Mead, Richelle - Bloodlines 06 - The Ruby Circle

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SINOPSIS

The Ruby Circle Bloodlines 6

La épica conclusión de la Serie Bestselling New York Times Bloodlines de Richelle Mead está finalmente aquí… Sydney Sage es una Alquimista, una de un grupo de humanos aficionados a la magia que sirven para unir los mundos de los humanos y los vampiros. Protegen los secretos de los vampiros, y las vidas humanas. Después de que su romance secreto es expuesto, Sydney y Adrian se encuentran frente a la ira tanto de los Alquimistas como de los Moroi en esta electrizante conclusión de la Serie Bestselling New York Times Bloodlines de Richelle Mead. Cuando la vida de alguien que ambos aman es puesta en la línea de fuego, Sydney arriesga todo para cazar a un antiguo enemigo mortal. Mientras tanto, Adrian se ve envuelto en un rompecabezas que podría ser la clave para un sorprendente secreto sobre la magia del espíritu, un secreto que podría sacudir todo el mundo Moroi.



Contenido Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14

Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Epílogo Richelle Mead



1 Adrian Traducido por areli97, Lizzie Wasserstein y Jadasa Youngblood Corregido por Lizzie Wasserstein

La vida de casado no era lo que había esperado. No me malinterpretes: No tenía ningún arrepentimiento sobre la mujer con la que me había casado. De hecho, la amaba más de lo que alguna vez imaginé que era posible amar a otra persona. Sin embargo, ¿la realidad en la que vivíamos? Bueno, solamente digamos que realmente tampoco me imaginé algo como eso alguna vez. En todas nuestras fantasías previas, habíamos soñado con lugares exóticos y, más importante, con la libertad. Estar encerrados en un pequeño conjunto de habitaciones nunca había sido parte de ningún plan de escape, mucho menos una escapada romántica. Pero nunca fui de los que renunciaban a un desafío. —¿Qué es esto? —preguntó Sydney, sorprendida. —Feliz aniversario —dije. Ella acababa de terminar de ducharse y vestirse y ahora estaba de pie en la puerta del baño, mirando alrededor a la transformación que había forjado en nuestra sala de estar. No había sido sencillo hacer tanto en tan poco tiempo. Sydney era una persona eficiente, y eso se extendía a las duchas también. ¿Yo? Podrías haber conducido una demolición y remodelación entera en el tiempo que me tomaba ducharme. Con Sydney, apenas había habido tiempo suficiente para decorar el lugar con velas y flores. Pero me las había arreglado. Una sonrisa se arrastró sobre su rostro. —Ha sido solo un mes. —Oye, no digas “solo” —advertí—. Aun así es monumental. Y te dejaré saber que planeo celebrar cada mes por el resto de nuestras vidas. Su sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras pasaba sus dedos sobre los pétalos de un florero lleno de flores. Eso hizo que mi corazón

doliera. No podía recordar la última vez que había visto una sonrisa tan genuina en ella. —Incluso conseguiste peonias —dijo—. ¿Cómo te las arreglaste para eso? —Oye, tengo mis métodos —declaré altivamente. Aunque probablemente es mejor que ella no sepa cuáles son esos métodos, advirtió una voz en mi cabeza. Sydney paseó alrededor y evaluó el resto de mi obra, la cual incluía una botella de vino tinto y una caja de trufas de chocolate colocadas artísticamente en la mesa de la cocina. —¿No es un poco temprano en el día? —bromeó. —Depende de a quién le estés preguntando —dije, asintiendo hacia la ventana oscura—. Para ti, es técnicamente el anochecer. Su sonrisa se atenuó un poco. —Honestamente, ahora difícilmente siquiera sé qué hora es de todas maneras. Este estilo de vida le está pasando factura, mi voz interior advirtió. Solo mírala. Incluso en las parpadeantes luces de las velas, podía ver los signos del estrés que Sydney estaba sintiendo. Sombras oscuras bajo sus ojos. Una apariencia perpetuamente abatida, nacida más de la desesperación que de la fatiga. Ella era la única humana en la Corte Real Moroi que no estaba aquí específicamente para alimentarnos a nosotros los vampiros. También era la única humana en cualquier lugar Moroi civilizado que se ha casado con uno de nosotros. Hacerlo había significado incurrir en la furia de su propia gente y separarse a sí misma de amigos y familia (los que aún estaban hablándole, por lo menos) en el mundo exterior. Y gracias al desdén y a las miradas entrometidas que ella recibía alrededor de la Corte, Sydney prácticamente se había separado a sí misma de las personas aquí también, reduciendo su mundo entero a nuestro conjunto de habitaciones. —Espera, hay más —dije rápidamente, esperando distraerla. Con pulsar un botón, música clásica empezó a tocar a través del sistema de sonido de la sala de estar. Extendí mi mano hacia ella—. Desde que no pudimos bailar en nuestra boda. Eso trajo la sonrisa de vuelta. Ella tomó mi mano y me dejó atraerla

más cerca. La giré alrededor de la habitación, con cuidado de no tirar ninguna de las velas, y ella me recompensó con regocijo. —¿Qué estás haciendo? Es un vals. Tiene tres tiempos. ¿No puedes escucharlo? Un-dos-tres, un-dos-tres. —¿En serio? ¿Eso es lo que es un vals? Huh. Solo escogí algo que sonaba elegante. Desde que no tenemos realmente una canción o algo. — Consideré eso por un segundo—. Supongo que hemos fallado como una pareja en ese aspecto. Ella se burló. —Si esa es nuestra falla más grande, entonces creo que lo estamos haciendo bien. Largos momentos pasaron mientras bailaba con ella alrededor de la habitación, entonces dije repentinamente: —She Blinded Me With Science. —¿Qué? —preguntó Sydney. —Esa podría ser nuestra canción. Se rio abiertamente, y me di cuenta que no había escuchado ese sonido en un muy largo tiempo. De alguna manera logró hacer que mi corazón doliera y saltara al mismo tiempo. —Bueno —dijo—. Supongo que eso es mejor que Tainted Love. Ambos nos reímos entonces, y ella descansó su mejilla contra mi pecho. Besé la parte superior de su cabeza dorada, respirando los aromas mezclados de su jabón y su piel. —Se siente incorrecto —dijo suavemente—. Ser feliz, quiero decir. Cuando Jill está ahí afuera. Ante ese nombre, mi corazón se hundió, una pesada oscuridad amenazó con descender sobre mí y romper ese pequeño momento de alegría que había creado. Tuve que empujar con fuerza a lo lejos la oscuridad, haciéndome retroceder de un peligroso precipicio que conocía demasiado bien estos días. —La encontraremos —susurré, apretando mi agarre en Sydney—. Donde sea que esté, la encontraremos. Si todavía está viva, dijo maliciosamente esa voz interna.

Probablemente vale la pena señalar que la voz que continuaba hablando en mi cabeza no era parte de algún ejercicio mental. Era en realidad una voz muy distintiva, perteneciente a mi tía muerta,Tatiana, antigua reina de los Moroi. Ella no estaba conmigo en ninguna forma fantasma, sin embargo. Su voz era un espejismo, nacido del creciente agarre que la locura estaba tomando en mí, gracias al raro tipo de magia que yo usaba. Una rápida prescripción la habría callado, pero también me habría cortado de mi magia, y nuestro mundo era demasiado impredecible ahora mismo como para hacer eso. Así que este fantasma de la tía Tatiana y yo habíamos sido compañeros de habitación en mi mente. Algunas veces esa presencia ilusoria me aterrorizaba, haciéndome preguntarme qué tanto tardaría hasta que me volviera completamente loco. En otras ocasiones, me encontraba a mí mismo tomándolo con calma, y eso me asustaba incluso más, estaba empezando a considerarlo como normal. Por ahora, me las arreglé para ignorar a la tía Tatiana mientras besaba a Sydney de nuevo. —Encontraremos a Jill —dije más firmemente—. Y mientras tanto, tenemos que continuar viviendo nuestras vidas. —Supongo —dijo Sydney con un suspiro. Podía decir que estaba tratando de convocar de vuelta su alegría más temprana—. Si se supone que esto está compensando nuestra falta de baile de bodas, me siento un poco desvestida. Quizás debería ir a desenterrar ese vestido. —De ninguna manera —dije—. No es que el vestido no fuera grandioso. Pero como que me gustas desvestida. De hecho, no me importaría que estuvieras mucho más desvestida… Dejé de bailar el vals (o cualquier movimiento de baile que había estado tratando de hacer) y bajé mi boca hacia la suya en un tipo de beso muy diferente que el que le acababa de dar. El calor me llenó mientras sentía la suavidad de sus labios, y estuve sorprendido de sentir una apasionada respuesta por su parte. A la luz de nuestras recientes circunstancias, Sydney no se había estado sintiendo particularmente física, y honestamente, no podía culparla. Había respetado sus deseos y mantenido mi distancia… sin darme cuenta de cuánto había extrañado ese fuego en ella hasta ahora. Nos encontramos hundiéndonos en el sillón, los brazos envueltos apretadamente alrededor del otro, todavía besándonos apasionadamente. Me detuve para estudiarla, admirando la manera en que la luz de las velas brillaba en su cabello rubio y sus ojos marrones. Me podría haber ahogado en esa

belleza, eso y el amor que podía sentir irradiando de ella. Era un perfecto y muy necesitado momento romántico… por lo menos, lo era hasta que la puerta se abrió. —¿Mamá? —exclamé, saltando lejos de Sydney como si fuera un niño de preparatoria y no un hombre casado de veintidós. —Oh, hola, querido —dijo mi madre, paseándose dentro de la sala de estar—. ¿Por qué están todas las luces apagadas? Parece un mausoleo aquí adentro. ¿Se fue la electricidad? —Encendió el interruptor de luz, haciendo que ambos Sydney y yo hiciéramos una mueca—. Está de vuelta ahora. Pero realmente no deberían de haber encendido tantas velas. Es peligroso. — Amablemente sopló un grupo para apagarlas. —Gracias —dijo Sydney llanamente—. Es lindo saber que se está tomando la seguridad en serio. —Su expresión me recordó a la vez que mi madre había “amablemente” sacado un montón de notas adhesivas que estaban “amontonadas” en un libro en el que Sydney había pasado horas anotando laboriosamente. —Mamá, pensé que ibas a estar fuera por un par de horas —dije intencionadamente. —Lo estaba, pero se estaba volviendo simplemente demasiado incómodo en la sala de los alimentadores. Tú pensarías que todos estarían ocupados en la reunión del consejo, pero no. Demasiadas miradas. No me podía relajar. Así que ellos simplemente me dejaron traer uno conmigo. —Miró alrededor—. ¿Adónde se fue? Ah, ahí. —Dio un paso de vuelta al pasillo y condujo a un aturdido humano que no era mucho más viejo que yo —. Siéntate por ahí en esa silla, y estaré contigo en un momento. Salté sobre mis pies. —¿Trajiste a un alimentador aquí? Mamá, tú sabes cómo se siente Sydney acerca de eso. Sydney no hizo ningún comentario pero palideció ante la vista del alimentador sentado al otro lado de la habitación. Sus ojos aturdidos y felices por las endorfinas que recibía de dejar que los vampiros se alimentaran de él, miraban alrededor en blanco. Mi madre suspiró con exasperación. —¿Qué esperas que haga, querido? No había ninguna manera de que me pudiera alimentar con Maureen Tarus y Gladys Dashkov sentadas ahí y chismorreando justo a mi lado.

—¡Espero que tengas un poco de consideración con mi esposa! —exclamé. Desde que Sydney y yo nos habíamos casado y buscado refugio en la Corte, la mayoría de las personas, incluyendo a mi propio padre, nos habían vuelto la espalda. Mi mamá se había mantenido con nosotros, incluso yendo tan lejos como para vivir con nosotros, lo cual no estaba exento de complicaciones. —Estoy segura que ella puede simplemente esperar en su dormitorio, —dijo mi madre, inclinándose para apagar más velas. Detectando las trufas en la mesa, se detuvo para meter una en su boca. —Sydney no se tiene que esconder en su propia casa —argumenté. —Bueno —dijo mi madre—, tampoco yo. Es mi casa también. —No me importa —dijo Sydney, parándose—. Esperaré. Estaba tan frustrado, quería arrancar mi cabello. La pasión ya no era el problema. Todo rastro de esa felicidad temprana que había visto en Sydney se había ido. Se estaba retrayendo de vuelta en sí misma, de vuelta a la sensación de desesperanza de ser una humana atrapada en un mundo de vampiros. Y entonces, imposiblemente, las cosas se pusieron peor. Mi madre había notado uno de los floreros con peonias. —Son hermosas —dijo—. Melinda debe de haber estado muy agradecida por esa curación. Sydney se congeló en la mitad de un paso. —¿Qué curación? —No es importante —dije precipitadamente, esperando que mi madre captara la señal. En otras ocasiones, Daniella Ivashkov era una mujer remarcablemente astuta. Hoy, sin embargo, ella parecía estar en un modo totalmente inconsciente. —Melinda Rowe, la florista de la Corte —explicó mi madre—. Adrian y yo nos tropezamos con ella la última vez que estuvimos afuera en una alimentación. Ella estaba teniendo un terrible brote de acné, y Adrian fue lo suficientemente amable para acelerar su curación. Ella prometió ayudarlo a obtener algunas peonias en existencia a cambio. Sydney se giró hacia mí, sin hablar por su furia. Necesitando calmar la situación inmediatamente, tomé posesión de su brazo y la jalé dentro de nuestro dormitorio. —Hazlo rápido —le grité a mi mamá, justo antes de cerrar la puerta.

Sydney arremetió inmediatamente. —Adrian, ¿cómo pudiste? ¡Lo prometiste! ¡Prometiste no usar el espíritu, a menos que fuera para ayudar a encontrar a Jill! —No fue nada —insistí—. Difícilmente tomó algo del poder del todo. —¡Se acumula! —chilló Sydney—. Sabes que lo hace. Cada pequeña cosa. No puedes desperdiciarlo en cosas como ésta… ¡en el acné de alguien! Aunque entendía por qué estaba molesta, no podía evitar más que sentirme un poco herido. —Lo hice por nosotros. Por nuestro aniversario. Pensé que te gustaría. —Lo que me gustaría es que mi esposo se mantuviera cuerdo —espetó de regreso. —Bueno, estamos más allá de eso —dije. Ella ni siquiera sabe la mitad de ello, remarcó tía Tatiana. Sydney cruzó sus brazos y se sentó en la cama. —¿Ves? Ahí vas. Haciendo una broma de todo. Esto es serio, Adrian. —Y yo estoy siendo serio. Sé lo que puedo manejar. Ella se encontró con mi mirada desapasionadamente. —¿Lo sabes? Todavía creo que estarías mejor deteniendo el espíritu del todo. Vuelve a tus píldoras. Es más seguro. —¿Qué hay acerca de encontrar a Jill? —le recordé—. ¿Qué si necesitamos mi magia del espíritu de vuelta para eso? Syney miró alejó la mirada. —Bueno, no ha sido de mucho uso hasta ahora. La magia de nadie lo ha sido. El último comentario era una condena para sí misma tanto como para mí. Nuestra amiga Jill Mastrano Dragomir había sido secuestrada hace un mes, y hasta ahora, nuestros esfuerzos para encontrarla habían sido para nada. No había sido capaz de alcanzar a Jill en los sueños espirituales, ni tampoco Sydney, una adepta estudiante de la brujería humana, había sido capaz de localizarla usando los hechizos a su disposición. Lo mejor que la magia de Sydney había sido capaz de decirnos era que Jill seguía con vida, pero eso era todo. La creencia general era que donde sea que estuviera, Jill estaba siendo drogada, lo cual podía esconder efectivamente a alguien de la magia humana

y Moroi. No nos detuvo a ambos de sentirnos inútiles, sin embargo. Ambos nos preocupábamos por Jill inmensamente, y mi relación con ella era particularmente intensa desde que yo había usado una vez la magia del espíritu para traerla de vuelta del borde de la muerte. No saber qué le había pasado ahora había arrojado una sombra sobre Sydney y yo, y todos los intentos de felicidad que habíamos reunido mientras estábamos bajo este voluntario arresto domiciliario. —No importa —dije—. Cuando la encontremos, necesitaré mi magia. No hay forma de saber qué es lo que necesitaré hacer. —¿Como arreglar su acné? —preguntó Sydney. Me encogí de hombros. —Te lo dije, ¡no fue nada! Déjame preocuparme a mí sobre mí y cuánto espíritu puedo usar. No es tu trabajo. Ella se dio la vuelta incrédulamente. —¡Por supuesto que lo es! Soy tu esposa, Adrian. Si yo no me voy a preocupar por ti, ¿quién lo hará? Necesitas mantener el espíritu bajo control. —Puedo manejarlo—dije entre dientes. —¿Todavía habla tu tía contigo? —preguntó. Aparté mi mirada, negándome a mirarla a los ojos. En mi cabeza, tía Tatiana suspiró. Nunca debiste contarle sobre mí. Ante mi silencio, Sidney dijo: —Es ella, ¿no es así? ¡Adrian, eso no es saludable! ¡Tienes que saberlo! Me di la vuelta enfurecido. —Puedo manejarlo. ¿Está bien? ¡Puedo manejarlo, y puedo encargarme de ella! —grité—. ¡Así que deja de decirme qué hacer! ¡No lo sabes todo, no importa cuánto quieras que todos piensen que lo haces! Afectada, Sydney retrocedió un paso. El dolor en sus ojos me lastimó mucho más que sus palabras anteriores. Me sentí horrible. ¿Cómo había ido tan mal este día? Se suponía que iba a ser perfecto. De repente, necesitaba salir. Ya no podía soportar más estas cuatro paredes. No podía soportar el control de mi madre. No podía soportar sentirme como si siempre decepcionara a Sydney… y a Jill. Sydney y yo vinimos a la Corte para solicitar protección de nuestros enemigos, ocultándonos aquí, entonces

podíamos estar juntos. Últimamente, parecía como que este acuerdo se encontraba en peligro de desgarrarnos separándonos. —Tengo que salir —dije. Sydney abrió sus ojos ampliamente. —¿A dónde? Arrastré una mano a través de mi cabello. —A cualquier lugar. A cualquier parte para conseguir un poco de aire. A cualquier otro lugar, excepto aquí. Me di la vuelta antes de que pudiera decir algo y salí furioso a través de la sala de estar, pasando por donde mi mamá estaba bebiendo del alimentador. Me dio una mirada perpleja, pero la ignoré y seguí adelante hasta que me encontré afuera de nuestra puerta y pasando el vestíbulo del edificio de alojamiento de invitados. No fue hasta que salí afuera, hasta que el aire cálido de verano golpeó mi piel, que me detuve para evaluar mis acciones… y exploté un pedazo de goma de mascar, la cual era mi manera actual de evitar fumar cuando me estresaba. Miré fijamente hacia atrás del edificio, sintiéndome culpable y cobarde por salir huyendo de nuestra pelea. No te sientas mal, dijo la tía Tatiana. El matrimonio es difícil. Es por eso que nunca lo hice. Es difícil, estuve de acuerdo. Pero esa no es una excusa para huir. Necesito regresar. Necesito disculparme. Necesito resolver las cosas. Nunca vas a resolver las cosas, mientras estés encerrado aquí y Jill siga desaparecida, advirtió tía Tatiana. Dos guardianes pasaron junto a mí justo entonces, y atrapé una parte de su conversación, mencionando patrullas extras para la reunión del consejo que estaba en marcha. Recordé a mi mamá comentar anteriormente sobre esa reunión, y la inspiración de repente me golpeó. Alejándome del edificio, comencé a apresurarme hacia lo que servía como el palacio real aquí en la Corte, con la esperanza de que pudiera llegar a tiempo a la reunión. Sé qué hacer, le dije a la tía Tatiana. Sé cómo sacarnos de aquí y arreglar las cosas entre Sydney y yo. Necesitamos un propósito, una meta. Y voy a conseguirnos una. Necesito hablar con Lissa. Si puedo hacerla entender, puedo arreglarlo todo. Ese fantasma no respondió mientras caminaba. A mi alrededor, la medianoche revestía al mundo de oscuridad… tiempo de acostarse para los

humanos, horario de más audiencia para aquellos de nosotros con un horario vampírico. La Corte Moroi se ubicaba como una universidad: cuarenta o algo así, venerables edificios de ladrillo ubicados alrededor de patios embellecidos con un jardín. Era pleno verano, cálido y húmedo, y había un buen número de personas de un lado para el otro. La mayoría estaban demasiado consumidos con sus propios asuntos para verme o darse cuenta de quién era yo. Quienes me lanzaban esas mismas miradas curiosas. Simplemente están celosos, declaró tía Tatiana. No creo que sea eso, le dije. Incluso sabiendo que ella era una ilusión, algunas veces, era difícil no responderle. Por supuesto que sí. El nombre Ivashkov siempre inspiró asombro y envidia. Todos son subalternos, y lo saben. En mis días, esto nunca habría sido tolerado. Es esa niña reina suya, que deja que las cosas se salgan de control. Incluso con las miradas intrusas, encontré que disfrutaba de mi caminata. Realmente no era saludable estar encerrado demasiado en el interior, algo que nunca pensé que iba a admitir. A pesar del espesor del aire húmedo, para mí se sentía ligero y refrescante, y me encontré deseando que Sydney pudiera estar aquí también. Un momento después, decidí que eso no era bueno. Necesitaba salir más tarde, cuando el sol estuviera en lo alto. Ese era el momento para los humanos. Estar en nuestro horario probablemente era tan difícil para ella como el aislamiento. Hice una nota mental para más adelante sugerirle un paseo. El sol no nos mataba como lo hacía con los Strigoi, malvados vampiros no-muertos, pero tampoco era siempre cómodo para los Moroi. La mayoría dormían o se quedaban adentro durante el día, y probablemente Sydney tendría menos posibilidades de encontrarse con alguien si regulábamos nuestro paseo correctamente. La idea me animó mientras explotaba de nuevo la goma de mascar y llegaba al palacio real. Por fuera, se parecía a todos los otros edificios, pero por dentro, se encontraba decorado con toda la grandeza y opulencia que esperarías de la realeza de una antigua civilización. Los Moroi elegían a sus monarcas de entre doce familias reales, y enormes retratos de aquellas ilustres figuras se alineaban en los pasillos, iluminados por la brillante luz de arañas. Multitudes de personas caminaban por los pasillos, y cuando llegué a la sala de audiencias del consejo, vi que llegué al final de la reunión. La gente se estaba yendo cuando entré, y muchos de ellos, también, se detuvieron a mirarme fijamente. Escuché los susurros de “abominación” y “esposa humana”.

Los ignoré y mantuve mi concentración sobre mi verdadera meta, cerca de la parte de enfrente de la habitación. Ahí, cerca del estrado del consejo, estaba de pie Vasilisa Dragomir, la “niña reina” como tía Tatiana se refería a ella. Lissa, como yo la llamaba, estaba parada, rodeada por guardianes dhampir con trajes oscuros: guerreros mitad humanos, mitad Moroi cuya raza se originó hace mucho tiempo, cuando Moroi y humanos se casaban sin escándalo. Los dhampir no podían tener hijos entre ellos, pero a través de una peculiaridad genética, su raza continuó reproduciéndose con los Moroi. De pie justo detrás de los guardaespaldas de Lissa, los Moroi presionan gritando preguntas que responde en esa misma manera tranquila suya. Convoqué un poco de magia del espíritu para ver su aura, y ella iluminó mi visión. Brillaba con dorado indicando que era un usuario del espíritu como yo, pero sus otros colores se habían atenuado, y había una naturaleza temblorosa en todo, mostrando que se hallaba inquieta. Liberé la magia mientras me apresuraba a la multitud y agitaba mi mano en su dirección, gritando para hacerme oír entre el ruido. —¡Su majestad! ¡Su majestad! De alguna manera, escuchó mi voz a través de las otras y me hizo señas para que me acercara hacia adelante una vez que terminara de responder a las preguntas de otros. Sus guardianes se separaron para dejarme acercarme. Eso provocó el interés de todos, especialmente cuando los espectadores vieron a quien permitió que entrara en su espacio personal. Podía ver que se estaban muriendo por saber qué estábamos discutiendo, pero los guardianes los contenían atrás, y de todos modos, había demasiado ruido en la habitación. —Bueno, esta es una sorpresa inesperada. ¿No podías concertar una cita? —me preguntó en voz baja, aun manteniendo esa sonrisa pública en su rostro—. Habría atraído mucha menos atención. Me encogí de hombros. —Estos días, todo lo que hago llama la atención. Dejé de darme cuenta. Una chispa de legítima diversión brilló en sus ojos, por lo que me sentí bien de por lo menos traer eso a su alrededor. —¿Qué puedo hacer por ti, Adrian? —Es qué puedo hacer yo por ti —dije, todavía entusiasmado por la idea que se me ocurrió anteriormente—. Necesitas dejarnos a Sydney y a mí

ir a buscar a Jill. Sus ojos se abrieron ampliamente, y la sonrisa cayó. —¿Dejarlos ir? ¡Me suplicaste que les permita estar aquí hace un mes! —Lo sé, lo sé. Y estoy agradecido. Pero tu gente todavía no ha encontrado a Jill. Necesitas pedir alguna ayuda especial con habilidades especiales. —Si mal no recuerdo —dijo—, Sydney y tú ya probaron esas habilidades especiales… y fallaron. —¡Eso es el por qué necesitas dejarnos salir de aquí! —exclamé—. Regresar a Palm Springs y… —Adrian —interrumpió Lissa—. ¿Te escuchas a ti mismo? Viniste aquí porque los Alquimistas estaban intentando atraparlos. ¿Y ahora quieres regresar directamente ahí a sus garras? —Bueno, no cuando lo pones de esa manera. Pensé que nos escabulliríamos cuando no lo supieran y… —No —interrumpió de nuevo—. Absolutamente no. Tengo suficientes preocupaciones sin ustedes dos siendo capturados por los Alquimistas. Querías que los protegiera, y eso es lo que voy a hacer. Entonces, no tengas ideas sobre irte a escondidas, tengo las salidas vigiladas. Ambos se quedan aquí, donde están a salvo. A Salvo y comenzando a enloquecer, pensé, recordando la mirada sombría en los ojos de Sidney. Cariño, susurró tía Tatiana, comenzaste a enloquecer mucho antes de esto. —Tengo buenas personas buscando a Jill —continuó Lissa cuando no le respondí—. Rose y Dimitri están ahí afuera. —¿Por qué no la encontraron? Y si alguien quería quitártela, por qué ellos no han… No pude terminar, pero la tristeza en los ojos verde jade de Lissa me dijo que ella lo sabía. Gracias a una ley que ella estaba tratando de cambiar, el trono de Lissa le exigía tener un pariente vivo. Cualquier persona deseando sacar a Lissa simplemente tendría que matar a Jill y mostrar las pruebas. El hecho de que aún no ocurría era una bendición, pero también profundizaba el misterio en torno a esto. ¿Por qué más alguien secuestraría a Jill?

—Adrian, vete a casa —dijo amablemente Lissa—. Hablaremos más tarde, en privado, si quieres. Quizás encontremos algunas otras opciones. —Quizás —estuve de acuerdo. Pero realmente, no lo creía. Dejé a Lissa con sus admiradores y pasé rápidamente de vuelta a través de la multitud que miraban boquiabiertos, mientras un oscuro y demasiado familiar estado de ánimo comenzaba a asentarse en mí. Ir con Lissa fue un impulso, uno que me dio una esperanza momentánea. Cuando Sydney y yo buscamos refugio, no teníamos ni idea de lo que iba a ocurrirle a Jill. Era cierto que Lissa tenía buenas personas buscando a Jill, e incluso la renuente ayuda de la vieja organización de Sydney, los Alquimistas. Aun así, no podía evitar la sensación de culpa de que si Sydney y yo estuviéramos ahí fuera, en vez de escondiéndonos, encontraríamos a Jill. Había algo más pasando que todavía no entendíamos. De lo contrario, los secuestradores de Jill tendrían… —Bueno, bueno, bueno. Mira quién decidió mostrar su cara cobarde. Me detuve y parpadeé, apenas consciente de en dónde me hallaba. Mis pensamientos se agitaban tan furiosamente que había hecho la mitad del camino a casa y ahora me encontraba parado sobre un camino de piedra que se metía entre dos edificios, uno tranquilo, fuera del camino que era perfecto para una emboscada. Wesley Drozdov, un Moroi de la realeza que recientemente se convirtió en mi enemigo, se encontraba parado bloqueando mi camino, con varios compinches a su alrededor. —Esos son más que de los que normalmente van contigo, Wes—dije ligeramente—. Desentierra un poco más, y quizás finalmente tendrás una lucha justa para… Un puño me golpeó por detrás, en mi espalda baja, sacándome el aliento y haciendo que me tropezara hacia adelante. Wesley vino hacia mí y me agarró con un gancho de derecha antes de que pudiera responder. Borrosamente me di cuenta, a través de mi dolor, que el comentario que le hice, en realidad dio en el clavo: Wesley iba con un grupo, porque era la única manera en que podía combatir contra mi magia del espíritu. Mientras el pie de alguien golpeaba mi rodilla, forzándome al suelo, me di cuenta de que había, de hecho, sido un idiota por ponerme al descubierto tan públicamente. Wesley había estado esperando la oportunidad de vengarse de mí por los agravios del pasado, y ahora la tenía. —¿Qué pasa? —preguntó Wesley, pateándome con fuerza en el estómago mientras yacía sobre el suelo, luchando por levantarme—. ¿Tu

esposa alimentadora no está aquí para salvarte? —Sí —respondió otra persona—. ¿Dónde está tu puta humana? No podía responder a través del dolor. Siguieron más patadas, de más personas de las que podía seguir la pista. Sus rostros nadaban por encima de mí, y estaba conmocionado al reconocer a varios de ellos. No eran los habituales seguidores de Wesley. Algunos de ellos eran gente que conocía, con los que en el pasado fui de fiesta… gente que alguna vez podría haber contado como amigos. Un golpe en mi cabeza hizo que las estrellas bailaran delante de mis ojos, momentáneamente desdibujando sus rostros en mi visión. Sus burlas mezclándose en ruidos incomprensibles mientras seguían golpeando. Me acurruqué en agonía, luchando por respirar. De repente, a través del estruendo, una voz clara exigió: —¿Qué demonios está pasando? Parpadeé, tratando de enfocar de nuevo el mundo, apenas vi manos fuertes arrancar a Wesley alejándolo y lanzándolo contra el costado de un edificio cercano. Tomó un segundo y entonces una tercera parte de sus aduladores lo imitó antes de que se dieran cuenta de que algo salió mal. Retrocedieron como las ovejas asustadas que eran, y una cara familiar de repente apareció mientras Eddie Castile se paraba sobre mí. —¿Alguien más se siente como para quedarse alrededor? —dije con voz ronca—. Aún nos superas en número. Sus números eran nada comparados con un Eddie, y lo sabían. No pude verlos escaparse a todos, pero me lo imaginé, y fue glorioso. Cayó el silencio, y un momento después, otra persona me ayudaba a ponerme de pie. Miré hacia atrás y vi otra cara familiar, Neil Raymond, deslizando su brazo por el mío. —¿Puedes caminar? —preguntó Neil, su voz ligeramente tocada por un acento británico. Hice una mueca mientras ponía mi peso sobre mi pie, pero asentí. —Sí. Solo regresemos a casa ahora y más tarde veremos si algo se rompió. Por cierto, gracias —añadí, mientras Eddie soportaba mi otro costado y comenzábamos a caminar—. Es bueno saber que este Moroi en apuros puede contar con tales caballeros galantes que me siguen alrededor. Eddie sacudió su cabeza.

—En realidad, una total coincidencia. Simplemente pasaba que estábamos en nuestro camino a tu casa con algunas noticias. Un escalofrío me atravesó, y detuve mis vacilantes pasos. —¿Qué noticias? —exigí. Una sonrisa cruzó las facciones de Eddie. —Relájate, son buenas noticias. Creo. Simplemente inesperadas. Sydney y tú tienen un visitante en la puerta principal. Un visitante humano. Si no hubiera estado tan adolorido, mi mandíbula hubiera caído. Esa era una noticia inesperada. Al casarse conmigo y buscar refugio entre los Moroi, Sydney cortó con la mayoría de sus contactos humanos. Que uno de ellos se presentara aquí era raro, y no podía ser un Alquimista. Un Alquimista hubiera sido rechazado. —¿Quién es? —pregunté. La sonrisa de Eddie se convirtió en una sonrisa sincera. —Jackie Terwilliger.



2 Sydney Traducido por âmenoire90, Lizzie Wasserstein y veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein

—Oh, Adrian. No había nada más que pudiera decir mientras ayudaba a limpiar la sangre y la suciedad de la cara de Adrian con un paño húmedo, cepillando a un lado los caprichosos mechones de cabello castaño. Me dio su sonrisa despreocupada y se las arregló para lucir apuesto, a pesar de su estado desaliñado. —Oye, no suenes tan deprimida, Sage. No era una pelea tan sin esperanza. —Miró a Neil y dijo en un susurro—: ¿Cierto? Dile que no era una pelea tan sin esperanza. Dile que realmente me sostuve. Neil logró una débil sonrisa, pero la madre de Adrian habló antes de que él pudiera. —Adrian, querido, no es momento para bromas. Mi suegra vampira y yo no estábamos de acuerdo en muchas cosas, pero este era un tema sobre el que estábamos en perfecta armonía. El manto de nuestra anterior pelea todavía se cernía sobre nosotros y no pude evitar sentirme un poco culpable de que no había trabajado más duro para conseguir que se quedara. Por lo menos, debí haberle dicho que trajera un guardián, ya que este no era su primer encuentro con alborotadores. Usualmente, los guardianes solo acompañaban a los Moroi al mundo exterior, donde los Strigoi eran un peligro real. Pero aquí, con el resto de la gente de Adrian pensando que éramos monstruos de la naturaleza por habernos casado, el antagonismo golpeaba un poco más cerca de casa. Habíamos enfrentado un montón de amenazas y calumnias, aunque nunca antes la violencia absoluta. Fue un golpe de buena, aunque extraña, suerte que Eddie y Neil lo hubieran encontrado. Eddie se había ido, teniendo que apurarse hacia la puerta principal para escoltar a la Sra Terwilliger hacia nosotros. Era una señal de mi angustia por la condición de Adrian que apenas dediqué un momento para reflexionar

sobre qué en el mundo podría haber traído a mi antigua profesora de historia y mentora mágica a la fortaleza real de una raza secreta de vampiros. A pesar de que una atribulada parte de mí se preocupaba porque su visita no fuera por una buena razón, aun así no podía evitar sentirme emocionada ante la perspectiva de verla. Habían pasado meses desde que habíamos estado juntas en persona. Amaba a Adrian y no me importaba Daniella, pero estaba muriendo por algún otro tipo de interacción. —Nada está roto —insistió Adrian—. Probablemente ni siquiera voy a tener una cicatriz por nada de esto. Es una lástima. Creo que una cicatriz bien colocada exactamente aquí —se tocó el costado de su cara—, realmente podría acentuar mis ya perfectos pómulos mientras añade un tacto rugoso de virilidad a mis rasgos. No es que yo necesite más virilidad… —Adrian, suficiente —dije con cansancio—. Me alegro de que estés bien. Esto podría haber sido mucho peor. Y aún deberías consultar a un médico después de esto, solo para estar seguros. Lucía como si tuviera otro comentario sarcástico listo y entonces, sabiamente, dijo: —Sí, querida. Intentó una expresión angelical que solo fortaleció mi sospecha de que realmente no tenía intención de seguir adelante. Negué con la cabeza, sonriendo a pesar de mí misma y luego le di un beso en la mejilla. Adrian. Mi esposo. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría casada, hubiera dicho que estaban bromeando. Si me hubieran dicho que estaría casada con un vampiro, hubiera dicho que estaban delirantes. Mirando a Adrian ahora, sentía una oleada de amor bien dentro de mí, a pesar de nuestra tensión más temprano. Ya no podía imaginar una vida sin él en ella. Era imposible. ¿Podría imaginar una vida con él que no implicara estar atrapados con su madre en un conjunto de habitaciones mientras nuestra gente nos insultaba y hacía planes contra nosotros? Definitivamente. Había un sinnúmero de futuros que me encantaría tener para nosotros, pero este era nuestro camino actual hasta que algo espectacular sucediera. Fuera de las puertas de la Corte, mi gente me quería encarcelar. Dentro de ellas, su gente quería atacarlo. Por lo menos en estas habitaciones estábamos a salvo. Lo más importante es que estábamos juntos. Un golpe en la puerta salvó a Adrian de más castigo. Daniella abrió y Eddie apareció en la puerta. Verlo casi siempre traía una sonrisa a mi cara. En Palm Springs, habíamos pasado por gemelos, compartiendo similar cabello

rubio oscuro y ojos marrones. Pero con el tiempo, realmente se llegó a sentir como un hermano para mí. Conocía a otros pocos con tal valor y lealtad. Estaba orgullosa de llamarlo mi amigo, y como tal, me dolía ver todo el dolor que sentía por la desaparición de Jill. Ahora siempre lucía torturado, y a veces me preocupaba si estaba realmente cuidando de sí mismo. Casi nunca se afeitaba y tuve la sensación de que la única razón por la que se molestaba en comer era para poder seguir entrenando y manteniéndose en forma para cuando localizara a los secuestradores de Jill. Pero mis preocupaciones por Eddie quedaron en suspenso cuando vi a la próxima persona entrando en nuestra suite. Corrí por la habitación y la envolví en un gran abrazo que la tomó por sorpresa. La Sra Terwilliger, nunca me atreví a llamarla Jackie, aunque ya no era su alumna, había cambiado mi vida de muchas maneras. Había tomado el papel que mi padre solía tener: enseñándome los secretos de un arte antiguo. A diferencia de él, sin embargo, nunca me hizo sentir mal conmigo misma. Me animó y me apoyó, haciéndome sentir que valía la pena y era capaz, aunque no siempre era perfecta. Ella y yo nos habíamos comunicado por teléfono desde que me había venido a la Corte, pero no fue hasta ahora que me di cuenta de lo mucho que la extrañaba. —Vaya, vaya —dijo con una sonrisita, tratando de devolver el abrazo —. No me esperaba tal bienvenida. Sus esfuerzos fueron un poco incómodos debido al hecho de que estaba sosteniendo un maletín en una mano y lo que parecía un pequeño transportador de animal en la otra. —¿Finalmente me dejara cargar esto? —insistió Eddie, jalándole el transportador. Ella cedió, permitiendo un abrazo apropiado. Los olores mezclados de pachulí y fastidioso champa la rodeaban, recordándome tiempos más despreocupados, cuando ella y yo podíamos trabajar juntas en hechizos. Sentí lágrimas brotar en mis ojos y rápidamente di un paso atrás para apartarlas. —Estoy contenta de que esté aquí —le dije, tratando regresar a la formalidad de nuevo—. Sorprendida, pero contenta. Este pudo no haber sido un viaje fácil para usted. —Lo que tengo que decir solo puede ser dicho en persona. —Empujó sus lentes por su nariz y evaluó a los demás en la habitación—. Neil, encantada de verte de nuevo. Y Adrian, me alegro que Sydney finalmente hiciera un hombre honesto de ti.

Él sonrió ante eso y presentó a Daniella. Ella era cortés, pero seguía siendo un poco distante. Los Moroi como ella, quienes generalmente vivían vidas solitarias en la Corte, no tenían muchos amigos humanos. Todo el concepto de humano utilizando magia era tan extraño para los Moroi como para los alquimistas, pero tuve que dar crédito a Daniella por tratar de llegar a un acuerdo con todo. Podría tener una terrible coordinación del tiempo y no ser capaz de captar la indirecta durante las posibles escapadas románticas, pero no podía negar que su vida ciertamente también había sufrido muchos trastornos en el último año. —Entre, entre —dije, haciéndole señas a la Sra Terwilliger para que entrara. Habíamos recibido tan pocos huéspedes que casi había olvidado la hospitalidad básica—. Siéntese y le conseguiré algo de beber. ¿O de comer? Negó con la cabeza mientras se iba conmigo hacia la cocina. Los otros la siguieron, a excepción de Eddie, quien todavía sostenía torpemente el transportador. —Estoy bien —dijo—. Y es posible que no tengamos el tiempo. Por como están las cosas, espero no llegar demasiado tarde. Sus palabras hicieron que los vellos de mi cuello se levantaran, pero antes de que pudiera responder, Eddie se aclaró la garganta y levantó el transportador, que ahora podía ver que contenía a un gato. —Uhm, ¿le gustaría que yo hiciera algo en especial con ella? —Él —corrigió la Sra. Terwilliger—. Y el Sr. Bojangles estará muy bien esperando allí mientras hablamos. Además, si estoy en lo cierto, lo vamos a necesitar. Adrian me lanzó una mirada inquisitiva ante eso, pero solo pude encogerme de hombros en respuesta. Nos reunimos todos alrededor de la mesa de la cocina. Me senté y Adrian de quedó de pie detrás de mí, apoyando las manos en mi hombro. En mi visión periférica, brillaban los rubíes y oro blanco de su anillo de matrimonio. La Sra. Terwilliger tomó el lugar frente a mí y sacó una ornamentada caja de madera de su morral. Estaba cubierta de un diseño floral que parecía haber sido tallado a mano. Dejó la caja en la superficie de la mesa y la deslizó hacia mí. —¿Qué es esto? —pregunté. —Estaba esperando que me lo pudieras decir —dijo—. Llegó hace un par de semanas, la dejaron en mi puerta. Al principio, pensé que era una

especie de regalo de Malachi, a pesar de que este no es su estilo. —Correcto —concordó Adrian—. Las granadas, los chalecos de camuflaje… esos son sus regalos habituales por elección. Malachi Wolfe era un cuestionablemente estable instructor de defensa personal con quien Adrian y yo habíamos tomado clases e inexplicablemente se había ganado el corazón de la Sra. Terwilliger. Sonrió brevemente ante el comentario de Adrian pero nunca apartó sus ojos de la caja mientras continuaba. —Pronto aprendí que la caja está sellada mágicamente. He intentado todo tipo de hechizos de desbloqueo, comunes y raros, sin suerte. Quien hizo esto convocó algo extremadamente potente. Pasé las últimas semanas agotando mis recursos y finalmente se la llevé a Inez. ¿La recuerdas, por supuesto? —Es difícil de olvidar —le dije, pensando de nuevo en la venerable y peculiar vieja bruja, de vuelta en California que había decorado cada artículo de su casa con rosas. —En efecto. Me dijo que tenía un poderoso hechizo que probablemente podría reventarla para abrirla pero que había fallado porque este encantamiento está dirigido a una persona específica. —La Sra Terwilliger parecía disgustada—. No había detectado eso. Obviamente, esa persona no soy yo. Inez especuló sobre a quién estaría dirigida la caja para que pudiera abrirla con poca dificultad, y desde allí, llegué a la conclusión de que tú eras el destinatario. Me sobresalté ante eso. —Pero, ¿por qué se la darían a usted para mí? La Sra. Terwilliger miró a su alrededor con una mirada irónica. —Esta no es exactamente una dirección fácil de entregar. Solo desearía haberlo sabido antes. Con suerte, lo que hay dentro no es sensible al tiempo. Miré la caja bajo una nueva luz, sintiéndome llena tanto de entusiasmo como de temor. —¿Qué debería hacer? —Ábrela—dijo simplemente la Sra Terwilliger—. Aunque les aconsejo el resto de ustedes dar un paso atrás. Daniella cumplió rápidamente, pero Adrián y los dhampir

obstinadamente se quedaron dónde estaban. —Hagan lo que ella dijo —les dije. —¿Y si es una bomba? —exigió Eddie. —Lo más probable es que pueda minimizar cualquier daño a Sydney, pero no garantizo nada para el resto de ustedes —dijo la Sra Terwilliger. —¿Lo más probable? —preguntó Adrian—. Tal vez esta es la manera en que los alquimistas finalmente lleguen a ti. —Tal vez, pero no son fanáticos de la magia humana. No me puedo imaginar que hubieran recurrido a ella. —Suspiré—. Por favor. Solo muévanse hacia atrás. Voy a estar bien. No sabía eso a ciencia cierta, pero después de un poco más de persuasión, los chicos cedieron. La Sra. Terwilliger sacó una pequeña bolsa y espolvoreó sobre la mesa un polvo amarillo de olor picante. Murmuró un encantamiento en griego y sentí la magia, mi tipo de magia quemar en el aire que nos rodeaba. Había pasado mucho tiempo desde que la había sentido enalguien más y estaba sorprendida por la ráfaga que me dio. Con el hechizo de protección en su lugar, asintió alentadoramente hacia mí. —Adelante, Sydney. Si solo abrirla no funciona, entonces intenta un hechizo básico de desbloqueo. Descansé mis dedos sobre la tapa y tomé una respiración profunda. No pasó nada cuando la levanté, pero eso era de esperarse. Incluso si la Sra Terwilliger tenía razón acerca de que estaba destinada a mí, eso no significaba que iba a ser del todo fácil. Mientras convocaba las palabras de un hechizo de desbloqueo, las preguntas obvias fastidiaban en los bordes de mi mente: ¿Era esto realmente para mí? Si así era, ¿de quién? Y lo más importante, ¿por qué? Hablé el hechizo y aunque la caja no cambió, todos oímos un pequeño sonido de pop. Traté con la tapa de nuevo y esta vez se levantó fácilmente. Aún mejor, ninguna bomba estalló en el interior. Después de un momento de duda, los chicos se acercaron hacia adelante para ver lo que contenía la caja. Mirando hacia abajo, vi algunos pedazos de papel doblados con un solo cabello en la parte superior. Lo levanté con cuidado, sujetándolo a la luz. Era rubio. —Probablemente tuyo —dijo la Sra Terwilliger—. Para dirigir un hechizo como este a una persona en concreto, se necesita algo de parte del destinatario… Cabello. Uñas. Piel.

Arrugué mi nariz ante eso mientras abría el primer pedazo de papel y traté de no pensar en cómo alguien había obtenido uno de mis cabellos. El papel resultó ser un volante para un museo de robots en Pittsburgh. Eso hubiera sido cómico si no fuera por las escalofriantes palabras escritas sobre la imagen de una de las exposiciones destacadas del museo, el Raptorbot 2000: VEN A JUGAR, SYDNEY. Mi respiración se detuvo y bruscamente levanté la mirada. Todo el mundo parecía tan desconcertado como yo. No reconocía la escritura. —¿Qué es el otro pedazo de papel? —preguntó Neil. También estaba doblado y tenía un brillo en él, como si fuera de una revista. A primera vista, parecía ser una especie de anuncio de viajes. Lo abrí y me encontré mirando una foto de una posada en Palo Alto. —¿Qué tiene que ver esto con un museo de robots en Pittsburgh? La Sra. Terwilliger se puso rígida. —No creo que esa sea la página que se supone que veas. Di la vuelta al papel y lancé un grito ahogado ante lo que, o más importante ante a quien, vi. Jill. Casi me había olvidado de este anuncio. Hace años, o al menos se sentía de esa manera, Jill había hecho brevemente algún modelaje para un diseñador de modas de Palm Springs. Nunca debería haberlo permito, viendo la fisura de seguridad que era. La fotografía que ahora miraba era una que se había hecho en secreto, en contra de mis deseos. Jill llevaba un par de grandes gafas de sol doradas y una bufanda de color pavorreal envuelta alrededor de su abundante cabello rizado. Ella miraba hacia un grupo de palmeras, y a menos que alguien la conociera bien, era difícil darse cuenta de que era ella. De hecho, sería difícil para la mayoría de la gente, incluso reconocer que era Moroi. —¿Qué diablos es esto? —exigió Eddie. Parecía como si fuera a rasgar la página lejos de mí. Pocas cosas podrían hacerle perder su carácter frío y sereno. La seguridad de Jill era una de ellas. Negué con mi cabeza con incredulidad. —Tu conjetura es tan buena como la mía. Adrian se inclinó sobre mí y agarró la primera página. —Sin duda, ¿esto significa que Jill está siendo mantenida prisionera en

algún museo robot? ¿En Pittsburgh? —Tenemos que ir —dijo Eddie ferozmente. Se volvió como si fuera a salir por la puerta en ese momento. —Tengo que ir —le dije, señalando el volante que Adrian sostenía—. La caja era para mí. Incluso esta nota es dirigida a mí. —No vas a ir sola —replicó Eddie. —No vas a ninguna parte —dijo Adrian. Dejó el papel hacia abajo—. Antes de mi pequeño, uh, percance con Wesley, tuve una charla con su majestad, quien dejó muy claro que tú y yo no tenemos permitido salir de la Corte. La tristeza y la culpa me llenaron mientras miraba el perfil de Jill. Jill. Desaparecida por casi un mes. Habíamos esperado desesperadamente alguna pista y ahora había llegado a nosotros. Pero como la Sra. Terwilliger había especulado: ¿Era demasiado tarde? ¿Qué había ocurrido mientras esta caja esperaba? —Tengo que —dije—. No hay manera de que pueda ignorar esto. Adrian, tú lo sabes. Nuestros ojos se encontraron. Tantos sentimientos se agitaban entre nosotros, y finalmente asintió. —Lo sé. —¿No crees que Lissa realmente forzaría a seguridad a detenerme? Suspiró. —No lo sé. Pero ella, correctamente, señaló que después de todos los problemas que le dimos por estar aquí, se causarían más si te fueras y fueras capturada por los alquimistas. Podríamos tratar de escabullirnos… pero no me sorprendería si estuvieran checando los autos en las salidas. —Pensé que algo así podría estar pasando —dijo la Sra. Terwilliger. Había superado su conmoción y estaba cayendo en su modo de vamos-atener-las-cosas-hechas, lo cual encontré inmensamente tranquilizante—. Lo cual es por lo que vine preparada. Tengo una manera de sacarte de contrabando, Sydney, si estás dispuesta. —Su mirada se levantó hacia Adrian —. Me temo que solo a Sydney. —De ninguna manera —dijo rápidamente—. Si ella se va, yo voy. —No —dije lentamente—. Ella tiene razón.

Sus cejas se levantaron. —Mira, te arriesgas mucho más que yo por ir por ahí. No voy a dejarte ir y ponerte en peligro a ti misma mientras me quedo a salvo, así que no… —No es eso —lo interrumpí. Un momento después, lo enmendé—. Quiero decir, te quiero seguro, sí, pero escucha lo que acabas de decir. Si voy por ahí, me arriesgo más porque los alquimistas están buscándome. Solo que no están buscando en este momento porque piensan que estoy encerrada y segura contigo. Y mientras ellos sigan pensando eso, no van a estar buscándome activamente. Nadie me ve aquí alrededor en la Corte, pero te ven a ti de vez en cuando en las visitas de alimentación. Si de repente los dos desaparecemos, los alquimistas podrían saber que nos hemos ido. Pero si la gente todavía te ve… Adrian hizo una mueca. —Entonces van a pensar que todavía estás aquí también, solo escondiéndote de los vampiros malvados. —Serás parte de mi coartada —dije, poniendo mi mano sobre la suya —. Sé que no te gusta esto, pero realmente ayudaría. Me dejaría moverme más libremente en el mundo y tratar de averiguar de qué manera eso —hice un gesto hacia el volante del robot—, está atado a Jill. Se tomó unos minutos para responder. Me di cuenta que sabía la verdad de mi argumento… pero aun así no le gustaba. —Es que me molesta pensar que estás ahí afuera sola mientras me quedo sentado. —No estará sola —dijo Eddie—. No tengo ninguna asignación, y nadie está detrás de mí. Puedo entrar y salir libremente de la Corte. —Yo también —dijo Neil. —Uno de ustedes tiene que quedarse con Adrian —discutí—. En caso de que se repita lo de hoy. Neil, ¿te quedarías? Y Eddie, ¿vendrías conmigo a comprobar esto? Lo hice sonar como una petición, un favor incluso, pero sabía que no había nada en el mundo que Eddie preferiría hacer ahora que buscar a Jill. —Este es el trato —dijo Adrian, una vez que lo dhampir habían estado de acuerdo—. Me quedaré aquí y te cubriré, pero tan pronto como haya una manera de unirme a ti sin desplomar nuestra coartada, lo haré. Lo miré a los ojos de nuevo, deseando poder decirle tanto. Como que

lo sentía por nuestra pelea de más temprano, que no estaba tratando de controlarlo. Estaba preocupada. Lo amaba tanto que solo quería que estuviera a salvo. Esperaba que supiera todo eso. Todo lo que podía hacer ahora, con tantos testigos, era asentir en acuerdo. La Sra. Terwilliger nos miró con una diversión seca. —¿Todos han decidido qué valiente papel tomarán? —preguntó. Me lanzó una sonrisa—. Aunque no pareces muy preocupada por la forma en que planeo sacarte de aquí, Sydney. Me encogí de hombros. —Tengo fe en usted, señora. Si dice que tiene una manera, le creo. ¿Qué implica? Después de que me lo dijo, se hizo el silencio en la habitación. Todos no le quedamos mirando, estupefactos, hasta que Adrian finalmente habló. —Guau—dijo—. No puedo decir que vi venir eso. —No creo que alguien pudiera haberlo hecho —admitió Eddie. La atención de la Sra. Terwilliger estaba en mí. —¿Estás dispuesta, Sydney? Tragué saliva. —Supongo que tengo que estarlo. Y no deberíamos desperdiciar más tiempo. —Primero —dijo Adrian—, ¿puedo hablar con mi esposa antes de que sobrevenga la hilaridad? —Por supuesto —dijo la Sra. Terwilliger, haciendo un gesto grandilocuente. Adrian me alejó e instó a los demás: —Hablen entre ustedes. —Me condujo a nuestra habitación, sin decir nada hasta que la puerta se cerró detrás de nosotros—. Sydney, te das cuenta de que esto es loco, ¿cierto? Y no lo digo a la ligera. Sonreí y lo atraje hacia mí. —Lo sé. Pero ambos sabemos que no hay manera de que no pueda no seguir una pista que nos pueda llevar a Jill. Su expresión se oscureció,

—Desearía poder ser más que tu coartada—dijo—. Pero si eso es lo que se necesita… —Suspiró—. Lo que también parece loco es que te vayas luego de que peleamos tan duro para llegar aquí y estar juntos. —Sí, pero… —Dudé, odiando decir mis próximas palabras—. No puedes decir que esto ha sido exactamente lo que imaginamos. —¿Qué quieres decir? —preguntó, pero me di cuenta que ya sabía. —Adrian, no hay duda de que te amo y quiero una vida contigo. Pero esta vida en particular… escondiéndonos de nuestra gente… con tu madre cerniéndose sobre nosotros… no lo sé. Quizás algo de espacio es algo bueno. Sus ojos verdes se abrieron. —¿Quieres alejarte de mí? —¡No, claro que no! Pero quiero volver a evaluar las cosas, averiguar cómo podemos tener la vida que hemos estado queriendo. —Suspiré—. Y por supuesto, aún más que eso… —Tenemos que encontrar a Jill —terminó. Asentí y apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el ritmo constante de su corazón. Esa emoción de más temprano subió dentro de mí mientras pensaba en el año anterior y por todo lo que habíamos pasado. Habíamos tenido que mantener nuestra relación en secreto, y luego una vez que fue descubierta, los Alquimistas me habían tenido prisionera y trataron de lavarme el cerebro para volver a su organización. Cada momento que tenía ahora con Adrian era un regalo precioso, pero disfrutar de eso, darle la espalda a Jill… bueno, eso sería egoísta. —Encontrarla es más importante que nosotros ahora —dije. —Lo sé —dijo, presionando un beso en mi frente—. Y parte de por qué te amo es porque no hay duda de que tienes que hacer esto. Y que tú me dejarías si los papeles estuvieran invertidos. —Es lo que hacemos —dije simplemente. —Lo juro, tan pronto como sienta que puedo escaparme de forma segura, iré contigo. No estarás sola. Toqué mi corazón. —Nunca lo estoy. Siempre te siento aquí dentro. Llevó sus labios a los míos en un beso largo y exquisito, el tipo que enviaba calor todo el camino desde mis dedos y pies y me hacía muy

consciente del hecho de que había una cama detrás de nosotros. Me aparté antes de que nos distrajéramos accidentalmente. —Estaré de vuelta antes de que lo sepas —le dije, dándole otro abrazo —. Y si todo va según lo previsto, Jill estará conmigo. —Si todo va según lo previsto —respondió—, recibiremos una llamada en cualquier minuto ahora que quien la esté reteniendo la haya dejado salir luego del cambio de ley y que está de camino a casa. Sonreí ante eso, pero no había verdadera alegría en ello. —Eso sería agradable. Nos besamos de nuevo y volvimos con el resto. Me di cuenta de que aunque Adrian y yo estábamos en buenos términos de nuevo, no habíamos resuelto exactamente nuestra pelea de antes. Aún había una gran cantidad de asuntos que tratar, el mayor de ellos era su continuo coqueteo con el espíritu. Había perdido mi oportunidad, y ahora solo podía esperar lo mejor de él. Mientras tanto, la Sra. Terwilliger ya se había mantenido ocupada convirtiendo nuestra cocina en un taller de hechizos. Botellas y bolsas de componentes estaban instalados en la mesa, y hervía agua afanosamente en la cocina. Roció algo dentro, y el vapor pronto tomó una fragancia de anís estrellado. —Bien, bien —dijo, apenas levantando la vista—. Están de vuelta. ¿Medirías dos cucharaditas de polvo de remolacha para mí? Tomé su lugar a su lado y tuve una breve sensación de déjà vu. Era fácil, momentáneamente, sentirse como si me hubiera deslizado de nuevo en los viejos tiempos juntas. No es que hubieran sido libres de estrés exactamente. Aprender magia de ella había sido difícil mental y psicológicamente, y siempre había tenido las presiones adicionales de mis luchas con Adrian y los otros. Aun así, la familiaridad era agradable, particularmente ya que había perdido este tipo de trabajo mágico. Aún practicaba pero raramente conjuraba algo de esta magnitud aquí en la Corte. El hechizo que tenía en mente para que mi escape funcionara nos requería a las dos y unas horas de trabajo. Adrian y los otros trataron de distraerse lo mejor que podían, y Eddie se fue para agarrar una bolsa de viaje, ya que ninguno de nosotros sabía exactamente qué sucedería en Pittsburgh. Jill, deseé en silencio. Por favor, solo déjanos llegar a ese museo robótico y encontrar a Jill allí vendiendo boletos. De alguna manera, dudaba que fuera así de fácil.

Alrededor de las cuatro de la mañana, la Sra. Terwilliger y yo completamos nuestro trabajo. Esto era prácticamente mediodía en el horario vampírico, al cual me había ajustado, pero ella estaba mostrando signos de fatiga. Sabía que estaba muriendo por café, pero la cafeína reducía la efectividad de la magia, y había tenido que conjurar pequeños hechizos en el camino. El final del proceso era mío, sin embargo, y mientras se acercaba el final, comencé a cuestionar lo que estaba a punto de hacer. —Tal vez sería más fácil sacarme de contrabando en el maletero — dije, sosteniendo una taza con la bebida que habíamos diseñado. —Gran probabilidad de que estarán revisando autos mientras te vas — dijo Adrian—. Especialmente el de ella. Lissa dejó en claro que no quería que nos fuéramos. Comencé a llevar la poción hacia donde la Sra. Terwilliger estaba colocando un espejo. Una nueva preocupación cayó sobre mí. —¿Creen que me dejará volver cuando descubra que me fui? Nadie tuvo una respuesta inmediata para eso hasta que la Sra. Terwilliger dijo pragmáticamente: —Siempre podemos traerte de vuelta de la misma manera en que te estamos sacando. Hice una mueca y miré la taza en mis manos, preguntándome cómo me sentiría más tarde. En la sala de estar, la Sra. Terwilliger había apoyado útilmente un espejo de cuerpo entero de la habitación de Daniella. Tiró de transportador hacia él y abrió la puerta. Un gato blanco atigrado, el Sr. Bojangles, salió y se sentó tranquilamente frente al espejo. Si no lo supiera mejor, hubiera dicho que se estaba admirando a sí mismo. —¿Sabes las palabras? —preguntó la Sra. Terwilliger. Asentí y me arrodillé junto al gato. Había memorizado el hechizo durante nuestro tiempo de trabajo hoy. —¿Algo que debería saber antes de que esto suceda? —Solo recuerda mirar al gato una vez que se conjure el hechizo —dijo la Sra. Terwilliger. Miré a los otros una última vez. —Hasta pronto, supongo. —Buena suerte —dijo Neil.

Adrian me miró a los ojos por un largo momento, sin decir nada en voz alta pero de alguna manera trasmitiendo un millón de mensajes. Sentí un nudo formándose en mi garganta mientras regresaba esa sensación de más temprano. Habíamos luchado tan duro para llegar aquí, y aquí estaba, alejándome. No me estoy alejando, me dije. Voy a salvar a Jill. Lo que Adrian y yo habíamos hablado más temprano era cierto. Nos amábamos pero no éramos tan egoístas acerca de nosotros como para poder simplemente darle la espalda a alguien que nos importaba. Le di una pequeña sonrisa y luego bebí la poción. Tenía un sabor ligeramente picante, no del todo desagradable pero tampoco algo que bebería por diversión. Cuando la taza estuvo vacía, la dejé a un lado y me concentré en el espejo, particularmente en el reflejo del gato a mi lado. El Sr. Bojangles aún seguía sentado satisfecho, y asumí que la Sra. Terwilliger había elegido a este gato en particular por su buen carácter. Llamé a la magia dentro de mí, desconcentrándome del resto del mundo y concentrándome solo en el hechizo en mano. Dije las palabras en latín, aun mirando al gato. Además del esfuerzo físico implicado, el hechizo requería una buena cantidad de fuerza personal, y cuando terminé de hablar, me sentí exhausta mientras la magia surgía a través de mí y se ponía a trabajar. Mis ojos estaban en el gato, pero poco a poco, mi visión de él cambió. De hecho, mi visión cambió completamente. El color naranja del gato cambió a gris en mi visión mientras que el patrón de su pelaje se agudizaba. Noté más matices y detalles que antes en el patrón atigrado. Mientras tanto, todo lucía increíblemente brillante, como si las luces se hubieran encendido. Parpadeé un par de veces para tratar de aclarar esa sensación y me di cuenta que me acercaba más y más al suelo. Algo cayó sobre mi rostro, oscureciéndome mi visión, y me moví debajo. Era mi camiseta. Mirando de nuevo al espejo, me encontré mirando los reflejos de dos gatos. Uno de ellos era yo. —Bueno, estaré condenado. No reconocí la voz de Adrian de inmediato. Aún era lo suficientemente humana para comprender el lenguaje, pero mis nuevos oídos procesaban sonidos en una manera completamente diferente. En particular, oía más, y los ruidos ordinarios de antes parecían más altos. Tuve poco tiempo para reflexionar sobre esto mientras dos manos me recogían de repente y me metían dentro del transportador para gatos. La puerta se cerró. —No queremos confundirlos —dijo la Sra. Terwilliger.

—¿En dónde van a poner al otro? —preguntó Daniella. —Donde quieras —dijo la Sra. Terwilliger—. No lo puedo llevar conmigo. Los guardias me vieron entras con un gato. Me verán irme con uno. —¿Qué? —La voz de mi suegra llegó muy estridente a mis oídos—. ¿Esa criatura se va a quedar? —Lo imaginaba. ¿Su nuera transformándose en un animal? Ningún problema. ¿Tener que cuidar a un gato? Crisis. —Les recogeré una caja de arena y algo de comida para gatos —dijo Neil amablemente. A través de la rejilla metálica de la puerta de mi transportador, apareció el rostro de Adrian de repente, mirándome. —¿Qué hay de nuevo, gatita? ¿Estás bien ahí dentro? Por costumbre, traté de responder, pero todo lo que salió fue un aullido a medias. El mundo de repente giró a mí alrededor mientras el transportador se levantaba en el aire, obligándome a luchar para mantener el equilibrio con ambos pies y sentidos que eran extraños. —No hay tiempo para charlar —dijo la Sra. Terwilliger—. Tenemos que irnos. Adrian debió haberla seguido porque su rostro apareció de nuevo por la puerta. —Ten cuidado, Sage. Te amo. La Sra. Terwilliger y Eddie se despidieron y se dirigieron a la puerta. Caminaron por el edificio y luego hacia afuera. Sabía por un reloj más temprano que aún era de noche, pero el mundo que era capaz de ver a través de los huecos en el transportador se veía totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada. Los postes de luz dispersos más que encendían la oscuridad para mi vista mejorada, e incluso si no veía una amplia gama de colores, podía ver mucho más lejos que lo que mis ojos humanos podrían haber visto. Teníamos al menos una hora de longevidad del hechizo, pero mis acompañantes mantenían un buen ritmo, caminando a paso rápido por los jardines de la Corte al estacionamiento para visitantes. Allí, la Sra. Terwilliger reclamó el auto de alquiler en que había conducido y puso mi transportador en el asiento de atrás. Me daba una pobre visión de nuestros alrededores pero aun así me permitía oír todo. En la puerta principal, los guardianes interrogaron a la Sra. Terwilliger sobre su visita,

queriendo saber por qué Eddie estaba con ella. —Estoy de permiso—respondió de una manera que era brusca pero no defensiva—. Tengo temas personales que atender, y se ofreció llevarme. —Sé que las carreteras fuera de su Corte no siempre son amistosas en la oscuridad —añadió la Sra. Terwilliger—. Así que no me importa la compañía. —Esperen, y el sol saldrá en menos de una hora —dijo el guardián. —No tengo tiempo —respondió ella—. Tengo que tomar un vuelo. Como Adrian había predicho, los guardianes revisaron el auto a fondo, y escuché que uno de ellos le susurraba al otro: —Asegúrate que no hay polizones. Mi ansiedad aumentó, y me encontré experimentando la extraña sensación de azotar mi cola adelante y atrás. El rostro de un dhampir apareció delante de mí, e hizo algunos sonidos de clic. —Hola, gatito, gatito. No respondí, temiendo que podría salir como un siseo. Los guardianes finalmente nos despejaron, y así como así, estábamos en la carretera, libres del lugar que había sido a la vez un santuario y prisión por un mes. La Sra. Terwilliger condujo por otra media hora para poner distancia entre nosotros y la Corte, y luego sacó el auto en el arcén de una carretera rural. Una vez estacionado, abrió el transportador para que pudiera salir al asiento de atrás, y dejó una pila de ropa junto a mí. Más allá de ella, apenas podía discernir el cielo aclarándose. —Ahí tienes —dijo, moviéndose de nuevo al asiento delantero—. Probablemente debería habértelo dicho antes… es más fácil entrar en este hechizo que salir de él.



3 Adrian Traducido por Fanny, Lizzie Wasserstein e IvanaTG Corregido por Lizzie Wasserstein

Los minutos se sentían como horas después de la partida de Sydney. Me paseaba por la longitud de nuestra pequeña suite, un nudo en mi pecho, mientras me preparaba para lo peor. En cualquier segundo, temía, me dirían que el plan había salido mal y los guardianes habían interceptado a Sydney tratando de escapar de la Corte. —¿Cariño, tienes que hacer eso? —preguntó mi madre al fin—. Estás agitando a los animales. Me detuve y miré a dónde el Sr. Bojangles estaba vigilando cautelosamente a Hopper, el pequeño dragón encantado que Sydney había convocado a principios de año. Hopper se había convertido en una especie de mascota y estaba mirando al gato con una emoción que claramente no era recíproca. —No creo que sea yo, mamá. Solo están… Un timbre de mi teléfono me interrumpió, y me lancé por él, sorprendiendo al gato y al dragón. En la pantalla de mi teléfono, un mensaje de texto de Eddie era claro y conciso: Logramos salir de la Corte. Todo está bien. Respondí el texto: ¿Sigo casado con un gato? Sí, fue la respuesta, seguida un momento después por: Pero la Sra. T jura que es temporal. Algo de mi ansiedad disminuyó, pero no toda. Escribí: Avísame cuando ella esté de vuelta. Veinte minutos después, un mensaje llegó, esté de la mismísima Sydney: De nuevo en forma humana. Todo parece estar normal. ¿Todo?, pregunté. Bueno, aparte de la rara urgencia de seguir un punto de láser,

respondió. Si ese es el peor efecto, me conformaré. Mantenme informado. Te amo. Te miau también, respondió. Fue abruptamente corregido con: Quiero decir, te amo. Sonreí mientras alejaba el teléfono pero encontré que me sentía muy lejos de sentir como si todo estuviera bien en el mundo. No podía quitarme la sensación de que las cosas no estaban completamente resueltas entre Sydney y yo, y eso ni siquiera era tomando en consideración las amenazas físicas que ahora enfrentaba. Logró salir de la Corte… pero ahora se enfrentaba potencialmente a todas los mismos peligros que nos habían hecho buscar santuario aquí. Solo si saben que está fuera. Me recordó la voz de la tía Tatiana, en un raro momento de legítima amabilidad. Mientras nadie la esté buscando, y no logre que la descubran, estará a salvo. Así que no lo arruines. De acuerdo. Acordé. Y nadie tendrá alguna razón para pensar que no está ahí. Ella nunca sale de nuestra suite, y en realidad no tenemos muchos visitantes. Más tarde ese día, por supuesto, tuvimos un visitante. Por suerte, no era un regimiento de guardianes demandando saber el paradero de Sydney, encontré a Sonya Karp Tanner de pie afuera de nuestra puerta, sonriendo cuando me vio. Cualquier alivio que encontré al verla, fue anulado por una ansiosa tía Tatiana. ¡No bajes la guardia a ningún precio!, dijo entre dientes. Sonya es nuestra amiga, respondí silenciosamente. La tía Tatiana no estuvo de acuerdo. No importa. Nadie puede saber que Sydney se fue, no importa que tan amigables creas que son. Todo lo que se necesita es un pequeño desliz, no importa que tan buena sea la intención. Entre menos gente sepa un secreto, mejor. Con una punzada, me di cuenta de que tenía razón. Mientras tanto, la agradable expresión de Sonya se había convertido en una de perplejidad mientras realizaba mi conversación mental con un fantasma. —¿Estás bien, Adrian? —preguntó Sonya. —Bien, bien —dije, haciéndole señas para que entrara—. Solo cansado. Como que tuve una mañana difícil—. Vagamente, hice señas hacia mi rostro, el cual aún mostraba los signos del forcejeo con Wesley y su

equipo. Como había esperado, Sonya fue desviada con efectividad. La preocupación iluminó sus facciones. —¿Qué pasó? —Oh, lo usual. Solo algunos celosos idiotas de mi por estar casado con la mujer más sexy de por aquí. —¿Dónde está? —preguntó Sonya, mirando la vacía suite—. ¿Y tu madre? —Mamá se fue a la cama —respondí—. Y Sydney… salió a caminar. Los afilados ojos de Sonya se enfocaron en mí de nuevo. —¿Salió después de que fuiste atacado esta mañana? —Bueno, hay luz afuera, así que hay menos amenaza. Y… Neil está con ella. —Casi dije Eddie pero era seguro si Sonya quizá había escuchado sobre él dejando la Corte. Conociendo mi suerte, Neil pasaría sin aviso y arruinaría la historia—. Necesitaba algo de aire —añadí, mirando la escéptica mirada de Sonya—. Quedarse encerrada en verdad la está afectado. —Al menos, eso no era una mentira. Sonya sostuvo mi mirada más tiempo antes de decidir finalmente olvidar el tema. Probablemente sabía por mi aura y mi lenguaje corporal que no estaba siendo completamente sincero, pero era poco probable que pudiera adivinar la verdad… que Sydney se había transformado en un gato y había salido a escondidas de la Corte en un descabellado intento de encontrar a Jill. —Bueno, es a ti a quien vine a ver —dijo Sonya por fin—. Necesito discutir sobre algo contigo. O mejor dicho… sobre alguien. Me senté en nuestra mesa de la cocina y moví la cabeza para que ella hiciera lo mismo. ¿Discutir sobre alguien? Podía hacer eso, mientras no fuera Sydney. —¿A quién tienes en mente? —pregunté Sonya entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda. —Nina Sinclair. Hice una mueca. Tal vez no tan problemáticas como Sydney justo ahora, pero Nina era en absoluto un tema bienvenido. Era un usuario del espíritu, como yo, alguien de quien había sido muy buen amigo cuando Sydney estaba en cautiverio. Desafortunadamente, Nina había querido ser

más que mejores amigos y había visto más en nuestra relación de lo que había. Había tomado mal mi rechazo, y había respondido incluso peor cuando se enteró que me había casado con una humana. En las raras veces que me la había encontrado desde que regresé a la Corte, constantemente recordaba el viejo adagio de “si las miradas mataran”. —¿Qué sobre Nina? —pregunté cuidadosamente—. ¿Sigue trabajando para ti? Sonya era la líder en un proyecto intentando usar el espíritu para prevenir que la gente se convirtiera en Strigoi. Nina había ayudado inadvertidamente con esto inicialmente cuando había restaurado a su hermana, Olive, de ser una Strigoi. Con varios de nosotros trabajando juntos, nos las arreglamos para transferir ese espíritu mágico a la sangre de Neil, efectivamente creando una vacuna que protegía a Neil de ser convertido a la fuerza. La victoria de Sonya había sido de corta duración, ya que era incapaz de replicar ese efecto en alguien más. Pero seguía trabajando incansablemente hacía esa meta. —Técnicamente, sí, pero ha pasado un rato desde que realmente ofreció algo de valor. —La expresión de Sonya se oscureció—. Nina ha estado un poco… apagada últimamente. No pude evitar reír un poco. —Somos usuarios del espíritu. Todos estamos un poco apagados. Sonya no me regresó la sonrisa. —No así. Si pudieras verla… bueno, entenderías. Ayer la mandé a casa porque no decía nada con sentido. También lucía como si no hubiera dormido en semanas. El único usuario del espíritu que he visto en tan mal estado fue… bueno, la vez que entrevisté a Avery Lazar. Eso me detuvo en seco. Avery, otro usuario del espíritu, estaba ahora en el hospital para enfermos mentales de una prisión Moroi. —Avery usaba cantidades ridículas de espíritu —le recordé—. O sea, ridículas. Y a diario. —Recordando, Jill había hecho mella en mí, drenándome temporalmente del espíritu, pero había sido cosa de una vez. Avery había intentado hazañas de alto poder, una y otra vez, llevándola a su actual estado donde su mente ya no podía más—. Nina tendría que estar haciendo alguna magia bastante seria para terminar así. —Eso es exactamente lo que me da miedo —dijo Sonya sombríamente.

Jadeé, pensando en Avery. —¿Qué esté tratando de adquirir compañeros besados por la sombra? —No, no eso… sino algo que toma casi tanto poder y que es hecho a diario. Cuando trato de sacarle una respuesta, me evade o solo comienza a balbucear tonterías. —Sonya suspiró—. Estoy preocupada por ella, Adrian. Necesita ayuda, pero no me dice nada. Mientras el silencio crecía, de repente entendí lo que Sonya quería decir. —¿Qué? ¿Crees que hablará conmigo? Sonya se encogió de hombros. —No sé a quién más pedírselo. —Bueno, ¡no a mí! —exclamé—. Estaba furiosa cuando la rechacé. Si ella está haciendo algo y necesita ayuda, no soy yo a quien va a decirle. Necesitas pedírselo a alguien más. —¡No hay nadie más! Su hermana sigue desaparecida. ¿Y sabías que Nina renunció a su trabajo de la oficina? O… de hecho, creo que fue despedida, pero es difícil conseguir una respuesta directa de ella. Por lo que sé, tú y yo somos los únicos de por aquí a los que nos preocupa lo que se está haciendo a ella misma, y necesitamos hacernos cargo y ayudarla. —No hablará conmigo —reiteré. Sonya pasó una mano por su cabello rojo oscuro. —Tal vez te sorprendas. A pesar de que las cosas… se cayeron… entre ustedes, ella todavía siente como si hubiera algún tipo de conexión. Por favor, Adrian. Solo inténtalo, por favor. Si te aleja, bien. Que así sea. No te lo pediré de nuevo. Comencé a decir que no una vez más, pero una mirada de cerca a Sonya me detuvo. En verdad estaba agitada por esto. Estaba en su voz y sus ojos… incluso en los colores de su aura. Sabía que Sonya no era de las que reaccionaban de forma exagerada. También sabía que no me pediría esto si no estuviera verdaderamente preocupada, especialmente desde que ella fue la que me aconsejó que me alejara de Nina para proteger sus sentimientos. Miré la hora. Se estaba haciendo tarde para nuestros estándares. La mayoría de los Moroi estarían yéndose a la cama. —¿Está bien si espero hasta mañana para verla?

