferra al mostrador para sostenerse. Para el momento en que vuelve a la realidad, estoy tan duro como una roca y desesperado por enterrarme profundamente en ella. Un gruñido escapa de mi boca cuando me levanto, lamiendo mis labios antes de llevar mi boca a la de ella. Luego, ciegamente nos dirijo hacia la ducha, yendo a tientas hasta que encuentro la cortina y la jalo. Rompo el beso solo para entrar en la ducha, y entonces una vez que estamos bajo el agua, voy directo a besarla de nuevo. El agua caliente baja por nuestros cuerpos, mojando nuestra piel mientras nuestras manos exploran el uno al otro. Nos besamos hasta que no podemos respirar, hasta que mi corazón está golpeando contra mi pecho, hasta que ella está temblando incontrolablemente, y llevo mis dedos hacia sus caderas, la levanto, y con un fuerte empujón, me deslizo dentro de ella.

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Jadea por aire, enrollando sus brazos alrededor de mi cuello y envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura, así está totalmente abierta para mí. Salgo ligeramente y luego me vuelvo a hundir con una mano apoyada contra la pared de la ducha. Con cada movimiento de mis caderas, ella se aferra con más fuerza a mí, arqueando su espalda, y presionando sus pechos contra el mío. —Te amo —susurra contra mis labios, cerrando los ojos, en tanto nuestros cuerpos se mueven rítmicamente. —También te amo —le digo, aferrándome a ella mientras los dos nos corremos juntos.

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4 Traducido por evanescita & Mae Corregido por Getze Dom

Ella He abierto la caja de Pandora y no hay vuelta atrás. Después de salir de la ducha, empecé a trabajar en mi portafolio un poco más, pero me sentí frustrada cuando no pude lograr que fluya la espontaneidad creativa, así que me decidí a leer el diario de mi madre y ahora parece que no puedo parar. Hemos estado en casa de Micha solo un día y voy a la mitad de la maldita cosa; la casa está demasiado vacía y silenciosa para distraerme de leer hasta la última palabra que escribió mi madre. Micha descubrió esta mañana que su mamá estaba con Thomas y ahora está trabajando el turno de noche en el restaurante por lo que no estará en casa hasta mañana temprano, y Micha y yo decidimos que hablaríamos con ella cuando llegara a casa. Ethan y Micha se fueron hace un par de horas a la tienda de comestibles para abastecer los gabinetes que no estaban lo suficientemente llenos como para alimentar a sus “estómagos masculinos hambrientos”. Sus palabras, no las mías. Y Lila está tomando una ducha. Estoy sentada en el comedor de la cocina, vistiendo una camiseta de Micha y un par de vaqueros. Hace frío, debido a que la madre de Micha siempre deja la calefacción baja para ahorrar dinero. No obstante es parte de la vida en Star Grove, ya que la mitad del pueblo está en la pobreza debido al cierre de la planta hace mucho tiempo. Lo hacíamos en mi casa, también; a veces apagaba la calefacción intencionalmente y a veces sin querer, cuando me olvidaba de pagar la cuenta o no había suficiente dinero para pagarla. Tengo una taza de café frente a mí, junto con el diario. Las diez primeras páginas son bastante normales, habla del baile de graduación y su amor por el arte, aunque sus palabras son un poco tristes. Ni siquiera sabía que le gustaba dibujar, pero por los pocos dibujos en la caja, puedo apreciar que tenía talento. Es agradable leer sobre ella así, pero entonces las cosas empiezan a tornarse oscuras y los sentimientos entusiasmados y cálidos, que tuve al conocer ese lado artístico de mi mamá, cambian a escalofríos, especialmente cuando llego a la parte de mi papá. Al principio

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parecía emocionada de estar saliendo con él. Muy, muy emocionada hasta el punto en que casi parecía fascinada. Pero luego, la emoción fue rápidamente cuesta abajo, recordándome a todos esos momentos en los que ella parecía estar bien y de repente, ya no. No estoy segura de quién soy. Me siento perdida todo el tiempo. Cuando me miro en el espejo, la persona que veo no es la misma que solía ser. En lugar de ojos, veo dos agujeros vacíos. En lugar de una boca, veo unos labios cosidos. No sé lo que pasa conmigo. Qué ha cambiado en mí. Qué me hace sentir como si estuviera mudando de piel, convirtiéndome en una persona diferente que ni siquiera puede caminar más sin mucho esfuerzo. Si por mí fuera, me acostaría en la cama para siempre. Hasta morir. Pero no puedo hacer eso. Tengo una responsabilidad. Un niño que crece en mi vientre y un hombre que será mi esposo en tan solo unas semanas. Es aterrador y no es la vida que quiero. Pero no hay nada más que hacer y realmente cualquier otra alternativa es tan desoladora como la que tengo delante de mí. Cualquier futuro lo es y a veces solo tener uno es espantoso. Esto fue escrito cuando tenía dieciocho años, justo antes de que se casara con mi papá. Estaba embarazada de mi hermano mayor, Dean, algo que no sabía. Sus pensamientos son aterradores, sobre todo desde que he estado recientemente pensando en mi futuro, donde los niños entran en la mezcla. Pero no lo entiendo. Mi padre me dijo una vez que ella solía estar feliz al principio, pero si ese fuera el caso, entonces, ¿de qué época hablaba? ¿Cuándo fue ese comienzo? Según la fecha del diario lo había conocido solo por seis meses y ya parecía estar cayendo en el oscuro agujero de la desesperación con el que estoy tan familiarizada, no importa lo que haga o cuánto trate de cambiar mi vida. Al final, tengo depresión. Siempre estará conmigo, entre Micha y yo. He sabido esto por un tiempo y, sin embargo, sigo adelante con él, cruzando siempre los dedos para que nunca se arrepienta. Pero ¿y si se arrepiente? Saco un dibujo que está doblado en la parte trasera del diario junto con una foto de mi madre en una cama con la barbilla en las rodillas y su pelo cayendo sobre sus ojos verdes que se ven exactamente como los míos. Sonríe, pero hay algo raro en la foto, como si estuviera obligándose a verse feliz, o tal vez solo así es como se veía cuando era feliz. Era difícil saberlo a veces porque la mayoría del tiempo cuando me comunicaba con ella, parecía perdida. No se ve perdida aquí, aunque no se ve como alguien que sabe lo que quiere. Me pregunto si así es como me veo.

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El dibujo es de un florero con una sola rosa en su interior y los pétalos están agrietados y marchitos, acumulándose alrededor del fondo. El mirarlo me lastima el corazón, porque como artista, puedo adivinar en dónde se encontraban sus pensamientos cuando lo dibujó, porque he estado en ese lugar. —Oh, Dios mío, Ella, no hiciste una bola de tu vestido de novia y lo metiste en una bolsa de lona —resopla Lila mientras entra pisoteando a la cocina con un montón de tela desbordada y una revista enrollada. Lleva unos vaqueros rasgados y una camiseta rosa claro, su pelo rubio y negro luce húmedo—. En serio, ¿por qué harías eso? —Lo siento. —Rápidamente cierro el diario, lamentando haberlo abierto. Tal vez no estaba lista para leerlo. Tal vez debería dejar atrás el pasado. Había estado tan bien e incluso he dejado de medicarme. Pero quiero entenderla—. Ni siquiera lo pensé cuando lo puse ahí. Lila suelta la parte baja del vestido, pero se detiene en la parte superior, examinando la tela. —Está todo arrugado. —Frunce la nariz hacia la parte delantera del vestido mientras juega con una de las rosas negras que lleva—. Vamos a tener que colgarlo en el baño para que el vapor quite las arrugas. —El baño debe de estar lleno de mucho vapor por tu ducha. —Llevo el borde de la taza hacia mi boca—. Así que podrías colgarlo ahora. —Sí, ya estaba empañado por su ducha. —Rueda los ojos y luego se ríe con irritación—. Ustedes dos y sus duchas... No lo entiendo. —Pues deberías —digo, sin poder contenerme de sonreír al pensar en Micha, en el ataque de sus manos y lengua. Los pensamientos oscuros del diario arremetiendo en mi cabeza se esfuman como el vapor que sale de la taza, aunque estoy bastante segura de que regresarán si continúo leyendo—. Te lo estás perdiendo. Extiende el vestido en el respaldar de la silla y se sienta en la mesa frente a mí. —Entonces tal vez tendré que probarlo con Ethan. La tranquilidad se instala entre nosotras cuando abre la revista que tenía y me doy cuenta que es una de bodas. Hemos sido amigas durante casi dos años y medio, y a veces aún se siente como si casi no nos conociéramos. Tal vez sea debido a mi falta de poder hablar sobre las cosas importantes o porque al parecer a las dos nos gusta cargar con nuestros secretos. —Entonces, Ethan y tú… —empiezo, dejando la taza sobre la mesa— . ¿Cómo va eso? Se encoge de hombros, reprimiendo una sonrisa mientras voltea una página de la revista. —Bien, supongo.

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—¿Lo amas? —Hago una cara burlona de desmayo. Nunca tuve una amiga al crecer. En su lugar siempre, estuve rodeada por Micha y sus amigos o mi hermano y sus amigos, así que a veces actuar de forma femenina es raro. Lila baja su mano sobre la mesa y luego cruza los brazos. —Creo que sí.

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—¿Crees? —pregunto—. ¿O lo sabes? Porque he oído que ambos lo saben. Sus cejas se elevan. —¿Acaso Ethan le contó a Micha que nos dijimos que nos amamos? Asiento y tomo otro sorbo de mi café. —Ellos, a veces, ya sabes, se cuentan sus secretos como un par de chicas. —Bueno, son amigos —dice—, deberían contarse esas cosas. — Asiento y me pregunto si debo decirle sobre mi miedo de escribir y decir mis votos, ya que no puedo hablarlo con Micha. Podría ayudarme a entender las cosas. Tal vez. Aunque no creo que sea de ayuda con el temor a casarme, lo que podría ser la razón detrás del porqué no puedo escribir mis votos. Sin embargo, antes de que pueda decir algo, se levanta de su silla con una gran sonrisa en el rostro—. Casi lo olvido. Te traje un regalo. —¿Por qué? —Mi expresión cae. Nadie nunca me ha dado regalos a excepción de Micha y no soy muy fan de acceder a ellos. —Para tu boda, tonta. —Rueda los ojos como si estuviera siendo absurda y luego camina de nuevo hacia la habitación de invitados. Unos minutos más tarde, regresa con una gran bolsa de color rosa de regalo en la mano—. Aquí tienes, futura novia —canturrea y luego me la da—. Te lo iba a dar ayer, pero... bueno, ya sabes. Pasaron cosas. —Sí, lo sé. —Pongo la bolsa sobre la mesa—. Mi pánico no fue debido a que iba a casarme. Lo prometo. Se deja caer en la silla y apoya su codo sobre la mesa. —¿Por qué fue? —Otras cosas. —Estoy indecisa y cuando me presiona con la mirada, decido dejarla entrar un poco en mi vida, especialmente desde que supe recientemente que sus padres tampoco han sido los mejores para ella—. Me preocupan las cosas en el futuro. Se desploma en la silla. —Bueno, eso es normal, Ella. Todo el mundo se preocupa por su futuro, sobre todo cuando están a punto de casarse y comenzando un futuro con alguien más. —Sí, supongo que tienes razón. Debería tratar de relajarme. —Pero incluso cuando lo digo, no parece posible. Relajarme. Claro, es fácil cuando estoy en los brazos de Micha o cuando está dentro de mí, ya que

todo lo demás a mi alrededor (la vida) se siente inexistente. Pero sola sin su cercanía estoy muy consciente de las cosas que están dentro de mí, los pensamientos oscuros que podrían abrumarme con tristeza en cualquier momento… tanto que podría perderme. Nos sentamos en silencio mientras los esponjosos copos de nieve se derriten contra las ventanas y dejan rastros de líneas delgadas de agua sobre el vidrio. Finalmente, Lila se sienta e intenta verse más feliz. —Bueno, ya es suficiente, basta de tristeza. Tienes que abrir mi regalo. Miro cautelosamente la bolsa de regalo y luego la abro. Hay papel decorativo en el interior y una caja sellada con un lazo. La coloco sobre la mesa, luego desato el lazo y levanto la tapa. Lo primero que se me cruza es una liga azul con adornos de encaje blanco. Lo saco y lo pongo alrededor de mi muñeca. —Sabes que no va allí, ¿verdad? —se burla Lila, sentada en la silla— . Y es tu objeto azul. —Muy tradicional viniendo de ti —le digo en broma y Lila sonríe mientras agarro el siguiente artículo: una pulsera de plata con un dije de corazón. —Y eso es algo prestado —me informa—. Tienes que devolvérmelo después de la boda. —Es bonito —le digo, a pesar de que en realidad no es mi estilo. Pero lo aprecio, por su esfuerzo—. Pero ¿pensé que el vestido era mi objeto prestado? Deja la revista a un lado y cruza los brazos sobre la mesa. —No, puedes quedarte con el vestido y considerarlo como tu objeto viejo. De todos modos no tiene nada más que recuerdos dolorosos para mí. —¿Segura? —le pregunto. —Segura —afirma y señala a la caja—. Mira el siguiente artículo. Puede ser lo nuevo. Dirijo mi atención a la caja y saco una caja mucho más pequeña de su interior. Dentro, hay una pequeña tela de encaje rojo, que saco y sostengo. —Jesús, esto es obsceno —digo moviendo mis dedos a través de lo que parecen ser orificios para pezones. Se ríe. —Obsceno pero divertido. Suspiro, metiendo la mano en la caja y saco un tanga de lentejuelas. —¿Esta es la parte de abajo o algo así? —Es lo que quieras que sea, supongo —dice con humor en su voz—, incluso podría ser para Micha.

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Resoplo una risa y suelto la correa sobre la tela de encaje. —Esto es como un kit de sexo, ¿no es así? Se encoge de hombros, examinando sus uñas. —Entré en una tienda de lencería muy cuestionable con juguetes sexuales y le dije al recepcionista que me seleccionara los mejores regalos para unos recién casados. Quito la liga de mi muñeca y la añado a la pila con el tanga. —¿Así que no tienes idea de lo que hay aquí? —Ni una pista a excepción de la liga y el brazalete, añadí esos yo misma. Pero me muero por saber. —Bien, ahora estoy muy intrigada. —Meto la mano y quito el siguiente elemento, un plumero con un mango muy largo—. ¿Qué es esto? —Paso mis dedos a lo largo de las plumas y luego tiemblo—. Hace cosquillas. Se ríe, haciendo girar un mechón de su pelo corto alrededor del dedo. —Creo que ese es el punto —dice y extiendo mi brazo sobre la mesa y hago cosquillas a su cara con él—. Oye, ¿qué demonios? —Se ríe mientras lo aparto—. Eso no es para mí y estoy bastante segura de que no se supone que hagas cosquillas en la cara. —Podría ser para ti. Ethan y tú podrían usarlo. —Dejo el plumero en la parte superior de la pila y trato de alcanzar el último elemento, que está en otra caja, una larga y estrecha. —¿De verdad quieres ir ahí? —cuestiona—. En donde hablamos de nuestra vida sexual. Me encojo de hombros mientras abro la tapa de la caja blanca más pequeña, y luego la hago a un lado y se caen las baterías. —Solías decirme todo el tiempo acerca de los chicos con los que salías. —Recojo las baterías, arrugando la frente. Su expresión se desploma y de repente se vuelve incómoda. —Sí, pero no estoy saliendo con un chico cualquiera. Salgo con Ethan y en el pasado, ustedes dos no siempre parecían ser mejores amigos. —Me arrebata las baterías con curiosidad en su expresión y una mirada rara cruza su rostro. —Sí, hemos estado mejor, excepto últimamente, y además, sin importar si Ethan y yo nos llevamos bien, puedes hablar de esas cosas conmigo —le digo mientras meto la mano en la caja estrecha—. Es solo que no quiero oír todos los detalles... —Mi voz se desvanece mientras saco el artículo dentro de él—. Por el amor de Dios, Lila. Quiero decir, sabía que esto era un kit de sexo, pero ¿en serio?

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El rostro de Lila se vuelve rojo brillante cuando empieza a reírse, encorvando los hombros hacia adelante. —Me preguntaba de si eso era lo que estaba allí cuando se cayeron las baterías. Me muerdo el labio para no reír mientras sostengo un vibrador de color rosa con una parte frontal rara pegada a él. Pero Lila continúa riendo en tanto extiende el brazo sobre la mesa y quita el vibrador de mi mano. Luego coloca las baterías dentro de la parte inferior, tuerce una protuberancia, y comienza a vibrar. La risa se escapa de nuestros labios mientras lo deja caer sobre la mesa y comienza a temblar. —Imagínate lo bien que se siente —dice, en tanto las lágrimas se deslizan a través de sus ojos y todo su cuerpo tiembla de risa. Sin dejar de reír, pregunto—: ¿Era un chico o una chica el que guardó esto? —Un hombre —dice ella, empujando el vibrador con el dedo para evitar que caiga de la mesa—. Un completo rarito... —Deja de hablar al abrirse la puerta de atrás. Copos de nieve entran en ráfagas cuando entran Micha y Ethan, trayendo nieve y llevando un par de bolsas de plástico de supermercado. Micha le da una mirada al vibrador, el montón de encaje, tela de lentejuelas, el plumero, y las bolsas de inmediato caen de sus manos mientras estalla en carcajadas. —¿Qué demonios nos perdimos? —Se agarra a la encimera para apoyarse cuando dobla las rodillas. Ethan se encuentra en la puerta de atrás, viéndose perdido, como si no se pudiera averiguar qué diablos estábamos haciendo. Lila dobla sus dedos mientras se reclina en la silla. —Estábamos jugando. —¿Qué clase de juego? —pregunta Ethan y la confusión se sustituye por una mirada malvada—. Ver quién podía metérselo más por su… Lila lo interrumpe cuando agarra el vibrador y lo tira al otro lado del cuarto. Pasa junto a su cabeza y golpea la puerta, todavía vibrando. —No termines esa frase, Ethan Gregory. Todos nos quedamos brevemente en un silencio incómodo y luego todo el mundo ríe a carcajadas. Seguimos riendo hasta que Micha toma el vibrador y lo apaga. El zumbido se detiene y lo pone sobre la mesa delante de mí, guiñándome un ojo mientras retrocede hasta donde dejó los comestibles. —Pensábamos en dar una fiesta —anuncia mientras apila las bolsas en el mostrador de la cocina.

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Hago una cara mientras pongo el vibrador, la ropa interior y el plumero en la bolsa. —¿En serio? Saca una caja de cereales de la bolsa. —Será como una despedida de soltera/soltero. —¿No se supone que sean separadas? —pregunto, empujando la bolsa a un lado. —Y con strippers —añade Lila, y Ethan le da una mirada extraña mientras se quita su chaqueta y la cuelga cerca a la puerta de atrás. —Sí, podríamos hacer eso, pero prefiero tener una fiesta contigo — dice Micha—. Y siempre puedes desnudarte para mí más tarde, al acabarse. Eso es mucho mejor en mi opinión. —Demasiada información —dice Ethan con un suspiro de frustración mientras coloca las bolsas que llevaba en la encimera. Micha le rueda los ojos y luego se vuelve hacia mí. —Entonces, ¿te apuntas? —¿Para una fiesta? —pregunto—. Supongo. —¿Supones? —cuestiona, mientras coloca la caja de cereales en el armario—. No tenemos que hacerlo si no quieres. —Está bien. Una fiesta suena bien. —Me levanto de la silla y atravieso la cocina hacia él. Cruzo caminos con Ethan mientras se dirige a Lila. Le susurra algo al oído, luego los dos van hacia el cuarto de huéspedes, en tanto Ethan murmura que volverán pronto. Empiezo a ayudar Micha a desempaquetar los alimentos, poniendo latas de alimentos en la alacena—. ¿A quién planeas invitar a tu fiesta? —pregunto. Se encoge de hombros mientras abre la nevera para meter un galón de leche. —Solo las personas con las que solía pasar el rato. Las que aún viven por aquí de todos modos. Cierro el armario y me apoyo en la encimera. —¿Probablemente, casi todo el mundo? —murmuro y luego suspiro internamente—. ¿Vas a tocar en esta fiesta? Patea la puerta de la nevera para cerrarla y vuelve a las bolsas. —¿Quieres que toque en esta fiesta? Miro hacia el suelo. —Si quieres. —Hace una pausa y continúo mirando el suelo de linóleo hasta que sus botas aparecen en mi línea de visión, y entonces reclino mi barbilla para encontrar sus ojos—. ¿Qué? — pregunto cuando me da una mirada sospechosa. —¿Qué quieres decir con qué? —Se posiciona delante de mí; la chaqueta sigue salpicada de manchas de humedad de la nieve que caía fuera—. Esto te molesta y quiero saber por qué.

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—No me molesta —empiezo a protestar, pero me detiene con una mirada de advertencia—. Es solo que esta será la primera fiesta en la que estaremos como pareja. —¿Y? —Y por lo que sé, mucha de la gente que viene a estas fiestas... mujeres... —Busco las palabras adecuadas que no me hagan sonar como una imbécil celosa, pero no hay ninguna, así que simplemente decido ser franca—. A las que follaste. Él hace una mueca, pero rápidamente se compone. —Lo sé, pero eso está en el pasado. Lo que importa es que te voy a follar al final de la noche, una y otra vez. De hecho, voy a follarte todas las noches durante el resto de tu vida. —Me da una sonrisa coqueta y golpeo su pecho con la mano—. ¿Qué? —dice con inocencia, atrapando mi mano contra su pecho—. ¿Prefieres que diga “hacerte el amor”? —Pasa el pulgar por el anillo en mi dedo—. Debido a que podemos hacer eso, también. —Con un movimiento rápido, desliza la mano por mi costilla, agarra mi cadera y me gira. Empujando mi espalda baja, se presiona contra mí, mientras agarro el mostrador para apoyarme—. Eso depende de ti. —Su aliento acaricia mi oreja antes de que arrastre su boca para morder mi lóbulo. Me estremezco y su pecho choca contra mi espalda mientras se ríe—. Por supuesto, si hacemos el amor, entonces el vibrador no será de mucha utilidad —dice. —Es un regalo de Lila. —Parece divertido. —Su voz sale ronca. —¿Divertido para mí o para ti? —bromeo. Su pelo cosquillea la parte trasera de mi cuello mientras inclina la cabeza contra mí, inhalando una respiración lenta. —Sigue así, niña bonita, y vas a conseguirlo. —Tal vez eso es lo que estoy buscando. —Me muerdo el labio con anticipación, esperando que reaccione. Se sale del ritmo y lo siento girar sus caderas. —Juro por Dios, serás mi muerte. —Sus labios tocan mi nuca, ligeramente, y luego frota sus caderas contra mí, antes de alejarse, me doy la vuelta y regresamos a colocar los comestibles. Lo noto ver el diario cerrado sobre la mesa un par de veces, pero no dice nada al respecto. Finalmente, decido responder la pregunta que sé que quiere hacer, pero no la hará porque sabe que es mejor para mí no tocar el tema. —He leído algo —admito mientras me paro de puntillas para poner una lata de frijoles en el estante superior.

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—¿Y cómo fue? —pregunta casualmente mientras hurga en la última bolsa de comida. Salto sobre la encimera, dejando que mis piernas cuelguen por el borde. —Intenso. —¿Cómo es eso? Me encojo de hombros. —Sus pensamientos eran oscuros y me enteré de que estaba embarazada de Dean cuando decidió casarse con mi padre. Se posiciona delante de mí, y me insta a abrir las piernas para meterse entre ellas. —¿En serio? Asiento, apretando las rodillas contra su costado. —Y ella tenía miedo. —¿De ser mamá? —Sus manos se sujetan sobre mis muslos. —Y de tener un futuro. —Las lágrimas pican en mis ojos. Las palabras golpean un nervio. Un nervio dolorido, enterrado hondamente dentro de mi corazón. Me masajeo con la mano mi pecho, tratando de quitar el dolor aplastante. Sintiendo mi pánico, Micha rápidamente pasa sus brazos alrededor de mí. Al segundo que estoy en sus brazos, me siento mejor, más ligera. Me abraza mientras respiro. Respira. Respira. Respira. Entierro la cara en su pecho y él soporta mi peso como siempre lo hace. Siempre—. ¿Seguro de que quieres esto para el resto de tu vida? — murmuro contra su pecho. —Más que nada, Ella May. —Besa la cima de mi cabeza—. Lo he sabido que desde el día que nos conocimos. Las lágrimas ceden cuando miro hacia él. —¿Has sabido que querías que la chica loca de al lado fuera tu esposa desde que tenías cuatro? Asiente, sosteniendo mi mirada. —Tal vez no como esposa, pero supe desde el momento en que te vi que te quería en mi vida para siempre. Las lágrimas vuelven, esta vez no por el pánico, sino por la gran abundancia de emociones que siento por él. Maldita sea, es tan intenso. Demasiado. Sentimientos construidos durante años y años de historia, empezando por el momento en que nos conocimos. —Siempre estuviste ahí para mí —le digo—. No importa el dolor en el culo que eras. Sonríe. —Y a pesar de que nunca lo admitas, estabas allí para mí, también, cada vez que te necesitaba. Quiero estar en desacuerdo, pero no lo hago porque arruinaría el momento. —Solo tú y yo contra el mundo —susurro mientras las lágrimas gotean de mis ojos y caen por mis mejillas.

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Coloca un dedo debajo de mi barbilla, reclina mi cabeza, y se inclina para besarme. —Por y para siempre.

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5 Traducido por evanescita Corregido por NnancyC

Micha Cuatro años de edad... Me encanta pasar tiempo con mi papá, sobre todo cuando trabaja en automóviles porque es el único momento en el que me habla y hace cosas conmigo. Mientras trabaja en el Challenger, juego con mi autito de juguete, lo manejo muy rápido hacia atrás y adelante a través del parachoques del Challenger. —Micha, ¿puedes alcanzarme esa llave? —dice mi papá con la cabeza metida debajo del capó. Es un coche muy viejo en el que trabaja, pero parece que le está llevando una eternidad. No sé por qué no lo conduce simplemente de la manera en la que se encuentra ahora. Creo que se ve muy divertido con los laterales de diferentes colores. Salto del parachoques y busco en su caja de herramientas en la parte de atrás hasta encontrar la llave y después camino hacia el frente y se la entrego a papá. —Gracias —murmura y vuelve a trabajar en el motor. Tomo una caja de jugo de la nevera portátil, recostándome contra el guardabarros, y me quedo mirando la casa de los vecinos de al lado. Se parece mucho a la mía, pero hay un montón de basura y piezas de auto por todas partes; parece que nadie limpia. Estoy a punto de regresar a la cajuela cuando se abre la puerta y la niña que vive al lado sale al exterior. Se ve como si fuera a llorar, pero luce así siempre que la veo. Tiene el pelo del mismo color que nuestro buzón rojo y cada vez que le hablo, sus ojos me recuerdan a las hojas de los árboles. Su nombre es Ella y siempre tiene lágrimas en los ojos. No estoy seguro de si es debido a que su mamá le grita todo el tiempo o debido a que la hace botar la basura todos los días. Sea lo que sea, siempre parece que va a estallar en llanto. Le pregunté a mi papá una vez por qué los

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vecinos siempre estaban gritando y me dijo que era porque son una familia arruinada. Agarro otra caja de jugo de la nevera y la saludo con la mano a medida que salgo de la cochera. No me devuelve el saludo, pero en general es tímida al principio, como si pensara que soy el viejo de la bolsa o algo así. Con la cabeza gacha, se limpia las lágrimas de sus ojos y baja por las escaleras. No lleva zapatos y el concreto tiene que estar caliente bajo sus pies. —Hola, Ella —digo de nuevo, caminando hasta la cerca entre nuestras casas. Está de pie en la esquina de la suya con los brazos cruzados, mirando al suelo. Apenas habla y la mitad del tiempo, incluso cuando habla, mira hacia abajo a sus pies, al suelo o a los árboles. Oigo a su madre gritando en la casa, diciéndole que tiene que ir a lavar los platos. Mi mamá dice que soy demasiado pequeño para ayudar a lavarlos, a pesar de que mi papá cree que debería estar ayudando más. Ella sigue secándose los ojos con la mano mientras su mamá le grita desde adentro de la casa y me pregunto si se está escondiendo de su mamá. Por último, los gritos se detienen y Ella se atreve a mirarme. Mantengo en alto una de las cajas de jugo, ofreciéndosela, con la esperanza de que vendrá a mi casa por primera vez. —¿Quieres uno? Me mira por un rato largo y después camina lentamente hacia mí. Hace una pausa en la hierba, luciendo como si estuviera asustada de acercarse, así que extiendo un brazo por encima de la valla. Se queda mirando la caja de jugo, luego corre y la agarra. —Gracias, Micha —dice en voz baja, dando un paso atrás en tanto mete la pajita en la caja de jugo. —De nada —le digo, cuando comienza a sorber por la pajita. Me siento mal por ella. No creo que sus padres la cuiden ya que siempre tiene sed y hambre cada vez que le ofrezco unas galletitas. He tratado de conseguir que venga a jugar un par de veces, pero siempre contesta que no puede. —Micha, ven aquí —grita mi papá en voz alta desde la cochera y suena muy molesto—. Necesito tu ayuda. Ella retrocede al instante, con los ojos abiertos como platos. —Adiós, Micha. —Deberías venir —grito y sostengo mi autito de juguete a través del agujero en la cerca—. Este es mi favorito, pero dejaré que juegues con él.

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Le echa un vistazo al autito y luego hacia atrás a su casa. —Creo que mi mamá podría enojarse conmigo si lo hago. —Puedes venir solo un ratito —le sugiero—. Entonces, cuando tu mamá salga a buscarte, puedes trepar por encima de la cerca otra vez. Además es muy divertido ver a mi papá trabajar en su auto. Mira de un lado a otro entre la casa y el autito en mi mano, y finalmente, se apresura hacia su casa. Creo que va a entrar, pero en lugar de eso agarra una caja de plástico que se parece a la cosa donde guardo todos mis autos de juguete. La arrastra hasta la cerca y se sube. Toma un trago de su jugo, luego me lo da y doy un paso hacia atrás mientras trepa por encima de la cerca. Cae de rodillas y se hace un pequeño corte en una de ellas. —¿Estás bien? —le pregunto. Asiente, como si no le doliera en absoluto mientras se limpia la suciedad y se levanta de nuevo. Me quita la caja de jugo y el autito de juguete, y sonrío mientras camino de regreso a la cochera con ella, feliz de que por fin logré que trepara por encima de la cerca.

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Ella Seis años de edad... Me gusta mucho mi vecino de al lado, Micha. Al principio él era un poco aterrador porque era muy agradable y nadie había sido así de agradable conmigo. Pero ahora no es tan aterrador. Siempre comparte su jugo y galletas conmigo en la escuela, y cuando Davey Straford tiró de mi cabello, diciéndome que era asquerosa porque tenía agujeros en mi ropa, Micha lo empujó y le dijo que olía a huevos podridos. El profesor se enojó con él y luego, su padre también, cuando llegamos a casa de la escuela. Durante tres días no pudo jugar conmigo porque sus padres le dijeron que estaba castigado, pero ya han pasado tres días y ahora puedo ir otra vez. Es un día bastante caluroso, así que agarro dos paletas de helado del congelador antes de dirigirme hacia ahí. Mis zapatos tienen agujeros en las suelas otra vez, así que ni siquiera me molesto en ponérmelos. Mi mamá me grita que saque la basura cuando salgo, por lo que tengo que regresar y sacarla del cubo. Siempre me está gritando que saque la basura y lave los platos. Eso me pone muy triste a veces, porque me canso, pero mi papá dice que se encuentra enferma y que mi hermano y yo tenemos que ser amables con ella y ayudarla ya que él tiene que salir de noche a “despejar su mente y tomar un descanso”. La bolsa de basura pesa mucho y deja cierto asqueroso material viscoso en el suelo de la cocina cuando la arrastro hacia fuera, la deslizo por los escalones y la arrojo en el gran bote de basura. Pongo la tapa y bajo de un salto a la acera, luego subo por encima de la valla. Los aspersores están encendidos y el césped se encuentra todo mojado y con un poquito de barro, pero de todas formas chapoteo al caminar, haciendo que el dobladillo de mis vaqueros se mojen y un poco de barro queda atrapado entre los dedos de mis pies. Salto hasta la acera, dejando huellas en el concreto hasta la puerta lateral de la casa de Micha Estoy a punto de golpear la puerta cuando oigo a alguien llorando dentro de la cochera. La puerta se halla abierta y el Challenger del papá de Micha no está; siempre ha estado estacionado allí, así que es raro. El papá de Micha siempre está trabajando y renegando allí. Cuando entro a la cochera, encuentro a Micha sentado donde solía estar estacionado el auto, de espaldas a mí. Suena como si él estuviera sollozando, lo que no tiene ningún sentido. Por lo general, soy yo la que llora y Micha es el que sonríe. —Micha —le digo, y el llanto se detiene.

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—No puedo jugar hoy, Ella —dice en voz bajita y parece que intenta limpiarse las lágrimas. Camino delante de él, pero no alza la mirada, así que me siento en el piso. Mete los brazos en su regazo y solo puedo ver la cima de su cabeza, porque está mirando hacia abajo al suelo. —Micha, ¿qué pasó? —le pregunto, con las paletas de helado en mi mano. Sacude la cabeza y luego sus hombros comienzan a temblar cuando se pone a llorar de nuevo. —Mi papá tomó el auto y se fue. —Estoy segura de que volverá pronto —le digo, sin entender por qué eso le hace llorar. Mi papá se va en su auto todo el tiempo. Sacude la cabeza y me mira. Los ojos de Micha son de un color azul muy bonito que vi en unas cuentas que una vez utilicé para hacer una pulsera en la escuela. Sus ojos están muy grandes y brillantes en estos momentos como las cuentas y se ve tan triste. Como que me hace sentir ganas de llorar, también. —No va a volver —me dice y lágrimas ruedan por sus mejillas y caen al suelo—. Nunca. Mi mamá dijo que huyó y que nunca volverá a casa. No sé qué decirle. Mi papá huyó una vez también, al menos eso es lo que me contó mi mamá, pero luego volvió a casa esa noche y mi mamá dijo que debe haber sido porque no pudo encontrar ningún lugar a donde ir. Pero a veces me cuenta historias que no creo que sean verdaderas. Me deslizo más cerca de Micha, sin saber qué decirle, así que en su lugar, le extiendo una paleta de helado. Sigue llorando mientras la mira y finalmente la toma de mi mano. Le saca el envoltorio y hago lo mismo, luego me siento allí con él mientras llora porque siempre me hace sentir mejor cuando se sienta conmigo en las ocasiones que estoy triste. Al final sus lágrimas se detienen, mucho después de que las paletas se hayan derretido en nuestros estómagos y Micha por fin se levanta y se frota los ojos con el dorso de su mano. Me pongo de pie, también, y pienso en algo que decir. —¿Quieres hacer algo? —le pregunto. Me mira, todavía triste, pero asiente. —Sí, ¿qué quieres hacer? Sonrío y tomo su mano. —Cualquier cosa que quieras —le digo. Siempre hace cosas por mí, pero hoy se trata de hacerlo feliz a él. Piensa en algo y entonces aparece la más mínima chispa en sus ojos. —¿Qué tal si jugamos a las escondidas? Asiento y jugamos hasta que el sol se pone, convirtiendo un día triste en uno mejor porque estamos juntos.

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6 Traducido por Issel Corregido ♫ MoniQue ♫

Micha Más tarde ese día, toco con mi mano en la entrada mientras entro a mi habitación. Ella está acostada en la cama boca abajo con el diario abierto frente a ella y en verdad deseo que deje de leer esa cosa. Tanto como sé que es bueno que tenga algo que perteneció a su mamá, puedo ver en sus ojos que lo que hay allí la hace sentir mal. No ha tomado su medicación por un tiempo y no ha hablado con un terapeuta en varios meses, al menos que yo sepa. Ha estado bien y quiero que continúe así, pero tampoco quiero ser el idiota que le diga que deje de leer el diario de su madre muerta. Así que mantengo mi boca cerrada y en vez de eso la observo. Es hermosa, con su cabello castaño rojizo atrapado detrás de su cabeza, los rizos ondulados enmarcan su cara, y lleva puesto un vestido negro y rojo que se abraza a su cuerpo y tacones negros en sus pies. —Dios, eres tan sexy —digo, ajustándome a mí mismo, mientras trata de superarme la urgencia de cerrar la puerta y tomarla desde atrás. Pero las personas han comenzado a llegar a la casa para la fiesta, así que me controlo. Ethan los está dejando pasar a todos pero no estaba muy feliz con respecto a la fiesta, aunque no tengo ni idea de por qué, porque solía disfrutarlas cuando éramos más jóvenes. Era lo nuestro y era probable que en ese entonces fueran más las que hicimos en mi casa que a las que íbamos, ya que a mi madre nunca le importaba, siempre y cuando limpiáramos después. Tuve que reírme de Ethan cuando estábamos conduciendo y hablando sobre lo que ha estado sucediendo en nuestras vidas en los últimos seis meses. Supongo que cuando él y Lila regresen a las Vegas, van a empacar sus cosas y a irse de viaje para tratar de vivir su sueño de ser un hombre de la montaña. Es extraño porque Lila no parece de ese tipo, al menos cuando la conocí, pero ahora se ve diferente. Luce menos estirada y odio decir que, en un primer momento, pensé que era una chica rica malcriada. Pero no lo es. En realidad, es bastante agradable.

