2. The Master - Kresley Cole

222 Pages • 93,509 Words • PDF • 2.8 MB
Uploaded at 2021-09-24 09:11

This document was submitted by our user and they confirm that they have the consent to share it. Assuming that you are writer or own the copyright of this document, report to us by using this DMCA report button.


Agradecimientos Muestro agradecimiento a todas nuestras amigas que colaboraron y aportaron su trabajo, esfuerzo y dedicación a este proyecto. Traductoras, correctoras, traductoras SOS, diseñadora, mil gracias chicas por todo. En especial a nuestra moderadora Alhana gracias por todo tu tiempo y dedicación. Felicitaciones por un excelente trabajo.

Moderadora Alhana

Traductoras

Alhana; Apollimy; Arhiel; Hechizo de Luna Fangtasy; Kralice Khalida; Lula; Mary79; Maxiluna; Montse 44; Rihano;

Correctoras

Bibliotecaria70; Anaizher; Nyx; AletseMoon; Alhana;

Lectura Final Maxiluna; Alhana.

Diseño

El Amo KRESLEY COLE

SERIE EL CREADOR DE JUEGOS 02

Título Original: The Master

Una necesidad más fría que el invierno siberiano se encuentra con una actitud más caliente que el sol de Florida en la nueva sensual novela The Game Maker # 2 de la exitosa autora # 1 del New York Times Kresley Cole.

TODOS TEMEN AL AMO. . . Rico, político irresistible/jefe de la Mafiya Maksimilian Sevastyan las prefiere altas, rubias y obedientes para cumplir sus... complicados deseos. Es decir, hasta que el glacial ruso se encuentra con una morena desobediente cuyo exquisito cuerpecito amenaza su legendaria moderación.

EXCEPTO ELLA. Catarina Marín era una esposa joven acomodada hasta que su mundo se vino abajo. Ahora está escondida, obligada a empezar a trabajar como acompañante en Miami. Su primer cliente es más que magnifico, pero cuando él le dice lo que piensa hacer con ella, Cat casi sale por la puerta.

SI EL PLACER ES UN JUEGO, JUEGA PARA GANAR Después de que su alucinante encuentro arde fuera de control, los amantes anhelan más. ¿Si escapan de las mortales amenazas que los rodean, ¿puede Maksim superar su pasado, para ofrecerle a Cat su futuro? Sólo entonces ella lo tentará con lo que realmente quiere: ella, todo atado con un lazo.



—Dicen que soy despiadado y manipulador, que me divierto jugando con las vidas de otros. No están equivocados. –MAKSIMILIAN SEVASTYAN



—A mal tiempo, buena cara1. Al mal tiempo, buena cara. -ANA LUCÍA MARTINEZ HATCHER (ALIAS: CAT MARÍN)

Capítulo 1 Traducido Por Alhana Corregido Por Bibliotecaria70



Mi madre debe estar revolcándose en su tumba en este momento.

Mientras iba en el ascensor hacia el penthouse del lujoso Hotel Seltane -Que había tomado mientras dos empleados teclearon para mi hasta el cuadragésimo piso- me mordía una uña. ¿Estaba realmente a punto de dejar que un hombre extraño tuviera sexo conmigo? ¿Por dinero? El ascensor llegó demasiado rápido, aterrizando directamente en su propio vestíbulo privado y una elegante sala de estar. Un periódico abierto yacía en una mesa de café, como si alguien lo hubiera dejado recientemente. La entrada -un par de puertas de caoba adornadas- se avecinaba un poco más allá. ¿Me atrevería a tocar el timbre? Al parecer, este penthouse era uno de los más grandes (más de tres mil metros cuadrados) y el más caro (treinta y dos mil dólares, por noche) en Miami. ¿Quién en su sano juicio podría gastar tanto dinero en un hotel? Claramente mi primer cliente estaba loco. Aparte de eso, no sabía mucho sobre él. Era un hombre de negocios ruso, que estaría aquí en Miami durante una semana. Él había sido no sólo investigado sino avalado por la hermandad de agencias de acompañantes en todo el mundo. En otras palabras, era un aficionado, un usuario habitual de acompañantes. Tentada a largarme, saqué mi teléfono para llamar a mi contacto, Ivanna. Era una inmigrante ucraniana y acompañante de clase alta, en la banca; yo era su chica de la limpieza. Ella pensaba que mi empleo actual era un desperdicio de mi “espectacular figura y belleza de rostro fresco”. Sí, sí. Cuando respondió: dije: —No creo que pueda hacer esto.—Comencé a caminar por el vestíbulo, mis tacones de aguja silenciados por la afelpada alfombra de color beige. —Por supuesto que puedes. Tú no entiendes lo mucho que me gustaría poder estar allí. ¡Si este hombre alquila el penthouse por una semana, imagina lo rico que es! El ruso había reservado a Ivanna, pero ella había tenido una reacción al Botox (¡sólo tenía treinta!). Había pensado que iba a estar bien esta noche, así que no había llamado para cancelar. Un gran no-no para una acompañante. —Si mis ojos no estuvieran cerrados por la hinchazón... —Ivanna, no estoy en ese punto todavía.—Había estado vacilando como loca. Aunque me había preparado para tomar un par de citas –realizándome un examen y la cera- siempre sospeché que me negaría. —No estoy ahí, —insistí. ¿Pero no lo estaba yo? Ayer podría haber jurado que había visto a Edward. En Miami. Había estado tomando el autobús a casa de uno de mis trabajos de limpieza cuando había visto un hombre alto, rubio larguirucho saliendo de una bodega, caminando hacia un Porsche. La última vez que lo había visto había sido en el resplandor de los faros, sus rígidos ojos verdes contra su rostro recubierto de sangre. Si él estaba aquí, entonces tenía que huir a una nueva ciudad, tan pronto como fuera posible. Pero para eso necesitaría fondos. —Haces que este trabajo suene tan horrible, —dijo Ivanna. —Vas a hacerlo muy bien. ¡Tienes los huevos, y eso es la mitad de la batalla! A pesar de mi educación -o quizá debido a ella- era bastante descarada. Incluso con mí, ejem, generoso culo, me pavoneaba con orgullo en las playas de Jacksonville en un micro bikini tanga. Que había conseguido poner calientes y pesados a toda clase de chicos de secundaria, haciendo de todo pero solo jugando, ganándome una reputación como calienta braguetas. Cuando había empezado a tener relaciones sexuales con Edward, había estudiado

consejos y trucos, cualquier cosa para tentarlo. Así que sabía cómo conseguir que un chico saltara. Ivanna dijo: —Tendrás solicitudes desde el sitio de la agencia antes de que te des cuenta. Ella había conseguido que el tipo de la web de Elite Escorts lanzara una página improvisada para mí, prometiéndole una LM. Liberación de mano. Conocía toda la jerga, había reído entre dientes cuando ella había recitado las siglas, sin 2 imaginar que yo estaría utilizando la jerga . Un BBBJ era una mamada a pelo. La ingestión era BBBJNQNS-a pelo, sin retirarse, sin saliva. MSOG-múltiples disparos a la puerta- significaba que el cliente podría venirse tantas veces como quisiera en el límite de tiempo especificado. — No deberías haberte molestado con esa página web para mí.—Le había dicho que sólo haría esto una o dos veces, pero solo sonrió y dijo, —Eso es lo que todas pensamos. ¡Ahora posa para la foto del sitio! —Sólo tienes un par de minutos más para llegar a tiempo, —dijo Ivanna. —Respira profundo, recuerda mis tres puntos clave, y te irá bien. Primero, debería buscar un sobre indescriptible de dinero en efectivo sobre una superficie visible –mi “donativo”. No debía hacer nada hasta que tuviera el dinero en mi bolsillo. ¿Y luego? El nombre del juego era ventas-verticales, consiguiendo que él pagara por servicios que iban más allá de la llamada, las ganancias eran todas para mí. Segundo, ya que mi cliente probablemente no inspiraría mi excitación -a pesar del hecho de que yo no había tenido sexo en mucho tiempo y ¡mi libido me estaba volviendo loca!– Necesitaba encontrar una manera de lubricarme furtivamente. La mayoría de las acompañantes lo hacían. El lubricante hacia el sexo más seguro y limitado VF, vagina fatigada. Por supuesto, un condón era obligatorio. Tercero, a la mayoría de los clientes que utilizaban Elite Escorts le gustaban zalameras, las fachadas dulces; yo era una listilla descarada. Así que tendría que frenar mi personalidad para tener éxito. Maldita sea, nunca debería estar en la industria de los servicios -de cualquier ámbito. ¡Pero necesitaba ese dinero para huir! Tenía mis propias reglas, y en tres años nunca las había roto. 1.- Nunca decir nada por encima y más allá de lo estrictamente necesario. 2.- Nunca crear vínculos entre tú y cualquier otra cosa. 3.- Nunca quedarse en un lugar más de seis meses. 4.- Nunca ablandarse. 5.- Nunca atraer atención indebida. 6.- Por el amor de Dios, nunca, nunca, nunca confiar en otro hombre. Sin fondos, rompería la regla número tres. —Confía en mí, Cat, con tu astucia para los negocios, harás una matanza, —Ivanna me aseguró. ¿Cuán astuta era? Aunque tenía seis casas para limpiar cada semana -incluyendo la suya- cinco de las mujeres redujeron mi tarifa, asumiendo que era una trabajadora indocumentada de Cuba. —Simplemente diviértete, —dijo. —No tiene que sentirse como un trabajo. Tu depilación fue probablemente más incómoda de lo que tu cita jamás podría ser. Pero... —Han pasado más de tres años desde que me acosté con alguien. —Y los patéticos intentos de Edward ni siquiera deberían contar. —Eso es... hmm. Tan extraño, —dijo, como si yo le hubiera dicho que me gustaba llevar la piel de otras personas. —Hablaremos de esto más tarde. Por ahora, recuerda: el sexo es como andar en bicicleta. Di vuelta hacia el ascensor. —Mierda. No puedo. Esto fue un error. Ivanna suspiró. —No quiero que te hagas ilusiones demasiado altas, así que nunca te dije mi récord por una noche. —¿Vas a hacerlo ahora? —Ella había sido vaga, diciendo que el cielo era el límite, pero

se había negado a darme números altos. —Mi récord para una llamada de seis horas es de más de veinte mil en efectivo y joyas. Veinte. Mil. ¡Dinero así, me podría catapultar directamente a la siguiente fase de mi plan de vida! Cuando recuperé el habla, canté, —Y vamos a joder al mago. Ella se echó a reír. —Espero que sea un mago maravilloso. Ah, una última cosa, Cat. Vas a tener un momento de comprobación visceral, y cuando lo hagas, pregúntate: ¿Tendría relaciones sexuales con este tipo de forma gratuita? Si la respuesta es sí, entonces ¿por qué no ver el dinero como un bono? —Ok, muy bien. Puedo hacer esto,—le dije, y psicológicamente a mí misma. —¡Ve por ellos! Desconectando la llamada, me di la vuelta para comprobar mi aspecto en el espejo del vestíbulo. Diciembre era generalmente leve, pero este año había sido francamente agradable, por lo que me había puesto un vestido cruzado de seda color verde bosque. El estilo era sencillo, con un escote conservador, en caso de que él quisiera llevarme fuera, pero los lados se mantenían unidos por una única banda en mi cadera. Los tacones de aguja le daban un toque travieso. Me di la vuelta para ver la parte de atrás. La fina seda estaba demasiado apretada a través de mi culo, lo que dejaba poco a la imaginación. No había nada que hacer por ahora. Me enfrenté a mi delantera y di una sonrisa. Había llevado sólo brillo de labios, máscara de pestañas, y un toque de sombra de ojos bronce brillante. Ivanna dijo que sacaba el color cobre intenso de mi iris, haciendo que mis ojos se vieran exóticos, especialmente contra mi cabello oscuro. Dejé la longitud del mismo en largos rizos sueltos. Maquillaje: en su lugar. Cabello: mejor de lo que se puede esperar. Conclusión: Si yo fuera una rusa sanguijuela cachonda, me lo haría. Comprobé el reloj de mi teléfono celular. Tenía menos de dos minutos para llegar a tiempo. Guardando mi teléfono en mi bolso, presioné el timbre de la puerta, y luego mire fijamente a mí alrededor, luchando contra mis nervios. Eché un vistazo a ese periódico sobre la mesa de nuevo. Un tipo rico como este tendría un guardaespaldas o algo... La puerta se abrió, revelando a mi primer cliente. En la jerga de acompañantes, era DDG. Caigo. Muerta. Magnífico. Él parecía estar en sus treinta y tantos años, con la cabeza llena de cabello negro y un cuerpo trabajado. Él tenía más de un metro noventa de altura. Sus ojos azules estaban entrecerrados, su mirada penetrante vagó sobre mí. Llevaba un suéter de cachemira ligero, blanco invierno, que moldeaba sus rígidos pectorales. El color azul hacia penetrantes sus ojos. Oscuros, pantalones a medida destacaban sus musculosas piernas y caderas estrechas. Si alguna vez iba a perder mi “cereza de acompañante”. No me podía imaginar un cliente más ideal. Sin embargo, el ruso echó un vistazo detrás de mí, como si esperara que alguien más estuviera ahí. —Sólo soy yo, —le dije, sorprendida de que mi voz sonaba tan casual cuando mi corazón latía con fuerza. Sin decir una palabra, se volvió, dirigiéndose a una sala de estar. Lo seguí. Un toque de iluminación, alumbraba la decoración moderna de buen gusto. Ventanas panorámicas de techo a piso, ofrecían lo que tenía que ser la mejor vista de la ciudad. Todas las puertas del balcón estaban abiertas, el sonido de las olas nos llegaban incluso a esta altura. Este lugar era enorme, el tamaño me recordó mi antigua mansión. Oh, recordando de nuevo... Él me afrontó. —Confirmé una mujer llamada Ivanna. Tu agencia la sugirió cuando envié mis preferencias. —Su voz era profunda y ruidosa, su acento tiñendo las palabras. Yo era una tonta con los hombres con acentos. El lento acento de Atlanta de Edward

solía encenderme. Hasta que descubrí que era de Inglaterra. —Se supone que Ivanna vendría esta noche, pero se enfermó. —Pedí una rubia, alta, esbelta, alrededor de los treinta años. Idealmente de Europa. Tal vez su sustituta podría haber igualado cualquiera de mis peticiones. En su lugar, me había conseguido -veintidós años, metro cincuenta y ocho de altura, con curvas, morena. Ah, y una generación lejos de Cuba. Dándole una sonrisa falsa, en broma le dije: —¿No es la sal la variedad de la vida, querido? Él no estaba cediendo. —No eres lo que pedí. Yo, por encima de todas las personas, sabía que no debería tener que pagar por algo que nunca pidió. Tuve una memoria flash de Edward dirigiéndose hacia su arma, momentos después de declararme su amor. —¿Siquiera eres mayor de edad?—Dijo el ruso entre dientes. —Y algo más. Se veía impasible. Había leído y releído Obtenga el Sí, y pensé que podía conseguir una noche de paseo con este tipo. ¿Pero entonces, estaba realmente dispuesta a dar este paso? —¿No puedo cambiar tu opinión? Cuando su expresión se hizo aún más fría, me alegré de que estuviera a punto de echarme. Me gustaría ser una mejor proscrita de lo que sería una acompañante. ¿Proscrita? Dale tiempo, Cat. En un tono severo, dijo, —nunca doy marcha atrás sobre mis decisiones. Me encogí de hombros. —Está bien, tu pérdida. —¡Qué tan segura sonaba! Como una trabajadora profesional. Aliviada, me giré hacia la puerta, paseando a la distancia... Pensé que le oí silbar en un susurro. Mierda. Conociendo mi suerte, había separado la costura en mi vestido.

Capítulo 2 Traducido Por Alhana Corregido Por Bibliotecaria70

—Tal vez me estoy... apresurando, —dijo él. —Pasamos a la estancia por una copa. ¿Mi culo había trabajado para mí? ¿Estaba contenta con esto?

Cuando giré y regresé, se dirigió a la zona del bar. Esto estaba realmente sucediendo. Iba a tener relaciones sexuales por dinero. Por encima de su hombro, dijo: —Soy Maksimilian Sevastyan. Le di la vuelta en mi lengua, encontrando su nombre un bocado. En mi mente, yo lo labré Máxim. —Encantada. Encantada de conocerte. Soy Cat Marín. —Miré a mí alrededor por mi donativo. No había nada. Lo qué me puso incómoda, pero valientemente me contoneé hasta el bar. —¿Ese es tu nombre de trabajo? Mi alias. —Así es como me llamo.—Y eso era lo que decía mi identificación falsa, cada vez que me veía obligada a usarla. Había elegido el nombre de Catalina de mi abuela, y el apellido Marín de su madre, entonces había asumido la identidad por completo. Aunque extrañaba ser Lucía, aquella vida era como un sueño lejano. —¿Qué quieres beber? Buena pregunta. No podía recordar la última vez que había tenido alcohol. ¿Tal vez cerveza después de una carrera de 5K? —Um, lo que estás tomando. —¿Vodka Martini?—Probablemente no era una buena idea. —Debes tener un cóctel preferido. Estuve a punto de decir algo estúpido, como “¡sexo en la playa!”, pero en cambio dije: — Vino blanco sería genial. —Pareces incómoda. Admití, —Soy un poco nueva en todo esto. —Uh-huh. He reservado muchas acompañantes. Ni una sola vez han admitido haber estado en esto por mucho tiempo. Pensó que estaba mintiendo. Era la peor mentirosa de mierda del mundo. Al principio, me había dado cuenta que cada vez que me habían puesto en condiciones de decir una mentira, me había resentido tanto, que me sentí mal por días. Así que sólo dejé de hacerlo. — No estoy mintiendo. Agitó mis palabras a la distancia, girando a la colección de vinos. Cuando él investigó las bebidas, lo estudié de cerca. Estaba bien afeitado, con piel suave que parecía recién bronceada, pero no tenía líneas de expresión alrededor de los ojos. Extraño. Ninguna línea de anillo de boda tampoco. Al menos era soltero. Sus labios eran firmes, sus dientes incluso blancos. Una amplia mandíbula masculina complementaba su fuerte nariz y barbilla, sus pómulos anchos. Tenía el cabello corto en los lados, más largo en la parte superior. ¿Qué se sentiría correr mis dedos a través de él? —Hay una bodega en algún lugar de esta planta, pero creo que te gustará este vino.— Cuando descorchó la botella, sus músculos se movieron debajo de su delgado suéter. Llevaba un reloj de buceo que probablemente costaba más que mi ratonera en el complejo de apartamentos. La única cosa que podría competir con la vista de él era la vista exterior. El balcón envolvente tenía pequeñas linternas a lo largo de su clara barandilla de vidrio. Por delante de una piscina infinita por la que mataría por experimentar, podía ver el mar. Una luna casi llena colgaba pesada en el cielo.

—Ve a echar un vistazo.— Sirvió un vaso y me lo entregó. —Te veré fuera. No tenía que hacer nada hasta que me pagara, pero después de una rápida evaluación riesgo/recompensa, dije: —Está bien.—Mientras paseaba más allá de la piscina, el vapor se elevó del agua caliente. De hecho, toda la cubierta de la piscina se calentó. Me acerqué a la barandilla del balcón y probé el vino, suspirando por el sabor. Pude ver el atractivo de beber esto sobre el grifo. Una cálida ráfaga sopló, e inhalé el aire salado. Mis ojos se entrecerraron con el sonido del mar. Casi me podía imaginar que estaba en Martínez Beach. Hace casi un siglo, la familia de mi padre había comprado un largo trecho de propiedad frente al mar cerca de Jacksonville, poniéndola en un fideicomiso, sin imaginar la fortuna que valdría hoy. Lejos de volver allí, me hubiera gustado permanecer en esta ciudad. 3 Desafortunadamente el único Miami en mi futuro era M.I.A.M.I. : El dinero es un problema importante. Si hiciera banca esta noche, podría reiniciar en algún lugar emocionante, quizá Los Ángeles o San Diego. Me iría justo después de mi último examen de la universidad, y luego seguiría adelante con la segunda fase de mi plan, recuperar mi vida: Desaparecer Para Siempre. Compraría una identificación falsa verdadera (¿contradicción?) Y un número de seguridad social que soportara firmemente el escrutinio. Aquí estaba soñando con bancar, cuando no había conseguido mi donación, mucho menos ventas adicionales por más. Mientras bebía, recordé el artículo que Ivanna me había hecho leer para ayudarme con mi primera cita: El Top Ten de las Maneras de ir con un cliente. Las sugerencias incluían fingir quedarse sin aliento cuando hablaba, fingir afecto, fingir orgasmos, y siempre decirle que él tenía la razón. ¿En serio? Máxim se unió a mí afuera, con la botella de vino en una mano y su copa en la otra. Dejó la botella en una mesa cercana, y luego se puso a mi lado. La luna bañaba su rostro amorosamente destacando todas sus facciones cinceladas. Aunque sin remuneración, empecé a relajarme. Independientemente de lo que pasara, actualmente estaba en el penthouse del Seltane con un cliente que sólo podría darme la FDS. Follada del siglo. Tomé otro sorbo. —¿Agregaste chispitas de crack en esta cosecha? —Recién estoy saliendo del crack, —dijo en un tono burlón. —¿Qué piensas de la vista? Sonreí por encima del borde de mi copa. —Supongo que es adecuada. Si te gusta este tipo de cosas. En mi tentativa de humor, inclinó la cabeza. —Te busqué en el sitio de tu agencia.—Sólo un par de los artículos que Ivanna había enumerado sobre mí eran ciertos -dos tercios, mis medidas y mi condición de CTN, certificada totalmente natural, sin mejoras quirúrgicas. Recordé la biografía falsa que ella había leído de mí: me gusta bailar (odiaba bailar) y el yoga (corredora aquí). En mi tiempo libre (¡como si lo tuviera!), Me gustaba el arte del performance (no, gracias) y las compras (una forma de tortura). —Tu foto es inusual, —dijo. —¿Lo es?—Ivanna había tomado fotos mías en una playa apartada. Llevaba shorcitos ajustados negros que cabalgaban hasta mis nalgas, sin nada arriba, rímel, y mi cabello recogido sobre mi cabeza. Había elegido una tomada de espalda para la cual yo no había posado. Mi cabeza había estado de lado mientras miraba fijamente algo. Mis ojos habían estado distantes, porque había estado absorta en pensamientos –con dudas- sobre toda esta idea. Ah, y maldiciendo a Edward como de costumbre. La sangre formando arcos a través de nuestro dormitorio… esos horribles sonidos… Olvídalo, Cat. El ruso dijo: —No es tu estilo el típico tocador con iluminación halagadora y lencería

atrevida. —Un aficionado como tú lo sabría, ¿eh?—Bebí más vino, frunciendo el ceño cuando llegué al fondo de mi vaso. —No soy una chica del estilo tocador simulado. Sin decir una palabra, él la volvió a llenar. —¿Qué clase de chica eres? Una superviviente tenaz que creía en vivir para luchar otro día. Pero le dije: —Una chica que cree en las playas en topless para todos. ¡Viva la revolución!—Pensé que era divertido, pero él sólo inclinó la cabeza otra vez. —La fotografía hace que un hombre se pregunte lo que estás pensando. Eso fue diseñado, ¿no? —No elegí lo que fue subido.—Sólo había permitido a Ivanna usarlo porque me había visto a un mundo de distancia de las últimas fotos tomadas de mí, cuando todavía era una adolescente. —¿Tienes veintiséis? Ivanna había inflado el número. —La edad suficiente para conocer lo mejor. Máxim miró detenidamente a mis pechos. —¿Medidas: Treinta y cinco, veintitrés, treinta 4 y seis ? —Treinta y cuatro y medio en un buen día. No puse eso tampoco. Me gusta mi tamaño. —Podría ir sin sujetador si quería, pero todavía podía producir escote cuando era necesario. Sus cejas se unieron. Tengo la impresión de que él estaba tratando de encajarme en una caja, y tenía dificultades inesperadas. Podría haberle dicho, Oye, mi culo no encaja. —Tienes un acento marcado. ¿No eres nativa de los Estados Unidos? —Crecí en un hogar de habla española.—Con una Madre loca, católica hasta la médula. A pesar de su negativa a aprender inglés, ella me había educado en casa hasta la escuela secundaria y mantuvo a la mayoría de la gente fuera de nuestra playa aislada. No me gusta pensar en mi niñez, y mucho menos hablar de ello. —¿En Miami? Me encogí de hombros. Preguntas como esta me ponían nerviosa. Cuanto menos nadie supiera de mí, mejor. Las conexiones a otros eran migas de pan. Por eso yo no tenía citas, no socializaba. No es que tuviera tiempo entre fregar retretes e ir a la escuela. —¿No quieres hablar de ti misma?—Él soltó una risa sin sentido del humor. —Es la primera vez. —Oh, no quieres oír hablar de mi aburrida vida. Tengo una idea: vamos a instituir una regla de ninguna-pregunta personal. —¿Y crees que puedes mantenerte de excavar en mí? ¿Si eso le impedía hacer lo mismo? —Sí. —Muy bien, entonces vamos al grano. Creo que esta es la parte donde me haces las ventas adicionales. Arrestada. —Sólo te necesitaré por una hora aproximadamente, —continuó, —pero no me gusta ser conscientes de estas cosas, así que reservé la mitad de la noche. ¿Cuánto me costará que me dejes hacer cualquier cosa que desee contigo? ¿Qué sería lo que un tipo como este -magnífico, rico, condescendiente- desearía? —Hay cosas que no están sobre la mesa. Un destello de ira. —Todo está en mi mesa, pequeña. Esto se estaba convirtiendo en un problema. No, no, recuerda tu mantra. Cuando se enfrentaban a una dificultad, las buenas empresarias decían, “No es un problema”, luego se ponían a trabajar para arreglarlo. —Aunque me encantaría llegar a conocer mejor tu cuerpo,—le di un descarado vistazo que pareció sorprenderlo. —No puedo proporcionar algunos servicios que podrías desear. No

hay suficiente dinero en el mundo. —¿Tales cómo? —BBBJ. De hecho, cualquier cosa a pelo está fuera. —No tengo ningún interés en eso. Reemplazaste a otra esta noche, espero que hagas lo que ella debería. Lo que pedí en tu agencia. Recordé la especialización en citas pervertidas de Ivanna: bondage, disciplina, sumisión, y similares. Tenía accesorios por todo su apartamento. ¿Si este chico la había solicitado por más que su aspecto? Como un aficionado investigado, no podía ser demasiado peligroso. Si me ofrecía el dinero suficiente, ¿podía confiar en un hombre extraño para atarme? ¿Para hacerme sentir impotente? No, gracias. Mi capacidad de confianza se rompió, como un miembro fracturado que nunca se había soldado, ahora encogido e inútil. Incluso me negaba a confiar en mí misma cuando se trataba de hombres. Pero no quería perder la oportunidad de este dinero. —¿Por qué no nos tomamos esta noche como venga? ¿Ver a dónde nos lleva? —Ver donde te puedo llevar.—Prometo que ambos estaremos satisfechos. Él entrecerró sus ojos azules, y fue como si una ráfaga de aire helado soplara sobre mí. —No juegues conmigo. Y no confundas mi intención, no podría importarme menos si disfrutas o no, así que no finjas. ¡Qué idiota! ¡Cállate la boca, Cat! Cierra el pico—No toleraré pasión fingida. Hasta aquí el artículo de Ivanna. De alguna manera me las arreglé para decir: — Entendido. —Entonces te pagaré tres mil y serás dócil a mis intereses. Mis rodillas casi se doblaron. ¡Esa cantidad de dinero sería un cambio de vida! Sin embargo, las palabras abandonaron mis labios: —Que sean cinco, y tenemos un trato. Él se quedó quieto. ¿Lo había enojado? ¿Fundido todo? Mima, mi abuela materna, tenía un dicho: —Los cerdos engordan, los cerdos son sacrificados.—Yo estaba a punto de ser tocino. —Trato, —dijo. ¿En serio? Espera, ¿qué había aceptado? ¿Dócil a sus intereses? —Supongo que querrás el pago por adelantado. ¡Santa mierda! —Sí, por favor. —Sígueme. —Volvió a la sala de estar, en dirección a un elegante maletín sobre una consola. 5

Una vez que cincuenta Benjamins atados se asentaron escondidos en mi bolso, mi destino había sido sellado. Tomó mi vaso vacío de mi mano, dejándolo. ¿Había bebido ese vino también? Podría haber estado zumbada, pero mis nervios lo impedían. Ahora que la emoción del acuerdo se desvanecía, la ansiedad tomó su lugar. Cruzó hacia una suite, diciendo por encima del hombro. —Ven. Estoy ansioso por ver lo que cinco mil me compran en Miami. Me puse rígida ante el recordatorio. A la entrada de dormitorio, se volvió hacia mí. —¿Cuál es tu duda? La timidez que finges no será tolerada tampoco. Mis pensamientos se encontraban en una maraña. Dos destacando. Vas a ser una prostituta, Cat, guerreando con ¡Cinco mil dólares, idiota! ¿Comprobación visceral? Oh sí. Pero Ivanna tenía razón; Me gustaría tener sexo con este tipo de forma gratuita. Además, mi situación exigía medidas drásticas. Nada que este hombre pudiera hacerme sería peor que lo que Edward haría si me atrapaba.

Ya que él era mi marido, y yo había frustrado su plan para matarme. Con esto en mente, me uní al ruso en el dormitorio. Lo que vi sobre la cama me hizo congelar en seco.

Capítulo 3 Una mordaza de bola. Una fusta. Restricciones de cuero.

Traducido Por Alhana Corregido Por Bibliotecaria70

¡Ni en broma! No en tu vida. No, no, seguramente podría descubrir un término medio. Este hombre tenía que estar interesado en más que BDSM. —Explica lo que harás conmigo. Fríamente dijo: —Una vez que te hayas desnudado, irás sobre tus rodillas en el borde del colchón, abrochando la mordaza en ti misma. Te ataré los brazos detrás de la espalda, y te inclinaras hacia delante apoyada en la frente. Entonces azotare tu cuerpo donde quiera que se me ocurra. Cuando esté satisfecho con eso, te voy a follar por detrás. Esto sonaba como un guion. Como él lo hacía con cada acompañante. No había dicho nada acerca de besar mis pezones, nada sobre acariciarme. En su escenario, compartiríamos los menos puntos de contacto posible técnicamente aun teniendo sexo. Él no iba a ver mi rostro ni oír mi voz. ¡Él ni siquiera me tocaría para amordazarme! Sería sólo un receptáculo. Lo cual más o menos él me había advertido. Un receptáculo sin rostro, sin voz. Aún no estoy allí. Así que mis opciones eran salir o tratar de cambiar su opinión. Nada que perder por esta última. ¿Por qué no hacer de esto una fantasía? Podía ser cualquier persona esta noche. Una mujer fatal, una devoradora de hombres. Le dije: —Si bien tu guion suena… interesante, no creo que eso es lo que realmente quieres. Sus cejas se alzaron. —Tú no lo crees. Me giré hacia el área de estar de la suite. Todas las ventanas y las puertas estaban abiertas en la habitación tenuemente iluminada. Cortinas brumosas ondeaban a la luz de la luna. Paseé por detrás del sofá. Cuando di unas palmaditas en los cojines traseros, invitándolo, sus labios se adelgazaron. Momentos largos de ansiedad pasaron mientras nos miramos el uno al otro. Latido del corazón… latido… latido. Entonces me pareció que la curiosidad lo obligó a cruzar a zancadas. Cuando se sentó, sonreí, deslizándome delante de él. Di un paso adelante hasta que tuvo que dejar espacio para mí, extendiendo sus rodillas. Jugué con la banda al lado de mi vestido. —¿Te gustaría que me quitara esto, Ruso? Cabeceo brusco. Poco a poco me desaté la banda. Dejando que mi vestido colgara abierto como una bata, dándole un vistazo de mi provocativo conjunto de sujetador y tanga negro. No lo podía leer, no podría decir si le gustaba la vista o no. Se veía tan frío. Así que ¿por qué me estaba poniendo caliente desnudándome para él? Eché un vistazo a sus manos grandes y masculinas. ¿Qué sentiría cuando apretaran mis pechos o ahuecaran mi coño desnudo? Mis pezones estaban tensos, mis bragas cada vez más húmedas. Nunca me puse ropa interior como esta, y me sentía hipersensible después de mi depilación un par de días atrás. Me desenvolví de mi vestido, arrojándolo a un asiento vecino. Cuando lo enfrenté en mi ropa interior, casualmente envolvió sus brazos a lo largo del respaldo del sofá. —Gira en tu lugar para mí.—Estaba tan tranquilo, incluso, desinteresado. Esto era como juego previo con una computadora. Una computadora DDG. —Lentamente. Recordé que estaba jugando a la femme fatale. Mis dos copas de vino me dijeron que estaba haciéndolo bien. Al dar la vuelta, pude sentir sus ojos en mis nalgas, expuestas en mi diminuta tanga. Lo

que sólo me puso más húmeda. Lubricación furtiva no sería un problema. De hecho, ¿tal vez debería dejar mi ropa interior un poco más? Había pasado un tiempo desde que había tenido el tiempo o la energía para masturbarme. ¿Qué pasa si perdía el control? Como todos los demás en la tierra, cuando mi cuerpo se excitaba, mi cerebro se apagaba. Pero la mía era una parada de fábrica total, una huelga laboral. Necesitaba mi ingenio para manejar a este tipo. Lo afronté de nuevo. ¿Su respiración tenía un toque menos de profundidad? — Muéstrame tus pechos. Vamos a ver si me gusta su tamaño tanto como profesas. Me quité el sujetador, arrojándolo en dirección de mi vestido. Estaba secretamente orgullosa de mis pechos erguidos. Se adaptaban a mi cuerpo, pero eran rechonchos, con salientes pezones que no eran lo bastante rosados y no lo bastante bronceados. Mis pequeñas areolas se elevaban, dando a los picos una mirada ligeramente hinchada. Cuando cuadré hombros, las fosas nasales del ruso estallaron-¡finalmente un toque de pasión de él! —Muy agradable. No había pensado que la vista desde el frente podría competir con la parte de atrás. Guauu. Un elogio real. Mi atención fue traída hacia abajo. Una gran erección presionaba contra el material de sus pantalones. Muy grande. ¿Tal vez demasiado grande? Para todas mis tonterías, yo sólo había tenido relaciones sexuales con Edward, y él era ni de lejos tan bien dotado. —Continua. ¿Desnudarme por completo? Decidiéndome en contra de eso, di un paso adelante, a horcajadas sobre él. Descansé mis rodillas al lado de sus caderas, mis manos sobre sus hombros. La brisa del océano llegó, mezclándose con su embriagador aroma-una mezcla de sándalo y hombre cociéndose a fuego lento. Su olor me hizo temblar–me pareció una ventaja injusta, solía drogar a las acompañantes nuevas. Cuando me senté encima de la gruesa cresta de su pene, podía sentir su calor incluso a través de la ropa. Mis ojos se ampliaron; los suyos se estrecharon. Tomaría su longitud dentro de mí directamente. La idea ya no me llenaba de vacilación. Me estremecí con deseo. Mis pezones se arrugaron con más fuerza, justo frente a sus ojos. Deseaba a este hombre, a este extraño. Podía contar con una mano el número de chicos con los que había llegado. La mayoría de las veces habían sido accidentales cuando había estado tonteando en el asiento trasero con un chico o moliendo en una fiesta de barril. Edward nunca había conseguido acercarse. No es que se hubiera preocupado. Pero este ruso... —No te invité a ponerte a horcajadas, —espetó. Su cuerpo se puso tenso –tensamente enojado. Me congelé con confusión. A la mayoría de los chicos les gustaba cuando chicas en topless se ponían a horcajadas sobre ellos. —¿Asumes que te quería encima de mí?—No podía sonar más borde. Me agarró, levantándome a un lado -como si arrojara mi cuerpo fuera de él. Sin embargo, luego se calmó. Sus manos eran tan grandes sobre mí, sus dedos cubrían una buena parte de mi culo. Después de una vacilación -cuando parecía suspendido en el momento, él me empezó a amasar. Cuando él bajó las manos para agarrar mis curvas, un gemido se le escapó. Pero todavía me sostenía en pie. Una vez más, algo estaba pasando que no entendía, como si alguna batalla interna se estuviera jugando. En mi mente empañada de lujuria, me pregunté si ataba a las mujeres y las cogía por detrás, porque no le gustaba tocar demasiado de ellas. Justo cuando había decidido que era el caso, me encontré recostada sobre él, la protuberancia elevada de su polla directamente entre mis piernas. ¿Había ganado esta ronda? Su ira parecía haber sido puesta en espera, pero él no estaba dispuesto a aceptar la derrota. —¿Aún te niegas a darme lo que quiero? ¿Y él acompañaba mi negativa? Envalentonada, me incliné junto a su oído. —Voy a darte

lo que necesitas, ruso.—El vino y mi excitación hacían espesar aún más a mi propio acento. Mis pezones endurecidos rozaron la cachemira fina de su suéter, se sintió increíble, así que los roce de nuevo. ¿Qué se necesitaría para conseguir la boca de este hombre en mis pechos? Cuando me lo imaginé chupándome... un suave gemido escapó de mis labios, sutilmente arqueando la espalda. Apretó su mano sobre mi nuca. —¿Qué tipo de acompañante rechaza descaradamente a un cliente? O te estás muriendo de hambre en este trabajo -o haces una fortuna... —Se calló cuando rodé mis caderas, pasando mi coño sobre su polla, con sólo mi ropa interior humedecida y sus pantalones entre nosotros. Di un grito ahogado ante la sensación, respiraciones entrecortadas. Mi clítoris comenzó a palpitar. Retiró sus manos lejos, apoyando los brazos sobre el respaldo del sofá de nuevo, como si hubiera tomado una decisión consciente de no tocarme. Me dio la impresión de que estaba siendo probada de alguna manera -o lo estaba él. —Pon tus manos detrás de tu espalda. Ahora. Probablemente esperaba que abrazara mis codos. —Por supuesto.— En cambio, deje caer mis manos directamente detrás de mi culo, agarrando lo alto de sus muslos para mantener el equilibrio. Se tensó de nuevo, pero antes de que pudiera decir otra palabra, azoté mis caderas sobre su longitud. Mi cabeza cayó hacia atrás cuando gemí. Había olvidado lo irresistible que el juego sexual podía ser, había olvidado los impulsos incontrolables y la dureza del cuerpo de un hombre. Afronté al ruso, comenzando a montarlo. Aunque su mirada estaba fija en nuestro punto de contacto, se negó a mover sus propias caderas a mi encuentro. No importa. El bulto de su cremallera se había alineado con mi hinchado clítoris, con mis bragas empapadas rocé aquel brote. ¡Fricción! Sensual, fricción húmeda… me envió cada vez más cerca del orgasmo. Pronto estaba jadeando, moliendo como una bailarina de tubo. Se agarró al sofá, sus largos dedos tenían los nudillos blancos. —¿Es esto lo que piensas que necesito?—Su voz por sí sola podría hacer que me corriera. El timbre ronco sólo se había profundizado. —¿Ser montado? —Creo que necesitas pasión.—Ciertamente lo creía. —Tal vez si no es fingida. Casi me reí. —Oh, no finjo nada. —¿Cómo decirle que iba a alcanzar el clímax pronto? —Espera.—Él agarró mis deslizantes caderas, sosteniéndome. —Arriba. Confundida, puse mis manos en sus hombros y me levanté en mis rodillas. ¿Me estaba lanzando de nuevo? Entonces seguí su mirada de ojos estrechos. Sus pantalones, que probablemente costaban miles, ahora tenían una mancha de humedad por encima de su ingle. Lo había mojado a través de mis bragas. Debería haber estado preocupada por su reacción, pero estaba demasiado ida para preocuparme. Me dejé caer tan bajo como sus manos permitirían, queriendo mi coño de nuevo encima de su dureza caliente. Él soltó, —¡Blyad!—Lo que sea que eso signifique. —Estas realmente mojada por mí. Muy húmeda. ¿Has estado utilizándome para llegar? —Por Dios, ¿por qué hablas tanto?—Dije entre jadeos. —Quieres correrte, Ruso. Él me miró parpadeando. El frío, ruso distante parecía aturdido. —Entonces, por todos los medios.—Él libero su apretón. —Continua. —Gracias.—Suspiré con alivio, dejando que mis pezones rozaran su pecho en mi camino. Si él hubiera permitido eso... enroscaría mis dedos por su cabello y me inclinaría para besar su cuello. Cuando diera un poco de succión por encima del punto de su pulso, él inclinaría la cabeza hacia atrás. Perdí la cresta de la cremallera, así que me retorcía encima de él, en busca de ella.

¿Finalmente había movido sus caderas? ¿También quería el contacto? Encontré el punto perfecto. —Ay, perfección. Cuando me retrasé, él me miró, su mirada azul parpadeó de mis ojos, a mis labios, hasta mis tetas, tanga y trasero. Mientras me complacía a mí misma, sus labios llamaron mi atención. Eran tan atractivos como todo lo demás en él. El inferior más lleno tenía un hoyuelo sexy en el medio. ¿Cómo sería, como se sentiría besarlo? Ivanna dijo que eso vinculaba demasiado a la gente, y que había que guardar algo especial para un amante en mi vida. No tenía ningún amante, ni miedo a la unión. ¡En este momento, cerniéndome al borde del orgasmo, no tenía temores en absoluto! Miré a sus labios, lamiendo los míos. —¿Crees que necesito ser besado?—Sus palabras eran roncas. —No todo el mundoÉl corcoveaba sus caderas con fuerza, meciendo su inflexible polla en contra de mis bragas. ¡Por fin! —¡Oh! Fricción... Hazlo de nuevo, por favor. Lo hizo de nuevo. Y otra vez. Pronto él estaba gimiendo con cada embestida, pero el sonido era doloroso, como si estuviera recibiendo un puñetazo en el estómago al final de cada uno -o hiriéndose el mismo. Pensaría en todo esto -después. —¡No pares! Mientras empujó contra mi coño, murmuré cosas incomprensibles, cambiaba de un idioma al otro, luchando para comunicarle que estaba a punto. —Dios mío. Ay, Dios mío. —¿Estás a punto de correrte?—Preguntó con voz tensa. —¡A punto de combustión!—Estreché su rostro con ambas manos. Nuestras miradas se encontraron. La suya todavía era desafiante y enfadada, su barbilla sobresalía obstinadamente, incluso cuando se reunió con mis ondulaciones. —No, no, cariño.—Froté mi pulgar por su labio inferior, susurrando: —No te pongas bravo conmigo. No te enojes conmigo. Ambos nos sentiremos bien pronto. —Me incliné y le tapé la boca con la mía. Sus labios eran firmes y calientes. Lamí la unión de ellos, gimiendo. Mis movimientos se aceleraron hasta que corcoveaba sobre la polla del ruso. Separó sus labios; la punta de mi lengua encontró la suya, la chispa que desencadeno... Placer. Explosión. Electrificándome. Corrientes crepitaban por mis venas para dar paso...al fuego. —¡Mmmm!—Grité en su boca. La dicha me envolvió, forzando mis caderas a girar sobre él. Perdida, froté mis tetas contra su pecho. Gemí, montándolo como un juguete cuando mi coño se contrajo una y otra vez. Solo cuando la cordura regresó y los espasmos se desvanecieron me di cuenta que no estaba devolviéndome el beso. Me aparté. Se había quedado completamente inmóvil. Esa tensión dentro de él sólo creció. —Me besaste. Te corriste. Eso no tenía que suceder. —Fue el calor del momento. No te pongas... Envolvió mi cabello alrededor de su puño, forzándome más cerca hasta que nuestros labios se encontraron. Cuando jadeé, se puso apasionado. Me besó como si no hubiera tenido los labios de una mujer en años, como si sólo hubiera estado almacenando necesidad. Yo jadeaba; él exhalaba respiraciones. Sus manos cayeron para apretar mi culo medio desnudo. Un gruñido sonó en su pecho. Un gruñido real. La idea de inspirar ese tipo de lujuria me excitó tanto, mi excitación devuelta multiplicada. Sostuve su rostro entre mis manos y chupé su lengua. Él gimió, sus dedos clavándose en mis curvas cuando empecé a moler en él de nuevo. Me separé por un respiró. —¿Qué me estás haciendo?

—Podría preguntarte lo mismo, —espetó en tono desconcertado. —Detesto las sorpresas. No las tolero. Y, sin embargo...—Sus cejas se unieron. Parecía… no calculador, pero algo parecido a eso, como si estuviera trabajando en los ángulos de un problema. —Todavía aquí,— murmuró para sí mismo. Tiró de mí cerca, enterrando la cara contra mis pechos, labios buscando. Me arqueé hacia su boca. —En el momento que vi a estos pezones carnosos, temí no poder dejarte ir hasta que los hubiera chupado. ¿Temido? Por qué iba a hacerlo… Mis pensamientos se nublaron cuando él giró la cabeza para tomar un pezón entre sus labios, arrastrando la lengua por el pico sensible. Cuando se amamantó con un gemido, grité, —¡Por fin!— ¿¡Estaba ardiendo otra vez!? Necesitada por dentro. Necesitando más. Se volvió hacia el otro, murmurando, —Tan dulce y regordete. Se burlan de mi lengua. — Una vez que los había dejado húmedos y doloridos, además, me tiró hacia atrás para mirarlo de frente, entusiasmo en su expresión. —Todo esto es aceptable. —Yo-yo sin duda lo creo. —Muy aceptable. ¿Bien? ¿Qué estaba pasando aquí? Percibí en él una necesidad visceral por mí, apenas contenida -edificándose. Otra mujer podría temerlo; yo lo bebí como vino. —Ah, pequeña Cat.—Un destello brilló en sus malvados ojos azules. —Estás a punto de ser follada. Duro.

Capítulo 4 M

Traducido Por Alhana Corregido Por Bibliotecaria70

e reclinó en el sofá, cerniéndose sobre mí, depredadoramente. Sin previo aviso, agarró mis dos tobillos en una de sus manos, levantando mi cuerpo deslizó mi tanga fuera y arrojó la seda lejos. —Extiende los muslos. Confundida por este cambio, tentativamente lo hice. Con los ojos clavados en mi coño, lamió sus labios. —Tan exuberante. Puedo ver tu necesidad. ¿Te gustó el orgasmo que robaste? —¿Robé? Se arrodilló en el sofá, alcanzando entre mis piernas. Pasó su dedo índice a lo largo de mis labios, extendiendo mi humedad, y luego frotó directamente sobre mi entrada. Mis párpados se volvieron pesados mientras observaba su rostro. Su mirada fija era penetrante con fascinación cuando me puse incluso más húmeda para él. Me dio la impresión que no había tocado a una chica en mucho tiempo. Por supuesto, en su “guion” no había llamado para ello. Bromeó en mi apertura hasta que estaba retorciéndome, a punto de empujar hacia abajo su dedo. —Acabas de ponerte húmeda y más húmeda. Podría hacer que te vengas otra vez, sólo con esto. ¡Sí, pero perdería mi mente! —Más. Dame más Máxim. Él entrecerró los ojos. —¿Me llamaste Máxim? —Te llamaré lo que quieras si me tocas más. —Mis dedos se crisparon en mis tacones de aguja. Cuando sondeó más profundamente, centímetro a centímetro, gemí por la sensación de llenado. —Tu pequeño clítoris tan hinchado. ¿Quieres que lo frote? —¡Sí! —¿O necesitas que te folle? —¡Ambos! ¡Lo que sea! Algo… Sin embargo, luego frunció el ceño. —Tu coño es apretado. Muy apretado. ¿Sabría que no había tenido relaciones sexuales en mucho tiempo? Necesitaba distraerlo.—Estará apretado alrededor de tu polla, querido. Bombeo un dedo dentro de mí. —Dime qué quieres. —Él puso su mano libre sobre uno de mis pechos, manoseando un pezón. —¡Sí, quiero tu polla! —Mis muslos temblaron. Tropecé hacia otro orgasmo, y él ni siquiera había tocado mi clítoris. Nunca había sentido tanto placer con un hombre; ¡me encantaba ser una acompañante! Pellizcó mi otro pezón. —Entonces no te la daré todavía.—Detuvo la mano entre mis piernas. —Folla mi dedo.—Una vez más sentí una oleada de anticipación en él, como si fuera un niño con un juguete nuevo. Desvergonzada con necesidad, empecé a moverme en contra de su mano, el envío de su dedo dentro y fuera de mi coño. Ya estaba a punto de levitar cuando el pulgar se puso en contacto con mi clítoris dolorido. —¡Ummm! Lo frotó con lentos círculos mientras tocaba mi núcleo. Mis ojos retrocedieron en mi cabeza, y arqueé la espalda, mis endurecidos pezones apuntando al techo. —¿Estás a punto de correrte de nuevo?—Preguntó con incredulidad. —Mírame.

Con dificultad, levanté la cabeza. —No te corres sin mi permiso. ¿Qué? Yo no tenía ningún control. —Pídeme mi permiso. Di ¿Puedo correrme para ti? Confundida, le susurré la pregunta. No me di cuenta de que había hablado en español, hasta que con voz áspera dijo: —En inglés, hermosa chica. —¿Puedo correrme para ti? —No hasta que yo te diga.—Él acuñó otro dedo en mi interior, apretándolos en mi estrechez. La plenitud me envió sobre el borde. —¡Máxim!—El fuego estaba de vuelta, abrasando cada centímetro de mi cuerpo. Mientras golpeé mi cabeza, vagamente lo oí decirme que podía sentir mi coño apretando, que había estado mal, y que él me castigaría por haberme corrido sin permiso. Pero al mismo tiempo empujó sus dedos grandes y rodó su pulgar, sacando mi orgasmo, me obligó a montar cada ola sin sentido, cada delicioso espasmo... Cuando se retiró de mí, gemí por la pérdida, todavía no saciada. Por alguna razón, estaba aún más caliente que cuando habíamos empezado. Su ardiente mirada pasó por encima de mi cuerpo desnudo, observando mi coño brillante, mi pecho enrojecido, mis pechos hinchados -incluso mi cabello desplegándose violentamente sobre mi cabeza. Él se inclinó hacia delante, agarrando un mechón. —Eres tan jodidamente sexy,—dijo entre dientes, e inmediatamente frunció el ceño, dejando caer mi cabello. ¿Estaba sorprendido de encontrarme sexy -o que él me lo hubiera dicho? —Tú me deseas. —¿Desear? ¡Estoy desesperada! Se puso de pie para desnudarse. —¿Desesperada? No te preocupes, estoy a punto de darte lo que necesitas. —Se quitó los zapatos y los calcetines, luego se sacó el jersey por la cabeza. A medida que reveló más de su cuerpo, me estremecí con apreciación. Sus anchos hombros eran musculosos, sus pectorales rígidos con pezones oscuros, sus brazos musculosos. Había esculpido sus abdominales, y tenía un tentador sendero de rastrojo negro que quería hociquear. Su piel bronceada lucía unas cuantas cicatrices levantadas sobre el pecho y los brazos, pero no le restó ardor. Su expresión se puso muy seria. —Me desobedeciste. Te corriste sin permiso. Estiré mis brazos sobre mi cabeza, amando su mirada en mis tetas. —No me arrepiento de nada. Se desabrochó el cinturón, sus movimientos amenazantes. Entonces, ¿por qué no sentía ningún miedo de este hombre extraño? Agarró un condón de su bolsillo, luego bajó la cremallera de sus pantalones. Mientras trabajaban sobre su enorme erección, me quedé boquiabierta. Su polla era una obra de arte. Distendida, de punta humedecida, con una corona de color ciruela y un eje grueso veteado. Deseé poder explorar cada centímetro de ella a mi antojo. Nunca había sido una fan de la cabeza, pero me lamí los labios imaginando mi lengua paladeando la punta bulbosa, jugando. Mi boca amamantándose de esa longitud… Se puso de pie desnudo ante mí, su cuerpo lo más delicioso que jamás había visto. Todo lo que podía pensar: ¡¡¡El mejor trabajo por siempre!!! Envolvió su gran puño alrededor de su eje, dándole un trazo que me dejó sin aliento. Más humedad perlaba la rendija. Mientras extendía lo que debía ser un condón extra-grande, él dijo: —Muéstrame lo que pronto voy a disfrutar.—No había duda de su tono. Él me había dado una orden. Hombre hermoso arrogante. Seguiría su orden, pero lo haría a mi manera. Levanté un pie en el sofá de nuevo, a continuación, descanse el tacón de aguja contra el ribete del sofá, luego deje caer mis rodillas

ampliamente. Ondulándolo en esta posición, burlándome de él con mi coño extendido. — ¿Cómo que te gusta la variedad ahora, querido? Su polla palpitó en su mano, y murmuró algo en ruso que sonaba como una maldición. Regresó al sofá, se arrodillo entre mis piernas. La diferencia de nuestros tamaños me llamó la atención. Me hizo sentir muy pequeña y frágil -mientras él era todo poder y bordes duros. Se inclinó sobre mí, usando una mano para contener mis muñecas por encima de mi cabeza. Con la otra, él agarró su eje y apuntó. Cuando la corona se deslizó por mis labios alisados, entre dientes y en un susurro dijo. —Tan jodidamente mojada para mí. Cuando empujó la ancha cabeza, tuve mi primera preocupación. Estaba empapada, pero él era grandeEmpujó en el interior de mi empuñadura, gritando de placer. ¡Demasiado grande! —¿Ow? ¡Espera! —Me esforcé en contra de su agarre. —Mierda, dame un minuto. Separando los labios, él libero mis muñecas y retrocedió sobre sus rodillas, dejándome clavada en su polla. —¿Ow?¿Espera? —Esta era la segunda vez que él me dirigía esa expresión de shock/asombro. Denominé a la expresión Máximo shockeado. —¿Estas decidida a disfrutar de tu follada? Supuse que otras mujeres lo habían dejado empujar lejos. —Déjame acostumbrarme a tu tamaño. —El ajuste era tan apretado que podía sentir su polla palpitando con cada uno de sus latidos. —¿Puedes hacer eso? Se mantenía inmóvil, temblando por el esfuerzo. Su piel comenzó a humedecerse con una capa de sudor. Entre dientes dijo, —De alguna forma. Tentativamente, rodé mis caderas, enviando a su eje dentro y fuera de mí. Dentro… fuera… Dentro… fuera… Dentro. Fuera. Dentro. Cada vez podía aceptar su longitud más fácilmente, mi cuerpo acomodándose al suyo. El placer sometió al dolor. Mis párpados se volvieron pesados de nuevo. —Buena chica. —Su mirada estaba fija entre mis piernas. —Veo que me tomaste dushen'ka. Cuando se inclinó sobre mí una vez más, enrosque mis dedos por su grueso cabello. En mi oído, murmuró palabras rusas, luego tomó mi boca. Le había gustado cuando había chupado su lengua, así que lo hice de nuevo. Él gruñó en nuestro beso, sus caderas se dispararon hacia adelante entre mis piernas. No me dolió esta vez, arrancando un gemido de mí. Se retiró, luego se hundió aún más profundo. Y fue... ¡Increíble! Me separe para gritar, —¡Sí, sí! ¡Más, Máxim! Apoyado en sus antebrazos, comenzó a levantarse sobre mí. Su cabello negro revuelto por mi agarre frenético, con los ojos entornados. Él me miró a la cara fijamente, las cejas arqueadas, como si lo hubiera confundido. —Me estás haciendo perder el control. ¿Parecía tan perdida por la lujuria como él lo hacía? —No quiero que te contengas,— jadeé, hechizada por él. Su mirada se estrechó, como si lo hubiera desafiado -o le diera palabrería. Se retiró, luego embistió sus caderas hacia delante, llevándose mi aliento. Pero me encantó su fuerza, su intensidad. —¿Eso es todo lo que tienes, Ruso? Él se arrodilló de nuevo y agarró mis caderas. —Ese fue un calentamiento.—Pareciendo utilizar todos los músculos de su cuerpo, él me tiró cerca mientras empujaba. —¡Uhn! Grité alzándome al encuentro de su próximo empuje. Se balanceó en mí; me enrollé a él,

la presión golpeando mi clítoris cada vez. Una vez que los dos estuvimos en sincronía, nuestros cuerpos se movieron juntos, él pistoneaba entre mis piernas, maldiciéndome ya que nunca habíamos follado antes. ¿Follada del siglo? ¡Prueba con la del milenio! Estaba aguantando con toda la vida, cerniéndome sobre el borde del orgasmo. —Tan apretada, —gruñó, su mandíbula palpitó mientras él golpeaba con su cuerpo. ¡Ay, Dios mío, podía moverme! Cada vez que me jalaba hacia él, sus bíceps sobresalían. Sus pectorales flexionados, losas duras de músculo bajo piel enjabonada de sudor. Sólo la vista de su cuerpo trabajando me empujó más cerca del borde del abismo. También él disfrutaba viendo, estaba paralizado por mis senos rebotando. La tensión reunida dentro de mí estaba a punto de liberarse -si seguía con esas largas embestidas profundas. Tan cerca… tan cerca… Con acento grueso como grava, espetó: —Me encantan tus pezones, tus tetas, el agarre de tu coño. La forma en que me miras con esos impresionantes ojos. ¿Te gusta ver cómo te follo? —¡Sí! ¡Máxim, vas… hacerme correr… con fuerza! —Mierda. Mierda.—¡Él se hinchó aún más, hasta que fue demasiado! —¡No puedo detenerlo! ¡Mi polla está a punto de explotar! —Las líneas de su rostro se apretaron, como si estuviera en la miseria. Luego, su cuerpo quedó inmóvil. ¡No, no, no! ¡No, muévete! Su mirada de miseria se desvaneció, el éxtasis encendió su rostro cuando empezó a eyacular. Echó la cabeza hacia atrás y rugió al techo, su garganta trabajando, los tendones arcos tensos. Dio una estocada brutal de sus caderas, luego otra, gritando: —¡Esto… es tan… jodidamente… bueno! Sus empujes demoledores me precipitaron al abismo. —¡Sí, sí, SI!— Grité, mi visión desenfocada. Mi espalda arqueada, mis tetas deslizándose sobre su pecho sudoroso. —¡Blyad'! ¡Te siento! —Cuando mi núcleo lo apretó, espetó:—Tu coño codicioso ordeña mi polla. ¡Tendrás hasta la última -¡ahh!– jodida gota fuera de mí! Caliente. Húmeda. Felicidad. Continuando y continuando y continuando… Justo cuando no podía aguantar más, empujó dentro de mí por última vez. Un largo sonido de satisfacción retumbó en su pecho. Sus párpados se cerraron, y se desplomó sobre mí. Me quedé desmadejada debajo de él, mis extremidades extendidas. Gemí cuando su polla se movió dentro de mí; gimió cuando mi coño continuó exprimiendo su eje. Como si nuestros cuerpos quisieran más el uno del otro. Él acarició mi cuello, sus exhalaciones cosquilleando mi piel húmeda. Su corazón tronó contra mi pecho. Por la forma en que había reaccionado, comencé a pensar que yo podría haberle dado la FDS.

Capítulo 5 Traducido Por Alhana Corregido Por Bibliotecaria70

Le di unas palmaditas en el culo, suspirando, —No estuvo mal, Máxim.

Con un medio ceño/medio mueca, se retiró, dejando al descubierto un condón lleno con más semen de lo que había visto en mi vida. —Un hombre viril. —Me tumbé en el sofá, sonriendo de oreja a oreja, finalmente entendiendo el término ebrio-de-joder. Se levantó, se quitó el condón y se metió en sus pantalones. —Estás contenta contigo misma. —Satisfecha en general. —No llego a perder el control así. Nunca me corro hasta que estoy listo para hacerlo. — Su tono duro era acusatorio, como si yo hubiera hecho algo imperdonable. ¿Qué cosa? ¿Eh? —Esto me tomó por sorpresa también.—Me levanté a buscar mi ropa. —¿No tienes la costumbre de llegar con tus clientes? —No. Una vez más, estaba claro que no creía lo que estaba diciendo la puta. —Algo sobre mí en particular debe ser “especial” y “diferente” entre tu clientela. Supongo que correrse con cada una de tus citas, todo el día, sería un riesgo profesional. No sabía. En el tiempo que había recogido mi ropa, él ya estaba en la habitación contigua. Vergüenza. Hubiera querido verlo desde la parte posterior. Oí la ducha abriéndose y no tenía idea de lo que tenía que hacer. ¿Irme? ¿Prepararme para la segunda ronda? Me puse mi ropa interior, luego agarré mi teléfono, llamando a Ivanna. Después de haberle dado un resumen de todo, ella balbuceó, —¿Maksimilian Sevastyan? —Sí. ¿Has oído hablar de él? —¡Por supuesto! ¡Es político y multimillonario! Lo primero me intereso más que lo segundo. Mi padre había estado en la política también. No es que yo alguna vez le dijera al ruso. Y no es que alguna vez me creyera si lo hiciera. Ivanna continuó: —Él es uno de los solteros más codiciados de Europa, pero nadie puede conseguirlo. ¡Maldito Botox! ¿Es tan hermoso de cerca como lo es en las fotos? —Es un DDG. —¿Has dicho algo de mí?—exigió. Puse los ojos en blanco. —¡Dime que hago ahora! —El pago fue excelente, así que aumenta las ventas con él para toda la noche. Ya estás en su lugar, has gastado dinero y tiempo en la ropa, el maquillaje y el transporte. Los chicos en mis cursos de negocios no tenían nada sobre la experiencia de Ivanna como acompañante. O la mía, para el caso. —Tienes razón. Costos irrecuperables. —Los economistas informaban las decisiones que tomaba todos los días. —Actúa como si él hubiera sacudido tu mundo, —dijo Ivanna, la frase casi cómica con su acento. —Como si él fuera el mejor amante que alguna vez has tenido. —¡Él lo es! —Hazle pensar que él es el único al que le vas a dar tu número privado. Se tragan esa mierda por completo. —Pero es privado. —Ni siquiera le había permitido a ella dárselo a la agencia. —No quiero que nadie más lo tenga. —Te conseguiremos un nuevo número esta semana. Por ahora, tu trabajo es jugar con su ego y conseguirlo por el resto de la noche o enganchar una cita futura. Aunque no es probable que esto suceda.

—¿Por qué no? —Nunca ha reservado a la misma mujer dos veces. ¡Oh! ¡Todavía puedo conseguir una cita antes de que él abandone la ciudad! Maksimilian Sevastyan, ¿te imaginas? Sí, Ivanna, sí, puedo. Ella iba a tener sexo con un chico que me había follado. Ella conocería su poderoso cuerpo, se elevaría con su olor. Con el pensamiento, mis emociones, que habían estado de arriba abajo toda la noche, tomaron un disparo. Cuando la ducha se detuvo, colgué el teléfono, corriendo a la habitación. Me apoyé en la puerta de la suite. Tirando de mi cabello sobre mi hombro, actuando toda atractiva. Él salió del baño con una toalla envuelta alrededor de sus caderas. Por Dios, ese cuerpo. ¿Cómo podía un hombre ser tan bendecido por completo? Antes de que pudiera decir nada sobre otra vez, él frunció el ceño. —¿Todavía estás aquí? Mis labios se separaron. ¿Había esperado que me fuera, sin siquiera decir adiós? Sí. Debido a que mi propósito había sido servido. Él me miraba como si fuera un condón usado. ¡Oooh, este hombre elevo mi espalda! Había sido toda emoción y pasión antes; ahora el frío helado estaba de vuelta. Se sentó en el borde de la cama, lanzándome una mirada de disgusto. —Supongo que te quedaste con la esperanza de incrementar las ventas por el resto de la noche. ¿Tal vez incluso ofrecerme tu línea privada? Aunque eso era precisamente lo que me habían aconsejado hacer, le di una sonrisa arrogante. —Estoy bien por la noche, y mi línea privada permanece privada, querido. Estoy en mi camino. Cuando dejó caer su toalla y se metió en la cama alta, me giré para encontrar mi vestido. Desde la habitación, él miraba hacia la sala de estar, elevándose sobre un codo. Lo cogí comiéndose con los ojos mi cuerpo, en realidad inclinando la cabeza para una máxima visualización. Sigue buscando, la última vez que llegaría a verlo. Una vez que conseguí mi vestido, perdió interés y se movió sobre su espalda, doblando un musculoso brazo detrás de su cabeza. Había estado tan afectada por lo que habíamos hecho, mientras que él se comportaba como si acabara de completar una función corporal. Me dolió. Quería regresarle el daño. —Al parecer tengo que recordarte que la propina no está incluida. En un tono amenazante, dijo, —Hay dinero en efectivo en la consola del vestidor. Encontré un sujeta billetes de oro repleto de cientos. Tal vez dos de los grandes. — ¿Cuánto?—Pregunté. —Toma lo que piensas que tu rendimiento se merece. ¿Rendimiento? ¡Qué capullo! ¡Había sobrepasado a mi cerebro y él lo tenía! Así que tomé todo, incluyendo el maldito sujeta billetes. Pasando la puerta de la habitación, le dije: — Gracias por el consejo, pendejo. —Me sorprende que no estés actuando insinuantemente.—¿Todavía se estaba dirigiendo a mí, enganchándome? Me di la vuelta hacia él. Burlonamente con mueca en su lugar, dijo, —Se supone que debes decirme cómo moví el cielo y la tierra para ti. Se supone debes adularme, lo que aumentará las posibilidades de que te reserve de nuevo. Le di un sonriente ¿no eres adorable? y ronroneé, —Oh, bebé, ¿no sabes de estadísticas? Las probabilidades no pueden mejorar un cien por ciento.

Capítulo 6 Traducido Por Maxiluna Corregido Por Anaizher

En el taxi, durante el largo viaje a casa, hice un balance de mí misma.

Las acciones de Catarina habían sufrido un duro golpe en el comercio el día de hoy. A pesar de que reí amargamente por el doble sentido, tenía los puños apretados. Mientras mi cuerpo se sentía muy querido y un poco adolorido, el resto de mí se sentía barato y usado. Él había hecho que me sintiera de esa manera. Antes de que pudiera agregar nada, había girado sobre mis talones y lo había dejado, bajando para enfrentar el mundo real. Para el momento en que llegué al vestíbulo estaba temblando. Las luces brillantes me acusaban haciéndome sentir que todos los ojos estaban puestos en mí. Como si todo el mundo supiera lo que había hecho. Cuando pedí el taxi, un botones con un diente mellado silbó para que uno avanzara, pero había sonreído mientras abría la puerta. —Madam. —Casi se la metí en la ingle, pero me abstuve debido a la regla número cinco. No atraigas atención indebida, Cat. Un miserable acto sexual pagado me había aportado una ardiente humillación. ¡Pero el dinero! Cinco mil dólares y luego los otros dos que había birlado. ¡Siete mil dólares! Probablemente pudiera empeñar el sujeta billetes. Tenía un montón para salir de la ciudad. Sin embargo, incluso mi golpe de suerte no me podía animar. Dinero sucio. Por actos sucios. Ahora podía añadir prostituta y ladrona a mi hoja de antecedentes penales. Tomé una respiración profunda, tratando de quitarme de encima esa sensación. A mal tiempo, buena cara, Cat. El taxi ya estaba a pocas cuadras de mi apartamento. —Puede parar aquí, —le dije al conductor. Regla número dos: nunca crear vínculos. Si no tomaba precauciones, la ruta de este taxi vincularía mi casa con el hotel. Él alzó las cejas. —¿Te dejo en este barrio? Nada aquí podía ser tan peligroso como lo que me había acechado dentro de mi antigua mansión en Jacksonville: mi marido. Le pagué al taxista y se esfumó. Crucé un estacionamiento abandonado oscuro con los tacones de aguja, esquivando un campo minado de botellas rotas, llantas, silenciadores oxidados y maleza que crecían fuera de control. Mi espíritu se hundió aún más mientras me acercaba a mi sombrío complejo de apartamentos. No necesitaba de las farolas reventadas para ver la descamación del estuco, las manchas de óxido y los ductos pegados a las ventanas. Grandes vides se alargaban por las paredes como tentáculos reclamando con fuerza la construcción. El interior era mucho, mucho peor. Me sentí cincuenta años más vieja mientras subía los escalones de cemento agrietado hacia mi apartamento. Mientras intentaba desbloquear mi puerta -siempre atascada- un movimiento a mi lado me puso en alerta. El señor Shadwell, mi espeluznante casero/gerente del edificio, me miraba con ojos de insecto. Era uno de esos pueblerinos de Florida que nunca debió abandonar el pantano. Llevaba una de esas camisetas apretadas sin mangas que dejaba ver sus enclenques brazos y hombros peludos. No se ofreció a ayudarme cuando luché con mi cerradura. En nuestra última conversación le había pedido que arreglara las goteras del techo. Y él me había hecho proposiciones nuevamente. Así que por ahora, dejaba ollas por todos lados. Mientras tanto, él había estado cobrándome el “depósito de protección”. Mi necesidad de anonimato significaba que no podía hacer nada al respecto. Básicamente, le pagaba para

que no me atacara -como hacía con las vulnerables madres solteras, prostitutas y trabajadores indocumentados en el complejo, aquellos que nunca irían a la policía. Shadwell era la razón por la que no había podido ahorrar dinero para mudarme. Y la razón por la cual había follado con el ruso. —¿Noche ocupada? —El cerdo sonrió, mostrando los dientes golpeados y los espacios vacíos. Su amor por los cigarrillos sin filtro le había dejado el resto manchados. Consideré y descarté respuestas, ¿Noche de chicas? ¿Despedida de Soltera? Pero este insecto de hombre no me obligaría a mentir. Mi cerradura comenzó a ceder. Antes de que pudiera entrar, se frotó la barriga, luego más abajo. Demasiado abajo. — Nos estaremos viendo muy pronto. No pude evitar pensar que acababa de recibir una advertencia. Cuando cerré la puerta, me recosté contra ella. Después de venir de un penthouse en el Seltane, mi hacinado estudio era como una bofetada en la cara. En mi cocina la estufa no funcionaba, ni tampoco el pequeño refrigerador. Tenía un microondas en miniatura para cenas enlatadas. Un tazón grande contenía manzanas, plátanos y naranjas para comer durante el día. Ollas colocadas estratégicamente cubrían el suelo. Había movido mi lamentable cama hundida al centro de la habitación hacia la parte del techo que no tenía goteras. Dinero en mano, caminé rodeando las ollas para llegar a mi “caja fuerte” mi unidad de aire acondicionado de ventana, que no funcionaba por supuesto. Utilicé mi navaja suiza para desenroscar el filtro, revelando una grieta. Añadí el dinero a mi propio exiguo fondo operativo: doscientos cincuenta y siete dólares. También en el interior estaban mi identificación falsa y mi único objeto de valor: el rosario de mi madre. Que había sido transmitido a través de mi familia por generaciones, y era la única cosa que había tomado de casa. La vista del fajo de dinero de Sevastyan junto al rosario, hizo que las náuseas se agitaran en mi estómago. ¿Por qué había convertido algo bueno en algo sucio? No había pensado que pudiera odiar a nadie tanto como a Edward, pero Maksimilian Sevastyan lo había logrado. ¿Qué había en mí que los hombres encontraban tan... desechable? Hace tres años Edward ya había planeado despacharme al final. Después de huir de él, me había mudado cada seis meses, viviendo en Arizona, Texas, Louisiana y Nuevo México. Hace medio año, me había atrevido a volver a Florida, creyendo que este sería el último lugar en el que Edward me buscaría. Me dirigí a Miami, optimista por conseguir perderme en la extendida ciudad -y conseguir trabajo sin papeles. ¿Estaría él aquí ahora? ¿Había hecho un mal cálculo? Recoloqué el respiradero del AC, atornillándolo en su lugar, luego me senté en mi chirriante cama. Me recosté sobre las ásperas sábanas de una tienda de segunda mano, repitiendo mi encuentro con Edward. Cuando esa ráfaga de reconocimiento me había golpeado, mis músculos se habían preparado para correr. Si ese hombre era él, entonces los últimos tres años lo habían cambiado. Ahora estaba demacrado, la amargura marcaba su rostro. No más la buena apariencia angelical para recomendarlo. Tenía diecisiete años cuando habíamos tenido la “oportunidad” de conocernos durante mis vacaciones de verano. Me había dicho que era abogado en Atlanta y que se había trasladado a Jacksonville para iniciar su propia práctica. También dijo que tenía veinticinco años, demasiado viejo para mí. Yo había pensado ¡Fruta prohibida! Él ya había visto mundo, yo nunca había viajado lejos de casa. Era un caballero sofisticado, yo estaba orgullosa de beber cerveza de barril en las fiestas. Hablaba cuatro idiomas, aunque extrañamente, no español. A pesar de nuestras diferencias teníamos una cantidad asombrosa de cosas en común, nos gustaban las mismas películas, música, deportes, pasatiempos y comidas. Mi madre, que había visto a través de él, me dijo que era un pecador con el rostro de un ángel. Así que naturalmente yo había quedado prendada. Cuando ella murió y sus estrictas reglas habían terminado, de repente no tuve un contrapeso para mi fuerte temperamento. Trastabillaba, agarrándome a Edward en busca de

estabilidad. Absolutamente ingenua acerca de los hombres, había aceptado como sincera su proposición de matrimonio, invitándolo a mi vida, a mi casa y a mi cuerpo. La luz de un rayo pasó a través de mis cortinas raídas, un trueno sacudió el edificio. Las tormentas siempre me recordaban aquella última noche con él. Había llegado a casa temprano de un medio maratón en las inmediaciones de Savannah. Una depresión tropical había estado arreciando y la carrera se había cancelado. Corrí a casa para ayudarlo a cerrar las escotillas. Mientras miraba hacia mi techo manchado de humedad, mis ojos se desenfocaron, los recuerdos sobrepasándome... Un coche extraño estaba estacionado detrás de la casa, un Jaguar. Casi esperaba que Edward estuviera teniendo una aventura. Eso explicaría muchas cosas, confirmando mis nuevas sospechas. Haría más fácil tomar mis decisiones en el futuro. En un año de matrimonio, habíamos pasado de ser dos personas que tenían todo en común y terminaban las frases del otro, a ser unos extraños. Entré en silencio caminado de puntillas por las escaleras y escuchando las voces que venían de nuestra habitación. Me detuve en el vestíbulo de arriba. Cuando mi madre estaba viva, las paredes estaban cubiertas con crucifijos y sombríos retratos antiguos de nuestros antepasados. Después de su muerte, Edward había contratado a un decorador, diciéndome: — Nunca harás nada si estás constantemente recordándola. Tendremos un nuevo comienzo. Había pensado en ese momento, si no te gusta la casa de mi madre, entonces ¿por qué estamos viviendo aquí, en lugar de en tu propia mansión? La que yo aún no he visto. Pero había callado aquella pregunta, porque abriría la puerta a muchas otras más tirando de un hilo que destrozaría la manta con la que todavía de vez en cuando dormía. Había accedido a la decoradora, a cualquier cosa que reparara la grieta repentina entre él y yo, la que había aparecido justo después de nuestra apresurada boda en un juzgado. Había dejado de llamarme Lucía, insistiendo en Ana-Lucía (aquel con el que mi madre me había llamado cuando me metía en problemas). Había dejado de coquetear conmigo. Rara vez teníamos sexo, solamente por mi insistencia. Me acerqué a nuestra habitación, evitando los gimientes lugares en el suelo de madera. Sabía sus ubicaciones exactas, había estado saliendo a hurtadillas de la casa desde que tenía doce años. En la puerta, detecté un perfume y oí a mi marido y a una mujer hablando. —Esto está tomando demasiado tiempo, —dijo la mujer. —Debes tener paciencia y confiar en mí. —Esa era la voz de mi esposo, pero ahora hablaba con acento británico. ¿Quién demonios estaba en mi habitación con mi marido, y por qué había cambiado su acento? Tenía los puños apretados y mi temperamento rebelde estaba a punto de estallar. Mi primer impulso fue irrumpir y empezar a maldecir, pero de alguna manera me obligué a morderme la lengua y escuchar. —Por lo general soy paciente, —dijo la mujer, su acento también británico. —Pero no puedes dejarla ir a esas carreras, Charles. ¿Charles? —Necesitas trabajar en ella constantemente. ¿Trabajar en qué? —Su entrenamiento es la tapadera ideal, cariño, —continuó mi marido. —Pobre AnaLucía colapsará después de una de sus largas carreras. El mundo se sacudió bajo mis pies. ¿Planeaban... matarme? Estos hijos de puta me iban a matar. Esto. No. Está. Pasando. —Todo funcionará perfectamente, —dijo Edward. —¡Oh, si mi pobre esposa no hubiera tomado anfetaminas mientras entrenaba para el maratón con este calor! ¿Anfetaminas? Me había dado pastillas para que adelgazara, diciendo: —Tal vez deberías perder una libra o dos. Honestamente, Ana-Lucía, tu ropa apenas encaja en tu parte trasera. Es lo justo, ya que hago un esfuerzo para mantenerme en forma para ti.