Sonya lo consideró y luego hizo un pequeño asentimiento. —Estoy segura que estará bien. Por supuesto, también estoy segura de que no estará dormida pronto. Pero tal vez sea mejor si esperas a que regrese Sydney para irte, pero que Neil pueda acompañarte. Por un momento, casi digo que Eddie estaba con Sydney, no Neil, y luego recordé la historia de mentira. Tendría que comunicarme con Neil para asegurarme de que respaldara lo que dije. Si no era cuidadoso, las cosas podrían complicarse muy rápido. Era lo que más odiaba sobre mentir: rara vez se mantenía simple. —Suena bien —dije, poniéndome de pie mientras Sonya lo hacía—. Te avisaré como va. —Gracias. Sé que esto no es… —Se comió sus palabras mientras que el Sr. Bojangles salía de la habitación, con Hopper en una acalorada persecución. Sonya se giró hacia mí, sorprendida—. ¿Cuándo conseguiste un gato? —Uh, hoy, de hecho. Jackie Terwilliger, ¿la vieja maestra de Sydney?, lo dejó cuando vino de visita. Eso era obviamente nuevo para Sonya. —¿Estuvo aquí? ¿En la Corte? ¿Cuánto tiempo se quedó? —No mucho —dije, deseando inmediatamente que no lo hubiera mencionado en absoluto—. Solo comprobando a Sydney. —Eso es mucho esfuerzo solo para comprobar a alguien. Una llamada hubiera sido mucho más simple. Esperaba lucir inocente. —Sí, pero entonces no hubiera sido capaz de darnos al gato. Regalo de bodas atrasado. —Adrian —dijo Sonya, usando la voz que debe haber usado para regañar a incontables estudiantes cuando era maestra de biología en la preparatoria—, ¿qué no me estás diciendo? —Nada, nada —dije, llevándola a la puerta—. Relájate, todos estamos bien. La única cosa por la que necesitas preocuparte es por lo rápido que Nina me mandará lejos. —Adrian… —Todo está bien —dije alegremente. Le abrí la puerta—. Gracias por

pasar. Saluda a Mikhail por mí. Por su expresión, era claro que fallé completamente en convencerla de mi inocencia, pero al menos no lucía como si fuera a obligarme a decirle lo que en realidad estaba pasando, por ahora. Nos despedimos y respiré un suspiro de alivio cuando se fue, esperando que nadie más viniera y me forzara a formular otra pobre excusa de por qué Sydney no estaba por aquí. Fui a la cama poco después y fui despertado a medio día por un nuevo mensaje de texto de Sydney. Reportaba que ella, Eddie y Jackie habían llegado a Pittsburgh pero que no estarían investigando el museo hasta en la noche. Me aseguró que todo estaba bien, y le aseguré lo mismo, decidiendo que era lo mejor si no sabía que había acordado ir a hablar con una chica potencialmente loca quien, o estaba enamorada de mí, o despreciaba todo de mí. Sydney ya tenía suficiente por lo que preocuparse. Cuando la Corte Moroi comenzó a despertarse más tarde ese día, me las arreglé para que Neil regresara y me acompañara a la casa de Nina. Era suficientemente temprano como para que la gente estuviera afuera, pero pensé que era mejor prevenir que lamentar. Neil manejaba por deber, estaba feliz de ayudarme, pero sabía que tenía un interés oculto para ir a ver a Nina. Hace meses, él y la hermana de Nina, Olive, habían tenido el comienzo de un floreciente romance. Ninguno de nosotros estaba completamente seguro de que tan lejos habían ido, pero las cosas habían terminado abruptamente cuando Olive se había ido con poco contacto con Nina y ninguno con Neil. Dudaba que Nina tuviera algún nuevo detalle sobre el paradero de su hermana, pero probablemente Neil estaba esperando algo de información. El sol de verano todavía estaba sobre el horizonte, incluso alrededor de las seis, cuando llegamos a la puerta de Nina. Vivía en una sección de apartamentos habitados por otros empleados de la Corte (o ex empleados, como resultaba), lejos de los alojamientos mucho más elegantes donde la realeza como mi padre vivía. Tomé una profunda respiración mientras miraba la puerta, reuniendo mi coraje. —No va a ser más fácil si lo pospones —me dijo Neil, inútilmente. —Lo sé. —Resuelto, di dos pequeños golpes a la puerta, secretamente esperado que Nina estuviera durmiendo o que no estuviera en la casa. Entonces podría decirle honestamente a Sonya que había tratado y dejarlo así. Desafortunadamente, Nina abrió la puerta casi inmediatamente, como si hubiera estado esperando a lado de ella. —Hola, Adrian —dijo con cautela. Sus ojos grises se levantaron más

allá de mí—. Neil. Él asintió para saludar, pero yo estaba momentáneamente asombrado. Nina no venía de ancestros ricos o de la realeza, pero eso nunca había afectado su belleza, y siempre se había presentado en una manera impecable. Al menos, solía hacerlo. Esa Nina que yo había conocido no estaba a la vista. Su oscuro y rizado cabello lucía como si no se hubiera cepillado recientemente. De hecho, no estaba seguro de que lo hubiese lavado en un rato tampoco. Una arrugada falda azul a cuadros desentonaba con una camiseta naranja, sobre lo cual llevaba un cárdigan gris al revés. Uno de sus pies se hallaba cubierto con un blanco calcetín corto. Su otro calcetín, adornado con rayas rojas y blancas, llegaba a su rodilla. Y sin embargo, lo más alarmante no era la extraña elección del vestuario; en su lugar, era la expresión de su rostro que me decía que Sonya no exageraba. Oscuros círculos colgaban bajo los ojos de Nina, aunque sus propios ojos eran claros y casi demasiado alertas, brillaban febrilmente. Era una mirada que había visto antes en los usuarios del espíritu empujados al límite. Era una mirada que había visto en el rostro de Avery Lazar. Tragué saliva. —Hola, Nina. ¿Podemos entrar? Sus ojos se estrecharon. —¿Por qué? ¿Así puedes decirme otra vez cuán totalmente inadecuados somos? ¿Así puedes decirme cómo nosotros nunca, jamás posiblemente podremos salir, visto que no soy humana y que al parecer solo te enganchas con personas que sirven también de cena? Mi temperamento comenzó a estallar ante el desprecio, pero luego me recordé a mí mismo que ella no estaba bien. —Lo siento por lo que dije la última vez, lo digo en serio. Conocí a Sydney mucho antes de conocerte. Pero eso no es por lo que estoy aquí para hablar contigo. Por favor, ¿podemos entrar? Nina me miró sin decir nada durante mucho tiempo, y aproveché la oportunidad para recurrir al espíritu y echar un vistazo a su aura. Como Lissa ayer, el aura de Nina estaba llena con el pálido dorado de un usuario del espíritu. A diferencia de Lissa, sin embargo, el dorado de Nina tenía una débil, casi acuosa calidad del mismo. No quemaba como una llama. Los otros

colores eran igualmente frágiles, titilaban prendidos y apagados. —Está bien —dijo al fin. Ella dio un paso a un costado y nos dejó pasar. Lo que encontré dentro era casi tan desconcertante como su apariencia. Había estado antes en su casa, cuando ella y yo fuimos a un montón de fiestas juntos. El pequeño apartamento era en realidad más que un estudio, con dormitorio y sala de estar fusionados en uno. A pesar de su pequeño tamaño, Nina siempre había hecho un gran esfuerzo para mantener su casa ordenada y bien decorada. Al igual que la atención proporcionada a su físico exterior, aunque, el cuidado parecía ser una cosa del pasado. Costrosos y malolientes platos se apilaban en el fregadero de la cocina, donde un par de moscas zumbaban perezosamente. Ropa sucia, libros y latas de bebida energética estaban apilados por todas partes, mesas, suelo, incluso la cama. Lo más extraño de todo era una pila de revistas en el suelo con una pila de papel triturado junto a ellas. —¿Cómo duermes? —pregunté, incapaz de evitarlo. —No lo hago —dijo, juntando las manos detrás de su espalda—. No lo hago. No hay tiempo. No puedo correr el riesgo. —Tienes que dormir en algún momento —dijo Neil pragmáticamente. Ella negó frenéticamente. —¡No puedo! Tengo que seguir tratando de encontrar a Olive. Quiero decir, la he encontrado. Algo así. Depende de cómo se mire. Pero no puedo llegar a ella, ¿sabes? Ese es el problema. Es por eso que tengo que seguir intentándolo. El por qué no puedo dormir. ¿Entiendes? No lo entendía en absoluto, pero el aliento de Neil se contuvo ante la mención del nombre de Olive. —¿La encontraste? ¿Sabes dónde está? —No —dijo Nina, sonando un poco irritada—. Justo les acabo de decir eso. Sin previo aviso, se contoneó hasta suelo junto a la pila de revistas. Recogió una revista al azar y empezó a romperla, página por página, en pequeños pedazos, edificando la pila de hojas trituradas. —¿Qué estás haciendo? —pregunté. —Pensar —respondió ella.

—No, me refiero a las revistas. —Esto me ayuda a pensar —explicó. Neil y yo intercambiamos miradas. —Nina —dije con cuidado—, creo que tal vez deberías ir a visitar a un médico. Neil y yo podemos ir contigo, si quieres. —No puedo —protestó, aun triturando metódicamente la revista—. No hasta que contacte a Olive. Me agaché a su lado, deseando tener una mejor idea de cómo hablar con alguien tan claramente inestable. Uno pensaría que sería un experto. —¿Cómo estás tratando de contactarla? ¿Por teléfono? —En sueños —dijo Nina—. Lo logré. Un par de veces. Pero luego ella me bloqueó. Volvió el sueño contra mí. Estoy tratando de luchar a través de él, pero no puedo. Me di cuenta por la expresión de Neil que esperaba que hubiese tenido sentido para mí, pero me encontraba más confundido que nunca. Una persona particularmente resistente podría hacer difícil para un usuario del espíritu formar una conexión de sueño, pero el resto no tenía ningún sentido. —Olive no es un usuario del espíritu —dije—. No puede hacer nada al sueño sin tú permiso. Ejerces el control final. —Ella puede, ella puede, ella puede. —Nina comenzó a romper la revista con energía renovada—. ¡Cada vez que intento hablar con ella, construye algún obstáculo! Cosas en las que nunca pensé siquiera. Sus pesadillas, mis pesadillas. Las de alguien. Las combato. Lo hago. Realmente, lo hago. Pero se necesita mucho espíritu. —Detuvo abruptamente la trituración y miró perdidamente al vacío con tristeza—. Es agotador. Y para cuando lo atravieso, se escabulló. Se despierta a sí misma, y no puedo hablar con ella. No puedo preguntarle por qué me dejó. ¿Sabes? —Los ojos de Nina revoloteaban de mí a Neil—. ¿Sabes por qué se fue? —No —dije suavemente—. Todo lo que sé es que necesitas un poco de descanso en serio. —Empecé a poner una mano sobre su hombro, y se apartó, ira brillando en sus ojos. —No me fastidies —dijo en voz baja—. No vengas aquí y actúes como si fueras mi amigo. —Soy tú amigo, Nina. No importa lo que sucedió o no sucedió entre nosotros, soy tu amigo. Quiero ayudarte.

Su ira al instante volcó a la desesperación. —Nadie puede ayudarme. Nadie puede… espera. —Inesperadamente me agarró del brazo, sus dedos clavándose con asombrosa, e incómoda resistencia—. Tal vez me puedas ayudar. Eres el mejor soñador. Ven conmigo la próxima vez que visite a Olive. Entonces verás… ¡verás cómo está controlando el sueño! Si combinamos nuestros poderes, ¡tal vez seremos lo suficientemente fuertes como para detenerla! ¡Entonces podremos hablar con ella! Negué. —Nina, no hay manera de que ella pueda… Esos dedos se profundizaron en mi brazo. —¡Lo hace, Adrian! Únete a mí, y lo verás. Pensé detenidamente antes de responder. Nina tenía razón acerca de mi siendo el mejor soñador espiritual (eso lo sabíamos), y nunca había visto ningún indicio de un no-usuario del espíritu siendo capaz de tomar el control de un sueño. Nina creía claramente que ese era el caso y que eso le impedía hacer contacto con Olive. No me atrevía a decirlo, pero me preguntaba si Nina últimamente había estado utilizando tanto espíritu que su control vacilaba. Eso explicaría por qué tenía dificultades para forjar una conexión de sueño, y en su estado aturdido, surgió con la idea de que Olive interfería. Sí, pero, ¿qué si ella estuvo utilizando demasiado espíritu? preguntó tía Tatiana. Era una buena pregunta. Mirando por encima de Nina y su estado de confusión, me encontré perdido. Incluso si ella trataba de formar una conexión de sueño espiritual con Olive todos los días, no había manera de que sola pudiera haber conducido a Nina a este estado. ¿En qué más estaba usando magia? ¿O estaba su deterioro mental siendo acelerado por algo más que la magia? ¿Era la culminación de eso y el estrés personal… como la desaparición de Olive y mi rechazo? —¿Adrian? —preguntó Neil tentativamente—. ¿No hay ninguna manera en que consideres ayudar? Sin conocer mis pensamientos, él creía que mi duda era sobre la negativa a ofrecer asistencia. La verdad era que no sabía cómo. Y honestamente, Nina necesitaba mucho más que ayuda con un sueño espiritual. Necesitaba ayuda con su vida.

—Está bien —dije al fin—. Voy a ayudarte a conectar con ella en un sueño, pero solo si duermes un poco. Inmediatamente, Nina comenzó a negar. —No puedo. Estoy demasiado emocionada. Tengo que seguir buscando. Tengo que… —Vas a dormir un poco —ordené—. Estoy trayendo a Sonya aquí y ella te traerá un sedante. Lo tomarás. Y dormirás. —Más tarde lo haré. En este momento, tenemos que llegar a Olive. Está en un horario humano. Irá pronto a la cama, y no puedo dormir. La contactaremos primero y… —No. No hay trato. —Hice mi voz tan firme y severa como pude—. Si ella esperó tanto tiempo, seguirá esperando. Primero dormir. ¡Por el amor de Dios, Nina! Mírate a ti misma. Estás… —¿Qué? ¿Qué? —preguntó, antes de regresar a la mirada febril—. ¿Hecha un lío? ¿Fea? ¿No lo suficientemente buena para ti? —Agotada. —Suspiré—. Ahora, por favor. Llamaré a Sonya. Podrás dormir hoy, y para mañana buscaremos a Olive. Si estás descansada, estarás en mejores condiciones para, eh, luchar contra su control. —Todavía no compraba eso, pero Nina lo hizo, y finalmente cedió. —Está bien —dijo—. Puedes llamar a Sonya. Lo hice, y Sonya se sintió aliviada al oír que hice un progreso, por pequeño que fuera. Prometió venir con algo para ayudar a dormir a Nina, y prometí esperar hasta entonces. Cuando corté la llamada, Nina volvió a su trituración y empezó a tararear lo que sonaba como Sweet Caroline. —Es muy amable de tu parte el ayudarla —murmuró Neil, llegando a estar a mi lado en la habitación—. El sueño le hará bien. Y por mis propias razones egoístas… Bueno, admito que estoy ansioso también por que tengas contacto con Olive. No es que esa sea tú razón principal para hacer esto. —Oye, es una razón suficiente. Todas lo son. —Traté de mantener mi voz ligera, sin suponer exactamente cuán molesto me hallaba por el estado de Nina. Porque si tuviera que ser honesto, no estaba haciendo esto solo por Neil, Sonya, o Nina. Observando a Nina mientras se sentaba allí tarareando, tan claramente fuera de sus cabales… bien, la verdad era, que no fue tan difícil imaginarme en ese estado algún día. Y si llegaba a eso, esperaba desesperadamente que alguien pudiera ayudarme también.





4 Sydney Traducido por Fanny, Jessy y Lizzie Wasserstein Corregido por Lizzie Wasserstein

No recomiendo convertirse en un gato. En sí la experiencia de ser un gato no es tan mala. ¿Pero salir de ello? Horrible. Sentía como si hubiera sido partida en dos. Mis huesos y piel se estiraban y torcían en maneras en que la naturaleza no tenía intención, y cuando había terminado todo, me sentía golpeada y con moretones, como la vez que había caído por volar en las escaleras de niña. Una vaga sensación de nauseas se asentó en la punta de mi estómago, y por un momento de pánico, pensé que vomitaría. El vomito forzado había sido uno de los muchos castigos que los Alquimistas me habían puesto mientras estaba cautiva, y la mera idea de eso, desencadenaba una avalancha de recuerdos desagradables. Por suerte, la sensación pasó pronto, y me sentí más o menos como la antigua yo. —Hay un excelente lugar para comprar café como a unos veinte kilómetros —dijo la Sra. Terwilliger una vez que estaba acomodada y me había puesto el cinturón—. Nos detendremos ahí por algo de gasolina antes de ir a Pittsburgh. Asentí, terminé un mensaje de texto para Adrian, y estiré mis piernas, aun llegando a un acuerdo con el regreso de mi antiguo cuerpo. A mí lado en el asiento, estaba una caja de madera que la Sra. Terwilliger había traído, y me asomé para verla mejor. Fuera de su hechizo para sellarla, no había nada extraordinario sobre ella. En el mes desde la desaparición de Jill, había habido muchas especulaciones sobre quien se la había llevado. Casi siempre, culpábamos a algún Moroi disidente que no apoyaba a Lissa. Sin embargo, esto claramente mostraba evidencia de magia humana, lo que cambiaba todo lo que creíamos. Además de mí, no sabíamos de humanos que usaban magia trabajando con Moroi. Solo podía esperar que este museo ofreciera algunas respuestas, tan poco probable como parecía. Dentro de la caja, las palabras de ese volante me miraban: VEN A JUGAR, SYDNEY.

Una vez que tuvimos nuestro café, el viaje pasó sin eventos, con nuestra única parada siendo una construcción de verano dispersa por la carretera. Honestamente, hubiera sido un placentero viaje por carretera, si no fuera por el hecho de que todos seguíamos nerviosos por la preocupación y tensión. Estaba preocupada de que Adrian pudiera hacer algo imprudente en la Corte. Y, por supuesto, estaba preocupada por Jill. Claramente, Eddie también lo estaba, y más que hacerlo sentir mejor, esta nueva pista, solo había incrementado su agitación. Apenas y nos dijo dos palabras en todo el camino. A pesar de todo, hicimos buen tiempo llegando al Museo del Robot en Pittsburgh en la tarde. Un cartel pintado a mano declaraba que era “famoso mundialmente”, pero ninguno de nosotros había escuchado de él. A juzgar por el vacío estacionamiento, no mucha gente sabía de él tampoco. —Usualmente estamos más ocupados los fines de semana —explicó el encargado en la ventana de admisión. Compramos tres boletos y entramos. —Por favor entren, por favor entren —disparó un robot parado cerca de la entrada. No se movía y había sido parchado con cinta adhesiva en muchos lugares. En sus brazos, sostenía un gran cartel de bienvenida en forma rectangular. La mayor parte del museo estaba dentro de una larga galería que mostraba una surtida variedad de robots usados tanto para entretener como para prácticas de aplicaciones de negocios. La mayoría de las pantallas estaban estáticas, pero algunas estaban animadas, como una línea de montaje mostrando a un robot que revisaba el control de producción. Una cinta transportadora en un bucle sin fin mandaba tazas de cerámica, dando vueltas y vueltas, y pasando una cosa que parecía una caja que pausaba y escaneaba cada una, iluminando luces verdes o rojas, dependiendo si encontraba un defecto. Una habitación contigua mostraba “Una Historia de Robótica” a lo largo de sus paredes. Incluía orígenes mitológicos, como autómatas que servían al dios Griego Hefesto, lo que pensé que era un lindo toque. La mayor parte de la línea del tiempo se enfocaba en el desenvolvimiento en el siglo veinte y veintiuno y terminaba con ¿¿¿EL FUTURO??? Miré esos signos de interrogación por un momento, pensando que tal vez muy bien podrían ser una etiqueta para mi propio futuro. ¿Qué sostenía mi vida? ¿Alguna vez sería capaz de conseguir la universidad y los sueños de viajar por todo el mundo que había albergado por tanto tiempo? ¿O mi vida estaría limitada a una habitación rodeada por vampiros? ¿Estar huyendo era el mejor resultado que podía esperar?

—¿Sydney? La voz de la Sra. Terwilliger me sacó de la habitación de la línea del tiempo, y regresé a la galería principal. Ella y Eddie estaban al lado de una enorme vitrina de cristal como pantalla de lo que parecía un dinosaurio con el doble de mi estatura. Lo reconocí como el del volante, al lado del cual mi nombre había estado escrito. La Sra. Terwilliger con la mano sobre el cristal, me preguntó; —¿Puedes sentir esto? Puse mi mano al lado de la suya y esperé. Después de varios segundos, sentí algún tipo de zumbido de energía. Eddie nos imitó pero luego sacudió su cabeza. —No siento nada —dijo. —Hay un encantamiento en esta pantalla —explicó la Sra. Terwilliger, alejándose. —¿Puedes decir algo sobre él? —pregunté. Ella era más sensible a ese tipo de cosas que yo. Era una habilidad que requería práctica. —No. Necesito abrir esta vitrina. Había una pequeña cerradura sobre la vitrina de cristal que cualquiera de nosotros probablemente podría haber abierto con un hechizo. Por lo que pude ver, no había otra seguridad o alarma electrónica en esta pantalla o en las otras, y honestamente, no estaba sorprendida. Algo me decía que este lugar no tenía el presupuesto para nada de alta tecnología, irónicamente. Como era, ni siquiera tenía aire acondicionado, haciendo el interior caliente y cargado con solo unas cuantas ventanas con mosquiteros para proveer ventilación. —Ah —dijo el encargado, acercándose a nosotros. Probablemente se había aburrido en su lugar—. Veo que están admirando a Raptorbot. Miré sus dientes de metal y ojos rojos. —Es algo más —dije honestamente. —¿Son fans de la película? —preguntó. —¿Qué película? —pregunté. —Raptorbot Rampage —dijo el encargado. —Sí —dijo Eddie casi a regañadientes. La Sra. Terwilliger y yo nos giramos hacia él con sorpresa. Se sonrojó bajo nuestro escrutinio—. ¿Qué?

Fue… bueno, fue asombrosa. La vi con Micah y Trey. El encargado asintió con entusiasmo. —Es sobre un científico cuya esposa está muriendo de una enfermedad incurable. Justo antes de que muera, él construye este robot raptor y se las arregla para transferir el alma de su esposa al robot. Solo que las cosas salen inesperadamente mal cuando hace una matanza desenfrenada. —No pudo haber sido así de inesperado —argumenté—. O sea, ¿por qué construyó un cuerpo de dinosaurio para ella? ¿Por qué no algo más humano? ¿O al menos un animal más amigable? —Porque entonces no hubiera habido mucha película —dijo Eddie. —Todavía tiene que haber una plausible historia de fondo… —dije. Una sonrisa irónica cruzó por las facciones de Eddie, y a pesar de que el tema era absurdo, me di cuenta que apenas y había visto una sonrisa en su rostro desde que Jill había desaparecido. —No creo que en realidad te puedas sentar con una película llamada Raptorbot Rampage y esperar una plausible historia de fondo —dijo. El encargado lucía ofendido. —¿Qué estás sugiriendo? Fue una buena película. ¡Cuando salga la secuela, la gente hará fila afuera de la puerta para ver esta exposición! —¿Secuela? —preguntamos Eddie y yo al unísono. La Sra. Terwilliger se aclaró la garganta. —Lamento interrumpir, ¿pero hasta a qué hora permanecen abiertos hoy? —Hasta las cinco —dijo el encargado, todavía luciendo ofendido de que no mostrara el propio respeto por el Raptorbot. —Gracias —dijo ella—. Creo que hemos visto todo lo que necesitamos. Ha sido una visita agradable. Vámonos, Sydney, Eddie. Desconcertados por su reacción, la seguimos pero no habló hasta que estuvimos en el auto. —¿Qué pasa? —pregunté. —Necesitamos regresar esta noche, después de que hayan cerrado, y romper esa pantalla. —Hablaba en un tono formal y correcto, no como si estuviera sugiriendo un allanamiento de morada—. Me di cuenta que no tenía

caso quedarse y hacernos más memorables. —Probablemente fuimos sus únicos clientes hoy —señalé—. Eso nos hará memorables, eso y tener a alguien que en verdad vio y le gustó Raptorbot Rampage. —Oye —advirtió Eddie—. No juzgues hasta que la hayas visto. Fuimos al centro de Pittsburg y reservamos un hotel, ya que presumiblemente nos íbamos a quedar ahí en la noche. Muchos restaurantes estaban a poco distancia y encontramos un agradable lugar para cenar donde casi podíamos pretender que vivíamos una vida normal. Aun así, sabía que Eddie estaba inquieto. Se ofreció a ir a caminar conmigo después de la cena, y por un momento, estuve tentada. La parte histórica del centro lucía como si fuera divertida de explorar, y era una perfecta noche de verano, cálida y con viento. Luego, pensé en los Alquimistas encontrándome y encerrándome de nuevo, forzándome a repetir su retórica y someterme a sus torturas. Mi pecho se apretó, y sacudí mi cabeza. —Esperaré en nuestra habitación hasta que regresemos al museo. —No saben que estás aquí —dijo suavemente, observándome con ojos cuidadosos—. Y no dejaría que ninguno se acercara a ti de ninguna manera. Sacudí mi cabeza. —Mejor estar seguros. Cuando estaba completamente oscuro afuera, regresamos al museo de robots y estacionamos unas cuadras antes, caminando el resto del camino. Puertas de metal habían sido cerradas y bloqueadas frente a todas las ventanas y puertas, y un cartel advertía que había una alarma electrónica sobre la puerta. —No hay señas de que las ventanas estén provistas con una alarma — dijo Eddie después de inspeccionar de cerca—. De hecho, puedes ver que una de ella sigue abierta detrás de su puerta de metal, probablemente para ventilar el lugar. —A pesar de que era bien entrada la noche, el calor veraniego y humedad todavía eran fuertes. —No hay cámaras dentro, y tampoco ninguna que pueda ver aquí — añadió la Sra. Terwilliger. —Supongo que usaron todo su presupuesto en el Raptorbot —les dije —. No que parezca que está atrayendo clientes. El breve momento de frivolidad de Eddie se había ido, y no respondió

a mi insulto. En su lugar, examinó la puerta de metal frente a la ventana abierta, su expresión de acero. —Si jalo lo suficientemente fuerte, tal vez sea capaz de romper el seguro. —No hay necesidad de usar tu fuerza —dijo la Sra. Terwilliger—. Estoy segura que tengo un hechizo para abrirla. —Y no hay necesidad de usar su magia —dije, caminando hacia adelante. De las profundidades de mi enorme bolso, saqué un pequeño frasco. Mi tiempo encerrada en nuestra suite en la Corte no había sido completamente en vano. Gracias a nuestro amigo con una moral cuestionable, Abe, había sido capaz de conseguir muchos de los componentes que entraban en los compuestos químicos más comunes de los Alquimistas. Había pasado mi larga reclusión construyendo un arsenal de cosas, incluyendo esta, que disolvía metal muy fácilmente. La rejilla de metal era como una puerta pequeña que se deslizaba de un lado de la ventana y se enganchaba al lado opuesto. De hecho, hubiera sido difícil que Eddie la rompiera, pero unas cuantas gotas de la solución sobre el pestillo, lo derritieron, liberando la puerta fácilmente. La abrimos, exponiendo la ventana. Su vidrio estaba arriba, con solo una cortina entre el contenido del museo y nosotros. Eddie sacó una navaja de su bolsillo, cortando la cortina rápida y eficientemente. Hice una mueca a mi pesar. —Como que me siento mal —admití—. A este lugar no le va muy bien, y ahora estamos dañado su propiedad. —Para eso está el seguro —dijo la Sra. Terwilliger—. Además, si nos ayuda a encontrar a Jill, estoy segura que su reina puede hacer una donación a este lugar. Eddie nos ayudó a subir y a pasar por la ventana, y luego siguió con destreza por su cuenta. Dentro, la galería estaba vacía y silenciosa, exactamente como estaba durante las horas ocupadas. El tenue resplandor del señalamiento de salida, igual que la iluminación de las farolas de afuera, proveía suficiente luz para que viéramos una vez que tomamos un tiempo para que nuestros ojos se ajustaran. Inmediatamente fuimos a la exhibición de Raptorbot, y esta vez, dejé que la Sra. Terwilliger conjurara un hechizo sobre la puerta de cristal. Después de que terminó, me pregunté por un momento si tal vez habría algún tipo de hechizo que estuviera metido en mí de nuevo. Entonces escuchamos un ruidoso clic, y la puerta se abrió. Dentro de la vitrina el Raptorbot descansaba encima de un largo estante que también tenía una

puerta y un compartimiento interior. —No está cerrada —dije, estirándome para abrir la puerta más pequeña. —Sydney, espera… —comenzó la Sra. Terwilliger, pero era demasiado tarde. Ya la había abierto. Me quede inmóvil, esperando que toda la cosa explotara. Pero, después de varios tensos segundos, nada sucedió. Exhale con alivio. —Lo siento, no estaba pensando. Ella asintió, todavía incomoda. —Todavía puedo sentir que hay algún tipo de magia aquí. —Tal vez es el objeto dentro de esto —dije. No podía divisar las pertenencias del compartimiento interior y tentativamente extendí la mano en el espacio oscuro, medio esperando que un escorpión me picara. En cambio, las puntas de mis dedos tocaron un gran sobre de papel manila, el cual saqué poco a poco. Mi nombre estaba escrito en él. —La misma escritura —observó Eddie. Asentí con la cabeza en acuerdo. —Sí, en una pena que no tengamos un manera fácil de rastrear… ¿escucharon eso? Podía decir por el rostro de Eddie que su audición más rápida ya lo había registrado. A la Sra. Terwilliger le tomó un poco más de tiempo notarlo —Como un zumbido… —Le echó un vistazo a la cara de metal del Raptorbot—. Desde ahí. El zumbido se hizo más y más fuerte, y Eddie se apresuró hacia adelante a ponerse entre la vitrina y nosotros. —¡Retrocedan! —gritó, justo cuando la boca del Raptorbot se abría y varias docenas de objetos brillantes salían volando. Vinieron hacia nosotros con una fuerza increíble, y caí hacia atrás, aterrizando torpemente de lado. Levante las manos para bloquear el enjambre brillante, pero algunos de ellos seguían rozando mi rostro mientras pasaban. Grité ante el contacto, lo que escocía como una millón de cortes de papel. —¿Qué son? —me las arreglé para exclamar. —Fotianas —gritó de vuelta la Sra. Terwilliger. Ella también había golpeado el suelo y estaba cubriendo su rostro mientras el enjambre se

acercaba para otro pase. —¿Foti-que? —preguntó Eddie. —Son del mismo reino del que proviene Hopper, pero son mucho menos amigables.—Cautelosamente quitó las manos de su rostro para así poder obtener una línea de visión sobre las criaturas—. Piensa en ellas como luciérnagas mutantes. Eddie, siempre dispuesto a improvisar, agarró el cartel de bienvenida del robot parado en la puerta. Blandiéndolo como un bate de beisbol, lo hizo girar hacia las fotianas mientras se acercaban hacia él. Como si compartieran una mente, en enjambre se separó de manera que su “bateo” golpeo mayormente aire. Solo un par de fotianas fueron demasiado lentas. Se desintegraron en chispas cuando fueron golpeadas. Eso era alentador, al menos, pero teníamos a muchas más de ellas pasando. Las cosas se volvieron más complicadas cuando el enjambre se dividió en tres y vino tras cada uno de nosotros. Acababa de ponerme de pie, pero cuando vi al grupo dirigirse hacia mí, en una formación de flecha, incluso, arranqué a través de la habitación y me las arreglé para meterme bajo la mesa de la cinta transportadora justo a tiempo. —¿Cuál es la mejor manera de deshacernos de ellas? —le grité a la Sra. Terwilliger—. ¿Fuego? —Al otro lado de la habitación, podía ver a Eddie continuar golpeando para alejarlas con su cartel, pero su velocidad y agilidad le impedían lograr avances significativos. —No quiero quemar este lugar —gritó de vuelta ella, tratando de esquivar mientras el enjambre que la perseguía pasaba cerca. Barrieron su brazo, desgarrando su manga y dejando pequeños cortes sangrantes visibles en la piel debajo. Tan pronto como tuvo alguna distancia entre ella y ellas, levantó las manos y coreó un encantamiento en latín que nunca antes había escuchado. Cientos de diminutos cristales brillantes aparecieron en el aire ante ella, y con otra orden, los envió volando hacia las fotianas. Donde los cristales golpearon, las “luciérnagas mutantes” se desvanecieron en chispas. El enjambre persiguiéndome voló bajo, intentando que saliera corriendo de debajo de la mesa. Las alejé con la mano, consiguiendo que picaran mi mano en el proceso, mientras analizaba el hechizo de la Sra. Terwilliger. Había sido muy similar en palabras y se sentía mi viejo amigo el hechizo de bola de fuego, con solo algunas diferencias notables. Era un hechizo de hielo, me di cuenta. Lanzaba con suficiente fuerza, trozos de hielo

que podrían tener el impacto de pequeñas máquinas de afeitar. Me escurrí de debajo de la mesa e intenté poner algún espacio entre mi enjambre y yo. Detrás de mí, escuché a la Sra. Terwilliger una vez más repitiendo el hechizo. Esperando tener las palabras memorizadas, intenté la misma hazaña, utilizando los mismos movimientos y gestos que usaría para el hechizo de la bola de fuego. El poder corrió a través de mí, y cristales de hielo se dispararon hacia adelante ante mi orden. Pero mi puntería no era tan buena como la de la Sra. Terwilliger. A pesar de que la estructura del hechizo era similar a la de la bola de fuego, la sensación de ello era diferente y requería práctica. Solo me las arreglé para liquidar unas pocas fotianas en esa ocasión pero tuve más suerte en mi segundo y tercer intento. Cada vez que me detenía a lanzar nuevamente el hechizo, no perdían la oportunidad de venir hacia mí, provocando más irritación y dolor. Las apartaba con la mano y lanzaba el hechizo otra vez, reduciendo poco a poco sus números. Perdí la noción del tiempo hasta que vi un segundo grupo de cristales unirse a los míos cuando los envié hacia una significativamente menor bandada. Por el rabillo del ojo, vi a la Sra. Terwilliger agitar sus manos. Un momento después, Eddie llegó a grandes zancadas también, todavía blandiendo el cartel. Ambos habían derrotado a sus respectivos enjambres. El mío era el único que quedaba, y en minutos, mis amigos me ayudaron a acabar con el último de ellos. Sin el zumbido, la habitación de pronto adoptó un extraño silencio. Todos nos quedamos quietos, pechos levantándose y cayendo pesadamente, mientras mirábamos alrededor de la habitación en penumbra en busca de señales de peligro. Los rostros de Eddie y la Sra. Terwilliger mostraban cortes y rasguños donde las fotianas los habían tocado, y por el escozor de mi piel, asumía que me veía igual. Estábamos vivos, sin embargo, y la amenaza parecía ser neutralizada por ahora. —¿Dónde está el sobre? —preguntó al fin Eddie. Me apresuré hacia donde lo había dejado caer, atrás junto al Raptorbot, quien acababa de sobrevivir a nuestro altercado desde su pantalla elevada. Los cristales de hielo se habían derretido en charcos en el suelo, y una esquina del sobre estaba empapada como resultado. De otro modo, parecía en buen estado. Lo llevé hacia mis amigos y me volví hacia la Sra. Terwilliger antes de abrirlo. —¿Siente algo? —pregunté. —Si hay un hechizo, está ingeniosamente oculto. —Ella levantó la

mano y una pequeña ráfaga de fuego apareció en su palma—. Estaré lista, por si acaso. El sobre era pesado y voluminoso, así que no estuve completamente sorprendida cuando encontré un ladrillo en el interior, a pesar de que no tenía idea de cuál podría ser su propósito. Parecía estar fabricado de algún tipo de piedra arenisca. Les eché un vistazo a mis compañeros para ver si tenía sentido para ellos, pero se veían igual de confundidos como yo me sentía. Hurgué de nuevo en el sobre y saqué un mapa del lago Ozarks de Missouri. —Realmente no esperaba eso —comenté, escaneando para buscar algún escrito o pistas. No había nada. La ira llenó los rasgos de Eddie, mezclada con algo que yo también sentía: decepción. No había sabido qué descubriríamos aquí, pero había una parte secreta de mí que había esperado un milagro y que encontraríamos a la mismísima Jill. En vez de eso, todo lo que teníamos para mostrar por este viaje eran algunos cortes y más pistas cripticas. Sacudí el sobre. Se sentía vacío. —¿Qué diablos quiere decir esto? —reflexionó la Sra. Terwilliger, quitándome el mapa. —Significa que alguien está jugando con nosotros —gruñó Eddie. Pasó una mano por su sudorosa frente, manchándola con sangre en el proceso —. Por lo que sabemos, Jill ni siquiera está involucrada en esto, y alguien nos está haciendo creer que la tienen. Miré dentro del sobre, y mi corazón se hundió cuando me di cuenta que no estaba vacío después de todo. —Me temo que no. —Metí la mano en él y saqué el último elemento del sobre. Incluso en la escasa iluminación, no había duda de lo que era esto: un largo mechón rizado de cabello castaño claro. Y no había ninguna duda de a quién pertenecía—. Quien sea que está haciendo esto, definitivamente tienen a Jill.



5 Adrian Traducido LizC, Lizzie Wasserstein, Jenn Cassie Grey y PaulaMayfair Corregido por Lizzie Wasserstein

Tomó cada pedacito de mí ya cuestionable autocontrol no escribirle y llamar constantemente a Sydney por los avances. No me había dado cuenta de lo duro que su ausencia me golpearía. No era solo echarla de menos, aunque eso era sin duda parte de ello. Me había acostumbrado a despertar con ella cada mañana, verla por ahí en las comidas y otras partes comunes de la vida. Ahora, no solo tenía que pasar el tiempo sin ella; tenía también que asegurarme constantemente que ella no estuviera en las garras de los Alquimistas. —No debería haberla dejado ir sola —le dije a mi mamá al día siguiente. Ella levantó la vista de su punto de cruz. Era una afición que había tomado para pasar el tiempo y era solo un poco menos sorprendente que todo lo demás ocurriendo en nuestras vidas recientemente. —Te preocupas demasiado, querido. Si hay una cosa que puedo decir de mi nuera humana, es que ella es increíblemente ingeniosa. Dejé de pasearme. —¿De verdad lo crees? Una sonrisa irónica se desplegó sobre los labios de mi mamá. —¿Estás sorprendido de que tenga algo bueno que decir de ella? —Sí, un poco —admití. Mi madre nunca había protestado abiertamente sobre mi relación con Sydney. En realidad, no había habido oportunidad. Yo simplemente había aparecido en la Corte con una esposa a cuestas, y nadie había sido capaz de separar a aquellos que el estado de Nevada había unido. Mi madre no había recibido a Sydney exactamente con los brazos abiertos, pero también había estado a nuestro lado cuando otros, incluyendo a mi propio padre, nos habían dado la espalda. Siempre había asumido que mi mamá no lo aprobaba pero estaba simplemente haciendo lo

mejor de una mala situación. —Estaría mintiendo si dijera que siquiera, en algún momento de mi vida, quise que te cases con una humana—dijo después de un momento de consideración—. Sin embargo, sé que el camino que recorres en la vida no es fácil. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Me he dado cuenta de eso desde que eras un niño. Y también he sabido que con quienquiera que terminaras tendría que ser alguien muy especial, alguien capaz de hacer frente a esos desafíos contigo. ¿Esta chica? ¿Sydney? Es alguien así. He entendido todo eso este último mes. Y prefiero que tengas una compañera digna que es humana a una Moroi que no puede ayudarte a compartir tus cargas. Mi mandíbula casi cayó al suelo. —Mamá, creo que eso es lo más sentimental que te he oído decir. —Cállate —dijo—. Y deja de preocuparte. Ella es competente y talentosa. Y no está sola. Tiene a un guardián y a esa extraña mujer humana con ella. Logré una leve sonrisa, pero no me atreví a decirle a mi madre que Sydney, sin importar cuán competente y talentosa era, no había sido capaz de eludir a los Alquimistas antes. De hecho, cuando había sido capturada inicialmente, Eddie había estado con ella. Él había sido mortal y feroz, como de costumbre… pero no había sido suficiente. Un golpe en la puerta me salvó de seguir reflexionando pero presentó una nueva serie de otros problemas. Le había prometido a Nina que podíamos ir en busca de Olive más tarde, pero todavía faltaban un par de horas para eso. Sonya me había asegurado que el sedante que le había dado a Nina para ayudarla a dormir duraría un poco, pero por lo que yo sabía, ya había desaparecido y encontraría a Nina fuera de mi puerta con esos ojos locos, exigiendo que fuéramos a dormir en este preciso momento. Pero cuando abrí la puerta, fue a Rose a quien encontré en su lugar. No estaba seguro de si sentirme aliviado o estar en guardia. Lo último que sabía era que había estado lejos de la Corte. —Hola —le dije—. ¿Qué pasa? Ella estaba claramente fuera de servicio ahora, vestida informalmente con jeans y una camiseta en lugar de los trajes blancos y negros que los guardianes llevaban para ocasiones formales. Ella se echó la melena de cabello marrón oscuro sobre un hombro y sonrió. —Oí que han estado encerrados aquí, así que pensé en hacerles una

visita, chicos. Traté de no estremecerme ante el “chicos”. —Pensé que Dimitri y tú estaban fuera buscando a Jill —dije, con la esperanza de desviar la atención de nosotros. Parte de su entusiasmo se atenuó ante eso. —Lo estábamos… pero no estábamos teniendo mucha suerte. Así que Lissa nos hizo volver y comprobar a unos cuantos miembros de la realeza que siempre han estado en contra de ella, en caso de que pudieran haber secuestrado a Jill. Esas eran noticias. —¿Crees que hay algo de verdad en ello? —Probablemente no —dijo Rose—. Y Lissa también sabe que es algo improbable. Pero quiere agotar todas las pistas. Di un paso atrás. —Bueno, no quiero retenerte de eso… Su sonrisa volvió. —No lo haces. Ya nos hemos puesto en eso algunas horas hoy y no puedo hacer nada más hasta que uno de los lords en cuestión vuelva mañana. Así que ahora estamos haciendo algo más productivo. Busca a Sydney, y te mostraré. —Ella está, uhm, dormida en este momento —mentí. —¿Dormida? Es mediodía. —De nuestro día —le corregí—. Todavía está en horario humano. Rose pareció comprensiblemente derribada. —¿En serio? La última vez que estuve aquí, pensé que se había adaptado bastante bien. —Echa de menos el sol —expliqué. —¿En serio sale? —Bueno, no… pero es el principio de la cuestión. Es una cosa humana. —A juzgar por la expresión cada vez más desconcertada de Rose, realmente no estaba haciendo un buen trabajo en encubrirnos, así que decidí cortar por lo sano—. Mira, por qué no me muestras lo que sea que tienes, y yo

le dejaré una nota a Sydney. —Supuse que era mejor que Rose no propusiera esperar hasta que Sydney despertara. —Seguro —dijo Rose—. Podemos sacarla en otra oportunidad. Le hizo un gesto hacia el pasillo. —Después de ti. —¿No tienes que dejar la nota? —preguntó intencionadamente. —Uh, cierto. Espera. —Volví al interior y dejé a Rose en el pasillo. Después de permanecer allí durante aproximadamente medio minuto, abrí la puerta otra vez y me uní a ella—. Todo listo. Rose me llevó a una sección de la Corte generalmente reservada para las actividades de los guardianes. Estaba cerca de su sede y algunas de sus viviendas. Más importante aún, era donde entrenaban, y era uno de sus campos de entrenamiento a donde me conducía ahora. Solo que, cuando llegamos, no había un grupo de dhampirs esperando. Era un grupo de guerreros Moroi. —Bueno, estaré condenado—dije. Lo dije como un cumplido. Hace siglos, durante el tiempo en que humanos y Moroi se mezclaban, los Moroi también habían sido parte de su propia defensa. Habían utilizado magia elemental como arma, luchando contra los Strigoi por sí mismos. Con el tiempo, los dhampirs se habían apoderado de los deberes de protección, y el uso de la magia para algo más que trucos de salón se había convertido en tabú entre los Moroi. Entre muchos de los otros cambios sugeridos recientemente en la política Moroi, encargarse de la defensa propia, una vez más con medios mágicos a menudo terminaba en una discusión. Ahora lo estaba viendo en la práctica. Había cerca de dos docenas de Moroi aquí ahora mismo, divididos en cuatro grupos, cada uno llevando un color diferente. Estaban haciendo ejercicios que podrían haber venido directamente de la escuela de Malachi Wolfe, maniobras defensivas y combates cuerpo a cuerpo. Un par de guardianes estaban asesorándolos, reconocí a uno de inmediato, incluso de espaldas a mí, gracias a su altura y su abrigo de cuero marrón. Dimitri Belikov se acercó a nosotros, ofreciéndome su mano para saludar. —Adrian —dijo efusivamente—. Aún no tenemos una escuadrilla de espíritu. ¿Te gustaría liderar una? ¿Encontrar algunos reclutas? La primera persona que vino a mi mente fue Nina, quien estaba ya

potencialmente enloqueciendo por el uso del espíritu. El pensamiento de liderarla en combate era desconcertante. Por fin, un papel de liderazgo para ti, comentó la tía Tatiana. Negué con la cabeza. —Gracias, pero no gracias. Ya tengo un montón en mi plato. —¿Dónde está Sydney? —preguntó—. Pensé que le gustaría ver esto. —Está dormida —dijo Rose amablemente. Al ver la sorpresa de Dimitri, le expliqué. —Está en horario humano. Pero tienes razón, a ella le hubiera gustado ver esto. En otra ocasión. —En otra ocasión —acordó Dimitri—. Mira, están a punto de comenzar. —¿Comenzar qué? —pregunté. Un guardián que no conocía acababa de terminar de levantar algunos maniquís de práctica en un extremo del campo. Llamó a cada grupo, y vi con asombro a medida que cada uno demostraba cuán mortales podían ser los elementos. Los usuarios del agua enviaron potentes explosiones de agua a sus maniquís, derribándolos de un solo golpe. Los usuarios de tierra hicieron tambalear el suelo y también convocaron piedras y tierra como armas. Los usuarios de aire convocaron ráfagas de viento que habrían derribado a un rival vivo por completo. Algunos de ellos fueron incluso capaces de utilizar el aire para levantar objetos como armas. Y los usuarios de fuego… bueno, su capacidad destructiva fue bastante obvia cuando uno de los maniquís quedó completamente en llamas. —Solo una demostración, por favor —gritó el guardián con cansancio —. Aún no necesitamos acabar con nuestras provisiones de maniquís. —Lo siento —dijo una voz alegre que reconocí. Christian Ozera estaba allí de pie entre los usuarios vestidos de rojo fuego, y desvaneció las llamas con una mirada. Después de las demostraciones separadas de poder elemental, los guerreros entonces mostraron cómo podrían utilizar los elementos juntos. Los usuarios de aire ayudaron a congelar el agua convocada por los usuarios del agua. Los usuarios de tierra atraparon a los maniquís en el suelo, permitiendo a los usuarios de fuego arremeter hasta matar. (Esto dio lugar a otra casi destrucción de un maniquí cuando Christian nuevamente se tornó demasiado

receloso con sus llamas. “Lo siento”, repitió, no sonando arrepentido en lo más mínimo.) Por último, concluyeron con una demostración de las maniobras mano a mano que les había visto practicar cuando llegué. Los Moroi no eran tan fuertes físicamente como los dhampirs, pero estaba claro que este grupo había puesto una gran cantidad de esfuerzo entrenando. No hubiera querido ir en contra de cualquiera de ellos en una pelea. Demostraron movimientos que cualquier guardián habría estado orgulloso de dominar e incluso mostraron cómo trabajar en ataques elementales. En definitiva, se trataba de un despliegue impresionante. —¿Y bien? —exigió Christian entonces. Él llegó a grandes zancadas hacia nosotros en el banquillo cuando el despliegue terminó—. ¿Crees que van a ganar contra ellos? Una pequeña chica rubia en azul caminó a su lado, y estuve complacido, aunque no sorprendido, que Mia Rinaldi fuera una líder entre los usuarios del agua. —Eso fue impecable —concordó ella—. No hay manera de que no puedan aprobar un programa ahora. —¿De qué estás hablando? —pregunté —Esto fue solo un calentamiento —explicó Christian—. Sin un juego de palabras. Vamos a mostrar esto al Consejo Moroi esperando que aprueben un programa que podamos llevar a todas las escuelas Moroi, para reclutar y entrenar más personas para la causa. Los ojos azules de Mia brillaron. —Además queremos obtener la aprobación para lanzar algunas fiestas privadas para la caza de Strigoi. —Bueno, tendrás mi voto —dije honestamente—. Parece como si quisieras poner a los guardianes fuera del negocio. —No nos dejemos llevar —se burló Rose—. Pero tienes razón, ellos han recorrido un largo camino. Ahora solo tenemos que obtener la aprobación del consejo. Lissa ya está a bordo. —Por supuesto que lo está —dije—. Porque es joven y progresiva. Los otros… podrían tener más resistencia al cambio. Incluso con una demostración tan impresionante como esta. Rose asintió, entendiendo perfectamente como incluso los mejor

intencionados Moroi se aferraban a las tradiciones. —Esperaba que Sydney tal vez tuviera algunos argumentos lógicos que podamos usar para abogar en nuestra causa. Reí entre dientes ante eso. —Estoy seguro que los tendrá. —¿Dónde está Sydney de todas formas? —preguntó Christian. —Dormida —dijimos Rose y yo al unísono. Tan fascinantes como esos guerreros Moroi eran, temía más preguntas sobre Sydney viniendo hacia mí. Eso y una mirada a mi reloj me dijeron que pronto sería tiempo de ir a caminar en los sueños con Nina. —Debería regresar —dije—. Gracias por dejarme ver esto. —Feliz de hacerlo —dijo Rose, conduciéndome de vuelta a la parte principal de la Corte—. Averigua cuando sería un buen día para Sydney, y encontrémonos de nuevo, para más tiempo amistoso de humanos. Apreté mis dientes, odiando las mentiras. —Hablaré con ella y te lo diré. Rose me acompañó, y podía decir que pensaba que era extraño que la mantuviera fuera de la habitación. Culpé a Sydney por ser una persona de sueño ligero, lo que Rose pareció aceptar en su mayoría. Cuando finalmente se fue, encontré que la emoción de la demostración y la profundización de las mentiras me habían dejado inquieto e incómodo, haciendo difícil que durmiera cuando me arrastré dentro de la cama. Era además el mediodía del día vampírico para mí, lo que enrollaba más las cosas, pero Nina había dicho que Olive estaba con el horario humano, así que estaría dormida ahora. Cuando treinta minutos pasaron moviéndome y girando en la cama, recibí un mensaje de texto de Nina, diciéndome que no podía alcanzarme en el sueño. Tengo problemas para dormir. Escribí de regreso. Obtuve bastantes sedantes de Sonya si necesitas uno respondió bromeando. Soy feliz de compartir. Sonreí, anhelante de un momento de la sencilla amistad que solía tener con Nina. No gracias. Solo dame un poco más de tiempo. Eventualmente, me las arreglé para relajarme y flotar a la deriva del sueño por mí mismo. Había pasado un tiempo desde que cualquier usuario de espíritu me había empujado en un sueño. Usualmente, yo era el creador de los

sueños, creando los planos e invitando a otros a unírseme con el poder del espíritu. Mis alrededores se materializaron alrededor de mí, solidificándose en un entorno campestre frente a una linda casa blanca. Más allá de ella, una cerca encerraba un prado donde caballos pastaban ociosamente en la morada y naranja luz de la puesta de sol. Aves cantaban canciones de la tarde, y una cálida brisa acariciaba mi piel. —La casa de mi papá en Wisconsin —dijo una voz detrás de mí. Me giré y encontré a Nina acercándose a mí a través del largo pasto del frente de la casa. Se veía un millón de veces mejor que la última vez que la vi, con su cabello rizado tirado en una coleta y un vestido de verano color lavanda sobre su delgada figura. Esperaba que esto reflejara un mejoramiento en el mundo despierto y no fuera una simple ilusión del sueño. —Es linda —dije honestamente—. La clase de lugar donde los niños sueñan con crecer. Ella sonrió ante eso. —Solo podíamos venir en el verano. Teníamos algunos amigos de la familia quienes eran de la realeza inferior, y ellos se nos unían con sus guardianes. De otra forma, habría sido muy peligroso venir aquí, está bastante alejado, pero nunca sabes. No tuvo que terminar ese pensamiento. Nina y Olive eran medio hermanas, compartiendo a su padre Moroi. Porque él no era de la realeza, no había recibido protección de guardianes, así que Olive la dhampir se había protegido a sí misma, y había sido transformada en Strigoi durante un ataque. La magia del espíritu de Nina la había traído de vuelta. Era una rara distinción que Olive compartía solo con un par de otras personas, Dimitri y Sonya, para ser precisos. —¿Deberíamos traer a Olive aquí? —pregunté, sin querer que Nina se metiera en feos temas del pasado. Ante mi pregunta, creo, su ceño se frunció. —No es así de simple… ya verás. Quiero decir, tal vez será diferente contigo aquí. Espero. Yo aún no comprendía completamente cual era el problema pero decidí esperar y ver qué pasaba. Realmente, si Olive estaba dormida, esto debería ser como un pedazo de pastel. Nina debería ser capaz de usar el espíritu para traer a Olive a su casa de campo, tal como me había traído a mí. Nina se tensó, mirando hacia el prado de los caballos, y pude sentir la magia del espíritu brotando de ella mientras intentaba hacer una conexión con el sueño de su

hermana. Tan lejos, tan bien. Unos pocos momentos más tarde, una forma translucida comenzó a materializarse cerca de nosotros. Reconocí la corta postura de Olive, sus cabellos oscuro y su piel cobriza. Un manto ondulante se arremolinaba a su alrededor, ocultando lo que sabía era una complexión más musculosa que la de su hermana. Los ojos de Olive se ampliaron mientras se daba cuenta de qué era lo que estaba pasando. —No Nina. Por favor. No de nuevo. Normalmente, este sería el punto donde Olive estaría completamente solidificada y estaría de pie con nosotros. En lugar de eso, el escenario del campo comenzó a desdibujarse en la distancia, creciendo cada vez más, insustancial. Posé mi mirada de regreso a Nina. —¿Qué es lo que estás haciendo? Suspiró. —No estoy haciendo nada. Eso es lo que he estado tratando de decirte. El hermoso paisaje verde desapareció, remplazado por un negro, cenizo terreno que estaba lleno de rocas. La ladera de una montaña se alzaba abruptamente entre nosotros, subiendo cada vez más hacia el cielo cubierto con nubes de tormenta. Ocasionalmente destellos de relámpagos danzaban entre las nubes. No había señal de Olive. —¿Qué es esto? —exclamé—. ¿Nos transportamos a una película distópica? La expresión de Nina era severa. —Estamos en Hawái. Miré a mi alrededor. —Odio estar en desacuerdo, pero cuando pienso en Hawái, pienso en palmeras y bikinis. Nina miró abajo hacia sus pies, y un momento más tarde, sus sandalias se transformaron en tenis. Comenzó a escalar la pendiente. —Es un volcán que visitamos en vacaciones cuando éramos niñas. —Eso no parece tan malo —dije, siguiéndola cuidadosamente—. ¿Pero porque cambiarlo? La granja era agradable. —Yo no lo cambié —dijo claramente frustrada—. Olive lo hizo.

—Olive no es un usuario del espíritu —protesté—. Ella puede cambiar su vestimenta, sí, pero no algo así de grande. —De alguna forma, ella tomó el control del sueño de mí. Lo hace cada vez. Quiero decir, puedo hacer cosas pequeñas como estas. —Se detuvo e hizo un gesto hacia sus zapatos—. Pero no puedo mandarnos de regreso o sacar a Olive. —¿Dónde está? —Escondiéndose en alguna parte. —Nina dio un vistazo alrededor y señaló a un oscuro agujero a un lado del volcán—. Probablemente ahí. Eso no era parte del volcán real que vimos. Ella debió crearlo. Mi mente estaba tambaleándose mientras me acercaba a la cueva con ella. Lo que estaba diciendo era imposible. Olive no podía tener poder en sus sueños a menos que Nina se lo cediera. —¿Cómo? —pregunté—. ¿Cómo está haciendo esto? ¿Crees que tiene que ver con que haya sido restaurada de ser una Strigoi? ¿Por ser infundida con el espíritu? Nina sacudió su cabeza. —No lo creo. De hecho no la siento usando el espíritu. Es casi como si estuviera controlándolo por… su voluntad. Traté de envolver mi cabeza alrededor de eso mientras nos deteníamos al frente de la cueva. —¿Ahora qué? —Ahora —dijo Nina—, ella probablemente se esté escondiendo de nosotros aquí. Pero si es como los otros lugares a los que ella me ha traído en sueños, probablemente podamos solamente caminar dentro y…—Un rugido dentro en la profundidad de la cueva, cortó sus palabras. Instintivamente, di unos cuantos pasos hacia atrás—. ¿Qué demonios es eso? Nina se veía más cansada que asustada. —No lo sé. Algo terrible. Algo para asustarnos. Sus palabras se realizaron cuando una gran figura con forma de hombre hecha de bloques negros avanzó fuera de la cueva, sus ojos rojos brillando. Era una cabeza completa más alto que yo y el doble de ancho. Se detuvo frente a nosotros, golpeando su pecho, y dejó salir otro rugido. —¿Habías visto esto antes? —exclamé.

—No exactamente —dijo Nina—. La última vez ella mandó un enjambre de murciélagos. Antes de eso fue alguna clase de hombre lobo. —Hiciste este sueño —insistí, echándome hacia atrás mientras el monstruo de lava, a falta de un término mejor, se aproximaba—. Consigue controlarlo. —No puedo. No con mis pensamientos, al menos. Tenemos que hacerlo a la forma antigua. —Sentí la magia del espíritu surgir de ella nuevamente, y una estaca apareció en sus manos. Sin ninguna advertencia, cargó hacia adelante y balanceó el arma hacia el monstruo. Mientras lo hacía, sentí más espíritu encenderse dentro de ella. De hecho, pareció que fue la magia del espíritu la que arremetió contra el monstruo, más que la estaca. La criatura rugió de dolor, y gritos aparecieron cuando la estaca golpeó. —¡Dijiste que me ayudarías! —gritó, claramente molesta. Había dicho eso, pero ciertamente no había esperado que fuera de esta manera. Antes de que pudiera firmar por una paliza sin sentido, o algo así, convoqué mi propia magia y traté de cambiar el escenario a algo más agradable. Pero cuando traté de hacerlo, encontré firme resistencia y entendí mejor lo que Nina decía. No era exactamente el espíritu lo que sentí manteniendo el sueño en este lugar… pero era bastante como voluntad o intención, justo como había dicho. Incapaz de alterar el contexto más amplio del sueño, la imité y usé una pequeña explosión del espíritu para crear una estaca para mí mismo. Usualmente no era violento por naturaleza, y mientras me balanceaba hacia el monstruo de lava, en el cual Nina había hecho un progreso significativo, me recordé a mí mismo que esta solamente era una creación de un sueño y no una cosa viva. Cuando mi estaca golpeó la piel rocosa de la criatura, casi me caí hacia atrás por la sacudida del impacto. Hizo vibrar mis huesos y dientes…y pareció que no hizo alguna diferencia al monstruo de lava. Nina hizo una pausa para mirarme. —Necesitas llenarte del espíritu cuando lo golpees —explicó con frustración—. Esa es la forma de pelear contra eso. Ella estaba ciertamente practicando lo que había dicho. Rebosante de mágica, era como una antorcha del espíritu al lado de mí, y fui lanzado un poco hacia atrás por la cantidad que estaba ejerciendo. No era bastante severo ante el estallido usado para restaurar a un Strigoi o traer de regreso a los muertos, pero era algo notable estar sosteniéndolo y reteniéndolo por un extendido periodo de tiempo. De mala gana, convoqué algo del mío, ni de

cerca la misma cantidad que ella estaba usando, y lo usé para golpear a la criatura cuando balanceé mi estaca. Esta vez, también se quebró la superficie. —¡Más, más! —chilló Nina. —No hay necesidad —dije—. Esto aún tiene un impacto, sin usar mucha magia. Solamente toma un poco más. —¡No tenemos el tiempo! No entendí a lo que se refería hasta que nuestros esfuerzos colectivos finalmente derrotaron al monstruo de lava, y este se desmenuzo en polvo ante nosotros. Nina corrió a toda velocidad dentro de la cueva, y sin la criatura, pareció que había recuperado el control del sueño. El escenario alrededor de nosotros cambió, y de pronto estábamos corriendo hacia la blanca casa de campo en Wisconsin. Apenas pude obtener la vista de Olive en una sombría esquina de la sala de estar, su cuerpo con el mismo manto ondulante de antes. —¡Olive! —gritó Nina—. ¡Muéstrame dónde estás! —Más poder surgió a través de ella, y la habitación comenzó a parpadear. Pude sentir un poco lo que estaba haciendo, y estaba anonadado. Estaba tratando de hacer que el sueño reflejara los alrededores de Olive, algo que ni siquiera sabía que era posible. Pero Olive se estaba desvaneciendo ante nuestros ojos. —Lo siento, Nina. Por favor, por favor para de tratar de encontrarme. Es mejor de esta manera. —¡Olive! Era demasiado tarde. Olive se desvaneció, y la habitación dejó de temblar. Se estabilizó, quedando firmemente una pequeña sala de estar campirana y ofreciendo ninguna pista sobre a dónde había ido Olive. Derrotada, Nina se dejó caer en una silla de mimbre, lágrimas en sus ojos. —Se despertó a sí misma. Eso es lo que siempre pasa. Lanza algún obstáculo para que luche contra él, y eso me distrae de hacer que el sueño me muestre donde está. Mientras lucho, se las arregló para despertarse a sí misma y escapar del sueño. —Nina volvió su acusadora mirada hacia mí—. ¡Si nosotros la hubiéramos derrotado más rápido, no habría tenido tiempo de despertar! ¡Deberías haber usado más espíritu para destruir ese monstruo! Nina, aunque obviamente molesta, se veía bastante estable aquí en el mundo de los sueños. Pensando en el otro día, sin embargo, sabía que ella misma en el mundo real era otro asunto.

—No creo que sea una buena idea —dije lentamente—. Creo que el uso de todo este espíritu ha estado teniendo un, uhm, efecto perjudicial sobre ti con el tiempo. —Si me hubieras ayudado, realmente ayudado, solo tendíamos que hacerlo una vez. Si podemos arrinconarla, podemos hacer que el sueño nos muestre donde está. —Sí, sobre eso —le dije, sentándome a su lado—. ¿Dónde aprendiste a hacer eso? ¿Hacer que el sueño muestre dónde está? —Eso hubiera sido increíblemente útil cuando estaba tratando de encontrar a Sydney. Nina se encogió de hombros. —Puedes hacer que una persona aparezca como están en la vida real, ¿cierto? Estaba experimentando un día y canalizado el espíritu a través de ella de una manera que hizo que el ambiente del sueño reflejara simplemente el lugar en el que estaba. —No estoy seguro de que “simplemente” sea la palabra que usaría — comenté—. Eso implicó un montón del espíritu también. Y me pregunto… ¿Ella comenzó a controlar el sueño después? ¿Le diste inadvertidamente el control a ella? Era obvio que Nina no había pensado en eso. —Yo… No sé. Tal vez lo hice… Pero, ¿de qué otra forma se supone que voy a saber dónde está? —¿Tratando de hablar con ella? —sugerí. Dio un puñetazo al brazo de mimbre. —¡Tengo que! Ella no me va a ver. Esta es la única manera. Algo está mal, y tenemos que averiguar qué. Tenemos que intentarlo de nuevo. Solo la próxima vez… —Espera, espera. No puede haber una próxima vez —advertí—. Vas a consumirte a ti misma. ¿Has hecho esto todos los días por cuánto tiempo? Su mirada se volvió distante. —No lo sé. Meses. Hice una mueca. No es de extrañar que estuviera enloqueciendo. —No más espíritu. Me miró, su mirada suplicante.

—Tengo que hacerlo. ¿No puedes entender eso? ¿Sabes lo que se siente no saber lo que le ha pasado a alguien que te importa tanto? Jill, pensé con una punzada. Nina debe haber visto algo en mi expresión, porque de repente se iluminó. —¡Ayúdame! Ayúdame, Adrian, y juntos vamos a tener suficiente espíritu para vencerla. Puedo dejar de hacer esto todos los días. Voy a averiguar qué ha pasado con ella. Por favor. Pensé en las preocupaciones de Sonya sobre Nina. Entonces pensé en Sydney, advirtiéndome sobre ser cuidadoso con el espíritu. Estaría en suficientes problemas si ella se enterará de este estallido de uso del espíritu. Lentamente negué con la cabeza. —No puedo. No debería incluso haber hecho esto. —Si trabajamos juntos, no requerirá tanto de cualquiera de nosotros — rogó Nina—. Por favor, ayúdame. Te ayudaré a cambio. ¿Hay algo que necesites? Ayúdame a encontrar a Olive, y haré lo que sea. Empecé a sacudir la cabeza de nuevo, entonces me detuve mientras una idea me golpeaba. —No —dije, más para mí mismo que para ella—. No. Ella se puso de pie. —Hay algo, ¿no es así? ¡Dime! Dudé, sabiendo que realmente no debería ir por este camino. Pero su oferta de ayuda me había hecho pensar en una cosa que quería mucho: volver con Sydney. —Necesito salir a escondidas de la Corte sin que nadie sepa. Y luego necesito hacer que la gente piense que estoy todavía aquí, con mi mamá. —Hecho —dijo Nina—. Puedo hacer eso. Fácil. —Nina… —Mira —dijo—. Puedo ayudarte ahora mismo, en este preciso minuto, a salir de la Corte. Sería un fácil hechizo de coacción. Entonces me puedes encontrar en un sueño para encontrar a Olive, donde quiera que estés. —Eso es lindo de tu parte —dije con cansancio—. Pero eso no va a convencer a la gente de que todavía estoy viviendo aquí. Una sonrisa maliciosa cruzó sus labios.

—Puedo hacer eso también. Si tu mamá me deja quedarme con ella. Voy a usar la coacción en quienes vengan a buscarte para que piensen que te vieron. Voy a hacer que los trabajadores del alojamiento de invitados crean verte yendo y viniendo. Nadie sospechará nada. Por favor, Adrian. —Me apretó la mano—. Vamos a ayudarnos el uno al otro. Retiré mi mano, poco dispuesto a admitir lo tentado que estaba. Me estaba ofreciendo la única oportunidad que tenía para unirme a Sydney, algo que quería tanto como para considerar ignorar todas las advertencias sobre el uso de espíritu. Pero ¿cómo iba a someternos a cualquiera de nosotros a más magia? Especialmente a ella. Era egoísta. —Es demasiado peligroso —dije. —No me importa —dijo obstinadamente—. Voy a seguir intentando ya sea que me ayudes o no. Olive es todo para mí. Y Sydney es todo para mí, pensé. Desesperadamente, traté de encontrar la manera de conciliar la culpa que sentía acerca de tomar la ayuda de Nina. Ella había dicho que seguiría yendo tras Olive, ¿cierto? Bueno… si la ayudaba a encontrar a Olive y hacía que se detuviera, haría que Nina en realidad utilizara menos espíritu. Eso era algo bueno… ¿cierto? Tomé una respiración profunda y la miré a los ojos. —Si intentamos esto otra vez… déjame manejar la mayor parte del espíritu. —Pero ambos… —Ambos lo haremos —dije—. Y solo estamos haciéndolo una vez, no todos los días. Si hago el trabajo pesado una vez, no me afectará tanto. Tú aumentas, un poco. Pero eso es todo. No puedes seguir lastimándote. Extendió su mano hacia la mía de nuevo, luego la retiró, aunque su expresión se había suavizado. —Estas preocupado por mí, ¿cierto? Lo sabía. A pesar de que estás casado… —Nina —dije con firmeza—. No es así. Me preocupo por ti, pero amo a Sydney. Y si vamos a hacer esto otra vez, lo estamos haciendo a mi manera. Sus ojos permanecieron soñadores unos momentos más, y entonces asintió renuente. —A tu manera —reiteró—. Y realmente te ayudaré.

—Estoy contando con eso —admití—. Pero espero que puedas lograr lo que necesitamos usando tan poco espíritu como sea posible. Ella hizo un gesto tímido y entonces se volvió curiosa. —Está bien… Pero, ¿estás seguro de que no estás preocupado por tu salud mental en todo esto? Dudé. Si Sydney estuviera aquí, sabía que me diría que era una tontería, que estaba usando frívolamente el espíritu No lo necesitaba y posiblemente estaba dañándome a mí mismo. Pero no había manera de que pudiera abandonar a Nina a la locura, sobre todo si realmente había algo mal con Olive. Y sin duda tenía que aprovechar la oportunidad de salir al mundo para ayudar a Sydney y Jill. Solo esperaba qué lo que le había dicho a Nina antes, que un uso de una sola vez no me haría daño, resultara cierto. Logré una sonrisa rígida. —Oye, no estoy mostrando signos de locura aún —le dije—. Estoy seguro de que voy a estar bien. Yo también, susurró tía Tatiana. También estoy segura, de que estarás bien.

6 Sydney Traducido por Mari NC y Lorenaa Corregido por Lizzie Wasserstein

No teníamos ni idea de qué significaba el ladrillo de arenisca. No había ningún encantamiento que pudiéramos detectaren él, ninguna indicación de cuál era su papel en este misterio. Lo único que sabíamos con certeza era que necesitábamos llegar a los Ozarkso, al menos, a Missouri. Una vez quela Sra. Terwilliger había asentado las cosas con su compañía de alquiler de vehículos para prolongar su contrato de arrendamiento, sugirió que condujéramos a St. Louis y luego hiciéramos un plan de ataque. Al instante, mi estómago se hundió. —No ahí —dije rápidamente—. Hay un centro Alquimista en St. Louis. No pasé por todo este problema solo para caminar directamente de regreso a sus manos. Las cejas de Eddie se levantaron en consideración. —¿Tal vez eso es parte del plan? ¿Y si esta búsqueda del tesoro es parte de un complot Alquimista para atraerte a salir y no tiene nada que ver en absoluto con Jill? Era un pensamiento serio, uno que se hizo más alarmante cuando la Sra. Terwilliger sugirió: —¿O qué si sí tiene que ver con Jill? Existe el mechón de cabello, después de todo, el que sin duda se ve como de Jill. ¿Los Alquimistas se la habrán llevado como una manera de atraparte? Por un momento, me atreví a dar crédito a la idea. Jill fue secuestrada justo cuando Adrian y yo habíamos logrado escapar y escondernos en la Corte. Los Alquimistas estaban entre las pocas personas que conocían la ubicación de Jill, por lo que podrían haber enviado fácilmente a alguien tras ella. Reflexioné sobre la posibilidad y la analicé en todos los sentidos que pude con persistente lógica Alquimista. Al final, sacudí mí cabeza. —No lo creo —dije—. Puede ser que hayan tenido los medios, pero no

la motivación. Los Alquimistas son culpables de muchas cosas, pero no quieren a los Moroi volviéndose unos contra otros, lo cual pasaría con la muerte de una princesa real, cuya vida influía en el trono. Tampoco puedo ver a los Alquimistas recurriendo a magia humana, incluso para atraparme. Va en contra de demasiado de su doctrina. Incluso si esta no era una elaborada trampa Alquimista, aun así no quería correr el riesgo de encontrarme con un Alquimista en su hora de almuerzo en St. Louis. Con eso en mente, creamos un nuevo destino. Tomó un día entero conducir, pero finalmente nos detuvimos a la noche siguiente en Jefferson City, Missouri, dejando St. Louis bien atrás. También nos posicionaba hacia las montañas Ozark en una trayectoria poco común que esperábamos pudiera deshacerse de alguien esperando nuestro acercamiento. Por supuesto, todavía no sabíamos exactamente a dónde íbamos. Las Ozarks consistían en una gran extensión de tierra, y hasta ahora, nuestro ladrillo no había dado ninguna pista. Fuimos a cenar después de registrarnos en un hotel, los tres cansados de esa forma que consigues al estar sentado en un auto todo el día. Se acercaba la medianoche, pero nos habíamos saltado la cena con el fin de hacer un mejor tiempo de conducción. Estaba cansada, más que nada, con la comida siendo simplemente una formalidad. Al otro lado de la mesa, la Sra. Terwilliger ahogó un bostezo, e incluso Eddie, a pesar de su perpetua vigilancia, parecía que estaba a la espera de una cama también. Teníamos el ladrillo ubicado en nuestra mesa mientras esperábamos a que llegara nuestra comida, todos nosotros mirándolo como si pudiéramos hacer que diera algunas respuestas a través de la pura fuerza de voluntad. Finalmente aparté mi mirada de él y miré a mi teléfono celular, con la esperanza de que me hubiera perdido un texto de Adrian en respuesta a uno que había enviado anteriormente con nuestro estatus. Había habido poca comunicación por parte de él durante todo el día, lo que parecía extraño después de ayer, cuando había enviado actualizaciones casi constantes. Sabía que era irrazonable esperar que él no hiciera otra cosa excepto sentarse junto al teléfono para hablar conmigo, pero yo no podía sacudirme la diferencia. Después de la preocupante manera en que las cosas habían estado entre nosotros este último mes, me encontré quedando atrapada en extraños ataques de paranoia, pensando que tal vez una vez que el impacto de haberme ido terminó, Adrian encontró que de alguna manera le gustaba la libertad. La camarera llegó con nuestra comida justo en ese momento, y metí el teléfono en mi bolso. Mientras ella dejaba nuestros platos, contuvo el aliento

al ver el ladrillo de arenisca. —¿Ustedes robaron eso de Ha Ha Tonka? Nosotros la miramos como si estuviera hablando en otro idioma. —Quiero decir, es genial si lo hicieron —añadió apresuradamente, nerviosa por nuestro silencio—. Es un lugar dulce. Veo un montón de gente que va y viene de ahí. No me importaría un recuerdo para mí misma. La Sra. Terwilliger se recobró primero. —¿Puedes decir ese nombre de nuevo? ¿Ha Ha Wonka? —Ha Ha Tonka —corrigió la chica. Miró entre nuestras caras—. ¿Realmente no han estado allí? Ese ladrillo se parece a esos con los que están hechas las ruinas. Deberían visitarlas si van a las Ozarks. En el instante en que se había ido, busqué Ha Ha Tonka en mi teléfono. —De ninguna manera —dije—. ¡Hay un castillo en Missouri! —¿Crees que Jill esté siendo retenida allí? —preguntó Eddie, con los ojos encendidos. Ya podía decir que se estaba imaginando a sí mismo rescatándola de alguna torre alta, posiblemente luchando contra un dragón o un dinosaurio robot en el proceso. —No es probable. Ella tenía razón sobre la parte de las “ruinas”. — Les mostré una foto de Ha Ha Tonka, que era una estructura impresionante, a pesar de haber visto días mejores. No tenía techo, y algunas secciones de las paredes se habían ido, haciéndolo todo al aire libre y fácil de caminara través de él. El edificio era técnicamente una mansión, no un castillo, y toda la zona se había convertido en un parque estatal lleno de senderos y otras atracciones naturales. Si Jill estaba allí, no era obvio en dónde pudiera estar siendo mantenida cautiva… pero al menos teníamos un destino ahora, porque la camarera tenía razón en una cosa: Nuestro ladrillo era exactamente igual a los de las ruinas. El nuevo conocimiento nos revitalizó, y casinos olvidamos de nuestra comida mientras empezábamos a hacer planes. De acuerdo con la página web del parque, abría sus puertas a las siete de la mañana. Decidimos llegar tan pronto como pudiéramos entrar y hacer algo de exploración preliminar. Si había una posibilidad de que pudiéramos tener algún enfrentamiento similar al que habíamos enfrentado en el museo robot, entonces iríamos al problema de escabullirnos después del cierre. Con la manera en que esta rara búsqueda

del tesoro se estaba desarrollando, no había realmente forma de saber lo que podríamos estar enfrentando o lo quela persona ejecutando esto esperaba de nosotros. Nos despertamos con energía la mañana siguiente, incluso después de solo cinco horas de sueño, deseosos de ponernos en marcha y ver qué secretos mantenía Ha Ha Tonka. El parque estaba a solo una hora de distancia, pero nos detuvimos en una gasolinera para llenar el auto antes de entraren la carretera. Mientras Eddie se hacía cargo del reabastecimiento de combustible, yo me dirigí dentro de la estación para asegurarme de quela Sra. Terwilliger y yo tuviéramos más café para el camino. A medida que me acercaba a la puerta, me detuve de pronto cuando vi a alguien familiar en el interior. Mi papá. Estaba de pie en el mostrador, sacando dinero de su billetera. Su cuerpo estaba orientado lejos de mí, así que no me podía ver en el otro lado de la puerta de cristal. La conversación de ayer volvió a mí, y de repente me pregunté si esto realmente era todo un complot Alquimista para atraparme. Por un momento, estuve tan paralizada por el miedo que no podía reaccionar. A pesar de lo incomodo de mi situación de vida en la Corte Moroi este último mes, no había duda de que era un millón de veces mejor que lo que había enfrentado en re-educación. Había pensado que había sido capaz de superar esa horrible experiencia, pero mientras estaba allí, mirando la espalda de mi papá, de repente encontré difícil respirar. Por lo que sabía, cincuenta Alquimistas estaban a punto de brotar de todas las direcciones, arrastrándome de vuelta a una pequeña habitación oscura y condenándome a una vida de tortura física y psicológica. ¡Muévete, Sydney, muévete!, me gritaba una parte de mi cerebro. Pero no podía. Todo en lo que me quedé pensando era en cómo los Alquimistas me habían superado antes, y eso fue con Eddie a mi lado. ¿Qué oportunidad tenía yo estando aquí, por mí cuenta? MUÉVETE, me dije a mí misma de nuevo. ¡Deja de sentirte impotente! Eso me estimuló a la acción. Comencé a respirar de nuevo y me aparté lentamente, sin querer hacer nada que pudiera llamar la atención en su periferia. Cuando no pude ver lo más, me di la vuelta y me preparé para hacer una loca carrera hacia el auto. En cambio, me encontré con mi hermana Zoe.