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Ella alza la vista a través de sus largas pestañas, y su mirada pasa sobre mis vaqueros negros, mi cinturón, y mi camiseta de Pink Floyd, luego se muerde el labio. —También luces bien. —Cierra el diario y se sienta—. ¿Tratas de impresionar a alguien en particular? Ruedo los ojos y pateo una camiseta del camino mientras entro en la habitación. —Solo a ti. —Sí, puede que lo sepa. —Baja la mirada a su mano mientras flexiona los dedos en frente de ella para que brillen los diamantes y la piedra negra de su anillo de compromiso—. Pero a diferencia de mí, no tienes un anillo en tu dedo para marcarte como comprometido. —Siempre podrías darme mi anillo —le digo—. Lo usaré. Sacude la cabeza, se levanta de la cama y tira de la parte de abajo de su vestido, un vestido que luce mucho más corto ahora que está de pie. — De ningún modo. No vas a ver eso hasta el día de la boda. —Se detiene, poniendo las manos en sus caderas—. No importa de cualquier manera, si alguna de las chicas coquetea contigo, voy a patearles el trasero. —Esa es mi chica feroz. —Le doy un beso profundo y luego elevo un dedo cuando se me ocurre una idea—. Ya sé. —Retrocedo hacia la puerta—. Sal y comienza a divertirte y yo me encargaré del problema del anillo. Luce perpleja pero me sigue fuera de la habitación. Se une a un grupito reunido en la sala mientras yo me encamino hacia la puerta. Me coloco mi chaqueta y salgo al pórtico, a la nieve. Las luces navideñas brillan desde la casa cruzando el camino y puedo escuchar el sonido de la música desde algún lado bajando por la calle. Bajo las escaleras trotando y me apresuro hacia la cochera, encendiendo la luz. Bajo una caja de una de las repisas de arriba y la coloco en el mostrador. En tanto busco entre las partes de carro, mi teléfono suena desde mi bolsillo. Cuando lo saco, el nombre de mi productor, Mike Anderly, aparece brillando en la pantalla. Presiono hablar y coloco el teléfono en mi oído. —Es un poco tarde para estar llamando —le digo, balanceando el teléfono contra mi oreja mientras busco en la caja. —Lo sé, pero no podía esperar hasta la mañana para llamarte y darte las nuevas noticias —dice, sonando mucho más feliz de lo normal. Usualmente, es puro trabajo y algo irritable. —¿Qué noticias? —Saco el anillo de metal de la caja, sonriendo a mi idea inteligente. —Que te vas de gira. Casi dejo caer el anillo. —¿La gira de Rocking Slam?—pregunto. Es la gira que he estado tratando de conseguir desde hace meses, la que tiene

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un montón de mis bandas favoritas, músicos a los que idolatro. En la que tendré que estar en la carretera por tres meses enteros. —Esa misma sería —dice alegremente—. Así que trae tu trasero aquí, así podemos celebrar. Mi boca se curva hacia abajo. —No puedo. Estoy en Wyoming, preparándome para casarme. Te lo dije anoche. —Oh sí, lo olvidé —suspira—. Bueno, apura y hazte cargo de eso para que puedas regresar y celebrar. De cualquier manera te vas en solo unas semanas y tenemos que terminar de grabar. Mierda. —Sí... No estoy seguro de que pueda ir. —¿Qué diablos quieres decir con que no estás seguro? —exclama—. Hemos estado tratando de incluirte en esta gira durante meses. —Lo sé —le digo—. Pero en verdad no pensé que fuera a suceder, y ahora están pasando otras cosas. —Bueno, sucedió y vas a ir —dice Mike severamente. —Mira, no estoy diciendo que no iré. Solo digo que necesito hablar con Ella primero. Ya que tiene que estar de acuerdo con que yo esté lejos por tanto tiempo. —¿Y si dice que no? —pregunta, asombrado—. ¿Entonces qué? —Entonces no iré. —Duele decirlo, pero es la verdad. Ella es más importante para mí que todo, y si no quiere que me vaya durante nuestro primer mes de matrimonio, no lo haré. Es así de simple. Música empieza a sonar desde el interior de la casa y rápidamente me deslizo el anillo de metal en mi dedo anular, lo que con suerte aliviará algo de la preocupación de Ella. —Mira, me tengo que ir. Te llamaré en una semana cuando regrese a la ciudad. —Más te vale que no digas que no —gruñe, y cuelgo el teléfono antes de que comience a despotricar, algo que hace mucho. Metiendo el teléfono en el bolsillo del pantalón, regreso a la casa, preguntándome cómo va a reaccionar Ella ante las noticias. La imagino pretendiendo que no tiene problemas con esto, pero en el interior no queriendo que me vaya. Esconde sus sentimientos bien, así que si voy a hacer esto necesito asegurarme de que está completa y profundamente de acuerdo con ello. Una duda y me quedaré. Además, tan divertido como sería la gira, nuestra pequeña vida en San Diego es buena y ¿por qué arruinar algo bueno? Porque ser parte de esta gira es mi sueño. Frunciendo el ceño al pensamiento, cierro la puerta detrás de mí y entro a la cocina. Ethan está sentado en la mesa, bebiendo de un vaso

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plástico rojo y Lila se ríe de algo que él dice mientras se sirve un trago. Hay otra pareja hablando en frente del lavaplatos de la cocina. Solía ir a la escuela con ellos, pero no puedo recordar sus nombres, los saludo cuando dicen “qué tal” y luego me encamino a la sala. —Chin chin. —Ethan levanta su vaso mientras paso a su lado, brindado por algo, y luego lanza la cabeza hacia atrás y se traga la bebida. —¿Ya te encuentras borracho? —pregunto—. Porque se supone que toques la batería en, como, diez minutos o así. —No —dice, pero sus ojos rojos sugieren lo contrario—. Lo tengo controlado. Además, puedo tocar perfectamente bien la batería cuando estoy borracho. —Micha, ¿quieres que te prepare una bebida o que te sirva un trago? —dice Lila con una botella de jugo de naranja en su mano —No, gracias —le digo, cogiendo una cerveza del congelador cercano a la puerta—. Tengo que limitarme a la cerveza. Ella asiente a sabiendas mientras coloca en el mesón el jugo al lado de la fila de botellas de vodka, tequila y Bacardi, y una pila de vasos plásticos. Desde que hace alrededor de un año Ella me llamó la atención sobre mi comportamiento idiota cuando estoy borracho, me tomo más con calma lo de emborracharme. Fue difícil al principio, pero ahora es cómodo. Quito la tapa mientras entro en la habitación llena de humo de cigarro, dejando que el maravillosamente potente humo se fije en mis pulmones. Incluso un par de años después de dejar el hábito, menos algunos deslices, aún se me hace agua la boca. Más temprano, Ethan y yo empujamos los muebles a un lado para hacer espacio para su batería, la que recogimos de su casa al volver de la tienda de comida. Mi vieja guitarra está reclinada contra un micrófono. Hay también un amplificador y un bajo en la esquina al lado de un pequeño árbol de navidad plástico decorado con adornos rojos y plateados, y oropel. No sé aún quien tocará el bajo, pero lo coloqué ahí por si acaso. Conozco muchas personas que tocan el bajo y sería bueno tener buen sonido incluso si esto es solo un fiesta. De alguna manera me siento como si estuviera diciendo adiós, porque en pocos días estaré casado, mi vida con Ella finalmente comenzará, y esta vida puede, con suerte, convertirse en recuerdo de todo lo que compartimos y que nos trajo a este punto. Comienzo a ir hacia mi guitarra cuando veo a Ella sentada en la parte de atrás del sofá con un vaso rojo de plástico en su mano. Un chico alto, de apariencia desaliñada, cuyo nombre creo que es Brody, se halla de pie en frente del sofá mirando sus piernas y escote mientras se queja sobre algo. Camino hacia Ella y me subo en la parte de atrás del sofá a su lado. Luego paso mi brazo alrededor de su hombro. Sé que estoy siendo

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territorial, y sé que Ella nunca haría nada con nadie, pero eso no significa que voy a dejar que algún chico la mire como si pudiera comérsela. Es afortunado de que no lo golpee. Es mía y él debe alejarse. —Oye, ¿a dónde fuiste? —me pregunta ella mientras Brody me da una mirada desconcertada y luego se aleja sin decir una palabra. —A buscar esto —respondo, sosteniendo en alto mis dedos. Toma mi mano y pasa su dedo sobre el anillo de metal. —¿En verdad colocaste una junta tórica1 en tu dedo anular? La deslumbro con mi más encantadora sonrisa, la que sé, hace que su estómago dé saltos. —Ahora todos saben que no estoy soltero. Toma un trago de su bebida y luego se lame los labios. —Qué lástima. Estaba deseando patearles el trasero a todas las chicas que te coquetearan esta noche. —Apuesto que sí —murmuro mientras me inclino hacia adelante y lamo una gota de alcohol de su labio—. Bacardi, ¿eh? Se encoge de hombros e inclina su cabeza hacia atrás para tomar un gran trago. —Pensé en divertirme esta noche. En emborracharme un poco. La miro cautelosamente. —No estoy seguro de que me guste eso. Ella borracha puede ser malvada a veces. Y caliente. —Oye. —Contiene una sonrisa mientras su mano se afianza en mi muslo, apretando con fuerza—. No soy malvada. Vacilo mientras tomo mi cerveza. —Puedo recordar cierta pataleta sobre un juego perdido de póker. Uno donde, borracha, me lanzaste una ficha. Entrecierra sus ojos. —Solo porque estabas siendo presumido. —Presumido porque gané y logré verte desnuda. —Bueno, quizá me emborrache lo suficiente esta noche para que puedas verme desnuda. Mientras dejes de decir que soy una borracha malvada. —Se baja del mueble y mi brazo cae de su hombro—. Y por cierto, puedes ser de la misma forma cuando te emborrachas. —¿De qué forma? —Caliente y malvado. Levanto mi cerveza y señalo un dedo hacia esta. —Es por eso que me estoy apegando a esto. —Deslizo mis pies fuera del mueble y me levanto—. Así que, ¿qué canción quieres que toque esta noche? Es un tipo de sello de goma utilizado para impedir la fuga de un fluido desde una cámara de mayor presión a otra de presión menor 1

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Golpetea con su dedo el labio y hay una mirada juguetona en sus ojos verdes. Ya está algo borracha, lo que significa que voy a tener mis manos llenas esta noche. —¿Qué tal la que tienes tatuada en tus costillas? ¿La que dijiste que escribiste para mí, que nunca antes he escuchado? Automáticamente toco el lado de mi costilla, donde el tatuaje de las letras está escondido debajo de la tela de mi remera. —Nunca he cantado esa para nadie. No estoy listo. —¿Por qué no? —Porque... —Tiro de la etiqueta húmeda de la cerveza—. Porque la escribí para ti. mí.

—Está bien... —Frunce el ceño, confundida—. Entonces tócala para

Observo a la habitación lleva de personas borrachas y bulliciosas. — No creo que pueda en este momento. —¿Por qué no? —Porque es personal. —Porque significa mucho para mí y lo último que quiero hacer es cantarla a una habitación llena de personas cuando ni siquiera se la he cantado a ella. Además, me pone un poco nervioso cantársela porque es intensa. Me da la mirada más perdida y suspiro, porque sé que estoy siendo extraño. —Es solo que cuando la escribí, la letra de alguna forma me sorprendió porque era la primera vez... que me daba cuenta que pensaba sobre ti... de esa manera. —Pero ambos sabemos cómo te sientes ahora —dice, mirando al anillo metálico en mi dedo. —Lo sé. —Acaricio su mejilla con mis dedos—. Y cuando la toque por primera vez, quiero que solo seamos tú y yo. —¿Por ejemplo más tarde esta noche? —pregunta, con esperanza. —O quizás en nuestra luna de miel —le digo y sonrío cuando su barbilla cae—. ¿Qué? ¿Pensaste que no tenía nada planeado? —Pero la boda ha sido retrasada. —Estira su cuello y mira sobre el hombro mientras más gente entra en la sala—. Así que si tenías una planeada, entonces ¿cómo la pospusiste? —Porque la tenía planeada para unas semanas después de ayer, cuando se suponía nos íbamos a casar. —De repente, me doy cuenta que si voy de gira, mis planes de luna de miel se han ido a la mierda. Y ahorré dinero para reservarla, dejando de comer comida rápida y trayendo mi almuerzo; tonterías como esa para conseguir dinero extra. Un crucero de

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tres días, la que sería una luna de miel normal y perfecta para nosotros ya que no somos simples la mayor parte de nuestras vidas. —Así que, ¿a dónde iremos? —pregunta, intrigada, codeándome cuando un chico, cuyo nombre creo que es Del, entra usando un sombrero de santa y cantando “We wish you a merry Christmas”, muy borracho y fuera de tono. —De ninguna manera. Es una sorpresa —digo, guiándola hacia la puerta de la habitación cuando Ethan me hace señas. De pie a su lado esta Jude Taylorsen, un muy buen bajista, así que supongo que están listos para tocar—. Tengo que ir a tocar. Aprieta el vaso mientras se queda de pie en la multitud. Se está poniendo más ruidoso y con más humo a cada momento. Sé que si esto se llena mucho, los muebles van a romperse. No solía importarme, pero ahora me siento culpable y hago una nota mental de echar a todo el mundo antes de que esto llegue a ese punto. —Y toca esa canción —grita ella mientras camino hacia donde Ethan habla con Jude—. La que tocaste en la cafetería cuando regresé de las Vegas. Le sonrío encantadoramente. —¿Esa con la que te pusiste toda posesiva conmigo? Saca la lengua. —Kenzie es una zorra y una perra. Deberías estar agradecido de que salvara tu trasero de eso. Presiono mi mano en mi corazón. —Estabas celosa. Admítelo. Me fulmina con la mirada, pero sus labios se curvan hacia arriba. — Un poco. —Sé que lo estabas. —Le guiño un ojo y comienzo a girarme. —Y si quieres, puedes tocar la versión de esa canción que estaba sonando en el baño más temprano —dice—. Me gusta esa canción. —¿Te gusta la canción? —pregunto, mirándola de vuelta sobre mi hombro—. ¿O te gusta el recuerdo al que está unida la canción? —Ambas —dice simplemente y lanza su cabeza hacia atrás para tomarse el trago. Las curvas de su escote sobresalen de la parte de arriba de su vestido, y meneo mi cabeza, sabiendo que no soy el único chico en la habitación mirándola. Pero luego sonrío, sabiendo que soy el único que puede estar con ella. Baja el vaso de su boca y me da una mirada acusatoria, como si supiera que miré sus pechos. Parpadeo, apartando la mirada de ella y me dirijo al micrófono. Coloco mi cerveza en el suelo al lado de la pared, tomo mi guitarra, y deslizo la tira en mi hombro, pasando mis dedos a lo largo de las iniciales que grabé en la parte de atrás. Conseguí la guitarra cuando

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tenía trece en una venta de cochera por, como, cinco dólares. Fue mi primera guitarra y aunque me tomó un tiempo lograr manejarla, adoraba tocarla. Hay algo sobre la música y las canciones que me ayudan a expresarme, incluso cuando es difícil. Me hallaba tocando la primera vez que me di cuenta que tenía sentimientos por Ella, sentimientos que iban mucho más allá que solo amistad. Se encontraba en la multitud, bailando como lo hacía con frecuencia, con sus manos en el aire, moviendo sus caderas al ritmo. No podía quitarle los ojos de encima y me encontré deseando estar ahí con ella, tocando y besando cada centímetro de su cuerpo. Fue esa noche que fui a casa y escribí la canción que eventualmente me tatué en mis costillas porque era el tipo de momento lleno de emoción, y las palabras que creé sobre ella debían ser marcadas en mí para siempre. Fue el momento en que me di cuenta de que la amaba, incluso si no estaba totalmente consciente de esto al momento, pero solo porque aún no entendía por completo el amor. Aunque mirando hacia atrás, sé que en el momento en que escribí las palabras nunca habría nadie más. Ella era la única para mí.

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7 Traducido por J A N I Corregido por Pachi Reed15

Ella Me reúso a ser la Ella triste esta noche y obsesionarme con las cosas que no me hacen feliz, como mi mamá, sus pensamientos oscuros y sus miedos; mis pensamientos oscuros y miedos. No voy a pensar en mi futuro o en el hecho de que al parecer no puedo ni siquiera empezar mi portafolio. Esta noche es sobre divertirme y ver tocar a Micha, una de mis cosas favoritas en la vida. No voy a hundirme en un hoyo. Micha comienza con la canción que cantó en la cafetería, como le pedí que hiciera. Cuerpos sudorosos casi me ahogan mientras me balanceo de atrás hacia delante con la música. Lila se encuentra parada a mi lado, mirando a Ethan golpear la batería como si fuera el amor de su vida. Lleva puesto una camiseta azul sin mangas y pantalones vaqueros, junto con un par de botas. —Te ves deslumbrante —grito sobre la música, abanicando mi rostro con la mano, ya que mi piel empieza a humedecerse por el sudor. Aunque afuera hace un frío terrible, aquí hay tanta gente abarrotada en la pequeña sala de estar, que el calor corporal de por sí hace de la casa un desierto caliente. Ella se encoje de hombros, sus ojos fijos en la parte delantera de la sala, donde los chicos se encuentran tocando. —Creo que soy deslumbrante. Niego y luego agarro su mano, sintiendo que el alcohol sofoca cualquier cantidad de ansiedad saliendo a la superficie. Lila se ríe en tanto giro a su alrededor, sosteniendo mi bebida en la mano, ignorando al chico que me grita cuando, accidentalmente, le doy un codazo en el estómago. Lila agarra su bebida mientras da vueltas, tratando de no derramar nada. Yo sigo girando a su alrededor hasta que la música se detiene y la voz de Micha llega a través de la habitación. —De acuerdo, la siguiente canción fue pedida por la única persona de la que acepto órdenes. —Me guiña y una chica grita que le hará lo que quiera si le canta una canción.

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Me volteo, escaneando la multitud en busca de la culpable, y la encuentro en la parte posterior de la sala. Una chica alta, curvilínea y con cabello oscuro, dándome una mirada condescendiente mientras da un sorbo a su cerveza. Kenzie, la mesera de la cafetería. Imagínate. —Creo que alguien quiere que le pateen el trasero esta noche — declaro, señalándola como un blanco con una mirada. Fue a la escuela conmigo y sabe de lo que soy capaz. Ha pasado un tiempo desde que me metí en una pelea, pero eso no significa que he olvidado cómo pelear. Lila aplaude y salta de arriba abajo. —Oh Dios mío, deberíamos pegarle juntas. —Se vuelve hacia mí con una sonrisa en su rostro—. La sostendré por la espalda y tú le jalas el cabello. La miro boquiabierta. —¿Quién eres? —Alguien que quiere averiguar cómo es meterse en una pelea. — Sonríe, haciendo puños—. Vamos, Ella, sé mi señor Miyagi2. —Guau, actúas raro y me gusta. —Golpeteo un dedo contra mi barbilla, pensativamente—. Bueno, primero, no jalas el cabello. Así pelean las chicas. —Pero soy una chica. —Sí, pero si peleas como un chico, entonces ganas. El elemento sorpresa. Las desconcierta totalmente. Menea la cabeza de arriba abajo, mirando a Kenzie mientras toma un trago del vaso rojo en su mano. —Puedo ver cómo funciona. —Funciona perfectamente, casi todo el tiempo —le aseguro—. Y si quieres, puedes patear… —Soy interrumpida por el bajo golpe de la batería y guitarra, juntas en perfecta armonía. Me doy media vuelta para mirar al frente de la habitación, ya sin importarme Kenzie. Puede decir lo que quiera. No significa nada para nadie importante. Micha rasguea sus largos dedos por la guitarra mientras se para en frente del micrófono. Con su mirada fija en mí, el anillo redondo de plata en su dedo anular brillando en la inadecuada luz de la habitación mientras canta la canción que tocaba mientras estuvimos en la ducha, más temprano. La letra trae recuerdos recientes y juro por Dios que puedo sentir el calor del vapor y el camino ardiente que sus manos dejaron sobre todo mi cuerpo. Lo veo tocar, deseando tocarlo y que me toque. Pongo el vaso de plástico en mis labios y tomo otro trago de Bacardi, sintiendo su quemadura junto al calor de mi cuerpo, dándome cuenta de que Micha

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Maestro karateka de la película Karate Kid.

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tenía razón. Me pongo caliente cuando me emborracho porque todo en lo que puedo pensar ahora es en él dentro de mí como en la ducha. Cuando sus labios se abren para cantar el coro, cierro mis ojos y dejo que la letra y el sensual sonido de su voz se derrame sobre mi cuerpo. Desaparezco. Las personas a mi alrededor ya no existen. Solo somos Micha, su hermosa voz y yo. Recuerdo la primera vez lo escuché tocar, sentada en ese puf que tenía, viéndolo tocar y cantar en su cama sin camisa con esa expresión intensa en su rostro, como si las palabras que cantaban se adueñaran de él. —Y, ¿qué piensas? —preguntó después de detener el rasgueo de las cuerdas. Me había encogido de hombros, pretendiendo que el bloc de dibujo en mi regazo no contenía un dibujo suyo en la cama. Que no acababa de dibujarlo, haciendo líneas y sombras sin importancia. Que me importaba lo suficiente que me tomé el tiempo de dibujarlo. Me sentí tan perdida en el momento, escuchándolo cantar así mientras miraba el dibujo que no era solo un dibujo. Me hallaba perdida pero de la manera más maravillosa. —Está bien, supongo —respondí con indiferencia, añadiendo unos matices de entorno a sus ojos, porque eran tan hermosos como para no tener detalles extras. —¿Solo bien? —Levantó una ceja mientras sostenía la guitarra en su regazo. Parecía un poco molesto por mi respuesta y eso me hizo sentir culpable. —No, fue hermoso —dije en voz baja y miré mi dibujo, incómoda con cuán intimo era el momento, porque no solía usar la palabra hermoso. Así como no hacía dibujos de personas si no eran para una tarea de la escuela. Esperé que dijera algo, aunque deseaba que no lo hiciera. Pero nunca dijo nada, finalmente acabó tocando la misma canción, otra vez. Le sonreí a mi dibujo, porque aunque sabía que no era posible, juro por Dios que en realidad podía leer mi mente, y, eventualmente, volví a trabajar en mi dibujo de él mientras lo escuchaba tocar. Siempre había amado la música, pero oírla de su boca calentaba mi alma de una forma que nunca supe que era posible. Sacudo mi cabeza ante el recuerdo. Tal vez hay otra frase para poner en mis votos. Aunque, todas esas notas son un poco personales y no me encuentro segura si me atreveré a leerlas en voz alta. El pánico araña mi garganta y empiezo a abrir mis ojos y tomar otro trago, pero entonces Micha llega a la parte intensa de la canción y no quiero dejar pasar el

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momento. Quiero bailar, perderme de nuevo, como la primera vez que lo oí cantar. Mantengo mis parpados cerrados y balanceo mis caderas, moviendo la cabeza de atrás hacia delante, mientras mi cabello vuela a todos lados. Llevo puestos tacones y es una lucha mantener el equilibrio, pero no me importa, incluso cuando tropiezo unas cuantas veces. Así como no me importa hallarme rockeando en una habitación llena de gente que son absorbidos por la cerveza y tratan de encontrar a alguien con quien engancharse y que, probablemente, me miran como si fuera rara. Prefiero ser un bicho raro que no disfrutar este momento. Me he obligado a no disfrutar demasiados momentos en mi vida. Necesito más diversión. Quizá es el alcohol en mi sistema que me hace pensar esas cosas, o quizá, solo estoy siendo mi viejo yo. O tal vez soy yo siendo yo. Sea lo que sea, me muevo, bailando al ritmo de la música. Lila se ríe de mí, y cuando abro los ojos está bailando, también. Continuamos bailando toda la canción, y yo sigo balanceando mis caderas con las manos sobre mi cabeza, incluso cuando la música se detiene y las voces aumentan a mi alrededor. Momentos después, el equipo suena y el sonido sofoca la charla. New Low de Middle Class Rut empieza a vibrar a través de los parlantes y sé que será cuestión de segundos para que ya no sea la única bailando en la habitación llena de gente. Justo en ese momento, los brazos largos de Micha se envuelven entorno a mi cintura y me guía hacia atrás, contra su cuerpo. Sé que es él por su penetrante olor: Su colonia combinado con menta, cerveza y algo maravillosamente embriagador que le pertenece solo a él. Inhalo hondo, moviéndonos juntos mientras rozamos nuestros cuerpos al ritmo de la música. —Eres tan sexy —dice, respirando en mi oído y dándome una pequeña mordida—. ¿Sabes lo difícil que es estar parado allí y tocar mientras tú te encuentras aquí abajo haciendo eso? —¿Haciendo qué? —pregunto inocentemente mientras su mano se escabulle a la parte de atrás de mi vestido y ahueca mi trasero desnudo. Sus cejas se levantan. —¿Qué bragas usas? Sonrío. —Una tanga con lentejuelas. —Giro y presiono mi cuerpo contra el suyo, disfrutándolo demasiado. Sus manos se deslizan por mi espalda y acerca mi cuerpo al suyo hasta que ya no queda espacio entre nosotros. Muevo mis caderas contra él y suelta un gemido ronco. Incapaz de controlarme, lanzo mis brazos a su alrededor, parándome de puntillas y lo beso, instándolo a abrir los labios con mi lengua. Me besa con la misma intensidad en tanto succiono el aro de su labio, acaricio el interior de su boca con mi lengua y muerdo su labio inferior.

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—Maldición, niña bonita, me matas —gruñe profundamente, un gemido gutural que hace que mis muslos cosquillen, así que deslizo una mano entre nosotros, frotando su dureza—. Cariño, despacio. Hay gente… —Se caya cuando muevo mi dedo a la parte superior de sus pantalones. Sé que me encuentro borracha y caliente, como dijo antes, pero no me importa. Sé lo que quiero. A él. Cuando empiezo a desabrochar el botón de sus pantalones, se aleja, sus ojos aguamarina poniéndose vidriosos, su expresión ardiendo con deseo que coincide con el mío. No dice ni una palabra mientras entrelaza nuestros dedos y luego me jala contra sí mientras maniobra a través de la multitud para ir a la cocina, sacando a la gente del camino con el codo. Saca dos cervezas a medida que pasamos por el refrigerador y me entrega una. Ethan se halla de pie junto al refrigerador, chorreando sudor por haber tocado la batería, sin la camisa puesta y mostrando sus tatuajes. Lila está detrás de él con la cabeza en su espalda mientras pasa sus uñas de arriba abajo por su piel. Micha le da un movimiento de barbilla y dice—: En una hora bota a todo el mundo. —¿Por qué no puedes…? —Ethan parpadea y luego hace una mueca a medida que mira entre Micha y yo, mientras Lila ríe—. De acuerdo, lo haré. Pellizco el trasero de Micha porque puedo hacerlo y murmura algo incoherente. Luego me lleva consigo mientras cruza la cocina y se desplaza por el pasillo. Llegamos a su habitación y cierra la puerta de una patada detrás de nosotros. Cuando se gira para mirarme, sus labios inmediatamente cubren los míos, sus dedos sacan bruscamente la tela de mi vestido. —Sabes a cerveza —murmuro con una risita borracha a medida que le devuelvo el beso, jugueteando con el botón de su camisa mientras retrocedemos hacia la cama con nuestras cervezas aún en las manos. —Y tú sabes a Bacardi —murmura contra mis labios, luego, de repente, me aparta—. Espera, ¿cuán borracha estás? Ruedo los ojos. —Primero que nada, aunque estuviera borracha, no importaría. No puedes aprovecharte de mí, ya que soy tuya —digo y esa mirada lujuriosa brilla en sus ojos—. Y segundo, no estoy borracha. Recordaré todo lo que hicimos en la mañana. —Me gusta tu lógica. —Toma la cerveza de mi mano y la coloca sobre la cómoda junto a la suya—. Pero, ¿estás segura? —Muy segura.

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Eso es toda la persuasión que necesita. Con un tirón rápido, jala mi vestido por mi cabeza tan fuerte que desgarra la esquina de la tela y manda a volar los broches de mi cabello. Hace una mueca de “ups”, pero cubro su boca con la mano. —Es solo un vestido. —Luego aplasto mis labios contra los suyos, el anillo de su labio sintiéndose caliente contra mi boca mientras mi cabello cae y roza mis hombros. Minutos después, toda nuestra ropa se encuentra en el piso y yacemos en la cama, él de espalda y yo a horcajadas. Empuja sus caderas a medio camino a medida que yo bajo sobre él. Sus ojos se cierran mientras me agarro a sus hombros y jadeo cuando se hunde más en mi interior. Mi cabello cae libremente por mi espalda mientras inclino la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Agarrándome las caderas, empuja en mi interior una y otra vez. Nuestros cuerpos gotean con sudor mientras que mi mente se va más lejos. Indefensos canales de energía pasan a través de mí y clavo mis uñas en su piel, necesitando aferrarme a algo. Finalmente, toma mi mano y sujeto a Micha hasta que me deshago. Grito su nombre y desaparece cada preocupación, todo lo que queda es la satisfacción dichosa que solo Micha puede hacerme sentir.

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8 Traducido por Julie Corregido por Laurita PI

Micha Me encuentro acostado en la cama, pensando en cómo decirle a Ella sobre la gira cuando Ethan echa a todo el mundo de la casa. La oscuridad se ha instalado en mi habitación, el ruido y las voces disminuyen lentamente hasta que la casa se queda en silencio. Me incorporo, pero solo para encender mi iPod, y selecciono I Can Feel a Hot One de Manchester Orchestra, luego me acuesto. Ella yace desnuda a mi lado, apoyada sobre su estómago, con el pelo disperso por toda la espalda; las sábanas cubren la mitad de su cuerpo mientras duerme sin hacer ruido. La luz de la luna fluye a través de la ventana e ilumina la parte baja de su espalda, destacando el símbolo de infinito tatuado con tinta negra. Coincide perfectamente con el de mi brazo y a veces me gustaría poder recordar la noche en que nos los hicimos, recordar lo que habíamos estado pensando cuando tomamos una decisión permanente. Qué nos llevó hasta el momento en que pensamos: Oye, qué demonios, vamos a hacernos tatuajes a juego que signifiquen para siempre y eternamente. ¿Qué pasó por nuestras mentes? ¿Qué pasó por la mente de Ella? Trazo con suavidad las líneas curvas en su espalda y la siento temblar bajo mi tacto. —¿Estás despierta? —le pregunto, mientras mis dedos vagan más abajo, a la cima de su culo. Asiente, con los ojos todavía cerrados. —No puedo dormir cuando me tocas así. —¿Qué tal así? —Giro y me inclino para besar su espalda—. ¿Eso ayuda? —pregunto, reprimiendo la risa cuando se estremece. —No, es peor, pero no pasa nada. Puedes seguir besándome allí si quieres. Sonrío para mis adentros y luego coloco otro beso en su espalda, deslizando la lengua sobre su piel. Se retuerce así que lo hago de nuevo, luego descanso la cabeza en su espalda, coloco la mano en su costado, y mis dedos rodean sus costillas.

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—¿Te acuerdas de algo de esa noche? —murmura contra la almohada. —¿Algo de qué noche? —La noche que nos hicimos los tatuajes. —Ya te dije cuando nos despertamos en el banco de un parque que no me acuerdo de nada y los recuerdos nunca regresaron. Es una de esas clases de noches que creo que será un espacio en blanco. —Sí, pero siempre me he preguntado si me decías que no te acuerdas porque te preocupaba que me pusiera rara por lo que sucedió. —Bueno, tanto como eso parece algo que haría yo, honestamente no puedo recordar una sola cosa —digo—. Aparte, en un minuto bebíamos mucho en mi patio trasero, mientras que una fiesta seguía en el interior y lo siguiente que supe es que despertábamos en el banco del parque, tus zapatos estaban desaparecidos y mi brazo ardía muchísimo. Me gustaría saber cómo me las arreglé para convencernos de hacerlo. Y cómo me las arreglé para lograr que hicieras algo tan permanente —le digo y ella queda más tranquila; el sonido de su respiración se mezcla con la canción de ritmo lento. Cuanto más tiempo perdura en silencio, más empiezo a preocuparme—. ¿Ella May? —Sí. —Su voz es aguda y llena de nerviosismo. Mi palma se desliza hacia sus caderas. —¿Has estado mintiendo acerca de no recordar nada de esa noche? Hace una pausa y su cuerpo se tensa. —No. Ya te he dicho mil veces que no puedo recordar nada. —Niña bonita, creo que tu mentira se comienza a notar. —Hago cosquillas a su costado y entierra su cara en la almohada, sacudiendo la cabeza—. Te acuerdas de algo, ¿no? —Presiono mi pecho contra su espalda y me inclino sobre su hombro, sumergiendo mi boca en su oído—. Dime. No me enojaré. —Sé que no vas a estar enojado —dice, girando la cabeza hacia un lado para que su rostro quede lejos de la almohada—. Pero sí petulante, lo que es peor y por eso lo he mantenido en secreto. —No voy a ponerme petulante —digo seductoramente—. Lo prometo. —Lo harás, Micha Scott —argumenta—. Te conozco demasiado bien como para no pensar de otra manera. —Puedo hacer que te rindas y me digas. —Me alejo un poco y paso mi dedo por su espalda hasta el centro de sus piernas. Salta, sobresaltada, cuando empiezo a poner mi dedo dentro de ella.

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—Micha. —Entrecierra los ojos en la oscuridad mientras se da la vuelta sobre su espalda y se sienta; la luz de la luna ilumina su pecho desnudo—. Ese fue un golpe bajo. Me incorporo, llevando sus piernas sobre mi regazo mientras me dirijo hacia un lado y me relajo contra la pared. Entonces la sitúo en mi regazo, para que su culo quede por encima de mi pene. —Solo dime — digo—. Trataré de no ser petulante pero quiero saber. Suspira y luego pone la cabeza en mi hombro. —Está bien, pero solo porque te amo. Le beso en la frente, respirando sus palabras, ya que nunca me canso de escucharlas. —Me parece bien. Suspira de nuevo y luego extiende los dedos sobre mi estómago. — ¿Te acuerdas de cómo decidimos que todos en tu casa eran molestos y que necesitábamos tener una de nuestras fiestas, así que recogimos una botella de Bacardí y nos escabullimos fuera? Asiento, apoyando la barbilla en la cima de su cabeza. —Todo el mundo siempre era molesto. —Sin embargo, siempre tenías las fiestas. —Dibuja un patrón a través de mi estómago y luego hasta mi pecho—. Casi cada fin de semana después de cumplir dieciséis años. —Me aburría y me gustaba la distracción. —Me estremezco por su toque; es la única chica que me hace temblar. Realiza un trayecto con los dedos por mi estómago y los detiene sobre mi corazón, presionando la palma de la mano allí. —¿La distracción de qué? Pongo mi mano sobre la suya y atrapo su mano. —De ti. Se tensa y yo también, porque sé lo que viene. —¿Es por eso que te acostabas con todas? —pregunta en voz baja. Cierro los ojos, sabiendo que puede sentir el aumento en mi ritmo cardíaco. —¿No te he dicho siempre que solo pasaba el tiempo hasta que llegaras aquí? —Sí, pero ¿de verdad tenías que acostarte con todo el mundo? —No me he acostado con todo el mundo, ni siquiera cerca —señalo— . Tenía dieciséis años y me sentía cachondo, y todos los que salían conmigo tenían sexo. —¿Así que fue a causa de la presión de grupo? —pregunta, dudosa— . Porque no parece propio de ti. Abro los ojos y suspiro, liberando su mano. —En realidad no era a causa de nada y ese es más o menos el sentido. Era joven, estaba aburrido

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y enamorado de mi mejor amiga, y si trataba de hacer algo que pasara el límite de la amistad, ella se molestaría. No sabía qué hacer conmigo mismo la mitad del tiempo, y con honestidad, Ella, me sentía como una mierda la mayor parte del tiempo por las cosas que hacía, y no solo con otras chicas, sino contigo. —Hago una pausa, dándole espacio para que diga algo y cuando no lo hace, continúo—: ¿Te acuerdas de aquella vez que te hice ir a la carrera conmigo y cuando gané, te besé porque me excité demasiado? Asiente vacilante, con su mano todavía colocada sobre mi corazón. —Casi te di un puñetazo en la cara, pero solo porque era un reflejo. No estaba acostumbrada a que la gente me tocara de esa forma. —Te enojaste tanto. —Solo porque me sentía confundida. Hago una pausa. —¿Sobre qué? Duda. —Sobre nosotros, y lo que sentía. —¿Y qué sentías? Porque me muero de ganas de saber. —Aunque ahora la tengo, todavía me encanta oír hablar de nuestro pasado y el hecho de que a veces no era el único que sufría en silencio. Gira su rostro hacia mí, así que su aliento calienta mi pecho y sus labios rozan mi piel. —No estoy segura. —¿Te gustaba lo que sentías? —Toco su frente con los labios. Vacila por un momento y luego asiente. —Sí. Mucho. Y ese era el problema. Sonrío mientras miro por encima de su cabeza a la ventana, donde las luces de navidad brillan en la oscuridad de afuera. Hay un conjunto de unas plateadas en el árbol que lleva a la habitación de Ella, el que utilizaba para subir todo el tiempo solo para poder estar cerca de ella. — Gracias, niña bonita. —¿Por qué? —Por decírmelo. Es bueno saber que no siempre era yo —le digo—. ¿Ahora vas a decirme algo acerca de los tatuajes? Hace una mueca y luego mueve la cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos. —Fue mi idea ir a hacerlos —admite. Quedo casi boquiabierto. —¿Qué? Rueda los ojos y luego se sienta, balanceando la pierna por encima de mí, así que se encuentra montada en mi regazo y sus pezones rozan contra mi pecho desnudo. —Estábamos borrachos y me desafiaste a que te bese, así que lo hice. Luego, te sugerí estúpidamente que sería muy gracioso si hacíamos algo para conmemorar el momento y luego decidimos que debíamos tatuarnos.

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—¿Y fui voluntariamente contigo? —le pregunto, sin escepticismo, ya que suena a algo que yo haría. Asiente mientras desliza sus palmas hasta mis hombros y luego enlaza los brazos alrededor de mi nuca, al tiempo que sus pezones suaves rozan mi pecho. —Me llevaste a la casa de Jason y le pedí que nos pusiera el símbolo del infinito. —¿Y luego qué? —pregunto, encontrando su cintura con mis dedos. Se encoge de hombros. —Y ahí es donde las cosas se pusieron un poco borrosas. Considero lo que dijo y eso me hace feliz. —Así que todo este tiempo supiste la razón por la que tengo esto. —Levanto mi brazo con el símbolo del infinito. Lo traza con el dedo. —¿Estás enojado? —No, como que me hace muy, muy feliz. —¿Por qué? —Porque demuestra que es posible que me hayas amado todo el tiempo. Se humedece los labios con la lengua y luego se inclina hacia mí, tan cerca que cuando parpadea, sus pestañas rozan las mías. —Aunque no lo sabía en ese momento —susurra contra mis labios—, creo que tienes razón y me alegro de haberlo descubierto por fin.

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9 Traducido por Sandry Corregido por Vane hearts

Ella Aunque puedo sentir en mis huesos que debo parar, la mañana siguiente leo más del diario de mi madre. La parte que estoy leyendo fue escrita un poco antes de su boda y no parece feliz por eso en absoluto. Parece deprimida, triste, y todo lo que una futura esposa no debería sentir. No estoy segura de poder hacerlo. Bajar a la corte y hacerlo oficial. Prefiero desgarrarme los ojos. Si mi madre se salía con la suya, yo no haría esto. Dice que Raymond no es bueno, que va a arruinar mi vida, y que no estoy en condiciones de ser madre o esposa en este momento sobre todo con todo lo que he estado pasando... los cambios de humor drásticos, los altibajos. Probablemente tiene razón, pero de nuevo siento como que mi vida ya está arruinada, esté casada y sea madre o no. Además, la verdad es que creo que podría amar a Raymond. Quizá. Pero a veces la sola idea de tomar aire parece la mayor tarea en el mundo. Me gustaría poder dejar de respirar. Me pregunto si es posible que alguien sea capaz de aguantar la respiración el tiempo suficiente como para morir. Tal vez debería probarlo. Miro la foto de ella y el dibujo de la flor en el florero. ¿Cuándo dibujó eso y cuando se tomó la fotografía? ¿Cuándo escribió esto? ¿Antes? ¿Después? ¿Por qué estoy tan obsesionada con ello? Déjalo pasar. —Cariño, ¿estás lista para esto? —pregunta Micha mientras enrolla el cinturón de cuero por la parte superior de sus pantalones vaqueros desgastados. Tensándome, cierro el diario, notando que él lo mira. —Sí, tan lista como es posible. —Va a estar bien. —Se abrocha el cinturón, y luego agarra la colonia, echando un vistazo al diario de nuevo mientras me bajo de la cama—. ¿Vas a preguntarle a tu padre acerca del diario?