Casi le había dicho que mi culo perdería peso tan pronto como él ganara peso en su polla, pero él detestaba las malas palabras. Yo solía admirar que él fuera un caballero. Pero se había vuelto un viejo. —Con esa combinación, nadie sospechará de otra droga, —dijo Edward. —¿Las tomó? —Preguntó la mujer. —Puede que sea joven, pero no es maleable como las otras. ¿Las otras? ¿¿Habían hecho esto antes?? ¡Tenía asesinos en serie en mi habitación como serpientes a sus anchas! —Dame más crédito, —dijo Edward. —Una vez que trabaje mi magia, caerá asfixiada. Julia, juro que seré viudo para las fiestas. ¿Nos vamos a Aspen a celebrar? —Se notaba una sonrisa en su tono. Un pensamiento horrible cruzó por mi mente. Por Dios ¿habían matado a mi madre? Ella había tenido una enfermedad degenerativa, pero su muerte real había sido repentina. El suelo volvió a temblar. ¿Habían matado a mi madre? ¿La habían matado? Esta Julia aún no se dejaba convencer. —Y si sospecha de ti... —Siempre tengo un as en la manga, cariño. Una palanca de presión. Si hay una cosa que sé de mi esposa, es que haría cualquier cosa por evitar ir a prisión… Un rayo cayó fuera de mi apartamento sacudiendo la ventana. Me deslicé de nuevo al presente antes de llegar a la escena de su as en la manga, pero recordé demasiado vívidamente la sensación de la sangre cubriendo mi cara y mi cuerpo. Tal vez aquello era algo bueno. No quería estimular más mis pesadillas de baños carmesí. La tormenta se intensificó, la lluvia era torrencial. Mi techo pronto se convertiría en un colador por las goteras. Dependiendo de lo que durara la tormenta, podría estar toda la noche vaciando las ollas. Si no lo hacía, mi apartamento se inundaría. Presioné mis sienes. Edward había estado en lo cierto, haría cualquier cosa para evitar ir a la cárcel; incluso vivir en esta mierda.

Capítulo 7 —E

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Anaizher

scuchen, chicos, el examen final es el próximo lunes a las siete en punto, — anunció en clase la señora Gillespie, mi maestra de economía. Era alta, una canosa morena con un comportamiento sin lógica. —Y sí, sé que les estoy cortando las vacaciones. Tómenlo como una actividad por temporada de huracanes. Tres clases este otoño se habían cancelado debido a las tormentas tropicales; en cada tormenta mi apartamento se había llenado de agua como un barco que se hunde, justo como lo había hecho anoche. Después de no dormir, una caminata temprano en la mañana y un duro día de trabajo, me tuve que arrastrar a clases. Y para rematar mi golpe de suerte, había sido coaccionada por la señora Abernathy para limpiar su mansión. Cuando había intentado dejarlo, me dijo que informaría a Inmigración si no estaba allí. Mi regla de no-atención-indebida me obligó a regresar. —Pasaremos esta noche y el viernes repasando, —dijo la señora Gillespie. —Así que vamos a empezar. Voy a darles los términos que podrían venir en el examen. Defínanlos e imaginen escenarios en el mundo real. Por suerte este era un curso de nivel inferior. Había hecho todo el trabajo pesado para mi grado en mis dos primeros años; todo lo que me quedaba era esta clase final rezagada. Saqué el cuaderno y una pluma, decidida a centrarme en esto -y no en el Ruso. Durante los últimos dos días, había tratado de sacarlo de mi mente, como él había hecho conmigo con tanta facilidad. La señora Gillespie comenzó a escribir en la pizarra y yo obedientemente garabateé mis definiciones. Bienes finales: productos que terminan en las manos de los consumidores. (Al igual que mis pechos. Si continuaba como acompañante.) Contuve una risita, ganándome una mirada de algunos de mis compañeros de clase, entre ellos dos chicos que me habían invitado a salir. Por desgracia había tenido que rechazarlos, pero su interés me había desconcertado. Siempre me presentaba a clases con shorts hasta las rodillas, viejas camisetas, sin maquillaje y el cabello peinado en dos trenzas. 6 Llevaba zapatillas de correr y por lo general apestaba a Pine-Sol . Muy lejos de ser una acompañante glamorosa. Deflación: un descenso sostenido y continuo en el nivel general de los precios. (O lo que pasaría con las tarifas de una acompañante con la edad.) Movilidad económica: la capacidad de un individuo, familia o entidad para mejorar o disminuir su situación económica. Edward me había escogido como objetivo para mejorar la suya. Yo había firmado todos los documentos que mi marido abogado había puesto delante de mí. Sin saberlo, había firmado la transferencia de mi casa y de mi herencia de millones. Pero no pudo conseguir la playa de mi familia, el premio vendría después. Mientras yo permaneciera con vida, su disponibilidad se mantendría en suspenso. Capital humano: una medida del valor económico del conjunto de habilidades de un empleado. Estaba aumentando el mío al continuar mi educación en esta universidad comunitaria. Con el corazón en la garganta me había inscrito, utilizando la identificación falsa que había comprado de una fuente cerca de la frontera con Texas. Si alguna vez reclamaba mi vida de vuelta, tal vez podría encontrar la manera de transferir todos mis descarriados créditos de nuevo a mi lujosa universidad de Jacksonville. Completar mi curso se había convertido en el Santo Grial para mí. En su lecho de muerte, mi madre me había rogado por dos promesas: que rompiera con Edward y que terminara la universidad.

Yo sólo le había hecho una. Ella había usado su último aliento para decir: —¡Aléjate de ese hombre diabólico! La primera fase de mi plan de vida era completar mis créditos para expiar el no haberla escuchado. Estaba a un examen de distancia. ¿Entonces por qué estaba pensando más en Sevastyan que en mi clase? Al menos no había hecho sonar las alarmas por mi robo. ¡Hey, él no había especificado ninguna cantidad para mi propina! ¿Y cuán valioso podía ser ese sujeta billetes? Había estado nerviosa de que me delatara, lo que me cabreaba. Estaba cerca. Si algo no estaba resuelto, significaba que no tenía el poder para resolverlo y no podía ponerle ningún punto final al asunto. Este sentimiento de inquietud apestaba. Ya tenía suficientes cabos sueltos en mi vida. Hablé con Ivanna varias veces desde aquella noche. Ella regresó con Anthony, el propietario de Elite Escort, por lo que escucharía si Sevastyan se quejaba. Hasta el momento, el Ruso no había contactado con Anthony sobre mi robo. Ni me había reservado. Ivanna me había dicho: —¡No te lo tomes como algo personal, Cat! Le pasa a la mejor de nosotras. Yo ni siquiera quería ver a Sevastyan de nuevo. En lo absoluto. Para nada. —Necesitas volver. Entra y habla con Anthony. Regístrate oficialmente. Él es un idiota, pero todos lo son. —Estaba pensando en salir de la ciudad por un tiempo. —¡Tonterías! Dejaré que tomes un descanso, pero luego te traeremos de vuelta a la silla de montar. No puedes venirte abajo por lo de Sevastyan. Él ni siquiera estaba en el reino de lo posible. Luego se había puesto a relatar todos los chismes que había recolectado de sus amigos y agencias hermanas acerca de su vida amorosa. Reservaba una acompañante a la vez y siempre pagaba en exceso. Nunca era cruel con sus citas, aunque no era particularmente amable tampoco. Contrataba a una chica nueva cada dos noches, pero nunca para fiestas o eventos. Entonces simplemente salía con una famosa actriz o modelo. Me preguntaba por qué un tipo como ese tendría que contratar acompañantes en lo absoluto, entonces pensé nuevamente en sus instrucciones. No pude evitar la sensación de que no le gustaba que lo tocaran. Así que ¿por qué me había dejado? Me le había trepado como si fuera un juego de barras en un parque. Hoy se suponía que tenía que llamar de nuevo a Ivanna por más trapos sucios -así que había apagado mi teléfono y me había ido al trabajo y a mi escuela. Decidí tres cosas acerca de él: Su maldad era directamente proporcional a su obscena riqueza. (¿Por qué? Cuando yo había sido rica, había sido siempre agradable.) Él me había afectado exponencialmente más de lo que yo le había afectado a él. (Sólo era lo que cinco mil le habían comprado en Miami.) Nadie debería ser tan sexy. (Ayer, había estado ida mientras fantaseaba con darle un BBBJ. Entonces me había disgustado conmigo misma, culpando a mi caminata por excitarme.) Aunque le había jurado a Ivanna que no tenía ningún interés en él, me había quebrado hoy, deslizando mis guantes de limpieza para Googlearlo en la computadora de la señora Abernathy. Entre ciclos de lavado, me enteré de que se había criado en Siberia, pero había conseguido un título de negocios en Oxford en un tiempo récord. Tenía dos hermanos. Su patrimonio neto fluctuaba entre novecientos millones y algo más de mil millones, dependiendo de cómo estuviera el mercado. Aunque tenía treinta y un años, era un poderoso político, miembro de la Duma Estatal, que era la cámara baja de la Federación Rusa o algo así. Había rumores de una conexión con la mafiya. ¿Tal vez sólo me atraían los criminales? El pensamiento me deprimió. Por lo menos sus negocios estaban centrados en bienes raíces y contratos con gobiernos de todo el mundo. En casi todas sus fotos estaba con una sonrisa tipo estrella de cine y con una belleza alta y rubia colgada del brazo.

¿Por qué me torturaba a mí misma investigándolo? Nunca vería a Maksimilian Sevastyan de nuevo. Nunca conocería su toque de nuevo. Enhorabuena. Una vez que la clase hubo terminado, levanté mi mochila temiendo el largo viaje en autobús. Todo lo que quería era un microondas y una lata de sopa, ponerme en remojo en mi bañera de cerámica durante una década, y no pensar en Sevastyan. O en cómo estaría reservando a una nueva chica esta noche. Lo que no me importaba. Mientras esperaba en la parada del autobús, encendí mi teléfono. Y sonó como loco. ¿Ocho mensajes de Ivanna? ¡Mierda! ¡La única razón por la que llamaría tanto era si el gélido ruso me hubiera delatado! Con mano temblorosa, le marqué. —Uh, ¿Hola? —¡Sevastyan ha estado llamando a Anthony como loco! Al parecer, es un sonido espeluznante. ¿Por qué ahora? ¡Pensaba que me había olvidado! —Lo sé. Escucha, puedo expli… —Tuve que pensar en algo rápido porque Anthony todavía no sabía que te había contratado. Por cierto, si te pregunta, eras una independiente, un producto nivel platino de Tampa. Si tú lo dices. —De todos modos, el ruso quiere que vuelvas al Seltane. Ahora. ¿Tal vez el sujeta billetes tenía un valor sentimental? ¿Un regalo de una ex amante? —¡Oh, Cat, quiere reservar contigo! ¿Sabes lo que eso significa? Eres la primera chica en la historia que consigue que la vuelva a llamar. —Espera, ¿Me está citando? —Da, por esta noche. Anthony me estuvo llamando, y yo te he estado llamando. Y cuando Anthony no pudo confirmarte... Bueno, vamos a decir que Maksimilian Sevastyan sabe conseguir lo que quiere. No tienes ni idea. —El hombre siguió ofreciendo más y más dinero. Finalmente exigió comprar tu número personal. Anthony me acaba de llamar para eso. —El que nunca le darías, ¿verdad? En ese momento me entró el sonido de un mensaje de texto desde un número extraño: Esperando.

—¡Ivanna, ya hablamos de esto! Hay límites. —Hablamos acerca de tu número, de que había que cambiarlo. Lo mantuve todo el tiempo que pude, pero cuando Anthony me dijo que Sevastyan ofreció diez mil, cedí. Estamos dividiéndolo a la mitad. Hay dos mil quinientos para ti en la agencia. ¿Más dinero? —Por cierto, Anthony piensa que tu vagina está llena de arcoiris y signos de dólares. Aparte del ruso ¡tienes otras solicitudes en línea! Él quiere que tu “mágica entrepierna” trabaje con otros clientes. No tenía magia. Sevastyan simplemente quería su dinero de vuelta, o su sujeta billetes. O planeaba castigarme por robarle. ¿Tal vez con una fusta? —¿Qué más le dijiste a Anthony de mí? —Nada más. Principalmente porque sé muy poco. Aparte del hecho de que friegas retretes para ganarte la vida, lo que pudiera enfriar el ardor de un multimillonario si tienes que volver a él. Cat, escúchame. Creo que puedes conseguir a Sevastyan, por lo que haré todo lo posible por ayudarte, y luego tú cuidarás de mí para siempre. —No iré, Ivanna. —¿Y si estoy metiéndome en una trampa? Mientras ella hablaba, le envié un mensaje a Sevastyan: De ninguna manera, querido. Tengo planes xoxo mwah.

Él escribió un instante después: Esto no es una petición. ¿El hombre pensaba intimidarme a mí? ¡Tendría que hacer algo mejor que esto! Apretando los dientes, le contesté el mensaje: El dinero se ha ido. No lamento nada. Él respondió: Entonces necesitarás más. Sólo había una manera de resolver este problema. De frente. Colgué a la diatriba de Ivanna y marqué el número del ruso. Le respondí con un —¿Cuál es tu juego, Sevastyan? —¿Cuál crees que es? Ay, su voz. Mis párpados casi se cerraron. Entonces me acordé de lo cabrón que era. — Creo que estás enojado, y quieres darme una lección. —Me robaste, —dijo. —Tuve que comprar un nuevo sujeta billetes ayer. —Conseguí una bien ganada propina. —Podía oír tintinear el hielo en un vaso. ¿Tomándose un cóctel mientras está esperando por su calientapollas? —Me gustaría pensar que el placer que te di -tres veces- era tu propina. —Por esa razón no deberías tener que pagar en lo absoluto pendejo. —Busqué esa palabra. No es muy amable de tu parte que me llames imbécil. Dos veces. Creo que eres la primera mujer en mi vida adulta que se niega a adularme. En este momento suenas como si pudieras tomarlo o dejarlo. —Adivina por cuál me estoy inclinando, ruso. Se rio de eso. El sonido era cálido, retumbante y parecía acariciarme desde el interior. ¿Qué le había ocurrido al gélido ruso? —Ven, Cat, y te haré feliz por haberlo hecho. ¿Le había gustado tanto el sexo conmigo? ¿Me lanzaría sobre el multimillonario? Esto no significaba que lo dejara fuera del gancho. Me había tratado como a una mierda, dejándome colgada durante dos días, para luego irrumpir en mi vida con toda la delicadeza de un maremoto. —¿No pudiste encontrar a una rubia alta? Pensé que eso era lo que realmente querías. —¿Y si no había esperado un día para solicitar a otra chica? ¿Y si había follado con alguien anoche con la intención de cambiar de nuevo a mí? —¿O tal vez hayas reservado ayer en la noche para llenar tu cuota? —No reservé otra cita. Me preocupaba lo mucho que eso me alivió. —Nadie está más sorprendido por estos acontecimientos que yo. Te dije que nunca doy marcha atrás. Sin embargo, lo he hecho por ti. Mi corazón se aceleró. Yo lo había afectado tanto como él a mí. —Parece que me conoces mejor de lo que me conozco a mí mismo; estabas cien por ciento segura de que llamaría. Aquí estoy. —Su voz se había vuelto ronca. —Ahora, dime que no quieres que se repita. El mero hecho de pensar en él hizo que me humedeciera. —¿Eso es todo lo que quieres? —¿Todo lo que quiero? —Sonaba divertido. —Una repetición sería esperar mucho ¿verdad? ¿Y si él se ponía todo gélido y frío de nuevo? ¿Importaría si me pagaba tan bien como antes? Sí. Me había hecho daño. Peor aún. ¿Y si él no se ponía gélido y frío? Que Dios me ayudara. Hice un rápido análisis de riesgo/recompensa. Riesgo: la erosión de mi autoestima y el posible enamoramiento. Recompensa: más dinero y por lo tanto más seguridad. Estaría más cerca de una nueva identidad. El gran sexo no era bienvenido. No podía permitirme quedar atrapada con él. Pondría un muro entre nosotros, manteniéndolo a distancia. Logística... salir de mi apartamento al Seltane llevaría casi una hora. Estaba recién bañada así que podía renunciar a la ducha.

—No puedo estar allí hasta las nueve y no puedo quedarme mucho tiempo. No es que esto sea un problema para ti. —Me reí. —Un nanosegundo después enloquecerás y me estarás preguntando qué sigo haciendo allí. Estaré recogiendo mi ropa tan pronto como tus pelotas se relajen. Será como un simulacro de incendio. —Increíble, —murmuró como si fuera un guía de safari descubriendo a una criatura desconocida. —¿Ahora me ridiculizas? —Me lo pones muy fácil. —¿Dónde has estado que tu agencia no pudo ponerse en contacto contigo? —Aquí y allá. Si querías verme debiste haberlo programado. ¡Podías haber reservado conmigo mientras estaba contigo el lunes en la noche! Oh, pero estabas demasiado ocupado siendo grosero como el infierno. Siguió como si yo no hubiera hablado, —¿Estabas en otra cita? Seguramente me imaginé ese sutil toque de celos en su tono. —¿Recuerdas nuestra regla de sin-preguntas-personales? Silencio. ¿Y si lo hubiera empujado demasiado duro? —Te quiero aquí en los próximos quince minutos, —dijo finalmente. —¿Cuánto va a costar? —Nah, no es posible. En el futuro, reserva a menudo y con anticipación. Otro momento de silencio. Por fin habló entre dientes: —Ponte algo sexy.

Capítulo 8 E

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Anaizher

n la puerta de la suite de Máxim me quité el ligero abrigo largo que había usado para ocultar mi picante vestido. Había dicho sexy, así que había ido con Ivanna sin importarme si llegaba quince minutos más tarde. Ella había sacado el vestido más pequeño que hubiera visto nunca y me lo regaló. —Mis pechos son demasiado grandes para usarlo desde que me los aumenté. El vestido era de color crema, corto y sin espalda. Dos estrechas bandas de seda hacían un top que cubría mis pechos -un poco-, dejando los lados desnudos. La “falda” tenía unos ocho centímetros de largo y mostraba el inicio de mi culo, pero el dobladillo tenía una franja con hebras colgantes que lo disimulaba al caminar. Tenía un brazalete de oro trenzado en el brazo y pendientes estilo chandelier. Completé el conjunto con unos tacones de aguja tipo fóllame. Llevaba el cabello recogido en un moño flojo mostrando mi espalda desnuda. Incluso me había dado un bolso de mano con cuentas para que combinara con el vestido. Recordé sus últimas instrucciones. —Atrápalo, Cat. Lo que sea que hiciste, hazlo mucho mejor. ¿Qué había hecho yo que otras mujeres no pudieron? Bueno, había sido un poco perra. Me negué a ser una “aduladora”. E insistí en mi propio placer. ¡Tres cosas que definitivamente podía repetir! Con ese pensamiento en mente, apreté el timbre de la puerta del penthouse. —Llegas tarde, —me reclamó cuando abrió, —dijiste que a las nueve... —se calló cuando pasó la mirada por mi cuerpo. —Jo-de-me. —Hola.—Esperaba sonar casual, pero se veía aún más sexy que la última vez. Llevaba un traje gris oscuro, con el botón del impecable cuello blanco abierto. —¿Qué pasa?—Pasé por delante hacia la sala de estar. Y me detuve en seco. Otro hombre estaba ahí, un gigante. Corpulento e incluso más alto que Sevastyan, este tipo tenía la cabeza calva, la cara cuadrada y una mandíbula de bulldog ensombrecida por una áspera barba. Mi corazón se tropezó con pánico. —No hago eso. —¿Hacer qué? —Sevastyan frunció el ceño. —Dos hombres. —Instintivamente retrocedí un paso, entonces se dio cuenta de que comencé a ir hacia la puerta y dio un paso para detenerme. —Ah. Vasili es mi mano derecha y jefe de seguridad. Lo ha sido durante más de una década. El alivio me atravesó. Vasili dijo algo en ruso entre dientes. Sevastyan respondió. No podía entender las palabras, pero no había duda de que Sevastyan tenía un tono de no jodas conmigo. Envolvió un brazo sobre mis hombros, acercándome, aquello pareció sorprender a Vasili. ¿Más evidencia de que a Sevastyan no le gustaba tocar o ser tocado? ¿O que no lo había hecho antes? —Vasili ya se iba, —dijo en inglés. El hombre me lanzó una mirada asesina cuando pasó. Nos quedamos solos y entonces comenté. —Desde luego, no le gusto. —Sospecha porque no puede encontrar información acerca de ti. Cualquier persona que entra en contacto conmigo más de una vez deberá tener un expediente de una pulgada de espesor disponible. Eso sonaba arriesgado, pero estaría aquí sólo una hora más, entonces adiós.

Dejé mi abrigo y el bolso. —No aprecio ser intimidada por una cita de último minuto. Tengo una vida, sabes. —En mi experiencia, la mayoría de las acompañantes no tienen que ser “intimidadas” en sus citas con multimillonarios. —Ah, nene. —Le hice una mueca de estoy tan apenada. —No eres lo bastante multimillonario hoy ¿cierto? Sus labios se curvaron. —Mal día en los mercados. ¿Así que lo supiste? ¿Y todavía me tiras mierda? Poniéndome seria, le dije: —No aprecio que violaras mi privacidad. Quise decir lo que dije el lunes en la noche: quería que mi línea permaneciera privada. —¿Estás enojada por eso? Sé de algo que va a animarte. —Se acercó a su maletín, ofreciéndome un fajo atado con una cinta de banco. —Cinco mil. Supongo que no tratarás de regatear por más después de nuestra primera noche. Lo seguí y acepté el dinero. ¡Esto sumaba doce mil dólares en dos noches! ¡Más la comisión por el número de teléfono! Aun así, cuando pensé en lo mal que había estado durante los últimos dos días y su prepotencia de hoy, me acordé que estaba molesta. —No estoy regateando. Con los últimos acontecimientos, son diez mil. O me voy con mi diminuto vestido de fiesta a otro lugar. Sabía que había señalado un objetivo demasiado bajo cuando me dio otro fajo, como si le hubiera pedido que me pasara la sal. Mi ira se desvaneció. Podía darme el lujo de tener otro número. No era como si tuviera que actualizar mi información de contacto con todos mis amigos y familiares, ya que no tenía ninguno. Una vez me fuera de la ciudad, tiraría el teléfono de todos modos. Como en un sueño, floté hacia mi bolso para guardar mi dinero caído del cielo. Cuando regresé, su mirada pasó sobre mí de una manera que me hizo querer ser fan de mí misma. Mis pezones ya estaban luchando contra la seda. —Pensé que te había dicho que vistieras algo sexy. —¿Una broma del ruso? —¿Por qué no te vestiste como la última vez? Sólo te solicité de vuelta porque lucías casi... saludable. Al menos por el frente. —No estaba segura si me ibas a denunciar. Ahora sé que no lo harás. Cruzó la sala para estar delante de mí, parecía hacer un visible esfuerzo por mantener los ojos en mi rostro. —Tal vez lo haría si no tuviera ningún límite de tiempo. —Tú eres el que llamó en el último minuto. —Empecé a llamar esta tarde. Golpeé mi barbilla. —Entonces eso suena como un problema para ti. —¿Dónde estabas esta noche? —Te lo dije. Aquí y allá. —¿Estabas teniendo otra cita? —Límites, Sevastyan. Eso no es asunto tuyo. —Es mi asunto cuando tu horario afecta mis planes. Sus planes consistían en depositar su esperma en un condón y luego quedarse dormido. Qué bonita vida debía ser para él. —Y seguir después de otro no es mi estilo. —Caminó acercándose aún más. —¿No estás de acuerdo? No es que me vayas a creer, pero no he tenido sexo con nadie más que contigo en un buen rato. —¿Has pensado en mí? —Fugazmente. Sus labios se curvaron de nuevo. No era sorprendente que tuviera una sonrisa sexy. Todo en él era atractivo para mí. Cuando era encantador y cálido así, era un hombre diferente. Uno que me atraía

peligrosamente. Él me atrajo más cerca, bajando la cabeza. Su olor me envolvió, enviando escalofríos por todo el cuerpo. —Creo que me extrañaste, Katya. ¡Oh, mi nombre en su acento hizo que mis dedos se curvaran! Y murmuró justo en mi oído. —Creo que pensaste en lo que hicimos y eso hizo que tu pequeño y suave coño se mojara. Sus palabras rudas me encendieron rápido y con tanta fuerza que me quedé sin aliento. Su boca descendió sobre la mía. Probé un toque de vodka mientras me hacía gestos sensuales con la lengua. Demasiado para mis barreras y límites. Le di la bienvenida a su beso, lamiéndolo de vuelta. El fuego rugía y mis dedos se clavaron en sus hombros. Cuando apretó mi muslo entre sus caderas, sacudí las mías hacia él. Rompió el beso. —¿Extrañaste esto… —hundió su dura polla contra mí, — …dos días? Gemí asintiendo y contoneándome de vuelta. —No tomaría mucho hacer que te corrieras ¿verdad? —Acarició mi cuello. —Frotaría tu tierno clítoris con mi dedo pulgar y explotarías. —Ponme a prueba… Mi estómago gruñó. En voz alta. Se echó hacia atrás, liberando mi pierna. —¿No has cenado? Negué lentamente. Lucía como si estuviera luchando con una enorme decisión -la que implicaba dejar de mirar mis piernas, mis labios, mis pezones duros- y suspiró. —Vayamos al bar para comer algo. ¿Por qué no llamaba al servicio de habitación? —¿Estás queriendo darme de comer o mostrarme en este vestido? —Tal vez ambas cosas.

Capítulo 9 E

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Anaizher

n el ascensor, su figura imponente y energía palpable acapararon el espacio. Arrastró el dorso de sus dedos por mi columna vertebral, haciendo que me estremeciera de nuevo. — Tan sensible. En la planta baja, mientras nos dirigíamos al bar exterior, mantuvo una mano territorial en mi espalda. Más alto que todos los demás hombres, caminaba con la cabeza en alto y los hombros cuadrados, totalmente arrogante. Lo disfrutaba, cuando no estaba dirigido a mí. La zona al aire libre del Seltane era impresionante, con palmeras gigantes, múltiples piscinas pequeñas y asientos de lujo enclavados en tálamos románticos. Me llevo lejos de los demás y más cerca del océano. A pesar de que había dos cómodos sofás alrededor de la mesa con velas, nos sentamos en el mismo. Nuestra camarera -¡Tiffani!- era una rubia alta con un rostro impactante. Yo esperaba que Sevastyan babeara sobre ella, pero estaba totalmente atento a mí. Escogió un vino blanco de una cosecha específica que debía ser caro. Tiffani alzó las cejas. Pidió un Martini con vodka para él, y agregó: —Necesitamos algo de comer, algo rápido. Haz que el chef nos sorprenda. Mientras esperábamos por las bebidas, me relajé en el sofá, decidida a disfrutar del entorno lujoso. Mis párpados se fueron poniendo pesados mientras una brisa flotaba sobre nosotros haciendo bailar la llama de la vela. Las hojas de la palmera se movían encima de nosotros. Ahora la luna llena estaba teñida de amarillo y pintaba las olas. Mientras estaba mirando hacia el océano, él me había estado mirando a mí. —¿Qué? —No puedo entenderte. Puedo entender a todo el mundo. He conocido a espías con menos secretos que tú. ¿Espías? Como un político… o un mafiya importante. ¿Decía eso literalmente? —¿Eres tan reservada porque temes a otro cliente enamorado? Estoy seguro de que has tenido tu cuota. En broma le dije: —¿Debo estar preocupada por ti? —Me has tenido que ver online ¿qué piensas? —Tu larga estela de rubias con corazones rotos me dice que tu corazón es a prueba de balas. Al igual que el mío. —Dije esto confidencialmente, pero pude sentir mi interés profundizándose, si seguía portándose así, todo cálido. Tiffani regresó con nuestras bebidas. Después de que se fuera, me bebí a sorbos aquella ambrosía de primera. Hablé sobre el borde de mi copa. —Tienes un gusto excelente en vinos para alguien que nunca lo bebe. —Nada más que lo mejor. Justo como había imaginado. Estaba empezando a sospechar que él había preferido a las rubias altas porque representaban distinción. Pero no tuvo ningún problema con mi aspecto el lunes por la noche o esta noche. —Volviendo al tema que nos ocupa, —dijo. —¿Podría tentarte a decir algo sobre ti si te pago…? —No. Alzó las cejas. —Estaba por preguntarte acerca de las cero preguntas personales ¿pero tú sí puede leer lo que sea de mí? —¿Debo creer todo lo que leo? —Por supuesto que no, —movió la cabeza. —Conoces mi patrimonio neto y sin embargo continúas tratándome como si fuera una irritación. —El lunes por la noche estaba encantada contigo, pero entonces fuiste cruel conmigo.

Abrió la boca para decir algo, la cerró y lo intentó de nuevo. —Esa noche fue... diferente. Miró hacia el agua mientras hablaba. —Esperaba que soltaras la perorata de una acompañante y me molesté. No quería que nada coloreara la experiencia. ¿Qué quería decir con diferente? Seguramente esperaba que le preguntara así que no lo hice. —Conozco tu valor neto. Deberías darte una palmadita en la espalda por tu buen trabajo. Pero eso no hará que cambie mi comportamiento. Él me miró. —¿De verdad? —Sus palabras estaban teñidas con hielo. El hombre pensaba que estaba coqueteando con él por su dinero. ¡Qué ironía! Su 7 riqueza, en resumen, era como el oro del leprechaun para mí. ¿Por qué soñaría con su dinero, en lugar del mío? Había tenido una liquidez de millones. Edward probablemente había malgastado algo de dinero buscándome. Podría tener la mansión, pero no Martínez Beach. Con cada década, el fuerte fideicomiso de la tierra se erosionaba; con el tiempo, un abogado como él podría encontrar una manera de eludir el fideicomiso. Con la inversión de un resort en ambos lados, su valor estaría atravesando el techo. Otros habían tenido la misma idea. Desarrolladores habían acosado a mi madre constantemente, una de las razones por la que ella se había vuelto hermética. —Casi lo podría creer, —dijo Sevastyan finalmente. Cuando me encogí de hombros, preguntó: —¿Qué parte de tu biografía online es verdadera? —No mucho. —¿No te gusta el baile, el yoga y las compras? ¿Qué haces para divertirte? —No sé bailar, me burlo del yoga y desprecio las compras. Soy una atleta, y no tengo tiempo libre para divertirme. Un músculo palpitó en su ancha mandíbula. Por supuesto que lo tomó en el sentido de siempre estoy sobre mi espalda. —Tengo poco tiempo para mí mismo. La mayor parte de mi vida se dedica a los negocios. —Hmm. —Hmm, ¿qué? Recorrí con la yema del dedo índice el borde de mi copa. —Podrías haber tenido diversión el lunes por la noche. Te perdiste el momento de tu vida. —¿Lo hice? Dime lo que pudimos haber hecho. —La fiesta habría comenzado justo después de que jodieras mí siempre adorado cerebro en el sofá. En lugar de deshacerte de mí cuando te di unas palmaditas en el culo, te hubieras reído. Tal vez incluso me hicieras cosquillas. Una lucha hubiera sido bienvenida y podría haberte dejado ganar. Entonces habríamos tenido otra ronda de bebidas he ido a nadar. — Fingí examinarme las uñas. —Si quieres saberlo, el verme zambullirme desnuda te hubiera cambiado la vida. —¿De verdad? —Sus ojos azules se volvieron más animados. Su carisma estaba fuera de los gráficos. —Continúa. —Habríamos tenido más sexo. En el agua. Entonces, después de un par más de bebidas, te habría montado en una silla hasta que los ojos te rodaran por la cabeza. Él gimió bajo. —¿MSOG? —A veces me olvido lo entusiasta que eres. —El entusiasta y su cortesana. ¿Por cuánto tiempo has estado haciendo esto? —¿Me creerías si te dijera que eres mi primer cliente? —Nyet. —Guau. ¿No quieres siquiera pensar tu respuesta? —Estoy “intimidando” a una acompañante para una cita y compré su línea privada por diez mil dólares. Antes de eso, he descargado su maldita foto en mi teléfono. Si voy a caer tan bajo, no debería estar manejando a una novata. Mi cabreo se fue. —¿Hay un cumplido por allí? —¿Había realmente descargado mi foto?

—Follas demasiado bien para ser otra cosa que una profesional. —¿Gracias? —Tal vez le gustaba la idea de que yo fuera una profesional. Si lo convencía de que no lo era tal vez la emoción se acabaría. ¿Y qué importaba cuando nunca volvería a verlo? —¿Es Cat la abreviatura de Catherine? ¿O tal vez Catarina o Catalina? —Sólo soy Cat. —Dime tu nombre real. —Eso ni siquiera está sobre la mesa. —Como he dicho, todo está sobre mi mesa. Lograré descubrirlo tarde o temprano. ¿Cuánto tiempo creía que iba a continuar este arreglo? —Mejor te das prisa. Volverás a Rusia pronto, ¿no? —He decidido quedarme hasta el veintiocho. Mi hermano mayor se casa en Nebraska ese fin de semana, así que me estaré quedando en los Estados Unidos hasta entonces. ¿Podría yo haber tenido algo que ver con su decisión? Tomó un sorbo de su bebida, esperando a que respondiera. Y siguió esperando... —Aquí es donde deberías estar a la pesca de otras citas, diciéndome que me mostrarás la ciudad. ¿Debería estar pescando? Eso era algo que Edward haría. Le ofrecí a Sevastyan una sonrisa tensa y le di unas palmaditas en el hombro. —Estoy segura de que conseguirás algo con lo que divertirte. Se le colgó la mandíbula. —Te di una y no la tomaste. Encuentro que eres una criatura muy singular. Me reí. —¿Soy singular? Tssk, no soy la que se excita azotando mujeres extrañas. Él mostró esa sonrisa DDG. —Eso es precisamente de lo que estoy hablando. Sabes cuáles son mis méritos, pero todavía me das labia. Es increíblemente refrescante. ¡Por una vez mi sass (como mi madre solía llamarlo) estaba trabajando para mí! —A diferencia de las otras acompañantes con las que he estado, no tratas de engatusarme después del sexo; simplemente tomas mi dinero. Alcé la barbilla. —Te lo merecías. —Tal vez, —admitió. —Y no finges pasión. De hecho, insististe en tu propio placer. —Eres un hombre de buen aspecto. Me resulta difícil creer que no se excitan cuando están contigo. —Miré hacia abajo. ¿Cuándo nos habíamos acercado tanto? Ahora estábamos sentados muslo con muslo. —Ellas tienen sus razones. Algunas han admitido que mantienen esa parte de sí mismas separadas de sus clientes. He observado que otras están tan ocupadas pensando en cómo engatusarme, o incluso atraparme, que no se relajan. —¡Ay! Que irresistible. —Tuve que contener la risa. —O bien una acompañante se promociona a sí misma como una sumisa, cuando es todo lo contrario. He tenido muchas que juran que disfrutan de la disciplina y del bondage, pero no veo ninguna evidencia de ello. Ivanna me había dicho que inicialmente lo había disfrutado. Pero un día que había tenido cinco visitas a domicilio, había sido atada y azotada por cinco aficionados. La experiencia le había agriado el asunto. —No es fácil encontrar a una sumisa, —continuó el ruso. —Una que sea hermosa y esté disponible sería muy valorada. —Me miró intensamente. Aunque estaba empezando a sospechar que ese tipo de sexo con Máxim volaría mi mente, no estaba lista para entrar. —¿Cómo descubriste tu interés en esto? Se echó hacia atrás, vaso en mano. —Estoy en el negocio de la información. Durante muchos años, he lidiado con ella. Estaba investigando a un hombre en particular, uno que creía conocer bien, cuando me enteré de sus más oscuras... inclinaciones. Quería entender lo que le atrajo a ese tipo de vida. Mientras más aprendía, más curioso me ponía. Lo probé y me

pareció que satisfacía mis necesidades. No sonaba como un hombre que hubiera descubierto una pasión secreta y se deleitara en ella. Habló del BDSM casi mecánicamente. —Así que lo disfrutas. —Se adapta a mis necesidades, —repitió. —Entonces, ¿Qué hizo que te decidieras a pedir por mí hoy? —Ayer estuve en un yate, una fiesta organizada en mi honor. Muchos empresarios asistieron, e incluso con acompañantes. Como no tenía ninguna intención de volver a llamarte y darte la razón, me decidí por lo usual. —Removió el hielo en su vaso. —Pero las rubias ya no me llaman la atención. Figurándome que mis gustos habían cambiado me acerqué a una pequeña latina. No funcionó tampoco. Todavía luchaba contra el impulso de llamarte. Lo hice más tarde. Cuando saqué tu foto, decidí que tendría lo que realmente quería. ¿Había dormido con la latina? ¿Yo el lunes, ella el martes, yo otra vez hoy en la noche? — Así que tuviste una prueba de sabor de razas. ¿Supongo que la superé en la cama? —No follé con ella ni ninguna otra. —Exhalé, aliviada otra vez. —Y nadie en esa fiesta estaba usando una cama. —Suena como una orgía. —Dios mío. —¿Asistes a menudo a esas fiestas? —Yo no diría que a menudo. —Me regresó la pregunta. —¿Tú sí? —Nunca he estado en una. —Era de mente abierta acerca del sexo, pero una orgía nunca estaría en mi menú. —Ese no es mi acelerador. —¿Alguna vez te has acostado con más de un hombre a la vez? —Nunca he tenido relaciones con más de un hombre. —Pensaría que estaba hablando a la vez. Y aun así no me creería. —Y no quiero. —Hace un rato, retrocediste con fuerza. Eso es inusual en tu línea de trabajo, ¿no? Aun así, pude verlo. —¿Por qué? —Apuesto a que tus clientes apenas pueden manejarte y mucho menos agregar otro a la mezcla. —Gracias. Creo. —Bebí. —¿Alguna vez has intentado siquiera con el BDSM? Negué con fuerza. —No me gusta ser golpeada. —Es más que eso, —dijo. —Azotar a una mujer no es mi aspecto favorito. —Entonces, ¿por qué una fusta como parte de tus instrucciones? ¿Tal vez porque limitaba el tocar aún más? —Si nunca has intentado nada de eso ¿cómo sabes que no te va a gustar? —Había desviado mi pregunta. Debido a mi ineptitud al mentir, esquivaba y desviaba, fluctuaba y ondeaba, y siempre distinguía tácticas similares en otros. —Me gustó la noche del lunes, —le dije, esquivando su pregunta. —Me gustó el peso de tu cuerpo presionando el mío y que nuestra piel se tocara por todas partes, sentir tus grandes músculos flexionándose. —Me incliné, queriendo acercarme más al calor que emanaba de él. —Cuando tu pecho frotó mis pezones —murmuré en su oído, —y tu polla se hundía en mí, me corrí hasta que la visión me quedó borrosa. Él respiró hondo. —Deberíamos volver. Ahora. —Vamos a abandonar… —¡Aquí estamos! —Dijo Tiffani, bandeja en mano. Probablemente quedó perpleja cuando ambos le fruncimos el ceño. Mi ceño se desvaneció una vez que ella descubrió los platos. Ensalada de langosta con salsa de cítricos y langostinos acompañados de risotto de trufa y mantequilla. La botella de vino estaba a mi disposición. Gemí con mi primer bocado. Estaba complacida con una comida como esta, cuando

había planeado comer nada más que una lata de sopa. —Está como para chuparse los dedos. Está deliciosa. —No tenía hambre, sin embargo ahora... Creo que aumentas todos mis apetitos, —dijo. Sus palabras estaban llenas de insinuaciones. Pero cuando se encontró con mi mirada, me dio la sensación de que me estaba diciendo algo más. Entre un bocado y otro, él hablaba. —Además de correr, ¿cuáles son tus otros intereses? Y eso no cuenta como una pregunta personal. ¿Qué había disfrutado haciendo antes de que mi vida hubiera cambiado tan drásticamente? —Me gusta cocinar. —Mi madre me había enseñado. Parecía que sólo nos llevábamos bien cuando preparábamos platos juntas, sin hablar, con suave música cubana sonando en la radio. A pesar de que me parecía mucho a ella, habíamos sido polos opuestos en todos los sentidos. Rara vez había sonreído o reído, añorando la vida de religiosa a la que había renunciado por mi padre. —Me encanta nadar, leer y salir con amigos. Tiempo pasado. Echaba de menos el tener amigos. Había tenido un gran grupo, ruidosos y traviesos todos en Jacksonville. Extrañaba intercambiar chistes verdes. Echaba de menos la risa y la confianza. Cuando me casé me alejé de ellos. Enterrando la cabeza en la arena por mi desastroso matrimonio. Me había dedicado a la escuela, acumulando veintiún acreditaciones en cada semestre, una y otra vez. —¿En qué estás pensando? —Edward, Edward, Edward. Me encogí de hombros. —No puedo dejar de preguntarme lo que está pasando detrás de esos hermosos ojos tuyos. —Nada.—Había dicho que mis ojos eran impresionantes la última vez. —¿Realmente no te gusta ir de compras? —Lo odio. Este vestido es un préstamo. —Gracias, Ivanna. La única diversión que tenía cada semana era limpiar su condominio. Mientras lavaba las ventanas, Ivanna se pintaba las largas uñas y me contaba historias acerca de ser acompañante. Conseguía mi cuota semanal sobre noches libertinas, clientes bizarros y técnicas probadas y verdaderas. Pero nunca le había dicho nada acerca de mí misma. Ella tenía familia en Ucrania y estaba desesperada por brindarles más. Si veía una recompensa por brindar información sobre mí, elegiría a su familia por encima de mí. No la envidiaba, pero tampoco compartía nada innecesario. —¿Te gustaría ir de compras si te dijera que podemos ir a comprar una chuchería en este momento? —Preguntó Sevastyan. —¿Si consigo que una tienda abra para nosotros? Ahora sólo estaba jodiendo conmigo. Me pregunté si hacía esto con otras personas. — Acordar sexo por comida es una cosa. ¿Por una cena y compras? Ruso tonto. —Dime un argumento válido. Para ese momento Sevastyan y yo habíamos terminado de comer, había tomado dos copas de vino, ordenándome tomar las cosas con calma en la tercera. —No voy a preguntarte si disfrutaste de la comida, —dijo. —Tenías una mirada de dicha en cada bocado. —¿Tan obvia, fui? —No podría haber sido diferente. Cada vez que estaba con el ruso, todo se sentía amplificado. El sabor del vino. La textura de los alimentos. La sensación de sus dedos trazando mi espalda. El placer de un beso o un orgasmo. —Me gusta cuando puedo decir lo que estás pensando y sintiendo, dushen'ka. —¿Qué significa esa palabra? —Es una manera de llamarte “querida”. —Estiró el brazo detrás de mí, y me acurruqué contra su pecho. Una inesperada sensación de comodidad floreció entre nosotros. Casi como un déjà vu, como si hubiera estado con él antes. La última cosa que necesitaba era encapricharme. Estábamos en una relación transaccional que no iría a ninguna parte. Límites, Cat. Construye la barrera.

Él arrastró sus dedos sobre mi brazo. —Nunca pensé que conocería a una mujer con más secretos que yo. —Su voz era baja y relajada. —Y preguntas tan poco acerca de mí. —¿Qué debo preguntar? ¿Qué preguntarías si fueras yo? —¿Por qué estoy en Miami en primer lugar. Si es por negocios políticos o de la mafiya? Debes de haber leído acerca de mis lazos con el sindicato. —No me interesan tus tratos con la mafia Rusa. —¿Estás segura? —Su tono era persuasivo, como si estuviera colgando un cebo. Jodiendo de nuevo conmigo. —Estoy abierto a hablar acerca de mis actividades.—Sólo iba a estar con él durante un par de horas, así que ¿qué más daba? —Nunca he estado con una cita que no se desviara hacia el tema. ¿Aquellas actrices y modelos? ¿O la acompañante pagada? Me aparté para arrojarle una mirada aburrida. —No, gracias. Vi El Padrino una vez. Estoy segura de que no puedes superar eso. Él ladeó la cabeza. —Supongo que eso desmiente la sospecha de Vasili. —¿Cuál? —Cogí mi copa, tomando un sorbo. —Él cree que eres una infiltrada, pagada por mis enemigos o los tabloides para conseguir información. Creo que estaré muy orgulloso de decirle que tienes muy poco interés en mí. Fruncí el ceño. Edward había hecho que mi orgullo cantara con dolor. Me recordé gritándole: —¿Cómo puedes estar casado con una mujer que no deseas? ¿Por qué no quieres ir a terapia conmigo? —Sin levantar la vista de su ordenador, Edward había dicho: —Lo siento mucho, Ana-Lucia, ¿todavía sigues hablando? Así que miré al ruso. —No estoy desinteresada, Máxim. Pero soy una persona muy reservada. Si no te pregunto, tú no me preguntarás a mí. Él tenía una mirada obstinada en sus ojos. —Quiero saber algo que nunca le has dicho a otro cliente. Algo que nadie más sepa. No voy a dejarte ir hasta que lo hagas. ¿Qué decir? Soy hija única de hijos únicos y todos están muertos, así que tengo que cuidar de mí. Durante los últimos tres años, un hombre muy enfermo me ha estado cazando. No se detendrá ante nada para matarme porque atraje sangre. Tanta sangre... Sin embargo, él la había atraído primero. Abrí la boca para negarme, pero Sevastyan insistió. —Sólo una cosa. ¿Estaba tan hambrienta de interacción, tan sola, que rompería una de las reglas? ¿Necesitaba de esto tan desesperadamente? No importaría mientras no revelara nada que pudiera ser usado para rastrearme o identificarme. Las palabras salieron de mi boca... —Estoy obsesionada con la economía. —¿Es un argot para decir dinero? Puedo darme cuenta de ello. —No, economía. El estudio de la economía. Leo todo lo cae en mis manos sobre eso. —La adoro desde que había tomado mi primer curso de la asignatura a los diecinueve años. El profesor me había incentivado, haciendo que me preguntara qué motivó a un hombre rico, más viejo que yo y tan sofisticado como Edward, a pedirme que me casara con él. Cuando hablaba en español le dolía la cabeza. Quería que pusiera mi culo a dieta. Se burlaba de las pecas en mi nariz. Ni siquiera le gustaba el sexo conmigo, nunca respondió a los movimientos que utilizaba para volver locos a los chicos. Sólo con apretar mi culo había hecho que más de un chico de secundaria se corriera espontáneamente, Edward nunca me había tocado allí. Sólo había una respuesta que podía explicarlo. Él estaba en esto por el dinero. Lo que significaba que no lo tenía. Lo que significaba que era un estafador. Lo que significaba que mi madre había estado en lo cierto. Había descubierto que él y Julia estaban juntos sólo dos semanas más tarde. Enfrenté a Sevastyan. —Un día tuve esa epifanía. —Mis palabras salieron muy rápido por la emoción. —Me di cuenta de que la economía es el componente básico de la vida. —Pensé que era el ADN. —Entonces necesitas aplicar más imaginación. En nuestras dos citas, tú y yo hemos

jugado en varios escenarios económicos. —Explícate, —insistió cuando dudé, —quiero escuchar eso. —Tú lo pediste, —murmuré. —Por tu singular fetiche por las acompañantes altas rubias, posees una completa preferencia, lo que es la capacidad de un consumidor de identificar plenamente sus deseos en cuanto a servicios. Aunque podría argumentar -basándome en tu reacción a mí- que las rubias altas son bienes posicionales para ti, sólo buscas aumentar tu distinción. Cuando me presenté en tu puerta, experimentaste un shock de suministro, debido a un inesperado suceso que cambió el suministro de un producto, lo que resultó en una variación repentina en su precio. Pude haber empleado la maximización del beneficio contigo, porque tenía el poder del mercado. Su boca empezó a caer. —Y la noche del lunes, cuando me preguntaste por qué estaba aún en tu presencia aunque habías estado follándome- y me miraste de la misma forma que harías con un condón usado, habías alcanzado la saciedad, un nivel de consumición en el que el consumidor está plenamente satisfechos durante un período determinado de tiempo. Su mirada estupefacta se profundizó. No contestó, sólo me miró. Así que tomé un mechón de mi cabello como lo haría una rubia tonta y me puse a cecear. —Y me gusssta mucho caminar en la playaaaa. Nada. —Estaba bromeando acerca de la parte de la saciedad. En su mayoría. —Blyad, —murmuró. Otro silencio incómodo. Su relajación se había esfumado y yo ni siquiera sabía por qué. —Mira, esta es la razón por la qué no debemos hablar. Lo hacemos mejor con el lenguaje corporal, ¿no? Casi parecía... cauteloso. —¿Tienes una licenciatura? —No, no la tengo. —Esto podría ponerse arriesgado. —¿Pero fuiste a la universidad? Esquiva. —No era un requisito previo para mi empleo actual. —Y muévete. Estaba a punto de preguntar más, pero Tiffani regresó con la cuenta salvando el día. —Iré corriendo al baño de señoras. —Cogí mi bolso y corrí, los flecos de mi falda cosquilleaban en la parte trasera de mis muslos. Cuando pasé por el bar al aire libre, los chicos me miraban boquiabiertos, sabiendo lo que era. O pensaban que lo sabían. En el baño, me miré al espejo. Acompañante Cat Marín. Muy lejos de la realización de mi meta: Lucía Martínez, magnate. Desde muy temprana edad, había jugado con la idea de tomar al mundo, tal vez entrar en la política, como mi difunto padre. Incluso mientras participaba en los grupos de la escuela secundaria había conseguido las mejores calificaciones, había ganado toneladas de créditos de AP. Había planeado graduarme de la universidad a los veintiún años de edad, con un promedio de 4.0 en mis calificaciones. Sin embargo, mientras más duro trabajaba, más lejos estaba de conseguir mis sueños. ¡Lo cual no era exactamente un incentivo! Por lo menos las calificaciones estaban al alcance. Todo lo que tenía que hacer era sacar una A en mi último final. Desde que podía recordar, mi madre me había dicho que no necesitaría un título universitario, ya que me casaría y tendría hijos. Una vez que Edward entró en el cuadro, de repente se actualizó. —¡Chicas como tú deben ocupar su tiempo en la universidad en vez de citas! En este extraño país, se espera que tengas una carrera y te cases a los treinta. Esa es simplemente la forma en que es aquí. Termina tu licenciatura. No me había inculcado mucho de su catolicismo, pero con el concepto de la penitencia me tenía al día. La escuela era mi penitencia. Cada crédito era como una de esas indulgencias medievales que se podían comprar para lavar los pecados. Con un suspiro, me alisé un rizo detrás de la oreja y tiré del dobladillo de mi vestido. En el momento en que pasé una vez más por la barra, los hombres estaban preparados. Tres chicos trataron de presionar sus tarjetas de presentación en la palma de mi mano.

Levanté una mano. —No, gracias. Los hombres eran ricos y bastante atractivos, pero no me llamaron la atención. Esta carrera comenzaría y terminaría con Sevastyan. Cuando regresé, lucía furioso. —Cuando estés conmigo no te promociones en tu negocio. —¡No lo hice! —Con una mirada airada, me senté. —Estaba sorprendida por sus tarjetas. —¿Te pones un vestido como ese en el bar de un Hotel de Miami y te sorprendes cuando los hombres quieren pagarte por follar? Ellos saben lo que eres y lo podrías utilizar muy bien como una señal. Y en esa señal no se leía: Magnate Caminado. Lo que me cabreó. —Brillante. Modelaré mi señal como taxi: Vacante, Fuera de servicio, Ocupada. —Esta noche estás definitivamente ocupada. —Él ahuecó mi nuca, atrayéndome para un beso. Sus labios eran tan firmes, y Dios, sabía cómo usarlos. Nuestras bocas, la una en la otra, voraces, besándonos a la vista de todos. Mis pezones se endurecieron casi dolorosamente contra mi top. Me sobresalté cuando sentí su mano en mi muslo interior. Subiendo más arriba. Más arriba. Mi vestido no proporcionaba ninguna barrera, el dobladillo casi llegaba a mi tanga. Entonces... contacto. Gruñó contra mi boca. —Mojada. Estás prácticamente vibrando. Me retorcí en el asiento. Se separó hasta que nuestras bocas estuvieron a pulgadas. —Fingiré que no eres de esta manera con tus otros clientes. Que sólo yo te hago sentir de esta manera. —Deslizó su dedo índice más allá de la seda que cubría la hendidura de mis húmedos labios. Mis muslos y coño obedientemente se abrieron para él. —Ronronéame en ese acento tuyo que es cierto y tal vez lo creeré. Me incliné hacia delante. —Lo susurraré en tu oído. —Cuando él inclinó la cabeza, le mordí el lóbulo de la oreja con fuerza. —Me pones así, arrogante pendejo. —Pequeña bruja. —Estaba sonriendo cuando tomó mi boca. Hundió un dedo dentro de mí, me besó y me besó hasta que estaba prácticamente montando su mano. Me acercaba al punto del no retorno cuando paró. Sus ojos estaban entrecerrados y tenía el cabello revuelto por mis manos. Podía imaginarme cómo me veía yo. Jadeante, apreté mis muslos alrededor de su mano. —¿Por qué te detienes? Él me miró con esos ojos azules penetrantes color océano soleado. —¿Me necesitas en tu interior, Katya? —Su voz era tan ronca que me hizo temblar. Por alguna razón, este se sentía como un momento de inflexión. Así que nuevamente me pregunté a mi misma: ¿Me lo follaría gratis? Mi respuesta: —Absolutamente.

Capítulo 10 Traducido Por Maxiluna Corregido Por Anaizher

En el ascensor, Máxim me arrinconó contra la pared, su cuerpo acercándose.

Me volví hacia él, sacando los pechos con los duros pezones clamando por atención. Sus manos se levantaron, pero las dejó caer con los puños apretados. —Cámara, —murmuró, dando un paso atrás. Entonces me lanzó una mirada resentida como si fuera la causante de su actual incomodidad. Como si yo no estuviera tan mal como él. ¡Si no lo tenía dentro de mí pronto, me subiría por las paredes! Salió del ascensor. En el vestíbulo, me atrajo hacia él. Cuando salté para enredar las piernas alrededor de su cintura, me atrapó gruñendo su aprobación, con las cálidas manos agarrando mi culo. —He pensado en ti desde que te fuiste, —dijo entre besos. —No pude concentrarme en los negocios, ni en ninguna otra cosa por dos putos días. Gemí, absorbiendo sus palabras. ¿Eran mentiras? Confusamente, me di cuenta de que no tenía ningún motivo para mentirme. Tenía garantizando el sexo conmigo. Y hasta donde él sabía, yo no tenía absolutamente nada. Qué... liberador. —Yo tampoco dejé de pensar en ti, Máxim. —Me encanta cuando me llamas así. —Prefiero tener la boca llena de ti que de tu nombre. Él gimió. —Me prometí a mí mismo que no te volvería a llamar. Me dije a mí mismo que no podía haber un cuerpo como el tuyo. Contra sus labios, le dije: —Me prometí a mí misma que iba a odiarte para siempre. Acomodándome, se dirigió al frente de la puerta y la cerró detrás de nosotros. Luego se dedicó de nuevo a besarme. De pronto estaba ardiendo fuera de control, nuestros cuerpos se movían y empujaban juntos. Cuando se separó, seguí con avidez sus labios, jadeando por más. —¡Calma! Estoy perdiendo el control. Haces esa cosa con tu boca… Me incliné e hice esa cosa con mi boca. Con otro gemido, usó su mano libre para rasgar la parte superior de mi vestido, y no me importó. Quería mi cuerpo desnudo, cualquier cosa con tal de conseguir sus labios de nuevo sobre mí. Acarició mis pechos hasta que tuve las uñas clavadas en sus hombros. Pero luego se echó hacia atrás, dando una fuerte sacudida de cabeza. —Espera, dushen'ka. Vamos a relajarnos y tomar esto lentamente. Tengo un asunto que discutir contigo. Apenas lo escuchaba. Mis pezones estaban frotándose a través del material de su camisa, me estaba volviendo loca. —Habla cuando estés dentro de mí. —Apreté mis piernas alrededor de él. —No voy a follarte en el sofá de nuevo. —¡Entonces fóllame contra la pared! Por favor, por favor, por favor... —Maldita sea, Katya, —dijo entre dientes, escarbando en su bolsillo para agarrar otro condón. —No quiero hacerte daño. —No lo harás. Va a ser bueno. —Me incliné hacia delante, provocando su boca, chupando su lengua. ¿Cómo se las arregló para ponerse un condón, sostenerme y besarme al mismo tiempo? Nunca lo sabré, pero sentí la corona de su polla en mi entrada. Cuando avanzó, tuve que amoldarme para tomarlo, pero no fue como la noche del lunes. No había dolor, simplemente exquisita plenitud mientras se hundía cada vez más profundo. Una vez que había asentado su polla en lo más profundo, lucía como si se esforzara a sí mismo para aguantar. —¿Te he hecho daño?

—¡No, Máxim! —Estoy oficialmente... reservándote... por el resto de la noche, —dijo entre dientes. —Y yo estoy oficialmente muriéndome por follarte otra vez. Es tan bueno. Eres tan bueno dentro de mí. ¡No te controles! Tiró de mi cabello suelto, enredando su mano libre en mis rizos. —¿Necesitas más? —¡Por Dios, sí! —Me lamió el cuello, gimiendo sobre mi pulso. —Entonces quiero que mi polla esté cubierta con tu humedad. Quiero batirme a mí mismo con ella. —Sólo entonces echó sus caderas hacia atrás, dándome un empujón mesurado. El placer era tan intenso que el aliento quedó atrapado en mi garganta. Otra retirada y más bombeo. Me hizo gemir por lo bajo. Él alternativamente empujaba las caderas y lánguidamente las movía. Tomó mi boca, profundizando con su lengua al mismo tiempo que con su polla. Mis piernas se habían aflojado, mis pantorrillas estaban descansando sobre su duro culo como piedra. Podía sentir sus músculos tensos moviéndose mientras trabajaba mi cuerpo. Sus decididas embestidas me enviaban más cerca del orgasmo. —¡Más duro, querido! Agarrando mi culo con los dedos extendidos, subía y bajaba con más y más fuerza hasta que mis dientes chocaron con cada embestida. Corcoveaba sobre él, estimulándolo con mis talones. Él se volvió loco, tensándose dentro de mí. —¡Córrete, Katya! —Su rostro era una máscara de agonía, su cuerpo atormentado por la liberación. —He esperado dos días para que puedas ordeñarme de nuevo. Siseé con un suspiro por su voz ronca, su acento y sus palabras sucias. En ese momento, le daría cualquier cosa que deseara. —¡Estoy tan cerca! Él agarró mi nuca, cubriéndola con su palma. —Ayer me masturbé fantaseando contigo. Incluso la noche del lunes, más tarde, me jodí con el puño, repitiendo lo que hicimos. Cuando mi núcleo se apretó en reacción, sus ojos se abrieron. —Cuando me imaginé chupándote, —le confesé, —empecé a follarme a mí misma con los dedos. En mi mente, me alimentabas con tu polla entre los labios. Te corriste como una inundación y me lo tragué. Sus manos comenzaron a temblar. Tenía el ceño fruncido. —¿Es cierto? —Preguntó con voz áspera. —Es cierto. Era mi fantasía. Pero mientras tenía un orgasmo me estaba lamiendo los labios por más. Máximo shockeado. En ese momento su eje se espesó hasta que apenas podía moverse. — Es mi fantasía también. Mujer, las cosas que me haces pensar... Esos temblores comenzaron muy dentro de mí. —Alejaste tu polla de mí, y la he querido de vuelta desde entonces. —Uno más de esos empujes duros y me estaría corriendo. —Voy a dártela toda la noche. —Se retiró hasta la punta y luego martilló de vuelta a casa… —¡Sí, sí, sí! —El orgasmo rasgó a través de mí. Eché la cabeza hacia atrás y grité su nombre. Él se quedó inmóvil, gruñendo palabras contra mi cuello. —Tu pequeño apretado coño ¡uhn!- ¡caliente, mojado... codicioso! —Empezó a golpear duro, rebotándome en su polla, forzándome a un infartante y continuo orgasmo. —¡Estás tomando mi… leche! —Se quebró en un grito mientras eyaculaba. Con cada embestida se vaciaba, se estremecía y gemía, bombeó y bombeó... hasta que por último terminó. Cuando recuperamos el aliento me estrechó posesivamente, ambos brazos cerrándose

alrededor de mi cuerpo. —Una vez más, no lo hicimos en la cama. No pude evitar dejar besos agradecidos en su mejilla, sus labios, su cuello. —¿Te arrepientes? Bajó su frente con la mía, parecía disfrutar de mis besos. —Nunca. Encontramos nuestras miradas cuando comenzó a endurecerse de nuevo. —Mi saciedad no duró mucho tiempo. —Con una maldición entre dientes, se separó y me puso de pie. Se quitó el condón, se subió la cremallera de los pantalones y se dirigió a la sala de baño para deshacerse de él. Eso fue demasiado bueno. Necesitaba salir de aquí, antes de caer más profundo bajo su hechizo. Cuando regresó, yo ya me había puesto el abrigo, amarrándolo por encima de mi vestido arruinado. —¿Qué demonios estás haciendo? —Te dije que no me podía quedar por mucho tiempo. —Oh, no. Quise decir lo que dije. Te estoy reservando por el resto de la noche. —Su tono era toda una orden de Así ha dicho el rey. Se acercó a la barra, seleccionando una botella de champán. —¿Celebrando algo? —Lo vamos a celebrar. Vas a enseñarme algo divertido. Dudé. Podría quedarme y probar el champán con él, o regresar a casa trastabillando a través de los oscuros estacionamientos para llegar a mi patético apartamento. ¿Una noche entera con él? Límites. Puedo hacer esto. Estaré dejando la ciudad el próximo lunes. Tenía que hacerlo. Nunca había roto mi tercera regla de mantenerme en movimiento. Creo que es la única razón por la que sigo viva. Además, Sevastyan lo haría más fácil para mí. Después de toda una noche juntos, el jugador se cansaría de mí y mandaría mi culo a volar. —Ah, has decidido quedarte, —dijo leyéndome muy bien. —Sin embargo, me preocupa. No sé si podrás manejar mi tipo de diversión. Su sonrisa totalmente abierta era devastadora. Mejor que en las fotos. —Hay una forma de averiguarlo. Me quité los zapatos de tacón y la chaqueta. Me desabroché los restos del vestido, saliendo de él. Pareció cautivado mientras me retorcía para salir de la tanga. Desnuda, desfilé en su dirección, mis pechos balanceándose. En mi camino a la piscina, arrastré mi dedo sobre su pecho. —Tú vida está a punto de cambiar. Corrí y me zambullí. Cuando rompí la superficie del agua, él seguía gimiendo.

Capítulo 11 —N

Traducido Por Lula Corregido Por Nyx

o estás bebiendo tanto como yo, —le dije desde la parte poco profunda. —¿Estás intentando aprovecharte de mí? Él se sentó cerca del borde de la piscina, con los pies sobre el peldaño superior, vistiendo únicamente su camisa desabotonada y unos boxers grises que acentuaban la fuerza de sus piernas y su erección. Por alguna razón había dejado de desnudarse después de quitarse los pantalones. —Te pagaré mil dólares si me cuentas algo más sobre ti. Me giré sobre mi espalda, flotando, saboreando la cálida agua salada. —¿Cómo qué? —¿Qué quieres de la vida? ¡Tanto! La fase uno era la expiación, la fase dos desaparecer. La fase tres conllevaba conseguir un empleo, amigos y una vida social. Puede que en el momento que tuviera una nueva identidad estas cosas fueran posibles. La dominación del mundo estaba en una distante fase cuatro. Lo encaré de nuevo echándome el pelo hacia atrás. —Una casa. Un jardín. Un perro que corra en el jardín. Una cocina con toneladas de especias, organizadas como a mí me gustan. —Eres una criatura exigente ¿no? —Ha. —Deseaba cada hora liberarme de Edward de alguna forma. —¿Ningún hombre en ese escenario? Nunca eché de menos una relación, dado que siempre estuve preocupada por sobrevivir. Más que eso, una vez te puedes quemar, si lo haces dos veces es una vergüenza. Incluso antes de que Edward se volviera cruel. Había estado tan desencantada con los hombres y sorprendida por mi mal gusto con ellos. El amor que pensé que sentía por él desapareció tan completamente que dudaba que alguna vez lo hubiese amado de verdad. Nadé más cerca de Sevastyan, acomodándome en uno de los peldaños. —Al hombre en mi vida le tendría que gustar mi casa. Y tendría que gustarle a mi perro. Tendría un perro muy exigente. Él se rio. Oh, me encantaba ese sonido. —Requerimientos estrictos. —¿Y tú? —Pregunté. —Solía querer únicamente poder. Ahora no estoy tan seguro. Mi mandato político se termina y lo voy a dejar. —¿Por qué? —Requiere que esté en Rusia más de lo que preferiría. —¿No te gusta estar allí? —¿En invierno? Lo odio, —dijo, las palabras parecían destilar sólo superficialmente lo que estaba pensando. —Podría quedarme en Miami comprando y vendiendo esta ciudad. Me gusta esto. ¿Se mudaría él aquí ahora que yo me iba a ir? Qué injusto. ¡Tranquilízate Cat! —Podrías enseñarme español. De acuerdo, ahora él estaba jugando conmigo. —Claro. Di cállate la boca. Él repitió la frase. —¿Qué significa? —Que te calles. —¿Me estás enseñando a decirte que te calles? —Por Dios, no. Tienes que entender cuando yo te diga eso.

Él se rio abiertamente, yendo hasta mí para empujarme hacia delante hasta que estuve entre sus piernas dobladas. —Disfruto de tu humor, de tu alegría. Eres como una kotyonok, una gatita… Vasili apareció de repente en la piscina con la mirada alerta, y la mano sobre la pistola en su funda. Máxim se giró para cubrirme tras su espalda, y yo me acerqué a él sigilosamente. Otra carcajada retumbó en su pecho. —Está tan poco acostumbrado a mi diversión, que viene corriendo. —¿Podía oírnos? —Susurré. —Debe estar haciendo las rondas. He reservado las dos plantas inferiores para él y sus hombres. Vasili supervisa los tres pisos. —Oh. —Un pequeño ejército de guardaespaldas de la mafiya debe ser agradable. Todo lo que yo tenía para protegerme era la mudanza constante, un cerrojo y rezar. —¿Necesitas tanta seguridad? ¿O esto es más como un séquito? —No creo estar ahora bajo ninguna amenaza. Pero mostrar poder desalienta a los enemigos, y tener hombres viene muy bien. —Sevastyan dijo algo en ruso, y Vasili se marchó. —¿Ver el arma te molestó? —No lo sé. —Mi única experiencia con una había sido horripilante. Empeñada en destapar el juego encubierto de Edward, había recuperado la pistola conmemorativa de mi padre, un regalo del gobierno cubano. La había cargado planeando disparar al techo para conseguir la atención de Edward, como hacían en las películas. Incluso había cogido el rosario de mi madre para que me diera coraje. Al final de la noche, yo había estado empapada en sangre, huyendo de un loco. Tragué saliva. Olvídalo, Cat. Le dije a Sevastyan. —Debe ser tranquilizante estar tan protegido... —Mi voz se apagó. Había empapado la tela de la camisa de Máxim y eso hacía que se transparentara mostrando las marcas en su espalda. Incapaz de detenerme, tiré de su camisa por el hombro. Murmurando algo que sonó como, —Acabemos con esto, —él se la arrancó de un tirón. Ahogué un gemido. Su espalda estaba cubierta de cicatrices desde el cuello hasta las caderas, se entrecruzaban unas con otras, como si le hubiesen azotado, repetidamente. ¿Qué demonios le había ocurrido? ¿Quién pudo hacerle eso? ¡No me extrañaba que tuviera problemas con el contacto! Él se levantó y se giró cuadrando los hombros, y con un brillo peligroso en los ojos. Murmuró entre dientes. —Pregúntame lo que ocurrió. Yo era la última persona en el mundo que preguntaría algo tan personal. —No es de mi incumbencia. Algunas veces quería estrangular a la gente que metía la nariz en mis cosas. —Si quieres que lo sepa, me lo dirás y yo escucharé. Entrecerró los ojos. —Sólo un puñado de personas me han visto la espalda. Si descubres la historia detrás de las cicatrices, podrías vendérsela a un tabloide. Ganar un montón de dinero. Puse los ojos en blanco. —Ahora me estás cabreando, pendejo. Inclinó la cabeza. Probablemente había esperado que yo me llevase las manos al pecho y le dijera, —¡Nunca vendería la historia! —Mira Sevastyan, no me importan los problemas -manejo mis problemas- pero no me gustan cuando son innecesarios. Así que no me hagas esto. —¿No vas a hacer la observación? —¿Qué observación? —Que azoto a las mujeres porque fui azotado. —Eso no es por lo que lo haces. Alzó las cejas. —Soy esclavo de las suposiciones. Yo no dije nada.

Se hundió los dedos en el cabello. —Me vuelve loco no saber lo que pasa por esa cabeza tuya. No podía quitarle el dolor, pero podía reconocerlo. Podía hacerle saber que todavía era hermoso para mí. —Entonces te mostraré lo que estoy pensando. —Trepé fuera de la piscina y me acerqué a él. —Gírate, por favor. Él dudó. Cuando finalmente se giró, podría decir que estaba conteniendo la respiración, preguntándose qué haría. Poniéndome de puntillas, presioné un beso sobre la cicatriz a más altura y después apoyé la mejilla contra ella. Con una exhalación temblorosa, murmuró. —Dushen'ka. Besé y acaricié con la nariz la siguiente línea y la otra inferior. Todas hasta llegar a la parte baja de su espalda. Cuando llegué a su musculoso culo, le bajé los calzoncillos. Le di un mordisco en una impoluta y escultural nalga y después seguí hacia arriba. Se giró mirándome con las cejas levantadas. —Criatura singular. Le dije lo que me decía a mí misma cuando mi culpa era demasiado dolorosa. —Ocurrió. Dolió. Te esperan cosas mejores. —¿Cómo qué? —¿Cómo echarme champán por el pecho para beberlo de mis pezones? ¿Mientras te monto? Está en tu futuro si lo quieres. Él tragó saliva. —Un brillante futuro para mí, entonces. He esperado por eso. —Cogió otra botella del bar... Mientras yo lo montaba sobre un sillón, él bebía y bebía. Más champán. Brindamos el uno con el otro. Me hizo cosquillas. Cuando intenté escapar, me sujetó las muñecas sobre la cabeza y jugó con mis pechos hasta que me retorcí. —En caso de que no te lo haya dicho, —dijo con voz ronca, —me gusta tu tamaño tanto como a ti. —Después me montó él. Más champán… 8

El servicio de habitación llegó con vieiras empanizadas, lomo de wagyu , y caviar de beluga. Mientras nos dábamos de comer uno a otro, me culpó de lo hambriento que estaba. —¡El caviar es decadente! —No puedo creer que nunca lo hayas comido. —Con voz ronca, dijo —Hay tantas cosas que podría enseñarte. Más champán… Yacía boca abajo sobre un flotador mientras él me llevaba alrededor de la piscina, con los rostros juntos. Discutimos sobre libros y teorías de negocio, hasta que se me arrugaron las puntas de los dedos. Más champán… Estábamos reclinados uno al lado de otro en un sofá doble, compartiendo una manta, con la vista puesta en la luna llena y las estrellas. Estaba seriamente borracha. Pero me gustaba el leve sentimiento de dar vueltas; hacía que el cielo girara para mí. —He divulgado más de mí que tú, —dijo en un murmullo relajado. — No te puedo decir lo raro que es. —Hazme preguntas ligeras y te responderé. —Muy bien. ¿Cuál fue tu primera mascota? ¿Un perro? —Un pez de colores. Nunca conseguí tener un perro. —Si quieres uno, ¿por qué no lo tienes ahora? Alargué un brazo sobre mi cabeza. —Ah, ser Máxim Sevastyan por un día. Lo que quieres lo consigues. —Quiero más respuestas de ti pero no las consigo.