Ella había estado caminando hacia la gasolinera, y mi pánico se disparó de nuevo mientras la miraba. Luego, mientras estudiaba su expresión de sorpresa total, me di cuenta de algo: yo era la última persona que esperaba ver aquí. Esta no era una especie de elaborada trampa. Al menos, no lo había sido hasta que entré en ella. —Zoe —chillé—. ¿Qué estás haciendo aquí? Sus ojos estaban increíblemente abiertos cuando ella intentó su propia recuperación. —Estamos en nuestro camino a la instalación de St. Louis. Estoy empezando una pasantía allí. Lo último que supe, fue que ella había estado en Salt Lake City con mi padre, y no pude evitar imaginar un mapa carretero mental. Esta no era una ruta directa entre los dos lugares. —¿Por qué no tomaron la I-70? —exigí sospechosamente. —Había obras y… —Ella sacudió la cabeza, casi con rabia—. ¿Qué estás haciendo tú aquí? ¡Se supone que debes estar escondida con los Moroi! —Aumentando mi asombro, me agarró de la manga y comenzó a dirigirme más lejos de la gasolinera—. ¡Tienes que salir de aquí! Más asombro. —¿Estás… ayudándome? Antes de que pudiera contestar, oí la voz de Eddie. —¿Sydney? Fue todo lo que dijo, pero a medida que Zoe y yo nos dimos la vuelta, pude ver la aprehensión y la disposición de batalla sobre él. Él se quedó en donde estaba pero parecía que al instante podía saltar y lanzar a Zoe contra el edificio si trataba de hacerme daño. Realmente esperaba no tener que llegar a eso, porque no importaba lo que había pasado entre nosotras, no importaba lo mucho que me había traicionado, ella seguía siendo mi hermana. Yo todavía la amaba. —¿Es verdad? —susurró—. ¿De verdad te torturan en re-educación? Asentí con la cabeza y lancé otra mirada ansiosa a la gasolinera. —En más maneras de las que puedes imaginar. Ella palideció pero respiró resuelta.

—Entonces sal de aquí. Date prisa, antes de que él salga. Ambos. Estaba impresionada ante su comportamiento reversivo, pero Eddie no necesitó que se lo dijeran dos veces. Agarró mi brazo y casi me arrastró hasta el auto. —Nos vamos, ahora —ordenó. Le di un último vistazo a Zoe antes de que Eddie me empujara en el auto, donde la Sra. Terwilliger estaba sentada esperando por nosotros. Mil emociones pasaron por el rostro de Zoe mientras nos alejábamos, pero solo pude interpretar algunas. Tristeza. Anhelo. Tan pronto como llegamos a la carretera me encontraba temblando. Eddie estaba conduciendo y comprobando con ansiedad el espejo retrovisor. —No hay señales de persecución —dijo—. No debe haber sido capaz de ver en qué dirección nos fuimos para decirle. Poco a poco negué con mi cabeza. —No… ella no le dijo nada. Ella nos ayudó. —Sydney —dijo Eddie, en una voz firme pero tratando de ser amable —, ¡ella es la que te entregó la primera vez! La que comenzó toda esa pesadilla de re-educación. —Lo sé, pero… Volví a pensar en la cara de Zoe hace un momento, luciendo tan seria y molesta por la noción de mí siendo torturada. Recordé también el día en que Adrian y yo habíamos llegado a la Corte, cuando habíamos estado arrastrándonos delante de la reina y encontramos a un grupo de Alquimistas ya esperando allí para tratar de recuperarme. Mi padre e Ian, otro Alquimista que conocíamos, habían hablado mucho acerca de las equivocaciones que yo había cometido y cómo necesitaba ser eliminada de los Moroi. Zoe se había quedado en silencio, con el rostro afligido, y yo había estado demasiado abrumada para pensar mucho acerca de lo que podría estar sintiendo. Había asumido que había estado demasiado indignada por mi matrimonio para hablar, por no mencionar el hecho de que mi padre realmente no dejaba que nadie más dijera una sola palabra. Ahora de repente me di cuenta de que podría haber habido algo que me perdí por completo: arrepentimiento. —Realmente creo que estaba tratando de ayudar —insistí, sabiendo cuán locas sonaban las palabras, especialmente para Eddie. Él había estado

allí la noche que fui secuestrada, la noche en que ella me había traicionado—. Algo ha cambiado. Él no me contradijo pero todavía estaba al borde. —Me pregunto si deberíamos cambiar nuestros planes, en caso de que comiencen a explorar la zona en busca de nosotros. —No —dije con firmeza, sintiendo más y más confianza de mis sospechas—. No nos va a entregar. A menos que veas señales activas de alguien viniendo tras nosotros, seguiremos a Ha Ha Tonka. Estaba cavilando mientras el viaje continuaba, aún asombrada ante esta nueva revelación de que Zoe podría estar teniendo dudas, si no sobre los Alquimistas, entonces al menos sobre lo que me habían hecho. Una vez que me recuperé de mi sorpresa inicial, me encontré sintiendo una emoción que no había sentido por ella en mucho tiempo: esperanza. Las nubes fueron adelgazando cuando llegamos al Parque Estatal Ha Ha Tonka, y las temperaturas de la mañana ya estaban prometiendo un día sofocante por delante. Nos estacionamos y nos detuvimos en el centro de visitantes, agrupándonos en torno a un mapa del parque. Aunque había extensos terrenos y senderos, decidimos que las ruinas del enorme edificio de piedra, al que incluso el parque se refería como el “castillo”, eran el lugar para comenzar, ya con eso era con lo que conectaba directamente nuestra pista. Nadie más estaba fuera tan temprano, aparte del personal en el centro de visitantes. La Sra. Terwilliger y yo caminamos alrededor de las ruinas de piedra, en busca de signos mágicos y ocasionalmente lanzando hechizos de detección. Eddie se quedó cerca de nosotras de manera protectora, haciendo su propia búsqueda también, pero sobre todo confiando en nosotras para encontrarlo que fuera que estábamos buscando. La parte de mí que había amado por mucho tiempo el arte y la arquitectura no pudo evitar quedar atrapada en la grandeza en ruinas alrededor de nosotros, y deseé que Adrian estuviera conmigo. No habíamos tenido oficialmente una luna de miel después de nuestra boda, pero a menudo habíamos hablado de todos los lugares posibles a los que nos gustaría ir, si solo tuviéramos la libertad de hacerlo. Italia seguía estando en lo alto en mi lista, al igual que Grecia. Pero sinceramente, me habría quedado gustosamente con Missouri, si tan solo Adrian pudiera estar conmigo, libres de persecución. Después de unas horas de búsqueda, estábamos acalorados y sudorosos pero no habíamos dado con ningún resultado. Eddie, todavía sin estar

convencido de las intenciones de Zoe, se ponía más nervioso por quedarnos y quería estar pronto en carretera. A medida que se acercaba la hora de almorzar y contemplábamos tomar un descanso, algo destelló en mi periferia. Me giré y miré una de las torres en ruinas del castillo y vi algo pequeño y dorado brillando en el sol de la tarde. Toqué el brazo de Eddie y le señalé. —¿Qué es esa cosa dorada? Él puso una mano sobre sus ojos y miró de soslayo. —¿Qué cosa dorado? —En la torre de ahí. Justo debajo de la abertura de la ventana superior. Eddie miró de nuevo y luego dejó caer su mano. —No veo nada. Le hice señas a la Sra. Terwilliger y traté demostrarle. —¿Ve eso?¿Debajo de esa ventana en la torre más alta? —Parece dorado —dijo ella rápidamente. Eddie estaba incrédulo y se giró hacia donde indicábamos. —¿De qué están hablando? No hay nada allí. —Yo podría entender su incredulidad. La visión Dhampir era superior a la de un humano. La Sra. Terwilliger lo escrutó por un momento antes de fijar su mirada de nuevo en la torre. —Es posible que estemos viendo algo que solo puede ser visto por aquellos que perciben la magia. Esto podría serlo que necesitamos. —Entonces, ¿cómo llegamos a él? —pregunté en voz alta. La torreen sí era poco más que un alto muro de piedra, y no estaba segura de que ofreciera grandes puntos de apoyo para escalar. Estaba también en una sección del castillo detrás de una cerca, advirtiendo a los visitantes el permanecer en el exterior. Con unos pocos turistas más vagando por ahí, además del ocasional guardabosques, sabía que no había manera de que pudiéramos saltar la valla en cubiertos. Eddie nos sorprendió a ambas con una sugerencia mágica. —Yo podría subirla. ¿No pueden hacer un hechizo de invisibilidad? —Sí… —comencé—. Pero no va a hacer mucho bien si no puedes ver lo que estás buscando. Me gustaría poder subir… pero creo que está un poco más allá de mis capacidades.

—¿Podemos ambos ser invisibles? —preguntó—. Tú te quedas en la parte inferior y me guías. Me dices a dónde ir. La Sra. Terwilliger volvió invisible a Eddie, y luego lancé el mismo hechizo sobre mí misma. No era un particularmente fuerte hechizo de invisibilidad, y cualquiera buscándonos sería capaz de detectarnos. No queríamos lanzar un hechizo más fuerte, en caso de que tuviéramos que defendernos más tarde, y estábamos tomando fe de que ningún turista o guardabosques esperara encontrar a alguien subiendo por las paredes de las ruinas. Invisibles, Eddie y yo nos montamos fácilmente en la valla y nos acercamos a la torre en cuestión. De cerca, ahora tenía una mejor idea de qué era el objeto dorado. —Se ve como un ladrillo —le dije. Él siguió mi mirada, incapaz aun de ver lo que yo veía. —Voy a tomar tu palabra en esto. La superficie de la torre era rugosa e irregular, con asideros erráticos y otras aperturas que antes eran ventanas. Yo no habría sido capaz escalarlas, pero Eddie lo hizo hábilmente, sus fuertes músculos trabajaban agarrándose a los lugares para descansar las manos y los pies mientras hacía su camino lentamente. Cuando llegó a la ventana superior, por lo menos tenía un lugar para descansar y permanecer sobre el borde de la apertura. Elevándose, alcanzó un ladrillo al azar. —¿Ahora qué? —Está tres ladrillos más a tu izquierda y dos más arriba —le grité. Él contó y movió su mano, dejándola en lo que yo veía como un ladrillo dorado. —¿Es este? Esta suelto. Puedo sacarlo. —Es ese. Me tensé mientras él sacaba el ladrillo de la pared, no sentí ninguna trampa obvia desde esta distancia, pero por todo lo que sabía, la estructura entera podría ceder a nuestro alrededor cuando él lo sacara. Con un pequeño esfuerzo salió. Ambos, Eddie y yo nos congelamos. Esperando por algún enjambre de fotianas o algún otro desastre. Cuando no pasó nada, tiró el ladrillo al suelo a mi lado y empezó a bajar. Una vez que estuvo a salvo en el suelo, nos apresuramos a salir del área cerrada y le llevé el ladrillo a la Sra.

Terwilliger. Los tres nos apiñamos alrededor del ladrillo, esperando por una revelación, pero no conseguimos nada. Lazamos más hechizos e intentamos emparejarlo con el ladrillo original que habíamos traído de Pittsburgh. Aun nada. Preguntándonos si había más ladrillos dorados alrededor, hicimos otra búsqueda de la propiedad pero no vimos nada. Estábamos acaloraos y hambrientos ya y decidimos hacer un descanso e ir a comer algo. Fuimos al restaurante Alemán y nos sorprendimos al ver lo atestado que estaba igual que otros restaurantes con lo pequeña que era la ciudad. —Hay una convención de pescadores en la ciudad —nos dijo nuestro camarero—. Espero que hayan reservado hotel si esperan quedarse. No teníamos ninguno aun, sin embargo, habíamos hablado de pasar la noche para seguir buscando en el parque mañana. —Quizás podamos encontrar otro cercano al pueblo —reflexioné. El camarero se iluminó. —Mi tío lleva un camping que tiene vacantes ahora mismo. Diablos incluso alquila tiendas y todo. Más barato que un hotel. El precio no era un problema, pero después de una breve discusión, decidimos seguir su oferta e ir al camping, simplemente por la proximidad al parque. Fuimos capaces de alquilar lo que necesitábamos, asentarnos y hacer otro viaje a Ha Ha Tonka antes de que cerrara para la noche. Una vez más, no encontramos ninguna respuesta ni en el parque ni en el ladrillo. Intentamos decirnos a nosotros mismo que la mañana nos traería una nueva perspectiva, pero ninguno de nosotros le daba voz a las ardientes preguntas que había entre nosotros: ¿Qué íbamos a hacer si no éramos capaces de revelar los secretos del ladrillo? Quería discutirlo con Adrian, pero aun no teníamos comunicación desde mi última actualización. Obedientemente, le mandé otro reporte de cómo iba y me preparé para irme a la cama, incapaz de admitir lo mucho que me molestaba su silencio. Cansada por el largo día, me dormí pronto en la tienda alquilada… … y fui despertada unas horas más tardes por un Eddie en pánico. —¡Sydney! ¡Jackie! ¡Despierten! Abrí los ojos y al instante me enderecé. —¿Qué? ¿Qué pasa?

Él estaba parado en la apertura de la tienda, apuntando hacia afuera. La Sra. Terwilliger y yo saltamos a su lado y miramos lo que estaba señalando. Allí fuera a la luz de la luna, rezumaba por el suelo un charco brillante que parecía como oro fundido, viniendo hacia nosotros. Donde tocaba dejaba hierba quemada y tierra atrás. —¿Qué es eso? —exclamé. —El ladrillo —dijo Eddie—. Estaba de guardia y noté que empezaba a brillar, lo agarré y casi me quema la mano. Lo tiré fuera y se derritió en eso. La Sra. Terwilliger murmuró un rápido encantamiento mientras la mancha casi llegaba a nuestra tienda. Una invisible onda de poder salió y golpeó el oro fundido retrocediéndolo unos centímetros. Luego comenzó a avanzar hacia nosotros otra vez. —Maravilloso —murmuré. Ella repitió el hechizo, pero estaba claro que solo era una solución temporal. —¿Podemos atraparlo? —pregunté—. Hay muchas piedras alrededor. ¿Podemos hacer algún tipo de cercado? —Está quemando las piedras en su camino —dijo Eddie sombríamente. La Sra. Terwilliger se dio por vencida con el hechizo de fuerza y lanzó uno de congelación similar al que usó en el museo del robot. Dirigió una ráfaga de frio amargo contra el charco fundido, que detuvo su avance. La mitad de la mancha empezó a solidificarse, a pesar de que la otra mitad aún estaba liquida y en movimiento e intentaba zafarse arrastrando su parte congelada. —¡Sydney, encárgate del otro lado! —dijo la Sra. Terwilliger. Me apresuré a obedecer, corriendo desde la tienda y poniéndome al otro lado de la mancha, que se había convertido en líquido ahora que ella había detenido el hechizo momentáneamente. La mancha se movió hacia la tienda otra vez, y la Sra. Terwilliger levantó sus manos. —A la de tres —ordenó—. Uno… dos… ¡tres! Simultáneamente, liberamos hechizos de congelación, atacando desde ambos lados. La masa se retorcía y retorcía en la garras de la magia, pero poco a poco comenzó a solidificarse. Yo nunca había mantenido el hechizo por mucho tiempo, pero la Sra. Terwilliger no iba a dejar ir la magia. Seguí sus indicaciones, hasta que al final, el oro se detuvo completamente, en una

masa con forma irregular. Dejamos ir la magia y con cuidado nos acercamos. El oro permaneció como estaba. —Eso fue raro —dije—. No tanto como el último ataque. —Aún tenía unos pocos cortes de las pequeñas luciérnagas mágicas que nos persiguieron en Pittsburgh. —Solo porque no nos alcanzó —advirtió la Sra. Terwilliger—. Odio pensar lo que hubiese pasado si todos hubiésemos estado dormidos en la tienda cuando se licuó. Temblé, sabiendo que tenía razón. —Pero, ¿qué significa? Ninguno de nosotros tenía una respuesta inmediata. Pero Eddie nos sorprendió cuando hablo un momento después. —Yo he visto esto antes. —¿Un ladrillo de oro que se convierte en un charco mortal y funde el metal? —pregunté. Me lanzó una sonrisa débil. —No. Mira la forma. ¿No te parece familiar? Ladeé mi cabeza para estudiar la forma dorada ante nosotros. No parecía haber ningún diseño. Era amorfa, un forma un poco ovalada que parecía que se había endurecido de esa forma por coincidencia. La intensa mirada de concentración de Eddie decía que él pensaba de otra forma. Después de unos momentos de concentración, la revelación iluminó sus rasgos. Saco su teléfono y escribió algo. Con la cobertura de mala calidad del parque, le tomó un poco al teléfono encontrar lo que Eddie necesitaba, pero cuando lo hizo, estaba triunfante. —Aquí. Miren. La Sra. Terwilliger y yo dimos un vistazo a la pantalla del teléfono y encontramos un mapa de la gran área de Palm Springs. Al momento, me di cuenta en qué se había convertido. —Es el Lago Saltón —respiré—. Buena memoria Eddie. El Lago Saltón era un lago salado a las afueras de Palm Springs, y el charco de metal frente a nosotros tenía la misma forma que el cuerpo del agua del lago. La Sra. Terwilliger sacudió la cabeza y dio un bufido de disgusto. —Maravilloso. Dejé Palm Springs para prevenirlos, me veo envuelta

en una cacería mágica y cuando me pongo en ello, después de todo el esfuerzo, hay que volver a casa. —¿Pero, por qué? —preguntó Eddie—. ¿Ha estado Jill ahí todo el tiempo? Y quien es el que está detrás tirando de los hilo de todo esto… —¡Atrás! —gritó la Sra. Terwilliger levantando las manos advirtiéndonos. Ni siquiera Eddie se pudo apartar lo suficientemente rápido de lo que ella había visto. La masa dorada había empezado a temblar, como si de repente estuviese llena de energía que necesitaba salir. Intenté lanzar un hechizo de protección pero incluso mientras las palabras se formaban en mis labios sabía que no iba a ser lo suficientemente rápida. La masa explotó en pequeñas cuchillas doradas que venían hacia nosotros, entonces se detuvieron. Golpearon una barrera invisible y cayeron indefensas al suelo. Me quedé mirando a donde caían, mi corazón latía fuertemente, ante el pensamiento de que la Sra. Terwilliger no hubiese sido lo suficientemente rápida. Así que fue una sorpresa cuando me dijo: —Excelentes reflejos, yo no lo hubiese hecho a tiempo. Aparté la vista de las cuchillas. —¿No lanzó usted el hechizo? Ella frunció el ceño. —No. Pensé que lo hiciste tú. —Lo hice yo —dijo una voz detrás de nosotros. Me giré alrededor y jadeé cuando, increíblemente Adrian emergió de entre los árboles. Olvidando la tragedia que casi había tenido lugar, corrí hacia sus brazos, dejándolo levantarme. —¿Qué estás haciendo aquí? —exclamé—. No importa. —Lo besé fuertemente, tan abrumada que no me importaba que Eddie y la Sra. Terwilliger estuvieran cerca. Estar lejos de él estos últimos días había hecho que me doliera el corazón más de lo que hubiese esperado, y creo que ambos estábamos sorprendidos de que fuera él el que rompió el beso. —Te dije que encontraría una forma de llegar aquí —dijo, sonriendo. Su mirada cayó sobre las cuchillas y su sonrisa se esfumó—. No demasiado pronto, supongo. Con sus brazos aun a mí alrededor, me giré hacia las cuchillas, las

cuales brillaban siniestramente sobre la hierba. Un recuerdo surgió lentamente dentro de mí. —He visto esas antes —dije, sonando igual que Eddie lo había hecho antes. La Sra. Terwilliger exhaló una temblorosa bocanada de aire. —Es un hechizo desagradable. No uno que se lanza a la ligera. —Lo sé —dije suavemente—. Lo he lanzado antes. Todo el mundo se giró hacia mí con asombro. —¿Cuándo? —preguntó ella—. ¿Dónde? —En su casa… su antigua casa, antes de que se quemara. —Me corregí. Cientos de recuerdos me atravesaron. Y el mundo se tambaleó un poco cuando de repente hice la conexión. Había pensado que no conocía a nadie capaz de utilizar este tipo de magia humana, nadie que quisiera ir tras de mí, al menos. Había estado equivocada. Enfrenté las miradas expectantes de mis amigos—. Es el hechizo que utilicé para matar a Alicia —expliqué.

7 Adrian Traducido por Paaau Corregido por Lizzie Wasserstein

Alicia DeGraw estaba viva. Era una sorpresa para mí, así que solo podía imaginar cómo debía sentirse Sydney. Pensaba que había matado a Alicia. Alicia había sido la aprendiz de la hermana de Jackie, Veronica, pero se había vuelto una sinvergüenza. Lo que no era algo insignificante, viendo que Veronica no era un modelo a seguir. Había estado obsesionada con robar la juventud y poder de otras brujas, dejándolas en coma por el resto de sus vidas. Alicia se había vuelto contra su mentora, tomando su poder, y luego había ido tras Jackie. Sydney y yo habíamos estado envueltos en una batalla en la casa de Jackie a fines del año pasado, una batalla que había resultado en que dicha casa se quemara hasta sus cimientos. No sabíamos con seguridad si Alicia lo había logrado, pero ahora teníamos nuestra respuesta. —Estoy destrozada —admitió Sydney, agitando el café que aún debía beber. Habíamos abandonado el camping para discutir asuntos en una restaurante abierto las veinticuatro horas, y era un signo de preocupación que el café estuviera intacto. Estaba bastante seguro que nunca la había visto dejar de lado el café en todo el tiempo que llevábamos juntos—. Parte de mi está aliviada de que en realidad no maté a nadie. Por otro lado… Bueno, esto complica un poco las cosas. —¿Estás segura? —preguntó Jackie al otro lado de la mesa—. ¿Esas son las mismas? Sydney levantó una cuchilla dorada, la única que había guardado del campamento. El resto había sido destruido. —Segura. No olvidas algo así. La noche que luché con ella, transformé unas bolas de movimiento continuo en cuchillas iguales a estas. —Recuerdo esas —murmuró Jackie, casi melancólicamente—. Fueron un regalo de fin de año de un ex estudiante. Creo que él esperaba que subiera su promedio.

Sydney parecía no haber oído. Había una mirada atormentada en sus ojos. —Lancé las cuchillas a Alicia. Fue instinto. Cayó por las escaleras de tu sótano, y no me podía quedar para ver qué había pasado… no con todo el fuego. Puse mi mano sobre la suya. —Hiciste lo que tenías que hacer. Fue lo correcto. Ella era, es, una persona malvada. —Supongo —dijo Sidney con un suspiro—, y supongo que esto responde nuestras preguntas. Hemos intentado descubrir quién tiene algo en contra mía y puede usar magia humana. Ella encaja perfectamente. —Ahora que sabemos qué está buscando, vamos tras ella y recuperemos a Jill —gruñó Eddie. Esta vida en la carretera lo había hecho afeitarse incluso menos que antes, y estaba de camino a tener barba—. Ella dejó esa pista: Está en Palm Springs. Necesita que la detengan de una vez por todas. —Estoy de acuerdo —dijo Sydney, saliendo de su trance anterior—. Necesitamos terminar esto y recuperar a Jill. Ninguno de nosotros va a dormir pronto… Podríamos empezar a viajar ahora e ir hacia Palm Springs. —Tú no —dijo Jackie—, no quiero que te acerques a Palm Springs. —¿Qué? —exclamó Jackie. Su intensidad igualaba la de Eddie—. ¡Pero esa es la siguiente pieza! Alicia prácticamente nos lo dijo. —Y esa es la razón de por qué no nos apresuraremos… al menos no por ahora. —Pero Jill… —comenzó Eddie. Jackie negó con la cabeza. —Aún no sabemos qué tan involucrada está Jill en esto. Lo que sabemos es que Alicia está usando a Sydney como carnada y quiere que vaya a Palm Springs, donde probablemente hay una trampa cuidadosamente puesta. También está usando su antiguo patrón de desgastar al enemigo primero. Esta “búsqueda del tesoro” no fue solo para su entretenimiento. Fue para debilitar la magia de Sydney. Si corres hacia Palm Springs ahora, después de la magia que has usado estos últimos días, probablemente sucumbirás a lo que sea que ella planea. Entonces te perderemos y nunca descubriremos que le sucedió a Jill. Me sentí en conflicto y aumenté mi agarre en la mano de Sydney. Podía

entender por qué Jackie quería mantener a Sydney alejada del peligro. También quería eso. Pero también sentía aumentar la presión, al igual que todos. Cada día que pasaba ponía a Jill en peligro. ¿Cómo no hacer algo cuando teníamos una pista? —Pero… —continuó Jackie, como si leyera mi mente—, eso no quiere decir que tenga intenciones de abandonar a Jill. Quiero dirigir una búsqueda a Palm Springs, específicamente al área del Lago Saltón, pero planeo hacerlo con el respaldo adecuado. Eddie y yo estábamos confundidos, pero Sydney, como siempre, lo entendió rápido. —Stelle —dijo ella, refiriéndose al aquelarre de brujas al que se había unido. Jackie asintió. —Ellas y otras. Alicia no es solo problema tuyo; ella representa un problema para toda la comunidad mágica. Y por tanto, toda la comunidad debe lidiar con ella. Las reuniré, y dirigiremos una búsqueda, usando medios mágicos y convencionales. Tú, mientras tanto, estarás en algún lugar seguro, muy lejos. —Y yo me quedaré contigo —dije, sintiéndome un poco mejor sabiendo que Jill no estaba siendo abandonada. Era duro, casi como si tuviera que elegir entre ella y Sydney, pero sonaba como que Jackie no se quedaría sentada sin hacer nada. —Iré contigo —dijo Eddie a Jackie. Luego se giró hacia Sydney y yo—. Eso es… —El conflicto en su rostro reflejaba lo que yo sentía adentro. —Ve —le dije—, estaremos bien. Nadie sabe aún que nos hemos ido. Desapareceremos en algún lugar y estaremos bien. Eddie dudó de nuevo. Odiaba tener que arruinar su lealtad, pero al menos asintió. —Mientras crean que estarán bien. ¿Cómo saliste sin que nadie supiera? —Te lo diré en otro momento —dije. Pude adivinar por la expresión de Sydney que ella también estaba interesada en esa historia. En cambio, miró a Jackie. —Pero quiero que me llames tan pronto como usted y las otras brujas tengan todo seguro. Tan pronto como piensen que es seguro, quiero ser parte de la búsqueda de Jill.

—A menos que la encontremos primero y derrotemos a Alicia —insistió Eddie. Sydney le dio una pequeña sonrisa que sugería que no pensaba que fuese así de fácil. —Me encantaría. Los cuatro discutimos algunos detalles más antes de separarnos. Podía decir que aun molestaba a Eddie que nos fuésemos, y él estaba más que avisado en que deberíamos pasar inadvertidos y no atraer ningún tipo de atención. También quería enviar a Neil a cuidarnos, pero Sydney desechó esa idea, diciendo que sería más fácil para nosotros simplemente escapar. Todos acordamos que Neil podría ser útil en Palm Springs cuando nos acercáramos a Alicia, así que Eddie prometió hacer que sucediera. —No te preocupes —le aseguré a Eddie, dándole palmadas en la espalda luego de más observaciones para ser precavidos—, no tengo intención de hacer nada que deje saber a los Alquimistas o Moroi que dejamos la Corte. Ve a hacer tus cosas, nosotros haremos las nuestras, y luego puedes decirnos cuando sea seguro unirnos a ustedes. Jackie y Eddie acordaron que no querían saber hacia dónde nos dirigíamos Sydney y yo. Entre menos supieran, menos posibilidades de que accidentalmente se lo revelaran a alguien. Sin embargo, ambos sabían la clase de lugares a los que podríamos ir, y finalmente tuve que despacharlos y decirles que estaríamos bien. Eso nos dejó a Sydney y a mí en nuestro automóvil alquilado, de pronto enfrentado infinidad de opciones. También era la primera vez que estaríamos realmente solos en mucho tiempo. —Es un poco sobrecogedor —me admitió mientras nos quedábamos en el estacionamiento del restaurante—. Es como si de pronto pudiéramos vivir de cualquiera de nuestros planes de escape. —Bueno, no de cualquiera —indiqué—, estamos en mitad de los Estados Unidos y necesitamos refugiarnos en alguna parte en cinco horas para poder, mmm, reunirme con Nina en un sueño. Los ojos de Sydney se ampliaron. —¿Qué? Suspiré y encendí el motor del automóvil. —Déjame explicarme.

Sabía que todo se sabría… Solo no había esperado que tan pronto. Así que nos dirigimos por la carretera hacia el norte, y le resumí a Sydney lo que había pasado en los días que habíamos estado separados. Nina había sido fiel a su palabra de cubrirme. Me había sacado de la Corte en su propio automóvil, usando la coacción en el guardia de la puerta para que no recordara haberme visto. Luego de dejarme en un pequeño aeropuerto regional, había prometido ir a nuestras habitaciones y quedarse con mi mamá. En las veinticuatro horas que me había llevado tomar un avión y conducir hasta donde estaba Sydney, tuve noticias de Nina y mi mamá. Nadie había ido a buscarme, y Nina había ido hasta el vestíbulo y tuvo una conversación llena de coacción que convenció a la asistente de que me había visto salir hacia y volver de una alimentación. —Y ahora tengo que mantener mi parte del trato —le expliqué a Sydney, una vez que resumí la historia. —¿Utilizando un montón del espíritu que la está enloqueciendo? —gritó Sydney—. ¡Adrian, me prometiste que lo dejarías! No lo entiende, gruñó tía Tatiana. ¡Hiciste esto por ella! Sentí aumentar mi rabia en respuesta. —¡Era la única forma de alejarme de la Corte! —No tenías que haberte alejado de la Corte —argumentó Sydney—, estábamos bien. Solo necesitabas mantenerte a salvo y cubrirnos. —¿Estar bien? ¡Te salvé de casi ser partida en dos por esas cuchillas! Sydney cruzó sus brazos sobre su pecho y miró obstinadamente por la ventana hacia afuera. —No sabemos qué tan malo habría sido el daño, y la Sra. Terwilliger y yo podríamos haber dicho un hechizo en el último minuto. Pero esto… ¡Usar el espíritu para hablar con Nina! ¡Si sabemos el tipo de daño que puede hacer! Dijiste que ella estaba en mal estado. —Mi ayuda evitará que se ponga peor —repliqué—, una vez no va a dañarme. Sydney se giró hacia mí, incrédula. —¡No! No una vez. ¡Nunca! ¡No puedes hacer esto! ¡No puedo permitírtelo! ¿Desde cuándo tiene ella el control? demandó la tía Tatiana, furiosa. ¡Apenas un mes de casados y ya está dirigiendo tu vida! No puedes dejar que

eso suceda. ¡Dile que no puede controlarte! Estaba tan molesto como el fantasma en mi cabeza, y abrí la boca, listo para responderle algo violento. Entonces, pude ver la silueta de su rostro gracias a las luces de otro automóvil que pasaba. La preocupación y el amor que vi en sus facciones perforó mi corazón, y así, la rabia me abandonó. Te está engañando, insistió tía Tatiana. No, le respondí. Solo se preocupa por mí. Quiere ayudar. A Sydney, le dije: —Está bien. Tienes razón. No es una buena idea. No me meteré en el sueño. Simplemente encontraré… alguna manera… de explicarle las cosas a Nina. —Me sentí culpable de no cumplir mi palabra con Nina, pero tenía votos más importantes que me unían a Sydney. Cuando vi el alivio que las palabras le trajeron, supe que había tomado la decisión correcta. A Nina no le va a gustar esto, siseó tía Tatiana. No estoy casado con Nina, respondí. Sydney puso su mano sobre la mía. —Gracias, Adrian. Sé que no es fácil. Sé que quieres ayudar. —Lo hago —admití, aún en conflicto con la decisión. El instinto de ayudar a Nina era tan, tan fuerte—, pero hay un precio por ello. Mi salud mental no lo vale. —Apreté la mano de Sydney—. Nuestra relación no lo vale. Te lo dije, a Nina no le va a gustar esto, me advirtió tía Tatiana de nuevo. Puedes darte golpecitos en la espalda por proteger tu salud mental, pero la de ella se fue hace mucho. No dejará que simplemente abandones el trato. Ya me ocuparé de Nina. Por ahora, vale la pena tener un poco de tiempo a solas con Sydney sin estar discutiendo. Era cierto. Sydney y yo no habíamos tenido nada cercano a esta clase de libertad en mucho tiempo, e incluso si estábamos atrapados en la mitad de Estados Unidos en vez de en una isla tropical, las opciones frente a nosotros de pronto parecían infinitas. Luego de repasar algunos mapas, finalmente fuimos hacia Council Bluffs, en Iowa. No gritaba emoción exactamente, pero ese era el punto. Más importante, estaba muy lejos de los Alquimistas en St. Louis e incluso más lejos de Palm Springs, en donde Alicia esperaba que Sydney apareciera. Discutimos sobre registrarnos en una Hotel reconocido, y finalmente elegimos una pequeña posada justo fuera del pueblo. Llegamos

por la mañana y fuimos recibidos por un cartel que proclamaba: BIENVENIDOS AL ALOJAMIENTO DE LA ARDILLA NEGRA. —Oh, no —gruñó Syndey—, por favor no dejes que sea como ese lugar en Los Ángeles. No sé si pueda soportar una habitación decorada por completo con ardillas. Sonreí, pensando en la vez que con Sydney y yo habíamos llegado a otra posada que había tomado los conejos en un nivel totalmente nuevo de decoración. —Oye, vamos, después de todo lo que hemos pasado, ese es el último de nuestros problemas. Pero cuando entramos, estuvimos gratamente sorprendidos de que estaba muy bien decorada en colores neutrales y modernos. Sin edredones de ardillas o esculturas de ardillas a la vista. La recepcionista, aunque sorprendida de ver huéspedes tan temprano, estaba feliz de darnos la bienvenida y darnos una habitación. —¿Qué pasa con el nombre de la posada? —pregunté mientras pagaba por la habitación. La recepcionista, una amable mujer de mediana edad, sonrío. —Oh, eso es en honor a Cashew. —¿Cashew? —preguntó Sydney. La recepcionista asintió. —Nuestro huésped, una ardilla negra. Lo había llamado nuestra mascota… pero, bueno, es mucho más que eso. Miré más allá del vestíbulo. —¿Tiene una jaula aquí o algo? —Oh, no —dijo ella—, eso sería cruel. También ilegal. Él… —Se encogió de hombros y apuntó vagamente con su mano—, bueno, está ahí en alguna parte. —¿A qué se refiere con “alguna parte”? —le preguntó Sydney, incómoda —. ¿Afuera? —Oh, no —dijo la recepcionista—. El pobrecito no sabría qué hacer ahí afuera. Los ojos de Sydney se ampliaron.

—Espere. Si no está afuera, eso significa que… —Vamos a llevarlos a su habitación —nos dijo de pronto la recepcionista —, tengo su llave justo aquí. La habitación a la que nos llevó tenía una acogedora sala de estar y acceso a una terraza privada, también una gran cama doble. Luego de un incómodo día de viaje, deseaba poder dormir un poco y descansar de verdad. Sin embargo, antes de poder lanzarme sobre el colchón, sabía que tenía que ponerme en contacto con Nina y decirle que el trato había acabado. Cuando Sydney dijo que quería tomar una ducha, vi la oportunidad perfecta. Era alrededor de la hora en que Nina estaría durmiendo, esperando que me pusiera en contacto gracias a un sueño espiritual. No necesitaba estar dormido para eso, solo en un estado de meditación. Me senté en la cama, calmándome y cerrando mis ojos, llamando solo suficiente del espíritu para alcanzar a Nina. Sin embargo, mi estado de tranquilidad fue roto cuando escuché un grito que provenía del baño. Abrí mis ojos y crucé la habitación, abriendo la puerta. —¡Adrian, cuidado! —gritó Sydney. Una forma pequeña y borrosa dejó la encimera, aterrizando justo sobre mi pecho. Por instinto, lo lancé lejos. Aterrizó en el piso y se escurrió por la habitación. Sydney, envuelta en una toalla, salió y se paró junto a mí. —Creo que se metió bajo la cama —dijo ella. —Es mejor que esa cosa no se me acerqué de nuevo —murmuré, caminando con cautela hacia el borde de la cama. Has enfrentando cosas mucho peores que esto, dijo tía Tatiana. Deja de ser tonto. Sydney me siguió y cuando levanté una esquina del edredón, ella movió la mano en un gesto que reconocí como de lanzar hechizos. Segundos después, sentí una brisa bajo la cama. Momentos después, la ardilla, Cashew, supuse, salió y comenzó a correr frenéticamente por la habitación. Sydney, sobreponiéndose a su sorpresa anterior, corrió hasta la puerta que daba a la terraza y la abrió. Después de algunas vueltas, la ardilla lo notó y salió hacia afuera. Sydney cerró de un portazo tras de él, y por varios segundos, ambos nos quedamos de pie ahí. —¿Por qué —preguntó finalmente—, nada puede ser solo simple para nosotros?

—Mírate —la molesté, caminando hacia ella—, venciendo sin miedo a Cashew, la Ardilla Trastornada. —No era tan valiente al comienzo —admitió ella—. No cuando saltó hacia mí cuando estaba a punto de meterme en la ducha. La acerqué a mí, de pronto dándome cuenta de lo poco que estaba vistiendo y lo hermosa que se veía, incluso después de una batalla con una ardilla. —Oye, fuiste más valiente que yo. Y mira, lo hiciste sin dejar caer la toalla. El asombro iluminó las facciones de Sydney mientras me dejaba acercarla un poco más. Tocó el borde de la toalla, en donde se envolvía alrededor de su pecho. —Depende de cómo la dobles —dijo de forma práctica—. Hazlo de la manera correcta y nada se caerá. —Desafío aceptado —murmuré, bajando mis labios hasta los de ella. Se derritió sobre mí, tibia, vibrando y oliendo exquisitamente como Sydney. La presioné contra la pared, acercándonos más, y envolvió una pierna alrededor de mi cadera. Deslicé una mano por la piel de su muslo, suave y perfecta, y me golpeó que estábamos solos por primera vez en mucho tiempo. Mi madre no estaba al otro lado de la puerta. No teníamos una Corte entera de Moroi rodeándonos, esperando que saliéramos, o un grupo de Alquimistas persiguiéndonos más allá de sus paredes. Nos habíamos perdido. Habíamos hecho un plan de escape. Nadie sabía que estábamos aquí. Si queríamos, el poder de desaparecer estaba frente a nosotros. Pensar en eso, en que estábamos realmente solos por primera vez, provocó una nueva intensidad entre nosotros. Había un calor en Sydney mientras me besaba y entrelazaba sus dedos en mi cabello, que me hacía recordar nuestros primeros días juntos. La levanté fácilmente en mis brazos y la llevé hasta la cama, asombrado de cuan liviana podía sentirse la fuerte mujer que conocía. También me sorprendió lo difícil que era sacar esa toalla. Sydney se rio suavemente, recorriendo mi pecho con sus dedos. La luz del sol que entraba por la ventana hacía parecer que estuviese hecha de oro. —Oh, oh —dijo—, ¿vas a fallar en tu desafío? Finalmente desaté el nudo y saqué la toalla, lanzándola lo más lejos que

pude. —Claro que no —dije, siempre consciente de su cuerpo—. Se requiere mucho más que eso para mantenerme lejos. Tienes que intentarlo más la próxima vez. Ayudó a sacarme la camisa. —¿Y por qué querría hacer eso? Nos besamos de nuevo, y mientras nos enredábamos en el otro, descubrí que todas las preocupaciones que me perseguían desaparecían. Nina, los Alquimistas, Alicia… incluso tía Tatiana. No había nadie más que Sydney y yo en el mundo, y lo único que importaba era nuestro amor y cómo me sentía en sus brazos. Era una alegría que iba más allá del placer físico, pero estaría mintiendo si dijera que no había suficiente de eso. Después, sudados y exhaustos, nos acurrucamos mucho más calmados. Ella descansó su cabeza en mi pecho y besé su frente. Decidí entonces que lo mejor que podía pasar era que Jackie llamara y nos dijera que se habían encargado de Alicia, Jill estaba libre y Sydney y yo podíamos vivir felices para siempre en Council Bluffs. Me dormí, soñando felizmente con esa fantasía. Fue muy corto, sin embargo, mientras era lanzado en un sueño muy distinto. La advertencia de tía Tatiana volvió a mí, Nina no iba a dejar pasar nuestro trato. —¿Dónde has estado? —exclamó Nina. La granja en Wisconsin se materializó ante nosotros—. Se suponía que me encontrarías. Miré alrededor, intentando recordar mis modales ante este inesperado cambio de escenario. —Yo, eh, lo siento. Me distraje en el mundo real y me dormí. —Bueno, no hay problema —dijo enérgicamente—. Simplemente guiaré el sueño. Recuerda, debes manejar más espíritu esta vez. Mis ojos se ampliaron. —No, Nina… espera… Pero Nina no estaba escuchando. Estaba demasiado absorta en su misión de encontrar a Olive. Sentí a Nina llamar al espíritu y traer a otra persona con nosotros. Momentos después, Olive comenzó a materializarse en la habitación frente a nosotros, entre sombras y a oscuras igual que antes. Y al igual que antes, el pánico sobrecogió a Olive, y comenzó a luchar para alejarse de Nina.

Esta vez, sabiendo qué esperar, estaba más consciente de lo que pasaba. Desde el último intento, revisé todo lo que pude sobre el caminar en sueños, aunque no había mucho que ver. Incluso había hablado con Sonya, y decidimos que dependía de la voluntad de Olive. Si su motivación era lo suficientemente fuerte, podía resistirse al usuario del espíritu que controlaba al sueño en el que estaba. Y claramente, eso estaba sucediendo ahora. Eres tan fuerte como Nina, me recordó tía Tatiana. Más fuerte que cualquier caminante de sueños. Lo sé, le dije. Y mientras veía disolverse la habitación, tomé una decisión impulsiva, en contra de lo que le dije a Sydney que haría. —Deja ir el sueño —le dije a Nina. Entendiendo mi intención, lo hizo. Estaba listo, reuniendo el espíritu, y me lancé en convertirme en el nuevo amo del sueño. La granja, que había estado temblando, comenzó a materializarse otra vez. También Olive comenzó a solidificarse. —¡No! —gritó. Nina se apresuró hasta ella. —¡Olive, te he extrañado tanto! El rostro de Olive estaba lleno de miedo, y se hizo hacia atrás rápidamente, envolviendo fuertemente el manto alrededor de ella. —No… no. ¡Por favor déjame en paz! Y así, comencé a sentir que el sueño se deslizaba lejos de mí. A pesar de mi agarre, la resolución de Olive aún ganaba. Aparecieron grietas en la madera. Los muebles cayeron al suelo. Las ventanas llenas de sol se volvieron negras. Llamé al poder del espíritu, empujando más magia a través de mí para poder pelear contra la usurpación de Olive. El espíritu quemaba dentro de mi cuerpo, pero ella ya había quemado la cara del sueño. La casa había desaparecido, reemplazada por lo que parecía el estacionamiento de un hotel. Una parpadeante farola arrojaba luz sobre nosotros, inquietantemente complementada con la luz roja de un letrero de neón colgando en la ventana del vestíbulo. Esas deberían haber sido calles llenas de personas, pero incluso no había automóviles. Un silencio misterioso dominó hasta que hablé. —Lo siento, fue demasiado rápida —le dije a Nina—. ¿En dónde estamos? Dio un paso más cerca, el miedo llenando su rostro.

—Aquí es donde nos atacaron junto a nuestro padre. Cuando Olive fue convertida. Estaba este Strigoi… Antes de poder terminar, dos amenazantes figuras emergieron detrás de las sombras de una camioneta. La luz hacía que su piel pálida se viera incluso más espantosa. No podía ver el rojo en sus ojos, pero la maldad en ellos llegó, sin importar lo débil de la luz. Gruñeron, descubriendo colmillos similares a los míos, con la excepción de que su única intención era matar. Aferré la mano de Nina y di un paso hacia atrás. —No pueden matarnos en un sueño —dije, mi boca de pronto seca—, no realmente. —No, pero nos despertarán —dijo ella—, y Olive se habrá ido otra vez. —No si los aniquilamos primero. El terror me llenó, incluso aunque sabía que los Strigoi solo eran parte del sueño. Toda mi vida había estado demasiado condicionado ante ellos para sentir nada excepto miedo. Pero lo que había dicho era cierto: no podías morir en un sueño espiritual. Simplemente despertarías. Y antes de eso, sentirías un dolor terrible y profundo. No son reales, me dije a mi mismo. Esto es un sueño, y aun tengo algo de control. Olive se había encargado de grandes cosas, como el escenario, pero las cosas pequeñas aún estaban en mi poder. Aquí, podía convocar fuego tan hábilmente como Christian o Sydney. Una bola de fuego apareció en mi mano, llena de magia del espíritu. También sentí magia surgir en Nina, y la reprendí rápidamente. —No… déjame encargarme de esto. —Si estaba atrapado en este sueño, siempre podía volver a la meta original de mantenerla alejada del agarre del espíritu—. Simplemente asísteme. No uses mucho. Lancé la bola de fuego hacia uno de los Strigoi y pasó de largo, perdiéndolo por medio metro. Está bien, quizás no podía lanzar fuego exactamente tan hábilmente como Christian o Sydney. Siempre parecía tan fácil cuando Sydney lo hacía, y me di cuenta que estaba pensando en esos términos, imitando sus lanzamientos. Pero confiar en mis habilidades físicas no era la forma de hacerlo. Tenía que hacerlo más intencional. Reuní otra llama y esta vez usé el espíritu para guiarla específicamente contra el Strigoi. Mi tiro estuvo bien pero el Strigoi, incluso en sueños, se movía rápidamente. Esquivó la bola de fuego y solo terminó rozando su brazo. Era suficiente para inspirarme. Llamé al espíritu, haciendo dos bolas de fuego, una para ir contra

su objetivo y la otra, para mantener al otro Strigoi a distancia. También anticipé la forma en que se movería el Strigoi, así que lo ajusté acorde a eso, enviando la bola de fuego directamente a su pecho. Llamas lo envolvieron, y usé el espíritu para convocar una estaca de plata. Caminando hasta donde él estaba en el suelo, llamé al espíritu para protegerme del fuego mientras enterraba la estaca en lo que esperaba fuera su corazón. O estaba en lo correcto o el fuego ya había hecho su trabajo, porque la criatura de pronto dejó de moverse y se disolvió en la nada. El otro Strigoi había intentado llegar a Nina mientras yo estaba distraído. Ella lanzó una bola de fuego, experimentando lo mismo que yo, perdiendo su primer intento. Era suficiente para distraer al Strigoi mientras yo me acercaba. —Mantenlo —le recordé a Nina. Golpeé certeramente al segundo Strigoi con la bola de fuego, y luego terminé mi trabajo con una estaca. Mientras lo hacía, sentí mi triunfo decaer cuando cuatro otros Strigoi aparecieron de pronto. Retrocedí hasta Nina. —No hay problema —le dije—, nos desharemos de ellos, también. —Ver a cuatro de ellos era desalentador, pero mi método parecía estar funcionando. En el sueño, al menos, podía ser tan bueno como cualquier guardián. —¡No hay tiempo! —exclamó Nina. El espíritu la llenó, un montón de él. Me volví hacia ella, alarmado. —¿Qué estás haciendo? ¡Es demasiado! Me ignoró y, sin creerlo, llamó incluso más espíritu. Yo aún tenía una bola de fuego, listo para lanzarla. —Necesitamos que se vayan, ¡y necesitamos que se vayan ahora! —¡Detente! —grité. Sacudí su brazo, esperando que perdiera su concentración. Me alejó y continuó reuniendo espíritu en cantidades gigantescas. —¡No dejaré que Olive escape otra vez! —dijo Nina. Fuego salió de sus dedos. No era una pequeña bola compacta como la que yo había formado. Nina manejaba láminas y láminas de fuego. Una importante cantidad de fuego. Llamas iluminaron la noche, envolviéndose alrededor de tres Strigoi. No había necesidad de usar la estaca; creo que murieron casi instantáneamente. La sacudí de nuevo. —¡Déjala ir! ¡Deja ir la magia!

Lo que había hecho, crear esa ridícula cantidad de fuego, no había sido un pequeño cambio en el sueño. No solo había tenido que romper el control de Olive, sino que había tenido que romper mis cimientos del sueño. El espíritu requerido, para eliminar a todos esos Strigoi de un golpe, era asombroso. Era al menos el doble de lo que la había visto manejar antes, cuando estábamos juntos en el sueño. El fuego se desvaneció, como también los Strigoi incinerados, y Nina cayo de rodillas. Descansó sus manos a los lados de su cabeza y comenzó a gritar. Y a gritar. A nuestro alrededor, el obscuro estacionamiento se convertía en la Villa Getty a medida que mi control del sueño volvía, gracias a sus esfuerzos. Me arrodillé junto a ella y puse mis manos en sus hombros. Sus ojos miraban sin mirar, perdidos, mientras seguía gritando. —Nina, Nina… está bien. Está bien. Pero no sabía si lo estaba. No estaba gritando por los Strigoi. Estaba pasando algo más, los terribles efectos secundarios de usar todo ese espíritu. Semana tras semana de tanto uso, ahora seguido de esto… era demasiado. La gota que colmó el vaso. No sabía cuánto daño se había hecho, pero algo estaba de verdad mal. Necesitaba despertarnos y saber cómo se encontraba ella en la vida real. Con un pensamiento, dejé que el sueño comenzara a desintegrarse. —Nina… La pequeña voz llamó mi atención. No me había dado cuenta de que Olive estaba de regreso con nosotros en Villa Getty. Cuando Nina había aplastado a los Strigoi, había alejado el control de Olive y el mío, temporalmente. Ahora a Olive no le quedaba nada, no más control, ninguna oportunidad de escapar. Se estaba oscureciendo rápidamente, sin embargo, al igual que Nina y yo, mientras nos enviaba al mundo real. Antes de que todos desapareciéramos, vi algunas cosas con claridad. Una era preocupación en el rostro de Olive mientras observaba a Nina. Sin importar lo que había pasado entre ellas, Olive amaba a su hermana y no estaba intentado herirla con esos obstáculos. La otra cosa que noté fue que el manto de Olive había desaparecido. Sin control ya del sueño, Olive estaba ahora igual que en el mundo real. Las ropas que usaba eras antiguas, gastadas, como si las hubiera usado muchísimo. Alrededor de su cuello había un pequeño colgante circular de madera, con un poco de verde. Nunca lo había visto y no sabía qué significaba. Pero mientras le daba una última mirada antes de despertar, vi algo más

en ella que reconocí inmediatamente. El sueño se rompió por completo, y me encontré sentada y alerta en la cama de la posada. Mientras pestañeaba e intentaba enfocarme, Sydney apretó mi mano e intentó calmarme. —Adrian —exclamó, y supe que no era la primera vez que decía mi nombre—. ¿Qué pasa? —Olive está embarazada —jadeé.

8 Sydney Traducido por Ale.. Corregido por Lizzie Wasserstein

—¿Olive? —repetí estúpidamente. Estaba un poco confundida después de haber despertado de un profundo sueño por los gritos de Adrian—. ¿De qué estás hablando? El negó con la cabeza, mostrando arrepentimiento en su rostro. —Lo siento, Sydney. No quise hacerlo. Nina me encontró en un sueño espiritual y fui obligado a buscar a Olive. Esta vez la encontramos. Estaba embarazada. Estaba tan perpleja porque él hubiera seguido con el sueño que no pude procesar el resto de lo que estaba diciendo inmediatamente. Pero el arrepentimiento en su rostro era tan sincero, creí que había sido en contra de su voluntad. —No puede estar embarazada —dije finalmente—. Quiero decir… supongo que puede. Pero pensé que estaba con Neil. Si está embarazada, entonces… Adrian tragó y poco a poco parecía estar recuperándose. —Lo sé, lo sé. Si está embarazada, entonces es de alguien diferente a Neil. El drama de telenovela de Olive no era tan grave en el gran esquema de las cosas, especialmente comparado con lo que estaba pasando con Jill, sin embargo si era una sorpresa. Olive y Neil parecían tan cercanos. —¿Sabes con certeza si está embarazada? Asintió temblando un poco. —Lo hicimos. Nina y yo rompimos las defensas de Olive y la vimos cómo es realmente en el mundo real. Sin lugar a dudas, estaba embarazada. Supongo que por esa razón seguía tratando de esconderse en el sueño. —Se detuvo para pensar—. Supongo que es la razón de que se esté escondiendo

también en la vida real. —Supongo que puedo entender su deseo de esconderse de Neil —empecé con mi mente girando. Porque ella era una Dhampir, solo un Moroi pudo haberla embarazado. Bueno, un humano también, pero la mayoría de la gente en la red principal del mundo Moroi no lo aceptaban después de Adrian y de mi—. ¿Pero por qué de Nina? ¿Sobre todo si eran tan cercanas? A menos… oh. —Mi corazón se hundió—. Tal vez… tal vez lo que pasó no fue consensual. A Adrian le tomó un momento comprender, y la ira oscureció sus rasgos. —Si algún Moroi la forzó, entonces, ¿por qué no le diría a Nina? ¿Y a los demás? Entrelacé mis dedos con los suyos. —Porque desafortunadamente no todas las chicas piensan de esa manera. Mira a mi hermana Carly, cuando Keith la violó. Pensó que era su culpa. Estaba mortificada ante la idea que alguien se enterara y la juzgara. —Nina no la juzgaría —dijo Adrian rotundamente—. Olive debería saber eso. Nina puede estar loca pero… Lo miré fijamente cuando repentinamente la alarma llenó su rostro. —¿Qué pasa? —Nina. —Se acercó y agarró su celular. Marcó un número y puso el teléfono en su oreja, apenas pude oír el sonido de espera y eventualmente el correo de voz—. Nina, soy yo. Llámame inmediatamente. Cuando colgó se giró hacia mí con un suspiro. —Lo que hicimos… lo que sea que pasó cuando llegamos a Olive, no fue bueno para Nina. Me quitó el control y terminó manejando la mayor parte del espíritu. No estoy completamente seguro de qué pasó… solo fue una sensación que tuve antes que el sueño se disolviera, pero siento como si algo hubiera ido terriblemente mal. Como si hubiera salido lastimada. Miró su teléfono como si el fijar su mirada el tiempo suficiente pudiera hacerla llamar de vuelta. —Aún puede estar dormida —advertí. No lo diría en voz alta, y esperaba que Nina no estuviera herida; pero una parte de mi estaba aliviada sabiendo que Adrian no había controlado todo el espíritu que había planeado —. Probablemente estará bien cuando se despierte. Y tendrás mucho que

decirle. Adrian suspiró. —No estoy seguro que lo haré. Quiero decir, supongo que podría decirle la parte del embarazo. ¿Pero el resto? Aun no sé dónde está. Estaba vestida de manera… extraña. —Se levantó y encontró un bolígrafo y papelería de la posada. Después de un dibujo rápido, me mostró un círculo lleno de diseños abstractos—. ¿Esto significa algo para ti? Lo estudié con el ceño fruncido. —No, ¿debería? —Olive lo estaba usando en un collar. Pensé que podía significar algo. —Se sentó a mi lado y ahogó un bostezo—. Espero que Nina y yo no hallamos pasado por todo esto sin encontrar ninguna manera de ayudar a Olive. Peor aún, si no conseguimos respuestas me temo que Nina lo seguirá haciendo. —Lanzó otra mirada ansiosa a su teléfono, pero aún no había respuesta de Nina. Puse mi brazo a su alrededor y lo acerqué. —Solo espera lo mejor. Ese símbolo puede significar algo para ella. Sé paciente hasta que ella vuelva a ti. Traté de mantener mi tono ligero y ocultar el miedo dentro de mí. No tenía miedo por Nina. Me preocupaba que Adrian la ayudara de nuevo poniendo las necesidades de ella y de Olive por encima de las propias, sin importar el riesgo. Mi corazón se encogió ante el pensamiento, y emociones conflictivas que se agitaron en mi pecho. Admiraba a Adrian por querer ayudarlas. Pero también lo amaba y egoístamente quería protegerlo. Intentó llamar a Nina una vez más y finalmente escuchó mis palabras cuando dije que debíamos tratar de descansar mientras pudiéramos. Odiaba verlo tan preocupado y cansado, al final, se las arregló para dejar sus preocupaciones de lado y relajarse un poco. Nos quedamos dormidos envueltos en los brazos del otro y nos despertamos de golpe unas horas más tarde por el sonido de un teléfono. Adrian agarró el suyo, casi cayéndose de la cama en el proceso, y miró la pantalla con consternación. —Mierda. Mi batería murió. Olvidé cargarla. —Es mi teléfono —dije, caminando atontadamente hacia mi bolso. Una sacudida de pánico me despertó inmediatamente mientras me preparaba por noticias de la Sra. Terwilliger. Pero cuando agarré el teléfono, me

sorprendí al ver el nombre de Sonya en la pantalla. —¿Hola? —Hola Sydney. —Llegó su voz familiar—. Confió en que lo estén pasando bien. —Si —dije con cautela, preguntándome la razón de su llamada. Éramos amigables pero generalmente ella trataba con Adrian—. ¿Qué tal tú? —Estoy bien, no puedo decir lo mismo de Nina Sinclair —respondió ella haciendo que mi corazón se detuviera—. Traté de llamar a Adrian pero fue a correo de voz. —Su teléfono está muerto —expliqué—. ¿Qué pasa con Nina? —Al escuchar eso Adrian se enderezó. —Pensé que ya lo sabrían, ya que fue encontrada en su habitación en la casa de invitados. —Salimos —le dije con inquietud—. ¿Qué quieres decir con encontrada? —Era la clase de terminología que usabas cuando las personas morían. —Está viva —respondió Sonya adivinando mis pensamientos—. Fue llevada al centro médico, pero está prácticamente en estado de coma. La única vez que despertó balbuceó incoherentemente antes de volver a la inconsciencia. Los doctores no han sido capaces de despertarla desde entonces. Tal vez les gustaría venir y verla. —Uhm, hablaré con Adrian y veremos cuando podemos tener una oportunidad… —Ahórratelo, Sydney. —Había algo un tanto cansado y exasperado en su voz—. Sabemos que nos están ahí. —Bueno, si, como dije, salimos… —Sabemos que no están en la Corte —interrumpió ella—. Después de la huida de Nina se realizó una búsqueda por toda la Corte, y luego Daniella Ivashkov finalmente cedió y admitió que ambos se habían ido. Sin embargo no nos dirá dónde están, y creo que está tratando de confundirnos contándonos una historia descabellada sobre ti, convirtiéndote en un gato. Realmente no sabía cómo responder a nada de eso. —Un gran número de personas quisieran hablar contigo —continuó Sonya—. Con ambos. ¿Supongo que no tienen los medios para una video

llamada? Mis ojos se posaron en la laptop que Adrian había traído consigo. —Los tenemos… —Honestamente, tenía un poco de miedo de lo que podía conllevar esta conferencia, pero podía ver a Adrian tratando de contenerse para no arrancarme el teléfono para conseguir respuestas sobre Nina. Una llamada en grupo sería la mejor solución, especialmente ahora que ya habíamos sido descubiertos. También había una buena posibilidad de que pudiéramos ser rastreados por esa llamada. Pero no estaba tan preocupada porque los Moroi nos encontraran como lo estaba por los Alquimistas. Cuando me desconecté con Sonya, encontré que Adrian estaba de acuerdo. Se moría por saber más de Nina, y decidimos que valía la pena el riesgo. Aun estábamos desnudos, así que lo primero en el orden del día era ponernos algo de ropa así no sería demasiado obvio lo que habíamos estado haciendo. Adrian me miró con nostalgia mientras buscaba mi blusa. —Si nos aseguramos que solo nuestras cabezas están en la toma, no creo que nadie lo note. —Le respondí con una mirada de advertencia, y después de una gran cantidad de suspiros dramáticos, de mala gana se puso la ropa también. Sin embargo aun nos quedamos en la cama, abriendo la laptop ahí. Una vez tuvimos todo conectado y organizado, nos inclinamos sobre la laptop y encontramos el rostro preocupado de Sonya. Antes que Adrian pudiera siquiera preguntar por Nina, Sonya se alejo y otra cara lleno la pantalla. —¿Realmente Adrian? —exclamó Lissa, con indignación sobre su rostro—. ¿Cómo pueden hacerme esto? ¡Me rogaste que los protegiera! Me arriesgué a la ira de mi propia gente y de los Alquimistas por aceptarlos y ¿así es como me pagas? Lucia realmente frustrada e inquieta. Me pregunté cantos problemas habíamos causado. A veces olvidaba la precaria situación en la que Lisa se encontraba, siendo jalada constantemente en diferentes direcciones mientras trabajaba muy duro para hacer lo imposible y complacer a todos. Adrian y yo habíamos hecho lo que necesitábamos hacer por nosotros… pero no habíamos considerado las consecuencias para los demás. —Fue por Jill —dijo Adrian resueltamente—. Teníamos que ir por ella. Lissa sacudió la cabeza con enojo.

—Y yo les dije, que por mucho que lo apreciara, no los necesitamos por ahí buscando a Jill. Ya tenemos gente en eso. —No, no… no es así —protestó Adrian—. No fue un simple viaje impulsivo. Sydney tenía una ventaja real. Los ojos verdes de Lissa se enfocaron en mí de manera expectante. Me lancé en un recuento de lo que sabía hasta ahora, sobre cómo Alicia estaba detrás de la desaparición de Jill y cómo mis contactos en Palm Springs estaban actualmente buscando pistas. Mientras hablaba vi la expresión de Lissa volverse más incrédula. —¿Cómo es que hasta ahora me estoy enterando de esto? ¡Debieron habérmelo dicho inmediatamente! —No conocíamos todos los hechos entonces —dijo Adrian. A pesar de su aparente confianza me di cuenta que también estaba dudando de nuestras acciones—. Y aun no lo hacemos pero Jackie Terwilliger es buena. Ella llegará a algo —vaciló—. ¿Quién sabe que nos hemos ido? —Los Alquimistas no lo saben si eso es lo que les preocupa —dijo Lissa—. Hasta ahora solo lo saben un puñado de personas aquí en la Corte, y será mejor que se quede así. Los Alquimistashan dejado muy claro que Sydney no nos será devuelta si la atrapan. —Me estremecí ante las palabras. —Suficiente Liss. —De repente Rose se abrió paso en el cuadro, retorciéndose junto a su amiga, como si Lissa no fuera la gobernante de todos los Moroi—. Ellos lo entienden. Lo jodieron. —No lo jodimos —dijo Adrian obstinadamente—. Encontrar a Jill es lo más importante que podemos hacer en este momento. La ira de Lissa disminuyó un poco. —Lo es. Y también quiero encontrarla ¿Por qué no vinieron a mí una vez que tuvieron esa caja? Adrian se encogió de hombros. —Ahora solo sabemos sobre la conexión entre Jill y Alicia, después de atravesar todos esos obstáculos. En ese momento, no parecía seguro, y honestamente no sabíamos si nos dejarías ir. Sentimos que lo más importante era sacar a Sydney de la Corte para seguir la pista. El reunirme con ella fue una idea de último momento. Sorprendentemente, Lissa asintió y concedió la idea. —Tienes razón. Probablemente hubiera querido más pruebas si todo lo

que tenían era una caja con la foto de Jill. Y nadie que hubiera enviado hubiera entendido lo que descubriste, Sydney. No era exactamente una disculpa, pero aun así Adrian la tomó como tal. —Gracias —dijo él. —De todos modos debieron haberme contado después —advirtió ella. —O a mí —interrumpió Rose. —Ahora que han terminado de regañarme —dijo Adrian— ¿Alguien podría decirme algo más sobre Nina? —Ellos pueden contarte —dijo Lissa señalando aquellos junto a ella —. Tengo que ir a asegurarme que su escape secreto de la Corte se quede en secreto. ¿A menos que tengan pensado volver y dejar que Eddie y su amiga humana manejen las cosas? No es demasiado tarde para volver. Adrian y yo intercambiamos miradas brevemente antes de volvernos hacia Lissa. Ambos sacudimos la cabeza. —Creí que no —dijo Lissa, con una pequeña risa triste—. Déjenme ir y ver lo que puedo hacer para mantener esto en silencio. Mientras tanto, por favor no hagan nada que consiga que los atrapen. Salió de la pantalla, y un momento más tarde Sonya se movió junto a Rose. —No hay mucho más que decir de lo que ya hice. Tal vez podrían ayudar diciéndome qué pasó. —Fue por el uso del espíritu —dijo Adrian, lanzándome una mirada de disculpa—. Me uní a ella en un sueño y la ayudé a derribar las barreras que Olive había creado. —Me lo imaginaba —dijo Sonya sombríamente. —¿Sabes cuándo se despertará Nina? —demandó Adrian—. ¿Estará bien? —Depende de cómo definas “bien”—respondió Sonya—. El doctor piensa que sus dificultades para despertar son debido al agotamiento. Esperamos que cuando despierte estará más descansada. Pero en cuanto al estado en el que pueda estar… —Si está tan cansada eso explicaría por qué está diciendo cosas sin sentido —dijo Adrian rápidamente. Me di cuenta que él realmente quería

creer eso—. Diablos, deberían verme después de usarlo toda la noche. La hago sonar totalmente articulada y lucida. Sonya no se rio de la broma. —Es posible… pero no creo que sea así de simple. He visto su aura. Eso cuenta su propia historia, y no es una muy buena. Además, he pasado mucho tiempo con Avery Lazar, Adrian. He visto lo que el espíritu le hizo… y esto se siente muy familiar. —Entonces, ¿qué estás diciendo? —pregunté, sorprendida por el nudo en mi garganta. Ni siquiera conocía bien a Nina, pero había algo escalofriante en escuchar este sombrío pronóstico… tal vez porque temía que un día estuviéramos hablando de Adrian. Sonya de repente lucia cansada, como si hubiera sido ella la que había gastado tanto poder y energía, y necesitara dormir. —Lo que estoy diciendo es, que cuando Nina vuelva, puede que no sea la misma Nina que conocimos. ¿Qué pasó? ¿Pensé que ibas a evitar que usara el espíritu en exceso? —Lo intenté. Realmente lo hice. —Adrian se apoyó en mí y yo descansé mi brazo sobre su espalda—. Yo dirigí el sueño. Hice la mayor parte del trabajo cuando Olive tomó el control… pero Nina se impacientó y se hizo cargo. Destruyó todo antes de que pudiera detenerla. Sonya asintió con cansancio. —¿Al menos pudiste hablar con Olive? —No realmente —dijo cuidadosamente. Mantuve mi expresión neutral, para no mostrar que él no decía la verdad. Sostuvo la hoja de papel donde había hecho el dibujo para mí—. ¿Esto significa algo para ti? —No, lo siento- —Sonya miró hacia abajo e hizo una mueca—. Estoy recibiendo un texto del doctor que está monitoreando a Nina. Tienen algunas preguntas más para mí. Estaré en contacto si sé más. Adrian asintió levemente, y yo apreté su mano. Sabía que se sentía terrible, como si fuera personalmente responsable por el estado de Nina. Al haberse ido Sonya, eso dejaba a Rose luciendo consternada por la noticia. —Bueno, me alegra saber que tenemos una pista sobre Jill —dijo—. Pero debieron haber sido más cuidadosos con… —¿Qué fue lo que le mostraste a Sonya?

De repente Dimitri se unió a Rose en la pantalla. Ella le lanzó una mirada divertida. —Tranquilo camarada. También tendrás tu oportunidad de sermonearlos. —Caray —dijo Adrian—. ¿Cuántas otras personas están al acecho fuera de la pantalla? —¿Qué fue lo que le mostraste? —reiteró Dimitri con el rostro inexpresivo mientras nos miraba. Incluso a través de una pantalla era intimidante. Adrian sostuvo la hoja de papel nuevamente. —¿Esto? —Se inclinó hacia adelante con entusiasmo—. ¿Sabes qué es? —Sí, es… —Dimitri se detuvo, miro a Rose y de nuevo al dibujo—. Es una clase de marca usada por mujeres en, uh, comunas Dhampir. Rose no tenía ningún problema declarando lo que su delicada sensibilidad había evitado. —¿Un campo de putas de sangre? —Sus ojos se ampliaron, y repentinamente se puso tan enojada como Lissa había estado antes—. ¡Adrian Ivashkov! Deberías estar avergonzado yendo a un lugar como ese, especialmente ahora que estás casado… Adrian bufó. —Ustedes dos, cálmense. Nunca he puesto un pie en uno de esos lugares y ni quiero tampoco. —Miró de nuevo a Dimitri—. ¿Qué quieres decir con que es una marca? Podía decir por el rostro de Dimitri que este no era un tema que le gustara discutir, y francamente no lo culpaba por ello. La sociedad Moroi no siempre había tratado a las mujeres Dhampir de la mejor manera. Solo podían tener hijos con padres Moroi, padres que a menudo veían a esas mujeres como poco más que juguetes. La práctica estándar para mujeres Dhampir que tenían hijos era entregar a esos hijos a edades tempranas a escuelas como St. Vladimir mientras la madre retornaba a los servicios de guardián. Sin embargo a muchas mujeres Dhampir no les gustaba hacer eso. Ellas querían criar a sus propios hijos. Algunas salían y se mezclaban en la sociedad humana, pero eso no era alentado. Incluso si los Dhampir lucían idéntico a los humanos, a menudo los Dhampir mostraban extraordinarias habilidades

físicas, habilidades que llamaban mucho la atención. Sin otras opciones, estas mujeres Dhampir a menudo se congregaban en “comunas” algunas más civilizadas que otras. Algunas Dhampir encontraban formas perfectamente ordinarias para sobrevivir… otras escogían rutas más desesperadas, lo que Dimitri confirmó. —Miembros de estas comunas usan marcas que muestran cuál es su papel —explicó él—. Algunas son residentes, otras invitadas. Algunas son mujeres mostrándose disponibles para hombres interesados… vendiendo sus cuerpos. —Asqueroso —dijo Rose. Eche un vistazo al dibujo de Adrian, y un terrible, horrible presentimiento se me ocurrió sobre Olive ¿Había llegado a estar tan desesperada? —¿Sabes de qué clase es este? —pregunté. Dimitri negó con la cabeza. —No sin color. Estas marcas identifican que comuna es. Por lo general hay un color que identifica el estatus de la persona. —Era verde —dijo Adrian. —Una marca verde es un invitado —dijo Dimitri. Ambos Adrian y yo suspiramos con alivio—. Alguien viviendo ahí temporalmente. Tal vez visitando a un pariente. Tal vez buscando refugio. —¿Así que no es alguien que se esté vendiendo? —clarifiqué. No podía soportar la idea de la pobre Olive haciendo eso. —No —dijo Dimitri luciendo perplejo al igual que Rose. —¿Qué es todo esto? —preguntó ella. Adrian no respondió inmediatamente, en su lugar levantó el papel de nuevo para que lo vieran. —¿Sabes a que comuna pertenece? ¿Dónde queda? Dimitri estudió el dibujo por un momento antes de sacudir la cabeza. —No… pero probablemente podría averiguarlo. ¿Por qué? Adrian vaciló de nuevo. —¿Está Lissa todavía por ahí? ¿O hay alguien más al acecho?

—No —dijo Rose—. Solo nosotros. ¿Por qué? Adrian me miró, y solo así supe lo que estaba pensando. —Se supone que debemos pasar desapercibidos —le recordé—. Mantenernos lejos de problemas. —Olive podría estar en grandes problemas. Y si ella no quiere hablar en sueños, tal vez ir hasta ella es la única opción que tengamos —dijo Adrian —. Eso, y, quiero decir, vamos. Si no podemos ayudar a Jackie, podríamos ayudar a alguien más. Una vez más estaba dividida. Mi lógica decía que debía quedarme aquí, segura. Pero mi corazón, especialmente cuando temía que Olive podía haber sido violada como Carly, quería salir y ayudar. —No sabemos en qué podemos estarnos metiendo —dije—. Por lo que he oído, algunas de esa comunas Dhampir son como el salvaje oeste. Adrian sonrió ante eso. —Lo bueno es que tenemos nuestro propio vaquero. —Uhm hola —dijo Rose desde la pantalla, su rostro lleno de irritación por haber quedado fuera de la conversación—. ¿Quieren informarnos de qué están hablando? Adrian levantó la mirada mirando entre ella y Dimitri. —¿Qué les parecería hacer un viaje con nosotros.