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—Sí, supongo que ahora es un momento tan bueno como cualquier otro. —Estoy usando una camisa a cuadros negra y púrpura y pantalones vaqueros que metí en las botas. Me peino el cabello enredado con los dedos y alcanzo el desodorante que se encuentra en mi bolsa de lona—. Solo espero que no se ponga raro por ello. Micha pone de nuevo la colonia en la cómoda junto a un montón de sus viejas púas de guitarra. —¿Por qué habría de ponerse raro al respecto? Me encojo de hombros, quitando la tapa de mi desodorante. —Debido a que tiene que ver con mi madre, ¿y si quiere leerlo? —Entonces deja que lo lea. Me pongo un poco de desodorante en las axilas y luego lo lanzo de nuevo en la bolsa. —Sí, pero dice cosas... de él... no cosas bonitas, al menos no son cosas lindas sobre cómo se sintió acerca de casarse con él. Pasándose los dedos por su cabello, su garganta sube y baja mientras traga saliva. —Sí, tal vez no deberías. —Abre el cajón de la cómoda de arriba y comienza a hurgar como si estuviera buscando algo cuando solo hay unas pocas viejas camisetas allí. Toco su brazo suavemente. —¿Micha? Se endurece bajo mi tacto. —Sí. —Quiero casarme contigo más que cualquier otra cosa que he querido en mi vida —digo, girándolo para que me vea, a pesar de que tiene la cabeza inclinada hacia abajo—. Y sí, ya sé que suena muy cursi, pero es la verdad así que… —Bajo la voz mientras él se inclina hacia mí. —¿Incluso después de todo lo que leíste? —pregunta, acunando con su mano un lado de mi cuello. Asiento, y su boca cubre la mía. Separo los labios mientras su lengua me devora en un beso apasionado y profundo, enredando sus dedos en mi cabello, tirando de las raíces, lo que me obliga a echar la cabeza hacia atrás. Cuando se retira, se ve abrumando por el beso, con los ojos vidriosos, las pupilas anchas, y lo amo por eso. —Hay algo de lo que quiero hablar contigo —digo, porque sé que es hora de hacer preguntas que deben ser hechas. De tener la charla acerca de dónde vamos a estar dentro de unos años, cuáles son nuestros planes para el futuro—. Pero vamos a hacerlo después de decirles a nuestros padres que nos vamos a casar. —¿Segura? —pregunta, desenredando sus dedos de mi cabello. —Sí —digo—. Además, si no terminamos con todo este anuncio, no va a haber una boda, al menos una a la que la gente pueda ir. —¿Dónde vamos a hacerla?

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—No lo sé —digo, y es cierto. Incluso cuando era pequeña, nunca me imaginé casándome. De hecho, cuando pensaba en ello, pensé en lo mucho que no lo quería. Vi a mis padres pelear demasiado, ser infelices y desmoronarse, a nuestra casa siempre a punto de agrietarse hasta que un día se rompió por completo. Pero he cambiado. Y no importa donde se lleve a cabo o lo que use. Solo quiero a Micha allí conmigo y estoy bien—. ¿En tu patio trasero? —sugiero—. Digo, hay un montón de cosas que han sucedido en el patio trasero. Se chupa el anillo del labio, contemplándolo. —Sí, un montón de cosas, pero un montón de cosas sucedieron también en nuestra casa, así que, qué tal en el lago. Es donde nos dijimos que nos amábamos por primera vez, incluso si no lo recuerdas. —¿No hará frío? —¿Importa? Tiene razón, pero aun así frunzo el ceño al suelo, con mi corazón anudado en mi pecho mientras recuerdo la noche en el puente y cómo casi me lanzo al agua. Cómo Micha me salvó. Cómo lo besé después para silenciar las tres palabras que sabía que iba a pronunciar, esas palabras de las que no puedo tener suficiente ahora. Recuerdo darme la vuelta para irme, lista para salir huyendo de él y de mis sentimientos, luego el resto de la noche son solo piezas rotas en mi mente debido a la mezcla de adrenalina y ansiedad en mi cuerpo, junto con las pastillas que tomé de mi madre a escondidas. Gotas de lluvia salpicando contra el asfalto. Los charcos cubriendo el suelo. El agua como tinta negra. Rayos de plata resplandecientes en el cielo de medianoche. La calidez embriagadora de Micha. —Nunca me dijiste lo que pasó exactamente. —Lo miro—. Me… ¿me lo contarías? Quiero saber lo que ocurrió la noche que te dije que te amaba. Me mira durante lo que parece una eternidad, evaluándome en tanto considera lo que le he pedido. Entonces, en lugar de salir de la habitación como temo, me coloca sobre la cama con él y envuelve los brazos a mi alrededor. —por supuesto. Siempre te daré lo que quieras.

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10 Traducido por Pachi Reed15 Corregido por Nicole M.

Micha Hace dos años y medio... La lluvia cae desde cielo y golpea el asfalto, empapando mis pantalones y camiseta. Los rayos cruzan el cielo y truenos explotan, resonando a través de las vigas metálicas y por encima del puente. Mis labios se encuentran entumecidos por el aire frío, el beso de Ella, y el hecho de que está huyendo de mí. —Ella May, no te atrevas a huir de esto —le grito mientras corro tras ella, mis botas chapoteando contra los charcos. Tiene dificultades para caminar, virando de izquierda a derecha mientras la lluvia empapa sus vaqueros, camisa y cabello. Las luces de los faros de mi coche estacionado en el centro del puente iluminan la oscuridad y hace que su aspecto luzca como una sombra. —Micha, solo déjame en paz. Por favor. —Tropieza sobre sus pies y cae al suelo. No sé si es por las pastillas que tomó, por si ha estado bebiendo, si se trata de la combinación de ambos o es el simple hecho de que tiene un ataque de pánico. Acelero y envuelvo los brazos alrededor de su cintura. Mientras la ayudo a ponerse de pie, sacude sus brazos y trata de golpearme con los codos, intentando apartarme. —¡Déjame ir! —grita y escucho un sollozo en su voz. Parte mi corazón en pedazos porque nunca llora. Nunca. El dolor que siente... Dios, no puede ni siquiera pensar en ello—. Por favor, solo déjame ir. —No —le digo mientras recuesto su peso en mis brazos y la ayudo a regresar a mi coche—. Nunca voy a dejarte ir. ¿No entiendes eso? Sosteniéndola con una mano, me las arreglo para abrir la puerta del acompañante mientras la lluvia continúa ahogándonos. Pongo mi mano sobre su cabello y la ayudo a agachar su cabeza para meterse en el coche. Una vez que se encuentra sentada en el asiento y la puerta está cerrada,

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me siento un poco mejor, el peso aplastante en mi pecho más ligero. No ha desaparecido, pero más ligero que cuando llegué y la encontré de pie en el borde del puente. Parpadeo a través de la lluvia mientras miro la viga donde Ella se balanceaba, luego hacia el agua oscura abajo. —¡Maldita sea! —maldigo y pateo el neumático mientras paso los dedos por mi cabello mojado. ¿Cómo todo se fue al carajo? Cómo era posible que una chica hermosa, inteligente y tremendamente maravillosa sufra tantas malas jugadas. Pasó la mayor parte de su vida cuidando de sus padres, luego su madre acaba con su propia vida y su padre la culpa. ¿Por qué tiene que lidiar con esto? ¿Por qué nunca le sucede algo bueno? No tengo idea de cómo manejar esto, pero sé que debo intentarlo. Obligo a mis pies a moverse alrededor de la parte delantera del coche, me meto en el asiento del conductor y cierro la puerta de golpe. —Está muy frío aquí, maldición —le digo, subiendo la calefacción mientras mi ropa empapada moja el asiento de cuero. No se gira para mirarme, manteniendo la cabeza apoyada contra la ventana y sus manos sin vida en su regazo mientras gotas de lluvia caen desde el pelo hasta sus mejillas. —No puedo sentir nada —murmura. Mi corazón se hunde dentro de mi pecho y tengo que tomar una respiración profunda antes de hablar—: Cariño, ponte el cinturón de seguridad. Niega, cerrando sus ojos. —No... no puedo... —Suena agotada, como si estuviera a punto de perder el conocimiento. Me inclino y estiro por delante de ella. Ni siquiera se mueve cuando agarro el cinturón de seguridad, ni cuando lo paso por encima de su pecho. Mientras la estoy asegurando, abruptamente cambia su peso hacia mí. El cinturón de seguridad cliquea al encajar en el bloqueo mientras ella descansa su frente contra la mía, su piel tan fría como la lluvia. —Casi... casi me dijiste que me amas... —Su aliento cálido golpea mi piel mientras sus ojos se mantienen cerrados. —Lo sé. —Trago saliva, pero todavía tengo miedo de moverme y romper la conexión entre nosotros. El agua gotea por mi frente, a través de mis labios, y corre por mi mano mientras muevo los dedos desde la cerradura hasta su cadera. —Nunca nadie me dijo eso —susurra. —Lo sé —le digo, y mis dedos tiemblan mientras me aferro a ella. Su hombro se presiona contra el mío mientras desploma más de su peso en mí. —¿Lo... lo dijiste en serio?

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Poco a poco asiento sin alejarme, causando cierta fricción entre nuestras frentes. —Más que nada. —Micha, yo... —comienza, y me duele el pecho deseando que lo diga. Dilo, por favor. Pero luego su frente está dejando la mía y se mueve hacia la puerta—. Me encuentro muy cansada —susurra, desplomando su cabeza contra la ventana. Poco a poco inhalo y luego libero el aire, tratando de calmar mi corazón errático. Hace falta más que unas cuantas respiraciones para que pueda hablar de nuevo: —Te llevaré a casa. —No, a casa no —pronuncia—. Otro lugar... odio mi casa... Me giro hacia adelante en mi asiento y veo como las gotas de agua chocan contra el capó y el parabrisas. —¿Adónde quieres ir? —A algún lugar que me haga feliz —dice y se estremece cuando un trueno ruge. Colocando mis manos en la parte superior del volante, cierro los ojos. ¿Algún lugar que la haga feliz? No estoy seguro si un lugar como ese exista en este momento, pero tengo que intentarlo. Abriendo mis ojos, pongo la palanca de cambios en reversa y salgo del puente. Cuando llego al final, lo pongo en marcha y giro el volante, dando media vuelta. La calle se encuentra inundada de charcos y los limpiaparabrisas bajan y suben a medida que conduzco lejos del puente. Cada vez que un trueno y un relámpago resuenan, salto, pero Ella se queda quieta, casi inmóvil. Cuando se mueve, es solo para perder el tiempo con el iPod. Repasa la lista de canciones por una eternidad, buscando con sus dedos a tientas. Sigue temblando, pero cuando le pregunto si tiene frío, niega. Finalmente selecciona una canción This Place Is a Prison de The Postal Service. Entonces se encorva de regreso en su asiento, inclinando la cabeza contra el reposacabezas y se queda mirando el techo mientras la canción se reproduce en los altavoces. Sigo conduciendo hasta que alcanzo la calle lateral que cruza una zona tranquila, rodeada de árboles y situada cerca de la orilla del lago. El camino es un lodazal, por lo que me preocupa que nos quedemos atrapados. Pero de alguna manera me las arreglo para llegar a nuestro lugar, donde Ella y yo vamos para estar solos, para estar juntos. Aparco el coche por lo que quedamos frente a las aguas oscuras y dejo las luces encendidas. Las gotas de lluvia que caen crean ondas de agua en tanto se mueven los limpiaparabrisas. —Dime lo que piensas —digo finalmente sin mirar al lago. —Estoy pensando que debería haber saltado —dice sin emoción. Algo se rompe dentro de mí y enloquezco. —¡No, maldición, no! — Estampo mi puño contra la parte superior del volante, causando que salte,

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levante su cabeza y me mire con ojos muy abiertos—. No quieres estar muerta, así que deja de decirlo. —Mi voz se suaviza cuando estiro una mano y coloco unos mechones de su cabello mojado detrás de su oreja—. Estás confundida. —No, no lo estoy —protesta—. Sé exactamente lo que pienso. —Pero, por el brillo de sus ojos, la devastación en sus pupilas, y el hecho de que está luchando por mantener sus párpados abiertos, noto que no lo sabe—. No quiero estar más aquí, Micha. —¿Conmigo? —digo, ahuecando su mejilla. Traga saliva, escaneando con sus ojos los míos. —No lo sé. —Pero pensé que sabías exactamente lo que pensabas —le digo, sin tener seguridad de si estaré abordando esto de la manera correcta, pero es la única forma que conozco. —Todo lo que sé es que no quiero sentir esto. —Cierra la mano sobre su pecho, con mucha fuerza. Sus ojos se hallan tremendamente abiertos, llenos de miedo y pánico mientras su pecho jadea por aire—. No quiero sentir todo este dolor y culpa. —Lo que pasó con tu madre no fue tu culpa. —Pongo una mano muy inestable sobre la de ella, preocupado de que vaya a joder esto. Me sorprendo por la rapidez con la que su corazón late, golpeteando contra nuestras manos. Probablemente tiene tanta adrenalina fluyendo que se encuentra mareada. —Eso no es lo que dicen mi padre y Dean —susurra, sacando su mano y obligando a la mía a caer de su pecho. —Tu padre y tu hermano son unos malditos imbéciles —le digo con firmeza, inclinándome sobre la consola—. Y no importa lo que piensan, nadie más importa, excepto tú y yo. Recuérdalo, tú y yo contra el mundo. Sus párpados se cierran y luego revolotean hasta abrirse otra vez. — Siempre dices eso. —Porque lo digo en serio. No me importa nada más. Podría perder a cualquiera y salir adelante. Pero no a ti, Ella May. No puedo hacer esto sin ti. Unas lágrimas caen por sus mejillas. —Me odio. —Ella, maldita sea, no digas… —¡No! —grita, alejándose y acurrucándose contra la puerta—. ¡Me odio! ¡En serio! Y me gustaría que simplemente vieras lo que realmente soy. Siempre ve más en mí de lo que hay... —Se mueve mientras más lágrimas se derraman de sus ojos y mira fuera del coche, a los árboles, el agua, la lluvia, como si estuviera contemplando huir—. Si tan solo me dejaras ir, serías más feliz.

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—No, no es cierto. —Aprieto mis manos para no tocarla porque sé que eso lo empeoraría más—. Yo... —Respiro irregularmente, sabiendo que lo que estoy a punto de decir va a cambiar todo, incluso si ella no lo recuerda mañana. Yo sí. No podré dar marcha atrás de esto y la verdad, es que no quiero hacerlo—. Te amo, carajo. ¿No lo entiendes? —Aflojo mis manos y estiro los brazos hacia ella, agarrando sus hombros en tanto niega—. Te amo. —Mi voz se suaviza—. Y no importa lo que pase, contigo o conmigo, con nosotros, siempre voy a amarte. Sus hombros comienzan a levantarse y se apoya sobre mi agarre, permitiéndome jalarla sobre la consola y colocarla en mi regazo. Luego deslizo mi brazo a su alrededor y acuno su cabeza contra mi pecho mientras solloza en mi camisa mojada. Rozo con mi mano su cabeza, cada sollozo desgarrando mi corazón. Miro la lluvia, viéndola chapotear contra el lago, sintiéndome tan impotente. Desearía poder quitarle todo el dolor y la culpa. No se merece esto, no se merece nada de esto. Lo que se merece es a alguien que la ame incondicionalmente, lo que he estado tratando de hacer desde hace tiempo, si tan solo me dejara. Debo encontrar una manera. —Micha. —El sonido de su voz me trae de regreso a la realidad. Cuando le echo una mirada, luce como si estuviera perdida y no tuviera idea de dónde está mientras se aferra a mi camisa. Sé que va a quedarse dormida pronto y cuando la mañana llegue, hay una buena posibilidad de que no recuerde nada de esto. Trazo un dedo debajo de sus ojos, limpiándole las lágrimas. —¿Sí, nena? Respira profundo y luego está jalando mi camisa, obligándome a acercarme más. —Yo también te amo —susurra y luego presiona sus labios contra los míos. Me besa brevemente pero es suficiente para sentirlo por todo mi cuerpo. Me aferro a ella mientras le regreso el beso con cada onza de emoción que tengo, deseando poder estar así todo el tiempo. Pero tan rápido como empezó todo, se detiene cuando se aleja y se instala de nuevo en mis brazos. Momentos más tarde, está dormida. Escucho el ritmo de su respiración y, cuanto más tiempo me siento allí sosteniéndola, más feroces son los latidos de mi corazón, y no importa cuánto intente mantenerme a raya, finalmente se escapan las lágrimas de mis ojos. Mi cabeza cae hacia adelante contra el volante y lloro en silencio a través de los sonidos de la lluvia. Lloro por ella. Por la vida que le fue entregada. Porque estoy tan enamorado que me duele verla así. Porque sé que cuando llegue la mañana, hay una buena probabilidad de que no recuerde nada de esto. Porque temo que voy a perderla para siempre.

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11 Traducido por Sandry Corregido por Daniela Agrafojo

Ella Cuando Micha termina de contarme lo que ocurrió, me quedo en silencio en la cama con él, con mi cabeza sobre su corazón. Late más rápido de lo normal y me pregunto si siente lo que sintió esa noche. El temor que puse sobre él y cualquier otra cosa que estuviera pasando por su cabeza en ese momento. —No puedo recordar nada de eso —digo, mirándolo—. Creo que fue la combinación de las pastillas y mi… mi ansiedad. A veces las cosas se ponen borrosas cuando voy a ese lugar. —Lo sé —dice, mirándome—. Como he dicho, sabía que no habría buenas probabilidades de que recordaras nada de eso, de esa noche. Es que pensé que nunca volvería a verte después de lo que pasó. El silencio se extiende entre nosotros mientras me esfuerzo por recordar y él se esfuerza por olvidar. —Lo siento —digo, porque es lo único que se me ocurre decir. No hay palabras que puedan posiblemente empezar a explicarle lo mal que me siento por hacerle pasar por eso, pero también simplemente por haberlo hecho. Todavía me duele pensarlo, cómo estuve a punto de tirar todo por la borda todo lo que tengo con Micha—. De verdad. Me mueve con él mientras se sienta. —No tienes que lamentar algo que sucedió hace unos años, algo de lo que ni siquiera tenías control. —Con respecto a huir sí. —Sabes, lo pensé al principio, pero ahora no creo que eso sea del todo cierto. Creo que a veces en la vida las cosas pasan, y la gente tiene que hacer lo que pueda para seguir adelante. —Las comisuras de su boca se curvan hacia arriba en una sonrisa triste—. Para ti, fue huir y para mí… con mi padre, decidir que era mejor dejarlo ir. —Pero regresé. —Meto mis piernas debajo de mí y me arrodillo entre las suyas—. Bueno, volví para las vacaciones de verano porque tenía que hacerlo, pero ahora estoy de vuelta, en su mayor parte.

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—Lo sé. —Sus dedos se extienden por mi mejilla—. Se le llama sanar, Ella May. —Supongo que sí —concuerdo—. Pero no dejarías que tu padre regresara a tu vida, aunque lo intentara. Su pulgar roza mi labio inferior. —Tengo todo lo que necesito en mi vida. A mamá. A ti. Incluso a Ethan y Lila. Es más de lo que tienen muchas personas. —Su mano deja mis labios y entrelaza sus dedos con los míos, para presionar el anillo de goma en su dedo contra mi anillo de compromiso—. Además, te tengo para siempre. Y un día tendremos nuestra propia familia y eso es lo que importa al final. No estoy segura de qué tipo de cara hago, pero sin duda nota un cambio mientras me muevo hasta el borde de la cama. —¿Qué pasa? —pregunta, enderezando la espalda, y arrastrando sus largas piernas por el borde de la cama y sus pies en el suelo. Quería prepararme para esta charla, acerca de nuestro futuro, a dónde vamos, pero ahora es como que inevitable porque mencionó a nuestra propia familia... Mierda. ¿Se refiere a los hijos y todo eso? —De hecho, he querido hablar contigo sobre eso. —¿Sobre qué? ¿Tenerte para siempre, o tener nuestra propia familia? —Um... —Trago saliva—. La última parte. —Sobre tener una familia. —Habla lentamente y con cuidado, como si tuviera miedo de asustarme. —Sí, más o menos... —Me esfuerzo por hablar sobre un tema que me hace sentir muy incómoda—. Digo, ¿a dónde estamos yendo? Él parece perplejo. —No estoy seguro de seguirte, niña bonita. —¿Estamos…? —Dios, esto es tan difícil—. ¿Cuando dices familia, estás... estás hablando de tener niños? Considera sus siguientes palabras sabiamente. —No de tenerlos en este momento, pero sí en el futuro. —¿Y si... y si te dijera que no quiero tener hijos? —Subo mis pies a la cama y cruzo las piernas. Se rasca su mandíbula desaliñada mientras sube los pies a la cama y me enfrenta, cruzando las piernas. —Todo depende de por qué no quieres tenerlos, supongo. —¿Entonces quieres tenerlos? —Me sorprende un poco que no tenga ni siquiera que pensarlo. Sus ojos buscan los míos y luego asiente. —No en este momento, pero sí con el tiempo.

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—¿Y si dijera que con el tiempo no podría verme como madre? —Me muerdo el labio nerviosamente—. ¿Entonces qué? Desliza sus dedos entre los míos y me sostiene las dos manos. —¿Por qué no puedes verte como madre? Pongo los ojos en blanco y quito una de mis manos para hacer un gesto hacia mí misma. —Creo que es algo obvio. Se ve perplejo. —No, la verdad es que no. —Debido a quién soy. —Me esfuerzo por decir las palabras—. Debido a mis problemas. Porque ni siquiera sé lo que conlleva ser madre. Digo, he tenido algunos buenos momentos al crecer, pero aparte de eso, prácticamente me hice cargo de mi madre en lugar de ser al revés. Mueve los dedos de mi mano, toma mis rodillas y me arrastra más cerca de él. —Exactamente, por eso creo que vas a ser una gran madre. —Creo que te equivocas —discrepo—. En todo caso, me convertiré en una madre muy confundida. Sus manos se deslizan de mis rodillas a mis muslos y sus dedos se clavan en mi piel como si tuviera miedo de soltarme. —Imposible. Por mucho que lo odie, te hiciste cargo de todos los miembros de esa casa. Cocinaste. Limpiaste. Pagaste las cuentas. Ayudaste a tu mamá a tomarse la medicación. Te quedaste en casa y cuidaste de ella mientras tu padre iba a bares cada noche actuando como un adolescente. A los dieciséis años, Ella May, eras más responsable que un montón de personas de treinta años. —También hice cosas estúpidas —le recuerdo—. Creo que te olvidas de todas las peleas en las que me metí, de todos los techos que salté, de las muchas veces que te hice conducir imprudentemente y probé los límites de la vida. —Tenías que respirar de alguna manera. Pienso en lo que dijo, retorciéndome, porque esta charla positiva acerca de mí me pone incómoda. —Me estás volviendo loca. —Lo sé —dice—. Pero es la verdad. Siempre y cuando llegue el momento, serás una madre increíble. Lo miro con escepticismo. —¿Y si no llega? ¿Qué pasa si digo que es imposible que pueda hacerlo? ¿Qué pasa si digo que quiero pasar el resto de mi vida dibujando y escuchándote cantar? ¿Solos tú y yo? —Entonces creo que seremos solos tú y yo envejeciendo juntos — dice con un dejo de sonrisa en sus labios—. Y también puedo vivir con eso. Puedo vivir con cualquier cosa con tal de que te cases conmigo. —Y con eso, se pone de pie—. Este fin de semana. No perdamos más el tiempo. —

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Me da la mano y la tomo, asintiendo. Me para y caminamos hacia la puerta—. Aunque, debo decir que haríamos hermosos bebés. —Me da una sonrisa arrogante y pongo los ojos en blanco—. Imagina uno con tu pelo y con tus increíbles ojos. —Eres demasiado arrogante para tu propio bien. Además, prefiero que tenga tu pelo y mis ojos. Nunca me ha gustado mucho mi color. —Mi cara se arruga con asco mientras tomo unos mechones—. Aunque también me encantan tus ojos. Tal vez ella podría tener tu cabello y tus ojos. Su ceja se eleva mientras comienza a abrir la puerta. —¿Ella? Me muerdo la lengua, dándome cuenta de mi desliz. —¿Dije “ella”? —Me hago la tonta. Él asiente y hay un brillo en sus ojos aguamarina a medida que salimos hacia el pasillo. —¿Entonces te gustaría una chica? Lucho por oxígeno y luego sello mis labios. Si pudiera verme con un hijo, me lo imaginaría como una niña pequeña, toda gamberra, con el pelo rubio y los ojos azules. Sin embargo, aún no estoy dispuesta a admitirlo en voz alta. —¿Podemos ir a decirle a tu madre lo de la boda? —pregunto, tratando de sonar neutral, pero mi voz sale más estridente de lo que pretendía—. Antes que se le escape a Lila y a Ethan. Me mira durante unos cinco segundos más y me pregunto a quien ve. ¿A la chica que conoció cuando tenía cuatro años? ¿O a la que se escapó cuando tenía dieciocho? ¿O a esta nueva persona que piensa sobre bodas y bebés? —Lo que quieras —dice finalmente y camina por el pasillo. Siempre dice eso y tiro de su brazo, deteniéndolo. —¿Qué hay de lo que tú quieres, por una vez? Hace una pausa, buscando en mis ojos Dios sabe qué. —Tengo todo lo que quiero aquí —dice simplemente, y me doy cuenta de que lo dice en serio.

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12 Traducido por Mary Warner Corregido por GypsyPochi

Micha Toda la charla del bebé con Ella fue un poco rara, pero necesaria, supongo. Nunca había pensado mucho sobre ello, pero tener bebés no sería tan malo, con el tiempo por supuesto. No es que me preocupe volverme un padre de mierda como el mío. Creo que siempre me parecí un poco más a mi mamá que a él y lo agradezco. Pero me aseguraré de que Ella y yo estamos ambos en el mismo lugar si decidimos tenerlos. Antes hablaba en serio. De igual forma, con niños o no, seré feliz siempre y cuando esté con ella. Pero creo que ahora necesito hablar con ella sobre mi futuro en la música y la gira. Debí haberle dicho después de la charla de los bebés ya hablábamos de nuestro futuro. Habría sido un buen momento, pero tenía miedo y nervios de lo ella diría o no. La música es mi pasión, mi salida emocional en tiempos difíciles, y Ella lo sabe y sé que me apoyará, pero lo que no sé es si vendrá conmigo, y si lo hace, ¿lo hará por qué quiere o por qué cree que yo lo quiero? Y si no lo quiere, entonces eso significa que tengo que rendirme, rendirme con mi sueño. Y saber eso me hace querer evitarlo tanto como sea posible. Con la gira y nuestro futuro todavía persistentes en mi mente, entramos a la cocina con nuestros dedos enlazados, el aroma fresco de café en el aire. Siento que tengo siete años de nuevo y Ella, y yo vamos a decirle a mi mamá como rompimos el gnomo de jardín de nuestra vecina, la señora Millerson, porque queríamos ver si era de verdad. La señora Millerson nos atrapó y nos dijo que teníamos que comprarle uno nuevo. Pensamos que seríamos regañados pero por suerte mi mamá siempre fue un poco suave conmigo por el hecho de que mi padre había largado y ella siempre había tenido una debilidad por Ella. Pero ahora en vez de decirle a mi madre sobre el gnomo roto, le estamos diciendo que nos queremos casar en cinco días y como casi nos casamos sin ella. Mamá se molesta al principio, más de lo que hubiera pensado, pero su rabia se vuelve emoción cuando le recuerdo que sí, nos íbamos a casar sin ella pero decidimos no hacerlo.

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Mientras pasa todo esto, Thomas, el novio de mi madre, que es un poco más joven que ella, se encuentra en la cocina comiendo un tazón de cereal en la mesa. Luce un poco más aseado que la última vez que lo vi, al menos está usando una camiseta limpia y vaqueros sin agujeros. Mi madre aún se viste como si fuera más joven; su camisa tiene toda esta mierda llamativa de diamantes, y hay algunos en el borde de sus pantalones. Pero no digo nada sobre ello. Creo que es feliz e incluso a pesar que todavía creo que Thomas es un idiota, especialmente cuando derrama leche en el frente de su camisa, parece hacerla feliz. —Entonces, ¿en serio haremos esto? —pregunta mi madre con una sonrisa en su cara mientras se sirve una taza de café. —¿Qué cosa? —pregunto, intercambiando una mirada confusa con Ella, quien se encoge de hombros, tan confundida como yo. Mi madre sacude la cabeza hacia mí mientras coloca la cafetera en la encimera cerca del fregadero. —Casarnos. Reprimo una sonrisa. —No me di cuenta que esto nos involucraba a todos. Suspira, como si yo fuera un niño tonto, y nos pasa, dirigiéndose por la cocina hasta el refrigerador. —No quise decir que nos casábamos todos. —Abre la puerta del refrigerador y saca un litro de leche—. Me refería a Ella y tú. —Sonríe de alegría hacia Ella mientras vierte la leche en su café—. La hija que nunca tuve. Dios, esto será muy divertido. Ella da un paso atrás, tensándose, porque el entusiasmo de mi mamá la asusta demasiado. —¿Qué será muy divertido? —pregunta. —Planear la boda. —Mi madre nos mira mientras coloca le leche de vuelta en el refrigerador—. Tendrán la mejor boda. Me aseguraré de ello. Atraigo a Ella hacia mí y coloco los brazos alrededor de su cintura, tratando de aliviar su pánico. —Sabes que tienes solo cinco días para planearlo y entonces tendremos que regresar a casa de nuevo, ¿no? —le digo a mamá. Mi madre aplaude y mira sobre su hombro a los copos de nieve que caen desde el cielo nublado. Es temprano en la tarde, pero con la falta de luz solar parece que es el final del día. —Cinco días es perfecto. —Regresa su atención a nosotros—. Puedo hacer un montón, en cinco días. —Y estamos quebrados —le recuerdo, presionado la espalda de Ella contra mi pecho. Ha estado muy quieta y me está asustando. No estoy seguro si es toda la charla de la boda lo que la asusta o el hecho de que acabamos de tener una charla sobre un bebé. —Tengo algo de dinero ahorrado. —Mamá recoge su taza de café de la encimera—. Y además, puedes tener una boda linda sin gastar demasiado dinero. —Sus ojos caen en Ella—. ¿Ya tienes un vestido?

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Niega con la cabeza y luego parpadea en dirección de mi mamá distraídamente. —¿Qué? —Un vestido, dulzura. —Mi madre me mira cuestionadoramente desde el borde de su taza mientras toma un trago—. ¿Ya tiene uno? Me inclino sobre el hombro de Ella para mirar sus ojos y me sobresalto por la capa de humedad en ellos. Pasa algo y necesito saber que es. —Sí, ya tiene —le digo a mamá y entonces agarro la mano de Ella y la llevo hacia el pasillo, diciendo sobre mi hombro—: Mamá, ya regresamos. Ella me sigue distraídamente. Una vez que la tengo en el pasillo y fuera de la vista de mi madre, paro y la giro para enfrentarme. —Bien, ¿qué pasa? —pregunto, examinando sus ojos húmedos. Mira sobre mi hombro a un par de fotos enmarcadas de mamá y yo colgadas en la pared. —Nada. Coloco mi mano en su mejilla y la obligo a mirarme. —Es algo; de otra forma no estarías a punto de llorar. —No… —Las lágrimas se acumulan en la esquina de sus ojos y su voz se quiebra—. Es solo que… Dios, esto es tan estúpido. —Se seca las lágrimas de sus ojos con el dorso de la mano. —Nada que digas es estúpido —le aseguro, limpiando una lágrima perdida con mi pulgar. Frunce el ceño dubitativamente. —¿Ni cuando te dije que estaba segura de que podíamos llegar a ciento sesenta kilómetros por hora cuando nos hallábamos a un metro de nieve en la carretera? —Sí, bueno, todos tenemos nuestros momentos ebrios —digo, recordando la noche de la que habla. Como ella se encontraba un poco borracha y un poco emocionada sobre el hecho de que alguien le dijo que tenía un lindo trasero. Nunca admitirá que eso fue lo que hizo que se sonrojarse, pero yo me di cuenta y estaba jodidamente molesto. —Ve más rápido —rogó desde el asiento de copiloto con su cabeza contra el tablero mientras veía el cielo nocturno por la ventana—. Ve a ciento sesenta. —De ninguna manera —repliqué, cambiando a una marcha más corta cuando el motor se quejó. La carretera era peligrosa yendo a cuarenta, con el carro a penas capaz de mantener algo de tracción en tanto nos desplazábamos por la calle libre, dirigiéndonos a casa. —Oh vamos, Micha Scott. —Se incorporó y corrió sus dedos por su cabello. Tenía una chaqueta de cuero y una camisa negra debajo con un escote bajo, y podía ver la curva de sus pechos. La vista me puso duro, lo

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que me cabreaba porque otro tipo había puesto una sonrisa en su cara—. Inténtalo. Si se vuelve demasiado loco, puedes parar. Negué con mi cabeza, apartando mi mirada de su escote. —Has bebido demasiado y piensas estúpidamente. —Oye, eso no es muy lindo. —Hizo pucheros. Odiaba cuando hacia pucheros porque se veía ridículamente sexy y me hacía difícil el negarle cualquier cosa que pidiera, incluso si eso significaba matarnos. Colocó los codos en la consola y se inclino hacia adelante, poniendo su cara a solo centímetro de mi pecho—. Vamos, hazlo. Por mí. —Tenía esa mirada divertida de borracha en su cara. Era demasiado maravillosa, perfecta, hermosa para su propio bien. Si pudiera, le hubiera dicho eso. Le hubiera dicho cuán increíblemente perfecta era y como podía pasar miles de horas escribiendo melodías sobre lo hermosa que era y eso ni siquiera empezaba a describirla. Mis ojos podrían haber estado en la carretera pero toda mi atención se enfocaba en ella. —Niña bonita, no voy a matarnos, no importa cuánto ruegues. Su labio se asomo en un puchero más grande cuando se dejó caer en el asiento. —Bien. No nos divirtamos nada. —Apoyando sus botas en la consola, encorvó la espalda contra el asiento—. Y no sé porque sigues llamándome así. —¿Qué, niña bonita? —Sonreí divertido cuando ella asintió con el ceño fruncido, cerrando sus pestañas mientras el cansancio la invadía. Me arriesgué, diciéndole la verdad, sabiendo que probablemente no lo recordaría por la mañana—. Es porque creo que eres hermosa, pero nunca llegaría a decirte eso sin que me patees el trasero, por lo que me decidí por una versión más leve de la verdad. —Suspiré cuando ella se durmió, hundiendo sus rodillas en los lados, bajándolas del tablero al suelo. Luego su cabeza bajó contra la consola y se meneó de lado hasta que estuvo presionada contra mis costillas y su cabello se hallaba en mi regazo. Sonriendo, desaceleré el carro y me tomé mi tiempo para llegar a casa. La noche en realidad se volvió jodidamente perfecta. —He tenido más momentos estúpidos que tú. —La voz de Ella me arrastra de mi recuerdo. —Oh, lo dudo —argumento, arrastrando la mano a la pared junto a su cabeza—, dudo que lo que me digas vaya a sonar estúpido. Se frota con su mano la cara, dejando líneas rojas en su piel. —Parte de la razón… —Se aclara la garganta—. Solo pienso en cosas de mamá. Eso es todo. —¿Sobre el diario?

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—No… sobre casarme… sin mamá aquí. —Vacila—. Es parte de la razón por la que quería casarme aquí. Así estaría cerca de ella. Mi corazón se hunde en mi estomago. A pesar de todo esto, nunca siquiera había pensado en ello. En cómo se debe sentir sin tener a su madre aquí para todo esto. —Ves, te dije que era estúpido —dice con un suspiro afligido—, debí mantener mi boca cerrada. —No, no es estúpido. En lo absoluto. —Me detengo, considerando mis próximas palabras con cuidado porque son importantes—. ¿Quieres tenerla en algún lugar cerca del cementerio? Rápidamente niega con la cabeza. —No, me gusta junto al lago. Es lindo saber que ella se encuentra en el mismo pueblo. Dios, eso es tan extraño. Hablo de ella como si estuviera viva. —Su voz tiembla al final y aparta la mirada, evitando el contacto visual conmigo. —Oye —con mi mano, giro su cabeza de vuelta a mí—, nada de querer a tu madre cerca de ti es raro, así ella esté viva o muerta. Sonríe tristemente, pero es lindo ver su sonrisa cuando hablamos de su madre, incluso si es una triste. —Bueno, aún quiero tenerla junto al lago —me dice—, y mi papá estará allí, por lo que supongo que no será tan malo. —¿Qué hay de Dean y Caroline? —pregunto—. ¿Deberíamos invitarlos? —Caroline está embarazada así que no estoy segura de si pueda y es muy precipitado —dice. —Depende de ti. —Le doy un rápido beso en los labios y luego doy un paso atrás—. Si no quieres invitarlos, entonces, bien. Pero, digo, solo te casas una vez, ya sabes. Sus labios me dan una sonrisa maliciosa. —Oh, planeo casarme muchas veces. Al menos diez o veinte. Solo eres mi esposo de práctica. — Me golpea juguetonamente con su hombro. La abrazo y la atrapo con la guardia baja mientras la empujo al piso como solía hacerlo cuando éramos niños. Estiro rápidamente la mano antes de que golpeemos la alfombra y atrapo su peso. Entonces sostengo mi cuerpo apenas lejos de ella así no la aplasto. —Micha. —Se ríe, abriendo sus piernas así mí cuerpo cae entre ellas. Sus dedos se extienden por mis omóplatos cuando presiono a la parte baja de su espalda, enredando nuestras piernas—. Sal de encima mío. Somos demasiado viejos para esto. —De ningún modo —digo. El calor irradia entre nuestros cuerpos y su cabello se esparce alrededor de su cabeza, a través de la alfombra, y las

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lágrimas que llenaron sus ojos hace unos momentos atrás, han desaparecido—. Nunca seremos demasiado viejos para esto. Nunca. Todavía te taclearé cuando tengas noventa años. Me mira un momento, su expresión ilegible, su pulso golpeando a través de sus dedos. —Me haces feliz —dice con voz temblorosa. Podría parecer una declaración simple, pero para Ella admitir que es feliz es un acontecimiento enorme, que cambia la vida y me da la esperanza de que todo terminará bien. —Y viceversa —digo, entonces la beso.