Esquiva y muévete.—¿Cual fue tu primera mascota? —Un caballo. —Nunca he montado a caballo. —Había un montón de fincas en la costa, pero la mansión de mi familia estaba aislada. Había estado recluida hasta que fui al instituto. Después de eso sólo me preocupé en ir de fiesta. Él me miró como si me hubiesen crecido dos cabezas. —Eso es inaceptable. ¿Ninguno de tus clientes te llevó? ¿Ningún amante? Me encogí de hombros de nuevo. —Yo te llevaré. Disfrutarás de montar conmigo. Estaba segura de que lo haría. Sin embargo, no ocurriría nunca. Vacié mi copa, la alcé por más y él me sirvió. Podría beber esta cosa por toda la eternidad. —¿Llevas a menudo a tus amantes a cabalgar? —¿Amantes? Nunca he tenido ninguna. —Con voz fría dijo, —Mi anterior relación fue con una prostituta rubia y duró una hora. Le deseo lo mejor. —Con voz más fría incluso, añadió. —Te preguntaría cuando fue tu última relación, pero no tengo dudas de que tienes una ahora mismo. —¿Qué? No. —Un par de veces esta noche te he pillado con la mirada perdida. He descubierto que normalmente significa que una mujer está pensando en un hombre. Y así era. En Edward. ¿Y si me había equivocado en lo de verlo en Miami? ¿Qué si renunciaba a más noches como está huyendo de nada? O ¿Y si estaba aquí para cumplir la última promesa que me hizo? —No estoy en ninguna relación, Máxim. —¿Cómo podría volver a confiar en un hombre? Siempre pensaría que me estaba utilizando. Un pensamiento jocoso, A menos que sea millonario. Después me regañé a mí misma. Reacciona. Enfríate. AHORA. —¿Y tú? ¿Quieres una? —Dependería de encontrar la mujer adecuada. —Se giró de lado para encararme. — ¿Cuál es tu recuerdo más temprano? Tenía un vago recuerdo de mi padre. Había sido un agregado del gobierno Cubano, con una risa fácil. Algunas veces podía recordar sus ojos de color avellana con arrugas en las comisuras y el olor de los puros. —¿Lo que mejor recuerdo? Ayudar a mi madre y a mi abuela a hacer paella. Tenía que echar un puñado de especias, y yo estaba radiante. Mi madre me advirtió que vigilara mi orgullo. Y ella no había sido capaz de extinguirlo. Ni pudo hacerlo un año del inexplicable desprecio de Edward. Mi orgullo simplemente había permanecido inactivo durante una corta temporada, recuperándose en busca de venganza y rugiendo por su vida. Y sin embargo, yo había elegido desparecer -en vez de luchar-, una decisión con la que tenía que pelear. ¿Estaba siendo inteligente? ¿O cobarde? Máxim preguntó, —¿Tienes relación con tu padre y tu madre? —Mi padre murió hace tiempo. —Había sido en un accidente de coche en el campo cubano, lejos de cualquier hospital. —Desearía haber estado más cerca de mi madre antes de que ella falleciera. Ella “no falleció”, Cat. Nunca olvidaría la manera en que mi estómago se había desplomado cuando supe con seguridad que había sido asesinada. La rabia que había sentido... —¿Estás seguro de que Ana-Lucía estará callada? —Le preguntó Julia a Edward. —Es impulsiva y problemática. —¿Qué podría decirle a la policía? —Preguntó él. —¿Que sospechaba que yo podría tener algo que ver con la muerte de la vieja bruja? He sido un marido modelo durante un año, y la he aislado de cualquiera con quien se pudiera poner en contacto. Juego al tenis con su abogado. ¿Quién le creería? E incluso si su madre fuera exhumada la causa está en la caja fuerte de Ana-Lucía, obtenida por ella y a su nombre. Él me había pedido que le guardara una colección de monedas, dándome un estuche

cerrado. Mierda, ¡él tenía la llave! ¿Qué había de verdad allí? ¿Cuál era su as en la manga? Edward continuó, —Nadie excepto ella tiene acceso, y sus huellas son las únicas en el maletín. Peleaba continuamente con su madre y era la única heredera de su fortuna. Lo que significa motivo, oportunidad, el arma del crimen. Una palabra a la policía y Ana-Lucía está acabada. Habían asesinado a su madre; se lo habían encasquetado a ella. Cuando dejaron de hablar y empezaron a besarse, yo había decidido conseguir respuestas de un modo u otro—¿Katya? —Máxim estaba estudiando mi rostro, como si intentara leer mis pensamientos. Forcé una sonrisa. —Sólo pensaba. —Ocurrió, dolió… Aparté mis recuerdos y dije, —Mi madre era muy estricta. —¿Así que te rebelaste? ¿Es por eso que te metiste en la prostitución? No, es por lo que permití que entrara un monstruo en nuestras vidas. Me aclaré la garganta. —Una historia para otro momento. —¿Te llevas tú bien con tus padres? Él apartó la vista. —Ambos murieron cuando era niño. —Lo lamento, —dije. —¿Cuál es tu recuerdo más lejano? —Mi madre cantando. Lo hacía rara vez, pero tenía una voz encantadora. —Cambiando de tema él dijo, —¿Te iba bien en la escuela? —Todos sobresalientes. No podía tener suficiente de matemáticas y hacía rompecabezas por diversión. ¿Y tú?¿Cuál era tu tema favorito? —El debate. —¿Ya un político? —Me giré hacia él. Ahora nuestra conversación parecía incluso más íntima. —Pero ya no más. Quizá me dedique a los negocios con mi hermano mayor, si me acepta. —¿Por qué no lo haría? —Somos casi extraños. Se fue de casa cuando yo era un niño, y me lo tomé mal. Durante años él ha sospechado que tenía malas intenciones contra él. No puedo decir que no las tuviera en ese momento. —Eso es triste ¿pero ya no? —Hablamos, lo que es una mejora. Me llevo mejor con mi hermano pequeño, —dijo. — ¿Tienes algún hermano? Dude. Algunas veces imaginaba pedacitos de mi información engullidos por un motor de investigación. Podría escupir mi nombre si le daban suficientes variables. Sevastyan ya tenía algunas: Hispanoparlante, mujer, aproximadamente veintiséis años, sin título universitario, y padres fallecidos. ¿Debería añadir que era hija única? —Seguro que mi familia es aburrida comparada con la tuya. Hablemos de algo más excitante. —Alcé mi copa otra vez. ¿Derribada tan pronto? Él prestamente sirvió. —¿Cómo qué? —¿Sexo? —Voy a hacer una declaración general. Me gusta lo nuestro. Estoy bastante seguro de que a ti también. Esta noche me has tocado repetidamente la espalda. Incluso antes me has arañado. —¡Perdón! Lo siento. ¿Te hice daño? Me olvido de mí misma contigo. —Cerebro apagado. —¿Y si lo hago otra vez, Máxim? La esquina izquierda de sus labios se curvó hacia arriba. —No dije que quisiera que pararas. Pensé que me molestaría, pero no. Supe que te habías olvidado de ti misma, y saboreé cada jodido segundo. Solté el aire. —Me asustaste. Pensé que me ibas a poner guantes. —¿Esa es tu preocupación? —Me alcanzó bajo la manta, posando una mano sobre mi

cadera, acariciándome relajadamente con los dedos. — Esperaba que te molestaran las cicatrices. —No lo hacen. Me acostumbraré a tu espalda, pero nunca superaré tu culo. Él me regaló esa gloriosa sonrisa abierta suya. Fui hacia él y le coloqué la mano en el rostro. —Me encanta tu sonrisa. —Todo el mundo dice que soy encantador, pero no rio o sonrío de forma natural. Pienso para mí mismo, ¿Es lo normal para alguien como yo mostrar diversión en este momento? Entonces me fuerzo a mí mismo a reaccionar, como hace la gente cuando los enfoca una cámara. Pero contigo, lo hago inconscientemente. Sólo respondo. —¿De verdad? —Su sonrisa en persona parecía diferente a la que había visto en las fotos. Esas nunca le llegaban a los ojos. Me incliné hacia delante para besarlo, pero cuando cerré los párpados, el mundo se descentró. Me aparté. —Guau. Creo que necesito refrescarme. Me levanté, y me balanceé bruscamente con los pies inestables, después me hundí en la piscina. Él me siguió enseguida, encajonándome, la espalda contra el borde. Del agua salía vapor, las luces parpadeaban, haciendo brillar el azul océano de sus ojos. —La forma en la que tus caderas y tu culo se mueven cuando caminas… es como una revelación. Me tragué el nudo en la garganta, coloqué mis manos sobre sus hombros, y le envolví la cintura con mis piernas. Él lentamente se meció para meterse dentro de mí. —¿Por qué no puedo parar de tocarte? Sin palabras, nos miramos el uno al otro mientras me tomaba. Algo estaba ocurriendo entre nosotros. Más que sexo. Algo que yo nunca había experimentado. Quería correrme. Quería gritar; necesitaba suavizar su entrecejo, y calmar su mirada estupefacta. —¿Máxim? Él sólo pudo asentir lentamente, reconociendo... algo. Sin acelerar sus movimientos, me dijo. —Di mi nombre con tu acento. Froté un lado de mi rostro contra el suyo, y murmuré. —Máxim. —Dime que necesitas que te folle así. Con la respiración entrecortada, susurré, —Necesito... que me folles... así Máxim. —Dime que te follo mejor que cualquier otro hombre. —Máxim, tú me follas mejor que cualquier otro hombre. —Y entonces lo demostró. Incluso mientras enterraba mi boca en su cuello para amortiguar mis gritos, me preguntaba si podía enamorarme de alguien en una noche.

Capítulo 12 Traducido Por Maxiluna y Alhana Corregido Por Nyx

El sol estaba saliendo cuando me desperté en el pecho de un hombre. Parpadeé, desorientada. ¿Qué demonios…?

Mis ojos se abrieron. ¡Estaba en la cama del Ruso! Y todo desde la noche anterior era una niebla. Ahogué un gemido, jurando que nunca bebería de nuevo. Me levanté sobre un codo para mirarlo. Dormía sobre su espalda, con un brazo musculoso a mí alrededor, y el otro sobre su cabeza. Casi gemí. Un hombre Magnífico. ¿Cómo estaría Máxim conmigo esta mañana? ¿Actuaría él como si nada inusual hubiera ocurrido? ¿Avergonzándose de que hubiéramos estado bebiendo e intercambiando demasiada información personal? ¿De qué hubiera visto sus cicatrices? Y si me miraba como lo había hecho la primera noche, despertándose y burlándose con un… —¿Todavía estás aquí? Me levanté con cautela, en busca de una bata en el baño, entonces me arrastré fuera del dormitorio de la suite. La mucama ante mí se encogió ante el desorden en la sala de estar. Recorrimos este lugar como un huracán. Arrastré los pies hasta la cocina y encontré zumo de naranja. Lo consumí. Entonces encontré otro vaso lleno en la piscina. Lo bebí de un trago también, entonces fruncí el ceño ante mi vaso vacío. Había pensado que esta resaca sería cien veces peor que esto. ¿No se supone que demasiado champaña echaba a perder a una persona? Me sentía grandiosa. ¿Tal vez porque habíamos comido? ¿O tal vez todavía estaba borracha? Me encogí de hombros, preocupada por asuntos más urgentes. Aunque mis recuerdos eran una niebla, mis emociones estaban enviando señales claras. Estaba enamorándome locamente de Maksimilian Sevastyan. No, no había querido una relación. Pero estando con este hombre sensual en este ambiente romántico me hizo preguntarme cómo sería vivir y amar a alguien como el Ruso. Al parecer mi corazón no era a prueba de balas. Sin embargo, también había pensado que había amado a Edward. Obviamente, no era de confiar para mí misma. Me quedé mirando hacia el océano. Una tormenta se estaba formando, iluminada por el sol naciente. Odiaba las tormentas. ¿Estaba Edward incluso ahora en la ciudad, viendo este gran amanecer? Exhalé una ráfaga de aliento, los recuerdos de la última noche con él invadiendo mis pensamientos. Pistola en mano y el rosario alrededor de mi cuello, llegué a la puerta del dormitorio, preparada a mi manera descarada para conseguir algunas respuestas, tenía que saber lo que había en el maletín. Cuando entré, mi marido estaba follando con Julia, más apasionado de lo que nunca había estado conmigo... —Así que moriré durante los días de fiesta, ¿cabrón? Se deslizó fuera de ella, saliendo desde la cama de un salto, su polla rebotando. —¡AnaLucia! ¡Puedo explicarlo todo! —Su acento se desplazó de británico a sureño a mitad de la frase. Se puso los pantalones y lo dejé. —¡Por favor cálmate! Y por el amor de Dios, pon esa pistola lejos. Un relámpago estalló, igualando mi estado de ánimo. Finalmente entendí la frase “ver rojo”. Apunté la pistola a la mujer congelada sobre la cama. —¿Quién demonios es ella? Edward levantó las palmas de sus manos. —Habla conmigo. —¿No le gustaba mi atención sobre Julia? —Ella es una vieja amiga que estaba de paso por la ciudad. —Sus cejas rubias se juntaron mientras miraba con ansias hacia mí. —Esto no quiere decir nada. Sólo te extrañé mucho, querida, fui momentáneamente débil. Fui tan estúpido. Pero podemos resolver

esto. Tú eres la única a la que amo. Él era bueno. Julia se puso de pie, envolviendo una sábana a su alrededor. Era alta y delgada, con el pelo largo castaño claro y piel de porcelana. —¿Puedo conseguir mi ropa? Cayó un rayo de nuevo. —No. Muévete más cerca de él. AHORA, perra. —Ondeé la pistola, y ella corrió a su lado. Incluso en esta situación, de alguna manera parecían dignos de estar juntos, una pareja admirable. Me volví hacia Edward. —Si me mientes otra vez, te dispararé en tu escuálida polla. ¿Cómo mataste a mi madre? —¡De qué estás hablando! ¿Has perdido la cabeza? —Sus ojos verdes parecían aturdidos, como si le hubiera revelado esta información, de la nada. —Tu madre murió de causas naturales. Sabes eso. ¿Cómo podía ser tan creíble? Por el instante más pequeño, me dije a mí misma, Bueno, lo sabía. Negué con la cabeza. —¿Causas naturales? ¿No ibas a hacer que mi muerte luciera natural? Edward estaba horrorizado. —¿Me estás acusando de asesinato? ¿Cuándo nunca he levantado una mano sobre ti? Nunca te levanté la voz. Todo el mundo sabe lo mucho que te adoro. Todos nuestros amigos hablan de mi devoción. En otras palabras, si gritaba, —¡Asesino Conspirador! —Nadie me creería. —¿Qué hay en el maletínen la caja de seguridad? —¿Maletín? ¿Ahora de qué vas, cariño? ¿Cómo pasamos de mi “estupidez sin duda” a un jodido plan para asesinar? —Allí estaba aquella voz razonable de nuevo. ¿Cuánto me había manipulado psicológicamente en el pasado? —Los escuché a ambos, cabrón. Nadie estará celebrando mi asesinato en Aspen este año. Julia estaba desmoronándose. —¡Te dije que ésta era un problema! Me burlé de ella, —Con un capital de mierda con C mayúscula, Julia. —Regresé a Edward. —¿Cómo mataste a mi madre? ¿Y qué es lo que hay en el maletín? —Incliné la pistola, al estilo de las películas, y apunté a su ingle. —Trata de mentirme otra vez. Él entrecerró los ojos. —No me dispararás. Si lo haces, todo tu dinero, ahora mi dinero se destinará a mi heredero. Firmaste dándomelo todo a mí hace un año. —Entonces tienes razón. No tiene sentido dispararte. —Giré la pistola hacia Julia. — Debería dispararle. Ella sería tu heredera, ¿no? —¡Ana-Lucía! —Su aliento le abandonó, su voz se alzó a una escala mayor cuando dijo: —No le hagas daño. Por favor. ¿La revelación más impactante de la noche? Este monstruo de verdad la amaba. —¡No me hagas herirla! Responde a mis preguntas. Con el cañón de la pistola mirando hacia abajo, Julia dijo, —Las responderé para ti. Podemos hablar de esto. En el maletín, hay una jeringa. Fue la última inyección que le dimos a tu madre. Se estaba muriendo de todas formas, pero lo apresuramos para ella. Mis labios se separaron. Julia había confirmado el asesinato. Y continuó: —Fuiste nuestro objetivo por tu tierra. Charles “Edward” sabe cómo cometer fraude. El shock amortiguó mis pensamientos, pero tenía que mantenerme firme. ¿Qué había incentivado a Julia a tener que admitir estas cosas? Miré hacia ellos a través de mis ojos llorosos. Los dos estaban más separados uno del otro. ¡Mientras ella hablaba, él se había estado acercando más a su cómoda! Él debía tener una pistola allí. —Quédate donde estás, Edward. — Mantuve la pistola apuntada hacia ellos, me deslicé hacia la cómoda. —¿Tienes un arma? La tomaré, así como la llave para esa caja de seguridad. Abrí el cajón superior, retirando la mirada de ellos durante una fracción de segundo El rayo tronó; él tiró una lámpara sobre mí. Todo sucedió tan rápido. La desvié con mi brazo. La vieja pistola se disparó. ¡BOOM!

Un rocío oscuro se arqueó por la habitación hacia mí, salpicándome la cara y el pecho. ¿Sangre? ¿¿De la garganta de Julia?? Sus manos sujetaron su cuello para detener el rocío, pero se mantuvo brotando a borbotones. Su cuerpo se derrumbó. Edward se dejó caer de rodillas al lado de ella, apretando frenéticamente la herida, como si tratara de colocar la sangre de nuevo. Revestido en carmesí, gritó por encima del hombro, —¿Qué has hecho? — Vagamente me di cuenta de su acento había cambiado de nuevo. —¡Perra! ¿Qué has HECHO? Julia hizo, húmedos sonidos feos. Hasta que ella… no los hizo. Muerta. Acababa de matar a alguien. Acababa de matar a alguien. Hace seis horas, había estado esperando que dejara de llover para que la carrera no fuera cancelada. Y ahora estaba cubierta de la sangre de otra persona. Goteando de la línea de mi mandíbula y dedos, a la pistola. Tuve que utilizar mi manga sobre mis ojos. Él aullaba de dolor, meciendo la cabeza en su regazo, sollozando. —¡Ella era todo para mí! ¡Ella era mi VIDA! ¡La MATASTE! Edward ya estaba preparado para llevarme por un crimen. Ahora él se encargaría de que me friera por dos asesinatos. Me aparté de la horripilante escena. Mientras corría por la habitación, él gritó, —¡La prisión es demasiado buena para ti! Tropecé, casi cayendo por las escaleras. Sin soltar la pistola, corrí a mi Mercedes. Puse la pistola en el piso como si fuera una bomba. Mientras pasaba de reversa el Jaguar de Julia, mis faros atraparon el rostro de Edward. Una pesadilla. Sus ojos verdes estaban enloquecidos marcados en contra de su propia máscara de sangre. Regueros que corrían bajo la lluvia. ¡Levantó un arma! ¡Mierda! No podía dar marcha atrás en el sinuoso camino. Tres puntos de giro. ¡Mierda, mierda! ¡Él me disparó! Fallando. Mi grito fue fuerte en los confines del coche. Bramó: —¡Voy a DESCUARTIZARTE! ¡Te voy a cortar en pedazos mientras estés viva! —Apuntó de nuevo, fallando. ¡Adelante, adelante! Mis neumáticos escupían la gravilla, girando en su lugar. Antes de que pudiera acelerar, le oí gritar: —¡Ve a la policía, e iras a la cárcel! VENDRAN POR TI ESPOSA… Un rayo bifurco hacia el océano; parpadeé varias veces. Yo no estaba allí. Mis palmas sudorosas no eran nudillos blancos en un volante. Estaba a salvo aquí en esta torre, con un poderoso amante y sus guardaespaldas. Con el tiempo, cogí aliento, y mi pulso se niveló. Cuando Edward había prometido descuartizarme, había visto la locura en sus ojos. Había visto mi futuro si alguna vez llegaba a mí. Esa noche, una vez que me calmé lo suficiente para pensar, sopese los escenarios. En el mejor caso: Él me entregaría a la policía para freírme por dos asesinatos. En el peor caso: Él cumpliría su promesa. ¿El único camino abierto para mí? Vivir para luchar otro día. Así que había desaparecido. Desaparecer de la red fue fácil, todo lo que tuve que hacer fue dejar de lado cualquier posesión que alguna vez había valorado, no esperando que nada lo reemplazara, no revelando mi identidad, y sacrificando cualquier conexión que alguna vez había tenido. En el momento en que había llegado a Texas, me empecé a preguntar si debía luchar por mi vida anterior. Aunque siempre me había considerado valiente, ¿permitiría que el asesino de mi madre viviera en su maldita casa? Al menos debería saber cuáles eran mis opciones. Así que empeñé mi reloj y mi sencilla alianza de oro para conseguir un abogado decente. La dama había quedado perpleja por mi historia. No había ninguna orden de arresto en mi contra. Ningún informe de personas desaparecidas por mí. Nada de la muerte de una mujer llamada Julia. Edward había cubierto todo.

Él realmente vendría por mí. Mis perspectivas habían sido desalentadoras. Para tratar de reclamar mi herencia, la abogada requería un gran anticipo. Para divorciarme de Edward, me vería obligada a establecer vínculos. No a esconderme de él, -del asesino en serie de closet- muy respetado que estaba inclinado por la venganza. Además, estaba la caja fuerte. Él no podía acceder a ella sin mí; yo no podía sin mi ID y la llave. Me lo imaginaba como un campo minado que ambos rodeábamos. Mi análisis de riesgo/recompensa dijo: estás jodida. Será mejor que tengas algunas reglas para tratar de mantenerte con vida. Suerte con eso. Negué con la cabeza con fuerza para desalojar el recuerdo de aquella noche, sólo por un rato. Sólo hasta la próxima tormenta. Sucedió. Dolió. Mejores cosas me esperaban. Un día. Hey, tal vez sobreviviría a Edward. Suspiré, y luego volví dentro, agarrando mi teléfono de mi bolso lleno de dinero en efectivo. Después de desbloquear el código, revisé mis mensajes. Ivanna nunca enviaba mensajes -sus largas uñas rojas lo hacían imposible-, pero ella había dejado un mensaje de voz: —¡Llámame! ¡Me estoy muriendo! Anthony había dejado varios: —¡Hola, Cat, es el tío Anthony! Bienvenida a la agencia, cariño. Llámame esta noche. —Telefonea al tío Anthony, chica. —Sigo esperando tu llamada… Tendría que lidiar con eso después. También había un mensaje amenazante de la señora Abernathy. —Cat, necesitas confirmar para la limpieza del treinta y uno. Tengo una fiesta, y te necesito. Ninguna de estas tonterías acerca de renunciar, o haré esa llamada. 9

INS . Bésame el culo, puta. Cuando pasé por la mesa de café en la sala de estar, fruncí el ceño al ver el maletín de Sevastyan. ¿No nos habíamos sentado él y yo en el sofá, mirando los papeles, en algún momento a finales de la noche anterior? Mis ojos se abrieron. Él me había mostrado los resultados de las pruebas que indicaban que estaba absolutamente limpio. Mis propios resultados -totalmente limpia- habían estado justo al lado de los suyos. Enviados por el maldito correo electrónico a él. Ivanna había insistido en que fuera al “médico de la agencia” para mi examen. Yo había pensado que era más barato o algo así. Pero ¿por qué debo esperar privacidad cuando era una cosa de pago? Nunca me había sentido más comercializada. Sevastyan había dicho: —Esto es de lo que quería hablar contigo. Quiero que seamos capaces de hacernos cualquier cosa el uno al otro, siempre que queramos, sin barreras entre nosotros. Me muero de ganas por saborearte. ¿Me dejarás? —No lo sé, —le había dicho, ebria y molesta. —Tendré que pensar en eso. —Pero mi enfado había desaparecido cuando me di cuenta de que podía darle la cabeza sin condón -y utilizar- todos los trucos que había recogido en la escuela secundaria, leído o aprendido de Ivanna. ¿BBBJNQNS? Gracias, sí. Ahora mi rostro estaba enrojecido. Creo que le había dicho: —Tengo muchas ganas de saborearte también. Si hubo alguna vez una polla que merece ser adorada por la lengua… — Entonces él me había jalado en un beso, y mis pensamientos se habían puesto en pausa. Traté de recordar más, pero lo único que conseguí fue el comienzo de un dolor de cabeza. Así que usé un baño para visitas para lavarme, cepillar mis dientes con un cepillo de cortesía. Tuve la tentación de escabullirme y no tratar con las secuelas de la noche anterior. Pero cuando me acerqué de nuevo a su habitación, encontré que Máxim se había girado de lado, el brazo extendido -como para llegar a mí-. Me arrastré de nuevo bajo las sábanas con él. En el sueño, envolvió un brazo por debajo de mí, abarcando ambos pechos mientras me acercaba. Cuando él me abrazó así, mi voluntad se disolvió, mis preocupaciones, mis recuerdos recubiertos de sangre… Algún tiempo después, me desperté de nuevo con sus palabras roncas en mi oído: — Ahora entiendo el atractivo de despertar con una amante. —Con una larga exhalación, se

deslizó dentro de mí.

Capítulo 13 —¿D

Traducido Por Apollimy Corregido Por Nyx

ormí durante cinco horas? Después del sexo, él había resucitado, frunciéndole el ceño al reloj. —Esto es un récord. Me siento un hombre nuevo. —Te ves diez años más joven, —le dije mientras me estiraba. —Ahora diría que estás a mediados de los veinte. —Acabo de cumplir treinta y uno. —Sí, pero antes te veías como si tuvieras treinta y cinco años. Levantó una ceja. —¿No vas a preguntar por qué no duermo? He tenido insomnio durante décadas. Suspiré. —¿Cómo no? Trabajas bajo una gran tensión –que puede ser peligroso- y diriges un imperio de mil millones de dólares. Me tiró de la barbilla. —No sé si seré lo bastante multimillonario hoy, querida. —Cuando él se acercó a su armario, las líneas que cruzaban a través de su espalda me entristecieron de nuevo. Regresó vistiendo jeans rotos, y con una camiseta para mí. —Aquí. Brazos arriba. Salté de la cama, los subí, y él pasó la camiseta sobre mí. La cual tragó mi cuerpo. Me sonrió. —Es casi como ese vestido que traías. —El encargado de la sonrisita irónica de abajo tendrá un gran día cuando me vea aparecer con esta apariencia. Nudos de follar en mi cabello y el dobladillo de una camiseta asomando por debajo de mi abrigo. —No te irás. —¿Perdón? —He decidido reservarte hasta el veintiocho. ¿Quedarme aquí con él durante diez días? ¿Unas vacaciones en el paraíso con un dios del sexo? ¡No, no, no! Estaría rompiendo las reglas uno, tres, cuatro, seis hasta cierto punto. — Oh. Eso es mucho para decidir. —Además del hecho de que yo dejaría la ciudad el veintidós, temiendo acostumbrarme a unos ojos azules y al sexo alucinante. Mientras que él estaba disfrutando de un culo más, mi enamoramiento sería una espiral fuera de control. Después, se lavaría las manos en cuanto a mí, y yo estaría devastada. —¿No podemos tomarlo noche a noche? —Nyet. Quiero saber que tu pequeño cuerpo voluptuoso es sólo mío.—Me arrastró para sentarme en su regazo, más agresivo que como había estado la noche anterior, aún más exclusivo. —Espero una calurosa negociación, estaré encantado con ella, pero esto va a suceder, Katya. —Tengo algunas cosas planeadas durante la próxima semana. —¿Cómo qué? Dime, y puedo ser razonable. Desaparecer. Me encogí de hombros. Sus ojos se oscurecieron. —¿Todavía no quieres revelarme nada? — Sin embargo, luego pareció hacer un esfuerzo para mantener las cosas calmadas. —¿Qué eres, una fugitiva? —Ha. Eso suena emocionante. —Entonces, ¿Qué es? —¿Te das cuenta de que la Navidad se acerca? —¿No tendría alguien más para celebrarla con él? ¿Sus hermanos? La comprensión iluminó su rostro. —Tienes planes con otro. Por supuesto que sí. — Sonaba casual, pero su expresión se tensó.

No tenía ni idea de lo que resultaría de mis vacaciones. Tendría frío fuera del autobús. Empezando de cero. A partir de ahí no sabía nada más. La idea me agotaba. ¿Tal vez podría permanecer aquí hasta el veintidós, ganando algo más como red de seguridad? Con ese dinero, podría comenzar con buen pie en California. Pero para quedarme con Máxim, necesitaba ir a casa y conseguir algunas cosas, sin que él supiese donde vivía. Mañana por la noche, tendría que encontrar una manera de escabullirme para ir a clase. A menos que me la saltara. ¿Sin penitencia? Él me alejó, entonces se puso de pie. —¿Es un cliente habitual que te llevará a esquiar? ¿O tal vez una pareja que te llevara a casa a conocer a su familia? —No había duda de sus celos ahora. —No tengo pareja y no es eso tampoco, —le dije. —Volveré esta noche, y luego vamos a elaborar un horario, ¿De acuerdo? —¿Qué es lo que tienes que hacer que es tan importante? ¿Otra cita que no quieres cancelar? ¿Tienes intención de ir a la cama de otro, y luego de nuevo a la mía? Inaceptable. —No es eso. —Entonces dime. —Tengo una vida privada, Máxim. Incluso sin citas reservadas -o tener un novio-todavía tengo cosas que hacer. Estás asumiendo que no tengo vida fuera de esto. —¿Cuánto dinero se necesita para que no lo hagas? Lo miré. ¿En serio? —Esto no puede dejarse sin hacer. —Estaba casi tentada de contarle lo de la escuela, pero me contuve. Por un lado, no conocía a este tipo. En realidad no. Y había pagado un alto precio por la lección de nunca confiar en otro hombre. Si rompía esa regla, entonces mi sufrimiento habría sido en vano. Por no hablar de la regla número dos; si alguna vez hubo un lugar que daba sentido a las cosas en mi vida, era mi colegio comunitario. —Dime lo que es tan importante, o cancélalo. ¿Cancelar? Tal vez podría saltarme la mísera clase del viernes. Ni siquiera era una clase regular. En cuanto al examen, podría llamar a la Sra. Gillespie y tratar de cambiar la fecha para después de que Máxim se fuera. Tal vez ella me dejaría. Riesgo/recompensa. Riesgo: mi interés por él se podría profundizar demasiado. Vasili revoloteando alrededor. Recompensa: dinero. Una vez más, buen sexo. Después de anoche, la recompensa particular era aún más acuciante. No me gustaba la idea de alargar mi tiempo en un lugar donde Edward pudiera estar, pero pensé que estaría a salvo aquí con Máxim. —Tengo que hacer una llamada, entonces. — Me acerqué a la cómoda y agarré mi teléfono, desbloqueándolo. —Chica inteligente. —En privado. —Cuando él no se movió, le dije: —Has ganado esta ronda. Estás haciendo tu camino. Por favor, déjame. —Me iré. Pero sólo porque necesito hablar con Vasili. Una vez que se fue, llamé a mi instructora. —Hola, Sra. Gillespie, siento mucho molestarla, pero ¿hay alguna manera de que pudiera volver a programarme para el lunes? —¿Supongo que no estarás allí para el período de revisión, tampoco? —En un tono severo, ella dijo: —Voy a hacer una sola excepción en tu caso, Cat. —El único hueco que tenía disponible era la tarde del treinta y uno a las dos. Estaría en Miami mucho más tiempo de lo que había previsto. Máxim habría desaparecido. Aun así, estaba de acuerdo. En la víspera de Año Nuevo, me iría de la ciudad con el sonido de los fuegos artificiales. Mientras finalicé la llamada, me negaba a creer que estaba posponiendo el santo grial. Tenía que golpear al ruso por bastante dinero, para que mereciera la pena. Salí de la habitación y dije: —Está bien, todos estamos instalados. Negociación acalorada para comenzar…

Él estaba en el medio de un intercambio enojado con Vasili. Ambos se volvieron hacia mí, acusación en sus ojos. —¿Qué? —la alarma goteando a través de mí, y tuve el impulso de salir corriendo. Máxim se dirigió hacia mí. —¿Utilizas control de natalidad? Me mordí el labio. —¿Por qué lo preguntas? —¿Estaba la información en los registros que había enviado por correo electrónico? —Tienes que estar con algo. —Lo estaré. —El doctor me había dicho que esperara hasta después de mi próximo periodo para empezar, el cual no sería hasta dentro de un par de semanas. ¿Cuánto tiempo le tomaba a la píldora empezar a trabajar? —Tengo una receta. No es un problema. Se clavó los dedos por el cabello. —¿Me estás diciendo que sólo trabajas tres semanas al mes? ¿Qué tenía eso que ver con el control de la natalidad? —Una vez más, no es un problema. —Aunque esto debería haber sido una conversación privada, Vasili miraba fríamente. —¿Crees que me atraparás? —¿Atrapar? ¿De qué estás hablando? —¡Me pediste que me corriera dentro de ti! —Él estaba casi gritando. ¿Lo pedí? Mi mirada se precipitó. —¿Y tú... lo hiciste? La explosión del Ártico estaba de vuelta. —Media docena de veces. ¡Por si no te acuerdas! Mis pulmones se contrajeron. ¡Él podría haberme noqueado en ese momento! ¿Preñada? ¿Embarazada? —¡No recuerdo eso! —Me acordé del placer y la cercanía. Pero habíamos estado en la piscina tanto tiempo, y entonces las cosas realmente se volvieron turbias. —¡Yo no diría eso! —Si piensas en atraparme con un niño, no puedes estar más equivocada. ¡El maldito nervio! —Ahora sería un problema. No quiero un niño, y mucho menos a tu hijo. —Entonces dime que este no es un buen momento para que puedas concebir. ¿Cuándo fue tu último período? Tragué saliva, la boca seca. Por Dios, estaba a punto de ovular. O ya lo estaba. Sevastyan leyó mi expresión. —¡Blyad! Vasili dijo algo en ruso, pero oí varias veces una palabra que sonaba como prostitutka. Consideré esta situación desde su punto de vista. Una prostituta, que estaba ovulando y sin control de natalidad, había conseguido que el multimillonario soltero más codiciado de Europa se corriera en ella. Seis veces. Sevastyan gruñó una respuesta al hombre en ruso, y Vasili se apresuró fuera de la habitación. A mí me dijo, —¡Otras mujeres han trazado el mismo esquema! Felicitaciones, has sido la que ha estado más cercana al éxito. —A pesar de la hora temprana, se dirigió a la barra y se sirvió un vodka. —Entiendo lo mal que se ve esto, pero podemos arreglarlo. —Mis ojos se abrieron. — ¡Una píldora del día después! ¡Puedo tomar una! Él no me escuchaba, comenzando a caminar. —La primera vez en mi vida que relajo mi guardia lo suficiente para follar sin condón, y me encuentro con esto. Me acusaba de tratar de engañar a alguien por dinero. ¡Yo! Me tapé la boca con el dorso de mi mano para contener la risa histérica. Mantuvo el ritmo. —¿Jugar con un mafioso ruso? ¿Qué estabas pensando? Me mordí el interior de la mejilla para no gritar, “¡No estafo –soy la estafada!” ¿Cuánto tiempo más podría amordazar mi boca fuera de control? Un día, iba a explotar, como una

caldera hirviente. La idea me horrorizaba... Mentalmente renové mi lealtad a la regla número uno. —Pensé que eras más inteligente que esto, —dijo. —Pero por lo que veo, eres codiciosa. Una prostituta codiciosa. Así era como me veía. Estaba tan fuera de mí. Me gustaría ir a buscar mi propia pastilla, poner todo esto detrás de mí. Cuando me dirigí hacia la puerta, él me bloqueó. —¿Crees que dejaré que te vayas cuando podrías incluso estar embarazada de mi hijo? —Voy a conseguir una píldora del día después. —¿Y voy a creer tu palabra en eso? —Sujetando mi brazo, me obligó a volver a la habitación. —Vamos a arreglar esto, y luego te enseñare una lección. —Me quitó mi teléfono. —¡Devuélvemelo! ¿Qué demonios estás haciendo? —Un médico vendrá esta mañana. —¿Para qué? Sevastyan sólo me dio una sonrisa amenazante, luego cerró la puerta.

Capítulo 14 D

Traducido Por Rihano Corregido Por Nyx

urante las siguientes dos horas, me senté hirviendo, teniendo cada vez más y más náuseas. Todavía había estado mareada toda la mañana, y ahora mi resaca me golpeó con la fuerza de un tren de carga. Había golpeado la puerta, gritando, —¡Estoy enferma, Sevastyan! Necesito tomar algo. —Él no había venido. Así que no podía hacer nada más que recostarme en la cama, con el estómago revuelto. Estaba reuniendo la energía necesaria para ir a montar vigilia en el inodoro cuando la puerta se abrió. Sevastyan dijo, —Él está aquí. Me senté, y la habitación empezó a girar. Me medio levanté. — Estoy enferma. —Uh-uh. Por supuesto que sí. ¿Y justo cuando llega el doctor? Qué suerte que podemos conseguir que le eche un vistazo a esta otra dolencia. —Agarró mi brazo, obligándome a pararme. Me tambaleé. —Sevastyan... Miró hacia abajo, a mi cara y frunció el ceño. —Mierda. —Él me soltó. —Ve. Corrí hacia el inodoro, y me deslicé de rodillas justo cuando empecé a vomitar. El bastardo estaba justo detrás de mí, apoyándose en la puerta. —¡Vete! El olor a champaña me hizo tener nauseas una y otra vez, hasta que sentí como si hubiera vomitado botellas enteras. Él finalmente se fue. Vacié mi estómago hasta que estaba demasiado cansada como para hacer algo más. De alguna manera logré levantarme y tiré de la cadena. Usé su cepillo de dientes, luego lo tiré. Me sentía sucia, y no podía perder ese enfermizo olor dulzón a champaña. Si trataba de tomar una ducha, ¿me quedaría dormida bajo el agua? Debería quedarme dormida allí. Lancé una toalla al suelo, encendí el cabezal de la ducha de lluvia, luego me senté con mis rodillas hacia mi pecho. ¡Esto estaba funcionando! Mi náusea se alivió cuando el sueño se apoderó de mí. Apoyé la cabeza contra la pared, y yo estaba fuera... —¿Qué demonios estás haciendo? Parpadeé hacia Sevastyan. ¿Cuánto tiempo había dormido? Él parecía furioso, como de costumbre. Apagó el agua, sacándome de la ducha. Él me secó rudamente, luego me vistió con otra camiseta. —Terminemos con esto, entonces no me importará lo que hagas.

—¿Estás feliz ahora? —Pregunté a Sevastyan cuando el médico se fue. Había accedido a permitir que el “Gine de los ricos” de Miami me administrara una inyección del día después y colocara un DIU para prevenir la fertilización. ¿Fue eso idea del ruso? ¿Él era así de paranoico? Tranquilamente se sentó en el sofá del salón. Aunque la lluvia amenazaba, él tenía todas las puertas y ventanas abiertas. —¿Feliz? No. ¿Satisfecho de que tu plan no va a funcionar? Da. Tener a algún hombre extraño examinándome era bastante malo, pero ¡Sevastyan se había quedado en la habitación! Él había estado allí cuando el médico había dicho cosas como, —Definitivamente podría haber “concebido”, “Alguien sin duda tuvo una noche vigorosa”, y “Que diminuto cuello uterino; esto va a doler”.

Sevastyan escuchando esa cosa era peor que el pellizco de la inserción. Para colmo de males, los dos hombres habían hablado en privado después. ¡Acerca de mi cuerpo! Tendí mi mano. —Quiero mi teléfono de nuevo. Me gustaría poder decir que ha sido un placer conocerte... —No te saldrás de esto fácilmente. He mitigado los daños, pero ahora tendrás que pagar por tus crímenes. Te quedarás aquí hasta que decida qué hacer contigo. —¡No puedes simplemente retenerme! —Mírame. Una niña engañosa como tú tiene que aprender a no joder con un hombre peligroso como yo. —¿Sabes qué? Considera el teléfono un regalo de despedida. — Agarré mi bolso, mi abrigo, mis zapatos y corrí hacia la puerta, abriéndola. En el vestíbulo, Vasili hablaba con otros dos hombres de traje, las fundas visibles. Aunque esperaba que me detuvieran, alcancé el botón de llamada del ascensor, presionándolo repetidamente. No pasó nada. Apreté de nuevo. Tuve una debilitante sospecha de que ahora necesitaría una clave para salir de este piso. Me volví hacia el hueco de la escalera, empujando la puerta. ¿Bloqueada? En un inglés quebrado, Vasili dijo, —No irse. —Los otros dos estaban impasibles, como estatuas. Cero ayuda de allí. Me dirigí de regreso al interior hacia Sevastyan. —¡No puedes hacer esto! —¿Por qué no? Me apresuré a uno de los teléfonos de la sala, presionando el nueve para una línea externa. —Estoy llamando a la agencia. ¡Anthony no permitirá esto! —Ninguno de estos teléfonos llamará fuera del hotel. Sin Wi-Fi, sin Internet. No hay comunicación para ti. Ah, y ¿Anthony? Él no pudo venderme tu cuerpo lo suficientemente rápido. —¡¿En serio?! ¡Hijo de puta cabrón!—Pellizqué mi entrecejo. —Encontrare una manera de liberarme de ti. A menos que planees encadenarme las veinticuatro horas de los siete días. Él se quedó muy quieto. —No olvides que poseo los medios, y la inclinación, para atarte a mi cama. Su guion. —¿Qué se necesitará para hacerte creer que yo no intenté engañarte? Nunca tendría un hijo con alguien como tú. Mucho menos planearía hacerlo. ¡Y nunca maquinaría para poner mis manos en el dinero de otra persona! —Para mí, murmuré, —esto no está sucediendo. —Caminé. —Mira, necesitas comprender algunas cosas acerca de mí. Él se recostó en el cojín. —No puedo esperar para escuchar esto. —Nunca había tomado tanto champagne y no sabía que me afectaría así. No recuerdo lo que dije, pero yo no te habría dicho que estaba en control de natalidad. —¿Por qué no lo harías? Dejé de pasearme, decidiendo revelar parte de la verdad. —No he tenido sexo en mucho tiempo. Eres mi primer cliente. —Si querías que creyera que eras una novata, entonces no deberías haber actuado como una profesional. Cuando separaste tus piernas para mí, ronroneando, “¿Cómo que te gusta la variedad ahora, querido?” Me pregunté si hasta yo podría estar fuera de mi liga con una acompañante como tú. —¡Tú eres mi primer cliente! ¡Pregúntale a Ivanna! Ella te dirá. Me envió aquí en su lugar porque tuvo una reacción al Botox, y yo necesitaba el dinero. Casi me eché para atrás. Él soltó una risa amarga. —¿Quieres decir tu primer cliente… en Miami? ¡He oído de tu agencia que eres una profesional de Tampa! Por no hablar de que Anthony te había reservado hasta el infinito antes de que yo te comprara. —¡Tú no puedes comprarme; nunca estuve a la venta! —El español dejó mis labios, cada vil maldición que conocía. —Si tú no querías quedar atrapado, entonces ¿por qué te corriste dentro de mí? ¿Por qué no te protegiste?

—No quería barreras. ¡Lo cual discutí contigo por adelantado! ¡Debería haber sabido que algo estaba mal cuando no intentaste cobrarme extra! Quemada. Apreté mis manos en puños. —¿Qué se necesitará para hacerte entrar en razón? —Tu nombre. Aspiré una bocanada de aire. —Jamás. —Nunca. —Entonces prepárate para una estancia. —¿Cuánto tiempo? —En mi mundo, cuando alguien trata de robar a otro, son castigados severamente. En mi mundo también. Por lo menos con Julia. —Te quedarás hasta que esté satisfecho de que hayas pagado por tu codicia. Sevastyan probablemente se cansaría de mí en un día o dos, como mucho. La novedad desaparecería. Pero si no lo hacía, lo más que mi cautiverio podría durar eran otros diez días. Él se estaba yendo de la ciudad, luego volvería a Rusia. Al mal tiempo, Cat. En el lado positivo, yo estaba más segura de Edward aquí que prácticamente en cualquier lugar. Ahora que estaba atrapada en Miami hasta el Año Nuevo, la torre comenzó a sentirse como un bastión. Nunca me hubiera imaginado que quedarme con un mafioso ruso y sus secuaces armados sería mi juego más seguro. No sólo eso, estaría quedándome en la habitación del hotel más caro en Miami. Ningún extraño espeluznante frotándose mientras me miraba de reojo. Ni latas de sopa barata, ni techos con goteras, y ásperas sábanas de tiendas de segunda mano. Mi mayor temor había sido enamorarme de Sevastyan porque el sexo era tan genial. Ahora que él estaba mostrando su verdadera cara, eso no sería un problema. Entrecerré los ojos hacia él y pensé, ¡Oh, no, Ruso! ¡No me lanzarás en este zarzal! Decidí entonces que este sería mi retiro, en ambos sentidos de la palabra. Esperaría mi momento y recargaría. Este problema tenía un punto final, estaba en vías de ser resuelto. Lo que significaba que podía manejarlo. —Parece que me tienes, —le dije sin darle importancia. Él frunció el ceño ante mi cambio de actitud. Sevastyan acababa de adquirir una “prisionera”, y la broma era sobre él.

Capítulo 15 M

Traducido Por Rihano Corregido Por Nyx

e senté en mi nueva habitación, contigua a la suya, naturalmente, tratando de recordar más. No importa qué tan borracha había estado, yo no le habría dicho que se corriera en mí; ¿Estaba inventando una excusa para retenerme? Justo antes de que la mierda se pusiera peor, más temprano, él había estado enojado de que yo hubiera tenido otras cosas que hacer, suponiendo que estaba a punto de irme con otro hombre. Entonces, ¿De repente Sevastyan tenía una razón para mantenerme indefinidamente? Qué coincidencia. Pero no podía recordar la noche anterior y el intento sólo hizo que mi cabeza doliera más. A pesar de que ya no tenía náuseas, estaba aniquilada y mis sienes golpeando. Esta cama con acolchado extra era como una nube, el número de hilos de las sábanas astronómico. Me recosté y tiré del mullido edredón, mirando a través del cristal al suelo, al techo y al océano. En cuestión de minutos, me quedé dormida. Soñé que estaba tumbada en la piscina mientras los ojos entornados de Sevastyan observaban al sol oscurecer mi piel... Cuando me desperté, estaba acurrucada contra su pecho desnudo, mi pierna doblada se extendía sobre sus muslos. Mirando hacia el agua, él yacía tenso, con las manos detrás de su cabeza. Me recordaba a nuestra primera noche, cuando había mantenido sus brazos sobre el respaldo del sofá, luchando por no tocarme. ¿El sol se ponía? ¿Había dormido todo el día? Tentativamente, me relajé. ¿Sin dolor de cabeza? ¿Sin dolor de estómago? Estiré mis brazos por encima de mi cabeza. Él se movió también, sentándose contra la cabecera. —Dormiste por horas. Como si estuviera hablando con un niño, le dije, —Porque me estaba recuperando de tener un apagón etílico. Una condición en la que me encontré porque tú seguiste sirviendo champagne. Yo confiaba en mi cita con un hombre mayor y conseguí embriagarme con él, y lo siguiente que sé, es que estoy en el lado equivocado de un espectáculo, con un DIU metido dentro de mi cuerpo, después de haber sido informada de que soy una prisionera. —Es curioso que te refieras a mí como un hombre mayor. El médico me dijo que probablemente estabas en los principios de tus veinte. —Nunca dije que tenía veintiséis. —Te veías joven, pero tu confianza me hizo creer que tenías más edad. —Él apretó el puente de su nariz. —Dime que puedes beber legalmente en este país. —Relájate, Padre Tiempo. Tú no vas a ir a la cárcel por servirme alcohol, sólo por todo lo demás. —Tienes veintidós años, ¿no es así? Cuando yo tenía veintidós tú tenías trece. —Eso suena como tu problema. —Entonces fruncí el ceño. —¿Por qué te metiste en mi cama? Él dejó pasar el otro tema. —Porque puedo. —¿Es por eso que me jalaste contra ti? —Yo no lo hice. Tú te moviste hacia mí, agarrándome, porque estás acostumbrada a dormir con tu pareja. Lo que sea. —Pusiste tus brazos detrás de tu cabeza porque estabas tentado a acariciar mi cabello, ¿no? ¿Hmm? ¿Hmm? Te gusta acariciar mi cabello. Él no contestó. —Apostaré a que has estado repitiendo nuestra noche, y esto consiguió que saltaras. Esto sólo demuestra mi teoría. Él entrecerró los ojos. —¿Cuál es? —Que te gusto más de lo que me gustas. Tú preferirías más bien secuestrarme que

dejarme ir. —Me estiré de nuevo. —¿Seré alimentada durante mi cautiverio? Estoy hambrienta. En la cárcel, conseguiría dos comidas calientes y una cama. Mirándome molesto, él levantó el teléfono y marcó al servicio de habitación. —¿Qué deseas? Me arrastré sobre él y le arrebaté el teléfono, disfrutando de su expresión de sorpresa. —¿Hablas español? —Le pregunté a la mujer. —Sí. Interiormente puse una sonrisa maligna. En español, le dije, —Necesito pizzas. Seis de ellas. Grandes. Macarrones con queso. Sopa de langosta y todo lo demás que tengan con langosta. Básicamente langosta apilada sobre langosta. Quiero Coca-Colas. No de dieta, sino de las reales. En botellas de vidrio, si puedes encontrarlas. También, si traes diez bocadillos de medianoche cubanos, con pepinillos extra, el Sr. Sevastyan te dará una propina extravagante. Por favor, pon esa propina en el total. Excelente. ¡Gracias por tu ayuda! — Cuando colgué, mi estómago gruñó en preparación. —Supongo que siempre duermes todo el día, —dijo Sevastyan, su tono sarcástico. — Necesidad ocupacional. Suspiré. —Sigues pensando que sabes cosas sobre mí. Sin embargo, estás tan equivocado, esto me asombra. —Entonces dame un ejemplo. ¡La heredera estafada acusada de estafar a otro! —Nunca me creerías. Te reirías en mi cara. Pero un día, cuando todo esto sea un recuerdo lejano, te voy a enviar una postal, con una lista. Una vez que tú lo verifiques todo, estarás muy avergonzado. —Él abrió la boca para responder, así que de repente me levanté para ir al baño. La amplia zona era más grande que mi estudio. Por tanto tiempo como estuviera en la torre de Sevastyan, disfrutaría gratis de los artículos de aseo, agua caliente ilimitada y todas las toallas que, posiblemente, podría utilizar. Sin visitas a la lavandería. ¡La vida! Me até el cabello encima de mi cabeza, luego me lavé la cara. Me lavé los dientes con otro cepillo de dientes gratuito. Lo pasé en mi salida, sin dignarme a hablar con él. Sin nada que hacer más que esperar mi festín gourmet, llevé una de sus revistas de negocios a la terraza de la piscina, mi patio de la prisión. Me tendí en un sofá directamente bajo un calentador. Me di cuenta de que todo había sido limpiado, por alguien que no era yo. ¡Por una vez! Hablando de una jaula dorada. Cuando escuché el timbre de la puerta, corrí dentro, sin importarme mi aspecto. Tres camareros estaban empujando carros cargados hacia la sala de estar. Ellos hicieron un valiente esfuerzo para no mirar a mis pechos sin sujetador debajo de mi camiseta. Sevastyan se había puesto una camisa. Frunció el ceño a mi paso, y luego dijo, —¿Qué es esto? —Tú no especificaste lo que debía pedir. Y ¿no tenemos que alimentar a todos nuestros guardaespaldas? Ellos pueden tener cualquier cosa que yo no coma. Si hay algo que sobre. Una vez que los platos habían sido repartidos y los hombres se habían marchado, Sevastyan dijo, —Esto es ridículo. —Ya que perdí grandes cantidades de dólares, la cena es mi premio de consolación. ¿Vas a negarme una mísera y muy necesaria comida, cuando tú frustraste mi plan para ganar millones? ¡Millones! —Me mordí los nudillos teatralmente. —¿Crees que esto es gracioso? —Algún día verás el humor como yo lo hago. Solo deseo poder estar alrededor para ver la expresión de tu cara. —Empecé a buscar mi sándwich. —¡Ah, ahí está! A regañadientes, él dijo, —¿Qué es eso? Lo olí. —Medianoche. —Bocadillo de medianoche. Comido después de las discotecas. Él agarró uno, saboreándolo. —Bueno. —Él le dio otro mordisco. Empecé con el mío. No tan bueno como yo los hacía, pero funcionaría. —Envuelto en algo con langosta. —Agarré una Coca-Cola, abrí la botella. Con la bebida y el plato en la mano,

me dirigí fuera a la piscina. Él podía mantenerme prisionera, ¡ja!, Pero eso no significaba que tuviera que pasar tiempo con él. Volví a mi sofá a comer. Durante mi comida, llegué a la conclusión que debía de estar agradecida por este distanciamiento entre el ruso y yo. Me había gustado tanto que podría haber hecho algo estúpido como confiar realmente en él. Me habría dicho a mí misma que desde que él estaba en la mafiya, podría ayudarme con mis problemas legales y nunca me juzgaría por la sangre que había derramado. Ahora me daba cuenta de que podía usar mi precaria situación para manipularme. El comportamiento de Sevastyan demostraba que yo tenía el gusto más mierda para los hombres. Si empezaba a desarrollar sentimientos hacia un tipo, entonces él debe estar en una lista de vigilancia del FBI, y yo debería correr para el otro lado. Esto era tan innegable como la ciencia. Todo para la mejor. Una vez que había terminado de comer, me recosté y cerré los ojos. Mientras profundizaba en mis recuerdos de la noche anterior, más detalles salieron a la luz de las conversaciones que habíamos tenido. Sobre el tema de los secretos sexuales, le había dicho que nunca antes había hecho un garganta profunda o tenido sexo anal, aunque ambas eran mis fantasías. Él había revelado que había sido mayor cuando perdió su virginidad, algo más grande de lo que yo era ahora. Me había dicho que nunca había tenido relaciones sexuales sin condón, pero a menudo se preguntaba cómo sería. También había admitido las fantasías de tener su semen tragado, lo que me hizo temblar (entonces y ahora). No es extraño que mi fantasía de mi masturbación al comienzo de la noche lo hubiera encendido tanto. Había dicho algo más sobre el sexo oral que había volado mi mente. Que era... ¡Sevastyan nunca había lamido a una mujer! —¿Por qué tendría que hacerlo? —Había preguntado. —Nunca di una mierda sobre el placer del otro. Pero estoy dispuesto a recuperar el tiempo perdido. De hecho, tengo una cuestión que quiero discutir contigo. Ven conmigo a la sala de estar... Y así fue como él había terminado nuestra discusión. Agradable continuación, Ruso. Mis ojos se abrieron. Durante la noche, había bajado sobre mí, ¡tres estremecedoras veces! Me recosté en el sofá, reviviendo la primera vez. Él había acariciado mis muslos, procurando extenderlos, presionando besos con la boca abierta cada vez más alto. Justo antes de que me lamiera, sus ojos habían estado interesados por la curiosidad. Con su primera experiencia, sus párpados se habían deslizado cerrándose. Yo había gemido cuando había murmurado para sí, —Nunca tendré suficiente de esto. — Entonces se había acomodado, lamiéndome con avidez. Restregando su pene contra el cojín, él había gemido, vibrando mi clítoris sensible. Me había corrido, libremente, corcoveando en su boca. Una vez que había terminado, había tratado de alejarlo, pero él había capturado mis muñecas. Con un gruñido bajo, había lamido mi orgasmo hasta limpiarlo. Mis mejillas se enrojecieron cuando recordé mi reacción frenética. Había empujado su pecho hasta que se había recostado, entonces había devorado su polla. Había chupado sus bolas, lamiendo en todas partes, gimiendo alrededor de su eje, mientras él había gruñido, — ¡Mierda, MIERDA! —Una y otra vez. Él me había dicho, —¡Toma mi semen! Bébelo, dushen'ka. —Nuestras miradas se habían encontrado cuando yo había consumido chorro tras chorro. Una vez que él había terminado de eyacular, lo había bombeado por más. —¿No más? —Había hecho un puchero mientras él se quedaba boquiabierto. Máximo shockeado. —Mejor que la fantasía, —había jadeado entre respiraciones. —Y yo sólo necesito un par de minutos para darte más. Tú me vuelves insaciable. Recordaba calmarlo con besos, suavemente, sobre su polla hasta que él había crecido rápidamente, duro como roca de nuevo. Entonces él me había empujado hacia atrás en el sillón, cerniéndose sobre mí. Él había puesto su polla entre mis piernas, frotando esa carne inflexible sobre mi clítoris. Había estado a punto de apagar mi mente, preocupándome por nada, sin pensar en nada, sino en correrme.

Mientras mi cabeza trasteaba, él me había dicho, —Quiero follarte así. Todo está sobre la mesa. Arqueada hacia atrás, había suplicado por su polla, gritando para que él la empujara dentro. Oh, él lo había hecho. Sin condón. Recordé la maravilla en su tono: —Tu coño, —empuje, —se siente tan, —empuje,— ¡caliente! —Cuando yo había gemido, él gruñó, —Es como una maldita pequeña forja. Así fue como había sucedido. Sí, debería haberle dicho antes que no tomaba la píldora. Pero no era como si yo tuviera mucha experiencia con esto. De hecho, la única vez que había tenido esa conversación una vez antes, fue cuando tenía diecisiete años. Sevastyan se había sentado para discutir las cosas entre nosotros para el futuro, pero había sido estúpida y estado borracha, no sólo por el champagne, sino por el sexo. Había estado demasiado preocupada por la posibilidad de chuparlo que de prestarle atención. Los vientos soplaron sobre el piso, erizando mi pelo y acariciando mis pezones como guijarros a través de mi camiseta. Como si hubiera sido entrenada para la noche, inmediatamente pensé en la boca de Sevastyan chupándolos. ¿Cómo podría todavía desear al hombre que me estaba manteniendo prisionera? Debo estar cerca de la ovulación, lo que significaba que básicamente estaba en celo. Tomaría otra ducha y me quitaría manualmente las ganas. Cuando volví adentro, cada paso hizo que mis pechos se movieran contra la camiseta, el material deslizándose sobre los picos duros. Él permanecía en el sofá. Inclinado sobre la mesa de café, revolvía los papeles. Cuando entré, se quedó inmóvil, sin decir nada. Sólo mirar su hermoso rostro hizo que mi aliento quedara atrapado. Trastabillé junto a él, como deslumbrada. Lo que sea que vio en mi expresión hizo que su cuerpo se tensara, sus fosas nasales se dilataran. Desvié la mirada, no podía encontrar sus ojos. Una risa oscura. —Ahora ¿quién ha estado repitiendo lo que hicimos? Esto te ha puesto tan húmeda como a mí duro. Pero te advierto ahora, niñita, no te complazcas a ti misma, incluso si es pensando en mí, o habrá consecuencias. ¿Pensar en él? ¡Qué descaro! —Vas a seguir dos reglas cuando estés conmigo. No mientes, y no te tocas a ti misma. A menos que te lo haya ordenado para mi entretenimiento. Me di la vuelta. —¡Tal ego! ¿Cómo sabes que no estaba imaginando a otro hombre? ¿A mi pareja? Además, ten en cuenta que cualquier persona que alguna vez trató de “darme órdenes” ha fallado miserablemente. —Lo dejé, dirigiéndome a mi habitación. En la ducha, me quedé viéndolo en mis fantasías. Él estaba en lo cierto, si me masturbaba, sería pensando en él. ¡Me negaba! Haciendo caso omiso de todas las partes adoloridas de mi cuerpo, me lavé y sequé. Robé otra de sus camisetas, entonces subí a la cama de invitados, encendiendo el televisor. Aunque años habían pasado desde que la había visto, me quedé mirando fijamente la pantalla mientras el precio de una noche de recuerdos regresó. La forma en que él había arrojado su cabeza hacia atrás y rugido mientras había eyaculado dentro de mí. El sabor adictivo de su semen. La forma posesiva en que había lamido mi coño, como si alguien estuviera a punto de quitarle su comida favorita y nunca regresarla. Con una maldición, me rendí a mi lujuria, agrupando la camisa en mi cintura mientras sumergía mi mano. Estaba arqueándome hacia mis dedos cuando escuché: —Realmente estás en celo, ¿no es así?

Capítulo 16 ¡Mierda!

Traducido Por Mary79 Corregido Por Nyx

—¿No puedes aguantarte? —Él se arrodilló en la cama y agarró mi muñeca. —Si tienes estas necesidades, pregunta por mí. —Llevó mi mano a su boca para chupar mi dedo medio e índice entre sus labios. Mientras los lamía, cerró los ojos. Me estremecí por la sensación, sintiendo cada tirón de su boca en mis pezones y núcleo. ¿Podría correrme de esta manera? Quería decirle que me dejara en paz, que esto no era parte del trato. Pero esos recuerdos… Tomó mis dedos mojados y los devolvió entre mis piernas. —Acaríciate a ti misma. Dudé hasta que se quitó la camisa y abrió la bragueta de sus jeans, su polla sobresaliendo orgullosa, dura como el acero. La punta estaba húmeda, burlándose de mi lengua. Juego terminado. Tenía que experimentarlo sólo una vez más. Mis dedos se pusieron a trabajar. Cuando estuvo desnudo, comenzó a masturbar ese grueso eje mientras yo me masturbaba más rápido. Su enorme puño. Su enorme polla. —¿Te gusta observar? Asentí sin aliento. —Quizá te deje más tarde. Por ahora, quiero más de tu sabor. Agarrando mis tobillos, tiró de mí con fuerza a través de la cama. —Extiende las piernas. —Cuando lo hice, se quedó mirando mi coño. —Esto es mío ahora. —Él encontró mi mirada, diciéndome, —Soy dueño de él. Así como soy dueño de ti. Soy tu amo ahora, Katya. ¿Cómo podía eso excitarme tanto? Era independiente, no a punto de ser poseída por… Él enterró el rostro entre mis piernas, gimiendo contra mis labios. —¡Ruso! —Incluso mientras mis rodillas caían amplias, mi mirada trabada en su longitud, en la brillante gota de la punta de esa corona regordeta. —Necesito tu sabor también. —¿Quieres chuparme? —¡Sí! Otra oscura risa. Él maniobró alrededor para arrodillarse por encima de mí, apuntando su eje a mi boca. Aunque nunca hice el sesenta y nueve antes, ansiosamente separé mis labios para él, lamiendo la punta. Él continuó besándome tan sensualmente, pero tenía que levantar la cabeza para conseguir algo de su longitud. ¿Por qué no me daría más? —Más, Ruso. —Dijiste que nunca habías tomado una polla profundamente, —dijo con voz áspera entre lengüetazos. —¿Deseas tu fantasía? —No lo sé… ¿Quizás podría intentarlo? Él me soltó, luego se trasladó para estar de pie al lado de la cama. Me deslizó físicamente hasta que mi cabeza colgaba atrás por el borde del colchón. Entonces dio un paso por encima de mí, posicionando mi cabeza entre sus musculosos muslos. Con la altura de la cama, esto ponía su polla y sus pesadas bolas justo sobre mí. —¿Máxim? Mientras él guiaba su eje hasta mis labios abiertos, dijo, —Toma respiraciones entre mis embestidas. ¿Qué? Inyectó su polla en mi boca, entonces ahuecó las manos detrás de mi cuello. ¡Oh! Conocía esta posición. Ivanna la había llamado “frotis faríngeo”. De esta manera, su

polla se deslizaba en un ángulo mucho mejor. Más profundo de lo que alguna vez había tomado una. Pero cuando la corona fue demasiado lejos, me tensé ante la sensación, tirando hacia atrás. Mis piernas se enderezaron defensivamente. Él se retiró. —Relájate, dushen’ka. Tú puedes tomarme, —dijo, y me acarició la mejilla con el pulgar. Por alguna razón, ese toque ocasional, en medio de todo el sexo sucio de las últimas veinticuatro horas, me afectó tanto. Cuando él se hundió una vez más, ordené a mi cuerpo relajarse. —Bien. Eso es. —Se retiró. —Respira. —Una vez que yo había inhalado, él lentamente empujó de nuevo. Hicimos eso dos veces más, con sus manos sosteniendo mi cuello. Sus pulgares rozaban ligeramente mi garganta, guiándome, persuadiendo… hasta que la corona traspasó profundo. ¡Lo estaba haciendo! ¡De esta manera era mucho más fácil! ¿O era a causa del hombre? —Eres mi garganta profunda, Katya. —Él sonaba orgulloso, lo cual jugaba con mi mente… y me despertaba a un frenesí. Gemí a su alrededor. —Tomándolo tan bien. —Él se retiró, extendiendo su posición. —Respira. Inhalé, ávida por más. En su siguiente empuje, lo tragué aún más profundo, llegando por detrás de mí para agarrar los músculos de su culo. Pronto tuvimos un ritmo perfecto entre sus embestidas y mis respiraciones, en sincronización de nuevo. —Tómalo… tómalo… tan buena chica… —Él me enseñaba, alabándome, y yo me ponía más y más voraz por él. —Mi semen se disparará directamente dentro de ti. Gemí de nuevo. —Te gusta esto. Puedo sentir tus gemidos así como escucharlos. Respira, bebé. Vagamente recordé un truco que Ivanna me había dicho volvía a algunos hombres locos. Mientras mi garganta recibía a Sebastyan y mis manos ahuecaban su culo, sumergí mis dedos entre sus cachetes. —¿Dushen’ka? —Con voz ronca, dijo, —¿Vas a ser mala conmigo? Rodeé mi dedo índice en su centro. Por el sonido de sus gemidos, estimulé y pinché. Penetré… —¡Uhhhn! —Sus poderosos muslos temblaron alrededor de mis oídos. —¡Estarás tomando mi semen antes de que esté preparado! Gemí de nuevo, y él gritó, —¡Katya! —Contra mi lengua, su miembro comenzó a bombear. Con un gruñido, folló mi boca, disparando torrentes cremosos dentro de mí. Bebí mientras sus pulgares ayudaban a su semen a bajar por mi garganta, su agarre en mi cuello posesivo pero… tierno. Luego llegó un último estremecimiento. Un chorro final de semilla caliente. Un largo gemido irregular… Se salió de mi boca, alejándose para volver al otro lado de la cama. Entre respiraciones, dijo, —Ahora es tu turno. —De nuevo, agarró un tobillo y me arrastró a él. Mientras se inclinaba, sus duras exhalaciones calentaron mi prominente clítoris, mis labios hinchados, y la sensible apertura de en medio. —Ya estás a punto. ¿Garganta profunda conseguiré tu coño incluso más húmedo? ¿O tal vez te gustó explorar el cuerpo de tu amo? Pide permiso para correrte. A pesar de mi necesidad, no iba a obedecer. —¿Puedo correrme? corcoveé arriba, ofreciéndome a mí misma… —es lo que considero decir. ¿Pero no quieres hacerme un orgasmo? Con fuerte acento, dijo, —Te voy a castigar por eso más tarde. Tú me deseas, ¿no? Por ahora, voy a lamer tu pequeño clítoris necesitado. —Lo azotó con su lengua -una, dos, tres veces- y grité cuando mi clímax comenzó. La tensión en espiral explotó. Empuñé las sábanas y sacudí la cabeza. Su boca caliente y lengua hambrienta, obligó a mi coño dolorido a contraerse una y otra vez…

Siguió besándome. ¡Demasiado sensible! ¡Demasiado! Tuve que retorcer mis caderas antes de que él me soltara. Se sentó en la cama y me recogió en sus brazos. Reclamando mis labios, me dio mi sabor, tomando el suyo propio, nuestras lenguas entrelazándose perezosamente. Pronto estuve preparada para la segunda ronda, pero él retrocedió. Cariñosamente me metió un rizo detrás de la oreja, haciéndome suspirar. —Sólo me chupaste, y no negociaste un precio. Creo que estás empezando a gustarme. —¡Pendejo! —Me desenredé a mí misma de sus brazos. —¿Debo empezar una cuenta de “donación”? —¡Bésame el culo! —Irrumpí en el cuarto de baño. En el interior, miré mi reflejo, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Nunca me había sentido más segura con un hombre… o más barata. ¿Cómo podía él ser tan tierno, tan elógiante? ¿Después tan cruel? Todo con él era extremo. El placer era extremo. Como era mi vida amorosa. Entre mis dos amantes, había ido de “Planeo asesinarte tan pronto como me sea posible” a “me perteneces”. El último de los cuales me excitaba locamente. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Sentía, una sensación de malestar en el pecho, que Sevastyan era el único hombre que podía hacerme sentir esta pasión e intensidad. En mí limitado tiempo con él, ¿tal vez debería ignorar sus comentarios insensibles y explorar mi sexualidad? ¿Experimentar tanto de su erotismo infartante como pudiera? Para toda la vida. Después de lavarme, regresé. Él estaba en la cama, gloriosamente desnudo, con un brillante artefacto de metal en las manos. —Te tocaste a ti misma en contra de mi orden, y te corriste sin permiso. Tragué saliva. —¿Qué es eso? —Tu incursión en el BDSM. Di un paso atrás. —Vas a hacerme daño. Eso lo enfureció. —No soy el tipo de hombre que le haría daño a una mujer, nunca. —Entonces, ¿qué es eso? Él se levantó, dando grandes zancadas dirigiéndose hacia mí. —Es un cinturón de castidad. Para evitar que te corras. —¿Estás bromeando? —¡Qué arcaico! —¿Tenías uno de esos justamente a mano? ¿Podrías haber mentido? —Difícilmente. No podría importarme menos si una compañera se corría o no. Además, nunca me he quedado cerca el tiempo suficiente para que me importe. El brillante metal cautivó mi mirada. —¿Dónde lo has conseguido? —¿Y por qué no podía apartar la mirada? Intrigante. Tan intrigante. —Del fabricante. Un pedido urgente. —¿Por qué yo? —Porque soy dueño de tu cuerpo ahora. Lo compré, y me lo debes por lo que hiciste. Quiero el control sobre él. Mi espalda encontró la pared. —Quieres decir control sobre mi sexualidad. Él plantó una mano por encima de mi cabeza, inclinándose. —Sí. — Estaba a punto de decirle dónde podía meter ese cinturón, cuando dijo, —Es completamente justo ya que me controlas a este grado. —¿De qué estás hablando? —Tú me pones duro con un vistazo y me tienes goteando líquido pre-seminal como un muchacho cachondo, aunque nunca lo hice antes. Tú me haces esto. Hace unos minutos, disparé por tu garganta hasta que mis ojos retrocedieron en mi cabeza, y todavía… —Hizo un gesto con su barbilla en su erección repuntando. —¿Por qué no querría controlarte a su vez? Mis labios se abrieron ante su admisión. Yo estaba afectándole así. Yo. Un hombre de su

experiencia, que había conocido a tantas mujeres de todo el mundo, encontraba algo especial en mí. Así como yo en él. —Te voy a poner esto, y te va a gustar. —La malvada promesa en sus ojos hizo que mi corazón se acelerase con entusiasmo. Sonaba tan confiado, como si supiera algo sobre mí… algo que yo no sabía. Después de una apresurada evaluación riesgo/recompensa, me decidí a probarlo un poco. Siempre podía quitarlo. —Extiéndete para mí, dushen’ka, —dijo, leyéndome tan bien. Mientras miraba su rostro, me encontré abriendo las piernas. La correa que él dirigió entre mis muslos era más ancha en la parte delantera, estrechándose como un tanga en la parte posterior. Acolchada en el interior y con un metal inflexible en el exterior, el cinturón se ajustaba sobre mi clítoris, dejando parte de mis labios expuestos, luego se deslizaba entre mis cachetes. Ambos extremos de la correa fijos en un círculo de metal alrededor de mi cintura. Estaba sorprendida por lo ajustado que era, por lo perfectamente que me quedaba. Empujó el cinturón para asegurarse de que no podía salir de él. Antes de que pudiera protestar, él había asegurado un pequeño candado en el lateral. —¡Tú diablo, no me dijiste que se cerraba con candado! —Y yo me quedo con la llave. —Ató una fina correa de cuero alrededor de su cuello, una llave colgando sobre su pecho. Aspiré una bocanada, sacudida por lo sexy que encontraba el candado y la llave. Era como un medallón erótico para dos que se entrelazaba cuando se ponen juntos. De repente necesitaba correrme como loca. Con el acceso a mi clítoris bloqueado, todos mis pensamientos instantáneamente se centraron en esa área de mi cuerpo. —Soy dueño de cada uno de tus orgasmos, Katya. Te los concederé cuando me plazca. — Él regresó a la cama, a mi cama, luego se extendió debajo del edredón. —¿Vas a dormir la noche conmigo? Sin abrir los ojos, dijo, —Eso no es negociable. —¿Se supone que debo mantener esto puesto hasta mañana? —Si quieres que lo quite, estoy seguro de que averiguarás una manera para convencerme. —Con una sonrisa, dijo, —Duerme bien.