9 Adrian Traducido por Aria (SOS), Gry (SOS) e Itorres Corregido por Lizzie Wasserstein

—Así que esto es Canadá —dije, mirando por mi ventana. —Por última vez, no es Canadá —respondió Sydney, poniendo los ojos en blanco—. Es el norte de Michigan. Miré alrededor, viendo nada más que enormes árboles en todas las direcciones. A pesar de que era una tarde de Agosto, la temperatura podría haber pasado fácilmente como de otoño. Estirando la cabeza, apenas logré captar un atisbo de aguas grises más allá de los árboles a mi derecha: el Lago Superior, de acuerdo al mapa que había visto. —Tal vez no sea Canadá —concedí—. Pero es exactamente como siempre he imaginado que luciría Canadá. Excepto que pensaba que habría más hockey. Sydney me dio una sonrisa indulgente mientras se deslizaba del asiento trasero y se ponía junto a mí. —Es muy diferente de Iowa. —Eso es seguro —estuve de acuerdo, deslizando mi brazo alrededor de ella mientras admirábamos el paisaje. Era una locura pensar lo lejos que habíamos llegado en menos de veinticuatro horas. Después de convencer a Rose y Dimitri para que fueran con nosotros a la comuna de los dhampir, tuvimos que esperar a que Dimitri usara sus recursos y confirmase a dónde estaba vinculado el medallón de Olive. Él volvió con nosotros bastante rápido, revelando que el símbolo del collar era usado por una comuna en la península superior de Michigan. Él y Rose entonces empezaron una serie de vuelos complejos para llegar ahí desde la Corte. Sydney y yo elegimos la ruta más directa, volviendo a subirnos en el auto y conduciendo doce horas. Había sido agotador, dado lo poco que habíamos dormido, pero hicimos turnos conduciendo y durmiendo. También nos había dado una pequeña oportunidad para discutir el problema más

grande que todavía se cernía sobre nosotros. No sabía si era algo bueno o malo. —Vamos —dijo Rose, saliendo del asiento del pasajero de la camioneta—. Parece que la entrada está por ahí. —Nos habíamos reunido con ella y Dimitri en Houghton y después habíamos tomado su más resistente vehículo de alquiler hasta aquí al estacionamiento lleno de tierra apisonada en el que ahora nos encontrábamos. Otros autos con matrícula de Michigan estaban estacionados junto a nuestro auto de alquiler, la mayoría de ellos del tipo de modelos de gran potencia necesarios para la vida en los bosques. Es cierto que solo estábamos a una hora de Houghton, pero difícilmente era lo que llamaría una gran área metropolitana. Tenía lo básico, supermercados, un hospital, Starbucks, incluso una universidad, pero eso era todo. Una vez que abandonabas los límites de la ciudad, te encontrabas casi inmediatamente fuera en el bosque otra vez. Eso era todo lo que podía ver ahora mismo, y me hizo falta un momento para ver la abertura del sendero que Rose había indicado. —Estrecho —remarqué mientras Sydney y yo los seguíamos a ella y a Dimitri por el sendero. El camino en sí estaba despejado, pero alrededor de él, el denso bosque era difícil de atravesar. —A propósito —dijo, marchando como si hiciera este tipo de caminata todo el tiempo. Probablemente era la forma en que llegaba a la escuela todos los días en Siberia—. Hace más difícil que venga un Strigoi. —Apuesto a que es realmente un fastidio entrar en invierno —añadí. Maldije cuando una rama baja rasgó mi abrigo. Ten cuidado, me advirtió tía Tatiana. Eso es cuero italiano. —No me sorprendería si muchos de ellos se fueran durante el invierno —remarcó Dimitri—. Esta es una ubicación ideal para el verano, una latitud alta. En mitad del verano, probablemente solo haya cinco horas sin luz solar. Si tienes eso y unas barreras sólidas, puedes aguantar relativamente bien contra los ataques, especialmente cuando es un grupo de dhampirs del que estamos hablando. Luchan mucho. Podía creerlo y me quedé en silencio mientras me concentraba en prestar atención a mis pasos y no comerme ningún mosquito. Mis músculos estaban rígidos por tanto tiempo en el auto, y el movimiento en realidad se sentía bien. Cuando Dimitri dijo que el símbolo del medallón estaba vinculado a un lugar llamado la Comunidad Internacional Pino Salvaje, no había tenido ni idea de dónde nos estábamos metiendo. Aparentemente

“comunidad internacional” era el nombre moderno de comuna, y era algo que los humanos todavía formaban hoy en día. También había aprendido, gracias a la interminable sabiduría de Sydney en el viaje hasta aquí, que muchas comunas no eran solo fiestas hippies al estilo de los años 60’s. Algunas eran muy modernas pero abrazaban primitivas formas de vivir. Algunas eran poco menos que terrenos de acampar. Dimitri nos contó en Houghton que esta particular comunidad dhampir probablemente estaba entre las dos cosas. Cruzaba los dedos por algo más del lado moderno, tal vez como un resort secreto de madera. Imágenes del pueblo de Ewok de El retorno del Jedi vinieron a mi mente. —Solo espero que tengan sistema de tuberías —dijo Rose—. Esa fue la parte dura de estar con los Vigilantes. —En realidad yo estaba bien con eso —nos dijo Sydney inesperadamente—. Era la carne cuestionable con lo que tenía un problema. —Guau, ¿sin tuberías? —exclamé. Mi cerebro tenía problemas intentando asimilar cómo siquiera funcionas en tal situación. —Mejor que te acostumbres a la idea —bromeó Rose, mirándome—. Puede que Liss no les deje volver. Cuando todo esto haya terminado, ustedes dos puede que terminen viviendo con los Vigilantes. —Estoy seguro de que podemos buscar alguna alternativa antes de conformarnos con eso —dije con altanería, sin querer admitir lo incierto que estaba sobre nuestro futuro. Dimitri no compartió la diversión de Rose. —Si los Alquimistas siguen tras ella, estoy seguro de que Lissa los dejará volver a su suite. ¿No sería divertido?, dijo tía Tatiana. Aposentos más cercanos a tu madre, ninguno de ustedes queriendo salir y enfrentarse a los demás Moroi. —Eso no es vida —murmuré, pensando en lo atrapados que Sydney y yo nos habíamos sentido. No me había dado cuenta del todo hasta que nos fuimos y tuvimos un poco de espacio para respirar. Incluso cuando estábamos peleando, la vibración entre nosotros era más eléctrica cuando teníamos nuestra libertad. Encontrándome con los ojos de Sydney, supe que estaba pensando en lo mismo y estaba llena de las mismas preguntas que yo tenía sobre lo que nos deparaba el futuro. Desafortunadamente, no era probable que consiguiésemos respuestas ahora mismo. Solo podíamos concentrarnos en las preocupaciones inmediatas. Jill. Olive.

Dimitri se detuvo y señaló hacia el bosque. —Miren. El principio de las barreras. Seguí su movimiento y atrapé un atisbo de plata en la maleza. Una estaca de plata encantada. Los dhampirs de esta comuna los habían colocado estratégicamente alrededor de sus instalaciones, creando una barrera mágica para mantener fuera a los Strigoi. Los no muertos no podían atravesar ese tipo de poder, pero requería un mantenimiento constante. Si los lazos se debilitaban o alguien movía una estaca de su lugar, los Strigoi serían capaces de pasar. Era una preocupación que tenían todas las comunidades Moroi y dhampir. Las barreras en la Corte se comprobaban varias veces al día. Acabábamos de pasar la estaca cuando una figura salió de repente del bosque y vino al camino frente a Dimitri, quien adoptó una postura defensiva ante la visión del recién llegado y luego se relajó cuando vio que era un dhampir. Ella también tenía una expresión lista para todo, junto con tanto una pistola como una estaca de plata en su cinturón. Un medallón alrededor de su cuello que era una copia exacta del de Olive, salvo que tenía el borde azul, no verde. El rostro de la mujer se suavizó un poco cuando vio a Rose y Dimitri, luego se endureció otra vez al verme. —Saludos —dijo—. ¿Están buscando Pino Salvaje? Rose se apretujó junto a Dimitri, lo cual no era fácil en el estrecho sendero. —Estamos buscando a una amiga nuestra —dijo—. Creemos que está con ustedes. Después de evaluar a Rose y Dimitri, la mujer dhampir asintió amigablemente a Sydney y luego se volvió hostil cuando me miró. —¿Y él? ¿Qué está buscando él? —La chica a la que estamos buscando también es amiga mía —dije, sorprendido por su reacción—. Le dije a su hermana que la encontraría. Nuestra anfitriona parecía escéptica, y me pregunté qué pasaba con eso. Pensaría que era solidaridad dhampir, solo que parecía bien con Sydney. Probablemente la mujer había visto el tatuaje del lirio de Sydney y había asumido que estaba haciendo alguna visita Alquimista de rutina. Eso todavía no explicaba mi fría bienvenida. —¿Cuál es el nombre de su amiga? —preguntó la mujer. —Olive Sinclair —le respondí.

Inmediatamente, una mirada de disgusto llenó los ojos de la mujer, pero era claramente por mí, no por Olive. —Así que, ¿tú eres el que la metió en problemas? —El que… —El significado se volvió claro, y me encontré ruborizándome, algo que podría haber hecho dos veces en mi vida—. ¿Qué? ¡No! Por supuesto que no. Quiero decir, yo nunca, eso es, no soy el tipo de hombre que… —No —dijo Dimitri francamente—. Adrian no es responsable. Sus intenciones son honorables aquí. Voy a responder por él. Soy Dimitri Belikov. Esta es Rose Hathaway, Sydney Ivashkov… Normalmente, un humano presentado con un apellido Moroi real habría asegurado doble atención. Pero estaba claro que esta mujer nunca había oído nada más allá de los nombres de Rose y Dimitri. Lo vi claramente en sus ojos: la misma admiración y adoración que había observado en tantos otros rostros cuando este dúo dinámico se presentaba. Y así, la mujer se volvió de feroz y protectora portera a fanática desmayada. —OhDiosmío —dijo—. ¡Pensé que parecían familiares! ¡He visto fotos suyas! ¡Debería haberlo sabido directamente! Estoy muy avergonzada. Vengan, vengan. Soy Mallory, por cierto. ¡No nos quedemos en el bosque! Deben de haber viajado mucho para llegar hasta aquí. Vengan a descansar. Comer algo. OhDiosmío. La seguimos por el estrecho sendero, el cual al final se abrió a un enorme claro del bosque. Resultó que Pino Salvaje realmente era un cruce entre un campamento y un resort. En realidad, me recordó un poco a un pueblo del Salvaje Oeste. Podía imaginarme totalmente un tiroteo. Cabañas de buena apariencia estaban organizadas en filas ordenadas y parecían estar divididas en áreas de negocios y residenciales. Los dhampirs, casi todos mujeres y niños, se movían con sus asuntos, algunos haciendo una pausa para darnos miradas especulativas. Mallory nos guio hacia una enorme cabaña que estaba situada entre las áreas de negocios y las residenciales, saltando con cada paso que daba. Entramos a lo que parecía ser un tipo de oficina, y lo primero que noté fue que tenían electricidad. Lo tomé como un buen augurio para las tuberías. Una dhampir más vieja, con su cabello rubio salpicado de plateado, estaba sentada en un escritorio, tecleando algo en una computadora. Ella también llevaba un medallón con el borde azul. Cuando nos vio, se levantó y metió los dedos por el cinturón de sus jeans mientras se apoyaba contra la pared,

mostrando botas de cuero labrado que reforzaron aún más mis estereotipos del Salvaje Oeste. —¿Bien, qué trajiste, Mallory? —preguntó con diversión. —Lana, nunca creerás quiénes son —exclamó Mallory—. Son… —Rose Hathaway y Dimitri Belikov —proveyó Lana. Sus ojos entonces se posaron en Sydney y en mí, y ella arqueó una ceja—. Y Adrian Ivashkov y su infame esposa. He estado en La Corte. Sé quiénes son los famosos. —No somos famosos —le aseguré, poniendo mi brazo alrededor de Sydney y asintiendo hacia Rose y Dimitri—. No como aquellos dos. Los ojos de Lana se arrugaron en las esquinas cuando ella se rio de nosotros. —¿No lo son? Su matrimonio ha sido fuente de mucha especulación. —Creo que eso nos hace más una fuente de chismes que famosos. — Aunque, tan pronto como las palabras dejaron mi boca, me pregunté si había verdadera diferencia entre los dos. —Bien, estoy encantada de conocerlos. A todos ustedes. —Lana caminó hacia adelante y estrecho nuestras manos—. También he tenido noticias de Olive sobre como has hecho un fantástico trabajo creando una vacuna para los Strigoi, Lord Ivashkov. Comencé a decir que no teníamos mucha suerte con la vacuna, pero algo más importante en sus palabras llamó mi atención. —Usted conoce a Olive. —Por supuesto —dijo Lana—. Conozco a cada uno aquí. —Lana es nuestra líder —explicó Mallory. Lana realmente se rio a carcajadas. —Soy más como una administradora. ¿Asumo que es por Olive que están aquí? —Si usted lo permite —dijo Dimitri cortésmente—. Estaríamos agradecidos por cualquier ayuda que usted pueda ofrecer. —No me corresponde a mí. Es a Olive. —Lana nos sostuvo su mirada fija durante unos momentos, como si decidiera algo. Por fin, ella dio un pequeña asentimiento—. Los llevaré con ella yo misma. Pero primero, tengan

algo de comida y relájense. Sé que no es fácil llegar aquí. Le agradecimos su hospitalidad, pero era difícil relajarse, sabiendo que estábamos así de cerca de encontrar a Olive. Yo les había dado a Rose y Dimitri un informe detallado de su historia cuando nos habíamos encontrado en Houghton, al menos tanto como sabía sobre ello. Ellos estaban tan consternados como yo y coincidieron en que probablemente estaba pasando algo siniestro si ella sentía una necesidad tan fuerte de esconder su embarazo. Conseguí la impresión de que si se habían aprovechado de ella, y Dimitri averiguaba quién era responsable, allí iban a haber algunas serias consecuencias. La comida resultó ser bocadillos de ensalada de pollo, una comida sorprendentemente ordinaria para comer en un resort natural para medio vampiros. Sydney no vaciló incluso antes de morder el suyo, lo que yo pensaba que decía legiones sobre a qué distancia había llegado en relación con los Moroi. Lana mientras tanto me dejó claro que no había ningún alimentador oficial por aquí y que no debería pensar incluso en solicitar la sangre de cualquier dhampir de Pino Salvaje. Había un cuidado en su voz cuando ella habló, sin embargo, y combinado con lo que yo sabía sobre estas comunas, sospeché que había dhampirs aquí que vendían su sangre a los Moroi tan libremente como ellos vendían sus cuerpos por sexo. Era el lado oscuro de estos campamentos, lo que les había dado una reputación tan mala. Seguramente no era una práctica en la cual todos ellos tomaban parte, pero esto pasaba con bastante frecuencia. Después de la cena, Lana fue fiel a su palabra y nos llevó ella misma, dándonos un breve viaje por la comunidad. Como había sospechado, algunos edificios funcionaban como negocios. —Hacemos viajes regulares a Houghton por provisiones —explicó ella —. Pero también tratamos de ser tan autónomos como podemos. Cultivamos la mayor parte de nuestra propia comida y hasta hacemos un poco de nuestra propia ropa. —Ella asintió a una cabaña donde dos mujeres dhampir estaban sentadas cosiendo en el pórtico bajo la luz de una linterna, ahora que el crepúsculo se acercaba rápidamente. Ellas devolvieron el saludo. Ella señaló otros edificios cuando los pasamos—. Esta es la tienda de Jody, ella puede arreglar lo que sea. Y ese de allí es nuestro Centro Médico, como tal. April es responsable de ello, pero está fuera adquiriendo provisiones de la ciudad. Las cosas que ella necesita son un poco más difíciles de hacer. Por allí está la escuela de Briana. —Tienen algunos paneles solares ahí —comentó Sydney—. Buena

idea. Lana brilló, claramente orgullosa. —Fue idea de Talia. Conseguimos algunos cables de electricidad, pero ella sintió que deberíamos tener una fuente renovable a mano. Noté todos los nombres femeninos y también noté que aparte de algunos niños, cada uno en esta comunidad era de sexo femenino. Así que, fue una especie de shock cuando vislumbré a un hombre Moroi caminando entre un grupo de cabañas haciéndolo resaltar un poco de los demás. Viendo mi mirada fija, Lana frunció el ceño y dio un suspiro resignado. —Sí. Ahí es donde viven las chicas que quieren “entretener” a invitados de sexo masculino. —¿Por qué no les prohíbes la entrada? —preguntó Dimitri, su expresión oscura. —Porque hay algunas chicas que lo harían de todos modos. Ellas se moverían sigilosamente lejos, viviendo en algún sitio inseguro. Prefiero mantener todo bajo mi control. Algunos tipos solo quieren un buen momento, y hay chicas que reconocen eso y no esperan nada más… —Cuando habló, Lana miró al tipo Moroi que yo había visto. Una chica dhampir colgaba de su brazo, y ellos se reían mientras caminaban por delante de nosotros, llevando una clase de conversación privada. Ella pareció andar con él hacia la salida de la comunidad, y noté que su medallón estaba rodeado de rojo. Lana se giró hacia nosotros cuando ellos se habían ido—. Otros tipos son solamente problemas. Aquellos son esos en los que tengo que mantener un ojo, y a veces a esos tenemos que sacarlos por la fuerza. —¿Alguna idea sobre con qué tipo de hombre estaba involucrada Olive? —pregunté. Lana comenzó a andar otra vez, llevándonos a una sección de cabañas residenciales lejos de la que el Moroi había estado. —No. Es su asunto, así que no la he presionado. Ella no ha tenido ningún visitante masculino, puedo decirles eso. No parece tener cualquier interés romántico. —Ella tiene a un chico dhampir bastante decente interesado en ella — dije—. Pero ella cortó lazos con él. Y todos los demás. —Maldita pena —dijo Lana. Llegamos a un alto delante de una linda cabaña con persianas verdes—. ¿Pero quién soy yo para juzgar? Todos

luchamos nuestras propias batallas, del mejor modo que podemos. Bastante sabia para una región apartada, aspirante a sheriff, dijo tía Tatiana. Reflexioné sobre las palabras de Lana mientras ella llamaba a la puerta de la cabaña. Una mujer dhampir con salvaje cabello rizado contestó, sonriendo abiertamente cuando vio a Lana. —Hola, mamá. —Hola, Diana. —Lana la besó en la mejilla—. ¿Está por aquí Olive? Diana estudió a nuestro grupo, su mirada fija demorándose un poco más en mí. Odiaba que cada uno aquí asumía lo peor. Era una triste realidad cuando incluso una Alquimista no conseguía levantar sospechas pero un hombre Moroi lo hacía. —Seguro —dijo—. Iré a buscarla. Diana desapareció dentro de la cabaña. Me encontré conteniendo la respiración mientras esperábamos a ver lo que pasaría. Sintiendo mi anticipación, Sydney apretó mi mano. —Solo no puedo creer que estemos a punto de verla después de todo lo que ha pasado. No monstruos de lava. No batallas de Espíritu. —Tuve que hacer una pausa con mi voz ahogada—. Siento que si puedo conectar con Olive aquí, ayudarla, entonces no le habré fallado a Nina… Sydney mantuvo el agarre. —No le fallaste, Adrian. Ella hizo esas elecciones. Tal vez si hubieras sido más fuerte, tal vez si hubieras usado más espíritu en el sueño… La voz de la tía Tatiana hizo una pausa en mi cabeza mientras ella me dejaba considerar aquel pensamiento. Bien, tal vez Nina no estaría en su estado actual. Cállate, lancé a la voz del fantasma. Sydney tiene razón. No es mi culpa. Nina hizo esas elecciones. Si tú lo dices, dijo la tía Tatiana. Olive salió al pórtico en ese momento, llevando la misma ropa hecha en casa que había visto en el sueño. Y también justo como en el sueño, ella estaba obviamente muy embarazada. Ella comenzó a sonreír cuando vio a Lana, luego se congeló cuando enfocó la vista en el resto de nosotros. —No —dijo, retrocediendo—. No, no, no.

Rose se adelantó. —Olive, espera. Por favor. Queremos hablar contigo. Queremos ayudarte. Olive negó frenéticamente, y Lana puso un brazo alrededor de ella. —Cariño, realmente deberías hablar con ellos. —¡No quiero! —exclamó Olive. Ella miró de cara a cara, pareciendo un animal atrapado cuando nos juntamos al lado de ella, y mi corazón dolia por ella. Mientras su mirada fija se enfocaba en Sydney, tuvo una reacción tardía—. ¡Una Alquimista! —Ya no estoy con ellos —dijo Sydney—. Estoy aquí para ayudarte, justo como todos los demás. —Conoces a Sydney —le recordé a Olive—. Puedes confiar en ella. Olive todavía parecía asustada, pero por fin arrastró su atención lejos de Sydney. —¡No tengo nada que decirles a cualquiera de ustedes! —Entonces no digas nada —dije—. Solo escucha. Toma un paseo conmigo. Solo yo. Déjame decirte lo que ha estado pasando con Nina. Yo haré todo. El nombre de su hermana detuvo a Olive que había estado a punto de retirarse dentro de la cabaña. Quitó largos mechones de cabello de su cara, mirándome detenidamente con ojos llenos de lágrimas. —¿Nina? ¿Está bien? En aquel sueño… Hice gestos por delante de mí. —Vamos a tomar un paseo. Te contaré todo. Después de varios segundos de vacilación, Olive asintió y bajó del pórtico. Sydney entendió mi enfoque cauteloso y silenciosamente mantuvo su distancia. Rose, por otra parte, claramente quería venir con Olive y conmigo, pero le di una rápida sacudida de cabeza. Dimitri descansó su mano en su brazo para enfatizar el punto. Yo sabía que a Olive le gustaban Rose y Dimitri, y ellos seguramente le harían bien, pero ahora mismo, ellos eran demasiado. El miedo de ser interrogada por un grupo era probablemente la razón por la que ella había buscado refugio aquí en los bosques. Le di una sonrisa tranquilizante y casi usé un poco de coacción para calmarla, pero me decidí en contra de eso en el último momento. Si ella había crecido alrededor

de una hermana que usaba el espíritu, ella podría reconocer los signos y sentir que yo trataba de aprovecharme. —Lindo lugar —comenté mientras seguíamos un camino entre las cabañas. Los altos árboles creaban un dosel encima de nosotros, y las aves cantaban a la puesta del sol en las ramas. —Háblame de Nina —dijo Olive, sin perder nada de tiempo con la charla—. ¿Está bien? Vacilé. —Algo así. Lo que ella hizo en ese último sueño en que estuvimos… bien, eso implicó mucho espíritu. Mucho. —Traté de encontrar una manera delicada de ponerlo, sin decir que Nina había acabado con ella misma o posiblemente había perdido el juicio—. Tanto espíritu toma un costo. Ellos me dijeron que ahora mismo ella está, uh, durmiendo mucho y no teniendo mucho sentido. Pero eso puede cambiar. Ella puede estar bien una vez que tenga tiempo para recuperarse. Olive miró al frente con tristeza. —¿Por qué no pudo solo dejarme en paz? ¿Por qué insistiría en tratar de encontrarme? ¡Ella nunca debería haberse puesto en un peligro así! —Ella te ama —dije—. Y creo que Neil lo hace también. Lágrimas llenaron los ojos de Olive otra vez. —Ah, Neil. ¿Cómo puedo decirle lo qué ha pasado? Me detuve y la enfrenté. —Mire, lo que sea que haya pasado, él lo entenderá. A él no le importará lo que algún otro hombre te hizo, bien, quiero decir, querrá darle una patada en el trasero a ese tipo, pero no va a juzgarte o sostenerlo contra ti. Está loco por ti. Te ayudará y te apoyará. Todos lo haremos. La confusión sustituyó su desesperación. —¿“Algún otro hombre”? —Bueno… sí. —Miré hacia abajo a su estómago redondeado—. Quiero decir, obviamente hubo algún chico Moroi involucrado. Y si lo hizo en contra de tu voluntad, tienes que hacérnoslo saber. Él tiene que ser llevado ante la justicia. Se sentía ridículo usar el término “llevado ante la justicia” en esta falsa ciudad del Salvaje Oeste, pero la mirada desconcertada de Olive decía que no

entendía de que hablaba. —No, no. Tú… tú no entiendes. No entiendes en absoluto. —Entonces ayúdame —dije, agarrando sus manos—. Ayúdame a entender, así te puedo ayudar. Le prometí a Nina que lo haría. —¿Adrian? ¿Eres tú? La voz llamándome no fue inmediatamente familiar, y lentamente me aparté de Olive para ver quién estaba hablando. Nos mantuvimos caminando al azar, y el lugar en que nos habíamos detenido nos dio una buena vista sobre lo que pensaba eran las “Cabañas del Distrito de la Luz Roja”. Otro chico Moroi parecía estar dejando una de esas cabañas, y dado que se tambaleaba en sus pasos, había estado disfrutando de la hora feliz en el bosque. —¡Ese eres tú! —exclamó el hombre, golpeando su pierna en señal de triunfo—. Lo sabía. Unos pocos segundos más, y el reconocimiento se estableció. —¿Tío Rand? —pregunté con incredulidad. Él se dirigió a nosotros y sonrió. —El mismo. Podía difícilmente creerlo. En mi vida, había llegado a esperar que sucedieran cualquier número de cosas fantásticas y maravillosas en los asuntos del día a día. ¿Batallas espirituales? Sin problema. ¿Mi esposa convirtiéndose en un gato? Claro, sin dudarlo. Así que fue conmocionante que la visión de un familiar en el que no había pensado en años me sorprendiera tan completamente. Rand Ivashkov era el hermano mayor de mi padre, alguien a quien no había visto o en quién hubiera pensado desde que era un niño. Rand no había sido repudiado, no oficialmente, pero había sido claro para mí desde una edad temprana que todos lo preferían cuando no estaba cerca. Mi padre había asumido sus responsabilidades en la Corte y enviado a Rand fuera del país en diligencias que estaban destinadas principalmente a mantenerlo fuera del camino y le dio cosas en las que no podía meter la pata. Una vez, cuando de adolescente me había metido en problemas en una fiesta ilícita, mi madre había instado a mi padre para no castigarme severamente. “Después de todo”, le había dicho, “no es que él sea tan malo como tu hermano”. Él es un desastre, susurró tía Tatiana. Una vergüenza. Más consumido por mujeres y vino que el honor de la familia.

No suena tan diferente de mí, admití. Ella se burló. Difícilmente. Tu familia nunca te embarcó para mantenerte fuera del camino. Por lo último que había sabido, Rand estaba en algún lugar de Europa. Ciertamente no había esperado encontrar a mi tío en el norte de Michigan. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté. —Lo mismo que tú —dijo, dándome un guiño. Tenía los mismos ojos color verde oscuro que yo, y aunque había algo de plata en su cabello castaño, no estaba ni cerca de la cantidad que mi papá tenía. Tal vez vivir una vida de mujeres y vino era menos estresante que vivir una respetable en el Consejo Moroi. Rand era alto, incluso entre los Moroi, y tuvo que inclinarse hacia abajo para darle una mirada lasciva a Olive, haciéndola encogerse contra mí. »Ella es linda —dijo—. Y veo que tienes tu propia pequeña familia en camino, ¿eh? Tengo un par de esos yo mí mismo. Estas chicas dhampir se reproducen como… —No es así —interrumpí, cansado de explicar esto—. No soy, es decir, Olive es solo una amiga a la que estoy visitando. Tío Rand se animó. —¿Así que está disponible? No la he visto alrededor… —No —dije con los dientes apretados—. No está disponible. Mira, es bueno verte y todo, pero este realmente no es el momento ni el lugar. Tengo cosas que hacer. Empecé a girar para alejarme, indicando a Olive que debíamos regresar a la cabaña de Diana. Para mi asombro, Rand me agarró del brazo y me dio la vuelta de regreso. Tan cerca, el aroma del vodka saliendo de él casi me derribó. —¡No seas así! —dijo con vehemencia—. Un snob como el resto de tu familia. Tu padre y su más santa-que-tú esposa siempre actuaron como si no fuera lo suficientemente bueno para pasar el rato con el resto de ustedes. Pero mírate ahora. Estás aquí, no mejor que yo. Y escucho todo tipo de cosas sobre ti también… ¿me ves juzgando? Tenemos mucho en común. Tiré de mi brazo, alejándolo. —No lo creo. —¡Eres justo como el resto de ellos! —Se abalanzó sobre mí, sus

pasos de borracho vacilantes. No sabía si él estaba tratando de golpearme o simplemente agarrarme de nuevo, pero nunca supe porque una alta figura de repente se interpuso entre nosotros y lo envió volando con un gancho de derecha. Miré hacia arriba y vi a Dimitri sobre mi tío, que ahora estaba yaciendo tumbado en el césped, con una expresión de intenso disgusto. Rose, Sydney, y Lana llegaron corriendo hasta nosotros. —¿Qué demonios está pasando? —exclamó Rose. —Gracias —le dije a Dimitri—. Aunque no creo que necesitáramos bastante de esa gran intervención. Estaba conteniéndolo por mi cuenta. —Él es un animal —gruñó Dimitri—. No tiene nada que hacer aquí. —Bueno, supongo que… —Me detuve y reconsideré las palabras de Dimitri—. ¿Lo conoces o algo? Dimitri me miró. —Sí. ¿Y tú? —Sí —dije—. Es mi tío. Rand Ivashkov. —¿Ah, sí? —La expresión endurecida de Dimitri no cambió—. Él es mi padre.

10 Sydney Traducido por Malu_12 y Jessy Corregido por Lizzie Wasserstein

Y justo así, el embarazo de Olive Sinclair ya no era la cosa más asombrosa sucediendo. O, bueno, al menos tenía una seria competencia en lo bizarro. Todos nos quedamos allí torpemente, en medio del camino, con los pájaros cantando alegremente a nuestro alrededor, haciendo que esta inesperada revelación familiar fuera mucho más surrealista. Incluso Rose, que rara vez se quedaba sin palabras, se quedó boquiabierta. El hombre Moroi, Rand Ivashkov, según Adrian, parpadeó hacia Dimitri como si estuviera viendo un fantasma. Algo del arrogante pavoneo de Rand se había ido, y él dio un paso hacia atrás intranquilo. —Bueno, estaré condenado. Eres tú, Dimka. —Se humedeció los labios y trató de sonreír—. Te ves muy bien para un tipo que solía ser un nomuerto, ¿me equivoco? —Miró a su alrededor al resto de nosotros, viendo si nos reíamos de la broma. Nos quedamos en silencio. Dimitri se volvió hacia Lana. —¿Te está causando problemas? —le preguntó cortésmente—. ¿Estás teniendo dificultades para sacarlo? Estaré feliz de hacerlo por ti. —Podemos encargarnos nosotros mismos —replicó ella, aunque no sin amabilidad. Como convocadas por alguna señal tácita, Mallory y otra mujer dhampir que parecía una guardiana aparecieron en el camino detrás de ella. Mallory ya no lucía como una soñadora fanática. En ese momento, era tan formidable como cualquier guardián que hubiera conocido. Rand se relajó un poco. —Sí, ¿ves? No hay necesidad de hacer nada apresurado. Lana fijó su mirada en él. —Eso no quiere decir que seas bienvenido aquí.

—Oye —dijo, volviendo a su confianza—, tengo todo el derecho de estar aquí. Estaba visitando a Elaine. Ella es una residente. Puede tener invitados. —Ella puede tener invitados bajo mi autorización —corrigió Lana, con los puños en las caderas—. Y te lo he dicho antes, no te quiero aquí bebiendo. Él levantó las manos en lo que se suponía que sería un gesto pacificador. —Bien, no beberé otra gota. Lo juro. Pero no puedes echarme ahora, no cuando mi hijo y mi sobrino están aquí. Esto es prácticamente una reunión familiar. Rose finalmente encontró su voz y se giró hacia Dimitri. —¿En serio? ¿Este tipo? ¿Estás seguro? —Compartía su incredulidad. La mirada de Dimitri era fría mientras descansaba sin parpadear en el tío de Adrian. —Positivo. Aunque pensé que estaba vagando por Europa. Rand sacudió la cabeza. —No he estado allí en años. En ese negocio en el que Nate me había enganchado dijeron que ya no necesitarían mis servicios de consultoría. ¿Cómo está Olena estos días? —No vuelvas a pronunciar el nombre de mi madre en mi presencia — gruñó Dimitri. —¿En serio? —repitió Rose—. ¿Este tipo? La mención de la madre de Dimitri y el padre de Adrian, a quien nunca había oído que lo llamaran Nate, desencadenó repentinamente la más asombrosa revelación para todos. La mandíbula de Adrian cayó mientras la comprensión lo golpeaba también. —¿Somos… significa eso… que somos primos? —exclamó, dirigiéndose a Dimitri. Los ojos de Rose se ampliaron aún más. Cerca de nosotros, Olive se removió incómodamente y puso una mano en la parte baja de su espalda, haciendo una mueca. Tan alucinante como era este drama familiar para el resto de nosotros, imaginaba que para ella era una pequeña preocupación, con todo lo que ocurría en su vida. Dimitri inmediatamente se abalanzó y entrelazó su brazo con el de ella.

—Estás cansada. No hay necesidad de que estés parada y soportando todo esto. Te acompañaré de regreso. —Él comenzó a dirigir a Olive hacia la cabaña de Diana, pero se detuvo para mirar a Lana—. Lo que vayas a hacer con él es tu elección, pero estaré más que feliz de deshacerme de él por ti, si lo deseas. —Nos encargaremos de esto —respondió ella. Dimitri le dio un gesto de asentimiento y luego escoltó a Olive lejos, como un cortés caballero de un (aunque surrealista) cuento de hadas. Rose parecía dividida entre ir con ellos o quedarse y finalmente siguió a la pareja por el camino. Lana se volvió hacia Adrian y yo. —¿Responderás por él si se queda? —¿Por mi tío? —preguntó Adrian—. Por supuesto que no. No lo he visto en años. No sé nada de él. —Oh, vamos —gritó Rand—. Somos familia. Y Lana, realmente no puedes hacer que me saquen. La puesta de sol está cerca. Ha habido informes de avistamientos de Strigoi locales esta semana. Me pregunté si estaba exagerándolo por su propio beneficio, pero el rostro serio de Lana sugería lo contrario. —Bien. Puedes pasar la noche en nuestras casas de huéspedes al frente de la comunidad. Él gesticuló hacia las cabañas privadas. —No hay necesidad de que me quede afuera. Estoy seguro de que Elaine… —Casa de huéspedes —repitió Lana en voz más alta—. O puedes irte ahora. Rand suspiró dramáticamente, como si estuviera siendo terriblemente incomodado y no recibiendo una gran bondad de parte de ella. —Bien. ¿Al menos me acompañarías allí, Adrian? Entonces, podrás volver con esa chica dhampir que embarazaste. Adrian frunció el ceño, pero no lo corrigió. Lana ya se retiraba, dejándonos a Adrian y a mí sin más remedio que caminar con Rand. Sin embargo, noté que sus guardianas venían a una distancia respetable mientras nosotros tres íbamos de regreso hacia el frente de la comuna. Lana no iba a dejar a Rand sin supervisión.

—¿Cómo está tu papá? —le preguntó Rand a Adrian amigablemente —. ¿Y tu mamá? —Ya no viven juntos —respondió Adrian—. Pensé que lo sabías. —Nate no me habla. Nadie lo hace. Tengo que conseguir toda mi información por chismes de segunda mano. —Sonaba terriblemente molesto por eso también. Esta era una persona que sentía mucha lástima de sí misma, me di cuenta. —Tal vez eso es algo en lo que deberías pensar —comentó Adrian uniformemente—. Si “nadie” te habla, tal vez no sean ellos el problema. Tal vez lo seas tú. Él le disparó a Adrian una mirada irónica. —No actúes tan superior y poderoso. Te lo he dicho, he oído hablar de ti. De ti y tu… esposa humana. —Rand se detuvo repentinamente, cayendo en cuenta. Su mirada se posó en mí, y luego volvió a Adrian—. Espera… ¿ella? ¿La Alquimista? Y están solo así…¿en público? ¿No sientes vergüenza en absoluto? Adrian se mantuvo notablemente calmado. —Su nombre es Sydney. Y no tenemos nada de qué avergonzarnos. Los humanos y los Moroi solían casarse. Todavía lo hacen entre los Vigilantes. Sydney y yo nos amamos. Eso es todo lo que importa. Rand sacudió la cabeza con incredulidad. —Bueno, bienvenida a la familia, entonces, Sydney. Al menos así ya no soy el más escandaloso. —Él miró a Adrian—. Te diré, sin embargo, que nuestra tía estaría retorciéndose en su tumba si supiera lo que hiciste. —Creo que estaría bien con ello. La conozco bastante bien —le dijo Adrian. Un momento después, pareció haberse dado cuenta de lo que había dicho—. Quiero decir, la conocía bastante bien.—Lo observé cuidadosamente, tratando de determinar si eso había sido un deslizamiento honesto de lengua. Aunque me había admitido oír a su tía en su cabeza, había estado reticente a elaborar la frecuencia con la que ella le hablaba. Aparentemente imperturbable, mantuvo su atención en Rand—. ¿Por qué no estuviste en su funeral? Rand se encogió de hombros y desaceleró su ritmo hasta que nos detuvimos frente a un edificio marcado como HUÉSPEDES. —No me gustan los funerales. Eso y que no había suficiente tiempo

para que volviera para el momento en que lo escuché. Estaba en Europa cuando sucedió. —¿Rusia? —le pregunté. Había pasado una buena cantidad de tiempo en Rusia y estaba bastante segura de recordaría ver a alguien tan desagradable como Rand Ivashkov en los círculos Moroi. —Francia —corrigió Rand—. No he estado en Rusia en un tiempo. —Estuviste allí al menos una vez —señaló Adrian—. Si Dimitri es realmente tu hijo. Rand se enderezó. —Lo es, y estuve allí un montón de veces. Aunque esa familia nunca me apreció. Así que dejé de ir. Adrian lo miró detenidamente. —¿En serio? ¿Esa es toda la historia? A pesar de su aspecto rudo, Dimitri es un tipo bastante indulgente. Supongo que tenía que serlo, para continuar con su vida después de ser Strigoi. ¿Pero tú? Él está enfadado contigo. Rand miró lejos de nosotros. —Su madre y yo dejamos de llevarnos bien. Los niños reaccionan a ese tipo de cosas, eso es todo. —Él subió al pórtico de la cabaña—. ¿Vienen dentro? Bien podrían reclamar su habitación ahora antes de que los otros chicos trasnochando aparezcan. —No nos vamos a quedar aquí —dijo Adrian. Rand hizo un gesto hacia el cielo del oeste oscureciendo. —Pasarán la noche aquí. Esta es la única casa de huéspedes libre. ¿Dónde más van a quedarse? Adrian y yo intercambiamos miradas brevemente. Pasar la noche aquí no había estado en ninguno de nuestros planes. —No aquí —dijo él rotundamente—. No contigo. —Despréciame todo lo que quieras, pero hice lo mejor que pude con lo que tenía —dijo Rand airadamente—. Nunca encajé, nunca jugué según sus reglas, y uno a uno me rechazaron. Eso te sucederá, solo tienes que esperar. Ese es el precio por casarte con ella. Perdiste todo lo que podrías haber tenido, lo que podrías haber sido como Ivashkov. Pronto verás lo que es ir a la deriva de un lugar a otro.

—Tenemos que ir a ver a mis amigos —le dijo Adrian, tomando mi brazo y dirigiéndome lejos—. Un placer conocerte. —Eres un terrible mentiroso, muchacho —gritó Rand detrás de nosotros. —¿Es verdad? —le pregunté en voz baja, una vez que habíamos puesto algo de distancia entre la cabaña de huéspedes y nosotros. —¿Que soy un terrible mentiroso? No. Soy un mentiroso fantástico. Paré repentinamente, lo que lo obligó a hacerlo también. Nuestra única luz provenía de farolas colocadas estratégicamente a lo largo del camino principal del campo oscuro. —Adrian, me refiero a lo que dijo sobre mí… ¿realmente te costé todo eso? Siempre hablamos de que yo sea humana, pero que entregues tu vida como parte de la realeza por… —Sydney —interrumpió Adrian, ahuecando mi cara entre sus manos —. Nunca, jamás pienses así. No me arrepiento de nada de lo que hemos enfrentado. Estar contigo es lo mejor que me ha pasado, la decisión perfecta que he tomado en toda una vida de torpeza y falta de juicio. Pasaría por todo eso de nuevo por estar a tu lado. Nunca lo dudes. Nunca dudes delo que siento por ti. —Oh, Adrian —dije, dejando que me envolviera en sus brazos, sorprendida por la burbuja de emoción que brotaba dentro de mí. Él me abrazó con fuerza. —Te amo. En todo caso, yo no puedo creer que tú hayas renunciado a todo lo que hacías para estar conmigo. Cambiaste toda tu vida por mí. —Mi vida ni siquiera había comenzado hasta que te conocí —le dije con fiereza. Adrian se apartó y me miró de cerca, sombras en su rostro. —Cuando ves a alguien como él, como el tío Rand, ¿te pone nerviosa? ¿Que pudiera convertirme en eso? Sentí que mis ojos se ampliaban. —No —le dije rotundamente—. No eres nada como él. Pude decir por el rostro de Adrian que él no estaba tan seguro y que estaba en peligro de caer en una de esas terribles depresiones. El que usara el espíritu recientemente con Nina solo le hacía mucho más vulnerable. Adrian

podría no tener ninguna duda sobre mí y nuestro amor, pero el futuro que Rand había predicho, nosotros rebotando por ahí sin un lugar donde vivir, podría muy bien ser verdad. Eso me asustó, y tenía que asustar a Adrian también. Con gran esfuerzo, lo observé mientras trataba de alejar sus pensamientos oscuros y poner una expresión más alegre. —Bueno, supongo que el lado bueno de todo esto es que puedo celebrar tener un nuevo miembro en la familia. Casi había olvidado la sorprendente revelación sobre él y Dimitri. —¿Es realmente cierto? ¿Cómo puedes no haber sabido eso? Adrian dio una triste sacudida de cabeza y comenzó a caminar de nuevo. —Por lo que he oído acerca de las “actividades” del tío Rand, bien podría tener docenas de hijos ilegítimos por todo el mundo. ¿Por qué no Dimitri? —Parece extraño que Dimitri no haya dicho nada de esto antes— comenté. —Eso me sorprendió también —admitió Adrian mientras la cabaña de Diana aparecía a la vista—. Aunque para ser honesto, nunca pensé que él tuviera padre. Solo parece el tipo de hombre que surge como un ser totalmente crecido. O, si tenía que imaginarle un padre, supongo que habría sido una versión de él con el cabello gris y una gabardina. Me reí de eso y lo seguí hasta el pórtico de la cabaña. Alguien gritó que nos dejaran entrar cuando tocamos, y encontramos a Rose y Dimitri sentados en la pequeña sala de estar de la cabaña. Diana aparentemente se había ido. Olive estaba acostada en un escueto sofá, con aspecto pálido. —¿Él se fue? —preguntó Dimitri. Su tono de voz nos dijo claramente a qué él se refería. Adrian y yo nos sentamos juntos en un banco de madera. —No —le dije—. Se quedará en la casa de huéspedes y parecía pensar que nosotros también lo haríamos. —Podría pensar en una docena de formas de tortura que preferiría antes de someterme a pasar una noche bajo el mismo techo que él —dijo Dimitri, inexpresivo. —Estoy seguro de que no llegará a eso —respondió Adrian.

—Olive dice que podemos quedarnos aquí esta noche —explicó Rose —. Si no te importa dormir en el suelo. —¿Teniendo en cuenta la alternativa? No hay problema. —Adrian fijó su mirada en Dimitri—. ¿Cuándo ibas a dar la noticia de que somos una gran familia feliz? Una expresión de dolor cruzó el rostro de Dimitri. —Sinceramente, no lo sabía. Adrian alzó las manos. —Vamos. Tú tienes, qué, ¿dos o tres hermanas? Ese tipo, obviamente, tiene un lote. ¿Nunca se te ocurrió que Rand Ivashkov podría estar relacionado con otro Ivashkov que conocieras? Una sombra de ira brilló en los ojos de Dimitri. —Él nunca nos dijo su nombre completo. Siempre fue Randall. Sabíamos que era un estadounidense de la realeza que con frecuencia iba por negocios. Nunca hicimos preguntas. A mi madre le gustó… por un tiempo. —Mencionó que dejaron de llevarse bien —señalé—. Dijo que no era apreciado. Lo que ardía en los ojos de Dimitri se convirtió en una llama. —¿No fue apreciado? Empujaba a mi madre cuando había estado bebiendo y no se salía con la suya. Esas palabras cortaron incluso a Adrian. —Entonces, ¿qué pasó? —preguntó en voz baja. Dimitri no respondió, pero Rose lo hizo. —Dimitri lo empujó de vuelta —respondió ella. Se hizo el silencio, solo roto por el desplazamiento de Olive en el sofá. Ella había estado escuchando en silencio, su rostro arrugándose con molestia. Adrian la observó con una mirada que yo había llegado a reconocer a estas alturas, que era de alguna manera centrada y distraída a la vez. Estaba viendo su aura. Había tratado de regañarlo por mirar auras por un tiempo pero finalmente me había rendido. Era tan natural para él que ni siquiera se daba cuenta de que lo hacía la mitad del tiempo. En realidad, usaba solo un poco de su espíritu, de acuerdo con Sonya, así que trataba de escoger mis batallas para los gastos más grandes.

—¿Estás bien? —le preguntó Adrian a Olive con preocupación. —No me siento bien —dijo. Deslizó su mano por su estómago—. Un poco adolorida. Me he sentido así durante todo el embarazo. —Tus colores están por todos lados, diferente a como era antes. Es casi como ver dos auras borrosas juntas. —Las cejas de Adrian se dispararon hacia arriba—. ¿Estás en trabajo de parto? Ella se sobresaltó ante la idea… pero también tenía miedo. —Yo… no estoy segura. Es peor de lo habitual, pero sigue faltando más de un mes para que yo… El profundo resonar de una gran campana de hierro resonó a través del aire. Rose y Dimitri estaban de pie en un instante. —¿Qué es eso? —preguntó ella. Dimitri sacó una estaca de plata de su cinturón. —Advertencia de Strigoi. Tenemos el mismo sistema en Baia. — Corrió hacia la puerta, con Rose pisándole los talones. Antes de irse, hizo un gesto hacia la chimenea—. Enciendan un fuego. Si algún Strigoi entra, láncenlo en él. No dio más detalles sobre cómo exactamente se suponía que lograríamos eso, si con la fuerza bruta o con el espíritu de Adrian, pero ya se habían ido antes de que pudiéramos cuestionarlos. Adrian y yo encontramos la mirada del otro, la nueva amenaza estimulándonos a la acción. Con solo un pequeño hechizo, hice que el fuego de la chimenea se volviera de repente del doble de su tamaño. El fuego era nuestra mejor arma contra los Strigoi, y aunque yo podría convocarlo de la nada, una fuente lista nos ayudaría tanto a Adrian como a mí. Olive gritó cuando las llamas se elevaron. Me volví hacia ella. Dolor contorsionó su rostro mientras ponía una mano sobre su estómago. —¿Estás bien? —Creo que… creo que el bebé podría llegar después de todo—dijo sin aliento. Adrian palideció. —Cuando dices “llegar”, ¿te refieres a ahora o en un futuro próximo? La pregunta era lo suficientemente ridícula como para distraerla momentáneamente de su dolor.

—¡No lo sé! ¡Nunca he tenido uno antes! Adrian me miró. —Así que… uhm, sabes cómo hacerlo, ¿no? ¿Recibir un bebé? —¿Qué? —le pregunté. El pánico se apoderó de mí ahora—. ¿Por qué siquiera pensarías eso? —Porque eres tan buena en todo lo demás —dijo—. Todo lo que yo sé es lo que he visto en las películas. Hervir agua. Romper sábanas. Como de costumbre, me aferré a la lógica para tratar de calmarme. —Se puede hervir agua para la esterilización. ¿Pero lo de las sábanas? Eso en realidad no es… Un grito que venía de afuera interrumpió mi balbuceo. Adrian movió su cuerpo de manera protectora para proteger a Olive, y yo convoqué una bola de fuego en mi palma. Todos miramos en silencio hacia la oscura ventana, incapaces de entender lo qué estaba sucediendo. Oímos disparos y otro grito, haciendo que mi imaginación volara. —Desearía que Neil estuviera aquí —susurró Olive. —Yo también —dije, pensando que me sentiría mucho mejor con él de pie junto a la puerta con una estaca de plata. Adrian apretó la mano de Olive. —Vas a estar bien. Sydney y yo te protegeremos. Nada que no queramos, pasará a través de esa puerta. Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y apareció Rand Ivashkov, su rostro frenético. —¿Qué está pasando ahí afuera? —exigí. Cerró la puerta detrás de él y se dejó caer en una silla. —Strigoi. Dimitri me dijo que viniera a quedarme aquí con ustedes. — Él miró la posición de Olive con inquietud—. En caso de que necesitaran ayuda. —No a menos que tengas un título secreto de médico que hayas estado escondiendo a la familia —espetó Adrian. —¿Cuántos Strigoi hay allí? —pregunté. Rand sacudió la cabeza.

—No estoy seguro. Probablemente solo unos pocos o estaríamos todos muertos a esta altura. Pero unos pocos pueden hacer mucho daño si nos atrapan por sorpresa. Olive hizo un pequeño grito de dolor, y nos dimos vuelta hacia ella. —Otra contracción —noté. —Por lo menos han pasado unos cuantos minutos. Quizás él esperará hasta que todo acabe —contestó Olive. —¿Él? ¿Sabes que es un niño? —preguntó Adrian. —No es seguro —admitió ella—. Pero tengo una corazonada. —Creo en las corazonadas —dijo seriamente Adrian. Otro grito sonó, e intenté proporcionar una distracción para Olive. Podría no saber todo sobre el trabajo de parto, pero estrés como este no podía ser bueno para una mujer embarazada. —¿Qué nombre vas a ponerle? —le pregunté. Adrian siguió mi ejemplo. —Adrian Sinclair suena bien —dijo él. Los ojos de Olive, llenos de miedo, observaron la ventana y la puerta, pero sus labios se curvaron en otra sonrisa ante la broma. —Declan. —Lindo nombre Irlandés —dije. —Podría funcionar —concedió Adrian—. Declan Adrian Sinclair. —Declan Neil —corrigió ella. Me preguntaba cómo se sentiría Neil al tener al hijo de alguien más con su nombre. En el incesante caos que había sobrevenido desde que habíamos llegado, no había habido oportunidad de hablarle a Olive sobre las circunstancias que la habían conducido aquí a la comuna. Y mientras continuábamos nuestra ansiosa vigilia, parecía improbable que discutiéramos asuntos en el corto plazo. La conversación se consumía mientras el tiempo pasaba. Todo lo que podíamos hacer era observar y esperar. Los sonidos afuera finalmente se calmaron, y no supe si estar tranquila o más alarmada. Igualmente de desconcertante era que las contracciones de Olive se mantuvieran más frecuentes. Me preguntaba si deberíamos estar hirviendo agua después de todo.

La puerta se abrió otra vez, y casi lanzo la bola de fuego hacia el recién llegado hasta que vi que era Rose. Su rostro estaba manchado de sangre y suciedad. —Los tenemos —dijo ella—. Nadie de nuestra gente murió, pero hay muchas lesiones. Su doctor está lejos ahora, y nos estábamos preguntando, Adrian, si podrías… Ella no pudo terminar, pero sabía lo que quería. Adrian también. Él se volvió de ella hacia mí, su rostro lleno de dolor. —Sydney… —Ella dijo que nadie estaba muerto —interrumpí. —Alguien podría estar cerca —contraatacó—. Especialmente si los doctores están lejos. Le eché un vistazo a Rose. —¿Hay personas que puedan morir? Ella dudó. —No lo sé. Algunos están claramente en muy mal estado, sin embargo. Vi mucha sangre cuando regresé a su enfermería. Adrian comenzó a moverse hacia la puerta. —Eso es todo entonces. Voy a ir a ayudar. —Hizo una pausa y miró atrás hacia Olive—. Ella necesita a alguien también. Ahora mismo. El bebé ya viene. Sydney. —No, voy contigo. Se los primeros auxilios básicos —dije, aunque mi verdadera motivación era mantener un ojo en Adrian—. Rose, ¿puedes ayudar a Olive? ¿O conseguir a alguien que pueda? La expresión en el rostro de Rose mostraba que se sentía tan completamente sin preparación para eso como yo, pero me dio un rápido asentimiento. —Intentaré encontrar a alguien que realmente sepa lo que está haciendo. Debe haber muchas personas que hayan ayudado con eso antes. Pero Sydney, ¿estás segura de que quieres ir? Hay un Alquimista en camino para ayudar a destruir los cuerpos. —¿Un Alquimista? —jadeó Olive. Me congelé, y de repente, toda una especie nueva de pánico se apoderó

de mí. —¿En camino? —No está aquí aún —convino Rose—. Creo que dijeron que su nombre era Brad o Brett o algo así. Trabaja fuera de Marquette. —No te arriesgues —me dijo Adrian—. Quédate aquí. Dudé, sabiendo que eso era lo más inteligente. Sería idiota arriesgarme ahora después de todo lo que había hecho para evitar la recaptura por los Alquimistas. Sin embargo, al mismo tiempo, tenía miedo de lo que pudiera sucederle a Adrian si lo dejaba solo para ejercer su espíritu. Sacudí la cabeza. —Brad o Brett aún no está aquí. Me mantendré fuera de la vista cuando él aparezca. El rostro de Adrian me dijo que no le gustaba el plan, pero Olive habló antes de que él pudiera—¿Él es como tú? —pregunto ella, más preocupada de lo que habría esperado—. ¿Un ex Alquimista? Sacudí la cabeza. —No es probable. Seguramente es del tipo estándar y analítico que piensa que los vampiros son fenómenos de la naturaleza. Olive parecía incluso más alarmada, y recordé su miedo cuando me había visto antes. Rose le dio una sonrisa tranquilizadora. —Sé que no siempre tienen las mejores personalidades, pero este puede ayudar con la limpieza. No te preocupes. Todo irá bien. Y mientras tanto, voy a enviar a alguien para ayudar con el bebé. —Fijó una dura mirada en Rand—. Espera con ella hasta que alguien llegué aquí. Vamos, ustedes dos. Adrian y yo la seguimos hacia la oscura comuna, y una sensación de temor se apoderó de mí, totalmente diferente a la que había sentido durante el ataque Strigoi. Las farolas a lo largo del camino hacían que todo se viera extra siniestro. Vimos poca evidencia de los Strigoi hasta que llegamos a la cabaña de Lana, donde habían reunido a los heridos. Una docena de dhampirs estaban ahí, ensangrentados y golpeados, pero siendo atendidos lo mejor que podían. —Gracias por ayudar —dijo él—. Sé que es difícil para ti. —No es difícil para nada, en realidad —contestó Adrian. —Adrian —advertí—. Se inteligente acerca de esto. Solo atiende a los realmente críticos.

Él miró a su alrededor, asimilando a todos los dhampirs en catres improvisados. Rose tenía razón de que había un montón de sangre. Gemidos de dolor llenaban el aire. —¿Cómo podemos elegir quien merece curación? —preguntó Adrian suavemente—. Especialmente cuando todos lucharon por mantenernos a salvo. —Te ayudaré a escoger —dije. Dimitri apuntó al otro extremo de la habitación. —Algunos de los peores están por allí. Lo que sea que puedan hacer ayudará. Tengo que volver allí afuera. Resulta que uno escapó y está en el bosque. Vamos a ir tras él. —Iré también —dijo con prontitud Rose. Dimitri le tocó brevemente la mejilla. —Te necesito aquí. Ayuda a Sydney y a Adrian. —Ayúdanos más tarde —dije—. Consigue a alguien para Olive ahora. Las cejas de Rosas se dispararon ante eso, y se apresuró a buscar a Lana. Adrian y yo nos instalamos para ayudar a los heridos. Intenté advertirle de nuevo sobre tener cuidado con su magia, pero no fue fácil. En todo lo que él podía enfocarse era en el sufrimiento a su alrededor, y en cómo quería arreglarlo. Se puso a curar, utilizando su espíritu generosamente. Al menos comenzó con los críticos que Dimitri había señalado. En cuanto a mí, comencé a hacer lo podía con habilidades básicas con la esperanza de que Adrian viera que no necesitaba utilizar su espíritu en todos. Parché laceraciones y di agua. Incluso di palabras de ánimo. La mayoría de los pacientes estaban conscientes, y trabajé mucho para mantener un buen trato con los pacientes, asegurándoles que todo estaría bien. De vez en cuanto me detenía para revisar a Adrian. Mallory estaba entre los heridos, y ella y otra guardiana estaban en bastante mal estado, habiendo perdido mucha sangre. Mallory también tenía un número de costillas rotas, como también algunas lesiones internas, de acuerdo a la lectura de su aura que había hecho Adrian. Un Strigoi parecía haber tomado un pedazo del lugar donde se encontraba su hombro y cuello, y la sangre se acumulaba de la herida, a pesar de los intentos de vendarla. Ella era una de los pocos inconscientes, y parecía difícil creer que hubiera estado embelesada por Rose y Dimitri solo hace unas horas. Adrian la hizo su primera prioridad, restaurándola hasta la salud casi completa. Me alegraba por

ella, pero hice una mueca ante el poder que debió haber requerido. Sin decir una palabra, se movió hacia su siguiente paciente. Cuando estaba a mitad de camino de su curación, Rose corrió hasta mí. —Envié a alguien con Olive. Pero tienes que venir conmigo ahora, arriba. El Alquimista está por entrar. Terminé el vendaje que estaba aplicando y le di una advertencia más a Adrian acerca de la precaución. Asintió con la cabeza, y me pregunté si había escuchado siquiera mis palabras. Pero no había tiempo que perder, no con un Alquimista a punto de entrar, que potencialmente pudiera deshacer todo lo que Adrian y yo habíamos hecho para ganar mi libertad. Mi corazón se aceleró mientras seguía a Rose hacia el segundo piso de la cabaña de Lana. Di un suspiro de alivio cuando llegamos. Era un poco más que un apartamento, pero me mantenía fuera de la vista de aquellos abajo. Desafortunadamente, me mantenía alejada de lo que estaba sucediendo abajo también. —Rose —dije cuando ella comenzó a irse—. Tienes que asegurarte de que Adrian no… Un dhampir apareció de repente en la puerta y le hizo señas urgentes a Rose. Los vi hablar en susurros preocupados afuera de la puerta. Rose se veía angustiada y miró en mi dirección, luego siguió al dhampir abajo. Eso me dejo sola por buena parte de una hora con nada que hacer además de pasearme y preocuparme por lo que estaba sucediendo. Finalmente, Diana apareció para decirme que el Alquimista se había trasladado a una parte diferente del campamento y que podía ir abajo, ya que él no tenía razón para regresar a la enfermería. No perdí tiempo en obedecer y estuve sorprendida de ver que casi todas las personas que habían estado heridas tumbadas en el suelo antes ahora estaban andando de nuevo, viéndose saludables y bien. Adrian estaba terminando de curar, y me quedé mirando, con la boca abierta, incapaz de creer lo que estaba presenciando. —Adrian…¿Qué has hecho? Le tomó varios segundos darse vuelta hacia mí, y cuando lo hizo, apenas podía creer la diferencia en él. Se veía tan mal como los pacientes se habían visto antes, pálido, sudoroso, con ojos vidriosos. Le agarré el brazo, temiendo que fuera a desmayarse del agotamiento. —¿A cuántos de ellos curaste? —susurré. Él tragó y miró alrededor distraídamente.

—Yo…no lo sé. Tantos como pude… Apreté su mano, llena con una mezcla de ira y miedo. —¡Adrian! ¡No necesitabas hacer eso! —Mirando alrededor, noté que algunas de las personas que solo habían tenido lesiones menores, unos pocos rasguños o moretones, ahora estaban completamente sin marcas. Me giré hacia él con incredulidad—. ¡Eso fue una pérdida de tu energía! ¡La mayoría de estas personas habrían sanado solas! Él parecía estar recuperando un poco su orientación. —Podía ayudarlos…¿Por qué no? Una vez que comencé, fue demasiado difícil detenerme…¿Cuál es el daño? Antes de que pudiera siquiera procesar eso, Rose se acercó a nosotros con una cara seria. —Chicos…hay algo que deberían saber. Olive se ha ido. Estaba tan concentrada en el estado aniquilado de Adrian, que pensé que había oído mal. —¿Qué quieres decir con que se ha ido? —Se escabulló de Rand y lo dejó inconsciente. Luego se escapó antes de que Lana llegara allí para asistir al bebé. Adrian, aunque aturdido, se las arregló para centrarse en este aparentemente improbable cambio de acontecimientos. —Olive…dejó a alguien inconsciente…¿mientras estaba en trabajo de parto? ¿Cómo? —Ni idea —dijo Rose con tristeza—. Pero se ha ido…probablemente huyó en el bosque. —En el bosque —repitió Adrian. Una nueva energía lo llenaba mientras el pánico se establecía—. En trabajo de parto. En la oscuridad. ¿Todavía está ese Strigoi ahí afuera? La expresión de Rose respondió por ella, y Adrian se apresuró a la puerta conmigo inmediatamente después. —Tenemos que irnos —dijo—. Tenemos que encontrarla ahora. Rose intentó detenernos. —Adrian, no es seguro…

Dimitri de repente irrumpió por la puerta. —La encontramos. Los encontramos a todos. Tienes que venir, Adrian. Tienes que venir ahora. Lo seguimos sin preguntas, y luché por mantener el paso con los demás y sus pasos más largos. Rose también vino. —¿Encontraste a los Strigoi? —gritó cuando pasamos el centro de la comunidad. —Sí. Ahí. —Dimitri hizo un gesto hacia dos dhampirs arrastrando el cuerpo de un Strigoi muerto. Lo llevaron a donde otros tres Strigoi habían sido apilados. Un chico humano se arrodilló junto a ellos, vertiendo el contenido de un pequeño frasco sobre los cuerpos. El Alquimista, me di cuenta. Me incliné para que Rose estuviera entre nosotros. Afortunadamente, él estaba absorto en su trabajo. —¿Entonces qué sucedió? —preguntó Rose. —Llegó a Olive primero —explicó él—. Ella ya había tenido al bebe… afuera en el bosque. Lo escondió aquí. También lo encontramos. Está bien, pequeño, pero bien. Adrian y yo estábamos tan abrumados por el curso de los acontecimientos que no pudimos responder, pero Rose estaba lista con más preguntas. —¿Por qué vamos a ella? ¿Por qué no la llevaste adentro? Dimitri nos dirigió fuera de la comuna y hacia una zona boscosa. —Tenía miedo de moverla. Pensé que era mejor dejarla donde estaba hasta que Adrian pudiera curarla. Adrian hizo una mueca. —Chicos, yo…no sé si me queda suficiente espíritu para hacerlo. Si pueden estabilizarla hasta que me recupere…o si no está tan mal… Dimitri no respondió mientras caminábamos hacia lo profundo del bosque más allá de la comuna, pero su expresión decía que ella estaba, de hecho, así de mal. Mi estómago se hundió cuando las implicaciones me golpearon. Finalmente llegamos a un claro en el bosque. Lana y otros dos dhampirs estaban parados ahí sosteniendo linternas. Nos apresuramos hacia ellos y encontramos a Olive apoyada contra un árbol, un pequeño bulto se

mantenía cerca de ella con un brazo. Cuando capté un vistazo de ella, entendí porque habían tenido miedo de moverla. Su rostro estaba tan blanco, que podría pasar por un Strigoi. Su brazo, el que no sostenía al bebé, estaba casi arrancado de ella. El costado de su cabeza se veía como si hubiera sido estrellado fuertemente contra algo, y en todas partes, en todas partes, había sangre. Sus ojos estaban cerrados, su respiración superficial. Adrian se concentró en ella por varios minutos, y luego sacudió la cabeza, su rostro lleno de desesperación. —No puedo —mumuró él, casi ahogándose con las palabras—. Ni siquiera puedo sacar a relucir su aura. Estoy sin…estoy sin magia. Los parpados de Olive revolotearon ante el sonido de su voz. —¿Ese es…ese es Adrian? Él se arrodilló a su lado. —Shh, no te esfuerces. Necesitas descansar para que pueda desarrollar magia de nuevo y pueda curarte. Ella se las arregló para reír ásperamente, y un pequeño rastro de sangre goteó de sus labios. —Estoy más allá de la magia, incluso la tuya. —No es verdad. Solo la necesito de vuelta. —No hay tiempo —dijo con voz ronca—. Pero necesito…hablar contigo. A solas. —Olive, necesitas descansar —insistió Adrian, pero las palabras sonaron vacías. Ambos sabíamos que ella tenía razón sobre el tiempo. Su vida se estaba desangrando en frente de nosotros. El bebé en sus brazos comenzó a llorar. —Váyanse —les ordenó Dimitri a los demás, echándolos. A Adrian y a mí, nos dijo: »Denle el consuelo que puedan. Le di un débil asentimiento, pero sobre todo estaba intentando no empezar a llorar. —Tómalo —dijo Olive cuando los otros se hubieron ido. Empujó el bebé hacia Adrian.

Estaba bastante segura que él nunca había sostenido un bebé en su vida, pero cuando sus brazos fueron alrededor del pequeño bulto, el bebé se tranquilizó. Me incliné para ver mejor. Era tan pequeño que parecía irreal. Una pelusa de cabello oscuro le cubría la cabeza, y él nos miró con ojos asombrosamente alertas. Estaba envuelto en la chaqueta de alguien, y Adrian intentó un balanceo poco entusiasta. —Shh, ahí vas. Aquí estás Declan. Declan Neil Sinclair. —Raymond —dijo Olive. Hizo una pausa y tosió más sangre—. Declan Neil Raymond. —El apellido de Nail —dije. —Tienen que llevárselo a Neil —nos dijo—. Cuando me haya ido. —No hables así —dijo Adrian, sonando como si estuviera teniendo problemas conteniendo los sollozos en su voz. Con su brazo bueno, le agarró la manga a Adrian. —No entiendes. Él es de Neil. Neil es su padre. Discutir la genética dhampir parecía sin sentido, dado su estado. Quizás ella estaba tan fuera de sí, que creía que Neil era el padre. Quizás ella estaba hablando en sentido figurado. Por lo que había visto en la Corte, Neil la amaba tanto que él probablemente adoptaría al bebé como suyo de todas maneras. —Por supuesto —dije suavemente, simplemente queriendo calmarla. Se estaba desvaneciendo rápidamente, pero una chispa de ira brilló en sus ojos. —No, lo digo en serio. Él es de Neil. Nunca he estado con nadie más. —Olive —dijo Adrian, no sin amabilidad—. Eso es imposible. —No —repitió ella. Cerró los ojos, y por un momento, temí lo peor. Luego se abrieron otra vez—. Solo estuve con Neil. Solo una vez. Y cuando lo descubrí…estaba tan asustada. No sé qué sucedió…debe haber tenido algo que ver con mi siendo restaurada. Con todo el espíritu que estaba en mí. Había tenido tanto miedo de que si alguien, Moroi o Alquimista, lo supiera, quisieran llevarse el bebé. Experimentar con él, como Sonya hace. Así que me escondí. Me escondí de todos ellos. Incluso de Ni-Nina. —Su voz quedó atrapada en el nombre de su hermana, e hizo una pausa para respirar, lo cual parecía estar causando más dificultad.

Lo que ella estaba diciendo era imposible. Dos dhampirs no podían concebir un dhampir. Iba contra las reglas fundamentales del mundo. Y aun así, si ella creía eso…de repente recordé su pánico sobre el conocerme y luego más tarde, cuando se enteró de que venía otro Alquimista. —Por eso fue que escapaste —dije—. Tenías miedo del Alquimista. Ella dio un gesto débil y abrió nuevamente los ojos. —Sabes cómo son. No sé cómo es posible, pero ellos querrían saberlo. Se lo llevarían. Por favor, Adrian. Sidney. No los dejen. O a las autoridades Moroi. Manténganlo en secreto hasta que llegue a Neil. Luego Neil puede esconderlo. Neil lo mantendrá a salvo. Pero prométanlo… —Sus ojos se cerraron, y su cabeza se inclinó—. Prométanme…que ustedes…mantendrán a Declan a salvo… —Quédate con nosotros —dijo Adrian urgentemente. Mi propia visión estaba borrosa por las lágrimas—. Un poco más de tiempo. El espíritu está volviendo a mí. Lo sé. Declan se agitó en los brazos de Adrian y comenzó a llorar otra vez. Los ojos de Olive se abrieron en una rendija, y ella sonrió. —Tan dulce —dijo suavemente. Sus parpados se cerraron de nuevo y toda la tensión se fue de su cuerpo cuando se desplomó hacia adelante. —Ahí —jadeó Adrian—. La tengo…una chispa del espíritu… suficiente para ver auras. Agarré su brazo y sentí las lágrimas correr por mis mejillas. —Adrian… —El bebé es tan brillante —dijo Adrian. Había lágrimas en su rostro ahora también—. Como una estrella. Pero en ella…no hay nada. No queda aura que ver…

11 Adrian Traducido por karliie_j y vanehz Corregido por Lizzie Wasserstein

Aun estábamos parados afuera en el bosque, y yo aún estaba sosteniendo a Declan. Sorprendentemente, se había quedado dormido, felizmente inconsciente de cuan confuso y desgarrador era el mundo en el cual acababa de nacer. Sydney se recargó en mí, y yo puse un brazo alrededor de ella lo mejor que pude mientras mantenía firme mi agarre en Declan. Rose y Dimitri se encontraban cerca, mirando con rostros afligidos mientras Olive nos dejaba definitivamente. —Necesitamos actuar rápido —dije, manteniendo mi voz suave—. Si vamos a honrar sus deseos. Sydney me miró y parpadeó para alejar las lágrimas. —¿Tú no piensas que, quiero decir, le crees? ¿Acerca de Neil? No respondí en seguida. —Los vi en la Corte. Tú también. Cuando todo esto empezó, fue imposible para mí creer que ella había estado con otro chico. Ahora lo entiendo. Y cuando lo miró a él, a Declan, bueno, es difícil de explicar, pero hay algo especial en él. Su aura. Él tiene esta luz espolvoreada con espíritu, como lo que Sonya y yo tratamos de crear. Él la posee naturalmente. Sydney se quedó sin aliento. —Si ese es el caso, muchas personas estarán interesadas en él. —Ellos no pueden saber sobre el —dije terminantemente—. Olive tenía razón sobre eso, tengo que guardar el secreto, se lo debo. Es lo mínimo que puedo hacer después de que le fallé. —Adrian… No dejé que Sydney terminara. —Tenemos que esconderlo. ¿Me ayudarías?

Su rostro estaban lleno de preocupación por mí, pero ella no dudó al responder: —Sabes que no tienes que preguntármelo. Le besé la coronilla de su cabeza. —Necesitaremos ayuda. —Le hice señas a Rose y Dimitri para que se acercaran. Se nos unieron inmediatamente. Rose tragó, sus oscuros ojos brillando por las lágrimas. —Adrian, lo siento tanto. No había nada que pudiéramos hacer. Bueno, recalcó tía Tatiana, podrías haber hecho algo si no hubieses sido tan irresponsable con el espíritu. —No hay tiempo para eso —dije bruscamente—. Necesito su ayuda. ¿Qué pasará con Declan ahora? Tú conoces este tipo de lugares Dimitri. ¿Cuál es el protocolo cuando la madre muere? Necesito saber si podemos llevárnoslo. —¿Quién es Declan? —preguntó Rose. Asentí hacia el bebé en mis brazos, aun envuelto en el abrigo de alguien. El rostro de Dimitri era difícil de leer. —Si ella tuviera familia viviendo aquí en este campamento, él se iría con ellos. Estoy seguro de que podemos contactar a su familia en el exterior, si es que queda alguno de ellos. Hay una tradición… —¿Si? —presioné. Vacilantemente estudió al bebé antes de continuar. —Hay una antigua tradición entre los dhampirs, especialmente aquellos que viven en lugares peligrosos y en condiciones inciertas. El primero al que la madre le entregue al bebé se convierte en su tutor. Como dije, es antigua, pero supongo que esa es la razón por la cual Olive insistió tanto en verte y por la cual Lana no ha tratado de quitártelo aun. Estoy seguro de que entre más pronto se lo digas… —No —lo interrumpí—. Eso es perfecto. —Tu… ¿Quieres a este bebé? —preguntó Rose, sin esforzarse en ocultar que tan improbable encontraba la idea. —Quiero sacar al bebé de aquí —dije—. Quiero que tan pocas

personas como sea posible sepan sobre él. O que me lo estoy llevando. — Repasé mentalmente quienes habían estado alrededor. Lana y los dos guerreras dhampir. No estaba seguro si había habido alguien más cuando Olive fue encontrada—. ¿Podrías hablar con Lana? Decirle que llevaremos al bebé con la familia de Olive pero que debe ser guardado en secreto. Y dile que no le mencione a nadie que yo he estado involucrado. Si no hacemos un gran escándalo sobre esto, la mayoría de las personas asumirán que solo lo estamos llevando con su pariente más cercano. Pero preferiría que el fuera lo menos memorable posible. No quiero que nadie más lo vea o piense mucho sobre él. Rose y Dimitri intercambiaron una comprensible mirada de perplejidad. —Adrian, ¿Qué está pasando? —preguntó Dimitri. Negué con la cabeza. —No puedo decírselos. No aun. Pero créanme cuando les digo que la vida de este bebé depende de lo que hagamos ahora. ¿Nos ayudarán? Ese era un argumento al que era difícil oponerse, pero tampoco era una mentira. Porque mientras caminábamos de vuelta hacia el corazón de la comuna, mi poder regresó gradualmente. Y cada vez que observaba el aura de Declan, mirando muy de cerca, casi a nivel celular, podía ver la infusión del espíritu. Nadie podría notarlo a menos que realmente lo estuvieran buscando. Y comprendí con una alarmante claridad el temor de Olive. La razón por la cual le había dado la espalda a todos los que conocía y huyó a un agujero en el bosque. Lo que había pasado, lo que sostenía en mis brazos, no debería existir. Dos dhampirs no podían dar vida a otro dhampir. Iba en contra de una de las más básicas reglas de la biología en nuestro mundo. Era imposible, y aun así aquí estaba. Él era un milagro. Pero Olive había tenido razón sobre que habría personas que querrían estudiar a Declan, quienes posiblemente querrían encerrarlo y hacer experimentos con él. Y mientras que estaba listo para reconocer que su nacimiento era una cosa maravillosa y dichosa, no estaba listo para dejar que su vida fuera una serie de experimentos y señalamientos, especialmente cuando su madre había muerto con tal de protegerlo de ello. Dimitri habló con Lana en privado, y ya sea por esa tradición de los dhampir o por su propia reputación (tal vez ambas), ella accedió a todas

nuestras peticiones. Ella nos dio una cabaña vacía para quedarnos hasta el amanecer. Cuando pedimos provisiones, las mandó con Rose o Dimitri para que Declan se expusiera lo menos posible a otros miembros de la comuna. Necesitaba que él estuviera fuera de sus mentes. Necesitaba que ellos se olvidaran de él. Por supuesto, eso significaba que Sydney y yo nos tendríamos que hacer cargo de él esa noche. Y en unas pocas horas, aprendí más de lo que esperaba acerca de bebés. Ella había sido capaz de buscar un poco de información en su teléfono, sintiéndose cómoda con la lógica y los hechos. La señal aquí afuera era mala, sin embargo, y a veces descubrimos que era más fácil tratar de adivinar algo que esperar por una respuesta. Declan, afortunadamente, era un chico indulgente y probó ser bastante condescendiente mientras nosotros tratábamos de resolver las cosas. Él fue paciente mientras Sydney y yo leíamos meticulosamente las instrucciones de la lata de fórmula que Lara nos había enviado. El casi no se quejó cuando le puse el pañal al revés la primera vez. Cuando se agotó de nuevo y se puso a llorar, no tenía más instrucciones que seguir. Sydney se encogió de hombros cuando la miré en busca de ayuda. Por lo que solo lo pasee alrededor de la sala, tarareando canciones de rock clásico hasta que se quedó dormido y pude acostarlo. Rose, quien se había quedado por ratos con nosotros y quien estaba más asustada por el bebé que por un Strigoi, me miró con asombro. —Eres bueno en eso —recalcó—. Adrian Ivashkov, el encantador de bebés. Miré al bebé durmiente. —Lo estoy logrando bajo la marcha. —¿Estás listo para decirnos que sucede? —preguntó, su rostro tornándose serio—. Sabes que solo queremos ayudar. —Aun no. Pero si podemos irnos en cuanto regrese Dimitri, eso sería… El teléfono de Sydney timbró con un mensaje de texto. Ella parecía sorprendida de que alguien se quisiera poner en contacto con ella hasta que miró la pantalla. —Es la Sra. Terwilliger. Ha movilizado a todas las brujas de Palm Springs. Están listas para empezar a buscar. Rose se puso de pie.