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| 87 Traducido por MaJo Villa Corregido por ♫ MoniQue ♫

Ella El contarle a la mamá de Micha fue pan comido. Bueno, excepto por la parte cuando conté mi extraño proceso mental acerca de realizar la boda en Star Grove porque me sentiría más cerca de mi mamá. Eso era un poco raro. Pero Micha al ser… bueno, Micha, me hizo sentir bien por encontrarme de esa manera. Lo que es bueno, porque hay una posibilidad de que después de que le cuente a mi papá, no solo de la boda sino de mi abuela y de la caja que me envió, la liviandad puede que se mueva hacia la gravedad. Micha me acompaña a mi casa, con nuestros dedos entrelazados como cuando éramos niños a punto de decirles algo verdaderamente malo a nuestros padres. Pero no somos niños, y el casarse no es algo malo, pero a veces hablar con mi papá puede volverse de esa forma. Aunque no ha sido así por un tiempo. Últimamente en verdad ha estado siendo agradable y conversador. Cuando entro en la casa, casi me caigo muerta al piso porque se encuentra limpia. No hay botellas de alcohol cubriendo las encimeras amarillas y marrones. También se ha comprado una nueva mesa para la cocina; una mesa de cocina nueva aunque usada de todas formas. Es blanca y tiene un banco de un lado y dos sillas en el otro. El piso sigue manchado, pero recientemente ha sido barrido y trapeado, el aire huele como a Pine-Sol mezclado con canela. No hay sobres de vencimiento en los mostradores o en la mesa. Recuerdo la última vez que vine aquí y cómo la casa estaba a punto de ser embargada, pero él se las arregló para salir de ese entorno, trabajando horas extras y pagando el importe vencido. —Vaya —dice Micha mientras gira en un círculo, frotándose la mandíbula al tiempo que examina la cocina—. Siento como que hubiera entrado a un episodio de La Dimensión Desconocida. Suelto su mano y cruzo la cocina hasta la mesa, levantando un gallo decorativo de cerámica. La cabeza sale disparada y comienza a hacer un

ruido alto de gallo al tiempo que miro en el interior. —Oh por Dios, hay galletas caseras aquí dentro. Micha se ríe mientras deambula detrás de mí. —Suenas tan adorable. —Arrastra mi cabello hacia un lado y sus labios acarician la parte trasera de mi cuello—. Al entusiasmarte por las galletas. Saco una galleta, coloco la cabeza del gallo de regreso a su lugar, y luego lo bajo a la mesa. —¿Y qué? Las únicas galletas que tuve en mi infancia fueron las Oreo. —Muerdo la galleta casera con chispas de chocolate y me doy la vuelta para enfrentarlo—. Y siempre hacías que compartiéramos y entonces agarrabas la mitad con todo el relleno. Siempre me diste lo que sea que deseara, excepto cuando se trataba de esas malditas galletas. Roba un gran mordisco de mi galleta. —¿Qué puedo decir? Puede que te ame, pero el glaseado me encanta solo un poco más. —Se traga la galleta y luego abre la boca para robar otra mordida pero la meto entera en mi boca, elevando mis cejas y dándole una mirada arrogante. La arrogancia también aparece en su rostro y entonces cubre mi boca con la suya, deslizando su lengua entre mis labios, tratando de robar pedazos de la galleta masticada. Me voy hacia atrás, riéndome, y haciendo una cara de repulsión. — Eres tan asqueroso —digo, limpiándome la boca con el dorso de la mano. Lame sus labios y luego sonríe. —Yo gano. Saco mi lengua, que tiene una galleta pegajosa y masticada en ella. —Eso es lo que te acabas de comer. Su lengua sale de nuevo de sus labios. —Y fue tan pero tan bueno. Niego con mi cabeza, pero no puedo parar de sonreír, y luego coloco mis ojos en blanco porque me estoy convirtiendo en una de esas chicas que chorrea baba alrededor de su novio… prometido… su futuro esposo. De repente la realidad me golpea en el rostro y mis ojos se abren de par en par. —Mierda, voy a ser Ella May Scott —respiro, sin estar segura de si voy a entrar en pánico o solo me encuentro sorprendida. La boca de Micha se hunde en una mueca, y la arrogancia se disipa. No estoy segura de si es porque acaba de darse cuenta también de eso o por mi declaración de alarma. Abro la boca para decir algo, pero mi papá entra en la cocina y mis palabras quedan atascadas en mi boca. A pesar de la vista limpia de la cocina, mi papá aún se ve sucio y un poco tosco. Usa una chaqueta a cuadros de gran tamaño por encima de una camisa azul marino llena de agujeros y, sus pantalones tienen pintura, completando con las botas porque trabaja como contratista de

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pintura. Su rostro está sin afeitar y luce un poco más grueso que la última vez que lo vi hace un año atrás, pero sus ojos se encuentran claros, no están inyectados en sangre, y aunque sí huele a humo de cigarrillos, no está mezclado con el olor del alcohol. Se tropieza con sus botas cuando me ve de pie en frente de la mesa y luego se agarra del marco de la puerta. —Mierda. —Me echa un buen vistazo al tiempo que parpadea—. ¿Qué haces aquí? Pensé que no podrías venir a casa este año para Navidad. Me acurruco más cerca de Micha, casi como un mecanismo de defensa. A pesar de que sé que mi papá está mucho mejor, no puedo olvidar por completo el pasado. Cuando estaba borracho. Cuando me culpaba por la muerte de mi madre. Cuando ni siquiera me miraba porque le dolía demasiado. —Sí, tuvimos un cambio de planes —le digo mientras siento a los dedos de Micha acariciando los míos. Mi papá suelta el marco de la puerta y da un paso hacia adelante al lado del mostrador. —Bueno, me alegro, Ella —dice con torpeza, un rasgo que es muy común cuando nos encontramos con el otro. Masajea su nuca tensamente, mirando alrededor de la cocina limpia—. Si habría sabido que ibas a venir, habría abastecido los armarios y todas esas cosas con comida o algo. —Está bien —digo—. En realidad vamos a quedarnos en casa de Micha. La mirada de mi papá se dirige entre Micha y yo. —Bueno, eso está bien, supongo. El silencio se hace más extenso entre nosotros y no puedo evitar pensar en lo que mi mamá decía en su diario acerca de él. Que no le emocionaba casarse con él. Que su madre no deseaba que se casara con él. Cuán deprimida se encontraba. ¿Él sabía todo esto? Porque una vez me contó que las cosas no siempre eran malas, que las cosas solían estar bien entre ellos. ¿Fue porque mi mamá escondió su depresión y sus pensamientos oscuros? ¿Es lo mismo que lo que estoy pasando con Micha, ya que parece que no puedo hablarle acerca de mis miedos de casarme y de tener un futuro? Finalmente, Micha se aclara su garganta y me golpea en mi costado con su codo. —Oh sí. —Saco de una sacudida mis ideas de mi cabeza—. Tengo algo que decirte. Mi papá luce desconcertado mientras se inclina contra la mesilla y se cruza de brazos. —De acuerdo.

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—¿Recuerdas que te conté hace un par de semanas que Micha y yo íbamos a casarnos? —Froto con mi dedo alrededor de las piedras del anillo, tratando de calmar el nerviosismo en mi voz. Ni siquiera sé por qué me encuentro nerviosa, aparte de que me preocupa que mi papá vaya a decir o a hacer algo que arruinará las cosas extraordinarias que últimamente he estado sintiendo. Creo que solo son las heridas de mi pasado que causan la preocupación, pero todavía se encuentran allí. Mi papá asiente. —Sí, lo recuerdo. —Íbamos a casarnos en San Diego, pero decidimos regresar y realizar aquí la boda —le digo—. Esta semana, el día de navidad. Sus ojos se agrandan y luego bajan hacia mi estómago. —Ella, no estás… —Le lanza a Micha una mirada asesina mientras se endereza y mira alrededor de la cocina, evitando el contacto visual con los dos, pareciendo inquieto incluso para él—. No estás… Cuando logro entender lo que piensa, lanzo la mano hacia mi estómago. —¿Qué? No. No estoy… no estoy embarazada. Dios. —No puedo creer que haya pensado eso. He tenido cuidado para no dejar que eso suceda y he estado tomando la píldora por un año. Frunce el ceño, mirándome sin convencerse. —De acuerdo. Micha se ríe por lo bajo, y entrecierro mis ojos hacia él. —No es gracioso —siseo, pero la risa también amenaza con escaparse por mi garganta. Sé que no es gracioso, sobre todo desde que me enteré que mi mamá y él se casaron porque estaba embarazada de Dean, pero lo es un poco. Se comporta como un papá y es divertidísimo porque tengo veinte años y esta es la primera vez que lo he visto acercarse remotamente a interpretar el papel. —Señor Daniels, le juro que no está embarazada —dice Micha, lanzándome una sonrisa rápida—. Solo decidimos que era tiempo. ¿Señor Daniels? Le articulo con mi boca. ¿De verdad? Micha se encoge de hombros, despreocupado, y me lanza una mirada inocente, pronunciando sin decir nada: ¿Qué? joven.

La mirada de mi papá pasa entre Micha y yo. —Pero eres… eres tan

—Al igual que tú y… mamá —señalo con vacilación porque eso va en contra de lo que trato de explicar aquí, pero él no sabe que me enteré que mamá se encontraba embarazada cuando dieron el sí. —Sí, pero… —Mi papá deja de hablar, mirando fijamente la puerta de atrás—. Sin embargo, eso fue diferente… las cosas entre tu mamá y yo… eran complicadas.

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—Porque estaba embarazada. —Revelo que sé la verdad, incapaz de guardármelo por más tiempo. Cuando sus ojos se abren de golpe, añado—: La mamá de ella… mi abuela me envió una caja de sus cosas y allí estaba… el diario de mamá. Hay una pausa en donde puedo escuchar a todos respirando y un auto enciende su motor en algún lugar en el exterior. —Eso no fue de parte de tu abuela —dice mi papá con un suspiro profundo, descruzando los brazos—. Bueno, lo fue, pero no te lo envió por correo. Lo hizo su abogado. —¿Su abogado? —decimos Micha y yo al mismo tiempo. Mi papá asiente, luciendo muy incómodo. —En realidad murió hace un mes atrás y supongo que esta caja se hallaba en la residencia de ancianos con tu nombre. El abogado que manejaba su testamento me llamó, buscándote para que así pudiera enviártela. ¿Está muerta? Me encuentro un poco sorprendida y me siento extrañamente entristecida, lo que es raro porque jamás hablé con esa mujer. Pero aun así era mi abuela. No sé cómo reaccionar porque no la conocía en absoluto, sin embargo me entristece un poco el saber que jamás llegué a conocerla. Incluso lo había considerado por un breve segundo, cuando leí su nota en la caja, y ahora la posibilidad se ha ido. —¿Por qué no me avisaste? —le pregunto a mi papá y, Micha se acerca más de forma protectora, como si pudiera sentir que algo malo se aproxima. Mi papá extiende la mano en busca de sus cigarrillos en el bolsillo de la chaqueta. —Porque es difícil hablarte de esas cosas… sobre todo de las cosas como la muerte y de ciertas personas. —¿De mi abuela? —Y de tu madre… porque era una caja de sus cosas y no estaba seguro de cómo ibas a reaccionar o cómo yo me sentía… me siento respecto a ello. Mi boca se abre en una O mientras mi papá abre el paquete, saca un cigarrillo, y se lo mete en la boca. Busca en sus pantalones el encendedor y lo encuentra en su bolsillo trasero. Una vez que enciende el cigarrillo e inhala una nube ligera de humo, luce más relajado. —Para los dos es un tema delicado. —Extiende su mano hacia la encimera en busca de un cenicero cerca del fregadero. Golpea el cigarrillo de lado y luego lo mantiene entre sus dedos, mientras el humo se filtra por la habitación y borra la deliciosa esencia de canela—. Pero mi… terapeuta

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dice que debería empezar a trabajar en hablar más de ello, especialmente contigo. —¿Estás viendo a un terapeuta? —Me encuentro sorprendida—. ¿Desde cuándo? Mira a Micha con renuencia, luego mete el extremo del cigarrillo en su boca y toma otra bocanada. —Hace un mes. Mi padrino pensó que sería buena idea. —Su teléfono suena desde el interior del bolsillo y levanta el dedo—. Un segundo —dice mientras recupera su teléfono. Revisa la pantalla y luego, saliendo de la cocina, responde. —Dios ¿todos los Daniels están tan jodidos? —murmuro en voz baja—. ¿También está viendo a un terapeuta? Primero mi hermano, luego yo, ahora mi papá. Podría ser como el lema de la familia: entra en mi familia y tu cabeza va a joderse, así que tendrás que encontrar a un psiquiatra para que la arregle de nuevo. —Le echo un vistazo a Micha. —Ni siquiera lo pienses —me advierte—. No estás loca y no vas a arruinar mi vida. Solo la arruinarás si me dejas. Sus palabras me recuerdan que ya no soy esa persona, la que alejaba a los demás. Lo necesito y él me necesita a mí. —No voy a ir a ningún lado. Te lo juro. —Suelto un suspiro—. Pero, ¿puedes darme un minuto? —le pregunto—. Creo que necesito hablar a solas con mi papá. Parece renuente. —¿Segura? Porque no me importa andar dando vueltas por aquí aunque signifique que debo soportar la incomodidad de tu papá. Asiento y le doy a su mano un apretón reconfortante. —Quiero preguntarle un par de cosas de mi mamá y creo que las responderá más fácilmente si solamente estoy yo. Micha permanece quieto por unos pocos segundos más y luego, asintiendo, se aleja, sosteniendo mi mano hasta que nos encontramos lo suficientemente lejos que nuestros dedos se apartan. —Si no has vuelto en, algo así como una hora —dice, abriendo la puerta de atrás y dejando que entre la nieve y una ráfaga fría—, entonces voy a regresar a buscarte. —Micha, ¿qué crees que va a suceder? —bromeo—. Solamente es mi papá. Sostiene intensamente mi mirada, dejando claro algo sin decirlo. Ha habido muchos momentos en donde cosas dolorosas e hirientes sucedieron entre mi papá y yo. —De acuerdo, te veo en una hora —le prometo y da un paso al exterior, colocando su capucha por encima de su cabeza mientras cierra la puerta.

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Retiro una silla y me hundo en ella, entonces robo otra galleta del tarro con forma de gallo. Estoy metiendo el último pedacito en mi boca cuando mi papá entra, agarrando su teléfono. Mira alrededor de las sillas vacías. —¿A dónde fue Micha? Me trago la galleta y limpio las migajas de la mesa. —A casa por un momento, para que tú y yo pudiéramos hablar de algunas cosas. —Sí, necesitamos hablar. —Se sienta, luego mira al gallo encima de la mesa sin la tapa puesta—. Veo que encontraste las galletas. —Sí, pero ¿quién las hizo? —le pregunto con curiosidad—. ¿Tú? Niega con su cabeza y coloca la tapa en su lugar. —No, Amanda las hizo. —¿Quién es Amanda? —Una mujer que conocí en mi estadía en el centro de tratamiento del alcoholismo. —¿Era otra alcohólica en recuperación? —pregunto. —No. —Levanta sus mangas y apoya los brazos sobre la mesa—. Allí era la secretaría. —Oh —digo—. Entonces… estás, así como, ¿saliendo con ella? Se rasca la cabeza. —Um… algo así… supongo. —Oh —digo, a falta de palabras. Es raro que esté saliendo porque es mi papá y la única persona con la que lo he visto en con mi mamá, pero también su relación era más allá de inestable—. ¿Ella es la que limpió la casa? Sus manos caen de su cabeza a la mesa. —No, yo la limpié. ¿Por qué? Me encojo de hombros. —Solo me preguntaba. Luce bien. Me mira, como si quisiera decir más, pero luego cambia de tema, relajándose en la silla. —Entonces ¿qué hay en la caja? —pregunta de manera rígida—. Sé que eran cosas que pertenecían a tu madre, pero ¿qué exactamente? —El diario de mamá y algunas otras cosas, como dibujos y fotos. — Hago una pausa ante el repentino aumento de mi ritmo cardíaco—. No sabía que le gustaba dibujar. Se queda observando a la mesa con una mirada triste en su rostro. —Lo hacía cuando era más joven —dice en voz baja—. Pero dejó de hacerlo no mucho después de que nos casáramos.

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Es tan difícil estar hablando de esto en voz alta, estar haciéndole preguntas, pero me obligo a mí misma a continuar porque quiero saber, entender. —¿Por qué dejó de hacerlo? Cuando levanta su mirada, sus ojos se hallan un poco aguados. — Porque dejó de disfrutarlo, así que no tenía sentido, al menos eso fue lo que me dijo. Paso un dedo por los patrones de la madera en la mesa, mientras lo observo, porque no puedo mirarlo a los ojos con lo que estoy a punto de decir. —Una vez me dijiste, cuando te estaba… cuando te estaba dejando en la clínica de recuperación, que las cosas no siempre fueron malas. Pero ¿cuándo ocurrió eso? Sé que su desorden bipolar se hizo progresivamente peor, pero incluso desde el principio siempre se sintió como si todo el tiempo mamá se encontrara triste. Queda en silencio por un momento y me preocupo porque puede que lo haya hecho enojar. Pero cuando levanto mi mirada, solo me está observando fijamente como si fuera una persona, no un recuerdo doloroso de la mujer que una vez amó, lo que solía ser cómo me veía todo el tiempo. —Las cosas jamás fueron cien por ciento normales cuando se refería a tu mamá —dice, y su voz se tensa—. Pero al inicio tenía más altos que bajos. Y sus… episodios… eran pocos y muy espaciados el uno del otro. —¿Alguna vez fue feliz? De nuevo, se toma un momento para contestar. —Algunas veces era feliz. De todos modos eso creo. Era tan difícil darse cuenta. —¿Por qué era tan difícil? —En el fondo, sin embargo, creo que sé la respuesta. Porque algunas veces es difícil ser feliz o incluso admitir que eres lo suficientemente bueno para ser feliz, que en verdad lo mereces, así que te rehúsas a sentirlo, luchas contra ello. Algunas veces es mi propio modo de pensar y lo odio, pero también he aprendido a lidiar con eso… creo. Sonríe, pero es una sonrisa triste. —Es solo por el modo en que era ella, Ella May. Y en verdad quiero creer que era feliz, incluso a pesar de que no lo mostraba. Es raro escucharlo llamándome de esa forma y eso me despista, y suelto una pregunta que quizá no debería hacer. —¿Por qué la amabas? — le pregunto, luego hago un gesto lleno de remordimientos—. Papá, lo siento. No tienes que contestar eso. Niega con la cabeza y más lágrimas se forman en sus ojos. —Está bien. Puedes preguntarme cosas. Estoy llevando mejor las… las cosas. — Se detiene, deliberando y luego, su respiración flaquea—. La amaba porque al principio era errática e impulsiva y podía hacer que la vida en

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verdad fuera sorprendente e… impredecible. —Mira por encima de mi hombro, perdido en sus recuerdos y, por un breve momento, casi luce feliz. Luego parpadea muchas veces y esa mirada desaparece antes de que regrese su atención a mí—. Creo que fue feliz cuando te tuvo. Y a Dean. No logro deducir si está mintiendo, pero en verdad no me importa si es o no así. Solo podría estarlo diciendo para hacerme feliz y me lo creo. — Gracias papá. —No hay problema. —Retorciéndose y haciendo crujir su cuello, como si tuviera energía nerviosa fluyendo a través de él, parece como si quisiera decir más—. Ella, no quiero hacerte enojar pero yo… de verdad desearía que pensaras en esperar para casarte. ¿Qué? —¿Por qué? —Porque… —Se frota la nuca y deja su mano ahí con su codo doblado hacia arriba—. Eres tan joven… y deberías vivir tu vida antes de que te ates a cosas de adultos. —Deja caer el brazo a su lado. Me toma un momento hablar, porque hay un montón de palabras crueles que quieren salir de mi garganta. Como el hecho de que estuve atada a cosas de adultos desde que tenía cuatro años. Cuentas. Cocina. Limpieza. Cuidando a las personas. Esas cosas no son nuevas para mí. —Lo pensaré —respondo, pero no lo digo en serio. Camino hacia la puerta, cerrando mi chaqueta—. Y papá… gracias por hablarme de mamá. —No hay problema —responde—. Supongo que debería haber hablado más de ella. No digo ni una sola palabra. Estoy de acuerdo con él, pero no quiero decirlo porque eso solo le hará daño, arruinará toda esta vibra rara de buen padre/hija que hemos tenido. Abro la puerta de atrás y entra el viento, trayendo nieve esparcida por el piso. —Y Ella —grita cuando estoy a punto de dar un paso a la nieve, hacia la brisa glaciar. Me detengo y miro por encima del hombro. —Sí. —Si necesitas cualquier ayuda… me refiero, con la boda y esas cosas, si decides hacerla… estoy aquí si me necesitas —dice, cambiando su peso de un pie a otro. —Gracias —le digo, confundida porque quiere ayudar y no es algo a lo que me hallo acostumbrada—. Te avisaré, pero creo que la mamá de Micha está al tanto de un montón de cosas. Se encuentra súper emocionada. Luce un poco decepcionado y abro la boca para decir algo, pero no puedo pensar en nada más así que me despido con la mano, salgo y cierro la puerta detrás de mí. Me siento un poco mal porque parecía enojado de

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que haya declinado su ayuda, pero al final del día la mamá de Micha era más como un padre para mí que cualquiera de los míos. Micha y ella fueron mi familia desde que tenía cuatro, no mi papá, ni mi mamá, ni Dean. Solo eran su mamá y Micha, pero más que nada Micha. Él era mi pasado y es mi futuro. Me detengo cuando estoy a punto de saltar sobre la cerca, donde la nieve llega a mis rodillas y se sumerge por mis pantalones al tiempo que tengo una revelación que me golpea directamente en mi pecho. Desde el día en que Micha me rogó que pasara por encima de la cerca por primera vez, hemos sido inseparables, excepto por el tiempo en que salí huyendo a la universidad. Él se hizo cargo de mí. Me amaba. Me mostró lo que era el amor. Y creo que en el fondo, a pesar de que no podía admitirlo hace un par de años atrás, en secreto esperaba que por siempre estuviera en mi vida, que terminara con él. Que todavía estaría esperándolo encima de la cerca para verlo cuando tuviera veinte años con su anillo en mi dedo. Que cincuenta años después aún me hallara a su lado, sentada en una mecedora en un pórtico, bebiendo limonada o lo que sea que hagan las parejas viejas. Esto hace que mi corazón lata de emoción y terror porque creo que es tiempo de dejar de lado las cosas oscuras que rondan mi pasado, de soltar las cosas que puede que no quiera soltar, para que así pueda moverme hacia adelante a un futuro con una valla simple, una caja de jugo, y un auto de juguete.

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14 Traducido por Alessandra Wilde Corregido por Vane Farrow

Micha —¿Segura de que quieres que haga esto? —le pregunto a Ella, que tiene la mirada fija en el diario de su madre en mi regazo. Asiente mientras busca algo en su bolso en el suelo. —Sí, quiero saber si encuentras algo feliz. —Me mira, vestida solo con un sujetador rojo y negro, y unas bragas a juego—. Si no es así, entonces no necesito leerlo. Pero si lo encuentras, quiero leerlo para poder saber de la parte feliz de su vida que nunca llegué a ver. Masajeo mi nuca, nervioso por leer algo tan privado. —Está bien, si eso es lo que quieres. —Lo es. —Endereza sus piernas y se pone de pie con un vestido negro en su mano—. Pero solo si te sientes cómodo haciéndolo. Quiero decir que no, pero de ninguna manera lo haré. No luego de que entró en la casa ayer después de hablar con su padre y anunció que se hallaba lista para seguir adelante sin terminar de leer el diario porque quería dejar atrás el pasado. Ni siquiera estoy seguro de dónde vino la declaración, pero es imposible que vaya a arruinarlo. —Supongo que tengo un poco de lectura por delante. —Quito el diario de mi regazo y lo pongo sobre la cama, luego me inclino hacia adelante y agarro el borde de ese vestido corto y ajustado que está a punto de ponerse—. Con tal de que me digas a dónde diablos vas a ir con esto puesto. —Con Lila a cenar —contesta—. ¿Por qué? ¿Qué sucede con el vestido? —Porque es más pequeño que la mayoría de mis camisas —le digo, con los celos resonando en mi voz—. Se te verá el culo. Aleja el vestido de mí. —No es cierto —insiste, agachándose y poniéndose el vestido—. Además, Lila dijo que llevara específicamente éste. Me levanto mientras se contonea dentro del tejido apretado sobre su cuerpo y desliza los brazos a través de los tirantes finos. Se abraza a su

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cuerpo perfectamente pero el extremo apenas le cubre sus muslos. —¿Por qué? —le pregunto. Se pasa los dedos por el pelo. —No estoy segura. Vas a tener que preguntarle. Todo lo que me dijo fue que era una sorpresa. —Oh, lo voy a hacer —le aseguro, y luego salgo de la habitación para ir a buscar a Lila. Está en la cocina con Ethan, con bolsas de velas rojas y negras y flores a juego, cintas, y otra mierda decorativa dispersos por todas las encimeras y la mesa delante de ellos, junto con papel de regalo, cinta y una bolsa llena de listones para regalos de Navidad. Lila, Ella y mi mamá pasaron medio día haciendo compras y Ella llegó a casa luciendo exhausta pero con una bolsa llena de decoraciones de boda y supongo que algunos regalos para Navidad. Nunca fue del tipo de chicas que le gustan las compras y supongo que Lila y mi madre tuvieron más que ver con la sobreabundancia de decoraciones de boda y regalos que Ella. —Tengo una pregunta para ti —le digo a Lila mientras me acomodo en una silla y me uno a ellos en la mesa. Ella tiene a Ethan atando cintas, y aunque él no se ve feliz, todavía lo está haciendo, lo que es un poco raro. —No digas una sola palabra —advierte Ethan mientras ata un pedazo de cinta negra en un moño—. Una y otra vez te he visto hacer estupideces por Ella y no he dicho ni una palabra. Hago girar una vela en la mano. —No, dijiste un montón de cosas que me molestaron muchísimo. Sacude la cabeza, luego suelta el moño, mirando a Lila. —¿Puedo acabar con esto? —Flexiona sus dedos como si tuviera un calambre—. Ya ni siquiera puedo sentir las puntas de mis dedos. Lila corta el extremo de una pieza roja de cinta con un par de tijeras. —Para nada. Tenemos alrededor de un centenar más que hacer. — Pone la cinta y las tijeras a un lado. Lleva puesto usando un vestido azul oscuro que tiene brillos en todas partes. No es tan ajustado como el de Ella, pero es igual de corto, si no más corto—. Entonces, ¿cuál es tu pregunta, Micha? Y si se trata de tu regalo de Navidad de parte de Ella, no te diré lo que es. —No es eso —le digo, sacudiendo la cabeza—. ¿Y de qué hablas? Ella y yo no intercambiamos presentes. —Excepto por el año pasado, cuando le di el anillo de compromiso, pero eso era diferente. —Tal vez no en el pasado —dice con una sonrisa—. Pero ella te compró uno este año. Mierda. ¿Eso significa que tengo que regalarle algo? Y si es así, entonces, ¿qué? Sacudo la cabeza. Me estoy desviando del tema. Hago la vela a un lado y doblo los brazos encima de la mesa. —Eso no es lo que iba

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a preguntarte. Quiero saber a dónde demonios vas a llevar a Ella esta noche. Se encoge de hombros y alcanza otro rollo de cinta. —Saldremos a cenar. —¿A dónde? —pregunto. —¿Por qué es importante? —me responde, enredando un poco de cinta alrededor de su mano. —Porque está vestida como una puta —le digo sin rodeos, tratando de hacerla confesar. Pero eso no la altera. —No se verá como una puta. Solo se está arreglando para salir. —Sin embargo no a cenar. No necesitas estar vestida así para ir a cenar —digo y apunto hacia su vestido. —¿Qué hay de malo en cómo estoy vestida? —Pestañea de forma inocente—. Solo tengo puesto un vestido. —Voy a estar de acuerdo con Micha en este caso —interviene Ethan, haciendo crujir los nudillos—. No me gusta el vestido. Diversión flamea en los ojos de Lila. —Te gustó la otra noche. —Sí, cuando yo era el único que te vi con él —dice, extendiendo su mano hacia el montón de cinta que Lila separó. Lila sonríe cuando se levanta de su silla. —Oh, ustedes dos y sus celos. —Acaricia a Ethan en la cima de su cabeza—. Es tan adorable. —Se pasea detrás de él y le besa la cabeza—. Voy a ir a ver si Ella está lista — canturrea y, Ethan observa su culo mientras se aleja y sale de la habitación, diciendo sobre el hombro—: Y, Micha, no dudes en hacer algo útil y empieza a atar moños. Me quedo boquiabierto hacia Ethan. —¿Habla en serio? Corta un pedazo de cinta roja. —Sí. —Deja caer las tijeras en la mesa—. Pero es tu culpa. —¿Por qué demonios es mi culpa? —Porque tú eres el que no quiso fugarse en coche a Las Vegas y casarse. Me estiro sobre la mesa y recojo un rollo de cinta. —Eso suena más como tu tipo de matrimonio que el mío. Asiente. —Sí, tienes razón, pero aun así, no tendríamos que estar sentados aquí, atando cintas como un par de mandilones. Jugueteo con la cinta, ahogando una risa. —Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer?

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Suspirando, me muestra cómo atar la cinta y luego nos sentamos a la mesa, atando moños durante los siguientes veinte minutos hasta que Ella y Lila llegan a la cocina. Ella se detiene a una corta distancia de la mesa y se cruza de brazos. Su cabello se encuentra suelto sobre sus hombros en ondas, sus ojos están delineados con negro, y sus labios tienen un tinte de rosado. Usa tacones con correas atadas a sus tobillos, y entre los zapatos y el vestido tan corto, sus piernas se ven larguísimas. —Bueno, mírense ustedes dos —dice con hilaridad en su voz—. Atando moños como profesionales. Me giro en la silla y observo su increíblemente perfecto cuerpo, imaginando cómo estarán envueltas a mi alrededor sus largas piernas más tarde. —Cuidado con lo que dices, Ella May, o no tendrás ninguna cinta en tu boda. —Bien —dice, jalando la parte inferior de su vestido hacia abajo. Lila le empuja por la espalda. —Oye, pensé que te gustaban las cintas. Ella hace una cara de disculpa. —No, me negué a toda esa tonta decoración llena de volantes y cosas que me lanzaron, los lazos rojos y negros fueron los menos molestos. Lila frunce el ceño, decepcionada. —¿Así que no te gusta? Suspira. —Sí me gustan. Lo siento, no estoy siendo muy amable en este momento. Me estás ayudando y debería ser más agradecida. Ahora, Lila suspira. —No me mientas. Si no te gustan las cintas, entonces no las tendrás. Podemos hacer otra cosa. Ethan me lanza una mirada divertida y luego se reclina en la silla con el brazo sobre la parte superior de la misma. —Ya sabes, si no lo supiera bien, pensaría que ustedes dos son las que se van a casar. Los tacones de Lila hacen clic en el suelo conforme se acerca y le da un beso en la mejilla. —Está bien, es momento de que regreses a atar moños —dice mientras camina hacia la puerta de atrás y Ella la sigue. Cuando pasa a mi lado, la tomo del codo y la jalo ligeramente, atrayéndola hacia abajo así su cabeza se encuentra al nivel de mi cabeza y luego pongo mis labios junto a su oreja. —No te metas en problemas, por favor. Inclina la cabeza para mirarme. —¿Cuándo me he metido en problemas? —Si quieres que te haga una lista —respondo—, entonces lo haré, pero me tomará el resto de la noche.

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Intenta reprimir una sonrisa mientras me frunce el ceño, pero luego se agacha y me besa profundamente. —Haré mi mejor esfuerzo para no meterme en ninguna pelea —dice, retrocediendo, un poco sin aliento por el beso—. O cualquier otro problema. —Y traten de no arruinar mi coche —digo cuando Lila abre la puerta. —¿Vas a dejar que se lleven tu coche? —pregunta Ethan, en tanto me mira como si estuviera loco. Me encojo de hombros. —¿Cuál otro va a ser su trasporte? —Estarían mejor si van a pie —dice entre dientes, y luego grita para Lila y Ella—: No conduzcan ebrias ni pongan billetes de dólar bajo los pantalones de los tipos. —No vamos a ir a un club de striptease —replica Lila, pero se ríe cuando toma su chaqueta del perchero. Ella se pone su chaqueta de cuero, cubriéndose un poco más y haciéndome sentir un poco mejor sobre el vestido. Abre la boca para decir algo, pero Lila jala su brazo y la arrastra al exterior, dando un portazo. Thomas y mi mamá salieron a cenar y la casa se halla muy tranquila, así que Ethan y yo nos sentamos en silencio, pensando en lo que acaba de suceder. —¿Te sientes como si fuéramos sus esclavos? —pregunta, dando la vuelta en la silla con una cinta en la mano. Me quedo mirando el montón de cinta y velas sobre la mesa. —Sí, algo así. Intercambiamos una mirada y luego nos ponemos de pie. —Así que la pregunta es —dice Ethan mientras toma su chaqueta del respaldo de la silla—: ¿Queremos ir a un bar o ir a algún lugar ruidoso, como una fiesta? —Siempre podríamos seguirlas —bromeo mientras camino hacia el perchero junto a la puerta de atrás—. Jugar a acosadores por esta noche. —Agarro mi chaqueta y me la pongo, fingiendo que bromeo pero en el fondo es en serio. No me gusta la idea de que Ella salga vestida así, en esta ciudad. No solo es demasiado bella y sexy para su propio bien, sino que también tiene historia en esta ciudad, con gente que o la quiere demasiado o la odia. Y si la Ella fiestera hace una gran aparición, sobre todo la borracha, podría suceder un montón de mierda. —Esa no es una mala idea —concuerda Ethan, en respuesta a mi broma, luciendo serio—. Pero no tenemos un coche. —¿Deberíamos empezar a caminar? —le pregunto mientras abro la puerta.

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Es tarde, el cielo negro está libre de nubes y las estrellas brillan. Luces centellean desde la casa de al lado y se reflejan en el hielo que cubre el patio. Ethan cierra la cremallera de su chaqueta. —Claro. Damos un paso fuera y caminamos por el pavimento lleno de nieve, luego giramos a la izquierda hacia la ciudad. La nieve en la acera cruje bajo las botas y nuestro aliento se muestra en frente de nosotros. Hace mucho frío, pero no es la primera vez que hemos caminado por la noche tarde en temperaturas bajo cero. —Estoy esperando a que enloquezcas —anuncia Ethan de forma inesperada, pateando del camino un trozo de hielo. Meto mis manos en los bolsillos de la chaqueta. —¿Sobre qué? —Casarte. —¿Por qué habría de enloquecer? Me mira boquiabierto. —Porque vas a estar con una persona por el resto de tu vida; y desde entonces, todas tus decisiones van a estar basadas en lo que es mejor no solo para ti, sino para los dos. Ya no podrás hacer lo que quieras. —¿Alguna vez he estado con alguien más? —pregunto—. Quiero decir, en una relación. Se encoge de hombros. —No, creo que no, pero aun así, es una gran responsabilidad y me parece que debería haber un poco de pánico implicado, aunque sea por un minuto. —En realidad no —le digo—. Por lo menos si es la persona adecuada. Asimila mis palabras con una mirada perpleja mientras mira fijamente al suelo. Al final sacude la cabeza y luego alza la vista. —¿Y qué pasa si Ella te dice que ya no quiere que vayas a esa gira Slam o como sea? —Entonces no iré —le digo. El otro día, mientras limpiábamos la casa esa mañana después de la fiesta, le conté a Ethan acerca de mi dilema, porque necesitaba sacarlo de mi pecho. —¿Renunciarías a tu sueño sin más? —pregunta. Asiento. —Sí, más o menos. —¿Y qué sucederá, como dentro cinco años, cuando mires hacia atrás y te arrepientas? Pateo la nieve con la punta de mi bota. —¿Por qué insistes tanto con esto? Digo, sé que no eres fan de Ella, pero es como que trataras de convencerme que no me case con ella, lo que nunca pasará.

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De repente se detiene cerca del borde de la acera y, me resbalo sobre el hielo, cuando me detengo de golpe junto a él. Mis manos vuelan a mis lados y recupero rápidamente el equilibrio. —No digo que no te cases con ella —dice con el ceño fruncido—. Solo estoy diciendo que ya que te vas a casar, tienes que hablar con ella acerca de la gira y tomar la decisión en conjunto, ya sea si vas a ir o no. De lo contrario, te casarás en unos días sin hablar de algo importante, que podría dar lugar a problemas. —Eres tan raro, a veces —le digo, tirando de la capucha sobre mi cabeza—. Das consejos sobre relaciones todo el tiempo, sin embargo, nunca te he visto en una relación salvo con Lila, pero de alguna manera tu consejo tiene sentido. Se encoge de hombros, mirando la casa de ladrillo de un solo piso en la calle que está cubierta de luces rojas y verdes. —Vi a mis padres hacer las cosas mal durante años y años, así que sé lo que no funciona —dice mientras cruzamos la calle—. Ahora, si mi consejo es el camino correcto a seguir o no, no tengo ni idea. Me subo en la acera, metiendo las manos de nuevo en los bolsillos de la chaqueta. —Voy a hablar con ella mañana. No dice nada, pero noto que le puso contento que dijera que lo haría, por cualquier razón. —¿Sabes qué? —dice, cambiando de tema—. Creo que tenemos que hacer una despedida de soltero esta noche. Me parece mal que no estemos teniendo una de verdad. —Sí, creo que te olvidas de cómo lucen los bares de striptease por aquí —le digo sin entusiasmo—. ¿Recuerdas cuando nos decidimos a ir a uno justo después de que nos graduáramos? —Me estremezco al pensarlo—. Creo que sigo un poco aterrorizado por las cosas que vi. Su rostro se retuerce con repulsión. —Sí, ¿cómo podría olvidarlo? — Cuando doblamos la vuelta de la esquina por la calle, en dirección este, añade—: Pero podríamos emborracharnos, por los viejos tiempos. — Levanta su puño—. ¿Qué dices? ¿Quieres embriagarte en el pub una vez más? Choco mi puño con el suyo. No hemos pasado el rato desde hace tiempo, desde que me mudé, por lo que no tengo muchas oportunidades para pasar el rato con él. —Sí, ¿por qué diablos no? Una última vez, por los viejos tiempos. No puedo evitar sonreír ante las muchas veces que Ethan y yo logramos colarnos en el pub con los documentos de identidad falsos. Siempre nos divertimos mucho y me impacta el hecho de que hemos dejado de lado esas cosas. Es un poco triste, pero al mismo tiempo, me

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alegra que dejáramos en el pasado esta ciudad y siguiéramos adelante con nuestras vidas, porque no mucha gente por aquí lo hace.