Capítulo 17 U

Traducido Por Mary79 Corregido Por Alhana

na vez que sus respiraciones se hicieron profundas y regulares -insomnio, mi culo-, ahuequé mis palmas sobre la parte delantera del cinturón y me mecí, desesperada por fricción. Sólo sentí un ligero aumento de presión, no lo suficiente para correrme. El calor emanaba de su cuerpo, su olor embriagándome. Y esa correa de cuero alrededor de su cuello me puso tan caliente, mi coño se estremeció en su jaula. ¡Esto-esagonía! Me di la vuelta sobre mi parte delantera, haciendo rechinar el colchón, ahogando un gemido. Cuando finalmente me desmayé en frustrado agotamiento, sueños candentes del Ruso me atormentaron incluso más. Seguía viendo la mirada perdida en sus ojos cuando me había lamido por primera vez. Seguía escuchando sus roncas palabras de alabanza cuando había tomado su longitud tan profundamente. Me desperté después del amanecer con mi clítoris palpitando, mis pezones como puntas de flecha contra la sábana. Y una recompensa de hombre estaba justo a mi lado. Cerca de ciento noventa y dos centímetros de músculo y poder y sexualidad latente. Durante la noche, él había dado la vuelta sobre su parte delantera, lanzando una rodilla hacia arriba. Mordiendo mi labio inferior, tiré del edredón de encima de él. Como previsto, estaba acostumbrándome a las cicatrices en su espalda, pero no al resto de él. Gemí ante la vista de su culo, esos músculos rígidos con surcos bien definidos en los lados. Él yacía de tal manera que su eje apuntaba atrás. Sus pesados testículos parecían cálidos y relajados. Delicioso. Me preguntaba si debía experimentar tanto de él como fuera posible. Viéndole de esta manera, encontré la respuesta tan obvia. Por supuesto que lo haría. ¿Por qué hubo alguna vez incluso una duda? Me deslicé entre sus piernas. Colocando las palmas de mis manos en su culo, descendí para arrastrar mi lengua sobre la firme cabeza de su polla. Despertó con un gemido. La hendidura con pequeñas gotas de líquido preseminal, así que la lamí. Otra gota apareció; más para mí. Su polla se endureció hasta que tuvo que darse la vuelta. —No puedo decir cuál de tus personalidades es la que prefiero… la fiera Cat que asoma las garras al descubierto, o mi dulce Katya, que se escabulle entre mis piernas de modo que pueda lamer mi polla como una golosina. Me levanté en mis rodillas, acariciando descaradamente mis pechos. —No puedo soportar mucho más de esto, Máxim. —Entonces, enhorabuena, tu lengua me incitó a liberarte. —Se sacó la llave, liberándome con tal carnal anticipación, que me quedé sin aliento. Podría haber estado dispuesta a sufrir todas esas horas otra vez solo para ver esa primitiva, mirada masculina. Para cuando me había desatado, yo palpitaba con necesidad. Él se tendió una vez más, su expresión llena con determinación. —Móntame. —El Ruso parecía muy centrado en lo que quería. Suspiré con alivio. Felizmente. Pero cuando me trasladé para montar a horcajadas su polla, dijo, —No puedo estar dentro de ti todavía. No vas a tener más de mi “vigoroso”, follándote hasta esta noche. ¿El médico le había dicho eso? ¿Y qué se supone que iba a montar? Él se apoderó de mis caderas y me llevó a horcajadas sobre su cara. —¡Oh! Alzó las manos para cubrir mis pechos con sus grandes manos, dedos pellizcando mis sensibles pezones. —Muéstrame dónde te duele. Con un gemido, mis manos bajaron, y extendí mi coño por encima de su boca. ¿Esto era

parte de mi castigo por “engañarle”? Más, gracias. Pasando su rostro contra mis muslos, me raspó con su barba de la mañana. Movió mis dedos, sustituyéndolos con los suyos. Me abrió completamente. Sentí su mirada hambrienta dentro de mí. —¿Te duele aquí? —Lamió el borde de mi entrada. Casi me corrí. —¡Oh! ¡Sí, Ruso!¡Mmm! —Gemí contra la palma de mi mano. —¿Qué, acerca de aquí? —Su fuerte lengua serpenteó sobre mi palpitante clítoris. —¡Oh-Dios-mío!—Arqueé mi espalda. Él hizo una pausa, pareciendo tomar una decisión. Sin previo aviso, succionó mi clítoris entre sus labios. Mis ojos se abrieron por la sorpresa, mis pulmones vaciándose en un grito. —¡Máxim! ¡Me corro! —En total abandono, agarré su cabello mientras él tiraba de mi capullo, chupándome fuera. Su boca era despiadada. Después de una noche de tortura, me retorcía descuidadamente encima de su rostro. Una y otra y otra vez. Una vez que había exprimido cada gemido de mí, traté de levantarme, pero él rápidamente me sostuvo y lamió mi orgasmo. —¡No, déjame ir! —Mis muslos temblaban alrededor de su cabeza mientras se daba un festín. —¡Demasiado! Hizo caso omiso de mis gritos. Como si estuviera en una agonía de placer, sus ojos cerrados, un gruñido resonando de su pecho. Entonces se puso en un frenesí, forzándome hacia otro clímax. Un roce de sus dientes… —¡Demasiado! —Arañé la cabecera, luchando por escapar. Sus musculosos brazos se curvaron sobre mis muslos y me sujetaron contra él. Una vez que hubo trabado mi coño a su boca, endureció su lengua -y me folló con ella. —¡Ohh! —Impotente, me rendí, colocando mi entrada sobre su boca para tomar su caliente condenada lengua. Sus brazos apretaban mis muslos demasiado duro, como si se hubiera olvidado de sí mismo. La idea de que él no podía controlar su reacción hacia mí solo incrementaba mi necesidad. —Vas a hacer que me corra de nuevo, Ruso. No puedo pararlo. —Las sensaciones me inundaban. El ruido sordo de su gruñido contra mi coño. Su contundente lengua violando mi núcleo una y otra vez. La picadura de su barba contra mis vulnerables labios. —Hazme correrme, hazme… ¡lo deseo TANTO! Aún más poderoso que el primero, este clímax me abrumó. Estreché su rostro mientras me derretía contra su lengua, moliendo mi carne contra ella. Una vez que los temblores menguaron, le rogué, —Por favor, Máxim, no más. Por favor. Me soltó. Débil, caí sobre mi costado. Con respiraciones jadeantes, él balanceó sus caderas, su polla rampante empujando en el aire. —¿Querías verme? —Tomó ese eje venoso en su puño y empezó a masturbarlo. Lamiendo sus labios por mi sabor, se masturbó a sí mismo, sus bíceps abultándose, sus pesadas bolas rebotando con cada golpe. Me acurruqué junto a él, mi cara en su torso para ver en primera fila. Nunca había visto a un hombre masturbarse hasta el orgasmo antes. Mientras se acercaba al borde, sus rodillas se enderezaron. Los músculos de su torso ondularon bajo el sudor humedeciendo su piel. —A menos que quieras… que me corra en ti… desliza tu boca sobre mi glande. Bajé y envolví mis labios alrededor de la corona. Con mis uñas hincándose en sus caderas, yo chupaba mientras él bombeaba. —¿Mi hermosa chica va a tomar cada gota? —Gemí mi asentimiento. —Voy a vaciar mi semen en ti. Llenarte en todos los sentidos. — Con su mano libre, palmeó la parte de atrás de mi cabeza, sosteniéndome firmemente para su liberación… como

si temiera que hubiera cambiado mi intención y me alejara. Sondeando su cabeza, espetó, —Cuando moliste tu dulce coño contra mi boca, mi polla casi se vino en ese momento. Cabalgaste mi maldita lengua, ¿no es así, Katya? Sólo para volverme loco. La cabalgaste hasta que te corriste en ella. Lloriqueé alrededor de la corona. Queriendo probar algo sobre lo que había leído, enderecé mi lengua y sumergí la punta en su ranura. Probé su pre-semen antes de que espumara. —¡AH! ¿Ni siquiera puedes esperar por él? ¡Me vuelves malditamente loco! —Empujó su pene entre mis voraces labios, contra mi ajetreada lengua. Bramó, —¡Bébeme, Katya! — Clavó los talones en el colchón, su espalda inclinándose mientras entraba en erupción. — Tómalo… tómalo… Bebí su ofrenda, consumiendo su semen tan ávidamente como él había lamido el mío. Una y otra y otra vez… Dijo entre dientes palabras rusas mientras sus estremecimientos disminuían. Cuando él me apartó, mis labios tenían tanta succión, que hicieron un sonido de pop. —Nunca pensé escuchar eso. —Soltó una risa forzada mientras me arrastraba hasta su pecho. —Nunca pensé poseer a una mujer tan ávida de mi polla, que tendría que hacer palanca en su boca aun succionando de mí. Envolviendo un brazo alrededor de mi cuello, me atrapó a él. Su otro brazo estaba sobre su rostro, su corazón tronando contra mi oído. ¿Por qué admitiría esas cosas, esas cosas sexuales, si todavía estaba enfadado conmigo? Tal vez no pudo evitarlo. ¿O tal vez nos estábamos encajando de nuevo a donde habíamos estado la noche anterior? Tan pronto como la idea surgió, me alejó de él. Dejándome en una maraña de sábanas, se levantó sin mirar atrás. Todavía estaba allí sentada en confusión cuando regresó, duchado, afeitado, una toalla envuelta alrededor de su cintura. —Tanto como he disfrutado dándote de comer tu cena y tu desayuno -directamente del grifo- necesitas comer comida real. Le lancé una mirada. —Y ahora vuelves a ser un imbécil. Es todo calabazas y carruajes contigo, Ruso. ¿Qué se necesita para convencerte de que no me proponía engañarte? No estoy interesada en tener un niño, ni tuyo ni de cualquier otro, no por años y años. Tal vez si vivo para ser de tu edad, lo consideraré entonces. —¿Así que el momento exacto fue coincidencia? —¡Tú me llamaste, obligándome a venir! —¡Y tú te aprovechaste de mi debilidad! Sé que sólo soy un cliente entre muchos. Tu noche conmigo era meramente una en una corriente de ellas. ¿Pero hacerme creer que eras tan descuidada? ¿Cuándo éste es tu medio de vida? Quería gritar que no lo era. Sin embargo, ¿no había aceptado dos citas de pago con él? —¡Y es tu vida! El día que tenga un hijo con alguien como tú… —Mi voz se apagó. —Ese día nunca llegará. El problema con toda tu riqueza, Sevastyan, es que tú vienes con ella. —Vende eso en algún otro lugar. Soy rico, un hombre bien parecido en mi mejor momento. Tú ya eres adicta a mi polla. —Quizá lo soy. Eso no significa que quiera estar atada a ti por el resto de mi vida. —Mi temperamento estaba cerca de marcar los límites. —¿Y por qué quieres estar en cualquier lugar cerca de una mujer de la que piensas tan mal? Estás acusándome de usar un bebé -un bebé- como un día de cobro. —Tal vez me merezco una mujer tan engañosa como estoy lleno de cicatrices. Tal vez te mantendré indefinidamente. Tú serás mi sub, y yo seré tu amo. Al menos hasta que termine contigo. —¡En tus sueños, gilipollas paranoico! —¡En tus sueños! Hizo un sonido teñido de irritación. —¿Piensas que quiero ser tan paranoico? ¿Tan cínico? —Su voz se elevó con cada palabra, hasta que estuvo casi gritando. —¿Sabes cómo extremadamente frustrante es saber que todo el mundo quiere algo de mí? ¿Y no poder

confiar en nadie? —¿En serio? ¡Todo el mundo quiere algo de los demás! —Grité de nuevo. —¡Así es como funciona el mundo! ¿Crees que eres el único que no confía? ¡Yo-no-confío-en-nadie! ¡Pobre niño rico, no tienes más problemas porque eres rico… sólo tienes otros diferentes! —¿Qué problemas tienes equivalentes a los míos? Eres joven y hermosa. Chupas y follas para ganarte la vida. ¿Haces un gran esfuerzo seleccionando qué esmalte de uñas llevar en tus citas? —¡No tienes ni idea! ¡No tienes idea! —¡Dime! ¡Amordázalo, Cat! —¡No conseguirás mis secretos! No mereces nada de mí, ¡Mucho menos un niño! —¿No? Entonces todo lo que sé de ti es que decidiste resolver cualquier problema que piensas que tienes, con la venta de tu cuerpo. Bravo. Gran idea. Mi mandíbula se aflojó. —¡Hipócrita! ¿Vas a darme una mierda sobre ser una acompañante, cuando has mantenido toda la industria a flote con tu polla? Bebito, ¿tengo que enseñarte la ley de la oferta y la demanda? —Sé que soy un hombre con vicios, pero eres lo suficientemente joven… —Frotó una mano sobre su rostro. —Podrías haber conseguido otro trabajo. Podrías haber solicitado becas o préstamos, ido a la escuela. ¡América es la sangrienta tierra de los préstamos estudiantiles! Si necesitabas dinero, podrías haberlo tomado prestado de un pariente o un amigo hasta que hubieras ahorrado. ¡Cualquier otra cosa que venderte! —Increíble. Crees que me has resuelto todo. —¿Cuántos hombres han conocido tu cuerpo? ¿Cien? ¿Doscientos? ¿Mil? Tuvo que haber habido una alternativa. Fingí una mirada de sorpresa. —Por qué, ¡nunca exploré alternativas a echar el gancho! —Reanudando mi mirada, pregunté, —¿De dónde viene esto? No es como si yo surgiera esto de ti. —No, ¡tú surgiste una obra de paternidad de mí! —Sé por qué me retienes aquí, y no tiene nada que ver con la trampa. Qué suerte para ti que podrías inventar esa acusación. Podrías hacer cualquier cosa para tenerme aquí para tu placer. Específicamente yo. —¿De qué estás hablando? —Tú empleabas acompañantes y tenías tu guion porque no quieres tocar a otro. No usas una fusta en las mujeres porque fuiste azotado; lo haces para evitar tocarlas. —Ese músculo palpitó en su mandíbula. Bingo. —Sin embargo luego llegué yo, escalando por todo tu cuerpo, y podías tolerarlo. Incluso te gustaba. Soy única para ti. Algo acerca de mí tiene tu polla apuntando hacia el norte. No me extraña que me desees más de lo que te deseo, hago cosas por ti que nadie más puede. Se acercó a mí, sujetando mi nuca con su mano. La mirada febril en sus ojos debería haberme puesto nerviosa. Sin embargo nunca me sentí amenazada ni por un instante. —¿Niegas eso, Ruso? —No. Sabía que estaba jodido desde el primer momento que me acerque a ti. —Apretó su agarre en mí. —Vi que tenías pecas en la nariz y tus ojos eran del color de los nuevos centavos. Olías como el placer en sí mismo. Exhalé una respiración. Dejó caer la mano. —Así que te mantendré mientras me plazca, hasta que me pueda sacudir esto. —Porque por supuesto él se lo sacudiría. —Si piensas que me tienes por las bolas, estás equivocada. En la voz más altiva que pude, dije, —Tengo el monopolio de mí, controlo el suministro de algo que tú demandas. Así que en realidad, ¡te tengo por las bolas! Oh, querido, el peso de ellas en mi palma está poniendo mi mano cansada.

—Terminaré contigo, —prometió Sevastyan. —Solo dale tiempo.

Capítulo 18 Traducido Por Alhana Corregido Por AletseMoon

D

espués de nuestra pelea, lleve la radio a la cubierta y me dirigí a la piscina en mi traje de baño o mejor dicho, mi tanga. La había encontrado en una bolsita del hotel, recién lavada. La seda tenía un frente sólido en ella y podría pasar por la parte inferior de un traje de baño. ¿Nada arriba? Fingiría que era europea. Durante más de una hora nadé dando vueltas. Sin mi rutina diaria de correr, fregar suelos, y corretear a través de los autobuses por toda la ciudad, no tenía demasiada energía. Además la regla número cuatro, jamás permitir volverme suave. Reiniciar en una nueva ciudad siempre era difícil. Yo estaría lista. Por desgracia, todavía estaba excitada, lo que significaba que mis pezones estaban duros. Sin la parte superior de un traje de baño, el agua corría por encima de ellos, poniéndome incluso más caliente y más excitada. Un círculo vicioso. —Cuidando tu figura para todos tus papacitos, —Sevastyan observó mientras caminaba hacia la cubierta de la piscina. Llevaba un nítido traje gris oscuro y una expresión que decía: mando sobre todo lo que inspecciono. —Admirable. —Él bajó el volumen del estéreo con el control remoto a prueba de agua. —¿Quién sabe cuándo termines conmigo? —Sobrenadaba en el agua. —Me podrías mandar de regreso con mis papis el día de hoy, con tus frenéticas, y manoseadoras garras. Apretó la mandíbula, ese musculo haciendo tictac. ¿Celoso, Ruso? —Me voy, no volveré hasta después de la cena. —¿Qué se supone que haré todo el día? —Contemplar las muchas cosas que podría haber hecho para castigarte. 10

11

—¿Es el gulag una opción? ¿Quizás el lugar donde guardaban a las Pussy Riot ? Señor, me gustaría ser transferida al gulag, por favor. Haciendo caso omiso de eso, dijo, —¿Iras en contra de mi orden y te tocarás cuando me haya ido? ¿Iba a masturbarme? ¿Tan imprimada como estaba por el sexo oral cataclísmico de esta mañana, por no hablar del cinturón durante toda la noche? ¿Y luego, sin nada que hacer para distraerme? Diablos, sí. Hubo ese perverso brillo en sus ojos. Y allí mi corazón se aceleró por la emoción. Ambos sabíamos que lo haría, pero él pensó que yo estaba a punto de mentir, para evitar el cinturón. Aunque la castidad me había enloquecido, más o menos... la ansiaba de nuevo. Ansiaba la emoción carnal en sus ojos cuando me había encerrado y cuando él me había liberado. Me podría atormentar, pero yo creía que eso lo atormentaría también. Sospeché que el ruso se obsesionaría todo el día sobre la mujer que “poseía”, sobre la amante que había dejado atrapada y anhelando en castidad. Su primer amante. Esa franja de cuero rodearía el cuello de este poderoso hombre, como si yo hubiera puesto un collar en él. La llave de metal quemaría su pecho. Con eso en mente, levanté mi barbilla y le dije: —Tengo la intención de pasar el día tranquilamente follándome con los dedos. Máximo shockeado. Apretó los puños, sus fosas nasales se ensancharon, sus ojos… encantados. Yo acababa de hacer al ruso un hombre muy feliz.

—¡Tu pequeña bruja! —¡Tu maldito diablo! Cuando Sevastyan regresó sólo dos horas más tarde, chocamos en nuestra prisa para lidiar entre sí, besándonos, intentando arrebatarnos la ropa. Antes de marcharse, había añadido un corto y gordo, consolador a la correa de mi cinturón. No era lo suficientemente profundo para hacerme venir, sólo lo suficiente para enloquecerme. Contra mis labios, con los dientes apretados dijo, —No podía pensar en otra cosa que en esto. —¡No me advertiste lo que el consolador me haría! —Hice mis reuniones sangrientamente cortas. —Su acento era más grueso de lo que jamás escuché. Se quitó los zapatos. Cuando tiró de sus calcetines, casi lo estrangulo con su corbata. —Rodé en la cama en agonía, tratando de venirme pellizcando mis pezones. Él gimió mientras chupaba mi labio inferior. —Casi me masturbé en un cuarto de baño. —Monté tu almohada por una hora entera. —¡Mierda! —Con la camisa sobre su cabeza, ordenó, —¡Saca mis malditos pantalones! — Los tiré por sus piernas. Cuando vi el círculo mojado en sus bóxer grises, me estremecí, tirando también de ellos hacia abajo. Desnudo, agarró la llave y tomó mi tembloroso cuerpo. Una vez que él lo desbloqueo, sacó el consolador de mi interior, y luego tiró el cinturón a la cama. Mis dedos volaron a mi coño dolorido; los suyos también lo hicieron. Nuestras miradas se encontraron tan impresionadas por lo mojado e hinchado que estaba. Levantó una mano temblorosa a su boca. Mientras se chupaba los dedos, su polla palpitaba, balanceándose por sí misma, esforzándose por llegar a mis acampanados labios. Humedad peinando la cabeza. Llegué a él, frotándolo con mi pulgar. —Bruja. —Sus dedos regresaron por una segunda ración. —Diablo, —me quedé sin aliento, jadeando por él. —Dime que no necesitas ser poseída. —Tan pronto como tú lo hagas. Yo llevaba tu candado. Pero tú llevabas mi llave, ¿no? ¿Cuántas veces te tocaste hoy? —Tomé su polla, llevándolo a la cama, lo que claramente lo emocionó. Pero entonces sus grandes manos cubrieron mis caderas levantándome del suelo. Él me lanzó sobre el colchón, como si yo no pesara nada. De pie junto a la cama, agarró mis tobillos, tirando de mí hacia él hasta que mi culo estuvo en el borde. —Extiéndete para mí. Saqué mis rodillas, dejándolas caer ampliamente. Mis manos bajaron entre mis piernas, mis dedos separaron mis labios hasta que el aire frío me hizo cosquillas en el interior. —¿Es aquí donde quieres estar, querido? Él se estremeció con necesidad, y su voz se volvió más baja cuando dijo entre dientes, — Tu vagina es krasavitza. Hermosa. Dime que es toda mía. No podía respirar. —Es toda tuya. —Gemí cuando instalo su glande contra mi apertura. A medida que la corona empujó, yo ondulaba sobre la punta. Podría venirme así. En unos segundos, lo haría. Había sido atormentada, enloquecida por el sexo. Su polla,-ardiente y palpitante; lista para el placer- era el paraíso en comparación con ese consolador. —¡No me hagas esperar, Ruso! —Juega con tus tetas para mí. Aprieta tus regordetes pezones un poco más. Ahuequé mis pechos, pellizcando mis pezones sensibles, arqueándome ante mi propio toque. Hizo un gruñido que me volvió salvaje. —Mírate. —Su mirada entrecerrada pasó sobre mí.

—No existe tal cosa como tu cuerpo. —Apretó sus grandes manos alrededor de mis tobillos, levantando mis piernas rectas en una V. Pasó su rostro contra mi pantorrilla, luego me besó la parte interna del tobillo. Gemí con asombro, nunca había sabido lo sensible que era la piel allí. Luego dobló las piernas, como si estuviera a punto de levantar algo o empujar en mí con más poder que nunca. Tragué saliva. —¿Me vas a follar con todas tus fuerzas? —La anticipación hizo que mis dedos se rizaran. —Lo haré. Y vas a soportarlo. —Su gran cuerpo se lanzó hacia delante, embistiendo su polla en mí hasta la empuñadura. —¡Uhhhn! Grité: —¡Ah, Máxim! —¿Nena? —Gimió. —¿Ya? Cuando el placer explotó dentro de mí, mi voz lanzó un grito. —¡Oh, Dios mío! —Los profundos temblores de mi núcleo lo apretaron. —¡Te siento! —Él rechinó los dientes. —A punto de… venirte. —Dejó de empujar, en su lugar empezó a moler entre mis piernas, agitando su polla. Mientras yo gemía y me retorcía, sacó cada ola de mí, enviándome altísimo una y otra vez. Poco a poco, volví hacia abajo. A través de los párpados entrecerrados, lo vi luchando por contener su semen. Sus músculos se ondulaban, su agarre en mis tobillos se hizo restrictivo. —Cuando te vienes, tengo que empujar en ese agarre… —Se calló, como si sólo hablar de ello lo desencadenaría. Se estremeció, y su torso humedecido se flexiono contra la parte posterior de mis muslos. Sacudió la cabeza con fuerza. Momentos de tensión pasaron antes de que él recuperara el control. Juraría que casi sentí a su semen retroceder en su longitud. —No pediste permiso, Katya. —Junto mis piernas, enrollando su brazo alrededor de ellas. Levantó mi cuerpo, hasta que mi coño estaba a la misma altura que su polla. Sólo mis hombros y mi cabeza tocaban la cama. Cuando él me hubo posicionado como él quería, sacó su pene hasta la punta, a continuación, utilizo todo su cuerpo para empujar hacia adentro. Más. Y más. Su ingle abofeteó mi culo levantándolo con cada asalto. La sangre corrió a mi cabeza, mis brazos retrocedieron. No podía hacer nada más que estar allí y tomar su lujuria. Sólo podía recibir, aceptar y sentir. Escalofríos estallaron sobre mí, y me extendí hacia atrás, eufórica. Él dijo con voz áspera: —Estás sonriendo, belleza. ¿Estás disfrutando de tu follada? — ¡Sus caderas eran como un pistón! —¿Mi polla te hace feliz? Gemí, —Sí. —El movimiento y mi impotencia, su intensidad y la vista de sus músculos trabajando, todo combinado me regresaron al borde del abismo. Traté de arquearme en contra de sus movimientos, acelerando mi orgasmo. —¿Estás a punto de correrte de nuevo? ¡Pídeme permiso, Katya! Azoté mi cabeza. —¡No! Con un brutal empuje, me ordenó, —¡Hazme la maldita pregunta! —Te preguntaré, te preguntaré… ¿Cuántas veces tocaste hoy la llave? —¡Bruja Desobediente! —Para castigarme, izó mis piernas y me dio un empuje aún más duro. —¡MÁXIM! —Me precipité por el borde. Dicha candente me destrozó, irradiando a través de cada centímetro de mi cuerpo. Con cada espasmo, mi coño se convulsionó alrededor de su eje, llamándolo una vez más para seguir mi placer. —¡AHH! ¡Estás jodidamente retorciéndote en mí! ¡No puedo resistir esta vez! ¡Lo tendrás de mí!

Su espalda se inclinó profundamente, los músculos de su torso esforzándose. Echó hacia atrás la cabeza para gritar, —¡Katya! Disparó su semen con tanta fuerza en mi vaina, que lloriqueé; calor líquido me bañó como un bálsamo. Vi sus convulsiones violentas, hechizada por los planos cincelados de su cuerpo, y sus tensos tendones. Bramidos roncos estallaron de su pecho y retumbaron en las paredes. Sacudida por lo que acababa de ocurrir, me quedé mirándolo e inhalé su nombre. Pero una vez que nuestros orgasmos remitieron, él comenzó a moverse de nuevo, todavía erecto mientras se hundía en nuestras corridas mezcladas. Él sólo estaba entrando en calor. Bajó el peso de su cuerpo sobre mí, presionando mis rodillas contra mi pecho. Con su mirada clavada en la mía, dijo, —Toqué esa llave constantemente.

Capítulo 19 E

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

n el quinto día de mi encarcelamiento de lujo, la chica de la limpieza del hotel me trajo de contrabando un teléfono de prepago de parte de Ivanna. Por suerte, Sevastyan estaba fuera por negocios. Llamé a Ivanna de inmediato. —¡Podría besarte! —¿Así que es verdad? ¿Sevastyan no te permite hacer llamadas? —Me está manteniendo prisionera. —Con un marcador permanente que cogí en el estudio, había dibujado cinco rayas en el espejo sobre su lavabo, como si fuese una cuenta regresiva de mis días en la cárcel. Sevastyan se había cabreado: —¡Otras mujeres matarían por estar en tu lugar! ¿Usando sólo una camiseta, sin nada que hacer, y llevando un cinturón de castidad? Él me había puesto el cinturón de nuevo esta mañana. Luego me había asegurado que llevaría a cabo todas sus reuniones, y que no regresaría antes del atardecer. Y no se había dado cuenta de que toqueteaba la llave que colgaba alrededor de su cuello mientras hablaba. Ivanna preguntó: —¿Qué sucedió para que te hiciera su, eh, prisionera? —¡Está totalmente paranoico! Cree que traté de atraparlo intentando quedarme embarazada. —Seguía pensando eso. —¿Por qué demonios iba a pensarlo? Me aclaré la garganta. —Porque tuvimos sexo sin protección cuando estaba a punto de ovular, y no estaba tomando nada para el control de natalidad. Aún. Admito que suena mal, pero nunca le haría esa trampa a nadie. Nunca había tomado tanto champán antes, estaba demencialmente borracha. —Me froté las sienes. —No le dije específicamente que pudiera correrse dentro de mí, pero tampoco le dije que no podía hacerlo. —Está bien, Cat. Tengo muchas amigas que son acompañantes a las que "accidentalmente" se les ha roto el condón -después de pasar un alfiler a través de los paquetes de condones del cliente. —¿En serio? Eso es enfermizo. —No es común, pero cuando llegas a mi edad, y te das cuenta de que sólo tienes dos o tres buenos años por delante... No es como si hubiera estado yendo a la facultad de comercio, o ahorrando para una pensión. Si no me caso con un hombre rico, tendré que vivir de mis ahorros, en lugar de traer a mi familia aquí. Todavía me quedé boquiabierta. —¿Tú lo harías? ¿Atrapar a un tío? —Si las circunstancias fuesen propicias. —No, no lo harías. ¡No digas eso! —No me juzgues, Cat. Tengo una hermana de diecisiete años, y una madre enferma, que viven en la pobreza, que se van a dormir cada noche escuchando el sonido de disparos. Por ellas haría cualquier cosa. ¿Atrapar a un hombre? En un suspiro. ¿Qué no harías por aquellos a los que amas? Exhalé. —Lo siento, estoy de criticona. Prejuicios. —Una vez leí en una camiseta: Las personas que juzgan son las que han vivido lo mínimo. —Pero, para que conste, no traté de quedarme preñada. —Sigue siendo una opción, ya sabes. Siempre hay un próximo mes. La idea me producía náuseas. —Ivanna, cuando pensé que podría estar embarazada, fue como si alguien me diera un puñetazo en la garganta. Nunca lloro delante de los demás, pero estuve a punto de hacerlo. Me decía a mí misma: la píldora del día después, la píldora del día después, como una oración. —¿Así es como manejaste esto? —No, un médico vino a ponerme una inyección y a colocarme un DIU, para estar muy,

muy seguros. Cada método tiene un noventa y tantos por ciento de seguridad. Suma esos dos juntos y eso es igual a: un ruso paranoico. Aun así, me sentí aliviada. Quedarme embarazada sería una de las cosas más estúpidas que podía hacer. Sevastyan debe pensar que soy estúpida. A la defensiva puse mis rodillas hacia mi pecho. Por alguna razón, era imperativo para mí que él no creyese eso. —¿Por qué no habría de hacerlo? Bebí botellas de alcohol y bajé la guardia con un hombre extraño. Nunca he bajado la guardia. Y nunca lo haré de nuevo. —Al parecer, él bajó la guardia también. ¿Has pensado, en algún momento, por qué está tan paranoico? Él es un mafioso. Y un político, ¿hay algún hombre más incapaz de confiar en otro? Seguramente ha aprendido que depositar la fe en otros puede invitar al castigo. — ¡Sólo… siempre! —¿Tal vez tienes un DIU en este momento porque Sevastyan quería disfrutar de ti regularmente? Entrecerré los ojos. No era como si le hubiera preguntado acerca de eso. —Entonces tal vez sea menos paranoico-y más manipulador-,de lo que pensaba. —Hablando de manipulación, deberías saberlo, el hombre de negocios de Sevastyan me llamó, haciéndome preguntas acerca de ti. ¡Vasili! —¿Qué le dijiste? —Lo menos posible porque eso es, obviamente, lo que has estado haciendo, ¡y está funcionando! Cuenta conmigo para no desviarte de este plan. Aunque no sé mucho de todos modos. Le dije que tú no tienes coche, y que cantas mucho. Le informé que cuando te comes un flan, de esos que vienen en un recipiente de copa, estás en el cielo y sonríes por el resto del día. También mencioné que me adoras y que has prometido siempre cuidar de mí. Exhalé con alivio. —Gracias. —Entonces, ¿cómo es lo que hay entre tú y Sevastyan? ¿Puesto que están esencialmente viviendo juntos? —Nos peleamos mucho. —Después del sexo, tan pronto como él dejaba la cama, o el sofá, o la ducha, o en el suelo, se volvía frío como el hielo. Ayer, una vez que nos habíamos recuperado de nuestro frenético encuentro sexual, él me había arrastrado al estudio, dejándome caer sobre un asiento delante de un ordenador. No había acceso a Internet, por supuesto. —Haz algo útil. —Un documento de quince páginas en español estaba abierto en la pantalla. —Tradúcelo, luego imprime una copia. Tienes tres horas. El documento trataba sobre el Canal de Panamá. Empecé a sospechar que él estaba en Miami para tomar ventaja de la próxima ampliación del Canal. Interesante. Tres horas más tarde, lo había encontrado en la sala de estar al teléfono con su hermano Dmitri. Cada vez que hablaba con su hermano menor, su estado de ánimo se desplomaba, y nunca nada parecía quedar resuelto. Sin embargo, él hablaba demasiado con el hombre. A veces incluso podía oír a Dmitri gritar, pero Sevastyan nunca alzaba la voz, o se enojaba, en respuesta. Si fuera la novia de Máxim, y éste me importara, intentaría limitar esas llamadas. Cuando dejé caer mi informe impreso sobre su regazo, él había finalizado la llamada. Como si fuese una ardua tarea leerlo, había exhalado y volteó la hoja de la portada para llegar a la primera de las quince páginas idénticas: JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. JÓDETE. Me giré sobre mis talones y me paseé de regreso a mi habitación. Ivanna, dijo: —No todo puede ser malo. —No, no lo es. A veces, me gusta estar aquí con él. —Entre Sevastyan y los pisos de

guardias, armados, de la mafiya de cerco, me sentía más a salvo de lo que lo había hecho en años. Arriba en su torre, me estaba acostumbrando al lujo, a no limpiar aseos, a la comida gourmet, a las vistas que continuaban hasta el infinito. Cuando me miraba en el espejo, veía a una mujer cambiada, con la piel brillante, ojos despejados, los círculos oscuros habían desaparecido. Estaba recargada oficialmente y dirigiéndome hacia delante... aburrida. ¡No había estado aburrida en tres años! Había encontrado la biblioteca del penthouse (porque tres mil cuarenta y ocho metros cuadrados de espacio significaba que tenía una biblioteca). Me había terminado novela tras novela junto a la piscina. Luego había descubierto los vídeos a demanda. Había encontrado una clase de yoga. De alguna manera logré seguir la clase hasta el final. Nunca me burlaría del yoga de nuevo. —¿El sexo es increíble? —Preguntó Ivanna. —Me pone... él me pone un cinturón de castidad. —Normalmente, nunca le habría comentado nada acerca de esto, pero tenía que desahogarme. Ella soltó una risa gutural. —¡Qué inesperado! —¿No te sientes indignada por mí? ¡Es arcaico! Y no tengo nada de ropa. O bien me pongo una camisa suya o voy sin nada. Así que básicamente estoy desnuda y disponible para su uso siempre que él quiera. —Tu acento se acaba de espesar, y tu voz se volvió más ronca. Él no es el único que está disfrutando de tu situación. Me recosté, mirando al techo. —Todo en lo que puedo pensar es en él. Su cuerpo. Es como si estuviera drogada. Mi cerebro entra en un bucle, rememorando cosas que hemos hecho, imaginando cosas que haremos. Doy vueltas en esta bruma alimentada por la lujuria. —Suena encantador. —¿Alguna vez has tenido a un hombre que te pusiera un cinturón de castidad? Ella suspiró. —Nunca he tenido a ninguno que le importara lo suficiente como para planteárselo. ¿Importarle? Él me había asegurado que me desecharía tan pronto como estuviera cansado de utilizarme. Y, ¿dónde me dejaba esto? Aplastada. —No creo que este hombre sea capaz de que le importe nadie. Ivanna, puede ser tan frío. Por Dios, me provocaría un traumatismo cervical si tratara de secundar sus estados de ánimo. Y, sin embargo... también podía ser un sueño. Esta mañana, cuando me había hecho el amor, había inmovilizado mis muñecas por encima de mi cabeza. Pero luego había entrelazado sus dedos con los míos, uniendo nuestras manos. Candado y llave. Entrelazados. El placer que él continuaba dándome era indescriptible. Y en esos dulces momentos crepusculares después del sexo, me atraía como ningún otro hombre lo había hecho antes. Poco antes, mientras recuperábamos el aliento, me había confesado: —Tengo poco control contigo. Más extraño aún, me siento en paz con ello. —Sin embargo, a continuación, se había vuelto gélido una vez más. Ivanna dijo: —A pesar de sus estados de ánimo, parece como si te gustara. Si fuera honesta conmigo misma, diría que sí. Disfrutaba de su mente complicada y de su intensidad. De su pasión. Pero sólo una idiota se apegaría a un tipo como este. Además, si desarrollaba sentimientos por él, entonces eso significaba que él era un problema. Cualquier impulso que tuviera de gustarme o de confiar en él, debía ser tomado como una prueba irrefutable de no hacer ninguna de las dos cosas. No se puede discutir con la ciencia. Le dije a Ivanna, —Sólo quiero mi libertad. —¿Podrías enamorarte de él? —Yo... ¿tal vez? —¡Idiota! —¡No quiero averiguarlo! ¡Lo cual es por lo que tengo que alejarme de él tan pronto como sea posible! —¿Por qué no habrías de quererlo? Cat, ¿Estás ya comprometida? ¿Tienes un hombre?

¡Uno rastreando la ciudad para matarme! Le ofrecí una risa carente de humor. —Sí. Se podría decir que estoy involucrada con otro hombre. —¡Cuéntamelo! Suspiré. —En otra ocasión, tal vez. —Muy bien. Entonces pensemos en tu juego final. Con todo el acceso que has tenido a Sevastyan, ¿has descubierto alguna primicia que contarme acerca de su pasado? ¿Sus oscuros secretos? Podríamos vender una historia así. —¿Sus oscuros secretos? —Ese es el tipo de secretos que mejor guardo. —¿Así que no me vas a decir qué está haciendo en Miami? Si tuviera que conjeturar, Maksimilian Sevastyan estaba comprando tanto de la ciudad como le era posible. Por lo que podía deducir, Miami era el puerto ultra-profundo más cercano al Canal de Panamá, lo que significaba un montón de nuevo tráfico marítimo para la ciudad, 12 tráfico que requeriría de almacenes, de infraestructura, y de espuelas de ferrocarril . Sin embargo, le dije a Ivanna, —¿Él está aquí para trabajar su bronceado? —Ya veo, —dijo en un tono de complicidad. —Levanta el ánimo. Ahora que tienes un teléfono, puedes llamar a los demás. ¿Tal vez otro amigo podría hacer algo más que pasarte algo de contrabando? —Tienes razón. Quemaré las líneas llamando a todos los que pueda contactar… Después de que habíamos colgado, puse mi brazo sobre mi rostro, tentada a lanzar el teléfono al otro lado del cuarto. Todavía estaba sin amigos. Aún atrapada en este cinturón. Atrapada con un hombre que esperaba con interés el día en que podía descartarme. Estaba a punto de gritar de frustración combinada cuando me incorporé de repente, recordando el mensaje amenazador de la señora Abernathy. ¡Mierda! Si llamaba a Inmigración... Marqué el número de la mujer. —Hola, señora Abernathy, soy Cat. Le llamo para confirmar lo del día treinta y uno. Sí, señora. Estaré allí a las 09 a.m. en punto. Gracias. —Me quedé boquiabierta cuando comenzó una conferencia sobre la ética del trabajo. La ética de trabajo. De alguien que no tenía un trabajo. Acababa de colgar y esconder el teléfono en el armario de la habitación de invitados cuando escuché el regreso de Sevastyan. ¿Ya? El sol aún estaba alto en el cielo. Sonreí cuando él gritó, —Maldición, ven a mí, bruja.

Capítulo 20 S

Traducido Por Arhiel y Maxiluna Corregido Por Nyx

abiendo cuán cabreado estaría él, había añadido una sexta raya al espejo de Sevastyan esta mañana. No mucho tiempo después, él me encontró en la piscina, dando vueltas en topless al ritmo de la música como era mi costumbre. Según la suya, iba vestido impecablemente. Su traje azul oscuro a medida encajaba amorosamente en sus hombros anchos y caderas estrechas. Sus gafas de sol lo hacían catapultarse en lo más alto de las gráficas calientes. Él siempre estaba impecable, salvo en las ocasiones en la que yo desordenaba su cabello. Cogió el mando a distancia, bajando el volumen a mis canciones. —Tú y tu ropa, Ruso. ¿Cuánto te costó ese traje? —¿En dólares americanos? Noventa más o menos. Me quedé boquiabierta. —¿Mil? —Un traje Dormeuil Vanquish no es barato. —Él hizo un gesto con la barbilla y me dijo: —Siempre pago por la calidad. Gracias por el recordatorio. Él estaba tan caliente y frío como siempre, pero su estado de ánimo general se deterioraba con cada día que yo permanecía aquí. ¿Por qué él aun no me había echado de su torre? Aunque yo estaba pensando más claramente hoy, -él había decidido que me vendría bien una noche de sueño ininterrumpido sin mi cinturón-, no podía entenderlo para nada. ¿Y cuándo exactamente el cinturón se había vuelto mi cinturón? —Saldré durante la mañana, luego, celebraré una reunión aquí a partir de las tres. Necesitas mantenerte alejada de las áreas comunes. —¿Por qué? ¿No quieres que tus socios vean a tu prisionera caminando por allí sin sujetador en tus camisetas? —No tengo que darte una razón del por qué. Esto es lo que quiero de ti. —Así dijo el rey. —Si me tienes que ocultar, ¿por qué simplemente no me envías a empacar? —Te quedas conmigo hasta que termine contigo. ¡Ooh, eso me enfureció! Quería darle una bofetada. En momentos como este extrañaba mi existencia de mierda. Aunque me sentía segura, tenía tiempo libre, y había comido tanta langosta que estaba casi harta de eso, añoraba cosas. Como tener una ocupación y correr. Incluso perdí clases. —Oh, ya veo. El pobre Sevastyan sigue deseando este culo. —Di un suspiro teatral. —Supongo que si seré tu prisionera entre comillas por otro día, entonces necesitaré algunas cosas. Sé que te gusta mantenerme en casa y sumisa, pero mi uniforme está poniéndose viejo. —Dame tu dirección, y enviaré a alguien a buscar lo que necesitas. —No te puedo dar ese tipo de información. ¿Sabes por qué, chulo? Porque le temo a los clientes enamorados, y ambos sabemos que tú me quieres más de lo que yo te quiero. Sus hombros se tensaron. Todo arrogante, dijo, —Entonces es una suerte que no me importe un carajo si me quieres o no. No pongas a prueba mi paciencia. Esta semana tendré suficientemente de ti. ¡Le hice una grieta a su armadura! —Hablando de esta semana. Mañana es Víspera de Nochebuena. —No me lo recuerdes. —Explosión Ártica. ¿A alguien no le gusta la Navidad? —Tu pareja tendrá que perderse tus sonrisas en estas fiestas. No lo olvides nunca, Cat, estás aquí para mi uso -y mi disposición-. El español dejó mis labios, insultándolo y a todos sus antepasados. Sin embargo, sonreí maliciosamente, planeando meter sus trajes del valor de siete cifras en el jacuzzi. Para

empezar. Él dio un respingo al ver mi expresión, entonces se enfureció, ladrando algo a Vasili en su salida. Probablemente: "Vigílala". Planeé por otros treinta minutos, decidiendo de qué otra manera jodía a Sevastyan. En la ducha, se me ocurrió una idea. No podía marcar hacia fuera por el teléfono del hotel, pero podía marcar dentro. Me vestí con una de sus camisetas por última vez, entonces llamé al conserje. —Soy la novia de Maksimilian Sevastyan. Le dije. Y necesitaré que me traigan algunas cosas al penthouse y que sean facturadas a la habitación. —Por supuesto. Mi nombre es Alonzo, y estaría feliz de estar a su servicio.

Muy bien. —¿Tienes un lápiz y papel? El hombre no perdió el ritmo cuando pedí trajes de baño, batas, lencería, sandalias de playa, vestidos, Louboutins, maquillaje y mis marcas favoritas de artículos de aseo. Pedí varios pares de zapatillas deportivas, pantalones cortos y sostenes deportivos. Para ir al corriente con toda mi ropa deportiva, compré una cinta de correr. Cuando las cajas comenzaron a llegar, Vasili, el Hulk de los guardaespaldas rusos, frunció el ceño hacia mí desde el vestíbulo. Tres nuevos hombres de seguridad estaban con él, ahora revisaban las cajas. Eran tan impasibles como robots, con sus pistoleras y pistolas visibles. Porque estaban a punto de dejar entrar a alguien que no estaba autorizado a estar en este piso. ¡Ja! Haz lo que quieras, Edward. La entrega de la caminadora hizo que el ceño de Vasili se profundizara, pliegues aparecieron en su cabeza calva. —No eres inteligente. —Sevastyan no debería asumir la responsabilidad de una nueva mascota si no le dedicará tiempo a cuidarla. Mi raza es muy destructiva. En un inglés no muy bueno, dijo, —El Jefe no es alguien con el que se jode. —Te contaré un secreto. No soy el tipo de mujer con la que se jode. —Todo el mundo siempre subestimaba lo ruda que era. Seguí recibiendo golpes, pero también me mantuve esquivándolos, cada-maldita-vez. Durante estas forzadas vacaciones, correría millas, además de nadar vueltas, consiguiendo incluso hacerme más fuerte. Dirigí al repartidor para que colocara la máquina de correr en frente del gran ventanal que había como pared en la habitación de invitados. Ah, una gran vista del agua para mis trotes. Después de eso, abrí las bolsas y me probé mi botín durante horas. Los trajes de baño eran simplemente increíbles. Le había dicho a Alonzo que consiguiera una dependienta para que seleccionara unos “locamente sexy”, y en Miami, aquello no era una frase para tomarse a la ligera. Me comí mi almuerzo del servicio de habitación, a continuación, me humedecí con un aceite ligero que hacía que mi piel brillara. Me puse una micro tanga escarlata que tenía una pequeña campana en la parte posterior. ¡Amor! Mi escasa parte superior del bikini negro, apenas cubría mis areolas. En mi camino a la piscina, mis tacones resonaban clickeando, acompañando a mi campana. Una vez que me asegurara que tenía una línea de bronceado sobre mi culo para burlarme de Sevastyan, llamaría a Alonzo para que una estilista viniera para recortarme el cabello. Una manicurista también. Vasili las fulminaría con la mirada cuando llegaran, pero las dejaría pasar. Mientras Sheila y Vera trabajaban, las tres disfrutamos del servicio de habitación con unas piñas coladas con nuez moscada en polvo en la parte superior. El cóctel era tan delicioso que llamé al gerente del bar para transmitirle mis felicitaciones, o más bien, las del Ruso. — Todas las bebidas del hotel correrán por su cuenta hoy. ¡Diles a todos Salud y Feliz Navidad de parte del Sr. Maksimilian Sevastyan! Mis propinas para las chicas fueron unos Louboutins y unos vestidos que eran demasiado grandes para mí.

Ellas no se despidieron, no mucho antes de que Sevastyan y sus socios llegaran. Estaba regresando hacer yo misma. ¡Qué coincidencia! Naturalmente tiré de la parte trasera de mi tanga para que la línea de bronceado fuera visible. El grupo lucía como unos empresarios, con un borde Europeo. Por cada hombre en traje, había un rudo, y menos pulido guardaespaldas. Y aun así, Sevastyan parecía más peligroso que todos los demás juntos. Cuando fijaron sus miradas en mí, trastabillaron -por mi atuendo-. Incluso Vasili levantó una ceja. Los penetrantes ojos azules de Máxim prometían venganza. ¿Entonces por qué nunca sentía miedo de él? En una ronronéante voz, les dije a los hombres, —Buenas tardes, señores.—Hice un espectáculo apartando y cerrando la puerta corredera, sabiendo cómo mi culo se movía, cómo esa pequeña campana sonaba. Ding don, ding don, ding don... Oí como se reprimían gemidos detrás de mí y les di una tonta de mí, sonrisa por encima de mi hombro. —¿Quién es ésa, Sevastyan? —Preguntó uno de ellos. Con dientes apretados dijo, —Katya sólo iba a su habitación. Entrecerré mis ojos. Oh, con que sí, Ruso. Ahora estaba realmente por joder al “jefe”. — Me alejé pavoneándome. En mi vestuario, revolví entre todos mis cajones de ropa nueva. Elegí un apretado sujetador deportivo negro, poniéndomelo. Mis cortos pantalones de color rosa moldeándose a la forma de mi culo. Me puse calcetines y zapatos para correr, luego tiré de mi pelo en una coleta alta. Definitivamente tenía que sacar agua de la cocina antes de que probara mi nueva cinta de correr. ¡La hidratación es importante! Me acerqué. Aunque Sevastyan estaba de espaldas y no me había visto todavía, él debió de haber notado las miradas de lujuria de sus socios con sus “cejas inclinadas”, porque sus hombros se cuadraron tensos. Vasili se quedó al margen, sacudiendo la cabeza hacia mí en señal de advertencia. —Lo siento tanto, —le dije a los hombres. —Necesitaba algo de beber. Broncearme me da sed. En mi camino de regreso desde la cocina, uno de ellos dijo en inglés, —No tienes que ocultarla Sevastyan. Parece como si hubiera mucha abundancia llegando a esta mesa. Otro dijo, —comparte las riquezas, hombre. Algunos de los otros hombres hicieron sonidos en acuerdo. Cuando llegué hasta Sevastyan, me detuve y me envolví sobre su espalda. —Oh, no hay nada que compartir. Soy de Máxim solamente. ¿No es as í,mi tesoro? Soy la mamá de su bebé. O lo hubiera sido. Tan cerca, —suspiré hacia los hombres, mis palabras calentando la oreja de Sevastyan. Sus músculos se tensaron contra mí. —Ya ven, no soy muy brillante. Alguien como yo no sería capaz de discernir la inutilidad económica manifiesta de una mujer de mi edad para quedarse embarazada con el hijo de un desconocido. —Me reí. —Como mi isleña abuela siempre me aconsejó: “No uses tu cerebro, mi preciosa. Usa tu útero”. Entre dientes, él dijo, —¿Ya terminaste, Katya? —Por ahora.—Susurré en su oído, —que te diviertas en tu aburrida reunión. Y entérate que una vez que haya terminado con mis millas, me manosearé a mí misma furiosamente. — Mordisqueando el lóbulo de su oreja, sonreí a los hombres, entonces deambulé lejos.

Capítulo 21 —¿Satisfecha contigo misma?

Traducido Por Kralice Khalida Corregido Por Arhiel

Me giré en la ducha. —¡Sevastyan! Estaba apoyado contra la entrada en el cuarto de baño, mirándome bañarme. —Me gusta mucho más cuando me llamas Máxim. —Sólo llevaba la camisa por fuera y sus pantalones. —¿Qué estás haciendo? Dijiste que tenías una tarde de reuniones. —Había pasado apenas una hora desde que se había ido. Se echó a reír. —Estoy en Miami para ser halagado. No necesito a ninguno de ellos. Cuando escuché que detenías tu nueva cinta de correr, llamé y reprogramé las reuniones. — Comenzó a desabrocharse la camisa. ¿Cómo podría hacer de ese simple acto algo amenazante? —Me desobedeciste, kotyonok. Incluso cuando mi corazón se disparó, cuadre mis hombros. —Cuando está aburrida, ésta gatita salta la valla. El desnudó su musculosopecho. Quería hundir mis uñas en sus esculpidos pectorales. Correr nunca me había puesto tan caliente como esto. —Te has asegurado que mis enemigos -y mis hermanos- se enterarán que finalmente he tomado a una mujer. —Desabrochó su cinturón. —Evidentemente he sido bastante generoso con tus regalos el día de hoy. De hecho, con todo el hotel. Pregunté inocentemente, —¿Al bebé no le gustó mi campanita? ¿No? —Endureciendo mi expresión, dije: —No me arrepiento de nada. —Nunca lo haces. —Se bajó los pantalones. —Para alguien a quien no le gusta ir de compras, lo hiciste bastante bien. —No hice compras. He cometido una represalia consumista. Podría haber ido por la joyería, y realmente hacerte un daño. Además, me debatí entre eso y lavar todos tus caros trajes en el jacuzzi. Como si yo no hubiera hablado, dijo, —No estaba completamente listo para que otros supieran sobre ti aún. —Sacó sus boxers sobre su pene, haciendo que se sacudiera. —Por lo tanto ahora voy a disciplinarte por desobedecerme. —¿Ah, verdad? —Había pensado en mofarme. En su lugar, parecía intrigada. —¿Cómo es eso? Entró en el gran recinto de la ducha conmigo. —Voy a zurrarte. —Él me tiró cerca, su pene quedo atrapado entre nosotros ¿Más BDSM? —No quiero eso. No voy a dejarte que abuses de mí. —El abuso es unidireccional, con la intención de hacer daño. Lo que hago contigo es para el placer compartido, y es una interacción bidireccional. Yo estaré evaluando tu respuesta, como siempre. —¿Qué significa esto? Su mirada hipnotízante cubrió fijamente mi mirada. —Miro tus pupilas dilatarse, un signo de rendición que significa que me dejarás hacerte algo. A veces sostengo tus muñecas para tomar tu pulso y aprender que hace que tu corazón se acelere. Incluso si no estoy tocando tu coño, puedo saber cuándo comenzarás a mojarte; consigues tener un rubor rosado de aquí… —tocó el lado izquierdo de mi pecho y dirigió el dedo en una línea recta a través de mi piel, —…hasta acá. —Bajando la mano, rozó el dorso de sus dedos sobre un pezón. —Este pequeño pico dulce siempre se endurece un momento más rápido que el otro. Exhalé un suspiro tembloroso. —Toda esta piel dorada. —Trazó la línea del bronceado al lado de mi areola. —¿Si lamo

tu carne, probaré el sol? Escalofríos me recorrieron. —Gírate y agárrate a esa barra. —Indicando el toallero de metal. —Prepárate para tu castigo. ¿Realmente iba a probar otro tipo de BDSM? Había disfrutado el cinturón, pero eso no había dolido. —No luches contra mí. —Por Dios, sólo espera. —¿Para qué? —Hago un análisis del riesgo/recompensa. Se quedó inmóvil, una ráfaga de aliento le abandonó. —¿En serio? ¿A la cortesana que endureció todas las pollas en esa reunión le gustaría ahora realizar un análisis? ¿No debería afrontar esto durante unos minutos? ¿Sólo para ver sobre qué era todo el alboroto? ¿No había decidido experimentar todo del sexo alucinante tanto como pudiera en mi limitado tiempo con él? ¿Explorar mi sexualidad? Estaba mirándome a los ojos, estudiándome. ¿Mis pupilas se dilatarían realmente ahora que me había rendido? Él me dio una sonrisa arrogante. —Ahí está. —Me agarró las caderas y me dio la vuelta. —Aférrate a eso. Y no lo sueltes, o voy a profundizar tu castigo. Con un trago, agarré la barra de la toalla, me incline, dejando al descubierto aún más de mí misma para él. Podía sentir su mirada en mi culo y coño. —Riesgo/recompensa, — murmuró. —No sé si besarte o azotarte más fuerte. Posicionada de esta forma, me sentía totalmente vulnerable. ¿Entonces por qué estaba teniendo dificultades para mantener mis caderas aún en esa posición? Especialmente cuando siguió la línea de bronceado a través de mi culo con un dedo reverente. —Te aseguraste de que viera esto, revelándolo en una habitación llena de hombres. Pero era solo para mí. —Puede serGolpeó una mejilla. El sonido fue tan fuerte en el recinto, que me sorprendió tanto como el golpe. — ¡Whuao! —¿Sin advertencia? Escoció, hasta que empezó a masajearme con sus grandes manos, transformando el escozor en... calor. Su polla palpitaba contra su pierna justo antes de que diera una palmada en el otro lado de mi culo. El plaf resonó en los azulejos. —Mira tú culo moviéndose con mis golpes. —Otra vez, me masajeó, generando un calor sublime. —Desde hace días, esta carne ha rogado ser castigada. —Una palmada más fuerte. Más masaje. —Puedo ver lo mojada que estás poniéndote. Fuiste creada para esto. Estaba empezando a pensar que tenía razón. Ese florecimiento de calor se extendió desde mi culo a mis muslos y mi coño, bajando por mi vientre. Con su siguiente palmada, volví la cabeza y gemí contra mi brazo. Me masajeó tan perfectamente. —Si me pones celoso, Katya, juegas un juego peligroso. —Slap. Él respiraba más fuertemente. —Cuando esos hombres te lanzaban miradas lascivas en esa tanga, tuve el impulso de arrancar esa campana con mis dientes y follarte en frente de todos,así ellos sabrían que soy yo el que te hago gritar. Sus celos me golpearon como una droga. Temblé. —Yo te estoy follando. Nadie más. Solo yo soy dueño de tu cuerpo. —Slap. Debería estar horrorizada por lo que estaba diciendo; podía escuchar sus oscuras divagaciones durante días.

—Tú eres mi posesión más preciada, y codiciada. —¿Me acaba de llamar una posesión? —Cuando otros hombres codician lo que es mío, quiero castigarlos. Y ti. —SLAP. El más fiero hasta ahora. Siseé en una respiración a través de mis dientes. Pero justo cuando levanté mi culo para otro, el diablo se detuvo. —¿Por qué te detuviste? —Porque ahora tengo que coger esto, —frotó su pene a lo largo de los labios húmedos de mi coño, —más de lo que necesito castigar tu culo. Abre las piernas. Lo hice con entusiasmo, y apretó su corona a mi núcleo. Con sus palmas acaloradas, se agarró a mis caderas. Sin previo aviso, empujó hacia adelante y me condujo hacia atrás al mismo tiempo. El empuje arrancó un grito de mis pulmones y me hizo subir en los dedos de los pies, pero yo estaba resbaladiza, lista para su invasión. —Sabía que te encantaría eso. —Llevó sus manos alrededor de mis pechos, ahuecándolos. Luego pellizcó un pico, con fuerza. Di un grito ahogado, y cuando mi coño se apretó en reacción, él hizo un sonido ahogado. —Esto también. —Él agarró mi otro pezón, pellizcándolo despiadadamente entre sus dedos, entonces ¿por qué me arqueaba por más? —Voy a sujetar estos, dushen'ka. —Los apretó mientras empujaba. —Te enloqueceré. Tenemos tiempo. Cuando soltó mis pezones, yo gemía cuando la sangre volvió a ellos. Miré hacia abajo, maravillándome de lo hinchados que estaban, cómo un espeluznante espectáculo. Podía sentir mis propias respiraciones avivar las puntas hipersensibles. Mientras me agarraba a esa barra, vertió una especie de aceite de baño sobre mi culo, continuando con su masaje. Una mano agarró mi cadera para sostenerme firmemente. Con la otra mano, sus dedos buscan sumergirse entre mis curvas. ¿Tocaría mi culo, pondría su polla dentro de mí? Incluso esperando el contacto, cuando me acarició en todo el centro, me sacudí, tratando de meter mis caderas. Su risa retumbó. —Realmente eres una virgen allí. ¿Tu otro hombre no juega contigo de esta manera? No me molesté en discutir. —Su pérdida. —Sevastyan reanudó su exploración, rodeándome con la yema del pulgar alisando mis pliegues. —No sueltes tu agarre de la barra. No importa lo que haga. —Bajó el pulgar hacia abajo, presionando. ¿Iba a penetrarme? El placer era desconocido para mí, peculiar, pero no menos intenso. Arqueé mi espalda hacia abajo, enviando mi culo aún más alto. Presionando y aceitado, presionando y aceitado, mientras yo me sacudía con la avalancha de sensaciones. Entonces, en el interior. Gemí, aturdida por lo bien que se sentía. Gimió, —Tan malditamente apretado. Miré por encima del hombro la cara de Sevastyan. Sus ojos azules estaban fijos en mi culo, en el dedo que me penetraba. Su expresión era posesiva, como si mirara algo que estaba orgulloso de poseer. —Voy a ser el primero en coger tu hermoso culo. —¿A-ahora? —Todavía no. Vas a anticiparlo. —¡Diablo! Otra risa baja. Con su otra mano, llegó a mí alrededor, colocando sus dedos errantes encima de mi coño. —Ah, dulce, pequeño clítoris necesitado de mi Katya. —Frotó contra él y comenzó a empujar su polla, su pulgar todavía metido dentro de mí. Estaba tan sobrecargada con el placer, no podía decidir si quería mover mi culo hacia él o mecer mis caderas a sus dedos pecaminosos. —Así... bueno... tan bueno.

—Voy a poseer cada parte de ti, —dijo con voz áspera. —Tus ojos, Tus labios, cada centímetro de tu cuerpo. Tú complicada, demasiado inteligente mente. Tu coño ya es mío, incluso tú tienes que admitir eso. — Él empujó su pulgar con más fuerza, arrancando un grito de mí. —Pronto voy a reclamar tu pequeño y apretado culo virgen. —Pistoneósus caderas, abofeteando nuestras pieles. No podía pensar. Desconectada. —Trabajaré mi polla dentro de ti, aquí, y cuando bombé mi semen dentro de ti, poseeré este culo. Empujé la espalda, respondiéndole con sonidos insensibles. Demasiada estimulación. —Allí va... siento tu divino coño apretándome, a punto de terminar. Te hago sentir de esta manera -no otro hombre- porque me perteneces sólo a mí. Vas a gritar mi nombre, ¿verdad, Katya? —Empujó su polla y el pulgar al mismo tiempo. —¡Oh, Dios mío! —Cuando el placer te deje sin sentido, solo piensa en un nombre. El mío. —Sus palabras me inclinaron hasta el borde. Grité, —¡Máxim! Sus dedos se movieron más rápido, enviándome a un frenesí, las olas de mi clímax abrumándome. Me agarré a la barra como si mi vida dependiera de ello, retorciéndome, girando mis caderas. —Eso es, nena, eso es. Toma todo tu placer de mí. Lo hice. Una y otra vez. Mis gritos disminuyeron lentamente. Una vez que estuve colgando sin fuerzas y mi cuerpo era una masa temblorosa, retiró el dedo para agarrar mis caderas. Me sostuvo en mi lugar, extendiéndose sobre mi espalda y empujó con fuerza dentro de mi coño. Con voz ronca, dijo, —Podría follarte para siempre, hermosa chica. Quiero que te corras otra vez. —Cuando de manera brutal incrementó sus empujes sobre mí, sus bolas golpeaban mi clítoris. Arremetió con toda su fuerza, profundizando con cada embestida. Sólo podía aferrarme para el paseo. Abrió su boca sobre mi hombro, casi mordiéndome, como un animal. Rozando sus dientes en mi carneMi grito salió a través del recinto. Su pene estaba tan hinchado, mis espasmos apenas podía exprimir alrededor de él. Él gruñó contra mí, empujando con más fuerza. Me soltó el hombro y bramo, —¡Si tómalo de mí! —¡AHH! —Rugió al techo cuando empezó a eyacular, sus dedos clavándose en mi piel. Su eje, piernas y caderas se estrellaron contra mi cuerpo. Un empujón salvaje. Otro. Y otro. Hasta que un gemido de satisfacción salió de su pecho. Gradualmente, sus estremecimientos disminuyeron, pero él se mantuvo dentro de mí, como si no quisiera irse. Enroscó un brazo alrededor de mi cintura. —Ven acá, dushen'ka. — Con dificultad, hice que mis dedos soltaran la barra, y me atrajo hacia él. Sus respiraciones me hacían cosquillas en el cuello húmedo. Su corazón tronó contra mi espalda. Una de sus manos cubría ligeramente mi garganta. Llenando su otra palma con un pecho. Estaba contento de descansar así, como si estar conmigo fuera la cosa más natural del mundo. Como si yo fuera su amante a largo plazo, su novia. Cuando él acarició mi cuello y presionó besos en mi hombro, me encontré deseando poderlo ser.

seda.

Su teléfono volvió a sonar una vez más mientras me secaba y ponía mi nueva bata de

—Mis hermanos. —suspiró, envolviéndose con una toalla alrededor de su cintura. — Espero que estés feliz. Los mafiosos son peores que las viejas chismosas. —Siempre he oído que las ancianas chismean peor que los mafiosos. —Frente al espejo, me peiné el cabello, tratando de actuar de forma informal sobre lo que me había hecho. Me dijo que me poseía. Por ese espacio de tiempo, me tenía. Máxim continuaba dándome fantasíasque yo ni siquiera sabía que eran mías. —¿Qué vas a decir a tus hermanos de mí? —Me encontré con su mirada en el reflejo. —Que me he comprado una joven de Miami, esclavizándola en mi penthouse. Ha. —Y ¿qué van a tener que decir al respecto? —Mi hermano mayor no me creerá. Mi hermano más joven no verá absolutamente nada de malo en esto -siempre y cuando no me apegue-. Dmitri. Quien le traía a diario episodios de pesar. —Si bien todo es diversión y juegos para presumir que has comprado una mujer, seguramente ya has terminado conmigo por ahora. Dijiste que te sacudirías esto. Como si yo no hubiera hablado, Sevastyan salió del baño, volviendo poco después. — Antes de que me olvide... —levantó el cinturón de castidad, que estaba modificado una vez más. Di un grito ahogado. Esta vez había dos plugs.

Capítulo 22 S

Traducido Por Maxiluna Corregido Por AletseMoon

evastyan me estaba preparando para un aterrizaje de emergencia. Y yo estaba molesta con él. Mientras me ponía mi nuevo equipo de correr, recordé despertar esta mañana -arropada por su calor-, sus brazos como un escudo alrededor de mí. Antes de él, había estado fría y sola y cautelosa. Imaginaba qué Catarina estaba regresando a la vida dentro de cuatro días. Todo sería peor porque había probado una vida diferente. Había catado los placeres más perversos. Ayer, él me había mantenido con el cinturón únicamente por un par de horas, ambos demasiado miserables como para negarnos a nosotros mismos por mucho más tiempo. Yo había estado ardiendo en deseo, y él había estado más que compenetrado conmigo, tomándome cuatro veces durante la tarde y la noche. Su juego en la ducha y la segunda vuelta con el cinturón habían dejado mi trasero dolorido hoy, pero el constante recordatorio de lo que me había hecho me encendía de nuevo. Un brillante, magnífico, dios del sexo multimillonario no debía divertirse jugando con los sentimientos de una mujer. Tal vez había cometido un error al decidir acerca de este retiro. Él me dejaría ir el veintiocho, de eso estaba segura. Si la barrera entre nuestros cuerpos había caído, de alguna manera tendría que conservar mi corazón hasta entonces. Con ese pensamiento en mente, agarré el marcador que había escondido en una caja de zapatos, y luego marché hacia el baño principal para agregar una raya más. Al lado de mis marcas en el espejo, el bastardo había escrito: Es tan bueno que deberías pagarme. Casi podía oírle decir aquello con su seductora y diabólica voz, y me hizo temblar. ¡¿Cómo se atrevía a asumir el control del espejo?! ¡Ese era mi trabajo! Estrechando mis ojos, coloqué una séptima raya, entonces escribí: Vas a perder este culo cuando esto se haya terminado. Dejé el marcador en el lugar de su cepillo de dientes -tu movida, Ruso-,luego marché hacia mi rutina, con la intención de hacer un jaleo. Él dormía, con su brazo extendido, de nuevo como si tratara de alcanzarme. Mi pecho sintió una punzada. ¡Mi mente se quedó pendeja! Probablemente se molestaría porque me despertara tan temprano en el día de la víspera de Navidad. Parecía que su estado de ánimo había seguido yéndose cuesta abajo -a cada hora-. Pero no me importaba. Si le molestaba, entonces debía dormir en la suite principal, ¡en lugar de acomodarme en su gran y cálido cuerpo haciendo cucharita conmigo toda la noche! Con el control remoto de la habitación, abrí las cortinas, dejando al descubierto el océano. Hoy era una maravilla en Miami. Temprano en la mañana la luz del sol brillaba sobre las ondas en la superficie del agua, haciendo que luciera como diamantes. Ahora que me había acostumbrado a mi jaula dorada, la torre era un sueño. Aquí, podía ir a correr, nadar, leer revistas de negocios que se me entregaban cada mañana, con un nuevo vestuario, y un suministro interminable de comidas decadentes. Ah, y un amante de ensueño. Excepto por el hecho de que pronto volvería a Rusia, dejándome atrás. Yo era todo excepto el primer altibajo a causa de un aterrizaje de emergencia, puede ser que también saltase de esta torre yo misma. Con una serie de pitidos, mi enojo se volcó hacia mi entrenamiento y el monitor de frecuencia cardiaca. Cuando empecé a caminar para calentar, sentí su mirada en mí. —¿Por qué no había comprado una cinta de correr el primer día? Miré por encima del hombro.

Él no estaba en absoluto molesto. Se sentó en la cabecera, con las manos detrás de su cabeza, con aquella expresión de, yo todo lo ordeno e inspecciono. La esquina izquierda de sus labios se curvó. Me había dado cuenta de que ese lado se le inclinaba hacia arriba cuando estaba divertido -y su mente- complicada estaba ocupada. —Quiero despertar así todos los días, —dijo. —Ah, que las vistas sigan así por siempre, Katya. Mirando hacia adelante, comencé mi carrera, decidida a pensar en cualquier cosa, menos en sus ojos sobre mi cuerpo. Ignóralo. Necesitaba entrar en mi zona de corredora, ese estado mental enfocado que ansiaba. Después de mi primera milla, miré por encima del hombro nuevamente, me encontré su mirada fija en mí. Me miraba como un regalo que planeara desenvolver. Una distintiva protuberancia hacía una tienda de campaña en las sabanas, pero parecía estar esperando su momento. Empecé a sudar, respiraciones jadeantes. A mitad de camino, miré hacia atrás. Uno de sus brazos había serpenteado bajo la sabana, su bíceps flexionándose rítmicamente. Por Dios, él estaba acariciándose a sí mismo mientras me miraba. Trastabillé, el monitor cardiaco comenzó a sonar como loco. El diablo sabía lo que significaba ese sonido. Se rio entre dientes. Sin prestar atención. Estaba hiper-consciente de todo lo que me rodeaba. Mi piel pinchándose con escalofríos, incluso mientras ardía por dentro. Sentía cada gota de sudor que goteaba sobre mi cuerpo. Mis pezones tensos contra mi sujetador. Correr siempre me ponía caliente. ¿Correr mientras que él me estaba viendo? Me. Volvía. Loca. Cada vez que trataba de tomar un descanso y procesar todo lo que estaba sucediendo, invadía mis pensamientos. Todo lo que podía ver, oír o sentir era él, era como si él hubiera conseguido un punto de apoyo en mi mente y corazón y hubiera comenzado a abrirse paso a codazos. Con dificultad, terminé mis millas. Cuando comencé mi enfriamiento, me pregunté qué sería lo que encontraría cuando me girara de nuevo. Tal vez ya habría acabado de masturbarse. Tal vez me dejaría en paz. Cuando salí fuera de la cinta, lo encontré sentado en el borde de la cama, su polla hinchada sobresaliendo. Mi coño se apretó ante ello. Pero me obligué a dirigirme hacia la ducha. Mientras lo pasaba, cogió mi mano. —Vas a tener un asiento. —Él usó su otra mano para acariciarse uno de sus muslos. —Estoy chorreando sudor. Sus párpados se volvieron pesados. —Lo sé. —Él se inclinó hacia delante y tiró hacia abajo mis pantaloncillos cortos. Antes de que pudiera salir de ellos, o de los zapatos, me había levantado sobre su regazo como si no pesara nada. Con mi espalda contra su pecho, golpeó la cabeza de su polla contra mi entrada. Agarrándome detrás de mis rodillas, me mantuvo abierta sobre la cima de su vara. —Te daré esto lento. Mi excitación lamió su camino mientras él sensualmente... centímetro a centímetro... me permitió deslizarme hacia abajo... Soltó una ráfaga de aire en un suspiro. —Tu coño me abrasa. ¿Está mi Katya todavía caliente? —Su eje se engrosó cerca de la base. Mi núcleo tenía que estirarse para tragarse su circunferencia. —¿O es que correr te excita? —Él tiró de mi sujetador empapado. Sus manos vagaban por todo mi húmedo vientre, pechos y sexo. —Correr, —Di un grito ahogado. Con mis zapatos puestos, mis pantalones cortos alrededor de un tobillo, y mi sujetador subido lo bastante, me arqueé por su toque. —Pero sabiendo que me observabas, la forma en que me mirabas... Él amaso mis sudadas y pegajosas tetas, pellizcando mis pezones, sin piedad, como lo había hecho en la ducha. —Consigues ponerme tan duro como nunca lo he estado antes. Por una hora, mojé las sabanas con líquido pre-seminal, mis bolas están cargadas por ti. Cuando estimuló mi clítoris, gemí, comenzando a molerme contra él. Contoneándome, empalándome, usando su polla.