—¿A Jill? —A Alicia, técnicamente, pero también a Jill —dijo Sydney—. Ella dice que podemos unirnos a ellas… —Me miró insegura, y pude adivinar lo que estaba pensando. Nos habíamos desviado a Michigan porque teníamos tiempo libre en lo que esperábamos a que las cosas estuvieran listas para nosotros en Palm Springs. Llevar un bebé con nosotros no estaba en el plan de ninguno. Sydney, Jill y ahora Declan, reprochó tía Tatiana. Tantas personas contando contigo. Tantas personas que se decepcionarán si fallas. —Espero que me estén incluyendo en eso —dijo Rose ferozmente—. Estoy lista para traer a Jill a casa. —Palm Springs —murmuré, aun meciendo a Declan—. Eso podría ser perfecto. Podemos esconderlo allí. —No podemos llevar a un bebé a una cacería de brujas —advirtió Sydney. Asentí, de acuerdo. —Aquí. Tómalo, está dormido. Sydney quitó cuidadosamente a Declan de mis brazos y me miró interrogante mientras buscaba mi teléfono. También tenía mala recepción, pero era lo suficientemente buena para hacerle una llamada a mi madre. —¿Adrian? —contestó en pánico—. ¿Dónde estás? He estado tan preocupada desde que esa chica Nina tuvo ese ataque. ¿Estás bien? —Si…bueno, no. Es complicado. Pero necesito que te encuentres conmigo en Palm Springs lo más rápido que puedas. Estaré ahí pronto. ¿Puedes hacer eso? —Si… —comenzó a decir dudosamente—. Pero… —No puedo decirte qué está pasando —dije rápidamente—. Aún no. —Lo sé, cariño. Eso no era lo que iba a preguntarte. Quería saber qué es lo que debo hacer con el gato y con el dragón cuando me vaya. Buena pregunta. —Oh. Uhm, ve si Sonya puede cuidar de ellos. Colgué y vi que Dimitri acababa de llegar. —¿Nos iremos a Palm Springs? —preguntó.

—Hora de buscar a Jill —dijo Rose. —Si estás dispuesto a ello —agregué. Dimitri sostuvo en alto un asiento de bebé para auto, con una mano, lo cual fue casi cómico. —Nos podemos ir cuando estén listos. Lana me dio esto y jura que es fácil de instalar. Rose rio con eso. —Oh, esto tengo que verlo camarada. Dimitri Belikov, el dios guerrero, instalando un asiento para bebés en el auto. Él sonrió con naturalidad, y nos apresuramos a reunir nuestras pertenencias. Sydney tuvo que llamar a Jackie de nuevo, y ya que mis manos estaban ocupadas, le pasó el bebé a Rose. —Solo mécelo —le dije, ante su mirada de pánico. Rose palideció pero obedeció, ganándose una risa en respuesta de parte de Dimitri. —Rose Hathaway, la más famosa rebelde, mostrando su lado maternal. Ella le sacó la lengua. —Disfrútalo mientras puedas, camarada. Esto es lo más cerca que estarás de ello. Casi dejo caer mi mochila cuando se me ocurrió algo deslumbrante. Olive había dicho que ella y Neil habían estado juntos antes de que el fuera inyectado con el espíritu. Lo que significaba que lo que sea que hubiese provocado la concepción de Declan había sido el resultado del hecho de que ella fuera una Strigoi restaurada. ¿Se aplicaría eso a Dimitri también? ¿O solo funcionaba con mujeres? Rose y Dimitri se reían ahora, bromeando porque tener hijos era imposible para ellos… pero, ¿se daban cuenta de que quizá si eran capaces de tener ese futuro? ¿Lo querrían? Tienes mucho poder sobre ellos, susurró tía Tatiana. El poder de hacer o deshacer su futuro. —¿Adrian? —preguntó Rose, mirando mi asombrado rostro—, ¿Estás bien? —Si —dije, moviéndome de nuevo lentamente—. Solo estoy tratando de acostumbrarme a todo esto.

Cuando finalmente nos pusimos en marcha, con Declan en mis brazos una vez más, fue imposible evitar llamar completamente la atención mientras caminábamos entre el resto de la comunidad. Las personas iban de un lado para otro tratando de recuperarse de las terribles consecuencias del ataque Strigoi. La mayoría estaba demasiado absorta en sus propios asuntos, pero algunos me vieron y trataron de hablar conmigo, porque los había curado. —Gracias, gracias —exclamó la guardiana Mallory, apresurándose y tomándome del brazo—. Me dijeron que estaba muy mal. Que no hubiera sobrevivido si no fuera por lo que hiciste. Si no lo hubiera hecho, ¿seguiría Olive con vida? Me pregunté. Pero sonreí y tartamudee cuanto me alegraba que Mallory se encontrara bien. Cuando ella llamó a algunos de sus amigas que también habían resultado heridas, rápidamente le pasé el bebé a Sydney. —Ustedes ocúltense —le susurré. Un bebé y una ex Alquimista eran demasiado memorables, y eso era lo último que necesitábamos ahora. Sydney obedeció, alejándose apresuradamente de mí y mi club de fans, con Dimitri a sus espaldas. —Encuéntranos en el auto —dijo él. Asentí y me di la vuelta para enfrentar a aquellos a los que había sanado. Acepté su gratitud tan gentilmente como pude, pero todo el tiempo, no pude alejar el pensamiento de que Olive debería haber estado entre ellos. Algunos la mencionaron, expresando lo tristes que estaban por su perdida, pero nadie preguntó por el bebé. Cuando finalmente se disiparon, pensé que era libre, pero después fui llamado por otra voz. Me di la vuelta y vi a Lana caminando hacia mí. —Siento mucho lo que pasó —dijo, su mirada llena de dolor. Ella parecía mayor a como la había conocido—. Desearía que hubiera sido diferente. —Yo también—, dije. —Dimitri no me dijo qué estaba pasando, pero respeto sus deseos, y los tuyos. No sé de qué van todos esos secretos, pero vi el rostro de Olive cuando hablaba contigo, justo antes de morir. —Lana hizo una pausa y se enjugó las lágrimas—. Algo la tenía inquieta, eso era muy obvio, y ella te lo confió junto con el bebé. Eso es suficiente para mí. Estoy feliz de ayudar con lo que necesites. —Hazlo olvidando que estuvimos aquí —dije suavemente—, nosotros

y el bebé. —Eso es justo —dijo Lana. Se aclaró la garganta—, pero tengo una pregunta incomoda que hacerte. ¿Solo una?, preguntó tía Tatiana. —¿Qué preferirías que hiciéramos con el cuerpo? —preguntó Lana. Me sorprendí. No había pensado en eso. Olive se había ido. Literalmente había visto la luz de su aura desaparecer. Que yo tuviera que lidiar con esto ni siquiera me había pasado por la mente. —Uhm, ¿qué harían normalmente? Lana se encogió de hombros. —Le enviaríamos el cuerpo a su familia para que ellos lo sepulten o lo cremen. O a un lugar en Houghton, si quieren lidiar con eso en seguida. El Alquimista nos dejó esa sustancia. La que disuelve cuerpos. Dijo que podíamos utilizarla si la necesitábamos. Mi estomagó se retorció. La idea de manejar el cuerpo de Olive como el de un Strigoi me daba nauseas, especialmente después de todo lo que ella había hecho para redimirse a sí misma de su pasado. Y aun así… había visto lo que esa sustancia podía hacer. Podría destruir completamente el cuerpo de Olive, destruir la evidencia de que ella había tenido un bebé. Cerré los ojos y sentí las palabras balanceándose a mí alrededor. —¿Adrian? —preguntó Lana—. ¿Estás bien? Abrí los ojos. —Usa la sustancia. Eso es lo que ella hubiera querido. Lana arqueó una ceja ante eso, pero no le di explicaciones. No podía decirle que Olive no hubiera querido arriesgarse a que su cuerpo fuera enviado a una funeraria o de vuelta a su familia, donde las personas podrían darse cuenta de que tuvo un bebé y empezar a hacer preguntas. Olive había muerto para mantener a Declan en secreto. Esto solo era otra terrible parte de ese legado. —De acuerdo —dijo Lana—. Y hablaba en serio hace rato, los voy a cubrir en esto. Mi gente también lo hará. Me aseguraré de que se mantenga en silencio. Este grupo sabe cómo guardar secretos. —Gracias. Por todo. —Empecé a alejarme pero ella me tomó del brazo.

—Oh, ¿qué debo decirle a tu tío? Ha estado preguntando por ti. Mi tío no era alguien con quien quisiera hablar, especialmente porque estaba seguro de que no podría mantener un secreto. No quería que me preguntara acerca de Olive y del futuro de su hijo. —No le digas nada —dije—. Solo que me he ido. Otro largo día de viaje nos precedió, haciéndose incluso más complicado con un niño que necesitaba ser alimentado cada dos horas. No pudimos encontrar un avión que nos sacara de Houghton, por lo que Dimitri nos llevó hasta Minneapolis, con numerosas paradas en el camino, hasta que pudimos llegar al aeropuerto y conseguir un vuelo hacia Los Ángeles. Durante todo esto, Sydney y yo dividimos nuestra atención entre cuidar de Declan y contactar a todas las personas en Palm Springs. Verifiqué que Niel estuviera ahí, después de ponernos de acuerdo anteriormente, pero no le dije qué estaba pasando, no le hablé acerca de Olive ni del bebé. Y hasta que no hablara con él, tenía que mantener el secreto para Rose y Dimitri también, por mucho que lo odiara. No me parecía justo que ellos se enteraran de la verdad antes que Neil. —¿Es el primero? —¿Uh? Nuestro avión estaba aterrizando en Los Ángeles, y yo estaba haciendo lo que podía para mecer a Declan mientras me mantenía en mi asiento. A falta de un juguete apropiado para bebés, Sydney estaba tratando de distraerlo sacudiendo un juego de llaves ante él, incluso aunque ella declaraba que había leído un artículo que decía que los recién nacidos no podían ver a la distancia. La pregunta había venido de una diminuta señora mayor sentada al otro lado del pasillo. Ella asintió hacia Declan. —Su primer bebé —aclaró. Sydney y yo intercambiamos miradas, inseguros de cómo responder a eso. —Uh, sip —dije. La señora sonrió. —Eso pensé. ¡Ustedes son tan atentos! Se ven tan preocupados. Pero no se preocupen. No es tan difícil como creen. Se acostumbrarán. Se les da naturalmente ser padres. ¡Apuesto a que tendrán una decena! —Se interrumpió a si misma cuando el avión aterrizó.

Para el momento en que llegamos a Palm Springs, Declan era el único de nosotros que no se sentía aniquilado. Ninguno había tenido un descanso decente en días, pero nos manteníamos de pie lo mejor que podíamos. De nuevo, Dimitri tomó el volante y nos condujo a la casa de Clarence Donahue, quien nos proveía de un refugio, relativamente, y una necesaria dosis de sangre para mí. Clarence Donahue era un solitario Moroi que nos había ayudado en el pasado, había estado encantado de vernos cuando su ama de llaves nos condujo a su sala de estar. Yo estaba encantado de ver a mi madre sentada junto a él. —Mamá —dije, envolviéndola en un gran abrazo. —Dios mío —dijo ella, cuando estuve reluctante a dejarla ir—. Han sido solo algunos días, cariño. —Un montón de cosas han pasado en ese tiempo —le dije honestamente, pensando en cuántas vidas y muertes había presenciado en estos días—. Y creo que muchas pasarán cuando Sydney se ponga en contacto con algunas de sus amigas. Va a mantenernos al resto de nosotros bastante ocupados y, uh, hay algo con lo que necesito tu ayuda. Me hice a un lado, revelando a Sydney, cargando a un dormido Declan en su asiento para el auto. Mi mamá miró al bebé con confusión, entonces miró a Sydney, y entonces se giró hacia mí con los ojos muy abiertos. —Adrian —exclamó—. Eso no es… quiero decir, cómo es posible… —No es mío —le dije con cansancio—. Su nombre es Declan y estoy cuidando de él por una amiga. Podría necesitar tu ayuda para cuidarlo mientras vamos tras Jill, sin embargo. No hay nadie más en quién confíe. Como si pensara que reconocía su nombre, Declan abrió sus ojos y nos consideró somnolientamente. Honestamente no estaba seguro de cómo iba a responder mi madre a este pedido. Los dhampirs siempre habían estado en el rol de sirvientes para ella, y había enloquecido cuando traje a Rose a casa para una cita. Después de que había aceptado mi matrimonio con Sydney, una vez le había comentado que se hiciera a la idea de aceptar nietos dhampir. Mi mamá le había restado importancia a la idea, diciendo, sí, por supuesto que lo entendía, pero me preguntaba si había estado empujando esa idea para preocuparse por ella otro día. ¿Cómo reaccionaría ahora al cuidar de un niño dhampir? Cuidadosamente levanté a Declan, sacándolo del asiento y me quedé

atónito cuando mi madre me lo arrebató. —Mírate —arrulló, meciéndolo en sus brazos—. Qué apuesto pequeñín. El pequeño más apuesto del mundo. Recuerdo cuando tú solías ser su pequeñín más apuesto, afirmó tía Tatiana. Mi mamá arrancó su mirada de él. —Deberías cambiarlo a ropas más ligeras —me dijo—. Estas pijamas son demasiado pesadas para este clima. —Uhm, esas son todas las que tenemos —dije. Señalé a la bolsa de provisiones que Rose había dejado—. Realmente, todas sus posesiones en el mundo están allí. —¿Dónde va a dormir? —preguntó mi madre. —Ha estado usando el asiento del auto. Jadeó audiblemente. —Oh, Adrian. Esto es como la vez que trajiste a casa al cachorro del vecino y parecías tan sorprendido de enterarte que debías alimentarlo todos los días. —Oye —respondí—. He alimentado a este pequeño muchas veces. —Sydney, querida —añadió mi madre—. Espero más sentido común de ti, que de Adrian. Seguramente sabes que un bebé necesita toda clase de cosas. Sydney estuvo momentáneamente perpleja, y no podía culparla. Estaba bastante seguro de que mi madre nunca la había llamado “querida” antes, y creo que Sydney estaba perdida en cuanto a sentirse halagada por el afecto o castigada por su falta de “sentido común”. —Sí, Sra. Ivashkov —dijo al final—. Es por eso que queremos que esté aquí mientras hacemos que las cosas se asienten. Sabemos que usted le conseguirá todo lo que necesite. —Tú eres la Sra. Ivashkov ahora —corrigió mi mamá—. Llámame Daniella. Esa era otra sorpresa para Sydney, y fue salvada de su estupefacción por el sonido del teléfono. —Es la Sra. Terwilliger —dijo, respondiendo y caminando fuera de la

habitación. Regresó unos minutos más tarde, su rostro emocionado. —Las brujas locales van a empezar a buscar mañana al ocaso —nos dijo una vez colgó—. Tengo la ubicación del encuentro. Eddie y Ne-Neil se nos unirán. Hasta entonces, solo tenemos que pasar desapercibidos. Tropezó un poco con el nombre de Neil, sus ojos cayendo en Declan mientras hablaba. Entendía cómo se sentía. En algún punto, una vez que las cosas se estabilizaran, Neil iba a descubrir que era padre. El concepto aún me hacía tambalearme. Cualquiera pensaría que después de todo lo que he tenido que pasar, Strigois siendo restaurados, los muertos siendo devueltos a la vida, podría entender que el que dos dhampirs crearan un bebé era un paso grande. Pero no podía. Aún era demasiado extraño, demasiado más allá de dónde centraba mi mundo. Mi madre me sorprendió entonces entregándome a Declan de vuelta. —Si ambos están atrapados aquí dentro y nada más sucede esta tarde, entonces necesito hacer algunas compras antes de que todo cierre, así puede ser apropiadamente cuidado. Me tomé con un poco de ofensa esas palabras. Honestamente creía que habíamos hecho un trabajo bastante decente cuidando de él en las últimas veinticuatro horas. Quizás solo tenía una muda de ropa pero estaba; en su mayoría, limpia, y le ponía los pañales correctamente ahora. Además, siempre era alimentado tan pronto como mostraba signos de tener hambre. Para alguien que había pasado la mayor parte de su vida adulta temeroso de dejar a las chicas embarazadas, creo que mi inesperado intento de paternidad estaba resultando razonablemente bien. Pero sabía a qué se refería, y parte de la razón por la que quería que viniera era su perspicacia. Después de todo, ella había criado a un bebé hasta su adultez, y yo no. —No queda mucho en mi cuenta —le dije. Ambos habíamos sido recortados de fondos por mi papá—. Pero te daré mi tarjeta de débito y puedes usarla hasta que alcance. —Quizás pueda ser de ayuda —ofreció Clarence, poniéndose de pie. Con la ayuda de su bastón con cabeza de serpiente, cojeó hasta una ornamentada caja de madera en un estante en la pared. Había visto esa caja cientos de veces mientras había estado en su casa. Lo que no había visto era a él abriéndola alguna vez, y mi mandíbula casi golpea el piso cuando levantó la tapa y reveló fajos de billetes de cien dólares. Le entregó lo que parecían ser al menos mil dólares a mi mamá.

—¿Sería esto suficiente para el joven señor, Lady Ivashkov? Mi madre realmente tuvo la audacia de meditarlo. —Es un comienzo —declaró magnánimamente. Se giró hacia Rose y Dimitri—. Ahora. ¿Cuál de ustedes va a llevarme? Sorpresivamente, Rose se ofreció de voluntaria. Aún incómoda alrededor de Declan y de los bebés en general, parecía de alguna forma emocionada por ir de compras para uno. Sydney lucía decepcionada por no poder ir con ellas pero no se quejó. Con Alicia y los Alquimistas sueltos, Sydney no podía dejar una ubicación segura como esta sin una buena razón. Se contentó encerrándose en una habitación de huéspedes y preparando algunos hechizos que serían usados mañana en la búsqueda de Alicia. Eso nos dejó a Dimitri y a mí de niñeros, lo cual parecía como la preparación de algún tipo de comedia alocada. —Son realmente increíbles ¿No? —reflexionó, admirando a Declan mientras dormía en mis brazos—. Alguien tan pequeño… que tendrá tan enorme potencial. Bien, mal. Grandes acciones, pequeñas acciones. ¿Qué será? ¿En qué se convertirá? No habría sabido la respuesta para cualquier persona, por no mencionar a un niño nacido de una increíble magia usada para restaurar a su madre del estado no muerto. Mientras Dimitri hablaba, estaba sorprendido de ver, en el fondo, un profundo anhelo en sus ojos. Él y Rose podrían haber bromeado sobre bebés, y aún bajo todo eso, me di cuenta que él sincera y desesperadamente amaría un niño propio. Con unas pocas palabras, sabía que podía cambiar su mundo entero si le dijera la verdad sobre Declan, que Dimitri podía muy bien ser capaz de tener un hijo o hija propios. Podría ser resultado de suerte temporal el que él y Rose aún no hubieran concebido. Que la posibilidad estaba allí afuera era algo que necesitaban saber. Estaría en deuda contigo, murmuró tía Tatiana. Ya que desde que lo conoces, siempre has estado detrás de él, siempre has sido el segundo después de él. Con Rose. Con las grandes hazañas. Pero si le dijeras que podría tener un hijo con ella, caería sobre sus rodillas y besaría tus pies. El poder estaba en mis manos, y la tentación de decirle era casi sobrecogedora… pero mordí mi labio. No podía. No hasta que Neil lo supiera. Cuando mi mamá y Rose regresaron, estaba atónito de ver que se habían convertido en amigas rápidamente. También estaba sorprendido ante la cantidad de mercancía que se las habían arreglado para comprar en tan corto tiempo. Un moisés, tropecientas mudas de ropa, juguetes, y un montón de

productos para bebés que ni siquiera sabía que existían. Sydney lo miró todo con ojo crítico e inmediatamente empezó a revisar dos veces las reseñas de los productos en su celular. —Esto lo conseguirá por ahora —anunció mi madre—. Pero por supuesto, eventualmente necesitará una cuna de tamaño completo, una vez que esté más grande. Y a pesar de que ese asiento de bebé es adecuado por ahora, vimos varios que podrían ser mucho más convenientes. —Vimos algunos con porta vasos y sombrillas para sol —añadió Rose. Sydney asintió en acuerdo. —Definitivamente necesitará una sombrilla para sol. Sabía que no tenía sentido decirles que Declan no estaría bajo nuestro cuidado para el momento en que necesitar un porta vasos. Cuando se trataba de las mujeres de carácter fuerte en mi vida, encontraba que a veces era mucho más fácil solo asentir y estar de acuerdo con lo que sea que dictaran que era lo mejor. También debo decir que Declan parecía mucho más cómodo durmiendo en una cama real esta noche, y el resto de nosotros estuvo parado alrededor admirándolo después de que cayó dormido. —El bebé más dulce de todos —dijo mi madre con un suspiro. —Quieres decir el segundo más dulce, ¿cierto? —la corregí. Estaba un poco sorprendido de cuán rápido lo había aceptado, pero entonces, otra vez, quizás no debería estarlo. Toda su vida había sido lanzada a la confusión, entre dejar a mi padre y apoyar mí nada ortodoxo matrimonio. Aquí, con Declan, tenía un proyecto en el que podía volcarse por su cuenta; algo de lejos más significativo y sustancial que su punto de cruz y menos raro que un dragón o el gato de una bruja. Más importante para nosotros esa noche, mi madre estaba más que dispuesta a tomar la responsabilidad de alimentar a Declan a pasadas horas de la noche. Parte de esto era porque aún estaba en el horario nocturno de la Corte. Pero además podía decir que el resto de nosotros estaba exhausto y ser levantados cada dos horas, probablemente no estaba dentro de nuestros mejores intereses si queríamos estar alertas y listos para un posible encuentro con Alicia mañana. Después de todo, todo su punto en este enredado juego de búsqueda había sido cansar a Sydney hasta el cansancio. —Espero que la encontremos —dijo Sydney mientras nos íbamos a la cama esa noche—. ¿Puedes siquiera imaginarlo? Todo esto podría haber acabado para esta hora mañana. Encontramos a Alicia. Encontramos a Jill.

Todo regresa a la normalidad. Bien, lo que sea que pase por normal para nosotros. Me deslicé en la cama, disfrutando del lujo de estirarme después de haber conseguido mi última siesta en el estrecho asiento de un avión. También era embriagador tener a Sydney en relativa privacidad para variar. La casa de Clarence era tan grande que nuestra habitación de huéspedes estaba aislada en este pasillo, a diferencia de los hacinados lugares de hospedaje de la Corte. Sydney, vestida simplemente con pantalones cortos y un top de tirantes, se enroscó contra mí, y suspiré felizmente. Al menos, un momento de paz con ella. —Adrian —dijo—, necesitamos hablar sobre lo que pasó en la comuna. Mi agarre en ella se endureció. —Un montón de cosas pasaron. —Lo sé, lo sé, y obviamente estamos tratando con la parte más importante, Declan. Pero necesitamos hablar sobre lo que hiciste, esa curación. ¡Ella te culpa! siseó tía Tatiana. ¡Te culpa por la muerte de Olive! —¿Crees que soy responsable de que Olive muriera? —exigí. —¿Qué? —dijo Sydney—. No. No. Por supuesto que no, Adrian… no te culpes a ti mismo, ¿lo haces? Un Strigoi le hizo eso a ella. No había nada que pudieras haber hecho. —¿Entonces por qué estás dándome un momento difícil por la curación? —pregunté. Exhaló. —Me preocupa la forma en que resultó. Dijiste que habías bajado el uso del espíritu. Que era para mejor. —Realmente —dije—, no sé si siquiera dije eso. Creo que tú lo decidiste y me has estado forzando a hacerlo. Su tono amable repentinamente se volvió muy helado. —¿Forzándote? Adrian estoy tratando de ayudarte. Oíste lo que le pasó a Nina con todo ese uso del espíritu. ¡No quiero que quedes en coma igual que ella! —No usé tanto como ella —repliqué.

—¡Te drenaste! Eso me parece bastante. —Sí, bien —dije enojado—, hay un grupo de dhampirs en el campamento de Lana quienes no están de acuerdo contigo. Están agradecidos por lo que hice. Pero no Olive, susurró tía Tatiana. Ella no tiene nada que decir. —Adrian —dijo Sydney, obviamente tratando de calmarme—, estoy segura de que están agradecidos, pero has acabado con esto. Necesitas regresar a tu medicación. No puedes salvar a todos. No puedes usar el espíritu indiscriminadamente e ignorar el costo sobre ti mismo. Estás poniendo tu vida en peligro. —¿Qué clase de vida tendría, qué clase de persona sería, si me guardara esa magia y dejara a los demás sufrir? No puedo, Sydney. Si veo a alguien, y puedo ayudarlo, lo haré. ¡No puedo simplemente sentarme y abandonarlos! —Y yo no puedo simplemente sentarme y dejar que te hagas daño a ti mismo —gritó, perdiendo esa calma otra vez. —Lo siento —murmuré, rodando sobre mi costado—. Supongo que no puedo cambiar quién soy. Un largo momento pasó, y finalmente ella rodó de costado también, de modo que nuestras espaldas estaban una contra la del otro. El helado silencio cayó. Demasiado para una pacífica o romántica noche. Ella no entiende, me dijo tía Tatiana. Nunca lo hará. Necesito que lo haga, respondí en mi cabeza. La necesito en mi vida, que me entienda y apoye. Sin ella, estoy perdido. Siempre me tienes a mí, vino la respuesta del fantasma. Tiré de las mantas más apretadas sobre mí, pensando con terror en que uno de esos días, iba a tener que lidiar con el elefante en la habitación, o mejor dicho, la reina muerta en mi cabeza. Estaba bastante seguro de que si regresaba a mi medicación, tía Tatiana se alejaría… pero entonces, también lo haría el espíritu. ¿Estaba listo para eso otra vez? Sin el espíritu, nunca hubiera sido capaz de sanar a esos dhampirs. No sería capaz de ayudar en el próximo rescate de Jill. Sin el espíritu, ¿qué era? El espíritu no pudo salvar a Olive, remarcó tía Tatiana. Está sobrevalorado. —Cállate —murmuré.

Detrás de mí, Sydney se agitó. —¿Dijiste algo? Rodé otra vez y besé su hombro. —Dije lo siento. Te amo.

12 Sydney Traducido por Scarlet_danvers y Gry Corregido por Lizzie Wasserstein

Me fui a la cama sintiéndome inquieta. Adrian había cambiado demasiado rápido de su postura contraria para que yo creyera que realmente había tenido un cambio de parecer. Cuando llegó la mañana, sin embargo, hubo poca oportunidad para continuar la discusión. Declan exigió nuestra atención y, después, en poco tiempo, ya era hora de irnos y ayudar a los otros que buscaban a Alicia. Antes de unirnos a las brujas, sin embargo, Adrian y yo primero teníamos una reunión muy necesaria con algunos de nuestros amigos. Fuimos al viejo apartamento de Adrian con Rose y Dimitri, lo que provocó una nueva ola de nostalgia mientras me acordaba de todo el tiempo que había pasado allí. Largas tardes descansando en los brazos de Adrian, antes de casarnos, antes de que fuéramos constantemente perseguidos… Había pensado que estábamos viviendo en el borde en ese entonces, pero en comparación a lo que nos enfrentábamos hoy en día, la vida había sido aparentemente simple. Trey Juárez nos recibió en la puerta, su sonrisa relajada volviéndose aún más grande cuando se fijó en Adrian y yo. —Ha pasado mucho tiempo, Melbourne. ¿O te llamo Ivashkov ahora? Devolví su poderoso abrazo. Cuando Adrian había dejado Palm Springs para vivir en la Corte, le había dado su apartamento a Trey. —Todavía estoy tratando de conseguir que me llames Sydney —le dije. Le presenté a Rose y a Dimitri y luego miré alrededor del apartamento, todavía con el tono amarillo soleado con que Adrian lo había pintado. Eddie y Neil estaban allí esperando por nosotros, y les di abrazos también. —¿Dónde está Angeline? —En Amberwood. Tiene clases de verano. —¿Las tiene? —pregunté sorprendida—. No lo sabía. Pensé que

estaba internada allí por el verano. —Lo estaba —Trey estuvo de acuerdo, un brillo en sus ojos—. Y entonces la convencí de que algún estudio extra la ayudaría con clases en otoño. —¿Otoño? —Me acomode en el sofá, tratando de no pensar en los tiempos en que Adrian y yo nos habíamos acurrucado juntos en el—. Imaginé que volvería con los Vigilantes. —Deberías conocerla mejor que eso —dijo Neil con ironía—. La reina accedió a financiar su educación como una forma de agradecerle por cuidar de Jill todo este tiempo. —Casi no proceso sus palabras. La vista de Neil me recordó a Declan, esperando en casa de Clarence. Adrian y yo habíamos acordado que lo mejor era esperar para contarle a Neil la noticia, pero era un gran secreto para estar llevando. —Angeline casi se negó —agregó Trey—. Dijo que no se lo merecía desde que había dejado que Jill desapareciera. Pero la convencí de que Jill querría una guardiana bien educada cuando la rescatáramos, y que Amberwood no está tan lejos de un paseo en auto desde UCLA. Sonreí, a pesar de la punzada de celos. Trey estaba yendo pronto a la universidad, algo que se me había negado inicialmente porque era parte de los Alquimistas. Ahora, estando constantemente huyendo de ellos, parecía poco probable que fuera a iren algún momento cercano. —Mírate, dando un buen ejemplo para los demás —bromeé. —Oye —dijo—. Quise decir todo eso. Y vamos a traer a Jill de vuelta, ¿verdad? Explica este avance que conseguiste. ¿Eddie dijo que es una chica con la que luchaste antes? El ligero estado de ánimo cambió al instante mientras nos poníamos manos a la obra. —Su nombre es Alicia DeGraw —expliqué, sacando mi teléfono—. No sabemos del todo dónde o cómo está reteniendo a Jill, pero parece bastante claro ahora que lo está haciendo como una forma de vengarse de mí. Su última pista condujo al Lago Saltón y ahí es donde las amigas de la Sra. Terwilliger van a ayudarnos a buscar hoy. —Le mostré la foto de Alicia, la que la Sra. Terwilliger había conseguido con una amiga suya que había conocido a Alicia cuando era aprendiz de Veronica. Había sido tomada un par de años antes de conocer a Alicia, pero ella tenía el mismo aspecto: gafas de hipster, demasiados accesorios, y corto cabello rubio pálido.

Los ojos de Trey se agrandaron. —Conozco a esta chica. —Al ver nuestras miradas atónitas, apresuradamente se corrigió—: Es decir, la he visto. Ella vino aquí buscándolos a ti y a Adrian. Se los dije chicos… pero nunca supe su nombre. Vagamente, recordé a Trey mencionar a una chica que había venido preguntando por Adrian y por mí durante el tiempo que había sido mantenida cautiva por los Alquimistas. Habíamos estado tan preocupados por otras cosas, como escapar con vida de los Alquimista, que el incidente se había deslizado de nuestras mentes. —¿Ella estuvo aquí? —exclamó Eddie. —Solo el tiempo suficiente para preguntar por Sydney y Adrian —dijo Trey—. Y usar el baño. La comprensión me golpeó. —Y apuesto a que dejé un peine o cepillo allí. Así fue como consiguió el cabello para poner ese hechizo en mí. Muchos de nuestros amigos solo conocían retazos de la historia y la persecución a la que Alicia nos había llevado, así que me tomó un momento poner al día a todo el mundo y dar un resumen completo. Eddie tenía el ceño fruncido para el momento en que terminé. —Me ha estado volviendo loco estar en la ciudad, sabiendo que podría estar tan cerca de Alicia y no ser capaz de hacer nada —dijo—. Pero la Sra. Terwilliger insistió en que buscáramos con las otras brujas. —Podrías haberte afeitado en tu tiempo de descanso —sugirió Adrian amablemente. —Entiendo —le dije a Eddie, ignorando el comentario mordaz de Adrian—. No me ha gustado la demora tampoco, pero conseguir que ellas nos ayuden nos dará una capa adicional de protección contra Alicia. No se sabe qué trampas mágicas podría haber puesto. —¿Estás segura de que ella quiere que vayas al Lago Saltón? — preguntó Dimitri—. ¿Crees que esa pista estaba destinada a ser tomada literalmente? —Todas sus otras pistas eran muy específicas —le dije—. Así que, sí, creo que ese era su plan inicial… Sin embargo, nos hemos retrasado unos días por mantenerme lejos. Esto puede haber arruinado lo que sea que originalmente quería, lo que es bueno y malo. Significa que ella ha sido

liberada… pero también significa que solo puede salir con algo nuevo que no estamos esperando. Nuestra esperanza es que hoy podamos encontrar alguna pista en el Lago Saltón que podría ponernos en el camino correcto. —Ni siquiera la conozco, y ya la odio —comentó Rose. Eché un vistazo a la hora. —Esperemos que podamos encontrarla para que puedas decírselo en persona. Es hora de partir. Nuestro grupo se movilizó y se acomodó en dos autos diferentes, para encontrar a la Sra. Terwilliger y las otras brujas en un parque estatal del Lago Saltón. El cielo estaba cubierto de nubes grises, dando a entender que un raro y lluvioso día de verano estaba en camino. Cuando vi al grupo que la Sra. Terwilliger había reunido, estaba encantada. Al menos dos docenas de brujas estaban delante de nosotros. —Me siento mal —le murmuré a la Sra. Terwilliger, alejándome de los otros—. Teniendo a todas estas personas involucradas. Ella se subió las gafas y me sonrió. —Es como te dije en los Ozarks: Este es un problema para toda la comunidad mágica. No tienes nada por lo que sentirte mal. Es culpa de Alicia, no tuya. Suspiré. —Solo espero que la espera para venir aquí fuera el curso de acción correcto. —¿Mientras estabas mágicamente agotada, justo como ella quería que estuvieras? No, Sydney. Todo lo que habrías estado haciendo era entregarte a ella. Incluso si no la encontramos hoy, al menos has tenido la oportunidad de descansar y prepararte para lo que viene. Simplemente asentí, definitivamente ni cerca de decirle que mis últimos días con Adrian habían sido de todo menos tranquilos. Tal vez ya no estaba mágicamente cansada, pero estaba ciertamente agotada mentalmente. Con suerte eso no afectaría la búsqueda de Alicia. Habían venido todas las miembros del aquelarre que había conocido en mi iniciación, dejando lo que fuera que habían planeado hoy con el fin de localizar a Alicia. Maude, Trina, Alison, y otras cuyos nombres se habían deslizado de mi mente en los últimos meses. Igualmente sorprendente fue que las miembros de otros aquelarres también habían venido a unirse a nosotros,

verificando la insistencia de la Sra. Terwilliger en que esto era realmente un problema para toda la comunidad mágica. —Desde luego no le vamos a dejar un lío como este a una recién llegada como tú para que lidie sola con eso —espetó Inez García, viniendo hacia mí cuando empecé a pasar a la Sra. Terwilliger. Inez era tal vez la más sorprendente adición de todo el día. Ella era una venerable bruja ya mayor, notable tanto por sus poderes como por su negativa a unirse a cualquier aquelarre. Era la bruja a la que la Sra. Terwilliger había ido por la caja de madera. Su ingenio mordaz también era legendario, aunque ella había tomado un suave gusto por mí (que era casi tanto como a ella le gustaba alguien). Al ver a Rose y Dimitri charlando cerca de Trey, Inez dio un pequeño resoplido de diversión—. No es una sorpresa que tengas dhampirs contigo. ¿Qué pasó con ese chico Moroi que teacompañó la última vez? ¿El de los pómulos bonitos? —Oh, él está por allí —le dije, ruborizándome ligeramente—. Yo, uh, me casé con él. Las cejas puntiagudas de Inez se levantaron. —¿Ya lo hiciste? Bueno, bien por ti. Maude, una de las brujas de alto nivel en Stelle, llamó a la atención de todas. Nos reunimos en un gran círculo mientras ella lanzaba un hechizo que creaba un mapa en miniatura del Lago Saltón en el suelo delante de nosotros. El plan era sencillo, por ahora, sobre todo porque no sabíamos qué esperar a ciencia cierta. Entre los reclutas mágicos de la Sra. Terwilliger y el “músculo” que había proporcionado con Trey y los dhampirs, teníamos cerca de treinta personas. Nos íbamos a dividir en grupos más pequeños para investigar tanto de la costa como fuera posible. Era más fácil llegar a algunas partes que a otras, así que la meta de hoy era revisar las zonas comunes. Teóricamente, Alicia habría tenido las mismas limitaciones. Los grupos se dividieron en base a los que tenían una fuerte afinidad para detectar la magia en general y los que eran buenos en lanzar hechizos para detectar encantamientos ocultos. Los dhampirs fueron distribuidos entre los grupos, en caso de que se necesitara la fuerza física. La Sra., Terwilliger quería que Adrián y yo nos quedáramos con ella, y Eddie insistió en permanecer con nosotros también. Aunque Jill era su principal prioridad, él todavía se sentía responsable por nosotros. Daba la impresión que las predicciones de la Sra. Terwilliger eran acertadas, que Alicia muy bien podría haber abandonado su plan cuando no

tomé de inmediato el anzuelo. Si había dejado una trampa mágica alrededor, también había hecho un gran trabajo en erradicar todo rastro de ella. Nuestros grupos de búsqueda recorrieron todas las zonas comunes que pudimos, revisando algunas de ellas dos veces, sin encontrar nada. Sin desanimarnos, tomamos un pequeño descanso para almorzar y luego nos volvimos a reunir para explorar las regiones menos accesibles alrededor del lago. Incluso entrar en esas áreas requería magia, mayormente hechizos de invisibilidad, y eso tomó un poco de coordinación. Mientras la noche caía, sin embargo, esas búsquedas clandestinas resultaron tan infructuosas como las más fáciles. Ninguna señal de Alicia o de trampas mágicas. Maude y la Sra. Terwilliger agradecieron a los otros aquelarres por su ayuda y los enviaron a casa por la noche. —Maude y yo vamos a realizar algunas diligencias para recabar algunos componentes de hechizos que pueden ser útiles —me dijo la Sra. Terwilliger—. Me gustaría poner algunos hechizos protectores alrededor de donde te vas a quedar, solo para estar seguros, ¿a menos que a tú y Adrian quisieran quedarse en mi casa? Sonreí ante eso, pensando de Declan. —Las cosas son un poco complicadas en este momento. Será mejor que nos quedemos en casa de Clarence. —Muy bien —dijo ella—, especialmente con aquellos dhampirs tuyos alrededor. Me gusta que tengas esa protección adicional, solo en caso de que Alicia intente algo que no esperamos. De hecho… bueno, tengo otra sugerencia para ayudarte. Me gustaría que pararas en la casa de Malachi en tu camino de regreso. ¿Te acuerdas de cómo llegar hasta allí, cierto? —¿Malachi Wolfe? —pregunté, como si ella pudiera referirse a cualquier otro Malachi. Ella asintió con la cabeza. —Ya he hablado con él. Él te prestara un arma, por si acaso. Confío en tu magia, pero me sentiría mejor con algo extra que te cuide la espalda. No me gustaba la idea de un arma, pero la Sra. Terwilliger tenía un punto. Cuando se trataba de Alicia, no podíamos correr ningún riesgo. Miré hacia atrás a mis amigos reunidos. —No hay necesidad de que todos nosotros vayamos, especialmente desde que uno de nosotros debe llegar a casa y ver cómo está tu madre, Adrian. —Podía decir por su expresión que entendía perfectamente mi

significado, que en realidad era a Declan a quien teníamos que comprobar. —Bueno, por mucho que me encantaría ver a Wolfe, probablemente es mejor que vayas con él, en caso de que exija otra “prueba de habilidad” antes de que te preste un arma —dijo Adrian—. Volveré a casa con mamá. Ustedes chicos… —Miró a los dhampirs. —Iré con Sydney —dijo Eddie—. Quiero conocer finalmente a este tipo. —Se había tomado muy dura nuestra falta de resultados de hoy, así que me sorprendió verlo entusiasmado acerca de cualquier cosa. Por supuesto, Malachi Wolfe se había convertido en una leyenda entre mis amigos, la mayoría de los cuales nunca se habían encontrado con él y solo sabían de él por las asombrosas historias que Adrian y yo les habíamos contado sobre nuestro tiempo en la Escuela de Defensa Wolfe. De hecho, estaba claro por las caras de Trey y Neil que querían venir con Eddie y yo, pero Trey necesitaba recoger a Angeline y había venido al Lago Saltón en el auto de alquiler de Neil. Los dos decidieron solucionar eso mientras Rose y Dimitri iban con Adrian. Eso nos dejaba a Eddie y a mí, y después de decirleadiós a nuestros amigos, salimos hacia las instalaciones de Malachi en las afueras de Palm Springs. —¿Los Chihuahua están realmente entrenados para atacar? — preguntó. No pude evitar sonreír. —Eso es lo que afirma Wolfe. Nunca los hemos visto en acción, sin embargo. —No puedo esperar para ver sus nunchuks. —No los toques —le advertí—. O cualquier arma, sin permiso. Si te aprueba, podría prestarte algo también. Un poco del humor de Eddie se apagó. —Realmente odio que esto haya llegado a ti teniendo que pedir prestada un arma. Odio que esto haya llegado hasta aquí. —Él suspiró en consternación―. Sé que la Sra. Terwilliger nos advirtió que Alicia podría haberse ido, pero yo realmente, realmente esperaba que encontráramos alguna señal de ella hoy. —Lo sé —dije con consternación—. Quería eso también. Pero si ella tuvo que revolver y cambiar sus proyectos, las probabilidades son buenas en que ella se vuelva descuidada. Nosotros solo tenemos que aprovechar esto y

golpearla antes de su siguiente movimiento. —Y cada día que esperamos es otro día de Dios sabe qué para Jill. La desesperación de su voz hizo doler mi corazón. —Lo sé —le dije tristemente—. Lo sé. El recinto de Malachi era una serie de escuetos edificios de aspecto industrial en un gran espacio sin pasto de la carretera. Conducimos en la calzada de grava, y vi un poco del entusiasmo anterior de Eddie volver cuando cada fantasía sobre el extraño estilo de vida de Malachi se desplegaba poco a poco. El sol tocaba el horizonte, haciendo todo aún más escalofriante mientras las sombras caían. Sonreí, recordando la primera vez que Adrian y yo lo habíamos visitado, inseguros sobre si íbamos a una clase de defensa personal o a un secuestro. Llamé a la puerta principal de la casa y no estuve sorprendida al oír el frenético repiqueteo de pequeños pasos de Chihuahuas, seguidos de una cacofonía de gruñidos frenéticos. ―Ah, hombre ―respiró Eddie―. Realmente hay una manada de ellos. ―Yo había visto a Eddie confrontar intrépidamente un ataque Strigoi, pero él tenía un paso inquieto con el sonido de un ataque canino. Sonreí abiertamente y di vuelta hacia la puerta, esperando a que Malachi Wolfe contestara. Ligeramente inestable y muy poco ortodoxo, Wolfe había sido sin embargo un buen amigo de Adrian y mío, y más que un amigo de la Sra. Terwilliger. Aquella última parte todavía me hacía retorcer un poco, pero después de todo lo que Adrian y yo habíamos soportado, estaba más que nunca convencida de cada uno necesitaba a alguien que lo amara, incluso brujas dispersadas e instructores de defensa personal que llevan parches. Cuando ninguna respuesta inmediata llegó, llamé otra vez. Esto puso a los perros en un frenesí más fuerte, pero Wolfe todavía no se aparecía. —Extraño—dije. —¿No le enviaste un mensaje antes de que nos marcháramos? —preguntó Eddie. —La Sra. Terwilliger lo hizo —contesté. Eché un vistazo a los otros edificios, buscando movimiento—. Él dijo que estaba pensando en algunas armas para mí. Tal vez él las sacara. —Retrocedí en el piso y me dirigí hacia donde yo sabía que Wolfe guardaba una reserva de armas—. Espero que él no vaya a tratar de hacer pasar aquella cerbatana otra vez.

La cara de Eddie se encendió cuando él me siguió a través de la tierra arenosa. —¿Cerbatana? Estás de verdad… Sus palabras se perdieron cuando un buzón explotó de repente al lado nuestro. Sin perder un latido, Eddie me apretó y nos hizo rodar lejos de lo peor del calor y las llamas. La grava y el duro pasto rasparon mi piel, pero era seguramente mejor que la alternativa. Eddie se mantuvo colocado protectoramente sobre mí cuando con cuidado levantamos nuestras cabezas y miramos detenidamente alrededor, buscando en los restos encendidos. —¿Qué demonios? —preguntó. Otra explosión hizo erupción en la tierra al lado de nosotros. Ninguna llama esta vez, pero las rocas que volaron de ahí eran buenas como metrallas, y lancé un grito cuando un trozo particularmente agudo golpeó mi brazo. Señalé el edificio más cercano. —¡Allí! Antes de que él pudiera detenerme, corrí hacia allá, lanzando un fuerte hechizo de invisibilidad que rompió una ventana. Una alarma estridente sonó. Ninguna sorpresa que Wolfe tuviera este lugar cableado. La pregunta era si su paranoia se extendería a la escucha de aquel sistema de alarma a la policía o no. Eddie me siguió a través de la ventana, y encontré que estábamos en el edificio que había servido de área de formación para mi clase de defensa personal. Era amplio y abierto, con espejos y cajones de armas en los bordes. Evalué la habitación, buscando la posición más segura. Eddie, mientras tanto, 1 corrió directamente a uno de los cajones. Después decidir entre una bola y algunas nudilleras, se fue con la bola, balanceándola alrededor con experta facilidad mientras cautelosamente la sostenía y vigilaba la ventana que habíamos roto. Llamé a mi hechizo favorito, convocando una bola de fuego en mi palma. —¿Es Alicia? —gritó Eddie, haciendo que su voz se oyera sobre la alarma. —Lo supongo —le contesté. Había sentido una magia humana en aquellas explosiones, y a menos que hubiera otra bruja detrás de mí, Alicia parecía ser la opción lógica. Con mi mano sin la bola de fuego, conseguí enviar un mensaje de texto al contacto más reciente en mi teléfono: la Sra. Terwilliger. Solo podía manejar un mensaje corto y esperaba que esto

comunicara la seriedad de la situación: ayuda. Debería haber sabido que Alicia no se conformaría con la apertura que habíamos hecho en el edificio. La puerta principal de repente explotó en un baño de chispas y madera. Una silueta apareció en la entrada, y sin verificar su identidad, lancé mi bola de fuego. La figura sostuvo una mano, y la bola de fuego se rompió contra una barrera invisible. Cuando esto se despejó, la figura se adelantó, y finalmente me vi cara a cara con Alicia. Ella me dio una sonrisa fría. —Hola, Sydney, es agradable verte otra vez. ¿Sorprendida de verme viva? Llamé otra bola de fuego en mi mano. —Nunca fue mi intención matarte. —Incluso yo me di cuenta cuan patético sonó, considerando todo lo que le había hecho y ella me dio una risa áspera. —¿Realmente? ¿Cuál era exactamente el punto de apuñalarme y dejarme en una casa ardiendo? Antes de que pudiera responder, Eddie la atacó, balanceando su bola en el aire. Con un movimiento rápido de la muñeca, ella hizo que una pared de espejos se rompiera a su lado. Lo vi venir, pero no fui lo bastante rápida en el rechazo de mi bola de fuego a favor de un escudo para él. Desvié la parte del daño, pero un poco del cristal se introdujo en él, en particular en su brazo desnudo. Vi un breve destello de dolor en sus rasgos, pero él no dejó de moverse. Alicia rompió otro espejo, y esta vez, yo tenía un escudo invisible directamente en el lugar para protegerlo. Él soltó la bola, pero a pesar de su perfecto lanzamiento y rápida velocidad, ella lo anticipó y lo alejó con una onda de fuerza invisible. —¿Dónde está Jill? —grité. Una sonrisa cruel se enroscó sobre los rasgos de Alicia. —¿Te encantaría saberlo, verdad? Eddie recogió una pieza de cristal roto y fue corriendo hacia ella, manejándolo como un cuchillo. —Juro, que si le has hecho daño… —Ah, francamente. Como si yo perdería mi tiempo haciéndole daño. —Alicia sacó una pizca de polvo de su bolsillo, lanzándolo sobre Eddie y gritando un hechizo que yo no conocía. No fui capaz de interceptar este a

tiempo, y la magia detuvo a Eddie. Así como así, él se congeló en lugar, a media batalla y sosteniendo el amenazador trozo de espejo en su mano. —¿Qué le hiciste? —grité. —Relájate, Sydney —dijo Alicia—. Él todavía está vivo. Justo como tu pequeña amiga Moroi, por el momento. —¡Llévame con ella!—exigí. Alicia se rio. —Lo siento, Sydney. Nunca la verás otra vez. Ella va a tener que sufrir por unos salmos más… ¿y tú? Tú solo vas a sufrir… El suelo bajo mis pies se dobló. Me tambaleé y me caí sobre mis rodillas, pero fui capaz de lanzarle una bola de fuego a Alicia antes de que perdiera completamente el equilibrio. Mi lanzamiento fue justo, pero ella levantó sus manos para echar lo que sospeché era otro hechizo protector. El conjuro que ella dijo era griego, uno que yo tampoco había oído antes. La bola de fuego golpeó otra pared invisible, pero más que romperse, las llamas rebotaron y se volvieron hacia mí en exactamente la misma trayectoria. Grité y logré salir de su camino justo a tiempo. Me salvé, pero la bola de fuego golpeó un gabinete en su lugar, sumergiéndolo en llamas. El fuego se extendió rápidamente, haciéndome preguntarme qué tipo de barniz usaba Wolfe. Al mismo tiempo, la alarma finalmente dejó de sonar. —Hechizo espejo —dijo Alicia alegremente—. Muy útil. Ten cuidado con lo que conjuras. Ella lo quiso decir como un insulto, pero había una verdad en ello que me hizo vacilar antes de que planeara mi siguiente curso de acción. Fue una tardanza demasiado larga, ya que ella pronto conjuró lo que reconocí como el mismo hechizo que había congelado a Eddie. Aquel era demasiado complejo para que lo siguiera totalmente, pero me dio la oportunidad de esquivarlo y bloquearlo. Entonces opté por una diferente clase de congelamiento, literal, cuando envié una onda de hielo en su camino. No era casi tan letal como una bola de fuego, pero esto tampoco se añadiría al fuego que se iba extendiendo. Alicia respondió con el hechizo espejo, enviando el hielo en mi camino. Esquivé, y el hielo aterrizó en la parte de la habitación ardiendo al lado mío. Más que disminuir el fuego, sin embargo, esto simplemente hizo al humo ponerse más grueso. —Debes estar cansada —se burló. Tenía razón. Yo todavía tenía mucha magia en mí, pero este combate

activo era agotante. Las palabras de la Sra. Terwilliger volvieron a mí: Ella quiere una lucha fácil. Esto es lo que Alicia hacía, tratando de gastarme con la magia entonces ella podría lanzar el hechizo que acabaría conmigo. Con la vida robada y la magia que ella tenía, esta batalla no la agotaría rápidamente. —Alicia, no tenemos que luchar —dije—. Por favor. Paremos esto y salgamos de aquí antes de que este lugar se incendie. Dime dónde está Jill, libera a Eddie, y podemos estar en nuestro camino. —¿Parar esto? ¿Después de que trataste de matarme? —Yo solo… Sin importarle hacer peores las llamas, Alicia me lanzó otra bola de fuego. Estuve tentada a intentar el hechizo espejo y devolvérselo, pero estaba demasiado cerca de Eddie para mi comodidad. —Eres demasiada amenaza, Sydney —dijo cuándo neutralicé la bola de fuego con un hechizo acuático—. No puedo permitir que te marches. Voy a dejar que este edificio se queme alrededor tuyo, justo como me abandonaste para quemarme en aquella casa. El suelo se movió debajo de mí otra vez, haciéndome caer una vez más. Ella comenzó a decir un hechizo complicado, uno que reconocí como el principio del hechizo que había congelado a Eddie en su lugar. Era su plan. Hacerme una estatua viviente y abandonarme en este edificio ardiendo, igualando lo que yo le había hecho. Desesperadamente, me puse de pie teniendo que salir del camino del hechizo. Cuando ella terminó de hablar, vi algo increíble: Malachi Wolfe, estaba de pie en la entrada de la ardiente habitación. El parche estaba en su ojo derecho (lo cambiaba día a día), y había piezas de cuerda alrededor de sus muñecas y tobillos como si él hubiera sido atado. Yo no podía replicar el hechizo de estatua por mi cuenta, pero había oído el hechizo espejo lo suficiente para sentirme bien sobre eso. Dije las palabras y sentí que la magia tomaba parte en mí. Los ojos de Alicia se ensancharon en alarma cuando intentó moverse del camino del rebote del hechizo. Lo que ella no había visto, sin embargo, era a la manada de Chihuahuas que entraba en la habitación con Wolfe. Él les había dicho una palabra y la había señalado, y ellos corrieron alrededor de sus pies, haciéndola tropezar e impidiéndole alejarse rápidamente. El hechizo estatua la detuvo, y de repente, ella estaba tan congelada como Eddie, excepto por el aspecto mucho menos elegante. Él se parecía a algún noble guerrero, listo para golpear. Ella estaba a mitad de una caída, mirando fijamente con incredulidad

a la manada de pequeños Chihuahua alrededor de sus pies congelados. —Habría estado aquí antes —refunfuñó Wolfe, calmando a la manada con un gesto rápido—. Pero esa perra me amarró. Tuve que esperar a que los perros royeran mis cuerdas. —¡Rápido! —dije, corriendo hacia Eddie—. Ayúdame a sacarlo de aquí. —Tosí por el espeso humo y eché un vistazo a Alicia, su bonita cara congelada en un gruñido de consternación—. Ayúdame a sacar a ambos de aquí. Entre Wolfe y yo, logramos agarrar los cuerpos congelados antes de que el edificio cayera. Los llevamos a la casa principal de Wolfe ya que el cuerpo de bomberos apareció, seguido casi inmediatamente de Adrian, Trey, la Sra. Terwilliger, y algunas de las brujas del lago. Adrian me atrajo a un abrazo. —¿Estás bien? —preguntó—. Cuando Jackie me llamó, no sabía qué esperar. Descansé mi cabeza contra su pecho, tranquilizada por su toque. —Bien. Tuve suerte. Realmente suerte. Pero Eddie… Una de las brujas de un aquelarre que yo no conocía produjo algunas flores secas que extendió sobre Eddie mientras cantaba un hechizo en latín. Unos momentos más tarde, Eddie cobró vida otra vez, todavía a mitad del salto. Él tropezó cuando aterrizó, mirando alrededor con sorpresa cuando él no estaba donde esperaba. Adrian y yo lo sorprendimos atrayendo a un abrazo grupal. —Tendrá que descongelar a Alicia también —dije con consternación —. Tenemos que encontrar a Jill. La Sra. Terwilliger frunció el ceño. —Esto es inoportuno. Esta es realmente una manera muy ordenada de tratar con ella. ¿No conseguiste de antemano ninguna indicación de dónde estaba Jill? Negué con la cabeza y liberé a Eddie. —No. Ella confesó que Jill estaba viva “por el momento”, pero no se explicó. —Recordé, tratando de volver a repasar cada palabra entre el caos. Aunque hubiera sido agradable oír que Alicia confirmaba que Jill estaba viva, habíamos conseguido ya sentir eso por nuestro hechizo. No era tan útil como yo había esperado—. Y ella dijo algo sobre Jill escuchando salmos.

Eso tenía tan poco sentido para la Sra. Terwilliger como lo tenía para mí, y ella dio un gran suspiro, intercambiando miradas con algunas otras brujas. Ellas no parecían motivadas sobre liberar a Alicia tampoco. —Bien, una vez que el cuerpo de bomberos haya terminado, nosotras tendremos que crear un círculo seguro y liberarla para conseguir algunas respuestas. Trey, que había estado guardando las distancias al margen, de repente se aclaró su garganta. —Tal vez no tendrían que hacerlo. Creo que sé en donde está; o, al menos quién la tiene. —Todas las miradas se volvieron hacia él con asombro, pero él no se estremeció bajo el escrutinio—. Creo que los Guerreros de Luz la tienen.

13 Adrian Traducido por Helen1, Aria y Jadasa Youngblood Corregido por veroonoel

—¿Qué tienen que ver el Salmón con los Guerreros? —pregunté. Sydney me lanzó una mirada torcida. —Salmos, no salmón. Y no conozco la conexión. —Miró a Trey expectante—. Son una especie de poema religioso, ¿no? ¿De la Biblia? Él asintió. —Sí. Bueno, eso es, los que les gusta citar todo el tiempo a los Guerreros no están en la Biblia en realidad. Han inventado un montón. Pero los recitan mucho en ocasiones formales, antes de reuniones… cosas por el estilo. Si Alicia dijo que Jill los estaba escuchando, probablemente está siendo retenida por ellos en alguna parte. Créanme, a ellos nada les gustaría más que mantener a un Moroi cautivo. Eddie se volvió hacia Jackie con incredulidad y señaló a Alicia. —¡Descongélala como hiciste conmigo! ¡Necesitamos respuestas, y las necesitamos ahora! ¡Antes de que sea demasiado tarde para Jill! Nunca lo había visto tan exaltado y estuve tentado de calmarlo con coacción. Jackie se mantuvo notablemente imperturbable. —Ciertamente no voy a soltarla aquí; si lo hacemos, será con una docena de brujas para asegurarla. E incluso si lo hacemos, no esperen que ella sea comunicativa. —Tiene razón—dijo Sydney lentamente—. Incluso si liberamos a Alicia, no sabemos si nos dirá algo. —Yo la haré hablar —insistió Eddie—. O Adrian podría coaccionarla. Sydney no se veía muy emocionada acerca de eso, pero en mi cabeza, tía Tatiana estaba muy ansiosa. ¡Sí! ¡Sí! ¡La coaccionaremos a decirnos cosas que ni siquiera ella se da cuenta que sabe!

—Hay hechizos para protegerse contra eso, y Alicia es lo suficientemente astuta para haber tomado esa precaución. —Jackie miró a una de sus amigas brujas—. ¿Qué piensas? ¿Qué período de tiempo la debilitaría? La bruja observó a la congelada Alicia con un ojo crítico. —Yo la dejaría así durante una semana, honestamente. Pero si ustedes tienen prisa… —Miró a Eddie antes de volverse de nuevo hacia Alicia—. Yo diría que cuarenta y ocho horas. —¡Cuarenta y ocho horas! —exclamó Eddie—. ¡Jill podría no tener cuarenta y ocho horas si los Guerreros la tienen secuestrada! ¡Podrían estar realizando algún ritual de ejecución mientras hablamos! Jackie se mantuvo impertérrita. —Estar en ese estado congelado te quita energía. Dos días así, y ella estará física y mágicamente consumida. Mucho más fácil de interrogar. Incluso entonces, aun así no la liberaría a menos que estuviéramos en un lugar muy seguro con respaldo extra. Ella es demasiado impredecible. —Dos días es demasiado —reiteró Eddie. Yo no podía dejar de compartir su consternación. Sydney, sin embargo, parecía pensativa. —Alicia será una amenaza menor y tal vez más fácil de interrogar para entonces —dijo lentamente—. Y mientras tanto, podríamos ser capaces de obtener algunas respuestas más rápidas sobre los Guerreros. —¿Cómo? —preguntamos a la vez Trey y yo. —De Marcus —dijo Sydney—. O más bien, de uno de sus contactos. Ella está de encubierta en los Guerreros. Podría ser capaz de descubrir algo antes de que pudiéramos sacárselo a Alicia de todos modos. Déjame revisar con ella y Marcus. Si no pueden desenterrar algo en veinticuatro horas, las brujas liberarán a Alicia para ser interrogada. Nadie parecía encantado con ese compromiso, pero estuvieron de acuerdo con ello. Finalmente todos nos dispersamos, con Eddie yéndose a quedar con Trey mientras Sydney y yo regresábamos a la casa de Clarence. Sydney llamó a Marcus en el camino para explicarle la situación, y él prometió devolverle la llamada tan pronto como pudiera. Cuando llegamos a casa de Clarence, Rose y Dimitri estaban ansiosos por saber lo que había sucedido. Dejé que Sydney los informara mientras yo iba con mi mamá y Declan. Él solo había estado en mi vida por un par de días, pero me sorprendió lo mucho que quería verlo, a pesar de que hacía poco más que dormir. Después de los turbulentos acontecimientos del día, y el pánico que

había sentido al enterarme de que Sydney se había enfrentado sola a Alicia, la presencia de Declan era tranquilizadora. Marcus le regresó la llamada a Sydney un par de horas más tarde, diciendo que tenía noticias y vendría a Palm Springs inmediatamente para entregarlas en persona. Marcus era un fugitivo tan buscado como Sydney, sin embargo, y en su usual manera cautelosa, organizó una reunión para el siguiente día lejos tanto de la casa de Clarence como de la de Trey. El lugar que eligió fue un restaurante mongol fuera de la ciudad. Rose y Dimitri, después de mucha persuasión, acordaron esperar en casa de Clarence para ponerse al día a fin de no crear demasiada multitud. Sin embargo, Trey y Eddie se unieron, porque Trey tenía información útil acerca de los Guerreros y porque ninguna fuerza en la tierra podía apartar a Eddie de hacer planes sobre Jill. Cuando entramos al restaurante, Sydney exhaló con alivio. —Bien. Trajo a Sabrina con él. Me había encontrado con Sabrina brevemente, pero no la conocía bien. Era como de mi edad y había sido un miembro encubierto de los Guerreros de la Luz durante años. Su primer encuentro con Sydney había envuelto sostener a Sydney a punta de pistola, lo que no me emocionaba, aunque ahora sabíamos que Sabrina había estado tratando de proteger a Marcus. Con el tiempo, habíamos llegado a respetarla a ella y al importante trabajo que hacía. Ella no estaba de acuerdo con la filosofía de los Guerreros, pero aun así había permanecido entre ellos porque la información que ella proporcionaba era muy útil a los demás. Ciertamente yo esperaba que fuera útil hoy. —Buenas y malas noticias —dijo Marcus, lo que no era precisamente la apertura que habíamos estado esperando—. La buena noticia es que estamos bastante seguros de que los Guerreros tienen a Jill. La mala noticia es que no sabemos exactamente dónde está. Eddie se cruzó de brazos. —Es hora de liberar a Alicia y obtener algunas respuestas. —No necesariamente —dijo Sabrina. Su largo cabello rubio estaba recogido en una coleta alta hoy, y se parecía mucho a una chica normal, no alguien haciéndose pasar por un miembro de un fanático grupo anti vampiros —. Mi conjetura es que Alicia tampoco sabe dónde está Jill. Muy probablemente capturó a Jill y se la entregó a los Guerreros, entonces dejó que ellos la escondieran en algún lugar. Curioseé alrededor y encontré informes de un “prisionero Moroi de alto perfil”, pero ni siquiera están

revelando su ubicación a miembros en nuestro propio grupo. Puede que trabajen con alguien como Alicia, pero no confiarían mucho en ella. La noticia no me estaba animando, y Eddie compartía mi frustración. —Entonces, ¿qué hacemos si su propia gente no sabe dónde está? — exigió. —Bueno —dijo Sabrina—. Alguien sabe. Simplemente no alguien a mi nivel. Marcus asintió mientras tragaba un bocado de su salteado, que por mi estimación parecía contener enteramente carne sin verduras. Primitivo, olfateó tía Tatiana. Oye, cállate, le dije. Ser un brillante fugitivo probablemente requiere gran cantidad de proteínas. —Tenemos algunas ideas para llegar a ese alguien —dijo Marcus—. La primera es pedirle a los Alquimistas que lo hagan. Sabemos que tienen vínculos con los Guerreros. —Por lo que sabemos, están trabajando con ellos —dijo Eddie—. Lo hicieron en el pasado. —En algunas cosas —dijo Sydney lentamente—. Pero no en esta. No quieren correr el riesgo de que los Moroi entren en caos. Quieren a Jill de regreso. No se quedarían tranquilos si ella fuera una prisionera. —Estoy de acuerdo —dijo Marcus. Sus ojos se encontraron con los míos—. Eso, y ellos podrían intervenir simplemente porque no les gustará que los Guerreros sobrepasen sus límites. No son nada más que bichos raros controladores, y no les va a gustar que los Guerreros trabajaran con una bruja para interferir con los Moroi. Por supuesto, eso significa que alguien tiene que decirles que los Guerreros tienen a Jill. —No tiene que ser uno de ustedes —dijo Eddie, atrapando el mensaje tácito entre Marcus y yo—. Diablos, lo haré. —Puede que no te crean —le dije, sonriendo ante su vehemencia—. Puede ser que incluso no me crean a mí. Trey había estado en silencio mientras discutían sobre el grupo del que una vez había sido un miembro, pero ahora finalmente habló: —También hay una buena probabilidad de que los Guerreros lo nieguen, incluso si los Alquimistas vienen preguntando por ello. Son un poco

obsesivos con el control también. Podrían ser difíciles por rencor. —Tienes razón —dijo Sabrina—. Es por eso que tenemos una opción más. Había una nota de advertencia en su voz que me puso en alerta. —¿Cuál es? Intercambió miradas con Marcus y luego se volvió hacia Sydney. —Los Guerreros van a iniciar a algunos nuevos miembros la próxima semana. Podrías ir de incógnito y luego tratar de infiltrarte en los niveles más altos del poder para averiguar dónde está Jill. —Hablaba apresurada, como si eso pudiera ayudar a reducir el absurdo total de la sugerencia. —¿Quieres que me una a los Guerreros? —exclamó Sydney. —No —dijimos Eddie y yo al unísono. —Solo estarías participando en su reclutamiento —dijo Sabrina, como si eso fuera una especie de consuelo—. Es como una orientación. —O una hermandad apresurada —dijo Marcus, lo que realmente no mejoró las cosas. Trey negó con la cabeza en consternación. —Sé de qué estás hablando, y es una locura. —Se volvió hacia el resto de nosotros—. Reúnen a un grupo de potenciales reclutas, los llevan en secreto a un complejo Guerrero, y los hacen competir en todo tipo de pruebas para demostrar su valía. ¿Recuerdas cuando tuve que luchar contra mi propio primo? Los Guerreros una vez habían tenido cautiva a Sonya y la usaron como parte de una ceremonia destinada a “probar” a sus miembros jóvenes. Junto con la lucha contra su primo, se había esperado que Trey matara a Sonya. No había planeado seguir con eso, y esos planes salieron mal de todos modos cuando un grupo de guardianes interrumpió toda la ceremonia para llevarse a Sonya. Sydney también había causado una buena cantidad de caos, y los Guerreros ciertamente no eran sus fans. —Los Guerreros conocen el rostro de Sydney —nos recordó Eddie—. No puede hacerlo. Envíenme a mí. No me importaría golpear a unos cuantos de esos bichos raros. Ya he tenido mucha práctica. —La tienes —coincidió Marcus—, pero Sydney ha tenido un poco más de práctica infiltrándose para obtener información. Y probablemente

también conozcan tu cara. Sydney frunció el ceño. —¿Podemos ir los dos? No me importaría el respaldo, y tengo un par de trucos que nos podrían disfrazar. ¿Vas a sentarte y dejar que sigan adelante con esto? me preguntó tía Tatiana. Me volví hacia Sydney con asombro. —¿En serio estás considerando esto? Quiero decir, estoy a favor de los planes locos, pero esto está más allá incluso para mí. Sabrina frunció el ceño perdida en sus pensamientos. —Los Guerreros por lo general solo patrocinan a una persona, pero he visto de vez en cuando que alguien presenta a dos. Si pudieran disfrazarse a sí mismos, podría meterlos a los dos. —Entonces envíenme a mí y a Sydney —le dije. —De ninguna manera —dijo Eddie—. Estoy en una condición mucho mejor para vencer a los bichos raros. Sin ánimo de ofender, Adrian. —Iba a decir que podía protegerla con el espíritu, pero sabía que a ella no le gustaría eso. —Deberías quedarte, Adrian —concordó Sydney—. Podrías tratar de coaccionar las respuestas de Alicia cuando las brujas la descongelen. Nadie más que tú puede hacer eso. Abrí mi boca para protestar, pero no pude pensar en algo para decir. Sydney me tenía acorralado y lo sabía. Quería ir con ella, pero no porque tuviera un plan concreto para hacer frente a los Guerreros, solo tenía un instinto de protegerla. Pero ella tenía razón acerca de Alicia. Podríamos dar a las brujas sus dos días mientras Sydney iba de encubierta con los Guerreros. Con suerte, eso debilitaría cualquier protección a la coacción que Alicia se hubiera puesto a sí misma. —¿Estás aprobando el uso de espíritu? —le pregunté con asombro. —No —admitió—. Estoy esperando que puedan obtener respuestas de ella a través de otros medios. Pero si no pueden, tengo la sensación de que usarás la coacción de todas maneras. —Eres una mujer sabia, como siempre —le dije a Sydney. Ella sonrió ante eso, pero me di cuenta que no estaba contenta con la

idea en absoluto. Con un suspiro, se volvió de nuevo hacia Sabrina. —¿En cuántos problemas te vas a meter por esto? ¿Por traer a dos espías? Porque, obviamente, en realidad no vamos a quedarnos con los Guerreros. Sydney tenía un punto. A lo que se habían ofrecido ella y Eddie, infiltrarse en algún tipo de ritual de iniciación bárbaro, era peligroso, pero no podíamos olvidar el papel de Sabrina en esto. Estaba jugando un juego con un grupo muy volátil y podría enfrentar más riesgo en definitiva. —Depende de si ustedes son atrapados o no —ofreció Sabrina con una tensa sonrisa que no alcanzó sus ojos—. Así que no dejen que los atrapen, ¿de acuerdo? Trey parecía más sombrío y lúgubre mientras la planificación avanzaba. —Pero esto solo sucede si no puedes convencer a los Alquimistas de que los Guerreros tienen a Jill. Si puedes convencerlos, con suerte ellos podrán hacer el trabajo pesado para que no tengan que involucrarse con nada de esta locura. —Eso esperemos —coincidió Marcus—. Pero mientras tanto, debemos preparar a Sydney y Eddie sobre qué esperar si van con Sabrina. Sabrina procedió a darnos un informe detallado de cómo planeaba meter a Sydney y Eddie dentro. Todo sonaba horrible mientras más lo describía, y quería pedirle otra vez a Sydney que no fuera. Me di cuenta que el querer protegerla de esos peligros era parecido a que ella me pidiera que contuviera al espíritu. Ambos eran peligrosos cursos de acción… sin embargo, ¿cómo podíamos no hacerlo, cuando la vida de Jill estaba en riesgo? No hay una buena respuesta, declaró malhumorada tía Tatiana. Y no saldrá nada bueno de todo esto. El almuerzo transcurrió ultimando planes y con la intención de Sydney de obtener algún tipo de ayuda de encubrimiento mágico de sus conexiones de brujas. Sabrina recibió una llamada convocándola de vuelta a los Guerreros antes de lo que ella había esperado. Hizo una mueca y se levantó. —Estaré en contacto pronto, cuando consiga unos detalles más sobre el reclutamiento. ¿Alguno de ustedes puede dejar a Marcus en su escondite? —Nosotros lo haremos —dijo Sydney, adelantándose a Eddie y Trey —. Hablaremos más tarde.

Nuestro grupo se dispersó, y Sydney y yo dirigimos a Marcus al auto de alquiler que habíamos estado conduciendo desde que volvimos a Palm Springs. Era un descapotable, un beneficio extra otorgado por la empresa, a pesar de que no lo habíamos pedido. —Bonito —dijo Marcus—. Buen día para tener la capota baja. —Me echó un vistazo—. O tal vez no. Después del gris de ayer, Palm Springs había vuelto a sus sofocantes condiciones de verano, unas a las que ciertamente no quería exponerme. La luz del sol no mataba a los Moroi, de la forma en que lo hacía con los Strigoi, pero ciertamente podía ser incómodo para nosotros si estábamos lo suficientemente expuestos. Los momentos como este me recordaban las diferencias entre Sydney y yo. Ella amaba el sol, y una vida conmigo la mantenía alejada de él. —Puedes bajar la capota si quieres —dije casualmente, lanzándole las llaves a Sydney. Ella me dio una sonrisa débil, adivinando mis pensamientos. —Nah, prefiero poner el aire acondicionado. Le devolví la sonrisa, sabiendo que estaba mintiendo. A veces, acostados en la cama, ella y yo discutíamos los planes para una futura casa de ensueño. Habíamos decidido que construiríamos un porche cubierto, lo suficientemente aireado para que yo pudiera disfrutar del calor pero lo suficientemente cubierto como para bloquear lo peor de la luz. Siempre le tomaba el pelo con que le serviría limonada ahí afuera. Sería el lugar perfecto para nosotros, el encuentro de dos mundos. Pero en ese momento, era difícil imaginar un futuro como ese. Marcus le dio instrucciones para llegar a un complejo de apartamentos que en realidad no estaba tan lejos de donde solía ir a la universidad en Carlton al otro lado de la ciudad. Mientras ella nos conducía por la autopista, marqué el número de alguien que pocos Moroi tenían la suerte de tener en la memoria de sus teléfonos. Incluso me sorprendí más cuando ella respondió al primer toque. —Hola, Adrian —dijo Lissa. —¿Estabas esperando junto al teléfono por mí? —bromeé. —En realidad estaba esperando a que Christian me llamara. Pero prefiero saber de ti, al menos si estás llamando para decir que tienes a Jill.