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15 Traducido por Jenni G. & Miry GPE Corregido por ♫ MoniQue ♫

Ella —No puedo creer que me hayas traído aquí —grito por encima del estruendo de la música, abanicando con mi mano enfrente de mi cara porque hace calor y huele a sudor y queso viejo mezclado con cerveza. Hay cadenas de luces enrolladas alrededor de las vigas del techo que brillan sobre las caras, dando a nuestra piel un resplandor rosado. Lila gira sobre su taburete, y sus ojos analizan la pista de baile. — Bueno, estuve preguntando y todo el mundo dijo que este era un lugar para venir a divertirse un poco. Niego con la cabeza mientras tomo mi bebida. —Oh, Lila Dila, la diversión en Star Grove no es igual que en California o incluso en Las Vegas. —Giro en mi taburete, haciendo señas con mi mano hacia la multitud de personas de aspecto rudo, la mayoría vestidos con vaqueros viejos, camisas de cuadros, camisetas, botas. No somos las únicas bien vestidas, pero las chicas que llevan vestidos elegantes son pocas. Y no hay luces llamativas o decorado, solo un poco de iluminación debido a unas cuantas bombillas de afuera, mesas redondas y sillas desiguales, cascaras de cacahuete y envoltorios en el suelo. La música viene de un altavoz, no de un DJ; lo bueno es que las bebidas son baratas. —Bueno, quería darte una última alegría antes de que te cases en unos días —dice, dando sorbos a la pajita de su margarita mientras que el camarero, un hombre de mediana edad con escaso pelo y bigote, nos mira. Lleva haciendo eso desde que llegamos, vigilándonos, pero hasta ahora ha sido fácil ignorarle—. Traté de ser una buena dama de honor. —¿No hicimos eso ya en San Diego la noche antes de la boda? — pregunto—. Cuando me llevaste a ese club a beber. Levanta sus cejas hacia mí. —¿La boda que nunca se celebró? —Cierto —digo—. Pero aun así tuvimos nuestra alegría. Sobre el resto de su bebida antes de reclinarse en el respaldo del taburete y colocarse sobre el mostrador. —Uno nunca tiene demasiadas

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últimas alegrías. —Frunce el ceño mientras se sienta derecha—. Apenas nos hemos visto en los últimos seis meses y, cuando ya estés casada, difícilmente vamos a poder vernos. No soy este tipo de chica de conversaciones sinceras pero ella me está haciendo sentir mal. —Lila, seguiremos siendo amigas no importa lo que pase. Y sales con el mejor amigo de Micha. Vamos a vernos más de lo que piensas. Ella reorganiza unos mechones de su pelo. —No, no es cierto. Ya lo verás. Te mudarás, seguramente tendrás bebés, y yo seguiré viviendo en Las Vegas, tratando de averiguar lo que quiero hacer con mi vida. —Eso no es lo que he oído —le digo—. He escuchado que Ethan y tú tienen planeado un gran viaje por carretera. Aprieta sus labios mientras mira a la pista de baile. —Sí, supongo que ese es el plan. —Entonces, ¿por qué no suenas tan convencida? —No sé. Las desgracias pasan, sabes. A veces, las cosas cambian. Tomo otro trago de mi bebida. —¿Ocurre algo entre Ethan y tú? ¿Están peleados o algo así? Sacude la cabeza. —No, pero eso no significa que no me preocupe por todas las cosas que puedan salir mal. —¿Cómo qué? —Como la vida. —Se gira hacia mí, cruzando sus piernas—. No todos tenemos una relación perfecta, aunque no puedo decir que lo que Ethan y yo tenemos sea malo. Es genial, pero no es como si tuviera un anillo en mi dedo. —Todavía —digo, y ella pone los ojos en blanco. Echo mi cabeza hacia atrás y me trago el resto de la bebida, sintiendo la quemadura del vodka mientras se desliza por mi garganta—. Además, no tengo una relación perfecta. —Dejo el vaso en la barra—. Debo recordarte que deje plantado a Micha hace unos días. —Sí, pero tenías una razón, ¿cierto? Porque te preocupabas por tu futuro. —La forma en que lo dice con desconfianza hace que me pregunte si no cree en mi razonamiento. —Sí —digo—. Y por otras cosas… cosas de las que no me gusta hablar. —¿Qué tipo de cosas? ¿Hay algo más que no me contaste? Giro un mechón de mi cabello alrededor de mi dedo, sintiéndome incomoda. Puedo contarle a Micha cosas personales pero él es mi mejor

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amigo, mi prometido, mi todo; suena muy cursi pero es la verdad. Me pregunto si debería ponerlo en los votos. La quemadura del alcohol corre por mis venas y empiezo a pensar que tal vez es el momento de hablar con Lila de estas cosas. En general da buenos consejos y quizás me pueda orientar sobre qué hacer. Pero no quiero hablar sobre mi madre y la caja… Hablé lo suficiente acerca de eso con mi padre. Pero hay algo más. —Estoy teniendo dificultades para escribir mis votos —admito. Apoya su codo sobre el mostrador mientras sus cejas se fruncen. — ¿Están escribiendo los votos? Asiento. —Fue idea de Micha. Lila tamborilea con las uñas su rodilla. —Sí, lo supuse. —Se detiene—. ¿Por qué piensas que te cuesta tanto? —Porque no soy escritora —digo—. Y porque… bueno, porque odio expresar mis emociones en una habitación vacía y mucho menos con gente. —Sí, pero nosotros ya sabemos lo que sientes por Micha, y que no puedes quitarle las manos de encima. —Ella inspecciona su reflejo en el espejo en la pared de atrás de la barra—. Pero comprendo la parte de las emociones y que no quieras decírselo a nadie. A veces, yo también oculto lo que siento. —¿En serio? —pregunto, elevando mi voz porque la música se escucha más fuerte—. Nunca parece que lo hagas. Mira a un tipo espeluznante con una cola de caballo que no para de sonreírle desde el otro lado de la barra. —Quizás no es que oculte lo que siento sino que pretendo sentir algo más, pero he estado tratando de parar porque no es saludable. Sé por experiencia que tiene razón. —¿Y qué sugieres que haga con la parte de no ser escritora? —Simplemente pon el bolígrafo en el papel y escribe, supongo. —Se encoge de hombro—. Estoy segura de que saldrá algo bueno. Continúo tratando de descubrir una solución mejor hasta que la canción cambia a una con un ritmo más rápido y Lila junta las manos, en tanto sus ojos se le iluminan con entusiasmo. —Me encanta esta canción —dice—. Tomemos otro trago y a bailar. —Solo aceptaré un trago si es Jäger —le digo. Hace una mueca de nauseas. —Uf, eres tan asquerosa. Yo seguiré con el tequila.

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Pide nuestras bebidas, después nos las bebemos de un golpe y nos dirigimos a la pista de baile. Bailamos bajo la poca iluminación, haciendo viajes ocasionales de vuelta a la barra a por más tragos hasta que estamos calientes, sudorosas, exhaustas y preparadas para irnos a casa. Me siento bien, no solo porque estoy borracha, sino porque me divertí mucho, aunque tenga miedo de casarme, y esté preocupada por escribir los votos. Así que nos abrimos paso entre la multitud, dirigiéndonos a la salida, donde recogemos las chaquetas de la silla. Nos las ponemos en tanto abrimos la puerta y el aire helado quema mis piernas desnudas. —Corramos —le digo a Lila y, ella se ríe, ya que nos tambaleamos y resbalamos en el hielo mientras corremos hacia el Chevelle aparcado debajo de la farola. —Espera. —Lila se detiene de golpe cuando casi llegamos al coche. Mira atrás al club con una expresión indecisa en su cara—. Tal vez deberíamos volver adentro, donde hace calor, y llamar a los chicos para que vengan a buscarnos. Dijimos que no conduciríamos ebrias. A través del mar de alcohol dando vueltas por mi cabeza, me doy cuenta de que efectivamente no debemos conducir ya que todo luce un poco distorsionado y estar de pie parece complejo. —Sí, buena idea. —Me doy la vuelta para regresar cuando un Camaro azul se mete dentro del aparcamiento y para entre nosotras y la puerta del club, bloqueando nuestro camino. —Tiene que ser una broma —murmuro cuando baja la ventanilla. Mikey asoma la cabeza mientras que una nube de humo sale por la ventana abierta. La última vez que lo vi, le lancé un batido en su ventana y después intentó perseguirnos. Conociendo a Mikey, supongo que es probable que aún guarde rencor. —Ella, ¿qué pasa? —pregunta Lila siguiendo mi línea de visión en tanto una sonrisa surge en la cara de Mikey—. ¿Quién es ese? —Vaya, vaya, es la rebelde de la ciudad. —Continúa sonriendo mientras abre su puerta y sale. Tiene la altura media de un chico, lo que hace que con tacones yo sea tan alta como él, pero mi peso no se compara al suyo. Su pelo negro se mezcla con la noche, su nariz está torcida, seguramente porque alguien le golpeó, y tiene un tatuaje de un alambre de púas curvando su cuello. Sus botas pisan fuerte contra el estacionamiento helado mientras se acerca a nosotras con una sonrisa de superioridad. —¿Está el idiota de Gregory contigo? Porque me muero por darle una paliza por esa artimaña que hicieron los dos. —¿Qué? —pregunta Lila demasiado fuerte y, le lanzo una mirada sobre mi hombro, esperando que mantenga la boca cerrada. Luego echo

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un vistazo al coche de él, notando que hay alguien más en el asiento del pasajero, un chico, creo. Cuando Mikey desacelera hasta detenerse delante de nosotras, observa a Lila con una mirada traviesa en su cara. —¿Eres su chica o algo así? —¿La chica de quién? —Lila se hace la tonta, protegiéndose al dar un paso detrás de mí. Se encuentra asustada; su respiración irregular se proyecta a través de la niebla. Mikey la mira un poco más y luego se centra en mí. No me gusta la forma en que me mira, ya que no le hace como a la chica que podría pasar el rato con los chicos, incluso si a él no le agradaba. Él me está observando como si fuera una mujer, porque estoy vestida como una y de repente me arrepiento de llevar puesto este maldito vestido y los jodidos tacones. —Ella, sé que no eres estúpida —dice, acercándose más—. Sé que eres consciente de que la gente de aquí no se sale con la suya después de tirar batidos en los coches. Tienen que pagar… hay que dejar las cosas libres de deudas. Ruedo los ojos y cruzo los brazos sobre mi pecho. —También sé que nadie por aquí te respeta. Los músculos de su cuello se tensan mientras camina hacia la luz de la farola. Aumenta un poco mi nerviosismo. A pesar de que Mikey siempre ha tratado de parecer duro, todo era una farsa y la mayoría de nosotros sabía que era puro habladurías. Pero ahora parece diferente al que yo conocía. Más andrajoso, duro, intenso y menos cobarde. Sus ojos lucen hundidos y rojos, y me pregunto si está metido en las drogas, pero de ser así, no me sorprende. A veces ocurre en esta ciudad. —Cuida tu puta boca —advierte Mikey. Lila agarra mi brazo, sus dedos tiemblan mientras susurra—: Tal vez debería llamar o enviar un mensaje a Ethan y Micha. Sacudo la cabeza y siseo—: De ninguna manera. En ese caso esto solo va a terminar en una pelea. Lila mira a Mikey. —Creo que podríamos acabar en una pelea si no los traemos aquí —susurra con nerviosismo. —No, estamos bien —le aseguro, aunque no estoy tan segura de mí misma—. Solo ve al coche y espérame. —Me doy la vuelta y enfoco mis ojos en Mikey, intentando parecer más dura de lo que me siento en tanto Lila vuelve hacia el Chevelle. Hace crujir sus nudillos y su cuello, como si eso demostrara que es más duro. —¿Crees que puedes asustarme con una mirada? —Estira los brazos hacia los lados del estacionamiento vacío—. No tienes a nadie aquí que pueda protegerte.

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Esa chica luchadora que continúo reprimiendo, intenta abrirse paso al exterior y doy un paso hacia delante así que estamos más cerca. —Y eso está bien. —Estiro las manos hacia los lados y miro alrededor, imitando burlonamente su movimiento, e ignorando el hecho de que las cosas se van a poner feas. No hay nada que pueda hacer al respecto. Podría correr, pero entonces él me perseguirá—. Ya que no veo ninguna amenaza por aquí. Una vena sobresale de su cuello y comienza a echarse a un lado mientras que el otro chico del coche sale. Es alto y voluminoso con el pelo corto y los brazos del tamaño de mis piernas. Intento calcular qué tan rápido puedo correr hasta el coche en tacones, y si llego allí, qué tan rápido puedo conducir para escapar, porque sé que me perseguirá ya sea a pie o en vehículo. —Ah, ahora no eres tan arrogante —dice Mikey con una sonrisa de superioridad cuando no respondo. Odio dar marcha atrás porque eso significaría vivir un infierno durante casi siempre, dado que nadie en Star Grove parece poder olvidar, pero al mismo tiempo esta no es mi casa. Podría quedarme aquí de vacaciones si se da el caso, así que al final, ¿importa? Tragándome toda mi terquedad, pongo mis manos en alto y doy un paso atrás, poniendo distancia entre nosotros. —Bien, tú ganas —digo entre dientes. —De ninguna jodida manera. —Él replica mi paso, estrechando la distancia entre nosotros—. Me insultaste y arruinaste el cuero de mi auto. No te alejaras sin más. La pregunta es, ¿cómo lo pagarás? Digo, podría sencillamente hacerte pagar por todo el retapizado. —Sus ojos se deslizan por mi cuerpo sugestivamente—. Sin embargo, quizá haya algo más que puedas darme. No puedo evitarlo. Me echo a reír, lo que probablemente no es lo mejor, pero estoy borracha y no pienso racionalmente. El grandote se apresura hacia mí mientras me alejo con la mano sobre mi estómago, y mi risa hace eco a nuestro alrededor. Pero él se resbala, cayendo de espaldas y me río más fuerte, haciendo que la cara de Mikey se caliente con ira. Me agarra del brazo y me jala, presionando sus dedos contra mi piel, y hago una mueca de dolor cuando tropiezo. —Suéltame —digo, tirando de mi brazo para soltarme. Sus dedos se hunden más al tiempo que me jala hacia delante, abriendo la boca para decir algo, pero levanto mi rodilla y le golpeo sus partes viriles. No estoy segura de cuánta fuerza puse en el golpe, ya que estoy ebria y tengo dificultad para mantener el equilibrio, pero parece que funciona y me suelta para agarrarse los genitales mientras su cara se

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contorsiona por el dolor. Me encuentro a punto de voltearme y huir cuando levanta el brazo y me golpea en la mejilla. Me resuenan los oídos y veo manchas mientras agarro mi mejilla y parpadeo. —¡Maldito idiota! —grito, enojada. Algunas chicas habrían llorado, pero el dolor solo me hace querer causarle lo mismo. Veo al tipo grandote caminar hacia nosotros cuando Mikey levanta la mano para golpearme de nuevo. Llevo hacia atrás mi propia mano y le golpeo con mi puño en la mejilla. No es la primera vez que golpeo a alguien y estoy bastante segura que no será la última, pero no importa cuántas veces golpee a alguien en el rostro, todavía duele mi condenada mano. Los dos nos lamentamos del dolor; Mikey se acuna la mandíbula donde lo golpee, y yo sacudo la mano mientras me alejo de él, lista para ir al auto. Pero entonces un grupo de chicos y chicas salen del bar, causando mucho ruido y haciendo que ahora haya testigos. Uno de los chicos da una mirada inquisitiva en nuestra dirección mientras enciende un cigarrillo y aprovecho la oportunidad para irme con rapidez hacia el Chevelle y subir con Lila. Sus ojos se ven enormes y llenos de lágrimas, mientras se rodea con los brazos. —Oh, Dios mío, Ella. Eso fue… —Star Grove —le digo y luego añado—: Asegura tu puerta. Ella obedece mientras aseguro también la mía. Mikey se acerca hacia uno de los chicos que acaba de salir e intercambian un apretón de manos, mientras que el grandote me mira con los brazos cruzados sobre el pecho. Busco mi teléfono en el bolsillo, debatiendo a quién llamar. Sé que si llamo a Micha, vendrá, y si Mikey aún se encuentra aquí, hay una buena probabilidad de que se desate una pelea y eso es lo último que quiero. —Ya los llamé, al segundo en que ese idiota salió tras de ti —me dice Lila—. Se hallaban en un pub a pocas cuadras. Vienen hacia acá en este momento. —Mierda, Lila, ahora vendrán listos para lanzar golpes. —Me miro en el espejo retrovisor, haciendo una mueca al tocar mi pómulo rojo e hinchado—. Creo que se hará un moretón. Lila frunce el ceño. —Genial, ahora tendrás un moretón gigante en todas tus fotos de boda. —¿Cuáles fotos? —Las que tomará Caroline. —Se coloca la mano sobre su boca—. Oh, mierda, no debía decírtelo. —¿Qué? —La miro boquiabierta al tiempo que contengo mi mano lesionada—. ¿Quién los invitó?

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Quita la mano de su boca y la deja sobre su regazo. —La mamá de Micha. Pensó que sería bueno para ti tener a tu hermano aquí. No sé cómo responder. Mi boda tranquila se va llenando de un grupo de personas que me mirarán mientras sello mi futuro y, por supuesto, leo los votos que ni siquiera he empezado a escribir. No debe parecer gran cosa, pero al mismo tiempo lo es. Sobre todo si hago algo estúpido como sentir pánico. No quiero que nadie me vea en pánico. Me desplomo en el asiento y mantengo la mirada fija en Mikey, que aún charla con el chico. —Dios, me olvidé de lo intensa que es esta ciudad —digo, cambiando de tema—. Todo es vida o muerte. —¿Por qué no nos llevo a algún lugar cerca? —sugiere Lila, alcanzando la manija de la puerta para salir del coche y cambiar de asiento conmigo—. Me siento lo suficientemente sobria como para por lo menos sacarnos de aquí y, luego, podemos decirle a Ethan y Micha que se encuentren con nosotras en otro lugar, por lo que no tendrán que aparecer aquí y meterse en una pelea. —No importa a dónde vayamos —digo—. Mikey simplemente nos perseguirá. De hecho, apuesto a que espera que nos vayamos a algún lugar así puede perseguirnos. —¿Qué problema tiene ese tipo? —pregunta, mirando a Mikey—. Golpeó a una chica. —Así es la gente de por aquí. —Pongo las llaves en el encendido, debatiendo si encender o no el auto para prender la calefacción. Hace un frío de muerte aquí, pero al mismo tiempo, el sonido del motor podría provocar a Mikey. Si mi visión no estuviera ligeramente borrosa, huiría de Mikey en un santiamén, pero tengo la sensación de que si intento algo en este momento, podría acabar estrellando el auto en un árbol. Lila podría salir herida, o alguien más, y si algo me sucede, el futuro encantador que Micha y yo hemos planeado se desvanecerá. La última idea se asienta en mi pecho, pero en el buen sentido, porque hace unos años habría conducido el coche, arriesgándolo todo. Algunas de las chicas se dirigen hacia una camioneta, encienden un cigarrillo y se lo pasan entre ellas; los chicos pronto las siguen, saludando a Mikey y al grandote. Un chico desgarbado con un gorro se queda atrás y le dice algo a Mikey, luego los tres suben al interior del Camaro. —¿Qué hacen? —Lila se inclina hacia adelante en el asiento y mira de reojo al Camaro mientras Mikey sube la ventana. No conduce, pero enciende las luces. Tamborileo con mis dedos la parte superior del volante. —Es probable que trafiquen droga.

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—Oh. —Lila frunce el ceño y luego mira por la ventana de su lado. Estoy a punto de decir que deberíamos irnos a pie y encontrarnos con Ethan y Micha cuando alguien golpea la ventana. Salto pero me relajo cuando veo a Micha afuera con la capucha de su chaqueta sobre la cabeza y ese aspecto relajado en el rostro, como si ya hubiera bebido cervezas de más esta noche. Ethan se encuentra a su lado y cuando mira dentro del auto, lo rodea por el frente, en dirección hacia el lado de Lila. —Cuando pregunten qué pasó, diles que una chica me golpeó —le susurro a Lila y luego quito el seguro de la puerta. Micha se hace hacia atrás para que yo pueda abrir la puerta y luego se inclina para mirar dentro del coche, con el pelo rubio colgando sobre sus ojos. —¿Qué sucedió? —pregunta, y su aliento huele un poco a alcohol. Me mira cuidadosamente y luego sus ojos llamean cuando nota mi mejilla hinchada—. ¿Cómo diablos sucedió eso? —Mira a Lila y luego su mirada llameante regresa a mí—. Lila dijo que necesitaban ayuda. Me encojo de hombros mientras que Lila abre su puerta y oigo a Ethan decirle que luce muy ardiente. —Había una zorra en el club con la que asistí a la escuela —le digo a Micha—. Al parecer, le pateé el culo una vez, ahora ella estaba borracha y quería pelear. Lila se asustó y los llamó, a pesar de que le dije que podía manejarlo. —Oye —Lila me empuja por la espalda y me estremezco—, no lo manejabas muy bien. Discretamente miro hacia el Camaro de Mikey, que aún se halla aparcado delante de la puerta. —Lo manejé bien. ¿Podemos ir a casa? Micha se pone de cuclillas, con las cejas elevadas. —Sí, creo que eso sería un problema. —Se inclina hacia un lado y se ríe con esta risa tonta de borracho mientras le dice a Ethan—: Creo que tuvimos suerte de incluso llegar aquí. —Estás borracho —señalo y Micha me mira con cara culpable. Ha pasado un tiempo desde que lo he visto ebrio y me preocupa, no porque crea que él se ponga malo, sino porque si Mikey se acerca y trata de empezar algo, es más probable que Micha pelee y, también, que pierda. —Tal vez —admite, con una sonrisa adorable en su rostro—. Pero no seré malo ni te haré daño. —Presiona la mano contra su corazón—. Dije que nunca te heriría de nuevo y no lo haré. De hecho, seré muy, muy bueno si me dejas —dice, mirando mi pecho—. Haré todo tipo de cosas buenas para ti... —Sus dedos se extienden sobre la parte superior de mi pierna. Ruedo los ojos mientras Lila ríe, luego también Ethan se ríe. No me atrevo a girarme, preocupada de ver lo que los dos podrían estar haciendo.

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Por el rabillo del ojo, compruebo el auto de Mikey, aliviada de que aún se encuentra estacionado y tranquilo. —Creo que deberíamos ir a casa —digo, mirando a Micha. —¿Y cómo se supone que lo hagamos? —pregunta inocentemente mientras nos mira a todos y luego se ríe por lo bajo—. ¿Hay alguien sobrio? Porque yo no. —Tampoco yo —dice Ethan arrastrando las palabras en su oración y, Lila se ríe aún más fuerte. Parpadeo, esperando que el desenfoque y el efecto de giros felices desaparezcan, pero no hay suerte. —No, pero siempre podríamos llamar a tu mamá —digo, buscando en mi mente más ideas, pero lo único que consigo es un dolor de cabeza. Micha ondea su mano, desechando la idea y se tambalea sobre los pies, sonriendo con orgullo como si se le acabara de ocurrir la mejor idea de todos los tiempos. —No, podemos caminar. Es divertido. Río mientras me jala para ponerme de pie y aferra mi cintura para mantenerme equilibrada cuando tropiezo en mis tacones. —Para ti es fácil decirlo —digo, agarrando su hombro, ya que ambos nos deslizamos sobre el hielo—. No eres el que lleva tacones. Continúa tratando de mantenernos estables, luego su vista baja por mis piernas mientras chupa el anillo de su labio entre los dientes. —Dios, esas son unas piernas condenadamente sexys. —Sus ojos se calientan con lujuria y sé que si no lo llevo a casa pronto, tendré mis manos aún más llenas. Si una pelea no se lleva a cabo, entonces será un espectáculo porno en vivo—. Quiero acariciarlas completamente con mis manos —gruñe, moviéndose para un beso. Me río más fuerte, tratando de no tropezar mientras suavemente coloco la mano en su pecho y lo empujo hacia atrás. —Te diré algo; llama a tu mamá para que venga a recogernos y dejaré que acaricies mis piernas tanto como quieras. —¿Lo prometes? —pregunta, con una mirada intensa. Pongo un dedo en mi corazón. —Lo prometo, pero asegúrate de que trae a Thomas. No podemos dejar tu coche aquí. —De lo contrario, probablemente será chatarra. Me sonríe, luego saca su teléfono del bolsillo para llamar a su mamá. Mantengo un ojo en el coche de Mikey, esperando que se quede ahí hasta que nos hayamos ido, porque si él sale y Micha se entera que me golpeó, todo se pondrá feo. Micha no es la persona más violenta, excepto cuando se trata de mí. Recuerdo cuando me dijo que golpeó a Grantford Davis porque fue él quien me llevó hasta el puente esa noche.

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—Bien, estará aquí en, como, cinco —anuncia Micha, metiendo el teléfono en el bolsillo. Luego da un paso adelante, frotándose las manos y exhalando una nube de aire—. Ahora, algunas caricias de pierna. Río cuando me pone de espaldas contra el auto, luego me levanta, me sienta en su regazo mientras se hunde en el asiento del conductor y cierra la puerta. Comienza a acariciar mis piernas de arriba abajo con sus manos, haciendo cosquillas a mis muslos y volviendo el aire sofocante a pesar de que afuera se encuentra por debajo de cero. Ethan y Lila empiezan a besarse en el asiento del pasajero, haciendo unos ruidos jadeantes, y Micha susurra algo sobre que nos desafían y luego me besa bruscamente. Los siguientes minutos continúan en una bruma borrosa llena de besos, caricias e incomodidad porque Ethan y Lila hacen lo mismo en el asiento de al lado. Pero todo el mundo se halla demasiado borracho como para preocuparse y para cuando la mamá de Micha se detiene junto a nosotros en la vieja camioneta de Thomas, ella casi tiene una visión total. Afortunadamente, la ropa de todos sigue puesta cuando golpea en la ventana. Hace que Micha y yo salgamos, haciendo una broma sobre que actuamos como adolescentes de nuevo, casi como si lo extrañara. Micha y yo nos sentamos en el asiento trasero y Ethan sube atrás, también, buceando sin gracia sobre la consola. Luego lo sigue Lila, saltando sobre su regazo. Nos encontramos apiñados en el asiento trasero, las rodillas de Lila se presionan contra las mías mientras más o menos me hago una bola en el regazo de Micha. —Hay espacio aquí —dice la madre de Micha, palmeando el asiento de pasajeros vacío, luego ajusta el espejo retrovisor. —Estamos bien —decimos los cuatro casi en sincronía y luego reímos. La mamá de Micha suspira y después sigue a Thomas fuera del estacionamiento, dejando el bar, a Mikey y a nuestro pasado atrás. Al menos por ahora.

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16 Traducido por Jenni G. Corregido por Pau_07

Micha Me siento mal por emborracharme, pero me divertía, bebiendo cervezas y tragos con Ethan y me deje llevar un poco. Me prometo que no me portaré mal con Ella pase lo que pase y en realidad es bastante fácil, teniendo en cuenta que al instante en que la veo quiero arrancarle la ropa y enterrarme en su interior. Mientras volvemos a mi casa con mi mamá, nuestro conductor designado, como si fuéramos un grupo de adolescentes otra vez, parece que no puedo mantener mis manos alejadas de Ella. Chupo su cuello, dándole un chupetón mientras mis dedos se escurren bajo su vestido. Ella respira contra mi piel mientras que esconde su cara en mi cuello, intentando no hacer ruido. Huele a vodka y vainilla, y disfruto con la escena, preparado para llegar a casa porque de verdad estoy a punto de enloquecer. El único momento que tengo para distraerme es cuando pasamos al lado de un grupo cantando villancicos en la esquina cerca del parque, abrigados con sombreros, abrigos y guantes, cantando a pleno pulmón. —Espera un minuto —digo, inclinándome hacia adelante y golpeando la guantera con la mano—. Para el coche. —Jesús, Micha. —Mi madre se estremece con sorpresa pero luego empieza a pisar los frenos—. ¿Qué pasa? —Deberíamos ir a tirarles bolas de nieve —digo asintiendo con la cabeza hacia los cantantes y entonces pellizco la pierna de Ella—. Como solíamos hacer cuando éramos niños todos los años. Era algo así como nuestra tradición. —Micha Scott —dice mi madre con horror—, eso es horrible. Pero Ella comienza a reírse. —Me había olvidado por completo de eso. Recuerdo que una vez golpeé a un chico directo en la cara con una y luego nos persiguió varias manzanas.

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—Tú siempre nos metiste en muchos problemas —digo con una sonrisa—. Hagámoslo otra vez. Comienza a reír y aunque probablemente somos demasiado viejos para seguir manteniendo esta tradición, estamos lo bastante borrachos para considerarlo en serio. Pero mi madre presiona el acelerador y sigue conduciendo por la carretera. —Ustedes y sus locas ideas —murmura en voz baja. Me decepciona que no nos deje, pero lo olvido rápidamente y comienzo a besar a Ella otra vez hasta que aparcamos enfrente de mi casa y, mi madre apaga el motor. —¿Qué quieren que prepare de comer? —pregunta mi mamá en tanto salimos del coche—. Puede ser bueno que coman algo. —Estamos bien. Gracias de nuevo por venir a recogernos. —Me despido con la mano y, suspira mientras guío a Ella adentro, sin ni siquiera molestarme a esperar a Ethan y Lila o a escuchar a mi madre pedirme que vuelva. En el momento que llegamos a mi habitación y cerramos la puerta, enciendo la lámpara mientras estoy ardiendo con la necesidad de tocar a Ella. Sin ni siquiera avisarle, doy un tirón a su chaqueta de cuero y la lanzo al suelo. —Voy a tener las manos ocupadas esta noche, ¿no? —afirma con un brillo perverso en sus ojos como si eso es lo que quiere exactamente. Entrecierro los ojos hacia su mejilla, rozándola con mi pulgar. Se ve incluso más roja y más hinchada bajo la luz. —¿Qué tan fuerte te golpeó esa chica? Se encoge de hombros. —Un golpe normal. —Entonces agarra la parte inferior de mi camisa y tira de mí hacia ella—. Pero no importa. Se lo devolví dos veces así que todo está bien —dice y golpea sus labios con los míos tan fuerte que creo que tendremos moretones en la mañana. Deslizo mi lengua dentro de ella mientras mis dedos vagan por su pelo, por su cuerpo, debajo de su vestido, dentro de sus bragas. La siento desde dentro pero solo dura un momento porque es todo lo que puedo soportar. Entonces saco mis dedos de ella y le quito su vestido ajustado, arrojándolo también al suelo. Me ayuda a sacarme la camisa y luego me desabrocha el botón de mis vaqueros para quitármelos. Noto que solo utiliza su mano izquierda y me pregunto si se hizo daño en la otra cuando golpeó a la chica. Estoy a punto de preguntarle cuando se desabrocha el sujetador, y después todos los pensamientos abandonan mi mente. La agarro bruscamente y junto mis labios con los suyos mientras la levanto. Jadea contra mi boca cuando su espalda golpea en la pared y mi rodilla choca contra la mesilla, golpeando mi regazo en el suelo. La

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habitación queda a oscuras, una pequeña cantidad de luz fluye de las luces de navidad del exterior mientras acaricio sus muslos, sintiendo su piel mientras exploro cada centímetro de su boca con mi lengua hasta que nuestros labios están hinchados y necesito aire. Cuando me alejo, chupa mi labio inferior con fuerza, trazando con su lengua a través del aro de mi labio, y me enloquece. Gimo cuando libera mi labio y me pulverizo contra ella, colocando besos desde su mandíbula hasta su cuello. Muerdo suavemente su piel, saboreándola, rodándola con mi lengua mientras engancho mis dedos en el borde de sus bragas y ella hace ese gemido sexy. Me muevo hacia atrás solo para deslizar sus piernas hacia abajo, y después me quito de un tirón los boxers. Cuando me inclino para besarla de nuevo, escucho voces al otro lado de la pared. Mi mamá riéndose y Thomas diciendo algo muy alto. Ella y yo paramos, jadeando pesadamente, y su pecho chocando con el mío cada vez que toma una respiración. —Tal vez deberíamos ir más despacio —susurra, parpadeando—. Al menos hasta que se vayan a dormir. Podrían oírnos. —De ninguna manera —le digo, buscando una solución donde podamos ser escandalosos sin que nadie nos escuche. Busco mi IPod y hago clic en subir el volumen de Change (en La Casa de Archivo) de Deftones, y la música se eleva por encima de las voces. —Si no podemos oírlos, estoy seguro de que ellos no pueden escucharnos —digo y luego estrello mis labios con los suyos otra vez. Sus dedos hacen un camino abrasador por mi espalda y se anudan en mi pelo mientras yo la agarro de los muslos y la levanto, abriendo sus piernas sin apenas avisarle, antes de hundirme en su interior. Jadeamos mientras unimos nuestros cuerpos, aferrándonos el uno al otro como si no existiese nada más; el sonido de la música entra y sale del foco hasta que no puedo concentrarme en nada más que en ella y en cómo me hace sentir. Como hace unos cuantos años, había salido con Ethan al mismo bar y volví a casa con una chica que había estado coqueteando conmigo toda la noche. El sexo era sin sentido, la pasión, el calor, el sudor, la intensidad ardiente cruda que siento con Ella inexistente. No había nada y ahora existe todo. Después de bajarnos desde lo alto, salgo de ella suavemente, cargando su peso cuando sus débiles piernas la abandonan. Ella se ríe exhausta mientras la levanto en mis brazos y tropiezo sobre la cama. La acuesto y después subo bajo la colcha con ella. Pone su cabeza sobre mi pecho y dibuja patrones de corazones en mi piel húmeda. —Te amo —susurra.

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Cierro los ojos y la abrazo más fuerte contra mí. —Yo también te amo. Nos aferramos el uno al otro, flotando hacia el sueño, igual que lo hacíamos cuando éramos más jóvenes. En realidad empezamos a dormir juntos cuando teníamos unos trece años, después de haber estado pasando el rato en mi habitación y Ella no quería irse a casa porque evitaba a su familia. La dejé dormir en mi cama conmigo, no porque estuviera siendo un pervertido sino porque me gustaba tenerla cerca y no quería que se fuera a casa. Mi mamá trabajaba en turnos de noche así que sabía que no podían atraparnos. Fue la mejor noche de sueño que había tenido en mucho tiempo y luego eso comenzó a ser un hábito. Alternábamos noches entre nuestras habitaciones y a veces en casa de otras personas, en los bancos de los parques, y a veces incluso en mi coche. El coche era mi lugar favorito, porque me daba la excusa perfecta para estar más cerca de ella. Sí, un montón de cosas increíbles pasaron en ese coche. Todo lo que Ella y yo necesitábamos era el uno al otro y mi coche, y estábamos bien, no importaba lo que la vida nos lanzase, incluso si ella se enojaba conmigo. Corríamos a él. Nos besábamos en él. Nos abrazábamos en él, justo como estamos abrazados ahora. Sonrío a los recuerdos que inundan mi cabeza. Empiezo a dormirme, pensando en la noche que comenzó con una pelea por un beso robado y terminó con nosotros dormidos juntos, apretados en el asiento del conductor. Empezó como una verdadera noche de mierda, pero al final resultó ser la mejor de mi vida.

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17 Traducido por Dannygonzal Corregido por Miry GPE

Micha Hace dos años y medio… Llega la hora de correr y estoy nervioso, aunque tengo a Ella en el auto conmigo, mi pequeño amuleto de la suerte, hemos estado en vilo toda la noche, en parte porque mis crecientes sentimientos por ella me ponen incómodo, pues cada vez que me encuentro a su lado continúo esperando que diga que siente algo por mí, sabiendo que si soy quien se lo dice primero, se volverá loca. Pero esta noche no. Tuvo un día duro y está de mal humor, aunque quiero gritarle que estoy enamorado de ella. Sé que no puedo. Sin embargo, espero que luego de la carrera podamos ir a nuestro lugar y hablemos un poco mientras nos sentamos en el capó de mi auto, escuchando música; es una de mis cosas favoritas. Pero por ahora tengo que concentrarme en la competencia, así que me enfoco en conducir, ganar y asegurarme que Ella se divierta esta noche, a pesar de que no puedo dejar de pensar en besarla. —¿Lista para esto? —pregunto, pisando el acelerador mientras se ve aturdida, mirando por la ventana del pasajero. Ha estado haciéndolo la mayoría de la noche y deseo que pudiera decirme qué se encuentra en su mente. Se voltea y me mira. —¿Lista para qué? esto.

Piso el acelerador otra vez. —Para correr. Sé cómo te entusiasma Pretendo bromear, aunque es verdad.

Rueda los ojos, pareciendo feliz por un breve momento. —Lo que sea. —Luego su expresión cae y mira de nuevo por la ventana. Dudo. —¿Quieres decirme porque has estado tan callada toda la noche?

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Se encoge de hombros y deja salir un sonoro suspiro. El auto se vuelve ensordecedoramente silencioso mientras inhala y exhala. Trago con fuerza e intento poner de nuevo mi atención en el frente, cuando de repente dice—: Micha, ¿puedo preguntarte algo? —Suena ahogada y nerviosa, y hace que me pregunte qué demonios dirá. —Sabes que puedes preguntarme cualquier cosa. —Agarro el volante, mirando hacia los árboles, incapaz de verla, rezándole al jodido Dios porque por fin diga algo, como: “Micha, ¿sientes lo mismo? Micha, por favor fóllame. Micha, te amo”. Espero lo último, aunque no sería una pregunta, pero después de un eterno silencio, todo lo que acaba diciendo es—: ¿Cuál es tu apuesta para la carrera? —Suspira al final, como si fuera a decir algo más, quizá algo importante. Tengo que respirar profundo antes de hablar, de otra forma todas las emociones a punto de explotar, se mostrarán en mi voz. —Creo que, como, cien dólares. —¿Con quién vas a correr? —Con Danny y su auto Challenger. —Vas a ganarla. —Sus labios se levantan y creo que en realidad puede ser una sonrisa verdadera. Me relajo mientras me alineo para correr. Estoy nervioso y ella puede notarlo porque le sube un poco a The Distance de Cake, porque sabe que me calmará. Cuando la letra y el ritmo salen por los parlantes, la miro. —Solo tú sabes cómo llegar a mi corazón —digo con una sonrisa tensa y nerviosa—. Gracias, niña bonita. —Por supuesto —responde, relajándose de nuevo en el asiento, viéndose cómoda, como si perteneciera allí, lo que es cierto—. ¿Para qué son los mejores amigos? Me obligo a darle una sonrisa, luego presiono el embrague y la palanca en primera. Danny en su Challenger a nuestro lado acelera su motor, le respondo, pisando el acelerador a fondo, con tanta fuerza que el auto vibra por el movimiento del motor. Luego la novia de Danny llega pavoneándose entre los autos. Hay una regla que dice que la novia de uno de los incitadores de la carrera tiene que comenzarla. Cuando lo hago, siempre tengo que escoger a alguna chica al azar de la multitud, porque nunca he tenido novia, nunca quise una. Algunas veces he intentado que Ella lo haga, pero siempre me rechaza, diciendo que es una regla sexista, cuando en realidad creo que se preocupa porque las personas comiencen a pensar que salimos, aunque muchos ya lo creen. —Sabes que siempre puedes decirme que vaya más despacio —le digo, demostrándole que se encuentra segura—. Si es que tienes miedo.