Apretó sus labios en aquel punto en donde mi hombro se une a mi cuello. Con un beso con la boca abierta, lamió mi sudor, diciendo entre dientes contra mi piel, —Mía. ¡Ay, Dios mío, es tan bueno! El mensaje que él había escrito era verdad. Demasiado bueno. ¡Necesitaba mi límite! Como si supiera que quería resistirme a él, me ordenó, —Ríndete, mientras sus dedos cubrían mi clítoris, frotándolo de lado a lado, rápido, duro. Mis ojos se cerraron, mi mente se apagó, casi como que ansiara ese espacio en mi cabeza. Las sensaciones manejándome. Era consciente de su pene, sus manos y su retumbante voz. Me aferré a su sonido, como si me estuviera llevando a casa. Me moví sobre él como si nunca me hubiera movido, entusiasmada diciendo su nombre. Estiré la cabeza hacia atrás para conseguir su boca en la mía, sabiendo que él desea compartir el sabor de mi sudor y marcar mi mente con recuerdos. Cuando me corrí, me estremecí, clamando contra sus labios lastimeramente. No me hagas esto. En respuesta, su cálido semen me inundó, como si repitiera, “Mía”. ¿Por cuánto tiempo...? Su cuerpo se estremecía con estremecimientos post-coitales, sus brazos entrelazados alrededor de mí. Él me agarraba apretadamente, como si fuera un tesoro que nunca apartaría. —Eso meramente me sacó del borde. —Mordió mi lóbulo de la oreja. —No estoy de ninguna manera cerca de estar saciado. —Había una sonrisa en su voz. Alguien estaba teniendo una gran mañana. Preparándome para el impacto. Me desenredé a mí misma de sus brazos, haciendo palanca para salir de su aun todavía dura polla. Siseó en un suspiro. —Eso fue... abrupto. Sin mirarlo, salí de mis pantalones cortos, sacándome mis zapatos y calcetines. Me dirigí a la ducha. Negándose a mi escape, se unió a mí bajo la cascada de la ducha, arrastrándome cerca de él. Miró hacia mi cara, pero yo miraba lejos. —Ah. Creo que has disfrutado de aquello demasiado. Sé que yo lo hice. ¿Te hace sentir incómoda? —¿Por qué tienes que dormir conmigo? —Exigí. —Ni siquiera me gustas. Guardas tus cosas en el dormitorio principal. ¿Por qué no te quedas ahí? —Hmm. Tal vez deberíamos dormir ambos en mi habitación, la habitación del amo. De hecho tendrás tu cinta de correr y tus cosas mudadas allá. ¡Hubiera querido distancia, no más cercanía! —Dijiste que terminarías conmigo. ¿Por qué no lo haces? ¿Hasta cuándo me mantendrás aquí? Sus manos bajaron hacia mi culo, sus palmas cubriendo mis curvas. —He observado que eres mucho más cariñosa con el cinturón… —¡Hoy no! —¿Por qué? —Tengo que pensar. —¿Entonces tendré que convencerte por tu afectos yo mí mismo? —Se inclinó y presionó sus labios con los míos tan tiernamente, besándome y besándome y besándome... hasta que estuve dócil en sus manos. Enjabonó mi cuerpo, bañándome, explorándome. Cada toque era su propia seducción. ¿Por qué estaba molestándose en seducirme? Estaba aquí a su “disposición”. ¿Cuál era su juego ahora? Pronto estuve temblando por ello nuevamente. Él me levantó. —Envuelve tus piernas alrededor de mí. —Con un antebrazo debajo de mi culo y un brazo envuelto alrededor de mis hombros, me trabajó sobre su polla. Cuando nos corrimos, con nuestras frentes juntas mientras compartíamos respiraciones,

me pregunté, ¿Por qué luchar contra esto...? Una vez que nos habíamos vestido, un extravagante desayuno variado nos esperaba en la terraza de la piscina. Él había ordenado de antemano, lo que parecía cada plato del menú. —Para descubrir cuáles son tus favoritos, —explicó. Cuando me sonrió, me di cuenta de que estaba respondiéndole con mi propia sonrisa. Cabrón ¿Por qué luchar? Sin embargo, en ese momento sonó el teléfono. Sevastyan respondió con una resignada exhalación. Pronto su expresión se ensombreció. Debía ser Dmitri. Tenía la impresión de que Máxim se había escapado por un tiempo esta mañana, y ahora estaba siendo duramente devuelto a... algo. Se veía cada vez más enojado -conmigo-, como si yo fuera la que lo hubiera distraído, de lo que fuera que nunca debería olvidarse.

M

e senté en el sofá, leyendo mientras una brisa agitaba las cortinas y se burlaba de mis rizos alrededor de mi rostro. Me había dado cuenta de que Sevastyan prefería las puertas y ventanas abiertas siempre que fuera posible, así que había abierto una línea de ellas frente a la piscina. Desde esa llamada telefónica, había estado distante, su estado de ánimo claramente deprimido. Durante toda la mañana, él y yo habíamos pasado uno del otro, gravitando alrededor el otro, pero sin decir nada. Él había leído esta misma revista de negocios en la piscina mientras yo nadaba. O lo había parecido. En realidad, había estado muy interesado en mi traje de baño, uno blanco de una sola pieza tejido con finas tiras del material. Su mirada fascinada había seguido las cintas mientras se movían con mi cuerpo. Ahora estaba sentado en el otro sofá con un periódico abierto, pero él no lo leía. Sus ojos azul océano estaban serios mientras miraba hacia el agua a juego. ¿A qué estaba dándole vueltas? Podría jurar que él luchaba con una decisión. Miró el teléfono, mensaje de texto a algo, entonces se levantó bruscamente. Me miró, separando sus labios. Pensando mejor lo que estaba a punto de decir, se volvió hacia la puerta. —Vasili estará fuera. Entonces me dejó. ¿Qué?¿Iba a estar sola en Navidad? Otra más miserable y sola. Si él me estaba tirando el primer golpe para el impacto, al menos debería obtener el beneficio de la compañía hoy. Durante las últimas tres fiesta, me había estado sometiendo a la dura tarea de reiniciar mi vida. La Navidad antes de ellos, Edward me había dejado para irse en un “viaje de negocios inesperado”. —Probablemente unas vacaciones con Julia que había financiado yo sin saberlo. Me acordé de la última Navidad que había disfrutado. Había cocinado con mi madre, una tradicional cena de Noche buena. ¿Tal vez debería cocinar hoy? Me levanté y paseé hacia la cocina, comprobando ollas, sartenes, y equipo. Había cuatro hornos de convección, cajones de calentamiento, dos microondas y un horno a todo vapor nuevo y de alta tecnología. No había estado en una cocina en pleno funcionamiento en años, nunca había estado en una tan moderna como esta y extrañaba cocinar. Podía pedir ingredientes a través de Alonzo. Preparar una comida me relajaría, fijando mi sano juicio. Esa era la única razón por la que lo haría. No porque yo quería mostrárselo a Sevastyan.

Probablemente ni siquiera volvería hasta tarde. ¡Conociéndolo le gustaría pasar las fiestas con alguien que no fuera yo! Su pérdida. Invitaría a Vasili y a su batallón de guardaespaldas para darles las gracias por su protección. Llamé a Alonzo, listando todos los ingredientes y el equipo que necesitaba lo antes posible, desde ramitas de menta para un rodillo, hasta procesadores de alimentos, y termómetros de carne. Una hora más tarde, cuando varios asistentes llegaron con bolsas y cajas, Vasili frunció su cabeza calva hacía mí otra vez. Me encogí de hombros. Sintonizando el sonido envolvente de una estación radial de La Habana, me até en mi nuevo delantal. Al mal tiempo, buena cara. Freí tocino, pelé patatas, y cocí a fuego lento el azúcar morena con semillas de anís. Tosté almendras. Amasé masa y corte círculos para hacer croquetas de cangrejo. Corté menta para hacer mojitos. Todo el piso olía increíble. Estaba cantando “Fuentecilla Que Corres” mientras ponía un asado de cerdo con especias en el horno. —¿Qué es esto? —Preguntó Sevastyan, haciéndome saltar. Casi se me cae el asado, uno de los tres que estaba cocinando. —Una cena navideña cubana. —¡Había regresado! —¿Qué hay en el menú? —Lechón asado, bañado en mojo; langostinos con salsa rosa, arroz congrí, arroz con frijoles; tostones, hecho de plátano maduros; y croquetas de cangrejo. Para el postre, estoy haciendo buñuelos fritos, una masa dulce; turrón de Navidad; y boniatillo, budín de camote. Él sonrió. —¿Así que ahora cocinarás para volver a mi buena gracia? Apreté los dedos contra mi pecho. —Lo siento; ¿Pensaste que cualquiera de estas cosas eran para ti? —Estás preparando lo suficiente como para un ejército. —Tengo mucha hambre. Es todo para mí. —¿Tienes mucha hambre? ¿Y todo es para ti? Mientras él estaba aprendiendo español a gran velocidad, lo único en ruso que yo sabía era blyad', prostitutka, dushen'ka y kotyonok. —Todo para mí. No podrías manejar mi comida. Solo el postre haría que tuvieras un orgasmo espontáneo. —Para burlarme de él, probé una croqueta con hojuelas que acababa de freír. Antes de que pudiera detenerlo, había agarrado una, para darle un bocado. Sus párpados se volvieron pesados, y masticó lentamente. —Esperaré la cena a las siete. No estés tarde. —Croqueta en mano, se volvió a ir. ¿Dándome ordenes? —¡Pendejo! —Tiré un puñado de almendras tostadas en la parte posterior de su cabeza. Hizo una pausa, y luego continuó. Poniendo mis ojos en blanco, volví a trabajar. Aunque me quedé con la música sonando y cantaba mientras cocinaba (con una voz que nadie podría escribir acerca del hogar), Sevastyan permaneció cerca de la cocina toda la tarde, incluso cuando hablaba por teléfono y leía propuestas de negocio. A lo largo del día, se relajó por grados. Una o dos veces, me pilló haciendo nada más que mirando hacia los barcos de vela. Su mirada penetrante había estado a gusto, su mente complicada perdida en ensoñaciones. Por el contrario, yo me puse nerviosa, como si estuviera tarde para una cita, cuando en realidad, él había simplemente ordenado la cena. A las seis, se había dirigido a la habitación principal, sin una palabra. Había terminado todo, estibé los platos en los cajones de calentamiento, e incluso

empaqué pesadas cajas para Vasili y sus muchachos. Cuando llamé al hombre dentro para que las recogiera, miró mi ofrenda con cautela. Hablando lentamente, le aseguré a Vasili, —Este alimento está cien por ciento libre de drogas porque no pude encontrar ninguna. Dijo con dientes apretados, —Spasiba. Gracias. Una palabra más para mi léxico ruso. —Hay instrucciones escritas en el interior. Si pones salsa rosa en otra cosa que no sea las gambas, patearé tu ruso culo, ¿Comprendes? Exhaló, de mala gana diciendo: —La Navidad no es buena para el jefe. —¿Qué significa eso? —El jefe quiere mantenerte. Está bien. Quédate. Ahora arregla la Navidad. Eso es todo lo que dijo.

Capítulo 23 ¿A

Traducido Por Alhana Corregido Por AletseMoon

rreglar la Navidad? En la ducha, reflexionaba sobre ese curioso intercambio. Algunas personas odiaban los días festivos. Yo debería. Esto explicaría por qué el humor de Sevastyan había ido deteriorándose. Cuando había traído a colación el tema de la Navidad, él había espetado: ¡No me lo recuerdes! La idea de él sufriendo me molestó. Realmente me molestó. Porque yo era una idiota. Él me había dicho que me iba a mantener hasta que pudiera sacudirse lo que sentía por mí; mientras trabajaba para recuperarse de su interés, Catarina se hundía más profundamente en el enamoramiento. ¿Por qué si no haría un esfuerzo con mi apariencia? Después de mi ducha, me puse un vestido rojo sin tirantes, junto con la única joyería que tenía: mis pendientes y brazalete de mi primera noche aquí. Llevaba el cabello recogido en un moño suelto y apliqué maquillaje de ojos y brillo de labios. Sintiéndome tonta por tomarme la molestia, fruncí el ceño en el espejo. Esto era sólo una comida entre un mafioso y su prisionera (a la que él consideraba una prostitutka mentirosa). Aun así, llegué al comedor temprano, encendiendo muchas velas en el interior y las antorchas en el balcón contiguo. Arrastré platos a la mesa, y luego abrí las puertas y ventanas de la habitación para Sevastyan, permitiendo que el sonido de las olas entrara. Cuando se unió a mí, sonreí al ver que llevaba unos pantalones desgastados y una chaqueta, vestido informal convenientemente. Eso significó mucho. Le dije, —He decidido compartir un poco de mi comida contigo, porque no te conseguí nada más. Estaba debatiéndome entre una muñeca inflable alta y rubia o un pez dorado. —Tengo un armario lleno de muñecas inflables rubias, y los peces dorados viajan mal en los aviones. La cena fue una buena elección. Sonreí. —¿Mojito o vino, Ruso? —Vodka. —No en tu vida. Obedece mis reglas del patio, o llévate tus pelotas a otra parte. Ceja levantada. —Mojito. Le serví uno. Cuando probó mi mezcla, me di cuenta de que le gustó. Nos sentamos, y le serví de los muchos platos, detallando los principales ingredientes de cada uno. Con su primer bocado de carne asada, pareció sofocar su reacción. —Y por encima de todo lo demás, sabes cocinar. ¿Aprendiste desde tu casa, o tuviste educación también? —Desde casa. Se comió todo en su plato, así que le serví por segunda vez. Pero cuando él empujó su plato hacia mí por una tercera, le dije: —Hay mucho de postre. Su primera prueba de turrón lo hizo gemir. Una vez que había comido eso, una ración de pudín y dos buñuelos, él dijo: —No me he corrido espontáneamente, pero lo estuve dudando por un tiempo. Me reí por encima del borde de mi mojito. —Podrías ser un chef, —dijo él. —Eso sería emocionante. Pero creo que preferiría tu trabajo como magnate, entonces yo podría dominar el mundo. —¿Crees que podrías manejar mi trabajo?

—Creo que te sorprendería. Se levantó, cruzando hacia el aparador. —Eso lo dudo. Sé lo lista que eres. —Regresó a su asiento con una botella de vodka y dos vasos de chupito. —Cena cubana, bebida rusa después. —Se sirvió. Oh, chico. —Za Zdoroviye, —dijo. —A tu salud. —Salud.—Bebí mi copa, tosiendo. Mientras servía para nosotros de nuevo, me preguntó: —¿De la comida de quién disfruté? —¿Perdón? —Habrías cocinado esto para amigos o familiares durante las fiestas. Tal vez para un amante del que te tomé. —Disparó su vaso. —La cocina me inspiró. —Me bebí el mío, con otra mueca de dolor. —¿Qué es tan notable al respecto? —Los electrodomésticos. —Trabajaban. Además, las ollas no estaban dedicadas para la prevención de inundaciones. —¿Por qué estás tan convencido de que hay alguien más? —Respondes a dos cosas: dinero y placer. Te doy ambos, pero tú todavía te contienes. Fruncí el ceño. —Tiene que haber más que eso. —¿Por qué no tienes un compañero? Si no has elegido a un hombre fuera de tu trabajo, entonces, uno de tus clientes te habría conseguido. —Suenas tan seguro. —Cuando follas con tus clientes,—Un músculo se marcó en su mandíbula, —tú… debes afectarles. ¿Pero me haces creer que ninguno te ha mantenido? —Se sirvió otra ronda. —Te veo, te escucho, te huelo, te siento. Debes ser perseguida por los hombres. Casi di una risa amarga. Si él supiera. Edward había estado en mi mente cada vez más. A pesar de que él había actuado como un caballero, nunca utilizando malas palabras, sin levantar la voz, había tenido ganas de matarme. Ahora que había alimentado su rabia por años, ¿qué haría? A veces juré que yo tenía un sentido animal cuando se acercaba—¡Lo estás haciendo ahora mismo! —Sevastyan golpeó su vaso. — ¡Tus ojos se vuelven distantes cuando piensas en él! ¡Eso me vuelve loco! —De ninguna manera estoy pensando en un amante. —¿Por qué debo creerte, o cualquier cosa que digas? —Él sirvió más vodka. —Supongo que no deberías. No tienes ninguna razón para creerme. —¿Estás siendo sarcástica? ¿Ridiculizando mi incapacidad de confiar? Yo no simplemente desperté un día y decidí ser así. La última vez que confié en la palabra de alguien, fui maldecido a pagar por el resto de mi vida. —¿Qué significa eso? —¿Cómo había pagado? Silencio. ¿Cómo exactamente Vasili esperaba que “arreglara la Navidad” cuando Sevastyan no quería hablar conmigo? —Bien. Olvídalo. —Me levanté a recoger la mesa. —¿Y además limpias? —Su tono era casi tajante, como si tuviera la intención de ser grosero, pero no acabó de lograrlo. —Oh, soy una verdadera profesional de la limpieza. —Cuando había terminado con los platos y había almacenado una montaña de sobras, regresé. Permaneció en el comedor, mirando a su bebida. ¿Había despachado la primera botella y comenzado con otra? Me senté a su lado. —Te estás haciendo daño. No me gusta. —Ah, la acompañante con un corazón de oro.

Entrecerré los ojos hacia él. ¿Insultarme era su manera de poner distancia entre nosotros? ¿Cómo los límites que yo estaba fallando en mantener? —Por Dios, es todo calabazas y carruajes contigo. —¿Piensas que soy mal humorado? Acababa de decirle a Ivanna sobre sus estados de ánimo frío y caliente. —Sí. ¿Mi respuesta lo sorprendió? —Todo el mundo me considera un encantador elocuente a excepción de mi Katya. —Dime lo que está en tu mente, Ruso. Le tomó un tiempo responder. —Los fantasmas del pasado. No quieres escuchar mis divagaciones etílicas. —Pruébame. Empujó un shot de vodka hacia mí. —¿Qué edad tenías cuando tuviste ese recuerdo de hacer paella? Pregunta al azar. —Tenía casi cuatro. —Me tomé el vaso, estremeciéndome menos. —¿Qué época del año era? —Vertió otro para cada uno de nosotros. ¿Cuántos iban con este? —Justo después de Navidad. Lo recuerdo porque fue antes de la “guerra de la bufanda roja”. —¿Qué era eso? Entre los mojitos y el vodka, me encontré con que mi lengua se aflojaba. O tal vez la sala a luz de las velas y el sonido del mar me influenciaron. Tal vez este hombre lo hizo. —Mima, mi abuela, tejió una bufanda roja para mí, y me encantó a muerte, con aire de suficiencia la llevaba a todas partes. Incluso dormía con ella. Mi madre quería quitármela, creyendo que era un símbolo de mi orgullo. A menudo ella le asignaba significado a las cosas, diciendo que nada sucedía por casualidad. —En eso, yo podría estar de acuerdo con ella. —Sigue. —Aunque yo era muy joven, de alguna manera sabía que estaba luchando por más que la bufanda. No podía perder esa batalla. —Suspiré, mirando hacia arriba. —Te estoy aburriendo. Tu vida es demasiado emocionante para que mi tonta historia sea de interés. Se encontró con mi mirada, toda intensidad. —Me vas a decir el resto, Katya. Ahora. Bueno. Me aclaré la garganta. —Hui de ella, amenazando con navegar lejos y nunca volver a casa. Me escondí fuera pasada la oscuridad. Mima estaba aterrorizada. Sólo pesaba unos treinta kilos y hacía frío esa noche. Ella intervino con mi madre. Cuando ella gritó que podía conservarla, llegué a casa y dormí con ella esa noche. Años más tarde, mi madre me dijo que se arrepentía de no quitármela, estaba convencida de que podría haber frenado mi orgullo justo en ese momento. Ella podía haberme hecho mansa y obediente. —Entonces, si hubieras perdido la guerra, yo nunca te habría conocido. Si no fuera por mi orgullo y rebeldía, nunca me habría aferrado a Edward. Aunque realmente creo que mi madre habría sufrido de una enfermedad degenerativa, ella había presentado síntomas antes de que Edward y Julia cayeran sobre nosotros, no sabía cuánto tiempo más podría haber sobrevivido. —Es cierto. Mi vida habría sido muy diferente. —¿Te gustaría haber perdido la guerra? —No creo saberlo hasta que mi vida entera haya llegado a su fin. — Sólo esperaba que no fuera a principio de mis veinte años. Giró su vaso sobre la mesa. —Yo tenía trece años en ese momento. —¿Qué estabas haciendo? ¿Montando a caballo y persiguiendo chicas? Fue como si una sombra cayera sobre él. —De ningún modo. —Entonces, ¿qué? —Él no respondió. —Sevastyan, te he dicho algo. Es tu turno para hablar. Terminó su bebida, vertiéndonos otra ronda. —Mi hermano mayor se casa con una chica americana. Roman, perdón, -él va por Aleksandr ahora- no la ha conocido por mucho tiempo. Su boda es muy apresurada.

Dejé a Sevastyan escaparse con el cambio de tema. —¿Cómo te sientes al respecto? —He entendido sus motivaciones para asegurarla como suya. Natalie es encantadora y amable, habla ruso con fluidez, y es una estudiante de doctorado. Además, es más rica de lo que yo soy. Mientras que Máxim estaba follando con la fugitiva prostituta, culo-a-la-quiebra. Oh, estaba recordando de nuevo. Aunque mi familia nunca había estado a punto de tener un billón de dólares, el valor de Martínez Beach siguió subiendo. —Aleksandr ha cambiado por ella. Para mejor. —Máxim sonaba contemplativo, como si sus palabras sólo rozaran la superficie de lo que estaba pasando en su cabeza. —No creía que fuera posible para los hombres de nuestra edad cambiar. ¿Qué piensas? Es tu trabajo el conocer a los hombres. —Si el incentivo es lo suficientemente fuerte, creo que algunos pueden cambiar. — Simplemente no uno sociópata como Edward. —Lo haces sonar tan simple. ¿Aleksandr la quería más de lo que quería a sus antiguas costumbres, por lo que las ha echado a un lado? —Bebió su shot. Me uní a él. —Tal vez es así de simple. —Me dijo que le había revelado todo de sí mismo a ella. Lo bueno y lo malo. Él se desahogó, ahora está libre de secretos. —Máxim vertió una vez más. —Lo envidié amargamente. También me dijo que él sabía –un día después de ver a Natalie- que no amaría a ninguna otra mujer. Que ella era para él. ¿Crees que es posible que un hombre sepa una cosa así tan pronto? Qué extraño giro de esta conversación. —Creo que se puede tener esa sensación. Pero no sé si duraría. —Si los vieras juntos, sabrías que soportarán la prueba del tiempo, —dijo. —Justo antes de volar aquí, los visité en su casa en el estado de Nebraska. Me invitó allí para pedirme que fuera su padrino. —¿Eso te sorprendió? —Absolutamente. —¿Está en la mafiya como tú? —le pregunté. —En los años que nos separamos, él se convirtió en un pistolero y yo me convertí en la cabeza de mi propia operación. Rivales no del todo, pero ciertamente no aliados. —¿Pistolero? ¿Cómo un asesino a sueldo? —Él probablemente prefiere el término ejecutor. Era básicamente un soldado por su jefe, luchando contra un sindicato rival. Pero ya no. —Y quieres hacer negocios con él. —Cuanto más llego a conocerlo, cuanto más veo que él es implacable, pero honorable. Para todos sus defectos, él es un hombre honrado. La idea de asociarme con alguien en quien podría confiar es alucinante para mí. Juntos podríamos tomar partes de Rusia. Pero él no confía en mí todavía. Hace dos meses, temía tener a su prometida en la misma habitación conmigo. —¿Por qué te pidió ser su padrino? —A insistencia de Natalie, estoy seguro. —¿Por qué se sentía de ese modo por ti? —Oyó que me convertí en un hombre cruel que disfrutaba jugando con las vidas de otros. Creyó que había crecido pareciéndome a nuestro padre o al menos la parte insensible, intrigando sobre de él. Despreciamos a nuestro padre. ¿Ese hombre había azotado la espalda de Máxim? —¿Aleksandr estaba en lo correcto sobre ti? ¿Siendo intrigante e insensible? Él soltó una risa sin sentido del humor. —Sí. Se llama ser un político. Aunque debo reconocer que incité a Aleksandr. Cuando me creía un peligro para él, no le di ninguna razón para no creerlo. No en muchos años. ¿Un peligro? —¿Por qué?

—Tal vez porque me divertía. Por Dios. — ¿Por qué te separaste de tus hermanos? Bordeó la pregunta, diciendo: —Sólo de uno. Dmitri y yo permanecemos cercanos. Ellos hablaban bastante a menudo. —Con Natalie a su lado, Aleksandr mejora. Pero Dmitri… —Se calló. —¿Qué? —Está enfadado y dañado por los acontecimientos del pasado. Luchando con la aceptación de que él siempre lo estará. Esos mismos eventos debían tener algo que ver con las cicatrices de Máxim. ¿Cargaba Dmitri con otras similares? ¿Lo hacia Aleksandr? —Lo siento. —Me siento en el medio entre dos hermanos. Uno me dice que el futuro puede ser brillante, y el otro me dice que el pasado oscurece todos nuestros días. ¿Qué tienes que decir al respecto? —Ambos podrían estar en lo cierto. Todo depende de qué clase de hombre eres. Tranquilo. —Máxim, ¿Qué pasa si Dmitri cambia su vida, a pesar de su pasado? Una espada tiene que saber que el yunque y el martillo sólo la forjan, ¿no? ¿Qué pasa si se da cuenta de que si puede superar lo que lo enfada y lo daña, la victoria podría ser la misma cosa que lo hace más fuerte? —Sólo podía esperar esto para mí misma. Mejores cosas te esperan…. —Me entiendes, —dijo entre dientes Sevastyan, —Haría cualquier cosa por eso. —¿Y tú? Entonces ¿por qué no lo haces primero, luego le muestras cómo? Una ráfaga de aire salió de sus labios. —Me conducías directamente a eso, ¿verdad? Sostuve su mirada. —Alguien debía. Se me quedó mirando, en silencio, por lo que pareció una hora. Entonces se levantó bruscamente y salió de la habitación. —De nada por la cena, —murmuré. —Me alegro de que te haya gustado. ¿A la misma hora el próximo año? —Furiosa conmigo misma por pensar que habíamos estado haciendo progresos, me dirigí a la terraza iluminada por las antorchas. El aire era tan cálido como en nuestra primera noche en la piscina. En la barandilla del balcón, miré hacia fuera. En algún lugar de la playa, una banda tocaba música latina, las suaves cepas me llegaban. Veleros salpicaban el agua oscura, sus mástiles adornados por la Navidad. Lo oí acompañarme. Sin una palabra o un toque él estaba detrás de mí, tan cerca que podía percibir el calor de su cuerpo. Nos quedamos así durante un largo rato. La tentación de hundirme de nuevo en su contra y tirar de sus brazos alrededor de mí creció irresistible. Movimiento. Parpadeé hacia abajo. Él había envuelto una serie impresionante de perlas alrededor de mi cuello. Cada perla brillaba a la luz de las antorchas. El collar debía haber costado una fortuna. ¿Por qué me daba esto? Sus labios rozaron mi nuca con el beso más tierno. ¡Esto era con lo que había estado debatiendo durante todo el día! Había vacilado sobre si debía darle a la acompañante un presente, entonces fue a recogerlo. Cuando se giró para irse, cogí su mano. —¿Por qué? Él se apartó, pero le oí murmurar: —Porque esta es la mejor Navidad que he tenido.

Capítulo 24 Traducido Por Montse 44 Corregido Por Nyx

—Aquí, —dijo bruscamente Sevastyan mientras me pasaba una laptop de última

generación.

Era la mañana de Navidad, día ocho de mi retiro, y estaba leyendo una publicación de negocios en el sofá cuando él se acercó. —¿Otro regalo? —Estaba mucho más contenta porque él estuviera hablando conmigo que por mi nuevo equipo. Ayer por la noche, antes de que pudiera preguntarle nada, dejó el hotel en camiseta y pantalones cortos, volviendo dos horas después, sudoroso y arenoso. Estaba decepcionada por perderme la ocasión de correr con él por la playa. Entonces se introdujo en mí agresivamente, rechinando los dientes, sexo con un hombre sudado, y yo lo había perdonado. —Sí, otro regalo, —dijo. —Entonces spasiba, Máxim. —Oh, me di cuenta que al ruso le gustó eso. —Pozhaluysta. Absolutamente de nada. Pero esto viene con una trampa. Hay una carpeta de propuestas de bienes raíces que me han presentado. —Se sentó a mi lado, todo informal, colocando su propio portátil. —Tengo que valorarlos. Si quieres, puedes mirarlos también, y darme tu opinión. —¿Quieres mi opinión? —Mientras estés aquí, me aprovecharé de tu cerebro. Mientras él me tuviera. ¿Cuánto tiempo, cuanto tiempo, cuánto tiempo? Lo que me recordó nuestros continuos mensajes en el espejo. En contestación a mi nota vas a echar de menos este culo, él había escrito: Buena cosa que yo posea ese culo. Yo había respondido: La puerta lo golpeará a mi salida. A pesar de que había tratado de sonar como si mi corazón fuera todavía a prueba de balas, podía verme cayendo por este tipo. No como un archivo adjunto. El negocio verdadero. No, no, Cat. Dentro de tres días, nos iríamos por caminos diferentes; solamente tenía que resistirlo hasta entonces. Además, mi impulso para caer no quería decir que debía hacer tal cosa. ¡Ciencia! — Sabes que este ordenador tiene Wi-Fi. ¿Estás confiando en que no envíe un e-mail de SOS? —Da. ¿Qué había causado este cambio de parecer? —¿Nosotros vamos a... trabajar juntos? ¿Investigando proyectos? —No podía detener la amplia sonrisa que se expandía a través de mi cara. —Estás más feliz que el día que ordenaste todas tus cosas nuevas. ¿La perspectiva de trabajo triunfa sobre tu ataque de consumismo? —Absolutamente. —¿Los mirarás, entonces? ¿Y no me entregarás quince páginas de jódete jódete jódete? Mi sonrisa creció. —Miraré esto, solo para mantenerte en línea. Después de todo, si tú pierdes tu fortuna, no tendré nada para estafarte. La esquina izquierda de sus labios se curvó. —Tienes tu diversión. Entonces haz tu sangriento trabajo... Durante horas, leímos mientras se levantaba una brisa desde el océano. A mediodía, tenía un lápiz en mi moño, su cabello estaba desordenado, y mis pies descansaban en sus muslos. De nuevo sentí ese extraño nivel de comodidad con él, esa sensación de dejà vu. Aun así hice un esfuerzo valiente para mantener mi último límite, pero estando con él parecía que esto era como un ariete contra algún muro que yo intentaba sostener. Para el almuerzo, descansamos, disfrutando del sexo, sobras, y café, entonces

restablecimos el trabajo. Fui capaz de navegar online y consultar tasas de arrendamientos y propiedades, gravámenes y ejecuciones hipotecarias. A la puesta de sol, había impresiones por todo el suelo, y había decidido que este era mi mejor Día de Navidad. —¿Has hecho algún progreso? —Balanceó la cabeza en su cuello. Le deslicé una mueca arrogante. —Completé las indagaciones superficiales de las nueve propuestas, querido. Estaba jugando un solitario mientras te esperaba. —Veámoslas. —¿Quieres leerlos? ¿Ahora? —De repente estaba nerviosa. Agarró mi equipo. —Ahora. Conforme él examinaba mis evaluaciones, estudié su rostro. A veces, alzaba sus pestañas. ¿Qué significaba eso? Espera, ¿era eso una inclinación de cabeza inconsciente? Maldición, leía rápido. Otra vez, esa esquina izquierda de sus labios se inclinó por un instante. Ahora que me había dado la oportunidad de impresionarlo, ¡quería tener éxito! A él le gustaba mi cerebro -quería aprovecharse de él-. ¿Aún lo haría? Levantó su rostro y giró esa penetrante miranda hacia mí. —Coincidimos en todos menos uno, —dijo, impresionado. Aunque mis dedos se rizaron con placer, fingí examinar mis uñas. —Oh, ¿mi niñito encontró uno equivocado? Sus ojos aumentaron animados de aquella forma que amaba. —No me hiciste preguntas; simplemente evaluaste las proposiciones. ¿Aprendiste todo en esos libros de economía que leíste? Realmente mis finanzas menores habían sido de más ayuda hoy. —Aprendí mucho de esos libros. —Esquiva y muévete. —Pero ¿por qué recomiendas avanzar en la quinta propuesta? —Un bloque de complejos de apartamentos deteriorados. —No son clase A, B, o incluso C. Los consideré de clase P por “pocilga”. Aquel gulag que querías visitar probablemente tenga más comodidades. Bingo. Mi ruta de bus para uno de mis trabajos de limpieza pasaba por esos apartamentos, y me recordaban a mí misma. —Los números son marginales en el mejor de los casos, —dijo. —Dime tu razonamiento. La Teoría de Shadwell. —Muy mala administración en bruto. —Énfasis en ooh, bruto. — Los administradores probablemente están echando fuera a los inquilinos cada mes y descontabilizando los alquileres recaudados. Si incluso consigues un equipo semi-honrado ahí, deberás bajar los alquileres, aumentar las reparaciones y el mantenimiento, y aún harías más. Los inquilinos son felices, los propietarios son felices. —Rentas bajas. —Estaba mirándome de esa forma astuta suya. —Es una idea. —Mordí mi labio. —La propiedad está en ejecución hipotecaria. A los bancos les gusta despejar sus libros de cuentas incobrables para final de año, así si ofreces efectivo esta semana, podrás sustraerlo. O eso he oído. Hay impuestos implicados además oh, espera, la mafia Rusa probablemente no se molesta demasiado con los impuestos. Su expresión astuta se acentuó. Estás hablando demasiado, Cat. Cierra la boca. Para distraerlo, dije, ¿Puedo ver tus presentaciones? Pasó por encima su propio ordenador. Leí sus notas y resoluciones, y casi tuve un orgasmo por como trabajaba su cerebro. ¡Límites! —No está mal para un novato. —Me alegro de tú aprobación. Iba a sugerir tomar,—un cafecito, —un receso para cafeína y sexo -no necesariamente en ese orden- cuando se puso en pie y se estiró. Con un cabeceo hacia la cocina, sacudió la parte superior de sus hombros, —Vas a venir a la boda conmigo.

—¿¿Qué??

Capítulo 25 Con el corazón en la garganta, lo seguí.

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

Estaba sobre las sobras de nuevo. —¿Se nos terminaron los dulces de almendra? ¿Quién se los comió todos? —Él alzó la vista de la nevera con una mirada oscura. —Vasili, capullo. —Se volvió hacia mí. —Es culpa tuya por haberle dado de comer. Ahora él va a ser como un perro callejero que regresa a por nuestras dádivas. —Sevastyan, seamos razonables. Por supuesto que no puedo ir a la boda. —¿Esperaba que me quedara aguardándolo en la habitación del hotel, mientras que él iba a la ceremonia y a la celebración? —Puedes, y lo harás. —Sacó las gambas, lamiendo salsa rosa de su pulgar. —Ahora que mi Cat está fuera de la bolsa, no hay ninguna razón para que no seas mi cita. 13

—¿Cita? La emoción me embargó. Luego la realidad se impuso por su propio peso. —No es sólo una boda. Es la de tu hermano. —Si alguien se enterara de que soy… —una prostitutka—…lo considerarían un desaire. ¿Y cómo iba yo a comportarme en una boda, cuando la última a la que había asistido fue mi propia condenada ceremonia en el juzgado? Él sacó dos platos, y los colocó en la mesa. —¿Qué eres? Eres una mujer joven, hermosa e inteligente. ¿Estaba mirando finalmente más allá del hecho de que yo era una acompañante? Tan pronto como esa idea pasó por mi cabeza, él dijo, —Espero una negociación acalorada. —Me agarró por la cintura y me dejó caer sobre la encimera. —¿Qué es necesario? ¿Dinero en efectivo y joyas? Necesitarás ropa para vestir. —Él encajó sus caderas entre mis muslos. Confusión. —¿Qué estamos haciendo aquí, Ruso? ¿Por qué este cambio? Soy, entre comillas, tu prisionera, ¿recuerdas? —Todavía puedes ser mí, entre comillas, prisionera en Nebraska. —Me odias a excepción de cuando tenemos sexo. —Cuando leemos propuestas, me gustas bastante. Cuando cantas y cocinas, me gustas. —¿Estás bromeando? —¡La razón por la que había sido capaz de manejar este tiempo con él era porque tenía una fecha de caducidad! Todo lo que había tenido que hacer era resguardar mi corazón por un poco más de tiempo, y sería libre. Podía evitar la inevitable crisis emocional. Ahora que estaba hablando de extender la duración del plazo y profundizar las cosas entre nosotros. ¿Realmente quería presentarme a su familia? ¡No, eso no importaba! Podría sentir una conexión conmigo, y yo incluso podría ser única para él. Pero su interés se desvanecería. En el fondo, el aficionado a los clubs de sexo era un jugador y podría tener a cualquier mujer en el mundo. Más pronto que tarde, regresaría a eso. Crucé los brazos sobre mi pecho. —No voy a ir. Cuando te vayas, yo también lo haré. Ese fue nuestro acuerdo tácito. Él se echó a reír. —¿Lo fue? —El día veintiocho me voy a casa. Tú te vas al norte. Esa es mi última palabra con respecto a esto. —Hmm. Puedo ser muy persuasivo, Katya. —No hay absolutamente nada que puedas decir o hacer que me haga cambiar de parecer respecto a esto. La mirada en sus ojos decía: desafío ofrecido, desafío jodidamente aceptado.

—¿Qué demonios es esto, Sevastyan? —¿No debería ser obvio, dushen'ka? —El hijo de puta me estaba atando a su cama. Después de haber comido, me había dicho: —Te vas a trasladar a la habitación principal, esta noche. —¿Por qué? —Eso es lo que quiero. Habíamos hablado de esto antes, así que no sentí ninguna sospecha. Debería haber tenido sospechas. Porque media hora más tarde, me encontraba desnuda, con los brazos inmovilizados sobre mi cabeza. Había empezado con besos, desnudándome y dejándome sin sentido. En el momento en que se había apartado y abrí los ojos, mi muñeca derecha había sido rodeada por una muñequera de cuero negro con brillantes hebillas y una anilla de metal. Yo lo había abofeteado con mi otra mano, pero él se había reído de mis intentos, fácilmente abrochando aquella cosa en torno a mi muñeca. Luego enganchó la anilla de la muñequera a una correa sujeta a la cabecera. Con, incluso, más facilidad había obligado a mi brazo izquierdo a colocarse por encima de mi cabeza. Había querido que estuviera en esta habitación porque había preparado la cama para el bondage. La habitación del amo. Nunca lo habría visto venir. Ahora iba a por uno de mis tobillos. Dos correas más serpenteaban ancladas en el tablero de los pies de la cama. Le di una patada y me retorcí. —¡No consentí esto! ¿Por qué lo haces? Agarró mi tobillo. Aunque forcejeé con él, lo rodeó con una tobillera de cuero y la abrochó. —Voy a persuadirte para que vayas a la boda conmigo. —Inmovilizó mi pierna, sujetando la tobillera a la correa que tenía preparada. Incluso mientras luchaba, miré alrededor en busca de ese látigo corto, temiéndolo. El diablo probablemente haría que mis azotes fuesen placenteros, pero no quería que hiciera conmigo lo que había hecho con todas las demás acompañantes. —¡Desátame! Maldita sea, no quiero ser azotada como las demás. Él agarró mi otro tobillo. —Lo que hacemos está tan lejos de eso, Katya. Tú puede que pienses en ellas, pero yo no. —Abrochó las hebillas de la última tobillera, y luego la aseguró con la correa. —En cualquier caso, vamos a probar algo nuevo. Ahora estaba extendida como una estrella de mar, con cuero negro alrededor de mis muñecas y tobillos. Inmovilizada. —Mírate, atada para mí. —Agarró un mechón de mi cabello de la almohada. —Tan hermosa. ¡No podía creer que esto estuviera sucediendo! Sí, había dicho que iba a explorar mi sexualidad, pero esto era… ¡una locura!¡Demencial! —Si no me vas a dar latigazos, entonces, ¿qué me vas a hacer? —Tal vez podría tolerarlo si había perdido el látigo. —Tuve un conocido que atormentaba a sus sumisas de esta manera. Nunca comprendí su atractivo antes. —Pasó su mirada sobre mí. —Ahora lo entiendo por completo. ¿Tormento? —¿El atractivo de qué? —Orgasmos forzados. —¿D-de qué estás hablando? —Atormentarte sexualmente. Sólo la idea me pone la polla tan dura. —Era una línea rígida dentro de sus pantalones. —¡Yo no he consentido esto! —¿Te he manejado de forma errónea hasta ahora? —Rápidamente se desnudó. Mientras se subía a la cama, su enorme mástil se movió, captando mi mirada, y haciéndome sentir deseosa. Me mordí el labio. —Lo disfrutarás. —Mostró sus dientes blancos. —Eventualmente.

Escalofríos me recorrieron. Se inclinó para besar mi frente. —Vuelvo enseguida. —Salió de la habitación, regresando con una pequeña bolsa y una varita mágica y un vibrador eléctrico de enchufe. Había visto uno en la casa de Ivanna. Ella me había dicho que las vibraciones eran tan intensas que podrían hacer que tus dientes castañetearan. Orgasmos forzados. Con una varita mágica. Me retorcí. —¿Simplemente tenías uno de esos aquí? —Cuando pedí el cinturón, me dejé llevar, comprando todo tipo de cosas para ti. El cinturón me distrajo por unos días, pero ahora veo que tengo que empezar con más utensilios de mayor precisión. —Ha-hablemos de esto, Ruso. —Puedes detenerme en cualquier momento. Todo lo que tienes que hacer es acceder a ir a la boda conmigo. Muy simple. —¡Desgraciado! ¡No puedes hacer esto! ¡Me estás privando de mi derecho a decidir libremente, de nuevo! —Yo no tengo que preguntar. Ahora, te poseo. Podría obligarte de otras maneras a ir conmigo. Pero quiero escucharte decirme sí. —¿Escucharme? ¿No me vas a amordazar? ¿Cómo a las otras? —No. Nunca. Tú eres mía, lo que significa que quiero captar cada uno de tus gemidos, tus suspiros, tus jadeos, tus gimoteos y gritos. — Enchufó la varita en una toma de corriente al lado de la cama, encendiéndola y apagándola mientras alzaba las cejas. —Potente. Y ésta es única, tiene una gama de diferentes configuraciones de intensidad. Alcé de mi barbilla. —Puedo con lo que me eches, y ¡todavía me niego a ir contigo, chulo! Ante mi renovado reto, su polla palpitó, y una gota brillante apareció en la cabeza. —Ya veremos. —De esa bolsa sacó un rollo de algo que parecía cinta aislante, luego colocó la varita a lo largo de mi muslo, con la bulbosa cabeza hacia arriba. Comprendí. —¿Vas a adherir eso a mi cuerpo? —Ah-hah. Agité esa pierna tanto como pude. —¡No, no! A pesar de mis esfuerzos, él pegó varias vueltas de cinta alrededor de mi pierna, forzando el extremo bulboso contra mis labios. Miré boquiabierta a aquella amenazadora cosa. De la bolsa, sacó trozos de cuerda negra. —¿Para qué es eso? ¡Ya no queda nada de mí por atar! —Para asegurar tu juguete. —Mis caderas se resistieron, pero con éxito él anudó la cuerda alrededor de la varita, luego hacia arriba alrededor de mi cintura, apretándola con fuerza. La punta bulbosa se presionaba a la perfección contra mi coño, el borde superior tocando mi clítoris. —No quiero que esto se suelte, no importa lo duro que luches. —¿Luchar? —A pesar de que había dicho esto con temor, mis pezones se endurecieron formando unos picos tiesos. Por supuesto él se dio cuenta. —Ellos quieren ser chupados. —Se inclinó y envolvió sus labios alrededor de uno, moviendo la lengua a su alrededor mientras yo luchaba para no gemir. Luego se desplazó a mi otro pezón. Luego de regreso al primero. Él lamió, succionó y pasó su barba sin afeitar por encima de ellos, así como el borde de sus dientes. Gimoteé cuando me soltó. —No podían estar más duros. Estás lista. —¿Para qué? De aquella maldita bolsa, sacó una cadena plateada con pinzas en cada extremo. —Para estas. —¡No, no! —Cuando alargó sus manos hacia mí, traté de hacer que mi tórax se volviera cóncavo, pero agarró mi pecho derecho, sujetándolo con firmeza. —Si llega a ser demasiado, sólo debes decir sí. Esa es tu palabra de seguridad.

Entrecerré los ojos. —Eso es lo que yo pensaba. Mi fiera Cat está de vuelta para aceptar todo lo que pueda “servirle”. —Él aplicó cuidadosamente la pinza sobre mi pezón, cerca de mi areola. Yo temblaba de miedo, pero él no soltó su prensión de sopetón. Permitió que, poco a poco, ésta se apretara, la presión aumentaba gradualmente. —Allá vamos. Relájate. Me prometí que gritaría si llegaba a ser demasiado, pero todavía no lo había hecho para cuando soltó la pinza. Aspiré una bocanada de aire. —¡AU! —Los dedos de mis pies se curvaron, mis puños se apretaron. —¡Demasiado fuerte! —Me dolía, una intensidad rauda con un relámpago se concentró justo en mi pezón. Pero yo estaba... ¿aceptándolo? —El dolor va a mejorar, amor. Respira para sobrellevarlo. Solté una exhalación temblorosa, y pronto el dolor se amortiguó, convirtiéndose en una presión más mesurada. Lo vi preparando mi otro pecho, preparando su pinza.

Que intrigante. El metal brillante en su mano me deslumbró. Lo que mi cuerpo podía manejar me asombraba. El sonido de la escurridiza cadena me excitó. ¿Qué me estaba pasando? Cuando comenzó a colocar la segunda pinza, Apreté los dientes. —¡Au, au, au! —dije entre dientes inhalando, apretando los puños de nuevo. —¿Quieres que me detenga? —Empezó a disminuir la prensión. ¿Lo quería? Esta intensidad enfocada era algo... alucinante. Pero aun así, era doloroso. —Todo lo que tienes que hacer es decir sí. —¡Pendejo!—Pateé una pierna forcejeando con la correa con frustración. Él soltó su mano. —¡AU! ¡Duelen, Máxim! Él colocó mi pelo detrás de mi oreja. —¿Las dos? El dolor de la primera estaba amortiguándose cada vez más. Oh. Ambas lo harían entonces. —Mírate, —dijo con aire de suficiencia. —¿Cómo que te gusta la variedad ahora, querida? Miré hacia abajo, a mi cuerpo. Maldito sea, esta vista no debería excitarme tanto. ¡La vista de mis pezones con pinzas encendió un fuego dentro de mí! Para recuperar mi mordacidad inicial, y borrar esa mirada de suficiencia de su cara, meneé mis temblorosos pechos adornados. Sus labios se separaron en un gemido de asombro. —Haz eso de nuevo. Muéstrame tu nueva cadena, kotyonok. —Su mirada estaba embelesada. Los meneé una vez más, alardeando. Dijo con voz áspera: —Estás orgullosa, ¿no es así? Deberías estar extremadamente orgullosa. —¿Te gusto con pinzas y atada en tu cama? —Justo en este momento, me gustas mucho. —Arrastró el dorso de sus dedos a lo largo de mi cuerpo bajando hacia la varita. Oh, no, las pinzas me habían distraído de la amenaza de aquella máquina, ¡al igual que me habían distraído del hecho de que yo estaba siendo partícipe en una sesión de bondage! —Recuerda, una palabra detiene esto. —Él besó mi muslo... luego encendió la varita. ¡Nunca había sentido nada igual! ¡La cosa era increíble! Las sensaciones me bombardearon, las vibraciones, la presión de la mordedura de aquellas pinzas, el sonido del crujir del cuero mientras me retorcía contra mis ataduras. Me estremecí con asombro. —¿Qué me estás haciendo? Con la voz de un demonio, dijo: —Te encanta tu juguete, ¿verdad? No podía dejar de asentir vagamente. —Me encanta.

—Pero lo odiarás pronto, también. Recordando sus intenciones, luché para aguantar el mayor tiempo posible. La transpiración salpicaba mi piel provocada por la batalla. La necesidad remontando, edificándose… erigiéndose... —¡Oh Dios, oh Dios! Él parecía paralizado, encantado. —Estás a punto de correrte para mí, con tus restricciones y tus pinzas. Es bueno, ¿no? Remontando... remontando... —¡Sí! —Mi cabeza sacudiéndose violentamente de un lado al otro, mi pelo azotando mi cara. —Te estoy dando placer. Estás a punto de gritar, para mí. Nunca lo olvides. Remontando... El bastardo dio un tirón a la cadena… Me rompí en pedazos. Levité. —¡Máxim! —profundo, húmedo y devastador, mi orgasmo hizo que mi espalda se arqueara. Mis ataduras se atirantaron mientras mis tetas temblaban y mi cadena se sacudía. Escuché vagamente algunas de sus palabras pronunciadas con voz ronca: desinhibida... lujuriosa... esclava... Una vez que había recuperado la lucidez, le solté, —¡voy a matarte por esto cuando esté libre! —¿De verdad había dicho esclava? Respirando pesadamente, dijo con los dientes apretados, —No es exactamente lo que esperaba oír. —Alargó la mano hacia la varita, aumentando un grado su intensidad. —¡No! P-por favor, dame un minuto. —Descendí de ese primer clímax, sólo para precipitarme hacia otro aún más potente. El sudor ahora cubría mi piel, humedeciéndome el cabello y las sienes. —¡Sólo un segundo, Ruso! —Mi clítoris se sentía como si estuviera en llamas. La presión se arremolinaba en mi bajo vientre. —No puedo... No puedo... no tan pronto... El diablo despiadado dijo: —Puedes. Lo harás. Mi siguiente orgasmo me golpeó con unos temblores ondulantes cegadores. —¡Ahh! —Grité por la fuerza de éstos. Una y otra vez, mi núcleo se contraía vacío. Cada vez que me sacudía de un lado al otro, las pinzas me hacían doler los pezones de nuevo. Poco a poco algo de la tensión abandonó mi cuerpo, pero no toda. Exclamé, —Por favor, ¿por qué haces esto? —Para hacer que me anheles tanto como yo te anhelo, —espetó, su expresión oscura, sus ojos feroces. Su color ya no me recordaba al del océano. Este azul era como la parte más caliente de una llama. —Te voy a arrebatar del influjo del otro. Te seduciré para que lo olvides. —Yo-yo no entiendo. Aumentó la intensidad de nuevo. Las vibraciones eran una tortura/éxtasis. Nunca había estado más consciente de mi coño, de mis labios hinchados abiertos, de mi palpitante clítoris. Si trabajaba con mis caderas, la punta bulbosa vibraba contra el borde interno de mi entrada. ¿Podría correrme de nuevo? Me rendí con un gemido. —Eso es, dushen'ka. Me encontré con su mirada cuando comencé a mecer mi cabeza sudorosa, ondulándome desenfrenadamente para él. —¿Te gusta, nena? Con una voz tenue, le dije: —Está haciendo que mi coño se sienta tan bien, Máxim. —Joder. Te encantan las cosas que te hago. Asentí ardientemente. —Ah-hah. —Doy placer a tu cuerpo mejor de lo que nadie lo ha hecho. —¡Lo haces! —Trabajé con la cabeza de mi juguete. —Es por eso que seguirás corriéndote para mí. Cerré los ojos, asintiendo con la cabeza. —Mírame, Katya.

Cuando lo hice, ese brillo pervertido en su mirada me hizo estallar. —¡AHH! —Me corrí con un grito desesperado. La cadena repiqueteó mientras mi cuerpo sudado se convulsionaba. No sentía ninguna vergüenza, girando mis rodillas hacia adentro tanto como era posible, mis caderas follaron el juguete. —¡Blyad! —Sus ojos encapotados se abrieron ampliamente. Cuando los espasmos habían disminuido a un nivel simplemente electrizante, le mostré mis dientes. —¿Qué QUIERES de mí? Él agarró mi cara, acercando la suya. —Todo. —Él lamió brevemente mis labios. —Y lo obtendré de ti. Treinta y un años de miseria se acaban aquí. ¡Te merezco! —¿Q-qué significa eso? —No puedes pensar. Insensata. —¡Por favor, déjame ir! —Algunos amos dejarían a una sumisa así, ignorada para sufrir ella sola. ¿Qué? ¿Ignorada yo? Yo no tenía barreras, ni muros, sólo mi bajo vientre vulnerable, en sazón ávido por una buena porción de carne. —Pero no puedo. —Él descansó su imponente y desnuda figura a mi lado, la cabeza de su polla embadurnando de líquido pre-seminal mi muslo. —No puedo dejarte. —Él acarició el cabello húmedo de mi frente apartándolo, tiernamente besando mi boca. —Sufro contigo. —Ah, gracias, Máxim. —¿Ahora yo estaba dándole las gracias? ¿Por hacerme sentir débil? ¿Por hacerme pasar por una agonía? Pero él estaba pasando por una agonía también. Su polla estaba hinchada, con las venas y su mástil abultados. Sentí que estaba obligándose a sí mismo a no arrancar de un tirón la varita fuera de su camino y sumergirse dentro de mí para poner fin a esto. Capturé su mirada, suplicándole con la mía. —Co-corrámonos los dos, Máxim. Seré buena. ¿Por favor, mi amor? Éste dijo con voz áspera: —Tú eres la dulzura absoluta, ¿no es así? —Trazó el borde de la punta bulbosa, empapada por mi coño, luego ofreció su dedo a mi boca. Lo miré a los ojos mientras lo chupaba cariñosamente. —Absoluta-jodida-dulzura. —Regresó su dedo a la punta roma, luego de nuevo a mis labios. Me besó al mismo tiempo, ambas lenguas enredándose entre sus dedos, un beso húmedo y depravado para intercambiar mi crema entre nosotros. Otro orgasmo me golpeó. —¡Mmmm! —Grité contra sus labios. Tuve que interrumpir el beso mientras me retorcía, mis miembros tirando de mis restricciones. —Impresionante. —Sus respiraciones eran incluso más agitadas, el sudor cubriendo su propia piel. —Ahora, ¿qué es lo que tienes que decirme, nena? —¡No puedo! —Dime por qué no puedes. O dime sí. —¡No! ¡No! ¡No! —Muy bien. —Se levantó sobre sus rodillas, tratando de alcanzar las pinzas. —¡Oh, espera, espera! —Intenté que mi torso le esquivara, pero él me agarró el pecho. Negué con la cabeza violentamente. —Esto va a doler. —Él liberó gradualmente una pinza. La sangre volvió a toda prisa al pico. Corrientes de dolor chisporrotearon arriba y abajo por mi cuerpo. Me mareé, casi desmayándome. —Quédate conmigo, Katya. Mi pezón se llenó de sangre, más sensible de lo que nunca lo había estado. —¡Ah! ¡E-el otro no! ¡No puedo soportarlo, maldito! Era implacable, su mano suspendida sobre la pinza. —Dime lo que quiero oír. ¿No? —Él liberó el metal, apartándolo. —¡No…déjalo…no! —¡Demasiado tarde! la había quitado. Mis pezones se sentían como si hubieran sido marcados a fuego. Balbuceé en dos idiomas. Me arqueé hacia él, empujando los picos doloridos hacia él en busca de su auxilio, ¡cualquier cosa! —Por favor, ¡POR FAVOR! —¿Necesitas algo de mí, dushen'ka? Entiendo ese sentimiento. Yo necesito que digas sí.

Antes de que hiciera acopio de suficiente ingenio para maldecirlo, aumentó la intensidad de la varita. Luego se inclinó y sopló sobre mis pezones. Grité y puse mis ojos en blanco... mientras me corría, y me corría, y me corría para él... Cuando pude enfocar mi vista de nuevo, lo vi encima de mí. Los músculos de su cuello, y de su tórax, flexionado; su piel brillando por el sudor. Extendió sus rodillas y comenzó a agarrar con la mano su polla. —Te gusta mirarme, ¿no? Esta imagen de él simplemente aumentó mi agonía, como él bien sabía. —No…puedo… más…por favor. Sus piernas temblaban mientras él follaba su puño. Con la otra mano se agarró su pesado saco, amasándolo con rudeza. —Sé una buena chica, y dime lo que quiero oír. —Soltó sus pelotas para alcanzar la varita. —No me hagas hacer esto, nena. —N-no, ¡por favor! —¡Entonces, dímelo! ¿Por qué estás tan malditamente determinada? —Máxim, ¿¿por qué me presionas?? —Mujer, ¡vas-a-decirme-por-qué! —¡Porque…! —Porque ¿qué? Maldita sea, ¡respóndeme! —¡Cuando esto termine, quiero acabar de una pieza! —Ya está. Lo había dicho. —¿Tu corazón, de una pieza? —Su mirada era casi inhumana, sus penetrantes ojos azules llenos de fuego. —Demasiado jodidamente tarde. Podrías también disfrutar de tu derrota ante el amor. —El enamoramiento. Giró el dial hasta el nivel de intensidad más alto. Orgasmo instantáneo. Implacable. Se me derritieron los huesos. Mientras mi espalda se arqueaba pronunciadamente, grité, —¡SÍ! ¡I-iré! ¡IRÉ CONTIGO! Mis palabras fueron interrumpidas por su brutal grito. Él comenzó a eyacular, bombeando semen sobre mí. Grité más fuerte cuando su esperma caliente aterrizó como un látigo sobre mi cuerpo. Él lanzó latigazos a través de mi vientre, mi juguete, sobre mis labios hinchados, y sobre ambos pechos. Sobre mis pezones maltratados. Mientras me retorcía debajo de él, el semen formó un charquito en la depresión de mi clavícula y se mezcló con mi sudor. —¡Ten misericordia! Se abalanzó por el cable de la varita, arrancándolo del enchufe, luego se derrumbó sobre mí. Entre respiraciones jadeantes, me dijo: —Salimos la mañana del veintiocho, Katya. Tienes que ir de compras.

Capítulo 26 D

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

espués de seleccionar varias piezas de joyería, incluyendo unos pendientes de perlas a juego con mi collar, vacilé ante un par de oro que eran una locura de caros, tan caros como si preguntara si podía comprarme también un coche deportivo de lujo. Eran colgantes, con los más diminutos candados y llaves en los extremos. El joyero, que era un hombre mayor, se limpió las gafas y dijo: —Tómese su tiempo, querida. Hoy, mientras Sevastyan había estado haciendo retoques de última hora para mejorar la seguridad en la boda de su hermano (¿cuánta seguridad podría necesitar una boda?) él había hecho venir a los vendedores al hotel. —Sé que detestas ir de compras, —me había dicho, —pero tendrás que aguantarte. —Habló el rey. Después de haber sido persuadida para asistir a la boda, había hecho un análisis de riesgos/recompensas. Recompensas: más sexo del que te cambia la vida, viajar, ver la nieve por primera vez. Podría conocer a su familia y amigos y sabría más acerca de él. Me preguntaba cómo me presentaría, cómo actuaría alrededor de otros. Riesgos: la crisis emocional. Sin embargo, había trabajado para convencerme de que no podría enamorarme tan rápidamente. ¿En algo más de una semana? ¡Era una locura, incluso pensarlo! ¿Entonces? Podía ir, disfrutar de la boda, y mi corazón estaría simplemente ilusionado. En cualquier caso, no tenía otra opción respecto a asistir; al mal tiempo… Este joyero era el último vendedor que quedaba. Él había colocado su mercancía sobre la gran mesa del comedor, sobre un rollo de terciopelo negro. Un poco antes, Sevastyan había pasado a grandes zancadas por allí de camino al estudio. —Ella se los queda. —Había gesticulado con su mano indicando toda la colección. Me apresuré a asegurarle al joyero, —¡Está bromeando! —Por supuesto, querida, —había dicho el hombre, pero ambos sabíamos que Sevastyan no había estado bromeando. Ante la insistencia de Máxim, había llenado dos armarios. Cuando las tiendas venían a ti, comprar era una experiencia completamente diferente. Tenía más zapatos de los que podía contar, maletas, botas, faldas, blusas, suéteres, atuendo para la nieve, carteras, un vestido de cuerpo entero inolvidable para la noche de la boda y cajones llenos de ropa interior. Probarme los sujetadores había sido una faena por lo que él me había hecho la noche anterior. Esta mañana, mis pezones se habían mantenido hinchados, y mi cuerpo se había 14 sentido magullado. Para poder correr, había tenido que tomar Advil y cubrí mis pezones con tiritas. Sevastyan me había estado mirando mientras corría, de nuevo (ávidamente, un león a mi gacela). Una vez que había terminado, ni siquiera esperó a que me metiera en la cama; me había atrapado directamente en la cinta de correr, forzando mis piernas alrededor de su cintura. Había tirado hacia arriba de mi sujetador, preguntando: —¿Qué es esto? —Una tirita. —Emití un grito ahogado cuando tiró de mis pantalones cortos hacia un lado y de un empellón entró en mí. —Están d-demasiado sensibles. —Pobrecita, —había dicho, pero sus ojos estaban fulgurantes. A lo largo de todo el día me había estado empujando a nuestra habitación para que se sintieran mejor, dulces besos suaves alrededor de mis pezones. ¡Lo cual los había puesto peor! Para colmo de males, me había tentado con su mensaje en el espejo. Lo último que yo había escrito era sobre la puerta golpeando mi culo cuando me fuera. ¿Su respuesta? ¿Hasta dónde crees que vas a llegar atada a mi cama? ¡Jodido diablo! Yo respondí: Nene, hasta Nebraska. El espejo era enorme, pero ya estábamos quedándonos sin espacio. Ahora, regresaba del estudio, poniendo fin a una llamada telefónica. —¿Qué es eso de

un atraco? —;me preguntó. ¡El dinero que estás gastando! Mantener un recuento había sido un reto ya que no había etiquetas de precio, y tuve que preguntar a cada momento. Pero podría jurar que había gastado cerca de, tragué, medio millón de dólares en mí. Cada vez que esa cifra me había robado el aliento, había imaginado su desembolso como un mínimo porcentaje de su riqueza. Todo era relativo, ¿no? La mirada de Sevastyan repasó los pendientes, y ese brillo regresó. Le dijo al joyero, — Absolutamente, se quedará con ellos... Una vez que el hombre se había ido, Máxim dijo, —He visto tus adquisiciones del día. Los resultados fueron escasos. —Por el amor de Dios. ¿En serio? —Si no vistes de punta en blanco, eso se refleja sobre mí. Empezarás de nuevo mañana por la mañana. —Máxim, ¡no necesito tanto! Y estoy preocupada por tu gasto. Si pones a crédito en el mercado tus mil millones, entonces hoy has gastado más de lo que has ganado. En el mismo tono que yo a menudo utilizaba con él, dijo: —¡Ah, ¿es qué mi niña piensa que sólo tengo una liquidez de mil millones? Mi quijada cayó. Ingresos no declarados de la mafiya. Entonces me eché a reír. —Me gusta tu sentido del humor. —¿Tengo uno? —Tú derribaste mi casa. —Acaricié su pecho. —No puedo dedicarme a comprar mañana, de todos modos. Tengo una cita con el tipo de Rusia. Sus cejas levantadas. —Oh, ¿La tienes? —Él es muy rico, así que se va a tomar el día libre para jugar conmigo. Sus ojos se animaron. —¿Qué van a hacer ustedes dos? —Pasar la tarde junto a la piscina, preparar algo en la parrilla en la terraza. Más tarde, me llevará a correr a la playa. Y voy a hacer margaritas. Y más turrón. Él es como un oso tras esa miel con esas cosas… Máxim me alzó entre sus brazos y se dirigió al dormitorio. —Bien. Estás excusada de ir de compras.—Dirigió su mano a mi culo y me dio una nalgada mientras yo chillaba. —No te compraré ninguna otra maldita cosa, es tan condenadamente desagradable. Me revolví. —¿Qué vas a hacer conmigo? —Toda esta charla sobre el turróny la miel me ha hecho la boca agua anhelando mi deleite favorito... Un par de horas más tarde, estaba sonriendo, estirada sobre la cama cuando él me lanzó por el aire un regalo envuelto. —¿Qué es? —Rasgué el envoltorio. Tragué saliva. Me había comprado... Una bufanda roja.

—¡N

o puedo creer que vaya a ver la nieve! —dije, cuando el jet de Máxim estaba a cuarenta mil pies sobre el centro de Florida. Me alisé la falda de color beige por detrás, y luego me senté a su lado en uno de los sofás de cuero. —La veré, ¿verdad? Desde detrás de un periódico de negocios, dijo: —Si tuviera un dólar por cada vez que has comprobado el pronóstico del tiempo... Te prometo que habrá un montón de nieve. Si no la hay, haré que la fabriquen. —Me parece increíble que, de una cita para divertirnos bajo el sol, pasemos al invierno de Nebraska. El día de ayer con él había sido sublime. Habíamos luchado en la piscina, y él me había perseguido alrededor de esta, y le dejé que me atrapara por el sexo. Más tarde, cuando había preparado la carne adobada para asar a la parrilla y cocinado

el postre, él se había quedado en la cocina para ayudar. Me pidió que hablara más español a su alrededor. Era bastante fácil de complacer. Pero, ¿lo había aprendido con tanta rapidez? Había estado leyendo los paquetes de alimentos en español. Ayer por la noche había bajado de la torre para ir a correr a la playa. Había estado inquieta al principio, hasta que me acordé de lo que era mi compañero de entrenamiento. Cerca de un metro noventa y ocho de despiadado ruso con un cuerpo duro. ¿La única cosa que podía ponerme más caliente que correr? Recorrer millas con él. Por suerte, había sido recompensada con otro asalto de sexo agresivo de hombre sudoroso. En la playa. Detrás de una palmera. La vida podía ser dulce. Pero me quedé confundida con lo que estaba pasando entre nosotros. ¿Cuánto tiempo más íbamos a estar juntos? Que yo fuera una aventura de fin de semana era una cosa. Regresar a Rusia con él estaba fuera del reino de lo posible. Así que ¿por qué había gastado tanto dinero en mí? El mensaje en el espejo de esta mañana sólo me había confundido más. Había respondido a mi ocurrencia de hasta Nebraska con una respuesta críptica: ¿Por qué detenerse allí? Máxim bajó su periódico. —Así que obviamente nunca has vivido donde nieva. Ya sé que has creció en la costa. Forcé una sonrisa. —¿Cómo es eso? —Los niños de Iowa no suelen decir a sus madres que van a marcharse navegando. —El motor de búsqueda tenía dos variables más. —Tal vez eres de Miami. O de la costa de Texas. ¿Tal vez del sur de California? Cuando me encogí de hombros, mi nuevo sujetador frotó mis pezones, y me estremecí ante el contacto. Todavía estaban sensibles días después de que él les hubiera puesto las pinzas. Desde entonces, los picos estaban constantemente duros, visibles incluso ahora contra mi jersey de cachemira con cuello de pico. El diablo se dio cuenta de mi reacción y sonrió. Le dije en español que mi venganza sería dulce e inesperada. Echó a un lado el periódico. —Deberías saber que llamé a Vasili para retirarlo de su investigación sobre ti. Estaba muy decepcionado. ¿Máxim había hecho eso? —Eso explica el comportamiento de antes del hombre. — Cuando él nos había llevado conduciendo al aeropuerto para ejecutivos en el Bentley Mulsanne de Sevastyan, el hombre mano-derecha/guardaespaldas/conductor me había fulminado con la mirada. Cuando habíamos embarcado en el avión, me había lanzado otra mirada hosca antes de trasladarse a la cabina del piloto. Siempre protector con el "jefe". Yo le había preguntado a Máxim: —¿Qué es necesario para conseguir una sonrisa de ese hombre? —Tu verdadero nombre y tu Documento de Identidad. Eso es todo lo que quiere de la vida. Y, posiblemente, dulces de almendra. Ahora Máxim dijo: —Antes de eso, Vasili tuvo a hombres volviendo Tampa al revés. Tú nunca viviste allí, ¿verdad? —Nunca te dije que lo hubiera hecho. ¿Por qué le llamaste para que abandonase la búsqueda? —Porque confiarás en mí. Pronto. —Pareces Seguro. —Durante los últimos dos días, me había estado haciendo una pregunta: ¿y si reclutaba la ayuda de Máxim contra Edward? Esta mañana, en el baño, me había mirado en el espejo para practicar lo que le diría. Había intentado murmurar las palabras: —Estoy casada con un asesino que me quiere muerta, —y sólo el aire pasó a través de mis labios. Mis pulmones se habían paralizado, como si un peso los aplastara. Máxim dijo: —Estoy seguro. Estás aprendiendo a confiar en mí. ¿Qué pasa si... lo hiciera? El nivel de fe que requeriría... No sabía si mi confianza sería capaz de alcanzar ese nivel. ¿Cómo se podía esperar de mí que corriera con una extremidad

que estaba marchita y rota? Su mirada se encontró con la mía. —Quiero lo que sea mejor para ti. Puedes confiar en mí. Aparté la mirada. Eso fue exactamente lo que Edward me había dicho cuando le dije: — No entiendo por qué tengo que firmar todos estos papeles. Durante mucho tiempo, había seguido mis reglas, no confiando en nadie. Había permanecido sola y viva. Había permanecido en silencio, y oculta. ¿Cómo iba a volarlo todo por los aires? Con los años, había aprendido a equiparar el secretismo con la supervivencia. En mi mente, romper deliberadamente una regla era llamar a Edward para que viniera a por mí. Sabía que era una locura. Pero eso no lo hacía menos real para mí. ¿Mi psique había sido dañada por mi situación? No veo cómo no podría haberlo sido. Nadie debería tener que pasar por la vida imaginándose cómo sería ser herida con un cuchillo... —¿Katya? —¿Qué cosa?¿Eh? —Aclarándome la garganta, cambié de tema. —Vasili es muy leal. ¿Cómo lo conociste? La mirada que Máxim me dirigió me dejó claro que había permitido que me escabullera. —Vasili estuvo a punto de ser ejecutado por un asesinato de la mafia que yo sabía que no había cometido. —Por Dios. ¿Cómo lo sabías? —Yo estaba chantajeando al hombre que ordenó el asesinato. Sopesé la decisión de salvar a Vasili o no. Fue mi primer plan de chantaje importante, y estaba a punto de cobrarme muchos favores de un hombre poderoso. Al final, de forma anónima, envié la evidencia al abogado de Vasili. Entonces Vasili hizo un giró sorprendente, y de alguna manera me rastreó, señalando mis vulnerabilidades. Sombrero en mano, me pidió trabajar para mí. ¿Cómo iba a decir que no? —Eso no parece muy cruel. —¿Tal vez especulativo, entonces? Le salvé la vida una vez, y él protegió la mía siempre desde entonces. Perder mi ganancia fue la mejor inversión que he hecho. —Con una mirada caliente, dijo, —Por lo menos hasta que llegaste tú. —Ja. Qué cómico. Hablando de inversiones, ¿qué estás pensando como regalo de boda? —Un semental para su establo. Uno que no estaba en venta. Por supuesto. Abrió su omnipresente maletín y sacó mi teléfono. —Puedes recuperar esto. —Me lo entregó —¿Averiguaste mi código y leíste todo? —Los códigos de bloqueo de los teléfonos son sorprendentemente seguros. Podría haberlo pirateado, pero me arriesgaba a dañar todos tus datos. Y una vez más, confiarás en mí pronto de todos modos. Protegí la pantalla, metí el código, entonces revisé mis mensajes de textos con él. No me había imaginado lo mucho que este hombre iba a significar para mí. Lo añadí como contacto: M Sevastyan, entonces revisé mi buzón de voz. La Sra. Abernathy había dejado un recordatorio de que yo le había confirmado la limpieza para el día treinta y uno. Estaba escuchando un mensaje así mientras volaba en un avión privado. Una buena broma, Abernathy. Le pregunté a Máxim, —¿Me gané esto por buen comportamiento? —Por si acaso nos separamos el fin de semana, y necesitas llamar. —¿Cuándo vamos a estar separados? Pensé que todos íbamos a alojarnos en el mismo lugar. —La casita del guarda de la finca construida en torno a alguna mansión histórica, un lugar elegido por la madre de Natalie. Máxim dijo: —Tú podrías ir a la ciudad cercana con Natalie y su mejor amiga, Jessica. Ellas son de tu edad. Sospecho que estás a punto de hacer nuevas amigas.