—Me temo que no —dije, sintiendo una punzada por la pérdida—. Pero tengo unas noticias que podrían ser útiles. Tenemos buena evidencia de que los Guerreros de Luz tienen a Jill. Lissa claramente no había esperado eso. —¿Qué? Pensaba que era alguna bruja que odiaba a Sydney. Si los Guerreros la tienen, entonces esto ya no es solo por una venganza. A esa gente le gusta matar vampiros por diversión. —Parece que Alicia les dio a Jill para que la mantuvieran prisionera. Ahora Sydney tiene un complejo plan para intentar averiguar dónde tienen a Jill, pero si los Alquimistas pudieran presionar un poco a los Guerreros en su lugar, nos ahorraría muchos problemas —le dije—. El único problema es que Sydney no puede exactamente llamarles y preguntar. —Pero yo puedo —adivinó Lissa. —Eres muy encantadora y persuasiva —le dije—. Además, tienes un poco más de influencia que nosotros. —Veré lo que puedo hacer —respondió, sonando exhausta al pensarlo. No la culpaba. La diplomacia también me agotaría, especialmente cuando tratas con idiotas como los Alquimistas—. Van a querer saber qué “buenaevidencia” tenemos. Dudé, pensando en Sabrina. —No podemos revelar exactamente nuestra fuente. ¿Puedes simplemente decirles que es una pista anónima y que lo investiguen? —Lo intentaré —dijo Lissa—. Pero ya sabes cómo son. —Sí —estuve de acuerdo—. Ciertamente lo sé. Buena suerte… y gracias. —No hay nada que agradecerme. Jill es mi hermana. Colgué y estuve justo a tiempo para ver a Sydney conduciendo frente el complejo de apartamentos que Marcus había indicado. —Oye —dije, reconociéndolo de mis días en Carlton—. Te has pasado. La expresión de ella se oscureció. —No me perdí a los hombres de traje espiando alrededor del edificio. —Levantó la vista al espejo retrovisor, y suspiró—. O el auto negro que acaba de salir del estacionamiento del edificio y ahora nos está siguiendo.

—Maldita sea —dijo Marcus—. Descubrieron que vine a la ciudad. Pensé que ese lugar era seguro. Me volví en mi asiento, estirando el cuello para ver lo que Sydney había visto. Y por supuesto, un Escalade negro estaba haciendo algunas maniobras un poco agresivas para ponerse en nuestro carril. Sydney dio un giro abrupto que me hizo agarrar la puerta, y el Escalade nos siguió. La preciada y frágil sensación de libertad que me había permitido disfrutar desde que dejamos la Corte se disipó como el humo en el viento. —Lo siento, chicos —dijo Marcus—. Debieron haberme visto cuando vine esta mañana. Sydney dio otro giro sorpresa, uno por el que le tocaron bocinas al Escalade por copiarlo. Su rostro estaba lleno de tensión, y supe que tenía que estar trabajando con fuerza para mantenerse tan calmada como parecía. Esta era la pesadilla con la que había vivido durante mucho tiempo: los Alquimistas encontrándola otra vez. —No te sientas tan mal —le dijo a Marcus—. Después de todo lo que ha pasado en Palm Springs, probablemente tienen ojos y orejas regularmente por aquí. Por lo que sabemos, ni siquiera fuiste visto. Alguien pudo haber visto a Eddie y decidió hacer algo de espionaje. Él también es una persona de interés para ellos. —Ella negó con la cabeza—. El verdadero problema es cómo perderlos. —Vuelve a la autopista y toma la primera salida a la ciudad —dijo Marcus. Volver a un área congestionada no tiene sentido, siseó tía Tatiana. ¡Se llevarán a Sydney otra vez! —¿No deberíamos ir a la autopista abierta e intentar huir de ellos? — pregunté. —Nunca seríamos capaces de hacerlo —dijo él—. Además, probablemente llamaron refuerzos, y encontraríamos a algunos más de esos viniendo detrás de nosotros. Sydney salió como le dijo, dirigiéndonos hacia el centro de la ciudad. Delante de nosotros, podía ver algunas de las calles más concurridas del centro, calles estrechas abarrotadas de autos mientras los peatones y las mesas de exterior llenaban las aceras. —Supongo que estás jugando con el hecho de que a los Alquimistas no les gusta montar una escena —remarcó Sydney—. Pero recuerda, sí que

nos persiguieron, bastante abiertamente, por el Strip en Las Vegas. —Ella había estado en un vestido de bodas en aquel entonces, haciendo que sobresaliéramos mucho más—. Harán lo que tengan que hacer. Marcus asintió. —Lo sé. Pero aun así evitarán una gran escena si pueden. En realidad, mi objetivo principal es llegar a mi auto de escape. —¿Tu auto de escape?—Lo miré fijamente, boquiabierto—. ¿Tienes un auto para escapar? Me dirigió una rápida sonrisa. —Soy Marcus Finch. Por supuesto que tengo un auto de escape. Se accede por un túnel subterráneo que sale de la Taquería Miguel. —Subterráneo…—Sydney sacudió su cabeza—. Olvídalo. Eso está a seis cuadras de aquí, y estamos a punto de quedarnos atascados por causa del semáforo y lentos autos. —Los autos delante de nosotros se detuvieron cuando el semáforo se puso rojo. —Corrección —dijo Marcus, repentinamente desabrochando su cinturón de seguridad—. Ellos están a punto de quedarse atascados por causa del semáforo y un auto detenido. Todos salgan. —Inmediatamente, me di cuenta de lo que estaba por ocurrir, y él lo confirmó cuando colocó su mano sobre la manija de la puerta—. Ustedes chicos saben cómo ser evasivos. Encuéntrenme en la taquería, pero no dejen que los sigan hasta ahí. Estuvo fuera del auto en un destello, y un par de segundos después, nosotros también, una vez que Sydney había cambiado el auto a estacionar. Él salió velozmente bajando por un costado de la calle, perdiéndose entre la multitud de turistas y asistentes al almuerzo sin mirar atrás. Algunos podrían haberlo considerado como abandono, pero a estas alturas Marcus nos conocía lo suficientemente bien como para confiar en que sabíamos qué hacer en situaciones como esta. Ser impredecibles. Ocultarnos entre multitudes y negocios. Encontrarnos de nuevo cuando los hubiéramos perdido. Eso era asumiendo, por supuesto, que incluso nos seguirían. Había habido dos autos entre ellos y nosotros en la calle, por lo que había una posibilidad de que no nos hubieran visto abandonando nuestro auto. Cuando el semáforo se volviera verde y el tráfico no avanzara, descubrirían que algo había salido mal. La pregunta era qué tan lejos podríamos llegar Sydney y yo antes de eso y si nos habían seguido a Marcus o a nosotros. Nos siguieron, por supuesto.

—Más rápido —dije, agarrando su mano mientras nos apresurábamos por la acera. Una serie de bocinazos me hicieron saber cuándo el semáforo se puso verde, mientras conductores enfadados se veían incapaces de desplazarse por nuestro auto abandonado. Los gritos detrás de nosotros eran un aviso de que algo más estaba mal, y cuando miré rápidamente hacia atrás, vi a un hombre y una mujer en trajes color beige saliendo disparados por la acera hacia nosotros, ajenos a los peatones en su camino. Demasiado para no hacer una escena. Frente a nosotros, la acera se veía aún más llena de lo habitual mientras las personas se agrupaban alrededor de algo. Genial. No era la desaceleración que necesitábamos. Otra rápida mirada detrás de mí me mostró al hombre Alquimista, que era casi tan alto como yo, ganando terreno. Me acerqué a la multitud y vi que se habían detenido para admirar muestras de ropa que una tienda había colocado sobre la acera como parte de algún tipo de promoción. Vestidos, bufandas vaporosas, y más creaban una exhibición radiantemente colorida que incluso detenían al peatón más indiferente para admirar todo. Sydney y yo presionamos nuestro camino por un grupo de mujeres admirando un vestido de seda púrpura y vi a los Alquimistas a solo unos metros detrás de mí. Sydney echó un vistazo alrededor, e inesperadamente una sonrisa cruzó sus labios. Dijo un hechizo mágico que se perdió en el ruido de la calle, pero el poder que invocó tuvo un efecto inmediato. Toda esa hermosa ropa a nuestro alrededor explotó en tiras de tela de los colores del arco iris. Llovió a nuestro alrededor, haciendo casi imposible ver. El caos siguió mientras la gente gritaba asombrada, insegura de si era un ataque o algún tipo de truco publicitario. —Vamos —dijo ella, retomando el ritmo de nuevo. Mientras corríamos lejos, también escuché un grito especialmente fuerte de consternación de alguien que reconocí: Lia DiStefano. Esta era su tienda, lo cual explicaba la sonrisa astuta de Sydney. Me sentí un poco mal… pero también un poco no. Lia había hecho un vestido precioso para Sydney una vez, un vestido rojo inspirado en el estilo de los antiguos griegos. Sydney había estado tan hermosa en él, había pensado que estaba soñando. Tenía que darle el crédito a Lia por eso. Por otra parte, Lia había estado tan desesperada porque Jill modelara que había publicado un anuncio con Jill en secreto, el que Alicia había incluido en la caja que Jackie le había traído a Sydney. No sabía del todo la relación entre Alicia, los Guerreros, y cómo ese anuncio los

había conectado con Jill, pero no había duda de que el anuncio había puesto en riesgo a Jill. —Lo siento, Lia —murmuré mientras corría pasando su tienda—. La próxima vez, no contrates modelos que no se supone que uses. A una cuadra de distancia se hallaba una florería en la que había estado una vez. Sin comprobar para ver si nos habían estado siguiendo, rápidamente nos lanzamos a toda velocidad a través de la puerta, la cual se encontraba abierta para disfrutar del calor de la tarde. Inmediatamente nos rodeó la abrumadora fragancia de rosas y lirios. Ramos de todos los colores llenaban la tienda, pero miré más allá de todo eso por lo que había recordado ver la última vez que estuve aquí: una puerta trasera. La tienda tenía dos entradas, una que daba a la calle principal al frente y esta segunda puerta que dirigía al estacionamiento en el callejón detrás del negocio. Asentí y sonreí ante la sorprendida florista, luego apresuré a Sydney a través de la puerta trasera como si lo que estábamos haciendo fuera perfectamente normal. En el callejón, me detuve y me atreví a echar un vistazo a través de la ventana de la puerta, esperando para ver si un Alquimista irrumpía en la tienda. Nadie lo hizo, así que crucé mis dedos para que la destrucción de la exhibición de Lia hubiera causado la suficiente confusión para cubrir el resto de nuestro trayecto. Sydney y yo corrimos por el callejón trasero, más allá de las puertas de más negocios, algunas de las cuales eran públicas y otras no. Cuando llegamos a la puerta trasera de la Taquería Miguel, se leía SOLO ENTREGAS. Golpeé de todos modos, preguntándome cómo explicaríamos mi presencia a quien fuera que contestara. El chico que abrió la puerta, sin embargo, no parecía sorprendido en absoluto de vernos. Nos hizo un gesto con su mano hacia adentro. —Deben ser los amigos de Marcus. Entramos y nos encontramos en la entrada de la cocina, la cual olía deliciosa. Un cocinero lanzando al aire una quesadilla levantó su mirada, asintió como si nuestra presencia fuera totalmente normal, y regresó a su trabajo. Mientras tanto, nuestro guía nos llevó a un almacén cercano con filas de estantes de comida. Había una trampilla confiable en el suelo. La abrió, y debajo, sosteniendo una linterna, estaba Marcus. Hizo un gesto hacia nosotros. —¿Cómo conoces a Marcus? —pregunté mientras comenzaba a descender los peldaños. Mi guía se encogió de hombros.

—Me hizo un favor una vez. Esa parecía ser la historia de la vida de Marcus. Le agradecimos al chico y luego nos dirigimos hacia abajo. Tal como Marcus había dicho, en verdad había un túnel. Nos apresuramos a través de él conversando poco, emergiendo en un cobertizo en un estacionamiento a pocas cuadras de distancia. No vimos señales de persecución en el túnel o al salir, y Marcus se sintió lo suficientemente seguro para dirigirnos a un Chevy azul estacionado. Sacó unas llaves de su bolsillo y desbloqueó la puerta. No fue hasta que estábamos sobre la calle que por fin habló: —Bueno —dijo—. Tengo buenas y malas noticias. La buena noticia es que no tienes que seguir haciéndole creer a los Alquimistas que estás en la Corte. La mala noticia es que los Alquimistas saben que ya no estás ahí.

14 Adrian… otra vez Traducido por Aria y Jenn Cassie Grey Corregido por veroonoel

Una vez que supe que estábamos momentáneamente a salvo de los Alquimistas, lo primero que tenía que hacer era poner a salvo a Declan y a mi mamá. —¿Dónde están? —pregunté cuando ella respondió el teléfono. Estaba sentado en el asiento trasero mientras Marcus nos conducía a lo que él juró que era realmente una casa segura. Sydney estaba en el asiento del pasajero, mandando mensajes actualizando a casi todos los que conocíamos. —Estoy en casa de Clarence —respondió mi madre—. ¿Dónde estaría sino? Suspiré de alivio. —Bien. Tienes que quedarte ahí durante un tiempo, no te vayas. ¿Tienes suficientes provisiones para Declan? —Pensaba que se había sobrepasado en sus compras iniciales. Ahora estaba agradecido. —Bueno, sí, supongo, aunque no parece ser terriblemente aficionado a esos chupetes que le compré. Puede ser que tenga que encontrar un diferente… —No salgas —repetí—. Es casi seguro que la casa esté siendo vigilada. Los Alquimistas saben que estamos aquí. Mi madre comprendió inmediatamente la gravedad de la situación. —¿Están bien? —Estamos bien, nos escapamos. Pero ahora vigilarán todos los sitios donde pasábamos el rato para ver si vamos ahí. Sabrán que no estamos de vuelta en casa de Clarence, y eso está bien. Pero probablemente tampoco sepan que tú y Declan están ahí, y tenemos que mantenerlo de esa forma. Quédense dentro. Se quedó callada durante unos minutos.

—Adrian, hay algo… inusual en Declan, ¿no es así? —Especial —la corregí—. Es muy, muy especial. Y por ahora, es mejor si los Alquimistas no saben que existe. Si quieren perseguirnos a Sydney y a mí, bien. Pero él tiene que mantenerse fuera de su radar. —Lo entiendo —dijo—. Si necesitamos algo, haré que lo manden aquí o enviaré a Rose y Dimitri por ello, ¿asumiendo que ellos pueden irse? Dudé. —Sí. Los Alquimistas no tienen interés en ellos. Puede que estén curiosos de saber por qué están en la ciudad, pero no entrarán en la casa de Clarence o algo así para averiguarlo, no sin ninguna otra provocación. Otros Moroi y damphirs se han quedado con él antes. ¿Puedo hablar con alguno de ellos? Después del sonido de unos pies arrastrándose, Rose contestó: —Puedo decir por el rostro de tu mamá que algo fue mal. —Los Alquimistas saben que Sydney y yo estamos aquí —le dije—. Se las arreglaron para seguir a Marcus cuando vino a la ciudad y se encontraron con nosotros en el proceso. No podía estar seguro, pero creo que Rose maldijo en ruso. —Así que, ¿cuál es el plan? —Estamos de camino a un supuesto escondite —le dije—. Desde ahí, Sydney va a investigar a los Guerreros, y tarde o temprano interrogaré a Alicia. —Quiero estar dentro de eso —dijo Rose de repente. —Lo sé, pero de verdad, realmente necesito que se queden con mi mamá y Declan. Justo le estaba diciendo a ella que no puede salir de la casa. No creo que los Alquimistas sepan que está en la ciudad, y espero que siga de esa forma. Pero si pasa algo raro, necesito que ustedes los protejan. —¿Qué quieres decir con “algo raro”? ¿Por qué se preocuparía alguien por ellos? —Rose, como mi madre, estaba empezando a sospechar que pasaba algo raro. —No puedo decírtelo —dije—. Solo confía en mí, es importante. Al menos uno de ustedes tiene que quedarse con ellos todo el tiempo. Si hay alguna forma de que puedas encontrarte conmigo de manera segura cuando hable con Alicia, haremos que suceda. Pero mientras tanto, prométeme que

cuidarás de ellos. Siguió un largo silencio, y podía adivinar por qué. Rose, como todos los demás, quería encontrar a Jill. Con tantas pistas potenciales, era entendible que prefiriera mucho más formar parte de esa misión que literalmente hacer de niñera. Pero Rose había visto suficiente en la comuna, y era lo suficiente amiga mí, para finalmente acceder. —Está bien. Los mantendremos vigilados. Pero si hay algo que podamos hacer para encontrar a Jill, cualquier cosa… —Te lo haré saber —le prometí. Colgué y miré alrededor—. ¿Es aquí? Habíamos dejado la expansión urbana de Palm Springs, pasando al desierto hacia un lugar que hacía que el recinto de Wolfe pareciera francamente civilizado. Una pequeña y solitaria cabaña se encontraba sola en un paisaje cubierto de maleza, y los neumáticos del auto levantaron nubes de polvo cuando doblamos por un camino de arena sucia. —Síp —dijo Marcus. —Bueno, es ciertamente remoto —apuntó Sydney—. ¿Pero es seguro? —Tan seguro como conseguiremos por ahora —nos aseguró Marcus, deteniendo el auto fuera de la casa—. Nadie nos siguió hasta aquí. Nadie conoce mi conexión con esta gente. Salimos del auto y seguimos a Marcus hacia la puerta. Tuvo que tocar tres veces, haciéndolo progresivamente más fuerte, antes de que la puerta se abriera finalmente. Un hombre de unos cincuenta y algo con cabello desaliñado y gafas redondas nos echó un vistazo, entrecerrando los ojos por la luz del sol como lo habría hecho un Moroi. Su rostro se iluminó con reconocimiento. —Marcus, hombre, ¡ha pasado mucho tiempo! —Me alegro de verte, Howie —le respondió Marcus—. Mis amigos y yo necesitamos un lugar donde quedarnos. ¿Está bien si nos quedamos aquí? —Claro, totalmente. —Howie se hizo a un lado para que pudiéramos entrar—. Entra, hombre. —Howie y su esposa, Patty, cultivan y venden todo tipo de hierbas — explicó Marcus. Inhalé profundamente mientras caminaba alrededor de la sala de estar, la cual podría haber salido directamente de 1971.

—Especialmente una hierba en particular —añadí. —No te preocupes —dijo Marcus, sus labios curvándose en una sonrisa—. Son buena gente. Sydney arrugó la nariz. —No nos va a hacer ningún bien evadir a los Alquimistas si luego nos arrestan en una redada de drogas. Marcus no estaba preocupado. —Esa es la menor de nuestras preocupaciones. Nos darán un lugar para quedarnos. Y su cocina siempre está bien abastecida. Al menos eso era verdad. Siempre y cuando pudiéramos sobrevivir a base de comida basura, no estaríamos en peligro de estar hambrientos pronto. Nunca en mi vida había visto tantas cajas de Twinkies. Patty era tan deslumbrantemente amable como su marido, asegurándonos que podíamos hacernos sentir como en casa y quedarnos el tiempo que quisiéramos. Los dos probablemente pasaban la mayor parte del tiempo en el sótano o en el jardín fuera, cultivando las varias plantas que luego consumían o vendían. Una vez que nos instalamos, desaparecieron escaleras abajo, dejándonos para que hiciéramos planes. Supe entonces que mientras había estado hablando con Rose y mi madre, Marcus y Sydney habían estado reuniendo otra información. —Sabrina se puso en contacto con Marcus. Va a llevarnos a Eddie y a mí con los Guerreros más tarde esta noche —dijo Sydney—. Muy tarde. Al parecer, tenemos que llegar al amanecer. La Sra. Terwilliger va a venir antes con Eddie para ayudar con algunos hechizos y prepararnos. —Espero que no haga falta que decir que Eddie será cuidadoso al venir aquí —dijo Marcus—. A estas alturas, los Alquimistas probablemente tienen ojos en todos a los que conoces en el área. —Tendrá cuidado —dijo ella con confianza—. Sabe cómo evitar ser seguido. —Se volvió hacia mí—. La Sra. Terwilliger luego te llevará con ella, para cuando las brujas descongelen a Alicia. Prométeme que tendrás cuidado, Adrian. Ve suave con ella. Solo usa la menor coacción posible. Recuerda, hay bastantes posibilidades de que ni siquiera sepa dónde tienen los Alquimistas a Jill. ¿Ir suave con ella? A pesar de que sabía que Sydney había querido decir eso como una forma de cuidarme, era imposible de imaginar. ¿Cómo podía ir suave con la mujer que había secuestrado a Jill? ¿Quién era la razón

de que Jill pudiera muy bien estar sufriendo a manos de esos locos? Sonya había estado en mala forma cuando había sido rescatada de los Guerreros, y habían tenido a Jill por mucho, mucho más tiempo. Alicia pagará, prometió tía Tatiana en mi cabeza. A Sydney, le dije: —Veré lo que puedo hacer. Mi teléfono sonó, y sentí una diversión seca al ver la pantalla. —No mucha gente puede presumir de hablar con la reina Moroi dos veces en un día. ¿Hola? —¿Adrian? —sonó la voz de Lissa—. ¿Qué has hecho? —¿Por qué asumes que he hecho algo? —le pregunté. Lissa suspiró. —¡Porque acaba de llamar un enfadado burócrata Alquimista, bastante furioso por cómo tú y Sydney están libres en Palm Springs! Dejaron muy claro que no van a contenerse de intentar conseguirla de vuelta. Pensaba que ustedes se estaban escondiendo. —Lo estábamos, lo estábamos —dije—. Fue como un accidente. Pero estamos a salvo de momento. —Bueno, intenten mantenerse de esa forma. El lado positivo es que pude llegar a alguien para preguntar sobre la posible presión de los Alquimistas sobre los Guerreros. La esperanza me llenó. Salvaría a Sydney de infiltrarse con los Guerreros y a mí de interrogar a Alicia si los Alquimistas podían rescatar a Jill por nosotros. —¿Y? —le pregunté. —Es lo que me temía, quieren más pruebas. Quiero decir, la persona con la que hablé hizo algunos vagos comentarios sobre hacer “peticiones”, pero realmente no sentí que me estaba tomando en serio. Creo que piensa que lo estaba usando para desviarlos de ti y de Sydney estando fuera de la Corte. Mis esperanzas cayeron mientras miraba a Sydney al otro lado de la habitación. Estaba intentando sentarse en un abarrotado puf. La idea de ella yendo a investigar alrededor del recinto de los Guerreros me ponía enfermo. Una cosa había sido cuando se fue con Eddie y la Sra. Terwilliger, pero ahora iba a ir directamente a las manos de algunos de nuestros enemigos. ¿Y si la

descubrían? ¿Y si los Guerreros intentaban renovar su amistad con los Alquimistas usándola como elemento de intercambio? ¿Y si los Guerreros decidían usar como ejemplo a la mujer que se había casado con un vampiro? No puede salir nada bueno de todo esto, reiteró tía Tatiana. —Seguiré trabajando en ellos, sin embargo —continuó Lissa, ajena a mis pensamientos revueltos—. ¿Y asumo que ustedes están haciendo sus propias cosas para conseguir respuestas? —Eso parece —dije. —Bueno, hazme saber si puedo ofrecer alguna ayuda. Hablé con Rose, y suena como si ya la tuvieras trabajando en algo. Siéntete libre de usarlos a ella, a Dimitri y a Neil de la forma que puedas si ayudará a recuperar a Jill. El tono de Lissa sonaba perfectamente inocente, y me di cuenta de que Rose debió haber mantenido en secreto las noticias de Declan incluso a su mejor amiga. Me hizo sentir agradecido pero también me hizo consciente de la precariedad de la situación de Declan. La mención de Lissa de Neil también me hizo recordar que todavía no habíamos tenido la oportunidad de sentarlo y explicarle lo que estaba pasando. Demasiadas complicaciones seguían apareciendo. Pasamos el resto del día esperando a que Jackie y Eddie vinieran. Marcus, quien había pasado tanto tiempo de su vida huyendo, parecía completamente en calma encerrado en la pequeña sala de estar de la cabaña. Sydney y yo, quienes nos habíamos acostumbrado a nuestra libertad, por corta que fuera, lo pasamos peor. Hicimos todos los planes que pudimos con nuestros amigos lejos, y luego prácticamente intentamos pasar el tiempo. A pesar de la ubicación privada, éramos reacios a salir a la calle. La única televisión de la casa estaba en el sótano, y el humo que venía de ahí era lo suficientemente fuerte para mantenernos alejados. Eso dejó una pila de antiguos Reader’s Digest como el único entretenimiento restante. —Hay un auto estacionándose —dijo Marcus más tarde aquella noche. Había estado de pie cerca de la ventana, ocasionalmente mirando fuera de las cortinas corridas. Un ceño fruncido cruzó su rostro—. No veo a Jackie o Eddie. Sydney saltó y se le unió en la ventana. Después de unos minutos, su tensión se desvaneció. —Está bien. Las conozco. Marcus abrió la puerta, y entraron dos mujeres que reconocí. Una era

Maude, la miembro sénior del aquelarre de Sydney, que había ayudado en el lago. La otra era la vieja luchadora Inez, dándome un guiño cuando pasó por la entrada. Maude permaneció en la puerta, manteniéndola abierta como si esperara que viniera alguien más. Nadie lo hizo, y después de varios segundos, asintió a Marcus para que la cerrara. Sabía lo suficiente por Sydney para darme cuenta de que había entrado alguien invisible, y cuando lo asumí, el hechizo que rodeaba a esa persona se rompió. —Eddie —exclamó Sydney, corriendo para darle un abrazo. Él le devolvió la sonrisa. —¿Están bien? —Bien —dije—. Solo abasteciéndonos de carbohidratos y esperando a que empiece la siguiente fase de locura. —¿Están seguros de que nadie los siguió? —preguntó Marcus, tirando las cortinas alrededor de la ventana delantera para cerrarlas más. —Afirmativo —dijo Eddie—. Nos encontramos en un lugar público, y los Alquimistas enviados para vigilarme nunca supieron que me fui con estas dos. Inez estaba valorando nuestros alrededores con un ojo crítico y no parecía impresionada. —Jaclyn nos envió ya que ella no pudo escaparse de tus amigos. Se han apostado en su casa. —Los Alquimistas no son mis amigos —replicó Sydney. —Bueno, lo que sea que son, son un dolor en el culo —dijo Inez—. Pero le dijimos que te ayudaríamos, así que aquí estamos. —Gracias, señora —dijo Sydney, adorablemente educada como siempre—. Sé el inconveniente que debe de ser. Maude le sonrió con bondad. —No es tan inconveniente como algunas personas te harían pensar. — Dejó dos grandes bolsas con asas, llenas de ingredientes misteriosos que sobresalían—. Ahora bien. Entiendo que tenemos que hacerte más fuerte. —¿Sí? —preguntó Sydney con sorpresa. Inez se remangó las mangas de su vestido lleno de rosas y miró dentro de una bolsa.

—Eso es lo que dice Jaclyn. Dice que te vas a meter en peleas o algún sinsentido como ese. —Bueno, sí, pero simplemente pensaba que usaría las técnicas evasivas que me enseñó Wolfe. —¿Wolfe? —bufó Inez con disgusto—. ¿Ese hippie con el que Jaclyn está saliendo? Créeme, la inteligencia y las “técnicas evasivas” están bien si eso es todo lo que tienes, pero si te dan la oportunidad de ser la más mala y más fuerte, siempre sé la más mala y más fuerte. Había un número de cosas mal con lo que ella había dicho, empezando por referirse a Wolfe, quien poseía más armas que nadie a quien había conocido, como un hippie. Inez tomó cuidadosamente una cantimplora de aspecto inocuo de la bolsa. —¿Qué es eso? —le pregunté. —Una poción muy especial y compleja —dijo Maude—. Una en la que varias de nosotras trabajó la mayor parte del día. Mientras hablaba, tomé nota de los círculos oscuros bajo sus ojos y la fatiga en su voz. Sydney también lo vio. —No tenían que hacer eso… —dijo. —Lo hicimos —dijo Maude simplemente—. Limpiar lo que ha hecho Alicia es nuestra responsabilidad, y si eso conlleva prepararte para estos extraños actos de brutalidad, te ayudaremos a hacerlo. —¿Qué hay en ella? —pregunté. El alcance y la arbitrariedad de la magia humana todavía era algo increíble para mí. Además, concentrarme en ello me distraía de pensar sobre Sydney y los “extraños actos de brutalidad”. —Estás más feliz sin saberlo —me dijo Maude—. Ahora bien. Tenemos que terminar el hechizo… Escuchamos el sonido de una puerta abriéndose. Un momento más tarde, la cortina de cuentas que separaba la sala de estar de la cocina se agitó y Howie la atravesó. Pareció sorprendido de ver gente adicional aquí y parpadeó unas cuantas veces, como si estuviera determinando que éramos reales y no una alucinación. Me imaginé que en su vida, esa era una distinción que tenía que ser hecha constantemente. Y, considerando mis crecientes interacciones con tía Tatiana, era algo con lo que podía relacionarme. —Oye, hombre, Marcus —dijo, empujando sus gafas—. No sabía que

ibas a traer a más gente, hombre. Estamos buscando los Doritos. ¿Has visto los Doritos? Marcus señaló al final de la mesa junto al sofá. Howie se iluminó mientras levantaba el paquete de Doritos, luego se volvió consternado cuando vio que estaba casi vacío. —Estuviste aquí arriba comiéndolos alrededor de la hora del almuerzo —le recordó Marcus. Howie parecía amablemente escéptico. —¿Lo estuve? —Sí —confirmé—. Dijiste que estabas viendo una película de un tiburón mutante que estaba en el comercial. —Trey también estaba viendo esa más temprano —remarcó Eddie en una forma muy casual que me hizo pensar que Trey no había sido el único viéndola. —¿Era una doble función con Raptorbot Rampage? —preguntó Sydney secamente. Howie alzó un dedo en advertencia. —Esa cosa no es inventada, ya sabes. La vida real es más extraña que la ficción, hombre. El gobierno lo está escondiendo de nosotros. —Completamente —dijo Marcus, mirando en dirección a Howie y de nuevo hacia la cortina de cuentas—. ¿Por qué mejor no te llevas unas galletas 2 al sótano? Creo que vi algunas Nutter Butters en la cocina. Marcus situó a nuestro anfitrión y luego lo mandó por su camino. Nadie del resto de nosotros habló hasta que escuchamos la puerta del sótano cerrada de nuevo. Eddie remarcó: —La vida real es más extraña que la ficción. —Dímelo a mí —dijo Sydney, volviéndose a la cantimplora—. ¿Qué tengo que hacer? 3

—Bébelo —dijo Inez—. Lo mezclamos con algo de Tang para ayudarlo a que supiera mejor. Énfasis en “ayudarlo”. —Pero primero terminamos el hechizo —dijo Maude. Ella e Inez se tomaron de las manos, formando un círculo alrededor de la cantimplora colocada sobre la mesa. Había escuchado a Sydney recitar hechizos lo

suficiente para reconocer el sonido del latín. También había aprendido lo suficiente para saber que la mayoría de los hechizos que usaba eran simples con resultados inmediatos. La clase de hechizo con la que estas brujas estaban tratando ahora, hechizos con múltiples partes que requerían varios usuarios de magia, era fuerte, y la expresión de asombro de Sydney reflejaba cuánto. Cuando terminaron el cantico, Maude le extendió la cantimplora a Sydney con un ademán—. Salud —dijo Maude. Sydney desenroscó la tapa e hizo una mueca ante lo que vio dentro. Estaba de pie cerca de ella y compartí su disgusto. La mezcla olía a ropa húmeda… y Tang. —Mientras más rápido lo tomes, mejor —añadió Inez—. Tapar tu nariz tampoco haría daño. Sydney hizo ambas cosas, pero ninguna la detuvo de tener arcadas. —Es mejor que no lo regreses —advirtió Inez—. Porque no tenemos más. Sydney hizo una mueca de dolor y negó con la cabeza mientras les regresaba la cantimplora. —Se va quedar abajo. ¿Ahora qué? ¿Realmente soy más fuerte? Me siento más como con ganas de lavar mis dientes. —Ciertamente no le habían salido músculos gigantes ni comenzó a golpear hierro compulsivamente. —¿Y cuánto más fuerte? —preguntó Eddie ansiosamente—. ¿Más fuerte como para alzar un auto? Maude sonrió. —Lamento decepcionarte, pero no. Por un lado, eso atraería demasiada atención, y probablemente no quieras eso. Por el otro, nuestro poder tiene limitaciones. No podemos ir por ahí creando dioses. Yo diría que… —Ella miró entre Eddie y Sydney especulativamente, su sonrisa creciendo—. Diría que eres lo suficientemente fuerte para que te vaya bien, a la par de un dhampir luchando. —Como que me encantaría ver eso —admití. La cara de Eddie decía que a él también le gustaría. Sydney gimió. —¿Enserio? Eso es tan barbárico. Eddie se inclinó y apoyó su brazo sobre la mesa donde antes había estado la cantimplora.

—Vamos, Sra. Ivashkov. Hagamos esto. Además si eres quisquillosa por una lucha, ¿cómo te las vas a arreglar yendo cara a cara contra los Guerreros? Él tenía un punto, al menos basado en las historias que Sabrina nos había contado. Sydney se paró en el lado de la mesa opuesto al suyo e imitó la posición de su brazo. Sus brazos se apretaron, y Marcus hizo la cuenta regresiva, viéndose casi tan emocionado como Eddie. Para mi sorpresa, cuando comenzaron, Eddie no golpeó hacia abajo su mano como había esperado. Sus ojos se ampliaron, al igual que su sonrisa. Él incrementó su esfuerzo y comenzó a hacer un progreso. Apretando sus dientes, Sydney empujó de regreso y sorprendentemente, pronto tomó la delantera, por decirlo así. —Es tan extraño —dijo ella—. Puedo sentir la fuerza dentro de mí… como si fuera parte de mí y aun así como si no lo fuera. Como si fuera algo que me puse. Como ropa. —Por último, Eddie empujó su fuerza a sus límites y finalmente la derrotó, pero no sin que ella hubiera aguantado por un tiempo. Alcé su brazo triunfalmente, como un ganador en una pelea de boxeo. —Mi esposa, damas y caballeros. Belleza, cerebro, y ahora fuerza. —Sorprendente —dijo Eddie, en un raro momento de deleite—. ¿Cuánto tiempo durará? —Cuatro días —dijo Maude, disculpándose—. Como dije, no podemos crear dioses. —Cuatro días —repitió Sydney—. Sabrina nos va a recoger más tarde en la noche. Así que tenemos tres días y medio para descubrir qué están ocultando los Guerreros sobre Jill. —O solo patear el trasero de todos el primer día así te dejan sola después de eso —sugirió Marcus servicialmente. Notando la segunda bolsa que las brujas habían traído, pregunté: —¿Qué más hay ahí aparte de súper fuerza? Maude comenzó a desempacar el contenido de la bolsa. —Jackie dijo que también necesitamos hacer algunos cambios en la apariencia. —He hecho esa clase de hechizos antes —les dijo Sydney—. No necesitan hacer nada más. —Calla, niña —espetó Inez—. Necesitas conservar tu fuerza por sea

cual sea la locura en la que te estás metiendo. Además, mantener un prolongado hechizo de cambio no es una tarea fácil. ¿Alguna vez lo has hecho por una semana? —Miró hacia Eddie—. ¿Para dos personas? —No, señora —admitió Sydney. Maude le lanzó a Sydney dos cajas de tinta para cabello “Castaño Bruñido”. —Uno para cada uno de ustedes —dijo—. Pueden hacerlo después de que nos vayamos. Mientras menos cambiemos con magia, mejor. Eddie tomó una de las cajas y alzó una ceja. Sin embargo, no hizo ninguna queja. Algunos chicos hubieran lanzado un puño por tener que teñir su cabello, pero no Eddie. Supuse que cuando derrotabas criaturas malvadas no-muertas como parte de tu vida normal, un poco de tratamiento de salón no amenazaba tu masculinidad. El resto de la bolsa contenía lo que reconocí como los componentes de un hechizo estándar: hierbas, cristales, polvos. Maude e Inez comenzaron a construir un hechizo en círculo sobre la mesa, y me di cuenta que estaba viendo otro complicado acto de magia que requería varias personas y partes. Sydney se dio cuenta también. —Es demasiado —me murmuró—. Están ayudando mucho. —Lo sé —respondí, apretando su mano—. Tú lo vales. Jill lo vale. Cuando los materiales estuvieron listos, Inez colocó dos anillos de plata en el medio de todo. Miró a Maude. —¿Estás lista? Maude asintió y caminó hacia Sydney, empuñando una varita. De mala gana me alejé de ella, remarcando: —¿Cómo es que tú nunca has ondeado una varita? Sydney me sonrió. —A pesar de los clichés, las brujas rara vez usan varitas. Son necesarias para un trabajo detallado o si parte de la varita contiene un elemento que puede enfocar o amplificar la magia. —Miró los cristales en la varita de Maude alzados hasta su cara—. Apuesto que aquí están enfocados. —Correcto —dijo Maude—. Ahora quédate quieta y cierra los ojos. — Recitó un verso en griego, y un débil resplandor iluminó la varita. Un momento más tarde, tocó la punta de la nariz de Sydney con ella. Lentamente,

cuidadosamente, Maude movió la varita alrededor, yendo hacia los párpados de Sydney, después a sus mejillas y barbilla. Cada lugar que la varita tocaba, era como si Maude estuviera aerografiando una pintura, cambiando cada uno de los rasgos de Sydney. Sus mejillas se redondearon un poco, su cara se hizo más estrecha. Eran pequeños, sutiles cambios, pero tomados todos juntos, los resultados la alteraban completamente. Incluso con su color de cabello natural, dudaba que alguien pudiera reconocerla. Pronto incluso el tatuaje de Sydney desapareció. El mayor golpe de todos fue cuando Maude dio un paso atrás y le dijo a Sydney que abriera sus ojos. Los que una vez habían sido marrones eran ahora de un azul tan vívido como el de Marcus. No pude contener un jadeo, y Sydney se giró hacia mí con una sonrisa tímida. —¿Aún me reconoces? —Te reconocería en cualquier lugar —dije galantemente. —Yo no —dijo Eddie. Inmediatamente, Maude dirigió su atención hacia él. —Tu turno. Cierra tus ojos. Lo hizo, y ella repitió el hechizo. Observé maravillado mientras su rostro cambiaba de apariencia en cada lugar donde la varita pasaba. Cuando terminó, no se veía más como el Eddie que conocía, pero ciertamente se veía como si estuviera relacionado con la nueva Sydney. —¿Puedo ver? —preguntó Eddie emocionado. —Espera —dijo Inez, tomando la varita de Maude—. Tenemos que actuar rápido para guardar el hechizo. —Ondeó la varita sobre los anillos y cantó en griego de nuevo. Chispas saltaron entre la varita y los anillos. Cuando terminó, le dio un anillo a Eddie y el otro a Sydney. Se los pusieron, y Sydney contuvo la respiración. —Extraño… —murmuró—. Siento como si algo hubiera encajado en su lugar. —Esos anillos unen los hechizos a ustedes ahora —dijo Maude—. Quítenselos, y sus apariencias originales regresarán. De otra forma, deberían durar más o menos una semana. —Esa es su fecha tope —añadió Inez—. Probablemente puedas esconderte cuando tu fuerza se acabe. Pero cuando tu cara regrese, se acabó la fiesta. Entonces realmente tendrás que confiar en tu inteligencia para explicar

eso. Su voz era tan sarcástica y tan áspera como siempre, pero debajo, podía decir que estaba agotada. Un rápido vistazo a su aura lo probó. La magia que habían hecho aquí había sido sustancial, y era solo una parte de lo que había sido comenzado más temprano con la ayuda de otras brujas. Sydney se giró a Maude e Inez. —No puedo agradecerles lo suficiente por lo que han hecho. De verdad. Esto significa demasiado para mí y… —No es necesario tu sentimentalismo —interrumpió Inez—. Sabemos que estás agradecida. Y deberías estarlo. Pero ahora necesitas probarlo e ir a limpiar el desastre de Alicia. Salva a tu amiga. Sydney se enderezó. —Lo haré, señora. Las brujas le dieron algunas otras instrucciones de último minuto, tanto para Sydney como para mí ya que yo me uniría a ellas más tarde para liberar a Alicia, y después siguieron su camino. Eddie y Sydney se fueron directo a un espejo y exclamaron de asombro ante sus cambios de apariencia. Antes habían sido confundidos como hermanos, y ahora ambos se veían como otro par diferente de hermanos. Tenían los mismos ojos azules, y Maude había hecho un pulcro trabajo haciéndolos parecer agradablemente normales. Con suerte aseguraríaque nadie les diera un segundo vistazo. Había terminado de ayudarlos a teñir su cabello con el “Castaño Bruñido”, una sombra que era un castaño oscuro con un débil destello rojizo, cuando Sabrina apareció. Su actitud normalmente arrogante cayó un poco cuando los vio. Ella se había acostumbrado a una serie de realidades extrañas, pero la magia humana no era algo con lo que tuviera mucha experiencia. —Increíble —murmuró, mirando de un lado a otro entre las caras de ellos—. Nunca hubiera pensado que eran ustedes. Podrían caminar entre los Alquimistas ahora. Marcus, mirando con diversión, cruzó sus brazos y se reclinó sobre el mullido sofá de Howie. —Tal vez tus amigas podrían engancharme con ese hechizo de vez en cuando. Ir de incógnito sería bastante práctico. —Se los haré saber —dijo Sydney. Alzó la mano en la que tenía puesto el anillo hacia Sabrina—. ¿Hay alguna regla con la joyería? ¿Nos

dejarán usar estos? —Deberían —dijo—. Buscarán armas o cualquier otra cosa que piensen que es sospechosa. Teléfonos celulares también, no quieren que de ninguna manera puedan rastrearlos. Irán con los ojos vendados cuando los lleve dentro. —Suena mucho como cuando fui a su arena —remarcó Sydney. Se quitó sus anillos de compromiso y de bodas y caminó hacia mí—. No quiero que nada les pase mientras esté ahí. Tomé sus dos manos entre las mías. —No son los anillos lo que me preocupa. Una débil sonrisa cruzó sus labios, e incluso aunque su cara fuera diferente, había algo en esa sonrisa que era solamente de Sydney. —Estaré bien… pero quiero que cuides estos por mí hasta que regrese. —Trato hecho —dije en una voz baja que solamente ella podía escuchar—, pero voy a ponértelos de nuevo. —Está bien —dijo. —De rodillas —añadí. —Bien. —Y ambos tendemos que estar desnu… —Adrian —dijo ella en señal de advertencia. —Discutiremos los términos más tarde —le dije con un guiño. Pero sentí una punzada en mi corazón mientras apretaba sus anillos y dejaba ir sus manos, odiando el peligro en el que estaba a punto de meterse. Su apariencia podría ser diferente, pero su aura brillaba para mí como ninguna otra: tan valiente, a pesar de los peligros que le esperaban. Quería tanto ir con ella pero sabía que no había nada que pudiera hacer ahí. Mi mayor ayuda sería con Alicia cuando las brujas la descongelaran. —Deberíamos tomar algo para comer y luego ponernos en marcha — dijo Sabrina. —Espero que te gusten las Oreos y los dedos de queso —le dijo Eddie. Comimos una extraña cena de comida chatarra mientras Sabrina explicaba unas cuantas cosas más para nosotros. —Vamos a ir a Calexico, cerca del límite —dijo—. Pero no se supone

que sepan eso. Tenemos que mantener las apariencias. Una vez que estemos dentro, probablemente seremos separados, pero estaré alrededor. También me dejarán quedarme con mi teléfono celular, así que puedo mandarle mensajes a Marcus. —Y luego me pondrás al día, ¿cierto? —dije. Marcus me dio una sonrisa tensa. —Cierto. No te preocupes. Sabrina cuidará de ellos. Era un vacío consuelo, ya que todos sabíamos que las cosas podían ir muy, muy mal en el cuartel de los Guerreros y que Sabrina probablemente sería capaz de hacer muy poco. En su manera usual, Sydney estaba más preocupada por mí mientras se iban. —Ten cuidado, Adrian. También quiero encontrar a Jill pero no al costo de perderte. —Será coacción remediadora —le aseguré—. Eres tú la que está caminando dentro del nido de avispas. —Eso es lo que hacemos —dijo simplemente—. Tú tienes tu trabajo. Yo tengo el mío. —Se puso de puntillas para darme un ligero beso en la mejilla. De ninguna manera me iba a conformar con eso. Con una maniobra rápida, la tomé entre mis brazos y le di un largo y profundo beso de despedida, sin que me importaran los testigos. Cuando finalmente se alejó, su nueva cara estaba sonrojada en una forma muy Sydney, pero se quedó en mis brazos. —No puedo decir que no esperaba eso —admitió. —Esto es todo —le dije—. Estamos a punto de recuperar a Jill. Una vez que lo hagamos, nos aseguraremos nuestra libertad y finalmente tendremos nuestro felices para siempre. ¿Exactamente cómo vas a conseguir eso?, demandó tía Tatiana. ¿Viviendo de nuevo en la Corte? ¿Con esos guardianes en Michigan? Tenía el presentimiento de que Sydney estaba llena de las mismas preguntas, pero no dijo ninguna de ellas en voz alta. En lugar de eso, su cara solamente mostró amor y esperanza mientras me daba otro beso de despedida. La siguiente cosa que supe fue que Sabrina los estaba apresurando hacia el auto para comenzar su bizarra aventura. Me quedé de pie con Marcus en la puerta principal, mirando hacia la noche, incluso después de que se hubieran ido.

—Espero que este sea un buen plan —le dije, mi corazón doliendo. Marcus suspiró, y por una vez, su usual expresión optimista se veía cansada. Debía ser duro convencer constantemente a las personas de que cada cosa riesgosa que se le ocurría valdría la pena. —Bueno no entra en eso —admitió—. Es el único plan que tenemos.



15 Sydney Traducido por Jadasa Youngblood e Ivana TG Corregido por veroonoel

Calexico se encontraba a poco menos de dos horas de distancia, lo que hizo un viaje largo y extraño. Cuando estábamos a mitad de camino, Sabrina se detuvo para vendarnos los ojos, por el protocolo de los Guerreros. Por el resto del viaje, repitió la información que ya habíamos memorizado, información que nunca podríamos entender lo suficiente mientras nos preparábamos para esta extraña tarea. Me las arreglé para mantener ese estado zen, concentrándome únicamente en Jill y mi propósito aquí, permaneciendo vacía de toda emoción. Especialmente intenté arduamente no preocuparme demasiado por Adrian. Sabía que si lo hacía, vacilaría. En vez de eso, acepté el consejo y conocimiento de Sabrina, encajándolo con lo que sabía que tenía que hacer. Me sentía extrañamente fría e indiferente. Luego llegamos al recinto de los Guerreros. Sabrina nos advirtió que estábamos llegando mientras el auto disminuía su velocidad en la verja del recinto. Escuché la ventana rodar hacia abajo. —Sabrina Woods —dijo—, trayendo a dos potenciales reclutas. —Dos, ¿eh? —respondió una voz áspera, sonando más divertida que interesada. Sabrina permaneció perfectamente calmada. —No traje ninguno el año pasado. Compensándolo, supongo. —Llévalos al área de espera —fue la respuesta. La ventana subió, y Sabrina aceleró lentamente. Una pesada exhalación de alivio fue la única señal de que estaba más nerviosa sobre esta tarea de lo que dejaba ver. Escuché los neumáticos crujir sobre la grava, y un minuto después, el auto se detuvo. Lo apagó y abrió su puerta. —Todos afuera —dijo.

Nos guio desde el auto hacia el sonido de la gente hablando. Aquí, por fin, nos quitaron las vendas. El paisaje del desierto estaba cubierto de malezas y aridez y contenía una colección de edificios destartalados. En cierto modo me recordaba la instalación de Wolfe, excepto que mucho más descuidado. Dos individuos corpulentos con armas sujetas a ellos con correas se encontraban charlando amablemente entre sí frente a la puerta de un gran edificio, aunque endurecieron sus rostros cuando vieron que nos acercábamos. Sabrina repitió lo que había dicho ante la verja, añadiendo en esta ocasión: —Son hermanos. A uno de los chicos pareció gustarle eso. —Después de todo, esta es una organización familiar. Eso no fue exactamente lo que me vino a la mente cuando pensaba en los Guerreros, pero le di una sonrisa que esperaba que fuera entre muy dura e indiferente. Los guardias nos cachearon, buscando armas o equipos de rastreo. Su reconocimiento fue rápido y afortunadamente, de ninguna manera lascivo. Eddie y yo nos habíamos asegurado de dejar nuestros teléfonos celulares con Howie, y después de que no encontraran nada sospechoso, uno de los guardias nos hizo señas para que siguiéramos adelante a través de la puerta detrás de ellos. Sabrina comenzó a seguirnos, pero un guardia negó con su cabeza. —Entran solos —dijo—. Tú vas a través de la puerta del público al otro lado. Sabrina nos había advertido que eventualmente seríamos separados, así que intenté no dejarles ver mi pánico cuando se despidió distraídamente y nos deseó suerte. Eddie y yo entramos por la puerta, la cual nos llevó a un área abierta y llena de polvo no muy diferente de donde había estado cuando los Guerreros tenían a Sonya prisionera. Se veía como si fuese originalmente para el béisbol o el fútbol, pero algo me dijo que eso no estaría ocurriendo hoy. Otras pocas docenas de personas merodeaban por el área. Algunos estaban en grupos, algunos se encontraban explícitamente solos y mirando a todos los demás como potenciales enemigos. Algunos se veían como gente común con la que te toparías en el centro comercial. Otros prácticamente tenían estampado en la frente: “Sí, quiero unirme a un grupo de fanáticos que odian a los vampiros”. Todos ellos tenían alrededor de nuestra edad, un par de años más o menos. La división de géneros era casi en partes iguales, favoreciendo ligeramente a los chicos. Afuera en las gradas, otras personas estaban comenzando a hacer ruidos y a sentarse. Vi a Sabrina y le di un rápido

saludo antes de regresar mi atención a Eddie. —Dijo que las cosas comienzan al salir el sol —le conté. Al este, el cielo era naranja ardiente, y el resto de una tonalidad lavanda—. Técnicamente, ya estamos en ese momento. —Tu suposición es tan buena como la mía en cuanto a cómo se desarrollará esto—dijo, sus ojos agudos de dhampir examinando rápidamente alrededor mientras hablaba. Incluso en situaciones relajadas, su tendencia natural era observar buscando amenazas. En una situación de alto riesgo como esta, se encontraba constantemente nervioso. —Simplemente espero que seamos capaces de… Mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de una trompeta. Todos giramos en esa dirección y vimos a tres hombres vistiendo togas amarillas y cascos dorados. Me puse tensa, ganando una rápida mirada de preocupación por parte de Eddie. —¿Qué sucede? —susurró—. Quiero decir, aparte de lo obvio. —Conozco a dos de ellos. El Maestro Angeletti y el Maestro Ortega. Estaban en la última reunión. —Recuerda, no pueden reconocerte. Asentí, pero ver esos rostros conocidos me ponía nerviosa. Esperaba que en cualquier momento uno de ellos señalara en mi dirección y me declarara como enemiga, enviando a todos estos aspirantes a reclutas en mi dirección. Pero los dos maestros no me prestaron más atención que a los otros reclutas. Cuando el tercer hombre, el trompetista, dejó de tocar, el Maestro Angeletti habló, su voz aún profunda y su barba gris aún desordenada. —¿Ven eso? —preguntó, levantando sus manos hacia el sol que salía —. Es por eso que estamos aquí, por lo que nos da vida a todos. El sol. La luz. Nacimos para la luz, nacimos para la bondad. Me recuerda uno de mis salmos favoritos: Los humanos nacen en la luz. Brillando genuinamente, brillando positivamente. Solo el mal prospera en la noche. Vamos a desterrarlo de nuestra vista. Casi me ahogo con una risa, escuchando poesía que probablemente yo podría haber escrito cuando tenía diez años. Pero el rostro del Maestro Angeletti estaba completamente extasiado mientras hablaba, y los otros Guerreros asentían en aprobación, como si estuviera citando uno de los

sonetos de Shakespeare. —Esa es la forma natural de las cosas —nos dijo el Maestro Angeletti —. Aquellos que prosperan en la oscuridad no son parte del plan divino. Son malvados y antinaturales, y es el trabajo de nuestro ejército eliminarlos y salvar a la humanidad. Junto a él, el Maestro Ortega dio un giro. —Todos ustedes están aquí porque han demostrado interés en erradicar esa oscuridad y porque sus patrocinadores creen que pueden ser dignos de unirse a nosotros. Pero no se equivoquen: Nosotros seremos los que decidan quienes se merecen de verdad servir en medio de nosotros. No será fácil. Serán probados y observados, su propia alma examinada. Si alguno de ustedes está asustado o sabe que no tendrá la fortaleza para enfrentar lo que está por venir, lo invito a que se vaya ahora. Cayó el silencio mientras miraba alrededor con expectación. Algunos de los otros reclutas cambiaron sus posturas, pero nadie hizo ningún movimiento para salir. —Muy bien entonces —retumbó el Maestro Ortega—. ¡Que comience la prueba! Si alguna vez me había preguntado sobre la diferencia fundamental entre los Alquimistas y los Guerreros, rápidamente tuve mi respuesta. Cualesquiera que fueran sus defectos, los Alquimistas eran casi siempre partidarios de la mentalidad de primero piensa y después actúa. ¿Los Guerreros? No tanto. Una vez que las formalidades de apertura se encontraban fuera del camino, el Maestro Ortega le entregó las cosas al director de reclutamiento, quien, para mi completo asombro, resultó ser Chris Juárez: el primo de Trey. No lo había visto desde que los Guerreros habían retenido a Sonya, y Trey realmente no hablaba mucho de su familia después de que lo habían repudiado. Trey los había humillado al salir con una dhampir. Al parecer, Chris se había comportado adecuadamente, ganando esta posición reconocida. Ahora se pavoneaba delante de nosotros, vestido simplemente con jeans y una camiseta sin mangas que exhibía su físico bien desarrollado. —No estarían aquí si no estuvieran interesados en deshacer al mundo del mal—nos dijo—. Y finalmente se determinará cuán interesados están. Pero antes de llegar a eso, necesitamos ver si pueden defenderse si se trata de enfrentar a ese mal. ¿El dolor les asusta? ¿Les asusta ensuciarse? ¿Les asusta hacer lo que sea para mantener a la humanidad en la luz? —El volumen de su

voz aumentaba con cada pregunta que gritaba, agitando por igual en un frenesí a los espectadores y los reclutas. Algunas de las personas que se hallaban cerca de Eddie y de mí respondieron gritando. Un chico simplemente dejó escapar un primitivo grito de batalla que ganó aclamaciones de aquellos en las gradas. Yo, más que nada, intenté verme entusiasmada e interesada, tan opuesto a lo conmocionada y disgustada que me sentía. Mientras que Chris había estado hablando, otros Guerreros habían estado posicionándose en el área con una extraña selección de artículos: cajas de madera, latas, cubos, bloques de cemento. Me preguntaba si había algún tipo de carrera de obstáculos en los trabajos. Cuando terminaron esa tarea, fueron hacia todos los reclutas y nos dieron a cada uno un corazón de madera atado a una cuerda. Mi nombre falso, Fiona Gray, estaba escrito en él. Eddie, pasando por Fred Gray, también recibió uno. —Esto representa su corazón, su vida —dijo Chris—. Ahora mismo necesitamos saber quiénes quieren más esto, quiénes están dispuestos a hacer lo que sea para ser el vencedor. Señoritas, por favor háganse a un lado y siéntense por allá. —Señaló una parte de las gradas—. Ustedes chicos, vayan a encontrar lugares donde quieran. Miré brevemente a los ojos de Eddie mientras girábamos el uno hacia el otro antes de separarnos. —Buena suerte —dije. —Con este grupo no necesitaba suerte —respondió. Sonreí ante eso y me senté junto a una chica malhumorada que era cerca de una cabeza más alta que yo y casi tan musculosa como Chris. Había cerca de treinta reclutas hombres, y se dispersaron a lo largo del área, adoptando posturas que pensaban que serían más estratégicas. Algunos se encontraban de pie sobre los cajones, algunos sostenían artículos que se veían como si pudieran convertirse en armas, como los bloques. Eddie basó su postura sobre la de los otros combatientes, eligiendo un lugar que le daba espacio y una buena ventaja. —Por la próxima hora —anunció Chris—, su objetivo es recoger tantos corazones de sus oponentes como sea posible, mediante cualquier medio necesario. Todo en esta área es justo. Cualquier táctica es justa, aunque les pedimos que intenten no matar a nadie. Los seis competidores con la mayor cantidad de corazones al terminar la hora avanzarán. Si en algún momento se sienten incapaces de seguir adelante, simplemente retírense a ese banco —señaló otra sección de las gradas, donde se encontraba de pie un

hombre con un sombrero rojo—, y coloquen ambas palmas hacia abajo. Eso los liberará del desafío, y Bart les dará los primeros auxilios que necesiten. Bart, con una camisa a cuadros y jeans desgarrados, no me parecía como alguien que hubiera tenido algún entrenamiento oficial para médico, pero quizás las apariencias estaban engañando. Tenía nudos en mi estómago mientras Chris preguntaba si había alguna pregunta y se aseguraba de que todos se encontraban listos. Sabrina nos había advertido que habría algún tipo de competencia física, pero no había sabido los detalles específicos. Cambiaban de un año para el otro para que ningún patrocinador pudiera advertir a sus reclutas con antelación. Aparentemente, los Guerreros querían que las cosas fueran justas, lo cual parecía irónico considerando el estado drogado y exhausto en el que habían tenido a Sonya antes de llevarla a un intento de ejecución. Chris levantó su mano para marcar el inicio, y un tenso silencio llenó el aire. Eddie se inclinó hacia adelante, de lleno en su zona, mirada aguda y cuerpo listo. —¡Que comience! —gritó Chris, bajando su mano. Lo que siguió a continuación fue caos. Los chicos cayeron el uno sobre el otro como una jauría de perros luchando por un trozo de carne. Algunos fueron por un intenso contacto corporal, intentando arrojarse entre sí al suelo y robar corazones. Otros competidores tomaron un acercamiento más salvaje, lanzando bloques de cemento y empuñando otros escombros como armas. La mayor parte de mi atención se quedó sobre Eddie, quien adoptó un abordaje más tranquilo y esperó que la gente fuera tras él. Su fuerza no era evidente inicialmente, y muchos pensaron que sería presa fácil. Sus erróneas creencias pronto fueron corregidas cuando eliminó a un atacante tras otro, golpeándolos con puñetazos y patadas de precisión, luego recogiendo sus corazones. Perder tu corazón no quería decir que estabas fuera de la competencia. Si podías recuperar tu corazón, o simplemente tener una mayor cantidad al final de la hora, todo estaba bien. Algunos de aquellos de los que Eddie tomó sus corazones intentaron recuperarlos. Otros se movieron hacia enemigos aparentemente más fáciles. Mi corazón de verdad, el de mi pecho, dio un vuelco mientras observaba a Eddie. Necesitaba que siguiera en la competencia. Ambos lo necesitábamos. Por el momento, no parecía haber ninguna razón para preocuparse. Claramente era más rápido y más fuerte que la mayoría de las

personas allí, además de que tenía el agregado y experiencia para hacer uso de sus dones. Otros, aunque fuertes, no tenían habilidades verdaderas y simplemente confiaban en la fuerza bruta, la cual en algunos casos demostró ser efectiva. Vi a un chico golpear una tabla de madera contra la rodilla de otro, causando que la víctima se desplomara de dolor y gritara mientras caía. Su atacante arrancó el corazón con triunfo, ignorando las súplicas de su oponente para ayudarlo a llegar junto a Bart y primeros auxilios. Dio la casualidad que Eddie pasaba por ahí en ese momento y se detuvo para ayudar al chico caído a llegar al banco. Otro chico, el que había soltado anteriormente el grito primitivo—, también estaba haciendo un trabajo bastante corto de competencia. Sus músculos sobresalían grotescamente, haciéndome preguntarme si consumía esteroides o simplemente vivía en un gimnasio. Aparentemente, tenía algunos seguidores en el público, porque gritaban su nombre cada vez que capturaba un corazón. —¡Caleb! ¡Caleb! ¡Vamos, Caleb! Caleb mostró rápidamente una sonrisa maliciosa a sus seguidores mientras irrumpía a través del área, buscando nuevas presas. Aunque su propia fuerza era poderosa sin ayuda, aun así a veces utilizaba un bloque como una ventaja. No estaba sola jadeando cuando lo golpeó contra la cabeza de un chico, instantáneamente lanzando al chico al suelo. Caleb arrancó los tres corazones que llevaba su víctima y siguió su camino. El mismo Bart salió para arrastrar a los caídos de regreso a la seguridad de las gradas, y realmente no empecé a respirar de nuevo hasta que vi al pobre chico mover un brazo débilmente. Otros dos chicos habían llegado juntos, como Eddie y yo, y formaban un equipo para eliminar rivales y dividir los corazones entre ellos. Era una estrategia inteligente, y deseaba que Eddie y yo pudiéramos haberla utilizado. Los Guerreros tenían algunos complejos anticuados sobre los hombres y las mujeres, y si bien había competidores mujeres, Sabrina había explicado que las chicas en los Guerreros a menudo se mantenían fuera de la línea de peligro y relegadas a labores más tranquilas. No estaba segura de sí debería aplaudir a los Guerreros por exhibir algún indicio de consideración o estar ofendida porque no creían que las mujeres pudieran seguir el ritmo de los hombres en la sangrienta brutalidad. Mientras la hora pasaba, cerca de la mitad de los competidores se habían ido del combate, para conseguir cualquier atención médica que Bart pudiera administrar. Algunos chicos eran claramente dominantes: en

particular Eddie, Caleb, y la pareja. Los restantes se hallaban intentando derribarse entre sí o ir tras uno de los líderes. Chris gritó una advertencia de cinco minutos, y un chico, dándose cuenta desesperadamente de que estaba casi fuera de la carrera, hizo un ataque frenético hacia Caleb con la esperanza de asegurar una provisión enorme de corazones. Caleb lo golpeó como si fuera una mosca, luego lo pateó cuando se encontraba sobre el suelo, a pesar de las súplicas del chico de que se detuviera. —¡Solo tómalos! ¡Solo tómalos! —El chico sobre el suelo intentaba quitarse los corazones frenéticamente y entregarlos mientras Caleb simplemente seguía golpeándolo. La náusea en mi estómago aumentó de nuevo hasta que Caleb finalmente dejó en paz al chico. Se alejó airadamente, su mirada cayendo sobre Eddie, pero afortunadamente, justo entonces Chris avisó del tiempo. Todos se inclinaron hacia adelante, impacientes por conocer los resultados. Como era de esperar, Caleb y Eddie tenían la mayoría, seguidos por otros tres chicos a los que no había prestado mucha atención. Los dos que habían trabajado juntos estaban empatados en el sexto lugar. Me preguntaba si los Guerreros aceptarían siete ganadores, pero después de considerarlo con los maestros, Chris seleccionó solo a uno como el ganador. Él felicitó al otro, alentándole a intentarlo el próximo año. No había notado al chico que había ganado, Wayne, haciendo nada particularmente diferente que su amigo en el combate. Sin embargo, Wayne era mucho más grande y tenía mejor físico. Algo me dijo que los Guerreros ponían mucho énfasis en la apariencia física, probablemente asumiendo que quien se veía más fuerte sería el más fuerte. Eso no presagiaba nada bueno para mí, porque cuando las chicas fueron llamadas, trece de nosotras, estaba claro que yo era la más pequeña y menos musculosa de todas. Las cosas empeoraron cuando Chris anunció que solo dos chicas avanzarían y eso sería determinado basándose en quien tuviera la mayoría de los corazones al final de la hora. Ante eso, Eddie y yo intercambiamos breves miradas a través del área. ¿Dos chicas? Eso no era de mucha garantía, especialmente cuando era imprescindible, más que Eddie, que yo me quedara para buscar información sobre el paradero de Jill. Me dio una sonrisa tensa y asintió alentadoramente, pareciendo decir: “Bueno, entonces, simplemente asegúrate de que tienes la mayor cantidad de corazones”. Correcto. Ningún problema. Ver a los chicos competir primero nos había dado una idea de cuál podría ser la mejor estrategia. Nos posicionamos en el área, un grupo de las

chicas se movieron inmediatamente hacia las posibles armas. Vi a algunas de ellas mirarme, como la más pequeña, y me alisté para defenderme. De alguna manera, le di la bienvenida, ya que en eso me había concentrado la mayoría de las veces con Wolfe. Pero la defensa no ganaría ningún corazón. No era violenta por naturaleza. El ataque era una segunda naturaleza para Eddie, y había sido más sencillo para él deslizarse en ese papel. Chris comenzó la pelea, y sobrevino el caos una vez más. Dos chicas se dirigieron de inmediato hacia mí. La sangre latía en mis oídos, y un frío sentido del propósito se deslizó lentamente en su lugar mientras recurría a todas las lecciones de Wolfe. Me mantuve fuera de su alcance, esquivando sus brutales y a menudo torpes avances. Pareció frustrarlas cuando no resulté ser una víctima fácil, y eventualmente se enfrentaron entre sí. Con un gruñido, se volvieron la una a la otra, ambas cayendo en la tierra en una maraña de golpes y tirones de cabello. Una salió victoriosa, llevando el corazón de la otra, y cargó hacia mí. Finalmente, me permití a mí misma entregarme a la lucha y la sorprendí con un golpe que la envió tropezando hacia atrás cuando mi fuerte magia infundida me recorrió. Tuve esa misma extraña sensación como antes de que la fuerza era parte de mí y aun así no, pero pronto caí en su ritmo. Después de unos cuantos ataques fallidos, la chica cedió y me dio sus corazones. Miré a mi alrededor, insegura de mi próximo movimiento. Sabía que tenía que ir y atacar a alguien, pero aún era una extraña y desconocida sensación. Estás jugando un papel, Sydney, me dije. Entra en él. No te sientas mal, recuerda qué son estas personas. Qué podrían haberle hecho a Jill. Me salvé de la elección de mi próxima víctima cuando otra chica decidió que mi victoria anterior fue un golpe de suerte. Prosiguió un proceso similar, conmigo participando en un largo juego de defensa propia. La mejor lucha es la que evitas, había dicho siempre Wolfe. Guie a mi enemiga en una feliz persecución, y cuando por fin se impacientó y se abalanzó sobre mí, fui capaz de hacerla tropezar y sujetarla eficazmente en el suelo. Su tobillo se torció cuando cayó, y pude tomar su corazón con poca resistencia. También quedó claro que ella estaba fuera de juego, y aunque me sentí un poco culpable por eso, me sentí aliviada de ser responsable de una lesión que solo requeriría de un poco de recuperación. Sobre la base de los gritos de los que me rodeaban, otros no serían tan afortunados. Eso me dejó con tres corazones, y me sentí bastante orgullosa. Una mirada a Eddie, sentado cerca de otros vencedores masculinos, me dijo que no debería sentirme tan engreída. Hizo un gesto frenéticamente, el mensaje

fuerte y claro: Acelera el ritmo. Mi táctica pro-defensa me estaba manteniendo a salvo, pero no estaba acumulando los corazones. Un rápido reconocimiento me dijo que otras tenían más corazones que yo, pero antes de que pudiera elegir mi próximo curso de acción, la decisión fue tomada por mí. La chica que se había sentado cerca de mí, la voluminosa, vino hacia mí con toda su fuerza. Chocamos y caímos al suelo. Su puño se cerró sobre las cuerdas alrededor de mi cuello, y tiró, casi ahogándome en el proceso. Esa fuerza mágica surgió dentro de mí, y con un gran impulso, la saqué de encima de mí y me puse de pie rápidamente. Ella también se levantó y me miró especulativamente, claramente sorprendida por la fuerza oculta debajo de mi pequeño exterior. Chris gritó la advertencia de cinco minutos. Me preparé para que la chica alta viniera a mí, pero luego, con un rápido encogimiento de hombros, dio la vuelta y se dirigió hacia otra persona. Me tomó solo un momento comprender por qué. Evidentemente ella tenía la mayor cantidad de corazones de cualquier chica. Con el tiempo casi acabado, no iba a arriesgarse a perder por alguien que la había sorprendido con una gran demostración de fuerza. Ella jugaría de forma segura y dejaría que el tiempo se agotara. Algunas otras chicas estaban en la pelea por el segundo lugar y de repente se volvieron más frenéticas en sus ataques. ¿Yo? Era la tercera de lleno… excepto que no había tercer lugar. Encontré los ojos de Eddie otra vez y ahora vi verdadera preocupación. Luego, mi mirada se deslizó a la persona sentada a su lado en las gradas: Caleb, engreído y seguro en su posición. Sin pensarlo dos veces, me acerqué y tiré a Caleb de su camiseta. Esa mágica fuerza quemó a través de mí, igualándonos mucho más equitativamente de lo que nunca hubiéramos estado en circunstancias normales. Atraparlo por sorpresa, me dio una ventaja extra. Aterricé un puñetazo que hubiera puesto orgulloso a Wolfe y después pateé su rodilla. No rompí nada, pero Caleb tropezó y cayó al suelo. Rápidamente saqué los corazones de su cuello y lo esquivé mientras balanceaba un puño hacia mí y rugía de rabia. Eddie dio un salto rápido para defenderme, pero para ese entonces, Chris estaba poniendo fin al encuentro. Se apresuró hacia nosotros, frunciendo el ceño ante el comportamiento poco ortodoxo. —¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exigió. —Ganar —dije. Levanté mis primeros tres corazones con el montón que le había robado a Caleb—. Dijiste que las chicas ganadoras serían elegidas basado en quien tuviese el mayor número de corazones al final de

nuestra hora. Esa soy yo. Chris se sonrojó al quedar atrapado en sus palabras. —Sí, pero… —Y dijiste que cualquier táctica es juego limpio. —Pero… —Y —continué triunfalmente—, preguntaste si estábamos dispuestos a hacer cualquier cosa en la lucha contra el mal. Lo estoy. Incluso si eso significa enfrentar a alguien más grande y fuerte, lo que esos demonios vampíricos obviamente serán. —Agité una mano despectiva a las otras competidoras mujeres, que estaban mirando con la boca abierta—. ¿Cuál es el punto de ir en contra de ellas? Un sorprendido silencio colgó a nuestro alrededor, luego fue sustituido por la risa. El Maestro Angeletti se dirigió hacia nosotros a través de las gradas, con cuidado de no tropezar con su túnica dorada. Su rostro estaba lleno de alegría. —Ella tiene un punto, Juárez. Fue más lista que tú, y digo que si puede hacer eso, y acabar con nuestro mayor competidor masculino, ha ganado su lugar. Caleb se puso rojo remolacha. —No le di todo lo que tenía. Es solo una chica. El Maestro Angeletti le dijo adiós con la mano. —Relájate. Todavía puedes quedarte. Esta chica… ¿cuál es tu nombre? —Fiona, señor. Fiona Gray. —Fiona Gray puede tener uno de los lugares femeninos. Parece que el otro va para esa joven de allá. —El Maestro Angeletti asintió a la chica alta, la que había jugado a lo seguro al dejar que el tiempo se agotara. Su nombre era Tara, y aunque no parecía encantada de verme declarada una vencedora, no se quejó siempre y cuando ella consiguiera su lugar. Era la chica que habría estado en segundo lugar quien escupió una serie de obscenidades en mi dirección. Eso pareció entretener a las autoridades de los Guerreros, pero se mantuvieron firmes en su decisión. Ella y los otros reclutas derrotados fueron despedidos. Los vencedores fuimos invitados luego a un banquete en nuestro honor, de regreso al lugar que servía como el comedor del recinto. Los siete

de nosotros nos sentamos en una mesa, mientras que los guerreros experimentados llenaban otras. Personalmente, hubiera preferido una ducha, pero al menos tuve la oportunidad de sentarme junto a Eddie de nuevo. Él y yo sonreímos y asentimos sobre nuestros platos con chuletas mientras los otros revivían momentos claves de los encuentros y hablaban de cómo íbamos “totalmente” a aniquilar vampiros reales. La mayoría de los otros parecían impresionados por lo que le había hecho a Caleb y se rieron de ello. Él, sin embargo, claramente no estaba entretenido. Durante toda la comida, disparó varias miradas oscuras hacia donde Eddie y yo estábamos sentados, y esperaba no arrepentirme de mi salvación de último minuto en la arena. Después del almuerzo, los Guerreros decidieron que habían probado lo suficientenuestra afición por brutalidad, por ahora, al menos, y que era hora de ver qué tipo de personalidades teníamos. Fuimos llamados uno por uno para ir a hablar a los altos maestros y a un selecto grupo de Guerreros sobre nuestras intenciones en el futuro. Nos llevaron por orden alfabético, indicando que yo iba antes que Eddie y no iba a ser capaz de conseguir cualquier tipo de advertencia sobre lo que estaba por venir. Esto, al menos, era bastante consistente de año a año, y Sabrina nos había informado brevemente sobre qué esperar: prácticamente un montón de interrogatorios durante los cuales tendríamos que afirmar cuánto odiábamos a los vampiros. Lo que no esperaba era lo mucho que me recordaría a re-educación. Una vez que me encontré sentada frente a los maestros y todos los hombres del consejo, dirigí mi atención a una gran pantalla colgada en la pared. Apareció una imagen de alegres Moroi de apariencia común. —¿Qué ves? —preguntó el Maestro Angeletti. Mi corazón quedó atrapado en mi garganta, y de repente, me encontré de vuelta en esa prisión subterránea, atada a una silla con la bonita pero cruel cara de Sheridan mirándome. —¿Qué ves, Sydney? —Moroi, señora. —Incorrecto. Ves criaturas del mal. —No lo sé. Tal vez lo son. Tendría que saber más sobre estos Moroi en particular. —No necesitas saber nada excepto lo que te he dicho. Son criaturas del mal.