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—Sabes que no. —Se quita los zapatos y coloca sus pies sobre el salpicadero como apoyo. La forma tan cómoda en la que luce me hace sonreír. —Lo sé, pero siempre quiero asegurarme. Segundos después, la novia de Danny baja sus brazos, y justo así salimos, elevando una gran nube de polvo que ahoga a la audiencia. Entre más tiempo manejamos, más relajada se vuelve Ella, apoyando la cabeza cae contra el asiento y luciendo muy tranquila mientras cierra los ojos y respira el aire frío que sopla por la ventana. Se ve tan hermosa en este momento, tan tocable, tan malditamente perfecta, que casi olvido la carrera. Entonces miro la carretera y me doy cuenta de que el Challenger ha muerto a mitad del camino y nosotros vamos a golpearlo. —Mierda — murmuro y una de las ruedas rechina mientras bajo la velocidad, el neumático patina en la tierra y el auto vira un poco. Sé que si no logro controlarlo, algo malo fácilmente podría pasar. No es la primera vez que este tipo de cosas ha pasado, pero Ella siempre es lo primero que me viene a la mente, por lo que me resulta más importante recuperar el control. —Micha… —dice Ella al tiempo que muevo el volante hacia un lado y bajo la velocidad mientras que volteo a la derecha. Contengo el aliento cuando giro bruscamente alrededor del Challenger y corrijo a tiempo, pero uso la fuerza para enderezar el volante. Lo tengo bajo control, pero hay poco tiempo para celebrarlo cuando aparece el final de la carretera. —Maldición. —Jalo la palanca del freno de emergencia y el neumático chirría. Nos salimos de control, el motor hace demasiado ruido, pero logro controlarlo todo y al final vamos a la línea final. Respiro mientas piso el acelerador, a pesar de que el Challenger aún se encuentra parado. —¿Más rápido o más despacio? —le pregunto a Ella en chiste, porque hemos ganado la carrera. Agarra la manija de la puerta. —Más rápido, por supuesto. Sonrío porque no me sorprende su respuesta y se ríe mientras presiono con fuerza mi pie contra el pedal del acelerador. Los árboles y el cielo oscuro pasan en un borrón mientras que las luces delanteras iluminan la carretera de tierra delante de nosotros. Muevo la palanca de cambios, aumentando la velocidad, y las personas se salen del camino preocupadas de que pierda el control porque a veces sucede. Pero me hace terminar fácilmente en la línea final, ganando, y Ella se ve tan feliz que hace que toda la tensión entre nosotros se disipe.

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Le muestro esa sonrisa estúpida e idiota que hace que ella se ría y luego inclino mi cabeza contra el asiento, relajándome por primera vez esta noche. —Mierda, por un momento pensé que iba a chocarlo —digo riéndome. —Yo no —dice y volteo mi cabeza para darle una mirada dudosa, pero sonrío—. ¿Qué? Sabía que lo tenías controlado. —Lo teníamos —digo—. Y tenemos cien dólares para dividir. —Me siento muy emocionado por el hecho de que acabo de ganar y ella está conmigo y sonriendo, lo que en cierto modo era todo el objetivo de esta noche—. Mierda, mierda, mierda —digo, incrementándolo a medida que golpeo el volante. Ella suelta una carcajada. —Eres como un tonto. —Se ríe un poco más y maldigo ante el sonido, que es lo más increíble que he oído. Raro, hermoso y hace que desee demasiado tocarla. Sin siquiera pensar, como si fuera lo más natural del mundo, me inclino sobre la consola y la jalo en un abrazo. Por un segundo, me preocupa que vaya a volverse loca porque odia que la abracen, pero en este momento se encuentra tan feliz que me abraza y no puedo evitar aspirar su esencia. Es intoxicante, junto con su calor. Dios, estoy tan enamorado de ella; quiero tocarla, besarla, estar a su lado. Antes de incluso saber porque lo hago, usualmente tengo más cuidado, pero me equivoco y lo sé en el segundo en el que nuestros labios se tocan y ella se tensa, respirando de forma brusca. Entro en pánico y antes de que pueda decir algo, retrocedo y salgo del auto. Lo he jodido, no solo porque sé que va a enojarse conmigo, sino porque tomé un momento feliz y lo arruiné. Mierda. Alargo el momento lo más que puedo, celebrando y recogiendo mi dinero de Danny, luego charlo un poco sobre autos y otra estupidez, pero apenas presto atención, distraído por la sensación prolongada de los cálidos labios de Ella sobre los míos. Sí, sé que la embarré pero, Dios, probarla fue tan increíble. Ella queda sentada en el Chevelle por lo que parece para siempre y luego finalmente sale, y se va a pasar el rato con Renee y con Kelly, a pesar de que no le agrada Renee. Obviamente se hallaba de mal humor cuando la desperté de su siesta más temprano, pero besarla lo empeoró. Mientras hablo con Danny, Trixie o algo así viene detrás de mí y susurra en mi oído que deberíamos ir a mi auto a pasar tiempo a solas. Lo considero brevemente, pero en todo lo que puedo pensar es en Ella y sé que es hora de enfrentar su ira. Rechazo la oferta de Trixie y camino hacia

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la camioneta de Ethan, donde Ella se encuentra sentada atrás discutiendo con él, mientras que Renee y Kelly comparten una botella de vodka. —¡Basta! —Ella pone las manos en sus caderas, dándole a Ethan una mirada de muerte—. Tratas de pelear conmigo. Ethan sacude su cabeza y toma un sorbo de cerveza. —Tonterías. Estás de mal humor como de costumbre. —Oye, ¿estás lista para irte? —interrumpo, empujando un pie de Ella con el mío juguetonamente como si nada hubiera pasado, como si no acabáramos de besarnos. —Si tú lo estás —contesta; su expresión es indescifrable, así que no tengo idea de qué demonios piensa. Salta de la parte trasera y se va pasando una fila de autos, dirigiéndose hacia el Chevelle estacionado cerca de un árbol. Tiene puestos unos pantalones cortos y es difícil no mirar fijamente su trasero todo el tiempo. Sé que si mira hacia atrás y me atrapa echándole un vistazo, nuestros problemas se pondrán peor, pero me arriesgo y solo aparto la mirada cuando entra al auto. —Buena suerte con eso. —Ethan rueda los ojos mientras Renee le entrega la botella de vodka—. ¿Qué demonios le hiciste? Está más perra de lo normal. Suspiro con preocupación. —Lo arruiné —digo y luego giro hacia el auto, sintiéndome mal por besarla, pero la forma en que sabía era tan jodidamente maravillosa, que es difícil arrepentirme. Me preparo antes de abrir la puerta y entrar con ella. Cierro con fuerza la puerta y el sonido que le sigue es desconcertante. —¿Quieres que maneje despacio o rápido en el regreso a casa? — Trato de alivianar las cosas mientras pongo las llaves en el arranque y enciendo el motor. Con lentitud, gira su cara hacia mí. —¿Pensé que íbamos a nuestro lugar? —pregunta, sorprendiéndome, ya que de verdad creí que esta noche quedó descartada esa idea porque pensé que estaría muy molesta. Empujo la palanca de cambios y piso el acelerador mientras que presiono el freno, revolucionando el motor. —¿Aún quieres ir? Se encoge de hombros en tanto que enciendo las luces delanteras, iluminando los árboles frente a nosotros. —Si tú todavía quieres. —No se pueden leer sus ojos en la oscuridad, pero deduzco por la silenciosa súplica en su tono que no quiere ir a casa. —Por supuesto que quiero —le digo, entonces suelto el freno y salgo a la carretera—. Solo me aseguraba de que aún quisieras. —Dijiste que tenía que hacerlo —me recuerda—. Que no ibas a dejarme en mi casa estando de mal humor.

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—Lo sé… pero te estoy dando una salida. —Como, una disculpa por besarte aunque en realidad no lo siento. —No quiero una salida. —Mira por la ventana con sus brazos cruzados sobre el pecho. Viste la misma camiseta que tenía puesta cuando la desperté, solo se puso un sostén, así que tristemente ya no puedo ver el contorno de sus pezones. Pero noto cómo su pecho se mueve enérgicamente hacia arriba y hacia abajo. Está ansiosa y no creo que sea solo por el beso. De hecho, sea lo que sea que la pone así en este momento, es probable que sea lo que la tuvo durmiendo a las tres de la tarde. No digo nada más y conduzco en dirección a nuestro lugar, un área aislada en medio de los árboles al lado del lago. Para cuando llegamos, es pasada la media noche y Ella se está durmiendo. Estaciono el auto no demasiado lejos del agua, y luego silencio el motor pero dejo las luces encendidas. Ella parpadea y se sienta, callada un rato mientras mira fijamente el agua. Al final estira su brazo sobre la consola y gira de nuevo la llave, así que la batería se prende. Luego recoge el iPod del salpicadero y pone algo de Spill Canvas antes de salir del auto. Camina hacia la orilla, deteniéndose justo antes de llegar al agua, luego se cruza de brazos y mira las estrellas, en tanto su cabello vuela con la suave brisa del verano. Me bajo del auto y, con cautela, me acerco. La luz de la luna se refleja en sus ojos mientras se muerde el labio inferior, negándose a mirarme. Considero disculparme por besarla, pero sería una mentira y odio mentirle. —Hoy mi mamá tuvo uno de sus episodios —dice tranquilamente, rompiendo el silencio mientras se abraza—. Buscaba una fotografía de cuando todos fuimos a la playa aunque nunca lo hemos hecho. Pasé todo el día buscándola, a pesar de que sabía que nunca la encontraría, al final tuve que mentirle y decirle que creo que perdí la foto, así lo dejaba pasar. —Cierra los ojos y respira profundo—. Y me puse tan contenta cuando finalmente se quedó dormida… Me sentí aliviada. Soy la peor hija del mundo. —No, no lo eres. —Le quito el cabello del hombro y se pone tensa cuando mis dedos rozan su nuca—. Eres mucho mejor que la mayoría de las hijas. Sacude la cabeza mientras traga con fuerza. —No, no es cierto. Estoy tan cansada de eso… de todo. Algunas veces solo quiero que pare todo. — Hace una pausa, conteniendo la respiración. Me devano los sesos por algo que decirle que la haga sentir mejor, pero no estoy seguro de que sean palabras lo que busco. Así que me alejo de ella y no me mira; sus ojos se encuentran fijos hacia adelante. Cuando

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llego al auto, abro la puerta y me inclino hacia adentro para alcanzar el iPod. Entonces paso por las canciones hasta que encuentro los clásicos más lentos y suaves, luego subo el volumen y me acerco de nuevo hacia ella. Mira sobre su hombro mientras que la música llena el bosque a nuestro alrededor. Le ofrezco mi mano, diciéndole lo que quiero hacer, porque lo hemos hecho antes y estoy seguro que lo haremos de nuevo. Observa fijamente mi mano, indecisa, antes de moverse hacia mí con cautela, con su expresión neutral. —A veces eres como un anciano con tu música —dice, parándose justo fuera de mi alcance, con los brazos aún doblados sobre el pecho. Mantengo mi mano extendida y me obligo a sonreír, aunque me siento un poco nervioso. —Oye, Girl from the North Country es un clásico. Y tiene algo de Johnny Cash y Bob Dylan. —Es música de ancianos. —Su tono se halla teñido de humor—. Porque por dentro, eres uno. —Entonces eso te convertiría en una anciana por pasar el tiempo conmigo. Rueda su lengua, alejando una sonrisa. Agarro su mano y sacudo su brazo, jalándola hacia mí por lo que su risa se escapa. El sonido quiebra la tensión entre nosotros y sé, que por ahora, me libré. La hago girar algunas veces y se ríe incluso más fuerte; su cabello cae en su rostro mientras se tropieza para seguirme el ritmo. Continúo girándola hasta que sé que está mareada, como cuando éramos niños y pasábamos tiempo en mi patio trasero, girando en círculos. —Micha, para por favor —ruega, riendo y tropezándose con sus pies—. No puedo ver bien. Paro y ella choca contra mí. Agarra mis hombros, sosteniéndome como apoyo al tiempo que deslizo los brazos a su alrededor y nos muevo con el ritmo, manteniendo su peso. Mi palma hace un camino por su espalda, parando cuando casi llego a su trasero, sabiendo que no puedo llevar las cosas más lejos, al menos esta noche no. Ella recuesta su cabeza contra mi pecho y respiro la esencia de vainilla de su cabello. —Algunas veces eres demasiado lindo conmigo — dice—. De hecho, me mimas, deberías parar. Dejo una mano en su espalda y muevo la otra hacia su cabeza y la sostengo contra mí. —Mereces ser mimada —digo, porque nadie más lo hará excepto yo. Nadie la ha hecho sentir especial, dándole regalos de cumpleaños, llevándola a lugares, y estoy bastante seguro de que ni su madre ni su padre le han dicho que la aman. Eso se volvió mi trabajo en el momento en el que logré que saltara la cerca.

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—¿Te sientes mejor? —le pregunto, besando la cima de su cabeza. —Sí —dice; sus manos se deslizan hacia mis hombros y suben hasta mi nuca—. Pero, ¿Micha? Intento permanecer calmado, pero es difícil cuando me toca de esa manera. —Sí. —Si alguna vez me vuelves a besar en los labios sin permiso —dice— , te patearé en las bolas. Suelto una risa. —De acuerdo, suena justo. Pellizca mi nuca y otra risa se me escapa. —Hablo en serio. —Sé que sí. —Seguro que se lo dice de verdad pero solo me siento aliviado de que lo dejara pasar. No dice nada más y la sostengo hasta que la canción termina. La siguiente comienza y seguimos bailando sin parar hasta que se han reproducido cinco canciones más. Me alejo solo cuando siento su peso inclinado contra mí, como si se hubiera quedado dormida. Cuando la miro, sus ojos se encuentran cerrados y su agarre sobre mí es flojo. —Deberíamos llevarte a casa —digo, quitando el cabello de su frente. Sacude su cabeza con los ojos cerrados. —No quiero ir a casa. —¿Entonces a dónde quieres ir? —pregunto—. ¿A la mía? Bosteza. —¿Podemos quedarnos aquí? Me quedo ahí de pie mientras ella comienza a dormirse en mis brazos. Finalmente, la inclino hacia atrás, deslizo mis brazos bajo sus piernas, y la levanto. Está demasiado cansada para discutir conmigo y en cambio se acurruca contra mí cuando la llevo de regreso al auto. Hago maniobras para abrir la puerta y nos coloco en el asiento del conductor. —¿Quieres estar en el asiento trasero? —pregunto sentándola, así puedo meter mis piernas y luego cerrar la puerta. Sacude la cabeza. —Solo quiero dormir aquí. Hay un espacio limitado, pero al final no importa cuánto lugar haya porque se encuentra en mis brazos y quiere estar allí. Así que la sostengo, inclino el asiento hacia atrás y me recuesto. Ella cambia su peso, entonces está a mi lado, y nuestras piernas se entrelazan al tiempo que recuesta su cabeza sobre mi pecho. Mientras la música sigue reproduciéndose, nos quedamos dormidos juntos.

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18 Traducido por Val_17 & Vane hearts Corregido por Sandry

Ella Cuando abro los ojos a la luz del día, Micha ya está despierto, el diario de mi madre se encuentra en su regazo con la foto al lado de su pierna. Está apoyado contra la cabecera con sus boxers puestos y sin camiseta por lo que puedo ver sus músculos magros y los mechones de su pelo colgando por la frente. Hay una mirada intensa en su rostro mientras lee las páginas, pero cuando me muevo para sentarme, mi cabeza y mejilla vibran en protesta, y él cierra el diario, trasladando la intensidad a alivio. —¿Algo bueno allí dentro? —pregunto, aferrándome a la sábana sobre mi pecho desnudo. Se encoge de hombros, pero por su ceño fruncido, me doy cuenta de que no ha encontrado nada feliz. Mete la foto en el diario, marcando la página antes de ponerlo a un lado, luego se estira para acariciar mi pómulo hinchado y dolorido. —Deberíamos haberte puesto un poco de hielo anoche —dice—. En serio, Ella, parece que duele muchísimo. Pongo mi mano sobre la suya. —Duele muchísimo. —¿Quieres decirme cómo pasó realmente? —pregunta, y cuando me tenso, añade—: Sé cuando mientes, Ella May, así que no trates de decirme que una chica te golpeó ya que me di cuenta anoche que decías puras tonterías. —¿Entonces por qué no lo mencionaste? —Porque estaba pensando con mi pene y nada más. Sonrío, pensando en cómo me empujó contra la pared y se lanzó contra mí con tanta fuerza que pude sentirlo en todo mi cuerpo. —De hecho, me duelen un poco las piernas por anoche —divulgo mientras aparto las sábanas y me masajeo los muslos. Baja la vista hacia mis piernas con cierta intensidad en sus ojos. — Podría decir que me siento mal, pero no es cierto.

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Me vuelvo a cubrir con la sábana y me acuesto. Él se tumba conmigo, pone el codo en la almohada y apoya la cabeza en su mano. —Te lo diré —digo mientras acaricia mi mejilla con su dedo—, pero tienes que prometerme que no vas a hacer nada al respecto. No vas a ir en busca de una pelea. Deja de mover los dedos. —No voy a prometer eso. —Entonces no te lo diré. —Ella May… Cubro su boca con mi mano y lo interrumpo. —No empieces con “Ella May”. Lo último que necesito es que mi esposo consiga que le pongan cargos o termine gravemente herido. Hace una pausa, luego sus labios se curvan bajo mi mano. —Dilo otra vez. —Solo si lo prometes. —Bien. —Suspira y le quito la mano de la boca—. No iré en busca de una pelea, siempre y cuando, me digas lo que pasó y me nombres tu esposo otra vez. —Pone esa sonrisa tonta que me hace sonreír. —Muy bien, esposo —digo, haciendo que su sonrisa se expanda. Respiro hondo y le cuento lo de Mikey. Puedo ver durante todo el rato que se esfuerza mucho por controlar su reacción, volviendo sus manos en puños mientras escucha. Cuando termino, se queda en silencio un rato, y luego finalmente dice—: ¿Al menos puedo pedirle a Ethan que le patee el culo? Niego con la cabeza. —No. Lila tampoco lo necesita herido. O en prisión. Su mandíbula está apretada y sus ojos permanecen en mi mejilla antes de soltar un suspiro. —De verdad que quiero golpearlo hasta la muerte, Ella May. Lo juro por Dios… —Aprieta los puños, tensando los músculos en sus brazos. —Sé que sí —digo—, pero no quiero que lo hagas. —Me estás matando —dice, con el rostro muy serio. —Lo sé, pero es lo mejor —explico—. Además, le di una buena patada y un puñetazo. —Nunca debió golpear a una chica… lo juro por Dios… —Suspira, frustrado, y sacude la cabeza—. ¿Al menos puedo estropearle el coche o algo así? —Probablemente sabrá que fuiste tú —digo—. O yo. —Por favor, tienes que concederme algo.

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Suspiro. —Bien, podemos escabullirnos en su casa y pinchar sus neumáticos una noche antes de ir a casa. —¿Eso es todo? —Hace una mueca, frunciendo el ceño—. ¿No puedo, por ejemplo, romperle las ventanas y luego golpearlo un par de veces? —Solo los neumáticos —digo—. Y sin golpear. No quiero que esto se convierta en un gran problema. Su ceño se profundiza. —Está bien, pero solo por ti. —Gracias. —Le doy un beso y todavía parece irritado, pero me responde, deslizando su lengua en mi boca. Seguimos besándonos cuando él nos voltea, rodándome sobre mi espalda y yaciendo sobre mí. Me mira con amor, acariciando mi mejilla con una mirada pensativa en su rostro, y cuando abre la boca, no tengo ni idea de lo que va a decir. —Lila contó que me compraste un regalo de Navidad —dice, sorprendiéndome. Niego con la cabeza. —Porque ella me hizo comprarte uno, así que no creas que tienes que darme algo. Sé que no seguimos la tradición de Navidad. —¿Qué pasa si quiero comprarte algo? —Entonces puedes —digo—. Pero para que lo sepas, lo que te compré no es algo grande. —Lo cual es cierto. Mientras estábamos de compras en busca de decoraciones para la boda, vi unos brazaletes de amistad que se veían exactamente iguales a los que Micha y yo tuvimos cuando éramos niños, después de hacer la promesa de ser los mejores amigos para siempre. Con el tiempo se desgastaron y los desechamos o perdimos, y cuando se lo conté a Lila, dijo que debería comprarlos y darle uno a Micha como regalo. No soy una de esas chicas sensibles, pero aun así me encontré comprándolos. —Ya te tengo a ti —dice—. Ese es el mejor regalo de todos. cursi.

Niego con la cabeza, pero no puedo evitar sonreír. —A veces eres tan —Y en secreto te encanta.

No respondo porque tiene razón y luego sonríe mientras abre mis piernas con la rodilla, moviendo sus caderas entre ellas, preparado para deslizarse dentro de mí otra vez. Pero un golpe en la puerta nos interrumpe. —Ella —dice Lila desde el otro lado. —Ignórala —susurra Micha, mordisqueando el lóbulo de mi oreja mientras roza con el pulgar mi pezón.

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Gimo, apretando mis piernas contra sus caderas mientras que su punta me presiona. —Ella, sé que estás ahí y necesito que salgas. —Hace una pausa—. Dean y Caroline se encuentran aquí. Me esfuerzo por mantener la voz estable cuando Micha se empuja dentro de mí. —Saldré en un segundo. —Mi voz sale sin aliento y Micha se ríe, cerniendo su boca sobre la mía. Hace una pausa, arqueando las cejas. —Un segundo. ¿En serio? Me estiro y pellizco su trasero, haciéndolo reír. —Será mejor que lo hagas en un segundo, de lo contrario, tendrás las bolas azules durante el resto del día. Sacudiendo la cabeza, sonríe. —Bien, tú ganas. —Entonces se desliza dentro de mí por completo y nuevamente me pierdo en él.

Unos quince minutos más tarde, estamos totalmente vestidos y nos dirigimos a la cocina, agotados pero contentos. Lila está junto a la mesa, vestida con un pijama con cerecitas en la tela. La encimera y la mesa siguen cubiertos de cinta y velas, junto con unas cuantas cajas de cereales y platos sucios. Ethan se encuentra en la silla a su lado, con una camiseta y pantalones de pijama a cuadros, comiendo de un tazón de cereal. Una sonrisa irónica aparece en el rostro de Lila al vernos. —Les llevó bastante tiempo —bromea mientras añade una cucharada de azúcar a su café. Ethan mira por encima del hombro, con sus ojos inyectados en sangre, probablemente porque está con resaca. Se queda mirando mi mejilla, la cual traté de ocultar con maquillaje pero los moretones en la cara son prácticamente una causa perdida, así que todo lo que puedo hacer es llevarlo con orgullo. —¿Quién diablos te dio una paliza? —pregunta Ethan, batiendo el cereal con una cuchara. Toco el lugar con mis dedos cuando Micha libera mi mano y se acerca a la cafetera al lado del fregadero. —Mikey —digo. Ethan deja escapar un suspiro gradual. —Mierda, fue porque… Se calla cuando Micha me entrega una taza de café. —¿Porque ustedes dos le lanzaron una malteada a su coche? —dice él—. Sí.

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Ethan frunce el ceño mientras se pasa los dedos por su pelo, haciendo que se levante en la parte superior. —Oye, no fue mi idea. —Sí, fue mía —le digo a Micha, inhalando el aroma del café—. No le des el crédito por mi genialidad. —Estoy demasiado resacoso para que empiecen a discutir, chicos. — Micha hace una mueca y luego estira los brazos por encima de la cabeza, levantando la parte inferior de su camiseta, alardeando de sus músculos. Ethan y yo intercambiamos una mirada desafiante, luego él se da por vencido y vuelve a comer su cereal mientras tomo un relajante sorbo de mi café. —¿Dijiste que Caroline y Dean estaban aquí? —le pregunto a Lila mientras me siento en la mesa. Lila asiente mientras revuelve su café. Su cabello está recogido en una corta cola de caballo y no tiene ningún tipo de maquillaje. —Así era, pero dije que ibas a estar lista en un minuto así que fueron a tu casa y les aseguré que te enviaría cuando salieras. Por la ventana, veo que hay una enorme camioneta marrón estacionada en la calzada al lado de mi casa, justo detrás del Firebird. — ¿Ese es su coche de alquiler? —pregunto. Lila niega con la cabeza. —No, condujeron hasta aquí porque Caroline no quería volar. Creo que es su coche. —Supongo que se deshizo del Porsche —digo, añadiendo una gota de leche en mi café. —Tal vez porque están a punto de tener un bebé y no hay espacio para una silla de coche en un Porsche. —Lila sonríe y luego toma un sorbo de su taza de café—. La pancita de Caroline es tan linda. Ethan niega con la cabeza, con los ojos muy abiertos mientras los fija en su cereal. Le echo un vistazo a Micha, quien me mira mientras se inclina contra la encimera, bebiendo su café. Cuando aleja la taza de su boca, se lame los labios. Lo conozco lo suficiente para saber que trata de leer mi reacción, no solo por la venta del Porsche —el antiguo coche de mi madre—, sino porque Lila está hablando sobre bebés. Me pongo de pie y miro a Micha. —¿Quieres ir conmigo a saludar o algo así? Micha asiente y se aleja de la encimera hacia la puerta trasera. Agarramos los abrigos y les decimos a Lila y Ethan que volveremos, luego nos dirigimos a mi casa. El viejo camión de Thomas se encuentra estacionado en la calzada detrás del Chevelle de Micha y hay huellas de zapatos en la nieve, que van desde los pasos de Micha a la cerca. Luego se levantan hasta el otro lado de la cerca, en dirección a los escalones de mi

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casa. No puedo evitar sonreír, ya que probablemente significa que Dean y Caroline tomaron nuestra pequeña ruta a la casa. Señalo las huellas. —Oye, mira, ahora todos los chicos geniales pasan por aquí —bromeo. Micha agarra la parte superior de la cerca y salta con gracia sobre ella, aterrizando en el montículo de nieve al otro lado. —Preferiría que no lo hicieran. Me gusta que sea nuestro camino y quiero que siga así. —También yo —concuerdo, deslizando mis dedos alrededor de la cerca metálica congelada y elevándome. A medio camino, Micha agarra mis caderas y me ayuda a llegar al suelo, poniéndome en el camino de entrada para que no me hunda en el montículo de nieve. Caminamos a través de la nieve hacia la casa y entramos, el aire oliendo a canela de nuevo y perfume, junto con un toque de tocino. Hay sartenes en la cocina y, también suministro de café en una olla sobre la encimera. Debí haberme preparado más porque tan pronto como entramos, Caroline prácticamente empieza a saltar. Usa un vestido púrpura suelto y su cabello negro está trenzado. La tela del vestido se extiende sobre su vientre protuberante y aunque trato de no hacerlo, no puedo dejar de mirar. Dean está sentado en la mesa, con los pies apoyados en una silla y un periódico en su regazo. Lleva puesto una camisa y pantalones, y aún no puedo acostumbrarme a la vista. Al crecer, todo lo que se ponía eran camisetas viejas y pantalones vaqueros e incluso se tiñó el cabello de azul una vez. —Oh, Dios mío, ahí están ambos —dice Caroline con entusiasmo, aplaudiendo con suficiente energía para alimentar a toda la casa—. Felicidades a los dos. —Gracias. —Me fuerzo a no ponerme torpe y dejo que el momento sea agradable, aunque en el fondo me siento incómoda con la atención positiva. Hace una pausa. —Ella, ¿qué le pasó a tu rostro? Toco mi mejilla hinchada. —Me metí en una pelea pequeña, pero nada importante. —Al igual que en los viejos tiempos —comenta Dean con un movimiento de cabeza. —Bueno, espero que estés bien —dice Caroline, examinando mi mejilla. —Estoy bien —le aseguro—. La hinchazón bajará en un día o dos. —Bueno, entonces se habrá ido para la boda. —Se inclina para abrazarme e le devuelvo el abrazo incómodamente, sintiendo su vientre

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presionado contra el mío. Cuando se aleja, me nota mirando y coloca la mano sobre su estómago—. Va a ser una niña —dice y Dean levanta la vista hacia mí con una mirada rara en su cara que no puedo descifrar. Me pregunto si le asusta, también, la idea de niños, si le preocupa que vaya a terminar como nuestro padre, borracho e inexistente. Yo podría preguntarle, pero todavía no estamos en ese lugar. —Felicidades —les digo a ambos. —Gracias. —Dean pliega el periódico y lo lanza en la mesa cerca del tarro de galletas. Está callado por un momento y no tengo ni idea de qué diablos saldrá de su boca—. Igualmente. Me sorprende su sencilla observación y dudo antes de responder. — Gracias. —Esto va a estar tan bueno —dice Caroline, yendo al mostrador por un plato de huevos y tocino—. Una boda al aire libre en época de Navidad cerca de un lago. Puedo imaginar las fotos que voy a llegar a hacer. — Empieza a comer el tocino. —Sin embargo estará helando —dice Dean, afirmando lo obvio en tanto sale de la mesa, luego da zancadas hasta Caroline y pasa un brazo alrededor de su cintura—. ¿Seguro que no quieren hacerla dentro? Todos estaremos con el trasero congelado para el final de la misma. Micha y yo intercambiamos una mirada y luego ambos sacudimos la cabeza. —No, temperatura fría o no, no voy a hacerla en ningún otro lugar —le digo a Dean, y Micha me aprieta la mano—. Es importante. —Está bien —dice Dean, confundido—. Creo que vamos a tener una boda al aire libre. Pero quién irá. —Micha, Lila, Ethan, yo —digo la lista, contando con los dedos—. La madre de Micha y su novio, Caroline y tú obviamente, papá... y tal vez su novia. —Oh sí —dice Dean mientras besa el hombro de Caroline—. La secretaria. —¿Así que sabías de ella? Sus hombros suben y bajan al tiempo que los encoge. —Él lo mencionó por teléfono hace un par de semanas. Nunca me lo mencionó. —Oh. Sintiendo mi estado de ánimo decayendo, Micha toma mi mano y me da un beso suave en la mejilla; su mandíbula sin afeitar áspera contra mi piel, pero reconfortante a la vez. Dean no parece darse cuenta en absoluto de que algo me molesta y no es su culpa. No me conoce como Micha, nadie en mi familia lo hace.

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—Eso no es mucha gente —dice Caroline, cogiendo un tenedor que está sobre el plato—. ¿Estás segura de que no deseas tener más? Digo, debes tener cerca a algunos viejos amigos más a los que les gustaría venir. Sé que falta poco, pero aún podría venir si los invitan. Niego con la cabeza. —No tengo a nadie más que quiera invitar. Frunce el ceño hacia sus huevos mientras los apuñala con el tenedor. —¿Y tú, Micha? —Estoy bien con solo Ella allí —contesta Micha, abrazándome contra su pecho—. No se ofendan, pero no me importa si nadie más está ahí. Caroline suspira mientras toma un bocado de sus huevos. —Pues creo que vamos a empezar la planificación entonces. —Lila y la madre de Micha ya han hecho mucho —digo—. No creo que quede mucho por hacer. Caroline me sonríe mientras Dean la suelta y se dirige a la nevera. — Oh, Ella, siempre hay más por hacer —me asegura—. Créeme. Y tiene razón, pero solo porque no planeo la boda yo misma. Si fuera por mí, seríamos Micha, yo, el ministro, y nadie más. La boda sería en algún lugar serenamente bello como en una playa privada o en un campo de violetas. Usaría algo de punk/gótico y Micha llevaría ropa negra con sus bandas de cuero porque siempre luce tan malditamente sexy cuando va todo de negro. Y no habría votos, solo los intercambios de “sí, acepto” y un beso. Pero no planeo la boda. Tengo todo un equipo de personas que están dispuestas a hacer todo hermoso y brillante. Termino pasando el resto del día con Lila, Caroline, y la madre de Micha en el pueblo de al lado, para que la mamá de Micha pueda elegir un vestido. Caroline compra uno también y, luego, un collar para que yo lo use, a pesar de que le digo que no lo necesito. Al principio trató de comprarme un velo, pero de ninguna jodida manera iba a caminar con un trozo de tela en la cabeza unida a una tiara de diamantes. Así que termina comprando unos broches que tienen rosas negras a juego con el vestido, luego vamos a una tienda de tortas y ordenamos una. Todo el asunto se está poniendo demasiado elegante para mi gusto, pero las dejo ponerse locas porque las hace felices y eso no lastima a nadie. Por suerte, Caroline tiene el mismo estilo gótico que yo y pide un pastel a rayas negras y rojas con un encaje en el fondo y rosas rojas en la cima. Coincide con las cintas y velas rojas y negras que ya tenemos para la decoración, que Lila insiste en que podríamos colgar en las ramas de los árboles, aunque dudo un poco que se mantengan, especialmente si está nevando.

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Al final del día, me siento agotada, pero en un sentido bueno y extraño, como si hubiera logrado algo importante, como si por fin me comprometiera con la boda por ser parte de la planificación. Además, siempre me pregunté cómo sería tener gente en mi vida, a pesar de que en realidad no lo admitiría en voz alta. Hace unos años, si hubiera sido capaz de mirar hacia adelante y verme casarme, me habría imaginado haciendo todo sola y estando triste todo el tiempo, sintiéndome sola y vacía. Pero en este momento me siento completa, y aun así triste porque hay una persona que falta en la escena. Alguien que no puede estar aquí y eso me causa un dolor en el corazón, porque si no fuera por mi error, ella podría haber estado. Sé que la muerte de mi madre no fue mi culpa pero hizo falta mucha terapia para llegar allí y a pesar de que ya no me siento culpable, todavía sé en lo profundo de mi corazón, que tal vez si me hubiera quedado en casa esa noche, mi madre no se hubiera quitado la vida y tal vez, solo tal vez, también habría estado comprando cosas para la boda conmigo. Cuando llego a la casa de Micha, él, Ethan y mi hermano todavía no han vuelto de buscar esmóquines de alquiler en el último momento, a pesar de que les sugerí que solo usen camisas negras. Mientras Lila, Caroline y la madre de Micha se sitúan en la cocina, listas para atar más cinta y poner velas en los tarros de cristal que compraron, decido que tengo que ir a visitar el cementerio. Así que agarro mi cuaderno de dibujo y un lápiz, y me coloco mi abrigo, guantes y botas. Cuando regreso a la cocina, la madre de Micha se da la vuelta desde el fregadero y se da cuenta de mi vestimenta. —Ella, ¿adónde vas? — pregunta, fregando un plato con una esponja al tiempo que lo sostiene debajo del agua corriendo. Meto el cuaderno de dibujo bajo mi brazo. —Tengo que ir a un lugar. Mira por la ventana al cielo nublado y luego al microondas donde la hora parpadea 04:02. —Pero se está poniendo oscuro y más frío. —No voy a estar ausente mucho tiempo —le aseguro, caminando hacia la puerta de atrás. Lila me da una mirada rara desde la mesa de la cocina mientras envuelve algo de cinta en un arco. —¿Quieres compañía? Me miran mientras abro la puerta de atrás y dejo que entre el aire del invierno. —No. Hay algo que tengo que hacer. —Les digo adiós con la mano—. Volveré pronto. Lo prometo. —Antes de que cualquiera de ellas pueda discutir, doy un paso fuera y cierro la puerta. Bajando por el camino de entrada, tiro del cuello de mi chaqueta por encima de mi boca y nariz mientras el aire helado pica mi piel.

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Al final del camino, giro a la derecha y voy por la acera hacia el cementerio, manteniendo un ritmo constante, sabiendo que no voy a ser capaz de soportar el aire helado durante mucho tiempo. En el momento en que llego al cementerio, mis dedos están entumecidos, pero ignoro el frío mientras me siento en la nieve frente a su lápida. Hay un árbol sin hojas detrás de ella y carámbanos cuelgan de las ramas desnudas. La puerta de hierro que bordea el cementerio está congelada con nieve que cubre también las cimas de algunas de las lápidas. Me relajo hacia atrás sobre mis manos mientras la nieve se filtra a través de mis vaqueros y me quedo mirando su lápida gris, tratando de ordenar mis pensamientos. —Ni siquiera estoy segura de qué decir —digo en voz alta, en tanto mi respiración empaña en frente de mí—. Sé que debería venir más a visitarte, pero ya no vivo aquí. —Pongo mi cuaderno de dibujo y el lápiz a un lado, y me inclino hacia delante, apoyando los brazos sobre mis rodillas—. Me mudé a California... Tengo una casa y todo eso, lo que es raro, pero genial, supongo. —Inhalo y exhalo—. Todo es genial, en realidad. —Me detengo—. Siento que nunca pudieras estar tan bien... Empecé a leer tu diario y esperé que tuviera algo genial, pero no hay nada, no realmente. —Cierro los ojos mientras el aire frío me besa la mejilla—. Me gustaría saber de verdad si alguna vez conseguiste cualquier tipo de felicidad. Sé que papá dijo que piensa que podrías haber sido feliz a veces, pero no parecía creerlo totalmente. Y sé que a veces puedes fingir, porque es lo que hago de vez en cuando. En realidad, solía hacerlo mucho, pero ya no tanto... ya no cuando me siento feliz. Creo que es real. —Mis palabras son verdaderas, reales y honestas. Quiero saber si ella alguna vez fue muy feliz, pero quizás es mejor no saberlo, ya que tal vez la respuesta no es lo que quiero oír. Tal vez me diría que no, que nunca fue feliz, ni una sola vez. Ni cuando fue más joven, cuando se casó, tuvo hijos. He estado en ese lugar donde la depresión era todo, pero ya no es mi vida y ni siquiera podría imaginar no tener una idea de la felicidad que siento ahora. Si la depresión fue todo lo que tuvo ella, entonces sería triste, trágico y desgarrador. —Cambio completamente de tema, pero se supone que debo estar escribiendo los votos —le digo a la lápida de mi madre, deseando que pudiera oírme—. Pero escribir nunca ha sido lo mío. —Presiono mi lápiz en el papel y luego dibujo una línea, dejando que mis manos se muevan libremente—. El dibujo era más lo mío. —Otra línea y luego otra—. No estoy segura de si lo sabías. Sé que me criaste, pero nunca hablamos en realidad, por lo menos sobre la vida y esas cosas. Ni siquiera sabía que te gustaba dibujar hasta que recibí una caja de tu mamá con algunos de tus dibujos allí. Bueno, no me la envió exactamente, su abogado lo hizo. En realidad, ella falleció. No estoy segura de cómo me siento con eso. Digo, no la conocía, pero al mismo tiempo es algo triste que se haya ido. —Hago un par de sombras, algunas curvas y líneas irregulares. Cuando quito el lápiz

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del papel, he dibujado la cara de Micha, medio sombreado, luego debajo, escribo: Mi luz en mi vida oscura. Doy vuelta la página y dibujo otra imagen rápida. No es nada elaborado, pero eso está bien porque no es el punto en este momento. Cuando he acabado, tengo un retrato de él sosteniendo su guitarra, rodeado con notas de música. Debajo, escribo: Su boca calentó mi alma. Dibujo otro más y escribo: Dios, me siento tan amada a veces que se me olvida cómo respirar. Luego empiezo a mover el lápiz sobre el papel nuevamente, creando un mapa de nuestra vida, la primera vez que dormimos juntos en la misma cama, la cerca, su coche, los conciertos, los viajes a Nueva Orleans, el lago, incluso el puente. No todas las líneas son perfectas, pero son los pequeños defectos e imperfecciones que hacen a la historia tan hermosa. Termino con el último dibujo, que es solamente de Micha y escribo: Mi mundo. Entonces cierro el cuaderno de dibujo y me pongo de pie, sacudiéndome la nieve de la parte trasera de mis vaqueros, con mi culo congelado y entumecido. Sé que si voy a convertirlo en mi portafolio final, voy a tener que esforzarme más, pero el inicio está ahí, la base, y puedo construir sobre ello a partir de ahí. Además, comenzar siempre es la parte más difícil y aunque sé que no todo caerá tan fácilmente en su lugar, por lo menos sé que se dirige hacia un fin. A un fin potencialmente maravilloso.