—¿Amigas que no son chicas de compañía? —Tú lo has dicho; No he sido yo. —¿Son unas estiradas? ¿O snobs? ¿Y si no me gustan? —Natalie es muy cordial. Conocí a Jessica en mi último viaje a Nebraska y la encontré... extravagante. Les vas a encantar. —¿Dmitri no estará allí? —Nyet. —Me dio la impresión de que está molesto por esta boda. —El hombre había estado bombardeando el teléfono de Máxim como de costumbre. Durante los últimos dos días, cada vez que Máxim había hablado con él, me había arrastrado a su regazo y me había acariciado el cabello, lo cual parecía calmarlo. Tan cerca, podía oír a Dmitri gritando en ruso, sonando enfurecido. Máxim le hablaba en un tono monótono, tratando de calmar a su hermano perturbado. —Él no quiere nada bueno para Aleksandr, —dijo Máxim. —Casarse con la encantadora hija de un multimillonario legendario es un giro realmente favorable para nuestro hermano mayor. Pero he puesto mi empeño para intentar reparar la brecha entre Aleksandr y Dmitri. Alguien me dijo recientemente que debería predicar con el ejemplo. —No sé quién dijo eso, pero suena como la persona más inteligente del mundo. —Estoy empezando a sospechar que lo es. Metí mis botas debajo de mí culo, en el sofá. —¿Cómo conoció Aleksandr a Natalie? —Su padre, Pavel Kovalev, lo adoptó cuando era joven, convirtiéndose en el amado mentor de mi hermano. —¿Aleksandr fue adoptado porque fue separado de ti y de Dmitri? Máxim asintió, aun así sin explayarse al respecto. —Kovalev nunca supo que tenía una hija biológica hasta que Natalie buscó a sus padres biológicos. Cuando el hombre descubrió que ella era suya, envió a Aleksandr a Nebraska para velar por ella. —¿Por qué necesitaría que velaran por ella? —Kovalev estaba envuelto en una guerra contra otro jefe mafiya, Travkin. El hombre supo de Natalie justo cuando Kovalev lo hizo. Travkin emitió un contrato por la vida de Kovalev… y de su hija biológica. ¿En qué me estaba metiendo? ¿Había saltado de la sartén al fuego? —Dos semanas después Natalie llegó a Rusia, un primo lejano decidió sacar provecho, llevando una ametralladora a la casa de Kovalev. Desesperado por proteger a Natalie y a Aleksandr, Kovalev trató de disuadir al hombre. El arma se disparó, rociando balas. Aleksandr podría haber salvado ya sea a Kovalev o a Natalie. —¿Tuvo que elegir? —Entendía la rapidez con la que una pistola podía dispararse. No me podía imaginar la rapidez con la que lo hacía una ametralladora. Máxim asintió. —Aleksandr se arrojó sobre Natalie llevándosela al suelo. Kovalev murió delante de ella. —¿Ella lo vio morir? ¿Y sólo llegó a conocerlo durante medio mes? —¡Pobre chica! Aunque sólo tenía vagos recuerdos de mi padre, durante dos décadas había sabido que él me había amado. —¿Qué pasó con el contrato? ¿Sigue ella en peligro? —De ningún modo. Mi hermano entró en la guarida predilecta de Travkin, justo en medio de todo el ejército de músculos que tenía el hombre, y le disparó en su puta cara. —Te das cuenta de que no podrías sonar más orgulloso. —Lo sé. Máxim tendría cero problemas con lo que le había hecho accidentalmente a Julia. —Cualquier hombre que ponga una diana sobre una chica inocente como Natalie se merece lo que le pasó y algo peor. Máxim, deberías conocer a Edward. —¿Hay cosas peores que recibir un disparo en la cara? —Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, me arrepentí de ellas. Sabía la respuesta. ¿Qué era peor que ser apuñalado? Ser descuartizado.

Máxim se quedó inmóvil, su tono volviéndose gélido. —No tienes ni idea. Casi me estremecí ante su expresión. —Después de eso, el sindicato de mil millones de dólares de Kovalev entró en caos, y Aleksandr no sabía en quién podía confiar de entre los hombres de Kovalev. Llevó Natalie a la clandestinidad, pidiéndome que le ayudara a proteger las tierras y las operaciones en Rusia de su padre, —dijo Máxim. —Si no fuera por la muerte del hombre, yo no estaría en esta boda. —¿Por qué? —En un momento crítico, yo era un recurso disponible. Aleksandr vio que yo podía ser un aliado, y que no albergaba ninguna verdadera malicia hacia él. —No entiendo por qué habría de hacerlo. ¿Sólo porque se fue de casa? —No es una historia bonita. Una que mejor debe ser contada en otro momento. —Él me inmovilizó con su mirada. —¿Tienes dudas acerca de este fin de semana? —Recuerdo haber tenido dudas desde un principio, pero fui víctima de tu “persuasión”. Sus párpados se volvieron pesados, el bulto en sus pantalones creciendo. —No me lo recuerdes. No puedo tocar ese recuerdo sin ponerme duro como una roca. —Él exhaló. — Demasiado tarde. ¿Alguna vez has sido follada en un avión? —No, —dije sin aliento. —Pero creo que estoy a punto de serlo...

Capítulo 27 Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

—Q

ué malditamente pintoresco, —Máxim dijo con los dientes apretados, mientras caminábamos por nuestra suite. El espacio era grande y lujoso, con un cuarto de baño y un vestidor de tamaño aceptable, pero había algunos toques cursis. El mafioso parecía tan fuera de lugar en una 15 habitación con pisos de entarimado de madera y colchas cuáqueras . Con tapetitos cubriendo las cimas de las mesas de roble. —Colchas. —Él sonrió tontamente. —Encantador. Di unos botes en la cama, ofreciéndole un mohín. —¡Oh!, ¿mi nene sufre sin su Four 16 Seasons ? —Había habido un alarde artístico en el vestíbulo hecho de cañas de maíz y una gran cinta roja. Nada traía a la memoria los días de fiesta como los tallos de maíz. Me estiré sobre el edredón e hice ángeles de nieve en la cama. —Basta pensar que vamos a tener que acurrucarnos aquí en busca de calor. Vamos a tener que aumentar la fricción. —Abrí ampliamente mis ojos. —Para preservar mi vida, tendrás que follarme toda la noche. —Sí, debo hacerlo. Pero sólo para salvarte la vida. Un movimiento leve en la ventana atrajo mi mirada desviándola de él. —¡Ah! ¡Está nevando! —Me levanté de un saltó y me acurruqué en un asiento anexo a la ventana. La había visto en todas partes en el suelo durante nuestro paseo en limusina desde el aeropuerto hasta la casa de turismo rural, pero no la había visto caer. Y todavía no había estado afuera bajo una nevada. —Máxim, está nevando copiosamente. ¡A cada poco, un copo pasaba danzando! —¿Pero, ¿quién sabe por cuánto tiempo? Tenemos que salir antes de que cese la nevada. —No estoy seguro de que esto cuente como una nevada. Una vez que nos hayamos cambiado, te llevaré a fuera. Empecé a quitarme la ropa. —¿Cuándo nos subirán nuestras maletas? —Nuestras cosas ya están aquí. Caminé dando saltitos en dirección al vestidor, luego abrí un armario. —Todas nuestras cosas están desembaladas. —Traigo un ayuda de cámara para eventos. Y ahora tenemos una doncella para ti también. Actualmente están planchando cualquier cosa que lo requiera. No me extraña que siempre luzca impecable. —Ponte varias capas, —Máxim dijo alzando la voz. —El atuendo de nieve impermeable y calcetines gruesos. —Entendido. En cuestión de minutos, había revuelto mis cosas y me había puesto un jersey de cuello cisne rojo, chaqueta de esquí blanca como la nieve, pantalones negros de esquí, guantes y botas. Los pantalones eran sorprendentemente delgados y ceñidos como mallas. Como todos los pantalones que me ponía, me quedaba apretado por detrás. Una realidad incuestionable. Tenía mi bufanda roja, por supuesto, y un gorro a juego. Una vez que me había vestido, decidí provocarlo con mi nuevo atuendo, sólo un poco. De un brinco regresé a la habitación. —Hey, Máxim, ¿podrás mirar a otra parte? —¿Hmm? —Él estaba desabrochándose la camisa. Me volví y me incliné sobre la cama, inocentemente preguntando: —¿Estos me hacen el culo grande? —Pequeña bruja. —Se abalanzó sobre mí, me escabullí pasando descuidadamente sobre la cama. —Yo no creo que quieras salir de esta habitación.

—¡No, no! Seré buena. Él vaciló, luego se quitó la camisa, su expresión me decía que me había dejado librarme de esta con una advertencia. Presté atención a la ventana. —El sol parece que está a punto de salir. ¿No desaparecerán los copos de nieve? ¡Vamos, Máxim! —Intenta cambiarte de ropa con una furiosa erección, —dijo con voz ronca. —Esos pantalones tuyos ni siquiera ayudan. Me volví hacia él. —¡Necesito tocar la nieve! Se había quitado los pantalones, revelando unos calzoncillos boxer grises y una erección muy hinchada. —Y claramente, —gesticuló hacia su polla, —necesito follarte. Aún, una vez más. —¿Lo que hicimos en el avión apenas te ha ayudado? —Me había unido al mile high club con un grito. Paseándome hacia él, alcé mi mano para frotar la mancha de humedad en sus calzoncillos. —¿Me puedes follar en la nieve? 17

—Me gusta la forma en que trabaja tu mente, Katya. —Rápidamente se puso unos jeans, un jersey de lana y un abrigo negro de esquí. Cogí su mano, tirando de él para que bajase de prisa las escaleras. Había visto un letrero que indicaba un "paseo por el Mundo de las Maravillas del Invierno", señalando hacia la parte posterior de la casa principal. —¡Si me haces perdérmela, no te lo perdonaré! Él refunfuñó, pero me di cuenta de que se estaba divirtiendo. A la salida, me di la vuelta para regañarle: —¡Vámos! Apúrate, Ruso. Me choqué con un torso. Alzando la vista, me encontré con un gigante rubio mirándome. Tenía un par de amigos con él. Todos ellos parecían muchachos de granja de Nebraska. O, 18 posiblemente, Paul Bunyan y sus hermanos. —Disculpe. ¡Lo siento! —Había estado charlando despistada, sin mirar por dónde iba. El primero de ellos murmuró, —Señora, —con indisimulado interés. La mano de Máxim se tensó sobre la mía. Mientras pasábamos junto al trío, miré hacia atrás para verlo lanzándoles una mirada letal, la cual los hombres no percibieron porque todavía estaban mirándome a mí. Fuera, en el patio, el ruso hervía de rabia. —¿Esos jodidos granjeros estaban mirándote? ¿No es evidente que estás conmigo? —Fue culpa mía por chocar con ellos. Él me examinó. —¿Qué? —Esto va a seguir sucediendo. —¡No, no! Nada de seguir encerrándome, Ruso. Recuerda, esta Cat está fuera de la 19 bolsa. ¿No íbamos a hacer un gesto de alto para...? —Mi voz se apagó cuando un copo flotó justo en frente de mi cara. Contiguo al patio había un terreno cubierto de nieve, más allá de éste un gran bosque sin hojas. Las partículas blancas a la deriva se amontonaban contra los troncos y cubrían las ramas. El sol estaba saliendo, pero le perdoné; los carámbanos bajo la luz del sol eran fascinantes, como diamantes en el océano. —¡Oh! —Corrí al terreno, y ¡mis botas emitían crujidos al pisar! Máxim me siguió, sacando unos guantes negros de su bolsillo. —Es... es tan increíble. —Era el país de las maravillas del invierno. Él frunció el ceño, como si estuviéramos mirando dos escenas diferentes. —Si tú lo dices. —Sonó su teléfono. —¿Dmitri? —Le pregunté. —Da. Echa un ojo por los alrededores durante un rato. Trataré de hacer que sea breve. —Se apartó de mí para recibir la llamada. Sus hombros se tensaron, toda relajación se había ido. Como él diría: inaceptable.

Recogiendo un gran puñado de nieve, hice mi primera bola de nieve y lo golpeé en la parte posterior de la cabeza. Él se tensó aún más, como si su cuerpo no lo creyera. Con un par de palabras ladradas terminó su llamada. Sacudió su cabello mientras él se volvía hacia mí. —Corre. Con una carcajada, lo hice, echando una carrera hacia los árboles. Mi corazón se aceleró cuando sus pasos crujieron detrás de mí. Acababa de llegar a la línea de árboles cuando me atrapó por la cintura, me aupó y nos derrumbamos sobre un montón de nieve. —¿Es esa la manera de tratar a tu hombre? —Él se colocó encima de mí, sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza. Mientras yo recuperaba el aliento, el me miraba. —Eres tan condenadamente hermosa. Sonreí. —He visto a hombres menos atractivos. —En medio de todo este blanco, el azul de sus ojos era aún más penetrante, su sonrisa aún más gloriosa. —¿Entonces, tienes cosquillas? —Él usó su mano libre para hacerme cosquillas, haciéndome chillar entre risas. —¡Nunca debería haberte mencionado lo de las cosquillas! —Me retorcí, atrapada. —Como si no lo fuera a descubrir, con el tiempo. ¿Con el tiempo? ¿Cuánto tiempo, cuánto tiempo, cuánto tiempo? Pronto sus toques se volvieron menos juguetones. Sus labios se inclinaron sobre los míos. Deslizó su lengua en mi boca, profundizando el beso en un sometimiento total... Sin embargo, luego se apartó. —¿Por qué te detienes? Él se puso en pie, ayudándome a levantarme. —Tenemos una cita. —Sacudió la nieve de mi espalda, luego se ajustó la chaqueta para ocultar su erección. Cogidos de la mano, empezamos a seguir un camino que serpenteaba a lo largo de la línea del bosque. —¿A dónde vamos? —Nos estábamos alejando de la casa, subiendo una pequeña pendiente. —Paciencia, Solnyshko. —¿Qué significa sol-neesh-kah? —Un apelativo cariñoso. Tienes que empezar a aprender ruso. Entreabrí mis labios. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿A no ser? ¡Para el carro! Aun así, estaba a punto de pedirle que ampliara su comentario cuando vi un establo colina abajo. El edificio era enorme, con paredes pintadas de rojo. Varios corrales lo flanqueaban. —¡Oh! ¿Podemos parar en el establo? —Supongo. A medida que nos acercábamos, le dije: —¿Voy a poder acariciar a un caballo? —Mis ojos se abrieron ampliamente. —Puedo oírlos, Máxim. ¡Quiero acariciar a todos los caballos! Él se rio entre dientes mientras me guio a su interior. —Los has oído, ¿verdad? —El aire olía a avena y a cuero. —Vamos a montar a caballo. —¿En serio? —Di palmas con mis guantes. —Mira tú entusiasmo. Para mi Katya, la nieve supera a un jet privado. Montar a caballo supera a la joyería. Una criatura singular. El placer todavía me recorría cuando me llamaba su Katya. —No sé montar, pero no me importa. —Riendo, le dije: —Ponme un casco, Ruso, hagamos esto. Él estaba sonriendo. —Iremos juntos. Aquí montan al estilo del oeste, así que te pondré en mi silla. —¿A dónde vamos? ¿A un iglú? ¿Al Polo Norte? ¿A un lugar donde los San Bernardos sirven brandy? Él se rio, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura. —No vamos lejos. Te voy a dar una pequeña muestra, o bien tus muslos estarían doloridos todo el fin de semana.

Arqueé las cejas. —No te contengas por mí. Te he estado cabalgando a ti como a 20 Seabiscuit , al menos dos veces al día durante más de una semana. El mozo de cuadra, un hombre mayor con barba, eligió ese momento para aparecer. Se aclaró la garganta, incluso más ruborizado de lo que yo lo estaba. ¡Oh, pero él estaba guiando al más magnífico caballo castaño! —¿Cuál es su nombre? —Me acerqué a acariciarla. 21

El hombre dijo: —Chestnut , señora. —¡Por supuesto! —¡Amor! Máxim habló con el tipo sobre la pista y algunos lugares de interés turístico; yo no estaba escuchando, estaba demasiado ocupada acariciando al caballo y canturreándole a ella: —Poni bonita. Mi yegua castaña. Yegüita... Máxim se volvió hacia mí. —¿Estás lista? —Me agarró por la cintura. —Arriba. —Me levantó, ayudándome a colocarme sobre la silla (¡que se sentía mucho más alta desde aquí arriba de lo que yo hubiera esperado!) a continuación, montó justo detrás de mí. Un ajuste agradable. Puso sus brazos alrededor de mí, agarrando las riendas. Con un chasquido de su lengua, empezamos a movernos alejándonos del establo. ¡Yo estaba oficialmente montando a caballo! Disfruté de los olores: el sándalo de Máxim, el cuero de la silla de montar, el olor de crin nuevo-para-mí. Dirigió a Chestnut a lo largo de un camino, conduciéndonos incluso más profundo en el bosque. Acaricié la crin del caballo, diciéndole a Máxim: —Estás de verdad cómodo con esto. —Ella es una yegua muy gentil para un paseo tranquilo. En mi finca en Rusia, tengo un establo lleno de monturas con gran brío. Hay muchos caballos para acariciar. ¿Por qué me dice cosas como esas? —Y tienes un armario lleno de muñecas hinchables, tú mismo lo has admitido. Pervertido. Él me mordisqueó la oreja. —Listilla. 22

—No puedo creer que esté montando a caballo. En el barrio de Jack Frost . —Casi podrías hacerme disfrutar del invierno de nuevo, —dijo Máxim. —Montar a caballo y la nieve, dos primicias para ti que puedo apuntar en mi marcador. Tú te apuntaste una mía, antes. —¿Cómo? —Estuve a punto de luchar con un extraño por una mujer. Estaba muy celoso cuando esos hombres te comían con los ojos. Nunca he conocido los celos como continúo sintiéndolos por ti. Los dedos de mis pies se curvaron dentro de mis botas de nieve. —Ellos miran a todas las chicas junto a las que pasan de la misma manera. —No así. Y no tienen ni idea de cómo eres. Si otros supieran el placer que proporcionas a un hombre, me pasaría días tras día peleándome por ti. Me alegré de que no pudiera ver la amplia sonrisa que se extendió por mi rostro. — Bueno, estoy segura de que vas a ser muy popular entre las mujeres este fin de semana. —Les sonreiré, y tú verás lo diferente que es del modo en que te sonrío a ti. Cuando un ciervo brincó cruzando el camino, exclamé, —¡Oh, mira! Admítelo, pagaste para que ese ciervo corriera por delante de nosotros. Se honesto. Sonando furioso, dijo, —Le hice una señal al ciervo hace diez minutos. ¿Qué tipo de equipo están contratando? Me eché a reír, hundiendo mi espalda contra él. —Me gusta escuchar ese sonido. Te ríes como haces todo lo demás, de todo corazón. — Apoyó una de sus manos enguantadas en la parte alta de mi muslo, y yo podía haber jurado que el calor de su palma quemaba a través de las capas que nos separaban. Me estaba excitado, cada vez más, aunque este no era el momento ni el lugar. ¡Estábamos montando a caballo! ¡En la nieve! Me acomodé en mi asiento, lo que lo hizo peor.

Sin embargo, él me acomodó aún más cerca de él, y sentí la inconfundible silueta de su erección. —Ohhh. —Estaba a punto de programar un cafecito para cuando regresáramos, pero salimos de los árboles, llegando a un puente cubierto. Nunca había visto uno de cerca. — ¡Lindísimo! ¡Tan bonito! —La estructura era pequeña y estrecha, extendiéndose sobre un arroyo congelado. El techo tenía una capa de nieve encima, y las paredes estaban elaboradas toscamente. —¡Esto es como un viaje a Disney World! ¿Vamos a entrar? —Deberíamos hacer un descanso. Salgamos del viento. —¿Qué viento? —Trabaja conmigo. —¡Ah! Me estoy congelando. —Me incliné hacia delante, meneando mi culo contra la cresta de su polla. —Debemos ir... adentro... para calentarnos. Él me agarró con fuerza contra él, meciéndose contra mí. —Pequeña bruja. Esta es la última vez que me tientas antes de que te folle. Los cascos del caballo se movieron con agilidad sobre la madera, haciendo eco en el espacio cerrado. A mitad de su recorrido, Máxim apresuradamente desmontó y ató a Chestnut, luego levantó las manos hacia mí. Mientras me bajaba, me sujetó pegada a él. Sus labios cubrieron los míos, el frío rivalizaba con su agitada lengua y las respiraciones que compartíamos. Sólo cuando gemí me dejó en el suelo y me liberó. Con esa atenta mirada en sus ojos, se quitó los guantes. —¿Aquí, mi amor? ¿En frente de Chestnut? Me bajó los pantalones y la tanga hasta la parte superior de mis muslos. —Aquí. —Él me dio la vuelta hacia la pared. Escuché su cremallera bajando, y mi cuerpo se puso aún más húmedo ante la expectativa. Abrí mis piernas tanto como pude. Él me cubrió, agachándose para acuñar su pene contra mi entrada. Cuando enderezó sus piernas, su eje se empujó hacia arriba invadiendo mi humedad. —Ahh. Mi Katya siempre está lista para mí. Él me alzó sobre los dedos de mis pies. —¡Tú, diablo, tú me haces estar de esta manera! —Yo soy el único que lo consigue. —Mientras me envestía con la mano desnuda ahuecó mi pubis. Cuando él cubrió mis labios, su polla se movió entre sus dedos. —Esto es mío. — Cuando me dio un empujón, yo gimoteé. —Me perteneces. —Su agarre era férreo, la palma de su mano frotándose contra mi clítoris. —Soy el dueño de esto. Soy tu dueño. Posesivo, primitivo. Me derretí para él. Mientras trabajaba mi cuerpo con arremetidas cortas de sus caderas y esa posesiva mano caliente, él hocicó sobre mi oído. —Si fuera un hombre astuto, te habría atrapado con un hijo mío. —Su otra mano se aplanó sobre mi vientre. —Lo fantaseé, tú embarazada, con mi bebé. Estos pechos llenos de leche. —Él apretó uno, luego el otro. —Mi polla se puso tan rígida que me corrí en tres estocadas. —¡Máxim! —¿Se había masturbado con esa fantasía sobre mí? La mera idea hizo que mi vaina se apretara alrededor de su longitud. —Dios mío, Dios mío. —Con un grito, apreté mi clítoris contra su mano de hierro. Él se movía más enérgicamente dentro de mí e intensificó ese enloquecedor agarre de mi coño. —Estás cerca, ¿no es así? Quiero que te corras duro para mí. Retiró su palma. —¡No! La necesito, Máxim, —sólo para regresar con una nalgada con su mano cóncava. —¡Oh. Dios. Mío! —Ya lo tienes... Eso es, nena. Puedo sentir tu coño mojado preparándose. —NALGADA. El sonido se hizo eco a nuestro alrededor mientras me precipitaba al vacío. Cuando un placer de infarto corrió a través de mis venas. Inhalé, necesitando gritar a todo pulmón.

Él puso su otra mano sobre mi boca. —Grita para tu hombre. Lo hice. Una, y otra, y otra vez. —¡Voraz como siempre! —Él me folló más y más duro, clavándome su vara con salvajes embestidas como si fuera un animal. Tiró de mi bufanda para desnudar mi cuello. Un mordisco en mi nuca hizo que mis ojos se pusieran en blanco. Justo cuando sentí su calor manando a chorros dentro de mí, él gruñó contra mi piel, — ¡me perteneces a mí! Violentos estremecimientos sacudieron su enorme cuerpo. Uno tras otro. Hasta que había vaciado todo su semen dentro de mí... Con un último gemido, descendió su frente para descansarla sobre mi cabeza. Él se agitó perezosamente en nuestra humedad, envolviendo los brazos alrededor de mí. Me apretó con fuerza, pero me encantó. Poco a poco recuperamos nuestro aliento. —En un sueño. —¿Un sueño? —Hocicándose en mi oído, otra vez, murmuró, —Te estás enamorando de mí. Mi núcleo tembló alrededor de su eje semiduro. Una risa baja. —No puedes ocultar eso, ¿verdad? ¿Qué vamos a hacer con esto? —Él no había dicho nada acerca de sus propios sentimientos. Tragué saliva. —¿Aguantar hasta el término de este fin semana? —Luego tendremos una larga charla. ¿De acuerdo? —De acuerdo. —Espera, ¿qué estaba acordando? Mi cabeza todavía estaba en las nubes. —Esto va a dolerme, pero supongo que no podemos llegar tarde a la fiesta. —Con otro gemido, se retiró. Un aire frío golpeó mi coño y mi culo. —¡Oh! ¡Oh! —Su polla húmeda debía estar helándose, pero él subió dulcemente mis pantalones de esquí y mi tanga antes de metérsela dentro de los pantalones. Me dio una palmada en el culo. Yo le di una palmada al suyo en respuesta. Me ayudó a subirme a la silla de montar, montando él detrás de mí. Cuando sus brazos se envolvieron alrededor de mí otra vez, me recosté perezosamente contra él, suspirando de satisfacción. —Me podría acostumbrar a ti. —Es por eso que tengo prisa por aprender tu idioma. Tú hablas en español en mi oído durante y después del sexo. Y él hablaba su enloquecedor ruso. —Incluso cuando duermes, murmuras en español. ¿Hablaba en sueños? ¡Mierda! —Estás aprendiendo demasiado rápido. No podré tener secretos en poco tiempo. —Ese es el plan. Me mordí el labio, sintiéndome como si la cuenta atrás de un reloj hubiese comenzado. Una vez más, pensé, ¿Qué pasaría si confiara en Máxim? Tal vez no estaría atrayendo a Edward sobre mí. Tal vez necesitaba reconocer que era simplemente una superstición. ¿Podría finalmente haber llegado el momento para mí de reclutar a un compañero de equipo? ¿Un socio? ¿Podría algún otro hombre estar más cualificado que Máxim para hacer frente a Edward? En el momento en que llegamos al establo, empecé a relajarme de nuevo. No tenía que decidir nada durante dos días, y estaba decidida a disfrutar de este hombre, de este lugar. Después de que habíamos devuelto a Chestnut, caminamos de regreso a la casa de turismo rural cogidos de la mano. Cuando nos acercamos a la entrada, dijo, —En caso de que esos granjeros estén todavía dando vueltas por aquí, les voy a demostrar a quién te estás follando. —Me agarró, lanzándome sobre su hombro, y me llevó adentro. Estaba chillando entre risas, golpeando mis guantes en su espalda, cuando escuché a un hombre decir, —¿Maksimilian?

Capítulo 28 Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

C

on una risa, Máxim se volvió, lo que puso mi culo embutido en una malla, en exposición. —Ah, Aleksandr. ¿Su hermano? —¡Abajo, Ruso! Me dejó deslizarme a lo largo de él, entonces me dio la vuelta, con mi espalda contra su parte frontal. Envolvió sus brazos sobre mí, posesividad en pleno apogeo. Aleksandr era tan alto como Máxim y tenía rasgos similares, esa fuerte mandíbula y barbilla, la nariz orgullosa y anchos pómulos, aunque los ojos de Aleksandr eran de color ámbar, los de Máxim azules. Y Aleksandr tenía tatuajes en los dedos y el pelo muy corto. Definitivamente era más rudo en su aspecto que Máxim. Aleksandr miró a su hermano como si no lo reconociera. —Te ves... cambiado. El cabello de Máxim estaba revuelto, su piel bronceada, sus brillantes ojos azules cubiertos con un aura de relajación. Parecía más joven, y estaba sonriendo, una sonrisa auténtica. La conmoción de su hermano claramente le divertía. Aun así, pude detectar corrientes de tensión entre ellos, como si Aleksandr permaneciera en guardia. —¿Trajiste compañía? —Aleksandr dirigió su atención hacia mí. Debía parecer como si acababa de ser follada por detrás, con mis piernas alzadas del suelo, en un puente cubierto. 23

—Katya, este es mi hermano Aleksandr. Bratan , esta es mi mujer, Cat Marín. —Había un matiz en su tono que sugería di algo, te reto a que discutas mis palabras. —Es un placer, Aleksandr, —le dije. —No puedo esperar a conocer a tu prometida. El hombre frunció el ceño hacia mí. —¿Eres la de Miami? Máxim se rio. —Sí, esta es la chica que mantuve prisionera. Pero como puedes ver, ella es una invitada muy encantada de estar aquí. ¿No es así? —Él me apretó. —Estoy aquí para mantener a Máxim a raya. No habrá travesuras mientras yo lo esté vigilando, o le patearé su culo ruso. Eso le provocó risa a Máxim, mientras Aleksandr sólo parecía desconcertado. Finalmente dijo: —A Natalie le vas a gustar mucho. Y por favor, llámame Aleks. Después de un par de altisonantes intercambios, Máxim y yo comenzamos a regresar a nuestra habitación. Mientras recorríamos nuestro camino por las escaleras, le pregunté, —¿Por qué estaba tan sorprendido? —Él nunca me había visto así. —¿Feliz? Máxim se detuvo sobre un escalón pareciendo tan sorprendido como Aleks lo acababa de estar. —Feliz, —repitió, como si le estuviera dando vueltas a la palabra en su mente, saboreándola. —Supongo que lo estoy. —Has disfrutado de su sorpresa. Te divertía. ¿Mi presencia aquí es únicamente para hacer alucinar a la gente? —Aunque estaba perversamente complacido por la sorpresa de Aleksandr, te he traído aquí porque te quiero conmigo. Tan simple como eso. —Se inclinó para decir: —Y ya estás contenta de haberte venido. En ambos sentidos de la palabra.

I

ba a asistir a una cena típica de Nebraska en una casa de alojamiento rural como la acompañante de un ruso de la mafiya dios del sexo. ¿Qué fue exactamente lo que me condujo a una ocasión como esta? Esperaba haber elegido la ropa adecuada. Mi sencilla falda de tubo negra acentuaba mi culo sin ser demasiado apretada. Pero mi

blusa de color cobre era una obra de arte. Tenía un diseño sin hombreras, con un cuello barca y mangas largas de blusón que estaban recortadas para revelar mis brazos desde los hombros hasta los codos. La parte posterior se sumergía pronunciadamente, casi hasta mi nuevo sujetador sexy, y se mantenía en su lugar por una cinta (que yo esperaba que Máxim pasase toda la noche pensando en desatar). Mis tacones negros, y de tiras, eran pronunciados debido a la altura de mi acompañante. Reservando las perlas para la ceremonia, llevaba los pendientes con candados y llaves. Dejé mi cabello suelto, moderadamente rizado. Todo aquel tiempo junto a la piscina había hecho destacar sus hebras de color caramelo, y yo quería lucirlas. Mi maquillaje era sencillo, un toque de sombra rojiza en los ojos, rímel, y un poco de colorete con brillo. El brillo bruñido en mis labios recogía el juego de luces que se reflejaba sobre mi blusa. Mi bolso de mano negro tenía un pequeño medallón color cobre en el centro. Conteniendo el aliento, salí del vestidor para unirme a Máxim. —¿Te gusta? —Me gusta, —murmuró, inmediatamente frunciendo el ceño. —Soy generalmente más galante que esto, pero tú tienes la costumbre de hacer que mi mente se quede en blanco. —Se acercó a mí, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura. —No podría estar más orgulloso de lucirte. Acaricié la solapa de su traje negro. Las líneas eran tan clásicas y almidonadas, se veía como si hubiera salido de un anuncio publicitario de una revista. —Cuando quemes todo tu dinero, puedes ser modelo. Con una sonrisa, dijo: —Es bueno tener un plan para contingencias. —¿Cuánto costó tu traje? —El precio de éste incluso a mí me dejó perplejo. —Y él lo usaría solo una vez. A veces su riqueza me dejaba alucinada. Él rozó su dedo índice contra uno de mis pendientes. —El de los candados y las llaves. ¿Hacen que pienses en mí? —Sólo cada vez que besas mi cuello. —Oh, me di cuenta de que le gustaba eso. Me ofreció su brazo. —Vamos, asistamos a esa cena. Antes de que diga... al diablo con esto y te lleve a la cama. Su mirada ardiente me hizo muy consciente de que yo llevaba ligas y medias para más tarde, para él. Tomé su brazo, y bajamos las escaleras hacia el Gran Salón. Mientras me había secado el cabello, había estudiado el plan de escape en caso de incendio para localizar las salidas, un hábito nacido de la auto-conservación. Ahora sabía el diseño de la casa de turismo rural. En la zona de recepción, fuera del salón, la gente vestida de gala se codeaban los unos con los otros. En los alrededores de la habitación, unos hombres con trajes sobrios estaban solos, cerca de todas las salidas. Reconocía a dos de ellos de Miami. Me resistí a saludarles con la mano. —Veo a tu equipo de seguridad, Máxim. ¿Es Nebraska un foco para ataques de los mafiosos? —Más vale prevenir que lamentar. —Él cubrió mi mano sobre su brazo. —Los Sevastyans tienen mucho aquí que es valioso para ellos. —¿Dónde está Vasili? —Supervisándolo todo. Se destaca en eso. Apenas habíamos conseguido bajar las escaleras antes de que una pelirroja nos interceptara, casi como si hubiera estado esperando al acecho. —¡Así que tú eres la misteriosa acompañante de Máxim! Soy Natalie. Era de mi altura, con una perfecta piel pálida, cabello rojo color fuego, y con la figura de un bombón de mujer. La estudiante de doctorado multimillonaria, y de ojos verdes, era un golpe de gracia. Porque si eso no fuera nada intimidante, ni nada parecido, su anillo de compromiso tenía un diamante del tamaño de un meteorito. Aleks se unió a ella. —Esta es Cat Marín. Ella está, de hecho, con Máxim. Di un paso adelante, ofreciendo mi mano: —Hola.

Natalie me abrazó. —Oh, ¡eres alucinantemente hermosa! —¿Ella era también dulce, además? Cuando mis mejillas se calentaron, Máxim pareció encantado. En situaciones sociales como esta, yo tendía a ser más recatada al principio, muy distinto de cómo me comportaba con él. —Gracias, —le dije a Natalie. —No puedo esperar a ver tu vestido. Vas a ser la novia más bella. — Después de haberla conocido, y conociendo su pasado, esperaba que ella tuviera la BDS, boda del siglo. Otra chica de nuestra edad se escabulló para unírsenos. Debía ser Jessica. Parecía una princesa díscola con su figura esbelta y cabello corto negro. Llevaba un traje claramente caro: una minifalda roja, botas altas ajustadas y un top plateado. Sin sujetador. La chica paseó sus ojos azules sobre mí. —Oh-la, preciosidad. Soy Jess. ¿Por qué estás sobria, mamicaliente? —Ella metió una de sus dos bebidas en mi mano. —Esto debería hacerse cargo de la cuestión. No digas que nunca te di nada. No pude evitar reírme. —Soy Cat Marín. Encantada de conocerte. 24

—¿Qué clase de nombre es ese? —preguntó. —¿Tú y PussyGalore andan juntas? Tu nombre suena como al de un ladrón de guante blanco. —Ladrona de corazones. Natalie la elogió. Aleks medio sonrió. Máxim se rio entre dientes, envolviendo su brazo alrededor de mis hombros. Los labios rojos de Jessica se curvaron, y ésta levantó la copa hacia mí. —Tú y yo vamos a tener mecedoras una al lado de la otra. Es un hecho. Máxim dijo: —Jessica, es un placer verte de nuevo. Ella le dio un asentimiento con la barbilla en señal de saludo. —¿De verdad estabas manteniéndola prisionera en un penthouse de Miami? Todo el mundo se quedó en silencio. —Me mantuvo prisionera en contra de mi voluntad, —dije sin darle importancia. —Luego dejó de ser un cabrón hijo de puta, y decidí permitirle salir conmigo. —No me extraña que te guste, —le dijo Natalie a Máxim. —¡Ella no se calla ante tu mierda! Sus ojos estaban muy animados. —Ella me deja salirme con la mía muy poco. Aleks dijo algo en ruso que hizo que Máxim apretara su brazo alrededor de mí. Natalie le murmuró algo a Aleks que le hizo inclinar la cabeza. Ah, las interacciones. ¡Qué no daría yo por hablar ruso! Jess me preguntó: —Oye, mami, con un acento como el tuyo, ¿hablas español? —Asentí con la cabeza. —Creo que soy la única mono-lingüista. Lo que, o bien significa que conozco un solo idioma, o que estoy comprometida a comerme una caja. En cualquier caso, es de mala educación hablar otro idioma delante de mí. Me reí hasta que me dolió el vientre ante eso. ¿Había pensado en serio que estas personas serían unos estirados? Una pareja de ancianos se acercaron entonces. La mujer tenía un brillante pelo castaño, y gafas. El hombre tenía unas gafas similares. Sin duda una pareja casada. La señora dijo, —La cena está a punto de empezar. —Luego se volvió hacia mí. — ¿Máxim, en verdad trajiste a una invitada más? Soy la madre de Natalie, Rebecca. Y este es mi esposo, Tom, el padrastro de Natalie. —Los dos me parecieron que eran gente de buen 25 carácter. —Somos RVers . Revisé mi banco mental de acrónimos en busca de RVer, salí con las manos vacías. La 26 gente adinerada decía que ellos debían hacer RVing . —Encantada de conocerles. Soy Cat Marín. Y el Rving suena emocionante. Lo que fuera que había dicho era exactamente lo correcto. —¡Oh, lo es! No puedo interesar a Natalie. Pero tengo montones de fotografías. —Me encantaría verlas. La mirada de Rebecca se trasladó a Jess, y ella contuvo el aliento escandalizada. — ¡Jessica! ¿Dónde está el resto de tu ropa? ¿Estás necesitada?

Completamente inexpresiva, Jess dijo, —Becks, estoy en época de celo. —¿No podrías ponerte un suéter? ¡Esto es por lo que no debería haberte dejado que despidieras a la coordinadora de la boda! Ella te habría dicho... —Los veremos a todos en el interior. —Máxim me condujo lejos de aquello, y nos dirigimos al espacioso Gran Salón con paneles de madera. Unas molduras de corona elaboradas adornaban los techos. Y había chimeneas. En plural. ¡Grandes! Había alrededor de una docena de mesas que tenían más o menos siete sillas cada una. Máxim encontró su tarjeta con su nombre, al lado de otra en la que se podía leer Invitada. Frotó su pulgar sobre ésta. —Supongo que "invitada" es tan preciso como el nombre que me dijiste. Dame algo ahora, Solnyshko. Cualquier cosa. Mi mirada se precipitó. —Um, ¿Nunca esperé que me gustaras ni la mitad de lo que me gustas? Con el buen humor restaurado, dijo, —Eso bastará, por ahora. —Él curvó su dedo bajo mi barbilla, y me pregunté si iba a besarme justo allí. Entonces todo el mundo comenzó a entrar. Jess se acercó a mí. —Puesto que Natalie se va a casar, ella no será capaz de darme toda la atención que necesito y me merezco. Tú tomarás el relevo. —Movió su tarjeta a mi otro lado. Natalie, Aleks, Tom, y Rebecca ocupaban el resto de la mesa. Cuando nos sentamos, Jess vació de golpe un cóctel old-fashioned que tenía en la mano, -se lo tragó-. Whoa. Yo esperaba que ella se pasara su antebrazo sobre su boca para limpiarse. Mientras Máxim le daba conversación a Rebecca y a Tom, Natalie bromeaba con Aleks sobre algo, Jess me dijo: —Tenemos que discutir lo de acicalar la limusina esta noche. —Pidió otra copa y me consiguió una para mí también. —Estoy abierta a jocosos versos obscenos. ¿Alguna sugerencia? —Trabajaré en ello. —Así que déjame darte la disposición del terreno. —Señaló con el pulgar por encima de su hombro. —En esa mesa, tenemos a tres damas de honor. Polly, la rubia con aspecto de haber sido alimentada con maíz, y la única que vale la pena mencionar. Las otras dos son frívolas y su invitación hace que me pregunte donde tiene la cabeza Natalie. Los tres chicos tensos son los amigos del novio, rusos. Mi encanto es inútil con ellos, así que obviamente ellos no son nadie, tipos que cometen asesinatos con Aleks, o alguna mierda así. Whoa, ¿Ella estaba hablando de sus hombres de confianza, los que le cubrían la espalda, en voz alta? ¿Y de esa manera? Y continuó: —Me sorprendió la concurrencia, ya que Natalie no nos dio ningún aviso sobre esta juerga. El resto de la multitud es la extensa familia de Rebecca y del padre adoptivo de Natalie. —¿Dónde está él? —Murió. De causas naturales. No como su padre biológico. Al otro lado de la mesa, Rebecca dijo, —Así que, Cat, tu nombre es el apócope de Catherine? La mirada de Máxim estaba fija, con una precisión láser, sobre mí. —Sólo me llamaron Cat. —Tuve un impulso loco de ponerme en pie sobre la mesa y 27 gritar a todo el mundo: —¡Yo soy Lucía Martínez! ¡Nací y crecí en JAX , nene! —Bueno, es un lindo nombre. Jess dijo: —Tu nombre tampoco apesta tanto, Becks. Rebecca no le hizo caso, y me preguntó: —¿Por qué no nos hablas de ti? Máxim giró su silla y se me quedó mirando. ¿Esquiva y desviar? Menearme y urdir alguna argucia era difícil en el punto de mira. — Estoy a punto de terminar la universidad. —Oh, ¿A cuál vas? —Preguntó ella. —Es una pequeña universidad privada. —Máxim pensaría que estaba mintiendo, creyendo que me había negado a ir a la universidad.

—Tú y Máxim se conocieron en Miami, ¿no? ¿Qué te llevó allí? —Me gusta mucho la ciudad. Mantengo un ojo puesto allí en busca de nuevas oportunidades. —Eso no era una mentira. —¿Cuánto tiempo llevan juntos ustedes dos? Él suavemente interrumpió, —No el suficiente. ¿Cómo podría serlo? Diablo con Encanto. Probé mi old-fashioned. No estaba mal. —¿Cuál es tu especialidad? —Preguntó Natalie. —Empresariales. Especialidad en economía, finanzas como segunda especialización. — ¡Fluía demasiada información de mí! Me sentí como un avaro arrojando monedas. Máxim alzó las cejas, sorbiendo su bebida. Natalie parecía impresionada. —Yo ni siquiera puedo hacer sumas simples en mi cabeza. Administración de Empresas estuvo siempre fuera de mi alcance. —Pero tú estás sacando el doctorado, ¿no? ¿Quién necesita sumas simples cuando hay calculadoras? —¡Eso es lo que siempre he dicho! Jess dijo: —Oye, si me siento entre ella y Natalie, ¿Me volveré más inteligente? Les garantizo que ellas se volverán más sexis. Rebecca habló atropellándola: —Háblanos de tu familia, Cat. —Una pregunta muy propia de una "mamá". En un tono socarrón, agregó, —Obtener información de cualquiera de estos rusos es como arrancarles los dientes. Por encima del borde de su vaso, Máxim dijo, —Sí, Katya, cuéntanos todo acerca de ellos. —Mi mamá era de Cuba. Conoció a mi padre cuando él fue de visita desde EE.UU. —El peso sobre mi pecho estaba regresando. Los camareros se acercaron con el primer plato, desviando la atención de la mesa de mí. Gracias a Dios. En voz baja, dijo Máxim, —¿Cuánto de eso era cierto? —Cualquier cosa que creas es cierta, multiplícala por diez. Oh, espera, todo multiplicado por cero es igual a cero. —Para referencias futuras, un ciudadano estadounidense tendría dificultades para viajar a Cuba, especialmente hace veintitantos años. —Gracias por el consejo, —le dije, en lugar de gritar, —¡Mi padre era un agregado allí! —Un día esta caldera iba a explotar... Durante la hora siguiente, los platos siguieron llegando. Algunos eran típicos del Medio Oeste Americano, otros eran platos tradicionales de Rusia, ambos un tanto exóticos para mí. 28 La cocinera que había en mí disfrutó de la experiencia. Cuando probé el pelmeni , albóndigas de carne, le dije a Máxim, —Esto está realmente bueno. En mi oído, murmuró: —Preferiría estar comiendo algo cubano. Tosí y le di una patada. A lo largo de toda la comida, él mantuvo sus ojos en mí. Cuando no estaba entregado a la degustación de los platos, apoyaba su brazo sobre el respaldo de mi silla. Protector, posesivo. Él no era el único que me estaba estudiando. Aleks parecía estar tomándome las medidas. Incluso Natalie me echó un par de miradas cómicas por encima de su copa de vino. 29

Después del postre Jess, que se tragó su pastel de terciopelo rojo y luego traspasó los límites con el mío, se levantó diciéndole a Máxim: —Espero que estés listo con tu discurso de padrino. Vamos a poner en escena nuestro espectáculo súper logrado esta noche, mientras yo siga estando coherente. Rebecca dijo, —¿Qué? ¡No puedes! Eso viene después de la ceremonia. Jess parpadeó. —No. A mí esto me va mejor. —Cuando Rebecca empezó a levantar la voz, Jess dijo, —Así es como lo hacen en Rusia. Pregúntale a Máxim. Rebecca se volvió hacia él. —¿Es eso cierto?

Máxim le ofreció una respuesta medida, —Las más prominentes familias rusas con bastante frecuencia hacen lo que quieren. Jess le lanzó una mirada de “¿ves?” —En cualquier caso, la coordinadora de la boda ordenó que esto suceda esta noche. ¿Y quién es esa coordinadora? Oh, sí, soy yo. Relájate, Becks. Recuérdame que te traiga un Valium. Rebecca se volvió hacia su hija para que hiciera algo, pero Natalie dijo: —El golpe maestro de Jess para expulsar a la coordinadora tuvo éxito, mamá. Somos esclavos de sus mandatos ahora. Rebecca se enfrentó a Jess. —¿Qué vas a hacer? —Una grabación. —Dicho eso, ella se desvió hacia la parte frontal de la sala, hacia un ordenador. —¿Un video? —Rebeca susurró, horrorizada. —Escuchen, —Jess exclamó a viva voz mientras ponía un vídeo en una pantalla grande que había contra una pared. —¡Hey, todo el mundo!—Cuando la habitación se calmó, ella dijo: —Me gustaría presentarme, pero seamos sinceros, mi reputación me precede y me he acostado con la mitad de ustedes. Como dama de honor y coordinadora de una boda como punta de trabajo, hice una peli en vez de un discurso. De nada. —Ella pulsó el botón de play, y luego regresó a su asiento. Había hecho un collage con una recopilación de imágenes de los últimos dos meses de relación de Natalie y Aleks. Inclinándose hacia mí, ella dijo: —Échale un ojo a Aleks en las fotos. Él adora jodidamente el suelo sobre el que camina Natalie. Era cierto. Siempre tenía la mirada fija en su prometida. ¡Era tal la devoción! También era interesante la evolución de sus expresiones. Al principio, parecía severo e incómodo. A medida que pasaba el tiempo él se relajaba, incluso sonreía tentativamente. Había fotos de un señor mayor con centelleantes ojos azules, debía ser el padre biológico de Natalie, Pavel Kovalev. Mientras Natalie observaba, se le llenaron los ojos de lágrimas. Incluso el acerado Aleks estaba conmovido. La última composición era la fecha de la boda con un mensaje de Jess. “Como están a punto de comenzar su vida de casados juntos, recuerden siempre: Bailen como si nadie los estuviera mirando." Mientras se producían un montón de Awws, yo pensé que era un poco frívolo y pobre. Luego apareció otra línea para completar el mensaje. "Bailen como si nadie estuviera mirando. Follen como si todo el mundo los estuviera viendo." ¡Oh, no, ella no hizo eso! Me volví hacia ella. —Ahí se fue el último pedacito de mi corazón, Jessica. Ella me lanzó un beso por el aire. Rebecca con la cara roja cerró los ojos con fuerza, pero todo el mundo se reía. Natalie tuvo que sujetarse el estómago; incluso Aleks se rio entre dientes. Máxim se reía, diciéndome, —Como dije, extravagante. Rebecca la apuntó con el dedo. —Hablaremos más tarde. Jessica eructó cubriéndose la boca con su puño. —¿Qué? Alisándose el cabello, Rebecca se dirigió a Máxim: —Supongo que si tienes un discurso, debes decirlo ahora. ¿Había preparado uno? Como padrino y hermano, ¿haría mención de su familia? Aleks y Máxim odiaban a su padre. Su madre había muerto. La familia de Natalie estaba atestada, un padre y madre adoptivos, un padre y madre biológicos, y ahora un padrastro que claramente le gustaba. ¿Cómo iba Máxim a manejar eso? —Por supuesto, Rebecca, —dijo, en un tono casual. Mientras Máxim se puso en pie, Aleks se puso visiblemente nervioso. ¿Esperaba muestras de una falta total de aprecio por parte de su hermano? ¿Estaba especulando? Natalie le agarró la mano que mantenía sobre la mesa. Cualquier otro podría haber sido tentativo dirigiéndose a una congregación como esta,

pero Máxim, el político, era toda confianza. Él miró a su alrededor, con esa mirada que decía: yo gobierno todo lo que alcanzo con la mirada, hasta que la habitación se calmó. Incluso Jess se sentó con la espalda erguida y prestó atención. En un tono autocrítico, le preguntó a la multitud: —¿Cómo voy a igualar la elocuencia de Jessica? —Se escucharon risas. Luego lanzó una sonrisa de estrella de cine que cautivó a todos. Podría haber jurado que oí suspiros. Una camarera absorta se quedó paralizada mientras servía, sosteniendo un plato en alto. Por Dios, ¿podía ser más encantador? —Hago este discurso en mi nombre y en el de Dmitri, el hermano más joven de Sevastyan, quien lamentablemente no pudo estar aquí. —Aleks levantó una ceja ante eso. Con su resonante voz profunda, Máxim dijo, —En primer lugar, me gustaría decir spasiba, gracias, a todos ustedes por la cálida hospitalidad de Nebraska. Nosotros, procedentes de Rusia, lo apreciamos profundamente, al igual que lo hace mi bella dama de Florida. —Él me guiñó un ojo mientras decía, —Quién está encantada de haber venido conmigo. Mis mejillas se calentaron, y articulé con los labios, Diablo. —Cuando me enteré de que mi hermano iba a casarse con Natalie, me maravillé de su fortuna. Ella es todo lo que Aleksandr podría esperar de una esposa. De hecho, mi hermano 30 recomienda efusivamente este gran estado Husker para encontrar novias y aparentemente por algo que se llama... ¿fútbol? Risas y aplausos estallaron. Oh, él era bueno. Y continuó: —Ojalá nuestra madre Roxana Antonovna Sevastyan pudiera haber conocido a su inminente esposa. Ella habría llamado a Natalie su dorogayadoch'ka, querida hija. La inquietud de Aleks se profundizó. Si Máxim lo notó, no lo demostró. —Natalie da crédito a su familia aquí presente: al difunto Bill Porter, una fuerza guía en su vida; a Tom Christianson, quien orgullosamente la acompañará hasta el altar mañana; y a Rebecca, —él niveló su mirada azul con la de ella, —la madre más encantadora y más atenta que pueda tener una novia. Zumm. Pude sino oír la flecha de Cupido golpeando su corazón. Ella apoyó la barbilla en la mano y se quedó absorta con él. Natalie sonrió y chocó su hombro contra el de su madre. Aleks entrecerró los ojos con suspicacia. Dirigiéndose al resto de la habitación, Máxim dijo, —Al otro lado del mundo, en Rusia, Elena Petrovna Andropova, la madre biológica de Natalie, trágicamente falleció antes de que pudiera conocer a su hija, pero no antes de que pudiera amarla. Sin embargo, fue el padre biológico de Natalie, Pavel Kovalev, quien los unió a ella y a Aleksandr. ¿Me había preocupado de cómo manejaría Máxim este discurso? Natalie estaba en éxtasis. Extrañamente, Aleks parecía que se estaba preparando para un golpe inevitable. —Conocí a Kovalev, y a veces me crucé con él socialmente. —Máxim se volvió hacia Natalie. —Dicho sea de paso, nunca lo vi tan feliz como lo estaba en esas fotos contigo. Sus ojos brillaron con las lágrimas, su mano apretando más fuerte la de Aleks. Máxim reanudó su discurso: —Aunque nuestra madre comenzó a iniciar a Aleksandr en el camino de convertirse en un hombre honorable y respetado, fue Kovalev quien lo guio el resto del camino. Kovalev era un caballero de la vieja escuela, quien creía en el código: respeta a los que se lo ganan, ayuda a los que lo necesitan, y protege hasta la muerte a todos los que aprecies. En su vida, él hizo todas estas cosas. —Máxim se detuvo un momento, dejando que todo el mundo allí reflexionara sobre el sacrificio. —Él crio a mi hermano mayor en ese código; a lo largo de estos últimos meses, he tenido que reconocer que Aleksandr Sevastyanse se había convertido en el hombre que su amado mentor siempre supo que podía llegar a ser. Así que, ya no puedo decir lo afortunados que Aleksandr es de casarse con Natalie; Digo lo afortunados que ambos son por haberse encontrado el uno al otro. —Levantó su copa hacia la pareja. —Katya y yo, así como Dmitri, deseamos que todas las bendiciones caigan sobre ustedes para que disfruten de un matrimonio duradero y feliz. Schast'yavam. Mis mejores deseos de felicidad para ambos. Las felicitaciones estallaron, todo el mundo bebiendo. Máxim me había incluido a mí, como si estuviéramos juntos.

Aleks miró a su hermano como si no lo reconociera. Entonces, extrañamente, cambió esa expresión estupefacta hacia mí. Natalie articuló con los labios: "Gracias" dirigido a Máxim. Volviéndose hacia Aleks, le dirigió una mirada de te lo dije. Para la multitud, Máxim exclamó: —¡Vyp'emzalyubov'! Brindemos por el amor. —Esta vez levantó su copa sólo hacia mí. Motores a todo gas. Sobrecalentándose. Mal funcionamiento. Mi vaso temblaba de camino a mis labios. Se sentó con indiferencia, como si no acabara de hacer que una habitación llena de gente se arrancara los corazones para ofrecérselos en homenaje a él. Incluida yo misma. — ¿Cómo lo hice? Su discurso me había dejado sin habla. Él curvó los dedos, sacándole brillo a sus uñas. —Lo sé, nena, soy así de bueno.

Capítulo 29 C

Traducido Por Fangtasy Corregido Po Nyx

uando la cena se terminaba, Jess le comunicó a la mesa, —Natalie, mami caliente y yo llegamos tarde al bar. —No soy una gran bebedora, —le dije. —Más exactamente, soy una mal bebedora. Máxim alzó las cejas: ¿Un eufemismo? Jess dijo: —He programado la ceremonia para mañana por la noche, porque podía hacerlo, y porque soy jodidamente brillante en eso. Tendremos todo el día para recuperarnos. Máxim, —dijo, —voy a emborrachar a Cat para ti, así que tal vez puedas llegar a la primera base. Mientras nos arrastraba a mí y a Natalie hacia el bar contiguo, miré por encima de mi hombro a Máxim. ¡Socorro! Levantó las palmas de sus manos con una sonrisa traviesa jugando en sus labios. El bar estaba tan revestido de paneles oscuros como el Gran Salón. Recuerdos de los Huskers se alineaban en las paredes. El top 40 de la música country sonaba en una rockola. En el bar, Jess ordenó una ronda de tragos de tequila. Natalie miró a su alrededor. — ¿Espantaste a Polly? Jess dijo: —Ella se escabulló hace treinta minutos. Uno de los amigos del novio se escabulló hace treinta y cuatro minutos. Polly debe estar asfixiándose hasta sus amígdalas de la madre patria justo ahora. ¿Cómo había notado Jess que se habían ido? Ella siempre había estado entretenida con la conversación de nuestra mesa. No por primera vez esta noche, me preguntaba si la actitud despreocupada de Jess enmascaraba un intelecto agudo. El camarero nos sirvió los chupitos, sal y gajos de limón. —¿De verdad estamos haciendo esto? —Pregunté, aunque yo ya tenía el salero en la mano. Jess exclamó: —Sí, sí, señorita. Natalie añadió: —Es inútil resistirse a ella. Confía en mí. Lamer-tragar-chupar-jadear. Otra ronda. Cuando llegó a la tercera ronda, Máxim y su hermano se acercaron. Aleks envolvió sus brazos alrededor de Natalie, como si la hubiera echado de menos. Ella se fundió contra él. Máxim me dijo: —Me voy con mi hermano a fumar un puro. Se supone que debo separarlo de la novia, ¿no? —Sí, eso se supone. —¿Tequila? ¿Debería preocuparme? En un susurro, le dije: —Tú me llevaste hacia los lobos. Ahora estoy atrapada en su guarida. —Toma esto. —Él deslizó billetes en mi bolso de mano, lo que tenía que ser unos mil dólares. —Aww. ¿Me das dinero para mis caprichitos? —Probablemente debería haber traído el mío, pero no lo hice, ni siquiera había pensado en mi bolso que estaba en el armario de la habitación de invitados, el que estaba lleno con diez mil dólares. —En caso de que salgan de la casa de alojamiento y vayan a la ciudad. Llámame si necesitas más, moyo solnyshko. O cualquier otra cosa. —Parecía tan reacio a separarse como Aleks obviamente lo estaba. —Y si ves a aquellos granjeros, me envías un mensaje de texto inmediatamente. Me cuadré y le saludé como un soldado. Jess le dijo a Máxim, —Cuidaré bien de nuestra pequeña mami caliente. —Ella levantó

dos dedos en una V y movió la lengua entre ellos. Él me lanzó una mirada de: no puedo ni siquiera con esto. Me levantó del taburete junto a la barra para llevarme aparte. —¿Está intentando algo contigo? —Simplemente está divirtiéndose conmigo. Creo que ella tiene ojos, ya sea para la camarera rolliza o para el barman corpulento, probablemente para ambos. En cualquier caso, yo creo que un aficionado a las casas de citas como tú le encantaría imaginarme a mí y a… —Nyet. Yo-no-comparto. —Tranquilo, don impulsivo. Yo no estaba contando con ello. Satisfecho asintió con la cabeza. —Y soy un ex aficionado a las casas de citas. Me hubiera gustado que fuera tan fácil para una ACOMPAÑANTE decir solemnemente: “Soy una ex trabajadora del sexo de pago”. La vida no era así de justa. Incliné la cabeza hacia él y le dije: —Estás harto de eso, ¿verdad? —Él había acumulado suficientes horas con prostitutas para ganarse una docena de licenciaturas universitarias. ¿Podía un estudiante de doctorado en asistencia a clubs de sexo dejarlo de golpe y a palo seco? —Eso pertenece a mi pasado. —Rozó sus nudillos sobre mi mandíbula. —Debido a mi comprensión de que mejores cosas me esperan en el futuro. Necesitaba abanicarme a mí misma. Durante todo el día él había insinuado desear tener una relación conmigo. Justo cuando decidí que no estaba imaginando esto, un pensamiento errático surgió: ¿Y si sólo está divirtiéndose… conmigo?¿Había roto su acostumbrada forma de proceder? Mi confianza marchita quería saber. —Tu hermano parecía asombrado por tu discurso. Debe estar aliviado de que hayas cambiado tanto respecto a él. —¿Has cambiado con todo el mundo? Máxim asintió. —Temía que yo siguiera el camino de Jessica, sólo que no tan bien intencionado. ¿Te diste cuenta de su creciente aprensión? Sospechaba que yo estaba caldeando el ambiente, preparándome para dar un golpe. —¿Pero tú ya no eres así, nunca más? —Tan brillante como era Máxim, podía verlo aburriéndose sin tener algo en lo que ocupar su mente. Otro roce de sus dedos. —Ahora tengo otras cosas en las que concentrarme. Tales como mis vigorosos planes contigo más tarde. Mi respiración trastabilló. Él me trajo de vuelta a la barra, ayudándome a subirme a mi asiento. —Hasta luego. — Me apartó el cabello hacia un lado, luego presionó un beso entre mis omóplatos. Yo estaba temblando cuando Máxim se alejó con pasos largos junto con su hermano, mi mente zumbando. ¿Una relación con un hombre así? Siempre había esperado que mi suerte diese un giro, pero esto era ridículo. Natalie dijo: —Así que, tú y Máxim vais claramente en serio. ¿Cuánto tiempo se han estado viendo? —Lo conocí hace casi dos semanas. Los ojos de Jess se abrieron exageradamente. —¡Mierda! Es vuestro aniversario de dos semanas. Deberíamos beber. Lamer-tragar-chupar-jadear. Natalie presionó el dorso de su mano contra su boca, luego me preguntó: —¿Cómo sabía Máxim todas esas cosas que dijo en el discurso? Él está en el negocio de la información, pensé. Pero simplemente me encogí de hombros. —¿Estás nerviosa por lo de mañana? —De ningún modo. Estoy lista para que suceda. Sin embargo, Aleks está nervioso. Piensa que algo impedirá la boda o que me llevarán lejos de él. Jess agregó: —Ella no me va a contar todos los detalles, pero él, Máxim, y el otro hermano, tuvieron una infancia bien jodida en Siberia. —¿Sabían de las cicatrices en la espalda de Máxim? —Así que Natalie es más o menos como el aire para Aleks. —Ella actuó como si se estuviera sofocando. —Necesito... aire. Natalie me dijo, —Él ha estado intranquilo por ti, porque no pondría la mano en el fuego por su hermano negando la posibilidad de que te secuestrara permanentemente. Y Máxim te observaba como un halcón durante la cena. Me sorprendió que te dejara venir con nosotras.

Probablemente tenía a uno de sus pequeños destacamentos de seguridad espiándome. Jess dijo: —Estás a punto de echar a correr, ¿no es así? ¡Te ayudaremos, totalmente! Podemos ir a la casa del lago de mis padres. —¿Estamos programando una confrontación con la seguridad de la mafiya? —Preguntó Natalie. Luego se tocó la barbilla. —Debería advertirte: Salí corriendo para alejarme de Aleks dos veces. Terminó en matrimonio. —¿Por qué habrías de salir corriendo? —¿La primera vez? Porque él entró en mi casa como un delincuente, con la intención de secuestrarme para llevarme de vuelta a Rusia. ¿La segunda vez? Porque él no quería hablar conmigo sobre su pasado. Máxim había rehuido hacerlo en el avión, pero sabía que podía conseguir que se abriera. Si yo lo hacía. Natalie dijo: —Aleks guardaba todas sus emociones reprimidas. ¡A diferencia de su hermano! Cuando Máxim brindó por el amor y levantó su copa hacia ti, todos en esa habitación supieron que él está loco por ti. Por mí. Se me ocurrió que si Máxim era de fiar, mi vida entera podría dar un giro de ciento ochenta grados. Yo estaba haciendo amigos y había visto la nieve. Había montado a caballo y me habían follado en un puente cubierto. Posiblemente tenía un novio que podría ayudarme a luchar para recuperar mi vida. No podía dejar de sonreír. —No quiero estar en ningún otro lugar en el mundo en este momento. Jess le dijo a Natalie, —Eso suena como algo que un prisionero diría. —Dirigido a mí, añadió: —No puedo dejar que Natalie se ponga nerviosa por nada la noche antes de su boda. Así que cuéntanos los detalles. Para distraerlas, le dije: —Tomemos una ronda más. —Famosas últimas palabras. Lamer-tragar-chupar-jadear. Lamer-tragar-chupar-jadear. Lamer-tragar-chupar-jadear. Un poco después, me di unas palmaditas a mí misma en la espalda. ¡Las había distraído y estaba divirtiéndome mientras tanto! Me había estado perdiendo tanto al no salir con gente de mi edad. Y me encantaba ver la relación entre Natalie y Jess. Natalie era la chica más relajada que jamás había conocido. Jess era absolutamente la más loca. Sin embargo, ellas congeniaban totalmente. A medida que nos emborrachábamos, Jess se puso filosófica. —¿Por qué los tíos piensan que quiero salir con ellos sólo porque estuve botando sobre su polla una noche o dos? ¡Los hombres son tan previsibles, tan aburridos! Sobre todo en comparación con las mujeres. Si lo tuyo con el ruso no funciona... —Ella hizo un gesto de teléfono contra su cabeza, vocalizando: llámame. Lamer-tragar-chupar-jadear. Finalmente Natalie admitió que Aleks la había llevado a un baile de máscaras a Le Libertin, un exclusivo club de BDSM en París. ¿Así que los dos hermanos tenían ese interés? ¿Lo tenía Dmitri también? Natalie había sido escueta en las descripciones del club del sexo, pero Jess, que conocía la historia, mantuvo su insistencia: —¡Dejaste fuera la mejor parte! ¡El consolador de metal! Y el circo sexual. Los detalles de esa noche chamuscaron mis cejas y alimentaron mi curiosidad. ¿Qué más me enseñaría Máxim? Jess hizo un mohín. —Por alguna razón, yo no he conseguido una invitación al Cirque du Cock. Así que tengo que vivirlo en diferido. Natalie dijo: —Lo extraño fue descubrir que Máxim es un miembro del club también. —No me digas. —Probablemente te llevará. —¿Mami logrará que la lleven al Cirque du Cock? ¿Y yo no? Ahora ustedes dos están siendo unas cabronas. Lamer-tragar-chupar-jadear.

Jess también se puso más física, apoderándose de Natalie en una llave de cabeza de lucha libre. —¿Quién es tu coordinadora de bodas, ahora? ¿Eh? ¿Eh? —Frotó los nudillos en el cabello rojo de Natalie hasta que le había formado un enorme nido de ratas. —Yo soy la coordinadora de la boda, -la terminator- de los coordinadores. Dilo. Natalie sólo se rio. Y dejó que el nido de ratas en su cabello continuara en su sitio. Lamer-tragar-chupar-jadear. —¿Cómo conociste a Máxim? —Natalie me preguntó, farfullando. —Por lo general sólo “sale” con… —ella dibujó unas comillas en el aire, —…rubias. Oh. Estábamos de nuevo conmigo. La cabeza me daba vueltas. Esquiva y muévete, Cat. Pero yo no quería hacerlo con estas chicas. Habían sido tan amables, y auténticas. —Oh, no es una gran cosa. —¡Seguro que lo es! —dijo Natalie. —Quiero saber cómo mi futuro cuñado conoció a una inteligente colega estudiante. Consideré hablarles acerca de mi incursión como acompañante. Es probable que no lo encontraran tanta cosa. No sabía si era el instinto o el tequila el que me aconsejaba que confiara en ellas, pero en ese momento, me sentí como si pudiera hacerlo. Hasta cierto punto. Nunca les hablaría sobre Edward, aparentemente, no podía todavía pronunciar sin esfuerzo las palabras marido y asesino sociópata en una frase, pero podía satisfacerlas con respecto a Máxim. —¡Cuéntanoslo! —Jess empujó su hombro contra el mío, casi derribándome de mi taburete junto a la barra. —Estamos todas borrachas, y es obvio que tú y yo somos hermanas separadas hace mucho tiempo, lo que significa que no puedo joder contigo. —Inclinándose hacia mí, añadió sombríamente, —En algunos estados. —Cualquier cosa que nos digas se queda entre nosotras. —Natalie hipo. —Bueno, vale, um, necesitaba algo de dinero rápido. Así que yo... ocupé el lugar de mi amiga en una cita como acompañante. Máxim había pedido una chica alta y rubia, pero yo fui en su lugar. Es mi primer y único cliente. Cuando vi la mirada de disgusto en el rostro de Jess, al instante me arrepentí de mi admisión. Luego ella dijo: —¿Quieres decir que he estado haciéndolo todo este tiempo de forma gratuita? ¿Quién es la tonta? —Ella se señaló con el pulgar a sí misma. —Yo soy la tonta. Natalie fue más romántica a ese respecto. —¡Si no hubieras ido esa noche, nunca lo habrías conocido! ¿No haber conocido nunca a Máximilian Sevastyan? ¿El hombre que constantemente estaba poniendo mi mundo del revés? —¿Qué sientes por él? —Preguntó. —Me estoy enamorando de él, pero trato de no hacerlo. Sé que él es un jugador. Es un multimillonario guapísimo y podría tener a cualquier mujer que quisiera. —Incluso a pesar de sus problemas. ¿Tal vez éstos estaban solucionados ahora? —Sin embargo, a veces tengo la sensación de déjàvu a su alrededor, como si nos hubiésemos conocido antes. ¿Suena estúpido? —Suena romántico, —dijo Natalie. Jess asintió con la cabeza. —Totalmente romántico. Oye, ¿Lees novelas románticas? Por supuesto que lo haces. Voy a enviarte algunas de mis favoritas. Dame tu dirección cuando esté sobria. Le sonreí y asentí con la cabeza, aunque no tenía un domicilio. Era una petición tan simple. Nadie más podía ofrecerme tanta consideración. Pero yo no tenía un hogar. Quería un hogar. Y quería a un ruso. Y un perro. —Sólo he conocido a Máxim durante trece días. No puedo estar sintiendo lo que creo que estoy sintiendo. —Yo estaba medio enamorada de Aleks después de una sola noche. —Natalie hizo girar su anillo con una sonrisa secreta. —Querrás decir después de una sola mirada, —dijo Jess. —Estaba allí. Fui testigo de todo el asunto. El amor a primera vista existe. ¿Qué piensas de Máxim? —DDG. Caigo Muerta Magnifico. Otra observación aparte de esa es imposible. Natalie dijo: —Él está muy pillado contigo. 31

—Si ella te dice eso, entonces escúchala, —dijo Jess. —La llamamos la Manalyzer .

—Soy capaz de leer a cualquier tío. Excepto a Aleks. —Natalie hizo un gesto restándole importancia a ese hecho. —Y Máxim ha perdido la cabeza por ti. Te llamó moyo solnyshko. —¡Dime qué significa eso! —“Mi sol”. Es un apelativo cariñoso bastante común, ¿pero que un tipo como Máxim lo use? Y concuerda totalmente con lo que le oí decirle a Aleks acerca de ti. —¿Qué le dijo? —Justo antes de venir aquí, Aleks le preguntó qué estaba haciendo con una chica guapa como tú, y Máxim le dijo: “Ella hace que las cosas sean... más brillantes”. Punzada. —Pero, ¿realmente podrá alguna vez superar el hecho de que tuve sexo por dinero? Después de que él me dijera que yo iba a venir a esta boda, también me dijo que esperaba una negociación acalorada por la ropa y las joyas. —¿No sabe que él era tu primer cliente? —Se negó a creerme. Natalie frunció el ceño. —Oh. Eso no suena tan bien. No podía estar en desacuerdo. —Ahora quiero ver si me puede amar a pesar de mi pasado. Jess me miró de soslayo. —Déjame ver si lo entiendo. ¿Quieres que te ame a pesar de que eres una acompañante, pese a que realmente no lo eres? —¡Exactamente! —Pero, ¿Qué era todo eso de que eras su rehén? —Preguntó Natalie. —Me emborraché, y tuvimos sexo sin condón en el momento crítico del mes y todo. Jess asintió. —Cuando estabas ovulando. —Me acusó de tratar de atraparlo con un embarazo y se negó a dejarme ir. Natalie suspiró. —Podría haber empezado así, pero sus sentimientos se han profundizado. Aleks me dijo que nunca había visto a Máxim con un aspecto tan satisfecho. Ni siquiera cuando eran jóvenes. Al parecer, Máxim era un niño inquieto que rara vez bromeaba. Él me había dicho que nunca se reía de forma natural. —Es muy extraño, ya que me encanta su sentido del humor. Mi teléfono sonó desde mi bolso de mano. Lo saqué. M Sevastyan: ¿divirtiéndote? Les dije a las chicas, —Esperen, es él. Yo: me encantan natlie y jse! ¡Tan divertidas! M Sevastyan: ah, el tequila está haciendo efecto, ¿estás siendo una buena chica? O ¿tengo que ponerte en castidad?

Gemí. —Cat, ¿has dicho algo? —Preguntó Natalie. —No. Nada. Yo: maldito diablooo! M Sevastyan: pequeña bruja. Con mano temblorosa, guardé mi teléfono.