Y luego me había torturado, sumergiendo mi mano en una solución ácida que se sentía como si estuviera quemando mi carne, obligándome a soportar el dolor hasta que finalmente estuviera de acuerdo con ella y repitiera que eran criaturas del mal. El recuerdo era tan intenso, tan vívido mientras me encontraba sentada allí con los Guerreros, lo que me erizó la piel de nuevo. La habitación parecía que se cerraba, volviéndose una prisión como había sido re-educación, y me preocupaba desmayarme delante de ellos. —¿Fiona? —preguntó el maestro Angeletti, inclinando su cabeza hacia mí. Aunque tenía un rostro muy serio, había una indulgencia en su voz, como si pensara que podría estar intimidada por su presencia—. ¿Qué ves? Tragué saliva, de nuevo paralizada por el miedo a mi pasado. Como mi silencio persistía, los otros Guerreros comenzaron a mirarme con curiosidad. ¡Es una actuación Sydney!, me dije frenéticamente. Lo hiciste en ese entonces, puedes hacerlo ahora. Esto no es re-educación. No estás atrapada, y la vida de Jill está en juego. Jill. Fue el pensamiento de su nombre, el recuerdo de su limpio e inocente rostro lo que me trajo de nuevo a la vida. Parpadeé y me concentré de nuevo en la pantalla. —El mal, señor —le dije—. Veo cosas malas que no tienen parte del orden natural. Y así empezó todo. Le respondí de la manera que Sabrina me había ayudado, no era que necesitara mucha preparación. Solo tenía que responder como tendría que hacer en re-educación. Recité una coartada que habíamos inventado, acerca de cómo mi hermano Fred y yo habíamos sido atacados por un Strigoi una noche y apenas habíamos salido con vida. Expliqué cómo habíamos intentado decirle a las autoridades, pero nadie nos creería. Habíamos sabido la verdad del mal que habíamos visto y pasamos los años siguientes en busca de ayuda, hasta que finalmente habíamos conocido a Sabrina y conocimos la misión de los Guerreros. Cuando la entrevista terminó, los Guerreros estaban sonriendo tranquilizadoramente, satisfechos con mis respuestas. Les devolví la sonrisa, pero en mi interior, era un desastre. Apenas podía dejar de temblar o perderme en los recuerdos de esa terrible época. Le di a Eddie un gesto alentador cuando fui liberada de nuevo a la sala de espera con los demás, y luego me hundí en una silla, agradecida de que nadie pareciera interesado en hablar conmigo. Tuve la oportunidad de sentarme y hacerme un hueco por un

tiempo, estabilizando mi respiración y quitándome los recuerdos de encima. Él regresó un poco más tarde, irritado por su línea de preguntas, pero en general relajado. —Psicópatas —murmuró para mí, manteniendo una sonrisa en su rostro por el bien de los demás en la habitación—. Me pegué a la historia, y lo tomaron bien. —Lo mismo digo —dije, envidiosa de lo fácil que había sido para él. No tenía el equipaje que yo tenía. Una vez que todo el mundo había sido entrevistado, era la hora de la cena y otro banquete de vuelta en el comedor. Mientras comíamos, el maestro Ortega recitó un salmo y dio un largo sermón sobre la gloria de la humanidad y la luz y la forma en que estábamos haciendo un gran trabajo peleando la batalla por el bien. Era una variación de lo que había oído con los Alquimistas, incluso antes de re-educación, y me pregunté si alguna vez me liberaría de grupos de personas tratando de imponer sus creencias en mí. Afortunadamente, nos dieron un tiempo personal después, y Sabrina se acercó para hablar con nosotros en una esquina de la habitación. Otros patrocinadores se estaban reuniendo con sus reclutas, así que nadie se lo tomó a mal. —¿Sobreviviendo? —preguntó en voz baja. Asentimos, y ella me dio una sonrisa irónica—. Un movimiento genial, ir tras Caleb. —Pensé que apreciarían la valentía —contesté. —Sí y no—dijo—. Tomar un desafío como ese te suma algunos puntos, pero están aquellos a los que simplemente no les gusta que nadie rompa las reglas. —Suena familiar —dije, pensando en los Alquimistas. —¿Qué sucederá ahora? —preguntó Eddie. Sabrina miró a su alrededor y se encogió de hombros. —No mucho más esta noche. Hay dormitorios separados para hombres y mujeres, por lo que todos irán pronto a la cama. Esa será tu oportunidad de mirar alrededor, Sydney. Revisé las instalaciones más temprano, y no hay una gran cantidad de puertas cerradas con las que tratar. Dijiste que esas eran un problema, ¿verdad? —Correcto —estuve de acuerdo. Los hechizos de invisibilidad podían ocultarme, pero no servirían de nada si alguien veía una puerta abriéndose por

sí misma—. Y las cámaras de seguridad. Ella negó con su cabeza. —No hay ninguna de esas. La mayor seguridad está en el perímetro del recinto. Quieren mantener a los otros afuera y a todos nosotros adentro. Moverte, si no pueden verte, no debería ser demasiado difícil para ti. Las áreas que quieren proteger tienen guardias armados, que espero que puedas burlar. —Con suerte. —Era increíble que pudiéramos hablar de guardias armados como obstáculos menores—. Excepto que no estoy segura de a dónde voy a ir. —Yo lo estoy —dijo—. Lo descubrí mientras exploraba. Si miras por la ventana detrás de mí, verás un gran edificio gris. Ese es el dormitorio de mujeres. A tu derecha está el dormitorio de los hombres, y a la derecha de nuevo está el edificio donde los maestros tienen su sede. Ahí es donde encontrarás tus respuestas. Eddie y yo miramos a la ventana indicada. Él frunció el ceño. —No me gusta que esto esté todo sobre ti. Me siento inútil. Toqué su brazo para tranquilizarlo. —Eres mi apoyo —le dije—. Me siento mejor teniéndote aquí. —Y nosotras podríamos necesitar tu ayuda cuando sea el momento de salir —agregó Sabrina. Noté su uso de “nosotras”. —¿Vendrás con nosotros? —pregunté. —Cuando desaparezcan, me meteré en problemas por traer falsos reclutas; incluso si no piensan que soy parte de una conspiración, me acusarán de ser descuidada. No quiero lidiar con eso. ¿Y honestamente? —Suspiró—. Estoy lista para acabar con este trabajo. Ayudaré a Marcus de algún otro modo. Nuestro tiempo libre terminó, y todo el mundo fue enviado a sus dormitorios. Chris nos aconsejó alistarnos especialmente para dormir un poco porque teníamos un “gran día” mañana. Traté de no hacer una mueca. Ya me encontraba dolorida y rasguñada por lo de hoy, y mi trabajo ni siquiera estaba terminado. Al entrar en el dormitorio de las chicas, me encontré con que Sabrina

había estado en lo cierto. Había un montón de puertas abiertas conectando salones y habitaciones. Debido a que no había aire acondicionado, muchas ventanas se hallaban abiertas también. Cortinas fueron colgadas en las puertas de las habitaciones para ofrecer privacidad, y esas ni siquiera tocaban el suelo. Era casi un sueño hecho realidad para alguien necesitando escabullirse invisiblemente, sobre todo porque había tan pocas mujeres para empezar, significando que la mayor parte de la habitación no estaba en uso. Por desgracia, mi habitación no se encontraba vacía. Alguien había tenido la brillante idea de ponernos a Tara y a mí juntas. Me miró fijamente mientras nos preparábamos para ir a la cama e hizo algunas aparentes amenazas en vano sobre cómo probaría a todos que ella era la candidata superior. Aunque no parecía como si fuera a atacarme en mi sueño. El problema era que no podía arriesgarme a que se despertara y viera mi cama vacía, para luego reportarme. Eso significaba que tenía que lanzar un hechizo para dormirla, algo que nunca había hecho antes. Esperé hasta que parecía estar durmiendo naturalmente, entonces me arrastré en la oscura habitación. La cortina colgando en nuestra puerta colgaba a cerca de dos tercios del camino, permitiendo que un poco de la luz del pasillo iluminara. Estudié la forma de dormir de Tara y me preparé para el hechizo. No requería mucha fuerza exactamente, pero requería ciertos cálculos complejos. Funcionaba casi como una droga. La cantidad de magia requerida dependía del tamaño de la persona. En la tenue iluminación, me aventuré a adivinar cuánto pesaba. ¿Setenta y cinco? Lanzar un hechizo demasiado débil podría arriesgar su temprano despertar, y no podía tener eso. Así que me desvié hacia el lado de la precaución y lancé como lo haría para una persona que pesaba noventa kilos. Su respiración se profundizó mientras la magia fluía a través de ella, y sus rasgos parecían mucho más relajados. Tal vez le estaba haciendo un favor. Tal vez una noche de sueño sólido le ayudaría en la competencia de mañana. Poco sabía que pronto ella sería la única chica compitiendo. Retrocediendo, me lancé mi propio hechizo, envolviendo mi cuerpo en invisibilidad. Puse tanta magia como pude en ello, asegurándome de que duraría un tiempo y no se rompería fácilmente. Una vez que estuvo listo, me arrodillé delante de la cortina en la puerta y me arrastré por debajo, con cuidado de no desacomodar la tela. En el pasillo, un guardia con un arma se encontraba cerca, ahogando un bostezo. Estaba claro que no esperaba mucha perturbación esta noche. Pasé por su lado fácilmente, justo hacia una ventana abierta, y salí a la oscuridad, libre para

explorar las profundidades del campamento de los Guerreros.

16 Adrian Traducido por Azuloni y Pilar Corregido por veroonoel

Tuve problemas para dormir después de que Sydney se fuera. No podía sacudirme los temores sobre el tipo de peligros en los que andaba metida, y cómo no podía estar ahí para protegerla. No importaba que fuera valiente e inteligente y competente, y probablemente mejor protegiéndome a mí de lo que yo lo haría con ella. El impulso de cuidarla era demasiado fuerte. También tenía problemas para dormir porque mi cama era un puf gigante. —¿Seguro que no quieres el sofá? —preguntó Marcus. Negué con la cabeza y le di al puf un par de puñetazos poco entusiastas para amoldarlo. —Úsalo tú —le dije—. No sé si voy a poder dormir bajo cualquier condición. Sonrió. —Howie probablemente tenga algo para ayudarte a dormir. —No, gracias —le respondí con un bufido. Marcus apagó las luces y se acurrucó en el sofá de color amarillo mostaza. Se hizo el silencio, aparte de los débiles acordes ocasionales de Mr. Tambourine Man que provenían del sótano. Me removí un par de veces, tratando de ponerme cómodo, pero tuve poco éxito. Traté de transformar mis pensamientos sobre Sydney en pensar en la mañana siguiente, estaría ayudando a las brujas a interrogar a Alicia. No eran pensamientos exactamente tranquilizadores, pero al menos me ayudaron a canalizar mis emociones en algo además de la ansiedad. Antes de haberse ido, Maude había dicho que alguien vendría a recogerme mañana por la tarde para llevarme al lugar donde Alicia estaba siendo retenida. Al parecer, estaban ocupadas asegurando un lugar e intentando además encontrar una manera de sacar a la Sra. Terwilliger sin que los espías Alquimistas la siguieran.

Sorprendentemente, a pesar de las locas circunstancias, finalmente me quedé dormido. Y más increíble aún, me encontré siendo arrastrado al sueño espiritual de otra persona. Cuando un exuberante jardín tropical se materializó lentamente a mí alrededor, supe quién era el creador del sueño, incluso antes de que ella apareciera. —Hola, Sonya —dije. Salió de detrás de un arbusto de madreselva, usando ropa normal de jardinería pero con su cabello rojo impecablemente estilizado. —Adrián —dijo, a modo de saludo—. Eres difícil de encontrar en sueños últimamente. No puedo decir en que horario te encuentras. —No mucho de ninguno —admití—. No he dormido mucho en realidad. Hemos estado muy ocupados. —Tanto como yo. Se rumorea que los Alquimistas ya saben que dejaron la Corte. —Me temo que es cierto. —Me apoyé en una palmera—. Me podrías haber llamado si querías hablar. Ella asintió con la cabeza. —Lo sé. Pero quería hablar cara a cara. También había algo que solo podrías ver en un sueño. O más bien, a alguien. Me tomó un momento darme cuenta de lo que quería decir. —Nina. La tristeza llenó los rasgos de Sonya. —Sí. Su estado de vigilia no ha cambiado mucho. No está exactamente en estado de coma, pero tampoco está particularmente receptiva. Si pones comida delante de ella, se la comerá. Si enciendes una ducha, se pondrá debajo de ella. Pero toma pocas decisiones que no son iniciadas por ella. Y nunca habla. La conmoción de la noticia me hizo retroceder, y usé un poco de espíritu para crear un banco para sentarme. —¿Hay alguna esperanza de mejora? —pregunté. —No lo sé. —Sonya se sentó a mi lado—. Quiero decir, estoy rezando para que la haya. Nunca quiero decir que no hay esperanza. Pero esa sobrecarga de espíritu… fue demasiado, con muy poca preparación. Ya estaba en un estado tan frágil por el uso excesivo, y de ninguna manera estaba

preparada para manejar lo que convocó. Las cicatrices de ello fueron formidables. Mi corazón se desplomó. —Debería haberla detenido de alguna manera. —No creo que hubieses podido hacerlo, Adrián. Ella tenía la intención de hacer todo lo que creía que tenía que hacer para encontrar a su hermana. Dudé, casi con miedo a decir mis próximas palabras. —La encontré. Encontré a Olive y sé por qué huía. Pero… bueno, la historia no tiene exactamente un final feliz. Sonya no me presionó para obtener más información. —No estoy segura de que vaya a contarle eso. —¿Contárselo? —pregunté. —Sí. Esa es parte de la razón por la que quería hablar contigo. Cuando Nina no respondió en persona, traté de llegar a ella en sueños espirituales. No funcionó bien al principio. Luego pude hacerlo… de una manera. Te lo enseñaré. Se quedó en silencio y su mirada se detuvo en un claro del jardín. Después de varios momentos de intensa concentración, un enorme bloque de piedra rectangular apareció. Una pequeña abertura se abrió en él, pero esa abertura estaba cubierta de rejas. Me puse de pie y miré dentro, jadeando por lo que vi. Nina se sentaba allí en la pequeña celda de piedra, en el suelo, envuelta en sombras. —¡Nina! —exclamé. Ella se quedó mirando a la pared de piedra, sin decir nada, con el rostro inexpresivo. —¿Nina? ¿Puedes oírme? Sonya se acercó a mí. —Creo que puede, pero no creo que sea capaz de responderte. Hice un gesto a la cárcel de piedra portátil a su alrededor. —¿De dónde vino esto? —Su mente —respondió Sonya—. Así es como se ve a sí misma: atrapada. Pero, ¿honestamente? El hecho de que aparezca de esta manera es

prometedor. Antes, no había suficiente de su mente para formar cualquier tipo de conexión con ella. Estoy esperando que, con el tiempo, avance aún más, por lo que trato de hablar con ella en persona o en sueños. Pensé que te gustaría saberlo, en caso de que desees visitarla así. —Quiero —dije, todavía llegando a un acuerdo con la conmoción que sentí ante su condición. Incluso encarcelada y torturada, la mente de Sydney había permanecido lo suficientemente fuerte como para conectar mediante los sueños espirituales. ¿Qué tipo de daño había sido hecho a Nina para ponerla en este estado? ¿Era este el tipo de peligro con el que yo estaba coqueteando con mi continuo uso del espíritu? —Creo que es bueno que diferentes personas hablen con ella —dijo Sonya cuidadosamente—-. Pero creo que es mejor evitar ciertos temas hasta que se haya recuperado. Como los finales infelices. No necesitaba explicarse para que la entendiera. Saber la verdad, que Olive estaba muerta, probablemente no iba a ser terapéutico para la recuperación inmediata de Nina. Asentí y retrocedí hasta la ventana de la celda de piedra. —Me alegro de volver a verte, Nina. Hay tantas cosas que quiero contarte. Muchas cosas se tratan de Olive. Y algunas de ellas… algunas de ellas son realmente increíbles. —Sonreí mientras la imagen de Declan venía a mi mente—. Definitivamente vas a querer oír hablar de eso, por lo que necesitas volver pronto con nosotros, ¿de acuerdo? No hubo respuesta o cambio de expresión, ni siquiera ante la mención del nombre de Olive. —Llevará su tiempo —dijo Sonya, tocando suavemente mi brazo—. Pero todo esto ayuda. —Gracias por contármelo —dije. A medida que mi mirada se dirigía de nuevo a Sonya, me di cuenta de que probablemente ella también estaría muy interesada en saber acerca de Declan. No lo sabía a ciencia cierta, pero tenía la sospecha de que la forma en la que el espíritu era inducido en él era exactamente lo que ella estaba intentando replicar para su vacuna. Si ella pudiera verlo, podría hacer increíbles progresos; y sin embargo, eso era exactamente lo que Olive había estado tratando de evitar. Era por lo que había muerto. —¿Qué pasa? —preguntó Sonya, viendo mi escrutinio. Le di una débil sonrisa.

—Nada. Solo que están pasando muchas cosas. —Puedo imaginarlo, y no te retendré. Solo quería que supieras sobre el progreso de Nina y que vieras cómo puedes hablar con ella. —Gracias —dije, dándole a Sonya un pequeño abrazo—. Seguiré comprobándola. Hazme saber si se despierta en el mundo real. El sueño se disolvió, y volví a mi propio sueño, sorprendiéndome cuando dormí hasta casi el medio día en casa de Howie. Cuando me desperté, nos alimentamos con más comida chatarra. Nunca había querido tanto una ensalada en mi vida. También me enteré por Marcus que Sabrina había enviado una actualización desde el recinto de los Guerreros. Ellos estaban dentro y a salvo, y hasta ahora, su coartada se mantenía. Esa noticia me ayudó a pasar el día hasta que la noche llegó, y un auto desconocido se estacionóafuera de nuestra casa segura Pude ver a Marcus empezando a asustarse hasta que vi a Neil en el asiento del conductor. —Jackie Terwilliger me envió a buscarte —explicó—. La ayudé a sacarla más temprano y a espantar a los Alquimistas que estaban vigilando su casa. Ella está preparando las cosas para Alicia ahora mismo. Al oír el nombre de Alicia, su expresión se ensombreció. Ella tenía ese efecto en la gente. »Estoy un poco sorprendido de que llegue a ser el “afortunado” en presenciar el interrogatorio —añadió—. Pero con Eddie fuera en alguna misión, y Rose y Dimitri haciendo algo misterioso en la casa de Clarence, soy el único guardián libre por aquí. —¿Has hablado con Rose y Dimitri? —pregunté casualmente. —Los vi —dijo Neil—. Y a tu mamá. Me pasé por allí esta mañana. Es una pequeña cosa linda la que está cuidando, por cierto. ¿Es él parte de la razón por la que Rose y Dimitri están quedándose cerca? Tengo la impresión de que a Rose realmente le hubiera gustado venir conmigo. Dudé. Neil todavía no sabía que era padre, o que la mujer a la que amaba estaba muerta. Era un enorme y abrasador secreto que merecía saber, pero de nuevo, fui golpeado por el momento inoportuno. Desde luego, no iba a tocar el tema delante de Marcus. Y en realidad no parecía correcto mencionarlo “de pasada” de camino al interrogatorio de Alicia. —Es una larga historia —dije simplemente—. Te la contaré más tarde. —Muy bien —dijo Neil. Los guardianes estaban acostumbrados a los

secretos y a la base de lo que necesitan saber. Podía tomarlo con calma, aunque él tampoco sabía que este secreto golpeaba tan cerca de casa. Le dije a Marcus que me mantuviera informado tan pronto como supiera cualquier cosa sobre el progreso de Sydney y Eddie en el recinto de los Guerreros. Después de abastecernos de un par de bocadillos de la cocina de Howie, aunque sinceramente estaba un poco harto de todo por ahora, Neil y yo nos dirigimos de nuevo a la civilización de Palm Springs. Por el camino, mencionó que había escuchado que Nina estaba enferma, y de nuevo tuve que andar con mucho cuidado acerca del alcance de mi participación. Naturalmente, Neil también quería saber si había tenido alguna novedad sobre Olive, especialmente a la luz de la condición de su hermana. Fui vago, diciendo que no había sido capaz de contactarla, odiando tener que mentirle. La decepción se mostró en su rostro, y me di cuenta de que iba odiar tener que decirle la verdad, al menos sobre Olive. Pronto me enteré por qué íbamos a la casa de Maude, la líder de Stelle. No solo porque su casa no estaba bajo vigilancia Alquimista, además tenía al parecer un auténtico calabozo en su casa. Al menos eso es lo que Inez me dijo cuando llegamos. Maude, oyéndolo por casualidad al pasar, puso los ojos en blanco. —No es un calabozo, Inez. Es una bodega. Estábamos de pie en la sala de Maude, esperando a que algunos de los otros miembros del aquelarre aparecieran. Inez bufó en desafío. —Es subterráneo y tiene paredes de piedra —replicó ella—. Y no tiene bastidores de vino. —Todavía no los he instalado —explicó Maude. —Lo llamo por lo que veo —dijo Inez. Jackie se acercó a nosotros. —Bueno, a pesar de todo, es increíblemente útil en este momento. Las salas subterráneas son excelentes para contener la magia. Podemos crear un círculo para evitar que Alicia intente algo nefasto, y entonces tú puedes utilizar tu propia marca de magia, Adrian. Ah, aquí están las demás. Unos cuantos recién llegados más entraron, por lo que el número total de brujas ascendió a catorce. Según Jackie, había un montón de números sagrados en el arte de los hechizos, pero para ofrecer la mejor protección contra Alicia, se necesitaba un círculo de trece, así como a alguien para

trabajar en los otros hechizos. Después de haber pasado dos días en esa forma congelada, Alicia probablemente estaba debilitada, pero después de todas las veces que nos había sorprendido, nadie quería correr ningún riesgo. Con todo el mundo allí, nos dirigimos hacia el sótano. Ahí me encontré con Alicia, exactamente congelada de la misma forma en la que había estado en la casa de Wolfe. También me encontré a mí mismo estando de acuerdo con Inez. —Es una especie de mazmorra —le murmuré—. ¿Quién utiliza esta piedra oscura en una bodega? Esperaría algo más de la Toscana. —Lo sé, ¿verdad? —susurró ella. Trece brujas unieron sus manos y formaron un círculo de protección alrededor de Alicia, cantando hechizos que supuestamente mantendrían toda la magia humana encerrada dentro. Maude, separada del círculo, usó entonces las mismas hierbas y encantamientos que habían liberado a Eddie en la casa de Wolfe. Mirando a Alicia, congelada en la torpe posición defensiva en la que Sydney la había atrapado, no pude dejar de compartir repentinamente la reticencia inicial de las brujas para liberarla. Había tratado de matar a Sydney, robar el poder de Jackie, y dejó a la hermana de Jackie en coma. También había capturado a Jill y la había entregado a los Guerreros, simplemente como una manera de atraer a Sydney. Alicia realmente merecía ser dejada como una estatua para siempre. Pero entonces nunca conseguiríamos respuestas. El hechizo de Maude se completó, y mientras lo hacía, ella se deslizó fuera del círculo hasta detenerse donde estábamos Neil y yo. Observamos mientras Alicia volvía a la vida, sus piernas temblando mientras los músculos de repente tenían que aprender a funcionar una vez más. Incluso mientras caía al suelo, una mueca cruzó su rostro y levantó la mano, enviando rayos de luz fuera de ella. Golpearon la pared invisible formada por las trece y se disipó sin causar daño. —No me pueden retener para siempre —grito ella—. Y en cuanto esté libre de nuevo, ¡todos pagarán por esto! Me incliné hacia Maude, bajando mi voz. —Tiene razón. ¿Qué le sucederá? —No te preocupes —respondió en un murmullo—. Al igual que como ustedes los Moroi tienen sus propias prisiones, nosotros tenemos las nuestras. —Aclarando su garganta, dio un paso al frente de forma que aún estuviera

fuera del círculo pero también en el campo de visión de Alicia—. Lo que suceda contigo ahora dependerá de cuán cooperativa seas, Alicia. Podemos hacerte la vida más cómoda hasta que te presentes ante la justicia… o más desagradable. Alicia expresó lo que pensaba sobre eso enviando una bola de fuego en la dirección de Maude. También fue absorbida, y pensé que debería considerarse afortunada de que su muro protector no rebotara las cosas hacia ella. Maude cruzó sus brazos y observó a Alicia sin pestañar. —Entendemos que formaste parte de la desaparición de una joven chica Moroi. Dinos a dónde la has llevado. Por un momento, Alicia lució sorprendida ante la pregunta hasta que me notó parado fuera del círculo. Ella rio. —¿Dónde está Sydney? ¿Está muy asustada como para enfrentarme de nuevo? ¡No dejes que te hable de esa manera!, ordenó tía Tatiana. Con una pequeña cantidad de telequinesis espiritual, hice que los brazos de Alicia se presionaran de repente a sus costados, como si tuviera una camisa de fuerza. Sus ojos se agrandaron con asombro cuando intentó levantarlos y no pudo. —Sydney tiene más habilidades e integridad de las que tú jamás tendrás —dije—. Tienes suerte de que no tendrás que enfrentarte con ella de nuevo. Ahora dinos a dónde has llevado a Jill. Sabemos que está con los Guerreros. ¿Dónde? —Dinos, y te enviaremos a tu juicio como una prisionera bien tratada —añadió Maude—. De otra forma, te pondremos otra vez en ese estado inerte. —Se necesitarán más que amenazas o trucos para que diga dónde está. —Alicia me lanzó una sonrisa maligna—. Puede que me hayan atrapado, pero esa es una batalla que Sydney no ganará. Nunca verán a esa mocosa Moroi de nuevo. Si hiere a Jill… tía Tatiana no término su amenaza, y no necesitaba hacerlo. La ira, alimentada por mi furiosa tía, brotó de mí, y la empujé forzosamente hacia abajo, necesitando tener la cabeza en frío. —Basta de juegos —dije. Solté sus brazos y direccioné mi espíritu

hacia la coacción—. Dinos dónde está Jill. Los ojos de Alicia comenzaron a ponerse vidriosos, su mandíbula quedó floja… luego, sorprendentemente, se lo quitó. Sus facciones se endurecieron nuevamente. —No soy tan fácil de controlar —dijo. —Ella pudo haberse reforzado con pociones —me dijo Maude. Jackie también había insinuado eso, que Alicia podría haberse dado a si misma todo tipo de protección mágica, incluyendo algo contra la coacción—. No durará para siempre. Un par de días más, y ya debería haberse ido todo. Apreté mis dientes y aumenté el uso de mi espíritu. —No. Obtendremos respuestas hoy. —Con magia renovada, me concentré en Alicia de nuevo—. Dinos dónde está Jill. De nuevo, Alicia lució desafiante, pero esta vez fue más difícil para ella oponerse a mí. —Con… con los Guerreros. —Sabemos eso —dije—. ¿Dónde? ¿Dónde la están reteniendo? Intentar coaccionarla era como tratar de abrir una puerta que alguien estaba empujando del otro lado. Ambos estábamos poniendo todo de nosotros. Su voluntad y cualquier poción que hubiera tomado eran fuertes, pero creía que mis poderes eran más fuertes. De nuevo, aumenté la cantidad de espíritu canalizándose a través de mí, sabiendo que una persona de voluntad promedio ya se hubiera rendido ante mi voluntad. Las advertencias de Sydney hicieron eco en mi interior, sobre no volverme loco con el uso del espíritu, pero aun así seguí adelante. Necesitábamos respuestas. —¿Donde la están reteniendo los Guerreros? —exigí. Alicia estaba sudando visiblemente ahora, luchando fuertemente contra mi poder. —En… en Utah —escupió al final—. St. George. En un recinto allí. ¡Pero nunca la encontrarán! ¡Nunca llegarán hasta ella! —¿Por qué? —pregunté, presionando más con la coacción—. ¿Por qué? —Demasiados… obstáculos —dijo, pálida y temblando. —Dime todo —ordené.

Ella permaneció obstinada, y estaba listo para obligarla incluso más. Una marea de espíritu, y estaba seguro que podría tenerla sobre sus manos y rodillas, suplicando para decirme todo lo que sabía. ¡Hazlo!, ordenó tía Tatiana. ¡Hazla pagar! ¡Hazla tu esclava! Estaba listo para hacerlo… pero, entonces, inesperadamente, una imagen del sueño de la noche anterior encontrándome con Sonya volvió a mí. O, más específicamente, una imagen de Nina en su celda volvió a mí. Recordé las palabras de Sonya sobre las cicatrices del uso del espíritu y recordé mi promesa a Sydney de mantener las cosas en orden. Sydney no podría haber previsto esto, discutió tía Tatiana. Eres más fuerte que Nina. No terminarás como ella. No, le dije a esa voz fantasma. No lo arriesgaré. Mantendré mi palabra a Sydney. Con gran renuencia, liberé la coacción y el espíritu dirigido hacia Alicia. Ella se desplomó, esta vez solo por el cansancio mental. —Eso es suficiente para nosotros —dije—. Podremos encontrar este lugar en St. George. —Ya sea con el trabajo de detective de Sydney, los Alquimistas cediendo y ayudando, o incluso con la perspicacia de Sabrina, no podía ser tan difícil ahora que teníamos una ciudad. Me hubiera gustado saber más sobre los “obstáculos” en el lugar, pero no iba a volverme loco cuando ella probablemente se refería a los locos Guerreros y sus armas. Los guardianes podían manejar eso. Lo habían hecho antes. —¿Necesitas algo más de ella antes de que la congelemos de nuevo? —preguntó Maude. Los ojos de Alicia se agrandaron. —¡Dijiste que no me congelarían si cooperaba! —Eso no fue exactamente cooperar —contestó Maude con frialdad. Sacudí mi cabeza. —Eso debería ser suficiente. Si necesitamos algo más, te lo haré saber. —¡No! —gritó Alicia. En sus manos se formaron bolas de fuego, y comenzó a lanzarlas inútilmente hacia la barrera invisible—. ¡No entraré en ese estado otra vez! ¡No lo haré! ¡No pueden…! Pero Maude estaba lanzando un hechizo a mi lado, y un minuto más tarde, Alicia estaba congelada en su lugar, su posición para lanzar bolas de

fuego se veía incluso más ridícula que la última vez. Las brujas disolvieron el círculo, y Jackie se acercó para hablarme. —¿Estás seguro que tienes todo lo que necesitas de ella? Sentí que querías preguntar más cosas. —Quería —admití—. Pero sus defensas eran fuertes. Pasaré la información sobre St. George a mis contactos y veré que pueden descubrir. Jackie asintió. —Muy bien entonces. También hablé con Maude. Si quieres, eres bienvenido para quedarte aquí en su casa hasta el próximo movimiento en este plan. Te pondrá un poco más cerca de la acción, y por lo que oí, tiene mucho más espacio que el lugar donde te estabas quedando. —Con suerte más productos también —añadí. Mire a Neil—. Tú eres el experto en seguridad. ¿Es seguro? —Eso creo —dijo después de pensarlo por un momento—. Nadie nos siguió. Y si está bien con ella, también me quedaré para cuidarte. Le agradecimos a Maude por su hospitalidad y nos mantuvimos fuera del camino mientras las brujas terminaban con todo. Aparentemente, Alicia sería transportada eventualmente a un juicio y prisión mágicos, pero por ahora, permanecería en la bodega/calabozo. Neil y yo, por suerte, tuvimos una habitación de invitados arriba. Envié la información de St. George a Marcus y luego finalmente decidí que era momento de dar algunas malas noticias, ya que parecía que Neil y yo estaríamos esperando juntos un largo tiempo. —Neil… —comencé, cuando estuvimos solos en la habitación—. Necesitamos hablar. —Seguro —dijo con facilidad—. ¿Es sobre Jill? —De hecho, nada que ver con ella. —Hice un gesto hacia la cama—. Quizás deberías sentarte. Neil frunció el ceño, alertado por mi tono. —Me quedare de pie, gracias. Solo dime qué sucede. Crucé mis brazos, como si pudiera protegerme de toda la angustia que estaba a punto de sacar a la luz. Hasta entonces, no me había dado cuenta de cómo había estado luchando para evitar que me aplastara. —Neil, no hay una manera fácil de decir esto… y siento mucho ser yo el que te lo diga… pero Olive murió hace dos noches.

Neil no hizo ningún sonido, pero su rostro se tornó blanco, tan blanco que creí que se desmayaría. —No —dijo al final, después de varios largos momentos de agonizante silencio—. No, es imposible. —Sacudió su cabeza firmemente—. No. —Un Strigoi la mató —dije. Había comenzado a hablar sin poder encontrar las palabras, y ahora, de repente, me estaba precipitando, sin poder detenerme—. Se estaba quedando en una comuna dhampir. En Michigan. Un pequeño grupo de Strigoi la atacó, rompiendo las barreras de alguna forma. Creemos que tomaron a un humano para levantar una de las estacas de protección. A pesar de todo, entraron, y Olive fue atrapada cuando estaba huyendo y… —Espera —interrumpió Neil. En un abrir y cerrar de ojos, su rostro afligido se había vuelto duro y escéptico—. Olive no huiría de una pelea. Ciertamente no huiría de un grupo de Strigoi. Ella, de todas las personas, se mantendría firme. Esa terrible agonía me desgarró. —Ella estaba huyendo para proteger a su bebe. Declan… el bebé que mi mamá está cuidando. Otro pesado silencio llenó la habitación mientras el peso de esas palabras se hundía. En ese entonces deseé haber esperado a Sydney. Ella hubiera hecho un trabajo mucho más elocuente al explicar esto. —Y ni siquiera estaba huyendo de los Strigoi —dije, cuando Neil solo siguió mirándome sorprendido—. Neil, el bebé, Declan… es tuyo. Tu hijo. Tú eres el padre. La incredulidad regresó a las facciones de Neil, pero esta vez estaba más aturdido que enfadado. —Ambos sabemos que eso no es verdad —dijo—. ¿Por eso… por eso huyó? ¿Creyó que la juzgaría? No teníamos compromisos reales, no verdaderamente. Estaba loco por ella, es verdad, pero solo… —Sucedió una vez, lo sé —terminé—. Pero solo se necesitó eso. De alguna forma, algo le sucedió a ella cuando fue restaurada de ser un Strigoi que la dejó concebir un bebé contigo. Tampoco lo creí hasta que lo vi más de cerca con mi magia. Definitivamente hay un, no lo sé, residuo espiritual en él. Es loco, lo sé. Pero es tuyo. Neil se sentó en la cama, tan quieto que podría haber sido una estatua.

Entendí su pesar y me senté junto a él. —Neil, lo siento mucho. —Olive está muerta —dijo aturdido. Me miró y pestañeó con lágrimas en sus ojos—. Si lo que estás diciendo es verdad… si de alguna forma, con alguna clase de magia, ese bebé es mío, entonces, ¿por qué Olive no me lo dijo ella misma? ¿Por qué huiría? —Porque tenía miedo de esa magia —dije—. Y tenía miedo de lo que la gente diría o haría, los Moroi y los Alquimistas. Lo escondió para protegerlo de ser tratado como un fenómeno de la naturaleza, y prometí ayudar a protegerlo. Neil se quedó mirando sin expresión por varios momentos, y luego creo que el oír sobre protección despertó sus mejores instintos. —¿Quién lo sabe? ¿Quién sabe sobre De-Declan? —¿Sobre su verdadera naturaleza? —Me señalé—. Solamente Sydney y yo. Rose y Dimitri saben que es el hijo de Olive, como también un par de personas de la comuna. Eso es todo. Creímos que sería más seguro mientras menos personas sepan sobre él. Si supieran que de alguna forma, probablemente porque Olive fue restaurada, los dhampirs pudieran tener hijos… bueno, sorprendería a muchas personas. Algunos estarían felices, otros curiosos. Todos querrán saber más sobre él, y eso no es lo que Olive quería. Neil permaneció en silencio y casi tan inmóvil como lo había estado Alicia. —¿Neil? —dije, un poco nervioso por su estado conmocionado—. Todo va a estar bien. Te ayudaré. Nos aseguraremos de que los deseos de Olive sean respetados… de que Declan viva una vida feliz y normal. Cuando este asunto con Jill termine, te llevaremos con Declan y… —No —dijo Neil, de repente volviendo a la vida. Me miró severamente, y aunque su expresión era dura, había una terrible tristeza en su voz—. Nunca podré verlo de nuevo.

17 Sydney Traducido por veroonoel e Itorres Corregido por Lizzie Wasserstein

El recinto de los Guerreros estaba en silencio y tranquilo mientras me deslizaba a través de la noche. Trey y Sabrina habían dicho que los Guerreros podían tener fiestas salvajes cuando quisieran, pero cuando eran establecidos toques de queda y disciplina, todos obedecían. Este ciertamente era el caso ahora. La mayoría de las personas estaban escondidas en sus habitaciones, y las personas que pasaban a mi lado mientras me escurría invisiblemente hacia la sede central de los maestros eran aquellos que estaban en patrullaje. Ninguno de ellos parecía esperar que sucediera mucho esa noche, y hacían sus rondas con una relajada confianza. Otra ventana abierta me permitió deslizarme dentro del edificio de los maestros fácilmente, justo frente a un guardia asignado a vigilar la puerta principal. Dentro, encontré habitaciones en su mayoría silenciosas y vacías, y al igual que en mi edificio, la mayoría de las puertas estaban abiertas. Había, por supuesto, algunas habitaciones con puertas reales, y como la suerte lo quiso, fue en una de esas habitaciones donde los maestros eligieron tener una reunión. Al menos, eso es lo que supongo que está sucediendo. Dos guardias estaban apostados frente a una puerta cerrada, y pude oír voces apagadas detrás de ella. Tomando nota de su posición, volví afuera y rodeé en torno a ella, con la esperanza de encontrar su ventana abierta para permitirme subir y espiar. Cuando llegué a ella, la encontré solo parcialmente abierta, lo suficiente para dejar entrar aire en la noche caliente pero no lo suficiente para treparme. Sabrina había dicho que uno de los maestros por lo general llevaba en todo momento la información pertinente sobre su organización, a veces en papel o a veces en una laptopdependiendo quién era o cuán conocedor de la tecnología era. Mi plan había sido saquear la mencionada información con la esperanza de encontrar dónde podría estar secuestrada Jill. Por ahora, tendría que empezar con el espionaje. Resultó que había llegado justo a tiempo para el comienzo de su reunión, lo que inicialmente pensé que era un golpe de suerte. Significaba que

no me había perdido de nada. Desafortunadamente, significaba que tenía que soportar una gran cantidad de material preliminar, incluyendo más de esos absurdos salmos. Luego alguien se desvió y empezó a preguntar sobre resultados de béisbol. Todo el tiempo, fui consciente de mi invisibilidad. Era de larga duración, pero no de tan larga duración, y fue un alivio cuando el grupo finalmente comenzó a hablar sobre el asunto del día. —En general, fue una gran actuación —dijo una voz que reconocí como el Maestro Angeletti—. Tuvimos una buena asistencia, y montaron un espectáculo digno de elogio. —Algunos se comportaron de forma inadecuada —se quejó una voz hosca. También conocía esa: Chris Juarez. El Maestro Angeletti se rio. —¿Aún estás irritado de que esa chica te engañara? Yo digo más poder para ella. Necesitamos más pensadores por aquí. —No demasiados. —Ese era el Maestro Ortega. —No, no, por supuesto que no —dijo el Maestro Angeletti—. Pero si vamos a estar tratando más con los Alquimistas, necesitamos ser capaces de burlarnos de ellos. Mis orejas se pusieron tiesas ante eso. ¿Los Alquimistas? Una vez había hecho algo de reconocimiento para Marcus y descubierto que de hecho había Alquimistas y Guerreros trabajando juntos, pero Marcus aún tenía que aprender el alcance total de cuán profunda era esa relación. —Ya nos hemos burlado de ellos —dijo el Maestro Ortega—. Hemos conseguido que hagan negocios con nosotros. —Sí, pero no te pongas demasiado cómodo con ese acuerdo —dijo una nueva voz que debió hacer sido uno de los miembros del consejo—. ¿No dijiste que recibiste una llamada sobre esa chica, Alfred? —Sí, sí —dijo el Maestro Angeletti, sin sonar particularmente preocupado—. Pero era solo preliminar. Uno de ellos afirmó que habían conseguido una pista de que podríamos tenerla secuestrada, pero creo que solo estaban cubriendo sus bases. Comprobé con los guardias, sin embargo, y dijeron que no había ninguna señal que alguien hubiera estado husmeando o estuviera viniendo por ella. Aunque mantendré el registro de todo aquí, simplemente para tener un rastro si pasa algo. No supe lo que quería decir hasta que oí el chasquido de dedos

escribiendo en teclas. Me puse tensa, esperando que dieran más detalles sobre “esa chica”, pero cambiaron de tema, pasando a algo más sobre los juicios. Sin embargo, la emoción se apoderó de mí. Sabrina había estado en lo correcto. Había una computadora o una laptop allí dentro en la que al parecer el Maestro Angeletti mantenía registros. ¿Había más información sobre “esa chica” registrada? No sabía a ciencia cierta si se estaban refiriendo a Jill, pero era prometedor, al igual que la existencia de la laptop. Necesitaba hacer que obtenerla fuera mi objetivo. Eso no iba a ser fácil, viendo que no tenía ni idea de cuánto iba a durar esta reunión o si el Maestro Angeletti dejaría su laptop cuando terminara. Estaba haciendo una lista mental de todas las posibles distracciones que podría causar cuando los Alquimistas surgieron otra vez en la conversación, de una manera que totalmente no esperaba. —Bueno, ten cuidado —estaba diciendo el Maestro Ortega en respuesta a alguien más—. No arruines este acuerdo con los Alquimistas. Si tu contacto realmente puede cumplir lo que está ofreciendo, no tendremos que enfocarnos tanto en la destreza física de los candidatos. Podremos hacer a nuestros reclutas tan fuertes como nos guste. —Todavía no me gusta —murmuró otro miembro desconocido del consejo—. Estamos incursionando en sustancias profanas. —No si primero purificamos esas sustancias —dijo el Maestro Angeletti—. Y usamos el poder que nos brinden para luchar contra el mal. Fruncí el ceño mientras intentaba determinar a qué se estaban refiriendo. —He visto lo que pueden hacer esas sustancias —comentó Chris—. Los vi cuando fueron usadas en la escuela de mi primo. Si los Alquimistas realmente tienen más, van a dejar que se vaya en vano si no lo están usando en la lucha contra el mal. —Los Alquimistas luchan contra el mal catalogándolo. —Alguien se rio entre dientes. —No hagas ese tipo de comentarios cerca de nuestro contacto —le advirtió el Maestro Ortega—. Él ya está indeciso sobre hacer negocios con nosotros. A su gente no le gustará si se enteran lo que él está haciendo. —Sé lo que estoy haciendo —espetó el Maestro Angeletti—. Y créanme, le estoy pagando suficiente para que supere cualquier duda que pudiera tener. La conversación derivó una vez más hacia la discusión sobre los

reclutas, analizando a cada uno de nosotros de acuerdo a lo que los Guerreros veían como nuestras ventajas y desventajas. Solo escuché a medias, mi mente girando con la otra sorpresiva noticia que había escuchado. Basada en lo que Chris había dicho, sonaba como si estuvieran hablando sobre usar sangre de vampiro para crear tatuajes que mejoraran el rendimiento de los humanos. Una agitación como esa había ocurrido en la Preparatoria Amberwood, con resultados en destreza atlética y académica. El problema era que los resultados de esos tatuajes eran impredecibles y a menudo tenían efectos secundarios ilícitos. El círculo había sido cerrado cuando había ayudado a descubrir a su mente maestra: Keith Darnell. Había sido enviado a reeducación, reprogramado, y ahora hacía lo que se le ordenaba con una lealtad casi robótica. ¿O no? Los Guerreros habían seguido refiriéndose a “él” como su contacto. No había conocido a otro Alquimista participando en actividad semejante… ¿era posible que Keith se hubiera liberado de algo de esa programación? ¿Estaba él ahora haciendo un acuerdo secreto con estos psicópatas, uno que daría a sus combatientes fuerza sobrehumana? Otra vez, oí las teclas haciendo clic, enfatizando la importancia de echarle un vistazo a lo que había en esa laptop. Consideré algunas opciones que podrían permitirme la oportunidad de echar un vistazo, pero pronto las rechacé. Los Guerreros podrían actuar como si estuvieran en la Edad Media, pero era muy probable que el Maestro Angeletti bloqueara su laptop cuando la dejara. Podría necesitar un asistente técnico para verla. Eso, y realmente quería más que un vistazo. Si registraba notas en todas sus reuniones, mantenía un registro de llamadas y transacciones importantes… bueno, las posibilidades de lo que podría contener esa laptop eran interminables. Rescatar a Jill era mi principal prioridad, pero también podría salir de esto con información que pudiera mostrarnos mucho más. Abandonando la reunión de los maestros, usé más magia de invisibilidad para entrar en otras habitaciones y sacar de contrabando a Sabrina y Eddie. Ninguno estaba dormido cuando los encontré, y nos las arreglamos para encontrar un lugar aislado detrás de un cobertizo de almacenamiento para hablar. —Estabas en lo correcto —le dije a Sabrina—. El Maestro Angeletti ingresa su información en una laptop. Y escuché lo que sonaba mucho como una sospechosa referencia de que tiene a Jill secuestrada.

Eddie se animó. —¿Entonces qué estamos esperando? Vamos por ella. —En realidad, eso es un poco lo que tenía en mente —dije—. Quiero decir, tal vez hay maneras más delicadas de proceder, ¿pero tenemos ese tipo de tiempo? Hemos perdido tanto con Jill. —Me volví hacia Sabrina—. Marcus dio a entender que estabas preparada si tu coartada fuera desplomada. ¿Es cierto? Arqueó una ceja. —¿Planeas desplomarla? —No si puedo evitarlo —dije—. Pero el resultado final de todo esto va a ser la laptop desaparecida y Eddie y yo sin terminar nunca el reclutamiento. Si nos relacionan con el robo, nos vincularán contigo. Podrías estar en problemas. —Entendido —dijo—. Si me voy de este concierto con un premio como su laptop, valdrá la pena. —Me preocupa que vengan detrás de ti —dije. Sabrina se mantuvo imperturbable. —No te preocupes por mí. Estos tipos no están tan conectados como los Alquimistas, y sé cómo evitarlos. Ahora, ¿cuál es tu plan? —Un poco sencillo, realmente —admití—. Crear una gran distracción. Robar la laptop en el caos. Ella parecía un poco decepcionada, probablemente porque había estado esperando algo más sofisticado y sigiloso. Y realmente, si hubiera tenido el tiempo para confeccionar un plan más elegante, lo hubiera hecho. Eddie, por su parte, no tuvo problema con mi idea. Era sencilla, lo que a él le gustó. —¿Fuego? —sugirió. —Lo consideré. Pero con lo cerca que están estos edificios… —Hice un gesto alrededor sobre lo apretujado que estaba todo en el recinto—. Bueno, no me gustan estos tipos, pero no quiero matarlos a todos si el fuego se sale de control. Así que, créanlo o no, voy a tomar una página del libro de Alicia. Libro de hechizos, si quieres ponerte técnico. —Alicia probablemente quemaría este lugar a su alrededor —señaló él.

—Probablemente. Pero ella tiene métodos menos violentos. Cuando estaba esperando en Palm Springs, miré algunos de los hechizos que usó en nosotros. La mayoría eran bastante avanzados, pero creo conseguir con éxito las fotianas. —¿Qué? —preguntó Sabrina. —Piensa en ellas como molestas luciérnagas mutantes —le dijo Eddie. Asentí en acuerdo. —Siento que un enjambre de ellas sería una distracción bastante buena, suficiente para que los maestros salgan de su reunión. Luego puedo tomar la laptop, y todos podemos huir de aquí en el caos. Sabrina, ¿crees que podrás salir y tener tu auto listo? —Claro. Los guardias de la puerta no me detendrán. Y si hay un alboroto lo suficientemente grande, puedo afirmar que voy a buscar armas a mi auto y que Eddie me está ayudando. —Al ver nuestras miradas de sorpresa, puso sus ojos en blanco—. Vamos. ¿No creen que todos aquí tengan armas escondidas en sus autos? La pregunta entonces se redujo a si podría concluir con éxito el hechizo de Alicia. Había entregado el hechizo de memoria luego de leer sobre él, pero la magia era mucho más que la simple memorización. Convocar criaturas supernaturales no era una tarea fácil, especialmente sin componentes de hechizos físicos para ayudarme. Dije las palabras, concentrándome en el poder dentro de mí, y sentí la magia estallar en respuesta. El hechizo sobre el que había leído tenía un elemento de control, una manera para que la bruja dirigiera a las fotianas a hacer la voluntad de la bruja. Había planeado hacer que las fotianas hicieran algunos giros estables en el recinto, lo suficiente como para ser una distracción y llamar la atención de todos en la sala de reuniones de los maestros, pero no terminar dando origen a un completo caos. Desafortunadamente, las cosas no salieron como había planeado. Tomó mucha más fuerza y energía de lo que había esperado lanzar el hechizo, y aunque lo concluí con éxito, apenas, no podía realmente mantener el control. Un enjambre de fotianas se materializó frente a mí, flotando allí por un momento antes de dispersarse de repente y volar alrededor del recinto a velocidades de locura y en direcciones completamente diferentes. Nos quedamos mirando detrás de ellas, boquiabiertos. —¿Eran tan rápidas en el museo de robots? —preguntó Eddie, con los ojos muy abiertos.

—No lo creo —dije—. Puede que no lo haya lanzado perfectamente. Tampoco quise convocar tantas. Aunque si habíamos querido caos, lo conseguimos. Las fotianas atrajeron la atención al instante, girando y dando vueltas alrededor del recinto, dejando rastros de luz detrás. Y, al igual que en el museo, las fotianas picaban a aquellos con quienes entraban en contacto. Alaridos y gritos se elevaron casi de inmediato, y con ellos, un grito que no había esperado. —¡Armagedón! ¡Armagedón está sobre nosotros! ¡Guerreros, tomen las armas! Sabrina jadeó, y me volví hacia ella en sorpresa. —Lo dicen en sentido figurado, ¿cierto? —pregunté. Sacudió su cabeza. —¿Estás bromeando? ¿Esta gente? Es para lo que se han estado preparando. ¡Aunque no creí que tomarían esto como una señal! —¡Miren! —Eddie señaló hacia un grupo de Guerreros apresurándose en nuestra dirección. El pánico surgió en mí. ¿Cómo habían relacionado las fotianas con nosotros? —El cobertizo de almacenamiento —explicó Sabrina, dirigiéndonos lejos de él—. Van hacia allí. Hacen simulacros del Armagedón para prepararse para esto, y las armas que usan están allí. Efectivamente, la multitud de Guerreros no nos prestó atención y se amontonaron alrededor del cobertizo mientras esperaban que fuera desbloqueado. Tan pronto como eso sucedió, alguien comenzó a repartir espadas y mazos a la multitud que esperaba. Una vez armados, arrancaron hacia el centro del recinto, balanceándose locamente contra las fotianas, a las que habían denominado “demonios del infierno”. —Bueno —dije, teniendo que gritar en medio de todo el ruido—, sin duda están distraídos. ¿Pueden tener el auto listo mientras voy a buscar la laptop? Sabrina asintió, pero Eddie me dijo: —Déjame ir contigo. —Es más fácil para mí entrar y salir sola —respondí. —Sydney… —Eddie —dije firmemente—, puedo manejar esto. Tienes que confiar

en mí. Ve con Sabrina y estén listos para acelerar tan pronto como pase a través de las puertas. Pensé que todavía podría protestar, pero al final, cedió. Los dos despegaron hacia la puerta, y yo corrí hacia la sala de reuniones de los maestros, teniendo que esquivar frenéticos Guerreros armados y fotianas a lo largo del camino. Afortunadamente, las cosas eran tan caóticas que nadie prestaba atención a una recluta solitaria. Probablemente pensaban que estaba perdida y confundida. De hecho, las probabilidades de que asumirían que nuestra desaparición fuera por miedo y nunca vincularían a Sabrina y a nosotros a la laptop desaparecidapodrían ser buenas. Como había esperado, los maestros habían terminado con su reunión cuando comenzó la conmoción. Me metí en la habitación vacía fácilmente y casi grité de alegría cuando vi la laptop. Como había sospechado, la pantalla estaba bloqueada, pero ese sería un problema para más tarde. La agarré y me volví hacia la puerta, donde casi choco con el Maestro Angeletti. Se quedó atónito por un momento, sus ojos yendo de mi cara a la laptop y luego de nuevo a mí. —¿Qué crees que estás haciendo? —farfulló, bloqueando la salida. Tanto para no implicarnos en el robo de la laptop. Deliberé por solo un momento. Si mi coartada ya fue desplomada, bien podría llegar hasta el final. Convocando de nuevo el entrenamiento de Malachi Wolfe, me puse tensa y le di un puñetazo al Maestro Angeletti, aterrizando un golpe que claramente no había esperado. Me había olvidado completamente del hechizo de fuerza que las brujas habían puesto en mí. Con el poder adicional detrás de mí golpe, él salió volando varios metros hacia atrás, cayendo de espaldas. Gimiendo, se llevó una mano a su cabeza pero no vino tras de mí mientras corría hacia él y me apresuraba a salir a través del recinto. Nadie me detuvo mientras me dirigía hacia la entrada principal. Los Guerreros estaban demasiado ocupados balanceando sus armas hacia las fotianas, gritando sobre la última batalla y enviando a sus enemigos al infierno. Los guardias de la puerta habían abandonado sus puestos para unirse a la refriega, y me deslicé fuera fácilmente, feliz de encontrar el auto de Sabrina encendido y listo para mí. Me desplomé en el asiento trasero, y puso su pie en el acelerador antes de que siquiera pudiera lograr cerrar la puerta. —¿La tienes? —preguntó, una vez que estábamos huyendo a toda velocidad. —La tengo —confirmé, abrochando mi cinturón de seguridad—. Pero,

eh, no fue tan encubierto como esperaba. Puede que quieras ir con el plan de quedarme-lejos-de-ellos después de todo. Ella resopló. —No hay problema, sobre todo si la laptop vale la pena. La abracé contra mí. —Esperemos que sí. ¿A dónde la vamos a llevar? —Con Marcus, por supuesto. Marcus todavía se estaba quedando en la cabaña de Howie en el desierto, y era casi el amanecer cuando llegamos allí horas más tarde. Estaba esperando que Adrian todavía estuviera allí, pero cuando entramos a la sala de estar, encontramos solo a Marcus en el sofá, comiendo un pastel de crema de avena por desayuno y hojeando una copia deReader’s Digest. —Creo que se está quedando con esas brujas tuyas —explicó, entregándome mi teléfono celular inmediatamente. A su vez, le entregué la laptop. —¿Conoces a alguien que pueda entrar en ella? Marcus sonrió. —Nuestro anfitrión, por supuesto. Me quedé mirando estúpidamente por un momento. —¿Howie? —Síp. Lo creas o no, él solía trabajar con computadora antes de “retirarse” al negocio de las hierbas. Se la daré inmediatamente. —Marcus desapareció a través de la cortina de cuentas. Rápidamente le marqué a Adrian, y fue al buzón de voz. Era difícil decir en qué horario podría estar, y si era humano, muy bien podría estar durmiendo. Ahogando un bostezo, decidí que esa no parecía una idea demasiado mala luego de mi aventura de toda la noche. Eddie y Sabrina pensaban lo mismo, y Marcus nos aseguró que se cercioraría de que nadie nos molestara mientras acampábamos en la sala de estar. Me quedé dormida casi al instante y me desperté a las pocas horas con el sonido de Eddie y Marcus susurrando. Sabrina todavía estaba durmiendo, acurrucada en el puf. —¿Qué sucede? —pregunté en voz baja, acercándome para unirme a Marcus y Eddie.

—Howie entró con bastante facilidad —dijo Marcus—. El Maestro Angeletti no era tan bueno con la seguridad. He estado las últimas horas hojeando algunos de los archivos. —¿Encontraste algo sobre dónde están manteniendo cautiva a Jill? — pregunté con impaciencia. Marcus asintió. —Eso es lo que le estaba diciendo a Eddie. Todo está aquí… bueno, casi todo. La mencionan, hablan sobre cuánto tiempo ha estado cautiva, tienen esquemas para el lugar en el que está prisionera. Incluso hay detalles sobre las condiciones que negociaron con Alicia. —¿Condiciones? —Al parecer, concertaron algún tipo de acuerdo. Alicia la quería prisionera por un tiempo, probablemente para tener un elemento de negociación contigo, pero los Guerreros eventualmente quieren usarla en una especie de ritual de ejecución barbárico. Mi corazón se detuvo. —Al igual que hicieron con Sonya. —Parecería que sí —dijo Marcus con seriedad—. Por el acuerdo que alcanzaron con Alicia, solo tienen que tenerla prisionera por tres días más. Tuve que detener a mi mandíbula para que no cayera. —¿Tres días? —Tenemos que llegar allí, ahora —dijo Eddie, su rostro como una nube de tormenta. Estaba inclinada a estar de acuerdo. Marcus le lanzó una mirada de compasión —Esa es la cosa. ¿Recuerdan que dije que “casi” teníamos toda la información sobre ella? La única cosa que no tenemos es la localización de dónde está prisionera. Se refieren a ese lugar como el “Complejo del Día del Juicio”. Me hubiera reído si la situación no fuera tan grave. —Nombre estúpido. Pero podría ser suficiente para los Alquimistas para seguir adelante. Hablaré con ellos yo misma esta vez y veré si puedo obtener su atención. —Oh —señaló Marcus. Había una sonrisa seca en su rostro que no

podía interpretar completamente—. Tengo algo que podría ayudar con eso. ¿Sabías que los Guerreros están comprando sangre de vampiro encantada a los Alquimistas renegados? Volví a pensar en lo que había oído en el recinto. —Sí, de hecho. Iba a ver si podía encontrar algo sobre eso en la laptop, supongo que lo hiciste. ¿Keith lo está haciendo de nuevo? —No —dijo Marcus, volviendo la pantalla hacia mí—. Aquí está la lista. La leí. —Ya veo. —Síp. Apuesto a que los Alquimistas estarían interesados en esto… y una serie de otras interacciones entre Guerreros y Alquimistas que han estado ocurriendo. Estuve de acuerdo con él, pero antes de que pudiera responder, mi teléfono celular sonó, mostrando el número de Adrian. —Espera. —Respondí, alivio surgiendo a través de mí—. Adrian, ¿estás bien? Se rio entre dientes al otro lado de la línea. —Por supuesto que preguntarías eso. Eres tú quien acaba de pasar encubierta con los Guerreros, no yo. —Hizo una pausa—. Volviste de eso, ¿cierto? —Volví, y tenemos lo que necesitábamos… más o menos. Tenemos todo tipo de detalles sobre dónde están teniendo secuestrada a Jill, pero no la ubicación geográfica real. Hubo una larga pausa. —Bueno, que me condenen —dijo—. Eso fue lo único que recibimos de Alicia. Está en St. George. Pero no pudimos conseguir cualquier otra información de ella acerca de la instalación, no sin, ah, fuerza extra. Ella insinuó que podría haber algunos obstáculos ahí. —St. George —repetí. Quería hundirme en el suelo de alivio—. Eso es todo. La última pieza. Tenemos el resto, la distribución, cualquier obstáculo al que ella se refería. Ahora solo tenemos que conseguir que cada uno se movilice, solo tenemos tres días para hacerlo. —¿Por qué tres días?

—Debido a que planean matarla entonces, al igual que lo estaban planeando con Sonya. Fue un acuerdo que tenían para mantenerla cautiva para Alicia, mientras ella jugaba su juego conmigo. Más silencio, pero podía sentir el cambio en el tono de Adrian. —Tres días. —Sabía lo difícil que debía ser para él. El pensamiento de ella atrapada y sometida a la tortura me estaba carcomiendo, y no tenía ni de cerca el lazo que él tenía con ella. —Llegaremos a ella —dije—. No te preocupes. Ahora que tenemos todo esto, haré que los Alquimistas ayuden. Contacta a los guardianes, ve si Rose y Dimitri pueden organizar eso. Y comprueba a Declan mientras estás en eso… —Lo tengo —interrumpió—. Comprobado a Declan, quiero decir. Creo que estoy volviendo loca a mi mamá con todas mis llamadas. Ellos están bien. Pero Sydney… Le dije a Neil. Mi mente daba vueltas con los planes para Jill, por lo que la noticia me detuvo en seco. —¿Acerca de Declan? ¿Qué te dijo? —Tiene miedo de estar cerca de Declan. Quiero decir, no tiene miedo de Declan en sí mismo, pero miedo de que alguien verá la verdad sobre la historia de Declan. —Pero él es su padre —dije sin convicción—. Tiene que estar con él. Adrian suspiró. —¡Eso es lo que le dije! Pero Neil sigue argumentando que algún usuario del espíritu puede ver que están emparentados o que incluso una persona común puede notar el simple parecido físico y empezar a hacer preguntas. Él dice que no podemos mostrar ninguna señal de que tienen una conexión o inspirar a alguien a hacer una prueba genética, e insiste en que eso implica que él mantenga su distancia. Se ofreció a hacer todo lo posible para ayudar a Declan sin embargo. Lo juro, creo que robaría un banco de ser necesario. La cabeza me daba vueltas. —Nosotros hablaremos con él sobre eso. Probable está en estado de shock. Una vez que escuche la razón, entenderá. Colgamos y esperaba que mis palabras fueran ciertas. Esto hizo que mi corazón doliera, que Neil quisiera hacer tal sacrificio, aunque, lógicamente,

pude entender lo que podría hacer que él pensara de esa manera. Pero aun así. ¿Cómo podía privar a Declan de un padre cuando ya había perdido a su madre? ¿Y qué sería de Declan entonces? Esas eran preguntas inquietantes para después. Por ahora, tenía que poner las cosas en movimiento con los Alquimistas. Tenía a Eddie llevándome al otro lado de Palm Springs, a un teléfono público en una remota gasolinera. Rastrear teléfonos celulares no era fácil, pero tampoco estar detrás de los Alquimistas, y no correría ningún riesgo. Tomando el teléfono, me armé de valor para llamar a un número al que no había llamado en un tiempo muy largo, pero aún tenía memorizado. Solo esperaba conseguir una respuesta. —Stanton aquí —llegó la voz familiar. —Hola, Stanton. Es Sydney Ivashkov. Me respondió el silencio, posiblemente del asombro o el inicio de una pista de la llamada. Tal vez ambas cosas. —Hola, Sydney —dijo al fin—. ¿No es esto una sorpresa placentera? No puedo decir que esperaba oír de ti. —El placer es todo tuyo, y no voy a repetir nada de esto, así que escucha con atención. Los Moroi necesitan respaldo Alquimista para rescatar a Jill Dragomir de los Guerreros de Luz. Estoy segura que has oído esto por parte de la Reina Vasilisa. —Sí —respondió—. Y estoy segura que has oído que nuestros superiores han decidido no participar, ya que solo han tenido una prueba circunstancial de que los Guerreros tomaron a la chica. —Bueno, tenemos evidencia ahora, así que vas a convencerlos de participar —dije—. Y si lo haces, te daré los nombres de cuatro Alquimistas que están vendiendo sangre Moroi encantada a los Guerreros para hacer más de esos tatuajes mejoradores de fuerza. De hecho, te daré dos de esos nombres ahora: Edward Hill y Callie DiMaggio. Ve a investigarlos. Tienes una hora, en ese momento te llamaré otra vez, de otro número, por lo que no te molestes en rastrear este, y entonces vas a decirme acerca de cómo estarás enviando esos refuerzos a St. George, Utah, dentro de las próximas veinticuatro horas para ayudar a los Moroi a rescatar a Jill. Si es rescatada de forma segura, te daré los otros nombres. Habla con nosotros entonces. Colgué y Eddie me miró con asombro. —Eso fue muy rudo. Pero, ¿realmente crees que funcionará?

Lo seguí de regreso hacia el auto, esperando que mi apuesta fuera suficiente. Nos dirigimos a una parte diferente de la ciudad, a un restaurante llamado Tartas y Cosas que Adrian y yo solíamos frecuentar. Eddie y yo esperamos allí, ninguno de los dos hablaba mucho mientras comíamos tarta, ambos perdidos en nuestros propios pensamientos. Sabía que Eddie estaba consumido por Jill y los tres días. Yo también lo estaba. Pero también estaba preocupada por Declan y Neil. Me hubiera gustado ir a casa de Clarence para comprobar al bebé, pero siempre y cuando los Alquimistas vigilaran allí, no podía correr el riesgo. Cuando era la hora de plazo, compré un recuerdo para Adrian, por los viejos tiempos, y luego me preparé para llamar a Stanton de nuevo. Parte de la razón por la que había elegido Tartas y Cosas era porque tenían un teléfono público en su estacionamiento. —¿Qué has decidido? —pregunté cuando Stanton respondió. —Te ayudaremos —dijo sombríamente—. Tu historia se comprobó acerca de esos dos. Tengo un grupo yendo a St. George en este momento. —Guau —dije, impresionada, a pesar de mí misma—. Te mueves rápido. ¿Sabes a dónde ir en St. George? —Sabemos de un campamento Guerrero allí. Vamos a explorar a las afueras y evaluar si coincide con lo que sabes. —Tengo registros acerca de todo eso que puedo enviarte —le dije—. Los guardianes… —Están también en camino —terminó—. Hemos estado en contacto con ellos y estaremos coordinando nuestros esfuerzos para atacar juntos para conseguir a la chica. Espero que todo suceda en los próximos días. Supongo que es lo suficientemente bueno para ti. —Eso es suficiente para que obtengas los últimos dos nombres — contesté. Era difícil mantener la calma, considerando cuan aliviada estaba de oír que la acción estaba siendo tomada para Jill. El hecho de que todo esto estaba finalmente sucediendo, y tan rápidamente, era estimulante—. Pero si deseas el resto de la información que tengo, vas a tener que trabajar por ella. Hubo una larga pausa. Entonces: —¿Qué información sería esa, exactamente? —Tengo pruebas de otras interacciones Guerrero y Alquimista, tratos que es probable no conozcas. Tratos que espero no conozcas. —Stanton era

una purista de las reglas, pero quería creer que era una de las mejores Alquimistas—. Te daré toda esa información también. Y me aseguraré de que los Moroi no conozcan la suciedad. Los obligas a poner un montón de fe en tu ayuda… pero tengo la sensación de que podrían no ser tan cooperativos si supieran que tienes personas en el grupo trabajando con el enemigo. —¿Qué quieres? —Fue todo lo que preguntó. Eso me dijo un par de cosas, la más importante es que sabía que era muy posible que hubiera traidores en medio de ella. —Amnistía para todos los que liberamos de re-educación. Y un final para re-educación, y punto. Hubo una inhalación brusca. —Imposible. —¿Cuál es el punto de re-educación, Stanton? —exigí—. La mitad del tiempo no funciona. Hubo gente que había estado allí durante mucho tiempo. Y aunque parece que funciona, tú realmente nunca confías en esas personas de todos modos. Como Keith. Siempre estás vigilando. Si deseas ayudar a proteger a los humanos de mal, el verdadero mal, Strigoi, entonces debe haber un mejor uso de tus recursos. —Podemos hablar de esto después de que recatemos a Jill Dragomir —dijo ella con frialdad. —No. Estamos discutiendo ahora. Amnistía para todos, incluyéndonos a Adrian y a mí. Cuando esto termine, quiero ir con él, a donde queramos, y vivir una vida normal. No quiero ver Alquimistas conduciendo u observándome en los restaurantes. Quiero ser dejada sola para perseguir mis propios intereses. A cambio, te daré una copia de lo que he encontrado en una laptop muy comprometedora propiedad del Maestro Angeletti de los Guerreros. Y no le daré una copia de dicha información a los Moroi, a menos que violes los términos de este acuerdo. Al levantar la vista, vi a Eddie estudiar algunos carteles en la puerta de Tartas y Cosas y me alegré de que estaba fuera del alcance auditivo. Probablemente no le gustaría la idea de mí reteniendo algo que podría ser de interés para su gente, pero en este momento, estaba negociando por mi vida, y las vidas de los otros ex-Alquimistas. No podía favorecer a losAlquimistas o a los Moroi. Tenóa que mirar hacia fuera a todos los que simplemente habían sido atrapados en el medio de sus negociaciones. —Seré honesta —dijo Stanton finalmente—. Internamente se han

planteado muchas de las preguntas sobre la utilidad de re-educación, si está haciendo realmente lo que queremos. Pero no puedo aceptar tu oferta por mi cuenta. Deberías saberlo a estas alturas. Tengo que llevarlo a los demás. Lo que te prometeré es amnistía para el resto de este pelotón en St. George. Si quieres lidiar con eso, tienes mi palabra de que puedes ir sin temor de los Alquimistas. Entonces te dejaré saber lo que los otros tienen que decir. Algo en la voz de Stanton, así como lo que yo sabía de su carácter, me hizo creerle. —Parece justo —dije. Traté de hacer mi tono altivo, como si estuviera haciendo un gran favor en acceder a esta concesión, pero en verdad, estaba ansiosa de poner las cosas en marcha. Ya era hora de que lleváramos a Jill a casa.

18 Adrian Traducido por Jane. y Verae Corregido por veroonoel

—Solo míralo —insistí—. Por favor. —No —dijo Neil, alejándose del teléfono que sostenía hacia él—. Si lo miro… —Su voz se ahogó, y no pudo continuar. Todavía estábamos en la casa de Maude, esperando la siguiente fase de la acción, y yo trataba de conseguir que él superara la loca idea de que necesitaba evitar a Declan. —Mira —le dije—. Nadie va a pensar que es sospechoso si lo crías. Todos sabemos que amabas a Olive. Pensarán que estás ayudando debido a eso, ¡no porque a través de algún giro loco del espíritu, ustedes dos lograron cambiar el mundo tal como lo conocemos! Neil negó con la cabeza. —Casi nadie sabe que Olive tuvo un bebé. Eso es algo bueno. Tienes que mantenerlo de esa manera, y mantenerme fuera de la foto. Habíamos hablado de esto cientos de veces, y me estaba volviendo loco. Si Neil hubiera querido alejarse de Declan, digamos, porque no le gustaban los niños o estaba asustado por la paternidad, podría haber comprendido mejor eso. Pero era obvio que Neil quería desesperadamente ver y ser parte de la vida de Declan. Podía escuchar el anhelo en su voz. —Encontraremos una manera —le dije—. Lo juro. Había una mirada encantada en la cara de Neil. —Declan es un milagro —murmuró—. Y necesita ser protegido, y tener una vida normal. Una vida feliz y normal. —Quiero eso también —le dije con cansancio—. Créeme, lo quiero. —¿Adrian? —La voz de Maude llegó hasta donde estábamos sentados en el porche trasero, disfrutando de la cálida noche—. Tienes visita.

En un instante, Neil y yo estábamos de regreso en el interior, mi corazón acelerado. Efectivamente, era Sydney, de pie en la sala de estar y de regreso a su apariencia normal. La tomé en brazos, girándola tanto que se rio y me dijo que la soltara antes de que se mareara. Tomé su rostro entre mis manos. —Estás bien —dije felizmente. Me dio un puñetazo burlón. —Sabías que lo estaba. —Una llamada telefónica es diferente a verte —le dije. Presioné un beso en su frente—. Quiero decir, sabía que eras competente y valiente e impresionante, pero, bueno… todavía no es fácil que tu esposa arriesgue su vida con un montón de monstruos que odian a los vampiros. —Metí la mano en mi bolsillo—. Ah, y no te olvides de esto. —Me puse de rodillas y le coloqué los anillos de diamantes y rubíes, los que había guardado mientras ella estaba ausente—. Como prometí. Quiero decir, a excepción de la parte del desnudo. Pero podemos preocuparnos por eso más tarde. Me esperaba un castigador “Adrian”, pero ella sonrió, su rostro lleno de amor y felicidad. Tomó mis manos y me ayudó a levantarme, viéndose como si incluso me pudiera besar, hasta que recordó que teníamos un público. Aturdida, dio un paso atrás y se cruzó de brazos en un intento de verse profesional. Eddie y Marcus parecían divertidos por todo esto. Neil, curiosamente, parecía intrigado mientras miraba entre Sydney y yo. —Es hora de volver al trabajo —dijo ella. —Va a suceder —dijo Eddie con impaciencia—. Vamos a recuperar a Jill. —¿Cuál es el plan? —pregunté. Una vez que había llamado y les había contado a Rose y Dimitri la información sobre Jill y los Alquimistas, había perdido la noción de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, sabía que Sydney había sido parte de la formulación de estrategias. —Los Alquimistas han confirmado que el lugar que conocían en St. George es el mismo que el de los registros que tuvimos en la laptop. Así que ellos y los guardianes están analizando todos los esquemas para asegurarse de que tienen un curso de acción sólido —explicó Sydney. Sentí un poco de suficiencia ante eso. Alicia había sido tan arrogante al creer que no estaríamos preparados para ir por Jill, pero no había contado con el trabajo de detective de Sydney. Estuve orgulloso de mí mismo por

contenerme de verdaderamente dar rienda suelta al espíritu. De hecho, había sido muy cautelosamente prudente durante los últimos días, y sorprendentemente, tía Tatiana se había mantenido callada la mayor parte del tiempo. —Actualmente también tenemos amnistía, por lo que podemos ir libremente y unirnos a ellos en St. George —dijo Sydney, asintiendo hacia mí —. No es que tú y yo hagamos mucho en cuanto a la acción, pero al menos podemos controlar las cosas y estar allí cuando Jill sea liberada. Neil, Eddie, y algunos de los otros estarán en el rescate real. —Lo estoy esperando —dijo Neil, con un tono peligroso en su voz. La feroz expresión de Eddie respondió por él. —Todos tendremos más detalles una vez que estemos en St. George — continuó Sydney—. Podemos salir a la carretera tan pronto como todo el mundo esté listo. Es un viaje de seis horas, y deberíamos llegar allí justo en el momento en que la redada esté programada para ocurrir. —Estoy listo para irme en cualquier momento—dijo Neil. —Yo también —dije—. Solo dame dos minutos para recoger mis cosas. Sydney me siguió hasta la habitación de huéspedes de Maude y observó mientras metía mi ropa de repuesto y mi laptop en la mochila que había estado llevando en esta aventura. —Rose me llamó —dijo, cerrando la puerta—. Ella y Dimitri querían ver si estaba bien que fueran a St. George, dejando a tu mamá y Declan con Clarence. Les dije que sí. Espero que eso esté bien. Hice una pausa, momentáneamente alarmado, luego di un asentimiento lento. —Sí, creo que sí. Los Alquimistas habrán renunciado a vigilar nuestros lugares de reunión, ahora que saben hacia dónde te estás dirigiendo. Y en realidad, siempre y cuando nadie esté buscando a Declan… —Eso es lo que pensé también —acordó Sydney—. Aunque me di cuenta de que Rose se estaba muriendo por saber por qué hemos sido tan reservados sobre él. Colgué mi mochila sobre mi hombro y coloqué mi brazo libre alrededor de ella, notando que tenía un pequeño bolso escondido en el hueco de su codo.

—Creo que deberíamos decirles cuando esto termine, y una vez que hayamos solucionado las cosas con Neil. Son dignos de confianza… y tienen derecho a saber. ¿Sabes lo que significa para ellos? —Lo sé. Además, sea lo que sea que terminemos haciendo para ayudar a Declan y Neil… bueno, creo que vamos a necesitar unos cuantos aliados. Es bueno tenerlos a ellos. ¿Supongo que Neil no cambió de opinión? —No —dije, exasperado—. Todavía sigue queriendo tener la autoridad moral, diciendo que es mejor para Declan. —Lo haremos cambiar de opinión —dijo—. Una vez que todo esto termine y recuperemos a Jill. —Una vez que Jill vuelva —reiteré. La compuerta que refrenaba todas las emociones que sentía sobre Jill amenazaba con estallar—. Dios, no puedo creer que estemos tan cerca. Ha pasado tanto tiempo, y he estado tan preocupado por ella. Sydney me apretó la mano. —Lo sé, lo sé. Y ya casi estamos allí. —Quería destrozar a Alicia —admití—. Por lo que había hecho. Quería pulverizarla con el espíritu. —No lo hiciste, ¿verdad? —preguntó Sydney, con los ojos muy abiertos. Exhalé. —No. Quería, pero no. Lo mantuve bajo control. Solo utilicé el espíritu tanto como lo necesité. Y he estado manteniéndolo bajo control desde entonces. La sonrisa que iluminó los rasgos de Sydney me llenó de cariño. —Estoy muy orgullosa de ti, Adrian. Sé que no puede ser fácil. —No lo es —admití—. Pero lo estoy intentando. Y creo que puedo hacerlo, creo que puedo controlarme. No necesito medicamentos. Puedo contener solo al espíritu. Su sonrisa vaciló, como si pudiera estar en desacuerdo, pero entonces me sorprendió diciendo: —Te apoyaré y estaré allí para ti, con lo que elijas hacer, para el resto de nuestras vidas. —Ella me dio la bolsa bajo su brazo—. Te traje un regalo. Bueno, es un poco para ambos.