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| 139 Traducido por Mire & Annie D Corregido por Ana Avila

Micha Cuando regreso a casa después de ir a comprar un esmoquin, sin uno, ya que al parecer no hay ningún lugar en torno a Star Grove que los tenga, Ella no está en casa. Mi mamá me dice que salió a caminar a algún lugar con su cuaderno de dibujos, lo que me preocupa. —¿Sabes a dónde fue? —le pregunto, sentándome en el sofá a su lado mientras ella envuelve un regalo de Navidad. Sacude la cabeza. —No, pero no podría haber ido demasiado lejos, ¿no? Ya que caminó. Tal vez, pero tal vez no. Mi madre coloca un pedazo de cinta adhesiva en el regalo y luego pega un lazo. —Listo, creo que finalmente conseguí envolver todo. —Se inclina hacia atrás para ponerlo debajo del pequeño árbol artificial en la esquina. Frunzo el ceño mientras me desplomo en el sofá. —¿Por qué de repente todo el mundo está tan inmerso en los regalos? Nunca hemos hecho una gran cosa sobre ellos. Primero Ella y ahora tú. —Y... ¿qué hay de malo en cambiar las cosas y dar regalos? —Debido a que no le compré nada a nadie. —¿Te preocupa realmente todo el mundo o simplemente Ella? Suspiro. —Me compró algo y siento que yo también debo darle uno, pero no quiero que sea algo estúpido, quiero que signifique algo. Mi mamá me mira un momento y luego se pone de pie. —Ponte tu abrigo y sígueme. —¿Por qué? —Solo hazlo. —Usa su voz severa y me pongo de pie.

Nos ponemos nuestros abrigos y luego se dirige afuera, tomando el camino de Ella y mío, y trepando sobre la cerca para llegar a su patio. La sigo, totalmente confundido sobre porque está actuando raro. Luego rodeamos el Firebird, subimos por las escaleras traseras hacia la puerta y toca, lo que hace las cosas todavía más extrañas porque rara vez he tocado. Normalmente, entro sin más. —Mamá, en serio, ¿qué hacemos? —le pregunto, metiendo las manos en mis bolsillos. Toca de nuevo y luego se gira hacia mí, temblando de frío. —Hace unas semanas, vi a Raymond llevar un montón de cajas a la cochera. Le ofrecí un poco de ayuda, conversamos y me dijo que las cajas tenían algunas de las cosas viejas de la madre de Ella. —¿De acuerdo? No te entiendo, mamá. Me sonríe. —Pienso que a Ella probablemente le guste mucho algo que perteneció a su madre, tal vez algo que pudiera usar en la boda. Abro la boca para decirle que esto es, por mucho, la peor idea que ha tenido, ya que el padre de Ella se pone raro al hablar de cosas así, y ni siquiera estoy seguro de cómo reaccionaría Ella si le diera algo de su mamá, ya que es un tema emocional para ella. Pero antes de que pueda decir algo, la puerta se abre. —Hola, Terri —dice el señor Daniels, luciendo confundido en cuanto a por qué ambos estaríamos de pie en su puerta. —Hola, Raymond —expresa mi mamá con una sonrisa—, tengo un gran favor que pedirte. Sacudo la cabeza. Mamá no siempre ha sido así, tan insistente. Bueno, como que lo ha sido, considerando que, en primer lugar, fue su idea que Ella y yo nos casáramos, pero cuanto más vieja se pone parece serlo cada vez más. Raymond frunce el ceño y mi mamá comienza a explicar el dilema pequeño del regalo de Navidad. Siento que mi interior gira en nudos, preocupado de que esto lo moleste y vaya a desquitarse con Ella. Sé que han estado bien, pero todavía no puedo borrar el pasado y las cosas que he visto. Y cuando mamá dice—: Nos preguntábamos si tal vez había algo de Maralynn que podríamos darle, ¿quizás en alguna de esas cajas que te ayudé a poner en la cochera hace unas semanas? Se rasca la cabeza, luciendo incómodo. —No estoy muy seguro de lo que haya. Digo, la mayoría de esas cosas era solo su ropa vieja. Tiro de la manga de mi mamá y, le digo al señor Daniels—: No se preocupe, pensaremos en algo más.

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Mi madre me ignora, manteniendo sus pies plantados. —¿No hay ni siquiera, por ejemplo, alguna de sus joyas o algo por el estilo? ¿Tal vez unos pendientes que le pertenecieran? Raymond se ve aún más incómodo y, estoy a punto de irme y dejarla allí, cuando de repente se para erguido y mira hacia la cochera. —Espera... creo que se me acaba de ocurrir algo. —Entra a la casa y agarra un gran abrigo, poniéndoselo junto con un gorro antes de salir y cerrar la puerta. Lo seguimos hasta la cochera y mi mamá me lanza una sonrisa, como diciendo: Ja ja, tenía razón; sacudo la cabeza, pero sonrío. Cuando estamos dentro de la cochera, el señor Daniels prende las luces y camina a una pila de cajas en una esquina. Levanta la que se encuentra encima y la deja a un lado, luego mira la caja debajo de ella un momento, casi como si tuviera miedo de abrirla. Miro a mi madre, que traga con fuerza, luciendo un poco incómoda. Pero luego el señor Daniels se relaja un poco y la abre con cuidado. Hurga en su interior un momento y luego saca una cajita de madera. Cuando se da la vuelta, la sostiene en su mano como si fuera algo muy importante. —Ya saben que no tuvimos una boda real —dice, levantando la mirada del objeto—. Incluso apenas estuvimos vestidos. Mi madre asiente comprensivamente. —El padre de Micha y yo nos casamos en un parque y creo que había, como, un total de diez invitados. —Nosotros tuvimos dos —dice el señor Daniels—. Ambos eran mis amigos, y la única razón por la que los invitamos fue para que fueran nuestros testigos. Maralynn no quería a nadie más allí. —Toma una respiración profunda y suspira—. Pero en fin —dice, y extiende su brazo hacia mí, instándome a tomar la caja de madera—, le di esto a la madre de Ella la mañana de nuestra boda. No es nada lujoso. De hecho, lo compré en una casa de empeño por veinticinco dólares más o menos, pero lo usó cuando nos casamos; tal vez puedes dárselo a Ella y hacer que haga lo mismo. La caja cruje cuando la abro. Dentro hay una cinta negra con un pequeño colgante de una rosa roja. —Es un collar —dice el señor Daniels—. A su mamá le gustaban las rosas. No estoy seguro de si Ella incluso quiera usarlo, pero no se pierde nada con intentar. Quitando el hecho de que podría ponerse un poco emocional ya que es de su madre, si este fuera un collar común y corriente, puedo verla usándolo con orgullo. —Gracias —le digo, cerrando la caja—. Estoy seguro de que le gustará y estará contenta de que se lo haya dado.

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El señor Daniels asiente, y luego, sin decir nada más, dejamos la cochera. Mi mamá y él hablan en la puerta trasera un rato sobre nada importante mientras miro al cielo, notando que se está tornando gris y preguntándome si Ella habrá llegado a casa mientras nos hallábamos aquí. Decido ir a ver y le agradezco de nuevo al señor Daniels antes de volver. Cuando entro, Lila y Ethan me dicen que no se encuentra allí y que están a punto de ir a visitar a sus padres un rato, a pesar de que él no quiere. Salen y voy a mi habitación para esconder el collar. Luego, tratando de distraerme, leo algo del diario de su madre. Página tras página de pensamientos oscuros: No puedo hacer esto. Ser madre y esposa. Pensé que podía, pero ahora siento que tengo que correr, huir, escapar del miedo al compromiso en pie. Porque es escapar o esperar hasta que Raymond decida que ha tenido suficiente de mí y me abandone. Es inevitable. Puedo sentirlo. Me dejará, porque no soy lo suficientemente buena y a veces no quiero serlo. Es demasiado trabajo, toma demasiada fuerza y estoy muy cansada. Tal vez debería huir y dejar todo atrás. En serio, debería. Sus palabras penetran mi pecho, porque si no lo supiera, juraría que Ella las escribió. Pero no creo que vaya a huir de nuevo. Me ama y lo sé, incluso si tiene dificultades para expresar sus sentimientos. Sé que quiere estar conmigo. Ella lleva el anillo de compromiso en su dedo y se mudó conmigo. No huirá. No puede. Sigo leyendo y mi mamá asoma la cabeza en mi habitación para decirme que saldrá a cenar con Thomas. —¿Quieres algo? —me pregunta. Niego con la cabeza. —No, gracias. —Bueno, hay algunas sobras en el refrigerador si tienes hambre — contesta. —Gracias —le digo y ella sonríe, después comienza a cerrar la puerta. —¿Y, mamá? Hace una pausa. —Sí —Gracias por ir donde el señor Daniels y hacer eso. Sonríe. —No hay problema. Me alegro de que encontráramos algo bueno para darle.

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—Yo también —le digo. Cuando se va, echo un vistazo al reloj y decido darle a Ella quince minutos más antes de ir a buscarla. Sigo leyendo el diario, revisando periódicamente el reloj. Las siguientes páginas son igual de deprimentes y mi corazón comienza a sentirse pesado dentro de mi pecho. Es como si estuviera leyendo sobre un espiral descendente, pero por suerte soy yo quien lo lee, no Ella. Fue su decisión no hacerlo, lo que la hace mucho más fuerte que toda esta oscuridad, porque sabía que tal vez la desanimaría y optó por no dejarlo, eligió ser feliz. Estoy a punto de dejar el diario cuando me doy cuenta de que solo queda una página más; decido leerla y así poder terminarlo. Pero entonces tendré que ir a notificarle a Ella que no pude encontrar nada feliz aquí. Ojalá no rompa su corazón. Sin embargo, mientras leo la última página, la pesadez se disipa y las palabras me hacen sonreír. Después de terminar de leerlo, me paro para ir a buscarla porque me preocupa su paseo tan extenso, y porque tiene que leer esto. Me pongo mi chaqueta y me dirijo a la puerta trasera donde dejé mis botas, pero cuando estoy cruzando la cocina, la puerta se abre e ingresa una ráfaga de brisa. Ella entra luciendo tan congelada como una paleta de helado, con los labios azules, con sus mejillas sonrojadas, y temblando. Me dirige una pequeña sonrisa mientras cierra la puerta detrás de ella. —¿Ibas a alguna parte? —pregunta, mirando mi abrigo mientras abraza su cuaderno de dibujos a su pecho. —Sí, a buscarte. —Paro de cerrar la cremallera de mi chaqueta y pongo mis manos en sus mejillas, que se hallan heladas—. Dios, estás congelada. ¿Cuánto tiempo estuviste afuera? Mira al reloj del microondas. —Un par de horas. —Jesús, Ella. —Tomo el cuaderno de dibujos y lo dejo a un lado, en la encimera. De inmediato le quito los guantes, tomando sus manos en las mías, y soplo en ellas mientras las froto para darle calidez de nuevo. Me sonríe. —¿Cómo estuvo tu día de compras de esmoquin? —Tan bien como cualquier otro día de compras. Aunque no conseguimos uno. —Bien —dice—. Nunca he sido fan de ellos. Te verás mucho mejor en tus pantalones vaqueros y una camisa de botones. —Siempre y cuando pienses así, entonces estoy bien con eso —le digo, luego me detengo, escogiendo mis próximas palabras con cuidado mientras mis dedos se envuelven alrededor de su muñeca—. Cuando llegué a casa, leí algo más del diario de tu madre.

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—¿Ah, sí? —Pretende estar ligeramente interesada, pero siento su pulso acelerarse—. ¿Encontraste algo bueno? —Sí. ¿Quieres leerlo? Su garganta sube y baja mientras traga con fuerza, luego mira al cuaderno de dibujo sobre la encimera. —¿Puedo esperar un poco más? Estoy de buen humor y quiero quedarme así. —Pero lo que encontré es bueno —le prometo—. Confía en mí. —Lo sé, pero será difícil de leer, ya sea bueno o malo. Aún tiene que ver con ella y su partida, y siempre me pone triste. ¿Cómo puedo discutir con eso? —Como quieras, pero te prometo que no es malo y creo que necesitas leerlo antes de que nos casemos. — Masajeo su mano derecha y se estremece—. ¿Te duele la mano? Asiente, haciendo una mueca de nuevo. —Es con la que le di el puñetazo a Mikey en la cara. Mis nudillos chocaron con su mandíbula. Todavía me exalta pensar en que Mikey la golpeó, pero me obligo a dejarlo de lado porque le prometí que no haría nada al respecto, y me niego a romper mis promesas hacia ella sin importa qué. —¿Cuántas veces te he dicho que golpees aquí? —Libero su mano y señalo el puño contra mi palma—. No utilices los nudillos. —Lo sé, pero estaba borracha y él es un tipo aterrador. Me puse un poco nerviosa y jodí el puñetazo —dice y la rabia dentro de mí se enciende. Nunca fui conflictivo. Claro, me he metido en un par de peleas, pero la única grande fue con Grantford Davis, quien se merecía esa paliza. —¿Qué es lo que quieres hacer por el resto de la noche? —Meto un mechón de cabello castaño rojizo detrás de su oreja. Mira alrededor de la cocina vacía. —¿Dónde se encuentra todo el mundo? —Caroline fue a tu casa con Dean. Mi mamá salió a cenar con Thomas y un amigo de él. —Coloco mis manos en sus caderas—. Ethan y Lila salieron a buscar algo de comer. —¿Así que tenemos toda la casa para nosotros? —pregunta con una sonrisa traviesa en su cara. Golpeteo el dedo sobre mis labios. —¿Qué deberíamos hacer? —Hmm... —Sus ojos brillan al tiempo que recoge el cuaderno de dibujo de la encimera—. No tengo ni idea. Regreso la mano a su cintura y deslizo la palma alrededor de su culo, acunándolo rudamente. Ella arquea su cuerpo hacia mí. —Oh, yo tengo algunas ideas, empezando con desnudarte.

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Se ríe y luego, sale corriendo de repente hacia el pasillo, arrojando su cuaderno de dibujo en el sofá mientras lo pasa. —Te diré algo, me desnudaré cuando puedas encontrarme. —Me sonríe y en seguida se da la vuelta y desaparece por el pasillo. —Oh, niña bonita —grito, serpenteando alrededor de la mesa y persiguiéndola. La casa está en silencio mientras atravieso la sala y, pasando el sillón, obtengo un vistazo de una parte de lo que ha estado trabajando en el cuaderno abierto. Es un dibujo de mí sosteniendo mi guitarra, con notas musicales alrededor. Debajo del mismo, escribió: Su boca calentó mi alma. Mi corazón hace ese golpeteo estúpido y muy poco viril dentro de mi pecho, pero sonrío y comienzo a trotar a mi habitación. Reviso el armario, debajo de mi cama, luego, renunciando a mi habitación, me dirijo a la de mamá. Remuevo cielo y tierra, pero no la encuentro por ninguna parte, así que echo un vistazo en el baño. Cuando todavía no puedo hallarla, regreso a la sala. Estoy a punto de pasar por la puerta y entrar a la cocina cuando ella salta de detrás de la pared, hacia la puerta justo en frente de mí, dándome un susto de muerte. Presiono la mano en mi pecho mientras recupero el aliento y ríe, envolviendo sus piernas a mi alrededor; lanzando todo su peso sobre mí, enviándonos al suelo. Me las arreglo para no golpear mi cabeza contra el piso, pero mi espalda sí lo impacta con fuerza. Aterriza encima de mí, su cuerpo cayendo en el mío, y luego se acomoda rápidamente, quedando a horcajadas. Sus manos caen a cada lado de mi cabeza mientras baja la mirada, su cabello creando un velo alrededor de nuestros rostros. —Eso es por todas las veces que luchaste conmigo hasta dejarme en el suelo —dice, luciendo muy orgullosa de sí misma mientras jadea por aire. Sacudo la cabeza en tanto deslizo las manos a sus caderas. —¿No te he enseñado nada? —Con un rápido movimiento, nos doy la vuelta para que quede en el suelo y yo tendido encima de ella—. Siempre gano en la lucha. Luego la beso.

Horas más tarde, nos hallamos acostados en mi cama, nuestros cuerpos enredados mientras se encuentra desnuda en su lado. Todavía no ha leído la página del diario y no voy a presionarla. En cambio, tiene su cuaderno de dibujo, y está esbozando líneas en una hoja en blanco,

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tratando de recapturar una foto de su madre sentada en la cama, luciendo triste. Al otro lado del cuaderno, hay un dibujo que se parece a mí con las palabras Mi mundo escritas en la parte inferior. —¿En qué exactamente trabajas? —le pregunto mientras trazo de arriba abajo su espalda, y con cada movimiento se estremece—. Sé que es tu mamá —golpeteo el dedo en el dibujo de mí—, pero ¿de qué se trata este? El lápiz detiene brevemente el movimiento en el papel. —¿Puedo explicártelo más tarde? —Mira por encima de su hombro y mechones de cabello caen en su cara—. Primero quiero terminarlo y después decirte todo. Todo. ¿Qué quiere decir con “todo”? —¿Puedo tener una pista? Me estudia, mordiéndose el labio, y luego dirige su atención hacia el dibujo, cubierto con líneas curvas y tonos oscuros. —Se trata de nuestro pasado... y nuestro futuro. Nuestro futuro. Me sorprende su honestidad y me siento culpable porque ha sido tan sincera conmigo últimamente, y yo le he estado guardando un gran secreto. Bueno, no exactamente un secreto, pero he estado ocultando información, preocupado por cómo va a reaccionar, temiendo que diga que irá a pesar de que no quiera. O diga que no irá y resulte ser el final de mi sueño de música. Pero es hora de dejar de posponerlo, especialmente cuando está siendo tan franca. Serpenteo mi dedo por su espalda un par de veces más, dejo caer mi brazo sobre su costado y presiono el rostro contra la parte posterior de su cuello, cruzando mis brazos a su alrededor. —Tengo que decirte algo — digo, y su cuerpo se vuelve rígido como una tabla—. Cálmate. No es malo. Son solo noticias... una decisión que tenemos que tomar. La escucho dejar caer el lápiz sobre el papel. —De acuerdo. —Suena ansiosa. Beso la parte posterior de su cuello y cierro los ojos. —Recibí una llamada de Mike el otro día. —¿Oh sí? ¿Qué quiere? —Trata de actuar calmada, pero noto que no lo está. Abro los ojos y presiono la mejilla contra su piel. —¿Te acuerdas de la gira Rocking Slam que te mencioné hace un tiempo? —¿La gira a la que deseabas ir, pero pensaste que no eras tan bueno como para entrar? —Gira sobre su espalda y me mira—. ¿Con todas las bandas y cantantes que idolatras? —Sí, ese mismo. Hace una pausa. —¿Entraste?

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Asiento lentamente. —Sí. Una sonrisa se eleva gradualmente en su rostro. —Estoy tan feliz por ti. —Coloca un beso alegre contra mis labios, impresionándome, tanto como para ni siquiera regresarle el beso. Cuando se aleja, se ve confundida mientras evalúa mi reacción—. ¿Qué sucede? ¿Por qué no estás contento sobre esto? —Porque… —Me callo, buscando las palabras correctas. Al final, me incorporo y subo una de mis rodillas, apoyando el codo sobre ella—. La gira inicia en unas pocas semanas y dura unos meses. Se sienta y abraza las rodillas contra su pecho desnudo, tratando de parecer bien al respecto, pero la tristeza llena sus ojos. —Así que, ¿te irías unos meses? Asiento, mirando por la ventana al resplandor de las luces navideñas brillando contra el hielo en la casa. —Y tendría que cancelar nuestra luna de miel. Aprieta los labios, como si quisiera decir algo, pero trata de luchar contra ello. Luego baja la cabeza a sus rodillas. —No me preocupo por la luna de miel. Quiero que vivas tu sueño. Quedo en silencio por un momento mientras intento captar su vibra, la verdadera que trata de esconder de mí. —Niña bonita, ¿vas a decirme lo que piensas? —pregunto, porque no puedo descifrarla muy bien en este momento. —Pienso que deberías ir —dice, levantando la cabeza—. No voy a retenerte. Me prometí que nunca haría eso. —No estarías reteniéndome. —Me acerco y coloco una pierna a cada lado de ella—. Quiero estar contigo sin importar qué. —Sé que sí —dice, tomando mis manos entre las suyas—. Y lo estarás. Solo viviremos separados por tres meses, algo que hemos hecho muchas veces. —Y fui infeliz cada vez. —Quito las manos solo para colocarlas en sus piernas y poder abrirlas—. No creo que deba ir. —La jalo hacia mí y paso sus largas piernas a mi alrededor, sintiendo un poco de decepción, pero sabiendo que está bien. Si ella no va, tampoco yo. —No, irás y te encantará. No lo permitiré de otra manera. —Me mira directamente a los ojos, hablando en serio—. No me casaré si no lo haces. No sé qué decir. La conozco muy bien y sé que, probablemente, no está cien por ciento de acuerdo con esto, pero trata de hacerme feliz. No obstante, no quiero ir sin ella. —Ven conmigo —suelto bruscamente, sonando como un idiota.

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Sus ojos se amplían. —¿En la carretera durante tres meses? Asiento, emocionándome un poco a mi esporádica, pero brillante idea. —Podría ser divertido. Tú, yo, el coche y la carretera. Podría ser nuestra primera aventura como marido y mujer. Cuando éramos niños siempre dijimos que iríamos a lugares. De hecho, hemos prometido que un día lo haríamos. Esta podría ser nuestra oportunidad. —¿Durante tres meses? —repite—. Eso es mucho tiempo en la carretera y, tengo escuela y trabajo. —Podrías darte un descanso del trabajo y tomar clases en línea, tal vez —sugiero y luego me siento como un imbécil por incluso pedirle que haga tal cosa. Se queda callada, pensando en lo que dije, luciendo con pánico, perdida y emocionada, todo al mismo tiempo. —No tienes que decidir ahora —le digo, no queriendo que se sienta presionada a hacer algo que no quiere—. Solo piénsalo durante unos días. Vacila y luego asiente de manera concluyente. —De acuerdo, lo pensaré, pero solo si haces una cosa para mí. —Lo que sea. Una lenta sonrisa se extiende por su cara. —Tócame la canción.

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20 Traducido por Val_17 Corregido por Mary Warner

Ella ¿Viajar por la carretera durante tres meses con él? ¿En serio? Es una locura pensarlo siquiera, pero al mismo tiempo quiero ir. No es como si extrañaría mi trabajo en la galería de arte, y podría terminar la escuela en línea. De hecho, cuanto más lo pienso, más me pregunto por qué lo estoy pensando. Debería ir con él. Vivir la vida al máximo. Dibujar. Ser feliz. Relajarme. Nunca he hecho eso, nunca pensé que podría. Pero de pronto lo comprendo: puedo hacerlo. Santo cielo. Puedo hacer desee lo que desee. Viajar por la carretera con él, escucharlo tocar, observarlo sobre el escenario mientras sus palabras me afectan de la forma que siempre lo hacen cuando canta. Maldición, parece tan fácil, entonces ¿por qué estoy dudando? Decido decirle que iré con él después de que me toque su canción. De esa manera no tendrá que preocuparse por dejarme atrás, porque sé que le preocupa. Oh, Dios mío, de verdad voy a hacer esto. Vestido solo con sus boxers, Micha agarra la guitarra del armario y se sienta a los pies de la cama. Sosteniendo la guitarra en su regazo, envuelve sus largos brazos a su alrededor, y luego rasguea las cuerdas. — Sabes, estoy un poco nervioso. —Sus ojos se deslizan por mi cuerpo cuando me recuesto contra la pared con solo una sábana cubriendo mi cuerpo desnudo—. Nunca, ni en un millón de años, me imaginé que estarías desnuda cuando te tocara esta. No puedo evitar sonreír mientras suavizo una almohada y me apoyo en ella. —Sabes, ni siquiera me voy a sorprender si en parte de tu canción hablas sobre mi desnudez. —De ninguna manera. —Baja la cabeza, el pelo rubio colgando sobre sus ojos mientras posiciona la guitarra—. Esta canción no era sobre mis sentimientos cachondos por ti. Solo sobre mi amor. —Levanta la vista, sonriendo, pero se encuentra mezclado con nerviosismo. Ruedo los ojos, pero mi estómago revolotea. —Tan cursi.

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Menea las cejas, luego queda en silencio, conteniendo el aliento. — ¿Estás lista para esto, Ella May? Porque es muy intenso. Asiento con entusiasmo. —Dame intensidad. Sus dedos empiezan a moverse con elegancia sobre las cuerdas, y todo a mi alrededor, la habitación, mis pensamientos, mi cuerpo se desdibujan en algo que nunca pensé que podría ser. Cuando canta las primeras palabras, el melodioso sonido de su voz me envuelve y floto a un lugar de recuerdos vinculados a las emociones que conectan su alma con la mía. Te veo de pie entre la multitud, con el corazón oculto en el interior, ahogándote en dolor, sin ningún escape. El dolor apuñala mi corazón, sangrando dentro de mí, porque si tan solo me dejaras, quitaría todo ese sufrimiento. Crees que nadie te necesita. Que no mereces nada más, así que te permites ahogarte. Pero me hundo contigo, negándome a que te vayas. Quiero alejar el dolor y dejar que sangre en mi alma. Empieza a tocar las cuerdas con más pasión, aumentando el volumen mientras cierra los ojos, y su voz se intensifica cuando llega al coro. Debes saber que sin importar lo que pase, durante el daño, la tristeza, el dolor ardiendo en mi pecho Siempre estaré contigo, dentro y fuera. En los tiempos difíciles y desesperados, a través del amor, a través de la duda. Mi corazón es tuyo para siempre. Nunca te soltaré. Nunca te dejaré hundirte. Te quitaré el dolor si tan solo me dejas. Hace una pausa mientras toca notas más intensas y luego vuelve a abrir sus labios. La forma en que me siento por ti quema muy dentro de mi pecho, como sentimientos retenidos, que quiero liberarlos con desesperación. Me duele estar cerca de ti, esperando que las cosas cambien, que de alguna manera vaya a encontrar una forma para salvarte

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Que encuentre una manera de evitar que te ahogues, de hacerte retroceder y tomar tu lugar, para que el dolor se apodere de mí. Dios, por favor, déjame llevarme el dolor antes de que me mate porque ya no puedo ver cómo te ahogas. Porque te necesito. Te deseo. No puedo vivir sin ti. El tono de su voz es un poco irregular al final, pero aun así suena hermoso y sus dedos siguen tocando, todavía con los ojos cerrados. Debes saber que sin importar lo que pase, durante el daño, la tristeza, el dolor ardiendo en mi pecho Siempre estaré contigo, dentro y fuera. En los tiempos difíciles y desesperados, a través del amor, a través de la duda. Mi corazón es tuyo para siempre. Nunca te soltaré. Nunca te dejaré hundirte. Te quitaré el dolor si tan solo me dejas. Dios, por favor, permítemelo. Su voz se va apagando mientras rasguea una secuencia de notas y luego termina la canción. Permanece en silencio por un momento, en tanto su pecho sube y baja antes de abrir los ojos. Luego me echa un vistazo y sus ojos se amplían con alarma. —Mierda. —Deja la guitarra a un lado y se escabulle en la cama hacia mí—. Mi amor, no tienes que llorar. No se suponía que fuera una canción triste. Toco mis mejillas con los dedos y están empapadas con lágrimas. Ni siquiera me di cuenta que lloraba o cuando empecé a hacerlo, pero supongo que probablemente desde el principio porque cada palabra me golpeó con fuerza en el corazón. —No estoy triste —le digo, secándome las lágrimas con la mano—. No sabía que te sentías de esa manera a los quince años. Significa que te sentiste así durante mucho tiempo. Roza mis mejillas con sus dedos, borrando las lágrimas, pero los sentimientos detrás, aún permanecen en mí y me alegra. —Ni siquiera yo podía entender la canción al principio, pero cuando por fin lo hice, me di cuenta que te amaba y haría cualquier cosa para hacerte feliz. Más lágrimas se me escapan y ni siquiera trato de contenerlas, no podría ni aunque lo intentara. Esa canción traía demasiada emoción y todavía arde en mi corazón, demasiado fresca y dura, pero de la manera

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más maravillosamente auténtica. Pienso en todos esos años en los que solo éramos él y yo, y los muchos más por delante. Cuando me subo en su regazo, envuelvo los brazos a su alrededor y lo abrazo con fuerza. —Para que lo sepas, fuiste tú el que no me dejó ahogarme. Si no fuera por ti, probablemente me habría rendido —digo y él frota mi espalda con su mano—. Y me alegra que no me dejaras.

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21 Traducido por Mire Corregido por Itxi

Micha No esperaba que llorara. Sabía que la canción era muy intensa y emocional, por eso nunca se la canté a nadie antes, pero Ella no es una llorona y sus lágrimas solamente añadieron belleza al momento. La abrazo mientras el sol desaparece detrás de las montañas y la habitación cambia a un color gris oscuro; la lámpara es la única fuente de luz en la habitación. Finalmente las lágrimas desaparecen y se aleja de mi pecho. Sus ojos están rojos e hinchados mientras frota con sus dedos las mejillas. —Entonces, ¿qué hallaste en el diario de mi mamá? —pregunta. Elevo las cejas. —¿Quieres leerlo ya? ¿Pensé que querías esperar? Aleja el cabello de su cara. —Supongo que sí, ya que dijiste que tenía que leerlo antes de la boda y, es mañana. Sonrío mientras traza las líneas cursivas del tatuaje en mi caja torácica. —Mañana y eres toda mía. Sus labios insinúan una sonrisa mientras baja la vista al tatuaje. — Creo que era tuya hace mucho tiempo. —¿Eso crees? —No, lo sé, al menos ahora lo sé. —Se inclina hacia un lado y agarra el diario de mi mesita de noche y luego me lo da—. ¿Leerías para mí... la página que dijiste que tengo que leer? Asiento con nervios, esperando que le parezca algo bueno lo que leí, y luego nos acuesto de lado, uno frente al otro con nuestras cabezas en la almohada y nuestras piernas enredadas debajo de la sábana. Sus dedos rodean mis costillas mientras sostengo el diario arriba, girándolo hasta la página que marqué. —Creo que son los votos que escribió justo antes de casarse con tu padre. —¿En serio? —Parece sorprendida—. ¿Seguro que son sus votos? Porque no parecía muy ansiosa por casarse con él.

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—Bueno, estoy bastante seguro de que esto es sobre tu padre, ya que dice: Para Raymond, en la parte superior —digo con una sonrisa—. Y es lindo, lo que escribió. Corto y simple, pero lindo. —¿Es así como van a ser nuestros votos? —pregunta, observando a través de sus largas pestañas, dándome una mirada de esperanza. —Pueden ser como quieras que sean —respondo—. Y si todavía quieres retirarte, puedes. —No, gracias. —Sitúa la cabeza en el hueco de mi hombro—. Está bien, estoy lista. Lee lo que escribió. Respiro profundo. Vivía en un mundo en el que nada tenía sentido. La oscuridad. La inestabilidad. La vida al borde de la muerte. Luego entraste en mi vida y brillaste en medio de la oscuridad, mostrándome que existía la luz. Y por un momento me aventuré, respiré por primera vez en mucho tiempo. Me diste aire y no lo hubiera tenido de ninguna otra forma. Sin ti, no hubiera recordado cómo era no asfixiarse. Sin ti, no hubiera recordado cómo se sentía la luz. Y siempre te amaré por eso, Raymond Daniels. Dejo de leer y bajo mi mirada a Ella, comprobando su reacción. Parece como si fuera a llorar de nuevo y de repente se sienta y sale de mis brazos. Antes de que pueda responder, sale de la cama y tira una camisa por su cabeza. —¿Qué haces? —pregunto, sentándome. Se pone un par de vaqueros, subiéndolos hasta sus caderas, y luego se abrocha el botón. —Voy a hablar con mi padre. Estoy desconcertado, pero no quiero insistir. No se ve alterada, solamente ansiosa mientras se pone sus botas y alcanza su chaqueta colgada en la columna de la cama. Luego coge el diario, arranca la página que acabo de leer, y la mete en su bolsillo. —Voy a darle esto a mi padre. —Se inclina sobre la cama y presiona sus labios sobre mi boca—. Regresaré en seguida —dice, sin aliento mientras cruza la puerta, dejándome solo en mi habitación y un poco aturdido. No esperaba que se pusiera tan entusiasmada, pero me alegro de que lo esté. Quiero que sea feliz. Solo espero poder seguir haciendo eso por ella, tomar todas las decisiones correctas, hacer que siga sonriendo,

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riendo, mantener lejos cualquier tipo de dolor, como mis palabras le rogaban que me dejara hacerlo.

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22 Traducido por florbarbero Corregido por Alessandra Wilde

Ella Corro a mi casa con una increíble cantidad de energía alimentada por el trozo de papel en mi bolsillo. Ni siquiera estoy segura de si se trata de sus votos. De hecho, creo que no, pero lo que sí sé es que mi papá merece leer esas palabras, merece saber que una vez hizo feliz a mi mamá cuando parecía que era imposible. El Firebird se encuentra estacionado en la calzada, así que sé que mi padre está en casa. Cuando entro en la cocina, me siento aliviada de encontrar que está solo, comiendo la cena en la mesa. Todavía tiene su ropa de trabajo; una camisa blanca y pantalones vaqueros manchados con pintura roja, también hay un poco de pintura salpicada en sus manos. Tiene un plato con pollo, patatas, un rollo y una taza de leche frente a él. Su cabeza gira en mi dirección cuando entro rápidamente dentro de la casa. —Ella, ¿qué pasa? —pregunta, apartándose de la mesa y poniéndose de pie—. Te ves molesta. —No, estoy bien. Te lo prometo —le digo, sin aliento mientras saco el papel del bolsillo—. De hecho, estoy algo feliz en este momento. —Bueno, me alegro. —Su rostro se contorsiona por la confusión cuando baja la mirada al papel en mi mano extendida—. ¿Qué es eso? —Estaba en el diario de mamá —le digo, y su expresión decae, su boca se desploma y frunce el ceño—. Tómalo —insisto—. Y léelo. Te prometo que no te arrepentirás. Vacila y luego toma el papel. Sus dedos tiemblan mientras lo desdobla y alisa los pliegues. Sus ojos empiezan a analizar el papel. Segundos después, lágrimas se forman en las esquinas de sus ojos. El temblor en sus manos se intensifica cuanto más lee, y me doy cuenta que está a punto de llorar, pero no de dolor. No parece molesto o herido. Ni decepcionado. Ni triste. Se ve... bueno, extrañamente aliviado.

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Cuando termina, lo dobla con cuidado y luego lo sostiene en su mano como si fuera algo precioso. —¿Dijiste que estaba en su diario? — pregunta cuando me mira. Asiento en tanto me envuelvo con mi abrigo, con la esperanza de que sienta al menos un poco de felicidad al saber que hizo feliz a mamá. —Era la última página. Eran... ¿eran sus votos para la boda? Sacude la cabeza mientras mira fijamente el papel en su mano; una lágrima o dos caen de sus ojos. No estoy segura de si lo he visto llorar antes y ser testigo de cómo luce es una especie de milagro que me hace sentir feliz, pero también un poco incómoda. Inhala y exhala unos minutos, luego se recompone y acaricia mi hombro, y me da una mirada rara antes de abrazarme muy torpemente. Huele a cigarrillos y pintura, pero no hay olor a alcohol. Es diferente y extraño, como el propio abrazo. Recuerdo todas esas veces cuando era más joven y veía a las otras madres en el parque abrazar a sus hijos cuando se lastimaban o simplemente porque querían. Las muchas veces que observé a la mamá de Micha abrazarlo cuando se encontraba feliz, triste, o cuando quería decir que lo sentía. Recuerdo la primera vez que me abrazaron. Yo tenía ocho años y me había raspado la rodilla. Micha intentó abrazarme para hacerme sentir mejor al igual que su mamá hacía con él. Sus brazos apenas se encontraban alrededor de mí antes de que me asustara y lo empujara al suelo. Pienso en todos los abrazos que me dio después de eso, y cómo cada uno de ellos se sintió cada vez más fácil. Éste con mi padre no es nada fácil, pero a lo mejor si lo hacemos con más frecuencia, se volverán más fáciles, tal como lo fue avanzar en mi vida.

Cuando llego a la casa de Micha, son más de las nueve. El aire frío es mortal y se filtra en la casa tranquila. Me quito mis botas junto a la puerta trasera, cuelgo la chaqueta en el perchero y luego camino por la cocina hacia el dormitorio de Micha, solo para hallar la habitación a oscuras y a él dormido en la cama, su rostro apoyado en la almohada, con una manta encima. Enciendo la lámpara, me quito mis pantalones, y luego me meto rápidamente bajo las mantas. Se mueve cuando me acurruco contra él y luego se tensa cuando mi piel fría toca la suya. —¿Estás despierto? —pregunto mientras arrastro mis dedos por su cabello suave.

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Deja escapar un suspiro mientras que sus manos encuentran mis caderas debajo de la manta. —Estaba teniendo un buen sueño, donde te colabas en mi habitación y comenzabas a tocarme, pero en mi cabello no. Era mucho más abajo. Creo que deberías tratar de hallarlo. Sonrío en tanto mis dedos se desvían por su pecho firme. —Tengo que decirte algo. Abre sus ojos, enrojecidos y llenos de somnolencia. —¿Tengo que preocuparme? Niego. —De ningún modo. Desliza un brazo por encima de mi estómago y me acerca más a mí. —Dime entonces. —Quiero ir de gira contigo —le digo, y tan pronto como lo hago, sé que es la decisión correcta. Para nosotros—. Tomaré el resto de mis clases en línea y renunciaré a mi trabajo. Queda en silencio, sorprendido. Le toma un momento responder y cuando habla, su voz suena desentonada. —¿Te encuentras segura de que quieres renunciar a tu trabajo? —Quiero estar contigo todo el tiempo. Y quiero verte tocar, y estar simplemente dibujando cosas que significan algo para mí, como tú y yo, y los lugares en los que hemos estado, todos nuestros lugares, como el lago y tu habitación, el árbol que utilizabas para subir a mi ventana… el que siempre te traía a mí —le expreso con sinceridad—. Si tuviera que imaginar cómo sería mi vida, así es como me la visualizo. Es lo que quiero hacer. Su expresión es ilegible mientras busca en mis ojos. —¿Segura? Porque tienes un par de semanas para pensarlo y quiero que estés absolutamente segura. No quiero que hagas algo que no quieres. Yo… Lo interrumpo. —Micha, estoy segura si tú lo estás. Quiero pasar contigo tanto tiempo como pueda, quiero que estemos juntos y quiero que vivas tu sueño. —Estoy seguro de todo, siempre y cuando eso signifique llegar a tenerte —me dice con pasión al tiempo que sacude la cabeza con desconcierto en sus ojos, como si no pudiera creer que pase esto—. Y sí, quiero que vengas conmigo más que nada. —¿Incluso más de lo que quieres casarte conmigo? —Tal vez no tanto, pero bastante cerca. Compartimos un momento de silencio mientras contemplamos nuestro futuro y adónde queremos que nos lleve. Por lo menos, en eso pienso yo. Con Micha, nunca sé, sobre todo cuando su mano se pasea por mi culo y pone esa mirada traviesa en su rostro.