Capítulo 30 —N

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

o iba a venir aquí, —soltó Máxim cuando me interceptó fuera del garaje de la casa de turismo rural más tarde esa noche. Parecía más molesto de lo que nunca lo había visto. — Eres una mujer adulta. ¿En cuántos problemas podrían meterse tú y Jessica en un garaje? Entonces me di cuenta de que no sabía quién estaba en el inmueble antes de que uno de mis hombres te siguiera hasta aquí. —¡Sabía que tenías a alguien siguiéndome! —Dije pronunciando dificultosamente. Era extraño. ¡Ni siquiera estaba tan borracha! —¿Qué demonios estaban haciendo ahí? —Teníamos trabajo que hacer, —le dije alegremente. Con una expresión atronadora, se cernió sobre mí. —Por trabajo, ¿Te refieres a un granjero rubio? Si voy ahí dentro, ¿Qué me voy a encontrar? —La limusina y ¡puro esplendor! —Me reí, luego me cubrí la boca. —¡A la porra la sorpresa! Con la voz fría como el hielo, dijo, —Llevas un abrigo de hombre. —Jess me lo compró con la mayor parte de mi dinero para caprichos. —Susurré, — sospecho que se embolsó el dinero y que lo robó de un perchero. Iba a tu encuentro porque no creo que ella deba dormir en el coche, pero no se alejará de aquí por si alguien pudiera lavarlo. El grito de Jess se escuchó procedente del garaje. Me di la vuelta. Vasili estaba saliendo con ella sobre su hombro como si fuera un bombero. Ella llevaba el otro abrigo que había "comprado". Cabeza abajo, ella gritaba: —¡Más rápido! ¡Qué divertido! —Le dio una palmada en el 32 culo con ambas manos. —¡Corre, Russki calvo! Vasili dijo algo en ruso que hizo que el rostro ruin de Máxim se ablandara, el guardaespaldas se llevó a Jess. Sevastyan exhaló una bocanada de aliento humeante. —¿Estaban adornando la limusina? No me esperaba eso. Me tenías muy preocupado, Katya. No has respondido a ninguno de mis mensajes de texto o llamadas. —Hizo una seña a alguien detrás de mí, probablemente más seguridad mafiya, entonces me comenzó a escoltar hacia la casa de huéspedes. —Jess me golpeaba en una teta cada vez que trataba de enviarte un mensaje de texto, y me acusaba de estar vapuleada por una polla. Natalie me dijo que era inútil luchar contra ella. Psst, así que... Él abrió la puerta de la casa rural conduciéndome a su interior. Cuando el calor me abordó, fruncí el ceño. —¿Tenía un toque de queda? Se pasó una mano por la boca. —No, no es eso. —¿Creías que estaba acostándome con alguien en el garaje? —Mi ceño se profundizó. — ¿No soy tu acompañante? —Lo eres. No sabía qué pensar cuando no contestabas al teléfono. Preocuparme por mi mujer es un territorio desconocido para mí. Me temí que no había puesto las cosas lo suficientemente claras para ti. Cuando llegamos a nuestra habitación, le pregunté: —¿Qué cosas? Él cambió de tema. —Háblame de tu noche. Tuve que decir efusivamente: —Esa decoración de la limusina es la cosa más brillante que he visto en toda mi vida. Nos sorprendimos a nosotras mismas. —Hipé. —Lo tienes sobre todo el rostro y el cabello. —Un pequeño precio a pagar. —Con una palmadita condescendiente en su pecho, le dije, —Máxim, yo soy una persona muy importante aquí. Básicamente el alma de la boda. Pero este

gran poder conlleva una gran responsabilidad. —¿Había dicho esa última frase en español? Él se rio entre dientes, toda su ira se había ido. —Muy importante, ¿eh? ¿Qué graffiti escribiste tú sobre la limusina? ¿Tengo que volver y encargarme de eso? —Nos decidimos por “él ofreció su honor, ella honró su oferta; toda la noche, él está sobre ella y fuera de ella." Él se rio, tirando de mí hacia el baño para comenzar con la ducha de vapor. —Ven, solnyshko. Vamos a limpiarte. Agárrate a mis hombros. — Después de que me quitara los zapatos de tacón, se incorporó, dándome la vuelta. Desató la cinta de mi blusa, diciendo: —He estado queriendo hacer esto toda la noche. —Me sacó la prenda y me atrajo hacia él de frente, silbando ante mi sujetador negro transparente de media copa. —Me gusta ese pequeño verso. —Luego rozó su dedo índice sobre mi pezón. —¿Fuiste buena esta noche, por mí? —Muy buena. Cuidadosamente me quitó las joyas. —¿Se comportó Jess contigo? ¿O te ha estado tirando los tejos? Ladeé una cadera. —Por supuesto que lo hizo. ¡Soy mamicaliente! Pero le dije que estaba contigo. Y ella y yo nos metimos en una pelea de todos modos. —¿Por qué habrían de pelearse? —Ella insistió que deberíamos escribir algunas cosas en el interior de la limusina también. Traté de explicarle la ley de los rendimientos decrecientes, y ella me dijo que me comiera una polla. ¿Por qué seguía riéndose conmigo? Me rodeó con su brazo para desabrocharme la falda. —Y ahora tengo que cuidar de mi mujer borracha. Más territorio inexplorado para mí, aún. — Me bajó la falda, dejándome solo con mi nuevo conjunto de lencería. —¿Borracha? Estoy bien. —De hecho. —Su mirada vagó sobre mi liguero y medias altas, mi sujetador de media copa y mi diminuta tanga. —Si hubiera sabido que estabas escondiendo esto, no hubiéramos logrado salir de la suite. — Desabrochó mi sujetador y lo lanzó lejos, dándoles a ambos pezones una dulce caricia con su rostro. Luego desabrochó mi liguero, poniéndose de rodillas para rodar mis medias hacia abajo y arrastrar mi tanga hasta mis tobillos. Con un gemido, él le dio un beso caliente a mi pubis desnudo, inhalando mi olor. Yo enrosqué mis dedos en su cabello. —Umm. Me encanta tu boca. —¿Más balbuceó? Él hizo un sonido de frustración, levantándose una vez más. —A pesar de tu liguero sexy, voy a darte un respiro esta noche, lo que significa que soy un hombre mejor de lo que nunca he sospechado. Vamos, adentro. —Me condujo a la ducha, y luego se desnudó para seguirme al interior de ésta. La correa de cuero alrededor de su cuello me llamó la atención. Suspiré, —¿Llevabas puesto eso? —Tú llevabas esos pendientes, y yo llevaba la llave. —Me vuelve loca verla colgando de tu cuello. Él me ofreció su sonrisa diabólica. —Me dio esa impresión. —Él enjabonó un paño de ducha y suavemente me frotó la frente y las mejillas. Levanté mi rostro. —Tú me diste los pendientes, pero yo no te di la llave. —En cierta manera, lo hiciste. ¿Porque estaba participando en sus peculiaridades? —Hmm. ¿Te gusto cuando me pongo mi cinturón? —Oh, sí me gustas. —El paño descendió a mi cuello. —¿Te gusto cuando cocino y canto? —Me gustas mucho cuando cocinas y cantas. —Enjabonó mis pechos, su respiración volviéndose más agitada. —¿Te gusté relacionándome con tu hermano y sus amigos? —Cuando dijiste en broma que eras una ladrona de corazones, hubiera jurado que lo eras.

—Aww. Tú también me gustas. He descubierto cosas sobre ti. ¿Él se había tensado? —Me preguntaba si otros te habrían hablado de mí. —¿Eh? ¿Qué cosa? Estoy hablando durante nuestras dos semanas juntos. —En un tono orgulloso, le dije: —Si son más de las doce, hoy es nuestro aniversario. Nos conocimos hace dos semanas. —Esto era importante, ¡me gustaría no estar arrastrando tanto las palabras! —Ah, así que es eso. ¿Y qué has descubierto? —Me lavó el vientre, haciendo que mis músculos se contrajeran. —Puedo distinguir tus sonrisas reales de las falsas. Cuando medio-sonríes, siempre curvas la comisura izquierda de tus labios. No apoyas en exceso sobre el lado interior de tus pies cuando corres. Tus ojos se animan cuando estás entretenido, pero también cuando tu cerebro está ocupado en algo. Y necesitas que tu cerebro esté ocupado tanto como necesitas el sexo. Escribes el número siete con la más pequeña y sexy barra cruzándolo. Te hago feliz, y lees a gran velocidad. —Mi Cat inteligente. —Con su mano libre, me acarició entre las piernas. Cogí una bocanada de aire. —A Natalie se le escapó que eres un miembro de un club de sexo en París. Sus dedos vagaron. —Eso es cierto. Cualquier persona que sea lo suficientemente rico, y tenga esas tendencias, es miembro de Le Libertin. Te llevaré la próxima semana. —No puedo ir. O romperé la regla número tres. —Tienes reglas, ¿verdad? ¿Cuántas tienes? —Su dedo índice hacía cosquillas en mi clítoris. —S-seis reglas importantes. Si sigues las reglas vives para luchar otro día. —Él pensaría que quería decirlo en sentido figurado. —Háblame de ellas, amor. —Si te hablo de las reglas, rompería la regla número uno. Además, necesito hablarte de otra cosa. —Por supuesto. ¿De qué? —¿Sabes cuándo dijiste que todo el mundo quiere algo de ti? Yo también lo quiero. —Sí, pero contigo me siento muy inclinado a otorgarlo. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Un caballo? Quieres a Chestnut, ¿verdad? Es bastante fácil. Me levanté de puntillas, tirando de él para susurrarle al oído: —Quiero tener sexo anal contigo. Él respiró hondo. —Ya estaba adolorido tras verte con ese liguero. ¿Y ahora bañándote? No me tientes más. No soy de piedra, Katya. —¿Qué quieres decir? —Estás borracha. No voy a aprovecharme de ti. —Incluso cuando decía esto, su mano pasó rodeándome la cintura para apretarme el culo. —Jess dijo que estar achispada está bien, para la primera vez, porque estaré relajada. —¿Has hablado de esto con Jessica? —Ella dijo que yo era la única en la boda que no lo ha hecho. Dijo que eso me hacía una Amish. No soy una Amish. Soy católica. Más o menos. Una risa tensa. —Estoy seguro de que hay otras que son... Amish en esta boda. —Tu hermano se lo hizo a Natalie… —No quiero oír hablar de eso. —Yo tenía una amiga cuyo novio siempre la animaba a salir la noche de chicas porque ella regresaba a casa borracha y se ponían morbosos. ¿No podemos ser así? —Katya... —Yo siempre cedo a tus peculiaridades. Y nunca te he pedido nada. ¿Te das cuenta? Bueno, excepto que me dejaras correrme. Sus hombros se tensaron bajo mis palmas.

—Me prometiste que me lo harías. —Agarré su polla dura, acariciándola mientras le decía en voz baja, —Por favor, mi amor, sé qué harás que sea algo bueno. —Tengo miedo de hacerte daño. Necesitaría prepararte. —Hay aceite de baño en la repisa. —Mi mano cayó hasta sus pesadas pelotas, amasándolas como lo había hecho la noche de mi persuasión. Él gimió. —Me odiarás por la mañana. —Te odiaré si no lo haces. —Ah, Cat, acabas de sellar tu destino. —Su tono me recordó a nuestra primera noche, cuando me había dicho que estaba a punto de ser follada duro. ¡Pronto, cumpliría una fantasía! Chisporroteantes escalofríos corrían por mis venas, desde la cabeza hasta los dedos de los pies, despejándome parcialmente de la bruma del tequila. Quería experimentar cada segundo plenamente. Él agarró el aceite, luego tiró de mí a través del vapor hacia el banco de madera de la ducha. —Quiero que me montes. —Él se sentó, dando unas palmadas sobre sus muslos para que me uniese a él. Cuando pasé mi pie sobre una de sus rodillas, agarró mi culo, levantándome sobre su regazo. —Agárrate a mis hombros y recuéstate sobre mí. Envuelve tus brazos alrededor de mí. Lo hice. —Apoya la planta de tus pies en el banco. Confía en mí. Te tengo. Cuando lo hice, mi coño se presionó contra su eje. Me mecí justo a la vez que él. En sincronía. Luego sacudí la cabeza. —Pon tus ojos en el premio, Máxim. Él envolvió sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome en posición vertical. Detrás de mí, le oí apretar la botella del aceite y sentí mi primer arrebato de nerviosismo. Estaba tan expuesta en esta postura. Vulnerable. Pero cuando dijo: —Ahora sería el momento para decirme que me detenga, —yo no quería hacerlo. Confiaba en él para hacer de esto algo increíble. No importaba lo que pasara con Máxim, tendría este recuerdo para siempre. —Quiero esto contigo. Sólo contigo. Se estremeció y su polla palpitó contra mi coño. Él derramó aceite en la parte baja de mi espalda. Me estremecí, mientras éste corría por entre mis nalgas. —Oh, eso se siente asombroso. Presionó toda la palma sobre mi espalda, fácilmente manteniéndome en la posición correcta, y dejando libre una mano embadurnada de aceite. Sentí un susurro de sensaciones cuando dibujó círculos con la yema de su dedo índice alrededor de mi apertura, tentándome. Un poco más de presión. El aceite comenzó a sentirse más caliente, más resbaladizo. —Toma mi dedo, nena. —Presionó y presionó; avanzó milímetro a milímetro adentrándose en mi interior. —¡Oh! —Me presioné más contra él, clavando las uñas en sus hombros. —Dios mío, mujer. Estás tan apretada. —Él mordisqueó y lamió mi cuello. —Y es todo mío. —Con esa palabra, su tórax se hinchó contra mis pechos, contra mis pezones endurecidos. A pesar de lo bien que se sentía su dedo, mi coño vacío anhelaba ser llenado, tanto que casi le dije que se detuviera. Para que me dejara sentarme sobre su longitud y aliviar el dolor. Cuando él empujó su dedo en mi culo, no pude evitar mecer mi clítoris contra su eje. —No puedes hacer eso, Katya. Si haces que mi polla se corra, se habrá terminado. Ya salió bastante mal nuestra primera noche. —Seré buena. De alguna manera. —Con nuestros cuerpos presionados, pude percibir todo el poder latente en sus músculos, podía sentir el peaje que su contención le estaba suponiendo. —No te detengas. Dame más. Él utilizó su mano libre para rociar aceite alrededor de su dedo. Entonces sentí más presión. Estaba encajando un segundo dedo dentro. —Allá va. Eso es...

Cuando ambos me habían penetrado, yo gemía bajo, arqueando la espalda. —Ah, te gusta esto. —Con esa sutil respuesta mía, él profundizado más. —Haré que esta noche sea placentera para ti. —Él retiró sus dedos casi del todo, vertiendo más aceite. Luego los hundió a ambos en mi interior. Durante lo que parecieron horas, los bombeó. Los retorció. Los abrió, distendiéndome. —Más. —Sentí la invasión por todo mi cuerpo tembloroso. ¿Cuánto tiempo más podría soportar esto? Mi coño estaba goteando contra su polla. —¡Me estoy muriendo, Máxim! Retiró sus dedos de mí. —Entonces estás lista. —Él recubrió su eje con aceite, acariciándolo con una mano temblorosa. —Podría derramarme en este momento. Te lo juro, esto me va a doler a mí, no a ti. ¿Necesitaba correrse tan desesperadamente? —Levántate. —Sosteniendo su vara brillante verticalmente, me manejó hasta que yo estaba suspendida sobre ella. Metió la cabeza entre mis nalgas, contra mi entrada. Luego, con un gemido, él me bajó, la punta presionando. Gimoteé cuando la amplia corona exigió entrar. Cuando la cabeza traspasó mi anillo, bajó la barbilla hasta su torso, temblando. —Joder. —¡Ah! Eso es... no te detengas. —Lo sentí estirándome, pero no sentí dolor. Él meneó la cabeza con fuerza, con una decidida mirada aflorando. —Relájate ahora. — Él me agarró las nalgas con ambas manos, manteniéndome en posición. —Te tengo. Confié mi peso a sus manos. Me levantó, sensualmente bajándome más profundamente. —Me estás tomando dentro de ti tan bien, dushen'ka. —Su alabanza era como su propia caricia. Fui bombardeada por la presión, la plenitud, incluso por esa sensación de cercanía que me hacía sentir. El vapor nos envolvía, humedeciendo nuestra piel y dejando nuestros cuerpos lubricados. —¿Estoy haciéndote daño? No sabía si estaba mareada por la bebida o por estas nuevas sensaciones, pero... —No, necesito más. Máximo shockeado. Me incliné para lamer sus labios entreabiertos. Él me levantó sobre su polla, luego me bajó más. Arriba... abajo... —Acaríciate a ti misma para mí. —Su acento era tan espeso. Una de mis manos se sumergido hasta mi coño. Cuando él me bajó de nuevo, deslicé un dedo dentro. —Ay, Dios mío...—Mi cabeza cayó hacia atrás. Se inclinó hacia mis pechos, su boca buscando. Tomó un tenso pezón entre los labios y lo succionó. Contra el pico, dijo entre dientes, —Dos dedos, nena. —Se volvió hacia mi otro pecho, tirando de mi pezón entre sus dientes. Cuando me introduje un segundo dedo, podía sentir la presión de su polla, empujando contra mi vaina. Yo estaba llegando al límite, pero me resistí contra mi orgasmo, queriendo que esto continuara para siempre. —¿Te gusta sentirte colmada de esta manera? —Él se empujó aún más profundo, haciéndome aceptar más de aquella dilatación. Y la dilatación era increíble. —¡Más! —¡Me estás torturando! Duraré más que tú si este polvo me mata. —¡Me estoy acercando tanto! Levantó la cabeza. —Mantén tus dedos en movimiento y mírame. — Nuestras miradas se reunieron. —He reclamado cada centímetro de tu cuerpo. Eres mía, Katya. Estás conmigo ahora. Mis párpados se cerraban mientras el placer se acumulaba dentro de mi vientre. —Ojos abiertos. Mírame. —Sus palabras eran un susurro ronco. —Estás conmigo ahora. Dilo. —Es-estoy contigo. —La doble plenitud por debajo de mi cintura hacía imposible

concentrarse. —No hay nadie más que yo para ti. ¿Me entiendes? —Me levantó... —C-creo que sí. Me bajó... —Sabes lo que eres ahora. Dilo. —Me levantó... Me bajó, tanto como podía tomarlo. —¡Soy tuya! ¡Tuya! —¿Por cuánto tiempo? Los músculos de su mandíbula se hincharon, los tendones de su cuello atirantándose, más tensos de lo que nunca los había visto. —Eso es correcto. Me perteneces. Sigue trabajando tu coño, Katya. —¡Oh, sí! Mientras yo me follaba con mis dedos, miró hacia abajo e hizo ese sonido de un gruñido. —Justo cuando pienso que posiblemente no puedes ser más sexy... Vas a hacerme perder la cabeza antes de que esto haya acabado, ¿verdad? Arriba... Abajo... —Estoy a punto de estallar, mujer. —Él arremetió con embates poco profundos de sus caderas al ritmo de mi mano ocupada. —¡Máxim, estoy cerca! —Con cada embestida de mis dedos, mi coño se contraía más. — Haz que me corra... haz que me corra... hazlo. —¡Joder! ¡JODER! —Las puntas de sus dedos clavándose en mis curvas, me alzó hasta la punta de su polla. Los latidos del corazón pasaban mientras yo flotaba, mientras él flotaba... Descendí, sentándome sobre él; su semilla hizo erupción. Meciéndose contra mí, su cabeza cayó hacia atrás y un bramido salió de su pecho. Cuando sentí su primer chorro de calor, gemí, casi temiendo la fuerza de mi propio orgasmo mientras el placer se aceleraba, y se aceleraba, y se inflamó en llamas. Éxtasis. Escaldándome. Mi núcleo se apretó en torno a mis dedos. Eché la cabeza hacia atrás y grité: —¡Oh, Dios mío! —Me estremecí y temblé, el éxtasis apoderándose de mí. —¡Puedo sentirte corriéndote! —Su gruesa polla se sacudió dentro de mí, bombeando su esencia. Me encontré con sus labios, gritando contra éstos. Nuestras lenguas se enredaron mientras él se vaciaba, y mi cabeza me daba vueltas por la dicha abrasadora... Me desplomé contra él. —Dios mío, Katya. —Depositó besos por toda mi cara, murmurándome en ruso. Adoraba su afecto, temblando contra él. —Gracias, mi amor, — suspiré. —¿Me das las gracias? Mordisqueé su cuello. —¿Te gusto cuando nos ponemos morbosos? Soltó una risa tensa. —Se podría decir que sí, —murmuró, apretando sus brazos alrededor de mí con tanta fuerza, que pensé que me iba a romper.

Capítulo 31 Traducido Por Hechizo de Luna Corregido Por Nyx

A la mañana siguiente me senté acurrucada en el asiento de la ventana.

En el exterior la nieve caía como loca. Máxim dormía. Me gustaría poder pasar todo el día descansando en el fuego, y acurrucarme en la cama con él. Con mi hombre malvado. Cambié mi posición, sintiendo una punzada en mi trasero, pero había valido la pena. Me dijo que yo estaba con él, que yo era su -casi como-, ¡que nosotros estábamos juntos! Tal vez él había estado emocionado y dijo más de lo debido. Tal vez había estado tan borracho como yo lo había estado. Aunque ahora que lo pensaba, nunca lo había visto borracho. Me encogí de hombros. Sabía que era bastante pronto. Antes de que me arrastrara a la cama con él, miré a través de los cristales esmerilados, queriendo memorizar cada detalle de este lugar. Dos ramas cubiertas de hielo se enfrentaron, –crac, crac, crac-, fuera de la ventana. Los vientos comenzaron a soplar, bajos gemidos que se envolvían alrededor de la casa de campo y la hacían crujir. En el interior, el fuego saltó. Tantos sonidos externos a mí. Este lugar era mágico. Estar aquí con Máxim me hizo sentir cosas tan profundamente. Aparentemente a él también. Recordé sus celos de la noche anterior con una emoción oscura... En los últimos días, me di cuenta de que la razón por la que no había anhelado otra relación no era sólo debido a mis circunstancias. No la había anhelado, porque no había conocido a Maksimilian Sevastyan. Él era el anhelo. Yo estaba enamorada del Ruso. Hecho. Terminado. Y ahora que amaba a Máxim, me di cuenta que lo que sentía por Edward había sido pálido y débil, que había participado todo excepto mi corazón. Pero Máxim era todavía un jugador. Su relación más larga había durado por catorce días y contando. Si un hombre como él en realidad se estableciera con una mujer, él la querría por completo a cambio. Se esperaría que ella fuera suya. Legalmente, todavía pertenecía a otro. Oh, me jodí. Estaba tan jodida. Qué no daría yo por un -hacer de nuevo-. Para que Edward nunca hubiera existido. El viento se intensifico aún más, copos de nieve cayendo. Una verdadera y real tormenta de nieve. Una ráfaga hizo temblar las ventanas, la casa de campo crujió como si estuviéramos en un huracán. Máxim despertó momentos después, parpadeando hacia mí, luego lentamente sonriendo, estaba tan guapo que mi corazón se retorció. En un gruñido, dijo, —Oye, nena. —Se dio unas palmaditas en el pecho para que volviera a la cama. Me levanté, dejando caer mi manta en el camino y me metí desnuda junto a él. Cuando puse mi cabeza sobre su corazón, él rozó sus dedos hacia arriba y abajo de mi espina dorsal. —¿Cuánto tiempo has estado levantada? —Un poco. He estado viendo la tormenta de nieve. Se agachó para ligeramente ahuecar una mejilla. —¿Cómo estás? —Definitivamente siento lo que hicimos. Y no me arrepiento de nada. Volvió a acariciar mi espalda. —Nunca lo haces. —Eso no es cierto, —le dije. —Simplemente no lo hago contigo.

—Tal vez no te acuerdas de todo. —Mi comida para llevar desde la ducha: ¿Hay algo que Máxim no pueda hacer? Fue maravilloso. Lo eres. —Tú, Solnyshko, aturdes mi mente. —¿Yo? Yo sólo me aferre al viaje. —Eres apasionada y cuando haces algo das un salto con ambos pies. —Curvó un dedo debajo de mi barbilla, tirando hasta que me enfrenté a él. —Eres valiente. No podía hacer ninguna reclamación al respecto. Si fuera valiente, lucharía por mi derecho de nacimiento. Me gustaría poner un asesino entre rejas. Eché mi mirada hacia abajo. Máxim merecía una mujer valiente. ¿No estaría un hombre como él esperando una? —¿Te sientes miserable por la bebida? —De ningún modo. Natalie nos dio a Jess y a mí su prevención de resaca antes de que ella nos enviara a pintar la limosina. —Habíamos bebido una botella de Gatorade cada una, luego tomamos algunas píldoras de-venta-libre. Eso había funcionado completamente, pero... —Tengo la profunda sospecha que el zapato de arte polaco no era tan brillante como yo pensaba. —Me levanté al amanecer y lo revisé, en caso de que ustedes hubieran escrito “comer una polla” una y otra vez. Me reí. —Por suerte, el poema está en su lugar, y es aceptable. Definitivamente le diste sabor a la boda. ¿Se te olvidó que escribiste “yo” al final? —Mientes. —No, está ahí. Nota personal: Ningún tequila con Jess nunca más. Hice círculos con mi dedo índice sobre su pecho. —¿Te gusta pasar tiempo con tu hermano? —Él todavía se oculta en sí mismo. Pero creo que yo también. Supongo que llevará tiempo. —Cuanto hace que esto está pasando. Hazme el favor de decirme ¿por qué ustedes dos se separaron? —¿No aprendiste nada de Natalie? —Ella fue una gran boca-cerrada. Tuve que investigar mucho. ¿Vas a decirme algo más? —Me incliné hasta poner mis manos en su rostro. —Quiero conocerte. Él me dio una mirada con las cejas fruncidas. —Me preguntas hoy, mostrando el interés que he ansiado -precisamente- cuando Aleksandr me aconsejó ayer por la noche que te dijera mis sórdidos secretos. No puedo entender lo que esto conseguirá. Y no puedo creer que me veras de la misma manera. —Lo haré. —¿Cómo puedes estar tan segura? —Se sentó contra la cabecera, y lo hice también. Atraje el cobertor más cerca sobre nosotros. —Porque la única manera que yo consideraría que eres diferente es si fueras despiadado con otro, que lastimaras a alguien que no fuera tan fuerte como tú. —Edward, Edward, Edward. —Y sé que nunca harías eso. —Es una historia desagradable. Mi padre era... abusivo. Era en parte un estafador a sangre fría, en parte un matón borracho. Solía utilizarnos a mí y a mis hermanos para darnos palizas, romper huesos. Me mantuve atenta prestándole atención. —Continua, por favor. —Él siempre era peor en el invierno. Cuando tenía nueve años, mató a mi madre en una rabieta. Dios mío. —Lo siento mucho, Máxim. ¿Estabas allí? ¿Lo viste? —Ser testigo de la muerte de Julia habría sido un número, -toda la sangre por todas partes- y yo odiaba a la mujer.

—Dmitri encontró su cuerpo al pie de las escaleras. —¿Eso es lo que lo ha estado rondando? —Desearía que eso fuera todo. Pero hay algo peor. ¿Segura que quieres oír? —Estoy segura. Por Favor. Su pecho subía y bajaba respirando. —Dos inviernos más tarde, mi padre trató de asesinar a Aleksandr también, pero mi hermano se defendió, accidentalmente el acabó con el viejo bastardo. Seguro que él sería enviado a una prisión en Siberia, Aleksandr corrió hacia la noche, dejándonos a Dmitri y a mí atrás. Teníamos once y siete, y creímos que nos había abandonado. Sólo recientemente me enteré que creía que íbamos a ser adoptado por parientes lejanos, mil veces mejor. —¿Qué pasó en su lugar? —Orloff, un “guardian” de mediana edad del pueblo más cercano, fue designado. La forma en que miró a Dmitri me dio escalofríos, pero yo no sabía por qué. No tenía ni idea de que hubiera adultos que se aprovechaban de los niños así. Oh, no, no. —No me gustaba la cantidad de tiempo que pasaban solos. Dmitri nunca se quejaba, me dijo que Orloff era un buen hombre. Y Orloff era diferente a mi padre. El hombre no bebía, nunca nos golpeaba, ni siquiera levantaba la voz. Nunca hablaba de forma inapropiada. Al igual que Edward. A veces los monstruos se hacen pasar por caballeros. —No había ninguna razón para dudar de su decencia, pero no podía evitar la sensación. Así que fui con Orloff y le pregunté por qué estaba tan concentrado en Dmitri. —Máxim vaciló... —¿Qué dijo el hombre? Por Favor. —Él me dijo que él sólo quería ser un padre para el niño, que Dmitri necesitaba apoyarse en él para recuperarse de la reciente pérdida de su padre y su hermano mayor. Él preguntó en voz alta: “¿Por qué no quieres que Dmitri sea feliz? ¿Estás celoso?” El hombre mintió de manera creíble. No puedo expresar lo hábil que era. Él me hizo dudar de mí mismo. Me alejé, convencido de que era mezquino y egoísta. Abuso psicológico. No era de extrañar que Máxim desconfiara. —Con los años, Orloff remplazó lentamente a todos los sirvientes, aquellos que nos podrían ayudar, aquellos que también levantaban sus cejas. En ese momento yo tenía trece años, estábamos sin amigos, atrapados en nuestra casa aislada. A veces, sin amigos era otra forma de decir indefenso. —Sigue, por favor. —Orloff seguía hilando sus cuentos. Y de nuevo, Dmitri era su defensor más acérrimo. Más tarde supe que le había dicho a Dmitri que me mataría, –al último de su familia junto con él- si alguien se enteraba. —¿Cómo descubriste las mentiras de Orloff? —En la víspera de Navidad, me colé en la habitación de Dmitri para montar un tren que había pedido para él. Él no estaba allí. Lo encontré en la cama de Orloff, con esta mirada escalofriante en blanco en su rostro. El hombre había hecho que mi hermano pasara la noche con él, porque incluso un demonio enfermo cree que debe estar cerca de su víctima, durante los días festivos de mierda. Esa era la razón por la cual Dmitri había estado estallando el teléfono ese día en particular. Y el por qué Máxim odiaba las fiestas. —Ataqué a Orloff, pero él era mucho más grande que yo. Cuando recobré el conocimiento, estaba encerrado en el sótano, mi espalda desollada. Su espalda. Sus cicatrices. Las había llevado desde que era un niño. Máxim miró más allá de mí. —Orloff quería romperme, para silenciarme. Su posición era el paraíso para él -viviendo en una mansión con tantos lujos- y con Dmitri allí para su... uso. El hombre habría hecho cualquier cosa para continuarlo. Así que me mantuvo ahí abajo. No vi el sol por... algún tiempo. —¿Q-qué? ¿Por cuánto tiempo? —La mitad de un año.

Mis labios se movían sin palabras. Esta pesadilla sólo se volvía más retorcida. Con la mirada distante, Máxim dijo, —Él me dio poca comida o agua, manteniéndome sin ninguna clase de luz. Como yo no me quebraba, revelaba su rabia enterrada, me azotaba hasta que su brazo se cansaba, reabriendo todas mis heridas. En ese lugar oscuro, la suciedad y la sangre bañaban mi piel. —Se estremeció. —Eso quemaba, picaba, me atormentaba. Estaba hambriento de luz solar. Cuanto más tiempo estaba sin ella, la aflicción empeoraba creciendo, se extendía sobre mi cuerpo. Era tan grave, que me gustaba soñar que no tenía piel en absoluto. Mis ojos se humedecieron al imaginarme su dolor. Tantas cosas tenían sentido ahora. Sus palabras: Treinta y un años de miseria se acaban aquí. Abusado por su padre primero, y luego por Orloff. Durante décadas posteriores, Máxim había sido atormentado por los recuerdos. —Me enferme en ese húmedo y congelado sótano, sabía que iba a morir allí. Así que traté de actuar como si él me hubiera quebrado, pero no podía engañar así como así a Orloff. Yo había sido condenado a muerte a los trece años. A medida que pasaba cada día, mi ejecución se acercaba. Apenas mantuve mis lágrimas a raya. —Es por eso que me hacías esas preguntas acerca de mis recuerdos. Él asintió con la cabeza. Se había preguntado lo que yo había estado haciendo, mientras que él estaba muriendo. Por eso odiaba el invierno. Fue por eso que siempre quería que las ventanas y puertas se abrieran. ¿Y este hombre me llamaba... su sol? —Peor que cualquier cosa era saber que Orloff todavía abusaba de mi hermano pequeño. Todo el mundo se había ido. La protección de Dmitri era mi responsabilidad. Y yo había fallado. —No había nada que pudieras hacer. Eras un niño. —Aleksandr dijo lo mismo, aunque creo que él podría haber venido con alguna forma de escapar y salvar a su hermano. De hecho, fue Dmitri quien me salvó. La noche de una amarga helada, se despertó de su bruma el tiempo suficiente para comprender que yo estaba a punto de morir. Golpeó al hombre con una pala. Mi hermano se arrodilló a mi lado, llorando... mientras yo estrangulaba a Orloff. Lo maté antes de que él pudiera despertar. ¿Máxim se había visto obligado a hacer eso? ¿Cuándo era un niño? Mi corazón se rompió por él y por Dmitri. Él evaluó mi expresión. —Mi familia está rodeada de muerte y destrucción. Aleksandr mató siendo joven. Como lo hice yo. Sólo que yo lo hice con mis propias manos, cuando el hombre no era capaz de defenderse a sí mismo. Salí de ese sótano, con alguna oscura y deformada cosa, desesperado por matar. ¿Cómo puedes no me verme diferente? —Te veo diferente. Estoy asombrada por lo valiente que fuiste para protegerte a ti mismo y a Dmitri de un monstruo. —¡Me gustaría ser tan valiente! Me agarré de los hombros de Máxim. —No puedo sentirme más ferozmente sobre esto. Odio que esa crueldad pese sobre ti. Pero, ¿has pensado en los niños que protegiste en el futuro de ese hombre? ¿O los que vengaste de su pasado? Y si Orloff estaba dispuesto a dejarte morir, ¿por qué no creer que ya había asesinado antes? Mi reacción desconcertó a Máxim, pero tenía que hacerle entender. —A veces las personas no son lo suficientemente valientes como para hacer lo que es necesario, -los adultos no lo son-. —En mi posición, Máxim se habría reunido con Edward de frente, luchando. —Lo único que pueden hacer es soñar con ser valientes. Tú hiciste lo que tenías que hacer cuando eras sólo un niño. ¡Así que sí, te veo de otra forma! —No esperaba que fueras tan... vehemente. —La mirada de Máxim se movió sobre mi rostro, luego se inclinó sobre su hombro derecho. ¿Yo lo estaba apretando? Consciente de mi misma, dejé caer mis manos y me aclaré la garganta. —¿Qué hiciste después? Frunció el ceño ante mi reacción, pero continuó, —Dmitri no quería que nadie supiera lo que Orloff había hecho con él, así que se deshizo del cuerpo en el bosque. Él nunca fue encontrado. Dijimos que se emborrachó, que salió antes de una tormenta, y no regresó. Nadie

en particular se preocupó. Años más tarde, me enteré de que había sido sospechoso de abusar de niños y niñas de su propia ciudad. Después, una anciana llegó como tutora. Ella no nos lastimaba, ni tampoco nos ayudaba. —¿Cómo es Dmitri ahora? Él se pasó una mano por el rostro. —Estaba disgustado al oír hablar de mi relación contigo. Máxim había dicho que no estaba listo para que sus hermanos me conocieran. —Y yo más o menos me anuncié a mí misma. —Él lo habría oído en el momento de la boda. —¿Así que algunas de las llamadas telefónicas furiosas han sido por mí? —No se puede evitar. —Él exhaló. —Dmitri no podría estar más dañado. Cada movimiento que hace para tratar de mejorar parece que lo atrapa más profundamente en el pasado. —¿Tiene a alguien en su vida? ¿Un socio? ¿Amigos? —Él es incapaz de tener una relación. Estábamos iguales en eso, compadeciéndonos por ello. Si bien tenía mi guion, él ha desarrollado lo que llama protocolos. Son de más largo alcance, incluso... absolutos. —Él abrió la boca para decir algo más, pero se detuvo. —Tú lo conocerás. No quiero cambiar tu percepción aún más. ¿Qué más podría ser? Pero yo dije: —Entiendo. —Él culpa a Aleksandr por abandonarnos. Como mayor, Aleksandr tenía que haber sido un padre para Dmitri. Entonces él se fue. —¿Es por eso que dijiste resentido? —Solía odiarlo, imaginaba su vida sin preocupaciones bajo la protección de un buen hombre como Kovalev. Sin embargo, me enteré hace poco que Aleksandr vivió en las calles antes de que Kovalev lo adoptara. Entre tantos niños sin hogar, era un extraño. Había sido criado con privilegios -abusado, sí, pero rico-y hablaba poco por naturaleza. Estar solo significaba que él también tenía... juicios, no era de ninguna manera libre cuando nos dejó. De hecho, solía creer que había sido escogido para ser atormentado. Después al encontrar a Natalie, él creyó que había sido probado para volverse lo suficientemente fuerte como para protegerla, que el propósito de su vida era salvaguardar la de ella y garantizar su felicidad siempre. ¿Qué piensas de eso? Me pregunté en voz baja, —¿Cómo sabemos que no es cierto? Si tú crees que todo sucede por una razón… Él parecía reflexionar sobre esto. —Durante décadas, no pude ver ninguna razón para mis propias pruebas cuando era un niño. El insomnio me atormentaba. Mi apetito se amortiguaba; podía tomar o dejar la comida, derivando el que no gozara de ella. Mi piel hipersensible hacia que el contacto fuera insoportable. Durante años, tuve que apretar los dientes sólo para llevar una camisa. Aun cuando mejoré físicamente, mi mente no estaba dispuesta a dejarlo ir. Si alguien se acercaba a tocar mi piel, sentía como si mi pecho estuviera hundiéndose. Justo como me pasaba a mí cuando practicaba revelando mi pasado. —Pero las cosas son diferentes contigo ahora. Eres un goloso. Duermes profundamente, —Le susurré, —te toco. —Le conté a Aleks de esta evolución, en busca de su opinión. Qué raro escuchar a un hombre tan autosuficiente como Máxim dejarse conducir de otro. Pero entonces, Aleks era su hermano mayor, recientemente se había reunido con él. — ¿Qué te dijo? —Él cree que un hombre reconoce a su mujer porque comienza a evolucionar por ella, para llegar a ser lo que ella necesita. Me dijo que si el incentivo era lo suficientemente fuerte, algunos hombres podían cambiar. Aleksandr quería a Natalie más de lo que quería a sus viejas costumbres, por lo que las echó a un lado. ¿No es eso lo que crees? —Sí. —Me di cuenta de que algo era diferente en ti antes de que nos tocáramos, solnyshko. Cuando sonreíste por encima de tu copa de vino y me dijiste que la vista desde el penthouse Seltane era “adecuada”-me estremecí-porque tuve el impulso de sonreír. Respondí a ti como

nunca lo hice con otra, y eso me desconcertó. Máxim rozó sus dedos por mi mejilla. —Hace tantos años, cuando estaba abajo en ese sótano, me gustaría haber sabido que en el otro lado del mundo, había una niña atrevida luchando por su orgullo. Y que iba a entrar en mi vida un día para que fuera más brillante. Con una presión de mis labios en su frente, le dije: —Ahora sé que en el nevado norte de Siberia, un niño se estaba convirtiendo en un hombre bajo las más duras condiciones posibles. —¿Cómo podría Máxim haber crecido tan confiado? ¿Así tan a gusto con el poder? ¿Así de notable en todos los sentidos? Él dijo: —Me dijiste sucedió, dolió, y que mejores cosas me esperan. ¿No es así? ¿Me estoy convirtiendo en lo que necesitas, Katya? Exhalé un suspiro tembloroso. —¿Tal vez puedas continuar ahora que eres diferente? ¿Tal vez quieras seguir adelante? Se quedó en silencio durante un largo rato, al parecer para tomar una decisión. Por último, preguntó, —¿Fue esto demasiado para escuchar? —No. Pero me duele contigo. —Por el niño asustado que había sido. Por el hombre afrontando la angustia de su hermano. Y la suya propia. —Me siento... mejor. Más ligero. Aleks tenía razón. Es una carga levantada. Tenía que decírtelo finalmente, así que estoy aliviado al haberlo hecho. ¿Debido a que era cierto que estaríamos juntos? Mi corazón clamaba. ¡Quería a este hombre tanto! Él era un anhelo. —Si yo hubiera sabido que ibas a reaccionar de esta manera, no habría temido tanto contártelo. —Gracias por confiar en mí. —Y me darás la tuya a cambio. Así que podemos seguir adelante. Dios mío. Tragué saliva con nerviosismo. ¿Cómo no podría confiar en él? Podría haberle dicho a Máxim incluso ahora -o tratado de pronunciar las palabras- pero la mirada en sus ojos dijo que necesitaba algo completamente diferente de mí. Quería perderse dentro de mí. Para conocer el placer y enterrar el dolor. Quería que le diera todo lo que necesitaba. Cuando él me tomó en sus brazos, decidí que una vez que regresáramos a Miami, iba a confiar en él también. Mi corazón dio un vuelco cuando me di cuenta, tendré que decírselo finalmente. Después de la boda, le diría todo.

Capítulo 32 Cuando besé a Máxim para despedirme esa tarde, él abrió los ojos.

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

Después de hacer el amor dos veces, él y yo habíamos pedido al servicio de habitación que nos subieran algo, y luego nos habíamos vuelto a dormir. Me había levantado y vestido antes de que él se hubiera despertado. Jess y Natalie me habían dicho que me uniera a ellas a las tres para que me maquillaran y peinaran junto con el grupo de la novia, pero incluso después de la noche anterior, no había querido imponerme. Ahora que eran casi las cinco, pensé que no estaría de más pasarme para ver si Jess podría necesitar un poco de ayuda de última hora. Máxim se fijó en mi aspecto. Me había recogido el cabello en un moño alto, suelto y me puse mis perlas alrededor del cuello a modo de gargantilla. Perlas a juego adornaban mis oídos. Llevaba poco maquillaje en contraste con el color de mi vestido inolvidable, mis ojos parecían de color ámbar, así que jugué con eso adornándolo con una pizca de suave sombra de ojos color tostado. Pero, ¿Aprobaría mi atuendo? —¿Y bien? Cuando el diseñador había sugerido primeramente el color amarillo para resaltar mi bronceado y mis ojos, yo había arrugado la nariz, en previsión de un público más conservador aquí. Entonces lo había intentado con el sencillo vestido ceñido sin tirantes y me enamoré. La mirada de Máxim se volvió candente, sus labios se separaron. —Estás... exquisita, solnyshko. Al ver su reacción y conociendo su pasado, me alegré de haber elegido un modelo vibrante y audaz. Se encontró con mis ojos. —Y eres mía. Tragué saliva. Él había dicho en serio cada palabra la pasada noche. Justo cuando me excité, dijo, —Deme diez minutos, señorita Marín. —Señorita. —Déjame darme una ducha, y bajaremos. —Pensé en ir a ver si Natalie y Jess necesitaban algo. La tensión se extendió por todo su cuerpo. —¿Me estás... me estás evitando después de lo que te dije? Me agaché para ahuecar su cara. —No. —Le di un beso, breve, duro. —Me pidieron que estuviera allí hace dos horas, pero no me presenté. Entonces empecé a preocuparme por la función de coordinadora de boda de Jess de hoy. Necesito asegurarme de que Natalie tiene una copiloto. Después de todo por lo que ha pasado, se merece tener la boda más fantástica. —Ah. Ya veo. —Estiró sus brazos sobre su cabeza, haciéndome la boca agua. —Me alegro de que congenies con ellas. Ve con ellas. Te veré pronto. Afuera, en la casa de turismo rural, me dirigí hacia el pabellón. Me encontré al grupo de la novia en un salón contiguo, siguiendo el sonido de las risas. Dentro estaba atestado de gente. Zigzagueé rebasando damas de honor y amigas, estilistas, maquilladores, fotógrafos y un camarógrafo para poder conseguir mi primer vistazo de Natalie. Mi mandíbula se desplomó. Su vestido color marfil debía haber sido sacado directamente de un cuento de hadas. La impresionante obra de arte, con la espalda descubierta, tenía una falda de gasa de seda que fluía con matices de color rosa que hacían que su piel pálida brillara. Llevaba su cabello largo y rojizo recogido en lo alto, flojo y salpicado de perlas, varios mechones se encrespaban alrededor de su rostro radiante. Exclamé, —¡Dios mío, tan guapa! ¡Estás tan bella! Ella se sonrojó y me saludó con la mano. —Mira quién habla, ¡siempre deberías llevar ese color! Te abrazaría, pero Jess me ha prohibido tocar a nadie que lleve maquillaje. O seguir nada que brille. O sudar.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —Está todo bien, con tal de que Jessabel no me pille comiendo. Entonces vi a Jess. Llevaba el mismo vestido de color rosa suave que las otras damas de honor, sólo que el de ella tenía un escote pronunciado para revelar canalillo. Me señaló con el dedo. —Estás tan caliente con ese vestido que echas humo, mami. Ven dame cariñitos. Esa limusina va a rodar con las piernas tan arqueadas como Polly, ¿Estoy en lo cierto? Jodidos rusos. Coge un poco de champán. Ponte al día. Supuse que habíamos superado nuestra desavenencia. Un día, sin embargo, me gustaría hacerle entender la ley de los rendimientos decrecientes. Cogí un par de copas aflautadas de la bandeja de un camarero, entregándole una a Natalie. Después de un sorbo, sabía que el champán seguía siendo un imposible para mí. —¿Te estabas comiendo una pasta? —Jess le preguntó a Natalie. La severa Jess era una fuerza de la naturaleza. —No te atrevas a tocar ese vestido con tus sucias zarpas, Natalie. Es posible que no tengas ningún aprecio por la alta costura, pero ¡yo me he gastado decenas y decenas de miles de tus dólares en esto! Al menos podrías ser agradecida. —Se volvió para chasquear los dedos hacia Polly. La chica se tropezó con ella misma y con todas las demás para llegar junto a Jess, quien tiró rápidamente de su corpiño hasta que éste alcanzó una altura más sexy. —¿Qué somos? Jodidos Amish, ¿Cómo Cat? ¡Ya no! Le saqué la lengua. Rebecca se encaminó a través de la atestada sala para llegar hasta Natalie. Sus ojos se humedecieron al ver a su hija. —Mi niña. —Ella sollozó. —Oh, mamá, —dijo Natalie en un tono afligido, pero ella estaba sonriendo ampliamente. Cuando las lágrimas de Rebecca comenzaron a caer, Jess espetó: —Ella no va a caminar 33 por la pasarela ; simplemente va a casarse con un sombrío novio ruso que encargó por correo. ¿Te has tomado la píldora que te di? Tómate la píldora. Y miraré bajo tu lengua para asegurarme. Rebecca puso los ojos en blanco tras sus gafas. —¡Sólo para que dejes de arengarme, Jessica! —Sacó algo de su bolso de mano, sosteniéndolo con una mirada desafiante. Los ojos de Jess se abrieron ampliamente. —Detente… Pero Rebecca ya estaba bajándola con champán. —Es sólo un Valium, ¿verdad? Jess negó con la cabeza mientras decía, —Sí, absolutamente. En teoría. —Oh, Dios mío. Rebecca pensó que estaba bromeando. —Ahora, ¿puedo llorar por mi niña? —Pregúntamelo de nuevo en veinte minutos, Becks... Después de eso, todas charlábamos de nada en particular, todas excitadas, con el ánimo levantado. Me hubiera gustado haber podido tener una experiencia como esta, rodeada de amigas y familiares, para un evento tan importante. —Muy bien, señoras. —Jess dio unas palmadas en el aire con sus manos. —Tenemos menos de quince minutos. ¿Cuarto de baño? ¿Alguien? Hable ahora o guárdese las ganas de mear para siempre. Polly salió corriendo como si se estuviera prendiendo fuego, Rebecca la siguió, tambaleándose. Jess estaba justo detrás de ella. Poco después, Jess volvió a tirar de mí hacia el vestíbulo. Rebecca estaba apoyada en la pared con una expresión grogui en su cara. —¿Qué pasa? —Le pregunté. En voz baja, Jess dijo: —Natalie no necesita saber esto, pero yo podría haberle dado 34 accidentalmente a su madre el éxtasis que estaba reservando para esta noche. Estás oficialmente a cargo de Rebecca, es tu turno de guardia. —Se volvió hacia la mujer. —¿Ves, Becks? ¿No se siente todo más suave ahora? Mierda. —No hay problema. —Mi mantra. El lado positivo del asunto, ¡las lágrimas de la mujer se habían secado eficazmente! —¿Puedes llevarla al pabellón? —Estoy en ello.

Mientras me llevaba a Rebecca, escuché a Natalie decir: —¿Alguien ha visto a mamá? Jess dijo en voz alta, —Mami caliente está con ella. Ya están en camino. Le sonreí a la dama con ojos groguis. —Ya casi llegamos, Rebecca. Ya vamos. Vamos a girar a la izquierda, nuestra otra izquierda. Bien, muy bien. El pabellón era espectacular, con su techo de dos aguas tan alto como las nubes, con vigas arqueadas, y un reluciente piso de madera. Peonías, lirios y orquídeas fastuosas adornaban el área, perfumando el aire. Más allá de las inmensas ventanas de placas de vidrio había un patio iluminado con farolillos colgantes que se reflejaban en la nieve. Cuando me encontré con Tom, éste tomó la mano de Rebeca con el ceño fruncido. Ella le acarició la corbata. —¿Va todo bien? —Me preguntó. Esquiva y muévete. —¿Se tomó un poco de champán? —Mientras decía eso, ella le lamió la cara como si fuera un sello. Desconcertado, Tom dijo, —Uh, Cat, ¿Harías el favor de quedarte con ella mientras acompaño a Natalie por el pasillo? —Por supuesto. No hay problema. Rebecca, nos quedamos aquí. — Tiré de ella hacia el banco de iglesia de delante, logrando que al final se sentara. Miré alrededor en busca de cualquier cosa para mantener su atención, o, posiblemente, un chupete y un stick fluorescente. No encontrando nada, señalé el dobladillo de su vestido. —Oh, mira, Rebecca. ¡El borde de tu vestido! Tiene tantos, tantos, tantos volantes. Ella se volvió fascinada con eso. Todo este fin de semana estaba resultando surrealista. Estaba en la boda de la hija de un mafioso ruso con un apreciado asesino a sueldo, sentada al lado de la madre-de-la-novia que estaba quitándose pelusillas de la ropa. Mi… novio (escalofríos) estaba metido en la mafiya también. Ah, y era multimillonario. Aleks y tres amigos del novio entraron entonces procedentes de otra habitación retirada, ocupando sus lugares en el altar. Se suponía que iban a formar una fila y esperar a las damas de honor de la novia. Entonces, ¿Dónde estaba Máxim? El novio de Natalie estaba elegante con su almidonado esmoquin, aun así, todavía parecía peligroso con sus tatuajes y su pelo casi al cero. También estaba claramente nervioso, tirando del cuello de su camisa, estirando su cuello, tratando de echar un vistazo a Natalie. Su nerviosismo me hizo sentir aww. Un hombre que se come las balas como desayuno realmente tenía miedo de que ella hubiese huido. Entonces... Máxim entró. Cuando obtuve mi primer vistazo de él con su esmoquin, inhalé, mi brazo volando hacia un lado, como si hubiera sufrido un accidente automovilístico. Un hombre Magnífico. No podría estar más increíblemente guapo. Cuando sus ojos me encontraron, me ofreció una sonrisa arrogante, sabiendo que estaba jodidamente magnífico, sabiendo que yo estaba anonadada por él. La promesa oscura en sus ojos me hizo derretir. Ocupó su lugar al lado de Aleks, ambos hombres tan altos y fuertes. La tensión que había sentido entre ellos dos se había aliviado un poco más. Le dio una palmada a su hermano en la espalda, burlándose de él respecto a algo. Cuando la música nupcial comenzó a sonar, ayudé a Rebecca a ponerse en pie. Una a una, las damas de honor caminaron por el pasillo. Cuando Jess pasó por mi lado, me guiñó un ojo y me lanzó un beso. Mi mirada se deslizó a Máxim; él frunció el ceño ante eso. Rebecca señaló al techo y susurró: —Ohhh. Entonces Tom acompañó a Natalie por el pasillo y todo el mundo suspiró ante la hermosa novia. Excepto Aleks. Él acomodó su postura, como si acabara de evitar tambalearse. Natalie parecía totalmente a gusto, lista para casarse. Para iniciar una nueva vida. Incluso después de que Tom había entregado a Natalie, todos nos sentamos, Aleks todavía parecía encantado con su novia. Pensé que su mano temblaba mientras tomaba la de ella.

Pude escuchar a Natalie decirle a Aleks, —Estás más caliente que nunca, Siberiano. Creo que es mejor que ponga un anillo en tu dedo. Sus cejas se juntaron, y asintió con seriedad. Mientras tiraba de Rebecca para que se sentara, traté de no mirar a Máxim. Pero mis ojos sólo querían mirarlo. El ir a una boda como esta, con un hombre como él, era algo peligroso para mi corazón. A cada paso, algo me recordaba a un cuento de hadas; ¿cuánto tiempo pasaría antes de que empezara a anhelar uno para mí misma? Una vez que la novia y el novio comenzaron a intercambiar sus sinceros votos, Máxim me inmovilizó con su penetrante mirada. Todo lo demás se desvaneció hasta que pude jurar que éramos los únicos en aquella habitación. Su expresión hizo que mi aliento se quedara atorado, como si él me estuviera haciendo sus propias promesas a mí. Después de sus confesiones de esta mañana, yo sabía que él quería más de mí, y que estaba dispuesto a desnudar su alma entera para conseguirlo. Pero lo cierto es que, en ese momento, yo era una mujer casada, y que había dejado que él creyera que no lo era. Había dejado que todos lo creyeran. No, yo no decía mentiras. Yo sólo las vivía.

Por Dios, no dejes que Máxim atrape la liga. Ajusté mis sudorosas manos en torno al ramo de la novia, el cual yo había atrapado. Un poco antes, Jess me había obligado a unirme a la multitud de mujeres solteras que competían por el mismo. Aunque Polly se había entusiasmado con el evento, y más de un chica tenía un brillo ferviente en sus ojos, yo había estado de pie a un lado, sintiéndome como una impostora, sin derecho a estar allí. Las flores habían golpeado mi pecho, de lleno. Si no hubiera cogido el ramo, se hubiera caído al suelo. Todas las chicas me felicitaron, algunas de forma más creíble que otras. (En serio, Polly, ¿frustrada? Ten. Tómalas) Natalie me había abrazado, mientras que Jess se había proclamado mi coordinadora de bodas: —¡Me lo he pedido primero, perras! Máxim había envuelto sus brazos alrededor de mí, con los ojos muy animado. —Qué interesante. Había pegado una sonrisa en mi cara para todos ellos, nunca más consciente de que mi vida era una mentira. Todo había ido tan bien hasta entonces. En un banco del fondo, me había sentado en el regazo de Máxim, con nuestros dedos entrelazados. Habíamos hablado del reciente consumo de drogas de Rebecca (cerca de cuatro horas más para que se pasen los efectos, Becks), y la poca oferta de bebidas que había tenido para beber (el champán estaba muerto para mí), y lo poco que él había podido beber ("Soy el copiloto. He oído que estos puestos deben ser tomados en serio"), y lo mucho que su hermano se había relajado ahora que Natalie era oficialmente suya. Bueno, por un rato, había estado relajado. Sin embargo, mientras la noche avanzaba y Natalie se burlaba continuamente de su recién estrenado esposo, con miraditas, y no tan secretos toqueteos, se hizo evidente que Aleks estaba listo para llegar a la parte de la consumación de su matrimonio. Ahora, mientras se arrodillaba ante Natalie para quitarle su liga, el deseo entre ambos se podía medir en la escala de Richter. Le temblaban las manos ante la expectativa mientras tiraba hacia bajo de la banda de encaje color crema. Máxim y otros hombres solteros se habían reunido. El diablo arrogante me guiñó un ojo. Si hubiera estado soltera y sin preocupaciones, probablemente me habría desmayado. Ahora era todo lo que podía hacer para devolverle la sonrisa. Cuando Aleks hizo salir disparada la liga después de tensarla como si fuera un tirachinas por encima de su hombro, la vi como si se tratara de mi última oportunidad para salir corriendo. A cámara lenta... Máxim la atrapó, debido a la ventaja de su altura.

Jess me apremió para que me sentara en una silla. —¡Vamos, mami y Maks! —Me senté con el ramo en mi regazo, y él se arrodilló delante de mí. Todo el mundo se reunió alrededor, aplaudiendo y riendo. Demasiado feliz por colocarme la liga, Máxim parecía muy lujurioso. —Mira eso, está a punto de llegar a primera base, —dijo Jess. —Te has ganado a la chica 35 esta vez, ruso. Pero es mejor que la cuides. Tengo un Taser , y ¡no sé cómo usarlo! Cuando él me subió el vestido a lo largo de mis piernas, su mirada se oscureció incluso más, y sus manos comenzaron a temblar no menos de lo que lo habían hecho las de su hermano. A medida que su toque ascendía, Máxim murmuraba: —¿Crees que el destino está tratando de decirnos algo? El. Corazón. En. La. Garganta. Me puse rígida en respuesta a él. Me podía leer tan bien, y sabía que algo estaba pasando. Él aseguró el encaje por encima de mi rodilla, y luego me bajó el vestido. Como era de esperar, me sonrió. Por primera vez desde que lo conocí, me había ofrecido su sonrisa falsa...

Capítulo 33 —¿P

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Nyx

odrías por favor hablar conmigo? —Le pregunté a Sevastyan poco después de que salimos hacia Miami. Después de que habíamos hecho el amor la noche anterior, prácticamente había caído desmayada, exhausta por haber tenido que mantener una fachada feliz. Me desperté brevemente en la noche y lo encontré en la ventana, mirando a la oscuridad, parecía mirar a ninguna parte. Pero ese músculo había palpitado en su mandíbula, y podría jurar que él parecía... herido. Pensé que no había dormido en absoluto. En la recepción del desayuno, la tensión había emanado de él. Había estado distante y rígidamente cortés, esa sonrisa falsa en plena vigencia. —Apenas me has hablado hoy, Máxim. —Tengo muchas cosas en mente. Su teléfono sonó, y sin decirme una palabra, contestó. Miré por la ventana del avión privado, a la espera de otra oportunidad para que nosotros habláramos. Una llamada se convirtió en dos, y luego en cinco. No podía entender las palabras, pero tenía la incómoda sensación de que había estado hablando de mí. Me retiré a la cabina, para acostarme. En lugar de hacer el amor en esta cama de nuevo, estábamos en lados opuestos de una nueva desavenencia. Mi cuerpo todavía estaba agotado, y mi mente se sentía débil, como si estuviera temblando de los efectos de una de las drogas de Jess. Tal vez todo este nuevo estímulo había sido demasiado para mí. Durante tres años, había vivido socialmente como una ermitaña, entonces había sido lanzada a una aglomeración de gente nueva. Había pasado de estar arruinada y de pelear por unos centavos, a una juerga de compras por valor de medio millón. Había estado en abstinencia, y luego saciada de sexo. Había estado convencida de que podría no vivir para llegar a los treinta -y mucho menos volver a casarme- luego me había enamorado de un hombre que lo quería todo de mí. Confundida, me quedé dormida. Las pesadillas con Edward me abrumaron. En una, él estaba cubierto de sangre –mía- reptando cada vez más cerca de mí. Me quedé congelada en el sitio, incapaz de obligar a mi cuerpo a correr, mi única defensa. De fondo, escuché esos feos y húmedos sonidos que Julia había hecho mientras se ahogaba en su propia sangre. Una y otra vez, me esforcé para escapar, suplicándole a Edward que me dejara en paz, pero siguió acechándome cada vez más cerca, jurándome: —¡Voy a DESCUARTIZARTE despacio! ¡Voy a cortarte en pedazos mientras estás con vida! —Mi cuerpo se sacudió en la cama. Despertándome de golpe, jadeando. ¿Acabábamos de aterrizar? ¿Por qué no me había despertado Máxim? Una vez que comenzamos a rodar sobre la pista de aterrizaje, fui al baño. Nunca había tenido pesadillas sobre Edward tan horribles. ¿Había volado de vuelta a él? Me lavé la cara, mirándome en el espejo. La mujer relajada que había observado hacía unos días había desaparecido, sustituida por la Cat que había visto durante años. Cuando me reuní con Sevastyan en la cabina, retrocedí ante su expresión. Su tensión se había transformado en una ira hirviente. Nunca lo había visto tan furioso. —¿Qué ha sucedido? ¿Qué está pasando? —Apenas podía mirarme. ¿Esa furia era por mí? Yo estaba enamorada de él, y él no podía mirarme. Se tomó de golpe un vodka, sin decir nada. Sus nudillos estaban blancos en torno al cristal, ese músculo de su mandíbula palpitando. Aturdida, lo seguí fuera del jet metiéndome en la limusina, aunque él actuaba como si pudiera haberme dejado allí en la pista. Ni siquiera habíamos conseguido ponernos en marcha antes de que él se hubiera

tomado su primer trago del bar del Bentley. Aquí estábamos, de vuelta en la soleada Miami, y parecía como si fuera como el Ártico. Recibió otra llamada, su tono cortante. Estábamos acercándonos al hotel antes de que colgara el teléfono. —Máxim, no sé lo que ha pasado entre nosotros, y necesito que me lo expliques, —le dije. El cristal divisor estaba entreabierto, y Vasili podía oírlo todo, pero no me importaba. —Te dije que tengo muchas cosas en la cabeza. Lo discutiremos más tarde. —Todo respecto a su comportamiento decía: Retrocede. —Estás levantando muros entre nosotros. Por favor, no lo hagas. Háblame. —Muy bien. —Se sirvió otro vodka excesivo. —Cásate conmigo. —¿Qué? —No podía obtener suficiente aire. —Quiero que te cases conmigo. Hoy. Estaba a punto de vomitar. Esto no estaba sucediendo. —Me lo tomaré como un sí. Iremos directamente de vuelta al aeropuerto y volaremos a Las Vegas. —Le dijo algo a Vasili, y el hombre comenzó a frenar el coche. Para dar la vuelta. Negué con la cabeza. —V-ve al hotel. —Dame una razón. —Sólo te conozco desde hace dos semanas. —¿Seguro que no hay otra razón? —Exigió. —¿Por qué estás así? Le dijo algo a Vasili, y reanudamos nuestro trayecto hacia el hotel. Sevastyan volvió su mirada enfurecida hacia mí. —Ni siquiera consideraste la posibilidad de casarte conmigo. Ni durante el más breve segundo, ¿Verdad? Ayer por la noche, cuando agarraste el ramo de la novia, parecías miserable al respecto. Cuando puse esa liga en tu pierna, tu cuerpo se puso rígido en respuesta a mí, como nunca lo ha hecho antes. —Todo era demasiado... era mucho para asumir en un fin de semana. A partir del día de Navidad, pensé que nos despediríamos el día veintiocho. Él soltó una risa amarga. ¡Tienes tus garras sobre mí, y lo que buscas es la puerta! Nunca se te ha pasado por la cabeza un futuro conmigo. —No, eso no es lo que quise decir. —¿Cómo explicarme? Había sabido que iba a tener dificultades para revelarle mi pasado. Ahora, asustada y emocional, apenas podía encontrar las palabras. —Es sólo que... las cosas son complicadas. —Apuesto a que lo son. —¿Qué significa eso? Hizo un gesto indiferente. —Sólo te dije que me casaría contigo. Una mujer en tu posición debería haberse sentido tentada. —Mi posición. —Como alguien que vende sexo. —¡Pero claro, el problema con toda mi riqueza es que yo voy en el paquete con ella! Este argumento me había tomado completamente por sorpresa. Porque había bajado la guardia con él. —¿En qué cojones estaba pensando? Te dije que no habría nadie más. Que estabas conmigo. Te confié cosas que nunca he dicho a ninguna otra alma. —El dolor en sus ojos me sacudió. —Y yo ni siquiera sé tu nombre real. Esperaba cosas de ti que no debería haber esperado. Yo no te puedo obligar a cambiar. —¿Quieres que yo cambie? —No podía disimular el dolor en mi voz. —¿Cómo? —Por ejemplo, cuando te informo de que soy un ex asiduo a las casas de citas, podrías decirme que tú eres una ex acompañante. Es sólo una idea. Me froté las sienes. —No entiendo nada de esto. No sé de dónde viene. —Tal vez se arrepentía de haberme revelado su pasado. Creía que hablar conmigo lo habría aliviado algo, pero aun así había tenido que doler, dejarlo herido. ¿Estaba recibiendo los efectos secundarios de eso? —¿Por qué te diriges a mí de esa forma?

—No deberías haberme dejado creer que eras alcanzable si no lo eras. Me dejaste creer que podía ganarme tu corazón. —¿De qué estás hablando? —Mentiste acerca de eso y de tantas otras cosas. Mirabas a la gente a los ojos, y las palabras bailaban de tu lengua. Engañas mejor que un político. Mi confusión se estaba convirtiendo en ira, mi mente nublada aclarándose. —Percibo tu desconfianza. Tengo razones para no confiar en los demás también. Pero tienes que entender algo. Arrojó su vaso. —No puedo esperar a escucharlo. —Nunca, desde la primera frase que pronuncié, te he mentido. La furia en sus ojos casi me hizo encogerme en mi asiento. —¡Te dije… nunca me engañes! Te lo he revelado por qué nunca lo toleraré. Sin embargo, sigues haciéndolo. —¿Cuándo? ¡Mencióname un ejemplo! —¡Casi te creí cuando me dijiste que no tenías a ningún otro hombre! ¡Aguantaste mi mirada y me aseguraste que no lo tenías, aun así le dijiste a tu amiga que estabas enredada con otro! —¿Qué amiga? —¿Había malinterpretado algo que yo había dicho durante el fin de semana? —La semana pasada, puse micrófonos ocultos en el penthouse para mis reuniones. Disfruté de tu conversación con Ivanna. Di un grito ahogado, repasando mentalmente lo que había dicho. Yo le había hablado a ella sobre el cinturón, sobre caminar entre esta confusión alimentada por la lujuria, fantaseando sobre su cuerpo. ¡Esa conversación había sido privada… y humillante! Mi cara enrojeció de vergüenza, lo que sólo me puso más enojada. —¿Creíste que no me di cuenta de que tuviste acceso a un teléfono? Yo lo permití. Más tarde esa noche, escuché la grabación. —¡Entonces tú sabías que nunca traté de atraparte con un embarazo! ¿Y no me lo dijiste? ¡Justo lo que pensaba! Tú querías mantenerme allí, ¡Para tratarme como a una prostitutka indigna de confianza! Así podrías hacer lo que quisieras conmigo. Te divertiste conmigo. Jugaste conmigo. Con mi vida. Llegamos al hotel. Vasili se apresuró a salir del coche dirigiéndose hacia la puerta, pero luego él simplemente se quedó allí. —¡Al igual que tú jugaste conmigo! —Sevastyan espetó. —Me hiciste creer que sentías algo por mí. Así que decidí que iba a ganarme tu corazón para que te olvidaras de él -te consentiría-, sumergiéndote en mi mundo, mientras te arrancaba de su mundo. Pensé que había tenido éxito hasta que vi tus reacciones de anoche. Ahora sé que no puedo simplemente desear que esto suceda. Tu corazón está ocupado. Por Edward. Estás enamorada de él. Podía sentir la sangre abandonando mi cara. Sevastyan había dicho el nombre de Edward en voz alta. Tuve el impulso de santiguarme. —¿C-cómo? —En el avión, ¡Dijiste su nombre en tus sueños! ¡Lo dijiste con un gemido! —Se tragó otro vodka. —Ahora sé cómo gimes cuando follas con el hombre que realmente te importa. ¿Había dicho algo más? La necesidad de correr me venció. Mi mirada revoloteó hacia la manija de la puerta. —Incluso antes de que la grabación lo confirmara, sabía que tenías a otro. Sabía que cada vez que te quedabas mirando a la nada estabas pensando en él. Cuando te tomaste esa maldita foto para la web de acompañantes, estabas pensando en él. Sevastyan tenía razón. Lo había hecho. —Cuando estabas conmigo, gemías por él. —Él estaba a punto de romper su vaso. —Pero claro, tú me advertiste todo el tiempo, ¿no? Me dijiste que yo te quería más de lo que tú me querías a mí. Aspiró, como para frenar su ira. —Todo esto es discutible. Yo no tengo que confiar en ti o ganarme tu corazón. Yo simplemente tengo que pagarte. ¿No deberíamos saldar cuentas antes de salir?

—No hagas esto. —Él estaba rompiendo mi corazón. —¿Hacer qué? ¿Será suficiente una "donación" de quince mil por día? ¿O veinte? Él abrió su maletín, revelando pilas de cientos envueltos en montoncitos. Con una mirada sarcástica, dijo, —¿Tal vez Edward está esperando que vuelvas bien provista de efectivo? ¿Tienen ese tipo de acuerdo? Una fuerza invisible me estaba golpeando en el estómago, como un puño. Tenía que ser así, porque no podía respirar. —Vamos, pídeme que te pague, chica. Cuando pensaba en lo cerca que había llegado a estar de revelarle todos mis secretos rompiendo las reglas que me mantuvieron con vida, me sentí mareada. Yo no había aprendido las lecciones por las que había pagado tan alto precio. —¡Había planeado contarte todo hoy, había planeado confiar en ti! Gracias a Dios, que mostraste tu verdadera cara –una vez másantes de que pudiera decirte nada. ¡Tú eres el único aquí que está traicionando la confianza! Vuelve atrás y revisa tus espeluznantes grabaciones. Yo-nunca-mentí. Temblando de furia para igualar a la de él, me quité el collar de perlas y se lo tiré a Sevastyan. —Tú no me quieres a mí más de lo que quieres a tus viejas costumbres. No estás listo para echarlas a un lado por mí. Así que no tengo tiempo para ti. Me voy, y esta vez no me vas a detener. En un tono aburrido, dijo, —Basta de teatro. Tú no te irás. —Oh, ¿no? —Casi me arranqué los lóbulos de los oídos para sacarme los pendientes. — Siempre estás tan equivocado conmigo. ¿Sabes por qué? Porque nunca me has dado el beneficio de la duda. Desde el primer minuto en que te conocí. Siempre esperabas lo peor de mí. SIEMPRE. —Tiré los pendientes y casi le arrojé el bolso, pero de alguna manera tuve la lucidez de detenerme. Necesitaría lo que quedaba de ese dinero para mis gastos para conseguir un taxi de vuelta a mi apartamento. Utilizaría los siete mil dólares de mi caja fuerte y saldría de la ciudad, como siempre había planeado. Después de mi examen de mañana, cogería el primer autobús en dirección al oeste. Dejaría a este hombre atrás, igual que lo había hecho con mi marido. Dirigí la mano a la puerta. Con mi partida parecía desconcertarlo. —Todo lo que tienes que hacer es pedirme tus regalos. Por valor de cientos de miles de dólares. Ninguna acompañante se marcharía sin eso. Mientras salía del coche, le dije: —Mírame, cabrón. —Joder, pídemelo, Katya, y serán tuyos. —Al igual que aquella primera noche, él siguió hablando, todavía cautivándome. —¿O va tu orgullo a interponerse en tu camino? Miré a Vasili de pie junto al coche, luego me incliné para decirle a Sevastyan, —Tú no tienes ni idea acerca de mi orgullo, ruso. Arde con un brillo tan jodidamente intenso que espero que te ciegue. —Cerré la puerta y me alejé. Con cada paso mis hombros se cuadraban y mi barbilla se alzaba. ¿De cara al futuro? La regla número siete sería no volver a enamorarme.

Capítulo 34 E

Traducido Por Fangtasy Corregido Por Alhana

n mi largo viaje de regreso a casa, casi no registré el deslumbrante sol, ni las palmeras que se mecían, ni el calor después de Nebraska. Al segundo de haber entrado en el taxi, había sacado mi teléfono y me quedé mirando la pantalla, preguntándome si él se pondría en contacto conmigo. Para matar el tiempo, le había enviado a Ivanna un mensaje de voz y luego uno de texto. Necesitaba decirle adiós de alguna forma. Eso había sido hacía un rato, era extraño que ella no hubiera intentado llamarme. ¿No debería estar muriéndose por la primicia? ¿Qué le iba a decir sobre Sevastyan? ¿Estaba tomando la decisión correcta respecto a él? Durante mi tiempo en el hotel, me había preocupado que me acostumbrara a los encapotados ojos azules y al sexo alucinante, y que mi enamoramiento de él se saliese fuera de control. Comprobar. Comprobar. Comprobar. Podía dejar a Sevastyan atrás, pero nunca iba a poder olvidarlo. Aunque yo había fácilmente desechado los recuerdos de Edward, eso no sucedería con Máxim. Con un nudo en mi vientre, me di cuenta de que siempre iba a amarlo. Me Jodí. Estaba tan jodida. ¿Estaba dispuesta a borrarlo de mi vida totalmente? ¿Cómo me sentiría si él hubiera gemido el nombre de otra mujer en sueños? Ahora que había tenido algo de tiempo para enfriarme, no estaba tan indignada porque él hubiera jugado conmigo. Nunca me había mentido per se, y había empezado a tratarme mejor después de espiar mi conversación. Había tratado de ganarse mi corazón. Pero nada podía excusar la insensibilidad con la que me había tratado hoy. Simplemente tengo que pagarte. Claramente, él no había superado el hecho de que yo era una acompañante. Mientras me acercaba a mi funesto barrio, mi necesidad de supervivencia subió a la palestra, ahogando mis emociones que giraban en una espiral. Nunca aceptaría los regalos de Sevastyan (ni siquiera mi bufanda roja), pero no debería haber dejado mis diez grandes en el armario. ¡Mierda! Espera, ¡Anthony todavía me debía un dinero! Saqué su número y lo llamé. Un asistente me pasó con él. —¡Cat! ¡Es genial saber de ti! —Hey. —Nosotros nunca en realidad habíamos hablado, ni siquiera en medio de su transacción cuando me vendió a Sevastyan. —Tengo que pasarme por ahí y conseguir el dinero que me gané. —¿Qué dinero, cariño? ¿Estaba bromeando? —Por todas mis horas extras. Además, de los dos mil quinientos que me debes por mi número de teléfono. —¡Oh, cariño, ya lo he invertido por ti! ¡Lo he arreglado con un fotógrafo! Uno de fiar. Él te hará lucir como un millón de dólares. No hay problema. —Anthony, puedes retroceder el pago, un reembolso rápido. Lo necesito ahora. —No se puede hacer. Pero si estás corta de pasta, tengo a un millonario francés en la ciudad que adora a las mujeres latinas. Es una persona que deja enormes propinas. Un poco lascivo, pero él paga por sus hábitos picantes, ya sabes lo que quiero decir… —¡Hijo de puta! ¡Recupera mi dinero!