Lo abrí y encontré una taza de café de Tartas y Cosas. —Oh, hombre, no puedo creer que fuiste sin mí —bromeé. —Esto es para nosotros —dijo—. Lo primero que debemos poner en nuestro nuevo hogar. Estoy trabajando en algo con Stanton para comprar nuestra libertad. Cuando todo esto termine, vamos a tener una vida juntos, Adrian. Una de verdad. Mi amor por ella amenazó con abrumarme. Dejé todas mis bolsas y la atraje a mis brazos. Esa tonta taza de repente tomó un significado monumental, y mirándola, al rostro que tanto amaba, podía ver el futuro que ella describía, un futuro juntos donde podíamos lograr cualquier cosa. Volver a tomar medicamentos parecía un pequeño precio por ello. No necesitaba el espíritu siempre y cuando tuviera a Sydney. La presioné suavemente contra la puerta y la besé, permitiéndome olvidar brevemente todo lo que nos esperaba fuera de esta habitación. Por ahora, solo éramos nosotros dos y este momento de perfecta unión. —Me haces creer que todo es posible —susurré. —Te lo dije antes, somos el centro —dijo—. Y el centro soportará. La besé de nuevo, más profundamente, y fue de muy mala gana que finalmente tuvimos que separarnos otra vez. —Estoy a favor de un verdadero hogar —dije, apartándole el cabello de la cara—, pero antes de eso, ¿podemos por favor tener una verdadera luna de miel? —Con mucho gusto —murmuró, besándome una vez más—. Tan pronto como recuperemos a Jill, todo va a cambiar. La abracé con fuerza. —Entonces, por Dios, vamos a buscar Jill. Los cuatro salimos a la carretera hacia St. George, conduciendo durante la noche para llegar a tiempo. Tratamos de tomar turnos y descansar, pero fue difícil. Sinceramente, en este punto, sentía como si los horarios y “horas del día” fueran solo sugerencias en mi vida. Estaba feliz de estar con Sydney otra vez, y ella y yo nos encontramos poniéndonos al día de lo que nos perdimos durante nuestro tiempo separados. No dio detalles sobre el acuerdo que estaba intentando arreglar con Stanton, pero habló con confianza sobre ese futuro hogar que ambos queríamos tanto. Fuimos bastante rápido, llegando al improvisado centro de mando de

Alquimistas “y guardianes” justo antes del amanecer. Y por mucho que odiara admitirlo, los Alquimistas resultaron útiles. En menos de un día, habían encontrado un edificio de oficinas vacante y lo llenaron de Alquimistas y computadoras. Tenían cámaras y satélites de información en el recinto de los Guerreros, así como exploradores ya en el lugar, reportando información sobre la situación de los Guerreros y medidas de seguridad. Un tipo rudo llamado McLean estaba a cargo de los soldados de los Alquimistas, y él y Dimitri, que había llegado allí unas horas antes, estaban trabajando sorprendentemente bien juntos organizando el ataque. Todo el mundo nos aseguró que sería sencillo, relativamente hablando. Nuestras fuerzas superaban en número a los Guerreros. Si el ataque inicial llegaba con fuerza, sin previo aviso, no debería haber ninguna razón para que no triunfáramos. Sydney y yo intercambiamos miradas inquietas, sabiendo que las cosas rara vez eran tan fáciles como parecían, pero tratamos de ser optimistas. Teníamos la esperanza de que esto sería simple. Necesitábamos que lo fuera, y enviamos a Dimitri, Rose, Eddie, y Neil entusiasmados, dejándonos sin nada que hacer excepto esperar actualizaciones. Se sentía extraño para mí, sin embargo, no estar ahí. Había pasado gran parte del último mes preocupado por Jill, pero no pude actuar mientras estuve atrapado en la Corte. Luego, cuando habíamos tenido pistas de Alicia, había tenido que quedarme con el fin de cubrir a Sydney. Ahora, por fin, sabíamos dónde se encontraba Jill, y me estaba quedando atrás de nuevo. Era enloquecedor. Desde que había resucitado a Jill luego del intento de asesinato, me había sentido como si su vida estuviera en mis manos. Aunque sabía que era mejor que un grupo de fanáticos armados fuera desmantelado por guardianes capacitados y Alquimistas, no pude evitar sentir que debería estar allí. —Está bien —dijo Sydney suavemente, acercándose para apoyar una mano en mi brazo—. Me siento inútil también, pero ellos son los expertos. Y una vez que salgan de allí, seremos los primeros en verla. —Lo sé —le dije. Deslicé un brazo alrededor de ella—. La paciencia no es siempre uno de mis mejores rasgos. Mientras estaba hablando, la mirada de Sydney vagó hacia algo detrás de mí, y me giré para mirar. Eran su padre y Zoe, entrando en el centro de mando. Ellos también se congelaron por un momento, y luego Zoe dio unos pasos hacia adelante, su rostro iluminándose con una sonrisa, hasta que una fuerte reprimenda de su padre la detuvo en seco.

—Zoe —espetó. —¿Mi propia hermana no puede venir a verme, papá? —preguntó Sydney—. ¿Temes que vaya a mancharla? Se ruborizó. —Escuché que realizaste algún tipo de acuerdo con Stanton. No habría pasado si yo estuviera a cargo. —¿Cómo estás, Zoe? —preguntó Sydney, dirigiendo su atención a la hermana Sage más joven—. ¿Estás bien? Zoe echó una mirada incierta a su padre y luego asintió lentamente. —Sí. ¿Y tú? —Vamos —ordenó su padre—. Vamos a ver cómo progresa esta operación. Zoe dio a Sydney una última mirada y luego siguió a Jared Sage a regañadientes a dónde algunos Alquimistas estaban monitoreando las comunicaciones del equipo de asalto al recinto de los Guerreros. Sydney se separó de mí y fue tras ellos. —Quiero una actualización también —dijo. Pero cuando llegó al grupo congregado alrededor de las dos personas a cargo de las comunicaciones, Sydney esperó hasta que su padre se distrajera, haciéndole una pregunta alguien. Tocó la manga de Zoe y suavemente la hizo retroceder unos pasos hacia nosotros. —Nunca te di las gracias por no haberme reportado, allá en Ozarks — dijo Sydney suavemente. Zoe negó con la cabeza, pero mantuvo una mirada ansiosa en su papá. —Es lo menos que podía hacer. Sydney, si hubiera tenido alguna idea de lo que tuviste que pasar allí, nunca te hubiera entregado. Pensé que iban a ayudarte. Honestamente. —Las lágrimas llenaron sus ojos. —¿Cómo sabes lo que pasó allí? —pregunté. Lo último que supe fue que todos los detalles de lo que los detenidos soportaban en re-educación no eran muy conocidos. Zoe no respondió de inmediato, y por la forma incómoda en que me miró, estaba claro que no había aceptado tener un cuñado vampiro. —Carly me contó —dijo al fin—. Lo escuchó de un tipo que te ayudó a salir. ¿Creo que está saliendo con él?

Sydney y yo intercambiamos miradas de sorpresa. —¿Marcus? —preguntamos al unísono. —Sí —dijo Zoe—. Creo que ese es su nombre. —Ese perro astuto —murmuré. Había sido evidente cuando él y Carly se conocieron que él había tenido un flechazo por la hermana mayor de Sydney, pero no había tenido ni idea de que la había perseguido. —Me alegro de que estés hablando con Carly —dijo Sydney—. ¿Alguna vez hablas con mamá? Zoe negó con la cabeza. —No. Ojalá pudiera, pero papá no me deja. Y se aseguró de que los términos del divorcio fueran bastante absolutos. Había una miseria en su voz que Sydney y yo captamos. —¿Quieres salir? —preguntó Sydney con urgencia—. ¿Quieres ser libre de ellos? —Todavía no —dijo Zoe. Al ver la mirada escéptica de Sydney, continuó—: No, lo digo en serio. No temo hablar. Todavía creo en la causa… pero no siempre estoy contenta con algunos de los métodos. Eso no quiere decir que esté lista para renunciar. Quiero seguir aprendiendo y trabajar con ellos… y luego, ¿quién sabe? —Su rostro se ensombreció un poco—. Aunque no me importaría ver a mamá otra vez. —¡Zoe! —gritó Jared. Recién se había dado cuenta de que hablaba con nosotros—. Ven aquí y… —Estoy recibiendo un informe —exclamó la Alquimista en la comunicación. Estaba sentada junto a un guardián con quien estaba compartiendo el deber de vigilancia. Los dos llevaban auriculares, con laptops frente de ellos, y él hizo un gesto de asentimiento—. Los dos equipos están dentro, pero aparentemente hay minas en la propiedad. Sydney apretó mi mano, y un terrible silencio descendió sobre todos nosotros mientras esperábamos por más. El rostro de Alicia vino a mi mente, burlándose de que nunca llegaríamos a Jill. —Las minas han sido evitadas —dijo el guardián varios minutos después. Todos exhalamos con alivio, solo para tensarnos una vez más—. Están atrayendo a los enemigos combatientes ahora. Incluso con la amortiguación de los auriculares, pude oír el crepitar de

los urgentes mensajes de aquellos que asaltaban el recinto, así como lo que sonaban como disparos. Sydney se apoyó en mí otra vez, una de sus manos apoyada en el pequeño collar con una cruz de madera que había pintado para ella hace mucho tiempo. Minutos parecieron horas, y a través de todo, solo seguía pensando: Yo debería estar allí, debería estar allí. ¿Por qué?, se burló tía Tatiana. ¿De qué servirías sin el espíritu? Tu esposa no te permitiría utilizarlo allí, ¿recuerdas? Una sonrisa estalló de repente en el rostro del guardián al escuchar el último mensaje. —Están dentro. Los niveles superiores del recinto han sido incautados. Todos los combatientes detenidos. —Hizo una pausa mientras llegaba más información—. No hubo víctimas de nuestro lado. —En un sorprendente momento de solidaridad, tanto él como la Alquimista chocaron los cinco, pero no podía compartir su alegría, aún no. —¿Tienen a Jill? —exigí—. ¿Tienen ya a la princesa? El guardián sacudió la cabeza. —Van por ella ahora. Está siendo recluida en el sótano, pero realizaron detección de calor, y solo hay una persona allí. Toda la evidencia apunta a una Moroi de su tamaño. Atraje a Sydney hacia mí con un abrazo aplastante, enterrando mi cara en su cabello. —Se acabó. Al fin se ha acabado. —No era una persona de lágrimas, pero las sentí venir a mis ojos al pensar que pronto me reuniría con Jill. —Yo… Sí. ¿Qué es eso? Me volví hacia la Alquimista con los auriculares y me di cuenta que estaba hablando con alguien en el otro extremo, no a nosotros. Frunció sus rasgos, y luego levantó la vista hacia nosotros. —Alguien quiere hablar con usted, Sra. Ivashkov. Por el rabillo de mi ojo, vi al padre de Sydney mirar ante el nombre. —¿Yo? —preguntó Sydney, aceptando los auriculares que le entregaron. Se los puso y se sentó en la silla, uniéndose a una conversación de la que solo podía escuchar la mitad—. ¿Qué quieres decir? Ya veo… ¿hay marcas? ¿Objetos? Bueno… no, podrías tener razón. Solo espera… iré. Sí. Se puso de pie y se quitó los auriculares.

—¿Qué está pasando? —pregunté. —Era Eddie —dijo ella—. Estaba con el grupo a punto de asaltar el sótano, pero luego, en el último minuto, hizo que se detuvieran en la entrada. —¿Por qué? —preguntó Zoe. Sydney se encontró con mis ojos. —Dijo que olía como la casa de la Sra. Terwilliger. Por un momento, pensé que sugería que Jackie se encontraba allí, y luego entendí la deducción a la que él había llegado. —¿Crees que hay algún tipo de uso de la magia ahí abajo? —Alicia fue quien capturó a Jill para ellos —comentó Sydney—. Es posible que dejara algún tipo de trampa en el lugar. También explicaría el por qué no había Guerreros haciendo guardia allí abajo. —Probablemente porque todos corrieron para luchar en el asalto inicial —dijo su papá. Las palabras de Alicia hicieron eco: ¡Nunca llegarás a ella! ¡Nunca conseguirás pasar hacia ella! Un sentimiento de temor se instaló en mi estómago. —No, hay algo ahí. —Han suspendido las cosas hasta que pueda salir hasta allí a mirar — dijo Sydney. Sus ojos se encontraron con los míos—. ¿Vienes conmigo? No había necesidad de que preguntara, y ambos lo sabíamos. Un guardián nos condujo hasta el lugar, que estaba fuera de la propia ciudad. Sin sorpresas ahí, como fanáticos tendían a no construir sus fortalezas en áreas civilizadas llenas de gente que podría llamar a la policía. El terreno desértico dominaba, aunque de una manera diferente a Palm Springs. Las rocas y el suelo eran de un rojo que parecía golpear en el sol poniente, con pequeñas manchas de vegetación arbustiva, por aquí y por allá. El recinto en sí era un gran edificio de una planta rodeado por alambre de púas. Los Alquimistas y los guardianes patrullaban el área de lado a lado, y podía ver el lugar donde habían cercado y contenido a los enemigos Guerreros. Dimitri nos recibió mientras salíamos del auto. —Por este camino —dijo, señalando hacia adelante—. Creemos que todavía hay minas en el área. Los llevaré a salvo por un camino que conozco. Lo seguimos por el terreno rocoso, en el recinto, más allá de los

prisioneros evidentes. El edificio en sí era tan escueto como un cuartel militar, y por lo que pude ver, no había servido para ningún propósito excepto para mantener prisioneros y como un lugar de reunión para discutir los locos planes anti vampiros. Me estremecí al verlo todo. Una escalera en el centro de la construcción dirigía la planta baja a un nivel subterráneo, y allí, vimos a Eddie, Neil, y Rose esperando en la parte inferior. Sydney y yo bajamos las escaleras y nos encontramos frente a un largo pasillo de concreto que se extendía hasta la oscuridad. Podían verse unas cuantas puertas, pero no tenía ni idea de lo que había más allá de ellas. A mi lado, Sydney hizo una mueca. —Me recuerda a una versión primitiva de algunos de los niveles de reeducación —murmuró, temblando. Recordando cuando ayudé a rescatarla, pude entender lo que quería decir. Esa instalación también había contenido vastos salones con puertas misteriosas, a pesar de que había tenido una sensación mucho más clínica de ella. Todo había estado estéril e iluminado con fuerte luz fluorescente. Esta, por su parte, era más como una suciamazmorra medieval en las tierras salvajes de Utah. Me hizo sentir enfermo el pensar en Jill estando dentro. —Creemos que Jill está sola ahí abajo —dijo Rose—. Eso es lo que el equipo de Alquimistas detectó. Quiero entrar a buscarla, pero Eddie… — Estaba claro que no compartía los temores de él. Él parecía un poco avergonzado, pero se mantuvo firme. —Simplemente no puedo evitar la sensación de que hay algo más aquí. ¿Por qué no tener guardias vigilando a su prisionera más valiosa? ¿Y hueles eso? Sydney asintió, y tuve que estar de acuerdo. —Esto huele como la casa de Jackie —remarqué. —Alguien quemó incienso aquí —dijo Sydney—. A pesar de que no es algo que verías usando demasiado a la Sra. Terwilliger. Vetiver. Loto negro. —Frunció el ceño y escudriñó alrededor—. Allí. Hay un poco de ceniza en el pasillo. Ahí es donde fue quemado. Empecé a investigar, pero me retuvo. —Espera —dijo. Levantó la mano y pronunció unas palabras en un idioma que no conocía. Después de varios segundos, símbolos brillantes aparecieron en el techo encima de donde estaban las cenizas. Sydney los

estudió atentamente hasta que se desvanecieron, y luego exhaló en consternación—. Maldición. Rara vez la escuchaba maldecir y pensé que no era un buen presagio. —¿Qué es? —le pregunté. —Hay un demonio aquí —respondió en un tono demasiado casual para ese tipo de pronunciamiento—. Parece que Alicia convocó a uno para hacer guardia. —Hopper es técnicamente un demonio —ofrecí. Su rostro estaba sombrío. —No de ese tipo, me temo. Este es un senicus. —Al ver nuestras miradas en blanco, preguntó—: ¿Alguna vez han escuchado hablar de la hidra de la mitología griega? Es algo así. De ese tipo. Una serpiente, con un montón de cabezas. Pero estas cabezas escupen ácido hirviendo. Había tomado mitología griega en la preparatoria y en realidad puse atención. —¿Las cabezas vuelven a crecer también? —pregunté. —No si las destruyes con fuego —respondió. —¿Necesitamos un lanzallamas? —preguntó Neil. Sydney extendió la palma de su mano y una bola de fuego apareció. —No es necesario. Los ojos de Rose se abrieron con asombro. —Guau. ¿Las cuchillas pueden herir a esta cosa? —No —dijo Sydney—. Tiene una piel mágica que lo protegerá. Soy la única que realmente puede encargarse de esta cosa. Lo que deben hacer es lograr sacar a Jill de aquí mientras la distraigo. Alguien tiene que colarse mientras está ocupado. La única manera de destruir a esta cosa es con fuego, y no quiero a Jill atrapada aquí si las cosas literalmente echan humo. Una vez más, me estaba sintiendo inútil. Sydney podía ser una profesional manejando bolas de fuego, pero eso no significaba que quisiera que se hiciera cargo de esta cosa hidra-demonio sola. —¿Qué debería hacer? —Nada —dijo—. ¡Sal de aquí!

¡Ella piensa que eres un incompetente!, siseó tía Tatiana. Piensa que serás un estorbo. —Sydney, déjame ayudarte —insistí. Los ojos de Sydney ni siquiera estaban en mí mientras escudriñaba el pasillo, probablemente evaluando sus bolas de fuego y cuán flamable era todo el asunto. —Adrian, no hay nada que hacer aquí. Mantente a salvo en caso de que Jill necesite ayuda cuando salga. ¿Escuchas eso?, preguntó tía Tatiana. ¡No cree que seas capaz de algo! Mi temperamento comenzó a estallar y estuve a punto de estar de acuerdo con tía Tatiana hasta que me tomé un momento para repetirme mentalmente lo que Sydney había dicho. No, ella tiene razón, le dije al fantasma en mi cabeza. Si Jill está herida, necesito conservar mi poder. No repetir lo de Olive. Tía Tatiana estuvo en desacuerdo. ¡No es necesario guardarlo! ¡Puedes hacerlo todo! Tratando de dejar fuera esa voz interna, besé a Sydney y la abracé brevemente. —Ten cuidado —murmuré—. Y si me necesitas, estaré cerca. —No demasiado cerca —advirtió—. Esta cosa escupe ácido. No puedo permitir que te hiera. —Entendido —dije, antes de que tía Tatiana pudiera protestar sobre cuánto me estaba mimando Sydney. Tomé una posición en la escalera, permitiéndome un escape rápido en caso de ser necesario, pero también me daba una buena vista sobre la acción a punto suceder. No lo había discutido con Sydney, pero la salud de Jill no era lo único que me preocupaba. Junto con Sydney, los dhampirs estaban poniéndose en peligro. Quería estar cerca en caso de que alguno de ellos resultara herido en esta aventura. Después de una acalorada discusión, los tres hicieron un plan. Eddie y Neil esperarían conmigo como refuerzos mientras Rose se deslizaba sola en el corredor. Todos los chicos querían ir, pero ella señaló que era más pequeña y más rápida. También argumentó que todos ellos, más Jill, tratando de pasar junto al demonio reducirían el espacio. Era difícil para los chicos culparla por su lógica, y Sydney coincidió en que con

bolas de fuego volando, sería más fácil para ella tener menos personas de las que preocuparse. Así que Eddie y Neil vinieron a esperar conmigo a regañadientes, y Rose se cernió justo detrás de Sydney. —Es hora de convocarlo —dijo Sydney nerviosamente—. Hubiera venido por su cuenta si atravesaba esas runas, pero preferiría hacerlo bajo mis propios términos. —Levantó las manos y pronunció un conjuro que hizo resplandecer las marcas en el techo una vez más. Solo que esta vez, una criatura se materializó debajo. Comprendí entonces por qué una hidra había sido su comparación más cercana. De la cintura para abajo, el demonio caminaba sobre dos patas como lo hacíamos nosotros, aunque con la piel escamosa y garras en sus pies. De la cintura para arriba, tenía varios tentáculos sinuosos que se extendían desde su torso, así como cinco cuellos de serpiente y cabezas. Todas estaban silbando y mirando a Sydney. Sentí mi estómago revolverse por el miedo al verlo y casi deseé por una vez que los únicos monstruos que conociera en este mundo fueran Strigoi. A pesar del terror que esa cosa inspiraba, todavía sentía una urgencia abrumadora por ayudar a Sydney. No importaba si mi propia vida estaba en riesgo. Con mucho gusto la sacrificaría por la suya. ¡Hazlo! ¡Hazlo!, exclamó tía Tatiana. ¡Arrójale algo! —No hay nada que arrojar —le dije—. Y Sydney hará esto. —¿Uhm? —preguntó Eddie. Había hablado en voz alta de nuevo y sacudí mi cabeza. —Nada. Sydney se mantuvo firme, mirando fijamente a la serpiente-demonio delante de ella como si lo hiciera todos los días y ahora no hubiera entrado inesperadamente en su guarida. Una bola de fuego llegó fácilmente a sus dedos, y la lanzó sin preámbulos a una de sus cabezas serpenteando. Su puntería era buena, excepto que la serpiente era demasiado rápida. En un abrir y cerrar de ojos había desviado su cabeza y la había esquivado. Una de las otras cabezas escupió un pegote de baba verde brillante que aterrizó en el suelo de concreto y empezó a roer la superficie. No quería pensar lo que le haría eso a la carne. Sydney lanzó y falló de nuevo, pero su mirada se mantuvo inflexible. —Buscaré una oportunidad —la escuché decir a Rose—. Y cuando eso

pase haz tu movimiento. Rose se apoyó a su lado, lista para saltar. Ambas formaban un combo sorprendente, una morena y la otra rubia, ambas completamente sin miedo en el rostro ante el peligro. Eran hermosas en su letalidad. La siguiente bola de fuego de Sydney golpeó una cabeza. La criatura se echó hacia atrás por el dolor, todas sus cabezas sobrevivientes gritando. Rose tomó su oportunidad, corriendo más allá de la criatura y manteniéndose en el lado opuesto del pasillo de concreto. Aun así, el demonio se fijó en ella y comenzó a girar, pero una bola de fuego lo golpeó directamente, volviendo su enojó de nuevo a Sydney. Algunos de sus tentáculos eran cortos y regordetes, pero otros bastante largos y en ocasiones eran peligrosos para ella, significando que tenía que esquivar esos ataques y el ácido. Lo manejaba con más habilidad de la que yo podría hacer, evadiendo los golpes con tal habilidad que Wolfe habría aplaudido. —Demasiado cerca —murmuró Neil, después de que Sydney apenas esquivara un poco de ácido. —Ella tiene esto bajo control —le dije. Y como si fuera una señal, otra bola de fuego hizo estallar una de las cabezas de la serpiente, dejando piel carbonizada detrás. —¿Qué le está tomando tanto tiempo a Rose? —preguntó Eddie. No tenía una respuesta para eso. Había desaparecido en la oscuridad y ninguno de nosotros sabía qué había más allá. Podía tener veinte puertas en las que buscar. O tal vez estaban cerradas. O Jill podría estar atada o encadenada. Ninguno lo sabía a ciencia cierta, y la incertidumbre era dura para el resto de nosotros. Sydney recién había aniquilado la tercera cabeza de la serpiente cuando escuché a Eddie jadear bruscamente. En las sombras más allá de la criatura, solo podía divisar a Rose, con otra figura apoyándose pesadamente en su hombro. La cara de la otra persona estaba enterrada en el hombro de Rose, pero no había duda viendo la maraña de largo cabello castaño claro. Mi corazón saltó a mi garganta. Jill. Rose estaba obviamente esperando una oportunidad para regresar y un cambio en la postura de Sydney me dijo que las había visto detrás del demonio. Lanzó una amplia bola de fuego, una que no estaba dirigida específicamente a una cabeza, pero que obligó a la criatura a irse a la parte

posterior del lado del pasillo. Rose reconoció su oportunidad y se apresuró hacia adelante, medio arrastrando a Jill en el camino. Un grupo de tentáculos atrapó la pierna de Rose, y dejé de respirar, pero luego una rápida bola de fuego bien colocada eliminó su cuarta cabeza. La criatura la soltó y volcó su ira sobre Sydney mientras Rose se abría paso y llevaba a Jill a las escaleras. En un instante, Eddie y Neil estuvieron a su lado, ayudando a Rose a llevarla. Mi estómago se retorció mientras ponía los ojos en Jill, y tuve una sensación incómoda de déjà vu de nuevo en la época en la que por fin habíamos encontrado a Sydney en las profundidades del centro de reeducación. La condición de Jill era similar. Había perdido una considerable cantidad de peso y su piel estaba pálida, incluso para los estándares Moroi. Tenía una pijama arrugada y sucia, con el que había sido secuestrada, sin duda, y parecía como si no se hubiera bañado tampoco. Sus pupilas estaban ligeramente dilatadas, lo que confirmaba que le habían dado algún tipo de droga que había interferido para que no pudiera entrar en sus sueños. —¿Estás bien? —le pregunté. Le infundí algo de mi espíritu, preparado para sanarla. —No-no, no lo hagas —me advirtió. Incluso drogada, el lazo todavía estaba trabajando. Eso, o simplemente me conocía bastante bien a estas alturas para adivinar lo que haría. Le tomó unos segundos formar el resto de sus palabras—. Yo… Solo estoy débil. Hambrienta. Me dieron sangre de animal. Mi estómago se revolvió con eso. Los Moroi podían sobrevivir con sangre de animales, pero “sobrevivir” era la forma más amable en la que se podía decir. Nos mantendría con vida, pero perderíamos una cantidad considerable de fuerza y energía. Siempre aparecían historias de vez en cuando sobre alguna familia Moroi que quedaba atrapada sin un alimentador por una semana o así y tenía que alimentarse de animales. Emergían frágiles y debilitados, haciéndolo toda una sensación para los titulares de las noticias Moroi. Ni siquiera podía imaginar la forma en la que Jill debía estar después de un mes de eso. Lo que explicaba por qué apenas podía estar de pie. Aun así, el instinto estaba allí para ayudarla de todas formas, para darle un estímulo con el espíritu. —No —dijo bruscamente, de nuevo anticipándose a mí—. Solo llévame con un alimentador. Y ve a sacar a alguien de la parte trasera de esta propiedad. Hay un cobertizo allí con otro prisionero en el sótano. —La llevaré con un alimentador —dijo Eddie, empezando a moverse

por las escaleras. Rose lo ayudó sujetando a Jill del otro lado. —Iré a buscar al otro Moroi —dijo Neil, yendo por delante de ellos. Hizo una pausa y miró a Sydney—. ¿A menos que me necesites? Sacudí mi cabeza. —La sacaré de aquí. Ve a ayudar a los demás. Los dhampirs y Jill desaparecieron, dejándome solo para cuidar de Sydney. Ese demonio serpiente había sido reducido a una sola cabeza, pero ahora me daba cuenta de que había humo en el pasillo. Una de las bolas de fuego debió haber alcanzado una puerta e incendiado algo. —Tenemos que salir de aquí —le grité—. El fuego puede propagarse. Jill está a salvo. —¡No voy a dejar que este tipo esté por todas partes! —gritó Sydney. Una bola de fuego bien colocada casi golpeó la cabeza restante, pero la criatura la esquivó en el último segundo, por apenas un centímetro. Rugió con furia, y uno de sus tentáculos se disparó más rápidamente de lo que Sydney pudo anticipar. La tomó por los pies, haciéndola caer al suelo, y con la misma velocidad, el demonio se apresuró, su última cabeza se levantó en señal de triunfo mientras se preparaba para empaparla con ácido. ¡Haz algo! ¡Haz algo!, me gritó tía Tatiana. Pero no había nada que arrojar telequinéticamente, no había plantas para convocar como Sonya podía hacer. Este era el mundo real, no era un sueño. El espíritu no era magia de combate, pero en un latido de corazón, aún sabía que tenía que actuar. Sydney, mi corazón, mi amor, y mi esposa, estaba a segundos de la muerte. Hubiera arrojado con mucho gusto mi cuerpo en frente de ella, pero no había tiempo para eso. Tenía solo una milésima de segundo para decidir, así que saqué mi último truco del espíritu. —¡Alto! —ordené. El espíritu me quemó traspasándome y envió una ola de coacción al demonio, intentando doblegar su voluntad ante la mía. Nunca había hecho algo así. Ni siquiera sabía si se podía hacer. La criatura en realidad hizo una pausa, no obstante, haciéndome pensar que tenía la sensibilidad y la habilidad de controlarla. Énfasis en la habilidad. Porque a pesar de que la criatura momentáneamente estaba atrapada en sí, podía sentir mi agarre deslizándose, y gruñó de nuevo, lista para atacar a Sydney. Cuanta más fuerza de voluntad tenía una persona, más difícil era doblegarla. Los demonios deben estar en una clase completamente diferente, porque ya estaba desplegando el espíritu y

apenas estaba teniendo efecto. ¡Más, más!, dijo tía Tatiana. Usé una mayor cantidad de reserva del espíritu, usando todo en mí, toda mi energía y vida, toda mi resolución. Era más de lo que había utilizado en el sueño con Olive, casi tanto como había usado para traer de vuelta a Jill. El espíritu llenó cada parte de mí, haciéndome más grandioso de lo que había pensado que alguna vez podía ser, casi divino. Volqué todo ese poder sobre el demonio, ejerciendo mi control mientras emitía mis órdenes: —¡Déjala ir!¡Retrocede! El demonio obedeció. Sus tentáculos liberaron a Sydney, quien se apresuró y se puso de pie. El fuego llenó sus palmas, y con el demonio esclavizado, era un blanco fácil para que eliminara su última cabeza. Una vez que fue destruida, el resto del cuerpo de la criatura se desintegró en un fino polvo negro. El espíritu todavía ardía dentro de mí, sin embargo, haciéndome sentir eufórico e imparable. Sydney se apresuró a mi lado y me tomó de un brazo. —Adrian, déjalo ir —dijo—. Está hecho. Lo hiciste. ¡Libera la magia! Nunca nadie ha poseído el poder de esta manera, me dijo tía Tatiana. ¿Puedes sentirlo? ¿No te sientes vivo? ¿Por qué querrías dejar ir esto? Estaba en lo cierto. Con este tipo de poder, podía hacer grandes cosas. Los Strigoi, los Guerreros, incluso los demonios: Ninguno de nuestros enemigos tenía una oportunidad. No necesitaba estacas de plata o la vacuna de Sonya. Podía hacerlo todo. Salvaría a nuestra gente sin ayuda. —¡Adrian! ¡Adrian! Por un momento, no supe a quién pertenecía la voz. Estaba demasiado perdido en mi poder, poder que me estaba consumiendo. Un rostro se movió ante mi visión llena de humo, una humana con el cabello rubio y ojos marrones, pero tampoco la conocía. —Adrian —gritó de nuevo—. Déjalo ir. Por Favor. Suelta la magia, por mí. Por mí, había dicho. Pero, ¿quién era ella? Entonces, por fin, la intoxicación del espíritu se desvaneció lo suficiente para que reconociera a Sydney. Sydney, mi esposa. Era la que estaba frente a mí, con una expresión completamente aterrorizada.

Ignórala, dijo tía Tatiana. ¡Esta es la magia que naciste para controlar! Sydney me apretó la mano. —Adrian, por favor. Suelta la magia. Podía sentir al espíritu empezando a oscurecer mi mente otra vez, empezando a borrar a Sydney, comenzando a destruir todo mi razonamiento superior, tal como había sucedido con Nina. Quería dejarla ir, pero era difícil cuando ese poder me daba una embriagadora sensación de gloria. Eres un dios, me dijo tía Tatiana. Estoy tan orgullosa de ti. —Adrian —dijo Sydney—. Te amo. Esas palabras, esa voz, tenían más poder sobre mí del que cualquier fantasma jamás podría. Y entonces, justo antes de que el espíritu pudiera borrarla de nuevo, dejé ir la magia.

19 Sydney Traducido por Areli97 Corregido por veroonoel

Supe cuándo sucedió. Lo vi en sus ojos, un repentino volver en sí mismo. Por lo menos esperaba que estuviera volviendo en sí. No tenía idea de qué tipo de poder había usado para dar órdenes a un demonio de otro mundo, pero sabía lo que le hacían cantidades masivas del espíritu a aquellos que lo esgrimían. —Sydney —jadeó, hundiéndose contra mí. Casi lloré de alivio. —Sí. Ven, vámonos. La puerta que había golpeado por accidente ahora estaba ardiendo alegremente, y no sabía cómo se conectaban estas habitaciones inferiores con el piso principal. No quería arriesgarme a que todo colapsara sobre nosotros. Adrian parecía un poco confundido, y tuve que guiarlo hacia las escaleras. Una parte de mí presa del pánico continuaba pensando de regreso a lo que me había contado acerca de Nina, cómo el espíritu la había dejado incoherente. Él me reconoció, me dije a mí misma. Me reconoció. Mientras tuviéramos eso, tenía que creer que todo estaría bien. Logramos llegar al piso superior, donde un grupo de guardianes esperaban ansiosamente en la entrada de la escalera. Habían estado bajo órdenes estrictas de no interferir, pero estaba claro que eso iba contra su naturaleza. —Saquen a todos de aquí —le dije al guardián más cerca de mí—. Hay un incendio ahí abajo, y no sé qué tanto se ha esparcido. Y asegúrense que no queden armas aquí arriba. —Estos eran los Guerreros, después de todo. No quería que surgiera un nuevo desastre por explosivos encendiéndose accidentalmente. Adrian y yo conseguimos llegar afuera, y lo guie más allá de los guardianes ocupados y los Alquimistas, así como de los Guerreros

prisioneros. Cerca de donde habíamos estacionados, capté un vistazo de algunos rostros familiares y los hice nuestro destino. Rose, Dimitri, y Eddie estaban parados cerca de Jill, quien estaba sentada en una silla plegable al lado de otra silla. El ocupante de esa silla estaba comenzando a levantarse y ser alejado por un guardián, y reconocí la expresión vacía de un alimentador. —Espera —lo llamé—. Adrian también necesita sangre. Jill se puso de pie de un salto, aún con aspecto fatigado y desaliñado, pero con mucha más vida y color en su rostro que cuando la había visto en el sótano. A pesar de todo por lo que acababa de pasar, se apresuró para ayudar a Adrian a sentarse. No sabía si él realmente necesitaba sangre, pero él había pasado a través de su propia experiencia penosa, y la sangre normalmente tenía un efecto curativo en los Moroi. No me había dicho ni una palabra desde que dijo mi nombre más temprano, y no podía sacudirme el pánico de que el espíritu finalmente lo había reclamado para siempre. El alimentador ofreció su cuello, y Adrian automáticamente se inclinó y mordió. Aparté la vista, insegura de que alguna vez estaría completamente cómoda con esta parte de la vida vampírica. —Él está ahí dentro —dijo Jill, sosteniendo mi mano, sus ojos verdes pareciendo incluso más amplios que de costumbre con su cara tan demacrada —. Estará bien. Asentí y traté de contener las lágrimas. —Deberías estar descansando —le dije. Mi corazón estaba atado con Adrian, pero me golpeó entonces simplemente el cuánto debió de haber soportado ella. El hecho de que pudiera pararse aquí y estar preocupada por alguien más era una prueba de su fortaleza—. Oh, Dios, Jill. No puedo siquiera imaginar por lo qué debiste de haber pasado. Lamento tanto que no hayamos podido llegar a ti antes. ¿Te hirieron? Sacudió su cabeza y logró una sonrisa débil, aunque podía ver la angustia en sus ojos. —La mayoría estaban demasiado nerviosos de estar alrededor de mí mucho tiempo. Alicia tenía algún tipo de condiciones sobre el tiempo puesto en ese hechizo… con esa criatura. Había un periodo corto cada día, alrededor del amanecer, cuando alguien podía entrar a mi celda, drogarme, dejar comida y sangre, y luego salir. Nunca se quedaban mucho tiempo… creo que estaban demasiado asustados de quedarse atrapados ahí conmigo. —Lo lamento tanto —repetí—. Desearía que hubiéramos podido salvarte antes.

Jill me abrazó. ―Sé que estaban tratando de hacerlo. Fui capaz de ver mucho a través del lazo y… —¿Jailbait? El alimentador se estaba alejando, y Adrian estaba mirando en nuestra dirección, su expresión alerta y clara. Jill gritó y corrió hacia sus brazos, las lágrimas brillando en su rostro. Mis propias lágrimas cayeron entonces, incapaces de detenerse a sí mismas a raíz de su reencuentro. —Estás bien —exhaló, ahuecando su rostro—. Estás bien. Estaba tan preocupado. No tienes idea. Pensé que te había fallado… Jill comenzó a llorar más fuerte. —Nunca me has fallado. Nunca. También quería arrojarme a mí misma en los brazos de Adrian pero esperé para que pudieran tener este momento. El amor que Adrian y yo compartíamos era poderoso, y sabía que podía sustentarnos por el resto de nuestras vidas, sin importar lo que viniera. Pero el amor que él y Jill compartían, este afecto como el de hermanos nacidos del espíritu, era poderoso también. Sabía cómo lo había consumido estar lejos de ella. El sonido de la puerta de un auto atrapó mi atención. Miré hacia el otro lado del improvisado estacionamiento justo a tiempo de ver a mi padre y a Zoe saliendo de un auto… con Stanton. Después de un rápido vistazo para cerciorarme que Adrian y Jill estaban bien sin mí, caminé hacía allí para interceptar a los Alquimistas. —Sydney —dijo Stanton, a modo de saludo—. Parece que todo salió bien en esta operación tuya. ¿Presumo que me darás esos otros dos nombres? —Charlene Hampton y Eugene Li —dije enseguida. Stanton los repitió para sí misma e inmediatamente buscó su teléfono celular. —Muy bien. Veré que sean investigados. —¿Qué hay acerca del resto de nuestro trato? —exigí. —No ha pasado mucho tiempo —me recordó—. Pero fui capaz de obtener una decisión intermedia, para ti. Los otros líderes Alquimistas han acordado dejarte en paz. Tú y tu, uh, esposo pueden salir al mundo y hacer lo que sea que tengan planeado hacer. —Un pequeño ceño fruncido en su de

cualquier otra manera correcta entrega fue la única indicación de cuán desagradable encontraba ese panorama. —¿Lo dices en serio? —pregunté—. ¿Adrian y yo somos libres? ¿Nadie espiándonos o mirándonos por encima del hombro? —La mandíbula de mi papá cayó. —Tan libre como cualquiera en este mundo —dijo tristemente—. Honestamente, creo que fue un alivio para algunos de ellos. Eres un tremendo montón de problemas, Sydney Ivashkov. No pude evitar sonreír. —¿Y qué hay acerca de los otros? ¿Los otros detenidos? —Amnistía para ellos también… si entregas la información —agregó —. No puedo hacer ninguna garantía acerca del futuro de re-educación. Ese es un asunto más complejo. No parecía tan complejo para mí, pero la libertad para mí y los otros que habían sufrido a través de re-educación era una gran bendición, si los Alquimistas se mantenían fieles a ella. —Quería decir lo que dije sobre mis dudas referentes al asunto de reeducación —me dijo Stanton—. Son algunas que planeo perseguir. Sí necesitamos un sistema disciplinario en su lugar, como en el caso de la aparición de los tatuajes, pero obviamente, hay líneas que quizás seamos capaces de redefinir mejor. —Gracias, señora —dije. De nuevo, esperaba que estuviera en lo correcto en mi lectura de ella, que estuviera diciendo la verdad—. Haré que los contenidos de la laptop le sean enviados. —Excelente. Ahora discúlpenme un momento mientras lidio con la Sra. Hampton y con el Sr. Li. —Marcó un número en su teléfono celular y se alejó, dejándome en una situación ligeramente incómoda con mi papá y Zoe. —No sé qué tienes sobre ella —gruñó mi papá—. Pero no hay manera de que los Alquimistas te vayan a dejar salirte con la tuya con esta abominación de vida. Algunos quizás piensen que está bien, pero otros no lo harán. —Eso es verdad —dije—. Pero Stanton claramente piensa que está bien. Y creo firmemente que personas como ella harán un argumento lo suficientemente fuerte para aligerar las cosas para mí y algunos de los otros que ya no quieren ser parte de los Alquimistas. De hecho, tú la vas a ayudar a

hacer ese argumento. La furia chispeó en sus ojos. —Nunca. —Porque aquí está la cosa, papá —le dije, continuando como si no hubiera hablado—, logré que Stanton me ayudara con este rescate dándole el nombre de cuatro personas que estaban trabajando con los Guerreros para hacer más de esos tatuajes ilícitos. Le di cuatro… pero tengo cinco. Y creo que tú sabes quién era el quinto. —No tengo idea —dijo inmediatamente. Zoe le dio una mirada escandalizada. —¿Qué? Tú no lo hiciste… tú no podrías haber… —La prueba está ahí —dije—. La laptop que recuperamos tiene registros de las reuniones y las órdenes que hiciste con algunos de los Guerreros. Ahora, si tienes suerte, los Alquimistas que ya están arrestados no te entregarán para salvarse a sí mismos. Y si eres cooperativo, yo tampoco te entregaré. —Cooperativo —se mofó—. ¿Qué significa eso para alguien como tú? Alguien que ha arrojado lejos todas las lecciones morales con las que fuiste criada… —Significa —interrumpí—, que vas a apoyar a Stanton en revisar reeducación y en mantener su trato conmigo. Y también quiere decir que vas a reestructurar el arreglo de custodia para que Zoe pueda ver a mamá. Mi papá apretó sus manos en puños. —¡No tienes derecho a dictar nada de esto! No estaré de acuerdo con este chantaje. —Bien —dije—. Entonces iré a decirle a Stanton que hay una persona más que necesita llevarse. Y no lo olvides, incluso si se deshacen de reeducación, ella sí dijo que todavía necesitarían medidas disciplinarias en su lugar para circunstancias como esta. —Papá, ¿cómo pudiste? —exclamó Zoe—. ¡Sabes a cuántas personas hirieron esos tatuajes! —No lo entiendes —dijo—. Son los Guerreros lo que los estarían obteniendo. No importa lo que les pase a ellos. Asentí en fingida solemnidad.

—Estoy segura que ese argumento hipócrita se sostendrá bien con Stanton. Los Alquimistas adoran las áreas grises. Ellos ciertamente las prefieren por encima que las negras o blancas. —¿Sydney? —escuché llamar a Adrian. Me giré y le di un rápido saludo con la mano antes de girarme de vuelta a mi papá y a Zoe. —Esos son mis términos. Cúmplelos, y me aseguraré que no haya mención de tu nombre cuando le entregue la información a Stanton. Y si no… —Lo dejé colgado, permitiendo que la imaginación de mi padre hiciera el trabajo por él. Mientras estaba parado ahí conmocionado, le di a Zoe un abrazo rápido—. Es bueno verte. Mándame un mensaje si no te deja ver a mamá, aunque probablemente me enteraré antes que eso. Dejándolos, volví hacia donde estaban mis amigos. Solamente Dimitri y Neil no estaban. Adrian me interceptó, estrechándome dentro de sus brazos. —Sydney —respiró en mi oído—. Siento tanto haberlo perdido allá abajo. —No perdiste nada —dije intensamente, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello—. Lo lograste. Te trajiste de vuelta e hiciste lo correcto. —No sentí como que lo estuviera logrando —dijo suavemente, sosteniendo mi mirada—. Hubo un minuto ahí, en que no te reconocí, no reconocí nada, excepto cómo se sentía el poder. Y tía Tatiana estaba ahí, gritando en mi cabeza. Ella aún está ahí, incluso mientras estoy hablándote. Creo… —Tomó una respiración profunda—. Creo que definitivamente estoy listo para volver a mis medicamentos. No sé qué pasará si llega un momento en que necesite el espíritu y no pueda usarlo… pero no hay manera en que pueda arriesgarme perderme a mí mismo como casi lo hice hoy. No puedo ser como Nina. Como Avery. Enterré mi rostro en su pecho. —No lo serás. Ya has demostrado que no lo eres. Diste un paso atrás cuando ellos no pudieron. Y pase lo que pase, no tendrás que enfrentarlo solo. Yo te ayudaré. —Las lágrimas vinieron a mis ojos otra vez, y esta vez, eran lágrimas de alegría—. Creo que lo hicimos, creo que podremos ser libres de los Alquimistas. He estado en esos tejes mejes, y… bueno, no sé si funcionará, pero parece que podría hacerlo. Y… —Me eché a reír, dándome cuenta que estaba balbuceando—. No sé qué venga después, pero sí sé que estaremos juntos.

Adrian atrapó mi mano izquierda con la suya, dejando que nuestros anillos de boda brillaran juntos en una reluciente exhibición de rubíes y diamantes. —Eso es todo lo que importa, Sage-Ivashkov. Bueno, eso y yo teniendo que retar a duelo a Castile si no se espabila con Jill. Me giré hacia donde Eddie estaba sentado con Jill, sosteniendo su mano y hablando fervientemente. Me reí de nuevo. —Creo que perderías en un duelo contra él, sin ofender. Pero afortunadamente, creo que finalmente está entrando en razón. Observé a Eddie y Jill algunos momentos más, incapaz de escuchar lo que estaban diciendo. Por el rostro resplandeciente de ella, eran buenas noticias. Tocó su rostro sin afeitar y sonrió, aparentemente agradándole el desaliño por el que Adrian siempre lo molestaba. Recostándome contra Adrian, suspiré felizmente, sintiéndome en paz con el mundo por primera vez en un tiempo muy largo. Nos sentamos ahí, sosteniéndonos el uno al otro, por varios minutos pacíficos hasta que vimos aproximarse a Dimitri. —¿Alguna noticia? —pregunté, levantado mi cabeza. —Lleva a ese alimentador —le dijo Dimitri a otro guardián caminando detrás de él. El hombre se apresuró a obedecer—. Encontramos a más Moroi. —Los otros prisioneros —dijo Jill. Ella echó un vistazo entre Rose y Eddie—. Les conté acerca de ellos a ustedes chicos. ¿Están bien? —Sí —dijo Dimitri—. Desnutridos, como tú. Pero estarán bien. Neil jugó una parte enorme en rescatarlos. Estaban en una prisión muy difícil de acceder, casi como una caverna que requería una gran cantidad de escalada. —Neil es un buen chico—dijo Adrian—. ¿Dónde está? Dimitri lucía perplejo. —En realidad pensé que estaba volviendo hacia acá. —Tocó su auricular—. ¿Alguien tiene una vista de Neil Raymond? —Todos observamos en silencio mientras Dimitri esperaba por una respuesta. Finalmente, sacudió su cabeza—. Nadie lo ha visto. Adrian y yo intercambiamos miradas, el mismo pensamiento golpeándonos. —Haz que todos lo busquen —dijo Adrian—. Ahora. Si no lo encuentran de inmediato, tengo un presentimiento que no lo harán nunca.

Dimitri pareció sorprendido por esa declaración pero no obstante ordenó una búsqueda en todo el campamento por Neil. Eddie parecía tanto preocupado como confundido. —¿Piensan que está herido? ¿O capturado? Sacudí mi cabeza. —Pienso que vio una oportunidad. Y tenemos que detenerlo. Pero era demasiado tarde, y después de una hora, no vino nada de vuelta de las búsquedas de Dimitri. Neil había realizado sus actos heroicos y luego desapareció. —Él lo sabía —dijo Adrian—. Él sabía que tan pronto esto hubiera acabado, iba a empezar a abogar a favor de Declan. Esto es mi culpa. —¿De qué están hablando? —preguntó Rose. Ella podía decir que algo estaba en marcha y había estado esperando no tan pacientemente durante la búsqueda—. ¿Declan está bien? —Él está bien —dijo Adrian, pero de nuevo intercambiamos miradas, ninguno de nosotros capaz de dar voz a nuestros miedos. Si habíamos perdido a Neil, ¿qué le iba a pasar a Declan? Adrian sacudió su cabeza—. Encontraré a Neil en un sueño. —Adrian —advertí—. Acabas de decir… —Lo sé, lo sé —dijo con un gemido—. Pero tenemos que encontrar a Neil. Tú sabes por qué. Aquí estaba, el espíritu amenazándonos de nuevo. —Incluso si lo encuentras en el mundo de los sueños, esa no es garantía de que volverá con nosotros cuando despierte —le recordé a Adrian. —¿Podría alguien por favor decirme qué está pasando? —preguntó Eddie—. ¿Por qué no volvería Neil? Entrelacé mis dedos con los de Adrian. —Solamente volvamos con Declan. Entonces averiguaremos qué hacer en cuanto a Neil. Incluso aunque ellos no sabían la historia completa, Rose, Dimitri, y Eddie querían volver a casa de Clarence con Adrian y conmigo con la esperanza de rastrear a Neil. Jill quería también, pero fue llevada a la Corte, tanto para estar bajo la protección de Lissa como para recibir más tratamiento médico. Podía decir que era agonizante para Eddie alejarse de ella, pero Neil

era su amigo, y se habían salvado la vida el uno al otro más de una vez. Pretendí no ver mientras Eddie besaba a Jill de despedida y le prometía verla pronto. De vuelta en casa de Clarence, encontramos las cosas como las habíamos dejado. Clarence estaba descansando en su habitación, y Daniella estaba en la sala, hablando acerca de cómo Declan necesitaba pijamas hechas de algodón orgánico en vez de “Dios-sabe-qué” tipo de algodón. Ella nos contó, para nuestra completa sorpresa, que Neil había pasado por ahí. —¿Qué? —exclamó Adrian. —Justamente esta mañana —dijo ella—. Vino y sostuvo al bebé por un rato. No dijo mucho. Entonces se fue. Pensé que lo sabían. Había levantado a Declan y lo estaba acunando en mis brazos, sorprendida de que había extrañado su calidez y, por falta de un mejor término, su esencia de bebé. Adrian se paró a mi lado y compartió mi sorpresa. —No teníamos idea —dijo. —Dejo esto —añadió Daniella. Entregó un sobre sellado que Adrian rasgó de inmediato. Dentro había una carta escrita a mano que Adrian abrió para que ambos pudiéramos leerla. Adrian y Sydney, Sé que cada uno de ustedes tiene sus propios métodos para averiguar dónde estoy. Si ese es el curso de acción que deciden tomar, nada que haga puede detenerlos. Pero, se los ruego, por favor no lo hagan. Por favor permítanme permanecer lejos. Dejen que los guardianes piensen que me he 4

ido ASPO . Déjenme vagar por el mundo, ayudando a aquellos que pueda. Sé que piensan que debería quedarme con Declan. Créanme, desearía poder hacerlo. Deseo más que nada que pudiera quedarme y criar al hijo de Olive, mi hijo, y darle todas las cosas que él necesita. Pero no puedo sacudirme el sentimiento que nunca estaríamos a salvo. Algún día, alguien tal vez empiece a preguntar acerca de Olive y su hijo. Alguien posiblemente una al bebé que estoy criando con ella, y entonces los miedos de ella estarían siendo realizados. Las noticias de su concepción cambiarían nuestro mundo. Emocionarían a algunas personas y asustarían a otras. Mayormente, harían las predicciones de Olive realidad: personas esperando estudiarlo como una rata de laboratorio. Y es por eso que estoy proponiendo que nadie averigüe que es mi hijo o el de Olive. De ahora en adelante, permitan que sea de ustedes. Nadie cuestionaría que ustedes dos criaran a un dhampir. Después de todo, sus propios hijos serán dhampirs, y por lo que he visto, ustedes dos son lo suficientemente inteligentes para encontrar la manera de convencer a los demás que él es su hijo biológico. También he visto la manera en que ustedes dos se aman, la manera en que se apoyan. Incluso con lo desafiante que ha sido su relación, se han mantenido fieles a ustedes mismos y al otro. Eso es lo que Declan necesita. Esa es la clase de hogar que Olive quería para él, la clase que yo quiero para él. Sé que no será fácil, y alejarme de esto es una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer. Si llega el día en que me pueda sentir convencido que es seguro, más allá de la

duda, que yo esté en su vida, entonces lo estaré. Pueden usar uno de esos métodos mágicos de ustedes para encontrarme, y juro que estaré a su lado en un instante. Pero hasta entonces, mientras la sombra del miedo de otros y el escrutinio cuelgue encima de él, les ruego que lo tomen y le den la hermosa vida que sé que pueden darle. Lo mejor, Neil

Las manos de Adrian estaban temblando a medida que terminaba de leer la carta. Se habían formado lágrimas en mis ojos, y fui obligada a parpadear para alejarlas. —Tiene razón —dije finalmente—. Podemos encontrarlo con mi magia. Ni siquiera necesitas usar al espíritu. Adrian dobló la carta y me quitó a Declan. —Pero también tiene razón acerca de los riesgos. —Lo que está pidiendo es grande… —comencé. Neil estaba en lo cierto sobre que nadie cuestionaría que tuviéramos un niño dhampir, pero eso no quería decir que las complicaciones no fueran infinitas. Nuestras propias vidas ya eran inciertas. Me hundí en el sofá, todavía sosteniendo a Declan, mi mente tambaleándose. Cuando Adrian me lo propuso por primera vez, había estado nerviosa, no por falta de amor sino porque ser una esposa de diecinueve años no había estado nunca en mis planes. ¿Y ser una madre de diecinueve años? Eso definitivamente no estaba en mis planes. Pero entonces, ¿algo estaba saliendo de la manera en que había esperado? Estudié el rostro de Declan, amando todos los pequeños detalles pero también completamente consciente de que si me comprometía con él, cualquier intento de salvar el futuro que había deseado, un hogar con Adrian, la universidad, normalidad, iban a ser seriamente frustrados. Y sin embargo, ¿cómo podía abandonar a Declan? Levanté la vista hacia Adrian. —No sé qué hacer. No tengo la respuesta. —Me di cuenta que esas no eran palabras que expresaba muy seguido. Adrian respiró profundamente y miró a aquellos alrededor de nosotros. —Creo… creo que quizás necesitamos pedir algo de ayuda en esto. Entendí la sugerencia y la consideré. Mientras menos personas conocieran la verdad acerca de Declan, mejor. Pero lo que estaba siendo solicitado de nosotros era demasiado grande para que lo cargáramos solos. Necesitábamos aliados en los que pudiéramos confiar al decidir el futuro de

Declan, y echando un vistazo alrededor a aquellos reunidos, Rose, Dimitri, Eddie, y Daniella, me di cuenta que estas eran las personas con las que podíamos contar. —De acuerdo —le dije a Adrian. —¿Puede alguien finalmente decirnos que está pasando? — interrumpió Rose impacientemente. Adrian tomó una respiración profunda, preparándose para la monumentalhistoria que estaba a punto de contar. Todos los demás se habían quedado muy quietos y muy silenciosos, como si sintieran la gravedad de lo que estaba por venir. —Lo que estoy a punto de decir va a cambiar todo lo que piensan — dijo Adrian. Se concentró en Rose y Dimitri—. Ustedes dos en particular están a punto de que les sacudan su mundo.

Epílogo Adrian Traducido por Kathesweet Corregido por Lizzie Wasserstein

—¿Son ellos? —preguntó mi madre—. Creí escuchar la puerta. —Ojalá que lo sean —dije, quitando el sartén de la estufa y poniéndola cuidadosamente sobre la encimera—. Este asado está en su punto. No voy a esperar por ellos para comer. Sería un crimen. Una declaración de guerra contra la alta cocina de todo el mundo. Mi madre, acostumbrada a mi teatro, sonrió. —Sydney tampoco está aquí. —Oh —dije—. Bueno, la esperaré. Eddie asomó su cabeza en la cocina, su cara brillante. —Están aquí. Me quité mis manoplas de cocinar y mi delantal y fui a la sala a ver a los invitados que acababan de entrar en la sala de nuestra pequeña casa rentada. No había visto a Rose y Dimitri en casi año y medio, justo por la época en la que Jill había sido rescatada de los Guerreros en St. George. Se veían igual que siempre, hermosos y formidables, mientras sacudían la nieve de sus botas y nos lanzaban enormes sonrisas. Jill, que había viajado con ellos, ya se había lanzado a los brazos de Eddie y estaba besándolo. —Vaya, oye —dije—. No ha pasado tanto desde que se vieron. Contrólense. En realidad había pasado cerca de un mes desde que habían estado juntos, y por lo que sabía, probablemente se sentía como una eternidad para ellos. Habían estado saliendo desde su rescate de St. George, pero ella había tenido que regresar a la Corte a terminar su educación mientras Eddie se quedaba con nosotros. Así que su relación se había vuelto de larga distancia durante el último año, con ella visitándonos en las vacaciones o él yendo a la Corte cuando podía hacer que otro guardián se quedara con nosotros.

Jill se puso colorada y se alejó lo suficiente de Eddie como para darme un abrazo. —¡Te he extrañado tanto! —dijo. —Yo también te he extrañado —le dije cálidamente. Cada vez que la veía, estaba sorprendido por ver lo mucho que se había transformado de una chica torpe a una princesa serena de la línea Dragomir—. Pero tienes que admitirlo, he sido bastante bueno con las actualizaciones. Y te envío fotos todas las semanas. Ella sonrió. —Lo sé, lo sé. Es solo un poco diferente no estar contigo como solía ser. Le planté un beso en la frente. —Mejor para los dos que sea así, Jailbait. Había mantenido mi promesa con Sydney. Volví a tomar mi medicación, silenciando al espíritu y a mi tía Tatiana. También había silenciado el lazo entre Jill y yo. Ella todavía podía sentirme pero ya no tenía la visión íntima de mi corazón y mente que una vez tuvo. Antes de que pudiera decirle algo más, un lastimero gemido llegó hasta nosotros. —El pequeño amo está despierto —dije—. Ya regreso. Salí de la habitación y subí las escaleras, a la habitación que servía como habitación para niños y para Eddie. Tenía un rango real lo suficientemente alto para que finalmente se me asignara mi propio guardián, y Eddie, tan noble como es, había movido sus influencias para ser asignado con nosotros. Inicialmente había protestado porque quería que se quedara en la Corte y tuviera una relación semi-normal con Jill. Eddie, sin embargo, se sentía en deuda con nosotros, tanto por su amistad con Sydney y conmigo, como también por todas las veces en las que Neil lo había ayudado. Habíamos ofrecido convertir el pequeño estudio de la casa en la habitación de Eddie, pero sin embargo siempre terminaba durmiendo en la habitación de Declan. —Hola, amigo —dije, caminando hasta la cuna. Declan estaba allí parado en su pijama de camiones de bombero, observándome seriamente con sus enormes ojos marrones. Sus rizos oscuros estaban desordenados por dormir, pero sonrió mientras me acercaba y lo sacaba—. ¿Tuviste una buena siesta? Tenemos invitados, sabes. La tía Jill ha regresado. Declan inclinó su cabeza contra mí y bostezó, sin responder. Él solo

tenía un año y medio y no era muy conversador. Sin embargo, solo unos cuantos de nosotros conocía su verdadera edad. Para el resto del mundo, decíamos que solo tenía un año. Es por eso que también le dijimos a todo el mundo que era nuestro hijo. Neil se había convencido de que era la única manera de darle a Declan una oportunidad de tener una vida ordinaria, y finalmente habíamos respetado el deseo de Neil de permanecer escondido. No había otra familia que cuidara de Declan; Nina nunca se había recuperado. Incluso si hubiésemos hecho pasar a Declan como hijo de Olive, a quien hubiéramos criado en su nombre, aun así podrían haber hecho muchas preguntas sobre su padre. Pero si nosotros, un Moroi y una humana, decíamos que tuvimos un hijo dhampir, no había razón para que alguien pensara que no estábamos diciendo la verdad. Y así Sydney y yo habíamos evitado contacto con todos por un tiempo, para finalmente decirle al mundo que teníamos un bebé de unos cuantos meses después de su supuesto cumpleaños. Dijimos que ella se había quedado embarazada justo después de ser rescatada de re-educación, y entonces habíamos dicho que él había nacido antes. Nos alejamos de las personas lo suficiente para que fuéramos capaces de eludir preguntas sobre las fechas y hacer que todo pareciera creíble. Si actuábamos sigilosos en nuestras acciones, la mayoría de la gente asumiría que era porque todavía estábamos nerviosos por los Alquimistas. Ellos habían mantenido su palabra de dejarnos en paz hasta ahora, pero todos entendían por qué podríamos ser cautelosos. También había ayudado que hubiésemos tenido excelentes aliados. No había manera de que Sydney y yo hubiéramos podido conseguir todo esto sin nuestros amigos. Rose y Dimitri habían ayudado a cubrirnos en la Corte. Mi mamá había sido de enorme ayuda en cuidar de Declan así Sydney y yo todavía podíamos perseguir otros intereses. Eddie también había ayudado a cuidar de él, junto con ofrecernos la muy necesitada protección. También era el único de nosotros que finalmente había contactado a Neil en donde sea que fuera su ubicación secreta. Neil todavía mantenía su distancia pero últimamente le había permitido a Eddie enviar actualizaciones y fotos, y nuestra esperanza era que algún día Neil y Declan pudieran volver a estar en la vida del otro. —¡Míralo! —chilló Jill cuando bajé las escaleras—. ¡Se ha puesto tan grande! Incluso Rose y Dimitri sucumbieron a la admiración por el bebé.

Aunque habíamos visto a Jill últimamente, habían pasado meses y meses desde la última visita de los dos. Declan probablemente era un gigante para ellos. —Deberíamos haberle traído una estaca de plata —dijo Dimitri—. Me sorprende que Eddie todavía no le haya enseñado. Eddie, su brazo descansando sobre Jill, sonrió. —Trabajamos en eso justo después de la siesta de la mañana. La puerta se abrió otra vez, y Sydney entró, copos de nieve en su cabello rubio, una mochila sobre un hombro, y una bolsa de papel en sus brazos. Rápidamente le entregué a Declan a Jill y tomé las bolsas de Sydney. Dentro de la de papel vi pan francés y algunas frutas. La mochila se sentía como si tuviera cientos de libros en ella, lo que probablemente era cierto. Ella me sonrió y se quitó el pesado abrigo. —Lo siento por llegar tarde —dijo—. Las calles estaban terribles. Debajo del abrigo, llevaba un vestido de lana rojo y un gafete que decía SYDNEY IVASKHOV, DOCENTE ESTUDIANTE. —¿Momentos emocionantes en el museo? —pregunté. —Siempre —dijo, dándome un breve beso en los labios. —Mejor ten cuidado con ese vestido —dije—. Alguien podría confundirte con un trabajo de arte. Después de habernos mudado aquí el año pasado, Sydney había estado lista para lanzarse al mercado de trabajo para ayudarnos, y fue ahí cuando habíamos tenido nuestra primera pelea real que no involucraba algo sobrenatural. Había sido insistente en que finalmente fuera a la universidad. Ella había dicho que eso podría esperar hasta que nuestras finanzas estuvieran bien. Afortunadamente, otro buen amigo había intervenido entre nosotros: Clarence. Con su enorme fortuna, había estado más que feliz con enviarnos estipendios regulares, de hecho, lo habíamos limitado así no atraía demasiada atención. Pero entre esos pagos y los préstamos estudiantiles, Sydney finalmente había conseguido su sueño de estudiar arte antiguo en una universidad local. Incluso había conseguido una práctica en ese museo. Últimamente, también había podido ayudar a los ingresos de nuestra familia con… mi propio trabajo. A veces esa parecía que la parte más surrealista de todo. Yo, Adrian Ivashkov, ganándome una vida ordinaria. Después de todos las subidas y

bajadas bizarras que había tenido con el dinero, había pasado de chico mimado con fondos ilimitados a un chico desheredado por su padre, parecía irreal algunas veces que ahora tenía que arreglármelas con un salario por hora como cualquier otra persona. Igual de sorprendente era lo mucho que había llegado a gustarme. Honestamente nunca había esperado encontrar un trabajo con mi título en arte, si incluso lo hubiera terminado. Simplemente no había demasiados trabajos demandando artistas y ciertamente no uno que necesitara gente con un título en arte incompleto. Sin embargo, mientras ayudaba a un vecino un día, había descubierto que el preescolar de su hija estaba buscando a un profesor de arte de medio tiempo. En ese nivel, mi título no importaba demasiado, solo mi entusiasmo por enseñarles arte a los niños. Increíblemente, había resultado ser muy bueno en eso, aunque quizás era solo mi inmadurez natural la que me permitía relacionarme con los niños. Había descubierto otros cuantos preescolares y también me había ofrecido en ellos, reuniendo eventualmente los suficientes trabajos de medio tiempo para contribuir sustancialmente al ingreso de nuestra familia. Al lugar original le gusté tanto que el director me había dicho que si terminaba mi título en educación, podría trabajar como un profesor de tiempo completo con mejor pago y horas sólidas. Sydney no me había presionado a regresar a la universidad, pero cuando había escuchado eso, sus ojos se habían iluminado, y tuve el presentimiento de que estaría agregando la matrícula de mi universidad en su presupuesto maestro. Nunca había visto este plan de presupuesto, pero aparentemente contabilizaba un montón de cosas. Hasta ahora, había logrado mantenernos a los cinco en la casa rentada y tenía una línea de tiempo fija para cuando pudiéramos poder comprar una casa, más educación para ella y para mí, y eventualmente la educación de Declan. Era bastante impresionante que pudiera hacer todo este trabajo, pero entonces, había aprendido a esperar cosas impresionantes de ella. Abrazó a todos nuestros invitados y entonces tomó a Declan de Jill. Fingir que era nuestro hijo dhampir podría haber empezado como una actuación, pero se había convertido en realidad en lo que respectaba a nosotros. Sydney amaba a este pequeño niño intensamente y, como el resto de nosotros, haría cualquier cosa por él. Lo besó en su cabeza rizada y fue recompensada con una sonrisa. 5

—¿Cómo estás, mi amor? —preguntó, llevándolo hasta la cocina para revisar la cena. Rose se giró hacia mí.

—¿Acaba de hablarle en español? —Sí —dije—. En realidad solo le habla en español. Fue algo que leyó en algún libro para padres sobre cómo los niños aprendían un segundo lenguaje. —Deberíamos comer —dijo mi madre, lanzándome una mirada burlona—. De otra manera un crimen contra la alta cocina podría ser cometido. Esa era otra de las cosas de las que me encargaba yo mismo, junto con mi colección de trabajos: cocinar. Y había resultado que tampoco era tan malo en eso. Más tarde, cuando la cena había terminado y estábamos todos alrededor de la mesa, me dediqué a mirar alrededor incapaz de creer que así era como mi vida había resultado. Nunca habría adivinado que asumiría tan cómodamente el rol de esposo y padre. Nunca había adivinado que me casaría con una humana. Y ciertamente no habría adivinado que estaría tan feliz sin el espíritu. Después de haber rescatado a Jill y haber aceptado criar a Declan, habíamos tenido que tomar una decisión rápida sobre adónde huir con nuestra nueva y comprada libertad. El norte de Maine había ganado. Cerca a la civilización pero lo suficientemente lejos para que no fuera tan fácil que alguien nos emboscara. Todavía me despertaba perturbado algunas veces, sintiéndome culpable por amar a Declan tanto, sintiéndome contento con poder llamarlo mi hijo. Y siempre, siempre, me sentía culpable por no salvar a Olive, por no haber racionado mi espíritu esa noche. Pero el pasado quedaba atrás, y todo lo que podía hacer ahora era honrar los deseos de Olive y darle a Declan una vida tan normal como fuera posible. Hasta ahora, parecía que estábamos consiguiéndolo. Él no tenía idea de que había algo diferente en él. Solo unas cuantas personas sabían que él en realidad no era mi hijo. Incluso muy pocas sabían la verdad sobre su notable parentesco. Todos aquí en esta reunión de Navidad estaban en ese grupo élite. Todos sabían sobre el pasado de Declan, y todos estaban comprometidos en proteger su futuro. Pensando en eso, mi mirada cayó sobre Rose y Dimitri, sentados juntos en un extremo de la mesa. Les habíamos contado sobre Declan porque las probabilidades decían que era posible que también estuvieran en la misma situación que Olive y Neil. Dimitri y Olive habían sido restaurados después de convertirse en Strigoi, y como sea que el espíritu hubiera permitido que

Olive concibiera con otro dhampir probablemente también aplicaría para Rose y Dimitri. A diferencia de nosotros, sin embargo, ellos no iban a poder ser capaces de marcharse y cubrir el milagro. Sus vidas eran demasiado visibles. Si tenían un hijo juntos, todos lo sabrían… y la revelación saldría a la luz. Ambos sabían esto, pero cuáles eran sus planes futuros, aún no lo sabía. Bueno, pronto descubrí uno de sus planes. —Mierda —dije. Mientras miraba a Rose y Dimitri, un destello brillante había llamado mi atención… un destello en el dedo de Rose. —¿Qué es eso? —exclamé—. ¿Te robaste las joyas de la corona de Lissa? Rose, en lo que era una actitud rara en ella, en realidad parecía sonrojada. —Quizás es demasiado. Dimitri levantó su mano hasta sus labios y besó la parte superior de ésta. —No, es perfecto. Jill aplaudió encantada. —¡Un anillo de compromiso! —Espera —ordené—. Muestra los bienes. Con Dimitri sonriendo, Rose lo hizo, extendiendo su mano izquierda para que el resto de la mesa lo viera. Era una pieza de trabajo extraordinaria. Un diamante enorme cortado perfectamente en una forma redonda estaba en medio de un cuadro de encaje de filigrana de platino que estaba rodeado de pequeños ópalos azules. Era un anillo de declaración si alguna vez había habido uno, y una elección completamente inesperada. —¿Tú lo elegiste? —le pregunté a Dimitri. Honestamente, había esperado que doblara un pedazo de acero con sus manos desnudas y se lo entregara. —Lo hizo —dijo Rose, su normal y buen humor regresando—. Seguía diciéndome que una vez cumpliera veinte, sería cuestión de tiempo antes de que me lo propusiera. Le dije que si lo hacía, mejor lo hiciera con el anillo de una estrella de rock… nada sutil. —Eso es de estrella de rock —dijo Eddie—. ¿Hace cuánto pasó esto? —Hace como un mes —dijo Dimitri—. Logré que lo usara pero no

pude hacer que eligiera una fecha. Ella sonrió. —Todo a su tiempo, camarada. Quizás cuando tenga treinta. No hay prisa. Además, seguramente Christian va a proponérselo a Liss uno de estos días. No queremos eclipsarlos. Dimitri sacudió la cabeza en exasperación, pero siguió sonriendo. —Siempre tienes una excusa, Roza. Uno de estos días… —Uno de estos días —repitió ella. Nos quedamos hasta tarde poniéndonos al día con todos y entonces finalmente nos fuimos a la cama. Rose y Dimitri iban a quedarse en la sala, y Jill había hecho del estudio su habitación, igual que siempre lo hacía cuando nos visitaba. Declan se había quedado dormido hacía un rato, y una vez me aseguré de que estaba descansando cómodamente en su cuna, me dirigí a mi propia habitación. Esta casa que habíamos alquilado era una vieja victoriana, y nuestra habitación estaba en la torreta, que estaba fuera del lado de la casa y prácticamente tenía su propia ala. Me encantaba la forma redonda de la habitación y la privacidad. Me hacía sentir como si estuviéramos en nuestro propio castillo. Viendo que Jill había tomado el lugar usual de estudio de Sydney, no me sorprendió encontrarla en nuestra cama rodeada de libros ahora, usando una corta bata. —Te cambiaste —dije, cerrando la puerta detrás de mí—. Estaba esperando ver un poco más de ese vestido rojo. Ella me sonrió y cerró un libro con el título Arte y Arquitectura Minoica. —Creí que te gustaría más esto. Pero puedo ponérmelo si quieres. La ayudé a apilar los libros y a quitarlos de la cama así podía sentarme a su lado. —Eso depende —dije, poniendo una mano sobre su pierna—. ¿Hay algo debajo de esto? —Nop. Probablemente debería cambiarme. —Fingió levantarse, y agarré su mano, bajándola y poniéndola sobre su espalda. —Ni siquiera lo pienses. —Envolvió sus manos alrededor de mi cuello, y noté que todavía tenía sus anillos, lo que me recordó la gran noticia

de nuestros invitados—-. He estado preguntándome cómo manejarían Rose y Dimitri tener hijos o no —comenté—-. Pero supongo que es una pregunta que no se decidirá en un tiempo, viendo cómo él ni siquiera puede llevarla al altar Sydney se rio. —Creo que la llevará más pronto de lo que crees. Ella tiene un buen juego, pero apuesto que se rendirá eventualmente. Yo lo hice. —Sí, pero Belikov no es ni de cerca tan encantado como yo. O un buen cocinero. Es una batalla cuesta arriba para él. —Quizás puedas darle algunas indicaciones —bromeó Sydney. —Quizás —concordé. Bajé mi boca y la besé, sorprendido por cómo un toque de ella siempre me ponía en llamas. Incluso después de largos días, siempre que venía a casa con ella, siempre me sentía vivo y energizado. Me preocupaba porque una vez que no estuviéramos huyendo y viviendo una vida al borde esa pasión podría desvanecerse entre nosotros. Si algo, la estabilidad, y, lo más importante, la libertad, la había encendido aún más. El sentimiento que había tenido el año pasado había sido confirmado: no necesitaba al espíritu. Simplemente necesitaba a Sydney. Deslicé mi mano al lazo de su bata y descubrí que la había atado con alguna clase de nudo de marinero que solo ella podía deshacer. —Oh, vamos —gemí. —Lo siento —dijo, riéndose otra vez—. Ni siquiera pensé en ello. De verdad. —Te creo —dije. Dejé de besar su cuello—. Eres la chica más lista que conozco. No puedes evitar saber todo y ser brillante constantemente, y no lo tendría de otra manera. —Besé sus labios otra vez, pero después de varios momentos, se retiró ligeramente. —Oye —murmuró—. Hay gente en la casa. —Siempre hay gente en la casa —le recordé—. Es por eso que nos escapamos aquí a la torre del castillo. Plan de escape número… diablos, no lo sé. Perdí la cuenta. No habíamos tenido que inventar un plan de escape de ensueño hace un tiempo. Sydney arrastró sus dedos por el lado de mi cara. —Eso es porque estamos viviéndolo, Adrian. Este es el único plan de escape que necesitamos. —¿Estás segura? —pregunté, apoyándome en un codo. Traté de poner

una expresión pensativa, especulativa—. Porque hay cosas que podrían ser ajustadas. Como una casa más grande. O quizás… —Adrian —me interrumpió—. ¿No acabas de decir que soy brillante y lo sé todo? Entonces confía en mí en esto. —Siempre —dije, dejándola tirar de mí hacia abajo otra vez—. Siempre.

Fin

Richelle Mead

Nacida el 12 de Noviembre de 1976, Richelle es la autora de los libros mejor vendidos de Fantasía Urbana. Se graduó como Licenciada en Asuntos Generales por la Universidad de Michigan, para más adelante hacer una maestría en Enseñanza y otra en Comparación de Religiones. Ha participado escribiendo en diversas antologías, pero es más conocida por sus series Georgina Kincid, Dark Swan, Age of X, Vampire Academy y Bloodlines, siendo estas dos últimas las que mayor éxito han llevado a su carrera. Serie Bloodlines: # 0.5 Adrian’s Lost Chapter / 21 de Agosto de 2011 # 1 Bloodlines / 23 de Agosto de 2011 # 2 The Golden Lily / 12 de Junio de 2012 # 3 The Indigo Spell / 12 de Febrero de 2013 # 4 The Fiery Heart / 19 de Noviembre de 2013 # 5 Silver Shadows / 29 de Julio de 2014 # 6 The Ruby Circle / 10 de Febrero de 2015

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Notas [←1] Bola: Son dos bolas, piedras, objetos redondos, etc., que son enlazados por una cuerda, la cual sostienes entre tus nudillos y haces girar usándola como arma.

[←2] Nutter Butter: Son unas galletas de mantequilla de maní con forma de cacahuate.

[←3] Tang: Es la marca de una bebida con sabor a frutas que se obtiene al mezclar el jugo en polvo con agua.

[←4] ASPO: Ausente Sin Permiso Oficial.

[←5] En español en el original.
Mead, Richelle - Bloodlines 06 - The Ruby Circle

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