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—¿Estás nerviosa por mañana? —pregunta mientras presiona su boca contra mi frente. Sus dedos realizan círculos alrededor de la marca de infinito en mi espalda, enviando escalofríos y cosquillas a través de mi cuerpo. —Sinceramente, sí —le digo mientras mis dedos enganchan la parte superior de sus boxers—. ¿Tú? Desliza su mano por mi lado y luego, por mi brazo hasta mi muñeca. —La verdad, un poco, pero sobre todo porque me preocupa que todo el mundo vaya a congelarse afuera. —¿Te inquieta que me vaya a escapar? —Ni siquiera sé por qué lo pregunto. Se me escapa sin más y no puedo detenerme de pensar en la mañana después de la noche en el puente, cuando decidí huir y luego, hace una semana cuando se suponía que originalmente nos casáramos. Nunca fue porque no lo amara. Incluso la noche en el puente, lo amaba a pesar de que no iba a admitirlo. Todas esas veces, escapé porque no me amaba a mí misma. —¿Honestamente? —pregunta, y asiento—. En realidad no. —¿Nada? —pregunto—. ¿Incluso teniendo en cuenta mi pasado? Menea la cabeza. —Sé que me amas, Ella May. Como sé que las emociones te asustan, pero en el fondo, sientes más sobre lo nuestro de lo que mucha gente siente en su vida. Así como sé que estás asustada y excitada al mismo tiempo. Así como sé que cada día que he pasado contigo, bueno y malo, ha valido la pena. Y es debido a esas cosas que sé que caminarás por ese pasillo que Lila hará para ti, dirás tus votos, me besarás, y luego tendremos el comienzo de nuestro viaje feliz, triste, a veces bueno, a veces malo, loco, lleno de baches e intenso, pero para siempre. Sus palabras se hunden en mi corazón y lágrimas llenan mis ojos de nuevo. —¿Vas a decir eso en tus votos mañana? Porque fue bastante perfecto. Él sonríe contra mi frente. —No, tengo algo mejor planificado para mañana. Me recuesto y lo miro a los ojos, que lucen brillantes. —¿Oh, sí? —Sí, sí. —Baja su boca a la mía—. Y es aún mejor que la canción. — Y entonces me besa mientras sus manos exploran mi cuerpo. Para el instante en que nos alejamos, estamos agotados, desnudos y sudorosos, y es justo después de la medianoche. —Oye —le digo a Micha cuando miro el reloj—, es oficialmente el día de nuestra boda y Navidad.

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—¿Estás lista para seguir adelante con esto? —pregunta Micha en tanto me atrapa entre las piernas y los brazos. Asiento con los ojos cerrados, pero mi corazón golpetea en mi pecho, con ganas de huir. Me voy a casar hoy. ¡Mierda! —Sí. —Suenas nerviosa —comenta, besando la parte superior de cada uno de mis párpados. —Lo estoy —admito—, pero eso probablemente es normal, ¿no? —Estoy seguro de que sí. —¿Estás nervioso? Duda. —Sí, un poco. Libero una respiración atrapada en mi pecho y abro los ojos. —Estoy contenta. —¿De que esté nervioso? —cuestiona. Asiento, deslizando una de mis piernas entre las suyas y enganchándola por encima de su cadera. —Porque significa que nos hallamos en la misma página y por lo general ese no es el caso. Considera lo que le dije y luego dobla su rodilla para que esté presionada entre mis piernas, colocando su felizmente ardiente calor corporal contra mi piel. —Creo que puedes verlo de esa forma, al menos si así caminarás por el pasillo. —Voy a estar bien —le aseguro, caminar por el pasillo sola o con mi enloquezca, y mi papá, si me asusto, Micha... tú... ¿caminarías por el pasillo saltemos esa parte?

encogiéndome ante la idea de papá. Pienso que sola tal vez no será capaz de calmarme—. conmigo o le dirías a Lila que

—¿No puedes decírselo tú? —pregunta, con el ceño fruncido. Niego. —Está loca por la boda. En serio, creo que debe considerar convertirse en una planificadora de bodas. Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura y luego saborea mi boca con su lengua. —Si quieres que te acompañe por el pasillo, lo haré. —Gracias —le susurro y lo abrazo con fuerza, sabiendo que si se encuentra ahí conmigo será mucho más fácil pasar por todo. Todo lo es cuando él está conmigo. Queda callado un rato, y cuando Micha habla de nuevo, suena un poco emocionado. —Así que ya que es oficialmente Navidad —dice Micha alejándose de mí un poco para mirarme a los ojos—, ¿vas a darme mi regalo de Navidad?

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Frunzo el ceño. —Es un regalo muy tonto. —¿Y qué? —dice—. Además, los regalos tontos son los mejores. Suspiro, luego me incorporo, alejándome de él, y rebusco en mi bolsa de lona que está en el suelo delante de la cama. —Está bien, pero trata de no decepcionarte demasiado cuando lo abras —le digo, sacando la caja envuelta. Subo de nuevo a la cama y se la entrego. Le sonríe a la caja mientras entrecruza las piernas. —Ah, incluso la envolviste y le pusiste un moño —dice con voz burlona. Sacudo la cabeza y pellizco en broma su brazo. —No te burles de mí. Y Lila me hizo envolverlo. —Me gusta que lo envolvieras —dice, luego arranca el papel como un niño pequeño. Puse las pulseras en una cajita, así que también tiene que abrirla. Cuando quita la tapa, se queda mirando las finas tiras de cuero con las palabras para siempre grabadas en ambas. Cuando no dice nada, empiezo a ponerme nerviosa, como si no pudiera entender lo que son. —Son como las que solíamos tener cuando éramos niños, pero no compré la que dice “mejores amigos”, pensando que éramos mucho más que eso así que elegí estas dos que dicen “para siempre”. Me mira y no puedo interpretar su expresión en absoluto. —Las recuerdo. En realidad me hiciste usar la que decía “mejores amigos”, y me hiciste sentir como una chica. Fruncí el ceño, lamentando habérsela dado. —Sin embargo, la usabas. —Debido a que me lo pediste —dice—. Y los dos sabemos que haría cualquier cosa por ti. —Lo siento, es cursi, ¿no? —Alcanzo la caja de las pulseras—. Debería haberte comprado algo mejor. Toma rápidamente la caja y la aleja, manteniéndola fuera de mi alcance. —¿Me tomas el pelo? Esto es perfecto. —Pero acabas de decir que eran de chicas. —No, dije que el tener un brazalete que decía “mejores amigos” era para chicas y eso fue cuando tenía ocho años. —Él sonríe y me relajo mientras alcanza de las pulseras—. Este es el regalo perfecto, Ella May, porque significa algo. —Es un obsequio cursi —digo mientras se coloca un brazalete. —Que te haga cursi, solo hace que me guste más —responde en tanto toma mi muñeca y desliza la otra pulsera.

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—Supongo que me has contagiado —bromeo, y luego me inclino para besarlo—, pero eso está bien. —Ajusto el brazalete, reduciendo su tamaño para que encaje en mi muñeca, mientras Micha se levanta de la cama y empieza a buscar en su cajón de la cómoda. Creo que busca una camisa para ponerse o algo así, ya que hace mucho frío, así que me sorprende cuando regresa a la cama todavía sin camisa, pero con una cajita de madera en la mano. —No tuve tiempo de envolverlo porque lo conseguí para ti esta noche —dice, entregándome la caja, su mano temblando un poco, como lo hizo la pasada Navidad cuando me dio el anillo de compromiso—. Feliz Navidad, Ella May futura Scott. Sonrío, pero me siento un poco nerviosa por saber qué demonios podría darme que lo ponga nervioso. Respiro profundo mientras abro la caja. En el interior hay un collar con un colgante rosa. —Es hermoso —le digo con honestidad al correr mis dedos a lo largo del dije, que se siente como porcelana. Micha deja escapar una respiración ruidosa mientras se escabulle más cerca de mí. —En realidad es de mi parte y de tu padre. Perteneció a tu madre. Él se lo dio en el día de su boda y pensó que tal vez podrías usarlo en la nuestra, como una forma de estar cerca de ella. Es como si él hubiese pulsado un botón y, sin previo aviso, me pongo a llorar, mientras las lágrimas corren por mis mejillas como una fuente, goteando en mis labios, mi nariz, en el collar, en la caja. No soy llorona, pero por alguna razón, me parece que estoy llorando mucho últimamente. Por lo general, luchaba contra las lágrimas, pero no me importa en este momento. Lloro. Lloro porque me encuentro feliz y triste al mismo tiempo. Triste porque mi mamá faltará allí, pero feliz porque me voy a casar con el amor de mi vida. Mi cabeza se encuentra hacia abajo por lo que le toma a Micha un segundo darse cuenta de que estoy llorando. Cuando lo hace, acuna mi cara y levanta mi cabeza, limpiando inmediatamente las lágrimas con una mirada de preocupación en su rostro. —Lo siento —dice—. Estaba preocupado por dártelo porque pensé que te molestaría. Aprieto los labios y sacudo la cabeza. —No, en absoluto. —Entonces, ¿por qué lloras? —Porque soy feliz —le digo con una sonrisa mientras las lágrimas siguen derramándose. Todavía no parece convencido. —¿Así que te gusta el regalo?

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—Me encanta —le digo y luego lo beso con tanta pasión que nos derrumbamos de nuevo en la cama, con la caja de madera aún aferrada en mi mano. Nos besamos hasta que nos hallamos sin aliento, y luego simplemente digo—: El regalo es perfecto, tú eres perfecto. Y realmente, realmente lo es.

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23 Traducido por Snow Q Corregido por SammyD

Micha —Oh Dios, ustedes y sus ideas tan locas. —Ethan se pasea de un lado a otro aplanando la superficie cubierta de nieve delante de mi coche, tiene las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros, y lleva una sudadera sobre su camisa negra. Yo escogí algo diferente y luzco una camisa abotonada a rayas que Ella me regaló, vaqueros negros y botas, acompañado de una chaqueta negra que le pedimos prestada a Thomas. Ella hizo que me recogiera las mangas y que conservara las bandas de cuero en mis muñecas porque dijo que me hacía lucir sexy. Sinceramente, no importa una mierda lo que esté usando mientras ella sea feliz. —¿Qué? —pregunto, cerrando la cajuela del Chevelle. El nivel de la nieve era tan profundo mientras conducía que tuve que ponerle cadenas a las llantas, y aun así fue un dolor en el trasero llegar hasta aquí, por lo que me preocupa un poco regresar—. Solo es un poco de aire fresco. Niega con la cabeza y me mira. —Vamos a ser estatuas de hielo para el momento en que todo termine, enterrados vivos debajo de un metro y medio de nieve. —Oye, seremos muñecos de nieve geniales —bromeo, mientras elevo la vista hacia el cielo, desde donde ligeros y esponjosos copos de nieve se deslizan hacia el suelo, aterrizando en las ramas desnudas de los árboles y en la superficie congelada del lago. Lila vino aquí más temprano con mi mamá y repartieron velas alrededor del área cubierta de nieve debajo de un dosel formado por árboles, aunque no tengo idea de cómo infiernos van a encenderlas. También, ataron cintas negras y rojas por todas las ramas, y las acompañaron con luces plateadas de Navidad, conectadas a una extensión enchufada a un adaptador CA en mi coche, lo que significa que tengo que dejar el motor encendido durante toda la boda. Juntas esparcieron pétalos rojos por toda la nieve, y ahora apenas puedo verlos a causa de la nueva capa de copos que los cubre. Después de que hicieran esto, se marcharon para ver que todo estuviera bien con Ella y ayudarla a estar lista. Me complace que no esté sola, porque parecía un poco nerviosa cuando me marché.

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Mientras descargo un par de sillas de la camioneta, finjo no sentirme nervioso, a pesar de que lo estoy. No porque quiera irme, sino porque voy a casarme y comienza a volverme loco. El discurso sobre la responsabilidad que me dio Ethan se encuentra fresco en mi mente y sigo pensando, ¿y si lo arruino? No puedo hacerlo. No con Ella. —¿Te encuentras bien, hombre? —pregunta Ethan, dejando caer un par de sillas en una pila que cada vez se hace más grande—. Te ves un poco pálido. —Me encuentro bien. —Apoyo el pie en la barra del fondo de una silla y presiono para desdoblarla, luego la coloco en la nieve. —Asegúrate de alinearlas —dice Ethan, mientras desdobla una silla y la enfila con la que acabo de arreglar—. Lila nos morderá el trasero si no las acomodamos. Sonrío, pero mantengo la cabeza gacha mientras comienzo a formar un camino derecho. No toma más de un minuto acomodar las sillas, ya que solo pocas personas van a venir a la boda, pero parece como si pasara una eternidad. Para el momento en que terminamos, me siento inquieto y nervioso, con un manojo de nervios en el estómago. No puedo soportarlo más. La adrenalina corre por mis venas y mi pulso se halla errático, así que regreso a mi Chevelle y abro la guantera. Revolviendo una pila de papeles, encuentro un paquete de cigarrillos que oculté ahí hace años para momentos como este. —¿En serio? —cuestiona Ethan, cuando me ubico en el asiento del conductor con la puerta abierta y los pies apoyados en la nieve. —Necesito calmarme —digo y me llevo uno a la boca. Niega con la cabeza, riendo entre dientes mientras agarro el encendedor del paquete, acuno mis manos alrededor de la punta del cigarrillo, y lo enciendo. Tan pronto como la nicotina entra en mis pulmones, me siento mejor y el compás de mi corazón comienza a calmarse. Ethan saca una gran olla de la camioneta y la deja en el suelo mientras yo aspiro calada tras calada del cigarrillo, apaciguando mi corazón, y mi piel se calienta debajo de mi abrigo y mi camisa. —¿Te sientes mejor? —pregunta cuando golpeo con mi pulgar el extremo del cigarrillo y arrojo la ceniza sobre la nieve. Saboreo otro aliento ahumado. —Sí, de hecho. Pone los ojos en blanco. A Ethan nunca le agradó que fumara, pero creo que él solía fumar hierba. Sin embargo, siempre me fastidiaría por dejar cenizas en su camioneta y hacer que el tapizado apestara a humo. Después de acabar con el cigarrillo, lo arrojo en la nieve mientras un gran deportivo granate se acerca saltando baches por la carretera.

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Quisiera tener un poco de colonia a la mano porque ahora apesto y Ella va a saber que estuve fumando. No se enojará conmigo, pero sabe que lo hago cuando sucede algo malo, y conociéndola, creerá que es porque no quiero casarme. El deportivo se detiene cerca del Chevelle y el motor permanece encendido mientras Dean se baja, y sube la cremallera de su abrigo. Su pelo se encuentra bien peinado hacia un lado y usa unos zapatos muy brillantes. Recuerdo cuando éramos jóvenes; él tenía una ceja perforada y estaba obsesionado con la idea de que algún día tendría tatuajes cubriéndole el brazo y una barba chiva. —Hola, hombre, tal vez quieras regresar a la casa y echarle un vistazo a Ella —dice, metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir mientras se acerca. Lo alcanzo delante del coche y me siento en el capó congelado, cruzando los brazos. —Dijo que iba a conducir hasta aquí con mi mamá y Lila. Niega con la cabeza y echa el pulgar sobre su hombro, señalando la carretera. —Iba a hacerlo… va a hacerlo, pero como que sucedió algo. Me pongo de pie, y los latidos de mi corazón se aceleran de inmediato mientras el miedo que estuve cargando invade mi mente de nuevo. —¿Por qué? ¿Qué sucedió? Se ve tenso e incómodo, cambiando su peso de un pie a otro. —No estoy seguro. Todo lo que sé es que la amiga de Ella… la chica rubia, me dijo que debería venir a buscarte. Ni siquiera espero que diga otra cosa. Me monto en el coche, desconecto las luces y presiono a fondo el motor, esperando que no sea lo que pienso. Esperando que no me abandone de nuevo.

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24 Traducido por Annie D Corregido por Laura Delilah

Ella Respira. Respira. Respira. Trato de que entre aire en mis pulmones, pero siento como si me sofocara, como si unos dedos invisibles rodearan mi cuello en tanto que batallo por oxígeno. Ni siquiera sé de dónde provino el ataque de pánico. Un minuto estaba bien, dejando recoger mi cabello mientras escuchaba a Lila hablar acerca de ella y los planes de viaje de Ethan por carretera y al siguiente sentí como si me estuviera ahogando en el hecho de que tan pronto cuando Lila terminara con mi cabello, me iba a tener que poner el vestido. Entonces sería hora de ir a mi boda, decir mis votos, comenzar mi futuro. Había enloquecido y empezado a llorar, asustando a más no poder a la madre de Micha, Lila, y Caroline cuando salté de la silla y corrí a la habitación de Micha. Lila vino a verme cuando lloraba en la cama. Trató de hablar conmigo, pero no podía dejar de llorar. Entonces me puse una manta sobre la cabeza, dispuesta a cerrarme, pero luego recordé todo el progreso que hice en el último par de años y en vez de eso terminé diciendo algo que me impactó. —Ve a buscar a Micha, por favor. —Mi voz se quiebra a través de mis sollozos. Lila se detiene. —Um, de acuerdo. —Un secundo después, oigo la puerta cerrarse. Después de que se va, lloro por lo que parecen horas, arruinando mi maquillaje mientras las lágrimas corren por mi cara. Sigo tratando de decirme a mí misma que salga de la maldita cama y vaya a ponerme el vestido porque en el fondo sé que quiero y solo estoy asustada. Por fin, la puerta se abre y me congelo cuando oigo el suave sonido de pisadas hacia

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la cama. El colchón se hunde cuando alguien se sienta en el borde de la cama, y luego una mano toca mi hombro al otro lado de la manta. —Ella… —La voz de Micha sale alarmantemente aguda—. ¿Qué ocurre? Cuando no respondo, él quita la manta de mi cabeza y el aire frío pica mi piel. Le echo un vistazo con los ojos llorosos y suspira, luciendo como si estuviera a punto de llorar también. —¿Estás… —Traga saliva mientras toca mi mejilla con sus dedos, y luego cierra los ojos—. ¿Estás teniendo dudas de nuevo? Sacudo la cabeza y me siento, restregando la palma de mi mano por mi cara, empeorando mi maquillaje, estoy segura. —No, no es eso... yo... — Busco lo que siento realmente, porque quiero decirle la verdad—. Estoy asustada. Sigo pensando en ponerme el vestido, caminar por el pasillo, decir mis votos... seguir adelante. Estoy abrumada y necesitaba a alguien aquí que me entendiera. Quién pueda ayudarme a ponerme el vestido y atravesar esto. —Un suspiro lento sale de mis labios cuando me doy cuenta de que eso es todo lo que quiero; a Micha a mi lado porque me apoyará durante esto. Claro, sé que a veces tengo que hacer las cosas por mi cuenta, pero al mismo tiempo, admitir cuando necesito a alguien me hace más fuerte. Él abre los ojos y parpadea las lágrimas. —¿Segura que es eso? —Sí, estoy segura —le digo, de todo corazón—. Entré en pánico y lo siento mucho. Solo te necesito aquí conmigo en este momento. Me estudia por lo que se siente una eternidad y luego de repente me desliza a un lado de la cama, toma mi mano y me pone de pie con una expresión intensa. Liberando mi mano, agarra el dobladillo de mi camisa y la jala sobre mi cabeza, moviéndola con cuidado para evitar arruinar los rizos y trenzas, o tumbar cualquiera de las flores negras. Arroja la camisa al suelo, y luego desata el cordón de mi pijama, con los ojos fijos en mí cuando la desliza por mis piernas. Me niego a apartarle la mirada y cuanto más me concentro en él, más tranquila me siento, la violenta tormenta se vuelve una ligera llovizna. Cuando los pantalones llegan a mis pies, me los quito. Él camina hacia el armario y busca mi vestido de novia. Es un vestido hermoso, con un brillante top de seda negro, una cinta roja asegurando la parte trasera, y una elegante parte inferior blanca agrupada con rosas rojas y negras en varios lugares. Micha desliza las correas de plástico de la percha a medida que regresa a mí y luego baja el vestido hasta el suelo para que yo pueda ponérmelo. Una vez que tengo mis piernas dentro, él sube la tela en mi cuerpo hasta que el top cubre mis pechos. Entonces sostengo la parte delantera con una mano mientras él camina detrás de mí y roza con sus dedos mi espina dorsal.

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—¿Te sientes algo mejor? —pregunta, su aliento caliente en mi cuello y, tiemblo. Asiento, liberando una respiración atascada. —Mucho mejor, en realidad. —Bien, porque quiero que te sientas mejor. Quiero que te sientas bien acerca de esto… acerca de casarte conmigo, Ella May. —Sube lentamente la cremallera del vestido y el tejido se constriñe contra mi cuerpo, subiendo mi pecho lo más mínimo. Una vez que la cierra, da un paso atrás frente a mí, apartando la parte inferior del camino con su bota—. ¿Estás segura que quieres esto… que me quieres para siempre? — Tiene una mirada cautelosa en sus ojos, como si estuviera tratando de fingir que puede manejar lo que sea, pero noto que si digo que no, que no quiero esto, lo destrozará. —Micha, quiero esto más de lo que he querido cualquier cosa —digo honestamente, mientras paso los dedos por la parte inferior de mis ojos y mejillas—. Déjame arreglar mi maquillaje y podemos irnos. Estoy segura de que me veo horrible. —Te ves hermosa —dice sin perder el ritmo—, como siempre. —Creo que quieres decir horriblemente hermosa —bromeo, y él sonríe, buscando mi mejilla con sus dedos. —No, te ves hermosa —promete—. Pero si quieres arreglar tu maquillaje, puedes hacerlo. No creo que pueda hacer eso por ti. Sonrío y recojo mi bolsa de maquillaje de la cómoda, pero él acaba sosteniendo una de mis manos, algo así como si estuviera ayudándome, solo que hace que sea un poco complicado poner el maquillaje. Pero me las arreglo y termino colocándome delineador de ojos negro y brillo de labios sin contratiempos. Cuando he terminado, me siento en mi cama y Micha se arrodilla delante de mí y me ayuda a ponerme las botas. —Me siento como Cenicienta —comento cuando pongo mi pie adelante y él ata la bota. Sube la mirada hacia mí y una sonrisa toca sus labios. —Bien. Así es como te deberías sentir. —Se pone de pie, luego me levanta antes de inclinarse para besarme. Después se acerca a la mesita y recoge la caja de madera que me dio anoche. La abre, saca el collar, y, dando un paso detrás de mí, me lo pone. Tan pronto como la cinta y la rosa están aseguradas alrededor de mi cuello, me siento extrañamente en paz. Besa mi nuca y luego camina delante de mí. —¿Estás lista para esto? —Su tono es ligero pero sé que le preocupa mi respuesta. —Estoy más que lista —le digo y en seguida agarro la parte delantera de su camisa y lo jalo para otro beso. Cuando me alejo, le doy una mirada inquisitiva—. Espera un minuto... ¿fumaste?

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Se rasca la parte posterior de su cuello, luciendo culpable. —Algo así, pero solo porque estaba un poco nervioso. —¿Acerca de qué? —Acerca de iniciar nuestro futuro... cuidar de ti de la manera correcta. Solo quiero hacerte feliz. —Lo has hecho desde el día en que nos hicimos amigos —le aseguro y la mirada ansiosa en sus ojos se evapora cuando me coloco la chaqueta de cuero y meto la foto de mi madre dentro porque la quiero conmigo, incluso si es solo una foto. Él me da una mirada extraña, pero no dice nada y luego salimos de la habitación, de la mano, dirigiéndonos a nuestra boda juntos, y todo se siente bien porque se encuentra aquí a mi lado y no lo haría de ninguna otra manera.

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25 Traducido por Andreeapaz Corregido por Dannygonzal

Micha Se ve hermosa en su vestido, con su cabello recogido en trenzas y rizos, sus ojos verdes lucen grandes cuando me mira, agarrada a mis manos como un salvavidas a medida que salimos del auto. Trato de calmarme pero el martilleo en mi pulso me dificulta respirar, no porque esté nervioso sino porque estoy emocionado. Pongo The Story de Brandi Carlile, por lo que suena tranquilamente por los altavoces y Ella sonríe, recordando que la pusieron en la boda de Dean y Caroline cuando le dije que quería casarme con ella. —Recordaste la canción —dice. —Por supuesto que sí —contesto, ofreciéndole mi codo—. Fue un momento épico en nuestra historia. Entrelaza su brazo con el mío y comenzamos a caminar hacia el altar. En el momento que llegamos al camino rosado cubierto de nieve, bajo la mirada de nuestros amigos y familiares, me siento tan contento y feliz, sabiendo que en unos minutos Ella será mía para siempre y yo voy a ser suyo. Creo que a algunos de ellos les sorprende un poco ver que esto se vuelve realidad, en especial Ethan y Lila, que se encuentran abrazados y lucen un poco conmocionados cuando salimos del auto. Sin embargo, parece que mi mamá hubiera estado esperando este día. Es como si brillara mientras se sienta junto a Thomas, mirándonos con una felicidad que nunca he visto en sus ojos. Dean se ve neutral, como siempre, y Caroline está casi llorando. El padre de Ella es un poco más difícil de leer, pero tiene los ojos llenos de lágrimas. Al final, nos detenemos bajo un dosel de árboles mientras el ministro comienza a leer el discurso matrimonial al que apenas le pongo atención. Los copos de nieve se posan en el cabello de Ella y se derriten en su pecho, donde el colgante de la rosa descansa justo por encima de sus pechos, mojando su piel. Se ve perfecta y de verdad quiero lamerla en este momento, pero no creo que sea adecuado, así que me digo a mí mismo que

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debo quedarme tranquilo hasta más tarde cuando pueda hacer lo que quiera con ella. Básicamente me alejo de la zona y me centro en ella hasta que el ministro anuncia que tengo que leer mis votos. Entonces suelto su mano solo para sacar un trozo de papel de mi bolsillo, con los dedos temblorosos mientras lo abro. Se ve nerviosa, su respiración aumenta, causando más neblina alrededor de su rostro mientras espera escuchar lo que tengo que decir, la verdad de lo que siento por ella. —No puedo pensar en un momento en el que no quisiera estar contigo. —Miro entre el papel y ella mientras hablo—. Desde el instante en que saliste por la puerta de tu casa, pensé que eras hermosa y te quería en mi vida. No puedo decir que fue amor a primera vista ya que era muy joven y no creo en esa forma de amor. Creo en la búsqueda de la persona adecuada, la que facilita todo, la que me hace feliz, la que logra que valga la pena vivir la vida y que sea más emocionante, haya o no besos en los columpios —digo, y la veo sonreír—, carrera de coches, hacernos tatuajes, compartir helados y lágrimas, o simplemente cantar mientras dibujas. No podría tener una vida sin ti y cada momento, bueno o malo, ha valido la pena porque nos trajo aquí, a este lugar y a este momento en el que te tendré para el resto de mi vida. Me haces más feliz de lo que puedo explicar. Te amo, Ella May, más que a mi propia vida, y te seguiré amando hasta que tome mi último aliento; voy a amarte por siempre. Eres la dueña de mi corazón. —Al final, mi voz se vuelve inestable por las emociones que me inundan cuando pienso en todo lo que hemos pasado para llegar aquí y porque en unos momentos será mía para siempre, la chica de la puerta de al lado, de la que me enamoré y a la que le di por completo mi corazón. Respiro inestablemente al meter el papel en mi bolsillo, sabiendo que Ethan va a molestarme por ponerme tan emocional, pero en este momento no me importa. Pongo mi atención en Ella, observándola luchar con las lágrimas y sacar un trozo de papel del bolsillo de su chaqueta. Con las manos temblorosas lo mira por una eternidad, como si no pudiera encontrar su voz. Mi corazón se contrae en mi pecho mientras espero que diga lo que significo para ella, preocupado de que no pueda ser capaz de hacerlo. Pero luego, sorprendentemente, lanza un suspiro bajo y el sonido de su voz me envía una oleada de alivio. —Sabes que la primera vez que te vi, me asustaste demasiado. — Pone una cara de disculpa y mira al ministro, que suspira porque sabe de lo que estamos hablando. Luego vuelve su atención a mí y se aclara la garganta—. Eras tan intenso y estabas decidido a conocerme que no podía entender por qué querías hacerlo, por muchas razones, razones que

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entiendes porque me conoces mejor que nadie. —Su voz vacila un poco y deja de lado el papel para limpiarse su sudorosa palma en la chaqueta—. Pero con el tiempo, te robaste una parte de mí. —Sus labios se curvan, haciéndome sonreír—. Te convertiste en la luz en mi vida oscura y me hiciste sentir tan amada que olvidé cómo respirar. Eras el único que podía hacerme reír, sonreír, divertirme, que no me diera por vencida. Siempre estuviste para mí y, de alguna manera, durante el año loco e intenso, luchaste por entrar en mi alma y acabaste convirtiéndote en mi todo. Te volviste mi tabla salvavidas, la única persona en la que podía confiar sin importar qué, aunque estuviera molesta y te alejaba, siempre estuviste allí para mí. Y te amo por eso y por la magnífica persona que eres, por escribirme canciones y tatuarme en tu piel, por usar anillos ridículos en tus dedos —dice, tratando de sonreír, pero noto que está abrumada por las emociones—. Y por amarme tanto como para no renunciar, sin importar cuánto luché. —Lentamente sale un suspiro de sus labios mientras que pone el papel en el bolsillo de su chaqueta. Cuando me mira, las lágrimas están formándose en sus ojos. Está abrumada por la emoción y estoy seguro de que también puede verla en mi rostro. Nunca la he visto tan expuesta como ahora y creo que, si aún es posible, podría haberme enamorado más de ella. Hay silencio por un momento mientras todo el mundo nos mira, y entonces Ethan tose fuertemente y sacudo la cabeza cuando Ella rueda los ojos. Lila le dice algo y a continuación, la tranquilidad nos rodea de nuevo. Finalmente, el ministro continúa con el intercambio de anillos, diciéndonos qué hacer. Deslizo el sencillo anillo de plata en el dedo de Ella y su respiración tambalea mientras lo mira y sonríe. Luego saca su anillo de la caja mostrando uno que coincide con el que le di, solo que es un poco más grueso. Con la mano temblorosa, mientras lo desliza por mi dedo, reemplaza el viejo con este. —Los declaro marido y mujer —anuncia el ministro y de repente todo es oficial. Ella es mi esposa y yo soy su marido. Oigo aplaudir a alguien entre la multitud mientras me muevo hacia delante para besarla. Sigue mi ejemplo; nuestros labios se atraen magnéticamente hacia los del otro y nos reunimos a mitad de camino. Debajo de las ramas de los árboles cubiertos de nieve, con el roce de nuestros labios y los brazos envueltos alrededor del otro, por fin tenemos nuestro maravilloso, imperfecto, difícil, complejo y, aun así, hermoso y valioso para siempre.

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Epilogo

| 174 Traducido por Andreeapaz Corregido por Ana Avila

Ella Dos meses después… —Despierta, hermosa —dice Micha mientras respira en mi oído y presiona su cálido cuerpo contra el mío. —No quiero —murmuro, enterrando mi cara en la almohada a la vez que tiro de las sábanas sobre mi cuerpo desnudo—, me encuentro muy cansada. —Vamos, niña bonita. Te tengo una sorpresa. —Pone un delicado beso en mi cuello, deslizando su lengua a lo largo de mi piel antes de alejarse—. Vamos, vale la pena. Te lo prometo. —Lo oigo alejarse al cuarto de baño—. Me daré una ducha. Tienes que estar lista cuando salga. — Después, la puerta se cierra y la regadera se pone en marcha. Me quedo acostada en la cama un rato más, diciéndome que no me levantaré porque estoy malditamente cansada de las otras mañanas en que me ha despertado de esta misma forma. Se ha convertido en una tradición. Encuentra una manera de sorprenderme, ya sea sacándome a desayunar o despertándome con su lengua. Finalmente cedo y me obligo a abrir los ojos porque soy incapaz de negarle algo a Micha. La luz del sol brilla a través de las ventanas mientras estiro mis brazos y salgo de la cama. Saco un corto vestido negro de mi maleta y me lo pongo, trenzo mi pelo y lo ato con una liga. Después de ponerme mis sandalias, subo a la cama y espero que salga en tanto miro los anillos en mis dedos. Incluso después de dos meses, todavía no puedo evitar sonreír cuando los veo, marcando uno de los mejores días de mi vida. El día que le expresé a Micha cómo me sentía realmente, cuando por fin fue mío. Nos besamos y bailamos un montón ese día; una lista de canciones que aparecieron a lo largo de nuestra historia. Fue hermoso, mágico y muy cursi, pero todas las bodas lo son. Más tarde, pasamos

horas teniendo sexo hasta que sentí que mi cuerpo se rompería. Fue increíble y agotador; todavía sigue siendo increíble y agotador. Luego empacamos nuestras cosas y nos dirigimos a casa para comenzar nuestra nueva vida, pero no antes de que Micha nos hiciera detenernos en la casa de Mikey para destrozar sus neumáticos, como le prometí que podía. Hemos estado en la carretera por poco más de un mes, y ha sido toda una aventura. A Micha le dieron la opción de viajar en el autobús con otros músicos, pero debido a que no queríamos perdernos nuestra luna de miel, decidió que podíamos tener un viaje de carretera por todo el país en un Chevelle, así que nuestro objetivo es tener sexo en todos los estados. Hasta ahora llevamos dieciséis, pero después de esta noche serán diecisiete. Después de un rato, sale del baño con una toalla en la mano, luciendo magnifico y atractivo con una camisa a cuadros de color rojo, desabotonada, por lo que puedo echar un vistazo a sus músculos. Sus pantalones cuelgan de sus caderas y, al mirarlo, mi cuerpo se calienta, pensando en las muchas veces que esas caderas han embestido contra mí. Su cabello está mojado y revuelto en los extremos, y me muerdo el labio, con ganas de pasarle mis dedos. —Estoy tan feliz en este momento que pienso que podría haber algo mal conmigo —divago y él suelta una carcajada, abolla su toalla y la arroja al piso de la habitación. —No hay nada malo con ser feliz, niña bonita —dice, mientras despeina su cabello rubio—. Está bien que seas feliz. —Lo sé. —Me pongo de pie y lo ayudo a abrochar su camisa entretanto continúa batallando con su cabello—. Sin embargo, espero que tú también lo seas. Frunce su ceño cuando me mira y sus ojos aguamarina arden con intensidad. —Por supuesto que soy feliz. Estás aquí conmigo. —Sabes que si tus admiradoras saben que hablas de esa manera, se volverán más locas por ti. —No, es probable que se rían —dice encogiéndose de hombros—. Pero en realidad no me importa lo que piensen ellas. Solo me importas tú. —Las fans femeninas no. —Abrocho el último botón y luego pongo mis brazos alrededor de su cuello, de puntitas—. De acuerdo, ¿a dónde me llevarás hoy? Porque me muero por saber. —Es una sorpresa —dice, luego agarra mi mano y nos dirige a la puerta. —Dices eso todos los días. —Hago un puchero mientras se pone los zapatos.

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Me sonríe mientras toma mi cuaderno de bocetos y mi lápiz para dibujar de la cómoda. —Ya lo sé, y que hagas pucheros siempre que no te lo digo lo hace muy divertido. —¿Por qué agarras eso? —Apunto con la cabeza a los bocetos, cerrando la puerta cuando salimos al pasillo. —Porque los vas a necesitar —dice, guiándome. Suspiro y lo sigo por las escaleras al auto. Nos subimos, enciende el motor y conduce por la autopista, saliendo de la ciudad. Estamos en Carolina del Sur en este momento, por lo que, aunque es febrero, el aire es cálido y la humedad hace que mi piel se sienta pegajosa, sobre todo porque tenemos las ventanas abajo. El océano se encuentra muy cerca, la arena dorada y el cielo azul hacen que mis manos empiecen a desear mi lápiz y el cuaderno que Micha tiene en su regazo. Cuando por fin detiene el auto, nos hallamos frente a un campo abierto cubierto de exuberante hierba y arbustos. También hay un roble en el centro, con algunas ramas apuntando al cielo y otras al suelo. En cierto modo me recuerda al árbol en casa por alguna razón y me doy cuenta porqué me trajo aquí. Micha sonríe mientras saca la llave. —Cuando dijiste que querías venir conmigo por la carretera, comentaste que amabas pasar tu tiempo dibujando cosas que significan algo para ti, como ese árbol que siempre trepaba para llegar a ti. Como ese árbol significativo está muy lejos en este momento, pensé que tal vez podrías dibujar este. —Me muestra el campo— . Lo encontré el otro día cuando venía del ensayo; buscando algo que podrías dibujar porque sé que has estado indagando algún paisaje significativo. Ese árbol me recordó al de casa, por lo menos eso creo, pero por otra parte, no soy artista. —Hace una pausa, esperando mi respuesta. Creo que podría haberme enamorado aún más de él. No pensé que eso fuera posible, pero cada día que paso con Micha el amor se hace aún más fuerte, sobre todo cuando hace este tipo de cosas por mí. Me inclino sobre el tablero hacia él. —Te amo —digo, sin poder evitarlo—, y me encanta el árbol. —También te amo —dice y luego me besa. En el momento que nos detenemos por un poco de aire, los dos estamos sin aliento y me las arreglo para pasar por encima del tablero, colocarme en su regazo y desabrochar su camisa… Ni siquiera sé cómo. Sus manos se cuelan bajo mi vestido, acariciando mi piel en tanto, fijamente, me mira un poco aturdido. —¿Entonces vas a dibujar el árbol? —Por supuesto, pero después de dibujarte a ti primero —digo—, porque significas más que cualquier cosa en el mundo. —Pero ¿no me has dibujado ya un montón?

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—Sí, pero no tengo uno de ti sentado debajo de un árbol. —Sin embargo, te tienes que haber cansado de dibujarme. Niego. —De ninguna manera. Nunca me cansaré de ti. Nunca. —No importa cuántas veces digas eso, nunca me cansaré de escucharlo —admite, y en seguida levanta la cabeza con una expresión pensativa—. Así que bajo el árbol ¿eh? ¿Es ese un dibujo significativo? —Creo que sí —digo, y luego nos besamos durante un rato antes de salir del auto y caminar hacia el árbol, felices, en paz y contentos porque vivimos nuestro para siempre justo como queríamos: juntos.

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Lila & Ethan: Forever and Always Lila Summers solo quiere saber una cosa por seguro: que Ethan Gregory estará con ella siempre. Una vez su mejor amigo, él ahora se ha convertido en mucho más, derritiendo el dolor de su pasado con cada beso. Ahora Lila se encuentra en un viaje por carretera con Ethan, en el desierto bajo las estrellas, y no pude imaginar su vida sin él. Pero cuando habla sobre el futuro, algo en Ethan cambia… Ethan no tiene dudas acerca de sus sentimientos por Lila. Su vida con ella se pone mejor cada día; y esa es la parte que da miedo. ¿Cómo puede caminar hacia el futuro cuando tiene todo que perder? Con Lila, todo su corazón está en juego por primera vez. Pero si no puede darle la promesa que ella necesita, su mayor temor podría hacerse realidad: el perderla para siempre.

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Sobre el autor Jessica Sorensen vive con su esposo y tres hijos en las montañas nevadas de Wyoming, donde pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo y estando con su familia.

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Jessica Sorensen - #4 The Ever After of Ella & Micha

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