Su voz se profundizó. —Es mejor que seas amable con el tío Anthony, chica. Sobre todo desde que el pozo del ruso corrió seco. Por lo menos para ti. —¿De qué estás hablando? —Él no podía saber que Sevastyan y yo habíamos terminado. —Él acaba de encargar a otra persona. —¿Q-qué? —Hace cinco minutos. Reservó a la que él había querido inicialmente. Ivanna. La impresionante, encantadora y sensual Ivanna. Quién cumplía con todas y cada una de las casillas de Sevastyan. —El ruso estaba tan decidido a tenerla como lo había estado de tenerte a ti. Definitivamente ha terminado contigo, cariño. No sabía si gritar -o llorar-. Sevastyan había vuelto a las andadas, el estudiante de doctorado estaba en ello otra vez. Ex asiduo a las casas de acompañantes, ¡mi culo! ¿Creía que había sentido algo por mí? A su manera, sí. Probablemente había solicitado a Ivanna sólo para hacerme daño, o para divertirse a mi costa. ¡Todavía era intrigante e insensible! ¡Que lo jodan! Oh, espera, ese era el trabajo de Ivanna. No me extraña que no me hubiera llamado. ¿Se ceñiría al guion con ella? ¿O disfrutarían de la piscina y del champán? Anthony dijo: —Así que, hablemos del tipo francés… Sin decir una palabra, colgué el teléfono. Ese puño invisible había regresado, golpeándome aún más duro. Me doblé por la cintura, jadeando al taxista: —Déjeme aquí. Anthony volvió a llamar. Luego envió un mensaje acerca de esa cita. ¡Y de nuevo! ¿Pensaba que tenía el derecho a quemar mi línea? ¡El idiota estaba usando mi situación desesperada para atraerme más a su anzuelo! Cuando el taxi se detuvo, observé mi teléfono que seguía zumbando. Había estado en posesión de Sevastyan durante más de una semana. ¿Empresas de información? Probablemente había colocado una especie de rastreador en él. Esta ciudad estaba hecha para mí; no tenía a nadie a quien llamar. Decidido, metí el teléfono bajo el asiento del conductor del taxi y le pagué. Bajo un sol brillante de invierno, atravesé el estacionamiento. Demasiado tarde me di cuenta que a Sevastyan le importaría una mierda usar mi teléfono en contra mía. Estaría demasiado ocupado esta noche con Ivanna. Me había preocupado que él me estuviera preparando para un aterrizaje forzoso. Oh, él lo había hecho. Me sentí como si hubiera trozos de mí dispersos por todo el pavimento, con el corazón hecho añicos como el cristal. Una vez que llegué a mi complejo de apartamentos después de estar ausente tanto tiempo, hice una mueca. No me había acordado de lo horrible que era. Subí las escaleras, sintiéndome un centenar de años más vieja. Dentro de mi estudio, me asomé, estupefacta. ¿Cómo había vivido aquí durante medio año? Sólo una noche más, sólo una noche más. Tras el fin de semana, había empezado a pensar que tendría un futuro con un tipo que podía ayudarme a levantarme después de lo de Edward. Un socio, alguien en mi equipo. Había bajado la guardia. Me había quedado atrapada en esa vida, con ese hombre. Me había ablandado. Nunca más. Me acerqué a mi caja fuerte. Contaría mi botín. Eso me haría sentir mejor. Desatornillé el respiradero del aire acondicionado y quité la rejillaMi cerebro se quedó en blanco. Mi caja de seguridad estaba... vacía. Parpadeé con desconcierto. ¿Vacía? ¿VACÍA? Mi dinero se había ido. Mis propios escasos ahorros, además de lo que había ganado con lo de Sevastyan. ¿Quién diablos podría haberlo cogido? ¿Quién lo habría sabido? Sólo tenía el dinero para mis gastos que me había dado Sevastyan. Después de pagar el taxi, eso me dejaba doscientos cuarenta dólares. ¿Sería suficiente para pagar el billete de

autobús hacia el oeste? Las lágrimas brotaron. Mis esperanzas de salir de Miami, de llegar a la seguridad, se habían esfumado. No tenía ninguna expectativa de ayuda por parte de Sevastyan; el pozo se había secado, justo cuando me habían robado. Eché mi cabeza hacia atrás y grité. Una vez que había terminado con los gritos primitivos, me di cuenta de que mi documento de identidad y el rosario de mi madre habían sido robados también. ¿Qué clase de demonio robaría un rosario? Incluso el sujeta billetesde Sevastyan se había ido. ¿Quién podría haber conseguido entrar? Tenía un cerrojo en la puerta. Miré alrededor, el miedo destilándose dentro de mí. Me quedé inmóvil, sólo ahora detectando un olor que no debería estar aquí: una mezcla de sudor y cigarrillos. Shadwell. Él había estado en mi apartamento. ¡El debió de haber robado todo! Pero ¿cómo había sabido dónde estaba mi escondite? Siguiendo un instinto, me acerqué a mi cajón de ropa interior. Todos mis tangas habían desaparecido. ¡Ese jodido enfermo! Él sabía que yo no podía ir a la policía. Mi primer impulso fue ir a darle un puñetazo en la garganta. No, probablemente él quería que me enfrentara a él. Una vez más sería una astuta cobarde, incapaz de hacer ni una maldita cosa. ¿Robaste mi dinero, Shadwell? No lo gastes todo en un solo lugar. ¿Mi documento de identidad? No lo necesitaba para trabajar, así no es como me muevo. ¿El rosario de mi madre? Vaya con Dios. Cuando la importancia de lo que había perdido realmente me golpeó, estaba segura de que iba a perder mi siempre-amada mierda, también. Bloquéalo. Por ahora, sobrevive. ¿Cómo demonios iba a conseguir dinero? Sopesé las opciones. ¿Tal vez debería llamar a Natalie? Pero ella estaba en Saint Bart por su luna de miel. ¿Jess? Oh, espera. No tengo teléfono. Mierda. Me Jodí. Mis ojos se abrieron ampliamente. ¡La Sra. Abernathy! Yo le lo había confirmado. En un jet privado, me dije a mí misma que estaba bromeando. Casi me reí. Podía limpiar mañana antes de mi examen a las dos y conseguir otros ciento veinte. No era mucho, pero podía aumentar mi patrimonio neto en un 50 por ciento. Trescientos sesenta dólares. Tres sesenta. Qué apropiado. Aun así, sería suficiente para sacarme de la ciudad. Pero, ¿Cómo pasaría la noche? Shadwell tenía una llave, podría entrar aquí en cualquier momento. Si dormitaba, podría despertarme ante su cara lasciva. Había pasado de brazos fuertes para abrazarme, y guardaespaldas para protegerme, a un ataque inminente.

Capítulo 35 M

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Alhana

ientras fregaba el suelo del cuarto de baño azul de la señora Abernathy, me quedé mirando las baldosas hasta que se juntaron. Sólo unas horas más para mi examen. Ayer por la noche, me había mantenido en vigilia en mi violado apartamento dentro de mi propio cuarto de baño, con la puerta cerrada. Había dormido poco, pero había sido capaz de salir sigilosamente más temprano, eludiendo a Shadwell, besando aquel buen lugar y despidiéndome para siempre. Ahora a volar de esta ciudad. En la computadora de la señora Abernathy había buscado el horario de los autobuses Greyhound. Mi trescientos sesenta me llevarían a San Diego, a duras penas. Un autobús saldría esta noche, no mucho después de mi examen. Localicé un refugio para mujeres en California no lejos de la terminal. Tal vez ellos me pudieran ayudar hasta que lograra establecerme. Hasta que pudiera conseguir otro ID. Aquí estaba yo, totalmente jodida -y sin embargo no podía dejar de pensar en Sevastyan e Ivanna. Esta mañana, vomité después de imaginarlos juntos. Mientras caía enamorada de él, sus preferencias habían regresado a alta, delgada, rubia, y Europea. Por supuesto, no había podido estudiar la noche anterior, por el continuo llanto y miedo a Shadwell. ¿Qué pasaba si estaba tan cansada y abatida que no podía pensar? ¿Qué pasaba si yo suspendía? Durante años, mi objetivo había sido hacer un perfecto 4.0. Si fallaba justo al final, ¿Por qué debía creer que podía tener éxito en otros objetivos? Mi grial, mi odisea de créditos universitarios, mi penitencia y expiación. Todo puesto en peligro a causa de Sevastyan… —¿Qué demonios estás haciendo? Tiré todo por ahí con un grito, quedándome de piedra al verlo en la puerta del cuarto de baño azul. —¿Co-cómo me has encontrado? —Sabía que ibas a estar con una Señora Abernathy el día de hoy. Hay sólo tantas en Miami que tenía sentido. ¡Cuando había confirmado con la mujer, él lo había grabado! —¡No tienes derecho! Si me pillan contigo aquí, seré despedida. —No es como si fuera a volver. —¿Y eso importa? —Su corbata estaba floja, y su cabello estaba desordenado, como si hubiera estado pasando sus dedos a través de él. Parecía que había dormido menos que yo y eso que había estado en mi bañera. ¿Debido a que había estado con la impresionante Ivanna toda la noche? El puño invisible me hizo una visita. —Pareces... diferente, —dijo. Incluso en medio de mi confusión emocional, odiaba el hecho de que me viera como el infierno. Mi cabello estaba trenzado en dos trenzas, y llevaba un pañuelo desteñido sobre mi cabeza. Brillantes guantes amarillos, toscos zapatos para correr, unos vaqueros cortos deshilachados, y una camiseta vieja completaban mi conjunto. Sin maquillaje, naturalmente. Y estaba de rodillas con el limpiador de pisos. Esponja en mano. —Tienes que irte. — ¿Qué quería de mí? ¿Se arrepentía de su crueldad sarcástica hacía mí? ¿Se arrepentía de joder a mi amiga? Demasiado tarde, Ruso. —Aquí. —Él me ofreció su mano. Le di un manotazo apartándola, poniéndome de pie por mi cuenta, arrancándome los guantes. Metí mis suministros en un carrito de limpieza, entonces lo empujé más allá de él.

—No me iré hasta que me digas lo que está pasando. —Él me siguió mientras guardaba el carrito en un armario. —Estoy en el trabajo. Me estás acechando. —Sabes que pagaría por cualquier ingreso que pierdas, por modesto que sea. Me di la vuelta hacia él. —¡No te atrevas! No consigues insultarme por ser una acompañante, entonces vienes por aquí para insultarme por limpiar casas. ¡No puedes tener las dos cosas! Se pellizcó el puente de su nariz. —Tienes razón. Pero ayer te ofrecí más de lo que había hecho en estos años. Sabes de economía. Este no es el mayor y mejor uso de tu tiempo. —¡No quiero tu dinero! Y estoy malditamente segura de que no quiero rogarte por ello. —Me apresuré por la gran escalera para recoger mi sueldo y mi mochila. Estaba justo a mi lado. —Estaba enojado. Eso estuvo fuera de lugar. No haré eso de nuevo. En la cocina, mi mirada se desvió hacia el sobre en el mostrador; la suya también lo hizo. Él se abalanzó sobre él antes de que llegara a él. —¡Eso es mío! Pasó a través de los billetes, y luego contempló la impecable mansión. —¿Estás jodidamente bromeando? Finalmente me entregó mi paga. Metí el sobre en un bolsillo, me dirigí a la puerta de atrás. En la puerta, agarré mi mochila y le espeté a Sevastyan, —Fuera. Ahora. —Di un puñetazo en el código de la alarma. Si sólo la hubiera puesto antes de que llegara mi acosador. Con las cejas levantadas, salió. —Para tener el código de un lugar como éste, debes de haber estado limpiándola por un tiempo. ¡En el reloj del panel de alarmas, decía la una!¡Mierda! Había perdido la noción del tiempo. Mi parada de autobús estaba a media milla de distancia. Si me perdía mi viaje, me perdería mi examen. —Sólo quiero cinco minutos, Katya. —No tengo cinco minutos y no te los daría incluso si los tuviera. Sevastyan, considera esto una situación de escasez. En lo que a ti respecta, mi culo consiguió estar escaso. —Corrí afuera, rodando mis ojos al ver a Vasili estacionado en la calle. Amenazantes nubes estaban reunidas por encima. Llegar a la escuela bajo la lluvia; perfecto. Cuando me apresuré hacia mi parada, ¡Sevastyan se mantuvo siguiéndome! — ¡Déjame en paz! —¿Dejarte en paz? No hasta que me hables. ¿Me seguiría en el autobús? Si lo hiciera, podría averiguar dónde estaba la escuela a la que iba. Tal vez debería tratar de zafarme de él. Me detuve, diciéndole, —Si te vas ahora, me reuniré contigo más tarde. Pasaré por el hotel. —¿Oh, en serio? —Puedo estar allí a las cinco, y hablaremos de todo esto. Él parpadeó hacia mí. —Estás... mintiendo. —Un suspiro lo abandonó. —Y eres jodidamente horrible en ello. —¡Uf! —El autobús ya estaba en la parada. Salí corriendo a cogerlo, apresurándome hacia el interior de las puertas. Quería gritar cuando el bastardo subió justo antes de que cerrara. Justo cuando necesitaba un periodo de calma para conseguir que mi mente estuviera en mi último examen de la universidad. —¿No es el transporte público muy bajo para ti? — Exigí, pasando mi tarjeta de abordaje. Él miró a su alrededor hacia todos los ojos en él. Con sus ropas caras, destacaba como un multimillonario Ruso en el transporte público. —¿Dónde está tu pase? —Gritó el conductor. Sevastyan se veía perdido. —No tengo uno. Pero no saldré de este autobús. —Si pagas en efectivo. No tendrás vuelto a cambio.

Sacando su sujeta billetes lleno, Sevastyan sacó un nítido billete de cien. —Espero que esto sea suficiente. Acababa de entregar una cantidad como la que yo casi había hecho trabajando sin parar como esclava en una enorme mansión. El conductor dijo, —Disfruta del viaje. Me apresuré hacia la parte posterior, deseando que hubiera más gente. Me senté junto a una ventana, poniendo mi mochila junto a mí. La trasladó a su regazo y se sentó. —Tengo que hablar contigo en privado. Tiré mi bolsa de él. —Y yo necesito que no estés aquí. Ambos lo echamos a perder. —La lluvia comenzó a golpetear el techo, luego cayó. —¿No estás incluso interesada en lo que te estoy ofreciendo? —Vete. A. La. Mierda. —Por favor, habla conmigo, Katya. —Decidida a no hacerle caso, miraba por la ventana. —Tan terca. Encontrarás que yo lo soy también. Por el resto del camino, me negué a hablar con él. Cuando el autobús desaceleró, mi cara cayó. En la parada para mi próximo autobús, la que me llevaba cerca del campus, todo el mundo estaba bajo el refugio. Tendría que esperar bajo la lluvia. Me levanté y penosamente atravesé las puertas hacia la calle. Él me siguió bajo el aguacero. —¿Esperarás otro como este? —Preguntó, horrorizado. La temperatura había bajado. Empecé a temblar por el frío húmedo. —Si-siéntete-li-libre de irte. Cuando el autobús se detuvo, dijo, —Basta de esto. —Hizo un gesto hacia su Bentley, porque al parecer Vasili había estado siguiéndonos… Sevastyan enganchó mi brazo, obligándome a ir hacia el coche. —¡Nooo, tengo que subir a ese autobús! —A pesar de que le di una patada en la pierna, era persistente, y en cuestión de segundos, me encontré en el asiento trasero. El divisor estaba abajo, así que le dijo Vasili, —Sigue el autobús. —Para mí, dijo: —¿Ves cómo de fácil es esto? —Se volvió hacía el calentador. —¡No puedes hacerme esto! —Al menos nos dirigíamos en la dirección correcta. Una vez que nos acercáramos al campus, me lanzaría fuera del coche. —¿M-me secuestraste en la calle? —Te olvidas de que soy de la mafiya. Secuestrar gente de la calle es una obviedad. — ¿Era eso una broma? ¿O una amenaza? Esto golpeó mi límite. Estaba harta de los hombres que me amenazaban, me maltrataban, haciendo caso omiso de mis deseos, que robaban los ahorros de mi vida y mi ropa interior y planeaban matarme. —Detén este coche. —Te llevaré a donde quieras ir. Dime la dirección. Grité, —¡Detén este hijoeputa coche! —Sin desanimarse, dijo: —¿A dónde estás tan desesperada por llegar? —¿Qué demonios es esto, Sevastyan? ¡Fuiste cruel y repugnante conmigo, no hace ni veinticuatro horas atrás! Entonces, ¿por qué me estás acosando ahora? —Cometí un error ayer. —¿Pensaba él que sólo podía borrarlo, y volveríamos a la forma en la que estábamos? —Katya, estuve en tu apartamento. —¿Qué? —No podía estar más horrorizada. Me imaginé las ollas en el suelo y la miserable cama. ¿Cómo? —Hemos estado averiguando por un tiempo donde el taxi te dejó, pagándole a la gente para obtener información. Nos llevó a Shadwell. Por un precio, nos dejó entrar. —Apuesto a que lo hizo. Espera, había caminado cuadras desde el Seltane para coger ese taxi, ¡Específicamente por esta razón! —¿Cómo pudiste saber qué taxi me llevó? —Mediante el seguimiento de tu teléfono por toda la ciudad. Fuiste inteligente al

deshacerte de él, pero al final nos llevó al taxi que habías tomado. Ardía de rabia. Frustrada por mi propia inventiva. —No tenías derecho a estar allí. —No me extraña que supieras acerca de esos apartamentos de mierda. Si estás viviendo en uno mismo. ¿Prefieres estar allí? ¿En vez de conmigo? —¡Sí! Debido a que pagué por él. Porque no tengo que mendigarle a algún entusiasta Ruso enfermo que me hiciera mi “donación”. Pareció reprimir una mueca de dolor ante eso. —Tenías dinero. Miles. ¿Por qué no encontrar un lugar mejor? ¿Un hotel de estadías prolongadas? En cualquier lugar, ¿pero allí? —¿Realmente vas a hacer esto? Entonces escucha, Sevastyan. No podía quedarme en un hotel porque Shadwell “el tipo al que le pagaste para dejarte entrar” robó todo mi dinero de mi escondite. Siete de los grandes. Perdidos. El rosario de mi madre también. Incluso tú sujeta billetes. Ah, ¡y mis tangas! Él ha estado haciéndome temblar por meses, haciendo temblar a todo el mundo -haciendo una fortuna-, y usando a las mujeres como su harem personal. ¿Y ahora él va y viene en mi apartamento como le plazca? —Me incliné, metiendo mis labios detrás de mis dientes. —Aun así, me quedé toda la noche en mi cuarto de baño encerrada en lugar de pedirte ayuda. Aquel músculo en la mandíbula de Sevastyan tembló una vez más. —¿Hizo él... tú...? —No fui lo suficiente débil, todavía. Le pagué para dejarme en paz. —Pero mi rosario y mi ID se habían ido para siempre. El significado completo de lo que había perdido estaba empezando a golpearme. Estaba a punto de perder mí siempre amada mierda. —Vas a tener tu rosario y tu dinero de regreso. —Él le dijo algo en ruso a Vasili, pero oí “Shadwell”. Oh, los planes pasando detrás de los ojos de Sevastyan. Casi podía sentir lástima por Shadwell, aquel depredador, ladrón y violador serial. No. En realidad no sentía pena por él en absoluto. Tal vez era la pareja ideal para un mafioso. Mi casero estaba a punto de conseguir una cabeza de caballo en su cama. Okay, muy bien. Para mí, Sevastyan espetó: —¡Pudiste haber sido violada anoche! ¡O asesinada! ¿Y nunca pensaste en llamarme? Le di un encogimiento de hombros con las palmas hacia arriba. —Oh, tan triste, no tengo teléfono. Lo tiré únicamente porque estaba sospechando que me estabas siguiendo. Tío Anthony no paraba de quemar por mi número. Verás, robó más de mi dinero y estaba tratando de coaccionarme a que tuviera una cita con algún empresario francés, así que diré -como lo pusiste tan elocuentemente- chupa y folla. Sevastyan habló más en ruso entre dientes a Vasili. ¡Anthony obtendrá una cabeza de caballo también! —Nunca regresarás a ese apartamento, Katya. Quemaré los malditos cimientos primero. —No estaba pensando hacerlo. Su mirada se desvió hacia mi mochila llena. —Estás a punto de desaparecer. —Tragó saliva, como si me hubiera presentado con una bomba de relojería. —Te estoy pidiendo que conversemos. O simplemente dame el honor de ayudarte ahora. —Él abrió su maletín, revelando una pila de billetes. —Te debo dinero. Por favor, coge lo que ya es tuyo. —No quiero nada de ti. Tomaré mis trescientos sesenta dólares, y empezaré de nuevo. ¡Daré vueltas y vueltas y estaré follando por ahí! —Sabía que no estaba teniendo ningún sentido, pero no podía enfocar mis pensamientos. —¡Estoy tan harta de los hombres! ¡No era nada buena para ti –por ti- y me alejaste! En voz baja, dijo, —¿Me agrupas con Anthony y Shadwell? —¡Eres peor! ¡Nunca creí en ellos! —No podía dejar de temblar. —Había tomado la decisión de decirte todo, ¡Pero preferiste ser cruel y herirme que escucharme! Se inclinó hacia delante en su asiento, con los puños apretados, como si apenas pudiera aguantarse a sí mismo de tocarme. —Deja que te ayude, por favor. Quiero protegerte. Entiendo que manejé las cosas mal. Pero no conozco la manera de manejar una situación como esta. Mirando más allá de él, le dije: —¿Cómo cuál?

—Me dijiste que tu orgullo ardía en alto. Debería. Ayer, el mío consiguió algunos merecidos golpes. Comprendí que amaba a otra persona más que a mí mismo, y que la quiero mucho más de lo que ella lo hace. Ella le había dado su corazón a otra persona, y me hizo enloquecer por los celos, una emoción con la que me había limitado a experimentar. No supe cómo manejar la situación, así que ataqué y le hice daño. ¿Amor? Él clavó los dedos en su cabello. —Pensé que te había tratado bien. Pensé que te había complacido y mimado, pero tú todavía querías a Edward. Entonces anoche, me di cuenta de que no importaba si amabas a alguien más. Necesito protegerte. Puedes decirme que me vaya al infierno, pero todavía lo haré. Y todo a lo que le había llevado esta epifanía era joder con Ivanna. Algo en mí se rompió. Con un chillido, escarbé en la pila de dinero de su maletín y se lo tiré en la cara. —¡Tal vez deberías de haber pensado en eso antes de que reservaras a mi amiga! Sus labios se abrieron en un suspiro. —Estás celosa, ¡Finalmente! ¡Das una mierda acerca de mí! ¡Ahora ya sabes cómo me sentí cuando gritaste por otro hombre! Por el rabillo de mi ojo, vi la torre de agua cerca del campus. —¡Para! —¡Nos habíamos pasado mi salón de clase! —¡Para aquí! —Todavía podía correr y llegar a tiempo. —Dime lo que hay aquí. —¡Iré a… simplemente para! Llamó a Vasili, y el coche fue más lento. Me lancé hacia la puerta, pero Sevastyan atrapó mi mano. —¿Hacia dónde estás corriendo? Con los ojos bien abiertos, grité: —¡A obtener el Grial! —Abrí la puerta, tropezando en la lluvia, casi cayendo antes de enderezarme a mí misma. El dinero salió volando detrás de mí, nítidos billetes de cien volando en una brisa de tormenta. Sin una mirada hacia atrás, corrí a terminar mi licenciatura.

Capítulo 36 Consíguelo, Cat.

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Alhana

Mientras esperaba a que la Sra. Gillespie entrara a su salón de clases, miré por la ventana, recuperando el aliento después de mi carrera frenética para llegar aquí. Las nubes estaban tan oscuras, el día parecía más noche. Mis pensamientos corrían. Demasiadas cosas habían sucedido para procesar. El fin de semana, me di cuenta de que amaba a Sevastyan. Había sido feliz con él, feliz de hacer nuevos amigos. Él básicamente se había propuesto. Ayer por la noche me había atrincherado en un cuarto de baño, con todas mis esperanzas arruinadas. Y ahora mi vida entera estaba confusa. ¿Qué era lo que Sevastyan quería de mí? ¿Esperaba que lo contactara…? Mi quijada cayó. ¡Su coche apareció y se detuvo en la calle! ¿Cómo diablos me encontró? Había arrastrado mi culo durante más de una milla, bordeando entre edificios y patios. Él salió a la llovizna, explorando por un momento antes de que su mirada se posara en mí. Desde su lugar, podía ver hacia mi aula en el segundo piso. Podía verme bajo las brillantes luces fluorescentes. ¿Qué debía estar pensando acerca de esto? ¿Podría entrar? ¿O se quedaría a pasar el rato mientras tomaba mi examen? Sacó su teléfono y envió un mensaje a alguien. Un instante después, un timbre sonó. Me calmé. Ese era el sonido de mis mensajes de texto. Desde mi bolsa. Abrí la mochila y buceé. ¡Él había deslizado el teléfono con el que me pudo rastrear! ¿Tal vez cuando había estado mirando por la ventana en el autobús? ¡Ruso rastrero! Él me estaba dando una mirada con sus cejas alzadas. Debía gustarme sufrir en todas las formas, porque leí su mensaje. M Sevastyan: No sé lo que estás haciendo. Espero que te vaya bien. Yo nunca te sería infiel. ¡Maldito! ¿Me atrevería a creerle? Tal vez había reservado con Ivanna para obtener información sobre mí. Pero ¿por qué ella no me había vuelto a llamar? Comprobé el resto de mis mensajes. Varios eran de su número, ni dos horas después de que me hubiera deshecho del teléfono. ¡Mierda! A pesar de sus largas uñas de color rojo, había intentado enviar un texto: toaste a Sev!! 1U atrapaste el!

¿Lo atrapé? Incluso si él no hubiera estado con Ivanna, Sevastyan y yo no estábamos bien. De ninguna forma. Había sido horrible para mí. Gracias a él, casi había perdido mi mente anoche y hoy. Le envié un mensaje de vuelta: rompiste mi corazón ayer Cuando leyó el mensaje, su cabeza se sacudió, incredulidad en su expresión. Sin apartar la vista de mí, él respondió: Déjame. Enmendarlo. Nos miramos el uno al otro mientras mi pecho se torció y retorcía. —Hola, Cat, ¿Estás lista? —La Sra. Gillespie dijo mientras entraba campante en el salón. Me aparté de la ventana. —Lista como siempre. —Dispondrás de cuarenta y cinco minutos. —Me pasó el examen. Me acomodé en un escritorio. ¡Podía hacer esto! Sin embargo, mientras miraba hacia la página, el texto nadó ante mis ojos. ¿Estaban mis ojos llorosos de nuevo? Nunca había llorado delante de otras personas. —¿Estás bien? —Preguntó. —E-estoy bien. —¡Consíguelo! —Lista para empezar. —Mi mirada fue hacia la ventana. Sevastyan todavía estaba allí, mirándome. Hey, sin presiones. Si me hacía venirme abajo en mi nota, tendría que matarlo.

Leí, —Pregunta número uno, —y pensé en mi Regla número uno. Y en que estaba al final de mi odisea. ¿Me ahogaría en la línea de meta…? Cuarenta y cinco minutos más tarde, la Sra Gillespiedijo, —Se acabó el tiempo. Recogí mis cosas, entonces caminé penosamente hasta ella. No me acordaba de mis respuestas. Quería volver sobre la prueba y asegurarme de que no había escrito ASESINATO una y otra vez, pero ella miró expectante hacia mí. —Esta es tu última clase, ¿verdad? —Cuando asentí, ella dijo, —Puedo calificar el examen ahora, si lo deseas. —Eso sería genial. —Cuando comenzó a leer mis respuestas, me asomé por la ventana. Sevastyan estaba apoyado en su coche, el teléfono en su oído. Una vez más, me pregunté qué habría hecho si lo hubiera oído gemir el nombre de una mujer, después de escucharlo decirle a un amigo: —Estoy involucrado con otra mujer. —Esto se ve maravilloso, Cat, —dijo la Señora Gillespie, lanzándome una mirada. —¡Una A! ¡Felicidades por completar tus cursos! Había terminado. Me había expiado y mantuve mi promesa. Un día, me gustaría transferir todos estos créditos para obtener mi título. Un día, diría summa cum laude en él. Durante todo este tiempo, todo este trabajo, ¡Y lo había hecho! Cuando empecé la universidad, me había imaginado a mí misma celebrándolo con mis amigos después de graduarme. ¿Qué haría ahora? Mis ojos sólo querían ver a Máxim. Él había dicho que me amaba, ¿Pero podría creer eso? ¿Debía darle a mi defectuoso mafioso otra oportunidad? Quizás. Desde que el tipo había acabado siendo el amor de mi vida y todo. Nuestra relación no era bella. La parte pesada aún necesitaba ser hecha. Pero los cimientos estaban allí. —Realmente aprecio la formación, Sra. Gillespie. —Tenía otra cosa que quería hablar contigo. La semana pasada, había un hombre que te buscaba. Pero él no era de por aquí. Di un grito ahogado: —¿Qué le dijo usted? —Aunque sabía que esta era tu última clase, le dije que estarías aquí cuando el término de la primavera comenzara. La próxima semana. Todavía tenía tiempo. —¿Por qué mintió por mí? —No me gustó el aspecto de él. No es de mi incumbencia, pero lucía... enfermo. Demente. —Mu-muchas gracias, Sra. Gillespie. Estaba llorando antes de que llegara al final del pasillo. Edward ya había estado preguntando por mí. Lista para romper todas las reglas y tragándome todo mi orgullo, llamé a Sevastyan. — ¿Ruso? —Katya, ¿qué pasa? Corrí escaleras abajo. —Necesito… —mi voz se rompió en un sollozo, —…ayuda. —Cualquier cosa. Nombra cualquier cosa. —E-estoy en problemas. —Cuando llegué al patio, lo vi en la distancia. Él ya había empezado a cruzar la calle para venir por mí. —Sea lo que sea, lo asumiremos. —El cielo se abrió aún más y la lluvia cayó. Vientos azotaron, las hojas de las palmas chocaban entre sí. Un rayo atravesó el cielo. La comprensión me golpeó como la intensidad de los anteriores rayos eléctricos. Él está enamorado de mí. Él había dicho que quería protegerme. Si alguna vez hubiera un momento en que lo que necesitaría... —El sueño que tuve en el avión era un… Un brazo serpenteó alrededor de mí. Un abrasador dolor explotó.

Miré hacia abajo con horror. Un cuchillo sobresalía de mi pecho. Negrura.

Capítulo 37 Traducido Por Alhana Corregido Por Shelly

Un bramido gutural me despertó. ¿De Sevastyan? Mis ojos se arrastraron abriéndose. Edward me había apuñalado. Realmente lo había hecho.

Yacía en el suelo. El hijo de puta tenía mi cabeza en su regazo, su rostro pálido y demacrado por encima de mí. La empuñadura del cuchillo subía y bajaba con mis respiraciones sibilantes. El dolor… cada inhalación era una nueva angustia. Mis dedos arañaron la hierba, mis piernas sin control se retorcían. Puntos invadieron mi visión. No quería morir por su mano. Quería salir de sus repulsivos brazosArrancó el cuchillo de mi pecho; necesitaba gritar, pero no pude. Los horribles sonidos venían ahora de mí. —¿Y quiénes son esos hombres, esposa? —Edward puso el cuchillo en mi garganta, pero él no me estaba mirando. Sus ojos enloquecidos se centraron en Sevastyan mientras corría hacia mí, Vasili a la distancia detrás de él, levantó la pistola. —Detente dónde estás, —Edward gritó sobre la lluvia, presionando el cuchillo más fuerte. Máxim y Vasili se quedaron inmóviles. —Tu hombre tiene que dejar caer su arma, —Edward dijo. —Luego ambos retrocederán. O te mostraré la garganta de mi esposa desde el interior. Si Sevastyan se sorprendió al oír que me llamaba esposa, no lo reveló. Probablemente había puesto muchas cosas juntas. —Libérala-ahora. —Parecía letal, su gran cuerpo tensó para atacar. Rabia ardida en él, sus ojos se llenaron con ella. Su cabello mojado azotado sobre su rostro por el viento, sus puños apretados. Edward no tenía idea de con quién estaba tratando. —Esto no es asunto tuyo, forastero. Máxim dijo a Vasili algo en ruso. Vasili puso su arma en el suelo, alejándose de ella un paso. Nunca mirando más allá de Sevastyan, Edward me dijo: —No esperaba que hicieras amigos, Ana-Lucía. Nunca lo hiciste antes, no en ninguna de las seis ciudades que te escondiste de mí. Eso habría hecho mucho más fácil encontrarte. No es que yo alguna vez me habría detenido. Voy a vengar a Julia, y estoy dispuesto a morir por ella. ¿Él había estado en todos los lugares en que había vivido? Entre toses mojadas, solté hacia fuera, —¿C-cómo? —Escuché la promesa a tu madre de completar tu título. Durante tres años, gasté tu dinero para peinar todas las escuelas del país. Solías utilizar los nombres de tu familia –tu primer y único error. —Su mentón y mandíbula se desencajaron entre las palabras. —Te busqué aquí. Cuando sospeche que la perra de tu maestra estaba mintiendo por ti, supe que te había atrapado. Máxim dijo entre dientes, —Aléjate de ella, Edward. Esta es mi última advertencia. —Casi ganas, Ana-Lucía. Casi te llevaste lo mejor de mí. Por como tomaste a Julia…eso hierve dentro de mí cada segundo de cada día. Gracias a ti, la tuve que enterrar como basura en algún fétido pantano. Máxim dijo a Vasili algo más en ruso, luego empezó a avanzar. Edward levantó la cabeza. —¿Qué estás haciendo, forastero? ¡La mataré si te acercas! Máxim seguía acercándose, un metro noventa y dos de imponente, enfurecido ruso. —Se desangrará si no lo hago. —No esperé que tuviera amigos, pero o estoy preparado. —Edward dejó caer el cuchillo, sacando una pistola de una funda bajo su abrigo. —Ahora tú y el otro hombre nos dejan, o te pego un tiro.

¡Iba a matar a Máxim! —No lo hagas. —¡No había nada que pudiera hacer para detenerlo! Frustración brotaba dentro de mí. Máxim era valiente. —Conozco sicarios. Tú no eres uno. Edward ladeó su arma. —¡Dispararé! —Así de cerca, él no podía fallar. —Y cuando lo hagas, mi hombre recuperará su arma y te liquidará. —¿Máxim planeaba recibir un disparo? ¿Por mí? —No hay un escenario donde ella no vive. Tenía que ayudarlo. Apretando los dientes, di unas palmaditas en el terreno por el cuchillo de Edward. Tan mareada. Permanece despierta o Máxim muere. Durante todos estos años, había querido ser valiente. Ahora era mi oportunidad. ¡Aquí! El cuchillo. Curve mis dedos alrededor de la empuñadura. —¡Detente dónde estás! —Edward entrecerró un ojo, ¡para hacer el tiro! ¡No, no, no! Levanté el cuchillo. Con lo último de mi fuerza, grité y golpeé, apuñalando su brazo. ¡Pero el arma se accionó! La explosión ensordecedora resonó junto a mi oído. El hombro de Máxim se echó hacia atrás. Edward gritó: —Perra... ¿Siguió otro disparo? Edward fue arrojado detrás de mí. Mi cabeza se estrelló contra el suelo y el cielo enojado giró. Un segundo después, Maksim me tomó en sus brazos. —Katya, —dijo con voz áspera. — Te tengo.

Capítulo 38 C

Traducido Por Alhana Corregido Por Shelly

uando el coche comenzó a moverse, traté de despertar más, para asegurarme que Máxim estaba bien y para decirle que yo estaría bien. Tenía un brazo alrededor de mi espalda, su otra mano presionando sobre mi herida. — ¡Quédate conmigo, solnyshko! ¡Necesitas permanecer despierta! —Le gritó a Vasili. Nuestra velocidad se incrementó hasta que sentí como si fuéramos zumbando. —Máxim... te disparó. —Herida superficial. Herraste su objetivo -o yo estaría muerto. Abrí mis ojos entreabiertos. —¿Está…? —Él está siendo atendido. ¡Por favor, mantente despierta para mí! —Máxim parecía a punto de perderlo. —Háblame. Hábleme de esto. —Por fin puedo. —¿Has estado huyendo de Edward durante tres años? —Nunca quedarse en un lugar… más de seis meses. —Mi voz sonaba tan lejos. —Regla número tres. —¡Estabas a punto de irte de Miami para siempre? Traté de asentir. —Limpio casas. La de Ivanna. Pero Shadwell… Yo no tenía dinero. Pensé que vi a Edward aquí… —Sigue hablando. Pensaste que lo viste, ¿qué pasó? —Miedo. Podía tomar la cita de Ivanna con algún ruso… Me imaginé un tipo, una noche. No podría ser peor que Edward. —Perdí la noción de lo que había estado diciendo. Mis párpados se sentían tan pesados. —Me dijiste que era el primero. Me negué a creerte. ¡No, no, quédate conmigo! Sigue hablando. ¿Cuándo te casaste con él? —Dieciocho. Después de que mi madre murió. É-él la mató. —Mi voz se quebró. —Fui tan estúpida. Fui estafada totalmente. —¿Estafada? ¿Qué quería de ti? —Él y Julia... querían mi playa. Planeaban matarme a mí también. —¿Tu playa? —Martínez Beach. Valor de ciento cincuenta. La frente de Sevastyan se frunció. —¿Ellos te apuntaron como objetivo por ciento cincuenta mil dólares? —Millones. Oí a Vasili jadear desde el asiento delantero. —¿Vasili recibió un disparo también? —No, él está sorprendido, igual que yo. —Está en un fideicomiso… no podía firmárselo. —Necesitaba cerrar los ojos por un segundo. —Edward es abogado. Le firmé todo lo demás. Idiota… —No, eras muy joven. Sigue hablando. ¡Despierta! Mis párpados destellaron amplios. —Ojos sobre mí, bebé. Entonces, ¿qué pasó? —Él me tendió una trampa. No podía ir con la policía… Tenía un arma. Accidente. Disparé y la sangre de Julia estaba por todas partes… Él juró que me mataría. Corrí y corrí. Probablemente iré a la cárcel. —¡Nada nunca te pasara otra vez! Nunca. Mírame. Háblame. Sobre cualquier cosa. ¿Qué estabas haciendo en el aula?

—Examen final. Máxim, t-terminé hoy la universidad. Sus cejas se unieron, como si yo estuviera rompiendo su corazón. —Felicidades, amorcito. Nosotros celebramos cuando estés mejor. —Le gritó algo a Vasili, que le respondió concisamente de la misma forma. —Debes haber estado riendo cuando te pregunté por qué no ibas a la escuela. —Nunca miento. Esquivó. Y me muevo. —Eres muy buena en eso. Pero eres una mentirosa atroz. —La peor, —estuve de acuerdo. —Anthony me dijo… que reservaste a Ivanna. —Malditamente lo mataré. Probablemente lo dijo para convencerte de tomar la cita de la que hablaron. Sólo pedí su número para tratar de obtener más información acerca de Edward. En el avión decidí que iba a descubrir quién era y que le pagaría por ti. —¿Lo hiciste? —Cuando ayer comprendí que realmente me dejabas, te dejé, así podría seguirte y encontrar al hombre que pensé que amabas. —Astuto. —Sabía que él posiblemente no te dejaría por menos de un billón, así que decidí darle eso y hacer el mejor trato. —¿Me estás diciendo esto… porque estoy muriendo? —¡NO! No estás muriendo, solnyshko. Ya casi estamos en el hospital. Te digo esto porque siempre te diré todo en el futuro. —Vi el cuchillo… pero mi pecho no duele en absoluto. Inmediatamente, me di cuenta que Máxim presionaba aún más. Le gritó a Vasili, entonces me preguntó: —Con todo lo que te ha pasado, ¿cómo pudiste no gritarme cuando te acusé de querer atraparme? —Regla número uno. No le digas… nada a nadie. Llevaba un bozal… es agradable perderlo. —Te marchabas la semana pasada, ¿verdad? Reprogramaste tu final. Te obligué a quedarte en Miami, entonces te conduje directo a él. Si me hubieras dicho, si hubieras confiado en mí con esto. El entumecimiento rosaba sobre mi cuerpo, pero todavía sentía sus dedos apretando mi brazo cuando él dijo, —Yo podría haberme hecho cargo de él mientras dormías a pierna suelta anoche. Levanté la mano a su rostro, frunciendo el ceño cuando cayó inerte. Había dejado vetas de sangre través de su mejilla. —Estoy muy mareada. Sus ojos destellaban. —Lo sé, pero tienes que ser fuerte, Katya. No puedes dejarme. — Su cuerpo siguió tenso contra el mío, como si un puño invisible le estuviera haciendo una visita. —A pesar de que Katya no es tu nombre. Eres Ana-Lucía. —Sólo Lucía. Su aliento se estremeció en sus pulmones. —¿Sabías que tu nombre significa… luz? Luz. Sol. Yo era su sol, y él era mi ruso. Había tomado una bala por mí. Nunca había reservado a Ivanna. Él me amaba. Máxim apoyó su frente contra la mía, balanceándome en sus brazos. —Te ruego que no me dejes, Lucía. Necesitaba decirle… —Te quiero tanto, Máxim. Te quiero mucho. Esos puntos negros irrumpieron de nuevo. Lo último que oí fue su rugido de angustia.

Capítulo 39 Sonidos de pitidos. Olor a desinfectante. Voces bajas.

Traducido Por Maxiluna Corregido Por Alhana

En algún brumoso crespúsculo, sabía que estaba en un hospital. Oí la voz de Máxim, y la de otros también. Durante lo que pareció días, las conversaciones se filtraban a través de mi mente al ritmo de un monitor cardíaco. Me aferré a los hilos de ellas. En una, Aleks estaba enojado con su hermano: —¿Hemos tenido que saber de esta mierda por Vasili? —¿Aleks y Natalie habían venido aquí? ¿Habían dejado su luna de miel? En otra, Natalie le había preguntado a Máxim: —¿Va a estar tu pecho bien? —Gracias a Lucía. —Él estaba fuera de peligro, Gracias a Dios.—Esa mierda en realidad me había apuntado en la frente. —¿Y Máxim se había mantenido corriendo hacia adelante? En otro hilo, les habló de su pelea conmigo, que terminó con: —Todo esto es mi culpa. Cuando pensé que iba a dejarme por otro... Me imaginé la vida sin ella, y me volví jodidamente loco. No pude pensar o entender de razones. —Le preguntó a Aleks, —¿Sabías tú de los celos antes de conocer a Natalie? —Maks, no sabía nada. Una vez, había oído a Máxim fuera de la sala en una acalorada conversación con alguien. En el interior, Aleks le habían preguntado a Natalie, —¿Por qué estas cosas le siguen ocurriendo a nuestra familia? —Oh, no, no. Los Sevastyans no asumen esto. Cat-Lucía -nunca- hubiera conocido a Maksim si no hubiera estado ya en peligro. Me puse en peligro a mí misma cuando busqué a mis padres biológicos. Cuando ella salga, todo será mejor. Cuando Máxim estaba solo, él me pedía que despertara, me prometió que estaba a salvo. —Has perdido mucha sangre, pero ya has empezado a curarte. Cuando te despiertes, estarás tan bien y como nueva. Por favor, vuelve a mí, Lucía... También tomaba la culpa de todo: —Me dijiste que “no hiciera esto”, pero seguí haciéndote daño. Alejándote. —Ahora sentía que estaba a mi lado, solo. Podía sentir su calor, incluso antes de que tomara mi mano entre las suyas. Se sentó en el borde de mi cama con una exhalación entrecortada. —Solnyshko, debes despertar. Han pasado cuatro días. ¿En Serio?¡Estoy aquí! Le podía oír perfectamente, pero no podía hablar. O moverme. ¡Qué frustrante! ¿Por qué no puedo estrechar su mano? Con su voz gruesa, empezó a hablar, sobre todo y nada. Describió el clima y me preguntó en voz alta qué tipo de perro me gustaría. Habló de los viajes que necesitaría para llenar mi pasaporte. Me comentó lo horrible que Vasili se sentía por sus sospechas sobre mí. Me hubiera gustado decirle a Máxim que me llevaría al perro más feo que pudiera encontrar en la perrera, uno que tuviera familiaridad con la calle, uno al que nadie más pudiera brindarle un hogar. Me gustaría ver Cuba y Rusia. Me hubiera gustado poder decirle que entendía y apreciaba la preocupación de Vasili. No había tenido ninguna identidad, podría haber estado cazando a Máxim. Todo lo que el hombre había querido hacer era mirar más allá por su “jefe”. ¿Cómo podía culparlo por eso? ¿Cuándo quería hacerlo también? Máxim continuó: —¿Cómo vas a perdonarme? Cualquier cosa que pude hacer mal, lo hice. ¡Tomaste una bala por mí, Ruso! —Puedes hacer cualquier cosa ahora. Tendrás tu vida de nuevo. Eres tan joven, y querías tu libertad. Si escoges dejarme, ¿Cómo te dejaré ir? No pude hacerlo antes.

¡No escogería! Necesitaba decirle a Máxim que podíamos atravesar esto, que estaba dispuesta a hacer el trabajo pesado por nuestra relación, pero ni siquiera podía levantar mis párpados. —¿Por favor te despertarías por mí? —Él levantó mi mano para presionar la palma contra su rostro, como si estuviera hambriento de mi tacto. Un rastrojo de barba cubría su mandíbula. ¿Estaba su mejilla húmeda? —Mejores cosas te esperan, Lucía. Yo estaba lista para él. Quería a mi ruso. Quería reclamar mi nombre otra vez y empezar una vida nueva. Si tan sólo pudiera despertar. Luché por levantar mis párpados. El monitor cardiaco comenzó a acelerarse. Beep. . . . . . Beep. . . . . Beep. . . . Beep. . . Beep Sentí que mi mano libre apretaba la sabana. ¡Hey! Eso era algo nuevo. Beep. . Beep. . Beep. . Beep. . Beep. . Beep Él exhaló una bocanada de aire. —¿Estás a punto de despertar? ¡Regresa a mí! ¡Puedes hacer esto! Si pudiera moverme, tal vez podía hablar ahora. Luché para decir con los diente apretados, —Máxim. Sus manos apretaron las mías mientras espetaba, —¡MANTENTE DESPIERTA! — Entonces él gritó por una enfermera. Para mí, dijo: —¡Sigue hablando! ¡Por favor, Lucía! Abrí mis ojos. Una vez que me acostumbré a la luminosidad y pude concentrarme, me quedé sin aliento por su apariencia. No se había afeitado en días, y su cabello era un desastre. Sus ojos estaban tan rojos, el azul de sus iris lucían como el añil. Su traje estaba ajado, el cuello de la camisa desabrochado. Pude ver el borde de su vendaje. —Te ves como el infierno. —Mi voz era áspera. Eso le hizo sonreír. Levantó la mano hacía su mandíbula sin afeitar. —Que bien que te des cuenta. —Sus ojos centelleando. Maldita sea, amaba a este hombre. —¿Qué pasó? —La hoja del cuchillo no tocó nada importante, pero perdiste mucha sangre. Entraste en shock. Después de la cirugía, no te despertabas. ¿Cirugía? Miré hacia abajo, vi el borde de mi propio vendaje que se asomaba por una bata de hospital. —¿Estás bien? Cuando te disparó... —Estoy bien ahora. Se necesitaría algo más que una bala para apartarme de ti. Mi voz era débil y mi garganta se sentía como si estuviera en llamas, pero todavía bromeé, —¿Te gusto cuando me lanzo? Se rio sin humor. —Te amo cuando te lanzas. Todo va a estar mejor ahora. —¿Edward está muerto? —Eres viuda. Eres libre. —La puerta de abrió detrás de él. —Necesitarán comprobarte, ahora que estás despierta. Un médico entró, también todo ajado. Detrás de sus gafas, sus ojos estaban inyectados en sangre también. Él miró con recelo hacia mi ruso. El hombre tragó saliva, y luego me dijo: —Estoy muy, muy aliviado de que estés mejor. —Sonaba australiano. ¿Había estado Máxim asustando a la gente? De mala gana soltó mi mano. El doc se desvivió por mí, una enfermera también, pero mis ojos sólo querían mirar hacia Máxim. Él tenía su mirada fija en mí, incluso mientras llamaba a Aleks y a Natalie. Oí el grito de ella en el teléfono. El doc dijo algo sobre que mis vitales se veían bien, pero que probablemente debería dormir y que estaba bien. —Eres afortunada, —me dijo. —Un pelo más a la izquierda y no estaríamos teniendo esta conversación. Una vez que estuvimos solos de nuevo, Máxim se sentó a mi lado en la cama. —¿Asustaste a ese pobre doctor, Ruso? —Un poco. No quería viajar aquí desde Australia. Por lo menos no al principio, —añadió sombríamente.

—¿Has traído a alguien del otro lado del mundo? —Por supuesto. Quería una segunda opinión sobre tu cirugía, y él es el mejor. —Él se encogió de hombros, reprimiendo una mueca de dolor. —Aleks y Natalie están llegando justo ahora. Habían ido al hotel a cambiarse. Ellos han estado aquí cada día. —No tienen que regresar. No puedo creer que no se fueron de luna de miel. —Querían asegurarse de que estás bien. Tienes amigos que se preocupan mucho por ti. Jess estaría aquí también, pero hemos mantenido en secreto tu ubicación para tu protección. Esa es la personificación del caos, ¿no? —¿Todos saben lo que pasó? —Tan extraño. Mi matrimonio con un asesino había sido mi carga. Ahora, estoy fuera en el mundo. —No puedo creer que Edward esté muerto. —Estuvo casado seis veces. —En un tono de ultratumba, Máxim dijo, —Lucía, eres la única que le sobrevivió. —¿S-seis? —Si mi carrera no hubiera sido cancelada, ¿Habría sido su próxima víctima? —¿Han estado los policías aquí? ¿Cuándo tendré que hablar con alguno? —Temía tener que derramar toda la historia, sacar tantos recuerdos dolorosos. —¿Hablar acerca de qué, amor? Edward Hatcher fue encontrado muerto en un baño público en Atlantic City. Un asunto de drogas que salió mal. Mis labios formaron una O. —¿Nadie escuchó los disparos en el campus? —Pocas personas estaban allí en la víspera de Año Nuevo, y la tormenta trajo un montón de truenos. Salimos rápidamente después. —¿Por qué Atlantic City? —Él vivió allí por un tiempo, y yo no quería que lo conectaran a Miami, en caso de que desees permanecer aquí. Lo quemé como castigo por herirte, pero si era encontrado torturado, eso podría atraer aún más preguntas. —La mirada de Máxim se hizo aún más intensa. —Él no hubiera sido encontrado en absoluto, pero... quería hacerte viuda. Tragué saliva. ¿Así Máxim podía casarse conmigo? —¿Soy Lucía Martínez de nuevo? — Mis ojos se humedecieron. —Sí, amor. Ahora no tienes nada de qué preocuparte, excepto ponerte mejor. —Hay un maletín, Máxim. Está en una caja fuerte… —Ya ha sido recogido. —¿Cómo lo sabes? —Antes de que Hatcher muriera, confesó cosas. Habían tomado su vida. Volví a pensar otra vez en aquel enloquecido viaje en coche. ¿Algo había estado aporreando en el maletero? En el maletero del Bentley de un mafioso ruso. Máxim dijo: —Él admitió que te había estudiado durante meses antes de acercarse a ti. Sabía todo sobre ti. ¿Lo hacía? —No era de extrañar que tuviéramos mucho en común. —Hatcher también firmó recientemente cosas. Eres dueña de tu casa otra vez, y hemos recuperado cerca de la mitad de tu dinero, con más por venir. Si deseas hacer sus acciones públicas en el futuro, puedes, a tu propio ritmo. Pero nada puede obstaculizar tu recuperación. —¿Cómo accediste a la caja en el banco? Máxim pareció un tanto ofendido, levantando las cejas como diciendo: cariño, por favor. Supongo que conocía al tipo de chicos que podían meterse en el Pentágono si los necesitaba para hacerlo. —¿Qué hay acerca de la muerte de Julia? —Ella nunca será encontrada. Eso les sucede a menudo a las mujeres en la presencia de Hatcher. Él era buscado por asesinato en otros estados, pero lo mantuviste tan ocupado, que no fue capaz de dirigirse a otro. No puedo encontrar evidencia de más crímenes. Eso me hizo sentir mejor. Pero aun así... —Era un monstruo, y le invité a entrar en

nuestras vidas. Ahora tu vida. Te dispararon. —Un depredador que te eligió. Que te estudió. Eras una adolescente. En cuanto a mí, no me merecía nada menos. —Pasó los dedos de su mano libre por su cabello. —Metí la pata en todo momento, y te encuentras aquí a causa de ello. Casi... estuviste a punto de morir. —Él se estremeció visiblemente. No podía soportar ver la culpa en sus ojos. —Supongo que podríamos culparnos a nosotros mismos. Tengo una idea, -culpémoslo a él-. —Estaba empezando a tener sueño. —Podríamos hacer eso. Tenemos tiempo para hablar de todo esto. Ya te ves cansada, amor. —Si voy a estar fuera de combate, pudieras ir al hotel y descansar. —No es una posibilidad. —Me dio un beso en la frente. —Estaré vigilándote. En este momento, sólo concéntrate en mejorarte. —Entonces, ¿qué sucederá? Necesito saber algo antes de que me desmaye. Su nuez de Adán se balanceó. —Todo lo que quieras sucederá. Me ocuparé de ello. — Leí una pregunta en su mirada. ¿Estaba quedándome con él? —¿Cuáles son mis opciones? Me gustan las cosas resueltas, Ruso. —Sabes lo que quiero de ti. Me mordí el labio ante la fiereza en su expresión. —¿Lo quieres todo? Un lento asentimiento. —Todo. —El hombre estaba en las últimas. Acabado. Terminado. —¿Qué pasa si te pones celoso de nuevo? ¿Y dejas de hablarme? Con voz ronca, dijo, —he aprendido -de la manera más dura posible- a hablar contigo. Quiero pasar mi vida compensando la manera en que te traté. Pero no apresuraré tu decisión. Por ahora, lo que necesitas es descansar y sanar para que puedas volver a casa. No pude reprimir un bostezo. —¿Casa? —¿En Jacksonville? No quería ir allí, no por un tiempo. No hasta que el dolor se hubiera desvanecido aún más. —Tienes una nueva casa en Miami, moyo solnyshko. Cuenta con especias que necesitan ser organizadas. Cuando estés mejor, tendrás un perro exigente. Y lo sobornaré para gustarle. ¿Me consiguió una casa en Miami? —¿Es mi casa lo suficientemente grande para mí y mi perro e incluso tú? —En efecto. Bostecé de nuevo. —¿Quieres compartirla con nosotros? Tragó saliva. —¿Estás segura? Tienes tu libertad ahora. Eres joven y rica y puedes hacer cualquier cosa, puedes tener cualquier cosa en este mundo. Estaba yendo a la deriva. —Quiero a mi Ruso. Ven a vivir conmigo y el chucho callejero que recogeremos de la perrera. Mi casa es su casa. —Ah, mi Lucía quiere un chucho callejero. Debería haber sabido que preferirías un perro que se ha dado a la fuga. Cuando me quedaba dormida, le oí decir: —Viviré contigo, entonces. Hasta que pueda convencerte de que te cases conmigo...

Capítulo 40 M

Traducido Por Alhana Corregido Por Shelly

e senté en el regazo de Máxim mientras Vasili nos llevaba a mi nueva casa. El día en Miami era una maravilla. Levanté el rostro hacia el sol que entraba por la ventana, tenía sed de ello después de tanto tiempo en el interior. En el hospital, Vasili había abierto la puerta del (nuevo) Bentley, literalmente, sombrero en mano. Había murmurado fervientemente en ruso para mí. Le había preguntado a Máxim: —¿Qué está diciendo? —Que está muy feliz de que estés mejor. Y lamenta sus sospechas. Le dije al hombre: —Tú cuidaste de Máxim. ¿Cómo podría guardarte rencor? Conseguiste un suministro de por vida de turrón. Ahora desaceleramos para girar en un puente. —¡Reconozco esto! ¿Vamos a Indian Creek Island? —El pequeño Edén en Miami para los muy ricos que era el hogar de sólo catorce familias, sin embargo, el enclave tenía su propia policía y alcalde. —Siempre quise un trabajo de limpieza aquí, pero la seguridad era una locura. —En lugar de un trabajo, ¿aceptarías ser la propietaria de la mejor casa en la isla? Miré hacia atrás a Máxim. —¿En serio? Sí. Hagamos eso. —Estiré el cuello para mirar todo, retorciéndome sobre él. Mis ojos se abrieron cuando lo sentí endurecerse. Definitivamente Máxim se había recuperado de su herida de bala. Le deslice una sonrisa. La esquina izquierda de sus labios se curvó. —Y yo que había sido tan bueno todo el camino hasta aquí. El doc me había dicho que no podía tener relaciones sexuales hasta que consiguiera el visto bueno. Me apoyé en el lado sano del pecho de Máxim. —Esta castidad va a ser lo peor de todo, ¿no es así, Ruso? —Yo preferiría otra herida de bala. Cuando nos detuvimos en un camino bordeado de majestuosas palmeras, mi mandíbula cayó ante la enorme mansión. Máxim no había estado bromeando cuando dijo que la nuestra era la mejor. El diseño era moderno, con una gran cantidad de ventanas de gran tamaño, estuco blanco del trópico. El exuberante paisajismo abundaba. En el interior, giré en círculos. La decoración era cálida y acogedora. Arte de buen gusto adornando las paredes. Los techos se elevaban, dando a las habitaciones una sensación de amplitud. Afelpadas alfombras suavizaban la acústica. En la sala de estar, una pared entera se abría al exterior hacia una piscina impresionante. Césped verde se extendía hasta la playa y a las olas azules rompiendo. Una lancha rápida colgaba en un ascensor. —¿Te gusta?—Preguntó él. —¿Podemos vivir aquí hoy? Es krasavitza. ¡Precioso! —Me acerqué a él. Sonrió ante mi palabra rusa. —Ya estás mudada. No estaba bromeando acerca de las especias en la cocina. Para el futuro, hay una cinta de correr y el patio está cercado. ¿Aunque tal vez te gustaría algún otro lugar mejor? Podríamos quedarnos en Jacksonville, o en el Polo Norte, o donde los San Bernardos sirven brandy. Sonreí hacia él. —Me gusta estar aquí. ¿Pero no necesitas vivir en Rusia? —Aleksandr quiere entrar en el negocio. Ha cambiado totalmente de opinión sobre mí. Podría hacerse cargo de las cosas en Rusia, y yo podría expandirme aquí. De hecho, tú y yo podríamos comenzar a operar desde esta misma casa. ¿Yo ya estaba dirigiendo la fase cuatro de mi plan de vida? —¿Cuántos maletines de dinero costo este lugar?

—Muchos. Pero los mercados están bien, -hoy somos multimillonarios-. Debemos premiarnos a nosotros mismos. —Está bien, pero ¿cuándo lograré visitar a la madre patria? —Una vez que estés totalmente recuperada. Nuestra finca es hermosa en primavera. — Él rozó sus nudillos a lo largo de mi mandíbula. —También, quiero que conozcas a Dmitri. Alisé la solapa de la chaqueta de Máxim. —¿No me odia? —Me llamó cuando estabas en cirugía, y yo estaba enloquecido por la preocupación. No me molesté en tratar de ocultar que estaba frenético. Cuando llamé para decirle que estabas mejor, me dijo, —La amas. Me reuniré con ella. —Esto es enorme para él. —Entonces cuenta conmigo. —Le hice saber que siempre voy a estar ahí para él, pero las cosas han cambiado. Mi enfoque será en el futuro. —Los ojos de Máxim estaban llenos de promesas. —Ven, quiero que veas algunas cosas en tus closets. Los espacios no eran closets -eran habitaciones, ¡cada una con un nuevo botín y ropa! Se apoyó en la puerta, contento de verme explorar. Cuando encontré mi bufanda roja, cerré los ojos con alivio. —Debes mirar esa cartera nueva, también. —Señaló a una de varias. La abrí. Tarjetas de crédito llenaban todos los espacios. —Aww. ¿Conseguiste mi ingreso familiar? —Sólo la verificación. El ahorro es tuyo. Espera… Miré a la identificación. —¡Esta soy yo! —La imagen era de mi licencia anterior. ¡Oh, me veía tan joven! —¡Conseguiste que el Hatcher se fuera tan rápido! Soy oficialmente yo otra vez. Con ese brillo que amaba tanto, dijo, —Tal vez todavía puedas ser Cat y Katya en alguna ocasión. Llegue más cerca de él. —Esta gatita querrá un montón de juguetes. Dediquémosle una habitación. Él inhaló hondo. —Sí, hagamos eso. Por ahora, tienes más que explorar. Tu joyería. Todas mis joyas anteriores estaban organizadas, junto con toneladas más. Entre mis perlas y oro estaba el rosario de mi madre. —Oh, Máxim, ¿lo recuperaste? —Cuando la importación de lo que realmente había recuperado me golpeara, yo sin duda perdería mi mierda. En cierto modo, ese rosario había estado en un viaje tan salvaje como yo lo había estado. —Por supuesto. —Me tomó la mano. —Cuando te sientas mejor, también, puedes decidir lo que quieres hacer con tu casa en Jacksonville. —Me gustaría que el lugar siga igual, a excepción de esa habitación. Él alzó las cejas, como si dijera desafío aceptado. Mientras caminábamos hacia la piscina, le dije: —Tuve el texto más extraño de Ivanna esta mañana. Por lo que pude descifrar, ella escribió que su familia estará en los Estados a finales de la próxima semana. Y que su nuevo lugar era increíble. —(‘Ss incre! 1)— ¿Sabes algo de eso? Se encogió de hombros. —Si ella no te hubiera enviado a mí… Estoy muy en deuda con ella -y con el Botox- en general. —Estaba algo molesta por que no le pedí ayuda, pero ella lo entendió también. —¡Yo ya tenía una amiga en Miami! —También envió un mensaje diciendo que Anthony cerró el negocio, deprisa y está huyendo de la mafiya. Levantando una ceja. —Lo prolongaré durante tantos años, como quieras. —Al lado de la piscina, se sentó en un sillón, luego cautelosamente me llevó a su regazo. El sol nos bañó de luz, moteando el agua azul más allá. —¿Cuándo crees que bautizaremos esta silla, Ruso? Él gimió. —Desafortunadamente, no por un tiempo. —Entiendo, bebito. Después de todo, te dispararon. Y también, tu edad. —Hice una mueca falsa. —Pero estoy segura de que vas a despejarlos por el deber, —Me retorcí sobre el

creciente bulto en su regazo, —con el tiempo. Su voz era ronca. —Pequeña bruja. —Supongo que te daré un respiro, ya que tomaste una bala por mí. —Lo haría por la eternidad para tener este momento. Aunque debes de saber que no voy a descansar hasta que seas mía en todos los sentidos. —Eres para mí, Ruso. Estás atrapado conmigo. ¿Pero qué, si quiero esperar un tiempo antes de pensar en el matrimonio? —Incluso con el hombre de mis sueños, yo no quería apresurar las cosas. Tenía la sensación de que lo sabría cuando llegara el momento adecuado. —Entonces te lo propondré semanalmente. Me pareció justo, ya que ambos sabíamos que podía usar una varita mágica, una cuerda, y la estratégica aplicación de un cinturón de castidad para conseguir mi sí. Giré mi dedo sobre el lado izquierdo de su pecho. —¿No has terminado conmigo todavía? Él cubrió mi mirada con la suya. Con un acento sorprendentemente suave, me dijo, —Nunca voy a terminar contigo.

Epilogo

—N

Traducido Por Alhana Corregido Por Shelly Jacksonville El día de la graduación

o puedes llegar tarde, Lucía, —Máxim dijo con voz áspera en mi oído mientras su cuerpo trabajaba el mío. —¿Cómo me convenciste de esto? —Es tu culpa por verte tan caliente en ese traje, —le dije, mis uñas en sus hombros. —Cuando tu mujer lo necesita, lo necesita. Seremos rápidos. Me estaba poniendo manos a la obra con un ruso dios del sexo. En un armario en el campus. En mi toga de graduación. Debido a que podía. La vida era dulce. —¿Te estoy lastimando? —¿Él me estaba preguntando después de lo que habíamos hecho la noche anterior? Aunque estaba totalmente curada, él todavía me preguntaba. Mi cicatriz ni siquiera era tan mala. Pero como Máxim había dicho: —Puedo ver lo cerca que estuve de perderte. —A veces, él se estremecía y la besaba. Bueno, no más de una vez al día. También había dicho que la marca era mucho “más delicada” que su “robusta” cicatriz de herida de bala. La suya estaba en el lado derecho de su pecho; la mía estaba a mi izquierda. Siempre que Máxim y yo nos besábamos, también lo hacían nuestras cicatrices. Porque estábamos entrelazados. En sincronía. Candado y llave. Nuestros cuerpos, nuestras vidas. —¿Lastimando, Máxim? Estoy en agonía aquí. —Froté mi rostro contra el suyo, ronroneando en español en su oído, que lo necesitaba, que necesitaba cada centímetro de su cuerpo perfecto, y cada centímetro de su magnífica polla, lo que hizo que él ondeara las caderas, porque el diablo lo entendió todo. En ruso, él me dijo que quería follarme para siempre, que mi cuerpo era su cielo y mi piel sabía a sol, lo que me hizo rodar mis caderas sobre él en un frenesí. Debido a que ahora sabía más de cuatro palabras de su idioma. Él tuvo que ahogar mis gritos con su palma, y sus propios gritos contra mi cuello. Frente a frente, cogimos nuestra respiración. —¿Te gusta que me gradúe, Ruso? Un sonido de satisfacción retumbó en su pecho. —Mujer, Amo que te gradúes. Nos pusimos el uno al otro presentables, luego nos apresuró al auditorio, de la mano. Al lado del escenario, me dio un beso. El hombre no podía verse más orgulloso de mí. — Compórtate allá arriba, moyo solnyshko. ¿Comportarme? Sólo por eso, me revolví el cabello antes de correr para tomar mi lugar en la fila. ¡El decano estaba a momentos de entregarme mi santo grial! Todo lo que había tomado era media década, una experiencia cercana a la muerte, y asociarme con un mafioso ruso. Natalie, Aleks, y Jess estaban esperando a Máxim en la audiencia, guardándole un asiento de primera fila. Todos se rieron de su aspecto desaliñado. Le había pedido a los tres que no vinieran, pero no pude disuadirlos. Porque yo era familia. Jess había estado comportándose de lo mejor, porque quería coordinar la boda de Mami caliente, la que todo el mundo sabía que eventualmente sucedería. La organización de dos bodas multimillonarias estaría más o menos fijándola en la cima del negocio de coordinación.

Después de esto, todos volaríamos a Rusia para ver el patrimonio de Natalie y Aleks y a vacacionar en el de Máxim,-el cual insistió que la mitad era mío-. ¡Lo que significaba que todos los caballos eran medio míos! También iba a ver a Dmitri. Estaba nerviosa sobre eso, pero optimista desde que él quería conocerme. Máxim mantenía su compromiso de reunir a sus hermanos, y pensó que visitar a Dmitri con alguien que era un gran fan de Aleks y Natalie sólo podía ayudar. ¿También yendo a Rusia? Pequeños perros pendencieros de Miami. Máxim y yo habíamos conseguido tres clases de perros exigentes. En la perrera, no había sido capaz de escoger entre el trío de bestias patea-traseros. Él había fruncido el ceño. —¿Por qué elegir, solnyshko? —Él los sobornaba tan descaradamente como él me consentía. Esperaba que la manada no destrozara el jet (¡como lo habían hecho con el Bentley y los zapatos de Vasili!). Después de nuestra visita a la madre patria, Máxim planeaba llevarme a París, así podría experimentar el famoso club Le Libertin. Me había convertido en una gran y agresiva fanática de las retorceduras de mi ruso. Anoche, todavía imprimida tras nuestra anterior sesión maratónica. Lo desperté arrastrando el extremo de una cuerda a lo largo de su torso. — ¿Te gusta cuando me atas? Él había gemido: —Amo follarte, mujer, pero creo que he creado un monstruo. Suspire. También me encantaba follarlo. Él era el hombre con el que tenía que estar para siempre. Muchas gracias, Botox. Ivanna había querido estar aquí durante mi ceremonia, pero ella estaba supervisando el re-entechado de mi viejo edificio de apartamentos. Máxim me había regalado la propiedad por nuestro segundo aniversario de meses. Le había pedido a Ivanna -una seria conocedora empresarial-administrarlo. Sí, Máxim había establecido a su familia financieramente, pero ella necesitaba algo que hacer. Como ella me dijo: —Simplemente no hay tantas veces que pueda llevar a mi madre y hermana a Disney World. La canción “Es un mundo pequeño” me da urticaria. Shadwell había forrado sus bolsillos fuertemente, los apartamentos habían rendido beneficios el primer mes. Por fin había aprendido cómo el hombre había descubierto mi escondite “seguro”. El pervertido en secreto me había filmado y a otras mujeres residentes. Pero la cosa más extraña había pasado, Shadwell estaba… desaparecido. ¡Nunca se le volvió a ver! Le había preguntado a Vasili si sabía algo acerca de eso. El hombre había dicho, —¿Accidente Coo-uu-dri-lou? Ahora el nombre del juego para ese complejo de apartamentos era reparaciones. Planificamos convertirlo en un oasis para el barrio. La vida de las personas ya era mucho mejor. Mientras tanto, Máxim y yo buscábamos nuestra próxima adquisición. Habíamos estado trabajando juntos todos los días, conspirando para hacernos cargo de Miami. Mientras leíamos los informes de las propiedades evaluadas, los perros holgazaneaban a nuestros pies. Él y yo nos tomábamos un montón de tiempo libre para cafecitos, y cada noche corría y cocinaba. Los fines de semana, nos gustaba ir de paseo en barco, explorando islas y cayos. A menudo utilizaba la persuasión para hacerme ir de compras. Bueno, cuando los vendedores simplemente se presentaban, supuse que podía. Para mi cumpleaños, habíamos visitado Martínez Beach y mi casa de la infancia. Había estado emocional, pero más emocional cuando Máxim encontró un arquitecto -que realmentepodría quitar esa habitación de la casa. ¿Por qué diablos no? Pensé que a mi padre le habría gustado Máxim. ¿A mi madre? No lo sabía; pero no importaba. Aunque la donación de Máxim a mi universidad en su nombre podría haber suavizado las cosas... Poco después de nuestro traslado a la isla, me había hecho una propuesta formal (con un anillo de diamantes de corte marquise, -obscenamente grande-). Le había pedido que me diera

más tiempo. Fiel a su palabra, me lo había propuesto cada semana. Me lo había pedido de nuevo ayer. Eché un vistazo detrás de la cortina hacia mi ruso. Su mirada se encontró y se trabo con la mía. Mirándolo. Suspiré. ¡Sólo una persona más, antes que el decano dijera mi nombre! Le soplé a Máxim un beso, luego me metí detrás de la cortina. Con una sonrisa, quité la tapa que había fijado a mi gorro de graduación, revelando el mensaje oculto que había escrito. Me incliné hacia Máxim, haciendo el día del hombre y todo. —Ana-Lucía ‘Cat’ Martínez. Summa Cum Laude. Cuando me dirigí por el escenario, incliné la cabeza por lo que mi ruso podría leer... SI SI SI

Fin

Notas [←1]

A lo largo del texto, se indicaran siempre con otro tipo de letra las expresiones que están en español en el original.

[←2]

Las siglas de la jerga se dejan en inglés.

[←3]

En inglés. M.I.A.M.I. Money Is A Major Issue.

[←4]

Máxim habla de pulgadas en cm serian 88.9, 58.42, 91.44. NDT

[←5]

Billetes con una denominación de 100 dólares.

[←6]

Pine-Sol: Producto de limpieza.

[←7]

Leprechaun: Duende.

[←8]

El Wagyu es una raza bovina originaria de Japón, de la ciudad de Kōbe. También se conoce como Japanese Black.

[←9]

Servicio de Inmigración y Naturalización (Immigration and Naturalization Service o INS) NDT

[←10]

Gulag. Dirección General de Campos de Trabajo era la rama del NKVD que dirigía el sistema penal de campos de trabajos forzados y otras muchas funciones de la policía en la Unión Soviética. A pesar de que este sistema albergaba también a criminales de todo tipo, el GULAG se ha conocido principalmente como el lugar de encarcelamiento de prisioneros llamados «políticos» (ex-ministros, sacerdotes, ciudadanos deportados...) y como un mecanismo de represión a la oposición al Estado Socialista.

[←11]

Pussy Riot es un colectivo ruso de punk feminista, que pone en escena actuaciones de provocación política sobre temas como la situación de las mujeres en Rusia y, más recientemente, en contra de la campaña electoral del primer ministro Vladímir Putin a la presidencia de Rusia.

[←12]

Terminal auxiliar de carga con servicios especiales de trasvase de mercancías del ferrocarril.

[←13]

Gat@ en inglés.

[←14]

Analgésico en cápsulas.

[←15]

Se refiere a colchas de patchwork.

[←16]

Cadena de hoteles de lujo.

[←17]

Es el club exclusivo de aquellos que han practicado sexo en un avión en pleno vuelo a más de una milla de altitud (5280 m)

[←18]

Leñador legendario gigantesco que aparece en algunos relatos tradicionales del folclore estadounidense.

[←19]

La autora usa la expresión “cab sign”, es el gesto que se hace levantando la mano con el dedo índice en alto, para así detener al primer taxi que pase cerca.

[←20]

Legendario caballo purasangre de carreras de EE.UU. (1933-1947) que ganó múltiples carreras en ese país.

[←21]

Castaña (fruto) en inglés. Castaño (color) en inglés.

[←22]

Película de comedia navideña de1998, protagonizada por Michael Keaton quien interpreta al protagonista que muere y vuelve a la vida encarnado en un muñeco de nieve.

[←23]

Hermano, en ruso.

[←24]

Personaje ficticio, sacado de una novela de James Bond, y de la película que la siguió. Es la líder de un grupo organizado de delincuentes. Es una ladrona de guante blanco.

[←25]

Personas que practican el RVing.

[←26]

Ir de vacaciones en una autocarabana, recorriendo el país, y parando en campings específicos para este tipo de turistas.

[←27]

Apócope de Jacksonville, Florida.

[←28]

Plato ruso. Se elabora con relleno de bolas pequeñas de carne (mezclando cerdo, cordero y buey, con especias). La masa que la rodea está hecha de harina, huevo, agua y a veces leche.

[←29]

Pastel con bizcocho rojo y nata.

[←30]

Husker: abreviatura de “Nebraska Cornhuskers”, el nombre del equipo atlético de la Universidad de Nebraska, Lincoln.

[←31]

Juego de palabras en inglés. Significa analizadora de hombres.

[←32]

Ruso, en la lengua rusa.

[←33]

Castigo que se le daba a los marineros amotinados, se les hacía caminar por la pasarela y eran arrojados al mar.

[←34]

Tipo de droga, en formato pastilla.

[←35]

Pistola eléctrica.
2. The Master - Kresley Cole

Related documents

222 Pages • 93,509 Words • PDF • 2.8 MB

475 Pages • 124,821 Words • PDF • 2.8 MB

83 Pages • 33,837 Words • PDF • 574.4 KB

354 Pages • 125,221 Words • PDF • 2.2 MB

270 Pages • 102,324 Words • PDF • 3.3 MB

639 Pages • 37,605 Words • PDF • 1.6 MB

337 Pages • 33,875 Words • PDF • 986.9 KB

288 Pages • PDF • 44.6 MB

434 Pages • 334,082 Words • PDF • 3.8 MB

391 Pages • 98,279 Words • PDF • 1.3 MB